103
1 Procesos de memoria alrededor del conflicto armado: narrativas de los niños y niñas sobre la violencia y la paz Yury Paola Rubiano Cely Universidad Distrital Francisco José de Caldas Facultad de Ciencias y Educación Licenciatura en Pedagogía Infantil 2019

Yury Paola Rubiano Cely - repository.udistrital.edu.corepository.udistrital.edu.co/bitstream/11349/22109/... · reflexión y la resignificación de los discursos y prácticas que

  • Upload
    others

  • View
    2

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

1

Procesos de memoria alrededor del conflicto armado: narrativas de los niños y niñas sobre

la violencia y la paz

Yury Paola Rubiano Cely

Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Facultad de Ciencias y Educación

Licenciatura en Pedagogía Infantil

2019

2

PROCESOS DE MEMORIA ALREDEDOR DEL CONFLICTO ARMADO:

NARRATIVAS DE LOS NIÑOS Y NIÑAS SOBRE LA VIOLENCIA Y LA PAZ

Yury Paola Rubiano Cely

Director:

Mauricio Lizarralde Jaramillo

Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Facultad de Ciencias y Educación

Licenciatura en Pedagogía Infantil

2019

3

Agradecimientos

Primero que todo, a los niños y niñas que hicieron parte de este proceso; pues tanto con sus

narrativas, como con sus acciones, permitieron que se tejieran vínculos de solidaridad y afecto.

Al profesor Mauricio Lizarralde por compartir sus conocimientos y generar espacios donde

prevaleció la reflexión sobre el lugar del investigador y las implicaciones que abarca su labor.

Al artista Antonio Jacanamijoy, quien, con sus relatos sobre sus experiencias de vida en medio

del conflicto armado que destrozaba a el Putumayo, inspiraron y acompañaron este proyecto.

Y, por último, a Aura, porque evocando al recuerdo, es desde la infancia quien me enseñó que

la guerra pierde su fuerza cuando se dialoga y que es desde el amor donde proviene la fuerza

para sanar las heridas, para transformar las realidades.

4

Tabla de Contenido

Resumen ejecutivo………………………………………………………………………………...7

Introducción………………………………………………………………………………………8

Capítulo 1: Problematización……………………………………………………………….........12

1.1. Precedentes al problema de investigación…………………………………………………12

1.2. Planteamiento del problema de investigación……………………………………………..14

1.3. Objetivo General…………………………………………………………………………..20

1.4. Objetivos Específicos……………………………………………………………………...20

Capítulo 2: Marco de Referencia……………………………………………………………...…21

2.1. Antecedentes………………………………………………………………………….……21

2.2. Marco Teórico……………………………………………………………………………..33

Capítulo 3: Marco pedagógico…………………………………………………………………..48

Capítulo 4: Marco Metodológico………………………………………………………………..56

4.1. Investigación cualitativa………………………………………………………………...…56

4.2. Enfoque de investigación……………………………………………………………..……58

4.3. Instrumentos y estrategias de recolección…………………………………………….……59

4.3.1. Matriz de revisión de fuentes………………….……………………………………….60

4.3.2. Observaciones……………………………………………………………………….…60

4.3.3. Discusiones Grupales………………………………………………………………..…62

4.3.4. Registro fotográfico…………………………………………………………………....63

4.4. Análisis de los datos……………………………………………………………………...63

Capítulo 5: Análisis del Proceso…………………………………………………………………67

Conclusiones…………………………………………………………………………………......91

Referencias Bibliográficas……………………………………………………………………….94

Anexos………………………………………………………………………………………….100

5

Lista de Ilustraciones

Ilustración 1. Tarjetas de conceptos, sesión del 22 de febrero de 2018………………………...16

Ilustración 2. Banco de preguntas, sesión 8 de marzo de 2018…………………………………18

Ilustración 3. Documental, sesión 30 de agosto de 2018……………………………………….51

Ilustración 4. Experiencias. Sesiones 17 mayo, 20 septiembre y 11 octubre 2018……………..52

Ilustración 5. Dardos, sesión 4 de octubre de 2018……………………………………………..52

Ilustración 6. Trabajo grupal, sesión 11 y 18 de octubre de 2018………………………………53

Ilustración 7. Círculo de la palabra, sesión 17 de mayo de 2018……………………………….54

Ilustración 8. Experiencia sensible y circulo de la palabra, sesión 24 de mayo de 2018……….54

Ilustración 9. Matriz de unidad didáctica para propuesta pedagógica………………………….55

Ilustración 10. Diseño de Bonilla y Rodríguez sobre la investigación cualitativa……………..57

Ilustración 11. Matriz de revisión de fuentes…………………………………………………..60

Ilustración 12. Matriz de observación…………………………………………………………..61

Ilustración 13. Matriz de análisis de las discusiones grupales………………………………….65

Ilustración 14. Matriz análisis de datos…………………………………………………………66

Ilustración 15. ¿Qué es la memoria?, sesión 23 de mayo de 2019……………………………..68

Ilustración 16. Huerta en representación a víctimas del conflicto armado……………………..70

Ilustración 17. Cartas a bandoleros y guerrilleros de “La Violencia” ………………………….72

Ilustración 18. Cartas a bandoleros y guerrilleros………………………………………………74

Ilustración 19. Reflexiones sobre la guerra……………………………………………………..81

6

Ilustración 20. Mensajes de paz………………………………………………………………...84

Ilustración 21. Relatos escritos…………………………………………………………………90

7

Resumen ejecutivo

Partiendo del hecho de que los niños y las niñas son sujetos sociales y políticos, capaces de

comprender su realidad desde las experiencias que tejen sobre ella y de incidir en los contextos

en los que se desarrollan, esta investigación reconoce el derecho de los niños y las niñas a

participar en la vida social y política y aportar en las transformaciones que requiere la sociedad

actual en el proyecto de construcción de paz. Ante ello, se plantea el propósito de contribuir a la

reflexión y la resignificación de los discursos y prácticas que legitiman el uso de la violencia por

parte de los y las estudiantes del grado cuarto del Colegio Distrital Manuelita Sáenz, a través del

reconocimiento de memorias que atesoran sentidos y perspectivas sobre lo que ha sido el

conflicto armado y las dinámicas de la violencia en la sociedad colombiana.

De esta forma, el proceso de investigación centra el análisis en las narrativas de los niños y

niñas a la luz de tres categorías: enunciaciones sobre paz, enunciaciones sobre violencia y la

memoria como hecho narrado. Dichas narrativas, dan cuenta de la apropiación de algunos hechos

históricos, de sus capacidades para cuestionar y argumentar la realidad sociopolítica, de las

propuestas que identifican que en su cotidianidad pueden aportar a la configuración de una

cultura de paz y de los significados que construyen en torno a la violencia y a la paz.

Palabras claves: Memoria, conflicto armado, violencia y paz.

8

Introducción

Por eso le hago esta elegía a “Desquite”, porque con las mismas posibilidades que yo tuve, él se

habría podido llamar Gonzalo Arango, y ser un poeta con la dignidad que confiere Rimbaud a

la poesía: la mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado. Pero la vida

es a veces asesina.

Gonzalo Arango, 1993.

Si analizamos el contexto social que nos rodea, podemos ver reflejada la violencia que ha

inundado las raíces de todo un pueblo. Son diferentes formas de violencia que se dispersan por

cada rincón de nuestro de territorio, que habitan el cuerpo de cada colombiano, cada corazón y

cada memoria. Son huellas incrustadas en el tejido social, que se visualizan a través de los rastros

de sangre en el suelo, de las cruces blancas que acompañan a los muertos que cayeron por ahí, en

cualquier lugar, y de las palabras de quienes se han visto afectados directamente por ella; pero

también está, en las relaciones fraternas, en los espacios de educación, en la cotidianidad de cada

colombiano.

La violencia se manifiesta de diferentes formas y lleva varios nombres, maneja sus propias

palabras, pues el lenguaje termina siendo una de sus armas; tiene sonidos estruendosos que

siembran el miedo en las venas de los cuerpos y de los territorios, y dispone para su actuar de

prácticas, discursos y percepciones propias. La realidad se ve envuelta en una estructura social

productora de exclusiones e injusticias que son el caldo de cultivo para la materialización y

reproducción de la violencia, la cual, bajo las lógicas del individualismo, se vale de prácticas y

discursos que legitiman su uso para el abordaje de los conflictos.

En medio de ello, es probable que arriben gotas de esperanza y de paz en el mar de dolor y

venganza. Aquí, cabe pensar en las infancias, a razón de que los niños y las niñas representan el

futuro de las sociedades. Como se evidenció en el transcurso del siglo XX, con el

acrecentamiento del interés por ellas y de su relación con el desarrollo de las sociedades. El

lenguaje plasmó nuevas percepciones y representaciones alrededor de las infancias -entendidas

como una construcción sociocultural e histórica-, cuando se redactó la Convención Internacional

9

de los Derechos del Niño (CDN) en 1989, siendo el primer tratado internacional que reúne los

derechos civiles, políticos, económicos y culturales que corresponden a los niños y niñas desde el

momento de su nacimiento.

Sin embargo, al parecer, es reiterativo que las sociedades acudan a la idealización en el

momento de definir y expresar lo que compone su realidad. Así se observó con este documento

político que acudió a realzar la autonomía, la participación y la protección de los niños y niñas de

los diferentes países, acogiendo acciones y discursos académicos y políticos que reconocieron

que son sujetos con capacidades y posibilidades dentro de su contexto. No obstante, delatando

las limitaciones del lenguaje, pronto se esclarecieron los contrastes entre los discursos y la

realidad.

De hecho, la diversidad de contextos y el aferrarse a los intereses individuales determinan

parte de la insuficiencia de las acciones estatales y de las políticas públicas para las infancias.

Encima, se apoderan de los espacios de los niños y niñas representaciones que obstaculizan el

reconocimiento de sus derechos y desestiman las posibilidades de impulsar las capacidades que

les permite actuar sobre su contexto personal y social; lo cual, pone en manifiesto la idealización

de la infancia en los discursos y el extenso camino que queda por transitar para el

reconocimiento y la satisfacción real de sus derechos.

Este panorama de Colombia, un país con posibilidades que se marchitan entre

representaciones y acciones camufladas en los discursos prometedores y las palabras

empoderadas, lleva a pensar la importancia de impulsar espacios en los que niños y niñas

desplieguen sus potencialidades y fortalezcan las competencias necesarias para actuar en su

realidad y aportar al bienestar colectivo. Se trata de brindar las posibilidades a las que hace

referencia Gonzalo Arango en su elegía a “Desquite”, las posibilidades que hacen que un ser

humano se convierta en poeta, en arador de la tierra, en maestro de las ciencias o en cualquier

otra labor que aporte a la construcción de sociedad.

En este sentido, la presente investigación concibe a la escuela como un espacio en el que se

contribuye a la constitución de sujetos que, partiendo del requerimiento de despojar a la

violencia de los contextos, construyan significados sobre la violencia a partir del reconocimiento

de sus formas, sus dinámicas y sus alcances. Para esto, se realizó una observación en el grado

10

cuarto del Colegio Distrital Manuelita Sáenz, centrando la mirada en la relación que el sujeto ha

establecido con su contexto histórico y los significados que han construido en torno a la

violencia y a la paz; desde ello, se emprendieron procesos de memoria que acercaron a los y las

estudiantes a las huellas que en la cultura han dejado las acciones del conflicto armado en

Colombia.

En efecto, se trató de un proceso en el que se involucró las memorias de quienes han

convivido con la guerra, quienes lo han perdido todo ante ella, quienes se han visto perseguidos

sin encontrar amparo alguno, quienes han sido testigos del dolor y de la muerte. En este trabajo,

se reconoció que las experiencias de esos otros involucran la experiencia propia, porque

habitamos el mismo país que debe sobreponerse a la misma guerra. Los testimonios y los relatos

son vida, y fueron usados en el aula para mantener vivas las experiencias y dotarlas de sentido

para que el sujeto niño/niña las apropie, interrogue y reflexione.

Al mismo tiempo, los niños y niñas fueron construyendo narrativas, tanto orales como

escritas, en las que reflejaron los significados que emergieron sobre las nociones de violencia y

paz; las transformaciones que realizaron al pasado, al presente y al futuro desde la red de

sentidos que confluyeron en la memoria como hecho narrado; las reconstrucciones que

emprendieron sobre los hechos que han afectado y continúan afectando nuestro país, aportando a

la construcción de una memoria colectiva; las posiciones críticas que surgen en torno a los

discursos y las prácticas que legitiman el uso de la violencia; y las propuestas, planteadas desde

la cotidianidad, para la transformación paulatina de la cultura de la violencia a una cultura de

paz. Dichas narrativas, fueron analizadas a la luz de tres categorías: enunciaciones sobre

violencia, enunciaciones sobre paz y la memoria como hecho narrado

Así, en el primer capítulo de este documento, se expone tanto las experiencias y motivaciones

que determinaron el tema de investigación, como los elementos reflexivos que delimitaron y

conformaron el problema de investigación; además, de exponer el objetivo general y los

objetivos específicos que orientaron el proceso. En el capítulo dos, se enuncian los trabajos de

investigación que se han desarrollado alrededor del tema y los aportes teóricos que nutren los

planteamientos de la presente propuesta.

11

En lo que respecta a los elementos que conformaron la propuesta pedagógica que se

implementó para el reconocimiento de las memorias del conflicto armado, van a estar detallados

a lo largo del capítulo tres. Por su parte, el capítulo cuarto contiene toda la parte metodológica

del proceso de investigación, explicando su carácter cualitativo, su enfoque hermenéutico

histórico y cada uno de los instrumentos que se emplearon en la recolección y el análisis de los

datos.

En el capítulo cinco se exponen los hallazgos y se tejen reflexiones propias y teórico-

conceptuales sobre los datos que emergieron en el análisis. Estos resultados se toman a la luz de

tres unidades de análisis, por lo cual, se tendrán enunciaciones sobre la violencia, enunciaciones

sobre la paz e interpretaciones sobre el pasado, el presente y el futuro del país. Por último, se

dedica unas hojas a las conclusiones que cierran el proceso, sintetizando los principales hallazgos

y describiendo los aportes que la investigación realiza en el ámbito social, en el ámbito

pedagógico y en el área de las infancias.

En pocas palabras, la presente investigación pretende brindar espacios de reconocimiento de

las memorias de quienes tienen o tuvieron la vida atravesada por este conflicto social y político;

para que en medio de la construcción de narrativas se reflejen las resignificaciones que los y las

estudiantes hacen sobre la violencia y la paz, a la vez que, sobre el pasado, el presente y el

futuro. Son las voces de los niños y niñas, las que guían el proceso; y es el instrumento que no

han querido utilizar quienes continúan en guerra, el que posibilitará el encuentro de sentidos,

ideas y conocimientos: el diálogo.

12

Capítulo 1: Problematización

1.1.Precedentes del problema de Investigación

Todo proceso investigativo está integrado por intereses propios, provenientes de las

experiencias que acontecen en el ámbito personal y académico. Dichos intereses abarcan lo

emocional, lo ético, lo cultural, lo social y lo político, entretejiendo vínculos entre, los

significados, los sentidos y las interpretaciones propias del agente investigador. Es la posición y

la mirada del sujeto las que dirigen el proceso, pues éste es una secuencia de decisiones que

operan bajo un horizonte de expectativas.

De este modo, es lo personal y lo académico lo que configuran los intereses dentro del

proceso de investigación. Es la construcción de un objeto de estudio, desde las contribuciones del

contexto histórico y cultural que rodean al investigador, las experiencias y relaciones que

emprende en dicho medio, las redes de significados que detenta y las que va construyendo en

medio del proceso.

Es decir, que los significados que envuelven mi pasado y mi presente constituyen

determinadas expectativas frente a la realidad, entendiendo ésta como una construcción

intersubjetiva. Siendo así, el proceso de investigación es una configuración propia a partir de las

experiencias previas; conformando un objeto de estudio “artesanal”, que en palabras de Barriga y

Henríquez (2003) “es aquel que nace desde nuestros propios intereses científicos, cualquiera que

sea el origen de estos” (p. 78), y es la diferencia en el origen lo que influye sobre la forma de

abordar el “objeto artesanal”.

Ante todo, es importante señalar que en mi proceso de formación como docente fui

adquiriendo diversos conocimientos a través de las interacciones entre los elementos teóricos-

conceptuales de la realidad y las experiencias que se fueron posibilitando sobre ella. En medio de

esto, construí un vínculo de apropiación con mi en torno social, con mi país, en general; se trata

de una mirada que me permite sentir como propias las problemáticas que afectan el tejido social

y mantener una reflexión constante sobre las afectaciones y el papel del sujeto niño/niña dentro

de ese contexto.

13

En medio de dicho proceso, cada una de las vivencias escolares1 constataron el papel activo

del niño y la niña en el acto de conocer e interpretar su realidad. El poder asistir a instituciones

educativas permite, por un lado, reconocer la complejidad del proceso de enseñanza y

aprendizaje, y las posibilidades que tiene el maestro en cuanto al sentido y el alcance del acto

educativo. Por otro lado, es un acercamiento al niño y a la niña como sujeto educativo, a la

expresión y a la acción que confluyen en el proceso pedagógico y que dan evidencias del rol del

sujeto dentro de ese proceso, y de los alcances que tiene dentro de los otros contextos que habita.

Además, el encuentro con un artista de la comunidad Inga, ubicada en el departamento del

Putumayo, posibilitó un contacto alterno con el actuar del conflicto armado, a través de diálogos

y encuentros con las memorias de sus experiencias, que, desde la infancia, estuvieron atravesadas

por este conflicto. Recorriendo el territorio del Bajo Putumayo y reconociendo las huellas de la

violencia, fue posible entablar vínculos con personas víctimas del conflicto armado y

desencadenar momentos de sensibilización y reflexión sobre el impacto de la violencia en los

cuerpos y en los territorios.

Es así, como al llegar a la práctica formativa se entrelazan las reflexiones sobre la situación

actual de Colombia, caracterizada por el apego de la violencia a las relaciones que conforman su

cultura, una cultura de violencia que permea las estructuras sociales y reproduce bajo ellas

diferentes formas de justificación o validación a dicha violencia; más la reflexión sobre el lugar

de las infancias dentro de ese contexto y la necesidad de abrir espacios donde niños y niñas

puedan participar y contribuir a la transformación paulatina de la cultura, con la intención de

emprender el presente proceso de investigación.

1 En la Licenciatura en Pedagogía Infantil de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, las prácticas pedagógicas que se realizan en el ciclo de fundamentación se denominan vivencias escolares.

14

1.2. Planteamiento del problema de investigación

La presente investigación, parte del hecho de que los niños y niñas son sujetos sociales y

políticos que tienen derecho a participar en los asuntos que les afectan y tienen la capacidad de

incidir y transformar sus contextos; aportando, de este modo, en la construcción de sociedad y en

la transformación paulatina de la cultura. Además, son sujetos de saber en la medida en que son

capaces de construir conocimientos, a partir de las experiencias que tejen sobre su realidad; el

niño y la niña construyen determinados significados en medio de las relaciones que entablan en

los diferentes ámbitos en los que se desenvuelven.

El reconocimiento de lo anterior, genera una visión alrededor de las infancias configurada

bajo los discursos de participación y autonomía que reflejan la intención de constituir, desde los

primeros años del desarrollo humano, sujetos y ciudadanos activos que requieren contextos

sociales que brinden las condiciones adecuadas para ejercer plenamente sus derechos y expresar

sus opiniones libremente en los asuntos que les afectan tanto en el ámbito personal y familiar,

como en el social y el político.

De cierto modo, esa visión permite pensar al niño y a la niña, no como un objeto de

investigación, sino como un sujeto titular de derechos con las capacidades y habilidades para

ejercerlos y aportar al bienestar de la sociedad. Se trata de una visión que, como afirma Peña

(2017), “pretende entender la infancia desde una perspectiva más integradora donde se asume un

sujeto que se constituye a partir de las relaciones que establece con los agentes sociales con

quienes interactúa, en cuyas relaciones se gestan aprendizajes y conocimientos que configuran

subjetividades” (p. 231).

Esa autonomía del niño y de la niña en la construcción de conocimiento, se constató en la

práctica pedagógica desarrollada en el grado cuarto del Colegio Distrital Manuelita Sáenz, donde

se estaba ante sujetos que daban cuenta de conceptos como violencia, paz, conflicto, historia y

memoria, a partir de las experiencias, lo medios y los actores que han actuado como referencias

para la construcción de percepciones sobre la realidad. Aquello que los niños y niñas perciben,

son capaces de dotarlo de sentido para que se dé como guía de la acción dirigida por una

intencionalidad. La experiencia, lo que se percibe de ella y el sentido del que se dota, terminan

determinando y configurando constantemente los significados, la identidad.

15

En medio de esa relación entre el sentido de la experiencia y la identidad, la memoria

interactúa como mediadora de los significados y sentidos que el sujeto le atribuye a la

experiencia -sea propia o ajena- y que, a su vez, delimitan la identidad de ese mismo sujeto,

configuran su forma de ser y de estar en el mundo. “Es decir, la identidad es un factor importante

cuando se rememora ya que se hacen evidentes los procesos de socialización y prácticas

culturales que se recuerdan evocando saberes, creencias, patrones de comportamiento y logrando

crear una visión de sí mismos” (Peñaloza y Anzola, 2016, p. 70).

En este caso, las experiencias abordan los diferentes contextos en los que el niño y la niña se

desarrollan, y a pesar de que en la escuela no se hablara de conflicto armado -al menos no en lo

que respecta a la asignatura de “Histórico”, como se denomina en el contexto investigado-, los y

las estudiantes ya tenían una forma de significar el pasado del conflicto armado y, con ello, una

forma de significar la violencia y la paz; la cual, influye en la manera en la que se abordan los

conflictos que, indudablemente, se presentan en medio de las interacciones cotidianas.

Hay que mencionar que la construcción de memoria abarca las tres temporalidades: pasado,

presente y futuro. Es una construcción que se realiza desde el presente para evocar el pasado y

pensar el futuro, puesto que, “si la memoria no tuviera la potencialidad de recomponer el futuro

no tendría sentido y todo su potencial político, desaparecería. Los sujetos y las sociedades

recomponen sus recuerdos en el entendido de poder hacer algo con ellos en el futuro” (Blair,

2005, p. 10). Es por ello que, a la hora de narrar el pasado los niños y niñas toman referentes del

presente, pues es en el “aquí” que se construye la memoria y se resignifica el pasado y el futuro.

Por un lado, el principal referente que los niños y niñas enunciaron en sus narrativas para

sustentar sus relatos sobre el conflicto armado fue la televisión. La reciente transmisión de

novelas como Pablo Escobar, Jaime Garzón, Tres Caines y series con diferentes temáticas sobre

el narcotráfico y la violencia en Colombia, influyen en la construcción de determinadas

percepciones y significados sobre el pasado, el presente y el futuro de Colombia. Los niños y

niñas eran capaces de narrar y reflexionar sobre las vivencias de estos personajes, porque tenían,

como principal medio a disposición, las producciones culturales que reconocen estas historias y

visibilizan otras, como las de las víctimas.

16

En medio de ello, las emisiones de los noticieros que entregan una visión particular del

panorama social de la actualidad refuerzan las percepciones que los niños y niñas tiene sobre el

pasado y el presente. Las interpretaciones basadas en lógicas binarias eran adoptadas por los

estudiantes, quienes, influenciados por la publicidad de “héroes” y “enemigos” presente en los

medios de comunicación, categorizaban como buenos a los del ejército y como malos a los de la

guerrilla, según expresaron en la actividad de las tarjetas de conceptos. Además, algunos

estudiantes, enunciaban a la guerrilla como único actor dentro del conflicto armado, tal como lo

deja ver una de las estudiantes en la siguiente narrativa: “ahora en el 2018 es la guerrilla tonta

que no nos deja tener paz” (Estudiante No. 26, sesión 22 de febrero de 2018).

