UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
CÁTEDRA DE PSICOPATOLOGÍA II
ANOREXIA Y ESTRUCTURA PERVERSA EN LA MUJER
Funes, Fernando
CÓRDOBA, 3 de Noviembre de 2014
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN………………..…………………………………………… 1
DESARROLLO…………………………………………..…………………… 1
1. La posibilidad estructural……………………………………………. 1
2. La madre fálica.....……………………………………………………. 4
3. La defensa……….……………………………………………………. 5
4. La vía del recorrido…………………………………………………... 7
5. La vía estética………………………………………………………… 8
CONCLUSIÓN.…………………………………………..…………………… 10
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS……………………………………….. 13
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero !
1!
INTRODUCCIÓN
Tanto desde la vertiente freudiana como desde la lacaniana de psicoanálisis, la
perversión considerada como estructura ha sido vedada a las mujeres, toda vez que,
según se postula, ellas no tienen forma de desmentir la castración. Desde esta
perspectiva, y a diferencia de lo que ocurre con el niño, la niña no tiene que escapar
del encuentro con lo real de la castración y, por ende, frente a ésta puede recurrir a la
represión o a la forclusión, pudiendo devenir neurótica o psicótica, pero nunca
perversa (Manso de Barros y Furtado de Mendonça, 2013).
Sin embargo, si tomamos el concepto de castración en su dimensión
simbólica, es decir como el atravesamiento significante del infante humano que se
realiza con la abolición del goce para precipitarlo en el lenguaje como sujeto de
deseo, el hecho de que las niñas no perciban la contraparte de la falta con que se
encuentran selladas en lo real de sus cuerpos no implica de ninguna manera que este
tránsito no se realice con una angustia equivalente a la que padecen los niños, ya
que es justamente el encuentro con lo real del cuerpo lo que enfrenta tanto a unas
como a los otros con la experiencia siempre traumática de encontrar un límite duro,
infranqueable, a la certeza de igualdad narcisista pregenital.
Así, si en la perversión estructural el niño reacciona a esta angustia de
castración con la desmentida, procurándose un objeto fetiche o colocándose él
mismo en ese lugar, como estrategia para recubrir la ausencia de falo en el Otro
materno, ¿sería posible admitir en las niñas, en tanto que enfrentadas a una angustia
de la misma naturaleza, un posicionamiento subjetivo no simétrico pero sí
equivalente, susceptible de inscribirse en una estructura perversa?.
En función de esta pregunta-problema, en el presente trabajo exploraremos
esa posibilidad a partir de cuatro ejes de análisis que remiten a la perversión (la
madre fálica, el tipo de defensa, el recorrido de la pulsión y la vía estética) y su
articulación con la anorexia como fenómeno transestructural eminentemente
femenino.
DESARROLLO
1. La posibilidad estructural
Como estructura clínica, la perversión puede ser entendida como un
posicionamiento subjetivo frente a la castración que sirve también de defensa ante la
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero !
2!
angustia. Este posicionamiento implica un mecanismo original, la desmentida,
consistente en negar la percepción de la castración en la madre, produciendo una
detención en el tercer tiempo del Edipo (es decir antes de entrar en la latencia) para
volver al primer tiempo. En la vertiente genital de la perversión, la negación de la falta
se sostiene colocando en el lugar de la ausencia del falo simbólico un objeto
imaginario, el fetiche, que podrá ser el mismo sujeto identificado a la madre, o un
objeto parcial tomado de la periferia de su cuerpo. A partir de aquí, el fetiche
mediatizará de una forma u otra la relación del sujeto con su objeto sexual (Freud,
1927; Lacan, 1969).
Ahora bien, de acuerdo con la teoría psicoanalítica, se trata de una posición
subjetiva que concierne sólo a los varones. En efecto, a partir de la definición del falo
como función (Lacan, 1972-1973), el hecho de que una mujer, al contrario del
hombre, sea no-toda definible por el significante fálico, la vuelve apta para encarnar el
objeto del fantasma perverso masculino, con lo cual su propia perversión sólo podría
remitir a éste por vía de un masoquismo consubstancial a la condición femenina. Así,
en tanto el objeto está de su lado, a la mujer le sería imposible estructurar su deseo
de manera perversa en relación a un Otro masculino, con lo cual la perversión
fetichista femenina sólo podría ponerse en juego en relación a los hijos, en la medida
en que puede falicizarlos para velar su propia falta (Lacan, 1956-1957).
