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Guía sobre el profetismo
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Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana
Por los profetas, Dios forma a su pueblo en
la esperanza de la salvación, en la espera
de una Alianza nueva y eterna destinada a
todos los hombres, y que será grabada en
los corazones. Catecismo # 64
[Junio 2012]
Profetas, intérpretes de la historia
P r o f e t a s , i n t é r p r e t e s d e l a h i s t o r i a P á g i n a | 2
INTRODUCCIÓN
El profetismo es una actividad religiosa que en los tiempos bíblicos no era exclusiva del pueblo
hebreo o del cristianismo. Las grandes religiones de la antigüedad tuvieron hombres inspirados
que afirmaban hablar en nombre de su dios. Las manifestaciones del profetismo son diversas y
múltiples lo que lo convierte en un fenómeno complejo de múltiples aristas. EL profetismo bíblico
debe muchas de sus características a sus “camaradas” del Próximo Oriente antiguo, pero no
debemos quedarnos en estas similitudes ya que las diferencias son profundas. La presente guía es
una breve introducción al extenso tema de los profetas, para que el lector al acercarse a los libros
proféticos lo haga de una manera más objetiva.
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Orígenes del Profetismo
Del adivino al profeta.
Antes de llegar al profetismo bíblico hay que recorrer la
necesidad que tenía el hombre primitivo de buscar en la
divinidad la respuesta a los enigmas que lo oprimen, una
curación a los males que lo atormentan. Ante los dioses,
los hombres acuden a implorar la salvación, que se
esfuerzan en alcanzar usando ciertos medios de
influencia e incluso de presión, cuyo valor depende de
sus representaciones teológicas. Entre todos esos
medios hay uno universalmente reconocido. Consiste en
descubrir lo que Dios quiere del hombre. Conocer este
designio divino y actuar en plena conformidad con él es
caminar en el sentido mismo de las cosas, disfrutar de todas las fuentes de felicidad; es asegurarse
la propia vida; es realizar su salvación. Acompañan a estas líneas una representación de un adivino
de la cultura mochica que se desarrolló en la actual costa peruana entre los años 100 aC al 700 dC.
Profeta es un término griego (profetes, προφήτης) que aparece en la mitología para citar al
personaje que interpreta las palabras confusas de la sacerdotisa Pitia, en el oráculo de Delfos,
quien habría recibido el mensaje de Apolo, transmitido por Zeus. De Pitia tenemos el término
pitonisa para referirse a las mujeres que interpretaban el oráculo.
Para conocer la voluntad divina, el hombre antiguo dispone de técnicas diversas. En Génesis 44,5
se afirma que la copa de José sirve para beber y hacer adivinaciones.
Los profetas paganos
Las culturas circundantes a Israel convivieron con el fenómeno del profetismo. En Egipto se han
encontrado textos tardíos que narran e interpretan la historia después del acontecimiento. Estos
textos ofrecen un esquema temporal de las épocas de desgracia, seguidas de periodos de
salvación, traídas o no por un rey. El contenido de las profecías parece destinado a agradar al
faraón a cambio de una recompensa. Recordemos que el faraón era considerado una divinidad. Al
igual que el profetismo babilónico, no hay una crítica profunda y radical al sistema de gobierno. En
el profetismo pagano se presentan casos de denuncia de injusticias pero no pasan de ser
denuncias espontáneas ante hechos concretos, mientras que en el profetismo bíblico la denuncia
las causas de dichas injusticias y las considera un ataque frontal a la voluntad divina. El profetismo
pagano tampoco presenta la continuidad que se desarrolló en el pueblo hebreo. A pesar de las
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relaciones entre la profecía bíblica y extra bíblica, la profecía bíblica presenta sus particularidades
entre la que podemos resaltar que en Israel, el oráculo deja de ser solicitado por personas, sino
que Dios lo da de forma espontánea. Pero ante estas diferencias no podemos obviar las similitudes
ya que los profetas israelitas utilizaron los recursos literarios de la profecía circunvecina, lo que no
les resta originalidad.
Los profetas bíblicos
El término hebreo usado para referirse a los profetas es nabi´ ( ) usado indistintamente para
referirse a profetas auténticos o a falsos profetas.
