22
El puente de la discordia Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte, veintiuna, veintidós y… ¡veintitrés! Veintitrés grandes piedras colocadas en línea transversal, de norte a sur sobre una estrecha pero larguísima franja pantanosa, de Suampo bocatoreño, en dirección este-oeste; veintitrés pedruscones o amontonamientos de piedras para unir las zonas norte y sur de aquella comarca, separadas en su cintura por una lengua profunda y peligrosa de fango, limo, arenas movedizas, cieno y lodo, entre abundantes hierbas pantanosas. Un peligroso equilibrismo piedra a piedra… Fue la única solución posible en aquel proceso colonizador: unir la Zona Sur, más poblada y civilizada, de cultivos, potreros y camino transitable hacia el Corregimiento de Almirante, con la cara Norte, casi despoblada y salvaje, boscosa y selvática. Veintitrés promontorio pétreos para aliviar tan largo rodeo alrededor de la franja pantanosa; sobre ellos se trasegaba la madera de las construcciones, la aventura de la caza o la toma de un manantial para el acueducto de la comunidad ya organizada.

El Puente de La Discordia 14ab

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: El Puente de La Discordia 14ab

El puente de la discordia

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte, veintiuna, veintidós y… ¡veintitrés! Veintitrés grandes piedras colocadas en línea transversal, de norte a sur sobre una estrecha pero larguísima franja pantanosa, de Suampo bocatoreño, en dirección este-oeste; veintitrés pedruscones o amontonamientos de piedras para unir las zonas norte y sur de aquella comarca, separadas en su cintura por una lengua profunda y peligrosa de fango, limo, arenas movedizas, cieno y lodo, entre abundantes hierbas pantanosas. Un peligroso equilibrismo piedra a piedra…

Fue la única solución posible en aquel proceso colonizador: unir la Zona Sur, más poblada y civilizada, de cultivos, potreros y camino transitable hacia el Corregimiento de Almirante, con la cara Norte, casi despoblada y salvaje, boscosa y selvática. Veintitrés promontorio pétreos para aliviar tan largo rodeo alrededor de la franja pantanosa; sobre ellos se trasegaba la madera de las construcciones, la aventura de la caza o la toma de un manantial para el acueducto de la comunidad ya organizada.

Cada piedra era un paso y cada paso, un metro de avance; con veintitrés metros se alcanzaba la orilla contraria. Con dificultad y algunos riesgos se podía superar el humedal fangoso: en realidad, un gran adelanto en tiempo, trabajo y aventura campesina, pero…

Claro, no era la misma facilidad para un adolescente saltarín de catorce años que para un niño de apenas siete: muy complicado para el pequeño, y prohibido el paso; tampoco resultaba lo mismo para un hombretón treintañero que para un anciano achacoso: tropiezo seguro al primer o segundo paso hacia el limo de arenas movedizas.

Cuando llovía con mucha intensidad o el temporal se alargaba por varias jornadas, el lodo y las plantas acuáticas crecían de nivel y lograban superar el casquete superior de los promontorios pétreos.

Page 2: El Puente de La Discordia 14ab

En este ir y venir sobre los veintitrés predruscones, nadie quería imaginarse un tropiezo o algún mal paso a la altura, por ejemplo, de las piedras trece y catorce, en el mismo centro del improvisado puente: un desliz o resbalón suponía la muerte succionado irremisiblemente por la materia fangosa…

Al momento de esta historia, la Zona Sur estaba habitada por una comunidad evangélica Pentecostal, con aires de radicalidad cristiana; guiados por su Espíritu encendido, un grupo de familias se habían apartado del mundo ruidoso y pecador en busca de la tranquilidad del campo abierto, del bosque cercano y de la vida sin sobresaltos ni urgencias.

Al paso de los años y con el crecimiento de la población fueron llegando otras familias deseosas de asentar su vivienda en la comarca de “Suampo Cumbita”; pero no encontraron fácil su empresa… Si la familia era confeso-católica, sin ninguna contemplación se les negaba un espacio en la comunidad del Sur; sólo convirtiéndose a su religión verdadera, la única entre todas las confesiones cristianas, solo entonces podrían acceder a un cuadro de tierra para colonizar aquel sector abajo de la ciénaga interminable.

Algunas familias lo aceptaban sin muchos escrúpulos, ¡no había más remedio!..., ¡total, la religión!... Pero otras muchas prefirieron arriesgar sus vidas y atravesar los veintitrés promontorios rocosos camino de la Zona Norte; eran católicas y no renunciarían a la fe de sus padres y abuelos por un trozo de tierra estable y cómoda en la Zona Sur. Si era obligada la colonización de la selva y sus peligrosos habitantes, pues nada: ¡adelante!...

