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Robinson Quintero Ossa
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EL PAÍS IMAGINADO
Robinson Quintero Ossa
A Elmer Restrepo, fabricante de marcos.
“La imaginación consuela a los hombres de lo que no pueden ser.
El humor los consuela de lo que son”.
W. Churchill
I
El ejercicio de la lectura ha sido para mí casi siempre, como el de la escritura, el
ejercicio de buscar compañía, y creo que una excelente librería —y en ella, un avisado
librero— es el espacio más apropiado para aquel que, decidido a no estar solo, desee
conocer de quién rodearse convenientemente. En esa tarea de encontrar con quien pasar
un rato ameno, de saber y apurar nuevas cosas, me hallé una tarde de 1981 en la
Librería Lerner de Bogotá —distante apenas unas cuadras de mi sitio de trabajo—,
cuando me topé, curioseando en los anaqueles, La mano del teñidor y otros ensayos
(Barral Editores, Breve Biblioteca de Respuestas, 1971) del poeta inglés W. H. Auden.
La existencia del libro no era para mí inusitada; ya el citado librero, escritor en cierne de
esos que pululan como dependientes de librería rebuscando a la vez que unos pesos
lecturas privilegiadas sin costo alguno (es decir, un trabajo lo más decente posible), me
había recomendado su lectura. De una vez, me hice al ejemplar.
El libro de Auden me entretuvo y me dio luces, pero un ensayo en especial me
cautivó, el primero de la colección, titulado “Leer”, en el cual en uno de sus apartes el
autor dibujaba, siguiendo el modelo de los diccionarios enciclopédicos, lo que era su
ideal de un Paraíso en la tierra, animado por este principio: “Mientras un hombre
escriba poesía o narrativa su idea del Paraíso es asunto suyo”. Auden figuró ese lugar
amenísimo como una suerte de país imaginario:
Paisaje
Mesetas de piedra caliza, como los Apeninos, más una pequeña región de rocas
ígneas con por lo menos un volcán extinto. Un litoral vertiginoso y escarpado.
Clima
Británico.
Origen étnico de los habitantes
Muy variado, como en los Estados Unidos, pero con una leve predominancia
nórdica.
Lenguaje
De orígenes mixtos, como el inglés, pero con muchas inflexiones.
Pesas y medidas
Irregulares y complicadas. Ausencia de sistemas decimales.
Religión
Católica, apostólica y romana, con un tranquilo estilo mediterráneo. Copia de
santos locales.
Dimensiones de la capital
El ideal de Platón, unas 5.004 personas.
Forma de gobierno
Monarquía absoluta, elegida de por vida por toda la población.
Fuentes de energía natural
Viento, agua, carbón de turba, hulla. Nada de petróleo.
Actividades económicas
Minas de plomo y de carbón, plantas químicas, fábricas de papel, crianza de
ovejas, agricultura mecanizada, horticultura de invernadero.
Medios de transporte
Caballos y vehículos halados por caballos, barcas de canal, globos. Ni
automóviles ni aviones.
Arquitectura
Estatal: barroca. Eclesiástica: románica o bizantina. Doméstica: siglo XVIII
inglés o estilo norteamericano de La Colonia.
Muebles y utensilios del hogar
Victorianos, con la excepción de las cocinas y los baños, que deben contener las
facilidades más modernas que existan.
Vestido formal
La indumentaria parisina de 1830 hasta la década de 1840.
Fuentes de información pública
El chisme. Publicaciones regulares de tipo técnico y especializado, pero nada de
periódicos.
Monumentos
Únicamente a la memoria de cocineros famosos.
Diversiones públicas
Procesiones religiosas, bandas militares, ópera, ballet clásico. Ni cine, ni radio,
ni televisión.
II
Las buenas compañías no se olvidan, es más, para fortuna de quien ha gozado de ellas,
parece existir el sino dichoso de reencontrarlas a causa del motivo menos obvio, cuando
menos se piensa, donde menos se cree. Durante años, el texto de Auden rondó mi
memoria, sin que tuviera certeza del porqué de su continua evocación que suscitaba, a la
vez, el deseo de releerlo. Bien reconocía que el regreso a sus palabras me procuraría un
momento claro y agradable; pero había un algo más, impreciso. Volví a su lectura y, de
pronto, la incógnita tuvo resolución: su contenido me proponía un reto, el de construir
mi propio ideal de Paraíso a partir de las pautas dadas por el escritor inglés. Una razón
se añadía, y era poderosa, para aceptar el desafío: el vividero imaginado por Auden lo
encontré inhabitable, en exceso británico y monacal, aunque me sedujo la suave y fina
ironía que puso en su descripción.