“Antiguamente, en Israel, cuando alguien iba a
consultar a Dios, decía: “Acudamos al vidente”.
Porque antes se llamaba “vidente” al que hoy se
llama “profeta” (1Sam 9,9). Estas son palabras de
Samuel cuando se encuentra con Saúl. El vidente
Samuel es presentado como profeta del rey Saúl.
Samuel es un ejemplo típico de vidente, pues
conoce lo que está oculto y puede revelarlo a
través de hechos. Gad, el profeta de la corte de
David, recibe una comunicación de Dios y es
llamado el visionario de David (Cf. 2Sam 24,11). La
expresión (visionario de David) se aplica tres veces
más a Gad (Cf. 1Cr 21,9; 29,29; 2Cr 29,25). Además
de él, Amós es llamado visionario por el sacerdote Amasias: “Sal de aquí, visionario; vete a Judá,
gánate allá la vida dándotelas de profeta” (Am 7,12). Visionario en hebreo se dice hozeh. Este
término aparece 16 veces en el Primer Testamento.
“Ahora sí reconozco que tú eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor está
verdaderamente en tu boca”. (1Re 17,24). Estas palabras pertenecen a la viuda de Serepta
dirigidas a Elías cuando éste resucitó al hijo de ella. Eliseo, Samuel, Semeias, Ben-Joana, así como
Moisés y David, también fueron llamados “hombres de Dios”. El término aparece nada menos que
76 veces en el Primer Testamento, principalmente en el periodo del siglo IX.
“Hombre de Dios” es un profeta que tiene una relación íntima con Dios, lo que le confiere la
capacidad de realizar milagros, como Elías y Eliseo. Por lo tanto, el hombre de Dios es capaz de
mediar entre Dios y el ser humano.
Las profetisas
La única mujer que podría considerarse profetisa en la Biblia, en el sentido estricto del término, es
Julda o Huldà (2Rey 22,14), quien vivió en la época de la reforma deuteronomista del rey Josías.
Otras mujeres reciben el título de profetisas, como Miriam, hermana de Moisés y Aarón (Cf. Éx
15,20), Débora (Cf. Jz 4,4) y la esposa de Isaías (Cf. Is 8,3).
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Aunque sólo tres mujeres sean llamadas profetas en la Biblia, sabemos que muchas otras actuaron
como tal. Sin embargo, es importante destacar que esas denominaciones tienen origen en los
textos históricos y en el Pentateuco, pero no en los proféticos. La mayor valoración del hombre
sobre la mujer en el mundo bíblico, ciertamente dejó de lado el nombre de otras mujeres
profetisas. De igual manera, esto impidió que sus hechos proféticos fuesen registrados en la Biblia.
El versículo Is 8,3 al hablar del nacimiento del hijo de Isaías, se refiere a la mujer del profeta como
profetisa. “Luego tuve relaciones con la profetisa, y ella concibió y dio a luz un hijo”. La mujer aquí
es considerada profetisa por el hecho de ser esposa y madre del hijo del profeta, y no por
considerarla como tal.
Profecía y experiencia de Dios
Los profetas tienen conciencia del origen divino de su mensaje: lo presentan “Así habla Yahvé” o
“Palabra de Yahvé”, o bien “Oráculo de Yahvé”. Esta palabra que les llega es más fuerte que ellos y
no la pueden callar (Am 3,8; Jr 20, 7-9). El llamamiento de Dios es irresistible (Am 7,15; Is 6; Jr 1,4-
10) y convierte toda la vida del profeta en profecía viva (Os 1-3; Is 8,18, Jr 16; Ez 4,3; 12,6; 12,11;
24,24). Las vocaciones son tan variadas como profetas hay pero se pueden resaltar ciertos
elementos comunes:
- La vocación de cada profeta es específica. Cada uno tiene su propio contexto.
- En la experiencia vocacional de cada profeta, podemos destacar que tienen en común la
certeza de que Dios llama a cada uno para una misión que sólo él podrá llevar a cabo. Por
lo tanto, tendrá que enfrentar un cambio radical en su vida. Deberá dejar la vida tranquila
y asumir una misión nueva. El profeta se convierte en un despojado por Dios. Lo sabe
porque después de su llamado vive la experiencia profunda de Dios, lo que provoca una
transformación en su vida personal y familiar.
