El Anillo rtf

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Un clásico de Danielle Steel. En una Alemania inmersa en la guerra y el odio, la joven Ariana recibe el más preciado legado familiar: un anillo; este se convertirá en símbolo del hogar perdido, pues tras ser separada de su familia, y sin posibilidad de escapar de Alemania, Ariana es arrestada.

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DANIELLE STEEL El anillo 2 N UE VA F4TANA Ediciones Martnez Roca, S. A.

ttulo original: The Ring, publicado por Delacorte Press, New York. 1980 Para Bill, quien me dijo que yo podra. Con amor, d. s. Con especial agradecimiento a: Eva McCorkendale, del consulado alemn en San Francisco, por su paciencia e inapreciable ayuda, No esta permitida la reproduccin total o parcialde este libro. Ediciones Martnez Roca, S. A. Traduccin de Jordi Arbons 1980 by Danielle Steel 1981, Ediciones Martnez Roca, S. A. Gran Via, 774, 7. - 08013 Barcelona ISBN 84-270-0683-7 Depsito legal: B. 37979 - 1987 Impreso por Diagrfic, 5. A. - Constituci, 19 08014 Barcelona Impreso en Espaa Printed in Spain

Escaneado y corregido por Spgt

Libro primero

Kassandra

KASSANDRA

Capitulo 1 KASSANDRA VON GOTFHARD estaba tranquilamente sentada en la orilla del lago en el parque de Charlottenburger, contemplando cmo los rizos del agua se alejaban. Con lentitud del sitio donde haba cado el guijarro que acababa de arrojar. Los largos y grciles dedos sostenan otra piedrecilla lisa, parecieron vacilar un instante y luego la lanzaron tambin hacia el agua, a la buena de Dios. Era un clido y soleado da de fines de verano, y los cabellos de ella, de un dorado pajizo, caan en una pronunciada y suave onda sobre los hombros, sujetos por una peineta de marfil que los mantena apartados de su rostro. La lnea que dibujaba la peineta en los tersos cabellos dorados era tan perfecta y graciosa como las facciones de la joven. Sus ojos eran enormes y almendrados, del mismo azul intenso que tea el lecho de flores que se extenda a sus espaldas. Eran ojos que prometan risas, y al mismo tiempo insinuaban que podan ofrecer ternura; eran ojos capaces de acariciar e importunar, para luego volverse meditabundos, como si se sumieran en un sueo remoto tan alejado del presente como el Charlottenburger Schloss, en la otra orilla del lago, se hallaba distante de la bulliciosa ciudad. El viejo castillo pareca contemplarla desde su intemporalidad, como si la joven perteneciera ms bien a su poca y no a la actual. Sentada sobre el csped en la orilla del lago. Kassandra pareca La figura femenina extrada de un cuadro o de un sueo. Sus delicadas manos palpaban suavemente la hierba en busca de otro guijarro para arrojarlo al lago. All cerca, los patos se metan en el agua mientras dos nios batan palmas con alborozo. Kassandra les observaba y pareci escrutar sus caritas durante un largo rato, mientras los pequeos rean y se alejaban corriendo. En qu estabas pensando? La voz que son a su lado la sac de su ensueo, y ella se volvi esbozando una lenta sonrisa. En nada. La sonrisa se ensanch al tiempo que la joven le tenda la mano, y el anillo con sello cuajado de diamantes y de complicado diseo que luca en ella refulgi bajo los rayos del sol. Pero el joven no lo advirti. Las joyas que Kassandra llevaba no significaban nada para l. Era Kassandra quien le intrigaba, quien pareca guardar celosamente el misterio de la vida y de la belleza. Aquella mujer era como un interrogante cuya respuesta l nunca conocera, una ofrenda que jams llegara a poseer completamente. Se haban conocido el invierno anterior, en una fiesta con la que se celebraba la aparicin del segundo libro de l, Der. Kuss. Con su estilo franco y directo, caus conmocin en toda Alemania durante un tiempo, pero a pesar de todo el libro fue ms aclamado que el primero. La narracin denotaba una honda sensibilidad y posea una profunda carga ertica, y su lugar en el pinculo del movimiento literario contemporneo de Akmania pareca asegurado. Era un autor polmico, moderno, a veces ofensivo, pero sobre todo posea tambin un gran talento. A los treinta y tres aos, Dolff Sterne haba alcanzado la cima. Y entonces haba visto materializarse su sueo. La belleza de Kassandra le dej sin aliento la noche que se conocieron. Haba odo hablar de ella, pues en Berln todo el mundo saba quin era. Pareca intocable, inalcanzable, y tena un aspecto increblemente frgil. Dolff experiment algo semejante a .una punzada dolorosa cuando la vio por primera vez, ataviada con un ceido vestido de seda recamado en oro, con la reluciente cabellera apenas cubierta por un sombrerito dorado y un abrigo de marta cebellina doblado en el brazo. Pero no fueron los adornos dorados ni las pieles de marta lo que le dejaron pasmado. Sino su presencia, su aire distante y su silencio en el clamor de la sala, y finalmente sus ojos. Cuando ella se volvi y le sonri, por un instante Dolff tuvo la impresin de que estaba a punto de sufrir un colapso. Felicitaciones. Por qu?

La mir fijamente unos segundos, como si hubiese perdido el habla y con la sensacin de que sus treinta y tres aos se haban reducido a diez, hasta que advirti que tambin ella estaba nerviosa. No era en absoluto como l la haba imaginado. Era elegante, pero no altanera. Sospech que estaba intimidada por las miradas descaradas de los presentes. Kassandra se haba marchado temprano, desapareciendo como la Cenicienta mientras l saludaba a los invitados. Sinti deseos de correr tras ella, de buscarla, de verla de nuevo, aunque slo fuese por un instante, de volver a admirar sus ojos de color de espliego. Dos semanas ms tarde volvieron a encontrarse. En el parque, all en Charlottenburg. La descubri contemplando el castillo, y luego sonriendo ante el gracioso ambular de los patos. Viene aqu muy a menudo? Haban permanecido uno junto al otro durante un mudo momento; l, alto, moreno y bien parecido, en marcado contraste con la delicada belleza de la mujer. Los cabellos de Dolff tenan el color de la marta cebellina, y la miraba con sus ojos brillantes como el nix. Ella asinti con la cabeza y luego levant los ojos hacia l, con aquella misteriosa sonrisa infantil. Sola venir aqu cuando era nia. Es usted de Berln? Le pareci que era una pregunta estpida, pero el caso es que no saba qu decir. Ella se ech a rer, pero sin malicia. S. Y usted? De Munich. Ella asinti de nuevo, y ambos guardaron silencio durante un largo rato. Dolff se pregunt cuntos aos tendra. Veintids? Veinticuatro? Era difcil de adivinar. Y entonces, de pronto, oy el estallido de una risa cristalina y vio que ella observaba a tres nios que correteaban con su perro, esquivando a su niera, para introducirse en el agua hasta las rodillas, mientras el reacio buldog se negaba a seguirles y se sentaba en la orilla. Yo hice lo mismo una vez. Mi niera no me dej volver aqu en todo un mes. El le sonri. Se imagin la escena. Pareca lo suficientemente nia como para chapotear an en el agua; sin embargo, las pieles de marta y los diamantes que llevaba hacan pensar que era muy improbable que alguna vez hubiera podido gozar de libertad para perseguir a un perro hasta las aguas del lago. Casi le pareci verla, mientras su niera, con uniforme y toca almidonados, la reprenda desde la orilla. Y cuando habra sucedido eso? En 1920? En 1915? Ello pareca a aos luz de distancia de sus propias andanzas en esa poca. En aquellos aos l tena que luchar para poder cumplir con los deberes escolares y el trabajo al mismo tiempo, pues ayudaba a sus padres en la panadera todas las maanas antes de ir a la escuela y durante largas horas por la tarde. Cun distante pareca todo aquello del mundo de aquella hermosa mujer! A partir de aquel da, Dolff recorra el parque como un sabueso, dicindose a s mismo que necesitaba tomar aire y hacer ejercicio despus de pasarse el da escribiendo, pero secretamente saba que ello no era cierto. El buscaba aquel rostro, aquellos ojos, la dorada cabellera... y al fin la descubri de nuevo, junto al lago. Ella pareci feliz al verle cuando volvieron a encontrarse. Y luego se estableci una especie de callado entendimiento. Dolff dara un paseo cuando terminara de escribir y, si calculaba bien el tiempo, ella estara all. Se convirtieron en guardianes espirituales del castillo, en padres sustitutos de los nios que jugaban junto al lago. El lugar les inspiraba una especie de alegra posesiva, mientras se contaban el uno al otro ancdotas de su infancia, y cada uno escuchaba con atencin cuando el otro hablaba de sus sueos. Ella haba querido dedicarse al teatro, con gran horror de su padre, pero aquel anhelo siempre sigui siendo su sueo ms ntimo. Comprenda perfectamente que ello jams ocurrira, aunque de cuando en cuando soaba que en sus aos de madurez escribira una obra teatral. Siempre se mostraba fascinada cuando l le hablaba de su carrera literaria, de cmo haba comenzado a escribir, de lo que haba sentido cuando su primer libro tuvo buen xito. La fama an no le pareca del todo real, y quiz nunca se lo parecera. Haban transcurrido cinco aos desde la aparicin de su primera novela, siete desde que abandon Munich para trasladarse a Berln, tres desde que se haba comprado el Bugatti, dos desde que la bella y antigua casa de Charlottenburg lleg a ser de su propiedad... y sin embargo nada de ello le pareca del todo real. El hecho de no creer en todo ello le mantena joven y conservaba en sus ojos aquella expresin de gozo y de asombro. Dolff Sterne an no estaba hastiado, ni de la vida ni de la literatura, y mucho menos de ella. Kassandra le escuchaba encantada. Oyndole hablar de sus libros, tena la impresin de que las historias adquiran veracidad, que los personajes se tornaban de carne y hueso, y junto a l le pareca volver a la vida de nuevo. Y a medida que iban pasando las semanas, Dolff se daba cuenta de que se iba disipando el temor que anidaba en el fondo de sus ojos. Adverta ahora algo distinto en ella cuando se reunan junto al lago. Algo extrao, juvenil y delicioso. Tienes idea de lo mucho que me gustas, Kassandra?

Dolff se lo pregunt con aire festivo un da mientras paseaban lentamente en torno al lago, disfrutando de la fragante brisa de la primavera. Vas a escribir un libro sobre m, entonces? 6Debera hacerlo? Pero ella baj los ojos de color de espliego por un instante, y luego, volviendo a levantar la vista hacia l, deneg3 con la cabeza. No lo creo. No habra nada que contar. Ni victorias, ni xitos, ni realizaciones. Nada en absoluto. El la mir fijamente a los ojos un largo rato, pero las palabras que transmitan sus miradas an no podan ser pronunciadas. LEs eso lo que crees? Es la verdad. Un da nac a la vida y un da la abandonar. Y en ese lapso habr llevado una infinidad de vestidos preciosos, asistido a un millar de cenas de gala, escuchado incontables peras interpretadas por excelentes cantantes... y eso, amigo mo, ser todo. A los veintinueve aos, Kassandra hablaba como si hubiese perdido la esperanza... la esperanza de que la vida pudiese ser distinta de como era. 6Y tu obra teatral? Ella se encogi de hombros. Ambos conocan la respuesta. Estaba prisionera en una jaula de diamantes. Y luego, despus de sonrerle, se ri de nuevo. Mi nica esperanza de obtener fama y gloria reside en que t hagas algo por m: hacerme aparecer en una novela y convertirme en un extico personaje en tu imaginacin. Eso l ya lo haba hecho, aunque no se atrevi a decrselo. Todava no. En vez de ello, le sigui el juego. De acuerdo. En ese caso, hagmoslo a tu gusto. Qu te gustara ser? Qu sera para ti convenientemente extico? Una espa? Una cirujana? La amante de un hombre muy famoso? Kassandra le hizo una mueca y se ech a rer. Qu horrible! Realmente, Dolff, qu inspido! No, veamos... Se haban detenido para sentarse en el csped, mientras ella se quitaba el sombrero de paja de ala ancha y se soltaba la dorada cabellera. Una actriz, creo... Podras convertirme en una estrella del teatro londinense.., y luego... Inclirn3 la cabeza hacia un lado, enroscando un mechn de sus cabellos en torno a los largos y grciles dedos, en tanto el sol arrancaba destellos de sus anillos. Luego... podra triunfar en Estados Unidos. En Estados Unidos, eh? Dnde?

