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Un espacio para pensar - Vicente Girardi Callafa

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Antes de comenzar debo aclarar que hasta el

momento las artes, en general, han sido parte de mi vida

desde un plano informal, dado que mis áreas de

formación académicas han resuelto una secundaria

reservada a la química y la termodinámica, mientras que

mis estudios universitarios (aún en curso) han fluctuado

entre la geografía y el medioambiente. Por consecuente

mi labor artística ha estado siempre reservada a un

contexto de crecimiento e interés personal. No obstante,

lejos de haberse presentado como un obstáculo, este

hecho ha conformado en mí un modo particular dentro

del mundo de la imaginación y la expresión visual, así

como en las lecturas de la realidad. Si bien la reflexión

sobre mi obra ha sido constante, es ahora cuando puedo

dar cuenta de muchos de los aspectos que la engloban y

resolver su conceptualización desde diversas aristas.

Aun así, aquí abordaré el sentido más evidente y directo

para su comprensión: el análisis del espacio y su

influencia en mi producción.

Introducción

Muchas veces y en diferentes contextos se me ha preguntado por el contenido de mis obras

plásticas o de alguna de estas en particular, sin duda una contestación ligera no conforma un discurso

apropiado para responder tales cuestiones. Tal vez quién pregunta reclame una simple oración que

resuelva el dilema que le embarga ante alguna que otra imagen, pintura, collage u objeto de mi

autoría; sin embargo, y para su descontento, mi capacidad de síntesis aún no ha podido dar con una

frase tan “condensada” que acorte el camino del entendimiento tanto como para sentirme conforme y

conformar al oyente en apenas dos minutos. En vistas a tales cuestiones me propongo a lo largo de

los siguientes renglones dar cuenta (al menos en parte) del marco que recubre a mi producción y que

a fin de cuentas le otorga sentido.

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Un espacio para pensar

¨El espacio está en el centro de las preocupaciones de los más variados profesionales. Para

algunos, es objeto de conocimiento. Para otros, simple medio de trabajo. Hay desde quienes lo ven

como un producto histórico, hasta quienes lo ven como un proceso histórico. Podríamos decir que el

espacio es el más interdisciplinar de los objetos concretos¨ (Santos, 1996a, 1).

Sin estar exento al conflicto fundamental sobre qué es el espacio en sí y cómo se lo piensa

optaré, a los fines de este texto, por reservar mi postura a la mera vanidad de reconocerlo como un

término que deambula por el discurso de las más vastas profesiones, y que abordado desde el

análisis de mis obras puede ser entendido como un medio para mi trabajo. Como dije anteriormente

el estudio del espacio y la visión que tengo de éste como soporte fundamental de la vida conforman

mi “musa inspiradora”.

Un espacio para pensar

¨El espacio está en el centro de las preocupaciones de los más variados profesionales. Para

algunos, es objeto de conocimiento. Para otros, simple medio de trabajo. Hay desde quienes lo ven

como un producto histórico, hasta quienes lo ven como un proceso histórico. Podríamos decir que el

espacio es el más interdisciplinar de los objetos concretos¨ (Santos, 1996a, 1).

Sin estar exento al conflicto fundamental sobre qué es el espacio en sí y cómo se lo piensa

optaré, a los fines de este texto, por reservar mi postura a la mera vanidad de reconocerlo como un

término que deambula por el discurso de las más vastas profesiones, y que abordado desde el

análisis de mis obras puede ser entendido como un medio para mi trabajo. Como dije anteriormente

el estudio del espacio y la visión que tengo de éste como soporte fundamental de la vida conforman

mi “musa inspiradora”.

Es sabido, desde hace tiempo, que la geografía podría caer en conocimientos parciales si

estudia el espacio desde perspectivas acotadas que hacen énfasis en la estructura o en el lugar, en

la faz del paisaje o en aquello que logramos percibir de forma inmediata. Es así que, definitivamente,

al hablar de espacio debemos abordar las relaciones de todo lo que en él se desarrolla, tanto lo que

se encuentra impreso y accesible a simple vista como lo que subyace en su historia, es decir

implícito en procesos y relaciones. A cuentas de esto, considerando la complejidad acusante de las

sociedades y sus emplazamientos urbanos, y en concordancia con Gutiérrez Puebla, “la