Hacia allá trajinaban sus escasas pertenencias: había nacido la comunidad católica de Suampo Cumbita Norte.

Durante los siguientes años no hubo mayores problemas en la convivencia intercomunitaria; tampoco es que existiera mucha relación entre ambas: cada una se afanaba sus propias ocupaciones, oficios y modos de sobrevivir, y nadie se metía con nadie; eso sí, sonaban más fuertes de lo común las soflamas del pastor o las voces resquebrajadas de algunas fieras mujerucas: su boca siempre estaba encendida de celo religioso contra los pecadores camino del infierno en la sección Norte de Suampo Cumbita.

Los niños católicos, sobre todo los más pequeños, resultaban el mayor problema de su comunidad: la escuelita situada en la zona sur de la comarca; el paso de las veintitrés piedras era un fuerte dolor de cabeza para las mamás al momento de bajarlos camino de sus estudios, o en el retorno a sus casas.

Esos veintitrés pasos sobre el pantano amenazaban diariamente la integridad de los niños más pequeños.

Page 3: El Puente de La Discordia 14ab

En las borrascosas jornadas de octubre y noviembre era casi imposible el trasiego de los pequeños hacia el sur, como no fuera a hombros de sus padres o de los hermanos mayores; veintitrés promontorios casi cubiertos por el lodo, un paso en falso y sus vidas podían perderse entre las amenazantes arenas movedizas del fangal o la marisma.

Sin embargo, entre dificultades muchas y tenacidades mayores, la comunidad católica de Suampo Norte crecía poco a poco; con nuevos asentamientos y mayor experiencia fueron organizándose a nivel vecinal para hacer menos dura la convivencia con la selva al Norte, y al Sur, la interminable lengua cenagosa.

A la sombra de la elegante capilla Pentecostal, la comunidad católica del Norte no podía aspirar a grandes proyectos; sin embargo, con el tiempo y las pequeñas aportaciones de todos sus moradores se construyó un amplio salón con pilotes de recios palos, tablas en las paredes y pencas en el tejado.

Sencilla estancia comunal, un poco para todo en medio de la pequeña población: taller de costura y trabajos de artesanía al ritmo de las mujeres, centro comunitario para las reuniones vecinales, iglesia los domingos y otras festividades del calendario cristiano.

El sacerdote del Corregimiento fue invitado a celebrar los oficios religiosos: el P. César, hombre de bien y voluntarioso, se acercó a Suampo Cumbita Norte, aunque a su avanzada edad le enfrentaban muchísimos obstáculos para atravesar los veintitrés pedruscotes o cúmulos pétreos por encima de esa lengua pantanosa: penosa para subir, peligrosa para descender, el buen eclesiástico hacía lo que estaba en sus manos para no defraudar a esa valiente comunidad católica.

Las mujeres de una cierta edad o pasadas de libras también encontraban demasiadas angustias cuando les urgía bajar al médico, tal vez a visitar algún familiar o enfermo, o en la necesidad de alguna compra en el corregimiento de Almirante.

Page 4: El Puente de La Discordia 14ab

Este cúmulo de contratiempos no preocupaban lo más mínimo a la comunidad protestante del Sur de Suampo Cumbita, pero sí, y cada vez más, al colectivo católico de la Zona Norte. Se hacía necesario un puente ancho y sólido, como Dios manda, para vadear la marisma de arenas peligrosas, sin depender para nada de las veintitrés piedras cada vez más hundidas sobre el cenagal.

De una necesidad colectiva nació una obsesión y de la obsesión, el proyecto de la comunidad católica: grande y costoso para unas familias sin recursos económicos.

Tras muchos esfuerzos, se celebró una reunión entre los representantes de ambas comunidades en la casa comunal del Suampo Sur. Enseguida salieron a relucir temas variados y diferencias profundas entre ambas comunidades, pero la cuestión del puente sobre el istmo pantanoso no tuvo la más mínima consideración en la boca de los delegados pentecostales; a ellos no les afectaba lo más mínimo: las veintitrés piedras podían seguir donde un día se colocaron hasta el presente.

Total, en contadas ocasiones las usaban las personas más fuertes, bien en acarreo de leña para el fuego, en busca de caza o en algún tránsito hacia las tierras del Norte. Esas veintitrés piedras eras suficientes para ellos y no aportarían su colaboración para un puente de mucho gasto y poco beneficio.

Inclusive, habían vallado su ribera al cenagal a lo largo de su zona habitada: así prevenían los malos pasos de los niños, los puercos o las gallinas.

Las veintitrés piedras seguirían donde estaban, y nada había que discutir con esos pecadores e infieles católicos del Suampo Norte.

