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¡DiA CRONICA Literatura de no ficción iberoamericana M aria Sonia Cristo?? (corpp.) Sergio Chejfec • Luis Chitarroni Edgardo Cczarinsky • Maria Moreno • Alan Pauis • Anna Kazumi Stah! • Oscar Taborda Miguel Sanches Neto • Diamela Eltit • Carlos Cortés • Jacinta Escudos • Jorge Carrión • Dante Liano • Carlos Monsivàis • Edgardo Rodriguez Julia 'BEATRIZ VITERBO EDITORA FundaciónT y PA

Cristoff Idea Cronica

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Prólogo a Idea Crónica

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¡DiA CRONICALiteratura de no ficción iberoamericana

Maria Sonia Cristo?? (corpp.)

■ Sergio Chejfec

• Luis Chitarroni

■ Edgardo Cczarinsky

• Maria Moreno

• Alan Pauis

• Anna Kazumi Stah!

• Oscar Taborda

■ Miguel Sanches Neto

• Diamela Eltit

• Carlos Cortés

• Jacinta Escudos

• Jorge Carrión

• Dante Liano

• Carlos Monsivàis

• Edgardo Rodriguez Julia

'BEATRIZ VITERBO EDITORA FundaciónT y P A

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Idea crónica : literatura de no ficción ibe roam ericana / Sergio Chejfcc...[et. al.). ; com pilado p o r M aría Sonia C r is to f f - la ed. - Rosa r io : Beatr iz Viterbo E di to ra ; Buenos A iies : F u n d ac ió n Typa, 2006.256 p. ; 21x15 cm.

IS BN 950-845-179-3

1. Li te ratu ra en Español . I. Cristo ff , M ar ía Sonia, comp.

C D D 860

Biblioteca: CrónicasD iseño de C olecc ión e ilustración de tapa: Danie l Garc ía

Idea Crónica cuenta con el a p o y o de I he Th is t le Trust.La F undac ión J y P A (Teoría y Práctica de las Artes) no cobra derechos de n inguna índole pot la publicación de Idea Crónica.

ISBN-10: 950-845-179-3 I S B N - 13: 978-950-845-179-8

Pr im era edición: ju l io 2006 __© Fundac ión TyPA © Beatr iz Viterbo Edito ra w w w .bea tr izv i te rbo .com .ar info@beatr izv iterbo .com.ar

Reservados todos los derechos . Q u e d a r igu rosam en te prohib ida, sin la au to rización escrita de los titulares del " C o p y r ig h t" , bajo las sanc iones establecidas en las leyes, la rep ro d u cc ió n parcial o total de esta o b ra p o r cualqu ier m edio o p rocedim iento , inclui­dos la reprograf ia y el t r a tam ien to informático .

IM P R E S O E N A R G E N T I N A / P R I N T E D I N A R G E N T I N A Q u e d a hecho el depósito que previene la ley 11.723

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Prólogo

M onica Bernabé

I. Los límites del género

De fronteras abiertas y funciones variables, los textos agrupados en esta antología desafían la fijeza que anida en toda definición. Entre la historia y la literatura, entre el p er iod ism o y la literatura, entre la an tropolog ía y la literatura, estos relatos se const i tu y en com o un espacio en el cual la li teratura in tercepta con o tro s discursos para p ro b a r sus límites. Más que p o r la de te rm in ac ió n de su pertenencia genérica, ellos nos in te rrogan p o r la posib il idad de establecer enla­ces entre lo real y el arte de narrar. En el u m b ra l del siglo X X L cu an ­d o han colapsado todos nuest ros p reco n cep to s sobre qué es li teratu­ra, algunas escrituras exp loran nuevos h o r izo n te s perceptivos a fin de transgred ir la indiferencia y u n ifo rm id ad q ue sobrevuela en b u e ­na parte del arte actual.

D esde siempre, la narrativa la tinoam ericana -a travesada po r una m ultip lic idad de fo rm as- se ha cons t i tu id o c o m o un espacio experi­mental que conjuga crónica, tes tim onio , entrevista, ensayo de in ter­pretación, mim-ficción, narrativa docu m en ta l , memorias, diario de viajes, in form e etnográfico, biografía, au tobiograf ía . P o r m om entos , la taxonom ía se vuelve tan inquie tan te co m o la enciclopedia china

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que Borges citaba con sutil ironía a p ro p ó s i to del idioma analítico de Jo h n Wilkins. Sin em bargo , p o n ien d o en suspenso la incer tidum bre de las clasificaciones y sin án im os de agregar un no m b re más a la lista de los probables géneros, p o d em o s af irm ar que en las últimas 'décadas se hizo evidente la emergencia de u n a serie textual que m a ­nifiesta un n o to r io im pulso hacia el realismo. Son narrativas urgidas p o r relatar y transfer ir algo de lo real en esforzada batalla contra la opacidad irreductib le del lenguaje. Esta lucha las reinscribe en la in ­dete rm inac ión genérica que acom pañó desde sus orígenes a la n o v e­la cuando, a causa de su am bigüedad constitu tiva , se p ro p o n ía narrar desde la tensión entre ficción y realidad.

Los críticos que estudian la amplia gama de formas que va del nuevo periodismo hasta la narrativa d ocum enta l trabajan con un cor- pus difuso, en donde la crónica se confunde con el tes timonio y el tes timonio no logra distinguirse de la novela de no-ficción .‘ Si aguza­m os la mirada, rápidamente podrem os descubr ir cóm o en lo nuevo siempre anida algo de lo viejo. Todos coinciden en señalar - a partir de la década del och en ta - una zona de la narrativa que apuesta a la d iso­lución de las jerarquías de la literatura entendida como belles-lectrcs que tiene su antecedente indiscutido en Operación Masacre (1957) de R odolfo Walsh. Asimismo, la m ayoría reconoce que ese impreciso espacio textual encuentra su precedente más rem oto en el tes timonio de los cronistas de Indias y las relaciones de la Conquista.

