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LINGÜÍSTICAGENERAL
Profesores A. Castañeda Castro y J. Ortega Olivares
ÍNDICE
Tema 1: La lingüística como ciencia – Página 5
Tema 2: Aspectos semióticos del lenguaje – Página 44
Tema 3: Las lenguas del mundo – Página 84
Tema 4: Fonética y fonología – Página 122
Tema 5: Morfología – Página 168
Tema 6: Semántica – Página 200
Tema 7: Sintaxis – Página 243
Tema 8: Pragmática – Página 288
Tema 9: Lingüística aplicada – Página 332
LINGÜÍSTICA GENERAL Grado de filosofía TEMA 1 LA LINGÜÍSTICA COMO CIENCIA
1. La Lingüística y su objeto de estudio.- 2. Descripción y explicación. 3. Breve historia de la Lingüística. 4. Áreas de interés de la Lingüística.
1. LA LINGÜÍSTICA Y SU OBJETO DE ESTUDIO 1.1. Una noción intuitiva de ‘lenguaje’ Hoy en día se acepta generalmente la idea de que el lenguaje es la facultad de asociar dos órdenes distintos de entidades: el orden de los contenidos mentales, que por sí mismos no tienen medio alguno de manifestarse, pues son por naturaleza internos; y el orden de las realidades sensoriales, que permiten a los contenidos mentales manifestarse al exterior. Al primero de estos órdenes se le suele llamar orden del contenido, y al segundo orden de la expresión, o, de modo abreviado, contenido y expresión. Con estos términos, por tanto, podemos decir que el lenguaje es la facultad de asociar el contenido a la expresión con la finalidad de manifestarlo. Esta definición puede ilustrarse con ejemplos como los siguientes: a) El contenido que indicamos con las palabras “el número intermedio entre 4 y 5” no puede utilizarse en el cálculo si no se asocia a una expresión sensorial que lo manifieste, esto es, a la expresión gráfica <4,5>. b) El mensaje que una abeja exploradora lleva a sus compañeras de la colmena, y que les informa de la existencia, a una cierta distancia, de una fuente de alimento, no podrá ser transmitido y recibido si no va asociado a una forma concreta de ‘danza’ de la abeja en cuestión, que pueda ser captada por las demás abejas e interpretada de manera adecuada. c) El contenido «hijo varón del hermano del padre de X» no podrá ser utilizado en la comunicación hasta que no se asocie con alguna expresión, como, por ejemplo, primo en español, cugino en italiano, cousin en francés, etc.; a su vez, la expresión no tendrá ningún sentido si no va asociada a algún contenido. Estos ejemplos han sido extraídos de ámbitos muy distintos: de la Matemática, de la Etología animal y de las lenguas. Además se refieren a expresiones de naturaleza diferente: en el primer caso la expresión es una cifra gráfica (aunque se pueda pronunciar); en el segundo es una secuencia ordenada de movimientos del cuerpo de la abeja (la ‘danza’) que son captados por las compañeras con sus órganos sensoriales;
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en el último es una secuencia de sonidos (que puede ser también transcrita a letras). Todo esto significa que, para construir una noción intuitiva de lenguaje, no importa precisar cuál es la naturaleza de la expresión a la que el contenido se asocia. Es más, en el orden de la expresión hay una variedad ilimitada de tipos de expresión (signos gráficos, sonidos, movimientos, etc.). La única condición importante es que la expresión esté constituida por material sensorial producido por un organismo y capaz de ser percibido por los sentidos de otro organismo. El hecho de que, para que pueda haber lenguaje, sea necesaria una asociación de expresión y contenido se indica normalmente con el término biplanaridad: el lenguaje es biplanar porque está constituido por dos planos, el de la expresión y el del contenido. Entendido en este sentido, el lenguaje constituye una categoría más amplia de lo que podemos pensar a primera vista. La Matemática es lenguaje, son lenguaje los sistemas desarrollados por los animales para comunicarse, son lenguaje las lenguas verbales humanas. De ahí que se pueda decir que el lenguaje no es, en absoluto, exclusivo del ser humano: los animales hacen uso a su manera de la facultad del lenguaje porque tienen medios para asociar contenido y expresión; y los seres humanos mismos ponen de manifiesto la facultad del lenguaje de diferentes maneras: gestos, posturas del cuerpo, mímica, etc., además de con los sonidos verbales.
Ahora bien, como intentaremos mostrar a lo largo de éste y el siguiente tema, a la Lingüística le interesa el estudio del lenguaje en un sentido más estricto del que se considera en este epígrafe: la Lingüística se preocupa por el lenguaje en tanto que facultad específica del ser humano para desarrollar una forma particular de comunicación enormemente potente, que se manifiesta de forma universal en las lenguas verbales y cuyo principal rasgo definitorio es su carácter multiarticulado (vid. tema 2). 1.2 La lingüística como ciencia Según una definición corriente, la Lingüística es el estudio científico del lenguaje y las lenguas. Ciertamente es ésta una definición con la que sería difícil no estar de acuerdo. La cuestión es precisar en qué consiste el conocimiento científico aplicado al caso de la Lingüística y qué entendemos por lenguaje y lengua. Los próximos apartados y, en general, el presente tema, intentan precisar tales nociones. 1.2.1 Objetivos de la Lingüística La Lingüística no tiene una finalidad única, que se pueda formular con facilidad en una sola proposición. Al contrario, en cada parcela del estudio lingüístico se avanza en direcciones distintas, de tal manera que en algunos casos lingüistas de diferente especialidad o de diferente escuela pueden no estar de acuerdo sobre los mismos puntos de referencia fundamentales (como ocurre, por otra parte, en todas las demás áreas de investigación). Sin embargo, si intentamos identificar los objetivos recono-cidos y aceptados por casi todos los que practican esta disciplina, nos encontramos con que la Lingüística se propone:
a) especificar la naturaleza del lenguaje, y en concreto las potencialidades que éste aporta al ser humano o las limitaciones que le impone; es decir,
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especificar la naturaleza del lenguaje en tanto que facultad e intentar dar cuenta, por un lado, de cómo se adquiere y de qué nos puede enseñar sobre la mente humana y sobre la forma de percibir y representar el mundo; y, por otro, de cómo posibilita la comunicación y con ello el establecimiento de relaciones sociales complejas;
b) identificar las reglas y principios que aplican los hablantes de una lengua cuando producen y reciben mensajes lingüísticos;
c) describir y explicar los cambios que se producen, con el paso del tiempo, en la organización y la estructura de las lenguas.
Como es natural, es posible añadir otros objetivos más concretos a los que acabamos de mencionar (aludiremos a ellos a lo largo de este curso). Por ahora, sin embargo, nos limitaremos a éstos y subrayaremos que la Lingüística, como quizá todas las demás disciplinas que pretenden ser rigurosas, actúa entre dos extremos: por un lado, el específico del análisis empírico (llevado a cabo frecuentemente hasta niveles incluso microscópicos) de los hechos lingüísticos; por otro, el general y abstracto de la formulación de teorías globales. La acumulación de hechos lingüísticos, la constitución de grandes ‘depósitos’ de fenómenos y materiales lingüísticos es, sin duda, su fundamento operativo (como lo es para la Biología la acumulación de observaciones empíricas y de datos experimentales), pero la formulación de teorías generales es indispensable para enfocar debidamente los datos y darles un sentido. 1.2.2 Requisitos previos para el estudio del lenguaje
El estudio científico del lenguaje requiere tener en cuenta ciertas condiciones
de éste que pueden resultar un escollo a la hora de desarrollar su conocimiento riguroso. Se trata de ciertas dificultades que conviene resolver -o al menos conocer- para entrar en la manera de pensar propia de la Lingüística:
a) Una disciplina no prescriptiva. Para los diletantes (que abundan en el campo de
estudio del lenguaje), una de las características más sorprendentes de la Lingüística radica en que ésta no da consejos o prescribe comportamientos: no dice qué es bueno o qué es malo en la conducta lingüística de los individuos y de las sociedades. Esta precisión, dada su evidencia, debería ser inútil: ninguna disciplina científica es prescriptiva, aunque puedan serlo sus aplicaciones. La Economía no dice qué hay que hacer para obtener un determinado resultado económico; la Fisiología no dice qué es justo y qué es erróneo en el funcionamiento del organismo. Sin embargo, en el caso de la Lingüística esta situación no resulta tan clara: a menudo ha sido y es considerada la Lingüística como una suma de recomendaciones; incluso los mismos lingüistas son a veces imaginados como jueces del ‘buen comportamiento’ lingüístico. Por tanto, el carácter no prescriptivo del estudio lingüístico hay que subrayarlo una y otra vez. Conviene insistir, por tanto, en que la Lingüística tiene como objeto la descripción y explicación del lenguaje humano, en tanto que facultad específica, a través de su manifestación en las lenguas verbales.
b) Se estudia lo inobservable. El segundo obstáculo que hay que superar consiste en reconocer el hecho de que, al estudiar el lenguaje, se consideran sobre todo
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fenómenos que ‘no se ven’, es decir, fenómenos no observables. El contenido -uno de los dos planos del lenguaje- es interno por naturaleza y definición, y escapa, por tanto, a la observación directa. Es más, uno de los principales problemas técnicos de la Lingüística moderna radica precisamente en cómo representar gráfica y visiblemente el contenido, igual que se representan gráficamente con símbolos no equívocos otras entidades no observables como los números y las operaciones aritméticas. Ciertamente, la Lingüística no es la única disciplina que se ocupa de cosas que, en rigor, no se ven, o que aún no se ven: la Física, la Biología, la Astrofísica, la Economía, etc. están basadas también, en mayor o menor medida, en la investigación de objetos que no se ven. En algunas de estas ciencias esta limitación es sólo provisional. La Lingüística, en cambio, es una disciplina esencialmente de lo no observable: de los fenómenos de que se ocupa sólo algunos son visibles, y ello porque en alguna medida se plasman en forma escrita o están constituidos por comportamientos -visibles, audibles o grabables- de los hablantes. La variedad, pues, de los fenómenos lingüísticos que se pueden observar es limitada. ¿Quién ha visto o podrá ‘ver’ la organización sintáctica de una frase? ¿Quién podrá ‘ver’ cómo está hecha una regla gramatical? ¿Quién será capaz de ‘ver’ el significado de un discurso?
c) Renunciar a la ‘naturalidad’. La tercera dificultad radica en la necesidad de acostumbrarse a no considerar el lenguaje sólo como un comportamiento espontáneo y natural, como aparece a primera vista, sino a verlo como un objeto en cierta manera ‘externo’ y susceptible de estudio. El hecho de que todos los seres humanos dispongan del lenguaje y lo utilicen en todo momento con aparente libertad e independientemente de impedimentos externos, puede hacer pensar que no constituye por sí solo un problema científico, y que su organización es obvia y banal. Si no renunciamos a esta actitud y no nos acostumbramos a la idea de que también se puede someter a análisis un comportamiento en apariencia tan natural como es el lenguaje, el estudio lingüístico es literalmente imposible. Éste sólo tendrá lugar cuando se llega a pensar que el lenguaje, pese a su naturalidad y ‘facilidad’ aparentes, es un objeto complejo, muy organizado, que puede funcionar mal o resultar dañado o destruido (como cuando se dan determinadas circunstancias patológicas). Sólo con esta idea en la mente se puede entrar en el dominio de la Lingüística.
d) Las lenguas se estudian con otras lenguas. En cuarto lugar, la Lingüística tiene una peculiaridad que la hace probablemente única entre las demás ciencias. Tiene como objeto el lenguaje y las lenguas; pero, por una especie de círculo vicioso, para estudiar este objeto no puede servirse de otra cosa que de lenguas. Dicho de otra manera, en Lingüística, el objeto de estudio y el instrumento para estudiarlo son exactamente idénticos. No parece que existan otras disciplinas que se encuentren en esta posición de paradoja esencial.
e) Construir el propio objeto. Por último, la reflexión sobre el lenguaje y las lenguas se hace cada vez más compleja debido a que, como ya puso de manifiesto Ferdinand de Saussure, la Lingüística, a diferencia de otras disciplinas ‘duras’ y ‘blandas’, debe construir su objeto a medida que avanza. Dicho de otra manera: La Lingüística no se enfrenta a un objeto ya formado y listo para el análisis, un objeto que sólo haya que estudiarlo. En Lingüística se tiene que decidir en todo
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momento dónde empieza y dónde acaba el objeto de estudio; a menudo no se sabe qué puede haber o no haber en un fenómeno que esté sometido a examen; otras veces tiene incluso que construir, durante el análisis, categorías nuevas con las que poder tratar el objeto estudiado.
Esta circunstancia se debe en parte a que la Lingüística se ocupa a menudo de fenómenos lingüísticos que no se ven. Una gran parte de las discusiones metodológicas de la Lingüística moderna ha surgido precisamente aquí, lo que conduce a que el objeto de la Lingüística deba ser definido en el ámbito de la teoría que se adopte y que, debido a esto, la interpretación de las evidencias de base se vea sometida a numerosas fluctuaciones en conceptos y términos.
Esta circunstancia de que hablamos también se debe al carácter ‘heteróclito’ del lenguaje. Con el término heteróclito aludimos -siguiendo a Ferdinand de Saussure, quien lo extendió a comienzos del siglo XX- al hecho de que el lenguaje está estrechamente ligado a una enorme variedad de ámbitos de experiencia y de estudio, y que, por así decirlo, tiene lugar gracias a numerosos fenómenos que no son lingüísticos en sentido estricto. Así, desde cierto punto de vista, el lenguaje ‘es’ sonido, y por tanto forma parte de la Fisiología y de la Física; desde otro punto de vista, ‘es’ contenido mental y por tanto pensamiento, por lo que se adentra en la Psicología. Pero hay muchas más áreas en las que el lenguaje ahonda sus raíces: como nace de la especie humana en cierto momento de su evolución, el lenguaje penetra en el ámbito de la Biología y la Genética; desde el momento en que las lenguas se aprenden, es objeto de la Pedagogía; como las lenguas cambian con el tiempo, ‘es’ Historia; podemos describir muchos aspectos del lenguaje y de las lenguas con métodos matemáticos, y por tanto ‘es’ objeto de la Matemática; el lenguaje tiene lugar en el cerebro, está sujeto a disfunciones y por ello merece la atención de la Neurología. Como vemos, la lista de los ámbitos que contribuyen en cierta manera a dar al lenguaje su fisonomía es muy larga, y larga es también la lista de las disciplinas que pueden constituir al lenguaje como objeto de su estudio o que se aproximan a la Lingüística en el estudio de éste.
Así las cosas, no es de extrañar que, al ser ‘heteróclito’ el objeto de su estudio, la Lingüística misma también lo sea. Esta peculiaridad, que ha inquietado mucho durante algún tiempo a los lingüistas -que buscaban el camino para construir un método específico para la Lingüística-, hoy es asumida y aceptada sin mayores problemas. Esta propiedad de la Lingüística da lugar, sin duda, a confusiones y malentendidos, pero también constituye uno de los aspectos que más la distinguen de las demás disciplinas. La Lingüística no es propiamente una disciplina ‘humanística’, porque verifica los datos y emplea métodos de las ciencias ‘frías’ en una medida muy superior a como se suele hacer en los estudios humanísticos; tampoco es una disciplina estrictamente ‘científica’, porque su objeto, el lenguaje y las lenguas, a menudo es huidizo, una amalgama de subjetividades y de idiosincrasias demasiado amplia como para que pueda ser concretado y entendido con el mismo rigor con el que se podría, por ejemplo, describir la composición química de la sangre o medir un campo magnético.
El carácter ‘heteróclito’ de la Lingüística explica también por qué razón es a los ojos de muchos, e incluso realmente, una disciplina ‘mixta’, y hasta ‘impura’: toma datos, materiales, métodos y modelos de análisis de otros campos de estudio, y al mismo tiempo ofrece a estos campos hipótesis,
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generalizaciones, ideas. Con el tiempo, naturalmente, el repertorio de las ciencias con el que la Lingüística establece los mayores intercambios y contactos ha cambiado, y está destinado a cambiar también en el futuro. Si a comienzos del siglo XX generalmente era considerada como uno de los sectores de los estudios filológicos y sólo en algunos casos se acercaba a la Psicología, en los años sesenta tomaba contacto con ciencias más formales, como la Matemática y la Lógica, y a finales de ese siglo su posición en el ámbito general de las ciencias es todavía más compleja: aunque sigue estando en algunas de sus manifestaciones muy próxima a los estudios histórico-arqueológicos o a los psicológicos, sus conexiones más prolíficas parecen ser las establecidas con las ciencias neurológicas, antropológicas o con la informática. Esto no significa, desde luego, que los viejos contactos hayan sido arrinconados, sino solamente, por un lado, que la gama de intercambios y, por tanto, el perímetro exterior de la disciplina se han ampliado; y, por otro, que, como resultado de estas oscilaciones, el concepto de ‘lenguaje’ también haya ido cambiando.
2. DESCRIPCIÓN Y EXPLICACIÓN 2.1 Modelos y mapas
La experiencia del lenguaje, en tanto que conocimiento y comunicación, es,
como sabemos, extraordinariamente compleja. El propósito de la Lingüística es ofrecer alguna explicación de esta complejidad abstrayendo de ella lo que parece tener una significación esencial. La abstracción consiste, entre otras cosas, en idealizar los datos concretos, como parte del proceso de construir modelos de descripción lingüística.
La Lingüística, por tanto, ofrece modelos con que puedan ser revelados los rasgos del lenguaje que no se manifiesten de modo inmediato. Para ello, sin embargo, el modelo deberá ofrecer una versión simplificada e idealizada de la realidad: los rasgos de ésta que se consideran accesorios quedan descartados, para que así resulten destacados aquellos otros que se consideren esenciales. En este sentido, los modelos se parecen mucho a los mapas.
Un mapa no muestra las cosas tal como son. Cualquiera que sea su escala, es inevitable que siempre quede descartada una enorme cantidad de detalles, porque no hay, sencillamente, espacio para ello. En otras ocasiones, incluso cuando lo hubiera, se excluyen numerosos detalles para evitar que la atención se distraiga y pueda apartarse de la información considerada esencial. Pensemos un momento, por ejemplo, en el mapa del metro de una gran ciudad. No guarda éste, como es evidente, demasiado parecido con el trazado real de las vías por las que transitan los trenes, con las curvas y vueltas que presenta la intrincada malla subterránea. No hay indicación de las dis-tancias que separan las estaciones. El parecido es aun menor cuando pensamos en la ciudad que hay arriba, con sus parques, edificios públicos y el complejo tejido de calles. Ese mapa sería completamente inútil si pretendiéramos usarlo para llegar a algún lugar a pie. El mapa en cuestión es, en efecto, un modelo del sistema de transporte subterráneo, y, como ha sido pensado teniendo en cuenta las necesidades de los usuarios de este medio de transporte, deja de lado todo lo que resulte irrelevante en relación con ellas.
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Lo mismo ocurre con los modelos del complejísimo panorama del lenguaje: identifican ciertos rasgos como importantes, y los destacan evitando cualquier distracción en el detalle. Otros rasgos no serán tenidos en cuenta. Y, como es de suponer, los distintos modelos descansarán en diferentes escalas y darán, por ello, preferencia a diferentes rasgos. Como los mapas, todos los modelos son producto de la simplificación y de la selección. Son versiones idealizadas de la realidad, elaborados para revelar ciertas cosas mediante la anulación de otras. No puede existir un modelo que sirva para todo, como no puede haber un mapa que lo represente todo. Su validez es siempre relativa, nunca absoluta. Se los crea para explicar la experiencia, y no se ha de esperar, así, que se correspondan con ella. Ninguno puede captar la verdad totalmente, o la verdad solamente. Si lo hicieran, dejarían, desde luego, de ser modelos: igual que un mapa dejaría de serlo si se correspondiera exactamente con el terreno representado. Tanto en Cartografía como en Lingüística, el problema consiste en saber qué escala emplear, qué dimensiones identificar y dónde establecer, de acuerdo con los intereses de la explicación, la línea que separe las abstracciones idealizadas de los elementos particulares concretos. 2.2 Pautas y variaciones
En tanto que medio de interacción de las personas, el lenguaje es un fenómeno social. Nos permite expresar públicamente las experiencias personales y, así, comunicar y entrar en comunión con otros, llegar a significados concertados y regular las relaciones. Para que todo ello sea posible, las lenguas han de ser códigos relativamente estables a los que se someten las personas, pues este sometimiento es condición para ser miembro de las comunidades que los usan; además, tiene que haber maneras convenidas de usar la lengua en los diversos tipos de contexto social. En este sentido, pues, aprender una lengua es un acto de adaptación social.
Al mismo tiempo, el lenguaje también proporciona los medios para la autoexpresión no conformista. Siempre hay espacio para la manipulación personal. Por ejemplo, las personas que hablen francés, suahelí o mandarín podrán, por un lado, producir mensajes en esas lenguas, combinaciones de palabras, de acuerdo con los sistemas de reglas subyacentes y los significados establecidos que conforman los códigos lingüísticos en cada caso. Por otro lado, sin embargo, estarán produciendo expresiones únicas en la lengua de que se trate, pues explotan la potencialidad del código. Aunque los hablantes están sometidos a las restricciones que imponen las convenciones del código y del uso de éste, explotan no obstante la potencialidad del mismo de manera diferente. Pero esta explotación consciente no es la única causa de variación. El perfil que muestra el uso que una persona hace de una lengua es tan particular como sus huellas dactilares; es más, si una misma persona repite una misma expresión oral, las repeticiones, aunque puedan sonar de modo idéntico, nunca serán acústicamente lo mismo. Resulta obvio, por tanto, que se impone la necesidad de asumir que ciertas cosas son siempre las mismas, incluso si, consideradas más de cerca, se muestran diferentes.
La cosa está, en fin, en que, por un lado y desde cierto punto de vista, el lenguaje es un fenómeno muy general y abstracto: un cuerpo compartido y estable de saberes sobre formas lingüísticas y sus funciones, y establecido convencionalmente por la comunidad. Al mismo tiempo y desde otro, el lenguaje es también algo muy concreto y variable si observamos la realidad de la conducta lingüística. Cuanto más
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nos acercamos a lo concreto en la escala de idealización, más diferencias percibimos y más se difuminan los aspectos generales; y viceversa. En consecuencia, conviene que establezcamos en esta escala algunos puntos de referencia que nos ayuden a definir qué abarca en realidad la investigación lingüística. A continuación examinamos algunos de los puntos de referencia más destacados propuestos en el siglo XX. 2.3 Lengua y habla
Uno de esos puntos de referencia fue establecido por Ferdinand de Saussure, el lingüista ginebrino considerado por muchos como el padre de la Lingüística moderna. Propuso, en unas conferencias famosas pronunciadas a principios del siglo XX, que la Lingüística debe ocuparse únicamente del código social compartido, el sistema abstracto, que él llamó langue (lengua), y que quedan fuera de su ámbito todos los fenómenos concretos debidos al enunciado individual, a los que recogió en el concepto de parole (habla). Según este modo de ver las cosas, langue es un cuerpo colectivo de saberes, algo así como un manual de referencia común del que han adquirido un ejemplar todos los miembros de una comunidad de hablantes. Esta distinción entre lenguaje como sistema abstracto y discurso concreto puede justificarse con dos hechos. Primero, esta distinción resulta conveniente porque delimita un área de investigación que es practicable: es posible, en principio, concebir una Lingüística de la parole, pero las particularidades de los fenómenos lingüísticos individuales son tan variadas y heterogéneas que eluden cualquier descripción. En segundo lugar, se puede afirmar que el concepto de langue recoge el aspecto central y más determinante del lenguaje mismo. Según este modo de considerar los hechos, parole es el lado contingente y móvil de las cosas, el reflejo conductual, relativamente superficial, del saber lingüístico interno. Y, así, langue es el lado que admite ser considerado el principio más apropiado para la Lingüística, o el principio esencial del lenguaje mismo, o ambos.
Esta distinción saussureana, considerada desde la perspectiva actual, tiene consecuencias controvertidas. Así, para empezar, conviene destacar que el concepto de langue despoja al lenguaje de su inestabilidad intrínseca. El lenguaje es necesaria y esencialmente una realidad dinámica: es proceso, no estado, y cambia en el tiempo para ajustarse a las necesidades de los hablantes. Saussure -formado él mismo en la tradición de la lingüística histórica, la cual aspiraba a explicar los cambios de las lenguas en el tiempo, esto es, la dimensión diacrónica del lenguaje- era, sin lugar a dudas, consciente de esto. Por ello, concibe en realidad la langue como una sección transversal de ese proceso durante cierto período de tiempo, como un estado sincrónico. Esto puede ser representado del siguiente modo:
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Esta concepción presenta, sin embargo, una dificultad: al parecer se confunden sincronía y estabilidad. Siempre que tomamos una sección transversal de una lengua, lo que encontramos no es fijeza, sino flujo. Ello se debe a que el lenguaje no es que cambie a lo largo del tiempo, sino a que varía en todo momento. Las cosas no pueden ser de otra manera, habida cuenta de que los miembros de una comunidad que ‘comparte’ una lengua serán de diferente edad, utilizarán esa lengua de manera diferente, a la que asignarán diferentes usos comunicativos y sociales. Los cambios generacionales provocan diferencias lingüísticas. Por muy pequeño que sea un período de tiempo dado, o limitada cierta variedad lingüística, siempre habrá cambios, variabilidad, en uno y otra, pues el lenguaje se ajusta muy flexiblemente a las necesidades de los miembros de la comunidad hablante. Y cuando algunos de estos usos cambiantes se convencionalizan, entonces quedan establecidos como formas ya cambiadas. En otras palabras: el cambio diacrónico a lo largo del tiempo es simple e inevitablemente el resultado de la variación sincrónica que acontece en todo momento.
Para ilustrar esta distinción entre sincronía y diacronía, Saussure propuso como ejemplo el juego del ajedrez. La sección transversal sincrónica de una lengua (el estado de langue) es -afirmaba- como el estado que presenta una partida en determinado momento: podemos estudiar la disposición de las piezas en el tablero sin tomar en consideración la dimensión diacrónica del juego, es decir, los movimientos realizados previamente o los que se puedan hacer en el futuro. Podemos, dicho de otro modo, considerar la configuración adoptada por las piezas como un estado de la partida en cuestión, sin tomar en cuenta que también es una fase en el desarrollo de la misma. Pero esta comparación no puede mantenerse: el ajedrez es por naturaleza una secuencia de estados separados entre sí, pues el juego se detiene cada vez que un jugador mueve pieza y llega el turno al otro. En el lenguaje, en cambio, no caben divisiones de este tipo, pues todo en él es continuidad. Es la Lingüística la que propone estas separaciones.
Pese a todo, la afirmación de que diacronía y sincronía no son en realidad dimensiones distintas del lenguaje, no invalida la idealización que las presenta como si lo fueran, sino que sólo pone límites a que tal distinción sea asumida en términos absolutos. Esto, como ya hemos visto, es aplicable a todos los modelos del lenguaje. Si quisiéramos dar cuenta de la variación y el cambio, trazaríamos las líneas de la idealización de modo diferente, pero seguiría habiendo idealización. Y el modelo resultante necesariamente revelaría en menor grado la estabilidad relativa de la lengua
Estados sincrónicos de langue (las estructuras representan sistemas lingüísticos)
Dimensión diacrónica Presente
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que constituye el marco de referencia necesario para dar cuenta de esa variabilidad. Hay que asumir siempre en algún lugar algunos puntos de referencia fijos como base de la descripción.
Y esto acontece también en la conducta lingüística. La asunción de estos puntos fijos de referencia, de estabilidad, puede ser una realidad en sí misma. Saussure no es el único en concebir el lenguaje como un estado estable: aunque un examen cuidadoso de la producción lingüística real muestra todo tipo de cambio y variación, las personas de la comunidad en que tal producción ha sido registrada pueden, sin embargo, pensar que la lengua que hablan está fijada y establecida, y aceptan la validez de las gramáticas y diccionarios que describen y recogen sus distintos aspectos. Quizá los miembros de una comunidad lingüística no poseen en su mente un ‘ejemplar’ idéntico de la langue, pero pueden, sin embargo, creer que lo tienen, y pueden, por ello, considerar las numerosas diferencias que perciben como algo que carece de importancia. 2.4 Sistema, norma y habla
La dicotomía langue/parole saussureana, al tiempo que abría un horizonte metodológico nuevo en el campo de la Lingüística, también supuso un reto importante: el de aunar de algún modo los extremos de esa dicotomía para tratar, así, de dar mejor cuenta de los hechos lingüísticos (es decir, de su unidad y variedad).
Para Coseriu, uno de los lingüistas que mejor han tratado el problema, el puente que une la extrema abstracción de la langue (lengua) con la manifestación genuina del lenguaje que es la parole (habla), sólo es posible si, frente a la Lingüística de la lengua (que propugna el estudio de la langue y deja a un lado la parole), optamos por la Lingüística del hablar. Para Coseriu este enfoque se fundamenta, entre otros, en los principios siguientes:
a) La clasificación de los hechos lingüísticos debe basarse en el hablar. b) El hablar no puede distinguirse como realidad distinta de la lengua, pues ésta se
halla presente en el hablar y se manifiesta de modo concreto en los actos lingüísticos. Lengua y habla no designan secciones autónomas o maneras de presentarse el lenguaje, sino distintos puntos de vista, distintos grados de abstracción y formalización de una misma realidad objetiva. No son, pues, divisiones del hecho, sino de método.
Una vez que se reconoce la insuficiencia de la división dicotómica del lenguaje, Coseriu plantea una división tripartita: sistema/norma/habla, basada en tres posibles grados de abstracción desde los que se puede interpretar el hecho lingüístico:
a) Conjunto de elementos concretos, variados y variables. Estos elementos se integran en el habla, carente de abstracción.
b) Características normales y más o menos constantes (independientemente de la función del hecho estudiado). Formarán parte de la norma, que supone el primer grado de abstracción.
c) Características indispensables, es decir, funcionales. Se integran en el sistema, que es el segundo grado de abstracción.
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Es decir, Coseriu intenta clarificar el sentido y el alcance de la noción saussureana de langue, estableciendo para ello la distinción entre sistema y norma. Para ilustrar esta distinción, Coseriu propone una larga lista de ejemplos en los campos fónico, fonológico, morfológico, sintáctico y léxico:
I) FONOLOGÍA. En español no existe oposición entre vocales abiertas y cerradas. No importa que en malo la [o] se realice abierta o cerrada, pues el fonema es único: /o/. No obstante, la pronunciación varía, de acuerdo con la norma, según los fonemas contiguos: será abierta en rosa o dogma y cerrada en mole o boda. Alterar tales pronunciaciones no alteraría el sistema, pero resultaría insólito, anormal. Tenemos, así, un único fonema, dos realizaciones distintas y una infinidad de actos distintos:
Oa i Oa ii Oa Oa iii Oa iv Oa v ... O Oc i Oc ii Oc Oc iii Oc iv Oc v ... SISTEMA NORMA HABLA (Oa: [o] abierta; Oc: [o] cerrada.)
Otro ejemplo: La oposición fonológica /r/-/r'/ existe en español sólo en
posición intervocálica (caro-carro) y se neutraliza en las demás. En teoría, para el sistema es indiferente que en las posiciones neutralizadas el archifonema se realice como [r] o como [r']. Mas no así para la norma: [r'] aparece siempre en posición inicial y tras s, l, y n (rata, alrededor, enraizado). Por contra, [r] es lo normal tras oclusiva (presa, crudo); y es realmente facultativa (pero más a menudo simple) en posición final absoluta y ante consonante (puerta, ver). No obstante, cuando por fonética sintáctica la -r entra en contacto con otra vocal, difícilmente escucharemos una vibrante múltiple (ver y escuchar).
II) MORFOLOGÍA. La mayoría de las evidencias de la distinción entre sistema y
norma, y también para aclarar el carácter sociocultural de esta última, se encuentra en errores de flexión o analogías que producen los niños o ciertas personas que no conocen suficientemente la norma. Tales errores proceden casi siempre de una aplicación de las oposiciones funcionales del sistema contraria a la aplicación consagrada como normal en la respectiva comunidad lingüística. Si un niño inglés dice oxes como plural de ox («buey»), en lugar del normativo oxen, es porque el sistema inglés contiene como legítima la oposición “sing. -ø/plural –es”, pero en la norma oxes queda fuera de ella. Lo mismo ocurre en español con andé (como canté) por anduve, o quereré (como temeré) por querré. También se pueden rastrear otros muchos casos en el ámbito de la derivación, composición y formación de palabras.
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III) SINTAXIS. La distinción entre sistema y norma aparece aquí como diferencia entre tipos generales o ‘regulares’ de construcción y las fórmulas fijas. Mientras los pri-meros representan al sistema, las segundas representan las realizaciones tradi-cionales de esquemas contenidos por el mismo sistema. Son, por tanto, reali-zaciones de norma. Entre las variantes de un esquema sintáctico permitidas por el sistema, una adquiere rango de norma, mientras las demás o bien son anormales, o bien adquieren normalidad únicamente en una determinada convención estilística. En español normativo, es normal la frase se me ha dado, y no me se ha dado, que, sin embargo, mantiene todas las distinciones requeridas por el sistema y aparece frecuentemente en determinados estratos sociocultu-rales. Además, es la elección normal en italiano: mi si è dato.
IV) LÉXICO. La enorme variedad de oposiciones que se establecen en el léxico, y que
hacen tan difícil el estudio del vocabulario, provocan también una mayor difi-cultad para distinguir sistema y norma. De todas formas, se pueden rastrear algunos aspectos donde la distinción resulta oportuna. Así, muchas veces hay dos o más palabras con significados prácticamente idénticos, pero una es la «normal» mientras la otra está marcada estilísticamente: perro-can, cama-lecho, rápido-raudo. En el ámbito de las asociaciones de palabras, hay muchas que están permitidas por el sistema, pero son inéditas en la norma. La labor poética busca muchas veces esas nuevas asociaciones. Por el contrario, otras asociaciones ya se hallan plenamente consagradas: a agua salada se opone agua dulce, que es simplemente agua no salada (y no agua con azúcar). Usar agua insípida como opuesto a agua salada es válido en el sistema, y hasta resultaría técnicamente más exacto, pero la norma no recoge dicha asociación.
Después de todo esto, podemos extraer diversas conclusiones. Entre ellas, que el
sistema es más general que la norma. El sistema comprende aquellos elementos funcionalmente inherentes a una lengua, considerada en sí misma. El sistema es único y posee un alto grado de estabilidad. La norma se refiere a otros muchos elementos que, sin ser funcionales, se integran plenamente en los usos lingüísticos de la comunidad hablante. Las normas son varias, y aumentan a medida que haya un mayor número de comunidades geográficas o socioculturales entre el conjunto de hablantes de una lengua. Podemos hablar de distintas normas parciales. La estabilidad de la norma es mucho menor, y los cambios (en el espacio, en el tiempo o en la escala social) de una norma a otra provocan situaciones de incertidumbre, en las que dos o más variantes «pugnan» por la hegemonía. Tal es el caso, en español, del uso etimológico de los pronombres frente al leísmo y al laísmo, o al ya mencionado andé/anduve.
Pero al mismo tiempo, y desde otro punto de vista, la norma es más restringida que el sistema. Ambos pueden coincidir aparentemente si el sistema ofrece una única posibilidad. Pero lo más general es que el sistema, una vez fijadas las oposiciones funcionales, permita una más amplia gama de variables, todas ellas igualmente válidas, y en estos casos la norma, que los hablantes seguimos por ser miembros de la comunidad, selecciona una de las variables y relega las demás como anomalías o simples hechos aislados de habla.
El sistema y la norma no existen aisladamente, sino que están contenidos en el lenguaje como actividad: en el hablar concreto. A partir de éste se pueden realizar sucesivos procesos de abstracción inductiva que nos pueden llevar desde el acto aislado hasta el comportamiento individual (Coseriu distinguirá después entre norma individual y norma social), el comportamiento colectivo y, por último, hasta el sistema,
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pero sin olvidar que éstos no son sino distintos grados de formalización del hablar mismo. Se sigue así el mismo camino que puede conducir a los hablantes a un cambio de sistema. Los cambios comienzan siempre mediante actos concretos y aislados en el habla, inicialmente anómalos. Cuando estos comportamientos se generalizan y son aceptados por la comunidad adquieren rango de norma. Por último, si dicha norma triunfa por completo y supone una modificación en las oposiciones funcionales, entrará a formar parte del sistema. 2.5 Competencia y actuación
Otra distinción parecida a la de Saussure, pensada para idealizar los datos lingüísticos y definir el ámbito de la investigación lingüística, es la propuesta por Noam Chomsky. Distingue este autor entre competencia, el conocimiento que el hablante nativo tiene de su lengua en tanto que sistema de relaciones formales, y actuación, la conducta lingüística concreta de este mismo hablante. Aunque la actuación tiene que conformarse, evidentemente, en la competencia, a la que, por tanto, siempre está referida, sin embargo no se corresponde con ella de un modo directo. Como sucede en otros aspectos de la vida humana, no configuramos nuestras acciones exclusiva y necesariamente con el conocimiento apropiado, y ello sencillamente porque las acciones siempre ocurren en determinadas circunstancias que las restringen o que les imponen alguna condición. Por tanto, la actuación lingüística concreta está condicio-nada, además de por el conocimiento de la lengua, por otros numerosos factores distintos de este conocimiento. Estos factores son, en opinión de Chomsky, inciden-tales, es decir, carecen de relevancia por lo que respecta a la descripción lingüística. La actuación es particular, cambiante, dependiente de las circunstancias; puede ofrecer evidencias de la competencia, pero éstas son circunstanciales y, por tanto, susceptibles de no ser tomadas en cuenta. Los conceptos abstractos de la competencia y los hechos concretos de la actuación son fenómenos completamente distintos y, así, no cabe inferir unos de otros: lo que sabemos no puede identificarse con lo que hacemos.
La distinción de Chomsky se corresponde, obviamente, con la de Saussure en algunos aspectos: muestra una dicotomía similar entre conocimiento y conducta lingüística, así como una delimitación similar de lo que constituye el ámbito de la investigación lingüística. Pero también hay diferencias. Primero, en Chomsky no hay ambivalencia alguna en lo concerniente al estatus de la distinción. No es que la competencia sea presentada como un constructo conveniente y por tanto como principio útil para el estudio del lenguaje, sino que se la presenta como constructo válido, como el principio fundamental del lenguaje mismo. Centrarse en la compe-tencia equivale a centrarse en lo que es esencial y primario. La actuación es una categoría residual de fenómenos secundarios, incidentales y periféricos.
Segundo, aunque langue y competencia admiten ser definidas en términos de conocimiento abstracto, la naturaleza de tal conocimiento es concebida en cada caso de modo diferente. Saussure lo considera algo socialmente compartido, conocimiento común: ve la langue como un libro del que hay numerosos ejemplares distribuidos por toda la comunidad. Constituye, por tanto, una generalidad de los factores más comunes. Pero para Chomsky la competencia no es un fenómeno social, sino una realidad psicológica; no es una generalidad compartida, sino cierta dotación genética de todo individuo. Naturalmente, las personas no están programadas innatamente para adquirir la competencia en una lengua particular, sino que, más exactamente, la
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competencia en una lengua puede considerarse una variante en relación con los rasgos universales del lenguaje.
La langue, por tanto, es concebida como cierto conocimiento que está determi-nado por los miembros de una comunidad social, y esta circunstancia explica que la atención se centre, como es natural, en aquello que hace diferente a cada langue. En esta definición de conocimiento lingüístico la pregunta más importante puede ser ésta: ¿qué es lo distintivo en las lenguas particulares en tanto que fenómeno social? La competencia, en cambio, es concebida como aquel conocimiento que está determi-nado por la pertenencia a la especie humana; por ello, el interés aquí está, no en lo que hace diferentes a las competencias, sino en lo que constituye su base común. En esta definición de conocimiento lingüístico la pregunta más importante sería ésta: ¿qué es lo distintivo del lenguaje en general, como nota específica de la especie humana?
Vemos, entonces, que la distinción chomskyana lleva a definir la Lingüística como actividad investigadora referida sobre todo a los universales de la mente humana. De hecho, Chomsky ha definido la Lingüística como una rama de la Psicología cognitiva. Su idealización es estrictamente de carácter formalista, en tanto que se centra en las formas de las lenguas como evidencias de tales universales, sin ocuparse de cómo esas formas actúan en el tráfago de la comunicación, en la vida social de las distintas comunidades. A este respecto, la definición de competencia de Chomsky como el objeto propio de la Lingüística, se halla, en el continuum de abstracción, mucho más allá de donde se encuentra la definición que Saussure propone de langue, pues se deja totalmente a un lado cualquier consideración de carácter social.
Hay otros dos aspectos que conviene resaltar en relación con esta definición formalista del lenguaje. En primer lugar, como ya se dijo antes, es evidente que cuanto más se avanza en la abstracción, mayor riesgo se corre de perder contacto con la realidad concreta del uso del lenguaje. Si la competencia es el conocimiento de los principios abstractos de la organización lingüística, que pueden no hacerse evidentes en la actuación, incluso ni siquiera hacerse accesibles a la consciencia, entonces, ¿qué cuenta -cabría preguntarse- como evidencia empírica de la existencia del lenguaje? La respuesta a esta pregunta generalmente ha sido que los lingüistas mismos, en tanto que hablantes nativos representativos de una lengua, pueden obtener evidencias a partir de sus propias intuiciones. Pero, ¿qué razón podría esgrimirse para sostener como autoevidente que los lingüistas son informantes fiables? El sentido común nos dice que, como partes interesadas en el proceso e inclinadas al análisis, los lingüistas mostrarían evidencias muy sesgadas de los hechos lingüísticos, por lo que no serían, ciertamente, los hablantes más representativos. Hay medios para salir al paso de este argumento, pero lo cierto es que los problemas concernientes a la relación entre abstracción y concreción siguen estando planteados: por un lado, cuanto más se aparta al lenguaje de su entorno natural, mayores son las dificultades en esa relación; por otro, cuanto más sea circunscrito el lenguaje a su ámbito natural, menos podrán quedar al descubierto las generalidades significativas. El dilema de la idealización, ya considerado más arriba, siempre acompañará la labor del lingüista.
Si el aspecto que acabamos de tratar se refería a la metodología de la investigación lingüística, esto es, a cómo justificar los asertos que se puedan hacer sobre el lenguaje, el segundo tiene que ver con el abarque de la investigación lingüística, es decir, con aquello de que han de tratar de hecho tales asertos. Y aquí la postura de Chomsky pudiera resultar paradójica. Lo que este autor plantea como realidad central del lenguaje es un conjunto abstracto de principios organizativos que, de una parte, definen un área de la cognición humana, una facultad lingüística específica, y, por otra, determinan los parámetros de la Gramática Universal. Las diversas formas de las
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diferentes lenguas resultan de interés en la medida en que pueden considerarse como las numerosas disposiciones adoptadas por estos parámetros generales. Las funciones comunicativas que tales formas asumen en el uso concreto de las lenguas carecen de todo interés: no aportan evidencias fiables de los principios cognitivos subyacentes, habida cuenta de las muchas distracciones que afectan a los datos, debidas a las variables de la actuación. Así las cosas, desde este punto de vista, el aspecto más importante del lenguaje es que constituye la evidencia de otra cosa, a saber, determinada facultad de la mente humana, específica e innata a la especie. En cierto sentido, por tanto, parece que lo que es central en el lenguaje es que éste no es en sí mismo algo central. Paradójicamente, para Chomsky el estudio del lenguaje descansa en descartar, como irrelevantes, muchos de los aspectos que lo constituyen. Y así, en esta perspectiva, la Lingüística de lo que se ocupa de hecho no es del lenguaje, sino de la gramática, y, más en concreto, de esa área de la gramática que concierne a las relaciones estructurales de los constituyentes de la oración, esto es, de la sintaxis.
La delimitación del abarque que Chomsky establece para la Lingüística es en extremo amplia y de amplio alcance por lo que respecta a sus implicaciones, pues sólo se tienen en cuenta los universales de la mente humana. Pero también es, complementariamente, extremadamente estrecha y excluyente por lo que toca al fenómeno familiar del lenguaje en sí mismo. Lo que Chomsky plantea es una explicación abstracta del lenguaje que está muy lejos de la experiencia concreta. No es de extrañar, pues, que suscite críticas y discusiones. 2.6 Saber y habilidad
Una objeción al modelo de Chomsky es que en él se define la naturaleza del
conocimiento lingüístico de un modo excesivamente estrecho: conocimiento de la forma gramatical y, más en concreto, de la sintaxis. Pero saber una lengua -se sigue diciendo en la objeción- consiste en mucho más que en conocer sólo la forma que adopta: saber una lengua tiene también que ver, y mucho, con las funciones que asume. Y esto implica, además, conocer numerosos aspectos de las palabras, no tanto como elementos formales, como constituyentes de frases, cuanto como unidades de sentido que interactúan con la sintaxis de modo muy complejo. Los sistemas formales de una lengua se han desarrollado, después de todo, en conjunción con las palabras, como codificación semántica interna de cierta realidad social externa. Por tanto, si hemos de dar cuenta cabal del conocimiento gramatical -sigue el argumento- no puede pasarse por alto el hecho de que la forma lingüística está funcionalmente motivada. Si lo hacemos, si despojamos a la forma completamente de su función, ello equivale a presentar una visión distorsionada de la naturaleza del lenguaje. En esta perspectiva, la Lingüística es esencialmente el estudio acerca de cómo las lenguas significan, acerca de cómo están configuradas funcionalmente: ahora es la semántica lo que prevalece. Por ejemplo, desde ese punto de vista funcional, una oración no es sólo una estructura sintáctica organizada en distintos niveles de constitución, sino también, y esencialmente, el vehículo simbólico complejo con el que expresamos para nuestro interlocutor una determinada actitud enunciativa sobre determinados hechos; y un sujeto no es sólo el constituyente de la oración que se caracteriza por ciertas propiedades formales (concordancia, marca de caso especial, posición en la oración, etc.), sino el participante en la relación descrita por un verbo que se escoge como figura principal de la misma.
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La gramática formal de Chomsky se propone identificar determinados rasgos de la sintaxis relacionados con los principios universales e innatos de la cognición humana. Pero también pueden considerarse los hechos lingüísticos en términos de gramática funcional, esto es, considerando cómo el lenguaje se vea influido de muy diversos modos por el entorno, cómo es moldeado por el uso social y refleja las funciones que asume.
Pero, además, junto a lo anterior se esgrime que saber una lengua también incluye el conocimiento sobre cómo acceder a la gramática y a otros aspectos formales de la misma, para expresar sentidos apropiados a los diferentes contextos en los que la comunicación tiene lugar. Esto es también de naturaleza funcional, pero desde otro punto de vista: ahora lo que consideramos no es lo que una lengua puede significar, es decir, lo que pudiéramos llamar la función interna de las formas de un código lingüístico, sino lo que los hablantes quieren decir por medio de una lengua, es decir, con qué función externa se emplean las formas en la comunicación. El saber abstracto tiene que actualizarse en términos concretos, y esto normalmente se lleva a cabo usándolo en la comunicación, no citando frases al azar. Los hablantes no se limitan simplemente a mostrar su saber lingüístico: actúan sobre este saber y sus acciones en este sentido están reguladas de muy diversos modos. Así, según este punto de vista, la competencia no es sólo un conjunto de saberes abstractos, sino también la habilidad para explotar esos saberes en el uso comunicativo de acuerdo con ciertas conven-ciones.
Hay, por tanto, dos maneras de revisar la concepción chomskyana de competencia, de replantear las líneas de idealización al elaborar un modelo del lenguaje. En primer lugar, podemos redefinir lo que deba constituir el código o la lengua interna, incluyendo ahí aspectos concernientes a la naturaleza del lenguaje en tanto que instrumento de comunicación. Ello nos lleva a una gramática funcional, por lo que -cabría decir- se amplía el concepto de saber lingüístico.
En segundo lugar, se podría extender la noción misma de competencia para que incluyera tanto el saber como la habilidad para manipularlo comunicativamente. La actuación, así, equivale a cualquier muestra concreta de conducta resultante del ejercicio de la habilidad aplicada al saber lingüístico, y no simplemente de éste último. La habilidad es el brazo operativo de la competencia, por decirlo así, y nos permite lograr cierto sentido explotando los recursos del saber lingüístico. Se podría esgrimir que, de no existir esta habilidad para acceder a las estructuras abstractas de una lengua -la competencia lingüística pura-, éstas permanecerían siempre en los niveles internos de la mente y no verían la luz del día. Como esta habilidad sólo se activa mediante una u otra finalidad comunicativa, podemos, congruentemente, denominarla competencia comunicativa.
Las finalidades comunicativas no son más que las funciones que se pueden
acometer mediante el uso del lenguaje. Tales funciones, como podrá suponerse, son variadísimas. Muestra de ello son las distintas clasificaciones que se han propuesto para dar cuenta de ellas. La debida a M. A. K. Halliday goza, por su coherencia y operatividad, de bastante aceptación entre los lingüistas no formalistas. Consiste esta propuesta, en pocas palabras, en lo siguiente. Según Halliday, las funciones que puedan realizarse mediante el lenguaje responden siempre, básicamente, a tres macrofunciones:
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a) Función ideativa: contiene todas aquellas microfunciones que de un modo u otro permiten usar una lengua como código simbólico para representar el mundo que nos rodea (identificar objetos, cuantificarlos, expresar las rela-ciones, los papeles de los agentes que intervienen en los procesos, etc.). Gracias a la función ideativa podemos ‘conceptualizar’ el mundo y aprehen-derlo lingüísticamente de algún modo. En cierto sentido, hacemos que el mundo exista lingüísticamente. Por ejemplo, en la expresión Juan le entregará a María los libros azules hoy existe una estructura ideativa que podríamos representar así:
Juan entregará le ... a María los libros… hoy
{AGENTE – PROCESO – DESTINATARIO – OBJETO – CIRCUNSTANCIA}
Las propiedades de esta conceptualización de la realidad se recogen en la estructura sintáctica comúnmente denominada ‘transitiva’. Adviértase, por otro lado, que esos hechos podrían expresarse con una frase como María recibirá los libros hoy de parte de Juan, con la que podemos aludir a las mismas circunstancias objetivas pero captándolas desde otro punto de vista, el que caracteriza al verbo recibir, que escoge como sujeto, a diferencia de lo que ocurre con entregar, al receptor de esa transferencia y no al donante. En la función ideativa podemos reconocer, por tanto, un aspecto factual o proposicional relacionado con los hechos a los que nos referimos y un aspecto representativo relacionado con la perspectiva que escogemos para expresar esos hechos.
b) Función interpersonal: recoge todas aquellas microfunciones que revelen las
relaciones que mantengamos con los demás o con las cosas. Es natural que, además de servirnos del lenguaje para representar el mundo, lo usemos como instrumento con el que actuar y establecer diversas relaciones. Con la función ideativa logran los hablantes dar existencia lingüística al mundo; con la inter-personal, en cambio, lo que consiguen esos hablantes es que cobran, como tales, existencia lingüística: como hablante o interlocutor, como poseedores de ciertos papeles sociales, como actores de múltiples acciones, como partes de cierta relación social, etc. Tanto es esto así que podemos comunicarnos en algunas ocasiones sólo mediante el establecimiento de alguna microfunción interpersonal (es decir, sin recurrir a la función ideativa). Así, siguiendo con el ejemplo de arriba, podríamos decir de distintas maneras la expresión que está constituida por los elementos:
Juan entregará le... a María los libros azules hoy SUJETO – VERBO – OBJ. INDIRECTO – OBJ. DIRECTO – ADJUNTO
Si la secuencia aparece en cierto orden y con cierto tipo de entonación, configura una función de alcance interpersonal: la aseveración. El hablante expresa cierto hecho y se compromete con su veracidad ante el oyente. Si tales elementos cambian de orden y reciben otro patrón entonativo, entonces podríamos estar ante una pregunta, o una orden, por ejemplo. Así, si formulamos la pregunta ¿Juan le entregará libros azules a María hoy?, el contenido de la anterior aseveración se presenta como un acto comunicativo
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muy distinto, en el que la intención del hablante es obtener una confirmación de parte del oyente sobre la situación aludida.
c) Función textual: a ella remiten, por ejemplo, todas aquellas microfunciones que
sirvan para construir debidamente la secuencia de nuestros enunciados orales o escritos. Gracias a ella lo que producimos lingüísticamente es reconocido y aceptado como ‘texto’. Es obvio que cuando hablamos o escribimos no nos limitamos a la producción de una oración o frase, sino que solemos casi siempre usar varias de estas unidades engarzándolas de algún modo. Hay en toda lengua palabras y expresiones que están especialmente diseñadas para este fin. Considérese, por ejemplo, el fragmento siguiente:
Un día apareció en nuestra calle una señora. Llevaba un gorro de colores vivos que resultaba allí totalmente fuera de lugar, pues iba adornado con tres plumas y una ancha banda azul que flotaba alegremente al viento.
Como se ve, hay en este texto ciertos elementos que indican que las oraciones que lo componen se refieren a la misma historia. Por ejemplo, en la segunda oración la desinencia –aba de llevaba indica claramente que el autor del texto está haciendo referencia a otra expresión previa: una señora, que aparece en la oración anterior. Del mismo modo, allí mira hacia nuestra calle, y resulta comprensible porque se puede establecer esta relación. El elemento que se refiere en un caso a un gorro de colores vivos y en otro a una ancha banda azul, y en ambos casos permite la unión de una oración con un elemento previo (las frases a que hace referencia). Los elementos examinados, por tanto, aseguran la trabazón de las oraciones, hacen que el texto resulte reconocible y aceptable; mantienen, por tanto, la cohesión de tal texto.
3. BREVE HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA El lenguaje ha fascinado a los seres humanos y se ha investigado con seriedad durante más de 2000 años. A menudo ha habido reflexiones sobre materias como la naturaleza del significado, los ideales de corrección o los orígenes del lenguaje que han dado lugar a observaciones subjetivas y anecdóticas. Pero también ha habido desde los tiempos más antiguos estudios objetivos en los que los estudiosos han examinado de modo detallado y organizado no pocos aspectos de la gramática, el vocabulario y la pronunciación. El lenguaje atrajo la atención de un número de estudiosos cada vez mayor a finales del siglo XVIII. El interés era tan grande que rápidamente fue posible advertir el surgimiento de un nuevo campo de investigación centrado en el estudio del lenguaje. Este enfoque, conocido primero como Filología, abordaba de forma exclusiva el desarrollo histórico del lenguaje. El campo que aborda la Filología se amplió extraordinariamente, como hemos visto en otros lugares de este tema, durante el siglo XX, abarcando un extenso conjunto de materias (vid. § 4) remisibles a la Lingüística, tal como es entendida hoy en día.
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3.1 Griegos, romanos e indios Muchas civilizaciones antiguas disponían de un conocimiento religioso o filosófico del lenguaje. En particular, los antiguos gramáticos y filósofos de Grecia, Roma e India abordaron varios aspectos importantes relativos al análisis del lenguaje. 3.1.1 Grecia El debate lingüístico que ha sobrevivido se encuentra en las obras de Platón (c. 427-347 a. C.). Cratilo es el diálogo sobre los orígenes del lenguaje y la naturaleza del significado que se desarrolla primero entre Sócrates y Hermógenes, y luego entre Sócrates y Cratilo. Hermógenes sostiene la opinión de que el lenguaje tuvo su origen como producto de la convención, de modo que la relación entre las palabras y las cosas es arbitraria, “pues nada tiene su nombre por naturaleza, sino sólo por el uso y la costumbre”. Cratilo sostiene la postura opuesta, según la cual el lenguaje surgió de modo natural y, por tanto, existe una relación intrínseca entre las palabras y las cosas: “existe un nombre correcto de modo natural para todas las cosas: un nombre que no es simplemente aquel que varias personas acuerdan de modo conjunto para llamar a una cosa”. El debate continúa con todo detalle, pero no se llega a una conclusión firme. La segunda postura se presenta de modo más completo y se invoca en apoyo el origen divino: “un poder mayor que el del hombre asignó los primeros nombres a las cosas, de modo que por necesidad deben ser correctos”. Por el contrario, Aristóteles (384-322 a. C.), en su ensayo Sobre la interpretación, apoyó el primer punto de vista. Consideró que la realidad de un nombre se encuentra en sus propiedades formales o forma, siendo su relación con el mundo real secundaria o indirecta: “no existe ningún nombre por naturaleza, sino sólo convirtiéndose en un símbolo”. Estas primeras ideas desembocaron en dos escuelas de pensamiento filosófico denominadas desde entonces convencionalista y naturalista. Los lingüistas modernos han señalado que ninguna de las dos es válida en sus formas extremas. Sin embargo en aquella época se formularon varias posturas modificadas e intermedias y gran parte del debate inspiró un profundo interés en la lengua griega. En esa época se discutió otro aspecto teórico: si la regularidad (analogía) o la irregularidad (anomalía) explicaba mejor los hechos lingüísticos del griego. Según la primera concepción el lenguaje es totalmente regular y manifiesta simetrías en sus reglas, paradigmas y significados. La atención de la segunda se centra en las numerosas excepciones a esas reglas, como la existencia de verbos irregulares o la falta de correspondencia entre género y sexo, por ejemplo. La Lingüística moderna no opone los dos principios de esta manera; en la actualidad se analizan las lenguas haciendo referencia a sus reglas y a sus excepciones con el objetivo de comprender la relación entre ambas, en lugar de negar la importancia de cualquiera de las dos. La significación histórica del debate radica en que estimuló estudios detallados de la gramática griega y latina. En el siglo III a. C. los estoicos establecieron de modo más formal las nociones gramaticales básicas que se han hecho tradicionales desde entonces en el pensamiento occidental a través del latín. Los estoicos agruparon las palabras en
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partes del habla, organizaron sus formas variantes en paradigmas y crearon nombres para ellas (por ejemplo, los casos del nombre). Dionisio de Tracia (c. 100 a. C.) escribió la primera gramática formal del griego, un trabajo que sirvió de referencia durante más de mil años. Los trabajos se orientaron por completo hacia el lenguaje escrito durante todo este período. De hecho, la palabra gramática (en griego, grammatiké) significa “el arte de escribir”. Se concedió cierta atención a algunas nociones básicas sobre la articulación del habla y se añadieron tildes en la escritura como guía para la pronunciación; pero el interés se centró principalmente en los campos de la gramática y la etimología, no en el de la fonética. También surgió una doctrina de la corrección y la estilística: se establecieron normas lingüísticas por comparación con el lenguaje de escritores antiguos (por ejemplo, Homero) y, como el griego hablado (la koiné) se separaba cada vez más de la norma literaria, es posible encontrar también las primeras discusiones sobre la naturaleza indeseable del cambio lingüístico: era necesario preservar el lenguaje de la corrupción. 3.1.2 Roma Los escritores romanos siguieron en gran parte el precedente griego e introdujeron un enfoque especulativo para el lenguaje. Por lo general, emplearon, en las obras descriptivas del latín, con pocos cambios las categorías y terminología griegas. Sin embargo, el trabajo más influyente del período romano resultó ser una excepción a esta tendencia: la codificación de la gramática latina realizada por Marco Terencio Varrón (116-27 a. C.) bajo los encabezamientos de etimología, morfología y sintaxis. Su obra, De Lingua Latina (“Sobre la lengua latina”), constaba de 26 libros, aunque se conserva sólo una cuarta parte de ellos, y tenía en cuenta varias diferencias entre el latín y el griego (por ejemplo, la ausencia de artículo definido en latín). Varrón sostenía también la opinión (notablemente moderna) de que el lenguaje es, en primer lugar y de manera básica, un fenómeno social cuyo propósito es la comunicación, y que sólo secundariamente constituye una herramienta para la investigación lógica y filosófica. Varios autores escribieron trabajos importantes en el campo de la gramática y la retórica. Entre ellos destacan Cicerón (106-43 a. C.), sobre estilo, y Quintiliano (siglo I), acerca del uso del lenguaje y sobre cómo hablar en público. Julio César (100-44 a. C.) escribió sobre la regularidad gramatical y se dice que lo hizo mientras cruzaba los Alpes en una campaña militar. Elio Donato (siglo IV) trató en sus escritos la gramática latina (Ars maior) y su obra se utilizó hasta la Edad Media. El hecho de que fuera la primera obra en imprimirse en tipos de madera y que contara con una edición abreviada para niños (Ars minor) constituye una prueba de su popularidad. Otro trabajo influyente en el siglo VI que se siguió empleando durante la Edad Media fueron las Institutiones grammaticae (“Categorías gramaticales”) de Prisciano: contiene 18 libros y sigue siendo la gramática más completa de la época de que disponemos. El principal resultado del período romano fue un modelo de descripción gramatical que se transmitió a través de muchos escritores de Europa y que, en último término, se convirtió en la base de la enseñanza de la lengua en la Edad Media y el Renacimiento. Con el tiempo, este modelo se convirtió en el enfoque “tradicional” de
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la gramática, que sigue ejerciendo su influencia en la enseñanza de las lenguas modernas. 3.1.3 India Los lingüistas indios elaboraron por esta misma época técnicas de análisis descriptivo minucioso que podrían haber gozado de gran influencia si hubieran llegado al mundo occidental, hecho que no tuvo lugar hasta el siglo XIX. La motivación de los trabajos realizados en la India difería bastante de las materias especulativas que atraían a los pensadores griegos y romanos, aunque no les eran desconocidas. Los sacerdotes hindúes sabían que su lengua se había alejado de la lengua, el sánscrito, de sus textos sagrados antiguos, los Vedas, tanto en la pronunciación como en la gramática. Una parte importante de sus creencias estipulaba que ciertas ceremonias religiosas debían reproducir de modo preciso la forma original de los textos para ser apropiadas. Los cambios lingüísticos no constituían una corrupción, como en Grecia, sino una profanación, por lo que se desarrollaron, a fin de superar este problema, varias disciplinas auxiliares (Vedanga, “miembros de los Vedas”), que incluían la fonética, la etimología, la gramática y la métrica. La solución consistía en establecer de modo preciso y sistemático los diversos hechos de la lengua antigua y elaborar así un texto autorizado. La prueba más antigua de esta hazaña es el trabajo que el gramático Panini (c. 540-460 a. C.) llevó a cabo en forma de 4000 enunciados aforísticos conocidos como sutras (“hebras”). Los Astadhayayi (“Ocho libros”), que recogen principalmente las reglas de formación de palabras, se compusieron en un estilo tan condensado que han requerido amplios comentarios, habiéndose establecido una importante tradición descriptiva desde entonces. El trabajo es notable por sus detalladas descripciones fonéticas: por ejemplo, se describen de modo claro los lugares de articulación, se introduce el concepto de sonoridad y se reconoce la influencia mutua de los sonidos en el habla seguida (la noción de sandhi). Varios conceptos de la Lingüística moderna derivan de esta tradición. 3.2 Edad Media No se sabe demasiado acerca del desarrollo de las ideas lingüísticas en Europa durante la Edad Media, aunque es evidente que el latín, como lengua de la educación, permitió la continuidad de la tradición entre los períodos clásicos y medievales. En el Medioevo el aprendizaje se basaba en siete “artes”, tres de las cuales –gramática, dialéctica y retórica- formaban una división conocida como Trivium. La gramática, que se basaba principalmente en Prisciano y en Donato, se consideraba el fundamento de todo el aprendizaje. En los siglos XIII y XIV se desarrolló una tradición de gramáticas “especulativas”, en las que se interpretaban las nociones gramaticales dentro del marco de la filosofía escolástica. Los autores (los modistae) buscaban en la filosofía la explicación última de las reglas gramaticales. Una cita famosa de este período afirma que no es el gramático, sino “el filósofo [quien] descubre la gramática” (philosophus
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grammaticam invenit). Se pensaba que las diferencias entre las lenguas eran superficiales y que escondían la existencia de una gramática universal. La Edad Media presenció también el desarrollo de la lexicografía occidental e importantes avances en el campo de la traducción, debido, sobre todo, al aumento de la actividad misionera cristiana. En Oriente, los escritores bizantinos continuaron exponiendo las ideas de los autores griegos y existía una fuerte tradición de estudios en lengua árabe relacionados con el Corán (que no debía traducirse). En torno al siglo VIII se elaboraron varias gramáticas y diccionarios importantes, así como trabajos descriptivos sobre la pronunciación del árabe que no se conocieron en Europa Occidental durante largo tiempo. Las oportunidades de contacto con las tradiciones lingüísticas griega, árabe y hebrea llegaron únicamente después, como resultado de las Cruzadas. 3.3 Del Renacimiento al siglo XVIII El redescubrimiento del mundo clásico que llegó con el “despertar del aprendizaje” y el descubrimiento del Nuevo Mundo, transformó el estudio del lenguaje. La labor de los misioneros dio lugar a una gran cantidad de material lingüístico, especialmente de Oriente Medio. Se descubrieron las tradiciones lingüísticas chinas. Los estudios árabes y hebreos progresaron; éstos últimos en especial, en relación con la Biblia. En el siglo XVI se escribieron varias gramáticas de lenguas exóticas (por ejemplo la del quechua, en 1560). Se estudiaron de forma más sistemática las lenguas europeas, especialmente la familia románica. Las primeras gramáticas del español e italiano datan del siglo XV. Se iniciaron proyectos importantes de diccionarios en muchas lenguas y nacieron las academias. La disponibilidad de la imprenta provocó una rápida diseminación de ideas y materiales. La llegada de la época moderna trajo consigo la emergencia de nuevas cuestiones filosóficas. El siglo XVII se caracteriza por los debates entre “racionalistas” y “empiristas” acerca del papel de las ideas innatas en el desarrollo del pensamiento y del lenguaje. Según la filosofía cartesiana, las ideas innatas suministraban la base para la certidumbre del conocimiento. Pero los filósofos para quienes el conocimiento se deriva del modo en que la mente actúa sobre las impresiones externas de los sentidos (como Locke, Hume y Berkeley) negaron la existencia de tales ideas. Esta cuestión ha surgido de nuevo en el siglo XX. Durante los siglos XVII y XVIII fueron testigos de hechos importantes: la caída del latín como medio universal de comunicación y su sustitución por las lenguas modernas; las numerosas propuestas de lenguas universales, sistemas taquigráficos y códigos secretos; los principios de un enfoque sistemático para la fonética; el desarrollo de gramáticas “generales”, basadas en principios universales, como la gramática de Port Royal (siglo XVII), y las importantes elaboraciones de la gramática tradicional en las escuelas. La primera formulación del parentesco entre el sánscrito, el griego y el latín se realizó cerca del siglo XIX, en un anuncio de lo que sería la Filología comparada.
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3.4 La Lingüística de los siglos XIX y XX Dos enfoques principales para el estudio del lenguaje, uno europeo y el otro americano, se unen para formar el contenido de la Lingüística moderna. El primero surge de los objetivos y métodos de la Filología comparada del siglo XIX, que, nacida en el contexto del romanticismo y del afianzamiento de los nacionalismos europeos, se centra en registros escritos y se interesa por el análisis y la interpretación históricos. Una obra pionera en este sentido fue la de Franz Bopp (1791-1867): Ueber das Konjugationssystem der Sanskritsprache in Vergleichung mit jenem der griechischen, lateinischen, persischen und germanischen Sprache (“Sobre el sistema de la conjugación del sánscrito comparado con el de las lenguas griega, latina, persa y germánica”). Esta obra puso las bases para la Lingüística comparada e histórica, propias de este siglo. En efecto, en años posteriores, los germanistas y los romanistas, que disponían de abundantísimos testimonios escritos de las lenguas estudiadas, afinaron extraordinariamente esta metodología y lograron dar una imagen fidedigna del devenir de tales grupos de lenguas y del parentesco entre ellas. En el ámbito de las lenguas románicas fue sobresaliente la obra de Friedrich Diez (1794-1876): Grammatik der romanischen Sprachen (“Gramática de las lenguas románicas”), publicada entre 1836 y 1838; y en el de las lenguas germánicas lo fue la de Jakob Grimm (1785-1863): Deutsche Grammatik (“Gramática alemana”), publicada entre 1819 y 1837. En ambas se utilizó el método comparado sobre una base histórica, lo que permitió a sus autores reconstruir, respectivamente, el desarrollo de las lenguas románicas y germánicas estudiadas desde sus orígenes comunes. Fueron los primeros estudios sistemáticos de carácter diacrónico. La corriente histórico-comparada determinó sustancialmente el desarrollo de los estudios sobre el lenguaje durante el resto de este siglo.
Los comienzos del siglo XX presenciaron un radical cambio de énfasis gracias al estudio de los principios que rigen la estructura de las lenguas propuesto por el lingüista ginebrino Ferdinand de Saussure (1857-1913). Los primeros trabajos de De Saussure versaban sobre Filología, pero se recuerda principalmente a este autor por sus ideas teóricas, resumidas en el Cours de Linguistique Générale (“Curso de Lingüística general”), considerado mayoritariamente como el fundamento de la Lingüística moderna. En esta obra se exponen los conceptos de lengua y habla, sincronía y diacronía, significante y significado, constitutivos del signo lingüístico, los ejes sintagmático y asociativo (después denominado paradigmático). Como estos conceptos, que son ya parte indiscutible del acervo de la Lingüística, se explican en éste y otros temas, nos los resumiremos aquí. El segundo enfoque nació de los intereses de los antropólogos americanos, preocupados por elaborar, antes de que desaparecieran, descripciones adecuadas de las lenguas y culturas indígenas americanas. En este caso, a diferencia de la Filología comparada europea, no existían registros escritos en los que basarse, por lo que el análisis histórico no resultaba posible. Además, la estructura de tales lenguas era muy diferente de la de las lenguas estudiadas en la tradición europea. Por tanto, el enfoque debía ofrecer una descripción cuidadosa de los patrones hallados en el habla de las lenguas examinadas. Un pionero en este campo fue Franz Boas (1858-1939), que publicó el primer volumen del Handbook of American Indian Languages (“Manual de las lenguas indias americanas”) en 1911. Diez años después apareció otro libro de inspiración antropológica: Language (“Lenguaje”), de Edward Sapir (1884-1942).
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Ambas obras demostraron tener un influencia formativa en el desarrollo inicial de la Lingüística en América. Estos dos enfoques se desarrollaron rápidamente. Varios grupos de especialistas en Europa (particularmente en Suiza, Chequia, Francia y Dinamarca) recogieron las ideas de De Saussure y de este impulso surgieron escuelas de pensamiento basadas en sus principios: de modo notable, el Círculo Lingüístico de Praga (en el que militaron lingüistas tan prestigiosos como Trubetzkoy o Jakobson) o el Círculo Lingüístico de Copenhague (con L. Hjelmslev a la cabeza). El campo de la fonología fue el primero en desarrollarse y los avances posteriores llegaron a áreas como la gramática y el estilo. La influencia de De Saussure continuó siendo poderosa durante buena parte del siglo XX: su noción de “sistema” fue el punto de arranque de numerosas investigaciones de carácter semiótico y estructuralista. En América, el desarrollo de los minuciosos estudios descriptivos de las lenguas habladas dio lugar también a importantes avances en los ámbitos de la fonética y la fonología, y se dedicó especial atención a las peculiaridades distintivas halladas en la morfología y sintaxis de las lenguas indias americanas. La primera formulación importante de los principios teóricos y prácticos del análisis lingüístico surgidos en este enfoque fue Language (“Lenguaje”) de Leonard Bloomfield (1887-1949), obra aparecida en 1933. Este libro dominó el pensamiento lingüístico americano durante más de veinte años y estimuló numerosos estudios de gramática y fonología. Con el tiempo, el enfoque bloomfieldiano recibió el nombre de “estructuralismo”, debido a las distintas clases de técnicas que empleaba en la identificación y clasificación de los rasgos de la estructura oracional (en particular, de los relativos a las partes constituyentes de una oración). El enfoque de Bloomfield presentaba también una visión conductista de la Lingüística, en especial por su modo de ver el significado. Sin embargo, su atractivo disminuyó en la década de los 50, momento en que tuvo lugar una violenta reacción contra las limitaciones de la metodología estructural, sobre todo en el campo de la gramática. En 1957, Avram Noam Chomsky (n. 1928) publicó Syntactic Structures (“Estructuras sintácticas”), obra que se convirtió en un hito de la Lingüística del siglo XX. Chomsky desarrolló en ésta y otras muchas publicaciones posteriores la concepción de la gramática generativa, que se apartaba del estructuralismo y del conductismo propios la Lingüística americana de décadas anteriores. Mostraba que los análisis anteriores de las oraciones eran inadecuados en varios aspectos, principalmente debido a que no tenían en cuenta la diferencia entre los niveles “superficial” y “profundo” de la estructura gramatical. Por ejemplo, dos oraciones como Juan es partidario de convencer y Juan es fácil de convencer pueden analizarse superficialmente del mismo modo, pero difieren desde el punto de vista de su significado subyacente: poseen la misma estructura superficial pero diferentes estructuras profundas. Un propósito fundamental de la gramática generativa consistía en establecer un método de análisis de las oraciones que tuviera en cuenta ambos niveles de estructuración. Para hacerlo, Chomsky propuso la distinción entre competencia y actuación (similar hasta cierto punto a la saussureana de lengua y habla (vid. 2.5)), propugnó el carácter “mentalista” que debería asumir la Lingüística frente al conductismo del enfoque bloomfieldiano y propugnó la necesidad de alcanzar el conocimiento de los factores comunes a todas las lenguas, lo que determina la naturaleza del lenguaje humano, lo que en última instancia, en su opinión, constituye
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el verdadero objeto de la Lingüística. Ya hemos visto más arriba con algún detalle todos estos aspectos (vid. 2.5). 3.6 La Lingüística en la actualidad: formalismo y funcionalismo en el estudio del len-guaje
Se puede afirmar que la Lingüística actual, que cubre un campo sumamente complejo de fenómenos ligados al lenguaje, se basa fundamentalmente en dos corrientes de pensamiento: la formalista, fundamentada en los modelos chomskyanos, y la funcionalista, nacida, en buena medida, de diversas reacciones a tales modelos.
Como es bien sabido, las ideas de Chomsky han dado lugar a planteamientos muy diversos tanto por parte de él mismo (son conocidas las constantes revisiones a que somete sus modelos de explicación del lenguaje) como por otros investigadores. Se suele decir que tales aproximaciones al estudio del lenguaje y las lenguas son formalistas, pues descartan todo lo social y concreto y se limitan a lo más abstracto.
Paralelamente al desarrollo de las propuestas formalistas, surgieron también otras muchas (piénsese, por ejemplo, en la Escuela de Praga, la Gramática sistémico-funcional de Halliday, las diversas propuestas cognitivas, etc.) que insistían en el papel del lenguaje y las lenguas en la comunicación y en cómo los hablantes y otros agentes externos inciden en uno y otras. Todas ellas suelen remitirse al ámbito del funcio-nalismo.
Examinaremos a continuación los rasgos más sobresalientes de una y otra ten-dencia. 3.6.1 Formalismo
Aunque de modo muy resumido (y, por tanto, inexacto), las ideas centrales que aglutinan e identifican las investigaciones de esta corriente son:
a) El lenguaje es fundamentalmente un fenómeno individual que está incardinado en la mente o, en términos menos ambiguos, el cerebro. En consecuencia, la Lingüística debe considerarse como parte de la Psicología (de ahí la enorme influencia de Chomsky sobre esta disciplina, que ha cambiado tanto como la Lingüística en los últimos cuarenta años).
b) Los datos lingüísticos que recibe el niño durante sus primeros años de vida no son suficientes para permitirle aprender una lengua; además, cualquier niño puede aprender cualquiera sin diferencia alguna. En consecuencia, debe existir una predisposición mental para el lenguaje, una cierta arquitectura cerebral propia de la especie humana. Es la gramática universal, responsable de las coincidencias que realmente existen entre todas las lenguas, así como cierta capacidad para elaborar los datos lingüísticos recibidos durante el aprendizaje. El conjunto se denomina facultad del lenguaje.
c) La facultad del lenguaje es eminentemente sintáctica: la forma en que se enlazan y estructuran jerárquicamente los elementos.
d) La facultad del lenguaje, y sobre todo la gramática universal, es independiente del resto de las funciones mentales o cerebrales: el lenguaje no utiliza capacidades cognitivas útiles también para otras funciones, sino que representa
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un módulo independiente, aunque mantenga ciertas relaciones con el resto del cerebro.
e) La facultad del lenguaje es independiente del uso del lenguaje, hasta tal punto que éste debe considerarse secundario y accesorio: de ningún modo puede ser el centro principal de atención de la Lingüística. El uso, llamado actuación, está sometido a gran cantidad de circunstancias que no tienen nada que ver con el lenguaje en sí.
f) El lenguaje es un sistema de representación, no de comunicación: «está ahí» para permitirnos pensar sobre el mundo, no para comunicarnos sobre él.
g) La facultad del lenguaje no es estudiable de forma cabal a partir de sus manifestaciones en la actuación. Esto determina en buena medida el método científico que pueda seguirse; el trabajo puramente empírico y la inducción a partir de los resultados de éste es insuficiente e incluso inútil y contrapro-ducente. Igual que se hace en otras ciencias (como, por ejemplo, en la Física), el procedimiento debe ser fundamentalmente deductivo y basado en la introspección ya que, como seres humanos, tenemos impresa en nuestro cerebro la gramática universal, aunque esté disfrazada y oculta por las contingencias de la actuación. El estudio lingüístico debe seguir los preceptos del método científico y buscar la predicción exacta; por ejemplo, de lo que es una oración permisible en una lengua concreta o, más aún, su estructura permisible en el lenguaje humano, en la gramática universal. Debe evitarse toda ambigüedad, indefinición e imprecisión, y la teoría ha de ser internamente coherente.
h) Lo visible directamente en la actuación no tiene por qué corresponder con lo que existe en la gramática universal; más concretamente, en ésta puede haber cosas que carezcan de representación superficial en las lenguas, tal como aparecen en la actuación. De manera que pueden postularse distintos niveles estructurales y, dentro de ellos, elementos que no se representan directamente en el más superficial.
3.6.2 Funcionalismo
Las ideas que de uno u otro modo subyacen a las investigaciones lingüísticas
enmarcadas en esta tendencia son, más o menos, las siguientes:
a) El lenguaje sólo existe en el uso, en la comunicación. Postular su existencia como algo independiente del uso no tiene sentido, pues toda observación del lenguaje nos proporciona siempre una misma realidad: algo que desempeña ciertas funciones en la interacción de los seres humanos. El uso de lenguaje es necesariamente social, y el lenguaje mismo desempeña en la sociedad y la cultura un papel semejante al de otros fenómenos de distinto carácter.
b) Ciertamente existe un elemento individual que tiene que entenderse en términos de ciertas configuraciones cerebrales. Pero el lenguaje tiene características que comparte con otros fenómenos sociales y cognitivos; debemos pensar que existe una relación muy estrecha entre el funcio-namiento del lenguaje en el cerebro y el funcionamiento de esos otros
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fenómenos. En consecuencia, el lenguaje no es autónomo, no es un módulo cerebral independiente.
c) No tiene sentido postular una «realidad esencial del lenguaje» totalmente distinta de sus manifestaciones en el uso, de manera que la descripción del lenguaje no debe postular entidades ocultas motivadas exclusivamente por necesidades del sistema formal utilizado, sino que debe atenerse más a la realidad misma del lenguaje.
d) Si el lenguaje es esencialmente uso y está dedicado primariamente a la comunicación, las estructuras lingüísticas deben estar estrechamente rela-cionadas con las condiciones de uso y las exigencias que éste plantea. Incluso deben derivarse de éstas.
e) El lenguaje es natural y necesariamente vago, impreciso, mal definido; las predicciones sólo pueden ser probabilísticas. Eliminar del lenguaje estas características es falsear su realidad. En consecuencia, hay que buscar nue-vos métodos científicos.
4. ÁREAS DE INTERÉS DE LA LINGÜÍSTICA
Se podría afirmar, en términos generales, que la Lingüística ha ido definiendo, a lo largo de su historia y de sus contactos con otras disciplinas, algunos ámbitos temáticos y metodológicos que forman parte de su corpus, y que ello ha acontecido a partir, sobre todo, de dos dimensiones esenciales del lenguaje y las lenguas: los fundamentos biológico (natural) y social (humano) de uno y otras. En efecto, estos dos caracteres básicos del hecho lingüístico han sido reconocidos de una u otra manera desde los albores de la Lingüística. Desde antiguo se ha observado que la regularidad más inmediata comprobable a partir de la observación de los fenómenos lingüísticos es que tales fenómenos existen en ciertas coordenadas sociales, es decir, que sólo existen en tanto que permiten la comunicación, la interacción en los individuos de una comunidad. Y también se ha observado que, al producirse los hechos lingüísticos y comunicativos en los seres humanos, ello es evidencia indiscutible de que éstos están dotados, en tanto que especie, de la capacidad del lenguaje: los mismos hechos manifiestan la regularidad de que deban ‘ser adscritos naturalmente’ a la base biológica que los determina. La base social ha permitido el establecimiento de las dimensiones cultural y simbólica, y la biológica ha favorecido el de las dimensiones neuronal y psicológica. Y estas dimensiones han llevado al establecimiento de diversas áreas de estudio dentro del ámbito general de la Lingüística. Reseñaremos las más importantes.
La dimensión cultural (o antropológico-cultural) ha dado origen -entre otros- al tema de la relación «lenguaje-visión del mundo», y ha pesado en la concepción del relativismo y determinismo lingüísticos, planteamientos éstos discutidos desde comienzos del siglo XX en torno a los presupuestos defendidos por B. L. Whorf (1897-1941) y E. Sapir (1884-1939). En esencia, se trata de desentrañar el grado de implicación de los «patrones cognoscitivo-culturales» en la codificación lingüística, así como la incidencia que ello pudiera tener en la comparación de lenguas y en el trasvase de unas a otras -difícil, si no imposible, por sus especificidades, por su relativismo, en opinión de los autores mencionados-. Gracias a estudios como éstos se ha propiciado el desarrollo y asentamiento de áreas de la Lingüística como son la
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Etnolingüística (o Antropología lingüística) y, en buena medida, la Tipología lingüística, cuyo origen se funda en esta perspectiva antropológica pero que después se refina metodológicamente (como veremos en el tema 3) con independencia de la preocu-pación sobre la relación estructura del lenguaje/estructura del pensamiento.
La dimensión cultural muestra otras facetas: la sociológica se hace patente, por ejemplo, en la elección de variedades o de lenguas en los actos de comunicación concretos, y con la que se comunica un determinado significado social que puede ocasionar efectos de ruptura, identificación y solidaridad. Las ramas denominadas Sociolingüística y Sociología del lenguaje (cuyos límites mutuos son muy discutidos) se ocupan de dar cuenta de fenómenos como el aludido. La faceta interactiva se muestra en los modos en que los hablantes ajustan, para alcanzar sus objetivos, sus actuaciones lingüísticas a las exigencias del contexto y del interlocutor. Ello es el ámbito básico de la Prágmatica. Por último, si la estructura y uso del lenguaje se considera desde el ámbito de la Filosofía, surge la Filosofía del lenguaje. La dimensión simbólica de las lenguas, lo concerniente a sus funciones «representativas», está estrechamente ligada, como es de suponer, al carácter comunicativo de las mismas: si son un instrumento para comunicar, por fuerza han de ser también un mecanismo de representación, esto es, constituido por signos (símbolos) y reglas para combinarlos. En una expresión como Este mes tengo tres pruebas se hace necesario que la persona que habla y la que escucha compartan ese mecanismo (ese código), para que la comunicación tenga éxito (para que el contenido transmitido mediante tal expresión pase del emisor al receptor). La dimensión simbólica ha sido especialmente productiva en la propuesta de temas y el plantea-miento de problemas concernientes a la constitución interna de las lenguas, y ello muy especialmente a raíz de que sean consideradas, sobre todo desde perspectivas estructurales, como sistemas de signos. El carácter de los signos lingüísticos y su organización en planos (de la expresión y del contenido) y en componentes (fónico, gramatical y léxico) son aspectos que han requerido la delimitación de las áreas tradicionales de la Fonética, la Morfología, la Sintaxis y la Lexicología. En lo que se refiere a la base biológica, sobre todo en sus aspectos neuronal y psicológico, se han permitido delimitar temas relativos a la patología lingüística, la localización del lenguaje en ciertas áreas del cerebro, la lateralidad de la habilidad lingüística, la adquisición del lenguaje o el procesamiento del lenguaje oral y escrito, temas todos ellos cuyo estudio ha conducido a la aparición y desarrollo de áreas como la Neurolingüística y la Psicolingüística. En la orientación aplicada se abordan problemas reales -por tanto, problemas complejos e interdisciplinares- que afectan al lenguaje. Así, derivados de la naturaleza social y comunicativa del lenguaje, se plantean los aspectos y las necesidades relativos a cómo elaborar diccionarios (Lexicografía), a la enseñanza y el aprendizaje de las lenguas (ámbito de la Glotodidáctica), y surgen, para su examen, la actividad y el proceso de trasvase de información de unas lenguas a otras (ámbito de la Traductología), o los problemas planteados por la modernización, mantenimiento o normalización de las lenguas o de sus variedades (ámbito de la Planificación lingüística). Por otro lado, derivadas de la naturaleza neuropsicológica del lenguaje, son objeto de gran atención las deficiencias lingüísticas, que primero han de evaluarse para intentar encontrar paliativos o algún procedimiento terapéutico adecuado (ámbito de la Lingüística clínica). Por último, el desarrollo tecnológico de los últimos años, asociado con el propio devenir metodológico en el campo de la Lingüística, ha provocado que se preste especial atención al procesamiento artificial de las lenguas, al
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tratamiento informático de ingentes bases de datos lingüísticos, a los medios automáticos de traducción (ámbito de la Lingüística computacional).
El esquema siguiente expone las dimensiones asociadas a los aspectos biológico y social de la naturaleza del lenguaje, así como las disciplinas (o ramas o divisiones) fundamentales que ha establecido la Lingüística para dar cuenta de aquéllas. Sin embargo, al considerar la multiplicidad de ramas y divisiones de la Lingüística, debemos tener presente que las diferentes facetas del lenguaje no están desconec-tadas y que el objetivo último es encontrar teorías de los distintos ámbitos que sean congruentes entre sí. Por ejemplo, hay que elaborar teorías sobre la configuración o constitución del lenguaje de tal manera que sea posible explicar con ellas que los seres humanos sean capaces (teniendo en cuenta sus limitaciones psicológicas y neuro-lógicas) de adquirirlo, dominarlo y recrearlo históricamente.
EL LENGUAJE Y LAS LENGUAS LA LINGÜÍSTICA
Naturaleza Dimensiones Algunos temas de interés Disciplinas
Adquisición de la lengua Psicológica Cognición y habilidad lingüística Psicolingüística
BIOLÓGICA Patología lingüística Neuronal Localización y lateralidad del lenguaje Neurolingüística RAMAS Lengua y visión del mundo Etnolingüística Cultural Modos de interacción Pragmática Usos lingüísticos y estratos sociales Sociolingüística
SOCIAL Ontología de los elementos lingüísticos Filosofía del lenguaje Simbólica Fonética Constitución y estructura de las
lenguas
Fonología Gramática
DIVISIONES
Lexicología
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EJERCICIOS 1 He aquí algunas definiciones del lenguaje. ¿Qué aspectos de éste se destacan en ellas? ¿En qué concuerdan? ¿En qué se diferencian?
a) «El lenguaje puede ser definido, con brevedad y en sentido estricto, como el medio de expresión del pensamiento humano. En un sentido más amplio y más libre, todo aquello que es la manifestación del pensamiento y lo hace aprehensi-ble, sea por el medio que sea, es llamado lenguaje; así, decimos con bastante propiedad que los hombres de la Edad Media, por ejemplo, nos hablan de las grandes obras arquitectónicas que nos legaron y que éstas nos manifiestan su genio, su religiosidad y su valor.» (W. D. WHITNEY [1874]: The Life and Growth of Language. Nueva York: D. Appleton & Co., 1896; p. 1)
b) «El lenguaje es un método exclusivamente humano, y no instintivo, de comunicar
ideas, emociones y deseos por medio de un sistema de símbolos producidos de manera deliberada. Estos símbolos son, ante todo, auditivos, y son producidos por los llamados “órganos del habla”. (E. SAPIR [1921]: El lenguaje. México: Fondo de Cultura Económica, 1966; p. 14)
c) «El hombre tiene una capacidad específica, un tipo único de organización inte-
lectual que no puede atribuirse a órganos exteriores ni relacionarse con la inteli-gencia general y que se manifiesta en lo que podemos denominar aspecto creador del uso del lenguaje corriente, y cuya propiedad consiste en ser ilimitado en cuanto a su alcance y en no precisar de estímulo». [...] «El lenguaje humano está libre del control de los estímulos y no sirve a una simple función comunicativa, sino que más bien es instrumento para la libre expresión del pensamiento y para la respuesta adecuada ante situaciones nuevas.» (N. CHOMSKY [1966]: Lingüística cartesiana. Madrid: Gredos, 1969; pp. 19 y 36)
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2 Coméntese el texto siguiente haciendo hincapié en los rasgos que el autor destaca como propios de la Lingüística:
«La lingüística opera, al menos, en dos terrenos: se ocupa del estudio de las lenguas particulares, como objetos en sí mismos, para obtener de ellas descrip-ciones completas y adecuadas; y también estudia las lenguas con la finalidad de lograr información sobre la naturaleza del lenguaje en general. Así, es lingüista aquel que quiere descubrir cómo funciona el lenguaje, estudiándolo a través de las lenguas particulares. Trata el lingüista de ser tan objetivo como sea posible y hace por evitar los juicios erróneos, que tan frecuentemente han prevalecido, sobre la naturaleza del lenguaje y las lenguas. Consecuentemente, centra su atención en los hábitos vocales de una comunidad y sólo secundariamente en los hábitos gráficos (a menos, evidentemente, que se trate de lenguas que sólo existan en su forma escrita, como el hebreo clásico). Intenta describir cada lengua a partir de sus propias características -cuidando de no imponerle categorías que sólo son aplicables a alguna otra lengua-, y la estudia en todos sus estilos y niveles de uso (y no sólo concentrándose en los estilos literario y académico). Trata de salvaguardar el carácter lingüístico de la descripción; es decir, se atiene a la naturaleza del lenguaje y no hace intervenir criterios propios de otros aspectos del comportamiento humano, tales como los patrones de la lógica, de la estética o de la belleza literaria, para explicar los problemas del uso. Mantiene con nitidez la diferencia entre la información diacrónica y la sincrónica, y no permite que los datos irrelevantes sobre los usos del pasado tiñan sus afirmaciones acerca de un estado de lengua. Evita ser prescriptivo. También evita formular juicios descuidados o subjetivos sobre los hechos lingüísticos y tiene en cuenta en su investigación los usos de los hablantes nativos. Procura sistematizar sus observaciones sobre la lengua remitiéndolas a una teoría lingüística diseñada con este fin. Y, finalmente, trata de ir más allá de los aspectos superficiales de la estructura lingüística con el objeto de comprender cuáles son las fuerzas realmente importantes que operan sobre la lengua y dentro de la lengua. Podríamos decir que ésta es la actitud del “lingüista integral”.»
(D. CRYSTAL: What is Linguistics? Londres: Arnold, 1977; pp. 26-27.
Traducción de J. Tusón.) 3 Ordena las siguientes afirmaciones en orden ascendente según su nivel de abstracción y ponlas en relación con los niveles señalados a la derecha. - En español peninsular estándar actual los pronombres clíticos preceden a las formas verbales finitas: Se lo dijo, ¿Me quieres?, etc. - Ciertas lenguas presentan un orden de constituyentes Núcleo (+ Complementos) y otras un orden (Complementos +) Núcleo.
Norma
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- Esta chica pone los pronombres siempre después y dice díjome en vez de me dijo. - Algunas lenguas presentan el orden S(ujeto) V(erbo) O(bjeto) y otras el orden SOV. - Todas las lenguas poseen estructuras sintácticas jerárquicas, con elementos centrales o núcleos y complementarios. - En español los pronombres clíticos pueden preceder o seguir a las formas verbales finitas: Se lo dijo /Díjoselo.
Lenguaje Sistema Tipo Habla
4 ¿A qué nivel de abstracción (sistema, norma, habla) corresponde cada una de las siguientes constataciones? Justifique las respuestas:
a) El individuo x no articula claramente la distinción entre la fricativa labiodental sorda [f] y la fricativa interdental sorda [θ].
b) En español, comedor se refiere tanto a la ‘persona que come’ como a la ‘habi-
tación donde se come’; sin embargo, bebedor no se refiere más que a la persona que bebe.
c) Los fonemas del español /r/ (vibrante simple) y /r’/ (vibrante múltiple) sólo se
oponen funcionalmente en posición intervocálica: pero/perro, caro/carro. En las demás posiciones, por ejemplo en posición final o en posición inicial, su alternancia no conlleva un cambio de significado. Da igual que pronunciemos [róta] o [r’óta] para hacernos entender en español. Sin embargo, lo usual es utilizar la vibrante múltiple en posición inicial de palabra.
d) Juan llama pezones a los peces grandes. e) El vocablo desapercibido indica usualmente “inadvertido”. Los puristas, sin em-
bargo, prefieren usarlo en su significado original de “desprovisto de lo nece-sario”.
f) En el diálogo de una telenovela mexicana se oye decir a un personaje femenino:
“Me embaracé. Vas a ser padre.” 5 N. Chomsky ha usado el famoso ejemplo Las ideas verdes incoloras duermen furiosamente para mostrar que la correcta formación sintáctica de una oración es independiente de su significado. Esta oración llena de sinsentido y de contra-dicciones semánticas flagrantes posee, sin embargo, una estructura sintáctica perfectamente congruente con las reglas gramaticales del español. Su estructura sintáctica podría representarse en el siguiente esquema:
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Sin embargo, hagamos el siguiente ejercicio inverso. Supongamos que escu-chamos la siguiente frase: Las utras eltes chalotas rutean dilamente También aquí reconocemos una estructura sintáctica aunque no sepamos el significado de ninguno de los lexemas que la constituyen. La cuestión es si, al escuchar esa frase somos incapaces de decir nada sobre su significado o, por el contrario, sí podríamos decir algo. En realidad, sí podemos interpretar algo, aunque tenga un carácter muy genérico o abstracto. Por ejemplo, es posible interpretar, gracias a la entonación que caracteriza a esta expresión, al orden de palabras y a las desinencias de lo que parece el único verbo (rutean), que se trata de un aserto en el que se nos informa de cierta situación. ¿Qué más podemos saber, a partir de nuestro conocimiento de la morfosintaxis del español, de lo que alguien ha expresado con esta frase, aunque ignoremos la naturaleza específica de lo que se dice?
O
SN
N’
N Adj. Det. Adv. V
SV
N’
Adj.
ideas Las verdes incoloras duerme
furiosament
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6 ¿Puede distinguir los aspectos relacionados con la competencia estrictamente gramatical de los que constituirían otros aspectos de la competencia o habilidad comunicativa?:
1. Saber tomar el turno de palabra y dejar que otros lo tomen. 2. Saber distinguir el uso de sin embargo, por el contrario, en cambio y no
obstante. 3. Saber reconocer los sufijos que permiten derivar un sustantivo de un
verbo. 4. Distinguir la entonación de una pregunta de la de un aserto. 5. Reconocer el estilo informal de una conversación y adaptarse a él. 6. Saber que cuando en español alguien pregunta ¿Por qué no vamos al
cine? está haciendo una propuesta y no sólo preguntando por la razón por la que se deja de hacer algo.
7. Saber escribir una carta de recomendación. 8. Saber cuándo ha de hablarse de usted y cuándo es posible tutearse. 9. Saber usar los distintos modos verbales (subjuntivo, indicativo, etc.). 10. Saber cómo establecer concordancia entre adjetivo y sustantivo o entre
verbo y sujeto. 11. Saber reconocer en un párrafo el antecedente de un pronombre. 12. Saber los términos que se refieren a las partes del cuerpo. 13. Saber qué decir en un velatorio al saludar a los parientes del difunto. 14. Saber que si alguien dice “yo me lavo las manos” en relación con cierto
asunto escabroso o problemático quiere decir que quiere mantenerse al margen, no tomar partido o no implicarse en él.
15. Saber que los hispanohablantes prefieren decir ¿Qué edad tienes? antes que ¿Cómo eres de viejo?
16. Saber cuándo alguien está hablando en broma o haciendo un chiste. 17. Saber cómo se ordenan las palabras al formular preguntas. 18. Saber que los morfemas gramaticales (número, género, caso, etc.) se
integren en una palabra después que los morfemas derivativos. 19. Saber cómo se construyen las estructuras comparativas. 20. Saber pronunciar la diferencia entre /l/ y /r/.
