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c~~----------------L NOSTALGIA (Aflicción, pena o tristeza causada por la ausencia de cosas o personas queridas) .. ~; ~f:~' I111I~ ~:'~1 ~J(.::" ~ ,~ 1\\ A[I PUEBLO.- 1\V j Aprovecho para recorrer las calles de nuestra apreciada villa, un día, en la hora del letargo sestil de la Fiesta Patronal. Éstas guardan el silencio que los humanos otorgamos con nuestro cansancio retiro. Los coches han dejado de fluir y rugir por ellas; hoy asfaltadas, antaño, polvo- rientas y hoyadas por el herraje de los carros, galeras y mulas. Todo está en calma. Apenas alguna persona cruza rápida y sutil, sin que sus pasos rom- pan la calma impuesta. Todo casi es como en tiempos pretéritos. Deambu- lo por los rincones evocadores de los recuerdos de mi lejana niñez. En una de estas vías está la casa kilómetro cero de mi existencia, y, mi centro del universo. Todo me gira alrededor de este punto, donde recibí el aliento de la vida por primera vez. Lar situado en uno de estos viejos y bellos rincones de Santa Cruz de la Zarza. Villa toledana; situada al borde de la fértil mesa o meseta de Ocaña, donde Toledo se hermana y une con Madrid y Cuenca. Mirador incompa- rable de la extensa depresión del cau- daloso río Tajo que desde la glorieta de la Iglesia de Santiago, antiguo emplazamiento de la Encomienda de la Orden del mismo nombre, hoy desaparecida; encuentras tu lejanía en la mirada, tu observación en la distancia, pudiendo dejar tu visión perderse en lontananza. Lugar privi- legiado que otrora ocuparan legenda- rias culturas: prerrománicas, romana. visigoda, árabe, napoleónica y órde- nes religiosas guerreras, dominadoras a veces, y evitando ser dominadas en otras. Cuantos acontecimientos, cuantas miserias vividas por nuestros predecesores. Siempre sometidos a los vaivenes que el prevaleciente de turno les hacía vivir. Pero sus raíces, ahí quedaron prendidas para siempre, formando con todas las de las genera- ciones que nos precedieron, la esen- cia e idiosincrasia de nuestra querida villa. Con sus calles tortuosas; empi- nadas las más, llanas las menos. Y sus antiquísimas casas enjalbegadas; con primor unas, otras con el correr imperdonable del tiempo, el deterioro y el abandono han dejado sus drásti- cas huellas sobre ellas, sufriendo la mayoría, una metamorfosis constante, en la adecuación de estos viejos lares, en modernos hábitat, más adecuados para la vida actual. La nueva cons- trucción, en la formación de nuevos barrios edificados normalmente en el sistema de bloques de pisos; suele coquetear con el ladrillo y el cemen- to impregnado de modernos colores, rompiendo la blancura y el modelo de vivienda unipersonal que siempre dominó la vieja edificación. Como esos racimos de casas que se despa- rraman entre las dos monumentales y preciosas Iglesias: Santiago y San Miguel. Lares tan juntos, tan apre- tados, que a veces parecen, más que unidos, empotrados unos en otros. Viejo casco salpicado por solarie- gas mansiones de bonitos pórticos y pequeñas torrecillas coronando la fachada principal. En los frontales de éstas, remotos escudos heráldicos evocadores de tiempos pasados. Qui- zá algunos de indianos aventureros, o de señoríos que fueron y el deve- nir del tiempo los dejó solo en este recuerdo lejano, pero que hoy sirven para embellecer las calles de nuestro apreciado pueblo. EVOCACIÓN DE LOS AÑOS 50.- En este extraño silencio que envuelve mi pausado caminar por estas calles cargadas de historia. Me hace evocar vivencias acaecidas en Santa Cruz, por aquellas lejanas fechas de mi niñez y juventud. Días que el tiempo los hizo pasar en este transitar sin pausa de nuestra existencia. Pero dejando esos aconteceres inolvidables que, aun a pesar del tiempo pasado, siguen per- maneciendo frescos en mi memoria. A mi mente afloran recuerdos dis- tantes que se remontan a los tristes años duros y negros de la posgue- rra. Cuando aun quedaban rescoldos amargos del racionamiento y del estraperlo. Días que Santa Cruz era poseedor del mayor caudal humano de su historia, llegando a tener una población de 6.358 habitantes en 1950, caudal que mermaría estrepito- samente en la década siguiente, tras el gran éxodo producido por la búsque- da de los santacruceros de entonces, entre los cuales me cuento, de nuevos horizontes, de nuevas formas de vida un los lugares más dispares y remo- tos, aunque la gran mayoría quedá- ramos en ciudades de España. Gran descenso de población que en 1970 hizo quedar reducido el pueblo a un mínimo de 4.226 habitantes, contan- do en la actualidad con 4.955 de los cuales 524 son inmigrantes. (Datos de población tomados en Internet, de Wikipedia, página de Santa Cruz, creada por Obelix). Días aquellos de los años 50 que rememoro, con un ter- cio más de población, y menos edifi- cación disponible para vivir. El apiña- miento humano era sumo, todo estaba habitado. La población se extendía a extramuros, donde en cualquier casa de campo, huertas o los lugares más insospechados, vivía gente. Siendo el núcleo de mayor población fuera del casco urbano, el de los caseríos de los montes, donde el paraje conocido como «Los Pajares» era el que más personas acumulaba. Eran tiempos de escaseces y privaciones. Cuando, por ejemplo, la Televisión todavía no había llegado a España, ni tampo- co los electrodomésticos, ni ninguna bebida colonizadora, tipo Coca-Cola, entre otras muchas cosas más. Pero, como siempre, el ser humano sabe sacarle recursos a todas las circuns- tancias de la vida, y nosotros creo que por entonces supimos sacárselos. Lógicamente cada cual a su manera, dependiendo de su posición y posibi- lidades. Sin poder olvidar las estre- checes y miserias que por entonces se vivían. Cuando yo diría que por no haber, no había, ni crisis. LOS ALIMENTOS.- Prácticamen- te, eran días que nos abastecíamos de lo que se producía, y poco más. La principal fuente de alimentos que teníamos, cada cual como podía, 83 @Ayuntamiento de Santa Cruz de la Zarza (originales) @2013, Archivo Digital de ACAME "Joaquín Arias" página 1 2013 Archivo Digital ACAME "Joaquín Arias"

