El Radicalismo Como Religion

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    El radicalismo como religin cvica Graciela L. Ferrs*

    En Julio Pinto y Fortunato Mallimaci (COMP:)) La influencia de las religiones en el

    Estado y la Nacin Argentina, Buenos Aires, EUDEBA, pp. 103-126

    1. Introduccin

    Uno de los objetivos certeros de este libro como nos dicen Fortunato Mallimaci

    y Luis Donatello en los prximos captulos es la posibilidad de recrear lo poltico

    desde lo religioso, sobre todo teniendo en cuenta que una de las caractersticas

    especficas del discurso de los lderes polticos latinoamericanos es el uso de un

    lenguaje poltico-religioso. Complementan este tipo de propuestas los recientes estudios

    sobre populismo, como los de Ernesto Laclau,1 que ahondan en la relacin entre historia

    poltica e historia religiosa en el continente. Este captulo encara la sinuosa tarea de

    mostrar el lenguaje religioso y el entramado de una simbologa mstica en torno al

    liderazgo poltico de Hiplito Yrigoyen, sin perder de vista la secularidad de su

    representacin y del radicalismo como partido poltico. Como se sugiere en la

    Introduccin de este libro, Yrigoyen, al contraponer la Causa al Rgimen, identifica

    al radicalismo como una religin cvica. A esto se suma la fuerte idea del lder radical

    de identificar la poltica con un apostolado y de sentirse el verdadero apstol. Lo que

    lleva a una relacin poltica que mantendra la premisa formulada por Julio Pinto en el

    captulo que nos antecede: en la sociedad se puede dar la misma relacin que entre dios

    y sus fieles.

    Tambin interpretamos el relato poltico partidario de uno de los ms grandes

    intelectuales con los que cont la Unin Cvica Radical en el siglo XX: Ricardo Rojas.

    El literato, despus del fatal giro de la historia poltica argentina con el golpe del ao 30,

    intenta elaborar una nueva religiosidad de la Nacin, sobre la base de la conciliacin de

    su nacionalismo indiano y de las tradiciones liberales-democrticas. En este intento

    pueden ubicarse su ciudadana activa como afiliado del Partido Radical y la doctrina de

    su libro El Radicalismo de maana (1932), donde ste aparece como una religin

    cvica.

    * UBA-IEALC.

    1. Ernesto Laclau, La razn populista, Buenos Aires, FCE, 2005.

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    Entender al radicalismo como religin cvica y escribir en consecuencia con ello,

    implica asumir como propia la hiptesis desplegada ya en el primer captulo de este

    libro por Gabriela Rodrguez: la importancia de la religin como hacedora y

    conservadora del lazo social para el universo poltico de la Repblica Argentina. Y estas

    ltimas dos palabras tienen una connotacin propia, porque remiten al imaginario

    simblico de la Constitucin Nacional y al horizonte de experiencia y expectativa de

    nuestra cultura poltica democrtica. Por ello gua este trabajo la premisa desarrollada

    por Fernando Devoto sobre la larga pervivencia de la tradicin liberal en la historia

    argentina.2 Perennidad de la cual no lograr liberarse ni la derecha autoritaria, por lo

    menos hasta la dcada del 30, segn enfatiza el historiador del nacionalismo argentino.

    A partir de esta dcada, sostienen Mallimacci y Donatello, se establece la

    cristalizacin de una alianza entre grupos civiles, elites militares y diferentes colectivos,

    que constituir el entramado de aquello que los autores denominan la nacin catlica.

    Este captulo que, dada su brevedad, slo pretende esbozar en pocas lneas algunas

    ideas para futuras investigaciones se desenvuelve a modo de pndulo temporal y

    terico entre la nacin cvica y la nacin catlica, y sugiere tanto la emergencia del

    lenguaje poltico-democrtico como el lenguaje de los populismos latinoamericanos.

    2. Yrigoyen, la poltica como un apostolado

    [Yrigoyen] Es el caudillo que con autoridad de caudillo ha decretado la

    muerte inapelable de todo caudillismo; es el presidente que sin

    desmemoriarse del pasado y honrndose con l se hace porvenir, Jorge Luis Borges, carta a Enrique y Ral Gonzlez Tun, 1928.

    Son escasos los trabajos sobre el radicalismo que ponen el acento en el liderazgo

    de Hiplito Yrigoyen. Sin embargo, como afirma Marcelo Padoan en unos de los pocos

    estudios dedicados a la trama discursiva en torno a la figura de Don Hiplito, Yrigoyen

    para sus seguidores ser un apstol, un nuevo Jess de la poltica argentina .3 En esta

    2. Se entiende la tradicin liberal en el sentido amplio del trmino, es decir, que contiene dentro de s muchas cosas y ncleos de ideas diferenciados, como aqulla que opone a una tradicin republicana

    clsica centrada en la idea de virtud a otra centrada en la de autointers. Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Una historia, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, pp. XI y

    284.

    3. Marcelo Padoan, Jess, el templo y los viles mercaderes. Un examen de la discursividad

    yrigoyenista. Estudio preliminar y seleccin de textos por Marcelo Padoan, UNQ, Quilmes, 2002, p.

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    afirmacin hay, en realidad, dos consideraciones que estn puestas en juego: por un

    lado, la definicin de Yrigoyen del ejercicio del gobierno como un apostolado y, por

    otro, la identificacin de su figura en torno a la idea de apstol. Tal es as que, como

    demuestra Padoan, sus adversarios son obligados a discutir su liderazgo en estos

    trminos. Es decir, cuestionarn la autenticidad del apostolado, pero no la idea misma

    de apstol para pensar este liderazgo. Este rasgo, sin lugar a dudas, presenta una

    situacin excepcional y novedosa, pocas veces delimitada en stos trminos.4

    En lo que respecta a este trabajo, nos interesa mostrar brevemente en este

    apartado cmo el entramado de la discursividad yrigoyenista que involucra la

    opinin de Yrigoyen sobre s mismo, la de sus seguidores y la de sus adversarios

    sirve para identificar al radicalismo como una religin cvica. Esta identificacin es

    inseparable del carcter novedoso del liderazgo de Yrigoyen. Horizonte de

    experiencia que le permite a Ricardo Rojas la elaboracin terica del radicalismo

    como una nueva religiosidad de la Nacin.

    Si bien el radicalismo nace como un partido de principios esencialmente

    impersonal como recita su Carta Orgnica de 1890, para Yrigoyen el radicalismo no

    era un partido poltico, sino un movimiento: la Nacin misma. Desde el principio, esta

    idea est unida a la comprensin de la poltica como un apostolado. Yrigoyen aparece

    como el hroe restaurador enviado por la Providencia (Yrigoyen, Mi vida y mi

    doctrina, 1923). El Manifiesto de la Unin Cvica Radical al pueblo de la Repblica del

    30 de marzo de 1916 llama a todos los argentinos a cumplir con el sagrado deber

    15. En la mayora de los estudios sobre el radicalismo de las ltimas dcadas, el acento no est puesto

    en el sistema de representaciones de la figura de Don Hiplito, sino en su gnesis, en sus diferentes

    mecanismos de accin poltica y en la forma de su estructura partidaria en el gobierno (Carlos A.

    Giacobone y Gallo (eds.), Manual Bibliogrfico sobre la UCR, Compaa Impresora Argentina,

    Buenos Aires, 1989; David Rock, El radicalismo argentino 1890-1930, Buenos Aires, Amorrortu,

    1996). Arturo Roig en Los krausistas argentinos se interesa por la dimensin ideolgico-discursiva del

    pensamiento poltico de Yrigoyen (Los krausistas argentinos, El Andariego, Buenos Aires, 2006), pero

    queda relegada la trama discursiva de sus seguidores, quienes, en definitiva, construyen su liderazgo

    poltico. El estudio de Padoan es muy sugestivo al respecto.

