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SUPLEMENTO CULTURAL No. 160 - 11 DE AGOSTO DE 2014 - AÑO 4 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN Fotografías: Cortesía de la familia Morquecho Álvarez El maestro Benjamín Morquecho Guerrero nació en Pinos, Zac. el 6 de enero de 1933 y falleció recientemente, el 25 de julio de este año, en esta ciudad. Su actividad docente duró más de cinco décadas, poco más de veinte años se adscribió a la antes Facultad de Humanidades, ahora Unidad Académica de Letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas. [Número especial dedicado a la memoria del maestro Benjamín Morquecho Guerrero]

La Gualdra 160

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SUPLEMENTO CULTURAL No. 160 - 11 DE AGOSTO DE 2014 - AÑO 4 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Fotografías: Cortesía de la familia Morquecho Álvarez

El maestro Benjamín Morquecho Guerrero nació en Pinos, Zac. el 6 de enero de 1933 y falleció recientemente, el 25 de julio de este año, en

esta ciudad. Su actividad docente duró más de cinco décadas, poco más de veinte años se adscribió a la antes Facultad de Humanidades, ahora

Unidad Académica de Letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas.

[Número especial dedicado a la memoria del maestro Benjamín Morquecho Guerrero]

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LA GUALDRA NO. 160 / 11 DE AGOSTO DE 2014 / AÑO 4

160 El maestro

Por Marco Antonio Flores Zavala

Al maestro con cariñoPor Carlos Flores

Fuego, fuego, fuego MorquechinoPor Edgar A. G. Encina

Mucho gusto, MorquechoPor Judith Navarro

Diálogo sobre cultura y modernidadcon el Mtro. Benjamín Morquecho GuerreroPor Eduardo Francisco Ríos Martínez

Del galano y módico arte de enseñar y de escribir, en dos leccionesPor Juan Antonio Caldera Rodríguez

La Monografía de Río Grande, una vieja obra de Benjamín MorquechoPor César Eduardo Gutiérrez Rojas

¿Te presumí que soy abuelo?Por María Luisa Sánchez

Adiós, pero hasta siempre [A la me-moria de Benjamín Morquecho]Por Roberto Galaviz

Benjamín Por Pilar Alba

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La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Carmen Lira SaadeDir. General

Raymundo Cárdenas VargasDir. La Jornada de [email protected]

Jánea Estrada LazarínDir. La Gualdra

[email protected]

Roberto Castruita y Enrique MartínezDiseño Editorial

Juan Carlos VillegasIlustraciones

[email protected]

Benjamín Morquecho Guerrero nació en Pinos, Zac. el 6 de enero de 1933 y fa-lleció recientemente, el 25 de julio de este año en esta ciudad. Realizó estudios escolásticos (inconclusos) en la ciudad de Zacatecas (1946-1950) y en la ciudad de Montezuma, Nuevo México (1950-1953), aproximándose de esta manera al cono-cimiento de la cultura grecolatina y de la filosofía escolástica (en su versión jesuí-tica). Fue acreditado en la licenciatura en filosofía por la Universidad Autónoma de Nuevo León y la licenciatura en letras por la Universidad Regiomontana, así como la maestría en enseñanza de la lengua y la literatura por la Escuela de Graduados de la Normal Superior del mismo estado. Su actividad docente duró poco más de cinco décadas, poco más de veinte años se adscribió a la antes Facultad de Humani-dades, ahora Unidad Académica de Letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas. En 2002 publicó Dos lecciones. La génesis de una figura novelesca. Los entes y las denominaciones; y en 2009, De memoria y olvido: doce conferencias sobre tópicos zacatecanos.

Este número especial dedicado a la memoria del Mtro. Morquecho se realizó gracias a la colaboración de varios amigos que tuvieron la fortuna de estar cerca del él en diferentes circunstancias. Debo agra-decer muy especialmente a su hija Ana Morquecho Álvarez, quien nos facilitó las fotografías que aparecen en esta edición; y a María Luisa Sánchez por el interés y su ayuda para que esto se llevara a cabo.

Además de ser profesor universitario, Benjamín Morquecho fue profesor de se-cundaria en Río Grande, Zacatecas; y en ese municipio ganó –junto con Salvador Gómez Molina- los Segundos Juegos Flo-rales “Netzahualcóyotl” con el libro Mo-nografía de Río Grande, de este libro nos habla César Eduardo Gutiérrez Rojas; la última edición está agotada, ojalá que pu-

diera reeditarse. Siguiendo con los libros publicados por el maestro, Juan Antonio Caldera Rodríguez nos comparte un texto leído en 2003, durante la presentación de Dos lecciones. La génesis de una figura novelesca. Los entes y las denominaciones; el texto fue leído en Pinos, ese lugar tan amado por el maestro en el que abría las puertas de su casa para que durante los veranos los estudiantes se reunieran a trabajar y terminar sus investigaciones de tesis.

En este número, presentamos también un diálogo inédito interesantísimo soste-nido entre el Mtro. Morquecho y Eduardo Ríos hace 10 años; en él, hablan sobre la cultura y la modernidad. La transcripción fue hecha por Pilar Alba y se publica por primera vez en esta ocasión.

Marco Antonio Flores Zavala y Carlos Flores hablan de Benjamín Morquecho, el maestro, el hombre generoso y alegre que enseñaba, que “según el interés del interlocutor, prestaba libros, revistas, dinero, consejos”, que abría las puertas de su casa lo mismo para estudiar y consultar libros en su biblioteca que para celebrar la vida.

Edgar A. G. Encina nos habla de la célebre biblioteca del maestro “una a ve-ces incomprensible, juguetona, simpática y que bien podía distraerse si un par de ojos juveniles entraban al lugar para recibirlos con su jovial estilo cantaor”; y Judith Na-varro nos comparte un texto de nostalgia por el maestro y amigo de la familia. Por último, pero no menos importante, en la sección Río de palabras, Roberto Galaviz, Pilar Alba y María Luisa Sánchez nos comparten además tres textos dedicados a su memoria.

Hablar del Mtro. Morquecho es hablar de un ser humano generoso que amaba el estudio y amaba lo que hacía; esa gene-rosidad lo hizo tener permanentemente abiertas las puertas de su casa en la calle Honduras; en vida, fue un hombre muy querido, admirado y reconocido por todos quienes lo conocimos. El maestro dejó muchos textos inéditos que bien valdría la pena recuperar a manera de homenaje y con el fin de que las nuevas generacio-nes puedan conocer su vasto legado. Este número va dedicado, con mucho cariño, a su memoria…

Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarí[email protected]

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.“Quanno fa notte e ‘o sole se ne scenne,

me vene quase ‘na malincunia; sotto ‘a fenesta toia restarria

quanno fa notte e ‘o sole se ne scenne.  Ma n’atu sole cchiu’ bello, oi ne’.

‹O sole mio sta ‹nfronte a te! ‹O sol, ‹o sole mio

sta ‹nfronte a te, sta ‹nfronte a te…”.

‘O sole mio, Enrico Caruso

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labras cada vez que asistíamos a una de sus clases.

Pero lo mejor de haberlo conocido, es que no solamente era un maestro para sus alum-nos, sino un gran amigo que abría las puertas de su casa a todo aquél que se considerara hu-manista, a todo aquél que tuviera un corazón

bohemio y fuera capaz de disfrutar una tarde, qué digo tarde, una larga noche de charla, de buen vino, de franca camaradería, como se solía celebrar cada seis de mayo, Día Interna-cional de la Mente Letrada, y cómo no, día del cumpleaños de Benjamín Morquecho y Juan López Chávez y, por azares del destino, de mi aniversario de boda.

