4

Ruanda El País de Las Mil Cicatrices Ruanda El País

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Rwanda

Citation preview

Page 1: Ruanda El País de Las Mil Cicatrices Ruanda El País
Page 2: Ruanda El País de Las Mil Cicatrices Ruanda El País

[PAISM_10: DOMINGO-BASE-GENERAL-P`GMÚLTIPLES <DOM02-03NA> [DOM_NACIONAL -2 ] . . . 06/04/14] Author :JACARBAJO Date:04/04/14 T ime:22:14

La reconciliación vigiladaRuanda, un país minúsculo y superpoblado, que padeció el genocidio más rápido de lahistoria hace 20 años, resurge sometido a una pacificación controlada desde el Estado

Por GEMMA PARELLADA

U na vieja bicicleta sube la coli-na en plena noche ruandesacon un saco de arroz bien ata-do. Los grillos acompañan la

suave ascensión. Eric, profesor de escuelaen la región de Ntarama, arrastra el ve-hículo por el camino de arena que se abreentre bananeros con la memoria tan bienatada al presente como el saco a la bici. Elprofesor, como otros miles de personas,bajó corriendo por estas mismas colinashace 20 años hacia el valle de manglares.Tenía 6 años y huía de la mano de sumadre hacia un lugar que serviría de tum-ba y de refugio. Entre la alta vegetación ysemisumergidos en el agua, miles de per-sonas intentaron evitar que les alcanza-ran los militares y los interhamwe —lamilicia de extremistas hutus— a quienesveían bajar por los cerros. El país de lasmil colinas es también el del millón demuertos en tres meses, el del genocidiomás rápido de la historia. Sucedió hacejusto dos décadas.

En Ruanda la población se divide aho-ra entre supervivientes y genocidas. Y losque gobiernan. Eric forma parte de la pri-mera categoría, a la que, paradójicamen-te, no acceden todos los que fueron perse-guidos. Él ha recibido ayuda y una casadel Gobierno. Es tutsi. Y trabaja forman-do a la generación que no vivió las matan-

zas, más del 60% de la población, peroque crece con sus enseñanzas.

Una vez por semana, Eric y todos losprofesores de la escuela dedican una horaa un curso que llaman de “cultura”, dondeexplican lo que sucedió durante el genoci-dio y que, “gracias a las actuales políticasdel Gobierno, se ha conseguido la paz y lareconciliación”. Una frase que es comouna letanía. Tanto en las escuelas como enlos periódicos se salta la regla que prohíbehablar de hutus y tutsis. Cuando se habladel genocidio se añade siempre “contra lostutsis”, aunque también miles de hutusmurieron a machetazos.

Kigali, la capital de Ruanda, se ha con-vertido en un símbolo de superación ytriunfo. Su belleza natural se realza concalles de asfalto impecable custodiadaspor cuidados jardines, mientras batallonesde obreros pican y perforan, miden y cons-truyen. Los rascacielos ya terminados y losedificios que avanzan rápido bajo las grúasson la imagen de progreso que el Gobiernono deja de proclamar. Con un 8% de creci-miento en la última década, el minúsculopaís —un poco más pequeño que Galicia—recibe ayudas de fundaciones y donantesque “sienten así que palian la culpabilidadpor su pasividad durante el genocidio”, se-gún un opositor en el exilio sudafricano.

Mientras, el Parlamento más femeninodel mundo —el 64% de los escaños estánocupados por diputadas, la única asam-blea en el mundo dominada por mujeres—

permite a las autoridades vender una ima-gen de igualdad y democracia que lograesconder las sombras. Dependiente de lasayudas y, oficialmente, de las exportacio-nes de café y de té, la economía de Ruandasigue tintada por la pobreza rural, sobretodo en el sur, donde se concentra la pobla-ción hutu, mayoritaria.