A[I j .. ~:'~1recuerdos de mi lejana niñez. En una de estas vías está la casa kilómetro cero de mi existencia, y, mi centro del universo. Todo me gira alrededor de este punto,

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Page 1: A[I j .. ~:'~1recuerdos de mi lejana niñez. En una de estas vías está la casa kilómetro cero de mi existencia, y, mi centro del universo. Todo me gira alrededor de este punto,

c~~----------------LNOSTALGIA(Aflicción, pena o tristeza causada por la ausencia de cosas o personas queridas)

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1\\ A[I PUEBLO.-1\V j Aprovechopara recorrer lascalles de nuestraapreciada villa, undía, en la hora delletargo sestil dela Fiesta Patronal.Éstas guardan el

silencio que los humanos otorgamoscon nuestro cansancio retiro. Loscoches han dejado de fluir y rugir porellas; hoy asfaltadas, antaño, polvo-rientas y hoyadas por el herraje de loscarros, galeras y mulas. Todo está encalma. Apenas alguna persona cruzarápida y sutil, sin que sus pasos rom-pan la calma impuesta. Todo casi escomo en tiempos pretéritos. Deambu-lo por los rincones evocadores de losrecuerdos de mi lejana niñez.

En una de estas vías está la casakilómetro cero de mi existencia, y,mi centro del universo. Todo me giraalrededor de este punto, donde recibíel aliento de la vida por primera vez.Lar situado en uno de estos viejos ybellos rincones de Santa Cruz de laZarza.

Villa toledana; situada al bordede la fértil mesa o meseta de Ocaña,donde Toledo se hermana y une conMadrid y Cuenca. Mirador incompa-rable de la extensa depresión del cau-daloso río Tajo que desde la glorietade la Iglesia de Santiago, antiguoemplazamiento de la Encomiendade la Orden del mismo nombre, hoydesaparecida; encuentras tu lejaníaen la mirada, tu observación en ladistancia, pudiendo dejar tu visiónperderse en lontananza. Lugar privi-legiado que otrora ocuparan legenda-rias culturas: prerrománicas, romana.visigoda, árabe, napoleónica y órde-nes religiosas guerreras, dominadorasa veces, y evitando ser dominadasen otras. Cuantos acontecimientos,cuantas miserias vividas por nuestrospredecesores. Siempre sometidos alos vaivenes que el prevaleciente deturno les hacía vivir. Pero sus raíces,ahí quedaron prendidas para siempre,formando con todas las de las genera-ciones que nos precedieron, la esen-

cia e idiosincrasia de nuestra queridavilla. Con sus calles tortuosas; empi-nadas las más, llanas las menos. Ysus antiquísimas casas enjalbegadas;con primor unas, otras con el correrimperdonable del tiempo, el deterioroy el abandono han dejado sus drásti-cas huellas sobre ellas, sufriendo lamayoría, una metamorfosis constante,en la adecuación de estos viejos lares,en modernos hábitat, más adecuadospara la vida actual. La nueva cons-trucción, en la formación de nuevosbarrios edificados normalmente enel sistema de bloques de pisos; suelecoquetear con el ladrillo y el cemen-to impregnado de modernos colores,rompiendo la blancura y el modelode vivienda unipersonal que siempredominó la vieja edificación. Comoesos racimos de casas que se despa-rraman entre las dos monumentalesy preciosas Iglesias: Santiago y SanMiguel. Lares tan juntos, tan apre-tados, que a veces parecen, más queunidos, empotrados unos en otros.

Viejo casco salpicado por solarie-gas mansiones de bonitos pórticosy pequeñas torrecillas coronando lafachada principal. En los frontalesde éstas, remotos escudos heráldicosevocadores de tiempos pasados. Qui-zá algunos de indianos aventureros,o de señoríos que fueron y el deve-nir del tiempo los dejó solo en esterecuerdo lejano, pero que hoy sirvenpara embellecer las calles de nuestroapreciado pueblo.

EVOCACIÓN DE LOS AÑOS 50.-En este extraño silencio que envuelvemi pausado caminar por estas callescargadas de historia. Me hace evocarvivencias acaecidas en Santa Cruz, poraquellas lejanas fechas de mi niñez yjuventud. Días que el tiempo los hizopasar en este transitar sin pausa denuestra existencia. Pero dejando esosaconteceres inolvidables que, aun apesar del tiempo pasado, siguen per-maneciendo frescos en mi memoria.