En Nueva York. Estuviste all alguna vez? Ella asinti con la cabeza. Con mi padre cuando cumpl los dieciocho aos. Fue fabuloso. Fuimos... Y entonces enmudeci. Iba a decirle que haban sido huspedes de los Astor en Nueva York y luego del presidente en Washington, pero por alguna razn no le pareci correcto. No quera impresionarle. Deseaba ser su amiga. Le gustaba demasiado como para entregarse a aquella clase de juegos con l, puesto que, por muy famoso que fuera, la verdad era que jams llegara a formar parte de ese mundo. Eso ambos lo saban. Era algo que nunca discutan. ,Qu ibas a decir? Dolff la estaba admirando, con su rostro enjuto, de hermosos rasgos, muy cerca del de Kassandra. Que nos quedamos prendados de Nueva York. Por lo menos yo. Lanz un suspiro y se qued mirando pensativamente el lago. LEs parecida a Berln? Ella mene la cabeza, mirndole de soslayo, como si quisiera hacer desaparecer de su vista el Charlottenburg Schloss. No; es maravillosa. Es una ciudad nueva y moderna, populosa y excitante. Y claro, Berln es tan tedioso! A veces, Dolff no poda evitar rerse de ella. Para l, Berln an segua siendo todas aquellas cosas que Kassandra haba atribuido a Nueva York. Te ests burlando de m. Se adivinaba el reproche en el tono de su voz, pero no en sus ojos. A Kassandra le encantaba estar con l. Adoraba el ritual de sus paseos en las horas de la tarde. Cada vez ms, deseaba escapar de los grilletes y restricciones de sus obligaciones cotidianas para acudir a su encuentro en el parque. Haba ternura en sus ojos cuando l le respondi. Me burlo de ti, Kassandra. Te molesta? Ella deneg con la cabeza lentamente. No, en absoluto. Y despus de una pausa, agreg: Tengo la impresin de que te conozco mejor que a nadie en el mundo. Era inquietante, pero l tena la misma impresin. Sin embargo, Kassandra segua siendo su sueo, su ilusin, y ella le esquivaba constantemente, salvo all, en el parque. ,Comprendes lo que quiero decir?

l asinti con la cabeza, sin saber qu contestar. No quera asustarla. No quera que dejara de encontrarse con l en el parque. S, lo comprendo. Lo comprenda mucho ms de lo que ella poda suponer. Y entonces, en un arrebato de locura pasajera, tom entre las suyas su mano, larga y frgil, y sin embargo grvida a causa de los enormes anillos que llevaba. ,Te gustara venir a tomar el t a mi casa? ,Ahora? Su corazn alete extraamente ante aquella pregunta. Quera aceptar la invitacin, pero no estaba segura de... no crea que... S, ahora. Tienes alguna otra cosa que hacer? Ella movi la cabeza lentamente. No, nada. Pudo haberle dicho que tena un compromiso, una cita, que la esperaban a tomar el t en otra parte. Pero no lo hizo. Le mir con aquellos enormes ojos color 41e espliego. Me encantara. Comenzaron a caminar uno al lado del otro, riendo y charlando, secretamente nerviosos, y por primera vez abandonaron la proteccin del Edn. El le contaba ancdotas divertidas, y Kassandra rea mientras apresuraba el paso junto a l, haciendo oscilar el sombrero en la mano. De pronto pareci que se apoderaba de ellos un extrao impulso, como si todos aquellos paseos por el parque, a lo largo de tantos meses, hubiesen tenido como finalidad llevarles a aquel instante. La pesada puerta labrada se abri lentamente y ambos entraron en un espacioso vestbulo revestido de mrmol. Haba un cuadro grande y muy hermoso colgado sobre un escritorio Biedermeier. El ruido de sus pasos reson en la estancia vaca. De modo que aqu es donde vive el famoso escritor... Dolff le sonri nerviosamente mientras dejaba el sombrero sobre el escritorio. La casa es mucho ms famosa que yo. Perteneci a un barn del siglo XVII y desde entonces estuvo en manos bastante ms ilustres que las mas. Dolff mir a su alrededor con orgullo y luego la contempl sonriendo, mientras ella miraba el artesonado rococ del cielo raso y luego bajaba la vista hacia l. Es maravillosa, Dolff. Pareca muy impresionada, y l le tendi una mano. Ven, te mostrar el resto.

Tuyo. No tengo ningn derecho a hacer eso. No tengo derecho a atraerte hacia donde no podras ser feliz. ,Cmo? Aqu? Se volvi para mirarle con expresin de incredulidad. Crees que sera infeliz aqu contigo? Siquiera por una hora? Pues de eso se trata. Por cunto tiempo, Kassandra? Por una hora? Por dos? Una tarde? Pareca angustiado al mirarla a los ojos. Yo me conformo. Aunque slo se tratara de un instante como ste, en mi vida sera suficiente. Y entonces, sus dulces labios temblaron, y Kassandra agach la cabeza. Te amo, Dolff... Te amo... Te... El acall sus labios con los suyos, y lentamente descendieron la escalera. Pero no siguieron adelante. Cogindole la mano suavemente, Dolff la condujo hasta su cama y le quit la delicada seda gris de su vestido y el tenue raso beige de sus bragas, hasta descubrir los exquisitos rizos como de encaje y el terciopelo de su carne. Pasaron horas all tendidos, juntos, y sus labios, sus manos, sus cuerpos y sus corazones se fundieron en uno. HABAN TRANSCURRIDO CUATRO meses desde aquel da, y el amor les haba transformado a ambos. Los ojos de Kassandra centelleaban y danzaban; ella bromeaba y jugaba con l, y se quedaba sentada con las piernas cruzadas en la amplia y hermosa cama labrada, contndole divertidas ancdotas relacionadas con lo que haba hecho durante el da anterior. En cuanto a DoLff, su obra haba adquirido una nueva textura, una nueva profundidad, e irradiaba una nueva energa que pareca proceder desde el centro ms ntimo de su ser. Juntos compartan todo aquello que estaban seguros de que ninguno de los dos haba compartido antes con nadie. Ambos constituan un entretejido de lo mejor de dos mundos: la lucha infatigable contra todas las dificultades para poder descollar, por parte de l, y el dbil estremecimiento destinado a romper los lazos de oro para liberarse, por parte de ella. An paseaban por el parque algunas veces, pero no tan a menudo, y cuando ahora estaban juntos fuera de la casa, l sola descubrir que Kassandra estaba triste. Haba demasiada gente, demasiados nios y nieras, y muchas otras parejas en el parque. Ella deseaba estar a solas con Dolff en la intimidad de su propio mundo. No quera que nada le recordara la existencia de un mundo fuera de aquellas paredes que no compartan juntos. Quieres que regresemos?

Dolff la haba estado observando en silencio. Ella estaba graciosamente tendida sobre la hierba; el vestido de gasa de algodn color malva claro resaltaba el contorno de sus piernas, y el sol acentuaba el tono dorado de sus cabellos. Un sombrero de seda malva reposaba sobre el csped, y sus mechas eran del mismo color marfileo de sus escarpines de cabritilla. Llevaba un pesado collar de perlas en torno al cuello, y a su espalda, sobre la hierba, se encontraban los guantes de cabritilla y el bolso de seda malva con cierre de marfil, que hacan juego con su vestido. S, quiero volver a casa Se puso de pie rpidamente, con una radiante sonrisa. Qu estabas mirando hace un instante? Dolff la haba estado miando fijamente, con un intenso fulgor en sus ojos. A ti. ,Por qu? Porque eres tan increblemente bella. Sabes que si escribiera sobre ti no sabra encontrar las palabras justas? Entonces di solamente que soy fea, estpida y gorda. Ella le hizo una mueca, y ambos se echaron a rer. Te complacera eso? Inmensamente. Kassandra se mostraba juguetona y maliciosa de nuevo. Bueno, al menos si escribiera eso de ti, nadie te reconocera. Vas a escribir realmente acerca de mi? El se qued pensativo durante un largo rato mientras se dirigan a la casa que ambos amaban. Un da lo har. Pero tocl2vfa no. 6Por qu? Porque an estoy demasiado impresionado por tu belleza como para poder escribir algo coherente. En realidad agreg, sonrindole desde su considerable estatura, tal vez nunca ms pueda volver a ser muy coherente. Las tardes que estaban juntos eran sagradas, y muchas veces no saban si pasarlas en la cama c cmodamente sentados en su torre de marfil, conversando sobre la obra de Dolff. Kassandra era la mujer que ste haba estado esperando encontrar durante la mitad de su vida. Y con Dolff, Kassandra haba encontrado lo que siempre necesit con desesperacin, alguien que lo comprendiera los extraos anhelos de su alma, la fragmentacin de su personalidad, su rebelda contra las aisladas restricciones del mundo. Ambos haban llegado a un comn entendimiento. Y saban que, por el momento, no tenan otra opcin. ,Quieres un poco de t, querido?

Kassandra arroj el sombrero y los guantes sobre el escritorio del vestbulo de la entrada y busc el peine dentro del bolso. Era de nix y marfil, precioso y caro, como todo lo que ella posea. Volvi a guardarlo en el bolso y mir a Dolff con una sonrisa. Deja de sonrerme burlonamente, tonto... T? Hum... qu? S. Quiero decir, no. Deja eso, Kassandra. Y entonces la tom firmemente de la mano. Vamos arriba. Pretendes mostrarme un nuevo captulo, no es cierto? Le brind su incomparable sonrisa mientras sus ojos refulgan. Claro. Tengo todo un nuevo libro que quiero comentar contigo en profundidad. UNA HORA MS TARDE, mientras l dorma plcidamente junto a Kassandra, ella le contempl con lgrimas en los ojos. Se desliz con todo cuidado fuera de la cama. Siempre detestaba tener que abandonarle. Pero ya casi eran las seis de la tarde. Despus de cerrar suavemente la puerta del espacioso cuarto de bao de mrmol blanco, volvi a salir al cabo de diez minutos, completamente vestida, con una grave, anhelante y triste expresin en el rostro. Se detuvo un instante junto a la cama, y como si hubiera presentido su presencia, Dolff abri los ojos. Te vas? Ella asinti con la cabeza, y por un momento compartieron la misma expresin dolorida. Te amo. El comprendi. Yo tambin. Se sent en la cama y extendi los brazos hacia ella. Te ver maana, amor mo. Kassandra le sonri, le bes de nuevo y luego le envi otro beso desde el umbral de la puerta antes de dirigirse, presurosa, hacia las escaleras.

