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La MaldicioÌn Ogilvie

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NOTAS SOBRE LOS CASOS OLVIDADOS DE SHERLOCK HOLMES

Aunque durante la escritura de Los casos olvidados de Sherlock Holmes se ha intentado por todos los medios evitar utilizar nombres de personajes de los casos originales, es posible que alguno se haya colado. En ese caso los personajes no deben considerarse la misma persona ni se debe utilizar información sobre ellos de casos anteriores para resolver estos casos.

Cualquier dirección del directorio que solo contenga una letra debe considerarse una pista parcial. Será necesario encontrar nuevas pistas para determinar la letra que falta en la dirección.

Al igual que en los casos originales, el caso en cuestión puede hacer referencia a los periódicos de la fecha del caso y anteriores.

Agradecimientos a Ystari Publishing, The British Library, Dafont.com, 1001FreeFonts.com, Wikipedia.com, CGTextures.com, the LA Herald, Jeremy Brett, Dame Agatha Christie, y muchos otros, pero sobre todo a Sir Arthur Conan Doyle.

Los autores

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LOS CASOS OLVIDADOS DE SHERLOCK HOLMESCASO UNO

La maldición Ogilvie 18 de Mayo de 1888

Nos encontramos sentados en el 221B de Baker Street en compañía del Dr. John Watson que se sienta muy erguido en su silla leyendo un periódico y fumando su pipa suavemente.

Sherlock Holmes se encuentra junto a la chimenea, con un brazo descansando sobre la repisa. Mirando profundamente a nada en particular como perdido en algún recuerdo. De repente, tan rápido como el encender cerilla, su cabeza se mueve bruscamente a la izquierda y su atención se dirige a un cajón del escritorio parcialmente abierto, dentro de él, una jeringuilla vacía. Con la misma rapidez, Watson mira a Holmes con desaprobación. “¡Watson!” - grita Holmes de repente, - “¡Esta tranquilidad es intolerable! ¡El aburrimiento es ensordecedor!”

“Holmes, mi querido amigo” – suspira Watson – “No hace quince días que ha resuelto el caso del asesinato de Courtney Allen...”.

“¡Más de dos meses!” – Grita Holmes con frustración. – “¡Resolví ese caso hace más de dos meses Watson! Y apenas fue un desafío”.

“¿Fue hace tanto tiempo...?” – Watson se queda callado. Holmes abandona su posición y se hunde en el sofá más cercano, su cuerpo parece más la piel abandonada

de una serpiente que el de un detective de mundialmente conocido. Más calmado, continúa hablando con una voz suave – “Siento como si me consumiera al no tener algo con

lo que tener mis facultades mentales ocupadas. Necesito... una distracción... apropiada”. Justo con esta última palabra llaman a la puerta. “¡Wiggins!” – Ladra Holmes. El chico se levanta como un rayo y corre hacia la puerta. Al abrirla se encuentra a la señora Hudson de pie

junto a una señora mayor con una postura rígida y obviamente bien practicada. La señora Hudson y Wiggins intercambian algunas palabras, en voz lo suficientemente baja para no ser escuchados en la habitación.

Holmes, que se frota la frente con la mano derecha grita – “¡Echaros a un lado, los dos y dejar a pasar a esta señora, sea quien sea!”

“Usted debe ser el señor Sherlock Holmes” – Afirma secamente como si confirmara algo evidente. “Así es, señora. Y estos caballeros son el Dr. John Watson, el señor Wiggins y sus asociados... ¿y usted es?”

– Pregunta Holmes, en un tono tan cortés que llega incluso a la burla. Haciendo caso omiso de la actitud de Holmes la señora continúa. – “Mi nombre es Imogene Ogilvie, esposa

del fallecido Sir Albert Ogilvie” “Ah” – interviene Watson – “¿Está relacionada, quizás, con el fallecido Sir Lester Ogilvie?” “Así es. Soy su madre.” “Por favor señora, tome asiento. Holmes, Sir Lester murió ayer por la mañana en su casa. Creo que era

abogado, de cierta reputación. El caso salió en el Times.” – Watson vuelve su atención a la señora Ogilvie. – “El periódico decía que murió en la cama de un ataque al corazón, ¿no es cierto?”

Wiggins quita un montón de papeles de una silla y la acerca para la señora Ogilvie. “Gracias. El corazón de mi hijo se detuvo, eso es cierto. Pero hay más. Era un joven tímido y un adulto

paranoico. Era delgado y no practicaba ningún ejercicio y se encontraba constantemente atormentado por la preocupación. Afirmaba que se encontraba siempre enfermo, aunque creo que una gran parte de sus problemas estaban en su cabeza. Se ponía de mal genio fácilmente, sobre todo si alguien le decía que mejorase o si cuestionaban su salud. A pesar de todo, no creo que muriera por causas naturales. Creo que fue asesinado.”

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En ese momento parece que empieza a captar la atención de Holmes, aunque sus dedos permanecen en su frente. La reacción de Watson, sin embargo, es más animada.

“¡Dios mío! ¿Qué le hace pensar eso señora? Seguramente su mala condición física estaba relacionada con un corazón débil.”

“Mi hijo, puede pensar que era frágil, pero también estaba excelentemente atendido. Mi marido, Sir Albert, murió hace tres semanas tras una prolongada enfermedad. Aunque su muerte no fue inesperada afectó fuertemente a Lester. Por esta razón, me aseguré de que nuestro médico, el Dr. Ainstree, fuera a verle tres veces a la semana. El ayudante personal de Lester, el señor Brown, me ha mantenido informada de cada una de sus visitas. Hasta la semana pasada su corazón estaba en perfectas condiciones.”

“Como ya he dicho, mi hijo era fácilmente irritable y no escatimaba su genio ni sus frustraciones contra quienes lo rodean. Esta es la razón por la que nunca se casó. También es la razón por la que tenía pocos amigos y más enemigos. Aunque no sé lo que podría conducir a un hombre a asesinar, sé que Lester era capaz de provocar fuertes emociones... en los que le rodeaban. Por este motivo he contactado con usted, señor Holmes. Mientras Scotland Yard sigue investigando el caso, confío mucho más en su reputación que en la de ellos en este tipo de materias. “

“No soy una mujer excesivamente emocional, caballeros, pero la pérdida de mi hijo tan cercana a la muerte de mi marido me ha herido profundamente. Desde el momento en Lester nació, su muerte fue algo que me prometí a mi misma que nunca vería.”

Holmes apenas se ha movido, parece más una estatua que un hombre, cuando, de repente, pregunta – “Con la recuente muerte de su marido y ahora la de su hijo sin dejar herederos, ¿quién es el heredero de los bienes de la familia?”

“Mi hijo menor Gordon. Sé lo que está pensando señor Holmes, pero déjeme ponerle al corriente: Gordon no es capaz de matar. Es un joven frívolo. Entiende poco de dinero o herencias y no le preocupan los títulos. Era uno de los pocos amigos de Lester, a pesar de su diferencia de edad. Si cree necesario investigarle le puede encontrar en el número 35 de Broad Street, muy cerca de mi propia casa, pero le aseguro señor Holmes que no encontrará un asesino en mi hijo Gordon”

“Pero déjeme hacerle un pregunta señor Holmes. ¿Su interés en la herencia significa que acepta el caso?” Holmes continúa sentado, con la mirada vacía, la cara cubierta, sin mostrar ninguna emoción o interés. “He oído que usted es un hombre que evita lo cotidiano y que su posición y reputación le permiten elegir

solo los casos más interesantes. Era reacia a contarle este último detalle, ya que creo que es una completa tontería y que no tiene ninguna relación con la muerte de mi hijo, sin embargo, si es la única manera, entonces que así sea. Si decide continuar con el caso, oirá hablar sin duda sobre La Maldición Ogilvie.”

Una ceja se solitaria aparece por debajo de la mano de Holmes. “Señor Holmes, la línea de los Ogilvie es muy antigua, empieza hace cientos de años, a través de la familia de

mi difunto esposo hasta sus antepasados escoceses. La historia comienza con uno de estos antepasados, Lord Angus Ogilvie, que vivió en la Edad Media. Era conocido por ser celoso y controlador, por no mencionar lo despiadado que era con sus enemigos o cualquiera que pudiera enfrentarse a él. Se dice que una vez condenó a muerte a todo un pueblo como castigo por una familia que había dado refugio a un Lord enemigo durante una noche.”

En cualquier caso, se dice que Lord Angus había empezado a sospechar que su esposa le estaba siendo infiel. Estos pensamientos fueron envenenando su mente hasta que le llevaron a pensar que esta infidelidad venía de años atrás, y que incluso su primer hijo no era suyo. Una noche, borracho de ira, Lord Angus decidió castigar esta traición. Tomó un hacha y, según se dice, mató a su primogénito y a su esposa. Con su último aliento ella negó las acusaciones y juró que siempre le había sido fiel.” - Al llegar a este punto la señora Ogilvie

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suspira profundamente - “Pero, según cuenta la historia, fue un paso más allá, lanzando una maldición contra su marido. La maldición establece que ningún primogénito de la familia Ogilvie heredará, por lo que su descendencia se romperá y dispersará, y sus tierras, dinero y títulos serán divididos.”

“¿Y se cumplió la maldición?” – Pregunta Holmes, mostrando su cara por primera vez desde la llegada de la señora Ogilvie.

“Si le pregunta a la familia de mi marido... lo ha hecho. Pero, ¿quién puede estar seguro después de tantos cientos de años? No somos señores escoceses, eso es cierto, ¿pero cuántas familias conservan todo lo que tienen durante tantos años? ¡Es una tontería! Pero pregúntele a la familia de mi marido, o a mis propios hijos. ¡Soy una tonta!” - La señora Ogilvie, después de darse cuenta de su propia agitación, vuelve a recuperar su actitud severa y tranquila.

“Son tonterías señor Holmes, pero las escuchará. No deje que esto le nuble el juicio en el caso de la muerte de mi hijo.”

“Señora” – Dice Holmes sonriendo y abriendo sus manos – “Cuando trabajo en un caso, tengo en cuenta cada pequeña pista, cada hipótesis, sin importar cuán absurdo parezca.”

Holmes acompaña a la señora Ogilvie a la puerta, mientras llama a la señora Hudson. – “Me encargaré de su caso, señora. Mis colaboradores y yo descubriremos la verdad de este asunto... y créame cuando le digo, que a nosotros, nada nos nubla el juicio.”

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Barrio Sudeste

3 SE Junto al Hotel Bridge House se encuentra el hogar y

la clínica del Dr. Saari. Nos encontramos con un policía sin intención de dejarnos pasar. Toda una multitud se ha reunido fuera para conseguir echar un vistazo a la escena del crimen. Finalmente, Wiggins consigue captar la atención del Inspector Lestrade quien hace una señal para permitir nuestra entrada. – “Bueno, bueno, los chicos de Holmes han decidido honrarnos con su presencia.” – Se burla Lestrade.

“¡Saludos Inspector!” – Replica Wiggins sobre emocionado, en un obvio intento de molestar a Lestrade.

Lestrade, decide ceder a responder nuestras preguntas. – “Bueno, ¿qué es lo que quieren saber?”

“¿Qué ha pasado exactamente aquí inspector?” “Una violenta pelea y un brutal asesinato, eso

es todo.” – Responde Lestrade en un tono entre complacido y sorprendido al proporcionarnos información que nosotros no tenemos.

“¿Quién es la víctima?” “Parece ser la doctora Ilona Saari” – Lestrade señala

el cuerpo de una mujer que un policía acaba de cubrir con una sábana blanca. Tiene el pelo oscuro y una buena complexión y lleva un modesto vestido con motivos florales.

“Fue golpeada hasta la muerte con un objeto contundente El golpe fatal fue en la parte posterior de la cabeza y tuvo la fuerza suficiente para romper el cráneo en la zona cercana a la base, eso explica la cantidad de sangre.”

“¿Cuál es la relación entre el doctor Ewell P. Saari y la doctora Ilona Saari?”

“Mmm, bueno, hasta donde hemos averiguado por sus papeles y el contenido de su clínica ella era Ewell P. Saari.”

“¿Cómo es eso?” “Al parecer pensó que el nombre de un doctor

varón en la etiqueta de sus medicinas vendería mejor que el de una doctora. Y supongo que tenía razón. Parece que intentó vender bajo el nombre de Ilona Saari en Nueva York hace algunos años y no funcionó

demasiado bien. En el momento en que se trasladó a Londres, se cambió de nombre a Ewell. Seguía viendo pacientes como doctora Ilona Saari pero la mayor parte de sus ingresos los hizo como Ewell. Parece que lo hizo bastante bien además. Tenía quinientas libras en metálico sobre ella cuando la encontramos.”

“¿Entonces el móvil del asesinato no fue el robo?” “No parece. No parece que falte nada.” “¿Tienen el arma del crimen?” Lestrade baja la voz para asegurarse de que la

multitud no pueda oírle. – “Solo es cuestión de tiempo. Probablemente se encuentre debajo de todo esto.” – Lestrade hace un gesto con la mano señalando la habitación.

De hecho hay todo tipo de objetos esparcidos por la habitación. Muchos vasos y botellas parecen haber sido aplastados durante la pelea. Junto a la puerta, un perchero de bronce se ha caído y se encuentra inclinado hacia el centro. Un sombrero adornado con flores y una sombrilla de encaje yacen junto a él, el sombrero parece haber sido pisado por el centro por un zapato embarrado. Hay un sofá prácticamente roto por la mitad y papeleo esparcido por todas partes como su fueran hojas caídas de un árbol. Hay frascos de muestras rotos, cuyos contenidos tiñen el suelo. En la esquina frente a la puerta, yace un esqueleto médico completamente desarticulado.

“¿Hay algún testigo de la pelea?” “Aparentemente no. Varias personas afirman haber

oído una discusión pero nadie puede decir qué se dijo. No había pacientes presentes ya que la consulta estaba cerrada hoy. Si alguien vio algo ha decidido mantenerse en silencio.”

“¿Han encontrado alguna cosa más de interés inspector?”

“Bueno, aquí está el libro de citas del doctor Saari.” Lestrade saca un pequeño libro encuadernado en

cuero negro, manchado de sangre, de su bolsillo y lo abre por la fecha de hoy. En el interior se encuentra una pequeña nota. – “Echar un vistazo vosotros mismos.”

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“¿Alguna idea de qué significa, inspector?” “En mi opinión, son sólo las notas de un médico

ocupado, aunque la nota suelta es desconcertante. Mi conjetura es que todo esto ha sido probablemente un desafortunado incidente con un paciente demente. Entiendo que la señorita Saari ha tratado muchas personas de lo que podríamos llamar las clases menos deseables.”

“Gracias por su ayuda inspector.” – dice Wiggins mientras salimos de la escena del crimen.

“¡Hey!” – grita Lestrade, tras darse cuenta súbitamente de que puede haber más en la escena del crimen de lo que él ha visto. – “¿Vendrá Holmes por aquí más tarde?”

“¡Lo siento inspector, tenemos que irnos!” – grita Wiggins, para disgusto de Lestrade. Lestrade se gira hacia un policía que se encuentra en la escena del crimen al que reprende por su falta de cuidado, sin duda, en un intento de aliviar algo de su frustración, mientras continuamos nuestro camino.

21 SE En los establos Rudge & Singer, que estamos

seguros son los mejores de Londres, nos dirigimos directamente al cobertizo en que cual está trabajando el señor George Negley. – “¡Señor George Negley!” –grita Wiggins mientras nos aproximamos al hombre moreno y bajito con pantalones y camisa de trabajo. Lleva un pañuelo alrededor del cuello y una gorra plana sobre su cabeza.

Tan pronto como nos reconoce con la mirada, el hombre se gira y se dirige corriendo hacia el extremo del cobertizo, hacia la puerta abierta.

“¡Hey! ¡Alto!” - Grita Wiggins, pero el hombre no parece tener ninguna intención de hacerlo.

Dada la ventaja que nos lleva y su velocidad es obvio que se va a escapar y pronto estará oculto por las calles de Londres. Esto hace que lo que ocurre a continuación sea aún más sorprendente. Tan pronto como George Negley pone un pie en la puerta del cobertizo su cara golpea fuertemente contra el metal de una pala, lanzándolo contra el suelo de madera del

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otro extremo del cobertizo con un ruido sordo. Un hombre enorme y musculoso con un gran bigote entra en el cobertizo con una enorme pala en las manos.

“¡Lo paré!” – grita el hombre con una sonrisa tan grande como su bigote.

Una vez que George Negley se recupera, podemos hablar con él. A nuestro lado se encuentran el dueño de los establos Rudge & Singer, el hombre del bigote, quien aparentemente se llama Victor.

“Señor Negley.” – comienza Wiggins – “¿Por qué huía de nosotros?”

“Porque os he reconocido. Sois los chicos de Sherlock Holmes” – Dice con desprecio.

“Entonces sabrá que hemos venido a preguntarle por el cianuro de potasio que adquirió en Gould & Sons.”

“Miren.” – Comienza Negley, dispuesto a negociar por su vida. – “Donovan no murió, ¿verdad? Yo no he matado a nadie, solo le hice enfermar para que no pudiera correr. Devolveré todo el dinero, lo juro. ¡Acabo de perder mi trabajo! ¡Por favor no llamen a la policía!”

“¿Donovan?” – Pregunta Wiggins extrañado – “¿Quien es Donovan?”

“Yo puedo responder a esa pregunta.” – Se ofrece el dueño de los establos. - “Donovan es una de las mayores promesas que he visto en años.”

Wiggins se muestra aún más confuso de lo que estaba antes.

“Es un caballo de carreras.” – Continúa el dueño del establo, un poco decepcionado con Wiggins. – “Donovan tuvo que retirarse de una importante carrera aquí en Londres hace solo dos días. Apenas podía mantenerse de pie.”