    4. El trabajo de David Rock (El radicalismo argentino, 1890-1930) pone de manifiesto la novedad que

    implic, en trminos de estilo poltico, la figura de Yrigoyen. Pero no se interesa por el sistema de

    representaciones del liderazgo de Yrigoyen, sino que hace hincapi en el carcter prebendario que

    asume el radicalismo en el gobierno. En trminos generales, el liderazgo de Yrigoyen fue pensado

    como una caracterstica residual del pasado, en una lnea de continuidad con el caudillismo y la

    oligarqua, interpretacin de varios de sus opositores, particularmente del socialismo. Halpern Donghi

    no hablar de una caracterstica residual del pasado, sino de rasgos que se han convertido en constitutivos

    de la tradicin poltica argentina (Tulio Halpern Donghi,, La democracia de masas, Paids, Buenos

    Aires, 1991). Mientras que Padoan busca exaltar lo novedoso de este liderazgo. El reciente trabajo de

    Ernesto Laclau sobre populismo hace una mencin al pasar de la figura de Yrigoyen en Argentina como

    populismo latinoamericano, pero sus dos presidencias representan un reformismo y no un populismo ms radical, que constituye su objeto de estudio y teora como el peronismo (Ernesto Laclau, ob. cit., p. 239).

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    cvico, porque el pas requiere una profunda renovacin de sus valores ticos.5 En

    principio, la misin profundamente tica de la poltica como enfatiza Arturo Roig en

    Los krausistas argentinos est vinculada a la influencia del ideal krausista y la

    influencia del regeneracionismo espaol en el que se forma Yrigoyen, quien haba sido

    profesor de filosofa durante 25 aos en la Escuela Normal de Profesores. La contra el

    Rgimen poda ser pensada como una batalla entre el Bien y el Mal; Yrigoyen, un

    "apstol"; los miembros del partido, "correligionarios"; la circunscripcin, la

    parroquia; la victoria era "la reparacin" y cualquier renuncia, una "apostasa". Como

    sugiere Roig, de algn modo, la mstica religiosa se transmut en una mstica poltica.

    En torno al concepto krausiano de individualidad giran las biografas que

    inmortalizan a Yrigoyen como la realizacin del ideal antropolgico; muestra de ello

    son El Hombre (1920), de Horacio Oyhanarte, e Yrigoyen, su revolucin poltica y

    social (1943), de Carlos Rodrguez.

    En el discurso del 12 de octubre de 1916, Yrigoyen habla de la accin de

    gobierno como un apostolado6 y, en un mismo gesto, plantea la resurreccin que

    pareciera imposible de la Patria, de la verdad de la Patria, como si un dictado

    superior hubiera dispuesto que se fundiese en la ms indestructible solidaridad. En una

    carta de Hiplito Yrigoyen a Alvear, aqul escribe: habamos transformado el templo

    en un mercado, sintetizando el fundamento de la Causa contra el Rgimen. De

    manera sugestiva, Paodan interpreta: si el templo (la patria o la vida pblica) se haba

    transformado en un mercado era necesario que un nuevo Jess (Yrigoyen) ingresara al

    mismo a echar a los mercaderes (los polticos del rgimen).7 Ya en 1916, se instituye

    una representacin mesinica de la figura de Yrigoyen, como muestra la biografa de

    Oyhanarte titulada El Hombre, dando por entendido en su figura la realizacin de un

    ideal. Yrigoyen aparece de este modo como el Hombre-idea, hombre-encarnacin,

    hombre-bandera, hombre-smbolo. Oyhanarte enfatiza la figura del Mesas, Yrigoyen,

    como Jess que redime a los hombres del pecado, es Sembrador, evangelista y

    profeta sobre su doloroso va crucis no ha cado nunca; y, cuando ms arreciaban los

    infortunios, ms se nimbaba de luces su frente y mejor en la borrasca que en la bonanza,

    5. Manifiesto de la Unin Cvica Radical al pueblo de la Repblica (30-3-1916). Hiplito Yrigoyen,

    Pueblo y Gobierno, vol. III, 2. ed., Buenos Aires, Raigal, 1956, en Tulio Halpern Donghi, Vida y muerte

    de la repblica verdadera, Emec, Buenos Aires, 2007.

    6. Hiplito Yrigoyen, Pueblo y Gobierno, vol. III, 2. ed., Buenos Aires, Raigal, 1956 (Publicado en

    Proteo el 12 de octubre de 1916). Cf. Halpern Donghi, Vida y muerte..., ob.cit., p. 354.

    7. Marcelo Padoan, ob. cit., p. 29.

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    piloteaba con mano segura, almirante insigne, la nave del ensueo.8 Este Jess que

    encabeza una cruzada tica contra los polticos del rgimen (los mercaderes) encarna

    doctrina-ideal y accin.

    El primer tramo de la doctrina y el ideal parece tener una asociacin directa con

    la filosofa krausista:9 un Jess que predica una religin del amor, el ideal de la

    humanidad. Mientras que la accin est ms conectada con la idea de apostolado,

    sacrificio y va crucis, y la creemos ms representativa de la figura de Yrigoyen como

    conductor de las multitudes argentinas, interesante definicin de Manuel Glvez. El

    autor de El Diario de Gabriel Quiroga usa esta definicin para enfatizar el rasgo

    excepcional de su liderazgo no comparable con un orador, caudillo o pensador a secas,

    porque su figura encarna, de cierto modo, la argentinidad.10

    Interpretacin que, como

    veremos, despliega Ricardo Rojas, ya a principios del ao 30, para hablar del

    radicalismo entendido como sentimiento popular. La sutil distincin entre el anlisis de

    Glvez y el de Rojas radica en que, para el primero, la argentinidad puede nacer y

    perecer en una encarnacin: la figura de un hombre (Yrigoyen, Pern, etc.). El segundo,

    en cambio, complejiza esta idea porque, si bien relaciona la tradicin personal del

    caudillo (Yrigoyen y los personalistas) con la realizacin del ideal de la soberana

    popular, este sentimiento es propio del radicalismo, est en su gnesis y es anterior al

    partido poltico y a la persona de Yrigoyen. Idea totalizadora que vuelve doctrina la

    concepcin del radicalismo como religin cvica y que no se acota al sistema de

    representacin de un liderazgo. Glvez sostiene que esta idea de convertir el voto, el

    deber cvico, en una de las grandes fuerzas morales es una caracterstica del liderazgo

    de Yrigoyen, mientras que Rojas la traslada a lo que llama la tradicin histrica del

    radicalismo.11

    8. Horacio B. Oyhanarte, El Hombre, Librera Mendesky, Buenos Aires, 1916. Cf. Halpern Donghi, Vida

    y muerte..., ob. cit., p.424.

    9. Ver Padoan, ob. cit.; Roig, ob. cit.; Osvaldo lvarez Guerrero, El Radicalismo y la tica social.

    Yrigoyen y el Krausismo, Editorial Leviatn, Buenos Aires, 1986. Hiplito Yrigoyen ante la condicin humana, junio de 2004, http://www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/argentina/yrigoyen.htm. 10. Manuel Glvez, Vida de Hiplito Yrigoyen, Tor, Buenos Aires, 1945 (Primera ed. 1939), p. 8.

    11. No obstante, es interesante que, en 1928, la postura de Glvez es similar a la lectura de Rojas en El

    Radicalismo de maana. En el discurso de presentacin a Ernesto Laclau [Jurista y socilogo. Prestigioso

    intelectual que vena de dictar conferencias sobre la ciencia poltica en La Sorbone. Se adhiere con

    entusiasmo a la Unin Cvica Radical y en particular al Yrigoyenismo en 1928] que el partido radical es decir el verdadero y nico partido radical, al que impropiamente se ha dado en llamar personalista es una expresin viviente y exaltada del sentimiento nacionalista, y que este partido tan hondamente

    argentino que nada debe ni a las doctrinas ni a los mtodos europeos, no es un producto de la inteligencia

    y del saber libresco de un grupo de hombres, como el demcrata progresista o socialista, sino que ha

    surgido de la masa popular, con la cual se identifica en estos momentos trascendentales para la

    democracia argentina. Cf. Halpern Donghi, Vida y muerte, ob. cit., p. 455.

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    A fines de la dcada del 20, Manuel Glvez, junto con otros intelectuales como

    Ernesto Laclau (1928) o el joven Jorge Luis Borges, penetraron con perspicacia en la

    naturaleza del misterio de Yrigoyen. Ms all de sus profundas divergencias sobre el

    curso de la historia nacional, compartan una profunda admiracin por el lder radical.