Con todo, la operación fetichista no concierne a una fantasía ni a un objeto (el
órgano), sino a un significante único no significado, que sólo puede cumplir su función
en tanto signo de ausencia/presencia al mismo tiempo. Así, Safouan (1977; en Manso
de Barros y Furtado de Mendonça, 2013) postula que aunque la imagen fálica
parezca realizada en el pene erecto, no podría existir ni fantasma ni deseo si el pene
no estuviera marcado también por su oposición, como imposibilidad del falo. Por su
parte Pommier (1987; en Manso de Barros y Furtado de Mendonça, 2013) afirma que
la falta del falo sólo puede adquirir significación sobre el fondo de su presencia
potencial en cuanto símbolo, y por lo tanto puede afirmarse que el falo simbólico está
presente también en el cuerpo femenino como ausencia, sin confundirse con la
ausencia de pene en lo real.
En función de lo dicho, si tanto niños como niñas se encuentran ligados
inextricablemente al concepto de significante, se podría entonces concebir que,
aunque desprovistas del pene en lo real, en el plano simbólico las niñas, al igual que
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero !
3!
los niños, posean el falo (Lacan, 1956-1957; Lacan, 1966). Por lo tanto, frente a una
angustia de castración que las niñas también padecen, en tanto son igualmente
arrancadas del goce para ser precipitadas en la Ley, sería para ellas perfectamente
posible producir una desmentida de acuerdo al mecanismo de la perversión,
colocando como significante fálico cualquier otra cosa que guarde una significación
de completud, por ejemplo su propio cuerpo.
Respecto al proceso de sexuación, en diversos escritos Freud plantea que, en
virtud de la combinación de lo biológico, lo pulsional y lo social, todos los seres
humanos pueden presentar atributos de uno u otro sexo, con lo cual no es posible
confinar a la mujer en una posición meramente pasiva, exclusivamente como objeto
del deseo del Otro masculino (Freud, 1915; Freud, 1931). La cuestión de la pasividad
y la actividad como atributos netamente femenino y masculino, es también refutada
más adelante por Lacan a través de las fórmulas de sexuación (Lacan, 1972; Lacan,
1972-1973):
De acuerdo con el gráfico, al no existir un significante La Mujer ( )
equivalente al del padre de la horda no castrado, las mujeres no conforman un grupo
homogéneo respecto al significado fálico, ya que a diferencia de los hombres ( )
no se encuentran en la función fálica ( ), sino que se relacionan con ésta en
diferentes proporciones y modalidades ( ). De esta manera, resultaría una posición
absoluta todo-fálica del lado masculino y una posición relativa no todo-fálica del lado
femenino en las que cualquier ser hablante puede inscribirse de acuerdo con su
posicionamiento subjetivo en torno a un modo de goce específico, con lo cual no
existiría una correlación unívoca entre identidad sexual, sexo anatómico y elección de
objeto (Lacan, 1972-1973). Siendo entonces la división sexual ICC una división no
anatómica sino significante, resulta que la mujer no es sinónimo de lo femenino,
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero !
4!
pudiendo ocupar una posición subjetiva masculina que la habilitaría, en conjunto con
la posesión del falo en tanto símbolo, para desmentir la castración.
2. La madre fálica.
La madre devoradora, intrusiva y narcisista, que se burla de la Ley paterna y
que vela su propia falta presentándose como completa, se encuentra en la base tanto
de la perversión estructural como de los desórdenes de alimentación en general y de
la anorexia en particular.