organización del espacio es cada vez más la de un espacio en red, un espacio surcado por multitud

de flujos que se canalizan a través de las redes de trasporte y telecomunicación” (69). Esta

propuesta simple y conocida, pero densa a los fines prácticos de su análisis, es la que resume una

de las características fundamentales de mi estética: la conexión. El hecho de encontrar en mis obras

un sinfín de formas, puntos y líneas, en particular, conforma en su conjunto un mero intento de volver

visible aquellos aspectos espaciales que escapan a la simple mirada. Señaló Santos que las redes

de flujos de información “se superponen a los flujos de materia, y constituyen la nueva matriz de la

organización territorial, comandada por telas de araña invisibles pero determinantes de lo que hay de

más importante en la vida económica, social y política” (1996b, 25).

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Es posible que a medida que el

mundo se complejiza en relaciones y

procesos sea cada más difícil saber cuál o

cuáles son los espacios que habitamos. No

es simplemente el paisaje el que cuenta

como nuestro espacio sino ya todas las

vinculaciones de nuestra vida “cibernética”.

A ciencia cierta, podríamos decir que el

espacio “real” o concreto está envuelto en

una “batalla” con el espacio virtual. La

cotidianeidad está sumamente ligada a los

flujos informacionales y los espacios físicos

dependen y se transforman con estos en

una relación dialéctica. Tal condición me

lleva a reflexionar que una persona, una

ciudad, un pueblo, etc. se encuentran

ubicados de formas relativas en cuanto a

cercanía o lejanía respecto a otros sitios y

personas. Hoy por hoy para referirnos al

espacio que habitamos debemos recurrir

no sólo a coordenadas geográficas y

distancias medibles, sino que también

tenemos que considerar cuales son los

medios físicos (transportes) y virtuales

(telecomunicaciones) que se vinculan con

nuestra vida diaria. De esta manera

podremos ser más precisos acerca de

nuestra ubicación es así que “las nuevas

tecnologías de los transportes y las

telecomunicaciones configuran el espacio

de un modo nuevo. El espacio se contrae

de acuerdo con un principio de geometría

variable. Es cada vez más un espacio-red

en el cual la noción de localización

absoluta pierde vigencia mientras se

refuerza la importancia de la conexión de

las redes.” (Gutiérrez Puebla, 65).

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La ciencia y concretamente la tecnología nos

han dispuesto en un momento donde es posible

habitar al unísono diversas construcciones

espaciales. El estar cerca o lejos depende de tener

los medios materiales y las capacidades intelectuales

para hacer uso de las diferentes vías hacia la

conectividad. Lo anterior es también clave en mi

obra. El uso de medios virtuales para la producción y

la difusión son parte fundamental de mi labor

artística. Incluso la idea de una sociedad cada vez

más ligada a la vida virtual es vasta fuente de

inspiración para mis creaciones. Cabe mencionar

también que nuevas modalidades de vida crean

nuevos discursos en el habla cotidiana, de los cuales

muchas veces me valgo para la búsqueda de

palabras que sirvan como títulos: cyborg, android,

virus, stress, hardware, software. Mañana nos

levantaremos y encenderemos un ordenador cada

vez más veloz y portátil.

Cualquier información es inmediata, el espacio

es cada vez más denso y complejo en sus flujos y

materialidades. Aquí estamos nosotros viviéndolo

desde nuestras casas y oficinas, mirando el todo de

frente a las pantallas. ¿Alguien podría entonces

indicarme donde empieza y termina Internet? Somos

el nosotros tangible y “analógico” pero también

somos esa representación virtual que vive en las

redes sociales impulsivo e inconsciente. Hoy por hoy:

¿Cuál de los dos “Yo” se encuentra más presente?

Internet es el Dios de nuestros días.

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Siguiendo con mi obra y el espacio, debemos admitir que a pesar de que, los procesos a los que

hago referencia son propios del mundo en todos sus emplazamientos y no encuentran límites

geográficos, sí son más propios o acusantes en las áreas urbanas. Más aun mientras más

“grande” se supone una ciudad más se hacen presentes las características que describí

anteriormente. Las grandes metrópolis funcionan como nodos globales de los cuales parten y se

unen infinitas redes como ha señalado Dollfus “el crecimiento urbano es el triunfo de la

concentración. Lleva implícito el desarrollo de nexos infraestructurales: internos, para permitir el

funcionamiento de la ciudad; y externos, para favorecer las relaciones con el entorno próximo y

otras ciudades”(21).