    Para ellos, el Yrigoyenismo representa el verdadero y nico radicalismo. Isaas

    criollo, quijote de la Democracia y mstico de la Igualdad y de la Libertad, lo

    calificar Glvez.12

    ste, al igual que Jorge Luis Borges, encontrar en su figura la

    consagracin de una leyenda.13

    Para Yrigoyen la poltica es tica y la tica es poltica. Escribe Osvaldo

    lvarez Guerrero que Yrigoyen al anunciar la prdida de su propia autonoma, la

    sublima en funcin de una liberacin colectiva, pero esa renuncia, ese sacrificio, es

    deber del dirigente que vive la poltica como un apostolado. Esta idea del apstol y del

    sacrificio est ntimamente conectada con concebir a la Unin Cvica Radical como un

    movimiento, como la religin cvica de la nacin adonde las generaciones sucesivas

    puedan acudir en busca de nobles inspiraciones.14 La Causa contra el Rgimen es la

    de la Nacin misma.15

    Yrigoyen asume la imagen cristiana del apstol, jugando con la

    figura de Jess en una lgica de mesas, profeta, pero tambin de sacrificio y va

    crucis como restaurador del orden moral y poltico de la repblica. Ahora bien,

    Yrigoyen dona un sentido personal al sentimiento de religiosidad cvica expresado

    por el radicalismo? O este sentimiento nace con el sistema de representaciones del

    liderazgo de Yrigoyen?

    3. El Yrigoyenismo y la resurreccin de un pasado condenado

    La poltica se dividi en partidos y nombres. Nadie ha encarnado mejor que

    Yrigoyen la voluntad de la masa annima. Pero el yrigoyenismo era anterior y

    superior a l. Aunque haya encarnado la realidad trascendental y mgica en su

    persona, su mentalidad, sus actos, como apstol y como mrtir, qued sin

    representar un sector de esa realidad. Por mucho que en l se hayan

    concretado tendencias latentes de las multitudes y que llegase a ser el paladn

    de un ideal de limitadas perspectivas, Rosas lo precedi, y la mayor parte de

    su obra es la vigencia de cuanto desde la organizacin nacional haba

    quedado proscrito con la condena del pasado. Ezequiel Martnez Estrada,

    Radiografa de la Pampa

    12. Manuel Glvez, ob. cit, pp., 129-137.

    13. Jorge Luis Borges, El tamao de mi esperanza, Obras Completas, Emec, Buenos Aires, 2007.

    14. Hiplito Yrigoyen, Pueblo y gobierno, Buenos Aires, Raigal, 1956. Memorial a la Corte Suprema

    de Justicia, escrita desde la Isla Martn Garca, agosto de 1931, DHY p. 474.

    15. Osvaldo lvarez Guerrero, ob. cit., http://www.ensayistas.org/critica/generales/C-

    H/argentina/yrigoyen.htm.

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    Para el radicalismo antipersonalista, Yrigoyen es un falso apstol. Su figura es

    comparada con Rosas, y su gestin, con la tirana y la prebenda; as, el radical

    Benjamn Villafae escribe un libro con el sugestivo ttulo Irigoyen, el ltimo dictador

    (1922), y acusa a Yrigoyen de ser un gobernante que aspira a una experiencia

    plebeya y autoritaria. Esta lectura se suma a la reaparicin en la escena poltica de

    antiguas familias federales que haban estado relegadas polticamente. Aos ms

    tarde, en el clima que antecede al golpe militar, asevera con tono beligerante que

    Yrigoyen pertenece a la estirpe del mestizo desubicado, la de casi todos los tiranos

    y tiranuelos sudamericanos. Tradicin de la Pennsula, donde libran ruda batalla la

    civilizacin europea y la barbarie africana, la barbarie de los dogmas religiosos que

    llevan en s la tirana de los dogmas polticos.16 Otra vez la antinomia Civilizacin y

    Barbarie sintetiza la expresin de un acontecimiento poltico donde las multitudes

    aparecen como sujeto o posible sujeto poltico. Para bien o para mal, el Yrigoyenismo

    aparece como un fenmeno anterior y superior a la figura de Yrigoyen, que lo asocia a

    un pasado proscrito por la tradicin liberal.

    La elite tradicional criticaba el populismo de Yrigoyen. La derecha ms

    reaccionaria cuestionara su constitucionalidad y su negligencia para resolver el

    conflicto obrero. Es el caso del Gral. Jos Flix Uriburu, Leopoldo Lugones y la Liga

    Patritica Argentina. La idea de Yrigoyen como falso apstol, tirano y demagogo de

    antipersonalistas, conservadores y nacionalistas acompaa la firme creencia de que las

    multitudes slo podan gobernarse por el engao o por la fuerza (Snchez Sorondo,

    Luis Reyna Almandos, etc.), mientras que la teora freudiana de la identificacin de

    las masas con el lder promueve un engranaje complejo en la organizacin de la

    sociedad; la tesis del engao de las masas las reduce a la sensacin de sugestin

    leboneana.17

    Para los opositores, la chusma yrigoyenista es la expresin de una ola

    turbia de incultura, un atropello a la civilidad argentina, otra forma de barbarie.

    Esta barbarie esta ntimamente relacionada con el sentimiento religioso de las

    16. Benjamn Villafae, Degenerados: tiempos en que la mentira y el robo engendran apstoles, Buenos

    Aires, 1929. Cf. Halpern Donghi, Vida y muerte..., ob. cit., pp. 478-479.

    17. Con Gustav Le Bon, la psicologa de las masas se ubica en el campo de lo patolgico, de la

    disolucin de lo normal. As, mientras que la racionalidad tiene que ver con el individuo, la

    irracionalidad parte del grupo o multitud. A las masas se asocian las palabras anarqua, revolucin, revuelta, barbarie. Para la cultura posterior a Caseros, grosso modo, la multitud tambin es barbarie, por eso la historia poltica argentina se desenvuelve con individuos, estadistas, genios o hroes, en lucha contra la anarqua y las montoneras (como la historia de Mitre). Las masas son asociadas al

    lenguaje de la desintegracin social, recin con Sigmund Freud hablaramos de una complementariedad entre el individuo y las masas.

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    sociedades tradicionales; por ejemplo, Joaqun V. Gonzlez definir al gobierno de

    Yrigoyen como una autoteocracia.18 Para el socialismo, Yrigoyen es el ltimo

    caudillo (Carlos Snchez Viamonte), y cuestiona su continuidad con los vicios

    polticos de la oligarqua. Desde una perspectiva distinta de nacionalistas y

    conservadores, el socialismo reconoce un clivaje cultural que lo separa del radicalismo

    yrigoyenista. Estos insistirn en la necesidad de que el pueblo tome conciencia, a partir

    de la educacin, de que no se necesita de grandes hombres para emanciparse. Para Juan

    B. Justo, el caudillismo despolitizaba al sustituir a los ciudadanos en la gestin de la

    cosa pblica, al tiempo que creaba la ilusin politicista. En suma, para los socialistas,

    como para los nacionalistas y para los conservadores, el yrigoyenismo resulta un

    fenmeno poltico inadmisible para una cultura poltica moderna.19

    4. El Golpe militar del 30. Ricardo Rojas y la UCR

    El pas, impulsado al abismo por las fuerzas de la orga, se detuvo de golpe a su

    borde. []. El Partido Radical personalista no debe ir a las urnas en solidaridad explcita o tcita con el rgimen depuesto para retornar a los

    delitos del pasado. Gral. Jos Flix Uriburu, Manifiesto al Pueblo, 30 de

    marzo de 1931.

