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Prólogo a Idea Crónica
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¡DiA CRONICALiteratura de no ficción iberoamericana
Maria Sonia Cristo?? (corpp.)
■ Sergio Chejfec
• Luis Chitarroni
■ Edgardo Cczarinsky
• Maria Moreno
• Alan Pauis
• Anna Kazumi Stah!
• Oscar Taborda
■ Miguel Sanches Neto
• Diamela Eltit
• Carlos Cortés
• Jacinta Escudos
• Jorge Carrión
• Dante Liano
• Carlos Monsivàis
• Edgardo Rodriguez Julia
'BEATRIZ VITERBO EDITORA FundaciónT y P A
Idea crónica : literatura de no ficción ibe roam ericana / Sergio Chejfcc...[et. al.). ; com pilado p o r M aría Sonia C r is to f f - la ed. - Rosa r io : Beatr iz Viterbo E di to ra ; Buenos A iies : F u n d ac ió n Typa, 2006.256 p. ; 21x15 cm.
IS BN 950-845-179-3
1. Li te ratu ra en Español . I. Cristo ff , M ar ía Sonia, comp.
C D D 860
Biblioteca: CrónicasD iseño de C olecc ión e ilustración de tapa: Danie l Garc ía
Idea Crónica cuenta con el a p o y o de I he Th is t le Trust.La F undac ión J y P A (Teoría y Práctica de las Artes) no cobra derechos de n inguna índole pot la publicación de Idea Crónica.
ISBN-10: 950-845-179-3 I S B N - 13: 978-950-845-179-8
Pr im era edición: ju l io 2006 __© Fundac ión TyPA © Beatr iz Viterbo Edito ra w w w .bea tr izv i te rbo .com .ar info@beatr izv iterbo .com.ar
Reservados todos los derechos . Q u e d a r igu rosam en te prohib ida, sin la au to rización escrita de los titulares del " C o p y r ig h t" , bajo las sanc iones establecidas en las leyes, la rep ro d u cc ió n parcial o total de esta o b ra p o r cualqu ier m edio o p rocedim iento , incluidos la reprograf ia y el t r a tam ien to informático .
IM P R E S O E N A R G E N T I N A / P R I N T E D I N A R G E N T I N A Q u e d a hecho el depósito que previene la ley 11.723
Prólogo
M onica Bernabé
I. Los límites del género
De fronteras abiertas y funciones variables, los textos agrupados en esta antología desafían la fijeza que anida en toda definición. Entre la historia y la literatura, entre el p er iod ism o y la literatura, entre la an tropolog ía y la literatura, estos relatos se const i tu y en com o un espacio en el cual la li teratura in tercepta con o tro s discursos para p ro b a r sus límites. Más que p o r la de te rm in ac ió n de su pertenencia genérica, ellos nos in te rrogan p o r la posib il idad de establecer enlaces entre lo real y el arte de narrar. En el u m b ra l del siglo X X L cu an d o han colapsado todos nuest ros p reco n cep to s sobre qué es li teratura, algunas escrituras exp loran nuevos h o r izo n te s perceptivos a fin de transgred ir la indiferencia y u n ifo rm id ad q ue sobrevuela en b u e na parte del arte actual.
D esde siempre, la narrativa la tinoam ericana -a travesada po r una m ultip lic idad de fo rm as- se ha cons t i tu id o c o m o un espacio experimental que conjuga crónica, tes tim onio , entrevista, ensayo de in terpretación, mim-ficción, narrativa docu m en ta l , memorias, diario de viajes, in form e etnográfico, biografía, au tobiograf ía . P o r m om entos , la taxonom ía se vuelve tan inquie tan te co m o la enciclopedia china
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que Borges citaba con sutil ironía a p ro p ó s i to del idioma analítico de Jo h n Wilkins. Sin em bargo , p o n ien d o en suspenso la incer tidum bre de las clasificaciones y sin án im os de agregar un no m b re más a la lista de los probables géneros, p o d em o s af irm ar que en las últimas 'décadas se hizo evidente la emergencia de u n a serie textual que m a nifiesta un n o to r io im pulso hacia el realismo. Son narrativas urgidas p o r relatar y transfer ir algo de lo real en esforzada batalla contra la opacidad irreductib le del lenguaje. Esta lucha las reinscribe en la in dete rm inac ión genérica que acom pañó desde sus orígenes a la n o v ela cuando, a causa de su am bigüedad constitu tiva , se p ro p o n ía narrar desde la tensión entre ficción y realidad.
Los críticos que estudian la amplia gama de formas que va del nuevo periodismo hasta la narrativa d ocum enta l trabajan con un cor- pus difuso, en donde la crónica se confunde con el tes timonio y el tes timonio no logra distinguirse de la novela de no-ficción .‘ Si aguzam os la mirada, rápidamente podrem os descubr ir cóm o en lo nuevo siempre anida algo de lo viejo. Todos coinciden en señalar - a partir de la década del och en ta - una zona de la narrativa que apuesta a la d isolución de las jerarquías de la literatura entendida como belles-lectrcs que tiene su antecedente indiscutido en Operación Masacre (1957) de R odolfo Walsh. Asimismo, la m ayoría reconoce que ese impreciso espacio textual encuentra su precedente más rem oto en el tes timonio de los cronistas de Indias y las relaciones de la Conquista.
Si a tendem os a sus inicios americanos, la crónica se aprox im a al an tiguo arte de la narrac ión oral tal co m o lo describió VValter Benjam ín en sus imprescindibles consideraciones de 1936 sobre los cu e n tos de N ico la i Leskov. F u s io n an d o la notic ia que viene de lejos con los da tos p rovenien tes de la vida co tid iana en una época en que t o davía era posible com unicar experiencias, el cronista de Indias se asemeja a la figura legendaria del n a r rad o r medieval. “En la amplia b a n da de la crónica -d ice B en jam ín - se d is t r ib u y en ios géneros narra t i vos co m o los matices de u n m ism o co lo r .” L a crónica, entonces, se alza co m o m atr iz discursiva de la cual se desprende un m o d o de n a rra r que arrastra, hasta el presente, vestigios de su pasado arcaico, entre los más pretensiosos, el de ser reg is tro de un fragm ento de la
realidad o de algo de lo realmente vivido. Ése es el costado impreciso e inefable con el que h o y m ism o parecen lidiar algunas escrituras.