7 Según la distinción de Halliday, con la lengua expresamos fundamentalmente tres tipos generales de significado: ideativos o proposicionales (los que se refieren a las cosas y a sus relaciones, a los hechos), interpersonales o pragmáticos (los que tienen que ver con las intenciones que tenemos cuando hablamos respecto de nuestros interlocutores y las actitudes que queremos expresar ante los hechos de los que informamos), y textuales o discursivos (los que tratan de la relación entre lo que decimos y lo que suponemos que sabe o necesita saber nuestro interlocutor). Según esta clasificación ¿a qué tipo de función corresponden estas distinciones? ideativa interpersonal textual 0a Este cuadro fue pintado por Picasso 0b Picasso pintó este cuadro [ ] [ ] [ ]
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1a .No has comido mucho 1b No has comido tanto [ ] [ ] [ ] 2a Cuando llegaba a casa, lo vi 2b Cuando llegué a casa, lo vi [ ] [ ] [ ] 3a Cómete las patatas 3b Que te comas las patatas [ ] [ ] [ ] 4a ¿Tienes hora? 4b ¿Tiene usted hora? [ ] [ ] [ ] 5a Pepa escribió la carta con el ordenador 5b Pepa escribió con el ordenador la carta [ ] [ ] [ ] (En una tienda) 6a Querría probarme estos pantalones 6b Quiero probarme estos pantalones [ ] [ ] [ ] 7a ¿Te pones el cinturón de seguridad?, por favor 7b ¿Te pones el cinturón de seguridad? [ ] [ ] [ ] 8a Oye, ¿tú cómo te llamas? 8b Oye ¿tú cómo te llamabas? [ ] [ ] [ ] 9a Sabe mucho de enfermedades pero no sabe tratar a la gente 9b Sabrá mucho de enfermedades pero no sabe tratar a la gente [ ] [ ] [ ] 10a El gatito está sobre el felpudo 10b El gatito está bajo el felpudo [ ] [ ] [ ] 11a Me han regalado una pelota 11b Me han regalado la pelota [ ] [ ] [ ] 12a Pedro es más alto que Juan 12b Pedro es tan alto como Juan [ ] [ ] [ ] 13a Queda un poco de papel 13b Queda poco papel [ ] [ ] [ ] 8 Cada una de las siguientes afirmaciones se compadecen con una visión formalista o funcionalista del lenguaje y la Lingüística. Señálelo en las casillas vacías:
Muchas estructuras lingüísticas son como son para atender mejor a sus condiciones de uso.
La Lingüística se inscribe en el marco de la Psicología. El objeto de estudio de la Lingüística es, en gran parte, un objeto cultural.
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La Lingüística se inscribe en el marco de la Semiología. Muchos recursos lingüísticos poseen en última instancia una motivación icónica.
El objeto de la Lingüística es esencialmente un objeto natural. Las estructuras sintácticas pueden y deben describirse como resultado de reglas sintácticas ajenas al uso que se haga de ellas o al significado que puedan transmitir.
La Lingüística estudia el lenguaje en tanto que facultad de la mente.
La Lingüística debe atender no sólo a la descripción del conocimiento lingüístico, sino también a la de la habilidad para ponerlo en práctica en su uso efectivo.
La Lingüística estudia el lenguaje en tanto que instrumento de comunicación.
Las estructuras sintácticas son esencialmente arbitrarias en la medida en que no están determinadas por las funciones que desempeñan.
Los datos de actuación lingüística no son suficientes ni apropiados para descubrir la naturaleza esencial del lenguaje.
Las estructuras sintácticas, al igual que morfemas y palabras, deben concebirse como formas asociadas a un significado, por abstracto que resulte éste.
LINGÜÍSTICA Grado de Filosofía
TEMA 2 ASPECTOS SEMIÓTICOS DEL LENGUAJE
1. Semiótica, semiología y códigos.‐ 2. Relaciones entre el orden de la expresión y del contenido: Tipos de señales.‐ 3. Los rasgos constitutivos de las lenguas verbales.‐ 4. Ejemplos de comunicación animal.‐ 5. Pertinencia.‐ 6. Forma y sustancia.‐ 7. Recapitulación.
1. SEMIÓTICA, SEMIOLOGÍA Y CÓDIGOS
En este tema nos ocuparemos de examinar las propiedades esenciales de las
lenguas, y lo haremos poniendo esas propiedades en relación, sobre todo, con la Semiótica (del griego semeîon «signo»), la disciplina que estudia los sistemas de signos y de comunicación.
Las lenguas verbales son relevantes desde el punto de vista semiótico (como había demostrado De Saussure a principios del siglo XX) porque son sistemas de signos. Sin embargo, la Semiótica considera las lenguas no por sí mismas, sino como objeto de comparación con otros sistemas de signos. Es, precisamente, esta comparación la que puede servir para aclarar algunos aspectos de las lenguas en sí, y para establecer tipologías.
Desde el punto de vista semiótico, las lenguas son códigos (un término equivalente a sistemas de signos, pero mucho más cómodo a la hora de usarlo), es decir, sistemas de correspondencias entre el orden de la expresión y el orden del contenido, destinados a la transmisión de información entre un emisor y un receptor mediante la producción y difusión de mensajes. Los códigos constituyen una clase muy amplia, prácticamente ilimitada: es un código el sistema de numeración árabe o romano, son códigos los sistemas de señalización de carretera, como lo son también los sistemas de luces con los que se señalan las condiciones de funcionamiento de un coche. Pero no todos los sistemas son tan obvios como los enumerados: es un código también el sistema de signos que el médico capta en el paciente y a través del cual identifica la enfermedad (por algo el estudio de los signos clínicos se llama desde la Antigüedad semeiotica); es un código la lengua de los gestos, etc. De ahí que, considerada la Semiótica como la disciplina que tiene por objeto el estudio de los hechos significativos, pueda ser subdivida en dos parcelas: la Semiología, que se ocuparía de los procesos de comunicación, aquellos en los que hay intencionalidad por parte del emisor de comunicar algo a un receptor, y la Sintomatología, que se ocuparía de los procesos de significación, aquellos en los que no hay intencionalidad por parte del emisor.
La operación de formación de un mensaje por parte de un emisor mediante los recursos que ofrece un código se llama codificación, mientras que descodificación es la operación, por parte de un receptor, de interpretación del mensaje. Desde el punto de
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vista semiótico, la codificación consiste en asignar a un determinado contenido la expresión apropiada; la descodificación, en identificar el contenido a partir de la expresión, como muestra el esquema que sigue:
Codificación Descodificación
Contenido
Expresión
Expresión
Contenido
La capacidad del ser humano para elaborar continuamente códigos distintos para
usos nuevos es uno de sus recursos más extraordinarios y es también una de las razones más evidentes que lo hacen diferente del resto de los animales. Mientras todas las especies animales están obligadas a usar su tipo o sus tipos específicos de expresión, y por tanto no están capacitadas para ampliar el repertorio de los códigos que pueden usar, el ser humano puede servirse de una gama virtualmente ilimitada de expresiones y, así, de códigos. No hay prácticamente nada que no pueda ser utilizado como expresión de cualquier otra cosa, con tal de que se pueda percibir a través de los sentidos. Los seres humanos, por consiguiente, no son solamente usuarios de códigos, sino también creadores de códigos, mientras que las especies animales son usuarias de códigos, pero no tienen la capacidad de elaborar otros nuevos en relación con aquellos de que están dotadas genéticamente.
A todo lo dicho se suma otra característica de los códigos humanos: el significado puede estar relacionado con realidades físicas que no tienen nada que ver con él, que no se le parecen en absoluto (sonidos, movimientos, gestos, marcas en un soporte estable, como el mármol o el papel, luces, disposiciones de objetos y de colores, etc.). La capacidad humana de crear códigos está, por lo tanto, marcada también por una drástica heterogeneidad semiótica de la expresión respecto del contenido (vid. tema 1).
Podemos ahora definir el código, con mayor precisión, como un sistema de signos,
o sea de objetos complejos y abstractos, en el que algo (susceptible de manifestarse física y perceptiblemente) está en lugar de otra cosa (que puede no ser susceptible de manifestarse física ni perceptiblemente). Si llamamos planos (como hemos visto en el tema 1) a la expresión y al contenido, podemos también decir que el código es un conjunto compuesto de signos biplanares.
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2. RELACIONES ENTRE EL ORDEN DE LA EXPRESIÓN Y EL DEL CONTENIDO: TIPOS DE SEÑALES
Conviene, llegados a este punto, que presentemos los conceptos semióticos de señal, índice, icono y símbolo, pues ayudan a comprender mejor los múltiples aspectos que puede adoptar la congruencia o no de la expresión y el contenido y, por ende, la naturaleza de los signos que conforman un código.
2.1 Señales
Una señal no es ni más ni menos que cierta realidad (objeto, proceso, acción, etc.) que da información de algún tipo sobre otra realidad (otro objeto, otro proceso, otra realidad, etc.). Así, una estela oleosa en el mar (realidad A) nos informa sobre al paso previo de una embarcación (realidad x); unas latas vacías, papeles grasientos, mondas de naranjas y cascos de botellas abandonados en un bosque (realidad A) nos hablan de que ese lugar sufrió la presencia de unos excursionistas poco preocupados por la naturaleza (realidad x); un cartel que contenga una calavera montada sobre dos tibias (realidad A) nos informa del estado en que podemos quedar (realidad x) si tocamos un poste de alta tensión; cuando conducimos, un triángulo de metal, elevado sobre un poste, de bordes rojos y fondo crema en el que aparece, con trazo grueso, un cuarto de circunferencia girado de izquierda a derecha y hacia arriba (realidad A), nos informa de la existencia de una curva a la derecha (realidad x); si digo en cierto momento a alguien: Canelo está ladrando en la calle (realidad A), le informo, entre otras cosas, de que cierto perro ladra en la calle (realidad x). En casos como éstos, diremos que A es la señal y que x es lo señalado. Una señal es cierta realidad (A) cuya percepción nos informa de otra realidad (x), sea ésta material o conceptual.
Ahora bien, para que una realidad (A) informe acerca de otra realidad (x), ha de existir entre ambas algún tipo de vinculación. Obsérvese que la relación que asocia las realidades (A) con las (x) en los ejemplos anteriores no es la misma en todos ellos. Las diferencias de relación entre (A) y (x) serán las que proporcionen los criterios con que se pueda establecer la clasificación de las señales. En general, se parte de considerar el criterio de la vinculación natural o no de (A) respecto de (x), esto es, de tener en cuenta la ausencia o presencia de intencionalidad en lo que atañe a la constitución de (A). 2.2 Índices (indicios o síntomas)
Se dice que el humo es una señal natural del fuego, que las huellas de unos zapatos son señal natural del paso de una persona. En casos como éstos hablaremos de índices (indicios o «síntomas»). Así, afirmaremos que el humo es índice (indicio o síntoma) de la combustión, que la fiebre es índice de una afección patológica, etc. (A) emana de (x); (A) es un efecto producido por la causa (x); (A) muestra algún grado de contigüidad con (x), etc. La relación, pues, entre (A) y (x) es natural, esto es, ajena a la voluntad o intencionalidad humanas.
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2.3 Iconos y símbolos
Por eliminación, el resto de las señales no gozan ya de ese carácter natural: dependen de la voluntad humana, que las instituye como instrumentos de significación intencional. Entre esas otras se reconocen los iconos. Estas señales se prestan al equívoco, como ocurre con no pocos indicios, cuando son interpretadas, aunque esta ambigüedad se reduce en función del grado de convencionalidad que hayan alcanzado: a mayor uso convencional, menor subjetividad en la interpretación, y viceversa. Piénsese en la calavera sobre las dos tibias, ya aludida. Obsérvese que los iconos, como los indicios, establecen la relación de que (A) informa acerca de (x), pero no porque (A) emane de (x), sino porque existe cierta semejanza entre una y otra reali‐dad. Esta semejanza es la que provoca que muchos iconos sean ambivalentes: como el parecido de (A) respecto de (x) puede ser muy fuerte o muy tenue, los iconos sufren muy frecuentemente un proceso de convencionalización: la relación entre contenido y expresión se hace cada vez menos evidente. De ahí que ya no puedan funcionar como los índices: no son válidos para toda la especie humana, sino sólo para los miembros de una comunidad en que se ha acordado atribuir una realidad (x) concreta (un signifi‐cado) a un determinado icono (A).
En los signos convencionales o símbolos, al igual que en los iconos, el tipo de relación que se establece entre (A) y (x) no es natural, pero los símbolos se diferencian de ellos en que no muestran semejanza alguna entre (A) y (x). Los símbolos son señales estrictamente convencionales que sólo pueden ejercer su función significativa en virtud de un pacto, explícito o no. Los conocidos colores del semáforo son símbolos relativos a la circulación vial. Otros símbolos son las banderas de los estados, cuya convencionalidad se demuestra con los cambios que unas y otros sufren en el transcurso del tiempo; la sirena de una ambulancia, cuyo (x) es la petición de paso por razones de urgencia; los signos de la química relativos a los elementos, etc. Como se ve, en el caso de los símbolos la convencionalidad pierde toda posible motivación, cualquier resto de congruencia entre expresión y contenido, por lo que estamos ante realidades estrictamente arbitrarias.
De entre los símbolos, interesan sobre todo los lingüísticos (los signos lingüísticos). En todos los casos anteriores el vínculo que une el símbolo (A) con la realidad señalada (x) es estrictamente convencional (arbitrario), establecido por un pacto, bien explícito (los signos de los elementos químicos, por ejemplo), bien tácito (los signos lingüísticos). Así las cosas, una lengua es, sobre todo, un conjunto de símbolos (en este caso, de signos convencionales). Estos instrumentos simbólicos no han surgido de un pacto rígido o explícito, por lo que, desde cierto punto de vista, el grado de precisión de las lenguas naturales deja mucho que desear: son fuente de polisemia, sinonimia y, por tanto, de ambigüedad, como sabemos. Así y todo, el lenguaje es la herramienta más flexible y eficaz con que los humanos cuentan para relacionarse entre sí.
En resumen, los índices se caracterizan por ser señales naturales y motivadas.
Naturales, porque no interviene en su producción intencionalidad alguna; motivadas, porque (A) es efecto de (x). Puede decirse, pues, que en estos casos semióticos se da una relación metonímica, o de contacto, entre la señal y lo señalado. Los iconos, por su parte, no son naturales pero sí motivados; no naturales, puesto que hay una intencionalidad que los crea; motivados, porque (A) se asemeja a (x). Diremos, en consecuencia, que en el icono se manifiesta una relación metafórica, o de semejanza, entre la señal y lo señalado. Al ser intencional, el icono sufre o puede sufrir un proceso
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de convencionalización (las relaciones entre expresión y contenido tienden a desdibujarse). Por último, los símbolos se definen porque ni son naturales ni motivados; no naturales, como en el caso de los iconos; no motivados, porque son fruto de un pacto o convención estricta. La relación, pues, entre (A) y (x) es arbitraria.
3. LOS RASGOS CONSTITUTIVOS DE LAS LENGUAS VERBALES
Una vez señalados los distintos tipos de elementos susceptibles de constituir un código, pasaremos a comentar los rasgos que éste puede asumir. Ello nos permitirá delimitar las lenguas verbales de otros muchos códigos y medios de comunicación utilizados por seres humanos o animales.
La reflexión sobre las características específicas de las lenguas verbales recibió una aportación decisiva en los años sesenta, cuando Ch. F. Hockett propuso una lista de dieciséis rasgos constitutivos (design features) para delimitar la naturaleza de las lenguas verbales, los cuales han sido ampliamente aceptados y reconocidos como base para posteriores argumentaciones. Estos rasgos no se encuentran juntos en ningún código de comunicación que no sea humano, aunque algunos de ellos se pueden encontrar por separado en los distintos códigos de comunicación animal. En este epígrafe discutiremos algunas propiedades distintivas de las lenguas verbales con respecto a los demás códigos, y lo haremos remontándonos en unas ocasiones a las ideas de Hockett, destacando algunos de los rasgos de su propuesta, y en otras proponiendo una perspectiva distinta.
3.1 Rasgos presentes en todos los códigos 3.1.1 Medio de comunicación
Las lenguas naturales utilizan para expresarse el medio vocal‐auditivo. Es un hecho fundamental para todas las lenguas exteriorizar los mensajes mediante la voz y los gestos articulatorios que ejercen perturbaciones en las ondas sonoras que llegan al oído de otros hablantes y permiten la recepción del mensaje. Muchas lenguas carecen de escritura. Las que poseen sistemas escritos no tienen alfabetizados a todos sus hablantes, pero todos éstos utilizan la vía vocal‐auditiva.
Es importante tener en cuenta que no todos los sonidos o ruidos que se pueden hacer con el aparato vocal son susceptibles de formar parte de los inventarios fónicos de las lenguas del mundo. Con frecuencia las clases de sonidos se repiten en las lenguas, lo cual implica un condicionamiento anatomo‐fisiológico (tanto desde el punto de vista articulatorio como perceptivo) que restringe las posibilidades de utilización de los sonidos con fines comunicativos.
Aunque otras especies animales utilicen el canal vocal‐auditivo, no lo emplean del mismo modo. El carácter vocal implica además uno de los rasgos que De Saussure puso como característica fundamental de los significantes de sus signos: el carácter lineal. Puesto que utilizamos sonidos en el tiempo, unos han de ir forzosamente detrás de otros. Lo cual fundamenta la articulación lingüística, como más adelante veremos.
Los animales pueden utilizar otros muchos canales: los insectos, el químico; las abejas, el visual; los erizos, el táctil. Hay animales, como los grillos, que utilizan la vía auditiva, pero no la vocal. Los primates utilizan la vía auditivo‐vocal, pero también y
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quizá mucho más la visual en gestos y posturas. Para el ser humano, la vía principal y muchas veces única es la vocal‐auditiva, aunque está claro que es complementaria la vía visual cuando estamos en presencia de la otra persona. La visual es el canal de las lenguas de signos de los sordos.
3.1.2 Semanticidad
Cualquier código que establezca un lazo entre una expresión y un contenido, una situación, una cosa, etc., tiene la propiedad de la semanticidad. Gracias a esta propiedad podemos aludir a esa realidad sin necesidad de manejarla directamente, poniendo en su lugar los signos necesarios. En este sentido, podemos decir que las expresiones lingüísticas “significan” algo diferente de ellas mismas y que, por tanto, están conectadas simbólicamente con elementos de la realidad. Los códigos animales tienen propiedades semánticas, aunque muy limitadas: apareamiento, lugar del alimento, alarma, etc. Pero también hay códigos no animales que pueden presentar estas limitaciones: las señales de tráfico pueden expresar sólo autorizaciones, prohibiciones, órdenes, precauciones y unas pocas informaciones a la hora de circular; no pueden, sin embargo, hablar, por ejemplo, del estado de ánimo del que las ha pintado o las ha puesto. Todos estos códigos son, por tanto, capaces de expresar una parcela limitada de contenidos.
En el lado opuesto se sitúan los códigos que no tienen límites de contenido. Las lenguas verbales parecen responder más que ningún otro código a este requisito. La infinitud semántica de las lenguas verbales se observa en el hecho de que ofrecen paráfrasis posibles de los mensajes formulados en (casi) cualquier otro código. Si la danza de las abejas no puede dar expresión a un contenido como No tengo claro lo que acabas de decir, porque la gama de significados que puede expresar es limitada, sin embargo, una lengua verbal puede parafrasear cualquier mensaje formulado en el código de la danza de las abejas.
La omnipotencia semántica de las lenguas verbales la constatamos también de otra manera, aparentemente más evidente: puesto que con ellas podemos dar expresión a cualquier mensaje formulado en (casi) cualquier código, también podemos con ellas dar nueva expresión a cualquier mensaje formulado en la lengua verbal. Una lengua verbal, en resumen, puede parafrasearse ilimitadamente a sí misma, puede “hablar de sí misma” (vid. más adelante: Reflexividad o capacidad metalingüística).
3.1.3 Función pragmática
Todos los códigos son instrumentos cuyo uso supone el alcanzar, por parte del agente que los utiliza (ser humano o animal), un determinado objetivo (apareamiento, defensa, intimidación, ayuda, influencia en el otro, etc.).
3.2 Rasgos presentes en algunos códigos 3.2.1 Intercambiabilidad Cualquier ser humano puede ser emisor y receptor de mensajes, siempre que haya adquirido la madurez lingüística. Su conocimiento lingüístico es independiente de
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estas dos funciones, pues tal conocimiento puede ser utilizado indistintamente para realizar labores de emisión o de recepción y procesamiento de mensajes. Esto elimina la necesidad de contar con unas reglas gramaticales para la emisión diferentes de las utilizadas para la recepción, lo cual aumentaría el espacio de la memoria a largo plazo, al duplicarla. La comunicación animal frecuentemente está ligada a las relaciones sexuales o de trabajo, y por ello sólo algunos miembros de la especie pueden emitir un mensaje y otros sólo recibirlo. Así, sólo los machos de los grillos emiten el canto. En el caso de muchas aves sólo los machos cantan. En el de las abejas, sólo las obreras danzan; las reinas y los zánganos están excluidos. Las hembras del Bombyx mori (gusano de la seda) excretan, cuando están listas para aparearse, una señal química mediante la cual se comunican con el macho; éste sólo puede ser el receptor de tal señal. En el ser humano, cuando utiliza las lenguas verbales, no existen limitaciones para la comunicación en ambos sentidos.
3.2.2 Transmisión cultural
Este rasgo se refiere a la necesidad de que algún aspecto de un código deba ser aprendido mediante la interacción comunicativa con otros usuarios de ese mismo código. Las lenguas verbales muestran esta peculiaridad, pues los seres humanos, para hacerse con ellas, deben aprender multitud de elementos (aunque la habilidad básica para aprenderlas es innata (vid. tema 1)). Así, un niño de padres rusos aprenderá inglés si es ésta la lengua a la que se ve expuesto.
En otros casos, en los de muchos códigos animales, la situación es diferente, pues tales códigos y la habilidad para utilizarlos se transmiten exclusivamente por vía genética. Las abejas no aprenden a danzar: ya al nacer vienen provistas de las pautas de la danza. Una abeja italiana trasladada a Austria danza como las italianas, no como las austriacas (es decir, no aprende a danzar de otra manera). El ser humano, que posee una dotación genética específica para el lenguaje, no viene, sin embargo, programado genéticamente para aprender una lengua concreta, pues puede aprender más de una (todas las lenguas verbales responden, en un nivel profundo, a los imperativos universales de esa dotación genética). Las lenguas verbales, a diferencia de numerosos códigos animales, se aprenden con el uso, se transmiten de padres a hijos de generación en generación. Esto no quiere decir que no haya códigos animales (aunque nunca en el grado de las lenguas verbales) que sean híbridos. Algunas aves y chimpancés, por ejemplo, emiten señales que están totalmente programadas genéticamente y otras que son aprendidas. Estos códigos, pues, muestran también transmisión cultural.
3.2.3 Arbitrariedad Este rasgo alude a la propiedad mostrada por los signos de ciertos códigos consistente en que la expresión de ese signo no está relacionada de ningún modo lógico con su significado (la propiedad de los símbolos, como se ha visto más arriba: vid. 2.3). Obsérvense, por ejemplo, algunas de las diferentes palabras (signos) que significan «perro» en varias lenguas: dog (inglés), chien (francés), lééchaa‘í (navajo). En la comunicación animal generalmente existen elementos arbitrarios e icónicos. Por ejemplo, la asociación entre el grito de un mono (expresión) y el peligro (significado) es
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arbitraria, pero la correlación entre inminencia (contenido) e intensidad (expresión) es icónica (es decir, cuanto más inminente es el peligro, más intenso es el grito, lo que supone una motivación del grado de inminencia del peligro sobre el de la intensidad del grito).
3.2.3.1 Dos tipos de arbitrariedad
Será conveniente diferenciar en el término arbitrariedad de las lenguas dos signi‐
ficados, uno obvio (bastante acertado, pero insuficiente) y otro más profundo (a cuya definición contribuyó fundamentalmente De Saussure).
En la primera acepción, las lenguas son arbitrarias en la medida en que no hay ningún vínculo natural y necesario entre el significante y el significado de cada signo. Si imaginamos el significado “silla”, comprobamos inmediatamente que no hay ninguna razón especial por la que tal significado sea expresado en español con el significante silla, en italiano con sedia, en inglés con chair y en árabe con kursi. Entre el significante y el significado no hay necesariamente ninguna semejanza: podemos analizar el significante todo lo que queramos, pero casi nunca (o no siempre) conseguiremos prever las características del significado (analizando el significante silla no conseguimos entender, por ejemplo, cómo está hecha una silla o la finalidad que cumple este objeto), y, al contrario, analizando el significado, no conseguiremos prever cuál es el significante que lo expresa. Naturalmente, existen hechos que ponen límites a estas afirmaciones; por ejemplo, las onomatopeyas. Palabras como kikirikí (it. chicchirichi; al. kikeriki; fr. cocorico; jap. kokekokkoo, etc.) se asemejan icónicamente al sonido que evocan, y también palabras no exactamente onomatopéyicas, como, en español piar, susurrar, en italiano pigolare, bisbigliare o en inglés puff «hinchar», sigh «suspirar», splash «salpicar», etc., pueden sugerir algunos aspectos del significado al que se refieren. Pero el grupo de palabras verdaderamente onomatopéyicas es relativamente pequeño, y en algunos casos el efecto onomatopéyico se ha conseguido sólo con el paso del tiempo, a partir de palabras que originariamente no eran, en absoluto, icónicas.
Esta primera noción (que ya Aristóteles identificó claramente, y que ha sido retomada numerosas veces a lo largo de la historia del pensamiento lingüístico) no basta para dar cuenta del complejo fenómeno de la arbitrariedad. Fue De Saussure quien la completó con una noción más refinada, que salva a este tema de la obviedad que siempre lo ha caracterizado. Según De Saussure, son arbitrarias no solamente las relaciones entre cada significante y su significado (Ste‐Sdo), sino también las que existen entre un significante y los demás significantes (Ste1‐Ste2) y las que hay entre un significado y los demás significados (Sdol‐Sdo2).
Por lo que se refiere a las relaciones entre significantes, consideremos la que se establece entre las expresiones [pino] y [pi:no] (o sea, una pronunciación con i breve y otra con i larga). En español ambos significantes designan sin posibilidad de duda el significado «pino»; o, dicho de otra manera, el español no pone ningún límite entre la i breve y la larga. En español, esta distinción no es pertinente (vid. más adelante: Pertinencia). En inglés, el mismo fenómeno se presenta de distinta manera: [ip] y [i:p] (es decir, dos pronunciaciones que son diferentes exactamente por la misma razón que el español: una i breve frente a una i larga, justo en la misma posición) designan no el mismo significado, sino dos significados distintos y carentes de relación entre sí:
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respectivamente «barco» y «oveja». Podemos representar esta situación con el esquema siguiente:
i i:
Como puede verse, en la materia fónica del inglés se introduce una frontera (representada en el esquema con la separación entre las dos casillas), mientras que en la del español esto no ocurre. La relación que existe en español entre la i breve y la i larga no es tan necesaria y obligatoria como la que existe en inglés. La relación entre los dos significantes es arbitraria.
El mismo razonamiento se puede repetir también en cuanto a las relaciones entre significados. El español, por ejemplo, establece una diferencia entre los significados «rebanada» y «loncha», que el italiano no hace: los dos significados son designados exactamente en italiano por un mismo significante: fetta. El esquema representa esta diversidad de relaciones:
español rebanada lonchaitaliano fetta
No hay ninguna razón natural por la que se tenga que distinguir (o no distinguir) entre los dos significados. En la evolución histórica de las lenguas se pueden hacer nuevas distinciones y se pueden eliminar otras ya antiguas. La relación entre los significados es arbitraria.
A esta más profunda concepción de la arbitrariedad lingüística se le puede llamar arbitrariedad horizontal (porque tiene que ver con relaciones entre entidades de la misma naturaleza: entre significantes por un lado y entre significados por otro), mientras a la concepción tradicional de la arbitrariedad se le puede denominar con el término de vertical. Las lenguas son, por tanto, doblemente arbitrarias, en sentido vertical y en sentido horizontal (vid. más adelante: Forma y Sustancia).
3.2.3.2 Limitaciones de la arbitrariedad: rasgos icónicos
En verdad, el mismo De Saussure, después de haber enunciado el principio de la arbitrariedad lingüística y precisado que «su importancia es capital y sus consecuencias son innumerables», añadía que entre las tareas de la Lingüística está también la de estudiar las limitaciones de la arbitrariedad. Parece que Saussure era particularmente sensible a esta cuestión y a ella dedicó muchos pasajes de sus reflexiones teóricas. En efecto, la actitud de De Saussure no era ciegamente ‘arbitraria’. En el capítulo del Curso de lingüística general dedicado a la motivación, observaba que en el vocabulario de las lenguas existen dos tipos de palabras: las completamente inmotivadas (alemán Hand «mano», Schuh «zapato») y las parcialmente inmotivadas (alemán Handschuh «guante», lit. «mano‐zapato»), y que, por consiguiente, en las lenguas no se da una arbitrariedad total, sino distintos grados de arbitrariedad.
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Este tipo de consideraciones ha constituido posteriormente el punto de partida de una serie de investigaciones, como las de Charles Bally y otros, que han llegado a establecer sutiles tipologías lingüísticas basadas en la distinción entre lenguas (como el alemán o el griego clásico) en las que la estructura de las palabras está hecha de manera que permita al usuario ‘leer en ellas’ el significado de la palabra entera, y otras (como el francés, el inglés, el italiano o el español) en las que esta operación es sólo parcialmente posible y las palabras son sólo transparentes en una mínima parte.
El planteamiento de De Saussure no era más que una respuesta a una larga y compleja cadena de reflexiones. La historia de la Lingüística está ciertamente recorrida en toda su extensión por dos tendencias contrapuestas en torno a este problema: por un lado, los que sostienen la completa arbitrariedad del lenguaje; por otro, los que defienden la presencia en las lenguas de un rasgo, de una huella icónica del mundo, aunque sólo sea parcial y filtrada mediante elaboraciones diferentes. Históricamente hablando, la primera tendencia ha prevalecido y se ha impuesto hasta llegar a ser virtualmente institucional: no hay, en efecto, manual de Lingüística que no la sitúe entre los fundamentos de la teoría del lenguaje. Pero, a pesar de eso, no hay que pensar que la segunda tendencia no tenga buenas razones de su parte: para darnos cuenta de su importancia baste pensar que con ella han tenido que ver (por no mencionar más que algunos) filósofos como Platón, Leibniz, Vico, Cassirer, y no pocos lingüistas modernos.
Por otro lado, no hay duda de que De Saussure, con su doctrina, ha impuesto a la reflexión en este campo su orientación con una fuerza tal, que ha acabado por constituir una especie de deformación. Su razonamiento sobre la arbitrariedad se refiere solamente a la naturaleza de las palabras aisladas: son éstas, efectivamente, las que para él pueden ser motivadas o arbitrarias. De esta manera, durante bastante tiempo, la discusión sobre la arbitrariedad se ha limitado a ocuparse del nivel de las palabras aisladas, y al resto de las unidades lingüísticas no se le ha dedicado casi ninguna atención.
Hoy, la reflexión sobre los fundamentos del lenguaje ha conseguido liberarse de esta limitación y volver sobre el problema con un horizonte bastante más amplio. Ciertamente, está muy difundida la convicción de que las lenguas registran rasgos también notables de iconicidad, y que ésta se manifiesta en diversos niveles de la organización de aquéllas. Para ilustrar este hecho nos serviremos de algunos ejemplos.
En el plano fonológico, todas las lenguas tienen que respetar determinados requisitos formales para poder funcionar: por ejemplo, una lengua no puede tener un número de sonidos demasiado reducido, debido a que esto supondría la imposibilidad de diferenciar las palabras entre sí; las palabras no pueden ser más largas de lo que el usuario pueda controlar (no existen palabras, por ejemplo, de quinientos sonidos); no hay lenguas constituidas únicamente por monosílabos, etc. Además, se registran en todas las lenguas singulares correspondencias entre diversos aspectos paralingüísticos y los significados: por ejemplo el volumen de la voz o la velocidad del habla se relacionan con determinados estados de ánimo: una voz «iracunda» expresa su significado aunque no entendamos lo que dice; un habla muy rápida expresa ansia aunque no la entendamos. En el plano de los sonidos aislados, por otra parte, se insiste desde hace mucho tiempo en que determinados valores fónicos suelen expre‐sar en distintas lenguas las mismas cosas: la r expresaría fluidez, la u tristeza y temor, la i pequeñez y alegría, etc. Los lingüistas plantean dudas, en cambio, ante estas ‘correspondencias’; pero no pueden observar más que con sorpresa ciertos hechos. En muchas lenguas, por ejemplo, las palabras que significan «aquí» contienen una i, mientras las que significan «allí» contienen una a o una vocal posterior (al. hier/da, fr.
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ici/là, ár. huna/hunaka, chino mandarín juh li/nah li, etc.; pero el español, al igual que el italiano, por ejemplo, no respeta esta regularidad: esp., allí/allá ‐ aquí/acá; it., li/là ‐ qui/qua). De la misma manera, no puede pasar inadvertido el fenómeno de la reduplicación, mediante el cual se designa en muchas lenguas una intensificación o un aumento cuantitativo o dimensional (a partir de un principio claramente icónico, que se puede formular así: mayor intensidad o tamaño = más material fónico): piénsese en el español caliente caliente, despacito despacito, alto alto, etc., y en otros fenómenos de otras lenguas.
También en sintaxis podemos destacar diversos hechos que no se pueden in‐terpretar a no ser en términos de iconicidad. El más típico es la secuencia, es decir, el caso en el que el orden de los elementos sintácticos reproduce el de los acon‐tecimientos de la realidad de la que el enunciado habla. En español, una estructura como sigue así y ya verás se compone de dos partes (“sigue así” y “ya verás”), que no pueden cambiarse de orden: su orden, en efecto, describe el orden de los aconte‐cimientos de los que se habla. En otras lenguas la iconicidad sintáctica va mucho más allá y, por así decirlo, está más gramaticalizada. En chino, por ejemplo, cuando dos frases están ligadas por conectivos temporales como cái («por consiguiente, enton‐ces»), la primera no puede intercambiar su lugar en la frase con la segunda: ni gei ta qián, ta cái gei ni shu 1 2 «hasta que no le des el dinero, no te dará el libro» Mientras en español podemos decir No te dará el libro hasta que no le des el dinero, en chino el orden de los elementos no puede invertirse.
Normalmente, los signos más fuertemente icónicos tienen la ventaja de que cualquier persona los puede interpretar. La señal siguiente:
(aunque conlleve también un cierto grado de elaboración y de arbitrariedad) permite ahorrar traducciones en otras lenguas.
La iconicidad, pues, favorece la descodificación. La arbitrariedad, en cambio, exige que el usuario haya aprendido el código, y que haya adquirido la capacidad de asociar un contenido concreto a una expresión concreta, realidades heterogéneas entre sí. La máxima heterogeneidad semiótica exige aprendizaje; a medida que esta hetero‐geneidad se reduce (hasta llegar a la iconicidad máxima), el esfuerzo de aprendizaje se reduce. Desde este punto de vista, por tanto, los códigos arbitrarios son menos mane‐jables que los icónicos. Pero superan enormemente, desde otra perspectiva, a los icónicos: mientras que éstos, por naturaleza propia, están destinados solamente a una reducida gama de contenidos, teniendo que limitarse a indicar entidades que puedan ser sensorialmente expresadas (no se puede expresar a nivel icónico el significado trascendental u otros de ese tipo), los códigos arbitrarios permiten dar expresión a una infinidad de contenidos, especialmente en el caso en el que permitan la combinación y la asignación de diversas posiciones a sus elementos. No sorprende, por consiguiente, que las lenguas verbales sean esencialmente códigos arbitrarios.
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Como en todas las dicotomías, también en la que existe entre códigos arbitrarios y códigos icónicos es difícil trazar una clara demarcación que separe las dos categorías sin dejar casos intermedios. Algunos códigos son, al mismo tiempo, en parte icónicos y en parte arbitrarios (como las lenguas verbales), y a menudo el estado de arbitrariedad no es más que el punto de llegada de un proceso de neutralización de la relación expresión/contenido a partir de un estado de iconicidad inicial. En la lengua de signos española, la configuración de gestos que significa “sábado” es ésta:
Para realizar este signo el emisor se acaricia la barbilla con el dorso de la mano. Hoy, esta configuración es totalmente arbitraria; pero originariamente representaba con cierto grado de iconicidad un rasgo que se consideraba típico de los sábados, o sea, el afeitado. Por otro lado, también en la lengua de signos americana ha habido una evolución muy marcada de signos puramente icónicos a signos gradualmente más arbitrarios, en los que solamente un análisis histórico profundo consigue reconocer las fases que lo han precedido: por ejemplo, el signo para “informar”, antes compuesto por la sucesión “saber” + “ofrecer”, está actualmente constituido por un movimiento fluido unitario, en el que los dos elementos originarios ya no se reconocen:
Las lenguas de signos que usan los sordos ilustran muy bien la flexibilidad que
proviene de la arbitrariedad: el paso de un vocabulario formado por palabras gestuales que describen como pueden el objeto que designan, a palabras cada vez más independientes del objeto representado, conduce, en efecto, a la adquisición de una capacidad semiótica cada vez más amplia.
3.2.3.3 Apertura y cierre
Los códigos arbitrarios, a diferencia de los icónicos, pueden integrar ilimita‐damente signos nuevos, y, por tanto, son por naturaleza abiertos. Los códigos no arbitrarios, al estar vinculados a un dato externo, con el que tienen que conservar una relación de (aproximada) similitud, no se prestan a la misma capacidad, y son normalmente cerrados. Las lenguas verbales presentan esta característica en su más alto grado: el vocabulario de una lengua integra ilimitadamente palabras nuevas, y entre las distintas palabras pueden establecerse relaciones de diverso tipo. La flexibilidad que este carácter confiere a las lenguas es de enorme importancia desde el
Saber Ofrecer Informar
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punto de vista del usuario, que puede disponer de nuevos medios para dar expresión al contenido.
3.2.4 Discreción
Una distinción esencial entre los códigos tiene que ver con la manera en que codifican y transmiten la información. Desde este punto de vista, podemos reconocer, por un lado, códigos analógicos, y, por otro, códigos digitales. Para aclarar la diferencia que existe entre ambos, habrá que establecer una comparación.
Imaginemos los tipos de relojes que existen actualmente, el de agujas (analógico) y el electrónico con números (digital). En el primero, las agujas recorren el espacio del cuadrante de manera continua: la punta de las agujas pasa, sucesivamente, sobre todos los puntos de la corona del cuadrante. Desde el punto de vista de la descodificación, eso significa que este reloj indica cada momento del tiempo y que, dados dos momentos T1 y T2 cualesquiera, puede indicar cada momento intermedio entre ellos, aunque, para quien descodifica, pueda no ser relevante leer cada momento del tiempo. En este sentido, este reloj indica el tiempo de manera analógica (una determinada posición de las agujas sobre el cuadrante se interpreta analógica‐mente como indicadora de un momento del tiempo) y continua (no hay ningún punto del cuadrante que no sea cubierto).
Los relojes digitales funcionan de manera completamente distinta. Imaginemos que tenemos en un momento determinado la siguiente configuración:
(estado 1) 15:35:12
que significa “15 horas, 35 minutos, 12 segundos”. Si esta configuración se refiere al estado 1 del reloj, el estado 2 inmediatamente siguiente será:
(estado 2) 15:35:13
En otras palabras, el reloj digital no tiene la posibilidad de indicar todos los momentos intermedios entre los 12 y los 13 segundos: ‘salta’ del estado 1 al estado 2 sin cubrir los puntos intermedios. Indica el tiempo de manera digital (del inglés digit «cifra»: es decir, suministra directamente en cifras la indicación del tiempo) y discreta (un término matemático que significa no‐continuo; o sea ‘saltando’ de un estado al siguiente). La manera de avanzar discreta del reloj digital se destaca con mayor claridad si el cuadrante no tiene el indicador de segundos: en estos casos, en efecto, el reloj salta un intervalo todavía mayor, pasando de un minuto determinado al minuto siguiente.
El reloj digital avanza con una especie de ‘mentira’: en cada uno de sus estados, sigue ‘diciendo’ que esa ‘es’ la hora que está indicando, aunque, mientras tanto, obviamente, el tiempo no se detiene. Si, supongamos, el reloj indica las 11:12 seguirá diciendo que la hora es ésa hasta que no aparezcan las 11:13. El reloj digital ‘finge’ que el tiempo se queda parado durante un minuto entero, porque no tiene medios para indicar la variación continua de la dimensión tiempo.
En cuanto a los códigos, hay que decir que los analógicos funcionan más o menos como los relojes analógicos y los digitales como los relojes digitales. Un código analógico, en efecto, expresa una variación de manera continua, mientras que uno
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digital la expresa en forma de ‘saltos’ (ya sean pequeños o grandes, según el intervalo elegido, que no es necesariamente regular).
En el ser humano, la fiebre es una dimensión que varía de manera continua: no se puede tener una temperatura de 38,2 sin haber pasado por todas las gradaciones anteriores a partir de la primera. El termómetro de mercurio (que es analógico) expresa esta variación de manera continua. Sin embargo, desde el punto de vista del observador (como el médico, por ejemplo, que busca signos para diagnosticar la enfermedad), la temperatura se presenta como un código discreto: si está en 37, normalmente no se considera alarmante, mientras que si está en 38,5 el médico supone que se está poniendo en marcha un proceso de enfermedad. Pero, desde su punto de vista, es imposible decir cuándo deja la situación, concreta y rigurosamente, de ser ‘normal’ y se hace ‘patológica’. Una dimensión que en sí es continua (la temperatura) se descodifica de forma discreta. El código de la temperatura es, por tanto, desde el punto de vista de la descodificación, un código discreto. Esta situación está representada en el esquema siguiente:
También las lenguas verbales, desde el punto de vista de la expresión, son códigos esencialmente discretos. Dos palabras como pera /’pera/ y pena /’pena/, aunque siendo diferentes sólo por un detalle mínimo desde el punto de vista de la expresión (la primera tiene una /r/ en la posición en que la segunda tiene una /n/), no tienen nada que ver desde el punto de vista del contenido. Una pera no es una pena particularmente mayor (como sería, sin embargo, si el código fuera analógico); de la misma manera, una perra no es una pera más grande, etc. El carácter discreto de las lenguas verbales está ligado a su arbitrariedad, en la medida en que una lengua analógica sería inevitablemente, en parte, icónica.
Por otro lado, algunas lenguas presentan aspectos que pueden ser considerados como rasgos de analogicidad. Por ejemplo, la intensificación de significado que normalmente se expresa en español con el superlativo, en turco se expresa (casi analógicamente) con la duplicación del adjetivo: kadIn «bello» = kadIn kadIn «bellísimo». En turco encontramos incluso reduplicaciones del nombre: sIra sIra dağlar «largas cadenas de montañas», literalmente «cadenas cadenas de montañas», o reduplicaciones parciales, siempre con valor intensivo: sIkI «cerca», sIkI sIkI «íntimo». La reduplicación como medio de intensificación del significado la encontramos, por otro lado, en diversas lenguas. En el criollo haitiano el superlativo del adjetivo se expresa así: /blãs blãs/ «blanquísimo», /dus dus/ «dulcísimo»; en el criollo portugués de Annobón se da el mismo fenómeno: /lõgo lõgo/ «larguísimo». Además, en todas las lenguas aparecen fenómenos ‘expresivos’ de índole analógica: por ejemplo, el volumen de la voz, o la rapidez del habla son normalmente interpretados como algo
Temperatura continua
División en el termómetro (discreta)
36º 37º 38º
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que tiene que ver directamente con el estado de ánimo del emisor. Un enunciado ‘gritado’ es entendido como algo ligado analógicamente al grado de nerviosismo de quien lo emite.
Pero, a pesar de estos fenómenos, que limitan (aunque sea en aspectos secundarios y periféricos) el carácter digital de las lenguas verbales, es difícil poner en entredicho la esencia fundamentalmente discreta de éstas. Algunos códigos animales, en cambio, ponen de manifiesto un carácter analógico más acentuado. La danza de las abejas, por ejemplo, es analógica en lo que se refiere al número de vueltas y a la dirección del eje central del ocho respecto al sol (vid. más adelante: Ejemplos de comunicación animal), y funciona sobre la base de una variación continua: cuanto más aumenta el número de vueltas realizadas, menor es la distancia que se expresa; de la misma manera, una rotación incluso mínima del eje central de la forma de ocho que la abeja descubridora realiza en su danza está analógicamente relacionada con la dirección de la fuente de alimento. Se ha comprobado que el carácter discreto sirve para asegurar a los códigos verbales una mayor flexibilidad y eficiencia. En efecto, si imaginamos un código en el que exista una correlación analógica entre las dimen‐siones del objeto significado y la longitud de la expresión fónica con el que se designa, tendríamos que tener palabras larguísimas para indicar objetos de gran tamaño y palabras muy breves para objetos microscópicos. Lo mismo ocurriría si la correspon‐dencia analógica no se diera entre la longitud de la expresión y la dimensión del objeto designado, sino entre ésta y la intensidad de sonido de la palabra correspondiente: en este caso, objetos grandes serían designados con palabras ‘gritadas’, objetos pequeños con palabras ‘susurradas’. Swift, en Los viajes de Gulliver, imaginó algunas lenguas fantásticas vagamente analógicas, y, en efecto, imposibles de utilizar.
3.3 Rasgos presentes en las lenguas verbales 3.3.1 Desplazamiento
Este rasgo alude a la capacidad de las lenguas verbales consistente en que, al enunciarse una expresión, su referente no ha de estar inmediatamente presente en el tiempo o en el espacio. Usando una lengua natural se puede hablar sobre el mundo real o sobre mundos imaginarios. Como existe un vínculo fijo entre las expresiones y las entidades denotadas, no hace falta que éstas estén física o psíquicamente presentes para que aquéllas puedan denotarlas, ya que se explota la propiedad evoca‐dora del significado. La comunicación animal siempre se realiza sobre hechos presentes e inmediatos. (El código de las abejas podría presentar cierto desplaza‐miento: las abejas indican con exactitud a qué distancia se halla un banco de alimento, pero no pueden emitir mensajes referidos al pasado o al futuro. La presencia de este rasgo en este caso está muy discutido.)
3.3.2 Prevaricación (falsedad) Se trata de una propiedad íntimamente relacionada con la anterior. Con las lenguas verbales podemos emitir enunciados falsos, es decir, enunciados en los que no hay conformidad entre el símbolo emitido y el estado de cosas representado. Un mono no puede dar un grito de alarma falaz, ni una abeja danzará para engañar a las compa‐
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ñera, por ejemplo. Esta característica supone una explotación del principio del despla‐zamiento: aquello que se representa puede estar alejado del mundo real en el sentido de que no se puede encontrar en él.
3.3.3 Contextualidad (eficiencia)
La interpretación de los signos lingüísticos depende de su relación con el contexto de formas distintas. No sólo porque las palabras tienen significados generales que sólo se concretan cuando hablamos de objetos y procesos particulares en relación con el contexto en el que se usan, sino también al menos en otros dos sentidos:
a) Por un lado, una buena parte de los enunciados lingüísticos tiene sentido únicamente en el momento en que forman parte de un tejido junto con otros enunciados: Yo no, por ejemplo, se justifica gramaticalmente como respuesta a una pregunta del tipo Yo voy al cine, ¿y tú?; de la misma manera que un enunciado del tipo Y yo una tónica se explica únicamente como especificación a un enunciado anterior del tipo Yo tomo un café. Dicho de otra manera, el funcionamiento de numerosos enunciados depende del contexto lingüístico del que forman parte.
b) Por otro lado, una parte considerable de enunciados se explica solamente en cuanto que hace referencia a un cuadro objetivo externo, a una situación no lingüís‐tica: un enunciado como Dame eso encuentra un sentido solamente si se inserta en una situación de enunciación en la que haya objetos a los que eso se pueda referir. Esto significa que los enunciados están en relación con el mundo externo de dos maneras distintas: (i) porque lo designan, (ii) porque lo evocan como marco necesario para adjudicar un sentido al enunciado en sí.
Esta propiedad sólo se en las lenguas verbales.
3.3.4 Retroalimentación (feedback) El hablante percibe constantemente lo que va diciendo: es a la misma vez emisor y receptor, lo cual le permite corregirse sobre la marcha, controlar el volumen de voz que emite; es decir, la retroalimentación le permite un dominio absoluto sobre su propia habla. Las personas mayores que han perdido un poco su capacidad auditiva suelen gritar porque de lo contrario no controlan lo que van diciendo ni cómo lo van diciendo. La retroalimentación va más allá porque también sirve para controlar todos los aspectos lingüísticos conforme van apareciendo en el habla y, junto con la intercambiabilidad, permite al ser humano hablar consigo mismo al interiorizar los papeles de otros.
3.3.5 Reflexividad (capacidad metalingüística)
Este rasgo se refiere a la capacidad de las lenguas verbales que permite que con ellas se pueda hablar de ellas mismas. Ningún sistema de comunicación animal posee esta característica: ninguna abeja danza sobre la danza o explica danzando su danza a las demás. Ejemplos triviales de esta capacidad son enunciados como ¿Qué quiere decir la palabra ‘exiguo’?, o también ¿Qué quieres decir con esas palabras? Estos enunciados, por muy banales que puedan parecer, representan el resultado de una ex‐
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traordinaria potencialidad de las lenguas verbales. Las abejas no pueden usar metalin‐güísticamente su propio código: una abeja no puede ‘decir’ a la compañera No he entendido tu danza, ni ¿Qué quiere decir el eje de tu última danza en forma de ocho? Será interesante tener en cuenta que precisamente la capacidad metalingüística de las lenguas permite el nacimiento de la Lingüística, que no es más que una formalización de los usuales interrogantes sobre el lenguaje.
3.3.6 Doble articulación (dualidad)
Si examinamos el código constituido por la luz que indica la reserva de la gasolina de un coche, comprobamos lo siguiente:
a) El código está constituido por dos únicos signos: (1) testigo apagado = “gasolina suficiente”, (2) testigo encendido = “gasolina insuficiente”. Estos signos son los ele‐mentos del código en sí.
b) Estos elementos no se pueden descomponer en partes: el testigo no puede encenderse a medias para indicar que la reserva está a la mitad, sino que tiene sólo la posibilidad de encenderse completamente; por tanto, los elementos de este código no están compuestos de partes más pequeñas y no pueden, por tanto, ser analizados en componentes más pequeños.
c) Los dos elementos presentan limitaciones de aparición: por ejemplo, no pueden aparecer simultáneamente, sino solamente uno cada vez.
Mientras la característica a) es completamente evidente, las otras dos no lo son. Podemos formular la característica b) diciendo que nuestro código no es articulado (no está constituido por elementos parciales), y la c) diciendo que el código no admite combinaciones de elementos.
Estas propiedades no dependen de la sencillez estructural del código que estamos considerando. Aparecen también en códigos mucho más complejos. Si pensamos en un código animal, como la danza de las abejas, comprobamos claramente que en él se registran las circunstancias b) y c). En efecto, en la danza que la abeja ejecuta no se pueden separar los elementos que la componen: por ejemplo, no se puede decir que la parte curvilínea de la danza tenga un significado concreto o que se pueda omitir; además, no podemos tener mensajes compuestos de dos o más trazados en forma de ocho (vid. más adelante: Ejemplos de comunicación animal).
Si pasamos al código numérico decimal y tomamos el número 14, comprobamos
que: a) se puede descomponer en partes constituyentes (1 y 4), y que, por lo tanto, es
articulado; b) sus partes componentes admiten combinaciones de diferente naturaleza:
podemos tener tanto un 14 como un 41; podemos tener 1414, 4411, 4141, 1441, etc. Este código representa también otra potencialidad importante de los códigos
articulados y que es denominada posicionalidad: en este código, el significado no está determinado únicamente por los elementos como tales, sino también por la posición que cada uno de ellos ocupa en la cadena. En el código numérico decimal, en efecto, la posición más a la derecha (o inmediatamente antes de una coma) significa “unidad”; la que está más a la izquierda significa “decena”, la siguiente siguiendo hacia la izquierda, “centena”, etc. De esa manera, cada número ofrece simultáneamente dos tipos distintos de información: dice cuál es la cantidad que cada cifra representa, y cuál es el
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rango (unidad, decena, centena, etc.) en el que se sitúa. Podemos aclarar este hecho con el siguiente esquema:
Cifras 1 4 posiciones I II significados “decenas” “unidades”
La posicionalidad es una contribución fundamental a la flexibilidad de un código,
pues permite asignar significados distintos a un reducido número de elementos, favo‐reciendo así la manejabilidad del mismo.
Las lenguas verbales se parecen más al código numérico que al de los testigos de
reserva de gasolina. En efecto, están constituidas por elementos de diferente natu‐raleza (sonidos, sílabas, palabras, etc.), y se pueden tanto articular (o sea, descom‐poner en partes), como combinar posicionalmente. Si tomamos un grupo de palabras como Ladra el perro, comprobamos que podemos analizarlas de distintas maneras (distinguiendo sonidos, sílabas, etc.), que podemos cambiarlas de posición (El perro ladra) y que podemos, incluso, combinarlas con otras palabras.
La propiedad determinante de esta clase de códigos es el hecho de ser articulados: en realidad, las demás propiedades derivan de la articulación. Si un código es articulado, sus elementos pueden combinarse entre sí y esta circunstancia se puede aprovechar para expresar contenidos distintos. Por otro lado, el hecho de que los códigos sean articulados nos permite obtener enormes resultados con recursos relativamente modestos, es decir, conseguir una radical economía semiótica. Efectiva‐mente se notará que, a causa de la posibilidad de combinación y del número teórica‐mente ilimitado de posiciones que un signo puede ocupar, los códigos articulados permiten formar un número ilimitado de signos. El código numérico decimal ilustra este hecho claramente (podemos imaginar números de longitud infinita –esto es, compuestos por un ilimitado número de posiciones‐, aunque, para designarlos, apenas nos sirvamos de las formas de cuantificación excesivamente altas); las lenguas verbales son de la misma naturaleza.
La idea según la cual las lenguas son articuladas es muy antigua, y ha pasado a formar parte de la conciencia lingüística común. En efecto, también en la conversación ordinaria se habla normalmente de ‘lenguaje articulado’. Pero las lenguas no son, sim‐plemente, articuladas: son doblemente articuladas. La doble articulación es la propie‐dad por la cual las lenguas están organizadas en dos niveles estructurales distintos: a) las unidades fónicas (por sí mismas carentes de significado) que, al combinarse, dan lugar a b) unidades de nivel superior dotadas de significado. Algunos ejemplos aclararán esta formulación.
Los sonidos normalmente representados por las letras s, l, a, e no tienen ningún significado propio. Son elementos de un nivel indispensable para las lenguas (sin sonidos, una lengua verbal no existe), que originan al combinarse unidades de nivel distinto, es decir, palabras: en nuestro caso, sale, leas. Estas palabras, aun estando constituidas por las mismas unidades fónicas, son portadoras de significados com‐pletamente distintos. Por consiguiente, los sonidos son unidades primarias, carentes de significado como tales pero indispensables para la formación de unidades de nivel superior, dotadas de significado. Según propone A. Martinet, el nivel de los sonidos se
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denomina segunda articulación, y el nivel superior (en el que los sonidos se combinan dando lugar a entidades dotadas de significado), primera articulación.
También la doble articulación parece específica de las lenguas verbales. No pode‐mos considerar que la danza de las abejas esté formada por elementos más sencillos. No se puede decir que la parte curvilínea de la forma de ‘ocho’ que la abeja ejecuta en su danza signifique “alimento”, o que el eje central del ocho signifique “distancia”. Es un bloque único, inanalizable, cuyo significado reside en la forma completa.
La dualidad está relacionada con la arbitrariedad, ya que, si todo elemento fonológico tuviera una relación icónica con algún aspecto del significado, habría serias restricciones en las posibilidades combinatorias de los elementos fonológicos. Existen pocos sistemas doblemente articulados. Éstos poseen una cualidad importantísima: la economía que supone su uso, pues con unas pocas unidades de la segunda articulación se puede componer un ilimitado número de unidades de la primera.
No hay ningún sistema de comunicación animal atestiguado que posea la doble articulación.
3.3.7 Productividad (composicionalidad y recursividad)
Las lenguas verbales son sistemas productivos porque permiten al usuario producir e interpretar mensajes nuevos ilimitadamente diferentes, con tal de que formen parte del ámbito de las reglas de la misma lengua. La productividad es una de las más extraordinarias propiedades de las lenguas humanas: cualquier combinación regular de elementos lingüísticos puede ser producida e interpretada por un usuario, aunque éste no se haya encontrando nunca con ella anteriormente.
La productividad puede ser ejemplificada de diversas maneras. En el léxico, los mecanismos de la derivación permiten obtener, a partir de una palabra básica (como sano), otras palabras formal y semánticamente emparentadas con ella (insano, sanidad, sanitario...), ahorrándole así al hablante la tarea, que sería muy pesada, de tener que aprender para cada objeto palabras completamente distintas. Esta posibilidad de expansión del léxico a partir de un punto de partida es teóricamente ilimitada, y es uno de los aspectos más relevantes de la productividad. También en el plano sintáctico se puede encontrar esta característica: se pueden formar frases completamente nuevas a partir de otras (de Bebo agua se puede tener Bebo agua fresca; de Bebo agua fresca se puede obtener No bebo agua fresca, y así muchas más en una sucesión ilimitada de expansiones), las cuales, a su vez, son siempre suscep‐tibles de interpretación. Las lenguas tienen por tanto la capacidad de reutilizar hasta el infinito su propio material.
Los códigos animales no tienen esta característica. Los animales, por lo que sabemos, tienen generalmente una lista cerrada de mensajes (parecida, por ejemplo, a la que un hablante puede conocer de una lengua extranjera cuando tiene a su disposición solamente un repertorio de frases hechas).
La productividad está estrechamente ligada a otra característica importante, la composicionalidad. Este término se refiere al hecho de que las lenguas verbales consienten, a partir de un elemento cualquiera (sonido, sílaba, palabra, etc.), combina‐ciones de elementos de ilimitada variedad. Con otro término, podemos decir que las lenguas son intrínsecamente sintácticas, en cuanto que permiten ‘poner juntos’ (es el significado del verbo griego syntásso) elementos simples para obtener elementos complejos, y hacerlo en un continuum teóricamente ilimitado.
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Además, las lenguas se caracterizan por una importante propiedad, que se rela‐ciona con el principio de economía ya mencionado. Tomemos un enunciado, como Luis está durmiendo. Podemos introducir en él, relacionándola con Luis, una frase relativa, obteniendo así: Luis, que se ha bebido la manzanilla, está durmiendo. En este enun‐ciado, más complejo, podemos introducir todavía otra frase relativa, relacionada con la manzanilla, y obtener: Luis, que se ha bebido la manzanilla que le has traído tú, está durmiendo. El proceso de introducción de frases relativas en el cuerpo de un enun‐ciado anterior (que puede ser ampliado de forma teóricamente ilimitada) da lugar a enunciados siempre nuevos y diferentes, pero basados en un único mecanismo, que podemos formular así:
Regla de la Relativa: N N + Orel
Es decir: un nombre puede ser sustituido por sí mismo y por una oración de relativo relacionada con él. Este fenómeno se puede expresar también diciendo que la Regla de la Relativa puede ser aplicada indefinidamente al resultado de su misma aplicación.
Una regla que se pueda aplicar al resultado de una aplicación anterior de sí misma se denomina (con un término tomado de la matemática) recurrente. Y recursividad se llama al fenómeno por el cual, en un código, pueden existir reglas recurrentes. Por tanto la Regla de la Relativa es recurrente.
No todos los códigos son recurrentes, y pocos lo son en la medida de las lenguas verbales. Los códigos animales, por ejemplo, no permiten ninguna recursividad. El código matemático en cambio es recurrente en muy alto grado: entre otras cosas, es precisamente una regla recurrente la que genera la serie de los números enteros: aplicando la regla n n + 1, o sea, ‘vuelve a escribir cada número sumándole 1 a su anterior’ (según uno de los axiomas de Peano), de 1 generamos 2 (= 1 + 1), de 2 generamos 3 (= 2 + 1), y así sucesivamente hasta el infinito. En el caso de las lenguas, la recursividad tiene una gran ventaja en cuanto a la economía: constituye, sin duda, uno de los mecanismos sobre los que se basa la productividad sintáctica.
4. EJEMPLOS DE COMUNICACIÓN ANIMAL
En el epígrafe anterior hemos hablado de los rasgos constitutivos del lenguaje y de cómo algunos de éstos se hallan presentes en diversos códigos animales. Ahora conside‐raremos más en detalle algunos de estos códigos. 4.1 Abejas K. von Frisch y sus colegas, tras pacientes investigaciones, identificaron las propiedades más importantes del mecanismo de comunicación de las abejas europeas. Cuando una abeja libadora descubre un aprovisionamiento abundante de alimento y regresa al panal, es capaz de transmitir a sus compañeras un mensaje extraordinaria‐mente complejo. Se trata de un mensaje de reclutamiento que indica a las compañeras de panal hasta qué distancia hay que volar, en qué dirección hay que hacerlo y qué tipo de alimento hay que buscar. Para ello hay que interpretar hechos como a) el tipo de danza que realiza la abeja en su vuelo ‐danza en círculo o danza de la cola‐, con lo que se indica la distancia; b) la velocidad y duración de la danza, que sugiere la cantidad de
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alimento; c) el olor de la abeja, que indica el tipo de alimento. Curiosamente, ninguna abeja exploradora ejecutará la danza en círculo en una colmena vacía (ni en una previamente vaciada con propósitos experimentales), lo cual indica que la danza no es simplemente una respuesta automática condicionada por el regreso a la colmena con una provisión abundante de alimento. Para que la danza se desencadene, es preciso que se hallen presentes otras abejas, subrayándose así la naturaleza comunicativa de esta función. La danza en círculo indica que la fuente está en un radio de 10 metros alrededor de la colmena. La danza de la cola, en cambio, indica que la fuente de libación se halla a más de 100 metros del panal (figuras 1 y 2). En el primer caso las abejas buscan al azar, pero en el segundo caso es necesario indicar el lugar exacto de la fuente de alimento. La danza de la cola permite comunicar la dirección que ha de tomar el vuelo de las compa‐ñeras y la distancia que ha de recorrerse. Para ello se describe un vuelo en que se trazan casi dos semicírculos complementarios que se unen en un segmento vertical. La danza se realiza en vertical, pues éste es el único espacio operativo en el interior del panal. El coleteo intenso señala si el recorrido del segmento vertical apunta hacia arriba o hacia abajo y si coincide con la dirección de la fuerza de la gravedad o si se desvía a la derecha o a la izquierda. Las abejas convocadas interpretarán la danza con referencia a la posición del sol (figura 3). La distancia, por su parte, es indicada por el tiempo que la abeja baila‐rina, produciendo un zumbido más fuerte, se mantiene en el segmento de la línea recta y mueve la cola. Diversos experimentos han mostrado que la precisión que conllevan estas señales es prodigiosa. Incluso hay pruebas de que la abeja reclutada anticipa la distancia antes de volar a la fuente de alimento, ya que carga el combustible (la miel) en propor‐ción a la distancia que ha de recorrer.
(Figura 1: danza en círculo)
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Pero hay variaciones (podríamos hablar de «dialectos») en las especies empa‐rentadas. Lo descrito hasta ahora corresponde a la abeja austríaca. La abeja italiana, por ejemplo, sabe realizar una danza en hoz para indicar la dirección de las fuentes de alimento situadas entre 10 y 100 metros, que consiste en una figura en forma de ocho, curvada en semicírculo: el centro del semicírculo apunta hacia la fuente de alimento (figura 4). La aptitud de las abejas para la danza es innata, pero la experiencia puede desempeñar su papel en el aumento de la precisión de estas actividades. Esta caracte‐rística aparece igualmente válida para ciertas especies de aves y primates, es decir, que el sistema de comunicación es innato aunque los detalles más refinados del mismo pueden ser modificados por el aprendizaje. Una prueba del innatismo es que las descendientes híbridas de abeja italiana y abeja austríaca harán, según los rasgos predominantes, un tipo de danza u otra.
alimento
(Figura 4: danza en hoz de la abeja italiana)
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4.2 Aves En el caso de las aves, cuyo sistema de comunicación guarda sorprendentes semejanzas con el de los primates, nos encontramos con dos tipos de vocalizaciones que cumplen funciones comunicativas. Por una parte, las llamadas son pautas de sonido que constan de una sola nota o de breves secuencias de notas asociadas con los aconteci‐mientos y actividades funcionales: vuelo, alarma especializada (como la de acoso en tropel o la del depredador aéreo), placer, peligro, defensa territorial, alimento, construc‐ción de nidos, reunión de la bandada, agresión, alarma general. Se trata de una serie de sonidos discretos, cada uno de los cuales tiene una gama fija de funciones. Por otra, los cantos, más complejos que las llamadas, son usados principalmente por los machos para establecer sus territorios y para atraer a la hembra en la estación de cría. A veces se trata de dos cantos distintos para dos funciones. Un ejemplo notable lo tenemos en el petirrojo de Pekín. En ciertos casos los cantos son a dúo, de notable complejidad, inter‐pretados por el macho y la hembra. Los científicos han adoptado la hipótesis de que las parejas de pájaros emplean estos cantos para mantenerse en contacto en la zona de maleza que habitan. Como en las abejas, también aquí existen «dialectos», sobre todo en los cantos, que parecen ser aprendidos. En general, las llamadas son en su mayoría innatas y los cantos son aprendidos. Pueden ser innatos los patrones básicos, pero la adquisición completa recorre varias y críticas etapas. Un ejemplo típico es el del pinzón, que dispone de un período de tres meses (con distintas fases), después del cual, si ha sido aislado, no podrá aprender el canto de sus compañeros.
4.3 Primates En el caso de los primates, la observación y estudio de sus medios de comunicación no deben estar motivados por la búsqueda de un origen para el lenguaje humano, pues la brecha existente entre unos y otro es enorme, ni tampoco por la sorprendente disparidad entre la inteligencia, tan notable, de los monos, y la pobreza de sus logros comunicativos. Lo que importa es contrastar los mecanismos de comunicación animales con los de los seres humanos. Las señales de los primates tienden a estar ligadas al contexto, en el sentido de que el mensaje enviado depende estrechamente de los rasgos preeminentes de ese contexto. Otra característica primordial es que las señales son multimodales, en el sentido de que puede funcionar e intervenir simultáneamente una gran cantidad de canales sensoriales, entre los cuales son los más frecuentes la visión y el olfato. La distancia entre los sistemas de los primates y el lenguaje humano puede inferirse de la definición de significado y comunicación en que suelen basarse los estudios sobre estos animales: el significado se determina a partir de las reacciones de otro animal; la comuni‐cación se produce cuando cualquier señal emitida por un animal es usada por otro para predecir ya la conducta del primero ya otra cosa presente en su entorno. Por lo general los primates tienen una visión excelente y, en distancias cortas, donde el follaje no plantea problemas, tienden a apoyarse sobre todo en recursos de comunicación visuales. En distancias más largas tienden, en cambio, a apoyarse más en señales auditivas. Daremos cuenta de algunos aspectos en relación con éstas últimas. Los dos primates más estudiados son el cercopiteco de Etiopía, que habita en las selvas del sureste de África, y el rhesus. El repertorio vocal del cercopiteco se sitúa en alrededor de
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36 sonidos físicamente distintos, evocados en 21 situaciones diferentes y susceptibles de transmitir aproximadamente 222 mensajes distintos. Entre las más interesantes de estas vocalizaciones se encuentran tres llamadas de alarma en particular, porque, al parecer, se usan para transmitir información sobre el entorno del cercopiteco: el siseo de la serpiente, que evoca una respuesta de acoso en tropel; la llamada del depredador aéreo, que hace que los receptores busquen cobijo en el suelo, y la llamada del depredador terrestre, que provoca que los oyentes se suban a los árboles y se aposten en lo alto de las ramas. En el rhesus se da una diferencia entre dos tipos de vocalizaciones: ruidos ásperos y llamadas claras. Unas y otras se relacionan con las condiciones de producción, como la amenaza en un nivel inferior, la alarma, o algo relacionado con el alimento, la cría o los movimientos de otros animales. Las llamadas claras parecen relacionarse con situaciones que, por sí mismas, no desencadenarían ningún tipo de vocalización (gruñido, ladrido, grito, etc.), si no fuera por algún propósito comunicativo. Los ruidos ásperos se relacionan con situaciones comparables a la emisión de un grito cuando se experimenta dolor, lo cual tiene más carácter de síntoma que de símbolo. A diferencia de la danza de las abejas, pero al igual que las llamadas de las aves, los repertorios vocales del cercopiteco de Etiopía y del Rhesus parecen constar de un pequeño «vocabulario» de llamadas bien diferenciadas, aunque no se combinan entre sí de una manera sistemática. En cuanto al sistema de desarrollo y adquisición del sistema de comunicación de estos monos, parece, habida cuenta de la poca información disponible, que la estructura general del sistema de comunicación se halla fijada biológicamente y que se aprende la estructura pormenorizada de los elementos del mecanismo comunicativo. Esto se ilustra mediante la comparación de los mecanismos comunicativos de monos criados en laboratorios, con los de otros de la misma especie que viven en libertad. El de los primeros es más pobre y carece de no pocas de las sutilezas que poseen los de los otros. Sin embargo, las vocalizaciones agonísticas, manifestaciones de estados emocionales básicos, suelen estar biológicamente determinadas.
5. PERTINENCIA En un mensaje cualquiera, sea cual sea el código en el que esté formulado, el
poder de dar expresión al contenido no afecta al mensaje entero, sino solamente a algunos rasgos del mismo. Tomemos, por ejemplo, una danza de abejas en forma de ocho: el contenido “existe una fuente de alimento a la distancia X en la dirección Y” no lo expresa la totalidad del mensaje, sino solamente determinadas características específicas, que son: a) la forma (efectivamente, si la danza es circular, la distancia indicada es menor que cuando es en forma de ocho), b) el número de veces que el ocho es recorrido, c) el ángulo del eje central respecto al sol. Otros rasgos, aunque pueden ser identificados en la danza contemplada en su realidad física, no parece que tengan ninguna función: por ejemplo, no tiene ninguna función la dimensión del ocho. Por eso, la descodificación de la danza por parte de las abejas compañeras tenderá a basarse solamente en los rasgos que son portadores de función, dejando a un lado los demás.
Este ejemplo demuestra que, en un código, algunos rasgos son pertinentes (o sea, que sirven para desarrollar una función), y otros no. Pertinente es un término clave de la Lingüística moderna, que luego ha sido utilizado ampliamente por la Semiótica y que se refiere a todo lo que está en situación de establecer distinciones. Sin embargo, no
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hay que creer que los rasgos pertinentes se establecen siempre del mismo modo en un código cualquiera. En efecto, la pertinencia cambia según el uso que se hace de dicho código. Por ejemplo, en el rostro humano, el funcionario de policía identificará como pertinentes únicamente algunos rasgos (color de los ojos, color del pelo, ‘rasgos personales’), mientras que no le interesarán la forma de la boca o de la nariz (salvo que éstas formen parte de los ‘rasgos personales’), que son, sin embargo, importantes en la apreciación de los rostros que pueden hacer el resto de las personas. Las características pertinentes de un código son, por tanto, arbitrarias, es decir, se establecen según diversas exigencias y variables. Cuando el médico reconoce una enfermedad, algunas características son pertinentes y otras no. Pero si el médico hace hipótesis sobre otra enfermedad distinta pueden convertirse en pertinentes las características que antes no lo eran. Así, por ejemplo, si supone que se trata de una apendicitis, considerará pertinente el estado del abdomen; si diagnostica sarampión, por el contrario, no considerará pertinente el estado del abdomen sino más bien el color de las encías.
La aplicación de un criterio de pertinencia se puede comprobar claramente también en el ámbito de la comunicación animal. El macho de la mariposa Sátiro común (Hipparchia semele) vuela detrás de la hembra cuando ve diseños de mariposas grises o de otros colores, preferiblemente oscuros: lo que hace que se lance tras ella no es el parecido entre el diseño y la mariposa auténtica, sino el color; si se cambia dicho color, la respuesta de la mariposa no tiene ya lugar. En este caso, el color es pertinente para el Sátiro, mientras que la forma no lo es. Del mismo modo, el petirrojo macho desencadena su respuesta agresiva ante el color rojo del rival, y no ante su forma. También en este caso, la pertinencia tiene que ver con el color y no con la forma.
Si llamamos pertinentización a la operación con la que decidimos cuáles son las características que en un determinado momento consideramos pertinentes, podemos también decir que toda pertinentización divide el universo en dos clases diferentes: la de los objetos que presentan una determinada característica, y la de los objetos que no la presentan:
Si buscamos en una habitación oscura un jersey de lana que se halla en un cajón,
nos detendremos solamente en los tejidos que resulten al tacto, por ejemplo, ‘rugosos’ y ‘suaves’. Los rasgos guía de nuestra búsqueda serán estos dos: todos los objetos que no los presenten en alguna medida serán descartados. Por muchos motivos, pues, el conocimiento se basa en una serie de operaciones de pertinen‐tización.
Los rasgos pertinentes deben tener una propiedad: deben constituirse, para todo tipo de objeto, en número finito, de modo que resulten controlables para el usuario. Si esta condición no tiene lugar, el uso del código puede llegar a ser imposible, como
Objetos que sí tienen el rasgo pertinente x.
Objetos que no tienen el rasgo pertinente x.
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ocurriría si, para reconocer a una persona, tuviéramos que examinar una variedad demasiado extensa de rasgos: tipo de piel, dimensión de la nariz, forma de las orejas, protuberancia del mentón, etc. El usuario humano tiene normalmente la posibilidad de elaborar un número limitado de rasgos que supone pertinentes, y de reconocer con ellos el objeto que tiene ante sí.
La limitación del número de los rasgos potencialmente pertinentes nos conduce una vez más al problema de la limitación de las capacidades de elaboración del usuario del código. Los ‘buenos’ códigos son los que aúnan, por un lado, una buena capacidad de distinguir el mayor número de objetos y, por otro, una fácil manejabilidad por parte del usuario. Desde este punto de vista, las lenguas verbales no son siempre ‘buenos’ códigos.
6. FORMA Y SUSTANCIA En su momento veíamos cómo la naturaleza de los signos no consiste primero
(como podría creerse a primera vista) en favorecer la comunicación, sino en permitir la distinción de elementos diferentes. Sin la posibilidad de crear distinciones entre elementos de la expresión y elementos del contenido, probablemente ni siquiera existiría la comunicación. Hay que aclarar ahora este punto afrontando una clásica dicotomía semiótica (aunque, históricamente, una dicotomía sobre todo lingüística, si tomamos en consideración las teorías de De Saussure y Hjelmslev), que es la que existe entre forma y sustancia del signo lingüístico.
Para empezar, volvamos a la diferencia entre expresión y contenido. Como ya sabemos, un código es una asociación estable y regular del orden de la expresión con el orden del contenido. Pero expresión y contenido, que hasta el momento habíamos utilizado como nociones simples y ‘monolíticas’, requieren ahora un estudio más detallado.
Imaginemos la expresión concreta de las lenguas verbales, que es primariamente fónico‐acústica. Desde el punto de vista estrictamente físico, está constituida por toda la gama de sonidos que el aparato fonador humano es capaz de producir y que el aparato auditivo es capaz de percibir. Estos sonidos están dotados de diversas características que físicamente se pueden describir (frecuencia, amplitud, timbre, etc.). Este material fónico, en lo que se refiere a su concreta realidad física, constituye la sustancia de la expresión (la materia prima en bruto expresiva) de las lenguas verbales. Sin embargo, las lenguas no lo utilizan funcionalmente en su estado amorfo, tal como como es en un principio. En español, por ejemplo, la porción de sustancia fónica que hay entre [a] y [e] se divide en segmentos diferentes: no podemos confundir la pronunciación [‘kaso] con [‘keso], ni [‘paso] con [‘peso]. Estas parejas de palabras se diferencian exclusivamente porque la primera palabra de cada pareja presenta una [a] exactamente en la misma posición en la que la segunda palabra de cada pareja presenta una [e]. Desde este punto de vista, podemos decir que el español articula la parte de sustancia fónica que está entre [a] y [e] en dos áreas diferentes:
[a‐‐‐e] /a/ /e/
En árabe, en cambio, esta misma porción de sustancia fónica no tiene el mismo
tratamiento: podemos pronunciar indistintamente [kita:b] y [kit:b]; la diferencia de sustancia fónica que existe en español no se reconoce en árabe. Comparando las dos lenguas desde este punto de vista, podemos entonces trazar el esquema siguiente:
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español a eárabe a,
En términos intuitivos, podemos decir que el español ‘corta’ en dos la misma porción de sustancia que el árabe cubre con una sola casilla. De forma algo más rigurosa, se puede decir que cada una de las dos lenguas conforma de manera distinta la misma porción de sustancia fónica, o también que la misma sustancia tiene forma distinta en cada una de las dos lenguas. Si ‘quitamos’ del esquema anterior la sustancia fónica, obtenemos un casillero vacío, que representa la forma de esa porción de sustancia (vid. 3.2.3.1: Dos tipos de arbitrariedad):
Está claro, pues, que la expresión de un código tiene dos aspectos: una forma y
una sustancia (respectivamente: forma de la expresión y sustancia de la expresión). Esta distinción no es válida solamente para las lenguas verbales. A primera vista,
los sistemas de numeración árabe y romano son perfectamente sinónimos: II = 2, IV = 4, etc.; pero la semejanza se vuelve más tenue si dejamos aparte los números enteros y pasamos a los números decimales. Efectivamente, la numeración árabe, al disponer de decimales, permite expresar cualquier número intermedio entre dos números dados:
5 < 5,5 < 6 5,5 < 5,75 < 6 5,75 < 5,875 < 6
y así infinitamente. Esta progresión se basa en un algoritmo simple, que puede formularse así: dados dos números A y B, el intermedio entre ellos es x = (A + B)/2. La numeración romana, en cambio, no posee las mismas potencialidades: su organización en tanto que código le permite solamente expresar sucesiones de enteros, y el número intermedio entre otros dos se puede encontrar con tal de que sea entero: VII < VIII < IX, pero VIII < ? < IX. También aquí la sustancia ‘cuantitativa’ es la misma para los dos códigos, pero se forma de dos maneras distintas en uno y otro. La numeración árabe tiene una forma infinitamente segmentable, mientras la romana tiene una forma rígidamente segmentada. Podemos probar a expresar este hecho con el esquema siguiente:
La misma distinción entre forma y sustancia vale también para el plano del
contenido. La sustancia del contenido está constituida por la totalidad de los significados pensables (una realidad más bien huidiza, como vemos por esta definición), y la forma del contenido, por la manera en la que esta sustancia se forma
I II IV VII VI V III
1 2 4 5 3
[a‐‐‐e]
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(o, como hemos dicho anteriormente, se segmenta en porciones). Una vez más, la mejor manera de ilustrar este par de nociones es la de presentar algunas compara‐ciones sirviéndonos de algunos ejemplos que ya se han hecho clásicos.
En latín existía, en la denominación de los colores, una distinción importante en lo que se refiere al blanco y al negro, entre la versión ‘brillante’ y la ‘mate' del mismo color. El esquema que sigue aclara la cuestión (vid. 3.2.3.1. Dos tipos de arbitrariedad):
‘mate’ ‘brillante’“negro” ater niger“blanco” albus candidus
En español, la situación es más sencilla: la designación del blanco y del negro
cuenta con un término para cada color, y cuando es necesario precisar si se trata de una variedad ‘mate’ o ‘brillante’ del color no hay otra manera de hacerlo que añadiendo nuevas palabras (así: blanco mate, blanco brillante, etc.). La relación entre español y latín, desde este punto de vista, se puede representar así:
‘mate’ ‘brillante’latín ater niger
español negrolatín albus candidus
español blanco En otras palabras, la misma porción de contenido (de sustancia del contenido) que el latín divide (o conforma) en dos partes está cubierta en español por una sola casilla. La forma del español, en relación a estos términos de color, es distinta de la del latín.
Según algunos lingüistas clásicos (concretamente De Saussure y Hjelmslev), las lenguas están caracterizadas más por su forma que por su sustancia. Más aún, De Saussure defiende que las lenguas «son forma, no sustancia». No podemos entrar aquí en este delicado problema teórico. Bastará con hacer ver que esta afirmación proba‐blemente debe ser limitada. Mientras algunos códigos pueden sufrir sin alterarse la sustitución, incluso drástica, de una sustancia por otra, para otros eso no es posible. Por ejemplo, el simple código luminoso que señala la cantidad de gasolina en un depósito puede ser sustituido, modificando su sustancia, por un código numérico; pero para las lenguas verbales eso no parece que sea posible: la cantidad de distinciones y de matices que se pueden obtener dando forma a la sustancia fónico‐acústica no se puede sustituir, por ejemplo, por una sustancia gestual (mímico‐visual), y ni siquiera por la más típica de sus sustancias sustitutivas, o sea, la escritura.
Visto así, el problema parece más atenuado: si las lenguas se caracterizan en gran medida por su forma, también su sustancia contribuye al pleno desarrollo de sus potencialidades semióticas, o, por usar un término más intuitivo, de su flexibilidad. En cierto modo, la sustancia (esa sustancia) de las lenguas contribuye a su pleno funcionamiento.
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7. RECAPITULACIÓN Los rasgos que hemos explicado como definitorios de las lenguas verbales pueden
ser puestos en relación gracias a los siguientes tres aspectos básicos: a) Economía b) Creatividad c) Simbolismo
Las lenguas verbales obedecen a tres imperativos. La economía está determinada por las limitaciones físicas y psíquicas de los seres humanos. Como sabemos, sólo podemos emitir y diferenciar eficientemente un número limitado de sonidos; además, nuestra capacidad de memoria a corto y largo plazo es limitada, así como nuestra capacidad de procesamiento de información.
En segundo lugar, el lenguaje humano es eminentemente creativo; somos capaces de emitir y entender expresiones totalmente nuevas gracias a que nuestro cono‐cimiento lingüístico nos permite aplicar patrones generales a casos particulares y reutilizar elementos disponibles en nuevas combinaciones.
En tercer lugar, el lenguaje es eminentemente simbólico, ya que remite a una realidad distinta de la de sí mismo.
Entre estos tres rasgos básicos podemos atribuir a la creatividad un lugar central, puesto que en cierto modo la creatividad (nuevas aplicaciones de elementos conoci‐dos) es la solución al doble imperativo que la economía y el simbolismo le imponen al lenguaje. La limitación de recursos a la que se ven sometidos los seres humanos impone la exigencia de economía al sistema de comunicación que usen y, por otro lado, sus necesidades expresivas o de representación son enormes, ilimitadas en realidad, por lo que dicho sistema debe ser muy simbólico. La satisfacción simultánea de esos dos requisitos se logra mediante la constitución de un código creativo que atienda a cualquier nueva necesidad explotando los recursos limitados ya conocidos.
Sin embargo, podemos concretar aún más de qué forma específica las lenguas consiguen ser tan creativas y gracias a ello tan económicas y simbólicas. La creatividad en las lenguas verbales se construye, en efecto, sobre la base de una propiedad fundamental de éstas: la doble articulación, que es el principio constitutivo y estructural con el que las lenguas logran ser productivas y creativas. Con la doble articulación podemos construir un número ilimitado de signos (gran capacidad simbólica) a partir de la combinación y recombinación de un número limitado de unidades (economía).
Más allá de esta caracterización general de la relación entre doble articulación, economía y capacidad simbólica, debemos recordar que en la doble articulación reconocemos muchos de las propiedades fundamentales que hemos ido destacando a lo largo del tema. En la definición cabal de la doble articulación debemos tener en cuenta no sólo la composicionalidad y todos los aspectos relacionados con la sintacticidad de las lenguas, sino también la arbitrariedad y la discreción. La composicionalidad está implicada tanto en el juego de la segunda articulación como en el de la primera. Podemos crear nuevas formas a partir de la combinatoria de unidades fonológicas y podemos crear nuevos signos complejos a partir de la combinatoria de las unidades morfológicas de la primera articulación. La discreción es un rasgo fundamental de la relación entre las unidades de la segunda articulación, que se traslada a la distinción de las unidades de la primera articulación. La arbitrariedad es el
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modo fundamental en que se define la relación entre la segunda articulación y la primera: las unidades no significativas de la segunda articulación (los fonemas) se agrupan en cadenas que se asocian arbitrariamente a significados, dando lugar a unidades de la primera articulación. Y ya hemos comentado cuáles son las ventajas que conllevan simultáneamente la composicionalidad, la discreción y la arbitrariedad sometidas a su vez al juego de la doble articulación. Esta solución de ingeniería semiótica que representa la doble articulación se erige, por consiguiente, en la clave de la especificidad de las lenguas entre todos los demás códigos y sistemas de representación y comunicación.
CREATIVIDADDoble articulación
(composicionalidad, arbitra‐riedad y discreción en dos niveles generales de organización)
ECONOMÍA SIMBOLISMO
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BIBLIOGRAFÍA AKMAJIAN, A., DEMERS, R. A., HARNISH, R. M. (1984), Lingüística: una introducción al
lenguaje y la comunicación. Madrid: Alianza. CASETTI, F. (1977), Introducción a la semiótica. Barcelona: Fontanella, 1980. COSERIU, E. (1962), Teoría del lenguaje y lingüística general. Madrid: Gredos. ECO, U. (1976), Tratado de semiótica general. Barcelona: Lumen, 1977. ECO, U. (1973), Signo. Barcelona: Labor, 1976. HOCKETT, CH. (1958), Curso de lingüística moderna. Buenos Aires: Eudeba, 1971. LYONS, J. (1968), Introducción en la lingüística teórica. Barcelona: Teide, 1971. LYONS, J. (1981), Introducción al lenguaje y a la lingüística. Barcelona: Teide, 1984. MALMBERG, B. (1973), Teoría de los signos. México: Siglo XXI, 1977. MARTINET. A. (1960), Elementos de lingüística general. Madrid: Gredos, 1965. MORENO CABRERA, J. C. (1991): Curso Universitario de Lingüística General. Tomo I:
Teoría de la gramática y sintaxis general. Madrid: Síntesis. SAUSSURE, F. de (1917): Curso de lingüística general. Madrid: Alianza, 1982. SERRANO, S. (1981), La semiótica. Una introducción a la teoría de los signos. Barce‐
lona: Montesinos.
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EJERCICIOS
1 Dígase si las señales siguientes son indicios (índices, síntomas), iconos o símbolos:
a) La fiebre de un enfermo
b) «Cruz Roja» / c) La oración ¿Dónde vas tan temprano?
d) «No planchar» /
e) La bandera de un país
f) ‘+’ / «más»; ‘‐’ / «menos»; ‘’ / «menor o igual que»
g) ‘A’ [letra] / «sonido vocálico, medio, oral»
h) Mondaduras de fruta, latas de alimentos en conserva, envases de cerveza, papel de aluminio, etc., todo ello abandonado en algún paraje natural.
i) «Tóxico» /
Algunas de estas señales son de asignación dudosa. Indique cuáles, en su opinión, pueden serlo y explique por qué.
2 a) Las luces del semáforo constituyen un código, como sabemos. Explíquense las
características de este código (los signos que los forman, los mensajes que permite transmitir, etc.)
b) Examínense las siguientes señales de circulación: 1) 2)
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3) 4) ¿Qué factores componen estas señales? ¿Cuál es la expresión y el contenido de tales factores? ¿Qué carácter muestran: sintomático, icónico o simbólico? Razone las respuestas. ¿Se puede afirmar, sobre la base de las respuestas dadas, que las señales de tráfico son señales complejas? ¿Están doblemente articuladas? Razone las respuestas.
3 ¿Qué propiedad del lenguaje humano predomina en cada uno de los fenómenos que detallamos a continuación? Razónense las respuestas:
a) La derivación morfológica (por ejemplo, de donar podemos obtener donación).
b) El significado de una oración se deduce del significado de su sujeto y del de su predicado.
c) En ciertos estados de coma, el enfermo recibe los mensajes pero no puede reaccionar a ellos.
d) El uso de una lengua para redactar su gramática. e) El peculiar significado y utilización de palabras como ayer, él, aquí, venir,
traer, etc. f) El uso de la ironía. g) La posibilidad ilimitada de expandir las oraciones mediante coordinación. h) La hipérbole. i) Cuando se escribe, se puede leer y releer lo escrito para modificarlo y/o
corregirlo. j) Expresiones del tipo Es tonto con todas las letras, Pedro, Juan y María
salieron de la habitación en ese orden.
4 Determínese si las siguientes realidades son de carácter continuo o discreto:
a) El tiempo y su transcurso b) Un grito de terror c) Las danzas de las abejas d) La temperatura de los cuerpos e) Los fonemas que constituyen la expresión /méta/ f) La presión sanguínea
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g) La pronunciación, en un momento dado, por parte de alguien del signo meta.
Si se miden las realidades anteriores, ¿cómo se podrían expresar los resultados, en términos de continuidad, de discreción, o de ambas cosas? Pónganse algún ejemplo que justifique la respuesta.
5 ¿Qué elementos de los enunciados siguientes han sido utilizados metalingüística‐mente? Tales elementos, ¿cómo manifiestan en cada caso la función metalin‐güística? a) Escribe: “El guajiro mojigato no toma jengibre ni ajonjolí”. b) «El sí de las niñas» c) ¿Significan lo mismo ‘tomar’, ‘beber’ y ‘coger’? d) ‘Haber’ se escribe con ‘h’ y con ‘b’. e) A. Dame el libro. B. ¿Cómo? C. Que me des el libro. f) A. ¿Vendrás al cine? B. Quizá. [Más tarde:] C. ¿Vendrá [B] también al cine? A.. Se lo pregunté y me contestó con un ‘quizá’ elusivo. ¿Por qué en unos casos los elementos usados metalingüísticamente aparecen deter‐minados (por ejemplo, por «el», «un», etc.) como en el uso primario, y en otros casos parecen no admitir tal determinación (por ejemplo, «*El ‘haber’ se escribe con ‘h’ y con ‘b’»)?
6 Son hechos difundidos y aceptados que los signos lingüísticos son arbitrarios, que la arbitrariedad es un aspecto fundamental de las lenguas verbales humanas, pues en esta propiedad descansan en gran medida la flexibilidad y el carácter ilimitado de las mismas. Pero, igualmente, son innegables los aspectos icónicos que siempre muestra el lenguaje humano. He aquí algunos de ellos. ¿Puede dar una explicación a la iconicidad de estos casos?
a) Normalmente se dice Entró en el baño y se duchó, pero resultaría extraño decir Se duchó y entró en el baño.
b) Cuando digo Ese perro ladra demasiado, la palabra «perro», que utilizo en la expresión «[ese] perro» para aludir a cierto animal, no muestra ‐como se ve‐ motivación alguna con la entidad designada. Pero si digo «Perro» es una palabra que contiene cuatro fonemas, en esta ocasión la palabra «perro»,
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usada aquí metalingüísticamente (vid. 3.5), parece responder a cierta motivación.
c) El sonido [i] tiende a asociarse en numerosas lenguas con las ideas de ‘pequeñez’, ‘cercanía al hablante’, ‘cercanía afectiva’, etc. En cambio, los sonidos [a] y [o], con las de ‘grande’, ‘lejanía’, ‘distancia afectiva’, etc. Por ejemplo, esp. chiquitín, aquí, etc., frente a ancho, grande, allá, etc.; ing. teeny, little, bit, this, etc., frente a large, vast, that, etc.; fr. petit, ‐ci, etc., frente a grand, ‐là, etc. Aunque hay contraejemplos: esp.: allí (frente a aquí, acá); ing. big (frente a small), etc.
d) Tuve un sueño: me encontraba en un campo solitario; a lo lejos vi una casa; caminé hasta ella; la puerta estaba abierta; entré; había una inmensa escalera; la subí; alcancé un rellano en el que había dos puertas; abrí una y miré: una habitación vacía con una ventana enorme que daba a un campo extraño. Las oraciones que componen esta narración las ha dispuesto el emisor de cierto modo para asegurarse de que la información transmitida llega al receptor de la forma debida. Obsérvese cómo, para lograr este objetivo, aquél expone primero la información compartida (o que supone compartida) con éste, para añadir a continuación la que considera novedosa (poco o nada compartida). ¿Qué ocurriría si se alterara el orden de, por ejemplo, los oraciones que componen el relato? ¿Qué reacción suscitaría esto en el receptor? Hablante y oyente parecen respetar un principio que puede ser expresado así: “primero, lo compartido; después, lo novedoso”.
7 Los hechos que presentamos a continuación admiten ser explicados desde diversos puntos de vista. Para el propósito de este ejercicio, le invitamos a que lo haga teniendo en cuenta sobre todo la dicotomía “forma/sustancia”.
a) Cuando se disponen a iniciar una partida de ajedrez, los jugadores comprueban que se les ha perdido un alfil, y deciden, por esto, sustituirlo por un botón. ¿Por qué, a pesar de tal cambio, pueden jugar?
b) Observe las siguientes muestras de letras:
A B C a b c A B C a b c A B C a b c A B C a b c A B C a b c
A pesar de sus distintas formas y tamaños, es seguro que usted reconoce en todas ellas las letras ‘a’, ‘b’ y ‘c’ mayúsculas y minúsculas. ¿Cómo podría explicar este hecho?
c) El hecho externo que en español comúnmente es expresado mediante el signo caer, en navajo recibe las denominaciones siguientes:
Naalts’id ‘caer un objeto sólido redondeado’
Nááldéél ‘caer un objeto alargado y flexible’
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Náálkééz ‘caer un objeto alargado y rígido’
Náána’ ‘caer un objeto liso y flexible’
Nááltizh ‘caer una entidad singular y animada’
Náálheezh ‘caer algo pulposo y viscoso’ Así, si tuviéramos que expresar en navajo los hechos siguientes:
Cae un ladrillo
Cae una escoba
Cae un trozo de mantequilla
Cae una galleta ¿cuál de las denominaciones anteriores habría que elegir para cada uno de estos casos? Si un hablante de navajo tuviera que expresar los hechos anteriores en español, es obvio que sólo dispone de un signo: caer. ¿Qué le resultaría extraño a este hablante? Explique con algún detenimiento estos procesos y algunas de las causas que los determinan.
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8 Como sabemos, el lenguaje natural es el resultado de tres fuerzas: economía, simbolismo y creatividad. Los rasgos constitutivos del lenguaje propuestos por Hockett no son más que manifestaciones concretas de esos tres factores básicos. ¿Podría hallar la correspondencia de unos con otros? Seguramente algunos rasgos admitirán ser remitidos a más de un factor. Razone su propuesta. (Para facilitar la tarea, marque con una cruz en el cuadro siguiente las correspondencias oportunas; los signos ‘+’ y ‘‐’ expresan correspondencia fuerte y menos fuerte respectivamente.)
CREATIVIDAD ECONOMÍA SIMBOLISMO
Dualidad +
‐
Intercambiabilidad +
‐
(Eficiencia) +
‐
Composicionalidad +
‐
Recurrencia +
‐
Semanticidad +
‐
Especialización +
‐
Arbitrariedad +
‐
Reflexividad +
‐
Falsedad +
‐
Desplazamiento +
‐
9 Los textos siguientes tratan de la arbitrariedad. Delimítense los aspectos tratados en ellos que estén directamente relacionados con el tema que nos ocupa. Muéstrense semejanzas y diferencias en este tratamiento. «La naturaleza del signo no depende necesariamente de la naturaleza del objeto designado. Entre signo y objeto designado puede no existir ninguna relación causal. La función sígnica frente al objeto, cualquiera que sea, puede ser desempeñada y es desempeñada por los elementos más dispares. En este sentido, la relación entre signo y objeto designado es arbitraria. El signo puede no presentar ninguna semejanza con el objeto designado. Casi todos los signos lingüísticos son de este tipo. Esta falta de semejanza determina la gran importancia del signo, ya que, gracias a ella, el signo es el mejor medio para mostrar los distintos aspectos esenciales de los objetos y obtener,
Lingüística. Tema 2: Aspectos semióticos del lenguaje
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de estos últimos, nociones generales. La semejanza del signo con el objeto designado fijaría el pensamiento en aspectos externos, sensoriales, del objeto y obstaculizaría la determinación de aspectos generales y esenciales, que muchas veces no son perceptibles por los sentidos. Por ello resulta evidente que son precisamente los signos carentes de semejanza con los objetos designados los que facilitan la asunción de nociones generales y permiten las operaciones que se realizan por medio de tales nociones. Por lo tanto, la carencia de vínculos naturales y de semejanza entre signo y objeto designado y la constatación de una cierta arbitrariedad en las relaciones no sólo no suponen un obstáculo para la importante función que el signo desempeña en el proceso cognoscitivo, sino que constituyen la condición necesaria para la formación de nociones que reflejen adecuadamente los objetos y fenómenos de la realidad en sus aspectos generales y esenciales.»
(L. O. REZNIKOV: Semiótica y teoría del conocimiento. Madrid: A. Corazón, 1970; pp. 18‐19)
«Lo arbitrario mismo del signo pone a la lengua al abrigo de toda tentativa que pueda modificarla. La masa, aunque fuera más consciente de lo que es, no podría discutirla. Pues para que una cosa entre en cuestión es necesario que se base en una norma razonable. Se puede, por ejemplo, debatir si la forma monogámica del matrimonio es más razonable que la poligámica y hacer valer las razones para una u otra. Se podría también discutir un sistema de símbolos, porque el símbolo guarda una relación racional con la cosa significada; pero en cuanto a la lengua, sistema de signos arbitrarios, esa base falta, y con ella desaparece todo terreno sólido de discusión; no hay motivo alguno para preferir soeur a sister o a hermana, Ochs a boeuf o buey, etc.»
(F. DE SAUSSURE [1916]: Curso de lingüística general. Buenos Aires: Losada, 1967; pp. 137‐138)
Lingüística. Tema 2: Aspectos semióticos del lenguaje
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¿Puedes caracterizar según los criterios expuestos en el tema los rasgos semióticos fundamentales del lenguaje musical?
LINGÜÍSTICA
TEMA 3
LAS LENGUAS DEL MUNDO
1. Las lenguas del mundo: conceptos preliminares.- 2. Universales lingüísticos y clasificación tipologica.- 3. Clasificación genética.- 4. Lenguas en contacto.
1. LAS LENGUAS DEL MUNDO: CONCEPTOS PRELIMINARES
Existen en el mundo en la actualidad miles de lenguas diferentes, cada una con su propia estructuración fónica, sintáctica y léxica. Sin embargo, bajo estas diferencias se esconden similitudes de diversa clase que permiten a los lingüistas clasificar las lenguas en grupos según los rasgos que compartan. En este tema describiremos los métodos utilizados, en el ámbito de la Lingüística, para establecer esa clasificación, y algunos de los hallazgos a que ha dado lugar esta investigación.