No hay palabras que describan el haberlo conocido, el saberse valorado como una mente brillante por el querido profesor; no hay pala-bras para expresar lo que se sentía escucharle en el aula cuando se le hacía una pregunta, para explicar cómo sus respuestas se conver-tían en fuente de sabiduría, de conocimiento; no hay palabras para poder decir adiós a alguien tan apreciado, para llenar el enorme vacío que dejó en todos aquéllos que forma-mos, aunque fuera por pocos pero apreciables momentos, parte de su vida, como alumnos, como amigos, como colegas. Conocerlo fue un gran honor; haber sido su alumno, un orgullo; y su amigo, una gran fortuna. Cuando pienso en el ideal del profesor, pienso en Morquecho, amante del conocimiento, de las humanidades, de sus alumnos, de los camaradas, de su fami-lia y, sobre todo, de la vida. Descanse en paz.

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Lo conocieron cuando todavía se fumaba dentro del aula. Entonces los colegas bebían café sin límite.

Pese a que la norma indicaba que el ingreso a clase era a las cuatro, los asistentes iniciaban su arribo desde esa hora y hasta una media hora después. Él siempre fue impuntual: llegaba antes de la hora pactada.

Esa ocasión él estaba antes de las cuatro de la tarde. Vestía lo que Miguel Barragán Lárraga llamaba “la ves-timenta clásica del maestro”: camisa de mangas largas a cuadros, pantalón de vestir y unos descombinados tenis que usaba para caminar, porque “le hacía bien”.

La primera reunión fue en un salón de la secundaria de la UAZ, sita entonces en la calle Dovalí, junto al servi-cio de urgencias del IMSS. Ocurrió allí, porque era la sede provisional de la Escuela de Humanidades.

Cuando estuvo la mayoría (unas quince personas), el maestro Lauro Arteaga indicó pasar al invitado. Lo pre-sentó: Benjamín Morquecho. Sin título. El maestro Lauro siempre le dijo Benjamín. Otros profesores le llamaban Morquecho.

No hay registro de tuteo inmediato por parte de los alumnos. No se pudo, porque desde el inicio granjeó respeto.

Esa tarde, entre verano-otoño de 1989, Benjamín Morquecho habló acerca del mito y de Lévi-Strauss. Dis-currió y garabateó en una pizarra verde.

Varios opinaron: Lalo Llamas, Armendáriz, Navarro, Neto, Aguinaga, Bonilla, Fabio… atentas Armida, Mónica,

Alma, Ada, Claudia, Mercedes (qepd); atentos Aldo, Salvatore (estaba de moda El nombre de la rosa), Tulio, Miguel…

En el transcurrir de la exposición, revisaba rostros, sonreía, continuaba y de vez en vez exclamaba: “No sé si me explico”… Tenía otros enunciados para marcar y seguir.

Ésa es la primera ocasión que al concluir el descanso todo mundo volvió puntual, café en mano, pluma en dies-tra o siniestra preparada para escribir, rostro paralelo al piso mirando al expositor.

Él siguió… para varios de los colegas el asunto era conocido, pero necesitaban interlocutor. Quizá para los más, era una novedad. La clase siguió.

En el siguiente semestre o en los próximos fue pro-fesor de base en Humanidades. Entonces vinieron otros autores asequibles y no: Ortega y Gasset con la ronda de las generaciones; Reyes y su poética; el método de los asedios a Jericó; Herón Pérez y la semiótica; Broch y la muerte de Virgilio; Alonso y la estilística; Eco, Merleau-Ponty, Barthes, Todorov… literatura hispánica, europea…

El maestro Morquecho entonces trabajaba en la Es-cuela Preparatoria de la UAZ. Y cierto lo que dijo Alejan-dro García Ortega: Morquecho no fue de grupos políticos. Pero sí tuvo filias. Pese al método de las generaciones, no atendía personas anónimas. Uno a uno lo trataba, lo asediaba. Según el interés del interlocutor, prestaba libros, revistas, dinero, consejos.

El fin de este registro indica: fue maestro.

Nada como una sesión académica con el pro-fesor Morquecho para comprender la tradi-ción clásica. El helenismo y la paideia griega parecían cosa fácil cuando el profesor las explicaba. Y aunque no hubiera leído ni una sola página del texto que nos había dejado para esa clase, luego de 35 minutos –que era lo que unos cuantos párvulos de la Facultad de Hu-manidades podíamos explotar al profesor de un curso de dos horas– salía con ganas de ha-cer la lectura. Era extraño cómo hacía que algo ininteligible en las páginas de Jäger, apareciera tan claro y ameno en sus entrañables cátedras.

Supe con él, que de ser cierto que Jesús alguna vez deambuló por el mundo humano, forzosamente tuvo que haber conocido la cultura griega y la sabiduría que ofrecía, y cómo su discurso tenía raíces en esa paideia de la que hablé al principio. Parecía que todo el conocimiento humano estaba conectado de alguna forma a una sola raíz, y que encontrar el hilo que lo conectaba era algo muy simple y hasta divertido.

Si leyéramos, “pero qué vamos andar le-yendo nosotros esos chismes”, alguna vez al gran filósofo o al excelso poeta, podríamos comprender la grandeza del pueblo griego, y

cómo la retórica clásica trazaba complicados argumentos, ricos en ideas y símbolos que encerraban un rico tesoro que esperaba ser develado por los lectores contemporáneos, y tal vez podríamos encontrar, de la misma manera que el gran mentor, esa conexión y ese entendimiento que surgía de sus pa-

El maestroPor Marco Antonio Flores Zavala

Al maestro con cariñoPor Carlos Flores

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Benjamín Morquecho, el Maestro

La Morquechada, fiesta de los 80 años de Benjamín Morquecho

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LA GUALDRA NO. 1604

En La Biblioteca de noche, Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) expone quince maneras en que ésta se convierte en mito, orden, espacio, poder, sombra, forma, azar, taller, mente, isla, supervi-vencia, olvido, imaginación, identidad, hogar. Quince maneras en las que “No busco, pues, una revelación de ningún tipo, ya que todo lo que se me dice está limitado necesariamente por lo que soy capaz de oír y comprender. Ni un conocimiento que vaya más allá del que, de alguna forma secreta, ya conozco. Ni una iluminación a la que el razonablemente no puedo aspirar. Ni una experiencia, ya que, en última instancia, sólo puede tener conciencia de lo que ya está en mí. ¿Qué es lo que busco, pues, al final de la historia de mi biblioteca? || Consolación, quizá. Quizá consolación”.

Pero Manguel, que quizá sólo busca consolación en su bi-blioteca, olvidó por lo menos una manera más. Hay bibliotecas que se extravían. Hay las que se queman o se venden. Hay las que se inundan o se hurtan. Hay las que sufren infames penu-rias o viven execrables pecados, pero también hay las que son inconcebiblemente materiales. Me explico. Cuando Benjamín Morquecho (Pinos, 1933-2014) partió, se llevó una biblioteca más grande, rica, variada y singular, que la que tapiza las paredes del segundo piso de su casa. Una tan versátil y desorganizada, que en el mismo estante mezclaba filosofía, medicina, literatura, anecdotario, historia, política y rumiadas sabias de un abuelo caminado por terracería. Una a veces incomprensible, juguetona, simpática y que bien podía distraerse si un par de ojos juveniles entraban al lugar para recibirlos con su jovial estilo cantaor.

Manguel olvidó las bibliotecas que se mueren, como la de Morquecho. No una carbonizada, pero sí incendiada en un eterno instante sin dejar ceniza, apenas rastros o detalles de aquéllos que la visitaron. Una que en el peligro del injusto ol-vido viene a la memoria de otras bibliotecas. Cuando Benjamín

Morquecho fue a habitar los cielos de oriente llevó consigo una envidiable biblioteca, más grande, más rica, más versátil, más copiosamente armada, que la material de su propiedad. Cuando Benjamín Morquecho fue a habitar cielos que abren los días

con soles picantes dejó una biblioteca que hoy espera vuelvan algunos libros prestados y, en honor del personaje, habitarse de nuevo, leerse de nuevo para de nuevo abrazar este fuego, fuego, fuego Morquechino.