E n ten d id a com o m olde discursivo del que se desprenden otras formas de relato, la crónica perm ite ex p lo ra r en las continuidades y las ru p tu ras de la actual d isem inación narrativa, al m ism o tiempo que atisbar lo que se cifra en su nom bre: una extensa tradición d iscursiva que articuló el p roceso de const i tuc ión histórica de la li teratura latinoamericana. O frec iéndose co m o un espacio d onde la litera tura representa su encu en tro con o tro s discursos, la crónica in tensificó su valor a fines del siglo X IX y princip ios del X X al p ro p o n e r se rastrear el sentido de la vida m o d e rn a en la ciudad y narrar los segm entos u rbanos bajo lo que Julio R am o s ha den o m in ad o "la r e tórica del p a seo ” .2 M u ch o s de los cronistas actuales se reconocen herederos de aquellas prácticas m odern is tas a la que les sum aron, especialmente en la década del sesenta, el registro de los acontecim ien tos políticos y estudiantiles y el acc ionar de nuevos m ov im ien tos sociales. Más adelante, en los ochenta , frente a la pérdida de c iudadanía de vastos sectores sociales, a lgunos de ellos com enzaron a art icular nuevas estrategias de ap rop iac ión cultura l p rom oviendo el rescate de la m em oria colectiva y o to rg an d o visibilidad a lo borrado o ignorado de nuestras sociedades.
De este m odo , las narrativas del ú lt im o fin de siglo re tom an la senda abierta p o r las experiencias de la li te ra tura de no-ficción en su apelación a una d im ensión política que sobrepasa el deseo de testim o n ia r sobre lo real, lo que se revela en la distancia que establecen con la retórica del realismo y con un verosímil fun d ad o en la ilusión referencial . La política del género, p r im ero , se ejerce sobre la instituc ión li teraria desde el m o m e n to en q ue im p u g n a las categorías estéticas que alimentaban je ra rq u ías literarias basadas en la dis tinción entre lo auténtico y la copia, entre alta cu ltu ra y cultura popular, entre los m edios masivos y las formas consideradas prestigiosas.
De ahí que una de las marcas más n o to r ias del corpus textual que agrupa tan to a la crónica co m o al tes tim on io y a la narrativa de no-f icc ión sea la insistencia en lo real, a u n q u e bien lejos de la p re ten sión de “reflejar la rea l id ad ”. E n la dis tancia que va de la aspiración a
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represen tar una to ta lidad a la p resen tac ión de fragmentos de lo real, se inscribe la h is toric idad de las formas y el desarrollo de las técnicas de rep roducc ión , en especial, la del m on ta je y el collage de imágenes que. desde el m o m e n to de i r rupc ión de las vanguardias históricas, se co n s t i tu y e ro n en estrategias p r im ord ia les para organ izar el material y exp lo ra r alternativas a la noc ión de reflejo.
C o m o lo ha señalado A na M aría A m ar Sánchez, suspend iendo la d ico tom ía entre verdad / ficción, los relatos que acechan lo real p o n en el acento en su construcción : articulación de nom bres , d es com pos ic ión en fragm entos, focalización de sucesos mínim os, y u x taposic ión de his torias y detección de fracturas fu lguran en el in te n to de acercarse a las cosas para p o d e r da r sólo con una versión de lo real, es decir, con el recor te de una perspectiva. D e este m odo , la escr itura entra en conflic to con la metafísica de la to talidad a p o s tan do a una dialéctica que d esco m p o n e la narrativa en relatos breves, la iden t idad en identif icaciones parciales, la ciudad en una m ultip lica ción de calles y pasajes.
El p eriod ism o m o d e rn o -d ice B en jam ín - es u n o más de los factores que c o n tr ib u y ó a la desaparic ión del relato del legendario n a r rad o r oral que podía transm it i r - d e generación a gene rac ió n - una experiencia adqu ir ida gracias a la vida vivida. C o n el desarro llo de los m ed ios masivos de com unicación , la narración de la crónica e n j cuentra un feroz c o m p e t id o r en la inform ación, es decir, en la n o t i cia del día que s iem pre viene acom p añ ad a de la explicación de lo suced ido y que progres ivam ente ha sus ti tu ido el conoc im ien to su rgido de la experiencia p o r el acopio de da tos tan vertig inosos com o desechadles. Ya sabem os que en n u es t ro t iem po presente, lo real es más r eal si aparece en las om nip resen tes pantallas que ope ran la p u l verización de la referencia. Paradó jicam en te -c o m o sostiene Jean B au d r i l la rd - la m áxim a definición de la imagen atenta con tra la creación de una ilusión y del relato de historias. H ipertécnico , hiperefi- caz. hipervisible, el arte actual se ha vuelto puro s imulacro al p u n to de p o s tu la r una realidad virtual q ue logra un ajuste perfecto con lo real . 3 Lo s m edios de rep ro d u cc ió n de alta tecnología vienen a p o n er fin al ju e g o de la ilusión a través de la perfección de lo rep roduc ido ,
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es decir, de la reedición v irtual de lo real. El proceso llega a su límite cu ando una zona del relato co n tem p o rán eo sólo atina a girar en to r no al vacío de la imagen de un m u n d o indiferente.
Fren te al desasosiego que p ro d u ce semejante vaciamiento estético, a lgunas escr ituras siguen ap ostando a la representación a u n que, es necesario aclarar ráp idam ente , desde una ética que reniega de
__ lo testimonial redentoris ta , del d o cum enta lism o de denuncia y del jes»t ip icism o costum bris ta . H a y relatos que parten del p resupuesto de ' que n inguna imagen puede ap reh en d er la realidad y -s in em b a rg o - no renunc ian a representarla. E n este pun to , lo que m ejor describe estas narrativas es decir que manifiestan una precipitación, un deseo, una aspiración realista . '1 D esde afuera o desde d en tro del periódico, más acá o más allá de la li teratura, la crónica ha seguido p roduc iendo textos au nque su in ten to resida sólo en exhibir una mirada que aspi-
V ra a cap ta r algo de lo real. A princip ios del siglo XXI, más que por con ta r historias, los m ejores cronistas son aquellos que se em peñan
/ e n en co n tra r una v oz en confluencia con una m irada co m o estrate- X .g ia de percepción de u n m u n d o cada vez más complejo.
