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R R. Sauvagnat Fenómenos elementales y estabilizaciones en las psicosis maníaco-depresivas «Mis padres, abuelos, bisabuelos, mis hermanos y hermanas y toda mi fami- lia, así como los parientes próximos, los familiares, yen particular todos mis ami- gos y amigas, mis conocidos, tanto hombres como mujeres, así como las personas menos allegadas que en el curso de estos últimos años se han relacionado con- migo, tanto los militares como los empleados, mis relaciones mundanas y finan- cieras, muy a menudo me han mentido, engañado, insultado, despreciado, ridicu- lizado, burlado, escarnecido, deshonrado, maltratado, golpeado, apaleado». Autobiografía de un paciente maníaco comunicada por Aschaffenburg, Die Ideenflucht, p. 326, citado por H. Liepmann. ¿Existen fenómenos elementales carac- terísticos de la psicosis maníaco-depresiva7 Sabemos que, estrictamente hablando, J. Lacan reelaboró esa expresión a principios de los años treinta para hablar de la para- noia; tal reelaboración correspondía, como hemos señalado en otro lugar l , a tres temas de interés: l.-La posibilidad de aislar sín- tomas (incluso uno solo) patognomónicos de la psicosis, aunque posiblemente fuesen bastante discretos. Es sabido que aparecen en el momento del desencadenamiento, pe- ro también antes o después. 2.-Estos sínto- mas mínimos resumen el conjunto de la problemática delirante ulterior. 3.-Estos síntomas mínimos también serían capaces de proporcionar datos relevantes respecto a los modos de estabilización que pueden ser tenidos en cuenta para un paciente determi- nado. No insistiremos sobre la importancia de esta problemática en nuestro campo, ya que es fundadora de la concepción lacania- na del tratamiento de las psicosis. Por lo tanto, planteamos acerca de la Ver nuestra revisión sobre este tema: «De quoi les phénomenes élementaires sont-ils 1'indice», en Psychose unique, obra colectiva, Masson, 1991. PMD la misma pregunta que planteó Neis- ser en 1892 a propósito de la paranoia: «¿Existe un síntoma que permanezca siem- pre igual a lo largo de la enfermedad7». Creemos que se puede responder: es la for- ma en que la instancia de lo real se muestra insuficiente para detener la cadena signifi- cante. Un ejemplo citado por Lacan en una de sus interviews, la realizada en Lovaina, será probablemente lo bastante locuaz: se trata de una paciente que sueña que la muerte ya no existe. Parece evidente que la inquietud experimentada por Lacan respec- to a ella tiene que ver con la amenaza de un acceso maníaco o melancólico. Desde esta perspectiva, el «afecto» de tristeza o de elación no es algo esencial en sí mismo; si hay alguna razón para pensar en el afecto es como «aviso de lo real», sensación de que algo no va bien en lo real, de que ya nada puede dominar la cadena significante. Recordaríamos además que la capacidad de detener la cadena significan- te, de extraerse a sí mismo de ella, de bajar- se de ella en marcha, etc., debe ser referida a la función paterna, como bien lo muestra el pequeño Hans cuando deseando escapar del pequeño circuito materno evoca el gran Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 1998, vol. XVIII, n.o 67, pp. 459-470. 1

2014 Sauvagnar Sobre Psicosis Maniaco Depresiva

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  • R Sauvagna~ R. Sauvagnat

    Fenmenos elementales y estabilizaciones en las psicosis manaco-depresivas

    Mis padres, abuelos, bisabuelos, mis hermanos y hermanas y toda mi familia, as como los parientes prximos, los familiares, yen particular todos mis amigos y amigas, mis conocidos, tanto hombres como mujeres, as como las personas menos allegadas que en el curso de estos ltimos aos se han relacionado conmigo, tanto los militares como los empleados, mis relaciones mundanas y financieras, muy a menudo me han mentido, engaado, insultado, despreciado, ridiculizado, burlado, escarnecido, deshonrado, maltratado, golpeado, apaleado.

    Autobiografa de un paciente manaco comunicada por Aschaffenburg, Die Ideenflucht, p. 326, citado por H. Liepmann.

    Existen fenmenos elementales caractersticos de la psicosis manaco-depresiva7 Sabemos que, estrictamente hablando, J. Lacan reelabor esa expresin a principios de los aos treinta para hablar de la paranoia; tal reelaboracin corresponda, como hemos sealado en otro lugar l , a tres temas de inters: l.-La posibilidad de aislar sntomas (incluso uno solo) patognomnicos de la psicosis, aunque posiblemente fuesen bastante discretos. Es sabido que aparecen en el momento del desencadenamiento, pero tambin antes o despus. 2.-Estos sntomas mnimos resumen el conjunto de la problemtica delirante ulterior. 3.-Estos sntomas mnimos tambin seran capaces de proporcionar datos relevantes respecto a los modos de estabilizacin que pueden ser tenidos en cuenta para un paciente determinado. No insistiremos sobre la importancia de esta problemtica en nuestro campo, ya que es fundadora de la concepcin lacaniana del tratamiento de las psicosis.

    Por lo tanto, planteamos acerca de la

    Ver nuestra revisin sobre este tema: De quoi les phnomenes lementaires sont-ils 1'indice, en Psychose unique, obra colectiva, Masson, 1991.

