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Ilustraciones de María Eugenia Assanelli A.U.L.I. Lula Zeta De piratas y algo más

De Piratas y Algo Mas

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Ilustraciones de María Eugenia Assanelli

A.U.L.I.

Lula ZetaDe piratas y algo más

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© - Lula ZetaIlustraciones: María Eugenia AssanelliEdiciones A.U.L.I. - Colección “Tente en el Aire”Directora: Dra. Sylvia Puentes de OyenardAsociación Uruguaya de Literatura Infantil-juvenil (A.U.L.I.)Juan Bautista Alberdi 6257Montevideo (11.500)

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Era la fiesta de cumpleaños de Mateo. Para la ocasión su mamá preparó una torta con forma de barco. La fragata con altos mástiles, grandes velas blancas, cañones de chocolate, carga y navegantes, fue ubicada en el centro de la mesa. Toda la torta se comía y parecía un barco de verdad. Mateo no dejaba de mirarla. Era cierto, ¡estaba hermosa!Cuando entró Carla, vio a su hermano extasiado ante el pastel con velas.—Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis. ¿Contás las velas para ver si mamá olvidó alguna? Están todas- dijo la niña, con risa burlona.—No nena, miro mi fragata. Así va a ser mi barco cuando yo sea grande. Voy a ser capitán y tendré muchas batallas contra piratas muy feos y malos. Los voy a vencer, voy a tener tesoros y navegar en el mar así que ¡callate! - dijo Mateo.—Yo quiero ser una pirata buena, también. Un barco como ése puede ser mío, ¿qué te pensás? A mí me gustan los cuentos de piratas de abuelo Fermín y algunos son buenos, ayudan a la gente que conocen y a la que no conocen, a veces, también.—Tú no podés ser pirata, sos nena aunque te hagas la grande sos nena. Ser piratas es cosa de hombres así que no podés ser pirata -insistió Mateo visiblemente molesto y casi ahogado por replicar tan rápido.—Yo puedo, sí que puedo, puedo, puedo y puedo -dijo Carla emberrin-chada.—Ya te dije ser pirata es de hombres las nenas no son piratas juegan a otras cosas y se terminó -señaló tajante y sin aire para hablar.

CARLA, LA PIRATA

Fiesta de cumpleaños

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Justo cuando comenzaba el griterío mayor con un ganador de la pelea o un empate, quizás, llegó el abuelo Fermín, gran mediador de todos los pleitos nieteros habidos y por haber. Estos niños tenían la costumbre más antigua del mundo: pelear por tonterías, como lo hacen todos los hermanos.—¿Qué pasa aquí? ¿Por qué peleáis ahora? Niños, niños, que hoy es día de cumpleaños. ¡Basta de riñas!—Ella pelea yo no fui- señaló Mateo con trompa.—Yo tampoco, él empezó, fue él, quiere el barco todo para él, no me deja ser pirata -contestó Carla entre sollozos.—Pero Carla, ese barco es su torta de cumpleaños y hoy Peque es el homenajeado –dijo Fermín y apeló a todo su espíritu pacifica-dor-.No tenéis que enojaros, ¿justo hoy?, que podían haber elegido otro momento para reñir… ¿no?—No, no es por ese barco que peleamos, es por otro barco, bueno, por ése sí, pero no, es por otro –y Carla rompió en ahogado llanto-. ¡No me deja ser pirata Abú! Y yo quiero ser pirata, de las buenas. Porque los piratas también eran buenos y no estaban todo el tiempo de pelea ni a los balazos.—Yo no entiendo nada aquí: Que no es por ese barco que peleáis, es por otro. ¿Podríais hacerme un favor?: Que alguien me expli-que semejante barullo y nada menos que por un barco -afirmó confundido el abuelo Fermín.

¡Qué lío se armó!

