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42 CONGRESO NACIONAL Reunión núm. 27 CÁMARA DE DIPUTADOS Sr. Secretario (González Bonorino). En este momento hay 66 señores diputados en el recinto y 74 en la easa. Sr. Presidente (C. A. Sánchez). No haciéndose proposición alguna y no Agosto 6 de 1930 habiendo número en la casa, queda le- vantada la reunión. —Es la hora 16 y 20 minutos. i CONGRESO NACIONAL CÁMARA DE DIPUTADOS 43 AGOSTO 7 DE 1930 28' REUNION. —17* SESIÓN PREPARATORIA PRESIDENCIA DE LOS SEÑORES CARLOS A. SÁNCHEZ Y JOSÉ M. GRAU UIPUTADOS EN EJERCICIO, PRESENTES: Al daza bal Máximo, Alfaro Manuel. Alvarez Arturo R., Amoedo Aurelio P., Andreis Fernando de, Aparicio Néstor I., Ar'áoz Eudoro D.. Arballo Raúl F., Arguello Lencinas Rosario, Arroyabe Vicente, Astesiano Carmelo I., Astrada Carlos A., Avellaneda Simón, Beltrán Neirot Santiago, Beschinsky Gregorio M., Binaghi Ambro- sio, Boatti Ernesto C, Boix Jacinto, Bonazzola Carlos F., Borda Julio C, Brizuela y Doria Ramón, Bunge Augusto, Bastillo José M. (hijo), Cáceres Manuel C. Cagnoni Pedro, Costa Joaquín, Costa Méndez Nicanor, Coulin Roque F., Díaz Raúl, Di Telia Felipe, Emparanza Fran- cisco, Etcheverry Víctor D., Fernández Damián, Ferrarotti Juan Luis, Ferreyra Andrés, Fresco Manuel A., Gallardo Alejandro, García Tuñón Eduardo, Giuffra Eduardo F., Giusti Roberto P., Gómez J. Antenor, Gómez Palmes Osear, González Enrique, González Iramain Héctor, Goñi Blas, Gortari Francisco, Gráu José M., Grisolía Gerónimo J., Grisolía Luís, Guastavino Julio G., Guillot Víctor Juan, Gutiérrez José Marín, Guzmán Rodríguez Segundo, Guzzo Domingo A., Lagomarsino Ángel M., Liceaga Fermín M., Lillia Fernando C, Loustau-Bidaut Pedro. Maciel Antonio, Martínez Guerrero G., Maza Isidro, D., Míguez Edgardo J., Mihura Francisco, Miñones Alejandro, Morena Rodolfo, Mosca Enrique M., Moyano Enrique F., Noble Andrés J., Núñez Pedro R.. O'Farrell Juan A., Ortega Rufino, Ortiz de Zarate Miguel, Oyhanarte Raúl F., Pérez Inocencio A., Pinedo Federico, Pintos Ángel, Porta Víctor M., Porto Carlos R., Prat Juan. Quirós Herminio J., Ramírez Amadeo, Repetto Nicolás, Rodríguez Alfredo, Rolando Félix I., Rouco Oliva José, Sánchez Cario; A., Santa María Arturo, Santamarina Antonio, Selén Nicolás, Sierra Bernardo, Solanet Emilio. Soria Luis F., Spinctto Alfredo L., Subiza Pascual, Tnlens Daniel, Tomaso Antonio de, Trianes Francisco J., Vásquez Juan Carlos, Znccagnini Antonio, Zarázaga Marcial J., Zavala Gilberto A.: ELECTOS, PRESENTES: Alvarado Manuel Ramón, Antelo Mario, Báez Ricardo, Bavio Ernesto F., Castro Juan B., Correa Francisco E., Guerrero Rafael José, Ingaramo Vicente, Lencinas José Hipólito, Mendoza Padilla Miguel, Molinas Luciano F., Palumbo José D., Penna José Lucas, Pérez Felipe S., Perrupato Alfredo Y., Remis Guillermo, Toretta Santiago D., Zavalla Justo Pastor; EN EJERCICIO, AUSENTES CON AVISO: Arizaga Domingo A., Barbich M. José, Gnecco Manuel F., Gómez Henríquez Sumuel, Irigoyen Martín J., Landaburu Laureano, López Héctor S., Martínez Raúl V., Noble Roberto J., Quiroga Modesto, Sánchez Adolfo B., Siri Emilio P., Villarruel Nor- berto G., Zerillo Juan C.; ELECTOS, AUSENT.ES CON AVISO: González Zimmermann A., Greca Alcides; EN EJERCICIO, AUSENTES SIN AVISO: Aguirre Cámara José, Agnirrezabala Miguel A., Antille Diógenes C, Artusi Ambrosio A., Balbi Ángel B., Beguiristain Manuel, Cárcano Miguel Ángel, Cossio Pedro, Díaz de Vivar Pedro, Lanús Roberto, Meabe Armando, Medús Alberto J.., Mihura Enrique* F., Muzio Agustín S., Piqué José María, Solari Felipe C, Tressens Alfredo ELECTOS, AUSENTES SIN AVISO: Decavi José María, Ferrarotti Gabino, Hoífman José María Prigioni Rodolfo R., Vega Eclberto de la. SUMARIO 1.—Acta. 2.—Asuntos entrados. I. —Comunicaciones oficiales. Ii.—Peticiones particulares. 3.—Mociones: del señor diputado Repetto so- bre sesión permanente con mantenimien- to de quorum, limitando el uso de la palabra y fijando hora para votar, y del señor diputado Correa para cerrar el de- bate en el despacho relativo a. las elec- ciones realizadas en el distrito electoral de Mendoza. Son rechazadas. 4.—Homenaje a la memoria del ex diputado don Teófilo Sánchez ae Bustamante. 5.—Termina la consideración del despacho de la Comisión Especial de Poderes en las elecciones realizadas en el distrito elec- toral de Mendoza. 6.—Se considera y aprueba el despacho de la Comisión Especial de Podores en las elecciones realizadas en el distrito elec- toral de Salta. Prestan juramento y se incorporan a la Honorable Cámara los señores diputados Ernesto F. Bavio y Manuel R. Alvarado. 7.—Autorízase la inserción en el Diario de Sesiones, de documentos cuya publicación ha sido solicitada por los señores-dipu- tados Grisolía (G. J.) y Zavala. 8.—Se pone a consideración el despacho de la Comisión Especial de Poderes en las

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42 CONGRESO NACIONAL

Reunión núm. 27 CÁMARA DE DIPUTADOS

Sr. Secretario (González Bonorino).

— En este momento hay 66 señores

diputados en el recinto y 74 en la easa.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). —

No haciéndose proposición alguna y no

Agosto 6 de 1930

habiendo número en la casa, queda le­vantada la reunión.

—Es la hora 16 y 20 minutos.

i

C O N G R E S O N A C I O N A L

CÁMARA DE DIPUTADOS

43

AGOSTO 7 DE 1930

28' REUNION. —17* SESIÓN PREPARATORIA

PRESIDENCIA DE LOS SEÑORES C A R L O S A . S Á N C H E Z Y J O S É M. G R A U

UIPUTADOS EN EJERCICIO, PRESENTES: Al daza bal Máximo, Alfaro Manuel. Alvarez Arturo R., Amoedo Aurelio P., Andreis Fernando de, Aparicio Néstor I., Ar'áoz Eudoro D.. Arballo Raúl F., Arguello Lencinas Rosario, Arroyabe Vicente, Astesiano Carmelo I., Astrada Carlos A., Avellaneda Simón, Beltrán Neirot Santiago, Beschinsky Gregorio M. , Binaghi Ambro­sio, Boatti Ernesto C , Boix Jacinto, Bonazzola Carlos F., Borda Julio C , Brizuela y Doria Ramón, Bunge Augusto, Bastillo José M . (hijo), Cáceres Manuel C . Cagnoni Pedro, Costa Joaquín, Costa Méndez Nicanor, Coulin Roque F., Díaz Raúl, Di Telia Felipe, Emparanza Fran­cisco, Etcheverry Víctor D., Fernández Damián, Ferrarotti Juan Luis, Ferreyra Andrés, Fresco Manuel A., Gallardo Alejandro, García Tuñón Eduardo, Giuffra Eduardo F., Giusti Roberto P., Gómez J. Antenor, Gómez Palmes Osear, González Enrique, González Iramain Héctor, Goñi Blas, Gortari Francisco, Gráu José M., Grisolía Gerónimo J., Grisolía Luís, Guastavino Julio G., Guillot Víctor Juan, Gutiérrez José Marín, Guzmán Rodríguez Segundo, Guzzo Domingo A., Lagomarsino Ángel M., Liceaga Fermín M., Lillia Fernando C , Loustau-Bidaut Pedro. Maciel Antonio, Martínez Guerrero G., Maza Isidro, D., Míguez Edgardo J., Mihura Francisco, Miñones Alejandro, Morena Rodolfo, Mosca Enrique M., Moyano Enrique F., Noble Andrés J., Núñez Pedro R.. O'Farrell Juan A., Ortega Rufino, Ortiz de Zarate Miguel, Oyhanarte Raúl F., Pérez Inocencio A., Pinedo Federico, Pintos Ángel, Porta Víctor M., Porto Carlos R., Prat Juan. Quirós Herminio J., Ramírez Amadeo, Repetto Nicolás, Rodríguez Alfredo, Rolando Félix I., Rouco Oliva José, Sánchez Cario; A., Santa María Arturo, Santamarina Antonio, Selén Nicolás, Sierra Bernardo, Solanet Emilio. Soria Luis F., Spinctto Alfredo L., Subiza Pascual, Tnlens Daniel, Tomaso Antonio de, Trianes

Francisco J., Vásquez Juan Carlos, Znccagnini Antonio, Zarázaga Marcial J., Zavala Gilberto A . : ELECTOS, P R E S E N T E S : Alvarado Manuel Ramón, Antelo Mario, Báez Ricardo, Bavio Ernesto F., Castro Juan B., Correa Francisco E. , Guerrero Rafael José, Ingaramo Vicente, Lencinas José Hipólito, Mendoza Padilla Miguel, Molinas Luciano F., Palumbo José D., Penna José Lucas, Pérez Felipe S., Perrupato Alfredo Y. , Remis Guillermo, Toretta Santiago D., Zavalla Justo Pastor; EN EJERCICIO, A U S E N T E S CON A V I S O : Arizaga Domingo A., Barbich M . José, Gnecco Manuel F., Gómez Henríquez Sumuel, Irigoyen Martín J., Landaburu Laureano, López Héctor S., Martínez Raúl V. , Noble Roberto J., Quiroga Modesto, Sánchez Adolfo B., Siri Emilio P., Villarruel Nor-berto G., Zerillo Juan C.; ELECTOS, AUSENT.ES CON A V I S O : González Zimmermann A., Greca Alcides; EN EJERCICIO, A U S E N T E S SIN A V I S O : Aguirre Cámara José, Agnirrezabala Miguel A., Antille Diógenes C , Artusi Ambrosio A., Balbi Ángel B., Beguiristain Manuel, Cárcano Miguel Ángel, Cossio Pedro, Díaz de Vivar Pedro, Lanús Roberto, Meabe Armando, Medús Alberto J.., Mihura Enrique* F., Muzio Agustín S., Piqué José María, Solari Felipe C , Tressens Alfredo ELECTOS, A U S E N T E S SIN A V I S O : Decavi José María, Ferrarotti Gabino, Hoífman José María Prigioni Rodolfo R., Vega Eclberto de la.

SUMARIO

1.—Acta.

2.—Asuntos entrados.

I. —Comunicaciones oficiales.

Ii.—Peticiones particulares.

3.—Mociones: del señor diputado Repetto so­

bre sesión permanente con mantenimien­

to de quorum, limitando el uso de la

palabra y fijando hora para votar, y del

señor diputado Correa para cerrar el de­

bate en el despacho relativo a. las elec­

ciones realizadas en el distrito electoral

de Mendoza. Son rechazadas.

4.—Homenaje a la memoria del ex diputado

don Teófilo Sánchez ae Bustamante.

5.—Termina la consideración del despacho de la Comisión Especial de Poderes en las elecciones realizadas en el distrito elec­toral de Mendoza.

6.—Se considera y aprueba el despacho de la Comisión Especial de Podores en las elecciones realizadas en el distrito elec­toral de Salta. Prestan juramento y se incorporan a la Honorable Cámara los señores diputados Ernesto F. Bavio y Manuel R. Alvarado.

7.—Autorízase la inserción en el Diario de Sesiones, de documentos cuya publicación ha sido solicitada por los señores-dipu­tados Grisolía (G. J.) y Zavala.

8.—Se pone a consideración el despacho de

la Comisión Especial de Poderes en las

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44 CONGRESO NACIONAL

Reunión núm. 28 CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 7 de 1930

elecciones realizadas en el distrito elec­toral do San Juan.

—En Buenos Aires, a siete de Agos­to de 1930, siendo la hora 15 y 57 mi-nutos :

1

ACTA

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — Que.da abierta la sesión con asistencia de 80 señores diputados.

Se va a leer el ac ta .de la sesión anterior.

—A indicación del señor diputado Zaccagnini, se suprime la lectura del acta y se da por aprobada.

ASUNTOS ENTRADOS

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — Se va a dar cuenta de los asuntos en­trados.

Comunicaciones oficiales

Buenos Air os, 17 de Julio de 1930.

Señor presidente de la Honorable Cámara de Diputados de la Bepública Oriental del Uru­guay.

Montevideo.

Pongo en conocimiento de vuestra exce­lencia que la Honorable Cámara de Dipu­tados de la Nación lia resuelto en sesión de la fecha presentar a la de vuestra digna presidencia, con sus saludos, sus votos por la prosperidad del país hermano, en ocasión del centenario de la declaración de su inde­pendencia, habiéndose, además, puesto de pie en homenaje a los constituyentes y al pueblo de esa república.

Saludo al señor presidente con el mayor respeto y consideración.

CARLOS A. SÁNCHEZ.

David Zambrano.

Montevideo, 30 de Julio de 1930.

Señor presidente de la Honorable Cámara de Diputados.

Buenos Aires.

La Cámara de Representantes que presido, en sosión de hoy se ha informado vivamente complacida de la resolución de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación Argentina en ocasión del centenario de la independencia de nuestro país, así como de su señalado homenaje a los constituyentes de 1830. En su nombre agradezco y retribuyo los saludos de la corporación de la digna presidencia de vuestra excelencia y transmito sus votos fraternales por la grandeza de la República Argentina.

Acepte, señor presidente, mis sentimientos de respetuosa consideración.

Arturo Miranda, Secretario.

G U I L L E R M O L. GARCÍA,

Presidente.

II

Peticiones particulares

Varios clubs femeninos de la Unión Cívica Radical Bloquista de Jachal solicitan la des­aprobación del acto electoral realizado en la provincia de San Juan el 2 de Marzo pró­ximo pasado. (A sus antecedentes).

3

MOCIÓN

Sr. Repetto. — Pido la palabra para una moción de orden.

Sr. Maza. — Pido la palabra. Sr. Presidente (C. A . Sánchez) . —

Tiene la palabra el señor diputado por la Capital doctor Repetto.

Sr. Repetto. — Para formular la si­guiente moción de orden: que la Cá­mara se declare en sesión permanente,

CONGRESO NACIONAL 45

Reunión núm. 28

con mantenimiento del quorum, hasta terminar la consideración de los des­pachos de la Comisión Especial de Po­deres* que aun no hayan sido votados, pudiendo los señores diputados hacer uso de la palabra por el término de lina hora seguida, en la discusión de los despachos que ofrezcan disidencia de eomisión, debiendo terminarse Ja vota­ción de todos los despachos en el día de mañana a las 12 horas.

Me parece hasta redundante, señor presidente, fundar esta moción. Debe­mos constituir la Cámara para que fun­cione cuanto antes. Es una necesidad impostergable. A esta necesidad im­postergable hay que sacrificar cual­quier consideración. Si la Cámara no termina en los días de hoy y mañana la consideración de los despachos de la Comisión Especial de Poderes, po­demos estar seguros, señores diputa­dos, de que esta Cámara no se habrá •constituido a la fecha de la termina­ción del período ordinario de sesiones, y eso va a crear una situación particu­larmente grave, tanto más grave cuan­to que vivimos en un país cuyo Poder .Ejecutivo no ve con buenos ojos el funcionamiento del Congreso y que se encontrará al término del período con •un Congreso que aún no se ha consti­tu ido. Me parece que esta sola con­sideración bastaría para decidir a todos los señores diputados a que terminára­mos en el día de hoy o en el de mañana la consideración de esos despachos.

Y eso es tanto más urgente, cuanto •que se anuncian viajes de algunos se­ñores diputados al interior con motivo d e elecciones próximas. Si no se ter­mina ahora con este asunto, estoy se- , guro que esos viajes van a contribuir a postergarlo, sorprendiendo a la Cá­mara el final del período sin que ésta haya terminado de constituirse.

Considero que es absolutamente in­dispensable que la Cámara se constitu­y a y el Congreso funcione, en lo que todos los diputados deberíamos coin­cidir .

He fijado el plazo máximo de una hora para que los señores diputados puedan exponer cuanto consideren con­conveniente. Estoy seguro que en una

Agosto 7 de 1930

hora se pueden decir muchas cosas; se puede decir todo lo que un hombre serio tenga que decir sobre un asunto importante, porque la verdad es clara, precisa y breve. No creo que ningún señor diputado necesite más de una hora para hablar sobre este asunto.

Por otra parte, estamos acostumbra­dos a muy buenos mensajes de presi­dentes argentinos en los que en media o una página nos han dicho cosas im­portantísimas. Con mayor razón cual­quiera de nosotros puede expresar en ese tiempo todo lo que deba decir sobre el asunto que esté en debate.

Pido que se trate inmediatamente mi moción y se la vote nominalmente.

Sr. Presidente ( C . A . Sánchez). — Está en consideración la moción for­mulada por el señor diputado por la Capital.

Sr. Porto. — Pido la palabra. Lo ocurrido en San Juan no puede

demostrarse en el breve plazo que fija el señor diputado. Los hechos produ­cidos allí son de tan enorme magnitud que bien se podría, con una simple frase, anular la elección, por cuanto no ha existido tal acto electoral; pero como la mayoría de esta Honorable Cámara ha anunciado por intermedio de la Comisión Especial de Poderes que se aprobará esa elección — la cual no ha existido — , es necesario demostrar minuciosamente, con una documenta­ción seria, evitando toda clase de lite­ratura y de citas extranjeras y de referencias a otras provincias, la reali­dad de lo que ha sucedido, de lo que existe actualmente en San Juan, pues desde la llegada de la intervención fe­deral, San Juan es una provincia cer­cenada en su autonomía, en que peligra la vida de todos los adversarios políti­cos del señor Irigoyen y cuya tranqui­lidad es necesario asegurar.

Y o me asociaría a la moción del se­ñor diputado por la Capital siempre que la sesión permanente que propone no tuviera el término fijo que le asig­na, es decir, que la extendiera hasta que se agotara el debate sobre San Juan.

En. cuanto respecta a las informacio­nes que debo dar al país desde esta

CÁMARA DE DIPUTADOS

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52 CONGRESO NACIONAL

CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 7 de 1930 Reunión núm. 28

—Hablan varios señores diputados si­multáneamente, y suena la campana de orden.

4

HOMENAJE

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Tiene la palabra el señor diputado Fe-rrarotti para un homenaje.

Sr. Ferrarotti (J. L . ) . — Ha falleci­do, señores diputados, don Teófilo Sánchez. de Bustamante, senador por la provincia de Jujuy. Fué durante dos períodos presidente de esta Hono­rable Cámara y representó a su pueblo dignamente en este recinto. •

Ciudadano lleno de virtudes, actuó con desinterés y patriotismo. Dadas las circunstancias actuales de la Cá­mara, que necesita inmediatamente en­trar a trabajar, no me extenderé en el elogio bien merecido a un ciudadano tan digno como él por tantos conceptos.

Me limito a proponer simplemente que en homenaje a su memoria el señor presidente invite a los señores diputa­dos a ponerse de pie.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Invito a los señores diputados y a los concurrentes a la barra a ponerse de pie en homenaje a la memoria del ex diputado señor Sánchez de Busta­mante .

—Pónense de pie los señores diputa­dos, así como los concurrentes de las galerías i. .

5

ELE COTÓN DE DIPUTADOS POR EL DIS­TRITO ELECTORAL DE MENDOZA

Sr. Presidente ( C . A . Sánchez ) . .— Se pasará a la orden del día.

Tiene la palabra el señor diputado electo por Mendoza.

Sr. Aparicio. — ¿Me permite breves palabras para hacer una aclaración sencilla y brevísima?

Sr. Lencinas. — Muy bien.

Sr. Presidente ( C . A . Sánchez). — Tiene la palabra el señor diputado por Buenos Aires.

Sr. Aparicio. — Al hablar el señor diputado e l ec to . . .

Sr. Lencinas. — ¡No, señor diputa­do ! ¡ Creí que iba a hacer otra cosa!

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). Le ha cedido la palabra el señor di­putado .

Sr. Lencinas. — No se la he cedido para eso. ¡No puede injertarme una cuestión de esa naturaleza!

Sr. Aparicio. — j Me ha concedido la palabra y voy a seguir con ella!

Sr. Lencinas. — Entiendo que no . puedo concederle la palabra. Creí que

se trataba de otra cosa completamente distinta. Por eso he tenido la gentileza.