En la gran rotonda del centro de Kigali yen la zona de ministerios —donde cual-quiera que quiera invertir o trabajar estácondenado a consumir paciencia y formu-larios para poder conseguir una colecciónde autorizaciones— los ciudadanos cami-nan impolutos, enfundados en camisas yzapatos puntiagudos, y siempre con la mis-ma letanía: “Todo es nuevo en Kigali, aho-ra convivimos en paz”. Los comentarios dejefes de departamento, los propietarios decantinas y hasta los presos que cumplencondena por haber planificado las matan-zas manejan respuestas similares.

El partido que gobierna hoy el país conmayor densidad de población de África—11 millones de habitantes, 437 por kiló-metro cuadrado— era un grupo rebeldetutsi antes del genocidio. Su cúpula estáformada por refugiados que crecieron en lavecina Uganda y que a principios de losnoventa entraron por el norte de Ruandapara derrocar al Gobierno hutu. El actualpresidente del país, Paul Kagame, era en-tonces el líder de esta rebelión, una insu-rrección que también sumó atrocidades ensu historial, tanto antes como después delgenocidio, aunque las hayan redimido conla victimización exclusiva reservada a lostutsis. Es difícil saber qué porcentaje hayde hutus y tutsis en el Gobierno, la etnia yano aparece en los carnés de identidad y laspolíticas de reconciliación incluyen no re-saltar esa diferenciación. Pero cada unosabe quién es quién, y entre la poblaciónhutu, e incluso entre la oposición forzadaal exilio, reconocen claramente que “el po-der está en manos de la minoría tutsi”.

En una de las pendientes vertiginosasde tierra roja, Sonia, de 6 años, no pidedinero como otros niños. En un perfectoinglés, cuenta que vive en el barrio y quele gusta la escuela. Aunque es un país fran-cófono, las nuevas generaciones hablaninglés. El Gobierno actual decidió cambiarel francés por el inglés, por su animadver-sión a Francia, a quien consideran cómpli-ce del genocidio, pero también porque losactuales líderes crecieron y se formaron

c

Eric, un profesor tutsi,recibió una casa comocompensación. En laescuela recuerda que lapaz es obra del Gobierno

Escolares de Ndera, al este de Kigali, en uno de los muchos actos de recuerdo del 20 aniversario del genocidio de Ruanda. Foto: Ben Curtis (AFP)_

RUANDA: EL PAÍS DEL MILLÓN DE CICATRICES

2 EL PAÍS DOMINGO 06.04.14

Page 3: Ruanda El País de Las Mil Cicatrices Ruanda El País

[PAISM_10: DOMINGO-BASE-GENERAL-P`GMÚLTIPLES <DOM02-03NA> [DOM_NACIONAL -3 ] . . . 06/04/14] Author :JACARBAJO Date:04/04/14 T ime:22:14

E 6 de abril de 1994. Elpresidente ruandés, JuvenalHabyarimana, un hutumoderado, muere cuando unmisil derriba su avión. Unacomisión internacionalindependiente responsabilizó en2010 del atentado a extremistashutus. Al día siguiente se iniciala matanza de la minoría tutsi.

E 9 de abril. Se forma unGobierno formadocompletamente por hutuspresidido por Jean Kambanda,que será condenado a cadenaperpetua en 1998. Francia yBélgica deciden sacar del país atodos sus soldados.

E 21 de abril. El Consejo deSeguridad de la ONU apruebala retirada de sus tropas.

E En abril se registra laprimera víctima española, elmisionero Joaquim Vallmajó,secuestrado tras ser testigo dela muerte de 2.500 personas.

E 17 de mayo. Una resoluciónde la ONU constata “actos degenocidio” y trata de enviar

sin éxito a 5.500 soldados.

E 19 de julio. Paul Kagane,fundador del Frente PatrióticoRuandés (FPR), formado porexpatriados tutsis, toma elpoder y expulsa a losgenocidas. Pero en las

represalias muerenentre 25.000 y100.000 hutus. ElGobierno hutu radicalse refugia en Zairejunto a dos millonesde hutus. En Goma seforma el campo derefugiados másgrande de la historia.