El viernes 25 de julio desperté, tomé mi teléfono (no puedo abandonar la pésima costumbre de revisar mis mensajes de Facebook antes de hacer cualquier cosa en la mañana) y, todavía sin abrir bien los ojos, leí un mensaje de Anna D’Amore: “Me acaban de dar una mala noticia —empecé a sentir mi corazón como tambor. Las noticias tristes han llegado en estos meses relacionadas con la partida de personas muy, muy queridas para mí, así que sospeché una partida—: falleció Morquecho. Debemos avisar a nuestros amigos, pero no tenemos información suficiente. ¿Puedes investigar?”.

La noticia me desconcertó, me dejó un amargo en la garganta; pero quedó atorada en una telaraña que se me hizo mientras pensaba en la manera de encontrar las cuestiones básicas a co-municar para que la gente pueda despedirse de las personas que no volverán a saludar. Pregunté los datos, los comuniqué y busqué un vestido y unos zapatos negros para ir al homenaje que le harían al maestro Benjamín Morquecho. Llegué de puntitas al Teatro Calderón porque ya habían empezado a pronunciarse las palabras de cariño, de admiración, de recuerdos, de bohemia, de vino…

Me senté dispuesta a escuchar y a ver a quienes acompañaban el féretro que estaba en el escenario. De pronto, la maestra Beatriz me preguntó si podría sumarme a la siguiente guardia. Confieso que nunca había ido a un homenaje de cuerpo presente, así que no sabía qué debía hacer; vi a los demás (que parecían tenerlo claro)

y me fui caminado detrás de ellos hasta pararme junto a la caja gris y las flores de colores.

En ese momento de silencio, cuando ya no debía preguntar, decir, buscar un vestido, caminar sin hacer ruido… la telaraña se rompió; de pronto recordé que, además de que fue mi maestro en la licenciatura, Benjamín Morquecho fue un gran amigo de mi papá con el que conviví mucho de pequeña, casi un pariente. Recuerdo que una vez mi hermano, que apenas empezaba a hablar, tomó un teléfono de juguete para hablar “como grande”; lo que dijo nos dio risa durante muchísimos años: “Morquecho, ¿quiere quecho?”

Esa frase de niño hizo que, de pronto, mi presencia formal de exalumna en guardia de honor quedara debajo de una ola de sen-timientos: cariño, tristeza, agradecimiento y nostalgia. Ese paseo mental a la infancia me hizo primero soltar una lágrima, luego llorar como una niña. Tuve que salir y quedarme guardada en un cuartito (ahora que estoy tranquila creo que era el baño de caballeros) esperando que ese llanto que de repente se volvió incontenible encontrara su camino y fluyera.

Después de un largo rato en el que el aire se atoraba y se desatoraba haciéndome mover la cabeza al respirar, recordé que una de las frases que uso muy seguido para despedirme de mis amigos me fue heredada por Morquecho: “Me dio mucho gusto que me hayan visto”. Dejé de sollozar y fui a mi banca más tranquila. A mí también me dio mucho gusto, querido Morquecho.

Fuego, fuego, fuego MorquechinoPor Edgar A. G. Encina

Mucho gusto, MorquechoPor Judith Navarro

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Benjamín Morquecho en su casa

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sociedad en términos de valorización de las cosas?BMG: De ahí se deriva la técnica y una cultura no es en tanto una serie de técnicas como una serie de valorizaciones de donde proceden sus técnicas.

EFRM: Lo anterior nos lleva a analizar las tesis de aquéllos que pretenden realizar una historia de la sociedad a partir de los utensilios sin considerar todo lo que constituye el ima-ginario simbólico de la misma. Producen una historia parcial…BMG: La diferencia que establece por ejemplo Levi-Strauss entre el estudio de un utensilio como signo o como simple instrumento, te da los dos niveles de estudio también antropoló-gico; o sea, si tú tienes un utensilio ése lo pue-des leer como un signo; entonces encontrarías una semiótica de la cultura. La sola utensilidad, la sola instrumentalidad no te da toda la riqueza que te daría la semiótica de esa cultura.

EFRM: ¿Se debe estudiar la cultura en una perspectiva fenomenológica–hermenéutica? BMG: Más hermenéutica por lo siguiente: la fenomenología sobre todo con Husserl, en su momento trató de hallar la ciencia de las esen-cias de las cosas: unas esencias que como tales eran algo así como las condiciones de posibili-dad de las cosas, prescindiendo de su historia. Eso es quizá la diferencia de Husserl con Hei-degger. Éste empieza a hacer hermenéutica del hombre histórico, de la historicidad del hombre y en ese sentido es un poco menos platónica la fenomenología heideggeriana res-pecto de la husserliana.

EFRM: En otro orden de ideas, pero sin salir de nuestro tema general, respecto al concepto de modernidad éste se puede analizar en sí mismo pero lo importante sería contrastarlo con dos momentos también del proyecto hu-mano: el medioevo y la postmodernidad.BMG: Sí, pero hay que señalar primero que es muy artificial la parcelación de la historia. De hecho quienes empiezan a hablar de la mo-dernidad como algo acabado son los filósofos de principios del siglo XX, por ejemplo Ortega y Gasset, que se dice nada moderno y muy novecentista, o Heidegger mismo que habla de la modernidad como la época de la imagen del mundo. Pero si se define la modernidad como aquello que está entre el siglo XX y el medioevo, con todas las graduaciones, y con todo el problematismo de su definición, se podría definir a la modernidad como la época de la desacralización del mundo o la desme-dievalización del mundo: un mundo que se consideraba divino, sagrado. Se desacraliza la ciencia. Ya será una ciencia humana la ciencia por excelencia, no la teología, ciencia de lo divino; el arte se estetiza, es decir se situará como un fin en sí mismo y no como el fin de encontrar la belleza de Dios o la belleza para Dios como en el medioevo. La política se des-ligará de la idea vieja del imperio, de la ciudad de Dios, para hacerse una práctica eficaz de convivencia humana. En fin, se creará una ciencia y una técnica centrada en el hombre y curiosamente el hombre moderno, visto ya en visión retrospectiva, divinizará sus obras: la razón, la ciencia, la técnica. Curiosamente también, desde la postmodernidad se darán acciones desacralizantes contra lo resacrali-zado, pues la modernidad se ha recreado en sus propios mitos: mitos sacros.

EFRM: La idea de la mitificación es algo trans-histórico y transétnico…BMG: Sí.

Eduardo Francisco Ríos Martínez: Hablemos, maestro, de cultura y modernidad. Iniciemos problematizando cada uno de los conceptos y posteriormente, su dialéctica. Previamente, díganos cuál es el concepto de cultura tanto a nivel del lenguaje común, como en su carácter antropológico.

Benjamín Morquecho Guerrero: Cultura es una palabra culta que viene del latín. En el latín mismo se dice cultura. Es decir, lingüís-ticamente se entiende por palabra culta–cul-tismo aquélla que no sufrió toda la evolución del latín a una lengua romance, en concreto al español, sino que se introdujo en algún momento posterior y entonces funciona como una palabra extraña. Por ejemplo, hay palabras como cadera, que viene del latín cátedra, y que llegó a significar algo así como nalga, y la pala-bra cátedra misma que fue introducida en el si-glo XVI y que significa silla. Hay unas palabras que fueron introducidas directamente ya que estaba formado el idioma, tal ocurre con la pa-labra cultura. Cultura en latín significa cultivo. Los cultos son personas cultivadas y de ahí la cultura es cierto cultivo humano, eso significa en el lenguaje primitivo. Los antropólogos lo utilizan como término técnico y en antropolo-gía cultura es la transformación humana de la naturaleza antes de su consumo. Por ejemplo, para Marx, el hombre es el único animal que transforma la naturaleza antes consumirla; a esa transformación es a lo que se define como trabajo, como producción. Bien, un poco en esa misma línea de pensamiento, la cultura es la transformación que hace una sociedad, de la naturaleza; una transformación que no significa sólo trabajo físico sino transforma-ción simbólica, previa. Eso es una cultura. Los antropólogos porque encuentran sociedades distintas a la propia y distintas entre sí las definen como cultura; en ese sentido se habla de la “cultura de Chalchihuites”, de la “cultura náhuatl” o de la “cultura china”, la cultura es, en ese sentido, un complejo humano que es producto de una sociedad.

