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EL HOMBRE Y EL CALENDARIO Santiago Martín Moreno

3º el hombre y el calendario

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EL HOMBRE

Y

EL

CALENDARIO

Santiago Martín Moreno

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El Hombre y el Calendario y el Calendario

A mis padres; en agradecimiento

por haberme engendrado bajo el signo Zodiacal de Capricornio, y con la regencia de Saturno para los que el Tiempo es primordial.

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El Hombre y el Calendario y el Calendario

INTRODUCCION

Un ánimo de neta ayuda Cultural, me ha llevado a la elaboración de esta pequeña, a la vez que sencilla, obrita que, sin pretender que sea de consulta, si estoy seguro favorecerá la comprensión de la lucha que siempre mantuvieron hombres, culturas y civilizaciones para poder, observando el tiempo y estudiando la Naturaleza, crear unas tablas mediante las cuales: clasificar momentos, organizar estados y movimientos naturales y que, gracias a un control y memoria de los mismos poder hacer fructíferos sus trabajos, ocupaciones y celebraciones a todos los niveles y en todos los órdenes de la vida Humana.

Periodos de luz, seguidos de tinieblas; el Sol realizando un vuelo en arco entre un monte y otro; la Luna haciendo su aparición cada vez con una forma diferente para luego desaparecer; tiempos de calor y sequedad, de frío y lluvias; el brote y floración de plantas en lugares donde tiempo atrás no había nada; el paso de un grupo formado por aves en un tiempo y dirección determinados, etc. etc., fueron indicadores más que

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suficientes para poner en marcha la máquina Humana de la investigación.

El tiempo era su aliado, y ellos le correspondieron sin prisas.

El Autor

PROLOGO

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Todo Aquello que nos rodea tiene un significado, un por qué, no sólo lo que consideramos creado por mano Divina, si no también lo que ha creado el Hombre. La cuestión radica en que no nos acostumbramos a pararnos y pensar cual es la razón que da sentido a las cosas, por muy importantes y vitales que nos parezcan, como de hecho es y, especialmente en nuestros días el tiempo. Afortunadamente, hay personas que hacen esta labor por nosotros, y su fruto, en esta ocasión, se encuentra ahora entre sus manos.

El Calendario, tal como nosotros lo conocemos, parece que siempre ha estado ahí, desde el principio de los tiempos, con sus mismas divisiones, con su misma nomenclatura. Parece que se trata de un esquema prefijado y entregado al Hombre, el cual fue adecuando la sucesión de estaciones, fenómeno que, antes aparecía simplemente como el transcurrir regular y periódico del nacer y morir de la Naturaleza. Pero este libro nos viene a desvelar cual es la verdadera historia del Calendario y lo costoso que ha sido llegar a su actual configuración: Distintos sistemas de medición, los intentos de dividir el año, la constatación de los errores cometidos y las sucesivas rectificaciones, el origen de los nombres utilizados para cada una de las medidas de tiempo, sin olvidar el lado anecdótico de todo el proceso, nos descubre que lo que sí existió desde un principio fue el paso del tiempo y el interés por encontrar el medio adecuado para conocer de modo preciso la llegada de los

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acontecimientos, y que, aunque no hemos logrado llegar a controlarlo, al menos si hemos conseguido dividirlo y medirlo lo más exactamente posible.

Lcda. Isabel María Montaño.

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PARTE PRIMERA

El Hombre tubo necesidad de ordenar su tiempo, de dar sentido a cómo lo utilizaba; lo dividió en partes, lo organizó por periodos y fue así como, conjugando métodos y estudiando sistemas, llegó a crear algo que le sirviera para medir el ayer, el hoy y el posible mañana, y ello se concretó en lo que en nuestro tiempo conocemos como Calendario.

El Hombre Primitivo poseía un sistema para medir el tiempo, muy simple: estaba basado en la salida y en la puesta del Sol, en los cambios de las fases de la Luna, en la sucesión de las estaciones y en otros estadios o periodos de la Naturaleza.

A medida que la civilización fue avanzando en las diferentes partes del Universo conocido, se iba creando la necesidad de un sistema en el que se pudieran encuadrar también los acontecimientos.

Los primitivos romanos hacían uso de un Calendario Lunisolar parecido al empleado por los griegos. El año Romano –después de la primera reforma del Rey Numa- lo componía Doce meses lunares, no obstante, su sistema no era exacto.

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El primer día de cada mes, se acostumbraba en Roma a que un Pontífice o Sacerdote durante la celebración de los ritos convocara públicamente al pueblo para anunciarle los días que iban a ser de fiesta. Ello hizo que esos días primeros de cada mes recibieran el nombre de “calendas”, del Latín Kalendaearum, primer día de mes; es muy de suponer qué, de esta voz a su vez nosotros la hemos hecho quedar como Calendario.

