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Universidad de Buenos Aires
Carrera de Ciencia Política
Agenda Internacional Contemporánea
Cátedra Belikow
La exploración espacial y las relaciones internacionales: La Estación Espacial
Internacional
Mateo Nielsen Obieta
DNI 36.919.764
Noviembre 2014
Mateo Nielsen Obieta
1
La exploración espacial y las relaciones internacionales: La Estación Espacial Internacional
Abstract
El propósito de este trabajo es hacer un análisis de la exploración espacial, poniendo
especial énfasis en el caso pivotal para la cooperación internacional que es la Estación
Espacial Internacional. El estudio de este caso se extenderá a las ramificaciones
políticas que ha tenido históricamente, que tiene en la actualidad, y sus implicancias a
futuro. En un primer lugar se hará una descripción histórica de la exploración
espacial, culminando en la construcción de la EEI. Se analizarán las estrategias de
cooperación que fueron necesarias para poner construir la estación y ponerla en
funcionamiento. Luego se analizará cómo el espacio es un lugar en el que Estados
Unidos no se ha podido ubicar como un hegemón. A su vez, se hará mención a China
como un actor de relevancia en el futuro de la exploración espacial en conjunto con el
desarrollo espacial de países emergentes. Finalmente, se estudiará cómo el conflicto
actual entre Rusia y Estados Unidos fruto de la colisión por el caso de Crimea tiene
consecuencias sobre la cooperación en la EEI.
Palabras clave: Exploración espacial – cooperación internacional – Estación Espacial
Internacional – NASA – RKA – Estados Unidos – Federación Rusa – República
Popular China – Agencia Espacial Europea – hegemonía.
Mateo Nielsen Obieta
2
Índice
Abstract ........................................................................................................................ 1
Introducción ................................................................................................................. 3
Breve historia de la exploración espacial ..................................................................... 4
Los orígenes de la Estación Espacial Internacional ..................................................... 8
La Estación Espacial Internacional en funcionamiento ............................................. 11
No todo es hegemonía estadounidense ...................................................................... 12
La exclusión de China ................................................................................................ 14
Las potencias emergentes: los casos de Brasil e India ............................................... 17
Las tensiones en la actualidad .................................................................................... 19
Proyecciones a futuro ................................................................................................. 23
Reflexiones finales ..................................................................................................... 24
Bibliografía ................................................................................................................ 27
Mateo Nielsen Obieta
3
Introducción
En el complejo de las relaciones internacionales la defensa juega un papel
preponderante. Una subdivisión peculiar del gasto de las naciones en defensa es la de
la exploración espacial. Desde que la humanidad ha visto como plausible el viaje al
espacio, los gobiernos han abordado el tema desde distintas perspectivas. La iniciativa
por conquistar el espacio surge del instinto humano por dominar a la naturaleza y se
ha traducido a lo largo de la historia como una forma de los países de asertar y
demostrar al mundo su capacidad y competencia técnica en materia científica.
Vinculado a esto, los gobiernos de los países con posibilidades de emprender
investigaciones vinculadas al espacio se han interesado por sus implicancias en
asuntos de defensa. La arena política internacional es un ámbito de competencia
anárquica entre Estados en la que la cooperación es un fenómeno de rara ocurrencia.
Desde 1957 hasta 1975, los Estados Unidos y Rusia desarrollaron una carrera
espacial, compitiendo por la supremacía en capacidades espaciales. Con el Programa
de Pruebas Apolo-Soyuz como antecedente, desde 1982 se da inicio a las tratativas
para el programa de cooperación pacífica más grande que haya conocido la
humanidad: la Estación Espacial Internacional. Este proyecto se daría en dos fases: la
“fase uno”, el Programa Shuttle-Mir, permitiría a Estados Unidos aprender de la
experiencia rusa y embeber a ambas agencias espaciales de la forma de operar de la
otra, mientras que la “fase dos” supondría la construcción efectiva de la EEI.
Un programa de este calibre no tiene lugar sin sus complicaciones, de todos modos.
En primer lugar requirió de la colaboración entre agencias espaciales especializadas
con conocimientos específicos, acostumbradas a trabajar de forma autónoma. En
segundo lugar, el proyecto requirió de aportes económicos sustanciosos, y las
necesidades presupuestarias siempre tuvieron que justificarse en el plano político, lo
que no siempre fue fácil de lograr. Por último, un programa como este tuvo que
obtener la capacidad de sortear las turbulencias que los conflictos internacionales
supusieron para las relaciones entre países.
Debido a esto, la EEI es un logro de incomparable magnitud en el ámbito de la
cooperación internacional. Supone una hazaña diplomática el haber unido a los dos
grandes contrincantes de la Guerra Fría en una acción conjunta duradera.
Mateo Nielsen Obieta
4
Breve historia de la exploración espacial
El primer logro en materia espacial no fue soviético ni estadounidense sino alemán. El
3 de octubre de 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, científicos alemanes
lanzaron al espacio el cohete V-21, logrando así enviar el primer vehículo en la
historia por encima de la línea de Kármán, el límite entre la atmósfera y el espacio
exterior, ubicada a 100 kilómetros sobre el nivel del mar.
Tras la guerra, la Oficina de Servicios Estratégicos de los Estados Unidos, precursora
de la CIA, lanzó la Operación Paperclip, con el objetivo de extraer de Alemania
científicos nazis que estuviesen especializados en las Wunderwaffen (armas
maravillosas) del Tercer Reich (misiles, aviones, bombas, barcos de guerra, armas
químicas y otras). Ulteriormente, la intención de los servicios de inteligencia
estadounidenses era impedir que los científicos involucrados en estas operaciones
cayeran en manos de los soviéticos. Si bien los estadounidenses lograron enviar 300
vagones de carga con cohetes V-2 y partes funcionales y 126 de sus principales
diseñadores a los Estados Unidos, los soviéticos se hicieron con sendos cohetes y
hombres de ciencia.
Con estos recursos en su poder, los Estados Unidos lanzaron el primer cohete con
propósitos puramente científicos: un V-2 que analizó la radiación cósmica el 10 de
mayo de 1946. Más adelante ese mismo año tomaron las primeras fotografías de la
tierra desde el espacio, y en 1947 comenzaron los primeros experimentos con
animales, con el envío de moscas de la fruta a bordo de cohetes V-2.
Los soviéticos también enviaron cohetes V-2 en 1947 con ayuda de científicos
alemanes, así como también su propia versión del cohete, el R-1, con los que
midieron la radiación y experimentaron con animales en espacios suborbitales.
La carrera espacial comenzó oficialmente en octubre de 1957 con el lanzamiento del
Sputnik 1, el primer satélite artificial de la historia. Se lo pudo ver orbitando la tierra
desde todo el mundo así como también se pudo detectar su señal de radio. En el plano
científico, Sputnik 1 proveyó a los científicos de valiosa información como la
densidad de la capa más alta de la atmósfera y el movimiento de ondas de radio en la
ionósfera.
1 Nombre técnico Aggregat-4 (A4)
Mateo Nielsen Obieta
5
Pero sus logros y consecuencias políticas fueron más grandes aún. La decisión de
construir el Sputnik 1 se tomó tras el anuncio del Presidente de Estados Unidos,
Dwight Eisenhower, el 29 de julio de 1955, emitido a través de la Secretaría de Prensa
de que planeaba enviar un satélite al espacio como contribución al Año Geofísico
Internacional, un evento científico que duró desde julio de 1957 hasta diciembre de
1958 en el que sesenta y siete países participaron2. El Politburó del Partido Comunista
de la Unión Soviética aprobó el 8 de agosto, solo una semana después del edicto de
Eisenhower, el proyecto de Sergei Koroliov, diseñador principal del programa
espacial soviético.