- ¡Allá ellos con sus problemas! –voces masculinas autorizadas- ¡Que no hubiesen construido sus casas en un sitio tan aislado y de tránsito tan complicado! Suya es la responsabilidad…

- ¡Que se atengan a las consecuencias, esos caínes bíblicos! –decían las mujerucas más fanáticas.

Los dirigentes católicos salieron del encuentro muy desanimados por la actitud despectiva y egoísta de los líderes de la Zona Sur. Los suyos eran gestos para todos los gustos menos de solidaridad y comprensión.

Eso sí –y así lo insistían-, siempre estaban animados por la fuerza del Espíritu Santo.

- Con estos personajes veterotestamentarios no tenemos más que hacer… –palabras del Presidente de la comisión- Regresemos a nuestro sector, a ver si encontramos soluciones viables entre nosotros, los católicos.

Page 5: El Puente de La Discordia 14ab

Reunidos en el salón comunitario, se notaba en todos esos rostros el desencanto y la preocupación:

- A no mucho tardar vamos a sufrir algún disgusto –comentaba uno de los delegados-, ya lo verán ustedes…

Y la tragedia llegó el día menos pensado: un domingo por la tarde, mientras la comunidad estaba reunida en la improvisada iglesia para la eucaristía mensual, el niño Juan se había empeñado en coger a su perrito y éste no estaba por la labor: a cada ataque se retiraba un poco más y otro poco más camino del cenagal; con tan mala suerte, el chucho, en vez de revirarse a un lado en su retroceso, dio un brinquito sobre la piedra número uno; y el niño detrás; el perrito, a la número dos, y el niño, detrás; al saltar a la tercera, el caniche se resbaló y se hundió en las aguas cenagosas, y el niño se fue detrás para intentar salvarlo…

Guiado por su instinto de supervivencia, el perrito consiguió, al fin, aferrarse al cuarto promontorio, pero aquel niño tan parecía una pequeña flor indefensa porque no sabía nadar: las aguas cenagosas se lo tragaron en un abrir y cerrar de ojos…

Al los ladridos lastimeros del perrito acudieron personas desde la improvisada capilla, y allí se intuyó la gran tragedia para la familia Brown López; toda la comunidad católica se sintió consternada e impotente.

Ni siquiera intentaron buscar el cadáver del niño: ésa sería su tumba para siempre.

Aquel drama familiar de padres sin hijo fue la gota que colmó el vaso de la comunidad de Suampo Cumbita Norte:

- ¡Hasta aquí hemos llegado! –Se decían unos a otros- ¡Hasta aquí, y esto tiene que cambiar!

A las cinco de la tarde del día siguiente quedó convocada una asamblea general, abierta a todos los vecinos, en la casa comunal del Sector Sur. Desde una hora antes allá fueron acudiendo muchísimos habitantes de los dos lados del pantano, junto a las dos directivas. En el ambiente latía la tragedia infantil de la jornada anterior y el proyecto inaplazable: un puente entre las dos orillas del cenagal en lugar de las veintitrés piedras traicioneras, de amargo infortunio para la familia Brown López.

Como tema de urgencia la comunidad católica presentó los argumentos a favor de la construcción de un puente amplio, sólido y cómodo entre las dos orillas, en lugar de las veintitrés peligrosas piedras o cúmulos pétreos hasta ahora existentes.

- Esas veintitrés piedras –palabras del proponente- fueron una solución de compromiso al principio, son una mala solución para el presente, y una peligrosa solución pensando en el futuro inmediato.

Page 6: El Puente de La Discordia 14ab

- Y si no, ¡ahí está el trágico ejemplo del niño desaparecido!... –el grito maternal de una mujer llorosa.

Presentada la propuesta, las discusiones afloraron de una vez: existían diferencias irreconciliables entre ambos sectores… religiosa, sociales, estratégicas, de clase y tradiciones muy diferentes.

- Señoras y señores –el presidente de la directiva norte-, un puente en esas condiciones es bueno para todos, seguridad para todos, progreso para todos y futuro abierto para nuestros hijos, nietos y bisnietos. ¡Éste es el momento para trabajar juntos en esa construcción! Es más, si los dos sectores se presentan unidos nuestra propuesta podrá recibir ayudas de los organismo oficiales… ¡Debemos estar unidos en este gran proyecto!

Pero el sector meridional no quería darse por enterado: sus habitantes casi no usaban las veintitrés piedras sobre la ciénaga, no necesitaban acceder al sector norte a todas horas, sólo para misiones muy concretas y aisladas; el problema no lo habían creado los pentecostales sino los católicos al asentarse en el Sector Norte.