    PMD la misma pregunta que plante Neisser en 1892 a propsito de la paranoia: Existe un sntoma que permanezca siempre igual a lo largo de la enfermedad7. Creemos que se puede responder: es la forma en que la instancia de lo real se muestra insuficiente para detener la cadena significante. Un ejemplo citado por Lacan en una de sus interviews, la realizada en Lovaina, ser probablemente lo bastante locuaz: se trata de una paciente que suea que la muerte ya no existe. Parece evidente que la inquietud experimentada por Lacan respecto a ella tiene que ver con la amenaza de un acceso manaco o melanclico.

    Desde esta perspectiva, el afecto de tristeza o de elacin no es algo esencial en s mismo; si hay alguna razn para pensar en el afecto es como aviso de lo real, sensacin de que algo no va bien en lo real, de que ya nada puede dominar la cadena significante. Recordaramos adems que la capacidad de detener la cadena significante, de extraerse a s mismo de ella, de bajarse de ella en marcha, etc., debe ser referida a la funcin paterna, como bien lo muestra el pequeo Hans cuando deseando escapar del pequeo circuito materno evoca el gran

    Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 1998, vol. XVIII, n.o 67, pp. 459-470.

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    circuito en el que convoca a su padre, en tanto que padre real, precisamente para que le ayude a bajarse del tren y a llegar a algn destino, incluso aunque se trate de una estacin equivocada. Esta desaparicin de una suplencia capaz de limitar eficazmente la cadena significante podra quiz escucharse tras los ejemplos de recadas manacas que da Henri Ey en sus Estudios2

    Creemos que la literatura acerca de estos trastornos de la temporalidad puede releerse a partir de esa imposibilidad de interrupcin, de articulacin de lo simblico por lo real, lo cual ha sido en general entendido como trastorno de la temporalidad.

    Los trastornos afectivos: un malentendido duradero

    En la actualidad, la presencia de fenmenos elementales en la PMD apenas se considera evidente. Varias razones pueden explicar esta situacin de hecho: la insistencia casi exclusiva sobre el carcter afectivo de la PMD, as como ciertas caractersticas subjetivas de los pacientes afectados3

    Centrmonos de momento sobre el primer aspecto. El carcter afectivo de estos trastornos, engaosamente evidente, destacado ya desde los trabajos ms antiguos, tuvo la desventaja de evocar a su respecto una misteriosa organicidad, hasta hoy no elucidada4, a partir de lo cual era difcil delimitar un fenmeno elemental enten

    2 Ey, H. (1954), tudes psychiatriques, vol. 111, p. 52.

    3 Sobre este ltimo aspecto, ver nuestro C. F. Meyer ou le dvoilement mlancolique, postfacio a Les souffrances d'un enfant, de C. F. Meyer, Anthropos, 1996.

    4 Ver al respecto nuestro informe para la Directiva de la ECF: Impact actuel des neurosciences sur la psychanalyse, septiembre, 1996.

    COLABORACIONES

    dido en el sentido que sealbamos ms arriba. Los pacientes, segn esa perspectiva, slo podan dar testimonio de su fondo mental, como ya deca J. P. Falret. Desde ese punto de vista, el melanclico no hara otra cosa que manifestar su afliccin, el manaco exhibira su agitacin o su jovialidad pcnica, y, por el contrario, los sujetos que se encontrasen en intervalos libres slo mostraran la normalidad de su humor; resumiendo, lo afectivo gobernara las manifestaciones delirantes, y como dicen los reduccionistas con su duro lenguaje, todos ellos cimentaran la hiptesis biolgica, gentica, etc., de una organicidad sin fisuras de la PMD, a despecho de los resultados un tanto aleatorios de los tratamientos derivados de esa conclusin.

    Ya Emminghaus, a finales del siglo XIX, en el ambiente cientfico de la mitologa cerebral, haba intentado separar bajo el trmino de hiperalgesia (en unin, en cuanto a esto, de Krafft-Ebing, quien sin embargo prefera el vocablo hiperestesia recordando modestamente que su concepto era ms que nada descriptivo) un sntoma afectivo fundamental de la melancola: como resultado de una lesin del sistema nervioso central, el paciente se vera ms fcilmente afligido, esa afliccin sera dolorosa, y los concomitantes trastornos de las representaciones slo seran la consecuencia de todo lo anterior. Varios autores intentaron as apoyarse sobre la idea de que una cierta continuidad de esos sntomas afectivos sera una caracterstica de la entrada en la mana o en la melancola, lo que bastara para distinguirla, ya desde ese estado, de la entrada en la paranoia, en la cual la falta de continuidad, el carcter ondulante (das Undulieren, segn el trmino de Berze) de los sntomas afectivos, la perplejidad, etc., seran la regla, segn los mis

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    mos autores que, como Specht o como Margulis, insistan en la presencia de este componente afectivo en todos los trastornos psicticos. Sin embargo, resulta de inters tomar nota de que el carcter afectivo de los trastornos del humor era puesto en duda por autores como el wundtiano Berze, quien, en su obra sobre el sntoma primario de la paranoias, subrayaba que uno se podra incluso preguntar si el sntoma humor jovial (heiter) o su contrario, humor triste, deban realmente ser considerados sntomas primarios, o si por el contrario no estaran ms bien detenninados por modificaciones de las asociaciones de ideas en el caso de la mana, y por su inhibicin en el de la depresin.

    En esta lnea, toda una serie de trabajos discurri en tomo a la cuestin del sntoma llamado fuga de ideas, entendido como un trastorno del curso de las representaciones mentales; dicho de otro modo, de las relaciones entre el sujeto y el significante. Resulta bastante cmodo agrupar estos trabajos mediante la nocin de trastornos de la temporalidad, y pasando revista rpidamente a los ms interesantes trataremos de mostrar qu partido podemos sacarles.