U n segundo aspecto que d is tingue a estas formas es el hecho de estar ligadas a un s ingular p roceso de subjetivación d o n d e perso n ajes y narradores se s i túan en el relato desde la am bigüedad de perte necer al m u n d o de “lo rea l” . D e ahí la perm anencia de lo visto y o ído o de lo vivido co m o fo rm a de legitimación de lo narrado que ins ta lan al texto en la incierta zo n a m arcada p o r el hiato entre la experien- i—- cia y su s imulacro d iscursivo. Ésta es la trama que complica al sujeto que narra al p u n to de em pujar lo a tes tim oniar incesantem ente sobre su p rop ia enajenación. E n esta encrucijada, y m an ten ien d o nuestra a tenc ión en los p ro b lem as que genera el in ten to de representación, tal vez una de las cuest iones p o r las que m erodean las crónicas sea el ¡
j de la au to f igurac ión del que escribe frente a una realidad que se pre- • "• senta básicamente c o m o inenarrable.
Lejos de relatar u n a vivencia, algunos autores ex ponen una instancia de m ay o r com ple jidad narrativa en la que tes tim onian sobre la ex trañeza radical q ue im p o n e la experiencia de vida en las urbes del capita lism o post industr ia l . D e este m o d o su spenden la b úsqueda
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de una identidad basada en la h o m o g en e id ad de un noso tros a la que apuntaba el ensayo de in te rp re tac ión y tam bién renuncian a reponer las formas de la represen tación intelectual que aspiraba a darles voz a los que no tienen voz. Se tra ta en a lgunos casos de hallar una voz que pueda mediar, sin p re ten d er efec tuar n inguna traducción, entre las voces de los o t ro s y la del p ro p io lector.
V La crónica actual funciona, entonces, co m o una suerte de espacio discursivo en el que, a la m anera de un cam po de fuerzas, un sujeto mira a su a lrededor y se mira a sí m ism o. C o m o dice Agam-
~E5en en relación con el d iscurso tes timonial, ser sujeto es ser testigo de noso tros mismos, de nuestra p ro p ia incapacidad para ro m p er con u n o m ism o . 5 Los narradores de fines del siglo X X suelen hablar de esta extrañeza recurr iendo a tóp icos relativos al desencanto, la desazón, la marginación y la violencia. Ins ta lados fíente a un paisaje so cial com plejo que p o r m o m en to s nos enfren ta con el vacío y el escepticismo, in tentan da r fo rm a a la em ergencia de subjetividades que refractan, en m uchas ocasiones ape lando al hum or, los imaginarios com unita r ios p rovenien tes del d o g m a t ism o tan to de derecha y de izquierda, es decir, el sanc ionado p o r las políticas hegemónicas del neoliberalisnao bajo el fo rm a to h o m o g e n e iz a d o r de consumidores co m o el que p ro d u je ro n las políticas revolucionarias de los sesenta bajo la seductora p rom esa del hom bre nuevo.
También se observa una paulatina desafección de los escritores p o r participar en la esfera pública y un debilitamiento del ideal asociativo causado por la caída de la figura del “escr itor co m p ro m e t id o ” y la del “intelectual revo luc ionar io” que accionaba desde el campo literario latinoamericano de las décadas del sesenta y setenta, marcado fuertemente p or el fenóm eno editorial d en o m in ad o boom y por el im pacto provocado por la Revolución C ubana. E n aquellos años, los debates y las opciones intelectuales j u n to con su correspondiente co y u n tura histórica facili taron una inédita confluencia entre vanguardia estética y vanguardia política. Este esquem a com ienza a desarticularse cuando las narrativas abandonan pau la t inam ente el relato de la utopía haciendo sentir el efecto provocado p o r la persecución impuesta po r las dictaduras militares, la progresiva im plantación de los modelos
neoliberales y el escepticismo generado p o r la com probación de los límites de los p royectos revolucionarios. C o n la pérdida de la f'e revo lucionaria que cohesionaba el campo, los relatos se han retirado del fu turo y se han desplazado hacia el pasado.
En el registro de las huellas de lo ausente y la focalización de los cuerpos que restan en m edio de la catástrofe, las crónicas muchas veces const i tuyen un acto de in tervención. C u a n d o digo in te rvención me refiero a cierta tendencia a lo p erfo rm aíivo que se evidencia en el arte actual. N o es la manifestación de una posición política sino una operación de in terpelación ética que actúa e in tercede para que se p ro d u zca el encu en tro entre el lector y aquello que permanece invisible a pr im era vista o aquello que no vem os - o m e jo r - que no q uerem os ver. In tervención , decimos, co m o u na forma de p ro v o ca ción capaz de d e sm o n ta r las p ostu ras e im postu ras del s im ulacro y _■ ap u n ta r a tina ética de la represen tac ión que, en atención a lo dicho p o r Lévinas, se origina en el lugar del ro s tro del o t r o .6 En definitiva, " es un acto d onde la escr itura se piensa co m o un acontecim iento que ¡ busca rozar algo de lo h u m a n o sin que medie la lógica hegemónica 1
del consum o ni las apropiaciones estetizantes de los desechos del sistema ni las explicaciones sociológicas sobre la alteridad. Frente a la aplastante u n ifo rm idad social algunos textos reaccionan apelando al hum or, o tros a la m em oria . En todos los casos, se trata de p oner en peligro un m u n d o ad m in is trado p o r la indiferencia y la disciplina del consum o.
