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www.OBS-edu.com La ética de la corrupción en la España actual Autor: Jorge Tuñón Titulación:

Informe la ética de la corrupción en la España actual

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    La ticade la corrupcinen la Espaa actualAutor: Jorge Tun

    Titulacin:

  • Con factura o sin factura? No consiste solo en un eslogan de la Agencia Tributaria; sino que la confesin de haber pagado sin factura amenaz con convertirse en un tema central de la campaa electoral espaola del ao pasado al ser requeridos directamente los candidatos Pablo Iglesias y Albert Rivera; y supone un dilema al que se habrn tenido que enfrentar (seguramente) tanto quienes leen estas lneas como quien las suscribe. Pagar a la empleada domstica sin factura o al albail que nos remoza la terraza suponen comportamientos poco ticos con respecto a la sociedad en la que nos toca vivir, puesto que de nuestro ahorro se descuentan servicios sociales, educacin, sanidad, etc.

    Sin embargo, no tienen comparacin con el agujero que suponen para las arcas pblicas: las mordidas por la concesiones de obras o proyectos pblicos; la financiacin ilegal de los partidos; el blanqueo de capitales por parte de empresas y polticos; los modelos clientelares y pseudo-mafiosos con los que algunos gobiernos pervierten el sistema democrtico corrompiendo y secuestrando en la prctica las instituciones; o la aceptacin de ddivas de empresarios para el enriquecimiento particular a cambio de legislaciones ms favorables de algunos intereses econmicos y en detrimento de los intereses generales del pas; entre otras prcticas anti-ticas, anti-sociales y corruptas.

    Hace muy poco, sobre todo cuando en Espaa se ataban los perros con longanizas (a mediados de la dcada pasada), mirbamos por encima del hombro a nuestros fratelli italianos. En aquella poca del (ms tarde frustrado) sorpasso nos regocijbamos de las tropelas y corruptelas del latin lover Silvio Berlusconi, que para nuestro asombro se las arregl para ser elegido Primer Ministro hasta en cuatro ocasiones durante tres periodos diferentes. Nos mofbamos de la paja en ojo ajeno, pero no advertamos la viga en el nuestro1.

    El resto de la historia ya la conocemos. Lleg la crisis y nos dimos de bruces con la realidad. La tarta a repartir fue mucho ms pequea, muchos no podan ya vivir como lo venan haciendo y en ocasiones no haba ya pastel para todos. Entonces camos en la cuenta. Nos dej de hacer gracia observar como el vecino evada impuestos o utilizaba recursos pblicos en beneficio particular. Nos dimos de bruces con la realidad: ramos ms o menos igual de corruptos que aquellos a quienes atribuamos el magisterio en el arte de la picaresca.

    La agudizacin de los efectos de la crisis econmica en Espaa y el descrdito de sus instituciones y de la clase poltica vienen alimentando durante los ltimos aos una visibilidad meditica de la corrupcin inusitada hasta la fecha. El empacho de corrupcin, que afecta por igual a diferentes partidos polticos y a la Corona, resulta insoportable: los casos Nos, Rato-Bankia, Pujol, Pnica, Taula, Grtel, Brcenas, o los ERE, entre otros, suponen la punta del iceberg con la que venimos desayunando cada da de este 2016. De hecho, durante todo el ejercicio los sucesivos barmetros del Centro de Estudios Sociolgicos han venido indicando, que casi la mitad de los espaoles sealaba la corrupcin como el segundo problema del pas, solo por detrs del desempleo.

    Pero esta inusitada visibilidad meditica de la corrupcin en Espaa, supone que sea un pas ms corrupto hoy que hace dos dcadas?; Cules son los comportamientos constitutivos de corrupcin poltica y empresarial ms frecuentes en la Espaa actual?; Cmo podemos medir la corrupcin?; Existe alguna diferencia intrnseca entre nuestra corrupcin y la internacional? En clave comparada, somos ms o menos corruptos que los pases de nuestro entorno?; Optamos acaso a la medalla de oro olmpica en corrupcin en 2016? El presente informe del OBS pretende arrojar luz sobre estas y otras cuestiones, ahondando en los factores explicativos y realizando humildemente algunas propuestas, que pudieran ayudar a mitigar este cncer que amenaza con gangrenar el crecimiento y el futuro del pas.

    Sin pretender aqu efectuar un riguroso anlisis sobre la etimologa ni la filosofa del concepto de la tica pblica, s que podemos enmarcarla, a rasgos generales, en torno al concepto de justicia, o incluso al de los valores que modelan tanto el derecho como la misma sociedad. Histricamente, una vez que el transcurso de los siglos hizo perder a las diferentes religiones el monopolio sobre el concepto de moral, se pretendi establecer una tica comn destinada a los ciudadanos (fuese cual fuese su credo o ideologa), inspirada de manera imprescindible en el Derecho y en el Estado. Con la irresoluble complejidad de dotarla de un contenido comn y concreto, se ha hecho referencia a la moral universal o al mnimo comn tico (Palomino, 2008:94).

    La tica es la disciplina del conocimiento que tiene por objeto el estudio de los distintos caracteres, hbitos, costumbres y actitudes del ser humano, y clasifica las acciones en buenas o malas, debidas o indebidas, convenientes o nocivas, en virtudes y vicios, y ensea cules son aquellas acciones dignas de imitar (Diego, 2004: 9-10). Aplicado estrictamente al campo de la Poltica y de la Administracin, la tica pblica ser el instrumento a travs del cual el Estado debe guiar la conducta de sus gobernantes.

    Si bien los ciudadanos reclaman a sus gobernantes la satisfaccin de unas determinadas demandas de la comunidad poltica, en muchos pases la mencionada satisfaccin no resulta siempre posible, entre otras causas, por los vicios que impiden la eficiencia en el funcionamiento de sus administraciones pblicas. La lentitud y la ineficacia administrativa se ven, con ms frecuencia de la deseada, retroalimentadas por el descubrimiento de diferentes escndalos de corrupcin que desacreditan a la vez al personal pblico y a las mismas instituciones, generando una notable prdida de credibilidad en las mismas y en el gobierno. Resulta entonces preceptivo el estudio de la tica pblica como disciplina que contempla la definicin de la bondad o malicia (para la comunidad) de las acciones del gobierno y de la administracin. En ese sentido, la tica pblica puede entenderse como un proceso en el que la colectividad y los individuos van generando unas pautas de conducta y un carcter que permiten un mejor desarrollo de la convivencia y una mayor expansin de la autonoma y de la libertad del ser humano (Villoria, 2000: 19).

    La tica, factor clave para elevar la calidad de la administracin pblica, promueve que los cargos pblicos sean ocupados por los ms capaces, por los ms leales a la constitucin poltica y por los que posean un amplio sentido de justicia para su comunidad poltica; y no por personas famosas, carismticas, polmicas, o, como ya en su tiempo explicaba Aristteles, por las que anhelen los cargos de gobernantes y administradores pblicos. Una correcta implementacin de la tica pblica pasara por: la promulgacin de leyes ticas que obligasen tanto a los organismos pblicos como al sector privado; el establecimiento de un marco normativo de conducta a travs de cdigos de

    Aunque la corrupcin haya acompaado a la humanidad a lo largo de su historia, la revolucin en el mundo de las comunicaciones ha permitido, no slo la revelacin de un nmero indecente de casos, sino el alcance mundial de los propios escndalos. Como denunciaba Caiden (2001, 244), mientras que la corrupcin poda suponerse en regmenes evidentemente fraudulentos, era menos previsible en otros pases que lideran el mundo a escala militar, econmica e incluso moral; y menos an en el seno de la comunidad internacional, con escndalos que posiblemente surgieron primero en la UNESCO, y luego en la propia ONU, los bancos de desarrollo regional, la OTAN, la UE, y recientemente en las organizaciones no gubernamentales, inclusive en la organizacin de los Juegos Olmpicos. Si bien la lacra de la corrupcin se ha expandido por la mayora de los pases y de las organizaciones supranacionales del mundo, no es menos cierto que tambin ha crecido la concienciacin y el inters por seguirla, estudiarla y por tanto combatirla, a travs de organismos como Transparencia Internacional (TI), la Oficina contra el Soborno de la Organizacin para el Cooperacin y el Desarrollo Econmico (OCDE), la Oficina de Lucha contra el Fraude de la Unin Europea (OLAF), o el Grupo Multidisciplinario sobre la Corrupcin del Consejo de Europa (GRECO) (Diego, 2006: 201).

    La corrupcin se encuentra ntimamente ligada con la desafeccin poltica que se experimenta en algunos pases como Espaa durante los ltimos aos. La visibilidad meditica que conlleva el descubrimiento de tramas corruptas en las que se han visto inmersos polticos de larga trayectoria en todos los puntos de nuestra geografa (Madrid, Catalua, Comunidad Valenciana, Andaluca, Baleares y un largo etctera), a algunos integrantes dela propia Casa Real,pero incluso a todo tipo de empresarios, deportistas o personajes de la farndula manchados por los recientes Papeles de Panam, nos suscita ciertas cuestiones. Algunas son muy evidentes. Hasta qu punto somos un pas corrupto?; Lo somos ms o menos que otros?; Se corresponde la percepcin de la corrupcin con la que realmente existe?; Cmo se puede medir la corrupcin?; y por ltimo y muy lgicamente En qu consiste exactamente la corrupcin?

    Qu es la corrupcin?Como bien sostienen Manuel Villoria y Fernando Jimnez (2012: 109), la escandalosa abundancia de noticias sobre actos corruptos en Espaa no suele venir acompaada de anlisis rigurosos de su extensin, ni de sus caractersticas tipolgicas o de sus componentes estructurales, mientras que dicha acumulacin de informaciones sobre casos de corrupcin pblica podra estar generando una sensacin de expansin del fenmeno, que acabara afectando a la propia percepcin existente y reforzando, finalmente, la desafeccin existente en nuestro pas. Es decir, sostienen los profesores que corrupcin existe, como veremos con unos ndices concretos, pero probablemente no ahora ms que durante los aos felices de la primera dcada de siglo.

    Por el contrario, la crisis econmica, las estrecheces y la visibilizacin meditica de mltiples escndalos de corrupcin que han involucrado a variadas personalidades de la vida pblica, habran creado un caldo de cultivo excelente para una percepcin de una corrupcin superior a la realmente existente. Y dicha percepcin existe, puesto que casi la mitad de los espaoles la sitan como el segundo mayor problema del pas, solo por detrs del desempleo. Sin embargo, los ndices de corrupcin no son tan diferentes a los de hace una dcada, a los de la Espaa feliz. Probablemente la diferencia tenga que ver con la sobreexposicin meditica de unos comportamientos que antes (de una manera u otra) se toleraban y respecto a los cuales se haca la vista gorda, y que en la actualidad no se consienten (al menos informativamente) y suscitan la indignacin de la ciudadana.

