La Ciencia y El Anarquismo

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    Este cuadernillo ha sido editado por La Neurosis o Las Barricadas enel mes de septiembre de 2013 en Madrid:

    http://www.laneurosis.net/ 

    Copia y difunde.

    ÍNDICE:

    Introducción....................................................................................................3 Anarquismo y ciencia de Errico Malatesta........................................................5Ciencia, Filosofía de la ciencia y anarquismo de Íker Dobarro..........................13La Sociología y el proyecto modernizador de Juanma Agulles...........................21

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    CIENCIA   Y   ANARQUISMO

    INTRODUCCIÓN 

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    uando el lector o la lectora se enfrente al cuadernillo que hemos titu-lado Ciencia y anarquismo lógicamente pensará que el contenido queleerá podrá servirle para hacerse una idea general de la relación que ha

    existido o existe actualmente entre el pensamiento anarquista y la ciencia. Des- graciadamente podemos decepcionar en cierto modo al lector/a porque los textosque hemos elegido no son necesariamente los más representativos de las posturas

     mayoritarias de los/as anarquistas en este campo. Nos hemos decantado por lostextos que consideramos más lúcidos dentro del inevitablemente limitado vagajecultural libertario que poseemos. Los lectores pueden sacar una conclusión clarade la afirmación que hemos advertido: si los textos elegidos son considerados los

     más interesantes y, sin embargo, no son los más representativos, eso significa

    que buena parte del movimiento libertario a lo largo de su historia no consiguióalcanzar la agudeza teórica que le caracterizó en otros muchos campos. Eso eslo que nosotras pensamos y lo decimos sin ruborizarnos porque somos enemigosde cualquier forma de autocomplacencia que sólo sirviría para provocar de una

     forma u otra un inevitable estancamiento.

    Pese a que en el artículo que reproducimos de Íker Dobarro se puede verun posicionamiento contrario al nuestro, nosotras mantenemos que para haberelegido textos representativos debiéramos haber seleccionado artículos donde se

     mostrara un ingenuo optimismo científico (más bien cientificismo debiéramosdecir) que ha sido la postura más extendida durante buena parte de la historiadel movimiento anarquista. Si la ciencia fue acogida con un espíritu aparen-temente acrítico fue porque en los países del sur de Europa, donde la Iglesia

     mantuvo hasta bien entrado el siglo XX un gran poder, representó la razón frente al oscurantismo de la superstición religiosa. En ese sur de Europa dondeel movimiento anarquista arraigó con fuerza, la ciencia fue aceptada comoherramienta al servicio de la verdad para la consecución del ideal heredado

    del proyecto ilustrado del hombre culto que representaba el futuro frente a un pasado percibido como lleno de sombras a causa de la ignorancia y la religiosi-dad, inevitablemente unidas.

    El espíritu de buena parte del siglo XIX estaba lleno de fe en el progreso, y la ciencia inevitablemente unida a éste representaba un pilar fundamental para el avance social. La visión mayoritaria sentía la ciencia como una suma deconocimientos cuya acumulación representaba un constante avance que dejabaatrás el «error». Como se puede observar el paralelismo con la concepción de la

    historia es evidente, pues la visión según la cual el progreso era lineal e inevitablerespondía a idénticos esquemas. Este modo de ver las cosas se asentó entre todoslos amantes de las ideas progresistas allá por esa época y en el caso de muchos

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    anarquistas, como ya hemos señalado, arraigó con tanta fuerza que se convirtióen una idea-fuerza fundamental durante décadas y décadas.

    Pese a que cuantitativamente la postura arriba expuesta haya sido la másextendida, no ha sido la única y de ello queremos dar muestra con el primer

    artículo de los tres que componen este cuadernillo, que rompe con el espíritucontemporáneo que pretendimos dar a esta recopilación en un primer momento.Pese a todo creemos que el cuadernillo nos aporta un acercamiento al anar-quismo actual que nos muestra cómo se han ido madurando posturas más sóli-damente críticas influidas por la Sociología de la Ciencia.

     Aunque nos hubiera gustado aportar una recopilación más amplia, cree- mos que al menos podemos decir que hemos conseguido reproducir textos deverdadero interés que abarcan diferentes campos científicos adentrádose por

    igual tanto en la «ciencias duras», es decir, aquellas habitualmente denomina-das Experimentales como en las «blandas», es decir, las Ciencias Sociales.

     

    LA NEUROSIS  O  LAS  BARRICADAS ED.

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    ANARQUISMO Y CIENCIA

    La ciencia es un arma que puede servir para el bien o para el mal; peroella misma ignora completamente la idea de bien y de mal.Por lo tanto, no somos anarquistas porque la ciencia nos diga quelo seamos; lo somos, en cambio, por otras razones, porque queremos quetodos puedan gozar de las ventajas y las alegrías que la ciencia procura.1

    En la ciencia, las teorías, siempre hipotéticas y provisorias, constituyenun medio cómodo para reagrupar y vincular los hechos conocidos, y un ins-trumento útil para la investigación, el descubrimiento y la interpretaciónde hechos nuevos: pero no son la verdad. En la vida —quiero decir en lavida social— sólo son el revestimiento científico con que algunos gustande recubrir sus deseos y voluntades. El cientificismo (no digo la ciencia)que prevaleció en la segunda mitad del siglo XIX, produjo la tendencia aconsiderar como verdades científicas, es decir, como leyes naturales y porlo tanto necesarias y fatales, lo que sólo era el concepto, correspondientea los diversos intereses y a las diversas aspiraciones, que cada uno teníade la justicia, del progreso, etcétera, de lo cual nació «el socialismo cien-tífico» y, también «el anarquismo científico», que aunque profesados pornuestros mayores, a mí siempre me parecieron concepciones barrocas, queconfundían cosas y conceptos distintos por su naturaleza misma.

    Pueden estar equivocados o tener razón, pero en todo caso me com-

    plazco en haber podido escapar a la moda de la época, y por lo tanto atodo dogmatismo y pretensión de poseer la «verdad social» absoluta.2Yo no creo en la infalibilidad de la ciencia, ni en su capacidad de expli-

    carlo todo, ni en su misión de regular la conducta de los hombres, comono creo en la infalibilidad del papa, en la moral revelada y en el origendivino de las Sagradas Escrituras.