De hecho, dibujé mi lugar soñado, no tanto como ilusión de un Paraíso, sino
como utopía de una Patria (aunque el oficio de soñar, a estas alturas de mi patria,
cansa). Imaginé un país vivible, sencillo y sobrio, al alcance de la mano, cuya realidad
no fuera impúdica, agobiante, criminal y desesperanzadora, como lo es la del mío (mi
país de más de 20.000 homicidios al año, mi país desempleado, mi país secuestrado, mi
país corrupto, mi país asesino de niños, frívolo y prostituido). La imaginación, me dije
con Blas Pascal, “dispone de todo, crea belleza, justicia, y felicidad, que es el todo del
mundo”.
Aquí, pues, el alcance de mi ejercicio de obrero de ensueños:
Mi país imaginado es como una casa: por el marco de la ventana su paisaje es
un valle circundado de cumbres, no muy altas, de suaves colinas de diversos
verdes y de pastos de espigas variadas; y más allá de las montañas está el mar,
como enseña de la lejanía. Su clima es templado, con buen sol en la mañana,
mucho aire en la tarde y suave brisa en la noche, y se tiene en sus estancias la
sensación de que afuera, en los jardines, de pronto va a llover; ese estado del
clima, claro está, coincide casi siempre con una buena ventilación interior. De
todos los lugares es el origen de sus habitantes, lo cual anula las distinciones y
favorece las cortesías, pues se le abre a todo el que llama la puerta; y la Babel es
a veces su lengua, pero en ella todo tiene al menos un sentido, como el que tiene
una carta comercial, o una conversación en la cocina. Sus pesas son las que dan
vuelo a lo que tiene gravedad, y sus medidas las que abrevian lo que muestra
desproporción. Los duendes del patio son su religión, y lo incierto, lo
inexplicable, lo que perece, con un mandamiento principal: donde no hay canto
no hay oración. Sus dimensiones no exceden la toma de la ventana; así está
bien. Sus formas de gobierno son sencillas: cada quien es su presidente, su
congreso y su juez; los primeros son los postreros y los postreros los segundos.
El trote mañanero, el baile y el canto, el viento, el agua, el sol del patio y la loca
de la casa, son sus fuentes de energía natural. Las actividades económicas se
desenvuelven cortando los gastos superfluos, evitando el consumismo de los
mercados, de modo que no haya el lujo ni la ostentación que provoca la envidia
del barrio y la ronda de los criminales; por eso su morada no requiere de
centinelas y se puede dejar sola mientras se viaja, bien cerrando los ojos o a pie,
dando una vuelta a la manzana por edificios bajos, parques, canales de agua,
puentes, senderos arbolados, glorietas y miradores. Sus muebles y utensilios son
los que están más a la mano que Dios, y su vestido formal es sobrio y
conveniente, de tal modo que se recuerda siempre qué trajimos al venir al
mundo, y qué nos llevaremos al irnos. Los libros, la música, las fotografías, las
pinturas, los mapas, el internet y el tragaluz del cuarto, son sus fuentes de
información pública, y los monumentos vecinos están dedicados al artista
desconocido, al profesor desconocido, al científico desconocido y al fabricante
de marcos de la esquina. Sus diversiones preferidas son Bach, Vivaldi, Led
Zepellin, Goyeneche, Samudio, Obregón, Chaplin, Jacques Carelman, Joan
Brossa, Machado, Aurelio Arturo y el poeta de la cuadra. Su dinero es una
suerte de poesía, el más contante y sonante: para el pan y el vino, para la tinta y
el papel, para el agua y la luz, para salir de paseo y reírse de uno mismo
mientras se piensa que la frase contraria (¡la poesía es una suerte de dinero!) es
en definitiva (¡y gracias a dios!) imposible, incluso en el más generoso de los
países soñados. Como una casa es mi país imaginado: su escudo es lo menos
parecido a un escudo (una puerta de cancela), y su bandera, la ventana.
Este es mi país-casa, mi país imaginado. Tiene un principio sencillo: según vives
en tu casa, vives en tu país. Al fin y al cabo, la primera nación de un hombre es su
morada. Pues bien, a este país (al que bien pudiéramos darle el nombre de Estado del
Alma, en homenaje a Gastón Bachelard) invité a mis amigos y a algunos otros
conocidos, quienes sabiendo de sus agrados, con sus mujeres e hijos, armaron maletas
para venirse de paseo unos días. Los convido ahora a ustedes (aunque si se lo proponen,
sin salir de su propio domicilio, ya pueden sentir que habitan esa patria imaginada, ese
estado del alma: sólo es necesario poner, como afirma mi amigo Samuel Vásquez, “una
férrea voluntad”).