Este suceso aceleró el programa espacial estadounidense, quien intentó lanzar a
tiempo un satélite Vanguard sin éxito, desatándose la “Crisis Sputnik”, como bautizó
el propio Eisenhower al período de incertidumbre que alimentó la percepción de que
los soviéticos se encontraban tecnológicamente mucho más avanzados que los
norteamericanos. En este momento clave en la Guerra Fría, la amenaza de perder la
primacía en el campo tecnológico y la sensación de alarma por la percepción de
amenaza a la seguridad nacional empujó al gobierno de Estados Unidos a crear la
NASA para concentrar toda la actividad no militar en el espacio y, en paralelo,
DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency, por sus siglas en inglés), la
Agencia de Proyectos Avanzados de Investigación en Defensa, para las tecnologías
desarrolladas para uso militar.
Originalmente denominada simplemente ARPA, su misión era asegurar que la
tecnología militar estadounidense fuera más sofisticada que la de sus potenciales
enemigos (DARPA, 2005). Habiendo llegado a la conclusión de que la Unión
Soviética había desarrollado la capacidad para explotar tecnología militar, los
responsables del Departamento de Defensa de Estados Unidos concluyeron que se
hacía necesario un organismo que ejecutara proyectos de investigación y desarrollo
que trascendieran los límites que las necesidades específicas de los servicios militares
imponían. Así, desarrollando tecnología de forma independiente, ARPA desarrolló
programas tecnológicos que abarcaron un rango amplio de disciplinas científicas
enfocados hacia todo el espectro de las necesidades de defensa nacional. Tras esta
compartimentalización de las competencias en materia de defensa, la nueva división
asignó a ARPA asuntos nacionales de gran magnitud como defensa de misiles
2 China notablemente se abstuvo de participar, en señal de protesta contra la participación de Taiwán.
Mateo Nielsen Obieta
6
balísticos o detección de armamento nuclear, a la NASA los proyectos espaciales
civiles y a las fuerzas militares los programas espaciales de competencia
exclusivamente militar.
El temor principal que implicaba para Estados Unidos el lanzamiento exitoso del
Sputnik 1 era que la URSS pudiera utilizar un cohete idéntico al que lanzó el satélite
Sputnik para enviar una cabeza nuclear a cualquier parte del mundo en cuestión de
minutos. Esta turbación, de hecho, no estaba infundada, ya que la URSS ya había
probado la viabilidad del misil balístico R-7, que el 21 de agosto de 1957 realizó un
vuelo de 6000 km3.
Este proceso de reorganización de las competencias burocráticas era más necesario
que nunca tras el atraso que la diversificación de estructuras de desarrollo tecnológico
había causado. Quizás el ejemplo más claro de esto sea el caso de los satélites
Vanguard y Explorer.
Como parte del Año Geofísico Internacional, los Estados Unidos declaró su proyecto
de enviar un satélite al espacio. Sin embargo, cada una de las fuerzas armadas tenía un
proyecto distinto e independiente para lograr esto. El Ejército presentó un proyecto de
Wernher von Braun4, jefe de la Agencia de Misiles Balísticos del Ejército, basado en
un cohete Redstone modificado. La Fuerza Aérea propuso utilizar el cohete Atlas, que
aún no existía, por lo que el proyecto fue desestimado. Por su parte la Marina postuló
un diseño basado en los cohetes Viking y Aerobee. En 1955 el Comité sobre
Capacidades Especiales del Departamento de Defensa eligió la propuesta de la
Marina, designada Proyecto Vanguard, ya que lo consideraba el plan con mayores
probabilidades de lograr los objetivos de poner un satélite en órbita con la capacidad
de realizar un experimento y rastrear su trayectoria.
Debido a esta normativa el Ejército paralizó el desarrollo de su proyecto, denominado
Proyecto Explorer. Los inconvenientes surgieron tras los sucesivos intentos fallidos
de lanzar cohetes Vanguard5 y los lanzamientos exitosos del satélite Sputnik 1 y la
nave Sputnik 2, que ubicó al primer animal en órbita, la perra Laika. Estos
inconvenientes motivaron un cambio de política del Departamento de Defensa, quien
encomendó al ejército utilizar un cohete Juno para lanzar un satélite. Tras esto, los
3 Vuelos posteriores lograron abarcar una distancia de 12000 km. 4 Ingeniero aeroespacial alemán quien trabajó para los Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. Véase supra Operación Paperclip. 5 Sardónicamente apodados por la prensa ‘kaputnik’, ‘flopnik’, ‘puffnik’ y ‘stayputnik’, en una humorosa comparación con los satélites rusos.
Mateo Nielsen Obieta
7
Estados Unidos finalmente enviaron el Explorer 1 al espacio el 31 de enero de 1958.
Un mes y medio más tarde, el Proyecto Vanguard logró un despegue exitoso del
satélite TV-46, el segundo satélite estadounidense en órbita.
Además de la creación de la NASA y la DARPA, como consecuencia de la crisis
Sputnik el Congreso de Estados Unidos aprobó un aumento presupuestario al área de
educación para ser destinado exclusivamente a la National Science Foundation, con el
objeto de incentivar el desarrollo de una generación de ingenieros.
Los soviéticos se anotaron varias victorias en la recientemente disparada carrera
espacial: En 1961, el Vostok 1 (Oriente 1) transportó a Yuri Gagarin al espacio,
convirtiéndolo en el primer ser humano en volar al espacio y realizar una órbita
alrededor de la tierra, en 1 hora y 48 minutos, dando inicio a una nueva era: la era de
los vuelos humanos. El vuelo suborbital de Alan Shepard un mes más tarde del vuelo
de Gagarin y el vuelo en órbita de John Glenn en febrero de 1962 fueron la respuesta
estadounidense a los avances soviéticos.
En 1959 la nave soviética Luna 2 alcanzó la superficie de la luna, convirtiéndose en el
primer objeto hecho por el hombre en aterrizar en otro cuerpo celeste. Esta misión
exitosa dio el pie para una nueva generación de exploraciones, las investigaciones
planetarias. El programa Luna de la Unión Soviética obtuvo además de este, los
logros de tomar las primeras fotografías en la historia del lado oscuro de la luna (Luna
3, 1959), el primer alunizaje blando exitoso (Luna 9, 1966), el primer satélite artificial
de la luna (Luna 10, 1966) y la primer sonda completamente robótica en alunizar,
tomar muestras de suelo lunar y regresar con estas muestras a la tierra (Luna 16,
1970). Por su parte, los Estados Unidos lanzaron el programa Ranger, cuya cuarta
nave (Ranger 4) fue la primera nave estadounidense en alcanzar otro cuerpo celeste en
19627.
Más allá de los numerosos logros soviéticos, el evento de mayor notoriedad en la
historia de la exploración espacial fue el Apolo 11, la primera nave tripulada en
alunizar con éxito el 20 de julio de 1969. Llamativamente, tres días antes del
lanzamiento del cohete Apolo, la nave Luna 15 fue lanzada con destino a la luna, con
el objetivo de recolectar muestras del suelo. Tras permanecer en órbita lunar por dos
días, con los astronautas Neil Armstrong y Buzz Aldrin ya en la superficie de la luna, 6 Llamativamente, el minúsculo TV-4, rebautizado Vanguard 1, permanece en órbita hasta la actualidad, mientras que los satélites enviados con anterioridad decayeron hasta ser destruidos. 7 Una falla en el sistema de navegación y de paneles solares hizo que la nave se estrellara en la cara lejana de la luna sin conseguir ningún dato de uso científico.
Mateo Nielsen Obieta
8
la nave soviética comenzó su descenso pero se estrelló contra la ladera de una
montaña. Estas misiones simultáneas significaron una de las primeras instancias de
cooperación entre las dos superpotencias: las agencias espaciales de ambos países
coordinaron sus lanzamientos para asegurarse de que no chocarían uno con otro, aún
sin saber con precisión los objetivos de la misión de su contrincante.