¿ C ó m o describ ir una ciudad desde sus mism as ruinas? ¿C ó m o orientarse en su laberin to de sentidos? ¿ D ó n d e leer las viejas marcas históricas y regionales? ¿D esde d ó n d e es posible hablar cuando la configuración identitaria ha abandonado toda fijeza? Al filo del nuevo milenio, el mexicano C ar los M onsiváis y el p u e r to r r iq u eñ o E dgardo R odr íg u ez Juliá se han vuelto - y valga el o x ím o ro n - autores clásicos de las nuevas narrativas p o rq u e han logrado resolver con sagacidad los dilemas de rep resen tación que plantean los vertiginosos cam bios suscitados en las m etró p o l is postindustria les.
R o d r íg u ez Juliá dice q ue la esc r i tu ra de la crón ica le perm it ió , a co m ien zo s de los ochenta , a b a n d o n a r las g randes imágenes fun-
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cJacionales cult ivadas p o r los n a r ra d o re s del boom. De este m odo, su li te ra tura es e jem plo de una g en e rac ió n de escr itores que siguió re f lex ionando sobre las cues t io n es de la id en t id ad p ero bien lejos de las esencias crista lizadas en la épica de los héroes , a b an d o n an d o la m o n u m en ta l id ad de lo sagrado y las efem érides oficiales que evocan a la patria desde la o b l igac ión del ca lendario . R o d r íg u ez Julia se lanzó a leer la h is toria de su país desde las lealtades y las t ragedias de la carne y, de este m o d o , log ró in f i l t ra r de e ro t ism o el c o n cep to de nación. In scr ib i r la idea de nac ió n en la d inám ica de los cu e rp o s tiene, p o r un lado, u na cara te n ta d o ra p o r su evidente p o tencial l ib e rad o r y la posib i l idad de cam bio ; p o r el o tro , presenta un co stado a m en a zad o r que hab la de la cad u c id ad y transito riedad de tod as las culturas.
A su vez, C arlos M onsiváis logró que el caos de la vida cotidiana en la ciudad de México se vuelva un princip io constructivo para su escritura. E n estrecha v inculac ión con el coleccionismo, la escritura de sus crónicas desm o n ta y desarticula la t rad ic ión del ensayismo de in te rp re tac ión desde el h u m o r y la ironía. D eja atrás el discurso cívico-polít ico , la lección académ ica y el m e lo d ram a para trastocar el o rd en del d iscurso a part ir del f rag m en to y el relato breve. De este m o d o , su figura de intelectual se vuelve ex traña a las que gobernaron la c iudad.le trada mexicana a lo largo del siglo X X y que ejercitaron un ensayism o de defensa de la alta cu l tu ra const i tu ido a part ir de interiores (la sala de e s tud io / la b ib lio teca/el herm etism o) y de la fo- bia hacia la m ulti tud .
L os textos de la m ay o r ía de los au to re s aq u í reun idos tram an u n a sub je tiv idad que pref iere im aginarse en m ed io de un cúmulo- de flujos y co rr ien tes q ue a rra s tr an desech o s y despojos de lo real j u n t o con m o t iv o s de sus p ro p ia s vidas. N a r r a n a par t i r del da to ais lado y lo m o d e lan p riv ileg iando lo inco n c lu so . Son form as sin clausura, sin el co m ien zo y el final que d is t in g u e al cuento . A cc io n an d o con re tazos de lo real, p re te n d e n ser s igno de o tra cosa, pu ro deseo de plegarse a algo m a y o r sin saber exac tam en te a qué. A lg u nos de los textos d ib u jan una deriva a p a r t i r de los n o m b res com o signos que no se ago tan en la n o m in a c ió n de u n sitio, una calle, una
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c iudad o un país. T am p o co p re ten d en ser su descripción . Son, por m o m e n to s , hilos de voces q ue van a reun irse hacia u n p u n to desde el cual u n suje to decide in te rven ir en lo real. O t r o s sos tienen su t ram a a par t i r de la suspensión , de la im p o s ic ió n de un paréntesis a las certezas para a rg u m en ta r so b re lo en trev is to o p oco conocido. T am bién están los que e jercitan la m e m o r ia a p ro p ó s i to del desastre: el te r rem o to o el h u racán suelen ser m etá fo ras de los quiebres h is tó r icos y polí ticos de u n a soc iedad q u e no deja de exhibir sus p ro f u n d o s abismos.
II. La crónica americana: entre la maravilla y el desencanto
La crónica es una fuerza im pulsora hacia lo real que se encuentra presente desde las relaciones de Indias. Ellas tes t im on iaron la experiencia de aventurarse en tierras desconocidas al m ism o tiem po que em p ren d ie ro n la afiebrada tarea de cata logar y da r n o m b re a objetos y pueblos nunca vistos. D esde los com ienzos , en la escritura la tinoamericana, lo real exhibe una particular extrañeza. Inm ersos en el lab o r io so proceso de leg i t im ar su em presa , los p r im ero s cronistas - e c h a n d o m an o a la mezcla d iscu rs iva- in c ru s ta ro n la maravilla en el fo rm a to p ro p io de los d o cu m en to s legales rem it idos a la C o ro n a y, desde la am bigüedad que conjuga cálculos comerciales con leyendas orientales, rea lizaron el inventario de p ro b ab les mercancías. A la m anera de un notario , el c ron is ta le o to rg ó legalidad a sus dichos con la fe p ro b a to r ia de lo visto y o ído. D e ahí q ue la m ayor ía de las veces deba recurr ir a la p resen tac ión de tes tim on ios de terceros o referir a la partic ipación del que escribe en los hechos narrados. La insistencia en la fidelidad a lo rea lm ente su ced ido term ina p o r dar cauce a u na “estética de la v e rd a d ” c o m o ha d ich o Beatriz Pas tor .7
Del registro de los m o v im ien to s de im itac ión retórica que ap u n tan a garan t izar la au ten t ic idad de lo n a r rad o tan to en las crónicas c o m o en las novelas, R o b e r to G o n zá lez Echevarría deriva toda una teoría narrativa la tinoam ericana que co m ien za con el afán d em o strativo de los cronistas del siglo X V I . 8 T am b ién C arlos Monsiváis
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reconoce la función múltiple de su oficio p o n iéndo lo en relación de con tinu idad con los relatos de los p r im eros cronistas de M éxico que - c o n “ojos maravil lados y la sangre chorrean te en los a lta re s”- na r ra ro n la hazaña de los h o m b res que fueron co n fu n d id o s con los dioses co n jugando d o cu m en to y li teratura, his toria y m em oria , s o m etim ien to y resistencia.