EFRM: ¿En ese terreno la cultura significaría la transformación de la naturaleza en un nivel en donde el hombre se apropia de ella a través de la técnica?BMG: Habría que situar la técnica en su di-mensión derivada; es decir, la técnica no es una realidad en sí, sino es el producto de una generación primero semiótica y luego prác-tica. Algo así como esto: en algún momento en Occidente se llegó a mitificar la técnica, sobre todo en el siglo pasado, que se entendió asimismo como el siglo de la técnica por las grandes adquisiciones científico–tecnológicas

que hizo el hombre europeo. El dominio de ciertos procesos de energía lo llevó a pensar que era el máximo realizador de la técnica y ello le impidió ver cuestiones como éstas: los antiguos egipcios tenían una técnica sofisti-cada para momificar cadáveres, muchos siglos antes. Este fenómeno te da a entender que la técnica no se da de por sí, que procede de una valorización de ciertas actividades. Para los egipcios tenía importancia momificar los cadáveres, para el hombre europeo no tiene ninguna; entonces aquella técnica se desechó totalmente, es algo inoperante, algo que no tiene valor para el hombre europeo; si lo hubiera tenido, sin duda en el siglo pasado se habría contado con mayores recursos para momificar cadáveres que los antiguos egip-cios. No les valía ya la pena hacerlo.

EFRM: ¿Puede decirse que la técnica deriva del proyecto que se gesta socialmente, de acuerdo a las jerarquías que se impone la

Diálogo sobre cultura y modernidad

con el Mtro. Benjamín Morquecho Guerrero*Por Eduardo Francisco Ríos Martínez

Benjamín Morquecho en el año de 1985

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fueron grandes mitos que unieron distintas naciones, de alguna forma el fenómeno que se ve por ejemplo ahora en Europa Oriental es paralelo a lo que ocurrió cuando se acabó el imperio austrohúngaro a principios del siglo; lo paradójico es que son imperios que se deshacen, pero la idea imperial no es moderna como el proyecto estatal sino es premoderna, es una idea que muere y resucita de alguna forma. Se ha soñado mucho en recuperar el

Imperio Romano, así lo soñaba Napoleón, así lo soñaba de alguna manera Hitler, así lo intentó el pensamiento leninista. La idea imperial vivía detrás de algunas realidades modernizantes. Cuando menguó su poder centrípeto surgieron muchas rupturas. Pero, aquella idea venía de más allá de la moderni-dad por lo menos como idea de la modernidad que podíamos definir políticamente como la empresa estatal.

EFRM: Dando un giro, maestro, usted men-cionaba que había que señalar a la Ilustración como el periodo de desacralización del mundo medieval en la que aparece la imagen del mundo -diría Heidegger-; que en la postmo-dernidad se desmitifican los mitos constitui-dos en la modernidad y antes del medioevo se constituye el conocimiento del mundo por medio de la revelación de los signos enviados por Dios. Cada uno de esos períodos históricos posee lo que se llama lo simbólico–valorativo consciente o inconsciente en términos de lo social, o sea, lo simbólico–valorativo es parte constitutiva de la cultura… BMG: Sí, lo que ocurre es que esa conciencia es casi siempre retrospectiva; es decir, así como uno llega a hacerse la ilusión de que su cultura es la naturaleza misma, sólo desde fuera se empieza a ver como no natural y ese ver desde fuera te da una mayor conciencia del fenómeno. Es decir, el hombre que está inmerso en la idea de progreso no se lo cues-tiona, ni siquiera es consciente de él mismo. Para él es tan natural que el hombre progrese que llega a ser como la propia piel, como antes para el hombre era tan natural vivir en un universo divino que le parecía absurdo que ese universo fuera distinto. Le parecía absurdo que alguien pensara que él al morirse no iba al juicio de Dios y de ahí irse al infierno o al cielo. No le parecía que era una idea sino la realidad misma, como al hombre moderno le parecería tan natural que el progreso se diera, que el estado fuera la realidad política indiscutida e indiscutible.

EFRM: Se opera así una dialéctica de lo sim-bólico–valorativo que es construido por el sujeto pero después ésta se subsume en ese constructo que se le aparece como natural formando parte constitutiva de su sustancia, de su existencia, de su esencialidad y, por lo tanto, elemento incuestionable. BMG: Aclaremos que el sujeto no es indivi-dual.

EFRM: Sí, estamos hablando de sujeto social.BMG: Exacto. Los fundadores del mundo cris-tiano, sepa Dios quiénes sean, hicieron que durante muchas generaciones Europa y Oc-cidente fueran cristianos y para los herederos eso llegó a ser normal. Uno aprende de sus padres a valorizar, a hablar. Y el hablar es un proceso valorizativo. De ahí uno tiene lo que Ortega llamaría las creencias. Interpretación incuestionada del mundo. El mundo divino del medioevo, el mundo del progreso de la mo-dernidad, en su momento se vivieron como la realidad misma. Luego se cuestionaron. Se convirtieron en ideas simples.

EFRM: Pero que adquiere un sentido en cada momento histórico…BMG: La mitopoiesis, o sea, la creación de mitos, es un aspecto más de lo que hemos llamado la valorización, que está en el fondo de la creación de una cultura; es decir, tú va-lorizas el mundo de alguna forma, la vida, las relaciones de posibilidad de trascendencia en el mundo, y esa valorización no es intelectual, es vivida y es la raíz de la mitopoiesis, de la creación de mitos. El hombre es tanto un ser racional como un ser mitificante: mitifica el hombre lo que valoriza.

EFRM: ¿Y no podría pensarse que esta mito-poiesis es parte de todas las culturas en tanto que las culturas pretenden permanecer y tras-cender y es una salida que buscan para su permanencia en el mundo? Su permanencia en el mundo en contraposición con la muerte.BMG: Exactamente, eso es.

EFRM: Y a la misma vez la muerte es mitifi-cada como un paso a la trascendencia en el medioevo; en la Ilustración la muerte es indi-vidual pero ya el organismo social trasciende históricamente en función de la ciencia y la técnica con la cual se apropian de la natura-leza. Se constituye el antropocentrismo del mundo. Antes el centro creador era Dios, ahora es el hombre. Se antropomorfiza la cultura. En la postmodernidad se agrieta esa antropomorfización moderna de la cultura. Empiezan a devastarse las posibilidades de la trascendencia del sujeto social que se funda-menta en la técnica y la ciencia y en la valo-rización de éstas como símbolo del progreso.BMG: El progreso es el gran mito, pero detrás de ese progreso está la actitud mitificante, o sea, que está un sujeto social que se trasciende y que está más allá de los individuos. Es un ser futuro, o ser histórico, trans-histórico, que será feliz. La felicidad ya no se busca en el paraíso de una manera personal después de la muerte, sino después de la muerte de muchos individuos: en la patria, en la nación o en esos transindividuales.

EFRM: ¿En la empresa estatal como empresa histórico–cultural?BMG: Lo que pasa con la empresa estatal es que también es una entidad que podemos nosotros situar en la modernidad. Entonces, hablaríamos de una empresa estatal seculari-zada que se inicia con la modernidad, con el estado moderno, pero que viene a sustituir a entidades históricas con características dis-tintas pero también con características seme-jantes; por ejemplo la cristiandad o el Islam o el Imperio Romano tienen estructuras muy semejantes a la estructura estatal y tienen serias diferencias históricas con esa misma estructura.

EFRM: O sea, como procesos de centraliza-ción en la dispersión, en cambio la empresa estatal en la modernidad y en la postmoder-nidad vemos que empieza a ser cuestionada; lo vemos en países como Yugoslavia y Checo-slovaquia en los que empiezan a aparecer los brotes de rupturas en donde son evanescentes

las fronteras. Esto cuestiona el proyecto de comunidad estatal única y aparecen los pro-yectos de minorías…BMG: Lo curioso es que donde aparecen más es en aquellos lugares donde ha habido tipos premodernos de estado de alguna forma. Es decir, el zarismo, que es un tipo premoderno de estado sobre la imagen del imperio romano, tiene mucho de medieval; el zarismo como el imperio que llegó a ser el imperio germánico

Benjamín Morquecho en su época de actor

Benjamín Morquecho en su época de seminarista

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* Este diálogo se llevó a cabo a finales del año 2004 en la ciudad de Zacatecas.