A mi mente afloran recuerdos dis-tantes que se remontan a los tristesaños duros y negros de la posgue-rra. Cuando aun quedaban rescoldosamargos del racionamiento y del

estraperlo. Días que Santa Cruz eraposeedor del mayor caudal humanode su historia, llegando a tener unapoblación de 6.358 habitantes en1950, caudal que mermaría estrepito-samente en la década siguiente, tras elgran éxodo producido por la búsque-da de los santacruceros de entonces,entre los cuales me cuento, de nuevoshorizontes, de nuevas formas de vidaun los lugares más dispares y remo-tos, aunque la gran mayoría quedá-ramos en ciudades de España. Grandescenso de población que en 1970hizo quedar reducido el pueblo a unmínimo de 4.226 habitantes, contan-do en la actualidad con 4.955 de loscuales 524 son inmigrantes. (Datosde población tomados en Internet,de Wikipedia, página de Santa Cruz,creada por Obelix). Días aquellos delos años 50 que rememoro, con un ter-cio más de población, y menos edifi-cación disponible para vivir. El apiña-miento humano era sumo, todo estabahabitado. La población se extendía aextramuros, donde en cualquier casade campo, huertas o los lugares másinsospechados, vivía gente. Siendo elnúcleo de mayor población fuera delcasco urbano, el de los caseríos delos montes, donde el paraje conocidocomo «Los Pajares» era el que máspersonas acumulaba. Eran tiemposde escaseces y privaciones. Cuando,por ejemplo, la Televisión todavíano había llegado a España, ni tampo-co los electrodomésticos, ni ningunabebida colonizadora, tipo Coca-Cola,entre otras muchas cosas más. Pero,como siempre, el ser humano sabesacarle recursos a todas las circuns-tancias de la vida, y nosotros creoque por entonces supimos sacárselos.Lógicamente cada cual a su manera,dependiendo de su posición y posibi-lidades. Sin poder olvidar las estre-checes y miserias que por entoncesse vivían. Cuando yo diría que por nohaber, no había, ni crisis.

LOS ALIMENTOS.- Prácticamen-te, eran días que nos abastecíamos delo que se producía, y poco más.

La principal fuente de alimentosque teníamos, cada cual como podía,

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@Ayuntamiento de Santa Cruz de la Zarza (originales) @2013, Archivo Digital de ACAME "Joaquín Arias" página 1

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C~~----------------Lera el corral; con sus gallinas, cone-jos, cerdo, y la cabra que nos propor-cionaba la leche. Todo un lujo para laépoca. La carne de vaca si no recuer-do mal, por aquellas fechas era prácti-camente casi una desconocida.

Los refrescos que entonces bebía-mos, eran principalmente: zarzaparri-lla y gaseosa. Y la bebida alcohólicamás corriente; nuestro vino de la tie-rra, aparte de los licores más comu-nes, el vermut, y la cerveza que aunno se consumía en demasía. Cual-quier tipo de celebración, se adornabahaciendo una buena limonada, consus tropezones frutales, que servíacomo complemento a la degustaciónde aquellos exquisitos bollos caserosque las familias hacían en las tahonas,con recetas tradicionales que inclusolas guardaban celosamente como tra-dición familiar.

La mayoría de las casas tenían sucueva que, servía para la conserva-ción de los alimentos, y para tenertodos los víveres frescos en verano,ya que por entonces, no había ni hieloindustrial, ni la infinidad de artilugiosdomésticos que hoy nos parecen fun-damentales e imprescindibles, y pue-de que, efectivamente, para la formade vida de ahora, quizá lo sean. Natu-ralmente, para la vida de entonces,también hubieran sido necesarios,pero ... , como no se conocían, no seechaban de menos, como tantas otrascosas.

EL HOGAR.- Las cocinas erande leña. Se hacía un buen fuego conbuenas ascuas y sobre ellas se poníanlas trébedes para hacer los guisos y

Calle de La Cava. Año 1950.

fritos. Las comidas cocidas en olla opuchero, se ponían al rescoldo de lalumbre para que se cocieran lenta-mente, yeso sí que ya son manjaresperdidos. Lo cual no quiere decir queahora no los tengamos más y mejo-res ..., pero como aquellos, no. En lahabitación de estar, en invierno, noscalentábamos con estufas y braserosde ascuas o picón. Braseros que seponían normalmente en mesas cami-llas con faldas, sobre una plataformaque las mismas tenían al respecto.Sólo había calor en esa habitación, lasdemás, todas, temperatura ambiente.A las camas les quitábamos el frío,con el calentador o el «tumbillo».j Aquellas largas tardes noches devela en invierno!, veladas sentados ala mesa camilla, al calorcillo del bra-sero, alrededor de la estufa o frenteal fuego de leña, con la radio puestade fondo. Único electrodoméstico delque se disponía en aquellos días. Consus seriales radiofónicos y «el parte»de las 10 (<<elparte» eran las noticiasdel diario hablado de Radio Nacionalque, para todos era conocido con esenombre). Las mujeres haciendo labo-res de costura y los chavales nuestrosdeberes de la escuela, después de unalarga tarde de juego en la calle. Semataba el aburrimiento, contando his-torias, bien de la familia, de la gentedel pueblo o de lo que fuera menester.Pero aquel fuego acogedor, tenía suinconveniente, y era que el calor de lalumbre en ocasiones, podía ocasionaren algunas mujeres, la formación delas desagradables manchas de cabri-llas en las piernas que tanto las afea-ban. Estigmas que trataban de evitar,sobretodo las chicas jóvenes. La faltade los mencionados anteriormenteelectrodomésticos, hacía que las labo-res domésticas de las mujeres fueranarcaicas y un tanto esclavizantes, porejemplo, entre otros quehaceres, fre-gaban los suelos de rodillas con cuboy bayeta, y la ropa, la lavaban en unaartesilla, barreño o pila, frotándolacon las manos una y mil veces sobrela losa o tabla de lavar.