1.1 Lengua y dialecto
A menudo resulta difícil determinar si dos comunidades lingüísticas utilizan lenguas diferentes o sólo dialectos diferentes de una misma lengua. Un test que suelen usar los lingüistas para establecer esta distinción se basa en el criterio de inteligibilidad mutua. Las variedades de una misma lengua mutuamente inteligibles son comprendidas por los hablantes de cada variedad. Según esto, el inglés de Milwaukee, el de Toronto y el de Londres son dialectos de una misma lengua. El español de ciudad de México, el de Madrid y el de Granada son dialectos de la lengua española. Por otra parte, si dos hablantes no pueden entenderse entre sí, entonces los lingüistas concluyen que en tal caso tales personas hablan lenguas diferentes. El italiano de Florencia y el francés de París son casos de variedades de habla que no son mutuamente inteligibles.
Existen diversos factores de carácter político, cultural, histórico y religioso que a menudo interfieren cuando se trata de establecer si una variedad lingüística es lengua o dialecto. Por ejemplo, los serbios y los croatas, sobre la base de que su historia, cultura y creencias religiosas son diferentes, debaten con frecuencia sobre sus diferencias lingüísticas y defienden la existencia de dos lenguas: el serbio y el croata. Sin embargo, y aunque utilicen alfabetos diferentes, las variedades lingüísticas serbia y croata son mutuamente inteligibles, lo que los lingüistas llaman el serbio-croata. En contraste, a menudo hablamos del chino como si se tratara de una sola lengua, cuando en realidad en China se hablan lenguas que son mutuamente ininteligibles (el mandarín (o pequinés), el cantonés, el miao, el vuyú, etc.), cada una con numerosas variedades dialectales.
A los problemas planteados por estas consideraciones no lingüísticas, hay que añadir las dificultades que surgen cuando se intenta dividir el continuum conformado por una serie de dialectos mutuamente inteligibles a excepción de los que se hallan al
Lingüística. Tema 3.
comienzo y al final de tal serie, que no lo son. El neerlandés y el alemán, por ejemplo, son mutuamente inteligibles en la frontera entre Holanda y Alemania. Sin embargo, el neerlandés de Amsterdam y el alemán de Múnich no lo son. De modo similar, el árabe palestino y el sirio son mutuamente inteligibles, pero el árabe marroquí y el de Arabia Saudí no lo son.
Si tenemos en cuenta estas consideraciones, ¿cuántas lenguas existen en el planeta en la actualidad? Las mejores estimaciones disponibles, como las propuestas por la Ethnologue Organization (www.ethnologue.com), elevan la cifra de las lenguas existentes a unas 6800, distribuidas geográficamente del modo siguiente1:
Región Número de lenguas % del total
América 1013 15
África 2058 30
Europa 230 3
Asia 2197 33
Pacífico 1311 19
Total 6809
En la lista siguiente se muestran las veinte lenguas más habladas (los datos están tomados de la Ethnologue Organization2). Las cifras sólo reflejan el número de hablantes nativos3:
Lengua Número estimado de hablantes
Mandarín 874.000.000
Inglés 341.000.000
Español 322.200.000
Bengalí 207.000.000
Hindí 182.000.000
Portugués 176.000.000
Ruso 167.000.000
Japonés 125.000.000
Alemán 100.000.000
Coreano 78.000.000
Vuyú (China) 77.175.000
Francés 77.000.000
Javanés 75.500.800
1 Los datos corresponden al año 2003.2 Los datos corresponden al año 2003.3 Otros recuentos no dan los mismos resultados. Por ejemplo, el de Décsy (1988), que responde a estimaciones hasta el año 1985, incluye entre las veinte lenguas más habladas al árabe o al indonesio, por ejemplo, que no aparecen aquí. La razón de esta diferencia está, sobre todo, en la base del recuento. En el caso de la propuesta de la Ethnologue Organization, las variedades del árabe han sido consideradas lenguas en muchos casos, mientras en el cómputo de Décsy todas esas variedades han sido consideradas dialectos de una misma lengua. Lo mismo ocurre con el indonesio. (Vid. Moreno Cabrera, 1990.)
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Lingüística. Tema 3.
Yue (China) 71.000.000
Telugú (India) 69.660.000
Maratí (India) 68.022.000
Vietnamita 68.000.000
Turco 61.000.000
Urdú (India, Pakistán) 60.290.000
Estas cifras son elevadas, pero no son las más típicas: la mayor parte de las lenguas tienen menos de 10000 hablantes, y muchas de ellas corren el riesgo de desaparecer. Si le pedimos a una persona normal y corriente que nos diga el nombre de alguna lengua muerta, es muy probable que mencione el latín. Pero esta lengua, de hecho, no está completamente muerta. En realidad evolucionó durante cierto período de tiempo a otras lenguas como el francés, el español, el italiano, el portugués, el rumano y otras lenguas románicas. Esta situación contrasta con la del manés, una lengua céltica oriunda de la Isla de Man, una pequeña isla a medio camino entre Irlanda y Gran Bretaña. Su último hablante, Ned Madrell, falleció en 1974. Justo cien años antes había 12000 personas que hablaban el manés. Hoy ya no hay nadie que hable esta lengua. El manés no evolucionó con el tiempo: simplemente dejó de ser hablado.
Este modo de extinguirse una lengua es el que se está haciendo cada vez más común en el mundo contemporáneo, acelerándose un proceso que antes duraba siglos. Así, y según ciertas estimaciones, el 60 % de las lenguas del planeta corren en la actualidad el riesgo de desaparecer, pues tienen pocos niños, si es que los tienen, que las aprendan. La situación es especialmente grave en algunas áreas. De las 300 lenguas indígenas habladas en el área que corresponde a los EEUU en tiempos de Colón, quedan ahora sólo 175 (muchas de ellas a punto de desaparecer). Más de la mitad de estas lenguas tienen menos de 100 hablantes y sólo 20 lenguas nativas americanas de los EEUU se están transmitiendo a los niños. El 90 % de las 250 lenguas aborígenes de Australia está al borde de la extinción.
La muerte de las lenguas es lamentable por varias razones. Desde una perspectiva puramente lingüística, la pérdida en la diversidad de las lenguas significa que disponemos de menos información acerca de cómo funciona el lenguaje y de las diversas manifestaciones que éste puede adoptar. Por ejemplo, cuando el último hablante de ubijé (una lengua caucásica de Turquía) murió en 1992, los lingüistas perdieron para siempre la oportunidad de estudiar un sistema fonológico completamente inusual (el ubijé tenía 81 consonantes y sólo 3 vocales).
Igual de grave es la pérdida de patrimonio cultural que conlleva la muerte de una lengua. El vocabulario de una lengua codifica gran parte del acervo cultural y científico de la comunidad que la habla. Ese saber, que ha ido sedimentándose a lo largo de siglos, es todo menos insignificante. Muchas lenguas indígenas diferencian millares de especies de plantas, peces y otros animales sobre la base de su aspecto, conducta, de si pueden consumirse o no e incluso de sus propiedades medicinales.
¿Por qué mueren las lenguas? En algunos casos, porque las personas que las hablan fallecen a consecuencia de la guerra o la enfermedad. Así, y de acuerdo con algunas estimaciones, el 95% de la población nativa de América del Norte murió a consecuencia de las enfermedades que trajeron al continente los colonizadores europeos. Hoy en día, sin embargo, las lenguas mueren porque sus hablantes las utilizan cada vez menos en favor de otra lengua cuyo uso les ofrece más oportunidades económicas o educativas. El inglés, el español o el francés son ejemplos obvios de estas lenguas internacionales que
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Lingüística. Tema 3.
cada vez aprenden más personas por las razones vistas. Pero otras muchas lenguas, a menor escala, también asumen un papel dominante: el tai, el indonesio, el suahelí o el filipino (entre otros) compiten ventajosamente en sus respectivos territorios, en el sentido que estamos considerando, con otras lenguas minoritarias. El patrón básico que suele seguir el proceso de la pérdida de una lengua es el siguiente: los padres son monolingües; los hijos se hacen bilingües tras la adopción de una nueva lengua, y los nietos se hacen monolingües en ésta última. Los nietos difícilmente llegan a utilizar la lengua de sus abuelos.
Hoy, con más de 6000 lenguas y unos 200 países en el planeta, la mayor parte de las lenguas carece de protección gubernamental. Además, las comunidades lingüísticas minoritarias no pueden competir, generalmente por falta de recursos, con la atracción que las lenguas más poderosas ejercen en los jóvenes.
Esta indefensión de la diversidad lingüística es algo que preocupa extraordina-riamente a muchos lingüistas: no pocos de ellos están dedicados a estudiar y documentar lenguas que están a punto de desaparecer. Allá donde es factible, tales lingüistas, además, buscan la manera de mejorar las condiciones de las lenguas que están en peligro: participan en programas lingüísticos, sociales y educativos diseñados para promover y proteger el uso de las lenguas indígenas.
1.2 Tipos de clasificación
En el ámbito de la Lingüística se han propuesto tres enfoques para clasificar las lenguas. Son los siguientes:
a) Clasificación genética. Las lenguas con clasificadas de acuerdo con su ascendencia. Las lenguas que se han desarrollado a partir de una misma lengua madre se agrupan en una misma clase, pues se dice de ellas que están emparen-tadas genéticamente. La lengua madre puede estar atestiguada (mediante textos escritos en esta lengua descubiertos o conservados, como, por ejemplo, en el caso del latín o del griego clásico), o puede ser una lengua reconstruida (y no existen registros escritos de ella), como, por ejemplo, en el caso del indoeuro-peo.
Aunque las lenguas que están emparentadas genéticamente compartan a menudo características estructurales, no tienen que mostrar necesariamente similitudes de estructura. Por ejemplo, el letón y el inglés están emparentados (ambos descienden del indoeuropeo), pero su estructura morfológica es diferente. En inglés una expresión como It has to be figured out (‘tiene que ser resuelto’) puede expresarse en letón mediante una sola palabra: jāizgudro. Obviamente, letón e inglés están emparentados muy lejanamente. Otras lenguas, más cercanamente emparentadas, muestran muchas más similitudes (piénsese, por ejemplo, en las similitudes entre el francés, el español, el italiano, descendientes directos del latín).
Por otra parte, conviene tener en cuenta que las lenguas no emparentadas genéticamente pueden mostrar similitudes en algunos aspectos. Por ejemplo, el inglés, el tai y el suahelí, sin relación genética entre sí, utilizan la estructura ‘sujeto-verbo-objeto’ (SVO) en las oraciones simples aseverativas:
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Lingüística. Tema 3.
1) SuahelíMaria anapenda AnnaMaría (Suj.) gustar (V) Ana (Obj.)(‘A María le gusta Ana’)
2) TaiRoudbuntuk ding roudCamión (Suj.) empujar (V) coche (Obj.)(‘Los camiones empujan a los coches’)
3) InglésCats like miceGatos (Suj.) gustar (V) ratones (Obj.)(‘A los gatos les gustan los ratones’)
Volveremos a esta clasificación en el epígrafe 3.
b) Tipología lingüística. El hecho de que las lenguas no emparentadas presenten, como se ha visto, similitudes estructurales, es lo que ha llevado a las clasificaciones tipológicas. Estas clasificaciones organizan las lenguas sobre la base de los rasgos estructurales de éstas, sin tomar en consideración las relaciones de familia. De ahí que los tipólogos puedan agrupar lenguas que muestran patrones fónicos similares o que poseen estructuras gramaticales parecidas. Los estudios tipológicos están de un modo u otro orientados a dar cuenta de los universales lingüísticos, es decir, de aquellas características estructurales que se hallan en la base de todas (o casi todas) las lenguas. Trataremos con más detalle estos aspectos en el epígrafe 2.
c) Clasificación por contacto. Gracias a ella se delimitan las características compartidas por las lenguas que se hallan en contacto geográfico. Las lenguas en contacto a menudo toman de otras lenguas elementos tales como palabras, sonidos, morfemas e incluso estructuras sintácticas. El resultado de ello es que las lenguas vecinas tienden a parecerse progresivamente entre sí, y ello incluso aunque no haya entre ellas relación alguna de parentesco. Abordaremos estos aspectos en el epígrafe 4.
2. UNIVERSALES LINGÜÍSTICOS Y CLASIFICACIÓN TIPOLÓ-GICA
La Tipología lingüística se ocupa, como acabamos de decir, de la clasificación de las lenguas en función de las propiedades gramaticales de éstas. Los estudios tipológicos agrupan a las lenguas sobre la base de ciertas peculiaridades de los patrones sintácticos, la estructura morfológica y el sistema fonológico. Un área importante de investigación en el ámbito de la Tipología la constituyen los universales lingüísticos. Se denominan universales absolutos aquellos patrones y rasgos que aparecen en todas las lenguas, y los que sólo aparecen en un buen número de lenguas, tendencias universales. Muchas generalizaciones tipológicas describen universales de implicación, los cuales explicitan que la presencia de un rasgo implica la presencia de otro (pero no a la
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Lingüística. Tema 3.
inversa). Por ejemplo, las lenguas que poseen fonemas fricativos (como la /f/ o la /s/) también tienen fonemas oclusivos (como la /p/ o la /t/), aunque lo contrario no tiene por qué darse necesariamente. Otro modo de analizar los universales lingüísticos es aplicando la teoría de lo marcado. Según los supuestos de esta teoría, se considera que los rasgos marcados son más complejos y/o, desde el punto de vista de la universalidad, más raros que los rasgos no marcados. Además, normalmente se encuentra en una lengua un rasgo marcado si en ella también existe la contrapartida no marcada. Como se ve, la teoría de lo marcado está estrechamente relacionada con el estudio de los universales de implicación. Consideremos un ejemplo para ver con más claridad el alcance de estos conceptos. Los fonemas vocálicos nasales son más complejos que los fonemas vocálicos orales: la emisión de los primeros se hace expulsando el aire a través de la nariz y la boca, en tanto que la de los segundos se hace expulsando el aire sólo por la boca. Desde un punto de vista interlingüístico, comprobamos que todas las lenguas tienen vocales orales, y que sólo algunas tienen vocales nasales. Es más: en las lenguas que tienen ambos tipos de vocales, las orales siempre son más numerosas que las nasales. Según esto, las vocales orales son elementos no marcados, pues son más comunes y fonológicamente menos complejos que las vocales nasales, que son los correspondientes elementos marcados. Podemos presentar este hecho con ayuda de la siguiente jerarquía de marca, en la que el símbolo ‘>’ significa ‘menos marcado que’ o ‘implicado por’:
Vocal oral > vocal nasal
Esta generalización, a su vez, permite hacer las siguientes distinciones:
Vocales orales Vocales nasales
sí no posible
sí sí posible
no sí imposible
En las secciones que siguen presentaremos algunas de las generalizaciones tipológicas y universales que se han propuesto en los ámbitos de la Fonología, la Morfología y la Sintaxis.
2.1 Fonología
En esta sección hablaremos de los sistemas vocálicos y consonánticos en términos fonológicos (vid. Tema 4), pues con ello se simplifica la explicación. Téngase en cuenta, sin embargo, que puede variar mucho la realización fonética que de ellos se haga en una lengua concreta.
2.1.1 Sistemas vocálicos
Las lenguas son clasificadas a menudo según el tamaño y la estructura de sus sistemas vocálicos. El sistema vocálico más común está configurado por cinco fonemas: dos vocales altas, dos vocales medias y una vocal baja. Las vocales anteriores (frontales) y la baja son no redondeadas, mientras que las posteriores son redondeadas:
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Lingüística. Tema 3.
i u
e o
a
La mitad aproximadamente de las lenguas del mundo, incluyéndose aquí lenguas como el vascuence, el havayano, el japonés, el español y el suahelí, presenta este sistema. La mayor parte del resto de las lenguas muestran sistemas vocálicos conformados por tres, cuatro, siete, ocho o nueve vocales diferentes (no tenemos en cuenta los contrastes basados en la longitud vocálica o la nasalización, que pueden llegar a duplicar o triplicar el número de fonemas vocálicos en un sistema). Las lenguas con menos de tres vocales distintivas o con más de nueve son raras. He aquí algunos sistemas vocálicos típicos:
i u i i u
e o e o
a a
a
Sistema de tres vocales Sistema de cuatro vocales Sistema de siete vocales
Gudanyí (Australia) Navajo (Arizona) Gueez (Etiopía)
El análisis de muchas lenguas ha conducido al descubrimiento de cierto número de tendencias universales relativas a los sistemas vocálicos. A continuación vamos a comentar algunas de ellas.
a) El fonema vocálico más común es /a/, pues se halla en casi todas las lenguas del mundo. Los fonemas /i/ y /u/ son casi tan comunes como /a/.
b) Los fonemas vocálicos anteriores /i, e, , / normalmente son no redondeados, mientras que los fonemas vocálicos posteriores no bajos /, , / son normalmente redondeados.
c) Los fonemas vocálicos bajos /, , / normalmente son no redondeados.
Ciertas relaciones entre vocales (por ejemplo, entre fonemas vocálicos orales y nasales, o entre largos y breves) pueden expresarse en términos de universales de implicación, pues la presencia de un tipo de fonema vocálico implica la presencia del otro (pero no al contrario):
a) Como ya hemos visto, si en una lengua hallamos vocales nasales que se oponen entre sí, también hay en ella vocales orales que lo hacen. Por ejemplo, en francés
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Lingüística. Tema 3.
se oponen diversas vocales nasales entre sí: long /l/ ‘largo’ se opone a lent /l/ ‘lento’, y también las nasales y orales: las /la/ ‘cansado’ frente a lent //l/ ‘lento’. Y, como es de prever, también se oponen las vocales orales entre sí: clos /klo/ ‘cerrado’ frente a clou /klu/ ‘clavo’. En español y en inglés no hay oposición entre vocales orales y nasales. Por ejemplo, en español no hay oposición entre, pon /pon/ y */p/, o en inglés entre bought /bt/ ‘comprado’ y */bt/.
b) Si en una lengua hallamos vocales largas que se oponen entre sí, también hay en ella vocales breves que lo hacen. Por ejemplo, en finés hay vocales largas que se oponen entre sí, y, como es de prever, también las hay breves que hacen lo mismo:
Contrastes vocálicos en finés
Larga /vs/ larga /vili/ ‘dulce de leche’ /vali/ ‘elección’
Breve /vs/ breve /suka/ ‘cerda (pelo)’ /suku/ ‘familia’
Breve /vs/ larga /tuli/ ‘fuego’ /tuli/ ‘viento’
Lo contrario no se da necesariamente. El español distingue sus vocales mediante la cualidad (el grado de abertura): sin /sin/ frente a san /san/, pero no por la longitud: sin /sin/ no se opone a */sin/.
2.1.2 Sistemas consonánticos
Resulta extraordinariamente complicado (y poco útil) clasificar las lenguas en función del número de consonantes que posean sus sistemas consonánticos, pues éstos pueden contener desde sólo ocho (como el havayano) hasta más de noventa (como es el caso del cungo, una lengua hablada en Namibia, que cuenta con noventa y seis). Sin embargo, el análisis tipológico de los sistemas consonánticos ha permitido vislumbrar un buen número de universales bien asentados:
a) Todas las lenguas tienen consonantes oclusivas.
b) Los fonemas oclusivos más comunes son /p, t, k/. Muy pocas lenguas carecen de alguno de estos fonemas, y no hay ninguna lengua que carezca de los tres. Si una lengua carece de uno de ellos, es muy probable que sea /p/. Por ejemplo, el aleuta, el nubio y el quivira carecen del fonema /p/. El fonema más frecuente de esta serie es /t/.
c) El fonema fricativo más común es /s/. Si una lengua tiene sólo una fricativa, seguramente es /s/. Es la única fricativa que hay en nandí (una lengua de Kenia) o en uerí (lengua de Nueva Guinea). Al fonema /s/ le sigue en frecuencia el fonema /f/.
d) Casi todas las lenguas conocidas tienen al menos un fonema nasal. En los casos en que sólo haya un fonema nasal, éste es comúnmente /n/ (como en arapaho, hablado en Wyoming). Si hay dos fonemas nasales en oposición, normalmente son /m/ y /n/.
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Lingüística. Tema 3.
e) La mayoría de las lenguas tiene al menos un fonema líquido. Sin embargo, un pequeño número de lenguas no tiene ninguno de este tipo. Es el caso, por ejemplo, del Pies Negros, el dacota, el efé (hablado en Nigeria) o el siona (descubierto en Ecuador).
Los fonemas consonánticos están sujetos a varios universales de implicación:
a) Si una lengua tiene fonemas obstruyentes (los que, al ser emitidos, se basan en algún tipo de obstrucción a la salida del aire) sonoros (oclusivos, fricativos o africados), también tendrá fonemas obstruyentes sordos. Lo contrario no tiene por qué darse necesariamente. Por ejemplo, el ainú (lengua del norte de Japón) tiene sólo fonemas obstruyentes sordos: /p, t, k, , s/.
Obstruyentes sordas Obstruyentes sonoras
sí no Posible (ainú)
sí sí Posible (inglés, español)
no sí imposible
b) Las consonantes sonantes (nasales y líquidas) son generalmente sonoras. Muy pocas lenguas tienen sonantes sordas, y en este caso siempre tienen sonantes sonoras también. Por ejemplo, el birmano tiene nasales y laterales que se oponen en función de la oposición ‘sordo/sonoro’.
Sonantes sonoras Sonantes sordas
sí no posible (inglés, español)
sí sí posible (birmano)
no sí imposible
c) Si una lengua tiene fonemas fricativos, también tendrá fonemas oclusivos. No hay lenguas que carezcan de fonemas oclusivos. Sin embargo, sí hay lenguas que carecen de fonemas fricativos. Por ejemplo, el gilbertés (Islas Gilbert), el quitaval (Australia oriental) y el nuero (Sudán sudoriental) no tienen fricativas.
Oclusivas Fricativas Africadas
sí sí sí posible (inglés, español)
sí sí no posible (francés)
sí no no posible (quitaval)
no sí sí imposible
no sí no imposible
no no sí imposible
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Lingüística. Tema 3.
2.1.3 Sistemas suprasegmentales
Las lenguas pueden también clasificarse en función de sus rasgos suprasegmentales (o prosódicos). Las lenguas que utilizan el tono para distinguir el significado de las palabras se denominan lenguas tonales. Muchas lenguas del mundo son de esta clase. El mandarín, por ejemplo, tiene cuatro tonos. Las otras lenguas de China, así como muchas lenguas del Sudeste asiático, de África y de América son también lenguas tonales. Europa cuenta con unas pocas. Por ejemplo, uno de los dialectos del lituano distingue entre tres tonos.
Contrastes tonales en mandarínTono alto // ‘construir’Tono ascendente /á/ ‘conseguir’Tono descendente-ascendente // ‘golpear’Tono descendente /dà/ ‘grande’
Contrastes tonales en lituanoTono descendente Loks /lùoks/ ‘arco (arquit.)’Tono alto Loks /l/ ‘cebolla verde’Tono ascendente-descendente Loks /loks/ ‘ventana’
Hay dos tipos de tonos: los de nivel y los de contorno. Los primeros se asocian a distintos registros tonales: generalmente a los registros alto, medio y bajo (la vocales que los llevan se emiten en un tono uniforme). Los segundos, a un contorno tonal (las vocales que los llevan se emiten con variación tonal): contorno simple ascendente o descendente; contorno complejo ascendente-descendente o descendente-ascendente. Los sistemas del mandarín y del lituano están constituidos por tonos de uno y otro tipo. Las lenguas tonales oponen muy a menudo dos tonos de nivel (generalmente alto y bajo). Sin embargo, las oposiciones sobre la base de tres tonos (como alto, bajo y medio) son también relativamente comunes. Las oposiciones sobre cinco o más tonos son prácticamente desconocidas. Los sistemas tonales responden a varias tendencias universales:
a) Si una lengua tiene tonos de contorno (por ejemplo, ascendente o descendente), entonces es muy probable que también tenga tonos de nivel (como alto, medio o bajo). El birmano, el absáraca (lengua siu, Montana, Wyoming), el lituano y el mandarín son ejemplos de lenguas que responden a este patrón. Por el contrario, las lenguas que poseen tonos de contorno pero carecen de tonos de registro son extremadamente raras, como es el caso del dafla, una lengua del norte de la India.
Tonos de registro Tonos de contorno
sí no posible (sarsí (Alberta))
sí sí posible (mandarín)
no sí muy raro (dafla)
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Lingüística. Tema 3.
b) Si una lengua tiene tonos de contorno complejos (como ascendente-descendente o descendente-ascendente), entonces también tendrá tonos de contorno simples (ascendente o descendente). El mandarín y el lituano responden a este patrón.
Tonos de contorno simple
Tonos de contorno complejo
sí no posible (hausa)
sí sí posible (mandarín)
no sí imposible
Las diferencias de acento también resultan muy útiles en la clasificación de las lenguas. Las lenguas de acento fijo son aquellas en las que la posición del acento es predecible. Es el caso del hebreo moderno, el quiché (una lengua maya) o el francés: en ellas el acento siempre se halla en la sílaba final de la palabra; en polaco, suahelí y samoano el acento recae en la penúltima sílaba; en checo, finés y húngaro la sílaba acentuada es siempre la primera. Las lenguas de acento libre son aquellas en las que la posición del acento no es predecible y ha de ser aprendido para cada palabra. En este caso el acento resulta ser un instrumento fundamental para distinguir unas palabras de otras. El inglés, el español, el italiano, el ruso, por ejemplo, son casos de lenguas de acento libre.
Contrastes por el acento en ruso
múka ‘tortura’ muká ‘harina’
zámok ‘castillo’ zamók ‘cerradura’
rúki ‘manos’ rukí ‘de la mano’ (genitivo sing.)
Contrastes por el acento en español
cántara cantara cantará
cante canté
hablo habló
2.1.4 Estructura silábica
Los tipos silábicos CV y V son no marcados. Son más sencillos que otros tipos silábicos (CVC, VCC, etc.), se hallan en todas las lenguas y son los que primero aprenden los niños.
Dada una lengua, la cabeza de la sílaba puede estar estructurada de modo distinto a como lo está la coda4. Por ejemplo, en inglés la combinación /nasal+oclusiva/ está permitida al final de sílaba (en una palabra monosilábica como hand), pero no al comienzo (no hay sílabas inglesas que comiencen por /nd/). Sin embargo, en suahelí ocurre al contrario: la secuencia /nd/ está permitida al comienzo de la sílaba (es posible
4 Consideramos aquí que la estructura de la sílaba está constituida por los siguientes elementos: cabeza, núcleo y coda. En /hand/ la cabeza es /h-/, el núcleo /-a-/ y la coda /-nd/. En la sílaba /cons-/ de construir la cabeza es /k-/, el núcleo /-o-/ y la coda /-ns/. La cabeza y la coda pueden no estar presentes: por ejemplo, español /an/ (han), /a/ (a).
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Lingüística. Tema 3.
la palabra ndizi ‘banana’), pero no en la coda, porque esta lengua carece de ella: sus sílabas terminan siempre en vocal.
Las diferencias existentes en las restricciones con que las lenguas conforman sus sistemas silábicos pueden dar lugar a importantes consecuencias cuando las lenguas entran en contacto. Por ejemplo, en havayano sólo las sílabas de tipo V y CV están permitidas, y cuando esta lengua toma prestadas palabras del inglés, cuyo sistema silábico es más complejo, inserta vocales en tales palabras para ajustarlas al esquema propio. Por ejemplo, cuando la expresión Merry Christmas pasa al hayanano, se la reformula como mele kalikimaka (hay, además, otros cambios consonánticos, dado que en havayano no posee los fonemas /r/ y /s/).
Presentamos a continuación dos casos de universales de implicación concernientes a la estructura silábica. Ambos tratan de la estructura de la cabeza frente a la de la coda.
a) Si una lengua permite secuencias de consonantes en la cabeza, entonces también permite sílabas con una sola consonante en la cabeza y sílabas sin cabeza:
Cabeza C única/Sin cabeza Cabeza C múltiple
sí no posible (havayano)
sí sí posible (inglés, español)
no sí imposible
b) Si una lengua permite secuencias de consonantes en la coda, entonces también permite sílabas con una sola C en la coda y sílabas sin coda:
Coda C única/Sin coda Coda C múltiple
sí no posible (cantonés)
sí sí posible (inglés, español)
no sí imposible
2.2 Morfología
En todas las lenguas hay palabras y morfemas. Sin embargo, hay muchas diferencias en lo concerniente a cómo las lenguas individuales combinan los morfemas para crear palabras. Se pueden distinguir cuatro tipos.
2.2.1 Aislante
Una lengua aislante o analítica pura contendría sólo palabras que estarían formadas únicamente por un solo morfema (raíz). En tal lengua no habría afijos, y categorías como el número y el tiempo tendrían que ser expresadas mediante palabras separadas. En mandarín, que es básicamente una lengua aislante, el morfema le se usa a menudo para indicar una acción pasada o terminada. Aunque este morfema es, como se ve, semánticamente similar al de tiempo pasado, se comporta como una palabra independiente, ya que su posición en la frase puede variar:
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Lingüística. Tema 3.
a. T fàn le.Él comer comida pasado‘Él comió la comida.’
b. T le fàn.Él comer pasado comida(‘Él comió la comida.’)
Otras lenguas de base aislante son el cantonés, el vietnamita, el lao (Laos) y el jemer (Camboya).
2.2.2 Polisintético
En una lengua polisintética las palabras pueden estar formadas por largas cadenas de raíces y afijos cuyo contenido a menudo se corresponde con el que en otras lenguas se expresa mediante una oración. La siguiente palabra del inuktitut (lengua esquimo-aleutiana de América del Norte) ilustra esta combinatoria:
Qasuiirvarvigssarsingitluinarnarpuq. Qasu -iir -sar -vig -ssar -si [[[[[[[[[[Cansado] no] causar-estar] lugar-para] adecuado] encontrar]-ngit] -luinar] -nar] -puq]no completamente alguien 3SG(‘Alguien no encontró un lugar de descanso completamente adecuado.’)
La polisíntesis es común en muchas lenguas nativas de América del Norte, como el inuktitut o el sarsí, por nombrar algunas.
Los términos aislante y polisintético hacen referencia a dos extremos: el primero alude a las palabras que constan solamente de un morfema; el segundo, a las que pueden constituir una oración completa. Muy pocas lenguas (si es que hay alguna) son estrictamente aislantes o polisintéticas. En vez de esto, en la práctica casi todas las lenguas son sintéticas, es decir, permiten diversas combinaciones de morfemas en sus palabras, aunque nunca llegan al extremo de que éstas lleguen a expresar el contenido de una oración. Hay dos tipos de lenguas sintéticas: aglutinante y flexivo.
2.2.3 Aglutinante
Una lengua aglutinante muestra palabras que pueden estar integradas por varios morfemas y que pueden descomponerse con facilidad (normalmente en raíz y afijos). En tales lenguas cada afijo es claramente identificable y representa una sola categoría gramatical o un solo contenido. He aquí unos ejemplos tomados del turco:
a. ‘aldea’
b. -aldea-PL‘aldeas’
c. --aldea-PL-GEN‘de las aldeas’
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Lingüística. Tema 3.
Las palabras en turco pueden exhibir una estructura morfológica compleja, pero cada morfema tiene una única función claramente identificable. Así, en c), por ejemplo, - marca ‘plural’ e -in, ‘genitivo’.
2.2.4 Flexivo
Las palabras de una lengua flexiva también pueden estar conformadas por varios morfemas. Sin embargo, a diferencia de las lenguas aglutinantes, aquí los afijos a menudo expresan simultáneamente diferentes categorías gramaticales. En ruso, por ejemplo, un único afijo flexivo expresa a un mismo tiempo el género nominal (masculino, femenino o neutro), el número (singular o plural) y la función en la oración (sujeto, objeto directo, etc.). Todo ello es lo que expresa, en el caso mostrado a continuación, el afijo –u:
m -.nosotros vemos mano-FEM.SG.AC.(‘Vemos una/la mano.’)
La distinción entre el tipo aglutinante y el flexivo tiene mucho que ver con el número de “unidades” semánticas de información que son denotadas por un afijo. En una lengua aglutinante cada afijo contiene normalmente un elemento de contenido gramatical o léxico, mientras que en las flexivas los afijos expresan varias unidades de información.
2.2.5 Tipos mixtos
Muchas lenguas (quizá la mayoría) no pertenecen exclusivamente a uno de los tipos examinados. Por ejemplo, el inglés utiliza estructuras aislantes en muchas construcciones verbales, en las que cada noción se expresa por medio de una sola palabra. El futuro, por ejemplo, está expresado por la palabra independiente will (y no por un afijo) en una estructura como I will leave. Por otro lado, el inglés muestra también un número considerable de palabras derivadas por aglutinación, como es el caso de re-en-act-ment, formada por una serie de morfemas claramente identificables, cada uno con su propio significado o función. Sin embargo, el sistema pronominal inglés es ampliamente flexivo, pues una sola forma puede denotar a un mismo tiempo ‘persona’, ‘número’, ‘género’ y ‘caso’. La palabra him, por ejemplo, expresa ‘tercera persona, singular, masculino, objeto directo’. Lo mismo ocurre, aunque en grado diferente, en alemán, español, francés o italiano.
Dado que muchas (si no todas) las lenguas del mundo presentan estructuras mixtas como las que acabamos de considerar, se ha llegado a sugerir que los términos aislante, aglutinante y flexivo deberían usarse para hacer referencia, no a una lengua en su con-junto, sino a determinadas estructuras de ésta.
Es importante tener en cuenta que estas clasificaciones no consideran procesos morfológicos como la composición (por ejemplo, español bocacalle, o inglés green-house), la reduplicación (por ejemplo, tagalo sulat ‘escribir’ /vs/ susulat ‘escribiré’), el uso gramatical del acento o del tono (por ejemplo, inglés présent ‘presente’ /vs/ presént
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Lingüística. Tema 3.
‘presentar’) o los cambios internos en las palabras (por ejemplo, la alternancia ( ablaut), como en inglés run /vs/ ran) (vid. tema 5).
2.2.6 Universales de implicación: Morfología
La estructura que las palabras muestran en las diferentes lenguas del mundo permite que se establezcan diversas generalizaciones:
a) Si una lengua tiene afijos flexivos, también tiene afijos derivativos (afijos de carácter léxico, no gramatical, que incrementan el contenido del morfema raíz). Por ejemplo, el español (como otras muchas lenguas) no sólo tiene afijos flexivos como –o (habl-ó) o –s (perro-s), sino afijos derivativos como re- (re-hacer) o –ero (tint-ero).
b) Si una lengua tiene afijos derivativos (AD) y flexivos (AF), el AD está más próximo a la raíz:
AD AF
Inglés
friend-ship-s *friend-s-ship
amigo-tad-SG (‘amistad’) amigo-SG-tad
raíz-AD-AF raíz-AF-AD
Turco
- - * --
Trabajar-dor-PL ('trabajador') trabajar-PL-dor
raíz-AD-AF raíz-AF-AD
c) Si una lengua tiene sólo sufijos (afijos que van detrás de la raíz), también tiene sólo posposiciones (equivalentes a las preposiciones en aquellas lenguas que colocan el núcleo al final de la frase). En turco, por ejemplo, sólo hay sufijos. Como cabe prever, esta lengua muestra, más que preposiciones, posposiciones. Esto se ilustra en la frase siguiente:
- -Ahmet Ayshe para libro-AC comprar-PAS(‘Ahmet le compró un libro a Ayshe.’)
2.3 Sintaxis
Como no se dispone de descripciones detalladas de la mayoría de las lenguas del mundo, los estudios tipológicos sobre los universales sintácticos han tenido que reducir su campo de estudio al orden de palabras en oraciones declarativas simples (del tipo La presidenta inauguró la exposición). La clasificación básica, según este criterio, se fundamenta en el orden relativo que asumen el sujeto (S), el objeto directo (O) y el
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Lingüística. Tema 3.
verbo (V). Los tres órdenes más frecuentes (frecuencia descendente) son SOV, SVO y VSO. Aproximadamente el 95 % de las lenguas del mundo usa alguno de estos patrones para conformar el orden de palabras básico.
SOV (turco)
- -.Hasan buey-AC comprar-PAS
(‘Hasan compró un buey’)
SVO (español)
El atleta batió el récord.
VSO (galés)
Lladdodd y ddraig y dyn.
Mató el dragón el hombre
(‘El dragón mató al hombre.’)
Estas tres estructuras tienen un rasgo en común: el sujeto aparece siempre antes que el objeto directo. La prevalencia del patrón SO puede deberse a que el sujeto usualmente coincide con el tema de la oración (es decir, con aquello de que habla la oración), y a que, por ello, resulta más útil al comienzo del enunciado.
Aunque en su gran mayoría las lenguas del mundo coloquen el S antes que el O en su orden de palabras básico, este patrón no es universal. Existen unas pocas lenguas que responden al tipo VOS, de las que la mejor conocida es el malgache (Madagascar):
VOS (malgache)Nahita ny mpianatra ny vehivavy.Vio el estudiante la mujer(‘La mujer vio al estudiante.’)
Igualmente, hay unas pocas lenguas del tipo OVS o OSV, y todas ellas parecen estar localizadas en Sudamérica, como son los casos del hixkaryana (hablado en Brasil, en la cuenca superior del río Namundá, afluente del Amazonas) y el apuriña (hablado en Brasil, en la Amazonia):
OVS (hixkaryana)Kana janmno brjekomo.Pez capturó muchacho(‘El muchacho capturó un pez.”)
OSV (apuriña)Anana nota apa.Piña yo voy a buscar(‘Voy a buscar una piña.’)
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Lingüística. Tema 3.
2.3.1 Universales en el orden de palabras
A veces el orden mostrado por los elementos de una determinada estructura tiene consecuencias para el orden de los elementos de otras estructuras. Muchas de estas implicaciones tienen que ver con las relaciones existentes entre el verbo y su objeto:
a) Si una lengua tiene el orden VO, entonces tiene preposiciones antes que posposiciones. Entre las lenguas de este tipo se cuentan el bereber (Marruecos), el hebreo, el maorí (Nueva Zelanda), el masái (Kenia), el galés o el gaélico irlandés.
Gaélico irlandésa. Patrón VSO
Chonaic mé mo mháthair.Vi yo mi madre(‘Vi a mi madre.’)
b. Patrón preposicionalsa teachen casa(‘en la casa’)
b) Si una lengua tiene el orden OV, entonces probablemente tiene posposiciones antes que preposiciones. A este tipo remiten lenguas como el vascuence, el birmano, el hindí, el japonés, el coreano, el quechua, el turco o el yimidiro (Australia).
Yimidiroa. Patrón SOV
Gudaa-ngun yarrga dyindaj.Perro-ERG chico mordió(‘El perro mordió al chico.’)
b. Patrón posposicionalyuwaal nganhplaya desde(‘desde la playa’)
c) Las frases preposicionales (FP) preceden al verbo en las lenguas del tipo OV, y normalmente siguen al verbo en las del tipo VO.
Japonésa. Patrón SOV
Gakusei-ga hon-o yonda.Estudiante-NOM libro-AC leyó(‘El estudiante leyó un libro.’)
b. FP precede al verboTaroo-ga [fp nitiyoobi ni] tsuita.Taroo-NOM [sábado en] llegó(‘Taroo llegó el sábado.)
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Lingüística. Tema 3.
Española. Patrón SVO
Juan compró el periódico.b. FP sigue al verbo:
Juan se fue en bicicleta.
d) Los adverbios de modo preceden casi siempre al verbo en las lenguas OV y generalmente van detrás de éste en las lenguas VO.
JaponésPatrón SOV, el adverbio precede al verbohayaku hasirurápidamente corre(‘Corre rápidamente.’)
EspañolPatrón SVO, el adverbio sigue al verboJuan canta bien.
e) Por lo que respecta a las estructuras posesivas, está muy extendida la tendencia a usar el orden GEN (posesivo) + N en las lenguas OV, mientras que en las lenguas VO la tendencia (aunque menos extendida) es a usar el orden N + GEN (posesivo).
JaponésPatrón SOV, GEN+NTaroo-no honTaroo-GEN libro(‘El libro de Taroo’)
Francésa. Patrón SVO
Pierre aime MariePedro ama María(‘Pedro ama a María.’)
b. N + GENla maison de Mariela casa de María(‘la casa de María’)
El inglés, aunque es una lengua SVO, muestra el orden GEN + N y el N + GEN.
a. GEN + Nthe country’s lawsel país GEN leyes
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Lingüística. Tema 3.
b. N + GENthe laws of the countrylas leyes de el país(‘las leyes del país’)
Casos como éste son raros, sin embargo, y no invalidan las tendencias que estamos considerando.
2.3.2 Jerarquías gramaticales
Los universales de implicación son descritos frecuentemente en términos de jerarquía de categorías o relaciones. Una de las jerarquías más importantes de esta clase se refiere a las relaciones gramaticales de sujeto y objeto directo, que ha sido establecida así:
Sujeto > objeto directo > otro
Según esta jerarquía, los procesos que sólo sean aplicables al sujeto son menos marcados que los procesos aplicables al objeto directo, y así sucesivamente. Dicho de otro manera, si determinado fenómeno se da con el objeto directo, también se debería dar con el sujeto. Por el contrario, no sería sorprendente encontrarse con un proceso que, siendo asumido por el sujeto, no puede serlo por el objeto directo.
Entre los numerosos fenómenos tipológicos que recoge esta jerarquía se cuenta la concordancia verbal. Como muestran los ejemplos siguientes, hay lenguas en las que el verbo concuerda sólo con el sujeto, y hay otras en las que concuerda, además de con el sujeto, con el objeto directo:
EspañolConcordancia con el sujetoSujeto
Juan parti-ó
SuahelíConcordancia con el sujeto y el complemento directoSujeto objeto directo
Juma a- li- wa- pika watotoJuma 3SG PAS 3PL golpear niños(‘Juma golpeó a los niños.’)
Sin embargo, tal como predice esta jerarquía, no hay lenguas en que el verbo concierte sólo con el objeto directo.
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Lingüística. Tema 3.
2.4 Explicación de algunos universales
No han llegado los lingüistas todavía a conclusiones definitivas que expliquen la existencia de muchos universales lingüísticos. No obstante, se han propuesto algunas explicaciones interesantes sobre muchos de ellos, de las que consideraremos algunas.
2.4.1 Fonología
Parece ser que ciertos factores relacionados con la percepción ejercen una influencia considerable en la conformación de los universales. Por ejemplo, el hecho de que el fonema /s/ sea la fricativa que más aparece puede deberse a su prominencia acústica: las variedades que adopta /s/ son inherentemente más claras y estridentes que las de los otros tipos de fonemas fricativos.
Los sistemas vocálicos tienden a configurarse de modo que las vocales se distingan lo más posible entre sí. Un sistema de tres vocales, como el que sigue:
/i/ /u/
/a/
deja, por decirlo así, mucho ‘espacio’ entre las vocales, lo que permite que puedan ser distinguidas las unas de las otras más fácilmente.
Lo mismo ocurre en la distribución de los fonemas oclusivos. Puede ser que /p/, /t/ y /k/ sean las oclusivas más comunes porque se articulan en tres puntos que están muy alejados entre sí en el tracto vocal supralaríngeo. Estos tres fonemas, cuando son emitidos, son percibidos y distinguidos con mayor facilidad que la secuencia de fonemas oclusivos dentales, alveolares y palatales, por ejemplo, pues todos estos últimos se articulan en una región más estrecha: la central de la cavidad bucal.
Se ha sugerido que los sistemas consonánticos responden en general a las restricciones articulatorias que dan lugar a sonidos y sistemas no marcados. Las obstruyentes básicas, desde el punto de vista articulatorio, [p], [t] y [k] son mucho más comunes que otras articulaciones más complejas como [] y []. He aquí las obstruyentes más frecuentes interlingüísticamente:
Las lenguas tienden a presentar sistemas consonánticos que están formados en un 70 % por obstruyentes y en un 30 % por sonantes, y es secundario el número total de fonemas consonánticos de que pueda constar el sistema. Estas cifras reflejan las posibilidades articulatorias para establecer oposiciones: es evidente que caben más distinciones en el espacio de las obstruyentes que en el de las sonantes. No hay, por ejemplo, sonantes fricativas nasales, porque la presión necesaria para que el aire pase por una estrecha abertura (lo que constituye la esencia de las fricativas) no puede alcanzarse cuando al mismo tiempo ha de fluir mucho de este aire por la cavidad nasal.
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Lingüística. Tema 3.
Por causas como ésta, el número de obstruyentes existente en no importa qué lengua es en potencia mucho mayor que el de las posibles sonantes. Esto es sólo un ejemplo de cómo diversos factores articulatorios pueden influir decisivamente en la conformación de los sistemas consonánticos.
2.4.2 Morfología
En el caso de los universales morfológicos, las explicaciones son de otra índole. Por ejemplo, el hecho de que las lenguas con sufijos pero no prefijos tengan siempre posposiciones puede tener una explicación de carácter histórico. En tales lenguas algunas posposiciones llegaron a ligarse a una palabra precedente y por esto se convirtieron en sufijos. Como en esas lenguas los sufijos procedían de posposiciones, el vínculo entre los dos elementos puede rastrearse hasta el origen de ambos. Un ejemplo de este fenómeno puede encontrarse en finés y estonio, lenguas estrechamente emparentadas. La lengua de la que proceden (protofinobáltico) poseía la posposición *kanssa ‘con’, todavía evidente en el finés estándar pero evolucionada como sufijo en estonio:
Finés estándar: posposición kanssa ‘con’
poika ‘chico’ pojan-n kanssa ‘con el chico’
chico-GEN con
Estonio: sufijo de caso –ga (COM = comitativo)
poeg ‘hijo’ poja-ga ‘con el hijo’
hijo-COM
La exigencia de que los afijos derivativos deban aparecer más cerca de la raíz que los afijos flexivos tiene otro tipo de explicación. Los procesos de derivación forjan palabras nuevas, mientras que las marcas flexivas denotan clases a las que pertenecen las palabras (por ejemplo, ‘plural’ para los nombres, ‘pasado’ para los verbos, etc.). Dado que la palabra ha de estar formada antes de que reciba la marca que indique a qué clase gramatical pertenece, es natural que los procesos derivativos se den antes que los flexivos y que ello se refleje en la estructura interna de las palabras (vid. tema 5). Por ejemplo, en la palabra tratamientos, cuya estructura es:
N
N
V Ad Af
tratar -miento -s
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Lingüística. Tema 3.
observamos que a la raíz verbal tratar se añade el sufijo -miento y de ello surge un nombre: tratamiento. Posteriormente se añade el sufijo de plural –s: tratamientos.
2.4.3 Sintaxis
Algunos universales sintácticos pueden ser explicados recurriendo al modo en que los seres humanos procesan la estructura de la oración. Reconsideremos un resumen de los patrones del orden de palabras (vid. 2.3):
Constituyentes Orden en una lengua VO Orden en una lengua OV
P & FN P + FN FN + P
V & FP V + FP FP + V
V & Adv. modo V + Adv. modo Adv. modo + V
N & GEN N + GEN GEN + N
Una explicación de las propiedades de las combinaciones adoptadas por los elementos en las columnas segunda y tercera tiene que ver con el contraste existente en lenguas con ramificación a la derecha y lenguas con ramificación a la izquierda. En las primeras la parte más elaborada de la estructura de la oración aparece como una ramificación a la derecha, y en las segundas, como una ramificación a la izquierda. Según esto, un patrón VO responde a una ramificación a la derecha, pues el constituyente FN aparece en la rama derecha; por el contrario, un patrón OV responde a una ramificación a la izquierda, pues el constituyente en cuestión aparece a la izquierda:
O O
V FN FN V
Det N’ Det N’
N N
Ramificación a la derecha Ramificación a la izquierda
Se comprueba fácilmente que los patrones P+FN, V+FP, V+Adv y N+GEN, comúnmente asociados a las lenguas VO, son ramificaciones a la derecha (los genitivos y los adverbios son un tipo de frase). Por el contrario, los patrones FN+P, FP+V, Adv+V y GEN+N, normalmente asociados a las lenguas OV, son ramificaciones a la izquierda. En otras palabras, parece que las lenguas muestran una gran consistencia en lo referente al empleo de uno u otro tipo de ramificación. Esta uniformidad puede que facilite a los hablantes la labor de procesar la estructura sintáctica. Así, del mismo modo que algunos seres humanos son zurdos y otros diestros, así también parece que unas lenguas prefieren utilizar consistentemente sistemas de ramificación a la derecha, mientras que otras prefieren hacer lo contrario.
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Lingüística. Tema 3.
El estudio de la Tipología lingüística y de los universales lingüísticos es un área relativamente reciente en el campo de la Lingüística. Queda, como es obvio, todavía mucho por conocer en relación los universales lingüísticos, y hay que admitir que no poca parte de los estudios actuales es de naturaleza especulativa y, por tanto, provisional.
3. CLASIFICACIÓN GENÉTICA
La finalidad de la clasificación genética consiste en agrupar las lenguas en familias sobre la base de evidencias de parentesco establecidas según los requisitos del método histórico-comparativo. Esta labor es extremadamente compleja por diversas razones.
Quizá el mayor problema sea simplemente determinar la cantidad de datos que deban recogerse y registrarse antes de que los lingüistas establezcan, con cierta seguridad, el estatus de un grupo de lenguas. Por ejemplo, sólo ha sido posible disponer de información abundante y fidedigna sobre las lenguas de África en las últimas dos o tres décadas, lo que está permitiendo establecer en la actualidad una clasificación de tales lenguas. En contraste con esto, muchas lenguas de Sudamérica, Nueva Guinea y Australia siguen todavía sin conocerse suficientemente.
A estas dificultades hay que añadir otros factores, como el que haya lenguas sin parentesco alguno que, sin embargo, sean similares de una u otra manera. Esto es especialmente probable cuando esas lenguas han estado en contacto suficiente como para que haya habido entre ellas préstamos de numerosas palabras, sonidos, morfemas o estructuras sintácticas.
Más aún: puede ser que lenguas emparentadas se muestren muy distintas entre sí. Cuanto más distante es la relación de parentesco entre las lenguas, menos probable es que muestren mayor número de similitudes, sobre todo porque los cambios fónicos pueden oscurecer las relaciones existentes entre palabras emparentadas. El inglés y el latín están emparentados (aunque lejanamente), pero la similitud entre palabras emparentadas como el latín unda ‘ola’ y el inglés water ‘agua’ no resulta nada evidente.
Otro elemento que complica la investigación es que muchas palabras que podrían ser indicadores excelentes para la determinación de relaciones de parentesco, han desaparecido del vocabulario. Por ejemplo, el inglés antiguo tenía la palabra leax ‘salmón’ (emparentada con la alemana Lachs y con la yidis lox), pero no forma parte del léxico del hablante actual del inglés (lox ha vuelto a tomarse en algunas variedades del inglés para nombrar popularmente a las ‘delicatessen’).
Dado que la pérdida de palabras es un proceso histórico común, los lingüistas prefieren usar en su investigación las formas más antiguas disponibles de una lengua. Así, nuestro conocimiento del protoindoeuropeo se ha ido obteniendo a partir del estudio del inglés antiguo, del sánscrito, del latín y otras muchas lenguas antiguas, antes que a partir del inglés actual, del hindí-urdú, del francés y de otras lenguas descen-dientes modernas.
Algunas familias lingüísticas contienen muchos cientos de lenguas. En otros casos, sólo queda una lengua como testigo de una familia. Y, por último, en otros, las familias están ya extinguidas. En lo que sigue presentaremos un breve resumen de lo que se sabe sobre la familia lingüística indoeuropea, y mencionaremos los rasgos esenciales de las restantes familias de lenguas.
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Lingüística. Tema 3.
3.1 La familia lingüística indoeuropea
Si tenemos en cuenta sólo las lenguas vivas, la familia lingüística indoeuropea presenta en la actualidad nueve ramas, que son las siguientes:
germánica helénica báltica
céltica albanesa eslava
itálica armenia indo-irania
3.1.1 Rama germánica
La rama germánica puede subdividirse en tres ramas: oriental, septentrional y occidental. La rama oriental incluye el gótico, la lengua germánica más antigua docu-mentada (sus textos datan del siglo IV d. C.). El gótico y otras lenguas pertenecientes a esta rama del tronco germánico están extinguidas desde hace mucho tiempo.
La rama septentrional (o escandinava) incluía originalmente el islandés antiguo, que era la lengua de los vikingos y el antepasado del islandés moderno, el noruego y el faroés (hablado en las Islas Faroe, al norte de Escocia). El sueco y el danés pertenecen también a esta rama.
La rama occidental la constituyen el inglés, el alemán, e l yidis, el neerlandés, el frisón y el afrikáans. Éste último desciende el neerlandés hablado en el siglo XVII por los colonizadores (boers) de Sudáfrica. El yidis es una lengua que procede del antiguo alto alemán, hablada por las comunidades judías en Alemania sobre todo en el período anterior a la Segunda Guerra Mundial y escrita en el alfabeto hebreo. En la actualidad se habla en la antigua URSS, Israel, Polonia y EEUU. El frisón es la lengua más estrechamente emparentada con el inglés. Se habla en la costa norte de Holanda, las Islas Frisonas y en la costa noroccidental de Alemania. El inglés desciende de las hablas de los anglos, sajones y jutos, tribus germánicas que vivían en el norte de Alemania y sur de Dinamarca (en un área situada justamente al este de los frisones) antes de que invadieran Inglaterra en el año 440 d. C. y se establecieran allí.
La organización de la familia germánica se puede ver con mayor claridad en la tabla y árbol siguientes (las lenguas entre paréntesis están extinguidas; las tablas y árboles no representan a todas las lenguas de una familia, sino a las que en cada caso se consideren más representativas para dar una idea de la organización interna de esa familia):
(Rama germánico oriental) Rama germánico septentrional Rama germánico occidental
(gótico) islandés inglés
noruego alemán
faroés yidis
sueco neerlandés
danés frisón
afrikáans
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Lingüística. Tema 3.
Rama germánica
(R. Germánico oriental) R. germánico septen. R. germánico occidental
(Gótico) islandés noruego… inglés alemán yidis…
3.1.2 Rama céltica
Esta rama se subdivide en otras dos: insular y continental (extinguida). El galo, una de las lenguas de la rama continental, se habló en Francia (los galos eran la tribu a la que derrotó Julio César). La rama insular se subdivide en dos grupos de lenguas: el britónico y el goidélico (o gaélico). Las lenguas britónicas incluyen el galés (hablado en Gales) y el bretón (que se habla en el noroeste de Francia), así como el córnico, que se habló en el sudoeste británico. Las lenguas goidélicas incluyen el irlandés (o gaélico irlandés), hablado en algunas partes occidentales de Irlanda, el ya extinguido manés y el gaélico escocés, que se habla en algunas zonas del noroeste de Escocia (sobre todo en las Islas Hébridas).
Rama insular Rama continental
Grupo britónico Grupo goidélico
galés irlandés (galo)
bretón (manés)
(córnico) gaélico escocés
3.1.3 Rama itálica
La familia itálica tenía originariamente varias ramas que incluían lenguas hoy en día ya extinguidas y habladas en el conjunto de territorios que componen aproxima-damente la actual Italia. Sin embargo, las lenguas itálicas que se hablan en la actualidad descienden todas del latín. Estas lenguas se subdividen en cuatro grupos. El iberorrománico incluye el portugués, gallego y castellano; el galorrománico, e l fran-cés, catalán y romanche (hablado en Suiza); el italorrománico, al italiano y sardo; el balcanorrománico, el rumano, la lengua más importante de este grupo.
Iberrománico Galorrománico Italorrománico Balcanorrománico
portugués francés italiano rumano
gallego catalán sardo
castellano romanche
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Lingüística. Tema 3.
3.1.4 Rama helénica
En la actualidad sólo se habla una lengua de esta rama: el griego. Todos los dialectos griegos modernos descienden del ático, el dialecto más prestigioso del griego clásico, hablado en Atenas en la Edad de Oro de la cultura griega (aproximadamente, del siglo V al III a. C.). El griego helenístico, usado en los siglos siguientes, era la lengua del comercio usada por todo el Oriente Medio. (Ésta era la lengua materna de Cleopatra, pues era descendiente de uno de los generales de Alejandro Magno.)
3.1.5 Rama albanesa
Esta rama tiene sólo un miembro: el albanés, hablado actualmente en Albania y en algunas zonas de la antigua Yugoslavia, Grecia e Italia.
3.1.6 Rama armenia
Como en el caso anterior, esta rama sólo posee en la actualidad una sola lengua: el armenio. Esta lengua se localiza en la República de Armenia (que formó parte de la URSS), pero también se habla en Turquía, Irán, Siria, Líbano y Egipto.
3.1.7 Rama báltica
Sólo quedan dos lenguas de esta rama: el letón y el lituano. Se hablan respectiva-mente en Letonia y Lituania. El lituano posee un sistema de casos muy elaborado, muy similar al propuesto para el protoindoeuropeo.
3.1.8 Rama eslava
Se subdivide en tres ramas: oriental, occidental y meridional. La oriental está constituida por el ruso, el ucraniano y el bielorruso. La rama occidental incluye el checo, eslovaco y polaco. La rama meridional está formada por el búlgaro, el macedo-nio, el serbocroata y el esloveno. Los tres últimos se hablan en la antigua Yugoslavia.
Rama eslava oriental Rama eslava occidental Rama eslava meridional
ruso checo búlgaro
ucraniano eslovaco macedonio
bielorruso polaco serbocroata
esloveno
3.1.9 Rama indo-irania
Esta rama se subdivide en otras dos: la irania y la índica. La irania contiene unas dos docenas de lenguas, entre las que se incluyen el persa moderno (también llamado farsi; hablado en Irán), el pasto (lengua principal de Afganistán) y el kurdo (hablado en
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Lingüística. Tema 3.
Irán, Iraq, Turquía y Siria). Otras lenguas iranias se hablan en Pakistán, zonas meri-dionales de la antigua URSS y China.
Hay aproximadamente treinta y cinco lenguas índicas diferentes. Muchas de las lenguas que se hablan en el norte de la India, Pakistán y Bangladesh pertenecen a este grupo. Algunas de las más extendidas (por su número de hablantes) son el hindí-urdú, el bengalí, el maratí y el guyaratí. Aunque el hindí y el urdú son dos dialectos de una misma lengua, tienen sin embargo sistemas de escritura totalmente diferentes y también están asociados a comunidades culturales distintas. El urdú lo hablan esencialmente musulmanes en Pakistán, en tanto que el hindí es hablado por hindúes en la India.
Una lengua índica menos conocida es el romaní (o lengua gitana). Se piensa hoy en día que los gitanos huyeron a Turquía desde el noroeste de la India en la Edad Media, tras ser derrotados por los invasores islámicos. Posteriormente se extendieron por toda Europa: desde Irlanda hasta los confines orientales de Rusia. Muchos viven hoy en Norteamérica. El romaní contiene muchas palabras prestadas (sobre todo del griego, que era la lengua hablada más común en Turquía durante la Edad Media).
Rama irania Rama índica
persa [farsi] hindí-urdú
pasto bengalí
kurdo maratí
guyaratí
romaní
3.2 Otras familias
Otras familias destacables son la urálica (que incluye al finés y al húngaro), la altaica (turco y posiblemente japonés y coreano), la austronésica (samoano, fiyiano, filipino e indonesio), la austroasiática (vietnamita, jemer), la afroasiática (árabe y hebreo), la Níger-Congo (suahelí), además de las numerosas familias existentes en America del Norte y del Sur.
Hay lenguas que todavía hoy no han sido incluidas en familias. Suelen denominarse lenguas aisladas. Tal es el caso del vascuence, el ainú (norte de Japón), el buruchasquí (Pakistán), el cutenái (Columbia británica), el gilyak (Siberia), el tarascano (California) o el yucaguiro (Siberia).
4. LENGUAS EN CONTACTO
Aunque las lenguas pueden entrar en contacto de diversas maneras, el modo más común en que lo hacen es mediante el contacto social directo entre los hablantes por razones económicas, políticas, culturales o religiosas. Unos ejemplos ilustrarán este punto. La contratación de trabajadores turcos por parte de numerosas empresas alema-nas ha provocado un estrecho contacto entre alemán y turco en algunas ciudades de Alemania. La llegada de inmigrantes de México y Cuba a los EEUU se ha traducido en un amplio contacto entre el español y el inglés americano. Las situaciones de contacto se pueden describir en términos de la influencia ejercida en los sistemas lingüísticos, de
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Lingüística. Tema 3.
las relaciones sociales que provocan el contacto y, en fin, de la realidad lingüística resultante.
4.1 Préstamo lingüístico
En situaciones de contacto lingüístico los sistemas lingüísticos involucrados se influyen a menudo entre sí por medio del préstamo, consistente en la adopción, por parte de una lengua, de elementos de otra. El préstamo puede ser léxico o gramatical. Lo primero ocurre cuando una lengua adopta palabras de otra. A tales elementos se los suele llamar préstamos léxicos. Por ejemplo, el inglés americano ha tomado del español palabras como macho o taco; del italiano, pizza o spaghetti; del alemán, realpolitik o sauerkraut; del algonquino, skunk o wigwam, etc. Y el español ha tomado del inglés elementos como aparcar, beicon, blog, club, footing, fútbol, hippy, hobby, show, software, thriller, etc.; del francés, amateur, argot, chófer, collage, dossier, gourmet, hotel, tour, etc.; del alemán, cobalto, níquel, etc.; del italiano, balcón, banca, capitán, capricho, escopeta, novela, soneto, etc.; del árabe, aceituna, ajedrez, albañil, alcalde, almohada, cero, gazpacho, guitarra, naranja, ojalá, etc. También pueden importarse frases completas o expresiones idiomáticas. En muchas lenguas se ha importado del inglés la expresión to be or not to be: ser o no ser, être ou ne pas être, etc. El inglés ha forjado la expresión it goes without saying de la francesa il va sans dire. El alemán ha formado Kettenraucher de la correspondiente inglesa chain smoker (‘fumador empeder-nido’). El español ha construido cosmovisión y el inglés worldview de la expresión alemana Weltanschauung. Etc. Los casos como éstos, adoptados de otra lengua por medio de una traducción palabra a palabra, se denominan calcos.
El préstamo fonológico se da cuando una lengua adopta sonidos o patrones fono-lógicos nuevos de otra con la que entra en contacto. El camino más normal para esto es el préstamo léxico. Por ejemplo, el inglés de Nueva York ha tomado el sonido [x] (fricativo velar sordo) en palabras como yecch [iex] del yidis; el sonido final de palabra [] (fricativo palatal sonoro) se ha introducido en el inglés a partir de la adaptación de palabras francesas como rouge, prestige, etc. Los hablantes musulmanes alfabetizados de urdú han tomado del árabe sonidos como [z] y [].
El préstamo morfológico consiste en la adopción, por parte de una lengua, de ciertos elementos morfológicos de otra. El inglés tomó del francés los sufijos -able/-ible (readable, incredible), y del latín –arius el sufijo –er (reader, writer), todos muy productivos. Muchas lenguas han adoptado como elementos derivativos numerosos morfemas del griego clásico para forjar palabras que respondan a determinadas necesi-dades científicas o culturales. En español, por ejemplo, se usan, entre otros muchos, los elementos griegos auto-, hiper-, hipo-, iso-, meta-, neo-, para-, poli-, etc.: autoejecu-table, hipertensión, hipocalórico, isotérmico, metateoría, neoformación, paralingüís-tico, polivalente, etc.
Mediante el préstamo sintáctico el orden en que se disponen los elementos de una estructura sintáctica en cierta lengua puede verse influido por el orden de una estructura similar existente en otra lengua con la que entra en contacto, sustituyendo éste último al anterior. Por ejemplo, el romanche, hablado en Suiza, adoptó el orden ‘adjetivo + nombre’ por influjo del alemán, abandonando el orden original ‘nombre + adjetivo’. Los dialectos griegos de Asia Menor han adoptado el orden ‘sujeto + objeto + verbo’ por la influencia del turco.
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Lingüística. Tema 3.
El préstamo lingüístico está asociado a ciertas características no lingüísticas tales como la intensidad del contacto, determinada por su duración y por el grado de inter-acción de los hablantes. Un contacto a largo plazo y con nivel alto de interacción social se considera que es una situación de contacto intensa. En cambio, un contacto interrumpido durante un largo período de tiempo y con interacción social limitada es considerado una situación de contacto de baja intensidad. Como es de esperar, la inten -sidad del contacto afecta la influencia ejercida en un sistema lingüístico. Los préstamos léxicos sólo requieren contacto de baja intensidad, pues pueden adoptarse palabras aisladas sin necesidad de conocer en profundidad el sistema lingüístico de la lengua donante. Sin embargo, la adopción de elementos, reglas o estructuras fonológicas, morfológicas y sintácticas de una lengua por parte de otra requiere la existencia de al menos algunos hablantes que conozcan ambas lenguas. En otras palabras, el préstamo gramatical exige la existencia de una situación de bilingüismo, en la que se da un grado relativamente intenso de contacto entre los grupos de hablantes.
4.2 Adstrato, superestrato y substrato
Otro factor social que influye en el resultado del contacto entre las lenguas es el prestigio (o poder) de quienes las hablan. Si los hablantes en una situación de contacto se consideran iguales en cuento al prestigio, sus lenguas respectivas se dice que mantienen una relación de adstrato. Este fue el caso del nórdico antiguo y del inglés antiguo, por ejemplo. Si los hablantes en una situación de contacto no mostraban el mismo estatus, entonces la lengua del grupo dominante asumía el papel de lengua superestrato, y la del grupo no dominante el de lengua substrato. En el contacto entre el inglés y el español, de un lado, y las lenguas nativas americanas, por otro, los dos primeros asumieron el papel de lenguas superestrato y las segundas el de substrato, dado el desequilibrio de poder y prestigio entre unos y otros grupos de hablantes. En Alemania, las diversas lenguas de los trabajadores extranjeros (turcos, serbocroatas, griegos, italianos, españoles) son consideradas lenguas substrato, y el alemán, lengua superestrato.
En estas dos situaciones de contacto lo que primero se da es el préstamo léxico. Sin embargo, este proceso puede tomar direcciones diferentes. Si las lenguas mantienen una relación de adstrato, el préstamo se hace en ambas direcciones: estas lenguas son receptoras y donantes a un mismo tiempo. Cuando la relación de prestigio o poder entre los grupos de hablantes es de desigualdad, la lengua superestrato es generalmente la lengua donante y acepta sólo algunos préstamos léxicos de la lengua o lenguas substrato. Como se ve, la relación de adstrato es bidireccional, y la de superestrato / substrato, unidireccional.
Si los hablantes de diferentes lenguas en relación de adstrato mantienen este contacto de manera continuada e intensa durante un largo período de tiempo, puede que resulte de ello una convergencia de lenguas, proceso gracias al cual dos o más sistemas se van ajustando progresivamente entre sí. Las lenguas que participan en una alianza de esta clase forman lo que suele llamarse una Sprachbund (‘unión de lenguas’). Un ejemplo es la Sprachbund balcánica, en la que el albanés, el macedonio, el griego, el rumano y el serbocroata muestran signos de convergencia gracias al hecho de un contacto lingüístico muy intenso y extendido en el tiempo.
Cuando el contacto entre las lenguas ha sido muy intenso y durante un largo período de tiempo, y la relación de prestigio ha sido desigual, puede que ello lleve al cambio de lengua (language shift). Esto ocurre cuando un grupo de hablantes aban-
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Lingüística. Tema 3.
donan su propia lengua y adoptan otra. Si el grupo que cambia es el único grupo de hablantes que queda de la lengua abandonada, ésta morirá una vez que se complete el cambio. En esto consiste básicamente la muerte de una lengua. Muchas lenguas nativas americanas han emprendido ya este proceso, provocado por el del cambio de lengua. Estos procesos se pueden observar directamente en Oberwart, un pueblo situado en la frontera entre Austria y Hungría. Después de la Segunda Guerra Mundial, el alemán se asoció a una poderosa economía industrial, en tanto que el húngaro pasó a representar el estereotipo de lo rústico y antiguo, por supuesto sin prestigio. Actualmente, el bilingüismo sumamente extendido alemán-húngaro está dando paso a una creciente preferencia por el monolingüismo en alemán, en especial en las generaciones jóvenes de Oberwart. Aquí, sin embargo, no estamos ante la muerte de una lengua, pues el húngaro es la lengua común de Hungría.
4.3 Sabires y criollos
Dos productos lingüísticos importantes resultado del contacto entre lenguas son la creación de lenguas sabires (pidgin languages) y criollas (creole languages). Un sabir nace típicamente en un escenario en que dos o más grupos de hablantes coinciden para establecer relaciones comerciales. Si tales comerciantes no comparten una lengua común con que comunicarse, puede que lleguen a crear una lengua simplificada, aunque distinta, y de carácter auxiliar, un sabir, que ayude a establecer y mantener el trato comercial. Un ejemplo sobresaliente es la jerga chinuca, un sabir hablado por comer-ciantes nativos americanos, británicos y franceses en la zona noroeste del Pacífico norte durante el siglo XIX. A diferencia de los sabires, que no son las lenguas primeras de quienes las hablan, las criollos surgen en situaciones en que los hablantes en contacto necesitan un medio de comunicación común y primero. Ésta fue la necesidad básica que se suscitó en el contexto de las plantaciones de las islas caribeñas y del sur de EEUU. En ellas entraron en contacto muchos grupos de africanos que hablaban lenguas a menudo diferentes e ininteligibles entre sí, y un pequeño grupo de europeos. Esto planteó la urgente necesidad de un medio de comunicación para que los africanos se entendieran entre sí y para que éstos se entendieran con los europeos. Como los recursos lingüísticos empleados servían para acometer un conjunto amplio de finalidades comunicativas, no sólo las comerciales (como era el caso de los sabires), se desarrollaron las lenguas criollas, que han llegado a convertirse en lenguas nativas para diversos grupos de hablantes. He aquí algunos casos de lenguas criollas: el jamaicano (basado en el inglés), el haitiano (basado en el francés), el chabacano (basado en el español: Mindanao), el papiamento (basado en el portugués: Nicaragua, Puerto Rico, Venezuela, Antillas), etc. La diferencia básica entre sabires y criollos es que los primeros son lenguas aprendidas, segundas, en tanto que los criollos (surgidos a partir de sabires de diverso tipo), son lenguas primeras, nativas.
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Lingüística. Tema 3.
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Lingüística. Tema 3.
ANEXOS
Mapa nº 1: LOCALIZACIÓN DE LAS LENGUAS INDOEUROPEAS
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Ramas:1 céltica2 germánica3 románica4 helénica5 eslava6 albanesa7 armenia8 indo-irania9 báltica
Líneas punteadas: fronteras políticas.Líneas continuas: fronteras lingüísticas.
Lingüística. Tema 3.
Mapa nº 2:LOCALIZACIÓN DE ALGUNAS FAMILIAS LINGÜÍSTICAS
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Fam
ilias:1 indoeuropea
8 austronésica2 caucásica
9 indo-pacífica (papuana)3 altaica
10 australiana4 fino-ugria (urálica)
11 afroasiática5 dravídica
12 Níger-C
ongo6 austroasiática
13 nilo-sahariana7 sino-tibetana
14 joisana
Lingüística. Tema 3.
EJERCICIOS
1¿Qué tendencias y universales se muestran en los sistemas vocálicos siguientes?
a) Afrikáans (Sudáfrica):
i y u
ø ə o
ɛ ɔ
a
b) Squamish (estado de Washington):
i u
ə
a
2La presencia de fonemas vocálicos largos y nasales está regida por universales implicativos. ¿De qué modo los sistemas vocálicos presentados a continuación muestran la longitud y la nasalidad y cumplen los universales implicativos?
a) Árabe maltés:
i u iː uːe o eː oː
a aː
b) Awji (Norte de Nueva Guinea):
i u ĩ ũe ə o ẽ ə õ
a a
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Lingüística. Tema 3.
3Considere los siguientes sistemas consonánticos. ¿Cumplen con los universales implicativos considerados en este tema?
a) Tahitiano (Tahití)
p t ʔf hv rm n
b) Palauano (Islas Palau):
t k ʔb
ðs
m ŋl, r
c) Nengone (Islas Loyalty, Pacífico Sur) (sólo subsistemas oclusivo y nasal):
ph th ʈh kh ʔb d ɖ gm n ɲ ŋ
m˳ n˳ ŋ˳
(Los sonidos [ʈ] y [ɖ] son retroflejos; los marcados con [˳] están ensordecidos.)
d) Mixe (Sur de México):
p t k ʔd gts ʧs x h
v ɣm n
4Describa las características morfológicas de cada una de las lenguas siguientes en términos de la clasificación presentada en el apartado 2.2.
a) Yupik suberiano:
Angya-ghlla -ng -yug -tuqbote -grande -conseguir -querer -3ª SG.PRES
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Lingüística. Tema 3.
(“Quiere conseguir un bote grande.”)
b) Letón
las-u las-ām rakst-u rakst-āmleer-1ª SG.PRES leer-1ªPL.PRES escribir-1ªSG.PRES escribir-1ªSG.PRES(“Leo.”) (“Leemos.”) (“Escribo.”) (“Escribimos.”)c) Japonés
gakusei-wa homer-are-na-iestudiante-TOP alabar-PAS-NEG-PRES(“El estudiante no es alabado.”)
5Haga un análisis morfológico de los siguientes datos tomados del letón. Aísle los morfemas y delimite sus significados. Tras haber segmentado e identificado los morfemas, describa cómo estos datos reflejan los universales implicativos considerados en el apartado 2.2.
a) lidotājs aviador-NOMb) lidotāju aviador-ACUSc) lidotājam aviador-DATd) lidot volare) rakstītājs escritor-NOMf) rakstītāju escritor-ACUSg) rakstītājam escritor-DATh) rakstīt escribir
6Examine los datos siguientes extraídos del malgache (lengua austronésica hablada en Madagascar). ¿Cumple el malgache las tendencias relativas al orden de palabras consideradas en el apartado 2.3?
a) amin' ny restauranta a el restaurante (“al restaurante”)
b) Enti'n ny labiera ny mpiasa. trae la cerveza el camarero (“El camarero trae la cerveza.”)
c) Avy any Amerika izy. viene de América él (“Él viene de América.”)
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LINGÜÍSTICA TEMA 4 FONÉTICA Y FONOLOGÍA
1. La expresión fónico-‐acústica.-‐ 2. Fonética: vocales, consonantes y procesos fonéticos.-‐ 3. El AFI.-‐ 4. Fonología: fonemas y alófonos.-‐ 5. Rasgos distintivos y oposiciones fonológicas.-‐ 6. Más allá del fonema.
1. LA EXPRESIÓN FÓNICO-‐ACÚSTICA 1.1 Introducción
A pesar de su aparente naturalidad, el hecho de que las lenguas tengan una expresión ante todo fónico-‐acústica (es decir, producida por un aparato fonador y captada por un aparato auditivo), es el resultado de una evolución histórica compleja. El ser humano, en efecto, no posee ningún órgano exclusivamente espe-‐cializado en la producción de sonidos: una parte del aparato fonador (empezando por los pulmones y la laringe) tenía en origen sólo la función de garantizar la respiración, esto es, la aportación de oxígeno a la sangre; otra parte (la boca, con los dientes y la lengua) servía para ingerir y masticar los alimentos, además de para distinguir los sabores; y otra (la nariz) estaba destinada a la respiración y a la percepción y discrimi-‐nación de los olores.
La producción de sonidos (o fonación) ha tenido lugar, por tanto, sólo como función secundaria, y en cierto sentido parásita, en un complejo de órganos inicial-‐mente destinado a otro fin completamente distinto. La ‘convivencia’ de funciones tan diferentes como la fonación y la respiración (por no hablar de la alimentación y de la percepción de los olores) ha llevado a que ambas se encontrasen en el tiempo y se adaptasen recíprocamente.
De estas consideraciones deriva una conclusión de carácter semiótico: si es verdad que el ser humano no tenía al principio ningún órgano especializado para la producción de sonidos, eso significa que la fonación debe haber sido elegida, entre las posibles modalidades expresivas del código lingüístico, por razones concretas de eficiencia semiótica o de ergonomía. Entre los demás tipos de expresión accesibles al ser humano (como la gestualidad, la mímica, la producción de elementos que repre-‐sentaran más o menos icónicamente los objetos designados), la fonación presenta, en efecto, numerosas ventajas:
Lingüística. Tema 4. Fonética y Fonología.
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a) Puede ser puesta en práctica simultáneamente a otros comportamientos: podemos hablar mientras movemos los brazos o las manos, mientras trabajamos, andamos, etc. La gestualidad, al contrario, no nos deja disponer de las manos o de los brazos, porque los utiliza directamente.
b) Es una ventaja desde el punto de vista del receptor: puede ser seguida y
captada en condiciones ambientales difíciles, en las que otros órganos receptores estarían impedidos. Esta fácil transmisibilidad se comprueba en el hecho de que conseguimos hablar y ser escuchados a oscuras, con niebla, sin ver directamente a nuestro interlocutor o sin ser vistos por él, etc. (Piénsese, como prueba de esta ventaja, que la comunicación telefónica se hace posible precisamente porque el medio a través del cual se manifiestan las lenguas es fónico.) Un mensaje gestual requiere en cambio que el receptor esté a la vista del emisor, y se presta menos a ser retransmitido a otros.
c) En consecuencia, un mensaje fónico puede ser captado por varios receptores
simultáneamente. Tenemos la capacidad de modular la intensidad de la voz para hacernos oír a distancias mayores, o bien para dirigimos simultáneamente a más de una persona.
d) El medio fónico permite una amplia modulabilidad: producimos y percibimos
un número elevado de sonidos claramente distintos, conseguimos crear sutiles diferencias entre un sonido y otro, diferenciar sucesivamente cadenas de sonidos mediante entonaciones distintas, etc. La gradación que va del lenguaje hablado al cantado da una idea clara de esta posibilidad. Los recursos que hacen factibles estas características son, por tanto, más numerosos que los de cualquier otra expresión accesible al ser humano.
e) La fonación se puede producir de manera continua, sin interrupciones
obligatorias en el flujo de los sonidos. Ningún otro medio de expresión humana permite la continuidad con la misma riqueza: los gestos no se enlazan entre sí, como puede hacer el sonido.
f) En fin, la fonación es, por así decirlo, ‘portátil’, en cuanto que para ser ejecu-‐
tada no necesita nada que sea ajeno al cuerpo. Si la comunicación tuviese lugar mediante la manipulación de objetos (más o menos icónicos), esta portabilidad se vería reducida o impedida. A ello se añade que es rápida, y por consiguiente favorece la producción de un elevado número de elementos lingüísticos en un breve intervalo de tiempo. Se ha comprobado que, quizás precisamente por esta característica, la fonación ha permitido el desarrollo de estructuras sintácticas complejas. 1.2 Esquema del aparato fonador humano
Muy esquemáticamente, el aparato fonador humano puede ser representado por una bomba a la que, mediante una válvula, se une un tubo curvo, como puede
Lingüística. Tema 4. Fonética y Fonología.
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verse en la siguiente figura:
La bomba está constituida por los pulmones, que trabajan como dos balones
elásticos: en la respiración, al expandirse introducen aire en su interior; al contraerse, lo expulsan, liberándose de la energía acumulada. El tubo está compuesto en gran medida por la tráquea, que constituye el conducto a través del cual el aire entra y sale; el extremo está constituido por una serie de diafragmas (boca, dientes, labios, etc.), que pueden modificar el flujo del aire. La válvula situada entre la bomba y el tubo es la laringe, formada por dos pliegues de tejido muscular que pueden abrirse y cerrarse: las cuerdas vocales. El espacio comprendido entre las cuerdas vocales es la glotis.
Cuando los pulmones se expanden y contraen (horizontalmente por efecto de los movimientos de las costillas y verticalmente por efecto de los del diafragma), intro-‐ducen y expelen aire. Durante la expulsión, las cuerdas vocales pueden estar abiertas (en tal caso se tiene la respiración silenciosa) o cerradas. Si están cerradas, el aire procedente de los pulmones, que no puede expandirse, ejerce una presión sobre las cuerdas vocales, empujándolas a abrirse durante un brevísimo intervalo de tiempo, para salir en forma de soplo, después de lo cual se vuelven a cerrar para a continua-‐ción abrirse de nuevo, y así sucesivamente. Este movimiento de apertura y cierre es muy rápido (cada ciclo dura aproximadamente 0,6 segundos), y la sucesión de soplos de aire (o sea, de aire primero comprimido y después enrarecido) a que da lugar produce un sonido audible (el llamado tono laríngeo). La calidad de este sonido, a medida que avanza por el tubo de salida, se modifica profundamente originando así los sonidos lingüísticos tal y como los percibimos auditivamente.
El aparato fonador está, por tanto, fundamentalmente compuesto por una fuente de energía acústica (las vibraciones de la laringe, producidas por las vibra-‐ciones del aire expulsado por los pulmones, que originan el sonido básico) y por un
Lingüística. Tema 4. Fonética y Fonología.
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filtro, las vías respiratorias, que, al elaborar el tono laríngeo, determinan la calidad fonética del sonido. El filtro elabora el tono laríngeo principalmente modificando la forma y el volumen en varios puntos, de manera que presenta barreras más o menos completas al avance del aire. Esta función de obstrucción es ejercida por algunos diafragmas, válvulas situadas en diversos puntos del tubo y constituidas por varios órganos del aparato.
Sobre esta base se pueden distinguir los sonidos en dos categorías principales: las vocales, producidas por el aire que sale sin encontrar ningún diafragma completa-‐mente cerrado, y las consonantes, producidas por el aire que se abre camino a través de un diafragma completamente o casi completamente cerrado. Sin embargo, exis-‐ten también, como veremos, sonidos intermedios entre una categoría y otra.
2. FONÉTICA: VOCALES, CONSONANTES Y PROCESOS FONÉTICOS
La Fonética es la disciplina que estudia la naturaleza de los sonidos lingüísticos vistos en su carácter físico (sin preocupamos de su pertinencia), esto es, con-‐siderando la manera en que:
a) los produce el aparato fonador; b) se propagan en el aire, y c) son percibidos por el aparato auditivo.
De lo primero se ocupa la Fonética articulatoria; de lo segundo, la Fonética acústica, y de lo tercero, la Fonética cognitiva. La primera tiene una base anatómico-‐funcional; la segunda, física, y la tercera, perceptiva.
Debido a las relaciones establecidas con ámbitos no estrictamente lingüísticos, en la instrumentación de la Fonética intervienen nociones anatómicas, físicas, mate-‐máticas, etc. El enorme desarrollo de los estudios fonéticos (en los últimos años también gracias a las investigaciones que tienen que ver con los intentos de sintetizar electrónicamente la voz y de proyectar máquinas capaces de reconocerla) no nos permite ofrecer aquí una presentación analítica completa. En este tema se encon-‐trarán solamente algunas nociones básicas, seleccionadas en cuanto a que pueden servir para el examen de los restantes ámbitos de la Lingüística. 2.1 Vocales 2.1.1 Dimensiones de los sonidos vocálicos
Como ya hemos visto, las vocales se producen como consecuencia de un flujo de aire que sale por el tubo fonador sin encontrar estrecheces u obstáculos notables en ningún punto. Lo que determina las diferentes vocales es esencialmente la variación de posición de la lengua (el articulador, sin duda, con mayor movilidad y flexibilidad) en la boca, concretamente respecto del paladar. Por eso, las vocales se clasifican generalmente a partir de tres dimensiones (aunque, naturalmente, la clasificación que pasaremos a describir no tiene un valor absoluto):
Lingüística. Tema 4. Fonética y Fonología.
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a) Abertura/cierre: Se refiere a la altura de la parte momentáneamente más alta de la lengua respecto del paladar, que hace que el paso del aire sea más o menos amplio. Se distinguen así las vocales abiertas (o bajas: lengua en el punto más distante del paladar), semiabiertas (o semibajas), semicerradas (o semialtas) y cerradas (o altas: lengua lo más cerca posible del paladar).
b) Anterioridad/posterioridad: Se relaciona con el lugar del paladar con respecto
al cual se coloca el cuerpo de la lengua en la emisión de una vocal. Caben tres posiciones: adelantada, central y atrasada. De ahí que haya vocales anteriores (punta de la lengua hacia la parte anterior del paladar), posteriores (la lengua se retrotrae hacia la parte posterior del paladar) y medias (o centrales: punta ligeramente hacia el centro y lengua prácticamente distendida).
c) Redondeamiento: Alude a la conformación de los labios, que pueden estar
alargados o redondeados y ligeramente proyectados hacia adelante. Se distinguen así vocales redondeadas y no-‐redondeadas. Esta última dimensión es menos frecuente que las dos anteriores, de tal manera que se habla de ella solamente a propósito de las vocales que la presentan.
La ilustración siguiente muestra de modo simplificado las dimensiones expli-‐
cadas:
Si tomamos las dos primeras dimensiones y las representamos en un eje de coordenadas, puede determinarse una serie de puntos susceptibles de ser utilizados como puntos de referencia en la determinación de los sonidos vocálicos reales. Los puntos más extremos de esta serie son cuatro:
i. el más anterior y cerrado, representado por la vocal [i]; ii. el más posterior y abierto, representado por la vocal [ɑ]; iii. el más posterior y cerrado, representado por la vocal [u], y iv. el más anterior y abierto, representado por la vocal [a].
abertura mínima
abertura media
abertura máxima
anteriores (no redondeadas)
posteriores (redondeadas)
central
Lingüística. Tema 4. Fonética y Fonología.
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Estos puntos extremos sirven para definir convencionalmente otros cuatro puntos, esta vez de naturaleza intermedia:
v. anterior y semicerrado, representado por la vocal [e]; vi. anterior y semiabierto, representado por la vocal [ɛ]; vii. posterior y semicerrado, representado por la vocal [o], y viii. posterior y semiabierto, representado por la vocal [ɔ].
Estos ocho puntos referenciales se disponen en el siguiente cuadrilátero del modo siguiente1:
Si tomamos en cuenta la tercera dimensión, el redondeamiento, observamos que las vocales [i], [e], [ɛ], [a] y [ɑ] son no redondeadas, en tanto que [ɔ], [o] y [u] muestran respectivamente un grado de mayor redondeamiento.
Estas ocho vocales son comúnmente conocidas como las vocales cardinales primarias. Las vocales cardinales secundarias están constituidas por la versión redondeada o no redondeada, según corresponda, de las vocales primarias. Así, la versión redondeada de las vocales [i], [e], [ɛ], [a] y [ɑ] es respectivamente: [y], [ø], [œ], [ɶ] y [ɒ]. Y la no redondeada de [ɔ], [o] y [u]: [ʌ], [ɤ] y [ɯ] respectivamente. Tras esta inversión el cuadro anterior resulta así:
1 D. Jones (1918) ideó este esquema teórico, que llamó de vocales cardinales, en el que se integran todas las vocales que distingue la IPA (International Phonetic Association). Las vocales cardinales no corresponden a ninguna lengua determinada, sino que constituyen un sistema teórico de referencia en relación con el cual se puedan tipificar de modo homogéneo las vocales de las lenguas.
anteriores posteriores
Cerradas (altas)
Semicerradas (semialtas)
Semiabiertas (semibajas)
Abiertas (bajas)
i u
e o
ɛ ɔ
a ɑ
Lingüística. Tema 4. Fonética y Fonología.
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El AFI añade otros doce puntos vocálicos a este conjunto básico:
i. Ocho centrales (es decir, cuando la lengua adopta una posición a medio camino entre las posiciones anterior y posterior): [ɨ], [ʉ], cerradas; [ɘ], [ɵ], semiabiertas; [əә], a medio camino entre semi-‐cerradas y las semiabiertas; [ɜ], [ɞ], semiabiertas; y [ɐ], a medio camino entre las semiabiertas y las abiertas.
ii. Tres anteriores; dos se sitúan entre las vocales cerradas y semicerradas y son algo menos adelantados que éstas: [ɪ] y [ʏ]; el otro lo hace entre las semiabiertas y abiertas: [æ].
iii. Uno posterior, situado entre las vocales cerradas y semicerradas y algo más adelantado que éstas: [ʊ].
El cuadro que ofrece el AFI (en su versión actualizada hasta 2005), por tanto, es como sigue (vid. anexo 1):
anteriores posteriores
Cerradas (altas)
Semicerradas (semialtas)
Semiabiertas (semibajas)
Abiertas (bajas)
y ɯ
ø ɤ
œ ʌ
ɶ ɒ
anteriores centrales posteriores
cerradas
semicerradas
semiabiertas
abiertas
Cuando los símbolos aparecen en pareja, el de la derecha representa una
vocal redondeada.
Lingüística. Tema 4. Fonética y Fonología.
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Junto a las tres dimensiones que hemos ilustrado (en las que las vocales se producen por efecto del paso del aire a través del único canal oral), hay que hablar también, por su presencia en las lenguas, sobre todo de otras dos: la nasalidad y la duración2.
La nasalidad se refiere a las articulaciones vocálicas que se producen con el paso del aire a través de la nariz. En este caso las vocales se llaman nasales; las no nasales se llaman orales. En todas las lenguas existen vocales que, por influjo de consonantes nasales próximas, asumen cierta porción de nasalidad. En otras lenguas la complicación es mayor, porque tienen, junto a la serie de vocales orales, una serie de vocales nasales. Ello ocurre, como caso típico, en francés, que tiene cuatro vocales nasales (la nasalización se indica, en el AFI, con un signo característico, la tilde, superpuesto al símbolo vocálico: [a] ≈ [ã]): [ɛ], [ɑ ], [œ] y [ɔ].
La duración consiste en el alargamiento de la emisión vocálica con o sin variación del timbre. El AFI usa para representar esta cualidad el símbolo ‘ː ’. En inglés y en alemán, por ejemplo, hay distinciones vocálicas basadas en la duración: inglés [bɪt] bit «trozo», frente a [biːt] beat «golpear»; alemán [bist] bist «eres», frente a [biːst] Biest «animal». También en latín existían distintos niveles de longitud: věnit «viene» y vēnit «vino» son diferentes precisamente por el grado de longitud distinto de las dos e. Algunas lenguas presentan diferencias entre tres grados de longitud. En estonio, por ejemplo, hay tres: sada «cien», saada «¡mandad!» y saaada, con vocal muy larga, «estar permitido».
2.1.2 Semivocales y semiconsonantes
Las vocales tienen, entre otras, la importante función de ser los únicos ele-‐mentos fónicos capaces de llevar acento, o, como se dice también, de actuar como núcleo o centro silábico3. No obstante, hay sonidos vocálicos que no cumplen esta función. Ello ocurre cuando se emite un diptongo, esto es, dos sonidos vocálicos contiguos que forman una sílaba. Aunque por comodidad, al referirnos a un diptongo, generalmente aludimos a las dos vocales que lo forman, conviene resaltar que, desde el punto de vista estrictamente fonético, el diptongo es en realidad una vocal alargada que cambia gradual y significativamente de timbre. Esta unidad vocálica consta de dos segmentos: a) el que se constituye en núcleo silábico; b) el que no constituye núcleo silábico, que depende por tanto del anterior y cuyo timbre es cerrado.
Los diptongos son crecientes cuando se pasa de un segmento no nuclear a otro nuclear silábico: se crece en abertura. En este caso, los sonidos no nucleares del diptongo suelen denominarse semiconsonantes: [ja] (hacia), [je] (tierra), [jo] (it. fiore «flor»), [ju] (viudo), [we] (huevo), [wo] (cuota), [wi] (fr. oui «sí»), [jœ] (islandés jötunn «gigante»), [wɛ] (fr. groin «hocico»), etc.
2 Hay otras dimensiones que, por ser mucho menos frecuentes y por falta de espacio, no trataremos: ensordecimiento, tensión y laxitud, faringalización, laminalización, etc. 3 Esta función no es exclusiva de las vocales. Otros sonidos aproximantes como [l ], [n ], [r ] y [m ] pueden constituir en diversas lenguas núcleo silábico.
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Los diptongos son decrecientes cuando se pasa de un segmento nuclear a otro no nuclear: se decrece en abertura. En este caso, los sonidos no nucleares del diptongo suelen denominarse semivocales: [ai ] (aire), [ei ] (veinte), [oi ] (soy), [au ] (aurífero), [eu ] (Europa), [ou ] (cat. pou «pozo»), [ui ] (cat. avui «hoy»), [iu ] (finés viulu «violín»), [əәʊ] (ing. británico low), [oʊ] (ing. americano low), etc.
También hallamos sonidos semiconsonánticos y semivocálicos en los triptongos, esto es, cuando en la emisión de una sola sílaba aparecen dos cambios claros del timbre vocálico en relación con el núcleo silábico: español [wai ] (averiguáis), [wei ] (santigüéis), etc., con núcleo en el segundo segmento; inglés [aʊəә] (hour), [aɪəә] (fire), etc., con núcleo en el primer segmento; rumano [i o a] (creioane «lápices» etc., con núcleo en el tercer segmento.
Tradicionalmente los sonidos semiconsonánticos han sido considerados de natu-‐raleza consonántica, y los semivocálicos de naturaleza vocálica. La razón principal de esta clasificación se debe sobre todo a que en los primeros la salida del aire es ligera-‐mente menos abierta que en los segundos. Los primeros se catalogan en el AFI como aproximantes (los sonidos consonánticos más abiertos y, por tanto, con propiedades vocálicas) (vid. epígrafe siguiente): [j], [w] (el último símbolo es más utilizado que el empleado en el AFI: [ɰ]). Los segundos como vocales con rasgos consonánticos, y suelen ser representados con el diacrítico ‘ ’ (AFI = sonido vocálico no silábico: [i ], [əә], [u ], etc.)4.
2.1.3 Especificación de los sonidos vocálicos del español peninsular estándar La especificación de los sonidos vocálicos se establece teniendo en cuenta las
dimensiones consideradas. Como ejemplo de esta labor recurrimos al inventario de los sonidos vocálicos del español peninsular estándar.
Cabe disponer tales sonidos de la siguiente manera:
anteriores centrales posteriores semiconsonantes [j] [w] semivocales [i ] [u] altas cerradas [i] ≈ [ĩ] [u] ≈ [ũ] altas abiertas [i ] ≈ [i ] [u] ≈ [ũ] medias cerradas [e] ≈ [e] [o] ≈ [õ] medias abiertas [e] [o] ≈ [o ] bajas [a˖], [a] ≈ [ã], [a]
4 En inglés suele hacerse referencia a ambos tipos de sonidos con el término glides (que algunos traducen al español como ligaduras).
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2.2 Consonantes Casi todos los sonidos consonánticos de las lenguas naturales son espirados (en
la AFI se los denomina pulmonares (pulmonic)), esto es, se producen por un flujo de aire que proviene del tracto fonador completamente cerrado (naturalmente de forma momentánea) o bien fuertemente estrechado5. El cierre y el estrechamiento se pueden dar de diferentes maneras y en diversos puntos del tracto. Por eso las conso-‐nantes generalmente se clasifican según su modo de articulación y su punto de articulación. Los órganos que llevan a cabo el contacto con el punto de articulación, realizando así el cierre o el estrechamiento, se llaman articuladores. Son articula-‐dores, por lo tanto, los labios (que pueden cerrarse uno contra otro), la lengua (el articulador más móvil y versátil), el velo del paladar, etc.
A esta clasificación se agrega otra, también básica, establecida sobre la base del comportamiento mostrado por las cuerdas vocales durante la producción de un sonido consonántico. Se distinguen así las consonantes sonoras, producidas con vibraciones de las cuerdas vocales, y las sordas, producidas con las cuerdas vocales abiertas.
Como en las vocales, la duración también es una dimensión de las consonantes. Cuando es aplicada, el caso más frecuente es el denominado geminación, fenómeno gracias al cual una consonante se duplica fonéticamente (dando la impresión, no cierta desde el punto de vista fonético, de que se trata de dos consonantes perte-‐necientes a dos sílabas diferentes y contiguas): it. [ˈfato] fato «hado» y [ˈfat:o] fatto «hecho» (la longitud está marcada con ‘:’ después del símbolo al que se refiere); cat. [ˈpob:le] poble «pueblo»; ruso [ˈdlʲinəә] длина «longitud» frente a [ˈdlʲin:ɨi ] длинный «largo», etc.
2.2.1 Modo de articulación El modo de articulación se refiere al tipo de cierre que se le presenta al paso del
aire. Se tienen en cuenta generalmente los siete modos siguientes: a) Si el cierre es total, se habla de articulaciones oclusivas: [p], [t], [k], [b], [d],
[g], etc.
5 Hay otros sonidos consonánticos, menos utilizados en las lenguas naturales, que son no espirados (la AFI los denomina no pulmonares (non pulmonic)). Tales sonidos son producidos aprovechando el aire existente entre la laringe y los labios o una corriente de aire inspirado. Estos sonidos se clasifican en eyectivos (hay dos cierres, uno en la glotis y otro en algún lugar de la cavidad bucal, y además la laringe asciende y comprime al aire atrapado entre esos dos cierres, produciéndose dos explosiones sucesivas cuando es liberado al abrir ambos cierres: [p’], [t’], [c’], [k’], [q’], etc.), inyectivos (el mismo proceso anterior, pero ahora la laringe desciende, el aire atrapado baja y al abrirse el primer cierre de la cavidad bucal penetra aire del exterior: [ƥ], [ɓ], [ƭ], [ɗ], [ƙ], [ɠ], etc.) y clics (también se producen mediante dos cierres; el más interno se produce siempre en el velo del paladar; al abrir el cierre más exterior se succiona aire que, al penetrar, provoca una explosión: bilabial [ʘ], dental [ǀ], posalveolar [ǃ], palatoalveolar [ǂ], alveolar lateral [ǁ‖].). En este tema sólo consideraremos las consonantes espiradas.
