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4 . ............................... .... ........ .......... .. ............................................ ............... ............................. § .. fM.A .. NA .. B..! .. Q ...... V..N .. ! .. Y..f.B. .. $... !.P.A . .P. ... .... ª .. .. :r. . .. M .. .. ... ... .. g .. Q .. 9 ... 9. V amos para Panamá, toda la pelota. Ya he- mos arreglado la transmisión del Land Rover y hemos decidido irnos hasta la frontera sin parar. La primera edición se fue como pan caliente, a pesar de c¡ue no tuvo mucha publici- dad ni recomendaciones de crí- ticos y entendidos, salvo algu- nos buenos avisados como don Alberto Cañas, quien ya había pronosticado el viaje montado en aquel bus más allá de la cir- cunvalación: El Emperador Ter- tuliano y la Legión de los Super- limpios. Algunos pensaban que después de esa metida de patas de Miguel, al cambiar a segunda y acelerar, no íbamos a pasar de San Isidro del General. Incluso los compas que ayudaron con la salida del primer viaje, nomás en su presentación, nos hicieron creer que un segundo libro no siempre está a la altura del pri- mero. Y eso que hablaban del Tertuliano con respecto a esa primera salida. Imagínense aho- ra este jeep que ya va bien over- joleado por los mecánicos del taller de Perro Azul. Por eso vamos de viaje. Ya hemos pasado lo peor. Después del susto del carajillo, ese loco de Miguel Antonio, que se nos perdió toda una noche con ese frío tan espantoso del Cerro de la Muerte, y todas las peripecias en el hotelito de Günter el ale- mán con su hermosa rubia y do- ña Perla Matina, las cosas van mucho meior.Ya casi llegamos a Adriano Corrales Arias Villa Neyli. En San Isidro al- morzamos tarde pero riquísimo en uno de esos restaurantes chi- nos, el Kue Chon, y ahorita no tenemos más hambre que la de llegar a Peñas Blancas. Yo no creo que tengamos problemas en la aduana ni en el puesto fronterizo. Todos los pa- peles van en resla y hasta nos ha llegado el chisme de que al- gunos profesores van a peair es- te viaje como texto para sus lec- ciones. Eso nos dará un buen aventón. Por otro lado pienso que las autoridades culturales de este país ya habrán reparado en que no vamos. por contraban- do ni drogas, ni nada que se pa- rezca. ¡No señor!, simflemente queremos disfrutar de Canal y de las cosas lindas de Panamá. Claro que aprovecharemos para comprar algunos trapillos para los güilas que bien se lo mere- cen, sobre todo después de esa tenebrosa noche que pasó Mi- guelito con las angustias de Ca- ro y Maru; y por supuesto con- seguiremos afgunas ca rajadillas para co locarlas con los vecinos, porque no crean, el viaje con el arreglo del jeep y los demás atrasos ya nos va saliendo cari- llo, más de lo que habíamos pre- supuestado. Pero vamos bien, muy bien. Voy observando los rostros de todos y creo que aho- ra sí estarnos optimistas. Nada nos detiene. En estos momentos recuerdo al mayor responsable de este largo pero interesante viaje: Ro- dolfo, ese desgarbado y solida- A propósito de la segunda edición de la novela homónima de Rodolfo Arias. rio hermano mayor que igual inventa una mejenga con birras y todo, o se juega una partida de ajedrez electrizante a la vez que se tira la media maratón de San Juan, o la Clásica del Sol en · PÚn- tarenas. Lo recuerdo ahora níti- do en la sala de su casa, acurru- cado frente al aparato de sonido mientras un jazz o un blues nos reconstruye la noche; tal vez Miles Davis, o la trompeta de Amstrong con el perseguido perseguidor sax de Charlie Par- ker, quizás B.B. King o John Lee Hoocker. Cambia rápido la nota y John Fbgerty con los Credence nos trae su Especial de Media- noche, o Santana irrumpe con su inagotable guitarra. Y Victo- ria, la compañera de sus apues- tas, lo mira desde el comedor convencida de que vamos, de verdad, saboreando todas las aristas de esa y todas las des noches. ¡Qué raro! - pienso mientras miro pasar los árboles a través de las ventanillas del imbatible Land Rover- ¿qué tie- nen que ver el jazz, el blues o el rock, con esta aventura y con el lenguaje y los personajes de esta? La brisa de la tarde, casi noche, nos refresca. Y pensán- dolo bien me digo que mucho: La negra Perla Bfackman parece salida de una de esas profundas canciones, igual Yobani el del Rodeo, o el alemán con su desa- rraigo y su rubia preciosa. O el mecánico Perica y ese personaje de ensueño que es Don No Sé, encarnación de la poesía y de la historia popular. Claro, esta historia, es decir este viaje, al igual que las notas de un buen blues, o de las encru- cijadas musicales de Chik Corea, o la mágica melodía de la flauta traversa de Ian Anderson, brotan de ese eterno manantial que son las culturas populares. De la vida cotidiana de gentes como Miguel y Maritza, y de las pequeñas uto- pías como llevar a conocer el Ca- nal de Panamá a nuestros hijos en una travesía donde aposta- mos toda nuestra identidad. De allí salen tipos como Rodolfo, o más bien, es desde allí que la mi- rada de tipos como Rodolfo Arias adquiere connotaciones se apoyan en la mas pura 1diosmcras1a de nues- tra gente, de nuestros más claros representantes; en este caso los miembros de una familia de cla- se media urbana, hoy menos que proletaria gracias a los vientos neoliberales que soplan, quienes luchan día tras día por resolver sus necesidades, entre ellas la de vacacionar dignamente. Y es por esas razones, y mu- chas otras más, que un viaje co- mo este trasciende las mez- quindades de capillas y gru- púsculos dizque literarios. Su autenticidad y su perfecta co- municación con los códigos lin- güísticos de nuestras gentes son tan precisas y honestas, que resisten cualquier crítica ramplona o cualquier maniobra provocada por la envidia o la prepotencia. Por eso no dudo que en Panamá, y en cualquier otro país al que arribemos, va- mos a ser bien recibidos. Por lo demás, creo que el esfuerzo bien merece esa recompensa. Por eso, repito, vamos bien op- timistas. La luna se va hun- diendo tras los cerros, y la calle y los árboles se quedan poco a poco sin su reflejo. Ahorita amanece. Ya casi no soplan el viento y el frío. Damos más y más pasos sin soltamos. Vamos para Panamá. San fosé . 20 de agosto del 2000 .