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Mientras tanto Carla lloraba, en fin, no lloraba, llorisqueaba ehipaba, apoyada en el hombro de su abuelo, entre mocos, hipos ylágrimas. Pero… su ojo derecho, de reojo y atento, no perdía pisada a la expresión de Mateo.—Bueno, veamos, ¿cuál de los dos va a explicarme qué embrolloes éste? Mateo, ¿qué os pasó, me podéis contar? -dijo con dulzuraFermín. El niño sabía que, cuando el abuelo le llamaba “Mateo”en lugar de “Peque”, la cosa venía en serio.—Yo miro mi torta de barco le digo que es mío y así va a ser mibarco cuando sea grande y yo sea el capitán. Carla dice que también puede ser su barco porque ella quiere ser pirata. Entonces le digo que no -explicó Mateo con una catarata de palabras imposible de entender.—¡Espera, espera, más despacio!, que me entreveras si lo dicestan rápido -apaciguó el abuelo-. Quedamos en que tú dices que así va a ser tu barco cuando crezcas y seas capitán. Bien, hasta ahí he comprendido. ¿Por qué tu hermana no puede ser pirata? Dime eso ahora, por favor Mateo -replicó Fermín.—Porque ella es una nena y ser pirata es de hombres las nenasno pueden ser piratas y no entiende se enoja -señaló Mateo mástrompudo que al principio.—¡Más despacio Mateo, más despacio! Pero no debéis pelearpor eso.

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—¿Por qué? es cierto ser pirata es de varones no de nenas yella no entiende.—No Mateo, no tienes razón y verás por qué: “Ser pirata”, enotros tiempos fue cosa de mujeres, también. Otro día os contaréel motivo. Ahora a divertirse, ¡hala, hala! Es día de cumpleaños ybasta de riñas.Carla abrió los ojos bien grandes y miró al abuelo con asombrototal, un asombro bien asombrado, súper asombrado, asom-bradísimo,de esos que te dejan con la boca abierta así: ¡Ahahahah! No lopodía creer: ¡Hubo mujeres piratas!, pensó, ¡qué bueno!—¿Hubo mujeres piratas? –y se le escapó en voz alta su pensam-iento.—¿Cómo?, ¿qué?, quiero que me lo cuentes ahora, ahora porfa,Abú -insistió Mateo.Hasta aquí todo evidenciaba que Peque no tenía razón y estabaa punto de perder la discusión, por lo menos esta vez.—Pero Peque, tus amigos ya llegan, mira, ahí está Martín, Ramiro,Camila... ¡hola chicos!, ¿cómo estáis? Pasen, entren...—Y bueno que me importa que todos escuchen -se dirige a susamigos y…- ¿Quieren un cuento de piratas que va a contar Abú? dice que también hubo piratas mujeres -señaló socarrón.

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Los niños se acercaron al grupo sin saber aún muy bien de quése trataba el cuento, pero era un cuento al fin y valía la pena escucharlo.Cada uno tomó asiento en el suelo y dejaron al abuelo enel centro. Fermín no necesitaba mucha insistencia para contar susrelatos. Y comenzó entonces sin demasiados preámbulos.

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—Cuentan que hace muchos, pero muchos, muchos años, entrelos navegantes existía una antigua creencia. Ésta decía que: “Todoaquél que dé a una muchacha la idea de seguirlo al mar vestidade hombre, sería castigado con pena de muerte”. Y por eso ningún navegante se animaba a llevar con él a mujer alguna. Temían que la mala suerte los persiguiera por todos los mares. Los navegantes siempre han creído en cábalas. Sin embargo, en esa misma época dos mujeres se embarcaron en distintos barcos piratas, escondidas y vestidas como hombres.—Y los piratas ¿no se dieron cuenta que eran mujeres? -preguntóCarla, todavía boquiabierta por el valor de las muchachas.—Parece que no lo notaron, bien escondido se lo traían -contestóel abuelo- y siguieron adelante con su plan. Tanto continuaron,que con el tiempo ambas fueron reconocidas por su valor y corajeen combate. Desde el primer día que se cruzaron en el mismo barco, las dos supieron que no estaban ante un pirata hombre. No tuvieron dudas, pero no dijeron nada al resto de la tripulación. Éste fue un secreto que guardaron con mucho recelo.