    Ni que decir tiene, que a ello ha ayudado que la corrupcin espaola sea mucho ms poltica que administrativa y que en su momento se propagase muy al calor de la eclosin del boom de la construccin. La mayor percepcin actual y la espiral que ella genera debido a una menor transigencia, pudiera apuntar a una eclosin de las prcticas corruptas desde hace diez aos a esta parte en Espaa. Sin embargo y sin nimo alguno de exoneracin, lo nico que ha eclosionado ha sido la indignacin, la percepcin y la intransigencia con

    respecto a unas prcticas que estaban latentes y que sin idntica visibilidad se sucedan con una frecuencia muy similar en el pasado. Es decir, probablemente Espaa no sea mucho ms corrupta que hace una dcada, sino tristemente tan corrupta como entonces. Lo que ha variado ha sido (esencialmente) la percepcin. El problema es que vivamos entonces en la ignorancia. Al menos la crisis econmica habr servido para quitarnos aquel tupido velo de los ojos.

    De otra parte, resulta indispensable acotar cules son las prcticas a las que nos referimos como corruptas. En definitiva, Qu es y qu no es corrupcin? Acaso toda trasgresin legal puede ser considerada como corrupcin?; Qu sucede entonces con las actitudes legalmente factibles pero moralmente reprobables? No se trata de una cuestin balad, puesto que no existe un concepto de corrupcin capaz de acoger en s todas sus modalidades y, al tiempo, ser suficientemente riguroso (Villoria y Jimnez, 2012: 114)

    La nocin de corrupcin que vienen manejando tanto los estudiosos, como la prensa y la ciudadana espaolas, es una nocin inclusiva, extensiva y amplia. La corrupcin sera todo abuso de poder para el beneficio privado, ya sea ste directo o indirecto. Es decir la corrupcin no se reduce a la mera comisin de sobornos, sino que ampliamente es percibida como toda distribucin inequitativa de los recursos pblicos. Cuando a una persona se le otorga poder para que lo use en beneficio del grupo que se lo cede fiduciariamente y, traicionando la confianza, lo utiliza para beneficiarse directa o indirectamente, estamos ante un supuesto de corrupcin. Esto puede permitirnos considerar como corruptos actos realizados tanto en el sector privado como en el pblico (Villoria, 2016).

    Es decir, consideramos igualmente corrupta la ocultacin de la situacin financiera y el fomento de la venta de las acciones de Bankia por parte de su presidente, que la aceptacin de sobornos (del 3% del montante de la licitacin) por parte de cualquier poltico o director de compras de una empresa. En los anteriores existira un beneficio directo. Sin embargo, no son menos corruptas las prcticas que implican un beneficio indirecto. Hablamos de realidades tristemente tan extendidas como la concesin de proyectos o contratas a cambio de promesas de empleo en favor de familiares o amigos, o la misma promulgacin de una ley o regulacin que beneficia indebidamente a un grupo de inters, que por su parte, figura entre los financiadores del partido en el gobierno, muy frecuentemente al margen de la Ley de Financiacin de Partidos.

    Pero las anteriores no son las nicas. El intercambio discrecional y particularista de favores, por el cual los decisores polticos conceden privilegiada o ilegalmente derechos y prestaciones a cambio de apoyo electoral o econmico a quienes forman parte de sus redes. El denominado clientelismo que ha permitido la sucesin reiterada de gobiernos monocolores en algunos territorios espaoles, como la Comunidad Valenciana o Andaluca, entre otros. As pues, el clientelismo, entendido como: la concesin de beneficios o favores exclusivos; la adjudicacin de contratos, subvenciones o concesiones administrativas; la exencin de impuestos o requisitos; o la mera facilitacin de informacin privilegiada, tanto a unos beneficiarios, como a unas reas

    geogrficas especficas; a cambio bien de dinero, bien de votos suponen unas frmulas de clientelismo, tristemente muy conocidas ltimamente en Espaa (Noos, ERE, Grtel, Pnica, Taula, Pujol, entre otras reseables o mediticamente relevantes durante 2016).

    Igualmente, no podemos obviar el despilfarro y el abuso de privilegios pblicos como otra forma de corrupcin. Nos resultan sobradamente conocidos aquellos comportamientos, lamentablemente permitidos y solo desde inicios de la crisis econmica socialmente rechazados en Espaa, con los de los altos cargos que utilizan coches oficiales o taxis pagados con recursos pblicos para desplazamientos particulares, disfrutan de opparas comilonas en restaurantes de lujo a cargo del erario pblico, servicios de prostitucin o compaa, o regalan costosas joyas esposas/os o amantes. Todos los anteriores, que tenemos tan en mente, por ejemplo a causa del denominado caso de las tarjetas black, suponen evidentes conductas antiticas, corruptas y abusos de poder en beneficio privado.

    Especialmente dainas son ese tipo de conductas de abuso de privilegios pblicos en conexin con la faranica eclosin urbanstica padecida por Espaa durante la primera dcada de siglo. Nos referimos a todas aquellas obras suntuosas e innecesarias (aeropuertos sin aviones, radiales sin coches o proyectos de depsitos de gas en zonas ssmicas en el Mediterrneo iniciados, comprometidos y clausurados), en las que los gestores pblicos despilfarran (a sabiendas) ingentes cantidades de recursos pblicos, como si de una donacin se tratase a unas empresas adjudicatarias, en el mejor de los supuestos slo simpatizantes del partido poltico en el poder, en el peor de los casos proclives a pagar mordidas (el 3% del montante fue muy usual en algunos gobiernos regionales), sobornos o realizar generosos regalos o descuentos en propiedades inmobiliarias, incluidos preciosos ticos con vistas en Marbella.

    No suponen las prcticas anteriores, casos anecdticos o macroeconmicamente intrascendentes, sino que segn la Comisin Nacional del Mercado de Valores, la contratacin pblica despilfarra en torno al 4,5% del PIB por sus deficientes mecanismos de control e ineficiencia. Para el ltimo ejercicio computado (2015) el 4,5% del PIB espaol super los 48.600 millones de Euros, cifra nada despreciable y que excede de los 40.000 millones de Euros del importe del Rescate Bancario que Espaa recibi en 2012 (que deber ser devuelto con dinero pblico) y que supone un saqueo anual de unos 1.100 Euros por habitante.

    Como bien denuncia recientemente el especialista en la materia Manuel Villoria (2016), una tipologa de corrupcin muy preocupante es la que denomina como corrupcin legal. Es decir, la que consiste en capturas de ciertas polticas pblicas o, al menos de decisiones fundamentales en el marco de dichas polticas por poderosos grupos de inters. La captura puede realizarse a travs del estratgico aterrizaje en puestos importantes del Gobierno, en rganos regulatorios o en comits asesores clave; tambin mediante el reclutamiento de polticos bien relacionados y poderosos para su

    incorporacin a consejos de administracin bien remunerados; o mediante la presin meditica, dado el control de los grandes grupos multimedia. Ni que decir tiene la actualidad de la que goza en la Espaa actual el debate acerca de las puertas giratorias y el creciente nmero de ex presidentes, ministros o altos ejecutivos de la administracin pblica que pasan a ocupar relevantes puestos ejecutivos en compaas privadas, sobre las que anteriormente hubieron de legislar, con el evidente conflicto de intereses y en claro detrimento de los intereses pblicos.

    Cmo se mide la corrupcin?Tras haber tratado de explicitar en qu consiste la corrupcin y detallar algunas de sus tipologas ms evidentes en Espaa, entendemos necesario ahondar sobre la problemtica de la medicin de la corrupcin. Por su propia naturaleza nos referimos a prcticas obscuras, sobre las cuales sus practicantes no suelen tener el mayor inters en dar publicidad. Es por ello que las dificultades para obtener datos fiables acerca de las frecuencias de las prcticas corruptas, sean prcticamente insalvables. Motivo a su vez por el que los ndices internacionales comparados (Transparencia Internacional o EY)2 se realicen (preferentemente) mediante datos subjetivos de percepcin, en lugar de gracias a datos objetivos de prcticas corruptas contabilizadas.

    De cualquiera de las maneras, los diferentes estudios y anlisis de la corrupcin vienen, hasta la fecha, tratando de medirla de tres formas diferenciadas: a) objetivamente por medio de los datos de las denuncias de corrupcin y de las investigaciones abiertas por el ministerio pblico o los jueces de instruccin; b) gracias a encuestas de percepcin de corrupcin realizadas a inversores nacionales y extranjeros, expertos o a la ciudadana en general; y c) a travs de las denominadas encuestas de victimizacin en las que se pregunta a los ciudadanos por sus experiencias directas en pago de sobornos o en las extorsiones que pueden llegar a sufrir por parte de los funcionarios del Estado.

    Sea cual sea la metodologa de medicin elegida no debemos obviar que la cuantificacin precisa de la corrupcin es un reto prcticamente inalcanzable y que los datos obtenidos siempre debern ser analizados con precaucin y en perspectiva. La dificultad de obtener mediciones precisas deriva de un conjunto de factores que pivotan sobre la clandestinidad intrnseca de las prcticas corruptas.

    De una parte, la corrupcin (esencialmente la poltica), forma (lo queramos o no) parte del propio juego poltico y electoral, motivo por el que muchos de los casos de corrupcin poltica emergen durante los periodos electorales, utilizados (sin duda) como armas arrojadizas entre adversarios polticos. De otra parte, la percepcin social de la corrupcin est fuertemente determinada por la visibilidad y la relevancia meditica de su cobertura, con lo que una mayor o menor presencia en los medios de escndalos de corrupcin no implica directamente unos mayores o menores niveles de corrupcin. Asimismo, existe un problema de lag times o retraso en los efectos, cuando como consecuencia de una rigurosa persecucin de la corrupcin (ya sea por el gobierno o por los medios de comunicacin de un territorio) se visibilizan tramas y escndalos, que pueden generar la sensacin de que la corrupcin es ms elevada, que cuando no se persegua o se miraba hacia otra parte. Paradjicamente puede suceder que se incrementen los ndices de percepcin de la corrupcin, cuando, de facto, la misma se reduce (Villoria y Jimnez, 2012: 117).

    Precisamente, no cabe duda de que en la Espaa actual de 2016, tal y como podr comprobarse en los ndices aportados en las dos prximas secciones del presente informe, confluyen los tres fenmenos antes descritos. Dentro de un modelo meditico Pluralista y Polarizado, tpico de los pases de la Europa meridional (Hallin y Mancini, 2004; Patterson, Fullerstone y Tun, 2016), la prensa de partido (muchas veces como consecuencia de la inaccin gubernamental tanto a escala nacional como regional) se ocupa de dar visibilidad meditica a la corrupcin poltica generada por los rivales electorales, tal y como resulta palmario durante la campaa electoral continua que padece Espaa desde el otoo de 2015.

    Igualmente, los ndices de percepcin de la corrupcin en la Espaa actual son los ms elevados de Europa (campeones continentales), lo cual no indica necesariamente que sea el pas ms corrupto de Europa, sino el reciente hartazgo y la novedosa indignacin de la sociedad espaola por la visibilidad meditica de unas prcticas corruptas, que antes, bien desconoca, bien toleraba.

