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CONSORCIo DEL CENTRo DE CULTURA CONTEMPORáNeA DE BARCELONA

PresidenteSalvador Esteve i Figueras

VicepresidenteXavier Trias i Vidal de Llobatera

Director generalMarçal Sintes i Olivella

Vocales de la Diputación de BarcelonaFerran Civil ArnabatAntoni Fogué MoyaJoan Carles García CañizaresPere Navarro MoreraJordi Portabella CalveteMònica Querol QuerolJosep Salom Ges Mireia Hernández HernándezGerard Ardanuy MataEmiliano Jiménez LeónJosep Altayó MorralÀngels Esteller Ruedas

Vocales del Ayuntamiento de BarcelonaJaume Ciurana LlevadotJordi Martí GrauMarta Clari PadrósLlucià Homs CapdevilaFernando Sans Rivière

Interventora general de la Diputación de Barcelona Maria Teresa Raurich Montasell

Interventora delegada del CCCBMaria Lina González Pérez

Secretaria generalPetra Mahillo García

Secretaria delegada del CCCBLaura Esquerda i Fontanills

EXPOSICIÓn

«Archivo Bolaño 1977–2003» es una producción del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), donde se presenta entre el 5 de marzo y el 30 de junio del 2013.

Esta exposición no hubiera sido posible sin la implicación personal de Carolina López, en representación de los Herederos de Roberto Bolaño, a quien agradecemos especialmente su dedicación.

DirecciónServicio de exposiciones del CCCB

ComisariadoJuan Insua Valerie Miles

CoordinaciónLiliana Antoniucci

Diseño del espacio y diseño gráfico Estudi Bonjoch: Ignasi Bonjoch, Anna Catasús

Producciones audiovisualesGuión, dirección y realización: Juan Insua, Toni Curcó y Maria Padró

Trabajos fotográficosAdrià Goula

Diseño y programación interactivoCurrysauce.net

Coordinación del montaje e iluminaciónUnidad de producción y montaje del CCCB

Instalaciones audiovisualesDepartamento audiovisual y multimedia del CCCB

Registro e instalación de originalesUnidad de registro y conservación del CCCB

SegurosAON Gil y Carvajal

Y la colaboración del Servicio de difusión y recursos externos, de los Servicios administrativos y generales, y del Centro de documentación y debate del CCCB.

CATáLOGO

DirecciónJuan Insua

CoordinaciónMarina Palà con la colaboración de Rosa Puig

Diseño gráfico spread: David Lorente

Traducción Marta Hernández Julie Wark

Corrección Pepita GalbanyDebbie Smirthwaite

EdiciónCentro de Cultura Contemporánea de Barcelona y Dirección de Comunicación de la Diputación de Barcelona

PreimpresiónScan 4

Impresión Gràfiques Cuscó

Papel interior impreso en Cocoon offset 140 g/m2, papel certificado FSC, 100% reciclado

© Diputación de Barcelona, 2013© Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, 2013Montalegre, 508001 Barcelonawww.cccb.org© de los autores de los artículos y las imágenes

ISBN: 978-84-9803-651-0DL: B. 3873-2013Reservados todos los derechos de esta edición.

Medios colaboradores:

El CCCB es un consorcio de:

Con la participación de:

Una producción de:

Y la colaboración de:

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Hay tantos mundos como personas y, a veces, algunas personas llegan a abarcar in-cluso varios mundos a la vez, como sucede, a menudo, en los creadores más brillan-tes, que abren múltiples e inspiradores caminos a caballo de la realidad y la imagina-ción. Es indudable que la vida y la obra de Roberto Bolaño (1953–2003) constituyen, como bien saben sus numerosos lectores, un crisol en el que tienen cabida temas, cuestiones e intereses de todo tipo, no solamente de alcance literario sino referidos también a otras artes y a la realidad social, moral y política que vivió Bolaño, desde su Chile natal, pasando por el México de la adolescencia, hasta Cataluña, donde vivió de 1977 a 2003, año de su prematura muerte.

El archivo personal que Bolaño fue acumulando y que ha sido conservado por su familia se nos presenta como una puerta abierta a este su rico mundo personal y brinda una espléndida oportunidad de conocer más a fondo su obra, de descubrir aspectos insospechados y escritos inéditos. De ahí el valor que debemos conceder a la exposición que, a partir de un primer estudio de este archivo del escritor, ha mon-tado el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) y que se añade a la ya amplia lista de exposiciones destinadas a reflexionar sobre grandes escritores que forman parte de nuestro horizonte de referencia cultural.

«Archivo Bolaño 1977–2003» presenta una indagación apasionante sobre la considerable diversidad de materiales a partir de los que Bolaño fue construyendo su obra, que tuvo una difusión tardía y que ha alcanzado un extraordinario recono-cimiento internacional, sobre todo después de su muerte. La exposición del CCCB amplía y concreta la imagen de un escritor concienzudo y entregado de lleno, en todo momento, al proceso creador, que busca motivos e inspiración en todas partes y en todo momento, sabedor de que la literatura refleja el mundo al mismo tiempo que lo recrea y lo trasciende.