CAPITULO 2

TRASLADARSE EN COCHE DE Charlottenburg a Grunewald, situado a corta distancia del centro de la ciudad, le llev a Kassandra menos de media hora. Habra podido hacerlo exactamente en quince minutos si hubiera pisado a fondo el acelerador de su cup Ford de color azul marino; haca tiempo que haba encontrado el camino ms corto hasta su casa. El corazn le lata con cierta fuerza cuando consult su reloj. Hoy llegaba ms tarde que de costumbre, pero todava tendra tiempo de cambiarse. Le molestaba estar nerviosa. Resultaba absurdo sentirse todava como la jovencita de quince aos que llega a casa ms tarde de la hora sealada. Las angostas y serpenteantes calles de Grunewald pronto aparecieron ante su vista, mientras el Grunewaldsee se extenda como un espejo a su derecha. Ni el ms leve rizo alteraba la superficie del agua, y todo cuanto ella poda or era el trinar de los pjaros. Las grandes mansiones que bordeaban la carretera estaban slidamente asentadas detrs de los muros de ladrillo y las verjas de hierro, ocultas por rboles y arbustos y envueltas en su preservador silencio, al igual que el que reinaba en sus dormitorios mientras las sirvientas ayudaban a sus seoras a vestirse. Pero an tena tiempo, no era demasiado tarde. Detuvo el auto bruscamente ante la entrada del sendero de grava y se ape prestamente, para introducir la llave en la pesada cerradura de bronce de la verja. Abri los dos portillos de hierro y condujo el coche con premura. Ms tarde, mandara a alguien a cerrar la verja. Ahora no tena tiempo. La grava cruja ruidosamente bajo las ruedas del coche mientras ella escrutaba la casa con ojo avezado. Haba sido construida de acuerdo con un cierto estilo francs y se extenda interminablemente a ambos lados de la puerta principal. Constaba de tres plantas de sobrio aspecto, debido a la piedra de un discreto color gris, y estaba coronada por otro piso ms bajo que pareca agazaparse debajo del tejado a dos aguas bellamente diseado. En la planta superior se alojaba la servidumbre. En el piso que la segua, advirti que en casi todas las habitaciones estaban las luces encendidas. Luego venan sus propias habitaciones, as como varios cuartos de huspedes, y dos magnficas bibliotecas, una que daba al jardn y otra al lago. En la planta donde se encontraban sus habitaciones, slo haba luz en una, y debajo de ella, en la planta baja, todo estaba iluminado. El comedor, el saln, la biblioteca principal, la pequea sala de fumar revestida de madera oscura y estantes con libros raros. Se pregunt durante un segundo por qu todas y cada una de las luces de la planta baja tenan que estar encendidas esa noche, y luego, cuando se acord, se llev en seguida la mano a la boca. Oh, Dios mo... no! Con el corazn latiendo aceleradamente, abandon el automvil frente a la casa. El vasto y primorosamente cuidado prado cubierto de csped estaba desierto, y hasta los abundantes macizos de flores parecan formularle reproches mientras ella suba corriendo la breve escalinata. Cmo pudo olvidarlo? Qu dira l? Sosteniendo el sombrero y los guantes con una mano, y con el bolso sostenido despreocupadamente bajo el brazo, se dispuso a abrir la puerta principal con su llave. Pero en ese momento la puerta se abri y ella se encontr ante el rostro impvido de Berthold, el mayordomo, cuya calva reluca bajo la brillante luz de las araas gemelas del vestbulo, con su corbata de lazo blanca y su frac. impecables como siempre, y la mirada demasiado fra incluso para mostrar reproche. Sus ojos se limitaron a posarse inexpresivamente en los de Kassandra. Detrs de l, una doncella con su uniforme negro, delantal blanco con puntillas y cofia cruz raudamente el vestbulo. Buenas noches, Berthold. Seora... La puerta se cerr firmemente detrs de ella, casi en el mismo instante en que Berthold se cuadraba golpeando los talones.

Nerviosamente, Kassandra dirigi una mirada al saln principal. Gracias a Dios, todo estaba listo. Haba olvidado por completo la cena para diecisis personas. Por suerte, haba discutido todos los detalles con su ama de llaves por la maana. Frau Klemmer lo tena todo bajo su control, como siempre. Saludando con un movimiento de cabeza a los sirvientes que encontraba a su paso, Kassandra se dirigi apresuradamente a su habitacin, deseando poder subir las escaleras de dos en dos como haca en casa de Dolff cuando se encaminaban corriendo a la cama... A la cama... el resplandor de una sonrisa se reflej en sus ojos al pensarlo, pero hizo un esfuerzo para alejar a Dolff de su mente. Se detuvo en el rellano, mirando el largo corredor alfombrado de gris. Todo lo que la rodeaba era de color gris perla, el acolchado de seda de las paredes, las gruesas alfombras, los cortinajes de terciopelo. Haba dos hermosas cmodas estilo Luis XV con magnficas incrustaciones y superficies de mrmol, y a lo largo de las paredes, a corta distancia unos de otros, destacaban los antiguos apliques con bonitas bombillas en forma de llama. Y en los espacios intermedios colgaban pequeos aguafuertes de Rembrandt, que durante muchos aos haban pertenecido a la familia. Slo por debajo de una de las puertas que se extendan a derecha e izquierda asomaba una lengua de luz. Kassandra se detuvo un instante ante ella, pero en seguida sigui caminando por el pasillo hacia su propia habitacin. Al llegar a ella, oy que se abra una puerta a sus espaldas y el pasillo dbilmente iluminado de repente se inund de luz. Kassandra? La voz que son a sus espaldas tena un tono adusto, pero cuando ella se volvi hacia su esposo, vio que la expresin de sus ojos no coincida con la entonacin de su voz. Alto, delgado, bien parecido todava a pesar de sus cincuenta y ocho aos, tena unos ojos de un azul ms glacial que los de ella, y en sus cabellos se mezclaban el color de la arena y el blanco de la nieve. Tena un hermoso rostro, la clase de rostro que cabe admirar en los primitivos retratos teutnicos, y sus hombros eran anchos y recios. Lo siento... No pude evitarlo... Me he retrasado terriblemente... Durante un instante, ambos permanecieron all. de pie, mirndose fijamente a los ojos. Pero no se dijeron cuanto pensaban. Comprendo. Y as era. Su esposo comprenda mucho ms de lo que ella supona. Podrs arreglarte a tiempo? Sera muy embarazoso que te retrasaras. No me retrasar. Lo prometo.

Le dirigi una mirada dolida. Pero su tristeza no obedeca al hecho de haber olvidado la cena, sino que se deba a la alegra que ya no compartan. Elle sonri desde la vasta distancia que pareca separar sus vidas. Date prisa. Y... Kassandra... Call, y ella supo lo que iba a decirle, mientras la embargaba un sentimiento de culpa y se le formaba un nudo en la garganta. Has subido a ver a los nios? Ella mene la cabeza. No, an no. Lo har antes de bajar. Walmar von Gotthard asinti y cerr suavemente la puerta. Detrs de aquella puerta se encontraba su estancia privada, un espacioso y severo dormitorio amueblado con antigedades alemanas e inglesas de madera oscura; una alfombra persa, en la que predominaban las gamas de azul marino y de hez de vino, cubra la noble madera de los pisos. Las paredes del dormitorio estaban revestidas con paneles de madera, al igual que las del estudio contiguo, que era su sanctasanctrum. Tambin dispona de un amplio gabinete y de su propio cuarto de bao. El apartamento de Kassandra era todava ms grande. Y ahora, al trasponer volando la puerta de su dormitorio, arroj el sombrero sobre la colcha de raso rosada de su cama. Sus habitaciones eran tan propias de ella como las de Walmar lo eran de l. Todo era suave y clido, de color marfil o rosado, de raso y seda, y todo quedaba oculto a los ojos del mundo. Las cortinas eran tan prdigas que velaban la vista del jardn; la habitacin era tan recndita que, como su vida con Walmar, la preservaba del mundo exterior. El gabinete era casi tan grande como el dormitorio, con un armario de varios cuerpos repleto de exquisitos vestidos; toda una pared donde se alineaban los pares de zapatos hechos a medida se enfrentaba a una interminable hilera de cajas de raso rosado que contenan sombreros. Detrs de una pequea pintura impresionista francesa se ocultaba la caja fuerte donde guardaba sus joyas. Y junto al gabinete haba una salita con vista al lago, con una chaise longue que haba pertenecido a su madre y un pequeo secreter francs. Tambin haba libros que ella ya no lea y un cuaderno de dibujo que no haba tocado desde el mes de marzo. Se hubiera dicho que ya no viva all. Slo retornaba a la vida en los brazos de Dolff. Quitndose los escarpines de cabritilla de color marfil de un puntapi, se desabroch con premura el vestido color de espliego, abri las puertas del armario y revis mentalmente los vestidos colgados en su interior. Pero mientras miraba fijamente los vestidos, tuvo que serenarse para recobrar el aliento. Qu estaba haciendo?

Qu haba hecho? A qu alocada existencia se haba entregado? Qu esperanza abrigaba de poder llevar una verdadera vida con Dolff? Ella era la esposa de Walmar para siempre. Eso lo saba, siempre lo haba sabido, desde que se cas con l a los diecinueve aos. En aquel entonces, Walmar tena cuarenta y ocho, y el matrimonio pareci ser muy conveniente. Por ser l un ntimo asociado de su padre, director de una filial del banco de ste, el matrimonio fue asimismo una fusin. Para gente como Kassandra y Walmar, eso pareca ser lo ms sensato. Ambos compartan un mismo estilo de vida y conocan a las mismas personas. En un par de oportunidades, miembros de ambas familias se haban casado entre ellos. Existan todas las condiciones para un buen matrimonio. No tena importancia que l fuese mucho mayor; en realidad, no era un anciano ni estaba moribundo. Walmar siempre haba sido un hombre atractivo, y al cabo de diez aos de casados todava lo era. Ms an: l la comprenda. Se haca cargo de lo alejada que haba estado del mundo, saba con cuanto cuidado se la haba mantenido enclaustrada durante sus tiernos aos. El se haba hecho el propsito de protegerla de los crueles embates de la vida. As fue como Kassandra dej que le confeccionaran la vida, de acuerdo con patrones bien establecidos por la tradicin y cortados por manos ms hbiles que las suyas. Todo cuanto tena que hacer era aquello que se esperaba de ella, y Walmar se ocupara de amarla y protegerla, cuidarla y guiarla, y seguira conservando el capullo que le haban tejido cuando naci. Kassandra von Gotthard nada tena que temer de Walmar; de hecho, no tena que temer a nada ni a nadie, salvo quiz a ella misma. Y ahora lo comprenda, como no lo haba comprendido nunca. Tras haber abierto un diminuto agujero en el capullo que la protega, ahora haba volado, si no en cuerpo, por lo menos en alma. Sin embargo, an tena que regresar a su hogar por la noche, para interpretar su papel, para ser lo que se esperaba que fuese, para seguir siendo la esposa de Walmar von Gotthard. Frau von Gotthard? Kassandra gir nerviosamente sobre sus talones al or una voz a sus espaldas. Oh, Anna... gracias. No necesito que me ayudes. Fraulein Hedwig me pidi que le dijera... Oh, Dios, lo que la esperaba! Kassandra volvi la cabeza, sintiendo de nuevo el aguijn del sentimiento de culpa. Que a los nios les gustara verla antes de acostarse. Subir en cuanto me haya vestido. Gracias.