De acuerdo con la conceptualización de la metáfora paterna de la père-version
(Lacan, 1962-1963), la madre fálica consiente, en tanto mujer, en ser el semblante del
deseo de un hombre que la ubica como objeto (a) en su fantasma, pero a cambio se
reserva la posibilidad de localizarse como sujeto deseante en el mismo lugar del
sujeto masculino, procurándose sus propios objetos (a) de goce en la falicización de
sus hijos. Habría entonces un doble movimiento de fuerzas donde la función paterna
respecto de los hijos no estaría garantizada por la promesa del falo, el ideal o la ley,
sino por la capacidad del padre de la realidad de hacer de su mujer el objeto causa
de su deseo perverso, poniendo en juego el enigma de la mujer que la madre no
puede despejar, y que así se convierte en su límite. Sólo si el padre encarna
debidamente esta función, apuntando a la mujer en la madre, se podrá desestabilizar
la posición de madre todo-fálica, preservando a los hijos de la alienación imaginaria
de la falicización que puede precipitarlos en la desmentida (Lacan, 1962-1963).
En este marco, lo que encontramos en la constelación familiar de la anoréxica
es justamente un padre que se muestra incapaz de encarnar su función, ya sea por
debilidad penosa, subordinándose a la madre todo-fálica, ya sea por excluirla como
mujer (es decir como objeto (a) de su deseo perverso) pasando a seducir a su propia
hija (Recalcati, 2004). Así, tal como el perverso, la anoréxica queda a merced del
deseo materno que, en tanto no está normado por la falla paterna en introducir un
principio de separación, aparece como devorador.
En este sentido, Welldon (1993) plantea que, al igual que en la perversión, lo
que se encuentra en este punto es una perturbación en la evolución de la niña como
sujeto independiente (sensación de inseguridad y vulnerabilidad, convicción interior
de no ser un individuo completo, etc.), a causa de lo que Recalcati (2004) llama un
estrago pre-edípico, ligado a los avatares de la sexuación femenina en tanto se trata
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero !
5!
de un vínculo de devoración y rechazo mutuo determinado por una madre que
perturba la lógica especular, y que aprisiona a su hija falicizándola para no asumir su
propia falta.
Si bien la teoría psicoanalítica postula que, al estar articulada al falo y a la
castración, la perversión sólo puede sostenerse en el campo de la masculinidad, esta
perturbación en la subjetivación se expresaría en la adolescencia femenina como una
ruptura entre la experiencia de la madurez anatómica (respuesta física del orgasmo) y
las representaciones mentales sobre ésta (fantasías pre-edípicas), con lo que se
habilitaría la comisión de actos perversos también del lado de la mujer, aunque éstos
no remitirían al falo como atributo de agresividad masculina, sino al cuerpo entero, en
tanto falicizado, como subrogado del órgano sexual identificado además con el
cuerpo de la madre todo-fálica. De ahí que dichos actos perversos suelan
manifestarse como ataques dirigidos a sí mismo (anorexia, lesiones auto-infligidas,
etc.), al mismo tiempo como venganza simbólica y como intento de separación
respecto de la madre devoradora (Welldon, 1993).
3. La defensa
Tanto en niños como en niñas, la acción de esta madre devoradora debe
necesariamente producir alguna modalidad de defensa. De acuerdo con Aulagnier-
Spairani, Clavreul, Perrier, Rosolato & Valabrega (1968), en el caso de la perversión
ésta se expresaría en una estrategia para mantener a raya la angustia de castración
que implicaría no solamente la desmentida sino también un doble posicionamiento
subjetivo, primero con respecto a la Ley y a las instancias particulares del Edipo, y
luego con respecto a un Otro al que desafía, en tanto su deseo no puede separarse
del orden de la Ley. En este marco, el fetiche constituiría el correlato instrumental de
esta estrategia, taponando la falta con un elemento tomado de la periferia de la
madre justo en el momento previo a la percepción de la castración, o bien con el
sujeto mismo ubicado en ese lugar pasando del otro lado del velo e identificado a las
insignias maternas.
Esta triple valencia (desmentida, ley, desafío) sería también sostenida en la
operación de la anorexia. En efecto, con su cuerpo consumido asumiendo la función
perversa del fetiche, la anoréxica lograría desmentir la castración, rechazando tanto
la diferencia de sexos como la dependencia a un deseo del Otro que aparece
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero !
6!
descontrolado. Pero también conseguiría subvertir la ley del Edipo hasta afectar la
misma homeostasis vital (la ley del hambre y de la supervivencia), y desafiar al Otro
hasta el punto de desplegar frente a su mirada impotente la posibilidad misma del
atravesamiento absoluto del límite entre la vida y la muerte (Aulagnier-Spairani,
Clavreul, Perrier, Rosolato & Valabrega, 1968).