Ilustración 1: tarjetas de conceptos, sesión del 22 de febrero de 2018.

Por otro lado, en los significados que los niños y niñas han construido alrededor de las

nociones de paz y de violencia, se refleja el contexto histórico y cultural que los envuelve y los

contextos particulares en los que se relacionan, como la familia y la escuela. Los niños y niñas

conceptualizaban y significaban estas dos nociones -indispensables en la relaciones sociales-,

desde las experiencias cotidianas, desde los encuentros directos que habían tenido con la

17

violencia, desde las vivencias que los sujetos con los que se relacionan les narraban y/o desde las

situaciones de violencia y de paz observadas y leídas.

Resulta indispensable, el reconocimiento de los significados construidos alrededor de la

violencia y de la paz, para intentar un acercamiento a sus contextos y a los referentes de su

entramado de sentidos. Los y las estudiantes conviven cotidianamente con la violencia y en una

sesión de reconocimiento, se identificaron las molestias que sienten frente algunas situaciones de

su barrio, como lo es el consumo de sustancias psicoactivas, la venta de sustancias a menores de

edad, la inseguridad, la delincuencia, el deterioro de las carreteras, entre otros.

Los significados de los que dan cuenta los estudiantes sobre la violencia parten de las

experiencias de su cotidianidad, algunas vividas y otras observadas o narradas desde otros

referentes. Al interrogar sobre las formas de violencia, la mayoría hace alusión a la violencia

física, dejando de lado otras formas de violencia presentes en la sociedad; la violencia sexual es

recurrente en las respuestas de los estudiantes y, algunos toman como referencia los casos de

abuso sexual a niños y niñas conocidos a través de las noticias. Además, en ese primer

reconocimiento, la mayoría afirmó que no es necesario el uso de la violencia para resolver los

conflictos.

18

Ilustración 2. Banco de preguntas, sesión 8 de marzo de 2018.

Es así como se parte del reconocimiento de dos cuestiones; la primera, en referencia a los

significados que han construido los y las estudiantes sobre el pasado del conflicto armado, sobre

la violencia y la paz; y, la segunda, tiene que ver con las posibilidades que tienen los niños y

niñas para contribuir en la transformación de la cultura. En consecuencia, se plantea la necesidad

de dotar al niño y a la niña de otros referentes; es decir, que cuente con otros elementos

pedagógicos que le permita reconocer las acciones y dinámicas que posibilitaron la perpetuación

de la violencia dentro de los conflictos sociales y políticos, a la vez que sobre las estructuras

sociales y el tejido de relaciones culturales.

Teniendo en cuenta, tal como se evidencia en las observaciones y entrevistas realizadas a los

estudiantes, que la clase de “Histórico” se desarrollaba desde un currículo tradicional que

abarcaba a los mapas y a la historia del colonialismo como temas centrales de abordaje, se hizo

necesario promover espacios dentro de ese entorno escolar que permitieran emprender procesos

de reconocimiento de las memorias que proporcionan miradas de lo que ha sido el conflicto

armado sobre la población colombiana, de los resultados de usar la violencia para afrontar los

conflictos sociales y políticos.

Además, es importante que la comunidad educativa reconozca que la voz de los niños y niñas

debe ser escuchada, posibilitando su participación en la vida ciudadana y reconociendo sus

particularidades y diversas expresiones. La escuela es el espacio para desplegar sus

potencialidades en la construcción de pensamientos y acciones críticas, apostándole a la

formación de ciudadanos que, desde una postura ética y desde el vínculo con su contexto

19

histórico, cuenten con los conocimientos, las competencias y habilidades necesarias para actuar

acorde a las necesidades sociales, políticas y económicas que se presentan en los contextos que

habitan.

En este marco de ideas, para Estela Quintar (2008) la práctica pedagógica debe desarrollarse

en concordancia con los contextos que envuelven al sujeto; puesto que, “Sin procesos de

formación críticos estaremos condenados a vivir de rodillas como personas y como países. La

educación puede y debe ser un espacio de reencuentro con nuestras realidades, dolernos en ellas

para hacernos dignos desde ellas.” (p. 46). Para esa cuestión, el docente debe reconocer esos

contextos que habitan el aula y, desde la reflexión constante, plantear discursos y prácticas que

posibiliten la construcción de conocimientos que contribuyan a la transformación de la cultura.

Entonces, el hecho de poder constituir un sujeto social y político con espacios de

participación orientados a la transformación de los contextos, amerita entablar un vínculo entre el

sujeto y su contexto histórico, o sea su pasado, desde los primeros años de formación; y digo de

su pasado porque lo ideal es que el niño o la niña no solo aprenda, sino también, apropie,

cuestione y reflexione los relatos de los hechos que, desde lo individual, forman parte de una

memoria colectiva, la memoria de un pueblo afectado por la violencia desatada en el conflicto

armado.

Desde esas razones, se aprovechó el espacio de la clase de “histórico”, para emprender un

proyecto pedagógico orientado hacia la resignificación de las nociones de violencia y de paz, a

partir del reconocimiento de las memorias que narran lo que ha sido el conflicto armado en la

población colombiana. De este modo, el lugar de las infancias dentro de la sociedad y su

contribución a la transformación de la cultura de la violencia, desde procesos de construcción de

memoria colectiva, son el punto de partida para la formulación del problema de investigación

dentro del contexto escolar ya enunciado

A partir de lo anterior se plantea el siguiente objetivo general, apoyado en tres objetivos

específicos.

20

1.3. Objetivo General

Posibilitar espacios de resignificación de la violencia y la paz por parte de los niños y niñas

del grado cuarto del Colegio Distrital Manuelita Sáenz, a partir de procesos de memoria sobre el

conflicto armado en Colombia.

1.4. Objetivos específicos

1.4.1. Abordar las memorias del conflicto armado desde una reflexión pedagógica que

permita entablar un vínculo entre el sujeto niño/niña y su contexto histórico

1.4.2. Identificar los significados sobre la violencia que emergen en medio de ejercicios de

narrativas sobre el conflicto armado.

1.4.3. Indagar sobre las posibilidades de comprensión y actuación de las infancias en miras a

posibilitar su participación en la construcción de una cultura de paz

21

Capítulo 2: Marco de Referencia

2.1. Antecedentes

La presente investigación toma a la memoria como herramienta pedagógica para el

reconocimiento de las dinámicas y acciones que rodean al conflicto armado, siendo éste una

constante en la historia de nuestro país que ha influido en la perpetuación de la violencia sobre la

cultura. La incorporación de memorias sobre el conflicto armado en la escuela representa la

oportunidad de construir una memoria colectiva que dote de significado los sucesos del pasado,

en miras de transformar el presente y el futuro, en el entendido de la construcción de nuevos

sentidos y en la resignificación de la violencia y de la paz.

Sobre ello, se han emprendido diferentes experiencias e investigaciones en el ámbito

educativo que dan cuentan de las posibilidades para el abordaje de la historia del conflicto

armado desde procesos de construcción de memoria y de reflexión sobre el uso de la violencia, la

cual, se manifiesta bajo diversas formas y dinámicas. Dichas experiencias investigativas son

indispensables para el reconocimiento de los avances y de los retos que existen alrededor de

estas cuestiones.

En este apartado, se presentan algunas investigaciones en el plano latinoamericano, nacional y

distrital, cuyos temas centrales de reflexión se dirigen hacia el papel de las infancias en la

sociedad, la memoria en el aula, la enseñanza de la historia del conflicto armado y/o las

narrativas de los niños y niñas frente a la paz y la violencia. En lo que respecta al ámbito

latinoamericano, Elizabeth Jelin y Lorenz (2004) lidera un proyecto de recopilación de

investigaciones sobre las memorias de la represión en el Cono Sur, en países que se encontraban

en la transición de dictaduras a democracias como Argentina, Chile y Paraguay, con el fin de

contribuir en la reflexión sobre la memoria en la escuela.

Para Jelin y Lorenz (2004), la memoria en la escuela confluye con un sujeto cuyo rol no es

pasivo, sino que es “alguien que pregunta, que no se deja convencer, que repasa la cuenta y

aprende por sí mismo” (p. 2). En este sentido, afirman que la voz de los sobrevivientes puede

encontrar un espacio de incorporación en las actividades escolares para contraponerse a las

22

versiones de la historia oficial, y hacer de la escuela un lugar de construcción de puentes entre el

pasado y el presente, con el fin de inquietar a los alumnos sobre su actualidad desde la evocación

y resignificación del pasado.

Analizando el caso de la Guerra en Ayacucho, Trinidad (2004) se basa en las luchas armadas

en el Perú en las que participó el magisterio y que condujeron a represiones y silenciamientos en

las escuelas, para concluir a través de su investigación que, después de terminado el gobierno

represivo, el miedo continúa silenciando y reprimiendo la voz pública de sus memorias, lo que

hace que, los maestros llenen de historia oficial sus contenidos de clase.

Respecto al caso de Argentina, Debattista (2004) indaga, a través de entrevistas a maestros,

sobre el proceso vivido en el ámbito educativo en la provincia de Neuquén, después de la

dictadura. Estos maestros afirman que son pocos los alumnos que suelen tener conocimientos

previos sobre la historia reciente, así que, llevar estos temas al aula causa sorpresa y estupor;

empero, la investigadora recalca que:

La necesidad de recordar fue considerada como un imperativo social. Pero aún mayor era

el deber que se planteaba hacia el futuro de transmitir las experiencias vividas a las

nuevas generaciones de neuquinos y a su vez de generar las actitudes para que lo ocurrido

no volviera a repetirse (p. 44).

En otras palabras, quienes no vivieron las dictaduras del Cono Sur, requieren el espacio de la

escuela como una posibilidad de reconocer su propia historia y de generar procesos de formación

de memoria histórica. En ello concuerda Reyes (2004), al considerar el fin de la dictadura militar

en Chile como el punto de partida para la reestructuración de la enseñanza de la historia en el

sistema escolar. Era necesario enseñar apropiadamente lo que había ocurrido en la historia del

país, teniendo “conciencia de que esta versión no debía determinar la interpretación que los

alumnos harían de estos hechos” pero que sí “definía una postura oficial del nuevo gobierno

sobre la historia reciente, de carácter ético y político” (p. 71).

En medio de ello, es importante enunciar la aclaración que se hace en la investigación de

Carlos Demasi (2004) respecto a la confluencia de la historia y de la memoria en el aula, quien al

hacer referencia a la enseñanza de la dictadura de Uruguay afirma que, “aunque memoria e

historia no son la misma cosa, en esta sociedad toda esa transmisión se hace bajo la forma de

23

historia; y en esta historia-memoria la información sobre el pasado está profundamente

imbricada con la transmisión de valores” (p. 140).

En cuanto al contexto colombiano, cabe destacar los avances investigativos realizados desde

el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en su labor de recolección y divulgación de

material documental y testimonial sobre el conflicto armado en Colombia; dicha información

está puesta a disposición de los ciudadanos en general, para consolidar el papel de la memoria

como derecho institucional. Entre otros objetivos, se plantea el contribuir al esclarecimiento de

los hechos y condiciones que posibilitaron el conflicto armado y aportar a la dignificación de las

víctimas y a la construcción de la paz en la sociedad (Centro Nacional de Memoria Histórica,

2014).

En este sentido, el CNMH de mano con el Ministerio de Educación Nacional, elaboró un

instrumento pedagógico denominado “Caja de herramientas: Un viaje por la memoria histórica.

Aprender la paz y desaprender la guerra”, el cual, según Kevin Navarro (2018), “puede arrojar

elementos importantes para la enseñanza y a su vez comprensión del conflicto armado de manera

distinta, puesto que contiene una visión integral de narrativas y discursos que se dan en la

interpretación del conflicto armado” (p. 3); así lo evidenció en la pasantía desarrollada en esta

institución.

A través de esta experiencia, Navarro (2018) contribuye en la consolidación de la caja de

herramientas como instrumento pedagógico y didáctico en miras de generar comprensión y

sensibilización sobre el conflicto armado en los estudiantes; aunque, se evidenció que, “En

muchos casos el temor de los profesores era que al aterrizar la caja de herramientas en sus

colegios tendrían el rechazo de directivas e inclusive padres de familia” (p.20). De ahí la

importancia de generar otros espacios de comunicación con la ciudadanía.

En definitiva, la perspectiva y el sentir del maestro determinan la forma en la que ese pasado

es enseñado a los niños y niñas, puesto que, la elaboración de las estrategias pedagógicas y

didácticas a seguir son asumidas desde una posición ético-política. Así se propone en la

investigación “la enseñanza de la historia y la construcción de subjetividad política de niños y

niñas de básica primaria”, en la que se defiende la idea de que dentro de la escuela los

24

estudiantes construyen sus subjetividades, puesto que, ésta es un espacio de socialización donde

los maestros:

[…] tienen en sus manos el poder para establecer construcción de subjetividades que

conlleven al niño y a la niña a pensarse como sujetos activos, partícipes, que se

cuestionen frente a su realidad social; es decir, es la posibilidad de que el docente asuma

a estos niños y niñas como sujetos políticos a partir de las interacciones y construcciones

que elabora desde sus actividades y experiencias cotidianas. (Peña, C. 2017, p. 240).

Las posibilidades del maestro en el aula y la complejidad del proceso de enseñanza y

aprendizaje requieren de maestros investigadores que reconozcan y reflexionen su contexto. Para

la enseñanza de la historia, en particular, se requiere de un maestro dispuesto a asumir una

mirada integral de la historia, reconociendo la pluralidad de narrativas sobre el pasado con

sentidos y significados diferentes sobre él. No obstante, las realidades que envuelven los

contextos escolares también son diversas, y aquellas que se encuentran en zonas con presencia de

diferentes actores del conflicto armado, afectan la posibilidad del maestro de entablar un vínculo

en el niño o la niña con su contexto histórico.

Así lo define Ballesteros (2017), a través de su investigación en el departamento del Caquetá,

donde, “en las narrativas de los docentes se develan las consecuencias que tuvo la ausencia del

Estado en el Caquetá y las repercusiones de la guerra en los diferentes escenarios sociales” (p.

23) y, a partir de dichas narrativas, la investigadora analiza las emociones reflejadas, las cuales,

pueden ser proclives y/o declives para fortalecer la educación para la paz.

La ausencia del Estado permitió que se generarán dinámicas violentas entre actores armados

que ocuparon el territorio, en general, y los contextos escolares, en particular; ocasionando que

los habitantes aprendieran a vivir con la violencia y la normalizaran desde sus discursos y

prácticas. Así se evidencia en los maestros del Caquetá, quienes

Manifiestan que ver a la guerrilla en la escuela era normal lo que conlleva a pensar que la

guerra ha sido naturalizada. Los profesores identifican tiempos, personajes, lugares y

acciones relacionadas con la violencia como algo cotidiano, sin embargo en sus relatos no

se expresa su denuncia ante los mismos lo cual revela una de las razones de la impunidad

(Ballesteros, 2017, p. 22).

25

Bello, Díaz y Rincón (2015), se interesaron, también, por la cuestión de las perspectivas de

los maestros frente al conflicto armado, y realizaron una indagación en el departamento de

Boyacá sobre el contexto escolar desarrollado en medio del conflicto armado interno, durante los

años 1990 al 2000, específicamente en la vereda de Socotá. Este proceso se realizó a través de la

reconstrucción oral de memorias de los actores que realizaron prácticas pedagógicas en este

contexto, llegando a evidenciar como la labor docente se ve afectada, manipulada o modificada

por las situaciones de la guerra:

De acuerdo con los resultados encontrados respecto a las formas de relación e interacción

frente a su propia práctica como maestros en un contexto de conflicto armado, se

encontró expresiones como el miedo, la zozobra y la desconfianza; sentimientos que

vivieron los docentes en la cotidianidad escolar, generados por la interrupción esporádica

e imprevista de clases debido a los combates, las visitas a las escuelas de los actores

armados, las reuniones y detenciones por parte de éstos (p. 151).

Es decir, que la escuela no escapa de la guerra ni mucho menos de la violencia, en estos casos

no hay respeto hacia el rol de la educación que sí se defiende en los discursos de los actores del

conflicto, y en lo que termina convertido este espacio es en el centro de intereses de grupos

particulares para continuar perpetuando la violencia en el territorio. Por su parte, Lizarralde

(2015) considera la complejidad de las interacciones y significados que se dan en la vida

cotidiana mediada por el conflicto armado, a través de la interpretación de los procesos de

constitución de los ambientes educativos de tres instituciones educativas ubicadas en el Bajo

Putumayo.

En esta investigación, se toma en cuenta los relatos tanto de los maestros como de los niños y

las niñas, generando una reconstrucción de la memoria desde la comunidad educativa. En medio

de este proceso, se confirma que la socialización mediada por una memoria de la violencia opera

acorde a lo que Martín Baró (1990) denomina

Patrones de deshumanización y que llevan al enquistamiento de significados violentos en

la cultura, alterando de esta manera la posible articulación entre la experiencia y la

expectativa pues aunque el futuro deseable es opuesto a la violencia, lo que se manifiesta

en los relatos, y contrariamente a la idea de que no es una sola violencia continua a lo

26

largo de la historia sino violencias distintas y multicausales que se yuxtaponen en el

tiempo, llega a generar una apabullante sensación de continuidad desde donde se termina

asumiendo la presencia de la violencia como algo que siempre ha estado allí, lo que la

hace inevitable así no se esté de acuerdo con ella (citado en Lizarralde, 2015).

En lo anterior, radica la importancia de generar espacios dentro de esos contextos

conflictivos, que actúen como posibilidades para contrarrestar las secuelas de vivir en medio de

la guerra y se generen propuestas en pro de la construcción de la paz y de la reivindicación del

lugar de la escuela. Niños/as, maestros/as, directivos/as, madres, padres y miembros cercanos de

la familia tienen el compromiso de que, una vez el lenguaje de la guerra ha sido aprendido, se

genere una reflexión sobre la necesidad de impulsar la transformación de la relación conflicto y

violencia, para despojar la visión de la inevitable presencia de la violencia en todos los

conflictos.

En esa misma línea, Padilla y Bermúdez (2016) parten de la cuestión de cómo poder

desenraizar de la cultura “la asociación automática entre conflicto y violencia, [para que], las

iniciativas de manejo no-violento de los conflictos que llevan décadas germinando en el país

puedan florecer sin tener que enfrentarse al terror o la invisibilización” (p. 222). Desde dicha

cuestión, parten la reflexión sobre la manera en la que se debe contar la historia del conflicto

armado en la escuela, realizando contrastes entre dos formas diferentes de contar esa historia a la

luz de establecer una relación entre la enseñanza del conflicto armado y la deslegitimación de la

violencia.

De esta forma, Padilla y Bermúdez (2016) se interesan por las maneras en que la enseñanza

tradicional y los procesos alternativos de memoria narran la historia reciente de nuestro país;

para ello, analizan los elementos narrativos en textos escolares de historia y en el informe

“¡Basta ya! Memorias de guerra y dignidad” para establecer las disimilitudes y las implicaciones

de cada uno en el aula escolar; llegando a concluir que, el relato ofrecido por el ¡Basta Ya!

“muestra fortalezas que sugieren el potencial pedagógico de las narrativas que buscan explicar

los conflictos en su complejidad, y llaman la atención sobre las tragedias que estos dejan cuando

se tramitan por la vía de la violencia” (p. 244).

27

No obstante, habría que decir también, que el papel de los niños y las niñas es fundamental

para la resignificación de los procesos de socialización generados en contextos mediados por el

conflicto armado. Ante procesos de memoria en el aula, es importante tener presente que se está

ante un sujeto con la capacidad de construir significados y sentidos desde las propias

experiencias y, además, tiene la posibilidad de participar en los asuntos que le afectan,

contribuyendo a la transformación de aquellos contextos.

Uno de los trabajos identificados alrededor del tema de las competencias ciudadanas en niños

y niñas víctimas del conflicto armado, es “Sentimientos morales, educomunicación y nuevas

ciudadanías en el Colectivo Caminos de Paz” de Andrea Bernal y Wendy Ramos (2015), quienes

presentan a los sentimientos morales como herramientas que contribuyen a la generación de

nuevas ciudadanías. La propuesta de expresión de sentimientos y educomunicación se realiza

con estudiantes que llegan a la localidad de Ciudad Bolívar a causa del desplazamiento forzado,

para posibilitar que se conviertan “…en sujetos políticos y agentes de cambio que dejan de lado

la posición de víctima la cual muchas veces el mismo Estado alimenta, de allí que sean personas

con mayor capacidad de participación dentro de los contextos que habitan” (p. 34).

Desde esa participación de las víctimas del conflicto armado en la sociedad, se desarrolla una

investigación con niños y niñas de las zonas del Eje Cafetero, Antioquia y Bogotá por parte de

Ospina, Carmona y Alvarado (2014); quienes parten del reconocimiento de las condiciones

históricas de la infancia en Colombia y de una visión particular, “que reconoce en aquellos la

condición de potenciales constructores de nuevos relatos y nuevas comunidades de sentido sobre

las cuales pueden edificarse otros procesos de subjetivación y otras maneras de estar en el mundo

con los otros” (p. 53).

En dicha investigación, se puede evidenciar que los niños y niñas víctimas del conflicto

armado no necesariamente tienden a reproducir la violencia que, desde sus contextos, se ha

naturalizado; por el contrario, pueden ser sujetos que aportan a los procesos de construcción de

paz. Ospina et al., analizan esa afirmación desde las narrativas que generan los niños y niñas que

hacen parte del programa de investigación, y van evidenciando que “las subjetividades políticas

de los niños y su poder transformador en contextos como los del conflicto armado son posibles

gracias a las construcciones colectivas, las reconfiguraciones de los sentidos y las prácticas de

niños y sus agentes relacionales” (p. 59).

28

Esa autonomía propia del sujeto niño/niña en la construcción de conocimientos, sentidos y

significados, también, es defendida por Luisa Acosta y Angélica Carvajal (2014) tras la

investigación que realizaron en una institución educativa ubicada en Altos de Cazucá. En este

proceso investigativo, se rescata la importancia de

la construcción de un sujeto independiente a nosotros, que tiene sus representaciones

sociales del mundo, y que construye en sus propios procesos de socialización, su capital

social y cultural desde su lugar en la sociedad, en relación con los procesos educativos, la

familia y desde lo individual y lo colectivo (p. 10).

En definitiva, los procesos de memoria son fundamentales a la hora de trabajar con población

víctima del conflicto armado; en específico, el proceso con niños y niñas víctimas debe estar

orientado a reconocer sus potencialidades, garantizar sus derechos y abordar sus problemáticas y

necesidades. Así, los procesos de recuperación de memoria con niños y niñas permiten reconocer

otra voz, cargada con otros significados y otras realidades.

Conforme a ello, Peñaloza y Anzola (2016) en convenio con la Secretaría de Integración

Social, emprenden una propuesta pedagógica denominada “Atrapasueños”, contribuyendo a los

procesos de atención a la infancia víctima del conflicto armado, ubicada en Bogotá; el trabajo

parte de

la recuperación de la memoria de los niños(as) viéndola como una forma de reconocer

que los niños(as) son capaces de aportar a los procesos de construcción de una cultura de

paz y que desde sus memorias es posible resistirse a olvidar hechos atroces que han

marcado la vida de millones de colombianos en el país para que estas situaciones no se

repitan y sea posible convivir desde la posibilidad de amar y aceptar al otro como un ser

igualmente válido (p. 9).