El tono de su voz le dijo claramente a la doncella con uniforme que poda retirarse. Kassandra saba utilizar todos los tonos a la perfeccin; las entonaciones adecuadas y las palabras justas formaban parte de su ser. Jams se mostraba descorts, nunca airada, raras veces brusca, pues Kassandra era una dama. Aqul era su mundo. Pero cuando la puerta se hubo cerrado detrs de la doncella, se dej caer en un silln del gabinete con lgrimas en los ojos. Se senta desamparada, agotada, desgarrada. Aqul era el mundo al que se deba; aqulla era la existencia para la que haba sido educada. Y de todo ello era precisamente de lo que hua cuando iba a encontrarse con Dolff. Walmar constitua su familia ahora. Walmar y los nios. No tena nadie ms a quien recurrir. Su padre estaba muerto. Y su madre, que haba fallecido dos aos antes que su padre, se haba sentido tambin tan sola? No haba nadie a quien pudiera preguntrselo, y ninguna de las personas que conoca le habra dicho la verdad. Desde el primer momento, ella y Walmar haban conservado una respetuosa distancia. Walmar haba sugerido dormir en habitaciones separadas. Alguna que otra velada se reunan en su boudoir, con champaa enfriado en un cubo de plata, y finalmente se acostaban juntos, aunque ello ocurra muy raras veces desde el nacimiento de su ltimo hijo, cuando Kassandra tena veinticuatro aos. La criatura haba nacido mediante una operacin cesrea, y ella casi haba perdido la vida. Walmar se inquiet por las consecuencias que poda traer otro embarazo, tanto como ella misma. A partir de entonces, cada vez fueron ms espaciadas las ocasiones en que el champaa era puesto a enfriar. Y desde el mes de marzo no volvieron a reunirse en el boudoir. Walmar no hizo preguntas. Para hacerse entender, a ella le bastaba con mencionar las frecuentes visitas al mdico, o bien formular un comentario sobre un dolor, una punzada o una jaqueca, y as todas las noches se retiraba temprano a su dormitorio. Todo estaba bien, Walmar lo comprenda. Pero en realidad, cuando Kassandra regresaba a aquella casa, a la casa de l, a su propio dormitorio, comprenda que no estaba bien en absoluto. Qu debera hacer ella ahora? Era esto lo que la vida le haba prometido? Tena que seguir as, indefinidamente? Era muy probable. Hasta que Dolff se cansara del juego. Porque se cansara, con toda seguridad. Kassandra ya lo saba, aun cuando Dolff no lo imaginara siquiera. Y luego qu? Otro? Y otro? O ninguno ms? Mientras se contemplaba desolada en el espejo, ya no estaba segura de nada. La mujer que se haba mostrado tan aplomada

Aquella tarde en la casa de Charlottenburg, ahora ya no pareca tan equilibrada. Slo saba que era una mujer que haba traicionado a su esposo y su estilo de vida. Exhalando un profundo suspiro, se puso de pie y volvi junto al armario. Fueran cuales fuesen sus sentimientos, tena que vestirse. Lo menos que poda hacer por su esposo era parecer decente a la hora de la cena. Los invitados eran todos banqueros, con sus esposas. Ella siempre era la ms joven en la reunin, pero saba comportarse. Por un instante, Kassandra sinti deseos de cerrar violentamente la puerta del armario y subir corriendo al piso superior, para reunirse con sus hijos, los milagros que parecan ocultarle en el tercer piso. Los nios que jugaban junto al lago en Charlottenburg siempre le recordaban a los suyos, y siempre le resultaba doloroso comprobar que conoca tan poco a sus propios hijos como aquellos pequeos extraos que rean cerca del lago. Fraulein Hedwig era su madre ahora. Siempre lo haba sido y siempre lo sera. Kassandra se senta como una extraa ante su hijito y su hijita, que tanto se parecan a Walmar y tan poco a ella... No seas absurda, Kassandra. T no puedes cuidarla. Pero deseo hacerlo. Haba mirado a Walmar con tristeza el da siguiente de haber nacido Ariana. Es ma. No es tuya, es nuestra. Walmar le haba sonredo dulcemente mientras a ella se le llenaban los ojos de lgrimas. Qu quieres hacer, pasarte las noches en vela cambiando paales? Quedaras agotada en dos das. Es algo inaudito, una tontera. Durante unos instantes pareci fastidiado. Pero no era una tontera. Era lo que ella deseaba, y tambin comprenda que jams podra hacerlo. La niera haba llegado el da que abandonaron el hospital y se llev a la pequea Ariana al tercer piso. Aquella noche, cuando Kassandra subi a verla, la fraulein la reprendi por molestar a la nia. Walmar haba insistido en que le llevaran la recin nacida a Kassandra; no haba ningn motivo por el cual ella tuviese que subir al piso superior. Pero la nia slo se la llevaban una vez al da, por las maanas, y cuando luego Kassandra apareca en el cuarto de los nios siempre le decan que era demasiado temprano o demasiado tarde, que la nia estaba durmiendo o estaba molesta, o fastidiosa. Y Kassandra deba consumirse encerrada en su habitacin. Espera a que la nia crezca le deca Walmar; entonces podrs jugar con ella todo el tiempo que quieras. Pero cuando lleg ese momento, ya era demasiado tarde. KasSandra y la nia eran dos extraas. La niera haba ganado. Y cuando tres aos ms tarde naci el segundo hijo, Kassandra qued con la salud demasiado quebrantada como para poder librar una batalla. Cuatro semanas en el hospital, y otras cuatro semanas en cama en casa. Luego, cuatro meses ms sumida en un profundo estado de depresin. Y cuando super la crisis, comprendi que era una batalla perdida. Su colaboracin no era necesaria, como tampoco lo era su ayuda, su amor o su tiempo. Ella era una hermosa dama que ira a visitarles, ataviada con magnficos vestidos y envuelta en la fragancia de un exquisito perfume francs. Les llevara a hurtadillas caramelos y pastelillos, gastara una fortuna en juguetes exticos, pero lo que los nios ms necesitaban de ella Kassandra no podra brindrselo, y lo que a su vez ms deseaba recibir de ellos a cambio, los pequeos ya haca tiempo que lo haban volcado en su niera. Habiendo contenido las lgrimas, Kassandra logr sobreponerse, extrajo un vestido del armario y cruz la estancia para elegir unos zapatos de gamuza negros. Tena nueve pares de ellos, pero escogi los que haba adquirido ltimamente, unos zapatos con una abertura en forma de pera sobre los dedos, que permita lucir las brillantes uas esmaltadas. Las medias de seda se desplegaron con un susurro cuando las sac de la caja de raso, y cambi por ellas las de color marfil que llevaba. Se alegr, sbitamente, de haberse baado en cada de Dolff. Ahora, mientras se pona con todo cuidado el vestido negro, le pareca increble que existiera el mundo de Dolff. La casa en Charlottenburg se le apareca lejana como en un sueo. Esta era su realidad. El mundo de Walmar von Gotthard. Ella era innegable e irreversiblemente su esposa. Subi el cierre de cremallera del vestido, una larga y ajustada tnica de crespn negro con mangas largas y cuello alto, que casi rozaba los zapatos de gamuza. Era elegante y sobrio, y slo cuando Kassandra se volva era posible admirar plenamente su belleza y la de ella. Un enorme escote ovalado, en forma de lgrima gigante, dejaba al descubierto su espalda desde la nuca hasta la cintura; su piel marfilea resplandeca en la abertura, como la luz de la luna reflejada en un oscuro ocano una noche de verano. Despus de ponerse un peinador de seda sobre los hombros para proteger el vestido, se recogi los largos cabellos en un pulcro moo sobre la cabeza, que sujet con largos alfileres de coral negro. Satisfecha con el efecto logrado, se quit el rimel de los ojos y se maquill de nuevo; se mir por ltima vez en el espejo y se puso unos enormes pendientes de diamantes en forma de pera.

Llevaba el anillo con una esmeralda que sola ponerse para salir de noche y el sello de diamantes que siempre luca en la mano derecha. Aquel anillo haba adornado las manos de las mujeres de su familia a lo largo de cuatro generaciones. Tena dibujadas las iniciales de su bisabuela con diamantes que lanzaban fulgurantes destellos cuando les daba la luz. Con una ltima mirada por encima de su hombro comprob que estaba tan radiante, adorable y serena como siempre. Nadie habra adivinado que debajo de aquella apariencia se desarrollaba una tormenta. Nadie habra imaginado que haba pasado la tarde en brazos de Dolff. En el largo y silencioso pasillo gris, se detuvo slo un instante al pie de la escalera que conduca al tercer piso. En un rincn, un reloj dio lgubremente la hora. An tena tiempo. Eran las siete, y se esperaba a los invitados a las siete y media. Dispona de media hora para estar con Ariana y Gerhard antes de que se acostaran. Treinta minutos en funcin de madre. Mientras suba las escaleras, se pregunt cuntos minutos en total les haba dedicado en su vida. Cuntos treinta minutos multiplicados por cuntos das? Pero acaso ella haba visto a su madre ms a menudo? Se dijo, mientras llegaba al ltimo escaln, que no. Y que aquello que perduraba de una manera ms vvida y tangible en su memoria era la sortija con sello, que siempre haba visto en mano de su madre. Se detuvo un instante ante la puerta del amplio cuarto de juegos de los nios y golpe con los nudillos. No hubo respuesta, pero poda or chillidos y risas. Deban de haber cenado horas antes, y en aquel momento ya se habran baado. Fralein Hedwig les habra hecho guardar los juguetes, y la doncella que cuidaba sus habitaciones deba de haberles ayudado en aquella tarea monumental. Pero por lo menos ahora estaban en casa; haban pasado la mayor parte del verano en el campo, y Kassandra no les haba visto en absoluto. Este ao, por primera vez, Kassandra no haba querido abandonar Berln, a causa de Dolff. Una oportuna misin benfica le haba proporcionado la excusa tan desesperadamente buscada. Golpe de nuevo, y esta vez la oyeron. Fralein Hedwig la hizo pasar. En cuanto entr, se produjo un sbito silencio, pues los nios se sobresaltaron e interrumpieron sus juegos con expresin atemorizada. Aquello era lo que Kassandra ms detestaba: la expresin con que la miraban, como si no la hubiesen visto nunca. Hola a todo el mundo! Kassandra sonri al tiempo que extenda los brazos. Por un instante, nadie se movi, y luego, ante un movimiento de cabeza de

Frulein Hedwig, Gerhard fue el primero en adelantarse. Slo necesitaba aquel breve impulso, y en seguida corra desenfrenadamente hasta los brazos de su madre. Pero la voz de fraaulein Hedwig se apresuraba a detenerle. Gerhard, no la toques! Tu madre est vestida para la cena. No importa. Sus brazos abiertos jams denotaban vacilacin, pero el nio retroceda hasta quedar fuera de su alcance. Hola, mam. Tena unos ojos grandes y azules como los de ella, pero la cara era de Walmar. Posea unas facciones adorables, una sonrisa feliz, cabellos rubios y el cuerpo regordete de un beb, a pesar de sus casi cinco aos. Hoy me he lastimado el brazo. Se lo mostr, sin haber llegado a ella. Kassandra le atrajo tiernamente. Djame ver. Y luego: Oh, tiene un aspecto terrible! Te doli mucho? Se trataba de un pequeo rasguo y un diminuto moretn, mas para l tena una enorme importancia mientras miraba alternativamente el brazo herido y a la mujer del vestido negro. S. Asinti con la cabeza. Pero no llor. Fuiste muy valiente. Lo s. Pareca muy complacido consigo mismo; luego se liber del abrazo de su madre y se fue a buscar un juguete que se haba olvidado en la otra habitacin. Kassandra qued sola con Ariana, que an le sonrea tmidamente desde su sitio al lado de fraulein Hedwig. No me das un beso hoy, Ariana? La nia asinti con la cabeza y luego se le acerc con vacilacin, como un diablillo cuyas delicadas facciones prometan eclipsar la belleza de su madre. Cmo ests? Bien, gracias, mam. No te hiciste ningn moretn, ningn rasguo, nada que pueda curar con un beso? La nia deneg con la cabeza e intercambiaron una sonrisa. Gerhard a veces las haca rer. Era tan nio! Pero Ariana siempre haba sido distinta. Meditabunda, callada, mucho ms tmida que su hermano. Kassandra sola preguntarse si todo hubiera sido diferente en el caso de no haber tenido una niera. Qu hiciste hoy?