Los orígenes de la Estación Espacial Internacional
1975 fue el año en el que la carrera espacial entre los Estados Unidos y Rusia terminó
gracias al Programa de Pruebas Apolo-Soyuz. El 15 de julio se lanzaron al espacio la
última nave del programa Apolo y una nave Soyuz8. Este proyecto conjunto ilustraba
para ambos bandos en plena Guerra Fría la nueva política exterior de détente. Fue la
primera vez que ambos países colaboraron en un experimento conjunto, y se lograron
avances sin precedentes como la capacidad de fotografiar la corona solar tras un
eclipse artificial del sol. Además proveyó a ambos países de experiencia en ingeniería
para vuelos conjuntos futuros como el Programa Shuttle Mir y la Estación Espacial
Internacional.
Hacia fines de los años ‘60, la colaboración entre ambos países era muy improbable.
En un discurso frente a la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1963, el
Presidente Kennedy propuso que la Unión Soviética y los Estados Unidos unificaran
sus esfuerzos con el objetivo de llegar a la luna, el premier soviético se negó (Sietzen,
1997; TASS, 2014). Aunque Nikita Kruschev hubiese declarado en 1956 la política
de coexistencia pacífica, ambos bandos parecían estar en constante situación de
conflicto. Además del conflicto político, cada país perseguía un tipo distinto de
avances ingenieriles en materia espacial. Los soviéticos buscaban la automatización
de los procesos, construyendo y enviando sondas no tripuladas como la Lunokhod 1 y
la Luna 16, y naves Soyuz diseñadas con la intención de minimizar el error humano,
reduciendo la cantidad de controles que los operadores a bordo tuvieran que
manipular. Contrariamente, los estadounidenses diseñaban sus naves Apolo para ser
operadas por astronautas altamente calificados y con diseños que los rusos
8 Siguiendo con la cronología nominal, algunos consideran a esta nave Apolo la número 18, aunque esto genera confusión con la misión fallida a la luna del mismo nombre. Durante la duración de la misión, la nave estadounidense fue denominada simplemente “Apolo” y la rusa simplemente “Soyuz”, aunque fuera la número 19.
Mateo Nielsen Obieta
9
consideraban “extremadamente complejos y peligrosos” (Committee on Aeronautical
and Space Sciences, 1976).
Aún así, en un encuentro en 1971 ingenieros estadounidenses y rusos dialogaron para
minimizar sus diferencias en vistas a un posible acoplamiento en órbita de astronaves.
Para esto, se aceptó un diseño presentado por un científico estadounidense para un
sistema andrógino de acoplamiento entre dos naves, que permitiría a una y otra ser
tanto activas como pasivas al momento del ensamble.
Con la Guerra de Vietnam llegando a su fin, las relaciones entre la Unión Soviética y
los Estados Unidos comenzaron a mejorar. La nueva política exterior de détente
(Slantchev, 2014) sirvió de fundamento para un novedoso acuerdo de cooperación a
futuro entre las potencias (Ross-Nazzal, 2010). Esta reversión de la coexistencia
pacífica encontró resistencia de sectores que consideraban que esta política suponía
una forma de negar la existencia de conflicto fundamental entre los dos países.
Corría el año 1998 cuando la Agencia Espacial Federal Rusa (Roskosmos o RKA)
mediante el cohete ruso Proton lanzó al espacio el módulo Zarya (amanecer, alba en
ruso), con el objeto de proveer sistemas de propulsión, control de altitud, de
comunicaciones y energía eléctrica a un proyecto en común con la Administración
Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (más conocida como NASA, por sus siglas
en inglés). Dos semanas más tarde, el módulo Unity fue cargado al orbitador
Endeavour en la primera misión del transbordador espacial, para ser ensamblado en
órbita con el bloque de carga funcional ruso. Así, despuntaba el amanecer de una
nueva era de cooperación internacional en el espacio, dejando atrás la carrera espacial
que había dado forma al avance científico durante la guerra fría.
El surgimiento de la EEI surgió a partir de una combinación de tres proyectos
distintos para el establecimiento de estaciones espaciales: la proyectada estación ruso-
soviética Mir-2, la estación Freedom aprobada por Reagan en 1984 y la estación
europea Columbus. A la estación Freedom se sumaría el laboratorio japonés Kibō
(esperanza).
El plan original era construir la Estación Espacial Freedom entre la NASA y la
Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), pero tras la disolución de
la URSS los fondos para el programa de la estación estadounidense se recortaron
hasta dar por tierra con el proyecto (Harland, 2004), debido a la imposibilidad de
justificar tal gasto.
Mateo Nielsen Obieta
10
Desde 1987 a 1993, los rusos ensamblaron y operaron la primera estación espacial
modular, el behemot de 124 toneladas Mir, que operó hasta el 21 de marzo de 2001.
Sin embargo, la crisis económica que atravesaba el país a inicios de los años ‘90 dejó
claro que no había suficiente presupuesto para la secuela, Mir-2, proyecto que había
comenzado en 1976. Los presupuestos ajustados para la industria espacial no eran un
fenómeno que solo afectaba a la agencia ex-soviética: el programa estadounidense
Alpha era la séptima versión en nueve años del proyecto para una estación espacial
propia, que, aunque recortaba gastos en experimentos científicos, seguía teniendo un
costo total mayor al presupuesto que el gobierno de Clinton estaba dispuesto a
invertir.
Las dificultades presupuestarias impulsaron a los oficiales del Gobierno de Estados
Unidos a proyectar una forma reciclada y superadora del Programa “Shuttle-Salyut”
de fines de los años ’70, que más allá de tratativas entre NASA e Interkosmos9 nunca
llegó a realizarse. En junio de 1992 los presidentes Bush y Yeltsin firmaron el
“Acuerdo entre los Estados Unidos de América y la Federación Rusa concerniendo la
cooperación en la exploración y el uso del espacio exterior para propósitos pacíficos”
(Gobiernos de Estados Unidos y Rusia, 2010).
Pero no fue sino hasta octubre de 1993 que los negociadores de la NASA acordaron
en Moscú la fusión de los programas Alpha y Mir-2. Sin embargo, el camino fue
sinuoso hasta entonces. En el congreso de Estados Unidos se había intentado en junio
acabar con el proyecto de Clinton (Opción A) para una estación espacial barata,
tentativa que fracasó por un solo voto (215 a 216). La comunidad científica planteaba
a su vez que los beneficios que presentaba el programa eran más marginales que
nunca en esta versión económica. Finalmente en septiembre, Clinton eligió el diseño
‘Russian Alpha’ de seis tripulantes por sobre la más pequeña Estación Alpha de 4
tripulantes. El presidente consiguió arreglar con el congreso un presupuesto anual fijo
de 2,1 mil millones de dólares. El vicepresidente Al Gore y el primer ministro ruso
Viktor Chernomyrdin anunciaron los planes para la estación espacial conjunta,
además de la participación estadounidense en el programa Mir, incluyendo el
acoplamiento de transbordadores Columbia, en lo que fue bautizado ‘Shuttle-Mir
Programme’.
9 Programa espacial soviético que incluía a las naciones aliadas.
Mateo Nielsen Obieta
11
La construcción de la EEI revirtió la tendencia de la dirigencia de Washington de
perseguir proyectos cada vez más chicos y menos capaces científicamente. Así, la
nueva estación espacial, construida de forma conjunta tendría una masa total en órbita
de 370 toneladas, capacidad de ensamblar módulos norteamericanos y rusos y de
llevar a cabo un número mayor de experimentos.