Se publica ahora en memoria de Benjamín Morquecho Guerrero.

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sentido platónico.

EFRM: Ahora, cuando se dice que de la creen-cia se pasa a la idea y se va constituyendo la razón, ésta trata el problema de la creencia y el problema de la idea racionalizada; pero cuanto más se desacraliza el mundo, se desacraliza la visión del mundo y del hombre y se va constituyendo la necesidad ya no de una inter-vención filosófica en la idea, en tanto que es cuestionada, sino de la necesidad de conocer el mundo de forma distinta a la filosofía así como está el problema de la ciencia. BMG: La ciencia es un problema más práctico. Toda sociedad tiene la necesidad de transformar el mundo, la transformación significa la práctica racional del uso de instru-mentos y ése es el papel de la ciencia. La cien-cia es un saber de lo funcional, de los límites y eficacia de lo funcional. La ciencia es de alguna forma la realización o el camino de la teoriza-ción a la técnica de ida y vuelta, pero al revés de la filosofía que llega al cuestionamiento de la valorización, la ciencia parte siempre de una valorización previa. La ciencia es eficaz o no es ciencia.

EFRM: El hombre de la época actual crea el mito de la ciencia y establece como la Deus ex machina haciendo de ella el centro de la exis-tencia del ser humano, cuando en realidad la ciencia es nada más el saber funcional.BMG: Sí, la mitificación de la ciencia, no la ciencia misma, es parte de la modernidad en el sentido de la humanización del saber, es decir, el saber que tenía su centro divino en el hombre medieval va a tener su centro en el hombre moderno y ésa es la ciencia. Una

ciencia moderna en el sentido que es progre-sista, de que es antropocéntrica, de que es ilustrada, es decir, desacralizada; tiene todas las características de la modernidad. La ciencia como ciencia. Ahora el mito de la ciencia es un mito moderno visto desde la postmodernidad porque el hombre de una manera inconsciente volcó ahí su idea o su necesidad de salvación y, si tú quieres, no personal pero sí transindivi-dual. La ciencia sería el saber de salvación para la humanidad. En eso consiste el mito de la ciencia; no en el hacer de la ciencia misma que es una transformación, eficacia de su actividad y por lo tanto del conocimiento del funciona-miento de la materia.

EFRM: Y, es eso lo que se le cuestiona a la postmodernidad. BMG: El mito de la ciencia, no la ciencia misma.

EFRM: El mito de la ciencia. La idea de que la ciencia es la vía salvadora del hombre mo-derno…BMG: En algún sentido se puede pensar que esta postmodernidad se hace presente desde el término de la Primera Guerra Mundial cuando había nacido, con la guerra, una manifestación de grandes realizaciones científicas y técnicas que por poco se lleva a la trampa a la hu-manidad, se acentuó con la Segunda Guerra Mundial. Entonces eso dio origen al cues-tionamiento de la ciencia como un saber de salvación, un cuestionamiento de la ciencia que está presente en los grandes pensadores de los veintes de este siglo. Y es a partir de aquí –no como absoluto–, que podemos hablar de postmodernidad.

EFRM: Entonces la diferencia entre creencia e idea hace referencia a procesos distintos uno, es aquél que no cuestiona cómo vive, cómo se desenvuelve el sujeto social en esa visión del mundo; y el otro, alude a la idea como nacio-nalización crítica de la existencia. BMG: Exactamente, el mundo vivido es el mundo creído, se vive como si fuera la reali-dad misma. Para ti el mundo que vives es el mundo que crees, no el mundo que piensas. Cuando piensas, cuando tus ideas ya no son tu mundo vivido, no son la realidad misma, son acaso una transformación imaginaria o con-ceptual de la realidad pero no son la realidad misma. Cuando crees, tu creencia es la reali-dad misma en cuanto vivida. Para el hombre religioso el mundo vivido es un mundo divino, para el hombre moderno el mundo progresivo es un mundo vivido, un mundo real. Lo que tú crees lo vives como la realidad misma. Lo que tú piensas es un cuestionamiento de la realidad.

EFRM: Entonces, cuando se da el proceso sim-bólico–valorativo y opera como creencia en cada una de las épocas históricas: el medioevo, la Ilustración y la postmodernidad, a la vez, cada época empieza a perder esa creencia y a construir una idea acerca de sí misma y ahí aparece la ruptura. Es una ruptura conceptual que genera las condiciones para construir una creencia que suple a la anterior que también tendrá que ser criticada.BMG: Ahora bien, eso hay que verlo en el ni-vel en que funciona la idea de la Edad Media, la modernidad son ideas puras, en la realidad histórica se traslapan de muchas maneras; por ejemplo, se piensa que el máximo pensador de la Edad Media es Santo Tomás de Aquino. Santo Tomás de Aquino ya es de alguna forma bastante moderno para San Agustín y San Pablo, si a ellos alguna vez se les ocurriera que había que demostrar racionalmente la existen-cia de Dios, eso lo hubieran tenido como una falta de fe, como un racionalismo; y eso es lo que hace Santo Tomás en el siglo XIII. Eso hu-biera sido tenido como una falta de fe por San Agustín cinco siglos antes u ocho siglos antes para San Pablo. De alguna forma podemos decir que el máximo pensador medieval ya no era tan medieval, que la realidad histórica es mucho más complicada que una idea pura de medioevo como la estamos señalando o como una idea pura de la modernidad como también la estamos defendiendo.

EFRM: Como ideas puras se pueden traba-jar pero ya como problematización aparecen traslapes en donde las creencias se tienen que fundar en la razón.BMG: Exacto, eso es parte de todo proceso filosófico. Tú tienes que ver una idea pura idéntica a sí misma para contrastarla con la realidad y eso es entender desde Platón.

EFRM: Eso es el arquetipo lo que indica que aún en esta época somos platónicos, cons-truimos ideas puras para contrastarlas con la realidad.BMG: Y esa contrastación es la única forma de entender que tenemos nosotros. No hay otra.

EFRM: Estamos metidos en el diálogo con-ceptual.BMG: Así funciona esta idea de medioevo, así funciona esta idea de modernidad, así funciona esta idea de postmodernidad.

EFRM: Y qué me dice de bajar del topos uranos. BMG: Bajar del topos uranos es contrastar esa idea pura con la realidad. Quedarse en el topos uranos, es quedarse en la caverna, nunca ha sido el platonismo. Ha sido el camino de ida y vuelta.

EFRM: Lo que implica hacer el diálogo, la dialéctica.BMG: La dialéctica de la idea pura con la rea-lidad pura.

EFRM: Sí, lo que pasa es que ese modelo de modernidad que estamos construyendo es una idea platónica, es una construcción pura que se contrasta más o menos con esa realidad histórica que son los cinco siglos del XV al XIX o cuatro siglos del XV al XVIII, pero esto es aplicable a otros períodos históricos no considerados como modernidad. Por ejemplo, esta idea de desacralización se puede aplicar a los siglos tercero y cuarto antes de Cristo, es decir, es una época que también desacraliza, que también intenta ser un estado, una moder-nidad anterior a esta modernidad occidental de la que estamos hablando. Es cuando se empieza a pasar de la tragedia a la época de la racionalidad griega. BMG: Exacto, como ves son ciertas constantes que también funcionan luego en Occidente, en el occidente europeo, para que veas que una cosa es la realidad histórica a la que uno se acerca con distintos instrumentales teóricos y otras son los propios instrumentales teóricos o lo que estamos llamando ideas puras en el

En Pinos, Zacatecas En su boda

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He leído con el espíritu bien dispuesto el libro que hoy presenta mi amigo y maestro Benjamín Morquecho Guerrero, porque sabía que aquí encontraría lo mismo fuegos de artificio que sesudas cavilaciones [y acaso leones “Hic sunt leones”], tocasen el tema o los temas que toca-sen. De lo primero —de los fuegos— da cuenta ese discurso ágil y sorprendente (galano como el de Reyes) que expresa y comprueba aquella cita consabida: el estilo es el hombre. Quizá ha-bría que matizar la frase, diciendo que el estilo es este hombre, este individuo que dice más de lo que dice; de lo segundo —de las sesudas cavi-laciones— da cuenta el finísimo comentario o la crítica medular con que aclara, gradúa e ilumina esta o aquella teoría, este o aquel pasaje oscuro. Ahora mismo recuerdo un ensayo suyo que él me obsequió (data de 1971 o 1972), en que, antes que muchos en Zacatecas, explicaba primorosa y galanamente a Martin Heidegger.