Le e hice un dibujo. 6Puedo verlo? An no est terminado. Nunca lo estaba. Eso no importa. De todos modos me gustara verlo. Pero Ariana se ruboriz violentamente y mene la cabeza. Kassandra se Sinti ms que nunca como una intrusa y dese, como siempre le ocurra, que Hedwig y la doncella no estuvieran presentes, que por lo menos se hubiesen retirado a otra habitacin, para poder estar a solas con su hija. Slo en raras ocasiones tena oportunidad de quedarse a solas con los nios. Hedwig siempre permaneca cerca para evitar que se le escaparan de las manos. Mira lo que tengo! Gerhard haba regresado, brincando en su pijama, con un enorme perro de trapo en los brazos. Quin te lo dio? La baronesa Von Vorlach. Me lo trajo esta tarde. D veras? Kassandra palideci. Dijo que tenas que ir a tomar el t con ella, pero que lo olvidaste. Kassandra cerr los ojos y movi la cabeza. Qu horror! Es cierto. Tendr que telefonearla. Pero es un perro muy bonito. Ya le has puesto nombre? Bruno. Y a Ariana le trajo un gato blanco muy grande. ,De veras, Ariana? La nia nada le haba dicho. Cundo compartiran las cosas? Cuando fuese mayor, quiz seran amigas. Pero ahora era demasiado tarde, y sin embargo demasiado pronto. En el piso de abajo el reloj volvi a dar la hora y Kassandra mir a sus hijos, sintiendo que la embargaba la angustia. Y Gerhard, tan pequeito y regordete, la mir con aire abatido. Tienes que irte? Kassandra asinti con la cabeza. Lo siento. Pap tiene una cena. ,Y t no? Gerhard la mir con curiosidad y sonri. S, yo tambin. Pero es una cena para gente de su banco y de otros bancos. Me parece que ser muy aburrida. Gerhard! Hedwig se apresur a reprenderle, pero Kassandra se ech a rer. Baj la voz y adopt un tono conspira torio para hablar a aquella deliciosa criatura. - Lo ser..., pero no se lo digas a nadie... Ese es nuestro secreto. De todas maneras, ests muy bonita. La mir de arriba abajo con aprobacin, y ella le bes la regordeta manita. Gracias. Le estrech entre sus brazos y le bes los rubios cabellos. Buenas noches, amor mo. Vas a dormir con tu perro nuevo? El nio mene enrgicamente la cabeza. Hedwig dice que no puedo. Kassandra se incorpor y dirigi una afable sonrisa a aquella robusta mujer que la aventajaba en edad. Yo creo que puede. Muy bien, seora. Gerhard mir a su madre con ojos radiantes e intercambiaron otra sonrisa conspiratoria. Luego Kassandra se volvi hacia Ariana. ,T tambin dormirs con tu gato nuevo? Creo que s. Ariana mir primero a Hedwig y luego a su madre; Kassandra sinti que en lo ms profundo de su ser algo mora de nuevo. Maana tendrs que ensermelo. S, seora. Las palabras sonaron cortantes, pero Kassandra no exterioriz su dolor al besar a su hija, saludar con la mano a los nios y cerrar silenciosamente la puerta. Con la agilidad que le permita su vestido negro, Kassandra baj a la planta baja, llegando al pie de la escalera a tiempo de ver cmo Walmar saludaba a los primeros invitados. Ah, ya ests aqu, querida. Walmar sonrea, demostrando su complacencia, como siempre, por el admirable aspecto de su esposa. Hizo las presentaciones, que fueron seguidas por golpear de talones y besamanos. Se trataba de una pareja que Kassandra conoca del banco, pero que hasta entonces nunca les haba visitado en su casa. Les salud calurosamente y tom a Walmar del brazo cuando entraron en el saln. Durante la velada rein la cordialidad, acompaada de exquisitos platos y de los ms finos vinos franceses. Los invitados conversaron sobre todo acerca de ternas bancarios y viajes. Curiosamente, no hablaron de sus hijos ni de poltica, a pesar de estar en el ao 1934, a pesar de que el fallecimiento del presidente Hindenburg.

Ocurrido ese ao, haba abatido el ltimo obstculo al que Hitler se enfrentaba para la toma del poder. Aqul era un tema qu no mereca ser discutido. Desde que Hitler haba asumido la Cancillera el ao anterior, los banqueros de la nacin haban conservado su posicin social. Ellos eran importantes para el Reich, tenan su misin que cumplir, y Hitler tena la suya. Aunque algunos de ellos poco pensaban en el canciller, estaban seguros de que no iba a generar problemas en su madriguera. Vivir y dejar vivir. Y haba quienes, por supuesto, se mostraban complacidos con el Reich de Hitler. Walmar no se encontraba entre ellos, pero la suya era una actitud que comparta con pocos. Haba quedado sorprendido ante la toma de poder por parte de los nazis y varias veces, en privado, haba anunciado a sus amigos que ello conducira a la guerra. Pero no haba razn alguna para referirse al tema esa noche. Las crpes fiambes, servidas con champaa, parecan mucho ms interesantes que el Tercer Reich. El ltimo de los invitados no se despidi hasta la una y media, momento en que Walmar se volvi, con aire fatigado y disimulando un bostezo, hacia Kassandra. Creo que fue una magnfica cena, querida. Me gust ms el pato que el pescado. ide. veras? Kassandra tom nota mentalmente de comentrselo al cocinero a la maana siguiente. Las cenas que servan eran pantagrulicas, con un aperitivo, sopa, un plato de pescado, otro de carne, ensalada, queso, postre y por ltimo fruta. Era lo que se acostumbraba, y ellos se adaptaban a la costumbre. Encontraste agradable la velada? Walmar la mir con afabilidad mientras suban lentamente la escalera. Claro, Walmar. La conmovi que se lo preguntara. Y t? Creo que fue til. Ese convenio con los belgas que estuvimos discutiendo probablemente se concretar. Fue importante que Hoffman viniera esta noche. Celebro que aceptase la invitacin. Bien. Entonces yo tambin lo celebro. Mientras le segua, soolienta, se pregunt si se era su objeto: alentarle a cerrar el trato con los belgas, y estimular a Dolff para que terminara su libro. De eso se trataba, pues? Tena que ayudarles a realizar lo que se proponan? Pero, en ese caso, por qu no dedicarse tambin a sus hijos? Y por qu no poda pensar en ella misma? Pienso que su esposa es muy bonita.

Walmar se encogi de hombros, y luego, cuando llegaron al rellano, le sonri, si bien con una sombra de pesar en los ojos. A m no me lo pareci. Me temo que tu belleza no me permite apreciar la de las dems mujeres. Kassandra le devolvi la sonrisa con la mirada. Gracias. Aquel instante en lo alto de la escalera se hizo embarazoso para ambos. Era el momento de separar-se. Ello pareca ms fcil las noches en que nada tena que hacer. El se retiraba a su estudio, y ella suba a su habitacin para leer un libro. Pero el hecho de subir las escaleras juntos les situaba ante una alternativa que acentuaba el carcter acerbo de su relacin y les haca sentirse ms solos. Antes, ambos saban que ms tarde se reuniran en la habitacin de Kassandra, pero ahora no era ningn secreto para ellos que no ocurrira as. Y cada vez que llegaban a aquel rellano, les invada la sensacin de que deban decirse adis para siempre, ms bien que desearse buenas noches. ltimamente tienes mejor aspecto, querida. No me refiero a tu aspecto fsico. Le dirigi una afectuosa sonrisa. Me refiero a tu salud. Ella le devolvi la sonrisa. Debe ser porque me encuentro mejor, supongo. Pero algo se apag en los ojos de Kassandra al decir esas palabras, y rpidamente baj la vista. Sigui un instante en el que ambos guardaron silencio, mientras el reloj daba sordamente el cuarto de hora. Es tarde. Ser mejor que te acuestes. Le dio un beso en la frente y se dirigi con paso resuelto a su habitacin. Ella slo le vea de espaldas cuando musit quedamente: Buenas noches. Y luego ech a andar rpidamente por el pasillo hacia su dormitorio.

CAPITULO 3

EL VIENTO SE ARREMOLINABA violentamente en torno a sus piernas mientras Dolff y Kassandra paseaban junto al lago en Charlottenburg Schloss. Aquella tarde estaban solos en el parque. Los nios haban vuelto a la escuela, y las parejas de enamorados as como la gente de edad avanzada que acuda a alimentar a los pjaros eran demasiado sensibles para salir en un da tan fro. Pero Dolff y Kassandra gozaban de su soledad mientras caminaban por el parque. Ests suficientemente abrigada? Dolff la contemplaba sonriente, y ella se ech a rer. (,Con esto? Me resultara embarazoso reconocer que no lo estoy, si sintiera fro. Ya lo creo. Dolff observ con admiracin el flamante abrigo de marta cebellina, que danzaba a pocos centmetros del suelo. Kassandra llevaba un sombrero haciendo juego, ligeramente ladeado en la cabeza, y se haba recogido los sedosos cabellos dorados en un moo sobre la nuca. Tena las mejillas sonrosadas por el fro, y sus ojos parecan ms violetas que nunca. Dolff le pasaba un brazo por los hombros y la miraba con orgullo. Corra el mes de noviembre y haca ms de ocho meses que ella le perteneca. Cmo te encuentras ahora, despus de haber terminado el libro?

Como si me hubiera quedado sin trabajo. ,Echas mucho de menos a tus personajes? Al principio, terriblemente. Y entonces le dio un beso en la frente. Pero no tanto cuando estoy contigo. Quieres que volvamos a casa? Kassandra asinti con la cabeza y regresaron por donde haban venido, salvando a buen paso las pocas manzanas que les separaban de la puerta de su casa. Dolff la abri para dejar pasar a Kassandra, que cada vez se senta ms cmoda all. La semana anterior se haban aventurado a recorrer algunas tiendas de antigedades juntos y haban comprado dos sillones y otro pequeo escritorio. ,T? Kassandra le sonri afectuosamente, y l asinti complacido con la cabeza, mientras la segua hasta la cocina. Ella puso la tetera en el fuego y se sent en una de las cmodas sillas de la cocina. Tiene usted una idea de lo magnfico que es tenerla aqu, seora? ,Tiene usted una idea de lo magnfico que es estar aqu? Kassandra ya estaba comenzando a sobreponerse a su sentimiento de culpa. Ese era simplemente su modo de vivir, y haba experimentado un enorme consuelo al enterarse inesperadamente unos meses atrs de que una de las hermanas de su padre haba mantenido relaciones con el mismo amante durante treinta y dos aos. Tal vez se fuera su destino tambin. Envejecer junto a Dolff y a Walmar, til para ambos y conservando los hilos de su vida irrevocablemente entrelazados con los de Dolff y orlados por los protectores brazos de Walmar. Acaso era ello tan terrible despus de todo? Acaso alguno de ellos sufra realmente? Ella slo senta remordimientos en muy contadas ocasiones. Slo cuando estaba con sus hijos experimentaba todava una especie de pesar, pero eso tambin le ocurra antes de conocer a Dolff. Otra vez ests seria. En qu ests pensando? En nosotros... Se qued pensativa nuevamente mientras serva el t. Cun distinto era todo aqu en la confortable cocina, silo comparaba con la elaborada ceremonia que tena lugar en Grunewald cuando invitaba a algunas amigas a tomar el t, bajo la torva mirada de Berthold, el mayordomo. Pensar en nosotros te hace ponerte tan seria? Kassandra se volvi de cara a l para darle la taza. A veces. Yo me tomo esto muy en serio, sabes? Dolff la mir con gravedad. Lo s. Yo tambin. Y entonces, de pronto, sinti deseos de decirle algo que nunca le haba dicho antes. Si las cosas fuesen... diferentes... quiero que sepas que... quisiera tenerte conmigo para siempre. Los ojos de Kassandra buscaron los de Dolff. ,Y ahora? La voz de l adquiri la suavidad de una caricia en la clida estancia. An sigo deseando tenerte a mi lado para siempre. Y luego, con un suspiro, agreg: Pero nada puedo hacer al respecto. Ni yo espero que lo hagas. Se sent frente a l al tiempo que e ofreca una sonrisa. Soy feliz as. Y entonces le cupo a ella decirle algo que nunca le haba dicho antes. Esta es la parte ms importante de mi vida, Dolff. Para l significaba mucho que ella se sintiese parte de su vida. A tal punto se haba alterado su vida en el curso del ao transcurrido. El resto del mundo estaba cambiando a su alrededor, pero l era mucho ms consciente de ello que Kassandra. Ella le toc suavemente la mano, alejndole de sus pensamientos. Ahora hblame de tu libro. Qu dice tu editor? Pero mientras ella le deca esas palabras, una extraa expresin apareci en los ojos de Dolff. No mucho. No le gusta? Kassandra pareci sorprendida. El libro era maravilloso. Ella lo haba ledo, bien arropada en su cama, durante as fras veladas de invierno. Qu te dijo? Nada. Ella vio que se le endureca la mirada. No estn enteramente seguros de poder publicarlo. De modo que a eso se deba la sombra que ella haba descubierto en sus ojos cuando lleg despus del almuerzo. Por qu no se lo haba dicho antes? Pero era habitual en l ocultarle sus problemas en un primer momento. Siempre deseaba que ella le hablara de sus cosas. Estn locos? Acaso no cuenta el xito de tu ltimo libro? Eso nada tiene que ver con ello. Dolff se volvi y se puso de pie para dejar la taza en el fregadero. Dolff, no lo comprendo. Ni yo tampoco, pero creo que no tardaremos en entenderlo. Nuestro querido lder se ocupar muy pronto de hacrnoslo comprender. De qu ests hablando?