El Calendario está estrechamente relacionado con la Astronomía, y ya civilizaciones muy primitivas hallaron en la unión Espacio-Tiempo, las unidades precisas para medir el tiempo transcurrido. A la sucesión de periodos de luz, seguían otros periodos de tinieblas y ello constituía una medida natural que no podía dejar de ser aprovechada. Así, más adelante y buscando la forma de

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Rey Numa NumaNuma

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medir periodos más largos de tiempo, se pusieron a estudiar las fases de la Luna –principalmente nuevas o llenas- al tiempo que se valían de ella. Más tarde, con el transcurrir del tiempo –siempre el tiempo-, y ante esa necesidad de unidades mayores, estudiaron los periodos o épocas conocidos como estaciones; tiempos en los que aparecían los nuevos brotes, luego el florecimiento de las plantas, más tarde la maduración de los frutos y al final una última época en la que los árboles se desprendían de todas sus hojas para pasado un tiempo de inactividad volver a un nuevo proceso de floración.

En el principio, los sistemas de medición tenían que ser por fuerza imperfectos, sin embargo, con el paso del tiempo y la perseverancia de aquellos estudiosos se mejoraron las medidas, y gracias a la observación fueron aumentando conocimientos e introduciendo continuamente modificaciones a lo largo de la historia, no obstante aun en nuestros días no se ha conseguido alcanzar el sistema perfecto para medir el tiempo, por lo que una reflexión profunda me lleva a ver con seguridad que ya no lo alcanzará.

El Hombre de nuestros días ya no tiene tiempo para este tipo de observación; es cierto que posee avances tecnológicos y maquinaria muy importante pero, ello no es suficiente pues ha llegado un momento en el que es “difícil saber” cual va a ser el comportamiento de la Madre Naturaleza ante la cantidad de agresiones que viene sufriendo.

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DIA, del Latín “Dies”: Tiempo que la Tierra emplea en dar una vuelta completa alrededor de su eje; no obstante, los científicos dicen que esta no es de Veinticuatro horas exactas, sino que la revolución se efectúa en ese tiempo, pero aproximadamente, y que para los efectos del Calendario, se calcula que un Día empieza y termina a las Doce de la noche una vez transcurridas la mencionada cantidad de horas.

El hecho de que la rotación de la Tierra sobre si misma sea de una uniformidad asombrosa, y su periodo casi invariable al cabo de los siglos, la convierte en uno de los medios más seguros de que dispone el Hombre de nuestra civilización para medir el tiempo transcurrido; ciertamente, por las mareas reduciendo así la velocidad de su rotación, sin embargo esa acción –aunque permanente-, es tan débil que apenas merece el que la tengamos en cuenta. La actuación de las mareas sobre la rotación hay que entenderla como el ejercicio de un mecanismo natural de la Tierra para su total y más completo equilibrio. El problema estaría en que la Tierra ante el daño que continuadamente le hacen los seres humanos, un día decidiera no seguir girando, aunque sólo fuera por la décima parte de un segundo; ¿Se imaginan hasta donde seríamos bruscamente desplazados?

Otra clase de Día, es el denominado SIDERAL. Este el intervalo de tiempo transcurrido entre dos pasajes superiores consecutivos del punto Vernal (Solsticio de Verano) por el Meridiano de un lugar determinado de la Tierra. Como quiera que el punto Vernal no sufre más que un desplazamiento minúsculo

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cada Cien años debido a la precesión de los equinoccios, la Hora Vernal varía de un modo casi rigurosamente proporcional a su misma duración. Ello, no obstante, sólo se emplea en cálculos astronómicos porque no se presta a las necesidades de la vida corriente. Se divide en Veinticuatro horas siderales que, equivalen a Veintitrés horas. Cincuenta y Seis minutos, Cuatro segundos y una milésima parte de un Segundo de ese tiempo que, normalmente empleamos. El Día SIDERAL, es de vital importancia para obtener cálculos astrológicos, búsqueda del Ascendente Zodiacal, y, mediante un minucioso estudio, la posibilidad de una Carta Natal, etc.

El Día VERDADERO, o también conocido científicamente como Día SOLAR, comienza en el momento del pasaje superior del Sol por el Meridiano de un lugar (coordenadas), y termina cuando vuelve a coincidir, en su vuelo, con las mismas coordenadas.

Este intervalo varía según la Estación del año debido a la irregularidad del movimiento del Sol en ascensión completamente recta.

También existe el Día ASTRONOMICO, que es en realidad el Día VERDADERO MEDIO, es decir, el Día adaptado de forma que las variaciones del mismo sean totalmente proporcionales a su duración. El Día ASTRONOMICO, comienza a las Doce del día, teniendo su culminación en el conocido Medio Día siguiente.

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Con respecto a la unidad de tiempo, Día, no siempre se ha estado de acuerdo sobre cuando empieza y termina, ni se está aún en nuestros días.