La persistencia de la crónica en el ám bito h ispanoamericano se debe, entre otras cosas, a que su práctica hizo posible gestionar las bases de la li teratura m oderna. P o r un lado, aportó a la fundación de los imaginarios nacionales cuando, próxima al cuadro de costumbre, se lanzó a capturar las voces y los personajes de un pueblo que seducía tanto com o atemorizaba. M uchos de nuestros mejores cronistas son herederos del cronista burlón que narra en las Tradiciones del peruano R icardo Palma. A b an d o n an d o la descripción del “t i p o ”, Palma se su mergió en las profundidades de la lengua para dar inicio a una m in u ciosa reconstrucción filológica de las voces populares y practicar un costado satírico que lo colocó bien lejos de la erudición literaria. En la risa de Palma advertimos la legendaria tradición del arte de narrar forjad a en la puesta en escena de las voces dialogantes en plazas y m ercados, fiestas y celebraciones. Desde la irrisión de la autoridad je rá rq u ica del discurso histórico, las Tradiciones dan inicio a la crítica de la m o dern idad o, para decirlo en los términos de José C arlos Mariátegui, “traducen el m alconten to zu m b ó n del dem os cr io llo”.
P o r o tro lado, en el marco del esteticismo modernista, la crónica perm itió forjar un espacio inexistente hasta ese m o m en to para la práctica de la escritura. Frente a la carencia de bases insti tucionales que perm itieran proclam ar una esfera para el arte separada del m u n d o de los negocios, la crónica m odernis ta en general y R ub én D arío en particular, se valieron del periodism o para d ifundir una galería de raros personajes que llevaban vida de artistas. A fines del siglo X IX , la c ró nica im porta no sólo p o r los temas que in trodujo , sino p o r ser el espacio donde se manifestaron las nuevas subjetividades. Al m ism o tiem po que p roporc iona una forma de ganar el sus tento diario, la crónica modernista aporta al proceso de la profesionalización del escritor que pugna p o r establecer un territorio específico para su actividad.
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D ecíam os que la crónica se p ru eb a p o r la extensión de sus límites. Tensando al m áxim o su capacidad de experimentación, José Martí abrió de par en par las com puer tas que separaban la crónica de la poesía al p u n to tal que el barro q u ism o de su escritura debió parecer una lengua extranjera a los lectores de La Nación de Buenos Aires. En el espacio am biguo e inestable que le ofrecía el diario, sus c ró n icas n a r ra ro n el fu lgor y las som bras de la m odern idad norteam ericana, al m ism o tiem po que in form aban sobre las transform aciones del m u n d o tecnolog izado . C o m o ha d em o s trad o Julio Ramos, sus Escenas norteamericanas, además de cum plir con la estetización de la fealdad capitalista, sobre-escr iben la in fo rm ac ión y subvierten la lógica del d iscurso periodís t ico que descansa en el valor de uso de la palabra y en su fe en la transparencia del lenguaje. La noticia del diario, inus itadamente, cum ple la función de m ed ia r entre lo real y el c ro nista. E n este m o v im ien to no sólo se inscribe un gesto de experim entación formal con la lengua poética en el seno del periódico. H ay algo más. Basta con leer sus crónicas sobre el proceso judicial y p o s ter io r e jecución de los anarquistas de Chicago para p o d er apreciar el m o d o en que su escr itura intenta recuperar el vínculo entre ex p eriencia y narrac ión en u n m o m en to en que la enajenación de la vida de los h o m b res en el capitalismo m os trab a la intensidad de su c rue ldad. M ien tras registra el costado irracional de la lucha de los anarquistas y la barbarie de sus a tentados, recap tura la ferocidad de sus palabras ju n t o con la espectacular idad de sus cuerpos en el trance de la ora toria . E n la aspereza de cada u n o de sus ros tros va leyendo una his toria de o m inosa explotación para, finalmente, te rm inar s im p a t izan d o con los condenados . La crónica del proceso de los anarquistas es tam bién la crónica del proceso en que el c ronista configura su prop ia mirada. M ar t í escribe sus c rónicas norteam ericanas b o rd e a n do el tes tim onio , pero más que la verdad de los hechos, lo que aquí im p o rta es la a rt iculac ión de una perspectiva crítica. El habla p o r lo que parece haber visto en C hicago y quiere que el lector vea con él: “ ¡Q uien qu iera saber si lo que ped ían era ju s to , venga aquí; véalos volver, co m o bueyes tund id o s , a sus m o rad as inm undas, ya negra la noche; véalos ven ir de sus tugur ios distantes, t i r i tando los hom bres ,
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despeinadas y lívida^ las mujeres, cu ando aún no ha cesado de r e p o sar el m ism o sol! La visión de M ar t í alcanza su d im en s ió n defin it iva cu ando nos en te ram os de que n u nca visitó C hicago ni que t a m poco asistió al ju ic io ni c onoc ió a los anarquistas ni a sus mujeres. Ve y describe a sus personajes p o r lo que lee en los periódicos, arm a su his toria con re tazos de noticias y, al m ism o tiempo, desgrana su p o sición. Fren te a la co n d ena y la m u er te de los anarquistas el c ronista apura la urgencia de ofrecer su tes tim onio , es decir, frente a lo bestial de la vida del p ro le tar iado , M artí escribe para dejar el ras tro de su prop ia h u m an id ad en los ros tros de los condenados.
III. La retórica del mapa
E n tre las diversas fron teras de la crónica tam bién se en cuen tra el ensayo de in terpre tac ión , esto es. la fo rm a que los escr itores la t inoam ericanos u ti l iza ron para na rra r la nac ió n .9 La relación alcanza su m áxim a ap rox im ación a m ediados del siglo X X cuando , desde el im pulso de un cam po intelectual fortalecido y com pac to , los n a r ra dores se o b ses io n a ro n en la b úsqueda de la identidad americana con cierto a fán on to lòg ico . “¿Pero qué es la historia de A m érica toda sino u na crónica de lo rea l-m arav il lo so?” pregun taba Alejo C arp en - tier au to f igurándose u n cronista de Indias co n tem p o rán eo . D e este m o d o pergeñaba una m odalidad narrativa que le perm it ió f igurar un con tin en te q ue - e n p leno siglo X X - todavía aparecía in co m p ren s ible y equívoco. E n los sesenta, la novela se convir tió en la crón ica de los hechos insóli tos que, p o r art ilugio de la imaginación, pasaron a const i tu irse en verdad de la vida cotidiana. Cien años de soledad fue su m o d e lo de m a y o r éxito.