Esa recuperación de la memoria se puede emprender desde los primeros años de

escolarización; ejemplo de ello, se encuentra la investigación realizada por Lina Osorio (2015),

quien implementa un trabajo pedagógico en torno a la memoria de niños y niñas víctimas de

desplazamiento forzado en el jardín “El CDI La Gallina Pecosa”. Para Osorio (2015) es

indispensable que los niños y niñas cuenten sus historias, ya que “su mirada particular es tan

29

importante como la de un adulto, ellos perciben y entienden de una manera diferente el conflicto

armado, a ellos también les afecta en todos los ámbitos de desarrollo de sus vidas” (p. 39).

Ahora bien, la cuestión de la participación social y la formación como sujetos políticos, debe

incluir a todos los niños y niñas, ya sea, que sean víctimas directas del conflicto armado o no lo

sean; así lo propone Sandra Venegas (2016) en su investigación “La enseñanza de la historia

reciente como un ejercicio de formación ético política” con estudiantes de grado noveno de un

colegio distrital de Bogotá; la cual, parte del reconocimiento de los conflictos y la naturalización

de la violencia que se dan en los contextos de los estudiantes, para que, desde sus intereses y

procesos de sensibilización se acerquen a la realidad del país, marcada por el conflicto armado.

Para esta investigación “generar estos grados de sensibilización y compromiso en nuestros

estudiantes es formarlos como seres conscientes de su rol ético y político” (p. 12).

El posibilitar que, desde la enseñanza de la historia reciente, los estudiantes se acerquen y

cuestionen su realidad social, también es tenido en cuenta en los proyectos de investigación

“Pedagogía de la memoria y enseñanza de la historia reciente: conflicto armado colombiano” y

“Prácticas instituyentes de una pedagogía de la memoria” de Piedad Ortega, Jeritza Merchán y

Gerardo Vélez (2014), quienes toman como propósito la formación de un sujeto histórico, capaz

de resignificar el pasado y establecer relaciones con su presente, a través de “la relación

dialógica entre enseñanza de la historia reciente y una pedagogía de la memoria, en sentido

crítico” (p 60).

Ortega et al. (2014), reúnen las reflexiones sobre estas dos investigaciones en el artículo

“Enseñanza de la historia reciente y pedagogía de la memoria: emergencias de un debate

necesario”, donde parten de que en la enseñanza tradicional de la historia prevalece la

memorización de fechas y el enaltecimiento de ciertos personajes y ciertos acontecimientos;

para, llegar a proponer a la pedagogía de la memoria como un proyecto de formación que

fomenta “…procesos sociales para revelar nuevas formas de enseñanza y dialogar con las

tradiciones de una historia que ha invisibilizado acontecimientos, sujetos y contextos” (p. 60).

Estos procesos dialógicos entre memoria e historia deben darse en la escuela, pues de no ser

así, ésta se convierte en reproductora de la cultura de la violencia al no implicarse en la

transformación de los sujetos que se forman dentro de ella; respecto a esto, Paola Márquez y

30

Luigi Puentes (2015) en la investigación “Reconocimiento y memoria para generar espacios de

participación y conciencia” desarrollada en el barrio Engativá con estudiantes de décimo grado,

identifica que la escuela muchas veces se mantiene al margen del tema del conflicto y en sus

procesos pedagógicos no tiene en cuenta que:

la cultura de la memoria no se debe solo cimentarse bajo los preceptos de valores y éticas

ciudadanas guiadas a la elaboración de sujetos enfocados al servicio de la sociedad, sino

que tiene que fomentar sujetos críticos que a través de la historia se reconozcan como

transformadores y partícipes políticos (p. 81).

Si bien, la escuela se ha acogido como espacio para la reproducción de la historia oficial que

apoya los procesos de constitución de nación, desde ella, también se puede transformar la

práctica educativa en pro de cuestionar los currículos tradicionales y abrir las posibilidades para

una mirada holística de la realidad. Por su parte, Diego Arias (2016) parte de las reflexiones

sobre la normatividad y la realidad escolar acerca de la enseñanza de la historia reciente,

desencadenas en el marco de la investigación “Perspectivas docentes sobre enseñanza de la

historia reciente en Colombia”; desde dichas reflexiones, desarrolla una estrategia para promover

en el aula procesos de memoria y enseñanza de la historia reciente. Según Cuesta (citado por

Arias, 2016):

el tema de la memoria y de la enseñanza de la historia reciente han de ubicarse en la

impugnación al modelo de la razón ilustrada, en el sentido de propender por la

transformación social desde el posicionamiento, en la escuela y fuera de ella, de las

versiones de los vencidos. (p. 260)

Hay diversas formas de acercar a los estudiantes a los relatos que tienen otras versiones de la

historia, la que Arias nos propone está dirigida a promover procesos de memoria donde se

privilegien los relatos de quienes han sufrido de manera directa las implicaciones de la violencia,

a través de diferentes tipos de recursos audiovisuales. “En la actualidad, el texto audiovisual

sobre pasados recientes se constituye en una poderosa expresión cultural, cuya carga política

puede reforzar o poner en cuestión formas sociales y configuraciones subjetivas presentes” (p.

266). Es diverso el material que, desde esta propuesta, se puede implementar como estrategia

didáctica para la enseñanza de la historia reciente en miras a la visibilización de otras memorias

31

y el desarrollo del pensamiento crítico; entre ellos se menciona el cine, los documentales, audios,

relatos gráficos y recursos multimedia.

Los materiales audiovisuales constituyen una forma determinada de representar la realidad en

cualquiera de sus temporalidades, porque la industria cultural produce significados e imaginarios

en torno a una gran variedad de elementos y situaciones de la sociedad. En relación a ello, Forero

y Cruz (2016) realizan una investigación, en la cual, analizan las representaciones que

construyen los estudiantes alrededor de la memoria y de la historia, a través de producciones

cinematográficas utilizadas en el aula.

Forero y Cruz (2016) dejan clara la importancia que tienen los discursos cinematográficos en

los procesos de construcción de memoria, ya que permiten acercar a los estudiantes a hechos

históricos particulares,

contribuyendo en la denuncia de atrocidades perpetradas y generando procesos de

construcción colectiva de memoria e identidad nacional que se hace necesario abordar en

el aula de clase en un país como Colombia en el cual la historia ha estado marcada

sistemáticamente por hechos de violencia producto de guerras internas (p. 17)

Así pues, en los procesos de construcción de memoria los relatos constituyen una fuente

importante de narrativas, significados e interpretaciones sobre el pasado; los relatos pueden ser

orales o escritos, lo esencial está en pensar estrategias que permitan que los estudiantes al

acercarse a estos puedan sensibilizarse frente a los sucesos que se narran, reconocer las

diferentes realidades del conflicto y tejer diversas perspectivas sobre los hechos de la historia

reciente. Como lo plantean las dos investigaciones citadas, los recursos audiovisuales se pueden

tomar como estrategias didácticas para visibilizar otros relatos; empero, es importante reconocer

que hay diversos recursos que se pueden conjugar para posibilitar la construcción de memoria en

el aula; la literatura es otro ejemplo de ello.

En la investigación “Voces del conflicto armado colombiano en el aula: un acercamiento

desde la sociocrítica” de Paula Castiblanco y Nathaly Melo (2017), se trabaja dentro del contexto

escolar con el análisis sociocrítico de la literatura testimonial, tomando como propósito, develar

las comprensiones sobre el conflicto armado que surgieron a través de esta estrategia. “Las obras

testimoniales están enmarcadas en problemáticas socio-históricas, que dan cuenta de una realidad

32

que muchas veces contradice a las versiones oficiales de los gobiernos, por tal razón se le puede

denominar como una literatura contestataria” (p. 31).

De este modo, la literatura testimonial, en esta investigación se constituye como una

alternativa para hacer memoria, a razón de que presenta las experiencias e interpretaciones de

quienes se han visto afectados por la violencia generada en el conflicto armado. A través de esta

estrategia, la investigación permitió que los estudiantes

[…] explorarán por ellos mismos el texto, para así comprobar que dentro de estos se

incluyen experiencias histórico culturales de sujetos que han decidido narrar una

experiencia de vida con el fin de promover una memoria colectiva, que no es la misma

que se establece desde las ideologías que propagan los entes hegemónicos del país a

través de los medios de comunicación (p. 103).

En todo ello, las narrativas que construyen los niños y niñas con el acercamiento a los relatos

de las víctimas reflejan las incidencias que llega a tener el proceso en cuanto a la resignificación

del pasado. En ello concuerdan David Montejo y Linda Quiroga (2017), al reconocer que “la

memoria se sostiene en la base de la comunicación y el lenguaje, y son las narrativas de las niñas

y los niños el lugar de encuentro para acercarse a las significaciones compartidas sobre sus

versiones de los hechos comunes” (p. 9); a razón de esto, el aporte que hace desde su

investigación está enfocado en:

dotar de significado los ejercicios que se realizan en el aula partiendo de las narrativas,

donde hay un sujeto que las construye, quien materializa los ejercicios de memoria

histórica para comprender los hechos y tener un papel preponderante como sujetos, que

cuestionan, que son activos y da cuenta de la realidad política del país (p. 11).

Con todo esto, resaltamos la importancia de reconocer en los niños y las niñas sujetos

históricos que desde sus memorias, relatos y significaciones que surgen de sus experiencias de

vida pueden aportar a la construcción de la cultura de paz desde sus realidades; para esto, será

primordial que el trabajo que se realice con los niños y las niñas sea consciente y siempre

enfocado a comprender que están inmersos en un contexto sociocultural particular, y que es a

partir de éste que el niño o la niña hará una lectura de su mundo y su realidad.

33

Todo lo anterior, confirma que si bien, se han presentado avances significativos en torno a las

implicaciones y condiciones que requiere la memoria como herramienta pedagógica para la

enseñanza de la historia, resulta indispensable continuar enriqueciendo el debate sobre la

memoria en la escuela y sus tensiones con la enseñanza de la historia concebida desde el

currículo escolar. Además, es necesario profundizar la investigación en el contexto de la

educación básica, para centrar la mirada en la necesidad de generar en los niños y niñas procesos

de reconocimiento de las memorias que integran diversas visiones sobre el conflicto armado.

2.2. Marco Teórico

Dentro de la presente investigación, fue necesario emprender procesos de reflexión en torno a

diferentes cuestiones que surgen a la hora de analizar las narrativas que los y las estudiantes de

básica primaria construyeron, a través de la implementación de memorias del pasado del

conflicto armado colombiano; dichas narrativas dieron cuenta de las posiciones críticas de los

niños y niñas frente a las dinámicas que genera el uso de la violencia como medio para la

resolución de conflictos; los significados que tienen y que configuran sobre la violencia, las

relaciones que hacen frente a las temporalidades de la memoria y las propuestas que pueden

emprender desde sus propios contextos para contribuir a la construcción de una cultura de paz.

Teniendo en cuenta que, los niños y niñas tienen la capacidad de construir significados y

perspectivas frente a la realidad que les rodea, la cual, está permeada por la violencia generada

desde el contexto histórico y social del país; se hizo necesario construir una base conceptual que

permitiera nutrir y guiar el proceso investigativo desarrollado en el contexto escolar. Para ello, la

indagación teórica giró en torno a cuatro conceptos claves: memoria, conflicto armado, violencia

y paz; con la intención de apropiar determinado bagaje teórico-conceptual que sustente todo el

proceso investigativo y permita crear puentes con las reflexiones propias.

Las memorias sobre el conflicto armado en el contexto escolar

Como ya se ha indicado, la violencia ha permeado nuestra cultura, en gran parte, por las

dinámicas de un conflicto armado que viene ocupando tres siglos de la historia de Colombia, lo

cual, afecta la manera como los sujetos tejen sus relaciones dentro de los diferentes contextos

34

que habitan. No podemos hablar solamente de un conflicto perteneciente a un pasado que merece

ser evocado a razón de la justicia merecedora para las víctimas de toda la violencia generada; de

lo que se trata es de un conflicto con una temporalidad compleja, pues se mezcla entre el pasado

y el presente; el número de víctimas continúa creciendo.

Cabe mencionar que, el conflicto armado colombiano es un fenómeno que interesa y reúne a

diferentes académicos, donde la complejidad de su estudio radica en el involucramiento de una

diversidad de actores, tanto legales como ilegales, con intereses, proyectos políticos,

implicaciones y actuaciones diferentes. Y, como afirma Bermúdez y Sotelo (2016): “dentro del

marco de análisis para la comprensión de un conflicto armado se debe tener en cuenta: las partes

implicadas, los enfrentamientos dados del mismo y las posibilidades de resolución que tengan

dentro de contextos de paz” (p. 17).

Además, es importante tener presente que los actores implicados se han transformado a través

del tiempo, configurando diversidad de dinámicas dentro de la guerra. En relación con este

panorama, Vargas (1998) afirma que “...el conflicto armado que atraviesa la sociedad

colombiana se puede considerar como un conflicto armado interno de naturaleza política, pero

que tiene raíces históricas y sociales determinadas” (p. 63). Esas raíces se anclan a distintos

problemas sociales, políticos y económicos que, incluso, permanecen en la actualidad. En esta

investigación se toma como primeras raíces, los conflictos sociales, políticos y económicos del

siglo XIX, desencadenantes de diferentes guerras civiles.

El historiador Gonzalo Sánchez (1991), describe las dinámicas de la guerra en las cuatro fases

que reconoce dentro del conflicto armado colombiano. Las relaciones de continuidad y

complementariedad entre guerra y política durante el siglo XIX; la guerra como estrategia de

exclusión y supresión política en los años cincuenta; la guerra de guerrillas como tercera fase que

se termina constituyendo con el Frente Nacional; y, el momento actual que, Sánchez, describe

como una fragmentación tanto de la guerra como de la política.

En lo que respecta al siglo XIX, confluyen dos elementos primordiales que configuran el

panorama social de la época. Por un lado, aparecen las diferentes guerras civiles y batallas que

accionaban la política desde la violencia, porque, por otro lado, las Constituciones son el

segundo elemento característico del siglo XIX; constituciones políticas como producto de la

35

guerra misma. Se puede afirmar que “la guerra en Colombia durante el siglo XIX no es negación

o sustituto, sino prolongación de las relaciones políticas” (Sánchez, 1991, p. 17).

De hecho, en el conflicto del siglo XIX lo que estaba en juego era la participación

burocrática, que estaría representada en la búsqueda del poder por parte de los partidos

tradicionales. Para Bushnell (1993) estos partidos se constituyen en medio de las dinámicas

bélicas que caracterizaron este siglo; los ministeriales, “en realidad constituyeron en forma

embrionaria el partido que en 1848 adoptaría el nombre de Partido Conservador. Sus oponentes,

por su parte, comenzaron a abandonar el nombre de progresistas y pasaron a denominarse

liberales” (p. 133).

Entre las guerras civiles del siglo XIX y las oleadas de violencia que terminan conformando

la época denominada como “La Violencia”, se presentan algunas confrontaciones que reflejaban

las discordancias entre la clase dominante y las clases dominadas. La participación política

continuaba siendo un asunto de las oligarquías, de las mismas familias que con su poder

económico tenían la posibilidad de contribuir en la dirección del país. De ahí que, la presidencia

estuviese en manos de los liberales o de los conservadores según la terminación de la guerra o la

confrontación que antecedía a las elecciones. En 1946 acontece el fin de la hegemonía liberal y

Ospina Pérez es elegido presidente, en cuyo mandato se intensifica la violencia.

El asesinato del líder Jorge Eliécer Gaitán, es el hecho que conduce a esa intensificación de la

violencia y que configura nuevas dinámicas dentro del conflicto armado. Para Bushnell (1993),

la popularidad de Gaitán tiene raíces en sus constantes ataques al gobierno de Abadía Méndez

por sus responsabilidades en lo que se conoció como “La Masacre de las Bananeras”; mientras

que, para Sánchez (1991), “lo que hizo excepcional a Gaitán con respecto a las demás grandes

figuras políticas latinoamericanas de su tiempo, fue la convergencia de tres parejas de

oposiciones” (p. 28): la del antagonismo político entre el pueblo y la oligarquía, la de las

contradicciones entre clases dominantes y clases subalternas y la del enfrentamiento partidista

que hace de Gaitán un líder político.

Las disconformidades del pueblo que seguía a Gaitán y que había puesto en él la esperanza de

un cambio social y político aumentaron con su asesinato, y, a pesar de la revuelta popular contra

36

el gobierno conservador, Laureano Gómez llegó a la presidencia y la violencia y represión

política se extendió por todo el país. Para Alfredo Molano (2015):

El asesinato de Gaitán fue el hecho cumbre de una estrategia para obstruirle la

Presidencia de la República, dentro de otra –paralela– encaminada a inhibir a los liberales

en las urnas. Desde los años 20 un sector del conservatismo estaba decidido a mantener el

triunfo obtenido en la Guerra de los Mil Días apelando a todas las formas de lucha:

ideológica, electoral o armada (p.15).

La época de la violencia estuvo marcada por acciones que concentraban el terror, por

persecuciones y huidas que, no sólo fragmentaron a la población colombiana, sino que, además,

contribuyeron en la formación de nuevos grupos políticos y nuevas formas de violencia

incrustadas en las relaciones sociales. Según Sánchez (1991), “se trata de un enfrentamiento

entre dos fracciones políticas [liberales y conservadores] no muy nítidamente diferenciadas en su

reclutamiento, que necesita la una de la otra, que se saben solidarios del mismo orden social pero

que, sin embargo, arrastran odios heredados” (p. 36).

En definitiva, todo ello condujo a que los años cincuenta estuvieran marcados por dos formas

de resistencia: las guerrillas y los bandolerismos. Por una parte, es importante tener presente que:

“en Colombia las guerrillas de los años cincuenta surgen al principio como una forma de

organización forzada para confrontar el terror y no como parte de un proyecto político-

insurreccional para la toma del poder, del Estado o del Gobierno” (Sánchez, 1991, p. 37). Por

otro lado, el bandolerismo se encargó de reproducir el terror dentro de la población con los

rituales, las formas y los instrumentos empleados para matar, para amenazar, en pocas palabras,

para eliminar al rival, al que pensaba diferente; los sobrenombres de diferentes bandoleros se

hicieron famosos en esta época: Sangre Negra, Chispas, Desquite, El Cóndor con sus pájaros,

entre otros.

Por su parte, el Frente Nacional fue el intento para poner fin a la violencia desatada hasta esta

parte del conflicto armado; aunque, en realidad, terminaba siendo una estrategia política para que

las clases dominantes continuaran turnándose el poder y manejando el país en miras de sus

intereses personales. Por ello, Bushnell (1993) llega a afirmar que “las reglas concebidas por las

cabezas de los dos partidos tradicionales y posteriormente aprobadas por los ciudadanos en un

37

plebiscito popular, sentaron las bases para el peculiar régimen de coalición bipartidista conocido

como Frente Nacional” (p. 306).

Ese proyecto de exclusión política emprendido por la clase dirigente de los partidos

tradicionales fortaleció diferentes resistencias, llegando a configurar el panorama actual del

conflicto armado, donde confluyen diferentes grupos ilegales, como guerrillas, paramilitares y

narcotraficantes. Diferentes sucesos posibilitaron el tránsito de las guerrillas liberales a las que se

conocen en la actualidad (Las FARC-EP, el ELN, el EPL, entre otras.); tal es el caso del ataque

ordenado por el presidente Guillermo León Valencia en contra de la resistencia que se había

organizado en Marquetalia, dando como resultado, la formalización de la guerrilla de las Fuerzas

Armadas Revolucionaria de Colombia en 1965.

La reflexión sobre la configuración de las guerrillas y las formas de violencia con las que

operan en la actualidad para alcanzar sus objetivos grupales es llevada a cabo por Darío Botero

(1998), quien afirma que la guerrilla en su accionar y en su práctica “normal” fue encontrándose

con situaciones que no esperaba y:

fue asumiéndolas e imperceptiblemente el devenir jugó con la dinámica de su poder

inexorable. `Todo es y no es al mismo tiempo´, así en el largo trasegar la historia se

encarga de mostrar de una manera incontrovertible cómo lo que era con toda certeza o lo

que todo el mundo creía que era, ha dejado de ser, ha mostrado una faceta desconocida de

su ser (p.25)

Las amenazas, las bombas, los secuestros, los asesinatos y las masacres son algunos de los

accionares que han generado terror y repudio en una parte de la población hacia las

organizaciones guerrilleras. En contraposición a éstas, surgieron los paramilitares; y el cultivo

ilícito se convirtió en el medio para financiar la guerra, una guerra que involucraba incluso al

Estado en acciones directas contra la población -como en el caso de las ejecuciones

extrajudiciales-, y en acciones indirectas -como la violencia estructural-.

Así, a los frentes guerrilleros se respondió con “autodefensas”; a la movilización popular

de los paros cívicos y las marchas campesinas, asimilada a la subversión, se respondió

con la “guerra sucia”; al secuestro con las desapariciones; al asalto con las masacres. Se

produjo, en suma, una verdadera clandestinización no sólo de la extrema derecha sino, en

38

términos más generales, de la guerra, o de las múltiples guerras, para ser más precisos

(Sánchez, 1991, p. 61).

Ahora bien, resulta fundamental el reconocimiento de las acciones y dinámicas que rodean al

conflicto armado colombiano en el reto de reconstruir las relaciones sociales para despojar a la

violencia y, a su vez, ejercer justicia en los diferentes casos de violaciones a Derechos Humanos.

Que la sociedad colombiana no reconozca este conflicto armado que tan brevemente he descrito,

conlleva a continuar con el ciclo de reproducción de la violencia desde la legitimación de

determinadas prácticas y discursos que justifican su uso. El expresidente Uribe, a lo largo del

presente siglo se ha empeñado en negar al conflicto armado, tal como lo ejemplifica Restrepo

(2005) con uno de los comunicados de Uribe:

Conflicto armado interno es el término contemporáneo que se utiliza para designar una

situación de guerra civil. No es el caso de Colombia. Aquí no podemos hablar de

enfrentamientos de dos sectores de la población [...] en Colombia no hay un conflicto

armado interno, sino una amenaza terrorista (Citado por Lizarralde, 2015, p. 43).

Entonces, en esa necesidad de emprender reflexiones entre la ciudadanía sobre el actuar de la

violencia en la sociedad y emprender luchas contra quienes invisibilizan las memorias y

desconocen las múltiples violencias que confluyen en el país, reitero la posibilidad que tiene la

escuela de emprender procesos de enseñanza y aprendizaje del pasado del conflicto armado; ello,

debe conducir a resignificar la violencia y a pensar en otras posibilidades para el abordaje tanto

de conflictos personales, como sociales. En dicho reconocimiento del conflicto armado, la

integración de la memoria como herramienta pedagógica, permitirá que los estudiantes cuenten

con diferentes perspectivas, sentidos y narrativas sobre el pasado, el presente y el futuro.

Antes de profundizar en los alcances de la memoria, es importante reconocer las relaciones y

diferencias que existen entre historia y memoria. Ambas son de vital importancia en la

configuración de sujetos y en la construcción de sociedad, ya que mantienen vivo el recuerdo de

aquellos acontecimientos que marcaron y configuraron la cultura, además de mantener en el

presente un pasado que sirve de base para entender las dinámicas sociales que se desarrollan en

la actualidad y, a través de él, leer un pueblo que ha aprendido, sufrido, luchado y vivido

39

experiencias cuyas huellas se han plasmado en las relaciones sociales, en las identidades y en las

expectativas sobre la realidad.