    Yo sólo creo en las cosas que pueden probarse; pero sé muy bien que laspruebas son algo relativo y pueden superarse y anularse continuamente

    mediante otros hechos probados, cosa que en verdad suele ocurrir; y creo,por lo tanto, que la duda debe ser la posición mental de quien aspire aaproximarse cada vez más a la verdad o, por lo menos, a esa porción deverdad que es posible alcanzar...

    A la voluntad de creer, que no puede ser más que la voluntad de anularla propia razón, opongo la voluntad de saber, que deja abierto ante noso-tros el campo ilimitado de la investigación y el descubrimiento. Pero como

     ya he dicho, sólo admito lo que puede probarse de modo de satisfacer a mirazón, y sólo lo admito provisoriamente, relativamente, siempre en esperade nuevas verdades, más verdaderas que las adquiridas hasta ahora.1. Volontà, 27 de diciembre de 1913.2. Umanità Nova, 27 de abril de 1922.

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    hechos y, para lograr esa confirmación, eligen inconscientemente los queles convienen pasando por alto los otros y forzando y desfigurando a vecesla realidad para constreñirla y hacerla entrar en los moldes de sus concep-ciones. El hombre de ciencia emplea hipótesis de trabajo, es decir, formulasuposiciones que le sirven de guía y de estímulo en sus investigaciones,pero no es víctima de sus fantasmas tomando sus suposiciones por verda-des demostradas, a fuerza de servirse de ellas, y generalizando y elevandoa la categoría de ley, con inducción arbitraria, todo hecho particular queconvenga a su tesis.

    El cientificismo que yo rechazo y que, provocado y alimentado por elentusiasmo que siguió a los descubrimientos verdaderamente maravillososque se realizaron en aquella época en el campo de la fisicoquímica y de lahistoria natural, dominó los espíritus en la segunda mitad del siglo pasado,

    es la creencia en que la ciencia lo sea todo y todo lo pueda, es el acep-tar como verdades definitivas, como dogmas, todos los descubrimientosparciales; es el confundir la ciencia con la moral, la Fuerza en el sentidomecánico de la palabra, que es una entidad definible y mensurable, conlas fuerzas morales, la naturaleza con el pensamiento, la ley natural conla voluntad. Tal actitud conduce, lógicamente, al fatalismo, es decir, a lanegación de la voluntad y de la libertad.4 

    Kropotkin, en su intento de fijar «el lugar del anarquismo en la ciencia

    moderna», encuentra que el «anarquismo es una concepción del universobasada sobre la interpretación mecánica de los fenómenos que abrazantoda la naturaleza, sin excluir la vida de la sociedad».

    Esto es filosofía, aceptable o no, pero no es ciertamente ciencia nianarquismo.

    La ciencia es la recolección y la sistematización de lo que se sabe o secree saber: enuncia el hecho y trata de descubrir la ley de éste, es decir, lascondiciones en las cuales el hecho ocurre y se repite necesariamente. Laciencia satisface ciertas necesidades intelectuales y es, al mismo tiempo,eficacísimo instrumento de poder. Mientras indica en las leyes naturales ellímite al arbitrio humano, hace aumentar la libertad efectiva del hombreal proporcionarle la manera de usufructuar esas leyes en ventaja propia.

    La ciencia es igual para todos y sirve indiferentemente para el bien ypara el mal, para la liberación y para la opresión.

    La filosofía puede ser una explicación hipotética de lo que se sabe, oun intento de adivinar lo que no se sabe. Plantea los problemas que esca-pan, por lo menos hasta ahora, a la competencia de la ciencia e imagina

    soluciones que, por no ser susceptibles de prueba, en el estado actual delos conocimientos, varían y se contradicen de filósofo a filósofo. Cuando4. Pensiero e Volontà, 19 de noviembre de 1924.

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    no se transforma en un juego de palabras es un fenómeno de ilusionismo;puede servir de estímulo y de guía para la ciencia, pero no es la ciencia.

    El anarquismo es, en cambio, una aspiración humana, que no se fundasobre ninguna necesidad natural verdadera o supuesta, y que podrá rea-lizarse según la voluntad humana. Aprovecha los medios que la cienciaproporciona al hombre en la lucha contra la naturaleza y contra las volun-tades contrastantes; puede sacar provecho de los progresos del pensa-miento filosófico cuando éstos sirvan para enseñar a los hombres a razonarmejor y a distinguir con más precisión lo real de lo fantástico; pero no selo puede confundir, sin caer en el absurdo, ni con la ciencia ni con ningúnsistema filosófico.

    Veamos si realmente «la concepción mecánica del Universo» explicalos hechos conocidos.

    Veremos luego si se la puede por lo menos conciliar, hacerla coexistirlógicamente con el anarquismo o con cualquier aspiración a un estado decosas distinto del que existe.

    El principio fundamental de la mecánica es la conservación de la ener-gía: nada se crea y nada se destruye.

    Un cuerpo no puede ceder calor a otro sin enfriarse en la misma medida;una forma de energía no puede transformarse en otra (movimiento encalor, calor en electricidad o viceversa, etc.) sin que lo que se adquiere de

    una manera se pierda de otra. En síntesis, en toda la naturaleza física severifica el mismo y conocidísimo hecho de que si uno tiene diez centavos y gasta cinco, sólo le quedan cinco, ni uno más ni uno menos.

