41
17 Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 democracias* Adriano Pappalardo Introducción A mediados de los años setenta, la primera de una serie de crisis económicas golpeaba las democracias occidentales, sometiendo a desafíos más o menos severos a sus estructuras y a sus capacidades político-institucionales. Del tema se ha ocupado una extensa literatura, que ha proporcionado contribuciones significativas al conocimiento del contenido y de la eficacia de las respuestas, de ciertos países o grupos de países y de los cambios y adaptaciones sufridos, por las sociedades y por los actores involucrados 1 . En este artículo se traza un balance de la materia, actualizado con informaciones y explicaciones que se extienden hasta la mitad de los años noventa, cubriendo diecisiete países. En una palabra, lo que nos interesa es el rendimiento de la democracia en condiciones de desafío a la estabilidad y al funcionamiento de sus instituciones. Esto supone, naturalmente, una especificación precisa de estas instituciones, de sus mecanismos de decisión y de sus resultados. Para tomar un ejemplo, nuestro universo abarca cuatro casos: Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia, por largo tiempo considerados campeones del rendimiento (Rowthorn y Glyn 1990, 21) debido a sus bajas tasas de desocupación, buenos niveles de crecimiento, Resumen Este trabajo analiza las relaciones entre el tipo de régimen político - presidencial o parlamentario, mayoritario o consensual -, la ideología del gobierno - conservador, democratacristiano o socialdemócrata - y el rendimiento económico de diecisiete democracias occidentales entre 1960 y 1996. Revisa críticamente las distintas teorías y modelos explicativos que la literatura especializada ha formulado sobre las relaciones entre el número de partidos en el gobierno, la fusión y la separación de los poderes, el federalismo y el estado unitario, por un lado, e indicadores del rendimiento económico tales como la tasa de crecimiento, el nivel de ocupación, la inflación y las políticas públicas, en escenarios de crisis económicas, por el otro. Las conclusiones tentativas sugieren que contrario sensu a lo sostenido por la sabiduría convencional, el modelo mayoritario parecería ser más eficaz que el consensual para enfrentar las cirisis económicas. Esto es así debido a que la estabilidad y la continuidad del liderazgo político, requeridas para resolver las crisis, han sido paradojalmente mayores en las democracias mayoritarias que en las consensuales.

Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

  • Upload
    others

  • View
    4

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

17

Crisis económica, institucionesy rendimiento en 17 democracias*

Adriano Pappalardo

Introducción

A mediados de los años setenta, laprimera de una serie de crisis económicasgolpeaba las democracias occidentales,sometiendo a desafíos más o menos severosa sus estructuras y a sus capacidadespolítico-institucionales. Del tema se haocupado una extensa literatura, que haproporcionado contribuciones significativas alconocimiento del contenido y de la eficacia delas respuestas, de ciertos países o grupos depaíses y de los cambios y adaptacionessufridos, por las sociedades y por los actoresinvolucrados1. En este artículo se traza unbalance de la materia, actualizado coninformaciones y explicaciones que se extienden

hasta la mitad de los años noventa, cubriendodiecisiete países.

En una palabra, lo que nos interesa es elrendimiento de la democracia en condicionesde desafío a la estabilidad y al funcionamientode sus instituciones. Esto supone,naturalmente, una especificación precisa deestas instituciones, de sus mecanismos dedecisión y de sus resultados. Para tomar unejemplo, nuestro universo abarca cuatrocasos: Dinamarca, Finlandia, Noruega ySuecia, por largo tiempo consideradoscampeones del rendimiento (Rowthorn y Glyn1990, 21) debido a sus bajas tasas dedesocupación, buenos niveles de crecimiento,

Resumen

Este trabajo analiza las relaciones entre el tipo de régimen político - presidencial oparlamentario, mayoritario o consensual -, la ideología del gobierno - conservador,democratacristiano o socialdemócrata - y el rendimiento económico de diecisiete democraciasoccidentales entre 1960 y 1996.Revisa críticamente las distintas teorías y modelos explicativos que la literatura especializada haformulado sobre las relaciones entre el número de partidos en el gobierno, la fusión y la separaciónde los poderes, el federalismo y el estado unitario, por un lado, e indicadores del rendimientoeconómico tales como la tasa de crecimiento, el nivel de ocupación, la inflación y las políticaspúblicas, en escenarios de crisis económicas, por el otro.Las conclusiones tentativas sugieren que contrario sensu a lo sostenido por la sabiduríaconvencional, el modelo mayoritario parecería ser más eficaz que el consensual para enfrentarlas cirisis económicas. Esto es así debido a que la estabilidad y la continuidad del liderazgopolítico, requeridas para resolver las crisis, han sido paradojalmente mayores en las democraciasmayoritarias que en las consensuales.

Page 2: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

18

elevado gasto público y surplus en las cuentaspúblicas, en un contexto marcadamenteestable de sociedades homogéneas,sistemas de partidos de pluralismo moderado,gobiernos dominados o hegemonizados porla izquierda y formas de representación deintereses altamente centralizados ycooperativos o neocorcoporativos. Estascaracterísticas, comprensiblemte, han estadofrecuentemente asociadas, a uno, o más,aspectos del contexto socio-político-institucional utilizados para explicar eldesarrollo de las variables económicas. Conintenciones análogas, las próximas páginasenfrentan hechos bastante diversos, enparticular, la declinación de los antiguoscampeones del rendimiento, superados en losaños noventa por otros países en materia decrecimiento, déficit y desocupación, yatravesados paralelamente por una crisispolítica más o menos severa.

Se confirma entonces, que por un lado,las dos dimensiones pueden estar corre-lacionadas; pero, por otro, nuevos desarrollosy nuevas conclusiones afectan los esquemasinterpretativos que circulan en la literatura,sobre las variables explicativas a privilegiary sobre el tratamiento de los datos obtenidospara dar sustento a las precedentesgeneralizaciones. Frente a los cambiossufridos en los países escandinavos, muchasde aquellas generalizaciones aparecen por lomenos como problemáticas y no simplementesuperadas por los acontecimientos. Por unlado, la superación ha sido a veces favorecidapor la tendencia a extrapolar a mediano y largoplazo observaciones que se revelaron comocoyunturales, con la ambición de construir“grandes” y a la vez frágiles teorías. Por elotro, los datos y las relaciones entre éstos hansido construídos a los efectos de corroboraruna impresión de continuidad o estabilidad, aún

en casos donde los procesos de cambio ya encurso, podrían haberse detectado conelecciones teóricas y técnicas de análisisdiferentes.

Siguiendo la recomendación de prestarmayor atención a tales procesos en lainvestigación comparada (Keman 1993), trataréde seleccionar las variables más prometedoraspara echar luz sobre la dinámica político-institucional en los países analizados, entiempos de crisis. La selección se hará usando,y reformulando, la vasta literatura teórica yempírica sobre los determinantes delrendimiento. Componiendo las variableselegidas en un índice agregado, será posible,después, obtener una categorización de paísesparcialmente diferente de otras, máscompatible con el comportamiento de lasvariables dependientes. Estas últimas estánformadas por la serie de los indicadoresmacroeconómicos comúnmente usados paramedir el rendimiento, aún cuando el presenteanálisis es el intento más inclusivo hasta ahorarealizado, y el primero en presentar los datosen forma de trends, es decir, comocomportamientos en el tiempo. La intenciónes subrayar procesos de cambio, es decir,cómo ha aumentado o se ha reducido laeficacia de las respuestas a las crisis; si laeficacia o la ineficacia son empíricamenteconcomitantes con determinadas configu-raciones político-institucionales; y si laeventual concomitancia es teóricamentecongruente, es decir, razonablementeimputable a tales configuraciones.

Modelos de democracia

¿La política cuenta, no cuenta, cuántocuenta, y bajo qué condiciones? Lasrelaciones entre la democracia y el rendimientoconllevan esta clase de interrogantes, desde

Page 3: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

19

hace tiempo objeto de la atención de laliteratura. En un primer filón de investigación,el objeto de los interrogantes ha sido definir sila presencia de un partido u otro en el poderimplica alguna diferencia para el gobierno dela economía, es decir, para los niveles dedesocupación, inflación, crecimiento, gastopúblico y, sobre todo gasto social. Inauguradopor los estudios pioneros de Hibbs (1977), Tufte(1978), Castles y McKinley (1979), y Cameron(1984), estos análisis partieron de hipótesissimples para arribar a modelos complejos, enlos que la composición política del gobiernoha sido asociada a las condiciones deprosperidad o de crisis,a la distribución de los“recursos de poder” entre las clases sociales,a la fuerza de la oposición, a los plazoselectorales, a la vulnerabilidad internacional dela economía y, en breve, a cualquier tipo defactor capaz de influenciar la políticaeconómica y sus resultados. Un númerocreciente de test econométricos, altamentesofisticados, han producido una granabundancia de resultados, especificaciones,profundizaciones, seguramente informativas,pero al mismo tiempo poco discriminantes,poco coherentes, contradictorias yescasamente acumulativas. Por ejemplo,diversos tipos de partidos, socialistas ydemócratacristianos, en contraste con ladiferenciación esperada en base a dicotomíassimples del tipo izquierda/derecha,han sidoasociados con el mismo efecto, expansión delgasto social. Para tener en cuenta unacomplejidad mayor de la prevista, variasreformulaciones de la dicotomía, han dadolugar a una pluralidad de indicadoresescasamente intercorrelacionados y comotales, generadores de efectos diferenciados(Schmidt 1996, 160-162) buenos parademostrar todo y lo contrario. Otras diferencias,a veces drásticas, emergen cuando varían los

países, el período -pre o post-shockspetrolíferos- y el arco de tiempo considerado.Es importante destacar la existencia desofisticadas polémicas técnicas, que hanarreciado sobre los modelos econométricosusados (Hicks y Patterson 1989; Garrett yLange 1989; Jackman 1989) para sostener,obviamente, conclusiones empíricas opuestas.

En suma, el balance es que no haycorrelaciones significativas entre los partidosen el poder e indicadores de rendimiento comoinflación, desocupación y crecimiento (Schmidt1996, 166); la menor desocupación, en el peorde los casos,se “predice” más exactamentepor la fuerza del sindicato y del neo-corporativismo (Hicks 1998; Crepaz 1992),pero no en los años noventa según nuestrosdatos. Los partidos a su vez, tienden a producirefectos diferentes sobre el gasto social sivienen acompañados de un cúmulo amplio deotras condiciones (Swank 1988; Hicks, Swanky Ambhuhl, 1989; Hicks y Misra 1993; Huber,Ragin y Stephens 1993), pero no de igualmanera cuando se considera el gasto civil total(Blais, Blake y Dion 1993). La carga impositiva,el déficit y la deuda pública son ciertamentemanipulados políticamente, pero no reflejantanto los programas, o el “color” de losgobiernos, como los vínculos o incentivosestructurales dentro de los cuales operan(Roubini y Sachs 1989a y 1989b; Siniscalco yTabellini 1993; Borrelli y Royed 1995).

Sean satisfactorios o no para concluirque los partidos cuentan, estos datos pruebansin duda una influencia parcial y discontínua,que no mejora mucho cuando se buscapotenciar la explicación con alguna teoría delos “recursos de poder”, o del “compromiso declase”, incluyendo la contribución al rendimientode sindicatos fuertes y centralizados y/o sistemasconcertados -neocorporativos- de policy-making(Korpi y Shalev 1979; Korpi 1983; Lehmbruch y

Page 4: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

20

Schmitter 1982; Streeck y Schmitter 1985).He dicho que así se obtienen progresos

en materia de desocupación, pero no se llegaa explicaciones inclusivas, sustancialmenteporque las variantes clásicas de estas teoríasacentúan indebidamente la capacidad de losactores colectivos de hacer valer sus propiosobjetivos programáticos. Su presupuesto“voluntarista” ha sido tomado, por consiguiente,para ser puesto en discusión por la actualliteratura, siempre más orientada a reconocerque los partidos y las fuerzas sociales son“omnipresentes, pero no omnipotentes”. Porquepara transmitir preferencias sobre quiéngobierna en resultados acordes, los “recursos”de o la “concertación”entre los actores nobasta, sin el sustento estructural de normasconstitucionales, reglas electorales, sistemaspartidarios, etc., apropiados para el logro deaquellos resultados. Ya que estas y otraspropiedades pertinentes varían interna-cionalmente, se ha abierto así un nuevo filónde investigación orientado a identificar lasdiferencias más significativas, clasificar porconsiguiente los países analizados y estimara su vez el impacto sobre el rendimiento.

La tabla 1** suministra una sinopsis, noexhaustiva, pero sí representativa. Como seobserva, las variables político-institucionales,que se pretende que “cuenten”, son a primeravista muchas, más aún, demasiadas, respectode las dimensiones del rendimiento que sepretende explicar. Técnicamente, sin embargo,la mayor parte de los autores tienden a reducirla complejidad suministrando índicescompuestos por simple adición de puntosatribuídos a cada variable o, a veces, pormedio del anális factorial. Estos instrumentosexplicativos más parsimoniosos sonfundamentalmente tributarios de una única“teoría”, o más precisamente, son construídosa partir de modelos de democracia -mayoritaria

y consensual- brillantemente sintetizados yoperacionalizados por Lijphart hace ya más dediez años (1984). Estos modelos, que el mismoLijphart utilizó más tarde para el análisis delrendimiento (ver tabla), suministran solucionesinstitucionales opuestas a una propiedadimportante: el nivel de concentración del poder.En la solución mayoritaria, o “modeloWestminster”, la concentración se maximizay una pluralidad de los efectos esperados escompartida por los autores incuídos en elcuadro y otros más. Estos son: aislamientodel ejecutivo de presiones parlamentarias yelectorales, de fuerzas sociales organizadaso “mecanismos de veto” institucionales;consiguiente mayor espacio de maniobra paradecisiones “claras y firmes” y, eventualmente,para una política de “mano dura”; accionessorpresivas, capacidad de innovación,imposición de sacrificios, fijación deprioridades, adjudicación selectiva de losrecursos, coordinación de objetivos conflictivosy puesta en práctica de las opciones elegidas(Colomer 1995; Huber, Ragin y Stephens 1993;Immergut 1992; Lijphart 1994a; Schmidt 1996;Weaver y Rockman 1993).

Con varias acentuaciones y reservas, lasinstituciones mayoritarias son las másindicadas como el vehículo apropiado depolíticas que correspondan a las intencionesde los actores responsables; esto gracias a laminimización de los “costos decisionales”(Buchanan y Tullock 1962) garantizada por unrestringido número de decisores, o por laconcentración del poder en las manos de ungobierno de mayoría. Se evita de este modoel típico problema del modelo alternativo, elconsensual, en el cual la dispersión del poderimpone, por el contrario, decisiones muchomás inclusivas que en algunos casos llegan ala unanimidad, asociadas a negociacioneslargas y lentas, rigideces y garantías de

Page 5: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

21

procedimiento, compromisos poco innovadoreso, en el peor de los casos, la perpetuación delstatus quo, por efecto del veto de una u otraminoría implicada. Por otro lado, a pesar deestas bien conocidas ineficiencias, lainclusividad posee una ventaja conocida, es decir,la minimización de los “costos externos” (Sartori1974; Lehner 1988, 88-90) que pueden recaersobre los excluídos por las decisiones de lamayoría y pueden provocar reacciones talescomo poner a dura prueba la legitimidad y lacontinuidad de la acciones de gobierno. Por otraparte, Weaver y Rockman (1993a, 458) hacenpresente que “el punto débil de una elevadacapacidad de innovación es el riesgo de losdrásticos vuelcos de la política cuando el controlpasa de manos entre los partidos”, como es enla lógica mayoritaria de la alternancia. Lijphartsuscribía, a su vez, en 1977 (47-52) la “creenciaconvencional” de que el power sharing consensualasegura una mayor representatividad a expensasde la efectividad y de la eficiencia. Pero hoy(1994a, 12) también él prefiere una “conductacontínua” en lugar de la “mano dura”, y decisionesunánimes más “sabias”, con mayoresprobabilidades de éxito, que decisiones rápidastomadas contra la “voluntad de importantessectores de la sociedad”.