Empezaba al salir el Sol para los Caldeos, los egipcios y los sirios. Sigue comenzando en ese momento para los griegos. Empezaba al Mediodía para los Árabes del primer periodo y también para el Astrónomo, Matemático y Geógrafo Griego del Siglo II, a.C., Ptolomeo. Este personaje, fue el más grande sistematizador y divulgador científico de su tiempo, y aunque llegó a descubrir y catalogar más de un millar de estrellas, paradójicamente rechazó la concepción atribuida a Aristarco, según la cual la Tierra es redonda y gira alrededor del Sol. Sigue empezando el día al salir el Sol para los astrónomos en general. Comenzaba al ponerse el Sol para los hebreos, los chinos y los griegos del primer periodo, los romanos y los italianos hasta el siglo pasado. Continúa empezando en este momento para los judíos y los musulmanes. Comenzaba a Medianoche para los astrónomos de Caldea, también para el Astrónomo y Matemático Griego del Siglo II a.C., Hiparco; considerado fundador de la Astronomía, fijó la duración

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Ptolomeo

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del Año Solar en Trescientos sesenta y cinco días, cinco horas y cuarenta y nueve segundos. Calculó que entre la Tierra y la Luna había un espacio de Cuatrocientos mil kilómetros de distancia (a principios del Siglo XXI, está reconocida una distancia de 384.400 Km.), y creó el sistema de medición Latitud/Longitud. La Unidad de Tiempo-Día, comienza a las Cero horas de la Medianoche para la mayor parte de la Humanidad, y desde luego para todos los efectos menos los astronómicos del Calendario. Hoy por hoy se puede decir con toda tranquilidad que, incluso algunos astrónomos han llegado a aceptarlo.

Este Día VERDADERO-MEDIO, no tiene connotación Astronómica Natural, a no ser con la duración de una fase Lunar y esto sólo de manera aproximada.

SEMANA, del Latín Septimana; Serie de Siete días naturales o verdaderos. Universalmente es casi utilizado por todos como división del Calendario, siendo su

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inclusión en medidas de Tiempo atribuida a los caldeos, de quienes a su vez la copiaron los hebreos. No se introdujo en Occidente hasta el Siglo III de nuestra Era. Corresponde a las fases de la Luna.

En la antigüedad era más corriente contar los días por décadas, aunque divisiones posteriores hicieron que los días quedaran agrupados en semanas. Los nombres de los días los recibimos nosotros de igual forma que las demás naciones latinas, de los romanos. En correspondencia con los nombres de los días de la Semana más antiguos que se conocen ya que estos fueron atribuidos a los hebreos, y este era un pueblo íntimamente relacionado con la Kábala y la Astrología, fueron tomados de los planetas y otros, sujetándolos a un orden que es el siguiente:

DOMINGO: Del Romano “Domínica”. Del Hebreo, Día consagrado al Sol.

LUNES: Del Romano “Lunae”. Del Hebreo, Día consagrado a la Luna.

MARTES: Del Romano “Martis”. Del Hebreo, Día consagrado a Marte.

MIERCOLES: Del Romano “Mercurii”. Del Hebreo, Día consagrado a MERCURIO.

JUEVES: Del Romano “Jovi”. Del Hebreo, Día consagrado a Júpiter.

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VIERNES: Del Romano “Veneris”. Del Hebreo, Día consagrado a Venus.

SABADO: Del Romano “Sabbati”. Del Hebreo, Día consagrado a Jehová.

MES, del Latín Mensis: Es la división del tiempo natural en el Calendario. Astronómicamente, el Mes está delimitado por las conjunciones de la Luna con el Sol, también llamadas novilunios. La Luna, una vez recorrido el Firmamento por el cinturón Zodiacal, alcanza al Sol y entra en conjunción con él. Al intervalo entre dos fases consecutivas o conjunciones sucesivas de la Luna con el Sol, recibe el nombre de “Revolución Sinódica”, “Lunación”, o “Mes Lunar”.

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No obstante, el movimiento de la Luna es muy desigual. El valor de dos novilunios o lunaciones consecutivas no es el mismo, oscila entre los Veintinueve días Veinte horas aproximadamente. Precisamente a esta variación de Catorce horas, se debe la complicación de algunos calendarios.

La observación de un número considerable de lunaciones consecutivas, ha permitido establecer la duración media de las mismas con relativa exactitud. De asignar a meses alternos una duración de Veintinueve días y Treinta días respectivamente, se lograría una concordancia bastante aproximada. Ello, no obstante, Cien meses consecutivos no dan más que Dos mil novecientos cincuenta y tres días que debieron dar, lo que

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Aristarco

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obliga a agregar un día cada Treinta y tres meses para que la concordancia sea más estrecha.

La Luna, por lo visible que son sus fases, sirvió a civilizaciones antiguas y más tarde a otras más modernas como medio exclusivo de medir intervalos superiores al que median entre la salida y la puesta del Sol.

PARTE SEGUNDA

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Rómulo, Fundador de Roma, instituyó el Año en Diez meses, dando al primer Mes el nombre de “Mars”, Marte, de cuyo Dios aseguraba haber descendido a la Tierra; también decimos que su nombre original (exotéricamente hablando), es “MARCHA”, aunque luego con el transcurrir del tiempo derivó a MARZO. Este es el primero de los meses porque con él (definición reflexiva particular) nace la Vida y con ella el primer brote que nos ofrece nuestra Madre la Naturaleza.

El segundo mes lo llamó “Aprilis”, Aperire, “ABRIR”, porque es el mes en que se manifiestan las fuerzas bellas de la Naturaleza; en nuestros días sólo se le varió la última consonante, quedando definitivamente como ABRIL.

Al tercero de los meses lo denominó con el nombre de “Maius”, Maia, Madre de Mercurio y que presidía el crecimiento. También decimos que su nombre original o primigenio es el de “MAYA”, la Tierra (como

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Rómulo

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elemento no como Planeta), porque en ella se produce la Marcha-Abierta, y de ahí tomamos el nombre de MAYO.