    En cambio, si uno tiene una idea la puede comunicar a un millón depersonas sin perder nada de ella, y cuanto más se propaga esa idea tantamayor fuerza y eficacia adquiere. Un maestro enseña a otro lo que él sabe,

     y no por ello se vuelve menos sabio, sino, por el contrario, al enseñaraprende mejor y enriquece su mente. Si un trozo de plomo lanzado poruna mano homicida trunca la vida de un hombre de genio, la ciencia podráexplicar en qué se transforman todos los elementos materiales, todas lasenergías físicas que existían en el muerto cuando estaba vivo, y demostrarque después de desintegrado el cadáver no queda nada del hombre enla forma que antes tenía, pero que al mismo tiempo nada se ha perdidomaterialmente, porque cada átomo de aquel cuerpo reaparece con todassus energías en otras combinaciones. Pero las ideas que aquel genio lanzóal mundo, los inventos que realizó, subsisten y se propagan y pueden teneruna enorme fuerza; mientras que, por otra parte, las ideas que todavía

    maduraban en él y que se habrían desarrollado si él no hubiera muerto,están perdidas y ya no será posible reencontrarlas.

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    ¿Puede explicar la mecánica este poder, esta cualidad específica de losproductos mentales?

    No se me pida, por favor, que explique de otra manera este hecho quela mecánica no logra explicar.

    Yo no soy un filósofo; pero no es necesario ser filósofo para ver ciertosproblemas que más o menos atormentan a todas las mentes pensantes. Yel no saber resolver un problema no lo obliga a uno a aceptar solucionesque no lo satisfacen... tanto más que las soluciones que ofrecen los filóso-fos son muchas y se contradicen entre sí.

    Y veamos ahora si el mecanicismo es conciliable con el anarquismo.En la concepción mecánica (como por lo demás en la concepción

    teísta) todo es necesario, todo es fatal, nada puede ser diferente de lo quees.

    De hecho, si nada se crea ni se destruye, si la materia y la energía (seanlo que fueren) son cantidades fijas sometidas a leyes mecánicas, todos losfenómenos están combinados entre sí de una manera inalterable.

    Kropotkin dice: «Puesto que el hombre es una parte de la naturaleza,puesto que su vida personal y social es también un fenómeno de la natu-raleza —del mismo modo que el crecimiento de una flor o la evoluciónde la vida en las sociedades de hormigas y de monos—, no hay ningunarazón para que al pasar de la fl or al hombre y de una aldea de castores a

    una ciudad humana, debamos abandonar el método que nos había servidotan bien hasta entonces y buscar otro en el arsenal de la metafísica». Y yael gran matemático Laplace, a fines del siglo XVIII, había dicho: «Estandodadas las fuerzas que animan a la naturaleza y la situación respectiva delos seres que la componen, una inteligencia suficientemente amplia cono-cería el pasado y el porvenir tan bien como el presente».

    Ésta es la pura concepción mecánica; todo lo que ha sido debía ser,todo lo que es debe ser, todo lo que será deberá ser necesariamente, fatal-mente, en todos los mínimos detalles particulares de posición y de movi-miento, de intensidad y de velocidad.

    Dentro de tal concepción, ¿qué significado pueden tener las palabrasvoluntad, libertad, responsabilidad? ¿Y para qué serviría la educación, la pro-paganda, la rebelión? No se puede modificar el curso predestinado de losacontecimientos humanos tal como no se puede modificar el curso de losastros o «el crecimiento de una flor». ¿Y entonces?

    ¿QUÉ TIENE QUE VER CON  ESTO  EL ANARQUISMO?5

    Tenemos nuestra mesa de trabajo colmada de escritos de excelentescamaradas que queriendo dar «una base científica» al anarquismo5. Pensiero e Volontà, 19 de julio de 1925.

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    incurren en confusiones que resultarían ridículas si no fueran patéticaspor la evidencia del esfuerzo realizado en la sincera creencia de que pres-taban servicios a la causa y lo más patético de todo es que la mayoría deellos se excusan de no haber podido hacerlo mejor porque no pudieronestudiar.

    Pero entonces, ¿por qué confundirse en lo que no se sabe, en vez dehacer buena propaganda fundada sobre las necesidades y aspiracioneshumanas?

    No es por cierto necesario ser un doctor para resultar un anarquistabueno y útil —más aún, en ciertas ocasiones es peor serlo—. ¡Pero parahablar de ciencia podría quizá no ser inútil saber algo de ella!

    Y no se nos acuse, como lo hizo recientemente un compañero, detener en poca estima la ciencia. Al contrario, sabemos qué cosa hermosa,

    grande, poderosa y útil es la ciencia; sabemos en qué medida sirve a laemancipación del pensamiento y al triunfo del hombre en la lucha contralas fuerzas adversas de la naturaleza: y querríamos por ello que nosotrosmismos y todos nuestros compañeros tuviéramos la posibilidad de hacer-nos de la ciencia una idea sintética y de profundizarla por lo menos en unade sus innumerables ramas.

    En nuestro programa está escrito no sólo pan para todos, sino tambiénciencia para todos. Pero nos parece que para hablar útilmente de ciencia

    seria necesario formarse primero un concepto claro de sus finalidades yfunción.La ciencia, como el pan, no es un don gratuito de la naturaleza. Hay

    que conquistarla con fatiga, y nosotros combatimos para crear condicio-nes que posibiliten a todos esa fatiga.6

    El fin de la investigación científica es estudiar la naturaleza, descubrirel hecho y las leyes que la rigen, es decir, las condiciones en las cuales elhecho ocurre necesariamente y se reproduce necesariamente. Una cienciaestá constituida cuando puede prever lo que ocurrirá, sin que importe sisabe o no decir por qué ocurrirá; si la previsión no se verifica, quiere decirque había un error y sólo resta proceder a una indagación más amplia yprofunda. El azar, el arbitrio, el capricho, son conceptos extraños a la cien-cia, la cual investiga lo que es fatal, lo que no puede ser de otra manera,lo que es necesario.

    Esta necesidad que vincula entre sí, en el tiempo y el espacio, a todoslos hechos naturales y que es tarea de la ciencia investigar y descubrir,¿abarca todo lo que ocurre en el universo, incluidos los hechos psíquicos

     y sociales?