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b) Si primero hay un cierre total e inmediatamente después otro parcial, se habla de africadas; constan de un momento oclusivo y otro normalmente fricativo: [ʧ], [ʤ], etc.
c) Si el cierre es parcial, y el aire sale con un ruido de frotamiento, se habla de articulaciones fricativas: [f], [θ], [x], [h], [β], [s], [z], etc.
d) Si, al paso del aire, los órganos están próximos pero no lo suficiente para
provocar un ruido de frotamiento, se habla de articulaciones aproximantes. Son los sonidos más abiertos de los sonidos consonánticos: [j], [w], [l], [ʎ], etc.6
e) Si el paso del aire no sólo se realiza a través del canal oral, sino también a
través de las fosas nasales, se producen las nasales: [m], [n], [ɲ], [ɱ], [ŋ], etc.
f) Si el cierre se produce mediante la vibración de un articulador móvil (como la lengua o el velo del paladar), tenemos las vibrantes. Éstas pueden ser simples (taps), como [ɾ], [ɽ], o múltiples (trills), como [r], [ʀ]. Las primeras consisten en un ligero roce entre los órganos activo y pasivo (en [ɾ] la lengua roza los alvéolos; en [ɽ] la úvula roza ligeramente el posdorso de la lengua). Las segundas son oclusivas intermitentes en las que hay dos o tres oclusiones muy breves (en [r] estas oclusiones las realiza la lengua con los alvéolos; en [ʀ], la úvula con el posdorso lingual).
g) Si el cierre se realiza adhiriendo ya un lado de la lengua a un punto de
articulación, ya el centro de ésta al paladar, de modo que el aire salga sólo por un lado o por ambos a la vez, tenemos las laterales: [l], [ʎ], [ʟ], etc. Las laterales son generalmente aproximantes, pero también las hay fricativas: [ɬ], [ɮ].
Cabe establecer dos grupos con estos modos. El primero está constituido por los
modos (a-‐c) y parte del (d), pues en ellos no se producen sonidos consonánticos con sonoridad espontánea. Esto significa que las consonantes sonoras de tales modos se forjan a partir de las correspondientes sordas. El segundo, por los modos (e-‐g) y el resto del (d), dado que en ellos los sonidos se producen con sonoridad espontánea (como en las vocales), lo que significa que pueden ser ensordecidos. A las conso-‐
6 Los términos fricativo y aproximante suelen prestarse a equivocaciones. En primer lugar, muchos autores no utilizan el segundo término (es relativamente moderno en el ámbito hispánico), y llaman fricativos a los elementos de una y otra categoría. Algunos distinguen entre consonantes fricativas “de resonancias altas” (las propiamente fricativas) y “de resonancias bajas” (las aproximantes). Para más complicación, el IPA incluye los símbolos fonéticos que se emplean normalmente para transcribir las aproximantes del español (es decir, [β], [ð] y [ɣ]) en la categoría de las fricativas. Para indicar que estos sonidos carecen del ruido de fricción -‐es decir, son aproximantes-‐ se les añade un diacrítico: [β ], [ð ] y [ɣ].
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nantes del primer grupo se las suele llamar obstruyentes, y a las del segundo, sonantes. Además, y dentro de las sonantes, a las consonantes vibrantes y laterales, en conjunto, se las conoce también como líquidas. En este contexto, las aproximantes constituyen una categoría puente que incluye tanto elementos obstruyentes como sonantes.
2.2.2 Punto de articulación
El punto de articulación indica el lugar del tracto fonador en que un órgano activo y otro pasivo provocan el cierre total o parcial del tracto vocal. Tomando como punto de referencia la parte anterior del canal fonador, se aprovechan los siguientes puntos de articulación para establecer diversas series de consonantes:
a) Bilabial. Cerrazón producida por ambos labios: [p], [b], [m], [ɸ], [β], etc. b) Labiodental. Cerrazón producida por los dientes superiores con el labio infe-‐
rior: [f], [v], [ɱ], etc.
c) Dental. Cerrazón producida tras colocarse la lengua entre ambos incisivos o porque el ápice de ésta se aproxima o toca la cara interior de los incisivos superiores: [θ], [ð].
d) Alveolar. Cerrazón producida por la aproximación o toque, por parte del ápice
o predorso de la lengua, de los alvéolos superiores: [t], [d], [n], [r], [ɾ], [s], [z], [ɬ], [ɮ], [l], etc.
e) Post-‐alveolar. Cerrazón producida por la aproximación del predorso lingual a
la zona superior de los alvéolos superiores: [ʃ], [ʒ].7
f) Retroflejo. Cerrazón producida por la aproximación o toque, por parte del ápice de la lengua vuelto hacia el interior de cavidad bucal, del órgano pasivo: [ʈ], [ɖ], [ɳ], [ɽ], [ʂ], [ʐ], [ɻ], [ɭ].
g) Palatal. Cerrazón producida por la aproximación o toque de gran parte del
predorso lingual con el paladar duro: [c], [ɟ], [ɲ], [ç], [ʝ], [j], [ʎ].
h) Velar. Cerrazón producida por la aproximación o adherencia del medio-‐dorso o post-‐dorso lingual al velo del paladar: [k], [g], [ŋ], [x], [ɣ], [ɰ], [ʟ].
i) Uvular. Cerrazón producida por el levantamiento del post-‐dorso lingual hacia
la úvula: [q], [ɢ], [ɴ], [ʀ], [χ], [ʁ].
7 Seguimos la propuesta de la AFI. En otras propuestas, sin embargo, estos sonidos se consideran prepalatales (la lengua, para emitirlos, se adelanta desde los alvéolos superiores a la zona prepalatal). En cualquier caso, se trata de dos denominaciones aceptables para un mismo punto de articulación.
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j) Faríngeo. Cerrazón producida por la aproximación de la raíz de la lengua a la pared faríngea: [ħ], [ʕ].
k) Glotal. El órgano pasivo es la glotis y el activo las cuerdas vocales, que se unen
o se aproximan: [ʔ], [h], [ɦ].
En la ilustración siguiente se muestran los puntos fundamentales de los órganos activos y pasivos que intervienen en la producción de los sonidos consonánticos: 2.2.3 Especificación de los sonidos consonánticos
En el cuadro siguiente, tomado del IPA (versión actualizada hasta 2005 (vid. anexo 1)), se muestran los sonidos consonánticos considerados fundamentales o primarios. A partir de ellos las lenguas configuran los que les son propios, para lo que suelen descartar algunos y modificar o crear, a partir de esta base, otros.
Cuando aparecen símbolos en pareja, el de la derecha corresponde al sonoro, el de la izquierda al sordo. Las casillas sombreadas en gris significan que los sonidos que pudieran serles asignados teóricamente son considerados imposibles desde el punto de vista articulatorio.
(Plosive: oclusiva. Trill: vibrante múltiple. Tap or Flap: vibrante simple. Lateral fricative: fricativa lateral. Lateral approximant: aproximante lateral. Retroflex: (consonante) retrofleja. Pharyngeal: (consonante) faríngea.)
1. Cavidad nasal 2. Paladar duro 3. Labios 4. Dientes 5. Alvéolos 6. Región posalveolar 7. Prepaladar 8. Paladar medio 9. Paladar blando 10. Pospaladar 11. Región velar
12. Úvula 13. Raíz lingual 14. Ápice lingual 15. Predorso lingual 16. Mediodorso lingual 17. Posdorso lingual 18. Epiglotis 19. Faringe 20. Glotis 21. Tráquea
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Así las cosas, y desde el punto de vista articulatorio, las consonantes pueden describirse básicamente mediante las tres dimensiones de modo, lugar de articu-‐lación y sonoridad. Algunos ejemplos:
[p], oclusiva bilabial sorda (esp. para); [ɖ], oclusiva retrofleja sonora (hindí [ɖɑl] «rama») [k], oclusiva velar sorda (esp. casa) [ʔ], oclusiva glotal sorda (ár. Allah [ʔalːaːh] «Alá») [ɱ], nasal labiodental sonora (esp. enfermo); [ɲ], nasal palatal sonora (esp. año); [ŋ], nasal velar sonora (esp. enjuto) [r], vibrante múltiple alveolar sonora (esp. carro); [ʀ], vibrante mútiple uvular sonora (fr. rue «calle»); [ɾ], vibrante simple alveolar sonora (esp. caro); [ɸ], fricativa bilabial sorda (variedad andaluza los viejos [lɔ ɸjɛhɔ]) [v], fricativa labiodental sonora (fr. viens «ven») [ʃ], fricativa posalveolar sorda (ing. she «ella») [ʝ], fricativa palatal sonora (esp. yeso) [x], fricativa velar sorda (esp. ojo) [ɬ], fricativa lateral alveolar sorda (galés llwyd [ɬʊɪd] «gris») [ɹ], aproximante alveolar sonora (esp. puerta) [j], aproximante palatal sonora (esp. tiene) [l], aproximante lateral alveolar sonora (esp. lata) [ʎ], aproximante lateral palatal sonora (it. figlio «hijo») A partir de los sonidos consonánticos fundamentales incluidos en el cuatro de
arriba las lenguas pueden constituir, para salir al paso de sus necesidades expresivas, sonidos consonánticos complejos. Tal es el caso de los sonidos africados, cuyo modo de articulación consiste en la emisión de un sonido oclusivo seguido de otro general-‐mente fricativo:
Esp. [ʧ] (coche), africada alveopalatal sorda, y [ʤ] (un yate), africada alveopalatal sonora. Ing. [ʧ], africada alveopalatal sorda (inch «pulgada»), y [ʤ], africada alveopalatal sonora (age «edad»). En otros muchos casos los sonidos complejos se forman añadiendo a una
articulación primaria el efecto de una articulación secundaria. Es lo que ocurre cuando se labializa, dentaliza, interdentaliza, palataliza, velariza, aspira, ensordece, sube, baja, etc. un sonido primario. Así, existen sonidos:
labializados: [tʷ], [dʷ] (diacrítico ‘ʷ’), etc. dentalizados: [t ], [d] (diacrítico ‘ ’), etc. interdentalizados: [θ˖], [l˖] (diacrítico ‘˖’), etc. palatalizados: [tʲ], [dʲ] (diacrítico ‘ʲ’), etc. velarizados: [tˠ], [dˠ], [ɫ] (diacríticos ‘ˠ’ y ‘ ’), etc.
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aspirados: [tʰ], [dʰ] (diacrítico ‘ ʰ ’), etc. ensordecidos: [l˳], [ɹ˳], (diacrítico ‘˳’), etc. subidos: [ɹ] (diacrítico ‘ ’), etc. bajados: [β ], [ð], [ɣ] (diacrítico ‘ ’), etc.
Veamos, como ilustración, el conjunto de los sonidos consonánticos del español.
El conjunto que presentamos no es completo, pues sólo contiene los sonidos más comunes o estandarizados del español peninsular8.
Sonidos consonánticos en
español peninsular estándar bi
labial
labiod
ental
interden
tal
dental
alveolar
palatal
velar
sor. [p] [t ˖] [t] [k] oclusivas son. [b] [d] [ɟ] [g]
sor. [ʧ] africadas son. [ʤ]
sor. [f] [θ˖] [s ] [s] [x] fricativas son. [θ ] [z ] [z] [ʝ]
sor. [β ˳] [ð ˳] [ɣ ˳] obstruyentes
son. [β ] [ð ] [ɹ] [ɣ]
aproximantes son. [j] [w] laterales son. [l ˖] [l ] [l] [lʲ][ʎ]
sim. [ɾ] vibrantes (son.)
múlt. [r]
Líqu
idas
sona
ntes
nasales son. [m] [ɱ] [n ˖] [n ] [n] [nʲ][ɲ] [ŋ] 2.3 Procesos fonéticos en el decurso
En la secuencia del decurso, los sonidos se influyen entre sí y ello produce diversas alteraciones en su articulación. Tales cambios se deben a factores diversos como el lugar que ocupe el sonido en la estructura de la sílaba (ataque, núcleo o coda (vid. 6.2)), el grado de tonicidad de ésta, la influencia de la articulación de un sonido sobre la de otro, la estructura morfémica (vid. tema 5) de la palabra, etc. Típica-‐mente, los procesos fonéticos alteran, añaden o eliminan algún rasgo fonético en la articulación de un sonido dentro de la sílaba o la palabra. Consideremos algunos de estos procesos:
a) Asimilación: Un sonido modifica su articulación y la ajusta a la de otro sonido.
Es lo que ocurre con algunos sonidos consonánticos en posición final de sílaba: ajustan su articulación al sonido consonántico inicial de la sílaba
8 El conjunto de los sonidos de una lengua puede resultar muy extenso. Piénsese, a este respecto y por ejemplo, en las variantes producidas por razones dialectales o sociales.
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siguiente. Así, por ejemplo, en español el sonido [n] (nasal alveolar sonoro: nene [ˈnene]) se ajusta a las exigencias del entorno y puede transformarse en los sonidos [n] (nasal dental sonoro: antes [ˈan tes]), [n ˖] (nasal interdental sonoro: anzuelo [an ˖ˈθwelo]), [nʲ] (nasal palatalizado sonoro: ancho [ˈãnʲʧo]) y [ŋ] (nasal velar sonoro: tango [ˈtaŋgo]). Otro caso es el de las oclusivas sonoras [b, d, g] en interior de palabra (excepto si van precedidas de nasal y, en el caso de la [d], también de lateral) y de [d] en final de palabra. En estos contextos tales sonidos se relajan y se hacen aproximantes: abate [aˈβ ate], desde [ˈdez ð e], dado [ˈdað o], ogro [ˈoɣɾo], ciudad [θjuˈð að ]. El proceso puede ser tan fuerte en el caso de la [d] que ésta en ciertos casos se puede hacer muy débil e incluso desaparecer: soldado [sɔl ˈdað o, sɔl ˈdao], ciudad [θjuˈð að , θjuˈð a]. Como se ve, esta asimilación conduce a un debilitamiento o lenición de las consonantes y en algún caso, incluso, a la elisión. Otro ejemplo de asi-‐milación, aunque con un efecto de geminación (alargamiento de una conso-‐nante), es el observable en algunas pronunciaciones dialectales de grupos como [-‐ɾn-‐], [-‐ɾd-‐], [-‐ɾt-‐]: carne, verde, oportuno llegan a pronunciarse [ˈkanne], [ˈbɛdde] y [opɔˈttuno] respectivamente. Como se ve, en estos casos las consonantes [n], [d] y [t] han impuesto su punto de articulación a la [ɾ] previa, que desaparece en el alargamiento resultante.
Un caso de asimilación característico de no pocas lenguas es la metafonía (o armonía vocálica). Este proceso, que puede alcanzar una complejidad extraordinaria, consiste fundamentalmente en que las vocales armonizan su timbre según determinado patrón. Puede ser progresiva o regresiva (del comienzo al final, o del final al comienzo de la palabra: /Va C Vb C Vb C/ → /Va C Va C Va C/ frente a /Vb C Vb C Va C/ → /Va C Va C Va C/). En caso de metafonía progresiva la ofrece el húngaro en las palabras városnak («de la ciudad») y örömnek («de la alegría»), ambas genitivo de singular de város («ciudad») y öröm («alegría») respectivamente. La desinencia de genitivo singular adopta dos formas fonéticas, -‐nak y -‐nek. En la primera aparece la vocal [a] cuando en la raíz hay vocales posteriores ([a] y [o] lo son en húngaro); en la segunda aparece [e] cuando las vocales de la raíz son anteriores ([e] y [ö] lo son en húngaro). En alemán, las palabras Buch («libro») y Bücher («libros»), Mann («hombre»), Männer («hombres»), etc. muestran casos de metafonía regre-‐siva. La vocal [e], anterior, de –er (morfema de plural) provoca que las vocales [u] y [a] de Buch [ˈbux] y Mann [ˈmãn] respectivamente se ajusten y se ade-‐lanten: Bücher [ˈbyçəәɾ], Männer [ˈme nəәɾ].
b) Disimilación: Se trata de un proceso por el cual dos consonantes iguales en
una palabra tienden a diferenciarse. Este fenómeno explica diacrónicamente la forma de ser de la expresión de muchas palabras en todas las lenguas. Así, lat. venēnum dio en it. veleno («veneno») (la primera nasal se hace lateral); gr. clás. thi-‐the-‐mi («pongo») produjo ti-‐the-‐mi (la cercanía de dos consonantes aspiradas da paso a que la primera de ellas pierda la aspiración). En español puede apreciarse este fenómeno en la pronunciación dialectal de numerosas palabras. Un ejemplo de ello es la de la palabra calamares, que llega a ser
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pronunciada [kalaˈmalɛʰ] (la [ɾ] se pronuncia como [l]) y posteriormente, por disimilación, [kaɾaˈmalɛʰ].
c) Reducción / eliminación. Se trata de fenómenos relacionados con la laxitud
con que se pronuncian las sílabas no acentuadas de una palabra. Tales sílabas, emitidas con menor tensión articulatoria, se reducen en alguno de sus compo-‐nentes o pueden incluso llegar a ser eliminadas. Así, se da el caso de que las vocales no tónicas se abrevien y se realicen de un modo muy relajado. En catalán, la [o] y la [a] no tónicas se pronuncian respectivamente [u] y [əә]: bonica [buˈnikəә]. En ruso, cuando no son tónicas, las vocales [a] y [o] se realizan mediante un sonido indiferenciado [əә] (облако [ˈobləәkəә] «nube»); [e] se realiza como [ɪ] (этап [ɪˈtap] «fase, etapa»), y [u] como [ʊ] (мужчина [mʊˈɕːinəә] «hombre»).
Si uno o más sonidos se pierden en una posición de laxitud articulatoria, estamos ante una síncopa. En algunas áreas seseantes de Latinoamérica la palabra necesito no se pronuncia [neseˈsito] sino [neˈsito]. Muchas palabras latinas sufrieron algún tipo de síncopa en su paso a las hablas romances: hominem [ˈominem] se transformó en homne [ˈomne] «hombre».
d) Cambios de orden y adición de sonidos. Son fenómenos que responden a
diversos ajustes entre los sonidos que forman parte de una palabra. Un caso muy frecuente, tanto diacrónica como sincrónicamente, es la metátesis, que, en pocas palabras, consiste en el cambio de lugar mostrado, debido a diversas razones, por los sonidos dentro de una palabra. Este proceso explica diacrónicamente la forma actual de muchas palabras. Por ejemplo, a partir del lat. parabŏla [paˈɾabola] y a través de [paˈɾaβula] > [paˈɾaβla], se llega al esp. palabra [paˈlaβ ɾa]; el lat. miracŭlum, pasando por [miˈɾakolu] > [miˈɾaɣlo], se transforma en el esp. milagro [miˈlaɣɾo]. Por otro lado, en hablas dialectales y populares no es infrecuente encontrar cocreta por croqueta, Grabiel por Gabriel, vedera por vereda, úrsula por úlcera [ˈu lseɾa], etc.
La añadidura de algún sonido se denomina comúnmente epéntesis. Gene-‐ralmente el sonido en cuestión es introducido para facilitar la pronunciación cuando la de dos sonidos contiguos resulta dificultosa. Es el caso del lat. hŭmerum que, a través de [ˈomro], llega al esp. como hombro [ˈɔ mbɾo]. La introducción de un sonido epentético suele ser un recurso habitual cuando se adaptan fonéticamente las palabras importadas de otras lenguas. Por ejemplo, espagueti es la adaptación del plural italiano spaghetti; eslip la de la voz inglesa slip, etc.
3. EL AFI (Alfabeto fonético internacional)
Como se sabe, la pronunciación de las lenguas no está reflejada de manera coherente en la grafía. En las relaciones entre la lengua oral y la escrita existen numerosos y variados factores de interferencia. Por un lado, hay sistemas de escritura alfabéticos que no cuentan con una grafía para todas las articulaciones: la
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grafía de las lenguas semíticas indica sólo las consonantes, y no las vocales, que tienen, por consiguiente, que ser suplidas por el lector. Por otro lado, muy a menudo, a igual grafía no corresponde el mismo sonido. En español, por ejemplo, la c gráfica corresponde tanto a la oclusiva velar sorda (la inicial de casa) como a la interdental fricativa sorda (la inicial de cero). También puede ocurrir que nos encontremos dos grafías para el mismo sonido: las grafías v y b corresponden únicamente a oclusiva bilabial sonora [b]. Otros sistemas gráficos presentan un número aún mayor de incoherencias: el francés señala gráficamente una cantidad de signos a los que no corresponde ningún sonido: -‐ent de viennent no tiene ningún sonido correspondiente en la pronunciación, así como -‐es de Georges, mientras que esas mismas letras, en otras palabras, sí se pronuncian. El inglés tiene, probablemente, entre las lenguas modernas europeas, la mayor cuota de desajustes en lo que concierne a la relación entre grafía y pronunciación. Todos estos fenómenos se deben al hecho de que los sistemas gráficos son, por lo general, más conservadores que la pronunciación, y a que, por ello, tienden gradualmente a alejarse de ella. El resultado de esta situación es que de la forma gráfica de las lenguas no es posible extraer de manera regular y sistemática una idea de su pronunciación.
Para hacer frente, al menos en parte, a los inconvenientes que plantean estas circunstancias, los lingüistas se sirven de alfabetos fonéticos, esto es, sistemas de transcripción artificiales de tipo alfabético, compuestos de una mixtura de letras (extraídas sobre todo del alfabeto latino) y de otros signos específicos (los deno-‐minados diacríticos). Los alfabetos fonéticos están hechos de tal manera que, dentro de lo posible, corresponda a cada signo una articulación fónica concreta. El más utilizado de todos es el llamado alfabeto fonético internacional, AFI (del inglés IPA, International Phonetic Alphabet), propuesto por la International Phonetic Association, IPA (Asociación Fonética Internacional, AFI) y que ha sufrido diversos reajustes y modificaciones a lo largo de su historia (vid. anexo 1).
Sin embargo, es evidente que, por muy detallado que sea, ningún alfabeto fonético es capaz de reproducir la concreta realidad fónica de las lenguas. Por un lado, algunas dimensiones esenciales del carácter fónico, como la entonación, no pueden transcribirse; por otro, resulta imposible reproducir por escrito el timbre específico de infinitas articulaciones. Por eso, las transcripciones basadas en un alfabeto fonético tienen que ser consideradas no como la reproducción fiel de la realidad fónica, sino únicamente como una especie de memorándum útil del que el lingüista se sirve para fijar en el papel las propias observaciones.
En los epígrafes anteriores en que ha sido presentada la naturaleza articulatoria de los sonidos vocálicos y consonánticos, se han utilizado los símbolos del AFI. La tradición lingüística española cuenta con otro alfabeto fonético, el de la Revista de Filología Española (RFE), ampliamente usado en el mundo académico de habla hispana. En el anexo 2 pueden cotejarse los símbolos de uno y otro.
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4. FONOLOGÍA: FONEMAS Y ALÓFONOS 4.1 Introducción
La Fonética es, como se ha visto, el estudio de la producción, transmisión y recepción de los sonidos del habla. Es una materia que requiere como fuente de datos a un ser humano con un mecanismo auditivo y unos órganos vocales intactos. El origen lingüístico de la persona no es estrictamente relevante: los fonetistas llegarían a las mismas conclusiones sobre producción y recepción del habla tanto si estuviesen trabajando con hablantes de español como con hablantes de hindí o chino. Aunque las categorías que hemos expuesto someramente en los apartados anteriores pueden ser utilizados para analizar cualquier lengua, en ellos no se ofrece información sobre el modo en que tales categorías son usadas realmente en las lenguas del mundo.
En cambio, el objetivo básico de la Fonología es el de descubrir los principios que rigen de qué manera están organizados los sonidos dentro de las lenguas y, a partir de ahí, explicar las variaciones que aparecen. El aparato vocal humano puede producir una gama de sonidos amplísima, pero sólo un pequeño número de ellos se emplea para construir todas las palabras y oraciones de una lengua. Este mismo hecho puede verse desde otra perspectiva: No hay dos hablantes con un tracto vocal idéntico; por tanto, ninguna persona emite los sonidos exactamente de la misma manera en que lo haría otra. Hay incluso una variación considerable en los sonidos de un mismo hablante. No obstante, cuando empleamos nuestra lengua somos capaces de descartar una gran parte de estas variaciones y de concentrarnos sólo en aquellos sonidos –o, mejor, en algunas de sus propiedades-‐ que son importantes para la transmisión del significado. Pensamos que los sonidos que usan los demás hablantes son los “mismos”, a pesar de que no lo son ni articulatoria ni acústicamente. Así las cosas, la Fonética es el estudio de todos los sonidos posibles del habla. La Fonología, en cambio, estudia de qué modo los hablantes encuentran un orden dentro del aparente caos de los sonidos del habla, el modo en que utilizan sistemáticamente una selección de dichos sonidos para expresar significados; en pocas palabras: se ocupa de estudiar las funciones que los sonidos asumen en una lengua.
En su esfuerzo por encontrar generalizaciones significativas sobre los sistemas de sonidos, la Fonología busca continuamente debajo de la “superficie” del habla para determinar las regularidades subyacentes y establecer de qué modo se relacionan con otras áreas de la lengua, como la morfología y la sintaxis. Buena parte de los estudios fonológicos actuales se concentran, por tanto, en intentar explicar la gama y la distribución de los segmentos fónicos que se hallan en las lenguas. 4.2 Fonemas
El análisis fonológico se basa en el principio de que algunos sonidos provocan cambios en el significado de una palabra o frase, mientras que otros no. Uno de los primeros enfoques fonológicos usaba un método simple para demostrarlo. Se trata de escoger una palabra, sustituir en ella un sonido por otro y ver si se obtiene un significado distinto. Por ejemplo, vemos que en español la palabra tan está formada
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por tres sonidos distintos, a cada uno de los cuales se le puede dar un símbolo en una transcripción fonética: [tan]. Si sustituimos el sonido [t] por, pongamos por caso, el sonido [p], obtenemos una palabra distinta: pan. La [t] y la [p], por tanto, son sonidos importantes para el español, porque permiten distinguir en esta lengua entre tan y pan, tez y pez, tino y pino y otros muchos pares de palabras. De forma semejante, se puede demostrar que los sonidos [a] y [e] son también unidades importantes en español, porque distinguen tan de ten, pana de pena y los miembros de otros muchos pares. En cambio, si damos en sustituir el sonido [a] por el sonido [ã], no se producen cambios de significado: [ˈpana] y [ˈpãna] son pronunciaciones físicamente distintas del significante de una misma palabra, pana. Por tanto, las diferencias entre los sonidos [a] y [ã] no son importantes para el hablante de español o, dicho de otro modo, ambos cumplen para él la misma función. Y podríamos continuar así, apli-‐cando esta técnica, denominada prueba de los «pares mínimos» o prueba de la conmutación, para comprobar qué sustituciones de sonidos producen cambios de significado. Aunque esta técnica tiene sus limitaciones (no siempre es posible encon-‐trar pares de palabras que ilustren una determinada distinción en una lengua), su aplicación resulta muy eficaz en no pocas lenguas, entre ellas el español, en el que permite identificar más de veinte unidades importantes. En el enfoque más clásico de análisis fonológico, estas “unidades importantes” reciben el nombre de fonemas.
Conviene resaltar el hecho de que los fonemas son entidades abstractas. Ningún hablante, cuando produce enunciados, emite fonemas: emite sólo sonidos o fonos, físicamente perceptibles y distintos cada vez que los emite. Pero al hacerlo, para que su emisión resulte lingüística y, por tanto, reconocible, moldea sus sonidos según ciertos modelos o patrones previos (una parte de su saber lingüístico). El oyente, por su parte, poseedor también de tales patrones, los utiliza para “desmontar” la cadena sonora recibida, aprovechar en ella lo significativo y descartar lo que no lo es. Estas realidades abstractas, de naturaleza cognitiva, son los fonemas 9.
Los fonemas se transcriben usando símbolos fonéticos (como los propuestos por la AFI), pero entre barras oblicuas, no entre corchetes: /p/, /b/, /i/, etc. representan fonemas; [p], [b], [i], etc. representan sonidos (como hemos podido comprobar en los apartados dedicados a la Fonética). 4.3 Alófonos
Al establecer mediante la técnica aludida la lista de fonemas que existen en una lengua, en seguida nos encontramos con sonidos que no modifican el significado
9 Pares mínimos con fonemas del español: Vocales: /i/-‐/e/: piso-‐peso /e/-‐/a/: peso-‐paso /a/-‐/o/: paso-‐poso /o/-‐/u/: poso-‐puso Consonantes: /p/-‐/b/: pata-‐bata /b/-‐/t/: sebo-‐seto /t/-‐/d/: dato-‐dado /d/-‐/k/: don-‐con /k/-‐/g/: casa-‐gasa /g/-‐/m/: gano-‐mano /m/-‐/n/: cama-‐cana /n/-‐ /ɲ/: cana-‐caña /ɲ/-‐/ʎ/: caña-‐calla /ʎ/-‐/l/: calla-‐cala /l/-‐/ɾ/: cala-‐cara /ɾ/-‐/r/: caro-‐carro /r/-‐/ʧ/: carro-‐cacho /ʧ/-‐/x/: macho-‐majo /x/-‐/s/: maja-‐masa /s/-‐/θ/: masa-‐maza /θ/-‐/f/: cacé-‐café /f/-‐/p/: fino-‐pino …
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cuando hacemos una sustitución. Tal es el caso, por ejemplo, del sonido [ã] considerado en el epígrafe anterior, o el de las consonantes bilabiales de las palabras base y sabe. En base la b muestra una realización claramente oclusiva: [b], mientras que en sabe la b se realiza con un sonido más débil, más suave, debido a la influencia de las vocales vecinas: se trata del sonido aproximante [β ]. Si ahora sustituimos un sonido por el otro, no obtenemos un cambio de significado, sino sólo una pronunciación que suena bastante rara: [ˈβ ase]. En este caso, pues, sólo tenemos un fonema, el bilabial sonoro /b/, pero se materializa en estas dos palabras mediante dos formas fónicas distintas o variantes. Las variantes fónicas de un fonema (o, si se prefiere, los fonos asociados a la realización de un mismo fonema) reciben el nombre de alófonos.
Cuando se aprende una lengua nueva, es importante atender a las variaciones fonéticas que se producen para determinar qué sonidos cuentan como fonemas y cuáles como alófonos. No se posee esta información de antemano: hay que dedu-‐cirla. Y al hacerlo, hay que estar listos para enfrentarse al hecho de que los sonidos funcionan de forma distinta en lenguas diferentes. Las diferencias de sonido que distinguen alófonos en español podrían distinguir fonemas en otras lenguas, y viceversa. Por ejemplo, en las palabras españolas eso y mismo la s se realiza de dos modos: [s] y [z] respectivamente. En eso es sorda ([s]), pero en mismo es sonora ([z]) porque anticipa la sonoridad del sonido dental sonoro siguiente [d]. En español, por tanto, estamos ante dos alófonos del fonema /s/. Éste no es el caso, por ejemplo, del francés. Esta lengua posee, como el español, los sonidos [s] y [z], pero los trata fonológicamente de distinto modo: las diferencias entre ambos producen cambios de significado: parejas de palabras como poison («veneno») ∼ poisson («pez»), desert («desierto») ∼ dessert («postre»), distinguen su significado porque en esta lengua los sonidos en cuestión representan, respectivamente, a los fonemas /s/ y /z/ (vid. tema 2: Forma y sustancia).
Se suelen utilizar tres criterios para decidir qué sonidos pueden estar asociados, en tanto que alófonos, a un mismo fonema:
a) Distribución complementaria. Los sonidos se complementan mutuamente en relación con el lugar en el que aparecen dentro de las palabras. Por ejemplo, en el caso de los dos sonidos [b] y [β ] de base y sabe respecti-‐vamente, el alófono oclusivo aparece sólo tras pausa o consonante nasal, y el aproximante en los demás casos. Esto es, donde encontramos [b] no podemos encontrar [β ], y viceversa: se excluyen mutuamente, nunca aparecen en el mismo entorno fonético. Tales sonidos, por tanto, están en distribución complementaria.
b) Variación libre. Si los sonidos aparecen en el mismo lugar de una palabra, entonces pueden pertenecer al mismo fonema sólo si no cambian el significado de tal palabra. Por ejemplo, el sonido oclusivo dental sonoro [d] en final de palabra algunas veces se articula de forma muy relajada y otras con más fuerza. El fonema /d/ final de verdad puede llegar a debilitarse tanto que pierda su sonoridad, o incluso desaparezca, pero por otra parte puede seguir percibiéndose como [d] en una pronunciación más cuidada. En cualquier caso, el grado de relajación no afecta al significado de la palabra: sustituyendo la [d] relajada o ensordecida por una [d] más
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fuerte no se convierte verdad en otra palabra. En casos como éste se dice que los sonidos están en variación libre. Estas variaciones suelen estar asociadas a factores de índole social y regional.
c) Semejanza fonética. Para pertenecer a un mismo fonema los sonidos susceptibles de serlo deberían presentar una razonable semejanza foné-‐tica. Los sonidos [b] y [β ] asociados a /b/ o las dos variaciones fónicas en que se realiza /d/ en final de palabra satisfacen este criterio, pues en ambos casos los sonidos asignables a un mismo fonema tienen mucho en común: [b] y [β] son bilabiales sonoros; las dos variantes asociadas a /d/ son aproximantes dentales sonoras. No obstante, a veces se pueden encontrar sonidos en distribución complementaria que no son parecidos fonéticamente, y en esos casos los analistas generalmente no los tratan como realizaciones de un mismo fonema. Un ejemplo que hace al caso es el de los sonidos [h] y [ŋ] del inglés: el primero aparece al principio o en el centro de las palabras; el segundo, en el centro o al final. Por lo tanto, raramente se oponen. ¿Se les podría, entonces, considerar alófonos de un mismo fonema? No, porque no tienen nada en común desde el punto de vista fonético, aparte de que ambas son consonantes: [h] es un sonido fricativo glotal sordo y [ŋ] nasal velar sonoro.
Por último, el símbolo fonético elegido para representar a un fonema se corres-‐ponde con el de su alófono más abarcante o ampliamente utilizado en la lengua de que se trate. Por ejemplo, en español se usa el símbolo de la variante [e] para representar al fonema vocal medio anterior /e/; de entre [ɱ], [n˖], [n], [n], [nʲ] y [ŋ], símbolos de las variantes del fonema nasal alveolar, se elige /n/.
5. RASGOS DISTINTIVOS Y OPOSICIONES FONOLÓGICAS 5.1 Introducción
Hemos visto que hay parejas de palabras cuyos dos miembros muestran los mismos fonemas en las mismas posiciones excepto en una, ocupada por fonemas diferentes, y hemos considerado la importancia de este hecho para la determinación de los fonemas de una lengua. Pero si observamos más de cerca los hechos nos percatamos de que el poder distintivo no se debe a los fonemas tomados en su totalidad, sino a ciertas entidades subfonémicas más pequeñas. Consideremos los casos siguientes del español:
i) Los fonemas /p/ y /b/ sólo se diferencian en un aspecto: /p/ es sordo y /b/
sonoro. En los demás aspectos son iguales: ambos son orales, bilabiales y oclusivos. ii) Los fonemas /p/ y /g/ se diferencian en dos aspectos: hay un contraste en la
sonoridad: /p/ es sordo y /g/ sonoro, y también en el punto de articulación: /p/ es bilabial y /g/ velar. Tienen en común el que ambos son orales y oclusivos.
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iii) Los fonemas /p/ y /l/ se diferencian en tres aspectos: en el modo de articu-‐lación, en la sonoridad y en el punto de articulación: /p/ es oclusivo y /l/ lateral; /p/ es sordo y /l/ sonoro; /p/ es bilabial y /l/ alveolar. Tienen en común el que los tres son orales.
Todos los segmentos fónicos de una lengua se pueden analizar de esta manera,
tanto desde el punto de vista articulatorio como acústico (los rasgos asignados a los casos considerados arriba son de naturaleza articulatoria), y el resultado es una serie de componentes que se oponen, denominados rasgos distintivos o pertinentes. Así, el segmento español /p/, por ejemplo, es una combinación de los rasgos «sordez», «oclusividad» y «bilabialidad»10.
Todo fonema está compuesto por un conjunto de rasgos. Los rasgos de este conjunto tienen la característica de ser producidos simultáneamente, y no en sucesión. No se puede, en efecto, producir un sonido que sea sólo oclusivo, o uno que sea sólo velar, o sólo sordo; los rasgos en cuestión se realizan al mismo tiempo y no pueden presentarse aislados.
Puede ocurrir que algún rasgo de un fonema resulte redundante. Por ejemplo, en la pareja /p/ ≈ /m/ (/oral bilabial sordo/ ≈ /nasal bilabial sonoro/), la distinción se debe, estrictamente hablando, a la oposición entre dos rasgos: «oral» ≈ «nasal», y aquí no surte efecto la distinción «sordo» ≈ «sonoro» porque, al ser sonoros todos los fonemas nasales, el rasgo «sonoro» de /m/ resulta redundante. Lo mismo ocurre en el caso del par mínimo /pura/ y /pira/, distinguibles por la oposición entre /u/ e /i/ (/cerrado posterior redondeado/ ≈ /cerrado anterior no redondeado/). En este caso es redundante el hecho de que /u/ presente el rasgo redondeado además del rasgo posterior, porque en español todas las vocales posteriores son redondeadas.
10 No tenemos en cuenta el rasgo «espirado», que podría haber sido incluido, porque en español todas las consonantes son espiradas.
/p/ oral oclusiva bilabial sordo
/b/ oral oclusivo bilabial sonoro
/p/ oral oclusiva bilabial sordo
/g/ oral oclusiva velar sonoro
/p/ oral oclusivo bilabial sordo
/l/ oral lateral alveolar sonoro
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Un modo de presentar la estructura de los fonemas y sus rasgos distintivos es mediante el uso de parrillas como las utilizadas para la presentación de los sonidos lingüísticos. La ya presentada para los sonidos consonánticos del español (vid. 2.2.3) puede servir de ejemplo:
Sonidos consonánticos en
español peninsular estándar bi
labial
labiod
ental
interden
tal
dental
alveolar
palatal
velar
sor. [p] [t ˖] [t] [k] oclusivas son. [b] [d] [ɟ] [g]
sor. [ʧ] africadas son. [ʤ]
sor. [f] [θ˖] [s ] [s] [x] fricativas son. [θ ] [z ] [z] [ʝ]
sor. [β ˳] [ð ˳] [ɣ ˳] obstruyentes
son. [β ] [ð ] [ɹ] [ɣ]
aproximantes son. [j] [w] laterales son. [l ˖] [l ] [l] [lʲ][ʎ]
sim. [ɾ] vibrantes (son.)
múlt. [r]
Líqu
idas
sona
ntes
nasales son. [m] [ɱ] [n ˖] [n ] [n] [nʲ][ɲ] [ŋ] Aquí, como sabemos, aparecen representados todos los sonidos más estandarizados del español peninsular. Si adaptamos esta parrilla a la presentación de los fonemas únicamente, se obtendrían los cuadros siguientes (el primero corresponde a Quilis (1993) y el segundo, ligeramente adaptado, a Alarcos (1950):
bilabial labiodental dental alveolar palatal velar oclusivos /p/ /b/ /t/ /d/ /k/ /g/ africados /ʧ/ fricativos /f/ /θ/ /s/ /ʝ/ /x/ nasales /m/ /n/ /ɲ/
vib. simple /ɾ/ vib. múltiple /r/ laterales apr. /l/ /ʎ/
sor. son. sor. son. sor. son. sor. son. sor. son. sor. son.
labial dental palatal velar oclusivos /p/ /b/ /t/ /d/ /ʧ/ /k/ /g/ fricativos /f/ /θ/ /s/ /ʝ/ /x/ nasales /m/ /n/ /ɲ/
vib. simple /ɾ/ líquidos vib. múltiple /r/
laterales /l/ /ʎ/ sor. son. sor. son. sor. son. sor. son.
La segunda propuesta (Alarcos (1950)) reduce los órdenes y las series a cuatro (órdenes: el bilabial y el labiodental se funden en el labial, y el alveolar se diluye en el
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dental; series: las fricativas se subsumen en las oclusivas y las líquidas engloban a vibrantes y laterales). Los fonemas, por tanto, se reajustan a esta disposición.
Desde este mismo punto de vista, compárense los cuadros siguientes, que repre-‐sentan los sonidos (vid. 2.1.3) y fonemas vocálicos del español respectivamente:
5.2 Oposiciones fonológicas
Gracias a los rasgos distintivos que los constituyen, los fonemas contraen en las lenguas determinadas relaciones de oposición. Es más, los fonemas son en esencia unidades nacidas de las oposiciones fonológicas y se agotan en ellas: un fonema se define únicamente en relación con las oposiciones que mantiene con los demás. No tiene sentido, por tanto, hablar de fonema independientemente del sistema fonoló-‐gico en que se integre.
Troubetzkoy11 caracterizó en su momento cuidadosamente los tipos de oposición fonológica. Presentamos a continuación los más importantes (todos los ejemplos se refieren al sistema fonológico del español):
a) Bilateral. En una oposición bilateral, la base de comparación, es decir, el conjunto de los rasgos comunes a los dos fonemas, es propia sólo de ellos (no se da en ningún otro fonema del sistema). Tal es el caso de las oposi-‐ciones siguientes: /t/ /d/ (únicos fonemas oclusivos y dentales); /p/ /b/ (únicos fonemas oclusivos bilabiales); /ɾ/ /r/ (únicos fonemas vibrantes).
b) Multilateral. En este caso, la base de comparación de la oposición aparece
en otros fonemas del sistema. Ejemplos de este tipo pueden ser las siguientes oposiciones: /b/ /d/ (la base “oclusivo-‐sonoro” se da también en el fonema /g/); /f/ /s/ (la base “fricativo-‐sordo” es compartida con los fonemas /θ/ y /x/); /m/ /n/ (la base “nasal” aparece también en el
11 Troubetzkoy (1939).
anterior central posterior alta /i/ /u/ media /e/ /o/ baja /a/
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fonema /ɲ/); /p/ /m/ (la base “oclusivo-‐bilabial” es también propia del fonema /b/).
c) Proporcional. Interviene ahora la base diferencial, esto es, el conjunto de
los rasgos no comunes de los dos fonemas enfrentados. Una oposición es proporcional si la base diferencial es compartida por otras oposiciones del sistema. Ejemplo: /p/ /b/ (la base diferencial “sonoro-‐sordo” se halla también en las oposiciones /t/ /d/ y /k/ /g/.
d) Aislada. Cuando la base diferencial es exclusiva del par de fonemas que
establece la oposición. Ejemplo: /ɾ/ /r/ (la base diferencial ‘simple-‐múltiple’ sólo se da en esta oposición); /l/ /ʎ/ (la base diferencial “alveolar-‐palatal” es exclusiva de estos fonemas).
e) Privativa. Se denomina así a la oposición establecida por la presencia de
cierto rasgo en uno de los fonemas y su ausencia en el otro (“sonoridad” “ausencia de sonoridad (sordez)”; “nasalidad” “ausencia de nasalidad (oralidad)”, etc.). El fonema con ausencia del rasgo tiene carácter no marcado; el otro, carácter marcado. Ejemplos: las oposiciones /p/ /b/, /t/ /d/, /k/ /d/ (“sordo” “sonoro”), /b/ /m/ (“oral” “nasal”) son privativas.
f) Gradual. Los fonemas que establecen esta oposición muestran distintos
grados en las propiedades de un mismo rasgo. El fonema que muestra el mayor o menor grado se denomina término extremo. El otro, término medio. Ejemplos: las oposiciones /e/ /i/, /o/ /u/, /e/ /a/, /o/ /a/, etc. (abertura vocálica en distinto grado) son graduales.
g) Equipolente. En esta oposición los dos fonemas son lógicamente equiva-‐
lentes, es decir, no muestran, en relación con un rasgo determinado, la ausencia o presencia ni diversos grados de éste. Ejemplos: /p/ /t/, /p/ /k/, /t/ /k/, /b/ /d/, /b/ /g/, /d/ /g/, /f/ /θ/, /f/ /s/, etc.
Los tipos de oposición (a)-‐(b) responden a la base de comparación. Los tipos (c)-‐
(d), a la base diferencial. Los tipos (e)-‐(g), a la relación lógica que mantienen los fone-‐mas opuestos. Los tipos (a)-‐(d) miran al conjunto del sistema fonológico; los tipos (e)-‐(g), a la naturaleza en sí de los fonemas enfrentados.
Uno de los elementos que aseguran la trabazón de un sistema fonológico es el que éste cuente con correlaciones. Una correlación está constituida por un conjunto de oposiciones fonológicas que, siendo bilaterales, proporcionales y privativas, presentan un mismo rasgo distintivo, llamado marca de la correlación. Si tenemos en cuenta la propuesta de Alarcos (1950) para la organización del sistema consonántico del español (vid. 5.1), las oposiciones siguientes, por cumplir los tres requisitos de arriba, se integran en correlaciones:
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/p/ /b/ /t/ /d/ /k/ /g/
/b/ /m/ /d/ /n/ /y/ /ɲ/
/p/ /f/ /t/ /θ/ /k/ /x/
Cabe la posibilidad de que las correlaciones puedan combinarse y formar estruc-‐
turas más complejas: los haces de correlaciones. En español, las correlaciones de sonoridad y oclusión forman un haz (si se sigue la propuesta de Alarcos):
5.3 Neutralización de oposiciones fonológicas
Una oposición fonológica puede quedar en suspenso en ciertos contextos. Consi-‐deremos los fonemas nasales del español en posición inicial de sílaba. En esta posi-‐ción es efectiva la oposición entre /m/, /n/ y /ɲ/:
mama: (ma) – [ma] → /ma/ mana: (ma) – [na] → /na/ maña: (ma) – [ɲa] → /ɲa/
Sin embargo, en posición de distensión silábica, final de sílaba, la oposición entre tales fonemas deja de establecerse: en las sílabas [am], [an] y [aɲ] los sonidos [m], [n] y [ɲ] no son ya representantes de otros tantos fonemas que contraen oposiciones entre sí. En las palabras mambo, manso y mancho, si los sonidos nasales finales de la primera de sus sílabas, [-‐m-‐], [-‐n-‐] y [-‐ɲ-‐], son intercambiados (aunque ello pueda dar lugar a pronunciaciones “raras” para el oído normal) y se pronuncian, por ejemplo, la palabra mambo como [ˈman-‐bo] y la palabra manso como [ˈmaɲ-‐so], tales sonidos no muestran ya la capacidad distintiva que sí tenían en posición inicial silábica (la palabra mambo, pongamos por caso, sigue siendo la misma aunque el sonido nasal final de la primera sílaba se pronuncie [m], [n] o [ɲ]). Se puede afirmar que, en este contexto, los rasgos /+bilabial (o labial)/, /+alveolar (o dental)/ y /+palatal/, que permiten la discriminación y oposición de los fonemas /m/, /n/ y /ɲ/, quedan en suspenso, y que sólo el rasgo /+nasal/, común a los tres, queda operativo. En esta posición, pues, las oposiciones (y, por tanto, las distinciones basadas en ellas) de estos tres fonemas se neutralizan, resultando de ello una especie de fonema redu-‐
Correlación de sonoridad (la marca es “sordo – sonoro”)
Correlación de nasalidad (la marca es “oral – nasal”)
Correlación de interrupción (la marca es “oclusivo – fricativo”)
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cido (conserva el rasgo /+nasal/), que recibe el nombre de archifonema y es representado convencionalmente por medio de una letra mayúscula (en el caso que nos ocupa, el archifonema sería /N/): /ˈmaNbo/, /ˈmaNso/, /ˈmaNʧo/. Por otro lado, el archifonema se manifiesta con alguno de los alófonos de los fonemas neutra-‐lizados. Así, el archifonema /N/ se realiza como [m] en [ˈmambo], [n] en [ˈmanso] y [ɲ] en [maɲʧo], alófonos que han sido elegidos en función de su acomodo a los sonidos vecinos ([m] ante [b], [n] ante [s] y [ɲ] ante [ʧ]). En general, el alófono en que se manifiesta un archifonema depende del contexto fonético en que aparece. 6. MÁS ALLÁ DEL FONEMA
6.1 Relaciones sintagmáticas entre fonemas
Los fonemas de una lengua no pueden situarse sintagmáticamente en una secuencia cualquiera. Cada lengua tiene, en efecto, tipos de secuencias privilegiadas y ‘normales’ de fonemas. Por ejemplo, en alemán [∫] puede ir seguido de conso-‐nantes (/∫tain/ Stein «piedra», /∫tolts/ stolz «orgulloso», etc.), mientras en italiano puede ir seguido sólo de vocales: por eso todo hablante italiano sabe que, en su lengua, es aceptable una palabra como /∫ena/ scena «escena», pero no una como /∫tupido/ stupido. En español, una secuencia como /l/ + /t/ es admisible solamente en interior de palabra (alto, multar, etc.), pero no en comienzo o final de palabra. Y al revés, en inglés /ŋ/ es admisible al final de palabra (/siŋ/ sing «cantar», /haŋ/ hang «colgar», etc.), pero no en posición inicial.
Estas características posicionales de aparición tienen un importante valor semió-‐tico, ya que constituyen señales demarcativas que permiten al usuario de las lenguas saber en qué punto de la cadena hablada se encuentra, y por tanto ofrecen un medio eficaz para la sincronización de hablante y oyente. En latín /h/ puede encontrarse al principio de palabra (o de morfo: vid. tema 5), pero no al final: cohaereo «me adhiero», hospes «huésped»; en alemán /pf/ (que forma, por razones que no pode-‐mos explicar aquí, un único fonema) aparece sólo al principio y al final de palabra y de morfo: /’pforte/ Pforte «portón», /∫trumpf/ Strumpf «media (prenda de vestir)», /vi:der’pflegen/ wiederpflegen «cuidar de nuevo», etc.
Gracias a este fenómeno tan particular, el hablantes son capaces de distinguir sin demasiada dificultad, incluso sin conocer el significado, las palabras que pertenecen (o podrían pertenecer) a su lengua, de las que no pueden pertenecerle de ninguna manera, y de respetar la sincronización. Este conocimiento que tiene el hablante se basa en razones estrictamente fonológicas. *Biloto, *dardostro o *puzo (que no tienen ningún significado) son fonológicamente palabras españolas, porque respetan las relaciones sintagmáticas de los fonemas españoles y las estructuras silábicas típicas de esta lengua (en este caso, Consonante + Vocal, Consonante + Vocal + Con-‐sonante); al contrario, *tlalt, *psong o *plond, aunque están compuestas de fonemas existentes en español, no son ni siquiera potencialmente palabras españolas, porque violan demasiadas regularidades sintagmáticas de los fonemas (inicio con /tl-‐/, final en /-‐lt/, etc.). Este fenómeno es importante porque, cuando una palabra extranjera se introduce en otra lengua (mediante préstamo), normalmente se adapta, desde el
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punto de vista fonológico, de manera que se adecua todo lo posible a las regulari-‐dades sintagmáticas de los fonemas de la lengua de llegada.
Toda lengua posee, por tanto, por un lado, palabras efectivas, que en un determinado momento de su historia forman parte de ella, y, por otro, un amplio almacén de palabras virtuales o potenciales, esto es, de secuencias fonémicas que podrían (si existieran) pertenecer a la misma lengua, pero que no están actualmente aprovechadas. El almacén de las palabras virtuales tiene una importancia que no es sólo abstracta: es, en efecto, el ‘depósito’ al que la lengua recurrirá cada vez que tenga necesidad de crear una palabra nueva, o de adaptar a ella fonológicamente una extranjera. Constituye, por tanto, una seguridad semiótica, porque es un camino fonológico a lo largo del cual la lengua tiene probabilidades de expandirse. 6.2 La sílaba
Las sílabas son las diversas unidades que, surgidas de la combinatoria de los fonemas, componen el significante de las palabras (esto es, componen la palabra fonológica). La estructura de una sílaba consta de tres elementos: ataque (o cabeza), núcleo y coda. El ataque y la coda están constituidos por consonantes, el núcleo generalmente por vocales12. Así, en la sílaba /trans/ de transporte tenemos:
El orden de las consonantes en el ataque y la coda es importante porque algunas de las combinaciones potenciales darían lugar a palabras imposibles. Así, la sílaba /trans/ no supone problema alguno para un hablante de español, pero sí lo supon-‐dría, por ejemplo, la secuencia */rtasn/, que le resultaría, por imposible, inaceptable. Hay una razón para este hecho: el orden de los fonemas en las secuencias /rt/ (sonante seguida de obstruyente) del ataque y /sn/ (fricativa seguida de sonante) de la coda. ¿Por qué este orden resulta inaceptable y el inverso sí? La respuesta tiene que ver con el modo en que, respecto de la sonoridad, son dispuestos los fonemas de una sílaba. Como sabemos (vid. 2.2.1), los sonidos y fonemas obstruyentes (oclusivos, africados, fricativos y algunos aproximantes) no muestran sonoridad espontánea (prima la estrechez total o parcial del canal bucal y la sordez; los sonidos y fonemas sonoros se establecen por referencia a los sordos), mientras que los sonidos y fonemas sonantes (nasales, vibrantes, resto de aproximantes y vocales) sí la
12 Las sonantes pueden constituir núcleo silábico en ciertas lenguas.
/trans/
núcleo ataque coda
/t/ /r/ /a/ /n/ /s/
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muestran (disminuye gradualmente la estrechez del canal bucal, los sonidos y fone-‐mas son naturalmente sonoros y pueden ser ensordecidos). Se puede, de acuerdo con esto, crear una escala de sonoridad: 7 (sonoridad máxima): vocales; 6: apro-‐ximantes; 5: vibrantes; 4: nasales; 3: fricativas; 2: africadas; 1 (sonoridad mínima): oclusivas. Si volvemos a la sílaba /trans/, observamos que los fonemas que la forman están dispuestos según su grado de sonoridad: a partir del fonema /t/ la sonoridad aumenta gradualmente (fonema /r/) hasta llegar al máximo en el núcleo (fonema /a/) y desciende gradualmente en la coda (fonema /n/) hasta alcanzar un grado menor en el fonema /s/:
Sin embargo, si observamos las características que en cuanto a la sonoridad presenta la sílaba imposible */rtasn/: vemos que hay tres picos separados, una situación en que se esperarían tres sílabas.
El perfil sonoro de /trans/ -‐sonoridad gradualmente ascendente en ataque, máxima en núcleo y gradualmente descendente en coda-‐ es el propio de las sílabas consideradas normales. Este hecho, que es conocido como el principio de sonoridad, ayuda a explicar por qué algunos grupos consonánticos son imposibles en situación de ataque o coda. Por ejemplo, explica por qué la secuencia /ns/ es posible en posición de coda (como en la sílaba /trans/ de transporte), pero no puede serlo en posición de ataque (*/nsa/); por qué la secuencia /br/ es posible como ataque en la sílaba /bra/ de brazo, pero no en la de coda (*/abr/). Estas limitaciones sobre la combinatoria de los sonidos se suelen denominar restricciones fonotácticas.
Hay otras restricciones fonotácticas más sutiles. Por ejemplo, en español no es posible un ataque que conste de oclusiva seguida de nasal, por lo que son imposibles en esta lengua y posición silábica secuencias como */kn/, */bn/, */pm/, etc. Dado que las oclusivas, según la escala propuesta, muestran menor sonoridad que las nasales, se esperaría que estos grupos fueran posibles en español, como lo son de hecho en otras lenguas. Pero lo cierto es que esto no ocurre. Las reglas de consti-‐
7 * 6 5 * 4 * 3 * 2 1 *
son
oridad
/t/ /r/ /a/ /n/ /s/
7 * 6 5 * 4 * 3 * 2 1 *
sono
ridad
/r/ /t/ /a/ /s/ /n/
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tución de sílabas del español no lo permiten. La razón puede ser que en esta lengua el grado de sonoridad de las nasales es considerado muy cercano al de las oclusivas y que quizá por ello se establece que los únicos fonemas que pueden combinarse felizmente con las oclusivas para formar un grupo de ataque son las sonantes /l, ɾ/: /pɾa/, /pla/, /bɾa/, /bla/, /tɾa/, /dɾa/13, /kɾa/, /kla/, /gɾa/, /gla/.
El conocimiento de reglas de formación de sílabas como la considerada es lo que permite a los hablantes nativos de español reconocer las sílabas propias de esta lengua frente a las que no lo son. Así, aceptan, por ejemplo, la sílaba /blin/, pero rechazan otras como /bnin/ o /nbin/. El que la sílaba /blin/ no sea el significante de una palabra efectiva del español es algo accidental (en algún momento puede que lo sea); no lo es, en cambio, el que no existan palabras cuyo significante sea /bnin/ o /nbin/ (vid. 6.1).
Este mismo conocimiento es también el que provoca que los elementos im-‐portados se adapten a los requisitos fonológicos de la lengua receptora. Por ejemplo, a los hablantes nativos de español les resulta extraña la palabra inglesa sprint, que consta de la única sílaba /sprint/ (tres consonantes en el ataque, dos de ellas sordas; dos consonantes en la coda de sílaba final de palabra: aspectos todos no permitidos en español). Cuando la importan la adaptan a las exigencias silábicas del español y crean una palabra nueva, esprín14, con dos sílabas, /es/ y /prin/: se antepone una vocal epentética a /s/ y se descarta el fonema /t/ final. Estos ajustes son mayores cuando esta misma palabra inglesa es importada al japonés (las restricciones fonotác-‐ticas de esta lengua son muy distintas de las del inglés). El japonés impide casi por completo cualquier tipo de grupo consonántico, en especial si está en el ataque, lo que lleva a que la palabra en cuestión sea importada con la forma supurinto, com-‐puesta de las sílabas /su/ (adaptación de /s/ de /sprint/), /pu/ (adaptación de /p/ de /sprint/), /rin/ (adaptación de /rin/ de /sprint/) y /to/ (adaptación de /t/ de /sprint/) (vid. 6.1)
6.3 Fenómenos suprasegmentales y paralingüísticos
Hasta aquí el análisis que hemos presentado segmenta los elementos lingüísticos (morfos, palabras, oraciones) en unidades menores hasta llegar a las unidades mínimas del plano fónico: los fonemas. Éstos, como hemos comprobado, se disponen linealmente y constituyen los segmentos de la cadena hablada. Sin embargo, si mirarnos los enunciados más de cerca, este modo de segmentación sufre en el campo fonológico una limitación de cierta importancia. Efectivamente, si tomamos las palabras término y termino, y las descomponernos en fonemas, obtenemos una única serie de segmentos: /t/ + /e/ + /r/ + /m/ + /i/ + /n/ + /o/; pero esta serie no da cuenta del hecho de que las dos palabras tengan distintos significados por el hecho de presentar el acento en sílabas diferentes. En otras palabras, un análisis estricta-‐
13 No son posibles */tla/ y */dla/, hecho que responde a otro tipo de restricción fonotáctica. 14 Esta adaptación no ha sido admitida aún por la Real Academia (aunque admite la forma sprint), pero sí está incluida en el Diccionario panhispánico de dudas.
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mente segmental no basta para identificar todos los aspectos relevantes de la cadena hablada: es necesario, en los ejemplos dados, tener en cuenta que la vocal /e/ (en la primera palabra) y la /i/ (en la segunda) se pronuncian con un acento, y, sobre todo, que este acento no está situado linealmente respecto a los demás fonemas, sino que se produce al mismo tiempo en que se producen las dos vocales. Por tanto, para dar cuenta fonológicamente de termino, no podemos escribir
/t/ + /e/ + /r/ + /m/ + /i/ + /’/ + /n/ + /o/ 1 2 3 4 5 6 7 8
asignándole al acento un lugar propio, sino que debemos poner el acento en la misma posición segmental que /i/. Las unidades no son, pues, ocho, como en la notación ofrecida, sino siete:
/t/ + /e/ + /r/ + /m/ + /í/ + /n/ + /o/ 1 2 3 4 5 6 7 En fin, en Fonología existen fenómenos que no son lineales (o segmentales), sino
que son simultáneos a otros. Estos fenómenos se llaman suprasegmentales, porque pueden ser representados mentalmente como ‘superpuestos’ a los segmentos propiamente dichos. Los hechos más importantes en este ámbito son el acento (suprasegmental de palabra) y la entonación (suprasegmental de enunciado (vid. más adelante)).
Los fenómenos suprasegmentales tienen gran importancia en la comunicación, porque desempeñan una importante función distintiva. El acento sirve como ele-‐mento distintivo de palabras (como en los ejemplos de arriba), pero puede operar también como señal demarcativa en las lenguas que lo tienen en posición fija, ya que señala el límite entre las palabras: tanto en francés como en turco, el acento recae siempre en la última sílaba; en polaco, en la penúltima, etc. (Otras lenguas, sin embargo, tienen el acento móvil, aunque sus cambios de una sílaba a otra están regulados por mecanismos rigurosos: así, el español, el inglés, el alemán, el ruso, etc.) (Vid. tema 5.) De la misma manera, la entonación sirve para distinguir el significado de los enunciados de forma sustancial: Has conseguido verla [.] y Has conseguido verla [?] demuestran el hecho de que es el carácter suprasegmental el que diferencia dos enunciados idénticos desde el punto de vista segmental.
Junto a los suprasegmentales, entre los sectores más ‘confusos’ y menos ac-‐cesibles (e incluso menos estudiados y conocidos) de la producción de sonidos verbales, hay que hablar de los paralingüísticos. Con este término (que los lingüistas consideran poco afortunado) se indica una masa de fenómenos que acompañan a una enunciación cualquiera, pero que no están completamente integrados en la organización gramatical de las lenguas, como el volumen de la voz, la velocidad del habla, los titubeos, las pausas de silencio, las pausas ‘llenas’ (las que informalmente se transcriben hum, mmm, etc.). Entre todos ellos merece una mención especial el fenómeno de la pausa, o sea el intervalo de silencio, de duración variable, que se entremezcla con ciertas unidades lingüísticas, y que, aun no siendo suprasegmental, podemos incluirlo en esta categoría. Paralelamente a las pausas estrictamente indivi-‐
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duales, que son momentos de silencio ocasionales, debidos esencialmente a la inten-‐ción comunicativa de cada hablante o a accidentes externos, existen también pausas funcionales, que desempeñan una función en la lengua, en cuanto que operan como verdaderas y auténticas unidades a nivel tanto fonológico como sintáctico. Las pausas funcionales son, a menudo, solamente virtuales, es decir, pueden ser o no ser produ-‐cidas en determinadas posiciones. En una estructura que se llama extrapolación se pueden tener enunciados como El niño, // ¿lo has llevado tú a la escuela? (donde el símbolo ‘//’ indica la pausa): la interpretación de este enunciado depende en gran medida de la pausa virtual que se puede tener en la posición indicada. La pausa opera a menudo en combinación con la entonación. Compárense los dos enunciados que siguen, idénticos desde el punto de vista segmental, pero diferentes solamente por la entonación y la presencia, en el segundo, de una pausa:
(1) ¿Cómo puedo hacerlo yo solo? (2) ¿Cómo? // ¿Puedo hacerlo yo solo?
La mayor parte de los fenómenos suprasegmentales y paralingüísticos son consi-‐
derados normalmente extraños a la organización de las lenguas, y no se les incluye en el análisis fonológico propiamente dicho (hasta el punto de que no existen ni siquiera medios apropiados para representarlos gráficamente). En realidad, el hecho de que tanto los fenómenos paralingüísticos como los segmentales sean relativamente poco conocidos, y, sobre todo, que estén escasamente integrados en el resto del análisis fonológico, es uno de los indicios de la insuficiencia actual de estos estudios.
6.4 Aspectos fonológicos de la entonación
Ningún enunciado hablado se produce sin entonación (que podemos aproxima-‐damente definir como la ‘melodía’ del enunciado): ésta es, por tanto, un fenómeno suprasegmental absolutamente general en el comportamiento lingüístico. No obstan-‐te, es uno de los aspectos más difíciles y menos estudiados de la Fonología, de manera que nuestros conocimientos sobre el tema son, dejando aparte el desarrollo global de la Lingüística, todavía hoy lamentablemente pobres. La dificultad de captar los fenómenos de entonación y de estudiarlos rigurosamente se debe en parte al hecho de que no es fácil representarlos visiblemente de manera satisfactoria. Incluso en las teorías más elaboradas a este respecto, la entonación se representa con medios extremadamente ingenuos y a veces toscos (curvas, guiones, flechas, debido a que la entonación se percibe mediante una analogía con la curva), o bien se la describe verbalmente, con notaciones de tipo impresionista y en cualquier caso no unívocas. Que se trata de un fenómeno difícil y difuso está confirmado por el hecho de que incluso la grafía de las lenguas, que ha llegado a ser capaz de reproducir con gran precisión los aspectos segmentales de la cadena hablada, ante la entonación se ha revelado insuficiente. La escritura, en efecto, reproduce la entonación de manera extremadamente simplificada: casi en todas las lenguas tenemos medios gráficos (como la puntuación) para distinguir entre la afirmación Él está yendo a casa [.] y la pregunta Él está yendo a casa [?], pero no hay ningún sistema para indicar que la
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frase Él está yendo a casa [.] puede de hecho pronunciarse con una variedad indiscu-‐tible de entonaciones diferentes, según que, por ejemplo, constituya la respuesta a la pregunta ¿Quién está yendo a casa?, o a la pregunta ¿Adónde está yendo?, o a una gama potencialmente muy amplia de otras preguntas posibles.
Es ya más bien difícil decir con absoluta certeza cuál es la base física de la ento-‐nación. Dejando de lado todo tipo de complicación técnica, podemos decir que se debe principalmente al hecho de que, en correspondencia con algunas sílabas (y en particular con las vocales que éstas tienen), la frecuencia de vibración del aire aumenta, formando cimas. Al variar la frecuencia de vibración del aire, varía la agu-‐deza (o altura) de la voz; por eso el efecto perceptivo de ‘melodía’ que los enun-‐ciados producen se obtiene porque, en correspondencia con esas cimas, la voz se hace más aguda respecto a los otros momentos. La sucesión de cimas y de valles que constituye la ‘melodía’ del enunciado se designa con el término de curva (o perfil o contorno) de entonación, y se dice que la entonación ‘sube’ o ‘baja’. A causa de esta metáfora ‘orográfica’ que se usa al hablar de la entonación, ésta a menudo se representa mediante trazos curvilíneos, que reproducen las subidas y bajadas.
Al lado de estas variaciones de altura tonal, en la entonación intervienen también fenómenos de cantidad. La pregunta ¿Tomas un café? puede ser pronun-‐ciada con la vocal final larga (o incluso muy larga), y en este caso puede significar duda o sorpresa («pero ¿de verdad que tomas un café?»). La presencia de un factor de duración complica bastante el análisis fonológico de la entonación, también porque la cantidad se representa visualmente con notable dificultad.
La importancia de la entonación en las lenguas es evidente también desde el punto de vista biológico: el niño llega a producir sencillas curvas de entonación desde los primeros días de vida, y en cualquier caso mucho antes de ser capaz de producir un fonema segmental cualquiera de su lengua. A la madre que le hace escuchar una m continua y modulada en la entonación, el niño de pocas semanas le responde por imitación, produciendo a su vez una curva semejante, con las mismas ondas de frecuencia (aunque con una duración ligeramente más breve que la de la madre). A los tres meses el niño es capaz de imitar la entonación producida por la madre incluso bajo el aspecto de la duración; con un año, la gama esencial de las entona-‐ciones utilizadas en la lengua materna se puede considerar aprendida.
Desde el punto de vista funcional, la entonación es un recurso de modulación del enunciado esencial y muy delicado, que sirve para señalar qué tipo de enunciado estamos pronunciando (si es afirmativo, interrogativo, exclamativo, etc., para indicar qué valor pragmático le está atribuyendo el emisor (si está hablando en broma, en serio, irónicamente, etc. (vid. tema 8)), y por fin para poner de relieve las partes del enunciado a las que pretendemos darle mayor importancia, de manera que el receptor las capte con mayor claridad.
Pero no podemos entrar aquí en más detalles; limitémonos a dar alguna noción introductoria elemental. En general, hablando de la entonación, se distinguen dos aspectos esenciales: a) la altura (o nivel) tonal de las distintas sílabas, y b) la curva de entonación de todo el enunciado. En cuanto al primer aspecto, en la enunciación las sílabas reciben (independientemente del hecho de que lleven o no lleven acento) una distinta altura tonal: en otras palabras, recordémoslo, el acento es principalmente una cuestión de intensidad). Por ejemplo, hay una diferencia entre el decir sí (con un
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tono relativamente bajo) como respuesta a la pregunta ¿Te llamas Luis? y el decir sí (con un tono notablemente más alto) como cuando se responde al teléfono que suena, o bien a una llamada ([A] ¿Luis? [B] ¿Sí?). (Es bastante evidente, por otro lado, que en esta realización de sí, la vocal se produce no solamente con un tono más alto que en el primer caso, sino también ligeramente alargada. Por eso, la manera mejor de representarla no es ¿sí?, sino ¿si-‐í?, donde, en la primera i hay un nivel tonal más bajo que el que aparece en la segunda.) Según las lenguas, varía el número de los niveles de tono reconocidos. Por ejemplo, en inglés se localizan (según los intér-‐pretes) cuatro o cinco; en otras lenguas, el número puede ser distinto.
En cuanto al otro aspecto, cada enunciado muestra un aspecto suprasegmental de entonación que contribuye de manera esencial a su caracterización sintáctica, semántica y pragmática. Este elemento suprasegmental se puede representar muy bien con una curva, de forma que todo tipo de enunciado estará caracterizado por una curva de entonación específica. Un ejemplo elemental al alcance de la mano está constituido por la diferencia entre la entonación ‘llana’ típica de la aserción y la ‘ascendente’ propia de la interrogación, como podemos comprobar comparando los dos enunciados siguientes:
(3) No crees que es así. (4) ¿No crees que es así?
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ANEXO 1: ALFABETO FONÉTICO INTERNACIONAL
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ANEXO 3: EQUIVALENCIAS ENTRE EL “AFI” Y LOS SÍMBOLOS USADOS EN LA LINGÜÍSTICA HISPÁNICA (“RFE”):
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EJERCICIOS
1 Determine, para los sonidos de las parejas siguientes, si tienen el mismo o diferente lugar de articulación. A continuación, identifique este lugar.
a) [s] : [l] ______________________________________________________ b) [k] : [ŋ] ______________________________________________________ c) [p] : [g] ______________________________________________________ d) [l] : [r] ______________________________________________________ e) [m] : [n] ______________________________________________________ f) [ʤ] : [ʃ] ______________________________________________________ g) [f] : [h] ______________________________________________________ h) [w] : [j] ______________________________________________________ i) [b] : [f] ______________________________________________________ j) [ʧ] : [ʤ] ______________________________________________________ k) [s] : [v] ______________________________________________________ l) [θ] : [t] ______________________________________________________
2 Determine, para los sonidos de las parejas siguientes, si tienen el mismo o diferente modo de articulación. A continuación, diga de qué modo(s) se trata.
a) [s] : [θ] ______________________________________________________ b) [k] : [g] ______________________________________________________ c) [w] : [j] ______________________________________________________ d) [f] : [ʃ] ______________________________________________________ e) [l] : [t] ______________________________________________________ f) [ð] : [v] ______________________________________________________ g) [ʧ] : [ʃ] ______________________________________________________ h) [m] : [ŋ] ______________________________________________________ i) [r] : [w] ______________________________________________________ j) [ʧ] : [ʤ] ______________________________________________________ k) [h] : [ʔ] ______________________________________________________ l) [z] : [ʒ] ______________________________________________________
3 Escriba entre los corchetes el símbolo fonético correspondiente a las siguientes especificaciones de sonidos.
a) [ ] nasal velar sonoro b) [ ] lateral alveolar sonoro c) [ ] oclusivo glotal sordo d) [ ] vocal cerrado posterior redondeado
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e) [ ] fricativo palatal sordo f) [ ] africado palatal sonoro g) [ ] oclusivo dental sonoro h) [ ] vocal semiabierto posterior redondeado i) [ ] fricativo bilabial sonoro j) [ ] semivocal anterior k) [ ] vocal abierto central l) [ ] semivocal velar m) [ ] fricativo velar sordo n) [ ] fricativo alveolar sordo o) [ ] lateral palatal sonoro p) [ ] vibrante múltiple uvular q) [ ] fricativo dental sordo r) [ ] fricativo labiodental sordo
Indique qué especificaciones corresponden a sonidos que no son del español.
4 Determine los rasgos fonéticos que comparten los sonidos incluidos en los grupos siguientes: [p t k b d g] : __________________________________________________. [m n ŋ ɲ] : __________________________________________________. [f s ç ʃ x] : __________________________________________________. [i y e ø] : __________________________________________________. [ɑ o u ɔ] : __________________________________________________. [ɾ l n s r] : __________________________________________________. [c j ɲ ʎ ç ɟ] : __________________________________________________. [i u] : __________________________________________________. [e o] : __________________________________________________.
5 Especifique, usando términos como oclusivo, fricativo, sonoro, etc., el único rasgo fonético que comparten los segmentos incluidos en los grupos siguientes. Intente evitar términos genéricos como consonante o vocal.
Ejemplo: [b d g œ m y] son todos sonoros.
a) [i e ɛ æ] son todos __________. b) [ʧ ʒ ʃ ʤ] son todos __________. c) [p t k g ʔ] son todos __________. d) [p b m f v] son todos __________. e) [ʌ əә ʊ a] son todos __________. f) [h ʔ] son ambos __________. g) [u o e] son los tres __________.
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h) [s z ʧ ʤ ʃ ʒ] son todos __________. i) [l r m n ŋ j w] son todos __________. j) [t d l r n s z] son todos __________.
6 Determine el o los rasgos fonéticos que permiten distinguir los grupos de sonidos siguientes.
Ejemplo: [i e] frente a [a]: vocales anteriores frente a vocal central.
a) [p t k s] frente a [b d g z] : __________________________________________________. b) [p t k] y [b d g] frente a [m n ŋ] : __________________________________________________. c) [b d g] frente a [β ð ɣ] : __________________________________________________. d) [l] frente a [r] : __________________________________________________. e) [c ɟ] frente a [ʃ ʒ] : __________________________________________________. f) [o u] frente a [a] : __________________________________________________. g) [i e æ] frente a [u o ɔ] : __________________________________________________. h) [i u] frente a [e o] : __________________________________________________. i) [t d] frente a [c ɟ] : __________________________________________________. j) [ɟ c j ʎ] frente a [i] : __________________________________________________. k) [b β v] frente a [u w] : __________________________________________________. l) [p b], [t d] y [k g] frente a [f], [θ/s] y [x] : ___________________________________________.
7 Determine a qué proceso fonético del decurso responden las siguientes variantes dialectales del español.
Español estándar Variedad dialectal Proceso a) [ˈpoβ ɾe] [ˈpɾoβ e] ____________________ b) [ˈgɾaθ ˖jas] [ˈgɾasja] ____________________ c) [ˈkaɾne] [ˈkanne] ____________________ d) [ˈpesos] [ˈpeso s] ____________________ e) [es ˈtomaɣo] [es ˈtoɣamo] ____________________ f) [a lˈβ ɾiθ ˖jas] [aˈβ ɾisjas] ____________________ g) [ˈpɛrɔs] [ˈpɛrɔʰ] ____________________ h) [ˈbwenɔz ˈð ias] [ˈbwenɔɹ ˈð ias] ____________________
8 a) Examine los siguientes datos del español, determine la distribución de los sonidos nasales y el patrón a que ésta responde.
[ˈmãŋgo] [amˈpaɾo] [ˈdwen de] [ˈɔ ŋgo] [emboteˈʝaɾ] [ˈpin ta] [teŋˈgamɔs] [amputaˈθ ˖jɔn] [ˈtenso] [ˈanʲʧo] [eɱfɛrmeˈð að ] [en ˖ˈθ ˖ina]
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[kɔnʲʣuˈɣa l] [aɱˈfiβ jo] [kɔnʲ ˈʤelo] [ˈiɱfulas]
b) Haga lo mismo con estos otros datos y compare los resultados.
[ˈmãno] [ˈnato] [ˈmãɲo] [ˈmato] [ˈmãmo] [ˈlamo]
c) ¿Qué conclusiones puede extraer tras el análisis de ambos grupos de datos?
9 Examine los datos del siguiente corpus:
[aˈsɛɾ] [sɛɾˈβ i ɾ] [i hraˈɛl] [kanˈsað o] [ˈahko] [ˈmu hɣo] [ˈbesɔʰ] [aʰpiraˈθ ˖jɔn] [ˈpi hta] [deˈsi ɾ] [ˈi hlaʰ] [ˈesaʰ ˈmɔhkaʰ ] [ˈmasa] [ˈsako] [ahˈfa l to]
Decida si [s], [h] y [h] son fonemas o alófonos de un mismo fonema, teniendo en cuenta su distribución.
10 He aquí de nuevo los datos presentados en el ejercicio 11:
[ˈmãŋgo] [amˈpaɾo] [ˈdwen de] [ˈɔ ŋgo] [emboteˈʝaɾ] [ˈpin ta] [teŋˈgamɔs] [amputaˈθ ˖jɔn] [ˈtenso] [ˈanʲʧo] [eɱfɛrmeˈð að ] [en ˖ˈθ ˖ina] [kɔnʲʣuˈɣa l] [aɱˈfiβ jo] [kɔnʲ ˈʤelo] [ˈiɱfulas] [ˈmãno] [ˈnato] [ˈmãɲo] [ˈmato] [ˈmãmo] [ˈlamo]
En ellos se comprueba que la oposición entre los fonemas /m/, /n/ y /ɲ/ se da sólo en ciertas posiciones pero no en otras, en las que se neutralizan y aparece el archifonema /N/. Describa la distribución en uno y otro caso. Ahora, examine en estos otros datos los alófonos de los fonemas /p/, /b/, /t/, /d/, /k/ y /g/. Decida si puede hablarse de neutralización entre ellos. Si es así, establezca qué archifonemas aparecen y en qué distribución lo hacen.
Lingüística. Tema 4. Fonética y Fonología.
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[ˈapto] [ˈabto] [ˈaβ to] [ˈakto] [ˈagto] [ˈaɣto] [adˈkiɾi ɾ] [atˈkiɾi ɾ] [að ˈkiɾi ɾ] [ˈɛtniko] [ˈedniko] [ˈeð niko] [bɔn ˈdad] [bɔn ˈdað ] [bɔn ˈdat] [bɔn ˈdað ˳] [ˈaʰto] [ˈaβ to] [ˈenniko] [ˈeʰniko] [bɔn ˈda]
11 Transcriba fonética y fonológicamente las palabras siguientes.
Palabra Tr. fonét. Tr. fonol. Palabra Tr. fonét. Tr. fonol. viaje [ˈbja xe] /ˈbiaxe/ subjetivo
profesores algo intimidad enseñaba egoísta ayudante
mentalmente actuación
LINGÜÍSTICA
TEMA 5 MORFOLOGÍA
1. Introducción.- 2. Descomposición y combinación.- 3. Morfemas.- 4. Morfemas, morfos y alomorfos.- 5. Radicales y afijos.- 6. Procesos morfológicos.- 7. Matrices morfológicas y matrices semánticas.- 8. La palabra.
1. INTRODUCCIÓN Las palabras1 son elementos modificables, es decir, capaces de variar su propia
forma y significado según el entorno sintagmático en el que aparecen. La palabra grande se transforma en grandes en los niños son grandes, en gran en es un gran hombre; de la misma manera, otras muchas palabras se modifican de acuerdo con el entorno. No todas las palabras tienen, sin embargo, esta propiedad: algunos tipos de palabras son invariables y no se prestan a ningún tipo de modificación, como en español las conjunciones y, pero, o, etc., o en latín ac, sed, atque, etc. Esta pequeña limitación no evita, sin embargo, que la mayoría de las palabras de las lenguas puedan sufrir complejos procesos de modificación.
Las modificaciones formales de las palabras pueden ser de numerosos tipos. Pero, por comodidad, se distinguen dos categorías fundamentales, ejemplificadas en el siguiente esquema:
ESPAÑOL LATÍN hacer → rehacer scio → scientia hago Scis hacemos Scit ... ...
Las modificaciones presentadas en el eje horizontal del esquema tienen la
propiedad de dar lugar a nuevas palabras del léxico respecto de la palabra-base (rehacer respecto de hacer; scientia respecto de scio), con la posibilidad de que éstas correspondan a partes del discurso distintas de aquélla a la que pertenece la palabra-base. Las que están en el eje vertical, sin embargo, dan lugar a nuevas formas de la misma palabra (hago respecto de hacer, etc.). Ambos tipos de modificación son ejemplos de un nivel de análisis lingüístico que comúnmente se llama morfología (es decir, «teoría de la forma» de las palabras). Intuitivamente, se puede decir que la morfología se ocupa de las modificaciones de las palabras y de la variedad de formas que asumen como consecuencia.
1 Recurrimos, de momento, a la noción intuitiva de ‘palabra’. Vid. § 9 para obtener más información.
Lingüística. Tema 5. Morfología.
2
Los procesos de modificación morfológica se distinguen en dos clases principales: la morfología de la flexión (o flexional), representada por los ejes verticales del esquema anterior, y la morfología de la derivación (o derivativa), representada por los ejes horizontales de ese mismo esquema. Cada una de estas áreas morfológicas presenta una variedad de aspectos que habrá que examinar detalla-damente.
Desde el punto de vista de la teoría general de los códigos, la morfología de las
lenguas tiene una evidente función económica. Efectivamente, si las lenguas no tuvieran morfología, deberían disponer de un elemento distinto para cada posición sintagmática: dicho de otra manera, de una misma palabra no se podrían sacar formas diferentes ni palabras nuevas, y no sería posible la reutilización de las palabras ya conocidas, con la consecuencia de una fuerte pérdida de economía. Frente a estas eventualidades, la capacidad de modificación morfológica es un sencillo y genial hallazgo para poder volver a usar los mismos elementos de partida en una variedad muy amplia de formas y de configuraciones. Vistos desde este ángulo, los procesos morfológicos desempeñan la función de permitir a la lengua expandirse ilimitadamente sin cargarse de un número de elementos superior a los límites tolerables por el usuario, y le confieren una extraordinaria flexibilidad de uso. Por lo demás, no se conoce ninguna lengua que no tenga algún tipo de fenómeno morfológico: eso demuestra cómo los sistemas lingüísticos explotan todos los recursos posibles para alcanzar el máximo de economía y distintividad. Al igual que otros caracteres de las lenguas verbales, también los procesos morfológicos tienen lugar gracias al carácter articulado de estos códigos.
La morfología es también un sencillo pero importante medio con el que las
lenguas aseguran la cohesión, porque ofrece un inmenso repertorio de indicadores de las relaciones existentes entre los distintos componentes de los enunciados. Esto se observa con total claridad en los fenómenos de la concordancia. Por ejemplo, en el enunciado latino optimus civis «ciudadano excelente», el que las dos palabras que forman parte del enunciado tengan ‘algo que ver’ entre sí está indicado exclusivamente por el hecho de que presentan una terminación con el mismo caso (-us e -is, ambos, entre otras cosas, están en nominativo masculino y singular).
2. DESCOMPOSICIÓN Y COMBINACIÓN Los diversos fenómenos de modificación morfológica tienen lugar gracias a dos
condiciones fundamentales relacionadas con la estructura de las palabras. Se trata de las siguientes:
a) Condición de descomponibilidad Algunas palabras se pueden descomponer en partes más pequeñas dotadas de
significado: por ejemplo, perro se puede descomponer (con procedimientos adecua-dos) en perr + o, y el primer componente de esta combinación puede aparecer también en otras combinaciones (perr + a, etc.); en latín, lego («leo») se puede descomponer en leg + o, cuyo primer componente aparece también en legis (leg + is), legam (leg + am), etc.; de la misma manera, los segundos componentes de estas combinaciones pueden aparecer también en otros contextos.
Lingüística. Tema 5. Morfología.
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b) Condición de estrecha combinabilidad Algunas palabras se pueden combinar estrechamente con otros elementos, que
pueden no ser a su vez palabras, y forman con ellos palabras nuevas. Por ejemplo, la palabra latina scio se combina estrechamente con ne- en nescio «no sé», y ne- (con e breve) no es una palabra autónoma; la palabra española hacer se combina estrecha-mente con re- para dar rehacer; la palabra inglesa able «capaz» se combina con un- para dar unable «incapaz» (donde un- no es una palabra por sí sola), etc.
Tanto la condición de descomponibilidad como la de estrecha combinabilidad no
son más que una manifestación de que las lenguas son códigos articulados, y eviden-cian la flexibilidad que las lenguas adquieren debido a la posibilidad de articulación. Pero aquí hay que introducir una limitación cuantitativa: no todas las palabras respetan la condición de descomponibilidad. Es el caso, por ejemplo, de y, pero, el inglés but «pero», el alemán hin «fuera de aquí», etc.; igualmente, no todas respetan la condición de estrecha combinabilidad. Son numerosas también las palabras que no respetan ni una ni otra condición. Por tanto, con una generalización poco rigurosa (aunque no falsa), podemos decir que la morfología se ha producido gracias a que parte de las palabras respetan tanto la condición de descomponibilidad como la de estrecha combinabilidad, y que gran parte de las palabras respeta una u otra.
3. MORFEMAS
3.1 Segmentación Uno de los terrenos en los que más claramente se puede ver, en la práctica, el par
de condiciones presentadas en el apartado anterior es el del análisis morfemático, es decir, en la descomposición de las palabras en morfemas, las unidades mínimas de la morfología.
Normalmente el morfema se define como la unidad lingüística mínima dotada de significado. Las dos especificaciones ‘mínima’ y ‘dotada de significado’ hay que tomarlas conjuntamente, porque existen otras unidades lingüísticas de las que se puede decir que son ‘mínimas’, pero que carecen de significado (como los fonemas); y al contrario, existen unidades ‘dotadas de significado’ que, sin embargo, no son ‘míni-mas’ en ningún sentido (como los sintagmas).
Para aclarar esta definición tomemos las siguientes palabras: español cortés, descortés, cortésmente, descortésmente; inglés stable «estable», unstable «inestable»; alemán höflich «cortés», unhöflich «descortés»; latín aptus «capaz», aptitudo «capacidad». Imaginemos que estas palabras sean todo el corpus disponible (o sea el conjunto de datos para analizar) y probemos a descomponerlas en partes dotadas de significado, mediante una simple comparación por parejas, de la manera siguiente:
ESPAÑOL INGLÉS ALEMÁN LATÍN
cortés des- -cortés cortés- -mente des- cortés- -mente
stable un- -stable
höflich un- -höflich
apt- -us apt- -itudo
Lingüística. Tema 5. Morfología.
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Así obtenemos las siguientes listas de elementos: ESPAÑOL INGLÉS ALEMÁN LATÍN cortés stable höflich apt- des- un- un- -us -mente -itudo Esas unidades son morfemas, esto es, unidades mínimas dotadas al mismo tiempo
de una expresión y un contenido. La operación con la que se les identifica evidencia un procedimiento típico de la lingüística, conocido con el nombre de segmentación, porque consiste en descomponer en segmentos sucesivos la cadena sintagmática.
Los ejemplos citados aclaran algunos aspectos importantes de la organización
morfemática de las lenguas, como son: a) Los morfemas de una lengua son recurrentes a partir de un determinado punto
del análisis: cortés no aparece una sola vez en el léxico español, sino en distintas palabras, de la misma manera que un- aparece en muchas ocasiones en el léxico inglés; etc. Ésta es una de las manifestaciones de la economía de la organización de las lenguas: se reutilizan materiales ya disponibles antes que crear otros nuevos.
b) Los morfemas de una lengua tienden a ser fonológicamente estables, en el
sentido de que exhiben un significado constante mediante una (relativa) identidad formal. Podría parecer que esta afirmación no es completamente verdadera, desde el momento en que en algunos casos los morfemas pueden presentar una variabilidad fonológica de diferente grado. Sin embargo, y pese a todo, hay que tener en cuenta que la variabilidad fonológica es relativamente escasa en comparación con la estaba-lidad fonológica.
3.2 Comparación por parejas Estos ejemplos ponen en evidencia también algunos aspectos importantes del
método del análisis, en el que vale la pena detenerse un momento. Se trata, en el fondo, de un simple procedimiento de comparación por parejas. Si imaginamos que el corpus de la lengua que estamos estudiando está compuesto solamente por dos palabras, como vencer e invencible, y si las comparamos en busca del material fonológico que tienen en común, tendremos buenas razones para suponer que los morfemas que las componen son los siguientes (en el recuadro aparecen los elementos comunes):
Lingüística. Tema 5. Morfología.
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Primera comparación:
CORPUS LISTA DE LOS MORFEMAS SUPUESTOS venc er in venc ible
venc-, in-, -ible, -er
Si añadimos una sola palabra a este corpus, la lista de los supuestos morfemas
puede modificarse, y podemos incluso descubrir que algunos elementos que habían sido considerados como morfemas ya delimitados, tienen que ser descompuestos una vez más (o analizados de nuevo). Así, de incluir en el corpus la palabra invencibles, obtendremos la siguiente situación (en cursiva los morfemas nuevos y en negrita los que, aparecidos ya, se han segmentado otra vez):
Segunda comparación:
CORPUS LISTA DE LOS MORFEMAS SUPUESTOS venc er in venc ibl e in venc ibl es
venc-, in-, -ibl-, -er, -e, -es
Si continuamos añadiendo palabras al corpus, la lista de los morfemas crecerá
aún más, dando lugar, incluso, a posteriores análisis. Insertando, por ejemplo, imprevisible, tendremos la situación siguiente:
Tercera comparación:
CORPUS LISTA DE LOS MORFEMAS SUPUESTOS venc er in venc ibl e in venc ibl es imprevis ibl e
venc-, in-, imprevis-, -ibl-, -er, -e, -es
Solamente mediante la introducción de previsible, tendremos la posibilidad de
hacer un segundo análisis (imprevis- en im-, y previs-), como vemos a continuación en el esquema:
Lingüística. Tema 5. Morfología.
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Cuarta comparación:
CORPUS LISTA DE LOS MORFEMAS SUPUESTOS
venc er in venc ibl e in venc ibl es im previs ibl e
venc-, in-, im-, previs-, -ibl-, -er, -e, -es
Y así sucesivamente. Llegados a este punto, es evidente que obtener un análisis
morfémico completo de una lengua es una empresa más ideal que real. En efecto, para conseguirlo sería necesario comparar por parejas todas las palabras que componen la lengua e identificar una gran cantidad de morfemas. Pero las dificultades que se interponen a la descomposición completa de una lengua no se deben tanto a la imposibilidad material del análisis, como a una serie de complicaciones concernientes a aspectos más profundos de los elementos analizados. Consideremos algunas de estas dificultades.
3.3 Dificultades de la segmentación Ante todo, los elementos que, por definición, integran todo morfema, significante
y significado, no son identificables del mismo modo: en tanto que el significante generalmente puede ser identificado con suficiente claridad, el significado, en cambio, opone bastante obstáculos a su identificación. Sólo supuestamente podemos atribuir un significado a cada uno de los elementos identificados en los dos breves análisis que hemos realizado antes: en español, in- significará «negación», -ible significará «que puede ‘ser + participio pasado de un verbo x’», etc. Pero no en todos los casos se consigue determinar fácilmente el significado de las unidades, ni siquiera de manera aproximada. Por desgracia, son muchas las ocasiones en que el morfema se puede identificar con total seguridad en el plano del significante, pero no en el del significado. Imaginemos un corpus como el siguiente, que da lugar a la lista de morfemas indicada al lado:
CORPUS LISTA DE LOS MORFEMAS SUPUESTOS asistencia
asistir consistencia
consistir desistir
insistencia insistir
resistencia resistir a-, de-, in-, con-, re-, -sist-, -er, -encia
Lingüística. Tema 5. Morfología.
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El morfema -sist-, que se extrae sin ninguna dificultad del análisis, tiene un significado que no se puede describir. Solamente con la ayuda de la etimología conseguimos saber que, en latín (del que todas las palabras indicadas derivan), -sist- significaba más o menos «estar». Pero es fácil comprobar que en español esta descripción del significado no se puede ya aplicar. Como vemos, en estos casos la expresión es perfectamente segmentable; sin embargo, el contenido no se puede definir bien. Dicho de otro modo, las palabras no siempre están rigurosamente determinadas por lo que a la segmentación se refiere. La palabra española mejor, a la que se le atribuye intuitivamente el significado de «más bueno», puede ilustrar este hecho. Si en el análisis de bueno es fácil establecer la correspondencia siguiente entre forma y significado:
EXPRESIÓN SIGNIFICADO
buen- «bueno» -o «masculino singular»
en el análisis de mejor el resultado no queda determinado de la misma manera:
EXPRESIÓN SIGNIFICADO mejor «más bueno»
En este caso, no se puede localizar una parte del significante de mejor a la que se le pueda atribuir el significado «más», y otra a la que se le pueda atribuir el significado «bueno». No podemos, por ejemplo, sostener que mej- signifique «bueno» y -or «más». El análisis no nos permite establecer una correspondencia biunívoca entre significados y formas, sino que se detiene frente a una condensación de significados bajo la misma unidad formal.
3.4 Superposición y no superposición de los morfemas gramaticales y léxicos Hay que destacar, en relación con lo que venimos tratando, otro aspecto
importante: en algunas lenguas los morfemas no van necesariamente seguidos en la misma cadena sintagmática. En todos los ejemplos citados hasta ahora se pueden distinguir intuitivamente dos clases de morfemas: los que expresan un significado ‘pleno’ o léxico, denominados normalmente morfemas léxicos o lexemas (buen-, cortés-, -able; höf-, etc.), y los que expresan un significado ‘gramatical’, generalmente llamados morfemas gramaticales (español -a, -o, in-, etc.; inglés un-, etc.). Que entre las dos clases existe una diferencia profunda se deduce del hecho de que la primera constituye una clase abierta (es decir, que se puede ampliar ilimitadamente) y la segunda, en cambio, una clase cerrada. En las lenguas europeas modernas los morfemas gramaticales y los léxicos generalmente no se superponen en el eje sintagmático: simpáticos, por ejemplo, se descompone en simpátic-, morfema léxico, y en –o- y –s, morfemas gramaticales; el morfema léxico antecede a los gramaticales y no hay superposición entre ellos:
MORFEMA LÉXICO + MORFEMA GRAMATICAL 1 2
Lingüística. Tema 5. Morfología.
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Las lenguas semíticas (como el árabe y el hebreo), sin embargo, son un ejemplo muy claro del caso opuesto, en el que los morfemas de estas dos clases se combinan no sucesivamente sino ‘mezclándose’ unos con otros. En árabe, por ejemplo, el morfema léxico que significa «preguntar» está constituido por tres consonantes: ţ-1-b, las cuales, en esta forma concreta, no constituyen una palabra verdadera. Para convertirse en una palabra completamente actualizada, estas consonantes tienen que completarse con material vocálico (o, en algunos casos, también consonántico) que se inserta delante, en medio o después de las consonantes, y que constituye el morfema gramatical (una especie de ‘peine’ morfémico). La situación descrita se puede repre-sentar con el esquema siguiente (en el que V = Vocal):
En este caso, si queremos obtener la palabra que significa «el que pregunta», tenemos que insertar en el ‘peine’ morfémico otro peine, el morfema gramatical -a2–i4- «el que (hace algo)»; las cifras que aparecen debajo indican que -a- tiene que situarse en la posición 2 e -i- en la posición 4). El resultado de esta operación es el siguiente:
Todos los ejemplos que hemos venido discutiendo hasta aquí ilustran las
condiciones, anteriormente consideradas, de descomponibilidad y de estrecha combinabilidad: el morfema no concatenante árabe ţ-1-b, por ejemplo, puede ser extraído de una serie de palabras (ţálib, ţalaba, etc.) y no puede aparecer solo, sino siempre combinado con algo.
Lingüística. Tema 5. Morfología.
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4. MORFEMAS, MORFOS Y ALOMORFOS En las lenguas hay numerosas palabras que, aun expresando un significado
complejo, no se prestan a ningún tipo de segmentación. La palabra española es, por ejemplo, corresponde a la «tercera persona singular del presente de indicativo de ser», pero no se puede atribuir ninguna de estas especificaciones de significado a alguna parte de es. Casos de este tipo, que son muy numerosos, hacen aconsejable volver a tratar la noción de morfema: no habrá que seguir considerándolo como una entidad lineal resultante de la última segmentación de una palabra2, sino como algo más abstracto.
Para explicar este punto, es conveniente representar la relación entre es y ser con los términos de una proporción, estableciendo una igualdad entre estos términos y los constituidos por la relación entre dos palabras más claramente emparentadas desde el punto de vista morfológico, como, por ejemplo, levantar y levanta (tercera persona singular del presente de indicativo). Tenemos entonces, el siguiente esquema:
levantar : levanta = ser : es «levantar» «levantar» «ser» «ser» «inf.» «3ª pers.» «inf.» «3ª pers.» «sing.» «sing.» «pres.» «pres.» «ind.» «ind.»
Algunos lingüistas representan estas relaciones intuitivas mediante una ecuación como la siguiente:
ax : bx = ay : by
Es decir, toda palabra (aunque no se pueda segmentar en morfemas) se descompone en dos factores, indicados respectivamente por una de las primeras y una de las últimas letras del alfabeto; x e y representan el morfema léxico de las respectivas palabras (x = {levantar}, y = {ser}), mientras a y b representan los morfemas gramaticales correspondientes (a = {INFINITIVO}, b = {PRESENTE DE INDICATIVO + 3ª PERSONA + SINGULAR + INDICATIVO}). De esta manera, la igualdad de relaciones entre las dos parejas de palabras resulta evidente: levanta y es, a pesar de la diferencia de capacidad de análisis, ‘contienen’ los mismos morfemas. Comprobamos, así, que los morfemas pueden no ser distinguibles en el eje de la linealidad, y que se identifican sólo mediante una descomposición en factores.