Kassandra fij la vista en su espalda y luego, cuando l se dio la vuelta, en la ira que descubri en sus ojos. Kassandra, tienes alguna idea de lo que ocurre en nuestro pas? Te refieres a Hitler? El asinti. Eso pasar. La gente se cansar de l y Hitler caer en desgracia. De veras? Es eso lo que t crees? Y luego con mordacidad: Es eso lo que cree tu marido? Kassandra se sobresalt al or mencionar a Walmar. No lo s. No habla mucho de ello. Al menos conmigo. Ninguna persona razonable simpatiza con Hitler, eso es obvio, pero no creo que sea tan peligroso como la gente piensa. Entonces eres una necia, Kassandra. Dolff nunca le haba hablado con aquel tono de voz anteriormente. Pero de repente Kassandra descubri la ira y la amargura que l jams haba puesto en evidencia ante ella. Sabes por qu mi editor no quiere comprometerse? No porque mi ltimo libro no se haya vendido, ni porque no le guste mi nuevo manuscrito. Fue lo suficientemente estpido como para manifestarme cunto le haba gustado antes de que se enfriara. Pero a causa del Partido... Dolff la mir con una angustia que le oprimi el corazn. Porque soy judo, Kassandra..., porque soy un judo. Su voz se convirti en un murmullo apenas audible. Un judo no debe tener xito, no debe ganar premios nacionales. Si Hitler se sale con la suya, muy pronto los judos no tendrn cabida en la Nueva Alemania. Pero eso es insensato! La expresin de la cara de Kassandra deca a las claras que no le crea. Aquello era algo acerca de lo cual nunca haban conversado. Dolff le haba hablado de sus padres, de su pasado, de su infancia, de la panadera, pero jams se haba referido con demasiada insistencia al hecho de ser judo, a lo que ello significaba y no significaba para l. Kassandra haba asumido simplemente que lo era y haba olvidado la cuestin. Y si en alguna rara ocasin lo recordaba, le complaca pensar en ello como en algo extico y diferente. Pero era algo que en realidad nunca se convertira en tema de conversacin entre ellos. Sin embargo, aquella diferencia para Dolff era un hecho que le obsesionaba. Y ahora, lentamente, resultaba evidente lo que poda llegar a representar para l. Kassandra reflexion acerca de las inferencias de lo que Dolff acababa de decir. No puedes hablar en serio. Eso no puede ser. No puede ser? Ya ha empezado a afectar a algunas otras Personas. Yo no soy el nico. Y slo les ocurre a los judos. No aceptarn nuestros nuevos libros, no querrn publicar nuestros artculos, no responden a nuestras llamadas. Creme, Kassandra, lo s. Entonces recurre a otro editor. ,Dnde? En Inglaterra? En Francia? Yo soy alemn y quiero publicar mi obra aqu. Pues hazlo. No todos deben ser estpidos. No son estpidos. Son mucho ms listos de lo que suponemos. Se dan cuenta de lo que suceder en el futuro, y tienen miedo. Kassandra le miraba fijamente, conmocionada por lo que oa. Las cosas no podan ser tan graves como l imaginaba. Slo estaba trastornado por el rechazo. Exhal un largo suspiro y le tom la mano. Aun cuando fuese cierto, no durar eternamente. Seguramente se tranquilizarn cuando vean que Hitler no causar tantas dificultades como suponen. (,Qu te hace pensar que no lo har? No puede hacerlo. Cmo lo lograra? El poder an est en buenas manos. La espina dorsal de este pas reside en los bancos, en el comercio, en las antiguas familias, que no se dejarn engaar por toda esa inmundicia que sale de su boca. Las clases bajas, tal vez, pero quin es esa gente, a fin de cuentas? Dolff respondi con el ceo fruncido: Las antiguas familias, como t dices, quiz no se dejan engaar, pero si no levantan la voz en contra de l, estamos perdidos. Y te equivocas en otra cosa. Ellas ya no detentan el poder. El poder reside en el hombre comn, ejrcitos y ejrcitos de hombres comunes, hombres que son impotentes individualmente pero fuertes como grupo; gente que est harta de la espina dorsal a la que t te refieres, harta de las clases altas y de las antiguas familias y de los bancos. Esa gente cree todas y cada una de las palabras que Hitler predica; esa gente piensa haber encontrado un nuevo dios. Y si llegan a unirse, constituirn el verdadero poder de esta nacin. Y cuando esto suceda, todos nos veremos en apuros, no slo los judos, sino tambin las personas como t. Kassandra qued aterrada al or lo que l deca. Si tena razn... Pero no poda tenerla..., no era posible. Le sonri y se puso de pie para acariciarle lentamente el pecho con ambas manos. Confiemos en que nada sea tan horrendo como t predices. El la bes tiernamente entonces y la condujo con lentitud al piso de arriba, rodendole la cintura con el brazo. Kassandra sinti de41

Seos de preguntarle qu pensaba hacer con respecto al nuevo libro, pero detestaba presionarle, pues no quera hacer revivir ms temores en l. Y para un autor de su magnitud, pareca improbable que el prejuicio de Hitler contra los judos y los escritores judos pudiera constituir una amenaza. Despus de todo, l era DolffSterne. AL CAER LA TARDE, KASSANDRA estaba pensativa mientras regresaba en su coche a Grunewald, reflexionando acerca de lo que Dolff haba dicho. La expresin de los ojos de Dolff la atormentaba cuando entr en la casa. Faltaba una hora para la cena, y esa noche, en vez de subir a ver a los nios, busc refugio en su habitacin. Y si Dolff tena razn? Qu sucedera? Qu consecuencias poda ello tener para ambos? Pero mientras se sumerga lentamente en el agua caliente de la baera, lleg a la conclusin de que lo ms probable era que todos aquellos temores fueran infundados. El libro sera publicado. Dolff obtendra otro premio. Los artistas solan ser un poco locos. Sonri al recordar otros momentos de la tarde. An sonrea cuando oy golpear a la puerta de su dormitorio; distradamente, le grit a la doncella que poda pasar. Kassandra? Pero no era Anna. Era la voz de su esposo que la llamaba en la habitacin contigua. Walmar? Estoy en el cuarto de bao. Haba dejado la puerta abierta, y se pregunt si l entrara, pero cuando oy su voz de nuevo not que no se haba acercado, y Kassandra sigui hablndole a travs de la puerta abierta. ,Querrs hacer el favor de venir a yerme cuando te hayas vestido? Hablaba con gravedad, y por un instante Kassandra sinti que el miedo se apoderaba de su corazn. Acaso su esposo iba a pedirle cuentas? Cerr los ojos y contuvo el aliento. Quieres pasar? No. Ven a yerme antes de cenar. Por el tono de su voz, pareca ms preocupado que enfadado. Slo tardar unos minutos. Bien. Oy cerrarse la puerta sordamente de nuevo y se apresur a terminar su bao. Slo le llev unos minutos maquillarse y pasarse un peine por el cabello. Se puso un sencillo vestido de color de trtola, con falda de seda blanca, y que se cerraba en el cuello con un holgado lazo. Los zapatos eran de gamuza gris y las medias del mismo

Tono. Se puso prestamente el collar de perlas negras de doble vuelta, que haba sido el favorito de su madre, junto con los pendientes haciendo juego. Al mirarse en el espejo antes de salir al pasillo, comprob que tena un aire sumiso y grave. La nica nota de color resida en sus cabellos y en el intenso azul de sus ojos. Cuando lleg ante la puerta de la habitacin de su esposo, golpe quedamente y a los pocos segundos oy la voz de Walmar. _Adelante. Traspuso el umbral, notando el roce de la falda de seda contra sus piernas. Walmar estaba sentado en una de las cmodas butacas de cuero marrn de su estudio, y, en cuanto ella entr, se apresur a dejar de lado el informe que estaba leyendo. Ests adorable, Kassandra. Gracias. Kassandra le escrut los ojos y descubri la verdad, el dolor. Sinti deseos de tenderle los brazos, de preguntarle, de ofrecerle su consuelo. Pero mientras le contemplaba, se dio cuenta de que no poda acercrsele. De repente, se encontr mirndole desde el otro lado de un abismo. Era Walmar quien se haba alejado de ella. Sintate, te lo ruego. Ella obedeci bajo la vigilante mirada de su esposo Jerez? Kassandra mene la cabeza. En sus ojos pudo ver que estaba enterado de todo. Volvi la cabeza, simulando gozar del calor del fuego. No haba nada que ella pudiera decirle. No tendra ms remedio que escuchar la acusacin y, por fin, encontrar una solucin. Qu poda ella hacer? A cul de los dos hombres debera abandonar? Les necesitaba y amaba a ambos. _Kassandra Sigui con la mirada fija en el fuego, y luego se volvi de cara a l. S. Su voz son dolorosamente ronca. Hay algo que debo decirte. Es... Walmar pareca atormentado, pero ambos comprendan que ahora ya no podan echarse atrs. Es sumamente doloroso para m hablarte de esto, y estoy seguro de que es igualmente desagradable para ti. Los latidos de su corazn repercutan de una manera tan terrible en sus odos que apenas poda or lo que l deca. Su vida estaba terminada. Aquello era el principio del fin. Pero debo hablarte. Por tu bien. Por tu seguridad. Y tal vez por la nuestra. Mi seguridad? repiti Kassandra en un susurro, mirndole confundida.