    Fuga de ideas y ausencia de un significante ordenador (Obervorstellung)

    Nuestro rpido recorrido nos llevar primero a fijamos en cierto nmero de aspectos sobresalientes del debate instaurado a partir de finales del siglo XIX, mayoritariamente en el mbito germanfono, acerca de la cuestin de la fuga de ideas.

    El inters por la fuga de ideas parece ha-

    Berze, Joseph (1903), ber das Primiirsymptom der Paranoia, Halle, Carl Marhold.

    ber sido correlativo a la aparicin de un procedimiento que pennita al clnico estudiar framente el fenmeno sin dejarse aturdir por l. Uno se poda entonces preguntar qu mecanismos se ponan en juego: aceleracin, falta de control, y en este ltimo caso, cul es la funcin que normalmente controla el flujo de nuestro pensamiento. Sealaremos simplemente que, desde Aschaffenburg6, introductor del test de asociaciones de ideas en psiquiatra (siguiendo los consejos de un paciente manaco), el estudio emprico muestra con frecuencia una rapidez del habla relativamente normal a pesar de las apariencias7 Por el contrario, la invasiva prevalencia de asociaciones de ideas externas parsitas puede llegar hasta el 80%8. Por lo tanto, y sobre todo entre los autores de sensibilidad fenomenologista, tiende a imponerse la idea de que la mana se tratara ante todo de un trastorno de la organizacin de las asociaciones que provocara una curiosa nivelacin no jerarquizada de las asociaciones posibles, antes que de impulsiones verbales (Rededrang de Aschaffenburg), de un trastorno psicomotor o de una degeneracin del carcter (Wernicke).

    A partir de 1903 los debates se van a centrar en el papel de ciertas representaciones que tendran un valor organizador del discurso normal, pennitiendo al sujeto no descarrilar (entgleisen), como dicen los autores alemanes, hacia asociaciones de

    6 Aschaffenburg, Die Ideenflutch, Psychologische Arbeiten, 1902, IV, 2.

    7 Este dato ha sido constantemente confirmado desde entonces, lo que no impide a ciertos autores recientes hablar an, un poco mecnicamente, de aceleracin manaca.

    8 Segn Isserlin (en Psychologische Unersuchungen ber Manisch-depressive Psychosen, Monatschrift jr Psychiatrie und Neurologie, 1907, XXII), quien registra una proporcin inversa de asociaciones externas e internas entre mana y melancola.

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    ideas sin relacin con la finalidad principal del discurso. Al parecer es Heilbronner9 quien introducir esta cuestin en el debate. l pensaba que era necesario transportar la teora del nivelamiento propuesta por Wemicke, desde el terreno del carcter al de la inteligencia. Lo que falta en el manaco, estimaba Heilbronner, es un cierto tipo de representacin que regule el curso del pensamiento10.

    El mdico y filsofo berlins Hugo Liepmann, en su obra clsica ber Ideenflutch Il , de 1904, cree que no se trata simplemente de un problema de asociacin de las ideas entre s; lo que se presupone en el pensamiento ordenado es la unin de las uniones, es decir, una representacin ordenatriz, una Obervorstellung12. Esta unin de uniones, segn l, est apoyada normalmente sobre la atencin, la preferencia ejercida por la atencin sobre ciertos contenidos del pensamiento con respecto a otros13.

    Estima que lo que prevalece en la fuga de ideas es una unin en funcin de la contigidad o de la similitud, en funcin de las mecnicas reglas de lo ms corriente. Si se llega a fijar la atencin de un manaco,

    9 Heilbronner, ber epileptische Manie nebst Bemerkungen zur Ideenflustch, Monatschrift fr Psychiatrie und Neurologie, 1903,4.

    10 Heilbronner defini la fuga de ideas de la manera siguiente: una serie de representaciones en la cual los elementos correlativos estn ligados mediante afinidades internas, mientras que desaparece la posibilidad de evocar una afinidad asociativa directa entre elementos alejados en la cadena asociativa.

    11 Liepmann, H. (1904), ber Ideenflutch. BegrifJbestimmung und psychologische Analyse, Halle, Carl Marhold. Segn Mauz (en K. Kolle, Grosse Nerveniirtze, vol. 11, Thieme, 1959), Liepmann fue discpulo de Wernicke; puede ser adscrito a la Escuela de Breslau, cuya caracterstica, como hemos recordado en varias ocasiones, era la minuciosidad de sus descripciones clnicas.

    12 Liepmann, op. cit., p. 81. 13 Liepmann, ibidem.

    explicaba Liepmann, su fuga de ideas debe poder detenerse14 Es, sin embargo, reacio a admitir que no puede subordinar totalmente la presencia de una Obervorstellung a un mecanismo atencional.

    Esta Obervorstellung ser entendida de modo diferente por el filsofo y mdico R. Honigswald (de Breslau), ligado a la tradicin neokantiana y en particular a Natorp, en su clebre obra sobre la psicologa del pensamiento15 Para l, el nivel psicolgico debe ser comprendido como intencionalidad, como sentido inalienable, y no puede ser reducido a un simple mecanismo: incluso en el no-querer, o hasta en el no ser querido, hay Meinen (un querer-decir); incluso si esto no es querido, es mo (mein) y tiene un sentido (Meinung). Y segn Honigswald, de algn modo se es siempre el caso en la fuga de ideas.