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Las apariencias engañan

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Los navegantes de esa nave atravesaban los mares con ellasa bordo, sin siquiera sospechar que llevaban en el buque, no sóloa una mujer, sino que compartían travesías y combates ¡nada menos que con dos mujeres! Tal vez si lo hubieran sabido, las habrían castigado mucho antes o abandonado en alguna isla libradas a su propia suerte.Estas dos muchachas supieron, también desde el principio, quealgún día lucharían juntas, al igual que lo podía hacer cualquier pirata malvado. Fueron muy vengativas y temidas, siempre. Daban tanto miedo, que cuando en los puertos veían su barco, la gente temblaba. ¡Ni os cuento lo que era tenerlas en el bando contrario durante un combate!, ¡daban terror!Entonces, cuando estuvieron bien seguras de cómo actuabanante el peligro y en batallas, no les importó nada más y dejaron de ocultar sus condiciones de mujeres. Muchas veces durante un abordaje vestían ropas femeninas, sin molestarles que descubri-eran las diferencias y su gran secreto.—Y… ¿no tenían miedo con los cañonazos Abú? Porque los caño-nes suenan muy fuerte -dijo Mateo a los otros niños al tiempo que, ayudado por ademanes, ostentaba sus amplios conocimien-tos sobre el tema.

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—Pueden haber tenido temor, pero lo enfrentaban, eran valien-tes. Las dos llegaron a ser Capitán de naves piratas y eso no erapoca cosa. A partir del momento en que se conocieron y se uni-eron para dar pelea a otros barcos, juntas llegaron a conquistar más riquezas que si trabajaran separadas. ¡Sí señor!—¿Cómo se llamaban? ¿Alguna se llamó como yo? -dijo Carlaintrigada y admirada ante el relato.—No. Se llamaron Anne Bonny y Mary Read. Pero lamentable-mente durante una batalla las capturaron y las dos fueron conde-nadas a muerte.—¿Las mataron? –preguntó la niña horrorizada.—Sí. Anne fue llevada a la horca y Mary tuvo que esperar unosmeses hasta que naciera su hijo, puesto que en el momento de serapresada esperaba un bebé. Luego de nacer el pequeño, ella en-contró el mismo y triste final que su amiga de fechorías. Una pena, porque demostraron mucho coraje, pero así era la vida de piratas.Bueno, bueno y ahora a jugar, que ya comenzó el cumpleañosy este cuento se terminó –dijo Fermín y dio por finalizado el relato-.Ahí traen los juegos inflables. Pero miren, ¡si es un barco también!–agregó el abuelo asombrado por el despliegue marino que había en la fiesta.

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—No Abú, queremos que sigas con los cuentos de piratas, barcos,tu sabés más -pidió suplicante Mateo y ya más tranquilo-, porfaporfa quiero que cuentes ahora El Pirata Pocosdedos y… el corsa-rio Testadura o…tu viaje desde España hasta aquí…”—No Peque, ahora a divertiros todos, jueguen a piratas, corsariosy capitanes en el barco, pero Carla y las otras niñas tambiénpodrán jugar… ¿vale? –agregó-. Porque ellas también pueden serunas valientes piratas, como Anne y Mary.Carla miró fijo a su hermano, con cara un poquitito enojada,pero no era con cara de muy enojada, sólo un poquititito. Era unacara que decía algo así como: “¿Viste que yo tenía razón? Puedo ser pirata”.Mateo, que todavía no estaba muy convencido del asunto ése,que dos mujeres hubieran sido históricas piratas, tuvo que afron-tar la derrota de sus argumentos e ir a jugar en grupo con las niñas invitadas a su cumpleaños.El cuento de abuelo Fermín había resultado decisivo para quellegara la paz a esta breve e insignificante pelotera entre herma-nos.

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Todos a jugar

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Entonces, salieron contentos a conquistar enormes cofres contesoros de dorados doblones y barcos veloces, con piratas niños ypiratas niñas, todos muy resueltos y corajudos. Ya no hubo más peleas, ni más trompas de enojados, ni más lágrimas ni más hipos de sollozos. Todos jugaron felices y contentos, niñas y niños, ani-mados por el cuento del abuelo Fermín.