Podemos decir, por tanto, más concretamente que una palabra no se descompone en morfemas, porque los morfemas no son siempre elementos posicionales sino facto-riales de las palabras. Es, pues, necesario introducir otra noción: las palabras, consideradas en su secuencia fonológica, se descomponen en entidades lineales que se llaman morfos. La palabra es, por consiguiente, está constituida, desde este punto de vista, por un solo morfo que, manifestado fonológicamente por /es/, en realidad
2 Hasta aquí lo hemos considerado así, como una primera aproximación y por razones de exposición.
Lingüística. Tema 5. Morfología.
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representa a varios morfemas: {ser} + {PRESENTE} + {TERCERA PERSONA} + {SINGULAR} + {INDICATIVO}, según el esquema que sigue:
MORFEMA 1 MORFEMA 2 MORFEMA 3 MORFEMA 4 MORFEMA 5
{ser} {PRESENTE} {3ª PERSONA} {SINGULAR} {INDICATIVO}
MORFO /es/
Por otro lado, un mismo morfema –entendido ya como elemento factorial de las
palabras- puede no estar siempre representado por el mismo morfo, sino por morfos distintos en entornos sintagmáticos diferentes. Por ejemplo, el conjunto de morfemas {PLURAL} + {MASCULINO}, relativo a nombres, que en italiano se representa en la mayoría de los casos con el morfo /i/ (-i: cani «perros», poeti «poetas», tavoli «me-sas», etc.), se manifiesta con el morfo /-ini/ solamente en el entorno uom- (uom-ini «hombres»). Aunque -ini aparezca exclusivamente en combinación con uom-, e -i tenga fuerte índice de aparición, hay que reconocer que el conjunto de morfemas {PLURAL + MASCULINO} se manifiesta en italiano en, al menos, dos formas distintas. Los distintos morfos que representan un mismo morfema se llaman alomorfos de ese morfema. Podemos decir entonces que los morfemas {PLURAL + MASCULINO} tienen en italiano dos alomorfos distintos: -i e -ini. De la misma manera, el plural de los nombres turcos se expresa en dos morfos diferentes, respectivamente -lar y -ler, que se seleccionan según sea la vocal final del morfo de la raíz: ev-ler {casa} + {PLURAL}, pero adam-lar {hombre} + {PLURAL}.
Establezcamos, por consiguiente, la convención terminológica según la cual las palabras pueden tener un conjunto morfémico, esto es, contener un conjunto de morfemas a los que corresponden uno o más morfos. La distinción entre morfemas (entidades abstractas, elementos factoriales de las palabras, representados fonológicamente por morfos) y morfos (entidades fonológicas que manifiestan morfemas o conjuntos de morfemas) resuelve en gran parte las dificultades de análisis que hemos subrayado, y que son concretamente:
a) el hecho de que una palabra, desde el punto de vista de su linealidad, no
pueda descomponerse de ninguna manera en segmentos aunque, al insertarla en una proporción, resulte claramente constituida por varios factores;
b) el hecho de que dos palabras, que tienen entre sí una evidente relación en cuanto a su significado (como ser respecto de es), puedan no tener ninguna (o casi ninguna) semejanza fonológica (este último fenómeno se presenta también en la relación entre bueno, mejor y óptimo, relacionados desde el punto de vista del significado, pero completamente carentes de relaciones fonológicas).
Lingüística. Tema 5. Morfología.
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5. RADICALES Y AFIJOS Es conveniente ahora introducir algunas clasificaciones elementales de los
morfemas, y lo haremos, por un lado, según su libertad de combinación, y, por otro, según su propia naturaleza.
a) Desde el punto de vista de su combinabilidad, los morfemas se clasifican en
libres y ligados. Un morfema libre puede aparecer en forma absoluta, esto es, carente de cualquier otra atadura, y por tanto constituir por sí solo una palabra. Un morfema ligado, en cambio, puede aparecer solamente en combinación con al menos otro morfema, ya sea libre o ligado. En español ayer, por o pero son ejemplos típicos de morfos que corresponden a morfemas libres: todos ellos pueden aparecer sin tenerse que combinar estrictamente con nada y, por tanto, cada uno constituye una palabra distinta. El morfo italiano –ini, el inglés -s o el español –s corresponden, en cambio, a morfemas ligados, pues pueden aparecer solamente si se combinan estrechamente con otros morfos: el primero en uom-ini «hombres», el segundo en dog-s «perros» y el tercero en torre- s, etc.
c) Desde el punto de vista de su naturaleza, los morfemas tradicionalmente se
clasifican en radicales (o raíces) y afijos. Así, en el griego dotor «donante», do- es el morfo raíz, es decir, el morfo que expresa el morfema léxico «dar»; -tor es un morfo afijal que se sitúa a la derecha del morfo radical y manifiesta la idea de «agente». Ambos son morfos ligados, de manera que no pueden aparecer separadamente. En la forma del genitivo, dótoros, a los dos morfos ya mencionados se añade un tercero, -os, que expresa el conjunto de morfemas {GENITIVO + SINGULAR + MASCULINO / FEMENINO / NEUTRO}. Tanto -tor como -os son morfos afijales, pues se unen estrechamente a un morfo radical sin ser a su vez morfos radicales.
Los elementos radicales aportan contenido léxico de carácter específico, pertenecen a una categoría léxica (sustantivo, adjetivo, verbo, adverbio) y constituyen la base conceptual a la que remiten los otros elementos de la palabra. Los afijos tienen carácter dependiente o relacional, pues se interpretan en relación al radical o a la base a la que se añaden. Los afijos se caracterizan por un significado menos específico o más abstracto que puede tener carácter léxico-derivativo (suave-mente, trans-port-e, co-hered-er-o) o flexivo-gramatical (toc-aba-n, co-hered-er-o, niñ-a-s, etc.). La dependencia conceptual de los afijos se suele traducir en dependencia fonológica, pues son casi siempre morfemas ligados. Los radicales pueden ser libres o ligados. Los afijos, por otro lado, pueden aparecer en distintas posiciones respecto de la raíz: los que están a la izquierda de ella se llaman prefijos (re-hac-er); los que la interrumpen para insertarse de algún modo en ella se llaman infijos (lej-it-os); los que están a la derecha son los sufijos (como en el ejemplo griego de arriba), y los que de modo discontinuo rodean al morfema radical, circunfijos (en-vej-ec-er).
Existe una clara disparidad en lo que concierne al empleo de técnicas de afijación en las lenguas. Algunas usan tanto prefijos como infíjos y sufijos; otras, en cambio, manifiestan una fuerte preferencia por algunas de estas técnicas y no por otras. El español representa el caso de una lengua que se vale de todos los tipos de afijos, aunque da prioridad a prefijos y sufijos. En sobrealimentación hay un morfo radical aliment-, a la que se une a la izquierda el morfo sobre- (que aparece también corno morfo libre: sobre) y a la derecha el morfo sufijal -ación.
Lingüística. Tema 5. Morfología.
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La estructura lineal de una palabra se puede representar mediante un diagrama
arbóreo. Así, para vendedor tenemos (Af: afijo; S: sustantivo; Adj.: adjetivo, etc.): S V Af vender -or El diagrama arbóreo representa en sus detalles la organización interna de la linealidad de la palabra. Cuando estos detalles no son necesarios, suele usarse una representación más simple en la que sólo se expresan los límites de los morfos: a-moral; re-mov-er; lej-ísim-os, etc.
Conviene distinguir la noción de radical (o raíz) de la de base. Una base está constituida por la forma a la que se añade un afijo. En libros el elemento afijal –s se añade a la raíz libro. En este caso la raíz y la base son la misma forma. Pero en antimilitarista tenemos, primero, la raíz (y base) militar, a la que se añade el afijo -ista para producir el adjetivo militarista; después, la base militarista (en este caso no es una raíz simple, sino una raíz compleja resultante de añadir a una simple un morfo derivativo) recibe el afijo anti para formar el adjetivo que comentamos (este adjetivo podría constituir la base para nuevas creaciones mediante afijación: proanti-militarista). En diagrama arbóreo:
Adj. Adj. base para antimilitarista Af Adj. Af. raíz y base para militarista anti- militar -ista Si consideramos detenidamente la estructura de ciertas palabras, como antimilita-
rizacionistas, renacimiento, utilizaban o encolerizadas, observaremos varios aspec-tos relevantes. Por un lado, podemos reconocer que la posibilidad de obtener unas palabras a partir de otras mediante la aplicación de morfemas derivativos es recursiva. La derivación se aplica a sus propios productos en la elaboración de estructuras cada vez más complejas:
Militar > militarizar > militarización > antimilitarización > antimilitarizacionista nacer > nacimiento > renacimiento cólera > encolerizar > encolerizada útil > utilizar
Lingüística. Tema 5. Morfología.
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Por otro lado, debemos señalar una diferencia importante en el comportamiento
de unos morfemas derivativos frente a otros. Así, –miento, -izar (y la variante en- … -izar), -ción, -ista, o -ad- imponen, al combinarse con una raíz o base, una determinada categoría al resultado de esa combinación: -izar crea un verbo a partir de un sustantivo; -miento y -ción derivan un sustantivo de un verbo; -ista deriva un sustantivo de otro sustantivo; -ad- deriva un adjetivo participial de un verbo. Sin embargo, re- y anti- (al igual que otros como a-, des-, pre-, re-, super- trans-, -it-, etc.) no ejercen esa imposición al resultado de la combinación, pues la categoría a la que ésta se asigna sigue siendo la de la raíz o base. Por ejemplo, re- se combina con bases como hacer o nacimiento, verbo y sustantivo respectivamente, y las combinaciones derivadas, rehacer y renacimiento, mantienen la categoría de tales bases.
Por último, si tenemos en cuenta los morfemas flexivos de tiempo, modo, número persona y género (utiliza-ba-n, encolerizad-a-s), comprobaremos que nunca se insertan más que al final de la estructura, después de la aplicación de todos los morfemas derivativos. Además, a diferencia de la derivación, no se aplican recursivamente:
[(…(((M. raíz) M. deriv.) M. deriv.)…) M.flex.]
6. PROCESOS MORFOLÓGICOS Con el término procesos morfológicos indicamos los tipos de modificaciones que
las palabras pueden sufrir, desde el punto de vista de su linealidad, cuando son sometidas a derivación y flexión. A primera vista las lenguas presentan una amplia gama de estos procedimientos, pero en general pueden reducirse a algunas categorías fundamentales. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que el comportamiento de las lenguas es normalmente muy complejo y elaborado, y que una misma lengua puede usar muchas técnicas diferentes.
6.1 Adición y reduplicación Los procesos de adición consisten en añadir material morfológico al de la raíz.
Un ejemplo de este tipo es la flexión del nombre inglés: flies /'flaiz/ muestra la añadidura de una /z/ a /'flai/ (fly «mosca»), sin alterar por lo demás la raíz; ángeles /'anxεles/, en español, le añade /es/ al singular /'anxεl/; el francés blanche /blã∫/ le añade una /∫/ al masculino blanc /blã/ «blanco»; etc. Los procesos de adición están muy difundidos y se diferencian en varias formas secundarias.
Un proceso típico de adición es la reduplicación (o geminación), es decir, la repetición completa o parcial de la unidad que hay que modificar. En su manifestación más simple, dicho proceso se presenta simplemente como una copia de la palabra. En muchas lenguas se procura, de esa manera, intensificar con fines expresivos el significado de la palabra en cuestión: así, en italiano passeggiavo calmo calmo «paseaba despacio despacio», parliamo piano piano «hablamos bajo bajo», sono nato a Roma Roma «nací concretamente en Roma», ne sei sicuro sicuro? «¿estás completamente seguro de ello?», etc.; o en latín stulte stulte (Plauto). En swahili (y en general en las lenguas bantúes) la reduplicación por copia o casi copia
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tiene un papel de gran importancia en distintos ámbitos y en diferentes tipos de unidades lingüísticas. Entre las funciones expresadas con formas reduplicadas están la intensificación (vipande «se rompió», vipande vipande «se rompió en mil pedazos»), la distribución (mitatu mitatu «de tres en tres»), la pequeña dimensión, el énfasis (especialmente en los pronombres personales), la acción compuesta de actos repetidos, etc.
Desde el punto de vista específicamente morfológico, la reduplicación puede afectar tanto a la parte inicial como a una central o final de una palabra. Además, la reduplicación actúa tanto en el campo de la derivación como en el de la flexión, y siempre con una función gramatical precisa (por ejemplo, para expresar repetición, aumento, continuidad, duración, etc.).
Una manifestación enormemente productiva de reduplicación la encontramos en turco en los llamados ‘dobletes en m-’. En estos casos, una palabra va seguida de una copia suya en la que, sin embargo, una m- sustituye a la consonante inicial o precede a la vocal inicial. El significado de estos dobletes es, generalmente, «cosa parecida, etc.»: dergi mergi okumuyor «no lee periódicos [= dergi] ni nada parecido [mergi = m- + -ergi]», kitap mitap «libros [kitab] y cosas de ésas [mitap]», etc. Otra función típica de la reduplicación consiste en expresar atenuación o disminución: en tagalo (hablado en Filipinas), por ejemplo, mahiya «vergonzoso» y mahiyahiya (con redupli-cación parcial al final) «ser un poco vergonzoso».
La reduplicación de la primera sílaba es, sin embargo, característica de las lenguas indoeuropeas, concretamente en griego. En griego clásico (pero no en el moderno), el perfecto se forma anteponiendo a la raíz una sílaba compuesta por la consonante inicial de la misma raíz y la vocal e: leipō «dejo» > le-loipa «he dejado», lyō «desato» > le-1yka «he desatado» (según la fórmula C1e + C1,...). Mientras en griego este proceso es sistemático, en latín existe un equivalente marginal, en cuanto que afecta solamente al perfecto de algunos verbos: curro «corro» > cu-curri «he corrido», tango «toco» > te-tigi «he tocado», etc.
El turco ofrece un procedimiento reduplicativo similar para intensificar el significado de los adjetivos y, en menor medida, de los adverbios: del adjetivo açik «abierto» se deriva apaçik «manifiesto»; de bosh «vacío» se deriva bombosh «comple-tamente vacío»; de tamam «completo» tenemos tastamam «absolutamente com-pleto».3
6.2 Alternancia Los procesos de alternancia vocálica o consonántica no añaden ni quitan nada a
la cadena de partida, sino que comportan determinadas modificaciones sobre una parte del material vocálico o consonántico del que está compuesta. El inglés y el alemán ofrecen muchos ejemplos de este fenómeno en la conjugación de sus verbos fuertes: sing, sang, sung «canto, canté, cantado» se diferencian entre sí porque en el entorno consonántico s ___ ng se inserta una vocal distinta en cada caso. En un verbo fuerte alemán como singen «cantar», el pretérito se forma con la modificación de la primera vocal: /i/ → /a/; la segunda persona singular es, por tanto, (du) sang-st «(tú) cantaste», y en participio pasado modifica esa /i/ en /u/: ge-sung-en «cantado».
3 Señalemos de pasada que el prefijo con el que se intensifica el adjetivo turco está compuesto por a) la repetición de los dos primeros fonemas del adjetivo (TAmam → TAStamam), y b) la intrusión de una consonante, elegida entre p, m, r y s.
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También el griego clásico posee una rica fenomenología de este tipo: la raíz del presente treph- «alimentar» alterna con la del perfecto troph-. En español, la alternancia vocálica actúa en la flexión de algunos verbos: vuelo, pero volamos; ruego, pero roga-mos, con una alternancia sistemática /we/∼/o/. El latín usaba la alternancia vocálica en algunas derivaciones: facio «hacer», pero inter-ficio «matar», de-ficio «faltar» (alter-nancia /a/∼/i/); también el italiano tiene algunos ejemplos de este tipo: buono «bueno» pero bontá «bondad» (/wo/∼/o/), suono «sonido» pero sonoro «sonoro», etc.
Podemos también encontrar simultáneamente una alternancia vocálica y otra con-sonántica, como en el inglés (I) live ['liv] «vivo», frente a life ['laif] «vida»: /i/∼/ai/ junto a /v/∼/f/. O bien, puede haber una simple alternancia consonántica: en griego, thrik-s «cabello» transfiere la aspiración de la primera consonante /th/ a la que precede inmediatamente a la terminación: trikhòs «del cabello». En turco, lengua extremada-mente rica en fenómenos de alternancia consonántica, la /k/ final posvocálica, en los nombres de más de una sílaba, se convierte en /g/ si va seguida de una vocal: renk «color» da en el acusativo rengi /rengi/.
Un caso extremo de alternancia está representado por la denominada supleción, que aparece cuando (históricamente, a causa de la pérdida de la forma apropiada) a un morfo va ligado, en la flexión, otro morfo que no tiene nada que ver con el primero desde el punto de vista fonológico. Un ejemplo italiano usual es essere, que tiene como participio pasado stato (de stare), o bien el español ir, que tiene como formas supletivas voy, vas, etc. La supleción tiene la característica especial de hacer absoluta-mente imposible la previsión de una forma a partir de otras.
6.3 Modulación Se trata de la modificación de elementos suprasegmentales (como por ejemplo el
acento y el tono) sobre la misma base segmental. Entre los ejemplos más accesibles, bastará recordar el cambio de acento que distingue en español término, termino y terminó; en italiano cápito «llego», capito «entendido» y capitò «ocurrió», o también cápitano «ocurren», capitáno «capitán» y capitanò «capitaneó»; en inglés export «exportación» y export «exportar».
6.4 Sandhi Todos los procesos que hemos visto hasta aquí se pueden complicar con la
intervención de otro proceso, que se llama (con un nombre indio que significa «fusión», «conexión») sandhi, y que produce una erosión (más o menos marcada) de los límites entre los morfos. Es un sandhi el fenómeno por el que, si se encuentran los dos morfos griegos aig - «cabra» y -s {NOMINATIVO + SINGULAR}, el primero cambia su consonante final, que es originariamente sonora (/g/), por la sorda correspondiente /k/, dando como resultado aik-s. Es un sandhi también el fenómeno que en francés hace que, en determinadas condiciones, la /s/ final de palabra, que normalmente no se pronuncia, se pronuncie en una variante sonora /z/ cuando la palabra siguiente comienza por vocal: les bonnes /lε bon:/ «las asistentas», pero les amis /lezami/ «los amigos». Tradicionalmente, el primer fenómeno, que tiene lugar en el entorno de una misma palabra, se llama sandhi interno, y el segundo, que se crea en el límite entre una palabra y otra, sandhi externo. Las lenguas son más o menos ricas en fenómenos de sandhi.
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6.5 Composición La composición es un proceso morfológico muy común: consiste en crear una
palabra a partir de la combinación de unidades léxicas (sustantivos, adjetivos, verbos, adverbios): bocacalle, rojiblanco, aguardiente, etc.; en inglés: greenhouse «inverna-dero», blackboard «encerado», airplane «aeroplano», etc; en alemán: Gasthof (Gast «invitado», Hof «lugar de acogida») «hotel»; Wortbedeutungslehre (Wort «palabra», Bedeutung «significado», Lehre «teoría») «semántica», etc. Como en otros casos, la ortografía no es coherente en la representación de las palabras compuestas. Podemos encontrar, junto a bocacalle, greenhouse (elementos escritos sin separación), pura sangre, sangre azul, camión cisterna, fuera borda, wet suit «traje de buzo», bath tub «bañera», etc. (elementos escritos con separación).
Un tipo especial de composición lo constituye la incorporación, que consiste en la combinación de una palabra (frecuentemente, pero no siempre, de un nombre) con un verbo para formar un compuesto verbal. En chukchi (lengua del noreste de Siberia) tenemos:
sin incorporación con incorporación
Te pelarken qora?e yo dejo reno «Dejo el reno»
Te-qora-pelarken yo-reno-dejar «Estoy en el proceso de dejar el reno»
7. MATRICES MORFOLÓGICAS Y MATRICES SEMÁNTICAS
7.1 De la forma al significado Hasta ahora hemos considerado los mecanismos morfológicos solamente desde el
punto de vista de la linealidad de las palabras, es decir, de los morfos de éstas. Sin embargo, dado que la morfología procede aislando morfemas, que son unidades dotadas de expresión y contenido, también habrá que analizar cuáles son las relaciones que, asociados a tales mecanismos, se mantienen entre ambos planos.
Supongamos que tenemos la raíz levant- «levantar». Uniendo a ella el sufijo -amiento obtenemos levantamiento, que conserva el significado general de la raíz, pero que al mismo tiempo lo elabora. Levantamiento, en efecto, significa aproximada-mente «acto de + levantar», una fórmula intuitiva que podemos redefinir también así: «ACTO DE (levantar)». En otras palabras, -amiento, unido a una raíz verbal, le añade normalmente el significado de «ACTO DE», o, mejor dicho, inserta el significado de esa raíz en una estructura que podemos describir como «ACTO DE ( ___ )», en la que el hueco en blanco es ocupado por el significado de la raíz en cuestión. Podemos expresar toda esta situación con la notación siguiente:
a) levant- + -amiento = levantamiento b) «levantar» + «ACTO DE ( ___ )» = «ACTO DE (levantar)»
Llamamos a la notación a) matriz morfológica de la palabra examinada, y a la
notación b) matriz semántica de ésta. La primera describe los procesos puramente formales; la segunda, el correlato de tales procesos en el plano del significado. Por tanto, la estructura de una palabra y los procesos morfológicos que la conforman
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están descritos no sólo por la matriz morfológica, sino también por su matriz semántica de tal palabra.
El análisis en matrices semánticas pone en evidencia un aspecto característico del comportamiento lingüístico, que consiste en explicar (ayudándose con paráfrasis u otras técnicas) el significado de las palabras. A quien nos pregunte “¿qué quiere decir ‘levantamiento’?”, podemos responderle (entre otras cosas) “es cuando se levanta algo” (como hacen los niños), o bien (como hacen comúnmente las definiciones de los diccionarios) “es el acto de levantar” u otras respuestas por el estilo. Eso quiere decir que el hablante almacena el léxico de su lengua asociando a cada voz una descripción de su significado, que puede ponerse en forma de matriz semántica, y a la que se puede recurrir cuando se desee.
7.2 Previsibilidad e imprevisibilidad Aunque sea posible (al menos teóricamente) describir las matrices semánticas de
todas las palabras de una lengua, lo cierto es que la relación entre la matriz morfo-lógica y la semántica no se muestra transparente en bastantes ocasiones, pues no siem-pre se registra una perfecta correspondencia entre ellas. Así, por un lado, dada una matriz morfológica aceptable en una lengua, no se puede decir que exista una única matriz semántica que le corresponda; y, por otro, igualmente, dada una matriz semántica, no se puede decir que exista una matriz morfológica correspondiente. Si llamamos imprevisibilidad a esta propiedad, podemos decir que las lenguas son morfológicamente imprevisibles. La imprevisibilidad morfológica se presenta bajo dos formas estrictamente relacionadas:
a) Imprevisibilidad morfológica horizontal, que se puede verificar en la rela-
ción entre una forma y otra: la tenemos en los casos en los que, aun no existiendo supleción en sentido propio, es imposible generar una forma a partir de otra. En griego, por ejemplo, nada permite establecer relaciones morfológicas entre paskho «sufro», peísomai «sufriré», épathon «sufrí» y pépontha «he sufrido», aunque históricamente existe una relación entre una forma y otra. En español, nada nos hace prever que exista una relación entre calor y térmico, o entre viento y eólico, aunque estén emparentadas desde el punto de vista del significado.
b) Imprevisibilidad vertical, referida a la relación existente entre la matriz
morfológica y la semántica. Pueden darse dos casos: a) a una matriz morfológica puede que no corresponda una única matriz semántica, sino más de una; en español, por ejemplo, no se puede prever que todas las palabras obtenidas de una raíz verbal y de un sufijo como -amiento (/RAÍZ VERBAL + -amiento/) tengan una matriz semántica del tipo «ACTO DE (___)», como ocurre en levantamiento. Baste pensar en regimiento, pensamiento, etc. b) Tampoco se puede afirmar que todas las matrices semánticas tienen su correlato morfológico: por ejemplo, la matriz «ACTO DE (llevar)» no posee una forma que la exprese del tipo *llevamiento, *llevación, etc.
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7.3 Restricciones en las combinaciones de morfos El juego de las combinaciones morfológicas opera sobre la base de un complejo
sistema de restricciones. En efecto, para que se pueda añadir un determinado morfo, el elemento de partida de la modificación morfológica tiene que respetar algunas condiciones particulares. Un caso muy estudiado es el siguiente: en inglés, el sufijo -ity se combina solamente con radicales que sean a) adjetivales y b) de origen latino. Por lo tanto, podemos tener prosper-ity «prosperidad», en cuanto que prosper- es una base adjetival de procedencia latina, pero no podemos tener *soft-ity de soft «suave», que es, sin embargo, una palabra anglosajona. Al contrario, el sufijo nominal -ness se une a bases de todo tipo (latinas: arbitrariness «arbitrariedad», o inglesas: fuzzi-ness «opacidad»), mientras –hood se une solamente a bases estrictamente inglesas, o a bases de origen latino con la condición de que se hayan, más o menos, adaptado al inglés (priest-hood «sacerdocio» de priest < lat. prevostus).
7.4 Lagunas En el sistema morfológico de una lengua se puedan encontrar lagunas
morfológicas, a saber, palabras teóricamente posibles (porque respetan todas las restricciones combinatorias típicas de esa lengua), pero de hecho inexistentes En español, por ejemplo, *aislación y *determinamiento son teóricamente posibles, pero no existen; la matriz semántica «EL QUE (ir)» no tiene una matriz morfológica que la exprese (no son posibles palabras como *idor o *yente), mientras en inglés se expresa con goer (go «ir» + -er), de donde se forman palabras compuestas como movie-goer «persona que va (a menudo) al cine» o theater-goer «persona que va (a menudo) al teatro».
La asimetría de las lenguas desde este punto de vista (que se manifiesta en el hecho de que existen diferencias profundas entre ellas en lo que se refiere a las corres-pondencias entre matriz semántica y matriz morfológica) es una de las circunstancias que producen más dificultades en el ámbito de la traducción. Se dan, incluso, moda-lidades distintas que las lenguas utilizan para remediar la escasez de recursos morfo-lógicos. El italiano dispone del llamado infinitivo sustantivado, que le permite suplir la falta de nomina actionis aptos para expresar determinadas matrices semánticas: (il) torreggiare «sobresalir» ocupa el lugar del inexistente (pero no imposible) *torreggia-mento, (il) bere «beber» ocupa el puesto del inexistente *bevimento, etc. Un meca-nismo parecido es muy frecuente en español, donde el empleo de esta forma (infinitivo nominal) es todavía más flexible: los dares y tomares, los andares, etc. El inglés, en cambio, suple la matriz «HECHO DE ( ___ )» o «ACTO DE ( ___ )» con la muy fre-cuente matriz morfológica /Verbo + -ing/, que tiene auténtico comportamiento nomi-nal: (the) showing «(el) mostrar», (the) counting «(el) contar», etc. Estas formas tienen total vitalidad sintáctica: after my showing you my books... lit. «después de mi mostrar (a) ti mis libros ... ».
8. LA PALABRA
8.1 Dificultad para definirla En los apartados anteriores hemos usado el término palabra en sentido intuitivo,
dando por descontado que designa algo concreto. En realidad, las cosas son de otra
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manera. La noción de ‘palabra’ es difícil de definir, y está muy ligada a la lengua con-creta a la que nos estemos refiriendo, de tal manera que, aunque la Lingüística moder-na se ha venido esforzando muchísimo en hacer que sea rigurosa, no se puede decir, ni siquiera hoy día, que la discusión esté verdaderamente zanjada, y muchos lingüistas siguen considerando que la noción en sí es prácticamente inútil. Para presentar el pro-blema en sus verdaderos términos, convendrá citar algunos hechos que muestran hasta qué punto resulta vaga la categoría de palabra.
La cultura occidental, indudablemente influida por su práctica de la escritura, acostumbra a emplear una noción puramente ‘gráfica’ de palabra, esto es, a considerar como una ‘palabra’ aquella parte de escritura que está entre dos espacios en blanco. Sin embargo, intuimos inmediatamente que desde un punto de vista más riguroso, esta concepción no es suficiente. Ante todo, en algunas lenguas antiguas la grafía misma no registraba las palabras como entidades separadas, ya que la cadena sintagmática se escribía sin ningún intervalo. Ello ocurría, por ejemplo, en latín, donde la escritura de las palabras separadas es relativamente tardía y no siempre fija.
Pero existen también otros problemas de difícil solución. Por ejemplo, las locu-ciones italianas per lo più «comúnmente» y per lo meno «por lo menos» se escriben en tres ‘palabras’ gráficas. Es más, se acepta que las locuciones indicadas se escriban sin espacio alguno entre sus componentes: perlopiù y perlomeno. Por otra parte, existen en diversas lenguas numerosas palabras gráficas que pueden aparecer solamente en algunos contextos determinados: las expresiones for the sake of «por amor de» u on behalf of «en nombre de» en inglés contienen respectivamente las ‘palabras’ sake y behalf, que sólo pueden aparecer en estos contextos; de la misma manera que la locución española por mor de contiene la ‘palabra’ mor, que aparece exclusivamente (al menos en el español actual) en ese contexto, o la locución italiana a repentaglio «en peligro, en riesgo», que contiene repentaglio, una ‘palabra’ que se encuentra solamente en ese contexto. Las ‘palabras’ que se ven obligadas a aparecer exclusivamente en un determinado entorno sintagmático y que no se pueden usar en otros no se deberían denominar, ni siquiera genéricamente, palabras.
Hay otros casos que muestran también la indeterminación de la categoría ‘pala-bra’. Existen construcciones formadas por más de una ‘palabra’ que sin embargo operan sintácticamente casi como una sola palabra. En español, por ejemplo, poner en marcha, darse cuenta, pasarse de listo, y otras de este tipo, son construcciones compuestas por palabras que pueden usarse también en otros entornos sintagmáticos, pero que, cuando aparecen en esos contextos específicos, se comportan como una unidad indisoluble. El mismo fenómeno lo encontramos en otras lenguas: así el inglés put in action «poner en acción», put to an end (to) «poner fin (a)», el francés mettre sur pied «plantear, iniciar», mettre en oeuvre «poner en práctica», etc. En todos estos casos estamos ante ‘palabras’ constituidas de varias palabras, que podemos llamar palabras complejas. Algunas de estas palabras complejas están, por así decirlo, ‘legitimadas’ en el plano gráfico, esto es, escritas sin intervalos, aun reconociendo a una de ellas la libertad de poder tener flexión: la fusión gráfica la encontramos por ejemplo en el inglés altogether «completamente», de all + together; la fusión con libertad flexiva de una de las componentes la vemos en el alemán kennenlernen «conocer», lit. «conocer-aprender», fallenlassen «abandonar», lit. «caer-dejar». Fenómenos similares se encuentran en latín en algunas palabras complejas no segmentables, que a veces se funden incluso en la grafía: res publica «estado»
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(también respublica), pater familias «padre de familia» (también paterfamilias), aes alienum «deuda», lit. «bronce ajeno».
Una propiedad de las palabras complejas parece ser que reconocen a algunas de las palabras componentes la libertad de variación, al menos desde el punto de vista de la flexión. Las palabras complejas están, por tanto, compuestas de palabras autónomas morfológica pero no sintácticamente: por ejemplo, el verbo poner de poner en marcha se flexiona cuando la palabra compleja se inserta en un entorno sintagmático que lo requiere (yo pongo en marcha, él ha puesto en marcha, etc.), y sólo puede limitadamente separarse de las palabras que forman con él la palabra compleja. Estas palabras complejas tienen, pues, el carácter de ser, en ciertos casos, palabras discontinuas y elásticas.
Estos fenómenos, vistos en su totalidad, desaconsejan tomar la ‘palabra’ como
una entidad intuitivamente clara: por un lado tenemos ‘palabras’ sin duda ‘falsas’ que se escriben separadamente (como las verdaderas), y por otro lado ‘palabras verda-deras’ que pueden combinarse entre sí para formar esa especie de superpalabra que estamos llamando palabra compleja. Los diccionarios (que los occidentales escolari-zados suelen considerar como una autoridad indiscutible en cuestión de palabras) recogen muy de pasada esta tortuosa situación: sus lemas están constituidos general-mente por ‘palabras’ simples, y dejan que todos los demás tipos de ‘palabra’ sean tra-tados dentro de las distintas voces, perdiendo, por lo tanto, toda relevancia.
8.2 Una definición formal de palabra Todo lo visto pudiera llevarnos a creer que la ‘palabra’ es en realidad indefinible
y que hay que abandonarla en tanto que unidad de análisis. Algunos investigadores se han decidido por esto último. Sin embargo, pese a todo, existen buenas razones de carácter empírico que demuestran no sólo que la palabra es una unidad efectiva de las lenguas verbales, sino también que el hablante (y no sólo el que está plenamente alfabetizado) la percibe como tal. En efecto, existen condiciones generales cuya aplicación conjunta resulta muy aceptable para definir la noción de palabra.4 Consideraremos palabra prototípica, por tanto, aquel elemento que respete la totalidad de las condiciones siguientes:
a) es posible, al menos virtualmente, una pausa antes y/o después de él, pero
nunca en su interior (condición de no pausabilidad); b) dados dos elementos susceptibles de ser palabra, otro elemento puede
interponerse entre ellos, pero no insertarse en uno de ellos (condición de no interrum-pibilidad);
c) dados varios elementos, su orden puede ser modificado en la cadena sintag-mática (condición de movilidad);
4 Todos los intentos basados en un criterio único se han mostrado, a decir verdad, insuficientes. De entre ellos, el más famoso, y sin duda el más acertado, es el de Bloomfield, según el cual la palabra es ‘la forma libre mínima’. Una forma, en la teoría de Bloomfield, es ‘libre’ si puede aparecer sola; aparentemente, una definición como ésta no se aplica a palabras como el o por, que pueden aparecer solas únicamente en enunciados metalingüísticos (como: [A] ¿Has dicho con el hijo o por el hijo?; [B] ‘Por’). Aparte de esto, la definición de Bloomfield no cuenta de ninguna manera con las palabras complejas, ya examinadas.
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d) los elementos pueden aparecer también solos, esto es, constituir de por sí un enunciado (condición de aislabilidad).
Estos criterios son, evidentemente, de tipo formal, y no dicen nada sobre el
significado de las palabras (a diferencia de algunas definiciones tradicionales que pretendían utilizar también requisitos semánticos). Los requisitos en cuestión, que usados conjuntamente deberían permitir identificar palabras en la más amplia extensión del término, responden a dos de factores fundamentales: la estabilidad interna del cuerpo fónico de la palabra y su movilidad posicional.
Este conjunto de criterios parece suficientemente fiable porque da cuenta de una variedad de tipos de ‘palabra’ en diversas lenguas. El único fenómeno que se le escapa es el de las palabras complejas: éstas, en efecto, aun constituyendo desde un determinado punto de vista una ‘unidad’, a) pueden sufrir la introducción de pausas internas (Pusieron Δ en marcha Δ el coche), b) pueden aceptar la inserción de otras ‘palabras’ (he puesto INMEDIATAMENTE en marcha el coche), c) no toleran la inversión de los elementos que las componen (no se puede decir en marcha poner ni en poner marcha). El único criterio que las palabras complejas parecen respetar es el d) citado anteriormente, esto es, la condición de aislabilidad.
Por ello conviene proponer otro criterio que permita captar también la naturaleza de estas importantes unidades léxicas. Un criterio eficiente parece ser el que sigue:
a) en ciertos casos, aun no aplicándose los criterios anteriores, vale una
condición de no sustituibilidad del todo por la parte, por lo que entidades compuestas de más de una ‘palabra’ identificada según a)-d) no pueden ser sustituidas por una sola de las palabras componentes. Por ejemplo, poner en marcha, entidad compuesta de tres ‘pa-labras’ (identificadas según los criterios a)-d)), no puede ser sustituida por una sola de ellas, sino sólo por el conjunto de todas ellas; mettre sur pied «poner en marcha, plantear», entidad compuesta también por tres ‘palabras’, no puede ser sustituida por una sola de ellas, sino sólo por sí misma, etc.
8.3 Una definición funcional de palabra
Podemos considerar, por otra parte, la posibilidad de una definición de palabra de carácter semántico o funcional y que, como en el caso del acercamiento formal, también tendría carácter flexible: en el sentido de que, en relación con varios criterios, las expresiones podrían considerarse palabras prototípicas en la medida en que cumplieran con la mayor parte de dichos criterios. Entre esos criterios están los siguientes:
a) Posibilidad de constituir por sí sola un enunciado en contextos no
metalingüísticos (ver nota 4).
b) Capacidad de desempeñar por sí sola una función oracional: i) la del predicado verbal de una oración, como en el caso de los verbos finitos: ganamos, lloverá, ven, mira, etc. ii) Cualquiera de las funciones vinculadas directamente al predicado verbal, como las de sujeto, complemento directo, atributo, etc.: en bebed agua, “agua” por sí sola desempeña la función de complemento
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directo; en vienen soldados, “soldados” desempeña por sí sola la función de sujeto; en está dulce, “dulce” desempeña por sí sola la función de atributo. iii) Cualquiera de las funciones relativas al conjunto del predicado y sus argumentos, como en el caso de los adverbios en las funciones de complementos circunstanciales, complementos modales oracionales, etc.: en viven allí, “allí” desempeña por sí sola la función de complemento circunstancial de lugar; en Evidentemente, tiene hambre, “evidentemente” desempeña por sí sola la función de modalizador proposicional epistémico del resto de la oración.
c) Capacidad para ser unidad mínima correferente con una forma pronominal.
Así, en la oración Le dieron agua, pero no la bebió el elemento “agua” es una palabra, pues es correferente de “la”. Sin embargo, en Los antidarwinistas no estaban de acuerdo con él el elemento de “antidarwinistas” no es correferente de “él”; si mantuviéramos esta correferencia, la oración resultaría anómala. De ello se deduce que "-darwin-" no es una palabra.
d) Capacidad para ser unidad mínima de operaciones sintácticas como la
interrogación, la relativización, la elipsis o la focalización. Así, el componente “lava” de lavafrutas no puede ser elidido en la siguiente oración:*Compré un lavaplatos y varios frutas.
e) Capacidad para recibir las funciones de determinación como la voz, el
aspecto, el tiempo, el modo, la persona, el número, el género, etc. Así, no es posible encontrar compuestos con determinación interna de algunos de sus componentes léxicos: He comprado un mata(*esas)moscas; Compré un mata(*ba)moscas.
Las expresiones que de forma prototípica cumplen con todos estos requisitos son
las palabras con contenido lexemático que conforman las principales categorías verbales: sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios. En relación con esos criterios funcionales serían descartadas como palabras plenas no sólo los morfemas derivativos y flexivos, sino también preposiciones, conjunciones, artículos y clíticos. Como se ve, este punto de vista funcional define la palabra considerándola no sólo como punto de llegada de las operaciones morfológicas, sino también, y fundamentalmente, como punto de partida de las operaciones sintácticas; es decir, como unidad mínima del nivel sintáctico en el que se configuran las oraciones. Por ello mismo, aunque lo mencionamos aquí, retomaremos con más detalle la cuestión del alcance y los límites de las operaciones sintácticas al abordar la sintaxis en el tema 7.
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EJERCICIOS
1 Determina si las palabras que componen cada uno de los grupos siguientes se relacionan entre sí mediante procesos de flexión, de derivación o de ambos:
1 voy, va, iba, fui, yendo, ido 2 descubrir, descubrimiento, descubridor, descubierto 3 invento, inventor, inventores, inventora, inventoras, inventar, invención 4 democracia, demócrata, democrático, democratizar, antidemocrático 5 hacer, acción, acto, hago, hice, hecho, deshacer, rehacer
2 Los enunciados siguientes contienen elementos flexivos y derivativos. Coloca en las cajas correspondientes los elementos de uno y otro tipo que encuentres:
1. Las vacas del granjero escaparon 2. Está lloviendo 3. Estas caras son inexpresivas 4. Pepe necesita la computadora 5. Cerró el libro rápidamente
Enunciados Elementos FLEXIVOS Elementos DERIVATIVOS
1
2
3
4
5
3 Considera las palabras siguientes:
1 volar 6 reutilizar 11 estrepitoso 16 previsión 2 pupitres 7 triunfado 12 sala 17 opcionalidad 3 desatar 8 agudeza 13 rapidísimo 18 y
Lingüística. Tema 5. Morfología.
25
4 árbol 9 justamente 14 deformar 19 construir 5 disgustar 10 pago 15 a 20 pretexto
i) ¿Cuáles son descomponibles y cuáles no? ii) En cuanto a las descomponibles, intenta, aunque sea brevemente, dar alguna indicación sobre las posibles limitaciones que presenten a cuanto a la combinabilidad.
4 Todas las palabras persas siguientes son descomponibles (nota: xar significa ‘comprar’ e –id designa el tiempo pasado):
1 xaridam ‘compré’ 2 xaridi ‘compraste’ 3 xarid ‘compró’ 4 naxaridam ‘no compré’ 5 namixaridand ‘no estaban comprando’ 6 naxaridim ‘no compramos’ 7 mixarid ‘estaba comprando’
i) Intenta encontrar en estos datos los morfos correspondientes a las siguientes nociones:
1 yo ______ 4 ellos ______ 2 tú ______ 5 no ______ 3 nosotros
______ 6 pasado continuo ______
ii) ¿Cómo se diría en persa lo siguiente?:
a) Estaban comprando b) No compraste c) No compró
5 ¿Qué desajuste se advierte en la comparación de estas palabras?
relatar rehacer delatar deponer ingresar infiltrar repetir rehuir
Lingüística. Tema 5. Morfología.
26
6 Los siguientes datos tomados del turco contienen variación alomórfica:
1 lokanta ‘un restaurante’ lokantada ‘en un restaurante’ 2 kapɯ ‘una puerta’ kapɯda ‘en una puerta’ 3 randevu ‘una cita’ randevuda ‘en una cita’ 4 bash ‘una cabeza’ bashta ‘en una cabeza’ 5 kitab ‘un libro’ kitapta ‘en un libro’ 6 koltuk ‘un sillón’ koltukta ‘en un sillón’ 7 taraf ‘un lado’ tarafta ‘en un lado’
i) ¿Tiene el morfema turco correspondiente a la noción ‘en’ más de un morfo? ii) Si es así, ¿cuáles son los alomorfos? Describe su distribución.
7 Considera las siguientes palabras:
1 pupitres 5 triunfó 9 prever 13 opcionalidad 2 desatar 6 joven 10 rapidísimo 14 hueso 3 invencible 7 justicia 11 reponer 15 destrozar 4 disgustar 8 coste 12 desobedecer 16 endiosado
i) Representa la estructura de estas palabras mediante un diagrama arbóreo. ii) Representa con claridad, cuando sea necesario, las bases y los componentes afijales.
8 La palabra infelicidad puede segmentarse de dos modos. i) ¿Cuáles son? Represéntalos arbóreamente. ii) ¿Qué segmentación te parece más adecuada? Justifica la respuesta. iii) Teniendo en cuenta los pormenores de la segmentación anterior, intenta la de estas otras palabras:
1. incomprensible 2. redisposición 3. desestablecimiento.
Lingüística. Tema 5. Morfología.
27
9 i) Intenta descomponer las siguientes palabras. Justifica cada paso de la descomposición. ii) Determina las raíces y las bases en cada caso (el diagrama arbóreo puede ser útil). iii) Indica el carácter derivativo, flexivo, etc., de los morfemas que determines:
1. ininteligibilidades 2. redescubrimientos 3. desinteresadísimamente 4. antidesmilitarizacionista
10 Cada columna ilustra un tipo diferente de proceso morfológico:
Columna I Columna II Columna III
mouse/mice
(ratón/ratones)
ride/rode (monto/monté)
take/took
(tomo/tomé)
man/men (hombre/hombres)
eat/ate
(como/comí)
puedo/pude
singe/sang/gesungen (canto/canté/cantado)
go/went (voy/fui)
she/her
(ella (suj.)/ella (compl.)
am/are
(soy/somos)
good/better (bueno/mejor)
voy/fui
bueno/mejor/óptimo
soy/eres
yo/me
récord/recórd
(registro/registrar)
ímport/impórt (importación/importar)
díspute/dispúte
(disputa/disputar)
cántara/cantara/cantará
ingreso/ingresó
capitano/capitanó (capitán/capitaneó)
i) ¿Qué proceso morfológico corresponde a los datos de cada columna? ii) Describe las diferencias de los procesos mostrados en las columnas I y II. iii) Intenta añadir algunos ejemplos más a cada una de las columnas (en español u otras lenguas).
Lingüística. Tema 5. Morfología.
28
11 Los siguientes datos, tomados del samoano, ilustran cierto tipo de proceso morfológico:
1 mate (él) muere mamate (ellos) mueren 2 nofo (él) está nonofo (ellos) están 3 galue (él) trabaja galulue (ellos) trabajan 4 tanu (él) sepulta tatanu (ellos) sepultan 5 alofa (él) ama alolofa (ellos) aman 6 taoto (él) miente taooto (ellos) mienten 7 atamaʔi (él)es inteligente atatamaʔi (ellos) son inteligentes
i) ¿De qué proceso se trata? ii) Describe cómo funciona tal proceso en estos casos. iii) Si ‘él es fuerte’ se dice en samoano malosi, ¿cómo se diría ‘ellos son fuertes’?
12 Los datos siguientes, tomados del agta (lengua hablada en Filipinas) ilustran un caso específico de afijo:
1 dakal ‘grande’ dumakal ‘crecer abundantemente, crecer’ 2 darág ‘rojo’ dumarág ‘enrojecer’ 3 furáw ‘blanco’ fumuráw ‘ponerse blanco’
i) ¿Qué afijo indica en agta la noción ‘ponerse X’? ii) ¿Qué tipo de afijo es? iii) Describe su colocación.
13 Las palabras siguientes del chamorro (hablado en Guam y en las Islas Marianas) ilustran algunos de los procesos morfológicos estudiados en este tema:
I. Raíz Palabra derivada 1 adda ‘hacer mímica’ hada ‘mimo’ 2 kanno ‘comer’ kakanno ‘persona que come’ 3 tuge ‘escribir’ tutuge ‘escritor’
II. Raíz Palabra derivada 4 atan ‘mirar’ atanon ‘que se puede mirar’ 5 sangan ‘decir’ sanganon ‘que se puede decir’ 6 guaiya ‘amar’ guaiyayon ‘que se puede amar’ 7 tulaika ‘cambiar’ tulaikayon ‘que se puede cambiar’ 8 chalek ‘reír’ chalekon ‘que produce risa’ 9 ngangas ‘masticar’ ngangason ‘masticable’
Lingüística. Tema 5. Morfología.
29
III. Raíz Palabra derivada 10 nalang ‘hambriento’ nalalang ‘muy hambriento’ 11 dankolo ‘grande’ dankololo ‘muy grande’ 12 metgot ‘fuerte’ metgogot ‘muy fuerte’ 13 bunita ‘bonito’ bunitata ‘muy bonito’
i) ¿Qué proceso morfológico se ejemplifica en cada columna? ii) ¿Hay cambios en la categoría léxica en I? ¿En II? ¿En III? iii) ¿Presenta el afijo en II más de un alomorfo? Si es así, ¿cuáles son y cómo se distribuyen?
14 Considera los datos siguientes, tomados del hausa (Sudán):
1. hùbankà tu (m.) padre 8. hùwakkà tu (m.) madre 2. hùbankì tu (f.) padre 9. hùwakkì tu (f.) madre 3. hùbantà su (m. sg.) padre 10. hùwattà su (m. sg.) madre 4. hùbansì su (f. sg.) padre 11. hùwassì su (f. sg.) madre 5. hùbammù nuestro padre 12. hùwammù nuestra madre 6. hùbankù vuestro padre 13. hùwakkù vuestra madre 7. hùbansù su (pl.) padre 14. hùwassù su (pl.) madre
i) Identifica los morfos y asígnalos a morfemas.
ii) ¿Qué proceso morfológico se manifiesta en las formas que muestran tales datos?
15 Considera los siguientes datos, tomados del taruhumara (México):
1. michiru afeitar 7. pachi crecer las espigas de trigo 2. michiruku afeitados 8. pachiki una espiga de trigo 3. ritu helar 9. opacha vestir 4. rituku hielo 10. opachaka prenda de vestir 5. reme hacer tortillas 6. remeke tortillas
i) Identifica los morfos y asígnalos a morfemas. ii) ¿Qué tipo de proceso morfológico se advierte en los datos propuestos?
Lingüística. Tema 5. Morfología.
30
16 Considera los datos siguientes, tomados del shiluk, lengua nilótica (Sudán):
1a. wat casa 1b. wàt casas 2a. kwàn silla 2b. kwàmì sillas 3a. puk jarra 3b. puki jarras 4a. pyεn cama 4b. pεni camas 5a. yít oreja 5b. yit orejas 6a. ta:k sombrero 6b. takì sombreros 7a. tík barbilla 7b. tik barbillas 8a. tón lanza 8b. ton lanzas 9a. chún rodilla 9b. chan rodillas 10a. bàt brazo 10b. ba:t brazos 11a. ógat vestido 11b. ógàt vestidos
Observaciones:
1. ([`], [´]: diferencias de tono (bajo y alto respectivamente). 2. ([:]: tras vocal, alargamiento de esa vocal).
i) Identifica los morfos y asígnelos a morfemas.
ii) ¿Qué procesos morfológicos y qué tipos de morfemas han intervenido en la formación de las palabras propuestas?
17 Considere los datos siguientes, tomados del suahelí:
1. ninasema 11. ninakupika 21. nilipikiwa hablo te golpeo he sido golpeado
2. wunasema 12. ninawapika 22. nilipikaka hablas los golpeo golpeé
3. anasema 13. ananipika 23. wunapikizwa (él) habla me golpea haces que seas golpeado
4. ninaona 14. ananupika 24. wunanipikizwa veo os golpea haces que yo sea golpeado
5. ninamupika 15. nilipika 25. wutakanipikizwa lo golpeo he golpeado harás que yo sea golpeado
6. tunasema 16. nilimupika 26. sitanupika hablamos lo he golpeado no os golpeo
7. munasema 17. nitakanupika 27. hatanupika habláis os golpearé no os golpea
8. wanasema 18. nitakapikiwa 28. hatutanupika hablan seré golpeado no os golpeamos
9. ninapika 19. wutakapikiwa 29. hawatatupika golpeo serás golpeado no os golpean
10. ninanupika 20. ninapikiwa os golpeo soy golpeado
Lingüística. Tema 5. Morfología.
31
i) Identifica los morfos de las siguientes expresiones del swahili. ii) Asigna los morfos (y posibles alomorfos) a los correspondientes morfemas. iii) Establece la distribución de los posibles alomorfos. iv) ¿Qué procesos morfológicos se observan en estos datos del swahili? 18 Las palabras siguientes se han formado mediante composición. Representa la estructura de cada una de ellas mediante diagrama arbóreo.
1 football 8 buque tanque 15 girlfriend ‘novia’ 2 comida rápida 9 armchair ‘sillón’ 16 guardaespaldas 3 Greenpeace 10 quitapenas 17 tentempié 4 aguafiestas 11 skinhead 18 pickpocket ‘carterista’ 5 bitter-sweet
‘agridulce’ 12 space ship
‘nave espacial’ 19 aguardiente
6 lanzallamas 13 bocacalle 7 software 14 nomeolvides
LINGÜÍSTICA Grado de Filosofía
TEMA 6
SEMÁNTICA
1. Introducción. 2. Nociones básicas para el análisis del significado.
3. El análisis componencial. 4. Principios de ordenación. 5. El léxico.
6. Sobre semántica de los enunciados.
1. INTRODUCCIÓN.
1.1. La semanticidad primordial de las lenguas.
Observadas desde el punto de vista semiótico, las lenguas son un gran
aparato de semanticidad primordial, cuya función principal y originaria es la de
transmitir e intercambiar significados. La asociación de expresión y contenido -en
la que todo código (y con mayor razón los lingüísticos) tiene su razón de ser-
sirve precisamente para eso: la expresión se asocia al contenido para permitirle
manifestarse, y no hay otra forma de manifestar el contenido que relacionándolo
de forma regulada con una expresión sensorialmente perceptible (vid.: tema 1).
La semanticidad primordial de la lengua se pone ya de manifiesto si ésta
última es considerada como sistema abstracto, independientemente de los
usuarios que la utilizan. Pero resalta aún más esta propiedad si la contemplamos
en el contexto concreto de la enunciación. No sólo los aspectos segmentables de
los enunciados, sino también numerosos recursos suprasegmentales y
paralingüísticos tienen la función de transmitir significados: un gesto que subraya
la enunciación, una particular entonación, los elementos fónicos que acompañan y
marcan la conversación (por ejemplo, los que se transcriben informalmente como
hmm...), etc., constituyen instrumentos para transmitir significados. Incluso los
juegos de palabras y los usos poéticos de la lengua que insisten más
explícitamente en el significante tienen un poder semántico.
En definitiva, la lengua es realmente una poderosa „máquina‟ para significar,
cualquiera que sea el uso de ella que tomemos en consideración. Además, y a
nivel semiótico general, las lenguas verbales se diferencian de los demás códigos
por esa propiedad de expresar cualquier significado y que suele denominarse
omnipotencia semántica, mientras que los otros códigos están especializados en
la expresión de clases determinadas de significados.
1.2. Tipos de significado.
Esta omnipotencia semántica da lugar, como es de suponer, a diversos tipos
de significado. Algunos de estos tipos se corresponden con las diferencias de
significado existentes entre, por ejemplo, gato, abstinencia y así: la primera
Lingüística. Tema 6. Semántica.
2
palabra designa algo perceptiblemente reconocible, la segunda algo no perceptible
(es la distinción tradicional entre nombres „concretos‟ y „abstractos‟) y la tercera
tiene un significado que se manifiesta fundamentalmente en el ámbito de un texto.
Además, existen distintas relaciones entre los significados de las palabras:
mientras entre automóvil y camión hay una „afinidad‟ de significado, entre
automóvil y naranjada no hay ninguna. Es más: puede darse incluso una
diferencia de significado entre dos apariciones distintas de la misma palabra, sin
que a ésta la podamos considerar ambigua, como se ve comparando Es un
hombre imposible con Es una operación imposible; en el primer caso, imposible
significa, más o menos, «de trato difícil o poco serio»; en el segundo, «no posible,
inviable». En fin, se producen diferencias complejas de significado no sólo entre
palabras aisladas, sino también entre enunciados: entre enunciados como El niño
es alto y La mujer es mujer hay una diferencia de significado que ninguna rama
de la Lingüística, a no ser la Semántica, está en condiciones de tratar.
En el ámbito de esta serie de distinciones entre tipos de significado de que
se ocupa la Semántica hay una que se usa a menudo: es la que se da entre
significado estructural y significado léxico. El segundo tipo se puede explicar
fácilmente: todos los morfemas léxicos tienen un significado que en principio es
susceptible de descripción. Pero si en un enunciado como El presentador ha
anunciado al cantante suprimimos todos los morfemas léxicos, obtenemos una
„estructura abstracta‟ hecha casi sólo de „huecos‟, como el _____dor ha _____do
al _____nte, en la que sigue persistiendo un significado. Podemos describirlo más
o menos con una serie de proposiciones como la siguiente: a) „el agente ha
llevado a cabo la acción de _____ar sobre un beneficiario‟; b) „la acción se ha
desarrollado en el pasado y está completamente terminada‟ (como se deduce del
uso de un tiempo pasado: ha _____do); c) „tanto el agente como el beneficiario
son numéricamente singulares‟, etc. Estos significados no están ligados a ninguno
de los morfemas léxicos insertos en el enunciado; son independientes y
sobreviven sean cuales fueren los morfemas que insertemos en los huecos. El
significado que queda tras la „extracción‟ de los morfemas léxicos es el
estructural, puesto que tiene que ver con estructuras (aunque sean vacías)
preparadas para ser rellenadas por un conjunto de morfemas léxicos
sintagmáticamente compatibles entre sí.
Llevando más adelante estas consideraciones, podemos encontrar un
significado estructural incluso en simples curvas de entonación, de las que
podemos haber extraído incluso todo el material fonológico segmental (vid.: tema
4); es difícil reproducir por escrito un ejemplo de este tipo, pero no cuesta mucho
intuir que podemos expresar el significado de „enunciado interrogativo‟ con sólo
producir un sonido vocálico prolongado que siga la curva de entonación de la
interrogación. En la categoría del significado estructural se engloban también las
que se denominan corrientemente palabras vacías (en oposición a las llenas,
como los nombres, verbos, adjetivos o adverbios), es decir, algunos
determinantes y ciertas preposiciones y conjunciones (el, y, por, a, pero, etc.) que
parecen tener un contenido semántico muy genérico.
La idea del significado estructural tiene, como casi todo en Semántica, el
mérito de hacer captar algunas consideraciones útiles, y el defecto de no poder
Lingüística. Tema 6. Semántica.
3
ser aplicada con rigor. ¿Dónde, efectivamente, termina el significado estructural y
dónde empieza el significado léxico? En gran cantidad de casos resulta muy difícil
decidir de manera convincente si una determinada „cantidad‟ de significado debe
ser atribuida a la primera o a la segunda categoría.
De todas maneras, y a pesar de la incertidumbre de muchas de sus
categorías, la Semántica tiene su campo de aplicación, aunque, como veremos a
continuación, éste deba ser afrontado con nociones y métodos no siempre
propios sino a veces tomados de otras disciplinas. En líneas generales, la
Semántica se propone tres objetivos: a) definir la naturaleza del significado; b)
identificar los tipos de significado de las distintas unidades lingüísticas y las
relaciones semánticas existentes entre ellas; y c) encontrar formas adecuadas de
representación de los significados. En los epígrafes siguientes nos referiremos a
algunos aspectos básicos de tales objetivos.
2. NOCIONES BÁSICAS PARA EL ANÁLISIS DEL SIGNIFICADO
Pasaremos ahora a algunas nociones esenciales para el análisis del
significado, que presentaremos en forma de oposiciones de dos términos. Como
veremos en seguida, estas nociones son de interés teórico y sirven más para la
elaboración de un concepto general del significado que para la construcción de
técnicas analíticas.
2.1. Intensión ≈ extensión
La distinción entre intensión y extensión procede de la Lógica. La
extensión de una palabra es el conjunto de los objetos a los que esa palabra puede
ser atribuida; se refiere por tanto a la „parte del mundo‟ extralingüístico que se
designa mediante ella. Así, por ejemplo, todos los objetos formados por hojas
encuadernadas y cubiertas con caracteres de imprenta constituyen la extensión de
la palabra libro; todos los objetos que tienen cuatro ruedas, un motor y una
plataforma forman la extensión del nombre automóvil; etc. La intensión, por el
contrario, es el conjunto de propiedades definitorias que permiten establecer qué
objetos forman parte de una determinada extensión y cuáles no. Por tanto, las
propiedades „tener hojas encuadernadas‟ y „tener las hojas escritas a imprenta‟
forman parte de la intensión de la palabra libro, y „tener cuatro ruedas‟, „tener un
motor‟ y „tener plataforma‟ forman parte de la intensión de la palabra automóvil.
Si eliminamos alguna de estas propiedades (aunque sólo sea una), la intensión
cambia, y los objetos que pertenecen a la extensión de la palabra automóvil ya no
son los mismos: los objetos con cuatro ruedas o una plataforma no son
necesariamente automóviles (es decir, no podrán ser nombrados con la palabra
automóvil) si no tienen también un motor; podrán ser, por ejemplo, un remolque
u otra cosa. Los objetos escritos con letra de imprenta pero sin hojas
encuadernadas serán un periódico, una tarjeta de visita o cualquier otra cosa,
pero no un libro. A la vista de estos ejemplos resulta evidente que la extensión
depende en cierta manera de la intensión: no sabremos aplicar una palabra a un
objeto si desconocemos cuáles son las propiedades definitorias de esa palabra.
Lingüística. Tema 6. Semántica.
4
La delimitación rigurosa de uno y otro aspecto no siempre es fácil de
establecer en numerosos casos. La extensionalidad parece más característica de
las palabras que denominamos nombres que de las restantes partes de la oración:
si resulta relativamente fácil decir cuál es la extensión de casa, más difícil es
definir la extensión de leer, que de todas maneras tiene su intensión. Y también en
el ámbito de los nombres existen diferencias importantes: la extensión de un
nombre concreto como gato será siempre mucho más fácil de definir que la de un
„abstracto‟ como alianza o fidelidad.
Esta distinción sirve, entre otras cosas, para arrojar algo de luz sobre el
problema de la ambigüedad semántica, una de las características esenciales de las
lenguas. Hay, en efecto, una ambigüedad intensional y otra extensional. En el
primer caso, no están claramente especificadas las propiedades definitorias de las
palabras y por tanto resulta difícil decidir si un determinado objeto pertenece o no
al campo extensional de un determinado término: palabras como cosa, asunto,
cacharro, etc. son de este tipo, puesto que su intensión es genérica y la atribución
de una extensión a cada una de ellas se hace particularmente difícil. En el segundo
caso, puede haber ambigüedad extensional cuando, aun estando bien definidas las
propiedades intensionales de una palabra, resulta difícil determinar si un
determinado objeto x puede designarse o no mediante ella: el líquido contenido
en un vaso de “whisky”, por ejemplo, ¿pertenece a la extensión de la palabra
licor? Un trozo de “requesón”, ¿pertenece a la extensión de la palabra queso?
Tomando como pauta esta distinción podemos establecer también una
frontera importante: la determinación de la intensión pertenece más
específicamente al área de la Semántica, porque la intensión tiene que ver con el
significado de las palabras. Determinar la extensión no es competencia de la
Semántica: es una operación cognitiva, que consiste en comparar el “mundo”
extralingüístico con el lingüístico, para determinar qué palabras deben usarse en
la denominación de las cosas; se circunscribe mejor al área de la Pragmática (vid.:
tema 8). Por tanto, si nos preguntamos ¿cuál es el significado ( = la intensión)
de la palabra licor?, la pregunta se refiere al ámbito de la Semántica. Si, por el
contrario, nos preguntamos ¿este whisky que me estoy bebiendo es o no es un
licor?, lo que estamos haciendo es comparar un objeto (el whisky que me estoy
bebiendo) con la intensión de una palabra (licor), para verificar si ese objeto
pertenece o no a la extensión de licor. Esta pregunta compete más al ámbito de la
Pragmática.
2.2. Sentido ≈ significado
El significado se muestra siempre como una realidad fuertemente
impregnada de matices subjetivos, profundamente distinta para cada persona. Al
mismo enunciado Dame el libro de Lingüística el hablante A le puede asociar un
matiz de satisfacción (porque, pongamos por caso, es el autor del libro y le gusta
enseñarlo), el B una actitud de molestia (porque sus relaciones con la Lingüística
no son buenas), el C una actitud de ansiedad (porque la Lingüística es su examen
más difícil), y así sucesivamente. Partiendo de aquí terminaríamos fácilmente
concluyendo (como han hecho algunos teóricos) que el significado no existe sino
Lingüística. Tema 6. Semántica.
5
en cada una de las ocasiones discursivas en las que se genera eventualmente, y
que incluso la comunicación entre los usuarios humanos es una ilusión.
Contra esta actitud extremista se puede oponer la distinción entre sentido y
significado, que parece dejar cada cosa en su sitio. El sentido (o significado del
hablante) es el conjunto de asociaciones personales e irrepetibles que se unen
inextricablemente a los enunciados y que tienen su razón de ser en la experiencia
individual del emisor y del receptor. Pero todo enunciado tiene, además de un
sentido, también un significado (o significado convencional), puesto que „dice‟
cosas que son iguales para todos los que comparten el código que se está usando.
Así, el enunciado Dame el libro de Lingüística, aunque pueda activar en la mente
de cada usuario una reacción diferente, tiene un significado fijo, igual para todos,
que se puede describir más o menos así: «Orden de A a B para que le traiga un
objeto x que pertenece a la extensión delimitada por la intensión del término
libro». Aunque esta descripción semántica del enunciado puede parecer primitiva
(podríamos intentar refinarla más adelante), no hay duda de que está
constantemente asociada al enunciado Dame el libro de Lingüística sea cual sea
el sentido con el que lo relacione cada uno de los que toman parte en la
enunciación.
La distinción entre sentido y significado es paralela a la que media entre el
aspecto físico y el aspecto funcional del sonido (vid.: tema 4), tal como se usa en
Fonología. Cada uno de nosotros pronuncia de manera físicamente distinta los
sonidos de la lengua (la [s] de A será bastante distinta de la [s] de B y de la de C,
etc.), pero, a pesar de ello, todos estos sonidos, físicamente diferentes entre sí y
por tanto infinitamente numerosos, pueden reconducirse a un número limitado de
funciones, representadas por los fonemas (la [s] de A, la de B, la de C, etc.,
pueden, con ciertas condiciones, reconducirse a un único fonema /s/). De la
misma manera, desde el punto de vista semántico, cada enunciado se asocia, para
cada uno de los hablantes, a un efecto de sentido individual; pero estas infinitas
variedades de sentido pueden reconducirse a invariantes de significado.
Explotando aún más la analogía entre Fonología y Semántica, podemos proponer
una notación gráfica como la siguiente, indicando entre comillas inglesas (“__”)
los aspectos de sentido, y entre comillas latinas («___») los de significado:
Enunciado: Dame el libro de Lingüística.
Sentido (sigdo. del hablante) Significado (sigdo. conv.) [1] “Orden de A a B de llevarle un objeto x que ha
sido escrito por A.”
[2] “Orden de A a B de llevarle el objeto x que
trata de temas que no le resultan simpáticos a A.”
[3] “Orden de A a B de llevarle el objeto x que
recuerda a A un examen difícil.”
...
«Orden de A a B para que le traiga
un objeto x que pertenece a la
extensión delimitada por la
intensión del término libro.»
Lingüística. Tema 6. Semántica.
6
2.3. Denotación ≈ Connotación
Aunque ciertamente se puede decir que besugo tiene una intensión
concreta, esta palabra tendrá significados distintos en los dos enunciados
siguientes:
(1) Ese pez es un besugo
(2) Ese chico es un besugo
En (1) besugo significa a) «pez teleósteo, de carne blanca, etc.», mientras
que en (2) su significado es „traslaticio‟, pudiendo describirse más o menos como
b) «individuo necio, majadero». Es difícil decir a través de qué proceso de cambio
semántico el significado a) ha terminado conviviendo con el significado b) bajo la
misma palabra besugo. El hecho es que seguramente no hay ninguna lengua en la
que muchas palabras no tengan, además de un significado „primario‟, algún
significado „traslaticio‟. No siempre el significado traslaticio se ha obtenido
mediante un proceso metafórico reconocible (como el que en español lleva a la
palabra lince a indicar, además de al felino, también a una persona
particularmente perspicaz). Besugo no es de este tipo: resulta muy difícil
reconstruir la posible relación metafórica entre sus significados a) y b).
Ante casos como éstos es corriente que se distinga entre el significado
denotativo (o denotación) de una palabra y su significado connotativo (o
connotación). La denotación es el significado „primario‟, la connotación el
„trasladado‟. Se trata de distinguir en las palabras una idea esencial frente a otras
ideas „accesorias‟; éstas últimas se añaden a determinadas palabras y entran a
formar parte de su significado de manera estable. La distinción denotación ≈
connotación permite arrojar alguna luz sobre distintos aspectos del significado,
como por ejemplo la sinonimia (el hecho de que dos o más palabras tengan „el
mismo significado‟). En efecto, palabras que a primera vista parecen sinónimas,
porque tienen la misma denotación, pueden ser muy diferentes por su
connotación: palabras corno perro y chucho tienen la misma denotación, pero
connotan de manera distinta. La primera es, por así decirlo, „neutra‟, mientras
que la segunda es „afectuosa‟ y „familiar‟. Si tomamos anciano y viejo nos
encontramos con el mismo fenómeno: la primera es „formal‟ y „literaria‟, la
segunda es „coloquial‟ o „despectiva‟, aunque ambas tengan la misma denotación.
No hay que confundir la connotación con otros efectos de sentido ya
tratados antes: ésta no forma parte de los matices individuales que cada uno
puede atribuir a determinadas palabras o enunciados, sino que forma parte de la
auténtica intensión de las palabras consideradas. Esta diferencia se observa con
particular claridad en la traducción de una lengua a otra: la denotación de las
palabras puede ser igual, pero cambia la connotación. Muchos juegos de palabras
(de esos que en las traducciones aparecen considerados como „intraducibles‟)
dependen precisamente de estos factores: por ejemplo, en español gallo tiene una
connotación que hace referencia al engreimiento o la prepotencia masculinas (ese
hombre es un gallo); en italiano gallo, además de esta connotación, tiene la de
„mujeriego, donjuán‟; el equivalente inglés cock posee la misma denotación que el
español y el italiano (el animal doméstico que todos conocemos), pero cuenta con
Lingüística. Tema 6. Semántica.
7
una connotación diferente, porque designa de forma „vulgar‟ el órgano sexual
masculino.
2.4. Perfil ≈ Base (escena ≈ marco)
Otra distinción de especial relevancia es la propuesta, en el ámbito de la
lingüística cognitiva, entre perfil y base, según una denominación o, con otros
términos alternativos pero de valor equivalente, escena y marco. Con los
términos perfil y base, acuñados por R. W. Langacker, se hace referencia a los
distintos niveles de representación que podemos reconocer en el significado de
las expresiones. Por un lado, el perfil se refiere a la realidad que pretendemos
designar con cierta expresión y, por su lado, la base alude al dominio o al ámbito
conceptual en relación con el cual se lleva a cabo esa designación. Observemos en
la siguiente figura la relación entre los términos línea, radio y circunferencia, por
un lado, y de rincón frente a esquina, por otro:
Línea y radio comparten el mismo perfil (señalado con trazo grueso en el
gráfico), pero radio, además, incluye en su significado la presuposición de una
base, la circunferencia (en línea fina discontinua), que sirve de fondo necesario
para entender la especificidad de la línea a la que llamamos radio. La noción de
„circunferencia‟ está presente en el significado de radio pero sólo como base, en
un segundo plano. Con la palabra radio designamos una línea, no una
circunferencia. Igualmente, en la distinción rincón/esquina encontramos que los
dos términos designan lo mismo, un ángulo, pero cada uno lo hace en relación
con una base distinta: el espacio interior o cóncavo al ángulo en rincón y el
espacio exterior o convexo en esquina.
La relación perfil/base se reconoce fácilmente en las relaciones parte-todo.
Por ejemplo, el término uña designa el extremo de naturaleza córnea de un dedo.
En esta definición de uña el perfil lo constituye el extremo córneo propiamente
dicho y la base es el dedo del que forma parte. A su vez, dedo designa o perfila la
extremidad articulada de una mano, la cual constituye su base. De forma
equivalente, mano designa el extremo articulado con capacidad prensil de un
brazo.
Otro ejemplo al que puede aplicarse la distinción perfil/base es el de los
sustantivos de carácter relacional, como los términos de parentesco. Por ejemplo,
la palabra tío designa a una persona, pero lo hace presuponiendo en la base la
relación ascendente colateral entre esa persona y otra que sirve de referencia.
Esta otra persona que forma parte de la base de la expresión tío está presente en
su significado sólo en un segundo plano, como fondo o marco necesariamente
línea radio circunferencia rincón esquina
Lingüística. Tema 6. Semántica.
8
presupuesto respecto del cual se caracteriza al ser humano al que se denomina
tío. Sin embargo, la situación inversa se da en el caso de la palabra sobrino, en la
que se designa a alguien como descendiente colateral de otra persona. En las
figuras 1a y 1b se representan, con convenciones gráficas de la Gramática
cognitiva, los significados complementarios de tío y sobrino. Las líneas más
gruesas se corresponden con el perfil de cada expresión. Las líneas de trazo más
fino se corresponden con la base. El triángulo significa género masculino; el
círculo, género femenino y el rectángulo persona de género no definido. La letra
R representa el punto de referencia de esta red de parentesco en relación con el
cual se designa a otro elemento de dicha red.
También puede entenderse que palabras derivadas de un mismo lexema
pero que pertenecen a categorías verbales diferentes (sustantivo, adjetivo, verbo,
etc.) se diferencian entre sí por una configuración perfil/base distinta de una
misma situación objetiva. Por ejemplo, tanto elegir como elector y electo hacen
referencia a la situación en que una entidad es escogida entre varias posibles por
parte de alguien que lleva a cabo esa selección. La diferencia de significado entre
esos tres términos estriba en cuáles de los elementos que se reconocen en esa
situación son puestos en el primer plano de representación del perfil: elegir
designa la propia relación que se da entre quien elige y quien es elegido; elector
designa a la persona que elige y remite a la base tanto el acto de elegir como la
cosa elegida; y electo designa la relación entre un objeto y su condición de objeto
elegido. En los tres casos el conjunto de alternativas u opciones entre las que se
puede escoger o elegir forma parte de la base. Ese conjunto de opciones se eleva
a la categoría de perfil, sin embargo, en uno de los significados del término
elección (como en la frase No tengo elección).
R
R
e
f
Fig. 1a: tío Fig. 1b: sobrino
Lingüística. Tema 6. Semántica.
9
3. EL ANÁLISIS COMPONENCIAL
3.1. Los componentes (rasgos) semánticos.
El procedimiento más conocido para el análisis semántico en el campo de la
palabra es el análisis componencial. Se basa en la hipótesis de que el significado
de las palabras (por lo menos de las „llenas‟, como los nombres, verbos, adjetivos,
adverbios) puede descomponerse en elementos más pequeños de significado,
denominados componentes (rasgos) semánticos.
Veamos cómo funciona este procedimiento. Si tomamos unas palabras
como perro, perra, hombre, mujer, niño y niña, observamos intuitivamente que,
desde el punto de vista del significado, perro es a perra lo que hombre es a mujer
y lo que niño es a niña: el primer término de cada pareja indica el individuo
macho de una determinada especie y el segundo el individuo hembra. Partiendo
de estas relaciones, del significado de las palabras se pueden extraer del modo
siguiente algunos elementos semánticos menores:
perro perra hombre mujer niño niña
[macho]
[canino]
[±adulto]
[hembra]
[canino]
[±adulto]
[macho]
[humano]
[adulto]
[hembra]
[humano]
[adulto]
[macho]
[humano]
[-adulto]
[hembra]
[humano]
[-adulto]
Cada una de las palabras mostradas en columna bajo cada ejemplo
representa un componente (rasgo) semántico. El conjunto de los componentes de
una palabra se denomina matriz semántica. Los componentes se encierran entre
paréntesis o corchetes: (± humano) o [± humano]. De la comparación entre los
elementos así identificados pueden extraerse algunas consideraciones generales:
a) Del hecho de que el mismo componente se encuentre en el significado de
distintas palabras ([macho], [hembra], [humano], etc. aparecen en varias de las
palabras presentadas) puede deducirse la hipótesis de que globalmente los
componentes constituyen un conjunto finito (como sucede con los rasgos
fonológicos). Para ellos, por tanto, en principio deberían ser válidos los axiomas
de las unidades mínimas y el de economía y recurrencia. Para reducir aún más su
número, pueden diferenciarse con los signos „+‟ o „-‟ los componentes que
permitan reducirse a la misma formulación: como [hembra] puede considerarse
equivalente a [-macho], podemos representarlo también de esta manera (o al
revés, como es natural), de modo que en vez de [macho] ≈ [hembra] tendremos
[+macho] ≈ [-macho], o también, si se prefiere, [+hembra] ≈ [-hembra].
b) Dado que los componentes pueden aparecer tanto en forma positiva
[+humano] como negativa [-humano], o también como „indiferente‟ [±humano],
se puede suponer que su naturaleza es binaria para todo el léxico de una lengua.
c) El significado de una palabra puede, desde luego, describirse como una
suma de componentes, pero no es posible decir si a cada uno de ellos le
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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corresponde una „parte‟ de la palabra: por ejemplo, no se puede afirmar que ni-
de niño significa [+macho] o que -ña de niña significa [-adulto]. Ello quiere decir
que los componentes de la palabra son simultáneos (como lo son los rasgos
fonológicos) y no sucesivos.
d) Mientras que los rasgos fonológicos constituyen un número limitado y
definido para cada fonema, los componentes semánticos de cada palabra pueden
variar de número a medida que se expande la comparación en parejas entre las
palabras. Así, por ejemplo, si se introduce padre en nuestro muestrario,
tendremos necesidad al menos del componente [ascendiente de primer grado]
para diferenciar los distintos significados:
hombre padre
[+humano] [±humano]
[+macho] [+macho]
[+adulto] [+adulto]
[±ascendiente de primer grado] [+ascendiente de primer grado]
Como puede verse, la introducción de una sola palabra más obliga a
recurrir a un componente más: [ascendiente de primer grado]. Si se sigue
aumentando la lista de las palabras en comparación, se hará inevitable aumentar a
su vez el número de componentes exigidos. Y, debido a ello, no puede en
absoluto excluirse que, si tomamos en consideración un extenso muestrario de
palabras, el número de los componentes necesarios termine volviéndose
incontrolablemente alto. Ello demuestra que, a pesar de las apariencias, los
componentes semánticos son muy distintos de los rasgos fonológicos: estos
últimos forman un número cerrado y pequeño, mientras que los componentes
semánticos también constituyen, probablemente, un número cerrado, pero
enormemente más grande. Ello depende del hecho de que, mientras que los
fonemas constituyen un pequeño conjunto cerrado de elementos, las palabras
constituyen por definición un conjunto ilimitadamente abierto.
e) Se puede mirar al significado en dos direcciones: dada una palabra, se
pueden investigar (como hemos hecho antes) sus componentes; pero se puede
proceder también en sentido contrario: dado un conjunto de componentes
virtualmente posible, se puede verificar si le corresponde o no una palabra. Si
tomamos la matriz de la palabra latina parricidium, tendremos
parricidium
[+matar]
[+referido a padre]
Pero si sustituimos [+referido a padre] por [+referido a suegro], el latín no
tiene una palabra que le corresponda, por lo que la matriz
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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[+matar]
[+referido a suegro]
no tiene una expresión específica y debe asociarse a la palabra, menos rica inten-
sionalmente, homicidium. Y sin embargo la matriz es perfectamente legítima,
puesto que respeta el orden de los componentes previstos. Ello significa que las
lenguas no siempre llenan todas las matrices semánticas virtualmente posibles, lo
cual comporta que en su léxico se registren lagunas y que se haga necesario
disponer de recursos adecuados para compensar ese desequilibrio (vid.: tema 5).
Dicho esto, hay que reconocer que el análisis componencial tiene sus
méritos. Ante todo (como observamos anteriormente), es un intento interesante
de aplicar al nivel del significado metodologías afines a las que se usan para otros
niveles lingüísticos, y, por tanto, de poner en evidencia la profunda
homogeneidad estructural del lenguaje. En segundo lugar, se esfuerza por
ofrecer una representación del conocimiento léxico que poseen los hablantes de
una lengua, y de formalizar algunas intuiciones lingüísticas que éstos
generalmente poseen a propósito del significado de las palabras. Por ejemplo,
cualquier hablante español sabe que existe una mayor afinidad de significado
entre padre y pariente que entre padre y, digamos, ventilador. Esta afinidad se
puede representar mediante una separación en componentes: palabras que tienen
un mayor número de componentes en común son semánticamente „más afines‟
que palabras que no tienen ninguno. Además, el análisis componencial ofrece una
buena representación del hecho de que, en el léxico de una lengua, las palabras no
están aisladas semánticamente (como no lo están morfológicamente), sino que
están ligadas por relaciones más o menos estrechas. Como veremos más
adelante, del análisis componencial deriva naturalmente la posibilidad de describir
los tipos de relación de significado existentes entre las palabras.
Desgraciadamente, sin embargo, el análisis componenciaI choca contra una
serie de dificultades que limitan enormemente su alcance. Ante todo, no está nada
claro cuál es el procedimiento según el cual los componentes semánticos se
extraen del significado de las palabras. A diferencia de los procedimientos de
análisis morfológico y sintáctico, que gozan de un respetable grado de
repetibilidad (dados ciertos principios, dos lingüistas diferentes tienen grandes
probabilidades de ofrecer el mismo análisis de un determinado elemento
lingüístico) y de verificabilidad, los del análisis componencial son más bien
intuitivos. Los diversos lingüistas pueden usar representaciones distintas de los
componentes, no siempre compatibles entre sí; y nada hace pensar que dos
analistas distintos, aplicando incluso la misma concepción de los componentes,
obtengan la misma matriz de una misma palabra. En definitiva, el método de
extracción de los componentes es aún muy arbitrario.
Por otra parte, este análisis no parece que pueda llevarse a la práctica
totalmente, porque no puede aplicarse a todo el vocabulario de una lengua. Dada
la enorme cantidad de palabras que el vocabulario contiene, si se intentase
reconstruir todos los componentes que intervienen en la formación del significado
de sus elementos, se llegaría a una lista de componentes tan larga que se volvería
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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totalmente incontrolable. Se ha dicho que ésta es una dificultad material que no
elimina la posibilidad de principio de desarrollar un análisis componencial
completo. Pero, dada la enorme extensión del léxico, es fácil suponer que la
dificultad material puede coincidir con la imposibilidad teórica.
En tercer lugar, la esperanza del análisis componencial era en sus inicios
demostrar el carácter universal de los componentes. Se pensaba que éstos eran
más o menos los mismos en todas las lenguas y que las diferencias entre unas
lenguas y otras se deberían exclusivamente a la diferencia de combinación de los
componentes. Desgraciadamente, esta ambición ha quedado insatisfecha, por la
misma inmensidad de la tarea y por la dificultad de demostrar los distintos pasos.
Como consecuencia de estos límites, el análisis componencial debe
considerarse, más que como una auténtica técnica analítica, como una técnica de
sondeo inicial. Puede aplicarse a grupos reducidos de palabras unidas por
estrechas relaciones semánticas (como, por ejemplo, la terminología del
parentesco), pero no a muestrarios más amplios. Puede, desde luego, suceder que
todo el léxico de una lengua esté efectivamente organizado en términos
componenciales; pero por el momento no parece posible demostrarlo. El resto de
los detalles que presentarnos en las páginas siguientes deben entenderse a la luz
de esta limitación.
3.2. Tipos de componentes y relaciones entre componentes.
Los análisis que hemos presentado hasta ahora no dan una idea completa de
la variedad de tipos de componentes que pueden identificarse. Si comparamos
niño con hijo, surge la necesidad de introducir componentes de dos clases
diferentes:
niño hijo
[+humano] [±humano]
[+macho] [+macho]
[-adulto] [±adulto]
[±descendiente de primer grado] [+descendiente de primer grado]
Niño se enriquece ahora con un nuevo componente: [±descendiente de
primer grado], mientras que hijo tiene [+descendiente de primer grado]. Hijo,
efectivamente, define su significado sólo en relación con el de padre (o, si se
prefiere, de madre), y no tiene sentido si no es en relación con él. Entre los
componentes transcritos en letra normal y el transcrito en negrita hay por tanto
una importante diferencia: los primeros son absolutos, mientras que los segundos
son relacionales. Los componentes relacionales tienen la propiedad de aludir a
una relación entre dos o más argumentos: hijo se entiende en el sentido de „un x
[±humano], [+macho], [±adulto] que es descendiente en primer grado de un y‟,
de la misma manera que padre se entiende en el sentido de „un x [±humano],
[+macho], [+adulto] que es ascendiente en primer grado de un y‟. Estas matrices
se pueden representar también con una elemental notación lógica de la siguiente
manera:
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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hijo = descendiente en primer grado (X, Y)
padre = ascendiente en primer grado (X, Y)
Una notación como ésta permite hacer referencia a los componentes del
tipo [+descendiente de primer grado] también con el término de componentes de
dos lugares (X, Y), y a los componentes absolutos con el término de componentes
de un lugar. Componentes relacionales aparecen también en el significado de
otras palabras, como abuelo, tío, y en general en los nombres de parentesco (que
son, por su naturaleza, portadores de significados relacionales). Abuelo, por
ejemplo, tendrá todos los componentes de padre, excepto que [+ascendiente de
primer grado] será sustituido por [+ascendiente de segundo grado]; etc.
Los componentes semánticos, además, no son independientes los unos de
los otros. Entre ellos pueden establecerse complejas relaciones jerárquicas que
se mantienen gracias a relaciones de distinto tipo. Una relación evidente es la de
implicación (o dependencia). Algunos componentes están necesariamente
implicados por otros, en el sentido de que X comporta necesariamente a Y. En
este caso, se dice que Y está implicado por X (o, al revés, que X implica a Y).
Este tipo de relación existe entre [+adulto] y [+ascendiente]. Para ser
[+ascendiente] es necesario ser [+adulto], de manera que todo lo que comporta el
componente [+ascendiente] debe necesariamente contener también a [+adulto].
Por el contrario, [+descendiente] no implica a [+adulto]: pueden existir sujetos
que son [+descendiente] pero [-adulto]. Hijo es de este tipo. Aplicando este
principio de manera rigurosa, podemos eliminar todos los componentes
implicados automáticamente por otros, realizando de esa manera una notable
economía de componentes. Así, en la matriz de padre, podemos borrar [+adulto]
sin modificar la sustancia del análisis: la supervivencia, en la matriz, de
[+ascendiente de primer grado] basta para asegurar que el significado en cuestión
contenga también (en forma implícita) [+adulto].
Al lado de las distinciones presentadas en este apartado hay que mencionar
otra clase de componentes, a los que podemos denominar pragmáticos, que dan
cuenta de la diferencia de significado que existe entre palabras como, por
ejemplo, cansancio y astenia, antiinflamatorio y antiflogístico, o francés y
franchute. A primera vista, los términos de cada pareja de palabras son sinónimos
(es decir, tienen exactamente la misma matriz semántica). Pero, si los observamos
más de cerca, las cosas cambian. Si colocamos en columnas los primeros cuatro
términos, nos darnos cuenta de que los dos primeros de cada pareja contienen,
entre otros, un nuevo componente:
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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cansancio astenia
antiinflamatorio antiflogístico
[-técnico] [+técnico]
De la misma manera, si comparamos francés y franchute, observamos un
nuevo componente que los diferencia:
francés franchute
[-despectivo] [+despectivo)
En otras palabras, cansancio y antiinflamatorio se utilizan solamente en
contextos de tipo coloquial y en interacciones informales, y precisamente a esta
característica se refiere el componente [-técnico], mientras que sus equivalentes
astenia y antiflogístico pueden usarse casi exclusivamente en contextos
especializados (de ahí el componente [+técnico]). Francés y franchute
ejemplifican otro tipo de componente pragmático y social: el primer término es de
tono neutro, y el segundo exhibe un tono marcado, porque comporta una actitud
de desprecio por parte de quien habla hacia el objeto de su mención. Los
componentes pragmáticos se refieren, por tanto, a la especial tonalidad de la
interacción que se produce entre los hablantes o bien al tipo de contexto (formal,
informal, etc.) en el que se utilizan las palabras consideradas (vid.: tema 8).
Los componentes que hemos tomado en consideración hasta este momento
no constituyen el único tipo de información contenida en el significado de las
palabras. Si tomamos una oración como
3) La gata cría a los gatitos
los componentes de criar pueden representarse así:
criar
(Xs hace que (Yo cambie en [+ adulto]))
Esta representación es muy diferente de las que llevamos dadas hasta este
momento, y se lee así: „X, que tiene la función de Sujeto (= s), hace que Y, que
tiene la función de objeto (= o), cambie su estado en [+adulto]‟. En otras
palabras, los componentes semánticos (cada uno de los cuales va recogido entre
paréntesis) ya no están constituidos por palabras, sino por proposiciones
elementales que tienen entre sí relaciones determinadas. Este tipo de
componentes se denomina proposicional, y es probablemente típico de los
verbos. Un componente proposicional puede a su vez englobar (como en nuestro
ejemplo) a uno o más componentes de otro tipo (por ejemplo, relacionales).
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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La descomposición de criar contiene algunas informaciones suplementarias
respecto de las que acabamos de ver: a) menciona el hecho de que criar (que es
un verbo, y no un nombre, como las palabras examinadas antes) debe tener un
sujeto y puede tener un complemento; b) que el objeto es beneficiario de la
acción del sujeto.
3.3. Restricciones.
La presentación de las matrices semánticas no está aún completa. Es
necesario introducir todavía en ellas otro tipo de información, de modo que se
eviten enunciados como:
(4) *El marinero cría a los remos
Lo que no funciona en (4) es el hecho de que en este ejemplo se violan algunas
limitaciones referidas a la combinación de las palabras. El verbo criar, en efecto,
no puede combinarse con cualquier tipo de nombres, sino que exige un sujeto y
un complemento que se refieran, ambos, a seres animados. Otros verbos pueden
tener la propiedad inversa: aburrir, por ejemplo, debe tener un sujeto [±animado]
y un complemento [+animado]. Podemos, efectivamente, tener
(5) La película aburre a los chicos
(6) El profesor aburre a los estudiantes
pero no
(7) *El profesor aburre al automóvil
Por este motivo, la matriz de criar debe ser completada con otro tipo de
información que especifique si las palabras que pueden ser sujeto o complemento
han de presentar o no determinados componentes. Estas informaciones
limitadoras se denominan comúnmente restricciones, se recogen entre los signos
„< >‟ y dan lugar a la siguiente reformulación:
criar
(Xs hace que (Yo cambie en [+adulto])) <X [+animado], Y [+animado]>
Si tomamos aburrir, que, como hemos dicho, tiene un sujeto [±animado] y
un complemento [+animado], su representación será la siguiente:
aburrir
(Xs hace que (Yo cambie en [+aburrido])) <X [±animado], Y [+animado]>
Las representaciones de este tipo pueden hacerse aún más complejas. En
sus usos no metafóricos, acariciar, por ejemplo, puede tener como sujeto
solamente palabras que designen a seres dotados de manos, mientras puede tener
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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como complemento cualquier palabra. Las restricciones que afectan a su sujeto se
pueden representar así:
acariciar
(Xs, toca a (Yo [+de forma ligera y afectuosa])) <Xs [+dotado de manos]>
donde (observemos de pasada) el componente [+dotado de manos] implica otro
como [+vertebrado].
3.4. Dificultades del análisis componencial.
Habrá podido observarse que las representaciones semánticas que hemos
explicado no se diferencian excesivamente de la información que, para cada
palabra, podemos encontrar en un diccionario. Para acariciar, por ejemplo, el
diccionario de María Moliner da la definición de «rozar o tocar suavemente con
los dedos una cosa o a alguien», que equivale más o menos a «(Xs toca a
(Yo [+de forma ligera y afectuosa])) <Xs [+dotado de manos]>». ¿Para qué vale,
entonces, esforzarse en construir complicadas representaciones semánticas, si en
realidad todo lo que necesitamos ya está dicho en los diccionarios? Esta pregunta
es delicada, pero tiene, en principio, una respuesta.
Para empezar, las representaciones basadas sobre componentes son más
precisas que las definiciones de los diccionarios; pero, sobre todo, constituyen un
lenguaje cómodo y relativamente eficiente para comparar entre sí significados
aparentemente alejados. Con el análisis componencial se descubre, mucho mejor
que a través de las definiciones de los diccionarios, que algunas palabras pueden
contener uno o más componentes en común y por tanto constituir una familia
semántica (vid. más adelante). Por ejemplo, criar, aburrir, educar, matar y otros
muchos verbos forman una familia porque contienen todos la matriz «(Xs hace
que (Yo cambie en) ... )», o, como también podríamos decir, son verbos de
„cambio‟. De esa manera, el conocimiento del léxico que tiene cada hablante
queda así mucho mejor representado que a través de las definiciones del
diccionario.
Además, la representación mediante componentes evidencia mucho mejor
que otras técnicas el hecho de que los componentes semánticos son recurrentes
en cada lengua. Es raro que uno de ellos actúe solamente en el significado de una
palabra: cada uno de ellos desarrolla un „trabajo‟ más intenso, interviniendo en el
significado de numerosas (a veces, innumerables) palabras. Aunque, como ya se
ha dicho, el análisis componencial completo de una lengua es materialmente
imposible, mediante este procedimiento tenemos una idea en principio aceptable
de la manera en que está estructurado el léxico.
Sin embargo, es difícil decir cuántos niveles de componentes son necesarios
para describir completamente el significado de una palabra. En principio, deberán
ser necesarios por lo menos los siguientes: a) componentes que describan el
significado intensional de la palabra; b) otros que indiquen su categorización
gramatical; c) otros que especifiquen las restricciones que aquélla debe respetar
en sus combinaciones sintagmáticas; y, finalmente, d) una serie de componentes
que definan las condiciones pragmáticas de su uso. Y desde luego no hay que
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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excluir que, a medida que se amplía la comparación en parejas entre las palabras,
surja la necesidad de postular otros niveles componenciales. Ya esta enumeración
evidencia que, en efecto, la descripción del significado de una palabra en términos
rigurosamente componenciales termina por llevar a una enorme masa de
especificaciones poco manejables desde el punto de vista práctico, si bien
probablemente capaces de dar cuenta de una buena parte de la competencia léxica
de los usuarios.
Por otro lado, además, hay que señalar por lo menos otra serie de
dificultades. En su momento hemos recordado que los significados de las palabras
no son todos del mismo tipo. En algunas son „concretos‟ (intensionalmente bien
definidos y extensionalmente aplicables); en otras, „abstractos‟, es decir, los que
exhiben las ambiguas o indescomponibles en principio (cuyo número no es nada
desdeñable). ¿Quién podría ofrecer un análisis componencial aceptable de
palabras generales como cosa o hacer? ¿Quién puede dar un análisis de
existencia o, más sencillamente, de bien? No sólo las palabras que, como éstas,
han sido más intensamente usadas por la tradición filosófica, escapan a una
definición estable, sino también otras muchas. No podemos aquí entrar en detalles
sobre esta cuestión, pero es necesario sacar una conclusión que el lector aceptará
sin necesidad de demostración: no todas las palabras del léxico son
semánticamente susceptibles de descripción por procedimientos estándar; y para
otras muchas, el significado se evidencia sólo a través del uso específico que los
hablantes hacen de ellas. (Y precisamente para eso sirve el extraordinario recurso
de la „pregunta metalingüística‟: ¿Qué entiendes por X?)
Por último, un inconveniente propio del análisis componencial es que, en su
afán analítico no resulta el mejor procedimiento para dar cuenta de la verdadera
representación que los usuarios se hacen del significado de las palabras. En
muchos casos, efectivamente, los conceptos que se asocian a las palabras tienen
carácter configuracional o, como se diría en algunas tradiciones psicológicas, de
geltalt o percepción de conjunto, que no puede captarse exclusivamente como la
suma de los componentes. La grafía que representa el número 8 no es sólo un
círculo que se intersecta con otro formando una sola línea cerrada orientada
verticalmente. Por muy exhaustiva que sea una descripción analítica de una forma
geométrica, nunca podrá sustituir a la imagen coherente y unitaria del conjunto
con la que los seres humanos nos la representamos de forma holística.
4. PRINCIPIOS DE ORDENACIÓN.
El primer fenómeno importante al que el análisis componencial da acceso es
al hecho de que el léxico de cualquier lengua no está constituido por elementos
aislados, sino que está organizado sobre la base de un cierto número de
principios de ordenación (o relaciones semánticas).
4.1. Gradación.
Un ejemplo evidente del principio de ordenación es el constituido por la
gradación. Algunos grupos de palabras pueden disponerse en escala, con un
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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extremo en el que una determinada propiedad está presente en su grado mínimo y
otro en el que ésta se presenta en grado máximo. Véanse tres simples
ejemplificaciones (delante de cada escala se presenta en mayúsculas el
componente sometido a gradación):
CANTIDAD ninguno uno alguno bastantes muchos infinitos
TEMPERATURA gélido frío tibio caliente hirviente
DIMENSIÓN microscópico pequeño medio(-ano) grande grandísimo enorme
( - ) ( + )
Las gradaciones organizan grandes cantidades de palabras en el léxico, pero
presentan algunos problemas. Si las representamos como secuencias de „lugares‟
que sean susceptibles de ser ocupados, cada uno de ellos, por una palabra,
podemos encontrarnos alguno vacío. Por ejemplo, entre grande y grandísimo
puede ser útil establecer un lugar intermedio, como más bien grande o no
exactamente grandísimo. Estos lugares no están ocupados por palabras del léxico
español sino sólo por sintagmas provistos de una o más especificaciones. Dicho
de otra manera, las gradaciones pueden tener lagunas. Además, nada garantiza
que alguno de los términos de la gradación no tenga equivalentes paradigmáticos:
por ejemplo, se puede usar polar en lugar de gélido, o ecuatorial en lugar de
hirviente. Por eso, las gradaciones son paradigmáticamente frágiles.
No obstante, en algunos usos técnicos del léxico se puede establecer,
convencionalmente, una gradación regularizada, es decir, que no presente
lagunas ni sea paradigmáticamente frágil a pesar de estar formada por palabras
del lenguaje ordinario. En la jerga universitaria española, por ejemplo, es una
gradación regularizada la que se establece entre los adjetivos que expresan la
valoración del rendimiento escolar del alumno:
TIPO DE RENDIMIENTO suspenso aprobado notable sobresaliente
(-) (+)
En este caso se conviene que la escala vaya de un „mínimo‟ a un „máximo‟,
que entre un término y otro de ella no existan lugares vacíos, que a cada lugar le
corresponda el mismo „espacio‟ y que no sea posible encontrar equivalentes
paradigmáticos. Las gradaciones regularizadas son un ejemplo interesante de una
posibilidad del léxico de las lenguas: las palabras „corrientes‟ pueden convertirse
en términos técnicos a través de un proceso más o menos simple de acuerdo
sobre su significado. Notable es una palabra corriente (y, por tanto, frágil en el
lenguaje ordinario); pero es un término técnico en la jerga de la educación.