Si a tendem os a sus inicios americanos, la crónica se aprox im a al an tiguo arte de la narrac ión oral tal co m o lo describió VValter Benja­m ín en sus imprescindibles consideraciones de 1936 sobre los cu e n ­tos de N ico la i Leskov. F u s io n an d o la notic ia que viene de lejos con los da tos p rovenien tes de la vida co tid iana en una época en que t o ­davía era posible com unicar experiencias, el cronista de Indias se ase­meja a la figura legendaria del n a r rad o r medieval. “En la amplia b a n ­da de la crónica -d ice B en jam ín - se d is t r ib u y en ios géneros narra t i ­vos co m o los matices de u n m ism o co lo r .” L a crónica, entonces, se alza co m o m atr iz discursiva de la cual se desprende un m o d o de n a ­rra r que arrastra, hasta el presente, vestigios de su pasado arcaico, entre los más pretensiosos, el de ser reg is tro de un fragm ento de la

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realidad o de algo de lo realmente vivido. Ése es el costado impreciso e inefable con el que h o y m ism o parecen lidiar algunas escrituras.

E n ten d id a com o m olde discursivo del que se desprenden otras formas de relato, la crónica perm ite ex p lo ra r en las continuidades y las ru p tu ras de la actual d isem inación narrativa, al m ism o tiempo que atisbar lo que se cifra en su nom bre: una extensa tradición d is­cursiva que articuló el p roceso de const i tuc ión histórica de la li tera­tura latinoamericana. O frec iéndose co m o un espacio d onde la lite­ra tura representa su encu en tro con o tro s discursos, la crónica in ten­sificó su valor a fines del siglo X IX y princip ios del X X al p ro p o n e r ­se rastrear el sentido de la vida m o d e rn a en la ciudad y narrar los segm entos u rbanos bajo lo que Julio R am o s ha den o m in ad o "la r e ­tórica del p a seo ” .2 M u ch o s de los cronistas actuales se reconocen herederos de aquellas prácticas m odern is tas a la que les sum aron, especialmente en la década del sesenta, el registro de los aconteci­m ien tos políticos y estudiantiles y el acc ionar de nuevos m ov im ien ­tos sociales. Más adelante, en los ochenta , frente a la pérdida de c iu­dadanía de vastos sectores sociales, a lgunos de ellos com enzaron a art icular nuevas estrategias de ap rop iac ión cultura l p rom oviendo el rescate de la m em oria colectiva y o to rg an d o visibilidad a lo borrado o ignorado de nuestras sociedades.

De este m odo , las narrativas del ú lt im o fin de siglo re tom an la senda abierta p o r las experiencias de la li te ra tura de no-ficción en su apelación a una d im ensión política que sobrepasa el deseo de testi­m o n ia r sobre lo real, lo que se revela en la distancia que establecen con la retórica del realismo y con un verosímil fun d ad o en la ilusión referencial . La política del género, p r im ero , se ejerce sobre la insti­tuc ión li teraria desde el m o m e n to en q ue im p u g n a las categorías es­téticas que alimentaban je ra rq u ías literarias basadas en la dis tinción entre lo auténtico y la copia, entre alta cu ltu ra y cultura popular, entre los m edios masivos y las formas consideradas prestigiosas.

De ahí que una de las marcas más n o to r ias del corpus textual que agrupa tan to a la crónica co m o al tes tim on io y a la narrativa de no-f icc ión sea la insistencia en lo real, a u n q u e bien lejos de la p re ten ­sión de “reflejar la rea l id ad ”. E n la dis tancia que va de la aspiración a

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represen tar una to ta lidad a la p resen tac ión de fragmentos de lo real, se inscribe la h is toric idad de las formas y el desarrollo de las técnicas de rep roducc ión , en especial, la del m on ta je y el collage de imágenes que. desde el m o m e n to de i r rupc ión de las vanguardias históricas, se co n s t i tu y e ro n en estrategias p r im ord ia les para organ izar el material y exp lo ra r alternativas a la noc ión de reflejo.

C o m o lo ha señalado A na M aría A m ar Sánchez, suspend iendo la d ico tom ía entre verdad / ficción, los relatos que acechan lo real p o n en el acento en su construcción : articulación de nom bres , d es ­com pos ic ión en fragm entos, focalización de sucesos mínim os, y u x ­taposic ión de his torias y detección de fracturas fu lguran en el in te n ­to de acercarse a las cosas para p o d e r da r sólo con una versión de lo real, es decir, con el recor te de una perspectiva. D e este m odo , la escr itura entra en conflic to con la metafísica de la to talidad a p o s tan ­do a una dialéctica que d esco m p o n e la narrativa en relatos breves, la iden t idad en identif icaciones parciales, la ciudad en una m ultip lica ­ción de calles y pasajes.

El p eriod ism o m o d e rn o -d ice B en jam ín - es u n o más de los fac­tores que c o n tr ib u y ó a la desaparic ión del relato del legendario n a ­r rad o r oral que podía transm it i r - d e generación a gene rac ió n - una experiencia adqu ir ida gracias a la vida vivida. C o n el desarro llo de los m ed ios masivos de com unicación , la narración de la crónica e n j cuentra un feroz c o m p e t id o r en la inform ación, es decir, en la n o t i ­cia del día que s iem pre viene acom p añ ad a de la explicación de lo suced ido y que progres ivam ente ha sus ti tu ido el conoc im ien to su r­gido de la experiencia p o r el acopio de da tos tan vertig inosos com o desechadles. Ya sabem os que en n u es t ro t iem po presente, lo real es más r eal si aparece en las om nip resen tes pantallas que ope ran la p u l ­verización de la referencia. Paradó jicam en te -c o m o sostiene Jean B au d r i l la rd - la m áxim a definición de la imagen atenta con tra la crea­ción de una ilusión y del relato de historias. H ipertécnico , hiperefi- caz. hipervisible, el arte actual se ha vuelto puro s imulacro al p u n to de p o s tu la r una realidad virtual q ue logra un ajuste perfecto con lo real . 3 Lo s m edios de rep ro d u cc ió n de alta tecnología vienen a p o n er fin al ju e g o de la ilusión a través de la perfección de lo rep roduc ido ,

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es decir, de la reedición v irtual de lo real. El proceso llega a su límite cu ando una zona del relato co n tem p o rán eo sólo atina a girar en to r ­no al vacío de la imagen de un m u n d o indiferente.

