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En 1974 publicaste tu ensayo Teoría e Historia de la producción ideológica: las primeras literaturas bur- guesas. Se trata de un ensayo en el que, por primera vez, se analiza la literatura española como produc- ción ideológica, como el resultado de unas relacio- nes de producción dadas en un momento histórico específico. De hecho, el texto se inicia con un párra- fo sin duda sugerente que todos tus discípulos se sa- ben -nos sabemos- de memoria: «La literatura no ha existido siempre. Los discursos a los que hoy aplica- mos el nombre “literarios” constituyen una realidad histórica que sólo ha podido surgir a partir de una serie de condiciones -asimismo históricas- muy es- trictas: las condiciones derivadas del nivel ideológi- co característico de las formaciones sociales “moder- nas” o “burguesas” en sentido general». Toda una declaración de intenciones. Bueno, es una cuestión bastante obvia. Lo que enton- ces pudo parecer una boutade o incluso un escándalo para algunos, hoy se acepta en muchas partes sin de- masiados problemas. Si lo que la crítica consideraba como “literatura” era más o menos la “expresión ín- tima” de la subjetividad libre de un autor (con mu- cha sensibilidad y mucho lingüisticismo por en me- dio) resultaba claro que había que buscar cuándo ha- bía aparecido esa supuesta “subjetividad libre”. Evidente mente no en el feudalismo (ni muchísimo menos en el esclavismo), con lo que sólo traté de mostrar que el inconsciente del “sujeto libre” sólo podía haber aparecido con el primer capitalismo en- tre los siglos XIV y XVI. El resto fue el esfuerzo para conseguir la elaboración concreta del funcionamien- to de la nueva discursividad de las “almas bellas” y de su concepción del amor o de la vida, en los textos poéticos, cientifistas, religiosos y filosóficos de la ISBN: 1885-477X YOUKALI, 15 página 85 JUAN CARLOS RODRÍGUEZ ENTREVISTA A JUAN CARLOS RODRÍGUEZ por David Becerra Mayor

ENTREVISTA A JUAN CARLOS RODRÍGUEZ EZ · En 1974 publicaste tu ensayo Teoría e Historia de la producción ideológica: las primeras literaturas bur - ... pero en cuanto se pone

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En 1974 publicaste tu ensayo Teoría e Historia de laproducción ideológica: las primeras literaturas bur-guesas. Se trata de un ensayo en el que, por primeravez, se analiza la literatura española como produc-ción ideológica, como el resultado de unas relacio-nes de producción dadas en un momento históricoespecífico. De hecho, el texto se inicia con un párra-fo sin duda sugerente que todos tus discípulos se sa-ben -nos sabemos- de memoria: «La literatura no haexistido siempre. Los discursos a los que hoy aplica-mos el nombre “literarios” constituyen una realidadhistórica que sólo ha podido surgir a partir de unaserie de condiciones -asimismo históricas- muy es-trictas: las condiciones derivadas del nivel ideológi-co característico de las formaciones sociales “moder-nas” o “burguesas” en sentido general». Toda unadeclaración de intenciones.

Bueno, es una cuestión bastante obvia. Lo que enton-ces pudo parecer una boutade o incluso un escándalopara algunos, hoy se acepta en muchas partes sin de-masiados problemas. Si lo que la crítica considerabacomo “literatura” era más o menos la “expresión ín-tima” de la subjetividad libre de un autor (con mu-cha sensibilidad y mucho lingüisticismo por en me-dio) resultaba claro que había que buscar cuándo ha-bía aparecido esa supuesta “subjetividad libre”.Evidente mente no en el feudalismo (ni muchísimomenos en el esclavismo), con lo que sólo traté demostrar que el inconsciente del “sujeto libre” sólopodía haber aparecido con el primer capitalismo en-tre los siglos XIV y XVI. El resto fue el esfuerzo paraconseguir la elaboración concreta del funcionamien-to de la nueva discursividad de las “almas bellas” yde su concepción del amor o de la vida, en los textospoéticos, cientifistas, religiosos y filosóficos de la