La desarticulación del verosímil “m acondista” se inicia com o efecto de los cambios p rovocados p o r la globalización, que im pulsó lo que podríam os den o m in ar una “visión catastrófica” de lo real. E n este m arco se intensifica la voluntad de testimoniar la persecución im p u esta p o r las dictaduras militares, la progresiva implantación de los m o delos neoliberales y el escepticismo resultante de la com p ro b ac ió n de
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los límites de los proyectos revolucionarios de las décadas del sesenta y setenta. Sin embargo, la retracción hacia lo privado y lo íntimo es bien diferente del repliegue hacia el “reino in te r io r” que practicó el decadentismo del siglo XIX. El interior de nuestros días se const i tu ye, básicamente, a part ir de la vir tualidad de redes interconectadas de manera tal que el espacio doméstico presenta una extra-territorialidad capaz de reconfigurar las relaciones entre lo p rivado y lo público m e diante múltiples superposiciones. También se ha modificado el paisaje exterior. Las calles de la c iudad se han sustraído al deleite de un flâneur perd ido entre las vidrieras y el roce con los o tros paseantes. Todo es m u y diferente cuando las calles son dorm itorio , baño y cocina para personas que han aprendido a habitar en estado de “vigilancia pú b lica”. Esta dialéctica trama una u rd im bre en d o n d e los sujetos pujan p or construirse algún territorio de pertenencia.
El despojo general trajo aparejada una p ro fu s ió n de relatos testimoniales d o n d e u n suje to se pone a co n ta r lo que le sucedió o p a deció - a veces, sólo cuen ta lo que p e rd ió - a causa del desmantela- m ien to de sus derechos civiles, políticos o sociales. Este nuevo m o d o de narra r ha susc itado la reflexión de los críticos y ha reavivado la vieja sospecha teórica sobre los relatos fo rm u lad o s desde la prim era p e rso n a . 10 Tal vez haya que considerar que a la desm esura de lo s u cedido todavía le faltaran palabras. O quizá todavía haya m u ch o para conta r después del enm udec im ien to general al que obligaron los años de p lo m o en el C o n o Sur. La d ic tadura m ili tar en la A rgentina a c o m pañó su accionar polí tico im puesto a sangre y fuego con una exitosa consigna publicitaria que decía: “El silencio es s a lu d ”. Silencio y d es aparición fueron parte de la m ism a estrategia. El si lencio p ene tró en los espacios públicos de m anera tal que todavía no p o d em o s evaluar sus efectos. P o r eso, hab lar y narra r el pasado, desatar la palabra, repetir una y o tra vez, con sutiles variaciones, la his toria del d año inflingido o el d espo jo sufr ido fo rm a parte de u n proceso en el cual toda u na generación in ten ta explicar y - s o b re t o d o - explicarse qué es lo que sucedió y có m o p u d o suceder lo que sucedió.
D iam ela E ltit en “Las dos caras de la m o n e d a ” narra -m ás allá de la verdad de u n sujeto o de la fidelidad a los h e c h o s - la his toria de
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los cuerpos, habla desde las marcas que el golpe militar chileno ha dejado en los cuerpos de sus com p a tr io ta s y en el suyo propio . Leída desde esta perspectiva, la palabra “g o lp e ” alcanza su d im ensión más primaria: cicatriz, h em atom a, fractura , mutilación. “El cuerpo -d ice E lt i t - , com o foco político, se conv ir t ió en un trágico te r r i to r io .” D e trás del avasallamiento de los derechos civiles - c o n c lu y e - existe un deseo económico, una fo rm a salvaje de repactar el capital. El texto de E ltit parte de una p reg u n ta que p robab lem en te quede en su sp en so p o r m ucho tiempo: ¿có m o p u ed e la li teratura hablar de esto? Seguram ente habrá que volver a n a rra r la historia una y o tra vez hasta dar con la palabra ju s ta que pueda ofrecer -s i es que ello es p o s ib le - una imagen del desastre que se desata el 11 de septiem bre de 1973.
"H ay complejidades -d ice Jorge C a rr ió n - que necesitan t iempo de d iges tión” y apela a la metáfora de los dos estómagos de las abejas para contar la historia de la desaparición del pueblo de Federación en la provincia argentina de E ntre Ríos. A h o ra la versión oficial apela a lo mágico para contar có m o de la nada nació el prodigio de la represa hidroeléctrica de Salto. En la antigua estación de trenes de Federación funciona un museo his tórico que repite el relato del poder escam oteando el ho rro r de una d ic tadura que dispuso la gigantesca desaparición de un pueblo. E n la década del sesenta, desde el verosímil macón- dista,'la historia se habría relatado desde el ambiguo territorio d iseñado entre el mito y la realidad. E n los prim eros años de 2000, la n a rra ción se abre al tes timonio de la gente que lo padeció.
R odríguez Juliá le da o tra vuelta al tema de la m em oria y el c o nocimiento. Se trata de la m e m o r ia de las catástrofes naturales. Su relato del huracán -a l igual que el re lato del tem blo r salvadoreño de Jacinta E scu d o s - es la arcilla q ue da fo rm a a la narración popular. El p o d er de la na tura leza es la con traca ra del p o d er de la tecnocracia y el militarismo que am enaza co n la des trucción total. En el Caribe, el relato del hu racán y sus in tens idades se transmite de generación en generación para ir a r t icu lando u n a cronolog ía diferente de la del ca lendario. Las catástrofes naturales , a diferencia de las que prom ueve el poder, const i tu y en una m em o r ia ancestral que da forma a los m i tos colectivos. A q u í el si lencio tiene o tro sentido p o rq u e se vuelve
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más productivo: la na tura leza obliga a una escucha total para que de ella brote la materia de los fu tu ro s relatos res tauradores de la m e m o ria rota.