Fren te al desasosiego que p ro d u ce semejante vaciamiento esté­tico, a lgunas escr ituras siguen ap ostando a la representación a u n ­que, es necesario aclarar ráp idam ente , desde una ética que reniega de

__ lo testimonial redentoris ta , del d o cum enta lism o de denuncia y del jes»t ip icism o costum bris ta . H a y relatos que parten del p resupuesto de ' que n inguna imagen puede ap reh en d er la realidad y -s in em b a rg o - no renunc ian a representarla. E n este pun to , lo que m ejor describe estas narrativas es decir que manifiestan una precipitación, un deseo, una aspiración realista . '1 D esde afuera o desde d en tro del periódico, más acá o más allá de la li teratura, la crónica ha seguido p roduc iendo textos au nque su in ten to resida sólo en exhibir una mirada que aspi-

V ra a cap ta r algo de lo real. A princip ios del siglo XXI, más que por con ta r historias, los m ejores cronistas son aquellos que se em peñan

/ e n en co n tra r una v oz en confluencia con una m irada co m o estrate- X .g ia de percepción de u n m u n d o cada vez más complejo.

U n segundo aspecto que d is tingue a estas formas es el hecho de estar ligadas a un s ingular p roceso de subjetivación d o n d e perso n a­jes y narradores se s i túan en el relato desde la am bigüedad de perte ­necer al m u n d o de “lo rea l” . D e ahí la perm anencia de lo visto y o ído o de lo vivido co m o fo rm a de legitimación de lo narrado que ins ta ­lan al texto en la incierta zo n a m arcada p o r el hiato entre la experien- i—- cia y su s imulacro d iscursivo. Ésta es la trama que complica al sujeto que narra al p u n to de em pujar lo a tes tim oniar incesantem ente sobre su p rop ia enajenación. E n esta encrucijada, y m an ten ien d o nuestra a tenc ión en los p ro b lem as que genera el in ten to de representación, tal vez una de las cuest iones p o r las que m erodean las crónicas sea el ¡

j de la au to f igurac ión del que escribe frente a una realidad que se pre- • "• senta básicamente c o m o inenarrable.

Lejos de relatar u n a vivencia, algunos autores ex ponen una ins­tancia de m ay o r com ple jidad narrativa en la que tes tim onian sobre la ex trañeza radical q ue im p o n e la experiencia de vida en las urbes del capita lism o post industr ia l . D e este m o d o su spenden la b úsqueda

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de una identidad basada en la h o m o g en e id ad de un noso tros a la que apuntaba el ensayo de in te rp re tac ión y tam bién renuncian a reponer las formas de la represen tación intelectual que aspiraba a darles voz a los que no tienen voz. Se tra ta en a lgunos casos de hallar una voz que pueda mediar, sin p re ten d er efec tuar n inguna traducción, entre las voces de los o t ro s y la del p ro p io lector.

V La crónica actual funciona, entonces, co m o una suerte de espa­cio discursivo en el que, a la m anera de un cam po de fuerzas, un sujeto mira a su a lrededor y se mira a sí m ism o. C o m o dice Agam-

~E5en en relación con el d iscurso tes timonial, ser sujeto es ser testigo de noso tros mismos, de nuestra p ro p ia incapacidad para ro m p er con u n o m ism o . 5 Los narradores de fines del siglo X X suelen hablar de esta extrañeza recurr iendo a tóp icos relativos al desencanto, la desa­zón, la marginación y la violencia. Ins ta lados fíente a un paisaje so ­cial com plejo que p o r m o m en to s nos enfren ta con el vacío y el es­cepticismo, in tentan da r fo rm a a la em ergencia de subjetividades que refractan, en m uchas ocasiones ape lando al hum or, los imaginarios com unita r ios p rovenien tes del d o g m a t ism o tan to de derecha y de izquierda, es decir, el sanc ionado p o r las políticas hegemónicas del neoliberalisnao bajo el fo rm a to h o m o g e n e iz a d o r de consumidores co m o el que p ro d u je ro n las políticas revolucionarias de los sesenta bajo la seductora p rom esa del hom bre nuevo.

También se observa una paulatina desafección de los escritores p o r participar en la esfera pública y un debilitamiento del ideal asocia­tivo causado por la caída de la figura del “escr itor co m p ro m e t id o ” y la del “intelectual revo luc ionar io” que accionaba desde el campo litera­rio latinoamericano de las décadas del sesenta y setenta, marcado fuer­temente p or el fenóm eno editorial d en o m in ad o boom y por el im pac­to provocado por la Revolución C ubana. E n aquellos años, los deba­tes y las opciones intelectuales j u n to con su correspondiente co y u n ­tura histórica facili taron una inédita confluencia entre vanguardia es­tética y vanguardia política. Este esquem a com ienza a desarticularse cuando las narrativas abandonan pau la t inam ente el relato de la utopía haciendo sentir el efecto provocado p o r la persecución impuesta po r las dictaduras militares, la progresiva im plantación de los modelos

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neoliberales y el escepticismo generado p o r la com probación de los límites de los p royectos revolucionarios. C o n la pérdida de la f'e revo ­lucionaria que cohesionaba el campo, los relatos se han retirado del fu turo y se han desplazado hacia el pasado.

En el registro de las huellas de lo ausente y la focalización de los cuerpos que restan en m edio de la catástrofe, las crónicas muchas veces const i tuyen un acto de in tervención. C u a n d o digo in te rven­ción me refiero a cierta tendencia a lo p erfo rm aíivo que se evidencia en el arte actual. N o es la manifestación de una posición política sino una operación de in terpelación ética que actúa e in tercede para que se p ro d u zca el encu en tro entre el lector y aquello que permanece invisible a pr im era vista o aquello que no vem os - o m e jo r - que no q uerem os ver. In tervención , decimos, co m o u na forma de p ro v o ca ­ción capaz de d e sm o n ta r las p ostu ras e im postu ras del s im ulacro y _■ ap u n ta r a tina ética de la represen tac ión que, en atención a lo dicho p o r Lévinas, se origina en el lugar del ro s tro del o t r o .6 En definitiva, " es un acto d onde la escr itura se piensa co m o un acontecim iento que ¡ busca rozar algo de lo h u m a n o sin que medie la lógica hegemónica 1

del consum o ni las apropiaciones estetizantes de los desechos del sistema ni las explicaciones sociológicas sobre la alteridad. Frente a la aplastante u n ifo rm idad social algunos textos reaccionan apelando al hum or, o tros a la m em oria . En todos los casos, se trata de p oner en peligro un m u n d o ad m in is trado p o r la indiferencia y la disciplina del consum o.