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Cuando Fermín llegó a la casa de sus nietos, Carla estaba derodillas escondida bajo el sillón.—¿Qué haces mi niña? ¿Qué buscas? -preguntó extrañado Fermín, ya que sólo veía los pies de su nieta, el resto del cuerpo loescondía el sofá.—Se me perdió una caravana y no la puedo encontrar -dijo laniña con tono apenado.—Caravana, la llamas igual que tu abuela, pues yo les digo pendientes.Mi madre siempre les dijo así.—¿Pendientes?, nunca escuché eso.—A propósito, a ti te gustó el relato de las piratas mujeres, tevoy a contar algo que recordé con este tema de tu pendiente ex-traviado.Los piratas también usaban pendientes, ¿sabes?—¿Usaban?, pregunta Carla extrañada.—Sí, y era todo un símbolo para ellos. Ven que te cuento yluego lo buscaremos juntos –y se acomodó el abuelo para el relato-.Antiguamente, cuando comenzaron las grandes aventuras en el mar, los navegantes animados por ganar dinero con el comercio, trataban de llegar a los rincones más difíciles, escondidos y extraños del planeta, a los que jamás se hubierapodido soñar que arribaran.

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LA CARAVANA PERDIDA

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—¿Iban en esos barcos grandotes y con velas como en tuscuentos?—Claro, iban en veleros: fragatas, corbetas, bergantines, enfin, usaban todo tipo de barcos, siempre la elección de la nave dependía del trabajo que fueran a hacer –respondió Fermín.—Me gusta, me gusta -dijo Carla y se sentó en el suelo.—Durante muchas de estas travesías hacían frente a un sin finde dificultades, por ejemplo: Podían ser atacados por otros pira-tas que robaran sus pertenencias y lucharan hasta matarlos, o quizás sufrir heridas que los dejaran imposibilitados por el resto de sus vidas.Pero había algo a lo que esta gente realmente temía: Eran lastormentas, en especial las que podían enfrentar cuando cruzabanlos mares del Caribe, justo si lo atravesaban por un lugar que enaquella época se conocía como el Cabo de las Tormentas, situado en una punta de este continente, América del Sur.—¿El del dibujo que nos mostraste y marcamos Uruguay, tam-bién?—Sí, justo ése, el del mapa que les traje el otro día. Entonces,como es un lugar con muchas dificultades para la navegación, conislas, grandes rocas, donde soplan huracanes durante casi todo elaño y es normal que haya una espesa neblina, todos los navegantes,por más experimentados que fueran, temían pasar por allí. Era común que ahí las naves sufrieran dificultades.

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Todos estos peligros dieron parte a leyendas de fantasmas imagi-narios, tormentas causadas por ellos y terminaron por aterrorizar a los valerosos hombres de mar. Cuando alguna embarcación lograba cruzar el Cabo de las Tormentas, esto era celebrado con una festividad y lograrlo se tomaba como un signo de buena suerte –continuó el abuelo sumergido en el relato-. Si cruzaban sin contrariedades, quería decir que sus tripulantes eran verdade-ros profesionales de la marinería. Te podrás imaginar que el navegante que lo atravesaba pretendía que esto se conociera en todos los puertos, pues se sentían orgullosos de la hazaña realizada.—¿Y qué hacían para que todos se enteraran?—Como no podían contarlo a uno por uno, comenzaron a crearuna costumbre, la que luego se transmitió de generación en gen-eración.—¿Qué costumbre? –preguntó la niña intrigada.—Para que todo el mundo se diera cuenta de semejante proezay conocieran que habían salido triunfantes ante la terrible amenaza, tanto los piratas, corsarios, comerciantes u otros hom-bres que osaron cruzar el Cabo de las Tormentas, colgaban de su oreja un pendiente en forma de aro, o caravana, como tú le llamas. Este adorno simbolizaba, de por vida, el valor demostrado y todo aquél que los viera sabría que habían salido exitosos de uno de los peores peligros que ha tenido la navegación en todos los tiempos.