Considerando estos conceptos, Gonzalo Sánchez (2003) traza una clara diferencia entre

historia y memoria. La historia tiene una pretensión objetivadora frente al pasado que reúne en

un relato común; en cambio, la memoria resalta la pluralidad de relatos, es cierto que requiere el

apoyo de la historia, pero no se interesa tanto por el acontecimiento sino por las huellas de la

experiencia vivida (p. 26). De modo similar, Halbwachs (2000) aprecia la significatividad que

tiene mantener clara la diferencia entre memoria colectiva e historia, y siguiendo la visión de que

la historia reúne un relato común, afirma que ella deja la impresión de que,

[...] de un periodo a otro, todo se renueva, los intereses en juego, la dirección de las

mentalidades, los modos de aprecio de hombres y los hechos, o las tradiciones y

perspectivas de futuro, y si bien en apariencia reaparecen los mismos grupos, las

divisiones externas, resultantes de los lugares, los nombres y la naturaleza general de las

sociedades, subsisten. Pero los grupos de hombres que constituyen un mismo grupo en

dos periodos sucesivos son como dos troncos que están en contacto por sus extremidades

opuestas, pero que no se unen de otro modo, ni forman realmente un mismo cuerpo” (Pp.

81-82).

De este modo, se parte de la conceptualización de que la memoria se constituye como un

mecanismo a través del cual los sujetos evocan su pasado y, a partir de ello, emprenden procesos

de construcción de identidad que pueden generar marcos de acción dirigidos a la transformación

de la cultura. La memoria en la escuela debe estar dirigida a la resignificación del pasado para

actuar en el presente y transformar el futuro; en este caso las memorias sobre el conflicto armado

colombiano deben orientar al alumno en la reflexión acerca del contexto que genera la violencia

y de las posibilidades de transformar esa cultura de la violencia.

Para Elsa Blair (2005), la memoria ligada a situaciones de violencia cuenta con tres referentes

que ella misma describe y problematiza: referentes espaciales, temporales y narrativos. Respecto

al primer referente, la autora afirma que la espacialidad es un componente de la memoria que

permite dar cuenta de las marcas que quedan en los lugares, tras la experiencia de la violencia,

40

además, “el cuerpo es también toda una espacialidad que, adicionalmente, cobra un lugar

prominente en las situaciones de la guerra” (p. 12).

En cuanto a la temporalidad de la memoria, abarca pasado, presente y futuro; para Blair en el

pasado está la posibilidad de la memoria, en el presente está la posibilidad de resignificar el

sentido del pasado y, además, la memoria cuenta con la potencialidad de poner el acento en el

futuro. “En efecto, la memoria se construye desde el presente, sobre el pasado y hacia el futuro”

(p. 14), y hacer memoria “no es proceder siguiendo una secuencia lineal de acontecimientos en el

tiempo. Mediante nuestra memoria, mediante la construcción que hacemos del pasado y de los

acontecimientos conectamos el presente con el pasado y, eventualmente, con el futuro” (p. 16).

Por último, en relación con el tercer referente, se afirma que la reconstrucción de los relatos

sobre las huellas de la violencia moviliza procesos de memoria colectiva. “Al recuerdo privado

(en la psiquis individual), le haría falta palabra, relato para construir memorias” (p. 17), por ello

es que, la narrativa se constituye en un referente de la memoria; entonces, con el acuerdo en que

“la forma narrativa (y/o el relato) parece ser la expresión privilegiada de la memoria, esto es, que

no existiría la memoria sin relato” (p. 18), la autora concluye sus reflexiones sobre los referentes

en la construcción de memoria.

Se debe agregar que, el hecho de narrar el propio pasado y/o de escuchar, observar y leer

relatos sobre el pasado de un grupo al que se pertenece, permite la construcción de identidad, la

cual, cuenta con referentes espaciales y temporales sobre esas narrativas. La identidad del sujeto

está, en parte, construida por las imágenes que posee de su pasado; puede ser un pasado personal

y uno colectivo. “La recuperación del pasado es indispensable; lo cual no significa que el pasado

deba regir el presente, sino que, al contrario, éste hará del pasado el uso que prefiera” (Todorov,

2000 p. 25).

Estos procesos de construcción de identidad están cubiertos por una red de significados que

pueden ser configurados a la luz de las experiencias que entabla el sujeto. Ricoeur (2000), afirma

que “no tenemos nada mejor que la memoria para significar algo que tuvo lugar, sucedió, ocurrió

antes de que declaremos que nos acordamos de ello” (p. 41). La memoria tiene un objetivo; “la

búsqueda del recuerdo muestra efectivamente una de las finalidades principales del acto de

41

memoria: luchar contra el olvido” (p. 50); por lo tanto, la memoria es ejercida al “buscar” o al

“hacer” el recuerdo.

Es de aclarar que, Halwachs (2000) toma el concepto de memoria colectiva, entendiendo que

ésta se da en un proceso conjunto, donde los recuerdos nuestros y de otros son vitales para

resignificar. Si bien, hay una memoria individual, ésta no se encuentra aislada de la sociedad

porque “nuestros recuerdos siguen siendo colectivos, y son los demás quienes nos los recuerdan,

a pesar de que se trata de hechos en los que hemos estado implicados nosotros solos, y objetos

que hemos visto nosotros solos” (p. 25); además:

Cabe decir que cada memoria individual es un punto de vista sobre la memoria colectiva,

que este punto de vista cambia según el lugar que ocupa en ella, y que este mismo punto

de vista cambia según el lugar que ocupo en ella y que este mismo lugar cambia según las

relaciones que mantengo con otros entornos (p.49).

Al entender la memoria como un proceso colectivo, también, se está concordando con la

posición de Jelin (2002), quien se refiere a las luchas políticas que se gestan alrededor de los

procesos de construcción de memoria, los cuales, buscan fortalecer otras narrativas y visibilizar

los hechos que fueron sometidos al olvido para el bienestar de la nación; esas luchas se dan

“porque la narrativa tiende a ser la de los vencedores, y habrá otros que, sea en la forma de

relatos privados de trasmisión oral o como prácticas de resistencia frente al poder, ofrecerán

narrativas y espacios diferentes del pasado, amenazando el consenso nacional que se pretende

imponer.” (P. 41).

Para esta investigadora argentina, “la lucha se da entonces, entre actores que reclaman el

reconocimiento y la legitimidad de su palabra y de sus demandas. Las memorias de quienes

fueron oprimidos y marginalizados” (p. 43). Las memorias de quienes tienen referentes

espaciales, temporales y narrativos que dan cuenta de la violencia. Son voces que reclaman el

espacio público de sus relatos y la legitimidad de sus versiones; es una pluralidad de relatos que,

con perspectivas diferentes sobre el pasado provenientes de las experiencias particulares,

transmiten ciertas versiones y significados del pasado.

Las narrativas sobre el pasado, entonces, terminan moldeando el proceso de constitución de

sujetos; son los recuerdos de un pasado particular y de varios en común con toda la sociedad que

42

constituyen subjetividad. “De esta forma la memoria se construye sobre narrativas que, como

capas de cebolla, van moldeando una singularidad que se reconoce en la posibilidad de decirse,

de nombrarse y de expresarse” (Gómez, 2009, p. 144); llegando a ser un componente tanto de

identidad individual como de identidad colectiva que influye en la “autoconstrucción” de

subjetividad.

Tal como afirman Marta Herrera y Lina Ramírez (2009), los procesos de memoria, tanto

individual como social, colectiva, histórica, entre otras, “se constituyen en mediadores entre las

trayectorias de las sociedades y la inserción de los individuos en ellas, en dinámicas en las que se

pone en juego la singularidad de la experiencia y la constitución de subjetividades” (p. 27). Por

estos motivos, la memoria se ha convertido en una reivindicación que, desde diferentes espacios

e institucionalidades, puede generar una comprensión y resignificación del pasado que influya en

las prácticas actuales.

En efecto, los procesos educativos deben apuntar a que se genere esa construcción de

conocimientos sobre la realidad, a partir de procesos que posibiliten la resignificación.

Continuando la reflexión desde nuestro contexto, se plantea que la educación debe posibilitar

espacios de cuestionamiento y replanteamiento de la forma en que hemos configurado hasta

ahora nuestra cultura, la cual, en medio de las situaciones violentas que conlleva la persistencia

del conflicto armado sobre la realidad colombiana, tiende hacia la naturalización e incorporación

de ciertas prácticas y discursos que se convierten en elementos constitutivos de una cultura

donde se justifica el uso de la violencia como medio para llegar a fines deseados.

De la cultura de la violencia a una cultura de paz: el reto de la sociedad colombiana en la

que niños y niñas pueden aportar

Ahora bien, el contexto de los niños y las niñas se ve influenciado de diferentes maneras por

esa violencia perpetuada desde el conflicto armado, puesto que, como se ha dicho anteriormente,

se ha asumido históricamente a la violencia como medio para el abordaje de los conflictos

sociales y políticos, lo cual, repercute en las interacciones sociales; además, es desde la misma

cotidianidad que podrán continuar reproduciendo la violencia o, por el contrario, aportar a los

procesos de construcción de paz para avanzar hacia la transformación de la cultura.

43

De todas formas, es importante aclarar que dicha transformación requiere un esfuerzo

permanente por parte de todos los sectores de la sociedad; a razón de que la cultural es algo

complejo que contiene diversos conjuntos de relaciones, las cuales, como afirma Buenaventura

(1995), se dividen en relaciones naturales o materiales que no se escogen y que conforman a la

“sociedad”, y en relaciones de designios o de intenciones que se pueden escoger y que

conforman la “sociabilidad”. De esta manera, se concuerda en que “llamamos cultura

precisamente a la manera como se logra integrar en una comunidad los dos sistemas de

relaciones que la conforman, es decir, la sociedad y la sociabilidad que hay en ella” (p. 14).

Para este profesor y escritor Caleño, el lenguaje tiene un lugar primordial dentro de lo que va

definiendo como Cultura; por ello, en esta investigación es desde el lenguaje que se observaron y

analizaron los significados que los estudiantes construyeron, y es desde el lenguaje que se va a

dar cuenta de las memorias que integran a el conflicto armado colombiano y de las reflexiones y

resignificaciones que surgen en los niños y niñas a través del reconocimiento de dichas

memorias. En esa medida, se reconocen dos discursos, el oficial y el popular, que para

Buenaventura son igual de importantes en las interacciones culturales:

Hablar por hablar es un juego. es el más común, el más noble y generoso de los juegos

humanos y por eso el más socorrido por el don de la risa. Allí el lenguaje es desnudado,

no tiene objeto, es pura comunicación. Pero hablar en serio, reconstruir el mundo con

palabras, apuntalar la palabra con la idea y el objeto, hablar por algo, digamos por hacer

la comunidad, es otra cosa y yo pienso que igualmente importante. (p. 54)

También, es desde los discursos y narrativas que los estudiantes van a organizar sus ideas

sobre la violencia y la paz, en pro de construir propuestas que transformen ese contexto

permeado por la violencia en el que se encuentran inmersos. En ello, concuerdan Habermas y

Freire (citados por Ayuste, 2006), quienes “comparten una visión transformadora de la realidad

gracias, en parte, a la capacidad que atribuyen a las personas para organizar planes de acción

dirigidos a modificar su entorno y sus relaciones” (p. 66), y ponen su confianza en el diálogo

como un medio para coordinar dicha acción transformadora.

Para Ayuste (2006), estos aportes nos permiten trazar una clara diferencia entre “...una forma

instrumental y otra comunicativa de utilizar el conocimiento. Para ambos autores no se trata

44

tanto de acumular conocimientos y saberes como del uso que los sujetos hacen de dicho saber”

(p. 88). De esta forma, llegan a un acuerdo comunicativo sobre los aspectos educativos, al

proponer al diálogo como una posibilidad de reconocer cómo los estudiantes conciben su

realidad y cómo organizan sus ideas y argumentos para coordinar acciones que busquen

transformar sus contextos, en este caso un contexto permeado por la violencia.

En este sentido, el diálogo como elemento en la acción pedagógica debe apuntar hacia la

reflexión sobre las prácticas que se han ejercido históricamente en las dinámicas sociales y

políticas y que han permitido la naturalización del uso de la violencia. A razón de que, la

justificación de la violencia para alcanzar determinados fines, en el contexto colombiano, ha

venido resquebrajando el tejido social y afectando las relaciones que conforman la cultura. En

general, se ha favorecido discursos y prácticas excluyentes, en la medida en que se establecen

relaciones desde contraposiciones y lógicas binarias; ejemplo de ello las principales

clasificaciones del pensamiento occidental: “bueno o malo”, “amigo o enemigo”, “normal o

anormal” y las acciones que buscan la imposición de una sola verdad o razón.

En torno a estas condiciones, Miguel Concha (1998) analiza el fenómeno grupal de la

polarización social, donde los estereotipos que sustentan esas relaciones basadas en el

pensamiento binario y en la exclusión del “otro”, representan un papel significativo en la forma

como el sujeto asume los conflictos. “Unos y otros ponen la bondad en la postura de su grupo la

maldad en el ajeno, de manera que la imagen se refleja de un grupo a otro y sólo cambia el

término de la predicación” (p 17). De esta forma, se puede afirmar que los esquemas de

pensamiento y de acción derivados de la polarización social, constituyen estereotipos que

influyen en el accionar violento de los sujetos.

Lizarralde (2015), en medio de su análisis sobre la forma en la que la violencia se ha

enquistado en la cultura, tras las múltiples violencias y sucesivas guerras en las que se ha

debatido el país, afirma que:

las interacciones sociales en Colombia se han configurado como violentas desde la época

de la colonia y posteriormente en el espíritu “civilizador” de occidente encarnado en la

naciente república, ratificando las ya establecidas exclusiones y negaciones violentas del

“otro”; no un otro que se ve como igualmente válido en la alteridad, sino el otro en tanto

45

diferente a un “nosotros”, en un antagonismo que niega la posibilidad de cualquier

espacio común, razón por la cual ese otro debe ser excluido o suprimido (p.57).

Entonces, resulta fundamental impulsar el cuestionamiento de estos esquemas, a través de la

comprensión de las configuraciones que se han dado en este contexto y que han posibilitado la

reproducción de la violencia, la cual, según Galtung (citado en Calderón, 2009) es el fracaso en

la transformación de los conflictos; él clasifica a la violencia en tres dimensiones: la directa que

es una violencia manifiesta, ya sea física, verbal o psicológica; la estructural que es la violencia

intrínseca a los sistemas sociales; y la cultural, que son aquellos elementos de la cultura que

permiten legitimar la violencia.

En cuestión a la violencia en la sociedad colombiana, Botero (1998) analiza la posibilidad de

entablar una relación entre la violencia y el pensamiento, y llega a describir a la violencia como

la negación concreta de la teoría. A pesar de que la violencia puede invocar la justicia, la verdad

y el bien, su acción genera todo lo contrario, porque “La violencia no es verdad, es represalia, es

odio, es vindicativa, es injusticia, así se base como la nuestra en una invocación de la justicia.”

(p. 6). Adicionalmente, advierte “que mientras no se entienda que hay una cultura de la violencia

tanto como una cultura de la paz, no se habrá avanzado en la comprensión de la situación que

vivimos” (p.28).

Frente a esta posición converge Ricardo Sánchez (1998) y, además, reflexiona sobre la forma

como concebimos al otro, llegando a establecer que “se requiere un esfuerzo de sensatez, de

pedagogía social y ética para reconocer al otro, al adversario-enemigo en su verdadera naturaleza

de combatiente, guerrero, hereje, excluído, de un lado opresor y del otro privilegiado” (p. 50). Se

trata de llegar a reconocer al otro, a sus otras verdades y necesidades; reconocer que la violencia

no ha solucionado los conflictos sociales y políticos, y que, como concluye Sánchez:

La verdad monda y lironda es que el resultado de la guerra justa de los de arriba, del

poder, los gobiernos, el Estado con sus fuerzas armadas y las guerras de los guerrilleros

han alimentado las estructuras de violencia, han perpetuado y pervertido las guerras, han

sumido la sociedad nacional en el escenario de la barbarie (p. 54).

Ese reconocimiento sobre cómo verdaderamente actúa la violencia, es necesario para

comprender el reto que tiene nuestra sociedad a la hora de construir una ruta hacia la

46

transformación de la cultura y el establecimiento de la paz. Sobre esto, Anna Bastida (2004)

afirma que lo que se quiere en la educación para la paz es despojar a la guerra de “todos los

aderezos y faralaes que acostumbra a llevar y le cubren una vergüenza que procura no mostrar y

que, precisamente, configuran su esencia” (p.8). Es decir que, a través de la memoria se puede

cuestionar el uso de la violencia reconociendo las huellas imborrables que deja la guerra sobre

los territorios.

Al cuestionar la justificación de la violencia, se requiere pensar en otras alternativas para el

abordaje de los conflictos; ya que, sería irreflexivo apreciar el conflicto como algo negativo,

puesto que, desde esa misma situación se puede generar una oportunidad de aprendizaje y/o

transformación. Para ello, los actores del conflicto deben interactuar y promover oportunidades

para plantear alternativas frente a la diferencia que los convoca. En la medida en que se

satisfacen de manera consensuada las necesidades e intereses de las personas o grupos

implicados en el conflicto, éste se convierte en una situación positiva al incentivar su potencial

de derivar aprendizajes y construcciones colectivas dentro de la convivencia.

Siguiendo esta visión, Galtung (citado en Calderón, 2009), respalda su teoría sobre los

conflictos, afirmando que, éstos tienen tanto una energía positiva como una energía negativa y

que,

el hecho de que en un conflicto predomine más un tipo de energía que otra, depende de

técnicas y métodos que las personas implicadas pongan en práctica. Con la

transformación resulta más sencillo hacer surgir y crecer las energías positivas al estar

caracterizada por la empatía, la creatividad y la no violencia. (p. 19).

Esa transformación que, según Galtung, debe conllevar en sí misma la no-violencia, es la

constituyente de lo que Calderón denomina la tesis central del proyecto de Galtung: “La paz por

medios pacíficos”. En suma, este autor tiende a exponer las posibilidades que puede tener un

conflicto, las cuales dependen de las formas y perspectivas en que se aborde las diferencias

generadoras de dicha situación, destacando a la paz como el camino que posibilita que los

conflictos se conviertan en motor del cambio social.

El pensar en mecanismos para que toda la población aporte en los procesos de construcción de

paz, tiene como intención primaria la reconstrucción del tejido social afectado por el conflicto

47

armado y la transformación de esa cultura impregnada por la violencia. Los niños y niñas, como

se ha mencionado, pueden participar dentro de esa construcción, pues al reconocer las huellas

que deja la violencia y las guerras sobre la población, se posibilita que le otorguen un significado

a la paz y que la vean como necesidad personal y social.

Esta necesidad por la paz, también, es reflexionada por Múnera, quien afirma que “en un

conflicto como el colombiano, donde las partes todavía definen sus prácticas en función del

reconocimiento social, la búsqueda de la paz debe comenzar por restarle legitimidad a la guerra y

otorgársela a la solución negociada” (p. 39). Por lo tanto, es desde la resignificación de la

violencia y de la paz que se quiere aportar a la construcción de una cultura de paz, sin dejar de

tener presente que, los actores del conflicto armado tienen otro compromiso frente a entablar un

diálogo que garantice la disposición de las partes para llegar a acuerdos comunes que involucren

el bienestar colectivo y pongan fin a este conflicto que continúa mezclándose entre el pasado y el

presente.

No obstante, para finalizar cabe aclarar que, ante la necesidad de transformación de nuestra

cultura, se vuelve fundamental comprender que es desde los actos cotidianos que se construye,

ya que, acogiendo lo que afirma Botero (1998) “La democracia y la paz no se copian, se

construyen día a día con la solidaridad, con la amistad, con el respeto al otro, absteniéndose de

robar la tierra de los campesinos y devolviéndole a la palabra el poder verdadero” (p.38),

entendemos que es un proceso social donde se articulan de manera contundente las acciones

cotidianas de cada sujeto, que se fortalecen con la educación y los espacios de diálogo reflexivo.

48

Capítulos 3: Marco Pedagógico

En la necesidad de crear espacios que fortalezcan el vínculo del sujeto niño/niña con su

contexto histórico para la resignificación de la violencia y la construcción de una cultura de paz,

el proceso educativo juega un rol fundamental para hacer que las actuaciones impulsadas dentro

del contexto escolar lleguen a los diferentes ámbitos y contextos en los que se desarrolla el

sujeto, posibilitando la participación del niño y de la niña en las transformaciones y en los retos

que requiere la actual sociedad en miras de despojar a la violencia de las relaciones culturales.

No obstante, es menester reconocer el reto que representa el favorecer ese tipo de espacios

para los niños y niñas dentro del actual panorama educativo. En primera instancia, conviene

advertir las implicaciones de la acción pedagógica, en medio de las redes de significado que se

tejen en determinados contextos históricos y socioculturales; al respecto, Bourdieu y Passeron

(1996) describen a:

[…] el trabajo pedagógico (TP) como trabajo de inculcación con una duración suficiente

para producir una formación duradera, o sea, un habitus como producto de la

interiorización de los principios de una arbitrariedad cultural capaz de perpetuarse una

vez terminada la AP y, de este modo, de perpetuar en las prácticas los principios de la

arbitrariedad interiorizada (p. 72).

Estos sociólogos advierten en la acción pedagógica una forma de violencia simbólica desde su

carácter objetivo, teniendo presente que produce desde sus prácticas y discursos, la imposición o

inculcación de una determinada arbitrariedad cultural. De esta forma, la acción pedagógica está

destinada a reproducir la cultura de “las clases dominantes o de las clases dominadas”, según el

objetivo orientador que se plantee. Más allá de esto, en segunda instancia, conviene reconocer en

virtud de que necesidades e intereses se plantean los proyectos educativos actuales.

Entendiendo que, la educación es un proceso permanente de formación y socialización de los

sujetos que pertenecen a determinada sociedad, es decir, que es una práctica social porque

responde a la necesidad del sujeto de comprender e integrarse a su contexto y de prolongar la

cultura en la que se encuentra inmerso. Es importante aclarar que, actualmente, el acto educativo

49

ha quedado definido y fundamentado en correspondencia a las lógicas productivas de un sistema

de relaciones políticas y económicas, que ligan la educación exclusivamente a ejes

institucionales, haciendo que el propósito de ésta quede enmarcado en un sistema que se impone

sin ajustarse a las necesidades territoriales, culturales y sociales del sujeto, en particular, y de la

población en general.

Esta perspectiva sobre la educación es analizada por Zuluaga, Echeverry, Martínez, Restrepo

y Quiceno (1998), al exponer que la escuela en su deber de institución social se ha constituido

como una prolongación del Estado acorde a los designios e intereses de éste, despojando la

posibilidad de establecer el eje maestro-escuela-sociedad. En consecuencia, los procesos y

relaciones establecidas en el acto educativo, por un lado, limitan el desarrollo integral del

estudiante e influyen en la constitución de un sujeto con un rol pasivo dentro de su proceso de

formación, y, por otro lado, impiden que el docente asuma una mirada integral de su tarea para

emprender transformaciones en las prácticas pedagógicas.

Ante este panorama, dentro del presente proceso de investigación se plateó un proyecto

pedagógico que se enmarca en un modelo pedagógico interestructurante, con la intención de

contraponer las prácticas tradicionales en el proceso de enseñanza y aprendizaje de la historia y

la comprensión del contexto sociocultural de Colombia. Según Louis Not (1994), un modelo

pedagógico es el que representa las interacciones entre el educador, el educando y el objeto de

conocimiento; en este sentido, propone una clasificación de los modelos pedagógicos, donde, en

el modelo interestructurante el niño y la niña estructura un conocimiento y se estructura como

sujeto, es decir que, confluyen procesos de subjetivación y de objetivación en la construcción de

conocimiento.