No quiero terminar sin señalar la vinculación de Bolaño con Cataluña, reco-nocida por él mismo con agrado en distintas ocasiones. Las ciudades de Barcelona, Gerona y, sobre todo, Blanes fueron los últimos destinos que escogió en su búsqueda de su lugar en el mundo. Bolaño escribió en ellas la parte mayoritaria y sustancial de su obra, hoy de alcance universal, y en ellas formó una familia. Como dijo una vez, lo que valoraba de Blanes y de Cataluña era el carácter tolerante, vivo y civilizado del país, «una tolerancia que a veces puede confundirse con timidez pero que sabe ser enfática cuando es necesario». Orgulloso de tener dos hijos blanenses y catalanes «de nacimiento y no de adopción, como yo», Roberto Bolaño, amigo de la gente de la calle de nuestras ciudades, es un autor de cabecera para muchos lectores y podemos sentir, por lo tanto, una legítima satisfacción por el hecho de que viviera y creara su perdurable obra entre nosotros. Por este motivo es de justicia que el CCCB le rinda un homenaje que abre nuevas perspectivas sobre su legado.

SALvADOR ESTEvE I fIgUER ASPresidente de la Diputación de Barcelona y del Consorcio del CCCB

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Cuando hacía solo un par de meses que había asumido la responsabilidad de dirigir el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, el 7 de marzo de 2012, viví una experiencia que me produjo una gran satisfacción íntima. Aquel día, Juan Insua y yo fuimos en mi coche a Blanes. Nos esperaban allí Carolina López, viuda de Roberto Bolaño, y su amiga y colaboradora Valerie Miles, cocomisaria de la exposición «Ar-chivo Bolaño 1977–2003» que ahora presentamos.

Pasamos casi todo el día en Blanes, en casa de la familia Bolaño. Comimos los cuatro en uno de los restaurantes del paseo marítimo. El día era fresco pero soleado. En casa de Carolina pudimos ver el Archivo Bolaño y apreciar el enorme trabajo de clasificación y ordenación realizado. Pudimos examinar las libretas y agendas en las que Bolaño escribía –en una letra minúscula pero caligráficamente irreprochable– y a veces dibujaba. Algunos textos pertenecen a obras ya publicadas, muchos otros no han visto aún la luz. Fue un momento emocionante, mágico.

Roberto Bolaño se ha convertido en un autor de culto. Su obra ha sido elogia-da por la crítica más prestigiosa. Sus libros han tenido una extraordinaria acogida internacional, también fuera del ámbito lingüístico castellano. Ciertamente, el re-conocimiento de la obra de Bolaño fue tardío. No llegaría hasta la publicación de la novela Los detectives salvajes, en 1998, y no sería completo hasta la publicación póstuma de la monumental 2666.

Sin embargo, como se muestra en la exposición, la calidad indiscutible de su producción no es fruto de la casualidad, sino de un talento fuera de lo común y de una persistente, obsesiva, labor de escritura. Una labor incansable a lo largo

«He ejercido casi todos los oficios del mundo, salvo los tres o cuatro que alguien con cierto decoro se negará siempre a ejercer. Mi mujer se llama Carolina López y mi hijo Lautaro Bolaño [con posterioridad a la redacción de este texto, en marzo de 2001, nació Alexandra, la segunda hija de Carolina y Roberto].* Ambos son catalanes. En Cataluña, también, aprendí el difícil arte de la tolerancia. Soy mucho más feliz leyendo que escribiendo». robe r to b ol a ño , «Preliminar. Autorretrato», en Entre paréntesis. Ensayos, artículos y discursos (1998-2003), Anagrama, Barcelona 2004, p. 20.

*[Nota del editor].

BOL AñO EN CATALUñA

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de muchos, muchos años, algunos de ellos vividos en condiciones económicas muy precarias. Impresiona darse cuenta de cómo alguien es capaz de apostarlo todo de un modo tan radical, tan absolutamente convencido, a la carta de la literatura, de la creación. Nada consiguió hacer que desfalleciera o abandonara, a pesar de que las amarguras y decepciones fueron muchas. Su voluntad era auténticamente de hierro.

A lo largo de su vida, Bolaño no solo escribió torrencialmente, sino que tam-bién leyó mucho, muchísimo. En sus opiniones y juicios, especialmente en los litera-rios, vierte una sinceridad cruda, incluso brutal. A veces llega a límites difíciles de entender si no tenemos en cuenta su compromiso insobornable con la literatura, la pasión, la visceralidad con que se consagró a ella.

El escritor llegó a Cataluña en 1977. Antes había vivido en Chile (donde nació) y México. Entre Barcelona, Gerona y, sobre todo, Blanes transcurriría el resto de su vida, a la que una grave enfermedad puso fin en 2003. En Cataluña pasó algo más de la mitad de su existencia, hizo buenos amigos y escribió el grueso de su obra. Con Carolina López formó en Blanes su familia, completada con Lautaro y Alexandra (mi patria son mis hijos, afirmará). Roberto Bolaño estuvo siempre agradecido a la aco-gida recibida en Cataluña y, particularmente, en Blanes. Aquí se encontraba bien. Da la impresión, leyendo sus textos, de que en Blanes encontró el entorno social y el confort familiar necesarios para poder hacer lo que amaba: escribir.

La exposición que presenta el CCCB pretende, con toda modestia, dar a cono-cer mejor cómo era Bolaño y cómo vivió sus años en Cataluña. Abre la vía para un mejor conocimiento de su fascinante obra, a la luz de su archivo –de los manuscritos publicados e inéditos– y de la cronología creativa de sus textos, poniendo las bases de una interpretación, si no totalmente nueva, sí mucho más profunda y completa. Y quiere también mostrar al vecino, el amigo y el marido y padre de familia, al Bolaño más íntimo.

Estamos convencidos del enorme atractivo de esta exposición no solo para el público en general, sino también para los amantes de la literatura del escritor latino-americano en concreto.

No quisiera cerrar estas líneas sin agradecer públicamente y de forma muy especial a Carolina López la confianza depositada en el equipo del CCCB, así como su constante buena disposición y franca colaboración, sin las cuales no habría sido posible llevar a cabo esta exposición.