E En cien días, entreabril y julio, 800.000personas, en sumayoría tutsis,fueron asesinadas,muchas a golpe demachete. Casi500.000 fueronmujeres violadas.

E Noviembre de 1994.La ONU crea elTribunal PenalInternacional para

Ruanda. Ha dictado 61condenas.

E Octubre de 1996. Cuatromaristas son asesinados enZaire por reclamar unaintervención internacional queevitara el exterminio de los

refugiados. La ONU denuncióen 2010 que Ruanda cometióactos de genocidio al invadirZaire en busca de soldadoshutus refugiados allí.

E En 1997 tres cooperantesde Médicos del Mundo sonametrallados porquedisponían de información de lasmasacres del FPR.

E Septiembre de 1998. Primeracondena. Es sentenciado aprisión de por vida JeanPaul Akayesu, antiguo alcaldede la ciudad ruandesa de Taba,por incitación directa y públicaa cometer genocidio ycrímenes de lesa humanidad.

E Junio de 2000. Esasesinado Isidro Uzcudum,testigo del asesinato de 1.325personas por el FPR.

E Diciembre de 2008. ElTribunal especial de la ONUpara Ruanda condena alexcoronel TheonesteBagosora a cadena perpetua.

E En 2011 fue condenada laprimera mujer, PaulineNyiramasuhuko, antiguaministra de Familia ruandesa. Se

le acusó de haber organizado elsecuestro y la violación demujeres y niñas tutsis.

E Marzo de 2014. El TribunalPenal de París condena alexcapitán hutu PascalSimbikangwa a 25 años porcomplicidad de genocidio.

El genocidio ruandés. 800.000 muertes en cien días

P

como militares en la anglófona Uganda.La organización y la comunicación son

sin duda dos materias bien domesticadaspor el Gobierno actual, que propugna unaHistoria donde se culpabiliza sutilmente auna etnia entera, la hutu, mientras se esme-ra en cuidar las relaciones públicas. Kaga-me es el presidente africano más seguidoen Twitter, una red muy utilizada por lasautoridades. Con sonrisas y tuits, se escul-pe la imagen de desarrollo que mantiene laayuda internacional fluyendo.

Convertidos en atracción turística, losmacabros museos de la tragedia, con lasropas de los fallecidos, los cráneos e inclu-so cuerpos embalsamados a medio des-componer, dejan mudos a los visitantes.Lo más visitado de Ruanda son los gorilas ylos muertos. Ambos incapaces de hablar.

Los presos de la cárcel de Nyarugenge,la prisión central de Kigali, visten unifor-mes de dos colores. El rosa es para los queesperan ser procesados, el naranja paralos convictos. Valerie Bemeriki va de na-ranja y camina coja apoyada en una mule-ta. Ella estaba de guardia en la Radio delas Mil Colinas, la llamada radio del odio,la noche del 6 de abril, en que fue abatidoel avión presidencial. Estuvo en antenadurante las primeras matanzas. “Decía ala gente que debían matar a las cucara-chas tutsis porque me lo ordenaban las

autoridades, pero también porque creíque si no les matábamos nosotros, ellos loharían antes”. Ahora pide perdón y cele-bra la política de unión nacional. “Ellos[los tutsis] no son como nosotros [loshutus]. No me han matado ni torturado”.

Nyirandegeya Mwamini es otra mujernaranja. Condenada de por vida. Ella esta-ba con los milicianos interhamwe en loscontroles que se instalaron por toda la ciu-dad para eliminar a los tutsis. “Fui cómpli-ce”. Iba de un puesto a otro vendiendo

cerveza y participando en la criba macabraque llevaba a seres humanos a ser extermi-nados en fosas. “Crecimos con esta tensiónen la escuela, con la cantinela de que lostutsis eran los enemigos. Todo fue unacuestión política”. Tras las masacres, igualque Valérie e igual que miles de ruandeses,tanto víctimas como verdugos, Mwaminihuyó a Congo donde, de repente, se refu-gió una nación rota.

