¿Hay una posible justificación ética de la razón de Estado?

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  • 7/30/2019 Hay una posible justificacin tica de la razn de Estado?

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    Hay una posible justificacin tica de la razn de Estado?

    Asuncin Velilla 2012

    Abordamos una pregunta que no vamos a responder. Las cuestiones ms hondas nos enseanque hemos de aprender a convivir con ellas y que de este modo constituyen la razn humana de

    su existencia: as nos develan que la ontologa que nos cabe respecto a ellas es saber que existeno que coexisten con nosotros y que en esta medida de coexistencia no nos ser dado el reposarseen la respuesta.

    La expresin reposarse la encontramos en un trabajo de Rafael del guilai y nos pareciacertadsima. Es ms, la traemos tambin por su amable condescendencia con el modeloeurocentrista que tiene en el tema de la razn de Estado una de las ms nobles y persistentesadvertencias de su flaqueza. Al respecto contamos con algunos autores que nos darn calma, ocuando menos la confianza de que no andamos solos un camino que mantiene sus oscuridades ydel que nos corresponde un trecho, con sus angustias intrnsecas.

    Primero tenemos a Maquiavelo, diremos de l que mostr una clarividencia extraordinaria. Elfogonazo de salida, al que sigui el natural aturdimiento de la vista de propios y extraos, o

    coetneos y futuros. El mismo Maquiavelo lo augura y, consecuentemente, lo vive en carnepropia: pues tiene presente que la razn humana se mueve primordialmente orientada por elsentido de la vista y que ste se corresponde con los tiempos humanos, es decir, con subrevedad. De modo que oscuro el camino o aturdida la vista la consecuencia es semejante paranosotros y la alternativa tambin: continuar hacia adelante. Es una alternativa generosa, de la queMaquiavelo guardaba parte del secreto que dej en legado y del que todava obtenemossustento, en trnsito, quiz inevitable, a procurarlo por nosotros mismos. Ese legado deMaquiavelo es el que nos ha mantenido en larga discusin sobre la razn de Estado y la buena ymala razn de Estado, y sus variantes.

    A continuacin tenemos a Kant, que nos advierte, quiz tambin de una manera cortsmentecondescendiente, que las limitaciones humanas tienen su camino en el egosmo, y que sin seradvertido por los breves y oscuros tiempos humanos, lo traza. Del resto se ocupar la naturalezao el misterio inescrutable a nuestra sustancia.Ms recientemente nos acompaa otro arriesgado, como Maquiavelo. Nietzsche: el esfuerzo decultura occidental es producto de un largo error, del que afortunadamente nos hemos dado cuentademasiado tarde. Unos y otros nos dejaron las indicaciones, imposibles de desentraar sino afuerza de persistir, que es justamente lo que hacemos, siendo condescendientes con nosotrosmismos, es decir, renovando el nimo que, con frecuencia, se ve menoscabado ante la injustarealidad. Ms injusta si su desequilibrio nos toca directamente, entindase que ms injusta no,ms bien perceptible gracias a la cercana.

    En ese orden de renovar el nimo, se han ido continuando los autores que han abordado el temade la razn de Estado. Lo interesante en este tema es que impele a continuar hacia adelante. Conla plasticidad de la mitologa podemos decir que es cual Io, obligada a continuar, de ah el

    bellsimo encuentro y conversacin de Io con Prometeo por estar precisamente encadenado,limitado. De la misma manera la razn de Estado, de la que el tema del secreto da cuenta de suvigorosa vida comunicativa. Por esto del mucho hablar se derivan sus consecuencias: he aqupara nosotros ciudadanos, los medios de comunicacin.

    Maquiavelo abogaba por un prncipe austero, adems de paradigmticamente prudente; un buenprncipe. Kant por un poltico moral, ajustado al derecho, mientras construimos lentamente untiempo en que la poltica brille con firmeza. Entre tanto no es prudente quedarnos solos. Y sinduda, la razn de Estado es una excelente y frtil compaa, con su vigente oscilar entre buena,mala razn de Estado o los otros trminos que han nacido en nuestros contemporneos Estadosdemocrticos, cuestin de inters nacional, sentido de Estado...