Sr. Aparicio.—¡Me la ha concedido! Sr. Presidente ( C . A . Sánchez). —

El señor diputado ha cedido la pala­bra, y por eso la Presidencia se la ha concedido al señor diputado por Bue­nos Aires.

Sr. Lencinas. — No tengo ningún in­conveniente en que a continuación el señor diputado haga todas las disqui­siciones que quiera. Hágame el favor de no interrumpirme.

Sr. Aparicio. — Ya no depende del señor diputado concederme la palabra. Le he pedido la autorización y me la ha acordado Ja Presidencia.

Sr. Lencinas. — Me ha sorprendido. Creí que se trataba de otra cosa.

Sr. Aparicio. — V o y a hacer uso de la palabra.

Sr. Presidente ( C . A . Sánchez). — El señor diputado por Mendoza podrá hacer uso de la palabra posteriormente.

Sr. Aparicio. — Al hablar el señor diputado electo por Mendoza en esta Cámara, se ha expresado calumniosa­mente respecto de varias personas . . .

.Sr. Lencinas. — No puede continuar.-Sr. Aparicio. — . . . y especialmente

respecto del doctor Hipólito Irigoyen.

Sr. Lencinas. — No puedo permitir que prosiga.

Sr. Aparicio. — V o y a continuar. Sr. Lencinas. — No puede. Me deja­

ron trunca la exposición en la sesión anterior v necesito continuar.

CONGRESO NACIONAL 53 Reunión núm. 28 CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 7 de 1930

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — Posteriormente, señor diputado.

Sr. Lencinas, — No es posible que consienta

Sr. Correa. — Pido la palabra para una moción de orden.

,Sr. Aparicio. — Estoy en el uso de la palabra.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — La moción de orden no corresponde. Inmediatamente le voy a ceder la pala­bra al señor diputado por Santa Fe.

—Varios señores diputados hablan si­multáneamente.

esta Cámara, de una persona hacién­dola servir de testigo respecto de una oferta de dinero, cosa increíble tratán­dose de una persona como el presiden­te actual de la Nación Argentina.

Se trata de una carta del señor Car­los Sepp, que tengo aquí y que voy a leer.

Sr. Correa. — ¡ Qué mal lo deja al señor diputado Guillot!

—Varios señores diputados dialogan y suena la campana del recinto.

un derecho par­que no se me

Sr. Lencinas. —Es lamentarlo elemental puede nega r . . .

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Le pido al señor diputado por Mendoza tenga la bondad de no interrumpir.

Sr. Correa. — ¡Señor presidente! Sr. Lencinas. — ¡No puedo tolerar

que el señor diputado continúe en el uso de la palabra!

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — La culpa no la tiene la Presidencia ni la Honorable Cámara. El señor dipu­tado ha cedido la palabra.

Sr. Correa. — Vamos a oír otra vez el panegírico del señor Irigoyen. ¡Por Dios!

Sr. Aparicio. — Se trata de un asun­to gravísimo que traigo a la Cámara. Y o no vengo jamás a interrumpir a ningún señor diputado sino para acla­rar ante la Cámara y ante el país lo que es necesario se sepa en honor de una alta honorabilidad a la cual con audaz procacidad se ha querido ofen­der en esta Cámara.

—Varios señores diputados habían si­multáneamente y suena la campana.

Sr. Aparicio. — Y para ser defini­tivo y claro, en breves palabras, voy a leer algo que tengo en mi banca, que va a pulverizar las calumnias vertidas en este recinto.

Me refiero a la mención que el se­ñor diputado Lencinas ha hecho en

Sr. Aparicio. — Dice la carta: «Bue­nos Aires, 5 de Agosto de 1*930. — Señor senador nacional Delfor del Va­lle. — Estimado amigo: Con profunda sorpresa me he enterado recién que el diputado electo por Mendoza don José H. Lencinas me ha atribuido una de­claración que jamás le hice, que pudie­se afectar la dignidad de persona algu­na y menos sobre el señor presidente de la Nación doctor Hipólito Irigoyen, por quien tengo el más profundo res­peto y alto concepto. Enfermo grave­mente desde hace seis meses, mi con­ciencia me ordena no callar y por esto me dirijo a usted para manifestarle que lo afirmado por dicho señor es ab­solutamente falso. Lo saluda atenta­mente su amigo. Carlos Sepp. — Su ca­sa, Uruguay 11S2.» (Aplausos).

Y como si todavía no fuera suficien­te, con posterioridad, después de haber echado a rodar esa infame calumnia, todavía, según las comunicaciones del mismo señor Sepp, el señor diputado electo Lencinas mandóle decir que ha­bía invocado su nombre en el recinto de esta Cámara y que no lo desautori­zara, o que por lo menos guardara si­lencio para no desmentirlo, para que en el país cundiera la infamia vertida en este recinto. (Aplausos).

Sr. Lencinas. — ¡ No es cierto! Sr. Aparicio. — ¡Es en esta forma

cómo se echan a rodar aquí calumnias e injurias contra los hombres coloca­dos tan altos como el que rige los des­tinos de la Nación! (¡Muy bien! Aplau­sos)^

Sr. Lencinas. — Esa carta, señor presidente, es la prueba evidente, con­cluiente, manifiesta, de cuál ha sido la

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54 CONGRESO NACIONAL

Reunión núm. 28 CÁMARA DE DIPUTADOS

causa de que. hayan fracasado dos se­siones seguidas en esta Cámara. (Mur­mullos en las bancas). Estaba consi­guiéndose esa carta del señor Sepp. El señor Sepp es un comerciante que co­noce todas las malas artes. Esa carta, con plata, la han conseguido del señor Sepp.

Sr. Aparicio. — ¡Aquí está la carta, que pongo a disposición de la Cá­mara !

Sr. Lencinas. — Juro ante esta Cá­mara, que en Cacheuta, siendo yo es­tudiante universitario, me contó Sepp que había entregado al señor Irigoyen ochó millones de pesos. Ahí está el juicio, en un juzgado de comercio, por el que Carlos Sepp demanda por su participación, como dije en una sesión anterior, a Federico Bemberg y a Otto Bemberg y Compañía, por 4.800.000 dólares que le correspondían por su participación en el negocio del trasla­dó de oro de las legaciones argentinas. Al señor Sepp le correspondían en ese negocio 4.800.000 dólares y la Nación apenas ganó nueve millones.

Sr. Aparicio. — ¿Por qué no se res­ponsabiliza personalmente el señor di­putado :

Sr. Lencinas. — El señor Irigoyen ganó allí ocho millones de pesos.

Sr. Aparicio. — ¡Miente-el señor di­putado!

Varios señores diputados. — ¡ Miente! Sr. Lencinas. — En ese juicio, como

dije, se presentó después el señor Botto, asesor financiero del señor Irigoyen, con poder irrevocable de don Carlos Sepp y transó el juicio en 2.350.000 pesos; pero si el señor Ir igoyen se hu­biera dado cuenta de este escándalo hubiera transado el juicio, no por 2.000.000, sino por muchísimo menos.

Sr. Aparicio. — El señor diputado es un calumniador.

Sr. Núñez. — ¡ A l manicomio! Sr. Bunge. — Que se pase a la orden

del día. Sr. Presidente (C. A . Sánchez). —

Estamos en la orden del día. Sr. Lencinas. — Me corresponde se­

guir con la palabra.

Agosto 7 de 1930

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Permítame el señor d iputado. . .

El señor diputado por Santa Fe doc­tor Correa, cuando estaba en el uso de la palabra el señor diputado por Bue­nos Aires doctor Aparicio, manifestó al solicitar la palabra que iba a hacer una moción de orden. La Presidencia desea saber si insiste en ello.

Sr. Correa. — Sí, señor presidente. Dado el giro que ha tomado el debate, iba a hacer uso de la facultad regla­mentaria de repetir una moción de or­den y renovar la de clausura del deba­te, que ahora me parece más oportuna que nunca.

Decididamente, la obstrucción del centro es manifiesta. Se viene produ­ciendo desde el primer día. Las dili­gencias preliminai'es de estas sesiones preparatorias denunciaron el propósito de impedir la constitución en tiempo oportuno de la Cámara, y la actitud del sector del centro, al oponerse a que los diplomas enjuiciados se posterga­ran para las sesiones ordinarias, lo de­muestran más categóricamente todavía.

No podía el sector del centro tener interés en que se trataran estos diplo­mas en las sesiones preparatorias. Se explicaría que si los diputados cuyos diplomas se discuten hubiesen pertene­cido al sector del centro, los hubiesen amparado sus correligionarios para no dilatar su ingreso en la Cámara; pero siendo diputados respecto de los cuales iban a votar en contra, ¿qué interés podrían tener, sino el de obstaculizar, al promover este debate? Y han se­guido así en todo momento, ayudados quizás en ciertas ocasiones por una táctica poco cautelosa de los sectores de la oposición, que han extendido el debate más allá de lo necesario. En cierto momento, cuando parecía dete­nerse, en la pasada sesión, el señor di­putado Guillot hizo esa moción des­pampanante de querer hacer hablar más al señor Lencinas, cuando el señor Lencinas no tenía ya nada que decir.

Varios señores diputados. — ¡ N o ! ¡ N o !

CONGRESO NACIONAL oo Reunión núm. 28 CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 7 de 1930

Sr. Guillot. — No es así, señor dipu­tado.

Sr. Etcheverry. - r N o ; el señor di­putado Lencinas manifestó. . .

Sr. Lencinas. — l í e pedido la pala­bra precisamente para acogerme a esa magnanimidad del sector del centro.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Tiene la palabra el señor diputado por Santa Fe.

Sr. Guillot. — Acaba de ser rectifi­cado por el propio interesado.

Sr. Correa. — El señor diputado Guillot sabía bien lo que pasaba y por eso ensayó esa postura, que todavía no faltó quien le aplaudiera ingenuamen­te, admirando la generosidad del sec­tor del centro, cuando lo que estaba haciendo era dar manija a ese automó­vil pa rado . . .

Sr. Guillot. — La indirecta de inge­nuidad la recogerá quien es aludido por el señor diputado.

Sr. Correa. — No trate de llamar a terceros en su auxilio ni de echar ci­zaña.

Sr. Guillot. — El señor diputado pa rece que se dirige a terceros y desea que no lo escuchen.

Sr. Correa. — Ya sabrán los terceros, sí se sienten aludidos, defenderse.

Sr. Guillot. — No haga alusiones si no desea que se las subrayen.

Sr. Correa. — No trate de eludir el compromiso buscando cómo escurrirse por un camino transversal. Vaya dere­cho, señor diputado.

Sr. Guillot. — Sabe muy bien el se­ñor diputado que no esquivo compro­misos.

Sr. Correa. — Pero parece que estu­viera por abajo del señor Sepp, cuando se ha creído necesario leer la carta.

Sr. Aparicio. — ¡No, señor diputa­d o ! . . .

Sr. Guillot. — Ni por abajo del se­ñor Sepp ni por abajo de ninguna

-Varios señores diputados Jiablan

la

—Los señores diputados Correa y Gui­

llot hablan simultáneamente.

Sr. Correa. — Y es sorprendente la falta de unidad que hay en el sector del centro. Un señor diputado acaba de leer, triunfante, la carta de don Carlos Sepp, en que se abona la hon­radez del señor presidente Irigoyen.

Sr. Aparicio. — ¡No necesita defen­sa el presidente de la República!

Sr. Martínez Guerrero. — Está muy por arriba, señor diputado.

Sr. Zavala. — Hace mal el señor di­putado en atribuir ese propósito a la lectura de la carta. Es un desmentido a una imputación calumniosa que se ha atribuido al autor de esa carta. No necesita defensas el señor presidente de la República.

Sr. Lencinas. — Han traído la carta ocho días después de haber hablado yo en la Cámara.

Sr. Zavala. — No necesita certifica­do de buena conducta el señor presi­dente de la República.

Sr. Correa. — Son ustedes quienes se lo dan.

Sr. Aparicio. — ¡ Absolutamente! . . . Sr. Zavala. — El propósito del señor

diputado Aparicio no es el que le atri­buye el señor diputado por Santa Fe. Es maliciosa la interpretación del se­ñor diputado.

Sr. Correa. — Permítame. Yo no le doy importancia. . .

Sr. Zavala. — Se ve que no le da importancia.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Ruego a los señores diputados que no dialoguen.

Sr. Correa. — Me parece que quie­nes se la han dado son los señores di­putados del sector radical. A mí me ha pasmado. Recuerdo la actitud del señor diputado Guillot el otro día, cuando con gran desdén se refirió al cargo del señor diputado por Mendo­za, que creyó no merecía ser recogido.

—El, señor diputado Guillot hace una observación que no se alcanza a oír.

Sr. Correa. — Era una injuria para el presidente detenerse un momento a considerar esa imputación. Y tenemos hoy una carta que se ha leído a voz en c u e l l o . . .

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56 CONGRESO NACIONAL

CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 7 do 1930 Reunión núm. 28

Sr. Aparicio. — Del mismo testigo que se ha presentado a la Cámara.

Sr. Correa. — No tenía neces idad. . . Sr. Aparicio, - i — No tiene necesidad

de defensa el señor presidente de la República. He leído la carta, lo mismo que como abogado leo cualquier docu­mento en un expediente criminal don­de se presenta una acusación abonán­dola con la afirmación de un testigo : a ese testigo recurro.

Sr. Correa. — [Estamos otra vez en los expedientes criminales! No creí que el presidente de la República fuera un procesado.

Sr. Aparicio. — No ha habido ni si­quiera la m e n o r . . .

—Los señores diputados Aparicio y Correa hablan a la vez.

Sr. Correa. — Que cada cual le dé el carácter que quiera darle.

Sr. Nuñez. — A mayor abundamien­to, señor diputado.

Sr. Correa. — Hay que tener cui­dado con los excesos, señor dipu­tado . . .

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — Tiene la palabra el señor diputado

Sr. Correa. — Un momento, señor presidente; no he terminado.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Creí que había terminado el señor di­putado.

Sr. Correa. — Lamento que le sea molesto.

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — No, señor diputado.

Sr. Gutiérrez. — Tenemos otro Gon­zález Iramain. Ya no hay un solo chis­toso en la Cámara; hay dos.

Sr. González Iramain. — Es muy poca cosa su interrupción, señor dipu­tado, para el tamaño de.su nombre: se llama usted José María Gutiérrez. Ha­ga algún día un discurso, no limite a esto su acción parlamentaria.

—Hablan varios señores diputados a

la vez y suena la campana de orden.

Sr. Correa; — Es otro Gut iér rez . . . Lo serio que hay en esto, y creo que

en ese sentido se debe unificar la ac­ción de la oposición, es poner en evi- I

dencia, en cuanto sea necesario, la obstrucción que está desarrollando el sector del centro, la voluntad de ese sector de que la Cámara no se consti­tuya. Estamos en el penúltimo mes, bien entrado, del período ordinario de sesiones, y le toca a esta Cámara el triste privilegio de haber sentado el precedente escandaloso de que todavía no esté constituido el Congreso. Y o n o sé si mañana. . .

Sr. Gutiérrez. — Pregunto, señor presidente, si es reglamentario fundar tan extensamente una moción de orden..

Sr. Correa. — Sí, señor. Estoy en mi derecho.

Sr. Grisolía (G. J.) . — Es obstruc­cionista.

Sr. Correa. — Estoy en mi derecho.. Sr. Zavala. — ¿De hacer perder

tiempo a la Cámara?

Sr. Correa. — Los que hacen perder tiempo son los señores diputados del centro.

Sr. Zavala. — Se ve. Sr. Correa. — Quiero dejar bien sen­

tado que pebemos señalar a los señores diputados como autores de la obstruc­ción, que están dentro del Congreso conspirando contra él. Se explicaría que, por una inclinación malsana, des­de la Casa de Gobierno se quisiera gobernar sin Congreso; pero no se con­cibe que diputados que han hecho su propaganda electoral prometiendo ve­nir a desempeñar un mandato legisla­tivo estén aquí, desde el primer acto, conspirando contra el Congreso. Esa no es una actitud honorable.

Sr. Zavala. — Tampoco lo es la suya, que nos hace perder el tiempo lasti-niosamente.

Sr. Correa. — No, señor; ya lo gana­remos. Voten la moción de clausurar el debate y ganaremos mucho.

Ya está concluido el debate de Men­doza. La función de los sectores es pre­cisamente la de organizar el trabajo de la Cámara; y el sector del centro debe tener la responsabilidad de los actos de sus miembros; no puede echar ahora a los oradores menores para que vengan a chapalear en el asunto de Mendoza, porque eso implicaría que los diputados irigoyenistas están haciendo

CONGRESO NACIONAL 57

Reunión núm. 28 CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 7 de 1930

tiempo y haciéndoselo perder a la Cá­mara.

Sr. Núñez. — Falta el rabo por de­sollar.

Sr. Correa. — ¿Cuál es el r a b o ? . . . L o tiene escondido. (Bisas).

Reitero, señor presidente, mi moción. Sr. Presidente (C. A. Sánchez). —

Se va a votar la moción del señor di­putado.

Sr. Guillot. — Pido la palabra, para ocuparme de una referencia de orden personal hecha por el señor diputado Correa.

Sobreponiéndome a un malestar físi-•co evidente, voy a decir solamente dos palabras, señor presidente, porque el señor diputado por la provincia de

pósito que dar libertad de defensa al señor diputado, quien fué el primero en reconocerlo, a pesar de que nos se­para toda clase de divergencias, como él mismo lo sabe. No fué culpa del diputado que habla que el señor dipu­tado electo, tomado desprevenido, ma­nifestara que carecía de los papeles para proseguir su interrumpida expo­

sición.

Santa Fe me ha traído a cuento con una gratuidad inexplicable, desde que nada se refería en el debate a mi ac­titud anterior, y solamente, lo quiero creer, cediendo a esa irresistible voca­ción que tiene el señor diputado de zaherir a colegas más modestos que él.

Sr. Correa. — No, señor diputado; no se achique. (Bisas).. Nadie se lo va a creer. Es la peor vanidad.

—Suena la campana de orden.

Sr. Guillot. — Ahora soy y o el que habla.

Sr. Correa.—Y yo el que interrumpo. Sr. Guillot.—Cuando me coloco fren- ¡

te a una eminencia como el señor di­putado, me reduzco a una estatura regular y humana y no pretendo ser nada más. que lo que soy.

Y bien; cuando en sesiones anterio­res hice moción para que se reconside­rara la que había quitado la palabra al señor diputado electo por Mendoza, doctor Lencinas, lo hice con entera leal­tad y buena fe, reconocida por toda la Cámara, con la excepción hecha a posteriori por el señor diputado por Santa F e . . .

Sr. Correa, tado.

Sr. Guillot. — . . . que entretanto afi­laba silenciosamente esas ironías que improvisa cuarenta y ocho horas des­pués en el recinto. No hubo otro pro- |

A priori, señor dipu-

Esa es la verdad, señor presidente. No ha habido actitud teatral ni se bus­có ningún efecto, sino simplemente re­abrir el debate en el punto en que había sido cerrado, a mi juicio por un error, que fué el primero en reconocerlo el sector que lo había votado. Y así fué también reconocido por los señores di­putados del sector de la derecha, a quienes el señor diputado por Santa Fe califica de ingenuos, porque eviden­temente carecen al parecer de su pro­funda perspicacia.

En cuanto a la carta que acaba de ser leída, señor presidente, y que fué espontáneamente entregada por su au­tor a su destinatario, el senador nacio­nal señor del Valle, llamándolo a su propia casa para hacerle entrega de ese documento desde su mismo lecho de en­fermo, no pretende otorgar patente de honorabilidad, que no la necesita el doctor Hipólito Irigoyen, ni como Hi­pólito Irigoyen ni como presidente de la Nación, porque a lo largo de su ac­cidentada vida política, en las vicisi­tudes de una vida combatiente y comba­tida, sus adversarios lo habrán podido atacar en toda forma, pero nadie, ni el mismo señor diputado, se atrevería a negarle su honorabilidad.

Sr. Correa. — No se acalore por mí, señor diputado. Es un pleito en que no me meto.

Sr. Guillot. — No es este el momen­to ni el lugar de las entradas cómicas, que se reservan para los circos.

Sr. Correa. — No, señor diputado; las entradas trágicas suelen ser si­muladas.

Sr. Guillot. — Lo repito; ni el señor diputado, ni nadie, ha sido capaz de poner, jamás, en tela de juicio su lio-

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Reunión núm. 28 CÁMARA -DE DIPUTADOS Agosto 7 de 1930

norabilidad en este recinto ni fuera de él. Y con esto termino.

Sr. Correa. — Y o sólo deseo que se alivie el señor diputado.

Sr. Guillot. — Le agradezco la inten­ción, que supongo buena.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Se va a votar la moción de orden

formulada por el señor diputado por Santa Fe, de que se cierre el debate.

tt£jf.'—Resulta negativa.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Tiene la palabra el señor diputado elec­to por la provincia de Mendoza.

Sr. Lencinas. — V o y a entrar, señor presidente, a una relación sucesiva de hechos, por cuya circunstancia y con el propósito de ser sucinto y rápido en la exposición, me voy a permitir leer.

El señor H i p ó l i t o . . . Sr. Núñez. — ¿ Hace un rato no se

diio que no se podía leer? Sr. Lencinas. — Quiero ser breve y

rápido, Honorable Cámara. Por eso, y con el p ropós i t o . . .

