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Desarrollo Cognitivo
Las funciones cognitivas engloban el conjunto de capacidades que permiten conocer el mundo
que nos rodea y a nosotros mismos, es decir, las funciones mentales que componen el
pensamiento, como por ejemplo la atención, la memoria, las funciones ejecutivas, el lenguaje y
la percepción.
El estudio del desarrollo cognitivo parte de las capacidades innatas del niño, que se desarrollan
y permiten la aparición de capacidades más complejas gracias a la maduración de estructuras
cerebrales, la experiencia activa y la interacción social.
Los bebés nacen con la capacidad de aprender de lo que ven, oyen, huelen, prueban y tocan y
tienen cierta capacidad mnésica para recordar lo que aprenden. Desde el nacimiento está
presente el aprendizaje asociativo tanto condicionado como operante, lo que permite que los
niños aprendan y recuerden asociaciones que se refuercen periódicamente y olviden las que
no lo son. Esta capacidad será la base del desarrollo de otras funciones más complejas que se
adquieren mediante la repetición de acciones que provocan un resultado concreto.
El enfoque más aceptado tradicionalmente a la hora de hablar del desarrollo cognitivo en la
infancia es la Epistemología Genética de Piaget. El desarrollo se entiende como la capacidad
de adaptarse al entorno y la creación de esquemas cognitivos cada vez más complejos
mediante los procesos de asimilación, acomodación y equilibración. Este proceso tiene lugar
en cuatro etapas universales en las que se producen una serie de cambios cualitativos,
evolucionando desde el pensamiento basado en asociaciones al razonamiento hipotético-
deductivo.
La etapa que tiene lugar en la fase de Atención Temprana se denomina Etapa Sensoriomotriz,
abarca desde el nacimiento hasta, aproximadamente, los dos años. El aprendizaje tiene lugar
principalmente a través de los sentidos y del desarrollo motriz, pasando de niños que
responden a reflejos y estimulación sensorial a niños con una actividad intencionada y
objetivos.
Esta etapa se puede dividir en seis subetapas:
1. Uso de los reflejos: tiene lugar durante el primer mes de vida, utilizan sus reflejos
innatos y adquieren cierto control sobre ellos. Poco a poco, utilizan los esquemas de
los reflejos en situaciones diferentes a las que lo provocan, como succionar sin
presencia del pezón.
2. Reacciones circulares primarias: se da entre el primer y el cuarto mes de vida, en esta
etapa aprenden a repetir una acción que involucra a su propio cuerpo y que
inicialmente fue accidental pero produjo cierta satisfacción, como puede ser succionar
un dedo. Poco a poco van coordinando la información procedente de los sentidos,
siendo capaces por ejemplo, de voltearse hacia el origen del sonido.
3. Reacciones circulares secundarias: entre el cuarto y el octavo mes, aprenden a
manipular objetos para obtener alguna consecuencia agradable. En la etapa anterior,
las acciones tenían lugar en torno a su propio cuerpo, en esta etapa ya manipulan
objetos de forma deliberada, como puede ser agitar un sonajero para oír el sonido,
existiendo una intencionalidad en los movimientos.
4. Coordinación de esquemas secundarios: hasta los doce meses, se aumenta la
complejidad de los esquemas que se desarrollan en la etapa anterior, elaborando un
gran número de conductas que implican la manipulación de algún objeto para
conseguir un fin determinado. Además, coordinan todas las actividades que han
adquirido previamente, como puede ser coger un objeto, gatear y colocarlo encima de
algún lugar todo ello de forma intencionada.
5. Reacciones circulares terciarias: entre los 12 y los 18 meses, los niños modifican los
esquemas que habían adquirido previamente para obtener resultados diferentes, por
ejemplo si saben que agitando un sonajero obtienen un sonido que les gusta, probaran
a agitar otros objetos hasta dar con alguno cuyo sonido les resulte placentero. También
aprenden a resolver problemas por ensayo y error, aplicando soluciones originales y
coordinando sus esquemas de diferentes maneras hasta dar con una opción que
consiga la meta que ellos desean.
6. Combinaciones mentales: entre los 18 meses y los dos años, adquieren la capacidad
de representación por medio de símbolos como son palabras o actos, lo cual les
permite ir más allá de la experiencia inmediata. Pueden pensar en las consecuencias
de los actos en lugar de actuar por ensayo y error, pueden fingir y simular.
Las principales adquisiciones cognitivas de esta etapa son:
Capacidad de imitación: básica para el desarrollo posterior de las representaciones
mentales, la comprensión emocional de los demás y por extensión de la Teoría de la
Mente
Permanencia de objetos: que se define como la consciencia de que una persona u
objeto sigue existiendo a pesar de no estar presente o no ser visible.
Desarrollo simbólico: inicialmente se reduce a la comprensión de símbolos sencillos
que representan una realidad física, pero con el paso del tiempo se van haciendo más
complejos llegando a permitir la representación de otros símbolos como ocurre en el
lenguaje. Esto se traduce también en la capacidad de juego, básica para el desarrollo
de las interacciones sociales.
Categorización: es básica para el desarrollo del lenguaje y del razonamiento, se refiere
a la capacidad de organización de los elementos del mundo.
Causalidad: indispensable a la hora de comprender el mundo y predecir lo que va a
ocurrir.
Número: es uno de los símbolos más complejos y más usados por el ser humano.
El desarrollo perceptivo tiene gran influencia en el desarrollo de las diferentes capacidades
cognitivas. Se ha estudiado el tipo de estímulo que prefieren los niños en esta etapa de
desarrollo, y se ha concluido que desde el nacimiento se prefieren las curvas a las rectas, los
estímulos complejos a los simples, las imágenes de rostros a cualquier otra y los estímulos
novedosos a los repetidos o conocidos.