    Manuel Garca Pelayo nos da una clave para acceder a esta realidad sin el reposo que otorgan las

    respuestas, que recoge y abunda Eusebio Fernndez Garca pues orienta la dinmica de todoeste engranaje en la racionalidad poltica. Dice as La idea de la razn de Estado (...). Significa ladesvelacin de una esfera de la realidad hasta entonces oculta por el ropaje teolgico , aristotlicoo retrico, pero que ahora se revela en su desnudez tal y como es, como un mundo de hechos

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    dominados por la necesidad y no de normas puras o de definiciones abstractas. Este mundo,ahora descubierto, no gira en torno a Dios ni al diablo, ni a lo bueno ni a lo malo, ni a lo bello ni alo feo, y tanto la teologa como la tica o la esttica son irrelevantes para comprenderlo; gira entorno a un eje que da unidad, orden y sentido poltico de las cosas, y este eje, este principiointeligible, esta causa finalis, si se quiere, es el poder, es decir, la posibilidad real de mandar a loshombres, o ,para emplear la terminologa de la poca: de ejercer dominio o seoro sobreellos...se descubre que el mundo poltico est compuesto de fuerzas polmicas y tensas, peroque, en medio de la tensin y de la polmica hay, no obstante, un orden, una estructura. ii De loanterior podemos desprender que si la razn de Estado tiene su propia lgica, sta, en la medidaque se revela y rebela al margen de los otros poderes, de los que hace la mencin histricaManuel Garca Pelayo, se obliga a s misma. Ahora bien, si aceptamos que la razn de Estadotiene su razn en el desarrollo del Estado y atendemos al cultivo y fortalecimiento del Estado deDerecho, entonces an sin quererlo, hallamos respuesta a la cuestin planteada aunque noreposo en la misma.

    La respuesta se encuentra en la persistencia en la construccin de buenas democracias (inclusoes simptico que el apelativo bueno haya migrado de la razn de Estado a la democracia),entendiendo por buena democracia la que se esfuerza en construcciones participativas, dialgicaso radicales de s misma. As que la clave siempre est en volver a s misma como ocurre con la

    razn de Estado. Pero la diferencia tambin es sustancial a la fecha y se refiere a que si la raznde Estado atiende a la necesidadde las situaciones concretas y de ellas deriva su Necesidado sulgica interna, las democracias contemporneas estn haciendo el camino en sentido inverso, o loque es lo mismo, desde la lgica de la razn terica de la Necesidad a la concreta de los hechosde la necesidad.

    En el anterior sentido nos las habemos con una enriquecedora diversidad, difcil todava de medir,pues contamos con democracias de pases en vas de desarrollo, incluso con conflictosestructurales que estn haciendo una interesante tarea al respecto. Que esto mortifique en algunamedida nuestro rancio orgullo eurocentrista es comprensible, deca Galileo que difcilmentedejamos de ser geocentristas. Esto no significa sino que todava nos llevar un tiempo reconoceren nuestro fuero interno la labor realizada por los ms desfavorecidos, an con las trabas que sederivan de los favorecidos. En fin, yo misma estoy revelando mi limitacin eurocentrista. Tomemos

    un ejemplo, solo a ttulo de ejemplo: as como vemos que en el tercer mundo aparecen orquestascuyos instrumentos est elaborados con materiales reciclados de las basuras, con las que jvenesalienados de las sociedades de bienestar encuentran un camino al destino que les ha deparado lavida, as hallamos en medio de los conflictos ms acrrimos la orquestacin por algunos de unasalternativas participativas y dialgicas de valioso empeo. De esto desprendemos la pregunta porla justificacin tica de la razn de Estado global, por la persistencia de unos conflictos de altsimocoste y de responsabilidad global quin est dispuesto a mojarse?

    Preguntamos sobre la globalizacin de la razn de Estado y si bien la respuesta no es fcil, noscabe medir, cuando menos, nuestro inters de reposo en una respuesta de este alcance. En unaresponsabilidad de este alcance. La razn de Estado a estas horas de la historia no estnecesitada de respuestas tranquilizadoras, est necesitada de responsabilidades pluralistas; pues

    de este talante son nuestras sociedades que con cierta altivez llamamos libres, abiertas ydemocrticas. Hay un peligro en estos caminos, lo pint Goya: El sueo de la razn producemonstruos, sin embargo, es el camino al que hemos derivado con responsabilidad compartida.Hallamos pues la Necesidad de transitarlo en responsabilidad plural considerando losdesfavorecidos y los favorecidos, las generaciones futuras y las presentes.

    i DEL GUILA, Rafael, Razn de Estado y razn cvica en Claves de razn Prctica, mayo 1995, n 52, p 21ii GARCA PELAYO, Manuel, Sobre las razones histricas de la razn de Estado, enDel mito y de la razn en el

    pensamiento poltico, Madrid, Revista de Occidente, 1968 p 246. Citado por FERNNDEZ GARCA, Eusebio;Entre la razn de Estado y el Estado de Derecho: La racionalidad poltica, Madrid, Dykinson, 1997 p 33