    Particularmente en Espaa se acenta la cuestin del retraso en los efectos, con motivo del estallido de la crisis econmica y financiera en 2008 y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, sector muy ligado a las prcticas fraudulentas. En efecto, muchas de ellas bien se circunscriben, bien hunden sus races en aquel periodo de la Espaa feliz, si bien tienen relevancia meditica y se juzgan en la actualidad. No se pretende ni mucho menos exonerar responsabilidades o minusvalorar el problema que tiene Espaa con la corrupcin, puesto que suponemos que si bien algunas de esas prcticas que ahora los medios de comunicacin revelan como escandalosas, pertenecen al pasado, las que se estn urdiendo y practicando en la actualidad, solo se conocern en el futuro.

    Por mucho que parezca que hayamos estado haciendo innumerable mritos ltimamente, el oro olmpico en corrupcin no parece sencillo de alcanzar. No se trata de una lacra especfica, consustancial e intrnseca a la realidad espaola sino que, como bien subrayaba Diego (2010) se trata de una pandemia mundial que afecta a los distintos gobiernos y a las administraciones pblicas de todo el mundo. El desvo de recursos pblicos hacia intereses privados repercute negativamente en la eficiencia de las instituciones, genera un incumplimiento de metas y objetivos en los programas pblicos, impide la resolucin de demandas ciudadanas, genera una prdida de credibilidad de los gobiernos con la consiguiente desconfianza de la ciudadana en los mismos.

    La corrupcin como problema pblico no es un fenmeno nuevo, sino que ha venido acompaando al hombre a lo largo de la historia. Sin embargo, lo que s resulta novedosa es su eclosin como pandemia global hasta alcanzar una dimensin alarmante a partir de la ltima dcada del siglo pasado. Entonces y a partir de la repeticin de diferentes casos, organizaciones internacionales como el Consejo de Europa, la Organizacin para la Cooperacin y el Desarrollo Econmico (OCDE), el Banco Mundial, la Organizacin de Estados Americanos (OEA) o la propia Unin Europea (UE), decidieron tomar cartas en el asunto disponiendo de mecanismos, grupos de trabajo u oficinas ad-hocpara mitigar los crecientes efectos de la lacra.

    Solo desde entonces se tiene conciencia de que la problemtica no solo se limita a los pases subdesarrollados (como incluso hoy en da se puede escuchar todava), sino que supone tambin un grave problema de hondas races en pases desarrollados. Es decir, los ricos, por el mero hecho de serlo no dejan de corromperse, sino que lo hacen por igual o an ms que los menos favorecidos. Igualmente, se ha tomado consciencia de que la corrupcin no se reduce tan solo al mbito gubernamental o a la esfera poltica, sino que comparte complicidad, y en muchas ocasiones se relaciona y se entremezcla con el sector privado, motivo por el que involucra igualmente a empresas de carcter nacional o multinacional.

    A la citada eclosin de la corrupcin, se han opuesto diferentes esfuerzos. Algunos de carcter local o nacional, pero tambin otros de alcance internacional. Es por ello que diferentes estados y organizaciones supranacionales han suscrito acuerdos internacionales, refrendado legislacin internacional en la materia, creado organismos ad-hoc al efecto3. En efecto y en tanto en cuanto la corrupcin no conoce de fronteras sino que trasciende de la vida interna de los Estados, para alcanzar a sus relaciones internacionales en aspectos de ndole: poltica, econmica, comercial o incluso cultural; desde la

    ltima dcada del siglo pasado se han venido creando y perfeccionando diferentes organismos para combatirla. No son sino la consecuencia de una preocupacin, que no solo ocasiona perjuicios injustificables sino que ofende la dignidad humana. Preocupacin ante la cual, los Estados han convenido la necesidad de analizar sus causas y combatirla por medio de la cooperacin interestatal y en el marco de una visin de conjunto que no solo se cie al mbito pblico sino que tambin alcanza al social y al privado. Por tanto, los organismos creados responden a la necesidad de incorporar elementos externos de control al individuo, entre los cuales debe incluirse, por su carcter disuasorio a la vez que moralizante, a la participacin ciudadana.

    A pesar de todos los esfuerzos (cada vez ms precisos) anteriormente descritos, resulta innegable que la corrupcin sigue creciendo segn se desglosa de los resultados que publica peridicamente Transparencia Internacional, la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF), la Oficina de Lucha contra el Soborno de la OCDE, o diferentes consultoras privadas. Como veremos, no queda ms remedio que admitir que existen mltiples rincones donde se tejen corruptelas, lugares a los que no hay ley, auditora o instrumento de supervisin o/y control que alcancen a desenmascararlas.

    Por mucho que algunas compaas o partidos polticos puedan obtener unos indudables progresos particulares pagando o recibiendo un soborno, el efecto global de la corrupcin en el desarrollo econmico es negativo. De hecho, cuanto ms corrupto es un pas ms lentamente crece, puesto que existen diferentes disfuncionalidades aparejadas a las prcticas corruptas que entorpecen el desarrollo econmico: la reduccin de la inversin extranjera directa; el incremento desequilibrado del gasto pblico; o la distorsin del propio gasto pblico en detrimento del bien general y en beneficio de proyectos menos eficientes pero de oportunidades ms elevadas de manipulacin y obtencin de sobornos.

    Supone por tanto la corrupcin uno de los ms grandes retos a los que se enfrentas las sociedades contemporneas. Ante la imposibilidad de erradicar esta lacra, al menos ser necesario persuadir la concienciacin de la sociedad internacional de la necesidad de reducirla, en base a los perjuicios que puede producir, no solo a los pases en vas de desarrollo, sino al conjunto de los Estados y al sistema econmico y comercial mundial.

    No se tratan las anteriores de afirmaciones gratuitas o brindis al sol sino que vienen refrendadas por la 14 Encuesta Global sobre Fraude publicada en 2016 por la Consultora EY4, que apuntando principalmente al sector comercial y privado, coincide en que combatir la corrupcin es hoy una prioridad global.Concretamente hace hincapi en la necesidad de incrementar la cooperacin por medio de agencias reguladoras y aplicadoras de la legislacin internacional, que incrementen la presin sobre las empresas, mitigando as fraudes, sobornos y riesgos de corrupcin. Puesto que aunque se han advertido los esfuerzos y los progresos de muchas compaas a escala global, todava es detectable un importante nivel de conductas poco ticas.

    Los datos obtenidos por la ltima Encuesta Global de EY refrendan lo anterior. De una parte, existe un nivel sin precedentes de apoyo del combate de la corrupcin, desde los gobiernos y las instituciones multilaterales, que alcanza al 91% de los encuestados (puede comprobarse su desglose por regiones geogrficas en el Grfico 1), quienes afirmaron creer importante el conocimiento de la titularidad de las empresas con las cuales mantenan relaciones comerciales. De otra parte y a pesar de lo anterior, el 39% de los encuestados confirmaron que tanto los sobornos como otras prcticas corruptas son habituales en sus pases, sin que la situacin haya mejorado desde la encuesta precedente; el 21% afirm que dichos comportamientos estaban muy extendidos en los pases desarrollados, lo que supona un aumento del 4% respecto a quienes afirmaron lo mismo en la encuesta anterior; mientras que el 32% confes preocupacin personal en su entorno laboral al ser preguntado sobre sobornos y prcticas corruptas.

    Resulta muy reseable, segn se desprende tambin de la citada encuesta (2016), que globalmente, el soborno y la corrupcin son todava percibidos como prcticas muy extendidas, sin que pueda advertirse una mejora con respecto a los datos de la edicin anterior (2014). Concretamente y a escala global, el 39% (como veremos en sucesivos apartados, salimos malparados puesto que dicha proporcin se eleva hasta el 50% para el caso espaol) de los encuestados perciban en 2016 los sobornos y la corrupcin como prcticas extendidas en sus pases por el 38% que as lo hacan en 2014. Y para confirmar aquella mxima de que la corrupcin no es una disfuncionalidad de los pases en vas de desarrollo respecto a los ms desarrollados, mientras que la mencionada percepcin decreci de un 53% a un 51% en los denominados mercados emergentes; por el contrario aument (preocupantemente) del 17%al 21% en los mercados desarrollados, tambin entre 2014 y 2016. Dicho aumento bien podra atribuirse al elevado perfil meditico de algunos casos de corrupcin que han venido afectando a corporaciones norteamericanas y europeas muy relevantes, durante los ltimos ejercicios.

    La misma encuesta subraya, por lo que respecta a los casi tres millares de directores de finanzas o ejecutivos de diferentes empresas consultados que, casi la mitad de ellos, concretamente un 42% llegara a justificar comportamientos no ticos para alcanzar los objetivos de resultados previstos, porcentaje incluso superior al 36% que toleraran dichas conductas para asegurar la supervivencia de la empresa en momentos de crisis econmica. Por si no fuera suficiente, no es que los integrantes de sus equipos financieros demostrasen conductas muy diferentes. De hecho, el 16% de los mismos justificaba la realizacin de un pago en efectivo (eufemismo para referirse a un soborno), si de ello dependa obtener o retener un negocio; mientras que el 7% de los mismos tambin justificaran falsear balances contables con idnticos objetivos.

    conducta que identificasen los valores deseables para los servidores pblicos; y la ponderacin de especialistas encargados de la formacin en tica pblica (Diego, 2006b). Todo ello debilitara el fenmeno que permite que en la actualidad se puedan identificar con ms frecuencia de la deseable en el seno de la administracin pblica, personas no slo incompetentes para su cargo, sino desleales para con el pas y los ciudadanos a los que deben servir, adems de carecer de espritu de dignidad y justicia. En el marco de la crisis financiera, uno de los factores que lastra las posibilidades de recuperacin econmica, es tambin la falta de virtud y tica que exhiben algunos de nuestros conciudadanos, particularmente aquellos que ocupan relevantes cargos pblicos.

    Como resultado del descuido al que ha sido cercenada la tica en el mbito pblico, la mayor y ms importante de las consecuencias ha sido la aparicin de anti-valores y prcticas negativas, que han invadido cada esfera de la vida pblica de las sociedades contemporneas. Efectivamente, estamos hablando de un fenmeno de alcance mundial, la corrupcin, que ha dejado de tener tintes locales y es un problema verdaderamente global, pues la magnitud alcanzada en las ltimas dcadas no es ya slo un problema moral de pases pobres, sino tambin, y sobre todo, de los ricos. Es ms que nunca un problema cambiante e intersectorial (Pamplona, 2006). Y es que los anti-valores y las prcticas corruptas han invadido cada mbito de la vida pblica en las sociedades contemporneas, desde el poltico hasta el social, pasando por el econmico y el cultural, segn coinciden intelectuales del prestigio de Habermas, Sartori, o Kng, entre otros.