¿ C ó m o describ ir una ciudad desde sus mism as ruinas? ¿C ó m o orientarse en su laberin to de sentidos? ¿ D ó n d e leer las viejas marcas históricas y regionales? ¿D esde d ó n d e es posible hablar cuando la configuración identitaria ha abandonado toda fijeza? Al filo del nuevo milenio, el mexicano C ar los M onsiváis y el p u e r to r r iq u eñ o E dgar­do R odr íg u ez Juliá se han vuelto - y valga el o x ím o ro n - autores clá­sicos de las nuevas narrativas p o rq u e han logrado resolver con saga­cidad los dilemas de rep resen tación que plantean los vertiginosos cam bios suscitados en las m etró p o l is postindustria les.

R o d r íg u ez Juliá dice q ue la esc r i tu ra de la crón ica le perm it ió , a co m ien zo s de los ochenta , a b a n d o n a r las g randes imágenes fun-

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cJacionales cult ivadas p o r los n a r ra d o re s del boom. De este m odo, su li te ra tura es e jem plo de una g en e rac ió n de escr itores que siguió re f lex ionando sobre las cues t io n es de la id en t id ad p ero bien lejos de las esencias crista lizadas en la épica de los héroes , a b an d o n an d o la m o n u m en ta l id ad de lo sagrado y las efem érides oficiales que evo­can a la patria desde la o b l igac ión del ca lendario . R o d r íg u ez Julia se lanzó a leer la h is toria de su país desde las lealtades y las t rage­dias de la carne y, de este m o d o , log ró in f i l t ra r de e ro t ism o el c o n ­cep to de nación. In scr ib i r la idea de nac ió n en la d inám ica de los cu e rp o s tiene, p o r un lado, u na cara te n ta d o ra p o r su evidente p o ­tencial l ib e rad o r y la posib i l idad de cam bio ; p o r el o tro , presenta un co stado a m en a zad o r que hab la de la cad u c id ad y transito riedad de tod as las culturas.

A su vez, C arlos M onsiváis logró que el caos de la vida cotidiana en la ciudad de México se vuelva un princip io constructivo para su escritura. E n estrecha v inculac ión con el coleccionismo, la escritura de sus crónicas desm o n ta y desarticula la t rad ic ión del ensayismo de in te rp re tac ión desde el h u m o r y la ironía. D eja atrás el discurso cívi­co-polít ico , la lección académ ica y el m e lo d ram a para trastocar el o rd en del d iscurso a part ir del f rag m en to y el relato breve. De este m o d o , su figura de intelectual se vuelve ex traña a las que gobernaron la c iudad.le trada mexicana a lo largo del siglo X X y que ejercitaron un ensayism o de defensa de la alta cu l tu ra const i tu ido a part ir de interiores (la sala de e s tud io / la b ib lio teca/el herm etism o) y de la fo- bia hacia la m ulti tud .

L os textos de la m ay o r ía de los au to re s aq u í reun idos tram an u n a sub je tiv idad que pref iere im aginarse en m ed io de un cúmulo- de flujos y co rr ien tes q ue a rra s tr an desech o s y despojos de lo real j u n t o con m o t iv o s de sus p ro p ia s vidas. N a r r a n a par t i r del da to ais lado y lo m o d e lan p riv ileg iando lo inco n c lu so . Son form as sin clausura, sin el co m ien zo y el final que d is t in g u e al cuento . A cc io ­n an d o con re tazos de lo real, p re te n d e n ser s igno de o tra cosa, pu ro deseo de plegarse a algo m a y o r sin saber exac tam en te a qué. A lg u ­nos de los textos d ib u jan una deriva a p a r t i r de los n o m b res com o signos que no se ago tan en la n o m in a c ió n de u n sitio, una calle, una

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c iudad o un país. T am p o co p re ten d en ser su descripción . Son, por m o m e n to s , hilos de voces q ue van a reun irse hacia u n p u n to desde el cual u n suje to decide in te rven ir en lo real. O t r o s sos tienen su t ram a a par t i r de la suspensión , de la im p o s ic ió n de un paréntesis a las certezas para a rg u m en ta r so b re lo en trev is to o p oco conocido. T am bién están los que e jercitan la m e m o r ia a p ro p ó s i to del desas­tre: el te r rem o to o el h u racán suelen ser m etá fo ras de los quiebres h is tó r icos y polí ticos de u n a soc iedad q u e no deja de exhibir sus p ro f u n d o s abismos.

II. La crónica americana: entre la maravilla y el desencanto

La crónica es una fuerza im pulsora hacia lo real que se encuentra presente desde las relaciones de Indias. Ellas tes t im on iaron la expe­riencia de aventurarse en tierras desconocidas al m ism o tiem po que em p ren d ie ro n la afiebrada tarea de cata logar y da r n o m b re a objetos y pueblos nunca vistos. D esde los com ienzos , en la escritura la tinoa­mericana, lo real exhibe una particular extrañeza. Inm ersos en el la­b o r io so proceso de leg i t im ar su em presa , los p r im ero s cronistas - e c h a n d o m an o a la mezcla d iscu rs iva- in c ru s ta ro n la maravilla en el fo rm a to p ro p io de los d o cu m en to s legales rem it idos a la C o ro n a y, desde la am bigüedad que conjuga cálculos comerciales con leyendas orientales, rea lizaron el inventario de p ro b ab les mercancías. A la m anera de un notario , el c ron is ta le o to rg ó legalidad a sus dichos con la fe p ro b a to r ia de lo visto y o ído. D e ahí q ue la m ayor ía de las veces deba recurr ir a la p resen tac ión de tes tim on ios de terceros o referir a la partic ipación del que escribe en los hechos narrados. La insistencia en la fidelidad a lo rea lm ente su ced ido term ina p o r dar cauce a u na “estética de la v e rd a d ” c o m o ha d ich o Beatriz Pas tor .7

Del registro de los m o v im ien to s de im itac ión retórica que ap u n ­tan a garan t izar la au ten t ic idad de lo n a r rad o tan to en las crónicas c o m o en las novelas, R o b e r to G o n zá lez Echevarría deriva toda una teoría narrativa la tinoam ericana que co m ien za con el afán d em o s­trativo de los cronistas del siglo X V I . 8 T am b ién C arlos Monsiváis

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reconoce la función múltiple de su oficio p o n iéndo lo en relación de con tinu idad con los relatos de los p r im eros cronistas de M éxico que - c o n “ojos maravil lados y la sangre chorrean te en los a lta re s”- na ­r ra ro n la hazaña de los h o m b res que fueron co n fu n d id o s con los dioses co n jugando d o cu m en to y li teratura, his toria y m em oria , s o ­m etim ien to y resistencia.