Mi obra repara en estos espacios. La ciudad es, desde

mi perspectiva, la manifestación tangible de la

globalización, en ella se dibuja y reforma

constantemente la historia de la humanidad misma. El

espacio urbano se complejiza en materialidad y flujos a

la par de la conciencia colectiva, es el ejemplo de la

evolución de las ideas. Transitamos entre redes y

estructuras, símbolos e informaciones. Somos

individuos y ciudad al mismo tiempo. La ciudad “nos

tiene”. Es por demás evidente en mi obra la influencia

del ambiente urbano y todo lo que a éste concierne:

arquitectura, diversidad étnica, densidad demográfica,

infraestructura, industria, barrios, dualidad y contraste,

entre otros. Es a raíz de ello que lejos de los

naturalistas y los paisajes soñados de viejas épocas, la

dimensión que aborda mi obra repara en el desorden,

la saturación, la conexión, la ilegibilidad y el agobio. La

densificación propia del espacio y aquel tan nombrado

“stress urbano” conforman en mí una nueva fuente de

armonía.

Siguiendo con mi obra y el espacio, debemos admitir que a pesar de que, los procesos a los

que hago referencia son propios del mundo en todos sus emplazamientos y no encuentran límites

geográficos, sí son más propios o acusantes en las áreas urbanas. Más aun mientras más

“grande” se supone una ciudad más se hacen presentes las características que describí

anteriormente. Las grandes metrópolis funcionan como nodos globales de los cuales parten y se

unen infinitas redes como ha señalado Dollfus “el crecimiento urbano es el triunfo de la

concentración. Lleva implícito el desarrollo de nexos infraestructurales: internos, para permitir el

funcionamiento de la ciudad; y externos, para favorecer las relaciones con el entorno próximo y

otras ciudades”(21).

Mi obra repara en estos espacios. La ciudad es,

desde mi perspectiva, la manifestación tangible de la

globalización, en ella se dibuja y reforma

constantemente la historia de la humanidad misma. El

espacio urbano se complejiza en materialidad y flujos a

la par de la conciencia colectiva, es el ejemplo de la

evolución de las ideas. Transitamos entre redes y

estructuras, símbolos e informaciones. Somos

individuos y ciudad al mismo tiempo. La ciudad “nos

tiene”. Es por demás evidente en mi obra la influencia

del ambiente urbano y todo lo que a éste concierne:

arquitectura, diversidad étnica, densidad demográfica,

infraestructura, industria, barrios, dualidad y contraste,

entre otros. Es a raíz de ello que lejos de los

naturalistas y los paisajes soñados de viejas épocas, la

dimensión que aborda mi obra repara en el desorden,

la saturación, la conexión, la ilegibilidad y el agobio. La

densificación propia del espacio y aquel tan nombrado

“stress urbano” conforman en mí una nueva fuente de

armonía.

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Hacia el año ´96, Benko mencionaba a la

globalización como una “aceleración planetaria

de la circulación de flujos de intercambios,

tecnologías, culturas, informaciones y

mensajes” (41) definición, sencilla pero

práctica, de la cual me valgo para argumentar

sobre algunas obras que he venido

produciendo y que hacen uso de la

descontextualización como eje conceptual.

Como dije anteriormente “lo global” no

reconoce límites geográficos por lo cual

muchas veces nos encontramos con objetos,

personas, culturas, labores, procesos, etc.

fuera del ambiente que les es propio. Por

ejemplo podemos estar en un pequeño pueblo

de la estepa patagónica y toparnos con una

tienda china donde a su vez aparecen adornos

y “amuletos devocionales” adaptados a las

creencias occidentales o incluso a santos

locales. Más sencillo aun, en cualquier feria

popular de reventa y usados puedes ver una

verdadera manifestación de intercambios entre

lo global y lo local. Esas formas en las que la

globalización va haciendo presencia de

maneras casi absurdas son las que también

promueven mi pensamiento sobre la

espacialidad. Incluso, y aquí subyace algo

importante, mis obras intentan asemejarse a

dichos productos.