- Ustedes eligieron esa zona norte de Suampo Cumbita; ustedes conocían lo selvático e insalubre del lugar, ustedes se dieron cuenta del acceso tan peligroso, y, sin embargo, ustedes se asentaron allí –terció la voz autorizada del pastor evangelista-. Ahora, ¡aténganse a las consecuencias!

- Señoras y señores de la zona Sur –el presidente en plan dialogante-, a nosotros no nos disgusta nuestro sector, sino el acceso al mismo, la necesidad de un puente con todas las garantías…

-¡Ese es un problema de ustedes!... ¡Resuélvanlo ustedes!..

- Pero en los próximos años esta Comarca irá progresando, aumentará la población a los dos lados del pantano, por eso debemos tener visión de futuro, vivir unidos y juntos colaborar en la construcción de un acceso entre las dos orillas. ¿No somos vecinos? ¿No somos cristianos? ¿No creemos en…

- ¡Ustedes no creen en nada! –terció la voz chillona, histérica y fanática de doña Raquel, interrumpiendo las palabras del presidente- ¡Ustedeeees son unos descreídooooos! ¡Pertenecen a una iglesia pecadoraaaaa, sacrílega, adoradora de imágenes e ídoloooooos!....

- Pero, doña Raquel… -la voz pacificadora del Presidente de la comisión Norte.

- ¡No queremos saber nada de ustedeeees!... –interrumpiéndolo con una voz al límite de su flaca contextura- ¡Ustedes tienen lo que se merecen!... Lo sucedido ayer es castigo de Dios por sus pecadoooos…

Page 7: El Puente de La Discordia 14ab

- ¿Cómo?... ¿Que la muerte de mi hijo es un castigo de Dios contra mi familia?... –salto furibundo el padre del niño Julio queriendo comérsela viva- ¡Buena zorra e hija de la gran puta!... ¡Tú sí que eres un maldito engendro de Satanás con esa maldad que sale de tu sucia boca!... Y te advierto, montón de piel y huesos, ¡te morirás en el mismo lugar que mi hijo! Ya lo sabes…

En ese momento se armó la tremolina y una confusión de todos los demonios; hubieron de contener al ofendido padre que se iba sobre la escuálida apocalíptica.

Ahí mismo se terminó la asamblea entre los sectores Norte y Sur de la comunidad Suampo Cumbita.

De la asamblea las dos comunidades salían en peores condiciones a las que habían entrado; cuando las personas se retiraban a sus domicilios todos eran conscientes de compartir una comarca con dos sectores enfrentados y enemigos irreconciliables: entre ambas secciones no era posible un proyecto o iniciativa en conjunto.

Cuando lograron acceder a la vertiente norte de la marisma pantanosa, la comunidad católica se reunió en el salón comunal: algo había que realizar bajo su responsabilidad e iniciativa sin contar con los indeseables enemigos del Sur. Sus creencias y fanatismos no iban paralelos a sus preocupaciones; junto a ellos, sólo conflictos y más conflictos…

Desde una positiva visión del asunto, el Presidente del sector católico se dirigió a todos los allí presentes:

- Hermanos y hermanas, niños, jóvenes y adultos de nuestro sector Suampo Cumbita Norte, tenemos que iniciar la construcción de ese puente…, cuanto antes mejor, por nuestra cuenta, con nuestro esfuerzo y con los recursos que contamos; cuanto más solos nos dejan más optimista me siento: debemos, podemos y vamos a construirlo porque nos sobra buena madera monte arriba y selva adentro; despacio pero sin pausa, los fines de semana, en los días de lluvia, de vacaciones y con el apoyo de todos nosotros, desde el más niño hasta el más anciano, podemos levantar ese puente en cuatro, cinco o seis meses: un señor puente de madera, ancho, resistente, clavado en las entrañas más profundas del Suampo; ese puente será nuestro orgullo en toda la Región, la obra de arte de esta comunidad católica, el mejor puente al futuro para todos nosotros y nuestros descendientes… ¿Qué les parece, queridos compaisanos?

- ¡Nos parece estupendo!... ¡Genial!... ¡Fenomenal!... –voces por todos lados.

- Aunque vengan días, semanas y meses complicados… ¡Merece la pena tanto sacrificio! –otras voces.

- ¡Adelante, adelante!... –las voces femeninas- Nuestras manos no son para la madera pero sí para la comida de los trabajadores y la limpieza y lo que se pueda… ¡Faltaba más!

Page 8: El Puente de La Discordia 14ab

- ¡Aquí estamos para trasladar la madera en vez de competir al fútbol con otros corregimientos!... –las voces juveniles.

- ¿Y nosotros qué?... –se quejaban los niños.

- Ustedes a estudiar, que falta les hace –el maestro católico de la escuela.