    El golpe militar del Gral. Uriburu produce el primer quiebre de las instituciones

    democrticas, al derrocar la segunda presidencia de Hiplito Yrigoyen, clausurando

    as la repblica verdadera. Un ao despus, en 1931, Ricardo Rojas anuncia su

    afiliacin a la Unin Cvica Radical. Un cronista del peridico Noticias Grficas relata

    la sorpresa que caus en los crculos universitarios cercanos a Rojas el hecho de que

    ste decidiera volcarse a la poltica activa en medio de la exclusin de la participacin

    ciudadana. Pero, precisamente, este escenario hostil es el que lo anima a involucrarse

    en la arena poltica, conmovido por la profunda crisis que amenaza a las instituciones

    vitales del pas.20

    El pensamiento de Rojas no vara demasiado, pero s su insercin

    social, a la vez que muestra su singular capacidad para adaptar su sistema de ideas

    nacionalistas a nuevas realidades. Su prestigio como reconocido intelectual y la

    18. Joaqun V. Gonzlez, Crisis de cultura. Obras Completas, Universidad de La Plata, La Plata, tomo XXI, 1936. Cf. Tulio Halpern Donghi, ob. cit., p.31.

    19. Mariestella Svampa, El Dilema Argentino: Civilizacin o Barbarie. De Sarmiento al revisionismo peronista.

    El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1994. 20. Ricardo Rojas, Entrevista, en Noticias Grficas, 10/10/1931.

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    simpata obtenida por adherirse al partido en su momento ms difcil le garantizan un

    rpido ascenso a los niveles de dirigencia. En 1931 escribe El Comicio cerrado y, en

    su calidad de Convencional Nacional, Rojas se convierte para los militantes del partido

    en el canciller de hierro de la abstencin. Para Rojas, se trata de la proscripcin de

    la ciudadana, una situacin de hecho, impuesta por actos de tirana contra todo un

    pueblo, cuyas consecuencias an palpamos.21 En febrero de 1932, Rojas e Hiplito

    Yrigoyen que recin abandonaba su confinamiento en la isla Martn Garca se

    conocen. El ex presidente se lamenta de que hayan tardado tanto en encontrarse ya que

    compartan los mismos ideales. Rojas responde: Seor: si yo me hubiera acercado

    cuando Ud. ejerca la presidencia, este encuentro de hoy no tendra el significado que

    ahora tiene.22 Rojas, que no es personalista, se afilia a la UCR en el momento en

    que la mayora de los antipersonalistas huyen. A fines de 1933, en medio de un

    revolucionado clima poltico, Justo decreta el estado de sitio, y varios radicales,

    junto con los revolucionarios de la insurreccin de Paso de los Libres, son confinados

    a Ushuaia, entre ellos, R i c a r d o Rojas. A este confinamiento lo llama exilio, y

    con ello recrea el mito de la escritura que funda la repblica libre de la generacin del

    37. Escribe desde la crcel: Quin era yo, tal vez un amauta? Quiz un baquiano de la

    travesa. O un expatriado aqu en mi propia patria.23

    Rojas ingresa a la Unin Cvica Radical, en un momento de derrota para ella,

    movido por sus viejos ideales nacionalistas y por su amor al pueblo. Cree que los

    sucesos del 30 posicionan al radicalismo en una situacin excepcional: como fuerza

    civil y partido poltico. Desde septiembre de 1930 hasta hoy escribe Rojas en El

    Radicalismo de maana hyanse frente a frente en la Argentina la fuerza de la espada

    y la fuerza del espritu.24 En contraste con la hora de la espada, que anuncia el poeta

    Leopoldo Lugones, firme denostacin de la democracia poltica y predileccin por la

    fuerza militar, Rojas anuncia la hora de la espiritualidad y deposita su esperanza

    cvica en el radicalismo. Esta esperanza radica en entender al radicalismo como la

    nueva religiosidad cvica de la Nacin.

    Rojas siempre abog por un nacionalismo pacfico, laico y democrtico, como

    no se cans de insistir desde su Restauracin nacionalista. No obstante, la necesidad de

    una creencia como fundamento de la cohesin social se inscribe de manera

    21. Carlos Giacobone, Ricardo Rojas, poltico, Biblioteca de la UCR, Buenos Aires, 1991, p. 104.

    22. Horacio Castillo, Ricardo Rojas, Academia Argentina de Letras, Buenos Aires, 1999, p. 231.

    23. Ricardo Rojas, Archipilago, Losada, Buenos Aires 1947, p 326.

    24. Ricardo Rojas, El radicalismo de maana, Losada, Buenos Aires, 1946, p. 101.

  • 10

    subrepticia en su sistema de ideas nacionalistas. Expresin de la bsqueda de los

    arcanos de la Tradicin nacional, hacedores de un sistema de valores comunes que

    garanticen la unidad en la diversidad de una sociedad heterognea en extremo, como

    la argentina del Centenario. Estos arcanos, que hacen a la geografa espiritual de la

    Repblica, como anunci en El pas de la selva, son los que deben alimentar la

    creencia de la historia nacional que se ensea en las escuelas. Con la Reforma

    Universitaria del 18, Rojas acenta el papel de la Universidad como creadora de fe

    laica.25

    Para la poca, la apertura de la poltica de masas termina con el rol privilegiado

    de la universidad en el debate pblico para trasladarlo a los aparatos partidarios. A pesar

    de formar parte del conjunto de intelectuales sin partido, con la guerra, Rojas pareci

    comprender que a los enemigos que haba aspirado a combatir desde el debate cultural

    ahora tena que combatirlos desde el campo poltico.26

    El acercamiento que se propona

    Rojas hacia la nueva generacin, encauzada por la crisis de valores que se desprenda

    de la gran guerra, no estaba exento de tensiones. Rojas perteneca a la generacin

    precedente, por lo cual arrastraba, como seala Halpern Donghi, una visin de la

    democracia como el gobierno de la razn pblica, que reservaba la potestad de la

    opinin a las minoras cultas. En cierto modo, es la guerra la que pone fin al

    aislamiento del autor de La Restauracin nacionalista y la que brinda un escenario y un

    pblico propicio y dispuesto a escuchar el mensaje de 1910. Concluida la guerra

    escribe Halpern Rojas aspir a establecer un vnculo ms duradero con las

    muchedumbres juveniles que haban aplaudido fervorosamente sus arengas.27 Este

    vnculo deba brindrselo el Partido de la Nueva Generacin, fundado por el Comit

    Nacional de la Juventud, luego del prestigio ganado en su campaa de poltica

    internacional. Rojas fue el encargado de redactar el ideario Profesin de fe de la nueva

    generacin del Partido. Eco de una Argentina previa a la Repblica del sufragio

    universal, esta profesin de fe se basaba en la creencia en la democracia como

    gobierno de la razn pblica, en ntima conexin con las crticas al gobierno

    plebiscitario de Yrigoyen.28 Halpern advierte que la fe absoluta de Rojas en una

    25. Eduardo Hourcade, Ricardo Rojas: Un pasado para la democracia argentina, Tesis de Maestra, FLACSO, Buenos Aires, 1995, p. 53.

    26. Fernando Devoto, ob. cit., pp. 115-116.

    27. Tulio Halpern Donghi, Vida y muerte de la repblica verdadera, ob. cit., p. 116.

    28. Como orador en los frontones juveniles, Ricardo Rojas critica la neutralidad poltica del gobierno de

    Yrigoyen en la Primera guerra mundial y sostiene que es expresin del espritu cosmopolita y del

    materialismo egosta al que se opone su nacionalismo (Rojas, Ricardo La guerra de las naciones, Buenos

    Aires, Losada, 1924, p. 21). Como redactor de La Nacin, ser an ms punzante al denunciar la

    incapacidad del gobierno para administrar el pas (La Nacin 19/11/1917) y al criticar la teora del

  • 11

    democracia entendida como el gobierno de la razn pblica, que requiere que el

    magisterio de la opinin sea reservado a una minora culta, se hace eco del recelo que en

    las elites polticas e intelectuales de la Repblica posible despertaba el incipiente

    ascenso de clases.29

    No obstante, fue una constante en la obra de Rojas la tensin entre la seductora

    fuerza anrquica de las muchedumbres montoneras que libraron nuestra independencia

    y la necesidad de una minora culta, una oligarqua de maestros que imprimiera el

    rumbo del gobierno y la cultura nacional.30

    Lejos de responder a los melanclicos ecos

    de la Repblica posible, ms bien consideramos que esta posicin de Rojas forma parte

    de entender la cultura como realidad carnal31 y de asumir las antinomias inherentes a

    la poltica de masas de la Repblica verdadera. Esto podra explicar tanto la creencia

    en la reparticin geogrfica de la funcin del sufragio y el voto calificado32

    (La Nacin,

    1911) como la salutacin del sufragio universal (segundo prlogo a La restauracin

    nacionalista) y el voto a Yrigoyen en 1916.33

    Con el golpe del 30, su filosofa de la argentinidad, su nacionalismo, le pareci

    error ante aquel fracaso.34

    El autor de Himnos quechuas percibe a los enemigos de su

    sistema de ideas nacionalistas en el discurso de los simpatizantes del golpe militar al

    gobierno democrtico de Yrigoyen. Escribe Rojas:

    Cuarenta aos despus de fundada la UCR, vuelven hoy a encontrarse frente a frente, como en la

    Colonia y en la Emancipacin, la oligarqua y el pueblo, la reaccin regresiva y la evolucin

    plebiscito, que pretende justificar las intervenciones federales a las provincias (La Nacin, 28/7/1918; 8/4/1918; 4/10/1918). El artculo 12 de la Profesin de fe afirma: El partido radical que gobierna el pas desde 1916 se mantuvo en la conspiracin, siempre vencida, sin educar al pueblo por el sufragio o

    por la palabra. Transfigurado al producirse la reforma Senz Pea, y favorecido por la coercitiva opcin

    de la lista incompleta, surgi en la capital como una reaccin contra el socialismo y contra los partidos

    que haban gobernado la repblica, y el artculo 34: La democracia es el gobierno de la razn pblica, que necesita cultura y discusin; lo dems es tirana de la muchedumbre numrica (Ricardo Rojas, La guerra de las naciones, ob. cit.).

    29. Tulio Halpern Donghi, Vida y muerte, ob. cit., p. 117. 30. Graciela Ferrs, Nacionalismo y democracia: Ricardo Rojas en el debate de la Ley Senz Pea, en Susana Villavicencio y Mara Ins Pacceca (comps.), Perfilar la nacin cvica en la Argentina.

    Figuraciones y marcas en los relatos inaugurales, Ediciones del Puerto, Buenos Aires, 2008, pp. 87-116.

    Democracia y Nacin: una relacin (im)posible? Lecturas sobre Manuel Glvez, Leopoldo Lugones y

    Ricardo Rojas en Clara Jalif (compiladora) Argentina en el espejo. Nacin, sujeto y existencia en el medio siglo (1900-1950), EDIUNC, Mendoza, 2006, pp. 95-126. 31. Graciela Ferrs, Ricardo Rojas: Hacer la Nacin. Dilogos posibles entre el nacionalismo y la democracia. Tesis de Doctorado, Facultad de Ciencias Sociales, UBA/ Universit Paris 8, Departement de Philosophie, 2011. Indita.

    32. Ricardo Rojas, Cuest io nes Elec tora le s , La Nacin 10/09/1911: 9 y 11/09/1911: 9. 33. Ricardo Rojas, La guerra de las naciones, ob. cit., 1924.

    34. Ricardo Rojas, Noticias Grficas, 10/10/1931.

  • 12

    creadora, la generosa intuicin de la argentinidad y el egosmo sensual de sus minoras

    alucinadas.35

    Claramente, para Rojas, la dictadura de 1930 no era un fenmeno de atavismo

    histrico, sino un acto de mimetismo extico, aunque s corresponda al orbe de la

    tragedia nacional. Sostiene el autor de Los gauchescos: cada nacin tiene su propio

    sino, puesto que es una entidad biolgica. El mal de la nuestra es la imitacin sin

    discernimiento ni memoria.36 La imitacin fue el aliento de las oligarquas

    retardatarias en sus distintas manifestaciones histricas, y del espritu cosmopolita que

    combati en La restauracin nacionalista para la poca del Centenario. Al interior de

    su filosofa de la historia, el radicalismo aparece como la expresin del Indianismo:

    Descubro en esas luchas originarias, la misma necesidad biolgica que

    estallara heroicamente en 1810, hora del alumbramiento, y las que aun

    continan, como seales de nuestro crecimiento, con el radicalismo actual.

    Lo que antes resista a la ascensin del criollo y del mestizo, es lo que ahora

    resiste a la ascensin de sus masas numerosas, ilustradas por la educacin

    popular y engrosadas por los hijos de la inmigracin, o sea los criollos

    y mestizos de la nueva Argentina, en incipiente ascenso.37

    Rojas sostiene que hay dos radicalismos: el del sentimiento popular y el del

    partido poltico. El primero entra en consonancia directa con la prdica yrigoyeneana: el

    radicalismo es la Nacin misma. Lo que descubre, posiblemente, una filial comn entre

    Yrigoyen y Rojas, proporcionada por la influencia del krausismo y del

    regeneracionismo espaol.38

    Rojas parte de la caracterizacin de los seguidores

    yrigoyenistas del radicalismo como temperamento, para reafirmar que esa es la

    fuerza espiritual del radicalismo, cuya sensibilidad partidaria se parece mucho al simple

    patriotismo.39 Pero el radicalismo como movimiento prosigue Rojas necesita

    organizarse en la Unin Cvica Radical como el patriotismo en las formas del Estado. El

    35. Ricardo Rojas, El radicalismo de maana, Losada, Buenos Aires, 1946, p.105.

    36. dem, p. 99.

    37. dem, pp. 17,18.

    38. Sugiere Garrido que entre Rojas e Yrigoyen no hubo relacin personal hasta el final de la carrera poltica de este ltimo, en torno a los aos 30. Ms que influencia, lo que se dio entre ambos fue una

    sintona facilitada por convicciones comunes, e impulsada en momentos de crisis poltica. Porque en

    Rojas, no cabe duda, hay una lnea de coincidencia con el espritu krausista y con la tendencia

    regeneracionista. La relacin del krausismo con Rojas vendra por el lado de Joaqun V. Gonzlez, quien funda la Universidad de La Plata siguiendo el modelo krausista de la Universidad de Oviedo,

    Extensin Universitaria incluida. Estrictamente Rojas no era krausista ni regeneracionista, pero este

    ltimo tuvo mucha influencia en su pensamiento. Mar de Luca Garrido Lpez, Relaciones de la generacin del 98 con la generacin argentina del centenario. El caso de Ricardo Rojas, VI Encuentro de latinoamericanistas espaoles, Instituto Ortega y Gasset, 2006, p.13.

    39. Ricardo Rojas, El radicalismo de maana, ob. cit., p.213.

  • 13

    radicalismo como sentimiento popular, cuya carne es el pueblo, sustancia del partido

    poltico, es el que representa la entelequia poltica de la argentinidad. La tradicin

    histrica del radicalismo es anterior al Partido, lazo de continuidad con los arcanos de la

    tradicin democrtica nacional. Ahora, escribe Rojas, necesitamos definir la cosa, dar

    al sentimiento radical del pueblo una doctrina radical. Nuevamente, la bsqueda hacia

    abajo (raz, radis, radical), hacia lo profundo de la tierra, la raz, que caracteriza toda su

    obra (como analizamos en otros trabajos) y delinea la corriente subterrnea de la

    historia nacional que va de la colonia a las luchas republicanas y llega a nuestros das:

    El cuadro de 1810 se restaura hoy: de un lado el militar engredo rodeado de

    aduladores; del otro el conductor civil de una revolucin social; y en medio el

    doctor leguleyo, diestro en amaos para acomodarse con el gobernante que

    empuaba la espada.40

    Hoy como ayer, sugiere Rojas, una conspiracin oligrquica se levanta contra la

    plena realizacin de la democracia y la independencia, y enlaza al radicalismo con las

    Bases de Alberdi (cap. XXIII) all donde el proscripto escribe: El dogma de la

    soberana radical del pueblo. Segn Rojas, Alberdi llama radical a ese dogma de la

    Revolucin de Mayo que sigue siendo el dogma del actual radicalismo argentino41.

    Por un lado, est el dogma (revolucin) y, por otro, la imposibilidad histrica de

    realizacin del dogma: el 6 de septiembre de 1930, hemos vuelto al perodo

    preconstitucional escribe el autor de La historia de la literatura argentina, como

    cuando el autor de las Bases escriba42.