El proyecto, desde este modelo pedagógico, tuvo como propósito el generar experiencias en

las que los y las estudiantes pudieran comprender los sucesos que integran la realidad del país y

emprender procesos dirigidos a la transformación de las relaciones e interacciones de su contexto

sociocultural; para que, aporten a la reflexión sobre la construcción de una cultura de paz y, en

medio de ello, se constituyan como sujetos activos, reflexivos y críticos. En todo ello, es

importante una guía orientadora en el proceso de interestructuración entre el sujeto y el objeto

conocimiento, lo que posiciona al maestro como mediador en el proceso de producción de

conocimiento por parte de la actividad del alumno.

50

De acuerdo con ello, en cada una de las sesiones se tuvo como propósito central, en

concordancia con el objetivo investigativo, el desarrollo integral del sujeto niño/niña, para que al

final de este proyecto, contarán con elementos alternos para cuestionar cada uno de los discursos

y de las prácticas que legitiman el uso de la violencia, además, de ser capaces de emprender

proyectos de vida en los que no se conciba a la violencia como medio para la resolución de los

conflictos que se presenten tanto en la vida personal, como social. De este modo, se coincide con

las propuestas pedagógicas dialogantes donde se plantea que:

Como educadores somos responsables del desarrollo de la dimensión cognitiva de

nuestros estudiantes, pero tenemos iguales responsabilidades en la formación de un

individuo ético que se indigne antes los atropellos, se sensibilice socialmente y se sienta

responsable de su proyecto de vida individual y social (De Zubiría, 2010).

De este modo, cada uno de los contenidos fueron abordados acorde al modelo pedagógico

dialogante e interestructurante; el papel mediador del docente y el activo del estudiante en el acto

educativo, además del fortalecimiento de la dimensión cognitiva, ética, afectiva y sociopolítica

de los sujetos, fueron los elementos pedagógicos que estuvieron presentes en las intervenciones a

realizar. En concordancia con De Zubiria (2010), en los procesos pedagógicos se debe favorecer

el desarrollo de las diferentes dimensiones humanas, se trata de que la escuela no sea

simplemente un espacio para “transmitir los conocimientos, tal como creyó equivocadamente la

escuela tradicional, sino un lugar para formar individuos más inteligentes a nivel cognitivo,

afectivo y práxico” (p. 42).

Acorde a esto, se generaron experiencias, donde los niños y niñas podían interactuar, a través

de momentos de sensibilización y de algunos medios de comunicación, con memorias que

narran, desde diferentes posturas, el conflicto armado en Colombia; a partir de ello, los y las

estudiantes contaron con momentos pedagógicos en los que pudieron construir narrativas, tanto

orales como escritas, acerca de las percepciones y visiones sobre la situación general del país y

reflexionaron en torno a las acciones que desde su contexto pueden aportar al establecimiento de

una cultura de paz.

Los momentos de sensibilización involucran diferentes medios de comunicación y de

expresión (imágenes, sonidos, voces, relatos, narrativas, reportajes, documentales, fábulas y

51

cuentos basados en hechos reales) que movilizan la emocionalidad del sujeto. Fue a partir de

estas experiencias, que los niños y niñas contaron con otros elementos referenciales para tener en

cuenta a la hora de enunciar el pasado de nuestro país y, a su vez, reflexionar sobre la paz y la

violencia.

Ilustración 3. Documental, sesión 30 de agosto del 2018

52

Ilustración 4. Experiencias. Sesiones 17 de mayo, 20 de septiembre y 11 de octubre de 2018

El juego fue otro de los medios que posibilitó el acercamiento a memorias del conflicto

armado y la reflexión sobre la paz y la violencia. Juegos diseñados acorde a las temáticas a

abordar, juegos grupales como la escalerita y el juego diseñado por el Instituto Peruano de

Educación en Derechos Humanos y la Paz, “El reloj de la memoria” (citado en Lizarralde, 2015).

Además, los talleres en grupo donde se discutían problemáticas para construir puntos de

encuentro y las lecturas grupales, permitieron que dentro del proceso se reconociera la voz del

otro y se impulsará el trabajo colaborativo. Todo ello, fueron estrategias pedagógicas y

didácticas que buscaban acercar a los y las estudiantes a los hechos que han marcado la historia

del país, de manera tal que, los contenidos generaran interés y promovieran la reflexión.

Ilustración 5. Dardos, sesión 4 de octubre de 2018

53

Ilustración 6. Trabajo grupal, sesión 11 y 18 de octubre de 2018

En el contacto con los relatos del conflicto armado, los estudiantes tuvieron la oportunidad de

reconocer el contexto que genera la violencia y, a partir de ello, emprender momentos de diálogo

que dieron cuenta de las configuraciones que se fueron dando en sus discursos y de las posturas

que fueron adoptando. Conforme a esto, se planteó al círculo de la palabra como una dinámica en

la que se organizaba a los estudiantes en círculo, con la intención de emprender un diálogo

colectivo donde se posibilitó el enriquecimiento de la capacidad de los niños y niñas de

expresarse oralmente, y la creación de un espacio para una comunicación horizontal, donde todos

los integrantes del grupo podían verse y expresarse de manera cercana y sin jerarquías.

El círculo de la palabra se utilizó como estrategia de comunicación colectiva en la que se le

otorgo un lugar protagónico a la voz de los niños y niñas en las diferentes situaciones

pedagógicas. La idea es que desde ese diálogo puedan construir narrativas sobre el significado de

la violencia y las perspectivas y posiciones críticas que se pueden entablar en torno al uso de la

violencia en la resolución de conflictos tanto a nivel personal como social. Es decir, los

estudiantes podrán expresar ideas, opiniones y reflexiones en torno al pasado del conflicto

armado, a la violencia y a la paz, a través de preguntas, situaciones o actividades que se formulen

para impulsar el diálogo dentro del círculo.

54

Ilustración 7. Círculo de la palabra, sesión 17 de mayo de 2018

Ilustración 8. Experiencia sensible y circulo de la palabra, sesión 24 de mayo de 2018

Al respecto, De Zubiría (2010) considera la importancia de una comunicación asertiva en el

proceso de construcción de conocimiento. A través del diálogo entre estudiante, maestro y saber

es posible, por un lado, partir de los conocimientos previos de los participantes y, por otro,

ampliar el conocimiento sobre un hecho concreto gracias a las aportaciones de todos los

participantes. Esto quiere decir, que el diálogo como elemento pedagógico será primordial en la

construcción de una memoria colectiva sobre el conflicto armado en Colombia, y en el ejercicio

de generar narrativas que interpreten la situación actual del país a la luz de los conceptos y

visiones de los estudiantes.

55

En lo que respecta a la selección de los ejes temáticos a abordar, se tuvo en cuenta el esquema

interpretativo planteado por Gonzalo Sánchez (2012), donde se plantean tres grandes periodos de

la historia del conflicto armado: las guerras civiles del siglo XIX, La Violencia a mediados del

siglo XX y el conflicto tal como se desarrolla actualmente; cada uno de estos momentos que

delimitan los ejes temáticos para la propuesta pedagógica, cuentan con especificidades

particulares pero comparten las mismas dinámicas de crueldad hacia la población civil (Pp. 18-

28).

Para la organización de los contenidos temáticos, el planteamiento del objetivo general, los

objetivos específicos y las estrategias didácticas de cada una de las sesiones que se realizaron,

siendo 29 sesiones en total entre el año 2018 y 2019, se elaboró la siguiente matriz

correspondiente al planteamiento de cada unidad didáctica:

Nombre de la investigadora: Título de la investigación: Fecha de elaboración:

Nombre de la docente: Grado: Jornada:

Objetivo General:

Objetivos Específicos:

Contenido:

Justificación:

Tiempo estipulado:

Didáctica:

Ilustración 9. Matriz de unidad didáctica para propuesta pedagógica

Entonces, a través de diversas experiencias sensibles y diferentes medios de comunicación

fueron presentadas las memorias que conforman la historia del conflicto armado en Colombia.

Además, el diálogo permanente entre investigadora y estudiantes, generaron momentos de

reflexión que permitieron conectar las temáticas planteadas con el contexto familiar, social y

cultural de los educandos e interactuar con esos conceptos y significados que ellos y ellas han

establecido a partir de su realidad y de las interacciones que tejen sobre ella.

56

Capítulo 4: Marco Metodológico

En el proceso de investigación, el acercamiento a los factores objetivos y subjetivos que

componen la realidad social requiere de un investigador científico consciente de su tarea de

interpretar la información de esa realidad y generar reflexiones sobre las conceptualizaciones

edificadas. Es necesario que el investigador cuente no sólo con el dominio conceptual suficiente

para orientar el proceso de investigación, sino también, con las habilidades metodológicas que

permitirán actuar en el campo de investigación y manejar e interpretar la información que las

herramientas de recolección confieran.

En ello, concuerdan Bonilla y Rodríguez (2005) al afirmar que el significado social debe ser

cualificable y que “la posibilidad real de cualquier tipo de conocimiento está medida por la

capacidad humana para percibir, explorar e interpretar la realidad” (p. 73). El conocimiento es un

producto que está determinado históricamente y actúa como “punto de referencia del

comportamiento y del orden social” (p. 66). En medio de ello, se requiere reconocer las

características que determinan la realidad a conocer y, a partir del bagaje conceptual, plantear

una ruta metodológica que permita mantener la coherencia entre los objetivos trazados y los

medios dispuestos para alcanzar el objetivo desde resultados observables.

4.1. Investigación cualitativa

Para el acercamiento a la realidad social que es de interés a investigar, es el proceso de

investigación cualitativo el que permitió reconocer los significados que sostienen los niños y

niñas a través de una comunicación permanente entre todos los sujetos, que le permitió a la

investigadora actuar en coherencia con el contexto social y cultural que comparte la comunidad

educativa. En concordancia con el problema de investigación planteado, los objetivos propuestos

y el bagaje teórico-conceptual que se maneja y, aunque el proceso esté orientado por las

decisiones del investigador, se tomó como referencia el diseño metodológico cualitativo

57

planteado por Bonilla y Rodríguez (2005), buscando establecer unas fases de referencia del

proceso.

Ilustración 10. Diseño de Bonilla y Rodríguez sobre la investigación cualitativa

Tal como lo aclaran las autoras, las etapas de la investigación cualitativa operan dentro de un

proceso interactivo que tiene múltiples entradas que permite tejer lazos relacionales y

retroalimentar cada etapa con la experiencia y los conocimientos que se van adquiriendo. “La

investigación cualitativa es un proceso en donde las etapas se retroalimentan y se confortan

permanentemente” (p.120). De ahí, la importancia de mantener la coherencia entre las tres fases

propuestas: la definición de la situación problema, el trabajo de campo y la identificación de

patrones culturales.

En primera instancia, la definición del problema de investigación, como se ha enunciado

anteriormente, se correspondió con las experiencias personales y las experiencias académicas

que constituyeron determinados intereses y expectativas en torno a las realidades, a los objetos

de conocimiento. Adicional a ello, la exploración de la situación y el contexto a investigar,

teniendo en cuenta las relaciones e interacciones entre los sujetos y con el conocimiento que se

encuentran presentes en el momento de la clase de “Histórico”, delimitaron el problema de

investigación y contribuyeron en la elaboración del diseño tanto investigativo como pedagógico,

para el trabajo de campo.

58

En un segundo momento, se diseñó un plan de trabajo de campo que iba a actuar como

orientador del proyecto investigativo y pedagógico a implementar. Ambas cuestiones son

importantes a la hora de investigar dentro de un contexto escolar con sujetos que poseen la

capacidad de hacer parte del proceso y de transformar el conocimiento en medio de dicho

proceso; tanto el proyecto pedagógico que permite planificar los momentos y las acciones que

van hacer parte del proceso de enseñanza y aprendizaje, y esclarecer el propósito y los

parámetros del proceso; como el diseño metodológico de la investigación, específicamente la

recolección de la información y el análisis de los datos, es necesario establecerlos antes de iniciar

el trabajo de campo, porque determinaran los resultados emergentes.

Y, por último, los datos resultantes del trabajo realizado en el contexto escolar pasaron por

una fase de análisis, interpretación y elaboración de conclusiones conceptuales que permitió

reconocer la realidad a investigar y las resignificaciones que los niños y niñas pudieron realizar

en torno a la violencia y a la paz, a través de los procesos de sensibilización y de reconocimiento

de las memorias del conflicto armado en Colombia que integraron el trabajo pedagógico

implementado.

4.2. Enfoque de investigación

Se abordó la investigación cualitativa desde un enfoque histórico hermenéutico, a partir del

propósito de comprender el contexto histórico y sociocultural en el que se producen los

significados que los sujetos exponen en sus narrativas. “No se puede comprender desde afuera,

desde la neutralidad; no se puede comprender algo de lo que no se ha participado” (Cifuentes,

2011, p 30); por lo tanto, desde este enfoque se pretendió, a través de la interacción con los niños

y niñas, acceder a los significados que ellos y ellas tienen acerca del uso de la violencia.

Como afirma Cifuentes (2011), “El enfoque puede ser comprendido como sinónimo de

perspectiva” (p. 24); así se toma en esta investigación donde se requiere elaborar “formas de

mirar” la realidad a investigar. En este sentido, el enfoque de investigación histórico

hermenéutico busca indagar el contexto histórico y sociocultural que envuelve al sujeto, con la

59

intención de comprender los imaginarios, sentidos, significados y percepciones que posee y que

se construyen y se configuran en medio de las experiencias de la vida cotidiana.

En concordancia con lo anterior, este enfoque de investigación “busca reconocer la

diversidad, comprender la realidad; construir sentido a partir de la compresión histórica del

mundo simbólico; de allí, el carácter fundamental de la participación y el conocimiento del

contexto como condición para hacer la investigación” (Cifuentes, 2011, p. 30). Entonces, se trató

de un acercamiento a la complejidad del contexto escolar, a la red de significados de los niños y

niñas que hicieron parte del proceso y, desde ello, fue posible concebir a la escuela como una red

de interacciones y relaciones de tipo dialógico que se dan entre los y las estudiantes, entre la

diversidad de realidades y significados de los sujetos y entre los y las estudiantes y el contexto

escolar, en específico.

Por consiguiente, la investigación cualitativa desde el enfoque histórico-hermenéutico

constituyó la estrategia metodológica para el desarrollo de la presente investigación. De esta

forma, se posibilitó la interpretación, desde las narrativas de los y las estudiantes, de los

significados y las resignificaciones sobre la violencia y la paz que confluyen en un contexto

histórico, social y cultural específico. No obstante, es menester aclarar que la interpretación no se

agotó en las narrativas, sino que, además, incluyó la observación de las relaciones que entablan

los sujetos entre sí, del grado de concordancia entre sus discursos y sus acciones dentro del

proceso y de la estructuración que realiza con el objeto de conocimiento, es decir, el pasado del

conflicto armado.

4.3. Instrumentos y estrategias de recolección

Como en toda investigación, en ésta se buscó recolectar los datos que sustentaran las

conceptualizaciones resultantes del proceso. Los datos son una construcción de la investigadora,

tras la selección y reflexión de la información que se recolectó en el trabajo de campo. Con base

en la necesidad de organizar la recolección de dicha información, se seleccionaron determinadas

herramientas que permitieron tener mayor claridad sobre los datos y los resultados de la

investigación. Dichos instrumentos de recolección fueron:

60

4.3.1. Matriz de revisión de fuentes

En la investigación cualitativa, la revisión de fuentes es fundamental para establecer marcos

de referencia que guíen el proceso y permitan que el/la investigador/a posea determinado bagaje

teórico-conceptual. Este instrumento será utilizado dentro de todas las fases del proceso

investigativo, puesto que, las decisiones que se tomen dentro del proceso y las estrategias para

abordar las cuestiones investigativas requieren de la revisión de fuentes que permitan apropiar

los conceptos en los que se basa toda la investigación.

Para esta cuestión, se diseñaron matrices de revisión de fuentes que posibilitaron la

organización de la información teórica y el reconocimiento de los enfoques conceptuales; esta

matriz no sólo organiza la información de las fuentes consultadas, sino que también, acompaña y

guía cada una de las fases del proceso, desde el planteamiento del problema de investigación

hasta las evidencias registradas en el trabajo de campo. Además, la matriz se enfocó en los

aspectos relevantes del texto para llegar a determinar las posiciones y los planteamientos que

plasma el autor en sus afirmaciones.

Análisis y revisión de fuentes bibliográficas

Referencia

Bibliográfica

Tipo de

texto

Descripción

general

Categorías Problema y

objetivos planteados

Principales

planteamientos

Ilustración 11. Matriz de revisión de fuentes

4.3.2. Observación

La observación es una técnica que, desde una intencionalidad, conlleva a focalizar la atención

sobre aspectos específicos que se presentan en el trabajo de campo, “para acceder al

conocimiento cultural de los grupos, a partir de registrar las acciones de las personas en su

ambiente cotidiano” (Bonilla y Rodríguez, 2005, p, 118). De esta forma, por medio de una

mirada selectiva y enfocada en nuestro objeto de estudio, se pretendió recopilar información

sobre las acciones e interacciones de los niñas y niñas, para develar otras posiciones y

significaciones sobre la violencia y la paz.

61

Para el registro de las observaciones realizadas se diseñó una matriz de observación que

organizó la información y permitió emprender las primeras aproximaciones a las interacciones

entre los sujetos que fueron parte de la muestra y entre el sujeto y el objeto de conocimiento que

construye y configura significados que envuelven a esas relaciones. En esta matriz, además del

registro de las observaciones, se analizó y se interpretó los sucesos y las narrativas que

confluyeron en cada sesión, se reflexionó en torno a los aportes que se obtuvieron con los

momentos pedagógicos desarrollados y se plantearon preguntas sobre los datos que iban

emergiendo.

Fecha

Lugar

Categorías analíticas

No. de niños y niñas

Nombre de la actividad

Objetivos

Registro de observación

Palabras Claves

Análisis e interpretación

Aportes

Preguntas

Ilustración 12. Matriz de observación

En la observación, “definir los elementos a observar posibilita organizar las diferentes

dimensiones que conforman una situación y además permite entender el modo como se

interrelacionan los componentes de esa situación” (Bonilla, Rodríguez, 2005, p. 231). Por ello, la

62

matriz de observación es la que permitió definir los elementos claves a razón de los objetivos

trazados y los aportes en la observación de las interacciones; cuestiones que se tenían en cuenta

en las siguientes observaciones que se realizaban.

4.3.3. Discusiones grupales

Las discusiones grupales fueron una constante durante el proceso investigativo y pedagógico

desarrollado en el contexto escolar, donde se plantearon temas de discusión comunes con la

intensión de que los niños y niñas enriquecieran sus capacidades comunicativas, a partir del

reconocimiento de su contexto histórico y sociocultural. Dentro de esas discusiones grupales, los

estudiantes construían narrativas sobre el pasado, el presente y el futuro, reflexionaban sobre la

violencia y la paz, reflejaban posturas críticas frente a determinadas actuaciones, apoyaban o

complementaban las ideas planteadas, cuestionaban los aportes de sus compañeros e

interrogaban sus puntos de vista.

Para Bonilla y Rodríguez (2005), es importante que este tipo de “discusión tome la forma de

un intercambio de visiones, ideas y experiencias, que bien pueden ser expresadas de manera

emocional, pero donde no se privilegia ninguna posición, o ningún individuo en particular” (p.

191). Por un lado, las discusiones grupales eran organizadas, generalmente, en grupos de 15

personas, donde se planteaba una temática en la que todos podían participar, ya que, con

anterioridad contaban con una experiencia sensible, un juego o una interacción con diferentes

medios de comunicación y expresión, en la que los sujetos podían transformar o reforzar sus

significados, tras el reconocimiento de memorias del conflicto armado.

Por otro lado, las discusiones grupales permitían que se entablaran dos tipos de interacciones

visibles; la primera se dio entre los mismos estudiantes, quienes, intercambiaban ideas,

percepciones y sentidos a través del diálogo, contribuyendo, con la construcción de una memoria

colectiva sobre el conflicto armado que, a su vez, posibilitaba la reflexión sobre la violencia y la

paz, como medios que dirigen el rumbo del conflicto. La segunda interacción se dio entre la

investigadora y los niños y niñas con los que se realizó la investigación, donde, a través de los

diálogos colectivos se hacía posible la comprensión de las actitudes, los significados y el saber

cultural que reflejaban en sus narrativas.

63

Para guardar registro de las discusiones grupales, se diseñó una matriz de registro y reflexión

sobre lo ocurrido durante cada discusión.

Lugar y Fecha

No. de participantes

Tema o problemática para discutir

Transcripción de audio de registro

Aportes y reflexiones

Ilustración 13. Matriz de análisis de las discusiones grupales

4.3.4. Registro fotográfico

El registro fotográfico acompañó cada una de las sesiones, tanto para captar el desarrollo de

las fases de los procesos, como para registrar las diferentes producciones que los niños y niñas

tuvieron que realizar en determinados momentos. La organización de este material es

fundamental a la hora de analizar e interpretar los datos, ya que, las creaciones artísticas,

literarias y conceptuales que realizaron, fueron aportes para el proceso investigativo.

4.3. Análisis de datos

Los datos van emergiendo tras la puesta en práctica, dentro del contexto escolar, de cada una

de las estrategias metodológicas expuestas; los datos atraviesan todo el proceso, puesto que se

encuentran de principio a fin, adoptando diversidad de formas: transcripciones, observaciones,

notas de campo, documentos, entre otros. Ante esta situación, es importante que la fase de

análisis no se considere como la etapa final del proceso, sino que, requiere estar acompañando

permanentemente la recolección de datos. Así lo confirman Amanda Coffey y Paul Atkinson

(2003), al afirmar que “el proceso de análisis no debe considerarse una etapa diferente de la

investigación sino una actividad reflexiva que influya en toda la recolección de los datos, la

redacción, la recolección adicional, etc.” (p.7).

64

Además, en el análisis de los datos confluye el dominio conceptual, las experiencias, las

estrategias metodológicas, las observaciones y las intenciones que dirigían los análisis de las

observaciones. En definitiva, los datos en esta investigación son una construcción del

investigador, tras el proceso de selección, codificación y reflexión de la información que surgió

tras las experiencias desarrolladas con los niños y niñas. Para Coffey y Atkinson (2003) el

análisis de datos debe manejarse entre dos formas: desde un proceso flexible, pero a la vez

metódico y académico; es una actividad reflexiva que conduce a un proceso cíclico, analítico y

sistemático.

En el presente proceso de investigación, la codificación dio lugar a tres unidades de análisis:

enunciaciones sobre violencia, enunciaciones sobre paz y la memoria como hecho narrado; la

construcción de dichas categorías se dio de manera abductiva, ya que partieron de las

experiencias, las observaciones y las reflexiones desarrolladas en el contexto escolar, adoptando

un pensamiento asociativo a través de los recuerdos y el análisis de dichos recuerdos de la

práctica pedagógica. Al respecto, Bonilla y Rodríguez (2005), aclaran que:

La inferencia abductiva requiere que el investigador se vea en la tarea de revisar,

modificar, y, en ocasiones, abandonar creencias, prejuicios y preconcepciones teóricas en

relación con el evento en cuestión. En la inferencia abductiva se combinan de una manera

creativa hechos nuevos e interesantes con conocimiento teórico previo” (p.255).

En efecto, las tres unidades de análisis emergen a partir de los datos, puesto que, los niños y

niñas construían memorias desde las narrativas y enunciaban a la violencia y a la paz desde

diferentes posturas y perspectivas. Entonces, el objeto de análisis fueron las narrativas, desde

donde se pudo reflexionar sobre la posibilidad de construir memorias sobre el conflicto armado a

través las narrativas de los niños y niñas; sobre las posturas que tomaban los y las estudiantes

respecto al uso de la violencia como medio para la resolución de los conflictos, tomando como

referencia el abordaje de los conflictos sociales y políticos en Colombia; y sobre la posibilidad

que tiene los niños y niñas de construir narrativas dirigidas a la necesidad de transformar la

cultura y de posicionarse como sujetos que deben aportar en dicha tarea, desde las acciones

cotidianas.