En lo que concierne a la función del velo, todo ocurriría como si la anoréxica
pasara al otro lado identificada no a las insignias femeninas de la madre, sino a una
imagen completamente subordinada al Ideal derivada de la perturbación que la madre
introdujo en la dinámica especular, poniendo su propio cuerpo en el lugar del fetiche,
y localizándose como objeto (a) para convocar la mirada del Otro y cautivarlo
escópicamente. Pero no lo haría a través de la sorpresa como en el caso del
travestismo, sino a través de esa imagen excesiva que da a ver, plena de un goce
mortífero que se encuentra por fuera de la Ley simbólica, más acá de la acción
normativa del lenguaje, articulada a la angustia del Otro (Racalcati, 2004).
Así, tal como con la maniobra fetichista el perverso opera un doble
movimiento, por un lado de restitución del goce que intentaron arrebatarle con la
castración, y por el otro de restitución del goce de un Otro que se niega a reconocer
como barrado (Lacan, 1956-1957), la anoréxica, utilizando su propio cuerpo flaco
vaciado de caracteres sexuales para velar el corte de la castración, extrae de él un
goce puro y mortífero que, en tanto se articula a la pulsión de muerte, se encuentra
más allá del principio de placer, convocando al mismo tiempo la mirada del Otro como
fetiche negro, intentando por vía de la angustia generarle un goce en cuyo régimen
encontrar un espacio para sí misma (Recalcati, 2004).
Sin embargo, desde el psicoanálisis se ha alegado que, a diferencia de lo que
ocurre con el perverso, la adopción de esta posición subjetiva en la anoréxica no
implica un interés o un gusto por ella, sino que conlleva un recorrido luctuoso del que
no puede escapar (Aulagnier-Spairani, Clavreul, Perrier, Rosolato & Valabrega,
1968). No obstante, desde el momento en que en ambos casos se trata de un modo
de defensa, lo mismo podría decirse del perverso en la instancia estructural de la
desmentida, ya que la angustia de castración, en tanto deriva de la imposición de un
Otro que lo aprisiona, mortifica y objetiviza intentando precipitarlo a la fuerza en la
dialéctica de un deseo no normado, tampoco es opcional ni se produce con placer,
con lo cual no puede afirmarse que la maniobra perversa con que el sujeto se detiene
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero !
7!
en el tercer momento del Edipo para retroceder al primero se realice por iniciativa y
gusto propios. Así lo sugiere, por ejemplo, el caso de Juanito, que claramente
vivencia la intrusión de su madre boca-de-cocodrilo con una intensa angustia, y que
clama por la puesta en función del Nombre del Padre a través de su fobia (Lacan,
1956-1957). Si Freud no hubiera asumido él mismo la función simbólica que su padre
dejaba vacante, Juanito habría probablemente caído en la perversión encarnando
imaginariamente el falo simbólico ausente en la madre para siempre, y no se podría
decir que lo hubiera hecho por su propio gusto.
4. La vía del recorrido
Si se analiza la operación anoréxica desde el punto de vista de la compulsión
de repetición, es posible articularla con el goce perverso en dos aspectos
complementarios que remiten al recorrido de la pulsión y a su relación con el objeto.
En primer lugar, y de acuerdo con Lacan (1964-1965), la perversión va a estar
dada no por la relación de la pulsión con el Objeto sino por la repetición de un
recorrido de la pulsión como lugar del goce. Tal como plantea Monique David-Menard
(2002), el sujeto perverso se posiciona subjetivamente en el procedimiento y no en el
objetivo, identificándose al trayecto pulsional mismo y no a un objeto del cual, a
diferencia del neurótico, no espera tomar ni recibir nada, en función de una certeza
que lo pone por fuera de la dialéctica del deseo. Así, lo único que cuenta para el
perverso es el circuito de ida y vuelta que parte de sí mismo sosteniéndose en un
rodaje constante, y no una determinada ruta o lugar de llegada.