Sr. Núñez. — Son papeles que le han dado. No es c a p a z . . .

—Varios señores diputa (Tos hablan

simultáneamente, y suena la campana.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Ruego a los señores diputados que no interrumpan.

Que hable como le Sr. Aparicio. parezca.

Sr. Núñez. — sas escritas.

Sr. Lencinas. ha interrumpido, jamás ha nada en la Cámara.

Que no venga con co-

— El diputado que me hablado

—Suena la campana. El señor dipu­

tado Núñez se levanta y se dirige haci-.v

la banca de! señor diputado Lencinis,

interponiéndose vatios señores-diputados.

Sr. Presidente (Q. A . Sánchez). — Continúa con la palabra el señor di­putado electo por Mendoza.

Sr. Lencinas. — El señor Hipólito Trio-oyen ha ordenado a sus esbirros

de Mendoza invadir el campo de mí vida privada, y a diputados en esta Cámara insultarme en este recinto, creyendo que con ello podía detener mi.palabra, Pero se ha equivocado la­mentablemente.

Sr. Ferreyra. — Permítame el señor presidente, para una cuestión previo.

El señor diputado acaba de decir que el señor Hipólito Irigoyen ha man­dado aquí diputados para que lo in­sulten, y esto yo no lo puedo permitir. El señor diputado no puede referirse, absolutamente, a ningún diputado: debe guardar consideración por todos.

Sr. Lencinas. Ese es mi concep­to, es mi opinión. Y tengo derecho a decirlo.

Sr. Perreyra. — No tiene derecho. Pido que se lea el artículo reglamenta­rio. El señor diputado no va a poder continuar en ese terreno. Aquí no ve­nimos a insultar a nadie, y cuando insultamos somos responsables.

Sr. Aparicio. — Y en todo terreno. v

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Se va a leer el artículo 148 del regla­mento.

—Se lee:

Artículo 148. — Son absolutamente prohi­

bidas las alusiones irrespetuosas y las impu­

taciones de mala intención o de móviles ile­

gítimos hacia las Cámaras del Congreso y sus

miembros.

—Hablan simultáneamente los seño­

res diputados Núñez y Lencinas. (

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Llamo al orden al señor diputado electo.

Sr. Repetto. — Pido la palabra. Sr. Ferreyra. — Y o hago la cuestión

reglamentaria, señor presidente.

Las palabras que ha pronunciado el señor diputado debe retirarlas y si no las retira deben ser suprimidas del Diario de Sesiones. Los que aquí esta­mos somos diputados de la Nación y el señor diputado electo, por el decoro de la Cámara, no puede pensar que ningún diputado venga mandado a

CONGRESO NACIONAL 59 Reunión núm. 28 CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 7 de 1930

insultar a nadie aquí en el recinto. Podremos plantear cuestiones políticas, pero no insultar mandados por nadie.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — De acuerdo con el reglamento, invito al señor diputado a retirar las pala­bras que motivan el reclamo.

Sr. Lencinas. — Y o he sido también insultado.

Sr. Zavalla. — ¿Por qué no requi­rió oportunamente reparación del se­ñor diputado Vásquez, si se sintió insultado ?

Sr, Presidente (C. A. Sánchez). — El señor diputado debe retirar los conceptos vertidos.

Sr. Lencinas. — No tengo inconve­niente en retirar ese concepto.

Sr. Ferreyra. — No hay cuestión, entonces.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Queda terminada la incidencia.

Sr. Repetto. — Pero la va a haber, y se reproducirá a cada instante. De­seo rogar a aquellos señores diputados del centro que tienen bastante presti­gio sobre su grupo y también sobre la mesa directiva de la Honorable Cáma­ra, que eviten a tiempo las escenas que acabamos de presenciar, que nada di­cen a favor de nadie, que son un des­prestigio para sus autores protagonis tas y para todos nosotros. De manera que sería oportuno intervenir a tiem po para que el debate no degenere en escenas escandalosas como las que aca­bamos de soportar . . .

Sr. Ferreyra. — Completamente de acuerdo, señor diputado.

Sr. Repetto. — . . . y como ha habi­do muchas en estas sesiones prepara torias.

Sr. Ferreyra. — Completamente d? acuerdo, señor diputado, y por eso mismo se trata de evitar que se digan palabras impertinentes.

Sr. Repetto. — ¡ Es que se han dicho groserías enormes!

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Continúa con la palabra el señor di­putado electo.

Sr. Lencinas. — V o y a decir, seño­res diputados, que el señor Irigoyen ha sido un imprudente cuando ha pre­

tendido arrojar sombras sobre mi vida privada, lo que me da derecho a obJ i garle a que exhiba la propia para que pueda dar el ejemplo, si le es posible. Yo le voy a decir al señor Irigoyen que tendrá que guardar discreto silencio: que ha sido un imprudente al querer arrojar lodo sobre mi familia, sobre el viejo hogar de mis padres, que es públicamente coifocido en Mendoza desde hace más de cuarenta años. Nos­otros, sus hijos, nos sentimos honradoes con,el recuerdo y la memoria de nues­tros mayores que nos dieron la vida, el nombre y la carrera. El señor Iri­goyen, que es soltero, y tiene varios hijos, no puede sentir la hermosa y la íntima satisfacción del hogar consti­tuido públicamente al calor y al afecto de los que se sienten vinculados sin el rubor de las cosas ocultas, pero que trascienden dejando un ingrato re­cuerdo para sus progenitores y una incómoda y molesta situación social en aquellos que no tuvieron la culpa del egoísmo ajeno.

El señor Hipólito Irigoyen, autor como presidente de un mensaje con­trario a la ley de divorcio en el que decía que era indispensable mantener el.orden en la familia y.que había que resguardar la suerte de los hijos; el señor Irigoyen, en su propia vida y en su propia familia, era en aquel ins­tante, y lo es hoy, con sus 82 años, el más rotundo contradictor de su men­saje.

Y o invito al señor Hipólito Irigoyen a que exhiba el giro, de sus cuentas bancarias durante los diez años ante­riores a su primera presidencia para que puedan compararse con las poste­riores cuando se habían realizado el negociado del azúcar, del transporte de oro de las legaciones . . .

Sr. Porta. — ¡E l señor diputado está fuera de la cuestión!

Sr. Lencinas. — . . . de las mercade­rías de tránsito, los reiterados negocia­dos con los frigoríficos. Invito al señor Irigoyen a que ponga a disposición de una comisión investigadora una nómi­na o facilite la búsqueda de sus pro­piedades y estancias con las valiosas

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Reunión núm. 28 CÁMARA DE DIPUTADOS

haciendas que actualmente posee; a que exhiba el señor Irigoyen el giro de sus negocios durante los últimos cuarenta años, para que ponga en evidencia su fortuna actual y pueda explicar al país cómo es posible vivir cuarenta años íntegramente consagrado a su partido y al mismo tiempo realizar el milagro de atender negocios múltiples y perso^ nalísimos y poder acumular una cuan­tiosa fortuna, que nunca más que ahora está en la obligación'de poner a la luz meridiana ante el Congreso de la Na­ción, cuando él mismo ha impartido la orden para que se me permita hablar.

Que no sea todo esto una farsa con la que se intenta desvanecer el efecto de las acusaciones formuladas desde mi banca.

Me voy a referir ahora a la posesión y usufructo de Micheo y a los antece­dentes sobre el origen de una fortuna.

Regresaba de Europa después de una larga permanencia en el extranjero don Antonino Cambaceres, con su señora y su hija, a quien los médicos, por su delicadísimo estado de sa lud . . .

Sr. Núñez. — ¿Está fuera de la cues­tión el señor diputado y pido que se le llame al orden!

Sr. Aparicio. — ¡Es una vergüenza! Sr. Porta. — Estamos en el Congreso

de la Nación, no entre los malevos de Mendoza.

—Suena la campana.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — ¡Permítanme los señores diputados!

Habiéndose hecho la cuestión regla­mentaria de que el señor diputado está fuera de la cuestión, la Presidencia le pide que se concrete al asunto en debate.

Sr. Porta. — Debe concretar el señor diputado y no puede permitírsele que continúe en esa forma.

Sr. Núñez. — Hace falta el señor diputado González Iramain para que diga que no lea.

Sr. Lencinas. — Regresaba de Eu­ropa, después de tuna larga perma­nencia en el extranjero, don Antonino Cambaceres con su señora y su hija. Informado sobre el estado de su salud

Agosto 7 de 1930

por sus médicos, entregó a su señora una carta d i r ig ida . . .

—Numerosos señores diputados hablan simultáneamente y suena la campana de orden.

I Sr. Ferreyra. — V o y a hacer una cuestión reglamentaria.

Y o concibo que en la vida parla­mentaria puedan los nombres debatir todas las cuestiones que hagan al inte­rés público, pero no concibo que se pe­netre hasta en la vida íntima, preva­liéndose de una situación que crea la Constitución nacional, y se protocoli­cen la difamación y el barro que se recoge en la calle. (¡Muy bien!). Debe haber una responsabilidad. Sólo hieren los que pueden herir. No cualquier, di­putado puede herir a hombres ausentes de este recinto y dejar para la poste­ridad, en los diarios de sesiones, cues­tiones que afecten la dignidad y la deli­cadeza de otros hombres que no pueden levantar su voz y a quienes no se puede defender po rque . . .

Sr. Lencinas. — ¡Soy tan diputado como usted!

—Suena la campana de orden.

Sr. Ferreyra, — ¡ A mí no me va a gritar! ¡ Cuídese mucho!

Decía que no se puede agraviar im­punemente a hombres ausentes de este recinto y de quienes no se puede a cada instante hacer el elogio de su vida por­que la maledicencia pública, cuando se trata de hombres que están en las altas cumbres del poder, murmuran que ha­cerlo es servilismo. (¡Muy bien!).

Soy un hombre que me he hecho al lado de Irigoyen. Veinticinco años — más de la mitad de mi vida — he estado a su lado y he recogido su ejemplo austero. He estado con él en la buena y en la mala fortuna. Pero jamás me he inclinado ante la imposición de nadie, como tampoco jamás he escuchado de sus labios una palabra que pueda ser un agravio personal para nadie. Sé que no se puede ir a levantar las mortajas para difamar a nadie. Hay un lugar

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Reunión núm. 28 CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 7 de 1930

al que sólo la infamia llega y al que los hombres decentes.. .

Sr. Lencinas. — ¿Y lo que se me ha dicho a mí en esta Cámara? Estoy re­cogiendo lo que se me ha dicho.

Sr. Ferreyra. — ¡ No ha sido el doc­tor Irigoyen! No pierda la serenidad el señor diputado. ¡ No es el doctor Iri­goyen quien lo ha insultado í

Si algún señor diputado lo ha insul­tado, ventile con él sus cuestiones, pero no venga a lanzar calumnias e infa­mias para que mañana las publiquen todos los diarios adversarios; infamias que no pueden decirse en este recinto y que no dicen — pues son hombres de bien — los diputados de todos los sec­tores, porque saben pasarlas por el t amiz . . .

Sr. Lencinas. — Porque no han sido agraviados.

Sr. Ferreyra. — No lo ha agraviado el doctor Irigoyen. El doctor Irigoyen es un ausente y el señor diputado no puede difamarlo.

Yo planteo la cuestión. El señor di­putado está fuera del asunto que se discute, y por ello pido al señor presi­dente que no permita ataques injurio­sos al doctor Irigoyen «— cuya vida puso honorablemente al servicio de la República —, ni se analice su vida privada, no porque pueda temer que de ella algo se diga, sino porque esta tribuna no se creó para recoger el ba­rro del arroyo.

Las palabras que el señor diputado diga contra el doctor Irigoyen van a todas partes del mundo. La calumnia corre p ron to . -Y yo, como argentino, no he de permitir que respecto de nues­tro presidente — como lo he hecho otras veces respecto de otros — se di­gan las cosas que está diciendo el se­ñor diputado.

Planteo la cuestión de que el señor diputado no puede referirse a la vida privada de Hipólito Irigoyen.

Sr. Lencinas. — ¿Dónde está la mag nanimidad de la sesión anterior, señor presidente?

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — Habiéndose hecho por varios señores

diputados la observación de que el se­ñor diputado electo por Mendoza está fuera de la cuestión, se va a dar lec­tura del artículo reglamentario corres­pondiente.

—Se lee:

Artículo 152. — Si el orador pretendiera estar en la cuestión, la Cámara lo decidirá inmediatamente por una votación sin discusión y continuará aquel con la palabra en caso de resolución afirmativa.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Como el señor diputado electo por Mendoza sostiene que está en la cues­tión en debate, los diputados que opi­nen en la misma forma sírvanse votar por la afirmativa.

Varios señores diputados. — ¿ Cómo ? Sr. Presidente (C. A. Sánchez). —

Que los señores diputados que opinen, como el señor diputado electo por la provincia de Mendoza, que está dentro del asunto en discusión, sírvanse votar por la afirmativa. Si resulta afirmativa la votación podrá continuar el señor d ipu tado . . .

Sr. Zaocagníni. — Se debe votar de la otra manera.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — . . .y si resulta negativa no podrá ha­cerlo.

Sr. de Tomaso. — La observación que se ha hecho es que no está en la cuestión.

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — El reglamento establece que si el ora­dor pretendiera estar en la cuestión la Cámara debe decidir por la afirmativa si desea que continúe con el uso de la palabra. Los señores diputados que crean que el señor diputado electo está dentro del asunto en debate votarán por la afirmativa. Si resultara negati­va, aplicando el artículo 152 del regla­mento, el señor diputado no podrá con tinuar.

Sr. Rouco Oliva. — ¿La Presidencia llamó al orden al señor diputado pre­viamente ?

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Reunión núm.-28 CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 7 de 1930

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Sí, señor diputado. La Presidencia lo ha llamado a la cuestión.

Los señores diputados que sostengan que el señor diputado está dentro del asunto en debate, sírvanse manifestar­se por la afirmativa.

—Resulta negativa general.

Varios señores diputados. — Que conste que es por unanimidad.

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — Tiene la palabra el señor diputado por Mendoza.

Sr. Lencinas. — ¡ Me retiro de la Cá­mara !

Varios señores diputados. — ¡ Que se vaya!

—Al retirarse el señor diputado electo

del recinto, se producen murmullos y

y golpes de pupitre.

Sr. Ferreyra. — Que se vaya. Dé­jenlo, si se quiere ir. No se contradi­gan, señores diputados. Hay que res­petar a todos.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Tiene la palabra el señor diputado por Mendoza.

Sr. Maza. — Tengo que tomar parte en este debate 3' siento que el señor diputado electo por la provincia de Mendoza se haya ausentado en este momento del recinto.

Entro al debate sin ningún entusias­mo, entro con profunda pena, porque tendré que decir cosas y mencionar he­chos muy desagradables; pero el hon­rosísimo cargo de diputado impone de­beres y obligaciones muy superiores, y si es cierto que representamos en la .Cámara al pueblo, no podemos perma­necer en silencio ni complicarnos cuan­do alguien afecta o pretende afectar el interés público, que es sagrado.

Otra vez está mi provincia en el car­tel de la vergüenza y el oprobio. El señor diputado electo por la minoría pretende sentarse en esta Honorable Cámara, cuyas puertas deben estar ce­rradas para él, porque le comprende la inhabilidad moral más absoluta. Es ¡

un encausado con proceso abierto y puede aún ser procesado por violación de casi todos los artículos del Código Penal.

Declaro que no tengo con el señor diputado electo ningún agravio perso­nal, como no lo tengo contra nadie, pero sí tengo el deber, tengo la obli­gación, como hombre del pueblo, como ciudadano, como representante del pue­blo de mi provincia, de hablar bien claro ante los jueces naturales de esta elección, para qué se salve la justicia y la verdad, sin lo cual el orden social se derrumba. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).

Declaro, también, que voy a hablar en mi propio nombre, lo que quiere de­cir, que no comprometo a mi partido ni tampoco al bloque a que pertenezco, con el cual estoy absolutamente soli­darizado.

Un grupo de hombres jóvenes, enca­bezado por los hermanos Lencinas, se apoderó del gobierno de la provincia de Mendoza en la forma que todos conoce­mos. Esos jóvenes fueron desde un principio una esperanza y una promesa.

Sr. Zaccagnini. — Es necesario po­ner un poco de orden en el trabajo de la Cámara. Nosotros no oímos una sola palabra de lo que dice el señor dipu­tado . . .

Sr. Maza. — Estoy afónico. Sr. Zaccagnini. — . . . y no desearía­

mos que, después de haberse cerrado el debate en la forma que se ha hecho, evitando debates que la Cámara ha. creído antirreglainentarios, se conti­nuara hablando de cqsas que no per­tenecen al asunto en discusión.

Sr. Maza. — Tengo la palabra y no puede interrumpirme el señor dipu­tado.

Sr. Zaccagnini. — Me dirijo al se­ñor presidente, para expresarle senci­llamente que deseamos escuchar al se­ñor diputado.

Sr. Presidente ( C . A . Sánchez) . — Ruego a los señores diputados que guarden silencio, para que se pueda oír al orador.

Sr. Maza. — Decía que ese grupo de hombres jóvenes, inspirados por un es­píritu mal i orno, tomaron el camino del

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Reunión núm. 28

mal. En los largos años que detenta­ron el poder, establecieron un.-sistema que llegó a los últimos extremos del desquicio, del desorden, de la corrup­ción, de la barbarie y del robo. Men­doza está hundida, se ahoga en la cri­sis moral y económica más espantosa, a la que la ha llevado el lencinismo.

Es necesario tener un espíritu muy superior, una voluntad muy firme, pa­ra resistir ese ambiente pernicioso que todo lo ha invadido.

Felizmente, tras de esa juventud que ha hecho tanto daño, vino la nueva, templada en una lucha formidable con­tra el lencinismo, lo destronó en las memorables elecciones del año 1928, llevando como bandera el nombre de su ilustre jefe el doctor Hipólito Irigo­yen, actual presidente de la República.

Este esfuerzo extraordinario, este sacrificio sin límites, que costó a nues­tro partido y a los opositores del len­cinismo más de cien víctimas asesina­das alevosamente por los lencinistas, parecería estar comprometido con la

. persistencia del partido lencinista, co­mo impropiamente se le llama, cuando no es más que una banda de delincuen­tes, que se sirvió del gobierno para rea­lizar impunemente todos los delitos.

Ahí está el Banco de la Provincia, robado íntegramente por el lencinismo. Se robaron dieciocho millones de la Co­misión de Fomento creada por la ley 810. Se llevaron hasta los muebles, se violaron a las mujeres menores después de anestesiarlas. Ahí están los robos de las letras de tesorería, las emisiones clandestinas, la falsificación por sumas que hasta ahora no se sabe a cuánto asciendeíili y. luego la conversión de esas mismas letras con un quebranto del 50 y hasta del 60 por ciento en casas de cambio expresamente estable­cidas por el lencinismo. Los emprésti­tos de fuertes sumas pasaron casi ín­tegramente a los bolsillos de los len­cinistas. Ahí están los pagos por obras públicas simuladas y obras de irriga­ción que nunca se hicieron; la guita de un porcentaje en todos los gastos de la administración, que nguran sin em- •

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bargo por su valor íntegro. Mendoza está endeudada en cerca de 200 mi­llones de pesos, que la provincia no podrá pagar antes de cincuenta años. Son miles las demandas promovidas contra la provincia por cobro de fuer­tes sumas de dinero y por inconsti-tucionalidad de casi todas las leyes-sancionadas por el lencinismo, que la Suprema Corte está declarando nulas con la obligación de pagar los daños y perjuicios, intereses y costas.

Todos se preguntan qué va a hacer la provincia para responder a todo eso. Sin embargo, esos bribones andan suel­tos, lo que ha traído un estado colec­tivo de zozobra, de desconcierto, de incertidumbre y de desconfianza. Ha­brá que empezar de nuevo. Ya lo va­mos a ver ; pero puede afirmarse que mi provincia está resuelta a defenderse extraordinariamente de la plaga lenci­nista y a concluir con todo lo que ten­ga vinculación con la delincuencia.

Triste situación la de la noble pro­vincia de Mendoza, amenazada cons­tantemente por una manga de bando­leros que la han invadido y que tienen la audacia de pretender estar repre­sentada en esta Honorable Cámara. Ya lo dije cuando me vi obligado a im­pugnar el diploma del otro diputado de la banda lencinista, el diputado Tria-nes, cuya presencia ha de afectar siem­pre el decoro de la Cámara; q u e . . .

Sr. Trianes. — Ya le voy a con­testar. '¿f№¿

Sr. Maza. — . . . 110 hay ningún negocio turbio, ninguna defraudación en que no estén comprometidos los len­cinistas, y especialmente el diputado electo.

La defraudación al Banco de la Pro­vincia de Mendoza, cuyos antecedentes han sido traídos a la Comisión de Po­deres, en que se sacó a la venta los terrenos de la sucesión Arroyo, acusan &l diputado electo como el exponente más vulgar de la delincuencia. Sólo así se explica que sea dueño, como se dice, de una cuantiosa fortuna y ya se sabe que nadie puede tener cosa alguna a menos que la gane. Ya en el año 1925, según consta a fojas 343 del tomo I

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Reunión núm. 28 CÁMARA DE DIPUTADOS

del Diario de Sesiones, los dirigentes antipersonalistas de Mendoza enviaron una nota a esta Honorable Cámara pidiendo el desafuero del entonces di­putado José Hipólito Lencinas, como obra de saneamiento, decían, y acom­pañaban las pruebas en que se funda­ban. Pasaron también una nota a los presidentes de los diferentes bloques pidiendo ayuda a esa iniciativa.