“Bueno señor Negley.” – Dice Wiggins con una sonrisa irónica. - “Hemos venido a interrogarle sobre un crimen y parece que hemos resuelto otro.”

29 SE En el hospital St. Thomas, la recepcionista nos

dirige a una de las habitaciones del primer piso situada enfrente de la entrada principal. Tan pronto como entramos somos cegados por el brillo de un flash.

“¡Ah!” – Exclama Wiggins. – “¡Mis ojos!” Tras de unos instantes recuperamos la visión y

podemos ver a dos hombres dentro de la habitación. Uno es un hombre alto con el pelo castaño y largas patillas que se encuentra de pie, detrás de una gran cámara de fotos. El otro hombre es apenas reconocible como un ser humano, se asemeja más a una momia del Museo Británico. Su cuerpo está envuelto en escayola, de la cabeza a los dedos de pies. El brazo derecho y la pierna izquierda del hombre se elevan por encima de la superficie de la cama sobre la que está tumbado. De su boca surge un extraño artilugio de alambre.

“Hola chicos.” – Nos recibe amistosamente el fotógrafo. – “Soy el señor John Marshall, del estudio de fotografía. Puede que hayáis visto mi trabajo. Deben haber venido a ver al señor Fyer.”

“En realidad,” – Dice Wiggins frotándose los ojos y parpadeando de manera exagerada. – “Estamos aquí investigando la muerte de Sir Lester Ogilvie.”

“Ogilvie decís... Marilyn...” – Se queda callado de repente y el color de su rostro desaparece horrorizado. – “No han hablado con mi mujer, ¿verdad? ¡Lo siento pero tengo que irme! Le aseguro que nunca he conocido al Sir Lester, así que no le seré de ninguna ayuda en su investigación, ¡pero tengo que irme a casa!”

Con la velocidad de un torbellino, el señor Marshall recoge su equipo y corre hacia la puerta, casi derribándola con las prisas.

Una vez recuperado, Wiggins vuelve su atención al señor Fyer.

“Señor Fyer, ¿qué le ha ocurrido para estar en estas condiciones?”

“Pues verán.” - El hombre es casi incapaz de hablar a través de los artilugios que tiene en la boca - “¿Por dónde empiezo? ¿Ha estado alguna vez en lo alto de un gran eflicio?”

“¿Eflicio?... Oh ¡edificio! Si señor, he estado.” “Puede haberse dado cuenta que cada año,” –

Continua el hombre con esfuerzo. Su acento indica una evidente educación en el Sur de Estados Unidos – “los edificios son más y más altos. Pronto, superarán los doce pisos. Por tanto, en caso de un incendio en un edificio de semejante magnitud, los ocupantes de las plantas más altas no tendrán posibilidad de escapar y perecerán sin ninguna duda. Estoy tratando de poner fin a esta cuestión antes de que ocurra y salvar millones de vidas.”

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“¿Y cómo?” – Pregunta Wiggins confuso. “He inventado el primer y único “traje-paracaídas”,

un cómodo y elegante traje de caballero con un paracaídas oculto cuidadosamente y realizado con la seda más fina de Oriente. En caso de incendio en un edificio muy alto, un hombre equipado con mi traje-paracaídas simplemente abrirá una ventana y saltará, abriendo el paracaídas y aterrizando en la calle suavemente como las hojas de un árbol en otoño. ”

“¿Y saltó desde un edificio con su traje?” – Pregunta Wiggins incrédulo.

“No, no, no, no muchacho. Salté desde el puente de Westminster.”

Un silencio embarazoso se hace en la habitación hasta que el propio señor Fyer lo rompe – “Y habría funcionado, sin embargo el prototipo actual requiere de más altura. El próximo intento saldrá mejor. ”

“¿Piensa volver a intentarlo?” “¡Este invento es vital para la seguridad de millones

de personas! Debe ser probado de nuevo una y otra vez. Mi próximo intento, en cuanto me deshaga de la cama del hospital será desde lo alto de la catedral de Notre Dame de París... en cuanto consiga los permisos necesarios del Gobierno francés.”

Es obvio que no conseguiremos persuadir al señor Fyer de sus planes para probar de nuevo su traje-paracaídas así que nos despedimos de él sin saber si es un visionario, un genio, un loco o todo a la vez.

32 SE En la puerta de lo que solo se podría describir como

el cuchitril del señor Charles Kane, Wiggins llama cautelosamente.

“¡Está abierto! ¡Adelante!” – grita una voz de hombre desde el interior.

Entramos lentamente en la oscura habitación, débiles rayos de luz entran por las ventanas parcialmente tapadas iluminan las paredes agrietadas.

“Hola, ¿qué necesitáis chicos?”– Pregunta un hombre elegantemente vestido. Es bajito y extremadamente delgado y pálido, con una gran sonrisa de la que asoma una larga paja. Tiene el pelo peinado hacia atrás y lleva un brillante reloj de oro con cadena de manufactura oriental.

Continúa hablando de manera rápida mientras entramos y cierra suavemente la puerta detrás de nosotros. – “Puedo conseguir cualquier cosa que necesitéis chicos. ¿Cuchillos? ¿Armas? ¿Opio? ¿Morfina? ¿Qué queréis?”

“¿Qué tal, cianuro de potasio?” – Pregunta Wiggins. En ese momento la mirada del hombre recorre

rápidamente la habitación de un lado a otro. Rápidamente se lanza hacia la puerta pero nuestro número y su pequeño tamaño hacen que le sea imposible escapar.

“¡Yo no sé nada! ¡Nada!” – Grita. “Señor Kane.” – Dice Wiggins – “Sabemos que

compró cianuro de potasio en Gould & Sons. Y ahora hay un hombre muerto. Envenenado.”

“Miren.” – Dice Kane con una risita nerviosa – “No sé qué había en el paquete, ¿vale? A mí solo me dijeron que lo recogiera, ¿de acuerdo? Y luego entregarlo. Eso es todo. No sé lo que había dentro.”

“¿Quién te ordenó recogerlo?” “Nunca le conocí. Solo recibía notas, ¿vale? Un

socio lo preparó todo. Recogí el paquete, lo entregué y cogí mi dinero. ”

“¿Quién era ese socio?” “¡Ustedes saben que no puedo decirlo!” “¿Dónde entregó el paquete?” “En la consulta de un médico. No recuerdo el

nombre. Se lo entregué a una mujer y me dio una nota, ¿vale? Decía que fuera a recoger mi dinero a un bar.”

“¿Recuerda el nombre del lugar dónde cogió el dinero?”

“¡No lo recuerdo, lo juro por mi vida!” “¿Conserva alguna de las notas que recibió?” “Las quemé en la chimenea. ¿Para qué las iba a

guardar?” “No se preocupe señor Kane.” – Dice Wiggins –

“Creo lo que me dice acerca de las notas.” Con todas nuestras preguntas resueltas, Wiggins

manda a uno de los chicos a buscar a un policía para poner al señor Kane bajo custodia.

45 SE En casa del George Negley nos dicen que se

encuentra trabajando en los establos de Rudge &

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Singer. Rápidamente dejamos esta húmeda esquina de Londres y continuamos nuestra investigación.

60 SE Colgando del segundo piso de la oficina del doctor

Diggory Verner se encuentra una enorme pancarta que proclama los muchos beneficios de su tónico Wonder. La pancarta dice que el susodicho tónico puede ayudar con todo tipo de afecciones desde fallos de memoria hasta la deficiencia de zinc.

En la puerta somos recibidos por el mismo doctor Verner, un corpulento hombre con un bigote oscuro y sombrero de copa. Tras las cortesías habituales nos sentamos en los cómodos sofás del salón del doctor Verner.

“Doctor Verner, ¿ha comprado usted, por casualidad, cierta cantidad de cianuro de potasio en la farmacia Gould & Sons?” – Pregunta Wiggins.

“Lo he hecho.” – dice el doctor.“¿Y con qué propósito?”“Como usted sabrá, el cianuro de potasio es un

veneno mortal. Es indispensable para el revelado de película fotográfica y por eso se utiliza en muchas oficinas, laboratorios, incluso en hogares de todo Londres y de todo el mundo occidental. Es realmente peligroso si no se maneja adecuadamente y provoca decenas de muertes al año... ¡Pero nunca más!” – Se nota la emoción del doctor en su voz al pronunciar estas palabras.

“¿Qué quiere decir señor?”“Aplicando los últimos avances médicos he

perfeccionado mi tónico Wonder. Esta nueva versión de mi tónico que he desarrollado puede hacer lo siguiente.” – El doctor saca de su bolsillo un pequeño frasco con una etiqueta de Gould & Sons y que contiene una sustancia que suponemos es cianuro de potasio – “Es completamente inerte, de hecho, ¡es incluso apto para el consumo humano! ¡Tengo intención de desvelar mi nuevo tónico en una presentación en directo en el teatro Lyceum mañana por la noche y demostrar su efectividad, para ello beberé una botella de mi tónico Wonder y a continuación ingeriré el contenido mortal de este frasco sin sufrir ningún daño!” – El doctor se detiene en este punto, como esperando los aplausos.

“¿Y si lleváramos ese frasco a Gould & Sons para

que nos confirmen que el contenido es realmente el cianuro de potasio que le vendieron?”

“Por supuesto.” – Dice el doctor mientras le entrega el frasco a Wiggins. – “Pero tenéis que traerlo de vuelta antes de mañana por la noche.”

“Muchas gracias doctor, confiaremos en su palabra.”“Gracias chico. Ahora, por favor, vengan todos

mañana a ver el espectáculo. A las ocho en punto en el Lyceum. ¡Será un espectáculo de medicina moderna que no se pueden perder!”

Después de dejar al doctor Verner, Wiggins reflexiona en voz alta – “Creo que avisaré a Holmes y a las autoridades sobre el espectáculo de mañana. Este hombre puede ser un tonto pero no creo que pudiera aguantar dejarle realizar un acto como el que pretende.”

Barrio Sudoeste

2 SO“Ah, los Ogilvie.” – Dice Pike Langdale con los ojos

entrecerrados. – “Sé un poco sobre el difunto Sir Albert y su esposa. Siempre fueron personas respetables. Creo que ella era una Russell antes de casarse.”

“Los chicos Ogilvie sin embargo... ¡Dios mío! Sir Lester, el abogado hipocondríaco, Gordon el

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estudioso; y Marilyn, la enamoradiza aspirante a actriz. ¡Marilyn tiene algunas historias sorprendentes asociadas a su nombre! Los actores son conocidos por su temperamento y su talento profesional para el engaño, pero ella es realmente buena. No quiero echar a perder la opinión que se formen ustedes por sí mismos, así que lo dejaré ahí.” – Nos sonríe de una manera que nos hace preguntarnos si realmente queremos formarnos esa opinión.

“Sinceramente, en lo que se refiere a Sir Lester, se podría esperar que alguien tan preocupado por sobrevivir a su anciano padre tendría cuidado de no discutir con cada persona con la que se cruzaba. Bueno con todas excepto con su hermano Gordon, solo Dios sabe por qué. Y Sir Julius Benedict, por supuesto. Los tres jugaban a las cartas a menudo en el Club Cavendish, con Sir Julius llevando una de sus famosas barbas y Gordon sonriendo como un tonto entre los dos. Un extraño trío.”

3 SOCuando preguntamos al portero a la entrada del

Club Criterion si se encuentra aquí el doctor Saari, nos da la bienvenida con un suspiro – “Estás en la dirección equivocada amigo.” – Dice con voz de fastidio. – “¿Acaso esto parece la consulta de un médico?”

5 SOMomentos después de explicarle lo que sabemos del

caso a Lomax, vuelve con varios volúmenes de historia de folclore de Escocia. Nos confirma la historia del nombre Ogilvie, que se originó con la Baronía de Ogilvie. Nuestros Ogilvie parecen haber emigrado a Aberdeen y finalmente a Londres, donde residen actualmente.

Sobre la maldición, se menciona en el libro de Alan Cunningham ‘Historias tradicionales de los campos ingleses y escoceses’, sin embargo.” – Nos advierte Lomax. – “Dado que el libro fue publicado en Londres en el 74, es más que probable que el señor Cunningham escuchara la historia de la maldición de los propios Ogilvie.”

8 SOEntramos lentamente en el Club Diógenes con la

misma sensación incómoda que este lugar muestra siempre a los que no son miembros. A pesar de todos nuestros intentos de mantener el silencio, cada roce de la ropa o crujido del suelo es recibido con una mirada de desaprobación hasta que llegamos a la sala para los extraños.

“¿En qué puedo servirle hoy, Wiggins?” – Pregunta Mycroft Holmes respirando profundamente, pero con una sonrisa en sus labios y un brillo en sus ojos.

“Señor Mycroft, estamos investigando la muerte de Sir Lester Ogilvie. ¿Sabe algo sobre él?”

“Ah si, Sir Lester Ogilvie. Hijo del fallecido Sir Albert del Almirantazgo. Sir Lester era un buen abogado y un servidor a la Corona. Llevó muchos casos en nombre de su majestad. Espinoso como un puercoespín, sin embargo, una vez fue miembro de este club.”

“¿Tenía enemigos?”“¡Ja! ¿Enemigos, muchacho? A montones.

Demasiados para enumerarlos. Me temo que no puedo especificar mucho, pero puede que queráis hablar con el Señor Harold Diggs. Fue, creo, el procurador favorito de Sir Lester.”

“Gracias por su amabilidad, señor Holmes. Ha sido de gran ayuda.”

“Eso espero chico, eso espero.”

10 SOUna vez puesto al corriente de nuestros negocios

en el Almirantazgo, un empleado se ofrece para introducirnos en la que fue la oficina de Sir Albert.

“Si ven a la señora Ogilvie, por favor háganle llegar mis condolencias.” – nos susurra el empleado. El secretario nos saluda calurosamente y sacude la cabeza con incredulidad ante los tristes acontecimientos ocurridos en la familia Ogilvie.

“Sir Albert siempre se preocupó por la maldición.” – Suspira el hombre. Cuando le preguntamos si Sir Albert tenía enemigos que pudieran querer hacerle daño a él o a su familia, el secretario echa a reír, pero se detiene sorprendido al darse cuenta de que hablamos en serio.

“¿Sir Albert? No. Era un caballero en todo el sentido de la palabra. Trabajé con él durante veinte

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años y nunca conocí a nadie con quien no se llevara bien.” Después de escuchar algunas de las historias más impresionantes sobre Sir Albert y sus dotes de diplomacia, decidimos marcharnos.

13 SOCuando llegamos a la oficina del inspector Lestrade solo

encontramos un escritorio vacío y decidimos marcharnos rápidamente. Mientras nos dirigimos de nuevo a las calles de Londres escuchamos un amistoso grito.

“¡Eh, Wiggins!”Es la voz del inspector Barton, uno de los mejores

de Scotland Yard. “Wiggins. Chicos.” – Nos saluda con un movimiento

de cabeza. – “Si estáis buscando al inspector Lestrade, me temo que se ha ido. Se ha encontrado el cuerpo de una mujer en el barrio Sudeste y ha ido para allá a investigar. Una escena horrible, según he oído.”

“¿Sabe dónde exactamente Inspector?” – Pregunta Wiggins esperanzado.

“Me temo que no sé la dirección. La víctima era médico o algo parecido, creo. Oh, y su nombre sonaba como indio. Espero haberos ayudado.”

“Mmm...” – dice Wiggins casi para sí mismo – “Todavía no estoy seguro, pero puede que sí. Muy agradecido inspector.”

15 SOPronto nos dirigimos al hermoso hotel Halliday en

Parliament Square. El hotel dispone de una ubicación privilegiada con vistas al Parlamento, el Big Ben, la Abadía de Westminster, Scotland Yard, y, por supuesto, el puente de Westminster. En el interior, la recepcionista responde con entusiasmo a nuestras preguntas.

“¿El señor Jess Fyer? ¡Por supuesto! El señor Fyer es uno de nuestros clientes favoritos, pero me temo que no se encuentra aquí.”

“¿Sabe dónde podemos encontrarle?”“¿No lo saben? El señor Fyer está en el hospital St.

Thomas. Ha sufrido un... Oh, ni siquiera me atrevo a recordarlo. ¡Fue tan horrible! Por favor, si van a verlo, háganle saber que le tenemos presente en nuestras oraciones.”

Cuando nos vamos a ir, la recepcionista nos hace una última petición.

“Todo el personal del hotel sabemos que lo volverá a intentar. Si hablan con él, por favor díganle que no lo haga. Es un hombre muy querido. Seguramente morirá si lo hace.” – Entonces estalla en lágrimas.

22 SOAl entrar en la pequeña y sobrecargada oficina del

profesor H.R. Murray tenemos que apretarnos para pasar cuidadosamente entre torres de papeles, pilas de cajas de pruebas y documentos amontonados hasta llegar al escritorio ocupado por el mismo señor Murray en persona.

“Ah, Wiggan y sus amigos.” – Dice el señor Murray, ni molesto ni contento de vernos.

“Es Wiggins, señor.”“De acuerdo.” – Dice el señor Murray mientras se

endereza en su silla. – “Deben de estar aquí por el caso Donovan.”

“Eh, no señor. Estamos aquí por el caso Ogilvie.”“Ah, de acuerdo. Supongo que Holmes ha dejado

ese caso apartado por el momento. Dos casos de envenenamiento en una semana son suficientes para confundir a cualquiera. En cualquier caso puedo decirle que Sir Lester Ogilvie fue sin duda asesinado. Envenenado, para ser precisos, con una dosis letal de cianuro de potasio. Una muerte realmente dolorosa.”

“Eso es lo que habíamos pensado.” – Contesta Wiggins. – “¿Podríamos echar un vistazo a las pruebas recogidas en la escena del crimen?”