    En su obra titulada La psicologa del pensamiento, Honigswald afronta el fenmeno de la prdida del hilo separando el punto de vista psicolgico del punto de vista diagnstico. Distingue entre el perder el hilo y el arrancamiento del hilo; este ltimo fenmeno supone una prdida de la conciencia, mientras que el primero an permitira a la conciencia paliar la prdida y, a veces, reencontrar lo perdido. Incluso aunque perder el hilo no sea exactamente lo mismo que la fuga de ideas, ambos tienen en comn la prdida de un principio organizador. De la misma forma --escribe Honigswald- que en la prdida del

    14 Asimismo, Minkowski refera que uno de sus colegas le haba manifestado que si se llegaba a fijar la atencin de un paciente sobre un acontecimiento pasado, sera posible detener la deriva manaca (Minkowski, Le temps vcu, Pars, L'volution Psychiatrique, 1933, p. 277.

    15 R. Honigswald, Denkpsychologie, 1.8 ed., Leipzig, Teubner, 1920.

  • Sobre las psicosis manaco-depresivas COLABORACIONES

    hilo (con su conciencia de haber perdido el camino, del mal camino emprendido y de la posibilidad de encontrar el bueno), en los sntomas de quien sufre fuga de ideas lo que domina asimismo -como igualmente vemos en la fuga ordenada de ideas descrita por Wernicke- es un orden sui generis, pero que no podemos ignorar; tambin all hay, como se ve en el discurso de los pacientes, una forma de organizacin16 particular. El intencionalismo de Honigswald tendr una influencia decisiva sobre trabajos ulteriores, notablemente sobre los de Bingswanger (en uno de sus muy poticos artculos de 1931 en el que describe el estar-all festivo del manaco), los de Minkowski o tambin los de I. Hermann.

    Cuando J. Lacan retoma esta cuestin en 1963, insiste sobre el hecho de que el objeto del deseo, como limitacin de la cadena significante, no parece ya desempear su papel. El objeto a es definido entonces como un ms-ac de la intencionalidad, de una forma que nos parece intentar a su manera responder a la pregunta planteada por Liepmann sobre la detencin de la fuga de ideas. En el estado manaco, subraya Lacan, el sujeto no est entonces lastrado por ningn a, lo que le entrega a veces sin ninguna posibilidad de libertad a la metonimia infinita y ldica pura de la cadena significante17. En verdad, la solucin indicada por J. Lacan, en la cual la constitucin del objeto a ser condicin previa a todo lo que la corriente husserliana designaba como flujo originario previo a toda intencionalidad, era en cierto modo lo opuesto a la que dise la corriente fenomenolgica. Pero sin embargo, ya que se sita den

    16 Op. cit., p. 67. 17 Lacan, J.: L'angoisse. seminario 1963-64, no

    publicado.

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    tro de esa tradicin, nos invita a estudiar, caso por caso, de qu manera pudo ser afianzada con anterioridad una cua en la cadena significante, aunque fuese por medios que slo analgicamente se parecen a una respuesta a la falta del Otro mediante la falta del sujeto (solucin neurtica), ejemplo de obliteracin de un Otro absoluto del que el sujeto se hace garante sin falla.

    Pero precisamente existan en la clnica casos en los que el sujeto, incontestablemente manaco, llegaba no obstante a limitar su fuga de ideas reducindola a cierta temtica. Esta sintomatologa, prcticamente ignorada por los autores franceses, fue objeto de un debate interesantsimo, en la medida en que permita plantear la cuestin de qu diferenciaba con exactitud la fuga de ideas ordenada de la que no lo era, pero tambin permita concebir aquello que en sujetos que no presentaban esos sntomas aseguraba una limitacin de la alienacin a la cadena significante.

    La cuestin de la fuga ordenada de ideas

    Wernicke parece haber sido uno de los primeros en describir casos de fuga de ideas en los que la nivelacin de las representaciones no es completal8, llegando el sujeto a mantener su fuga de ideas en el

    18 Wemicke, Grundriss der Psychiatrie. p. 347. Segn l, lo que diferencia el primer estado morboso de la facilitacin de la actividad asociativa es el hecho de que el sujeto no se contenta con ir de A a Z por el camino ms corto, sino que cada elemento de la cadena asociativa entre A y Z ser a su vez punto de partida de excursos asociativos que en estado normal corresponden a asociaciones subsidiarias reprimidas. Sin embargo, existen casos en que un cierto dominio de s mismo o un cierto toque de asamblea siguen vigentes; en estos casos est asimismo conservado un lazo con la asociacin principal (Hauptassoziation), y

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    interior de un cierto horizonte semntico, constituyendo de hecho un cierto modo de estabilizacin. Este fenmeno clnico, lastimosamente ignorado por los especialistas franceses, fue llamado despus fuga ordenada de ideas, pennitiendo a Heilbronner criticar el carcter de todo o nada (o bien hay representaciones de la meta o bien no las hay) de las concepciones al uso.

    Liepmann permaneci firme en sus posiciones respecto a la presencia de fuga ordenada de ideas en algunos manacos: el verdadero criterio de la representacin jerrquicamente superior normal no puede ser otro que la atencin; en los dems casos, la fuga manaca de ideas slo est camuflada; segn l, la cultura adquirida previamente no es uil factor que facilite este equilibrio inestable; si algunos manacos producen series asociativas ordenadas, o bien se trata de series que fueron memorizadas con anterioridad, o bien de asociaciones habituales que crecen a semejanza de las pseudomorfosis cristalogrficas minerales; o tambin puede ocurrir que el paciente produzca series19. En efecto, en esta clase de casos, cuyo prototipo lo constituyen los ejemplos proporcionados por Aschaffenburg, uno de los cuales pusimos como exordio de nuestro trabajo, slo hay una ligera fuga de ideas, el paciente retoma el hilo; de forma casi milagrosa, se mantiene una cierta Obervorstellung en cuanto al gnero de las especies descritas. Pero mientras que el sujeto normal integra sus representaciones bajo el dominio de una representacin ordenatriz sometida a su vez a otras sobrerrepresentaciones en funcin de una tarea determinada por los

    este es, seala Wemicke, el caso particular de las mentes que han recibido una slida educacin (streng geschulten).