La carta escrita por el doctor Car­los Washington Lencinas a su hermano Rafael, cuya copia fotográfica ha sido traída a la Comisión de Poderes, en la que califica a su hermano el diputado

•electo, como jefe espiritual de la coi­ma, es un caso único que llega a los últimos extremos de la inhabilidad mo­ral más absoluta.

Casi ni necesidad habría, señor pre­sidente, de traer aquí tanta miseria; pero se trata de la banda lencinista que ha hecho tanto daño a la provincia y al- país entero, como he tenido ocasión de sentirlo.

Hace poco tiempo me encontraba en Europa, en un viaje que no ha sido de placer, y con ese motivo tuve opor­tunidad de conocer a un ciudadano in­glés, fuerte poseedor de acciones de los ferrocarriles argentinos. Su país, me dijo, es un fuerte productor de lo que Europa está obligada a consumir, pero allá no hay garantías para los extran­jeros. No hace mucho tiempo, continuó, un subdito inglés fué asesinado una no­che por unos ladrones, al regresar a su casa, en presencia de la policía de Bue­nos Aires, que se cruzó de brazos sin proceder. Mal informado en cuanto al lugar, se refería al ciudadano inglés Rithman, asesinado por la policía del lencinismo tres días antes de la elección del año 1928, porque debido a que no conocía el idioma no pudo gritar, ¡viva el gaucho Lencinas! Ese crimen, señor presidente, como es sabido, llenó de in­dignación a la República y dio lugar a una protesta y a una reclamación del gobierno inglés.

No voy a entrar a estudiar las facul­tades legales de la Cámara para recha­zar ese diploma, porque ellas han sido ampliamente discutidas al tratarse el

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diploma del diputado electo por la pro­vincia de Buenos Aires señor • Videla Dorna, y porque el caso es tan claro que casi no cabría discutirlo. Se trata de un diputado afectado por la inha­bilidad moral y legal más absoluta.

De nuevo se ha recordado en la Ho­norable Cámara el suceso desgraciado de la muerte del doctor Lencinas, re­pitiendo los mismos argumentos soste­nidos en la sesión del 29 de Noviembre, cuando se pretendió hacer una deri­vación política de lo que era un cri­men vulgar, resultado del ambiente co­lectivo que el lencinismo creó con sus violencias, sus persecuciones, sus crí­menes y sus grandes injusticias.

Lo más curioso es que el señor di­putado del sector de la derecha doc­tor Míguez, uno de los diputados más distinguidos y más serios, quiera com­parar la muerte de Quiroga —- tan luego de Facundo Quiroga, gaucho formidable, caudillo temido por su va­lor y su poder — con la muerte de un gauchito de lata, caudillo de delincuen­cia. Facundo Quiroga, dueño de la si­tuación política de varias provincias, fué el único caudillo que quitó el sue­ño al tirano Rosas en su lucha por la libertad, en tanto que el doctor Len­cinas sólo podía quitar el sueño a to­dos aquellos pobres hombres obligados a cuidar su hogar y a defender su ca­pital y su trabajo contra la rapacidad de la banda lencinista y de su jefe, en su afán de apoderarse de la fortuna pública y privada.

José Cáceres, el matador del doctor Lencinas, era su aliado, su correligio­nario. Para aprovecharlo mejor como instrumento del delito, se le dio un empleo público. Cáceres era uno de los tantos matones que el lencinismo llevó a Mendoza en número casi de 2.000 y que invadieron toda la provincia. Tuvo un día un incidente personal con el comisario Díaz, de la 5* sección. De esa incidencia, Cáceres resultó herido y Díaz con un balazo en la cara. So­metido a prisión, fué incomunicado en un calabozo y allí el guardián Jiménez lo a^acó por la espalda disparándole un balazo en un hombro. Desde ese día empezaron los vejámenes más crueles

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contra ese hombre, y sin curarle las heridas, sin darle casi de comer y muerto de sed, se le obligaba a hacer sus deposiciones en ese calabozo in­mundo. Y para que nada faltara a tan­ta perversidad, la esposa de Cáceres fué violada en su presencia por em­pleados de la policía, sin que pudiera defenderse ella ni la pudiera defender su marido. Todo eso consta en la cau­sa criminal número 25.609, que se en­cuentra en el primer juzgado del cri­men .

Las numerosas persecuciones, los ve­jámenes, los crímenes a familias ente­ras llevados a cabo por el lencinismo, son tan numerosos, que si no hubiera sido Cáceres el que cometiera ese delito, que la civilización condena, hubiera sido otra cualquiera de las innumera­bles víctimas del lencinismo.

Yo podría, señor presidente, repetir todo lo que me vi obligado a decir en la sesión del 29 de Noviembre del año pasado, cuando se aprovechó la muerte del doctor Lencinas, un crimen vulgar, para derivarlo por el lado de la polí­tica; pero eso es odioso y no merece la pena de recordarlo desde que se trata de un asunto de profilaxis social.

He presentado, señor presidente, con la pena más profunda y con la verdad más honesta, la situación personal del diputado electo; pero, sobre todo, el es­tado político y el estado moral de la gran provincia que tengo el honor de representar. Es eso lo que me preocu­pa y lo que debe preocupar a los hom­bres que velen por el buen nombre ar­gentino. El problema de Mendoza no' es ya un problema local, es un problema de orden nacional. Concentrados allí por obra de la fatalidad todos los vicios y todas las demasías de la banda lencinis­ta, lian cavado un surco tan profundo y han desparramado una semilla tan si­niestra, que el más pequeño descuido o la menor tolerancia pueden conducir a que esa plaga enferme la voluntad de la nueva generación. Pero yo tengo la mayor confianza en la juventud de mi provincia y es porque tengo la más completa seguridad que y o la acompa- |

, ño con todas mis energías a condenar esos abusos del lencinismo que han pro­vocado el repudio y la protesta de to­dos los hombres de conciencia sana de la República.

El país debe estar tranquilo porque la juventud de Mendoza es capaz de comprender sus altos deberes en esta hora de prueba y es capaz también de alzar sobre sus hombros fuertes el pres­tigio de la provincia momentáneamen­te hundido por los abusos de la banda lencinista pero próximo a resplandecer en forma que haga honor al país den­tro y fuera de sus fronteras.

Y, para terminar, señor presidente, yo recojo, sin concederle ninguna au­toridad al diputado electo para decir nada en esta Cámara, esto que dijo en una de las sesiones anteriores: «En el gobierno del señor Irigoyen se están repitiendo los mismos negocios escan­dalosos del azúcar, del hilo sisal, de la exportación de metales cometiendo es­tos peculados, estas defraudaciones.»

Ocupaba yo el cargo de asesor letra­do del Ministerio de Agricultura antes de la anterior presidencia del doctor Irigoyen. Ocupando ese cargo, se me nombró interventor de la tierra públi­ca, para hacer un estudio general de todas las concesiones otorgadas por los gobiernos anteriores en los diez terri­torios nacionales y se me nombró, al mismo tiempo, director interino, para que el despacho diario no se atrasara. Digo, de paso, que los tres cargos los desempeñé, durante los seis años de la presidencia del doctor Irigoyen, sin co­brar más que un sueldo, sin ningún gasto extraordinario, ni sobresueldo al­guno, no obstante tener derecho a ellos por una ley especial.

Estando en mi despacho, recibí un llamado urgente de la presidencia. El doctor Irigoyen quería saber, con mi­nuciosidad, lo que pasaba en el asun­to escandaloso de las bolsas y del hilo sisal, que se compraron para ser repar­tidas entre los colonos a precio de costo.

. Enterado que fué de los detalles, su indignación fué tan grande, que aquel

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hombre, siempre imperturbable, estaba desconocido y me hizo pensar si yo había hecho bien o mal en informarle con todos los pormenores. Inmediata­mente me d i jo : Proceda a levantar un sumario, tan amplio que no quede na­da por averiguar y si es necesario vén­gase hasta la Presidencia de la Repú­blica.

Ese mismo día comencé a levantar el sumario, abarcando no sólo los de­pósitos de esta Capital sino también los de toda la República, y por ese su­mario se comprobaron todas las irre­gularidades que habían sido denuncia­das por los diarios, consistentes en la substracción de envases y de otros efec­tos de propiedad fiscal; en la substi­tución de esos mismos envases por otros de un tipo inferior en cuanto a la capacidad, a la malla y al peso; y en la substitución de envases por otros averiados, de hilo sisal que no podía utilizarse y en la defraudación por la casa Furrio y Compañía, vendedores de cinco millones de bolsas contratadas, que no respondían a las condiciones establecidas en el contrato..

Terminado el sumario, y o mismo lo llevé a la presidencia y .en acuerdo de ministros fué leído con todas sus con­clusiones. El mismo presidente doctor Irigoyen dictó un decreto, basado en las conclusiones a que yo llegaba, por el que se exoneraba a todos los em­pleados que habían intervenido en la. distribución y cuidado de los envases para la cosecha y mandaba los ante­cedentes .al fiscal para que iniciara las acciones criminales que correspon­diesen, los que quedaron radicados en el juzgado en l o . federal del doctor Jantus.

Hago notar,, señor presidente, que la distribución y el cuidado de esos en­vases estaba a cargo de una comisión formada por los directores de grandes reparticiones del Ministerio de Agri­cultura y por todos los empleados ne­cesarios, no habiendo un solo empleado que fuera radical porque todos habían sido nombrados por gobiernos anterio­res. ¿Qué más podía pedirse a un go-

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bierno, 1 como el del doctor Irigoyen, que se negó rotundamente a acceder a todos los pedidos que se le hicieron para favorecer a los culpables?

¿ Para qué hablar de los permisos otorgados por resolución ministerial para exportar un poco de hierro viejo y de azúcar, cuando eso ha sido am­pliamente discutido en esta Cámara en las sesiones del año 1920?

Ausente en la última sesión, por en­contrarme completamente afónico, no he podido responder a una alusión hecha por el diputado electo, aunque sin nombrarme. Refiriéndose a otro señor diputado electo, d i jo : «No debió hablar tampoco de honradez porque sabe y le consta que entre los diputa­dos representantes de Mendoza hay uno que compró a la sociedad de se­guros La Mundial una casa en 24.000 pesos y luego la hipotecó en 50.000 pe­sos en el Banco Hipotecario Nacional.»

El aludido soy yo, señor presidente. Debo decir que no he comprado una casa sino que hace cinco años compré un terreno en el Barrio Parque, en Pa­lermo Chico, de los centenares de lotes que fueron vendidos por la compañía citada. Ese lote lo adquirí hace cinco años, con los honorarios que me reguló el ex juez doctor Casabal, secretaría del doctor Laspiur, como abogado del juicio sucesorio de don Pelegrino Bot-to, honorarios que la Cámara en lo Civil confirmó en la suma de 50.000 pesos. Compré ese lote para edificar mi casa de familia.

Hace cerca de un año me presenté en el Banco Hipotecario solicitando un préstamo sobre ese terreno para edifi­car mi casa, y acompañé los planos del edificio proyectado y el presupues­to en que estaba estimado. El Banco, previa tasación del terreno y estima­ción del presupuesto, me acordó 54.000 cédulas. Y o pregunto: si esta operación corriente, habitual, que puede hacerla cualquier ciudadano en el último rin­cón de la República, tiene algo que ver con la alusión que se ha hecho.

Y después de todo, yo pregunto ¿ qué valor tienen, qué valor pueden tener

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CONGRESO

los ataques contra el presidente de la República en boca de hombres aplasta­dos por los vicios y hundidos en el des­concepto moral? Sólo la perturbación de la pasión política y el rencor de los adversarios del gobierno en esta Ho­norable Cámara pueden haber permi­tido que desde el banquillo de los acu­sados un diputado haga la apología de los delitos cometidos por él y por la banda lencinista. ¡ Y estos hombres, se­ñor presidente, pretenden ser los sal­vadores del país!

La personalidad del doctor Irigoyen fia culminado tanto, sus virtudes son tan superiores, que no necesita defensa y menos cuando su pueblo lo ha con­sagrado por- segunda vez presidente de la República por cerca de un millón de votos, y porque es y porque ha sido el exponente más completo de la demo­cracia argentina.

He terminado y pido disculpas a la Honorable Cámara, pero tenía forzosa­mente que hablar.

Sr. Trianes. — Pido la palabra. Bien sabe la Honorable Cámara que

no me gusta molestar su atención sino en los casos estrictamente necesarios. Pero la alusión del señor diputado por Mendoza me obliga a intervenir con mucho gusto, por cuanto me permitirá establecer mi situación política y per­sonal en el debate y la del señor dipu­tado en el campo político de Mendoza.

Debía esperar esta alusión porque tengo un concepto formado acerca de la mentalidad del señor diputado, un poco gastada por sus muchos años de servicio al fisco, ya al régimen, ya a la causa. Hace dos años, cuando debí in­corporarme a esta Honorable Cámara, fui impugnado por el señor diputado que acaba de hablar, quien presentó a la comisión un largo memor ia l . . .

Sr. Maza. — No presenté ningún me­morial.

Sr. Trianes. — Falta a la verdad, porque el memorial estuvo en la comi­sión acompañado de otros documentos. Invoco el testimonio de los diputados que formaban parte de esa comisión,

NACIONAL ¡ ¡ 67

entre otros el señor diputado de To-maso.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Ruego al señor diputado se dirija a la Presidencia.

Sr. Trianes. — Para la elaboración de ese memorial, el señor diputado de­bió servirse de la cloaca de sus cuatro o cinco amigos de Mendoza, realizando así una de las formas de lo que con todo acierto el señor diputado Repetto en sesiones anteriores calificó de polí­tica del odio.

Cuando se ha hecho vida pública desde la juventud no es difícil haber errado. Como es difícil haber errado es habiendo sido empleado a sueldo toda la vida como el señor diputado.

Me presenté a la Comisión de Pode­res con el objeto de conocer los cargos formulados. Esta me dio un término de dos o tres días para que los contestara y dentro de ese término me presenté con toda clase de documentos, expe­dientes y papeles. La comisión se re­unió en pleno, escuchó mi exposición durante más de tres horas. Fui interro­gado por algunos señores diputados, entre ellos por los señores diputados Guillot y Giuffra, presidente de la co­misión, y respondí a cada una de las cuestiones que me fueron formuladas: Exhibí los expedientes, mostré los do­cumentos y debí dejar, sin duda, com­pletamente aclarada la cuestión cuan­do la comisión formuló su despacho por la aprobación de mi diploma por unanimidad, no haciéndolo así con el resto de los señores diputados por Mendoza, entre los cuales se encontra­ba el doctor Juan Agustín Moyano, amigo personal, compañero de tareas y discípulo del señor diputado Maza.

Sr. Maza. — No he sido profesor ni

maestro.

Sr. Trianes. — Discípulo; es de su escuela.

—Suena la campana.

Sr. Trianes. — Y fué rechazado con

su voto también.

Sr. Maza. — X o era diputado en­

tonces.

DIPUTADOS Agosto 7 de 1930 Reunión núm. 28 CÁMARA DE

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Sr. Trianes. — No voy a contestarle más al señor diputado.

La Cámara consideró el diploma en una de sus sesiones preparatorias y por unanimidad fué aprobado.

Ante la Constitución y el reglamento de la Cámara, es indudable que no po­día permitirse la incorporación de un electo que no reuniera las condiciones debidas para el cargo. Es por ello que me he sentido perfectamente cómodo en mi banca durante los dos años de ejercicio que llevo en ella.

Mientras el señor diputado hacía co­rrer el taxímetro de sus servicios al fisco, ya sea al régimen, ya a la causa, yo me he criado en Mendoza luchando por el bienestar de la provincia que él abandonó y por los ideales de un ra­dicalismo que el señor diputado no conoce ni ha conocido jamás.

He vinculado mi nombre a empresas periodísticas, con la particularidad de que ello ocurrió desde mi más tierna juventud; he fundado revistas y perió­dicos teniendo 16 años de edad. Y más tarde he vinculado mi nombre a esa le­gislación obrera que tanto da que ha­blar, que ha sido motivo de orgullo para la provincia y ha sido reiterada­mente citada en esta Cámara como una de las más adelantadas o posiblemente la más adelantada del país.

Mis ideas radicales son bien cono­cidas. Diez o doce años llevo de ac­tuación en el radicalismo y dos años de actuación en esta Cámara, donde me incorporé a las filas del antipersonalis­mo. Y debo confesar que en esta línea de conducta han influido más que nada razones de . ética personal y política. Sin mediar a veces divergencias funda­mentales para encarar determinadas cuestiones, he dado mi voto casi siste­máticamente contra el sector del cen­tro y puede decirse que ha influido en gran parte en esa actitud mía el señor diputado Maza, por cuanto he querido. mantenerme frente a f ren te . . .

Sr. Maza. — Estoy muy satisfecho. Sr. Trianes. — . . . esperando la agre­

sión que él debía producir de acuerdo con sus anuncios. Y aquí estoy frente a él y frente al sector del centro, más que por razón de convicciones, por esta

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| razón que acabo de expresar. Y algu­nas veces he contrariado mis propias convicciones votando contra ese sector.

Sr. Maza. — No lo necesitamos. Oja­lá nunca vote con el sector nuestro. Vo­te en cualquier otra parte.

Sr. Trianes*. — Frente a mí, ¿qué ha hecho el señor diputado Maza para la provincia de Mendoza? ¿Cuáles han s i ­do sus inquietudes? ¿Qué fué en la provincia? ¿Quién lo conocía? Absolu­tamente nadie. Sin duda el señor dipu­tado Maza es de aquellos que en las épocas duras del radicalismo trabaja­ban bajo cuerda, reproduciendo así una figura, de la que recuerdo haber oído hablar indirectamente al doctor José Néstor Lencinas, quien decía que en las épocas difíciles del radicalismo se le presentaron muchos empleados públi­cos que le decían — y creo que lo mis­mo ocurriría con el doctor Irigoyen — que le decían: y o soy de los que traba­jan bajo cuerda, significando así una inmoralidad o una falsedad, porque desde el cargo público no podían ejer­cer actividades políticas.

Así como el señor diputado, con la procacidad que le es característica, ha hecho alusión a la actuación del lenci­nismo, del cual debo declarar que me he separado hace más de un año, y o también voy a hacerle algunas acu­saciones.

Y o debo acusarlo al señor diputado Maza de incapacidad para el desempe­ño del cargo. El señor diputado lee sus discursos o los ha leído en algunas oca­siones y en otras los pronuncia de me­moria.

Sr. Maza. — ¿Acaso no está leyendo ahora el señor diputado?

Sr. Trianes. — No, señor; son apun­tes los que tengo; puede verlos. Es tan larga la lista de cosas que se le puede decir al señor diputado, que tengo ne­cesidad de anotar.

Sr. Maza. — Muy bien; lo escucho. Sr. Trianes. — El señor diputado,

como he dicho, ha demostrado su inca­pacidad en esta Cámara y casi no val­dría la pena de analizar su actuación si se recurre a la circunstancia de que se trata de un jubilado. Si el señor di­putado es un jubilado y la jubilación

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debe definirse como lo establece el doc­tor Bielsa en su conocida obra como remuneración al empleado que cesa por inhabilidad o incapacidad física, el se­ñor diputado es un incapaz.

El señor diputado cobra su dieta y al mismo tiempo su jubilación, violando así el artículo 22 de la ley de jubila­ciones, que establece que, llamado a funciones públicas accidentales, el ju­bilado no podrá cobrar al Estado.

Por otra parte, debo agregar que su jubilación no ofrece toda la claridad o limpidez que debiera tener, dado el to­no con que en ocasiones hace uso de la palabra en este recinto. El señor dipu­tado desempeñaba un cargo accidental en el Departamento de Tierras y Colo­nias, y sin embargo se jubila como di­rector, circunstancia que contradice el artículo 2 9 de la ley de jubilaciones, que no voy a leer.

Por otra parte el señor diputado — y y o lo acuso de ello — perturba el am­biente político de Mendoza y resta co­hesión y fuerza a su propio partido, le­vantando su candidatura, sin otro pres­tigio que el. que puede darle el hecho de ser amigo del presidente de la Re­pública, circunstancia que él invoca, aunque no sea conocida de todos, sim­bolizando así una figura del pasado: el amigo del presidente.

El señor diputado no ha levantado algunos cargos que se le han hecho. El ex miembro de esta Cámara y ex go­bernador de Jujuy doctor Villafañe, dirigió un telegrama a esta Cámara en las sesiones del año pasado, en el que le hacía al señor diputado algunos car­gos que debe apresurarse a levantar con toda premura, pues hasta ahora no lo ha hecho.

¿Para qué voy a recordar la serie de cargos que por su actuación, en el mis­mo Departamento de Tierras y Colo­nias, se le han hecho por medio de la prensa y en esta misma Cámara? ¿Aca­so no hay en los archivos de este cuer­po un informe de la investigación que practicara la Cámara en el Departa­mento de Tierras y Colonias, del cual surgen irregularidades, cometidas por el propio señor diputado ?

Sr. Maza. — Nunca se practicó nin­guna investigación en Tierras y Colo­nias. ¡ Ojalá lo hubieran hecho!