Como quiera que sea, el mapa para llegar a mi país no es confuso: el fabricante
de marcos de la esquina tiene la dirección.
CODA
En noviembre de 2009 ―vísperas del año conmemorativo del Bicentenario de la
Independencia de Colombia―, entrevisté a varios poetas colombianos de diversas
regiones y de distintas tendencias en su arte para que les contaran a los lectores cómo
figuraba su país imaginado, siguiendo el modelo utilizado por W. H. Auden en su
descripción de un posible Paraíso en la tierra. Mi intención era componer un libro-coral
que celebrara, más que la independencia del país, en tiempos de innegables
dependencias, la libertad de la imaginación y el optimismo de la utopía; que ofreciera a
los lectores del porvenir, tal vez, señales para fundar una patria más justa y solidaria, es
decir, más poética. Ese libro-coral, El país imaginado, será público próximamente. Por
ahora, adelanto para los lectores de Laotra.com, los países imaginados de los poetas
Armando Romero, Juan Manuel Roca, Álvaro Rodríguez Torres, Horacio Benavides y
Samuel Vásquez. Éste es el país de la Utopía; éste es el país imaginado.
ARMANDO ROMERO
(Cali, 1944)
Poeta, ensayista, profesor universitario
Nombre del país imaginado
KOUNDUMÁ
Paisaje
Agua, mucha agua por todos lados, y un poco de tierra para hacer el amor.
Clima
Ese que nos permite caminar desnudos por el paisaje interior.
Origen étnico de los habitantes
No importa de dónde, con tal de que haya una pizca del Mediterráneo.
Lengua
Kathaverusa.
Religión
La que se practicaba en el Monte Athos antes de la llegada de San Atanasio.
Dimensiones de la capital
No importa, pero sí que incluya una torre de marfil.
Forma de gobierno
Ácratas todos, hasta las chicharras.
Medidas de seguridad
El canto de las ranas.
Fuentes de energía natural
Carbón de leña, y mucho viento.
Actividades económicas
Ir a comprar pan y vino por las mañanas.
Medios de transporte
Caminar, y si es para ir a la playa, mejor.
Arquitectura
De madera y piedra, sin abismos.
Muebles y utensilios del hogar
Un fogón, una cama, y un sitio donde poner el trasero para escribir.
Vestido formal
Blue jeans, sin corbata, pero con chaqueta de cuero.
Fuentes de información pública
Los mitos.
Monumentos
Algo que se le olvidó a Man Ray contra las piedras.
Diversiones públicas
Danzar en la noche, en un pueblo a lo alto de la montaña.
Moneda
Dracmas, porque ya no existen.
Escudo
Contra los fanáticos de izquierda o derecha.
Bandera
Los ojos azules de mi mujer.
JUAN MANUEL ROCA
(Medellín, 1946)
Poeta, narrador, ensayista, periodista cultural
Nombre del país imaginado
ACRACIA DEL SUR
(Capital: Puerto Viento)
Me gustaría un país que fuera, y la expresión es de René Char, “un contrasepulcro”.
Me gustaría un lugar donde nadie se acostumbre a la muerte violenta,
pues el crimen es una manera de matar hasta la muerte.
Paisaje
El serpentario nacional ha hecho del desplazamiento un triste paisaje movedizo, un
mapa cambiante del desarraigo en un país prodigioso por su babel de pájaros y parajes.
Quisiera la restitución de tantos paisajes enajenados en manos del latifundio y los
señores de la guerra. Quisiera que lográramos preservar la diversidad que Aurelio
Arturo llamó “los países de Colombia”.
Clima
Cafetero y frutal, con bosques de niebla y ríos cristalinos. Un lugar que por su luz nos
haga pensar que siempre es mediodía.
Origen étnico de los habitantes
Un gran mestizaje de todas las razas. Toda gran cultura es un cruce de caminos.
Lengua
El castellano en todas sus variantes. Que sea una lengua franca como la piedra Rosetta
pero sin duda refractaria al catatonés, a ese torpe y ensimismado idioma propio del país
de Catatonia y, por supuesto, de fósiles y académicos.
Pesas y medidas
Proporcionales al deseo que desalojan.
Religión
Una religión de hidrólatras, de adoradores del agua que incluya como rezo el poema
precolombino “Atavíos de la diosa de las aguas que corren”:
Señora de la falda de jade,
compañera de Tláloc
Dios de la lluvia,
por tu pintura facial,
por tu collar verde,
por tu casco de papel con penacho de quetzales,
por tu camisa bordada con ondulaciones de agua,
por las campanillas con tintineo de torrente
y ruido de agua que llevas en las piernas,
por tus sandalias,
por tu escudo con una flor acuática,
por el palo de sonajas en tu mano,
por tu nombre con sentido de agua,
por tu nombre con sonido de agua,
agua, agua, agua,
con sonido de agua,
te reconocemos.