    6. Pensiero e Volontà, 16 de noviembre de 1925.

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    Los mecanicistas dicen que sí, y piensan que todo está sometido ala misma ley mecánica, todo está predeterminado por los anteceden-tes fisicoquímicos: así ocurre con el curso de los astros, la eclosión deuna flor, la agitación de un amante, el desarrollo de la historia humana.Estoy totalmente de acuerdo en que el sistema aparece bello y grandioso,menos absurdo, menos incomprensible que los sistemas metafísicos, y si sepudiese demostrar que es verdadero, satisfaría completamente el espíritu.Pero entonces, pese a todos los esfuerzos pseudológicos de los determinis-tas para conciliar el sistema con la vida y con el sentimiento moral, noqueda lugar en él, ni pequeño ni grande, ni condicionado ni incondicio-nado, para la voluntad y para la libertad. Nuestra vida y la de las socieda-des humanas estaría totalmente predestinada y sería previsible, ab eterno 

     y por toda la eternidad, en todos sus mínimos detalles particulares, tal

    como cualquier otro hecho mecánico, y nuestra voluntad sería una simpleilusión como la de la piedra de la que habla Spinoza, que al caer tuvieseconciencia de su caída y creyese que cae porque ella quiere caer.

    Admitido esto, cosa que los mecanicistas y deterministas no puedenno admitir sin contradecirse, se vuelve absurdo querer regular la propiavida, querer educarse y educar, reformar en un sentido u otro la organiza-ción social. Todo este afanarse de los hombres para preparar un porvenirmejor sólo sería el inútil fruto de una ilusión y no podría durar después de

    haberse descubierto que lo es. Es cierto que incluso la ilusión, y hasta elabsurdo, serían productos fatales de las funciones mecánicas del cerebro y como tal se incorporarían al sistema. Pero entonces, una vez más, ¿quélugar resta para la voluntad, la libertad, la eficacia del trabajo humanosobre la vida y sobre los destinos del hombre?

    Para que los hombres tengan fe, o por lo menos esperanza de poderhacer una tarea útil, es necesario admitir una fuerza creadora, una causaprimera, o causas primeras, independientes del mundo físico de las leyesmecánicas, y esta fuerza es lo que llamamos voluntad.

    Por cierto, admitir esta fuerza significa negar la aplicación general delprincipio de causalidad y de razón suficiente, y nuestra lógica tropieza condificultades. Pero ocurre siempre así cuando queremos remontarnos al ori-gen de las cosas. No sabemos qué es la voluntad; pero ¿sabemos acaso quées la materia, qué es la energía? Conocemos los hechos pero no la razónde éstos, y por más que nos esforcemos llegamos siempre a un efecto sincausa, a una causa primera, y si para explicarnos los hechos tenemos nece-sidad de causas primeras siempre presentes y siempre activas, aceptaremos

    su existencia como una hipótesis necesaria, o por lo menos cómoda.Consideradas así las cosas, la tarea de la ciencia consiste en descubrirlo que es fatal —las leyes naturales— y establecer los límites donde ter-

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    mina la necesidad y comienza la libertad; y su gran utilidad consiste enliberar al hombre de la ilusión de que puede hacer todo lo que quiere, y enampliar cada vez más su libertad efectiva. Cuando no se conocía la fata-lidad que somete a todos los cuerpos a la ley de la gravitación, el hombrepodía creer que le era posible volar a su gusto, pero se mantenía en tierra;cuando la ciencia descubrió las condiciones necesarias para sostenerse ymoverse en el aire, el hombre adquirió la libertad de volar realmente.

    En conclusión, lo que sostengo es que la existencia de una voluntadcapaz de producir efectos nuevos, independientes de las leyes mecánicasde la naturaleza, es un presupuesto necesario para quien sostenga la posi-bilidad de reformar la sociedad.7

     ERRICO MALATESTAReelaboración preparada por Vernon Richards

    (Malatesta. Pensamiento y Acción revolucionarios)a partir de artículos del autor publicados entre 1913 y 1926

    7. Pensiero e Volontà, 19 de febrero de 1926.

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    CIENCIA, FILOSOFÍA DE LA CIENCIA Y ANARQUISMONosotros somos la encarnación local del Cosmos, que ha crecido hastatener consciencia de sí. Hemos empezado a contemplar nuestros oríge-nes: sustancia estelar que medita sobre las estrellas; conjuntos organizadosde decenas de miles de billones de billones de átomos que consideran la

    evolución de los átomos y rastrean el largo camino a través del cual llegóa surgir la consciencia, por lo menos aquí. Nosotros hablamos en nombrede la Tierra. Debemos nuestra obligación de sobrevivir no sólo a nosotrossino también a este Cosmos, antiguo y vasto, del cual procedemos.

    Carl Sagan (1934-1996).

    La ciencia ha sido considerada tradicionalmente por el anarquismocomo una vanidad burguesa que a lo largo de la Historia se ha con-vertido en un instrumento del poder para la dominación y explota-ción del pueblo y de los recursos naturales. Sin embargo, la ciencia no esexactamente esto, así como la política no es exactamente el parlamen-tarismo. La ciencia es un conjunto de conocimientos objetivos sobre elmundo que rodea al ser humano y una metodología basada en criterios deracionalidad que constituyen un Patrimonio de la Humanidad. Para hablarde ciencia, primero hay que definir su objeto de estudio y la metodologíaque utiliza para validar o rechazar las conclusiones a las que llega sobreaquél. Estas definiciones están lejos de ser obvias, por lo que, duranteaños, desde el Circulo de Viena, pasando por Popper, Kuhn y Feyerabend,

    hasta las teorías sobre ciencia y tecnología actuales, se ha desarrolladouna disciplina filosófica, denominada Filosofía de la Ciencia, que trata dedesentrañar las bases que subyacen en el conocimiento científico y en susteorías.

    En el proyecto de construcción de una sociedad libertaria, basada enla justicia social y económica, en el libre desarrollo de la persona y en laracionalidad de la educación, la ciencia, su desarrollo y la socialización desus conocimientos son esenciales para el pleno éxito del modelo social. Encontraposición a la actual situación de la investigación científica y tecno-lógica, dominada por el elitismo, el hermetismo, la superespecialización,la precariedad y la orientación eminentemente empresarial, se proponeun modelo de ciencia social, divulgadora, holística, sintética, humanista

     y equitativa entre los conocimientos de base y aplicados. Si nosotr@s,l@s libertari@s, queremos un desarrollo pleno del ser humano, debemosanalizar, debatir, cuestionar y establecer desde ahora cómo es la dimensióncientífica del ser humano, qué importancia tiene para su experiencia vitalen sociedad y cuáles son los mecanismos que ésta debería establecer para

    su correcta gestión.