H acia o tra d irecc ión van los c ron is tas que narran la d iluc ión de las identidades asentadas en las certezas de los ri tuales colectivos y las prácticas cotidianas que p re ten d en defin ir una nacionalidad o una sexualidad. María M o re n o p one a p rueba el género de la crónica desde la práctica de la entrevista: dos que hab lan escenifican a un personaje y sus singularidades. D e este m o d o , activa y, en cierta m e dida, da continu idad a u n m o m e n to fundacional de la crónica m o derna: la presentac ión de los raros decadentes con los que R ubén D arío cautivó al público p o r te ñ o desde las páginas de La Nación. Esta vez, María M o ren o se in te rna en la tr ibu sadom asoquis ta para narrar la dialéctica del am o y el esclavo. En la entrevista, com o en el teatro, siempre se ju eg a u na transf igurac ión po rq u e después del en cuentro nadie term ina igual que antes. Éste es el m otivo p o r el cual E dgardo C o za r in sk y habla de u n te r reno m inado. Su his toria narra el jueg o agónico que se desata en tre un ac to r y su p rop io personaje al m ism o t iem po que p ru eb a los límites de la creación teatral con la experim entación del “b io d r a m a ”. Aquí, el que narra no está a salvo ni es ajeno a la historia, s ino que él m ism o fo rm a parte del círculo de fuego que consum e a u n persona je incierto.
Tam bién in te rrogan a las identidades, au n q u e desde lugares bien diferentes, Miguel Sanches N e to y Atina K azu m i Stahl cu ando re m em o ran su encuen tro con la escritura. Sin p re tender explicar el sen tido de una vida, los dos indagan en su pasado para m ero d ea r el enigma de una vocación. Sanches N e to cuenta su inicio con los libros en la biblioteca pública de u n p u eb lo rem o to en el in terior del estado de Paraná, en Brasil. Stahl revuelve sobre su experiencia de vida extraterritorial que, co m o dice Steiner, es vivir encabalgado entre varias lenguas. Volver a la infancia, recuperar fragm entos significativos del pasado les perm ite en fren ta r los in te rrogan tes que alimentan la p r o pia actividad de escritura. A lgo de esta cuest ión se lee en el relato del guatem alteco D an te L iano. E s to s textos so n ejem plo de la m o d a l idad au tobiográf ica que suele asum ir la crónica.
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D esde la ironía y el h um or , A lan Pauls y C arlos M onsiváis ta m bién revisan iden t idades re la tan d o la pérd id a de viejas conv icc io nes, en especial, las q ue res id ían en cier ta fo rm a de ejercer la mas- culinidad. La risa -d ice M aría M o r e n o - es la ru ina del negocio del sado m aso q u is ta . E s to p u ede ex ten d e rse a to d o negocio que ap u es te a e jercer u n m ism o perso n a je en jo r n a d a com pleta . Pauls se ríe de la sagrada ins ti tu c ió n de la m ascu lin idad . E n tre el padre y el hijo de su crón ica hay u na grieta que va más allá de un cambio generacional o de los cap r ich o s de la m o d a . Su relato destila el d e r ru m b e de una cu l tu ra que dejó de o p e ra r desde la brecha in f ran queab le que separaba lo m ascu lin o de lo fem enino, lo fuerte de lo débil, lo d o m in a d o r de lo d o m in a d o . P o r el m ism o sendero , en la cuña q ue in t ro d u c e la ex p lo rac ió n crí tica de la fo rm ac ión de las naciona lidades , M ons ivá is relata la pérd id a de los d ogm as que so s tienen a la patr ia fu tbo le ra . Las co n trad icc iones , esta vez, p ro v ie nen de los m ism o s m ed io s m asivos q ue p ro m u ev en el fanatism o irracional. El p ersona je de su c rón ica experim en ta una ex trañeza que, co m o una en fe rm ed ad invasiva, lo so m ete a una d u d a que le im pide vo lver a sus creencias más férreas.
La crónica tam bién conecta con el re lato de viaje. P o r un lado, el viaje a C h in a de C arlos C o r té s y las ins tantáneas de una breve estadía ert C u b a de Luis C h i ta r ro n i son el registro de las derivas del socialismo en dos países que fueron referentes indiscutidos de las políticas de izqu ie rda en los sesenta y setenta. P o r el o tro , las c ró n icas de O sca r T aborda y Sergio Chejfec hablan de una form a de viajar diferente. La densidad de sus textos prov iene de la coalescencia e n tre t iem p o y espacio. P ro fu s ió n de n om bres , confusos trayectos y superposic ión de p lanos para indagar la incierta y precaria significación de las cosas. E n " D o n a ld s o n P a r k ”, de Chejfec, escucham os los son idos de u na natura leza desviada y el co n tin u o de las m áquinas com o si fueran anunc ios de u n p ró x im o derrum be . A diferencia de la calle de la infancia o del p eq u eñ o pueblo , la dialéctica de la vida cotidiana en las m egac iudades cristaliza en un mapa do n d e el m o v im ien to incesante no Ofrece posib il idad de salida.
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A trap ad o en San Jo rge - la calle en q ue vive-, Taborda busca en los archivos de la D irecc ión de T opolog ía y C atastro , navega por Internet, recupera viejas fotografías, revisa la his toria familiar, registra tes timonios de vecinos, inspecciona vistas aéreas de su ciudad para te rm inar viajando - p o r los enigm as que envuelve la hom oni- m ia - hacia una pequeña c iudad del in te r io r de la provincia de Santa Fe a 180 k ilóm etros de Rosario . La distancia es corta pero el reco rr ido, intenso. En el c o n ju n to de s ignos que n o m b ra n calles y familias, Taborda quiere leer algo más. P o r eso “San Jo r g e ” no narra el t r a yecto de un sujeto que indaga en sus orígenes para descubrirse o conocerse, sino que es la narrac ió n de u n sujeto que da vueltas sobre lugares com unes para recolec tar a lgún ras tro de su vida.