Dimensiones de la capital
Deberá ser una capital habitada por mil personas en el día y por dos mil en la noche, a la
hora de los bailes.
Forma de gobierno
Abolición del Estado. Sin proponer la anomia, el gobierno exaltará a un plano de
derecho fundamental, antes que cualquier otro derecho, el fomento del ocio y las artes,
proporcionalmente.
Medidas de seguridad
El ojo del gran hermano tiene orzuelo y además es miope. Los guardaespaldas hay que
llevarlos delante para no correr riesgos. Policía y ejército son emisarios del miedo. Los
guardianes de bancos deberían más bien cuidarnos a nosotros de los banqueros. Los
certificados de buena conducta los expiden los hampones. Los carceleros lo son
inclusive de sí mismos. En Perú, un tal Montesinos hizo levantar, como en una parábola
de Kafka, una cárcel segura e inexpugnable para sus enemigos y terminó encerrado en
ella. Somos fiera y jaula al mismo tiempo. Un buen país abolirá los aparatos castrenses.
Con ello tendríamos menos invitaciones a defender con nuestras vidas a los dueños de
la patria.
Fuentes de energía natural
El baile, como el sexo, son dos inapreciables fuentes de energía solar. Una nación sabia
debería fomentar estas dos reservas energéticas.
Actividades económicas
La pesca y la agricultura, el contrabando de sueños, un autoabastecimiento comunitario
como el de la isla de Acracia, trueques de frutos y minerales y una explotación razonada
de las artes del mar.
Medios de transporte
Nuevas redes de trenes, caballos para chasquis, barcos de vapor que ayuden a la
abolición sin reservas del automóvil.
Arquitectura
En las escuelas de arquitectura se enseñará a los constructores a levantar bellas ruinas,
encargando a la naturaleza de sus acabados.
Muebles y utensilios del hogar
De preferencia, muebles y accesorios en maderas finas y sobrios herrajes, tras la
celebrada proscripción del plástico y el hormigón.
Vestido formal
Si como afirma Leopardi, “la moda es la madre de la muerte”, que cada cual sea su
propio diseñador y su modisto. Que como el traje del futuro que otros llaman esqueleto,
cada atuendo tenga, al menos, un sello renacentista y personal.
Fuente de información pública
Abolidos por cansancio y desencanto los curas, los psicólogos y los prostíbulos, tres
fuentes de información privadas; aún nos quedan los muros.
Monumentos
Levantaremos la estatua de Nadie, por ser el futuro de todos. Construiremos plazas y
parques con estatuas de caballos sin la más mínima evocación de sus jinetes. Erigiremos
monumentos a los inventores de la cama y de la ducha. Al primero por ser el creador de
un medio de trasporte sin locomoción, al segundo por traernos un tramo de río hasta los
cuatro muros cardinales de un cuarto de baño.
Diversiones públicas
El baile nuestro de cada día, las orquestas rodantes de pueblo en pueblo, la lectura de
nubes y de piedras, el ocio sin negocio, el tiro al tedio, la ingesta de sueños, el paladeo
de palabras y ver cruzar por la carretera un enjambre de ciclistas.
Moneda
El Durruti de níquel, una moneda agujereada que sirva para comprar lo necesario.
Abolidos como una pandemia del pasado el consumismo y los bancos, los latifundios
inertes, las industrias militares, el negocio de la guerra y de la muerte y penalizada a
fuego muy lento la avaricia, esa lepra del alma.
Escudo
Un espejo oval.
Bandera
Una falda blanca de tela liviana como la desnudez, que nos haga recordar la geografía
de la amada, las batallas del amor y la patria dulce de su cuerpo.
ÁLVARO RODRÍGUEZ TORRES
(Bogotá, 1948)
Poeta, traductor, asesor cultural
Nombre del país imaginado
EL PAÍS DE OCTUBRE
Paisaje
El que ya conozco y que por lo mismo necesito conocer aún más, es decir, un paisaje de
montañas y sabanas, ojalá bajo el tímido sol de finales del verano. En términos de
magnitud, pienso que la contemplación es un triunfo sobre nuestra insignificancia.
Clima
Hacia afuera, el clima frío que ha presidido mis días, pero también la tierra templada,
que se me ocurre, es el clima de la añoranza. En cuanto a la casa, el alma y la mente, me
siento cómodo con un clima promedio de 20º, negociables.
Origen étnico de los habitantes
Debo decir que prefiero lo que no me molesta, y no me molesta, en absoluto, estar
rodeado de personas de diferentes etnias. Las lenguas son un mundo, como los hombres,
y debo decir que unas y otros me interesan.