Para decir verdad, yo siempre había deseado un librito que contuviera las dudas pedagógicas y los embates sabios con que el maestro Benjamín nos dejaba suspensos, no por un día ni por una noche, sino por un curso entero. Ahora reco-

nozco en las páginas que he leído algunas ideas con que deleitó nuestro paso por las aulas de la entonces Facultad de Humanidades, sobre todo

una que me sigue pareciendo fundamental, a sa-ber, que la tradición, la cultura y el pensamiento en lengua castellana es respetable y aun adelan-

Del galano y módico arte de enseñar y de escribir, en dos lecciones1

Por Juan Antonio Caldera Rodríguez

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tada, respecto de otras, pongamos por caso la alemana o la francesa. Sobre el libro entero creo pende esta espada, como criterio de honor que deshace la falaz especie de que, en materia de ideas filosóficas, lingüísticas y literarias hay que pedir monedas prestadas a cuenta de un posible comentario insulso y disparatado, o a cuenta de una comprensión huera y trivial.

Alfonso Reyes, José Ortega y Gasset y José Gaos (uno mexicano, el otro español y el tercero mixtura de ambas naciones), es la tríada sobre la que Morquecho funda su preocupación, no de monologar sino de dialogar con otras ideas y con otras tradiciones, pero desde los litorales intelec-tuales de los nuestros. Quizá aquí se encuentre una veta y aun un reto, que no debe parar en la simple enunciación. Por una parte la lengua castellana es rica por cualquier ángulo que se la quiera ver: el histórico, el sociológico, el lingüís-tico, el filológico, el simbólico, el literario, el poé-tico, el filosófico; por otra, el castellano, como toda lengua, abre sus alas y cobija una tradición individual, integral: no es ésta ni aquélla; es nues-tra tradición. Y la tradición la hacen los nuestros (denominación ésta sobre la que ya mi amigo el profesor Alejandro García ha dado formida-bles elucidaciones). Por eso hallo especialmente singulares estas Dos lecciones, por cuanto nos invitan a parar mientes justamente en ese doble rostro de lo que nos pertenece como cultura y como tradición: aquí, la figura de lo hispanoame-ricano y la herencia castiza en que se abrasa el genio de lo mexicano, y más allá, o más acá, según se le vea, las maneras de expresarlo y de decirlo. No es gratuito que los tres nombres citados sean una constante en este libro: son un horizonte y una señal. Todavía más: los tres son excelentes prosistas, lo que me mueve a sentir el hecho de cuán poco hemos leído su obra, sobre todo la de nuestro Alfonso, excelente polígrafo y padre de más de una generación. Subyace, pues, en estas Dos lecciones una invitación para disfrutarlo.

Hay otro tema que me fascina de este libro del profesor Morquecho y es el que se ocupa de la reflexión sobre la lectura, el libro y la escritura. El tractatullus sobre José Ortega y Gasset, que incluye en las páginas centrales, es una delicia y una incitación. Ya sabemos de la “faena utópica” del propio Morquecho por adentrarnos en la ineludible faena de leer. Más aún: de interpretar. Y es que como el propio Ortega creía, siempre queda un residuo “ilegible” a la hora de leer, el que nos mueve a ejercitar una técnica y un arte, esto es una hermenéutica. Linda palabra que se sostiene en una doble cuerda: 1. Todo decir es deficiente —dice menos de lo que quiere; y, 2. Todo decir es exuberante —da a entender más de lo que se propone. Yo sé que este ejercicio de módica hermenéutica es el sello con que amo-rosamente Benjamín Morquecho ha signado las mentes de no pocos de sus alumnos. Y es, ahora lo reconozco, una específica y vital preocupación por el qué de la historia, el qué de la literatura, el qué de la poesía, vista desde la lente de una tradición, también vital y específica, como lo es la hispana, que es decir occidental, aunque, no de cierto, demasiado marginal. O mejor dicho: la hispana es occidental en lo que de módica tiene esa marginalidad. Por lo menos imagino que Da-río debió pensar lo contrario.

Cierro este cometario con dos apreciaciones

más. La primera se refiere al acierto de ayuntar los apuntes escolares, matriz de esta publica-ción, aunque el propio maestro descrea de este máquina de hacer libros, digo libros suyos, que no de otros porque sí cree que el libro, el texto es una máquina para interpretar lo inefable y lo inefado, siguiendo la teoría ortegiana.

La segunda toca el punto de lo porvenir. ¿Quién no desea ver ayuntadas las notas de los cursos en que nos habló de la Edad Media? Toda-vía las celdas de la memoria recrean los días en que nos hizo asomarnos a esta época compleja con ojos de novedad y ajenos de prejuicios. O esa otra andanza por la historia de la herme-néutica con que sabrosamente nos llevó y en que parecía exigirnos una sola cosa, la de tener la mente despejada, pues el mismo se lo exigía acaso desde el momento en que ponía un pie fuera de su hogar... O aquellas tertulias fascinan-tes (conferencias, sería mejor decir) en las que nos llevaba de tópico en tópico, de circunstancia en circunstancia, de época en época hacia un viaje cuyo punto de regreso es el de repensar en un epítome gloriosa los medulares matices

que tiene nuestra historia regional, nuestra lite-ratura, nuestros anecdotarios e imaginarios de estos, todavía, o rutilantes u opacos y vigentes “católicos de Pedro El Ermitaño y los jacobinos de época terciaria”. Gratas fueron entre ellas al-gunas que ya estarán en otro libro: “Mito magia e historia”, “Mito y filosofía”, “Las metáforas del libro”, “El humanismo católico, una tradición poética”, “Parnaso pinense”, etcétera.

Yo prefiero llamarlo con toda fraternidad profesor Morquecho, aunque él a sí mismo no se llame así, a él que le gustan las sutilezas de los lingüistas (él parece no serlo, no por indiferen-cia, sino por no ruborizarse ante los que lo son). Profesa un estilo de enseñar: ora en la cátedra, ora en la sala de su casa, ora citándonos un libro o una frase. Profesa sin prurito el galano arte de cantar a las muchachas aldeanas o no y el requie-bro verbal ante las hijas de Eva. Profesa, quijotes-camente el sueño de estarse a la sombra de una peña gustando el elíxir de Baco y los hexámetros de Píndaro. Profesa el honor de dispensar su amistad en los límites del caballero esgrimista. Él fue esgrimista, tentado por Orfeo y por las musas, supo del deleite cósmico de la pausa que dictan las estrellas en su concierto eterno y de los versos que centellean desde un corazón estremecido o entumecido por el bello sexo. Y es esto cuanto comprende apenas una mínima parte de su quehacer literario, que está de igual modo aparejado con su quehacer de filósofo, no obstante que él no hace distinción entre ambas y si acaso lo hace es por cuestiones “anejas a cosa de método”. Ojalá amenace con un nuevo libro y otro y otro más. Gracias profesor por estas dos lecciones, por estos “entes y denominaciones”: un sistema planetario que ha despeñado nuestras ya casi frígidas revoluciones copernicanas, nues-tros giros lingüísticos y ha trastocado nuestro integral sentido de lo universal, génesis y luz de ese localismo complejo que nos ha enseñado a amar.