Sr. Trianes. — Paso la palabra al señor diputado de Tomaso, que ha sido miembro de esa comisión.

El señor diputado, que hace uso de la palabra «moral» con tanta frecuen­cia, debe comenzar por recordar que mientras fué director y asesor de Tie­rras y Colonias tenía abierto su estudio de abogado, obteniendo así beneficios que sin duda no debieron ir a parar a sus .manos si no hubiera sido por el mismo cargo que desempeñaba.

Lo acuso también al señor diputado de procacidad en sus palabras. Dipu­tados de los diversos sectores han pe­dido e insistido ante la Cámara para que se guarde el estilo debido; pero el señor diputado no lo mantiene. De todo lo que se ha hecho en Mendoza no sabe más que calificarlo como robo, y a sus autores como bandas. Ese es su único vocabulario, su léxico, por lo cual estoy por creer que esos discursos que acaba de leer son escritos por él.

El señor diputado muestra su inca­pacidad hasta en la presentación de proyectos que debieron haberle mere­cido un estudio un poco más detenido. Ha presentado un proyecto de ley de vinos que es la desacreditación más palmaria del vino, olvidando que por sus funciones de diputado por Mendo­za tenía el deber de defender la mate­ria prima 'y el producto principal de esa provincia. Dice en los fundamen­tos de ese proyecto, que no quiero leer para no extenderme más, que el vino es un veneno en toda la Nación, y que ha recorrido el país probando vinos de Mendoza, que son venenosos.

No continúo, señor presidente, por­que me rindo cuenta de la hora en que nos encontramos y de la necesidad de votar cuanto antes los despachos de la Comisión de Poderes.

La opinión del señor diputado sobre mi presencia en esta Cámara no me interesa. La Cámara ahora y siempre se ha pronunciado sobré sus faculta­des de juez de la calidad de sus miem­bros en el mismo sentido; ahora, con

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el mismo voto del sector de la mayoría y su mismo bloque se ha pronunciado también en cuanto a mí, en el sentido de que debía ingresar a la Honorable Cámara. Poco puede interesarme, co-m'o he dicho, la opinión que el señor diputado tenga sobre el diputado que habla.

Nada más. Sr. Maza. - - Pido la palabra. Sr. Repetto. — Si me permi te . . . No

lo voy a interrumpir mayormente: es para preguntar si todo esto está en la cuestión.

Sr. Maza. — El señor diputado me ha hecho una cuestión personal.

Sr. Trianes. — El señor diputado tampoco estaba en la cuestión; me ha traído a colación indebidamente.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Tiene la palabra el señor diputado por Mendoza.

Sr. Maza. — V o y a recoger tan sólo tres alusiones, que son las que consi­dero de mayor importancia. Pero ante todo y o pido a la Honorable Cámara y al señor presidente que digan si he leído mi exposición.

Sr. Trianes. — El primer discurso que pronunció en la Cámara lo leyó.

Sr. Porta. — Nada tiene que ver eso. Hay diputados que leen y son muy capaces.

Sr. Zavala. — En otros tiempos;, ahora no leen.

Sr. Etcheverry. — Hay muchos que leen, p e r o . . .

Sr. Trianes. — Si el reglamento es­tablece que no se puede leer, quiere decir que el que lee no es capaz.

—Suena la campana de orden.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Tiene la palabra el señor diputado por Mendoza y ruego a los señores diputa­dos se sirvan no interrumpir.

Sr. Maza. — V o y a hablar brevemen­te. Empezaré por lo que decía el señor diputado de que en mi provincia soy un desconocido y no tengo actuación po­lítica.

Siento tener que hablar de mi per­sona en estos momentos. Tengo algunos años; soy viejo, pero conservo todas

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mis energías; he pasado por la juven­tud. Nada hay más hermoso que la juventud; pero, ¿de qué les sirve a.es­tos jóvenes lencinistas, cuando cual­quier agente de policía de facción en una esquina puede ponerles la mano sobre el hombro y llevarlos directa­mente -a la cárcel a ocupar una celda, que estará siempre abierta para ellos?

Sr. Trianes. — Como al señor dipu­tado.

Sr. Maza. — Aquí está — y lo estoy viendo — el señor diputado doctor Mosca. Si hay un hombre en esta Cá­mara que puede hacer el proceso más tremendo al lencinismo, es el doctor Mosca.

Sr. Correa. — Mal testigo, mal tes­tigo, (Risas).

Sr. Maza. — No se va a decir que el doctor Mosca pueda ser parcial. Fué in­terventor, nombrado por el presidente doctor Alvear, que era muy amigo de los Lencinas y de los Cantoni.

Sr. Porto. — No hable de los ausen­tes, señor diputado. Sus colegas de sec­tor han dicho que no debe hablarse de los ausentes. El doctor Carlos Washing­ton Lencinas ha muerto, y el doctor José Hipólito Lencinas se ha retirado del re­cinto porque le han faltado a las con­sideraciones que la mayoría debe tener a un diputado electo.

Sr. Maza. — Yo no tengo la culpa de que se haya retirado.

Sr. Zavalla. — El ha buscado esa si­tuación.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Sírvanse no interrumpir los señores di­putados.

Sr. Maza. — El doctor Mosca fué a Mendoza y encontró las rastrilladas fresquitas del delito, rastrilladas que iban a un camino hondo que conducía a la caja de hierro de la provincia, don­de se guardaban todos los valores. Si el señor diputado Mosca hablara, y o . . .

Sr. Trianes. — El señor diputado Mosca ha hablado porque presentó un informe que es conocido por todos.

Sr. Maza. — He nacido en Mendoza, me eduqué allí y soy el fundador del Partido Radical. Un grupo de mucha­chos, estudiantes del Colegio Nacional, nos levantamos, con algunos hombres

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del pueblo, para impedir que en la pro­vincia de Mendoza descendiera don Marcos Juárez, que recorría la Repú­blica en marcha triunfal con una comi­tiva como de ciento cincuenta personas. En todas las provincias habían sido recibidos con entusiasmo, pero en Men­doza, tuvieron que detener el tren y desembarcar protegidos por fuerzas de línea. De ese mov imiento nació el Par­tido Radical. Hicimos en Mendoza una logia juramentada, y después de uno o dos años llevamos a presidirla al doctor José Néstor Lencinas, que iba en la co­mitiva dé Marcos Juárez.

He actuado siempre en Mendoza, hasta que vine aquí a estudiar. Estuve en todos los momentos difíciles. No se ha hecho en Mendoza ninguna revolu­ción ni levantamiento en que yo no haya estado.

Vine aquí a estudiar y ocupé en 1893 el cargo de secretario del comité de. la parroquia del Pilar, presidido por el doctor Faustino AIsina y por el inge­niero Enrique de Madrid. Siendo se­cretario, salí con otros estudiantes, cuando la revolución de la provincia de Bu enos Aires, y depusimos a las au­toridades de Baradero y de San Pedro, como ya he dicho en esta Cámara.

Ese levantamiento de la juventud en Mendoza, el año 1889, recibió los más grandes aplausos en un gran mitin que se celebró en el Frontón Buenos Aires, donde el doctor Aristóbulo del Valle pidió un viva para media docena de estudiantes mendocinos que habían sal­vado el honor de la República. Y o tuve el honor de ser uno de esos estudiantes.

En cuanto a la gobernación, que el señor diputado dice que yo persigo, i qué he de aspirar yo, señor presidente, a la gobernación de Mendoza! Cual­quiera que piense cinco minutos com­prende Jo que es esa gravísima respon­sabilidad, i Para ir a qué? ¿ A manejar los escombros, el polvo de lo que han dejado los lencinistas? No, señor presi­dente. Yo no soy, como dicen, un ele­mento de disturbio. ¡Qué he de serlo! ¡Si tantas veces he hecho viajes a Men­doza, expresamente, para pedirles a to­aos los amigos que se unan y que pro­clamen cualquier candidato/ el que se

atreva a asumir esa responsabilidad ex­traordinaria y que salga de la conven­ción libremente elegido!

Ahora, en cuanto a que yo soy un empleado jub i l ado . . . He sido, señor presidente, un estudiante pobre; he si­do pobre y continúo siéndolo, pero y o no tengo la culpa de no ser rico.

Sr. Trianes. — Y o también he sido empleado y estudiante.

Sr. Maza. — Nadie está obligado a ser rico, señor presidente.

Sr. Correa. — ¿Estamos en la cues­tión, con la vida y milagros del dipu­tado Maza?

Sr. Maza. — Pero, señor diputado. ¿por qué no me ha de dejar que levante cargos, como usted también los hubiera levantado, si como hombre de honor y de respeto que e s . . .

Sr. Correa. — Pero hay otras partes, señor diputado, más a propósito. Va­yan a antesalas y conversen. A nos­otros no nos interesan. (Risas).

Sr. Mará. — A usted no le interesa­rá, pero y o no he traído esta cuestión. Y voy a despacharme rápidamente.

Sr. Correa. — Todo es cuestión de oportunidad. Hasta pueden pelear si quieren, pero no aquí.

Sr. Maza. — Y o soy efectivamente un empleado jubilado, con treinta años de servicios, que los he desempeñado con la más absoluta corrección.

Sr. Porto. — Lo malo es que se haya echado a perder a esta edad, aunque haya sido joven y bueno y servicial al país. '0$

Sr. Maza. - - Y o no tengo -la culpa de que los años pasen. Ojalá llegara usted a mi e d a d . . .

Sr. Porto.—Yo no quisiera l l ega r . . .

-Suena I campana de o r ( i e i l i

Sr. Maza. Decía, señor presiden-te, que he desempeñado f - s iempre mi c « r g o con la mas absoluta f* Y por la Dirección de T i e r ^ v se la ha mencionado, uo ha' " a C 1 \ I e

ningún hombre que no h a v a L u T después comprometido en algo aun

Por descuido o por cual— cuando muy honestos y capace '

s a se han encontrado quier otra cau-

e í l v « d t o s en to-

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do ese proceso de las tierras públicas. Y o no, señor presidente: ni por error ni por nada; no hay una sola línea de desviación en todos los asuntos de tie­rra en que y o he intervenido. Y un día que se dijo que iba a ir una comi­sión investigadora parlamentaria a la Dirección de Tierras, yo le dije a un amigo diputado: que venga; yo les en­trego la llave y me retiro de la Direc­ción de Tierras para que ustedes ha­gan ampliamente la investigación de mi conducta, no sólo como director de tierras sino en mi vida privada. Y o les entrego — les dije — mi vida pri­vada.

Sr. Trianes. — Pero no su estudio. Sr. Maza. — Permítame; ya vamos

a eso. Y o he sido múltiple en el trabajo.

He cultivado la tierra trabajando per­sonalmente en Mendoza;, todo lo ob­tenido con mi trabajo honrado lo llevé a Mendoza, formando una finca valio­sa, que debido a mi cargo de interven­tor de tierras del año 1917 no pude se­guir atendiendo y tuve que liquidar, v lo hice pagando a todo el mundo, incluso a los bancos, sin siquiera la me­nor quita de intereses. Y y o cerré el estudio,'. en el que trabajaba porque podía hacerlo; era asesor letrado del Ministerio de Agricultura, como he di­cho, y no tenía horario, siendo mi úni­ca obligación tener los expedientes al día.

Sr. Trianes. — Precisamente porque era asesor letrado no debió hacerlo.

Sr. Maza. — Jamás he representado a nadie en asuntos administrativos. He trabajado ejerciendo mi profesión ho­nestamente y he ganado dinero con ella. Está presente el diputado Pinedo, que sabe que he tenido intervención en un asunto importantísimo, que ya lo he citado a q u í . . .

Sr. Pinedo. — Le estaba diciendo pre­cisamente al señor diputado Beschinsky que con una actuación correctísima.

Sr. Maza. — No podía ser de otra manera.

De manera que y o he ejercido mi profesión y cuando fui a la Dirección de Tierras cerré mi estudio porque al­

gunos tramitadores de tierras me fue­ron a ofrecer asuntos, y algunos gran­des asuntos. Lo cerré durante los seis años y de allí viene que haya tenido que liquidar esa propiedad de Mendo­za, porque ya no tenía recursos para seguir trabajando.

Esto en cuanto a mi actuación como abogado.

Me he jubilado después de treinta años de servicios. Y yo pregunto . . .

Sr. Trianes. — Durante los cuales hacía revoluciones y política.

Sr. Maza. — Así es. Pero a mí jamás me han podido decir que no haya cum­plido con mi deber.

El puesto de asesor letrado no lo. tengo del régimen. Me lo dieron el doc­tor Faustino Alsina y don Adolfo Puey-rredón, presidente y vicepresidente de la Comisión de la Defensa Agrícola.

Sr. Trianes. — ¿ Quién era presidente de la República? ¿Era radical también?

Sr. Maza. — Era una comisión inder pendiente y autónoma, por disposición de la ley, y los dos ciudadanos que cité eran radicales. Fui nombrado inspec­tor, luego subinspector general, des­pués inspector general, secretario ge­neral y, finalmente, asesor letrado, cuando la Defensa Agrícola pasó por el presupuesto al Ministerio de Agri­cultura. Y , aunque haya sido el ré­gimen — como lo llama el señor di­putado . . .

Sr. Trianes. — Así lo llamo, em­pleando la expresión corriente.

Sr. Maza. — . . . quien me haya dado el puesto, ¿qué tendría de particular? No me ha pagado el régimen sino el Es­tado, por mi trabajo.

En cuanto a la dieta, yo preguntaría sí un diputado jubilado no puede co­brar la dieta. Y para tranquilidad del señor diputado, le digo que de los 1.500 pesos de la dieta sólo me quedan 500 pesos, porque los 1.000 pesos res­tantes los distribuyo en trabajos polí­ticos y entre personas que necesitan y a las cuales no he podido conseguirles nada para que puedan vivir. (¡Muy bien!)

CONGRESO NACIONAL 73

Sr. Trianes. — Es un acto de gene­rosidad.

Sr. Zavalla. — Y no pide que le guarden el puesto.

Sr. Maza. — La diputación la gané bajo las balas lencinistas.

En el departamento Rivadavia, en una jira que hacía como diputado elec­to, toda la policía, el jefe político y el personal superior; nos rodearon a las 2 de la tarde. ¿¿*fl&

Sr. Trianes. —- Ya lo dijo eso cuan­do se discutió la elección y su diploma:

Sr. Maza. — Y lo voy "a repetir. La gané bajo las balas; lo sabe el señor diputado doctor Perrupato, que con otros amigos me acompañaba en la jira.

Sr. Trianes. — Y o no estaba entre las balas.

Sr. Maza. — ¡Qué va a estar entre las balas! Estaba entre los pesos. (Ri­sas).

Sr. Trianes. — Estaba en mi estudio, como cuando el señor diputado tenía el estudio en la Dirección de Tierras.

Sr. Maza'. — Como decía, nos rodeó la policía a un grupo de amigos, entre los que se encontraba el doctor Perru­pato, y apuntándosenos con revólver se pretendió hacernos gritar: ¡Viva el gaucho Lencinas! Nos hubieran muer­to si hubiésemos estornudado siquiera. Al día siguiente, en la capital, cami­nando por la calle Las Heras, al llegar a San Martín, cuatro matones, desde el fondo del auto del presidente del partido lencinista, un oriental Carva-lo, nos hicieron veinte disparos — cin­co tiros por cada revólver — a un gru­po en el que estaba el diputado Pérez y otro amigo, a quien de un balazo le hicieron volar el bastón. Y más adelan­te, la misma policía, con otros indivi­duos que estaban de a pie, nos dispa­raron como sesenta tiros, hiriendo a dos ciudadanos.

Yo no soy hombre de fortuna y es­toy contento de no serlo. Me he sacri­ficado por el partido más de lo que podía, para no pesar sobre él. Y ter­mino pidiendo perdón a la Honorable _¡. Cámara por haber distraído su aten­ción con estos recuerdos, a que se me

ha obligado. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos).

Sr. Grisolía (G. J.), — Pido la pala­bra.

Diré dos palabras finales sobre este asunto.

A l comenzar mi exposición expresé, como miembro informante, que la ma­yor serenidad de espíritu iba a presi­dir el informe de la mayoría de la co­misión y desde el comienzo hasta el fin del mismo conseguí el objeto colo­cando ante la Honorable Cámara los" hechos honestamente y justamente des-criptos en lo que se refiere al acto elec-

I cionario del 2 de Marzo, en el distrito de Mendoza.

Desde el informe inicial no se ha agregado una sola palabra más que, en mi concepto, pueda modificarlo, y ante las voces que han llegado de lejos, algunas transformadas, y otros deta­lles que se encontraron y que se en­cuentran en la Comisión de Poderes, aporté en su oportunidad documentos públicos que hasta el día de hoy no han sido calificados de falsos; vale de­cir que, como dijera al final de mi in­forme, otro sentido tendría la orienta­ción del voto de los distintos sectores de esta Cámara.

Es así cómo pequeñas cuestiones com­probadas por los presidentes de comi­cio en el día de la elección motivan acerbas críticas que se relacionan con actos presuntos de la intervención fe­deral que no tienen absolutamente na­da que hacer con ella. Traje a colación, en cambio, el criterio de estos presi­dentes de comicio en relación con el de hombres de ley, como son los miem­bros de las juntas electorales de algu­nas otras provincias, que llegaron a comulgar con extraordinarias situacio­nes que estaban al margen de la ley 8.871 y de su decreto reglamentario.

Pequeñas cuestiones se sumaron en definitiva como grandes argumentos y es así también cómo derivó el debate al enrostrar al gobierno nacional y a la intervención de ese distrito el hecho enorme de que ese Estado tenga una

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intervención sin legislatura y sin mu­nicipio.

Estas cosas que parecen tan elemen­tales las hemos oído en esta Cámara y en definitiva todo el debate ha deri­vado a lo que se pretende presión de la intervención nacional y del gobierno federal, sin recordar el medio en que se actuaba y las palabras de dos di­putados de los sectores de la minoría, cuando en años anteriores, al tratarse los asuntos de Cuyo, dijeron: La inter­vención federal puede ser mala, pero para llegar al régimen del lencinismo hay mucho que andar.

Un hecho trascendental como el asesinato de Carlos Washington Len­cinas ha sido traído a la Cámara, olvi­dando que el 29 de Noviembre el di­putado que habla repudiaba en nombre de su sector ese asesinato y le asignaba el lugar que tiene en el Código Penal. Teníamos entonces las primeras infor­maciones de los diarios de la Repúbli­ca, que en veinticuatro horas habían modificado el sentido calumnioso de los hechos.

No puedo creer que la Honorable Cámara ignore lo que después se ha escrito en la. memoria- del Ministerio del Interior correspondiente a los años 1929 y 1930, páginas 43 a 55, en las que el Parlamento y el país han hecho conciencia exacta acerca de la muerte de Carlos Washington Lencinas. En esas páginas están los telegramas cam.-biados desde el 10 de Noviembre hasta el retorno del señor ministro de justi­cia doctor de la Campa, cuando en­tregó el informé cuya inserción soli­cito.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Si hay asentimiento, así se hará.

—Asentimiento. (1).

Sr. G R I S O L Í A ( G . J . ) . — En esas pá­ginas está bien demostrada la signifi­cación del asesinato de Carlos W A S H ­

ington Lencinas;

(1) Véase página .92.

NACIONAL

Allí está bien caracterizada y deter­minad;! la mano alevosa; allí está la identidad del proyectil, allí la forma en que se hace el disparo, que no da absolulMínente lugar a ninguna duda.

Por lo tanto, tengo la plena seguri­dad de que este hecho vergonzoso para l;i cultura del país, que nosotros he­mos sido los primeros en repudiar, no se puede traer a la especulación en un sitio como éste, como han pretendido hacerlo en pleno Mendoza sacando el corazón de un muerto, colocándolo en un frasco de formol, para llevarlo a sesiones políticas desde donde fuera se­cuestrado por el juez del crimen de Mendoza y que más que un acto que no quiero calificar ya resulta una fiesta de caníbales.

Con estas palabras creo haber dejado informada definitivamente la elección del distrito de Mendoza. (¡Muy bien! (¡Muy bien!).

Sr. Porto. — Pido la palabra. V o y a fundar el voto que daré sobre

el despacho de la comisión. No pensaba. Honorable Cámara, de­

cir una palabra sobre jel asunto de Men­doza que, como se ha expresado, está agotado. Y diré sólo brevísimas pa­labras para referirme a las que acaba de decir el señor diputado.

Creo que un hecho que ha contem­plado la Honorable Cámara prueba a la evidencia que en Mendoza no lian existido las garantías que la ley Sáenz Peña otorga a los ciudadanos para con­currir al comicio; que no ha existido tampoco la facultad que tienen todos los ciudadanos de poseer su libreta cí­vica para con ella presentarse al co­micio, y esta afirmación la fundo en haber visto en una de las bancas del sector de la derecha y también en una mesa de la Comisión de Poderes, cuatro^ cientas libretas cívicas que han sido traídas a esta Cámara. ¿Quién ha re­cogido esas libretas cívicas? ¿Es el en­vío voluntario que han hecho los elec­tores de determinada región de Men­doza, que han mandado cada uno por correo sus libretas de enrolamiento a esta Cámara? ¿O la intervención fe­deral, ñor medio de sus autoridades,

CONGRESO

Reunión núm. 28 CÁMARA DE

ha recolectado esas libretas cívicas, las ha empaquetado y traído al seno de la comisión ?