- El llamado es a través de señales. Por ejemplo, voz, luz, un toque, nube de incienso, zarza
ardiente, desierto, fiesta en el Templo son algunas de las formas encontradas por la
comunidad del profeta para decir que fue elegido por Dios para desempeñar una misión
específica. Estos símbolos también son el medio para narrar la experiencia del llamado.
- En algunos casos de vocación profética, la escogencia tiene como objetivo dar continuidad
a la misión de su antecesor. Es lo que ocurre por ejemplo con Eliseo.
- El miedo a la incertidumbre hacen parte de la vocación de muchos profetas. Algunos
afirman no saber hablar, no saber comunicar, lo que es fundamental en la vida profética.
Dios no acepta tal argumento.
- El profeta a lo largo de su camino, entiende que Dios lo había predestinado para esa
misión (Cf. Is 44,2.24; Jer 1,4-5).
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Los profetas y profetisas en la historia de Israel se mueven por la verdad: Dios es justo y el pueblo
se apartó de él. El pueblo rompió la alianza con Dios. Por ello la estructura de la sociedad se
debilitó, volviéndose presa fácil para los dominadores que los subyugaban, expulsaban de la
propia tierra, exiliaban etcétera.
Los reyes de la monarquía de Israel y Judá que debían velar por el pueblo, no lo hacían. No
tomaron las debidas precauciones. Faltó coherencia entre la vida y el culto, que dejó de ser
expresión de honestidad. El templo donde se realizaba el culto se convirtió un cubil de ladrones
(Cf. Jer 7,1-15). El profeta llega a utilizar la pedagogía del miedo para hacer que el pueblo regrese
al camino de Dios. Textos proféticos, como Is 33,14-16, S1 15 y S1 6, al describir una verdadera
liturgia de ingreso al Templo, afirman que sólo quien es justo podrá acercarse a Dios; es decir, sólo
aquel que habla lo que el recto desprecia la ganancia explotadora y se resiste a aceptar el soborno.
El orden decreciente de las cosas que los profetas más denunciaron es el siguiente: injusticia en los
tribunales, comercio, esclavitud, latifundio, salarios, impuestos, robos, asesinatos, garantías y
préstamos, lujo. Por más extraño que parezca, es el poder legislativo el que recibe más denuncias
por parte de los profetas. Entre los acusados hay jueces, legisladores y reyes y sus funcionarios.
Los que sufren la mala administración de la justicia forman el trípode, tan costoso para la defensa
profética: pobres, viudas y huérfanos. A ellos les es negado hasta el derecho de reivindicar la
justicia. La ley defiende a la clase dirigente y le garantiza los derechos y bienes adquiridos a costa
del sufrimiento de los pobres (Cf. Am 6,1-7). ¡Cualquier parecido con nuestros días es pura
coincidencia!
Vayamos por partes para observar mejor la acción profética en la historia de Israel:
La monarquía
Desde su surgimiento, la monarquía en Israel recibió duras críticas del profeta y último de los
jueces, Samuel (Cf.1 Sam 8). Continúo siendo criticada por los profetas durante siglos. Existen, sin
embargo, diferencias en los tipos de soluciones que ellos presentaron para transformar el sistema
de gobierno monárquico.
Algunos como Amós, Oseas, Miqueas y Sofonías creían que debía desaparecer; otros como Eliseo,
el Primer Isaías, Jeremías, Ezequiel y el Primer Zacarías I que debía mantenerse y reformarse con el
cambio de gobernantes.
¿Será que esas dos tendencias entre los profetas, pro y contra, podrían mostrarlos como
“revolucionarios” a unos y como “borregos” a otros? Los términos parecen fuertes. Por otro lado,
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la monarquía dejo añoranzas en la memoria del pueblo. No todo fue negativo. El sistema tribal fue
importante y respondía a los desafíos de su época, pero lamentablemente perdió fuerza y dio
lugar a la monarquía.