Lengua
La música, la lengua más apropiada para comunicarnos: los hombres deberían aprender
a callar en todos los idiomas de la Tierra para aprender del idioma de la música.
Pesas y medidas
Las de la estética. Digamos que en mi balanza, ligeramente adulterada, pesa más la
estética en mis relaciones con el mundo. En un posible país imaginado las pesas y
medidas estarían dadas por Wilde, Ruskin y Pater.
Religión
El silencio. Por lo general, los poemas pertenecen a las palabras y la oración al silencio,
pero no sé hasta qué punto estas actividades nos ayuden a reconciliarnos con el mundo
más allá de lo prudente.
Dimensiones de la capital
No tengo reinos imaginarios pero sí una capital que ya existe, donde Óscar Niemeyer se
la jugó toda: Brasilia. El problema con algunas capitales es que terminan convirtiéndose
en verdaderos agujeros negros que lo devoran todo. Eso sí, me encantan las ciudades
que Ray Bradbury dibujó en las Crónicas marcianas, y me entra una verdadera
nostalgia por la Bogotá que no fue, y que Le Corbusier propuso a finales de los años 40.
Forma de gobierno
De acuerdo con Simonne Weil, hasta ahora no ha existido en las historia de los hombres
un sistema de gobierno que se haya salvado de ejercer la opresión. ¿Cómo no recelar,
entonces, de todas las formas de gobierno, ya sean democráticas, utópicas o
mesiánicas? Al respecto, me tienta citar aquí la conocida frase de Churchill, ejemplo de
su fino humor inglés pero también de su fina dialéctica: “La democracia es la peor
forma de gobierno si se exceptúan las demás”. La frase parece un chiste y lo es, pero
estoy seguro que le hubiera gustado a Hegel.
Medidas de seguridad
Esta pregunta me recuerda la Guerra Fría y su fría teoría de la disuasión. En ese sentido
pienso que Ian Fleming o John Le Carré estarían más capacitados que yo para
resolverla, tanto desde el análisis político como desde la ficción. La intimidación es el
tributo que la seguridad paga al terror.
Fuentes de energía natural
Agua, sol, viento y la energía nuclear, muy útil a pesar de Hiroschima y Nagazaki.
También la energía mental, aunque no siempre sea digna de aplauso y esté lejos de un
uso industrial.
Actividades económicas
En principio habría que acabar con el monopolio y la usura, como Ezra Pound muy bien
lo sabía:
… con usura ninguna pintura es hecha para durar ni para vivir con
ella
sino que es hecha para vender y vender pronto,
con usura, pecado contra natura,
tu pan es cada vez más de trapos viejos,
seco es tu pan como papel,
sin trigo de montaña ni harina fuerte,
con usura la línea se hace gruesa,
con usura no hay clara demarcación
y ningún hombre puede hallar sitio para su morada.
Pero no sé si más allá de la utopía sea posible un nuevo espacio para una nueva ruta de
la seda, un nuevo Marco Polo o una nueva Venecia, por decirlo de algún modo. Un
espacio, en fin, para la esperanza.
Medios de transporte
Como lo sugiere Chuang-Tzé, cerrando los ojos, y como lo sugiere Matsuo Basho en
Sendas de Okú, a pie. Uno y otro modo de transporte, sólo que también me maravilla el
vuelo que fascinó a Leonardo y los mares surcados por la ficción de Conrad y Melville.
Y la bici, claro.
Arquitectura
Nací en el Barrio de La Candelaria, en Bogotá, de modo que mi ADN se ha inclinado
siempre por las arquitecturas en tierra, por la arquitectura colonial. Aprecio la
arquitectura orgánica que no busca lo espectacular. Detesto la arquitectura burocrática y
apresurada.
Objetos y utensilios del hogar
No podría vivir sin la madera, la luz natural y el ladrillo, que definen la arquitectura que
más aprecio. Tengo predilección por los utensilios en madera y cerámica.
Vestido formal
Sólo desapruebo la informalidad llevada hasta el disfraz. La sencillez en el vestir
debería hacernos invisibles. Esa es la verdadera elegancia.
Fuentes de información pública
Ezra Pound tiene razón cuando escribe que la literatura es la noticia que permanece
nueva. Más que las noticias me interesa la actualidad intemporal, que es algo que
también busco en la música que más me gusta, la del “sonido más bello cercano al
silencio”, slogan del viejo y querido sello ECM.
Monumentos
Levantaría un monumento al hombre invisible, pero también a cosas que nunca
sucedieron “monuments to events that never took place”, como podemos leer en un
verso de Joseph Brodsky.