Estados Unidos cambió la estrategia perpetuando la bipolaridad de los años anteriores
a 1991, para prevenir la emergencia de actores competitivos independientes. A estos
efectos, una vez arreglados los detalles del proyecto conjunto con Moscú, sometió los
programas espaciales japonés y europeos para que operaran bajo su tutela. Así, el
Módulo de Experimentos Japoneses operaría dentro de la estación espacial Freedom,
así como también se avanzó en las tratativas para atar el programa espacial japonés
con el europeo.
La Estación Espacial Internacional no fue ocupada por astronautas sino hasta el año
2000, en los inicios del gobierno de Vladimir Putin, ya que todavía la estación
espacial MIR se encontraba tripulada y en funcionamiento.
La Estación Espacial Internacional en funcionamiento
La EEI se divide en dos grandes segmentos orbitales: el ruso y el estadounidense. El
Segmento Orbital Ruso (ROS) está compuesto por cinco módulos que esencialmente
reproducen la configuración original del proyecto Mir-2. Lo peculiar de la sección
rusa de la EEI es que el primer módulo en ser enviado, Zarya, fue financiado por la
NASA (NASA, 2013) y es propiedad de los Estados Unidos hasta la actualidad.
Además de Zarya –utilizado para funciones de almacenamiento– componen este
segmento los módulos Zvezda, Pirs, Poisk y Rassvet.
El Segmento Orbital Estadounidense (USOS), por su parte, comprende los módulos
creados por la NASA, la ESA, la Agencia Espacial Canadiense (CSA, por sus siglas
en inglés) y la Agencia de Exploración Aeroespacial Japonesa (JAXA, por sus siglas
en inglés). Los módulos de este segmento son Unity (el primero en órbita), los
módulos nodales Harmony y Tranquility (construidos por la Agencia Espacial Italiana
para la NASA como parte de un convenio de la ESA con su contraparte
estadounidense), los laboratorios Destiny, Columbus y Kibō y los módulos Cupola,
Quest, Leonardo y PMA.
Mateo Nielsen Obieta
12
Para asegurar que la EEI funcione correctamente, es necesaria la cooperación entre las
partes. Que existan módulos separados no implica que los astronautas de cada país
vivan aislados del resto, sino que la convivencia implica una superposición en las
competencias y responsabilidades de cada uno. Esto se demuestra de forma constante
cuando, como en la actualidad10, no hay ingenieros espaciales de cada agencia
espacial en órbita, dejando la responsabilidad de controlar los elementos de todos los
módulos a quienes se encuentren a bordo de la EEI.
Más allá de esto, cada país contribuye elementos específicos. Estados Unidos
desarrolla y opera grandes sistemas dentro de la estación, como control térmico,
soportes vitales, navegación, sistemas de energía, comunicaciones y otros. Rusia
módulos de investigación, un módulo de servicio con sistemas habitacionales para
cosmonautas, una plataforma energética con energía solar, transporte logístico y las
ya mencionadas naves Soyuz para transporte de pasajeros. La ESA contribuye
mediante su laboratorio en órbita Columbus, un vehículo de transferencia
automatizado, el cohete Ariane 5 que se utiliza para ubicar elementos en órbita y el
Puerto espacial de Kourou, en la Guayana Francesa. La JAXA desarrolló y envió el
módulo más grande de la EEI, el módulo experimental Kibo (esperanza en japonés),
que permite a los astronautas en órbita realizar diversos experimentos. La
contribución principal de Canadá a la EEI es el Canadarm2, un brazo robótico que
representa el componente más importante del sistema de servicios móvil. (NASA,
1999)
No todo es hegemonía estadounidense.
Cuando Ronald Reagan anunció la construcción de una estación espacial en 1984, la
lógica imperante en la decisión era afirmar la hegemonía de los Estados Unidos en el
escenario internacional. Después de todo, había terreno por recuperar frente a los
avances en materia espacial que la Unión Soviética estaba logrando. Para costear este
proyecto, enlistó la ayuda de Japón, Francia, Canadá y Alemania Occidental. Así, no
solo podía financiar el ambicioso plan, sino que también afirmaba las alianzas del
país. Además de la conformación de un bloque aliado, el propósito ulterior para
10 Al momento de escribir este trabajo, tres personas se encuentran en el espacio, miembros de la Expedición 42: Barry Willmore (NASA), Yelena Serova (RSA) y Aleksandr Samokutyayev (RSA).
Mateo Nielsen Obieta
13
Estados Unidos era comandar el destino de los proyectos, decidir qué hacer y
conseguir financiación y apoyo de las otras agencias espaciales (Niiler, 2003).
Pero luego de la caída de la Unión Soviética, la perspectiva de la competencia abierta
fue sustituida por una de cooperación. Cierto es que Rusia necesitaba de toda la ayuda
financiera que pudiera conseguir debido a la crisis económica que el abandono del
comunismo le había legado. Pero, aún con la crisis, era innegable la supremacía
rusa/soviética en exploración espacial. Todos los países tenían cosas que aprender de
los rusos. Es por esta razón que los Estados Unidos optaron por un cambio de política:
sustituir la lógica bipolar de la Guerra Fría por un escenario internacional en el que el
desarrollo se logra de forma colaborativa pero con los actores que previamente
estaban enfrentados ahora posicionados en el escenario internacional como pioneros
indiscutibles de la exploración espacial.
El gobierno de Estados Unidos era consciente de que aunque pudiera considerarse a sí
mismo el ganador de la carrera espacial gracias al Programa Apolo, la realidad del
desarrollo científico demostraba que ese logro, si bien pomposo para la historiografía
de la exploración espacial, no compensaba el retraso respecto de Rusia. Terminada la
Guerra Fría, y con la economía nacional sufriendo los coletazos de una década de
‘reaganomics’, destinar grandes sumas a la NASA se hacía casi imposible de
justificar. Un programa espacial de gastos compartidos capitaneado por Estados
Unidos y Rusia se convirtió en la opción más viable para mantener el liderazgo y
continuar el desarrollo en materia espacial sin ceder posiciones.
Tras el fin de la guerra fría, la conformación innegablemente unipolar del escenario
internacional (Mearsheimer, 2011) ubicó a Estados Unidos en una posición única, en
la que el mundo, según autores como Krauthammer y Fukuyama, buscaba en el país
norteamericano un líder que restableciera y decididamente hiciera cumplir las reglas
del orden mundial. Sin embargo, como apunta Mearsheimer en Imperial by Design,
las consecuencias de este escenario fueron que Estados Unidos adoptara estrategias
que lo hicieron partícipe en guerras en dos de cada tres años desde 1989 hasta la fecha
de publicación del libro.
La sucesión de guerras y la gran movilización de recursos que realizaron los
estadounidenses en los conflictos bélicos, en especial en Medio Oriente, dio como
resultado una fuerte baja en la inversión estatal en tecnología espacial, ya que no
podían justificarse gastos tan grandes en un escenario que no presentaba amenazas.
Asimismo, de haber pretendido replicar la supremacía que detentaba en el plano
Mateo Nielsen Obieta
14
internacional en el espacio, le hubiese resultado terriblemente costoso. Como el rédito
de un plan de este calibre solo podría ser reclamado en un largo plazo indefinible, el
Congreso priorizó otras cuestiones a la hora de la asignación de recursos.
A partir de Clinton, la política exterior de Estados Unidos fue perseguir la dominación
global, lo que le exigió una dedicación constante a sus conflictos en ultramar. Las
implicaciones en materia militar de la exploración espacial quedaron drásticamente
reducidas tras el Tratado sobre el Espacio Exterior de 1967 de Naciones Unidas, que
prohibía las armas de destrucción masiva en el espacio y proponía propósitos
pacíficos para las investigaciones espaciales. Mientras la carrera espacial duró, el
incentivo de la competencia justificaba el gasto, pero su fin llevó a un cambio de
estrategia.