    Prueba de lo anterior, es que en 2004 el entonces ministro de Justicia chileno, Luis Bates, estimaba que el componente econmico de la corrupcin, entre sobornos, malversacin de fondos pblicos, licitaciones corruptas y lavado de dinero, generaba el equivalente anual al 5% del producto interior bruto mundial (Bates, 2004). Pero esta estimacin, de difcil comprobacin dada la naturaleza de la materia, puede quedarse corta ya que el desvo de fines y recursos econmicos es una realidad latente no slo en los gobiernos nacionales sino incluso en organizaciones internacionales como la OTAN, la ONU o a la mismsima UE. La corrupcin se manifiesta igualmente tanto en pases pobres o en vas de desarrollo como en pases desarrollados y en muchas ocasiones exportadores de valores como EE.UU, Reino Unido, Francia, Italia o Espaa, entre otros.

    En base a todo lo anterior, se puede concluir que en el marco de un entorno global cambiante, con una creciente cooperacin interestatal, los reguladores se encuentran cada vez mejor informados y precavidos acerca de las posibles conductas corruptas o falta de tica. Lo cual no quiere decir, que las mismas puedan llegar a extirparse en un plazo relativamente corto de tiempo, en tanto en cuanto las encuestas vienen sosteniendo que resulta inasumible que los individuos (incluidos los ejecutivos de las ms destacadas corporaciones globales) acten con completa integridad, en tanto en cuanto todava para ellos, el fin justifica los medios.

    por los artculos 274 y 280 del Tratado de la Comunidad Europea, la Comisin instituy (como servicio de investigacin independiente pero en su propio seno) la OLAF mediante la Decisin 1999/352/CE/CECA, de 28 de abril de 19995.

    Igualmente, la mayor parte de los estados miembros de la UE, pertenecen o han suscrito ciertos acuerdos internacionales de lucha contra la corrupcin, que incumben tambin a otros pases, bien europeos, bien del resto del mundo. En ese sentido ya citamos la Convencin contra la Corrupcin de las Naciones Unidas (que entr en vigor en 2005), o la misma Convencin contra el Soborno a los Funcionarios Pblicos Extranjeros (en vigor desde 2006). Muy relevante resulta tambin el trabajo de algunas reconocidas ONGs, como Transparencia Internacional, que lleva ms de dos dcadas realizando plausibles esfuerzos anticorrupcin, dando visibilidad a las prcticas corruptas, aconsejando cmo atajarlas y promoviendo la movilizacin al respecto. No se pueden obviar tampoco: a) ni la primigenia instauracin en 1999 del Grupo de Estados Europeos contra la Corrupcin (GRECO), que incluye a todos los miembros del Consejo de Europa, adems de Bielorrusia y Estados Unidos; ni tampoco la ms parcial Iniciativa Regional Anti-Corrupcin, enfocada a los pases del sudeste europeo, que engloba a aquellos ms a los de la UE, junto a algunas organizaciones internacionales, con el propsito de fomentar las reformas institucionales, que refuercen la lucha contra la corrupcin en esa zona geogrfica.

    Todos los esfuerzos e iniciativas de la UE (directos o indirectos) para luchar contra la corrupcin, no ha sido bice para que: la corrupcin no slo sea una prctica ms o menos habitual (en funcin de su frecuencia) dentro de los pases miembros de la UE; sino que las mismas instituciones se hayan visto salpicadas por distintos escndalos. Aparte de cuestiones tan significativas como que el edificio buque insignia de la Comisin Europea en Bruselas denominado Berlaymont estuviera varios aos inutilizado tras descubrirse que haba sido construido con un material prohibido por la propia Comisin Europea, o los tradicionales escndalos relativos a sobornos millonarios para conseguir licitaciones de la Comisin; el caso de corrupcin ms trascendente fue el que protagoniz la Comisin Santer en 1999. Tras un informe interno se vio obligada a dimitir en pleno, por las evidencias de favoritismos y prevaricacin (en 2006 fue condenada expresamente la Comisaria de Educacin entre 1995 y 1999, la francesa dith Cresson) en el seno de la misma, causando una de las mayores crisis y prdidas de credibilidad de la historia de la Unin Europea. Aparte del nombramiento completo de un nuevo Colegio de Comisarios, la UE trat precisamente de recuperar la credibilidad perdida creando ese mismo 1999, la OLAF.

    ciudadanos, as como parte de la reputacin por cuanto se refiere a la eficacia y a la justicia de su gobernanza. No en vano, segn el Informe Anticorrupcin de la Comisin Europea de 2013 , tres de cada cuatro europeos, pensaba que los sobornos y la utilizacin de conexiones conformaban frecuentemente la manera ms sencilla de acceder a algunos servicios pblicos en su propio pas. De ser cierto, Europa bien podr olvidarse de volver a ser campeona mundial en la lucha contra la corrupcin.

    Confianza en las Instituciones NacionalesDe un tiempo a esta parte, viene siendo recurrente en el marco del debate sobre la crisis financiera, culpar a la corrupcin preexistente dentro de la banca, los reguladores financieros, o al conjunto del establishment poltico. Sin embargo, tambin han calado aquellas posiciones que vienen sosteniendo que la crisis solo ha visibilizado problemas de gobernanza intrnsecos. El deterioro de la confianza en las instituciones de gobierno y el aumento en los diferentes ndices desagregados de percepcin de corrupcin en pases como Chipre, Grecia o Espaa es tan importante que haran pensar en estados prcticamente semi-fallidos en los que la corrupcin campa a sus anchas y afecta a cada uno de los sectores y de las instituciones. Cabe sealar, que la confianza tanto en los gobiernos como en las instituciones polticas son muy subjetivas, y que la corrupcin es un fenmeno informal y parcialmente invisible, con lo que pretender realizar una exhaustiva y precisa evaluacin de la misma es poco menos que un desafo inviable.

    De cualquiera de las maneras, las diferentes encuestas sobre corrupcin en Europa bien pueden aportarnos datos o tendencias muy relevantes acerca de la confianza institucional y de la percepcin de la corrupcin tanto en el conjunto de la UE, como de manera desagregada en cada uno de sus estados miembros, pudindose as realizar comparaciones y manejar series.

    As pues, en la tabla 3 podemos advertir la confianza en las instituciones nacionales de los pases de la UE en 2008 y 2013, as como la variacin en ese periodo. Ms all de un evidente declive en la confianza que los ciudadanos de todos los pases depositan en sus autoridades nacionales; bien puede advertirse que mientras que a escala europea la confianza en los gobiernos y los parlamentos nacionales presenta unos ndices, declinantes pero similares (no alcanzan el 30% tras haber sufrido descensos de un 7 y un 8% entre 2008 y 2013), la confianza en los partidos polticos se encuentra mucho ms laminada, puesto que no llega al 20%.

    Igualmente pueden advertirse notables diferencias regionales, siendo los pases nrdicos aquellos que demuestran una mayor confianza en sus instituciones (63% y 48% respectivamente), muy por encima de la demostrada, tanto por los pases de la Europa Occidental, como por los de la Europa Central y del Este o los de la Europa del Sur, quienes tienen unos niveles de confianza en sus instituciones muy bajos, muy alejados no solo de la de los pases de la Europa del Norte, sino tambin de la media europea. Por ejemplo, y con motivo de unos descensos muy significativos, la confianza en los pases de la Europa Meridional en los Parlamentos Nacionales (19%), Gobiernos Nacionales (19%) y Partidos Polticos (14%), resulta muy limitada. No se escapa Espaa de esta tendencia (7%; 8% y 5%), que con unas excepcionales variaciones negativas en un periodo de solo cinco aos (-32%; -37% y -25%), se sita no solo muy lejos de la media europea (29%; 19% y 19%), sino a la cola en cada uno de los tres indicadores. Es decir medalla de oro europea en cuanto a desconfianza en las propias instituciones y los partidos polticos.

    Particularismo y Corrupcin en la UEMuy conectadas con las anteriores, podemos advertir en el Grfico 4 las percepciones acerca de los Particularismos y la Corrupcin en Europa, segn el ltimo de los Euro barmetros especficos en la materia, el 79.1 de 2013. Dicho Euro barmetro no hizo sino confirmar los ltimos ndices sobre Corrupcin tanto de Transparencia Internacional como del Banco Mundial para Europa.Entre las principales tendencias que deben ser subrayadas al respecto, cabe sealar que mientras que los pases nrdicos y los de la Europa Occidental tienen unos ndices muy elevados (escasa corrupcin) tanto a escala europea como mundial, los pases de la Europa Central y del Este (casos especiales de Rumana y Bulgaria), junto a los meridionales de Grecia e Italia, se encuentran a la cola por cuanto a corrupcin (elevados niveles de la misma) se refiere. Resulta digno de estudio el caso espaol, pas muy golpeado por la crisis, con una elevada desafeccin poltica pero que no demuestra unas dinmicas de percepcin de la corrupcin semejantes a las de pases de su entorno (ERCAS-Hertie, 2015: 13).

    Muy reseable resulta el amplio margen que existe en Europa entre la percepcin de la corrupcin y su experimentacin por parte de la ciudadana. Mientras que segn el mencionado Euro barmetro el 75% de los europeos entendan la corrupcin como un fenmeno arraigado en sus pases, entre esas tres cuartas partes de la poblacin el 94% confirm que no haban recibido u ofrecido sobornos durante el ltimo ao, es decir slo el 6% haba experimentado prcticas corruptas durante los anteriores doce meses. Resulta evidente, que el amplio margen que separa el 75% y el 6%, debe ser cuidadosamente analizado. En la prctica dicha diferencia se debe a la percepcin de la sucesin de frecuentes prcticas de particularismo, incluso en el mbito de aquellos estados de integridad intachable, por unas amplias mayoras de europeos que entienden que el xito en el sector pblico es consecuencia directa de las conexiones en lugar del trabajo duro (hasta el 58%en la Europa meridional pero tambin un 38% en los pases nrdicos), mientras que la percepcin solo mejora parcialmente en el sector privado (ERCAS-Hertie, 2015: 15).

    De otra parte y de media, los polticos (52%) son considerados como mucho ms corruptos que los servidores pblicos (35%) en el conjunto de Europa. De hecho, la serie tendencial indica que mientras que la reputacin de corrupcin de los polticos europeos aumenta, la de los servidores pblicos disminuye. Las estadsticas vienen a demostrar que la percepcin de los ciudadanos europeos no apunta a una corrupcin menor, sino a la prevaricacin y al nepotismo de los reguladores. Tal y como puede comprobarse en el cuadro 4, las cifras de percepcin de corrupcin de polticos y servidores pblicos son relativamente homogneas, a excepcin de los pases nrdicos con unos ndices ms reducidos.

    En ese sentido, tal y como viene siendo descrito en anteriores pargrafos, el caso espaol resulta paradigmtico puesto que casi tres de cada cuatro ciudadanos (72%) considera que sus polticos son corruptos, muy por encima de la media europea, que se sita un poco por encima de uno de cada dos habitantes (52%). Igualmente, alguno del resto de indicadores explicitados, reconfirman la crisis en la percepcin de la corrupcin en Espaa, casi siempre muy por encima de las medias europeas. As, tres de cada cinco espaoles reconocen que la corrupcin afecta su vida diaria frente a uno de cada cuatro europeos. Igualmente casi cuatro de cada cinco espaoles consideran que las prcticas corruptas y los favoritismos suponen un obstculo para la competencia y la transparencia en el mundo de los negocios. No parece haber quin nos discuta el cetro europeo.