65

Para este proceso de análisis y reflexión permanente de los datos, se diseñó una matriz de

análisis donde se exponían las categorías iniciales para la organización de la información. La

continua revisión de esta información dio lugar a descubrimientos analíticos que sugirieron la

construcción de unas subcategorías que permitieron descomponer en unidades más simples la

información recolectada. Una vez elaborada esta selección y codificación, a la matriz de análisis

se le aumenta dos casillas donde se exponen las reflexiones de la investigadora sobre los datos y

las relaciones que se pueden tejer con las conceptualizaciones teóricas revisadas.

Categorías Proposiciones Referencias Sub-

categorías

Reflexión Análisis teórico

Enunciaciones

sobre violencia

Narrativas

Procedencia

de la

información

Violencia

justificada

Reflexiones

propias

Reflexiones

teóricas Posturas

críticas

sobre

violencia

Violencia

en los

contextos

Enunciaciones

sobre paz

Narrativas

Procedencia

de la

información

Reflexio-

nes de paz

Reflexiones

propias

Reflexiones

teóricas

Propuestas

de paz

Grupos

poblacio-

nales que

aportan o

impiden la

paz

66

La memoria

como hecho

narrado

Narrativas

Procedencia

de la

información

Relaciones

pasado-

presente

Reflexiones

propias

Reflexiones

Teóricas

Interpela-

ciones al

pasado

Reconstru-

cciones del

pasado

Ilustración 14. Matriz análisis de datos

Dicha matriz de análisis permitió hacer de la investigación un proceso reflexivo donde se

integró las experiencias en el ámbito escolar con los aspectos emocionales, teóricos y prácticos

de la investigadora y, a partir de ello, se generaron conclusiones en conexión con el problema de

investigación y los objetivos trazados. Por ello, Coffey y Atkinson (2003) afirman que “la

codificación no debe verse simplemente como la reducción de los datos a una serie de

denominadores en común más generales, sino que se debe usar para expandir, transformar y

reconceptualizar los datos abriendo más posibilidades analíticas” (p. 35). En general, la

realización flexible, pero, a su vez, rigurosa de cada uno de los pasos en el análisis de los datos

contribuyen a formular resultados y conclusiones congruentes con la forma en la que se llevó a

cabo el proceso de investigación.

67

Capítulo 5: Análisis del Proceso

A medida que la investigación fue avanzando, los niños y las niñas construyeron narrativas,

tanto orales como escritas, en las que dieron cuenta de los procesos de resignificación que

desarrollaron alrededor del concepto de la memoria, de la importancia de recordar y del

significado de olvidar. Adicionalmente, del concepto de violencia, de las posturas sobre el uso de

la violencia para la resolución de los conflictos y de las diversas formas en las que opera la

violencia en los diferentes ámbitos en los que se desenvuelven. Asimismo, () el concepto de paz,

los discursos y acciones que posibilitan la construcción de paz y las propuestas que los niños y

niñas consideran que pueden implementar para contribuir en el proyecto social de construcción

de paz. Cabe recordar que dichas narrativas emergen tras el reconocimiento de memorias del

conflicto armado colombiano.

Al involucrar memorias en el proceso pedagógico, los niños y niñas se encontraron con las

voces tanto de actores del conflicto armado como de víctimas de la violencia generada dentro de

dicho conflicto; pero más allá de eso, se encontraron con diversidad de perspectivas, sentidos,

significados e interpretaciones sobre el pasado. En medio de ello, se hizo evidente que los y las

estudiantes emprendían reflexiones alrededor de la memoria como herramienta pedagógica,

reconociendo su función social; por ejemplo, uno de los estudiantes afirma:

Es que es una realidad que, en la que, la que nadi… en la que nadie quisiera vivir, pero

son momentos importantes que han marcado a Colombia y que si no fuera por eso no

sería tan reconocida, y que pues nos ayuda a ser mejores y que sabemos que hay que

tener mucho cuidado que en cualquier momento puede haber un atentado o una masacre

(Estudiante No. 42, sesión 9 de mayo de 2109)

El acto de rememorar implica una experiencia pasada que es evocada en el presente, llevando

consigo mismo una intencionalidad que, para el estudiante citado, radica en la posibilidad de

2 Evitando poner los nombres de los niños y niñas, en consideración a la protección de identidad, se tomó como referencia el número que tienen en la lista del curso.

68

reconocer el contexto histórico de nuestro país y “tener mucho cuidado” de su posible repetición.

En un libro de la Alcaldía Mayor de Bogotá se reúnen trece relatos que cuentan la vida en medio

del horror del conflicto armado, las personas que relatan este pasado afirman que tienen como

objetivo “recordar para que no vuelva a pasar, entender lo que sucedió y no olvidar que, sin

importar de donde provenga, el dolor de cada víctima tiene la misma importancia” (2019, p. 5);

esa función de la memoria del conflicto armado, se asume como una responsabilidad social y

ética de luchar contra la repetición, pues como afirma una estudiante: “es importante recordar a

estas personas para que no pase lo mismo que ya paso” (Estudiante No 30, sesión 6 de

septiembre de 2018).

Entonces, los niños y niñas en el contacto con los relatos que narran el pasado del conflicto

armado, fueron considerando la importancia de la memoria, entendida para ellos/as como la

acción de recordar, verbo que, también, es enunciado por Ricoeur (2000) al reflexionar sobre el

hecho de que la memoria es ejercida. De este modo, el mismo proceso de construcción de

memoria llevó a resignificar esa memoria, posibilitando que los niños y niñas fueran más allá de

la acción de memorizar para dotar de sentido a la acción de recordar.

Ilustración 15. ¿Qué es la memoria?, sesión 23 de mayo de 2019

Además, se constató que los y las estudiantes tienen la capacidad de entablar relaciones entre

pasado y presente, lo cual es fundamental en el proceso de construcción de memoria, ya que

como afirma Todorov (2000), con la memoria “lejos de seguir siendo prisioneros del pasado, lo

habremos puesto al servicio del presente” (p.59). Por ejemplo, una de las estudiantes

reconociendo la violencia que ha persistido en el contexto histórico, utiliza al pasado como

69

medio para interpretar el presente y reconoce que la violencia del pasado trae violencia al

presente; de ahí, la importancia de reflexionar sobre la capacidad del sujeto de evitar la

reproducción de la violencia: “En el pasado hubo mucha violencia, por eso ahora se habla

mucho de matar” (Estudiante No. 24, sesión 13 de septiembre de 2018).

La persistencia de la violencia por la forma en que se abordaron los conflictos sociales y

políticos en el pasado, también es reflexionada en esta narrativa: “Todavía se pelea mucho… así

como fue lo que pasó cuando como los conservadores y liberales que empezaron a pelear”

(Estudiante No. 21, sesión 6 de septiembre de 2018). El reconocimiento de las disputas entre

liberales y conservadores, llevó a entablar un vínculo con el reconocimiento de la violencia que

el estudiante observa dentro de su contexto actual. Hay alguien que lleva esta reflexión más a

fondo, comparando a los conservadores y liberales con los grupos que en el presente se

denominan “uribistas” y “petristas”, quienes hacen parte de las disputas políticas actuales:

“Profe, profe, ahora no son liberales y conservadores, sino uribistas y estos…” (otros

estudiantes le ayudan diciendo “petristas”).

Veamos otro ejemplo. Las protestas por condiciones laborales han sido una constante en la

historia de nuestro país, de ahí, los diferentes movimientos sindicalistas que se mantienen en la

actualidad. En la matriz de observación #10 se describe que varios estudiantes reflexionan sobre

esas condiciones para relacionar las protestas que surgieron en lo que se llamó “La Masacre de

las Bananeras” con las protestas de los profesores que se han desarrollado en la actualidad,

reflejando su capacidad de relacionar el pasado con el presente, a partir de elementos que se

mantienen en el tiempo, como las injusticias en el ámbito laboral. Se debe agregar que, la

evocación de las memorias sobre la Masacre de las Bananeras permitió, además, reconocer

algunas posturas de los y las estudiantes frente a el paro de maestros:

O sea, no a luchar por la educación, no luchar por la justicia en la calle, sino en… acá

en un colegio enseñándole a los niños. La educación no se pro…no se protesta eee

afuera en la calle, sino se protesta acá en el salón para un buen bienestar de los alumnos

(Estudiante No. 32, sesión 13 de septiembre de 2018).

Otro punto respecto a la resignificación de la memoria está ligado con el tipo de relatos que

constituyeron el proceso pedagógico y didáctico; se consideró menester que los niños y niñas

70

reconocieran la voz de las víctimas, ya que permite reconocer las huellas del pasado, huellas

reflejadas tanto en las narrativas, como en los lugares y en los cuerpos que estuvieron habitados

por la violencia:

El tema de la memoria y de la enseñanza de la historia reciente han de ubicarse en la

impugnación al modelo de la razón ilustrada, en el sentido de propender por la

transformación social desde el posicionamiento, en la escuela y fuera de ella, de las

versiones de los vencidos (Arias, 2010, p. 260).

Sin duda, el reconocimiento de víctimas dentro de la misma comunidad educativa permite que

los estudiantes comprueben las dimensiones de estas violencias y, a partir de ello construyan

marcos para resignificar y guiar las acciones. Así ocurrió en el contexto investigado, donde una

profesora de primaria es víctima de la masacre de Trujillo Valle y decidió compartir su relato en

una de las sesiones que se realizaron;3 en medio del relato, la profesora hace referencia a una de

las huertas del colegio, la cual está en representación de las víctimas del conflicto armado; ante

ello, uno de los estudiantes dice: “yo voy a ayudar a cuidar ese jardín” (Estudiante No. 27,

sesión 17 de mayo de 2018) y seguramente esa acción proviene de un significado que se

construyó a través del relato de la profesora. En una sesión posterior uno de los estudiantes

recuerda la manera en la que la profesora afrontó la pérdida de su familia en la masacre,

tomándolo como referencia para la construcción de una postura crítica frente al uso de la

violencia en situaciones conflictivas y reflejando que el relato de la profesora nutrió los procesos

de memoria.

Ilustración 16. Huerta en representación a víctimas del conflicto armado

3 El relato de la profesora se puede leer en el anexo No. 1

71

Así mismo, los niños y niñas contaron con otros relatos que, también, les permitieron

construir posturas críticas alrededor del tema de la violencia; lo cual, demuestra que las acciones

pedagógicas desarrolladas para el reconocimiento de memorias del conflicto armado

contribuyeron en la reflexión y resignificación de la violencia. Bastida (1994) declara que “las

circunstancias que nos rodean muestran la necesidad de impulsar la paz. A la guerra parece que

le sobran promotores” (p. 5); por ello, resultó fundamental reconocer el actuar de la violencia,

para que, desde allí, se configuraran posturas que dejaran de promover el uso de la violencia.

Así lo hizo un estudiante que, al ponerse en el lugar de León María Lozano, alias “El

Cóndor”, termina rechazando el uso de la violencia y reivindicando a los medios pacíficos en el

abordaje de los conflictos. En la formulación de su postura frente a la violencia, deja en claro

que, incluso, el asesinato de una familiar no es excusa para llegar a ejercer violencia; el

estudiante deja un mensaje a “El Cóndor” en el que en una parte se declara: “tu mataste mucha

gente si yo estubiera en tu lugar y me habrian matado mi familia yo hubiera escojido la paz… yo

no hubiera matado” (Estudiante No. 20, Carta #3 para “El Cóndor”).

Narrativas con reflexiones semejantes a la anterior, tuvieron lugar en una sesión en la que los

niños y niñas observaron una puesta en escena de los principales aspectos de la vida de algunos

bandoleros y guerrilleros de la época de “La Violencia”. Fueron momentos en los que la

violencia los atacó y ellos decidieron responder del mismo modo. Algunos estudiantes reflejan

en sus narrativas una postura de rechazo hacia las acciones de la venganza que propenden por la

reproducción de la violencia; personajes como “Siete Colores” y “Sangre Negra” son

caracterizados como “malos”, pero en la mayoría de las narrativas queda ausente la propuesta de

abordaje de la situación en términos de la “no-violencia”.

No obstante, en estas narrativas algunos estudiantes rechazan el uso de la violencia como

alternativa para el abordaje de los conflictos, a partir de la relación con otros conceptos; ejemplo

de ello se ve en una de las cartas a Efraín González, alias “Siete Colores”, donde se afirma que se

puede hacer justicia sin necesidad de matar, es decir, sin tener que eliminar al rival o al que

piensa diferente, y se construye un significado de justicia alejado de la venganza y la violencia.

Además, otro estudiante construye una narrativa alrededor de la historia de Guadalupe Salcedo,

72

centrando la reflexión en los actos de violencia y enunciando a la guerrilla desde la categoría

“mala” justificada en el acto de matar a seres humanos.

Ilustración 17. Cartas a bandoleros y guerrilleros de “La Violencia”

73

Simultáneamente, algunos estudiantes construyeron narrativas en las que se justifica el uso de

la violencia en medio de los mensajes que dejan a los bandoleros. Ellos/as justifican el uso de la

violencia hacia las personas que cometen acciones violentas, ejemplificando con la acción de

asesinar los familiares de otros en la sed de venganza. Respecto a esta situación de usar la

violencia ante personas que han ejercido actos delictivos, Walter Benjamín (1988) lanza la

pregunta de:

Si no es posible regular los conflictivos intereses de la humanidad con otros medios que

no sean violentos […] Porque el contrato concede a cualquiera de sus partes el derecho

de recurrir algún tipo de violencia en contra de la otra en caso de que sea responsable de

infracción a sus disposiciones (p. 11).

Algunos estudiantes mostraron las contradicciones que presentan a la hora de analizar a la

violencia, pues tienen una postura ambigua, al catalogar como mala y, a la vez como buena, la

opción del uso de la violencia. Por su parte, otro estudiante enuncia el asesinato de “Chispas”

como una consecuencia de la violencia que él mismo había ejercido, llegando a afirmar que, si

no hubiera matado a tantas personas no lo hubiesen matado a él. Y, otros estudiantes, en medio

del valor que le otorgan al vínculo familiar, lo enuncian como una razón para justificar el uso de

la violencia; los niños y niñas analizan las acciones de los bandoleros y guerrilleros a la luz de su

contexto personal, y plantean que, al igual que estos personajes de la historia de nuestro país,

reaccionarían con violencia ante el asesinato de alguno de sus familiares. Ello, se puede constatar

con las siguientes narrativas:

Es que no hay que matar, ¿sí?, pero yo si creo que haría venganza porque lo más

preciado que uno tiene pues son los papás, ¿sí?, y uno haría… daría la vida por los

papás como ellos a veces dan la vida por nosotros (Estudiante No. 22, sesión 13 de

septiembre de 2018).

Lo que hicieron esas personas fue malo porque después de que ya hacen venganza

continúan matando a más y más personas y aunque alguno, eemm a veces dicen que

dejan y van a dejar las armas, no lo hicieron y por eso se merecen pagar con su vida la

de los demás (Estudiante #6, sesión 6 de septiembre de 2018).

74

Ilustración 18. Cartas a bandoleros y guerrilleros

De este modo, observamos que en la cultura se han reproducido discursos que legitiman el

uso de la violencia ante fines justos, tal como corresponde en la legitima defensa; empero, es

importante advertir a los y las estudiantes sobre estas situaciones. Como afirma Sánchez (1998),

ni la defensa de los derechos humanos, “ni la guerra justa son fórmulas abstractas, recetas para

aplicar en cualquier momento y circunstancia histórico-social y política. Sí son en cambio, el

sobreseguro de legitimidad contra los abusos de los opresores” (p. 53).

A esto mismo hace referencia Miguel Concha (1998), cuando afirma que si es licito en algún

caso el uso de la violencia como medio de lucha por la justicia, “lo será en el caso de la violencia

revolucionaria, ya que esta se opone a la forma más perniciosa de la violencia, la violencia

estructural” (p. 28). Quizá por eso, una de las estudiantes le dice a Guadalupe Salcedo, “tu

hiciste lo correcto porque ayudaste a los campesinos y después entregaste tus armas”

75

(Estudiante No. 23, carta a Guadalupe Salcedo), y otro expresa tristeza frente al asesinato de este

personaje: “yo solo siento tristeza porque te mataron a el llano tu lo protegias” (Estudiante No.

27, carta a Guadalupe).

De hecho, en el transcurso del proceso de construcción de memorias sobre el conflicto

armado, algunos niños y niñas reflejaron la resignificación emprendida en torno al concepto de

guerrilla. En este punto, no sólo se referencia las acciones violentas de las guerrillas que los

niños y niñas observaban en las noticias, ahora, tienen otros referentes que les permite ubicar

este grupo armado en el tiempo y pensar en el motivo de su surgimiento; al respecto, una

estudiante afirma que “las guerrillas han existido desde el siglo XX, ellas surgieron cuando el

pueblo empezó a organizarse en grupos que no era ni liberales ni conservadores” (Estudiante

No. 19, sesión 4 de octubre de 2018).

Resulta fundamental que los y las estudiantes puedan reconocer los orígenes de estos grupos y

las situaciones que impulsaron el uso de la violencia por parte de ellos; por ejemplo, el estudiante

No. 23 cuenta que ha entendido que “las guerrillas estaban en la época de los conservadores y

liberales, porque en esa época los conservadores y liberales querían el poder del pueblo y la

violencia del mundo”. Es decir, que el estudiante reconoce que hay un contexto generador de

violencia y que las guerrillas no son los únicos actores dentro del conflicto colombiano.

Sin embargo, hay que aclarar dos cosas respecto a la cuestión descrita. Primero, que si bien el

conflicto armado tiene raíces en una estructura social que entabla relaciones de dominación y de

exclusión, la violencia como medio para abordar el conflicto ha contribuido en la reproducción

de esas mismas relaciones que terminan haciendo que los sujetos instauren el discurso de que

unos deben vivir y otros deben morir; pero como afirma Botero (1998), “la existencia de los

conflictos sociales no puede ser una justificación para la persistencia del conflicto” (p. 32). Lo

segundo, entablando una relación con lo anterior, tiene que ver con las alternativas que excluyen

a la violencia en el abordaje de los conflictos.

La resistencia y la transformación pueden ser llevadas a cabo lejos de la violencia, pues la

cultura se constituye a través de las acciones cotidianas, de lo que se vive y, desde allí, generar

otras posibilidades de significar la relación con el otro. Deleuze (1990) al describir a los

dispositivos como el conjunto de líneas de diferente naturaleza que sigue direcciones diferentes y

76

que pueden estar sometidas a variaciones, deja abierta la posibilidad de escapar de los poderes y

de los saberes de un dispositivo para ubicarse en otro. Son líneas “de enunciación, líneas de

fuerzas, líneas de subjetivación, líneas de ruptura, de fisura, de fractura que se entrecruzan y se

mezclan mientras unas suscitan otras a través de variaciones o hasta de mutaciones de

disposición” (p. 2).

Empero, para que se den esos cambios de disposición, de significación, la acción del sujeto

debe ser contundente, debe organizarse colectivamente en estrategias que se dirijan hacia la

transformación, hacia la conquista de la justicia y la reivindicación de los Derechos Humanos. Al

respecto, Concha (1998) afirma:

Juzgamos válida esta alternativa [la no-violencia], con tal de que realmente sea "activa",

que cuestione, se oponga y luche contra la violencia estructural; que no se convierta en

una actitud o movimiento "romántico" o de "utopía fantasmagórica", sino que se inserte

en la posibilidad de lo real; que actúe no sólo como una postura personal-profética, sino

como un movimiento social-histórico; que se traduzca en un programa serio de

estrategias y tácticas encaminadas a vencer las violencias injustas (p. 30).

En relación con ello, en una de las sesiones dos estudiantes proponen a las huelgas, luchas o

protestas como medio para enfrentar determinados conflictos sociales. Uno de los estudiantes

afirma: “yo no utilizaría las armas, yo haría una huelga” (Estudiante No. 27, sesión 17 de mayo

de 2018); el otro complementa: “hay que seguir luchando o protestar, por ejemplo, luchar por

las tierras por las vidas” (Estudiante No. 5, sesión 17 de mayo de 2018). Los estudiantes

perciben en la huelga la posibilidad de utilizar medios justos para alcanzar fines justos, en ello,

concuerda Benjamín (1991) al afirmar que “en lo que respecta a las largas luchas de clase, la

huelga debe, bajo ciertas condiciones, considerarse medio limpio” (p. 27).

A esta altura, se va esclareciendo como las narrativas representan los significados que a lo

largo del proceso pedagógico de reconocimiento y construcción de memorias del conflicto

armado se fueron cuestionando, reafirmando o configurando. En algunas discusiones grupales

emergieron narrativas orales en las que los estudiantes reflexionaban sobre la forma en la que

opera la violencia, la relación que establece con justicia y venganza y la forma en la que es

reproducida en prácticas cotidianas.

77

En algunas de esas narrativas, los estudiantes reflexionaban entrono a la venganza a la luz de

referentes del pasado; por ejemplo, en una narrativa se toma como referencia las disputas entre

los partidos tradicionales para describir la forma en la que opera la violencia desde la venganza:

Es que es mejor no vengarse porque, porque, digamos un ejemplo mis padres son

conservadores y los de ella liberales y entonces digamos se están peleando, o sea como

que tienen guerra, y entonces, eee, digamos mis padres matan a los padres de ella y ella

por venganza mata a los míos y pues así todo sigue (Estudiante No. 33, sesión 13 de

septiembre de 2018).

Esa descripción sobre la violencia coincide con lo que Concha (1998) denomina “efecto de

espiral”, donde “el violentador ejerce su acción contra el objeto de su violencia, luego éste

reacciona, y, por último, el violentador original responde con más violencia” (p.16). y ese

proceso de desarrollo de la espiral de la violencia influye en los sujetos de manera que, “la

persona o grupo social adopta una postura tal que supone la referencia negativa a la postura de

otra persona o grupo considerado como rival” (p.16).

Dentro del espiral, algunos sujetos conciben a la acción violenta como la posibilidad acertada

para alcanzar la justicia, estableciendo un significado con este concepto a partir de la sanción, del

hacer pagar, del “ojo por ojo”. Veamos algunas narrativas que ejemplifican lo señalado:

“venganza es como justicia porque si me hacen algo malo yo debo cobrármelas” (Estudiante

No. 24, discusión grupal); “La justicia es vengarse, o sea pensemos que yo tengo que hacer

justicia, o sea matar si matan a alguien” (Estudiante No. 27, discusión grupal); “Uno no lo debe

hacer, pero uno por la venganza de hacerle sufrir a, a… como uno ya sufrió, él quiere que él

sufra, entonces por eso uno le hace caer o le golpea, sino uno no le hace nada” (Estudiante No.

8, discusión grupal).

Esa misma situación desencadena que algunos estudiantes perciban como inacabada a la

violencia y no piensen en esas líneas de fuga que posibilitan el salir de los esquemas de

pensamiento reproductores de violencia. Una estudiante expresa: “no me gusta porque pues

igualmente van a seguir con la violencia y no se va, yo creo pues que no se va a terminar nunca

la violencia” (Estudiantes No. 33, sesión 20 de septiembre de 2018). Esa misma percepción es

expresada por un estudiante a través de una narrativa oral que evocaba el pasado: “que eee si, si

78

eee que, si por tantos años se han peleado los liberales y conservadores, ¿por cosas del destino

se van a arreglar? No, yo no creo. Para ellos la guerra era ya un estilo de vida” (Estudiante No.