En definitiva, los dirigentes políticos estadounidenses se enfrentaron a un escenario
en el que primó la conveniencia de una estrategia colaborativa con otros países,
encabezada por Rusia y Estados Unidos, sobre el gasto desenfrenado que hubiese
supuesto la hegemonía.
La exclusión de China
Una mención aparte merece la política sistemática de Estados Unidos apuntada a
excluir a China de la EEI. Por una normativa, todos los investigadores de la NASA
tienen prohibido trabajar de forma bilateral con ciudadanos chinos afiliados con
cualquier entidad china. Esto ha llegado al punto de que el Congreso de los Estados
Unidos en 2011 prohibió a NASA utilizar sus fondos para alojar a visitantes chinos en
edificios de la agencia11.
El desarrollo espacial chino se dio históricamente a los márgenes del resto del mundo.
El programa espacial de la República Popular de China es dirigido por la
Administración Espacial Nacional de China (CNSA, por sus siglas en inglés), cuyos
orígenes se remontan a fines de la década de 1950. En 1955 durante un congreso del
Partido Comunista de China, Mao Tse Tung anunció su decisión de desarrollar armas
estratégicas en China, incluyendo bombas nucleares. En 1956 se fundó la Quinta
Academia del Ministerio Nacional de Defensa, la que comenzó a desarrollar misiles
bajo el nombre de Plan Aeroespacial de Doce Años para China. Siguiendo el ejemplo
11 Medidas que han encontrado resistencia por parte de la comunidad científica (Sample, 2013)
Mateo Nielsen Obieta
15
de la Unión Soviética tras el lanzamiento del primer satélite artificial, el Sputnik 1,
Mao decidió hacer de China un “igual con las superpotencias”, y lanzar el Proyecto
581 con el objetivo de poner un satélite en órbita para 1959, que coincidiera con los
festejos de los 10 años de la fundación del PCCh.
El plan del gobierno chino era en primer lugar fabricar y enviar cohetes sonda al
espacio suborbital, luego satélites pequeños y por último satélites más grandes. Todo
marchaba acorde a lo planeado hasta que en 1960 se dio la ruptura de las relaciones
amigables con la URSS, Kruschev fue denunciado como un revisionista enemigo de
la revolución y toda la asistencia tecnológica que los soviéticos proveían a China se
terminó.
En paralelo con la carrera espacial entre Estados Unidos y Rusia, una carrera espacial
de menor escala tenía lugar entre la República Popular China y Japón. Para 1969,
China había desarrollado motores y combustibles capaces de proveer de energía a
vehículos de lanzamiento de satélites. El misil balístico de distancia intermedia DF-4
construido en 1967 fue utilizado en el Larga Marcha 1, que intentó lanzar un satélite
antes que Japón, pero su lanzamiento falló en noviembre de 1969. Japón envió su
primer satélite, Ōsumi, en febrero de 1970, y China logró ubicar el suyo en órbita en
abril del mismo año, nombrado Dong Fang Hong I (El Este es Rojo I, también
conocido como Mao-1), que tuvo la peculiaridad de ser el primer satélite más pesado
de la historia, excediendo incluso el peso combinado de los primeros satélites de los
cuatro países anteriores.
Tras la muerte de Mao en 1976, los conflictos al interior del Partido Comunista
hicieron que muchos de los proyectos espaciales fueran demorados o simplemente
cancelados por Deng Xiaoping. Sin embargo, algunos proyectos permanecieron en
desarrollo: la serie “Larga Marcha”12 de cohetes evolucionó hasta hacer posible un
programa comercial de lanzamiento de satélites, iniciado en 1985, con el cual se
enviaron al espacio más de 30 satélites extranjeros, para países de Europa y Asia.
El proyecto 921 fue el plan para lanzar una nave tripulada al espacio. Para lograr este
objetivo se construyeron los cohetes Shenzhou, cuya quinta edición, el Shenzhou 5
12 Las reformas de Deng para restaurar el capitalismo en China no cancelaron la inversión en exploración espacial, aunque sí afectaron los nombres utilizados para los proyectos. Los nombres escogidos para los artefactos espaciales que recordaban elementos de la historia revolucionaria del PCCh fueron sustituidos por otros místico-religiosos. Por ejemplo, la serie de cohetes “Larga Marcha” fue rebautizada “Flecha divina”. Aunque luego se dio marcha atrás con este cambio en particular, la tendencia permaneció.
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logró enviar a Yang Liwei al espacio en 2003. Así, China se convirtió en el tercer país
en enviar humanos de forma independiente al espacio.
Este desarrollo tuvo la particularidad de haber sido llevado a cabo de forma
independiente, como una forma de posicionar a China como un jugador de peso en
par con las grandes potencias espaciales. Si contrastamos con el caso japonés,
podemos observar cómo los avances en materia espacial del país nipón estuvieron
ciertamente relegados debido a dos factores; por un lado, la política de desarrollo
subordinado respecto a Estados Unidos que tuvo lugar tras el fin de la Segunda
Guerra Mundial hizo que el programa espacial japonés dependiera en gran parte de
NASA y, por el otro, el hecho de que no existió una política unificada ni prioritaria
respecto de la exploración espacial hicieron que convivieran tres agencias espaciales
separadas hasta 2003, y así se trabasen los avances científicos.
Ahora, la exclusión deliberada de China de la EEI llevó al gobierno de Beijing a
desarrollar una estación espacial propia, la estación Tiangong-1 (Palacio Celestial 1),
lanzada en 2011 a bordo de un cohete Larga Marcha 2F/G. Este logro forma parte de
los esfuerzos del programa Tiangong, que apunta a ubicar una estación modular más
grande en órbita para el 2023.
Esta intransigencia por parte de Estados Unidos para con el gigante oriental ha
habilitado escenarios de cooperación para Europa y Rusia, que junto con China han
desarrollado programas conjuntos, como la misión Mars-500. Este proyecto, que
funcionó de 2007 a 2011, experimentó con escenarios de aislamiento para astronautas
rusos, europeos (un francés y un italiano) y chinos en preparación para un eventual
vuelo tripulado a Marte.
A su vez, chinos y rusos cooperaron para enviar la Yinghuo-1, sonda china que tenía
el objetivo de explorar Marte, la cual fue enviada al espacio el 8 de noviembre de
2011 desde Kazakstán junto con la sonda Fobos-Grunt rusa de análisis y devolución
de muestras. En paralelo, las agencias espaciales de ambos países se encuentran
colaborando como socios para desarrollar un programa de exploración lunar.
Excluir unilateralmente a China hace más difícil mantener la alianza entre Estados
Unidos y Europa. En momentos de incertidumbre Estados Unidos requiere de lealtad
de sus aliados para castigar a países díscolos, como en el conflicto actual con Rusia.
Pero las imposiciones de este tipo excluyen a Estados Unidos de proyectos
internacionales conjuntos, que eventualmente derivan en programas entre agencias
espaciales que no incluyen a China, pero que se sustentan sobre experiencias
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anteriores exitosas que sí incluyeron al dragón rojo. Estados Unidos es incapaz en
última instancia de imponer a la ESA, la CSA o la JAXA la alineación permanente a
su programa espacial. Un ejemplo claro de esto es el Brazo Robótico Europeo (ERA),
desarrollado en Países Bajos por la ESA y que será ensamblado en el Segmento
Orbital Ruso de la EEI en 2015.
Las potencias emergentes: los casos de Brasil e India
Durante la era Clinton, la debilidad de la Federación Rusa tras la caída del
comunismo hizo que sin dificultades Estados Unidos se convirtiera en el hegemón
indiscutible a nivel mundial. El desarrollo de nuevas potencias emergentes que
expanden su economía en forma exponencial durante la década del 2000 da lugar a un
proceso de cooperación científica y tecnológica en materias militar, industrial y
comercial.