    Los datos revelados por el Euro barmetro 79.1 no dejan de ser significativos. Tres de cada cuatro europeos entienden que la corrupcin es una prctica extendida en sus pases; el 62% que el favoritismo y la corrupcin amenazan la libre competencia en un mundo de los negocios; y ms de la mitad de los europeos considera que se encuentra regido por unas necesarias conexiones polticas imprescindibles, que sugieren que el favoritismo comercial es todava una prctica demasiado arraigada en la UE.

    Muy particular es el caso espaol, estado de elevados ndices de percepcin de la corrupcin y el particularismo, en el que la polica e incluso el poder judicial (sobre todo cuando se trata de los niveles inferiores) gozan de una buena reputacin; mientras que su modelo de medios de comunicacin basado en la prensa de partido, condiciona en muchas en ocasiones la denuncia y el tratamiento de la corrupcin poltica7.

    Si algo no puede negarse como evidente mrito de la Unin Europea (UE) ha sido su tradicional defensa de unos valores muy concretos. La democracia, el estado de derecho y la economa de mercado continan siendo principios fundamentales que no slo ha buscado expandir fuera de sus fronteras, sino que ha exigido como requisitos de elegibilidad imprescindibles, tanto para aquellos pases que han negociado y negocian su posible adhesin a la Unin, como para aquellos que pretenden beneficiarse de algunas de las polticas comunitarias, como la de vecindad. Por ms que pueda criticar a la UE que estos valores no son sino unas meras declaraciones de intenciones y que est por ver y resulta mucho ms complicado demostrar la eficiente aplicacin de los mismos, lo cierto es que la Unin se preocupa no slo por su publicidad y promocin, sino que tambin hace proselitismo de los mismos.

    Particularmente, la aproximacin de la UE al concepto de la tica es de ndole negativa, a travs de la ms importante manifestacin de ausencia de tica, la corrupcin (Tun, 2010a y 2010b)). ste ltimo concepto, s que detenta, cada vez ms, las mayores atenciones de la UE. Tal vez por la mayor facilidad y el alcance global con el que ltimamente salen a la luz supuestos de fraude, tanto en el seno de la UE como en el de sus estados miembros, la Comisin Europea ha venido diseando, durante los ltimos tres lustros, la que ha bautizado como Poltica Global de la UE contra la Corrupcin (Unin Europea, 2003, COM 2003 317 final). En la actualidad, esa poltica encuentra su anclaje legal a escala internacional en la Convencin de las Naciones Unidas contra la Corrupcin, firmada en octubre de 2003 en Mrida (Mxico) y ratificada tambin por la UE en 2005 al objeto de: reforzar la eficacia de la lucha contra la corrupcin; promover la integridad, la rendicin de cuentas y la buena gestin de los asuntos y los bienes pblicos; y fomentar la cooperacin internacional (Unin Europea, 2003, COM 2003 751 final).

    Dentro de este contexto, el objetivo de la UE consiste en reducir toda clase de corrupcin, a todos los niveles, en todos los pases e instituciones de la UE e incluso en otras partes (Unin Europea, 2003, COM 2003 317 final), tomando precisamente como definicin de corrupcin la establecida por la Convencin de las Naciones Unidas: abuso de poder para obtener ganancias privadas. En este sentido, aparte de las medidas y mejoras penales dispuestas en el mbito de la cooperacin judicial y policial en la UE, para la Comisin Europea el problema esencial radica en una legislacin, que debe conceder una mayor importancia a la prevencin, la investigacin, el procesamiento y la resolucin de los actos de corrupcin.

    En respuesta al mayor escndalo de corrupcin hasta el momento descubierto en el seno de las instituciones comunitarias (la dimisin de la Comisin Santer en 1999), la propia Comisin decidi crear ese mismo ao la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF). Ante la necesidad de proteccin de los intereses financieros y econmicos de la UE, as como para la lucha contra la delincuencia organizada transnacional, el fraude y otras actividades ilegales que puedan perjudicar al presupuesto comunitario, todo ello amparndose en lo dispuesto

    Asimismo y para comprobar esa percepcin de que la corrupcin es un fenmeno todava demasiado presente en la UE, no tenemos que retrotraernos a los pases menos desarrollados de la misma o aquellos recientemente adheridos a los que se les supone unas tasas ms elevadas, sino que bien podemos acudir a algunos ejemplos acaecidos, bien en los pases ms desarrollados, bien en aquellos de nuestro entorno ms inmediato.

    Si bien durante el ltimo ao vienen siendo noticia en Espaa numerosos casos de corrupcin (Noos, Taula, Pnica, Pujol, Grtel, Brcenas, ERES, entre otros), muchas veces ligados al sector urbanstico y con implicaciones a distintos niveles de gobierno por diferentes lugares de la geografa nacional y consecuencia directa del denominado periodo de la Espaa feliz (primera dcada de siglo); durante los aos noventa escndalos de corrupcin masivos y generalizados relativos a las subvenciones procedentes de la UE, como los del PER (Peonadas falsas), o el lino, y algunos otros relacionados con familiares directos de miembros del gobierno, coparon durante aos el inters de los medios de comunicacin.

    Por mucho que nos pueda parecer, los escndalos de corrupcin no son una prctica exclusiva en Espaa (los Juegos Olmpicos de la Corrupcin estn muy competidos) sino que tambin, a una inusitada altura poltica, se repiten en algunos de los ms importantes pases europeos. Muy significativo en ese sentido es el caso italiano, pas que todava entiende la mafia como una disfuncionalidad intrnseca al sistema, y que eligi hasta en cuatro ocasiones a Silvio Berlusconi como Primer Ministro, quien, incluso en el ejercicio de su cargo, no tena reparos de jactarse en pblico, de tener siete decenas de causas abiertas en distintos tribunales y mantener su cargo. Pero Berlusconi no ha sido el nico Presidente o Primer Ministro europeo acusado de corrupcin. Ni siquiera dirigentes (algunos de ellos de reconocido prestigio y carisma) de otros pases tradicionalmente menos proclives tericamente a la corrupcin, salen indemnes. Helmut Kohl, que fue durante 16 aos (1982-1998) canciller alemn, se vio obligado a reconocer al final de su mandato haber aceptado financiacin ilegal para su partido. Asimismo, despus de la muerte del Presidente francs Franois Miterrand (catorce aos en el cargo entre 1981-1995), se airearon todo tipo de corruptelas en relacin a los servicios de espionaje, cuestiones urbansticas, adems de otras derivadas de su vida personal.

    Se ha tratado de hilvanar un discurso por medio del cual sea posible entender cmo a pesar de que en tiempos el continente europeo fuese visto como el campen de la buena gobernanza, el inventor de la cultura administrativa moderna, o el lder de la integridad pblica, la justicia y la igualdad; sin embargo, desde comienzos de la crisis econmica y financiera (a finales de la dcada pasada) ha perdido una parte importante de la confianza de sus propios

    Confianza en la lucha gubernamental contra la corrupcin Al tratarse acerca de la confianza depositada en los propios gobiernos nacionales para combatir la corrupcin, puede advertirse una clara diferencia entre aquellos estados en los que los particularismos resultan habituales, respecto a aquellos en los que el denominado universalismo tico es la norma. Mientras que en los primeros, los ciudadanos confan ms en la prensa o incluso en la propia sociedad civil para denunciar prcticas corruptas, en los segundos la polica o el poder judicial resultan los ms indicados. Precisamente esto sucede en los pases en los que la polica y el poder judicial no son considerados como actores esenciales de un modelo de favores particulares, en el que lejos de intentar combatir la corrupcin, se constituyen en adalides de la misma.

    La problemtica implcita y derivada del anlisis anterior afecta a la percepcin del grado de inters y eficacia con el que los propios gobiernos nacionales de los estados miembros de la UE intentan atajar la corrupcin, segn los datos proporcionados por el Euro barmetro 72.2 (2009) y 79.1 (2013), que de manera comparada pueden advertirse en la doble tabla que compone el Grfico 5 del presente informe.

    Tal y como se advierte en el mencionado cuadro, los datos generales europeos apenas se modificaron entre 2009 y 2013, por medio de un leve incremento de la percepcin de eficacia en la lucha contra la corrupcin de un 28 a un 29%. Como de costumbre dicha percepcin es muy elevada en los pases nrdicos (45%), en la media en los pases de la Europa Occidental, y por debajo de la misma en la Europa Central y del Este, as como en la Europa del Sur (con cifras en torno a diez puntos porcentuales por debajo de la media). Muy reveladoras son las cifras espaolas, dentro del conjunto de pases de la Europa Meridional, pero marcando el farolillo rojo en la ltima de las series (poco ms de uno de cada diez espaoles considera que el gobierno combate con eficacia la corrupcin), suponiendo el tercer peor intervalo en Europa, con una prdida de un diez por ciento de confianza entre 2009 y 2013, solo empeorado por Bulgaria y Chipre.

    Haberla, hayla corrupcin en Espaa y los datos lo demuestran En efecto y por mucho que sea necesario (en base a todo lo comentado) relativizar los resultados de percepcin de la corrupcin y por tanto el valor de esas medallas conquistadas muy recientemente por Espaa, lo que no resulta aceptable es mirar hacia otra parte. Aunque muy probablemente la situacin no sea mucho peor a la de hace algunos aos (a pesar de la visibilidad meditica de los innumerables escndalos de corrupcin poltica y del hartazgo e indignacin que en la sociedad producen), ello no quiere decir, como desde la clase poltica y preferentemente desde la que ocupa cargos de gobierno, que Espaa no tenga, un problema y muy serio con la corrupcin, los favoritismos, el nepotismo, el clientelismo y otras prcticas de similar factura.

    As lo atestiguan los principales estudios e ndices confianza y percepcin consultados a escala comparada, entre ellos el ltimo ndice de Percepcin de la Corrupcin de Transparencia Internacional9 con datos referidos al ao 2015 o al de la Consultora EY (2016) en su 14 Encuesta Global sobre Fraude10, cuyas respectivas clasificaciones comparadas pueden consultarse en los grficos 6 y 7, de la presente seccin.

    En el primero de ellos, el ms general ndice de Corrupcin de 2015 de Transparencia Internacional11 Espaa obtuvo 58 puntos, en una puntuacin que si bien descenda con respecto a informes anteriores (ligera mejora de la percepcin de la Corrupcin), todava sita a Espaa en el puesto 36 del ranking de percepcin de corrupcin formado por 167 pases, es decir, muy lejos del pdium que copan los nrdicos, Dinamarca, Finlandia y Suecia an lejos de pases de nuestro entorno como Reino Unido, Francia y Portugal, y solo al nivel de pases como Eslovenia o la Repblica Checa.