- Queridos paisanos y paisanas –la voz líder de la comunidad-, yo tengo un plano preparado desde hace tiempo sobre la estructura del puente, la cantidad y tipo de materiales y el plan de trabajo, cada uno de los pasos desde el principio en esta orilla hasta el final en la otra. Lo explicaré el próximo domingo a toda la comunidad después de la misa de don César. Allá estarán los planos y el plan de trabajo… ¿De acuerdo todos?

- ¡De acuerdo, Presidente!... ¡De acuerdo con nuestro líder!... ¡De acuerdo, Florentino!... –voces entusiastas por todos lados.

- ¡Por el niño Juan!

- ¡Por Juanito!...

- ¡Por su familia!

- ¡Por su apenada familia!... -¡Por nuestra comunidad!

- ¡Por nuestra comunidad bien unida!...

- ¡Por progreso de la Comarca!

- ¡Por el progreso de la Región!...

- ¡Por todas las gentes de buena voluntad!

- Sí… ¡menos por esos fantoches del carajo!...

- ¡Por todos, menos ellos!

- ¡Todos menos ellos, menos ellos, menos ellos!...

- ¡Así será!... Nuestra obra de ingeniería y progreso. ¡Con Dios por delante!...

- ¡Con Dios por delante y nosotros detrás!...

/ … /

Page 9: El Puente de La Discordia 14ab

Ni dos semanas habían transcurrido y ya los primeros pilotes de laurel, mayo y teca se veían ya clavados en la misma orilla norte del pantano. A golpes de mazo iban penetrando hasta tocar el fondo duro de la marisma. Dos en un lado, dos en el otro y otros dos en el centro: un sistema de pilares de tres metros de anchura; sobre ellos se sujetaban riostras o tablones de caoba y roble a manera de mini puentes formidables.

En perpendicular, los aprendices de carpinteros engarzaban tablas de caimito, cedro y mayo criollo, a manera de una plataforma elevada medio metro sobre el nivel del Suampo. A los primeros pasos, aquella obra parecía la estructura de un pequeño embarcadero, pero su vocación no eran los botes o los cayucos, sino los futuros caminantes y trasiegos en dirección a la orilla opuesta.

Fue lento y algo confuso al principio el movimiento constructor, hasta verse el proyecto hecho parto y niño pequeño, hasta que la máquina humana fue tomando rodaje, hasta que el entusiasmo de unos pocos se tradujo en una obra épica y epopeica de toda la comunidad volcada en el puente de sus sueños.

Era un trabajo continuado de unos u otros o todos, en horas libres o fines de semana, en vacaciones o tardes después de la escuela, en días lluviosos o momentos de ocio; si faltaban los técnicos, unos elegían los palos y otros los cortaban; de su lado, los jóvenes, con sus palos al hombro hasta el salón comunal convertido en una improvisada serrería y taller de procesamiento de la madera; las mujeres se afanaban por buscar arroz o verduras para la comida de los trabajadores, los niños estorbaban un poco pero se llevaban el aserrín y las virutas para alimentar la tierra de los huertos.

Nadie quería permanecer ocioso mientras el puente necesitara de un empujón más…

- Si otros están en algo del puente, ¿por qué no yo? –era el pique profesional de cada uno de los habitantes de Suampo Cumbita Norte

Y el puente comenzó su andadura, de norte a sur, casi invisible al principio, motivo de burla y escepticismo para los ojos de la otra orilla; pero a los dos meses de duro esfuerzo, el puente comenzaba a tomar forma; espectacular ya a los cuatro meses con la llegada hasta la mitad del cenagoso pantano: erguido, sólido, seguro de sí, mirando retador a la comunidad opuesta.

Las risas, burlas y desdeños primeros en los espectadores del Sur iban trocándose poco a poco en asombro y envidia a la mitad de la obra. Ya nadie podía negar la evidencia de la misma.

Parecía imposible al principio, pero aquella pequeña y pobre comunidad de católicos pecadores estaba realizando un proyecto grande, sólido, lleno de novedades y expectativas desconocidas hasta entonces por toda la Región.

Page 10: El Puente de La Discordia 14ab

Algo alejadas del puente en construcción, la fila de veintitrés piedras quedaban empequeñecidas, casi ridiculizadas ante la majestuosidad de la nueva arquitectura acuática: parecían minúsculos montoncitos de piedras engullidas poco a poco por el fango pantanoso.

Superado el ecuador del puente, la noticia fue corriendo de boca en boca por toda la Comarca y eso era motivo de abundantes visitas curiosas; a ellas se sumaron las ayudas de algunos estamentos oficiales, y ellas se sumaron voluntarios católicos de otras comunidades…

A esas alturas de la obra el entusiasmo era desbordante, la organización bien aceitada y abundantes los materiales. En consecuencia, la punta del puente se aceleraba camino de la orilla contraria.