Diversiones públicas
Me gusta el tenis y hasta el beisbol que no entiendo, pero que entusiasmaba tanto a
Marianne Moore y Hernando Valencia Goelkel. Pero, con todo respeto por Albert
Camus y mi amigo Camilo Delgado, me siento muy lejos del fútbol y su mística
mediática.
Moneda
Brodsky consideraba al dinero como el quinto elemento de la naturaleza, al lado del
agua, el fuego, el aire y la tierra, algo que hubiera halagado sin duda alguna a los
filósofos presocráticos. Que el dinero haya demostrado ser un buen método de
intercambio lo prueba el hecho de que prácticamente no hay otro, eso es lo malo. Pero
no olvidemos que hay otro verso de Brodsky donde podemos leer que “el dinero es
verde y fluye rojo, como la sangre”. Sólo intercambiaría objetos hechos a mano.
Escudo
Los escudos hacen parte de la actividad simbólica del hombre, que sigue haciendo lo
imposible para ser un gregario, y pienso que desde esa perspectiva siguen siendo
necesarios. No sé que animal podría reemplazar en nuestro escudo a nuestro extinto
cóndor. Hace algunos años el maestro Juan Cárdenas lo intentó en una caricatura y fue
encarcelado.
Bandera
Cuando veo en los pedestales las banderas de distintos países, pienso que aún somos
tribales, pues según Cirlot, las banderas descienden de las insignias totémicas egipcias.
Las banderas tienen que ver simbólicamente con la diferencia de los pueblos, sólo que
el viento que las hace ondular en sus pedestales es el mismo.
HORACIO BENAVIDES
(Bolívar, 1949)
Poeta, editor, director de talleres de poesía
Nombre del país imaginado
AL SUROESTE DEL VIENTO
Paisaje
La contemplación es un fluir entre el adentro y el afuera, quien contempla está en la
línea de equilibrio, en la ventana. Para que sea posible la contemplación el paisaje
interior debe estar en sosiego y el exterior debe tener su grado de serenidad.
Clima
Todos los climas, en especial un clima cálido con la brisa entrando por las ventanas,
como el que tiene muchos días del año Cali. Un clima así nos hace vivir poéticamente y
nos puede salvar de escribir. Por algo muchos talentos se pierden en esta ciudad.
Origen étnico de los habitantes
El Dios de Al suroeste del viento es un pintor con una paleta amplia. Un Dios que se
divierte mezclando los colores: sobre el negro pone un poco de ocre; aclara los pardos,
dora los blancos, sopla para que haya brillo.
Lengua
El lenguaje más complejo, el del amor: acude a los silencios, a los gritos, al tacto, a la
adivinanza, a los gestos, al engaño, a la telepatía. El amor entre otras cosas, carga de
sentido a las palabras, les vuelve el sonido.
El idioma de mi país imaginado sería tonal: todos cantaríamos.
Pesas y medidas
Una pequeña máquina para pesar palabras, semejante a la que emplean los traficantes
para pesar sustancias de mucho valor. La aguja de esta máquina registraría hasta los
tonos más leves de las palabras.
Los gatos pesarían la buena o mala energía de la gente. Hay personas a las que estos
animales se les acercan ronroneando y les frotan el lomo; de otras huyen con los pelos
erizados.
Como en mi país imaginado todos tendríamos la sangre liviana, los gatos se dedicarían a
su oficio para no dejar de ser gatos.
Como medida: los dedos. “Déme dos dedos de néctar”, diría quien quisiera alinearse
con las estrellas.
La mirada mediría las propiedades: “Todo lo que ven mis ojos es mío,” proclamaría el
más pobre.
Religión
Hay formas diversas de entrar en comunicación amorosa con lo otro, llámese esto dios,
universo, lo indecible. Los habitantes de Al suroeste del viento se pondrían en contacto
con la madre universal a través de la danza, tal como lo hacen los derviches giróvagos,
que bailan hasta el éxtasis. O a través de la poesía, el silencio, la música o un buen
trago.
Dimensiones de la capital
Las grandes ciudades, que son motivo de orgullo para los hombres, pueden ser
monstruosas, peor que termiteros, pues las termitas no fuman, no construyen fábricas,
no se arrancan la cabeza. La capital imaginada no debería tener más allá de 1.200.000
habitantes; sería un tanto extensa, pues en ella cada casa tendría una zona verde: tierra
para un árbol, para la hierba, para las flores.
Forma de gobierno
Después de los últimos desastres, me contentaría con un gobierno con propuestas como
éstas: “robaremos el dinero público, con medida”. “´Chuzar´ e intimidar a la oposición
seguirá siendo un servicio a la patria; hacerlo con nuestros partidarios no llevará a la
cárcel, pero sí al siquiátrico”. “Si un funcionario nuestro delinque nos haremos los
locos, pero no lo premiaremos con una embajada”.