La persistencia de la crónica en el ám bito h ispanoamericano se debe, entre otras cosas, a que su práctica hizo posible gestionar las bases de la li teratura m oderna. P o r un lado, aportó a la fundación de los imaginarios nacionales cuando, próxima al cuadro de costumbre, se lanzó a capturar las voces y los personajes de un pueblo que seducía tanto com o atemorizaba. M uchos de nuestros mejores cronistas son herederos del cronista burlón que narra en las Tradiciones del peruano R icardo Palma. A b an d o n an d o la descripción del “t i p o ”, Palma se su ­mergió en las profundidades de la lengua para dar inicio a una m in u ­ciosa reconstrucción filológica de las voces populares y practicar un costado satírico que lo colocó bien lejos de la erudición literaria. En la risa de Palma advertimos la legendaria tradición del arte de narrar for­jad a en la puesta en escena de las voces dialogantes en plazas y m erca­dos, fiestas y celebraciones. Desde la irrisión de la autoridad je rá rq u i­ca del discurso histórico, las Tradiciones dan inicio a la crítica de la m o dern idad o, para decirlo en los términos de José C arlos Mariátegui, “traducen el m alconten to zu m b ó n del dem os cr io llo”.

P o r o tro lado, en el marco del esteticismo modernista, la crónica perm itió forjar un espacio inexistente hasta ese m o m en to para la prác­tica de la escritura. Frente a la carencia de bases insti tucionales que perm itieran proclam ar una esfera para el arte separada del m u n d o de los negocios, la crónica m odernis ta en general y R ub én D arío en par­ticular, se valieron del periodism o para d ifundir una galería de raros personajes que llevaban vida de artistas. A fines del siglo X IX , la c ró ­nica im porta no sólo p o r los temas que in trodujo , sino p o r ser el espa­cio donde se manifestaron las nuevas subjetividades. Al m ism o tiem ­po que p roporc iona una forma de ganar el sus tento diario, la crónica modernista aporta al proceso de la profesionalización del escritor que pugna p o r establecer un territorio específico para su actividad.

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D ecíam os que la crónica se p ru eb a p o r la extensión de sus lími­tes. Tensando al m áxim o su capacidad de experimentación, José Martí abrió de par en par las com puer tas que separaban la crónica de la poesía al p u n to tal que el barro q u ism o de su escritura debió parecer una lengua extranjera a los lectores de La Nación de Buenos Aires. En el espacio am biguo e inestable que le ofrecía el diario, sus c ró n i­cas n a r ra ro n el fu lgor y las som bras de la m odern idad norteam erica­na, al m ism o tiem po que in form aban sobre las transform aciones del m u n d o tecnolog izado . C o m o ha d em o s trad o Julio Ramos, sus Esce­nas norteamericanas, además de cum plir con la estetización de la feal­dad capitalista, sobre-escr iben la in fo rm ac ión y subvierten la lógica del d iscurso periodís t ico que descansa en el valor de uso de la pala­bra y en su fe en la transparencia del lenguaje. La noticia del diario, inus itadamente, cum ple la función de m ed ia r entre lo real y el c ro ­nista. E n este m o v im ien to no sólo se inscribe un gesto de experi­m entación formal con la lengua poética en el seno del periódico. H ay algo más. Basta con leer sus crónicas sobre el proceso judicial y p o s ­ter io r e jecución de los anarquistas de Chicago para p o d er apreciar el m o d o en que su escr itura intenta recuperar el vínculo entre ex p e­riencia y narrac ión en u n m o m en to en que la enajenación de la vida de los h o m b res en el capitalismo m os trab a la intensidad de su c rue l­dad. M ien tras registra el costado irracional de la lucha de los anar­quistas y la barbarie de sus a tentados, recap tura la ferocidad de sus palabras ju n t o con la espectacular idad de sus cuerpos en el trance de la ora toria . E n la aspereza de cada u n o de sus ros tros va leyendo una his toria de o m inosa explotación para, finalmente, te rm inar s im p a t i­zan d o con los condenados . La crónica del proceso de los anarquistas es tam bién la crónica del proceso en que el c ronista configura su prop ia mirada. M ar t í escribe sus c rónicas norteam ericanas b o rd e a n ­do el tes tim onio , pero más que la verdad de los hechos, lo que aquí im p o rta es la a rt iculac ión de una perspectiva crítica. El habla p o r lo que parece haber visto en C hicago y quiere que el lector vea con él: “ ¡Q uien qu iera saber si lo que ped ían era ju s to , venga aquí; véalos volver, co m o bueyes tund id o s , a sus m o rad as inm undas, ya negra la noche; véalos ven ir de sus tugur ios distantes, t i r i tando los hom bres ,

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despeinadas y lívida^ las mujeres, cu ando aún no ha cesado de r e p o ­sar el m ism o sol! La visión de M ar t í alcanza su d im en s ió n defin it i­va cu ando nos en te ram os de que n u nca visitó C hicago ni que t a m ­poco asistió al ju ic io ni c onoc ió a los anarquistas ni a sus mujeres. Ve y describe a sus personajes p o r lo que lee en los periódicos, arm a su his toria con re tazos de noticias y, al m ism o tiempo, desgrana su p o ­sición. Fren te a la co n d ena y la m u er te de los anarquistas el c ronista apura la urgencia de ofrecer su tes tim onio , es decir, frente a lo bestial de la vida del p ro le tar iado , M artí escribe para dejar el ras tro de su prop ia h u m an id ad en los ros tros de los condenados.