Slo escchame. Y entonces, como si estuviese haciendo un esfuerzo superior a sus fuerzas, se recost en la butaca y lanz un suspiro. Cuando ella le mir, tambin vio en sus ojos el brillante reflejo de las lgrimas no vertidas. S..., me he dado cuenta de que... en los ltimos meses... has estado envuelta en una... difcil situacin. Kassandra cerr los ojos y escuch el sonido de la voz de su esposo como un zumbido en sus odos. Quiero que sepas que yo... lo comprendo..., que no soy inflexible. Los enormes ojos tristes se abrieron de nuevo. Oh, Walmar... Lentamente, las lgrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas. Yo no quiero..., no puedo... Calla. Escchame. Por un instante, a Kassandra le pareci escuchar a su padre. Despus de exhalar otro suspiro, Walmar prosigui: Lo que voy a decirte es de la mayor importancia. Tambin quiero que sepas, puesto que esta situacin en cierto modo ha adquirido estado pblico, que yo te amo. No quiero perderte, sea lo que fuere lo que ahora puedas pensar de m. Kassandra mene la cabeza y, sacando del bolsillo un pauelo de encaje, se son la nariz entre las lgrimas. Yo slo siento respeto por ti, Walmar. Y tambin te amo. Ello era cierto. Le amaba y se senta desfallecer al comprobar el dolor que le embargaba. Entonces escucha lo que tengo que decirte. Vas a tener que dejar de ver a... tu amigo. Kassandra le mir fijamente, sumida en un mudo horror. Y no por las razones que supones. Soy veintinueve aos mayor que t, querida, y no soy un necio. Estas cosas suelen suceder y pueden resultar muy dolorosas para las personas implicadas, pero si se llevan en la forma adecuada, es posible sobrevivir despus de la severa prueba. Pero no es de eso de lo que te estoy hablando ahora. Te hablo de algo muy diferente. Lo que quiero decirte es que, por motivos que nada tienen que ver conmigo ni con nuestro matrimonio, debes dejar de ver a... Dolff. Pareci causarle una intensa angustia pronunciar el nombre del otro hombre. De hecho, aun cuando no estuvieses casada ni lo hubieras estado nunca, se trata de una relacin a la que deberas poner fin. Qu quieres decir? Kassandra se puso de pie, airada, desaparecida instantneamente la gratitud que le inspiraba su benevolencia. Por qu? Porque es un escritor? Crees acaso que es una especie de bohemio? Por el amor de Dios, Walmar, Dolff es un hombre maravilloso y muy decente! Mientras miraba a Walmar a los ojos, a Kassandra no se le

Ocurri cun absurdo resultaba que defendiera a su amante de su propio esposo. Walmar se dej caer de nuevo contra el respaldo, lanzando otro suspiro. Espero que no me creas tan estrecho de miras como para eliminar a los escritores y artistas de la lista de aquellos que considero dignos de mi amistad. Nunca pequ por tener unas ideas tan limitadas, Kassandra. Dira mucho en tu favor que lo recordaras. A lo que yo me refiero es a algo completamente distinto. Lo que quiero decir agreg, inclinndose hacia adelante en su asiento y hablndole con una sbita vehemencia es que no puedes tratar a ese hombre, estar con ese hombre, ser vista en su casa, no porque sea escritor.., sino porque es judo. Y me irrita tener que decirte una cosa semejante, porque creo que lo que est comenzando a suceder en este pas es repugnante, pero el hecho es que est sucediendo y t eres mi esposa y la madre de mis hijos, y no permitir que te asesinen o te encierren en la crcel! Entiendes lo que te digo, maldita sea? Comprendes lo importante que es? Kassandra le miraba fijamente, sin dar crdito a sus odos. Era como una continuacin de la pesadilla que haba empezado con lo que Dolff le haba dicho aquella tarde. Pretendes decirme que crees que pueden matarle? No s lo que sern capaces de hacer, y lo cierto es que ni siquiera s lo que creo. El caso es que, mientras llevemos una vida discreta y permanezcamos alejados de lo que est ocurriendo, estaremos a salvo, t estars a salvo, Ariana y Gerhard estarn a salvo. Pero ese hombre es un peligro. KasSandra, te lo ruego... Le tom una mano entre las suyas. Si algo llega a sucederle a l, no quiero que t sufras las consecuencias. Si las cosas fueran diferentes, si esto ocurriera en otra poca, me atormentara por lo que haces, pero cerrara los ojos. Sin embargo, ahora no puedo hacerlo. Debo evitar que le sigas viendo. T misma debes evitarlo. Pero qu le ocurrir a l? Estaba demasiado asustada para llorar. La gravedad de lo que acababa de decir su esposo le haba aclarado las ideas. Walmar mene la cabeza. Nada podemos hacer para ayudarle. Si es inteligente, y si las cosas siguen por este camino, tendr la sensatez de abandonar Alemania. Walmar mir a Kassandra. Dselo. Kassandra permaneci con la vista fija en el fuego, sin saber qu contestar. Lo nico que saba con certeza es que no renunciara a Dolff. Ni ahora, ni luego, ni nunca.

Cuando su mirada se cruz con la de Walmar, a despecho de la ira, haba ternura en sus ojos. Kassandra se inclin hacia l y le bes suavemente en la mejilla. Gracias por ser tan razonable. Walmar no la haba reprendido por serle infiel. Slo estaba preocupado por su seguridad, y tal vez incluso por la de su amigo. Qu hombre tan extraordinario era! Durante unos momentos su amor por l se aviv como no ocurra desde haca muchos aos. Se qued mirndole con una mano apoyada en su hombro. Tan grave es la situacin, entonces? El asinti con la cabeza. Me resulta difcil creer que las cosas hayan podido llegar tan lejos. Walmar la mir apremiante, al ver que ella se dispona a abandonar la habitacin. Hars lo que te he pedido, Kassandra? Ella quera prometrselo, asegurarle que lo hara, pero algo haba cambiado sutilmente entre los dos. Walmar saba la verdad, y era mucho mejor as. Ahora ya no tendra que mentirle. No lo s. No tienes alternativa. Su voz adquiri un tono airado. Kassandra, te prohbo... Pero ella ya haba salido silenciosamente de la habitacin.

CAPITULO 4

SEIS SEMANAS MS TARDE desapareci uno de los escritores amigos de Dolff. Era bastante menos famoso que Dolff, pero tambin l haba tenido inconvenientes para publicar su obra ms reciente. Su novia haba telefoneado a Dolff, completamente histrica, a las dos de la madrugada. Esa noche, la joven haba regresado de Munich, despus de visitar a su madre, y descubri que haban violentado la puerta del apartamento; Helmut no estaba en l y haba manchas de sangre en el suelo. Las hojas del manuscrito en que estaba trabajando se hallaban desparramadas por toda la estancia. Los vecinos haban odo gritos y luego alaridos, pero eso era todo cuanto saban. Dolff se haba encontrado con ella cerca del apartamento de Helmut y luego la haba acompaado en coche hasta su casa. Al da siguiente, la joven busc refugio en el apartamento de su hermana. Cuando Kassandra lleg ms tarde esa misma maana, encontr a Dolff sumido en una profunda depresin y enloquecido de pesar por la desaparicin de Helmut. No lo comprendo, Kassandra. Poco a poco, todo el pas se est volviendo loco. Es como si hubieran inyectado un veneno de lenta disolucin en las venas de esta nacin. Finalmente, llegar al corazn y nos liquidar a todos. Aunque yo no tendr que preocuparme por ello. Kassandra le mir con gravedad y frunci el ceo. Qu pretendes decir con eso?

A ti qu te parece? Cunto tiempo crees que tardarn en venir por m? Un mes? Seis meses? Un ao? No seas loco. Helmut no era novelista. Es un escritor eminentemente poltico que ha criticado abiertamente a Hitler desde que ste subi al poder. Acaso no ves la diferencia? Qu es lo que puede molestarles en tu caso? Una novela como Der Kuss? El caso es que no estoy seguro de saber ver la diferencia, Kassandra. Mir en torno con aprensin. Ni siquiera se senta seguro en su propia casa; se hubiera dicho que esperaba que fuesen a buscarle en cualquier momento. Dolff..., querido..., s razonable. Es terrible lo que ha sucedido, pero ello no quiere decir que puede ocurrirte a ti. Todo el mundo te conoce. No pueden hacerte desaparecer de la noche a la maana con toda impunidad. ,Por qu no? Quin va a detenerles? T? Los vecinos? Por supuesto que no. Qu hice yo por Helmut anoche? Nada. Absolutamente nada, maldita sea! Muy bien, entonces mrchate del pas. Vete a Suiza. All podrs publicar tus libros. Y estars a salvo. Pero l se limit a mirarla con sombra expresin. Kassandra, yo soy alemn. Este tambin es mi pas. Tengo tanto derecho a permanecer aqu como cualquiera. Por qu demonios debera irme? Entonces qu diablos pretendes decirme? Era la primera vez que se peleaban en un ao. Lo que quiero decirte es que mi pas se est destruyendo a s mismo y est destruyendo a su pueblo, y ello me revuelve el estmago. Pero eso t no puedes evitarlo. Si eso es lo que crees, entonces huye antes de que te destruya a ti. Y que hars t, Kassandra? Te quedars aqu tratando de convencerte a ti misma de que nada de lo que ocurre te afectar jams? Es eso lo que crees? No lo s..., no lo s..., ya no s nada. No comprendo nada de nada. Haca varias semanas que aquella mujer de dorados cabellos denotaba fatiga. Se senta acosada por los dos hombres, y se encontraba inerme frente a sus temores. Esperaba que ellos la tranquilizaran, que le confirmaran que todo aquello en lo que ella crea jams cambiara; sin embargo, todo lo que Walmar deseaba que hiciera era que dejase de ver a Dolff, y todo cuanto Dolff quera que hiciese

Era que se rebelara contra algo que ninguno de ellos tena el poder de cambiar. Dolff sigui dndole vueltas al asunto durante otra media hora, hasta que sbitamente Kassandra se levant hecha una furia. ,Qu diablos pretendes de m? Qu es lo que yo puedo hacer? Nada, por desgracia..., nada... Y entonces, mientras las lgrimas resbalaban por sus mejillas al pensar en el amigo perdido, Dolff la estrech fuertemente entre sus brazos, sollozando: Oh, Dios mo..., Kassandra..., oh, Dios mo! Kassandra permaneci largo rato abrazada a l, como habra hecho con su hijo. Est bien..., est bien, cario..., te amo... Eso era realmente todo cuanto poda decirle, pero el dedo glacial del miedo, que ella haba estado esquivando, ahora comenz a deslizarse tambin por su columna vertebral. Y si fuese Dolff quien desapareciera dando alaridos en la noche? Y si ella llegara a encontrarse en la misma situacin que la histrica novia de Helmut? Pero eso no poda sucederle a ella... o a l... Esas cosas no les sucederan a ellos.

CUANDO ESA TARDE KASSANDRA lleg al anochecer a su casa, Walmar la estaba esperando, no en su estudio, sino en el saln. Le indic que se reuniera con l y cerr silenciosamente las vidrieras dobles. Kassandra, esta situacin se est volviendo intolerable. No quiero hablar de eso. Se volvi de espaldas a l y fij la vista en el fuego que crepitaba debajo del retrato del abuelo de Walmar, cuyos ojos siempre parecan seguir al que lo mirase desde cualquier lugar del saln. No es el momento oportuno. Nunca ser el momento oportuno. Y luego-: Si no haces lo que te pido, te enviar lejos de la ciudad. No me mover de aqu. Ahora no puedo abandonarle. Era una locura estar discutiendo aquella cuestin con Walmar, pero no tena otra alternativa. Ya haca casi dos meses que su relacin con Dolff haba dejado de ser un secreto, y Kassandra estaba dispuesta a mantenerse firme en su actitud, costara lo que costase. Ya haba renunciado a demasiadas cosas en su vida. A sus sueos de actuar en las tablas, a sus hijos... ahora no renunciara a Dolff. Se volvi de cara a su esposo. Walmar, no s qu hacer. Cuesta creer lo que se dice en estos

Das. Qu nos est pasando? Qu le pasa a Alemania? Es ese estpido hombrecito el causante de todo? As parece. O quizs ha despertado la demencia incipiente que ya anidaba en algn rincn de nuestra alma. Tal vez toda esta gente que lo aclama no haca ms que esperar la llegada de un lder. Acaso no hay nadie que pueda detenerle antes de que sea demasiado tarde? Puede que ya sea demasiado tarde. Ese hombre excita las masas. Les promete progreso, riquezas y xitos. Para aquellos que jams conocieron esas cosas, esto tiene el poder de una fuerza hipntica. No pueden resistrsele. Y qu pasa con los dems, con nosotros? Nosotros esperamos y observamos. Pero t amigo no, Kassandra. Si las cosas siguen as, l no podr darse el lujo de esperar. Oh, Dios, haz el favor de escucharme! Debes escucharme. Ve a pasar unos das en casa de mi madre. Reflexiona. All estars alejada de ambos durante un tiempo. Pero ella no quera estar alejada de ellos. Y no quera abandonar a Dolff. Lo pensar. Pero por el tono de su voz, l adivin que no lo hara. Por su parte, nada ms poda hacer. Por primera vez en casi sesenta aos de vida, Walmar von Gotthard se sinti vencido. Kassandra le vio ponerse de pie y dirigirse hacia la puerta, y entonces ella le tendi la mano. Walmar..., no lo tomes as. Yo... lo siento. El se volvi y se qued contemplndola desde el umbral de la puerta. T lo sientes, Kassandra. Y yo tambin. Y tambin lo sentirn los nios antes de que esto termine. Lo que haces te destruir, y tal vez a la larga nos destruir a todos. Pero Kassandra von Gotthard no lo crea as.