22, sesión 20 de septiembre de 2018).

El percibir a la violencia como un estilo de vida, conduce a normalizarla, a permitir que

continúe operando directa e indirectamente sobre el sujeto y sobre la sociedad. “Cuando se

establece una cronología de los conflictos armados, se ve una sucesión casi ininterrumpida de

manera que se puede llegar a afirmar que siempre en algún lugar del país, durante más de un

siglo, nos hemos estado matando” (Lizarralde, 2015, p. 61); esta situación histórica “incide en la

forma como se configura un panorama aparentemente desesperanzador que se refleja en las

posturas escépticas frente a la posibilidad de encontrar salidas negociadas al conflicto armado”

(p. 67).

Dicha postura es compartida por uno de los estudiantes, al concebir a la violencia como la

base de Colombia, tras la reflexión sobre la forma como la violencia ha permeado las relaciones

que se entablan en la cotidianidad. Este estudiante afirma que “todo el mundo en la vida ha

peleado, nadie se ha salvado de la pelea, porque la base de Colombia es como la violencia”

(Estudiante No. 22, sesión 4 de octubre de 2018); y con esta narrativa se puede intuir que el

estudiante reconoce que hay una cultura de la violencia, es decir un conjunto de relaciones de las

que “nadie se ha salvado”.

A su vez, hay estudiantes que construyen narrativas que relatan situaciones en las que el ser

humano es capaz de reaccionar con violencia cuando actúan contra él o su familia; pero por el

miedo u otros factores muchas veces no es capaz de actuar para defender a un desconocido que

está siendo vulnerado. Los estudiantes perciben estas situaciones como negativas:

Cuando por decir le matan a una a una… a un familiar, un ser querido o algo así, así si

les importa; sabiendo que hay veces que ellos ven que a personas las matan al frente de

ellos, y ellos no hacen nada. Pero cuando le matan a un ser querido, obviamente uno

reacciona mal, pero eee a veces uno como los demás siente miedo porque alrededor de la

historia de Colombia todo lo que ha habido es miedo (Estudiante No. 22, sesión 4 de

octubre de 2018).

79

Pues si yo veo que están lastimando a alguien y no hago nada, pues también soy mala,

porque, entonces ellos los malos siguen haciendo lo mismo, porque nadie le dice nada,

por eso hay que hablar y decir, o sino yo sería mala (Estudiante No. 12, sesión 17 de

mayo de 2018).

Hay una estudiante que enuncia esa misma indiferencia hacia el otro, pero a través de una

situación que ella misma observó: “Nosotros estábamos y estaba una señora embarazada que

entró al bus, entonces mi mamá dijo que quien le podía ceder la silla, porque nosotras

estábamos paradas y entonces nadie eee se la quería dar” (Estudiante No. 17, sesión 4 de

octubre de 2018). Ante estas narrativas, cabe citar las palabras de Botero (1998), “la ética

también se ha desvalorizado. De ahí el nacido espíritu que caracteriza hoy al pueblo colombiano:

sálvese quien pueda” (p.30).

Así, observamos que los niños y niñas resignifican la violencia a partir del reconocimiento de

las memorias que reflejan el actuar de la violencia dentro de los conflictos históricos, sociales y

políticos; pero más allá de esto, también trasladaban la reflexión al campo de lo personal,

demostrando que los procesos de construcción de memorias entablan un vínculo con el contexto

personal que le permite al niño o a la niña tomar referentes del pasado para emprender

reflexiones sobre la forma en la que abordarían los conflictos que se pueden presentar en su

cotidianidad. Esos conflictos entre estudiantes son frecuentes y representan los campos de acción

para emprender resignificaciones frente a la violencia y la paz.

Veamos dos narrativas que ejemplifican lo anterior. En la primera, una estudiante analiza la

forma en la que, predominantemente, se actúa ante conflictos de pares; en la narrativa se

referencia un ejemplo cotidiano: “un niño llegó y le dijo: ¡ay!, usted es un bobo, y entonces le

dice: ¡Ay no!, usted ya se volvió mi enemigo… es como por todo se vuelve nuestros enemigos”

(Estudiante No. 1, discusión grupal). Desde esa misma reflexión, la segunda narrativa toma en

cuenta los conflictos cotidianos, para reflexionar en torno a la forma errónea en la que se intenta

dar solución a los conflictos, a razón de que las soluciones no llegan y si se reproduce la

violencia continuamente:

Queee… cuando, es que… digamos uno lo arregla a los golpes no va a solucionar nada,

lo que va a hacer… yo no sé las personas como son tan, por decirlo, tan no conscientes

80

de que si eee, digamos nos habíamos peleado y yo llego y le digo: no, usted me pegó; y

pues comenzamos a pegarnos pues no va a solucionar nada y va a volver a pasar lo

mismo que pasó (Estudiante No. 22, discusión grupal).

No obstante, desde los conflictos interpersonales no sólo se reflexiona alrededor de la

violencia; desde este mismo tema los niños y niñas plantearon algunas propuestas de abordaje

que excluían el uso de la violencia. Para algunos estudiantes es importante evitar las

confrontaciones, así que, enuncian a la respiración como estrategia para mediar entre la acción y

el razonamiento, buscando evitar la respuesta impulsiva; por eso, el estudiante No. 31 dice: “yo

respiro cuando estoy como bravo por no hacer nada malo” y el No. 9 reafirma: “O sea pa´ no

tener peleas yo respiro y mis papás me dicen que, o sea, en vez de pegarle a la persona, pegarle

a otra cosa como la almohada o la pared”.

Dichas propuestas resultan útiles para los estudiantes, porque el aprender a tranquilizarse, a

respirar y a pensar antes de actuar les permitirá emprender procesos de reflexión sobre el

conflicto, antes de llegar a usar la violencia como medio para la resolución. Definitivamente, si

los niños y niñas logran reflexionar sobre el conflicto, podrán notar que no vale el sufrimiento

que genera la violencia para la solución de la situación conflictiva; en relación con ello, algunos

estudiantes ilustraron con dibujos y frases su desacuerdo con las peleas y con la guerra:

81

Ilustración 19. Reflexiones sobre la guerra

Tras la identificación por parte de los niños y niñas de las dinámicas de la venganza, se

desencadenan propuestas acerca de “no actuar de la misma manera”, es decir, no ejercer

venganza. “Podemos dialogar, decirle: oye, por qué me pegaste; y no actuar de la misma

manera porque si actuamos de la misma manera ellos más nos van a pegar y va a ser pelea”

(Estudiante No. 22, sesión 6 de septiembre de 2018). Los estudiantes reconocen que hay

emociones que nos pueden llevar a la venganza, pero uno de ellos advierte que se trata de “no

vengarse, uno si puede tener tristeza, pero no venganza” (Estudiante No. 20, discusión grupal).

Cada una de estas propuestas reflejan la resignificación de la violencia desde la

deslegitimación de la venganza, ya que ésta fue enunciada en algunas narrativas que justificaban

su elección como vía de abordaje para los conflictos. Cabe resaltar que estas propuestas son

referenciadas por los y las estudiantes a través de los relatos de víctimas del conflicto armado y a

través de situaciones de su cotidianidad que terminan sustentando sus posturas:

Y también, en vez de uno hacer venganza uno le dice: ¿por qué me pegaste?; entonces

uno debe decirle a la profe, porque la profe es la que soluciona los conflictos, en cambio

si uno sigue, digamos lo insulta o le sigue dando peleas y todo eso, pues más grande se

va a volver el problema (Estudiante No. 14, sesión 6 de septiembre de 2018).

Sí, yo comprendo que se volvieron malos eee pues por eso, pero ellos no tenían que

hacerle daño a tanta gente inocente, deberían antes como la profesora Cielo, que tuvo lo

que le paso eso, ayudar al mundo a que pues las personas que están pasando por lo

82

mismo que ellos no lo hagan ni se vuelvan mas malos y pasen mas cosas de esas, porque

si ellos siguen haciendo el mal más gente va haber muerta y todo (Estudiante No. 33,

discusiones grupales).

Desde esas narrativas se observa que los y las estudiantes argumentan la posibilidad de

abordar los conflictos sin la violencia; lo cual, también, fue defendido por Benjamín (1991), al

afirmar que es posible la resolución no violenta de los conflictos; “sin duda los es. Las relaciones

entre personas privadas ofrecen abundantes ejemplos de ello. Donde quiera que la cultura del

corazón haya hecho accesibles medios limpios de acuerdo, se registra inconformidad violenta”

(p. 34).

Para que esa resolución no violenta se lleve a cabo, es indispensable acordar planes de acción,

ponerse de acuerdo las partes implicadas sobre los puntos a resolver y sobre las acciones que

posibilitarán la solución. Se trata de aprender a escuchar y de encontrar puntos de acuerdo para

coordinar, pues como afirma Sánchez (1998), “escuchar al otro significa que a la conversación,

no se va a poner razones y creencias, así por así, pero igualmente, implica, definir el diálogo

como interacción, no como monólogo o peor soliloquio entre las partes” (p. 51), porque la idea

es poder reconocer el lugar que ocupa el otro y los saberes, discursos y sentires que los

constituyen.

Aquí conviene advertir la importancia de que la acción pedagógica, en tanto incorpora

memorias del conflicto armado, debe mantener ligada la dimensión ética del sujeto para permitir

pensar la importancia de entablar vínculos dialógicos con el otro, ya que:

El fundamento en el respeto, la tolerancia, el reconocimiento del otro permite que las

actitudes asumidas frente a los conflictos y las diferencias sean acertadas y asertivas en la

medida que conducen a procesos de mediación, concertación, disenso, diálogo, y escucha

permanente. Esta comprensión del conflicto en lo micro permite resignificar y

redimensionar el conflicto en las otras dimensiones de la vida escolar, y en los demás

ámbitos de la sociedad (CEDAL, 2013, p. 26).

Los conflictos van a estar ahí, presentes en las relaciones que se entablan en las realidades; la

diferencia radica en la forma como se asumen dichos conflictos. “Digamos, tenemos conflictos y

83

algún día nos perdonamos y somos amigos, es algo así” (Estudiante No. 16, sesión 20 de

septiembre de 2018). Dependiendo la situación, varía la dificultad para convenir; pero, “si uno

no lo intenta, pues nunca lo va a lograr” (Estudiante No. 34, sesión 20 de septiembre de 2018).

Al final de cuentas, la idea es que “no haya más violencia y nadie se vuelva a matar y todos se

concilien y puedan estar más juntos pa´ divertirse y no pelear” (Estudiante No. 14, sesión 20 de

septiembre de 2018).

Por un lado, en un grupo de narrativas los niños y niñas propusieron como estrategia para el

abordaje de los conflictos interpersonales, el saber pedir perdón, así como saber perdonar. En

una de las discusiones grupales, el estudiante No. 32 afirma que “más que todo es mejor

perdonar” y, otro le contesta, haciendo alusión a las formas, que “se puede pedir perdón y darle

la mano y pedir perdón para no pelear”. Todo ello, porque “la paz también es perdonar y pedir

perdón cuando hay discusiones, no guardar los sentimientos de tristeza, rencor o rabia”

(CEDAL, 2013).

Aunque, cabe resaltar que algunos estudiantes hicieron referencia a las limitaciones del

perdón para sanar las heridas; así lo refleja la siguiente narrativa:

Digamos, cuando digamos a usted le pegaron usted no va a sentir nada mas con el

perdón que se alivió, eso no va a sentir, sino que uno siente rabia por lo que digamos yo

la trate mal a usted, usted va a sentir rabia. Y con el perdón no es ya se acabó, no, uno

siempre va a sentir rabia (Estudiante No. 16, discusiones grupales).

Por otra parte, el diálogo fue otra de las estrategias que plantearon los estudiantes como

fundamental a la hora de abordar los conflictos. En la conversación la conformidad no violenta

es posible y, de ello, “se desprende que existe, precisamente en la esfera de acuerdo humano

pacífico, una legislación inaccesible a la violencia: la esfera del mutuo entendimiento, o sea, el

lenguaje” (Benjamín, 1991, p. 34). Incluso, en la institución educativa se valora esta estrategia y

se fomenta el diálogo entre estudiantes: “acá en el, ¿Qué? En el colegio hay, ¿cómo se llama?,

hay algo como para dialogar, digamos si nos peleamos, allá contamos que hicimos,

dialogamos… Digamos yo le pegue a Javier y le pido disculpas para dialogar” (Estudiante No.

3, discusiones grupales).

84

En relación con esto, el estudiante No 13 afirma que es importante “dialogar con la persona

que uno tiene el conflicto para que no se vuelva peor” y el estudiante No. 7 configura la frase

“pensar antes de actuar” proponiendo que “nunca debemos pelear, debemos hablar y pensar

antes de actuar”. Incluso, la estudiante No. 33 traslada la reflexión al ámbito personal y cuenta

que cuando a ella le va mal en el colegio, su padre le dice a la madre: “no le pegues,

dialoguemos, hablemos y ella tiene que mejorar el comportamiento”.

Resulta fundamental que los estudiantes expresen y practiquen sus propuestas de paz, como

en el caso del diálogo, no sólo fue enunciado por los estudiantes, también fue puesto en práctica

en la estrategia del círculo de la palabra. Para Ayuste (2006), “las personas utilizan el lenguaje y

la comunicación para alcanzar acuerdos, resolver sus diferencias y vivir mejor, sin necesidad de

recurrir a la violencia para ello” (p. 68), lo cual, fue tenido en cuenta en las narrativas que los

niños y niñas emprendían sobre la importancia del diálogo a la hora de llegar a acuerdos en los

conflictos.

Además, los niños y niñas construyen significados sobre la paz que reflejan en las narrativas

que surgieron en medio de los procesos de reconocimiento de memorias colectivas. Esos

significados influyen en los modos en que los estudiantes asumen los conflictos personales y los

sociales. Para el estudiante No. 23, “la paz es mejor que la violencia y es más fuerte la amistad

que el odio”; mientras que, el estudiante No. 11 relaciona la paz con la independencia y la

libertad y el No. 7 afirma que “la paz es como justicia”.

Ilustración 20. Mensajes de paz

85

Un estudiante llega a afirmar que “la paz no es como silencio, cosas así, o que nadie nos

moleste o grite, sino que en la paz también hay… también se presentan peleas… pero se dialoga

siempre” (Estudiante No. 9, discusiones grupales). Este significado se corresponde con la paz

positiva y se relaciona con lo que Luna y Cadena (2017) afirman sobre los conflictos:

Lo conflictos se consideran y asumen como elementos que están presentes en las

relaciones de las personas y las sociedades, es por ello que deben entenderse como

motores de cambio y de transformación, o también como oportunidades de mejora si son

abordados como producto del aprendizaje de contexto social de cada individuo (p. 153)

Los niños y niñas significan la paz, también, desde las experiencias cotidianas, es más, es

desde estas experiencias que pueden contribuir en la construcción de una cultura de paz. Uno de

los estudiantes considera que una de las formas de aportar a la paz es compartiendo con quien lo

necesita, y ejemplifica esa estrategia dentro del contexto escolar: “Digamos, digamos yo tengo

una manzana y ella no trae nada de comer, entonces yo la parto y se la doy a ella, se la puedo

compartir” (Estudiante No 13, discusión grupal). Si el estudiante, además de enunciar la

propuesta la lleva a la práctica, estará, desde su cotidianidad, aportando a la transformación de

las relaciones culturales.

Por su parte, la estudiante No. 26 construye una narrativa que, también, se puede analizar

como una propuesta de paz:

Que, pues cuando yo voy con mi hermana, con mi mamá, con mi papá, con toda mi

familia, se sube una persona eee con un niño en brazos, o embarazada, así, entonces

nosotros le damos la silla o sino lo que hacemos es que mi papá o con el que esté me

alza, ee me alza a mí y cedemos la silla donde estaba sentada (Estudiante No. 26,

discusiones grupales)

Esta propuesta representa una acción ciudadana que aporta a la transformación de la cultura,

entendiendo que ésta empieza desde las acciones cotidianas. Si los niños y niñas reciben estos

ejemplos de convivencia y los ponen en práctica, están ejerciendo una ciudadanía que permitirá

que se vayan configurando parte de las dinámicas sociales que invisibilizan o deshumanizan al

otro, como se observa en los conflictos que se presentan dentro del transporte público.

86

Ahora bien, en medio de este proceso de reconocimiento de memorias del conflicto armado,

los niños y niñas demostraron ser capaces de identificar los grupos poblacionales que le aportan

a la construcción de paz o los que impulsan la reproducción de la violencia. Por ejemplo, en una

de las sesiones se trajo a colación el hecho de que las mujeres habían participado en la Guerra de

los Mil Días, ante esto, uno de los estudiantes expresó incomodidad con el hecho de que las

mujeres estuvieran involucradas en la violencia, se le pidió al estudiante que explicara a que se

refería su comentario, y mencionó que las mujeres sufrían más casos de robos “…y cosas así”, a

lo que uno de sus compañeros complementa, enunciando a la fuerza como factor causal de dicha

violencia.

En esa sesión, ningún estudiante resalto a las mujeres de la guerra en situación de defensa,

pues los comentarios estuvieron dirigidos hacia las violencias que operan sobre ellas. Al

contrario, sucedió en la sesión dónde las mujeres eran protagonistas de una fábula que recreaba

una historia real de Colombia;4 los y las estudiantes terminaron enunciando situaciones de

violencia simbólica que generan representaciones dirigidas a relegar a las mujeres a los roles

privados. Veamos algunas de esas narrativas:

Me gustó mucho el cuento porque vi que las mujeres eran valientes por sus hijos y no

renunciaron al encontrar a sus hijos, eee, porque eso sucedió en la vida real y a uno le

dejaaa, piensan que las mujeres no pueden hacer nada, pero en verdad hay cosas que

ellas pueden hacer y no sabemos (Estudiante No. 5, discusión grupal).

Nosotros pensamos… los hombres piensan que nosotras tenemos que cuidar a los hijos y

hacer el aseo de la casa, cuando podemos hacer lo que ellos no pueden hacer y,

obviamente, podemos hacer lo que ellos pueden hacer. (Estudiante No. 21, discusión

grupal).

Porque es que los hombres piensan que nosotras somos como las del aseo, la limpieza,

de la comida y todo eso, pero no, nosotras tenemos inteligencia y todo eso (Estudiante

No. 26, discusión grupal).

4 La historia se puede ver en el anexo 3

87

Cabe aclarar que la historia referida hace parte del contexto del conflicto armado y, fue a

través de dicho relato que los estudiantes reflexionaron en torno a las violencias que afectan a las

mujeres y que dificultan su desempeño en los roles de carácter público. Al respecto, Bourdieu

(2000) afirma que los hombres siguen dominando el espacio público y el campo del poder

(especialmente económico, sobre la producción) mientras que las mujeres permanecen

entregadas (de manera predominante) al espacio privado (doméstico, espacio de la

reproducción).

Los niños y niñas, también, reflexionaron sobre su lugar en la sociedad. Resulta que los

estudiantes consideraron que los adultos son incapaces de ejercer una ciudadanía responsable,

específicamente, con el derecho al voto; lo que los lleva a plantear que ellos/as si están

preparados para ese ejercicio. Así lo expresa el estudiante No. 5 al decir: “Yo creo que si

deberíamos votar porque tomaríamos mejores decisiones que los adultos, sí porque todos votan

por el mismo personaje que es muy malo en la presidencia”. En ello, el estudiante No. 27

considera que el voto necesita de mucho aprendizaje, así que declara. “Nosotros deberíamos

votar porque eee el voto necesita aprendizaje, y también aprendizaje de los presidentes para que

ellos entiendan al mundo”.

Este tema también ha sido discutido en grupos académicos y en discusiones sociopolíticas,

pues si bien los niños y niñas son sujetos de derecho, su participación política todavía es cuestión

de debate. De hecho, Liebel y Martínez (2009), afirman que “pese a que se habla mucho de que

las Políticas de Infancia son una tarea transversal, a los niños no se les permite involucrase ni

siquiera mediante el medio privilegiado del derecho al voto” (p.79). Los niños y niñas tienen

derecho a expresar sus opiniones, pero realmente no participan, al menos, en lo que tiene que ver

con sus políticas públicas.

Para los estudiantes el gobierno debe aportar en la construcción de paz, no obstante, se

enuncian a la corrupción como elemento dentro de la clase dominante que reproduce violencia.

Un estudiante afirma que “el gobierno debería servir más, en vez de comprar la gente pues

deberían servir paaara el… el buen gobierno y el buen país” (Estudiante No. 28, discusión

grupal). Esta propuesta es reafirmada por un grupo de estudiantes, cuando en un trabajo grupal

afirman que el presidente debe ayudar a que se conviva en paz. Además, ello también es

88

reforzado por Ayuste (2006) al decir que las distintas esferas sociales deben estar regidas por

principios democráticos para favorecer la paz.

La policía también entró en la discusión sobre los aportes que realiza a la paz y/o a la

violencia. Por ejemplo, en una de las sesiones uno de los estudiantes relata una situación de

violencia de la que es testigo; se trata de una confrontación entre la fuerza pública y un grupo de

ciudadanos; describe el momento con tono de angustia, ya que, en su reconstrucción de memoria,

las balas se confunden con los gases lacrimógenos:

Mira que la otra vez, yo iba pasando la calle yyy entonces, de repente yo veo que hay un

tanque gigante, y entonces iba pasando una persona por ahí y le dieron un disparo, ¡Ay!

eso fue horrible, y después fuimos a la otra calle, porque yo iba en el carro con mi papá,

después yo me metí abajo porque era una bomba lacrimógena esas cosas que te hacen

como que te piquen las narices, y yo veía como mataban a la gente (Estudiante No. 6,

discusiones grupales)

Entonces, los estudiantes han observado algunas formas de violencia provenientes de esta

institución, sin embargo, algunas narrativas enuncian a los servicios policiales como una

posibilidad para abordar los conflictos que se presenten en la cotidianidad, sin tener que usar la

violencia por mano propia. El estudiante No. 32 dice: “si hace algo malo, no matar, mandarlo a

la cárcel” y el No. 2 afirma que “la policía debe ayudar en los problemas para que las personas

aprendan la lección”. Los niños y niñas saben que la policía puede estar al servicio de la justicia,

y en eso concuerda Concha (1998) al decir que “puede también existir una represión coactiva

armada al servicio de un Estado justamente constituido, cuyos poderes persiguen el bien común,

del mismo modo que existe aquella violencia represiva para sostener un Estado injustamente

constituido, mantenedor de la violencia estructural” (p.23).

Otra de las reflexiones tiene que ver con las acciones del ejército nacional. Para Concha esta

institución hace parte de la violencia estructural, más específicamente a la violencia represiva o

coactiva; para algunos estudiantes las acciones del ejército son “malas” al ejercer violencia; por

ejemplo, el estudiante No, 34 afirma que “el ejército nacional es malo porque es de matar.

Tienen armas para matar a las personas, el ejército es para matar”. Mientras que, otros

concuerdan en que el ejército es “bueno” porque ayuda y protege a la gente.

89

Hay narrativas que caracterizan un grupo en virtud de otro; como la del estudiante No. 14: “la

guerrilla son los contrincantes del ejército nacional de Colombia ellos matan, violan, secuestran,

y el ejército es el protector de Colombia, salvan”. Esta percepción es concurrente en los niños/as,

quienes también están afectados por la polarización, la cual lleva a que “la persona se identifique

con uno de los grupos del conflicto, percibe el problema de la misma forma y rechaza la postura

opuesta, así como a las personas que la sostienen” (Concha, 1998, p. 16).