Bizimana también viste de naranja. Co-mo administrador del barrio armó a mili-cias. Fue juzgado por los tribunales gacaca,creados en 2002 para celebrar juicios comu-nitarios que aliviaran la enorme carga judi-cial. “Son minoritarios los que profesan laideología genocida. O, en todo caso, no lopueden proclamar”, cuenta este antiguoburgomaestre. “Ahora, a los que siguenpensando como hace 20 años, que hay queeliminar a los tutsis, se les margina”. Y vuel-ve la fórmula: “Desde que el Gobierno im-plantó la política de reconciliación, enten-dimos que debíamos vivir juntos”.

Los prisioneros que hacen flexiones, losque hacen cola para hacerse el examenpara la tuberculosis y los que merodeancon cuadernos van impolutos. “Las celdasno están superpobladas”, explica con uninglés atascado la tímida directora adjunta

Por FRANCISCO REY MARCOSY JESÚS A. NÚÑEZ VILLAVERDE

PRIMERO FUE LA PASIVIDAD y luego la ver-güenza y el propósito de enmienda. Comoresultado de la inacción, hace hoy veinteaños, la comunidad internacional asistióimpávida al arranque de la matanza de800.000 ruandeses (mayoritariamente tut-sis, pero también hutus moderados) y a lahuida de más de dos millones de refugia-dos y desplazados. Ni siquiera se pudo ale-gar ignorancia porque a los despachos dela ONU llegaron alarmantes informes (co-mo el tristemente famoso Genocide Faxdel general Romeo Dallaire), avisando delo que se avecinaba en un país en el quevolvía a prender con fuerza imparable elextremismo hutu frente a la minoría tutsi,empeñada por su parte en recuperar un

poder que consideraban suyo práctica-mente desde los orígenes del país.

La magnitud de la tragedia llevó conposterioridad a mandatarios como BillClinton o Kofi Annan, entonces responsa-ble del Departamento de Operaciones dePaz de la ONU, a rasgarse las vestiduras alentender que la imparcialidad y los esca-sos recursos que impusieron a la UNAMIRno siempre es el camino correcto. Tam-bién es cierto, en todo caso, que de aque-llo salió un intento de extraer leccionesaprendidas y de mejorar la capacidad derespuesta ante situaciones similares.

Así, desde 2005, contamos con el princi-pio de Responsabilidad de Proteger, quesupone un paso más en la destrucción deltabú de la no injerencia en asuntos inter-nos, al entender que si un Estado no garan-tiza adecuadamente la seguridad de susciudadanos es la comunidad internacio-

nal la que debe asumir la tarea incluso conel empleo de la fuerza. En el terreno de laacción humanitaria también se han dadopasos relevantes con la aprobación del Có-digo de Conducta para el socorro en casosde desastre de la Cruz Roja y las ONG, yotras iniciativas que tratan de mejorar lacalidad del trabajo humanitario y evitar suinstrumentalización.

En el plano jurídico, no solo se puso enmarcha un Tribunal Penal Internacionalpara Ruanda, sino que se utilizaron siste-mas de justicia tradicional —los tribunalesgacaca— para juzgar a miles de victima-rios y avanzar en la reparación de las vícti-mas. Incluso en algunos países, como elnuestro (cuando la justicia universal aúnera un referente abiertamente asumido) seabrieron causas relacionadas con esta tra-gedia, se adoptaron nuevos enfoques paralas operaciones internacionales de paz y

hasta la Unión Africana comenzó a tomarprotagonismo en este terreno. A pesar deesos limitados avances a posteriori nadapuede aliviar la sensación de fracaso anteuna tragedia de tal magnitud. Ruanda noha logrado recuperarse aún hoy y su relati-vo crecimiento económico no compensael considerable déficit en términos de desa-rrollo humano, de respeto de los derechoshumanos y de gobernanza democrática.