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    LA VISIÓN ACTUAL DE LA CIENCIA

    La ciencia hunde sus raíces en las épocas más tempranas del desarrollodel ser humano. Conforme el cerebro humano se iba tornando más y más complejo, empezó a surgir la necesidad de explicar los fenómenosnaturales, darles una utilidad y, en su caso, dominarlos y obtener recursosde ellos. Así, la ciencia no deja de ser un patrimonio de toda la Humani-dad, porque es toda ella quien la ha creado, cambiado, moldeado… Sinembargo, el surgimiento de grupos humanos que ejercen el poder sobre elresto de la sociedad provocó la apropiación por parte de aquellos del cono-cimiento y desarrollo del mismo, así como se apropiaron de los medios ylos recursos de producción, concentrando en unas pocas manos la mayorparte de la riqueza de la Tierra. Así la ciencia se ha transformado en algolejano y virtualmente ajeno a gran parte de la población humana, propie-

    dad de unos pocos privilegiados que conforman élites; así, gran parte de laHumanidad ve en la ciencia otro lujo de los muchos que disfrutan los ricos y que, por ello, les son vedados por su condición económica. Aún más, enmuchas ocasiones, el único acercamiento a la ciencia que las clases aco-modadas ofrecen a la población es en forma de los efectos más terribles desu uso inhumano e irracional: bombas, contaminación de alimentos, de laatmósfera, de las aguas… Aquella parte de la Humanidad que ha nacidoen el amplio lado de los desheredados ve en la ciencia y la tecnología un

    terrible leviatán que de poco en poco viene a visitarla con un horrendodesastre entre las garras.Esta es la visión actual de la ciencia y de la comunidad científica,

    ligada estrechamente al desarrollo tecnológico dirigido por el Estado y losejércitos desde la Segunda Guerra Mundial, cuyo relevo fue tomado porlos grandes grupos corporativos de la biotecnología y las tecnologías dela comunicación en las últimas décadas. La ciencia entonces tiene unadimensión real, en la que únicamente se encuentran las redes establecidaspor los poderes fácticos para sus propios intereses, y otra virtual, en la quea la sociedad se le dan unas pequeñas migajas banales en forma de feriascientíficas, artículos insustanciales en los medios de comunicación demasas (muchos de ellos incluso carentes de rigor) y documentales de pre-tendida orientación científica y educativa. Sin embargo, entre estas dosdimensiones bien diferenciadas, está la comunidad científica, cuya estruc-tura es muy heterogénea, en la que sus componentes, a pesar de haberpasado a formar parte de la clase obrera mediante la profesionalizacióndirigida por los poderes antes mencionados, aún no se ha sabido sacudir

    el polvo elitista y academicista de la época de la Ilustración; a pesar de nofuncionar ya con esos valores, sino directa e indirectamente con los de laeconomía de mercado y el capitalismo. La comunidad científica es una

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    masa informe cuyos movimientos no son dirigidos por ella misma, sinoque, como medusa, se deja llevar de forma incosciente por la marea de losintereses geoestratégicos, corporativos y políticos. La gestión de la ciencia,como los medios de producción, están en manos de los ricos y poderosos.

    ¿QUÉ  ES CIENCIA?

    La ciencia no es más ni menos que un modo de explicar el mundo,de establecer mapas para moverse en él de una manera racional, deechar abajo los mapas erróneos y realizar otros nuevos. La ciencia tambiénes un método que pueda ser utilizado por todo el mundo para probar orechazar esos mapas: no hay verdades absolutas en la ciencia, sino teoríasque funcionan en la realidad o no funcionan. La ciencia es además unaestructura del conocimiento y una forma de expresarlo, cuyas normas y

    principios deben ser universales para que todo el mundo pueda contrastarsu veracidad y, a su vez, comunicar los resultados de dichos contrastes deforma inequívoca. Y todo esto puede ser fácilmente explicado a cualquierpersona, porque el modo, el método y la estructura son construccioneshumanas. Lejos de constituir un saber ocultista, cuya comprensión esta-ría reservada sólo a una ínfima parte de la población con capacidadesextraordinarias, la ciencia es uno de los productos más humanos que exis-ten y, por tanto, toda persona está capacitada para aprenderla y ejercitarla

    (a menos que exista una especie con una complejidad mayor que la deHomo sapiens subsp. sapiens).Sin embargo las definiciones concretas de ese modo, método y estruc-

    tura que suponen la ciencia no están ni mucho menos claros ¿Entonces?¿Tenemos un sistema para el conocimiento de mundo que no tiene verda-des absolutas y que además ni siquiera su funcionamiento está claro? Pormucho que esa dimensión de migajas banales que se nos pretende vendercomo ciencia nos diga tajantemente una y otra vez que se ha descubiertotal o cual planeta, que se ha conseguido la cura infalible contra cualquierenfermedad terrible, que venimos del mono, y que todo ello es palabrade ciencia incuestionable, la ciencia no asegura nunca nada de formainfalible y ni siquiera sabe cómo ha llegado a sus conclusiones de formaexacta, ni si está utilizando el método más apropiado para contrastar lainformación,… Pero, ¿cómo puede ser? ¡Entonces, la ciencia es un vacíode vacíos, una quimera! Sí y no. La ciencia no es más que lo que es: unaconstrucción humana. Por mucho que a la comunidad científica nos apa-sione la labor científica, deberíamos tener siempre presente su estrecha

    relación con nuestra humanidad y, por tanto, con la vida y sus cambios.Algo que, en la mayor parte de las ocasiones, parece que nos empeñamosen separar en defensa de una supuesta objetividad absoluta.