La lista podría proseguir con losargumentos análogos propuestos por Crepaz(1996), en base a una interpretación más biensui generis de Olson. Dado que el banco deprueba de los pros y contras de los dos modelosde democracia es obviamente empírico, elpaso preliminar oportuno es una verificaciónde las posiciones opuestas, que retomaremosen el balance final. Para esta verificación seutilizarán gran parte de las variablesindependientes presentadas en la tabla 1, conalguna exclusión y algunos agregados que sepuedan justificar adecuadamente. En esencia,todos los autores se acercan a la contribución

de Lijphart, quien da, el tratamiento mássatisfactorio a los indicadores de democraciamayoritaria o consensual y de la lógica propiade la concentración/fragmentación del poder.De su contribución, por lo tanto, el análisisincorpora las variables más importantes: elsistema electoral, o, mejor dicho, sus efectossobre el sistema partidario y el tipo de gobierno,las relaciones de fuerza entre el ejecutivo y ellegislativo, el grado de centralización delsistema político, la estructura del parlamentoy en la versión más actualizada, las formaspluralistas o neocorporativas de representaciónde los intereses (Lijphart 1984, 4-9 y 1994a;Lijphart y Crepaz 1991).

Brevemente, se trata de siete dimensionesanalíticas, algunas más de las que usan losautores en el cuadro y el mismo Lijphart. Ensu reciente investigación sobre el rendimiento,quedan fueran la centralización -esto es, laalternativa Estado unitario o federal- y laestructura del parlamento -unicameral obicameral-; pero la exclusión se debe amotivos técnicos y es débil en el plano teórico-conceptual. Ocurre que el federalismo y elbicameralismo, especialmente si es “fuerte”,son vehículos más que plausibles defragmentación del poder, y por esto pertinentesde acuerdo con el criterio clave sobre el cualse valora la eficiencia en el debate reciénresumido. Se puede, por consiguiente,concordar con muchos que en la tabla 1insertan uno o el otro, o ambos, entre susexplanantes, mientras Lijphart tiene razóncuando ignora otras propiedades utilizadas poralgunos de estos autores, Schmidt enparticular. Me refiero a las constituciones“rígidas”, a la práctica del referéndum, y a laautonomía del Banco Central, que él consideraelementos “contra-mayoritarios”, o “vínculoscon el poder de los gobiernos nacionales”(1996, 172-173), sin explicar de todos modos

Page 6: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

22

por qué. Viceversa, una explicación esnecesaria, pero cuando se la intenta, noconfirma la influencia de las tres variables.Es cierto, de hecho, que las constitucionesrígidas requieren para ciertas medidas,mayorías calificadas y complejosprocedimientos decisionales, es decir, elconsenso más amplio. Pero que esto, comosostiene Schmidt, determine las políticas degasto público, es simplemente infundado,porque estas políticas son gobernadas entodas las democracias industriales por lalegislación ordinaria, para la cual basta lamayoría simple. El referéndum, a su vez, esnormalmente prohibido en materia financiera yde presupuesto, con la solitaria excepción deSuiza, y en principio tampoco es“contramayoritario”, sino, por el contrario, “pro-hegemónico” (Lijphart 1984, 201-204;Papadopoulos 1995), en los países analizados–todos menos Italia y Suiza- que reservan lainiciativa a los partidos en el poder. Estosignifica que la validéz teórica de los dosindicadores es cero, mientras que la de laautonomía del Banco Central aparece por lomenos dudosa2. Ya que, además, suspresuntos efectos varían bastante poco en eluniverso, se da por descontado que el índicede Schmidt de los vínculos con el poder centraldesilusiona también empíricamente, es decir,explica poco o nada el comportamiento delgasto público.

Nos puede ir mejor, en cambio, sivolvemos a las siete dimensiones yamencionadas. De estas, sin embargo, diversascontribuciones suministran las versionesoperacionales consideradas como las másconvenientes. Por mi cuenta haré lo mismo,modificando cuando sea necesario, este oaquel indicador o agregando eventualmentealgunos nuevos. En lo posible, me esforzarépara poner en evidencia no sólo las diferencias

político-institucionales entre sistemasmayoritarios y consensuales, sino también losprocesos de cambio sufridos por cada uno delos países en el curso del tiempo. Esta es, enefecto, una exigencia muy descuidada por laliteratura, imprescindible en un períodomarcado por un evidente y elevado dinamismo,que pasa desapercibido, por el uso corrientede clasificar en base a valores medios de lasvariables relevantes, en todo, o en parte, delperíodo de posguerra. A este efecto, avaladotambién por Lijphart3, sustituiré presentacionesde los datos dirigidos en la medida de lo posiblea detectar tendencias y, en base a ellas,ubicaré varios países sobre el continuummayoritario-consensual en forma diferente a lohecho por Liphart y otras contribuciones,aunque recurra a muchos de los mismosindicadores.

De los modelos a los datos

El universo a examinar comprendediecisiete democracias consolidadas, divididasentre sistemas mayoritarios y consensuales.Dos diferencias cruciales entre estos sistemasconciernen al número y la distribución de lasbancas parlamentarias entre los partidos, queson a su vez en gran parte efecto de otrastantas variables del sistema electoral: fórmulay umbral “efectivo” de representación (Lijphart1994b). La primera diferencia depende sobretodo del umbral: cuanto más alto menospartidos. Entretanto una determinada fórmula,mayoritaria estricta, está asociada casiperfectamente a la producción de mayoríasabsolutas, dos tercios de las cuales son“fabricadas artificialmente” a partir de minoríaselectorales. Brevemente, de estas reglasdepende el formato –bi o multipartidario- y eltipo de gobierno -monopartidario o de coalición-del sistema. Esto significa que esta es la

Page 7: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

23

propiedad clave para cualquier análisis deconcentración o fragmentación del poder, y delas consecuencias que de ello se siguen.

Por ello, no es errado tratar de tomar encuenta las nociones de concentración ofragmentación o, en otras palabras, la divisoriade aguas mayoritaria/consensual, por mediode una simple dicotomía entre plurality systemy regímenes proporcionales, como lo hizoinicialmente Lijphart (1994a). Pero la estrategiano es la mejor porque dificulta la clasificaciónde casos importantes, colocandoindebidamente en el mismo grupo variantesdiferentes de sistemas proporcionales,distinguiendo adecuadamente entrebipartidismo y gobierno monopartidario demultipartidismo y coaliciones, pero no entre lasversiones heterogéneas de la segundacategoría. Ya que todas estas distincionesson a su vez de gran importancia para elrendimiento, informaciones más ricas y másprecisas deben y pueden ser adquiridasexaminando sistemas partidarios y tipos degobierno separadamente, comenzando por losdatos de la tabla 2.

La primera observación que se impone esla confirmación del impulso al formatobipartidario dado por el sistema mayoritarioestricto, o de variantes estrechamente afines 4.Los seis países elegidos -Australia, Canadá,Francia, Gran Bretaña, Nueva Zelandia yEstados Unidos- muestran de hecho un número“efectivo” de partidos inferior a tres. Como elnúmero efectivo es ponderado por las bancas,ese es un indicador más exacto deconcentración de poder de los “partidosprincipales” (col.2), que incluye aquellos conal menos el 2% de los votos; pero aún contandolos votos, los valores permanecen bajos y,sobre todo, casi invariables en un períodocaracterizado por un elevado dinamismo en lamayoría de los otros países.

El panorama, inversamente, es muchomás variado cuando se pasa a examinar eluniverso proporcional: dentro de éste, sóloAlemania y Japón mantienen en el largo plazovalores comparables con aquellosmayoritarios; en oposición, tres países,Finlandia, Holanda y Suiza, presentan nivelesestables, pero muy elevados, de fragmentaciónde la representación, mientras un cuarto -Italia-acentúa marcadamente su histórico pluralismoextremo5. Una fragmentación diversificada,pero de todos modos creciente, mancomunaa Austria, Bélgica, Dinamarca, Noruega ySuecia, llevándolos también a ellos a nivelesrécord después de la guerra.

Obviamente, a esta variedad dedesarrollos corresponden tipos diversos derégimen proporcional, que, sin embargo, nobastan para explicar su dirección e intensidad.Y no bastan porque, a diferencia del sistemamayoritario, “el proporcional es un sistemaelectoral débil” y, si “es ‘puro’, ...sin efecto:deja a los partidos la libertad de multiplicarseen forma negativa, simplemente porque nopenaliza la multiplicación. Pero la libertad demultiplicarse no es causa eficiente demultiplicación, como la libertad de viajar no escausa de viajar” (Sartori 1984, 24), siendodecisivo aquí más bien otra variable: laestructuración del sistema de partidos.Estructuración, en efecto, significa que laescena política es dominada por partidos demasas dotados de fuertes vínculos ideológicosy organizativos con el electorado y, como tales,en condiciones de controlarlo en forma capilary de sustraerlo a la conquista de viejos ynuevos competidores. Cualquiera sea ladebilidad manipulativa del sistemaproporcional, la fragmentación no es unresultado descontado, en presencia del “efectobloqueante, o efecto contrabalanceador, de unsistema partidario fuerte”. Si éste existe, se

Page 8: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

24

constituye en el “factor causal”de un formatoreducido y estable (Sartori 1984,28), mientrasinestabilidad, fragmentación, acceso y éxitode los competidores irán cabeza a cabeza conla crisis, producida por los partidos de masas.Esto significa que la primera mitad de la tablasupone y se completa con los datos de lasegunda mitad, los cuales utilizanprecisamente una medida apropiada parapercibir la eficiencia del control organizativodel electorado y “el efecto bloqueante”asociado.

La medida es el clásico indicador de losdesplazamientos de los votos entre partidos -inestabilidad o volatilidad total neta-, y tienecomo tal una relación obvia y biendocumentada con el nivel de estructuración delsistema de partidos (Bartolini y Mair 1990).Cuanto menores son los desplazamientos,tanto más “fuertes” se pueden suponer lospartidos, es decir, capaces de canalizar losimpulsos de la sociedad y, eventualmente, deaislarse de las elevadas presiones al cambioy a la fragmentación. Aunque no sea el únicoindicador de estructuración, ni depende de ésta(Bartolini y Mair 1990; Katz y Mair 1994), unavolatilidad baja está asociada, porconsiguiente, tanto a la concentración de larepresentación como a la autonomía delelectorado de los actores democráticos claves,es decir, a dos características de interésintrínseco para el análisis del rendimiento enel contexto de los modelos mayoritarios yconsensuales. Dado este rol importante, losdatos son provistos en la tabla en detalle ycalculados de dos modos diferentes: bajo laforma de trends temporales -aumento,disminución, y estancamiento de lainestabilidad-; y por valores medios, orientadosa detectar aquello que la primera medida puedetergiversar, por ejemplo, la diferencia obviaentre las dos tendencias muy marginalmente

ascendentes -Bélgica y Alemania-, pero enniveles altos y bajos muy diferentes. Lostrends y las medias son calculadasaproximadamente en el período que nosinteresa, y las segundas extendidas más allá,a toda la posguerra. Es posible de esta manerauna inspección sistemática dentro y entre lospaíses, no sólo de las variaciones existentesen tiempos de crisis y de prosperidad. Pero,de cualquier manera que los datos se vinculen,los desarrollos que emergen del universoproporcional son un calco del número de lospartidos. En efecto, detrás del formato reducidode Alemania y Japón existe una débil tendenciaal aumento de la inestabilidad dentro de loslímites de los niveles medios, de lejos másbajos, sea tanto respecto de los otros paísescomo de la primera parte de la posguerra; noobstante las recientes dificultades del partidopredominante japonés y el enorme potencialde fragmentación introducido por la unificaciónalemana, la “fuerza canalizante” de los dossistemas no aparece pues seriamente endiscusión. Completamente diferente es, encambio, la situación en los nueve paísesrestantes, cuyos partidos enfrentan siempreelectorados más volátiles, que prueban unadecreciente capacidad de control y unacreciente desestructuración; estos procesosson, de vez en cuando, señalados por lasmedias pero no por los trends (Bélgica,Dinamarca), simplemente porque los paísesanalizados mantienen niveles relativamenteinvariables de elevada inestabilidad durantegran parte de la posguerra; por el contrario,trends más o menos acentuados sonacompañados por medias dobles entre 1965 y1996, o más que dobles, respecto al período1945-1965 (Finlandia, Noruega, Holanda,Suiza). Un tercer grupo, a su vez, se distinguedel anterior sólo por la acentuación del trend yel ritmo más veloz del crecimiento de la

Page 9: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

25

inestabilidad media en el último decenio(Austria, Suecia). Uno y otro, es decir el trendy el ritmo, alcanzan las puntas máximas enItalia, donde los partidos históricos fueronliteralmente disueltos por el efecto de una crisisde transición todavía en curso.

Los nueve países, en suma, siguen unrecorrido propio -más o menos marcado, lentoo acelerado, continuo o discontinuo-, pero enuna dirección común: sistemas partidariossiempre más débiles, más fragmentados, mása remolque de la sociedad, que agentes“canalizadores”. Sumado al régimenproporcional, esta debilidad ha producido loscambios de formato indicados en la primeraparte de la tabla, cancelando sistemasconsolidados de pluralismo limitado oredimensionando drásticamente los históricospartidos predominantes de Noruega y Suecia.Con mayor razón, la capacidad japonesa yalemana salta a la vista como confirmacióndel efecto “contrabalanceador” de laestructuración. Pero, naturalmente, losejemplos canónicos de estabilidad provienende los sistemas electorales mayoritarios, queson por definición “fuertes” -es decir, capacesde mantener un formato bipartidario- y así seconfirma en la tabla: plenamente, allá dondelos trends descendentes y medias deinestabilidad cada vez más bajas revelan unasinergía de efecto electoral y dereestructuración (Australia, Gran Bretaña,Estados Unidos); más relativo en Canadá,Francia y Nueva Zelandia, ya que las dosvariables trabajan ahora la una contra la otra:el sistema mayoritario contribuyendo amantener reducido el formato, mientras a lospartidos les cuesta mucho controlar unelectorado muy móvil, van a veces al encuentrode crisis verdaderamente desastrosas comoen Canadá, o están constreñidos a efecuarreformas radicales para prevenirlas como

Nueva Zelandia6.Estos ejemplos documentan que, por más

fuerte que sea el sistema electoral, elaislamiento y la autonomía de las elites de lasociedad no están garantizados si ellas recibenpresiones de desestructuración inusualmenteelevadas y persistentes. Pero ello no deja delado la diferente resistencia de las institucionesrespecto a las democracias consensuales yno quita que la diferencia se extienda a la otra,ya señalada, dimensión de los modelos deLijphart: el tipo de gobierno. Como muestrala tabla 3, sólo los cuatro plurality systems-Canadá, Gran Bretaña, Nueva Zelandia,Estados Unidos- están asociados, casi sinexcepción, a mayorías unipartidarias ogobiernos monocráticos, como en el caso delpresidente norteamericano, todas “fabricadas”artificialmente por minorías electorales. De estamáxima concentración del poder se aleja unpoco Australia, si se tiene en cuenta que susfrecuentes coaliciones se fundan en alianzaselectorales permanentes entre el partido liberaly el conservador. Las amplias coalicionesfrancesas, a su vez, son menos fragmentadasde lo que parecen, en parte porque también elsistema mayoritario de doble turno obliga a susmiembros a candidaturas comunes en loscolegios electorales, y en parte por el impulsocohesivo proveniente -salvo cohabitación- dela presidencia electiva de la república (Lijphart1994b, 143).