    19 Liepmann, op. cit., p. 74.

    COLABORACIONES

    mecanismos de la atencin, en el sujeto que presenta fuga de ideas, por el contrario, la representacin ordenatriz no surge de ningn lugar detenninado, ni est sometida a otra representacin ordenatriz, ni tiene ninguna relacin con la situacin. Aunque Liepmann admite que puede haber grados entre la fuga de ideas pura y el estado normal, la liberacin de las sujeciones de la atencin es la diferencia detenninante para l. En los hipomanacos que han mantenido en un cierto grado el dominio de las representaciones ordenatrices, se ve surgir, como entre parntesis, un conjunto de asociaciones liberadas de ese control; la atencin se libera entonces del objeto principal, pero llega a retomar a l.

    La posicin de Honigswald es diametralmente opuesta. Resumiendo, para l la fuga ordenada de ideas no sera excepcional en la mana, sino que ese sera ms bien el caso general. Lo que le falta al paciente que tiene fuga de ideas -estima Honigswald- no es la conciencia del orden en tanto que tal, sino la articulacin de la conciencia de organizacin correspondiente a la relacin entre las tareas principales y las subsidiarias, el lazo entre las ideas y el distinguir entre las ideas. La atencin no es simplemente el haz de luz de un proyector, como quera Liepmann, sino una conciencia de relacin, la de un orden de rango y una articulacin (Gliederung) de tareas. En la fuga de ideas, segn Honigswald, no falta la organizacin, simplemente se nivela por igual, se hace uniforme, lo que equivale a decir que su articulacin desaparece. Concepcin que parece autorizar a poner de nuevo en primer plano la cuestin de las suplencias en la psicosis manaco-depresiva, aunque Honigswald personalmente no ir en ese sentido.

  • Sobre las psicosis manaco-depresivas COLABORACIONES

    Hermann y su utilizacin de la lectura honigswaldiana de lafuga ordenada de ideas en el caso Cantor

    Cuando el psicoanalista hngaro lIme Hennann20, a finales de los aos cuarenta, se interesa por el matemtico psictico Georg Cantor, intenta comprender su pensamiento a partir de los principios de la psicologa del pensamiento definida por Honigswald, que sobre todo consiste, como hemos visto, en percibir un principio de ordenacin latente all donde la clnica organicista no quiere ver ms que dficit.

    As defini Hennann su propia utilizacin del pensamiento de Honigswald21

    Nuestro trabajo psicopatolgico -explica- tiene el objetivo de encontrar modelos, psquicos y comprensibles, de las fonnas originarias que se pueda encontrar en otras configuraciones, que sean apropiados para las estructuras del pensamiento (Gedenkbilden), y que permitan interpretarlas; a partir de ah, los propios modelos llegan a ser susceptibles de una interpretacin psicolgica ms elaborada. Los modelos no abarcan la totalidad de las estructuras de pensamiento sino solamente uno de sus contenidos parciales.

    A partir del propio pensamiento de Cantor, creemos poder llevar a cabo una investigacin sobre los modelos inconscientes, no derivables de modo lgico, enraizados en el mundo afectivo y que tienen su base en el terreno psicolgico. En efecto, en una carta escribe Cantor que el estilo y la economa de sus estudios son algo suyo, pero que el contenido no debera

    20 Hermann, 1. (1948): Denkpsychologische Betrachtungen im Gebiete der mathematischen Mengenlehre, Schweizerische Zeitschrift fr Psychologie, 7-8, 1948-1949.

    21 Op. cit., p. 190.

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    ser atribuido a sus mritos, pues no era ms que su escribano y reportero (Schonfliess, 'La crise de la cration mathmatique cantorienne', Acta Mathematica, 50, 1928, carta del 31-1-84). Adems, es preciso indicar tambin que Cantor encuentra los primeros peldaos para la elaboracin de cualquier clase de concepto en la determinacin de un nombre o de un signo, al cual se asocian diversos predicados, a veces en nmero infinito, con la condicin de que no sean contradictorios entre s (Cantor, Grundlagen der Mengentheorie, p. 15): en ese sentido, la creacin de conceptos es una autntica creacin de conjuntos. Cantor menciona tambin el hecho de que a causa del esfuerzo necesario para la elaboracin de esas nociones, puestas en peligro por la ambicin y la atraccin de lo sin lmite, necesitaba criterios inhibidores para elaborar conceptos nuevos.

    La fuga ordenada de ideas, explica Hermann, proporciona un modelo incontestable del concepto cantoriano de conjunto: la unin de elementos en un tod022 El paciente que tiene una fuga ordenada de ideas -siempre bajo la presin de la amenazante descoordinacin de su pensamiento, y con miedo a perder el hilo (cfr. Honigswald!), como ocurre en la fuga desordenada de ideas- pone en marcha todo lo que puede para mantener unidos los elementos de su

    22 Segn Hermann, no es slo que Cantor fuese especialmente entusiasta, sino que adems los diagnsticos emitidos en la clnica de Halle en 1904, 19078, 1911-12 Y 1917-18, ratifican los de psicosis manaco-depresiva y fases agudas de mana, que l propone. Hermann considera que los conceptos cantorianos de continuo, orden y tipo de orden son similares a la problemtica tpica de la fuga ordenada de ideas (nivelamiento uniforme de las ordenaciones, aparicin de nuevos criterios de orden, prdida del hilo, es decir, de la continuidad del pensamiento). No evocaremos aqu las facetas paranoicas de Cantor, en absoluto incompatibles con la construccin de la teora de conjuntos.)