    No se trata en ningn caso de ndices de percepcin para estar orgullosos. Y es que si comparamos las series de los ltimos tres lustros, la percepcin de la Corrupcin en Espaa ha empeorado sensiblemente, especialmente durante el periodo 2009-2013. El declive es evidente desde 2004, cuando en plena expansin econmica, los resultados nos situaban en vigsimo puesto a escala mundial en ndice de menor percepcin de corrupcin. Entre 2013 y 2015 Espaa se ha ubicado en una posicin de percepcin de la corrupcin de entre 58 a 60 puntos en una escala de cien, lo que equivale a una posicin entre la 36 y la 40 en el ndice de Corrupcin Mundial.

    Tal y como se sostuvo en los pargrafos anteriores, en los pases de la Europa Meridional, de los que la misma Espaa constituye un paradigmtico ejemplo, el fuerte impacto de la crisis econmica y financiera est muy directamente relacionado con la prdida de confianza en las instituciones, la desafeccin poltica y el aumento de los ndices de percepcin de corrupcin. Ello tambin ha venido motivado por la sucesin de toda una serie de casos de corrupcin poltica al mximo nivel que han puesto muy en entredicho la integridad del conjunto de la clase poltica, factor decisivo para el declive de la confianza en la Administracin Pblica y las instituciones.

    El propio Informe sobre Integridad Pblica y Confianza en Europa, realizado por el Hertie School of Governance en 20158, bajo encomienda de la presidencia holandesa de la UE, refera el escndalo de Caja Madrid & Bankia, como paradigmtico y explicativo de la situacin en la Europa del Sur y en Espaa, por lo que respecta en trminos de elevados niveles de percepcin de la corrupcin y prdida de confianza en las instituciones y la administracin. Por ejemplo en uno de los casos, la prensa espaola inform que en los doce meses anteriores al rescate por parte de las autoridades espaolas, los ejecutivos de Caja Madrid cobraron un total de ms de un milln de euros en dietas y recibieron 1.200 regalos. Se revel que todos los consejeros estaban vinculados tanto a los principales partidos polticos como a los sindicatos, generando dudas sobre la integridad de las instituciones pblicas. En 2010, Caja Madrid se haba fusionado con una serie de pequeas cajas de ahorro para conformar Bankia, que en mayo de 2012 inform de unas prdidas de 4.3 billones de euros, que alcanzaron un ao despus los 19 millones de euros. Se trat de la mayor prdida corporativa de la historia espaola, y el gobierno espaol rescat a Bankia con dinero de los contribuyentes (ERCAS/Hertie: 2015: 28)

    Efectivamente, Rodrigo Rato, ex director del Fondo Monetario Internacional (FMI) por otra parte, en calidad de punta del iceberg, ser la cabeza visible de quienes se habrn sentado en el banquillo durante 2016 por el caso Bankia. Pero desafortunadamente, no constituye una excepcin, sino precisamente todo lo contrario entre los casos de elevada visibilidad meditica, que ponen de relieve la connivencia y las prcticas fraudulentas generalizadas de la clase poltica espaola, con el consiguiente deterioro de las instituciones democrticas a las que representan y la consiguiente prdida de confianza de la ciudadana, as como su elevada percepcin de los niveles de corrupcin en el pas. No cabe duda, de que al estar constituyendo 2016 una campaa electoral continua (por encontrarnos con un ejecutivo en funciones desde las elecciones del 20 de diciembre de 2015), la visibilidad meditica de los diferentes casos de corrupcin poltica (Noos, Pnica; Grtel; Taula; ERE, Pujol, o los Papeles de Papeles de Panam; solo algunos de amplia repercusin en 2016) amenaza con terminar por aburrir hasta al hartazgo a la opinin pblica espaola, lo que amenaza con anestesiar, vacunar y de alguna manera terminar por legitimar por la va de los hechos esas deleznables prcticas corruptas.

    No demasiado alejados de esta realidad se encuentran los resultados comparados ofrecidos por la 14 Encuesta Global sobre Fraude, de la consultora EY, que con un perfil ms empresarial que poltico (segn se puede advertir en el grfico 7), ubicaba a Espaa en este mismo ao 2016 en el puesto 22 sobre prcticas corruptas en el mbito de los negocios, empeorando sensiblemente su trigsimo primera posicin obtenida en la edicin de 2014 de la misma encuesta.

    Al contrario que el ndice de Transparencia Internacional, el de EY premia a las malas y no a las buenas prcticas, con lo que slo 21 de los pases objeto de estudio, mostraron indicadores peores, es decir, ms corruptos que los espaoles. Eso s cabe apuntar que la Encuesta de EY solo alberga a 62 pases (lo que con una simple resta nos permite comprobar que hasta 40 estados obtuvieron mejores resultados).

    Muy significativo resulta igualmente que en esta encuesta, uno de cada dos encuestados reconozcan que el soborno y la corrupcin estn generalizados en Espaa; el 28% de los directivos consultados se demostrasen dispuestos a efectuar pagos en efectivo o regalos (14%) para conseguir un negocio, o incluso a maquillar informacin financiera (12%); adems de que casi uno de cada dos, avalasen al menos una de las tres prcticas anteriores reseadas.

    En definitiva y a pesar de los problemas de medicin y de otras consideraciones extensamente analizadas en apartados anteriores del presente informe, queda meridianamente claro (desde una perspectiva comparada), que corrupcin en Espaa la hay, que la situacin es preocupante y que la percepcin de la corrupcin es bastante alarmante. Siendo cierto que la percepcin de la corrupcin se est viendo deteriorada por la visibilidad meditica de los grandes escndalos (muchas veces originados hace ya algunos ejercicios), y en muchas ocasiones de un mayor celo en su persecucin (tambin derivado de la inquietud social y de la novedosa fragmentacin del arco parlamentario espaol), en connivencia con las todava muy importantes consecuencias de la crisis y el deterioro de la situacin econmica del pas, no puede servir lo anterior como excusa o exoneracin de la misma.

    Un pas que se jacta de que su economa est entre duodcima y la decimocuarta del mundo, no puede permitirse unos ndices de percepcin de corrupcin que sealan que entre 35 y 40 pases padeceran menos prcticas corruptas que Espaa en 2016. Por mucho que la corrupcin sea difcil de medir y que los ndices no supongan corrupcin en s misma, son una variable de medicin tan relevante como inaceptable para el caso espaol.

    Geopoltica de la Corrupcin en Espaa La visibilidad meditica de los variados escndalos de corrupcin que asolan el pas de norte a sur viene llevando a la ciudadana espaola a un estado de hasto e indignacin permanentes en 2016. La confluencia con un irresoluble y eterno proceso electoral hace de la corrupcin un autntico trending topic, nacional que de hecho y segn los ltimos barmetros del Centro de Investigaciones Sociolgicas, supone la mayor preocupacin para en torno a un 45% de la poblacin espaola, constituyendo la segunda de las mismas desde hace tiempo, por detrs del desempleo.

    La citada visibilidad provoca que se pretendan cuantificar los escndalos, sus repercusiones econmicas o se distribuyan por regiones o/y por principales partidos polticos afectados, todo ello con evidentes intereses electoralistas. No cabe duda, por tanto, de que la citada cuantificacin diverge enormemente, no solo por el modelo de medios de comunicacin en Espaa, tpico de los pases mediterrneos y que responde a la denominada prensa de partido, sino porque el mismo fenmeno de la corrupcin es intrnsecamente obscuro, clandestino y difcilmente cuantificable. Asimismo, la nocin de corrupcin no es unvoca, motivo por el cual segn el tipo de prcticas que incluyamos, los recuentos pueden ser muy divergentes. Es por ello, que igual el diario ABC sostena en febrero que la corrupcin nos cuesta 800 euros a cada espaol por ao (cifra refrendada por La Sexta el 6 de mayo segn fuentes del Ministerio de Hacienda, haciendo referencia al fraude fiscal y situando la cifra en la horquilla de 800 a 1.000 euros), el diario El Economista, cifraba el coste de la corrupcin en la Espaa democrtica en los 7.500 millones de Euros, lo que supone unos 4.700 Euros anuales por ciudadano12.

    As que ms all de las divergencias del recuento, ya no se tratan de meras percepciones sino de cifras, casos, o detenidos perfectamente cuantificables. En ese sentido se puede constatar (ms all de que ahora se pueda perseguir ms que antes) los delitos relacionados con la corrupcin se han disparado de forma alarmante a lo largo y ancho del territorio nacional (). As se desprende de las 2.442 detenciones practicadas durante 2015 por este motivo. Ello supone que en el transcurso del pasado ao fueron arrestadas cada da 7 individuos. Los datos hablan por s solos porque los detenidos por corrupcin se multiplicaron por ms de seis en cinco aos. A cada espaol, el saqueo de los delincuentes de guante blanco les ha costado, en un ao, alrededor de 800 euros. No en vano en relacin a la corrupcin, desde el ao 2010, las Fuerzas de Seguridad han detenido a un total de 8.321 personas y han iniciado 4.091 investigaciones relacionadas con esta modalidad delictiva, mientras que durante 2015 se conocieron 1.108 hechos delictivos relacionados con la corrupcin. Un dato que contrasta con los 366 detectados en 2010. El incremento es inquietante. (Pagola: 2016)

    Tal como refera el diario El Economista, haciendo referencia al Diario de la Corrupcin, escrito por los periodistas Eva Daz, Joaqun Vidal y Francisco J. Castan: la corrupcin est grabada a fuego en la Marca Espaa. Desde 1978 el pas ha sufrido 175 casos de corrupcin poltica a todos los niveles: ayuntamientos, diputaciones, gobiernos autonmicos y estatales, y de todas formas y colores; en botes de Cola-Cao, en sobres bajo el colchn y en coches de lujo que pasean por pueblos de apenas 5.000 habitantes () Las manzanas podridas de los distintos partidos no estn tan solas y ya son legin entre los dirigentes de las Administraciones pblicas. Ninguna de las diecisiete Comunidades Autnomas se salva, aunque media docena de ellas encabeza la lista de la corrupcin en el pas (Castan, Daz y Vidal: 2016).

    Efectivamente, si realizamos una diseccin geogrfica de la corrupcin espaola, ninguna de ellas se salva, pero sin duda algunas compiten por el pdium de la corrupcin poltica en Espaa. Suelen coincidir con aquellas Comunidades que han experimentado un elevado nivel de path dependency,es decir de continuidad en el cargo de las elites polticas regionales; en muchas ocasiones coincidentes con las ms pobladas y por tanto dnde ms recursos a gestionar y por tanto a corromper existen. Hablamos de la Andaluca del PSOE, la Comunidad de Madrid y la Comunidad Valenciana del PP, o la Catalua de la antigua Convergencia I Uni. Igualmente se sita en posiciones de preminencia las Islas Baleares del PP y llama la atencin la falta de casos de relevancia meditica en el Pas Vasco, que salvo ciertos lapsos, ha tenido una elevada continuidad poltica, marcada por el liderazgo del Partido Nacionalista Vasco.