En el periodo que va desde el surgimiento de la Monarquía Unida en Israel, aproximadamente en
los años 1030 a.C., hasta el siglo VIII cuando Amós inicia su actividad profética, encontramos
profetas que actúan en la corte. Sicre, al referirse a ese periodo cita tres etapas:
1º) proximidad física y distanciamiento crítico en relación al monarca;
2º) distanciamiento físico entre el profeta y el rey:
2º) distanciamiento progresivo de la corte y aproximación progresiva al pueblo.
Los profetas Gad y Natán viven en la corte y representan el primer grupo. Aías de Silo y Miqueas,
hijo de Jemla, al contrario, no frecuentan los palacios. Ellos demuestran que su compromiso es con
lo que “Dios les mandó a decir”. Apoyan a los reyes y llegan a anunciarles la destrucción de sus
dinastías. Elías representa al tercer grupo. El rey, en caso de necesitar un profeta, debía buscarlo
fuera del la corte (Cf. 1Rey 18,10). Con mucha dificultad el rey lo encuentra ya que Elías no va al
palacio de Acab. A partir de Elías, el profeta habla al rey por ser autoridad política y religiosa, pero
su actuación está principalmente junto al pueblo (Cf. 1Rey 17,9-24). Eliseo, siguiendo los pasos de
su maestro, Elías, se convirtió en uno de los profetas más populares del Primer Testamento.
Tras Elías el profetismo en Israel será marcado por la oposición a la monarquía.
Los imperios
La Biblia es una larga historia de sucesivas dominaciones de imperios sobre el pueblo de Dios. Los
imperios de Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Gracia y Roma, consecutivamente, dominaron al
pueblo de Dios. Fue sólo en el periodo del reinado de David y Salomón (1010 a 932 a.C.) que Israel
pudo vivir cierta libertad política y económica. Hoy, a través de la arqueología, sabemos que las
monarquías davídica y salomónica no fueron tan grandiosas como relatan los textos bíblicos. El
poder de los imperios jamás permitió la supremacía de Israel. Es un asunto más teológico que real.
En relación a los imperios, los profetas y profetisas tuvieron dos posiciones básicas:
Conformación de los imperios con la voluntad de Dios (Primer Isaías, Ezequiel, Jeremías y
Segundo Isaías):
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Condena a los imperios por ser incompatibles con la voluntad divina (Naum, Ageo,
Zacarías, profetas anónimos de Jerusalén Jer 50-51; Is 13; 14,4-21; 21,1-10; 47 y Daniel).
En relación al primer punto, podemos decir que la
aceptación del profeta de la dominación de un
imperio sobre Israel ocurre cuando él percibe que
el pueblo se desvió de la alianza y, por lo tanto,
necesita la corrección divina. La sumisión termina
siendo la única forma de sobrevivencia del pueblo;
de otro modo su aniquilación sería total. Así actuó
Jeremías al afirmar que el imperio babilónico era
un instrumento de castigo empleado por Dios.
La segunda posición, la de la condena a los
imperios, predominaría en la mayoría de los
profetas, así como también en Jeremías (Jer 46-49). El peso de la opresión era tan grande que
nadie aceptaba al opresor como solución para la conversión.
Las capitales Samaria y Jerusalén
Las capitales de Israel y Judá, Samaria y Jerusalén respectivamente, destacaron especialmente en
la crítica profética y soluciones específicas. A Jerusalén, particularmente, le dieron como solución
la destrucción total y reconstrucción a partir de una intervención divina. De los profetas que
defendieron la “destrucción total” destacan Miqueas, Julda, Sofonías y el Segundo Isaías. Por su
parte los defensores de la reconstrucción fueron Abdías, Primer Isaías, Segundo Isaías, Ageo,
Primer Zacarías y Tercer Isaías. Amós criticó duramente a Samaria.
El hecho de que los profetas se enfocaran en Jerusalén para criticarla negativa o positivamente es
fácil de comprender ya que ella era el medio evidente para la realización del proyecto del pueblo
de Dios. Su éxito era también del pueblo. Reconstruirla o no era parte del proyecto.