Hubieron de construirse pasarelas en los flancos de la plataforma a fin de preveer tropiezos accidentales o el entusiasmo lúdico de niños y adolescentes; era su afición del momento: inventarse juegos y aventuras sobre el hermoso pontón como en las viejas películas americanas con los puentes al paso del nuevo ferrocarril en dirección al Pacífico.

A los seis meses y veintitrés días, ¡qué coincidencia con los viejos pedruscones!, se clavaron las últimas tablas de roble y cedro que cerraban la calzada del nuevo puente sobre tierra firme de la orilla sur, cerquita del camino que comunica con el mar y el corregimiento de Almirante.

Aquellos momentos finales resultaron indescriptibles: personas por todos lados, curiosos, trabajadores afanados en los últimos retoques, las mujeres con sus mejores galas, los niños en sus correrías bulliciosas, los pentecostales encerrados en sus viviendas, la llegada del corregidor y la banda municipal… Al final, también se acercó don César, el cura-párroco: él se encargaría de la bendición religiosa de la obra.

La inauguración del puente resultó una fiesta por todo lo alto: presentaciones, himno nacional, cantos, discursos, oraciones de acción de gracias y bendición, bailes típicos, una buena sopa bocatoreña, abundante para todos… Hasta varios fuegos artificiales iluminaron al puente con la llegada de la noche…

Entre luces multicolores el puente se ofrecía más bello y majestuoso que nunca: lágrimas en los ojos, palabras de satisfacción, griterío de niños, abrazos de unos con otros y una sensación generalizada de satisfacción…

El puente sobre el cenagal estaba ya construido:

¡¡Gracias a Dios y a la comunidad católica de Suampo Cumbita Norte!!...

Nadie quería retirarse a sus casas: estaban hechos de tanta satisfacción que la fiesta no quería terminarse; el puente era la columna vertebral que unía a todas esas gentes en una sola familia. Se sentían sumamente felices.

Page 11: El Puente de La Discordia 14ab

Transcurridos algunos días de esa borrachera festiva, la comunidad se reunió en el salón comunitario: volvía a ser lugar de encuentro, artesanía y celebración después de seis meses y veintitrés días como serrería y taller de madera. El presidente, más líder que nunca, tomó la palabra:

- Hermanas y hermanos, nos hemos demostrado unos a otros y al mundo entero una realidad bien clara: todo es posible con voluntad y en equipo, y esta comunidad católica lo ha demostrado; por ahora, sólo nos queda vallar la orilla norte del Suampo para evitar problemas con los niños y los animales.

- ¿Y qué va a pasar ahora con el puente, don Florentino? –preguntó el padre del niño fallecido.

- Siempre estaremos abiertos a las comunicaciones pero estrictos con los fanáticos e insolidarios –replicó el presidente con autoridad-. Ningún habitante de Suampo Sur, y mucho menos sus dirigentes, tendrá permiso para atravesar nuestro puente al futuro… Bajo ninguna circunstancia permitiremos su acceso, ni siquiera en situaciones de urgencia personal o comunitaria. - ¡Eso es! –una voz femenina en la asamblea- Así lo hicieron con nosotros en los momentos más dramáticos, así lo haremos nosotros con ellos.

- ¡Nada para ellos!... ¡Nada para esos insolidarios!... ¡Nada de nada!... –más y más voces repetían a coro la misma canción.

- Si así piensa y decide la mayoría, pondremos una vigilancia suave, en la distancia, por si alguno de ellos tiene la ocurrencia de atravesar el puente del Sur hacia el Norte. Lo saben muy bien y su orgullo no se lo permitirá… por ahora, pero el tiempo todo lo olvida; al final se creerán con todos los derechos como los demás…

- ¡Ni se les ocurra ahora ni más tarde!... ¡No pasarán!... ¡No pasarán!... ¡No pasarán!... –voces y voces a coro.

Se organizó un sistema de vigilancia inapreciable y rotativa con los integrantes de las cinco o seis casas más cercanas al acceso norte del puente, más la colaboración del resto de la comunidad… Podía atravesarlo cualquier persona, de todos los sectores, sin importar la misión, el trabajo o la mercancía que llevasen.

Todos, menos los pentecostales del Sur y sus hermanos en el Espíritu de su fanática comunidad. Para ellos y ellas no había lugar en el progreso, el comercio y las comunicaciones de ese hermoso y señorial puente por ellos construido con tantísimo sacrificio.

- Ahora conocerán el significado de las palabras desprecio, insolidaridad, fanatismo… Pero nunca aprenderán la lección.