Y por su parte, la ONU —como biennos muestran los casos de Darfur, Sudándel Sur, Malí, Siria, RDC o República Cen-troafricana— sigue siendo un actor secun-dario en el escenario internacional, sin ca-pacidad para cumplir la tarea para la quefue creada: “Evitar el flagelo de la guerra alas generaciones futuras”.O

Francisco Rey Marcos y Jesús A. Núñez Villaverde,codirectores del Instituto de Estudios sobre Conflic-tos y Acción Humanitaria (IECAH).

Lecciones que no alivian un colosal fracaso

Nyabimana muestra la marca del machete.

El exalcalde de la ciudad de Taba esposado.

Pasa a la página 4

El director de la prisión de Nyanza observa el retrato del presidente Paul Kagame. Foto: C. Somodevilla

Refugiados ruandeses en noviembre de 1996.

RUANDA: EL PAÍS DEL MILLÓN DE CICATRICES

EL PAÍS DOMINGO 06.04.14 3

Page 4: Ruanda El País de Las Mil Cicatrices Ruanda El País

[PAISM_10: DOMINGO-BASE-GENERAL-DOM04NA [DOM_NACIONAL -4 ] . . . 06/04/14] Author :JACARBAJO Date:04/04/14 T ime:22:14

de la cárcel —otra mujer al cargo—. Aun-que hay informes que indican lo contrario,y la cárcel de Gitarama está consideradauna de las peores en el mundo.

Pero de nuevo lo que se ve —lo que sedeja ver— parece impecable. La misma mi-nistra de Sanidad denegó personalmenteuna visita al hospital psiquiátrico de Ndera.

Entre los grupos de sigilosos ruandesesen los restaurantes caros de Kigali siemprehay alguno de blancos que no han venido ahacer turismo. Conocen bien las curvas en-tre Kigali y Goma, al otro lado de la fronte-ra, en Congo, a tres horas de coche. Haceunos años, uno de estos empresarios suda-fricanos contaba cómo su empresa certifi-caba en Ruanda los minerales extraídos deCongo. Los suyos no eran de sangre, decía,aunque no ponía demasiado empeño endefenderlo.

El movimiento entre Goma y Kigali ha-ce olvidar a menudo que haya una fronte-ra. Los jóvenes de Goma que se lo puedenpermitir van de fiesta a Kigali y los empresa-rios instalados en Kigali van y vienen aGoma para cerrar tratos. La carretera por laque ahora circulan los minibuses, sorpren-dentemente vacíos de algarabía, es la quetomaron primero miles de refugiados quehuían de las matanzas, y luego miles degenocidas cuando vieron venir las represa-lias al cambiar de manos el régimen. Unode los viajeros, vestido con chilaba, confie-sa pícaro que no es que sea musulmán,sino que la vestimenta le sirve para traficarmejor las piedras que sacaba de Congo.

“¿Qué no hay corrupción en Ruanda? Hayla misma en ambos lados, lo único queaquí se disimula mejor”.

Congo siempre lleva a Ruanda y Ruan-da siempre lleva a Congo, que hoy paga laresaca del genocidio. Los miles de refugia-dos de uno y otro bando concentrados allíhan generado el peor conflicto del planeta,con cinco millones de muertos. Congo ex-porta minerales y Ruanda las tensionesque impide dentro de su territorio con ma-no de hierro.