Al cuarto mes del Año lo llamó “Junius”, Juno; “JUNO” es el nombre que recibió la diosa de la belleza y la fertilidad, y del que obtuvimos nosotros el actual nombre de JUNIO.

Al quinto de los meses del Año lo llamó “Quíntilis”, sin más…

Al siguiente mes, o sea sexto del Año, Rómulo procedió de la misma manera que con el anterior y lo llamó “Séxtilis”.

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Julio Cesar

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Pasado el tiempo, el Cónsul de Roma, Marco Antonio, queriendo perpetuar el recuerdo de la reforma llevada a cabo en el Calendario por Julio Cesar, hizo que el conocido como mes “Quíntilis”, pasaría a denominarse “Julius”, y de ahí tomó cuerpo nuestro actual mes de JULIO.

Años Después, el Senado de Roma, y en memoria de los servicios prestados al Imperio por Cesar Augusto, al mes de “Séxtilis”, lo llamó “Augusto”, y de ahí, como era de esperar, tomó nombre nuestro actual mes de AGOSTO.

Apoyándose en un término elemental, acabó nombrando los meses restantes sin ningún género de complicaciones, de tal modo que al Séptimo mes lo llamó con el nombre de “September”, llegando hasta nuestros días como SEPTIEMBRE.

Siguiendo el mismo ritual civil, al Octavo mes lo llamó “October”, llegando hasta nuestro tiempo en que quedó con la denominación de OCTUBRE.

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Cesar Augusto

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Al Noveno mes lo llamó “November”, en nuestra actualidad conocido con el nombre de NOVIEMBRE.

Cerrando el grupo, al que hacía el mes Décimo, lo llamó “December”, llegando este hasta hoy con el nombre de DICIEMBRE.

Años después, el segundo Rey de Roma con el nombre de Pompilio Numa, agregó Dos meses más a los Diez de Rómulo, denominándolos respectivamente: el Primero “Januarius”, Jano, nombre del Dios Mitológico que, teniendo templo en Roma, solo se abría al culto y al ritual religioso cuando estaban en guerra; también se dice que su nombre fue el de “Enésimo”, en relación con su lugar Onceavo, y que de ahí vino a tomar nombre nuestro actual ENERO.

El Segundo de los que creara el Rey Numa, fue el Duodécimo y a la vez último en el cómputo de Doce meses, lo llamó “Februarius”, Februo, nombre atribuido al Dios de los muertos, y correspondiendo este último mes al de los sacrificios a la vez que era el más corto, y al parecer el más desgraciado; de él tomaría, con el transcurrir del tiempo, nombre nuestro actual FEBRERO.

El Año, del Latín “Annus”: Astronómicamente es el tiempo invertido por la Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol, siendo su equivalencia a Trescientos sesenta y cinco días, seis horas, nueve minutos y diez segundos.

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El Año “Sideral”, que corresponde al tiempo empleado en el recorrido de la órbita, es el que transcurre entre dos alineaciones consecutivas del Sol y de la Tierra con relación a una misma Estrella.

El Año

comprende Doce lunaciones. Como consecuencia de ello, los pueblos que adaptaron el año a Doce periodos, Seis meses de Veintinueve días y Seis meses de Treinta días, se encontraron al cabo de Tres años con que llevaban un retraso de Treinta y tres días, es decir, que al cabo de Treinta y seis años, un mes daba la vuelta al ciclo Anual cayendo por turnos en: Invierno, Otoño, Verano y Primavera. Para evitar este trastorno, hebreos y romanos

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se vieron obligados a agregar un Treceavo mes al Calendario cada Tres años aunque ni por esas lograban el equilibrio deseado.

Julio Cesar, estableció un nuevo Calendario que entró en vigor el Uno de Enero del año Cuarenta y cinco a.C. Ello fue debido a que con el Calendario que había en Roma en aquel tiempo, se estaba cometiendo una gravísima imprudencia, la de conceder a los pontífices el derecho de fijar la duración de las fiestas así como de determinados periodos de actividades todas ellas para sus propios intereses. Fácil es de comprender hasta que punto se prestaba ello a la corrupción y el fraude. Los pontífices romanos, sacando ellos el máximo

aprovechamiento de semejante concesión, favorecían a sus amigos, prolongando sus magistraturas, al tiempo que reducían o acortaban la de aquellos magistrados que les eran contrarios. También tomaron por norma adelantar o

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Sosígenes

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retrasar –según les convenía- los vencimientos, proporcionándoles a algunos el enriquecimiento rápido, mientras que a otros los arruinaron a fuerza de retrasos. Tantos y tan grandes desmanes y abusos hicieron que el Calendario se desorganizara por completo, dándose el caso en el que la fiesta de Otoño se celebraba en Primavera y la de la Cosecha terminaba celebrándose en pleno Verano.

Harto ya de la situación a la que se había llegado, Julio Cesar decidió poner fin de una vez y para siempre a tales desatinos y abusos de poder por lo que con ese objeto envió a Egipto a una Comisión para que esta requiriera, en su nombre, los servicios del Científico Sosigenes; de origen Griego pero domiciliado, por aquel tiempo, en la hermosa Alejandría.