Entre los sistemas proporcionales, por otrolado, sólo Japón y Alemania se encuentrannetamente sobre-representados en lasprimeras dos categorías de la tabla, es decir,entre los gobiernos unipartidarios o entre lascoaliciones mínimas ganadoras. Estos paísesconfirman así una vocación “mayoritaria” suigeneris, ya implícita en el formato reducido delsistema partidario y ahora reflejado en los tiposde ejecutivos que Lijphart (1984, 10-11) asocia

Page 10: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

26

al “modelo Westminster”. A cierta distancia,debido a una mayor proporción de tipos másfragmentados, siguen Austria y Holanda, queson dos casos interesantes por la comúntendencia a coaliciones mínimas másfrecuentes desde 1965 a 1975, respecto alconjunto de la posguerra (Lijphart 1984, 61;Woldendorp, Keman y Budge 1993, 113). Peroesta tendencia no se manifiesta en Italia-históricamente anclada en los tipos 3,4 y 5-,ni en Suiza, y se invierte en las democraciasrestantes: Bélgica y Finlandia, con elvaciamiento post-1965 de las categorías 1 y 2-ya bien pobladas- a favor de las coalicionesamplias; en Noruega y Suecia, con un análogodesplazamiento, más acentuado desde 1975,hacia las minorías monopartidarias y lascoaliciones minoritarias; y en Dinamarca conla neta progresión de estas últimas sobre eltipo 4, que permanece de todos modosfuertemente representada.

En gran parte del universo proporcional,por consiguiente, el aumento post-1965 delnúmero de partidos parece haber presentadouna mayor fragmentación de los gobiernos, obien minorías monocolores siempre máslejanas de la mayoría y, como tales,implícitamente “fragmentadas”, porqueestuvieron obligadas a construirla yreconstruirla continuamente con el apoyoocasional de coaliciones parlamentariascambiantes.

Respecto a las precedentes clasifi-caciones, esto señala una crecientedivergencia entre el modelo consensual y elmodelo Westminster, bienvenida meto-dológicamente, porque una mayor variabilidadpuede tener recaídas más nítidas sobre elrendimiento, pues diversos autores sostienen,precisamente, que este rendimiento se tornadecreciente, al crecer las negociaciones, entorno a las políticas públicas, dentro del

gobierno, o si este es minoritario directamenteen el Parlamento. (Roubini y Sachs 1989a y1989b; Shick 1993; Edin y Ohlsson 1991). Estaposición no es compartida por otros (Strom1990; Crepaz 1996), que rehusan identificar toutcourt fragmentación y debilidad decisional, ysubrayan que esta debilidad obedece a unavariable complementaria, la estabilidad -entérminos de duración- de los ejecutivos. ParaLijphart, por el contrario (1984, 80), justamentela duración representa el indicador apropiadode la relación de fuerza entre éstos y elparlamento, que es, se recordará, otra de susdimensiones dentro de la alternativamayoritaria/consensual. Para tenerlas encuenta, por consiguiente, indico en la tabla 4los datos pertinentes que, nuevamente, revelanuna mayor variabilidad en los cálculos deWoldencorp, Keman y Budge (1993, 108),especialmente en los sub-períodos 1975-1996y 1985-1996. Esta variabilidad es en gran parteefecto de una distinta operacionalización, yaque la tabla no vincula la duración a los plazoselectorales, si ellos no dan lugar a cambios delos partidos en el poder y/o del primer ministro 7..

De este modo, se detecta apropiadamente laprolongada hegemonía conservadora -olaborista- en Alemania, Gran Bretaña, EstadosUnidos y Australia, es decir duracióntranselectoral ininterrumpida de los gobiernosde Khol, Thatcher/Major, Reagan, Clinton,Hawke, y se traza una línea de demarcaciónneta y estructuralmente relevante respecto alos gobiernos que son cada vez menostranselectorales, como Noruega y Suecia,después de la crisis del partido predominante,o que nunca lo han sido.

Aún sin eliminar algunas incongruencias,esto permite resaltar el solitario récord alemán,con su interminable coalición cristiano-liberal,indiscutiblemente “predominante” en elparlamento, según la conceptualización de

Page 11: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

27

Lijphart (1984, 78ss). Digno de resaltar, entrelos sistemas proporcionales, es también laduración de los gobiernos austríacos, si bienfuertemente declinante respecto del conjuntode la posguerra y, en menor medida restringidaal período 1985-1996, la duración de losgobiernos holandeses8. Pero reforzando lastendencias previas a 1965, la parte alta de laclasificación está ocupada por cinco sistemasmayoritarios -Australia, Canadá, Gran Bretaña,Nueva Zelandia, Estados Unidos-, con una solaexcepción, la de Francia, seguramenteexagerada dada la falta de adecuación delindicador para un sistema semipresidencial(Lijphart 1984, 82-83). Todos los otros paísesrecaen bajo un umbral mínimo -mil días-, aúncuando con notables variaciones, a vecesdifícil de interpretar. En el Japón, por ejemplo,la estimación de la fuerza de los gobiernos enfunción de su duración tiene tan poco valor comoen Francia 9, aún cuando el hecho de que éstahaya caído a la mitad entre 1985-1996respecto de la media 1949-64, es un síntomade las recientes dificultades afrontadas por elpartido predominante. Bélgica, Dinamarca,Finlandia e Italia, a su vez, han sido modeloshistóricos de debilidad e inestabilidad de lascoaliciones, y lo siguen siendo. Algoparticularmente significativo, son los casos deSuecia y Noruega, ya que estos países sejactan de tener una tradición de larga duración;y sin embargo desde 1965 hubo en el segundouna declinación de un 25% respecto al ventenioprecedente; mientras que peor les ha ido a losgobiernos suecos, que han tenido unadeclinación del 35%10.

La desviación más acentuada después de1965 proviene, pues, de la combinación delexcepcional exploit alemán con laconfirmación, o los progresos, de la estabilidadde los gobiernos mayoritarios, y el rápidodesmejoramiento de la situación en la mayor

parte de los otros países. Conforme sostendríaLijphart, estos últimos tuvieron ejecutivos cadavez más débiles, o menos fuertes, másdominados que dominantes del parlamento, ydotados por consiguiente de una decrecienteautonomía decisional. Por más que pueda seraceptado, el juicio requiere una integraciónporque la duración es un indicador importante,pero ciertamente no definitivo, y no sólo enlos casos difíciles como Francia o Japón.Conceptualmente, durar puede ser condiciónnecesaria para operar con éxito, pero esto nosignifica gran cosa sin una adecuada cohesiónde los responsables de las políticas públicas.Para ganar precisión, y para corregir algunamala clasificación, es necesario tener encuenta también esta variable, cuyasoperacionalizaciones son difíciles,controvertidas, a menudo discutiblementejustificadas, pero casi nunca satisfactorias parael uso comparativo, especialmente para lacomparación temporal11. Sin pretenderresolverlas de una vez por todas, la tabla 5presenta los resultados de una simple medida,propuesta por Siniscalco y Tabellini (1993, 815),que evita, o minimiza, aquellas dificultades,limitándose a dividir el porcentaje de las bancasparlamentarias del gobierno y de la oposiciónpor el número de partidos que forman parte 12.Claramente, la hipótesis es que los gobiernosmonopartidarios mayoritarios están ceterisparibus en el vértice de la jerarquía de lacohesión, especialmente si tienenoposiciones fragmentadas, y por lo tantoineficaces. Se puede controlar así si laclasificación por la duración y también por eltipo de gobierno puede ser reforzada o másbien relativizada, por la incorporación de untercer indicador más sensible. Para comenzar,el control revaloriza los recursos de losgobiernos francés y japonés, bastante y muycohesivos respectivamente, con una

Page 12: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

28

oposición invariablemente dividida.Redimensiona, por el contrario, la ubicaciónalemana, por efecto de los gobiernos decoalición y oposición unida, si bien no en elúltimo decenio. También evidencia la paradojaamericana de la división de poderes entre elpresidente y el Congreso de distinto color;distingue la polarización neozelandesa entremayorías y minorías igualmente cohesivas, dela siempre más acentuada combinación demonopartidismo mayoritario y minoríasmedianamente o muy divididas: Australia,Canadá y Gran Bretaña. Confirma también laextrema y creciente desarticulación general delos países manifiestamente más policéntricose inestables -Bélgica, Dinamarca, Finlandia,Italia-; y revela una variedad de tendenciasintermedias en los restantes, esparcidas entreel trío -noruego, holandés y suizo- de moderadacohesión gubernativa y baja cohesión de laoposición, y el mayor equilibrio entre ambasen Austria y Suecia.

Como confirman los puntajes de la tabla8, estas variaciones son independientes deltipo y duración del gobierno, y se puede sacarcomo conclusión que estas integran elpresupuesto de sus recursos con un genuinoproceso informativo. La información es limitadaa recursos estructurales estrictamentepolíticos, mientras los gobiernos operanobviamente, en el contexto de instituciones yreglas formalizadas, diseñadas, a menudointencionalmente, para maximizar, o minimizar,la concentración del poder. Por ello, Lijphart yotros distinguen los modelos mayoritarios yconsensuales, también en base al tipo deparlamento y a la forma de Estado (tab. 2),asociando la máxima concentración a lacombinación de monocameralismo y Estadounitario y la máxima fragmentación a su opuesto-bicameralismo/federalismo-. Como vemos, latabla 6 nos brinda los indicadores pertinentes,

cuyas definiciones operacionales sonseleccionadas de la literatura y da lugar a unaclasificación análoga de power sharing. A estasvariables usuales, le hemos agregado dos quegeneralmente se omiten, y que han sidoutilizadas, de acuerdo con nuestro criterio, demodo insatisfactorio. La primera - columna 1-verifica si la elección del jefe de gobierno esde competencia parlamentaria y, obviamente,la excluye en la presidencia americana, de lacual damos la definición de Lijphart (1984, 85):una institución típicamente mayoritaria, cuyopoder concentrado e independiente secontrapone al bicameralismo “fuerte” delCongreso13. Por otro lado, encontramos lossistemas bipartidarios o de partidopredominante, el semipresidencialismo francésy la “democracia de canciller” alemana, todosigualados por “elecciones de referéndum” sobrela mayoría y su jefe, que legitiman su gobiernohasta que un nuevo voto los remueva. Esto,en efecto, emparenta sus recursos al modeloamericano, o, por lo menos, los distinguenetamente de aquellos disponibles en lospaíses que concentran las condiciones “puras”del poder de las asambleas: coalicionesmultipartidarias más o menos amplias, omonocolores ultraminoritarias, elegidasdespués del voto y, eventualmente,prescindiendo del resultado, guiados porlíderes “fabricados” en el parlamento ytotalmente dependientes de su apoyo.

Entre los países en cuestión, algunosentran típicamente dentro de la definición paratodo o casi todo el período de posguerra: enparticular Dinamarca e Italia. Sin embargo, unavez más, otros se han ido acercando a lacategoría a partir de los años setenta, a medidaque la declinación del partido predominanteminaba la legitimidad electoral del primerministro, como en Noruega y Suecia, odisminuía la cohesión de sus aliados bajo su

Page 13: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

29

liderazgo, como en Austria, Bélgica y Holanda,o la protección del jefe de estado, como enFinlandia. En el período que nos interesa, enconsecuencia, la mayoría toca a este grupo,compuesto de gobiernos comparativamente“débiles”. Es cierto que la debilidad estácontrabalanceada por el poder de disoluciónde la asamblea, vigente casi en todos loscasos, salvo Finlandia y Noruega y el especialcaso suizo -ni voto de censura, ni poder dedisolución-. Pero, como muestra la segundacolumna de la tabla, existe una graduaciónsignificativa de estos poderes: en los sistemasmultipartidarios, excepto Suecia, este es elúnico disuasivo del voto de censura, que sepuede definir por consiguiente moderadamentevinculada. En el modelo presidencial, por elcontrario, el vinculo es, salvo impeachment,obviamente máximo, y finalmente, estáseguramente reforzado por el voto dedesconfianza “constructivo” u otrasrestricciones constitucionales, como enFrancia y Alemania, es decir, en dos de lospaíses con el primer ministro legitimadoelectoralmente. Aún cuando el bicameralismoy el federalismo relativicen parcialmente losdatos de la tercera y cuarta columna de la tabla,el resultado es un puntaje global (tabla 8,columna 6) diferente de los otros autores y,según nosotros, más equilibrado y realista,debido a que otorga a los gobiernos italianos ysuizos más y no menos vínculos consensualesque los alemanes; o bien, porque estima aGran Bretaña más mayoritaria que Finlandia,Bélgica o Dinamarca, y no al revés; y porquerectifica, en fin, una gradación aún más extrañacomo en los casos de Francia y Holanda,atribuyendo a la segunda instituciones másparlamentarias y policéntricas que la primera14.

Sea como fuese, los vínculos con el poderejecutivo no provienen sólo de reglasformalizadas, sino también de prácticas

decisionales informales, como aquellas queacompañan un sistema específico derepresentación e intermediación de losintereses: el neocorporativismo (Lehmbruch ySchmitter 1982; Streck y Schmitter 1985).Estas prácticas, cuyo núcleo es laconcertación de las políticas públicas con laparticipación de las organizaciones sindicalesy empresariales, son como tales“conceptualmente afines” y estánempíricamente correlacionadas con la“concertación entre partidos” típicas delmodelo consensual (Lijphart y Crepaz 1991,236). En otras palabras, el neocorporativismorepresenta una extensión de este modelo, asícomo el pluralismo está asociado a lacompetencia y no a la concertación, entreEstado y grupos organizados, es decir, el típicopresupuesto de modelo mayoritario y de susestilos decisionales (Schmitter 1974, Lijphart1984). Como es de preveer, las mismaspremisas y las mismas conclusiones sobre losméritos y desventajas de dicho modelo, y desu alternativa, se han impuesto para losdistintos sistemas de representación deintereses, sobre los cuales, por el contrario, eldebate fue más intenso y controvertido quesobre sus dimensiones político-institucionales.Por un lado, la concertación neocorporativa haestado definida como el instrumento ideal paragobernar sociedades complejas, que requieren,especialmente en tiempos de crisis, el máximoempeño colectivo para una producir unvolúmen adecuado de bienes públicos. Estesuceso es considerado el efecto de un procesodecisional altamente centralizado e inclusivo,en grado de promover el “ interés general” y deminimizar las defecciones en su prosecución(Berger 1981- Schmitter 1981; Goldthorpe 1984;Crouch 1985, Jan Kowski 1988). Laargumentación clásica, sobreentendida oexplícita, reenvía a Olson (1965;1982), para

Page 14: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

30

quien el interés general está naturalmente“interiorizado” por actores colectivos, cuandoéstos son lo suficientemente grandes, comopara no poder descargar sobre terceros, loscostos de eventuales comportamientos“irresponsables”.

Ya que ellos mismos y sus partidariosresultarían víctimas, surge un incentivo a la“eficiencia por participar”, que algunos tiendena considerar como la única vía hacia laoptimización del rendimiento económico(Malanga 1988; Scharpf 1991; Crepaz 1992).A esta posición el propio Olson objetaría que,con las dimensiones y el número departicipantes, aumentan la complejidad y lalentitud inherentes a las respuestasampliamente consensuales o, volviendo ausar la terminología de Buchanan y Tullock(1962), se incurre en crecientes “costosdecisionales”. Contrariamente a estasprevisiones, y según otros autores, esprecisamente su inclusividad la que expone laconcertación neocorporativa a la “inflexibilidady al inmovilismo” (Lechner 1988,88-90), o,como sostiene drásticamente Dahrendoff(1989,139), el pantano tiene un primer momentode “apariencia de estabilidad” destinada “adegenerar rápidamente en estancamiento ydisputas paralizantes”.