4.2. Hiponimia.
Otro principio esencial de ordenación es la hiponimia (con su contraria la
hiperonimia). Un palabra B es hipónima de A cuando en su significado está
incluido el de A: automóvil es hipónimo de vehículo, ballena de animal, etc. Y, al
contrario, vehículo es hiperónimo de automóvil, y animal, de ballena. De ahí se
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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deriva que, si es cierto un enunciado que contiene un hiperónimo, debe ser
necesariamente cierto un enunciado que contenga, en la misma posición, un
hipónimo suyo: si es cierto que todos los animales deben ser protegidos, es cierto
también que todas las ballenas deben ser protegidas. Dos palabras hipónimas de
un mismo hiperónimo se denominan cohipónimas: por tanto, ballena, cocodrilo,
gallina, mosquito, etc., son cohipónimos respecto de animal, puesto que una
parte de su significado es idéntico al de animal. Esta relación es quizás la más
importante que existe en el léxico de las lenguas: dado que organiza una
innumerable variedad de grupos de palabras, tiene un rendimiento muy elevado.
La hiponimia (con la cohiponimia) puede representarse mediante árboles
jerárquicos que muestran de manera inmediata las relaciones creadas gracias a
ella. Pero puede ser representada más eficazmente en términos de componentes
semánticos: B es hipónimo de A cuando, en su matriz semántica, aparecen al
menos todos los componentes intensionales de A más algunos otros. Automóvil
tiene los componentes intensionales de vehículo, a los que se añaden otros. En
consecuencia, los hiperónimos son intensionalmente más pobres que los
hipónimos, pero extensionalmente más ricos; y con los hipónimos sucede al
contrario.
No hay que imaginar la hiponimia como una relación armónica. En efecto,
son frecuentes las palabras que, aun siendo cohipónimas, no tienen un
hipernónimo que las abarque intensionalmente a todas; es decir, están provistas
sólo de un hipernónimo virtual. Uno de los medios más frecuentes para
reequilibrar este desequilibrio semántico lo constituye el hecho de que uno de los
cohipónimos asuma también la función de hiperónimo, como se ve en el esquema
siguiente:
tíos
HIPERONIMIA
tío COHIPONIMIA tía
Tío actúa como cohipónimo de tía y también (en plural) como hiperónimo de
ambos. Esta situación se presenta muy a menudo (hermano ≈ hermana ≈≈
hermanos; caballo ≈ yegua ≈≈ caballos, etc.). En otros casos el término
superordenado está vacío, o, mejor dicho, no está formado por una palabra en la
lengua sino que puede ser suplido por una combinación sintagmática (el nudo
vacío se indica con „?‟):
Lingüística. Tema 6. Semántica.
20
?
HIPERONIMIA
armario COHIPONIMIA ropero
La hiponimia puede dar lugar a ramificaciones en distintos niveles
jerárquicos: el significado de A y B puede quedar incluido en el de C, éste (quizás
junto al de D) puede a su vez quedar incluido en E, y así sucesivamente. Se puede
llegar de esa manera a complejas estructuras arbóreas, en las que no se excluye la
existencia de nudos vacíos:
mueble
mesa asiento ?
escritorio mesilla ... silla escaño ... armario guardarropa
ropero...
Este árbol, que tiene como „raíz‟ mueble, puede encajarse dentro de otros
árboles más complejos, dotados o no de una „raíz‟ con nombre específico: por
ejemplo, junto con el árbol que tenga como „raíz‟ solería puede entrar a formar
parte del super-árbol decoración, y así sucesivamente.
No falta quien ha sostenido que, reconstruyendo de esta manera las
relaciones semánticas, se puede llegar a crear una especie de macro-árbol
semántico que contenga todas las palabras de una lengua y reconduzca todo el
léxico a una única „palabra arquetípica‟. Es evidente que un propósito como éste
es irrealizable, dado, como hemos dicho, el carácter ilimitado del léxico. Y, sin
embargo, este proyecto imposible contiene un factor de verdad: nos recuerda que
los significados de las lenguas constituyen una red (o un árbol) llena de lagunas,
asimetrías e imperfecciones, pero que siempre es posible, si las necesidades de la
enunciación lo requieren, „llenar‟ más o menos provisionalmente los vacíos y
deshacer las asimetrías. Ello es posible o bien trasladando una palabra de un
nudo a otro del árbol, o bien delegando a una palabra para que ocupe una
determinada posición, mediante, por ejemplo, una traslación metafórica. Si no
tenemos un hiperónimo específico capaz de cubrir dos cohipónimos como
armario y ropero, podemos trasladar al papel de hiperónimo a uno de los dos
términos, llamándolos a los dos (si así lo queremos) armarios, o bien delegar
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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(más o menos provisionalmente) a una palabra general (ella sola, como cosa o
mueble, o en sintagma, como cosa para sentarse, etc.) o de otro tipo. En
español, por ejemplo, como hiperónimo de marido y mujer se usa corrientemente
la palabra delegada matrimonio, que procede de un árbol hiponímico
completamente distinto.
Queda la cuestión de si la organización hiponímica del significado de las
lenguas es un puro accidente o bien responde a algún tipo de motivación. Es
difícil pensar que se trate de una pura casualidad: el fenómeno de la hiponimia es,
de hecho, un universal lingüístico, y por ello debe responder a razones más
profundas. Una de éstas puede ser la siguiente: el léxico está organizado
hiponímicamente para favorecer un recurso enunciativo esencial para los usuarios
lingüísticos, que es el de la movilidad semántica. Ésta le permite al hablante
producir enunciados con distinto grado de riqueza intensional, moviéndose con
una especie de „efecto zoom‟ por una escala en cuyos extremos están la máxima
generalidad (= máxima pobreza intensional) y la máxima concreción (= máxima
riqueza intensional). Este recurso favorece directamente la maniobra de
manipulación del conocimiento, como se ve en (10):
(10) A. Tráigame algo de beber. (1)
B. ¿Qué desea?
A. Un vino. (2)
B. ¿Qué vino?
A. Un clarete. (3)
En la progresión del diálogo, estimulado por las preguntas de B, A se
mueve gradualmente hacia la parte baja de la escala de intensión, trasladándose
desde (1) algo de beber, que es el hiperónimo más alto (y, por tanto,
extensionalmente más amplio) evocado en el diálogo, a (2) vino, que es hipónimo
de (1) e hiperónimo de (3) (vino) clarete, que representa, en nuestro ejemplo, el
máximo de riqueza intensional.
El „efecto zoom‟ es un recurso de gran importancia semiótica. Se puede
emplear en medida teóricamente ilimitada: siempre podemos añadir nuevos
componentes intensionales a un enunciado, tanto si el léxico de la lengua dispone
de ‘palabras apropiadas‟ como si tenemos que rellenar lagunas léxicas mediante
sintagmas adecuados, palabras generales o sustitutivos. Se puede decir que,
precisamente por la posibilidad que tenemos de aplicarle el „efecto zoom‟, el
léxico parece constituir un orden casi-continuo, dado que sus lagunas pueden
llenarse con palabras o sintagmas de intensión cada vez más rica.
4.3. Sinonimia, antonimia, complementariedad y simetría.
Son sinónimas dos palabras que tengan exactamente la misma matriz
semántica. Pero esta definición es sólo abstracta: como los componentes que
forman una matriz son de distinto nivel (denotativos, estructurales, connotativos,
etc.), como se ha visto, es muy difícil encontrar dos palabras dotadas de una
matriz idéntica para todos los niveles de los componentes. Por ejemplo, subir y
ascender pueden parecer a primera vista completamente sinónimos, pero en
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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realidad no lo son: subir tiene un componente pragmático como [±formal],
mientras que ascender tiene [+formal]. Por otra parte, los contextos en los que
puede aparecer ascender no son idénticos a aquellos en los que puede aparecer
subir: Ha ascendido a general ≈ *Ha subido a general. Efectivamente, la
sinonimia perfecta o total se puede considerar, si no inexistente, con toda
seguridad rarísima (quizás un ejemplo pudiera ser sedante ≈ tranquilizante, o
comenzar ≈ empezar). Debido a ello hay que entenderla esencialmente como
cuasi-sinonimia, en el sentido de que dos palabras pueden tener en común uno o
más conjuntos de componentes semánticos (a partir, naturalmente, de los
denotativos), pero difícilmente los compartirán todos.
Antonimia es, por el contrario, el nombre que se da a la relación por la cual
el significado de una palabra es el contrario (o el opuesto) al de otra. Bueno ≈
malo; hermoso ≈ feo; lleno ≈ vacío, etc. son parejas de antónimos.
Frecuentemente la relación de antonimia incluye una gradación, porque los dos
extremos de una gradación son generalmente antónimos: gélido ≈ ... ≈ tórrido;
alegre ≈ ... ≈ triste.
Diferente de la antonimia es la complementariedad, que se establece entre
cohipónimos que se presentan en pareja (o, de todas maneras, en grupos
numéricamente muy restringidos, como tres o cuatro). Entrar y salir, vivo y
muerto son de este tipo: si X no está vivo, está (necesariamente) muerto, y si no
está muerto, está (necesariamente) vivo. Casado y soltero, sin embargo, son solo
parcialmente complementarios; en realidad, esos dos términos no agotan la gama
de lugares posibles en la serie de cohipónimos: hay que incluir divorciado,
separado, viudo.
La simetría es, finalmente, la relación existente entre palabras como
comprar y vender. Dos palabras de significado simétrico están organizadas de tal
manera que, si es verdad que A compra X a B, también es verdad que B vende X
a A. Encima y debajo parecen ser de la misma naturaleza: si es cierto que el libro
está debajo del cenicero, también es cierto que el cenicero está encima del libro.
La misma relación existe entre dar y tomar, yerno y suegro, etc. No faltan, sin
embargo, palabras que contienen simultáneamente dos significados simétricos:
alquilar significa tanto «tomar en alquiler» como «dar en alquiler».
4.4. Colocaciones.
Hasta aquí hemos considerado sólo principios de carácter paradigmático,
es decir, los que se instauran en cierto conjunto de palabras para el que, si se elige
una, queda prohibido el uso de las otras. Pero existen también principios
sintagmáticos, esto es, los que permiten diversas relaciones semánticas entre las
palabras que componen una cadena sintagmática, una expresión compleja. Estas
relaciones pueden ser más o menos ocasionales o también regulares. En este
último caso, las relaciones semánticas están determinadas al menos por dos tipos
de construcciones: la modificadora y la complementadora. En ellas la relación
semántica entre las palabras es generalmente unidireccional habiendo, por tanto,
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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un elemento seleccionador y otro seleccionado. Así, en la construcción
modificadora el elemento sintáctico adyacente es el seleccionador y el núcleo
sintáctico el seleccionado. En
(8) Una loba preñada
tenemos una construcción modificadora, y en ella se da una relación semántica
entre el núcleo, una loba, y el modificador, preñada. En esta relación el
modificador selecciona al núcleo: éste ha de tener el rasgo [-macho]. De ahí que,
cuando este modificador aparece con núcleos formados por sustantivos que no
expresan el género morfológicamente, tales núcleos adquieran el rasgo semántico
seleccionado por aquél. Es el caso, por ejemplo, de
(9) gusano preñado
en donde el adjetivo selecciona el rasgo semántico [-macho] para la denotación
de «gusano».
En las construcciones complementadoras, por el contrario, es el núcleo
sintáctico el que selecciona y el adyacente lo seleccionado. Así, en el sintagma
(10) partidario de la paz
«de la paz» es un complemento exigido por «partidario»: éste último, núcleo del
sintagma, selecciona el adyacente siguiente. El adjetivo «partidario» selecciona
como complemento palabras o sintagmas que denoten una situación o una acción
(«partidario de la paz» [+estado], «partidario de la negociación» [+acción]). Por
esta razón, cuando el complemento de este adjetivo denota un objeto físico,
como en
(11) partidario de los ordenadores
el complemento adquiere automáticamente el rasgo de [+estado] o el de
[+acción]: «partidario del estado en que se usan ordenadores/de la utilización de
los ordenadores».
Las relaciones semánticas sintagmáticas pueden caracterizarse del siguiente
modo:
a) Tautonimia: Esta relación se da cuando el elemento seleccionado
expresa únicamente el rasgo semántico seleccionado. Es lo que ocurre en la
expresión comer comida, ya que el verbo «comer» exige que su objeto tenga el
rasgo [+objeto comestible], que es precisamente el único que muestra la palabra
seleccionada, «comida». Otro caso de tautonimia sería varón macho; ahora
tenemos que el rasgo semántico que define a «macho» ([+macho]) está ya
incluido en «varón». En el uso lingüístico, la tautonimia se suele emplear en
determinadas situaciones para subrayar el rasgo semántico que da origen a ella.
Por ejemplo, en una situación en la que me proporcionan una comida en mal
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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estado o de mala calidad, puedo decir ¡Quiero comer comida!: el carácter
tautonímico de la construcción sirve para poner énfasis en el rasgo semántico que
da origen a dicha tautonimia; insisto en que quiero que lo que se me da por
comida sea realmente comestible. El procedimiento es similar a cuando repetimos
un sustantivo (Esto sí es café café) para recalcar la pureza o autenticidad del
objeto denotado.
b) Xenonimia: Es el caso contrario de la tautonimia. Ahora se da una
contradicción entre el rasgo exigido por el seleccionador y alguno de los que
presenta el seleccionado. Por ejemplo, comer lápiz es una construcción en la que
el objeto es algo no comestible ([-objeto comestible]). Igual ocurriría con la
expresión varón hembra. La interpretación de tales expresiones puede resultar
imposible en muchas ocasiones o exige un esfuerzo cognitivo de acomodo
considerable.
c) Filonimia: Es la relación que se establece cuando no se dan las
relaciones anteriores. Las construcciones comer carne, hombre inteligente son
filonímicas.
d) Solidaridades léxicas: Se trata de un caso particular de la tautonimia.
Consideremos algunos ejemplos:
(12) Los perros ladran
(13) Los gatos maúllan
(14) Los burros rebuznan
Entre los sujetos y los verbos de estas oraciones se establece una relación
de tautonimia. Por ejemplo, se puede definir «ladrar» como la „emisión de
sonidos característicos que hacen los perros‟. Por tanto, la palabra «perro» está
incrustada en el significado de la palabra «ladrar». Lo mismo ocurre en el resto de
los ejemplos. Las solidaridades también se observan entre otras partes de la
oración:
(15) Talar los árboles
(16) Izar la bandera
(17) Levar anclas
(18) Mesar los cabellos
(19) Lamer con la lengua
(20) Besar con los labios
Como se ve, la solidaridad léxica no es otra cosa que una relación de
selección semántica en la que no están implicados componentes semánticos sino
lexemas o palabras o, si se prefiere, las matrices semánticas que las caracterizan.
Por otro lado, la solidaridad léxica es un fenómeno más restringido y menos
sistemático que el de la selección de componentes semánticos. Estamos ante la
lexicalización de una relación semántica sintagmática y, como toda lexicalización,
presentará un carácter asistemático, idiosincrásico y, en general, poco regular.
Lingüística. Tema 6. Semántica.
25
4.5. Familias semánticas y campos léxicos.
Usamos el término familias semánticas en sentido genérico, para referirnos
al hecho, intuitivo para el hablante, de que algunas palabras de su lengua tienen
significados „afines‟ entre sí, mientras que otras están semánticamente aisladas.
Caballo y potro son más „cercanos‟ que caballo y televisor, así como tío y
cuñado son más cercanos que tío y tren. En esta intuición se basan distintos
fenómenos: a) la percepción de que existen grupos de palabras tan unidas desde
el punto de vista semántico que forman terminologías compactas (es decir,
familias formadas sólo por términos técnicos: los de la Física, la Química, etc., o,
más trivialmente, de la cocina, la costura, la casa, etc.); b) la idea de que, en el
aprendizaje de una lengua (tanto si es lengua materna como lengua extranjera),
algunas familias deben tener prioridad sobre otras; c) la percepción de que una
determinada palabra puede emigrar de una familia a otra ampliando su significado
(programa forma parte, con significados total o parcialmente distintos, de las
familias de la Música, la Informática, la Genética, etc., así como del „lenguaje
común‟); y así sucesivamente.
La Semántica, por su parte, ha tratado de dar forma a estas percepciones,
desde el punto de vista práctico, proponiendo diccionarios „ideológicos‟, es decir,
basados no en el orden alfabético de las palabras, sino en la „cercanía‟ semántica
de unas y otras, y, desde el teórico, intentando distinguir, dentro de la noción
general de „familia‟, los distintos tipos que la conforman.
Las familias semánticas pueden ser consideradas desde el punto de vista
paradigmático o desde el sintagmático. Caballo y potro pueden aparecer en las
mismas posiciones y con las mismas funciones en el enunciado, formando una
familia paradigmática, mientras que caballo y relinchar, aun siendo a su vez
„afines‟ semánticamente, deben aparecer en distintas posiciones y con diferentes
funciones (caballo debe ser sujeto de relinchar), constituyendo de esa manera
una familia semántica. Del mismo modo, cocer y hervir están emparentados
paradigmáticamente, mientras que cocer y pescado, cocer y cocinero lo están
sintagmáticamente (pescado puede ser complemento de cocer, o -si el verbo es
ergativo- su sujeto: el pescado cuece rápidamente; cocinero, por su parte,
normalmente debe ser sujeto del verbo), etc. Existe una relación entre las familias
semánticas y los principios de ordenación explicados: para que exista una familia
semántica es necesario que las palabras en cuestión estén relacionadas con uno o
varios de los principios descritos. Podemos tener entonces familias de hipónimos,
antónimos, palabras en gradación, etc., o bien familias ordenadas por varios
principios que actúan simultáneamente. Dicho de otra manera, una familia
semántica está formada por todas las palabras cuyas matrices comprendan al
menos un componente intensional en común. Cuanto más alto sea el número de
componentes intensionales comunes, más densa será la familia. Por tanto, si
privar y hurtar constituyen una familia porque ambos contienen el componente
proposicional (Xs hace que (Yo cambie a [+privado de])), hurtar y robar forman
una familia aún más densa, porque tienen en común también el componente [-con
medios legales]. Desde este punto de vista, las terminologías son familias en
sentido estricto, con densidad variable según los casos.
Lingüística. Tema 6. Semántica.
26
Dentro de la noción de familia se pueden distinguir otras varias formas de
relación de significados; aquí nos limitaremos a explicar la más productiva, que
parece ser la de campo semántico (o léxico). El campo semántico es una familia
formada por palabras en oposición paradigmática, es decir, que pueden ocupar el
mismo lugar en el enunciado. Ello comporta que las palabras en cuestión
pertenezcan a la misma parte de la oración, puesto que de otra manera no podrían
ocupar el mismo lugar. Por ejemplo, libro, periódico, fascículo, documento, etc.,
pertenecen al mismo campo, porque pueden rellenar, unas en oposición a otras, el
hueco de enunciados como ¿Has terminado de leer el _____?; por el contrario,
libro, caballo y ordenador no constituyen un campo, porque, según parece, no
pueden intercambiarse en los mismos contextos. Por eso los nombres de los
colores, a los que el análisis semántico les ha dedicado gran atención, constituyen
un campo semántico.
La pertenencia de una palabra a un determinado campo semántico no
excluye que ésta pueda formar parte al mismo tiempo de otros campos. Bajo
forma un campo con alto (montaña alta ≈.montaña baja), y al mismo tiempo con
profundo (mar profundo ≈ mar bajo); nuevo, por una parte, forma un campo con
viejo, y, por otra, con usado (de ahí que podamos encontrarnos con enunciados
como Este coche es usado pero está nuevo, es decir, «no viejo», o como Este
coche está viejo pero es nuevo, «no usado». En realidad, es difícil hallar una
palabra que no esté al mismo tiempo implicada en más de un campo, de la misma
manera que en ciertos casos palabras que forman parte de un campo pueden
entrar a formar parte de una gradación o de otros principios de ordenación:
caballo y potro son al mismo tiempo elementos de un mismo campo y miembros
de una relación de hiponimia.
Basándonos en estas consideraciones podemos suponer que a) la misma
palabra figure al mismo tiempo en distintos campos, y probablemente también
que b) todo el léxico de una lengua está formado por un conjunto (aunque sea
ilimitadamente amplio) de campos de dimensión y densidad variable.
Naturalmente, estas dos generalizaciones se prestan con dificultad a una
comprobación empírica completa, por lo que es conveniente asumirlas sólo como
pautas para el análisis. La infinidad virtual del léxico hace imposible aducir
pruebas definitivas al respecto.
Lingüística. Tema 6. Semántica.
27
4.6 Tipología de los campos semánticos.
Los campos semánticos admiten ser tipificados formalmente del siguiente
modo:
CAMPOS SEMÁNTICOS
Ramificantes No ramificantes
Taxonomías Meronomías Lineales Circulares
La primera distinción es la que subdivide los campos en ramificantes y no
ramificantes. La estructura ramificante es análoga a la de las estructuras
sintácticas, por lo que tienen este aspecto:
A
B C
D E F G
En esta estructura vemos un elemento superior A que domina a B y a C; a
su vez C domina a E, F y G: cuando un elemento domina a dos o más elementos
obtenemos una serie de ramas similares a las de un árbol. Obtenemos, pues, una
jerarquía a través de la cual creamos una estructura.
Existen al menos dos formas de establecer relaciones jerárquicas según el
contenido fáctico que demos a la relación abstracta de dominio. Podemos
interpretar esta relación, en primer lugar, mediante la relación clase/miembro; en
segundo lugar, mediante la relación todo/parte. En el primer caso los miembros
son entidades independientes y la clase es la acumulación o colección de tales
entidades: tenemos una consecuencia de la operación de síntesis. A este tipo lo
denominaremos taxonomía. En el segundo caso las partes no son entidades
completamente independientes, pues todas ellas se armonizan para obtener una
entidad individual: el todo; estamos ante operación de análisis. A este tipo lo
denominaremos meronomía.
Lingüística. Tema 6. Semántica.
28
Consideremos un ejemplo de taxonomía:
Esta estructura no es completa, como se puede comprobar a primera vista,
pero sirve para ilustrar el concepto de taxonomía. Menaje de cocina es
hiperónimo de todos los elementos que hay debajo, que son sus hipónimos.
Igualmente, cubertería, por ejemplo, es a un mismo tiempo hipónimo de menaje
de cocina e hiperónimo de los cohipónimos que subsume: cuchillo, (…).
Cubertería, cristalería, etc. son cohipónimos de menaje de cocina. Una prueba
para la determinación de los hipónimos es ponerlos en un contexto como éste:
(21) X es un elemento/componente de Y
(22) El cuchillo es un elemento de la cubertería
(23) La cubertería es un componente del menaje de cocina
En esta taxonomía todos los hiperónimos con nombres colectivos. A este
tipo de taxonomías se las puede denominar extensionales. Pero puede haber
taxonomías en las que los hiperónimos no sean nombres colectivos, como por
ejemplo en la de instrumentos musicales, que contiene hipónimos/hiperónimos
como instrumentos de cuerda, instrumentos de viento, instrumentos de
percusión. Estos elementos no son nombres colectivos sino nombres que
denominan uno de los rasgos distintivos de los hipónimos subsumidos. Estamos
en este caso ante una taxonomía intensional. La prueba, en esta ocasión, es:
(24) X es un tipo/clase de Y
(25) La trompeta es un tipo/clase de instrumento de viento
Por otra parte, las taxonomías pueden ser cerradas o abiertas. Las cerradas
muestran una frontera bien delimitada: una vez alcanzados los elementos más
pequeños no es posible seguir avanzando. Es el caso de la taxonomía propuesta
arriba o la de numerosas clasificaciones conceptuales o científicas, por ejemplo.
Las abiertas, en cambio, pueden expandirse sin fin: las taxonomías de parentesco
son buen ejemplo de ello.
Menaje de cocina
Cubertería Cristalería Vajilla Mantelería
Cuchillo copa plato mantel (…) (…) (…) (…)
Lingüística. Tema 6. Semántica.
29
Consideremos el otro tipo de estructura ramificante: la meronomía. En este
caso la relación fundamental es, como sabemos, la de parte/todo. Veamos el
ejemplo siguiente, sencillo y simplificado:
Según puede verse, pie es una parte de la pierna, o que la cara es una parte
de la cabeza: pie es merónimo (hipónimo de meronomía) de pierna, y cara, de
cabeza. Dos partes del mismo todo superior son comerónimos (cohipónimos de
meronomía). Así, rodilla y muslo son comerónimos de pierna. Ésta, a su vez, es
holónimo de ellas (hiperónimo de meronomía). Cuerpo es holónimo de cabeza.
Entre los contextos que pueden servir para determinar la relación de meronimia
están los siguientes:
(26) El X tiene Y y Z
(27) Y y Z son partes de Y
(28) X consta de Y y Z
(29) Y y Z forman parte de X
(30) El Y y Z de un X
(Donde Y, Z son merónimos del holónimo X.)
Una diferencia importante entre las taxonomías y las meronomías es que en
el caso de éstas últimas la relación no es estrictamente transitiva. Por ejemplo, se
puede decir que un plato es un elemento del menaje de cocina, y ello es posible
porque un plato es un elemento de la vajilla y ésta, a su vez, es un elemento del
menaje de cocina. La relación de hiponimia taxonómica es, por tanto, transitiva.
Sin embargo, no la podemos aplicar lo mismo con resultados normales a las
meronomías. Por ejemplo, sabemos que las casas tienen frecuentemente cuarto de
baño y que éstos tienen bidé; ahora bien, de aquí no sería normal deducir que el
bidé es una parte constitutiva de la casa, sino sólo del cuarto de baño. Por tanto,
en las meronomías, al contrario que en las taxonomías, la hiponimia es local y no
global, esto es, no transitiva. Esto se debe a que los diversos merónimos de un
holónimo están estructurados de diversa manera. Por ejemplo, la forma de
estructuración de las partes de la mano es diferente de la forma de estructuración
de las partes del brazo. Por ello, no podemos decir que los dedos son partes de
los brazos, sino una parte de la mano. En las taxonomías tenemos simplemente
conjuntos y elementos que pertenecen a ellos: el cuchillo pertenece a la cubertería
como la cubertería pertenece al menaje de cocina; es decir, como simples
elementos constituyentes de ese conjunto.
Las estructuras no ramificantes suelen subdividirse en lineales y circulares.
Los lineales son estructuras que típicamente presentan una serie ordenada de
elementos con uno superior, otro inferior y una serie de elementos intermedios.
Se puede representar así:
A > B > C > D
Lingüística. Tema 6. Semántica.
30
en donde A es el elemento superior, arcónimo, D es el elemento inferior,
telónimo, y B y C elementos intermedios, mesónimos. Un ejemplo:
(31) concepción > nacimiento > infancia > adolescencia > juventud >
madurez > senectud > muerte
Dado que los campos de esta clase suelen presentar una ordenación secuencial
estricta de sus elementos, se pueden proponer los siguientes contextos de
determinación:
(32) X es/va antes que Y
(33) Z empieza con Y
(34) Y termina en Z
(35) X acaba/resulta en Y
(36) Y está entre X y Z
(En donde Y es telónimo de X, Y es arcónimo de Z e Y es mesónimo de X
y Z.)
(37a) La concepción es antes que el nacimiento
(37b) La senectud termina con la muerte
(37c) La concepción acaba en el nacimiento
(37d) El nacimiento está entre la concepción y la infancia
Los campos lineales están acotados: no hay una relación de precedencia
entre el último elemento de una serie y el primero de ésta.
Esta última característica es la distingue los campos no ramificados lineales
de los no ramificados circulares. También están ordenados estos campos en
serie, como en caso anterior, pero los elementos se suceden de manera que se da
una relación de precedencia entre el último elemento de la serie y el primero de
ella, como si tal serie se cerrara en círculo. Un ejemplo:
(38) mañana > mediodía > tarde > noche > madrugada >> mañana…
Como vemos, la madrugada da paso a la mañana de nuevo y vuelve a repetirse
todo el ciclo. Ciclos así se dan en otros ámbitos que no son de carácter temporal.
Por ejemplo:
(39) fresco > cansado > agotado > descansado >> fresco…
En general, todos los procesos naturales cíclicos son representados a través
de esta estructura.
En algunos casos el último elemento de una serie no se conecta
directamente con el primero de ella, sino que se conecta con él a través de un
recorrido inverso. Por ejemplo:
Lingüística. Tema 6. Semántica.
31
(40) tranquilo > inquieto > nervioso > excitado > violento
No se pasa de violento a tranquilo, sino que se pasa de este último estado al
anterior hasta regresar al inicial. Llamaremos a estas construcciones circulares
regresivas.
4.7. Principios de ordenación y categorización no estrictos. Prototipos, extensiones y
esquemas.
Hasta ahora hemos considerado principios de ordenación basados en
criterios de categorización estrictos, los cuales establecen la pertenencia o no a
una determinada categoría en virtud de la existencia de cierto número de rasgos
suficientes y necesarios. Las relaciones basadas en el análisis componencial, por
ejemplo, se basan en ese supuesto. En general, esta es la posición aplicada por la
Lingüística de orientación estructural. Sin embargo, no podemos terminar este
apartado sin considerar la posibilidad de reconocer otro tipo de relaciones que no
se ven limitadas por la idea de una categorización estricta definida por límites
bien precisos. Según una visión alternativa, propia de ciertas corrientes del
funcionalismo, como la de la Lingüística cognitiva, las categorías lingüísticas
pueden estar configuradas por miembros más o menos centrales y las relaciones
entre esos miembros pueden ser tanto de categorización estricta como de
categorización laxa o no estricta. Según esta concepción la pertenencia a una
determinada categoría es una cuestión de grado, de manera que algunos
miembros de una clase ocupan un lugar central o prototípico porque se
consideran los mejores representantes de un concepto. Por ejemplo, aunque un
turismo, una furgoneta, un camión, un todoterreno, un motocarro y una
caravana se consideren subtipos del tipo de objeto al que podemos llamar
automóvil, no todos representan la clase general de la misma manera: entre todos
ellos el turismo constituye un ejemplo central o prototípico de la categoría. Por
otro lado, el término automóvil podría aplicarse a uno de juguete que no tuviera
motor y que no cumpliera, por tanto, con un rasgo fundamental de la categoría
general. Se diría que el término automóvil se extiende de forma flexible para
abarcar la designación a clases de objetos que presentan algunos de los rasgos
fundamentales de la clase pero no todos.
Según esta visión, las categorías lingüísticas en general y, en particular, las
categorías semánticas conforman redes o categorías complejas con vínculos más
o menos estrechos y con miembros más o menos centrales. A modo de
ilustración, consideremos el ejemplo del concepto árbol según el análisis
ilustrativo que hace de él Langacker (1987). Para este autor las categorías
lingüísticas son categorías complejas típicamente polisémicas, los significados de
los signos deben concebirse como redes conceptuales en las que se establecen dos
tipos de conexiones entre unos nódulos y otros. Por un lado, se dan relaciones de
elaboración por las que se constatan relaciones de hiperonimia / hiponimia, es
decir, entre un concepto específico y otro más general y abstracto cuyas
especificaciones son cumplidas exhaustivamente en el concepto específico. Esta
Lingüística. Tema 6. Semántica.
32
es la relación existente entre el concepto de árbol y los conceptos de cerezo,
olivo, roble, castaño, etc. Se entiende que árbol reúne los rasgos comunes
compartidos por las especies concretas de árbol. Ahora bien, en una red también
se da otro tipo de relación de categorización a la que Langacker llama de
extensión de uso: con este otro tipo un determinado concepto es usado para
categorizar otro concepto que no cumple todas las especificaciones relevantes del
primero. Ese sería el caso, por ejemplo, si usamos el concepto de árbol para
categorizar el de palmera. Muchos de los rasgos que sirven para definir la
categoría prototípica de árbol no se reconocen en el caso de la palmera (hojas,
ramas, corteza de corcho, forma, etc.). Sin embargo, hay suficientes aspectos
compartidos por la palmera y otras especies en las que reconocemos ejemplares
típicos de árbol como para sancionar esa categorización. Pues bien, a partir de
este nuevo vínculo, puede generarse, en la medida en que el uso reiterado de la
categorización así lo motive, un nuevo concepto de árbol, más abstracto que el
anterior (árbol’) y que surja a partir de la constatación de los rasgos compartidos
por el concepto previamente establecido de árbol y el de palmera. A este nuevo
concepto más abstracto Langacker lo llama esquema, y mantiene una relación de
elaboración con los conceptos de árbol y de palmera. La estructura conceptual
descrita se representa en la siguiente figura (las flechas de trazo continuo
representan relaciones de elaboración o esquemáticas y las flechas de trazo
discontinuo representan relaciones de extensión).
Lingüística. Tema 6. Semántica.
33
Debemos destacar en esta visión de las redes conceptuales varios
aspectos fundamentales: primero, se establece un nivel de abstracción
fundamental o básico que tiene carácter central y cuya relevancia cognitiva (su
nivel de accesibilidad y activación) es mayor que los otros. Ése es el nivel que
corresponde en el ejemplo al concepto prototípico de árbol. Segundo, los
valores más esquemáticos (como el de árbol’) se generan desde los más
específicos mediante cancelación de diferencias y reconocimiento de aspectos
comunes. Surgen, por tanto, del uso reiterado de los más concretos y de su
vinculación recurrente en experiencias particulares, por lo que no deben
presuponerse necesariamente. Tercero, la visión que surge de esta concepción
de las categorías lingüísticas es la de redes complejas con una organización
dinámica pero coherente en las que se reconocen niveles de abstracción distintos
que pueden ser accesibles en distinta medida y en distintas circunstancias.
5. LÉXICO Y SINTAXIS
5.1. El interfaz semántico-sintáctico.
Es evidente que palabras que pertenecen a una misma parte de la oración
pueden tener propiedades sintácticas diferentes. En otras palabras, se impone
examinar el interfaz semántico-sintáctico, que se puede formular así: algunas
propiedades semánticas de las palabras influyen sobre su comportamiento
sintáctico.
La intención de definir en profundidad el interfaz semántico-sintáctico ha
impulsado a algunos investigadores a identificar „bajo las palabras‟ unas
estructuras semánticas de nivel superior. Por ejemplo, se ha sugerido que el
significado de las palabras contiene de manera oculta una elemental estructura de
frase, con funciones gramaticales no visibles pero operantes. Según este punto de
árbol
cerezo olivo roble castaño
palmera
árbol‟
Red conceptual parcial asociada a árbol
Lingüística. Tema 6. Semántica.
34
vista, las palabras son consideradas formas sintéticas y abreviadas de
„proposiciones‟ (representación de cierto estado de cosas). Al expresarnos nos
servimos de „palabras‟ que son en realidad „frases‟ que se manifiestan de forma
abreviada y preservan en parte la complejidad de su estructura „oculta‟. Por
ejemplo, podar „contiene‟ una frase en la que están prefigurados el sujeto y el
complemento: a) el sujeto debe ser podador, agricultor o algo parecido; b) el
complemento debe ser árbol (cerezo, peral, etc.) o algo semejante. Los nombres
pueden ser transitivos o intransitivos, como los verbos, puesto que pueden
representar „frases‟ que contienen un verbo de uno u otro tipo: poda es transitivo,
puesto que „significa‟ aproximadamente «el hecho de que el podador suprima las
ramas superfluas de los árboles». En La poda del peral ha sido muy oportuna, el
sintagma del peral es de hecho un „complemento directo‟ de poda. Los nombres
y los adjetivos pueden ser „activos‟ o „pasivos‟: en Éste es un trabajo cansado,
„cansado‟ equivale a «que cansa»; en Juan está cansado, „cansado equivale a
«afectado por el cansancio».
5.2. La información léxica.
Para solucionar de manera eficaz el problema del interfaz semántico-
sintáctico, hay que volver sobre las conclusiones del análisis componencial
presentadas anteriormente. Para describir el significado de las palabras no basta
con elaborar una matriz semántica (aunque sea con las oportunas restricciones)
para cada palabra, sino que hay que añadir un tipo más de información. Se trata
de informaciones sintácticas que especifiquen para cada palabra cuáles son los
contextos en los que, por su significado, puede aparecer. Dado un verbo como
salir, es aceptable (41):
(41) El cartero sale a las ocho.
Pero no (42):
(42)*El cartero sale el correo
El motivo de ello es que salir, a causa de su caracterización semántica, no
puede ir acompañado por un sintagma nominal que actúe como objeto. Podemos
entonces representar la información léxica que describe el significado de salir de
la manera siguiente:
salir
a) (Xs cambia de (posición (del lugar Y al lugar Z)))
b) Verbo
c) -[ ____ SNo]
En esta notación, a) es la matriz semántica (en este caso de tipo
proposicional); b) representa la categorización gramatical de la palabra (dice, en
otros términos, que salir pertenece a la clase de los verbos); y c) indica la
subcategorización específica de salir, una información sintáctica que indica que
Lingüística. Tema 6. Semántica.
35
salir no puede („-‟) aparecer en un contexto en el que aparezca, en el ámbito del
mismo sintagma verbal, un complemento directo.
6. SOBRE SEMÁNTICA DE LOS ENUNCIADOS.
Las consideraciones hechas hasta este momento se refieren exclusivamente
a palabras aisladas, y por tanto son válidas (en la medida en que lo sean) sólo
para el léxico. Constituyen, por tanto, una base esencial de la Lexicología, es
decir, de teoría del significado de las palabras. Pero es totalmente obvio que las
palabras aisladas existen sólo para aparecer en enunciados, provistos cada uno de
ellos de su fuerza predicativa. Por ello, la Semántica debería poder ofrecer
también explicaciones sobre la manera en que se estructura el significado en el
ámbito de los enunciados.
6.1. El principio de composición.
En Semántica, el principio de composición es una extensión de otro más
general, según el cual en toda lengua £, combinando elementos simples de
acuerdo con las reglas apropiadas, se obtienen elementos complejos que
pertenecen también a £. Aplicado a la Semántica de los enunciados, el principio
de composición prevé simplemente que el significado de un enunciado deriva del
significado de las palabras aisladas que lo componen: si tenemos un enunciado
E = a + b + c, el significado de E, Se, es la composición del de las tres palabras
que lo constituyen Sa + Sb + Sc. Esta representación con símbolos, sin embargo,
es totalmente superflua, porque no hace sino decir lo que ya la intuición de
cualquier hablante maduro puede prever, y que se puede formular así: „El
significado del conjunto está determinado por el de las partes‟. Esta formulación
adquiere algo más de sentido si la traducimos en términos de componentes
semánticos. Deberíamos decir entonces que el significado de E depende del de
sus partes con tal de que no se violen las restricciones previstas entre los
componentes de las partes.
Si tomamos el enunciado (3) La gata cría a los gatitos, podemos
representar su significado como la combinación de las matrices de sus partes
(omitimos todos los componentes no indispensables):
la gata cría a los gatitos
X Yo
S. Nominal Verbo S. Preposic.
[+ felino]
[+ adulto]
[- macho]
[+ singular]
[+ definido]
(Xs hace que (Yo cambie a [+ adulto]))
<X [+ animado], [+ singular];
Y [+ animado]>
[+ felino]
[- adulto]
[± macho]
[- singular]
[+ definido]
Esta representación da cuenta, grosso modo, de la composición semántica
de los tres elementos que constituyen el enunciado (3). Decimos grosso modo
Lingüística. Tema 6. Semántica.
36
porque deja a un lado deliberadamente algunos detalles: por ejemplo, omite
especificar que cría está en presente de indicativo, o el valor de la preposición a.
Los componentes dispuestos en columna bajo cada uno de los elementos
permiten tener la seguridad de que no se ha violado ninguna restricción: el verbo
exige un sujeto y un complemento [+animado]; el complemento ha de tener el
componente [-adulto] porque el verbo es „de cambio a [+adulto]‟; se suministra la
información esencial referida al significado estructural y a las categorías léxicas
en juego, etc. Se ha omitido de la matriz de la gata y de a los gatitos el
componente [+animado], exigido por la restricción del verbo, ya que se halla
implicado en [+felino], etc. El lector podrá comprobar directamente que todo
funciona correctamente en el análisis semántico del enunciado, y que cada uno de
los componentes importantes de las matrices (indicados en negrita) es correcto.
Pero si la matriz semántica de (3) parece funcionar y explicar el significado
del enunciado de forma aceptable, ello ocurre porque (3) es de gran sencillez
estructural y el significado del conjunto se presta a ser deducido del de sus partes.
De hecho, el presupuesto fundamental del análisis de los enunciados en términos
composicionales es que su significado pueda ser calculado de forma mecánica a
partir del de sus partes, aplicando una simple función de adición. De ahí que en
los trabajos sobre semántica de los enunciados los ejemplos explicativos estén en
su mayor parte constituidos por sencillas cláusulas asertivas, es decir, del más
elemental tipo de enunciado. Lo mismo sucede en la inteligencia artificial, que
explota con particular interés los resultados del análisis semántico; los mejores
resultados que hasta ahora ha conseguido (por ejemplo en los programas de
comprensión del lenguaje) no van mucho más allá de unos enunciados totalmente
elementales. Y ello no es así por casualidad: describir semánticamente los
enunciados se hace enormemente difícil a medida que va creciendo su
complejidad.
Aquí es donde se evidencian las limitaciones de las teorías semánticas de
tipo composicional: pese a los numerosos esfuerzos invertidos en la construcción
de una aceptable semántica de los enunciados, continuamente se pone de
manifiesto que el significado de los enunciados no es calculable más que en una
mínima parte. En la mayoría de los casos no basta con conocer el significado de
las palabras para calcular el significado del enunciado del que forman parte, sino
que se hace necesario usar procedimientos más complejos, ya que en numerosos
casos se reconoce que el significado del conjunto va más allá de la suma de sus
partes. En algunas corrientes lingüísticas actuales esto se ha traducido en las
llamadas gramáticas de construcciones, en las que se reconoce la necesidad de
caracterizar semánticamente ciertas estructuras con significados que sólo están en
el conjunto. Piénsese, por ejemplo, en la frase Se me ha ocurrido una idea. En
esta construcción podemos reconocer un esquema que es compatible con otras
verbos (Se te ha caído el café, Se nos ha roto la lavadora, Se les abrió la puerta
del maletero, etc.). En todas ellas se alude a una persona que se ve afectada, sin
que intervenga su control, su voluntad o su intención, por un proceso de cambio
que en primera instancia se refiere a otro objeto vinculado a ella. En los casos de
caer, romper, abrir, y tantos otros, podemos reconocer que el significado del
conjunto resulta de la combinación de los significados de la construcción medial
Lingüística. Tema 6. Semántica.
37
(se ha caído el café, se ha roto la lavadora, se abrió la puerta) y del significado
aportado por el dativo de interés (me, nos y les); pero en el caso de ocurrir no
podemos plantear esa combinación, porque, de hecho, no es posible la
construcción *se ocurren ideas independientemente de la construcción con
pronombre dativo. En este caso, pues, el significado de conjunto solo puede
asociarse a la construcción como tal porque, de hecho, sus partes componentes
no se dan de forma independiente. A continuación nos detendremos brevemente
en otro tipo fundamental de esquemas contrarios a la orientación composicional,
el de los idiomatismos.
6.2. Idiomatismos.
Con el término idiomatismos se hace referencia a enunciados (o a sus
partes) cuyo significado de conjunto no puede deducirse composicionalmente (o,
por usar un término del que nos servimos antes, calculado) a partir de los de sus
elementos. Por esta razón todos ellos deben ser memorizados independien-
temente, y ello a pesar de que cada uno de los elementos que los integran puedan
pertenecer a la competencia de los usuarios.
A la categoría de los idiomatismos definida de esa manera pertenece una
infinidad de enunciados, si bien la Lingüística no se ha ocupado, hasta hace muy
poco, de elaborar alguna explicación al respecto. Tenemos, al menos: a)
idiomatismos cristalizados con estructura de frase, como los refranes, las
máximas, los aforismos, etc. (Dime con quién andas y te diré quién eres); y b)
sintagmas ‘fijos’ de diversa naturaleza, del tipo pata de gallo, armar la gorda,
ser un libro abierto, ser harina de otro costal, etc.; Estos tipos de idiomatismos
son de uso muy frecuente en todas las lenguas.
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Lingüística. Tema 6. Semántica.
39
EJERCICIOS
1 Determina el significado léxico y el estructural de los siguientes enunciados:
1. Los marineros saltaron del barco en cuanto recibieron la orden.
2. ¡Ven inmediatamente!
3. ¿Saldrás esta noche con nosotros?
4. Ella sí ha venido a la fiesta.
2 Distingue brevemente los elementos denotativos y connotativos de las siguientes
series de elementos:
1. caballo/corcel
2. encendedor/mechero
3. cerilla/fósforo
4. excusado/retrete/servicio/baño
5. computador/ordenador
6. casa/morada/domicilio
7. empezar/iniciar
8. enfadado/cabreado/malhumorado
3 Examina las siguientes definiciones:
1) La palabra lunes se refiere al primer día de la semana.
2) La palabra pestaña se refiere al pelo que se encuentra en los párpados de los
ojos.
3) Un doctor es la persona que recibe cierto grado académico por escribir una
tesis. Una tesis doctoral es el trabajo de investigación que debe realizar una
persona para recibir el grado de doctor.
4) El demostrativo este se refiere a un objeto que se localiza en el espacio
(concreto o abstracto) que identificamos con el hablante.
5) Los morfemas que expresan tiempo pasado se refieren a procesos que se sitúan
antes del momento en el que hablamos.
6) Los participios pasados pasivos como roto, azucarado, frito, etc. se refieren a la
relación entre un objeto y la situación que resulta de haber experimentado cierto
proceso.
¿Podría aplicarse a estas definiciones la distinción perfil/base
Lingüística. Tema 6. Semántica.
40
4 Ordena los siguientes elementos según las relaciones de hiponimia, hiperominia y
cohiponimia que mantengan entre sí:
1. pasta
2. neurólogo
3. fideos
4. pediatra
5. vigilar
6. patólogo
7. estar alerta
8. sémola
9. oculista
10. velar
11. ravioles
12. macarrones
13. acechar
14. anestesista
15. médico
5 Intenta clasificar los siguientes opuestos según sean antónimos, complementarios
o simétricos:
1. verdadero/falso
2. muerto/vivo
3. aprobar/suspender
4. abrir/cerrar
5. fuerte/débil
6. alto/bajo
7. caliente/frío
8. generoso/tacaño
9. listo/tonto
10. arriba/abajo
11. encima/debajo
12. salir/entrar
13. subir/bajar
14. dar/recibir
15. profesor/alumno
16. depredador/presa
17. cubrir/descubrir
18. ensanchar/estrechar
19. marido/mujer
20. preceder/seguir
Lingüística. Tema 6. Semántica.
41
21. ir/venir
6 Comenta las siguientes expresiones, en lo que concierne a las restricciones que se
establecen entre sus elementos:
1. lámpara perezosa
2. ladrón asustado
3. médico enfermo
4. agua líquida
5. persona humana
6. cuadro anciano
7. perra embarazada
8. teléfono incorrecto
7 ¿A qué tipo de relación semántica responden las expresiones siguientes? Presta
atención a las restricciones de sus elementos:
1. los perros ladran
2. podar el libro
3. comer carne
4. los burros rebuznan
5. talar los árboles
6. lamer con los ojos
7. besar con los labios
8. beber agua
9. chico inteligente
10. izar la bandera
11. comer sillas
12. mesar los cabellos
13. intentar el tren
8 Organiza el árbol semántico de las siguientes series de elementos:
1. servilleta, cuchillo, mantelería, tenedor, cubertería, menaje de cocina,
vajilla, plato, sopera, mantel, vaso, copa, cuchara, cristalería.
2. cuerpo humano, pie, nariz, cara, frente, muslo, brazos, cabeza, rodilla,
piernas, abdomen, cuello, cráneo, pecho, extremidades, tronco.
3. firma, fecha, texto, destinatario, fórmula de cortesía, despedida, lugar,
encabezamiento, carta.
Lingüística. Tema 6. Semántica.
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4. instrumentos musicales, violín, instrumentos de viento, flauta,
contrabajo, instrumentos de cuerda, oboe, viola, violonchelo, clarinete,
instrumentos de percusión, fagot, timbal, trompeta, platillos, trompa,
piano, guitarra, trombón.
9 Ordena los elementos de las series siguientes y especifica sobre qué dimensión se
articulan y cómo se estructuran:
1. mañana, noche, mediodía, tarde, madrugada.
2. cansado, agotado, fresco, descansado.
3. primavera, verano, otoño, invierno
4. Graduado escolar, Bachiller, Licenciado, Doctor
5. despierto, somnoliento, adormilado, dormido
10 ¿Podrías establecer una clasificación entre miembros prototípicos y no
prototípicos de las siguientes categorías?
Categoría 1: aguacate, zanahoria, patata, pomelo, tomate, manzana, naranja,
pera.
Categoría 2: avestruz, gorrión, loro, ornitorrinco, pingüino, martín pescador,
murciélago, ruiseñor.
Categoría 3: tiburón, boquerón, sardina, atún, orca, delfín, ballena, anguila.
Categoría 4: loro, gato, perro, pulpo, tortuga, pez, león, mosca.
¿Es posible reconocer una escala de mayor o menor distancia a los casos
prototípicos entre los miembros no prototípicos? ¿Cuál es el término genérico que
designa el concepto esquemático correspondiente a los miembros prototípicos?
¿Existe un término genérico que designe a todos los miembros de cada clase?
L I N G Ü Í S T I C A Curso académico 2010‐11 GRADO DE FILOSOFÍA
TEMA 07 SINTAXIS
1. Funciones y significantes del nivel sintáctico. 2. Funciones sintácticas y funciones semánticas. 3. Determinación nominal y verbal. 4. Funciones informativas. 5. Funciones proposicionales e ilocutivas. 6. Configuración sintagmática de las funciones sintácticas en la oración. 7. Naturaleza de las estructuras sintagmáticas.
1. Funciones y significantes del nivel sintáctico1
Los fenómenos comúnmente asociados al ámbito de la sintaxis remiten, sobre todo, a dos tipos de funciones generales.
a) Por un lado, la unidad que puede desempeñar una función sintáctica es el
sintagma, que puede ser mínimo o complejo. Los sintagmas mínimos que pueden desempeñar tal función son las palabras prototípicas, es decir, las construcciones que portan contenido léxico: sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios. En los siguientes ejemplos, las funciones oracionales están desempeñadas por sintagmas constituidos por una sola palabra2:
Ven aquí. ¿Tienes dinero? Nos gusta reír. Vosotros compraréis pan, ¿verdad?
1 Para la elaboración de este y los siguientes apartados de estos apuntes nos hemos basado fundamentalmente en
el trabajo de S. Gutiérrez Ordóñez, Principios de sintaxis funcional, Madrid: Arco Libros, 1997. De este trabajo son la mayoría de los ejemplos utilizados, muchas de las definiciones dadas y muchos de los argumentos aducidos. Deberá tenerse en cuenta que, para aliviar la redacción del texto, no hemos diferenciado sistemáticamente las citas de este autor de nuestras propias aportaciones. Estos extremos serán aclarados en los comentarios de clase. 2 Que la palabra (con valor lexemático) es la unidad mínima de la sintaxis lo demuestra el hecho de que las
operaciones sintácticas no pueden acceder a su interior, no pueden operar sobre sus componentes. Por ejemplo, un pronombre no puede referirse a un sustantivo que forma parte de una palabra derivada o de una palabra compuesta. En la frase El maquinista cogió la chaqueta y se sentó en ella, ‘ella no puede referirse a la noción de “maquina” incluida en la palabra maquinista. Tampoco puede haber sintagmas con determinantes (artículo, etc.) en el interior de una palabra compuesta: Dame el *cortaestasuñas; He comprado un *sacalaspuntas. Sólo la palabra en su conjunto puede asumir funciones sintácticas de núcleo de determinación o expresión correferente con un pronombre. Por otra parte, ciertos morfemas, por sí mismos, no pueden desempeñar funciones sintácticas (morfemas derivativos y flexivos, preposiciones, conjunciones, determinantes). Para insertarse en una función sintáctica deben formar parte o acompañar a una palabra con un núcleo lexemático (vid. tema 5).
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
2
Los sintagmas complejos están constituidos por varias palabras (prototípicas y no prototípicas), como, por ejemplo: gato persa de pelo blanco del salón en el ángulo oscuro el proceso cantar arias de Mozart al piano con las manos en los bolsillos del abrigo corrió al baño
Los sintagmas (mínimos o complejos) tienen la capacidad de designar de forma autónoma tipos de objetos (sustantivos) o procesos (verbos), propiedades de objetos (adjetivos) y propiedades de procesos (adverbios), así como la capacidad de aludir a ejemplares específicos de esos tipos de objetos y procesos (sintagmas nominales determinados y verbos finitos). Así, para designar cosas y procesos podemos distinguir entre la capacidad de denotar tipos y la capacidad de denotar casos, ejemplares concretos de esos tipos. En la tabla siguiente se muestran algunos ejemplos en relación con los términos perro y ladrar:
TIPOS EJEMPLARES COSA U OBJETO animal, perro, perro
callejero, perro pastor alemán, etc.
un animal, el perro, tus perros, ese perro pastor alemán, etc.
PROCESO O SITUACIÓN actuar, ladrar, ladrar poco, ladrar mucho, ladrar mucho un perro, etc.
un perro pastor alemán ladra mucho, ese animal está ladrando, etc.
Adviértase que los tipos pueden ser más genéricos o más específicos (animal,
perro, perro callejero; actuar, ladrar, ladrar poco) y que la mayor especificación puede lograrse mediante la creación de sintagmas cada vez más complejos: perro callejero, perro pastor callejero, ladrar poco, ladrar un perro callejero, etc. Adviértase también que los ejemplares son designados con el uso de instrumentos de determinación como los artículos, demostrativos, posesivos, cuantificadores e indefinidos, que se asocian a los sustantivos, o como los morfemas de tiempo, persona y modo, que se asocian a los verbos3.
b) Por otro lado, cierta clase de funciones que tienen que ver con la enunciación
de determinados contenidos proposicionales y de ciertas actitudes ilocutivas o comunicativas (declarativa, exhortativa, interrogativa, etc.), o de cómo se suministra la información al interlocutor (tema/rema, foco, etc.) sólo puede reconocerse en la oración en conjunto. Por ejemplo, una aseveración, con la que declaramos cierto
3 Los adjetivos y los adverbios, por su propia naturaleza, no pueden referirse directamente a ejemplares. Pueden expandirse mediante modificación (harto de trabajar, azul cielo, lejos de aquí, etc.) para obtener una mayor especificación del tipo de propiedad a la que se quiere aludir, pero la única determinación que reciben es la de la cuantificación (un poco harto, muy lentamente, bastante lejos, etc.).
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
3
contenido proposicional que queremos compartir con el interlocutor y con cuya verdad nos comprometemos, sólo se puede llevar a cabo mediante una estructura organizada en torno a un verbo en forma personal, independientemente de que dicho verbo se haga explícito o quede implícito o elidido por economía discursiva:
Me he comprado un coche [aseveración] ¿Te has comprado un coche? [pregunta] Sí [me he comprado un coche]. [aseveración] Así las cosas, desde un punto de vista funcional, la Sintaxis aborda, por un lado,
la descripción de todos aquellos mecanismos que, de una u otra manera, contribuyen a la configuración de sintagmas o frases con los que designamos, a través de diversos instrumentos para la expansión, tanto tipos de cosas y de procesos como ejemplares particulares de tales tipos. Por otro lado, la Sintaxis intenta dar cuenta de los mecanismos que permiten constituir oraciones que cumplan una función enunciativa: la que posibilita que se exprese cierto contenido proposicional (representación de una situación o proceso en el que intervienen ciertos objetos) y se expresen, en relación con él, ciertas actitudes ilocutivas y valores discursivos.
Para el resto de este tema hemos de tener presente, como instrumento de
trabajo, una noción de oración que muestre los siguientes aspectos: La oración es una estructura sintáctica
a) organizada en distintos niveles de ensamblaje y caracterizada por una línea entonativa autónoma propia;
b) que se constituye en signo complejo con el que expresamos a nuestro interlocutor una determinada actitud ilocutiva sobre determinados hechos;
c) que expresa la concepción de tales hechos en relación con unas coordenadas espacio‐temporales epistémicamente accesibles a los interlocutores;
d) y que representa tales hechos como relaciones entre objetos complejas y dinámicas (vistas en su desarrollo temporal), las cuales son simbolizadas con formas alternativas según el punto de vista desde el que se las concibe y en virtud de las diferentes condiciones pragmático‐discursivas en las que se integran.
Veamos un ejemplo. Para la frase compleja Te digo que tu padre está abriendo
la puerta, tales aspectos se muestran del modo siguiente. En relación con (a), podemos reconocer la siguiente estructura sintáctica
(elaborada a partir del supuesto de que el núcleo oracional es el verbo):
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
4
En relación con (b), los hechos a los que hacemos referencia vienen expresados
en la oración subordinada que tu padre está abriendo la puerta y la actitud enunciativa por la estructura oracional principal Te digo, un determinado contorno entonativo propio de las aseveraciones y el orden de palabras elegido.
En relación con (c), los objetos y personas a los que se hace referencia, así como los procesos o situaciones en los que se encuentran implicados, quedan localizados tanto en relación al espacio y el tiempo que ocupan los interlocutores al realizar el acto de habla, como en relación a los distintos ámbitos de la realidad a los que hablante y oyente pueden acceder epistémicamente: yo remite a la persona que habla, te a la que escucha; en digo y está abriendo reconocemos una alusión a la persona que habla o a una persona distinta a la que habla y a la que escucha, y otras alusiones al momento de la elocución (tiempo presente) y a la relación veritativa del contenido del verbo con la realidad (modo indicativo); en los determinantes posesivo y definido de tu padre y la puerta reconocemos que hablamos, respectivamente, de la única persona susceptible de ser caracterizada como ‘padre’ e identificada entre todas las demás por estar vinculada a la persona que escucha, y del único objeto que, para hablante y oyente, es identificable, entre todos los demás objetos, por pertenecer a la categoría ‘puerta’.
En relación con (d), mediante esta oración se describe una relación, la designada con el verbo está abriendo, como un proceso que mostramos en su dinamismo temporal, representándolo en su desarrollo, en términos de relación compleja que captamos en algún punto intermedio de este desarrollo y que dará lugar a un cambio de estado que afectará a la puerta y que es inducido por tu padre. Además, en oposición a otras posibles representaciones de los mismos hechos (por ejemplo, Yo te digo que la puerta la está abriendo tu padre; La puerta está siendo abierta por tu padre, Te lo digo a ti…, etc.), la estructura escogida (voz activa) y la disposición de sus elementos (tu padre al principio de la oración subordinada y la puerta en posición final) se corresponden a una determinada perspectiva que puede
O
(Suj) Yo
(N) puerta
(Det.) la
OSub.CD
(V) digo
(CI) te
(Conj.) que
O
Suj CD
(V) está abriendo
(N) padre
(Det.) tu
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
5
estar motivada por el contexto discursivo en que se inserta. Este enunciado podría ser una respuesta que corrige una afirmación previa como Mi padre está en la cocina. Si quisiéramos aludir a los mismos hechos, pero como réplica a la afirmación previa La puerta la está abriendo mi hermano, sería más probable decir Te digo que la puerta la está abriendo tu padre:
Mi padre está en la cocina. Te digo que tu padre está abriendo la puerta. La puerta la está abriendo mi hermano. Te digo que la puerta la está abriendo tu padre.
Como puede verse, el nivel sintáctico es un nivel complejo, en el sentido de
que, haciéndose uso de unos mismos recursos significantes (combinación y orden de palabras, mecanismos prosódicos –acentos de insistencia, pausas, líneas entonativas–, concordancia y marcadores morfológicos) y limitándose al ámbito sintagmático de la oración y su contorno entonativo autónomo, aparecen implicados varios tipos de funciones. En el funcionalismo suelen reconocerse cuatro tipos de funciones (o estratos funcionales) propios del nivel sintáctico:
a) funciones semánticas (agente, paciente, beneficiario, destinatario, instru‐mento, tiempo, lugar, modo, causa, etc.);
b) funciones sintácticas (sujeto, complemento directo, suplemento, comple‐mento indirecto, complemento circunstancial, atributo, etc.);
c) funciones informativas (tema/ rema; foco; tópico/comentario), y d) funciones pragmáticas (modalidad proposicional y modalidad ilocutiva o
pragmática). En efecto, como veremos con algún detalle más adelante, en el esquema
sintagmático de la oración, caracterizado formalmente por poseer autonomía entonativa completa, organizados en distintos estratos u órbitas relacionales, se integran las funciones semánticas, las funciones sintácticas, las funciones discursivas y las funciones pragmáticas. 2. Funciones sintácticas y funciones semánticas 2.1 Introducción Entre las funciones sintácticas y las semánticas media una relación muy estrecha. Aunque son independientes, están vinculadas de forma solidaria, ya que, en una oración, una función sintáctica sólo puede corresponder a una función semántica; y viceversa, una función semántica sólo puede desempeñar una sola función sintáctica. Esta vinculación viene dada por el hecho de que ambas funciones están relacionadas con la función representativa o ideativa del lenguaje en primera instancia. No debemos, sin embargo, olvidar que son criterios funcionales independientes. Consideremos los siguientes ejemplos (tomados de Gutiérrez Ordóñez, 1997): Los albañiles levantaron una casa (agente)
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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Una casa fue levantada por los albañiles (paciente) El tornado derribó todo el barrio (fuerza)
El rey construyó numerosos edificios civiles (agentivo o causativo) Los ancianos padecen frecuentes enfermedades (experimentador)
Un hermoso cuadro colgaba de la pared de la habitación (posicionado) El martillo que blandía aquella bestia podría acabar con su vida (instrumento)
Mi amigo recibió un aviso importante (receptor) En todas las expresiones destacadas reconocemos una sola función sintáctica, la de sujeto, pero distintas funciones semánticas. Igualmente, en las expresiones siguientes, en la función de adyacente nominal o modificador indirecto del nombre reconocemos como contrayentes de una misma función sintáctica distintas funciones semánticas: El envío de un paquete (paciente) El envío de tus padres (agente) El envío de tu hijo/para tu hijo (receptor, objetivo) La gorra de tu amigo (poseedor) También el verbo, que desempeña la función de núcleo del predicado, puede asociarse a distintas categorías semánticas, como son las de estado, acción o proceso: El chico está enfermo (estado) El chico ha tomado la medicina (acción) El chico ha enfermado (proceso)
Las funciones sintácticas (como sujeto, complemento directo o adyacente nominal) son invariantes respecto de las funciones semánticas, variantes, que las contraen.
Existen numerosas clasificaciones de funciones semánticas que pueden
desempeñar los constituyentes de una oración. Presentamos aquí, por su carácter sintético, la que propone Taylor (pág. 420). El autor distingue los siguientes papeles principales: Agente. Causa, instiga o desencadena un cambio de estado en otro participante.
El chico rompió el jarrón con un martillo Instrumento. Se aplica como herramienta o entidad mediadora para causar un cambio de estado en un tercero.
El chico rompió el jarrón con un martillo Paciente. Que cambia de estado, de lugar o de propietario. Que se encuentra bajo el control o el dominio de otra entidad:
El chico rompió el jarrón con un martillo. El chico le dio el jarrón a María. El tren ya ha llegado. / El ascensor está subiendo
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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Mis vecinos tienen dos hijos. Papeles locativos. Lugar, origen, meta, ruta:
El tren ha llegado desde Lojaorigen a la estación de Granadameta por el acceso surruta y está en el andén doslugar.
Experimentador. Accede a o controla epistémicamente una situación. Percibe o siente una actividad cognitiva o un estado:
Alberto aprecia a María. / Ese hombre sabe muchas cosas. / Yo tengo miedo. / Se me ha ocurrido una idea.
Estímulo. Induce cierta experiencia en un experimentador:
María le gusta a Alberto. / El ruido me asusta. Cero o ente. Existe o exhibe una cualidad. Se encuentra en un lugar:
María es fuerte. / Mi padre parece cansado. / Somos muchos los que nos oponemos. / Hay caramelos. / El tren está en la estación.
Pero no parece haber una clasificación plenamente satisfactoria. A esta de
Taylor, por ejemplo, habría que añadir al menos algunas funciones que no parecen encajar en las categorías establecidas, como la de poseedor, poseído, destinatario, receptor, compañía, finalidad o causa.
También existen numerosas propuestas para caracterizar semánticamente el
tipo de eventos, procesos o situaciones que pueden designar los verbos. Una de las más divulgadas es la defendida por L. Vendler. Según el autor pueden establecerse cuatro clases de eventos o situaciones dependiendo de la presencia o no de tres criterios: la duración, la delimitación y el dinamismo del evento designado. Atendiendo a la interacción de esos tres criterios se pueden establecer cuatro tipos:
Actividades. Tienen duración y dinamismo pero que no están delimitadas:
correr, vender libros, llover, conducir un coche, vivir, dormir, comer, etc. Realizaciones. Tienen duración, son dinámicas y están delimitadas: comerse un
churro, leerse una novela, vender todos los libros, conducir un coche hasta la estación, recitar un poema, barrer la casa, ir a Madrid, ganar el torneo, etc.
Consecuciones. Están delimitadas y son dinámicas pero no se extienden en el tiempo: alcanzar la cima, caerse, llegar, perder las llaves, ganar la carrera, terminar el pastel, dispararse la pistola, toser, etc.
Estados. Tienen duración, pero no son dinámicos ni están delimitados: creer en alguien, merecer un premio, residir en un lugar, ser valiente, saber algo, tener dinero, etc. 2.2 Diátesis y voz
El establecimiento de las asociaciones entre funciones semánticas y funciones sintácticas depende en gran medida del contenido lexemático de las palabras que se insertan en las distintas posiciones de un esquema sintáctico. Los núcleos léxicos de los
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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sintagmas (muy especialmente los del sintagma verbal, los verbos) determinan, según su valor semántico, con cuántos elementos deben relacionarse y qué funciones semánticas y sintácticas tienen éstos que asumir. En la definición del verbo dar, por ejemplo, vienen especificadas sus posibilidades relacionales semánticas y sintácticas: se trata de un verbo que implica un agente, un paciente y un receptor, y que representa dichas relaciones sintácticamente de manera que el sujeto corresponderá a la función semántica de agente, el complemento directo a la función semántica de paciente y el complemento indirecto a la función semántica de receptor. Se dice, por ello, que es un verbo de valencia 3. Por su parte, el verbo recibir podría corresponder a esta otra especificación relacional: exige al menos la satisfacción de dos papeles o funciones semánticas (valencia 2), la de receptor y la de paciente; además, asigna la función de sujeto al receptor y la de complemento directo al paciente. Por otro lado, vivir posee una sola valencia semántica (valencia 1), la que se identifica con el experimentador, y a ella asigna la función de sujeto.
La valencia semántica de un verbo y la proyección entre funciones sintácticas y semánticas que la caracteriza por defecto constituyen su diátesis básica. Cada verbo expresa, así, la representación esquemática de un suceso en el que intervienen ciertos actantes, argumentos o participantes (funciones semánticas) y la perspectiva o punto de vista desde el que se capta la escena representada (funciones sintácticas). En cierto modo, el sujeto, por ejemplo, identifica, en la acción designada por el verbo, al participante que se erige en figura sobre el fondo conformado por el resto de los elementos de la escena, o, en otros términos, establece el punto de vista perceptivo o representacional con el que se describe un acontecimiento.
Las lenguas suelen disponer de recursos sintácticos variados que permiten cambiar la diátesis básica de un verbo, esto es, representar los mismos hechos variando la perspectiva sintáctica escogida, incluso modificando sus requerimientos valenciales. A los recursos morfosintácticos que expresan esas variaciones de la diátesis básica se le suele llamar voz. Así, el verbo romper, que en su diátesis básica selecciona a un agente o fuerza como sujeto y al paciente como complemento directo, puede aparecer en la llamada voz media con un solo participante, el paciente, al que asigna la función de sujeto:
El perro rompió el jarrón (diátesis básica: agente sujeto y paciente objeto directo)
El jarrón se rompió (voz media: paciente sujeto) Igualmente, en la llamada voz pasiva encontramos un recurso sintáctico con el que variar la diátesis:
El chico vendió su bicicleta (diátesis básica: agente sujeto y paciente objeto directo)
La bicicleta fue vendida por el chico (voz pasiva: paciente sujeto y agente complemento)
Las lenguas varían en la disponibilidad y el alcance de sus recursos de variación
de diátesis. Hay lenguas, que permiten asignar la función de sujeto no sólo al primer argumento o participante semántico del verbo (agente, fuerza, causativo) y al segundo
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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de esos participantes (paciente), como ocurre en español, sino también a otros participantes (como el receptor o el beneficiario). Es el caso del inglés. Si bien en español tenemos La chica dio el regalo a la mujer El regalo fue dado por la chica a la mujer pero no *La mujer fue dada un regalo por la chica en inglés son perfectamente gramaticales las tres posibilidades: The girl gave the gift to the woman (diátesis: agente sujeto, paciente objeto directo y receptor objeto indirecto) The gift was given to the woman by the girl
(voz pasiva: paciente sujeto, receptor objeto indirecto y agente complemento circunstancial)
The woman was given a gift by the girl (sujeto receptor, paciente objeto directo y agente complemento circunstancial
3. Funciones en la construcción de sintagmas nominales y verbales Gran parte de las estructuras y funciones sintácticas reconocibles en la
construcción de sintagmas están relacionadas funcionalmente con la determinación y la modificación de los signos.
La determinación y la modificación permiten que en el hablar podamos referirnos apropiadamente a los objetos mediante signos que, virtualmente, resultan muy amplios y a menudo equívocos. Gracias a ello, la amplitud significativa de los signos se reduce según nuestras necesidades.
La determinación y la modificación pueden reconocerse en su forma más elaborada y prototípica en el ámbito de los sintagmas nominales y verbales.
3.1 Construcción funcional del sintagma nominal
Siguiendo en parte a Coseriu, desde un punto de vista funcional pueden destacarse
dos grandes clases de operaciones en la construcción del sintagma nominal: la determinación y la modificación.
En el siguiente cuadro se resumen las características fundamentales de cada una de ellas y de sus principales tipos:
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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MODIFICACIÓN Y DETERMINACIÓN EN EL SEINTAGMA NOMINAL Operaciones por las que los signos pueden hacer referencia a objetos sobre los que poder decir cosas.
Afectan a la extensión del signo Afectan a la intensión del signo
DETERMINACIÓN Se informa de qué o cuántos objetos pertenecientes a la clase que representa el signo son denotados por éste. Permite que los signos pasen de significar tipos o categorías abstractas, como en ¿Es esto
papel?, a significar cosas en el discurso
MODIFICACIÓN Limita o precisa las posibilidades designativas del signo u orienta la
referencia a partes o aspectos del objeto denotado.
CUANTIFICACIÓN Establece la
numerabilidad, de forma definida o indefinida, de los objetos denotados.
He encontrado papel.
He encontrado papeles. He encontrado varios papeles. He encontrado tres papeles.
SELECCIÓN Referencia a un objeto o grupo de
objetos en oposición al resto de miembros del conjunto al que pertenecen.
Algunos papeles se han perdido. Otros papeles sí se han perdido El segundo papel está manchado
SITUACIÓN Referencia a un objeto situándolo en relación con las personas y los espacios propios del
discurso. Estos papeles no me interesan. Tus papeles están en la mesa. El papel se ha manchado
EXPLICACIÓN Acentúa una característica inherente de lo nombrado.
El blanco y suave papel. Este papel, que es muy caro, debe usarse con moderaciónn
ESPECIALIZACIÓN Orienta la referencia a una parte o a un aspecto del objeto
denotado. El papel como tabula rasa El papel como producto de la civilización.
ESPECIFICACIÓN Añade notas no inherentes al significado de un signo y restringe sus posibilidades
designativas. Los papeles timbrados están en el segundo cajón El papel de esta libreta es muy bueno. Necesito papel de estraza.
Las operaciones de determinación (cuantificación, selección y situación) no
modifican las posibilidades designativas del signo, es decir, no afectan a su intensión, no añaden o subrayan rasgos del conjunto de los que definen la clase (o subclase) de objetos a la que queremos hacer referencia (vid. tema 6). Las operaciones de determinación se presuponen unas a otras: la situación presupone la selección y la selección presupone la cuantificación. El demostrativo este en Este chico sitúa a chico en el espacio del hablante y, al hacerlo, implica su selección, frente a los que no están en el espacio del hablante, a la vez que presupone su cuantificación singular.
Por otro lado, las operaciones de determinación permiten que los signos hagan referencia a cosas que se sitúan en el plano de lo particular o en el plano de lo genérico, como muestran los contrastes Un médico se ha puesto en huelga / Un médico no debe/ puede negar la asistencia a ningún paciente; El papel es un gran invento / El papel no está firmado.
Las operaciones de la modificación (explicación, especialización y especificación),
por el contrario, pertenecen a una fase muy distinta del proceso de construcción del sintagma nominal, puesto que sí afectan a la capacidad designativa del signo, añadiendo rasgos al conjunto de los que definen al sustantivo para aludir a una categoría más específica (especificación), subrayando rasgos inherentes a lo nombrado (explicación) u orientando la referencia del signo a un aspecto o a una parte de la cosa denotada. Las formas que realizan operaciones de cuantificación, selección o situación suelen llamarse determinantes (artículos, cuantificadores, indefinidos, posesivos, demostrativos); las formas que realizan operaciones de explicación, especialización y especificación suelen llamarse modificadores. La modificación es propia de adjetivos (la vida entera, Nueva York), sintagmas preposicionales (luna de agosto, Santiago de
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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Chile), nombres en aposición, oraciones de relativo, etc. (Vid. en este mismo tema el apartado 7.2.4 para profundizar en la función de modificación.)
La determinación afecta a la extensión de un signo, es decir, actúa permitiendo
identificar qué objeto (o conjunto de objetos) de todos los que pueden designarse con un signo, o qué porción de la extensión de una sustancia, es aquello a lo que tenemos intención de hacer referencia. Consta de tres operaciones distintas, que a su vez remiten a otros subtipos:
a) Cuantificación. Establece la numerabilidad de los objetos de forma definida
(dos, seis, una docena de, etc.) o indefinida (pocos, muchos, bastantes, etc.). La variación gramatical de número también produce una cuantificación. Según Coseriu, la cuantificación es una discriminación eventual e interna, pues no opone los particulares cuantificados a otros de la misma clase.
b) Selección. Esta operación sí es una discriminación real y externa. Los
seleccionadores son también indefinidos o particularizadores (alguno, otro, cualquiera, cada, etc.), o bien definidos o individualizadores (el mismo, el otro, las demás, etc.). Cuando el objeto ya se encuentra previamente individualizado para el hablante y oyen‐te, el artículo determinado es suficiente para su aparición en el discurso. Considérese la diferencia entre Busco al médico y Busco un médico.
c) Situación. Ubica ciertos objetos en relación con los interlocutores del discurso.
Las relaciones que pueden indicar los situadores son o bien posesiva (mi, suya, vuestro, etc.) o bien deíctica (este, aquella, esos, etc.).
Desde el punto de vista funcional, las operaciones de modificación son previas a
las de determinación. Es decir, los determinantes afectan al conjunto formado por el sustantivo y los modificadores que inciden en él. Así, en Esas servilletas sucias, esas no incide sólo en el sustantivo servilletas sino en el grupo formado por sustantivo más adjetivo, esto es, en servilletas sucias. Esas no ayuda a identificar tres ejemplares situados en un espacio distinto pero próximo al hablante pertenecientes al conjunto de la clase servilleta, sino a tres ejemplares pertenecientes al conjunto de la clase servilleta sucia. Por otro lado, en la aplicación de los determinantes, los cuantificadores preceden a los situadores. Así en Esas tres mesas grandes, grandes se aplica a mesas, tres se aplica a mesas grandes y, por último, esas se aplica a tres grandes mesas. Representando el alcance de cada elemento mediante corchetes, la estructura de ese sintagma correspondería a [esas[tres[[mesas]grandes]]].
3.2 Construcción funcional del sintagma verbal
También el contenido propio de una raíz verbal, que podemos describir como una clase de proceso o situación, puede recibir determinaciones y modificaciones de distintos tipos. También pueden reconocerse funciones relativas a la extensión del signo. Pueden considerarse operaciones de determinación de carácter cuantificativo las indicaciones aspectuales (las que permiten distinguir procesos incoativos, terminativos, reiterativos, progresivos, puntuales, etc.) o las de carácter situacional
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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asociadas al tiempo verbal (que sitúa un proceso en relación con el aquí y ahora del acto de habla), al modo (que sitúa el proceso en relación con los distintos espacios epistémicos accesibles al hablante) o a la persona gramatical (que sitúa el proceso en relación con los interlocutores). También podemos reconocer en la especificación de argumentos (sujeto, complemento directo, complemento indirecto, etc.) y complementos circunstanciales del verbo (de tiempo, de causa, de finalidad, de lugar, etc.) funciones de modificación. 3.3 Determinación y planos o espacios de actualización. En el modelo de la Gramática cognitiva desarrollada por R. Langacker4 la determinación y la modificación se abordan como la aplicación sucesiva, en distintos espacios conceptuales, de distintas clases de funciones con las que se convierte un sustantivo o un verbo en un sintagma con capacidad referencial o predicativa proposicional respectivamente. En esta concepción, en primer lugar, se aplican las operaciones de modificación a los términos generales que designan categorías o tipos para que pasen a designar, ya modificados, subtipos. En segundo lugar, se aplican las operaciones de determinación a los términos modificados para que pasen a designar ejemplares pertenecientes a esos tipos y subtipos. La diferencia fundamental entre la relación de tipos y subtipos y la relación de tipos y ejemplares consiste en que el espacio de extensión referencial en el caso de los ejemplares se corresponde con el espacio de actualización proposicional, aquel sobre el cual los interlocutores intercambian y valoran información. Esto puede observarse gráficamente en la siguiente figura:
En la figura anterior, los planos representan los espacios en los que se localizan todos los casos que constituyen la extensión de una expresión. Los círculos en líneas punteadas representan objetos a los que un signo podría designar (flechas discontinuas) pero que no son designados. Los círculos en línea continua y más gruesa,
4 Ver Langacker 1987, 1991 y 2008.
Modificación
Determinación y anclaje en el plano de actualización de base.
Tipo: Objeto
Subtipo: Objeto oscuro
Ejemplar: Ese objeto oscuro
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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los objetos que son designados (flecha más gruesa continua), entre todos los que conforman la extensión del signo, gracias a la función de los elementos determinantes y modificadores: así, por ejemplo, el adjetivo oscuro restringe la designación del término genérico objeto y, en el siguiente plano, el demostrativo ese identifica, entre todos los ejemplares a los que podríamos designar con la expresión objeto oscuro aquel que señala el interlocutor como presente en un espacio distinto pero próximo tanto al hablante como al oyente.
Usaremos el término anclaje (grounding en la Gramática Cognitiva) para referirnos a la determinación que conlleva la localización de un ejemplar o caso (o conjunto de casos), entre todos los que corresponden a un tipo, en el ámbito o dominio epistémico básico, es decir, el dominio epistémico (temporal, espacial o de otra naturaleza conceptual) que se define en relación con el aquí y ahora del hablante y respecto del cual los interlocutores comparten información. Esa es la función que lleva a cabo el demostrativo ese en ese objeto oscuro. Según esa definición, tienen carácter de “ancladores” los artículos, los posesivos y los demostrativos en el ámbito nominal y los modos indicativo y condicional en el caso del sistema verbal del español.
El recorrido completo que lleva desde la raíz léxica hasta la formación de un sintagma nominal con capacidad referencial se muestra, en el siguiente esquema de Langacker5. En el esquema, los componentes de las estructuras que aparecen en recuadros con línea más gruesa se consideran núcleos en el nivel constitutivo en el que se encuentran, puesto que imponen su categoría al conjunto formado por ellos y otros componentes que se les adjuntan. Las fases de composición que se hallan encima del corchete se establecen en el nivel morfológico, y las que se hallan debajo, en el nivel sintáctico. En este nivel interesa destacar que la especificación que llevan a cabo los modificadores y determinantes se corresponde con funciones distintas en el caso de los cuantificadores (tres), que afectan al conjunto formado por sustantivo más adjetivos y complementos preposicionales; el de los determinantes de anclaje (esos), que afectan al conjunto formado por el sustantivo modificado y cuantificado, o el de los modificadores (que son preciosos) del sintagma nominal en su conjunto, es decir, del nombre modificado, cuantificado y anclado: el nominal.
5 Cf. Langacker 1991: 147.
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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Una estructura parecida puede reconocerse en el caso del sintagma verbal. En
el siguiente esquema intentamos mostrar una reconstrucción parcial y simplificada de los distintos niveles de determinación que afectan a un verbo en el caso del español:
Base no derivada
Base plural
Base derivada
Base compuesta
Base Base Base
contable Predicación
plural Base raíz
Base derivada
Especificación de tipo básica
Sustantivo núcleo. Especificación de tipo
básica
Tipo especificado de 2º orden
Tipo especificado de 3º orden
Ejemplar cuantificado
Nominal
Modificador
Modificador
Cuantificador absoluto
Determinante de anclaje
gatos
gatos negros
gatos negros bajo la escalera
tres gatos negros bajo la escalera
esos tres gatos negros bajo la escalera
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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Igualmente, de forma equivalente a como se representó gráficamente la determinación nominal en distintos planos de especificación, podemos representar ahora la del verbo (reducimos esquemáticamente la configuración semántica propia de un verbo a la línea ondulada zigzagueante):
Verbo Especificación básica del
tipo de proceso.
Núcleo verbal.
Verbo especificado de 2º orden
Verbo especificado de 3º orden
Verbo especificado y aspectualizado de
de 1º orden
Verbo especificado y aspectualizado de
de 2º orden
Verbo especificado, aspectualizado y actualizado de
de 1º orden (temporalizado y personalizado)
Verbo especificado, aspectualizado y actualizado de
de 2º orden (modalizado)
Argumentos
Modificadores o circunstanciales
Aspecto progresivo
Aspecto perfectivo
Tiempo verbal y persona gramatical
Modalización
golpear
golpear el tambor el niño
golpear el tambor el niño mucho rato
Haber estado golpeando el tambor el niño mucho rato
El niño haya estado golpeando el tambor mucho rato
El niño ha estado golpeando el tambor mucho rato
estar golpeando el tambor el niño mucho rato
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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Adviértase que, en el ejemplo de la figura, alegremente, al combinarse con cantar permite especificar el tipo de proceso al que se refiere cantar, de manera equivalente a como el adjetivo oscuro lo hacía con objeto, permitiendo, así, designar un subtipo, entre otros posibles (cantar melancólicamente, cantar dramáticamente, etc.), en el primer plano de actualización. A su vez, la terminación de presente de indicativo de tercera persona de singular de la forma cant‐a funciona como anclaje con el que se localiza un caso o ejemplar, entre muchos otros posibles, de ese tipo de proceso que se designa con cantar alegremente.
4. Funciones informativas 4.1 Tema (soporte)/rema (aporte)
Con la organización sintáctico‐semántica logramos el armazón básico con el que atendemos a la representación de ciertos acontecimientos. Ahora bien, además de representar, el hablante también se propone informar a su interlocutor, y para ello se verá obligado a ordenar dicha representación lingüística de una manera u otra según las necesidades informativas que reconozca en el oyente. Considérense los siguientes ejemplos: Luis despertó a Pepa esta mañana A Pepa la despertó esta mañana Luis Esta mañana Luis despertó a Pepa Reconocemos la misma función representativa (las relaciones sintácticas y semánticas no varían), pero diferente función informativa. Significan lo mismo pero no informan de lo mismo. El significado está en relación con lo que se representa, con el estado de cosas que se describe, pero la información toma en cuenta otro factor: lo que nuestro interlocutor nos pregunta (lo que nosotros creemos que necesita saber). En efecto, los tres enunciados anteriores podrían ser respuestas respectivamente a las siguientes supuestas preguntas:
Modificación
Determinación y anclaje en el plano de actualización de base.
Tipo: Cantar
Subtipo: Cantar alegremente
Ejemplar: Canta alegremente
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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¿Cuándo despertó Luis a Pepa? ¿Quién despertó a Pepa esta mañana? ¿A quién despertó Luis esta mañana? En las preguntas se advierten, mejor que en ningún otro tipo de enunciado, las dos funciones básicas informativas, la de información conocida e información nueva: tema/rema o soporte/aporte, según los autores. Es fácil reconocer los dos constituyentes informativos de una pregunta, sobre todo parcial. Con los ejemplos de Gutiérrez Ordóñez: Información nueva Información conocida ¿Quién puso la llave ayer en mi mesa?
¿Cuándo puso Andrés la llave en mi mesa? ¿Qué puso Andrés ayer en mi mesa? ¿Qué hizo Andrés ayer? ¿Qué pasó ayer? ¿Qué pasó? Igualmente, aunque de forma menos evidente, en los enunciados que sirven de respuesta a tales preguntas también hallamos la misma organización informativa: Información conocida Información nueva La llave la puso en tu mesa Andrés Andrés puso la llave en tu mesa ayer Andrés puso ayer en tu mesa la llave Ayer Andrés puso la llave en tu mesa Ayer Andrés puso la llave en tu mesa (Que) Andrés puso ayer la llave en tu mesa Debemos advertir que, en realidad, los enunciados en que aparecen no sólo el aporte o rema sino el tema o soporte6 no son respuestas a sus correspondientes preguntas explícitas, ya que cuando tales preguntas son formuladas explícitamente la economía discursiva impone como opción por defecto la elipsis del tema: ¿Quién puso la llave ayer en mi mesa?
Andrés.
¿Cuándo puso Andrés la llave en mi mesa?
Ayer.
¿Qué puso Andrés ayer en mi mesa?
La llave. ¿Qué hizo Andrés ayer?
Puso la llave en tu mesa.
6 En adelante utilizaremos, por comodidad, los términos tema y rema.
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¿Qué pasó ayer?
Que Andrés puso la llave en tu mesa. ¿Qué pasó?
Que Andrés puso ayer la llave en tu mesa. Las supuestas preguntas para las que todo enunciado aseverativo puede servir de respuesta adecuada no son sino una plasmación del supuesto teórico que establece que todo enunciado se origina siempre en cierto estado de información, es decir, en la dialéctica que, respecto de lo conocido y lo nuevo y en un momento concreto, mantienen hablante y oyente. Las distintas disposiciones que adopta la secuencia en cada una de las variantes ejemplificadas representan el orden de palabras no marcado o por defecto, natural, en que se dispone la secuencia sintáctica en cada uno de los contextos discursivos configurados a partir de las diferentes preguntas parciales. No existe un orden natural, por tanto, sino varios órdenes naturales para cada variante de la distribución de las funciones tema/rema. Tales variantes responden, eso sí, a una pauta general: la tendencia general es situar el tema del enunciado en la posición inicial y el rema en la posición final.
Las funciones informativas de tema/rema son –insiste Gutiérrez Ordóñez– de carácter sintagmático, contrastivo; consisten en una especie de atribución. En cierto modo, la información nueva se predica, se comenta de la información conocida. Cuando en la gramática tradicional se decía del sujeto que era aquella parte de la oración de la que se predicaba o comentaba algo, en realidad esta caracterización se basaba en la identificación del sujeto con el tema de la oración, coincidencia que puede tener carácter prototípico pero que, como puede comprobarse en los ejemplos anteriores, no es la única posibilidad: el sujeto oracional puede aportar información remática. El hecho de que el sujeto haya sido confundido por razones de prototipicidad con el tema de la oración está en el origen de una percepción distorsionada de los hechos. La estructura del enunciado que resulta de su segmentación en funciones informativas es bimembre, pero, como subraya Gutiérrez Ordóñez, según la perspectiva funcional no hay razones para extrapolar ese binarismo a la estructura sintáctica de la oración. Desde el punto de vista sintáctico, la oración no es una estructura bimembre, compuesta por un sujeto y un sintagma verbal que contiene al predicado verbal y al resto de los constituyentes de la oración. La oración, más bien, debe entenderse como un sintagma verbal cuyo núcleo es el verbo y alrededor del cual se instauran relaciones de dependencia en distintas capas u órbitas funcionales, desde las más internas y directamente relacionadas con el lexema verbal, entre ellas el sujeto, hasta las más externas o periféricas. Así las cosas, si llamamos “sujeto” a cierto constituyente de una oración teniendo en mente una concepción bimembre de esta estructura, sólo deberíamos hacerlo cuando se cumplan dos requisitos: a) se segmenta la oración con el criterio informativo y b) la función temática es coextensiva con el sintagma que desempeña la función sintáctica de sujeto.
Otro hecho que se desprende de los ejemplos anteriores es que, a diferencia de la relación existente entre funciones sintácticas y semánticas (dada cierta oración, una función sintáctica sólo puede ser contraída por una función semántica y una función
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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semántica sólo puede desempeñar una función sintáctica), las funciones informativas no son necesariamente coextensivas con las funciones sintácticas y semánticas.
4.2 Foco
Tal y como propone Gutiérrez Ordóñez, además de las funciones de tema y
rema se reconoce en el nivel discursivo una nueva función, la de foco. En virtud de ella cierto constituyente de la oración adquiere un relieve especial con el que se subraya la oposición entre tal constituyente y otros elementos de su paradigma que podrían ocupar su posición en el esquema sintagmático. Si las funciones de tema/rema tienen carácter sintagmático o contrastivo, la función foco –propone Gutiérrez Ordóñez– tiene primariamente carácter paradigmático u opositivo, aunque de forma secundaria pueda reconocerse contraste con el resto de la oración no marcada por ese relieve.
La focalización de un elemento puede realizarse mediante distintos medios: a) Acento de insistencia (emisión sobresaliente de un segmento; este hecho se
representa convencionalmente mediante letras mayúsculas):
Se lo regaló JUAN (no Javier)
b) Acento de insistencia y orden de palabras (el elemento focalizado se coloca al comienzo de la oración):
JUAN (no Javier) se lo regaló EL AVIÓN conduce el piloto (no el coche)
Adviértase que si el segmento el avión se antepone sin relieve focal, lo resultante es:
El avión lo conduce el piloto
Aquí el complemento directo (el avión) resulta reduplicado con el pronombre lo. En este caso el avión lo conduce es el constituyente temático (información conocida), y el piloto, el remático (información nueva).
c) Medios sintácticos particulares: estructuras ecuacionales, ecuandicionales, focalizadores presuposicionales, entre otros:
Ecuacionales:
Juan es el que toca el piano / El que toca el piano es Juan/ Es Juan el que
toca el piano, etc. (frente a Juan toca el piano o El piano lo toca Juan, etc.)
Ecuandicionales:
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Si alguien toca el piano es Juan/ Si algo toca Juan es el piano / Si Juan
hace algo con el piano es tocarlo, etc. (frente a Juan toca el piano, El piano lo toca Juan, etc.)
Focalizadores presuposicionales:
Hasta (incluso) Juan toca el piano (Juan es el caso límite de una serie de
personas que también tocan el piano) Los ricos también lloran (además de los que no son ricos)
Si bien en un mismo enunciado no puede existir más que una función temática y otra remática, la situación cambia respecto de los focos, pues el hablante puede destacar en un mismo enunciado más de un constituyente:
VIOLANTE (no Amarilis) me MANDA (no me pide) HACER (no leer) un SONETO (no un terceto) Hay que advertir de que la función focal y la remática (información nueva) son
independientes. El subrayado focal y la novedad de la información comparten el hecho de ser factores relacionados con la relevancia informativa de los segmentos a que se aplican, pero, aunque en la mayoría de las ocasiones coinciden, también pueden aparecer disociadas, como ocurre, por ejemplo, en ciertas preguntas parciales:
¿Dónde has puesto EL CUCHILLO?
Es posible, por tanto, focalizar elementos temáticos y remáticos (aunque lo general es hacerlo con los últimos). 4.3 Tópico y comentario
En ocasiones necesitamos organizar los enunciados según una tercera clase de función informativa, la que distingue entre tópico y comentario. Se trata de una función que permite establecer un punto de referencia discursivo (el tópico) en relación con el cual se acota la pertinencia del contenido que expresamos en el resto del enunciado (el comentario). Según la definición de Gutiérrez Ordóñez, los tópicos (o circunstantes, como también los llama este autor) tienen por finalidad delimitar el ámbito de validez de las expresiones referenciales y de la veracidad de un enunciado. Esta función, al igual que la de foco, y a diferencia de la de tema y rema, es opcional y, por tanto, no está presente necesariamente en todos los enunciados. El tópico se identifica por encontrarse separado mediante una pausa del resto del enunciado y por la posibilidad de estar introducido por locuciones especializadas en cumplir ese cometido:
En Madrid, ¿tú qué haces? Y tu madre, ¿cómo se encuentra ahora?
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En cuanto a la subida de sueldo, no tengo noticias En relación con ese asunto, deberíamos tomar una decisión Sobre el trabajo, ¿qué tenemos que hacer? El tópico suele situarse antes del enunciado que constituye el comentario
propiamente dicho pero esa tendencia icónica, que facilita la interpretación del enunciado, no es estricta:
En mi opinión, eso es una tontería Eso es una tontería, en mi opinión Las estructuras llamadas interordinadas pueden interpretarse como casos de
topicalización. Así, determinados tipos de condicionales, concesivas, causales o finales pueden entenderse como tópico en relación con el cual la otra oración que las acompaña se consideraría comentario:
Aunque no tengo dinero, me iré de vacaciones Si no estás disgustada con ellos, ¿por qué no llamas a tus padres más a
menudo? Para que no te quejes, te he dejado la casa ordenada y limpia Entre otros, son circunstantes los tópicos de referencia y perspectiva (En
cuanto al dinero, no ando mal; Legalmente, es inocente) y las frases condicionales, concesivas y causales adelantadas a la posición inicial y separadas del resto de la oración por un inciso (Puesto que hacía frío, no salimos; Si me adoras, todo esto será tuyo; Por mucho que corra, no llegará a tiempo). Pero también puede funcionar como circunstante o tópico cualquier constituyente de la oración que es adelantado y separado, por un inciso, del resto de la oración.
5. Funciones proposicionales e ilocutivas Hemos visto hasta ahora que en la estructura sintagmática oracional, es decir, la que se articula en torno al núcleo verbal, se reconocen tres tipos de funciones: las sintácticas, las semánticas y las informativas de tema/rema, foco y tópico/comentario.
Veamos ahora cómo hay otras funciones asociadas al esquema sintagmático oracional que actúan dentro de los límites impuestos por él. En efecto, para que una predicación pueda desempeñar su cometido de modo efectivo en la comunicación, además de responder a las necesidades de representación (funciones sintáctico‐semánticas) e información (funciones informativas), debe revestirse de ciertos valores proposicionales e ilocutivos. Los primeros están referidos a la vertiente veritativa de la predicación, es decir, a la relación de ésta con la realidad, tal y como la presenta el hablante. Los segundos se refieren a la relación que la predicación, ya revestida de cierta orientación proposicional, mantiene con las intenciones interpersonales que el interlocutor abriga al proferir un enunciado. La manifestación de estas funciones puede realizarse a través de la estratificación sintagmática (ver epígrafe siguiente),
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pero también se da por medio de recursos morfológicos (morfemas de tiempo y modo) o prosódicos (líneas de entonación): Tienes miedo [Constato que tienes miedo.]
¿Tienes miedo? [Te pregunto si tienes miedo.] Tendrás miedo [Supongo que tienes miedo.] Ten miedo [Te pido que tengas miedo.] 6. Configuración sintagmática de las funciones sintácticas en la oración 6.1 Órbitas funcionales en torno al núcleo verbal
Gutiérrez Ordóñez7, siguiendo las líneas de la escuela funcionalista de Alarcos Llorach y de otras escuelas funcionalistas europeas (escuela de Praga, Gramática funcional de S. C. Dik), concibe la oración, frase verbal o sintagma oracional con una fisonomía semejante a la que nos ofrece la imagen de un átomo. Según ella, tenemos los elementos siguientes:
a) Un verbo finito, situado en el centro como núcleo, dotado de un valor
opositivo y de una valencia combinatoria.
b) La periferia, organizada en varios estratos concéntricos en los que giran los satélites:
i. En el primer nivel se articulan los argumentos o complementos
seleccionados por la raíz léxica del verbo (sujeto, objeto directo, objeto indirecto, suplemento y atributos).
ii. En el segundo nivel se insertan los complementos circunstanciales, tanto los que afectan al verbo como los que afectan a la unidad que éste forma con sus argumentos (instrumento, compañía, materia, fin, causa, tiempo, lugar, modo).
iii. En el tercer nivel encontramos el ámbito de los tópicos o circunstantes, que, como su propio nombre indica, manifiestan hechos y circunstancias marcados por su exterioridad al proceso designado por el verbo (circunstantes o tópicos de causalidad, de referencia, de perspectiva, locales y temporales) y poseen un claro carácter discursivo: tienen por finalidad acotar el ámbito de pertinencia y de veracidad de un enunciado.
iv. En órbitas aún más externas a los circunstantes o tópicos, se encuentran los atributos de modalidad proposicional (epistémica, deóntica y emotiva) y,
v. En una posición más externa, los complementos de modalidad pragmática (complementos de verbo enunciativo).
7 «La determinación de los niveles oracionales», en J. A. de Molina Redondo y J. D. Luque Durán (eds.), Estudios de lingüística general (I). Granada: Método Ediciones, 1997; págs. 23‐78.
