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Dirección: Salida #38, Ave. Trío Vegabageño, Calle Betánces #11 L a reflexión anterior nos llevó a analizar la transformación de un ser humano deprimido y ansioso en uno que disfruta el gozo de la presencia de Dios. Como parte de ese análisis consideramos la posibilidad de que caer como víctimas de depresiones crónicas e insondables pueda ser el resultado de haber sustituido a Dios del trono que le corresponde en el corazón; sustituirlo por los anhelos y los deseos personales que hemos construido y a los que vivimos aferrados. E sos deseos personales y anhelos del corazón pueden convertirse en apetitos del alma y si son apetitos entonces terminaremos adorándolos. Decíamos al final de esa reflexión que para salir de esas tormentas emocionales hay que destronar al “yo” del lugar que solo le corresponde a Dios y pedirle que se haga su voluntad. Reiteramos que esa clase de entrega facilita la participación de la presencia de Dios. Es esa presencia y solo esa presencia la que nos devuelve el gozo y la alegría de la vida, vis a vis que nos fortalece. Nunca olvidemos que el gozo de Dios es nuestra fortaleza (Neh 8:10). La alegría y el gozo son el producto de la presencia de Dios (Sal 16:11); ella no depende de las circunstancias que podamos estar experimentando. El Salmo 40 es un pasaje muy singular de las Sagradas Escrituras. Ese salmo parece trabajar con todas y cada una de las aseveraciones anteriores. Los primeros versos de ese salmo dicen lo siguiente: 1 Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. 2 Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. 3 Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová. E l análisis del vocabulario de estos primeros versos es uno muy revelador. El salmista comienza diciendo que pudo esperar pacientemente. Este concepto se traduce del vocablo hebreo qâvâh (H6960), que significa “amarrado como una trenza” (binding by twisting), coleccionar o acumular, estar a la expectativa, esperar, demorarse y/o mirar. Siendo esto así, el salmista nos ha dicho que había una alta probabilidad de desintegración de su vida y Dios no lo permitió haciendo que el esperara mientras Dios iba amarrando todas las áreas esenciales de su vida como se amarra una trenza. Dios es el Dios que junta y no el que desintegra o desparrama. El salmista ha dicho que no fue un proceso de pérdida y sí de esperar con ganancias en las que acumuló testimonios de la presencia de Dios y que aunque es cierto que Dios parecía demorarse, él se mantuvo en santa expectación esperando y buscando ver el cumplimiento de las promesas de Dios. E l salmista continúa diciendo que Dios se inclinó a él y oyó su clamor. Este concepto se traduce así del vocablo hebreo nâtâh (H5186), que significa, estirarse, doblarse, inclinarse, extenderse, ceder, etc. El salmista conoce a Dios y sabe que nuestro Señor es tan rico en misericordias que le gusta inclinar su oído para escuchar nuestros ruegos (Sal 17:6; 31:2). No solo eso, nuestro Señor es capaz de inclinar 4 de marzo de 2012 • Año 2012 • Volumen VIII • No. 319 BOLETIN OFICIAL DE AMEC • CASA DE ALABANZA V

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Domingo, 4 de Marzo de 2012

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Dirección: Salida #38,Ave. Trío Vegabageño,

Calle Betánces #11

La reflexión anterior nos llevó a analizar la transformación de un ser humano deprimido y ansioso en uno que disfruta el gozo de

la presencia de Dios. Como parte de ese análisis consideramos la posibilidad de que caer como víctimas de depresiones crónicas e insondables pueda ser el resultado de haber sustituido a Dios del trono que le corresponde en el corazón; sustituirlo por los anhelos y los deseos personales que hemos construido y a los que vivimos aferrados.