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EZENTREVISTA A JUAN CARLOS RODRÍGUEZ

por David Becerra Mayor

época. Sí, el esfuerzo fue muy grande pero creo quemereció la pena. A nivel teórico yo ya me había da-do cuenta de que era necesario hacer algo de esocuando escribí mi tesis doctoral (Para una teoría de laliteratura. Introducción al pensamiento crítico contempo-ráneo), un texto en el que también mandé a la porraa Lukács y Della Volpe y a todos los marxistas quesólo hablaban de racionalismo vs. irracionalismo ode realismo vs. irrealismo… En suma el marxismocomo una prolongación directa de la Ilustración bur-guesa. Y por consiguiente a todos los lingüisticistas.Era duro romper con ese “realismo ilustrado” (yohabía hecho la Tesina sobre cuatro novelas del realis-mo crítico), pero relativamente fácil. Lo difícil fue“producir” una teoría y una lectura de los textos po-éticos en Teoría e historia: Garcilaso, Fray Luis,Herrera, Ronsard, John Donne. Por cierto, luego se-guí trabajando sobre Ausiàs March, al que Boscánllamaba Osías. ¿Por qué no publiqué la tesis?Ciertamente fue una idiotez, aunque la he utilizadomucho después: Kant, Hegel, Locke, Hume,Husserl, Heidegger, Derrida, Barthes, Jakobson,Umberto Eco… quedaban cabos sueltos, sí, pero de-bí publicarla en su momento y Ramón Akal la tuvoen prensa. Quizá me abrumó la idea de que aquellasmil páginas del año 71 no fueran tan precisas comoTeoría e historia, que ya se había publicado, aunquefuera un texto posterior a la tesis.

En Teoría e historia de la producción ideológica, pe-ro también en otras de tus obras -como por ejemploLa literatura del pobre, donde se aborda el estudiode la novela, mientras que Teoría e historia... se cen-tra en el discurso poético-, se abarca el estudio de laliteratura española en el periodo comprendido entrefinales del siglo XV y el siglo XVII, esto es, lo quecomúnmente se ha denominado los «Siglos de oro».Sin embargo, tu obra le arranca el velo idealista altérmino «Siglos de oro» y te refieres a esta literaturacomo lo que históricamente es: las primeras literatu-ras burguesas en la transición del feudalismo al ca-pitalismo.

Cierto, la transición entre feudalismo y capitalismono fue un “paso” sin más de una época a otra en lasupuesta evolución del Espíritu Humano, sino quefue una coyuntura histórica tremendamente larga ydifícil . Los “pobres”, lógicamente, eran no sólo lostrabajadores asalariados sino la reserva de mano deobra y mucho más: la pobreza deja de ser una virtudreligiosa y se convierte en una realidad angustiosaen las ciudades. En las estructuras narrativas se vasuprimiendo la “mirada alegórica” o “sacralizada”del mundo y aparece la mirada literal, o si se prefiere,la mirada literaria como relación directa entre el ojoy la cosa, la aparición de la vida cotidiana directa enlos textos. Lo del siglo o la edad “de oro”, aparte delconocido mito de los orígenes de la humanidad, esun marbete que ha utilizado mucho la historiografíaal igual que lo de “la España de los Austrias”. Peromás que una monarquía compuesta y más que delos Austrias aquello fue un sistema gobernado porlos nobles y la iglesia, por las jerarquías ciudadanasy agrícolas, por los banqueros genoveses e inclusoluego portugueses, y además fascinados todos conel auge increíble del primer capitalismo holandés.Por eso en el XVII se quería convertir en “mercanti-les” o “comerciantes” a los ciudadanos de los diver-sos reinos peninsulares. Es algo muy bien estudiadopor lo que respecta a los de arriba, pero mucho me-nos respecto a los efectos brutales que toda aquellamezcla provocaba en los “medianos” o en los “deabajo” en cada uno de los reinos o en las Indias. Esun mundo fascinante y yo siempre estoy volviendoa él, pero desde el punto de vista de la acumulaciónprimitiva del capital, desde las luchas entre las di-nastías y los territorios, entre las reformas religiosas,entre las hambrunas provocadas por ejemplo por losimpuestos sobre la sal, el vino, el aceite o la harina,etc. Los territorios literarios de la época son asom-brosos, pero es verdad que a veces más que verlos ensu realidad se los recupera como si aquello hubierasido la imagen de Eldorado y no digamos las dispu-tas sobre los nacionalismos, sobre el Papado y elImperio y la sangría continua de las guerras. La his-IS

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toria de Europa y las Indias desde luego es algoabrumador en ese momento.