“Por supuesto muchachos, denme un momento.”H.R.Murray se levanta del escritorio y se acerca con

cuidado hacia las cajas de pruebas, cada una con el nombre y el número del caso escrita en los laterales en tinta negra. Después de unos momentos murmurando y moviendo cajas regresa a la mesa y coloca encima una pequeña caja abierta. Escrito en el lateral dice: Caso 604, Ogilvie, Sir Lester M.

Dentro hay varios sobres etiquetados como ‘cristales rotos’, algunos trozos manchados de una alfombra persa y la siguiente nota:

Page 14: La MaldicioÌn Ogilvie

“¡Qué interesante!” – “Reflexiona Wiggins.“Los fragmentos de cristal son de varias botellas

de diferentes marcas de medicamentos patentados.” – Dice Murray con un tono desdeñoso.

“Señor, ¿hay alguna manera de saber si el veneno fue administrado a través de alguno de esos medicamentos patentados?”

“Me temo que no, el revoltijo de líquidos y cristales lo salpicó todo haciendo que sea imposible de saber.”

“Muchas gracias por su tiempo, profesor. Nos ha sido de gran ayuda.”

28 SOEncontramos el Hermanas Kagawa Importadores

de Seda entre una amplia variedad de negocios exóticos. Una vez dentro nos sentimos como si estuviéramos dentro de un prisma de cristal, debido a los innumerables matices y brillos de las telas que nos rodean. Rápidamente localizamos a la señorita Suki Kagawa, vestida con un elegante kimono, hecho sin duda con sus propias mercancías, una publicidad simple pero eficaz.

“Caballeros.” – Nos dice con una suave voz. – “¿Están interesados en algunas de las más finas telas de Oriente? Si no ven nada que les guste en la tienda, sepan que podemos traerles seda en la cantidad, calidad y color que deseen.”

“Mis disculpas señorita.” – Dice Wiggins mirando distraídamente la tienda. – “Pero esperábamos que nos pudiera ayudar en una investigación que estamos llevando a cabo en nombre del detective Sherlock Holmes. Suponemos que hace negocios con el señor Gordon Ogilvie de la Compañía de Navegación de Aberdeen.”

“Así es. La mayoría de nuestros pedidos de Asia llegan a bordo de los buques de Aberdeen.”

“¿Conoce al hermano de Gordon, Sir Lester Ogilvie?”

“No sabía que el señor Ogilvie tenía un hermano.”“En Aberdeen, su hermana estaba discutiendo con

el señor Ogilvie sobre un gran pedido que parece haber desaparecido. ¿Puedo preguntar de qué se trataba?”

“Verán, tenemos un cliente un tanto peculiar, el señor Jess Fyer. Es un hombre extraño, estadounidense, creo. En Febrero, le vendimos una enorme cantidad de seda china de gran calidad. En Abril, nos volvió a contactar para hacernos otro gran pedido. Aunque el señor Fyer sea un poco extraño su dinero es bueno y siempre paga a tiempo.”

“Por desgracia, nuestro pedido parece haberse perdido y mi hermana fue a Aberdeen para para hablar con el señor Pendergast para encontrarlo. Si en vez de eso ha hablado con el señor Ogilvie, como dicen, me temo que ha perdido su tiempo. No me gusta el señor Pendergast, pero sabe hacer su trabajo y conoce bien su almacén.”

“¿Sabe dónde podemos encontrar al señor Fyer si quisiéramos hablar con él?”

“Desde mediados de marzo, toda la correspondencia que hemos tenido con él ha sido a través de su hotel, el Halliday, en Parliament Square.”

“Muchas gracias señorita Kagawa, ha sido de gran ayuda.”

Page 15: La MaldicioÌn Ogilvie

34 SONos asomamos a las ventanas del estudio de

fotografía Marshall & Comstock mientras Wiggins lee el letrero de la puerta:

“Los señores Marshall & Comstock se encuentran fuera en estos momentos, captando las mejores imágenes de Londres. Únase a nosotros en nuestros viajes en sus periódicos favoritos: The London Times - The Illustrated London News - The Police Gazette - The Daily Telegraph”

Wiggins llama un par de veces a la puerta pero nadie contesta. Se encoge de hombros – “Bueno, podemos volver más tarde.” – Nos fijamos en las muestras de trabajos colgadas en la ventana.

Una imagen del puente de Westminster con un pájaro que parece estar cayendo en picado hacia el río, debajo: “Increíbles sucesos en Londres.”

Una mujer con una gran capa de maquillaje con un vestido oriental: “La señorita Marilyn Ogilvie como ‘Yum-Yum’ en ‘El Mikado’, en el teatro Allegro.”

El impresionante interior de un edificio, columnas de mármol sosteniendo un segundo piso, bustos y otras estatuas ocupan el nivel inferior mientras diversas pinturas cuelgan de las paredes de la galería superior. “La nueva galería de Carr & Halle, en Regent Street abierta al público.”

“Realmente están en todas partes.” – Comenta Wiggins. – “Bueno, ¿A dónde vamos ahora chicos?”

51 SOClayton Comstock nos saluda con entusiasmo a

pesar de su tos. – “Si, Marshall está siempre de un lado a otro, desafortunadamente para mi. ¿Los muchachos de Holmes, verdad?” – Comenta mientras nos señala un sofá de su sala de estar, gira una lámpara, ajusta otra y abre las cortinas de la gran ventana que da a la calle. – “¿Supongo que no... podría tomarles una fotografía, ya que están aquí? Para la posteridad...” – Wiggins mira con recelo. – “Podría hacerles unas copias pequeñas para... sus madres.” – Continúa mientras nos mira con el ceño fruncido y vuelve a cerrar la cortina.

“Supongo que si, señor.” – Responde Wiggins. – “Si podemos hacerle algunas preguntas.” – Las cejas de Comstock se elevan, aunque no sabemos si es por curiosidad o por un estornudo inminente. – “Estamos investigando la muerte de sir Lester Ogilvie. Pudo haber sido envenenado.”

Wiggins observa un pequeño recibo en la mesa de café del señor Comstock de Gould & Sons. Dice ‘Marshall & Comstock, 34 Bressenden Pl. Cianuro de Potasio, 25 de Marzo. Pagado.’ – “¿Cianuro?” – Pregunta Wiggins. – “¿Eso no es un veneno?”

“Solo si lo ingieres.” – Responde Comstock mientras coloca una cámara delante de nosotros. - “¿Queréis saber sobre riesgos laborales?”

“Bueno, Sir Lester no era un abogado muy popular.” – Comenta Wiggins. La risa de Comstock se convierte en un ataque de tos.

“Verán, los fotógrafos utilizamos el cianuro de potasio para revelar fotografías. Algunos utilizan ese hipo...mmm... tiosulfato de sodio, funciona igual de bien, pero...” – Agita la mano con desdén. – “A mi compañero Marshall se le debió de caer el recibo cuando pasó antes por aquí. El se encarga de los productos químicos normalmente.” – Nos dice Comstock distraídamente mientras se frota la nariz con un pañuelo y hace algún ajuste en la cámara.

“Ya veo.” – Dice Wiggins. – “¿Conocían al difunto?”“Mmm... No, nunca lo he conocido.” – El señor

Comstock no puede dejar de percibir la decepción en nuestros rostros. Parece un poco incómodo. – “Bueno, nunca le conocí. Pero hablo por mí.”

“¿Señor?” – Comstock se aclara la garganta.

Page 16: La MaldicioÌn Ogilvie

“Marshall... él, está familiarizado con la señorita Marilyn Ogilvie. La actriz del Allegro.” – El señor Comstock juguetea un poco más con la cámara. – “Quizás hayan visto algunos de sus trabajos, la ha fotografiado varias veces. Disfrazada. Quiero decir en sus papeles para el teatro. Para promoción, ¿entienden?”

“¿Pudo conocer Marshall alguna vez a Sir Lester?” – El señor Comstock estaba visiblemente incómodo.

“No sé si alguna vez se pudieron conocer pero John y Mari... eh, la señorita Ogilvie pasaban mucho tiempo juntos. Por las fotografías.” – Rápidamente añadió – “¡Ahora, quietos!”

68 SOA pesar de encontrar nuestra petición un poco

inusual, el mayordomo de la casa del Duque de Belminster accede a dejarnos hablar con la señorita Doris Kennedy. La doncella es una chica delicada y tímida, no de las que destacan entre la multitud sino de las que pasan desapercibida.

“Si, señor Wiggins, anteriormente trabajé para Sir Lester, pero no me gusta mucho hablar de ello.” – La chica habla un ligero acento irlandés.

“¿Y por qué señorita Kennedy?”“Lo siento, pero no estaría bien hablar de mis jefes,

ni de los muertos, y mucho menos sobre alguien que ha sido asesinado por una maldición. En cualquier caso terminé de trabajar allí hace dos semanas.”

“Entiendo. Creemos que alguien ha podido asesinar a Sir Lester. ¿Cree que alguien de la familia podría estar involucrado?”

“¡Oh, Dios mío! No. La familia de Sir Lester le quería de verdad, el Señor sabrá por qué. Incluso su cuñada, la señora Anne, solía enviarle tónicos para ayudarle a sentirse mejor. Durante la mayor parte del último mes que trabajé allí le estuvo enviando medicinas regularmente.”

“¿Recuerda qué medicinas?”“Me temo que no sabría decirle, tomaba tantas.”“Señorita Kennedy, ¿se le ocurre alguien que

quisiera hacerle daño sir Lester?”“No se me ocurre nadie. Quizás podrían hablar con

el señor Diggs. Solía venir bastante por negocios.”

Justo en ese momento el mayordomo entra y nos informa que si tenemos alguna otra pregunta para la señorita Kennedy, tendrá que esperar hasta que termine sus tareas al final del día. Les decimos que tenemos suficiente y salimos por la puerta de servicio.

83 SO“¿Si?” – Un hombre joven y guapo responde a la

llamada de Wiggins.“Disculpe señor, acabamos de venir del Allegro...”

– El rostro del hombre se torna ceniciento y trata de cerrar la puerta, pero Wiggins apoya su hombro rápidamente, manteniéndola parcialmente abierta. – “¿Es usted... Lyman Izard?” – El hombre gruñe mientras empuja frenéticamente la puerta abierta. Con un suspiro de resignación deja de tirar de ella.

“Si, soy Lyman Izard, maldita sea. ¿Qué pasa ahora? ¿Qué quieren?” – Tiene una mirada salvaje en sus ojos – “Miren, miren... ” – Suspira con nerviosismo metiendo la mano en el bolsillo de su chaqueta. – “Lo que sea que ella os haya pagado, os pagaré el doble. ¡Sin cantar, otra vez no! ”

“Señor Izard, no somos... estamos aquí en nombre del señor Sherlock Holmes, el detective.” – Lyman Izard se queda muy quieto y con los ojos abiertos.

“¿Por qué?”Wiggins echa a Lyman una mirada calculadora. –

“Estamos investigando la muerte de Sir Lester Ogilvie.” – El pánico desaparece de la cara del señor Izard, que ahora solo parece confundido. Wiggins continúa. – “Entendemos que usted... tiene alguna relación... con la señorita Marilyn Ogilvie.” – El señor Izard se pone rojo e interrumpe enfadado.

“¿Ustedes entienden...? Entiendan esto: ¡nosotros no tenemos ninguna relación! ¡Nunca la hemos tenido! ¡Y nunca la tendremos! Nada en el mundo me gustaría más que no volver a escuchar el nombre de Marilyn Ogilvie. Le aseguro que no tengo intención de acercarme a menos de una milla a ningún miembro de la familia Ogilvie, a lo mejor lo interpreta como un intento de obtener la bendición de su familia y decide mandar la noticia de nuestro compromiso a los periódicos. ” – Dicho esto, cierra de golpe la puerta.

Wiggins nos mira con la boca abierta.

Page 17: La MaldicioÌn Ogilvie

La puerta se vuelve a abrir.“Y otra cosa. ¡Si la ven de nuevo, díganle que deje

de enviar flores para ella misma en mi nombre! La escuché hablando con el ayudante de la floristería con ese ridículo acento. ¡Por amor de Dios! ¡Que tengan un buen día señores!” – Y vuelve a cerrar la puerta.

Intercambiamos miradas de sorpresa y silenciosamente nos despedimos de la casa del señor Izard, el sonido de sus gritos se desvanece mientras nos adentramos en las concurridas calles.

98 SODespués de un corto paseo por St. James Park

encontramos Jefferson Hope, de origen africano, alto y elegantemente vestido, de pie en Blue Bridge y mirando hacia el Palacio de Buckingham. En la mano tiene un trozo de pan del que arranca pequeños trozos que arroja a los patos, cisnes y gansos que esperan abajo.

“Disculpe señor.” – Le pregunta Wiggins en voz baja, tratando de no asustar al hombre, que parece perdido en sus pensamientos. – “¿Es usted Jefferson Hope?”

La atención del hombre parece regresar lentamente de un viaje lejano para centrarse en el joven que tiene delante de él preguntándole.

“Si, soy Jefferson Hope. ¿Qué puedo hacer por usted?”

“Queríamos hacerle algunas preguntas sobre Sir Lester Ogilvie.”

“Ya veo… ¿Cree usted que fue asesinado?”“No estamos seguros señor, pero seguimos las

pistas hacia donde nos lleven.”“De hecho, les diré que no tenía mucho aprecio hacia

Sir Lester Ogilvie, pero pocos londinenses se lo tenían.”“El señor Diggs nos contó que usted trabajó con Sir

Lester, ¿es cierto?”“Así es. Mi jefe, el señor Diggs, trabaja bien, pero

cuando se trata de llevar cuentas no es el mejor del mundo. Mis habilidades en ese campo son obvias para él así que me suele asignar los trabajos de contabilidad más difíciles… y el trabajo con Sir Lester era realmente de lo más duro.”

“Hemos oído que Sir Lester podía ser bastante cruel con la gente de su alrededor.”

“Han oído bien. Y lo no fue menos conmigo. Creo que me trató especialmente mal ya que le costaba aceptar que un africano llevara a cabo el trabajo.”

“¿Se alegra de su muerte?”“No voy a derramar ninguna lágrima por él, pero

debe entender algo. Espero que esta entrevista, así como las palabras que hayan intercambiado con el señor Diggs, les de una idea sobre mi carácter, sino de mi corazón, al menos de mi forma de pensar. Sé cómo se trata a los extranjeros en Londres. El señor Diggs me trata bien y, aunque estoy realmente mal pagado, sé las dificultades que tendría para encontrar un puesto similar en cualquier otra oficina. No voy a poner en peligro mi vida, ni la de mi mujer y mi hijo por unos insultos, ni siquiera con alguien que merezca tanto un buen castigo como Sir Lester Ogilvie.”

Mientras Wiggins piensa lo que acaba de escuchar, el señor Hope arroja el último pedazo de pan al agua. Éste golpea suavemente la superficie y Wiggins regresa de sus pensamientos.

“Si me disculpa señor Wiggins, es hora de volver a mi casa. Espero haber respondido a sus preguntas satisfactoriamente.”

Vemos al señor Hope alejarse lentamente mientras el sonido de sus zapatos contra las piedras se desvanece en la distancia.

Barrio Noroeste

17 NOEn casa de los Ogilvie somos recibidos por una

mujer mayor, de aspecto cansado con uniforme de servicio de luto.

“¿Puedo ayudarles?” – Pregunta dubitativa mientras observa nuestro pequeño grupo.

“Disculpe madame.” – Responde Wiggins. – “Estamos aquí en nombre de Sherlock Holmes, ayudándole en la investigación de la muerte de Sir Lester Ogilvie. ¿Podemos hacerle unas preguntas?” – Su expresión, aunque no menos cansada, cambia al entender lo que le decimos y se hecha a un lado para permitirnos entrar.

Page 18: La MaldicioÌn Ogilvie

“Entren, por favor.” – Dice. – “Soy la señora Glass. La señora Ogilvie me informó de que hablaría con el señor Holmes sobre… sobre ese tema. Supongo que ha aceptado el caso.”

La señora Glass nos acompaña hasta el salón y Wiggins es el primero en hablar. – “Sentimos molestarla madame. Debe ser un momento duro para la familia.” – Ella asiente.

“Hace solo tres semanas que falleció Sir Albert, lo cual no fue totalmente inesperado porque se encontraba tan mal… pero después el pobre Sir Lester… fue muy duro para mi señora.”

“Usted sabe por qué su señora contactó con el señor Holmes, ¿cree que la muerte de Sir Albert está relacionada con la muerte de Sir Lester?”

“No, no si se refiere a que alguien hubiera querido hacerle daño. Sir Albert no era un hombre joven, era unos 15 años mayor que mi señora, y nunca fue un hombre fuerte, ni siquiera durante su juventud. Las fatalidades de la condición humana se habían hecho visibles en él desde hacía algún tiempo. Además era un hombre tranquilo y muy querido. Pueden preguntar a cualquiera en el Almirantazgo y se lo dirán, trabajó allí durante años.” – Mira hacia su regazo. – “Siempre fue muy amable con el personal de la casa.” – Agrega en voz baja.

“¿Cree que podríamos ver la habitación en la que falleció Sir Albert?” – La señora Glass se muestra sorprendida ante la pregunta.

“Ciertamente, si así lo desean, pero tengo que decirles que la habitación ha cambiado mucho desde aquel triste día. Quizás deseen hablar con el médico de la familia, el doctor Ainstree, si desean saber más sobre el estado de Sir Albert.”

“Muchas gracias madame. ¿Qué puede decirnos sobre Sir Lester? ¿Alguien podría querer hacerle daño?”

“Sir Lester…” – Se detiene y suspira. – “He conocido a los niños desde pequeños. Sir Lester fue siempre…” – Apenas contiene una mueca mientras piensa en cómo describirlo. “… particular.” – Termina de manera diplomática.

“Fue el único niño en esta casa durante casi diez años, lo que quizás hizo que se acostumbrase a las cosas ‘particulares’ que se le antojaban, hasta que llegó el señor Gordon.”