Page 12: El Puente de La Discordia 14ab

Según lo previsto, los habitantes del sector Sur esporádicamente siguieron empleando el sistema de las veintitrés piedras en sus correrías ocasionales, a la hora de buscar leña para el fuego o en tránsito desde su comunidad hacia otras comunidades al Norte de la selva.

Frente a la erguida y orgullosa silueta del puente “católico” se sentían tan humillados en ejercicios de equilibrio saltando de piedra en piedra, cada vez más hundidas y desgastadas por el paso del tiempo. Los montículos pedrosos no habían tocado fondo firme sobre la base del pantano y, poco a poco, iban escondiendo sus cabezas como icebergs en medio del infinito cenagal.

Y el conflicto no tardó en prenderse de una vez: tenía que llegar y llegó…

Se escapó un becerrito de la casa del Pastor, y no le dio otra inocente intención que huir monte arriba a través del amplio acceso del puente de “los católicos”. Sus perseguidores lo siguieron a través de paso de las veintitrés piedras; ya en el bosque lograron reducirlo sin muchas dificultades, pero el retorno al corral resultaba un imposible:

De piedra en piedra, ningún cuadrúpedo es capaz, y por el puente de madera… estaba cerrado para ellos. Conflicto al canto:

- Ustedes construyeron este dichoso e infernal puente –gritaba exaltado el Pastor del Espíritu Santo-, y por él se escapó mi becerrito; si no hubiese existido semejante montón de maderos mal trazados esta pequeña bestia no se hubiera escapado lejos de su corral. Ustedes tienen la culpa; por tanto, deben permitirnos retornar por el mismo sitio por donde se escapó.

Tras algunas deliberaciones entre los vecinos más cercanos del sector Norte, encontraron una solución intermedia para no encender aún más las tensiones ya existentes entre ambas comunidades:

- El novillo retornará por el puente, pero ustedes volverán por el camino que eligieron para sus trabajos y comunicaciones.

- Pero nosotros… -la reacción del Pastor.

- ¡Venga ya!.. –La voz elocuente de un hombrachón- Lo dicho se hace, y no hay más que hablar con ustedes.

Fue toda una sangrante humillación para la comunidad Pentecostal; la tensión se sentía crecer y madurar a cada nuevo día que el sol alumbraba el hermoso puente de los “católicos”.

Mientras los niños reían y jugaban sobre el amplio pontón de madera, cada tránsito obligado por el camino de las veintitrés piedras era una humillación añadida para los viejos y fanáticos habitantes de Suampo Cumbita Sur.

Page 13: El Puente de La Discordia 14ab

La tragedia se sentía llegar a pasos incontenibles y llegó de la mano menos generosa: doña Raquel, la flaca y fanática de todos los infiernos contra los católicos del diablo más arriba del pantano.

Esa tarde, de repente, algo se le enroscó en su cerebro alocado y decidió pasar a la zona Norte sin consultar con nadie de su familia; sólo se lo comunicó a uno de los vecinos:

- Oye, Aarón, voy a recoger un poco de leña al monte antes que lleguen las lluvias de noviembre.

Y a por madera seca se atrevió con el puente de las veintitrés piedras. No resultaban fáciles esos saltos para su cuerpo huesudo con estertores de reuma, pero lo consiguió en la subida. Al retornar con su fajo de troncos a la espalda, por un momento la duda y el temor agarrotaron sus pies; una enrabietada cólera subió hasta la cuenca de sus labios al contemplar a su derecha el cómodo puente de los idólatras católicos: ancho, solemne, seguro hasta para un vehículo de cuatro ruedas, y ella, ella, ella se jugaba la vida con su haz de leña sobre veintitrés miserables pedruscotes.

Su orgullo era mayor que la dureza de su corazón fanatizado y ya… a cruzar el suampo: un saltito, la primera piedra, bien; otro saltito, la segunda, un tanto insegura; a la tercera, casi se resbala; pero ya comenzado el paso, debía continuar…

- ¡Jehová proveerá! –para darse ánimo y seguridad.

Ese no era su día, ni esa la hora suya: al cuarto salto su pie derecho pisó una zona húmeda, resbaló y, con todo y leña, estampó su cuerpo en medio del cenagal.

- ¡Socorro, socorro! -gritaba enloquecida aferrada a su fajo de palos- ¡Mis hijos, señores, hermanos cristianos, socorro que me hundo, que me hundo!

Tantos gritos histéricos y agónicos alertaron a las dos comunidades; solo la del Sur se movilizó con todos sus efectivos posibles: unos se fueron hacia ella a través del camino de las veintitrés piedras, resbaladizas y peligrosas; otro grupo de socorristas se atrevió por el camino del puente, más seguro y rápido para alcanzar la cuarta piedra de la orilla norte.