Tu obra se construye sobre conceptos como «incons-ciente ideológico», «matriz ideológica» o «radicalhistoricidad». Podrías exponer, brevemente, su sig-nificado y el motivo por el cual crees que estas no-ciones son fundamentales para un estudio de litera-tura desde el marxismo.

La clave se establece a partir de lo que he llamado“pensar desde la explotación”. Desde la perspectivamarxista no se puede pensar en escribir desde laimagen del “Hombre libre” y nacido libre porNaturaleza, porque ese es el gran invento de las bur-guesías capitalistas. Pensar desde la explotación su-pone pensar de otro modo. Y se puede explicar deuna forma algo más explícita y con mayor rigor teó-rico. Se puede decir así que el fondo de todo radicaen la correlación entre el “yo” y el “yo-soy”. El in-consciente libidinal existe sin duda, pero en cuantose pone a funcionar (y lo vengo señalando implícita-mente desde el principio y explícitamente desde losaños 90) ahí el “yo” es humo, es un “pobre diablocorreveidile” (como señaló Carlos Gómez Sánchez),un mero pronombre personal que apenas puede le-vantar la cabeza entre el Ello y el Superyó (o entre loreal psicosomático y lo simbólico, que fue comoLacan reelaboró los términos de Freud). Ahora bien,tener un inconsciente libidinal es como tener la capa-cidad de hablar. En realidad lo único que existe real-mente en la vida de cada día no es la latencia de laspulsiones, sino las pulsiones configuradas a travésdel inconsciente ideológico, a través del yo-soy-his-tórico. Y obviamente el inconsciente ideológico de-pende del sistema de explotación en cada situaciónhistórica, en cada modo de producción y sus diver-sas coyunturas. Así en el esclavismo la matriz ideo-lógica es Amo/esclavo; en el feudalismo Señor/sier-vo; y en el capitalismo Sujeto (con mayúscula)/suje-to (con minúscula), pero ambos libres para explotaro ser explotado. No hay pues una subjetividad des-nuda o vacía que se expresaría en la obra literaria, si-no que se escribe siempre desde un lleno ideológico,del que no somos conscientes en absoluto o del quesólo lo somos hasta cierto punto. Y eso ocurre de he-cho porque en el esclavismo todos y todas (la dobleexplotación de la mujer habría que estudiarla en ca-da caso) nacían esclavistas; como en el feudalismotodos y todas nacían siervos (hasta el Papa se llamó“siervo de los siervos del Señor”) y en el capitalismotodos y todas nacemos capitalistas. No es que nazca-mos libres y luego el sistema nos aliene o nos repri-ma, es que no nacemos libres ni no libres sino quenacemos capitalistas (y lógicamente sexuados, par-

lantes y mortales, con nuestras neurosis a cuestas,etc.), nada más. De ahí la necesidad de la radical his-toricidad al estudiar los discursos literarios o decualquier otro tipo, quitándonos de en medio la evo-lución del continuum del supuesto EspírituHumano que se desplegaría desde los griegos hastahoy. Eso sí que es una fantasmagoría. No hay ningúnyo previo a la realidad histórica, toda individualidades histórica. Y la historia es la historia de las diversasformas de explotación. Por eso “pensar desde la ex-plotación” se convierte en la raíz última de todo.

¿Cómo recibe la academia -en el sentido anglosajóndel término- la aparición de tu obra? La filología enEspaña (ni siquiera me atrevo a hablar de una teoríade la literatura en nuestro país, casi inexistente) hatrabajado la literatura o bien desde la erudición obien desde la ecdótica. ¿Cómo reacciona ante la pu-blicación de un texto de teoría de la literatura y, ade-más, marxista?

Pues no lo sé. Unas veces con respeto, otras minimi-zando mi trabajo o marginándolo y en general consilencio. Pero sí que hay teoría literaria en España yfortísima, además, a veces muy sólida desde suspuntos de vista. Se han hecho cosas muy serias en te-oría y no digamos en filología o en historia o en filo-sofía o en crítica. Otra cosa es que evidentementehay un antimarxismo visceral, pero eso se da en to-

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do el mundo occidental actual por muy democráticoque se considere. No hay por qué asombrarse. Claroes que tampoco en el marxismo occidental tengamoslas cosas muy claras respecto a la literatura o a lo quesea el propio marxismo. Pero no voy a entrar en eso,pues nos llevaría muy lejos.