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    Por tanto, antes que el quehacer científico, al ser humano le quedaríapor abordar en primer lugar qué es la ciencia y cómo funciona. Este pro-blema, aunque siempre ha sobrevolado de un proceso pues meramenteinductivo, de lo particular a lo general. Siendo el lenguaje científico labase del estudio filosófico de la ciencia del Círculo de Viena, no es deextrañar que su principal foco de interés fuera la forma en la que los/ las científicos/as comunican sus resultados en forma de artículos o libros.Para el Círculo de Viena no era importante el modo en el que se llegaba aldescubrimiento científico, sino su resultado final: la comunicación. Aquíes donde proponían su unificación de criterio científico.

    Así comenzó la apasionante aventura de la filosofía de la ciencia, lavuelta al hermanamiento entre dos conocimientos humanos que nuncadebieron caminar separados. El trabajo del Círculo de Viena fue truncado

    por el auge del fascismo en Austria y toda Europa. Sin embargo, su germenpermaneció en lo que se dio en llamar la Concepción Heredada.El segundo gran hito en la filosofía de la ciencia fue la publicación en

    1934 de La lógica de la investigación científica del filósofo Karl RaimundPopper. En esta obra, Popper critica duramente la verificación de predic-ciones como función principal de la ciencia y propone justo lo contrario:la ciencia tiene que probar que las predicciones son falsas con la expe-riencia. Mientras que una predicción o teoría no pueda ser contradicha,

    cuantas más situaciones pueda resolver victoriosa, tanto más fuerte sehará. Popper propone algo que debería ser tenido en cuenta en cualquierinvestigación: la ciencia no puede probar que algo sea una verdad abso-luta y, por lo tanto, lo único que puede hacer es intentar desmentir esasverdades absolutas. Basta una sola prueba en una situación determinadapara la cual una hipótesis falla para echarla por tierra. Esto se llamó fal-sacionismo.

    Con el principio del falsacionismo, Popper no sólo escapó de los lími-tes del lenguaje científico impuestos por el trabajo del Círculo de Viena,sino que pudo construir una teoría de la estructura de la ciencia másamplia. Primero, puso de relieve la importancia del problema del llamado“criterio de demarcación”, o lo que es lo mismo, qué es ciencia y qué noes ciencia. Para Popper estaba claro: una teoría es científica si puede serfalsada por la experiencia, si puede ser puesta a prueba por la experiencia.Y cuantos más escenarios abarque una teoría, cuanto más peligro de serechada abajo pueda tener, mayor información sobre el mundo contendrá.

    Es curioso que el falsacionismo de Popper subyace en las herramien-

    tas estadísticas utilizadas en la actualidad por las ciencias experimentalespara demostrar sus resultados. Los análisis que se suelen aplicar a los datosobtenidos en un experimento están construidos con la base de rechazar

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    rriendo al mito, a teorías rechazadas por la comunidad científica. Feyera-bend, en su obra, explora con numerosos ejemplos, la abundancia de estoscasos en la historia de la ciencia, dedicando especial atención a los traba-jos de Galileo, el cual tuvo que echar mano de teorías que se considerabancomo propias de la mitología profana, para demostrar la veracidad delmovimiento de la Tierra alrededor del Sol.

     EL ANARQUISMO  Y LA CIENCIA

    Como hemos visto, la ciencia es algo más que los documentales sobreanimales del Serengeti, más que el descubrimiento de una nuevaestrella, más que lo que los libros de texto de nuestro maltrecho, manipu-lado, banal, embrutecedor sistema educativo nos muestran.

    Hubo un tiempo en que la ciencia no era un saber humano parcelado,

    sino unido en estrecha comunión con los demás saberes. Era el tiempoen que un astrónomo como Kepler se permitía el lujo de encontrar lospatrones que relacionaban las ecuaciones de las órbitas de los planetascon la música; en el que un tipo en Italia se dedicaba a fabricar máquinasfantásticas observando el movimiento de los seres vivos, al mismo tiempoque intentaba desentrañar los misterios del cuerpo humano y los aplicabaa la pintura. Hoy se exige a los/las investigadores/as que se especialicen almáximo en una cuestión, obviando, no sólo el resto de los conocimientos

    humanos, sino los avances en otras áreas, a veces muy cercanas, de suspropias disciplinas científicas. El humanismo que inspiraba la investiga-ción científica desde el mundo helénico ha desaparecido, dejando paso auna especialización profesional para resolver los problemas que interesanal Estado, al ejército y a las grandes corporaciones empresariales. Al cien-tífico/a común ya no le interesa desentrañar los misterios de la naturaleza

     y encontrar el lugar del ser humano en ella, sino conseguir lo más rápidoposible una patente de un gen o publicar un artículo en una revista cientí-fica de impacto para seguir teniendo prestigio o presencia en la comunidadcientífica y para poder seguir obteniendo la financiación necesaria paracontinuar con su trabajo; se promueve la investigación aplicada antes quela básica; se han eliminado las relaciones entre conocimientos, lo que difi-culta la elaboración de grandes teorías que intenten dar una explicacióndel mundo que nos rodea. En definitiva, la ciencia no avanza, sólo avanzala tecnología; el ser humano no avanza, se ha quedado estancado en lareproducción continua con distintos matices de lo que ya conoce.

    Por otro lado, la ciencia no tiene ninguna conexión con la fuente que

    la inspira y sostiene: la vida. Posiblemente nunca la tuvo, puesto que sunacimiento se dio en el seno de las clases acomodadas y su desarrollo hapermanecido en ellas, únicas con posibilidad económica y temporal de

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    disfrutar de esta dimensión humana. Fruto de la herencia social que arras-tra la investigación científica, la abstracción de la realidad para obtenerpatrones que está en buena parte de su esencia, la incomunica aún máscon la vida. Esto es un freno para la superación basada en el conocimientodel ser humano, puesto que hay una amplia gama de fenómenos, de varia-bles, de factores generados por la vida que la ciencia, en su proceso deabstracción, no tiene en cuenta. También el progreso social se ve afectadopor el abismo entre la ciencia y la vida, puesto que los avances científicospocas veces revierten de una forma real en la población, ni económicani cognitivamente. Una de las principales funciones de un/a científico/a,después de la comunicación de sus trabajos a la comunidad científica,debiera ser la puesta a disposición de la sociedad sus resultados de unamanera ya comprensible y fuera de los tecnicismos, útiles, por otra parte,

    para el desarrollo diario de su trabajo. Es decir, no existe divulgación real.Sólo existen unos pocos ejemplos dignos de divulgación en la comuni-dad científica, siempre generados por las pocas personas con una visiónhumanista de la ciencia y que ya no necesitan estar continuamente com-pitiendo con sus colegas de profesión, porque, la divulgación científica nose premia.