    Rojas ensambla el espritu del radicalismo con su doctrina nacionalista y

    democrtica porque se trata de un partido de alcance nacional, que se identifica con la

    Nacin y rene en su seno a los nietos de nuestros prceres fundadores y a los hijos

    de los modernos inmigrantes, al obrero manual y al estudiante universitario, al

    chacarero de la Pampa y al pen de la Puna. No slo se trata del nico partido

    nacionalista de esencia popular43 que expresa en su doctrina la representacin de toda

    la sociedad de heterogeneidad extrema que ocupa las reflexiones constantes del

    sistema de ideas nacionalista de Rojas, sino que se identifica con la voluntad

    histrica de nuestro ser nacional: la argentinidad. Y, como bien enfatiz Glvez en

    su Vida de Don Hiplito Yrigoyen, hay una caracterstica que emana del lder radical

    40. Ricardo Rojas, El radicalismo de maana, ob. cit., p.23.

    41. dem, p. 33.

    42. dem, p. 34.

    43. dem, p. 7.

  • 14

    en la que todos estn de acuerdo seguidores y enemigos: su argentinidad.44 La

    identificacin del radicalismo con la Nacin y con la voluntad popular es algo propio

    del sistema de representaciones del liderazgo de Yrigoyen. Est presente en el

    Yrigoyenismo que entiende al radicalismo como movimiento, contrario a la prdica de

    los antipersonalistas. Rojas no puede ignorar y, de hecho, no ignora esta relacin.

    Como se dijo, ste no tuvo vinculaciones con Yrigoyen mientras estaba en el

    poder, ni lo conoca con anterioridad a su confinamiento en la Isla Martn Garca. De

    hecho, critica las formas del liderazgo de Yrigoyen en un tono similar a las pregonadas

    por el socialismo all por el 20. Pero algo haba cambiado, y el acento de la

    impugnacin se modifica. Rojas siente, con el golpe del 30, que su teora de la

    nacionalidad fracas y, compartiendo el dolor del pueblo, cree un deber moral y

    cvico incorporarse a las filas de la UCR, el nico partido poltico de masas hasta el

    momento. Quizs haba fracasado su teora de la nacionalidad asociada a la creencia

    de la democracia como el gobierno de la razn pblica? Mientras poda dar esta lucha

    en el debate cultural, porque la efectividad de este gobierno responda a la existencia de

    una minora culta, slo poda efectuar la defensa de la democracia de masas en el

    campo poltico.

    El radicalismo histrico escribe Rojas se bifurca entre el federalismo

    gauchesco de la poltica interior y el romanticismo democrtico de la expatriacin

    liberal.45 Corrientes que vuelven a unirse en el Acuerdo de San Nicols y dan un

    sistema tutelar de la constitucin que hoy, asevera Rojas, necesita reformarse porque la

    realidad se ha modificado. El radicalismo surge en el ocaso del gobierno tutelar

    oligrquico por el despertar popular. Ms adelante, prosigue Rojas en El Radicalismo

    de maana:

    La Unin Cvica Radical trajo a la escena el coro, el pueblo que intervino en

    la accin, no como una bulliciosa causa secuaz, sino como una autnoma

    entidad sufragante. La misteriosa voz de la multitud, expresin colectiva de

    la conciencia humana, empez a reclamar derechos, a comentar no slo la

    marcha de los gobiernos espontneamente constituidos, sino la necesidad de

    que los gobiernos se constituyeran de acuerdo con la voluntad popular.46

    Esa modificacin de la realidad de la que habla Rojas parece sugerir la irrupcin de las

    multitudes como sujeto poltico en la escena nacional. Cambio de realidad, del cual el

    44. Manuel Glvez, ob. cit., p. 8.

    45. Ricardo Rojas, El radicalismo de maana, ob. cit., p. 54.

    46. dem, p. 202.

  • 15

    sistema de representaciones del liderazgo de Yrigoyen es testimonio. Perspicaz a los

    nuevos tiempos, adelantado, quizs, ya en La argentinidad (1916), Rojas explicita una

    intuicin que arrastra de su precoz incomodidad con la historiografa liberal: son las

    multitudes y no los grandes hombres, las forjadoras de la emancipacin americana.

    Escribe Rojas:

    Tal es el perodo de los caudillos, perodo complejo y mal documentado, que todava no tiene historia, porque hasta ahora slo ha tenido ciegos

    fustigadores. Yo creo que debemos a nuestras guerras federales mal llamadas brbaras la efectiva rotura del molde colonial, que nos permiti plasmar para nuestra democracia un nuevo molde poltico y una nueva

    estructura civil, genuinamente argentina.47

    En la imagen de las montoneras como pueblo en armas, ola turbia y sangrienta que

    los historiadores unitarios y liberales llamaron barbarie, Rojas encuentra los

    grmenes de la venidera cultura argentina. Aqu estn los orgenes de la democracia

    argentina, la democracia efectiva,48 en la imagen recurrente del pueblo armado:

    las tropas de la revolucin fueron el pueblo en armas; fue la nuestra, desde sus

    orgenes, una milicia democrtica; las muchedumbres que aparecen como legin

    homrica en el ao 10, son las que aparecen como indomable montonera en el ao

    20.49 Su maestro y amigo Miguel de Unamuno fortalece este anhelo con la categora

    de intrahistoria y le permite expresar que, ms all de los actores histricos de la

    independencia, el caudillaje era el elemento, aunque de modo subconsciente,

    genuinamente nativo, original y propio de la sublevacin.50 Bajo este hlito que

    rodea a las levas de la revolucin independentista, sugiere en La restauracin

    nacionalista que la barbarie, siendo gaucha, y puesto que iba a caballo, era ms

    argentina, ms nuestra que, por ejemplo, el seor Rivadavia.51 En Blasn de Plata,

    afirma que la sociedad argentina que realiz la emancipacin est compuesta

    principalmente por mestizos.52

    Queda as compuesta el alma indiana: el espritu o

    hlito de la revolucin encarnado en la fusin de un conjunto heterogneo; masa

    47. Ricardo Rojas, La argentinidad. Ensayo histrico sobre nuestra conciencia nacional en la gesta de la

    emancipacin 1810-1816, La Facultad, Buenos Aires, 1916, p. 157. 48. dem, p. 13.

    49. dem, pp. 41 y 135.

    50. Ricardo Rojas, La restauracin nacionalista, Ministerio de Justicia e Instruccin Pblica, Talleres

    Grficos de la Penitenciara Nacional, 1909, Buenos Aires, p. 304.

    51. dem, pp. 304- 305.

    52. Ricardo Rojas, El Radicalismo de maana, ob. cit., pp. 109-113.

  • 16

    oscura de las mestizaciones.53 Las caracterizaciones del alma indiana se encontraban

    en las definiciones sobre Yrigoyen y el Yrigoyenismo que blasfemaban sus adversarios.

    Falso apstol, de algn modo, era sinnimo de conductor de la barbarie.

    5. Yrigoyen y la tradicin del gobierno personal

    A partir del golpe del 30, Ricardo Rojas intenta elaborar una nueva religiosidad

    de la Nacin, sobre la base de la conciliacin de su nacionalismo indiano y las

    tradiciones liberales-democrticas. La Unin Cvica Radical y la figura de Yrigoyen

    forman una parte central de este proyecto. Hbilmente, en El Radicalismo de maana,

    enlaza la tradicin histrica del radicalismo con la tradicin del gobierno personal.