MARçAL SI NTESDirector del CCCB

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vALER IE MILES

JUAN INSUA

A .g. PORTA

JAv IER CERCAS

ENR IqUE v IL A - MATAS

OLv IDO gARCí A vALDéS

BARBAR A EPLER

PATR ICI A ESPINOSA

vuelta al origen 15

cronología creativa 28

El legado del apóstata 31

RB/BCN 1977/1980 43

Bolaño en gerona: 59

una amistad

Blanes o los escritores 81

de antes

El poeta Roberto Bolaño 109

Roberto Bolaño 119 en estados unidos

Política, estética 125

y horror en la obra de Roberto Bolaño

NOTA BIOgRáfICA 131

DE ROBERTO BOLAñO

NOTA BIOgRáfICA 133

DE LOS AUTORES

bolaño archive 134

1977–2oo3

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ro b e r t o b o l a ñ o, 1978 (texto inédito, Archivo 15-68/AHRB)

«Cada día menos jóvenes, la fortuna con unos, la pobreza con otros: escribo versos, sueño con una novela, […]».

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vALERIE MILES

vueltaal origen

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«De todos los misterios del universo, ninguno más profundo que el de la creación». Esta primera frase, la primera de la conferencia «El misterio de la creación artística», que Stefan Zweig pronunció en Buenos Aires en 1941, por invitación de Borges, pare-ce un buen punto de partida. Al principio, una invitación de Borges, pero There are more things: el espectro de Rudolf Amand Philippi, de Boris Abramovich Ansky, ape-nas un olor a tabaco que se insinúa desde uno de los cuadernos de Roberto Bolaño, el vapor de una locomotora jadeante que resopla y empaña las frases de lo que quizá sea una primera página de Calvino, y que imagina una pequeña estación ferroviaria, en Blanes digamos, justo antes del anochecer.

Carolina López ha organizado y protegido los abundantes materiales que in-tegran el archivo de Roberto Bolaño, respetando escrupulosamente su ordenamien-to. Ella es de otra escuela, la del genio práctico que cumple una función decisiva en la creación de las condiciones de trabajo de un escritor. Aportó a Bolaño estabilidad económica y anímica, un marco familiar, un fundamento sólido, y lo alentó en los días de ayuno en el desierto, cuando los editores y los agentes literarios rechazaban sus manuscritos. El archivo de un autor y la memoria viva de su familia son sin duda las fuentes más fiables de investigación, y en el caso de Roberto Bolaño, él mismo lo dejó meridianamente claro en una de las últimas entrevistas que concedió: «mis hijos, Alexandra y Lautaro, son mi única patria» y «Carolina lee primero mis libros, luego Jorge Herralde» (su editor de Anagrama).

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Los numerosos cuadernos, diarios, manuscritos, cartas, dibujos y recortes de prensa que contiene el archivo hacen de su organización una labor inmensa. Que-dan años de investigación antes de que se pueda hacer una evaluación exhaustiva de los materiales, por no hablar de alcanzar conclusiones definitivas. Así pues, esta ex-posición ofrece una mirada provisional a un empeño inconcluso que los herederos de Roberto Bolaño han puesto generosamente a disposición del público para conme-morar el décimo aniversario de su muerte. El material ofrecido en ella despertará el interés tanto de los lectores como de los estudiosos y servirá para corregir muchas nociones erróneas que se han ido sembrando a lo largo de los años, desde su muerte en 2003, rectificar una serie de reiterados malentendidos, ahondar su reputación a la luz de estos descubrimientos y ofrecer por primera vez al público una selección de sus documentos personales.

Cuando Carolina López me invitó a compartir el proceso de lecturas, quedé impresionada por la amplitud de los trabajos de Bolaño durante los años que residió en Barcelona y Gerona, no solo porque constituyen la génesis de su universo narrati-vo, sino también por la minuciosidad y determinación con que esculpía su propuesta expresiva: profundamente innovadora pero en patente diálogo con una tradición, con la aspiración de continuarla modificándola. Al contrario de lo que, por ejemplo, se ha venido afirmando repetidamente sobre la oposición entre el Bolaño poeta y el Bolaño narrador, sus cuadernos demuestran su manifiesta intención de convertirse en novelista desde el momento en que llega a España y de trabajar en la construc-ción de una voz narrativa sin renunciar a la poesía. En un cuaderno fechado en 1978 (15-68) afirma: «Quiero escribir una novela pero me cuesta tanto empezar». Y se vuel-ve a interpelar a sí mismo: «Cada día menos jóvenes, la fortuna con unos, la pobreza con otros: escribo versos, sueño con una novela». Es indudable entonces que escribir narrativa no fue consecuencia de las dificultades o las penurias económicas, y que la poesía no fue la única vía intachable de alcanzar la verdad. Una forma daba estímulo a la otra, y ambas coexistían en feliz y provechosa comunión.

A partir de un cuidadoso proceso de análisis de los documentos, de sus pri-meros manuscritos y cuadernos, empezó a discernirse una cronología creativa. La secuencia temporal resultante muestra un retrato distinto, o establece una línea argumental que difiere de su historia editorial. Esta cronología creativa articula la estructura de la exposición, y pone de manifiesto por qué sus publicaciones aumen-taron exponencialmente desde que Pere Gimferrer lo reconociera con la edición de

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La literatura nazi en América en Seix Barral, en 1995, hasta su muerte en 2003, y por qué después de esta hay otra vida de manuscritos inéditos. Escribió disciplinada-mente casi veinte años sin publicar apenas, y por medio de su método de reciclaje continuo, el sotobosque creció haciéndose cada vez más rico y denso. La cronología creativa y los materiales de la exposición dan una idea cabal de lo mucho que ya ha-bía escrito antes de su vida de autor publicado.