  • (48) 466 F. Y R. Sauvagnat

    pensamiento con la ayuda de representaciones de orden superior, o, como tambin podra decirse, con la ayuda de leyes de parentesco. De hecho, Hermann desborda el molde conceptual proporcionado por Honigswald; ste no haba dicho, como antes vimos, que en el caso de la fuga ordenada de ideas los pacientes tengan conciencia de lo que es una organizacin de orden superior, pudiendo llevar a cabo una aplicacin inmediata de la misma; ni que tengan la sensacin de perder el hilo y que, a falta de controlar cada una de sus proliferaciones, hagan esfuerzos desesperados por mantener sus asociaciones en el interior de un cierto mbito.

    El caso es que a Hermann la creacin cantoriana le parece con claridad el resultado de ese esfuerzo: proponer varios tipos de infinitos de modo que se llegue a crear una realidad de orden superior capaz de controlar la fuga de ideas.

    Encontraremos ecos de tal lectura de Cantor en la propuesta de J. Lacan de 196723 , cuando evoca lo que el deseo del analista debe recuperar de la epopeya cantoriana: saber hacer de su no-saber un marco comparable a lo que fueron los transfinitos para Cantor. Lo cual, ciertamente, da un especial colorido a lo que Lacan, en diversas ocasiones posteriores, dir acerca del carcter manaco-depresivo del final de la cura: la semejanza reside visiblemente en el establecimiento de un lmite de la cadena significante, incluso aunque la construccin de lo que permite la travesa del fantasma del neurtico no pueda uniformemente ser identificada con las caractersticas de la forclusin manaca.

    23 Lacan, J. (1967): Proposition sur le psychana1yste de l'cole, Scilicet, n.O 1, 1968.

    COLABORACIONES

    Los dos tipos de temporalidad segn Honigswald

    Otro aspecto de las ideas de Honigswald tenido muy en cuenta por sus contemporneos fue su distincin entre dos tipos de temporalidad: lo vivido inmanente y lo vivido transitivo (erlebnissimmanente und erlebnistranseunte)24. Segn explica el autor, la vivencia transitiva del tiempo designa la localizacin de lo vivido y de sus signos en extensin, aquello que es mensurable en el tiempo. Determina el lugar de lo vivido como un acontecimiento entre otros; es lo temporal en tanto que viene a determinar la localizacin temporal de lo vivido, es lo objetivo-mensurable. Por el contrario, lo vivido inmanente designa una relacin con el tiempo distinta, lo temporal en lo vivido (nocin muy prxima a lo que describir Minkowski en trminos bergsonianos); es, en resumen, la sensacin subjetiva, inmanente, de la duracin. Pues, subraya Honigswald, la psicologa del pensamiento consiste precisamente en reflexionar acerca del tiempo psicolgico, a travs del tiempo de presencia, con todas sus metamorfosis; hay entonces que poner en relacin tiempo inmanente y tiempo transitivo en una unidad vivencia!. Esto se realiza paradjicamente en la atemporalidad del acto intencional dirigido sobre un objeto. En tanto que todo querer decir (Meinen) es un querer decir algo, la relacin con un objeto siempre se da en el acto del querer decir. Pero esta relacin es

    24 Hnigswald, op. cit., p. 84 Y ss. Este autor no cita casi a E. Husserl, cuyo Curso de 1904-1905 se refera en particular a esta distincin, fundadora en muchos aspectos de la nocin de intencionalidad que estaba a punto de formular refutando a Brentano. El curso no fue publicado, en edicin de Heidegger, hasta 1928, pero ya antes haba tenido una gran difusin.

  • Sobre las psicosis manaco-depresivas 467 (49) COLABORACIONES

    necesariamente intemporal: es un haberquerido-decir. Sin embargo, esta unidad de la vivencia del querer-decir no puede eludir desarrollarse y recibir un lugar caracterizable de forma temporal en el tiempo transitivo, incluso aunque el tiempo inmanente tenga sus propias fluctuaciones. Una dialctica entre estos tres datos es por lo tanto inevitable si queremos dar cuenta de la experiencia de lo vivido, lo cual viene a complicar singularmente, por ejemplo, los trabajos experimentales. El aspecto ms destacado, precisa Honigswald, es la proyeccin del tiempo de la presencia, la continuidad del yo, esa unidad que todo sujeto exige a sus vivencias psquicas, incluidas las del pasado y el futuro.

    As pues, estas distinciones fueron luego radicalizadas por autores como E. Straus o Gebsattel, para describir la vivencia del tiempo en las psicosis manaco-depresivas, en particular durante los accesos melanclicos.