Por aquellos días, las vivencias erandistintas a las de ahora, eran comose solía decir: como toda la vida. Yorecuerdo que en mi casa, por ejemplo,raro era el día que no había visitas contertulia de vecinas y familiares. Visi-tas que mi madre devolvía. Era otraforma de entender la vida, quizá dado

por la fuerza de las tradiciones quepor entonces seguían todas en plenavigencia, y las circunstancias domi-nantes que, en aquellos momentos lasagudizaba todavía más. Aun estabanlejos los días de empezar a ir evolu-cionando para irse adaptando a losnuevos tiempos.

EL OCIO.- Las mujeres por enton-ces, sólo tenían dos formas posiblesde distracción: visitarse o ir a la Igle-sia. Hablo de las ya casadas, por quea las jóvenes, les quedaba aparte delo anterior, el poderse juntar por lastardes en casa de alguna a hacer labo-res de costura, y salir a pasear una vezque las calles recobraban la tranquili-dad, tras la recogida de las mulas ensus respectivas cuadras al anochecer ala vuelta del campo. Las chicas salíande casa a realizar supuestos recadosque servían como pretexto para elpaseo tradicional por la Plaza y calleMayor. Éstas se llenaban, sobre todo,de jóvenes que aprovechaban estemomento para el encuentro con lapersona deseada, o simplemente, paracomentar con los amigos, lo mismolas amigas, cualquier incidencia, ocuchicheos de rigor, o conversacio-nes banales de solo entretenimiento.Estos pausados paseos se prolonga-ban hasta el momento del recogimien-to nocturno, siempre que el tiempo nolo impidiera. También se celebraban,los días festivos a la salida de misa de12 y por las tardes antes de la entradadel baile o cine.

Los paseos normalmente, los reali-zaban las chicas con las chicas, todavíasin usar como prenda de vestir, el pan-talón, y los chicos con los chicos. Engrupo era fácil hablar unos con otros,lo que era casi una misión imposible,es que una chica hablase paseandocon un chico solos sin los mismos sernovios. Esta conversación solo podíallevarse a cabo, como hecho natural,en el baile. El baile de entonces eralo que hoy llaman baile de salón. Sebailaba en parejas «agarraos». Aquíya el diálogo entre ambos era posible,nada se interponía entre los dos. Elparloteo podía ser todo lo largo queellos consideraran conveniente. Estaera una situación ya vista por todoscomo lo más natural, y és que lo era.De este danzar y charlar, brotaba elmanantial, del cual fluían la mayo-ría de noviazgos por aquella época.En todo este entramado de vivencias,

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Page 3: A[I j .. ~:'~1recuerdos de mi lejana niñez. En una de estas vías está la casa kilómetro cero de mi existencia, y, mi centro del universo. Todo me gira alrededor de este punto,

C~~----------------Lsiempre había unas normas que guar-dar, pero con las normas, ya se sabe loque suele pasar, que la mayoría de lasveces se suelen ignorar.

Pero baile no había siempre.Durante las recolecciones, se supri-mía, sobre todo en los largos veranosde entonces. Aquella etapa era comocruzar un desierto en el que no habíanada más que trabajo, trabajo y mástrabajo, hasta poder llegar al granoasis de las Fiestas Patronales, en lascuales para nuestra alegría, el bailefluía por doquier. Había tres bailesdiarios, el de por la mañana, de 12 a 2,por la tarde, de 7 a 9 y por la noche delOa 12. Contaría muchas más cosasdel baile de entonces, pero no quierodilatar más el escrito. Quizá en otraocasión.

El cine, quien más lo visitaba eranlos chavales, parejas de novios ytambién, los matrimonios. Bueno, dealguna forma, unas veces unos y otrasotros, todos íbamos al cine. [Aquelclásico cine del «tio Boni» , de buta-cas de madera y de pipas pelar, conpelículas de tres o cuatro descansos,con su Nodo correspondiente y algúnque otro apagón de luz!.

Los hombres tenían: casino, bar,«colmaos» y tabernas, donde sereunían para charlar, jugar la partida ycambiar impresiones, pero eso sí, loshombres siempre solos. Salvo los días

festivos que solían tomar el aperitivo,las parejas y los grupos de amigos,chicas y chicos. Pero no muchos, soloalgunos.

Nosotros los jóvenes, nuestramayor distracción era «el guitarreo»,al menos nuestra cuadrilla. Otros, meimagino que, los que no guitarreaban,irían a las tabernas, bares o casino,pero siempre los chicos solos.

Las chicas por la noche no salíanpara nada. Salvo en verano, que solíanir a los cines que en este periodo esta-cional había, normalmente acompaña-das de familiares. En estío, aunque losdomingos eran laborables, disfrutába-mos de tres cines nocturnos de verano,eran los siguientes: el cine San José,en los caños; el cine terraza Loriente,conocido cariñosamente como el del«tío Boni», ya dicho anteriormente,que aparte de la sala de invierno, enverano tenía esta terraza, y el cine delos Cuatro Caminos, hoy Avda. Cas-tilla la Mancha, de D. Mariano Colo-ma.