Esto mismo podría encontrarse en la operación anoréxica, donde el goce no se
ubica en el ayuno o en la ingesta de nada en sí, sino en el ritual de la medición, del
control, de la cuantificación de lo contingente para introducir un orden de
necesariedad. Así, de acuerdo con Peña y Lillo Lacassie (1997), la acumulación de
comida para luego no tocarla, la colección de recetas, la organización minuciosa de
una dieta estrafalaria, la degustación de la comida para luego escupirla, etc., serían
conductas que no apuntan al comer o no comer, sino al preparativo como acto de
pura voluntad. En este marco, y de acuerdo con Marcel Czermack (1987), cabe
agregar que si la boca prevalece por sobre otros orificios, lo hace no solamente por
causa de una fijación oral canibalística, sino precisamente porque se trata de un
orificio completo, es decir dotado de una entrada y una salida, con lo cual la
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero !
8!
anoréxica puede sostener en la oralidad un vacío que garantice la apertura infinita del
circuito, renovando una y otra vez el ciclo.
En cuanto a la relación de Objeto, en la anorexia, tal como en la perversión, no
se trata de ningún deseo adherido contingentemente a un objeto cualquiera, sino del
rodaje constante de la pulsión sin fijarse en ningún lado, con lo cual la relación se
articula al recorrido en términos de una lejanía o cercanía que se juega en el ritual
compulsivo. En efecto, no hay nada más opuesto al deseo objetal que la abstinencia
empecinada de la anoréxica, que come literalmente la nada como antítesis perfecta
del objeto, en una incorporación ritual repetitiva que busca su realización en la
incorporación misma, a través de un acto puro de voluntad. Pero además, este acto
se plasma en una escena única, la del cuerpo evanescente que se da a ver al Otro,
que se desliza siempre idéntica a sí misma aboliendo pasajes y cadencias, y
derogando las categorías de espacialidad y temporalidad (Czermack, 1987). Se
evidenciaría así una correlación con la operación perversa, ya que en ambos casos
se trataría de una forma de obtener gratificación que se pone en práctica ritualmente
una y otra vez motorizada por la certeza del goce, no en la metonimia del deseo sino
a través de la iteración entre la propia voluntad y el partenaire (Lacan, 1968-1969).
5. La vía estética
Volviendo a la detención en la pregenitalidad de la perversión, en tanto ésta
impide los procesos sublimatorios propios de la latencia, produciría también una
perturbación a nivel de la capacidad de creación artística. La vía estética sería
entonces colmada por una idealización radical de la imagen contrapuesta a la
Naturaleza, es decir a lo real de un cuerpo pulsional percibido como tosco y sucio
(Ipar, 2003). Así, lo bello se presentaría no sólo como lo opuesto de lo castrado sino
también como afirmación y protesta frente a la castración, y es justamente por esto
que serviría al mismo tiempo como velo y como aquello que produce fascinación.
En este marco, lo escópico juega un papel fundamental. De acuerdo con
Lacan (1968-1969), las perversiones pregenitales, expresadas en los pares sadismo-
masoquismo y voyeurismo-exhibicionismo, se articulan no a la actividad y a la
pasividad de la pulsión, como planteaba Freud (1924), sino a la voz y al mirar. Así, la
intención del exhibicionista es la de hacer aparecer la mirada en el campo del Otro
como una forma de garantizar su goce, de manera simétrica al voyeurista, que
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero !
9!
escudriña en el Otro aquello que no está dado a la vista. Si el mirar se relaciona con
el deseo al Otro, es decir con lo que se espera que provenga del Otro, la voz en
cambio de articula con el deseo del Otro, es decir con lo que efectivamente se recibe
del Otro. En este sentido, mientras el sádico intenta completar la falta en el Otro
imponiéndole su voz para dejarlo sin habla, el masoquista hace de la voz del Otro
aquello a lo que responde como si fuera un perro, reponiendo así la función de la voz
en el Otro como su goce irrestricto.