1 Texto leído en Pinos, Zacatecas, el 4 de mayo de 2003, en

la presentación del libro de Benjamín Morquecho Guerrero,

Dos lecciones. La génesis de una figura novelesca. Los entes y

las denominaciones, Unidad Académica de Letras, Universi-

dad Autónoma de Zacatecas, México, 2002.

Benjamín Morquecho en la presentación de su libro, en Pinos, Zacatecas

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La proyección de las películas se realiza de manera gratuita con fines culturales y edu-cativos. Excepto estrenos: 34 FORO INTERNACIONAL DE LA CINETECA, Y RIVIERA MAYA FILM FESTIVAL. En-trada general $30.00 Estu-diantes con credencial y per-sonas 3ª edad $20.00

PROGRAMA AGOSTO 2014

Miércoles 13,17:30 hrs. Entrada LibreCiclo Asesinos y Locos. 3ª parteVIÓLAMEDir. Virginie Despentes, Cora-lie Trinh ThiFrancia / 2000 / 74 min.

Miércoles 13 de agosto, 19:00 hrs. 7º Festival Internacional de Blues y Jazz ZacatecasInauguración de exposición de fotografíaIMÁGENES DE JAZZde Fernando AcevesPermanencia hasta el do-mingo 7 de septiembre de 2014

Jueves 14, 18:00 hrs.Riviera Maya Film Festival40 DAYS OF SILENCE Dir. Saodat IsmailovaAlemania-Francia-Holanda-Uzbekistán / 2013 / 88 min.

Jueves 14, 20:00 hrs.

Entrada LibreCiclo Asesinos y Locos. 3ª parteATRAPADO SIN SALIDADir. Milos FormanEUA / 1975 / 132 min.

Viernes 15, 18:00 hrs.Riviera Maya Film FestivalHASTA QUE LA LOCURA NOS SEPAREDir. Wang BingFrancia-Hong Kong-Japón / 2013 / 227 min

Sábado 16, 18:00 Hrs.Riviera Maya Film FestivalCUMBRESDir. Gabriel NuncioMéxico / 2013 / 84 min.

Sábado 16, 20:00 hrs.Riviera Maya Film FestivalENGAÑANDODir. Bill PlymptonEUA / 2013 / 73 min.

Domingo 17, 12:00 hrs. Entrada libreMatinéPORCO ROSSODir. Hayao MiyazakiJapón / 1992 / 94 min.

Domingo 17, 18:00 hrs. Entrada LibreCiclo Asesinos y Locos. 3ª parteCABO DEL MIEDODir. Martin ScorseseEUA/ 1991/ 130 min.

7º Festival Internacional de Jazz & Blues, ZacatecasDel 14 al 30 de agosto de 2014Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez

Jueves 14, 20:00 Hrs.La Tierra Jazz Fusión; ZacatecasLa Tierra nos ofrece un nuevo ros-tro musical, con un ligero cambio de estilo y formato en relación a lo que habían presentado, además de un arriesgado viaje por nuevos caminos sonoros. La odisea audi-tiva va desde los estándares del jazz con su toque particular hasta los sonidos grunch, progresivo, funk y world, tanto de creaciones propias como ajenas.

Jueves 14, 21:00 Hrs.Alex Mercado Trío; México – ChileEs considerado como uno de los pianistas de jazz más destacados de su generación, con una labor como ejecutante extensa tanto en México como en el extranjero. Ha participado en varios festivales in-ternacionales. En 2014, grabó con apoyo del FONCA su segundo disco a trío Symbiosis y contará con la participación de Antonio Sánchez y Scott Colley, convirtiendo a Alex Mercado Trío en una de las pro-puestas de mayor vanguardia en la escena del jazz internacional.

Viernes 15, 19:00 Hrs.Vocumeri Jazz; ZacatecasLa trayectoria musical de los actua-les integrantes del Vocumeri Jazz es heterogénea, ya que a la amplia experiencia de algunos de ellos, se suma la frescura y el dinamismo de los músicos jóvenes que, con una clara conciencia del papel que desempeñan en la agrupación, nos dan una muestra de su gran capa-cidad creativa e interpretativa. Su director Ignacio Rosales cuenta con una trayectoria artística de casi 4 décadas.Viernes 15, 20:00 Hrs.E - String Project; ZacatecasJazz funk fussion. La banda surge a mediados del año 2011 como un concepto musical diferente que busca el sincretismo entre el jazz, funk y progresiones rítmico-armó-nicas, basado en la fusión de sus principales instrumentos que son el bajo eléctrico, el saxofón y el trombón. En esta ocasión, escucha-remos melodías propias de la agru-pación como Madness, Sincretismo y Silence.

Viernes 15, 21:00 Hrs.Infuzyon Jazz Project; HaitíEs una fusión de ritmos y me-lodías con raíces afro-caribeñas y un fondo de armonía jazzística. El grupo explora diversos géneros y

repertorios tal como el jazz, el re-ggae, world music y sobre todo el repertorio folklórico haitiano. In-fuzyon Jazz conjuga esos géneros con ritmos como el calypso, reg-gae, soca y zouk. Además aborda el universo rítmico africano como el petro, congo, yanvalou, entre otros.

Sábado 16, 20:00 Hrs.Luis Díaz & El Ensamble Azul; ZacatecasBlues. Luis Díaz, forma parte ya de la fotografía urbana, musical y cultural de Zacatecas. Su caminar reflexivo, con la cabeza mirando al piso, contrasta con la enorme potencia de su singular voz, con la creatividad que le circula como sangre venosa, con el blues como vehículo de protesta, de expresión, de reivindicación, de causas.

Sábado 16, 21:00 Hrs.Earl Thomas & The Rhumboogies; Estados UnidosBlues. Considerado uno de los artis-tas de blues más importantes de la década por “Best of Blues Awards”, cuenta con más de 20 años de tra-yectoria. Earl Thomas ha conquis-tado al público en Estados Unidos y Europa. Ganador del premio a Mejor Vocalista Masculino de Blues en 2011 otorgado por Backroads Blues.

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Las recientes herramientas de comunicación han es-tablecido nuevos paradigmas en materia de relación colectiva. Ahora se puede tener “amigos” con quienes nunca se ha cruzado palabra en persona. Sin embargo, a pesar del cambio de relación comunitaria, el lugar de origen-nacimiento sigue siendo un elemento de filiación para construir una comunidad. Sin ésta, se pierde cir-cunstancia y referencia del sujeto.

Pero, si no tuviéramos lugar de origen ¿qué ha-ríamos? Posiblemente inventaríamos uno. Su valor es equivalente al nombre, pues nos dan un referente en el tiempo y espacio, son parte de nuestra individualidad y colectividad; nos permiten ser.

Una obra que ayuda para construir identidad en el municipio de Río Grande es la monografía que escribie-ron los profesores Salvador Gómez Molina y Benjamín Morquecho Guerrero.

Este texto es publicado para recordar una obra que poco se atiende del profesor universitario Morquecho Guerrero (Pinos, 1933- Zacatecas, 2014). Él vivió en Río Grande y trabajó como profesor de nivel secundaria.

En octubre de 1966, en los Segundos Juegos Flora-les “Netzahualcóyotl” del municipio de Río Grande, se otorgó el premio a la obra Monografía de Río Grande. Ésta fue escrita por Salvador Gómez Molina y Benjamín Mor-quecho Guerrero; 19 años después fue impresa la última edición, con un tiraje de 3,000 ejemplares.

El estudio consta de 8 capítulos: Por las rutas de la historia; Hombres ilustres; Marco geográfico; Integración territorial y población; Actividades económicas; Comu-nicaciones y trasportes; Educación; Aspecto social; y, un Apéndice donde se encuentran comentarios, leyendas, cartas, mapas, listados de presidentes municipales, terri-torios y el árbol genealógico de Francisco de Urdiñola.

municipio y sus alrededores. También es un estandarte de identidad, es la necesidad de vincular al terruño con el espíritu nacional y con el espíritu regional-municipal de los años ochenta.