De la reforma Juliana nace el nuevo Calendario que se apoyará en el Calendario Egipcio y que llevará el nombre de Calendario “Juliano” en honor de Julio Cesar, el cual morirá un año después a mano de los senadores romanos y durante la sesión que se estaba celebrando en el Senado con el fin de concederle el título de “Rey de Roma”. Cesar recibió en el ataque más de Veinte cuchilladas, sin embargo, cuando estuvo caído

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Bruto

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sobre el mármol frío, ya expirante, aun tuvo tiempo en ese último hálito de vida, pronunciar su célebre frase dirigiéndose al que él tenía por su hijo Marco Junio Bruto: ¡Tú también, hijo mío!

Esta Sesión fue celebrada el día de los Idus de Marzo del año Cuarenta y cuatro a.C., Estos días son consagrados a Júpiter, como Dios supremo de la Mitología Romana, también Griega, recayendo en el día Quince de Marzo, Mayo, Julio y Octubre, así como en el día Trece de los demás meses, en el antiguo cómputo Civil y Eclesiástico.

Para la reforma Juliana, el primer acuerdo adoptado fue prescindir por completo de las fases lunares hasta entonces utilizadas, y tener en cuenta al Sol tan sólo para confeccionar el nuevo sistema, calculando el Año en Trescientos sesenta y cinco días y cuarto, es decir, Once minutos más de lo que en realidad dura. Para hacerlo más cómodo, no obstante, se dio una duración de Trescientos sesenta y cinco días justos al Año Común, con lo que se le acortaba un cuarto de día por año.

Con el fin de evitar que, como consecuencia del error voluntario cometido, los meses fueran desplazándose paulatinamente, se acordó agregar un día cada Cuatro años, con lo que se conseguía que el cuarto año tuviera Trescientos sesenta y seis días.

El día en cuestión se agregó al mes de Febrero, que era desde hacía tiempo el último mes del Calendario Romano, y aquí se tropezó con nuevas

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dificultades porque los números impares estaban consagrados a los dioses superiores, y sólo un número Par podía corresponder a Febrero, mes nefasto por lo que entero era consagrado a los dioses infernales, motivo este, por el que ni el propio Julio Cesar quería correr el riesgo de un enfrentamiento con las creencias supersticiosas de sus conciudadanos.

A Julio Cesar se le ocurrió una solución para salir del compromiso, y esta fue la siguiente: se

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conservaría, en apariencias, el número par de días, y lo consiguió duplicando el día Veinticuatro de Febrero,llamado por el pueblo “sexto” antes de las calendas (anuncio de las fiestas de Marzo), de este modo habría un “sexto” antes de las calendas y un “bi-sexto” antes de las citadas calendas de Marzo. De esta Romana denominación “bi-sextus”, tomaría con el transcurrir del tiempo el nombre de Bisexto para, popularmente, y en nuestros días ser conocido y nombrado como Bisiesto, y llegando a darle este mismo nombre al año entero.

También se llegó al acuerdo de que de ahí en adelante, el Equinoccio de Primavera coincidiría siempre con el veinticinco de Marzo. Para poder aplicar el nuevo Calendario, se tomaron medidas muy drásticas y comprometidas. Así el año Setecientos ocho de la fundación de Roma, y Cuarenta y siete de nuestra Era, tuvo Cuatrocientos cincuenta y cinco días, circunstancia que impulsó a los autores latinos a denominarlo: “Año de la Confusión”. En lugar de empezar el año por el Primero de Marzo como se había hecho hasta entonces, se escogió la fecha en la que los cónsules entraban a desempeñar sus cargos, o sea, el Primero de Enero.

Con anterioridad queda dicho que, el Año Juliano, se había calculado apoyándose en el Año Egipcio que, al parecer, también conocía Sosígenes, o sea, tomando como base trescientos sesenta y cinco días y seis horas, y se advierte al propio tiempo que el Año Trópico duraba en realidad Once minutos menos y se pecó de inexactos, pues la diferencia verdadera es de Once minutos y catorce segundos; esta diferencia, poco

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importante de momento, tenía que notarse con el tiempo, porque transcurrido un Siglo, las fracciones acumuladas llegaron a alcanzar el total aproximada de las tres cuartas partes de un día, o sea, Dieciocho horas, por lo que al cabo de Cuatro siglos acabó dándoles una suma de Setenta y dos horas, es decir Tres días enteros.

Fueron los padres de la Iglesia, los que acabaron percatándose de la anomalía cuando en el año Trescientos veinticinco de nuestra Era, el Concilio celebrado en Nicea, capital de la Bitinia, en el Asia Menor, a orillas del Lago Ascanio, y que lleva su nombre, quiso asociar el Domingo de Pascuas con la Primera Luna Llena de la Primavera; al intentarlo se efectuó una comprobación tan inesperada como alarmante; el Equinoccio o principio de la Primavera coincidía aquel año con el Veintiuno de Marzo y no con el día Veinticinco que fuera el acuerdo entre Sosígenes y Julio Cesar. ¿Qué había ocurrido…? A aquellos padres de la Iglesia, no se les había ocurrido pensar ni tan siquiera por un momento que el año pudiera tener menos de los Trescientos sesenta y cinco días y un cuarto; se limitaron en principio a culpar sólo y exclusivamente a Sosígenes del error descubierto.