“Por suerte, el señor Gordon no se parecía a su hermano mayor. Fue siempre un niño feliz y despreocupado. Lo único que le preocupaba era lo que pensaban los demás sobre él. Hacía cualquier cosa por conseguir la aprobación de los demás. Él y la joven señorita Marilyn fueron siempre muy parecidos en ese sentido, aunque Sir Lester y la señorita Marilyn creo que son… eran… más parecidos en cuanto a que estaban plenamente convencidos de su posición. Mientras que el señor Gordon buscaría la manera de adaptar su forma de ser a aquellos con los que se rodeaba, Sir Lester y la señorita Marilyn buscarían la manera de ajustar el mundo y a los demás de la manera más adecuada para ellos mismos. Como podrán imaginar, las comidas familiares podrían ser muy animadas.”

“Supongo que hay cierta justicia poética en los caminos que eligieron cada uno: la ley y el teatro. He oído que la señorita Marilyn ha tenido cierto éxito en el teatro Allegro, al menos un éxito parecido al que Sir Lester tiene… tenía… en Old Bailey.” – Un atisbo de sonrisa surge en su rostro, como si la comparación le divirtiera de alguna manera. – “Es una pena que nunca tuvieran una mejor relación, como sir Lester y el señor Gordon o como el señor Gordon y la señorita Marilyn.”

“¿Era muy mala la relación entre la señorita Ogilvie y Sir Lester?” – La señora Glass nos mira con cierto recelo, entendiendo la implicación de sus palabras.

“Como he dicho, no se llevaban demasiado bien. Raramente encontrará dos personas con un carácter tan fuerte, con un temperamento tan parecido y con gustos tan diferentes que se lleven bien. Siempre estarán discutiendo.”

En ese momento el cocinero entra en busca de la señora Glass, visiblemente agitado. La señora Glass se disculpa dejándonos examinar todas las habitaciones que queramos. No encontramos nada de interés en ninguna habitación por lo que nos marchamos pronto y dejamos atrás la sombría residencia.

18 NOEn Parsons & Sons, nos aproximamos al dueño, el

señor Sam Parsons, y le preguntamos si tiene algo que pueda interesarnos.

Con un movimiento de cabeza nos responde – “Lo

Page 19: La MaldicioÌn Ogilvie

siento chicos, ahora mismo, no tengo al alcance de vuestro presupuesto.”

24 NOEl letrero sobre la puerta del edificio de ladrillo rojo

dice ‘Doctor Alvin Ainstree, M.D.’. Wiggins golpea la puerta y rápidamente aparece un hombre. El doctor Ainstree es bastante alto y luce una nariz ganchuda, al final de la cual se sujetan unos anteojos de pinza.

“Hola doctor, estamos trabajando con Sherlock Holmes, investigamos la muerte de Sir Lester Ogilvie.”

“Mmm...” – Resopla el doctor. – “No se queden en la escalinata, pasen adentro.”

El doctor nos conduce a su salón. Todavía lleva puesta su bata blanca y carga un maletín negro que coloca cuidadosamente en el suelo cerca de la pata de su escritorio de madera de cerezo. Toma asiento y nos invita a hacer lo mismo.

“¿Qué quieren saber?”“Usted es el médico de la familia Ogilvie, ¿verdad?”“Así es.”“Por lo tanto usted estaba al cuidado de Sir Albert

cuando murió.”“Si. Murió por causas totalmente naturales como

escribí en el certificado de defunción. Era un hombre de edad avanzada y estaba realmente enfermo.”

“¿Asistió también a Sir Lester cuando murió?”“Si, lo hice, poco después. Estaba tomando el

desayuno cuando un chico de la zona irrumpió por la puerta diciéndome que se me necesitaba rápidamente en casa de Sir Lester. Cuando llegué allí, Sir Lester estaba en el suelo cerca de la cama, rodeado de cristales rotos y líquidos con un olor extraño. Su mayordomo el señor Brown estaba allí. Sir Lester había dejado de respirar, así que le tomé el pulso, sabía que era demasiado tarde, su corazón se había detenido.”

“¿Qué hizo a continuación, señor?”“Le dije al señor Brown que contactara con el

pariente más cercano de Sir Lester, su madre, la señora Imogene Ogilvie. El señor Brown comenzó entonces a limpiar. Cogió una bandeja y algunos trozos de cristal, tuve que detenerle ya que me pareció sospechoso. Cuando llegó la señora Ogilvie le expliqué mis sospechas y estuvo de acuerdo. Después encontramos

un policía que contactó con Scotland Yard.”“¿Qué le hizo pensar que la muerte de Sir Lester no

era natural?”“Llevo atendiendo a Sir Lester desde hace años a

petición de su madre. Tras la muerte de su padre, la señora Ogilvie me pidió que visitara a Sir Lester tres veces por semana a cambio de una generosa suma. Así lo hice durante las tres últimas semanas. Sir Lester se quejó de todo tipo de enfermedades pero casi todas eran producto de su mente preocupada. Sir Lester estaba ‘sano como una manzana’, como se suele decir. No hay ninguna causa interna natural que pueda provocar el fallo en el sistema cardiovascular que observé en Sir Lester.”

“Entonces, ¿qué cree usted que pasó? ¿Cree que fue la maldición?”

“Sir Lester fue envenenado. De eso no tengo ninguna duda. Esta familia ha sufrido mucho los últimos meses. Los tres hijos Ogilvie tienen parte de la culpa, pero aun así es trágico. Y sobre la maldición, bueno, se cumplió, ¿no?”

“Mmm… ¿Puedo preguntarle señor su opinión sobre los hermanos de Sir Lester?” – Pregunta Wiggins.

“Marilyn es la más joven, ella es… bueno, es Marilyn. No creo que pudiera estar involucrada en este lío, sin embargo dejaré el trabajo de detectives para ustedes. Vive en el 68 de Long Acre Street.” – Se ríe y añade. – “El distrito de los teatros, por supuesto.”

“¿Y qué me dice de Gordon?”“Probablemente muchos londinenses no

derramarán una lágrima por la muerte de Sir Lester Ogilvie… creo que el asesino es alguien cercano a la familia. Yo preguntaría a aquellos que se beneficiarían rápidamente de su muerte.”

“¿Y quiénes son?”“El señor Gordon y la señorita Anna Ogilvie.”

25 NO“¡Fuera de aquí muchachos!” – Grita una voz detrás

de la puerta del club Cavendish. – “No os necesito por aquí. ¡Además está cerrado!”

“Por favor señor, venimos de parte del señor Holmes.”Después de una breve pausa, la misma voz dice. –

“¿El señor Sherlock Holmes?”

Page 20: La MaldicioÌn Ogilvie

“El mismo.”Escuchamos el sonido al abrirse el pestillo de metal

y la puerta se abre, ante nosotros, nos recibe un hombre sonriente de cara redonda.

“¡Chico!” – Dice el hombre a Wiggins en tono amistoso. – “¿Por qué no lo dijiste antes?”

El hombre nos conduce a través de una decorada entrada, pasamos un guardarropa y la barra de bar de madera tallada hasta que llegamos a una mesa redonda cerca de un pequeño escenario. Tomando algunas sillas colocadas del revés encima de la mesa se siente y nos invita a hacer lo mismo.

“Bueno chicos, ¿qué negocios tiene hoy el señor Holmes en el Club Cavendish?”

“Verá señor.” – Comienza Wiggins. – “Estamos aquí para preguntarle acerca de algunos de sus clientes, pero primero, si es tan amable, no recuerdo su nombre.”

“Ah, si, chico si, disculpa. No esperaba ninguna visita a estas horas, me ha pillado por sorpresa. Mi nombre es señor Cooper, es decir, soy Sydney Cooper. Soy el gerente del Cavendish. Ahora,” – Dice mientras toma un pañuelo y se limpia el sudor de la frente. – “díganme, ¿quienes son esos clientes de los que el señor Holmes necesita información?”

“Verá, nos gustaría saber algunas cosas sobre Sir Lester Ogilvie, su hermano Gordon y su amigo Sir Julius Benedict.”

El señor Cooper arruga la nariz como si oliera a podrido.

“¿Tiene esto algo que ver con la muerte de Sir Lester? Leí en el periódico que murió por causas naturales, pero si los amigos del señor Holmes están preguntando por él debe de haber algo más. A menos que...”

“¡Señor Cooper!” – Le interrumpe Wiggins. – “¿Por favor, puede decirnos algo acerca de estos tres caballeros?”

“Ah, si, si, los tres...” – Tartamudea confuso el señor Cooper. – “Los tres eran los mejores amigos. Sir Julius juega en el club desde hace mucho tiempo. El señor Gordon, creo, que fue el primero de los Ogilvie en venir al club y se hizo amigo de los clientes habituales y del personal rápidamente, le gustaba jugar con Sir Julius por su sentido del humor y por su generosidad

con las bebidas, je je. Creo que Sir Julius asiste de vez en cuando a cenar con el señor Gordon y su esposa Anne.”

“¿Y qué hay de Sir Lester?”“El señor Gordon siempre estaba tratando de

introducir a su hermano en sus actividades y en su vida social. Después de unas cuantas semanas insistiendo consiguió que Sir Lester participara en una partida de whist junto con Sir Julius. Sir Lester se comportó... como siempre y Sir Julius no fue menos. Respondió a cada comentario y a cada insulto con alguna respuesta ingeniosa o un comentario cortante. A medida que avanzaba la noche, más seguro estaba de que los dos llegarían a las manos, mientras el pobre Gordon hacía lo que podía para tratar de que la noche no acabara en desastre. Pero, se lo juro por mi vida, tan pronto como acabó el juego, ambos se levantaron y Sir Lester extendió su mano hacia Sir Julius. Sir Lester le dijo, y esto no lo olvidaré jamás ‘En una ciudad llena de pesados e imbéciles, usted ha demostrado ser un digno adversario.’ No hace falta decir que casi me caigo al suelo. Desde ese momento, como ya les he dicho, los tres se convirtieron en uña y carne.”

“Señor, ¿se le ocurre alguien que pudiera querer a Sir Lester muerto?”

“¡Ah! Una investigación de asesinato, lo sabía. Sobre de quién sospechar, me temo que no hay suficiente papel en Londres para hacer una lista. Pero si les sirve de ayuda, creo que pueden tachar a Sir Julius y al señor Gordon. Y a mi, por supuesto.” – Y añade. – “Por aquí seguro que vamos a echar de menos la cuenta de Sir Lester, aunque no su actitud.”

“Muchas gracias por su tiempo, señor Cooper.” – termina Wiggins.

“Estoy encantado de poder ayudarles muchachos. ¡Cualquier cosa por el señor Sherlock Holmes!” – Grita el señor Cooper mientras nos dirigimos hacia la salida.

27 NOEn la lujosa casa de Sir Julius Benedict, somos

recibidos por un anciano mayordomo de paso vacilante al que acompaña un curioso y desagradable olor a café rancio y cigarrillos baratos. Nos lleva, sin aparente prisa, hasta el salón de Sir Julius, que se encuentra sentado en un sofá, bebiendo una taza de te y leyendo

Page 21: La MaldicioÌn Ogilvie

un gran tomo de lomo rojo.“Sus invitados, señor.” – Jadea el anciano

mayordomo. – “El señor Wiggins y compañía.”“Gracias Chauncey.” – Contesta el joven, guapo y

elegantemente vestido Sir Julius mientras se quita las gafas. – “Ahora ve a sentarte. Parece como si te fueras a hacer pedazos si te golpease una ráfaga de aire.”

Sir Julius deja el te, coloca su libro en el respaldo del sofá y nos da la bienvenida.

“Han de excusar al señor Chauncey, caballeros. Lleva en la familia desde hace décadas y eso se nota, me temo. Ahora, díganme, ¿qué puedo hacer por ustedes?”

“Verá señor, estamos investigando la muerte de su amigo, Sir Lester Ogilvie, en nombre de su madre y del señor Sherlock Holmes.”

“Lester, Lester, Lester...” – Dice Sir Julius sacudiendo la cabeza. – “Es algo que se veía venir desde hace tiempo. Francamente, Lester era un desalmado que disfrutaba sembrando su negatividad a su alrededor.”

“Señor,” – Dice Wiggins con perplejidad. – “pensábamos que usted era amigo de Sir Lester.”

“¡El mejor de sus amigos, muchachos! Y de Gordon también. Pero eso no me hace ajeno a sus errores, ni a Lester a los míos. Gordon, por otro lado,... Bueno, digamos que fueron precisamente sus particularidades y sus debilidades lo que hizo que me interesara por los chicos Ogilvie. La vida puede ser a veces, tan... aburrida... sin conocer a gente interesante.”

“Señor, ha dicho que esto se veía venir. ¿Se le ocurre alguien que quisiera hacerle daño?”

“Hay realmente mucha gente en Londres a la que no le importa lo que le ha pasado a Lester. ¿Han intentado hacer una lista de quién no quería matarle? Si lo hacen asegúrense de ponernos a Gordon y a mi los primeros.”

“¿Qué hay de la esposa de Gordon?”“¿Anne? No creo que ella fuera capaz a pesar de su

relación con Lester. Me contó que una vez ella le pidió dinero para los negocios de Gordon, la Compañía de Navegación de Aberdeen y él se negó. Él le dijo que parecía tan lamentable como ‘La pequeña vendedora de cerillas’ y que por lo que a él respecta podía acabar de la misma manera. Ese es el verdadero Lester... No

creo que Anne Ogilvie pudiera cometer un asesinato pero, ¿quién sabe? Se oyen cosas tan extrañas.”

“Si no le molesta, señor, ¿qué piensa acerca de la maldición Ogilvie?”

“Deliciosa, ¿verdad?” – Exclama sir Julius con una sonrisa. – “Una antigua maldición caída sobre un Lord escocés que continúa matando siglos más tarde. ¡No podrían escribir un guión más emocionante!” – La sonrisa de Sir Julius se desvanece y se detiene unos instantes con la mirada fija en la distancia. – “Por favor caballeros, no piensen que mi actitud es por malicia o indiferencia. Cada uno sobrelleva los pesares de manera diferente.”

“Por supuesto.” – Responde Wiggins. – “Gracias por su tiempo señor.”

Sir Julius asiente, como para sí mismo, y llama a Chauncey para que nos acompañe a la salida.

42 NO“¡Wiggins!” – Grita Sherlock Holmes momentos

antes de que lleguemos al piso de arriba del apartamento de Baker Street. Se encuentra de pie en su estudio, de espaldas a la puerta mirando por la ventana parcialmente abierta. – “¿Ya están de vuelta? ¿Ya han resuelto el caso?”

“Me temo que no, señor Holmes.” – Confiesa Wiggins tímidamente. – “De hecho estamos en un callejón sin salida.”

“Mmm...” – Holmes deja escapar ligero sonido. – “Un callejón sin salida, dices. Bueno, analicemos los hechos, ¿de acuerdo?” – Holmes se gira y se sienta en una de las butacas que se encuentran detrás de él. Se coloca con los codos en los delicados brazos de la butaca, con las manos delante de su cara y las puntas de los dedos de cada mano tocándose entre sí.

“Nuestra víctima fue envenenada, lo que resulta obvio a partir de la historia de la señora Ogilvie, sin embargo una evidencia física podría confirmarlo. El veneno no es el arma de un crimen pasional, hecho en el calor del momento. No, el crimen fue calculado de antemano.”

“En cuanto al móvil, podemos eliminar el odio o los celos. Nuestro asesino actuó para obtener algo de la muerte de Sir Lester Ogilvie. Deberíais preguntaros si alguien se beneficiaría de que la herencia de los Ogilvie

Page 22: La MaldicioÌn Ogilvie

pase a Gordon en lugar de a su hermano mayor.”“Gracias señor Holmes, supongo que eso tiene

mucho sentido.”“En efecto.” – Responde Holmes con una sonrisa.Cuando nos estamos alejando del 221B de Baker

Street Holmes nos grita. – “Wiggins, siento como si estuviera incubando algo. Creo que algún medicamento patentado podría ayudarme. Si no le importa, eche un vistazo a ver cuál debería tomar.”

58 NOLlegamos a una elegante casa de ladrillo con grandes

ventanas y un alegre jardín delantero. Nos dicen que es la casa Phelps y que la mujer que buscamos, Mary Tell es una sirvienta. Nos permiten una breve entrevista con ella en el jardín delantero, juntos a las flores. La pequeña mujer parece nerviosa. Cuando habla se asegura de que ninguno de los ocupantes de la casa pueda oírla. – “Por favor, señores. ¿Podemos simplemente olvidar esto?”

“¿Qué quiere decir señorita?” – Pregunta Wiggins visiblemente confuso.

“¡Si mi jefe, el señor Phelps se entera, perderé mi trabajo!” – Exclama con lágrimas en los ojos.

“Por favor, explíquenos qué quiere decir.”“El señor Phelps me despediría si se enterase de

que estaba tratando de aprender otra profesión. Sé que podría vivir mejor si aprendiera a tomar fotografías.” – La chica llora abiertamente. Wiggins mira a su alrededor y le da un abrazo torpe.

“Mire señorita, creo que ha habido un pequeño malentendido. No necesitamos nada más de usted ni queremos molestar al señor Phelps.”

“¡Oh, gracias!” – Balbucea. – “Pero si no le importa, ¿podría quedarse un poco más mientras me recompongo?”

Diez minutos más tarde la señorita Tell se calmado y podemos irnos.

88 NOSomos conducidos a las oficinas de los editores

del Daily Telegraph. Hay varias personas de aspecto arrugado, cada una pidiendo la atención de un hombre

trajeado sentado tras un escritorio.“Disculpe, señor.” – Dice Wiggins, tratando de

elevar la voz por encima del estruendo.“¿Acaso parece que esto es el muelle de carga,

muchachos?” – Pregunta el hombre detrás del escritorio.