El latifundio
La cuestión de la apropiación indebida de las tierras, con la consecuente creación de latifundios
(no como entendemos el término hoy, pues en Israel no había tierras en abundancia como para
definirlo como latifundio), tuvo un papel importante en el Israel agrario. Sin embargo, ocurre lo
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contrario, ya que sólo Isaías y Miqueas tratan más claramente ese asunto. Profetas como Amós y
Malaquías, de los que se esperaba se manifestasen, dada la evidencia de la problemática en su
tiempo, no se pronunciaron al respecto. Miqueas, sin embargo, llegan a proponer una reforma
agraria.
El “Día del Señor”
La expresión Día del Señor, bien conocida entre los israelitas, como veremos a continuación, fue
considerada de modo diferente por los profetas. Amós dice que no sería un día de bendición y
felicidad, como esperaba el pueblo elegido, sino de tinieblas. Sofonías y Ezequiel hablan del “Día
de Ira”. El Primer Isaías, jeremías, Sofonías y Joel lo llaman “Día de Tinieblas, Lágrimas, Masacre y
Terror”. Relacionaron ese día con la invasión del opresor.
Durante el exilio en Babilonia, el “Día del Señor” gana la connotación de esperanza. La ira de Dios
se vuelve contra los opresores, y por consiguiente, Israel será liberado, según Abdías, Primer
Isaías, Jeremías, Ezequiel y Joel.
Después del exilio, el “Día del Señor” tiende a ser un “Día de Justicia” que garantizará el triunfo de
los justos y la ruina de los pecadores, según Malaquías.
En conclusión, podemos decir que el “Día del señor”, dependiendo del contexto y del punto de
vista del profeta, fue interpretado como un día de esperanza, bendición, paz, lágrimas, terror y
justicia.
Los pecados del pueblo
Joel es el único profeta que no condena los pecados del pueblo y sólo insiste en la penitencia
ritual. El Segundo Isaías, por su parte, alude los pecados, pero tal alusión tiene el objetivo
pedagógico de mostrar que la culpa de Israel está expiada (Cf. Is 40,2). Más que amenazar al
pueblo, como hizo el Primer Isaías, el segundo Isaías muestra un Dios consolador: “Consuelen, dice
Yavé, tu Dios, consuelen a mi pueblo” (Cf. Is 40,1).
La conversión
La conversión del pueblo fue propuesta por muchos profetas, como Amós, Baruc, Primer Isaías,
Sofonías, Jeremías, Ezequiel y Primer Zacarías, aunque algunos de ellos no creyesen que su pueblo
sería capaz de realizar tal propuesta. Sólo la intervención divina, a través del perdón, podría
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cambiar esa realidad. El Segundo Isaías fue más osado pues habló de conversión de los paganos al
Señor. De igual manera, Jonás llegó a anunciar la conversión de los habitantes de la capital del
imperio asirio, Nínive (Cf. Jn 3).
Los Milagros
Los milagros realizados por Elías, Eliseo (Cf. 1Rey 17,8-24; 2Rey 4,1-8,15) y Jesús muestran que la
actividad del profeta no es sólo hablar en nombre de Dios, sino también devolver la vida al pueblo,
y por consiguiente restituirle la esperanza de una vida mejor.
Jesús: síntesis de la vocación profética
La realización de la vocación de Jesús para servir al Reino está expresada de forma claro en Lc
4,14-22: redimir al preso, devolver la vista al ciego, restituir la libertad al oprimido y proclamar el
año de gracia del Señor.
También otros textos bíblicos relatan la vocación de Jesús. En ellos aparecen otras dimensiones de
su vocación profética, es decir, él es el hijo de Dios, el Sumo Sacerdote, el Principio de la Salvación
eterna, el Verbo de Dios encarnado, el Cordero de Dios, el Embajador de Dios, el Mesías, etcétera.
Los elementos esenciales de la vocación de Jesús son: haber sido enviado como hijo de Dios:
poseer el espíritu de Dios consigo: fidelidad incondicional a Dios; ser consciente de su misión; el
martirio como consecuencia de su vocación.
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CONCLUSIÓN
Después de este breve recorrido por el profetismo podemos concluir
- El llamado y vocación de cada profeta es específico y responde a un contexto histórico y
cultural específico.
- El miedo y la incertidumbre son parte de la vocación del profeta.