    El anarquismo clásico se ocupó de la ciencia de una manera secunda-ria, puesto que era más inmediato establecer las bases de la teoría social

    que lo sustentara y discutir el modelo de gestión de los recursos naturales y económicos que proponía. También hay que recordar que el desarrollode la filosofía de la ciencia se dio unos años después de que el anarquismoclásico ya estuviera bien definido, tanto en la teoría como en la práctica.Sin embargo, encontramos, por ejemplo, que Bakunin, en su obra Dios y elEstado (1870), durante su ataque al mito del cristianismo comienza a ela-borar el esbozo de una teoría de la ciencia y su gestión. Bakunin comienzaa atacar la idea de una sociedad regida por lo que llama “sabios”, es decir,por una tecnocracia. Pero, más adelante estima la importancia de la exis-tencia en la sociedad de un grupo de “sabios” o autoridades en materiacientífica. Pero Bakunin da un vuelco a la presencia e influencia que sesupone deberían tener en la sociedad dichas autoridades: su aceptaciónsocial no sería por imposición, sino por un acto de aceptación racionalindividual. Esto es así, porque Bakunin considera que es imposible el saberabsoluto, el ser humano que sepa de todo; es necesaria la división cogni-tiva del trabajo. Bakunin además estima el poder liberador de la cienciafrente a la superstición y la dominación. La ciencia para Bakunin es una

    fuerza humanizadora, que facilita al ser humano romper con las cadenasde los orígenes animales. Y, por último, Bakunin observa cómo la cienciaestá íntimamente unida al Estado, por lo que su deseo es “poner a la cien-

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    cia en su lugar”, aboliendo su estructura jerárquica y su desconexión conla vida social.

    El príncipe y naturalista Piotr Kropotkin, utiliza una suerte de métodocientífico para dar apoyo a la idea de apoyo mutuo. También considera quela ciencia debe ser participativa desde la base, que debe haber una organi-zación popular y colectiva del trabajo científico. Ya no considera entoncesla existencia de “sabios” o autoridades en ciencia, sino una participacióndirecta en el trabajo científico de toda la sociedad. Feyerabend, por elcontrario, vuelve a la idea de Bakunin en La ciencia en una sociedad libre (1978), instando a que la función de la sociedad, independientementede sus conocimientos especializados, es la de la supervisión de la ciencia.

    Hay todo un trabajo por hacer tanto teórico como práctico para arre-batar de las manos de los/las poderosos/as la gestión de la ciencia y ponerla

    en manos de sus legítimos/as propietarios/as: la humanidad. Se nos hanegado durante demasiado tiempo la oportunidad de decidir sobre cómogestionar la ciencia y el acceso a sus resultados, como se nos ha robadola producción que creamos con nuestras manos, la gestión de las riquezasque generamos y la decisión sobre nuestras vidas.

    Í KER DOBARROPonencia para las jornadas culturales

    de CNT-AIT Madrid (Otoño Libertario), 2008

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    LA SOCIOLOGÍA Y EL PROYECTO MODERNIZADOR

    La constitución de la ciencia social como disciplina es paralela ala fundación del Estado social y el progresivo encuadramiento delas sociedades occidentales en el proyecto de la modernidad. Conla generalización de la industrialización, y la formación de unas clasessociales diferenciadas por la tenencia de los medios de producción, perosupuestamente libres para formular relaciones mercantiles contractuales,se desarrolló la especialización de una sociología que pretendía la transfor-mación social —bien por la extensión del Estado social, bien por la tomadel poder a través de la organización revolucionaria—. En cualquier caso,sin cuestionar el principio de desarrollo industrial, sino las formas socialesde distribución de la riqueza que generaban crecientes desigualdades.

    La sociología crítica —que tuvo un corte fundamentalmente mar-xista— adolecía también de un escaso cuestionamiento a los límites delcrecimiento y el desarrollo económico. La antropología que el joven Marxdesarrolló, fundamentándose en Hegel contra el idealismo de Feuerbach,8 estuvo en la base de las teorías científicas del materialismo y del desarrollode las «fuerzas productivas» como leit motiv del cambio revolucionario delas sociedades. Los esfuerzos de la URSS por industrializar y mecanizar laproducción eran paralelos a la formación de una estructura social «sin cla-ses», donde los cuadros del Partido sustituían la función que la burguesía

    había tenido en el desarrollo de las sociedades occidentales.No es posible entender el desarrollo de la ciencia social sin el correlatode esa sacralización del desarrollo económico y la disolución a que some-tía a antiguas formas de regulación social.

    Aquello que la Teoría Crítica denominó «sociedad de masas» fue elcaballo de batalla de una crítica social que trató de apartarse de la doc-trina marxista manteniendo los elementos críticos. Así, la Escuela deFrankfurt, desarrolló trabajos que analizaban las raíces comunes del totali-

    tarismo y de las sociedades capitalistas en clave de una crítica a la Ilustra-ción o una crítica de la razón instrumental. En muchas de aquellas obrassociológicas se constataba la ambivalencia del proceso de modernización

     y cómo profundizaba las condiciones de dominación social.Finalmente, con la disolución de las formas de modernidad propicia-

    das por el desarrollo industrial, y la constatación de los límites del creci-miento y el progreso, acaba apareciendo un capitalismo sin sociedad, yuna sociología aprisionada entre la matematización estadística o la inter-

    8. Cf. Kostas Papaioannou, De marx y del marxismo. FCE, 1991. (Este libro recopila variosartículos del autor escritos en la década de los 60 y publicados mayoritariamente en la revistaLe Contrat social).