No era para menos: en la misma entrada se toparon con un joven vigilante de turno…

- Señores, no pueden pasar por aquí.

- Joven, ¡ésta es una urgencia a vida o muerte! –Le gritaban excitados- ¡Doña Raquel está ahogándose!

- No pueden pasar por este puente… –firme el vigilante- Ustedes así lo decidieron.

Page 14: El Puente de La Discordia 14ab

Sin más discusiones, entre cuatro hombres lo apartaron a puñadas, patadas, codazos y palos, hasta dejar malherido al pobre muchacho en medio del puente. El resto, en bloque accedió al socorro de doña Raquel.

A la llegada de la noche, conocida la noticia, la comunidad católica se sentía conmocionada: Jesús Alberto ingresado en el hospital con traumatismo craneoencefálico, y doña Raquel salvada in extremis porque el puente permitió una llegada rápida y una evacuación sin riesgo alguno.

Ni siquiera hubo asamblea deliberativa por parte de la Directiva comunitaria; junto al puente fueron reuniéndose hombres, mujeres, jóvenes, niños y perros: unos con machetes, otros con palos, otros con herramientas agrícolas, algunas antorchas y rostros con ninguna palabra.

Había muy poco que discutir: la decisión estaba tomada.

La comunidad del Sur los vio organizarse llenos de temor y terror anunciados; muchas familias huyeron con algunas pertenencias, y las que se quedaron tuvieron que escaparse a última hora con lo puesto cuando vieron las antorchas encendidas y muchos hierros en las manos del las patrullas del Norte: los machetes para aterrorizar y los hachones para quemar y destruir.

Algunos heridos de poca importancia los hubo, pero ni una casa en pie: todas fueron pasto de las llamas; no quedó bloque sobre bloque ni tabla sobre tabla, animales domésticos, ni siquiera la capilla o el centro comunal.

La comunidad Pentecostal había sido barrida de Suampo Cumbita Sur. Solo la escuela se salvó de los caballos de Atila.

Fue la noticia de muchas jornadas en periódicos, radios y televisoras de la provincia de Bocas del Toro; sin embargo, nadie se atrevió a indagar en medio de la comunidad católica y aledaños.

Aparentemente el asunto estaba ya resuelto. Nada de eso: ellos sabían muy bien que la guerra no estaba terminada; habían ganado una batalla justa, pero faltaba la segunda parte…

En precaución de lo que pudiese acontecer, las familias católicas fueron desalojando enseres, animales, a los ancianos, niños y mujeres camino de otros sectores más seguros.

Hasta que una noche oscura e inquietante, los vigilantes de avanzadilla notaron movimientos desde el Corregimiento de Almirante. Era una masa de hombres armados y preparados para el “ojo por ojo y diente por diente”.

El resto de los supervivientes entendió entonces que todo estaba perdido; por eso fueron retirándose a posiciones más defensivas en la selva del norte. Sólo les quedaba observar la destrucción anunciada. No eran soldados del Espíritu Santo sino del Antiguo Testamento.

Page 15: El Puente de La Discordia 14ab

Como un ejército bien armado y mejor entrenado sus huestes atravesaron el cenagal pantanoso por el puente de madera y de una vez prendiendo fuego a todas las casas, vacías a esas horas: no quedó bloque sobre bloque ni tabla sobre tabla; hasta la casa comunal y capilla de la comunidad ardió por los cuatro costados.

La comunidad católica había sido barrida de Suampo Cumbita Norte.

Curiosamente, en su retirada no prendieron fuego al pontón de los católicos: el puente de la discordia.

El trágico suceso fue comentado en medios de la prensa escrita, radial y televisiva de la provincia de Bocas del Toro y del país enteo, pero al cabo de no muchos días, todo quedó en el más completo olvido.

/ … /

Cuando algunos paseantes o curiosos se acercan al sector de Suampo Cumbita sólo alcanzan a contemplar muñones negros de viviendas destruidas a ambos lados del cenagal; también descubren cómo la Madre Naturaleza retoma los predios destruidos por la mano civilizadora del ser humano; ya casi ni se distinguen las veintitrés piedras cubiertas por las algas y hierbas del Suampo: poco a poco el limo sin fondo se las ha ido tragando.

Sólo el puente de madera sigue ahí, tan hermoso y esbelto como siempre: seguro de sí entre las dos orillas; ya todo el mundo usa ese entramado vial en sus frecuentes travesías de sur a norte y de norte a sur…

Ahora es propiedad de todos los caminantes: el más famoso puente de la región bocatoreña…

Page 16: El Puente de La Discordia 14ab

27 –jorraila – 2014Almirante (Bocas del Toro)Igandea

xabierpatxigoikoetxeavillanueva