    La distincin muerte inmanente a la vida versus muerte trascendente a la vida en ~ E. von Gebsattel

    Erwin Straus, en su clebre artculo sobre la vivencia del tiempo en las depresiones endgenas25 , insiste en la idea de que en ellas el desacuerdo entre esos dos tipos de temporalidad est especialmente acentuado. El tiempo enlentece su marcha, incluso se detiene (segn l, la sensacin del melanclico de castigo sin fin, de condenacin eterna, llega a ser una determi

    25 E. Straus: Das Zeiterleibnis in der endogen Depression und in der psychopatischer Vertstimmung, Monatschrift fr Psychiatrie und Neurologie, 1928, vol. LXVIII.

    nacin ineluctable de los actos del pasado). Considera que se sera un resultado directo del trastorno biolgico, consistente en una inhibicin, y propone reunir bajo la consiguiente -y confusa- nocin de enlentecimiento los sntomas de la melancola, destacando que en ciertos sujetos algunos sntomas obsesivos pueden ser una manera de forzar el que transcurra el tiempo.

    De esta ltima observacin es desde donde parte Gebsattel, recordando adems que numerosos autores (Bonhoffer, Heilbronner, Kraepelin, Reiss, Freud, etc.) ya haban mencionado ese aspecto. Introduce su propia aportacin mediante el comentario del caso de una joven que sufri una melancola endgena, la cual evolucion a continuacin a un status mixto y cur tras catorce meses de hospitalizacin. Presentaba una sensacin de angustia referida al tiempo, se senta obligada a decirse sin cesar que el tiempo pasaba o a tener presente in mente la palabra pasado. Cada uno de sus actos tena que recibir una connotacin de duracin, y tena la sensacin de verse siempre apremiada a ello. Cualquier nocin de proyecto no determinada en el tiempo deba inmediatamente seguirse de una indicacin de duracin. Cuando hablan los dems no puedo comprenderles, o, mejor dicho, les comprendo con la razn, pero, a decir verdad, no llego a comprender cmo pueden hablar con tanta tranquilidad, sin decirse continuamente a s mismos: ahora estoy hablando, esto va a durar tanto o cuanto tiempo, despus har talo cual cosa, yeso durar sesenta aos, a continuacin morir y otros vendrn despus, ms tarde otros ms an, y vivirn tanto tiempo como yo, ms o menos, comern y dormirn como yo haca, y as continuar todo eso, sin ningn sentido, durante miles y miles de

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    aoS26. Se quejaba de que esta compulsin a pensar en el tiempo se extenda a intervalos temporales cada vez ms sutiles. El conjunto sintomtico originaba ideas de suicidio.

    Por otra parte, esta paciente senta una especial aprensin ante el morir, dicindose a s misma, aterrorizada, que cada movimiento que haca disminua la distancia entre ella y la muerte.

    Dice Gebsattel que para comprender ste y otros casos parecidos segn el mtodo constructivo-gentico que recomienda, hay que entender por qu para esta paciente la muerte se convierte en el concepto mismo del transcurrir del tiempo. Para eso, hay que distinguir dos tipos de muerte: una muerte inmanente a la vida y una muerte trascendente a la vida.

    Segn explica Gebsattel, hay una relacin constante con la muerte incluso en las personas que gozan de buena salud, de la misma manera que tenemos una relacin constante con el tiempo27. Pero tal relacin no es una relacin consciente. En tanto que vivimos una vida activa y productiva no pensamos especialmente en la muerte. Pero aun as la vivimos. La muerte es inmanente a toda nuestra vida. Nuestra vida entera obedece al lema muere y deviene. Devenir, evolucionar, tambin es siempre

    26 Von Gebsattel: Zeitbezogenes Zwangsdenken in der Melancholie. Versuch einer konstruktiven genetischen Betrachtung der Melancholiesymptome, Der Nervenartz, 1928, vol. 1, pp. 275-287. Citamos aqu segn la traduccin propuesta por E. Minkowski en Le temps vcu, op. cit., p. 281.

    27 Von Gebsattel, op. cit., p. 284. La traduccin es nuestra. Desde luego, se podra ver aqu una cierta analoga con el modo cmo E. Husserl, en su curso de 1904-1905, describa la retencin del recuerdo primario como la cola de un cometa. Husserl, E., Lec;ons pour une phnomenologie de la conscience intime du temps, Pars, P. U. F., 1983, p. 51.

    COLABORACIONES

    en esencia una muerte parcial. Siempre renunciamos a un lugar-de-vida (Lebenstelle) para progresar. Terminar algo, acabar una obra, es siempre tambin una parte de la vida que llega a su conclusin. En un amor realizado enterramos siempre un trozo de vida que no vuelve jams, escribe Gebsattel citando la obra de Feuerbach Muerte e inmortalidad.

    Sin embargo, la particularidad de esta muerte inmanente es que no sale nunca al encuentro de la vida sino que la substiende. La vida se teje sobre un armazn que es la muerte, una muerte que es inmanente a tal envoltura; cuando la primera llega a su trmino, la muerte, a su vez, la absorbe. Por el contrario, la muerte trascendente sale al encuentro de la vida como una fuerza exterior, viene del exterior para destruirla. Es una muerte consciente, caricatura de la muerte inmanente, es un producto artificial, igual que lo es el tiempo objetivo pensado. La cuestin de la representacin de esta muerte es un problema en s, apunta Gebsattel; antiguamente representada como resultado del Pecado Original, ha hecho salir a la muerte de su inmanencia, es de hecho una fuerza objetiva que destruye la vida, de la cual ya no es garanta de realizacin sino negacin, destruccin y aniquilamiento. Supone Gebsattel probable que, originalmente, esta figura de la muerte haya surgido como una inhibicin de la esfera vital; sea lo que sea, ningn ser humano se libra de ella.