Cada una de esas reflexiones emergieron con el proceso pedagógico que involucró las

memorias del conflicto armado, buscando construir espacios que posibilitaran la resignificación

de la violencia y de la paz. Y, como se describió, los niños y niñas entablaron reflexiones

alrededor de diferentes cuestiones que son promovidas por la evocación del pasado. Las

narrativas eran nutridas no sólo por lo relatos que integraron los momentos pedagógicos, sino

también, por las referencias que la familia, el cine, la escuela y cada una de las experiencias

otorgaron para entablar sentidos y perspectivas sobre el pasado, el presente y el futuro,

Los niños y niñas a medida que van conociendo la realidad, les va surgiendo preguntas sobre

los objetos que observan y las relaciones que entablan. Al emprender el proceso de construcción

de memorias del conflicto armado, se va forjando el vínculo del sujeto con su contexto histórico

y, desde allí, el niño o la niña podrán cuestionar las versiones de los hechos e interpelar las

acciones ejercidas. Por ejemplo, en medio del reconocimiento de las confrontaciones políticas

entre los partidos tradicionales, la estudiante No. 26 se pregunta: “¿Podía haber un presidente

que no fuera conservador ni liberal?”; una pregunta que emerge desde una postura de diversidad

y libertad política.

Cuando se abordó el tema de la Guerra de los Mil días, los niños/as se preguntaban sobre el

estado de los embarazos en la época de guerra, además de inquietarles conocer si a los niños

reclutados les gustaba ir a la guerra. Cuando se abordó las memorias sobre La Masacre de las

Bananeras, los estudiantes se preguntaban sobre el por qué algunos medios mentían respecto al

número de muertos. Y cuando se escucharon algunas voces que narraban lo ocurrido el día del

asesinato de Gaitán, uno de los estudiantes se preguntó el por qué no eligieron un presidente

como Gaitán después de su muerte.

90

Resulta enriquecedor para el proceso de construcción de memorias que los niños y niñas

planteen preguntas alrededor de los hechos que conforman el pasado del conflicto armado. Para

Chacón (citado en Montejo y Quiroga, 2017) las preguntas son el vehículo para interpelar la

transmisión de la memoria y la pregunta vincula la experiencia personal, ya que, “la identidad

histórica tiene su origen o comienzo en la identidad personal, la cual se nutre principalmente de

las narrativas escolares y especialmente las familiares, y es desde los relatos que surgen los

rasgos de comprensión histórica” (p. 39).

En resumen, a través de esta investigación se logró evidenciar que es posible que los niños y

niñas resignifiquen las prácticas y discursos que legitiman el uso de la violencia; que ellos y ellas

no sólo aprenden, sino que además, cuestionan, argumentan y pueden transformar; que con los

procesos pedagógicos emprendidos se puede fomentar el pensamiento crítico, el interés por la

historia del país y la capacidad de cuestionar e interpelar las distintas versiones de los hechos; y

que la escuela puede llegar a ser un lugar donde se formen sujetos que comprendan su realidad

social y política y se comprometan con proyectos de vida que tomen como principio el bienestar

colectivo y la construcción de la paz.

91

Ilustración 21. Relatos escritos

92

Conclusiones

La construcción de memorias alrededor del conflicto armado colombiano en el grado cuarto del

Colegio Distrital Manuelita Sáenz equivalió a emprender procesos de reflexión y resignificación

sobre diferentes cuestiones que abarcaron el pasado, el presente y el futuro, y que se relacionaron

con la violencia y con la paz. Dichas reflexiones y resignificaciones pudieron ser observadas y

analizadas a través de las narrativas de los niños y niñas, impulsadas en la evocación del pasado.

Esto quiere decir que las narrativas permitieron relacionar el sujeto niño/niña, las memorias del

conflicto armado y los significados en torno a la violencia y a la paz. Entonces, se evidenciaron a

través de las narrativas de los niños y niñas los distintos significados que se encontraron en

continua transformación y que reflejaron la constitución del vínculo histórico. De esta forma el

lenguaje permitió traducir los aportes de la experiencia y entablar vínculos dialógicos entre los

sujetos que conformaron la acción pedagógica.

La mayoría de estas narrativas eran reconstrucciones de relatos sobre el conflicto armado y,

desde ellas, los y las estudiantes establecieron diferentes relaciones; relaciones pasado-presente,

pasado-futuro, presente-futuro, pasado y contexto personal. Desde los relatos del conflicto

armado, los niños y niñas resignificaron la memoria, pues se posibilitó un espacio donde ésta

dejó de ser la memorización de conceptos, para ejercer el verbo recordar y, desde él, emprender

reflexiones y relaciones entre las tres temporalidades de la memoria, tomando como eje

transversal el sujeto y el contexto social.

Además, durante el proceso los niños y niñas dieron cuenta de la apropiación de algunos hechos

históricos, pues construían narraciones sobre la Guerra de los Mil Días, sobre la Masacre de las

Bananeras, sobre las contradicciones entre liberales y conservadores, sobre las guerrillas y los

gobiernos y sobre las diferentes dinámicas de violencia que han caracterizado este conflicto. ¿Y

a la luz de qué razón narrar el conflicto armado? Pues bien, los y las estudiantes usaron estos

relatos como referentes para significar la violencia y la paz y reflexionar sobre esto en lo social y

en lo personal.

93

En cuanto a la violencia, algunos estudiantes identificaron el efecto en espiral que causa el

abordar los conflictos a través de la violencia y tomaron una postura de rechazo hacia ella,

sustentada desde referentes del pasado y del contexto personal. Sin embargo, teniendo en cuenta

que el fenómeno de la polarización y los estereotipos sociales están marcados en las relaciones

de la cultura colombiana, algunos estudiantes justifican el uso de la violencia desde la

identificación que entablan con alguna de las partes dentro del conflicto; además que algunos

estudiantes han interiorizado la violencia como medio que posibilita dominar dentro del

conflicto.

En lo que respecta a la paz, los niños y niñas reconocen que no se trata de la ausencia del

conflicto, sino de la violencia dentro de los conflictos, y son capaces de emprender reflexiones

en torno a la forma en la que diferentes grupos poblacionales aportan o impiden la paz. Además,

durante el proceso de construcción de memorias del conflicto armado, surgieron diferentes

propuestas en torno a la forma de abordar los conflictos desde las estrategias no violentas, y los

niños y niñas reflexionaron sobre su papel dentro de la sociedad y sobre las contribuciones que,

desde el contexto cotidiano, podían realizar en la transformación de la cultura.

En definitiva, el involucramiento de memorias para la enseñanza y el aprendizaje del conflicto

armado colombiano no sólo permitió la construcción de un vínculo entre el sujeto y el contexto

histórico, sino que también, condujo a reflexiones y resignificaciones sobre la violencia y sobre

la paz, en miras a enfrentar los conflictos tomando su potencial transformador y contribuir en los

retos de la sociedad para la construcción de paz.

En suma, la investigación “Procesos de memoria alrededor del conflicto armado: narrativas de

los niños y niñas sobre la violencia y la paz” contribuyó en el campo social y de la pedagogía

puesto que:

❖ Reconoció que los niños y niñas son sujetos de saber, capaces de construir conocimientos

y resignificar la realidad, a través de las experiencias que entablan sobre ella.

❖ Dotó de significado la práctica pedagógica y la enseñanza de la historia de Colombia, a

través de momentos de diálogo y reflexión que surgen a partir de la integración de las

memorias sobre el conflicto armado.

94

❖ Escuchó y reivindicó la voz de los niños y niñas como un pilar que aporte a la

transformación de sus contextos socioculturales para la construcción de paz.

❖ Generó un espacio donde los niños y niñas pudieron construir memorias colectivas sobre

el conflicto armado colombiano y, a través de ello, resignificar el pasado, comprender el

presente y pensar en la transformación del futuro.

❖ Posibilitó que los niños y niñas enriquecieran sus discursos y percepciones sobre la

situación actual del país, constituyendo sujetos reflexivos y críticos.

❖ Acercó a los niños y niñas que no han sido víctimas directas de la guerra en Colombia a

la historia del conflicto armado colombiano, reconociendo la importancia de que todos

los miembros de la sociedad contribuyan en la construcción de una cultura para la paz.

95

Referencias Bibliográficas

Acosta, L. y Carvajal, A. (2014). Visibilización de las figuras de infancia configuradas por los

niños y niñas en situación de desplazamiento por el conflicto armado, en la institución

educativa Luis Carlos Galán (Altos de Cazucá). (Monografía de Pregrado). Universidad

Pedagógica Nacional, Bogotá.

Arias, D. H. (2016). La memoria y la enseñanza de la violencia política desde estrategias

audiovisuales. Revista Colombiana de Educación, (71), Pp. 253-278.

Ayuste, A. (2006). Las contribuciones de Habermas y Freire a una teoría de la educación

democrática centrada en la deliberación racional y el diálogo. Revista Educación, democracia

y ciudadanía. Pp. 65-102.

Ballesteros, N. (2017). Geopolítica de las emociones en tramas narrativas de maestros y maestras

ubicadas en zonas afectadas por el conflicto armado: prácticas de cuidado y/o altericidio. El

caso del departamento del Caquetá. (Informe de Investigación de Pregrado). Universidad

Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá: Colombia.

Barriga, O. y Henríquez, G. (2003). La presentación del objeto de estudio. Reflexiones desde la

práctica docente. Cinta Moebio, N. 17. Pp. 77-85.

Bastida, A. (2004) Educar para la paz desde la guerra. Bilbao: Bakeaz

Bello, E., Díaz, S. C. y Rincón, Y. (2015). Prácticas pedagógicas en contexto de conflicto

armado. Ciudad paz-ando, 8(2), pp. 141 - 157.

Benjamín, W. (1991). Para una crítica de la violencia. Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.

Recuperado de: https://www.ddooss.org/articulos/textos/walter_benjamin.pdf

Bermúdez, J. y Sotelo, Y. (2016). Dinámicas y soluciones de paz del conflicto armado en

Colombia: 1992-2002 (Monografía de Pregrado). Universidad Distrital Francisco José de

Caldas. Bogotá.

96

Bernal, A. A.; Ramos, W. J. (2015). Sentimientos morales, educomunicación y nuevas

ciudadanías en el Colectivo Caminos de Paz. Revista Infancias Imágenes. 14(1), 23-39.

Blair, E. (2005). Memorias de violencia: espacio, tiempo y narración. CINEP.

Bonilla, E. y Rodríguez, P. (2005). Más allá del dilema de los métodos. La investigación en

Ciencias Sociales. Grupo Editorial Norma.

Botero, D. (1998) El círculo dantesco: Una teoría de la Violencia. En Revista Politeía, (22), Pp. 1

-39. Bogotá: Facultad de Derechos y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de

Colombia.

Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Editorial Anagrama. Barcelona: España.

Bourdieu, P., & Passeron, J. (1995). La reproducción, elementos para una teoría del sistema de

enseñanza. México: Fontamara.

Buenaventura, N. (1995). La importancia de hablar mierda o los hilos invisibles del tejido social.

C.E. Magisterio.

Bushnell, D. (1993). Colombia, una nación a pesar de sí misma: de los tiempos precolombinos a

nuestros días. Bogotá: Editorial Planeta.

Calderón, P (2009) Teoría de conflictos de Johan Galtung: Revista Paz y Conflicto. No. 2 (pp. 60

- 81) España.

Castiblanco, P. y Melo, N. (2017). Voces del conflicto armado colombiano en el aula. Un

acercamiento desde la sociocrítica. (Tesis de Maestría). Universidad Distrital Francisco José

de Caldas, Bogotá.

Centro de Comunicación Educativa Audiovisual. (2013). Educación para la paz. Reflexiones y

vivencias como contribución al postconflicto. Cartilla Metodológica, (8). Bogotá: CEDAL.

Centro Nacional de Memoria Histórica. (28 de enero de 2014). ¿Qué es el Centro Nacional de

Memoria Histórica? Recuperado de: http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/somos-

cnmh/que-es-el-centro-nacional-de-memoria-historica

97

Cifuentes, R. (2001). Diseños de proyectos de investigación cualitativa. Buenos Aires: Centro de

publicaciones educativas y material didáctico.

Coffey, A. y Atkinso, P. (2003). Encontrar el sentido a los datos cualitativos. Estrategias

complementarias de investigación. Editorial Universidad de Antioquía.

Concha, M. (1998). El catolicismo y la violencia. En Sánchez, A. El mundo de la violencia.

México: Fondo de Cultura Económica.

Debattista, S. Los caminos del recuerdo y el olvido: la escuela media Neuquina, 1984-1998. En

Jelin, E. y Lorenz F. G. Educación y memoria. La escuela elabora el pasado (Pp.41-64).

Buenos Aires: Siglo XXI.

Deleuze, G. (1990). ¿Qué es un dispositivo? En Foucault, filósofo. Argentina: Gedisa Editores.

Recuperado en: https://es.scribd.com/doc/36937961/Que-es-un-dispositivo-Deleuze

Demasi, C. (2004). Entre la rutina y la urgencia. La enseñanza de la dictadura en Uruguay. En

Jelin, E. y Lorenz F. G. Educación y memoria. La escuela elabora el pasado (Pp.131-162).

Buenos Aires: Siglo XXI.

De Zubiría, J. (2010). Lo modelos pedagógicos, hacia una pedagogía dialogante. Bogotá.

Colombia: Cooperativa Editorial Magisterio.

Forero, M.; Cruz, B. (2016). Representaciones sociales sobre la historia, historia reciente y

memorias construidas en el aula a través del uso del cine (tesis de Maestría). Universidad

Francisco José de Caldas, Bogotá.

Gómez, J. (2009). Voces que quieren hacerse oír (narrativas de la memoria y el olvido en la

escuela). En Jiménez, A. y Guerra, F. Las luchas por la memoria. Bogotá: Instituto para la

Pedagogía la Paz y el Conflicto Urbano.

Halbwachs, M. (2000). La Memoria Colectiva. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza.

Herrera, M. y Ramírez, L. (2009). Políticas de la memoria como forma de socialización y de

subjetivación política: un análisis histórico sobre el tiempo presente. En Jiménez, A. y Guerra,

98

F. Las luchas por la memoria. Bogotá: Instituto para la Pedagogía la Paz y el Conflicto

Urbano.

Jelin, E. (2002). Los trabajos de la memoria. Madrid: Ed. Siglo XXI.

Jelin, E. y Lorenz F. G. (2004). Educación y memoria. La escuela elabora el pasado. Buenos

Aires: Siglo XXI.

Liebel, M., Martínez, M. (2009). Infancia y Derechos Humanos. Hacía una ciudadanía

Participante y protagónica. IFJANT, Instituto de Formación para Educadores de Jóvenes,

Adolescentes y Niños Trabajadores de América Latina y el Caribe.

Lizarralde, M. (2015). Ambientes educativos de escuelas en zonas de conflicto armado (Tesis de

Doctorado). Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá.

Luna, J. y Cadena, M. (2017). Cultura de paz: una construcción desde la educación. Revista

Historia de la Educación Latinoamericana, (28), Pp. 149-172.

Márquez, P. y Puentes, L. (2015). Reconocimiento y memoria en el aula para generar espacios de

participación y conciencia en los estudiantes de décimo grado del Liceo Moderno Celestin

Freinet, Bogotá (Engativa). (Trabajo de Grado de Pregrado). Universidad Distrital Francisco

José de Caldas. Bogotá: Colombia.

Montejo, D y Quiroga, L. (2017). Sujetos, discurso pedagógico, narrativas infantiles y memoria

histórica en la escuela (tesis de Maestría). Universidad Distrital Francisco José de Caldas,

Bogotá.

Molano, A. (2015). Fragmentos de La Historia Del Conflicto Armado (1920-2010). En:

Comisión Histórica del Conflicto y sus víctimas. Contribución al entendimiento del conflicto

armado en Colombia (Pp. 541-598). Recuperado de:

http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/mesadeconversaciones/PDF/Informe%20Comis

i_n%20Hist_rica%20del%20Conflicto%20y%20sus%20V_ctimas.%20La%20Habana%2C%

20Febrero%20de%202015.pdf

Múnera, L. (1998). Bases de una agenda para la paz. En Revista Politeía, (22), Pp 35 -45.

Bogotá: Facultad de Derechos y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Colombia.

99

Navarro, K. (2018). La memoria histórica como elemento para la comprensión del conflicto

armado y la creación de espacios de resiliencia en escenarios educativos. (Informe de

Pasantía). Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá: Colombia.

Not, L. (1994). La Pedagogías del Conocimiento. Fondo de Cultura Económica. Bogotá:

Colombia.

Osorio, L. (2015). Una mirada a las consecuencias del conflicto armado en la vida escolar.

(Informe de Pasantía). Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá: Colombia.

Ortega, P.; Merchán, J.; Vélez, G. (2014). Enseñanza de la historia reciente y pedagogía de la

memoria: emergencias de un debate necesario. Revista Pedagogía y saberes, (40), Pp. 59-70.

Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá.

Ospina, M.; Carmona, J, y Alvarado, S. (2014), Niños en contexto de conflicto armado:

narrativas generativas de paz. Imágenes de Investigación. 13(1), Pp. 52-60.

Padilla, A. y Bermúdez, A. (2016). Normalizar el conflicto y desnormalizar la violencia: retos y

posibilidades de la enseñanza crítica de la historia del conflicto armado colombiano. Revista

Colombiana de Educación, (71), Pp. 219-251.

Peña, N. (2017). Los niños y las niñas, ¿sujetos políticos?: construcciones posibles desde la

escuela y el aula. Infancias Imágenes (2), Pp. 228-241.

Peñaloza, P. y Anzola, Y. (2016) Abordaje del desarraigo y la recuperación de memoria a través

de la expresión plástica con los niños(as) asistentes a la casa de memoria y lúdica kukulkán en

el marco de la sistematización del proyecto atrapasueños (tesis de pregrado). Universidad

Distrital, Bogotá.

Quintar, E. (2008). Didáctica no parametral: sendero hacia la descolonización. Manizales,

Colombia: Instituto Pensamiento y Cultura en América Latina (IPECAL), Universidad de

Manizales.

Reyes, L. (2004). Actores, conflicto y memoria: reforma curricular de historia y ciencias sociales

en Chile, 1990-2003. En Jelin, E. y Lorenz F. G. Educación y memoria. La escuela elabora el

pasado (Pp.65-93). Buenos Aires: Siglo XXI.

100

Ricoeur, P. (2000). La memoria, la historia y el olvido. Fondo de Cultura Económica.

Sánchez, G. (2003). Guerras, memoria e historia. Instituto Colombiano de Antropología e

Historia. Bogotá, Colombia.

Sánchez, G. (1991). Guerra y Política en la Sociedad Colombiana. Bogotá: El Áncora Editores.

Sánchez, G. (2012). Raíces del conflicto. En S. Ferry, Violentología: un manual del conflicto

colombiano (Pp. 18-28). Ediciones Umbrage.

Sánchez, R. (1998). La paz como política pública nacional. El desarrollo al derecho a la paz (a

tientas por el laberinto de la paz). En Revista Politeía, (22) Pp. 47-58. Bogotá: Facultad de

Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional

Todorov, T. (2000). Los abusos de la memoria. Barcelona: Editorial Paidós.

Trinidad, R. (2004). El espacio escolar y las memorias de la guerra en Ayacucho. En Jelin, E. y

Lorenz F. G. Educación y memoria. La escuela elabora el pasado (Pp.11-39). Buenos Aires:

Siglo XXI.

Vargas, A. (1998) Reflexiones sobre la metodología y agenda de una negociación con la guerrilla

colombiana. En Revista Politeía, (22), Pp. 59 -74. Bogotá: Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad Nacional.

Venegas, S. (2016). La enseñanza de la historia reciente como un ejercicio de formación ético-

política (tesis de maestría). Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Bogotá, Colombia.

Zuluaga, O., Echeverry, A., Martínez, A., Restrepo, S. y Quiceno, H. (1988). Educación y

Pedagogía: una diferencia necesaria. Educación y Cultura, Pp. 4-9. Recuperado de

http://www.albertomartinezboom.com/escritos/articulos/1988_Educacion_y_pedagogia_Una_

diferencia_necesaria.pdf

101

Anexos

Anexo No 1

Relato de la profesora:

Niños, yo entre al salón y me encontré con una gran sorpresa que me duele un poco y es

(se agacha y toma la fotografía) esta foto, porque me recuerda el lugar donde crecí. Yo

soy de un pueblo… Trujillo Valle y allá el año 1994 ocurrió una masacre. ¿Ustedes

saben lo que es una masacre? -Los niños/as responden que no-. Una masacre es cuando

arrasan y acaban con todo, en este caso con la vida de cientos de personas.

Bueno, pues la masacre en mi pueblo la hicieron los paramilitares y otros grupos

armados porque tuvieron enfrentamientos y asesinaron a 438 personas en un evento muy

cruel, porque despedazaban a las personas, como por ejemplo al cura del pueblo que

antes de matarlo le cortaron sus dedos y también lo castraron ¿ustedes saben que es eso

verdad? le cortaron sus partes íntimas, y eso me duele, porque él era una buena persona,

yo era acolita en la iglesia y le tenía cariño.

Pero esto se lo hicieron a muchas personas, los desmembraron y los asesinaron y la gran

mayoría fueron arrojados al río Cauca, (uy profe, o sea que se llenó de sangre todo el

río) ¡Si! de sangre de personas que no entendían porque las mataban, y dentro de estas

personas murieron … ¡no, no murieron, fueron asesinados mi papá y mis tres hermanos

(llanto de la profesora)

Y, es por eso que me dio muy duro entrar al salón y ver esta imagen (muestra la foto),

pero niños, yo les cuento esto para que entiendan que nuestra historia ha sido muy

violenta y yo pude haber ido a la guerra y cobrar venganza, porque es lo que

consideramos justo, pero decidí no hacerlo y mejor dedicar mi vida a luchar, pero no

con armas, sino con educación, porque ustedes alegran mi alma.

102

Niños, ¿ustedes saben mi nombre? -siiiiiiii, profe Cielo-. No, ese no es mi nombre (todos

se muestran confundidos) Mi nombre es Trujillo Valle y yo represento a todas esas

personas de mi pueblo e intento mantener viva la memoria histórica de mi pueblo. Por

ejemplo, ustedes han visto lo jardines que tengo en el colegio, esos jardines los sembré

para sanarme y también para sentirme acompañada, porque no hay como olvidarlos. Por

eso me duele que a veces los niños me dañen las plantas, porque, aunque ellos no saben

que ahí están representados mis familiares, ellos no deben dañar las cosas.

Pero bueno niños, yo no los quiero aburrir, solo quiero decirles que la violencia no nos

lleva a ningún lado, solo causa dolor y sufrimiento, por eso soy maestra, porque no

quiero que ustedes piensen que la violencia es buena. Bueno niños, y también debemos

agradecer a las profes que se han tomado el tiempo para traer estas experiencias a

ustedes, porque también están preocupadas por el futuro de este país, y no es para menos

porque quiero que miren esa frase (señala uno de nuestros letreros y la lee en voz alta)

“paramilitares y militares, lo mismo son, matan al pueblo y dicen que no” ¿saben

porque? el estado sabe lo que está pasando y lo permite, están en contra del pueblo y lo

asesina también, así que por eso debemos educarnos y entender lo que sucede.

Anexo No. 2

El libro “De otra manera. Fábulas sobre acuerdos en Colombia” de Diana Ospina y Nicolas

Chirokoff, presenta diferentes fábulas que están inspiradas en historias reales de comunidades

que lograron superar el conflicto a través de la creación de acuerdos y espacios de diálogo. En la

sesión que llevó a los y las estudiantes a hablar sobre la violencia hacia las mujeres, la fábula

leída estaba inspirada en las mujeres de Vale Encantado, Córdoba; quienes enfrentaron el

reclutamiento forzado sin el uso de la violencia:

103