La oposición ruandesa viaja en Sudáfri-ca en un Range Rover negro sin matrícula ycita en una gasolinera, para, tras unas vuel-tas de precaución, llegar al destino. Lasmedidas no son un capricho. Uno de suslíderes, Patrick Karegeya, apareció estran-gulado la noche de fin de año en uno de losmejores hoteles de Johanesburgo. Y sucompañero, el general Nyamwasa, ha esca-pado a tres intentos de asesinato. Ambosestaban muy próximos a Kagame durantela rebelión y después, durante los primeros

años de poder. Los familiares y el partidoconsideran que no hay ninguna duda so-bre el brazo ejecutor. “No lo creo, lo sé. Esel Gobierno ruandés el que está detrás delasesinato de mi tío”, relata David Batenga.

Solo en el exterior de Ruanda se puedenescuchar voces críticas con el régimen. “To-do el que indica que ciertas prácticas no sedeben ejercer es declarado enemigo del Es-tado y es encarcelado o eliminado”, diceun opositor exiliado. Frank Ntwali, presi-dente del Congreso Nacional Ruandés, mi-ra siempre por el retrovisor cuando condu-ce. Está siempre alerta porque se sienteamenazado por decir cosas como que “nohay reconciliación ni justicia en Ruanda”.Lo que el mundo considera una democra-cia ejemplar es, para ellos “un Estado deterror, una dictadura”.

Estos días el país se viste de púrpura, elcolor del luto. La exhumación de cuerpossigue año tras año durante las fechas de lasconmemoraciones y este mes de abril, enel que se cumplen 20 años, las vigilias yactividades adoptan un aire aún más trági-co. Los periódicos controlados por el régi-men informan del ritmo previsto para lasceremonias, mientras este silencio omni-presente tiñe el débil equilibrio que sucum-be en casa de los vecinos congoleños.

El mundo mira el progreso de Ruandaignorando la estela que sigue viva en Con-go, mientras la tensión no expresada igno-ra el estado de frustración interna. Desdesu exilio sudafricano, lejos de la colina quedurante 90 días se colmó de cadáveres,Frank Ntwali lanza una pregunta: ¿se pue-de hablar de paz sin libertad? O

Por PABLO LINDE Y SARA LORENTE

F lors Sirera ya había sido asesina-da cuando su carta llegó a casa.Escribía a su familia, en Barcelo-na, que había participado en un

programa de radio y que, quizás, se habíaexpuesto demasiado contando las atroci-dades que había presenciado. Unos díasdespués la silenciaron a tiros. Sucedió enRuanda en 1997; habían pasado tres añosdel genocidio oficial que se cobró alrede-dor de 800.000 vidas, pero las masacressiguieron después para llevar esta cifra avarios millones.

El caso de Sirera, cooperante de Médi-cos del Mundo, está pendiente de que eljuez Fernando Andreu decida si continúacon la investigación que le llevó a tramitar40 órdenes de arresto contra los principa-les responsables del genocidio en 2008. Lomismo sucede con los de los otros ochoespañoles que murieron en el conflicto ylos de una decena de ruandeses que vie-ron en la Audiencia Nacional la única posi-bilidad de que los culpables pagaran. Lainterpretación que el magistrado haga dela ley que aprobó el PP para revocar laJusticia Universal (que impide a magistra-dos españoles investigar crímenes contrala humanidad fuera de las fronteras nacio-

nales) determinará si las órdenes se man-tienen, se elevan a la Sala de lo Penal,continúan por otros cauces (como el Cons-titucional) o se archivan.

La complejidad para juzgar estos críme-nes obligó a que se abrieran varias vías judi-ciales. La primera de ellas es el TribunalPenal Internacional para Ruanda (TPIR),creado en noviembre de 1994 por el Conse-jo de Seguridad de la ONU. Hasta el mo-mento, ha condenado a 61 personas, dosacusados fallecieron antes de que se cele-brara el juicio y 14 fueron absueltos. Unadocena de casos se encuentran en fase deapelación y aún quedan nueve imputadospor detener. Estas cifras se quedan lejos delos más de dos millones de casos que fue-ron procesados por los tribunales comuni-tarios de gacaca, creados en Ruanda en2002 para relajar la carga de procesos en elsistema de justicia convencional y reducirel número de presos hacinados en las cárce-les. En 2010 un informe de la organizaciónHuman Rights Watch avisó de varias irregu-laridades, como corrupción o acusacionesfalsas, que se estaban cometiendo en lostribunales de gacaca. Dos años después,estos tribunales desaparecieron.