Parece como si trabajos como los que tú has realiza-do o los que han desarrollado los autores de laHistoria social de la literatura española, CarlosBlanco Aguinaga, Julio Rodríguez Puértolas e IrisM. Zavala, fueran un oasis en medio del vacío teóri-co que existe en el estudio de la literatura española.¿A qué se debe este fenómeno?

Creo que ya te he respondido más o menos antes. Elproblema no atañe sólo al ámbito hispánico (dondeevidentemente Carlos Blanco Aguinaga, Iris M.Zavala o Julio Rodríguez Puértolas han sido siemprefiguras de primera fila) el problema es algo así comoen El perfume: hay un olfato preciso y sutilísimo quesegrega de inmediato ese antimarxismo visceral deque acabo de hablar. Y por consiguiente es tambiénmuy difícil que surjan pensadores o teóricos marxis-tas en el ámbito literario. Luego está el problema delos maestros: lamento repetirme pero resulta muydifícil averiguar lo que un joven fenomenólogo (yluego hegeliano/marxista) como Lukács, aportó re-almente al marxismo, aunque aportara mucho a lacultura europea de la época; y lo mismo se puededecir de un neokantiano racionalista como el olvida-do Della Volpe o lo que han apartado las raíces mar-xistas de los primeros estudios culturales deRaymond Willians, o los primeros textos de StuartHall, etc. Con Hall, por cierto, comenzó a trabajarTerry Eagleton, que incluso tuvo un leve barniz al-thusseriano y luego volvió muy pronto a sus raícesacadémicas de Oxford y Cambridge. Supongo quesiempre hay algo aprovechable en textos como esoso en otros parecidos, pero yo me inclinaría más porGramsci y sobre todo por Brecht

Más tarde, en 2003, publicas El escritor que comprósu propio libro, un ensayo en el que propones unanueva lectura -materialista, por supuesto- de ElQuijote. Con este libro llegas a afirmar que ElQuijote es la primera novela laica de la literatura es-pañola y hablas de Cervantes como un autor que es-cribe con «conciencia de mercado», que entiende laliteratura en sentido mercantil. Una lectura muy ale-jada de las interpretaciones idealistas dominantes...

En realidad el Quijote está dominado por el miedode Cervantes a la hora de escribir el Quijote (a la ho-ra de inventarse la novela) y por el miedo delQuijote a ser el Quijote. Eso lo dejo muy claro en el

libro, que ahora ha vuelto a salir corregido en la edi-torial Comares. Creo que es uno de mis libros másredondos y quizá del que me siento más satisfecho.Por lo demás solemos usar el término “idealista” concierta ligereza. La crítica tradicional ha sabido siem-pre muy bien con qué cartas jugaba y jamás ha an-dado por las nubes. Claro que la ambigüedad estri-ba en el doble sentido que puede tener el término“idealista”: uno puede ser muy “idealista” al hablardel “Hombre libre” o del lenguaje sublime, o al ha-blar de los espíritus nacionales expresándose en cas-tellano, en catalán o en euskera, pero a la hora dedefender tus posiciones burguesas o de cobrar tusueldo seguro que hay muy pocos “idealistas”.

¿Tuvo un costo académico -o te cobró algunas ene-mistades- tocar un mito apenas un año y medio an-tes de la celebración de su IV centenario?

No tengo ni idea. En realidad yo llevaba más de diezaños preparando el libro y explicándolo en clase y lodel Centenario no me preocupó en absoluto. Bien esverdad que el Quijote estaba prisionero del centena-rio de 1905 con Unamuno y de 1915 con Ortega. Peroeso había dado frutos muy buenos, como los deAmérico Castro, María Zambrano, etc. Sólo agra-dezco al editor Constantino Bértolo que me impul-sara a terminar el libro y a entregarlo para la colec-ción de ensayo que él dirigía entonces en Debate,donde ya me había publicado La norma literaria.Luego la editorial lo presentó al Premio Josep Janés,que obtuvo en 2003, y con esa vitola se publicó. Ypor supuesto sigo explicando a Cervantes y elQuijote en clase.