    Por mucho que dependa de quin haga la cuenta, de cmo la haga y de qu considere como corrupcin, motivo por el que el nmero de escndalos siempre puede variar, lo cierto es que las anteriores Comunidades Autnomas se disputan el cetro nacional. A modo de ejemplo, segn El Economista en su versin digital del pasado 9 de febrero: (El Economista, 2016), en Andaluca se han revelado un record de 38 tramas de corrupcin poltica (destacando el de

    La fiesta de la Corrupcin: Espaa 2016Si nos ceimos al presente ao 2016, la permanente campaa electoral espaola nos ha venido brindando una visibilidad meditica de la corrupcin, desconocida hasta la fecha. Programas en directo, periodistas o/y tertulianos especializados en corrupcin poltica o incluso en casos concretos de corrupcin. Lo nunca visto. Por mucho que algunos de los escndalos hundan sus races evidentemente hace algunos aos, los siguientes son los casos de corrupcin de mayor repercusin y visibilidad meditica en un ejercicio en el que hemos tenido: a la Infanta Cristina y a su marido Iaki Urdangarn sentados en el banquillo por el caso Nos; al ex presidente de la Generalitat de Catalua, Jordi Pujol, declarando como imputado en la Audiencia Nacional; al ex vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados declarando desde la crcel de Estremera; los expresidentes andaluces Manuel Chaves y Jos Antonio Grin imputados por el caso de los ERE; la ex alcaldesa de Valencia Rita Barber, aforada en el Senado y fuera del PP ante la apertura de investigacin por parte del Tribunal Supremo por blanqueo y financiacin ilegal; el ex ministro de Industria, Jos Manuel Soria fuera del gobierno por su implicacin en los Papeles de Panam; o el desarrollo de diferentes piezas de tramas como la Grtel, Pnica, o las ms recientes Aquamed y la mega operacin Taula. Y eso que todava nos queda casi un cuarto de la temporada.

    Efectivamente, 2016 comenz con el juicio por el caso Nos, en el que por primera vez una Infanta de Espaa se sent en el banquillo de los acusados. Durante semanas se baraj la hiptesis de que la Infanta no se sentase en el banquillo y se le aplicase la doctrina Botn, algo que finalmente no sucedi. Muy comentada fue la defensa de esta posibilidad, por parte de la Fiscala Anticorrupcin y el Fiscal Pedro Horrach. El horizonte penal de los principales encausados, Iaki Urdangarn (esposo y padre de los hijos de la Infanta) y el de su ex socio, Diego Torres, parece ms que comprometido, mientras que sera sorprendente que la Infanta Cristina recibiese algo ms que una condena simblica.

    Muy significativo resulta el gusto del que fue en su da Vicepresidente del Gobierno de Espaa entre 1996-2004, y aos ms tarde director del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo Rato, por bordear la legalidad y prueba de ello son las diferentes causas por las que viene siendo noticia en 2016. El de las tarjetas black o tarjetas opacas por el que se sienta en el banquillo junto a Miguel Blesa y otras 64 personas ms por gastar 15 millones de euros, sin pasar curiosamente por Hacienda en incrementos de sueldo encubiertos e ilegales; la investigacin de la que es objeto por las irregularidades cometidas en la creacin y la salida a bolsa de Bankia, por el que est imputado junto a otros 32 consejeros; y el derivado del fraude fiscal, blanqueo de capitales y corrupcin entre particulares, cometido supuestamente con su grupo de empresas; caso del que deriva su implicacin en los famosos Papeles de Panam.

    Muy ligada a la causa Grtel, y derivada de la misma, su ltima versin es la que ha venido ocupando portadas de peridico durante 2016 en el marco de la denominada Operacin Taula, encargada de terminar de desenmascarar todo el entramado de corrupcin sistmica en la Comunidad Valenciana, tras la macro-redada policial del 25 de enero. La prdida tanto de la alcalda de Valencia como del gobierno de la Comunidad por parte del PP, destap la caja de los truenos y permiti que se hiciesen pblicas las prcticas supuestamente corruptas de varios cargos del PP e instituciones y entidades bajo su control. En el punto de mira est la ex alcaldesa de Valencia, Rita Barber, todava aforada en el Senado, el ex presidente de la Comunidad Francisco Camps (retratado en una sub-realista conferencia de prensa en la que retaba tanto a la propia Guardia Civil, como igualmente haba presionado al periodista de la Cadena Ser especialista en corrupcin valenciana que haba desenmascarado sus actividades, Miguel ngel Campos), y otros diferentes cargos como el antiguo alcalde de Xativa y presidente de la Diputacin de Valencia, Alfonso Rus (el que contaba los dos millones de pelas), hasta un total de ocho decenas de encausados.

    Los ex presidentes andaluces Manuel Chaves y Jos Antonio Grin, fuera del partido socialista y de la poltica activa a causa del acuerdo de gobierno que encumbr a la sucesora de ambos, Susana Daz a la presidencia de la Junta de Andaluca, sern procesados junto a otros 18 ex altos cargos por el fraude en los Expedientes de Regulacin de Empleo subvencionados por la Junta de Andaluca, que incluan a prejubilados que nunca trabajaron en las empresas beneficiarias. El Gobierno de la Junta, presidido por Manuel Chaves y luego por Jos Antonio Grin, habra reservado entre 2001 a 2011 un fondo de 855 millones de euros para ayudas a regulaciones de empleo, que habran sido gestionados sin control por la Direccin General del Empleo, a travs de organismos de la Administracin paralela. Los ex presidentes andaluces habran cometido delitos de prevaricacin administrativa y malversacin de fondos pblicos.

    Los anteriores son los casos estrella que vienen poblando los banquillos y las parrillas televisivas durante 2016, pero no los nicos. De otra parte, todos aquellos de una enjundia o visibilidad meditica algo menor a los descritos. Y no son pocos: las diferentes conexiones polticas con los Papeles de Panam; la dimisin/cese encubierto del antiguo Ministro de Industria en funciones, Jos Manuel Soria por los mismos; el tico en Marbella del anterior presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Gonzlez; el escndalo de Aquamed, que implicara al antiguo ministro y actual Comisario espaol de Clima y Energa, Miguel Arias Caete (quin tambin hubo de dar cuentas a la Eurocmara por su aparicin en los Papeles de Panam); o el Fraude en los Cursos de Formacin en Andaluca, por citar solo algunos de los entrantes a los anteriores platos principales. De otra parte, todos aquellos actos de corrupcin que todava estn por venir, o que ya cometidos, vern la luz a final de 2016 o en adelante, preferentemente con motivo de la pertinente indagacin de los medios de comunicacin.

    ha vuelto a instalarse en una narracin social clsica que nos identifica como un pas de pcaros, gobernado por elites corruptas e incompetentes (ahora las llamaramos extractivas): un pas en el que las reformas institucionales no llegan nunca a su trmino feliz.

    Precisamente a la teora de las elites polticas extractivas (los polticos de profesin, aquellos llegados para servirse de las instituciones y no para servir a las mismas) se apuntaba ya Lapuente en 2009, cuando denunciaba que en Espaa toda la cadena de la decisin de una poltica pblica est en manos de personas que comparten un objetivo comn: ganar elecciones, lo que provoca que se toleren con ms facilidad comportamientos ilcitos, motivo a la vez por el cual, al haber mucho ms en juego en unas elecciones (ms all del servicio a la ciudadana:, el secuestro de un modelo de particularismos, favoritismos, prebendas y prcticas clientelares), las tentaciones por otorgar tratos de favor a cambio de financiaciones ilegales de los contendientes polticos, sean tambin mucho ms elevadas.

    No cabe duda de que como coinciden Lapuente (2009 y 2016) y Villoria (2016), el angustioso e intolerable nivel de corrupcin de la Espaa de 2016 es consecuencia directa de unas elites partidistas profesionalizadas que, salvo muy escasas y honrosas excepciones, en lugar de servir a la ciudadana han buscado y (tristemente) logrado una captura clientelar, tanto de instituciones de control como de fondos pblicos, todo ello con una voracidad desmedida. Solo as puede colegirse la expansin de la corrupcin por todas aquellas reas en las que se advierte un monopolio en la toma de decisiones as como una evidente discrecionalidad en el uso del poder, adems de unos prcticamente infantiles sistemas de control; todo ello dentro del marco de la gangrena que supone para el pas la extensin del tumor de las redes clientelares, en colusin con la siempre polmica cuestin de la financiacin de partidos.

    Para ilustrar lo anterior queremos traer aqu a colacin el acertado ejemplo de Lapuente (por cierto profesor en Gotemburgo y no en Espaa, tal vez por las irrisorias y mermadas tambin por la corrupcin- partidas en Educacin e I+D+I pblicos) en su artculo del diario El Pas del 27 de marzo de 2009 Por qu hay tanto corrupcin en Espaa?, tristemente de total vigencia siete aos ms tarde: Y aqu, el contraste entre Espaa y los pases europeos con niveles bajos de corrupcin es significativo. En una ciudad europea de 100.000 a 500.000 habitantes puede haber, incluyendo al alcalde, dos o tres personas cuyo sueldo depende de que el partido X gane las elecciones. En Espaa, el partido que controla un gobierno local puede nombrar multitud de altos cargos y asesores, y, a la vez, tejer una red de agencias y fundaciones con plena discrecin en poltica de personal. En total, en una ciudad media espaola puede haber cientos de personas cuyos salarios dependen de que el partido X gane las elecciones.

    pasado 12 de febrero (Corrupcin y Partidos), abogaba por La supresin de mbitos de decisin como las diputaciones provinciales, o en algunos casos las comarcas, contribuira a sanear reductos que en muchas ocasiones escapan a la fiscalizacin de los rganos de control autonmicos o estatales. En esta lnea, hay que ser absolutamente beligerante con la creacin por parte del poder poltico de empresas dedicadas a objetos sociales redundantes o etreos.

    Tampoco descubrimos nada nuevo si incidimos en la necesidad de una mayor transparencia por parte de los partidos polticos en lo que respecta a la publicacin de sus cuentas, incluso de manera trimestral, as como de la auditora semestral de las mismas por parte de firmas auditoras internacionales y externas, que puedan verificar, no solo la veracidad de las mismas, sino tambin el estricto cumplimiento de la Ley de Financiacin de Partidos y dems legislaciones vigentes, como bien sabemos permanentemente violadas durante los ltimos aos.

    De igual manera, tampoco los partidos polticos, viendo las orejas al lobo, han querido tomarse en serio la necesidad de establecer una duracin mxima de los mandatos y los cargos pblicos, incluso en el seno de los partidos, evitando la acumulacin de los mismos. De una parte, al ciudadano no le quedara ese regusto amargo de comprobar que la Ley de Incompatibilidades solo se les aplica a ellos y no a sus polticos. De otra nos evitaramos ejemplos grotescos, como el reciente del famoso Alfonso Rus, el que contaba los dos millones de pelas, por entonces veinte aos alcalde de Xtiva, once de presidente del Partido Popular valenciano y ocho de presidente de la Diputacin de Valencia. Toda una estampa paradigmtica de la corrupcin poltica en Espaa, que tristemente no se trata de un caso aislado. La path dependency o perpetuacin en el poder poltico (el Partido Popular en Valencia y Madrid, el Partido Socialista en Andaluca o la extinta Convergencia I Uni en Catalua), determinan la correlacin directa entre la ausencia de alternancia poltica y la corrupcin.