Por este camino mi país vendría a ser un infierno con ventilador.
Medidas de seguridad
En Al suroeste del viento todos los ángeles estarán desarmados, incluso el querubín de
la entrada.
Fuentes de energía natural
La energía que produce la risa, que abre puertas y expande el alma. La energía del
canto, que ahuyenta los temores. La energía del amor; un beso puede producir los vatios
necesarios para encender una bombilla; por algo dice el poeta: “que al menos te vea a la
luz de un beso”.
Actividades económicas
Hoy, cada vez pesan más las mercancías e importa menos la cultura; el comercio actual
quiere una sola lengua, una sola arquitectura, una sola música. Habría que poner todo
patas arriba: ¡prodúzcase lo absolutamente necesario para vivir! ¡Déjese tiempo libre
para la hamaca, para el baile! El tiempo es oro: ¡quedémonos quietos!
Medios de transporte
Los medios de transporte imitarían a la tierra, que anda veloz y no se siente. Qué tal un
aparato capaz de alcanzar velocidades superiores a la de la luz, meterse en él y vivir
sabroso mientras se viaja sin darse cuenta y al cabo de un tiempo, no más de dos años,
estar en el otro lado del universo, en una tierra parecida a ésta, pero mejor. En una
especie de cielo musulmán: “sesenta y dos muchachas de ojos negros, de luminosa
hermosura y exquisita sensibilidad, serán creadas para el más mezquino de los
creyentes.”
Arquitectura
La arquitectura de los árboles, zonas verdes, franjas de bambúes y tras ellas ríos que no
se puedan ver, sí oír. Nunca la arquitectura del afán: casas como cubos, hechas para
guarecerse del agua y el sol, ajenas al placer del mirar y el sentir.
Muebles y utensilios del hogar
Hace meses no escribo, acaso se deba a que tengo la casa llena de objetos. Dejaré los
imprescindibles: en la sala, una mesa de madera y una silla; en el dormitorio una estera
y una piedra: la piedra como cabecera trae buenos sueños. En el patio de matas una
fuente que me recuerde el sonido del agua.
Que cada cual se acomode a su gusto, que cuelgue su hamaca o se siente en su poltrona,
cubra su mesa con una hoja de plátano o un tejido iraní.
Vestido formal
Veo pasar una muchacha con un vestido ligero, la falda de seda roza con suavidad sus
muslos. Qué bien está todo. Pasa un hombre, de unos treinta años, con saco y corbata, el
pobre debe sufrir en este mediodía de Cali. Pasa ahora un recoge papeles vestido de
mugre. El primer verso era excelente, un mal verso torna gris al poema.
Fuentes de información pública
En el diario poético, Aquiles sigue llorando la muerte de Patroclo, y Moctezuma mira
con asombro, en su espejo de jade, hombres de cuatro patas con cascos brillantes. Es el
diario del tiempo dormido. Si le preguntas por un asunto ayer, te contestará: espera lo
paso por el tamiz del sueño. El muchacho que cante, si se puede decir así, los muertos
bajando por nuestros ríos aún no ha nacido. Su asunto es la belleza y la verdad.
Monumentos
Se elogiaría a los artistas, a los científicos, a quien aporte algo en bien de todos, pero no
se lo haría con cemento o bronce, sino con agua y vida. Se sembrarían en sus memorias
árboles, se construirían fuentes: un roble para recordar a Rilke; un guayacán en honor de
José Manuel Arango, y un aljibe en memoria de Kafka.
Diversiones públicas
Mis diversiones son privadas; me gusta sentarme solo en la tarde y tomarme una
cerveza. Disfruto caminando e ir entre el mirar y el imaginar, comiendo en compañía de
mi familia, aunque debo ser pesado, pues mientras como rezo, es decir me entrego en
cuerpo y alma al comer. Sin embargo, como el personaje de un cuento de Kafka, me
asomo a la ventana y siento nostalgia de la comunidad, quisiera ir para donde va la
gente.
En mi país imaginado quien come, comería con Dios; quien marche lo haría con la
muchedumbre; el dolor de uno haría eco en todos.
Moneda
El dinero es la mayor de las síntesis; imagínate si dijéramos: una moneda de quinientos
pesos equivale a diez minutos de trabajo de un albañil, a un minuto del de un piloto, a
una centésima de segundo del de un traficante; ¡qué metáfora! El trueque tiene sus
complicaciones: por ejemplo, supón que el poeta haya gastado un mes haciendo un
poema y vaya al mercado esperando cambiarlo por un caballo. Difícilmente le darían un
atado de yerbas.
En Al suroeste del viento no se mencionará la palabra dinero.