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Otro «mito» o «intocable» de la literatura española:Federico García Lorca. En el ensayo que le dedicas alpoeta de la (mal) llamada generación del 27, tituladoLorca y el sentido. Un inconsciente para una historia,afirmas que Lorca aparece casi siempre convertidoen «el símbolo inequívoco del asesinato de un pue-blo inocente e inerme», y frente a esta concepcióndel poeta propones estudiar la objetividad de sustextos al margen de la relación sujeto/objeto, situan-do el inconsciente ideológico del poeta en el interiorde su propio proceso histórico de producción. ¿Quésignifica la objetividad de los textos y, en concreto,de Federico García Lorca?

Me alegro que saques a relucir ese libro porque esquizá una de las cosas más incomprendidas de todolo que yo he escrito. Hubo incluso quien detectó ahíque aquello era mi final como teórico, etc. Bien, cadauno puede pensar lo que quiera, pero no se puedetergiversar un texto (también, claro, hubo gente queno lo tergiversó). Veamos, pues, algo acerca del in-consciente de las obras de Lorca y acerca de su obje-tividad histórica. El título del libro era Lorca y el senti-do y yo me preguntaba ahí solo por el sentido que po-día tener la vida –y la historia- para un escritor laicocomo Lorca (y como casi todos los del 27, que ade-más estaban empapados en la Fenomenología, en es-pecial a través de Ortega y del horizonte intelectualde la época: y para la Fenomenología el sentido es la

clave), todo ello en un país y en un mundo disgrega-do y roto como era la España de los años 20 y 30, gen-te de las “vanguardias artísticas” y gente en un lugardonde “oficialmente” no existía la nietzscheana frase“Dios ha muerto”, aunque ellos sí llevaran esa frasepor dentro. Y además en una situación burguesa opequeñoburguesa sacudida por la revolución rusa,por las quiebras del gran capital y la aparición de losfascismos, de las masas urbanas y del anarquismo oel socialismo rural, industrial o estético, etc. Lo únicoque intenté mostrar en ese libro fue cómo Lorca bus-có desesperadamente darle un sentido a su vida ydarle un sentido a la vida pública, lógicamente aquía través de su teatro. Sus dramas rurales son sin em-bargo una continua imagen de la pérdida o de la au-sencia: de la pérdida o la ausencia del amor en Bodasde sangre, de la pérdida o la ausencia del hijo enYerma; de la pérdida o la ausencia de la imagen delhombre y de la libertad de la mujer en Bernarda Alba.Con un matiz: esos dramas rurales son en realidadautos sacramentales laicos, óperas al modo de Falla, etc.Y a la par, la escritura de su teatro “imposible”: ale-gorías y símbolos (al estilo de Benjamin al hablar delbarroco protestante, aunque en España la cuestión secentrara más en la pasión calderoniana de Bergamín)y de ahí Así que pasen 5 años, El Público o la llamadaComedia sin título, que hoy sabemos perfectamenteque se llamaba El sueño de la vida. Más Calderón nocabía, pero tampoco más sin-sentido de la vida. Decualquier forma eso generaba una base fundamental:el inconsciente trágico de Lorca, el proceso a su pro-pia individualidad, que fue lo que analicé respecto asu poesía en los dos ensayos que aparecen en De quéhablamos cuando hablamos de literatura e incluso en unartículo sobre El Romancero gitano, donde hablé del“realismo mágico” inventado por Lorca. De cual-quier forma ese proceso a la propia individualidad,al propio nombre propio, es lo que me ha fascinadomás siempre en Lorca. Sobre todo los dos versos fina-les del poema que tituló genialmente “De otro mo-do”, en el libro Canciones. Aquellos dos versos increí-bles: “Entre los juncos y la baja tarde/ qué raro queme llame Federico”. Esa es exactamente una pregun-ta de hoy, pero ¿quién era capaz de planteársela en laEspaña de los años 20?

Recientemente has publicado un ensayo titulado Lamuerte del aura, donde estableces un calambur entre«del aura», con claras alusiones a la teoría del aurade Walter Benjamin en su ensayo La obra del arte enla época de la reproducción técnica, y «de Laura», laamante de Petrarca. Podríamos afirmar que se tratade un estudio en el que, a través de la literatura,muestras cómo el capitalismo se ha hecho naturale-za. ¿Por qué, para llevar a cabo este propósito, te sir-ves del símbolo de (L)aura? IS