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Y aquí se ha terminado el cuento.—No abuelo, contame más, me gustan tus cuentos de piratasy todo eso.—No niña ahora no, vamos a buscar juntos tu pendiente, puesde lo contrario como eres una brava pirata, tendremos que conse-guir otro signo de valentía, ¿no crees? -rió Fermín.—Sí abuelo, vamos a buscarlo. A ver… aquí ya busqué y no habíanada. Aquí… tampoco, ¡ay, ay, ay! ¿Dónde estará?, mamá se vaa poner triste, me lo regaló hace poco… -agregó apenada.De pronto el abuelo, que también estaba en cuclillas y colaborabacon la búsqueda de este objeto tan preciado para la niña, dijocon alegría:—Mira Carla, ¿qué es lo que hay ahí junto a esa pata del sofá?Yo veo algo que brilla. Fíjate, que a tu abuelo le cuesta agacharse,el dolor de espalda me trae mal, no sea cosa que me ataque justoahora.Carla volvió a arrodillarse, se inclinó en el lugar que marcó Fermín y…—¡Mi caravana!, ¡la encontré, la encontré! ¡Qué suerte Abú,qué suerte!—¿Has visto?, nada se pierde, las cosas sólo cambian de lugar.Me alegro que la encontráramos. Vamos a colocarla, para que novuelva a extraviarse. Ven, mi pequeña y valiente pirata. Ven, vamos a ver… un poquito más cerca, ahí… ¡ya está! ¡Qué bonita luce miniña!

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¡La pirata Carla ha cruzado el Cabo de las Tormentas, ya tienesu pendiente! Ahora todos sabrán de tu valentía.—Quiero otro cuento, Abú –dijo Carla mientras volvía a ocuparsu lugar en el almohadón que estaba en el piso.—Pues veamos…, déjame pensar. ¿Te he contado las aventurasdel Pirata Parche Azul?—Sí, me lo contaste, pero me gustó mucho, contámelo otra vez–respondió la niña con alegría.—Veamos: Cuenta la leyenda que, año tras año solía llegar alRío de la Plata la fragata “Esmeralda”. Era capitaneada por un conocido pirata al que apodaban “Parche Azul”…Y así, Carla y su abuelo siguieron contentos, mientras se embar-caban en las valerosas historias de bravos piratas que navegabanpor los siete mares del mundo.

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Agustín va al colegio por las mañanas y acostumbra hacer losdeberes en las tardes. Ese día en el cole estudiaron la Historia deantiguos navegantes. En clase, pensó que sería buena idea hacerla tarea en casa de su abuelo Fermín y hacia allá marchó luego dealmorzar.—Agustín, ¡qué linda sorpresa! -dijo Fermín cuando abrió lapuerta- ¿qué haces por aquí, hoy?, no te esperaba.—Abuelo, vine a hacer los deberes contigo, ¿podés?—Por supuesto pequeño, ya sabes que me gusta mucho ayudarteen la tarea del colegio. Además estaremos solos, tu abuelaha ido de visita a lo de su hermana, o sea que, ¡a trabajar! ¿Quétenemos hoy?—Antes de empezar, ¿te queda algo de chocolate…, escondido?-consultó el niño casi en secreto. Conocía muy bien las debili-dades de su abuelo-. ¿Me convidás?—¡Ah, ah, ah! ¿Chocolate… escondido? Así que supones que tuabuelo esconde el chocolate, ¿eh?—Y…si y también sé dónde lo esconde mi señor abuelo –contestóel niño con picardía.—A ver… ¿dónde? —dijo Fermín intrigado.—Ahora lo ponés en la caja de herramientas -aseguró.—¡Con que esas tenemos! Ahora con las herramientas…, peroentonces, debo suponer que sabes en dónde lo escondía… antes.—Claro, lo guardabas en el cajón de tu ropa interior.—Pero ¡mira tú qué bien! El pequeño detective me ha descubierto —rió el abuelo-. ¿Y por qué cree mi nieto investigador que he cambiado de escondite a mi chocolate, puedo saberlo, acaso?

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AGUSTÍN, LOS DEBERES Y…,EL CHOCOLATE