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Son llamativas, detallistas, coloridas, modernas, delicadas, son trampas al fin. En un tono

más irónico podría decir que estoy seduciéndolos con juguetes chinos y espejos brillantes en

una gran sala de fantasía plástica y papeles. Así, y refiriéndome a esta descontextualización, yo

también he montado una gran tienda de recuerdos, en donde los estantes ya casi se caen de

pesados. Donde yo cómo mi propio esclavo desmenuzo pensamientos.

Son estas creaciones mi respuesta a la globalidad. Vale aclarar aquí que no he tomado posición

crítica de la producción desenfrenada, más bien me he valido de ella como mi estrategia. Mis

ideas son las que se manifiestan físicamente y se perfilan como nuevos productos a

disponibilidad de quienes los consideren necesarios. Mis obras hablan de la realidad de una

manera sutil abordando la abstracción para suavizar el contenido y haciendo uso de la figuración

para no perder el sentido por completo. Son claro ejemplo del hacinamiento de formas, sumado

a una paleta siempre sobreexpuesta y excesiva. Se remplazan unas a otras al igual que los

productos industriales. Se actualizan casi diariamente en publicaciones digitales como los

últimos avances tecnológicos. Explotan al productor y al usuario, el primero obligado a la

necesidad y la adrenalina de exhibir, el segundo inocentemente acostumbrado a mantenerse

actualizado sobre otro de tantos desenfrenos humanos. Por ello si hay una palabra que resuma

la forma en que mi mente vivencia la realidad y la forma en que mis obras aparecen antes los

demás ha de ser: Saturación.

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Ahora bien, hasta aquí en grandes rasgos he dado pie al análisis de mi labor artística desde

el perfil geográfico que enunciaba al principio. Sin embargo antes de finalizar quisiera retomar la

multiplicidad en el uso del término “espacio” esta vez desde una vista mucho más mundana y

subjetiva. Entre tantas acepciones del espacio hay una digna de admiración. El espacio mental,

ese sitio único tan propio que es incomparable ante el todo y la nada… ¿Quién no ha oído decir

que “cada persona es un mundo”?. Esas humildes palabras encierran una verdad inmensa.

¿Cuánto espacio existe en la mente? Pareciera que todo cabe en ella, estas mismas palabras

están ahí dentro vagando entre todo lo conocido. La historia de todos está allí latente y

comprimida. Las acciones diarias, los sentimientos, los miedos, el día, la noche, la vida y la

muerte, todo convive y transcurre allí, ocupando un espacio que jamás acaba. El cerebro es el

espacio más personal que poseemos, es la fuente de la diversidad humana, y esa diversidad es a

su vez la mayor riqueza de nuestra especie. En ese espacio es donde soy el “Yo” de todos los

“Yo”, soy allí el pigmento esencial de mi existencia. La versión más legítima de mi ser. Mi verdad

oculta, mi pasado y mi destino. Desde ese espacio doy origen a mi obra y a su vez por el análisis y

el conflicto con ese espacio es que mi existencia ha incursionado el “afuera”.

Ahora bien, hasta aquí en grandes rasgos he dado pie al análisis de mi labor artística desde el

perfil geográfico que enunciaba al principio. Sin embargo antes de finalizar quisiera retomar la

multiplicidad en el uso del término “espacio” esta vez desde una vista mucho más mundana y

subjetiva. Entre tantas acepciones del espacio hay una digna de admiración. El espacio mental, ese

sitio único tan propio que es incomparable ante el todo y la nada… ¿Quién no ha oído decir que

“cada persona es un mundo”?. Esas humildes palabras encierran una verdad inmensa. ¿Cuánto

espacio existe en la mente? Pareciera que todo cabe en ella, estas mismas palabras están ahí

dentro vagando entre todo lo conocido. La historia de todos está allí latente y comprimida. Las

acciones diarias, los sentimientos, los miedos, el día, la noche, la vida y la muerte, todo convive y

transcurre allí, ocupando un espacio que jamás acaba. El cerebro es el espacio más personal que

poseemos, es la fuente de la diversidad humana, y esa diversidad es a su vez la mayor riqueza de

nuestra especie. En ese espacio es donde soy el “Yo” de todos los “Yo”, soy allí el pigmento

esencial de mi existencia. La versión más legítima de mi ser. Mi verdad oculta, mi pasado y mi

destino. Desde ese espacio doy origen a mi obra y a su vez por el análisis y el conflicto con ese

espacio es que mi existencia ha incursionado el “afuera”.