La evidencia nos lleva a la realidad, y la realidad fue que Sosígenes se había equivocado, aunque no en tanto como los padres suponían, porque habiendo transcurrido ya cerca de cuatro siglos desde la reforma, el Calendario tenía que haberse desviado Tres días de la fecha prevista y no los Cuatro días que aparecían en aquellos momentos; es evidente que el Astrónomo se

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equivocó errando el cálculo en Veinticuatro horas al menos, y que el Equinoccio de la Primavera de aquel año Cuarenta y cinco antes de nuestra Era, coincidió con el Veinticuatro de Marzo. Sea como fuere, el caso es que, tomando como exacta la tan repetida duración de Trescientos sesenta y cinco días y cuarto, los pontífices romanos llegaron a la conclusión de que el Equinoccio de Primavera coincidiría con el día Veintiuno de Marzo todos los años, y sin detenerse a pensar más sobre el asunto, fijaron el Domingo de Pascuas para ese mismo día.

Ni que decir tiene en cuando a ello, que el Calendario Juliano siguió desviándose de la fecha en los siguientes años, y la Iglesia comprobó con la natural alarma que, como no se pusiera remedio con la más absoluta seriedad, habría un desequilibrio monumental en la celebración de las fiestas.

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PARTE TERCERA

Ya se ha dicho que en honor de Julio Cesar se dio el nombre de Julius al mes “Quíntilis”. Después del asesinato de este, la falsa interpretación del sistema hizo que el día intercalar de Febrero, se añadiera cada Tres años en lugar de cada Cuatro. El sucesor de Cesar, el Emperador Augusto, corrigió el error acumulado eliminando el día intercalar durante Tres años bisiestos consecutivos y restableciendo en el año Ocho de nuestra Era, que marca el comienzo del sistema actual de años

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bisiestos. El Senado Romano como homenaje cambió el nombre de “Séxtilis” por el de Augustus.

Durante el Siglo XIII, mucho se discutió, y muy en serio sobre la cuestión, sin embargo se continuaba sin conocer con exactitud suficiente la duración del Año para poder hacer nada en concreto.

Dos siglos más tarde, en el XV, el Cardenal d´Ailly, solicitó del Papa Juan XXIII (perteneciente al Gran Cisma de Occidente: 1378-1417, y que gracias al Concilio de Constanza que logró evitar el rompimiento de la Iglesia Latina, fue depuesto quedando reconocido por toda la Cristiandad el Papa Martín V) que modificara las intercalaciones bisiestas. Durante el Concilio de Trento se volvió a discutir el asunto sin que se pudiera llegar felizmente a una conclusión satisfactoria y acabó por someterlo a la Santa sede. Años más tarde la Iglesia se enfrentó muy seriamente al problema y se propuso estudiarlo en profundidad para definitivamente costase lo que costase, hallarle equilibrio coherente al

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D´Ailly

Martín V

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cómputo Anual; ocupaba en esa época el sillón Pontificio el Papa Gregorio XIII.

Gregorio XIII, se propuso dar un giro al sistema y con su acertada reforma se consigue un nuevo Calendario que a partir de ese mismo momento se llamará “Calendario Gregoriano”, ya que acertó a rectificar todos los errores consiguiendo que hubiera concordancia entre el año Solar y el Calendario.

El Papa Gregorio XIII, nombró una Comisión para revisar el Calendario Juliano, de forma que la Pascua continuara coincidiendo con el Equinoccio, o principio de la Primavera.

Fue asesorado por Luigi Lilio, Médico afamado de Verona, en el Norte, que ideó el nuevo sistema; Cristóbal Clavius, Astrónomo, Matemático y Jesuita, hizo los

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Gregorio XIII

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cómputos que sirvieron de base quedando la obra terminada a finales del Siglo XVI.

En Marzo de Mil quinientos ochenta y dos, Gregorio XIII, abolió el Calendario Juliano, estableciendo el día Uno de Enero como el primer día del nuevo año, restándole Diez días de forma que el Viernes Quince de Octubre (calendas de Octubre), siguiera al Jueves Cuatro del mismo mes.

Como consecuencia de todo ello, quedaron subsanados todos los errores que se venían arrastrando desde el pasado Concilio de Nicea; así el Equinoccio de la Primavera cayó en el día Veintiuno del mes de Marzo, quedando ajustado ese año de Mil quinientos ochenta y tres como el pasado Trescientos veinticinco, año en el que fuera celebrado aquel famoso Concilio.

El corte de Diez días hizo que el año quedara reducido a Trescientos cincuenta y cinco días, sin embargo, no todos los países lo aceptaron. Con Roma, España y Portugal no dudaron de inmediato en aceptar la corrección; los demás países tardaron más en aceptarla y no sin protestas populares. En el Reino Unido, por ejemplo, hubieron motines y alborotos de cierta importancia. La gente clamaba a voz en grito la devolución de los Diez días perdidos como si de haberles quitado días a la vida de hubiese tratado.