«Soy inmensamente feliz», es una frase que asoma a menudo en los cuadernos de Bolaño, y revela la que puede ser una de sus mayores paradojas íntimas y otra de las tergiversaciones que rodean su recepción. El escritor que había vivido «a la intem-perie y sin permiso de residencia tal como otros viven en un Castillo», tanto en Méxi-co como en España, un «trapecista sin trapecio», cuya exploración de la violencia y el mal se adentra en los escondrijos más oscuros de la mente humana, era una persona muy dichosa mientras escribía. En sus diarios se percibe que el abismo está a un paso, sobre todo durante los años de Barcelona y los primeros de Gerona, aunque luchaba por no ser presa de la desesperación: «Comprométete, Roberto, con tu pobreza de espanto y con la pobreza de espanto que solidariamente te rodea. Estás en la parte más blanca de la ola… Comprométete, Roberto, a mirar». («Diario de Vida. Poemas Cortos III», 1980) También queda patente que nunca probó la heroína y que su bebida preferida era el té.

Los materiales del archivo, sobre todo los que corresponden al periodo de Bar-celona y Gerona, proceden de una época de los setenta y los ochenta anterior al or-denador, por lo que aún se conservan pruebas de los estadios de su proceso creativo. Los correspondientes al periodo de Blanes consignan el cambio a una máquina de escribir eléctrica y finalmente al ordenador. Uno de los documentos más destacados de la exposición es el manuscrito original, en tres cuadernos, de la novela aún inédi-ta «El espíritu de la ciencia ficción», escrita en 1984 y dedicada a Philip K. Dick. Que estos documentos aún perduren de puño y letra de Bolaño es una suerte. Además de dejar constancia fehaciente de su autoría, los cuadernos son del mayor interés porque ofrecen algunas claves sobre el escritor y su contexto. Es difícil imaginar al visitante de una exposición emocionado ante un lápiz de memoria de la muestra,

Valerie Miles

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por valioso que fuera el material que pudiera contener. Incluso un texto mecano-grafiado es un objeto más o menos único. Pero lo escrito de la mano del propio autor

–en el caso de Bolaño, en su extraordinariamente meticulosa caligrafía– tiene algo orgánico, conserva su aura todavía o por lo menos da rienda suelta a la imaginación del espectador. He aquí una reflexión implícita sobre la naturaleza cambiante de las exposiciones dedicadas a los documentos de un escritor en la era digital, a diferen-cia de lo que ocurre cuando en el arco de la vida creativa de un escritor, como en el caso de Bolaño, se emplean tantas herramientas distintas. ¿En qué medida el cambio en el dispositivo empleado altera el estilo o el proceso?

Por fortuna para nosotros, los objetos existen y ofrecen un atisbo de Bolaño como flâneur por Barcelona, donde sus diversas tentativas de voz, punto de vista y estilo presentan una visión compleja, de múltiples facetas de la realidad del Distri-to V a finales de los años setenta. Se encontraba todavía bajo el «hechizo mexicano», pero imbuido de la energía de hallarse en un lugar nuevo, por muy precaria que fuera su vida, o itinerantes su trabajo y relaciones. Durante un tiempo sus cuadernos son encantadores y frescos, pero en 1978 se hacen algo más oscuros y desesperados y aparece el Jorobadito. Es este el periodo de Amberes, y también de «La Virgen de Barcelona», cuando daba sus primeros pasos en la redacción de un texto extenso, el de la novela. Los relatos y la poesía muestran también cómo se fue refinando su mé-todo: escribía una idea o percibía una imagen o captaba al instante una metáfora y la reescribía de nuevo de otro modo, quizás en verso, lo incorporaba a otro poema o lo desguazaba, o convertía una columna en dos o un poema en una prosa, esculpien-do concienzudamente. Tenía la costumbre de guardar estos materiales, junto a los recortes de prensa que podían servir de incitación para un relato o unos versos, a fin de revisarlos más adelante. También escribía a partir de estímulos visuales, cuadros, esculturas o fotografías, o incluso hasta de la danza de Martha Graham. Esta expo-sición ofrece, por ejemplo, el poema escrito a partir del cuadro de Gustave Moreau Edipo y la Esfinge, y otro, del retablo medieval reproducido en una caja de cerillas. La pintura de Larry Rivers y la falsificación es un tema presente en Los sinsabores del verdadero policía, y la ilustración de portada de la edición de Anagrama de Los detec-tives salvajes, The Billy Boys de Jack Vettriano, es una postal de la colección personal de Bolaño. En el cuaderno «Literatura para enamorados 1» se encuentra la primera mención al pintor italiano Giuseppe Arcimboldo: «Colores de raíz capilar en el es-tómago del cielo y que se desprenden sobre nosotros. Cuadernos semiquemados en

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los escondites de los niños. Prosa patética de labios gruesos y sensuales como los del Arcimboldo». Y en «La Virgen de Barcelona»: «Me encomiendo al Arcimboldo, el más desdeñoso de todos, Señora, me encomiendo al Arcimboldo, dije, contemplando las fisuritas de sus labios». Y en el cuaderno «Diario de vida. Poemas cortos II», en el úl-timo verso de un poema, dedicado a Gustave Moreau, se puede leer: «Días febriles en Barcelona con la ropa arrugada y los labios partidos».