En rigor, entre opiniones tan divergentes,podría dejarse la elección a la investigaciónempírica, que sobre este tema ha sido tanabundante como ambigua. Mientras un primerrelevamiento de la literatura, que se remontahasta el inicio de los años ochenta, proponíaclaramente la “superioridad” económica de laconcertación neocorporativa, asociándola auna menor desocupación, menor inflación ymás crecimiento, esta posición constituye unaexcepción en los trabajos más recientes, quese distinguen por la común tendencia areconocer la declinación del neocorporativismo,

a redimensionar sus efectos, individualizar losperversos, y redescubrir las capacidades delrendimiento del modelo alternativo competitivo-pluralista15. Naturalmente, las variantes difierenbastante entre uno y otro autor, por ellojustamente sorprende que vayan todas en lamisma dirección, tanto más dada la euforiainicial de las teorías de signo opuesto. Setoman además, las informaciones disponiblessobreentendiendo al menos dos puntos firmes,crecientemente reconocidos: el primero,contrariamente a lo sostenido por algunos(Strecck y Schmitter 1985), es que lasdisposiciones neocorporativas son uno entrevarios de los factores del rendimiento, comolas dimensiones político-institucionalesdiscutidas. En cambio, en lo que respecta asus presuntos efectos, esto sólo puede serevaluado en el contexto de estas dimensiones,que interactuando con aquellas disposiciones,pueden potenciarlas o inhibirlas, y explicar asímejor, las heterogéneas conclusiones de laliteratura. Pero, segundo punto, la explicaciónmás importante de tanta heterogeneidad pareceser la variabilidad, o la inestabilidad, delneocorporativismo mismo16, que se revelómucho más elevada y acelerada de lo previstoen varios países, especialmente durante elúltimo decenio. Estos límites impulsaron aalgunos autores a abandonar una noción tanproblemática (Therborn 1992), pero aúncuando ésta haya sido débil y mal formulada,suprimirla parece un poco drástico, dada laamplia circulación que continúa teniendo. Lamejor elección, por consiguiente, es ubicarsea mitad de camino. Allí se puede llegar, sobretodo relativizando de entrada alneocorporativismo, dentro de un amplio abanicode factores de rendimiento. Segundo, ya quese conviene que el fenómeno esmultidimensional (Lehmbruch y Schmitter1982; Lijphart y Crepaz 1991; Huber, Ragin y

Page 15: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

31

Stephens 1993), se requieren evidentementemás indicadores para captar plenamente lacomplejidad; y, por último, cada uno de losindicadores deberán ser particularmentesensibles a la propiedad clave delneocorporativismo, la inestabilidad, a losefectos de permitir una oportuna adecuaciónde la clasificación de los casos a su acentuadodinamismo.

Mientras la primera previsión estáincorporada en la presente estrategia deinvestigación, que pone el énfasis en la bateríamás articulada de las variables independientes,la tabla 7 muestra como he intentado satisfacerlas otras dos. Esta, de hecho, combina porprimera vez todos los principales indicadoresdel neocorporativismo, abandonando la malacostumbre de trabajar sólo con aquello que seconsidera como lo más importante, y utiliza,entre estos indicadores, también el másolvidado, la concertación, que es, sin embargo,seguramente mucho más interesante. Surareza, en efecto, depende de su volatilidad, odiscontinuidad, bastante mayor que la de lasotras dos, unida a la dificultad deoperacionalizar prácticas cooperativastípicamente informales.

Sin pretender resolver de una vez por todasel segundo problema, he intentado tratarlo deuna mejor manera en otra parte (Pappalardo yMattina 1998) en función del primero, es decirpara tratar de captar la tendencia a cambiar delas relaciones Estados-grupos, especialmentelos sindicatos, que hoy se resalta comodominante.

La clasificación propuesta difiere de otras,aunque no de un modo sistemático y convariaciones sustanciales limitadas a unaminoría de países17. Ya que las diferencias sontambién efecto de las periodizacionesespecíficamente elegidas para este análisis(1975-1995), me parece por lo tanto que la tabla

7 integra y actualiza, más que contradice, losustancial de la investigación precedente yprovee, al mismo tiempo, una base más ampliay segura para valorar una propiedad sistémica,que es particularmente importanteprecisamente por su aparente dinamismo.Sobre ella se ha construído la gradación de latabla 8, el punto de llegada de este largo párrafoy, obviamente, punto de partida de losinterrogantes formulados al comienzo de estetrabajo.

Instituciones y rendimiento

La tabla 8 necesita pocos comentarios.Análogamente a otras clasificaciones, suspuntajes son aproximados y discutibles, aúncuando creo sustancialmente justificados porlos datos comparativos. Con los trabajosesquematizados en la tabla 1 tiene, además ,en común la importancia asignada a laalternativa democracia mayoritaria/democraciaconsensual, que se confirma discriminante enLijphart y en otra literatura. El posicionamientode los países es frecuentemente diverso, porefecto del arco temporal, de las variables, delas operacionalizaciones y de las técnicas demedición elegidas. Respecto a lacategorización más competente e inclusivadisponible (Lijphart y Crepaz 1991, 245), porejemplo, todos los casos en común, menosIrlanda, se distribuyen entre los extremos deItalia y Gran Bretaña; mientras la asignacióndel primado mayoritario a esta última representaun cambio marginal y refleja plausiblemente elestilo decisional conservador de casi todo elventenio. El deslizamiento italiano al vérticeconsensual representa una diferencia muchomás marcada, pero justificada por un estadode exasperado policentrismo, fragmentación yconfusa superposición de poderes débiles ycontrapoderes fuertes que muy a menudo, no

Page 16: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

32

ha sido percibido o subvaluado por loscomparativistas (Pappalardo y Mattina 1998).Entre los restantes sistemas mayoritarios,figura el mismo “núcleo duro” de Lijphart yCrepaz, de Australia a los Estados Unidos,además del Japón, cuya posición a la cabezase explica por la estructura unitaria del Estado,el rol menor del parlamento y la estabilidad delsistema partidario, que los dos autores notoman en consideración y que contribuyen aponerlos adelante, superando variasposiciones. Pero más que este adelantamiento,el puntaje de Alemania puede discutirse,porque ubico a esta última en paridad conFrancia y los Estados Unidos, mientras queSchmidt (1996,172) desarrolla el modelo delpolicentrismo, de los “gobiernos vinculados”,o de “grandes coaliciones”, emparentándolanada menos que a Suiza. De un lado, sinembargo, sus indicadores son singularmenteheterogéneos respecto de aquellos utilizadosen la literatura, además de ampliamentecriticables.

Las gradaciones resultantes (deAlemania y otros países) no encuentranconfirmación en las propuestas por Huber,Ragin y Stephens (1993), Colomer (1995), ode los mismos Lijphart y Crepaz, que sonmucho más compatibles con la nuestra.Como se detalló en otro lugar (Pappalardo yMattina 1998), los estilos y contenidosdecisionales que según Schmidtdocumentan prácticas consensuales de “grancoalición” o bien son controvertidos o hansido provocados por la reunificación, esdecir, por un evento sin duda excepcional,que implica muchas decisionesinevitablemente unánimes y por ello,precisamente, poco relevantes para valorarla mecánica política “normal” y de largo plazodel sistema. La posición alemana en la tabla8 me parece perfectamente defendible,

aunque precisamente la reunificaciónaconseja prudencia, pero no tanto por lo quese refiere a la estructura político-institucional,como cree Schmidt, como por lo que conciernea su rendimiento.

Se sobreentiende que la emergenciaeconómica del este del país representa unfuerte factor de perturbación, único en eluniverso y, desde una óptica comparativa,difícil o imposible de tener bajo control,tanto más que en los últimos años no hayestadísticas Este-Oeste, desagregadas, einternacionalmente estandarizadas, sobreindicadores como desocupación, déficit ygasto público. Ya que éstas son variables derendimiento cruciales en el análisis que sigue,he preferido por lo tanto conducir laconfrontación entre los sistemas mayoritariosy consensuales, dejando de lado a Alemaniay suprimiendo así los efectos distorsionantesde su excepcionalidad.

Volviendo a la tabla 8, los países querestan reciben puntajes crecientemente“consensuales”, incluída la ya discutidaItalia, figurando todos del mismo lado, talcomo los ubican Lijphart y Crepaz (1991,245).Nuevamente, hay una cierta concordancia enla individualización de los confines delmodelo, conjuntamente a diferencias en elposicionamiento de su población. Dado loscriterios parcialmente diferentes de las dosclasificaciones y los acelerados cambiosconcentrados en los países del subgrupo y noincorporados en los datos “viejos” de los dosautores18, sería sorprendente esperar locontrario, puesto que aquello queverdaderamente nos interesa es precisamentela línea de demarcación sustancialmentecomún identificable de Holanda en adelante,respecto de los sistemas mayoritarios. Dejandode lado el caso alemán, por las razonesmencionadas, está línea de análisis será

Page 17: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

33

uti l izada ahora para una verif icaciónpreliminar del rendimiento de ambos modelosen su conjunto.

La verificación se define como preliminarporque se dirige a detectar si hay diferenciasentre los modelos mayoritarios yconsensuales, tratados en forma discontinua,en lugar de analizar cuánta diferencia se debea uno u otro puntaje en la tabla 8. En rigor deverdad, las dos cuestiones se complementanrecíprocamente, pero sólo la primera serátratada aquí, y sólo en sus aspectosesenciales. Pero incluso un análisis breverequiere algunas precisiones preliminaresrespecto del objetivo clave anunciado alinicio, es decir, la explicación del rendimientoeconómico de las democracias en tiemposde crisis. La primera puntualización se ofreceen la tabla 1, en la cual se observa que lasexplicaciones hasta ahora disponibles sebasan sobre un número reducido de variablesdependientes: de una a tres, según losautores, que utilizan, naturalmente, las quese consideran más importantes, pero sinjustificar aquello que incluyen o excluyen19.Por mi cuenta, he adoptado en cambio, elcriterio sustantivamente menos discutible ymetodológicamente más confiable, al colocarjuntos por primera vez cinco indicadores delrendimiento, además de un índicecompuesto de dos de éstos.

Entre estos indicadores figuran, como escomún, las tasas de crecimiento, y las deinflación y desocupación, sumadas en el asíllamado “índice de miseria”, pero también eldéficit y el gasto público, casi nunca agregadosa los precedentes, no obstante su importanciacreciente en las estrategias de “consolidaciónfiscal” generalizadas en Europa y en otrospaíses después del segundo shock petrolero.En conjunto, el período sometido a verificaciónva de 1975 a 1994-95 y, segunda

puntualización, evita deliberadamente ubicarsemás atrás, como hacen, en cambio Lijphart(1994 a), Crepaz (1996), o Schmidt (1996).

Estos autores se sirven, en efecto, deseries de datos. Se trata de las medias dediferentes variables, dependientes eindependientes, calculadas a partir del iniciode los años sesenta (tabla1). Creo haberdemostrado, por otra parte, que se distorsionaasí el dinamismo político institucional demuchos países. Cuando se busca verificar elrendimiento sin discriminar entre períodos decrisis y períodos de prosperidad -como sucedióprecisamente en los años sesenta-, semultiplican los problemas teóricos y empíricos.Desde un punto de vista analítico, deberíamospreguntarnos cuál es el contexto crucial paraestimar el impacto de las instituciones.Compartida por una creciente literatura, larespuesta a esta pregunta es que “mientraslas diferencias estructurales entre sistemas degobierno pueden contar poco o nada entiempos económicamente tranquilos, su efectopuede volverse de verdad significativo einfluyente, cuando se enfrenta con seriasdificultades”20. La utilización de seriesindiscriminadamente largas, ergo, no quieredecir que sean capaces de optimizar laverificación sino, más bien, lo contrario.Cuando se mezcla el “consenso keynesiano”de los tiempos de abundancia, con lascontroversias monetaristas suscitadas por laestanflación, las opciones “fáciles”, expansivasy convergentes anteriores a los shockspetrolíferos, y aquellas “difíciles”, restrictivasy más netamente diferenciadas; los datos nopueden menos que anularse recíprocamente,ocultando en una artificiosa “capacidad media”,eventuales divergencias respecto a lascondiciones en las que se dio la “respuesta alos desafíos”. Conforme a esto, el investigadordeberá contentarse con resultados

Page 18: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

34

econométricos nulos o muy decepcionantes.Así ocurre con los coeficientes de Lijphart(1994a, 11), no significativos y bastantepequeños como para sugerir sólo “unrendimiento un poco mejor de las democraciasmás consensuales” sobre inflación ydesocupación, pero no sobre el crecimientoeconómico; o bien, aquellos francamenteirrelevantes de Crepaz (1996, 97-98) y Schmidt(1996, 176), que hacen diferencias de signo,pero por desplazamientos de recta de regresióndel 0,05 al 0,1. La expectativa de efectosempíricos más robustos aconseja distinguir losestados de normalidad, gobernables conrecursos modestos presumiblementesuficientes para políticas de rutina, de losdesafíos ambientales que requieren la máximamovilización de la cual un sistema es capaz,dando de esta manera el debido relieve a todoel potencial del rendimiento de susinstituciones. Una última puntualización es queeste potencial no está adecuadamenteexpresado por los valores medios de lasvariables dependientes, sobre las cualestrabajan los modelos econométricos usuales(Goldberger 1968). Aún limitadoscorrectamente a los períodos de crisis, losvalores medios tienden, por definición, a nivelarla inestabilidad, o la variabilidad, de las seriestemporales y a minimizar o desestimar, enconsecuencia, una propiedad central del policy-making, es decir la gradualidad, la lentitud, loscambios de opinión o los fracasos y,eventualmente, la baja sistematización ycoherencia que acompañan a la acción pública,especialmente cuando se trata de llevar a cabopolíticas de carácter restrictivo frente a shocksinesperados y de gran importancia. Ya que laliteratura cualitativa documenta unaimpresionante concentración de todos estoselementos en el período analizado21, la soluciónmás lógica e informativa es, obviamente, tratar

de transferirlas al análisis cuantitativo, másbien que seguir el uso discutible de procedersobre vías separadas. Por esto,concretamente, se hace necesario explicitarlo que he sobreentendido. Es decir, que elpotencial de rendimiento de las institucionesrequiere para funcionar de un período parapruebas y errores, procesos de aprendizaje amenudo tortuosos, ajustes y reajustes. Deacuerdo con esto, los eventuales efectos sedeben suponer dinámicos, variables y, lejosde ser nivelados en las medias, estavariabilidad se ve valorizada como expresióndel comportamiento “real” del explanans. Enotras palabras, si el tiempo es tan importantepara el rendimiento como lo corrobora lainvestigación cualitativa, se lo debe tener encuenta, y en términos diacrónicos deben serformuladas dos preguntas cruciales para unaadecuada verificación: qué tendenciascrecientes, decrecientes, o de rendimientoestancado están asociadas al modelomayoritario o al consensual, y cúan rápidas opronunciadas son. Estas preguntas, por otrolado, no agotan el argumento, ni excluyen unainspección de las medias. En tanto, la tabla 9,indica precisamente, la tendencia o regresionesen el tiempo de la inflación, la desocupación,el índice de miseria, el gasto público, el déficity el crecimiento del PIB en los dos subgruposde países elegidos como unidades de análisisy, por su cuenta, el difícil caso de Alemania.Como se observa, los datos sugieren undinamismo general, más o menos acentuado,de todas las variables en todos o en parte delos períodos considerados. Naturalmente, estehecho no debe sorprender, ya que reflejasimplemente los shocks experimentados porlas democracias industriales y los esfuerzosde sus gobernantes para responder a ellos,bien documentados en una extensa literatura.Pero, a medida que las tendencias registradas

Page 19: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

35

en la tabla reflejan estos esfuerzos, laconstatación más importante es que éstos nohan tenido el mismo éxito, o el mismorendimiento. Comenzamos, en efecto, por lalucha contra la inflación, que fue una de lasprioridades de todas las políticas anticrisis delventenio. La variable muestra el desarrollodescendente más rápido entre todos losindicadores, que es, además, el mássistemático a través de los períodos. Estoresalta la diferencia que resta, es decir ladiferencia entre los sistemas mayoritarios ylos sistemas consensuales, sea en el ventenioo en los dos decenios, y especialmente entre1985-1995.