    Observador agudo, el pasado como horizonte le permite interpretar los misterios de la

    poltica argentina como la lucha entre la ciega realidad americana y las teoras exticas

    o anacrnicas que pretendan violentar esa realidad. En esa realidad americana, la

    relacin del caudillo con las masas populares representa la geografa espiritual de la

    Repblica.54 En nuestra lengua, afirma Rojas, el caudillo es de tradicin secular. El

    caudillo convive con la tradicin democrtica, cuando no la informa. A pesar de sus

    crticas a la figura de Rosas como tirano, lo rescata como un prototipo genuino que

    acept la realidad social de nuestro pas y gobern sin pretender modificar su

    estructura. Producto del ambiente y con bases populares, Rosas escribe Rojas

    disciplin la realidad social para la constitucin del estado.55 La tradicin del

    gobierno personal iba desde el Inca, presunto hijo del Sol, pasando por el conquistador

    y la mezcla de costumbres feudales con caciques y formas indgenas, los llamados

    libertadores y Rosas, hasta llegar a la figura constitucional del Presidente como jefe

    supremo. Para Rojas, la tradicin del tirano, del caudillo, del libertador, del virrey, del

    adelantado, del conquistador, del inca y del cacique remoto, se resume en ese inmenso

    poder personal instituido por la ley.56 As, el poeta reenva la tradicin liberal

    constitucionalista al sino trazado por la tradicin de los gobiernos personales en la

    Amrica espaola, y considera que la Ley Senz Pea aparece como un instrumento

    para pacificar la poltica. Tanto las Bases de Alberdi como la accin poltica de Rosas,

    pertenecen a la tradicin poltica argentina, as como las montoneras. Oscilacin entre

    53. Ricardo Rojas, Eurindia, Losada, Buenos Aires, 1951, p. 114.

    54. Ricardo Rojas, El Pas de la selva, Taurus, Buenos Aires, 2001, p. 138.

    55. Ricardo Rojas, El Radicalismo de maana, ob. cit., p. 53.

    56. dem, p. 113.

  • 17

    el personalismo en el gobierno y la expresin genuina de un pueblo indmito. En este

    contexto, no es extrao que Rojas afirme que el jefe es necesario en los partidos y

    slo hablan contra l los que olvidan la historia.57 Esta idea de la necesidad de

    liderazgo (cara a los antipersonalistas) es solidaria con aquella otra en la cual el pueblo

    es fuente, substancia, atmsfera del radicalismo.

    El partido poltico es la forma de la organizacin popular. En la escisin de los

    dos radicalismos, en la simbiosis entre ambos lder/jefe/caudillo y

    masas/multitud/afiliados/correligionarios est la lectura progresiva de la tradicin

    poltica argentina. Dicho de otro modo: tiene sus antecedentes en el caudillismo anterior

    al Acuerdo de San Nicols, se plasma en los poderes que la Constitucin del 53 brinda

    al Ejecutivo, pero no obedece a la tradicin tutelar, sino al novedoso y naciente sistema

    de partidos de masas. Prosigue Rojas con aguda escritura:

    [] una asociacin partidaria ha de ser iglesia, milicia y escuela. Aqu el caudillo es de tradicin secular []. El ministerio del caudillo argentino es originariamente militar, pero en la poltica democrtica vita militis adems de militar, su ministerio es docente y sacerdotal: iglesia, en griego, quiere

    decir asamblea de correligionarios y colegio es lugar de doctrina.58

    Esta ya no es la democracia que gobierna a una minora culta, el gobierno de la

    razn pblica, sino la democracia de los partidos de masas. El radicalismo escribe

    rene muchedumbres fervorosas y heterogneas.59 En esta democracia, Rojas parece

    sugerir que se conjuga el gobierno de la razn y de la fe. El lder del partido poltico de

    masas es sacerdote y pedagogo. En las ltimas pginas de El Radicalismo de

    maana, Rojas ratifica su pensamiento de treinta aos en el que funda su profesin de

    fe radical, expresin dir ms adelante de fe popular.60 Comprendi que ese lugar

    que pretenda ocupar la Universidad en el campo poltico como creadora de fe laica

    (Partido de la Nueva Generacin) deba ser y haba sido ocupado por el partido poltico.

    La fe que exigen los nuevos rumbos de la democracia es la fe popular. Movido por la

    crisis poltica y moral a las instituciones libertarias, la facticidad de la historia poltica

    nacional se le revela como la imposibilidad de cristalizar instituciones democrticas

    estables entre demagogias y tiranas:

    57. dem, p. 208.

    58. dem, pp. 207-208.

    59. dem, p. 213.

    60. dem, p. 297, 301.

  • 18

    [] el gobierno de la democracia, creado por el pueblo, debe ser esclavo de la ley y no agente del despotismo []. La solidaridad social es la forma poltica de la fraternidad []. Desde Cristo hasta Comte, la religin y la moral, vienen predicando esa misma fraternidad, y la democracia es el

    esfuerzo para incorporar esos antiguos anhelos del hombre a la organizacin

    de las sociedades civilizadas.61

    La preocupacin por la fraternidad, por la cohesin social, lleva a la reflexin

    sobre la relacin entre religin, moral y poltica. La crisis de los aos 30 lleva a Rojas a

    una identificacin mstica con el radicalismo, tal como confiesa en su libro. Si sinti

    fracasar su filosofa de la argentinidad como constructora de una solidaridad social,

    ahora deposita su nueva esperanza cvica en el partido. Un partido en el que su lder

    an estaba vivo. Como se dijo con anterioridad, en su doctrina radical, el halo mstico

    de la figura de Yrigoyen (creador de fraternidad y tambin de fuertes antagonismos) lo

    traslada a la tradicin histrica del radicalismo. Una manera de eternizar el lazo entre el

    caudillo y la multitud que, no obstante, requiere ahora de un partido de masas como

    intermediacin. Pero este partido, siguiendo a Rojas, observador agudo del fenmeno

    del yrigoyenismo, tiene la necesidad de un lder, slo hablan contra l los que olvidan

    la historia. Se conjugan la emergencia de un partido de masas (que rene fuerzas

    fervorosas y heterogneas) y la posibilidad de concebir a la sociedad como una masa

    homognea, cuya coherencia est asegurada exclusivamente por la presencia de un

    lder.62 Es que hay una relacin directa entre la democracia de masas, el populismo y

    la fe? Escribe Rojas en El cristo invisible (1927): La asociacin cvica de una

    democracia como la nuestra, puede ser una hermandad religiosa, en el ms amplio

    sentido de esta palabra.63

    6. Reflexiones finales

    En este captulo, hemos tratado de visualizar, aunque de modo sucinto, dos

    interpretaciones complementarias del radicalismo como religin cvica: la de Yrigoyen

    y los personalistas, y la de Ricardo Rojas. Hiplito Yrigoyen alcanza la presidencia de

    la Nacin, primera experiencia democrtica de la Repblica, y se erige como el mesas

    restaurador de la moral cvica. El sistema de representaciones de su liderazgo, de cierto

    61. dem, p. 283.

    62. Laclau, ob. cit., p. 81.

    63. Ricardo Rojas, El Cristo Invisible, La Facultad, Buenos Aires, 1927, p. 351.

  • 19

    modo, recoge el contenido cvico-religioso y moral del regeneracionismo espaol y del

    krausismo, sintetizado en la expresin la Causa contra el Rgimen, y en su idea de la

    poltica como un apostolado. Por otra parte, posee la novedad de ser la primera

    experiencia democrtica representativa tanto del elemento nativo como del inmigrante.

    Por su lado, el autor de Historia de la literatura argentina es, para nosotros,

    quien construye un relato en el que, claramente, el radicalismo aparece como una

    religin cvica: un estadio obligado de la civilizacin argentina asociado a la democracia

    como nica va poltica posible, o, al menos, correspondiente con nuestra nacionalidad.

    Esta democracia asimila las montoneras, la tradicin del gobierno personal, la tradicin

    liberal constitucional y la hermandad religiosa.

    Hasta la dcada del 30, Ricardo Rojas se mantiene como un intelectual que est

    ligado a la poltica universitaria. Decano de la Facultad de Filosofa (1922-1924) y

    Letras, y luego Rector de la Universidad de Buenos Aires (1926-1930), intenta llevar a

    cabo el programa poltico que redact en su Profesin de fe de la Alianza de la Nueva

    Generacin (1919).64

    La Alianza pretenda conjugar el sueo de la nueva generacin

    reformista del 18 con la emergencia de una fuerte movilizacin y con el debate dentro

    de la sociedad en torno a la Primera Guerra Mundial.65

    Se mantiene en Rojas esta

    cosmovisin de la poltica en la cual la construccin de la nacin hacia el futuro es una

    construccin moral que parte de la individualidad en la universalidad: del ideal a la

    accin, de la conciencia individual a la colectiva, del hombre a la nacin y de sta a la

    civilizacin humana. A pesar de sus metforas orgnicas y de la bsqueda de una

    genealoga de la nacin, para Rojas el civismo es la clave de la nacionalidad,66

    no

    obstante, sigue pensando en las minoras cultas para la construccin de la nacin.