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Los niveles orbitales aludidos pueden ser reconocidos en la siguiente oración si la analizamos siguiendo el criterio propuesto por Gutiérrez Ordóñez:
Por si acaso, porque nadie como yo conoce las consecuencias, afortunada‐mente, desde un punto de vista técnico, aunque no obre en poder de los distintos miembros, la comisión entregó el informe a la junta ayer por vía urgente a través del registro de la Universidad. [SV1] [SV1(la comisión) entregó (el informe) (a la junta) SV1]
8 [SV2] [SV2 [SV1 la comisión entregó el informe a la junta SV1] ayer por vía urgente
a través del registro de la Universidad SV2] [SV3] [SV3 desde un punto de vista técnico, aunque no obre en poder de los
distintos miembros, [SV2 [SV1 la comisión entregó el informe a la junta SV1] ayer por vía urgente a través del registro de la Universidad SV2] SV3]
[SV4] ([SV3] Mod. Prop.) [SV4 afortunadamente, [SV3 desde un punto de vista técnico, aunque no
obre en poder de los distintos miembros, [SV2 [SV1 la comisión entregó el informe a la junta SV1] ayer por vía urgente a través del registro de la Universidad SV2] SV3] SV4]
A partir de este nivel, y para dar debida cuenta de las funciones de complementación pragmática, se acepta el supuesto de que, en todo enunciado lingüístico efectivo, el conjunto formado por el SV4 se halla inserto, como complemento directo, en la estructura de un SV mayor que tiene como núcleo a un verbo de lengua o enunciativo, explícito o no. En este esquema los modalizadores pragmáticos funcionarían como complementos externos que afectarían al conjunto formado por el verbo enunciativo y sus argumentos (entre ellos el objeto directo [SV4]). Este conjunto se correspondería con el enunciado lingüístico:
[SVE] ([VEnun‐SV4‐Otros argumentos] Mod. Prag.) [SVE2 Por si acaso, porque nadie como yo conoce las consecuencias,
[SVE1os informo (de que [SV4 afortunadamente, [SV3 desde un punto de vista técnico, aunque no obre en poder de los distintos miembros, [SV2 [SV1la comisión entregó el informe a la junta SV1] ayer por vía urgente a través del registro de la universidad SV2] SV3] SV4]) SVE1] SVE2]
8 En esta notación los corchetes deben entenderse como delimitadores de ámbitos u estratos funcionales. A diferencia de otras notaciones, lo incluido en un par de corchetes debe considerarse un núcleo que recibe la complementación de lo que queda fuera. Los paréntesis, en cambio, indican que lo incluido en ellos tiene una estructura interna. Para facilitar la interpretación, sólo utilizaremos los paréntesis ocasionalmente.
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6.2 Criterios de determinación de las funciones sintácticas
Para poder demostrar que los niveles funcionales propuestos son pertinentes
lingüísticamente, se han de arbitrar mecanismos internos, no basados en justificaciones semánticas meramente, con los que se puedan determinar las diferentes funciones. Gutiérrez Ordóñez recoge, entre otros, los siguientes criterios de determinación para distinguir las órbitas o estratos funcionales de los argumentos, los complementos circunstanciales y los circunstantes: Criterio de determinación Argumentos C. Circunst. Circunstante
1 Previsto en la valencia verbal + ‐ ‐
2 Huella formal sobre el verbo + ‐ ‐
3 Obligatoriedad de indefinido en ecuandicionales + ‐ 0
4 Conmutación por hacer(lo) + ‐ ‐
5 Objeto de interrogación parcial + + ‐
6 Conmutable por pronombres tónicos + + ‐
7 Focalizables en ecuacionales o ecuandicionales + + ‐
8 Negación adversativa No A sino B + + ‐
9 Interrogación disyuntiva ¿A o B? + + ‐
10 Modifican infinitivos, gerundios y participios + + ‐
11 Elipsis en estructura coordinada y comparativa + + ‐
12 Inciso ‐ ‐ +
13 Externos a la interrogación ‐ ‐ +
14 Modifican a enunciados sin verbo ‐ ‐ +
15 Externos a la conmutación de sí/no ‐ ‐ +
Los criterios 1‐4 sirven para trazar la frontera entre argumentos y
complementos circunstanciales. Los criterios 1‐11 distinguen positivamente a argumentos y complementos circunstanciales, de los circunstantes. Los criterios 12‐15 discriminan positivamente a circunstantes frente a argumentos y complementos circunstanciales. Aunque no todas las funciones pertenecientes a una órbita funcional cumplen todos los criterios que le son propios, la respuesta positiva a varios de ellos puede ser razón discriminatoria suficiente.
Probablemente, los principales criterios para distinguir los argumentos de los complementos circunstanciales sean los criterios 2, 3 y 4.
Son huellas formales sobre el verbo (criterio 2) la concordancia o la incorporación de clíticos pronominales. De esta prueba quedaría excluido el suplemento (Habla de política) y argumentos de lugar en español (Voy a Madrid), aunque no en otras lenguas: El chico entregó la pistola ayer a la policía > Se (a la policía) la (la pistola) entregó (el chico) J’ai du bon tabac. Mais je n’en (de ello) donne qu’à mes amis Est‐ce que tu vas à Paris?/ Oui, j’y (allí) vais. Al cinema non ci (ahí) sono stata.
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Las estructuras ecuandicionales (criterio 3) son estructuras de focalización como las siguientes: Un pirómano incendió el bosque ayer por venganza > Si alguien quemó el monte ayer por venganza fue un pirómano Si algo incendió el pirómano ayer por venganza fue un bosque
Si en algún momento el pirómano incendió el bosque por venganza fue ayer Si por alguna razón el pirómano incendió el bosque ayer fue por venganza
Pueden focalizar argumentos y complementos circunstanciales, pero el indefinido que corresponde a los argumentos focalizados no se puede elidir, a diferencia del de los complementos circunstanciales: Si el pirómano incendió el bosque ayer fue por venganza Si el pirómano incendió el bosque por venganza fue ayer *Si incendió el bosque ayer por venganza fue el pirómano *Si incendió ayer por venganza el pirómano fue el bosque
A excepción del sujeto9, los argumentos pueden ser conmutados, junto al predicado, por la proforma hacer(lo) (criterio 4). Los complementos circunstanciales, en cambio, quedan fuera de esta sustitución: Juan dio el regalo a Pedro en el jardín y María lo hizo en su habitación
En cuanto a los criterios 5‐11, tanto los argumentos y complementos circunstanciales, a diferencia de los circunstantes, pueden
a) ser pronominalizados con interrogativos en preguntas parciales (criterio 5): ¿Quíén ha llamado? ¿A quién ha llamado? ¿Desde dónde ha llamado? ¿Cuándo ha llamado?, etc.
b) ser sustituidos por pronombres tónicos (criterio 6): Ha llamado él. Lo ha llamado a él. Ha llamado con él. etc.
c) ser focalizados por estructuras ecuacionales y ecuandicionales (criterio 7): Fuiste tú quien llamó desde Madrid; Fue desde Madrid desde donde llamaste Si alguien llamó desde Madrid fuiste tú. Si desde algún sitio llamaste fue desde Madrid.
d) ser focalizados por negación adversativa (criterio 8): No llamó Pedro sino tú; No llamó a tu casa sino a la mía.
e) ser objeto de interrogación disyuntiva (criterio 9):
9 El hecho de que el sujeto no sea sustituido por “hacerlo”, así como otras características que lo distinguen del resto de los argumentos (posibilidad de ser elidido, caso no marcado, prioridad en la concordancia con el verbo, etc.) hacen pensar a algunos autores que podría constituir por sí solo una órbita funcional propia, que en el modelo que se presenta se uniría al sintagma formado por verbo y los otros argumentos antes de que se integraran los aditamentos.
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¿Has llamado Tú o Pedro? ¿Han llamado a mi casa o a la tuya? f) modificar infinitivos, gerundios y participios (criterio 10):
Debes llamar tú; Debes llamar ahora; Llamando tú se soluciona; Llamando ahora se soluciona, etc.
g) elididos en estructuras comparativas (criterio 11): Ha comido hoy más patatas que él [ha comido hoy más patatas].
Los circunstantes no son accesibles a esas operaciones. Son externos al ámbito en el que se aplican todas esas operaciones sintácticas.
Los circunstantes se caracterizan positivamente, entre otras cosas, por el inciso
que los separa del resto de la oración (criterio 12); por modificar a enunciados sin verbo (criterio 14) (Ya que no me haces caso, adiós.) y por resultar externos no sólo a la modalidad enunciativa sino también a la interrogación y a la admiración (criterio 13): Francamente, me has decepcionado Si sigo sus consejos, ¿viviré más? Lavadito, ¡qué guapo estás! Asimismo, no son conmutables por las formas sí y no (son externos al alcance de estas palabras) (criterio 15): ¿Me invitas? Si vienes conmigo, sí ¿Debo callarme? Puesto que nadie lo sabe, sí ¿Has mejorado? En cuanto a la economía, no Sin embargo, cuando no pocos de estos constituyentes se hayan insertos en la predicación como complementos circunstanciales responden de otra manera a estas pruebas: (1) Viene porque se siente obligado (2) Viene si lo llamas tú (3) Ha trabajado en Madrid (1a) No viene porque tenga ganas sino porque se siente obligado (2a) No viene si lo llamo yo sino si lo llamas tú (3a) No ha trabajado en Barcelona sino en Madrid (1b) ¿Viene porque se siente obligado? / Sí (2b) ¿Viene si lo llamas? / No (3b) ¿Ha trabajado en Madrid? / Sí (1c) ¿Viene porque está cansado o porque se siente obligado? (2c) ¿Viene si lo llamas tú o si lo llamo yo? (3c) ¿Ha trabajado en Madrid o en Barcelona?
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Debemos insistir en que, como en el caso de las funciones semánticas asociadas a las funciones sintácticas argumentales, unas mismas funciones semánticas pueden localizarse en el ámbito de las funciones sintácticas de complemento circunstancial o en el de la órbita de los circunstantes. Un complemento causal, temporal o de lugar puede desempeñar, como se ha visto en los ejemplos anteriores, función de complemento circunstancial o de circunstante, lo cual incide en la necesidad de mantener separadas las especificaciones sintácticas de las semánticas. Las primeras son invariantes de las segundas (las segundas se realizan en las primeras).
La función de circunstante o tópico tiene, como hemos podido comprobar, clara raigambre discursiva. Al igual que el enunciado se organiza en tema y rema en respuesta a cierto estado informativo supuesto en el oyente, el tópico delimita el ámbito contextual (epistémico, referencial, discursivo) en relación con el cual debe interpretarse el resto del enunciado para que resulte pertinente. 7. Naturaleza de las estructuras sintagmáticas
Hay una dimensión estructural en la sintaxis que viene dada por el carácter articulado de los signos lingüísticos. Plasmado en el orden lineal de la secuencia existe un orden estructural en el que podemos reconocer relaciones de constitucionalidad en distintos niveles jerárquicamente organizados y/o relaciones de dependencia de diferente naturaleza entre los distintos constituyentes. Se ha discutido profusamente y se han hecho distintas propuestas sobre la naturaleza de tales estructuras según las diferentes escuelas. Comentaremos brevemente algunos de los conceptos e instrumentos teóricos más importantes al respecto. 7.1 Análisis en constituyentes inmediatos
Las relaciones de constitucionalidad, que caracterizan los trabajos realizados en la tradición estructural americana y que ha heredado el generativismo, se refieren a la relación de composición que existe entre los constituyentes de una construcción y esa construcción. Son relaciones de parte a todo en las que no se tiene en cuenta la naturaleza de la relación entre dichos constituyentes. Para reconocerlas, se establecen niveles de segmentación en constituyentes. Tales niveles se hallan ordenados y superpuestos de manera que un constituyente de una construcción puede, a su vez, segmentarse en sus constituyentes. Se denominan constituyentes inmediatos los constituyentes situados en un nivel jerárquico inmediatamente inferior a la construcción que forjan. Una de las tareas fundamentales del análisis de constituyentes es realizar una segmentación gradual que respete el orden de superposición de los niveles de constitución de las estructuras. Una de las formas de representar el resultado del análisis es mediante las denominadas cajas de Hockett10:
10 Curso de lingüística moderna. Buenos Aires: Eudeba, 1971 [1958].
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Yo
alquilé
una
casa nueva
casa nueva
una casa nueva
alquilé una casa nueva
yo alquilé una casa nueva
El análisis sintagmático generativista sigue las pautas del análisis en constitu‐
yentes inmediatos11. Las representaciones arbóreas son, en líneas generales, una adaptación invertida de las cajas de Hockett: O SN SV V SN Art. SN N Adj. Yo alquilé una casa nueva
En este tipo de análisis no se tienen en cuenta las funciones, no es pertinente la relación de dependencia que pueda existir entre los constituyentes de una construcción. Las categorías se asignan, no porque los elementos que formen parte de esa categoría puedan desempeñar cierta función, sino porque tienen las mismas posibilidades de distribución, es decir, pueden figurar ocupando las mismas posiciones constituyentes en la secuencia. El núcleo de una construcción se entiende como aquel constituyente que puede figurar en los mismos contextos distributivos en los que puede figurar la construcción de la que forma parte. 7.2 Estructuras endocéntricas y exocéntricas En la tradición del análisis en constituyentes inmediatos se reconocen dos tipos de estructuras teniendo en cuenta la relación entre la distribución de la construcción y la distribución de sus constituyentes. Si alguno de los constituyentes puede figurar en los mismos contextos distributivos que la construcción se entiende que la construcción es endocéntrica. En cambio, si ninguno de los constituyentes puede figurar con la misma distribución que la construcción de la que forma parte, se dice que dicha construcción es exocéntrica. Así, en la secuencia El novio envió urgentemente rosas blancas son endocéntricas las combinaciones envió urgentemente rosas blancas, envió urgentemente y rosas blancas, puesto que envió, para las dos primeras, y rosas para la tercera, pueden figurar por sí solas en las mismas posiciones sintagmáticas en las que
11 Para una introducción a la teoría sintáctica generativista hasta el modelo de la rección y el ligamiento pueden consultarse los libros introductorios de Riemsdijk y Williams (1986), Sells (1985) y Radford et al. (1999).
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figura la construcción de la que forman parte. En esta tradición, al constituyente de las construcciones endocéntricas que comparte distribución con la construcción se lo identifica como núcleo. Por otra parte, el sintagma preposicional en el papel en Lo pegó en el papel tiene carácter exocéntrico, puesto que ninguno de sus constituyentes puede figurar en la misma posición sintagmática en la que figura la construcción en conjunto. Igualmente, se ha defendido que la oración es una construcción exocéntrica, si con ello se entiende que ninguno de sus constituyentes inmediatos (sujeto y sintagma verbal) puede figurar por sí solo en lugar de la construcción completa. Una de las innovaciones más llamativas que el generativismo ha introducido en el análisis sintáctico mediante el desarrollo de la teoría sintagmática de la X’, es la hipótesis de que todas las construcciones son endocéntricas. Según esto, los sintagmas preposicionales son proyecciones o expansiones de la preposición, que es su núcleo, y la oración se considera expansión de un núcleo no lexemático que es la categoría FLEX (flexión). Esto permite la posibilidad de que un elemento de carácter relacional, como las preposiciones, o con un significado sumamente abstracto, como los determinantes, pueda ser núcleo de una estructura. 7. 3 Núcleo y no núcleo La determinación del núcleo y la relación que contrae con sus elementos adláteres los abordaremos aquí con instrumentos conceptuales propios de la Gramática cognitiva (R. W. Langacker). En primer lugar, conviene aclarar que para la Gramática cognitiva todo en la lengua es relación simbólica, es decir, asociación, más o menos estable, de significantes y significados. Los significantes pueden ser más simples (un morfema como el de plural expresado por –s en mesas) o más complejos (la estructura sintáctica con la que se expresa focalización en Fue Armando quien me lo dijo); los significados pueden ser concretos y representables de forma autónoma (como el del sustantivo naranja) o pueden ser abstractos o esquemáticos, y de carácter relacional y dependiente de otros significados para ser representables (como el de la preposición de). Aunque no podemos hacer aquí una síntesis completa de la concepción de las relaciones gramaticales que se defiende en la Gramática cognitiva, queremos comentar algunas distinciones que pueden ayudar a comprender dichas relaciones. 7.3.1 Categorías lingüísticas, perfil y base, relaciones valenciales y núcleo. Para Langacker12, la distinción entre distintas categorías lingüísticas (sustantivo, adjetivo…) se basa en la forma en que los mismos conceptos son construidos de forma alternativa con configuraciones perfil/base distintas (ver tema 6). En Cuenca y Hilferty13 se ejemplifica esta posibilidad con los términos rodear, redondo, círculo, alrededor. En todos ellos está presente la noción de ‘círculo’, pero en niveles o planos de representación distintos. Observemos las figuras correspondientes:
12 (1987: capítulos 5, 6 y 7) 13 (1999)
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Con el sustantivo círculo designamos (escogemos como perfil) un objeto, la región que, en relación con el espacio bidimensional que le sirve de base, se define o delimita por el trazado de una circunferencia. Con el adjetivo redondo no designamos un objeto, sino la relación entre un objeto y la forma abstracta circular (circunferencia en línea discontinua). En otros términos, un adjetivo presupone siempre un objeto en el que se reconoce una categoría, aunque ese objeto esté solamente representado de forma abstracta y esquemática. Con la locución preposicional alrededor de también designamos una relación, la que existe entre un objeto y la localización de cierta serie de puntos u objetos en el perímetro circular de ese objeto. Esta locución también designa dos clases de objetos entre los que se establece cierta relación espacial, aunque sólo los represente de forma esquemática e imprecisa. Por último, el verbo rodear designa el movimiento visto secuencialmente (a través del tiempo) que realiza un objeto a través del perímetro circular trazado alrededor de otro objeto. Adviértase que las categorías lingüísticas adjetivo, preposición y verbo tienen carácter relacional, no designan un objeto, sino la relación entre objetos, mientras que la categoría sustantivo designa un objeto y no una relación, aunque la relación que sirve para definir tal objeto esté en la base de su significado (como la relación entre el círculo y el espacio bidimensional en relación con el cual se define). Consideremos un par de ejemplos más, comentados en Langacker14. En los siguientes casos se representa una palabra con una estructura morfológica interna (gone ‘ido’, participio pasado del verbo go ‘irse’) o una construcción sintáctica formada por varias palabras (post‐climber ‘escalador de postes’). En ellas se puede observar que la relación entre los componentes de una construcción se da mediante la correspondencia entre los distintos elementos que constituyen el significado de esas expresiones:
14 (1987: 283, 311).
Círculo Redondo
Rodear
Alrededor de
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En el caso de la representación de ido reconocemos dos componentes: la raíz
del verbo irse, que designa el desplazamiento de un objeto desde un lugar de origen hasta un espacio distinto, y el morfema de participio pasado –do, que designa el estado en que se encuentra un objeto como resultado de experimentar un proceso. Ese proceso está presente en el significado del morfema de participio sólo en la base de su significado, puesto que el morfema designa la relación entre un objeto y un estado (no considerado en su vigencia a través del tiempo), y no el proceso que da lugar a ese estado. Por otro lado, ese proceso sólo está expresado en términos muy esquemáticos o abstractos, puesto que puede tratarse de un movimiento (bajado), de una acción llevada a cabo sobre el objeto paciente (roto), un cambio interno de ese objeto (emocionado), etc. Cuando el significado de irse se suma al significado de –do observamos dos aspectos fundamentales. En primer lugar, la configuración del proceso designado por irse, de carácter más concreto, se hace corresponder con la configuración, de carácter más abstracto, evocada por el participio (línea curva punteada que liga las figuras inferiores). En segundo lugar, la estructura composicional que surge de la unión del morfema de participio con la raíz del verbo irse, designa la relación entre un objeto y el estado en que se encuentra dicho objeto como resultado de irse, y no el proceso de irse como tal. Se diría, pues, que el morfema de participio impone su perfil al conjunto, lo que, en términos de la Gramática cognitiva, lo convierte en núcleo de esa construcción. Algo parecido ocurre entre las expresiones pole y climber, constitutivas de la expresión mayor pole‐climber (‘escalador de postes’),
Escalador de postes
ido
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y ello no sólo en el nivel morfológico sino también en el sintáctico. El sufijo –er impone su perfil de sustantivo al combinarse con el verbo climb, y climber, a su vez, impone su perfil al combinarse con pole. 7.3.2 Relaciones valenciales y núcleo
A partir de estos ejemplos, podemos formular una definición, sobre la base de cómo son consideradas en el marco de la Gramática cognitiva, tanto de las relaciones valenciales como de la noción de núcleo.
Por un lado, las relaciones sintácticas se llevan a cabo mediante relaciones valenciales, es decir, a través de la correspondencia entre subestructuras de las expresiones combinadas: el componente más esquemático de una estructura semántica es elaborado por el componente más concreto o específico de otra estructura. Ésa es la relación, por ejemplo, entre el SN sujeto o el SN complemento directo y las funciones sintáctico‐semánticas especificadas por la diátesis de un verbo transitivo.
Consideremos el siguiente ejemplo, comentado por Langacker (1987, 317). Propone este autor la siguiente configuración semántica simplificada (no se considera el significado aportado por los elementos actualizadores de nombres y verbo) para la oración The arrow hits the target (‘La flecha alcanza la diana’):
En el esquema se muestran varios aspectos importantes relacionados con la
distinciones a las que nos referimos. En primer lugar se muestra que el verbo inglés hit designa la relación entre un objeto que se mueve (con la etiqueta tr, que indica trajector) y otro objeto (con la etiqueta lm, que indica landmark o punto de referencia) que recibe el impacto del anterior cuando éste alcanza a aquel en su trayectoria. La flecha horizontal en la base de la representación de hit, con un trazo grueso que la subraya, expresa que la relación dinámica y compleja entre el objeto que se mueve y el objeto que es golpeado o alcanzado se representa en su dimensión temporal, es decir en la representación propia de los verbos. Por otro lado, a derecha e izquierda de la estructura semántica de hit se representan los significados de flecha y diana. Puesto que se trata de dos sustantivos, su perfil es no relacional: designan cosas. Las líneas
The arrow hits the target. (‘La flecha alcanza la diana.’)
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punteadas que conectan la flecha y la diana con el trayector y el landmark de hit indican las relaciones de correspondencia entre el significado de los sustantivos y los objetos (el que se mueve y el que es alcanzado) a los que se refiere hit. Estas correspondencias son equivalentes a las relaciones valenciales que definen la diátesis de un verbo y que en este caso indican que el objeto que se mueve y que se construye como sujeto o trayector del verbo hit es una flecha y que el objeto que es alcanzado por el trayector y que se construye como complemento directo o landmark del verbo hit es una diana. De la integración de los significados de flecha, diana y hit según las correspondencias valenciales consideradas surge una configuración de conjunto en la que la representación esquemática y abstracta de hit es especificada y concretada o enriquecida con el contenido aportado por los sustantivos flecha y diana, de modo que el significado de la construcción (The arrow hits the target) también designa la relación compleja a través del tiempo de dos objetos, como hace hit pero caracterizando esos dos objetos de forma mucho más detallada o elaborada. Se diría, por tanto, que el núcleo de la construcción es el verbo, puesto que el conjunto se refiere a una relación compleja de carácter temporal al igual que lo hace el verbo por sí solo. El trazo grueso del cuadrado que rodea el significado de hit indica que éste es el núcleo de la composición. Es decir se considera que el núcleo de una estructura sintáctica es aquel elemento cuyo perfil es heredado por la estructura compuesta.
Así pues, el núcleo de una estructura no siempre es el elemento que aporta la mayor cantidad de información o la información más específica, ni el que tiene mayor autonomía semántica o muestra menor dependencia de otros elementos, ni el que impone restricciones semánticas a los demás elementos de la estructura, el núcleo es el elemento que determina la categoría sintáctico‐semántica del conjunto, el elemento que designa la clase de entidad de la que la estructura en conjunto representa un tipo más específico. 7.4 Complementos, modificadores y aposiciones
Puede considerarse que existen tres tipos fundamentales de relaciones valenciales la de la complementación, la de la modificación y la de la aposición. 7.4.1 Complementos y modificadores
Una distinción que puede ser clarificada sobre la base del modelo de la Gramática cognitiva es la diferencia entre complemento y modificador. Tal y como explica Langacker15, la diferencia entre complementos y modificadores depende del tipo de relación conceptual que contraigan con el núcleo. Cuando el contenido conceptual del núcleo es dependiente del de otras estructuras subordinadas (como ocurre entre el contenido del sustantivo de un sintagma preposicional y el de la preposición, o entre el del sintagma nominal que ejerce de objeto directo de un verbo transitivo y el del propio verbo transitivo), entonces el elemento subordinado es un complemento. Es complemento el sintagma nominal las gafas en Tengo las gafas, puesto que el núcleo de la frase es tengo, que resulta conceptualmente dependiente, por su sentido extremadamente relacional y transitivo, del objeto que se posee, las gafas. Cuando el contenido conceptual del núcleo no es dependiente del de otras estructuras subordinadas, entonces el elemento subordinado es un modificador. Es 15 (1987: 309)
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modificador el adverbio suavemente en Me habló suavemente, o el adjetivo vieja en el sintagma Mi vieja casa, puesto que ni casa ni hablar representan ideas dependientes conceptualmente del modo en que se habla ni de la antigüedad de la casa. 7.4.2 Aposición En una relación aposicional cada componente designa una y la misma entidad pero de diferente manera o con distintos grados de especificidad o de detalle. Son ejemplos de aposición (Taylor: 235) los siguientes:
Mi vecino, el carnicero Ahora, a media noche Mañana, martes We the people Down there on the ground We were amazed, stunned, by the event. He ran, absolutely raced, up the hill. They sent him to Coventry, refused to speak to him
Pueden darse relaciones que están a medio camino entre la aposición y la modificación:
You the butcher Y otras a medio camino entre la aposición medio complementación
The fact that the Earth is flat must be obvious to everyone The question why they did that is still unanswered
7.5 Recursividad sintáctica y transposición Una de las características más interesantes que se hace patente en las estructuras sintácticas es la recursividad, esto es, la posibilidad de aplicar una regla a sus propios productos de forma, en principio, ilimitada. Incorporados en sintagmas, encontramos como constituyentes otros sintagmas del mismo tipo. La recursividad puede presentarse en dos moldes relacionales: la coordinación y la subordinación: Mi hermano y tu padre se llevan muy bien. El técnico arregló la lavadora, el frigorífico y el microondas.
El ruso que ha ganado la partida que se ha jugado en Linares tiene sólo 18 años. La hermana de la amiga de la vecina trabaja conmigo.
Sin duda, el tipo de recursividad cuya descripción ha conllevado mayores
consecuencias en la construcción de teorías sintácticas es el de la recursividad concerniente a la subordinación. En las teorías sintácticas de corte formalista la recursividad es rasgo inherente a las reglas sintagmáticas, puesto que las distintas categorías sintagmáticas se definen por poder tener entre sus formantes a constituyentes de otras categorías. Por ejemplo, si definimos el sintagma nominal (SN)
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como una estructura constituida por un nombre (N) y, opcionalmente, un determinante (Det.), un adjetivo (Adj.) o un sintagma preposicional (SP); o si definimos un SP como una estructura constituida por una preposición (P) y por un SN, un Adj. o un adverbio (Adv.), podemos entonces generar estructuras en las que un SN contenga un SP que, a su vez, contenga otro SN, el cual podrá contener otro SP, y así sucesivamente. La arquitectura de este tipo de construcciones se genera a partir de un mismo conjunto coherente de reglas. Nos situamos, por tanto, en un mismo plano, nivel o componente de la Gramática, que opera uniformemente montando estructuras sobre la base de otras mediante la aplicación reiterada de un mismo patrón: el de las estructuras endocéntricas que se definen en la teoría de la X’. Así, un sintagma como Las novelas policíacas del hijo de la vecina de Pepe se podría representar así:
[SN1[Det. (las)] + [N
’’’’[N’’’[N’’[N’[N (novelas)] + [Adj. (policíacas)]N’] + [SP1[P (de)] + [SN2[Det. (el)] + [N (hijo)]SN2]SP1]N
’’] + [SP2[P (de)] + [SN3 [Det. (la)] + [N (vecina)]SN3]SP2]N
’’’] + [SP3[P (de)] + [SN4 [N (Pepe)]SN4]SP3]N
’’’’]SN1] Hay, sin embargo, una visión alternativa de esta realidad si adoptamos un enfoque funcional, en el que la recursividad es abordada con la noción de transposición sintáctica. La transposición consiste en el proceso por el que un elemento de cierta categoría queda adscrito a una nueva categoría y resulta capacitado, por ello, para desempeñar funciones sintácticas que no podía contraer en su categoría originaria.
Gutiérrez Ordóñez subraya que la transposición no debe confundirse ni con el cambio de función ni con el cambio de clase. Hay cambio de función de los campos en En invierno araba los campos (objeto directo) y en En invierno se araban los campos (sujeto), pero no de categoría: en ambos casos se trata de un sustantivo. Por otro lado, un elemento puede cambiar de clase quedando en la misma categoría. En el par Educa a los niños/Se educa a los niños, el verbo cambia de la clase de los verbos personales a la de los impersonales, pero en ambos casos sigue siendo verbo. La transposición debe entenderse, por tanto, como transcategorización.
La transposición sintáctica16 puede ser reconocida, por ejemplo, en los sintagmas preposicionales que permiten que un sustantivo desempeñe función de adyacente nominal transponiéndolo previamente a la categoría de adjetivo. Existe transposición, igualmente, en las oraciones de relativo, por las que una oración resulta
16 La transposición se da en los ámbitos morfológico y sintáctico. Algunos casos de transposición
morfológica son los siguientes (vid. tema 5):
sensibil‐}ADJ. (<sensible}) + ‐idad}AF. SUST. sensibilidadSUST.
sensibil‐}ADJ. (<sensible}) + ‐izar}AF. VER. sensibilizarVERBO
vend‐}VERBO (<vender}) + ‐ible}AF. ADJ. vendibleADJ.
mar‐}SUST. (<mar}) + ‐in‐}AF. ADJ. marin‐(o)ADJ.
Como se ve, en estos ejemplos los afijos cambian la categoría de la raíz a la que se aplican, y la palabra resultante se adscribe a la categoría impuesta por ellos. Así, por ejemplo, vemos cómo el afijo
sustantivador ‐idad}, al unirse al morfema radical sensibil‐}, lo transcategoriza y hace que la palabra resultante (sensibilidad) sea un sustantivo.
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transpuesta a la categoría de adjetivo para poder desempeñar la función de adyacente de un nombre. Como señala Gutiérrez Ordóñez, el mecanismo transpositor es una de las manifestaciones más notables de la ley de economía. Una lengua dispone, pongamos por caso, de unos centenares de adjetivos, pero gracias a la transposición, está capacitada para hacer que miles y miles de elementos se comporten como tales: La actuación policial La actuación de la policía La actuación de los astronautas La actuación que llevó a cabo la policía La actuación que completaron los astronautas …
Si la lengua no dispusiera de este mecanismo transpositor, no tendría la misma potencialidad comunicativa (a no ser que introdujera en su diccionario miles de adjetivos, miles de sustantivos, etc.). Carecería de la enorme flexibilidad creativa que la caracteriza. Por medio de la transposición el usuario está capacitado para crear constantemente nuevos adjetivos, sustantivos o adverbios a partir de elementos de otras categorías.
Todo sintagma que sea producto de transposición es un sintagma transpuesto, en el que hallamos un elemento transpositor (el agente de la transposición: preposición, conjunción, artículo, relativo, etc.) y un elemento transponendo (el elemento que sufre la transposición). Así, por ejemplo, en Esperan que el presidente los visite la construcción que el presidente los visite es un sintagma transpuesto a la categoría de sustantivo (objeto directo de esperan) que contiene el transpositor que y el término transponendo el presidente los visite (oración). Todo ello podría representarse así:
Esperan [que {el presidente los visite}OR.]SUST.
Gutiérrez Ordóñez aduce, como pruebas de que los elementos transpuestos
adoptan un nuevo valor categorial, el que conmuten y se coordinen con elementos de la nueva categoría y el que, para conmutar y coordinar con elementos de su antigua categoría, tengan que volver a someterse a transposición:
i) Conmutación con elementos de la nueva categoría:
Pide [que lo liberen]SUST. > Pide [libertad]SUST. Muchacho [de gran altura]ADJ. > Muchacho [muy alto]ADJ.
ii) Coordinación con elementos de la nueva categoría:
Un libro [viejo]ADJ. y [de pastas gastadas]ADJ. Hablaba de [la guerra]SUST. y de [cómo lo apresaron]SUST. Lo hizo [hábilmente]ADV. y [con valentía]ADV.
iii) Conmutación con elementos de la antigua categoría:
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[goma]SUST. > [de goma]ADJ.
Si hay que conmutar [de goma]ADJ. por un elemento de la categoría originaria, un sustantivo en este caso (goma), es necesario transponer esa expresión a tal categoría: > [el de goma]SUST.
iv) Coordinación con elementos de la antigua categoría:
Si, por ejemplo, hay que coordinar la expresión [blanco]ADJ. a la expresión [el rojo]SUST., entonces esta última expresión tiene que volver a ser adjetivo: [blanco]ADJ. y [rojo]ADJ., ya que resulta agramatical la expresión *[blanco]ADJ. y [el rojo]SUST.: La bandera de Japón es blanca y roja / *La bandera de Japón es blanca y la roja.
La recursividad quedaría explicada por la posibilidad de incluir un sintagma en
otro sintagma de su mismo tipo siempre que el primero haya sido transpuesto previamente a otra categoría que puede contraer función con el segundo.
Lingüística. Tema 7. Sintaxis.
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EJERCICIOS 1 Compara los siguientes enunciados y determina en qué nivel se establecen las diferencias:
a) El ejército reclutó a Roberto./Roberto fue reclutado por el ejército. b) Enviaron una bomba por correo/El envío de una bomba por correo/Una
bomba enviada por correo 2 A partir de los siguientes ejemplos, razona por qué es necesario diferenciar un nivel de funciones sintácticas formales y un nivel de funciones semánticas:
a) Luisa cosió unos zapatos. b) Luisa duerme la siesta. c) Luisa sufre insomnio. d) Decisión presidencial e) Consejero presidencial f) Candidato presidencial g) Elección presidencial
3 Determina las funciones sintácticas y semánticas que desempeñan los componentes resaltados en las siguientes oraciones. Se da resuelta, como ejemplo, la oración (0).
0) Beethoven compuso nueve sinfonías. [‘Beethoven’ es sujeto y agente; ‘nueve sinfonías’ es objeto directo y paciente.]
1) Le robaron el reloj y la cartera. 2) Luis se durmió en el concierto. 3) Nuria no recibió el sms que le enviaste. 4) La ventana se cerró con el viento. 5) Este cuchillo corta muy bien el queso. 6) La devolución de los libros a la editorial ha sido muy complicada. 7) Este palacio lo construyó Carlos V. 8) Los delicuentes fueron detenidos por la policía. 9) La lluvia impidió el repliegue de las tropas. 10) Su abuelo se afeitaba en la barbería todas las mañanas. 11) Ellos nunca hablaban de política. 12) La tala de esos árboles es una vergüenza.
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4 ¿Qué información proporcionaríamos si especificáramos la diátesis de los verbos vender, comprar, costar, pagar y cobrar? 5 Decide si hay determinación o modificación (o ninguna de las dos) asociada a la parte resaltada de los ejemplos y, si la hay, de qué tipo.
1. Necesito un camarero que hable inglés. / Necesito a un camarero que habla inglés. / Necesito al camarero que habla inglés.
2. Aquel día hacía frío. 3. ¿Te acuerdas de nuestra vieja escuela? / La escuela vieja está en el centro y la
nueva en las afueras. 4. El niño, que estaba cansado, no quiso comer. / El niño que estaba cansado no
quiso comer. 5. ¿Dónde van los demás invitados? 6. Ha llamado tu amigo. / Ha llamado un amigo tuyo. / Ha llamado ese amigo
tuyo. 7. Le han operado los dos dedos. / Le han operado dos dedos. 8. El siguiente atraco será en un banco. 9. He comprado esa mesa de madera. 10. Esta es la misma historia de antes. 11. Alberto es soldado. / Alberto es el soldado /Enviaron soldados. 12. No hemos recibido la segunda versión. 13. Han recibido trescientas cartas. 14. Pidieron comida italiana. 15. Prefiero la Italia meridional a la Italia septentrional. 16. Su coche está roto. 17. Fueron muchos invitados. 18. Sobre el frío suelo se posaba la blanca nieve. 19. Todos los niños son así. / Todo el universo es así. 20. No hablo de la mujer como madre sino de la mujer como trabajadora.
6 Señala qué elemento representa la información nueva en las siguientes preguntas:
a) ¿Quién lo ha dicho? b) ¿Quién te obliga a qué y por qué? c) ¿Cómo lo sabes?
7 Reconstruye la pregunta que subyace a los siguientes enunciados:
a) Pepe recoge la manzana de sidra en septiembre. b) Pepe recoge en septiembre la manzana de sidra. c) La manzana de sidra la recoge en septiembre Pepe.
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8 Señala si en los siguientes pares de enunciados la respuesta es natural o resulta extraña:
a) ¿Quién dice esas cosas?/‐María dice esas cosas. b) ¿Cuánto cuesta el libro? / ‐El libro cuesta mil pesetas. c) ¿A qué hora fue el accidente? / ‐A las tres fue el accidente.
¿Por qué pueden resultar inadecuadas las siguientes secuencias?
a) Manuel encargó no en abril sino en enero ese libro. b) ¿Beethoven compuso en Bonn o en Viena esa sonata?
9 ¿Existe alguna diferencia informativa entre los siguientes pares de secuencias?
a) Francisco me invitó. / Francisco me invitó a mí. b) Tú eres el culpable. / El culpable eres tú.
10 ¿Cuáles serían las estructuras informativas posibles en los siguientes enunciados?
a) Domingo ha grabado un nuevo disco. b) El organista tocaba unos acordes de Bach.
11 Enfatiza por medio de estructuras ecuacionales los componentes resaltados de las siguientes secuencias:
a) La primavera aportó nuevas tonalidades al paisaje. b) La radio transmitió con insistencia ayer esa noticia.
12 Realza por medio de la estructura ecuandicional los mismos constituyentes de los ejemplos precedentes. 13 Señala las diferencias informativas (tema/rema, foco) que veas en los pares de ejemplos:
a) Rosa tuvo meningitis. / ROSA tuvo meningitis. b) A esos niños los castigarás tú / ¡A esos niños castigarás tú!
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14 En los siguientes ejemplos señala el tópico, el tema y el rema:
a) En cuanto a la revista, ¿cuándo nombraréis director? b) Referente a esos jóvenes, ¿quién no ha sido alguna vez romántico? c) Respecto a los alumnos, el secretario les comunicará las notas. d) Sobre lo que dices, no estamos de acuerdo.
15 Señala las diferencias informativas que halles en las siguientes secuencias:
a) ¿Quién castigó a Javi? b) A Javi, ¿quién lo castigó?
16 Distingue en los siguientes ejemplos entre argumentos y complementos:
a) Ese futbolista procede del Milán. b) La nave Viking II se dirige al espacio interestelar a toda velocidad. c) ¿Dónde pusiste ayer el paraguas? d) Esta mañana hemos tomado el desayuno en la terraza.
17 Teniendo en cuenta la estructura orbital de la oración, determine qué componentes son los que conforman las oraciones siguientes. Para ello, tenga sólo en cuenta los niveles SV1, SV2, SV3 y SV4. Se da resuelta, como ejemplo, la oración (0).
0. Juan come uvas. [‘come’ es el núcleo verbal; ‘Juan’ y ‘uvas’ son sus argumentos; ‘Juan’ es sujeto y agente; ‘uvas’ es objeto directo y paciente; el conjunto de estos tres elementos forma un SV1.]
1. Está lloviendo. 2. El jurado les concedió el premio. 3. Según los zoólogos, las cigüeñas no saben lingüística. 4. La maestra les puso muchos deberes para el lunes. 5. Francamente, no te perdonaré esta broma nunca. 6. A pesar de todo, vinieron en autobús.
18 Explica las diferencias de comportamiento de las expresiones segregadas en el inicio de los siguientes decursos:
a) Honradamente, técnicamente, esto es hoy por hoy imposible. b) Sinceramente, desde un punto de vista moral, eso es inadmisible. c) Con franqueza, psicológicamente, aquellos internados eran duros.
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19 Explica la singularidad de las siguientes oraciones:
a) Al enemigo, ni agua. b) En esas condiciones, ¡leña al mono! c) Con ese equipo, ¡ni un descuido! d) Humanamente, un guiñapo.
20 Señala en los siguientes ejemplos si los tópicos son correferenciales con constituyentes de la oración o no:
a) Al violador del chándal, ¿cuándo lo detuvieron? b) Esta mañana, ¿qué has hecho? c) De Franco, ya pocos se acuerdan.
21 ¿Por qué son anómalos los siguientes enunciados?
a) De algunos amigos, en el patio se reían de los profesores. b) Con barro, se moldea más fácilmente con plastilina. c) Científicamente, ese experimento es humanamente controvertido.
22 ¿Cuál es la diferencia en el funcionamiento de las oraciones causales siguientes?
a) Se casará por la iglesia porque es creyente. b) Se casará por la iglesia, porque es creyente.
23 Identifica tema y rema, y, en su caso, foco y tópico en los siguientes enunciados. Se da resuelto, como ejemplo, el enunciado (0).
0. No se lo dijeron a JUAN. [‘no se lo dijeron’ es tema; ‘a JUAN’ es rema y foco; no hay tópico ni, por tanto, comentario en este enunciado.]
1. A Ramón, ¿quién le dijo que viniera? 2. Si no vienes, el paquete se lo llevaré a tus padres. 3. EL COCHE arreglaron los mecánicos. 4. Si alguien puede ayudarte es Amalia. 5. En cuanto a cómo me enteré, la que me avisó fue Encarnita.
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24 Efectúa un análisis en constituyentes inmediatos de la siguiente oración:
Los niños que viven en verano en la urbanización de los vecinos echaron agua en el depósito de gasolina.
25 ¿Dónde hay transposición en los siguientes ejemplos? Identifica el transpositor y el transponendo en cada caso:
1. Invita a la chica que quieras. 2. Espera que lo llames cuanto antes. 3. Nos hemos quedado sin electricidad. 4. Es un vehículo de granjero. 5. El bueno es mío. 6. Echó agua a las flores amarillas y cambió el tiesto de las de la jardinera.
26 ¿Cómo puede describirse la estructura de la oración de relativo en el siguiente ejemplo según la teoría de la transposición? Entrégale la carta al que te encuentres en el despacho.
LINGÜÍSTICA TEMA 8 PRAGMÁTICA
1. Introducción. 2. Significado contextual. 3. El significado intencional. 4. La teoría de los actos de habla. 5. Lo dicho y lo implicado (I): El modelo de Grice. 6. Lo dicho y lo implicado (II): La teoría de la relevancia. 7. La cortesía lingüística.
1. INTRODUCCIÓN
Usamos el lenguaje todos los días; lo usamos descuidadamente, difi-‐cultosamente, placenteramente, artísticamente. Tenemos conciencia de usar-‐lo con mayor o menor corrección o efectividad, pero rara vez nos paramos a pensar en el mecanismo oculto que hace funcionar la comunicación, es decir, en los principios que guían el empleo del lenguaje en nuestros diálogos con los demás.
Las palabras significan por sí mismas, y, sin embargo, la comunicación exige mucho más que intercambiar significados preestablecidos. Piénsese en la diferencia entre preguntar ¿Qué quiere decir esa palabra? y ¿Qué quieres decir con esa palabra? En el primer caso estamos pidiendo una información sobre el lenguaje, que se encuentra, por ejemplo, en el diccionario. En el segundo caso, estamos planteando un problema de interpretación que tiene que ver con la intención del hablante al usar cierta palabra: estamos pregun-‐tando por el significado que debemos interpretar en ese contexto.
La Pragmática lingüística estudia esa segunda dimensión del signifi-‐cado, analizando el lenguaje en uso, o, más específicamente, los procesos por medio de los cuales los seres humanos producimos e interpretamos signifi-‐cados cuando usamos el lenguaje.
El estudio del uso del lenguaje no es nada nuevo (lleva existiendo, probablemente, más de dos milenios), pero la Pragmática es el primer intento de hacer, dentro de la Lingüística, una teoría del significado de las palabras en su relación con hablantes y contextos. El programa de la Pragmática es muy sugerente: se trata de explicar, entre otras cosas, en qué consiste la interpre-‐tación de un enunciado, cuál es la función del contexto, que relación hay entre el significado literal y el significado comunicativo, por qué hablamos con
Lingüística. Tema 8. Pragmática.
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figuras retóricas, cómo afecta la función comunicativa a la gramática de las lenguas.
Para estudiar estos fenómenos es preciso volverse hacia el usuario y observar sistemáticamente qué hace con el lenguaje. Somos nosotros los que nos comunicamos, no nuestros mensajes, y por eso puede decirse que la Prag-‐mática trata de nosotros, los hablantes.
Así las cosas, la Pragmática se ocupa de estudiar el significado lingüís-‐tico, pero no el significado de las palabras y de las oraciones aisladas del contexto (de lo que se ocupan la Semántica y la Sintaxis; vid. temas 6 y 7), sino el significado de las palabras, oraciones (o fragmentos de oraciones) usadas en actos de comunicación. El significado del lenguaje usado se suele llamar significado del hablante, y se caracteriza por ser intencional y depender de las circunstancias en que se produce el acto de la palabra.
Las palabras que usamos constituyen casi siempre un esbozo, un dibu-‐jo aproximado, una pista, una guía imprecisa y cambiante según la ocasión, guía que tiene la virtud, sin embargo, de suscitar ciertas imágenes mentales en nuestros interlocutores. Si esas imágenes coinciden aproximadamente con las que queríamos provocar, consideramos que nos hemos comunicado. El proceso es muy complicado y cuanto más se lo analiza más se admira uno o una de que la comunicación se realice con tanta frecuencia y fortuna. Un ejemplo: si al volver a casa después de unos días de vacaciones encontramos un mensaje en el contestador que dice algo como Soy Juana, y quería decirte que el martes salgo para Roma, entendemos, entre otras cosas no dichas, que Juana no hablaba desde Roma, que el día que llamó era cualquiera menos el lunes anterior a su salida (porque en ese caso hubiera dicho “mañana” o “mañana martes”), y también entendemos, o deberíamos entender, entre otras cosas posibles, quién es Juana y para qué nos da esa información. La Pragmática estudia los principios regulares que guían los procesos de interpretación lingüística. Al estudiar esos principios, la Pragmática estudia también la naturaleza del lenguaje en tanto que instrumento de comuni-‐cación.
La noción de significado del hablante se opone a la de significado
convencional, a veces llamado literal, que es el que las expresiones poseen por convención, el que comparte toda la comunidad de hablantes y suele estar registrado en gramáticas y diccionarios. Este nivel de significado es estu-‐diado por la Semántica (vid. tema 6). Problemas como la ambigüedad y la polisemia de ciertas expresiones corresponden al campo de estudio de la Semántica. En un sentido más estricto, la Semántica estudia la correspon-‐dencia entre las oraciones y el mundo, es decir, las condiciones veritativas que deben cumplirse para que una oración sea verdadera o falsa. Pero al usarse el lenguaje se producen significados que desbordan el valor veritativo de las oraciones; estos significados residuales, no preestablecidos, deben ser trata-‐
Lingüística. Tema 8. Pragmática.
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dos por la Pragmática, que muchos lingüistas ven como un complemento de la Semántica y por tanto como parte de la Lingüística.
El proceso de entender literalmente una expresión lingüística es ya bastante complicado, sobre todo cuando el mensaje, aunque sea explícito, es difícil de descifrar por su tema, por su vocabulario, y a veces porque no cono-‐cemos suficientemente al emisor o las circunstancias en que fue emitido. En otros casos, el significado convencional de las palabras no es suficiente.
Así, algunas expresiones como, por ejemplo, yo, este, allá, mañana, sólo significan cuando son puestas en un contexto. Si alguien golpea la puerta y dice Abre, soy yo, debo reconocer la voz para decidir a quién le abriré o no la puerta, ya que la palabra yo no remite a ninguna persona específica, sino que meramente señala al que habla. Yo y otras expresiones similares dejan de referirse al mundo cuando se las saca de contexto: sin un punto de origen (un hablante en su lugar y tiempo, dotado de intención comunicativa) resultan, en cierto modo, vacías.
Otras expresiones tienen pleno significado, pero éste varía según quién las use, cuándo, y con qué intención. Cuando decimos no, a veces queremos decir quizá, e incluso sí, y decirle que sí a un niño no es lo mismo que decirle que sí a un juez. La referencia al mundo de ciertas palabras puede también cambiar. Tibio no significa lo mismo en El biberón está tibio y en La cerveza está tibia: en cada caso la palabra tibio se refiere a una temperatura diferente e implica una serie de cosas diferentes (entre éstas, por ejemplo, que el bebé ya puede tomar el biberón, y que es imposible beber la cerveza).
La expresión el libro de Rosa no es fácil de descodificar, ya que la relación entre “el libro” y “Rosa” (si Rosa es la autora o es la dueña del libro) depende de principios pragmáticos. Para seleccionar la interpretación correc-‐ta de una expresión como ésta el oyente debe partir del supuesto de que el hablante está diciendo algo pertinente y comprensible, es decir, debe partir de principios pragmáticos para establecer el significado de la expresión.
Una vez que se llega a entender debidamente lo que alguien ha dicho literalmente (lo explícito), falta todavía un gran paso para completar la interpretación de un enunciado. Y es que el sentido que el hablante quiere comunicar tiene, además de una parte explícita, otra implícita: lo que no se dice pero también se comunica. Por “significado del hablante” debemos entender el significado completo, el sentido, de un enunciado, constituido por lo que el hablante quiere comunicar explícita e implícitamente. La interpre-‐tación de este contenido es el resultado de una operación de descodificación (descodificamos los signos lingüísticos usados) y de la derivación de inferen-‐cias: inferimos lo que se nos quiere decir, que no suele estar totalmente explícito.
Lingüística. Tema 8. Pragmática.
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2. SIGNIFICADO CONTEXTUAL
2.1 Oración y enunciado
El significado del hablante es el que éste expresa a través de sus enun-‐ciados. El enunciado es una unidad comunicativa que equivale a la interven-‐ción o contribución de un hablante en una conversación, y que puede consistir en una oración completa o en un fragmento de oración. Los enunciados se pueden definir así: unidades lingüísticas (habladas o escritas) que están inhe-‐rentemente contextualizadas. Aunque no siempre tengan forma de oración, suele decirse, para simplificar, que los enunciados son oraciones puestas en uso, es decir, puestas en contexto.1
Las oraciones tienen significados convencionales (son objeto de la Gra-‐mática2). Véase la siguiente oración:
(1) El niño está enfermo.
Esta oración está compuesta por una serie de elementos gramaticales y léxi-‐cos (el, niño, etc.), y estos elementos se han combinado según las reglas de la Gramática (como las de concordancia sujeto-‐verbo, las del orden de palabras, etc.). Así, en (1) tenemos una oración bien formada porque respeta las reglas gramaticales del español. Si ello no fuera así, diríamos que tal oración es agra-‐matical. Es lo que ocurre en esta versión de (1):
(1’) * Niño el está enfermo.
Tanto los significados de los elementos gramaticales y léxicos como el conjunto de reglas para combinarlos son convencionales, es decir, no natu-‐rales, lo que significa que no obedecen a leyes físicas ni a principios de Lógica, sino que son arbitrarios y se han ido consolidando a lo largo de la práctica del lenguaje en una comunidad. “Convencional” significa ‘acordado’, ‘preestable-‐cido’. Por supuesto muchas de esas convenciones están motivadas precisa-‐mente por las necesidades comunicativas de los hablantes, y esa motivación se percibe mejor en los procesos de los cambios lingüísticos. Pero una vez que el cambio se ha impuesto, la nueva forma o construcción pasa a formar parte de un sistema de regularidades, y éstas son convencionales. La Gramática, ampliamente entendida, es la disciplina lingüística que estudia las estructuras convencionales de sonidos, combinaciones de morfe-‐mas y significados. La Pragmática, a su vez, estudia la porción de significado
1 Los ejemplos que suelen analizarse en Pragmática son casi siempre representaciones de enunciados, no verdaderos enunciados, ya que carecen de contexto; para interpretarlos debemos imaginar algún contexto, aunque sea mínimo. En los ejemplos propuestos (procedentes, en su mayor parte, de diálogos reales) se pondrán entre paréntesis (cuando sea necesario) algunos datos del contexto. 2 Entendemos la Gramática en sentido amplio: se incluyen en ella la Fonología, la Morfología, la Sintaxis y la Semántica.
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que no es convencional o gramatical, es decir, que no está codificado por reglas. Esta distinción es válida, pero como veremos en seguida, no es tan nítida como uno o una quisiera. Volvamos a la oración (1). Para la Semántica, que estudia el significado lingüístico, éste consiste en la relación entre las expresiones y el mundo, o, más exactamente, en las condiciones veritativas de la oración: las que deben aplicarse para que una expresión describa una situación de manera verda-‐dera. Así, para explicar el significado de (1), hay que verificar la relación entre la situación descrita y el mundo: el contenido de la oración, llamado “proposi-‐ción”, es verdadero si el niño real aludido por la expresión el niño está enfer-‐mo. Un hecho curioso y sin duda digno de estudio (por eso lo estamos estudiando) es que los hablantes no usan la oración (1) exclusivamente para decir que cierto niño está enfermo, que es lo que la oración significa semánti-‐camente. La oración (1), como parte de un diálogo, es decir, convertida en enunciado, puede tener otros contenidos. Si una madre, por ejemplo, usa esa oración cuando la invita una amiga suya a salir de compras, su enunciado puede implicar, entre otras cosas, que no puede salir esa tarde. Las oraciones, unas vez puestas en uso, se llenan de significados nuevos, incluso de algunos que contradicen los significados semánticos (vid., más abajo, el ejemplo (7)). La Semántica explica cómo se relacionan las formas lingüísticas con los obje-‐tos del mundo que esas formas representan, y no se pregunta para qué le sirve a un hablante emitir esas formas en un contexto comunicativo: eso es tarea de la Pragmática.
2.2 La codificación del contexto
No siempre son nítidas, como se ha dicho, las diferencias entre el signi-‐ficado semántico y el pragmático. Obsérvese, por ejemplo, la siguiente ora-‐ción:
(2) Un librito así les interesará.
Tenemos aquí una oración bien formada, de acuerdo con las reglas de la gramática española. No es fácil, sin embargo, establecer el significado o repre-‐sentación semántica de (2), porque algunas de las palabras de la oración no significan nada, o no significan fuera de contexto. Esas palabras son así y les. ¿Qué quiere decir así? ¿Qué quiere decir les? Por supuesto, todos los hablan-‐tes de español reconocemos esas formas; las podemos encontrar, incluso, en el diccionario, pero el diccionario no nos va a ayudar a entender la oración (2), porque tenemos que saber algo más: necesitamos datos del contexto. Las lenguas humanas poseen elementos gramaticales que codifican algunos aspectos del contexto. Entre esos elementos se encuentran los deícticos. El funcionamiento de los deícticos no se puede estudiar sin acudir a la noción de contexto, porque los deícticos establecen conexiones entre lo
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que se dice y ciertas entidades del contexto. Les, en el ejemplo (2), se refiere a ciertas personas presentes en el contexto comunicativo. Para asignar refe-‐rencia a les tenemos que saber quiénes son esas personas. Lo mismo pasa con el adverbio así: no tiene significado pleno si no se lo asocia a un contexto. Son deícticos los pronombres personales, que identifican a los participantes en el acto comunicativo; también lo son expresiones como aquí, allí, ahora, ayer y los tiempos verbales, que relacionan la acción del verbo con un tiempo medi-‐do desde el presente del hablante. El futuro interesará sólo puede entenderse a partir del presente del hablante que produjo el enunciado: el presente del hablante (y por lo tanto el hablante) forman parte del significado temporal de los verbos.
De modo que para interpretar semánticamente (2), que contiene deíc-‐ticos, debemos insertar la oración en un contexto. Lo mismo pasa con (3) y (4):
(3) Yo peso 70 kilos. (4) No, éste no, prefiero aquél.
Si no sabemos a quién remite yo en (3), mal podremos comprender el signifi-‐cado de la oración y, por tanto, hacer algún juicio sobre su valor de verdad. Igualmente vacíos de significado, fuera de contexto, resultan las formas este, aquel y el morfema de primera persona en (4). Los deícticos están en el límite entre la Semántica y la Pragmática. ¿Hasta dónde llega la Semántica, y dónde empieza la Pragmática? Para mu-‐chos lingüistas, la Pragmática empieza con los deícticos y otros elementos similares, que forman parte de la gramática de una lengua, pero no son independientes del contexto. A partir del momento en que, para asignar significado a las expresiones lingüísticas, debemos recurrir al contexto, estamos haciendo Pragmática. El problema entre la Semántica y la Pragmática es un problema de límites, que podría plantearse así: ¿dónde empiezan los significados contex-‐tuales? Las expresiones referenciales como el niño, por ejemplo, en la oración (1), ¿no remiten también a un contexto que hay que conocer para asignar a la oración valor de verdad? ¿Dónde termina la Semántica? ¿Hasta dónde llega el contexto?
2.3 Qué hacer con el exceso
Se dijo arriba que muchos lingüistas creen que la Pragmática comienza en los deícticos y otras expresiones similares cuyo significado depende del contexto. Es más: muchos de esos lingüistas creen que la Pragmática empieza y termina en esas expresiones. Su argumento es más o menos así: si se quiere considerar a la Pragmática una de las subdisciplinas de la Lingüística, debe asignársele un objeto lingüístico. Digamos que ese objeto es la porción so-‐brante de significado, lo que no puede ser analizado por el criterio del valor
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de verdad. Esa sobra, ese exceso, está parcialmente incorporado a la Gramá-‐tica en los diferentes subsistemas deícticos (pronombres, adverbios, tiempos verbales) y en fenómenos convencionales, o parcialmente convencionales. Lo que no está en la Gramática no es lingüístico, y por lo tanto no puede ser objeto de una ciencia lingüística. Esta postura es válida, pero deja fuera de la Lingüística muchos fenó-‐menos que, sin embargo, tienen que ver con el lenguaje, con su estructura y su significado. El siguiente enunciado, producido durante una comida, tiene un significado pragmático que no está relacionado directamente con su signi-‐ficado semántico:
(5) Estas sopas de verduras quedan siempre un poco sosas, ¿no?
Quien hace tal observación mientras toma la sopa no pretende, quizá, infor-‐mar a sus oyentes de las cualidades generales de ciertas sopas, sino indicar que su sopa está sosa y que le gustaría ponerle sal. La finalidad del enunciado de (5) podría ser pedir sal (sin ofender al que hizo la sopa, por ejemplo), algo que cumple de manera bastante indirecta, pero efectiva, si obtiene como consecuencia que alguno de los comensales lo tome como una petición. Ni siquiera (6) significa lo mismo literal que pragmáticamente:
(6) ¿Podrías pasarme la sal?
Semánticamente, la pregunta indaga sobre lo que el interlocutor puede o no puede hacer. Pero, pragmáticamente, (6) funciona como una petición de pasar la sal. En (7) el desnivel es todavía más notorio. Supóngase, para seguir con la sopa, que Mafalda, que odia ese alimento (puntualmente presente, por lo menos una vez al día, en las mesas de todos los niños del país de Mafalda), lo prueba y dice, con claras manifestaciones de náusea:
(7) ¡Qué rica sopa!
El significado de Mafalda no tiene mucho que ver con el valor de verdad de la oración que usa. Si Mafalda dijera la verdad, emitiría algo como ¡Qué asque-‐rosa sopa! Pero no se trata aquí de decir la verdad, sino de usar el lenguaje de cierta manera, de modo que signifique otra cosa que lo que convencional-‐mente significan las palabras empleadas. Ejemplos del tipo de (5), (6) y (7) muestran desniveles entre el signi-‐ficado literal y el significado que podríamos llamar “real”, el que el hablante realmente quiere transmitir. No se trata de un mero exceso de significado, sino de un verdadero desplazamiento. El hablante quiere decir algo que está más allá de sus palabras. Y esto sucede todos los días, es parte de nuestra rutina de hablantes. No hay, sin embargo, señales gramaticales que nos orien-‐ten. No hay un morfema especial, por ejemplo, que indique a la madre de Ma-‐
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falda que su hija está hablando con ironía, ni tampoco esa señora necesita la ayuda del morfema: le basta con conocer a su hija. (La ironía puede marcarse con ciertos elementos lingüísticos como la entonación o el vocabulario, pero estas marcas no son indispensables. Ni siquiera los gestos lo son.) La Pragmática de los últimos años tiende a presentarse como una teoría sobre la producción e interpretación de los significados lingüísticos gra-‐maticalizados y también sobre los no gramaticalizados. La Pragmática se pro-‐pone estudiar todo el exceso posible, pero, como no es fácil delimitar el exce-‐so, se da la circunstancia de que en este ámbito han proliferado, para salir al paso de ese reto, numerosas y diferentes tendencias (que repasaremos some-‐ramente en sucesivos epígrafes de este tema).
2.4 El contexto, los contextos
Hemos hablado hasta ahora del contexto, sin delimitar esa noción, tan comprensible intuitivamente, y sin embargo tan difícil de definir, porque cada teoría lingüística le da un significado diferente, y los significados técnicos se superponen a los del lenguaje corriente, que también varían. En general, se entiende por contexto, en Lingüística, el conjunto de conocimientos y creen-‐cias compartidos por los interlocutores de un intercambio verbal y que son pertinentes para producir e interpretar sus enunciados.
Los intentos de explicar teóricamente el exceso de significado han llevado a varias teorías sobre el contexto. Se suelen deslindar tres tipos de contexto: el lingüístico, el situacional y el sociocultural. El primero está formado por el material lingüístico que precede y sigue a un enunciado, y se lo llama a veces cotexto. El segundo tipo, o contexto situacional, es el conjunto de datos accesibles a los participantes de una conversación, que se encuen-‐tran en el contorno físico inmediato. Por ejemplo, para que el enunciado Cierre la puerta, por favor tenga sentido, es necesario que haya ciertos requisitos contextuales que son parte de la situación de habla: que haya una puerta en el lugar donde ocurre el diálogo, y que esté abierta, entre otras cosas. Finalmente, el contexto sociocultural es la configuración de datos que proceden de condicionamientos sociales y culturales y que inciden sobre el comportamiento verbal y su adecuación a diferentes circunstancias. Hay regu-‐laciones sociales sobre cómo saludar, por ejemplo, o sobre qué tratamiento o registro lingüístico usar en cada tipo de situación.
2.5 El lenguaje no es siempre gramatical ni siempre lógico
Hasta no hace mucho resultaba aceptable decir la catedrático o la mé-‐dico, por un lado, y la enfermera, la secretaria, por otro. Es decir, la regla gramatical de la concordancia operaba en unos casos pero no en otros (en la actualidad está permitido decir la catedrática, la médica). Esta ‘mala forma-‐ción’ sintagmática sólo es explicable si nos permitimos ver en ella la huella del hablante, en este caso concreto la de sus condicionamientos sociales (las pro-‐fesiones de prestigio o típicamente masculinas son aludidas en masculino,
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aunque hablamos de una mujer; las típicamente femeninas o las menos pres-‐tigiosas son aludidas en masculino o femenino, según la persona a quien se aplique). Otro ejemplo de fenómeno gramatical que no puede explicarse satis-‐factoriamente sin acudir a información pragmática es el del orden de palabras o distribución de la información en la oración. Obsérvense los ejemplos que siguen:
(8) No hay tomates. (9) Tomates no hay.
Las condiciones de verdad de (8) y (9) son idénticas, de modo que si se da el caso de que no hay tomates cuando se enuncia cualquiera de estas oraciones, tanto una como otra son verdaderas. Sin embargo, no pueden ser usadas indistintamente: el orden de las palabras aporta algo que conviene tener en cuenta. Para explicar la estructura comunicativa de (8) y (9) tenemos que recurrir al contexto en que aparecen o pueden aparecer. Limitémonos a (9), que tiene una construcción más llamativa que (8). Para emitir (9) necesitamos un enunciado anterior, cercano, en el que se hayan mencionado los tomates, como, por ejemplo, Voy a preparar una ensalada con tomate, a lo cual puede contestarse con (9). O bien se precisa un marco de referencia determinado que se halle activado en el contexto (vid. tema 6), como, por ejemplo, el marco de referencia “ensalada”. Si se está hablando de una ensalada, si se están enumerando, pongamos por caso, los ingredientes que hay en la nevera para hacerla, resulta normal emitir (9), aunque los tomates no se hayan mencionado antes, porque éstos suelen asociarse automáticamente con la ensalada, lo que los hace de algún modo presentes, disponibles, en el contexto. En términos de Pragmática, la relevancia de nombrar los tomates al principio de la oración, donde suele aparecer el tema de que se habla, lo ya conocido, se debe a que el concepto “tomate” se recupera más o menos automáticamente a partir de su mención previa (primer caso) o a partir del de “ensalada” (segundo caso). Y esto explica que la oración esté construida como está: la Pragmática explica un aspecto gramatical. Los tratamientos nos dan un buen ejemplo de elementos gramaticales que no aportan nada al valor estrictamente semántico de la oración, pero que sin embargo codifican información importante sobre los interlocutores y su comunicación. El empleo de tú y usted no altera las condiciones de verdad de un enunciado, de modo que (10) y (11) tienen el mismo valor lógico:
(10) Tú eres el nuevo jefe, ¿verdad? (11) Usted es el nuevo jefe, ¿verdad?
Ambos enunciados son lógicamente equivalentes, pero todo hablante de español sabe que no tienen el mismo significado. Tú transmite, entre otras cosas posibles, simpatía, familiaridad, pertenencia al mismo grupo, o bien
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muestra falta de respeto. La elección de tú en lugar de usted (o viceversa) configura de cierto modo la situación de habla y la relación entre los partici-‐pantes, y depende de una serie de supuestos socioculturales. El lenguaje no es ni tiene por qué ser siempre “lógico”. La conjunción y, por ejemplo, no es equivalente a la conjunción lógica ‘&’. De acuerdo con la lógica, dos proposiciones p y q pueden coordinarse en cualquier orden, sin que se altere la equivalencia de las adiciones (coordinaciones): p & q es igual que q & p. Según esto, desde el punto de vista lógico, la expresión Las rosas son rojas y los claveles son blancos tiene el mismo valor que Los claveles son blancos y las rosas son rojas. Pero en el uso real del lenguaje la conjunción y puede asumir otros valores, como “y después”, “y en consecuencia”, etc. De ahí que los siguientes enunciados no sean, pragmáticamente hablando, equi-‐valentes:
(12) Decidí descansar un rato y terminar el trabajo. (13) Decidí terminar el trabajo y descansar un rato.
En ambos casos la conjunción y significa “y después”, y por eso (12) y (13) tienen interpretaciones distintas. Esto es así, no porque el elemento y signi-‐fique a veces una cosa y a veces otra, sino porque hay un principio pragmático según el cual contamos las acciones o sucesos en orden cronológico, salvo que indiquemos lo contrario. Como este principio guía la interpretación de (12) y (13), resulta que no podemos asignar un valor veritativo a estas oraciones sin introducir un principio pragmático (vid. tema 7). La consecuencia de lo que venimos diciendo es que las explicaciones pragmáticas son necesarias para describir una serie de regularidades lingüís-‐ticas, y que es muy difícil estudiar el lenguaje exclusivamente como un siste-‐ma de reglas autónomo, es decir, independiente del uso.
3. EL SIGNIFICADO INTENCIONAL
Hemos dicho (vid. Introducción) que la Pragmática trata de dar cuenta de los procesos por medio de los cuales los seres humanos producimos e interpretamos significados cuando usamos el lenguaje. Este objetivo está íntimamente ligado a la noción de significado intencional, uno de los pilares teóricos de esta disciplina.
Esta noción la podemos comprender mejor si recurrimos a la distinción entre decir, querer decir y decir sin querer. Lo que decimos tiene un significado que depende de las expresiones usadas y está sujeto a un análisis de sus con-‐diciones veritativas; lo que queremos decir tiene fuerza pragmática y es la Pragmática la que conjetura cuáles son los principios que nos permiten con-‐
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figurar e interpretar esa fuerza. Lo que decimos sin querer queda fuera de la Lingüística, en principio, aunque no es un tema ajeno a nuestra disciplina, pues forma parte del contenido transmitido e interpretado.
Si alguien nos dice Qué frío hace aquí, interpretaremos naturalmente no sólo el significado de sus palabras, sino la intención con que las dice, lo que nos llevará, por ejemplo, a cerrar la ventana o a encender la calefacción. Comunicarse es lograr que el interlocutor reconozca nuestra intención, y no solamente el significado literal de lo que decimos. Lo que la persona en cues-‐tión comunica sin querer, en el ejemplo, podría ser que está enferma o can-‐sada, o que se siente incómoda por estar donde está, etc. Lo que decimos sin querer, los lapsus linguae y otras gracias y desdichas de la comunicación inte-‐resan, sobre todo, a los psicólogos (vid. tema 9).
La Pragmática estudia el significado intencional, lo que uno quiere decir. El filósofo P. Grice describe el significado intencional, que él denomina no natural (meaning-‐nn), con la siguiente fórmula (donde H significa ‘hablan-‐te’, O ‘oyente’, E ‘enunciado’ y z ‘creencia o acto de voluntad de O’):
H quiere decir no naturalmente z cuando profiere E, si y solo si: (i) H intenta que E cause un efecto z en O. (ii) H intenta que (i) se cumpla simplemente porque O reconoce la intención de (i).
Según esta fórmula, el significado no natural es un tipo especial de intención destinada a ser reconocida como tal por quien la recibe. La significación “na-‐tural” se produce, en cambio, sin intervención alguna de intencionalidad (es decir, cuando no se dan das condiciones (i) y (ii) de arriba). Interpretar lo que el otro dice es reconocerle una intención comuni-‐cativa, y esto es mucho más que reconocer el significado de sus palabras. La comunicación parte de un acuerdo previo de los hablantes, de una lógica de la conversación que permite pasar del significado de las palabras al significado de los hablantes. El significado intencional se viene estudiando en el ámbito de la Prag-‐mática esencialmente de dos maneras. Una consiste en explicar determinados fenómenos de la lengua recurriendo a ciertas condiciones de su uso (deixis, orden de palabras, estructura de los actos de habla, etc.): aquí la Pragmática complementa a la Gramática: se va de las formas lingüísticas al uso, del len-‐guaje al contexto. La otra, en cambio, insiste en la comunicación misma, en sus procesos, y considera las formas lingüísticas como un elemento más, junto con otros (esencialmente el contexto), en este juego; se interesa en estudiar el contexto en que se produce el enunciado y que determina en gran parte lo que ese enunciado significa (los principios que guían la comprensión de lo que se comunica implícitamente, como, por ejemplo, el significado irónico). A continuación examinaremos las teorías más importantes propuestas en uno
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(teoría de los actos de habla) y otro sentido (modelo de Grice y teoría de la relevancia).
4. LA TEORÍA DE LOS ACTOS DE HABLA
Las explicaciones pragmáticas de algunos fenómenos gramaticales (del tipo de los que acabamos de esbozar en los ejemplos (8)-‐(13)) empezaron a interesar a los lingüistas a finales de los años sesenta del pasado siglo, cuando se intentó ampliar el modelo de la Lingüística generativa, centrada, como es bien sabido, en la Sintaxis. Surgieron por esos años varias subespecializaciones o doctrinas (la Semántica generativa, el Análisis del discurso, la Lingüística textual, entre otras) que intentaban dar cabida al hablante en la teoría de la lengua. Tales lingüistas innovadores de los años sesenta encontraron el campo ya cultivado por los filósofos del lenguaje que estudiaban, desde hacía tiempo, los actos de habla. El pionero, entre estos filósofos, fue J. Austin, a quien suele considerarse el iniciador de la Pragmática moderna. Su teoría fue consolidada y perfeccionada por un discípulo suyo, J. Searle.
4.1 Austin: Cómo hacer cosas con palabras
La idea central de la teoría de los actos de habla es que el lenguaje no solamente sirve para describir el mundo, sino también, y de modo impor-‐tante, para hacer cosas. En una serie de conferencias dadas en Harvard en 1955 y publicadas póstumamente en 1962, Austin analizó por primera vez los usos del lenguaje corriente y estableció las bases de la teoría de los actos de habla. En un principio, Austin distinguió dos tipos de enunciados. Por un lado, los asertivos o constatativos, estudiados durante dos mil años por la Filosofía, que se caracterizan por admitir asignaciones de verdad o falsedad. Por otro lado, los realizativos (o performativos), a los que sólo pueden asignárseles condiciones de “éxito”. Según esto, (14) es un constatativo y (15) un realiza-‐tivo:
(14) Está nevando. (15) Sí, juro.
En los enunciados realizativos se hace exactamente lo que se dice: en el caso de (15), jurar. En este tipo de emisión hablar es, literalmente, hacer (sola-‐mente acontece un juramento cuando alguien, en las circunstancias adecua-‐das, pronuncia la expresión que ‘realiza’ de hecho el juramento). Las lenguas poseen cientos de verbos que son realizativos (o performativos3) explícitos, es decir, verbos que, al ser debidamente usados, sirven para nombrar cierta
3 La expresión inglesa performative ha merecido las traducciones, para este contexto, de realizativo, performativo (tal como recogemos aquí) y también ejecutivo.
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acción y realizarla a un mismo tiempo. Es lo que ocurre cuando alguien emite, en las circunstancias adecuadas: Juro, prometo, declaro, niego, pido, ordeno, bautizo, etc. Al concepto de verdad (correspondencia entre la afirmación de un estado de cosas y ese estado de cosas) se opone, en la teoría de los actos de habla, el de éxito, esto es, el de acción llevada a buen término. La verdad de las oraciones con realizativos, como (15), es inverificable, porque los realiza-‐tivos no pueden ser ni verdaderos ni falsos, sino sólo tener éxito o no, según salgan bien o mal. El realizativo sin éxito procede, no de la mala correspondencia entre el lenguaje y la verdad, sino de no verse satisfechos ciertos requisitos exigidos en la ejecución de cierto acto: la falta de coincidencia entre lo que el enun-‐ciado dice que hace y lo que en realidad hace. Así, para que haya matrimonio, el contrayente debe decir Sí, quiero, y no el testigo, ni el actor que interpreta sobre un escenario el papel de contrayente, ni el contrayente a quien todavía no le han preguntado si quiere contraer matrimonio o no... El realizativo hace lo que dice siempre y cuando lo use quien debe, como se debe, donde se debe, cuando se debe, y con quien se debe. Posteriormente, y después de diseñar su teoría de los actos con y sin éxito, Austin retiró su oposición inicial entre actos realizativos (o performa-‐tivos) y asertivos (o constatativos), para admitir que todos los enunciados, incluidos los que afirman verdades o falsedades, sirven para cumplir actos, aunque no muestren elementos realizativos explícitos. De este modo, Está nevando es un acto de afirmación, aunque no contenga el verbo performativo explícito afirmar. Esto nos permite distinguir la noción de significado de la de fuerza: el significado del enunciado remite a lo que las palabras dicen; fuerza de la enunciación, a lo que las palabras hacen, como, por ejemplo, afirmar, jurar, pedir, preguntar. El acto por el que se produce significado es locutivo; la fuerza, en cambio, es el poder de hacer, y proviene del acto ilocutivo. A esto se agrega un tercer acto posible pero no siempre identificable, el perlocutivo, por el cual se producen efectos en el interlocutor (por ejemplo, convencerlo, amenazarlo, sorprenderlo...). Consideremos los siguientes ejemplos:
(16) Se está tomando la sopa. (17) ¿Se está tomando la sopa?
La emisión de ambos enunciados ha sido posible gracias a la realización de los tres actos mencionados. El acto locutivo en ambos puede ser el mismo si predican el mismo proceso (“estar comiendo la misma sopa”) de la misma persona: “hay cierta persona x de la que se dice que está en el proceso de tomar cierta sopa”. El acto ilocutivo es en (16) una aseveración (“el hablante afirma que cierta persona está tomando cierta sopa”), mientras que en (17) es
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una pregunta (“el hablante pregunta si cierta persona está tomando cierta sopa”). Los actos perlocutivos pueden ser variados y susceptibles de inter-‐pretación: en (16) el hablante quizá intente advertir al oyente de algo, o dándole una señal conveniente previamente para que haga algo, etc. En (17), quizá intente el hablante mostrar su asombro al oyente ante un hecho ines-‐perado, o mostrarle que ha escuchado lo que le ha dicho, etc.
4.2 Searle: actos y reglas
Para Searle, los actos de habla son las unidades de la comunicación lingüística, y se realizan de acuerdo con reglas: “hablar consiste en realizar actos conforme a reglas”.4 Agrupando los actos de habla por géneros (por ejemplo, prometer, ordenar, saludar, agradecer, etc.), Searle se propone enunciar las condiciones que hacen posible realizar esos actos de habla, y extraer las reglas de esas condiciones. Entre las condiciones que permiten realizar con éxito un acto de habla como, por ejemplo, el de pedir, tenemos algunas de tipo general: las que hacen posible la comunicación (por ejemplo, hablar inteligiblemente) y las referidas al contenido proposicional (en este caso, que el contenido de la emisión se refiera a un acto futuro del oyente). Otras son preparatorias (para la petición, el que el oyente sea capaz de hacer lo que se le pide y el que no parezca estar dispuesto a hacerlo espontáneamente). La condición de since-‐ridad estipula que el hablante desea sinceramente que su interlocutor haga lo que le pide, y la condición esencial es la que hace que una petición sea una petición y no otro acto. Si se dan todas las condiciones anteriores, el acto de habla cuenta como un intento de que el oyente haga lo que se le pide, esto es, como una petición. Las reglas correspondientes a estas condiciones sirven para definir los actos de habla. Estas reglas no son meramente regulativas, sino constitutivas, pues crean o definen una forma de comportamiento. Las reglas constitutivas de jugar al fútbol, por ejemplo, no sólo regulan la forma de practicar este juego, sino que crean la posibilidad misma de una conducta que pueda ser etiquetada como jugar al fútbol. Esas reglas determinan que, dadas ciertas condiciones, algunos movimientos cuenten como goles, como faltas, etc. Hablar una lengua es también, en gran medida, actuar según ciertas reglas constitutivas, de modo que la emisión de unas formas lingüísticas, dadas las condiciones necesarias, cuente como determinado acto de habla en el marco institucional en que se desarrolla nuestra actividad lingüística. La regla constitutiva del acto de pedir, por ejemplo, extraída de la condición esencial, es que la emisión de una determinada forma lingüística cuenta como el intento de que el oyente haga algo.
4 Actos de habla, 1980 [1969], p. 31.
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Por otra parte, Searle afirma que, cuando usamos la lengua de modo literal, hay una correlación entre la forma lingüística y el acto de habla, de modo que las afirmaciones se hacen usando formas declarativas, las pregun-‐tas usando interrogativos, las peticiones usando formas imperativas, etc.:
(18) El próximo tren sale a las 16.43. (19) ¿Ha llegado ya el tren de las 16.43? (20) Tráeme el periódico, por favor.
En (18) alguien afirma o declara algo (la salida de cierto tren) y usa un esque-‐ma sintáctico declarativo (SN + SV y entonación ascendente-‐descendente). En (19) se pregunta si cierto hecho (la llegada de un tren) ha sucedido o no, y se utiliza un esquema sintáctico interrogativo (SV + SN y entonación interroga-‐tiva). En (20) se pide algo y se emplea, para indicar este acto, un esquema exhortativo (uso de imperativo, por favor y entonación específica). Pero son tantos los casos en que los hablantes usan el lenguaje de manera indirecta, no literal, que la teoría debe proporcionar una explicación que dé cuenta, pese a esa falta de literalidad, de cómo siguen realizándose actos de habla reconoci-‐bles. Recuérdense, a este respecto, los ejemplos del comensal que pedía sal:
(5) Estas sopas de verduras quedan siempre un poco sosas, ¿no? (6) ¿Podrías pasarme la sal?
Sus peticiones se realizaban a través de expresar literalmente en (5) una afirmación sobre las sopas, y en (6), una pregunta. Searle explica estos actos de habla indirectos como la superposición de dos actos, uno literal y otro no. El oyente interpreta el “verdadero” acto (el no literal) gracias a su conoci-‐miento del contexto institucional y particular en el que se realiza el acto, y a su capacidad para interpretar (según principios que veremos más adelante; vid. 5, 6 y 7) la intención del hablante al hacer la afirmación-‐petición o la pregunta-‐petición. La teoría de los actos de habla ejerció un gran influjo en las nuevas corrientes de la Lingüística, que verían el lenguaje no solamente como la aso-‐ciación de unos sonidos a unos significados, según quería la tradición saussu-‐reana, sino como acción. Aunque Searle no desarrolla la teoría de los contex-‐tos (problema que sigue siendo de actualidad en Pragmática), es evidente que las condiciones y reglas de los actos de habla sólo se cumplen en ciertos contextos, tanto institucionales como particulares. El hecho de que un por-‐centaje tan alto de actos de habla no lleve intención de literalidad nos advier-‐te de que el papel del contexto sobrepasa al de las reglas mismas. Piénsese, sin ir más lejos, en las ironías y metáforas de la conversación, o en las “amena-‐zas” o “insultos” tan frecuentes en los diálogos de la intimidad (Te voy a comer a besos; Tú lo que eres es un sinvergüenza). En éstos y en otros tantos
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casos semejantes es el contexto el que permite dar el justo significado a las formas usadas.
5. LO DICHO Y LO IMPLICADO (I): EL MODELO DE GRICE
5.1 El Principio de Cooperación
En una famosa conferencia de 19675, Grice sostuvo que hasta ese momento no se había prestado la atención debida a la naturaleza e importan-‐cia de las condiciones que gobiernan la conversación. Supóngase, dice Grice, que A y B están hablando de un amigo común C, que trabaja en un banco. A le pregunta a B qué tal le va a C en su trabajo, y B responde: Bien, creo; le gusta trabajar allí, y todavía no lo han metido en la cárcel. Según Grice, lo que B quiere decir, implica o sugiere mediante sus pala-‐bras es diferente de lo que dice: lo que dice literalmente, por medio del signi-‐ficado convencional de las palabras, es simplemente que C todavía no ha ido a la cárcel. Lo que quiere decir puede ser, por ejemplo, que C es el tipo de per-‐sona a quien tienta demasiado el dinero. Este significado adicional es una im-‐plicatura de lo dicho.6 A las implicaturas que, como en el ejemplo que acaba-‐mos de ver, no dependen del significado convencional de las palabras emi-‐tidas, las llama Grice implicaturas conversacionales. Para explicar las implica-‐turas conversacionales, por tanto, no hay que analizar las propiedades semán-‐ticas de las palabras, sino los principios que regulan la conversación. Dice Grice que nuestros intercambios comunicativos corrientes no consisten en una sucesión de observaciones desconectadas, ya que esto no sería racional. La conversación comporta, normalmente, un esfuerzo por cola-‐borar con nuestro interlocutor: los hablantes tienen por lo general algún pro-‐pósito común, más o menos definido, y tratan de alcanzarlo. El principio de cooperación (PC) es el principio general que guía a los interlocutores en la conversación, y que vale también para otros comportamientos. Grice lo for-‐mula así:
Su aporte a la conversación debe ser, en cada etapa de ésta, tal como lo exija la finalidad o la dirección del intercambio verbal aceptada por ambas partes.
5 P. Grice, “Logic and conversation”, recogida ahora en Studies in the Way of Words, Cambridge (MA.): Harvard University Press, 1989. (Trad. esp. «Lógica y conversación», en L. M. Valdés Villanueva (ed.) (1991), La búsqueda del significado. Madrid, Murcia: Tecnos-‐Universidad de Murcia; pp. 511-‐529.) 6 La implicatura (término acuñado por Grice) es un tipo de implicación pragmática, que Grice intenta diferenciar de las implicaciones lógicas; estos tipos de implicación, a diferencia de las implicaturas, se infieren exclusivamente a partir del contenido lógico o semántico de una expresión. También debe distinguirse la implicatura de otro tipo de inferencia, la presuposición, que se deriva más directamente del significado semántico de las expresiones.
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“Debemos” comportarnos así porque es lo que los demás esperan de noso-‐tros, y nosotros de los demás. Tan fuerte es esa expectativa que, si el hablante parece no cumplir con el principio de cooperación, el oyente, en lugar de pensar que efectivamente el hablante no cumple, va a pensar que el hablante quiere decir otra cosa. Esa otra cosa será una implicatura, es decir, un signi-‐ficado adicional comunicado por el hablante e inferido por el oyente. Esta pirueta de la comunicación (comunicar sin decir, y contar con que el oyente va a inferir lo implicado) es posible siempre y cuando los hablantes den por des-‐contado el cumplimiento del principio de cooperación. El principio de cooperación comprende ciertas categorías que Grice denomina máximas, que a su vez contienen submáximas. Siguiendo a Kant, Grice enumera las máximas de cantidad, cualidad, relación y modo, y asigna a cada una de ellas submáximas específicas. Estos principios de comporta-‐miento son los siguientes:
MÁXIMA DE CANTIDAD: 1. Que su contribución sea todo lo informativa que requiera el propósito de la conversación. 2. Que su contribución no sea más informativa de lo requerido.
MÁXIMA DE CUALIDAD: Que su contribución sea verdadera.
1. No diga nada que crea falso. 2. No diga nada de cuya verdad no tenga pruebas.
MÁXIMA DE RELACIÓN: Sea relevante.7 MÁXIMA DE MODO: Sea claro.
1. Evite la oscuridad de expresión. 2. Evite la ambigüedad. 3. Sea breve (evite la prolijidad innecesaria). 4. Sea ordenado.
Pese a la enunciación imperativa de estas categorías, lo importante para la teoría de Grice no es tanto el cumplimiento de estos supuestos man-‐datos como el hecho, mucho más interesante, de que los interlocutores actúan como si diesen por descontado su cumplimiento. Sin esta actitud de los hablantes no habría implicaturas, y quizá no habría conversación posible. Las implicaturas conversacionales son supuestos que se originan en que el hablante diga lo que dice en determinado contexto compartido por los interlocutores, y en la presunción de que está observando el principio de co-‐operación. La implicatura se produce en los siguientes casos: a) cuando el hablan-‐te obedece las máximas; b) cuando parece no violarlas pero las viola; c) cuando tiene que violar una para no violar otra a la que concede mayor
7 ‘Relevante’, que tomamos en préstamo del inglés (relevant), significa ‘pertinente’, ‘que viene al caso’.
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importancia, y d) cuando viola una máxima deliberada y abiertamente. Vea-‐mos algunos ejemplos.
5.2 Ejemplos de implicaturas
a) Obediencia a las máximas Los casos de implicatura por obediencia a las máximas son los que requieren menos cálculo por parte del oyente. Supóngase que necesito imprimir cierto documento en un folio que contenga el membrete de la em-‐presa, pero me doy cuenta de que me he quedado sin folios de esa clase. Lo comento con mi compañero de despacho, y éste dice:
(21) Hay unos cuantos en ese cajón.
Entiendo entonces que me los está ofreciendo, pues no sería cooperativo, ni racional, hacer mención de tales folios para no ofrecérmelos. En este caso, simplemente amplío lo que dice mi compañero y saco la implicatura corres-‐pondiente. Recuérdense los casos de actos de habla indirectos que conside-‐ramos anteriormente, que son semejantes, ya que requieren un cálculo míni-‐mo por parte del oyente. b) Violación encubierta A veces el hablante parece no violar las máximas, lo que puede dar lugar a implicaturas si el oyente cree (como es normal) que el hablante obede-‐ce a las máximas o al menos que respeta el principio de cooperación. Imagínese la situación siguiente: un sanitario está practicando una sutura a un paciente y muestra cierto nerviosismo, dado que es la primera vez que hace algo así. El paciente le pregunta: ¿Es la primera vez que hace esto? El sanitario responde:
(22) No se creería usted la cantidad de veces que lo hecho.
Naturalmente, el paciente elabora la implicatura de que el sanitario ha hecho esta operación muchas veces en su vida profesional. El sanitario “juega con las palabras” sin que su interlocutor se percate de ello, pues viola intencionada-‐mente la máxima de calidad. c) Choques entre máximas A veces no podemos dar cierta información sin mentir, y ello porque no la sabemos. Así las cosas, preferimos dar una información aproximada, violando la máxima de cantidad, para no violar la de cualidad. Si me preguntan, por ejemplo, dónde queda la biblioteca y no lo sé con exactitud, diré algo como
(23) Queda un poco más hacia abajo, pasando el parque.
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El oyente, al recibir esta información insuficiente, puede pensar que no quiero cooperar, o, más probablemente, puede sacar la implicatura de que eso es todo lo que sé sobre el asunto. Aunque la máxima de cualidad (“Diga la verdad”) parece ser de jerarquía más alta que las otras, es decir, es la que tendemos a obedecer primero, hay algunos hablantes que prefieren mentir a pasar por poco cooperativos. Si pedimos instrucciones sobre cómo llegar a cierto sitio, por ejemplo, a alguien que debería saberlo (por vivir en el lugar o por otro motivo) pero no lo sabe, puede pasar que recibamos información insuficiente e incluso equivocada, si esa persona es incapaz de admitir su ignorancia. d) Violación patente Finalmente, podemos calcular implicaturas si advertimos que el inter-‐locutor está violando las máximas deliberadamente. Imagínese un diálogo como el siguiente:
(24) A. ¿Qué te parecido mi conferencia? B. ¡Qué calor hacía en la sala!
La respuesta de B contraviene abiertamente la máxima de relación: hay un cambio súbito de tema en relación con la pregunta anterior. A infiere que su pregunta es improcedente, o que B no quiere opinar sobre el asunto, o que la conferencia no ha sido en absoluto del agrado de B.
5.3 Tipos de implicaturas conversacionales
Grice distingue dos tipos de implicaturas conversacionales: las particu-‐larizadas y las generalizadas. Las particularizadas se calculan en un contexto concreto, del que de-‐penden. Pueden cancelarse o anularse. Considérese este caso:
(25) A. ¿Qué hora es? B. El cartero no ha pasado todavía.
El aserto de B implica que la hora solicitada corresponde a algún momento previo al momento de pasar el cartero. Las implicaturas generalizadas dependen de un contexto que siempre es interpretado de la misma manera; se calculan, por ello, más rápidamente que las anteriores y también son cancelables. Un ejemplo clásico es el del artículo un, usado como en el ejemplo siguiente:
(26) Marta ha quedado con un hombre esta noche.
La expresión un hombre implica que el hombre aludido no pertenece al con-‐junto de los hombres cercanos, por alguna razón, a Marta (por ejemplo, su
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marido, su padre, su amigo x, su hermano...). Cuando el contexto nos impone hablar así de alguien o algo (usando un), siempre implicamos la no perte-‐nencia de esa persona o cosa a un conjunto como el aludido. Ocurre igual en:
(26) Entré en una casa.
Quien haya emitido este enunciado implica que la casa aludida no es, por ejemplo, su casa. Otros ejemplos de implicaturas generalizadas los tenemos en los siguientes casos:
(27) Pepe tiene tres hijos. (28) Llevaba una camisa amarilla.
En (27) hablamos de cierta cantidad de hijos (tres) e implicamos que ésa es exactamente la cantidad de que se trata (‘exactamente tres hijos’, ‘tres hijos: ninguno más’...). Al decir en (28) que la camisa en cuestión tiene la propiedad de ser amarilla, implicamos también que tal camisa es amarilla en su tota-‐lidad. En todos estos casos se podría cancelar la implicatura:
(26’) Marta ha quedado con un hombre esta noche; creo que con su amigo Pablo. (27’) Entré en una casa: la de mi hermana. (28’) Pepe tiene tres hijos: bueno, cuatro, ahora que caigo. (29’) Llevaba una camisa amarilla. No. Era amarilla y blanca...
6. LO DICHO Y LO IMPLICADO (II): LA TEORÍA DE LA RELEVANCIA
6.1 Introducción
La teoría de la relevancia, debida a Sperber y Wilson,8 ha ido ganando aceptación en los últimos años, y hoy en día puede considerarse, junto con los desarrollos del modelo griceano, una de las teorías más influyentes en el ámbito de la Pragmática. Aunque inspirada en Grice, la teoría de la relevancia no puede consi-‐derarse una mera extensión de las ideas griceanas, pues propone una manera diferente de explicar el proceso de la comunicación lingüística. Muchos lingüistas consideran que el modelo de la relevancia supera al de Grice en poder explicativo, y que además satisface la intuición que tenemos, como usuarios del lenguaje, acerca de los procesos de comunicación verbal.
8 D. Sperber y D. Wilson, Relevance. Communication and cognition. Cambridge (MA): Harvard University Press, 1986. (Trad. esp.: Relevancia. Comunicación y procesos cognoscitivos. Madrid: Visor, 1994.)
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La relevancia9 es el principio que explica todos los actos comunicativos lingüísticos, sin excepción alguna: porque damos por descontado que nuestro interlocutor es relevante, es por lo que le prestamos atención. Grice mostró que, para hacer posible la comunicación, los hablantes deben tener ciertas expectativas sobre la conducta de sus interlocutores. Según Grice, los hablantes damos por hecho que, en la conversación y en otras tareas que hacemos en compañía, somos cooperativos. Pero, ¿por qué somos cooperativos? Según Sperber y Wilson, porque tenemos algo que ganar: conocimiento del mundo. En efecto, a cambio del esfuerzo de dedicar atención, tiempo y memo-‐ria a entender lo que nos dicen, recibimos o, al menos, suponemos que siem-‐pre vamos a recibir, “efectos cognoscitivos”, es decir, una modificación o enriquecimiento de nuestro conocimiento del mundo. Lo que esperamos de nuestro interlocutor es que tenga la intención de ser relevante, esto es, de decirnos algo que contribuya de algún modo a enriquecer nuestro conoci-‐miento del mundo, sin exigirnos un esfuerzo desmedido de interpretación, porque tendemos a equilibrar ganancia y esfuerzo. Cuantos más efectos cog-‐noscitivos produzca un enunciado, y menos esfuerzo de interpretación exija, más relevante será. Cada enunciado lingüístico intencional viene con una garantía de rele-‐vancia. Como -‐según Sperber y Wilson-‐ todas nuestras actividades informa-‐tivas se orientan hacia la meta general y abstracta de mejorar nuestro conoci-‐miento del mundo, la garantía de relevancia permite contar con que, si una persona produce un estímulo verbal deliberado, ese estímulo merece nuestra atención y el esfuerzo de interpretarlo, ya que produce los efectos cognosci-‐tivos que nos interesan, a corto o a largo plazo. En nuestro entorno cognoscitivo hay información inmediatamente accesible, que no necesita ser procesada, y hay información totalmente desconectada, que exigiría un gran esfuerzo de procesamiento, quizá en buena parte inútil. Un tercer tipo de información es nueva, pero conectada con la que ya tenemos: la conexión provoca más información nueva, que no se hubiera podido inferir sin la conexión. Esta información es la más relevante, pues produce un efecto de multiplicación con menos coste de procesamiento. Los resultados de esta multiplicación se llaman “efectos contextuales”. Una información nueva puede tener efectos contextuales de dos maneras: a) la información nueva permite reforzar la información ya existente en la memoria; b) la información nueva contradice o debilita la información anterior. Cuando un elemento informativo tiene efectos contextuales en un determinado contexto, Sperber y Wilson lo consideran relevante en ese con-‐texto. El de relevancia no es un concepto absoluto: hay grados de relevancia. Para medir la relevancia de un enunciado debe calcularse la relación entre
9 Término técnico cuya versión más cercana en el lenguaje corriente sería pertinencia.
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efectos contextuales y coste de procesamiento. La relevancia puede presen-‐tarse como una fracción:
Relevancia = efectos cognoscitivos / esfuerzo de procesamiento
Según la teoría de la relevancia, lo que quiere decir el hablante está deter-‐minado por su intención de ser relevante, y la interpretación del oyente está guiada exclusivamente por la presunción de que lo que se le dice es relevante. La relevancia es el engranaje oculto que pone en relación lo dicho y lo trans-‐mitido por implicación, y, del otro lado del circuito, la relación entre lo trans-‐mitido y lo interpretado por el oyente. Sperber y Wilson consideran que la Pragmática es la teoría de la inter-‐pretación de los enunciados, y destacan el papel fundamental de la inferencia en ese proceso de interpretación. Entender un enunciado tiene dos aspectos: por un lado, se descodifican los signos lingüísticos; por otro, se crea un puente que vaya de lo dicho a lo implicado, y esto no se hace mediante más desco-‐dificación, sino mediante inferencias. A Grice debemos la primera elaboración de un modelo que dé cuenta del proceso inferencial. Sperber y Wilson han querido llegar más lejos e intentan explicar la comunicación mediante un principio no sólo único sino también más general y explicativo que las máxi-‐mas de Grice: el principio de la relevancia. Este principio, por ser cognoscitivo, puede postularse como universal. Una vez que se propone que la conducta lingüística de los seres humanos está fundada en un principio cognoscitivo universal que incluye toda forma de cooperación, las máximas del principio de cooperación resultan superfluas: basta con el principio de relevancia para explicar la comunicación lingüística. Este principio, a diferencia de las máximas, no admite ser seguido o violado: los hablantes no “respetan” el principio de relevancia, ni lo pueden violar por más que quieran, ni tienen que conocerlo, ni aprenderlo: se aplica a todos los actos de comunicación, sin excepción. Por supuesto el hablante puede fracasar en un intento comunicativo y no ser relevante. Lo que basta es que transmita, con su enunciado, la presunción de que éste es óptimamente relevante, porque esa relevancia determina la interpretación de dicho enun-‐ciado.