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    pretación autorreflexiva que la podría llevar al cuestionamiento de su pro-pia existencia.

    Los intentos de refundación de una ciencia social transformadora seencuentran hoy en un callejón sin salida. Sólo el voluntarismo de aquellosque sobreviven en la academia, aún siendo críticos con ella, les permitereclamar su papel en la cogestión de unas sociedades que, al mismo tiempoque encuentran sus límites en la toxicidad tanto de sus residuos como desus productos «aptos para el consumo», plantean un nuevo límite de lacrítica social. Este límite se encuentra en el punto en que ya no es nece-saria porque nadie la reclama. Toda crítica presupone una posible mejora

     y, en definitiva, un progreso. Pero el progreso es defendido hoy por todo elmundo precisamente porque ya muy pocos creen en él.

     EL MÉTODO SOCIOLÓGICO

    Las reglas del método sociológico, que E. Durkheim publicó en 1895,nos permiten observar de cerca cómo la construcción del método ensociología está ligada inevitablemente a la formulación de un «deber ser»de lo social; y cómo, en su pretendida conquista de la objetividad, esta-blece las bases para una superación de la ideología, al mismo tiempo queimposibilita esta superación, al proponer un supra-sujeto histórico delconocimiento al que es imposible cuestionar sin destruir el mismo método

    que lo hace posible.La voluntad de Durkheim al establecer las reglas básicas para el cono-cimiento sociológico es encontrar una base de acuerdo similar a la quehabían llegado según él las ciencias biológicas, para permitir su desarrollouniversal. Este paralelismo entre Biología y Sociología que establecen Lasreglas, ha estado siempre presente en las ciencias sociales, a la vez comohorizonte y como impedimento más claro para el desarrollo del pensa-miento crítico. Se parte de una aceptación ciega al desarrollo de las cien-cias naturales sin analizar su relación con las condiciones sociales que lohacen posible, y su aplicación a un mundo industrializado que conviertea cualquier ciencia en ciencia aplicada. El positivismo extremo de Dur-kheim en Las reglas, atiende a una voluntad de servir al orden que ha sidomarca de nacimiento de la sociología como campo de conocimiento.

    De esta voluntad nace también el precepto de explicar los hechossociales mediante otros hechos sociales9. Con este principio, Durkheim

    9. Con este principio normativo, Durkheim quería delimitar los fenómenos sociales por sus«caracteres exteriores», y defendía este método realizando un paralelismo con las cienciasfísicas: «Así como el físico sustituye las imprecisas impresiones [...] El sociólogo debe tomarlas mismas precauciones.» La concepción de Durkheim del hecho social, siempre ligada a unarepresentación científica y objetiva, requería haberse «desprendido de los hechos individuales

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    la idea del desarrollo económico ilimitado y la infinita perfectibilidad dela condición humana a través de una reglamentación más exhaustiva delo social.

    Algunos historiadores de la idea de progreso14 han concluido que laconsagración de este concepto sólo se produjo cuando en el siglo XIXdisciplinas como la economía política y la sociología realizaron un enormeesfuerzo por «naturalizar» el devenir de las sociedades occidentales másindustrializadas, sancionando este desarrollo de la economía de mercado

     y su regulación estatal, como única vía por la que había transcurrido —ypodría transcurrir a partir de ese momento— el proceso civilizatorio delser humano.

    Un autor nada sospechoso de radicalismo político como Karl Polanyi15,haciendo la crítica a la economía ortodoxa, constataba en los años cin-

    cuenta del pasado siglo lo siguiente:«La civilización industrial ha revestido la fragilidad del hombre conla efectividad del rayo y el terremoto; ha movido el centro de su ser de lointerno a lo externo; ha conferido dimensiones desconocidas hasta ahoraal alcance, estructura y frecuencia de las comunicaciones; ha cambiado lasensación de nuestro contacto con la naturaleza; y, lo que es más impor-tante, ha creado nuevas relaciones interpersonales que reflejan fuerzas,físicas y mentales, capaces de autodestruir la raza humana.»

    De este modo, una crítica al estatuto científico del conocimiento sociales impensable sin realizar la crítica al mundo industrial que se ha venidodesarrollando en los últimos dos siglos, y a las nefastas consecuencias queha traído consigo para la mayor parte de habitantes del planeta. En esecontexto, la sociología se ha convertido en lo que algunos han llamadouna ingeniería social; que no es más que la última vuelta de tuerca a esasanción empírica de las relaciones de dominación imperantes.

    Las dificultades para la cogestión de la catástrofe en la que nos vemosinmersos, ha hecho que cada vez sean más apreciados los conocimientostécnicos en cuanto al funcionamiento de la sociedad, para que éstos seconviertan en herramientas que fuercen el consenso y contengan cual-quier rebrote de la conciencia crítica; desde las encuestas de opiniónpública a los estudios cualitativos sobre los perfiles de la patología social,pasando por la participación efectiva en el aparato policial mediante larealización de los mapas de la pobreza, la migración, la delincuencia, etc.

    En síntesis, la disciplina que toma el nombre de sociología está indiso-lublemente unida al nacimiento de las sociedades industriales y a la sacra-

    lización de la idea de progreso que en éstas tuvo lugar. En nuestros días,14. John Bury, La idea de progreso. Alianza Editorial, 2009.15. Cf. Karl Polanyi, El sustento del hombre. Capitán Swing, 2009.

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    la sociología progresista —si es que tal cosa existe— se ha especializadoen realizar la llamada al Estado social, al capitalismo con rostro humano,

     y otras endebleces ciudadanistas.Un cuestionamiento radical de esta sociedad debe aprender a enfren-

    tarse con estas disciplinas y con sus numerosos expertos, siempre prestos aservir al orden, incluso cuando, aparentemente, lo critican.

     JUANMA AGULLESEste artículo es una reelaboración de algunas partes del

    libro Sociología, estatismo y dominación social (Edito-rial Brulot, 2010) para la revista Ekintza Zuzena.

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    http://www.laneurosis.net/