André Guichaoua, profesor de la Sorbo-na, que ha asistido a varios procesos delTribunal Penal Internacional para Ruanda,cree que no se ha hecho suficiente: “Nin-

gún juez ha querido o podido perseguir alos autores de los crímenes cometidos porel bando vencedor. Debilitando así el men-saje de independencia, equidad y luchacontra la impunidad que tenía la justiciainternacional”.

En España, la maquinaria judicial co-menzó a moverse casi por casualidad. Elabogado catalán Jordi Palou no tenía “niidea” de quiénes eran “los hutus ni los tut-sis”, pero conocía a las familias de dos delos españoles fallecidos. En el año 2000 co-menzó a investigar, a encontrarse con vícti-mas y, tras cinco años, presentó el casoante la Audiencia Nacional para encontrara los culpables de los tres cooperantes yseis misioneros, testigos demasiado incó-modos como para dejarles vivos.

Era el caso del misionero JoaquimValmajó, que había presenciado la masacrea 2.500 personas en un estadio de fútbolantes de desaparecer, el 26 de abril de 1994.Fue asesinado junto a cientos de personas,según apuntan todos los indicios. Se quedóen el país enfrentándose a una muerte másque probable cuando rechazó la invitaciónde los cascos azules para abandonarlo. “Lle-vaba casi 25 años en el Ruanda y nuncapensó en marcharse”, cuenta Josep MaríaBonet, que por aquella época colaborabacon Amnistía Internacional recibiendo ytramitando los faxes que el religioso manda-

ba dando testimonio de las masacres queallí se estaban cometiendo.

Ahora él, como los familiares de los falle-cidos, están a la espera de la decisión de laAudiencia. Pep Sirera, hermano de Flors, esescéptico con lo que pueda pasar. Hay órde-nes de arresto internacional contra los líde-res del actual gobierno, empezando por supresidente, Paul Kagame, y todavía ningu-no ha sido extraditado a España. “Existenmuchos intereses”, lamenta.

El juez Andreu pidió a la acusación unescrito en el que explicase las motivacio-nes para seguir adelante con el proceso apesar de la ley que tumba la Justicia Uni-versal, si se puede aplicar de forma retroac-tiva o si existen alegaciones por una posi-ble cuestión de inconstitucionalidad. Jor-di Palou presentó un escrito de más de 30páginas explicando que la causa debe pro-seguir: “Lo contrario sería una vulnera-ción de los derechos fundamentales y apli-car de forma retroactiva normas que res-tringen derechos que se ejercitan desdehace nueve años, además del incumpli-miento de tratados internacionales suscri-tos por España. En un principio podía pa-recer que el archivo era automático, peronosotros entendemos que no. Discutiblees si se puede aplicar de ahora en adelan-te, pero bajo ningún concepto se puedehacer con asuntos en marcha”. O

Nueve historias sin culpableLa reforma de la ley de Justicia Universal deja en el aire el caso de los españoles asesinados

Cooperantes españoles, asesinados en Ruanda, de izquierda a derecha: tres miembros de Médicos del Mundo, el misionero Joaquín Vallmajó y cuatro maristas. El noveno fue Isidro Uzcudum, sin foto. Foto: Efe y archivo familiar

Valerie Bemeriki, locutora de la Radio de las Mil Colinas, en la prisión central de Kigali. Foto: G.Parellada

Viene de la página 3

RUANDA: EL PAÍS DEL MILLÓN DE CICATRICES

4 EL PAÍS DOMINGO 06.04.14