En el periodo de Gerona ya había hecho los deberes, había fundamentado su estilo narrativo y estaba preparado para abordar proyectos más ambiciosos. En «La Virgen de Barcelona» (1980), de nuevo: «Una laguna en el almacén de las palabras. A veces no recuerdo qué palabra debe ir en tal lugar. Es odioso, pues escribo con una simplicidad sorprendente, logro enamorarme de esa simplicidad, guardo mis pape-les, y una semana después recuerdo las palabras, las frases que le hubieran podido dar profundidad de campo a mi texto y ya es demasiado tarde para arreglar, retocar nada, y puedo incluso separar lo que mi abuelita llamaba cuerpo astral para contem-plar a mi cuerpo que se marcha a una casa solitaria, puedo sentir las estofas que les hacen a mis ex amantes, la miseria cada minuto más densa alrededor de mis textos. En ese momento perdono mis tiempos verbales imperfectos. Los reconozco. Los sé inocentes».

Escribió la novela Monsieur Pain, y las inéditas «Diorama» y «DF, La Paloma, Tobruk», durante los primeros años de estancia en Gerona, y en correspondencia con un agente comenta: «“Diorama” es casi casi lo mismo, el viejo arquetipo del outsider que en un momento dado debe enfrentarse a la policía y huir. Ahora bien: “Diorama” en realidad es un fragmento de una novela monstruosa (que por otra parte, razona-blemente, he decidido vivirla y no atormentarme escribiéndola) cuyo título creo que es lo único bueno: “Literatura para enamorados”. De este mazacote han sobrevivido dos novelas en curso: “Diorama” y “El espíritu de la ciencia ficción”, ambas con el mismo personaje principal, un tipo que en un momento exaltado imagino como la respuesta o resultado genético de Horacio Oliveira o el Coronel Buendía o Valentín».

Gerona enmarca una determinada mayoría de edad, cuando Bolaño se aísla y halla su rumbo, y empieza a aplicar más extensamente algunas ideas sobre la frag-mentación, las estructuras, las nociones del tiempo, del caleidoscopio. El conjunto de sus publicaciones se incrementaba gracias al circuito de premios comarcales, y vieron la luz La senda de los elefantes y la novela que escribió con A. G. Porta, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce. El universo de símbolos se iba expan-

Valerie Miles

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diendo orgánicamente, de manera casi lovecraftiana, sin una coherencia cerrada o perfecta, con un carácter poético, casi cósmico y casi siempre oculto. Por ello es tan relevante leer sus primeras notas, documentos y materiales inéditos. Allí están los relatos y fragmentos y novelas que se convirtieron en secciones de otros relatos y después en novelas, y secciones de novelas repartidas en otras con nombres nuevos o nombres apenas alterados, pero refundidos con otros textos. Bolaño no abandonaba sus descartes provisionales, sino que los volvía a meter en el guiso, ese proyecto en evolución constante de un universo multidimensional que gira como un gran ca-leidoscopio de símbolos y metáforas y temas y significados con pasadizos secretos, agujeros de gusano que van y vienen en el tiempo y el espacio, intenciones ocultas y vagas sugerencias, colocadas una y otra vez en distintos órdenes o en distintos textos. Como en Moby Dick de Melville, las metáforas y temas están, al fin y al cabo, desliga-dos, no anclados en una única interpretación establecida por el autor, sino que más bien se convierten en hilos que tejen un tapiz cósmico cuya interpretación requie-re la complicidad del lector. Los signos y señales son ocultos, misteriosos, secretos, porque pertenecen a cada individuo, y cada lector aporta una experiencia distinta del acto interpretativo. Así lo explica Bolaño en sus notas sobre Los sinsabores del verdadero policía, «el policía es el lector, que busca en vano ordenar esta novela ende-moniada».

Leer los materiales de un archivo es como emprender un viaje alrededor de la habitación del escritor: es un privilegiado vislumbre del interior de su mente, lo cual proporciona una ayuda inestimable para comprender su particular o peculiar manera de plantearse su oficio. Bolaño apuntaba a menudo notas dirigidas a sí mis-mo mientras escribía, a veces en mitad de una narración, a fin de guiarse a través de un pasaje difícil, o para cambiar de ángulo o de lente desde los que desarrollar el relato (algunas de sus páginas sobre tomas y ángulos de cámara se incluyen en la exposición, por ejemplo), o para darse ánimos, explicarse sus intenciones en medio de una trama, creando a veces un tercer «yo» al modo de Calvino. Tenemos entonces al narrador, el texto y también una voz que le cuenta al narrador sus intenciones en el texto, que trata a su vez sobre el narrador. Es todo Bolaño, ensamblado y fragmen-tado y conversando, un excepcional atisbo al proceso de trabajo de un escritor.

De cuando en cuando el lector tiene la impresión de que Bolaño podría haber dejado deliberadamente algunas claves diseminadas a lo largo de sus cuadernos, por si algún arqueólogo literario llegara a excavar en ellos y algún aprendiz de sabueso

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fuera tras el rastro del curtido detective que, como un fantasmagórico visitante del futuro, mueve maliciosamente la pieza del tablero más allá del tiempo. Puesto que García Madero encontró los cuadernos de Cesárea Tinajero en Los detectives salvajes, o que Hans Reiter encontró y revisó los documentos secretos de Ansky en 2666, o que en la maleta de Amalfitano apareció un misterioso libro de geometría que al final acabó colgando del tendedero como un ready-made de Duchamp, no sorprende entonces que de pronto una frase resalte de la página para lanzarnos un dardo entre las cejas o que genere un momento de admiración o asombro o grandes carcajadas. En el cuaderno que contiene «DF, La Paloma, Tobruk» (1983), por ejemplo: «Abre un cajón del estante de los libros. Está lleno de papeles manuscritos. Coge uno al azar:

“¡a veces soy inmensamente feliz!”. La letra es pequeña. Bebe un sorbo de cerveza y sigue leyendo otros apuntes (no viene al caso decirlo en este momento, pero ella no siente estar violando nada al leer esas especies de notas, diario de vida o lo que sea). Lo importante, lo verdaderamente importante quiero decir es que la cerveza se enti-bia, aparece la luna en lo alto del callejón tan solo por unos instantes…».