El trabajo de Salvador Gómez y Benjamín Morque-cho es el parteaguas y la única obra historiográfica de Río Grande como tal.

La Monografía de Río Grande, una vieja obra de Benjamín MorquechoPor César Eduardo Gutiérrez Rojas*

Benjamín Morquecho en Río Grande cuando impartía clases en la secundaria

La obra es el producto de años de investigación histórico-geográfica, abarca desde los primeros datos sobre la colonización de la actual región que ocupan los municipios: Juan Aldama, Francisco R. Murguía (Nieves), Miguel Auza, Sain Alto y Río Grande, para luego ir pasando a las demás etapas históricas.

En la Monografía se dedica espacio para los procesos de independencia, los primeros años como nación, los conflictos entre los dos entes ideológi-cos del XIX (conservadores y liberales), el segundo imperio, la república restaurada, el Porfiriato y la transición de poder durante y al término de la revolución mexicana, para enfatizar el Zacatecas y el Río Grande de la primera mitad del XX y algunos datos de los siguientes años hasta llegar a la década de los ochenta.

Los autores dejan claro la dificultad en la búsqueda y obtención de las fuentes históricas. La Monografía encontró respaldo en los pocos archivos municipales, en los parroquiales y en obras como: El Bosquejo Histórico de Zacatecas, de Elías Amador; Francisco de Urdiñola y el Norte de la Nueva España, de Vito Alessio Robles; Descripción Geográfica de los Reynos de Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y Nuevo León, de Alonso de la Mota y Escobar. También se auxiliaron en periódicos, informes y memorias administrativas de pasados gobernadores del estado.

En el contenido, la narración nos lleva a imaginar un Río Grande en sus diferentes momentos. Es posible gracias a la buena descripción, desde cómo se llega al lugar, hasta cómo es y el tipo de relación de las personas que le habitaban. La Monografía nos da una gran cantidad de datos y siempre parte de acontecimientos generales a particulares, crea un vínculo con la memoria colectiva riograndense y la historia nacional.

Otro dato interesante que presenta el estudio en su contenido, es la con-frontación de fuentes documentales con las orales. A través del análisis de las mismas, el contexto y la reflexión, Salvador Gómez y Benjamín Morque-cho presentan al lector dos o más perspectivas para el espectador, inducen al análisis, desmienten cuando las pruebas los respaldan.

Los autores dejan claro el objetivo de la Monografía de Río Grande: des-pertar la duda, incentivar los estudios y la inclinación a la investigación. La Monografía es el principio obligado para iniciar nuevos estudios sociales del * Historia/UAZ.

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LA GUALDRA NO. 160 / 11 DE agosto 201412

Maestro, padre, amigo, cantor, periodista, orador… de todas las profesiones que ejerció Benjamín Morquecho y de las que, sin duda, hablarán muchos, me permitiré hacer referencia a sólo una: la de abuelo.

Abuelo siempre joven, abuelo generoso, abuelo sabio. Y sobre todo abuelo orgulloso de serlo. Cuando nació el primero de sus nietos, pregonaba por toda la ciu-dad su nuevo rol en la familia pre-guntando a quien se encontraba a su paso: “¿Te presumí que ya soy abuelo?”.

A los hijos se les padece, pero a los nietos se les disfruta sin re-

servas, dicen por ahí. Para fortuna de quienes lo conocimos, el abuelo disfrutaba a todos por igual: nin-gún hijo o nieto se queda con la sensación de haber sido el menos consentido. Así era él.

Travesuras de ida y vuelta deambulaban por toda la casa: los sustos en el pasillo, las cosquillas, los pellizcos, las morquechescas bromas de las que participaban hasta las mascotas, constituían el arsenal con que se armaba para emprender su batalla contra la tris-teza o cualquier emoción e idea nociva para el alma.

Si alumnos y compañeros de magisterio recuerdan su copa de

vino tinto, los nietos pensamos en el escondite secreto de los choco-lates (tornillos y enanos, natural-mente), en la caja de la gallinita o quizá en los generosos patrocinios etílicos que nunca hicieron daño a mitad de semestre.

Si los amigos de Morquecho extrañarán O sole mio en esa in-confundible voz de ‘tenor natural’, decía él, los nietos echaremos de menos las rondas infantiles, las ri-mas picarescas y las canciones que compuso para cada uno (y que luego casualmente se escuchaban en alguna vieja estación de radio). Ahora, cuando alguien en casa in-voque: ¡Abuelo! ¡Abuelito! ¡Führer!

¡Galli! o ¡Bisco!, ya no habrá voz sonora que desde la biblioteca res-ponda ¡Gara-gara-gara! Los rituales sin él no serán los mismos. Eran muy suyos.

El abuelo no dejó deudas con nadie. Pero a veces queda la ex-traña sensación de que uno sí quedó a deberle algo: sus amigos algún último abrazo; sus alumnos un libro, quizá; sus compañeros de trabajo una posible consulta académica. Y tal vez alguna nieta lamente no haber tenido suficiente jarabe de cereza para curarle el pequeñísimo malestar que lo dejó dormido la mañana de aquel viernes; puede que algún nieto

se reclame no haber tenido sufi-ciente tiempo para entregarle el acta aprobatoria de su examen de grado o para servirle una copa de vino tinto a medio día y un vaso de leche tibia esa noche, emprender aquel viaje a Pinos...

Queda una mascota sin “buenas días”, una escalera sin el matutino crujir de la madera, el sillón sin ocupar, una taza de café a la espera, la mecedora inmóvil, se queda el sol sin dueño. Quedan los brazos vacíos de abuelo querendón, pero el corazón pletórico de alegría por vivir, de alegría por recibir la más grande de las herencias: una heren-cia de genuino amor.

Si tuviéramos el consejo divino,-si al menos fuéramos dueños-de la fórmula exacta y limpia

si nosotrossupiéramos de qué están hechos los hombres como usted

ya habríamos reunido el barro,la arcilla, el polvo cósmico, la risa de catorce mil niños, la sabiduría de todos los mares,la palabra primera de los enamorados,

la penúltima lágrima de un diosdesahuciado,la canción de cuna más dulce del mundo

para verle sonreír de nuevo entrenosotros

es una desgracia no saberloreconocer que aunque se queda,se ha idoque debemos decir adióspero -hasta siempre,-maestro.

Este niño va a llegar a ser un genio, dice or-gulloso el papá de Benjamín mientras exhibe ante sus familiares la boleta de calificaciones con puros excelentes. Es que le gusta mucho el estudio, se la pasa leyendo. Y los familiares se quedan asombrados, la mayoría; recelosos, algunos; y otros con cara de envidia, porque mientras sus hijos corren como chivas locas

haciendo peligrar los adornos de la sala, Ben-jamín está sentado a la mesa del escritorio ojeando un libro. Yo pienso que va a ser un gran científico, dice el tío Rosendo mirando al niño que, ajeno a la plática, sonríe mientras lee detenidamente un cuaderno con ilustra-ciones de animales y plantas exóticas. No, yo quiero que sea abogado, dice su padre, y por

dentro piensa que no escatimará esfuerzos ni sacrificios para mandarlo a una buena escuela, a que se prepare como debe de ser. Será sacerdote pero, no cura de rancho, va a llegar a ser mínimo obispo o cardenal, dice tí-midamente su madre mientras todos voltean a mirarla con cara de desacuerdo. Benjamín, deja el libro, pide permiso a los mayores para

salir al jardín. Se pone a correr junto con sus primos que momentos antes habían sido exiliados de la sala. Corre, juega, brinca… a él no le preocupa qué será de grande, tal vez sea cantante, eso le gusta mucho; o profesor, o filósofo, eso qué importa; lo que quiere cuando sea grande es no perder su inocencia y ser feliz por siempre.

¿Te presumí que soy abuelo?Por María Luisa Sánchez

Adiós, pero hasta siempre[A la memoria de Benjamín Morquecho]Por Roberto Galaviz

Benjamín Por Pilar Alba

Para Adriana Morquecho

Tarjeta de Benjamín Morquecho a su madre, cuando tenía 10 años

Río d

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abra

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