Brasil es socio colaborador de la EEI, y envió a Marcos Pontes, el primer astronauta
brasileño y lusófono nativo en el espacio, de visita a la estación. La política de NASA
de intentar concentrar el desarrollo espacial únicamente en Rusia y Estados Unidos
puso trabas a la colaboración con la Agencia Espacial Brasileña, lo que llevó a Brasil
a asociarse con China, Rusia, India y Ucrania. Desde 1999 hasta la fecha tres satélites
en conjunto con China13 como parte del Programa de Satélites de Recursos Terrestres
China-Brasil o CBERS, según sus siglas en inglés. El programa tiene 2 satélites más
planeados: uno a ser enviado el 7 de diciembre de 2014 y otro en 2016.
Brasil está dando un peso importante en su presupuesto a la exploración espacial con
14 satélites planeados en los próximos seis años. Como parte de sus vínculos con
Ucrania, en 2003 las agencias espaciales de ambos países crearon una compañía
conjunta llamada Alcântara Cyclone Space, con el objeto de lanzar satélites desde el
Centro de Lanzamiento de Alcântara, la base de lanzamientos espaciales más cercana
al ecuador. Desde esta base se han lanzado no solo satélites brasileños sino también
ucranianos e israelíes. Sobre la base de los acuerdos entre los entonces jefes de Estado
Lula Da Silva y Leonid Kutchma se desarrollaron protocolos de colaboración en
materia de defensa.
13 Además de un satélite (CBERS-3) que falló en el lanzamiento.
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En 2005 Lula y Putin firmaron una declaración conjunta destacando la formación de
una alianza estratégica bilateral para el área espacial (Ministério da Defesa do Brasil,
2014). En esta declaración se pautaron tres protocolos: el primero referido a la visita
del astronauta Marcos Pontes a la EEI; el segundo alusivo al desarrollo conjunto de
un sistema de combustible líquido para el vehículo de lanzamiento de satélites
brasileño (tecnología que Brasil no domina aún); y el tercero concerniente a la
creación de una comisión para gestionar futuras parcelas espaciales entre ambos
países como parte de un programa conjunto de construcción de equipamiento espacial
de telecomunicaciones.
El desarrollo espacial indio despegó en la década de 1960 gracias a los esfuerzos del
primer ministro Jawaharlal Nehru y el doctor Vikram Sarabhai, considerado el padre
del Programa Espacial Indio. Gracias a la colaboración con la URSS, la Organización
de Investigación Espacial India (ISRO, por sus siglas en inglés) logró enviar en 1975
su primer satélite. A partir de 1980, India ya contaba con la capacidad de desarrollar
sus propios vehículos de lanzamiento. En la última década, el crecimiento de India
como actor de peso en el plano espacial internacional ha sido exponencial: en 2008
ISRO envió su primer nave a la luna, Chandrayaan-1, convirtiéndose así en el cuarto
país en plantar su bandera en nuestro satélite natural; el 24 de septiembre de 2014 la
Misión Orbital a Marte entró en órbita marciana, haciendo de India el primer país en
tener éxito en el primer intento para alcanzar este objetivo, y la primera agencia
espacial asiática en lograrlo. Para el futuro, India tiene planeadas sondas a Venus y el
sol, además de a asteroides y cometas y vuelos piloteados. Gracias a su desarrollo de
cohetes para lanzamiento de satélites, ISRO ha enviado satélites de Corea del Sur,
Italia, Israel, Argelia, Singapur, Francia y Canadá.
Un elemento llamativo es la denominada “carrera espacial asiática”, en la que China e
India lideran la competencia. Japón ha quedado relativamente relegado debido a la
relación peculiar que sostiene con Estados Unidos, de cercanía y colaboración, pero
que impide un despliegue más completo, en parte por culpa de las cláusulas
constitucionales que limitan el desarrollo militar japonés.
Los otros actores menores asiáticos con capacidad espacial son Irán, Israel, Corea del
Norte y Corea del Sur. Irán construyó y envió al espacio con tecnología propia un
satélite en 2009, en el trigésimo aniversario de la Revolución Iraní. Israel logró
construir y lanzar con un cohete propio un satélite en 1988, y desde entonces la
Agencia Espacial Israelí lleva a cabo proyectos en el país más pequeño con capacidad
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de lanzamiento satelital doméstica. Corea del Norte comenzó a experimentar con
satélites en 1988, logrando ubicar en órbita el primero en diciembre de 2012. El
problema es que poco se sabe del desarrollo norcoreano debido al alto grado de
confidencialidad alrededor de todos los temas de Estado. Lo que sí se sabe es que
mantienen el desarrollo de una capacidad formidable de lanzamiento de cohetes, lo
que mantiene en vilo a sus vecinos Japón y Corea del Sur, impulsando indirectamente
el desarrollo de tecnologías espaciales defensivas de estos países. Corea del Sur, por
su parte, comenzó a desarrollar tecnología de misiles con la ayuda de Estados Unidos
para hacer frente a Corea del Norte. Con un presupuesto más de cinco veces más
grande que el israelí, enviaron de forma doméstica un satélite en 2013 y en 2008 una
astronauta a la EEI14.
Las tensiones en la actualidad
El conflicto acerca de Ucrania ha elevado las tensiones al nivel más alto desde el fin
de la guerra fría. Si bien han existido desacuerdos y desencuentros en materia de
política internacional, ambos países no se habían enfrentado con tanta virulencia
como en la actualidad. Este enfrentamiento puede tener consecuencias desastrosas en
última instancia para el pináculo de la cooperación internacional que es la EEI,
emblema de trabajo conjunto que hasta ha sido nominada a un Premio Nobel de la
Paz.
En 2004, el presidente Bush anunció la cancelación del programa del Transbordador
Espacial en 2010 para ser reemplazado por un programa más comprehensivo
denominado Constellation, el cual pondría a prueba cohetes propios del programa
Crew Exploration Vehicle (CEV) para transportar astronautas a la luna y más allá.
Los administradores de la NASA advirtieron al Senado que existiría una ventana
temporal entre 2011 y 2015 (entre el último vuelo del Shuttle y los hipotéticos
primeros vuelos del CEV) en la cual habría de depender de cohetes rusos. Los
inconvenientes surgieron, sin embargo, cuando en auditorías realizadas en 2008 y
2009 se determinó que el programa Constellation no presentaba un proyecto
coherente de negocios: el cohete Ares I, que transportaría astronautas a la EEI recién
en 2017 en una proyección optimista, se costearía en base al decomiso de los fondos 14 Llamativamente, el Programa de Astronautas Coreano se limitó al envío de Yi So-Yeon en colaboración con Rusia, ya que terminó luego de que ella se retirara en 2014.
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destinados a la EEI a partir de 2015. ¡Es decir que para cuando los cohetes estuvieran
listos no habría adónde ir con ellos!
El presidente Obama propuso para solucionar este problema cancelar el programa
Constellation y utilizar el dinero para acelerar el programa de cargas comerciales que
había iniciado la administración Bush. La NASA firmaría contratos con compañías
privadas como SpaceX para concesionar los vuelos de la tripulación y así no tener que
cancelar la participación en la EEI. A partir del último vuelo del Shuttle en 2011, los
Estados Unidos pagan alrededor de 70 millones de dólares por astronauta para viajar a
la EEI. Los astronautas viajan en la cápsula y cohete rusos Soyuz, mientras que los
insumos vitales como agua y comida son transportados a la estación mediante el
sistema de transporte automático ruso Progress-M.