    Especialmente dainas vienen resultando todo ese tipo de conductas de abuso de privilegios pblicos en conexin con la faranica eclosin urbanstica padecida por Espaa durante la primera dcada de siglo. Todas aquellas obras suntuosas e innecesarias (aeropuertos sin aviones, radiales sin coches o proyectos de depsitos de gas en zonas ssmicas en el Mediterrneo iniciados, comprometidos y clausurados), en las que los gestores pblicos despilfarran (a sabiendas) ingentes cantidades de recursos pblicos, como si de una donacin se tratase a unas empresas adjudicatarias, en el mejor de los supuestos slo simpatizantes del partido poltico en el poder, en el peor de los casos proclives a pagar mordidas (el 3% del montante fue muy usual en algunos gobiernos regionales), sobornos o realizar generosos regalos o descuentos en propiedades inmobiliarias, incluidos preciosos ticos con vistas en Marbella.

    No suponen las prcticas anteriores, casos anecdticos o macroeconmicamente intrascendentes, sino que segn la Comisin Nacional del Mercado de Valores, la contratacin pblica despilfarra en torno al 4,5% del PIB por sus deficientes mecanismos de control e ineficiencia. Para el ltimo ejercicio computado (2015) el 4,5% del PIB espaol super los 48.600 millones de Euros, cifra nada despreciable y que excede de los 40.000 millones de Euros del importe del Rescate Bancario que Espaa recibi en 2012 (que deber ser devuelto con dinero pblico) y que supone un saqueo anual de unos 1.100 Euros por habitante.

    Ni que decir tiene la actualidad de la que goza en la Espaa actual el debate acerca de las puertas giratorias y el creciente nmero de ex presidentes, ministros o altos ejecutivos de la administracin pblica que pasan a ocupar relevantes puestos ejecutivos en compaas privadas, sobre las que anteriormente hubieron de legislar, con el evidente conflicto de intereses y en claro detrimento de los intereses pblicos.

    Igualmente, los ndices de percepcin de la corrupcin en la Espaa actual son los ms elevados de Europa (campeones continentales), lo cual no indica necesariamente que sea el pas ms corrupto de Europa, sino el reciente hartazgo y la novedosa indignacin de la sociedad espaola por la visibilidad meditica de unas prcticas corruptas, que antes, bien desconoca, bien toleraba. Particularmente en Espaa se acenta la cuestin del retraso en los efectos, con motivo del estallido de la crisis econmica y financiera en 2008 y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, sector muy ligado a las prcticas fraudulentas. En efecto, muchas de ellas bien se circunscriben, bien hunden sus races en aquel periodo de la Espaa feliz, si bien tienen relevancia meditica y se juzgan en la actualidad. No se pretende ni mucho menos exonerar responsabilidades o minusvalorar el problema que tiene Espaa con la corrupcin, puesto que suponemos que si bien algunas de esas prcticas que ahora los medios de comunicacin revelan como escandalosas, pertenecen al pasado, las que se estn urdiendo y practicando en la actualidad, solo se conocern en el futuro.

    y con motivo de unos descensos muy significativos, la confianza en los pases de la Europa Meridional en los Parlamentos Nacionales (19%), Gobiernos Nacionales (19%) y Partidos Polticos (14%), resulta muy limitada.

    No se escapa Espaa de esta tendencia (7%; 8% y 5%), que con unas excepcionales variaciones negativas en un periodo de solo cinco aos (-32%; -37% y -25%), se sita no solo muy lejos de la media europea (29%; 19% y 19%), sino a la cola en cada uno de los tres indicadores. Es decir medalla de oro europea en cuanto a desconfianza en las propias instituciones y los partidos polticos.

    B) Particularismo y Corrupcin en la UE

    El caso espaol resulta paradigmtico puesto que casi tres de cada cuatro ciudadanos (72%) considera que sus polticos son corruptos, muy por encima de la media europea, que se sita un poco por encima de uno de cada dos habitantes (52%). Igualmente, alguno del resto de indicadores explicitados, reconfirman la crisis en la percepcin de la corrupcin en Espaa, casi siempre muy por encima de las medias europeas.

    As, tres de cada cinco espaoles reconocen que la corrupcin afecta su vida diaria frente a uno de cada cuatro europeos. Igualmente casi cuatro de cada cinco espaoles consideran que las prcticas corruptas y los favoritismos suponen un obstculo para la competencia y la transparencia en el mundo de los negocios. No parece haber quin nos discuta el cetro europeo.

    C) Confianza en la lucha gubernamental contra la corrupcin

    Muy particular es el caso espaol, estado de elevados ndices de percepcin de la corrupcin y el particularismo, en el que la polica e incluso el poder judicial (sobre todo cuando se trata de los niveles inferiores) gozan de una buena reputacin; mientras que su modelo de medios de comunicacin basado en la prensa de partido, condiciona en muchas en ocasiones la denuncia y el tratamiento de la corrupcin poltica16.

    En perspectiva comparada, los datos generales europeos apenas se modificaron entre 2009 y 2013, por medio de un leve incremento de la percepcin de eficacia en la lucha contra la corrupcin de un 28 a un 29%. Como de costumbre dicha percepcin es muy elevada en los pases nrdicos (45%), en la media en los pases de la Europa Occidental, y por debajo de la misma en la Europa Central y del Este, as como en la Europa del Sur (con cifras en torno a diez puntos porcentuales por debajo de la media).

    Muy reveladoras son las cifras espaolas, dentro del conjunto de pases de la Europa Meridional, pero marcando el farolillo rojo en la ltima de las series (poco ms de uno de cada diez espaoles considera que el gobierno combate con eficacia la corrupcin), suponiendo el tercer peor intervalo en Europa, con una prdida de un diez por ciento de confianza entre 2009 y 2013, solo empeorado por Bulgaria y Chipre.

    los ERE, as como los Cursos de Formacin); en Baleares y con motivo del gobierno de Jaume Matas, ascendi vertiginosamente hasta las 24(destacando adems del simblico caso Noos, los de Andratx, Palma Arena o Cola Cao, entre otros); mientras que Madrid con 22 casos, en su calidad de capital del estado resulta otro epicentro evidente de la corrupcin poltica, albergando escndalos denominados nacionales, de gran relevancia y visibilidad meditica (Grtel, Barcenas, Bankia, Pnica o aquellos del final del ltimo gobierno de Felipe Gonzlez, entre los ms llamativos).

    Fuera de las medallas de este triste podio de la corrupcin espaola, quedara con un meritorio diploma y una veintena de casos, Catalua. Desde aquel famoso de la Banca Catalana, hasta los que se estn juzgando recientemente, pero ligados a los sucesivos gobiernos de Jordi Pujol, por su enriquecimiento ilcito y evasin fiscal; as como la corrupcin sistmica del 3% en mordidas a cambio de licitaciones o/y contratos pblicos (Palau, ITV, Treball, Pretoria, Innova o Mercurio, por citar algunos). No podemos obviar, el premio a la mejor progresin para la Comunidad Valenciana, que si en febrero contaba con 13 casos y lleva al menos un lustro en la palestra desde las primeras revelaciones de la Grtel, lleva todo el 2016 en una posicin preferente por todas las tramas y sub-tramas de corrupcin sistmica a escala tanto regional como local en sus capitales, derivadas de la denominada Mega trama Operacin Taula.

    Al margen de por Comunidades Autnomas, la corrupcin se puede medir en Espaa por los principales partidos polticos involucrados. Incluso mapas de corrupcin poltica han sido confeccionados para ilustrar hasta dnde tristemente llegan los tentculos de las diferentes tramas de corrupcin. Como no poda ser de otra forma, dado el bipartidismo que ha venido imperando hasta hace bien poco, son el Partido Popular y el Partido Socialista, aquellos que acumulan un mayor nmero de tramas de corrupcin.

    Tal y como sostiene el Diccionario de la Corrupcin y reflejaba el diario El Economista en febrero (a falta de contabilizar el ltimo semestre), por partidos polticos el campen de la corrupcin es el Partido Popular. La formacin protagoniza 68 casos, la mayora de ellos en pequeos ayuntamientos, aunque est sealado en las principales tramas a nivel nacional. El PSOE le sigue muy de cerca, con 58 operaciones corruptas, el grueso de ellas, acontecidas en Andaluca. Dentro del Campeonato B, el que juegan los partidos de mbito no estatal, la campeona sera la extinta Convergencia I Uni con hasta 9 tramas de corrupcin13.

    Tambin hemos podido ver desfilar por la Audiencia Nacional al expresidente de la Generalitat de Catalunya entre 1980 y 2003, Jordi Pujol, quien junto a su esposa, Marta Ferrusola y a sus siete hijos, ha venido siendo investigado en diferentes tribunales. Concretamente el Juez Jos de la Mata ha sostenido que Pujol y su esposa se beneficiaron en Andorra de fondos de origen presuntamente criminal. El magistrado retrat a la familia como una organizacin que se dedicaba al cobro de comisiones para blanquearlas y repartrselas entre todos los integrantes14. Al parecer el clan de los Pujol podra (de esta manera) haber amasado un inmenso patrimonio, ubicado preferentemente en parasos fiscales fuera de Espaa.

    Tambin ligada a la figura del expresidente cataln, durante 2016 ha tenido tambin su cuota de visibilidad meditica la denominada trama del 3%, que como corrupcin sistmica del gobierno regional, vena a funcionar como un grupo criminal en los que cada implicado -entidades pblicas, empresas, CatDem y Convergncia Democrtica de Catalunya (CDC), con el tesorero de esta formacin Andreu Viloca en el centro- jugaba un rol determinado para conseguir los objetivos buscados: en unos casos la adjudicacin de obra pblica y en otros la de financiar al partido de Artur Mas (Chicote y Muoz, 2016).

    Con motivo de la trama Pnica, el otrora respetadsimo y posteriormente denostado Vicepresidente de la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre, Francisco Granados ha debido participar desde la crcel en la que se encuentra en prisin desde octubre de 2014, en diferentes comisiones de investigacin de la Asamblea de Madrid. Entonces el juez de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco orden la detencin de 51 polticos, funcionarios y empresarios que formaban una trama corrupta para la adjudicacin de suelo y contratos de servicios pblicos. Adems del ex lder popular, cayeron seis alcaldes madrileos, un alto cargo del Gobierno murciano, un ex alcalde de Cartagena y el presidente de la Diputacin de Len (Chicote y Muoz, 2016).

    Igualmente, la macro-causa Grtel, que debido al tamao de la misma y al nmero de i