Esos deseos personales y anhelos del corazón pueden convertirse en apetitos del alma y si son apetitos entonces terminaremos adorándolos. Decíamos al final de esa reflexión que para salir de esas tormentas

emocionales hay que destronar al “yo” del lugar que solo le corresponde a Dios y pedirle que se haga su voluntad. Reiteramos que esa clase de entrega facilita la participación de la presencia de Dios. Es esa presencia y solo esa presencia la que nos devuelve el gozo y la alegría de la vida, vis a vis que nos fortalece. Nunca olvidemos que el gozo de Dios es nuestra fortaleza (Neh 8:10). La alegría y el gozo son el producto de la presencia de Dios (Sal 16:11); ella no depende de las circunstancias que podamos estar experimentando. El Salmo 40 es un pasaje muy singular de las Sagradas Escrituras. Ese salmo parece trabajar con todas y cada una de las aseveraciones anteriores. Los primeros versos de ese salmo dicen lo siguiente:

1 Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. 2 Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. 3 Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová.

El análisis del vocabulario de estos primeros versos es uno muy revelador. El salmista comienza diciendo que pudo esperar pacientemente. Este concepto se traduce del vocablo hebreo qâvâh (H6960), que

significa “amarrado como una trenza” (binding by twisting), coleccionar o acumular, estar a la expectativa, esperar, demorarse y/o mirar. Siendo esto así, el salmista nos ha dicho que había una alta probabilidad de desintegración de su vida y Dios no lo permitió haciendo que el esperara mientras Dios iba amarrando todas las áreas esenciales de su vida como se amarra una trenza. Dios es el Dios que junta y no el que desintegra o desparrama. El salmista ha dicho que no fue un proceso de pérdida y sí de esperar con ganancias en las que acumuló testimonios de la presencia de Dios y que aunque es cierto que Dios parecía demorarse, él se mantuvo en santa expectación esperando y buscando ver el cumplimiento de las promesas de Dios.

El salmista continúa diciendo que Dios se inclinó a él y oyó su clamor. Este concepto se traduce así del vocablo hebreo nâtâh (H5186), que significa, estirarse, doblarse, inclinarse, extenderse, ceder, etc. El

salmista conoce a Dios y sabe que nuestro Señor es tan rico en misericordias que le gusta inclinar su oído para escuchar nuestros ruegos (Sal 17:6; 31:2). No solo eso, nuestro Señor es capaz de inclinar

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los cielos a favor nuestro (Sal 18:9). Esa es la razón por la que se puede esperar con santa expectación, porque sabemos que nuestro Dios se inclina a oír y se inclina a responder.

Lo que el salmista levantó ante Dios no fue un susurro. La Biblia dice que el salmista levantó una oración en llanto o un sha’vâh (H7775). Esa clase de oración fue la que llegó ante el trono de Dios cuando los israelitas estaban cautivos en Egipto (Ex 2:23). Es también la clase

oración que David levanta en medio de sus angustias (2 Sam 22:7; Sal 18:6). La Biblia dice que ese clamor llegó a los oídos de Dios e hizo que Dios inclinara los cielos a favor del cantor de Israel (2 Sam 22:8-10). Es la clase de oración que el salmista levanta con el corazón herido y angustiado y que llega ante la misma presencia de Dios (Sal 102:1-2). En los dos casos anteriores la angustia (tsâr, H6862) es el factor común que genera este tipo de oración.

El salmista explica que Dios lo sacó de algo que parecía un pozo llamado desesperación. Se trata aquí de algo parecido a una cisterna, o algo que parece una prisión y que genera destrucción,

mucho ruido que aterroriza, ansiedad y dolor (shâ’ôn, H7588). Es muy interesante que una de las variantes textuales que hemos visto define esta frase como pit of tumult. O sea, que el salmista no se sentía solo por haber sido abandonado, sino que se sentía solo aún en medio de las multitudes que le rodeaban. Es más, podía sentir que estas multitudes le atropellaban. A ese lugar fue que Dios se inclinó para responderle al salmista cuando levantó su oración con santa expectación. Si seguimos de cerca otros pasajes de las Escrituras en los que hay pozos (Ej: Gn. 37:20-28), llegaremos a la conclusión de que sabiendo Dios que la experiencia del pozo del salmista era una inevitable, con toda probabilidad Dios escogió el pozo para luego convertirlo en testimonio.