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Te daremos, amigo lector, algunos datos tan curiosos como de interés, sobre las diferentes iglesias; por consiguiente no estaría de más llevarlos hasta detallar quienes y cuando aceptaron la reforma en este principio:

ALEMANIA: Católicos en 1584. Protestantes en 1700.

FRANCIA: En 1582, al 9 de Diciembre el día 19.

GRECIA: Católicos en 1923, del 14 de Diciembre pasaron al día de Navidad. Protestantes en 1700.

HUNGRIA: En 1587, al 9 de Diciembre siguió el día 19.

PAISES BAJOS: Católicos en 1582, siguiendo al 14 de Diciembre las fechas de la Navidad.

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Lílius

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Los protestantes en 1700.

POLONIA: Católicos en 1586, siguiendo al 14 de Diciembre Navidad.

REINO UNIDO: En 1752, al 3 de Septiembre el día 13.

SUECIA: Católicos en 1752, siguiendo Al día 14 la Navidad. Los protestantes en 1700.

SUIZA: Católicos en 1584, siguiendo al 14 de Diciembre la

Navidad.

Los protestantes en el año de 1700. Año en el que coincidieron todos.

BULGARIA, RUSIA y YOGOESLAVIA, conservaron el Calendario Juliano hasta nuestros días, haciendo que entre su tiempo y el nuestro hubiera ya Trece días de diferencia por lo que la Navidad la celebraban estos países el día Siete del mes de Enero.

En estos último tiempos, tanto las jerarquías civiles como las eclesiásticas, se han puesto a introducir la Reforma; hoy ya se puede decir que el Calendario Gregoriano está plenamente instaurado como de uso Universal.

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Pero no se reduce tan sólo a esto la Reforma, ya que no bastaba con quitarle unos días al Año para conseguir el que no volviera a producirse desviación alguna, era preciso tomar medidas con el fin de impedir las fracciones acumuladas. Por ello el Papa propuso un sistema: Suprimir Tres días cada Cuatrocientos años y así mantener el equilibrio concordante, y eso es justamente lo que en la actualidad se hace.

Todo esto parece complicado pero no lo es tanto… Los Tres días han de quitarse precisamente de Tres años Bisiestos en el Calendario Juliano, y para saber a que Tres años corresponde existe una regla sencilla: Son Bisiestos todos aquellos años cuyos Dos últimos números sean divisibles por Cuatro; también son Bisiestos aquellos años acabados en Dos ceros y siempre que sus dos primeros números sean divisibles por Cuatro, es decir, que los Tres días se quitan a los años cuyas cifras definen el final de un Siglo.

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Así pues, desde que se hiciera la Reforma Gregoriana no ha habido más que un Año Bisiesto que terminara en Dos ceros y cuya primera cifra fuera divisible por Cuatro, o sea el Mil seiscientos. El Mil setecientos, el Mil ochocientos y el Mil novecientos, fueron años comunes dado que la primera cifra de cada uno de ellos no fueron divisibles por Cuatro.

En el Calendario Juliano hubiera sido Bisiesto: el Año Dos mil, no obstante, será Bisiesto porque sus Dos primeros números al convertirse en Cifra ya sería Veinte y ella si es divisible por Cuatro.

Sin embargo, la realidad nos dice que el Año Gregoriano tampoco se ajusta con exactitud al Año Solar. El primero sigue siendo Diez milésimas de día más

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largo que el segundo lo que, según los estudiosos, supone un exceso de Setenta y Dos horas cada Diez mil años, cantidad esta que creo que a nadie vaya a importar y mucho menos a preocupar.

Con anterioridad, fueron vistas unas unidades de medición sin embargo, Unidad de Tiempo importante de conocer y con la que los espacios-tiempos quedaron medidos y divididos fue la familiar Hora.

La HORA, es una de las Veinticuatro partes de que consta un Día Solar o Natural. Se compone de Sesenta partes iguales llamadas minutos, comprendiendo cada uno de los cuales un total de Sesenta segundos.

De origen Caldeo, esta definición fue adoptada por los Griegos, y en el año Doscientos sesenta y tres de nuestra Era, siguieron su ejemplo los romanos. Esto no ha impedido, no obstante, que antes de adquirir con carácter definitivo la valoración que hoy le otorgamos, la duración de la Hora fuese durante muchísimo tiempo completamente variable.

El pueblo Babilónico la llamó con el nombre de “Kaspu”, y fue para ellos la Doceava parte del Día, equivaliendo por consiguiente a Dos horas naturales de las nuestras, tenía –lógicamente- en sus minutos y segundos el doble de duración en tiempo que el que nosotros le damos.

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Los hebreos no hicieron uso de la Hora como División hasta después del Cautiverio y del que posteriormente fueron liberados por el Rey Ciro en el Siglo VI a.C. Entonces dividieron el Día en Cuatro tiempos de Tres horas de duración cada uno, y la noche dividida en otras Cuatro partes de igual duración y denominadas con el nombre de “Vigilias”.

En Roma, se dividió el Día también dándoles a estas divisiones los nombres de: Prima, Tercia, Sexta y Nona. De interés es señalar otra División antigua aun a pesar de lo absurda, y ello es que, aun estaba de actualidad en pleno Siglo XV; se refiere a las horas temporales o equinocciales, las cuales sembraron la confusión en todas partes e hicieron caminar de cabeza a cuantos se empeñaron en utilizarlas.