Los tres cines, rivalizaban en traerlas películas de más actualidad, y sepuede decir que estábamos al día delcine de entonces. El cine era y és,la fábrica de ilusiones por excelen-cia. Nosotros que por aquellos díasno conocíamos prácticamente nada,el cine nos transportaba a todos lospaíses del mundo, lugares que jamás

Cuadro pintado por Tomás Medina titulado: Santracruceras y Santracruceros en tiempos de mulas.

pensábamos ni por lo más remoto enpoder visitar. A viajar en veleros pormares ignorados y lejanos, a volar entodo tipo de aviones, y sobre todo,situarnos en aquel lejano oeste devaqueros y de indios que, aunque nadateníamos en común ni nos importaban,sin proponértelo y sin apenas dartecuenta, te hacían tomar parte a favorde los «buenos», en aquellos absurdosduelos.

En Santa Cruz, por referencias, creoque siempre hubo gran afición al Tea-tro. Por las fechas que estamos comen-tando, no había compañía estable enel pueblo. Pero estaban unas cuan-tas familias que mantenían la chispasiempre encendida de este apreciadoarte, y de vez en cuando organizabanalguna función de aficionados del pue-blo que, interpretaban en el susodichocine del «tío Boni». Comedias que almenos yo las recuerdo que eran muybien acogidas y bien representadas.Podían tener menos calidad que las deactores profesionales, pero a entusias-mo e ilusión en la interpretación, nohabía quien los superara.

También, esporádicamente solíanvenir compaOlas itinerantes quehacían algunas actuaciones en el cineya citado.

Lo más penoso, visto ahora en lalejanía del tiempo, eran las represen-taciones que algunas veces hacíanen la Plaza al aire libre, los llamados«titiriteros». Comediantes que solíanvenir con un carrillo y una cabra o unoso encadenado que eran el centro delespectáculo, haciendo que el animalsubiera y bajara por unas escaleras,con algunos toques de malabarismo.A este espectáculo el público tenía queacudir con su silla correspondiente.

Teníamos dos equipos de futbol: elÁguilas y el Huracán. Jugaban en laseras los domingos por la tarde, siem-pre que no hubiera ninguna recolec-ción de turno. Todavía no había cam-po de futbol.

LA VIDA DE LA CALLE.- Estaforma de vida de entonces, tan tran-quila y parsimonial, hacía que lascalles estuvieran casi siempre car-gadas de vida humana, con personascaminantes con muchas ganas de«pegar hebra», y por que no decirlo,también de vida animal. Impregnandoel ambiente con otros ruidos y otrosolores. Hoy la mayoría de estos, yadesaparecidos.

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Tomás Medina, Constantino Fuentes y Baltasar Abril (Al fondo: LuisSánchez y Robustiano, hijo).

La calle limpia de obstácu-los, dado que los carruajes seguardaban en las portadas ocorrales, tenía su propia vida.Yo recuerdo el vocerío de noso-tros los chavales cuando salía-mos en racimos de la escuela,por entonces en El Pósito, dis-persándonos e inundando lascalles del pueblo con nuestrojuguetón y alegre corretear. Anuestra algarabía, se unían lasvoces de los vendedores ambu-lantes y compradores de pro-ductos varios, en su peregrinarcomercial constante por todoslos rincones de la villa. Entreotros, estaba: el pelliquero que,compraba toda clase de pieles;el pollero que, vendía animalesde pluma de corral; los com-pradores de huevos, con suscanastas de doble tapa y asacentral; el que vendía telas, consu hatillo de éstas al hombro; elque vendía miel de la Alcarriay quesos, que nosotros llamá-bamos «mielero»; el del pimentón dela Vera, que no solía faltar sobre todoen tiempos de matanzas; el que cam-biaba garbanzos crudos por «torraos»;el paragüero lañador que, arreglabapucheros, paraguas y cacerolas deporcelana; el afilador y castrador,tocando su instrumento de «tubitos»;el chatarrero que, compraba todo tipode chatarra, enseres, muebles viejos ytodo lo que se preciara.

Unas veces de cerca, y otras en lalejanía; se oía su cantar anuncio carac-terístico, y aunque no se entendía muybien lo que decían, por la musiquillatodos sabíamos quien era.

Luego estaba el pregonero; consu tambor o trompetilla que, o bienleía un bando del Ayuntamiento, oanunciaba que en la pescadería del«señor» Leoncio en la calle Mayor, odel Rubio en los caños, por ejemplo,habían traído sardinas frescas u otropescado. O que a alguien se le habíaperdido cualquier utensilio, y seríarecompensado a quien lo encontraray lo entregara.

Calles por las que caminaban lasmujeres con su masa de pan recenta-da camino de las tahonas u hornos depan cocer, donde la encina quemaday el pan recién cocido impregnabantoda la zona de un perfume especialy característico. Ahí donde las muje-

res salían de él, con su escriño llenode pan de hogaza o redondo ya hor-neado, junto con alguna torta seca yalgún «pingo» que tanto nos gustabaa los muchachos, y creo que a todos.Después de haber mantenido unabuena tertulia con las compañeras decochura, durante el tiempo que dura-ba este proceso.

Las mujeres que en sus sillas bajas,salían a los rincones de calles o plazo-letas a tomar el sol de la caída de la tar-de, para hacer sus labores de costura ybordados, en estos sitios que común-mente se les llamaban «solanas».

Los vecinos que en el regazo desu puerta, sentados, comentaban entertulia lo acaecido en el pueblo, ocualquier cosa que se le ocurriera aalguna o alguno, en las noches cáli-das de estío, en ese momento llama-do, «tomar el fresco».

Los miércoles de mercado, comotoda la vida, los vecinos iban a reali-zar sus compras al «mercadillo» que,entonces estaba en la Plaza. Pero conel inconveniente de que por aquellosdías no había ningún tipo de locomo-ción, y todos los trayectos tenían quehacerse andando, por lo que las calles,eran un rosario de personas que ibany venían cargadas todo lo que podían,para cruzar quizá con la compra, todoslos barrios del pueblo.