Sr. Grisolía (G. J.). — | ' n a comisión de vecinos. -

Sr. Zavala. — Es una comisión de vecinos que ha entregado las libretas a la Comisión de Poderes.

Sr. Porto. — Las ha mandado la in­tervención federal de Mendoza.

Sr. Zavala. - - Es inexacto. Sr. Porto. — Son libretas de enrola­

miento recolectadas por la interven­ción, porque únicamente las interven­ciones en Mendoza y San Juan tienen la facultad de poderles quitar las li­bretas cívicas a los ciudadanos sin que éstos se resistan, ya que el propio do­cumento dice que cuando sea exigido por la autoridad debe ser entregada. .

Sr. Míguez. — Exhibidas.

Sr. Porto. — Exhibida y devuelta inmediatamente...

Pero el interventor se cree con fef cuitad de recolectar esas libretas y en­viarlas aquí y volverán por intermedio de esa comisión de vecinos a poder de la intervención en Mendoza, para uti­lizarlas en las elecciones del 7 de Sep­tiembre a que está convocado el pueblo de Mendoza.

Por esa razón, si existiera en el seno de la Honorable Cámara, como creo que debe existir, respeto por la ley Sáenz Peña, debe nombrarse una co­misión de diputados que vaya a entre­gar a los dueños, en sus propias manos, citándolos debidamente por edictos, las libretas cívicas que han llegado a esta Honorable Cámara, para que no caiga la sospecha, sobre la intervención Fe­deral, de que va a quedarse con ese caudal de libretas cívicas e impedir así la concurrencia a los próximos co.micios de los ciudadanos a quienes pertenecen.

Sr. Zavala. — Debo decirle al señor diputado electo, que el presidente de la Comisión Especial de Poderes está esperando que la Cámara se expida so­bre el despacho de la comisión con res­pecto a las elecciones de Mendoza, para enviar encarpetadas al juez federal de Mendoza todas las libretas que existen en su poder, a fin de que se entreguen

NACIONAL ¡ ¡

DIPUTADOS A ^ o j ^ T ^

a los ciudadanos a quienes corres­pondan .

Sr. Porto. — Me permito decirle al señor presidente de la Comisión Espe­cial de Poderes que desgraciadamente no tengo ese respeto por la justicia federal de Mendoza, como no lo tengo para la justicia federal de San Juan, porque están embanderadas en la poli tica del presidente.. .

Sr. Zavala. — No nos interesa. El procedimiento indicado es el único que corresponde.

Sr. Porto. — . . . porque no van a contravenir las órdenes del interventor federal y harán lo posible para que esas libretas no caigan en poder de sus dueños.

Por otra parte, se lía traído, por el señor diputado que habló anteriormen­te, el .recuerdo de la muerte de Carlos Washington Lencinas.

Declaro a la Honorable Cámara, que tenía un vínculo de amistad con el doc­tor Lencinas y que mantengo un grato recuerdo de su persona. Creo que los hombres políticos pueden cometer erro­res y que cuando las luchas políticas los llevan a situaciones realmente vio-

' lentas, pueden caer trágicamente. Pero preparar el crimen de Carlos Wash­ington Lencinas, coinfl él lo anunció an-

• ticipadamente, como lo he escuchado de labios de personas que asistían a

. velar los restos del doctor Lencinas, me parejee que hay una degeneración en el orden de los sentimientos hu-

1 manos. Asistía a esa ceremonia francamente

. triste, una mujer, una humilde mujer; I vertía abundantes lágrimas ante el . cadáver de Lencinas y refería a otro un episodio. Me acerqué y pregunté qué ocurría. Me dijeron: La señora re­lata lo que presenció en el momento del hecho. Era la esposa de un señor Reyes o Quiroga, no recuerdo bien. Se encontraba más o menos a treinta me­tros del balcón con su esposo. En ese momento llegó un automóvil con los hermanos Cáceres, uno de los cuales está sindicado de haber sido el autor material de la muerte de Lencinas. Como los conocían, les dijeron: ¿ A qué vienen ustedes a esta reunión, a

DIPUTADOS ~ ~ "Agosto 7 de 1930 Reunión núm. 28 CÁMARA .DE

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interrumpirla con su presencia? Estos hombres estaban un poco dominados por el alcohol; y como un muchacho que estaba allí, pariente del doctor Lencinas, de nombre Echave Peácock, creo, quiso detenerlos, porque iban a sacar revólveres, uno de los Cáceres, que estaba más atrás, sacó su revólver y le disparó un tiro que hizo caer a este muchacho bruscamente al suelo, hecho que relató también el chauffeur del doctor Lencinas, a quien se lo oí en aquella ocasión. Entonces, decía esta mujer, que lloraba mientras des­cribía el hecho, en el grupo ele los hombres que dispararon sus revólve­res sobre el balcón había un hombre de regular estatura, más bien alto, que tenía un mechón blanco en la cabeza, y no conociéndolo, le dijo al esposo: Ye y averigua quién es el que dispara el revólver. El hombre fué y luego le d i jo : Es el empleado de policía Siles — recuerdo el nombre — que ocupa el cargo de inspector.

Adquirí la convicción, señor presi­dente, de que la policía había tramado el asesinato de Lencinas. Para facilitar la confusión y para facilitar la obra del asesino ya indicado, dispararon los propios empleados de policía hacia el balcón, llamando la atención de las personas que estaban próximas y des-viándola del que estaba colocado estra­tégicamente para producir el hecho.

Por esa razón, y sin que esto signi­fique faltar al respeto a esta Honora­ble Cámara, tengo la convicción de que Lencinas no ha sido muerto por Cáceres ni ha -sido muerto por un he­cho casual o germinado en el pecho de un hombre ofendido, sino muerto por la obra de la intervención federal que, silenciosamente, fríamente, la ha

«calculado y l a ha llevado a cabo. No se lo demostrará en los tribunales de Mendoza, pero la conciencia pública desde el primer momento señaló el he­cho. Todos los diarios del país lo di­jeron en esa oportunidad y lo han se­guido sosteniendo, como han hablado sobre el fraude electoral de Mendoza y de San Juan, a pesar de ese distan-ciamiento que hubo de la prensa del país contra las situaciones imperantes

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en aquellas provincias; y a pesar de haberse llenado las columnas de los grandes diarios y de todos los diarios de la República con censuras y críticas contra las situaciones de aquellas pro­vincias, hoy la opinión de golpe se ha volcado, sosteniendo que allí no han existido libertades de ninguna especie, que allí no han existido elecciones, que esos actos han sido fraudulentos.

Y hay una razón que evidencia es­tos hechos, que el pueblo de la Repú­blica la ha sentido y que el de la Ca­pital la ha traducido votando contra las simpatías del señor Irigoyen. Es el repudio a los actos de violencia que se cometen en aquellas provincias.

Por esas razones he de votar por el rechazo de la elección de Mendoza, porque estoy convencido de que no ha existido en esa provincia el impe­rio de la ley Sáenz Peña, que es la ga­rantía para todos nosotros, para hoy, para mañana y para siempre, si quere­mos mantenernos en una cordial rela­ción en la República para la grandeza del país en las armonías sociales de todos los pueblos. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Invito a los señores diputados electos por la provincia de Mendoza a aban­donar por breves instantes el recinto.

Se va a votar en general el despa­cho de la Comisión de Poderes sobre^ la elección practicada en Mendoza.

Sr. Míguez. — Que se vote nominal-mente.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — La Presidencia desea saber si está su­ficientemente apoyada la indicación.

—Apoyada.

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — Se va a proceder a tomar la votación nominal, previa lectura del despacho.

—Se lee el despacho.

—Durante la votación ocupa la Pre­sidencia de la Honorable Cámara el señor diputado don José M. Grau. Después de un momento reasume la Pre-

CONGRESO NACIONAL 77

Reunión núm. 28

sidencia el señor presidente, diputado Carlos A. Sánchez.

—Practicada la votación nominal:

Sr. Secretario (González Bonorino). — Han votado 61 señores diputados por la afirmativa y 37 por la nega­tiva, en la siguiente forma:

—Por la afirmativa, los señores di­putados: Al daza bal, Alvarez, Aparicio, Arguello Lencinas, Arroyabe, Astesia-nb, Avellaneda, Bavio, Beltrón Ncirot, Binaghi, Boatti, Borda, Brizuela y Do­ria, Cagnoni, Costa, Emparanza, Etche­verry, Ferreyra, Gallardo, García Tu-ñón, Giuffra, Gómez (J. A.), González (E.), Goñi, Gortari, Grau, Grisolía (G.

. J.), Guastavino, Guerrero, Gutiérrez, Guzmán Rodríguez, Guzzo,. Ingaramo, Lagomarsino, Liceaga, Lillia, Loustau-Bidaut, Maciel, Martínez Guerrero, Ma­za, Mendoza Padilla, Miñones, Moyano, Núñez, O 'Farrell, Ortega, Ortiz de ZA­rate, Palumbo, Pérez (F. S.), Pérez (I. A.), Porta, Prat, Ramírez, Rcmís, Se-lén, Solanet, Soria, Talens, Toretta, Za­vala y Zavalla.

—Por la negativa, los señores diputa­dos: Alvarado, Amoedo, de Andreis, Antelo, Astrada, Bcschinsky, Boix, Bun­ge, Bustillo, Cáceres, Correa, Costa Mén­dez, Díaz, Di Telia, Fernández, Forra rotti (J. L.), Fresco, Giusti, Gómez Pal­mes, González Iramain, Grisolía (L.), Míguez, Mihura -(F.), Molinas, Moreno, Oyhanarte, Penna, Pinedo, Porto, Qui-ros, Repetto, Rouco Oliva, Santamarina, Sierra, de Tomaso, Trianes y Zaccag­nini.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Está en discusión en particular.

Sr. Pinedo. — Pido la palabra, para decir en dos minutos cómo vamos a vo­tar en particular este despacho.

Aprobada por la mayoría de la Cá­mara la elección en general, contra nuestro voto expreso, no nos creemos obligados, acatando la resolución de la mayoría, a considerar como bien elegi­dos a los diplomados por la junta de

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Mendoza. Creemos que los motivos que se han dado para votar en contra del despacho en general militan para votar en contra del artículo l 9 , en cuanto da a la Unión Cívica Radical una repre­sentación mayor que la que hubiera te­nido seguramente si la elección se hu­biera desarrollado en condiciones nor­males. Y por los mismos motivos hemos de votar después en contra del artículo 2Q, porque es evidente que el fraude y la presión en Mendoza no han sido a favor del partido que aparece vencido. Ese partido, sin fraude y violencia, hu­biera obtenido la mayoría y tendría aquí dos bancas. De modo que en el peor de los casos debe admitir la Cá­mara que le corresponde una banca. Nos parece a nosotros el colmo de la iniquidad adueñarse de estas dos ban­cas de la mayoría de Mendoza y al mis­mo tiempo despojar al partido a quien se le ha quitado la mayoría numérica, a que tiene derecho sin duda por su fuerza electoral, de una banca de la minoría. Nos parece que es no sólo bur­lar la realidad electoral de aquella pro­vincia sino la letra y el espíritu de la ley electoral.

Ese es todo el fundamento que nece­sitamos dar del voto, perfectamente ex­plicable, que vamos a emitir respecto a los dos artículos que van a someterse a la votación de la Cámara.

Sr. Míguez. — Pido la palabra. El sector de la derecha votará tam­

bién por la negativa los dos artículos del despacho, más o menos de acuerdo con las razones que acaba de exponer el señor diputado Pinedo. Pero quiero, señor presidente, hacer una pequeña cuestión que no puede prestarse a un largo debate ni a una discusión mayor de la que ya se ha producido sobre lo fundamental.

Durante la exposición del señor di­putado electo Lencinas, se dijo aquí en la Cámara que uno de los electos por la mayoría, el doctor Perrupato, no era oriundo de la provincia de Mendoza y que había desempeñado durante los últimos tres años un cargo rentado en la provincia de Buenos Aires, bajo la

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dependencia del actual diputado Boat­ti: era inspector de higiene.

Sr. Boatti. •— Bajo la dependencia del Ministerio de Obras Públicas.

Sr. Mígnez. — Bien, señor presiden­te; de acuerdo con los términos expre­sos de la Constitución de la provincia de Buenos Aires y ley de residencia, es indispensable que todo funcionario público resida én la ciudad o en la lo­calidad donde desempeñe sus funcio­nes. Dice algo más el artículo 46 de la

^Constitución: que tenga allí su domici-io. Si el señor diputado electo Perru­

pato, por quien tengo el mayor apre­cio porque he recibido de él los mejores informes en la ciudad de La Plata, don­de ha desempeñado sus funciones, no es nacido' en Mendoza, mal puede re­presentar en este momento a esa pro­vincia, porque le falta un requisito esencial de la Constitución, el del ar­tículo 40. Y ese es un asunto grave que la Cámara no puede pasar por alto.

Con verdadera contrariedad llamo la atención de la Cámara en este acto, y ¡ de más está decir que de cualquier ma- , ñera nosotros vamos a votar en contra por los defectos que encontramos al es­tudiar la elección, de manera que en ningún caso lo haremos individualmen­te en contra del señor diputado. El sector de la mayoría sentará en este momento la verdadera doctrina, rela­tiva a la interpretación del mencionado artículo constitucional.

Nada más.

Sr. Perrupato. — Pido la palabra.

Acaba de informárseme que la im­pugnación hecha días pasados por el señor diputado electo por la minoría, doctor Lencinas, ha, sido reproducida por el señor diputado por Buenos Ai­res,^ miembro de la minoría de la co­misión.

Mi actuación política es pública y notoria en Mendoza, desde el año 1914.

El precepto constitucional que esta­blece una residencia de dos años, tiene por objeto asegurar que el ciudadano llamado a ejercer una representación en el Parlamento conozca íntimamente

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la provincia que va a representar y las necesidades de su pueblo.

En 1914 me radiqué, ejerciendo mi profesión de médico, en el departamen-

; to San Martín de la provincia de Men­doza. Actué en las filas del Partido Radical, desde su iniciación en las lu­chas cívicas. Fui honrado con una di­putación provincial, que ejercí sola­mente durante dos años, porque una intervención federal, que estuvo apro­ximadamente un año y medio, disolvió las cámaras. Fui designado vicepresi­dente de* la Cámara de Diputados en esa ocasión.

Después de la intervención fui electo senador provincial, actuando en esa Cá­mara hasta 1922.

Luego, el partido a que pertenezco me honró con una candidatura a dipu­tado nacional que, debido a ciertas ma­niobras del partido que estaba en el gobierno, fué anulada.

Seguí actuando en política, hasta que al finalizar el año 1925, por circuns­tancias familiares, me trasladé aquí, pero guardando siempre mi residencia en la provincia de Mendoza, donde con­tinué actuando, en tanto mi familia vi­vía temporariamente en la Capital Fe­deral.

Cuando se realizó el nuevo enrola-' miento, imposibilitado de ir a Mendoza, me enrolé en La Plata, donde tenía un puesto de médico en la Dirección de Higiene. Al volver a Mendoza pedí el pase en 1927, y actualmente figuro ins­cripto en el departamento de Junín, mesa 224.

Se ha aludido al puesto que tenía en la provincia de Buenos Aires, pero de­bo hacer presente que he tenido una licencia prolongada, de manera que he seguido actuando en Mendoza.

Es bien conocida mi vida pública en esa provincia, y he pasado a través de arduas campañas políticas sin haber dejado huellas amargas de mi nombre ni tampoco resquemores en el campo adversario.

Los dirigentes de las distintas frac­ciones políticas me conocen y ellos pue­den abonar con respecto a mis condi­ciones políticas y personales.

Es cuanto tengo que decir.

CONGRESO NACIONAL 79

Sr. González Iramain. — Pido la pa­labra.

A mí me toma más de sorpresa que al propio señor diputado por Buenos Aires la cuestión que acaba de hacerse, porque yo ni siquiera la había oído de labios del señor diputado electo por Mendoza doctor Lencinas. Nuestro vo­to no va a variar por esta incidencia, porque hemos de darlo en contra de los dos electos de la mayoría, pero es evi­dente que la cuestión planteada, tiene su importancia. Yo la hubiera recogido y habría pedido en la comisión la in­vestigación necesaria, porque los térmi­nos de la Constitución al respecto son bien claros. La Constitución exige, co­mo requisitos indispensables para ejer­cer el cargo de diputado, ser ciudadano argentino o naturalizado con cuatro años de antigüedad, ser natural de la provincia que lo elige o con dos años de residencia «inmediata» en ella.

Sr. Míguez. — Inmediata. Sr. González Iramain. — Inmediata,

así dice el texto que puede leerse. La. residencia que exige la Constitu- 1

ción, si hemos de atender a su espíritu, tampoco es por la simple razón expre­sada i)or el señor diputado electo por Mendoza. No es simplemente para que el electo sea conocido en la provincia. Un ciudadano del distrito electoral de la Capital puede ser más conocido en una provincia que otro natural de ese Estado. Lo que quiere la Constitución, es que el electo, por mucho que sea diputado del pueblo de la Nación, esté además vinculado al interés de la pro­vincia o distrito que lo elige; que co­nozca sus necesidades y esté vinculado hasta por lazos de interés material para que no ocurra lo que en nuestro país aconteció antes de ahora con los lla­mados diputados «alquilones», que la ciudad de Buenos Aires proveía a los •otros distritos electorales, resultando así asambleas y congresos constituidos por hombres desvinculados de. aquellos distritos. El señor diputado acaba de reconocer que no es natural de la pro­vincia de Mendoza; acaba de reconocer que .tampoco tiene residencia inmedia­ta de dos años en aquel distrito, porque lo que ha dicho el señor diputado — ¡

que hemos oído con sorpresa, respecto a sus actividades políticas en aquel Es­tado — tampoco queremos aceptarlo como muy exacto en honor del propio señor diputado, porque si es cierto que ha sido el señor diputado empleado público en la provincia de Buenos Ai­res, mal podía entregarse a actividades politieoeleetoral.es en Mendoza ni en Buenos Aries, ni en parte alguna.

Sr. Guillot. — No lo era simultánea­mente. Me parece que padece un error el señor diputado.

Sr. González Iramain. — El señor diputado ha dicho que ha desarrollado su actividad política en este último tiempo en Mendoza, y esto es lo que importaría para justificar la residen­cia inmediata. Si ha realizado activi­dades en Mendoza . . .

Sr. Guillot. — Dijo que había desa­rrollado actividades políticas en los últimos, tiempos en la provincia de Mendoza.

Sr. González Iramain. — Estamos diciendo que eso no es concebible, por­que el señor diputado no ha de querer que se le coloque en actitud de viola­ción de leyes y decretos que prohiben a los empleados desarrollar propagan­da política electoral.

Sr. Guillot. — Es un hecho anterior. Sr. González Iramain. — No nos en­

tendemos. El señor diputado electo na estado empleado hasta inmediatamente antes de venir a la Cámara. ¿No es así. señor diputado Míguez?

Sr. Míguez. - - Sí, señor diputado. Según la información que teugo, en forma terminante, ha cesado en su em­pleo el 30 de Abril de este año.

Sr. González Iramain. — Lo que quiere decir que hasta el 30 de 'Abril no ha podido desarrollar actividades políticas en Mendoza. Era empleado en Buenos Aires, obligado a residir en Buenos Aires, y ño militante político en Mendoza, porque no es conciliable. No hemos oído en la comisión ni lo que el señor diputado electo acaba de revelar en la Cámara, que estaba en­rolado en el distrito electoral de La Plata, aunque haya pedido pase. Esta

' os una situación completamente irre-

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guiar, que no variará nuestro voto, pero que obligará a los señores dipu­tados del centro, si quieren proceder con criterio ecuánime, a solicitar que ese diploma vuelva a la Comisión Es­pecial de Poderes para su estudio. Lo proponemos para que se esclarezca la incidencia que lia planteado el señor diputado por Buenos Aires doctor Míguez.

Sr. Míguez. — Pido la palabra para aclarar mi situación. , | / ^

Y o esperaba que durante la discu­sión habida en el día de hoy el señor diputado electo justificaría su situa­ción. El señor diputado Lencinas dijo reiteradamente, que el señor diputado era empleado de la provincia de Bue­nos Aires, y recalcó — han de recor­darlo bien los señores diputados — : «será el único diputado que se incor­pore violando el artículo 40 de la Constitución.»

Ha dicho tantas cosas el señor dipu­tado Lencinas, a las cuales hemos pres­tado tan poca atención, que han podido muy bien no ser rebatidas y pasar desapercibidas; pero un cargo tan terminante y contundente como el que me ocupa merecía por lo menos la atención del señor diputado electo, para justificar su equívoca situación.

Y o creo que después de las explica­ciones dadas por el señor diputado, está realmente fuera de la Constitución y no puede ser representante de Men­doza ,en esta circunstancia. De manera que si no diera mi voto de acuerdo con lo expresado al iniciarse la discusión de este asunto, lo daría también en contra por entender que hay una fla­grante violación de principios consti­tucionales; porque no se concibe que el señor diputado electo haya desem­peñado un empleo en la provincia de Buenos Aires y; violando la Constitu­ción, estableciera su residencia y su domicilio en Mendoza. Sería una irre­gularidad mayor que le traería otro inconveniente moral sumamente serio para ocupar su banca: cobrar sueldo en la provincia de Buenos Aires para hacer política en Mendoza.