III. La retórica del mapa

E n tre las diversas fron teras de la crónica tam bién se en cuen tra el ensayo de in terpre tac ión , esto es. la fo rm a que los escr itores la t inoa­m ericanos u ti l iza ron para na rra r la nac ió n .9 La relación alcanza su m áxim a ap rox im ación a m ediados del siglo X X cuando , desde el im pulso de un cam po intelectual fortalecido y com pac to , los n a r ra ­dores se o b ses io n a ro n en la b úsqueda de la identidad americana con cierto a fán on to lòg ico . “¿Pero qué es la historia de A m érica toda sino u na crónica de lo rea l-m arav il lo so?” pregun taba Alejo C arp en - tier au to f igurándose u n cronista de Indias co n tem p o rán eo . D e este m o d o pergeñaba una m odalidad narrativa que le perm it ió f igurar un con tin en te q ue - e n p leno siglo X X - todavía aparecía in co m p ren s i­ble y equívoco. E n los sesenta, la novela se convir tió en la crón ica de los hechos insóli tos que, p o r art ilugio de la imaginación, pasaron a const i tu irse en verdad de la vida cotidiana. Cien años de soledad fue su m o d e lo de m a y o r éxito.

La desarticulación del verosímil “m acondista” se inicia com o efec­to de los cambios p rovocados p o r la globalización, que im pulsó lo que podríam os den o m in ar una “visión catastrófica” de lo real. E n este m arco se intensifica la voluntad de testimoniar la persecución im p u es­ta p o r las dictaduras militares, la progresiva implantación de los m o ­delos neoliberales y el escepticismo resultante de la com p ro b ac ió n de

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los límites de los proyectos revolucionarios de las décadas del sesenta y setenta. Sin embargo, la retracción hacia lo privado y lo íntimo es bien diferente del repliegue hacia el “reino in te r io r” que practicó el decadentismo del siglo XIX. El interior de nuestros días se const i tu ­ye, básicamente, a part ir de la vir tualidad de redes interconectadas de manera tal que el espacio doméstico presenta una extra-territorialidad capaz de reconfigurar las relaciones entre lo p rivado y lo público m e ­diante múltiples superposiciones. También se ha modificado el paisaje exterior. Las calles de la c iudad se han sustraído al deleite de un flâ­neur perd ido entre las vidrieras y el roce con los o tros paseantes. Todo es m u y diferente cuando las calles son dorm itorio , baño y cocina para personas que han aprendido a habitar en estado de “vigilancia pú b li­ca”. Esta dialéctica trama una u rd im bre en d o n d e los sujetos pujan p or construirse algún territorio de pertenencia.

El despojo general trajo aparejada una p ro fu s ió n de relatos tes­timoniales d o n d e u n suje to se pone a co n ta r lo que le sucedió o p a ­deció - a veces, sólo cuen ta lo que p e rd ió - a causa del desmantela- m ien to de sus derechos civiles, políticos o sociales. Este nuevo m o d o de narra r ha susc itado la reflexión de los críticos y ha reavivado la vieja sospecha teórica sobre los relatos fo rm u lad o s desde la prim era p e rso n a . 10 Tal vez haya que considerar que a la desm esura de lo s u ­cedido todavía le faltaran palabras. O quizá todavía haya m u ch o para conta r después del enm udec im ien to general al que obligaron los años de p lo m o en el C o n o Sur. La d ic tadura m ili tar en la A rgentina a c o m ­pañó su accionar polí tico im puesto a sangre y fuego con una exitosa consigna publicitaria que decía: “El silencio es s a lu d ”. Silencio y d es ­aparición fueron parte de la m ism a estrategia. El si lencio p ene tró en los espacios públicos de m anera tal que todavía no p o d em o s evaluar sus efectos. P o r eso, hab lar y narra r el pasado, desatar la palabra, repetir una y o tra vez, con sutiles variaciones, la his toria del d año inflingido o el d espo jo sufr ido fo rm a parte de u n proceso en el cual toda u na generación in ten ta explicar y - s o b re t o d o - explicarse qué es lo que sucedió y có m o p u d o suceder lo que sucedió.

D iam ela E ltit en “Las dos caras de la m o n e d a ” narra -m ás allá de la verdad de u n sujeto o de la fidelidad a los h e c h o s - la his toria de

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los cuerpos, habla desde las marcas que el golpe militar chileno ha dejado en los cuerpos de sus com p a tr io ta s y en el suyo propio . Leída desde esta perspectiva, la palabra “g o lp e ” alcanza su d im ensión más primaria: cicatriz, h em atom a, fractura , mutilación. “El cuerpo -d ice E lt i t - , com o foco político, se conv ir t ió en un trágico te r r i to r io .” D e ­trás del avasallamiento de los derechos civiles - c o n c lu y e - existe un deseo económico, una fo rm a salvaje de repactar el capital. El texto de E ltit parte de una p reg u n ta que p robab lem en te quede en su sp en ­so p o r m ucho tiempo: ¿có m o p u ed e la li teratura hablar de esto? Se­guram ente habrá que volver a n a rra r la historia una y o tra vez hasta dar con la palabra ju s ta que pueda ofrecer -s i es que ello es p o s ib le - una imagen del desastre que se desata el 11 de septiem bre de 1973.

"H ay complejidades -d ice Jorge C a rr ió n - que necesitan t iempo de d iges tión” y apela a la metáfora de los dos estómagos de las abejas para contar la historia de la desaparición del pueblo de Federación en la provincia argentina de E ntre Ríos. A h o ra la versión oficial apela a lo mágico para contar có m o de la nada nació el prodigio de la represa hidroeléctrica de Salto. En la antigua estación de trenes de Federación funciona un museo his tórico que repite el relato del poder escam o­teando el ho rro r de una d ic tadura que dispuso la gigantesca desapari­ción de un pueblo. E n la década del sesenta, desde el verosímil macón- dista,'la historia se habría relatado desde el ambiguo territorio d iseña­do entre el mito y la realidad. E n los prim eros años de 2000, la n a rra ­ción se abre al tes timonio de la gente que lo padeció.

R odríguez Juliá le da o tra vuelta al tema de la m em oria y el c o ­nocimiento. Se trata de la m e m o r ia de las catástrofes naturales. Su relato del huracán -a l igual que el re lato del tem blo r salvadoreño de Jacinta E scu d o s - es la arcilla q ue da fo rm a a la narración popular. El p o d er de la na tura leza es la con traca ra del p o d er de la tecnocracia y el militarismo que am enaza co n la des trucción total. En el Caribe, el relato del hu racán y sus in tens idades se transmite de generación en generación para ir a r t icu lando u n a cronolog ía diferente de la del ca ­lendario. Las catástrofes naturales , a diferencia de las que prom ueve el poder, const i tu y en una m em o r ia ancestral que da forma a los m i ­tos colectivos. A q u í el si lencio tiene o tro sentido p o rq u e se vuelve

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más productivo: la na tura leza obliga a una escucha total para que de ella brote la materia de los fu tu ro s relatos res tauradores de la m e m o ­ria rota.