LOS RUIDOS DE LACALLE. - La calle estaba siem-pre impregnada de una gransonoridad; las voces de losvendedores ya citados, nuestrojuguetear, nuestras madres quedaban grandes voces al caer latarde, para que Antonio, Juano el nombre que fuese, vinieraa casa a merendar. Estos lla-mamientos se oían en las tar-des tranquilas desde cualquierbarrio del pueblo. Las campa-nillas de los rebaños de ovejas,con sus balidos correspondien-tes; cuando venían a recoger-se al aprisco, por entonces enportadas dentro del pueblo, consu olor característico. El cantarde los gallos, el cacarear de lasgallinas, el gruñido de los cer-dos, el ladrar de los perros. Lasherrerías, con su golpear en elyunque para aguzar las rejasque los labradores llevaban ala fragua cuando terminabansu dura faena. Las aserrerías

o carreterías, con su maquinaria paramodelar y trocear madera. Y en elocaso del día, las procesiones inter-minables de yuntas de labor que apa-recían por todas las entradas del pue-blo, inundándolo con aquellos ruidospeculiares de cascos errados golpean-do el suelo, de traqueteo de carruajesy el alegre sonar en algunas yuntas,de cascabeles o campanillas, dejandosiempre tras su paso aquel reguero deperfume embriagador.

Calles que en las noches sabatinas,rasgábamos su misterioso silencio,con el vibrar de las notas arrancadascon entusiasmo a nuestros viejos ins-trumentos de cuerda. ¡Noches de ron-da!, de sencillos pasacalles y alegrescánticos de rondadores en las ven-tanas de las jóvenes rondadas; unasveces ya amadas, y otras todavía poramar.

Tiempos que por motivos queignoro, no se permitía el paso de lasrondallas a la Iglesia, y el Mayo a laVirgen teníamos que cantárselo en laGlorieta junto a la puerta cerrada delTemplo.

Los cánticos que las mujeres duran-te las recolecciones realizaban mon-tadas en galeras de mulas, a la salidao entrada del pueblo, cruzando ésteentre coplillas manchegas y musiqui-llas pegadizas.

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@Ayuntamiento de Santa Cruz de la Zarza (originales) @2013, Archivo Digital de ACAME "Joaquín Arias" página 4

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Page 5: A[I j .. ~:'~1recuerdos de mi lejana niñez. En una de estas vías está la casa kilómetro cero de mi existencia, y, mi centro del universo. Todo me gira alrededor de este punto,

c~------------------LLos quintos, que en la semana de

quintas, recorrían las calles con susvaras de mano entonando cancionestradicionales, de grandeza varonilpara ellos, y de menosprecio para losmozos del «pimiento». Estos últimoscon la misma melodía, les respondíaninvirtiendo el sentido de la letra (del«pimiento» eran llamados los jóvenesque al año siguiente serían quintos).

Los quintos; en ese ánimo de que-rer mostrar su grandeza y arrolla-dora fuerza juvenil, pugnaban entrequintas, en poner o plantar el Mayomás alto en el centro de la Plaza.(El Mayo, era un árbol, de aquellosolmos, aquí también llamados álamosnegros, que abundaban en pequeñas,pero bellas arboledas salpicadas pornuestro término, hasta que una fatalenfermedad las hizo desaparecer,quizá para siempre, para desdicha denuestra campiña, y de nuestro paisaje.Buscaban el árbol que ellos creían erael más elevado del término. Una veztalado y tras grandes esfuerzos, biencon galeras, arrastrado con mulas oa hombros, lo transportaban hastael centro de la Plaza, y en un hoyohecho para dicho propósito, lo poníande pie, quedando izado en el centrodel pueblo, como estandarte de lo queellos consideraban muestra de su granvirilidad).

COSECHA DE VERANO.- Re-cuerdo; [Aquellos veranos intermi-nables!, huérfanos de domingos fes-tivos, pero afanosos en la recogidade mieses doradas que agitadas porel viento emulaban oleajes de mareslejanos. Mieses preñadas de grano,segadas con hoz, zoqueta y sudor,y los haces de estas atados a mano.Acarreados en galeras de mulas conmeriñaque a las eras de parva y trilla,para consumar el parto de la desea-da cosecha que tan ansiadamente eraesperada. Pero siempre con la miradapuesta constantemente en al celaje,comprobando que el meteoro les fue-ra favorable, ya que éste en un cortomomento fatal, como puede pasar enla actualidad, podría dejarlo todo enesperanzas perdidas.

Rimeros de mieses y balaguerosde paja que rodeaban el pueblo, y queen los días de viento, con aquel sola-no desmesurado, las polvaredas detamo y bálago, formaban como unaalfombra voladora, envolviendo conella todas las casas y calles de la villa,

en un ambiente sofocante e irrespira-ble.

Hombres cansinos, sudorosos, fati-gosos hasta la extenuación en esosdías de trabajo sin límite, donde lanoche para el descanso era casi unacausa perdida.

Con la única holganza permitida,cuando terminaba la recolección, queera la de poder celebrar dos o tres días«de baños» en el río Tajo, normalmen-te, en el paraje de Villaverde. Días decarne comer y buen vino beber, en loque comúnmente se les llamaban zan-gonas.

Cosecha de verano que empezabaen junio y terminaba días antes de laFiesta Patronal; por entonces celebra-da los días 15, 16, Y 17 de septiem-bre.