- El profeta tiene un encuentro cercano con Dios. Esta experiencia de Dios se manifiesta en
su forma de vida hasta el punto que se convierte en anunciador de la voluntad divina y
denunciador de todo aquello que atente en contra de esta.
Es recomendable que se utilice literatura más específica para profundizar el mensaje de cada
profeta y del profetismo en general. Esto permitirá tener mejores herramientas para
interpretar los libros proféticos.
REFERENCIAS
- Los profetas del Antiguo Testamento, Louis Monloubou, Editorial Verbo Divino, Cuadernos
bíblicos # 43, 8va Edición.
- Lo últimos profetas, Samuel Amsler, Editorial Verbo Divino, Cuadernos bíblicos # 90.
- Biblia de Jerusalén, Introducción a los profetas,
- Profetas y Profetizas de la Biblia, Jacir de Freitas Faria, ofm, Ediciones Paulinas.
- http://ec.aciprensa.com/wiki/Profec%C3%ADa,_profeta_y_profetisa
- Dibujos Steve Erspamer
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ANEXO
Periodo Hechos Históricos Profeta
1850 a.C. Migración de pueblos mesopotámicos hacía Egipto. La historia de Abrahán sólo puede leerse como profética, si se analiza como relectura. El periodo al que se refiere parece ser el de Salomón cuando muchos dejan el campo para convertirse en siervos del rey en la construcción del Templo de Jerusalén.
Abrahán
1300 a 1200 a.C. Esclavitud en Egipto Moisés
Miriam
1200 a 1030 a.C. Tiempo de los jueces o periodo tribal Débora
1030 a 1010 a.C. Fin del periodo tribal. Los filisteos amenazaban con invadir Israel. Reinado de Samuel.
Samuel
1010 a 970 a.C. Reinados de David y salomón. Gad, Natán
933 a 910 a.C. División del reino salomónico en dos: el de Israel al norte y el de Judá al sur.
Aías de Silo
874 a 852 a.C. Reinado de Acabad (Israel) y Josafá (Judá) Elías, Miqueas, hijo
de Jemla
852 a 782 a.C. Reinado de Jorán, Jeú, Joás y Joacaz en Israel.
Eliseo
783 a 743 a.C. Reinado de Jeroboán II en Israel. Periodo político agitado. Cuatro reyes son asesinados. Religión y moral corrompidas.
Amós, Oseas
738 a 639 a.C. Reinado de Joatán, Acaz y Ezequías en Judá.
Miqueas
736 a 721 a.C. Reinado de Acaz en Judá. Primer Isaías
693 a 639 a.C. Reinado de Manasés en Judá. Cai Nínive, Capital de Asiria
Naum
640 a 609 a.C. Reinado de Josías en Judá. Reforma religiosa.
Julda
630 a 622 a.C. Caída del imperio asirio. Sofonías
625 a 598 a.C. Judá paga impuestos al imperio neo babilónico.
Habacuq
626 587 a.C. Babilonia invade Jerusalén y lleva al pueblo al exilio.
Jeremías Baruc
593 a 572 a.C. Exilio de Babilonia Ezequiel
586 a 450 a.C. Exilio babilónico. Retorno para la reconstrucción del país.
Abdías Tercer Isaías
553 a 539 a.C. Caída del imperio neo babilónico. Persia surge como nueva potencia.
Segundo Isaías
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27/8 a 18/12 de
520 a.C.
Reconstrucción de Jerusalén y reorganización del pueblo.
Ageo
520 a 518 a.C. Tribunales injustos. Apropiación indebida de las tierras de deportados del exilio de Babilonia.
Primer Zacarías
515 a.C. Sacerdotes sin autoridad para continuar las reformas planteadas por Ageo y Zacarías. Tribunales corruptos.
Malaquías
520 o 323 a 287
a.C.
Domínio de Tolomeo I o Soter. Joel
400 a.C. Reconstrucción del país. Jonás
Sig. IV a.C. Jerusalén vive un período de corrupción. Segundo Zacarías
197 a 164 a.C. Persecución de Antioco IV epifanías. Revuelta de los Macabeos.
Daniel
7 o 6 a.C. a 30 o
33 E.C.
El imperio romano domina Palestina. Jesús
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