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—Fácil, porque cuando Yaya guardaba tu ropa limpia lo descubrióy empezó a comer tu chocolate amargo sin ser convidada–concluyó Agustín, tajante y con genio.—¡Ah!, debo confesar que me has descubierto. ¡Por suerte tuabuela aún no conoce mi nueva cueva chocolatera! No se lo digas,pero dime: ¿Cómo lo supiste? —dijo Fermín casi en secreto.—¿Te acordás cuando arreglamos el postigo grande, el que serompió en el frente de la casa?—Claro, lo reparamos tan bien, que nunca más el viento logródesprenderlo –señaló Fermín muy orondo.—Bueno, ese día yo te ayudé y me pediste que te alcanzara lacaja de herramientas. Cuando la levanté se abrió y cayeron las pinzas, destornilladores, clavos… ¡armé un lío, tremendo! Cuando las fui a guardar y quise cerrarla, encontré en el cajón de los tor-nillos un paquete que olía muy, muy bien. ¡Mmmm! ¿Qué raro, no? Entonces lo abrí y miré y descubrí…tu chocolate amargo —dijo el niño juguetón y guiñó el ojo.—Y no me comentaste nada sobre tu hallazgo, ¿eh?, ¡qué listo eres!—No, porque así guardaba tu secreto. Además Yaya estaba cerca,no podía hablar –agregó con actitud compinche.—Y ¿por qué te parece que lo puse allí?—Respuesta fácil también: Porque luego que Yaya lo encontróen el cajón de la ropa interior, tu chocolate cada vez era más chico. Seguro que ella lo pellizcaba -dijo el niño- Entonces, como Yaya nunca usa destornilladores, ni martillos ni pinzas, siempre te pide que arregles las cosas rotas, era el escondite per-fec-to. Hiciste lo mismo que los piratas de tus cuentos cuando entierran el tesoro—dijo Agustín con la boca de oreja a oreja.

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—Y sí, el chocolate es un verdadero tesoro –replicó el abuelo-.Pero… ¿sabes qué? Yo siempre compro para tu abuela un choco-late con almendras, le gusta.—Sí, me convida también. Yo sé en donde lo guarda, pero no telo voy a decir -y responde con su dedo índice levantado.—Pero para mí es más rico el amargo. Entonces, ¿no sé por quéle gusta comer del mío? -dijo Fermín con intriga-. Me parece quefuiste como un detective -afirmó el abuelo alegre y satisfecho.—Come tu chocolate porque es muy rico, le gusta y nada más.A propósito, abuelo, ¿por qué el chocolate es tan rico y a todos lesgusta? No conozco nadie que no quiera un poco de chocolate, ¿verdad?¿Desde cuándo se conoce?—Si, realmente tienes mucha razón, es muy rico. Son raras laspersonas que dicen que no les apetece, es más, creo que lo afir-man y ¡no saben lo que se pierden!- afirmó el abuelo-. Pero los hay, en muy pequeño número, existen.—¿Sabés lo que pienso del chocolate? -dijo Agustín con seriedad.—¿A ver, qué ha pensado esa cabecita razonadora sobre seme-jantedelicia?—Mi preferido es también el chocolate amargo, el de color marrón oscuro, el que se usa para tomar en taza. No me gusta el blanco, me parece chocolate…, que no es chocolate. No tiene mucho gusto a chocolate, ¿no te parece lo mismo, abuelo?—Sí, si uno lo piensa de esa manera, puedes llegar a tenerrazón -contestó Fermín, reflexivo. Pero hay personas a las que les gusta, claro.

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—El chocolate con leche lo encuentro muy dulce y eso le robagusto, aunque lo como sí, pero no con tantas ganas. Me da sed, meempalaga.—Por ahora coincidimos en todo. Vas bien encaminado niño entus meditaciones, bien orientado, sigue, sigue, cuéntame tus reflexioneschocolateras -rió Fermín.—El que le ponen maní, es muy pesado, con cereal no me gusta,con arroz soplado, ¡nada que ver…!—Pero has hecho un estudio chocolatero, dime ¿vas a poneruna fábrica, acaso? Porque si es así… me ofrezco de operario, yamismo -dijo con ganas el abuelo- siempre y cuando me dejes pro-barlo,claro.—Y por último queda la trampa de chocolate -agregó tajante.—¿La trampa de qué? No entiendo niño, explícate por favor, queesto ya me atrapó.—Claro, ése que es agujereado, es una trampa de chocolate ochocotrampa –señaló Agustín con total suficiencia del tema.—Pero, ¿por qué?, ¡ay! Estoy como tu hermano Peque, ¿porqué, por qué, por qué? -agregó el abuelo a las carcajadas y asomb-radopor las reflexiones de su nieto mayor y al recordar los intermi-nables“por qué” del chiquitín de la familia.—Porque te lo dan todo agujereado, muy envuelto, muy lindo,pero la tableta tiene menos chocolate que los otros. ¿No te diste cuenta? Le falta que rellenen los agujeros, ¡están vacíos, abuelo! Y además, resulta el más caro de todos -agregó molesto.