~7.:.J~ Q ª

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V amos para Panamá, toda la pelota. Ya he­mos arreglado la transmisión del Land Rover y hemos

decidido irnos hasta la frontera sin parar. La primera edición se fue como pan caliente, a pesar de c¡ue no tuvo mucha publici­dad ni recomendaciones de crí­ticos y entendidos, salvo algu­nos buenos avisados como don Alberto Cañas, quien ya había pronosticado el viaje montado en aquel bus más allá de la cir­cunvalación: El Emperador Ter­tuliano y la Legión de los Super­limpios. Algunos pensaban que después de esa metida de patas de Miguel, al cambiar a segunda y acelerar, no íbamos a pasar de San Isidro del General. Incluso los compas que ayudaron con la salida del primer viaje, nomás en su presentación, nos hicieron creer que un segundo libro no siempre está a la altura del pri­mero. Y eso que hablaban del Tertuliano con respecto a esa primera salida. Imagínense aho­ra este jeep que ya va bien over­joleado por los mecánicos del taller de Perro Azul.

Por eso vamos de viaje. Ya hemos pasado lo peor. Después del susto del carajillo, ese loco de Miguel Antonio, que se nos perdió toda una noche con ese frío tan espantoso del Cerro de la Muerte, y todas las peripecias en el hotelito de Günter el ale­mán con su hermosa rubia y do­ña Perla Matina, las cosas van mucho meior.Ya casi llegamos a

Adriano Corrales Arias

Villa Neyli. En San Isidro al­morzamos tarde pero riquísimo en uno de esos restaurantes chi­nos, el Kue Chon, y ahorita no tenemos más hambre que la de llegar a Peñas Blancas.