“Pero...” – Otra persona entra en la oficina, empujándonos a un lado y entregando un montón de papeles al editor. Este se levanta y se dirige hacia nosotros, agarrando los papeles con una mano y el hombro de Wiggins con la otra, empujándolo hacia la puerta de la oficina. “No van a venderse solos, ¡venga!”

Barrio Centro Oeste

5 COLos conductores de la estación Centran de Vehículos

están dispuestos a compartir lo que saben sobre Sir Lester Ogilvie. Parece que la mayor parte de sus viajes fueron entre su casa, en Old Bailey, las oficinas de diversos abogados, las casas de su hermano Gordon y sus padres y el Club Cavendish, un local popular para jugar a las cartas. Casi todos los conductores que

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han coincidido con Sir Lester le describen como ‘uno de esos clientes’: de pocas palabras y de esas casi todo quejas e insultos. También parece que era realmente malo con las propinas.

8 COEn la modesta casa de Harold Diggs, su esposa

Martha nos dice que hoy podemos encontrarle en su oficina. Le damos las gracias y nos marchamos.

14 CODisrael O’Brian desaparece entre los montones de

registros legales hasta que regresa minutos más tarde con sus hallazgos.

“Empecemos con los Ogilvie dejando a un lado a Sir Lester. Imogene y el difundo Sir Albert no tienen ningún registro de ningún tipo mientras que Gordon tiene un caso de embriaguez en la vía pública lo que provocó algún altercado menor en el Club Cavendish. También he encontrado a Marilyn Ogilvie, que ha tenido varias denuncias de acoso contra ella, la mayoría de las cuales fueron desestimadas.”

“¿Y qué hay de Sir Lester?”“Bueno, como saben era abogado y participó en

muchos casos pero nunca como acusado. Hubo sin embargo una historia graciosa en uno de sus últimos casos en el que defendió a un hombre acusado de escándalo público y de participar en una pelea entre borrachos…” – El señor O’Brian rebusca entre sus documentos hasta que encuentra el que busca. – “Aquí está, el señor Otto Malik. Parece que durante el juicio Sir Lester intercambió unas palabras no muy amistosas con el juez, lo cual le puso en contra del señor Malik e impuso a los dos una multa de veinticinco libras.”

Le damos las gracias al señor O’Brian por proporcionarnos esta información.

17 COEn Somerset House, el secretario nos confirma que

Sir Albert Ogilvie dejó la mayor parte de sus bienes a su hijo mayor, Sir Lester, una generosa cantidad de dinero a su esposa la señora Imogene Ogilvie y pequeñas sumas a Gordon y Marilyn, sus otros dos

hijos, además a Marilyn le deja su casa en el número 68 de Long Acre Street. En caso de que Sir Lester muriera antes de haber tomado la herencia, como es el caso, la mayor parte iría a parar a las manos de Gordon.

El secretario también nos comenta una extraña curiosidad sobre la fortuna de la familia Ogilvie: al parecer, según todos los registros en la casa Somerset, prácticamente ninguno de los primogénitos Ogilvie pudo heredar la fortuna a la que estaban destinados…

29 CONos encontramos con la señora Victoria Marshall,

la encantadora y joven esposa de John Marshall, quien nos informa de que su marido no está en casa. Hace una pausa y añade. – “Creo que dijo que se dirigía al hospital St. Thomas.”

33 COHarold Diggs es un hombre pecoso de mediana

estatura que luce un pelo rizado de color rojo brillante. A pesar de que su cara muestra un hombre realmente cansado, parece estar de buen humor y nos da una calurosa bienvenida.

“Gracias por recibirnos con tan poca antelación señor Diggs. Estamos investigando la muerte de Sir Lester Ogilvie. Por lo que sabemos usted hizo algunos negocios con él.”

“Así es. Fui uno de los muchos procuradores que le llevaba casos a Sir Lester. Hizo mucho dinero gracias a mí. También fue bueno para mi negocio, tanto que necesité contratar un ayudante, Jefferson.”

“¿Qué tal era su relación con Sir Lester?”“Diría que bastante bien, para ser una relación de

trabajo. De hecho una vez incluso me invitó a ir con él y su hermano Gordon al club de juego al que solían ir, el Cavendish, creo. Sin duda estará al corriente del temperamento de Sir Lester. Bueno, yo simplemente ignoraba todos sus comentarios y dejó de dirigirlos hacia mí, por lo que los guardó para el pobre Jefferson. Jefferson solía estar bastante nervioso cuando trabajaba con Sir Lester, pero se las arregló para controlarse, probablemente porque sabía que le sería muy difícil encontrar un trabajo como este en cualquier otro sitio.”

Page 24: La MaldicioÌn Ogilvie

“¿Jefferson es su nombre o su apellido?”“Disculpen, es su nombre de pila. Su nombre

completo es Jefferson Hope. Es un ayudante africano, de Guinea, pero habla muy buen inglés y es bueno con los números. Su… condición, le convertía en un blanco fácil para los molestos comentarios de Sir Lester.”

“¿Cree que Jefferson podría querer hacer daño a Sir Lester?”

“Ja, claro que querría. Pero como he dicho, Jefferson es un tipo listo. Nunca haría nada a alguien tan poderoso como Sir Lester.”

“¿Se le ocurre alguien que pudiera hacerlo?”“¿Si tuviera que apostar? Lo haría por Otto Malik.”“¿Y por qué?”“Bueno, ¿ven esa ventana?”El señor Diggs señala el marco de una ventana

ausente de cristal. El interior está cubierto de papel marrón y se perciben las sombras de las tablas fijadas en el exterior.

“Hace dos días, a plena luz, Otto lanzó un ladrillo justo por esa ventana. Estuvo gritando durante un rato algo sobre veinticinco libras que Sir Lester o yo teníamos que pagarle. Estaba borracho, así que le llevé a casa ya que no quería verle meterse en más problemas, pero después de escuchar la muerte de Sir Lester, el primer nombre que me vino a la cabeza fue el suyo. Me temo que no puedo comentarles muchos detalles, pero puedo decirles que es un hombre violento.”

“Gracias señor Diggs, ha sido de gran ayuda.”

35 COLa residencia del señor Gordon Ogilvie es una

modesta casa independiente en una de las más respetables calles de Londres. En la puerta nos recibe una tímida criada que nos acompaña hasta el salón donde nos encontramos con una encantadora joven de unos veinte años de pelo negro y tex pálida.

“Bienvenidos, ustedes deben de ser los amigos del señor Sherlock Holmes. Por favor, tomen asiento.” – Nos dice. – “Me temo que mi marido ha salido por asuntos de negocios. Soy la señora Anne Ogilvie, la esposa de Gordon.”

“Encantados señora.” – Dice Wiggins educadamente. – “¿Le importa si le hacemos algunas preguntas?”

“Por supuesto que no.” – Responde la señora Ogilvie manteniendo su sonrisa. – “Pero no estoy segura de que mis respuestas les sean de ayuda.”

“Muchas gracias. Dice que su marido ha salido a atender unos negocios. ¿Puedo preguntar dónde puede estar?”

“Está en la oficina revisando algunos documentos para su socio, el señor Pendergast. Son socios a partes iguales en la Compañía de Navegación de Aberdeen.”

“¿Qué puede decirme de la relación entre su marido y su difunto hermano?”

“Deben entender que Gordon es un alma bondadosa. Es muy emocional y siempre lleva el corazón por delante, y, más que nada, le gusta llevarse bien con los demás. No podía ser menos con su hermano. Lester podía ser grosero, frío y desagradable, e incluso cruel con sus palabras. Pero la bondad de Gordon siempre estuvo por encima de la dureza de Lester. Me atrevería a decir que Lester solo tenía dos amigos en el mundo, uno de los cuales era mi marido.”

“¿Y el otro?”“El otro sería Julius. Los tres se conocieron hace

muchos años en el Club Cavendish. Solían reunirse allí para jugar a las cartas.”

“¿Se le ocurre alguien que pudiera querer matar a Sir Lester?”

“Ustedes ya habrán oído hablar sobre su reputación. Digamos que siendo Sir Lester el hijo mayor, la maldición Ogilvie estaba destinada a convertirse en realidad de una manera u otra.”

“¿Qué tal era su relación con su cuñado?”El rostro de la señora Ogilvie se oscurece por un

instante, tan rápido como vuelve a brillar. – “Tuve algunos problemas con Lester en el en pasado. Creo que no entendía a su hermano. Como he dicho, Lester podía ser cruel, incluso con Gordon.”

“¿Puede ponernos un ejemplo?”“Gordon nunca ha sido muy bueno con el dinero. Su

educación privilegiada tuvo algunos efectos negativos en ese sentido. Realmente no entiende el valor del dinero. Por este motivo el negocio del transporte marítimo ha sufrido. Lester, por el contrario, es un abogado con bastante éxito y gana bastante dinero. ¡No tiene familia, ni esposa, ni facturas que pagar!” – La señora Ogilvie

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está claramente agitada y empieza a hablar en lo que podría describirse como un grito silencioso.

“Seamos francos: el negocio de Gordon está en apuros desde hace más de un año. Sin la poca ayuda que he podido darle ya estaría cerrado. Hace un mes, yo… fui a hablar con Lester. Le expliqué los problemas financieros de su hermano, la dificultad para captar nuevos clientes, las tormentas que han mandado dos barcos al fondo del océano,… ¿Saben lo que me dijo? ”

La señora Ogilvie se queda inmóvil, con la cabeza ligeramente inclinada y los ojos abiertos como platos, temblando ligeramente, esperando una respuesta.

“No señora, ¿qué le dijo?”“Dijo que a Gordon le vendría bien perder el

negocio. Que tenía que empezar de cero. Que hay lecciones que todos debemos aprender en algún momento.” – La señora Ogilvie está a punto de echarse a llorar, sin embargo consigue mantener el control.

“¿Qué hizo usted entonces?”“¿Qué podía hacer yo para hacer cambiar de idea

al gran Sir Lester Ogilvie?” – Una lágrima baja por el rostro de la señora Ogilvie y cae en su vestido. – “Me fui y volví a casa. Nunca le he hablado a Gordon sobre mi reunión con Sir Lester, eso le aplastaría.”

“¿Sabe algo sobre la muerte de Sir Lester?”“Solo lo que mi suegra me contó. Deberían hablar

con el señor Brown, es quien le encontró, o con el doctor Ainstree, el médico de la familia.”

“¿Qué puede decirnos del doctor Ainstree?”“Es un buen hombre y ha sido más amable con Lester

de lo que muchos lo han sido en su puesto. Seguro que lo que le pagaba la señora Ogilvie por atender a mi cuñado no era lo suficiente para lo que tenía que soportar. Como sabrán, Lester tenía poca confianza en la medicina moderna y probaba todo tipo de remedios patentado para resolver sus ‘problemas’. ¡El doctor Fulano de Tal! ¡Swami… lo que sea! ¡Tonterías! ”

“Señora Ogilvie, con la muerte del señor Ogilvie y de su hijo Lester, Gordon heredaría una gran suma de dinero.”

“Si, y con eso el negocio está salvado. Sé que parece una tremenda coincidencia, pero les puedo asegurar que ni Gordon ni yo hemos tenido nada que ver con la muerte de Lester. Gordon sería mentalmente incapaz

de hacerlo, y yo tampoco podría, no por amor a Lester sino a mi marido. La muerte de Lester no ha sido fácil para él. Puede que Lester haya sido asesinado y todos aquellos que se cruzaron con él no llorarán su muerte, pero personalmente no me extrañaría que su propio corazón decidiera pararse por propia voluntad. Quizás de esta manera, la maldición se hace realidad.”

“Ahora caballeros debo pedirles que se vayan. Esta conversación me ha resultado agotadora.”

“Gracias por su tiempo señora.”“¿Emily? Por favor, acompaña a estos caballeros a

la puerta.” –Nos levantamos y nos despedimos de la señora Anne Ogilvie.

39 CO“¿Investigación?” – Pregunta el señor Marshall

sorprendido. – “No tengo la más remota idea de qué me están hablando.”

50 COLlegamos a un edificio de ladrillo, el hogar del

difunto Sir Lester Ogilvie y subimos por la escalera de pizarra hasta la puerta principal. Al llamar somos recibidos por un hombre alto y calvo de unos cincuenta y muchos o sesenta y pocos años que se presenta como el señor Brown, el mayordomo personal de Sir Lester.

Después de presentarnos nos habla con una voz suave. – “Ah, si. La señora Ogilvie me informó sobre la visita de alguien al servicio del señor Holmes. Síganme, por favor.”

Somos conducidos a través del vestíbulo hasta un pequeño salón y tomamos asiento en un sofá.

Wiggins comienza. – “Señor Brown, nuestras condolencias por la pérdida de su difunto señor. ¿Qué podría contarnos de Sir Lester?”

“Gracias. Sir Lester había estado inusualmente enfermo durante los últimos tiempos. Digo inusualmente, ya que casi siempre tenía algún tipo de problema médico. Creo que los últimos síntomas de enfermedad fueron causados por la muerte de su padre, que le afectó profundamente.”

“¿Podría ser por la maldición?”“Creo que sí. Sir Lester nunca tuvo una relación

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muy cercana con su padre, ni con casi nadie. Lo que le preocupaba no era tanto la muerte de su padre, como sus consecuencias. Tras la muerte de su padre, Lester creía que la muerte se cernía sobre él, que la maldición se cumpliría como siempre lo había hecho. ”

“¿Cree usted en la maldición?”“Lo que yo crea no tiene ninguna relación con mi

servicio hacia Sir Lester. Dicho esto, traté de razonar con él, vivimos en la época de la ciencia y la medicina y las supersticiones eran cosa del pasado.”

“¿Eso le ayudó?”“Ni lo más mínimo. La madre de Sir Lester, la señora

Ogilvie, contrató al médico de la familia, el doctor Ainstree para atenderle, aunque él detestaba las visitas del médico. A pesar de las objeciones de Sir Lester, el buen doctor hizo todo lo que pudo para controlar su salud y yo informaba de sus visitas directamente a la señora Ogilvie.”

“Pero Sir Lester prefería lo que él mismo llamaba ‘medicina oriental’. Tomaba gran variedad de tónicos e infusiones distribuidas por todo tipo de personajes cuestionables. Sir Lester se quejaba de extraños dolores y enfermedades desde que era un niño por lo que fue atendido por multitud de respetables médicos ingleses que nunca fueron capaces de curarle. Creía que la medicina oriental era la verdadera solución para sus dolencias y estaba dispuesto a probar cualquier cosa que estuviera en una botella con un nombre extranjero en la etiqueta.”

“Sir Lester era abogado, ¿verdad?”“Así es. La ley y su aplicación era su única pasión,

lo único que podía distraerlo de sus preocupaciones sobre su salud.”

“¿Tenía algún procurador con el que solía trabajar?”“Trabajó a menudo con el señor Harold Diggs. Me

temo que no puedo comentarles nada sobre ninguno de sus casos, ya que mantenía sus negocios en privado.”

“¿Entiendo, señor Brown, que se encarga usted solo de la casa de Sir Lester?”

“Hasta hace poco, no. También tuvimos una criada, la señorita Doris Kennedy.”

“¿Cuáles fueron los motivos de que su marcha?”“Como ustedes saben, Sir Lester tenía bastante

carácter y a menudo tenía roces con la gente de su

alrededor, por decirlo de alguna manera. Él y yo no siempre veíamos las cosas de la misma manera. En cualquier caso, la señorita Kennedy no siempre estaba a la altura de las exigencias de Sir Lester. Un día, parece ser que había tenido suficientes reproches de Sir Lester y decidió responderle. Fue despedida en el acto.”

“¿Sabe dónde podría estar ahora la señorita Kennedy?”

“A pesar de no contar con una recomendación de Sir Lester, creo que fue contratada para trabajar como personal del duque de Belminster. Creo que se apiadó de ella debido a la reputación de su último jefe.”

“Ya veo. ¿Podríamos ver la habitación donde murió Sir Lester?”

El señor Brown se revuelve incómodamente, pero finalmente nos dice. – “La señora Ogilvie me dio instrucciones de ayudarles de cualquier manera que me pidan. Les llevaré a su habitación.”

Seguimos al señor Brown solemnemente por la escalera hasta un amplio dormitorio decorado principalmente con objetos y telas de color azul turquesa. La ropa de cama se encuentra desordenada y parcialmente tirada por el suelo. Al lado de la cama hay una mesilla con una lámpara, un tapete de encaje y una bandeja de plata vacía. En la alfombra persa, junto a la cama, observamos diversas manchas de diferentes tamaños. Falta una parte de la alfombra que parece haber sido cortada.

“Aquí murió Sir Lester.” – Afirma el señor Brown, tratando de mantener la compostura. – “Le oí caer al suelo cuando estaba preparando su traje. Fui el primero en llegar.”

“¿Recuerda qué hora era?”“Era temprano. Debió de ser poco después de las

ocho de la mañana.”“¿Qué pasó después?”“Sir Lester estaba echando un líquido espumoso

por la boca y tenía problemas para respirar. Abrí una ventana y mandé a un chico de la calle a buscar al doctor Ainstree. Llegó al poco tiempo, pero para entonces Sir Lester había dejado de respirar. El doctor Ainstree me dijo que su corazón se había detenido. Después envié un mensaje a la señora Ogilvie para decirle que su hijo había muerto.”

Page 27: La MaldicioÌn Ogilvie

“Lo lamento.” – Dice Wiggins incómodo. – “¿Dígame, cuál es la causa de esas manchas?”

“Como le he dicho, Sir Lester consumía sus medicinas orientales. Las tenía en esa bandeja que ven ahí. Cuando se desplomó debió de golpearla.”

“Ah, ¿y las botellas de medicamentos se rompieron en el suelo?”

“En efecto.”“Gracias señor Brown. Nos ha sido de gran ayuda.”