H acia o tra d irecc ión van los c ron is tas que narran la d iluc ión de las identidades asentadas en las certezas de los ri tuales colectivos y las prácticas cotidianas que p re ten d en defin ir una nacionalidad o una sexualidad. María M o re n o p one a p rueba el género de la crónica desde la práctica de la entrevista: dos que hab lan escenifican a un personaje y sus singularidades. D e este m o d o , activa y, en cierta m e ­dida, da continu idad a u n m o m e n to fundacional de la crónica m o ­derna: la presentac ión de los raros decadentes con los que R ubén D arío cautivó al público p o r te ñ o desde las páginas de La Nación. Esta vez, María M o ren o se in te rna en la tr ibu sadom asoquis ta para narrar la dialéctica del am o y el esclavo. En la entrevista, com o en el teatro, siempre se ju eg a u na transf igurac ión po rq u e después del en ­cuentro nadie term ina igual que antes. Éste es el m otivo p o r el cual E dgardo C o za r in sk y habla de u n te r reno m inado. Su his toria narra el jueg o agónico que se desata en tre un ac to r y su p rop io personaje al m ism o t iem po que p ru eb a los límites de la creación teatral con la experim entación del “b io d r a m a ”. Aquí, el que narra no está a salvo ni es ajeno a la historia, s ino que él m ism o fo rm a parte del círculo de fuego que consum e a u n persona je incierto.

Tam bién in te rrogan a las identidades, au n q u e desde lugares bien diferentes, Miguel Sanches N e to y Atina K azu m i Stahl cu ando re ­m em o ran su encuen tro con la escritura. Sin p re tender explicar el sen ­tido de una vida, los dos indagan en su pasado para m ero d ea r el enig­ma de una vocación. Sanches N e to cuenta su inicio con los libros en la biblioteca pública de u n p u eb lo rem o to en el in terior del estado de Paraná, en Brasil. Stahl revuelve sobre su experiencia de vida extra­territorial que, co m o dice Steiner, es vivir encabalgado entre varias lenguas. Volver a la infancia, recuperar fragm entos significativos del pasado les perm ite en fren ta r los in te rrogan tes que alimentan la p r o ­pia actividad de escritura. A lgo de esta cuest ión se lee en el relato del guatem alteco D an te L iano. E s to s textos so n ejem plo de la m o d a l i­dad au tobiográf ica que suele asum ir la crónica.

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D esde la ironía y el h um or , A lan Pauls y C arlos M onsiváis ta m ­bién revisan iden t idades re la tan d o la pérd id a de viejas conv icc io ­nes, en especial, las q ue res id ían en cier ta fo rm a de ejercer la mas- culinidad. La risa -d ice M aría M o r e n o - es la ru ina del negocio del sado m aso q u is ta . E s to p u ede ex ten d e rse a to d o negocio que ap u es ­te a e jercer u n m ism o perso n a je en jo r n a d a com pleta . Pauls se ríe de la sagrada ins ti tu c ió n de la m ascu lin idad . E n tre el padre y el hijo de su crón ica hay u na grieta que va más allá de un cambio generacional o de los cap r ich o s de la m o d a . Su relato destila el d e ­r ru m b e de una cu l tu ra que dejó de o p e ra r desde la brecha in f ran ­queab le que separaba lo m ascu lin o de lo fem enino, lo fuerte de lo débil, lo d o m in a d o r de lo d o m in a d o . P o r el m ism o sendero , en la cuña q ue in t ro d u c e la ex p lo rac ió n crí tica de la fo rm ac ión de las naciona lidades , M ons ivá is relata la pérd id a de los d ogm as que so s ­tienen a la patr ia fu tbo le ra . Las co n trad icc iones , esta vez, p ro v ie ­nen de los m ism o s m ed io s m asivos q ue p ro m u ev en el fanatism o irracional. El p ersona je de su c rón ica experim en ta una ex trañeza que, co m o una en fe rm ed ad invasiva, lo so m ete a una d u d a que le im pide vo lver a sus creencias más férreas.

La crónica tam bién conecta con el re lato de viaje. P o r un lado, el viaje a C h in a de C arlos C o r té s y las ins tantáneas de una breve esta­día ert C u b a de Luis C h i ta r ro n i son el registro de las derivas del socialismo en dos países que fueron referentes indiscutidos de las políticas de izqu ie rda en los sesenta y setenta. P o r el o tro , las c ró n i­cas de O sca r T aborda y Sergio Chejfec hablan de una form a de viajar diferente. La densidad de sus textos prov iene de la coalescencia e n ­tre t iem p o y espacio. P ro fu s ió n de n om bres , confusos trayectos y superposic ión de p lanos para indagar la incierta y precaria significa­ción de las cosas. E n " D o n a ld s o n P a r k ”, de Chejfec, escucham os los son idos de u na natura leza desviada y el co n tin u o de las m áquinas com o si fueran anunc ios de u n p ró x im o derrum be . A diferencia de la calle de la infancia o del p eq u eñ o pueblo , la dialéctica de la vida cotidiana en las m egac iudades cristaliza en un mapa do n d e el m o v i­m ien to incesante no Ofrece posib il idad de salida.

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A trap ad o en San Jo rge - la calle en q ue vive-, Taborda busca en los archivos de la D irecc ión de T opolog ía y C atastro , navega por Internet, recupera viejas fotografías, revisa la his toria familiar, regis­tra tes timonios de vecinos, inspecciona vistas aéreas de su ciudad para te rm inar viajando - p o r los enigm as que envuelve la hom oni- m ia - hacia una pequeña c iudad del in te r io r de la provincia de Santa Fe a 180 k ilóm etros de Rosario . La distancia es corta pero el reco rr i­do, intenso. En el c o n ju n to de s ignos que n o m b ra n calles y familias, Taborda quiere leer algo más. P o r eso “San Jo r g e ” no narra el t r a ­yecto de un sujeto que indaga en sus orígenes para descubrirse o conocerse, sino que es la narrac ió n de u n sujeto que da vueltas sobre lugares com unes para recolec tar a lgún ras tro de su vida.