P robablem ente , el c o n ju n to de los textos reun idos en esta a n to logía p u edan ser descritos a par t i r de la relación que establecen entre escritura y topología. Topo log ía -d ice el d icc ionario-: m é tod o mne- m otécnico basado en la asociación de las ideas con los lugares. En algún punto , tam bién la to p o lo g ía se vuelve una m ediación entre lo real y la li teratura. La de ten ida y m inuc iosa enum eración de n o m bres que designan puentes , calles, ru tas, parques, plazas, ríos, b a rrios, ciudades, so p o r ta el peso de la narrac ión en m uchos de los textos aquí reunidos. D e Santiago de C hile a San Jorge de Santa Fe, de El Salvador a San Juan de P u e r to Rico, de u na calle de N ueva O rleáns a un pasaje de R osario , el relato se vuelve narración de cartografías personales.
C u a n d o ofrecemos ins trucc iones para o r ien ta r a alguien en la selva de signos que es u na ciudad, s iem pre co rrem o s el riesgo de generar m ay o r confus ión en n u es t ro in terlocutor. U n a calle se c o n tinúa s iempre en o tra, u n ba rr io sucede a o t ro barr io en una serie que no tiene fin. La m arañ a vial de u na gran ciudad suele ser similar a las redes de conexiones infinitas en la que nos ha tocado vivir. La densidad de bifurcaciones y sus posibles derivas se apoderan del r e lato al p u n to de que lo q u e aparen ta ser u na sencilla descripción de recorr idos se vuelve una suer te de t ra tad o u rb an o . Princip io e n t r ó pico, enum erac ión caótica, tendenc ia al d eso rd en y a la heterogenei-
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dad nos rem iten al fo n d o his tórico de un proced im ien to que la c ró nica devuelve co m o rictus o "tic pe rcep t iv o ”.
Si la clave para en tender la mecánica de los objetos en el capitalismo ta rd ío reside en su valor de exhibición" , la crónica es su c o n -~J trapartida, básicamente, p o r ser el proceso en que se const i tuye una __ m irada a par t i r de múltip les recorridos. Ella es revelación en diversos sentidos. P o r un lado, irrisión y crítica de un m u n d o t r an sm u ta do en copia falsa y camuflaje. P o r el otro , recorrido de u n sujeto que; — 5? reconoce y se reconoce. Más que nunca quiere ser tes tim onio de la: pérd ida de na tura leza y del p rop io perderse de los sujetos. Y ya sa bem os que -c o m o en la parábola del hijo p ró d ig o - siempre será n e cesario perderse para p o d e r encontrarse.
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Notas
1 E n t re los más destacados consignam os los t rabajos de M abel M oraba, “D o - cum ental i sm o y ficción; te s t im on io y narra tiva te st im onia l h ispanoam ericana en el siglo X X " en Políticas de la escritura en A m erica L a tin a . D e la C o lon ia a ¡a M o d e rn idad. Caracas. Ed iciones Escultura , 1997, pp. 113-150; A na María A m a r Sánchez,E l re la to de los hechos. R od o lfo Walsh: testim on io y escritura. Rosario, Beatr iz Vi- te rbo, 1992; Boris M u ñ o s y Silvia Spitta, eds., Más a llá de la c iudad letrada: c ró n icas y espacios urbanos, Pit tsbu rgh , In s t i tu to In te rnac iona l de Li teratu ra I b e r o a m e ricana, 2003; Jtilica R o d r íg u ez -L u is , E l enfoque docum enta l en la n a rra tiv a h ispanoam ericana. E s tud io taxonóm ico. México, Fo n d o de C u l tu ra Económica , 1997.
2 En Desencuentros de la m o d e rn id a d en A m érica L a tin a . México, F o n d o de C u l tu ra E conóm ica , 1989.
3 En Ulusion, desillus ion esthétique. Sens & Tonga. París, 1997.1 D e b o esta idea a la lectura del tex to " E n to rn o al re a l i s m o ” de Sandra C o n t r e -
ras, en Confines, n° 17, d ic iem bre 2005.I G io rg io A gam ben , L o que queda de A uschw itz . E l a rch ivo y el tasugo Piorno
sacar I I I . Valencia. Pre- textos, 2000.6 En E tica e in f in i to se recogen las conversac iones m an ten idas entre E m m an u e l
Lévinas y Phi l ippe N e n io a través de las cuales se p uede tener ap rox im ac ión al pensam ien to del filósofo, en especial y en relación con nues t ro toma, véase “El ro s tro" , "La responsab i l idad para con el o t ro " y “La gloria del te s t im onio" .
7 En Discurso n a rra tiv o de ¡a conquista de Am erica. La H abana , Ediciones Casa de las Américas, 1983.
8 E n M ito y a rch ivo . U na teoría de la n a rra tiv a en L a tinoam érica . México, F o n d o de C u l tu ra Económ ica , 2000.
!l Para el e s tud io de las re laciones en tre nación y na rrac ión puede verse IMation and narrac ión ed i tado p o r H o m i B habha (L o n d o n and N e w York, Rou tkedge , 1990).
111 Beatr iz Sarlo d iscute sob re los alcances de las narra tivas test im onia les y el privilegio o to rg a d o a la p r im era persona en las últ imas décadas en Tiem po pasarlo C u ltu ra de la m em oria y g iro su b je tivo U na discusión B uenos Aires, Siglo v e in t iuno ed i to res A rgen t ina , 2005.
II Para Benjamín , la clave de la fan tasm agor ía u rbana en el capi ta li smo ta rd ío no estaba cen t rada en las reglas de c irculación de las mercancías, s ino en las reglas de su exhib ic ión, d o n d e mas allá del valo r de cam bio y el valo r de uso in teresa el va lor de la rep re sen tac ió n |C f. VValter Ben jam ín en Poesía y capita lism o. I lu m in a - V dones I I . M adrid , Taurus, 1988 y Susan Buck-Morss . D ia léctica de la m irada . VValter B e n jam ín y el p royecto de los Pasajes. M adr id . Visor, 1995. en especial para este tema el cap í tu lo 4: "H is to r ia mítica: el fet iche", pp. 95-127).
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