68 CONos empezamos a alejar de lo que parece una visita

infructuosa a la casa de Marilyn Ogilvie cuando una cabeza se asoma por la valla de al lado, se trata de una mujer de mediana edad que nos pregunta. – “¿Buscan a la señora Ogilvie? No está en casa, probablemente puedan encontrarla en el Allegro. O con uno de sus amigos.” – Suena como si tratase de controlar su deseo de cotillear sobre sus escándalos. – “¿Qué desean estos chicos tan guapos? ¿Querrían dejarle un mensaje a la vieja Betsy para la señorita Ogilvie? Le diré lo que necesiten, no se preocupen.”

“Gracias señora.” – Dice Wiggins. – “Verá, uno sus hermanos, Sir Lester,…”

“Oh, sí, ¿el fallecido?” – Exclama la vieja Betsy. – “He leído la noticia en el periódico. Me mantengo al día de todo por los periódicos.” – Su rostro brilla de placer. – “Le ha dejado una herencia, ¿verdad? Oh, un momento…“ – Nos mira con el ceño fruncido. – “No parece que vengan de la oficina de un abogado.”

“No señora. En realidad estamos investigando las circunstancias de la muerte de Sir Lester y esperábamos poder hablar con la señorita Ogilvie.”

Los ojos de Betsy se abren como platos y desaparece de nuestra vista. – “¿Señora?” – Llama Wiggins.

Momentos más tarde oímos el sonido de una puerta abrirse y volver a cerrarse y la señora Betsy al completo aparece ante nosotros. Mira a su alrededor, con los ojos muy abiertos, se inclina hacia nosotros y nos susurra. – “¿Fue Marilyn? Pueden decirle la verdad a la vieja Betsy. ”

“¿Por qué lo pregunta?” – Susurra Wiggins.“Verán, hubo un gran revuelo en su casa la semana

pasada, que me preocupé, así que cogí mi vaso

para escuchar por la pared, que lo hago solo por su seguridad, ya me entiende, con todos esos caballeros y extraños actores bohemios que le rodean,… en cualquier caso, cogí mi vaso y empecé a escuchar, pero solo escuchaba a la señorita Ogilvie hablando consigo misma, rompiendo cosas y gritando ‘¡Le voy a matar, le voy a matar! ’ No me gustó mucho escuchar eso, pero como es una joven tan apasionada, no le di mucha importancia en ese momento.” – Betsy sacude su cabeza. – “No me sorprendería que algo malo saliera de todo eso. Tantas actuaciones de duelos y envenenamientos todo el tiempo no puede ser bueno para la mente de nadie. ¿Saben ustedes que la familia Ogilvie está maldita? Una mala combinación.”

Le damos las gracias por la información y volvemos a las calles, sin saber qué hacer con estos nuevos datos.

73 COEn la modesta casa de Jefferson Hope, somos

recibidos por su esposa, Yolanda. Nos informa de que su marido ha estado muy alterado últimamente porque estaba trabajando estrechamente con Sir Lester.

“Cuando se altera, le gusta ir a St. James Park y dar de comer a los cisnes… pero, por favor señores, dejen a mi marido fuera de este asunto. Es él quien fue herido por Sir Lester, no al revés.”

76 COAl llegar a la pensión de la Señora Warren decidimos

atravesar la puerta principal y dirigirnos directamente al callejón trasero. Inicialmente nos encontramos con que todo lo que hay allí lleva bastante tiempo, cuando de repente, Wiggins observa algo. – “Mirar esto” – Dice apuntando al suelo. – “Dos pares de huellas en el barro. Uno parecen unas botas grandes mientras que el otro parece mucho más pequeño. Parece que vienen de lados opuestos del callejón y luego se van juntos en dirección a la calle.”

Seguimos a Wiggins hacia la calle, donde nos encontramos con una robusta mujer de mediana edad con una cesta de flores.

“¿Una flor para su chica?” – Le pregunta a Wiggins.“No gracias, señora, no tengo novia. Pero, ¿puedo

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hacerle una pregunta? ¿Estuvo aquí esta mañana?”“Así es.” – Responde dubitativa, preguntándose a

dónde quiere ir a parar Wiggins con esa pregunta.“¿Vio a un hombre y una mujer salir del callejón

esta mañana?”“Ahora que lo pregunta, sí que los vi. Aquello me

pareció un poco raro. Primero salió ella, y después él. Parecía que discutían sobre algo, él dijo ‘¿Cómo se supone que voy a hacer eso? ¿No podemos hablarlo?’ y cosas así. Y ella le contestó ‘Ya encontrarás la manera de hacerlo’, y él dijo ‘Volvamos a tu casa y hablamos allí’. Después se subieron en un carro y se fueron”

“¿Podría describirlos? ¿Qué ropa llevaban?”“Él vestía con botas y un abrigo largo y llevaba

un bastón. Ella llevaba un bonito vestido, no el más elegante que haya visto pero no estaba mal, además llevaba un gran sombrero y una sombrilla.”

“¿Recuerda algo más sobre de su aspecto? ¿Sus caras, quizás?”

“Bueno, los dos eran blancos, si es a lo que se refiere.”“Mmm… ¿Dijeron algo más? ¿Como la dirección

a la que se dirigían?”“Creo que no… déjenme pensar…” – La mujer se

rasca la barbilla y mira al cielo. – “Él mencionó Gould. Dijo ‘Gould ha estado haciendo demasiadas preguntas sobre el cinuro.’ ¿Saben qué significa?”

“¿Cinuro?” – Pregunta Wiggins desconcertado antes de darse cuenta de la mala pronunciación de la señora. – “¿Quiere decir cianuro?”

“Si, eso es. Cinuro de potasio dijo.”“Muchas gracias señora.” – Exclama Wiggins

emocionado mientras le entrega un chelín a la mujer. – “Nos ha sido de gran ayuda.”

Dejamos atrás a la confusa mujer mientras corremos calle abajo detrás del joven Wiggins.

94 COEn el teatro Allegro, preguntamos dónde podemos

encontrar a Marilyn Ogilvie. Con una extraña sonrisa un hombre sacuda el pulgar señalándonos un camerino, allí encontramos a una mujer de unos veinte años con un elegante vestido de noche, mirándose en el espejo mientras se cepilla el pelo en un elaborado peinado.

“¿Señorita Ogilvie?” – Pregunta Wiggins. Ella continúa con su trabajo, sin responder. Wiggins se aclara la garganta. – “¿Eh, señorita?” – Con la cuidadosa colocación de una última horquilla, sus manos se detienen, y las coloca lentamente sobre el tocador. Sonríe mientras evalúa su peinado, girando la cabeza de un lado a otro, hasta que sus ojos se fijan en nosotros en el espejo. Wiggins está a punto de hablar de nuevo, cuando ella se gira bruscamente hacia nosotros y se sienta en el tocador, con una mano se atusa el pelo y la otra la coloca sobre su corazón mientras clava su mirada en nosotros.

“¡Qué! ¿Os envía Lyman, mi querido amigo?” – Pregunta, o afirma, en un tono de voz empalagoso y sentimental. – “¿Un pequeño grupo de querubines para serenarme antes de mi actuación?” – Wiggins parece nervioso. – “Y después de que mi querido Lyman me mandase estas rosas.” – Dice señalando un enorme ramo de rosas rojas y blancas en una esquina de la habitación con una nota que dice: ‘Querida, si hubiera que llamar a las rosas por otro nombre ese sería Marilyn. Por favor acéptelas así como mi amor incondicional. Siempre vuestro Lyman Izard. Besos.’

“Dios mío.” – Murmura Wiggins, sacude su cabeza como para despejarla y se vuelve hacia ella. – “No señorita, estamos aquí en nombre de Sherlock Holmes,” – Sus ojos brillan de alegría y Wiggins termina rápidamente. – “Ya que su madre ha contratado sus servicios para investigar la muerte de su hermano Lester.” – El rostro de la señorita Ogilvie se derrumba.

“Oh, es eso. Qué horrible.” – Dice sollozando.“Señorita Ogilvie… siento mucho molestarle,

entiendo que esto debe ser muy difícil para usted,..” – Su cara cambia de enfadada a dolida y estira una mano hacia Wiggins, convirtiéndola en la misma imagen de una criatura lastimada.

“Gracias jovencito.” – Exclama. – “¡Nadie lo entiende! ¡Nadie entiende lo difícil que es para mí!”

“Si, bueno,…”“Lo que tenía que haber hecho… y Lester. ¡Lester

siempre…” – Tuerce el labio y hace un movimiento de aleteo con sus manos. – “Siempre burlándose de mí! ¡De mi trabajo! ¡De mi vida!” – Termina gritando y visiblemente enfadada. Entonces salta del tocador

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y se abalanza hacia nosotros, deslizando su brazo derecho por los hombros de Wiggins. Se inclina hace él, acercándose lentamente, hasta que gira la cabeza y se queda mirando profundamente hacia la distancia.

“…eh…” – Dice Wiggins.“Lester…” – Murmura fríamente. – “Siempre estaba

estropeándolo todo. ¡Juré que le daría su merecido!” – Dice girando su cara hacia Wiggins. Su nariz está apenas a unos centímetros de la suya. Le mira a los ojos intensamente y él le devuelve la mirada con el miedo de quien sabe que está siendo observado por un loco. – “¡Y aquí están ustedes, preparados para ser testigos en la víspera de mi triunfo!” – Suelta a Wiggins y se derrumba en el suelo, con una mano sobre el corazón continúa en voz baja. – “Pero ahora lo he perdido todo… todo…” – Wiggins se recompone y nos mira.

“Señorita Ogilvie, ¿nos está diciendo que usted le ha hecho algún daño a Sir Lester Ogilvie?” – Ella se gira hacia él y le mira como si le hubiera preguntado si quería que le colocara una sardina en el cabeza.

“¿Qué?” – Pregunta claramente irritada. – “¿Por qué demonios iba a hacer una cosa así? ¿Para qué iba a hacer eso?”

“Usted acaba de decir…”“Si, si.” – Continúa, poniéndose de pie y

sacudiéndose el polvo de las rodillas de su vestido. – “Esta noche iba a ser mi gran noche. Finalmente tendría que admitir que me merecía su respeto, la noche de la inauguración, un papel dramático, los críticos van a estar presentes,…” – Se endereza y mira con amargura a Wiggins. – “Y él va, y se muere. Seguramente para fastidiarme porque incluso muerto consigue robarme el protagonismo.” – Se muestra claramente furiosa, entonces se gira de nuevo hacia Wiggins. – “¿Y bien?” – Grita. – “He oído decir al ama de llaves de mamá había alguien investigando la muerte de Lester. ¿Quién lo hizo?”

“Bueno, señorita…”“Tengo que saber quién me tiene tanto desprecio

como para hacerme esto a mí. A menos que…” – Marilyn Ogilvie se gira hacia las rosas con la mirada perdida.

“¿Señorita Ogilvie?”“Lyman, querido.” – Murmura acariciando una

rosa. – “Tan desesperado estabas por llamar mi

atención desde que estuvimos en El Mikado… sabías cuánto me molestaba Lester. ¿De verdad has llegado a este extremo por ganarte mi corazón?” – En ese momento hace un falso sollozo.

“Eh… señorita.” – Dice Wiggins tocándola suavemente en el hombro.

“Ese muchacho testarudo y tonto. ¡Pero el espectáculo debe continuar!” – Se muerde el labio y vuelve a ensimismarse. –“A menos que fuera John.”

“¿John? ¿Qué John?”“Oh, John Marshall, el que algunas veces fuera mi

amante.” – Dice de manera autocomplaciente. Va a su tocador y saca lo que parece un trozo de papel de un cajón. – “Ese hombre sabe apreciar la belleza… y disfrutar las cosas buenas de la vida.” – Le entrega el papel a Wiggins y resulta ser una fotografía de ella misma, en el margen inferior dice ‘Marshall & Comstock Estudio de Fotografía, 34 Bressenden Pl.’ Ella insiste en que Wiggins se quede la foto y le hace prometer que asistirá a alguna de sus actuaciones antes de que podamos irnos del Allegro.

Barrio Centro Este

25 CECaminando por algunas de las calles de peor

reputación de Londres llegamos a la casa del señor Hodge Pendergast. Una sombra moviéndose en la ventana nos indica que debe de haber alguien en la casa por lo que Wiggins continúa llamando a pesar de no recibir ninguna respuesta. Al cabo de un rato, un caballero calvo y con cierto sobrepeso abre la puerta. Está vestido con una bata y su piel está bastante enrojecida. Su frente suda abundantemente.

“¡Si, si, si! ¿Qué ocurre para que vengan a molestarme?” – Grita blandiendo un bastón como preparándolo para golpear a Wiggins.

“Perdone que le molestemos señor Pendergast, pero nos gustaría hacerle unas preguntas sobre la muerte de Sir Lester Ogilvie, el hermano de su socio.”

“Le he dicho a Gordon que estoy enfermo y que

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cualquier cosa podría esperar hasta mañana. Lo mismo va para ustedes.”

“Por favor señor, serán solo cinco minutos. Si no, tendré que informar al señor Holmes y no dudará en venir él mismo en persona.”

“Holmes dice usted… de acuerdo. Les doy cinco minutos, ni uno más. Pasen adentro.”

El señor Pendergast deja el bastón y lo coloca junto a un par de botas cubiertas de barro y un abrigo arrugado al lado de la puerta. A continuación nos lleva a través de un estrecho recibidor hasta una cocina igualmente estrecha. Wiggins y él toman asiento, el resto de nosotros nos tenemos que quedar de pie.

“¡Empieza con tus preguntas, muchacho!”- Dice el incómodo y molesto Hodge Pendergast.

“¿Cuál era su relación con el difunto Sir Lester?”“No teníamos ninguna relación. Él trataba de verme

lo menos posible y yo hacía lo mismo con él. Nunca le habría visto si no hubiera sido por su hermano. Gordon y yo tratamos de mantener el negocio a flote desde hace años.”

“¿No va bien el negocio?”“Francamente no, aunque tampoco es de su

incumbencia. Gordon no es tanto un socio como un peso muerto alrededor de mi cuello. Todo lo que aportó fue el capital inicial y ahora todo se ha ido al fondo del océano. Por no mencionar el tener que soportar a esa tonta esposa que tiene, Anna.”

“¿Anna?” – Pregunta Wiggins.“Si, Anna Ogilvie. ¿Es que estás sordo muchacho?

Quizás esté siendo un poco injusto con Gordon, es un buen socio y ha hecho lo que ha podido para limar asperezas con clientes exigentes. Es difícil para cualquiera enfadarse con Gordon durante mucho tiempo. Saltaría desde lo alto de un puente si alguien se lo pidiera.”

“Con la muerte del hermano de Gordon, él pasa a ser el heredero principal. Eso debería salvar la Compañía de Navegación de Aberdeen, ¿no es así? ”

El rostro del señor Pendergast se endurece, así como su respuesta. – “Debería. ¿Qué quiere decir con eso? ¿Si está insinuando que yo podría… o Gordon?” No, no pienso escuchar esto. Esas insinuaciones son absurdas. ¡Absurdas!”

“Por favor, señor.” – Suplica Wiggins. – “No estoy insinuando nada.”

“Oh, si, si que lo está haciendo. Está insinuando que yo maté a Lester Ogilvie y no voy a tolerarlo. En lugar de estar acusándome a mí, un hombre enfermo, debería estar buscando al verdadero asesino, ¿o debería decir asesina?”

“¿Disculpe?”“Así es. ¿Ha pensado por un segundo con ese

cerebro de guisante que no soy el único que se beneficia de la muerte de Lester? ¿Qué pasa con la señorita Anna Ogilvie? ¿Eh? ¿Tal vez sea ella la maldición Ogilvie?”

“Mire todo lo que tiene que ganar. Se mudará de esa casucha en la que viven a una gran casa en Shaftsbury. Tendrá un montón de sirvientes y no tendrá que preocuparse por los negocios de su marido. Se dedicará a sus pasatiempos, nada más.” –El señor Pendergast se detiene para recuperar el aliento y parece pensar profundamente lo que va a decir a continuación. – “Además, ella tuvo la oportunidad para hacerlo.”

“¿Qué quiere decir?”“Sin duda han oído hablar de la afinidad de Sir

Lester hacia los medicamentos patentados, ¿verdad? Pues resulta que me he enterado de que hace un mes, cuando parecía claro que el viejo Sir Albert estaba muriendo, Anna Ogilvie empezó a enviar un medicamento patentado a Sir Lester semanalmente. Lo único que tenía que hacer sería añadir veneno en una de esos frascos y esperar los resultados.” – Hodge sonríe diabólicamente cuando termina de exponer su teoría, satisfecho consigo mismo.

“¿Conoce por casualidad el fabricante del medicamento en cuestión?”

Hodge borra la sonrisa de su cara. – “No, no lo sé. Y tampoco veo qué importancia tiene.”

“Tomaremos sus ideas en consideración cuando informemos al señor Holmes.”

“Espero que lo hagas chico.”“Una última pregunta, si no le importa. ¿A dónde

fue esta mañana?”“¿De qué están hablando? He estado en casa todo

el día. Estoy enfermo, ¿recuerdan?”“Lo digo por esas botas cubiertas de barro en la

puerta principal, junto a su bastón y su abrigo. Y al

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hecho de que usted estaba claramente levantado antes de que llamáramos a la puerta.” – Ahora es Wiggins quien sonríe, sin dudar que Holmes estaría bastante satisfecho con sus observaciones.

“¡Hum!” – Resopla el señor Pendergast. – “¡Ya he respondido a suficientes preguntas! ¡He acabado con ustedes! ¡Ahora tengo que descansar!”

“Gracias de nuevo señor Pendergast. Todo esto nos ha sido muy útil.”