La variable siguiente no modifica laconclusión, ya que los trends ascendentes dela desocupación de masa se registranconstantemente donde menos se lo esperaría,es decir, en los sistemas consensuales,usualmente con predominio socialdemócrata,mientras los conservadores, que predominanen la otra parte, debutan de peor manera en elperíodo 1975-1985, pero desaceleran en trescuartos desde 1985 y terminan con incrementosanuales en el ventenio casi reducidos a lamitad (+ 0,148) respecto al modelo concurrente(+ 0,238). Los datos, por consiguiente,documentan un repliegue histórico de la másimperativa prioridad socialdemócrata,enfatizado por la rápida recuperación de losgobiernos menos comprometidosprogramáticamente en el frente ocupacional.Es casi redundante afirmar que la voluntadpolítica no basta, porque los partidos,“omnipresentes, pero no omnipotentes”, debendisponer de adecuadas capacidadesinstitucionales para ponerla en la práctica. Estose ve confirmado por la tercera variable, elíndice de miseria, compuesto por la suma dela inflación y la desocupación. Ella no puedemás que acentuar la ventaja de los sistemas

mayoritarios, que, en el conjunto del período,obtienen resultados dos veces mejores,reduciendo el índice de 0,4 anual a 0,2.Mantienen la misma diferencia entre 1975 y1985, por efecto, evidentemente, de la mayoreficacia de sus políticas antinflacionarias; ymaximizándolo entre 1985 y 1995, cuando sudisminución del 0,27 anual se contrapone alaumento del + 0,176 de la “miseria” de lossistemas consensuales.

El rendimiento comparativamentemediocre de estos últimos parecería haber sidocostoso, o mucho más costoso que los otros.En el casillero del gasto público, de hecho, noes el trend contínuamente ascendente lonotable, ya que se trata de un efecto universaly conocido de la crisis (Roubini y Sachs 1989b),sino los datos de las finanzas fuera de controldel subgrupo consensual, especialmente entre1975 y 1985, pero también en el períodosiguiente y en el ventenio entero. El +0,57anual entre 1975 y 1994, en efecto, es un récorden sí mismo, además de ser el doble delmayoritario. Si una parte de la diferenciaconfirma la tradicional propensiónsocialdemócrata a gastar, otra parte se debe auna política laxa, dictada por la necesidad de“ganar tiempo”, en un contexto de vínculosfuertes y tenazmente resistentes a lainnovación política22. Sólo entre 1993 y 1994,y por consiguiente fuera del alcance de losdatos, se generalizó un esfuerzo de reajuste(OECD 1997), que no autoriza, sin embargo, aenunciar conclusiones definitivas sobre unaeficiencia decisional recuperada. Los déficitsconstantemente crecientes, especialmenteentre 1985 y 1995, sugieren, más bien, unviraje decisivo impuesto en gran parte por laemergencia, en la cual el gasto fuera de controlterminó por malgastar el dinero público. Pero,sea como fuese, también con este dato la tablaprovee un inequívoco veredicto comparado,

Page 20: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

36

señalando de nuevo, y a través de todos losperíodos, el rendimiento mayoritario sobreconsensual.

Poco o nada discriminantes, y viceversa,son los desarrollos del PIB, es decir, de lavariable crecimiento, más golpeada por la crisisy más decisiva para su superación, pero, porcuanto parece, más resistente a los esfuerzosde todos los gobiernos para restablecerla. Enefecto, la regresión “plana” en el ventenio esel dato más elocuente y desilusionante, aúncuando no quita ni añade nada a lasconclusiones. Algo más se puede decirexaminando los datos de una forma diferente,para afrontar una cuestión general, que lostrends, con todos sus méritos, dejan sinrespuesta. La cuestión es que descontado elesfuerzo más rápido y más exitoso de lossistemas mayoritarios para recuperar elrendimiento, puede ser interesante compararlocon el de los sistemas consensuales y poneren evidencia el nivel. Por consiguiente, en latabla 10, se sustituyen los trends por losvalores medios, agrupados por trienios. Paracomenzar, estos documentan que el éxitogeneral de las políticas antinflacionariasculminó para todos los países en el mínimohistórico entre 1993 y 1995; pero, además, losmayoritarios comenzaron peor y terminaronmejor, superando a los consensuales desdeel inicio de los años noventa. Conforme a losostenido por muchos, menos inflación haestado acompañada por más desocupación,si bien con desarrollos diferenciados en eltiempo. A un inequívoco y costoso trade offhasta la mitad de los años ochenta, siguió unasustancial estabilización de la segunda en elsubgrupo mayoritario, mientras que elconsensual aguanta hasta 1992, pero acusarápidamente un repentino aumento del 25% quelo lleva a superar al otro al final del período.Si, por un lado, la superación se puede

considerar marginal, no lo es, por otra parte, laprogresión hacia la desocupación de masa del3,7% entre 1975 y 1977 al 8,9% del últimotrienio, ni el efecto que acumulado a la inflación,ésta tiene sobre el índice de miseria, que sereduce más allá de un tercio en el agregadomayoritario -del 15,6% al 10,2%- y apenas al17% entre los países consensuales. Con el11,4% contra el 10,4%, por lo tanto, estosúltimos aparecen retrasados, tanto más si estosucede en el contexto de desequilibriosfinancieros verdaderamente preocupantes. Lastendencias del gasto público equivalen a 12puntos de aumento en 1975, contra 6 de losmayoritarios, o sea, a una divergencia entrelos dos subgrupos de casi el 16%. Y si en elpasado, una mayor propensión consensual acompensar más gastos con más presión fiscalhabía subsanado las falllas en el presupuesto23,los datos más recientes muestran que éstatampoco es una solución eficaz o practicable.De un déficit insignificante, cercano a la mitaddel mayoritario, el pasaje al -5,2 % contra el -4,4% señala la culminación de un oscilaciónde valores diferentes, pero siempre negativosy, en cinco trienios sobre siete, peores entérminos comparativos. Diverso es, en fin, elveredicto sobre el crecimiento, ya que lastendencias son igualmente “planas” en todoslos países; pero, si se los examina por niveles,la media es más acelerada en los sistemasmayoritarios, también en esta oportunidaddurante cinco trienios.

Conclusión

Esta primera lectura de los datosautoriza a un balance mínimo, compuestode tres consideraciones provisorias y unresultado preciso. La primera consideraciónatañe al tratamiento dicotómico de los casos,que impide individualizar qué combinación de

Page 21: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

37

propiedades mayoritarias y consensuales,produce cuánto rendimiento. Respecto a esto,que requeriría un análisis econométrico adesarrollar en otra oportunidad, me limito a unaexploración preliminar, prometedora, porquerevela que los dos modelos efectivamentedifieren y, en tal sentido, abre el camino parainterrogantes posteriores. Tanto la exploracióncuanto las futuras profundizaciones deberían seracompañadas por otras dos reservas, siendoconscientes que su alcance no puede más queser time specific, es decir, vinculado al tiempo.Se ha dicho anteriormente que el tiempo no esneutral, ya que a través de éste se despliegancambios institucionales, es decir, de lasvariables independientes, contextuales, con laalternancia de períodos de crisis y períodos deprosperidad, y a fortiori, de rendimiento.

Entonces no debería, de acuerdo con estecriterio, perderse nunca de vista el carácterrelativo de cualquier clasificación y de lasconclusiones que se puede extraer, ni laposibilidad de que, aún cuando no cambien susconfiguraciones institucionales, algunospaíses aprendan de los éxitos de los otros eimiten deliberadamente las estrategias,logrando corregir, si bien con retraso, suseventuales desequilibrios.

Por alguno, o por todos estos motivos,ningún tipo de instituciones sirve de una vezpor todas, es decir, ninguno es tan decisivo comopara estar condenado al fracaso o garantizar eléxito. Tanto es cierto, que una lectura caso porcaso (Pappalardo y Mattina 1998) revelatendencias más o menos pronunciadas a laconvergencia, por efecto esencialmente de unarecuperación del rendimiento de los sistemasconsensuales, visible sobre todo al final delperíodo examinado. Sin eliminarlas, elaprendizaje y la imitación reducen así lasdiferencias, y sólo queda por ver hasta que puntola reducción podrá avanzar sin una sólida

instrumentación institucional.Existe una circunstancia, sin embargo, que

podría estabilizar la convergencia, y hacer pasarla instrumentación de los países tomadosindividualmente a un segundo plano. Como tal,esta sugiere una tercera consideraciónpreliminar, particularmente importante porquenos permite poner en duda el futuro de toda unatradición de investigación comparada. Unrequisito clave de estas investigaciones,incluída la presente es, en efecto, “laindependencia de los casos” (Lijphart 1975).Es decir, la presencia de una soberanía y unaautonomía suficiente de las institucionesnacionales, que permita utilizar sus diferenciaspara explicar las variaciones del rendimiento.Pero, como otras propiedades, la independenciade las instituciones no está dada ni es inmutable,y desde hace un tiempo, por el contario, ha sidocalificada, relativizada, y contestada tout court,desde distintos lados y con justificacionesdiferentes. Sin entrar en los detalles del debate,la conclusión más razonable y documentadaque se puede extraer está, como ocurre amenudo, a mitad de camino. No obstante losdebates sobre la policy convergence, de lascomparaciones por sectores o regionestransnacionales o, más todavía, de la existenciade un único “sistema mundial”, en tren desustituir la unidad de investigación tradicional,es decir, el Estado-nación, este último se harevelado resistente e independiente a losimpulsos externos de cualquier naturaleza yorigen, como para merecer el rol privilegiado quele han acordado hasta ahora la gran mayoría delos investigadores24. He situado al Estado-nación, y algunos de sus atributos estructurales,en el centro de mi trabajo. Esto no impide, sinembargo, reconocer que acontecimientos muyrecientes están poniendo en movimientoprocesos nuevos y rápidos que anuncian susuperación o, por lo menos, su

Page 22: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

38

redimensionamiento significativo. Me refiero,obviamente, a la aceleración de la integracióneuropea debida al Tratado de Maastricht y alos plazos de 1998, con sus consecuenciaspara los países adherentes, pero también paraalgunos outsiders de todos modosindirectamente implicados, como Gran Bretañay Noruega24. Sin duda, las consecuenciassiempre son más vinculantes para las políticaseconómicas y de equilibrio financiero de lasnaciones y ponen en relieve el verdadero motordel esfuerzo de algunos sistemasconsensuales por recuperar sus retrasos.Países como Italia, Dinamarca, Finlandia ySuecia, por ejemplo, están procediendo ahorahacia esta recuperación y, así se dice,demuestran haber aprendido e imitado loséxitos mayoritarios. Pero el aprendizaje y laimitación aparecen menos voluntarios y másforzados por presiones y objetivossupranacionales. Los análisis futuros deberánsituarse consecuentemente en esta escala,comparando bloques políticos-económicoscontinentales: Europa, Norteamérica, Japónmás el Sudeste Asiático, para garantizar laindependencia de los casos y las explicacionesválidas. Pero para quien trabaja sobre elpasado, incluso el reciente, vuelvo a repetirque los estados nacionales siguen siendo elcontexto más apropiado para poner a puntolos indicadores, formular y verificar lashipótesis.

Entramos entonces al último punto dediscusión, es decir, las consecuencias que laverificación tiene para los argumentos a favoro en contra de las democracias mayoritarias ylas consensuales. Si el rendimiento de lasprimeras prevaleció sobre el de las segundas,la conclusión de este análisis se contraponeclaramente con Lijphart (1994a) y Crepaz(1996), pero concuerda con Roubini y Sachs(1989 a y 1989 b); Siniscalco y Tabellini (1993).

Entre acuerdos y desacuerdos -existe unadivisoria de las aguas cronológica: por un lado,la elección de agrupar tiempos de prosperidady de crisis (Lijphart y Crepaz 1991), y por elotro la de aislar estos últimos, que consideroteórica y empíricamente más fructífera . Perolas diferencias de enfoque condicionan losresultados obtenidos, explicarlas es otracuestión, que requiere volver al debate sobrelos modelos de democracia sintetizadosanteriormente. El aspecto central de estedebate es tomado de Lijphart (1994 a 12 ) conla observación, modificada por Finer (1975) yotros, en el sentido de que “la alternancia algobierno, característica del modelomayoritario, puede comportar cambios depolítica económica demasiado frecuentes yrepentinos, mientras que según muchosexpertos sostienen que el éxitomacroeconómico necesita no tanto una manodura, como un liderazgo continuo”. ParaLijphart, y más acentuadamente para Crepaz(l996, 94-96) , el “liderazgo continuo” es, a suvez, atributo del modelo consensual y, dadoque “lo que cuenta es la estabilidad y laprevisibilidad de las políticas públicas”, seexplicaría así el rendimiento levementesuperior que le atribuyen los dos autores. Perola explicación es falaz en la premisa y en lasconclusiones. A partir de los datos se observaque el modelo mayoritario escomprarativamente más exitoso. A surendimiento pueden haber contribuído laestabilidad y la continuidad del liderazgopolítico en los países interesados,seguramente mayores que en los regímenesconsensuales. Como lo señala la tabla 4, soninequívocos, al respecto, los récords deduración de los gobiernos en Australia, Canadá,Gran Bretaña, Nueva Zelandia y EstadosUnidos, pero también los datos de Lijphart(1984,78-85). Así se confirma lo que observaba