En el caso de un escritor tan profundamente original, renegado, erudito como Roberto Bolaño, que dedicó los primeros años de Barcelona y Gerona a la concepción de su intrincado rompecabezas ficcional y narrativo mientras rehuía el mundanal ruido, o la pompa y circunstancia de la puesta en escena literaria, sus primeros es-critos no se pueden reducir a meros y tambaleantes ejercicios de estilo o a fractales o juegos de espejos. Allí arraigó su estilo característico, que se perfeccionó hasta llegar a Nocturno de Chile: «[…] se fue con la condesa o duquesa o princesa italiana atravesando otra vez los salones intercomunicados como la rosa mística que abre sus pétalos hacia una rosa mística que abre sus pétalos hacia otra rosa mística y así hasta el final de los tiempos, hablando en italiano de Dante y de las mujeres de Dante, pero para el caso, quiero decir, para la sustancia de la conversación lo mismo hubiera dado que hablaran de D’Annunzio y de sus putas». Y en Los sinsabores del verdade-ro policía: Amalfitano mira bajo el mohoso colchón de una loca que ha muerto de sida y encuentra una camisa hawaiana con «un fondo verde y palmeras cimbreantes y olas azules coronadas de espuma albísima y coches descapotables rojos y hoteles blancos y amarillo pastel y turistas vestidos con camisas hawaianas idénticas a la Gran Camisa Hawaiana, con palmeras cimbreantes y olas azules y descapotables rojos como en un juego de espejos repetido hasta el infinito».

Valerie Miles

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El material de esta exposición abre una suerte de agujero de gusano hacia el punto del Big Bang de su universo simbólico. En estos materiales de gestación se configura una cosmografía creativa y se nos ofrece un viaje hacia el origen de sus obsesiones, siguiendo el hilo de símbolos y temas recurrentes que trascienden lo meramente obvio, o lo que mencionan a menudo críticos y estudiosos. Tenemos ya un juego de llaves que da acceso a los más secretos indicios, puede que incluso a aquellos que no estaban ni siquiera claros para el propio escritor. El centro oculto de sus novelas, las cosas que se guardaba para seguir creando un universo oscuro que implica al lector en su definición e interpretación.

Además de las eternas referencias a las influencias en la obra de Roberto Bo-laño, desde los consabidos maestros de la literatura latinoamericana hasta los escri-tores y poetas canónicos, tanto antiguos como modernos y maudits, el archivo des-cubre la importancia de otros que son referencias menos conocidas o quizá menos evidentes. En la novela inédita que escribió en 1984, «El espíritu de la ciencia ficción», su alter ego, Remo, le dice a su compañero que debería leer menos ciencia ficción y más a los rusos (Nabokov, cuyo amor por los rompecabezas y las novelas de inves-tigación puede apreciarse en La verdadera vida de Sebastian Knight, el gran estilista que cautiva y deslumbra cuando escribe sobre el amor transgresor –pedofilia en Lo-lita e incesto en Ada o el ardor–, escribió en la introducción a El ojo que «la textura del cuento imita la de la ficción detectivesca» y que su tema «es una investigación que conduce al protagonista a través de un infierno de espejos y que acaba en la fusión de imágenes gemelas»). Bolaño leía ciencia ficción sin cesar: Philip K. Dick, James Tiptree, Franz Leiber, Ursula K. Le Guin, y siguió el hilo de la novela gótica estadounidense (Poe, Ambrose Bierce, Lovecraft), lo cual por supuesto desemboca en Baudelaire, traductor e impulsor de Poe en Francia, hasta la estética de la fealdad que Bolaño practicaba y que conduce por supuesto a sus admirados Rimbaud y Lau-tréamont (desde Sade, Bataille, Genet) y Michel Bulteau y su Manifeste électrique aux paupières de jupes, por mencionar uno de las muy diversas corrientes de su tradición elegida. Pero Bolaño cita también la antología de Pierre Seghers Les poètes maudits d’aujourd’hui, su «Burroughs diario» y a «nuestro padre Twain».

Descubrimos que su primer alter ego, Remo Morán (¿quizá una referencia al Molloy de Beckett?) cobra más importancia hacia el final de su cronología creativa. Bolaño recurre a ardides y temas como dobles y gemelos, sombras, ángulos de em-plazamiento y puntos de vista (el último capítulo del Tom Sawyer y el primero de

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Huckleberry Finn), le interesa la enfermedad, la locura y la revolución (cita La muerte de la familia de David Cooper), la novela como rompecabezas («San Perec» y los escri-tores de OuLiPo, los Ejercicios de estilo de Queneau), y Alfred Bester, cuyo sentido del humor es un precedente del de Bolaño y cuyo relato «Los hombres que asesinaron a Mahoma» contiene la primera referencia a la Universidad Desconocida. «Un genio es alguien que viaja hacia la verdad por un camino inesperado. Desgraciadamen-te, los caminos inesperados conducen al desastre en la vida corriente... Nadie sabe dónde está la Universidad Desconocida ni qué es lo que se enseña en ella. El profeso-rado está compuesto por unos doscientos excéntricos y los estudiantes son dos mil inadaptados, de esos que son anónimos hasta que ganan premios Nobel o se con-vierten en el primer hombre que llega a Marte». Aparece el recóndito filósofo francés Jean-Marie Guyau (en cuya lápida se lee: «Ce qui a vraiment vécu une fois revivra»), y «Enoch Soames» de Max Beerbohm, y traduce a Kerouac y Biga, entre otros poetas.