La empresa SpaceX ha creado una serie de naves espaciales denominadas Dragon,
que son parcialmente reutilizables, y que han viajado con éxito a la EEI en mayo de
2012, convirtiéndose en la primera misión privada en completar una tarea de
transporte de suministros para la tripulación.
El 2 de abril de 2014 la NASA anunció a sus empleados que la agencia suspendería
todo contacto con representantes del gobierno ruso (Duhaime-Ross, 2014). Citando
como argumento las violaciones a la integridad soberana y territorial ucraniana, la
extensión de la suspensión incluye los viajes a Rusia, teleconferencias y visitas
oficiales de emisarios del gobierno ruso y hasta el intercambio de correo electrónico.
Pero la colaboración en la EEI está exenta de esta suspensión, así como también las
reuniones en terceros países en las que participen oficiales rusos. Esta directiva,
firmada por Michael O’Brien, administrativo asociado a cargo de las relaciones
internacionales e inter-agencias de la NASA provocó resistencia entre los científicos
que trabajan en la agencia. Como cada vez que la política entorpeció el progreso de la
ciencia, la comunidad científica se ha mostrado indignada ante estas medidas. La
voluntad de los hombres de ciencia es avanzar el conocimiento, y las trabas de este
tipo solo atentan contra las experiencias conjuntas en curso y futuras.
El ejecutivo en jefe de la NASA, Charles Bolden utilizó las tensiones crecientes con
Rusia para atacar al Congreso de los Estados Unidos y exigir un aumento del
presupuesto. Fueron precisamente los recortes presupuestarios los que impusieron la
dependencia absoluta para con Rusia.
Según informes recientes, el Vice Primer Ministro ruso Dmitry Rogozin anunció que
Rusia no permitiría que la EEI opere más allá de 2020 (Jeffries, 2014). Mencionó que
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su país dejaría de proveer los motores RD-180 que llevan los cohetes Atlas 5 que los
Estados Unidos usan para lanzar sus satélites militares. En las proyecciones
originales, la EEI debía operar hasta 2024, cuando sería quitada de órbita para ser
reemplazada por una estación nueva. Sin embargo, sin la colaboración de Rusia, es
incierto si la estación podrá permanecer operativa. Esta medida pone a los Estados
Unidos en una posición particularmente difícil, ya que por más que aplique sanciones
contra Rusia, no puede evitar tener que depender de los cohetes rusos para transportar
a sus astronautas hacia y desde el laboratorio en órbita. Luego de que retiró el
proyecto del transbordador espacial, los Estados Unidos se han quedado sin
posibilidades de transportar personas a la estratósfera exclusivamente por su cuenta.
Sin embargo, incluso si el programa SpaceX le permitiese a la NASA solucionar los
inconvenientes que le genera la no autonomía en el transporte, la EEI en sí, debido a
su estructura modular, depende de la colaboración entre las partes para su correcto
funcionamiento. Según declaró Rogozin, “la parte rusa puede existir de forma
independiente de la estadounidense. La parte de Estados Unidos no [puede existir
independientemente de la parte rusa]” (Jeffries, 2014).
Por si no fuera poco, Roskosmos anunció en septiembre que trasladaría la base de
entrenamiento para pasajeros de las naves Soyuz a la base naval rusa en Sebastopol,
península de Crimea (TASS, 2014). Cabe aclarar que esa base naval había sido
históricamente el lugar tradicionalmente utilizado para entrenar a todos los
cosmonautas en situaciones de supervivencia. Sin embargo, los recortes
presupuestarios hicieron que se trasladara el sitio a un lago pequeño cercano a Moscú
en el que se consideraba podía realizarse un entrenamiento básico. El entrenamiento
en condiciones adversas de supervivencia es vital para los cosmonautas que abordan
las naves Soyuz, ya que estas suelen aterrizar en las estepas de Asia Central. De
ocurrir cualquier contingencia que comprometa los planes, la capacidad de evacuar
con rapidez la nave y adaptarse al ambiente es fundamental15.
El detalle más urticante es la imposición a los astronautas extranjeros de tener que
viajar a la Península de Crimea sin una visa ucraniana, aceptando de facto el nuevo
status diplomático de la provincia. Y, lógicamente, esta exigencia se extiende a todos
los visitantes de la EEI, sean astronautas japoneses o europeos como la cantante
15 De hecho, la nave Soyuz 23, que viajó a la estación espacial Salyut 5 en 1976 realizó un aterrizaje forzado en el Lago Tengiz, parcialmente congelado, y la recuperación de la cápsula de debajo del hielo tardó nueve horas.
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clásica Sarah Brightman (TASS, 2014), quien planea viajar en septiembre de 2015. El
entrenamiento es un requisito legal, sin él los cosmonautas no tienen permitido volar.
El gobierno ruso anunció también la apertura de un centro de rehabilitación post-
vuelo para cosmonautas cerca de Yevpatoria, una ciudad balnearia en la costa de
Crimea. En esta ciudad se encuentra uno de los centros de rastreo espacial más
grandes del mundo, que es utilizado por numerosas agencias espaciales del mundo.
Lo llamativo de este centro de comunicaciones es que fue cedido legalmente a
Ucrania tras su independencia, pero expropiado por la Agencia Espacial Rusa tras la
anexión de la Península de Crimea. Nuevamente, si los países del mundo continúan
utilizando los servicios de esta estación sería una aceptación tácita de la soberanía
rusa sobre el territorio crimeo.
Casi tan importante como la provisión de insumos y astronautas es el impulso literal
que el vehículo Progress-M da a la EEI. La EEI orbita alrededor de la tierra a 260
millas (419 km) de altura. Empero, la construcción pierde altitud de forma constante,
a razón de alrededor de 1 milla (1,6 km) por mes. Una vez que la nave Progress-M
arriba a la EEI con recursos vitales, se ensambla a los módulos en órbita y trabaja en
conjunto con el European Automatic Transfer Vehicle (ATV) para impulsar a la
estación a una altura mayor. De interrumpirse este proceso por alguno años, la EEI se
quemaría en la entrada a la atmósfera.
Además, otro factor que hace imprescindible la colaboración con Rusia es que las
naves Soyuz que viajan a la EEI permanecen ensambladas a la misma en caso de que
haya que realizar un escape de emergencia. Si dejasen de utilizarse estas naves, sería
necesario invertir en medidas para potenciales crisis en órbita.
La realidad es que la sanciones impuestas por Estados Unidos no pueden extenderse
de forma inmediata a la estación espacial. Si bien Washington se ha mostrado ávido
para bloquear acceso a visas, vuelos y maniobras financieras a funcionarios y
ciudadanos rusos, los tripulantes estadounidenses de la EEI no pueden cortar el
contacto con sus colegas rusos. Asimismo, Estados Unidos no tiene el poder
suficiente para cortar los vínculos entre la Agencia Espacial Europea y Roskosmos.
Es de notar que todas las discusiones y anuncios de sanciones han sido entre
Washington y el Kremlin, no entre la NASA y Roskosmos.
La no cooperación en el espacio puede tener consecuencias potencialmente
devastadoras para la humanidad en su conjunto. Un caso en el que se refleja este
peligro es el de los asteroides. El 1º de mayo de 2032, el asteroide 2004 VD17
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23
sobrevolará a 3.000 kilómetros de la Tierra. En 2094 podría acercarse nuevamente a
4.500 kilómetros. En 2182, nuestro planeta corre peligro de entrar en contacto con el
asteroide 1999 RQ36 y en el 2880 con el 1950 DA. Cualquier colisión con estos
objetos espaciales podría provocar una explosión capaz de destruir toda civilización.
La NASA apunta que entre 2017 y 2113 400 cuerpos celestes pueden chocar con la
Tierra.