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El Día Natural, desde el Orto hasta el Ocaso del Sol, se dividió en Doce partes iguales. La Noche, o sea, desde el Ocaso hasta el Orto, recibió la misma División, sin embargo, los días no tienen la misma duración durante todo el Año, por lo que las horas del Día y de la Noche tampoco la tuvieron y por idénticas razones, las horas del Día y de la Noche tampoco fueron

iguales. El resultado de esta División, de un carácter absolutamente arbitrario, os lo podéis imaginar…se hacía preciso ajustar los relojes tanto durante el Día como durante la Noche con el fin de que marcaran en ambos tiempos doceavas partes de periodos de luz así cómo de oscuridad; Únicamente durante dos días en el Año no tenían necesidad de estos ajustes horarios. Se trataba pues

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de los Dos equinoccios, el Equinoccio de Primavera, el Veintiuno de Marzo, y el Equinoccio de otoño el cual se correspondía con el Veintidós de Septiembre por ser estos, días de idéntica duración en tiempo de Día como de Noche. Estas horas, recibían el nombre de “Horas Equinocciales”.

En esta relación Espacio-Tiempo, con las diferentes unidades de medidas contempladas por los estudiosos, habremos de tener en cuenta que, la llamada Hora, para los Astrónomos, equivale a Quince grados, como Unidad de Medida Angular, con respecto de los Trescientos sesenta grados que es la Rotación de la Tierra sobre su eje y cuya duración es de Veinticuatro horas. Así mismo la Hora se relaciona también, aunque no en todas partes, con la Unidad de Espacio conocida como Legua, ya que se dice de esta que, es la distancia que recorre una persona en el tiempo aproximado de ella.

En la actualidad, y dada la casi perfección del Calendario Gregoriano, ha sido revisado por la Liga de las Naciones, corrigiendo desviaciones sin importancia, y las cuales consisten en que cualquier fecha determinada no cae en el mismo Día de la Semana en años diferentes, por ser de Cincuenta y dos semanas más Uno o Dos días; esto se ha corregido denominándolos de “Extrasemanales”, en el último Día del Año, y el que debe añadirse a los Bisiestos, días que se considerarán festivos internacionalmente.

El Calendario de uso común y Universal, consta de Doce meses, divididos en Cuatro épocas sin

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igual número de días llamadas Trimestre, y cada una relacionada con una Estación (Sobre estaciones y elementos, recomendamos la obra “Los Números” del mismo autor). Cuando el Año es Común, los trimestres se conforman de la siguiente manera:

AÑO DE 365 DIAS

PRIMER TRIMESTRE: 13 semanas - 1 día. E. F. M. 90 días.

SEGUNDO TRIMEST.: 13 semanas A. M. J. 91 días.

TERCER TRIMESTRE: 13 semanas + 1 día. J. A. S. 92 días.

CUARTO TRIMESTR.: 13 semanas + 1 día. O. N. D. 92 días.

Mientras que en el Año Bisiesto tal y como ocurriera en Mil novecientos noventa y dos, los trimestres quedaron conformados de la siguiente forma:

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AÑO DE 366 DIAS (Bisiesto)

PRIMER TRIMESTRE: 13 semanas. E. F. M. 91 días.

SEGUNDO TRIMESTRE: 13 semanas. A. M. J. 91 días.

TERCER TRIMESTRE: 13 semanas + 1 día. J. A. S. 92 días.

CUARTO TRIMESTRE: 13 semanas + 1 día. O. N. D. 92 días.

Tanto en el Año Común como en el Bisiesto, y cada Cuatro años, Siete son los meses que constan de Treinta y un días, mientras que Abríl, Junio, Septiembre y Noviembre son meses de Treinta días, quedando Febrero con Veintiocho días en el Año Común, y Veintinueve días en el Año Bisiesto.

Para terminar, un dato o fórmula familiar para saber de cuántos días se compone el Mes en el que nos encontramos. Así, lo sabremos mediante los nudillos

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de nuestras dos manos: Comenzaremos por una; El primer nudillo se corresponde con Enero o sea, Treinta y un días. El segundo mes, Febrero, lo contaremos con el hueco existente entre el primero y segundo nudillo. Ya el segundo nudillo nos daría Marzo, también Treinta y un días y así sucesivamente. Curiosamente, al llegar al final de una mano y pasar a la siguiente en el mismo orden, observaremos cómo pasamos del nudillo de una al también nudillo de la siguiente con lo cual sorprende que, ambos nudillos de Treinta y un días son iguales, correspondiendo uno al mes de Julio y el otro al mes de Agosto…

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El Hombre y el Calendario y el Calendario

E P I L O G O

Incluido el cómputo de nuestra Era, el Hombre lleva más de Seis mil años intentando cuadrar el Círculo de 360 grados, y dividiéndolo a su vez, de forma que cada uno de sus 15 grados +, fuera una Hora; esta de 60 minutos, y a su vez cada Minuto de 60 segundos. No se puede negar que trabajó para conseguir la casi perfección de nuestros actual sistema para medir el tiempo.

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