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—No, que ya me has dejado boquiabierto con tus antojos. Ahorano pares hasta el final de esta historia, porque quiero saber ¿porqué resulta el más caro de todos?, vamos, dime, dime de una vezpor todas.—Porque te cobran los agujeros al precio del chocolate y eso novale. En los agujeros hay aire, nada más, de chocolate… nada.—Pues…, si lo miramos así, creo que podría darte la razón…—Por eso me gusta el amargo, de taza o amargo nada más. ¡Espuro chocolate, por donde lo comas!—Es mi preferido, ¡qué sabor!, aunque te diré que me encantacombinado con relleno de menta, ¡mmmm! ¡Delicioso!—Es cierto está bueno, también el que hacen relleno de naranja,¡buenísimo!, ¡mmmm! -agregó y a los dos, se les hizo agua la boca.—Me has hecho reír Agustín con tus reflexiones. Pero me habíaspreguntado sobre por qué esta delicia es tan rica. Veamos…, comotodo tiene una historia y el chocolate no siempre se conoció comonos llega actualmente. Le marcan diferentes orígenes, por lo tanto, se han tejido miles de leyendas a su alrededor. Algunos dicen que está entre nosotros desde hace siglos. Este manjar fue encontrado aquí, en lo que los colonizadores llamaron Nuevo Mundo.—¿Tanto tiempo tiene el chocolate, abuelo? Entonces no esnuevo, es viejo, porque los colonizadores…—Si Agustín, lo que sucede es que la Humanidad cambia a pasomuy rápido. Algunos dicen que apareció en el reino Maya, ¿has oído sobre los mayas, verdad?-. Y Agustín asiente con la cabeza-. Allí se encontró el árbol de cacao, cuyo fruto llegó a convertirse en moneda corriente. Con él comercializaban como hacemos hoy con los billetes.Los únicos documentos que se encontraron sobre esto fueron dejados por los conquistadores españoles.

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Cristóbal Colón, conoció el fruto del árbol de cacao en uno de sus viajes a América. Éste se parecía a una almendra, como las que comemos confitadas o tostadas.Desde ahí comenzaron a tejerse cientos de relatos alrededordel chocolate –agregó Fermín entusiasmado-. Una de estas histo-rias y la que a mí más me gusta, es la que dice que: “Esa nueva moneda, no sólo sirve de bebida útil y deliciosa, sino que no per-mite la avaricia, ya que no puede conservarse por largo tiempo”.—Claro, eso lo decían porque no tenían una caja de herramientascomo tú, abuelo -replica Agustín , muy pícaro.—Seguramente que sí –responde el abuelo con el mismo tonoque su nieto-. Mira, para que entiendas el valor que tenía este fruto como moneda, te daré un ejemplo: Un esclavo valía cien almendras de cacao, o sea que suponemos que estos mercaderes tendrían algo así como un banco o fábrica de monedas de choco-late.—Y si el cacao es un árbol abuelo, ¿cómo crece?—Para cultivarlo hay que cumplir con varias reglas, no cualquier tierra es buena para que crezca. El clima debe ser cálido, no soporta temperaturas bajas, necesita humedad y debe estar al resguardo de vientos. Por lo tanto, la mejor zona para crecer es la del Caribe.Sus primeros frutos comienzan a salir recién cuando el árbol tiene cinco o seis años. El tiempo mejor para que los dé, es cuando llegaa los doce años. O sea que tiene sólo seis años de vida útil. Luego de eso comienza a decaer su producción y ya no los brinda en tanta cantidad –concluyó Fermín.—Pero eso es muy poco tiempo abuelo, y después ¿qué hacen con el árbol de cacao? –preguntó inquieto.