Desde el campo de la neuropsicología, se estudia el desarrollo madurativo de las estructuras
cerebrales implicadas en las actividades cognitivas. En esta etapa, la inmadurez del hipocampo
impide el anclaje de recuerdos duraderos, lo cual explica la ausencia de recuerdos por parte de
los adultos de los primeros tres años de vida. Además, en torno al año y medio de vida se
consigue cierta maduración de la corteza prefrontal que permite la adquisición de memoria de
trabajo implicada, fundamentalmente, en la capacidad de permanencia de objetos y en la
comprensión de la causalidad.
Un elemento fundamental a la hora de entender el desarrollo del niño y, especialmente, el
desarrollo cognitivo, es el papel crucial que juega la estimulación ambiental. La mayor parte de
las escuelas coinciden en señalar que existen una serie de conocimientos, estructuras
cerebrales funcionales o capacidades con las que nacemos y que nos permiten un
conocimiento rudimentario del mundo. La maduración de estas estructuras o capacidades y el
aumento de la complejidad van unidas estrechamente a la estimulación que reciben por parte
de los adultos. Se ha demostrado en numerosas ocasiones que los niños que reciben
estímulos novedosos más frecuentemente y un contacto más enriquecedor con los adultos
tienen más probabilidades de adquirir capacidades cognitivas complejas antes como el
lenguaje, el razonamiento causal, la comprensión, el uso de los símbolos y las reglas de
interacción social básicas.
Un ámbito fundamental en el estudio del desarrollo cognitivo es la evaluación de la inteligencia.
El concepto de inteligencia tiene múltiples definiciones y matices en función del autor que lo
estudie y la perspectiva de la que parta, sin embargo, existe un consenso generalizado a la
hora de considerar la conducta inteligente como aquella orientada a conseguir un objetivo
determinado que es adaptativa a determinadas circunstancias vitales.
En esta etapa vital, las pruebas de inteligencia son diferentes de las que se utilizarán
posteriormente, puesto que no existe lenguaje plenamente desarrollado ni comprensión de la
finalidad de las mismas para poder pedir un rendimiento óptimo.
Estas pruebas de inteligencia evalúan el desarrollo cognitivo, motriz, lingüístico y
socioemocional, permitiendo detectar de manera temprana posibles retrasos en alguna de las
áreas, lo cual posibilita el desarrollo de un plan de actuación para estimular y fomentar las
áreas implicadas. En el caso de que el desarrollo sea adecuado, permiten estimular las áreas
menos desarrolladas para facilitar la adquisición más rápida y fácil de nuevas habilidades más
complejas.
Una de las pruebas de inteligencia más importante son las escalas de Bayley de desarrollo de
infantes y lactantes que se utilizan entre el primer mes de vida y los tres años y medio.
Actualmente, la versión más reciente y utilizada son las escalas Bayley-III que poseen tres
escalas de evaluación:
Escala cognitiva: en ella se evalúan preferencia visual, atención, memoria,
procesamiento sensoriomotor, exploración y manipulación, formación de conceptos y
adquisición temprana de permanencia del objeto.
Escala motora: evalúa el grado de coordinación corporal, habilidades motrices finas en
manos y dedos, habilidad para controlar los músculos y habilidades motrices gruesas.
Escala del lenguaje: se evalúa lenguaje receptivo y expresivo.
Inventario de evaluación conductual: se analizan los intereses del niño hacia el entorno
y el interés social que demuestra. El registro se realiza de manera cualitativa.
Se estima un tiempo de aplicación que oscila en torno a los 50 y 90 minutos, aumentando el
tiempo a medida que el niño es mayor y tiene habilidades más complejas, especialmente a
nivel lingüístico.
El tipo de ejercicios que se incluyen en cada una de las escalas se basan en la realidad de que
a estas edades los niños no responden a instrucciones ni a resoluciones de problemas, sino a
estímulos que despiertan su interés. Como comentábamos anteriormente, las escalas que
evalúan la inteligencia en esta etapa del ciclo vital son diferentes de las que se emplean en
etapas posteriores, puesto que no se puede demandar la resolución de problemas ni el uso de
la lógica.
La forma de trabajar el desarrollo cognitivo en estas edades se engloba en lo que conocemos
como Estimulación Temprana. Los ejercicios que se realizan se basan en el juego, estimulan
todas las modalidades sensoriales del bebé con elementos novedosos y gratificantes, como
pueden ser muñecos de diferentes texturas, sonidos, formas de colores variados e incluso
olores agradables. Siempre se utiliza música suave y alegre, cuentos y se suelen recomendar
las vocalizaciones exageradas para captar la atención. En cuanto al dibujo como estímulo, en
torno al año y medio el niño ya empieza a desarrollar los primeros dibujos en forma de
garabatos, y a partir de los dos años ya aparecen las primeras formas.
Como elementos fundamentales a la hora de escoger los ejercicios de estimulación temprana
se debe destacar: la necesidad de respetar los tiempos de respuesta de cada niño, puesto que
es un proceso de diferente velocidad en cada persona, el uso de estímulos novedosos y
gratificantes, la variación del estímulo y del sentido trabajado, la integración de diferentes
sentidos y la condición indispensable de planificar las sesiones de manera que se entiendan
como un juego y sean placenteras para el bebé. Al realizar los padres este tipo de estimulación
se fomenta, además, el desarrollo del apego seguro. La finalidad de estos ejercicios, suele ser
integrar la información de las diversas modalidades sensoriales para complejizar los esquemas
y las representaciones mentales del niño.