26 CEMientras recorremos nuestro camino hacia el

almacén y oficina de la Compañía de Navegación de Aberdeen nos recibe el encantador aroma del río Támesis. De camino hacia la oficina podemos sentir cómo los marineros y estibadores nos siguen con la mirada hasta que llegamos a la desgastada puerta. Después de llamar, nos encontramos cara a cara con un caballero alto y con barba y con un sombrero de lana desgastado.

“Eh, ¿Quiénes sois?” – Farfulla el hombre.“Hola, caballero.” – Dice Wiggins un poco nervioso.

– “Estamos aquí en nombre del señor Holmes, hemos venido a ver al señor Gordon Ogilvie.”

El corpulento hombre resopla y luego nos hace un gesto para que le sigamos a dentro. Nos guía a través de una lúgubre sala de espera, que contiene unas pocas sillas y varias pilas de papeles y paquetes, hacia un pasillo al final del cual se encuentra la oficina de donde escuchamos voces.

Una vez en la puerta de la oficina podemos ver a dos ocupantes de pie, uno frente a otro. Uno de ellos es un inglés de unos treinta años bien trajeado. Lleva el pelo corto, peinado hacia la izquierda y lleva un pequeño bigote. Su postura, su voz y su expresión transmiten una clara sensación de incomodidad. El otro ocupante de la habitación es una mujer asiática con una larga melena negra delicadamente peinada y sujeta con una pinza de carey. Su rostro refleja una gran exasperación.

“Señor Ogilvie, ya sé que su familia acaba de sufrir una gran tragedia, sin embargo, necesitamos este envío de seda para un cliente importante. Nos pide grandes cantidades de seda de muy alta calidad.”

“Señorita Kagawa.” – Empieza el hombre,

desesperado por librarse de esta situación. – “Me temo que hoy no puedo hacer nada para ayudarle. Mi socio, el señor Pendergast es quien se encarga de los envíos y el almacenamiento. Por desgracia hoy está enfermo, pero me ha asegurado que estará aquí mañana a primera hora. Dígale a su hermana que hasta entonces no hay nada que hacer.”

“Lo haré señor Ogilvie, pero puede estar seguro de que cuando este asunto esté solucionado mi hermana querrá evaluar de nuevo la relación de nuestro negocio con su compañía de envíos.” – Dicho esto, la mujer sale por la puerta con la cabeza bien alta.

El hombre, el señor Ogilvie, coloca las manos en el escritorio frente a él y deja caer la cabeza entre los hombros. Tras varios segundos en silencio vuelve a mirar hacia arriba. Solo entonces parece darse cuenta de nuestra presencia y la del corpulento hombre que nos ha traído.

“Señor O’Laughlin.” – Empieza a hablar a pesar de su visible agotamiento. – “¿Quiénes son estos caballeros?”

“Dicen venir de parte de Sherlock Holmes, el detective.” – Dice el corpulento hombre.

El señor Ogilvie sacude una mano y vuelve a hablar. – “Muy bien señor O’Laughlin, muchas gracias. Hablaré con ellos aquí. Por favor caballeros, tomen asiento.”

Tomamos asiento y solo cuando terminamos de sentarnos, lo hace también el señor Ogilvie.

“Debo disculparme. He estado bajo una tensión tremenda desde… los acontecimientos de ayer.” – El señor Ogilvie está visiblemente conmocionado.

“Si no le importa, nos gustaría hacerle algunas preguntas acerca de lo que le pasó a su hermano.”

En ese momento el señor Ogilvie se sacude ligeramente, pero al instante recupera la compostura.

“Les ayudaré en todo lo que pueda.”“Muchas gracias. Usted y su hermano estaban muy

unidos, ¿no es así?”“Así es. De pequeños no tanto, dada nuestra

diferencia de edad, pero siendo adultos nos hicimos muy buenos amigos. Incluso me atrevería a decir que, aparte de mí, Lester solo tenía otro amigo.”

“¿Se refiere a Sir Julius Benedict?”“Si. Conocí a Julius en el Club Cavendish. Nos

hicimos amigos tan fácilmente que sabía que a mi

Page 32: La MaldicioÌn Ogilvie

hermano también le caería bien. Tardé años en conseguir que Lester viniera a jugar con nosotros, pero una vez lo hizo, nos convertimos en buenos amigos.”

Por primera vez desde que llegamos, vemos una sonrisa en la cara de Gordon.

“Sir Lester podía ser… desagradable con algunas personas, ¿verdad?”

“Lester era… verán, otras personas… no entendía a Lester de la manera que lo hacemos Julius y yo. No me sorprende que a la gente no le gustase Lester pero eso es porque no se tomaron la molestia de conocerle. Realmente era un alma generosa y llena de conocimiento y consejo. Es… era… un buen hombre. Y un buen hermano.”

“¿Cómo era la relación de su esposa con Sir Lester?”“A eso me refiero. Anne nunca llegó a conocer a

Lester. Tal vez porque son demasiad parecidos. Los dos son muy listos y buenos en los negocios. Estas cosas…” – Gordon coge un montón de papeles de la mesa y los agita en el aire. – “Yo no soy bueno con estas cosas. Pero ellos dos sabían de números. Ese es el motivo por el que nunca se llevaron bien. Igual que con mi socio el señor Pendergast. Apenas podía soportar estar en la misma habitación que Lester.”

“¿Cree usted que Anne…” – La pregunta de Wiggins es interrumpida cuando Gordon levanta la mano.

“Por favor joven, no vayamos por ese camino.”“Discúlpeme señor Ogilvie. Ha mencionado a su

socio, el señor Pendergast.”“Si, Hodge, pero nadie le llama así. Para todo el

mundo es el señor Pendergast. Sin él, y sin Anne, por supuesto, la compañía habría muerto hace tiempo.”

“¿Cómo llegaron a hacerse socios?”“Bueno, nos conocimos a través de un socio

de Lester. El señor Pendergast había trabajado anteriormente en una línea de transporte marítimo y conocía el negocio. Solo necesitaba un socio que aportara el capital inicial y yo estaba buscando algo donde invertir. Nunca encontré una profesión que me motivara tanto como las leyes hacían con Lester. Esto parecía un trabajo tan bueno como cualquier otro.”

“Sé que esto es difícil, pero ¿se le ocurre alguien que quisiera ver muerto a Sir Lester?”

“Nadie.”

“Ha mencionado que el señor Pendergast no ha venido hoy. ¿Le importa que echamos un vistazo rápido a su oficina?”

“Por supuesto, se lo mostraré.”El señor Ogilvie nos lleva de vuelta por el pasillo

hasta otra oficina similar a la suya. La habitación contiene un escritorio, un armario, unas cuantas sillas y algunas pilas de papeles ordenadas. Un pequeño trozo de papel cerca de la pata de la mesa, junto a la papelera de metal llama nuestra atención. Wiggins lo recoge y observamos la siguiente nota:

“Señor.” – Pregunta Wiggins. – “¿Tiene alguna idea de qué significa esto?”

“Para nada.” – Dice el señor Ogilvie que parece tan confuso como nosotros.

30 CECuando nos acercamos al desordenado escritorio de

Henry Ellis, del London Times nos damos cuenta que se está hablando con otro hombre, presumiblemente otro reportero.

“Si, me acuerdo de la retractación. Fue en Marzo, ¿no?” – Pregunta el señor Ellis.

“Si, bueno.” – Dice el otro hombre con una sonrisa. – “Puede que quieras guardar la noticia original. Hablé con el tío en el St. Thomas esta mañana y dice que lo va a volver a intentar.”

“Ja ja, está loco.”“A mí me lo vas a decir. Dice que el problema es

que no tenía suficiente altura y que la próxima vez lo

Page 33: La MaldicioÌn Ogilvie

intentará desde lo alto de la catedral de Notre Dame.” – El hombre se da cuenta de nuestra presencia. – “Disculparme chicos. Hablamos luego Henry.”

Mientras el hombre se aleja. Henry Ellis se ríe consigo mismo antes de volver su atención hacia nosotros.

“¿En qué os puedo ayudar, Wiggins y compañía?”“Investigamos la muerte de Sir Lester Ogilvie.”“Mmm… Ogilvie, Murió ayer, ¿no es así? Creo que

publicamos la noticia de su muerte. Pensaba que había sido por causas naturales.”

“Es lo que intentamos averiguar.”“Bueno, me temo que no os puedo ayudar chicos.

En este momento debéis de saber vosotros mucho más que yo.”

“Gracias de todas maneras señor Ellis.”

34 CECruzamos el embarrado umbral de la puerta del Ye

Old Cheshire Cheese y nos dirigimos a la barra.“¿Qué va a ser muchachos?” – Nos pregunta el

camarero de pelo rizado y con las mangas remangadas por encima de los codos.

“Estamos buscando información.”“Información y...”“Oh, y una pinta.” – Dice Wiggins mientras hurga

en su bolsillo hasta que consigue sacar unas cuantas monedas que coloca en la barra.

“Aquí tenéis vuestras pintas chicos.” – Dice el camarero mientras nos sirve varias jarras de cerveza caliente. – “Y ahora, ¿qué información estáis buscando?”

“Sobre Sir Lester Ogilvie.”La expresión de camarero cambia ligeramente

y se pone un poco rígido. Reflexiona su respuesta cuidadosamente por un momento antes de responder.

“Nunca he oído hablar de él.”“¿Estás seguro?”“Si.”“En ese caso, ¿está familiarizado con...” – El camarero

agita la cabeza cortando la pregunta de Wiggins.“Me temo que habéis conseguido todo lo que

podíais por unas pintas, y si no cambiáis de tema de conversación... bueno, ya sabéis dónde está la puerta.”

Terminamos nuestras pintas y nos dirigimos hacia

la puerta. A mitad de camino, Wiggins siente un ligero tirón en la manga. Un anciano sentado cerca de la puerta echa un vistazo al camarero, que en ese momento está entretenido con otro cliente.

“Disculpad muchachos, sois los chicos del señor Sherlock Holmes, ¿verdad?” – Susurra el anciano mientras señala a una puerta un poco más allá. – “Creo que he visto algo por ahí que podría interesaros. Pasar la puerta y bajar por la escalera hasta la sala de calderas y veréis.”

“Hay un calvo, un verdadero bastardo, que viene a veces. Vino esta mañana y dejó un paquete allí abajo. No sé qué era. Nunca me ha gustado ese tipo pero esta mañana parecía peor que de costumbre. Había algo malvado en su mirada.”

“Cuando volvió a subir, ese bastardo de camarero, Perkins, le preguntó qué había pasado y le dijo que eran asuntos de abogados, lo que sea que signifique eso. Perkins dijo que no quería saber nada más del tema y que le dejara fuera de ese asunto. Me dió muy mala espina.”

“Muchas gracias, señor.” – Susurra Wiggins. – “¿Recuerda qué aspecto tenía”

“Es un maldito bastardo gordo y calvo. Llevaba botas y un bastón.”

“Gracias de nuevo señor.”

Lentamente nos abrimos paso hasta la puerta de la caldera y bajamos las empinadas escaleras de madera. A continuación nos encontramos en un embarrado sótano, húmedo y mohoso de apenas cinco o seis pies de altura. A un lado hay un gran montón de carbón y al fondo un horno encendido. Una rata, o quizás otro animal, sale corriendo cuando nos acercamos al horno. Wiggins abre la puerta con cuidado, protegiéndose los ojos.

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“Hay algo dentro.” – Dice tratando de ver a través del calor de la puerta abierta del horno.

Agarrando una pala de la pila de carbón se las arregla para sacar un pequeño paquete de las llamas y lo arroja al suelo. Al abrir el paquete con cuidado para no quemarse los dedos, Wiggins descubre unos pantalones de hombre parcialmente quemados y una camisa de vestir con manchas oscuras. La ropa había sido utilizada para envolver otro objeto: un inconfundible fémur humano.

35 CEAl final del pasillo, observamos a Quintin Hogg, el

reportero del Police Gazette. Está de pie junto a un chico envuelto en un abrigo y con una gorra de vendedor de periódicos que le entrega un trozo de papel.

“¿Estás seguro de que esto acaba de ocurrir?” – Pregunta Hogg al chico, que asiente rápidamente con la cabeza. – “Ese es mi chico.”

Quintin Hogg le da una moneda al chico que sale apresuradamente por la puerta pasando delante de nosotros. Mientras nos acercamos hacia él Hogg se coloca su bombín y muerde un cigarro emocionado.

“¡Seño Hogg!” – Grita Wiggins mientras nos acercamos al periodista.

“Tengo que salir corriendo chicos, han encontrado un cuerpo en el sudeste y el inspector Lestrade se encuentra en la escena del crimen.”

“¿Podemos preguntarle sobre Sir Lester Ogilvie?”“¡Nunca he oído hablar de él! – Grita Hogg corriendo

por el pasillo hasta salir a la calle donde coge un taxi.

36 CEEn el bullicioso centro del sistema de justicia de

Londres, conocido como Old Bailey, nos encontramos con un Edward Hall, aparentemente muy ocupado.

“Señor Wiggins.” – Dice el señor Hall distraído. – “Puedo dedicarte dos minutos, no más. Me temo que ya llego tarde a una reunión.”

“Es usted muy amable señor Hall. Iré directo al grano, ¿qué puede decirnos sobre Sir Lester Ogilvie?”

“Ah, chicos.” – Ríe Hall. – “He dicho dos minutos, no dos días. Lo que podría contaros se Sir Lester...”

“Bueno, ¿se le ocurre alguien que pudiera querer deshacerse de él? ¿Un socio? ¿Un cliente? ¿Un familiar?”

“Cualquiera de esos, señor Wiggins.” – Grita el señor Hall mientras sale corriendo a toda velocidad. – “¡Elija!”

38 CEEn el hospital St. Bartholomew nos encontramos

con Sir Jasper Meeks, el forense.“No hay ninguna duda.” – Nos informa Sir Jasper.

– “La señora Ogilvie tenía toda la razón al informar a Scotland Yard: Sir Lester fue asesinado por una dosis masiva de veneno.”

“¿Sabe de qué veneno se trata?”“Cianuro de potasio, suficiente para matar a un

caballo. Es una sustancia química bastante común utilizada para tratar películas fotográficas, pero puede ser mortal si se usa de manera incorrecta. La mayoría de las farmacias la distribuyen.”

“Gracias señor Jasper. Ha sido de gran ayuda.”

47 CEEn el edificio de viviendas al que Lloyd Perkins llama

hogar nos encontramos con su casera. Nos informa de que Lloyd está en el trabajo y que aunque no sabe en qué problemas anda metido esta vez, seguro que es algo malo. Le damos las gracias a la señora Church y nos vamos.

52 CENos sentamos en el Raven & Rat a descansar y

disfrutar de nuestras pintas mientras Porky Shinwell comparte sus pensamientos.

“Bueno.” – Suspira finalmente. – “Me temo que ninguno de los sospechosos me resulta familiar.”

Porky se levanta lentamente de su asiento. – “Y si hay una maldición de por medio, mi consejo es que os mantengáis al margen de este asunto.”

“No podemos hacer eso Porky.” – Dice Wiggins pensativamente mientras se termina su bebida. “Sherlock cuenta con nosotros.”

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66 CE“¡Michael no está aquí!” – Grita una señora que

suponemos es la señora O’Laughlin desde la ventana del segundo piso. – “Se supone que está trabajando.”

Al darnos cuenta de que no encontraremos mucho más por aquí, decidimos continuar con nuestra búsqueda en otro sitio.

68 CEAl llegar a Gould & Sons entramos por la puerta

que golpea una campaña que suena suavemente. Hay dos hombres tras el mostrador. El mas cercano es un señor mayor, un poco encorvado y con una barba bien recortada. Tanto su pelo como su barba están casi completamente blancos. Lleva dos pares de anteojos, ambos con delicadas cadenas de oro, un par se encuentra bajo su nariz y mientras que el otro se encuentra sobre su frente. Parece cansado y tiene una expresión preocupada. El otro caballero es más joven, de unos treinta y tantos años, tal vez. Tiene los ojos hundidos y en unas grandes ojeras. Su cabello es oscuro y lleva un gran bigote.

“Gould,” – Dice Wiggins dirigiéndose al hombre de más edad, después se gira hacia el más joven. – “e hijo, supongo.”

“Así es, muchachos.” – Dice el mayor de los Gould, con voz temblorosa. – “¿En qué podemos servirles?”

“Nos preguntábamos si tendría cianuro de potasio.”Una sombra recorre la cara de Gould mientras

responde. – “No, no es un producto que tengamos normalmente, pero podemos conseguirlo, si lo necesita.”

“¿Le ha pedido cianuro de potasio algún cliente últimamente, más o menos durante el último mes?”

El más mayor de los Gould mira hacia su hijo, que agacha la cabeza, aparente avergonzado.

“Sabía que esto iba a pasar. Lo sabía desde que vi esos extraños cargos en los registros de los proveedores. ¿Ustedes no serán de Scotland Yard, por casualidad?”

“No señor, trabajamos para el señor Holmes.”“¡Uh! ¡Sherlock!” – Exclama el anciano aterrorizado,

agarrándose el pecho.“¡Padre!”“¡Señor!”

Corremos hacia el señor Gould, al igual que su hijo. El anciano se derrumba lentamente hasta quedar sentado detrás del mostrador, apoyándose contra la pared mientras lo hace. El joven, después de hacer un rápido chequeo a su padre, corre a por un vaso de agua y regresa.

“Sherlock…” – Murmura el anciano.“Señor.” – Empieza Wiggins, – “Por su reacción,

estoy seguro usted sabe que algo grave ha sucedido, pero le aseguro que el señor Holmes solo está interesado en que se haga justicia.”

“Entiendo.” – Se las arregla para decir el anciano señor Gould – “Mi hijo… mi hijo tomó algunas decisiones cuestionables. Pero es un buen muchacho. Él solo quería ayudar al negocio, no quería hacerle daño a nadie.”

“Padre,” – Implora el joven Gould. – “Deje que continúe yo.”