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—Cuando está por alcanzar la mitad de su vida útil, plantan juntoa él un nuevo árbol. Uno crece acompañado por el otro. Cuandoel más viejo de ellos comienza a dar menos frutos, lo quitan y dejan al que fue cultivado en segundo lugar y esperan que crezca. Pero a su vez a este segundo lo acompañan con un tercero y así siguen por años y años, alternándolos.—Pero eso debe dar mucho trabajo, abuelo.—Claro que sí, hay que darles muchos cuidados.—¿Quién le puso el nombre de chocolate?—Unos dicen que fueron los mexicanos cuando castellanizaronsu idioma. Otros han investigado cómo está formada la palabrachocolate. Lo que sí sabemos, es que la primera vez que se refirióalguien a este fruto, como lo conocemos hoy, fue hace muchos, muchos años. Te digo más, en una ciudad de Alemania hay un Museo del Chocolate, donde muestran toda su historia.—¿Cómo en los cuentos con casas de chocolate? ¿Vamos ahíabuelo, vamos? ¡Qué bueno visitar ese museo, debe ser impre sionante y… delicioso! ¿No tendrán el de agujeros, el chocotrampa, no?-ríe Agustín. —Espero que no -responde el abuelo conta- giado por el ánimo de su nieto-. Ese museo debe ser una gran delicia, seguro que sí, hijo. Podríamos ir algún día, es buena idea, lo tendre mos en cuenta-promete. —Además, el chocolate es rico y bueno, ¿verdad abuelo?, es un buen alimento, mamá dice eso. —Si Agus, según dicen, tiene muchas propiedades. Incluso, algunos aseguran que quien come choco late tiene de inmediato una sensación de felicidad, tal como si recibiera una gran alegría.

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Antiguamente daban chocolate a los soldados y navegantes, pues decían que con sólo una taza de esta bebida quedaban alimenta-dos, con gran fuerza y buen ánimo, por horas. ¿Sabes?, cuando yo iba al colegio –recuerda con gusto Fermín-, en los recreos, nos daban una barra de chocolate dentro de un trozo de pan mar-sellés, mmmm, ¡qué rico era!—No te creo -replicó Agustín con el ceño casi fruncido y medit-abundo.—Pero ¿por qué no me crees Agustín, acaso a ti no te gustacomer una barra o beber una rica taza de chocolate caliente en lastardes frías o helado en verano?—No sé abuelo, no sé, ¿qué es eso? Una taza de chocolate caliente…, no, no recuerdo el gusto -y continuaba serio.—Pero Agustín, que me preocupas, me has pedido chocolate.Has descubierto en dónde lo escondo, hiciste todo un razona-miento sobre las distintas clases que hay de este manjar -dijo el abuelo asombrado ante la seriedad de su nieto.—Sí…—Y… ¿entonces?, ¿cómo puedes decir que no recuerdas cómo sabe el chocolate? ¡Creo que es uno de los gustillos que no se olvidanmientras uno viva!Agustín notó que su abuelo, de verdad, se asombraba por su respuesta. Entonces decidió no mantener más la broma y rompió ensonoras carcajadas.—¡Ah, ah, ah!, mi pícaro nieto me jugaba una broma, ¿no?—Sí abuelo y ¿te lo creíste, te lo creíste?—Pues seguro que sí, que me lo decías con tanta seriedad, que hasta me alarmé. Bueno y qué te parece Agustín, para que recuerdes el sabor del chocolate, ¿quieres que te invite con una humeante taza de esta bebida maravillosa?

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—Sí quiero, sí, sí, sí. ¡A chocolatear!—Pero tú habías venido a hacer los deberes conmigo, los haremosmás tarde, ¿te parece? Puedes quedarte. ¿Tu madre sabe queestás aquí?—Sabe por supuesto y creo que puedo quedarme. Mientras pre-parás el chocolate, porque yo no recuerdo su gusto, jajaja…, llamoa mamá y le digo que terminaremos los deberes un poco más tarde y pido permiso.—Muy bien pequeño, dile que yo prepararé algo que refresquetu memoria chocolatera y luego te llevo a casa –dijo alegre el abuelo y el niño respondió con una guiñada-. ¡Qué niño éste!, me ha divertido con sus ocurrencias.Luego, ambos se sentaron a la mesa frente a una humeantetaza de chocolate caliente, la que por cierto, duró muy poco dentro del recipiente, porque Agustín y Fermín, la saborearon con placer, hasta la última gota.