En adición a esto, ese pozo era uno cenagoso. Lo que esto quiere decir es que no había un piso fijo en el cual el salmista podía apoyarse. O sea, que el salmista no tenía apoyo para mantenerse de

pie ante el reto que esta experiencia de la vida le estaba presentando.

El salmista añade a todo esto que la respuesta de Dios fue una multi-factorial; o sea, que poseía muchos componentes y factores. En primer lugar Dios lo saca (âlâh, H5927) o lo hace ascender,

lo carga hasta arriba, lo exalta, lo pone de pie, lo monta sobre sus hombros, lo hace recuperar, lo restaura, lo dispara hacia arriba, etc. ¡Qué muchas formas de sacarnos de los pozos puede usar nuestro Dios!

En segundo lugar, Dios no se conforma con sacarlo de allí, sino que decide ponerlo (qûm, H6965), confirmarlo, decretar, establecerlo, fortalecerlo y afirmarlo sobre una peña (sela, H5553), que es

lo mismo que una roca, una fortaleza o un alcázar. Como si esto fuera poco, el salmista añade que

“En cuanto a mí, a Dios clamaré; y Jehová me salvará. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá

mi voz.” Sal. 55:16-17.

Iglesia recuerda que estamos en Campaña de 40 días de Ayuno y Oración.

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Al Hno. Edwin Ramos Jourdan y familia por

el fallecimiento de su Sr. Padre.

Dios no terminó ahí su obra de gracia, sino que decidió enderezar (kûn, H3559), hacer una designación, poner en posición de firmes, ordenar y hacer provisión, perfeccionar y hacer estables sus pasos. ¡Alabado sea Dios que completa todas las cosas que comienza con nosotros!

En cuarto lugar, el salmista indica que Dios decide cambiarle el vocabulario poniendo una canción en su boca en lugar de la queja

y la oración en llanto que antes tenía. Esa canción (shîyr, H7892) es una que aparece 147 veces en el Antiguo Testamento. Una de las ocasiones más significativas es la que se usa para describir la canción que canta Israel cuando el ejército Egipcio es destruido por Dios luego de ellos salen del cautiverio (Ex 15:1, 21). Es la canción de Déborah luego de ganar sus victorias (Jue 5:1,3, 12). Es también la canción que Dios pone como custodio y guardián del salmista en una de sus experiencias de tristeza más intensas (Sal 42:8). Es la canción que se le canta al amado en Isa 5:1y en Isa 26:1. Es la canción que se nos invita a cantar en Isa 42:10 luego de saber las palabras proféticas habladas por Dios acerca del siervo de Dios que es puesto como pacto al pueblo, como luz a las naciones, que abre los ojos de los ciegos y que saca a los presos de la cárcel. ¡Qué canción de victoria más imponente y gloriosa! ¡Una canción nueva y espontánea inspirada por los actos portentosos de Dios!

Esta canción no se queda aquí. El salmista nos dice a renglón seguido que Dios convirtió este cántico nuevo y espontáneo en un himno (tehillâh,

H8416). O sea, que la canción nueva y espontánea recibió estructura y formalidad de la misma mano de Dios.

Nuestra próxima reflexión analizará las implicaciones teológicas y pastorales que trae consigo este vocabulario. Adelantamos que este

es a todas luces un proceso de liberación divina. Un proceso en que el creyente es liberado de una de las prisiones más duras e inhumanas que existen; la depresión. Este proceso de liberación posee en sí mismo seis (6) constantes. Es por esto que hemos decidió usar esto como titulo de nuestra próxima reflexión; “Seis (6) constantes en la ecuación de la liberación divina.”

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Comienzan el miércoles 7 de marzo 2012 en el Salón de Conferencia a las 7:30 pm. Interesados favor de comunicarse con el Pastor Ernesto Vélez

(787) 769-4011/256-3331

Muchas felicidades a Rufo y Raquel en su aniversario de bodas el 1 de marzo.

A José David Irizarry por su cumpleaños el 2 de marzo, valoramos la labor extraordinaria que realizas

en la obra del Señor, que Dios te bendiga mucho.

Felicidades a nuestro Pastor Mizcky y su esposa Aleisa por su aniversario de

bodas el 3 de marzo.