CAPITULO 5

FUE EN FEBRERO CUANDO Walmar y Kassandra asistieron al Baile de Primavera. An haca fro, pero resultaba reconfortante celebrar la prxima llegada de la primavera. Ella llevaba el largo abrigo de armio sobre un sencillo vestido de terciopelo blanco. El cuerpo del vestido era cerrado hasta el cuello, segn la moda, y la falda caa en toda su perfeccin desde la cintura hasta los pies calzados con escarpines de raso blanco. Sus cabellos eran una mata de delicados rizos, recogidos en lo alto, y estaba ms adorable que nunca, como si ninguna preocupacin turbara su mente. El hecho de que Dolff se hubiera mostrado quisquilloso todo el da por causa del manuscrito indito, y de que ella y Walmar apenas se hablaban mientras su batalla se acentuaba no se traduca en su rostro. Adiestrada desde la cuna para derramar tan slo dulzura a su alrededor fuera del santuario de su dormitorio, sonrea benvolamente cada vez que le presentaban a alguien y bailaba de buena gana con todos los amigos de Walmar. Como siempre, su entrada haba causado una pequea conmocin, tanto por las ropas que llevaba como por la extraordinaria belleza de su rostro, que eclipsaba incluso la de su vestido. Est usted arrebatadora, frau Gotthard. Como una princesa de las nieves. El cumplido se lo dedic el hombre que acababa de conocer, un

Banquero o algo parecido. Walmar le haba saludado con un corts movimiento de cabeza y haba asentido prestamente cuando el otro le pidi permiso para bailar con Kassandra. Ambos giraban lentamente al comps del vals mientras Kassandra observaba a Walmar, que conversaba con unos amigos. Gracias. Deduzco que conoce usted a mi esposo. Slo superficialmente. Tuvimos el placer de realizar una o dos operaciones comerciales. Pero mis... actividades han sido de un carcter menos crematstico durante el pasado ao. Ah! Goz usted de un descanso? Kassandra sonrea afablemente mientras bailaban. En absoluto. Mis esfuerzos se han concentrado en ayudar a nuestro lder a consolidar las finanzas del Tercer Reich. Lo dijo con tanto nfasis que Kassandra se sobresalt y le mir a los ojos. Comprendo. Eso debe de haberle mantenido muy ocupado. En efecto. Y usted, est muy ocupada? Mis hijos y mi esposo me tienen ocupada la mayor parte del tiempo. Y el resto del tiempo? ,Cmo dice usted? Kassandra se senta cada vez ms incmoda en los brazos de aquel descarado extrao. Tengo entendido que es usted una especie de protectora de las artes. De veras? Kassandra dese con toda su alma que terminara el vals. As es. Le brind una simptica sonrisa, pero ella descubri un brillo en el fondo de sus ojos que le caus un escalofro. Yo no malgastara mucho tiempo en eso. Nuestro concepto de las artes, sabes usted?, cambiar notablemente con la ayuda del Tercer Reich. Ah, s? Kassandra se sinti desfallecer. Acaso aquel hombre pretenda ponerla sobre aviso con respecto a Dolff? O se estaba volviendo tan loca como l, hasta el extremo de presentir temibles amenazas a cada paso. S. Hasta ahora, sabe usted?, hemos tenido muchos artistas.., inoportunos, mentes enfermizas que han hecho un uso inadecuado de la pluma. Entonces se estaba refiriendo a Dolff. Todo eso tendr que cambiar. Pero sbitamente Kassandra se enfureci.

Tal vez ha comenzado ya a cambiar. Segn parece ya no publican los mismos autores de siempre, no es cierto? Oh, Dios santo! Qu estaba haciendo? Qu dira Walmar si pudiese orla? pero el vals llegaba a su fin. No tardara en librarse de aquel maligno ruido Sin embargo, sinti deseos de decir algo ms. No se preocupe por todas estas tonteras, frau Gotthard. No pensaba hacerlo. Es alentador orla decir eso. Qu era lo alentador? Qu haba querido decir? Pero ya se dirigan hacia donde se encontraba Walmar. Todo haba concluido. Y esa noche no volvi a ver a aquel hombre. En el camino de regreso a casa, quiso contarle a Walmar lo ocurrido, pero temi que l se enfadara.,. O peor an, que se asustara. Y al da siguiente, Dolff se mostr de nuevo de tan buen humor, que ella tampoco quiso hablarle del Incidente. Y despus de todo, qu importancia tena? Un banquero deficiente mental que estaba seducido por Hitler y el Tercr Reich? 6Y qu? Dolff haba tomado una decisin. Estaba dispuesto a seguir escribiendo, tanto si le publicaban los libros como si no. Y tambin estaba dispuesto a seguir bregando para que se los publicaran. Pero, aunque tuviera que morirse de hambre, no abandonara el pas. Nadie podra arrojarle de su patria. Tena derecho a vivir en ella y a prosperar, aun cuando fuese judo. Puedo invitarte a dar un paseo junto al castillo? Ella le sonri. Sera la primera vez que saldran a pasear en dos semanas. Me encantara. Caminaron casi por espacio de dos horas, cerca del schloss y bordeando el lago, observando a los pocos nios que haban acudido a jugar all y sonriendo a los otros paseantes con quienes se cruzaban. Pareca haber transcurrido una eternidad desde aquel invierno en que se haban encontrado all por casualidad, volvindose a ver una y otra vez, buscndose ansiosamente el uno al otro, aunque temerosos de lo que pudiera depararles el destino. Sabes lo que sola pensar cuando te buscaba por estos senderos? Dolff se inclinaba sonriendo sobre ella, mientras caminaban cogidos fuertemente de la mano. Qu? Sola pensar que eras la mujer ms esquiva y misteriosa que

Jams haba conocido, y que si lograba pasar un solo da contigo, sera feliz el resto de mi vida. Y ahora? Eres feliz? Kassandra se apretuj contra l, arrebujada dentro del corto chaquetn de pieles que no llegaba a cubrir la larga falda de tweed cuyo borde rozaba los zapatos de gamuza marrn. Jams lo fui tanto. Y t? Ha sido demasiado penoso el ao pasado para ti? Aquel era su mayor motivo de preocupacin. Saba que ella era quien tena que soportar una tremenda tensin nerviosa, con Walmar y los nios, sobre todo ahora que su esposo estaba enterado de todo. Kassandra le haba hablado de la advertencia que le formul Walmar. No ha sido penoso. Ha sido maravilloso. Kassandra le mir con los ojos llenos de amor. Es todo cuanto dese siempre... y que nunca cre poder alcanzar. Y an no haba podido alcanzarlo. No plenamente. Pero se conformaba con esto. Con estas preciadas tardes que comparta con Dolff. Yo siempre ser tuyo, Kassandra. Siempre. Incluso cuando haya muerto y desaparecido. Pero ella le mir con aire desolado. No digas esas cosas. Quise decir cuando tenga ochenta aos, tonta. Jams me separar de ti. Entonces ella sonri, y ambos comenzaron a correr cogidos de la mano por la orilla del lago. Sin preguntas ni explicaciones, se dirigieron a casa y subieron, henchidos de felicidad, a la planta alta, despus de haber preparado el t. Pero lo tomaron rpidamente, pues tenan otras cosas en la mente, y su acto de amor fue apasionado e impulsivo, como si cada uno de ellos necesitara al otro desesperadamente y ms que a cualquier otra cosa en este mundo. Al caer la tarde, ambos se quedaron dormidos. Kassandra acurrucada en los brazos de su amante. Fue Dolff quien se despert primero, con la impresin de que alguien golpeaba la puerta de entrada en la planta baja. En seguida se oy el ruido de fuertes pisadas en la escalera que conduca al piso superior Dolff se qued escuchando durante una fraccin de segundo y luego, ya completamente despierto, se incorpor en la cama. Al notar el movimiento de su cuerpo, Kassandra se desperez, y de pronto, como si hubiese presentido el peligro, abri desmesuradamente los ojos. Sin decirle ni una sola palabra a Kas-

Sandra, Dolff la cubri con la colcha y salt de la cama, quedando de pie y completamente desnudo en el centro del amplio dormitorio, cuando los intrusos franqueaban ya la puerta. En un primer momento, pareci que la habitacin era invadida por un ejrcito de hombres con uniformes pardos y brazales rojos, pero slo eran cuatro. Cindose la bata, Dolff se mantuvo firme en su lugar. ,Qu significa esto? Por toda respuesta, los otros se echaron a rer. Uno de ellos le agarr rudamente por las solapas de la bata y le escupi en la cara. Escuchad al judo! De repente, dos de ellos le sujetaron firmemente por los brazos, mientras un tercero le descargaba un violento puetazo en el estmago. Dolff lanz un gruido de dolor y se dobl hacia delante. Esta vez el tercer hombre le dio un puntapi, e instantneamente le brot sangre de un corte junto a la boca. Mientras tanto, el cuarto sujeto recorra calmosamente la habitacin con la mirada. Qu tenemos aqu bajo las mantas? Una perra juda calentando la cama de nuestro ilustre escritor? Con un brusco movimiento tir de la colcha y el cuerpo de Kassandra qued expuesto a las curiosas miradas de los intrusos. Vaya, y es una hermosa perra! Levntate. Despus de permanecer inmvil un instante, Kassandra se incorpor y luego se desliz hasta el suelo; su cuerpo esbelto y flexible temblaba ligeramente y, con los ojos desmesuradamente abiertos por el terror, miraba a Dolff en silencio. Los cuatro hombres la observaban. Los tres que rodeaban a Dolff dirigan interrogadoras miradas al cuarto para saber lo que deban hacer. Este la examinaba detenidamente, acariciando su piel con la mirada, pero Kassandra slo tena ojos para Dolff, que segua jadeando, con el cuerpo doblado y sangrando entre los dos hombres uniformados. Y entonces el cuarto se volvi hacia ellos con una expresin de burla en el rostro. Sacadle de aqu. Y luego, con aire divertido, mientras se llevaba las manos al cinto, agreg: A menos que le guste hacer de espectador. De repente, Dolff recobr el sentido, sus ojos buscaron con desesperacin a Kassandra y en seguida se dirigieron relampagueando de furia hacia el que estaba al mando. No! No la toque! ,Por qu no, seor Autor Famoso? Acaso tiene blenorragia? Los cuatro hombres rieron al unsono, al tiempo que Kassandra

Lanzaba un gemido. Al comprender claramente lo que iba a suceder, sinti que la invada una oleada de terror como jams la haba experimentado. A una seal del sargento, los tres hombres sacaron a Dolff de la habitacin a empellones, y el estrpito que sigui instantes ms tarde indic a Kassandra que le haban arrojado desde lo alto de la escalera. Se oyeron voces airadas, y Kassandra reconoci la de Dolff por encima de todas. Gritaba su nombre y trataba de luchar con sus captores, pero una serie de ruidos sordos le hicieron callar rpidamente. Acto seguido oy el ruido de un cuerpo al ser arrastrado por el suelo, y la voz de Dolff ya no volvi a llegar a sus odos. Horr