Page 23: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

39

Sartori (1982,193-199), que no es la alternancia,sino largos ciclos de hegemonía de una partesobre la otra, lo que distingue al bipartidismo.Si bien la hegemonía no garantiza elrendimiento (Lijphart 1994 ,3-4), ¿qué decirentonces, de la combinación consensual degobiernos menos duraderos y menoscohesivos, documentada por las tablas 4 y 5?Esta es, cuanto menos, proporcionalmentecontraproducente y, aún cuando no se laconsidera significativa, indica sin dudas quela alternancia se encuentra del lado opuestodonde la buscan Lijphart y Crepaz . En sudefensa, éstos sostienen que normalmente enlos sistemas multipartidarios, “uno o dosmiembros menores de la coalición sonsustituídos por otros” (Crepaz 1996,95-96). Severifica una semirotación en el poder, mientraslos “cambios de políticas públicas en granescala”, tienen lugar cuando “lasresponsabilidades de gobierno pasanregularmente de mano entre dos partidos conposiciones muy diversas....y la política sevuelve susceptible de tomar un rumboconvulsivo, dado que el nuevo ocupantededicará recursos y tiempo para cambiar lasdecisiones del gobierno precedente, dandolugar a prematuros parates y falsos partidas”.Nuevamente la conclusión es a favor de unamayor “continuidad y previsibilidad” de lascoaliciones con “ uno o dos miembrosestables”. Esto sería razonable si no fuera pordos problemas. El primero, es que diversossistemas consensuales como Bélgica,Dinamarca, Noruega, Holanda y Suecia hanexperimentado desde mediados de los añossetenta rotaciones en el poder totales, o casitotales, más frecuentes que los mayoritarios.El segundo, más decisivo, es que ladescripción precedente de las consecuenciasde la alternancia es infundada, por no decircaricaturesca. Cualesquiera que sean las

posiciones electorales de los competidores enlos sistemas mayoritarios, su impacto en laspolíticas económicas no sucede en absolutoa través de “vuelcos” repentinos respecto delo realizado por los predecesores. No obstantealgunas voces discordantes, puede suponerseprecisamente lo contrario de lo que asume unaimportante tradición teórica que asocia elbipartidismo a la competición centrípeta, a lamaximización del voto del elector mediano, ala representación del “interés general”, enresumen, a conductas marcadas por lamoderación y el equilibrio25. Pero, teoríasaparte, ya señalé que los ajustesincrementales y las reformas selectivasparciales, ajustadas pragmáticamente a lasresistencias, son reglas claves del policymaking, a las cuales no escapan loscampeones del cambio y del decisionismo,como los gobiernos de Reagan y Thatcher o,en el frente opuesto, los socialistasfranceses26. Esto significa que la alternanciaofrece diferencias sin excluir continuidadesfundamentales. Las diferencias madurannormalmente con suficiente lentitud como paraprevenir o minimizar eventuales reaccioneshostiles. Desaparece así, o se transforma enuna excepción, la última imputación que sehace a las instituciones mayoritarias, es decir,el presunto riesgo de inestabilidad asociada adecisiones tomadas “en contraste con laspreferencias de importantes sectores de lasociedad” (Lijphart 1994a,12) . Es excepcionalel ejemplo más frecuente que se trae a colación-la poll tax introducida por el gobierno deThatcher-, fruto, por otra parte, de un error decálculo, reparado con los instrumentos másnormales de la rutina parlamentaria, es decir,el retiro de la ley y sustitución del primerministro, sin consecuencias electorales parael partido en el poder. Por lo tanto, no pareceapropiado sostener que el sistema mayoritario

Page 24: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

40

“obligue a tragar forzadamente políticas nodeseadas” (Robertson 1984,217) o tanindeseadas como para merecer castigosdrásticos. Más bien, nunca como en el últimoventenio, los gobiernos de Australia, GranBretaña, Estados Unidos, y Nueva Zelandiafueron premiados con repetidasconfirmaciones, o con récords de paz socialinigualados por los sistemas consensuales27 .

La paradoja es que la extraordinariaestabilidad mayoritaria requiere más apoyo quesu contraparte consensual. Con la estabilidady el apoyo, o la tolerancia de la sociedad, hanpodido explotarse plenamente las “virtudes”incontestadas del modelo Westminster:rapidez de acción, innovación, imposición desacrificios, fijación de prioridades, adjudicaciónselectiva de recursos y subordinación deobjetivos conflictivos (Weaver y Rockman1993, 454-457). Esto requirió una “mano dura”,graduada, selectiva y lentamente acumulativa.Sus costos han sido bien o mal absorbidos, ysus beneficios crecientemente reconocidos.

También las rotaciones en el poder de losaños noventa en Australia, los Estados Unidos,Gran Bretaña, o Francia, ofrecen claros signosde continuidad tanto en los estilos decisionalescomo en las elecciones de política económica.Incluso los sistemas consensuales estánempeñados en un esfuerzo de convergencia,dictado en parte, por los vínculosinternacionales, pero asociado, de todosmodos al rendimensionamiento de históricasprácticas de veto, de unanimidad, ycompromisos inclusivos. Han sido ejemplares,al respecto, los países escandinavos, que hancesado de atrasarse y “ganar tiempo”, (Pkkarinen1992) pasando al ataque de desequilibriosacumulados durantre largo tiempo.

Si la imitación es el conclusivo signo deéxito, el viraje escandinavo nos recuerdajustamente los límites. Fijando la atención en

el clásico dilema de las elecciones públicas:menos costos decisionales a cambio de máscostos externos y, concretamente, másdesocupación, menos protección social, másdesigualdades y marginalidad. Este dilema,familiar a los sistemas mayoritarios, se havuelto ahora más dramático por su apariciónen países que se consideraban inmunes. Lainferencia obvia es que no existe una solucióncapaz de maximizar simultáneamente lasdimensiones cruciales del “interés general”. Loque se gana en eficiencia con instituciones yestilos mayoritarios, se paga con solidaridady equidad, más centrales a su vez cuandoprevalecen prácticas consensuales. Con ladefinición de rendimiento adoptada,solamente me he ocupado de la primeradimensión. Pero la solidaridad y la equidadtienen igualmente título para formar otra nomenos importante, ni menos necesaria, paraun balance definitivo de las ventajas odesventajas de los dos modelos dedemocracia.

Page 25: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

41

Tabla Nº 1: El rendimiento de las instituciones. Causas y Consecuencias.

* Relación E= Esperada / Relación V= Verificada.1. Relaciones mixtas, no discriminantes, variables según la política y con una amplia gama de circunstanciascontingentes.2. Relaciones confirmadas parcial y débilmente.3. No especificado4. Incluye las siguientes variables: Bicameralismo, Federalismo, Constitución rígida, Referéndum, Participación en la Unión Europea, Autonomía del Banco Central.

Autores

Roubini y Sachs(1989a; 1989b)

Huber, Ragin yStephens (1993)

Siniscalco yTabellini (1993)

Weaver yRockman (1993b)

Lijphart (1994a)

Colomer (1995)

Crepaz (1996)

Schmidt (1996)

Variablesindependientes

1.Nº de partidos en el gobierno

1.Federalismo2.Presidencialismo3.Bicameralismo4.Sistema mayoritario5.Referendum

1.% de votos de los partidos de gobierno2.Nº de crisis de Gobierno3.Relación votos/bancas4.Indice de fragmentación del gobierno

1.Separación de poderes2.Coaliciones3.Sistemas de partido Predominante4.Bicameralismo5.Federalismo6.% de votos de los partidos de gobierno

1.Sistemas proprocionales2.Democracia consensual

1.Nº efectivo de partidos2.Bicameralismo3.Presidencialismo4.Descentralización

1.% de votos de los partidos de gobierno

1.Indice de vínculos con el Poder central (4)

Variablesdependientes

1.Gasto/PNB2.Deficit/PNB

1.Gasto Social/PIB

1.Deuda/PIB

2.Inflación/Crecimiento3.Indice de miseria4. Indice de ineficienciade los servicios

1.Deficit/PIB2.Políticas previsionales3.Políticas industriales

1.Desocupación2.Inflación3.Crecimiento

3

1.Desocupación2.- Inflación3.- Indice de miseria

1.Gasto total/PIB2.Gasto corriente/PIB

RelaciónE* V*

+ ++ +

- -- -- -- -- -

+ +

+ ++ ++ +

- -- -

+ ?2

3

- -- -- -

- -

NºPaíses

1315

17

21

CaseStudiesCompa-rados

1318

17

18

19

Período

1961-851972-85

1956-88

1970-91

Variosaños

1961-88

3

1961-88

1960-94

Análisis delos datos

Cuantit.

Cuantit.

Cuantit.

Cualit.

Cuantit.

3

Cuantit.

Cuantit.

Page 26: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

42

Tabla Nº 2: Sistemas de partidos políticos.

1 Tendencia y medias hasta 1993.2 Formato, tendencia y medias hasta 1993.

Nota: El cálculo del número efectivo de partidos (Laakso y Taagepera 1979) es relativo a la última elección de losaños sesenta y a la última de los años noventa. Son considerados como partidos principales aquellos con al menosel 2% de votos válidos (mismos años del precedente indicador).

Fuente: Bardi (1996); Bartolini y Mair (1990); EJPR (varios años), cálculos propios.

Países Nº efectivode p.p.

Formato

2,7-2,92,6-2,42,1-3,55-82,7-2,44,1-4,62-25-4,92,5-2,92-2,35,8-5,13,5-6,42,5-2,93,2-42-2,22,8-3,55,1-5,6

0,067-0,1250,2270,050,783-0,022-0,0120,1080,315-0,0640,1710,4680,110,1980,3080,2540,132

12,45

5,29,4108,745

16,34,65,2

12,79,64,84,95

3,3

6,66,45,69,2

12,311,43,49,3

10,96,1

10,711,75,811,19,97,56,3

6,66,56

9,413,911,83,29,411,96,411,213,65,5

12,211,58,36,9

7,85,88,910

22,78,93

11,213,63,812

18,27,111,713,810,27,8

Tendencia1965-96

Media1945-65

Estabilidad

Media1965-96

Media1975-96

Media1985-96

Nº de p.p.principales

4-54-43-56-114-55-82-27-85-53-410-77-95-66-73-35-78-7

AlemaniaAustraliaAustriaBélgicaCanadáDinamarcaEstados UnidosFinlandiaFranciaGran BretañaHolandaItaliaJapón1

NoruegaNueva Zelanda2

SueciaSuiza

Page 27: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

43

Nota: En los gobiernos se cuentan solo los partidos titulares de los ministerios. Un gobierno se considera quecambia si varían tales partidos y/o el primer ministro; la existencia de elecciones, por lo tanto, es consideradairrelevante si no está acompañada de tales modificaciones y si no se modifica el tipo de gobierno. Además no secuentan los gobiernos que, al entrar en crisis, permanecen en sus funciones con parte de los miembros en esperade la toma de posesión del nuevo ejecutivo, ni los grupos gobernantes compuestos exclusivamente de técnicos.Esta regla se ha derogado para suiza, cuyos gobiernos no son censurables por el parlamento y son presididos porturnos (de un año) por cada uno de los cuatro partidos que desde 1959 forman la coalición al poder. Para evitar lainflación artificial de los datos, se calculó la duración sobre el plazo electoral, que, con las variaciones de bancasparlamentarias que comporta, se aproxima al valor político de los indicadores usados para los otros países. Losdatos sobre Estados Unidos se refieren, en cambio, a las administraciones presidenciales, indicadas en la primeracolumna en cuanto se consideran equivalentes a las mayorías monopartidarias. El período cubierto va desde elprimero de enero de 1965 (1975) hasta 1996, excluídos los gobiernos eventualmente formados en el curso de esteúltimo año.

Fuentes: Katz y Mair (1992); Woldedorp, Keman y Budge (1993), cálculos propios.

Tabla Nº 3: Tipos de Gobierno: 1965-1996; 1975-1996.

Países

AlemaniaAustraliaAustriaBélgicaCanadáDinamarcaEE.UUFinlandiaFranciaHolandaG. BretañaItaliaJapónNoruegaN. ZelandiaSueciaSuiza

32

7

7

1

6

10

82

MayoríaMonopartidaria

Coalición MínimaGanadora

75-9665-96

3166

5

1

4

8

5

4623

2

336

512

2

75-9665-96

2129

1

114

311

2

CoaliciónAmplia

1

26

13104

153

9

75-9665-96

1

952

92

6

1246

13

1528

6

MinoríaMonopartidaria

75-9665-96

113

3

226

5

2

5

21

213

2

Coliciónde Minoría

75-9665-96

2

5

2

212

2

113

2

Gobierno deTransición

75-9665-96

11

2

Page 28: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

44

Nota: La fecha de inicio es aquella en la que se forma un nuevo gobierno, si ocurre en el año indicado a la cabezade las columnas, o, en su defecto el 1º de enero. La fecha final es la correspondiente al fecha de sustitución delgobierno, si ocurrió durante 1996, o bien el 31 de diciembre. Por falta de información sobre el último gobiernopostelectoral, se utiliza la fecha de las elecciones. Para Suiza, se tomaron en cuenta las elecciones próximas alinicio y fin del período. Los años y los meses son de 365 y 30 días.

Fuentes: EJPR (diferentes años); Keesings Publications (diferentes años); Woldendrop, Keman y Budge (1993),cálculos propios.

Tabla Nº 4: Duración media de los gobiernos (días).

Países

AlemaniaAustraliaAustriaBélgicaCanadáDinamarcaE:E:U:UFinlandiaFranciaGran BretañaHolandaItaliaJapónNoruegaNueva ZelandaSueciaSuiza

2.3371.2651.621

6381.031

8991.670

583615

1.670964378683950

1.451951

1.260

4.0172.4721.924

6701.148

9991.607

642730

2.0091.148

407569893

1.902862

1.282

4.3822.0391.3481.0131.461

8761.461

876730

2.1911.461

407479

1.0131.434

9571.190

1965-1996 1975-1996 1985-1996

Page 29: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

45

Países

AlemaniaAustraliaAustriaBélgicaCanadáDinamarcaEE.UU.FinlandiaFranciaGran BretañaHolandaItaliaJapónNoruegaNueva ZelandaSueciaSuiza

3139,742,917,653,525,448,916,130

52,320,621,346,331

57,634,320,4

1965-1996oposicióngobierno

33,730,525,38,3

16,216,450,98,6

14,723,95,79,6

10,514,742,418,13,4

27,648,136

14,255,719,646,419,633,953

23,618,844,633,257,828,320,1

1975-1996oposicióngobierno

35,125,930,86,8

18,411,453,511,414,923,55,89,9

10,413,242,220,13,4

27,654,932,313,861,314

44,614

42,557,427,216

40,126,256,537,319,7

1985-1996oposicióngobierno

18,722,627,47,216

11,855,411,811,721,36,87,4

10,815,443,518,13,5

Tabla Nº 5: Cohesión del gobierno y cohesión de la oposición.

Nota: No se tomaron en cuenta los gobiernos formados durante 1996 y, las otras categorías excluídas en la tablaprecedente. En la cuenta de los partidos, no se contempla a los “otros”. Cuando el sustento parlamentario de unmismo gobierno (y la fuerza de la oposición), cambian a consecuencia de las elecciones, para el cálculo final seutilizó la media. El dato de los Estados Unidos indica las relaciones de fuerza entre el partido del presidente y laoposición.

Fuentes: EJPR (diferentes años); ES (diferentes años); Gorvin (1989), Katz y Mair (1992); Woldendorp, Keman yBudge (1993), cálculos propios.

Page 30: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

46

Países

AlemaniaAustraliaAustriaBélgicaCanadáDinamarcaEE.UU.FinlandiaFranciaGran BretañaHolandaItaliaJapónNoruegaNueva ZelandiaSueciaSuiza

XX

X

X

XX

X

XX

Elección parlamentariadel primer Ministro

Votode censura

XXXXXXXXXXX

XXX

XXXXXXXXXXXXX

XX

X

X

X

Bicameralismodébilfuerte

XX

X

X

DescentralizaciónTerritorial

XXX

X

X

X

Nota: La elección del jefe de gobierno es sustraída al parlamento (espacio en blanco) en caso de elección directa(EE.UU.), o nombraniento por el presidente electo, líder de facto de la mayoría (Francia), o bien cuando lalegitimidad para gobernar emerge automáticamente de elecciones-referéndum sobre candidatos de los partidos ode las formaciones en campo (sistema de partido predominante, sistemas bipartidarios, “democracias del Canciller”alemana). El poder de censura está ausente en los EE.UU y en Suiza (espacios blancos), fuertemente vinculado(X) si el gobierno puede disolver el parlamento y rige el voto de censura “constructiva” u otras restriccionesconstitucionales (Francia, Alemania, Suecia), moderadamente vinculado o incondicionado (XX) en todas los otroscasos. Bicameralismo fuerte: poderes iguales o moderadamente desiguales de las cámaras; bicameralismodébil: poderes más acentuadamente asímetricos; bicameralismo insignificante (en blanco, como elmonocameralismo): poderes extremadamnte asimétricos. Descentralización territorial: federalismo o regionalismoacentuado.