Escudo
Los escudos debieron ser inventados por alguien muy inteligente. Alguien que debió
decir: inventemos un objeto que le haga creer a la gente que somos uno solo, que no hay
racismo, que no nos matamos, que todos tiramos para el mismo lado, y a esa ilusión
llamémosla ESCUDO. Cuando convenga a nuestros intereses les mostremos el invento
y los hombres se harán matar por nosotros.
Bandera
Si ondean me digo: hay viento, este es un buen día, gracias a Dios. O me digo: vuelan
las palomas, las banderas intentan seguirlas. O: el soldado bajo la bandera, muerto.
SAMUEL VÁSQUEZ
(Medellín, 1949)
Poeta, dramaturgo, músico, pintor, ensayista
Nombre del país imaginado
PAÍSES DE NADIE
(Donde la luna y el viento borran sus fronteras)
Paisaje
Semejante al parque del Cocora con una ancha playa dorada y un mar azul.
Todos los árboles, todos los pájaros, todos los peces... mamíferos.
No hay insectos que piquen, ni ratas, ni chuchas.
Las mariposas no tienen obligación de ser primero gusanos.
Los sapos son sapos siempre y no se deforman en príncipes.
Clima
Todos los climas… a capricho de cada quien.
Llueve a gusto.
Ventea a gusto.
Hace sol a gusto.
Nieva a voluntad… pero es necesaria una férrea voluntad.
Origen étnico de los habitantes
Hay tres familias originarias: unos descienden de los pájaros y de Sofía Loren, otros de
los árboles y Clarisse Lispector, otros descienden desnudos por la escalera.
Lengua
Oral y escrita y grabada. Tallada o a pluma o a lápiz. Susurrada o dicha al aire (con
convicción o con duda) o gritada ―sólo con alegría, como en el gol― o sugerida o
cantada (en este último caso es imprescindible que se haga siempre con bella melodía y
exacta afinación).
Castellano con altas dosis de poesía o de humor o de amor o de gratuidad.
Pesas y medidas
Nada se pesa. Nada se mide.
Religión
Dos: la amistad infalible y el amor falible.
Dimensiones de la capital
Ni hay capital, ni se mide nada.
Forma de gobierno
Ninguna.
Nadie nace para ser gobernado.
No se tiene sentido de la obediencia, sólo sentido de la solidaridad y de la lealtad.
Medidas de seguridad.
No hay seguridad ninguna porque ello conllevaría implícita vigilancia, y ya sabemos
que seguridad y vigilancia son viejos pilares que sostienen todo ejercicio de poder y
dominación. Aquí sólo se cultiva y estimula la desobediencia y el principio del placer,
en donde iluminan el goce, la desmarcación, la ausencia de represión, permitiendo que
el peligro nos mantenga atentos, libres e imaginativos.
Fuentes de energía natural
Nada de petróleo, nada de carbón, nada de agrocombustibles.
El viento, el sol, la lluvia.
La imaginación, la bondad, la risa de los niños.
Actividades económicas
El trueque, el regalo, la generosidad.
No hay pérdidas ni ganancias.
Medios de transporte
El vuelo físico.
La traslación mental.
El sueño.
La buena literatura, el buen cine.
Arquitectura
Nada hecho por Mies Van der Rohe ni por Gaudí ni —muchisísimo menos— por
Fajardo. Hogares hechos como trajes del alma de cada quien, según su oficio, según sus
movimientos (un bailarín necesita espacios diferentes de los de un escritor, un nadador
de los de un gimnasta).
Arquitectura supervisada por gente como Barragán, Salmona...
Muebles y utensilios del hogar
Los más cómodos, los más eficientes y los de más alta tecnología. Ninguna tecnología
podrá atentar contra el aire, contra el agua, contra la tierra, contra la naturaleza vegetal,
mineral, o animal, ni contra ese animal tramposo y dañino que es el hombre.
Vestido formal
No hay formalidad ni informalidad.
Fuentes de información pública
La poesía. Quino. La telepatía. La verdad como chisme callejero. Abolido el periodismo
en todas sus formas.
Monumentos
Sólo cinco posibles, no obligatorios:
Al inventor de la ducha.
Al inventor de la cama.
Al inventor del helado.
Al inventor del whisky.
Al inventor de la crema dental.
Diversiones públicas
La conversación.
La música.
El baile.
Escupir en la cara a los mentirosos.
Abofetear a cada dios que aparezca.
Moneda
No existe, porque el valor de uso ha aplastado el perverso valor de cambio.
Escudo
No hay escudo, ni escuderos, ni escuderías oficiales. Por escudo cada cual lleva su
“corazón al desnudo”.
Bandera
La bandera es el viento.
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