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Para ir finalizando podemos sostener que el espacio como “el producto de las interacciones y

complejidades, los entrecruzamientos y las desconexiones, de las relaciones, desde lo cósmico

e inimaginable, hasta lo más íntimo y diminuto” (Massey,119) es transversal a la existencia de

todo lo vivo y lo no vivo, de la historia y el tiempo, es en definitiva inacabable. Lo debemos ver

como un concepto abierto que debe ser repensado de mil formas distintas superponiendo sus

significaciones y elaborando nuevas nociones sobre tal:

Como los cabos sueltos el espacio siempre tiene algo de caótico (algo no prescripto aún por

el sistema). Es un “caos” que surge de esas yuxtaposiciones circunstanciales, de las

separaciones accidentales, del carácter tantas veces paradójico de las configuraciones

geográficas en las que, precisamente, una cantidad de trayectorias distintas se entrelazan y a

veces interactúan. En otras palabras el espacio es por naturaleza una zona de “disrupciones”.

Quizá la conclusión más sorprendente de todas, dadas las conceptualizaciones hegemónicas,

es que el espacio no es una superficie. (Massey,120)

En este sentido es que la complejidad se hace presente en el estudio espacial y que estas

nociones propias del “pensamiento moderno” de la geografía habilitan puertas no sólo acotadas

a su ámbito científico sino en todos los campos del conocimiento, como el arte en este caso.

Para finalizar y parafraseando a Doren Massey diré que a pesar de esta complejidad acusante

del espacio no debemos ir de un extremo a su opuesto, pues ambos son igualmente sesgados,

es decir, no debemos pasar de la visión simple e individualista a una claustrofobia holística. No

debemos llegar al punto de cerrar el sistema “espacio”, muy por el contrario debemos estar

siempre ampliando el concepto y entendiéndolo como un sistema abierto, con perspectivas

futuras y cambiantes.

En última instancia mis obras fluctúan entre un extremo y otro, a veces se visten de aire y

grandes superficies vacías, otras se cierran hasta que no cabe un punto en su composición.

Al fin en mis palabras los hombres con el espacio somos como el agua en el agua,

transcurrimos en él muchas veces sin poder mantener conciencia de ello.

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Vicente Girardi Callafa nació en Comodoro

Rivadavia, Patagonia Argentina, en 1989.

Actualmente tiene 24 años. Se recibió de

Técnico en industria de procesos y es

estudiante de Licenciatura en geografía,

ambiente y territorio; sin embargo se perfila

como artista visual y músico.

Las capacidades desarrolladas por el autor

atienden a un crecimiento individual producto

de la necesidad personal de expresión. En

todos los casos las técnicas, estéticas y

contenidos aplicados a las obras responden a

conocimientos logrados por medio de la

experimentación. Por lo anterior se despliega

una variedad de obras que resultan en

fotografías, video art, dibujo, collage, textos,

diseño digital y música.

En sus obras todo se ensambla entre

puntos y líneas, formas figurativas y abstractas

en completo hacinamiento sobre una paleta

sobreexpuesta. Uno puede “desmembrar” el

contenido pasando de un engranaje a otro,

experimentando lo maquinal y desnaturalizado,

la artificialidad de las conciencias de nuestros

días.

A lo largo de los últimos 7 años ha

concretado un discurso particular que identifica

sus obras y otorga carácter a sus

exposiciones. Ha llevado a cabo 5 muestras

individuales en territorio patagónico,

participado en más de 50 de carácter colectivo

a lo largo del país y ha sido publicado en 14

revistas a escala local, nacional e

internacional. Recibió menciones por parte del

municipio de su ciudad natal y fue premiado

por parte del Fondo Nacional de las Artes en

2011.

Actualmente continúa sus estudios y

carrera artística en la provincia de Córdoba,

Argentina. Su obra ha ido fluctuando

recientemente en contenido pasando de

conceptos geográficos a subjetividades más

extensas dando lugar a lo onírico como eje

temático. De igual manera el autor desarrolla

la expresión textual continua por medio de

ensayos, poesía y textos apuntando a la

crítica en temas sociales, políticos y religiosos.

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