La NASA, la ESA y la RKA postulan medidas distintas para lidiar con estas
amenazas. Los investigadores de física aplicada de la John Hopkins University se
encuentran trabajando en un proyecto para cambiar la trayectoria de vuelo de los
asteroides. Un cohete sería lanzado desde la tierra que interceptaría a los asteroides,
los golpearía y desviaría su recorrido, impidiendo que se acerquen a la tierra. Costaría
350 millones de dólares y tanto la NASA como la ESA lo apoyan. Pero no los rusos.
Los científicos rusos del Instituto de Investigación Espacial han desarrollado y
presentado una forma alternativa de enfrentarse a los asteroides: cambiar la órbita de
los cuerpos celestes más grandes para que colisiones con los más pequeños. Para
lograr esto, sería necesario lanzar naves con motores ligeros de cohete que se unirían
a un asteroide pequeño y lo dirigirían hacia la tierra. Así, la fuerza gravitacional
terrestre arrastraría al pequeño asteroide hacia el otro, mucho más grande, que está
poniendo en peligro la Tierra. Los rusos creen que esta técnica sería mucho más
económica que la alternativa estadounidense.
Proyecciones a futuro
El futuro de la EEI está en debate dado a las posturas divergentes y cambiantes de los
países participantes además de aquellos que tienen intenciones de formar parte del
proyecto. En 2009, la NASA, en acuerdo con los lineamientos postulados por el
Presidente Bush en 2004 en su plan “Vision for Space Exploration” (NASA, 2004),
planteó su intención de terminar con el programa de la EEI y desorbitarla en 2016.
Sin embargo, la administración Obama esbozó un cambio de política espacial,
aumentando el presupuesto anual de la NASA y permitiéndole extender la vida de la
EEI “hasta 2020 y más allá” (Bolden, 2010). De todas formas, este aumento está
atado a la cancelación de los programas Orion, Constellation y los cohetes Ares I y V,
con la mira puesta en los negocios a futuro con empresas privadas concesionarias del
programa espacial.
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Las cinco agencias espaciales miembros de la EEI acordaron aunar esfuerzos para que
los módulos puedan usarse con posterioridad al 2015, acordando en una declaración
conjunta certificar el uso de los elementos técnicos en órbita hasta 2028, el año en que
se cumple el trigésimo aniversario del primer componente ruso que formó parte de la
EEI (Clark, 2010).
El Tratado del espacio exterior firmado en 1967 y ratificado por 102 países (United
Nations - Office for Outer Space Affairs, 2008) asigna la responsabilidad legal sobre
los módulos enviados al espacio a cada país, por lo que el desarme de la EEI hace
necesario prever el destino de los elementos en órbita. La NASA ha previsto distintas
alternativas para el fin de la misión tales como el retorno de los módulos en
transbordadores (considerado demasiado caro, ya que requeriría de 27 vuelos), el
decaimiento natural con una entrada aleatoria a la tierra (como la Estación Skylab, la
cual cayó tras decaer por cinco años sobre territorio Australiano), o la remoción
programada de la órbita terrestre hacia una zona remota en el océano (solo posible
con asistencia de los rusos).
Según un informe de la BBC (Zak, 2009), la compañía rusa RKK Energia se
encuentra estudiando diversos métodos para remover módulos del segmento orbital
ruso de la EEI al finalizar la misión para ser utilizados como base para una nueva
estación espacial, el Orbital Piloted Assembly and Experiment Complex u OPSEK, la
doceava estación espacial enviada por los rusos. Sus objetivos serán ensamblar
grandes naves espaciales en órbita, realizar ensayos de vuelo y despegues, efectuar
remolques interorbitales y proveer las condiciones médicas y biológicas para
rehabilitar tripulaciones que efectúen expediciones interplanetarias.
Asimismo, es de destacar que la serie de alianzas que se están dando actualmente
entre las agencias espaciales de Rusia, China, Brasil e India tienen y tendrán
crecientemente consecuencias en la configuración de poder de los países con intereses
espaciales.
Reflexiones finales
A modo de conclusión, debemos enfatizar que la Estación Espacial Internacional es
un caso peculiar de cooperación internacional. Un caso en el que la colaboración entre
países se ha dado de forma creciente e ininterrumpida. En los dieciséis años que lleva
en órbita la política en la tierra ha atravesado crisis que tensionaron las relaciones
Mateo Nielsen Obieta
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entre las naciones. Las guerras en Irak y Osetia del Sur trabaron las discusiones
diplomáticas pero nunca se llegó a un punto de ruptura. Los intereses internacionales
de Estados Unidos y Rusia están contrapuestos en varios frentes, pero la EEI es un
caso en el que los beneficios de la cooperación han superado históricamente lo que
hubiese podido lograrse de manera independiente y aislada.
Las visiones sobre el futuro de la EEI son variadas. Hay quienes creen que el
conflicto diplomático originado en torno al conflicto de Ucrania es de tal magnitud
que el destino de la EEI está sellado y su fin tiene una fecha definida. Por otro lado,
hay quienes con mayor cautela consideran que a lo largo de los años, la política
internacional ha vivido momentos de conflicto pero ninguno de ellos ha escalado lo
suficiente como para destruir el mayor logro conjunto en materia espacial de la
historia de la humanidad. Sería un retroceso de gigantescas proporciones que la
estructura más grande construida por el hombre enviada al espacio, fruto del esfuerzo
de quince países, representados por cinco agencias espaciales fuera desmantelada por
un conflicto plausible de ser dirimido por la via diplomática.
Cierto es que la experiencia del laboratorio en órbita ha puesto en evidencia que la
ciencia y específicamente la exploración aeroespacial ha sido un tema relegado por el
gobierno de Estados Unidos por décadas. La competencia que caracterizó a la carrera
espacial durante la Guerra Fría dio como resultado varios avances, como los primeros
satélites, naves no tripuladas a Venus, Marte y la Luna y vuelos humanos en la órbita
terrestre además de la llegada del hombre a la Luna. Pero lo que caracterizó a la
exploración espacial desde 1975 en adelante, con el lanzamiento del Proyecto de
pruebas Apolo-Soyuz fue la cooperación. Esto permitió a ambos países compartir los
gastos en la década de 1970, con la crisis en el valor de las divisas, y tras la adopción
de un régimen de flotación, con la fluctuación y la volatilidad del mercado
internacional que esto implicó.
Para que la Estación Espacial Internacional y los proyectos espaciales que le sigan
puedan gozar de largas vidas y el desarrollo científico prospere de lo que se requiere
es de formas de diplomacia creativa, que tenga en cuenta las necesidades que
proyectos de estas dimensiones imponen; de que continúen las relaciones fluidas entre
las agencias para sustentar un programa en el que la cotidianeidad no es un fenómeno
que pueda darse por sentado; que contemple los beneficios corrientes y potenciales
para los países participantes que la cooperación provee; que de debida cuenta de los
Mateo Nielsen Obieta
26
riesgos a los que se exponen los países que se nieguen a colaborar; y que
decididamente pongan la mirada en el futuro de la humanidad.
Existe una visión sostenida por especialistas en materia espacial que postula que “no
hay política en el espacio” (RT, 2014). Esta perspectiva tiene cierto asidero en la
realidad cuando se observa que Estados Unidos no ha podido poner en práctica el
boicot a Rusia en el espacio, y si se repara en la existencia cotidiana de la EEI, todo
marcha como de costumbre. Peca de ingenua, sin embargo, ya que el futuro de la
exploración espacial está plagado de incertidumbre.
Asimismo, si la crisis actual provoca un quiebre en la cooperación entre Estados
Unidos y Rusia, tal vez haya llegado la hora del fin de la bipolaridad de antaño y de
que el multipolarismo de la política y la economía internacional se vea reflejado en el
espacio.
Mateo Nielsen Obieta
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