¿Dónde están los principios?

Sr. Aparicio. — Pido la palabra. He oído las palabras de impugnación

al diploma del señor diputado electo doctor Perrupato y las palabras con que éste ha defendido su diploma cuan­do ha manifestado que accidentalmen­te tomó su domicilio en La Plata y que desde 1927 trasladó ese domicilio al que había tenido permanentemente, desde 1914, en la provincia de. Mendo­za, donde había actuado.

Si bien es cierto que el señor dipu­tado Perrupato tuvo un cargo en la provincia de Buenos Aires, también lo es que ha manifestado que tuvo goce de licencia y que siguió actuando en la provincia de donde se había retirado sólo accidentalmente. Podrá haber cual­quier cuestión con respecto al señor diputado como empleado de la provin­cia de Buenos Aires, pero jamás se podrá discutir su verdadera situación como diputado por la provincia de Mendoza, situación abonada por su actuación partidaria y por el tiempo que ha actuado permanentemente en Mendoza.

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — Se va a votar en particular.

Sr. González Iramain. — ¿ Y la mo­ción de aplazamiento o de que el diplo­ma vuelva a comisión para que ésta investigue ?

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Como no se había concretado. . .

Sr. González Iraonain. — Decimos que es lo que corresponde. La Cámara no puede dejar de hacerlo.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — No tengo inconveniente, señor diputa­do. Reglamentariamente corresponde su indicación. Lo único que la Presiden­cia entendía es que el señor diputado no la había concretado en ninguna mo­ción.

Sr. González Iramain. — La misma , mayoría, movida por razones o escrú­pulos constitucionales, votó contra el señor diputado por Buenos Aires Vide-la Dorna y contra el voto de todos los otros grupos de la Cámara, apoyada en esta cuestión fundamental, en con­tra de la cual no han dicho una palabra los señores diputados, porque la tra-

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dición radical que invoca el señor di­putado por Buenos Aires no interesa i a la Cámara y tampoco estaba en dis­cusión. Lo que importa son las condi­ciones constitucionales y legales del electo para ingresar a la Cámara. He­cha la objeción por el señor diputado por Buenos Aires, corresponde que la Cámara aplace el diploma, y, sobre esa moción debemos oír la opinión de los señores diputados.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Se ha concretado la moción de aplaza­miento por el señor diputado; como es de orden, corresponde votarla.

—Se vota y resulta negativa.

Sr. González Iramain. — Contra el Voto exclusivo de la diputación del centro. Es importante destacarlo.

Sr. Presidente ( C . A . Sánchez). — Se va a leer el artículo 1* del despacho.

—Se lee.

—Se vota y resulta afirmativa/ l

Sr. Presidente ( C . A . Sánchez). — S e acuerdo con la práctica establecida por esta Cámara en las sesiones del año 1926 y del corriente año, corresponde que se tome juramento a los diputados cuyos diplomas acaban de ser apro­bados.

Invito a los señores diputados elec­tos a que presten juramento.

—Prestan juramento do acuordo con la fórmula del artículo 1* dol regla-monto y se incorporan a la Honorable Cámara, los señores diputados electos por el distrito electoral de Mendoza, don Ricardo BAez^Tdon Alfredo Y . Perru­pato'/ ( A plausos).

—En discusión el artículo 29.

Sr. Zavala. — Pido la palabra. El diploma del diputado electo José

Hipólito Lencinas fué impugnado en el seno de la Comisión de Poderes por el señor Juan Bautista Ramos, vecino de Mendoza, a nombre de la Unión Cívica Radical.

_ 8 1 _

De esa impugnación tuvo conoci­miento el diputado electo y se solicita­ron todos los antecedentes y toda la documentación de prueba para verifi­car los hechos denunciados como cau­santes de inhabilidad. El impugnante la fundaba en la indignidad personal del electo. Y debo expresar en este momento que la situación del presiden­te de la Comisión de Poderes, que in­forma el despacho de la misma en esta parte, es incómoda, porque se trata de imputaciones de carácter personal, que necesariamente afectan íntimamente la persona del, señor diputado electo, en este momento ausente. .Se me crea así una situación de ventaja, que para mí es molesta, y hasta si se quiere per­turbadora de mi tranquilidad.

Sr. Repetto. — ¿Me permite el señor diputado ?

Es muy agradable oírle esa manifes­tación. Desde luego, la situación del señor presidente de la comisión es muy ventajosa, porque el diputado electo, por razones que son bien conocidas, ha

i tenido que abandonar el recinto. Tal vez esto aconsejaría abreviar el

debate y pasar de inmediato a otra elección.

Sr. Zavala. — Muchas gracias por el conse jo . . .

Sr. Correa. — Del enemigo el con­sejo .

Sr. Zavala. — Sin embargo, acostum­bro aconsejarme a mí mismo en la co­rrección de mis procederes y no acepto lecciones de nadie, respecto a la caba­llerosidad de mi conducta.

Sr. Correa. — Pero, señor diputado, no era para tanto.

—Hablan simultáneamente varios so-ñores diputados y suena la campana de orden.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Continúa con la palabra el señor dipu­tado Zavala.

Sr. Zavala. — Continúo, señor presi­dente .

He hecho esa manifestación, no por­que pretendiera aludir con una pala­bra siquiera al señor diputado electo por Mendoza doctor José Hipólito Len-

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ciñas. Nada de lo que y o diga en este momento puedo decir que me pertene­ce . Absolutamente. Todo lo que voy a exponer son hechos, son documentos; mejor dicho, es la actuación pública del señor diputado electo. Pero si y o me sentía cohibido de hacerlo, no era porque fuesen mis palabras las que lo iban a tocar; era porque al tocarle esos hechos, me habría agradado que él hu­biera, podido rebatirlos o rectificarlos. Por eso digo que estoy en una situa­ción incómoda, porque no quiero que se diga que estoy haciendo narraciones inverosímiles o falsas, aunque debo agregar que todo está documentado en escrituras públicas o en documentos públicos.

Hace dos años, en esta misma Cá­mara, se produjo un voto de desahu­cio, de rechazo, a dos diplomas que también provenían de la provincia de Mendoza. Se trataba de los diplomas de los doctores Juan Agustín Moyano y Rafael Lencinas. Sin exhibirse do- I cumento alguno, con meras declara- ' ciones, desde luego que se referían a I toda una actuación pública, en la que muchas veces no habían intervenido personalmente los electos, se les exclu­y ó de la Cámara por razones de indig­nidad personal; y ese voto fué subs­cripto en primer término por el dipu­tado Repetto y por todos los diputados socialistas independientes y también por diputados del sector conservador.

Y o creo, señor presidente, que si en esa época, por el hecho de ser hombres que habían actuado en un gobierno y en un partido acusado de un extraordi­nario peculado público, se los excluía sin investigar si realmente habían co­metido los hechos imputables a esa ad­ministración, ¿cómo no había de ex­cluirse' a este diputado electo que in­

tervino, como vamos a verlo, directa­mente en el consejo, primero, de los hechos dolosos y en el negocio, después, de los mismos ?

M Banco de la Provincia de Men­doza, según la exposición del impug­nante, ha sido la principal víctima de la actuación del señor diputado electo doctor José Hipólito Lencinas. Según

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los hechos denunciados, acostumbraba el referido diputado electo, que actuó en el Banco de la Provincia como miembro del directorio en cierta época y como asesor letrado en otra, a acon­sejar la venta de los inmuebles y ha­cerlos comprar luego por individuos que no tenían otra función que la de presta.nombr.es para luego readquirir­los en condiciones, como se verá, des­ventajosísimas para Ja institución.

Los capítulos de cargos son los si­guientes : Un campo ubicado en el depar­tamento Rivadavia, compuesto de una superficie de 4.404 hectáreas, 7.700 me­tros cuadrados, tasado en la suma de 176.000 pesos, fué adquirido al Banco de la Provincia en remate público efec­tuado el 3 de Octubre de 1924, actuando como martiliero Enrique Echave Pea-cock, primo hermano del señor diputado electo, y lo compró don Bernardo Vais-tij, persona de una insolvencia notoria. La venta se realizó por el precio total obtenido en el remate de 4.500 pesos, por lo que valía 176.000 pesos.

Pero no es sólo ese antecedente el que demuestra el negociado de un cam­po que se adquirió en Mendoza a un peso la hectárea. Como documento ha­bilitante, el presidente del Banco de la Provincia, señor Videla Burguet, exhi­bió un acta de la sesión del directorio que contiene una curiosa resolución, pues pone de manifiesto los íntimos manejos entre el representante del Ban­co y el aparente comprador. Dice así: «Mendoza, Septiembre 16 de 1924. — Honorable directorio: Vuestra comisión especial designada para estudiar la pro­puesta de compra del campo Martínez, presentada por el señor Bernardo Vais-tij, ha llegado a la conclusión de que ella es aceptable, por cuanto se trata de un campo inculto, salitroso en par­tes, sin monte y sin derecho de agua, por cuyo motivo estimamos que podría autorizarse la venta de este campo en la cantidad de 4.500 pesos moneda nacional.» Vale decir que se autorizó la venta en remate público, para que se efectuara a un precio determinado y para que adquiriera el campo la per­sona que realmente resultó compra do-

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ra. El negocio estaba previsto y todo hecho. No había tal remate público, desde que se sabía cuál era el precio de la subasta y quién debía resultar comprador. Este edicto se transcribe como documento habilitante para au­torizar la venta.

Cuatro meses después de adquirido el campo en remate público, el 4 de Marzo de 1925, el señor Bernardo Vai-tig vendió al doctor José Hipólito Len­cinas, diputado electo, la totalidad del inmueble por la suma en que lo adqui­riera — ni un centavo más — vale decir, a un peso la hectárea, o sea en 4.500 pesos.

Otro campo adquirido en remate pú­blico es el denominado «Pedíando Le-mos», situado en Santa Rosa y com­puesto de una superficie de 15.166 hectáreas. Había sido valuado en pesos 272.988.

Don Manuel Cruz Videla, cuñado de José Hipólito Lencinas, adquirió* esa propiedad del Banco de la Provincia, en el remate efectuado el 27 de Sep­tiembre de 1924, el mismo año de la compra anterior, y poco liempo des­pués, actuando de martiliero el mismo primo hermano de Lencinas.

Es de advertir que en la publicación de edictos se hizo notar al principio que el remate se efectuaría el día 27 de Septiembre, pero al llegar esa fecha el edicto publicado en el diario oficial anunció el remate para el día 29 de ese mes. Tengo los diarios y pido que se transcriba en el Diario de Sesiones el editsto respectivo, en el que consta la diferencia de fecha. Maliciosamente se anunció que se transfería el remate, pues en realidad éste se efectuó el día 27 de Septiembre.

Como acabo de manifestar, adquirió el campo don Manuel Cruz Videla, en la suma de 25.000 pesos, o sea un peso y centavos la hectárea.

Aprobado el remate por el directorio del Banco de la Provincia, el señor presidente del mismo, Roberto Videla Burguet, otorgó la escritura de trans­ferencia de dominio, con fecha 6 de Octubre de 1924, a favor, como es natural, del comprador Manuel Cruz

Videla, quien aceptó, como aceptó el edicto del remate, sin observación al­guna, j - ' .

Cinco meses después el comprador comparece acompañado de don José Hipólito Lencinas ante el escribano Es­teban Camuso y dice el primero (pie, habiendo omitido involuntariamente en aquel acto el manifestar expresamente que dicha compra la hacía para el doc­tor José Hipólito Lencinas, de quien había recibido instrucciones sobre el particular y asimismo el importe del precio que resultara en el remate, omi­sión que se repitió inadvertidamente al firmarse la escritura publica correspon­diente, corresponde en la ocasión — son sus palabras —, «cumpliendo con un deber de honradez, en declarar que transfiere en pleno dominio en favor del doctor Lencinas el mismo campo que rematara por el precio ya indicado, dinero que recibiera de éste.» El señor Lencinas declara ser exacta la expo­sición del señor Videla, dándole en

: definitiva «las gracias por el cumpli­miento desinteresado en la gestión que le encomendara».

Sr. Gutiérrez. — ¡Qué iniquidad re­chazar ese diploma, señor presidente!....

Sr. Zavala. — Vamos a dejar los campos por un momento y vamos a entrar a una transacción extrajudicial realizada entre el diputado electo José Hipólito Lencinas y el diputado en ejercicio doctor Trianes, cuya presen­cia, me inlercsaría en este debate por­que voy a dar lectura de un docu mentó que él subscribe. Pediría al señor N R O sidente que lo invitara banca.

Sr. Presidente (O. A. Se le va a invitar, señoi

p r ocupar su

Sanchez). — diputado.

—Ocupa su bañen en el recinto el sc-FIOV diputado Trianes.

Sr. Zavala. — Se trata del juicio se­guido por doña Amalia del Carmen Donoso contra Antonio R. Moyano, por daños y perjuicios, juicio 17.975 de la serie del juzgado. Patrocinaba a la ac-tora el doctor Lencinas y al deman-

l dado en la primera parte de la se-

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cuela del juicio el doctor Manuel Cruz Vera, abogado de destacada actuación liberal en Mendoza. Poco después, se­gún los informes llegados a la comisión, se ponen en juego maniobras hábiles, influencias, para producir el reem­plazo de aquel letrado por el doctor Tr ianes . . .

Sr. Trianes. — No es exacto, señor diputado. Y a le voy a contestar.

Sr. Zavala. — . . . haciéndosele notar al interesado las ventajas que represen­taría el patrocinio de un abogado inte­ligente, trabajador, activo y de gran ¡ influencia en los tribunales de la pro­vincia. Separado el doctor Cruz Vera y reemplazado por el doctor Trianes, celebra el último con el doctor Len­cinas, abogado de la actora, una t ransacción. . .

Sr. Trianes. — Completamente in­exacto, señor diputado.

Sr. Zavala. — V o y a referirme a los documentos que tengo. Ya va a tener ocasión el señor diputado de destruir todo lo que deba decir sobre estas co­sas, sin necesidad de hacerme interrup­ciones.

Sr. Trianes. — No es mi propósito. Sr. Zava la .—. . . una transacción que

resulta un despojo, pues el demandado Moyano debe pagar a la señora Donoso 240.000 pesos en la siguiente forma.-100.000 pesos en efectivo, recibidos di­rectamente por Ernesto A . Salas, que, según el impugnante, era un préstamo a nombre de José Hipólito Lencinas, Carlos Washington Lencinas y alguna otra persona más ,• 140.000 pesos en do­cumentos hipotecarios, fraccionados y con vencimientos así: 30.000 pesos pa­gaderos el 23 de Noviembre de 1928, 40.000 pesos el 23 de Mayo de 1929 y 70.000 pesos el 23 de Noviembre de 1929. Todos estos documentos han sido pagados en su oportunidad y se halla­ban extendidos a nombre de Amalia Carmen Donoso, actora,, quien los en­dosó a Ernesto A . Salas, el que a su vez los transfirió a José Arguello.

Ahora bien; si los hechos expuestos no exhibieran una maniobra realizada entre los doctores Lencinas y Trianes y Ernesto A . Salas para despojar de

toda una fortuna a Antonio Moyano, como lo dice el señor Moyano en un folleto que tengo aquí y que voy a pe­dir que se agregue al Diario de Sesio­nes, bastarían estos dos documentos para establecer la prueba indubitable del entendimiento entre los patrocinan­tes de las partes.

Tengo aquí las fotografías de los do­cumentos.

Sr. Trianes. — Los tengo en la me­moria.

Sr. Zavala. — Encantado; así vamos a coincidir.

Uno dé ellos dice: «Mendoza, Abril 13 de 1928. — Señor don Ernesto A. Sa­las (que es el que recibe el dinero pro­veniente de la transacción). Presente. — Estimado amigo: Por la presente lo autorizamos a usted para que determine, cobre y perciba nuestros honorarios en los pleitos que se refieren al juicio ca­ratulado «Amalia del Carmen Donoso contra Antonio R. Moyano, por daños y perjuicios», que se inició ante el primer juzgado en lo civil, secretaría Quiroga. Salúdale muy atentamente.» Parece que dice «Tr ianes . . .

Sr. Trianes. — Debe decirlo. Sr. Zavala. — . . . y J. Lencinas.» Quiere decir que el abogado de la

parte actora. y el de la parte demanda­da transan el juicio y le entregan el di­nero que pierde, porque la transacción consiste en que una de las partes entre­ga a otra toda una fortuna.

Bueno, pues; ese mismo señor que re­cibe ese dinero queda autorizado en el mismo acto para regular los honorarios. ¡ Para regular los honorarios!

Sr. Trianes. — No es para regular. Sr. Zavala. — Dice aquí: «para deter­

minar». Será porque soy abogado y no ignoro lo que quiere decir regulación, que estoy hallándole mucho parecido con esta palabra. Acá dice: «para que determine, cobre y perciba.» Si lo de­termina y cobra, tiene más facultades que el juez, porque éste no cobra ho­norarios.

Sr. Trianes.—El señor diputado, que es abogado, debe saber que no hay obli­gaciones válidas bajo una condición puramente potestativa; de manera qué

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y o mismo no he podido obligarme a co­brar una cantidad que debe determinar otra persona, que era precisamente quien debía pagar, porque está prohi­bido por el Código Civil.

Sr. Zavala. — El señor abogado no ha querido exponerse a la regulación j judicial de su honorario, y ha querido más bien que se lo regule una persona que nó podía apreciar el valor jurídico del trabajo. Y viene la regulación. | «Conste por el presente documento que de conformidad con las facultades que por carta de la fecha — ¡una activi­dad extraordinaria! — me otorgan los doctores José H. Lencinas y Francisco J. Trianes para determinar el monto de los honorarios devengados por dichos profesionales en el juicio Amalia del Carmen Donoso contra Antonio R. Mo­yano por daños y perjuicios y sus in­cidentes sobre recursos, etcétera, decla­ro y determino que dichos honorarios quedan estimados y convenidos en la suma de 50.000 pesos moneda nacional, cantidad que se hará efectiva en la for­ma que por carta dirigida en la fecha al subscripto, se establece.» Es decir, la carta dirigida a é l ; los cobra y los echa al bolsillo.

Sr. Trianes. — ¿, Quién firma eso ? Sr. Zavala. — Está fechado en Men­

doza, en Abril 13 de 1928, y hay una firma que debe ser la del señor Ernesto A . Salas.

Sr. Trianes. — No es la mía. Sr. Zavala. — No puede ser la suya

porque no es el que hace la regulación, puesto que la hace el señor Salas. No podría decirle que sea la firma del se­ñor Salas, como no puedo decirle que sea la firma del señor Trianes. Usted la acaba.de reconocer.

Sr. Trianes. — Cobré tres mil pesos de esa cantidad.

Sr. Zavala. — Aquí, se le regulan 50.000 pesos.

Sr. Trianes. — Para todos los profe­sionales que intervinieron en el asunto.

Sr. Zavala. — ¡No, señor diputado! Sr. Trianes. — Le voy a explicar en

seguida. Sr. Zavala. — Esto se explica solo.

Esta carta del señor diputado y del i

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doctor Lencinas no tiene, más explica­ción que la del propio contenido, como también se ve que el señor Salas es entendido en cuestiones judiciales y comerciales y se expresa con claridad y corrección.

Si el señor diputado no recibió de ese honorario más que tres mil pesos, habrá que creerle; pero en cambio al señor Moyano, a quien se le sacaron 240.000 pesos en la transacción, en este documento que subscribe el señor Sa­las se dice que se le han sacado 50.000 pesos más y se declara que esos pesos han ido al bolsillo de acuerdo con la autorización conferida.

Sr. Trianes. — Se trata de un asunto que ya vino a la Comisión Especial de Poderes junto con los respectivos ex­pedientes judiciales, y que fué exami­nado por todos los señores diputados que formaban parte de la Comisión de Poderes que se expidió sobre mi di­ploma.

No obstante eso, debo aclarar algu­no de los hechos que ha relatado el señor presidente de la Comisión de Po­deres, quien ha sido inducido en error por la forma en que a él le han sido sin duda presentadas las cosas.

Sr. Zavala. — Y también por notar ciertas cosas: la misma letra de má-quiua en la carta a Salas y en la re­gulación que éste hace.

Sr. Trianes. — En momentos en que debía incorporarme a esta Cámara, aproximadamente, se tramitaba en la justicia de Mendoza un expediente ju­dicial que es precisamente el que acaba de citar el señor diputado. Perdido por el señor Moyano en segunda instancia por fallo de la Cámara de Apelaciones, fueron solicitados mis servicios profe­sionales. El jefe de policía de entonces, el doctor Juan Agustín Moyano, sobri­no del que perdía el juicio, me dijo, un día, con lágrimas en los ojos, que su tío y su padre, que se encontraban enfermos, iban a ser víctimas de un despojo si se ejecutaba la sentencia que acababa de dictarse y que ello com­prometía sus propias vidas. Por ello me pedía encarecidamente que acepta-

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ra el patrocinio. Presenté entonces un recurso de revisión e inconstituciona-lidad ante la Suprema Corte de la pro­vincia. Tal era mi convicción en. el asunto y mi decisión de atacar ese fallo que consideraba lesivo e injusto, que en el escrito a que akuio debí verter conceptos bastante duros para la jus­ticia de entonces y acusar de prevari­cato a los propios camaristas de la pro­vincia.