Ahora bien, de acuerdo con lo que Lacan propone en Kant con Sade (Lacan,
1966), estas maniobras perversas vehiculizadas en el mirar y en la voz como fuente
de angustia en el Otro, no se encontrarían por fuera del campo de la Ley, es decir por
fuera del campo de la castración del Otro como fundante del deseo. Por el contrario,
la puesta en juego perversa del fetiche se configura en un comportamiento
estereotipado plasmado en una escena apoteótica donde la provocación y el desafío
a la Ley no son posibles más que en virtud de su reconocimiento. Pero en tanto el
deseo y la Ley atentan contra un goce que resulta fundamental para taponar la falta
que desmiente en el Otro, el perverso se verá obligado a implementar una estrategia
de relacionamiento que, integrando los términos contradictorios, habilite la eficacia de
la escena en la que él mismo se inscribe como instrumento. Se trata de la fantasía
sadeana, expresada de la siguiente manera:
De acuerdo con este esquema, movido por su deseo (d) el perverso se coloca
en posición de objeto (a), desde donde sirve de instrumento a la voluntad de goce
absoluto del imperativo sadeano (V), dividiendo a su partenaire entre la sumisión y el
rechazo por medio de la angustia. Se trata de una maniobra que invierte la ecuación
del fantasma neurótico poniendo el objeto (a) no como el empuje al deseo que viene
por detrás, sino por delante, en el campo de lo inesperado, de manera de hacer surgir
en el Otro barrado ($) una angustia que lo arranque de esa posición para precipitarlo
como puro sujeto de goce (S) (Lacan, 1966).
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero !
10!
Podríamos decir que la anoréxica implementa, por la misma vía estética que
implica esta escenificación perversa, una operación análoga a partir del goce puro
que extrae de su cuerpo-fetiche etéreo, activado escópicamente en un plus-de-ver
que se desplaza al ser a partir de la mirada del Otro (Recalcati, 2004). Al volverse
signo, pasando a encarnar el goce a la letra (es decir por fuera de cualquier
metáfora), la anoréxica, al igual que el perverso, lograría salirse del lugar de sujeto,
que es donde corre el riesgo de ser marcada por la castración, para colocarse en
posición de objeto (a) a partir de una imagen totalmente subordinada al Ideal,
constituida por su pura voluntad. De esta manera, se erigiría a sí misma como fetiche
negro en una escena iterativa donde la ecuación del fantasma también queda
invertida, como maniobra tendiente a llamar en el Otro un goce detrás del cual en
realidad se enmascara su mirada angustiosa como respuesta desde su falta.
Así, a la Naturaleza del cuerpo real como sede de la pulsión, que aparece
como todo bastedad y fealdad en tanto hacia él apunta el goce no normado de un
Otro pleno y avasallante que se presenta sin falta, la anoréxica opone en esa escena
repetida la belleza contestataria de su cuerpo transparente, como barrera imaginaria
compuesta con un rebuscamiento artístico opuesto a cualquier regularidad natural (el
hambre, el ciclo menstrual, la sexualidad, la vida, etc.). Podría decirse que en estas
vicisitudes imaginarias que se juegan en el orden de lo escópico, es posible percibir
una fantasmática perversa tanto en la idealización imaginaria como mecanismo
drástico de defensa, como en la violencia que conlleva el doblegamiento por la
voluntad del cuerpo pulsional, siendo ambos la marca de una pregenitalidad
cambiada de signo frente a un objeto inicialmente persecutorio que en su momento
abrumó al sujeto de terror a la castración (Ipar, 2003).
CONCLUSIÓN
La doble posibilidad de desmentida femenina de la castración, por el lado de la
posesión del falo simbólico, y por el lado del posicionamiento subjetivo masculino,
permitió abrir en principio el campo de la estructuración perversa a la mujer al menos
para indagar la correlación entre ciertas características comunes a la perversión y a la
anorexia más allá de una coincidencia puramente fenoménica. Así, la operación
anoréxica, hasta ahora inscripta sólo en las estructuras neurótica y psicótica, pudo
someterse a un ejercicio de relectura desde una posición subjetiva estructuralmente
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero !
11!
perversa a partir de la cual el sujeto rechaza entrar en el significante y precipitarse en
el régimen del deseo del Otro.