Fuente: Colomer (1995); Gallagher, Lavery y Mair (1995); Huber, Ragin y Stephens (1993); Schutemeyer (1994).

Tabla Nº 6: Vínculos con el poder ejecutivo 1975-1996.

Page 31: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

47

Nota: El puntaje de la tasa de sindicalización es 3 para valores superiores al 70%, 2 para valores comprendidosentre el 70% y el 30%, 1 para valores inferiores al 30%. La centralización organizativa y contractual acumula losdos indicadores de Calmfors y Driffil (1998) cada uno de los cuales varía de 0 a 3; respecto a la fuente, se modificalos puntajes de Dinamarca (de 5- a 4) e Italia (de 3+ a 4-) por tener en cuenta sus recientes desarrollos. Finalmente,también a la concentración, se le han atribuído cuatro valores. 0 si es insignificante o no inexistente, 1 si es marginaly/o intermitente, 2 si es más relevante, 3 si es de importancia central.

Fuentes: Calmfors y Driffil (1988); Ferner y Hyman (1992); Western (1994 y 1995), estimaciones propias.

Tabla Nº 7: Neocorporativismo 1975 - 1996.

Países

AlemaniaAustraliaAustriaBélgicaCanadáDinamarcaEE.UU.FinlandiaFranciaGran BretañaHolandaItaliaJapónNoruegaNueva ZelandiaSueciaSuiza

22232313121212231

Tasa deSindicalización

5-4642425--334+4-35453

CentralizaciónOrganizativa y

Contractual

10320303002+1+03030

Concertación

8--6119410311-457++74106114

Puntaje Total

Page 32: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

48

Países

Gran BretañaAustraliaJapónCanadáNueva ZelandiaFranciaAlemaniaEE.UU.HolandaAustriaSuizaFinlandiaNoruegaSueciaDinamarcaBélgicaItalia

00000000212111122

Sistema PartidarioEstabilidadNº efectivo

de partidos

00122200111111112

00000100001122211

GobiernoDuraciónTipo

00211201111222222

11002122121212222

VínculosCohesión

14231033334221234

Tabla Nº 8: Democracias mayoritarias y democracias consensuales. Puntajes.

Nota: (1) Sistema partidario. Número efectivo de partidos: N<3=0,3 £ N £ 5=1, N>5=2. Estabilidad (volatilidadelectoral: Tendencia <0,1= 0, 0,1 £ Tendencia £ 0,3=1,Tendencia >0,3 =2. (2) Gobiernos. Tipo: mayoría monopartidariao coalición mínima = 0, coalición amplia =1, minoría monopartidaria o coalición de minoría =2. Duración: Superior a2000 días =0, entre 1000 y 2000 días =1, menos que los 1000 días =2. Cohesión. Gobiernos: más del 40%=0, entreel 20% y el 40% =1, menos del 20% = 2; Oposición: menos del 20%=0, entre el 20% y el 40%=1, más del 40%=2.Vínculos con el poder del ejecutivo: elección del jefe de gobierno y poder de censura; elección sustraída alparlamento y voto de censura ausente o fuertemente vinculado = 0, elección sustraída al parlamento y voto decensura moderadamente vinculado, o bien elección en parlamento y censura fuertemente vinculada o ausente =1,elección en parlamento y censura moderadamente o no vinculada = 2. Bicameralismo: fuerte=2, débil =1, otro=0.Descentralización: federalismo o acentuado regionalismo=1, otro=0. (3) Neocorporativismo: fuerte (10-11 puntosen la tabla 7) =2, medio (7-9 puntos) =1, débil o ausente=0La asignación de dos valores solamente a la variable descentralización, comporta un peso inferior a aquel de losotros en el puntaje final. Atribuirle tres valores, sin embargo, no modificaría significativamente la categorización delos países.

Neocorpo-rativismo

00000010120222211

Totales

255666669

1010111111121214

Page 33: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

49

Tabla Nº 9: Instituciones y economía - Tendencias.

Nota: Sistemas mayoritarios: puntajes de 2 a 6 en tabla; sistemas consensuales: puntajes de 9 a 14. Los trendspositivos indican aumentos en la desocupación, inflación, índice de miseria, gasto público y crecimiento. Los trendsnegativos indican aumentos del déficit. La desocupación, inflación e índice de miseria han sido calculados hasta1995; las variables restantes, y todos los datos alemanes, hasta 1994. La tasa de desocupación no hasidoestandarizada para Austria, Dinamarca y Suiza, pero ha sido estandarizada en todos los otros casos y haestado disponible sólo desde 1996 para Nueva Zelandia. Para Nueva Zelandia y Suiza no tenemos datos disponiblessobre déficit gasto público.

Fuente: OECD (diferentes años) cálculos precisos.

DesocupaciónInflaciónÍndice de MiseriaGasto PúblicoDéficitCrecimiento del PIB

0,425-0,680-0,2970,297

-0,0880,151

Sistemas Mayoritarios

1985-951975-85

0,104-0,442-0,2710,304

-0,281-0,193

1975-95

0,148-0,555

-0,40,296

-0,026-0,009

0,351-0,398-0,0481,013

-0,2490,070

Sistemas Consensuales

1985-951975-85

0,348-0,1730,1760,608

-0,454-0,229

1975-95

0,238-0,426-0,2010,571

-0,104-0,034

0,447-0,1960,251

-0,017-0,223-0,072

Alemania

1985-951975-85

0,113-0,2560,2630,325

-0,219-0,038

1975-95

0,136-0,1250,015

-0,0130,0720,051

1975-771978-801981-831984-861987-891990-921993-95

12,010,58,95,35,13,92,0

InflaciónI

10,28,08,94,83,74,22,5

II

4,84,15,01,51,43,43,0

III

16,715,315,812,711,811,810,4

Ind. de MiseriaI

13,812,415,111,19,5

10,411,4

II

8,47,3

10,98,47,47,9

11,2

III

36,136,539,640,438,440,542,0

Gasto PúblicoI

46,050,354,153,853,455,557,6

II

47,847,548,546,945,947,249,3

III

2,32,31,93,83,50,62,6

Crecim. del PIBI

1,83,11,02,92,71,11,7

II

2,22,70,33,42,94,31,2

III

5,35,68,08,16,87,98,3

Desocup.I

3,74,46,16,25,76,28,9

II

3,63,25,96,96,04,58,2

III

Nota: I : sistemas mayoritarios; II sistemas consensuales; III Alemania.

Fuente: OECD (diferentes años) cálculos precisos.

Tabla Nº 10: Instituciones y economía - Promedios.

-2,7-2,4-3,1-3,2-0,7-2,5-4,4

DéficitI

-1,6-2,7-4,9-2,6-1,7-3,3-5,2

II III

-3,8-2,6-3,2-1,5-1,3-2,8-3,1

Page 34: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

50

Notas

* Este artículo es una versión resumida y ligeramentemodificada de mi introducción al volumen Democracia yDecisiones (Roma, NIS, 1998), escrita con LiborioMattina. La responsabilidad del presente texto essolamente mía.

** Las tablas se encuentran al final del texto.

1Publicaciones recientes incluyen Keech, Bates yLange (1991); Lange y Meadwell (1991); Schmidt(1996).

2 El efecto de la autonomía del Banco Central es dudosopor su ambigüedad. Como sostuvo Streeck (1994) enel caso alemán, en efecto, la autonomía impone a losgobiernos un “vínculo” (al rigor del presupuesto casisiempre bienvenido y utilizado como un instrumento máspara perseguir los propios objetivos).

3 En el ensayo de 1994, Lijphart continúa utilizando losdatos de su investigación de diez años antes, a su vezmedias de los años 1945-1980.

4 Las variantes afines son el voto alternativo, como enAustralia, y el mayoritario o doble turno como en Francia,a los cuales Lijphart (1994b) atribuye el mismo umbral“efectivo” de representación que el mayoritario estricto.

5 Como es bien conocido, la reforma semi-mayoritariaitaliana de 1993 ha sido ampliamente“proporcionalizada”, lo que explica la persistencia de lafragmentación. Cfr. Bartolini y D´Alimonte (1995).

6 Me refiero a la debacle del partido conservador en laselecciones de 1993 en Canadá y a la revolucionariaintroducción de la proporcionalidad en Nueva Zelandia.

7 En otra palabras, el criterio adoptado es diferente deaquel utilizado por Woldendorp y otros (1993) quetoman en cuenta los plazos electorales, pero también

aquel de Lijphart (1984,78 ss.) que toma enconsideración el cambio de la composición política delgobierno prescindiendo de la sustitución del primerministro y aparece, como tal, demasiado restrictivo.

8 Sui generis, en cambio, Suiza, que no muestravariaciones entre los períodos porque los gobiernos noson censurables y, por lo tanto, se debe usar el plazode cuatro años fijado para la realización de laselecciones para determinar la duración.

9 Salvo excepciones, en efecto, la rápida rotación delprimer ministro japonés no conlleva significativas crisispolíticas, sino más bien la práctica de alternar lascorrientes del partido predominante en la conduccióndel gobierno.10 Cálculos propios sobre los datos de Woldendorp yotros(1993).

11 Estos problemas están conectados con la práctica demedir la cohesión en términos de polarización, o deheterogeneidad idelógico-programática de los partidos.Para la literatura más importante ver Schmidt (1996).

12 Mientras Siniscalco y Tabellini calculan sólo lacohesión del gobierno, la suma de la cohesión de laoposición en este lugar se toma en consideración enbase a una hipótesis de Castles (1982) que condicionala realización de la política social de la izquierda a lafuerza del mayor partido de la derecha. En la formaahora propuesta tal hipótesis es generalizada alrendimiento de las políticas públicas, que se suponentanto mayor cuanto menos cohesiva es la oposición,sea de derecha o de izquierda y viceversa.

13 Al contrario, para Colomer (l995) y Huber, Ragin yStephens ( l993), la variable presidente electivo es unindicador más del pluralismo institucional y lafragmentación decisional, claramente, por lo tanto eneste lugar no se comparte su posición.

14 Para una y para la otra de estas criticables

Page 35: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

51

clasificaciones, ver Colomer (1995); Huber, Ragin yStephens (1993) ; Schmidt (1996).

15 Streeck (1984); Cawson (1985); Lehmbruch(1985); Schmidt (1988); Schmitter (1989).

16 Therborn (1992, 32-33); Gualmini (1997); Huber,Ragin y Stephens (1993, 745); Kriesi (1994,cap.14).

17 Respecto a la contribución más reciente (Lijphart yCrepaz 1991, tab 1) estas variaciones conciernen aBélgica, Finlandia, Japón, Italia, Holanda y Suiza.

18 Vuelvo a recordar que las variables político-institucionales de Lijphart y Crepaz son contruídas sobredatos de 1945-1980, mientras su índice deneocorporativismo “se refiere a la situación existente afinales de los años cincuenta hasta los setenta”.

19 Me refiero al tratamiento econométrico de los datoscuantitativos y, por lo tanto, excluyo aquellascontribuciones más articuladas del volúmen de Weavery Rockman, y el índice de ineficiencia de los serviciossociales de Siniscalco y Tabellini, que es calculado sobrelos comportamientos/posturas -grado de insatisfaccióndel ciudadano-.

20 Borrelli y Royed (1995, 227); Roubini y Sachs(1989a, 925); Keman, Paloheimo y Whiteley (1987);Weir y Skocpol (1983).

21 OECD diferentes años; Peele (1988); Pierson (1994y 1996); Weaver y Rockman (1993).

22 La elección o no de ganar tiempo fue particularmentepronunciada en los países escandinavos (Pekkarinen1992). Para mayores detalles, ver Pappalardo yMattina 1998.

23 Todavía una vez más, son los países escandinavoslos que guían esta tendencia, especialmente Suecia.Borrelli y Royed (1995, 238-243); Steinmo (1989).

24 Un poco paradójicamente, esta es la conclusión deuno de los más ambiciosos proyectos de comparaciónpor sectores, según el cual “casi todos los regímenesde regulación internacionales se superponen a fuertesy heterogéneos regímenes nacionales que no parecendestinados a desaparecer tan pronto” (Hollingsworthy Streeck 1994,290). Es análoga la opinión de Bennett(1991) y de Van Deth (1995), que discuten además loscomplejos problemas conceptuales y metodológicosasociados al desplazamiento del centro de gravedadde la investigación comparada.

25 Downs (1957); Sartori (1976); Almond y Powell(1978); Olson (1986)

26 Ver la bibliografía de la nota (14) y, sobre socialistasfranceses, Pappalardo (1991)

27 En las relaciones industriales, en particular, los cuatropaíses tocaron mínimos históricos de las tasas dehuelgas, estables o en ascenso, por el contrario, endiferentes países consensuales. Pero también losindicadores como manifestaciones, desórdenes, delitospolíticos, hicieron progresos, reforzando su tradicionalprimado en el mantenimiento de “la ley y el orden”.Revista Italiana de Ciencia Política, diciembre 1997,a. xxvii, n. 3,

Bibliografía

Almond, G. y G.B.Powell (1978), ComparativePolitics, Boston, Little Brown.

Bardi, L. (1996), Change in the Italian PartySistem, en Italian Politics and Society, n.46,otoño,pp. 9-22.

Bartolini, S. y R. D´Alimonte (1995),Maggioritario ma non troppo, Bologna, Ilmulino.

Bartolini, S. y P. Mair (1990), Identity,

Page 36: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

52

Competition and Electoral Availability. TheStabilization of European Electorates 1885-1985,London, Cambridge University Press.

Bennett, C. J. (1991), Reviwe Article: What Is Policyconvergence and What Causes It?, en BritishJournal of Political Science, 21, pp. 215-233.

Berger S. (ed.) (1981), Organizing Interests inWestern Europe, London, CambridgeUniversity Press; trad. it., L´organizzazionedegli interessi nell´Europa occidentale,Bologna, il Mulino, 1983.

Blais, A., D. Blake y S. Dion (1993), DoParties Make a Difference? Parties and theSize of Government in Liberal Democracies,en American Journal of Political Science, 37,pp. 40-62.

Borrelli, S.A. y T.J. Royed (1995),Government “Strengh” and Budget Deficits inAdvanced Democracies, en European journalof Political Research, 28, pp. 225-260.

Buchanan, J.M.y G. Tullock (1962),TheCalculus of Consent, Ann Arbor, University ofMichigan Press.

Calmfors, L. y J. Driffill (1988), BargainingStrucuture, Corporatism and MacroeconomicPerformance, en Economic Policy, 6, pp. 14-61.

Cameron, D.R. (1984), Social Democracy,Corporatism and Labor Quiescence, enGoldthorpe (1984), pp. 143-178.

Castles, F.G. (1982), The Impact of Partieson Public Expenditures, en f.G.Castles(compilador), The Impact of Parties.Politics and Policies in Democratic Capitaliststates, London, Sge, pp. 21-96.

Castles, F.G., F. Lehner y M.G. Schmidt(eds.)(1988), Managing Mixaed Economies,Berlin, De Gruyter.

Castles, F.G. y R.D. McKinlay (1979), DoesPolitics Matter: An Analysis of the PublicWelfare Commitment in Advanced DemocraticStates, en European Journal of PoliticalResearch 7, pp. 169-186.

Cawson, A.(1985), Introduction: Varieties ofCorporatism. The Importance of Meso-Level InterestRepresentation, en A. Cawson (ed.), OrganizedInterests and the State, London, Sage, pp. 1-22.