Después de alguna actuación en el expediente y con motivo de alguno de mis viajes a la Capital, precisamente cuando estaba próximo a incorporar­me a la Cámara, se me anunció un día que el expediente estaba próximo a ser transado por voluntad de mi propio cliente. La prueba de que no fuei'on solicitados mis servicios con exclusión de los del abogado anterior, está en que simultáneamente colaboró y con posterioridad alguno de esos escritos fueron firmados por el doctor Cruz Vera, el distinguido letrado a que aca­ba de hacer referencia el señor dipu­tado, ó por el doctor Federico Moyano, j sobrino del interesado.

Como condición para esa transacción, el señor Moyano exigió que los hono­

rarios no fueran a su cargo sino que lo fueran a cargo de la parte contraria y en ese sentido debí firmar uh docu­mento en el cual autorizaba a ese señor Salas, que era cesionario de una parte de los beneficios del pleito, como debí firmar otro documento al señor Mo­yano por el cual renunciaba a cobrarle honorarios a. él. Y fué en esas condi­ciones que se celebró la transacción qué firmó el propio señor Moyano, sin duda damnificado, pero no lo sería tanto cuando aceptó la transacción. Y que­daría en esa forma terminada mi ac­tuación en el asunto si no fuera que me falta agregar que con posteriori­dad el señor Salas, obligado a pagarme los honorarios por la transacción, me buscó y me ofreció el pago de ellos. Después de una pequeña discusión so­bre el monto, ofreció pagarme creo que 3.000 pesos. Los recibí 1 firmándole los recibos y escritos respectivos, con los

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cuales quedó terminada mi gestión. Si el señor Salas ha cobrado, son cosas que yo ignoraba en ese momento, aun­que ahora las conozco. Es, como digo, para honorarios míos, del señor Lenci­nas y de otros profesionales, entre ellos el doctor Federico Moyano, sobrino de la parte que pagaba y que de esta suerte recibió una suma indirectamen­te de su propio querido tío. No sé si habrá dado al señor Lencinas — con quien mi distanciamiento hubo de acen­tuarse con motivo de este pleito — los 47.000 pesos restantes o si habrá guar­dado para él una parte de ellos o de­bido abonar otros gastos aún. El hecho es que no he recibido sino 3.000 pesos, suma que habría sido probablemente la que me hubieran regulado los tri­bunales dada la importancia del asunto y el mérito de los servicios prestados, repito, conjuntamente con el doctor Cruz Vera y no exclusivamente míos.

¡ El escrito de transacción fué firmado por el propio señor Moyano y ella no ha sido verificada por mí, que nunca he sido apoderado del señor Moyano, como parece desprenderse de las pa­labras del señor diputado. Firmó Mo­yano con su propia firma y la .de su abogado patrocinante en la transac­ción,, el abogado y sobrino de Moyano,

Sr. Zavala. — La aclaración del se­ñor diputado no destruye en nada la exposición que he hecho y menos el contenido de los- documentos a que me he referido.

Por lo demás, yo no digo nada que me pertenezca del punto de vista per­sonal en el sentido de que haya actua­do en estas cosas o que las haya pre­senciado. Me he referido a documentos o afirmaciones que han llegado al seno de la comisión.

Sr. Trianes. — Un fallo absurdo e irritante. Lo he sostenido y lo sigo sos­teniendo, lo que no hizo el condenado al transar el pleito.

Sr. Zavala. — Pido también que se agregue al Diario de Sesiones ese do­cumento.

Asunto Labatti y Compañía. Volve­mos al Banco. El Banco de la Trovin-

CONGRESO NACIONAL ST

cia de Mendoza, en época en que era miembro del directorio el doctor José Hipólito Lencinas, acordó a la firma Labatti y Compañía un crédito por 70.000 pesos con expresa violación de sus disposiciones reglamentarias, que establecen que a? ningún deudor moro­so se le puede volver a acordar crédito, y la mencionada firma se encontraba, en ésa situación. El crédito que el „ Banco acordó estaba garantizado con una prenda agraria sobre las maqui­narias de un aserradero, además de una garantía hipotecaria sobre un cam­po compuesto de 10.000 hectáreas, ubi­cado en la provincia de La Rioja. Se formaliza la operación en eseritura pú­blica y, antes de que se realice la ope­ración de garantía, el Banco adjudica (' I eré dito y , La ha i t i y Compa ñ í a r eti -ran la suma de 70.000 pesos. La pren­da no se inscribe de inmediato y cuan­do el directorio, del que formaba parte el señor diputado electo, advierte la omisión y va a hacer efectiva la ga­rantía, se encuentra con que los bienes han sido enajenados.

Pocos meses después, en Marzo de 1926. el doctor Lencinas, miembro del directorio del Banco, forma una nueva sociedad, en calidad de comanditario, con Labatti, y la flamante sociedad se hace cargo de la deuda del Banco y solicita ampliación del crédito, la que se acuerda por el directorio en la suma de 30.000 pesos, disponiendo que se hi­ciera efectiva la garantía ofrecida, a que se ha hecho referencia. Pero los 30.000 pesos se retiran sin formalizar la prenda ni la hipoteca, y cuando al vencer la obligación la sociedad La­batti y Lencinas no levanta el docu­mento, él Banco, al hacer la ejecución, se encuentra con'que se trataba de fal­sas garantías. El campo que había en Chepes, según los deudores, no existía. Todo se reducía a derechos y acciones, que uno de los socios tenía ya enaje­nados con antelación a la operación, al extremo de que ni siquiera se pudo inscribir la hipoteca de garantía.

Cuando en el seno de. la comisión se hiciera esa imputación al señor dipu

lado electo, éste, según la versión ta­quigráfica que tengo a mi disposición, hizo la siguiente manifestación: «Roga­ría al señor presidente que preguntara ai exponente dónde está comprobada la defraudación mía en este asunto.» Y agrega: «En todo caso, no podría ser defraudación, sino un negociado incom­patible con la función de miembro del directorio.» Y con estas palabras dejó explicada y justificada ampliamente su conducta.

()t ro negociado. Venta de las tierras conocidas por el nombre de Alto Go-doy, pertenecientes al concurso de la sucesión Arroyo, compuesta más o me­nos de dieciséis hectáreas.

El Banco se las adjudica en pago de un crédito de 200.000 pesos, que con

L intereses, gastos y honorarios se había hecho elevar a 359.000 pesos. Se trata de dieciséis hectáreas situadas en la ciudad. De ahí el valor extraordinario (pie tenían.

En el año 1922 se presentó un mar­tiliero, cuyo nombre no recuerdo en este momento, y propone ai Banco ven­der esa propiedad en lotes bajo la condición de que garantizará la venta de la tierra hasta cubrir la suma de­bida a la institución o sea la de 359 mil pesos moneda nacional. El Banco nombra una comisión formada por el doctor José Hipólito Lencinas, enton­ces miembro del directorio, y un señor Obdulio Badaro, para que informara sobre la conveniencia de considerar esa propuesta. Lo ' hace el doctor Len­cinas individualmente, es decir, infor­ma aisladamente, aconsejando que se aceptara la operación por ser ventajo­sísima y conveniente para los intereses del Banco. En Septiembre de 1922 se acepta la propuesta, no obstante no ser facultad del directorio adoptar resolu­ciones de esa naturaleza, por las que debían recabarse autorización del Po­der Ejecutivo, de acuerdo con los es­tatutos, o, por lo menos, hacerlo por unanimidad de votos y en reunión ple-naria del directorio.

Luego de empezadas las primeras operaciones de remate, el martiliero da

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cuenta de que con la venta de una can­tidad aproximada a 50.000 metros se cubría con exceso el importe compro­metido por su parte en el contrato con él Banco y solicita que el remanente Se escriturara a nombre de tres perso­nas: él señor Anunciado Birdó, una señora Saravia, hermana del martiliero de la operación, y el señor Echave Peacock, primo hermano del doctor Lencinas. El directorio no aprueba esa operación y no obstante esa circuns­tancia se da escritura traslativa de do­minio a las personas indicadas. El re­matador, apercibido de que esa era una deficiencia de orden legal, solicita al Banco que se llene ese requisito, y así se hace el 17 de Septiembre de 1924. El 17 de Octubre del mismo año el señor Anunciado Birdó transfiere los bienes adquiridos por el mismo pre­cio que los hubo al miembro del direc­torio y diputado electo José Hipólito Lencinas, que aconsejara al Banco esa operación como miembro del mismo, por ser «ventajosísima para la institu­ción», según sus palabras.

La ventaja de la operación consis­tía en esto: con una cuarta parte del inmueble el Banco cubría su crédito de 359.000 pesos, perdiendo los intereses de seis años más o menos, y el resto de la propiedad fué a manos de tres per­sonas : el martiliero que hacía la ope­ración, Echave Peacock Lencinas y Lencinas, diputado electo, el segundo, primo hermano del último.

Finalmente hay una operación que para los que no conocen Mendoza po­siblemente pase desapercibida y que, sin embargo, constituye quizá el nego­cio más gordo de todos los realizados. Me refiero al traspaso del agua de la propiedad en San Carlos. Esa propie­dad está tasada actualmente, porque ya tiene agua, en 600.000 pesos.

El 24 de Noviembre de 1927 el señor José Hipólito Lencinas adquiere, de la señora Celia Bustos de Quiroga 564 hectáreas de terreno, más o menos, ubicadas en el departamento San Car­los. Realiza la compra en la suma de 11.200 pesos, que la vendedora declara recibido con anterioridad al ac to . Co­

mo es sabido, es esta una frase usada en las escrituras y que demuestra que hay presunción de simulación en el pago .

La escritura establece que, por cer­tificado de la Superintendencia Gene­ral de Irrigación, el aludido inmueble es inculto y sin derecho de agua. Pero el comprador, que tiene evidentemente un plan a desarrollar con esta adqui-, sición, hace establecer en la escritura, textualmente: «Que igualmente el ca­nal a construirse sobre el límite Sur del inmueble que se transfiere, será también sobre el terreno de la ven­dedora, y todos los gastos de planos, ubicación, canalización y demás que fueren necesarios, serán por cuenta ex­clusiva del comprador.»

Se trataba de un terreno inculto « y sin derecho a agua», pero el compra­dor doctor Lencinas, en resguardo de lo que vendría, establece por dónde va a ir el canal y obliga a la vendedora a que permita el paso del mismo, co­rriendo él con los gastos.

El 14 de Diciembre de 1927, pocos días (Jespués de la compra, se presen­tan a 1$ Superintendencia de Irriga­ción el doctor José Hipólito Lencinas y don José Vaquero, iniciando los ex­pedientes 37.286 y 37.287, que desa­parecieron para siempre de los archi­vos de la Oficina de Irrigación, con solicitudes de traspaso del derecho de agua y ubicación de toma para 2.073 hectáreas y 300 áreas. Ellos han com­prado 564 hectáreas. No se acredita, desde luego, en el expediente la pro­piedad del resto de la tierra, o sea 1.509 hectáreas, necesarias para llevar el derecho de agua al distrito Consul­ta, del departamento San Carlos. El artículo 127 de la ley de aguas exige la propiedad del terreno para el cual se solicita el traspaso correspondiente. . Estos trámites se han efectuado acre­ditando el dominio solamente sobre 564 hectáreas, vale decir, que se ha procedido al. margen de la l ey .

El 14 de Febrero de 1928 la Supe­rintendencia de Irrigación autorizó el traspaso solicitado, no obstante el in­forme de la sección técnica, que dice que el terreno para el cual se quiere

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renunciar al derecho de riego, no se encuentra encenagado. En dos meses, justamente, se realizó, un negocio en el cual, sin invertir suma alguna de di­nero, por obra y gracia de la resolu­ción que acordó el traspaso, se obtuvo un beneficio mínimo de 2.000.000 de pesos, incluido el importe de la tasa­ción del inmueble beneficiado, tasado en 600.000 pesos.

Viene la parte más molesta de esta exposición. A l seno de la Comisión de Poderes llegó, entregada por el mismo impugnante, la carta que tengo en mi poder y de cuya lectura no hubiera hecho uso a no ser la autorización que ha dado ya el diputado electo doctor Lencinas, cuando se ha referido a ella al principio de su exposición y durante incidencias posteriores. Esa carta ha sido reconocida en el seno de la comi­sión por el doctor Lencinas. Y debo declarar, para mi satisfacción, que in­mediatamente de recibirla y antes de que nadie sé enterara de su contenido, fuera del secretario administrativo de la misma, hice buscar al doctor Lenci­nas para que se informara de ella y solicitara lo que creyera pertinente. Si él hubiese pedido que la lectura de la carta no se hiciese, para mí habría sido una gran satisfacción excluida de esta discusión. El, sin embargo, se ha referido a ella y cree que esa carta más bien le enaltece. No deseo que la Cá­mara se sorprenda, por lo mismo que está ausente el diputado electo. De modo que yo no haré uso de ella, salvo que la Cámara expresamente desee co­nocerla'. Y si he traído su recuerdo y su exhibición en este momento, es nada más que para hacerle presente al di­putado electo, que desgraciadamente no puede escucharme, que no ha ha­bido en la comisión ningún espíritu de •prevención o de animosidad contra él.

El señor diputado electo llegó a decir que la Comisión de Poderes se había convertido, por todas las cosas que re­cibía, casi en una cloaca; y yo pensaba que podía ser exacta esa afirmación, pero no por culpa de nosotros sino por las cosas que se nos enviaban y que otros habían producido. A l contrario,

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éramos nosotros víctimas inmerecida­mente de los vicios, de las culpas y de los- pecados ajenos. Y , cosa rara, las víctimas casi estábamos resultando acusados por los culpables.

El silencio de la Cámara me induce a pensar que la carta no debe ser leída.

Debo agregar, asimismo, que tengo en mi poder dos fallos de documentos que no se relacionan directamente con impugnación de carácter personal, pero . que dieron, también, lugar a una ma­nifestación del señor diputado electo, respecto al juicio sucesorio del doctor Carlos Washington Lencinas. Esos fa­llos demuestran cuáles son los docu­mentos habilitantes con que se quiso acreditar la personería y de los cuales sospeché cuando hice una interrupción al señor diputado electo. Quiero tam­bién decir que yo no voy a pedir la reproducción de estos documentos, aun­que pudieran servir de una satisfac­ción personal respecto a que realmente yo tenía razón cuando sospeché que no había partidas que acreditaran el carácter hereditario que se atribuía la parte actora.

Finalmente, para no fatigar la aten­ción de la Cámara, no leeré la lista de los bienes inmuebles que figuran ins­criptos en los registros respectivos de la provincia de Mendoza, a nombre del señor diputado electo José Hipólito Lencinas, pero pediré su inclusión en el Diario de Sesiones. Su tasación ha sido hecha por una comisión compues­ta por peritos del Banco de la Nación, del Banco Hipotecario Nacional y del Banco de la Provincia. Arroja, en total, la suma de 1.865.745,92 pesos moneda nacional.

Nada más me queda por decir. La Cámara podrá apreciar, sin comentario alguno de mi parte, si la persona del señor diputado electo resulta afectada por la exposición que dejo formulada. Si le alcanzan los hechos a que he aludido, apreciará en qué condiciones se encuentra para ocupar una banca en este recinto.

Con estas palabras, dejo informado el despacho de la comisión en lo que atañe al artículo 2 P .

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Reunión núm. 28 CÁMARA DE

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Se va a votar el artículo 2 9 del des­pacho número 9 de la Comisión Es­pecial de Poderes.

Sr. Repetto. — Pido la palabra.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Tiene la palabra el señor diputado por la Capital.

Sr. Repetto. — V o y a votar por la exclusión del señor diputado doctor Lencinas y lo haré porque, como he votado la exclusión de los tres diputa­dos, considero que no hay defecto ni ausencia de lógica en votar la exclusión de uno solo. En este caso mi conducta respondería a la sabiduría de aquel refrán conocido: «Del lobo, un pelo.»

Nada más.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Si no se hace uso de la palabra, se va a votar el despacho.

—Resulta afirmativa.

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). -— El artículo 3 9 es de forma.

Queda sancionado.

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ELECCIÓN DE DIPUTADOS POR EL DIS­TRITO ELECTORAL DE SALTA

Orden del día número 1

Núm. 10

SALTA

JTonorablc Cámara:

Vuestra Comisión Especial de Podores ha estudiado los antecedentes de la elección prac­ticada en el distrito electoral de la provincia de Salta el día 2 de Marzo próximo pasado, y aconseja la sanción del siguiente

PROYECTO DE RESOLUCIÓN

Artículo 1' — Apruébase la elección practi­cada en el distrito electoral de Salta el día 2

de Marzo próximo pasado, por la que resultan electos diputados al Honorable Congreso de

DIPUTADOS Agosto 7 de 1930

la Nación los ciudadanos Ernesto F. Bavio/ José María Decavyy' Manuel R. Alvarado/ ..

Art. 2'-* — Comuniqúese al Poder Ejecutivo.

Sala de la comisión, Mayo 23 de 1930.

Gilberto A. Zavala. — Gerónimo Gri­solía. — San Hugo Beltrán Neirot.

— Manuel C. Cáceres. —,/. Antenor Gomes. — Héctor González Iramain. — Edgardo J. Míguez.

DATOS ESTADÍSTICOS

Inscriptos 42.741 Votantes 27.329 Porcentaje 63,94 % Mesas . 250

Electos

Ernesto F. Bavio . . . . 17.517

José María Decavi . . . 17.455

Manuel R. Alvarado . Y - W ¿ ^3¿231

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). —

En discusión en general.

Si no se hace uso de la palabra, se va

á votar.

—Se vota y aprueba en general y en

.particular el despacho que antecedoj/

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Queda sancionado.

Invito a los señores diputados elec­tos por el distrito electoral de Salta a prestar juramento.

—Prestan juramento de acuerdo al artículo 1" del reglamento y se incorpo­ran a la Honorable Cámara, los señores diputados electos por el distrito electo­ral de Salta, don Ernesto F. Bavio/y don Manuel R. Alvarado/

7

INSERCIÓN

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — Antes de que la Honorable Cámara em-

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Reunión núm. 28

pieGe a tratar el despacho núniero 11 de la Comisión Especial de Poderes, debo manifestar a la - Honorable Cá­mara que habiéndose solicitado por varios señores diputados la publica­ción en el Diario de Sesiones de varios documentos y como esa publicación puede exceder de lo establecido por el reglamento, quiero someter a resolu­ción de la Cámara si se autoriza la publicación.

Sr. Repetto. — Muchos de esos do­cumentos son cartas que se han leído I y que no habría objeto en reproducir dos veces en el Diario de Sesiones.

Sr. Correa. — Convendría poner mo­deración en la publicación de esos do­cumentos, sobre todo los que se refie­ren a un diputado rechazado. La Cá­mara ha protestado por las expresio­nes del diputado Lencinas, y no me parece generoso aplicar esa medida a diputados que ya no lo son.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Habiendo oposición, la Cámara debe resolver.

Se va a votar si se publican en el Diario de Sesiones los documentos cuya inserción han solicitador los señores di­putados Zavala y otros.

—Resulta afirmativa.

Sr. Correa. — Pido que se rectifique.

—Rectificada la votación, resulta

igualmente afirmativa de 58 votos so­

bre 90 señores diputados.

Sr. Zavala. — Y o no tengo inconve­

niente en que se excluya de la publi­

cación el folleto del señor Moyano.

Sr. Repetto. — En muchos casos se

trata de documentos que han ido a la

comisión y que ésta ha leído, pero cuya

exactitud no ha comprobado.

Sr. Zavala. =— Y o insisto en que se

publique la lista de propiedades ins­

criptas a nombre del electo por la mi­

noría y la tasación de las mismas.

Sr. Presidente (C. A. .Sánchez). — Se hará la publicación en esa forma.

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ELECCIÓN DE DIPUTADOS POR EL DIS­TRITO ELECTORAL DE SAN JUAN

Orden del día número 1

Núm. 11

SAN JUAN

Despacho de la mayoría

Honorable Cámara:

Vuestra Comisión Especial de Poderes, en mayoría, ha estudiado los antecedentes de la elección practicada en el distrito electoral de la provincia de San Juan el día 2 de Marzo próximo pasado, y aconseja la sanción del siguiente

PROYECTO DE RESOLUCIÓN

Artículo l 9 — Apruébase la elección prac­ticada en. el distrito electoral de la provincia de San Juan el día 2 de Marzo próximo pa­sado, por la que resultan electos diputados al Honorable Congreso de la Nación, los ciuda­danos José Rafael Guerreros/y Justo Pastor Zavalla V

Art. 2" — Recházase el diploma de dipu­tado electo presentado por el ciudadano Carlos R. Porto.

Art. 3" — Comuniqúese al Poder Ejecutivo.

Sala de la comisión, Mayo 23 de 1930.

Gilberto A. Zavala. — Gerónimo J. Grisolía. — Santiago Beltrán Nei­rot. — J. Antenor Gómesi

Despacho de la minoría

Honorable Cámara:

Vuestra Comisión Espeeial de Poderes, en minoría, ha estudiado los antecedentes de la elección practicada en el distrito electoral de San Juan el día 2 de Marzo próximo pasado, y aconseja la sanción del siguiente

PROYECTO DE RESOLUCIÓN

Artículo l 9 — Declárase nula la elección practicada en el distrito electoral de San Juan

¡ el día 2 de Marzo próximo pasado.

CÁMARA DE DIPUTADOS