P robablem ente , el c o n ju n to de los textos reun idos en esta a n to ­logía p u edan ser descritos a par t i r de la relación que establecen entre escritura y topología. Topo log ía -d ice el d icc ionario-: m é tod o mne- m otécnico basado en la asociación de las ideas con los lugares. En algún punto , tam bién la to p o lo g ía se vuelve una m ediación entre lo real y la li teratura. La de ten ida y m inuc iosa enum eración de n o m ­bres que designan puentes , calles, ru tas, parques, plazas, ríos, b a ­rrios, ciudades, so p o r ta el peso de la narrac ión en m uchos de los textos aquí reunidos. D e Santiago de C hile a San Jorge de Santa Fe, de El Salvador a San Juan de P u e r to Rico, de u na calle de N ueva O rleáns a un pasaje de R osario , el relato se vuelve narración de car­tografías personales.

C u a n d o ofrecemos ins trucc iones para o r ien ta r a alguien en la selva de signos que es u na ciudad, s iem pre co rrem o s el riesgo de generar m ay o r confus ión en n u es t ro in terlocutor. U n a calle se c o n ­tinúa s iempre en o tra, u n ba rr io sucede a o t ro barr io en una serie que no tiene fin. La m arañ a vial de u na gran ciudad suele ser similar a las redes de conexiones infinitas en la que nos ha tocado vivir. La densidad de bifurcaciones y sus posibles derivas se apoderan del r e ­lato al p u n to de que lo q u e aparen ta ser u na sencilla descripción de recorr idos se vuelve una suer te de t ra tad o u rb an o . Princip io e n t r ó ­pico, enum erac ión caótica, tendenc ia al d eso rd en y a la heterogenei-

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dad nos rem iten al fo n d o his tórico de un proced im ien to que la c ró ­nica devuelve co m o rictus o "tic pe rcep t iv o ”.

Si la clave para en tender la mecánica de los objetos en el capita­lismo ta rd ío reside en su valor de exhibición" , la crónica es su c o n -~J trapartida, básicamente, p o r ser el proceso en que se const i tuye una __ m irada a par t i r de múltip les recorridos. Ella es revelación en diver­sos sentidos. P o r un lado, irrisión y crítica de un m u n d o t r an sm u ta ­do en copia falsa y camuflaje. P o r el otro , recorrido de u n sujeto que; — 5? reconoce y se reconoce. Más que nunca quiere ser tes tim onio de la: pérd ida de na tura leza y del p rop io perderse de los sujetos. Y ya sa ­bem os que -c o m o en la parábola del hijo p ró d ig o - siempre será n e ­cesario perderse para p o d e r encontrarse.

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Notas

1 E n t re los más destacados consignam os los t rabajos de M abel M oraba, “D o - cum ental i sm o y ficción; te s t im on io y narra tiva te st im onia l h ispanoam ericana en el siglo X X " en Políticas de la escritura en A m erica L a tin a . D e la C o lon ia a ¡a M o d e r­n idad. Caracas. Ed iciones Escultura , 1997, pp. 113-150; A na María A m a r Sánchez,E l re la to de los hechos. R od o lfo Walsh: testim on io y escritura. Rosario, Beatr iz Vi- te rbo, 1992; Boris M u ñ o s y Silvia Spitta, eds., Más a llá de la c iudad letrada: c ró n i­cas y espacios urbanos, Pit tsbu rgh , In s t i tu to In te rnac iona l de Li teratu ra I b e r o a m e ­ricana, 2003; Jtilica R o d r íg u ez -L u is , E l enfoque docum enta l en la n a rra tiv a h ispa­noam ericana. E s tud io taxonóm ico. México, Fo n d o de C u l tu ra Económica , 1997.

2 En Desencuentros de la m o d e rn id a d en A m érica L a tin a . México, F o n d o de C u l tu ra E conóm ica , 1989.

3 En Ulusion, desillus ion esthétique. Sens & Tonga. París, 1997.1 D e b o esta idea a la lectura del tex to " E n to rn o al re a l i s m o ” de Sandra C o n t r e -

ras, en Confines, n° 17, d ic iem bre 2005.I G io rg io A gam ben , L o que queda de A uschw itz . E l a rch ivo y el tasugo Piorno

sacar I I I . Valencia. Pre- textos, 2000.6 En E tica e in f in i to se recogen las conversac iones m an ten idas entre E m m an u e l

Lévinas y Phi l ippe N e n io a través de las cuales se p uede tener ap rox im ac ión al pensam ien to del filósofo, en especial y en relación con nues t ro toma, véase “El ro s tro" , "La responsab i l idad para con el o t ro " y “La gloria del te s t im onio" .

7 En Discurso n a rra tiv o de ¡a conquista de Am erica. La H abana , Ediciones Casa de las Américas, 1983.

8 E n M ito y a rch ivo . U na teoría de la n a rra tiv a en L a tinoam érica . México, F o n d o de C u l tu ra Económ ica , 2000.

!l Para el e s tud io de las re laciones en tre nación y na rrac ión puede verse IMation and narrac ión ed i tado p o r H o m i B habha (L o n d o n and N e w York, Rou tkedge , 1990).

111 Beatr iz Sarlo d iscute sob re los alcances de las narra tivas test im onia les y el privilegio o to rg a d o a la p r im era persona en las últ imas décadas en Tiem po pasarlo C u ltu ra de la m em oria y g iro su b je tivo U na discusión B uenos Aires, Siglo v e in ­t iuno ed i to res A rgen t ina , 2005.

II Para Benjamín , la clave de la fan tasm agor ía u rbana en el capi ta li smo ta rd ío no estaba cen t rada en las reglas de c irculación de las mercancías, s ino en las reglas de su exhib ic ión, d o n d e mas allá del valo r de cam bio y el valo r de uso in teresa el va lor de la rep re sen tac ió n |C f. VValter Ben jam ín en Poesía y capita lism o. I lu m in a - V dones I I . M adrid , Taurus, 1988 y Susan Buck-Morss . D ia léctica de la m irada . VValter B e n jam ín y el p royecto de los Pasajes. M adr id . Visor, 1995. en especial para este tema el cap í tu lo 4: "H is to r ia mítica: el fet iche", pp. 95-127).

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