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Bueno, es que el símbolo de la Laura de Petrarca ydel aura del Benjamin me venían como anillo al de-do para señalar una cosa evidente: cómo la literatu-ra moderna o lo que hoy llamamos literatura hacumplido una función básica en la configuración delas subjetividades y la sutura de las contradiccionesde las sociedades burguesas y cómo realmente hoyla literatura importa muy poco, ha perdido ese auratradicional. Y no sólo por cuestiones tecnológicas co-mo se ha interpretado a partir del muy inteligente ymuy desgraciado Benjamin. Pero de hecho el libro sepregunta qué es lo que debemos a la Ilustración (quees mucho) y por qué debemos romper con la infraes-tructura de la Ilustración, con la libertad para explo-tar y con la imagen de la Naturaleza humana libreteniendo como soporte a la naturaleza natural: Kanty Rousseau sobre todo. Por otra parte el libro es unhomenaje a Hume y a Moratín, dos autores que a míme fascinan, a la vez que un rechazo a la estupidezneopositivista de la dicotomía racionalismo vs. irra-cionalismo, algo que ha paralizado al marxismo has-ta el extremo, como acabo de señalar. Obviamentelos sueños también tienen su racionalidad lógica, ca-da tipo de investigación tiene una racionalidad espe-cífica, y la razón burguesa no es la razón humana yasí hasta el infinito. Igual ocurre respecto a la cues-tión del realismo como género literario: no menosobvio resulta que existe una realidad objetiva dondese incluye el hecho de que el papel de escribir es re-al, las ideas son reales y materiales, la pluma o el or-denador son reales y materiales, el lenguaje es real ymaterial, creo que todas estas cosas hay que pensar-las mucho más seriamente y no seguir hablando dela división entre literatura y realidad. La literatura esuna “forma de vida” y una realidad tan material co-mo cualquier otra, si se quiere hablamos de una “fic-ción real”, pero Madame Bovary existe y el lugar dela Mancha existe, aunque no de una manera palpa-ble, claro es. De cualquier modo ese libro sobre laIlustración, al igual que los dos libros cronológica-mente paralelos, los dedicados a Heidegger y aBorges, aunque tienen un claro sentido en sí mis-mos, constituyen una especie de preámbulo al libroque iba a venir después, es decir, De qué hablamoscuando hablamos de marxismo. Y creo que estos cuatrolibros deberían leerse juntos, pues implican una lec-tura mucho más clara de lo que puede ser el marxis-mo en sus más diversos ámbitos.

Jugando con el título de otra de tus obras, ¿De quéhablamos cuando hablamos de literatura?

Siempre respondo con un “quizá” o un “es posibleque”. O con otro tipo de preguntas: ¿Por qué a estole llamamos literatura? O ¿por qué este texto funcio-na así? Eso es lo que me interesa, o como he señala-

do otras veces, analizar la lógica interna de los textosy su objetividad histórica radical. No creo que existaun “ser en sí” de la literatura, aunque tengamos quemovernos dentro de diversos cánones, y cada unopueda elegir los planteamientos que en cada coyun-tura le parezcan más idóneos o más afines.

Ahora estás preparando un libro cuyo título, muyparecido al anteriormente señalado, busca dar unarespuesta a otra pregunta sin duda compleja: ¿Dequé hablamos cuando hablamos de marxismo?

Bueno, sí, acaba de salir este libro en Akal, de modoque aún no he tenido tiempo de leérmelo. Lo dejo ensuspense para que lo podamos discutir después deleerlo. Como se ve, me gustó mucho el título del li-bro de Raymond Carver: De qué hablamos cuando ha-blamos de amor. ¿Lo sabe alguien?

Como teórico, representaste un papel fundamentalen el desarrollo del grupo poético de la «otra senti-mentalidad» y una enorme influencia a sus miem-bros más destacados: Javier Egea, Luis GarcíaMontero y Álvaro Salvador. ¿Cuál fue, realmente, turol en la configuración del grupo y su poética?

Vamos a ver: más o menos todo lo que tenía que de-cir al respecto ya lo conté en un libro que salió enHiperión, el titulado Dichos y escritos. Sobre la otrasentimentalidad y otros textos fechados de poética. Me lopidió mi amigo y colega Francisco Díaz de Castro yahí se encuentran ciertamente todas las cosas que yo

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dije y que escribí en su momento. Ahora bien la ma-yoría de esas cosas están escritas al pie de la obra, esdecir, a principios de los 80, aunque el prólogo y elepílogo del libro sean muy posteriores. De cualquiermodo ahora estamos en el 2013 y es otro mundo.