VENDIMIA.- Nada más conclui-das las fiestas; llegaba el otoño. Yenel otoño, como siempre; tiempo devendimia. De aquellas vendimias quefueron, de estas vendimias que son, yesas vendimias modernas de nuevasvides que empiezan a ser, y prontoquizá, todas serán. Recogida de lospreciados racimos portadores de eselíquido lúdico y dionisíaco, elixir dedioses, en el Ara bendecido.

Racimos seccionados de la cepa.De las viejas cepas de sarmientospampanosos arqueados acariciandoel suelo. Racimos depositados porentonces en vasijas de esparto; prime-ro en espuertas, y éstas, vaciadas enseros que se cargaban en las galeras.Una vez llena toda la carga del jugo-so elemento, blanco o tinto, siempreseparado uno de otro; se procedía allento viaje camino de la bodega. Lauva en este largo caminar, sufría elgolpeteo de la dureza de las ruedascon llanta de hierro que tenían estoscarruajes, sin ningún tipo de amorti-guación. Los caminos estaban llenosde baches producidos por el herra-je de todos ellos. Los días de lluvia,éstos, se tornaban en verdaderos loda-zales, salvando su paso por los mis-mos, gracias a las hábiles manos delos expertos muleros, sin poder evitara veces, atascar y tras grandes esfuer-zos, poder seguir el viaje. El peso dela uva en el capacho, con este cons-tante traqueteo, la rompía; procedien-do su pegajoso líquido a filtrarse porlos huecos de la pleita de las vasijas,dejando en el camino un pequeñoreguero de mosto, que siempre diez-

maba un tanto la carga de este anhe-lado fruto al final del trayecto. Tiem-pos que en el pueblo, había diversaspequeñas bodegas familiares esparci-das por el centro de la villa que elabo-raban su propia cosecha, además delas principales bodegas. Esto suponía,que todo el casco urbano, se impreg-naba de este olor característico a mos-to y fermento. Eran días que parecíavivirse dentro de un lagar. Días dearrope; ese caldo obscuro espeso ydulzarrón, producido por el mostohervido, con tropiezos de calabazaconfitada en este mismo jugo que seelaboraba en gran mayoría de casaspara alegría sobretodo de nosotros loschavales.

LAS MULAS.- Tiempos de mulosy mulas principalmente, además dealgunos asnos y ganado caballar. Enlas casas de los agricultores, que eranla mayoría de los santacruceros porentonces, se cohabitaba con los ani-males. Las cuadras estaban dentro delas viviendas, formando todos, perso-nas y animales, parte de éstas. Ani-males híbridos, que como seres vivosque eran, tenían sus propios instintos,con querencias y resabios. Dócilesdonde los hubiera, pero a veces ter-cos como su mismo nombre les califi-ca. Ya de por sí, el trabajar con ellos,suponía un valor añadido de esfuerzoque sumar al duro trabajo agrícola deentonces.

EL LABRADOR.- No puede faltaren esta evocación, el recuerdo que mequedó de aquellos gallardos labriegosen tiempos de mulas:

Labradores yunteros; enjutos, depiel quemada, parcos en verbo, ojosprofundos, mirada severa y sonrisaescasa. Boina en testa, calzando pea-les y abarcas. Faja ceñida a la cintu-ra donde normalmente guardaban lapetaca de tabaco con su librillo depapel. Hábiles para liar cigarro; fla-co de lo suyo, y grueso de lo ajeno.La colilla pegada al labio. Pantalóny chaleco de pana, pañuelo de hier-bas, y barba de una semana. Ahítosde un trabajo interminable, donde eldescanso era plato que solo se tomabaen grandes solemnidades. Salir antesdel alba y volver después del oca-so ... , dura, excesivamente dura era lavida de los labriegos de aquellos días.Buena gente ... , buena. Sin que tengaque decir con esto, que la de ahora seamala.

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@Ayuntamiento de Santa Cruz de la Zarza (originales) @2013, Archivo Digital de ACAME "Joaquín Arias" página 5

2013 Archivo Digital ACAME "Joaquín Arias"

Page 6: A[I j .. ~:'~1recuerdos de mi lejana niñez. En una de estas vías está la casa kilómetro cero de mi existencia, y, mi centro del universo. Todo me gira alrededor de este punto,

lando tu ser. Llevándote a unos pará-metros que jamás lo pudiste imaginarsin haberlo conocido. Por muchasteorías y lecciones magistrales quepuedas recibir sobre ello. Pero ahora,cuando ya estás sumido en el doradootoño de tu latir constante. Abocadoal crudo y desesperado invierno de tuvida, sin ninguna posibilidad cono-cida de retorno. Sientes en tu ser, laevocación de aquellos tiempos pre-téritos. Esos recuerdos que queda-ron amarrados al hilo de tu memoriapara siempre, flotando en ella, comobella espuma sobre el líquido serenode tu existencia. Y no es que fuerantiempos ni mejores ni peores, simple-mente; fueron distintos. Son aquellosdías que te tocaron vivir, y había quevivirlos, pero como la tradición ylas circunstancias del momento exi-gían, y dado que en aquellas fechasno conocíamos otra forma mejor dehacerlo, ni creo que se nos hubie-se permitido, para nosotros, los quelos vivimos; fueron ... , como fueron.Cada cual, como es natural, tendrá suspropias vivencias y los recordará a sumanera, sacando de los mismos, suspropias conclusiones. Yo no pretendocon ellos hacer ningún tipo de compa-raciones con los tiempos que vivimosahora. Si para mí, fueron bonitos, esporque aquellas fechas, fueron losdías únicos de mi juventud, y natu-ralmente, la de mi generación. Losdías que fuimos poseedores de esedivino tesoro que declama el poeta,y del que nos fuimos desprendiendolentamente, sin apenas darnos cuen-ta, asumiendo que son tiempos que semarcharon para siempre, sin poderlosrecuperar jamás. Por eso, aquella esuna época que me gusta recordarlacon un gran cariño, y con cierta NOS-TALGIA, dando a esta palabra todoel sentido que tiene, sobre todo, enlo que se refiere a la ausencia de losseres queridos.