Colomer, J.M. (1995), Introduzione, in j.M.Colomer (a cargo de), La Politica in Europa,Bari, Laterza.

Crepaz, M.M.L. (1992), Corporatism inDecline? An Empirical Analysis of theImpact of Corporatism on MacroeconomicPerformance and Industrial Disputes in 18Industrialized Democracies, en Europeanjournal of Political research, 25, pp. 139-168.

Crepaz, M.M.L. (1996), Constitutional Strutureand Regime Performance in 18 IndustrializedDemocracies, en European Journal of PoliticalResearch, 29, pp. 87-104.

Crouch, C (1985), Conditions for Trade UnionWage Restraint, in L.N.Lindberg y C.S. Maier(ed.), The Politics of Inflation and EconomicStagnation, Washington, Brookings Institution,pp. 105-139.

Dahrendorf R. (1989), Tertium nom-Datur :A Comment on the Andrew ShonfieldLectures, en Government and Opposition,24, pp.131-141.

Page 37: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

53

Downs, A. (1957) An Economic Theory ofDemocracy, New York, Harper and Row.

Edin,P.A. y H.Ohlsson (1991), PoliticalDeterminants of Budget Deficits: CoalitionsEffects versus Minority Effects versus MinorityEffects,en European Economic Review, 35,pp,1597-1603.

EJPR (diferentes años), Political DataYearbook, Dordrecht, Kluwer AcademicPublishers.

ES (diferentes años), National Elections, enElectoral Studies

Ferner,A.y R. Hyman (diferentes años) (1992)Insdustrial Relations in the New Europe,London, Blackwell.

Finer, S.E. (1975), Introduction: AdversaryPolitics and Electoral Reform, in S.E. Finer (diferentes años), Adversary Politics andElectoral Reform, London, Anthony Wigram.

Gallagher, M., M.Laver y P. Mair (1995),Representative Government in Modern Europe,New York, McGraw-Hill.

Garret,G.y P.Lange (1989) GovernmentPartisanship and Economic Perfomance:When and How Does “ Who Governs” Matter,en Journal of Politics 51,pp. 676-693.

Goldberger, A.S. (1968), Topics inRegressions Analysis, New York, Macmillan.

Goldthorpe, J.H. (ed.) (1984) , Order andConflict in Contemporary Capitalism, Oxford,Oxford University Press.

Gorvin, Y. ( ed.) (1989) Elections since 1945:

A.Worldwide Reference Compendiun,Chicago,St.James.

Gualmini, E. (1977) L.evoluzione degli assetteconcertativi in Italia e in Germania, en RivistaItaliana di Scienza Politica, 27., pp, 101, 150.

Hibbs,D.A jr (1977), Political Parties andMacroeconomic Policy, en American PoliticalScience Review, 71,pp, 1467-1487.

Hicks, A.(1988), Social DemocraticCorporastim and economic Grwth, en Journalof Politics,50,pp. 677-704.

Hicks, A. y J. Misra (1993), Political Resourcesand the Growth of Weelfare in AffluentCapitalist Democracies, en American Journalof Sociology, 99, pp.668-710.

Hicks, A. y D. W. Patterson (1989), On theRobustness of the Left Corporatist Model ofEconomic Growth, en Journal of Politics, 51,pp. 662-675.

Hicks,A,D.H. Swank y M. Ambuhl (1989),Welfare Expansion Revisited: Policy Routinesand their Mediation by Parties, Class andCrisis, 1957-1982, en European Journal ofPolitical Research 17, pp.401-430.

Hollingsworth, J.R. y W. Streeck (1994),Countries and Sectors, Concluding Remarkson Perfomance, Convergence, andCompetitiveness, en J.R. Hollingsworth,P.C. Schmit ter y W. Streeck (eds.) ,Governing Capital ist Economies,Perfomance and Control of EconomicSectors, Oxford, Oxford University Press,pp. 270-301.

Huber, E.,C. Ragin y J.D. Stephens (1993), Social

Page 38: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

54

Democracy, Christian Democracy, ConstitucionalStructure, and the Welfare Stat, en AmericanJournal of Sociology, 99,pp. 711-749.

Immergut, E. (1992), The PoliticalConstructions of Interests: National HealthInsurance Politics in Switzerland, France, andSweden, 1930-1970, London, CambridgeUniversity Press.

Jackman, R.W. (1989), Politics of EconomicGrowth, Once Again en Journal of Politics,51, pp.646-661.

Jankowski, R. (1988), Preference Aggregationin Political Parties and Interest Groups: ASynthesis of Corporatist and andEncompassing Organization Theory, enAmerican Journal of Political Science32,pp.105-125.

Kats, R.S. y P. Mair (eds.) (1992), PartyOrganizations: A Data Handbook, London,Sage.

Kats, R.S. y P. Mair (1994), How PartiesOrganize Change and Adaptation in PartyOrganizations in Western Democracies,London, Sage.

Keech, W.R.,R.H Bates y P. Lange (1991)Political Economy within Nations, in W. Crotty( eds.), Political Science: Looking to the Future,vol.2, Evanston, Northwestern UniversityPress, pp. 219-263.

Keesing Publications (diferentes años),Keesing Contemporary Archives, London,Longman.

Keman, H. (1993), The Politics of Managingthe Mixed Economy, in H.Keman (ed.),

Comparative Politics: New Directions in Theoryand Method, Amsterdam, VU Press,pp.161-189.

Keman, H., H.Paloheimo e P. Whitely (eds.)(1987), Coping with the Economic Crisis,London,Sage.

Korpi, W. (1983), The Democratic ClassStruggle, London, Routledge y Kegan Paul.

Korpi W. y M.Shaley (1979) Strikes, IndustrialRelations and Class Conflict in CapitalistSocieties, en British Journal of Sociology 30,pp.127-171.

Kriesi, H. (1994), Les democratiesOccidentales, Paris, Economica.

Laakso, M. y R.Taagepera (1979), EffectiveNumber of Parties: A Measure with ApplicationWestern Europe, en Comparative PoliticalStudies,12,pp. 3-27.

Lange, P. y H.Meaddwel l (1991) ,Typologies of Democratic Systems: FromPolitical Inputs to Political Economy, enH.J. Wiarda (a cargo de), New Directionsin Comparative Politics, boulder, WestviewPress, pp. 80-112.

Lehmbruch, G. (1985), Neo-Corporatism inWestern Europe: A Reasessment of theConcept in Cross- National Perspective, enrelación al 13 Congresso mondiales dell´IPSA,15-19 giugno, Paris, pp. 1-27.

Lehmbruch, G. y P.C. Schmitter (eds.) (1982),Patterns of Corporatist Policy-Making, Sage.

Lehenr, f. (1988), The Political Economy ofDistributive Conflict, en Castles, Lehner ySchmidt, pp. 54-96.

Page 39: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

55

Lijphart, A. (1975), The Comparable-CasesStrategy in Comparative Research, inComparative political Studies, 8, pp. 158-177.

Lijphart, A.(1977), Democracy in PluralSocieties: a Comparative Exploration, NewHaven, Yale University Press.

Lijphart, A.(1984), Democracies. Patterns ofMajoritarian and Consensus Governement inTwenty-one countries, New Haven, YaleUniversity Press; trad. it. Le democraziecontemporanee, Bologna, Il Mulino, 1988.

Lijphart, A. (1991), Constitutional Choices forNew Democracies, en Journal of Democracy,2, pp. 72-84.

Lijphart, A. (1994a), Democracies: Forms,Performance, and Constitutional Engineering,en European Journal of Political Research, 25,pp. 1-17.

Lijphart, A. (1994b), Electoral Systems andParty Systems. A Study of Twenty SevenDemocracies, 1945-1990. Oxford UniversityPress.

Lijphart, A. y M.M.L. Crepaz (1991),Corporatism and Consensus Democracy inEighteen Countries: Conceptual and EmpiricalLinkages, en British journal of Political Science,21, pp. 235-246.

Magagna, V. (1989), Representing EfficiencyCorporatism and Democratic Theory, en Reviewof Politics,50, pp. 420-444.

Morlino, L. (1988), Democracy betweenConsolidations and Crisis: Parties, Groups andCitizenship in Southern Europe, Oxford, OxfordUniversity Press.

OECD (1997), Economic Outlook, n. 61,Paris, Oecd.

OECD (d i ferentes años) , EconomicOutlook, Paris, Oecd.

Olson, M. (1965), The Logic of CollectiveAction, Cambridge, Harvard University Press.

Olson, M. (1982), The Rise of Nations:Economic Growth, Stagflation, and SocialRigidities, New Haven, Yale University Press,trd it. Ascesa e declino delle nazioni, Bologna,Il Mulino.

Olson, M. (1986), A Theory of the IncentivesFacing Political Organizations: Neo-Corporatismand the Hegemonic state, en InternationalPolitical Science Review, 7, pp. 165-189.

Olson, M. (1996), La nuova politica del welfarestate: un´analisi comparata degli interventirestrittivi, en Stato e Mercato, 46, pp. 3-50.

Papadopoulos, Y. (1995), Democrazia yreferendum, en Rivista Italiana di ScienzaPolitica, 25, pp. 197-226.

Pappalardo, A. (1991), Austeritá conservatricee rigore socialista. Che differenza? Y, en “RevistaItaliana di Scienza Política”, 21, pp. 33-90.

Pappalardo, A. y L. Mattina (1998),Democrazie y decisioni, Roma, NIS.

Peele, G. (1988), British Conservatism: IdeologicalChange and Electoral Uncertainty, en B. Girvin (acargo de), The Transformation of ContemporaryConservatism, London, Sage, pp. 13-35.

Pekkarinen, J. (1992), Corporatism andEconomic Performance in Sweden, Norway,

Page 40: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

56

and Finland, en Pekkarinen, Pohjola, Rowthorn,pp.298-337.

Pekkarinen, J., M. Pohjola y B. Rowthorn(a cargo de) (1992), Social Corporatism: ASuperior Economic System?, Oxford,Clarendon Press.

Pierson, P. (1994), Dismantling the WelfareState? Reagan, Thatcher and the Politics ofRetrenchment, London, Cambridge UniversityPress.

Robertson, D. (1984), Adversary Politics,Public Opinion and electoral Cleavages, en D.Kavanagh y G. Peele (a cargo de), ComparativeGovernement and Politics. Essays in Honourof S. E. Finer, Boulder, Westview Press, pp.214-241.

Roubini, N. y J. Sachs (1989a), Political andEconomic Determinants of Budget Deficits inthe Industrial Democracies, en EuropeanEconomic Review, 33, pp. 903-938.

Roubini, N. y J. Sachs (1989b),Governement Spending and Budget Deficitsin the Industrial Countries, en EconomicPolicy, 8, pp. 100-132.

Rowthorn, R. y A. Glyn (1990), The Diversityof Unemployement Experiences since 1973,en S.A. Marglin y G.B. Schor (eds.), TheGolden Age of Capitalism, Oxford, OxfordUniversity Press, pp.19-47.

Sartori, G. (1974), Tecniche decisionale esistema dei Comitati, en Rivista Italiana diScienza Politica, 4, pp. 3-45.

Sartori, G. (1976),Parties and Party Systems.A Framework for Analysis, London, Cambridge

University Press.

Sar tor i , G . ( 1982) , R iv i s i t ando i lpluralismo polarizzato, en G. Sartori,Teoria dei partiti e caso italiano, Milano,Sugarco, pp. 193-214.

Sartori, G. (1984), Le “leggi” sull´influenza deisistemi elettorali, en Rivista Italiana di ScienzaPolitica”, 14, pp. 3-40.

Scharpf, F.W. (1991), Political Institutions,Decisions Styles, and Policy Choices, en r.Czada y A. Windhoff-Héritier (ed.), Politicalchoice, Institutions, Rules and the Limits ofRationality, Frankfurt a.M/Boulder, Campus/Westview,pp. 53-86.

Schik, A. (1993), Governments versus BudgetDeficits, en Weaver y rockman, pp. 187-236.

Schmidt, M.G. (1988), The Politics of LabourMarket Policy, en Castles, Lehner y Schmidt,pp. 4-53.

Schmidt, M.G. (1996), When Parties Matter:A Review of the Possibilities and Limits ofPartisan Influence on Public Policy, enEuropean Journal of Political Research, 30, pp.155-183.

Schmitter, P.C. (1974), Still the Century ofCorporatism?, en “Review of Politics”, 36, pp.85-131.

Schmitter, P.C. (1981), Interest Intermediation andRegime governability in Contemporary Europe andNorth america, en Berger, pp. 287-330.

Schmitter, P.C. (1989), Corporatism is Dead!Long Live Corporatism, en Governement andOpposition, 24, pp.54-73.

Page 41: Crisis económica, instituciones y rendimiento en 17 ...€¦ · a partir de modelos de democracia -mayoritaria y consensual- brillantemente sintetizados y operacionalizados por Lijphart

57

Schutemeyer S.S., (1994), Hierarchy andEfficiency in the Bundestag: The GermanAnswer for Institutionalizing Parliament, enG.W. Copeland y S.C. Patterson (eds.),Parliament in the Modern World, Ann Arbor,University of Michigan Press, pp. 29-58.

Siniscalco, D. y G. Tabellini (1993), Efficienzae rappresentanza del sistema elettorale, en ilMulino, n. 4, pp. 810-819.

Steinmo, S. (1989), Political Institutions andTax Policy in the United states, Sweden, andBritain, en World Politics, 61, pp. 500-535.

Streeck, W. (1984), Neo-Corporatist IndustrialRelations and the Economic Crisis in WestGermany, en Goldthorpe, pp. 291-314.

Streeck,W. (1994), Pay Restraint withoutincomes policy: Institutionalized Monetarismand Industrial Unionism in Germany, en R. Dore,R. Boyer y Z. Mars (a cargo de), The Return toIncomes Policy, London, Pinter, pp. 118-140.

Streeck W. y P.C. Schmitter (eds.) (1985),Private Interest Government. Beyond Marketand State, London, Sage.

Strom, K. (1990), Minority Government and MajorityRule, New York, Cambridge University Press.

Swank, D.H. (1988), The Political Economyof Government Domestic Expenditures in theAffluent Democracies, 1960-1980, en AmericanJournal of Political Science, 32, pp. 1120-1150.

Therborn, G. (1992), Lessons from“Corporatist” Theorizations, en Pekkarinen,Pohjola y Rowthorn, pp. 24-43.

Tufte, E.R. (1978), Political Control of the

Economic, Princeton, Princeton University Press.Van Deth, J.W. (1995), Comparative Politicsand the Decline of the Nations-State in WesternEurope, en European Journal of PoliticalResearch, 27, pp. 443-462.

Weaver, R.K. y B.A: Rockman (1993a), WhenDo institutions Matter?, en Weaver y Rockman,pp. 445-461.

Weaver, R.K. y B.A. Rockman (eds) (1993b),Do Institutions Matter? GovernmentCapabilities in the US. an Abroad, Washington,Brookings Institutions.

Weir, M. y T. Skocpol (1983), State Structureand Social Keynesian Responses to the GreatDepression in Sweden and the United States,en International Journal of ComparativeSociology, 24, pp. 4-29.

Western, B. (1994), Unionization and Labormarket Institutions in Advanced Capitalism,1950-1985, en American Journal of Sociology,100, pp. 1329-1361.

Western, B. (1995), A Comparative Study ofWorking-Class Disorganization: Union Decline inEighteen Advanced Capitalist Democracies, enAmerican Sociological Review, 60, pp. 165-191.

Woldendorp, J., H. Keman e I. Budge (1993)Political Data 1945-1990, en European Journalof Political Research, 24, pp. 1-120.