    64. Graciela Ferrs, Ricardo Rojas y la Alianza de la Nueva Generacin, 1919, XII Jornadas Interescuelas. Departamentos de Historia. 10, 11, 12 y 13 de agosto de 2011. Latinoamrica 200 aos

    despus Revolucin, Independencia, Estados Nacionales, Catamarca, Argentina. CONICET. www.blogs.ffyh.unc.edu.ar/jornadasinterescuelas/.

    65. Mara Ins Tato, La contienda europea en las calles porteas. Manifestaciones cvicas y pasiones nacionales en torno de la Primera Guerra Mundial, en Mara Ins Tato y Martn O. Castro (comps.), Del Centenario al peronismo. Dimensiones de la vida poltica argentina, Imago Mundi, Buenos Aires, 2010.

    66. No est dems volver a remitir a la lcida disertacin en este libro de Julio Pinto acerca de las falsas

    dicotomas entre los conceptos de nacin cvica y nacin cultural y los importantes aportes de la historia conceptual al respecto (Palti, etc.). El politlogo francs Gil Delannoi ha expresado con lcida

    perplejidad la ambivalencia del significado de la nacin y de ese plus en el que inscribe a la nacionalidad. La nacin, afirma Delannoi, se mueve dentro de categoras opuestas: es un ente terico y esttico, orgnico y artificial, individual y colectivo, universal y particular, independiente y dependiente,

    ideolgico y apoltico, trascendente y funcional, tnico y cvico, continuo y discontinuo. Gil Delannoi y

    Pierre Taguieff, Teoras del Nacionalismo, Paids, Barcelona, 1993, pp. 10-17. Desde la perspectiva de los

  • 20

    La Primera Guerra Mundial trajo consigo el desencanto del modelo liberal

    democrtico y la bsqueda de alternativas ms revolucionarias provenientes tanto de la

    izquierda como de la derecha (Lenin, Mussolini, Primo de Rivera). En este contexto, a

    diferencia de la mayora de sus colegas que no vean futuro en la democracia, el poeta

    de El Pas de la selva enfatiza como nica va poltica posible la alternativa democrtica

    a travs del radicalismo. Frente a las teoras exticas y anacrnicas que pretendan

    violentar la realidad sudamericana, para Rojas, el radicalismo era un engendro genuino

    de nuestra nacionalidad, no un partido de imitacin. En 1930, el radicalismo era la

    expresin poltica misma de la confrontacin con la dictadura, ya que los militares

    incursionaron por primera vez en el escenario poltico del pas para destituir a un

    Presidente Radical. Rojas exclama que ha ingresado a la Unin Cvica Radical en un

    momento de derrota para ella, movido por mis viejos ideales nacionalistas y por mi

    amor al pueblo.67 Porque esa criatura espiritual que es la patria, segn los trminos en

    que la defini Renan en Quest-ce quune nation?, se ha desvanecido ante sus ojos, y l

    se pregunta:

    De qu antros poda haber surgido, as, de pronto, aquel ncubo de la

    dictadura que vena a remplazar a la Argentina del antiguo ensueo y

    a poseernos con sus garras aceradas? Eso vena desde muy lejos en

    nuestro pasado y era un fenmeno de atavismo histrico, o vena de

    afuera, por un acto de mimetismo a la vez frvolo y trgico?68

    En el 30 percibe el fracaso de su prdica, la cohesin del lazo social y el

    sentimiento mancomunado de nacionalidad a travs de la educacin moral y de la

    escuela pblica y laica. Un hondo sentimiento de argentinidad lo conduce a las filas

    del radicalismo, all escribe Rojas padeca la carne argentina. Por ello, prosigue,

    ped la cruz del pueblo para echrmela yo tambin al hombro y crucificarme por la

    historiadores del nacionalismo, Anthony Smith seala que en pases de inmigracin como la Argentina,

    Nueva Zelandia, Australia, EE. UU. y el Canad, la identidad cultural constituye una verdadera

    innovacin, porque carecen de una identidad homognea preexistente, ya que se trata de nacionalismos

    sin naciones o nacionalismos territoriales (Smith, Antony: Las teoras del nacionalismo, Pennsula,

    Barcelona 1976, p.301. Esta ltima perspectiva ha influido considerablemente en los latinoamericanistas,

    en particular, en la Escuela de Xavier-Guerra y, en especial, en Mnica Quijada y Pilar Bernaldo de

    Quiroz, que se han dedicado a la construccin de la nacin y la repblica en la Argentina. En lo que

    respecta al particular caso de Ricardo Rojas, me remito a mi tesis doctoral Ricardo Rojas: Hacer la

    Nacin. Dilogos entre el nacionalismo y la democracia, UBA-Paris8, 2011. Cf. Elas Palti, La nacin

    como problema, Los historiadores y la cuestin nacional, FCE, Buenos Aires, 2003. Smith, Antony: Gastronoma o geologa? El papel del nacionalismo en la reconstruccin de naciones, en Zona Abierta 79. Madrid, 1997 y Tres conceptos de nacin, en Revista de Occidente, N. 161, Madrid, 1994. 67. Ricardo Rojas, El Radicalismo de maana, ob. cit., p. 8.

    68. dem, p. 303.

  • 21

    patria.69 Asume, as, como Yrigoyen, la poltica como un apostolado. Pero,

    conjeturamos, a diferencia de Don Hiplito, Rojas percibe algo ms profundo que la

    Causa contra el Rgimen: la democracia contra la nacin catlica. Alianza entre elites

    militares, grupos civiles y diferentes colectivos, que, segn veremos a continuacin,

    constituir la Argentina venidera.

    Anexo

    Oracin fnebre en el sepelio de Hiplito Yrigoyen, 6 de Julio de 1933

    Por Ricardo Rojas (seleccin de fragmentos)

    Yo habra preferido no hablar ahora y perderme como uno ms entre la muchedumbre,

    cuyo silencio de abismo y cuyo rumor de ocano es superior, en casos tales, a todo

    empeo de elocuencia [] las varias tonadas de nuestro federalismo, que hallaron al fin

    en aquel gran caudillo porteo al forjador de la nueva unidad nacional, no como antes

    por pactos de Estados, sino por hermandad de corazones en la solidaria empresa de un

    mismo ideal poltico. Digo esto, porque me ha dado la misin de hablar en esta

    ceremonia la Universidad del Litoral [] tambin los radicales de Santiago [] y los

    de San Juan de Cuyo [] y los de Jujuy []. Si la bandera de nuestra libertad civil

    est enlutada, lo est por su muerte; pero tambin por la muerte de las libertades

    argentinas [] su silueta de apstol [].Americano prototpico []. Am a la patria

    con un amor cristiano, y por eso la am, no con smbolos ni abstracciones, sino en la

    carne sufrida del pueblo []. Este gran caudillo criollo criollo cabal ha prestado a la

    Argentina cosmopolita y mercantil de los ltimos cuarenta aos, un servicio de orden

    espiritual ms valioso que dos presidencias, y es el de haber aglutinado en la Unin

    Cvica Radical, a los argentinos de todas las regiones y de todas las clases, superando

    las desarmonas tnicas en una cohesin nacionalista, y soldando las generaciones

    nuevas en la tradicin histrica de nuestra democracia. []. Yo que no conoc a

    Yrigoyen en los tiempos de su fabuloso podero, que no visit sus antesalas, que no

    recib sus favores, que disent con algunos de sus actos; yo que he dedicado mi vida al

    esclarecimiento de la argentinidad y que, inspirado por ella y por amor al pueblo

    despojado, ingres en la milicia radical cuando sobrevino su cada, puedo decir a

    69. dem, p. 304.

  • 22

    nuestros adversarios que no se engaa a un pueblo con gacetillas, porque los pueblos

    tienen una misteriosa manera de saber la verdad.