y así finalizo este lento caminar,entre las evocaciones y reflexiones,sobre este cúmulo de vivencias ysensaciones vividas en aquellos díasdistantes de tan diversos aconteceres,que tan hondo calaron las fibras sensi-bles de mi ser. En este recuerdo de lovivido en aquella efímera primaveraya lejana, en el génesis de mi vida quees: SANTA CRUZ DE LA ZARZA.

c~------------------LOFICIOS Y NOMBRES PERDI-

DOS.- Tiempos de oficios y nombresya perdidos, como el anteriormen-te dicho de labradores de mulas; demayorales; de ayudadores; de zagalescantando tras la yunta en la besana;de peones de azada; de peones cami-neros, con su casilla correspondiente;de sembradores a voleo; de segadorescon hoz y zoqueta; de cuadrillas decogedoras de legumbres; de escarda-doras y escardadores; de agosteros;de trilladores; de cuadreros; de espi-gadoras con su hatillo de espigas a laespalda; de esquiladores, caminandouno tras de otro; de herradores; demuleteros tratantes; de guarnicione-ros; de barberías, cuando tenían quedar números los sábados por la nochea los labradores para que se afeitaranla barba de toda la semana; de posaday fonda; de carreteros transportistasde mercancías, de material de cons-trucción, de leña de encina, cuandopor entonces los montes sufrían unatala constante, y de todo lo transpor-table; de la «raspa» que, primero encoche de mulas o caballos, y luegomecanizada, hacía el transporte deviajeros, desde la Plaza a la estaciónde ferrocarril y viceversa; de cines deverano; de bailes de salón; de parte-ras; de cocineras de bodas; de «igua-las» de médicos y practicantes; deserenos, cantando por la noche lashoras y el estado del tiempo; de pre-gonero; de productos comestibles sinfecha de caducidad; de «chutas», (asíse les llamaba a los que trabajaban enoficinas); de «artistas», (este nombrese les daba a los que trabajaban entalleres, de herrería, de carpintería,de carretería, etc.); de «luceros», (coneste nombre eran conocidos los elec-tricistas); de «ordinarios» , (personasque diariamente hacían el trayecto deida y vuelta a Madrid en tren, llevan-do y trayendo, todo tipo de recados ypaquetes, que la gente les encargaba,e incluso la compra de productos yalimentos que por entonces no habíaen el pueblo); de sastres con costure-ras y modistas con modistillas.

OTRAS VIVENCIAS PERDI-DAS.- Cuando aún quedaban remi-niscencias de arcaicas tradiciones, ya veces se solían ver algunos matri-monios mayores que iban caminan-do por la calle, el hombre delante yla mujer a dos o tres pasos detrás deél. y la mayoría de mujeres de cier-

ta edad, heroínas de la noble tierramanchega, portadoras de sus viejastradiciones, vistiendo de rigurosonegro con pañuelo a la cabeza, y nor-malmente, como prenda de abrigo, la«chaparrona», y usando para guardardinero y demás cosas, la «faltrique-ra». Con aquellas frases lapidarias,que aun permanecen, como: -Por elqué dirá la gente-, -por el qué dirán-,-Por que no digan-; y la más rotunda,y explosiva: -Esto; aquí se habla, yaquí se queda-. Esta última frase escomo decir: -Señores; la noticia estáservida, pueden pregonarla-.

NUESTRA BANDA.- De las tra-diciones que fueron, son, y serán, nohago ninguna referencia, ya que todosseguimos disfrutándolas, pero entreellas no puedo dejar de pasar sin men-cionar en este escrito, a nuestra Inter-nacional Banda de Música «La Filar-mónica» que, siempre estuvo presen-te, adornando con su bello interpretarcualquier acto público, bien religiosoo civil. Hoy ya forma parte del almasantacrucera, y creo que todos la sen-timos como algo nuestro. En la actua-lidad, no concebiríamos ningún actoque se precie sin su presencia, paragloria y disfrute de nuestro pueblo.

REFLEXIÓN y CONCLUSIÓN.-y así, en este caminar por estos bellosrincones envueltos con todos estosrecuerdos de aquellas vivencias, yatotalmente perdidas, pasé aquellosaños del abrir a la primavera de lavida. Primavera vivida entre el ocasode los viejos tiempos de un agro tradi-cional milenario que agonizaba, y elalba de una nueva agricultura meca-nizada que nacía.

Primavera del despertar a la vida,dejándote arrastrar por el impulsonatural de ésta. Descubriendo palmoa palmo la esencia de la existenciahumana, y el gran amor que puedasvivir en ella. En este caminar sinpausa; te desprendes de tus mayo-res, para iniciar con el ser amado unnuevo amanecer y una nueva formade vida, en mi caso, en otras tierrasque no son las tuyas. Donde todo esnuevo, todo está por descubrir parati, aunque ya esté descubierto paracasi todos los demás. El transcurrirde ésta, en comunión con la propiaNaturaleza, te va desgranando pre-ciados dones (hijos y nietos). Y sinapreciarlo, sin apenas sentirlo, te vatransformando tu vida, te va mode- Tomás Medina Mota

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