Es evidente que Bolaño sentía una insaciable curiosidad por todas las otras formas de expresión artística y los archivos reflejan también su educación de los sentidos: música, arte, escultura, danza, cine, fotografía. Pasaba horas dedicado a los juegos de estrategia, a leer historia militar y matemáticas, de tal modo que la amplitud y alcance del mundo en su habitación, en su cráneo, son vastos, pero en su combinatoria, exclusivamente suyos. Menciona un cuadro del pintor holandés Jan van Noordt, Niño con halcón, que ha llamado su atención por lo «perverso»: la os-tensible inocencia del niño contrasta con la perturbadora naturaleza depredadora del halcón, una especie de «blancura de la ballena»: lo que debería ser inocente es doblemente perverso porque es su opuesto, sobre todo si el observador es un dócil conejo en el campo holandés. Podemos imaginar que este cuadro y los campanarios de Martinville de Proust son piezas del rompecabezas simbólico de Nocturno de Chile.

Sus cuadernos manuscritos ilustran un perfeccionismo y una obsesiva aten-ción al detalle que desmienten las hipótesis de que su prosa magnética es el resul-tado de técnicas de estilo libre o escritura automática. La absoluta legibilidad de su estilo narrativo puede parecer una feliz improvisación, pero sus cuadernos demues-

Valerie Miles

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tran lo contrario: era un quisquilloso cazador del mot juste y armaba sus estructuras con sumo cuidado. Como suele afirmarse, la improvisación es fruto de la dedicación al trabajo ataviada de divertimento. Incluso la correspondencia está escrita a mano y revisada para preparar una carta que mandará en cualquier formato (a mano, a máquina o en una postal).

La lectura de sus cuadernos provocan a veces grandes carcajadas por su irre-verencia característica o las bromas que se contaba a sí mismo para conservar la con-fianza y el buen humor a pesar de las dificultades y rechazos, con notas que le recor-daban qué estaba haciendo y por qué. No pareció perder nunca el sentido del humor o la visión de su absoluta entrega a la literatura y su capacidad de conmovernos, de impresionarnos, de asegurarnos de cuando en cuando que existe una especie de jus-ticia poética cósmica. Esta exposición supone una primera inmersión exploratoria en el mundo íntimo del escritor y nos permite observar –desde el otro extremo de un largo túnel de supervivencia, como un visitante del futuro– cómo invocaba a las musas o a los demonios y saltaba al abismo, el outsider por antonomasia que aceptó el reto de buscar la verdad, dedicado de modo inflexible a su papel de testigo de su tiempo en la tierra, de voz de su generación, fueran cuales fuesen las consecuencias. Y de algún modo hace sentir al lector como si tuviera la pieza que faltaba en el rom-pecabezas. La excitación de la coincidencia cuando leemos a Bolaño se convierte en el contorno de un diseño geométrico que nos eriza el cabello, como si pudiéramos sentir el leve roce de la poesía del azar procedente de muy lejos, como si él estuvie-ra aún intentando comunicarse específicamente contigo, lector, desde el más allá. Pero... ¿quién podría afirmar que no es así?

En una conversación sobre Philip K. Dick que mantuvo por internet con Rodri-go Fresán en junio de 2002, Bolaño escribió: «Una de las características de un clásico es ir mucho más allá de la buena escritura, que no es otra cosa que una cierta correc-ción gramatical. Colocar las palabras adecuadas en el lugar adecuado es la más genuina definición del estilo, dice Jonathan Swift. Pero evidentemente la gran literatura no es una cuestión de estilo ni de gramática, como también sabía Swift. Es una cuestión de iluminación, tal como entiende Rimbaud esta palabra. Es una cuestión de videncia. Es decir, por un lado es una lectura lúcida y exhaustiva del árbol canónico y por otro lado es una bomba de relojería. Un testimonio (o una obra, como queramos llamarle) que explota en las manos de los lectores y que se proyecta hacia el futuro».

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cronología creativa 1979–2003*

Títulos / Años

geRONA

* Esta cronología no incluye los textos aún inéditos recuperados del ordenador de Roberto Bolaño, entre los que figuran, además de una serie de poemas, relatos como Sepulcros de vaqueros, Comedia del horror de Francia, Dos señores de Chile, Corrida, Vuelve el Man a Venezuela, Todo lo que la gente cuenta de Ulises Lima, Última entrevista en Boca-cero, Noticias de Chile, etc.

1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985

BLANESEl maquinistaLa pista de hieloEl Tercer ReichLos sinsabores del verdadero policíaLa Universidad DesconocidaLos perros románticosTresEl último salvajeLa literatura nazi en AméricaEstrella distanteLlamadas telefónicasLos detectives salvajesAmuletoPutas asesinasNocturno de ChileEntre paréntesisEl secreto del mal 2666Una novelita lumpenEl gaucho insufrible

BARCELONADiario de barLento palacio de inviernoTres minutos antes de la aparición del gatoLas alamedas luminosas Las rodillas de un autor de S.F. atrásLa Universidad DesconocidaEl náufragoEllos supieron perderAmberesLa Virgen de Barcelona

El contorno del ojoProsa del otoño en Gerona Monsieur PainConsejos de un discípulo de Morrison a un fanático de JoyceLa Universidad DesconocidaEl espectro de Rudolf Amand PhilippiAdiós, ShaneDF, La Paloma, TobrukDioramaEl espíritu de la ciencia ficción

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Obra publicada Obra inédita

1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003

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ro b e r t o b o l a ñ o, La Universidad Desconocida, Anagrama, Barcelona 2007, p. 43

«¿Cómo se llama esto?, pregunté.