¿Qué fue de la otra sentimentalidad? ¿Qué ha que-dado de ella en lo que se ha denominado la poesíade la experiencia?

Tampoco sé muy bien todo lo que se esconde bajo es-ta pregunta. Cada uno de ellos y ellas hicieron luegológicamente su vida por su cuenta. Lo de la poesíade la experiencia me parece un marbete muy difuso.Sí fue sorprendente la influencia que la otra senti-mentalidad tuvo en lo que vino después. Pero noquiero hablar más sobre el tema, pues la memoriaengaña mucho. Prefiero haber vivido aquello. Lo de-más es historia. Quedó un rastro de amistad, el do-lor de alguna pérdida como la de Javier Egea, a ve-ces los recuerdos, y para mí obviamente la vida dia-ria junto a Ángeles Mora.

Fuiste discípulo de Althusser y tu labor fue funda-mental para introducir en España su pensamiento.¿Cuál fue la revolución teórica de Althusser?

Para mí fue una amistad y una maestría decisiva.Tanto a través de sus libros, como luego cuando tra-bajé con él desde el 75 al 79. Pienso que fue la perso-na que nos enseñó a leer y que sobre todo nos ense-ñó a leer El Capital, aunque estuviese demasiado em-peñado en una lucha desesperada por abrir nuevoscaminos al PCF, algo obviamente imposible. Losaños que pasó en el campo de concentración alemány su pasión de lucha y de militante enfrentado a ladirección y a gente tan asombrosamente torpe comoGaraudy y los estalinistas implacables, todo eso lollevó a la locura final y al asesinato de su mujer, si esque no se suicidaron ambos. La revolución teóricade Althusser fue decisiva en el sentido de que nosenseñó que Marx también había efectuado una revo-lución en la teoría.

La contribución de Althusser en el marxismo, sobretodo en la teoría de la ideología, ha sido sin duda re-levante. Pero, ¿cuál ha sido, en tu opinión, la mayorcontribución de Althusser en la teoría literaria?

Perdona que te conteste brevemente también. Pero síapuntaré dos cosas: la mayor ambigüedad deAlthusser fue partir de la imagen de la dicotomía ra-cionalista de ciencia igual a verdad e ideología iguala error. En eso permaneció impertérrito hasta mitadde los años 70, hasta la Respuesta a John Lewis. Estaimagen de la ideología fue sin duda mi mayor dis-

crepancia con él. Sobre literatura escribió muy poco,pero su manera de leer los textos está explícita e im-plícita en las magníficas lecturas que hace sobre lasobras filosóficas o teóricas, etc. Explicó muy bien elmelodrama en su célebre texto sobre El Piccolo Teatrode Milán y sobre Bertolazzi y Brecht. Pero en reali-dad, incluso en sus conversaciones con FernandoNavarro siguió hablando de la “nada vaporosa” dela ideología y de que la ideología no tenía historia,aunque son fundamentales sus análisis sobre losAparatos ideológicos de Estado, donde, por cierto,dice basarse bastante en Gramsci. Lo de la ideologíaigual a error (o a falsa conciencia) es verdad que losaca de La ideología alemana de Marx y Engels de1845. Y lo hace porque en ese texto sitúa Althusserlas líneas de demarcación de la ruptura de Marx conel pensamiento burgués, ya que ahí Marx afirma queél y Engels rompieron con toda su conciencia filosó-fica anterior. La cuestión es mucho más peliaguda ytrato de explicarla precisamente a propósito de lalectura que hago de El Manifiesto de 1848 (o sea, tresaños después de La ideología alemana) en el libro quehas citado antes sobre marxismo. Pero hay una cosaclara: Althusser se queda fascinado, como buen filó-sofo profesional, con esa aludida afirmación de Marxsobre la ruptura con toda su conciencia filosófica an-terior. Bien es verdad que luego Althusser definirá laideología como la relación imaginaria con las condi-ciones reales de existencia y bien es verdad que diovueltas y revueltas en sus textos de madurez en losaños 70 en torno a la ideología, pero siempre consi-derándola como mera superestructura. Pienso pormi parte que superestructura e infraestructura (aun-que a veces nos sean útiles) suponen una mera inver-sión de la división burguesa clásica entre espíritu ymateria. La materia sería la infraestructura y el espí-ritu la superestructura. Esto nos lleva a un callejónsin salida. Por eso Marx en El capital prefiere hablarde los tres niveles de cualquier formación social: elnivel económico, el nivel político y el nivel ideológi-co. Althusser, pues, dijo cosas muy buenas sobre ide-ología pero solía meterse en algún embrollo sin acla-rarse sobre el tema. La ideología alemana de Marx se-guía pesando muchísimo sobre él, aunque todo estohabría que matizarlo mucho más.