    En la melancola endgena, Gebsattel opina que una inhibicin de naturaleza biolgica es lo que viene a provocar esa angustia ante la muerte. En el caso de su paciente, estima, el carcter fluyente del tiempo y su transcurrir incontrolable est relacionado con la interiorizacin constante de esa muerte exgena a la vida28. La insoporta

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    ble fuga del tiempo est implcitamente en relacin con la reaparicin incontrolable de la muerte. Todo suceso exterior adquiere para la enferma ese sentido temporal de reaparicin de la muerte. Es, en definitiva, la impotencia -experimentada como inhibicin vital- para realizar la muerte inmanente lo que explica la omnipotencia y la ubicuidad de la muerte exterior en su percepcin de la vida29, lo cual podra calificarse como un autntico retomo en lo real, como dir Lacan ms tarde. Los impulsos suicidas son tentativas de poner fin a lo que es insoportable en su situacin, son tentativas de apaciguarla. La paciente se imagina que no estar verdaderamente muerta hasta que muera, pero que eso podra curarla.

    Cmo comprender esta afirmacin?, pregunta Gebsattel. En tanto que melanclica, la paciente est acabada (schon am Ende). Aunque fisiolgicamente viva, est muerta en el sentido de su tendencia al futuro (Werdedrang) y de la realizacin de s misma. El sentido del deseo suicida, estima Gebsattel, es el de la restitucin de la muerte inmanente de la que ha sido desposeda; es pues, de hecho, un deseo de vivir. Dicho mediante una frmula: Es una tendencia a la realizacin exgena de la muerte inmanente a la vida30. As que hay una contradiccin entre esos objetivos, ya que la muerte inmanente slo puede ser vivida y no realizada, pues no hace otra cosa sino sostener la vida. Por esta razn la paciente se inhibe de cometer tal acto, movimiento psquico que se repite sin cesar en las compulsiones que constituyen su status.

    28 Ibid., p. 285. 29 Ibid. 30 Ibid.

    Primera y segunda muerte (y vuelta a la cuestin de la separacin)

    Si en cierta forma parece que Lacan, en diversas acotaciones, desecha la cuestin de la subduccin del tiempo (Minkowski) iniciada en el cambio de siglo con la controversia que opuso de un lado a Wemicke y del otro a Aschaffenburg y Liepmann, puede pensarse que no fue insensible a la dicotoma honigswaldiana de los dos modos de temporalidad, inmanente y transitiva, y a sus desarrollos por Straus y Gebsattel.

    En efecto, los trabajos que Lacan dedic a la primera y segunda muerte pueden evidentemente ser enfocados como tentativas de elaboracin de tal distincin fenomenolgica. Pero son mucho ms radicales y encuentran una aplicacin ms general, y no slo a la problemtica melanclica.

    As como Antgona, tras la decisin de Creonte, queda encamizadamente ligada al cadver sin sepultura de su hermano (de un modo que Lacan, en el seminario sobre la tica, une a la preposicin griega meta, utilizada repetitivamente por Antgona para resaltar que jams podr separarse del cadver de su hermano), o igual que Hamlet tras el suicidio de Ofelia perseguir encamizadamente su destino detenido durante un tiempo, as el Marqus de Sade se lanza encamizadamente a representar a sus hroes como meros objetos, agentes de un ser supremo en malignidad, y ordena que a su muerte su tumba reste annima e incluso inhallable, preparndose una segunda muerte ms all de la muerte prescrita por el significante. Como Antgona, que se sita ektos atas, condenada de antemano a la catstrofe desde el principio de la obra, el hroe sadiano trata de inflingir una segunda muerte a la naturaleza,

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    rasgo en el que coincide con el delirio melanclico, en el que un sujeto que dice estar muerto -y por lo tanto ya en el infierno- tienda a suicidarse en la esperanza de encontrar una segunda muerte definitiva.

    En cierto modo, el efecto del significante sobre el ser viviente se corresponde bastante bien con la muerte inmanente de Gebsattel, sobre todo si se aade (estara Gebsattel de acuerdo?) que esta incidencia del significante no ocurre sin una renuncia al goce.

    Pero la segunda muerte toma un aspecto ms dramatizado en tanto que conlleva una destruccin total de la vida, lo que la muerte trascendente de Gebsattel no implica necesariamente. Dicho esto, para nosotros el aspecto trgico, en verdad, no debe ser lo esencial del asunto, en la medida en que, en suma, Antgona indica bien la naturaleza

    COLABORACIONES

    del desafo3l de la estabilizacin en la psicosis manaco-depresiva: las modalidades posibles de la separacin respecto del significante (y estamos obligados a enlazar aqu con la famosa cuestin de la fuga ordenada de ideas de Wemicke). Una reinscripcin paradjica en un significante ideal en el caso de los manaco-depresivos -estamos pensando en las diferentes formas de infinito de Cantor- no es una de sus representaciones menos sorprendentes.

    (Traduccin de Ramn Esteban Arniz)

    31 [N. del T.: challenge, en cursivas en el original, anglicismo que tambin en francs significa literalmente desafo, trofeo, pero es adems usado en este idioma, en sentido figurado, como sinnimo de marca, huella, smbolo, cicatriz y herida, entre otros. Los autores sacan partido a las resonancias lacanianas de esta gama de significados.]

    * Franc;(ois Sauvagnat, Professeur de Psychopathologie, Directeur de Recherche, Universit de Rennes-II. Rokaya Sauvagnat, psiquiatra, Centre Hospitalier Specialis Ville-Evrad, Neuillysur-Mame. Correspondencia: F. Sauvagnat, 8 Rue Victorien Sardou, 75016 Pars.

    ** Fecha de recepcin: 1O-X-1997.