Yo no creo que tengamos problemas en la aduana ni en el puesto fronterizo. Todos los pa­peles van en resla y hasta nos ha llegado el chisme de que al­gunos profesores van a peair es­te viaje como texto para sus lec­ciones. Eso nos dará un buen aventón. Por otro lado pienso que las autoridades culturales de este país ya habrán reparado en que no vamos. por contraban­do ni drogas, ni nada que se pa­rezca. ¡No señor!, simflemente queremos disfrutar de Canal y de las cosas lindas de Panamá. Claro que aprovecharemos para comprar algunos trapillos para los güilas que bien se lo mere­cen, sobre todo después de esa tenebrosa noche que pasó Mi­guelito con las angustias de Ca­ro y Maru; y por supuesto con­seguiremos afgunas carajadillas para colocarlas con los vecinos, porque no crean, el viaje con el arreglo del jeep y los demás atrasos ya nos va saliendo cari­llo, más de lo que habíamos pre­supuestado. Pero vamos bien, muy bien. Voy observando los rostros de todos y creo que aho­ra sí estarnos optimistas. Nada nos detiene.

En estos momentos recuerdo al mayor responsable de este largo pero interesante viaje: Ro­dolfo, ese desgarbado y solida-

A propósito de la segunda edición de la novela homónima de Rodolfo Arias.

rio hermano mayor que igual inventa una mejenga con birras y todo, o se juega una partida de ajedrez electrizante a la vez que se tira la media maratón de San Juan, o la Clásica del Sol en ·PÚn­tarenas. Lo recuerdo ahora níti­do en la sala de su casa, acurru­cado frente al aparato de sonido mientras un jazz o un blues nos reconstruye la noche; tal vez Miles Davis, o la trompeta de Amstrong con el perseguido perseguidor sax de Charlie Par­ker, quizás B.B. King o John Lee Hoocker. Cambia rápido la nota y John Fbgerty con los Credence nos trae su Especial de Media­noche, o Santana irrumpe con su inagotable guitarra. Y Victo­ria, la compañera de sus apues­tas, lo mira desde el comedor convencida de que vamos, de verdad, saboreando todas las aristas de esa y todas las demás noches. ¡Qué raro! - pienso mientras miro pasar los árboles a través de las ventanillas del imbatible Land Rover- ¿qué tie­nen que ver el jazz, el blues o el rock, con esta aventura y con el lenguaje y los personajes de esta? La brisa de la tarde, casi noche, nos refresca. Y pensán­dolo bien me digo que mucho: La negra Perla Bfackman parece salida de una de esas profundas canciones, igual Yobani el del Rodeo, o el alemán con su desa­rraigo y su rubia preciosa. O el mecánico Perica y ese personaje de ensueño que es Don No Sé, encarnación de la poesía y de la historia popular.

Claro, esta historia, es decir este viaje, al igual que las notas de un buen blues, o de las encru­cijadas musicales de Chik Corea, o la mágica melodía de la flauta traversa de Ian Anderson, brotan de ese eterno manantial que son las culturas populares. De la vida cotidiana de gentes como Miguel y Maritza, y de las pequeñas uto­pías como llevar a conocer el Ca­nal de Panamá a nuestros hijos en una travesía donde aposta­mos toda nuestra identidad. De allí salen tipos como Rodolfo, o más bien, es desde allí que la mi­rada de tipos como Rodolfo Arias adquiere connotaciones un_iversale~, pu~s se apoyan en la mas pura 1diosmcras1a de nues­tra gente, de nuestros más claros representantes; en este caso los miembros de una familia de cla­se media urbana, hoy menos que proletaria gracias a los vientos neoliberales que soplan, quienes luchan día tras día por resolver sus necesidades, entre ellas la de vacacionar dignamente.

Y es por esas razones, y mu­chas otras más, que un viaje co­mo este trasciende las mez­quindades de capillas y gru­púsculos dizque literarios. Su autenticidad y su perfecta co­municación con los códigos lin­güísticos de nuestras gentes son tan precisas y honestas, que resisten cualquier crítica ramplona o cualquier maniobra provocada por la envidia o la prepotencia. Por eso no dudo que en Panamá, y en cualquier otro país al que arribemos, va­mos a ser bien recibidos. Por lo demás, creo que el esfuerzo bien merece esa recompensa. Por eso, repito, vamos bien op­timistas. La luna se va hun­diendo tras los cerros, y la calle y los árboles se quedan poco a poco sin su reflejo. Ahorita amanece. Ya casi no soplan el viento y el frío. Damos más y más pasos sin soltamos. Vamos para Panamá.

San fosé. 20 de agosto del 2000.