Océano. Una larga y lenta Universidad».

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El legado del apóstata

JUAN INSUA

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1 Espacios en crisis Crear exposiciones literarias en la segunda década del siglo xxi nos enfrenta,

entre otros dilemas, a la crisis de representación que vive el género exposición y a los cambios que están experimentando los espacios para las prácticas creativas actuales.

Hay tres espacios del conocimiento propios de la modernidad sometidos a una intensa transformación: el aula, la biblioteca y el laboratorio. El impacto de las tecnologías digitales es un factor decisivo en este proceso pero, obviamente, no se trata de un cambio exclusivamente tecnológico. El aula se interpela, se critica y se expande, porque hay cierto consenso en admitir la obsolescencia de un sistema edu-cativo pensado para otra sociedad, con otras necesidades. Por su parte, la bibliote-ca ha dejado de ser el panteón del saber prescriptivo y de la acumulación de libros físicos, para replantearse su función y su destino. Y el laboratorio o las nociones de laboratorio que actualmente se formulan pueden resultar desconcertantes. En cada uno de estos espacios hay seísmos1 de diverso grado e intensidad que afectan directa o indirectamente a las formas de representación y, en consecuencia, a los

He aprendido que aunque el desamor sea torrencial uno debe amar. Amar de frente y de perfil. Como un platillo volador.robe r to b ol a ño , «Acerca de mi (sagrada) familia», 1979 (texto inédito, Archivo 33-218/AHRB)

1.La investigación y reflexión sobre estos seísmos conforman una creciente bibliografía que incluye autores como Jacques Rancière, Nicolas Bourriaud, Bernard Stiegler, Beryl Graham y Sarah Cook. Sobre este tema también pueden consultarse las sesiones I+C+i del CCCB en http://www.cccb.org/icionline.

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ro b e r t o b o l a ñ o, «La Virgen de Barcelona», 1980 (Archivo 25-133/AHRB)

«Literatura para enamorados 1 (en realidad este cuaderno solo me ha servido para soltar la mano, debo, voy a escribir, por lo menos otros dos cuadernos, de 200 páginas cada uno, a ver si allí si desde allí sale algo que valga la pena, que no esté escrito ya, y que inspire amor, piedad, deseos de ser piel roja)».

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RB/BCN 1977/1980

A .g. PORTA

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Antoni García Porta sobre Roberto Bolaño, granja Parisienne, calle Tallers 35, Barcelona, septiembre de 2012. Espero que no vayan a tacharme de presuntuoso si les digo que yo estaba allí, aunque ese mérito no fuera mío porque a mí me llevaron de la mano, como si en el fondo la vida no fuera otra cosa que un cúmulo de casuali-dades, y recién llegado de París me hubiese conducido (la vida) directamente a tra-vés de Xavier Sabater, editor de La Cloaca, al piso este de aquí al lado en el número 45, donde Bolaño recibía como si fuera la Duquesa de Guermantes o la Madame Verdu-rin de aquellos famosos y ficticios salones parisinos; pues lo mismo pero humilde-mente, en un espacio de apenas quince metros cuadrados y sin nadie más que el pro-pio Bolaño para servirte un té o un café soluble que calentaba en un hornillo y que era suficiente para alargar una mañana entera o una tarde, y no sé si eso era porque éramos pobres o simplemente no teníamos dinero, que no parece que sea lo mismo, no sé qué palabra emplear, y digo que llegué de la mano de otros, pero llegué para quedarme, quiero decir para regresar ya solo, uno y otro día, para charlar y acometer grandes empresas literarias y cinematográficas que nos habían de dar fama y dinero, pero sobre todo reconocimiento, porque teníamos hambre y prisa, y él decía que los años ochenta iban a ser nuestros, que solo había que perseverar y escribir y escribir y leer y leer y que no había nada más, que no había más secreto, y ya ese día en que re-gresé para quedarme a solas con él y que debía de ser uno cualquiera de febrero de 1978, se dio que coincidimos aludiendo a Pound y a Joyce y a toda la tropa que rodea-

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ba a estos y vi que aquel tipo solo vivía y pensaba en la literatura y para la literatura, que su dedicación exclusiva era esa, y vi que no solo sabía cosas que yo no sabía, si-no que además sabía todo lo que yo ya sabía y más, casi como quien dice lo que yo iba a saber a partir de entonces, y no es que no hubiese amor, amistad o vida, sino que el amor, la amistad y la vida giraban alrededor de la literatura, allí hablando de pro-yectos de escritura, y él, con sus sempiternos Ducados en la mano, contando de dón-de venía, del D.F. (probablemente la primera vez que yo escuchaba aquellas siglas) con la revista Plural, de la que era corresponsal, bajo el brazo y hablándome de todos aquellos poetas latinoamericanos de los que yo no sabía nada y que a partir de en-tonces de algún modo pasaron a formar parte de mí, y allí estaban ya Montané, Pi-mentel, Guillén (Orlando), Verástegui y Mario Santiago, a quienes luego, en 1979, reuniría en una antología que tituló Muchachos desnudos bajo el arcoíris de fuego, un

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53Calle Tallers, núm. 45, Barcelona, 2012

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