El anciano Gould mueve su mano en señal de aprobación mientras su hijo le acerca el vaso de agua.

“Mi padre siempre tuvo un sueño,” – Comienza a decir. – “traspasarme un negocio de éxito. Ha invertido mucho en Gould & Sons, lo que deja muy poco para nosotros, y nunca me pareció bien. Trabaja muy duro y tenemos tan poco, aparte del negocio. Hace unos meses decidí modificar los pedidos a proveedores con algunas sustancias que sabía que algunos clientes querrían comprar sin que se les hicieran muchas preguntas. Las ventas iban bastante bien y mi padre empezó a sospechar.”

“Los jóvenes no se dan cuenta de que la gente mayor todavía tenemos dos dedos de frente.” – Dice el señor Gould con voz áspera.

El joven Gould mira hacia otro lado avergonzado. – “A pesar de que lo que hice no era un delito, sabía que era peligroso y una vez se lo confesé a mi padre me lo volvió a recordar.”

“Cuando me enteré de lo que había hecho mi hijo, le dije que hiciera una lista de los productos que había comprado y a quién se los había vendido. Chico, ayúdame a levantarme.” – Levantamos con cuidado al anciano y le ayudamos a ponerse de pie. Se acerca hasta el final del mostrador y saca de un armarito una caja cartón. Dentro hay varios papeles, cada uno con

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listas de nombres.“Cianuro de potasio… ¡Ah!, aquí está.” - El anciano

le entrega a Wiggins la siguiente lista:

“¿Tendrían la dirección de Marshall & Comstock?”“Mmm…” – Murmulla el joven Gould, tratando

de recordar. – “Está en el número 34… de nosedonde. Cerca de Victoria Station.”

“Joven, dígame por favor.” – Dice el anciano a Wiggins con una mirada de complicidad. – “¿Ha resultado alguien herido?”

“Estamos investigando un asesinato.”“¡Dios mío!” – Exclama el señor Gould. – “Si fuérais

tan amable, joven.” – Añade el anciano con lágrimas en los ojos. – “¿Podríais mirar en vuestro corazón cuando habléis de nosotros al señor Holmes? Si esto puede ayudar, llevároslo.” – Dice entregándole a Wiggins la caja de cartón.

“Haremos lo que podamos.” – Responde Wiggins sinceramente. – “El señor Holmes es un hombre comprensivo y discreto. Seguro que sabrá ver que al final han hecho lo correcto.”

“Gracias muchacho.” – Dice finalmente el señor Gould, mientras deja caer su cabeza y se limpia las lágrimas con la manga.

73 CE“¿Qué quieren?” – Nos pregunta contundentemente

Marvin Pemberton a través de la puerta de su apartamento.

“Queríamos hacerle algunas pregunta.”“¿Os envían ellos?” – Pregunta en todo acusador.“¿Quiénes son ellos?”“¡Sabéis de quién hablo!”“Lo siento señor pero no sé de qué…”“¡Los reptilianos, maldita sea! ¿OS ENVÍAN ELLOS?”“No sé qué es un reptiliano señor.”“Y una mierda que no. Tienen espías en las más

altas esferas de los gobiernos. ¡En Francia! ¡En Rusia! ¡En España! Si, incluso en nuestro propio parlamento. Mientras hablamos, agentes del Imperio Draconiano los envían para reclutarnos y participar en un Conflicto Galáctico. ¡No aguanto tanta ignorancia!”

“De acuerdo señor, nosotros no trabajamos para ningún Imperio Draconiano, estamos aquí para hablar de la doctora Saari.

“Si, la doctora Saari… ella me cree… es la única que está dispuesta a ayudarme a luchar contra los reptilianos,…”

“Ya veo, señor, gracias por su tiempo…” – Dice Wiggins, que al no saber cómo actuar decide que irnos será lo mejor.

“¿Asustado, eh? ¡Bien, vete a decírselo al Alto Mando Reptiliano!”

Estas son las últimas palabras que alcanzamos a escuchar detrás de la puerta del señor Pemberton mientras nos marchamos.

87 CESeguimos nuestro camino atravesando callejones

llenos de barro, pasando innumerables puertas tapiadas, decenas de mendigos y más de un gato muerto antes de llegar al edificio de apartamentos dónde, según la guía, vive Otto Malik. Al llamar a la puerta, nos abre un niño desnudo, que huye riendo mientras él y otros niños persiguen un perro mojado a través del pequeño apartamento y salen por una puerta trasera. De repente aparece una gran mujer embarazada que se acerca a la puerta y grita, acercándose incómodamente a la cara de Wiggins.

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“¿Qué queréis?”“Perdone señora, yo,…”Wiggins deja de hablar cuando la mujer se gira hacia

el apartamento y grita con un vozarrón. – “¡OTTO!” Un hombre grande y sudoroso empuja a la mujer,

que se dirige de nuevo hacia adentro.“¿Wer bist du?” – Dice.“Perdone señor, ¿habla usted inglés?”“Si, un poco.” – Dice el hombre buscando las

palabras adecuadas.“¿Es usted Otto Malik?”“Si.”“Hems venido aquí para preguntarle sobre Sir

Lester Ogilvie.”“¡Bah! Scum ese Sir Lester. ¡Mato!”“¿Ha matado usted a Sir Lester?”“Si. Si veo, mato.”“Espere un momento, ¿le ha matado o lo va a matar?”“No entiendo. Él debe veinticinco libras a mí.” –

Grita Otto bastante agitado.“Señor Malik, Sir Lester está muerto.”“¡Oh!” – Exclama el hombre sorprendido. – “Ahora

nunca consigo veinticinco libras de él. Él habla por yo en el tribunal cuando no hago nada. Él loco con juez y llama imbécil entonces Otto paga veinticinco libras. ¿Tiene Otto veinticinco libras?” – El hombre parece exasperado – “Tal vez intente señor Diggs otra vez.”

“Gracias por si tiempo, señor Malik.” – Dice Wiggins retrocediendo lentamente hacia la calle.

“¡No entender!” – Grita Otto mientras nos vamos.“Quizás debería avisar al señor Diggs de que va a

recibir otra visita de Otto Malik.” – Dice Wiggins.

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Preguntas:

Primera parte:

1.¿Quién asesinó a Lester Ogilvie?2.¿Por qué fue asesinado Lester Ogilvie?3.¿Con qué veneno fue asesinado Lester Ogilvie y cómo se lo administraron?4.¿Quién envió el paquete que contenía la medicina patentada a Lester Ogilvie?5.¿Quién asesinó a la doctora Saari?6.¿Por qué asesinaron a la doctora Saari?7.¿Con qué arma fue asesinada la doctora Saari y dónde fue obtenida?

Segunda parte:

1.¿Dónde se encuentra Jess Fyer? 2.¿Por qué se encuentra allí?3.¿Quién compró las flores para Marilyn Ogilvie?4.¿Quién es Donovan?

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Solución:

Una vez más nos encontramos delante del fuego en el salón en el apartamento de Holmes, en el 221B de Baker Street. Con nosotros se encuentran el mismo Sherlock Holmes, el doctor Watson, la señora Imogene Ogilvie y un impaciente inspector Lestrade.

De repente el inspector es incapaz de seguir callado. – “Mire Holmes, es usted un buen detective y lo ha demostrado en más de una ocasión, pero no comprendo que me haga dejar la investigación de un homicidio para venir a su apartamento a tomar té. Por si acaso lo ha olvidado tengo una mujer muerta.”

“Les he invitado a usted y a la encantadora señora Ogilvie para algo más que tomar el té, inspector, y cuando termine mi historia verá cómo su caso de homicidio queda también solucionado.”

“¿Me está diciendo que la muerte de la doctora Saari está relacionada de alguna manera con el caso en que está usted trabajando?” – Pregunta Lestrade con incredulidad.

“¡Así es, inspector! Pero vayamos paso por paso, ¿de acuerdo? Empecemos por el principio y para ello empezaremos por las pruebas. Las primeras pruebas se encontraron en la escena del crimen gracias a las habilidades del profesor H.R. Murray en el laboratorio de criminología. Las pruebas recogidas nos dieron varias pistas de vital importancia: primero, el arma utilizada para matar a Sir Lester Ogilvie. Fue un veneno mortal bastante común, conocido por causar la muerte por ingesta, incluso en pequeñas cantidades, deteniendo el sistema cardiovascular de la víctima y creando una secreción espumosa en los pulmones que es expulsada por la boca.”

El doctor Watson se queda pensativo por un momento, antes de exclamar. – “¡Cianuro de potasio!”“Excelente doctor.” – Dice Holmes mientras señala a su amigo.“Que sir Lester fue envenenado era evidente, la verdadera cuestión es cómo lo hicieron. Esto nos lleva a

la segunda pista: la curiosa nota de Anna Ogilvie a sir Lester.” – La señora Ogilvie se mueve incómodamente en su silla, pero permanece en silencio mientras Holmes continúa. – “En ella se mencionaba que le había enviado varias veces tónico del doctor Saari. Y la tercera pista, los fragmentos de cristal de varios medicamentos patentados. Aunque, tanto el tónico del doctor Saari como cualquiera de los otros podrían haber sido el método para envenenar a Sir Lester, de momento no podíamos estar seguros.”

“Teniendo el arma en mente, nuestra siguiente pista vendría de nuestra entrevista con la esposa de Gordon Ogilvie. La señora Ogilvie no contó muchas cosas, pero principalmente nos dio el nombre del señor Hodge Pendergast y del estado financiero de la Compañía de Navegación de Aberdeen, de la que Gordon y Hodge son socios. En este asesinato, un asesinato por envenenamiento, el motivo está claro: Gordon Ogilvie debe heredar las propiedades de la familia Ogilvie. Además de al mismo Gordon y a su esposa, ahora teníamos a una tercera persona que se beneficiaría directamente de que Gordon heredara una gran suma de dinero. Con esto, La Compañía de Aberdeen y Hodge Pendergast tendrían el futuro asegurado.”

“Lo siguiente que necesitábamos era una entrevista con el señor Pendergast, o al menos echar un vistazo a su casa. Cuando fuimos, el señor Pendergast cometió varios. Las botas llenas de barro, el abrigo y el bastón, como percibió el maestro Wiggins,” – Dijo mirando con complicidad a Wiggins. – “aparte de su ira y agitación y la deplorable insistencia en la culpabilidad de la señora Anna Ogilvie.”

“Pero Holmes,” – Pregunta Watson. – “¿Por qué no podría la esposa de Gordon ser la asesina? Tenía tanto que ganar como Hodge Pendergast.”

“Watson mi querido amigo, ¿no lo ve? ¿Por qué no podría ser la culpable la señora Anna Ogilvie?” – Pregunta Holmes.

“¡Por supuesto! Qué tonto soy.” – Exclama Watson. – “La esposa de Gordon no se llama Anna Ogilvie, sino Anne Ogilvie.”

“Eso es, y la nota incriminatoria que acompañaba el pedido del medicamento patentado tenía el mismo error que cometió el señor Pendergast, estaba firmada por la señora Anna Ogilvie. ¿Cuántas personas conoce que escriban mal su propio nombre?”

Los ocupantes de la habitación parecen realmente impresionados por la explicación de Holmes, excepto

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Lestrade que continúa alterado.“Todo bien hasta el momento, Holmes.” – “Dice Lestrade, claramente irritado. – “Pero ¿qué relación

tiene esto con la muerte de la doctora Saari, que fue apaleada hasta morir y qué ha pasado con el arma del crimen?”

“La respuesta a la primera pregunta es sencilla, inspector: Hodge Pendergast de nuevo. Legué a la oficina de la doctora Saari por casualidad. Su poción se anuncia en el periódico bajo el nombre de Ewell P. Saari, lo cual es obviamente un seudónimo, además de un mal chiste. ¿La dirección de la doctora Ilona Saari es sur, pero sudeste o sudoeste?” La nota de Anna Ogilvie nos dio la respuesta. Mencionaba el aire del río Támesis, el número 3 de Montague Clo, cerca o prácticamente encima del propio Támesis.

“En cuanto a la culpabilidad del señor Pendergast, el diario de la doctora Saari lo demuestra.” – Holmes saca el pequeño libro negro y lee en voz alta. – “’15 de Mayo, enviar paquete final, O.’ Obviamente, la O, hacer referencia a Sir Lester Ogilvie. ’17 de Mayo, entrega realizada’, ¡el día del asesinato! A continuación encontramos tachado ‘Contactar para el pago‘, seguido de ‘Contactar para renegociar’. Obviamente la doctora Saari tenía intención de pedir más dinero a su cómplice.”

“¿Su cómplice?” – Pregunta Lestrade.“Su cómplice en el asesinato de Sir Lester para enviar la medicina envenenada. Se dará cuenta de que la

letra de la agenda de la doctora Saari se parece extrañamente a la de la carta de Anna Ogilvie. Esto señala una clara complicidad en el asesinato y en el intento de acusar a la señora Anne.”

“Por último tenemos ‘Reunión a las 8 en la Señora Warren’, el lugar de encuentro para recoger el pago. Es de suponer que, cuando la doctora Saari pidió más dinero al señor Pendergast, él insistió en continuar la conversación en otro lugar y que terminaron en la oficina de la doctora Saari.”

“Podemos ver en la otra nota, escrita por Pendergast, que, aunque tenía intención de reunirse con la doctora Saari, no pensaba pagarle más dinero después del último pago. Finalmente dice ‘El anciano G. está haciendo preguntas.’, refiriéndose sin duda al pobre farmacéutico que le suministró el producto sin saberlo.”

“¿Goldstein quizás?” – Sugiere Watson. – “¿O Gould?”“Muy bien Watson. Una breve entrevista podría aclarar el asunto. ¡Ahora Inspector!” – Exclama Holmes

girándose hacia Lestrade. – “Solo queda una pieza de este misterio y se encuentra en el cuarto de calderas del Ye Old Cheshire Cheese Inn La ubicación la encontramos en la nota escrita por el asesino del doctor Saari. Las botas y el abrigo en la puerta de Hodge Pendergast indican que ha estado fuera esta mañana y un hombre que encaja con su descripción fue visto llevando un bulto a la sala de calderas del Ye Old Cheshire Cheese Inn. El bulto era, nada más y nada menos, que las ropas ensangrentadas del asesino, envueltas alrededor de un fémur humano.”

“¿Qué?” – Grita Lestrade. – “¿El hueso de una pierna? ¿Eso significa que hay otra víctima?”“No exactamente, inspector. El fémur es solamente el arma homicida que utilizó Hodge Pendergast para

golpear a su víctima hasta la muerte. Lo obtuvo del esqueleto médico que tenía la propia doctora Saari en su oficina.”

“¡Bien hecho Holmes! Y Wiggins.” – Dice Watson alegremente.“Señora.” – Dice Holmes en voz baja dirigiéndose a la señora Ogilvie. – “Me alegro de poder cerrar el caso

de su hijo.”“Gracias señor Holmes.” – Responde la mujer, mientras se dirige a la puerta, acompañada de la señora

Hudson. – “Nuestra familia le está muy agradecida.”“Apuesto a que se alegra de deshacerse de esa tontería de la maldición Ogilvie.” – Comenta Watson en voz

baja a Holmes.“No vayas tan rápido viejo amigo. Si no fuera por el medio a la maldición, Sir Lester no habría tenido

todas esas enfermedades imaginarias y puede que nunca hubiera tenido necesitada de tomar el medicamento envenenado. Al final, la maldición se hizo realidad, ¿no cree?”

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Holmes:

Holmes ha resuelto el caso utilizando 5 pistas: primero visitó a H.R. Murray (22 SO). Entonces habló con Anna Ogilvie en la casa de Anna y Gordon Ogilvie (35 CO). Después fue a casa de Hodge Pendergast (25 CE). A continuación utilizó la nota de Anna Ogilvie, el periódico del 12 de Marzo de 1888, el directorio y el mapa de Londres para localizar la oficina de la doctora Ilona Saari (3 SE). Finalmente fue al Ye Old Cheshire Cheese (34 CE) para encontrar el fémur.

Puntuación

Primera parte:

1.¿Quién asesinó a Lester Ogilvie? Hodge Pendergast y la doctora Ilona Saari. (20 puntos)2.¿Por qué fue asesinado Lester Ogilvie? Para que Gordon Ogilvie obtuviera la herencia y salvar la Compañía de Navegación de Aberdeen, de la que Pendergast y Gordon eran socios. (20 puntos)3.¿Con qué veneno fue asesinado Lester Ogilvie y cómo se lo administraron? Fue asesinado con cianuro de potasio que había sido mezclado en una botella de Elixir Mágico del doctor Saari. (10 puntos)4.¿Quién envió el paquete que contenía la medicina patentada a Lester Ogilvie? La doctora Ilona Saari a petición de Hodge Pendergast. (10 puntos)5.¿Quién asesinó a la doctora Saari? Hodge Pendergast. (20 puntos)6.¿Por qué asesinaron a la doctora Saari? La doctora Saari chantajeó a Pendergast, pidiendo más dinero, por lo que sabía del asesinato de Lester Ogilvie. Pendergast, enfurecido, la mató. (10 puntos)7.¿Con qué arma fue asesinada la doctora Saari y dónde fue obtenida? Fue golpeada con un fémur humano obtenido del esqueleto médico de la doctora Saari. (10 puntos)

SEGUNDA PARTE:1.¿Dónde se encuentra Jess Fyer? En el hospital St. Thomas. (10 puntos)2.¿Por qué se encuentra allí? Después de fabricar y probar sin éxito un traje-paracaídas fue llevado allí para tratarle por sus lesiones. (10 puntos)3.¿Quién compró las flores para Marilyn Ogilvie? Marilyn Ogilvie. (10 puntos)4.¿Quién es Donovan? Un caballo de carreras envenenado por George Negley. (10 puntos)

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Traducido por: Diego López