Esto no implica de ningún modo limitar la condición transestructural de la
anorexia, sino por el contrario enriquecerla, abriendo el campo a la factibilidad de una
causación adicional a la represión, con su adscripción plena a la comunidad fálica, y a
la forclusión, con su completo rechazo, asentada en la desmentida como
posicionamiento intermedio de reconocimiento sin aceptación de la Ley, con un uso
particular de la función fálica en el fetiche.
Esta apertura de la fenomenología sintomática de la anorexia por una vía
alternativa a la de base neurótica o psicótica, podría poseer un cierto valor clínico en
términos del diagnóstico estructural, pero fundamentalmente en torno a las
posibilidades y al diseño del tratamiento. En efecto, si tanto la anoréxica como el
perverso se sostienen en una certeza en relación al goce que excluye la castración y
la marca significante, en ninguno de los dos casos se podría contar con la división
subjetiva necesaria para habilitar una dialéctica con el Otro y su deseo. En
consecuencia, tanto el enigma del deseo, que en la anorexia es ocupado por el
exceso de evidencia del cuerpo flaco como signo de la identificación idealizante,
como la demanda de cura, se encontrarían ausentes, dificultando la posibilidad de
interpretación como fundamento del dispositivo de tratamiento psicoanalítico
(Recalcati, 2004).
En este sentido, y en función de la desmentida y de la puesta en juego del
cuerpo flaco en una escena iterativa como fetiche negro a partir de una certeza sobre
el goce, el cuadro anoréxico de base perversa constituiría un fenómeno diferenciado
que requeriría un proceso terapéutico particularizado.
De acuerdo con Baranger (1983; en Moguillansky, 2004), una de las
particularidades de la clínica de la perversión remite a la noción de baluarte, definido
como una estructuración del campo intersubjetivo de la relación terapéutica donde el
analista cae en una complicidad simétrica inconsciente con el paciente perverso a
partir de la colusión de éste, consistente en localizarse secretamente en otro mundo,
por fuera de la castración, mientras le muestra engañosamente que se mueve en su
misma realidad. En el caso de la anorexia de base perversa, podría pensarse en una
situación de baluarte a partir del atrincheramiento en el cuerpo flaco como estrategia
de respuesta a un Otro devorador, desde el cual la anoréxica engaña al analista
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero !
12!
induciéndolo a dar una respuesta del lado del saber. En consecuencia, la dirección de
la cura de la anorexia perversa adquiriría especificidad instrumental, al igual que en la
perversión, en un levantamiento de los baluartes, que de acuerdo con Moguillansky
(2004) podría evidenciarse en los siguientes indicadores:
! pasaje de la actuación al relato: momento de inflexión en el que la
anoréxica, antes petrificada en el despliegue de la escena del cuerpo emaciado como
acto teatral silencioso que se repite compulsivamente una y otra vez, se aviene a
hablar acerca de esa escenificación.
! conflicto en torno a lo desplegado en la escena: aparición de alguna
expresión de pudor o vergüenza, o de incongruencia consigo mismo, como evidencia
de una cierta división subjetiva, con lo cual el discurso autosuficiente y la ilusión de
una voluntad que todo lo puede comenzarían a perder consistencia.
! despliegues en situación transferencial y contratransferencial:
emergencia de la confianza como indicador de la reinstalación de la asimetría.
! aparición de conflictos neuróticos: indicios de una cierta salida del goce
para ingresar en el orden del discurso (dialéctica con el Otro), a partir de la maniobra
terapéutica de apropiarse de la evidencia de la anorexia (es decir de sus signos) para
usarla como operador de una cierta división subjetiva.
Para terminar, cabe agregar que el hecho de lograr introducir un hiato entre el
yo de la anoréxica perversa y su síntoma egosintónico no implica la disolución de la
perversión estructural. En otras palabras, introducir una perturbación en lo pleno del
goce anoréxico perverso, por ejemplo enfrentando al sujeto con lo real del cuerpo que
muere más allá del goce escópico de su imagen (Recalcati, 2004), puede agujerear
su identificación idealizada y la compulsión ritualizada con que la sostiene, logrando
una cierta regulación sintomática de lo más peligroso del fenómeno. Pero será
preciso sopesar las consecuencias de tal intervención, ya que, tal como ocurre en el
caso de la anorexia de base psicótica, donde el levantamiento de la contención
estabilizadora de la maniobra anoréxica puede precipitar al sujeto en un derrumbe en
otra dirección, el intento de introducir una regulación del goce en la anorexia perversa
enfrentando al sujeto al desmantelamiento de su propia estrategia, puede producir
una explosión de conductas violentas y desafiantes, y puede determinar que la
expresión de la desmentida comience a producirse de acuerdo con otra modalidad de
autodestrucción asentada en el cuerpo, como por ejemplo en lesiones auto-infligidas
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero !
13!
o incluso en intentos de suicidio (Welldon, 1993).
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero
14!
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
-Aulagnier-Spairani, P., Clavreul, J., Perrier, F., Rosolato, G. & Valabrega, J. P.
(1968) El deseo y la perversión. Buenos Aires: Sudamericana.
-Czermack, M. (1987). Estudios Psicoanalíticos de Psicosis. Pasiones del objeto.
Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión
-David-Ménard, M. (2002). El objeto en psicoanálisis-El fetiche, el cuerpo, el niño, la
ciencia. Barcelona: Gedisa.
-Freud, S. (1924). El problema económico del masoquismo. En: Freud, Obras
completas. Buenos Aires: Amorrurtu, 1993.
-Freud, S. (1927). Fetichismo. En: Freud, Obras completas. Buenos Aires: Amorrurtu,
1993.
-Freud, S. (1931). Sobre la sexualidad femenina. En: Freud, Obras completas.
Buenos Aires: Amorrurtu, 1993.
-Ipar, J. J. (2003). Ética perversa: hedonismo y transgresión. Alcmeón, Año XIV, vol
11, N°1, octubre de 2003 [fecha de consulta: septiembre de 2014]. Disponible
en:
http://www.alcmeon.com.ar/11/41/07_ipar.htm
-Lacan, J. (1956-1957). El seminario Libro 4. La relación de objeto. Buenos
Aires: Paidós, 2006.
-Lacan, J. (1962-1963). El Seminario Libro 10. La angustia. Buenos Aires: Paidós,
2006.
-Lacan, J. (1966). Kant con Sade. En: Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI, 2010.
-Lacan, J. (1966). La significación del falo. En: Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI,
2010.
-Lacan, J. (1968-1969). El Seminario Libro 16. De un Otro al Otro. Buenos Aires:
Paidós, 2006.
-Lacan J. (1969). Dos notas sobre el niño. En: Intervenciones y textos 2. Buenos
Aires: Manantial, 1993.
-Lacan, J. (1972). El atolondradicho. Escansión, Nº1, pp. 5-52. Paidós, 1984. -Lacan, J. (1972-1973). El Seminario Libro 20. Aún. Buenos Aires: Paidós, 2006.
Anorexia y estructura perversa en la mujer.
Fernando Funes-1998760130-Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UNC Comisión Prof. Agüero
15!
-Manso de Barros, R. y Furtado de Mendonça, L. (2013). Mulher perversa?. Revista
Latinoamericana de Psicopatología Fundamental, 16 (2), pp. 218-231, Junio de
2013 [fecha de consulta: junio de 2014]. Disponible en:
http://www.fundamentalpsychopathology.org/uploads/files/revistas/volume_16/n2/
mulher_perversa.rita_manso_e_ligia_furtado.pdf
-Moguillansky, R. (2004). Indicadores de evolución en el psicoanálisis de la
perversión. Aperturas psicoanalíticas, Nº18, 5 de noviembre de 2004 [fecha de
consulta: octubre de 2014]. Disponible en:
http://www.aperturas.org/articulos.php?id=0000312&a=Indicadores-de-
evolucion-en-el-psicoanalisis-de-la-perversion
-Peña y Lillo Lacassie, S. (1997). La Manía de Adelgazar. Santiago de Chile: Editorial
Universitaria.
-Recalcati, M. (2003). La clínica contemporánea del vacío. Psicoanálisis y hospital,
Año 12, N° 24, noviembre de 2003, pp. 120-128.
-Recalcati, M. (2004). La última cena: anorexia y bulimia. Buenos Aires: Manantial.
-Welldon, E. (1993). Madre, virgen, puta. Idealización y denigración de la maternidad.
Madrid: Siglo XXI
Recommended