¿Cómo escribir después de Althusser? ¿Cómo esca-pamos del inconsciente ideológico? ¿Es posibleabrir fisuras en el inconsciente o a lo que mayor-mente podemos aspirar es a ser conscientes de nues-tra servidumbre?

Si el inconsciente ideológico fuera homogéneo y sinfisuras el capitalismo como forma de vida apenastendría problemas. Pero el sistema está lleno de con-tradicciones por todas partes. El aprehenderlas, el IS

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saber aprovechar esas contradicciones o esas fisurasdepende obviamente de nosotros, de hasta qué pun-to somos capaces de romper con el horizonte capita-lista o nos creemos que la miseria actual es sólo unacrisis pasajera y que el sol volverá a levantarse por-que el capitalismo es el sol. Evidentemente todo esmuy difícil y por ahora no se ven apenas salidas deltúnel. Una escritura rompedora sería –como lo ha si-do siempre- la que sepa mostrar y desvelar todas lascontradicciones que nos rodean.

En «Retorno para volver a empezar: discurso e ideo-logía», el epílogo que cierra el referido De qué ha-blamos cuando hablamos de literatura, reflexionassobre nuestro presente -o lo que es lo mismo: el ca-pitalismo avanzado-, y apuntas que es como si, en elcapitalismo financiero, la fuerza de trabajo libre yano fuera necesaria, debido a que el sistema se ha re-feudalizado. Y añades: «La fuerza de trabajo -bajo elámbito del capital financiero, de la plusvalía relati-va y del saber informático/maquínico- no sólo nosha convertido en trabajadores sociales sino que nosha convertido, de hecho, en máquinas productivas.Ya no somos sólo gente a la que se le extrae plusva-lía (absoluta o relativa) ayudando a la máquina/téc-nica a producir. Ahora somos nosotros mismos me-dios productivos (máquinas-técnicas de saber).Claro que siempre hemos estado inscritos en el pro-ceso de producción y/o circulación del capital, perojamás habíamos sido producción nosotros mis-mos». Según tu argumentación, el productor vuelvea formar un todo ontológico con el medio de pro-ducción, como en el sistema de explotación feudal.El siervo feudal se convirtió en sujeto en plena des-

composición del feudalismo, ¿está el capitalismo enfase de descomposición con esta crisis y, con ella, lo-graremos finalmente la emancipación? O, con estacrisis, ¿el capitalismo terminará por consolidarse co-mo sistema-mundo?

Lo has contado y resumido todo muy bien. Sólo unmatiz: no es que el capitalismo “terminará” (entreinterrogaciones, como tú lo escribes) por consolidar-se como sistema-mundo, es que el capitalismo ha lo-grado convertirse ya en la vida, la única que tenemos,y eso desde el momento de nacer. Ese es el incons-ciente que funciona hoy. E insisto en el hecho de has-ta qué punto o cómo queramos o no acabar con laexplotación subjetiva y colectiva depende de nos-otros. Decía Marx en El Manifiesto: “la libertad de ca-da uno depende de la libertad de todos y la libertadde todos depende de la libertad de cada uno”.Repito que la libertad (sin explotación) no se tiene si-no que se conquista. Pero hablar hoy de la explota-ción capitalista como la única vida que tenemos escomo hablar a la gente de los jeroglíficos egipcios.Tendremos que empezar a aprender a hablar y apensar y actuar partiendo una vez más casi de cero,como ya indicaba Lenin en 1922, en su última inter-vención pública, tras llevar 5 años dirigiendo una re-volución socialista sin saber muy bien lo que podíaser el socialismo. Cuando las revoluciones burgue-sas triunfaron finalmente en el XVIII-XIX sí sabíanperfectamente cuáles eran sus objetivos y los merca-dos capitalistas y sus bancos estaban implantadospor todas partes. Nosotros sólo sabemos –y difusa-mente- lo que no queremos. Pero a partir de ahí, co-mienza el vacío. Casi.

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