6.2 Inferencias y contexto
La inferencia es un proceso de razonamiento deductivo. Se parte de ciertas premisas para llegar a una conclusión que se sigue lógicamente de esas premisas. Lo interesante es cómo seleccionamos las premisas en nuestro tra-‐bajo interpretativo, que es, como ya se ha dicho, una búsqueda de relevancia. Veamos un ejemplo:
(30) A. ¿Vas a comprar el diccionario? B. He gastado todo el dinero que tenía.
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En el esquema griceano, la respuesta de B parece violar la máxima de relevan-‐cia, pero el oyente hace un breve razonamiento e infiere una implicatura: B no va a comprar el diccionario porque no tiene dinero. Para Sperber y Wilson ésta es una explicación post facto, y además insuficiente, ya que deja a oscu-‐ras por qué se hace la conexión entre comprar el diccionario y haber gastado el dinero. Según la teoría de la relevancia, para interpretar la respuesta de B, A construye un contexto, que es, más o menos, el que B esperaba que constru-‐yera. En este contexto figuran ciertos conocimientos y creencias, por ejemplo que se necesita cierta cantidad de dinero para comprar un diccionario y que B no tiene ese dinero. De estas premisas A saca la implicatura “B no va a com-‐prar el diccionario”. El contexto constituido por las premisas es un subcon-‐junto de las creencias y conocimientos de toda índole que probablemente posee A; tal conjunto está formado por conocimientos científicos, culturales, sociales, religiosos, políticos, económicos, lingüísticos, y conocimientos que surgen de la situación, conocimientos sobre el interlocutor y su historia pasada, sobre el modo en que se gasta el dinero, sobre por qué gana poco, sobre la relación entre ellos, etc. El contexto que A tiene a su alcance puede incluir también conocimientos sobre los diccionarios, sobre cuáles son los mejores, sobre cómo se hacen, sobre por qué son caros, etc. Nótese que toda esa información está a disposición de A, y sin embargo esta persona sólo selecciona el subconjunto de conocimientos que le sirve para interpretar lo que dice B. Y esto es así porque A sabe que B quiere ser relevante, y la única interpretación consistente con el principio de relevancia es que B no puede comprar el diccionario. Ésa es, pues, la interpretación más plausible, y por lo tanto la implicatura más importante del enunciado de B. Y decimos “la más importante” porque la respuesta de B es más rica en información que un simple “No voy a comprar el diccionario”, y permite inferir otras implicaturas también, es decir, se liga con otros subconjuntos de conocimientos del oyente y produce más efectos contextuales (por ejemplo, que a B no le alcanza el dinero, o que B es una persona despilfarradora, etc.). El contexto, en la teoría de la relevancia, se define en términos psico-‐lógicos, no sociales, culturales o discursivos, de modo que la definición es uni-‐taria, y evita las dificultades vistas anteriormente (vid. 2.4). Las creencias ope-‐rativas que forman el contexto de cada interacción pueden derivar de la percepción inmediata de la situación, de lo que se ha dicho antes, o provenir de la memoria. Lo importante es que los interlocutores comparten o creen compartir una versión parecida del contexto. Una comunicación con éxito depende de cierto conocimiento mutuo: de lo que cada interlocutor sabe y sabe que el otro sabe. Veamos el caso siguiente:
(31) (A se acerca a B; B está sentado frente al ordenador, trabajando.) A. ¿Estás ocupado? B. No. Estoy jugando con un videojuego. (A se ríe y se va.)
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La persona A de este diálogo, para construir el contexto en que debe inter-‐pretarse la respuesta de la persona B, extrae algunos elementos de la situa-‐ción. Ve, por ejemplo, que en la pantalla del ordenador hay un texto, no un juego. Por otra parte, A sabe (y sabe que B sabe que A sabe) que B usa el ordenador solamente para trabajar, de modo que interpreta su respuesta como el enunciado no literal que es, haciendo ciertas inferencias. Infiere, sobre todo, que B le ha transmitido que está ocupado y que no quiere interrupciones. Por supuesto, el enunciado irónico de B exige de A cierto esfuerzo extra de procesamiento, ya que contiene una crítica a su pregunta (es evidente que B está ocupado, y A sabe que B sabe que A lo sabe), pero también indica que B sabe que A sabe que B está hablando cariñosamente y que, quizá, no le ha molestado a B la interrupción de A, y que ambos se entienden bien. Todos estos significados bien valen el esfuerzo extra de entender una afirmación aparentemente absurda, y la risita de A expresa, entre otras cosas, la complicidad de ambos personajes en este intercambio comunicativo.
6.3 Indeterminación lingüística, explicatura y niveles de significado
Una premisa general de la teoría de la relevancia es que los enun-‐ciados son lingüísticamente indeterminados, vagos, imprecisos. En una prime-‐ra etapa de interpretación, para llegar a captar adecuadamente lo dicho por un hablante, es decir, la proposición o proposiciones que contiene un enunciado, hace falta asignar referencias a las expresiones deícticas y referen-‐ciales, así como desambiguar y enriquecer otras. El resultado de esta a veces complicada tarea está formado por la explicatura de un enunciado. Así, la explicatura de
(32) Ahora me hace falta el gato
consiste, por ejemplo, en el significado que obtiene el oyente después de asig-‐nar un referente a ahora y de desambiguar el sentido de gato (animal, o apa-‐rato para levantar el automóvil). Como se ve, este significado explícito, aun-‐que está dicho y no sobreentendido ni implicado, depende, sin embargo, de una serie de inferencias por parte del oyente. Otros ejemplos:
(33) (Por el portero electrónico.) A. ¿Quién es? B. Yo. A. Te abro.
(34) (Eligiendo pañuelos de seda.) Compradora: ¿Éstos son los de 15 euros? Y aquél verde, ¿cuánto cuesta? Vendedora: Bueno, ése es un poquito caro.
(35) Luisa ya tiene cierta edad.
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En (33) A debe asignar referencia al pronombre personal antes de abrir la puerta. La explicatura de yo es, por ejemplo, “soy Pepe”, proposición que debe reconstruir el oyente a partir de la forma deíctica empleada y otros datos provenientes del entorno (la voz de quien dice yo, la hora en que tiene lugar el intercambio, etc.). En (34) y (35) no son tan escuetos como en (33), pero el oyente tiene que hacer ciertas inferencias para reconstruir lo dicho. En (34) hay que completar el significado que tiene la palabra poquito en este contexto, para recuperar una explicatura como “el pañuelo verde es bastante mas caro” o “ese pañuelo es más caro de lo que usted parece dispuesta a pagar”. Por supuesto, ése no es el significado básico o semántico de poquito, pero lo adquiere en ciertos contextos, y ese significado extra es parte de la explicatura, pues contribuye a conformar la proposición completa expresada por la vendedora. En (35) la palabra cierto, que generalmente quiere decir ‘determinado’ (como cuando aparece en expresiones como ciertas palabras, cierto día), en esta ocasión expresa que la persona en cuestión es “ya mayor”, “demasiado vieja como para hacer algo”, “mayor de lo que uno pensaría”, o algo parecido. En una segunda etapa de interpretación, el oyente debe llegar a enten-‐der lo que el hablante quiere decir con ese enunciado, para lo cual debe hacer más inferencias, asociando la forma proposicional obtenida en la etapa previa, con todos los datos pertinentes del contexto. En la primera etapa de la inter-‐pretación se reconstruye lo dicho (la proposición completa, que puede some-‐terse a condiciones de verdad o falsedad), y en la segunda etapa se recupera lo comunicado, que es todo el significado, tanto explícito como implícito, que ha intentado transmitir el hablante. En la teoría de la relevancia, de modo más claro que en la teoría de Grice, se considera que lo dicho está formado no solamente por los signifi-‐cados convencionales, sino por el resultado de la asignación de referencias, la desambiguación y el enriquecimiento de algunas expresiones. De modo que podemos distinguir tres niveles de significado:
Nivel 1: Significado convencional de la oración. Nivel 2: Lo dicho. Nivel 3: Lo comunicado.
El nivel 3 resulta, como sabemos, del resultado de los procesos de desco-‐dificación e inferencia, incluyendo la inferencia de implicaturas conversacio-‐nales. En el modelo griceano y en los neogriceanos se ha prestado atención preferentemente al paso del nivel 2 al 3, que consiste en recuperar signi-‐ficados implícitos. La teoría de la relevancia intenta explicar además cómo llegamos a interpretar el nivel 2, lo dicho, proponiendo que el paso del primer nivel al segundo se cumple mediante un proceso inferencial semejante al requerido para el paso de lo dicho a lo comunicado. El resultado de esta tarea
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inferencial que liga el nivel 1 con el 2 es la explicatura de un enunciado, la pro-‐posición completa que expresa un hablante. Así pues, el significado completo de un enunciado, el significado que el hablante quiere comunicar, está formado por la explicatura y las implicaciones pragmáticas o implicaturas. Ambos procesos están guiados por la búsqueda de relevancia. La relevancia contextual de un enunciado es la información más apropiada y más accesible para el interlocutor: la información que viene al caso, que se conecta con los conocimientos anteriores del hablante y que produce más cambios en el contexto con menos esfuerzo de procesamiento.
7. LA CORTESÍA LINGÜÍSTICA
Una tesis central de las teorías de la interpretación, tanto la de Grice como la de Sperber y Wilson, es que los hablantes poseen una serie de expectativas (por ejemplo, que el interlocutor diga la verdad, o que sea relevante), gracias a las cuales pueden descifrar los significados intencionales transmitidos en los intercambios lingüísticos. Pero algunas de esas expecta-‐tivas no tienen que ver con la transmisión de información, sino con el modo de realizarse la acción lingüística para mantener las buenas relaciones entre los interlocutores. Esas expectativas, relacionadas con la cortesía, pueden entrar en conflicto con las que suelen asociarse a la transmisión eficiente de información. Decir la verdad, por ejemplo, que es una norma de eficiencia informativa, puede ser descortés en determinadas circunstancias. La cortesía lingüística no es solamente un problema de normas sociales variables, apto para ser estudiado por la sociología y la sociolingüística (vid. tema 9), sino también un problema de Pragmática general, puesto que es imprescindible dar su lugar a la cortesía en la descripción de los principios que guían la comu-‐nicación humana. La teoría más difundida sobre la cortesía es la de Brown y Levinson10, expuesta en su famoso libro Politeness. En el prólogo a este libro, J. Gumperz afirma que la cortesía es uno de los elementos básicos del orden social, y una precondición de toda forma de cooperación entre los seres humanos. La cortesía se refleja, como no podía ser menos, en el lenguaje. Si podemos encontrar regularidades gramaticales y sociales subyacentes que expliquen principios universales de cortesía y variaciones según comunidades, situacio-‐nes e individuos, habremos dado un gran paso para demostrar, dice Gumperz, que el lenguaje tiene básicamente naturaleza social.
10 P. Brown y C. Levinson, Politeness. Some universals in language use. Cambridge: Cambridge University Press, 1987.
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La teoría de Brown y Levinson propone un marco teórico que da cuenta de los datos interlingüísticos e interculturales, y hace predicciones que han sido comprobadas en numerosos estudios de campo. Está basada en dos nociones: la noción de que la comunicación es una actividad racional orien-‐tada hacia alguna meta, y la noción de que cada individuo desea conservar su face o imagen pública. La imagen pública (face) consiste en dos tipos de deseo: el deseo de autodeterminación, de no recibir imposiciones (imagen negativa) y el deseo de ser aprobado, aceptado (imagen positiva). Como la imagen del otro está constantemente amenazada por nuestros actos lingüísticos, hemos de calcu-‐lar bien los riesgos de éstos, a fin de mantener con el interlocutor, hasta donde sea posible, la mejor relación. Por ejemplo, pedir algo a alguien puede constituir una amenaza tanto a la imagen positiva (la petición limita la auto-‐nomía de quien deba dar la respuesta) como a la negativa (toda limitación de autonomía es reducción del espacio «privado»). Pero el emisor puede, si conoce al destinatario (y otras peculiaridades contextuales), reducir el efecto de esta amenaza alimentando ya la parte positiva de la imagen de éste último:
(37) Tú eres la única persona que puede ayudarme, ¿podrías prestarme el coche?
ya la negativa:
(38) Mira, lo siento; sé que esto es demasiado, pero, por favor, ¿podrías prestarme el coche?
En el primer caso el emisor trata de que el destinatario se sienta apreciado, importante, indispensable (Tú eres la única persona que puede ayudarme); en el segundo, viene a decir de modo patente que lo solicitado es una intrusión en el campo del otro y que es consciente de semejante desacato (Mira, lo siento; sé que esto es demasiado). Puede darse también el caso de que en el intercambio no se manifieste reducción alguna, esto es, que la expresión sea abierta y direc-‐ta:
(39) ¡Salten a los botes, rápido! (En un naufragio.)
(40) Oye, pásame el salero. (En una comida familiar.)
Se advierte en estos casos cómo la presión del contexto (la eficacia con que deba transmitirse cierta información), la distancia social que medie entre los inter-‐locutores, el conocimiento mutuo que tengan de sí mismos, constituyen factores que influyen decisivamente en cómo manifestar la cortesía y, por ende, en la elección de las formas lingüísticas más apropiadas. Así, el imperativo no resulta, como se ve, «descortés» en estos casos; en cambio, podrían resultar absurdas o descorteses, por lo desconcertantes, otras expresiones pretendidamente «corte-‐ses»:
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(41) Por favor, ¿serían ustedes tan amables de saltar con rapidez a los botes? Es que el barco se está hundiendo.
(42) Por favor, ¿serías tan amable de pasarme la sal? Es que está muy lejos y no alcanzo.
Estos mismos factores pueden, según la situación, llevar a estrategias con que se manifieste muy indirectamente, de modo encubierto, la intención del hablante y se respete en gran medida, en virtud de ello, la imagen del destinatario. Si alguien me dice, mientras me tomo con fruición un helado:
(43) ¡Vaya helado!
puedo interpretar, llegado el caso, que tal persona me ha pedido algo de modo encubierto; por ejemplo, que le gustaría probar el helado en cuestión. Gracias a este procedimiento, yo, el interpelado, quedo mucho más libre para responder que en el caso de que tal petición hubiese sido formulada de un modo menos indirecto o de un modo directo (por ejemplo, así: ¡Qué helado tan bueno! ¿Puedo probarlo? o Dame que lo pruebe). El mantenimiento de la imagen, que es a lo que responde la cortesía, es algo que se espera sea mantenido dentro de los límites que se juzguen adecua-‐dos en una situación comunicativa dada. Los hablantes conocen y explotan, cuando comunican, los factores con que impregnan su expresión de la cortesía deseada; es decir, conocen de modo efectivo las estrategias que con ellos cabe urdir en las distintas situaciones tanto para «amenazar la imagen del otro» como para no hacerlo. Según Brown y Levinson los factores en cuestión son los que siguen:
a) Distancia social (social distance): relación simétrica que incluye el grado de familiaridad y contacto existente entre los interlocutores en un momento dado.
b) Poder relativo (relative power), relación asimétrica: el poder que el hablante puede ejercer sobre el oyente en función de su pertenencia a algún estrato de cierta jerarquía social establecida.
c) Grado de imposición (imposition ranking): el que en una cultura dada siempre conlleva la realización de cierto acto (pedir, preguntar, anunciar; pedir, en nuestra cultura, un bolígrafo no tiene el mismo peso que pedir prestado el coche o una suma considerable de dinero, etc.).
Con estos factores, que, como puede apreciarse, son de naturaleza social y cultural, cabe calcular el riesgo que conlleva la realización de una acción que amenace la imagen (que, en principio, es supuesta por cualquier intercambio lingüístico):
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Riesgo (AAI) x = (D + P + G) x
(AAI = «acción que amenaza la imagen»; D = «distancia social»; P = «poder relativo»; G = «grado de imposición»)
Tras realizar este cálculo en cada situación, se opta en función de ello por la estrategia más conveniente. He aquí el marco general de tales estrategias pro-‐puesto por Brown y Levinson:
No haga la AAI Haga la AAI encubiertamente abierta e indirectamente abierta y directamente con Cneg. con Cpos. (++) (+) (0) (-‐) (-‐ -‐) máximo mínimo
riesgo (Cpos = «cortesía positiva»; Cneg = «cortesía negativa»)
Por tanto, si el intercambio pretendido arroja, tras el cálculo mencionado, un riesgo muy alto, quizá convenga no emprender tal intercambio («No haga la AAI»). Si el riesgo decrece, cabe emprenderlo («Haga la AAI»), pero su estructura, por lo que toca a la cortesía, dependerá del grado que presente el riesgo en cuestión (de mayor a menor riesgo: «AAI encubierta», «AAI abierta, indirecta y con cortesía negativa», «AAI abierta, indirecta y con cortesía positiva» y «AAI abierta y directa»). El estatus teórico de los principios de cortesía lingüística es campo abonado para la discusión. ¿Son tan importantes las máximas de cortesía como las del principio de cooperación o el de relevancia? Dicho de otro modo, ¿es tan necesario ser cooperativo o relevante como cortés? Es difícil por ahora dar una respuesta definitiva a esta pregunta. Lo que, sin embargo, no se puede pasar por alto es que la cortesía es necesaria para llevar a cabo con éxito los actos de habla, porque permite el acceso al interlocutor y el esta-‐blecimiento de una buena relación con él, asegurándose así la eficacia de la comunicación. Además, las normas de cortesía inciden directamente en las elecciones lingüísticas: entonación, formas de tratamiento, tiempos verbales, técnicas narrativas.
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1 En el texto siguiente se reproduce un fragmento del diario de Gurb, un extraterrestre que visita la Tierra y observa sus costumbres:
04.00 Se me acerca una chica muy joven y atractiva. Con gran desenvoltura me pregunta que si estudio o trabajo. Le respondo que, en realidad, no puede hacerse esta distinción, porque quien estudia aplicadamente, realiza el más importante de los trabajos (para el día de mañana), del mismo modo que, quien pone los cinco sentidos en su trabajo, algo nuevo aprende cada día. Sin duda satisfecha por mi respuesta, la chica se aleja a buen paso.
(Eduardo Mendoza, Sin noticias de Gurb. Barcelona: Seix Barral, 1991; p.104.)
¿Qué quiso decir la chica con su pregunta? ¿Cómo interpretó Gurb la pregunta de la chica? ¿Cómo reacciona la chica ante la respuesta de Gurb? ¿Cómo interpreta Gurb la reacción de la chica?
2 Aquí tienes dos cartas. Léelas atentamente: Muy Sr(a). nuestro(a):
Telefónica tiene el gusto de comunicarle que, a partir del próximo primero de mayo, podrá Vd. utilizar nuestro servicio de asistencia al cliente. Este servicio le permitirá realizar cuantas consultas considere necesarias para aclarar todo lo concerniente a contratos, facturación, reclamaciones, etc. Este servicio funcionará las veinticuatro horas del día, es gratuito y podrá beneficiarse de él sólo con que marque el número 1004. Sin otro particular, y en la confianza de que este servicio sirva para mejorar nuestras relaciones con Vd., reciba un cordial saludo.
Hola XXX (nombre de pila):
Telefónica desde el primero de mayo próximo ya tiene servicio de asistencia al cliente. Ya puedes enterarte de todo lo que no entiendas sobre el recibo, el contrato o para cualquier otra cosa que te interese. Llama al 1004. No cuesta nada. Y además puedes hacerlo a cualquier hora. El servicio es las veinticuatro horas. Llama y responderemos a todas tus preguntas. Te esperamos.
Seguramente habrás observado que en ambas cartas se dice más o menos lo mismo, pero de distinto modo. ¿Por qué es esto así? Para contestar a esta pregunta,
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primero delimita con exactitud qué es lo que se dice en ellas; después, intenta describir cómo es presentada esta información en cada carta (con qué palabras, con qué tipo de oraciones; etc.);
luego, con los datos que obtengas sobre los modos de presentación, explica el probable efecto que tales modalidades producirán en el destinatario;
por último, imagina que, por error, el destinatario de a) recibe la carta b), o a la inversa; ¿qué ocurriría? Explica algunas situaciones posibles.
3 Etiqueta los actos ilocutivos de las siguientes situaciones como afortunados o desafortunados, aplicando criterios normales y cotidianos. En cada caso, nombra también el acto ilocutivo correspondiente. El primer caso está resuelto a modo de ejemplo.
1) Situación: Alguien le da un puñetazo a otra persona. La persona agredida dice: ¡Muchas gracias! Acto ilocutivo: agradecer. Desafortunado.
2) Situación: En la ceremonia religiosa de una boda, el sacerdote les dice a los
contrayentes: Yo os declaro marido y mujer. Acto ilocutivo: Afortunado/Desafortunado
3) Situación: Una niña, nieta, a sus abuelos: ¡Deberíais avergonzaros de lo que habéis
hecho! Acto ilocutivo: Afortunado/Desafortunado
4) Situación: Un hombre le dice a una chica: Vendré a buscarte a las seis, al tiempo que
piensa: Para entonces ya estaré fuera de la ciudad. Acto ilocutivo: Afortunado/Desafortunado
5) Situación: Un mayordomo a un rey: Podéis retiraros ya, majestad.
Acto ilocutivo: Afortunado/Desafortunado
6) Situación: Alguien está fumando y otra persona le dice: Ten un cigarro.
Acto ilocutivo: Afortunado/Desafortunado
7) Situación: Un chico está sentado a la mesa, comiéndose su comida, y la madre le
dice: ¡Siéntate a la mesa ahora mismo! Acto ilocutivo: Afortunado/Desafortunado
8) Situación: Dos personas están comiendo en la misma mesa. La sal está al alcance de
una de ellas, pero no de la otra. Ésta dice a la primera: ¿Me pasas la sal, por favor?
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Acto ilocutivo: Afortunado/Desafortunado
4 Describe al menos dos efectos perlocutivos posibles de cada uno de los enunciados que se hacen en las siguientes situaciones. Ya está hecho, como ejemplo, el (1).
(1) Un vecino a una mujer que acaba de enviudar: Lamento mucho lo ocurrido. Posibles efectos: la oyente vuelve a tomar conciencia de su dolor y rompe a llorar; la oyente, que se esperaba tal enunciado, contesta con una frase hecha: Gracias, ha sido un golpe muy duro, pero tendré que acostumbrarme.
(2) Un profesor a un estudiante: Te parecerá fascinante el libro sobre los infinitivos en
swahili.
(3) Un niño a su profesora durante el recreo: Señorita, Guillermo me ha dicho que me vaya a la mierda.
(4) En una partida de ajedrez, Un jugador al otro: Acabo de hacer un mal movimiento.
(5) Un policía a un hombre, en la calle: Buenas tardes. ¿Vive usted por aquí?
5 Los siguientes son actos ilocutivos; se sugieren cuatro condiciones de cumplimiento para cada uno de ellos. En cada caso, sólo dos de estas condiciones son correctas. Indica cuáles son: a) prometer:
a.1) El emisor debe pretender llevar a cabo lo prometido a.2) El emisor debe ser inferior en status al destinatario. a.3) Lo prometido debe ser algo que el emisor quiera. a.4) Lo prometido debe ser algo moralmente malo.
b) disculparse:
b.1) El emisor debe ser responsable de aquello por lo que se disculpa. b.2) El objeto de la disculpa debe ser (o haber sido) inevitable. b.3) El objeto de la disculpa debe ser algo moralmente malo. b.4) El emisor no debe querer que el objeto de la disculpa suceda (o haya sucedido).
C saludar:
c.1) El emisor y el destinatario deben ser de distinto sexo. c.2) El emisor y el destinatario no deben estar en mitad de una conversación. c.3) El emisor debe pensar que el destinatario ha sufrido recientemente una pérdida. c.4) El emisor siente respeto hacia el destinatario y/o se siente unido (aunque sea
ligeramente) con él. d) bautizar:
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d.1) La persona o cosa bautizada no debe tener ya un nombre asignado y conocido para el emisor.
d. 2) La comunidad debe reconocer que el emisor tiene autoridad para bautizar. d.3) La persona o cosa bautizada debe pertenecer al emisor. d.4) La comunidad debe guardar un respeto considerable hacia la persona o cosa
bautizada. e) protestar:
e.1) El emisor y el destinatario deben haber estado enfrentados con anterioridad. e.2) El emisor debe desaprobar el estado de cosas por el que protesta. e.3) El estado de cosas por el que se protesta debe ser desaprobado por la comunidad en
general. e. 4) El destinatario debe ser considerado responsable (por el emisor) del estado de cosas
por el que protesta.
6 Da las ilocuciones directas e indirectas de los siguientes enunciados. El primero está resuelto, como ejemplo.
1) ¿Por qué no vamos a Portugal este verano? D: Pregunta (sobre la causa de que algo no ocurra). I: Sugerencia o propuesta del emisor al destinatario (de algo = ir a Portugal el verano próximo).
2) Permítaseme decir que respaldo totalmente la orden del director. D: I:
3) Creo que me estás buscando. D: I :
4) Me veo obligado a pedirte que te marches. D: I:
5) ¿No crees que deberías llamar a tu madre? D: I:
Sugiere alguna réplica malintencionada o inapropiada, pero literalmente correcta, para los enunciados (2)-‐(5).
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7 En la siguiente situación, el acto llevado a cabo por el enunciado, ¿parece, en primera instancia, una aseveración, una pregunta o una orden? Observa, en cada caso, el tipo de oración de que se trate, esto es, si es declarativa, interrogativa o imperativa.
(1) Una señora en el despacho de billetes de una estación de ferrocarril: Querría un billete de ida y vuelta para El Escorial, por favor. Tipo de oración: Acto:
(2) Un hablante en una reunión donde se discute un problema social candente: ¿Es correcto condenar la drogadicción? Tipo de oración: Acto:
(3) Lord Bellamy a su mayordomo, que adivina todos sus deseos y necesidades: Hace frío aquí, Hudson. Tipo de oración: Acto:
(4) A un compañero en una excursión, mientras se escala una valla: Se me ha enganchado la camiseta en la alambrada. Tipo de acción: Acto:
(5) Un profesor de biología: Observen que la célula femenina tiene dos cromosomas X. Tipo de oración: Acto:
(6) Una madre a su hijo, que está comiendo descuidadamente: mira la de porquería que tienes debajo de la silla. Tipo de oración: Acto:
8 En la puerta del garaje de cierta calle se encontraba el siguiente cartel:
Compáralo con este otro, colocado en la puerta de un aula:
¿Qué tipos de actos de habla encuentras en estos carteles? ¿Qué crees que significa «gracias» en cada uno de ellos?
SALIDA DE VEHÍCULOS GRACIAS
EL PROFESOR MORENO SÁEZ NO PUEDE DAR CLASE ESTA
SEMANA. GRACIAS.
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9 Observa la siguiente tira de Mafalda:
¿En qué aspectos cumple o no Libertad con el Principio de Cooperación de Grice?
¿En qué contexto la respuesta de Libertad a la profesora, en la primera viñeta, se consideraría cooperativa?
¿Podrías explicar a qué se debe la incomunicación entre Libertad y su profesora?
¿Te parece que las respuestas de Libertad son incoherentes? ¿A qué experiencias se refiere Libertad?
10 Examina las siguientes interacciones e intenta analizarlas aplicando la teoría de la implicatura. Indica qué máximas obedecen o no respetan los participantes, que implicaturas conversacionales producen, si se cancelan en el diálogo, etc. No damos información sobre los contextos de estos diálogos porque son fáciles de imaginar. No obstante, caben diversas posibilidades a la hora de recrearlos.
1 LUISA: Manuel se emborrachó y se acostó con Vanesa. JUAN: ¿En qué orden? 2 PEPE: Tengo mil cosas que leer para la clase. PADRE: A ver, ¿cuánto tienes que leer? 3 RAÚL: ¿Cuántos años tiene tu cuñada?
JUAN: Ya tiene esos sofocos y nervios y demás... RAÚL: Con eso no me dices mucho; puede tener treinta como cincuenta, y sufrir de
esas cosas. JUAN: Treinta no tiene, te lo aseguro. 4 PEPA: A veces no sé si tú me quieres tanto como antes. PEPE: A veces no sé si no debí enamorarme de tu tía Lucrecia. 5 ROSA: Lo que más me atrae de ti es tu amabilidad. Ni el duque de Windsor te supera. JAVIER: No, al lado mío es un patán. 6 LUISA: ¿Te pagaron sesenta euros nada más?
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LUIS: Oye, sesenta euros son sesenta euros. 7 PEPA: ¿Por qué me rechazas? PEPE: Me olvidé de tomar la píldora.
11 Justifica ante qué tipo de implicatura (conversacional generalizada o particulari-‐zada) se está en cada uno de los siguientes casos:
a) A. ¿Puedo salirme a la calle a jugar un rato con Nacho? B. ¿Cómo llevas los deberes? (⇒ ‘No hay permiso hasta que termines los deberes’) b) La leche está tibia (⇒ ‘La leche no está caliente’) c) El médico me ha prohibido que siga tomando coñac. Menos mal que he descubierto el whisky. (⇒ ‘El emisor no está dispuesto a seguir la prohibición del médico’) d) La camisa es blanca (⇒ ‘La camisa es totalmente blanca’) e) ¿Es usted el profesor de inglés? (⇒ ‘El emisor considera al destinatario de algún modo superior’) f) Es más frío que un témpano (⇒ ‘Es calculador, impasible, inhumano...’) g) La bandera de ese país es roja y azul (⇒ ‘La bandera de ese país es en parte roja y en parte azul’)
12 Siguiendo el principio de la relevancia, analiza la interpretación más aceptable de estos enunciados. Observa, en espacial, qué papel desempeñan las descodificaciones lingüísticas y las inferencias en su interpretación:
1. [En el autobús, Inma intenta abrir una ventanilla, no puede y comenta en voz alta, para que la oiga su compañera de asiento:] Parece que no se puede abrir.
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2. [En una tienda. La compradora, de baja estatura, se prueba un abrigo que le llega hasta los tobillos y le dice a la empleada que no está muy segura de que le siente bien. La vendedora responde:] La ropa larga sienta mejor a las altas, por lo general.
3. En la facultad. Un estudiante recibe corregido su trabajo sobre Pragmática. La nota no es muy
buena y los márgenes están llenos de correcciones. Le pregunta al profesor si debe hacer el trabajo de nuevo, y éste responde:] A veces lo mejor es leer de nuevo la teoría, para comprenderla a fondo.
4. [Manolo y Rocío, dos jóvenes que tienen poco dinero y que sienten interés por las comidas
exquisitas, leen el menú de un restaurante. El plato de pulpo cuesta 12 euros, el de «pulpitos medianos» cuesta 20 euros, y el de «minipulpitos» cuesta 30 euros. Rocío dice:] Yo quiero pulpitos microscopiquísimos, que son los mejores, pero no hay.
13 Lee los siguientes enunciados y explica si los consideras irónicos y por qué.
1 [Un grupo de amigos van en una furgoneta alquilada. Mercedes, una de las pasajeras, se dirige al conductor:] Tres días más y ya sabes conducir, ¿eh?
2 [Carla y Sofía consideran que el atuendo de Patricia, su compañera de trabajo, es horrible:] Se ha gastado un dineral en el abrigo.
3 Cristina y Mario van a un restaurante a cenar. Cuando entran se dan cuenta de que son los únicos clientes. El restaurante está vacío. Le dice Cristina a Mario:] Te dije que teníamos que haber reservado mesa.
14 Los siguientes cuatro ejemplos responden a otras tantas estrategias para pedir a alguien cinco mil pesetas. ¿Qué grado de cortesía muestra cada una de tales estrategias? ¿A qué tipo responden en la clasificación de Brown y Levinson?
a) Oye, préstame mil duros b) Oye, tío, ¿me puedes prestar mil pavos? c) Mira, lo siento mucho, pero ¿podrías prestarme cinco mil pesetas? d) ¡Vaya por Dios! Me he quedado sin dinero y no hay ningún cajero cerca...
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Ordena los siguientes enunciados desde ‘el más cortés’ (según Brown y Levinson) al ‘menos cortés’. Indica también qué estrategia se ha empleado:
a) ¿Le parece bien pagar la mitad del importe de la factura treinta días antes de la entrega? b) Recibirá usted una factura por el importe de la midad del pedido treinta días antes de la
entrega. c) Tiene que pagar la mitad de la factura antes de la entrega.
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d) Aunque nuestro deseo es ofrecer siempre el mejor trato a nuestros clientes y nos resulta muy difícil plantear unas condiciones de pago así, la compañía ha decidido que el importe de la mitad de lo facturado sea satisfecho treinta días antes de la entrega.
16 Cortesía positiva y cortesía negativa. Observa los siguientes enunciados e intenta adjudicarles un solo valor: si fomentan la cortesía positiva o la negativa.
1 A mí también se me hinchan los pies después de volar tantas horas. Ponte cómoda, quítate los zapatos.
2 Soy malísima para los trabajos manuales. Seguro que no puedo armar esta mesita.
3 Cuando termines, ¿podré usar tu diccionario? 4 Felicidades por la novia, ¿eh? 5 ¿Me haría usted el gran favor de quitar los pies de mi asiento? 6 Buenas tardes, señor. Permítame su carné de conducir, por favor. 7 Ven el sábado; no vayas a faltar que te mato. 8 Quería invitarte a una cena; sé que estás muy ocupada, pero
realmente me gustaría mucho que pudieras venir. 9 Oye, ¿con qué te lavas el pelo que te brilla tanto?
10 Mira, me es muy difícil pedirte esto, pero...
17 A) En el diálogo siguiente hay dos opciones para la intervención de B. ¿Cómo usa en cada caso este hablante la cortesía?
A: Bueno, he intentado explicárselo del modo más claro, creo. Ahora tengo que irme, porque tengo otra tutoría. Espero que la preparación del trabajo le resulte más fácil ahora.
B: a) Todavía no entiendo estos materiales. b) Si tengo algún problema, ¿puedo esperar a pasado mañana y preguntarle las dudas?
B) En este otro diálogo, ¿cómo usa la cortesía el cliente?
Camarero: Señor, ¿le traigo algo para beber? Cliente: Naturalmente, todo el mundo bebe, ¿no?
C) Una agencia de selección de personal responde con una carta a las personas que no han sido admitidas para cierto puesto de trabajo. ¿Cómo interpretaríamos, si fuésemos los destinatarios de tal carta, las siguientes frases contenidas en ella y relacionadas con nuestra carencia de preparación para el puesto?:
a) {...} No entendemos cómo se ha molestado usted en solicitar este empleo. {...} b) {...} Tenemos algunas dudas en relación con su preparación y experiencia anteriores. {...}
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18 Convengamos en que en cada una de las interacciones siguientes se realiza, por medio del lenguaje, un acto de dar una orden o un acto de pedir algo. A veces la interacción está completa, a veces falta la respuesta. En cada caso, imagina quiénes podrían ser los participantes y qué relación tienen entre sí. Justifica tus respuestas teniendo en cuenta la teoría de la imagen.
1 A. Dame el dinero, pronto. B. Toma. 2 A. Por favor, cállate. B. No, no me quiero callar. 3 A. ¿Me dejas el bolígrafo un momentito? 4 A. ¿Tendrías la bondad de quedarte un momento en silencio? B. Qué antipático eres. 5 A. Señor, déme todo lo que tenga en los bolsillos. 6 A. ¿Me lo vas a comprar? B. No me da la gana. 7 A. Yo sólo quería un poco más... B. Espere. 8 A. Desvístete. B. Tengo frío. A. Se te pasará. 9 A. Por favor, señora, si es tan amable, firme aquí abajo. B. No me haga reír.
10 A. El jueves 20 a las 9, en ayunas. B. Ay, me parece que no voy a... A. El 28, viernes, a las 8.45, en ayunas... B. No, no, eso es ya mucho tiempo, yo... A. ¿Viernes 21, a las 9? B. Sí, gracias.
11 A. No puedo soportar el agua con hielo, qué maldita costumbre la de este país.
12 A. Otra botella. B. Sí, señor.
13 A. Otra botella. B. De ningún modo; ¿estás loco?
14 A. El capitán reitera que los pasajeros deben permanecer en sus asientos hasta que el avión se detenga definitivamente en la terminal.
19 ¿En qué se desvían estos enunciados corteses de las máximas del principio de cooperación? ¿Cómo podrías justificar esta desviación en función de la cortesía? 1 [Por teléfono:]
Quería hablar con el señor López, por favor. 2 Podrías redactar la carta de nuevo, quizá. 3 [Profesor a estudiante:]
Es un buen trabajo. Te he señalado solamente un par de cositas que podrías
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explicar mejor. 4 ¿No vas a comer algo?
20 Imagina contextos en los cuales los enunciados siguientes, que parecen descorteses, NO lo sean:
a) Cierre la boca. b) ¡Cállese! c) He dicho que me des más, vamos, más, más. d) No toques. e) No seas tonto. f) Ay, qué fea estás.
LINGÜÍSTICA TEMA 9 LINGÜÍSTICA APLICADA
1. Psicolingüística: Lenguaje y cerebro.-‐ 2. Aprendizaje de lenguas.-‐ 3. Lenguaje y sociedad.
1. PSICOLINGÜÍSTICA: LENGUAJE Y CEREBRO 1.1 Introducción
La Psicolingüística es el estudio del lenguaje y la mente. Esta disciplina trata de ofrecer respuestas a preguntas referidas a cómo se representa y procesa el lenguaje en la mente, y para ello utiliza métodos experimentales y elabora diversas hipótesis sobre el aprendizaje y el procesamiento del mismo. La Psicolingüística explora un amplio abanico de fenómenos: desde cómo adquieren los niños su primera lengua o cómo la mente humana resuelve las ambigüedades lingüísticas, hasta cómo los errores de habla reflejan la estructura del lenguaje en diferentes niveles (fonológico, morfológico, sintáctico, etc.). Veremos algunos de estos temas en el apartado 2 de este tema. Un ámbito importante de la Psicolingüística concierne al estudio del lenguaje en relación con el cerebro, ámbito disciplinar comúnmente conocido como Neurolingüística. Nos ocuparemos de algunos fenómenos estudiados en este campo a continuación. 1.2 Lenguaje y cerebro
El cerebro es un órgano extremadamente complejo compuesto por diferentes capas. La capa que ha evolucionado más recientemente y que es la más característica de los grandes primates es el córtex cerebral, la superficie plegada de los hemisferios cerebrales que contiene lo que a menudo se denomina materia gris. Aquí están ubicadas las más altas funciones intelectuales, incluyendo el lenguaje. El córtex cerebral puede resultar dañado por diferentes causas. Por ejemplo, puede sufrir una lesión a causa de un golpe en la cabeza o por culpa de cualquier otro tipo de herida. Por otra parte, puede sufrir una lesión interna debido a una enfermedad o a una obturación de los vasos sanguíneos (una embolia o una trombosis), lo que tiene como consecuencia una interrupción del riego sanguíneo y la muerte de las células del córtex.
El estudio de pacientes con diferentes tipo de daño cerebral ha revelado que hay diferentes partes del cerebro asociadas a funciones diferentes. En otras palabras, que
Lingüística. Tema 9. Lingüística aplicada.
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es posible ubicar en el cerebro las zonas que controlan las diferentes funciones, tal como se muestra en la siguiente ilustración:
Un trastorno del lenguaje causado por una lesión cerebral se llama afasia. En este
tipo de trastorno la parte afectada del cerebro es casi siempre la región izquierda (el hemisferio izquierdo). Si la lesión afecta a áreas similares de la región derecha (hemisferio derecho), normalmente causa otros déficit completamente diferentes y que no tienen nada que ver con el lenguaje. Hablamos de afasia global cuanto la pérdida del lenguaje es total. Cuando esto ocurre, y aunque la lesión cerebral pueda ser tan extensa que afecte a varias funciones intelectuales, algunos pacientes conservan muchas de las capacidades cognitivas que tenían antes del accidente. En concreto, aunque tales personas son incapaces de entender y producir mensajes en su lengua, pueden resolver, sin embargo, otras tareas intelectuales que no están basadas en el lenguaje. Esta circunstancia parece corroborar las ideas chomskyanas de que, primero, la competencia lingüística es un producto que, debido al carácter innato y específico de la especie, muestra la facultad del lenguaje; y, segundo, esta facultad es independiente de las demás capacidades cognitivas. Está claro que el perjuicio selectivo del lenguaje, es decir, que las demás facultades permanezcan intactas, como acabamos de describir, es lo que lógicamente cabría esperar que sucediera si se sostiene la idea de que el lenguaje es una capacidad cognitiva autónoma e innata.
Al igual que hay casos en que lenguaje está dañado mientras otros aspectos del funcionamiento cognitivo permanecen intactos, también es posible encontrar tipos de funciones específicas que resultan perjudicadas dependiendo del lugar exacto del córtex que haya sufrido daño. En 1861, un neurólogo francés, Paul Broca, describió el caso de un paciente que, tras haber recibido un golpe, no podía articular ni una sola palabra. Tras morir el paciente, Broca estudio el cerebro de éste y descubrió una gran lesión en el lóbulo frontal del hemisferio izquierdo, el área coloreada en azul en la siguiente ilustración. Broca llegó a la conclusión de que ésta era el área cerebral responsable de controlar la producción del habla. Desde entonces esta zona del cerebro es conocida como el área de Broca.
Estudios posteriores revelaron que hay un segundo grupo de pacientes afásicos que muestran muchas dificultades para entender los mensajes en su lengua. En
lóbulo frontal
surco central
control motor
lóbulo parietal
lóbulo occipital
lóbulo temporal
fisura lateral
procesamiento de imágenes
resolución de problemas
procesamiento auditivo
Lingüística. Tema 9. Lingüística aplicada.
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muchos de estos casos los pacientes parecen producir enunciados de forma razonablemente fluida, pero cuando se presta atención a lo que dicen se comprueba que hablan de forma inconexa. Este patrón de trastornos es conocido como afasia de Wernicke, en reconocimiento a Carl Wernicke, el neurólogo alemán que fue el primero en describirlo en 1870. Esta afasia está asociada a lesiones producidas en otra área del hemisferio izquierdo conocida como el área de Wernicke, el área coloreada en violeta en la siguiente ilustración.
Por desgracia, la idea inicial de que, estudiando los problemas lingüísticos de los
afásicos, se podrían identificar y aislar las áreas cerebrales relacionadas con el lenguaje, ha resultado ser un tanto ingenua. Conforme se ha ido profundizando en la investigación, se ha ido viendo que las funciones del lenguaje no pueden ser ubicadas fácil y directamente en unas regiones específicas del córtex. Por el contrario, se ha comprobado que hay varias áreas implicadas en la ejecución de tareas lingüísticas. Esto no quiere decir que la facultad del lenguaje no pueda ser ubicada en el cerebro, sino que en ella hay implicadas representaciones distribuidas muy complejas que exigen para su estudio procedimientos de experimentación más sofisticados. En los últimos años se han venido desarrollando nuevas técnicas para estudiar la actividad del cerebro mientras éste realiza tareas lingüísticas específicas. Las técnicas de imagen suministran imágenes del cerebro “trabajando”, y bien podemos esperar que acaben llevándonos a un mayor conocimiento de los mecanismos fisiológicos que subyacen al conocimiento del lenguaje. Sin embargo, la investigación realizada con estas técnicas aún está en sus inicios.
Hemos aducido la propuesta de que el lenguaje es producto específico de la dotación genética humana. La corroboración empírica de esta hipótesis puede realizarse a través del examen de trastornos del lenguaje debidos a causas genéticas. Esto se pude plantear del siguiente modo: Si la disponibilidad de la facultad del lenguaje (y por tanto la consiguiente de adquirir una gramática) está efectivamente determinada genéticamente, entonces cabe esperar que, en el caso de que este control genético falle, se produzcan como resultado trastornos de lenguaje. Es muy interesante, a este respecto, la existencia de personas que muestran deficiencias de lenguaje catalogadas como retraso específico del lenguaje (Specific Language
Lóbulo frontal
Área de Broca Área de Wernicke
Lóbulo temporal
Lingüística. Tema 9. Lingüística aplicada.
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Impairment, SLI), deficiencias totalmente diferentes de las que se han descrito antes, que eran el resultado de lesiones cerebrales. Estas personas permiten estudiar los efectos de lo que probablemente sea un retraso mental, determinado genéticamente, en el desarrollo de la capacidad de lenguaje. La especificidad del SLI se debe a que las personas que lo sufren presentan un coeficiente de inteligencia no lingüística normal y a que no muestran problemas de audición ni tampoco desórdenes emocionales o de comportamiento. Su probable origen genético viene dado por el hecho de que afecta a familias completas, a que es más frecuente en niños que en niñas, y a que se da más frecuentemente en gemelos idénticos que en gemelos bivitelinos. La naturaleza de las deficiencias que padecen las personas con SLI parece estar bastante acotada, pues tienen que ver con aspectos de la flexión gramatical y con algunos procesos sintácticos complejos. Se puede afirmar, sobre la base de todo esto, que, de haber un “gen lingüístico”, sus efectos serían bastante específicos y que buena parte de lo que consideramos lenguaje no estaría controlado por este gen.
1.3 “En la punta de la lengua” y otros errores de habla Algunos investigadores han notado que, como usuarias del lenguaje, todas las
personas experimentamos alguna vez dificultades para conseguir que el cerebro y la producción de habla colaboren correctamente. Se han investigado estas dificultades menores de producción como posibles pistas de la forma en que puede estar organizado nuestro conocimiento lingüístico en el cerebro.
Existe, por ejemplo, el fenómeno de en la punta de la lengua, esto es, cuando uno nota que una palabra parece estar resistiéndose: sabemos la palabra, pero ésta parece no querer salir. Los estudios de este fenómeno han mostrado que los hablantes normalmente tienen sólo un esbozo fonológico de la palabra, que pueden decir correctamente cuál es su fonema inicial y que la mayoría podría decir incluso el número de sílabas de la palabra. Esta experiencia normalmente sucede con términos o nombres poco frecuentes. Esto nos sugiere que el “almacenamiento de las palabras” podría estar organizado parcialmente sobre la base de alguna información fonológica y que algunas palabras de este “almacén” se recuperan más fácilmente que otras. Cuando se producen errores en este proceso de recuperación, a menudo hay un gran parecido fonológico entre la palabra deseada y el error. Por ejemplo, hay hablantes que emiten secante, sexteto y sexto cuando se les pregunta por determinado instrumento de navegación (sextante). Este tipo de errores recibe algunas veces el nombre de malapropismos, debido a cierto personaje de una obra de Sheridan, llamado señor Malaprop, quien sufría constantemente olvidos de palabras con un divertido efecto. Todavía se utiliza el efecto cómico de este tipo de errores.
Un tipo parecido de error es el generalmente descrito como lapsus linguae, que a menudo tiene como resultado la mezcla de fonemas de diferentes palabras, como cuando decimos Llévate la buchara a la coca (por Llévate la cuchara a la boca) o Canciona esta canta (por Canta esta canción), o cuando intercambiamos palabras enteras, como en Abre la llave con la puerta o Coge por la bolsa el asa.
La mayoría de estos errores cotidianos no son, sin embargo, tan divertidos. Son el resultado de que un sonido pase de una palabra a otra, como en najas cegras (por cajas negras) o que un sonido sea utilizado en una palabra antes de su sitio en la
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palabra siguiente, como en rúmero romano (por número romano), una chopa de champaña (por una copa de champaña) o una plave más llana (por una llave más plana).
Se ha dicho que los errores de este tipo no son casuales, que nunca producen una secuencia fonológicamente inaceptable y que indican la existencia de diferentes estadios en la articulación de las expresiones lingüísticas. Aunque la mayoría de los lapsos se tratan normalmente como errores en la articulación, también se ha sugerido que pueden ser “errores del cerebro” al intentar organizar ciertos elementos del mensaje lingüístico.
Otro tipo de errores, en general menos documentado, podría dar algunas pistas sobre cómo intenta el cerebro darle un sentido a la señal auditiva que recibe. Se han llamado lapsos de oído. Puede suceder, por ejemplo, que el enunciado sea latita azul y que oigamos la tinta azul.
1.4 Afasia
La afasia se define como una disfunción en el lenguaje causada por una lesión en el cerebro que acarrea dificultades para entender y producir mensajes lingüísticos. La causa más frecuente es un ataque de apoplejía, aunque las lesiones traumáticas en la cabeza a causa de un golpe violento pueden tener efectos similares. A menudo se da el caso de que alguien que es afásico ha interrelacionado las disfunciones del lenguaje, de forma que las facultades para comprender pueden derivar en dificultades de producción. Por tanto, la clasificación de los tipos de afasia está normalmente basada en los primeros síntomas de la disfunción.
1.4.1 Afasia de Broca El tipo grave de disfunción lingüística que se conoce como afasia de Broca
(también llamada afasia motora) se caracteriza por una reducción sustancial del habla, articulación distorsionada y lenta y, a menudo, dificultades para hablar. La persona que la padece sólo utiliza morfemas léxicos (por ejemplo, nombres y verbos). Esta omisión casi completa de morfemas funcionales (es decir, artículos, preposiciones, flexión, etc.) ha llevado a caracterizar este tipo de afasia como agramatical, dado que se pierden muchos marcadores gramaticales.
Un ejemplo de habla producida por alguien cuya afasia no era grave es la siguiente respuesta a una pregunta sobre lo que el paciente había desayunado: Yo huevos y comer y beber café desayuno. Sin embargo, este tipo de disfunción puede ser muy grave, como en estos ejemplos: Mi mejilla… muy molesto… primero hombro… doler todo aquí. O como en este intento de decir en qué tipo de barco ha estado el paciente: Un volente… ya sabes que quiero decir… len… volente (en realidad se trataba de un velero). En la afasia de Broca la comprensión es, por lo general, mejor que la producción.
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1.4.2 Afasia de Wernicke El tipo de disfunción lingüística que implica dificultades en la comprensión auditiva
es llamada en ocasiones afasia sensorial, pero es más conocido como afasia de Wernicke. Quien sufre este trastorno puede producir habla de forma muy fluida, sin embargo ésta resulta casi imposible de entender. Se utilizan términos muy generales, incluso como respuesta a preguntas sobre algo concreto, como en este caso: Yo no puedo hablar de todas las cosas que hago y parte de la parte que yo puedo ir bien, pero no puedo decir de la otra gente. También es muy común tener dificultad para encontrar palabras correctas (fenómeno a menudo llamado anomia) y utilizar en su lugar circunloquios, como en esta respuesta a la pregunta ¿Para qué sirve la tinta?: Hacer con una pluma.
Un ejemplo más extenso de este tipo de dificultades nos lo dan Lesser y Milroy (1993):
[…] It’s blowing, on the right, and er there’s four letters in it, and I think it begins with a C
– goes – when you start it then goes right up in the air – I would I would have to keep racking my brain how I would spell that Word – that flies, that that doesn’t fly, you pull it round, it goes up in the air…
(«[…] Está volando, a la derecha, y eh tiene cuatro letras y creo que empieza con una C, va, cuando empiezas entonces va hacia la derecha por el aire – tendría, tendría que seguir devanándome los sesos sobre cómo deletrearía esa palabra esa palabra – que vuela, que que no vuela, lo reanimas, sube por el aire…»)
El hablante intentaba referirse a un milano. 1.4.3 Afasia de conducción
Otro tipo, menos frecuente, de afasia se identifica con una lesión del fascículo
arqueado1 y se llama afasia de conducción. Quienes padecen esta disfunción no tienen normalmente problemas de articulación. Hablan fluidamente, pero sólo pueden hacerlo entrecortadamente con pausas y dudas. La comprensión de las palabras habladas es generalmente buena. Sin embargo, la tarea de repetir una palabra o frase (dicha por otra persona) les crea enormes dificultades, con formas tales como pazar o tovar como repeticiones de las palabras basar y lavar. Lo que se oye y comprende no puede ser transferido al área de producción del habla.
Conviene destacar que muchos de estos síntomas (por ejemplo, dificultades para encontrar una palabra) pueden aparecer en todos los tipos de afasia. También pueden presentarse en disfunciones no afásicas debidas a enfermedades mentales como la locura. También se da el caso de que las dificultades para hablar estén acompañadas de dificultades para escribir. Las disfunciones del lenguaje del tipo que hemos descrito son, en su mayoría, el resultado de una lesión en el hemisferio izquierdo. Que este hemisferio está estrechamente relacionado con las funciones del lenguaje es un hecho que queda confirmado gracias a otro método de investigación de las relaciones entre lenguaje y cerebro.
1 Haz de fibras nerviosas que une el área de Broca con la de Wernicke.
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1.4.4 Escucha dicótica Una técnica experimental que ha demostrado, en la mayoría de las personas
sometidas a estas pruebas, que las funciones del lenguaje deben estar sobre todo situadas en el hemisferio izquierdo, es la llamada prueba de la escucha dicótica. Ésta es una técnica que utiliza el hecho generalmente aceptado de que cualquier cosa que se experimente en la parte derecha del cuerpo se procesa en el hemisferio izquierdo del cerebro y que lo que se procesa en la izquierda se procesa en el derecho. (Una lesión grave del hemisferio izquierdo puede llevar a una parálisis de la parte derecha del cuerpo.) Por tanto, una suposición básica sería que una señal recibida por el oído derecho irá al hemisferio izquierdo, y una recibida por el izquierdo irá al hemisferio derecho.
Con estos datos es posible realizar un experimento en el que a una persona equipada con unos auriculares se le presentan diferentes señales sonoras simultáneamente, cada una por un auricular. Por ejemplo, a través de un auricular llegan los sonidos de la palabra gato o perro, y por el otro, exactamente al mismo tiempo, llegan los sonidos correspondientes a pa o gato. Cuando se le pregunta a esa persona qué ha oído, ésta normalmente identifica mejor lo que ha escuchado por el oído derecho. Esto es lo que se ha dado en llamar la ventaja del oído derecho para los sonidos lingüísticos. El proceso que, se cree, está implicado en este fenómeno se explica mejor con la ayuda de la siguiente ilustración. (Es la parte posterior de la cabeza.).
La explicación propuesta es que una señal lingüística recibida a través del oído
izquierdo es primero enviada al hemisferio derecho y desde ahí reenviada al hemisferio izquierdo (centro del lenguaje) para ser procesada. Esta ruta indirecta sería más larga que cuando una señal acústica es recibida a través del oído derecho, la cual va directamente al hemisferio izquierdo. Gana la primera señal que sea procesada.
El hemisferio derecho parece ser el principal responsable del procesamiento de muchos otros estímulos de naturaleza no lingüística. En la prueba de la escucha dicótica se puede demostrar que se reconocen mejor los sonidos no verbales (por ejemplo, música, toses, ruidos de tráfico o canto de pájaros) por el oído izquierdo (es decir, son procesados más rápidamente a través del hemisferio derecho). Por tanto, entre las especializaciones del cerebro humano, el cerebro maneja los sonidos no verbales (entre otras cosas) y el izquierdo los sonidos lingüísticos (entre otras cosas también).
Sin embargo, hay que dejar claro que investigaciones más recientes en este campo han destacado que la especialización de los dos hemisferios podría estar más
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relacionada con el tipo de “procesamiento” que con el tipo de “material” procesado. Si ello es así, la distinción real podría ser entre procesamiento analítico, hecho con el hemisferio izquierdo, y procesamiento holístico, llevado a cabo por el derecho.
1.4.5 El período crítico La aparente especialización del hemisferio izquierdo en el lenguaje a menudo se
describe como lateralización (un lado). Como los niños no nacen siendo plenos usuarios del lenguaje articulado, existe la creencia generalizada de que el proceso de lateralización empieza en la primera infancia coincidiendo con el período en el que se produce la adquisición de una lengua. Durante la infancia (hasta la pubertad) hay un período durante el cual el cerebro humano está más dispuesto para “recibir” y aprender una lengua dada. Es el llamado período crítico. Si un niño no adquiere la lengua durante este período, por los motivos que sean, tendrá grandes dificultades para aprenderla más adelante. Recientemente, y debido a unas circunstancias ciertamente tristes, se ha tenido la oportunidad de ver lo que sucede cuando el proceso de lateralización tiene lugar sin que vaya acompañado de estímulos lingüísticos.
En 1970 una niña llamada Genie fue admitida en un hospital infantil de Los Ángeles. Tenía trece años y había estado la mayor parte de su vida atada a una silla en una pequeña habitación cerrada. Su padre odiaba cualquier tipo de ruido y había golpeado a la niña cada vez que ésta emitía un sonido. No había radio ni televisión, y el único contacto que tenía Genie con otro ser humano había tenido lugar con su madre, quien tenía prohibido estar más de unos pocos minutos con ella para alimentarla. Genie había pasado toda su vida en un estado de privación física, sensorial, social y emocional.
Tal como se podía esperar, Genie no era capaz de usar el lenguaje cuando ingresó en el hospital. Sin embargo, en muy poco tiempo empezó a responder al habla de los demás, intentó imitar sus sonidos y comunicarse. Su sintaxis era muy simple, pero el hecho de que empezara a desarrollar la capacidad de decir y entender un gran número de palabras inglesas es una prueba en contra de las hipótesis de que i) una lengua no puede ser adquirida después del período crítico, y ii) dado que el proceso de lateralización se completa hacia la pubertad, la adquisición lingüística posterior a ella tropieza con dificultades insuperables. Estas hipótesis implican que hay una parte del hemisferio izquierdo del cerebro que está preparada para aceptar un “programa lingüístico” durante la infancia y que, de no ser suministrado este programa, como en el caso de Genie, esta capacidad se bloquea.
Pero en el caso de Genie se pudo demostrar, gracias a diferentes pruebas, que la capacidad en cuestión no se hallaba en su hemisferio izquierdo. Tales pruebas parecían indicar el hecho notable de que Genie estaba utilizando el hemisferio derecho de su cerebro para las funciones del lenguaje. En pruebas de escucha dicótica mostró una ventaja del oído derecho muy fuerte tanto en las señales lingüísticas como no lingüísticas. Estos descubrimientos muestran que no hay necesariamente una ubicación cerebral exclusiva para la capacidad del lenguaje. Esto también podría ayudar a explicar el hecho de que muchas personas que sufren lesiones cerebrales leves (con pérdida temporal del lenguaje) pueden recuperarse en diferentes grados.
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Durante la época en que Genie fue desarrollando la lengua, se comprobó que pasaba por los mismos estadios tempranos que se observan en la adquisición de una lengua por parte de niños normales.
2. APRENDIZAJE DE LENGUAS
2.1 Adquisición de la primera lengua La adquisición de la primera lengua es un proceso interesante por la velocidad con
que ocurre. En el momento en que un niño o niña entra en la escuela primaria, ya utiliza su lengua de un modo extremadamente complejo: maneja un sistema de comunicación de una manera que ningún animal u ordenador puede emular. La velocidad con la que adquiera la lengua, junto al hecho de que es una experiencia común a todos los niños y niñas que acontece sin enseñanza explícita y con independencia de las grandes diferencias existentes en cuanto a nivel social y factores culturales, ha llevado a pensar que hay alguna predisposición innata en los seres humanos para adquirir una lengua. La podemos llamar facultad del lenguaje (vid. tema 1). No obstante, esta facultad por sí sola no es suficiente.
Durante los dos o tres primeros años de vida, un niño o niña necesita interactuar lingüísticamente con otras personas para que esta facultad del lenguaje despierte y cristalice en forma de una lengua determinada. Un niño o niña que no haya oído hablar en una lengua o que no se le haya permitido usarla, no podrá adquirirla. Por otro lado, conviene no olvidar que la lengua la adquiere ese niño o niña por transmisión cultural, en los contextos en que es usada, y que no la hereda genética-‐mente.
También hay que tener en cuenta que los niños deben ser físicamente capaces de enviar y recibir señales lingüísticas. Todos los bebés hacen ruidos durante los primeros meses de vida, pero quienes sufren sordera congénita dejan de hacerlos al cabo de seis meses. Por tanto, para que un niño o niña llegue a hablar una lengua debe poder oír a otras personas usando esa lengua. Pero con sólo oír los sonidos de una lengua tampoco es suficiente. La historia de un caso documentado pone en evidencia que un niño normal con padres sordos que le ofrecieron la posibilidad de escuchar programas de televisión y radio no adquirió la habilidad de hablar y entender el inglés. Lo que sí aprendió, y muy bien, a los tres años fue la lengua de signos americana, la lengua que sus padres habían utilizado para interactuar comunicativamente con él. El requisito esencial parece ser, pues, la oportunidad de interactuar con los demás a través del lenguaje.
Los niños y niñas normales, sin importar a qué cultura pertenezcan, desarrollan el proceso de adquirir una lengua más o menos al mismo tiempo, esto es, pasando por unas mismas etapas. Dado que aprenden a sentarse, a ponerse de pie, a usar las manos y a emprender otras actividades motoras siguiendo un desarrollo biológica-‐mente determinado, se parte de la hipótesis de que las etapas de adquisición de una lengua se fundamentan en las mismas bases. Así, se afirma que tales etapas biológicas están ligadas a la maduración del cerebro y al proceso de lateralización. Si hay algún programa biológico general subyacente a la adquisición de una lengua, éste depen-‐dería, sin duda, de muchos factores sociales relacionados con el entorno infantil.
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Podríamos pensar que los niños y niñas tienen una capacidad biológica para distinguir ciertos aspectos de los estímulos lingüísticos durante los diversos estadios que componen sus primeros años de vida. Lo que esta facultad de adquisición necesita es un estímulo lingüístico constante y suficiente a partir del cual puedan extraerse las regularidades propias de una lengua dada. Según este punto de vista, la niña o el niño, al parecer, adquiere activamente una lengua extrayendo las regularidades a partir de lo que oye y aplicándolas en la elaboración de los enunciados que emite.
Al hablar de las etapas y de los requisitos básicos implicados en la adquisición de
la primera lengua, ya hemos abordado algunas cuestiones que están sujetas a debate por parte de los estudiosos del lenguaje infantil. Por ejemplo, hay estudios que demuestran que el entorno de un niño pequeño difiere considerablemente de una cultura a otra. Por consiguiente, los descubrimientos de la investigación sobre el proceso de adquisición en culturas de habla inglesa de clase media podría no parecerse a los estudios hechos en otras culturas. También causa cierta controversia la cuestión del componente “innato”. N. Chomsky (1983) ha propuesto describir el desarrollo del lenguaje como “crecimiento del lenguaje”, ya que el “órgano del lenguaje” simplemente crece como cualquier otro órgano del cuerpo. Este planteamiento parece subestimar la importancia que otros investigadores conceden al contexto y a la experiencia en el desarrollo lingüístico de un niño o niña. Lo que se está discutiendo es la medida en que el proceso de adquisición de una lengua está predeterminado genéticamente en la especie humana.
Otra cuestión sujeta a debate es cómo deberíamos considerar la producción lingüística infantil. El punto de vista del lingüista tiende a concentrarse en describir el habla infantil a partir de las unidades fonológicas o sintácticas conocidas, por ejemplo. Sin embargo, lo que una niña o niño aprende a partir de lo que oye y pronuncia en las diferentes etapas del desarrollo podría estar basado en unidades muy diferentes. Por ejemplo, cuando un niño o niña dice [míðaeto], este enunciado puede ser una única unidad para él o ella, pero para quien investiga en la adquisición de diferentes tipos de verbos puede tratarse de dos unidades: mira esto.
No debemos olvidarnos de estas cuestiones en lo que resta de la exposición de este apartado, ya que algunos de los conceptos y análisis más comúnmente aceptados que vamos a presentar como aspectos básicos del lenguaje infantil seguramente serán refutados, y posiblemente superados, en un futuro próximo. La investigación cons-‐tante en esta área está revelando cada día más aspectos de este tema tan complejo.
En circunstancias normales en las culturas occidentales, los niños se ven ayudados
de modo efectivo en la adquisición de su primera lengua por el comportamiento típico que para esta ocasión muestran las personas adultas del entorno doméstico. Los padres y los abuelos no suelen dirigirse al niño o niña como si estuvieran participando en una conversación normal, de adulto a adulto. No le dicen cosas como ésta: Bueno, Antoñito, ¿deberíamos invertir en carreteras o apostar por las nuevas energías a corto plazo? Y sí parecen más viables enunciados como éste: Sí, bonito, ahora papá empujará el papú. Este estilo simplificado tan característico que adoptan quienes se pasan mucho tiempo interactuando con niños pequeños se llama habla del cuidador. Una de las características de este tipo de habla (también llamado “maternés” (motherese)) es la formulación frecuente de preguntas, a menudo con una entonación
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exagerada. En las primeras etapas, esta habla también incorpora muchas formas asociadas al balbuceo. Pueden ser palabras simplificadas (por ejemplo, pete (“chupete”)) o formas alternativas con sonidos muy simples repetidos que se refieren a objetos del entorno infantil (por ejemplo, tete, pipí, guauguau, nono).
A partir del habla de la persona cuidadora se produce un tipo de estructura conversacional que parece asignar un papel al niño pequeño incluso antes de que éste pueda ser un participante activo. Veamos un extracto de una conversación de una madre con su hijo de dos años y que muestra las características de un diálogo entre dos interlocutores (ejemplo adaptado de Anderson et al. (1984)):
Madre: Aquí está tu taza de té. Niño: [coge la taza] Madre: Te lo bebes muy bien. Niño: [intenta bebérselo] Madre: ¡Oh!, ¿está bueno? Niño: [asiente] Madre: ¿Se bebe mamá su té? Niño: [asiente] Madre: Me beberé mi té.
El habla de la persona cuidadora también se caracteriza por la estructura simple
de sus frases y por frecuentes repeticiones. Estos patrones simplificados producidos el adulto serán pistas muy útiles sobre la organización estructural implicada en cada caso si, como se supone, el niño o niña sigue un proceso en el que acaba deduciendo un sistema lingüístico. Además, es una observación común que el habla de quienes interactúan regularmente con niños cambia y se vuelve más elaborada a medida que éstos empiezan a utilizar mayor número de recursos lingüísticos.
Se han identificado algunas etapas en la adquisición infantil de una primera
lengua: etapas pre-‐lingüística, holofrástica, de “las dos palabras” y de habla telegráfica.
Los sonidos pre-‐lingüísticos de las etapas más tempranas en la adquisición de una
primera lengua adoptan formas diversas. El período que va de los tres a los diez meses se caracteriza normalmente por tres estadios de producción de sonidos. Los primeros sonidos reconocibles son llamados vocalizaciones, con la presencia de consonantes velares como [k] y [g] y de vocales como [i] y [u]. Normalmente se pueden oír hacia los tres meses, aunque muchos de estos sonidos infantiles son diferentes de los que pronuncian los padres.
Hacia los seis meses, el niño o niña es, por lo general, capaz de sentarse y puede producir otras vocales además de consonantes fricativas y nasales. La producción de sonidos en este estadio se llama balbuceo y puede contener sonidos silábicos tales como [ma] y [pa]. En el último período de esta etapa, en torno a los nueve meses, se pueden reconocer los patrones de entonación en las combinaciones de consonantes y vocales producidas. En la medida en que el niño o la niña se va acercando a la posición erecta, hacia los diez u once meses, adquiere la capacidad de utilizar sus balbuceos para expresar emociones y énfasis. Esta última etapa de la fase del balbuceo se caracteriza por la frecuencia de juegos sonoros e intentos de imitar a los adultos.
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Algunos psicólogos han sugerido que tales balbuceos le dan al niño o niña experiencia en el papel social del habla, ya que los padres tienden a reaccionar al balbuceo, aunque sea incoherente, como si de hecho los niños estuvieran contribuyendo en una interacción social.
Pero se ha de ir con cuidado en este punto. Normalmente los investigadores del lenguaje infantil informan cuidadosamente de la edad del niño o la niña a quienes están estudiando. Sin embargo, también se cuidan mucho de señalar que hay una variación sustancial, entre los diferentes niños y niñas objeto de estudio, en el momento en que aparecen los rasgos particulares del desarrollo lingüístico. Por tanto, siempre deben tratarse las afirmaciones sobre las etapas del desarrollo como “hacia los seis meses” o “hacia la edad de dos años” como aproximadas y sujetas a variación en cada niño o niña. Después de todo, lo que se investiga es una serie de experiencias individualizadas con las que se trata de llegar a afirmaciones generales sobre esas etapas de desarrollo.
Entre los doce y los dieciocho meses, los niños y niñas empiezan a hablar
utilizando unidades simples reconocibles. Este período, llamado etapa de una palabra, se caracteriza por un habla en que aparecen denominaciones de objetos cotidianos y próximos (leche, galleta, gato…). Otras formas como [notakí] pueden aparecer en circunstancias que sugieren que el niño está produciendo una versión de No está aquí. Según esto, la etiqueta una palabra puede resultar confusa. Los términos unidad única o forma única parecen más apropiados al caso. O podemos usar el término holofrástico (que alude al hecho de que una forma única funciona como un sintagma o una oración), con lo esta etapa se llamaría etapa holofrástica.
Aunque muchas de estas formas únicas se utilizan para nombrar objetos, también pueden ser producidas en circunstancias que sugieren que el niño o la niña está ya ampliando su uso. Una cama vacía puede evocar el nombre de la hermana que normalmente duerme en ella, incluso si la persona nombrada está ausente. Durante esta etapa el niño o la niña puede ser capaz de referirse con una forma única a Mónica y a la cama, pero todavía no es capaz de disponer las dos formas juntas para crear una expresión compleja.
Dependiendo de lo que se considere una aparición de dos palabras separadas, la
siguiente etapa, es decir, la etapa de las dos palabras, puede comenzar alrededor de los veinte meses, hacia el mismo momento en que el vocabulario del niño o niña supera las cincuenta palabras diferentes. Hacia los dos años aparecerán varias combinaciones de palabras del tipo nena silla, mami come, gato malo, etc. La interpretación que de estas emisiones haga la persona adulta está muy ligada, como es obvio, al contexto de emisión. La frase nena silla, por ejemplo, puede tomarse como una expresión de posesión (“la silla es de la niña”), como una solicitud (“Pon a la niña en la silla”) o como una afirmación (“La niña está en la silla”), según sea el contexto.
Sea lo que fuere aquello que intenta comunicar una niña o niño con estas expresiones, las consecuencias funcionales significativas son que la persona adulta se comporta como si hubiera comunicación. Es decir, la niña o el niño no sólo produce habla, sino que recibe respuestas que normalmente le confirman que la expresión ha funcionado. Además, hacia los dos años, si el niño o la niña está produciendo de 200 a
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400 palabras diferentes, ya es capaz de entender cinco veces más, y normalmente será tratado como un interlocutor válido por la persona cuidadora principal.
Entre los dos y tres años comienza la etapa telegráfica: el niño o la niña
comenzará a producir un número mayor de expresiones que podrían ser clasificadas como enunciados de varias palabras. La característica más notable de estas expresiones no es el número de palabras que las componen, sino la variación de las palabras utilizadas en ellas. Esta etapa en un principio está caracterizada por la aparición de cadenas de elementos léxicos que describen situaciones: David quiere pelota, Gato bebe leche, Esta mano daño, etc. Como se ve, la niño o el niño ha desarrollado ya una cierta habilidad para construir oraciones y colocar en ellas las palabras adecuadamente. Paralelamente a la creación de mensajes en formato telegráfico se va desarrollando también paulatinamente el uso de morfemas gramaticales (terminaciones verbales, determinantes, algunas preposiciones, etc.). El desarrollo de estos elementos es uno de los rasgos más interesantes de esta etapa.
Hacia los dos años y medio, el vocabulario infantil se amplia con gran rapidez y la producción de enunciados aumenta. Desde luego, el aumento de la actividad física, como correr y saltar, también tiene lugar en este período. Hacia los tres años, el vocabulario ha crecido en cientos de palabras y la pronunciación se acerca cada vez más a la del habla adulta, de forma que incluso los extraños tienen que admitir que aquella pequeña criatura ya habla.
Como aumenta el repertorio de recursos lingüísticos en los niños, a menudo se
piensa que de alguna manera se les está enseñando la lengua. Este planteamiento parece subestimar lo que realmente hace un niño o niña. La gran mayoría de los niños y niñas no recibe instrucciones sobre cómo se habla una lengua. Tampoco hay que imaginar que sus cabezas están vacías y que éstas se van llenando poco a poco de palabras y frases. Una visión mucho más realista sería pensar que los niños y niñas elaboran de modo muy activo, a partir de lo que se les dice, formas posibles de usar la lengua. La producción lingüística infantil consiste sobre todo en probar construcciones y en comprobar si funcionan o no comunicativamente. Simplemente: no es posible que los niños y niñas adquieran una lengua a través de un proceso de mera imitación del habla adulta (como lo haría, por ejemplo, un loro). Por supuesto, el niño o la niña repite versiones de lo que dicen las personas adultas y pasa por un proceso de adoptar buena parte del vocabulario de éstas. Sin embargo, los adultos no producen los tipos de expresión que aparecen en el lenguaje infantil. Véase cómo, en el siguiente extracto (Clark, 1995), el niño crea un verbo totalmente nuevo (to Woodstock «woodstockear») en cierto contexto:
Noah: [Cogiendo un perro de peluche] This is Woodstock. («Éste es Woodstock.») [Acerca el
juquete a la cara de Adam.] Adam: Hey Woodstock, don´t do that. («Eh, Woodstock, no hagas eso.»). [Noah insiste.] Adam: I´m going home so you won´t Woodstock me. («Me voy a casa, así no me
woodstockearás.»)
Tampoco parece que las “correcciones” de las personas adultas sean un
determinante efectivo en cómo hablan los niños. Muchos fragmentos de conversa-‐ciones divertidísimas corresponden a intentos de los adultos por corregir el habla de
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los niños, corrección que parece resultar inútil. Incluso cuando se intenta corregir de forma sutil, el niño o niña continúa usando la forma incorrecta, a pesar de que el adulto le repita de un modo u otro la forma correcta. En el diálogo siguiente se puede ver cómo un niño de cuatro años ni imita el habla de la persona adulta ni asume sus correcciones (Cazden, 1972):
Niño: My teacher holded the baby rabbits and we patted them. («Mi profesora cojaba los
conejitos y nosotros los acariciábamos.») Madre: Did you say your teacher held the baby rabbits? («¿Quieres decir que tu profesora
cogía los conejitos?») Niño: Yes. («Sí.») Madre: What did you say she did? («¿Qué has dicho que hacía ella?») Niño: She holded the baby rabbits and we patted them. («Ella cojaba los conejitos y
nosotros los acariciábamos.») Madre: Did you say she held them tightly? («¿Has dicho que ella los cogía muy fuerte?») Niño: No, she holded them loosely. («No. Ella los cojaba flojito.»)
Un factor que parece esencial para los niños en el proceso de adquisición es el uso
efectivo de sonidos y de combinaciones de palabras tanto en la interacción con los adultos como cuando juegan solos. Un niño de dos años, al que se grabó mientras estaba solo en la cama, hablaba jugando con palabras y frases: I go dis way … way bay … baby do dis way … all bib … bib … dere (Weir, 1966). Un monólogo equivalente en español podría ser: Voy qui, qui … adiós … nene no, eto no, no llí … Estas prácticas parecen ser un factor importante en el desarrollo lingüístico de los niños. Los detalles de este desarrollo, más allá del habla telegráfica, han sido rastreados en diferentes estudios gracias a los elementos lingüísticos que normalmente empiezan a aparecer en el flujo continuo del habla infantil.
2.2 Adquisición/Aprendizaje de segundas lenguas Aunque es verdad que muchos niños pequeños cuyos padres hablan lenguas
diferentes pueden adquirir una segunda lengua en circunstancias parecidas a las de la adquisición de la primera, la mayor parte de las personas no está expuesta a una segunda lengua hasta mucho más tarde. Además, en general, el grado de capacitación alcanzado en el uso de una primera lengua raramente se alcanza, incluso después de años de estudio, en una segunda lengua. Esto es algo intrigante, pues aparentemente no hay ningún otro sistema de conocimiento que uno pueda aprender mejor a los dos o tres años que a los quince o veinticinco. Se han aducido varias razones para tratar de explicar este misterio, y se han propuesto métodos que podrían hacer que los estu-‐diantes fueran tan diestros en una segunda lengua (L2) como lo son en la primera (L1).
Algunas causas obvias de los problemas que surgen en la adquisición de una
segunda lengua están relacionadas con el hecho de que la mayoría de las personas intenta aprender otra lengua durante la adolescencia o en la adultez mediante cursos –y no a través de una interacción constante como la que experimenta el niño-‐, junto a otras muchas ocupaciones –un niño no tiene más cosas que hacer-‐ y con una lengua ya aprendida disponible para las necesidades comunicativas cotidianas. Otras cosas que parecen menos probables incluyen la hipótesis de que las lenguas de las personas
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adultas se queden “rígidas” al pronunciar determinado tipo de lengua (por ejemplo, el inglés) y no pueden adaptarse a los nuevos sonidos de otra lengua (por ejemplo, el francés o el japonés). Es una idea curiosa, pero no hay evidencias físicas que lo prueben.
Quizá la dificultad básica que sufre la mayoría de las personas adultas que
aprende una lengua segunda se pueda identificar a partir de una distinción entre adquisición y aprendizaje. El término adquisición, cuando se usa en referencia al lenguaje, describe el desarrollo gradual de la capacidad de expresarse en una lengua utilizándola con naturalidad en las diferentes situaciones comunicativas. El término aprendizaje, por el contrario, se aplica a un proceso consciente de acumulación de conocimiento del vocabulario y la gramática de una lengua. (Las matemáticas, por ejemplo, se aprenden, no se adquieren.) Tradicionalmente se han utilizado diversas actividades asociadas al aprendizaje y enseñanza de idiomas en el ámbito educativo, y tienden a ser conocimientos sobre la lengua estudiada. Las actividades asociadas a la adquisición, en cambio, son aquellas en las que intervienen los niños pequeños y, de forma análoga, quienes hablan otra lengua después de largos períodos de interacción social (es decir, de uso cotidiano de la lengua) en otro país. Las personas cuyas experiencias con la L2 son básicamente de aprendizaje suelen no tener el mismo dominio lingüístico que han tenido experiencias de adquisición.
Sin embargo, incluso en situaciones de adquisición ideales, muy pocas personas adultas parecen alcanzar, cuando emplean una lengua segunda, el dominio lingüístico de una persona nativa. Hay quienes llegan a alcanzar un gran conocimiento para escribir en ella, pero no para su uso oral. Un ejemplo es del escritor Joseph Conrad, cuyas novelas se han convertido en obras clásicas de la literatura inglesa, pero cuyo inglés hablado, como es bien sabido, conservaba, debido a su lengua materna, un fuerte acento polaco. Esto podría apuntar a que algunas características de la segunda lengua (por ejemplo, su vocabulario o su gramática) son más fáciles de adquirir que otras (por ejemplo, su fonología). Aunque sigue siendo un tema muy debatido, este tipo de observaciones se toma algunas veces como una prueba de que, una vez transcurrido cierto “período crítico” (hacia la pubertad), resulta muy difícil adquirir plenamente una lengua segunda. Para apoyar esta hipótesis se cita frecuentemente el proceso de lateralización del cerebro como un factor esencial. Podríamos pensar que en este proceso la facultad del lenguaje queda saturada por las características de la lengua materna, lo que tiene como resultado una pérdida de flexibilidad para incorporar las características de otra lengua.
En contra de esta opinión se ha demostrado que los estudiantes mayores de diez años son aprendices más rápidos y mejores de una segunda lengua que, por ejemplo, quienes tienen siete años. Puede ser, evidentemente, que la adquisición de una segunda lengua requiera una combinación de varios factores. La edad óptima podría ser el período que va de los diez a los dieciséis años, cuando la “flexibilidad” de la facultad para adquirir una lengua todavía no se ha perdido completamente y la madurez de la capacidad cognitiva permite una asimilación más efectiva de las regularidades del sistema de la segunda lengua.
Pero incluso durante esta edad óptima puede verse bloqueada la adquisición si se da una barrera de origen muy diferente. Quienes están pasando por la adolescencia
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son, en general, mucho más sensibles que los niños pequeños. Si hay un sentimiento fuerte de aversión o de vergüenza al intentar producir los sonidos diferentes de otra lengua, de poco servirán entonces las capacidades físicas y cognitivas disponibles. Si esta sensibilidad se combina con una falta de empatía hacia la cultura extranjera (es decir, no hay identificación alguna con los hablantes ni con sus costumbres), los efectos sutiles de esta actitud podrían inhibir considerablemente el proceso de adquisición.
Este tipo de reacción emocional o afectiva podría también ser producida por manuales aburridos, entornos escolares desagradables o por un horario agotador. El término filtro afectivo se utiliza a menudo para describir las dificultades que, durante la adquisición, tienen su origen en experiencias o sentimientos negativos: con can-‐sancio, con incomodidad, con vergüenza o sin motivación, difícilmente puede apren-‐derse algo.
Los niños parecen estar menos afectados por el filtro afectivo. Las publicaciones sobre la adquisición de una lengua segunda por niños muestran muchos casos en que estas inhibiciones quedan superadas. Aunque también las personas adultas superan a veces sus inhibiciones. Según un interesante estudio, un grupo de aprendices adultos de una lengua segunda ven reducida de forma notable su vergüenza a medida que aumenta su nivel de alcohol. A partir de determinado momento se da una conside-‐rable mejoría en la pronunciación de la lengua segunda, pero después de varios tragos, como fácilmente se puede suponer, la pronunciación se deteriora rápidamente. Cursos como Francés con coñac, Inglés con whisky o Ruso con vodka pueden ser una solución parcial, pero es probable que las inhibiciones vuelvan con la resaca.
A pesar de todas estas barreras, la necesidad de aprender otras lenguas ha dado
lugar a diferentes enfoques y métodos educativos que tienen como objetivo mejorar el aprendizaje de una lengua segunda y reflejan los diferentes puntos de vista al respecto.
El enfoque más tradicional consiste básicamente en tratar el aprendizaje de una
segunda lengua como si fuese una materia académica cualquiera. Se han de memo-‐rizar largas listas de palabras y un conjunto de reglas gramaticales, concediéndose más importancia a la lengua escrita que a la hablada. Este método tiene su origen en el enfoque tradicional empleado para enseñar latín y normalmente se describe como el método de traducción y gramática. En realidad este nombre lo han acuñado sus detractores, quienes señalan que el énfasis que se pone en que los estudiantes aprendan cosas sobre la segunda lengua inciden muy poco en el aprendizaje de cómo se utiliza la lengua. Los estudiantes que han alcanzado notas altas en el aprendizaje, por ejemplo, del francés por este método, se encuentran al dejar la escuela, en general, con que desconocen cómo se utiliza realmente esta lengua en Francia.
Un planteamiento muy diferente, que valora más la lengua hablada, se hizo muy
popular durante los años cincuenta y sesenta. Se basaba en una introducción siste-‐mática a las estructuras de la segunda lengua, de menor a mayor complejidad, a menudo a través de ejercicios que alumnos y alumnas tenían que repetir. Los partidarios de este enfoque, el método audiolingüe, creían que el habla fluida de una lengua era, esencialmente, un conjunto de “hábitos” que se podían desarrollar con la
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práctica. Buena parte de esta práctica se conseguían con horas y horas en un labora-‐torio de idiomas repitiendo ejercicios orales. En aquella época se justificaba este método diciendo que el aprendizaje de una lengua extranjera era un proceso mecánico de formación de hábitos. Hoy en día nos resultaría muy difícil encontrar a un psicólogo o lingüista que estuviera de acuerdo con esta afirmación, aunque todavía son muy comunes algunas versiones derivadas de estos métodos audiolingües. Sus críticos señalan que la práctica aislada de los modelos fijos no tiene ningún parecido con la naturaleza de la interacción del uso real de la lengua. Además, puede ser terrible-‐mente aburrido.
Las versiones más recientes de las experiencias de aprendizaje de una segunda
lengua se llaman enfoques comunicativos. En parte, son una reacción en contra de lo artificial de la “práctica por patrones” y también de la creencia de que el aprendizaje consciente de la gramática de una lengua deviene necesariamente en una capacidad para utilizar esa lengua. Aunque hay versiones muy diferentes de cómo crear experiencias comunicativas en el aula de lengua extranjera, todas ellas están basadas en la opinión de que las funciones del lenguaje (es decir, aquello para lo que es utilizado) deben prevalecer sobre las formas de la lengua (es decir, la corrección gramatical y fonológica). Las lecciones normalmente se organizan en torno a con-‐ceptos como “pedir cosas” en diferentes contextos sociales, y no en “las formas del pasado” en diferentes oraciones. Estos cambios han coincidido con los intentos de suministrar materiales más apropiados para el aprendizaje de una segunda lengua con objetivos específicos (por ejemplo, inglés para personal médico o japonés para los negocios).
El cambio más sobresaliente en el ámbito del aprendizaje de una segunda lengua
en los últimos años ha sido pasar de centrar todo en profesor, manual y método, al interés por el alumno o alumna y por el proceso de la adquisición. Por ejemplo, una característica radical de la mayoría de los enfoques comunicativos es la tolerancia hacia los errores que cometen quienes aprenden una lengua. Tradicionalmente, los errores eran considerados muy negativos y tenían que evitarse. El hecho de que últimamente haya más condescendencia con los errores está relacionado con un cambio fundamental de perspectiva. Más que considerar la expresión In the room there are three womens («En la habitación hay tres mujeres»), producida por un hablante de español aprendiz de inglés, como un simple fallo al aprender la forma correcta del plural inglés women –lo que sería corregido mediante una práctica intensa de la forma correcta-‐, se vería como un indicio de que el proceso de adquisición se está produciendo. Un error, por tanto, no es algo que entorpece el proceso de quien aprende una lengua, sino una prueba del progreso en el aprendizaje activo que esa persona realiza cuando ensaya formas de comunicarse en tal lengua. Al igual que un niño que adquiere su primera lengua produce diferentes formas agramaticales, también podemos esperar que el aprendiz de una segunda lengua produzca sobrege-‐neralizaciones en determinadas etapas. El ejemplo de womens puede considerarse un tipo de construcción creativa, debido a que ese aprendiz recurre al modo más general de construir los plurales en inglés.
Es evidente que algunos errores pueden deberse a la transferencia de expresiones o estructuras de la primera lengua. Un hablante de español como primera lengua y
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aprendiz de inglés puede producir enunciados como Take it from the side inferior («Toma esto de la parte inferior»), y ello se debe muy seguramente a que intenta utilizar el adjetivo español inferior (en inglés, lower) poniéndolo detrás del nombre, como en las construcciones españolas. Si la primera y la segunda lenguas tienen características parecidas (por ejemplo, marcar el plural al final de los nombres), quienes aprenden pueden beneficiarse de esta transferencia positiva desde la primera lengua. Por otra parte, transferir características de la primera lengua que no tienen correlato en la segunda es una transferencia negativa y normalmente no es efectiva para la comunicación en la segunda lengua. Hay que decir que la transferencia negativa (llamada algunas veces interferencia) es más frecuente en las primeras etapas del aprendizaje y suele disminuir a medida que el aprendiz va familiarizándose cada vez más con la segunda lengua.
Cuando es examinada atentamente, la lengua producida por los aprendices
contiene un gran número de errores que no parecen tener relación ni con formas de la primera lengua ni con formas de la segunda. Por ejemplo, el aprendiz español que dice en inglés She name is Maria («Ella nombre es María») recurre a una construcción que no existe ni en español ni en inglés, que no aparece en la adquisición del inglés ni del español como primera lengua. Datos como éste sugieren que existe un sistema intermedio en la adquisición de una lengua segunda que contiene aspectos de la primera y segunda lenguas, pero que es un sistema inherentemente variable y que tiene sus propias reglas. Este sistema se denomina interlengua, y en estos momentos está considerado como la base de toda producción en la segunda lengua.
Si alguien, durante el aprendizaje de una segunda lengua, desarrolla un repertorio lo bastante fijo de formas que contienen muchas características que no concuerdan con las de esa lengua, y ya no progresa más, se dice que la interlengua de esa persona se ha fosilizado. El proceso de fosilización en la pronunciación de una segunda lengua es una de las causas obvias del acento extranjero. Sin embargo, una interlengua no está diseñada para fosilizarse. Se va desarrollando naturalmente y se convierte en un medio efectivo de comunicación cuando se dan las condiciones adecuadas. Descubrir cuáles son esas condiciones es una de las áreas más importantes de estudio en este campo.
Hay varios factores que se combinan con el perfil de un buen aprendiz de
segundas lenguas. En este contexto, es obvio que la motivación para aprender es importante. Es más: hay que destacar que quienes han tenido más éxito han sido las personas que han estado más motivadas. Un entorno en que se anime a aprender debería ser, por tanto, más útil que otro en el que sólo se señalen los errores y se realicen correcciones. Además, el o la estudiante con disposición a hacer hipótesis, que se arriesga a cometer errores y que intenta por encima de todo comunicarse en la segunda lengua aprovechando cualquier oportunidad, tenderá a obtener mejores resultados. Una parte importante de estas oportunidades es la relativa a la disponibilidad de estímulos.
El término input se utiliza para hacer referencia a los estímulos lingüísticos
(enunciados orales y escritos de todo tipo) a los que están expuestas las personas que aprenden una segunda lengua. Para que resulte beneficioso, este input tiene que
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resultar aceptablemente comprensible. Esto puede ocurrir cuando la estructura gramatical y vocabulario son simples o se ajustan al grado de desarrollo alcanzado por los aprendices. Los hablantes nativos suele acomodar sus enunciados a las posibi-‐lidades de comprensión que suponen en los aprendices. Se trata de la variedad de habla conocida como habla de extranjero. Un hablante nativo de inglés puede intentar preguntar a alguien que esté aprendiendo esta lengua: How are you getting on in your studies? («¿Cómo te va con tus estudios?»). Si esta pregunta no es comprendida, entonces puede cambiar el enunciado y decir: English class, you like it? («La clase de inglés, ¿te gusta?»). Este tipo de habla puede resultar beneficioso, no sólo para que la comunicación se produzca, sino también para ofrecer a los estudiantes noveles muestras claras de las estructuras básicas de la segunda lengua.
A medida que la interlengua de los aprendices se va desarrollando, surge una mayor necesidad de interacción y aparece un las conversaciones un tipo de input negociado. Se trata de elementos de la segunda lengua que se pueden adquirir en el transcurso de interacciones en que se pidan aclaraciones y se centre la atención en lo que se está diciendo. En el ejemplo siguiente puede apreciarse cómo el aprendiz, un hablante no nativo de inglés (HNN) y un nativo (HN) negocian los significados conjun-‐tamente. El input comprensible, por ejemplo el significado de la palabra triangle («triángulo») se ofrece en el momento en que el estudiante lo necesita y en que está prestando atención al significado en el contexto dado:
HN: like part of a triangle? («¿como parte de un triángulo?») HNN: what is triangle? («¿qué es triángulo?») HN: triangle is a shape um it has three sides («un triángulo es un forma um que tiene tres
lados») HNN: a peak? («¿un pico?») HN: three straight sides. («tres lados rectos») HNN: a peak? («¿un pico?») HN: yes, it does like a mountain peak, yes («sí, se parece al pico de una montaña, sí») HNN: only line only line? («¿sólo línea sólo línea?») HN: ok two of them, right? one on each side? a line on each side («bueno, dos de ellas, ¿de
acuerdo?, ¿una en cada lado?, una línea en cada lado») HNN: yes («sí») HN: little lines on each side? («¿líneas pequeñas en cada lado?») HNN: yes («sí») HN: like a mountain? («¿como una montaña?»)
En este tipo de interacción la persona que aprende experimenta los beneficios
tanto de recibir input como de producir output. La oportunidad de producir output comprensible en una interacción significativa parece ser un factor esencial en el desarrollo de las capacidades en una segunda lengua. Sin embargo, esta interacción no es fácil de producir en el aula. Una solución al respecto ha sido la de crear diferentes tipos de tareas y actividades cuya realización exige que alumnos y alumnas interactúen del modo considerado. A pesar del posible temor a que unos aprendices adquieran los errores de otros, los resultados de este aprendizaje basado en tareas constituyen una evidencia abrumadora de que provocan un mejor uso de la segunda lengua. El objetivo de estas actividades no consiste en que quienes la aprenden sepan cosas sobre ella, sino que desarrollen una competencia comunicativa.
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La competencia comunicativa se puede definir, a partir de sus tres componentes básicos, como la capacidad de utilizar la segunda lengua correcta, apropiada y flexible-‐mente. El primer componente es la sub-‐competencia gramatical, que implica el uso correcto de palabras y estructuras. No obstante, concentrarse únicamente en este subcomponente no llevaría a que el aprendiz interpretara o produjera mensajes de modo apropiado. Para ello debe desarrollarse la sub-‐competencia sociolingüística. Ésta hace que los aprendices puedan llegar a saber cuándo decir ¿Puedes pasarme el agua? y cuándo ¡Dame agua!, dependiendo de las condiciones del contexto social. Los estudiantes de una segunda lengua tienen que familiarizarse con mucho de lo que suele ser estudiando en el ámbito de la Pragmática (vid. tema 8) para desarrollar este componente.
El tercer componente es el que se denomina sub-‐competencia estratégica. Se refiere a la capacidad de organizar el mensaje con eficacia y, recurriendo a diversas estrategias, compensar cualquier dificultad que pueda surgir. Al utilizar la segunda lengua las y los estudiantes sufrirán, de forma inevitable, un desajuste entre la intención comunicativa (lo que se quiere expresar) y los recursos lingüísticos dispo-‐nibles. Habrá quienes se callarán (poco positivo para el aprendizaje) y quienes inten-‐tarán expresarse a través de una estrategia de comunicación (favorece el aprendizaje). Por ejemplo, un hablante de neerlandés como primera lengua necesitaba en cierto momento referirse a een hoefijzer en español, pero desconocía la palabra en esta lengua, así que utilizó una estrategia de comunicación. Se refirió a las cosas que llevan los caballos en las patas, las cosas de hierro, y el oyente comprendió lo que quería decir: las herraduras. Esta flexibilidad al utilizar la segunda lengua es un elemento clave para que la comunicación sea un éxito. En esencia, la sub-‐competencia estra-‐tégica es la capacidad de superar los problemas potenciales que puedan surgir en la interacción comunicativa.
3. LENGUAJE Y SOCIEDAD
3.1 Sociolingüística La Sociolingüística es el estudio de las relaciones entre el uso del lenguaje y la
estructura de la sociedad. Tiene en cuenta factores como el origen social tanto del hablante como del interlocutor (por ejemplo, edad, sexo, clase social, etnia, grado de integración, etc.), la relación entre el hablante y el interlocutor (buenos amigos, jefe-‐empleado, maestro-‐alumno, abuelo-‐nieto, etc.) y el contexto y la forma de interacción (en el supermercado, en un estudio de televisión, en la iglesia, en la cafetería, gri-‐tando, susurrando, por teléfono, por correo electrónico, etc.), y afirma que estos factores son esenciales para entender tanto la estructura como la función del lenguaje utilizado en una situación determinada. Como se centra en el uso del lenguaje, los análisis lingüísticos llevados a cabo en los estudios de carácter sociolingüístico están normalmente basados en grabaciones y encuestas de diverso tipo.
Unas y otras pueden ser analizadas de formas diferentes dependiendo de los objetivos de la investigación. Por ejemplo, un investigador puede estar interesado en analizar los dialectos regionales o sociales para examinar si diferentes grupos sociales hablan de forma diferente y para descubrir si se está produciendo un cambio
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lingüístico. Muy diferente es la investigación de la forma y función de la cortesía en la interacción diaria (vid. tema 8), un interés que llevará a buscar marcadores de cortesía en diferentes conversaciones y cómo éstas se relacionan con dimensiones sociales como las apuntadas antes. Otro foco de interés pueden ser las llamadas respuestas mínimas (formas como ah, hmm, claro, etc.) o los marcadores de discurso (como bien, sabes que, realmente, etc).
Además de los fenómenos que surgen en la interacción de individuos o grupos
pequeños, la Sociolingüística también se interesa por las interacciones que, a mayor escala, se producen entre la sociedad como un todo y el lenguaje. Una de estas interacciones es la sustitución de una lengua. En un contexto multilingüe, una lengua puede ir imponiéndose sobre las demás, abarcando cada vez más y más dominios en los que antes se hablaban otras lenguas. Entender las condiciones que facilitan la sustitución y comprender la dinámica del proceso mismo también se considera un objetivo de la Sociolingüística. Obviamente, podríamos mencionar otros muchos temas de investigación en los estudios de la lengua que comparten este enfoque social. Sin embargo, nos ocuparemos con algo más de detalle de los estudios contemporáneos sobre la variación y el cambio lingüísticos.
A menudo, la visión que tienen los profanos del lenguaje es bastante simplista.
Podemos ilustrarlo hablando de la relación entre el llamado lenguaje estándar y los dialectos no estándares asociados al primero. El francés estándar y el inglés estándar, por ejemplo, son variedades del francés y del inglés sobre los que se han escrito libros de gramática, convenciones para su pronunciación y ortografía, convenciones que se promocionan gracias a los medios de comunicación y a otras instituciones públicas, como el sistema educativo, y que son consideradas por la mayoría como la forma “correcta” de hablar estas dos lenguas. Las variedades no estándares -‐algunas veces llamadas dialectos sociales2-‐ pasan a ser consideradas una forma perezosa, incorrecta, que manifiesta una carencia tanto de educación como de disciplina al aprender a hablar una lengua. Los lingüistas no coinciden con estas apreciaciones. El estudio del uso del lenguaje ha demostrado no sólo que las variedades no estándares exhiben una regularidad gramatical y patrones de pronunciación regulares de la misma forma que lo hacen las variedades estándares, sino también que una gran mayoría de personas usa rasgos no estándares algunas veces cuando hablan. La investigación socio-‐lingüística ha demostrado que el habla de la mayoría de las personas es, por lo menos, variable, combinando, por ejemplo, sonido, palabras o estructuras gramaticales están-‐dares y no estándares. El estudio de la variación lingüística es la búsqueda de patrones regulares en este comportamiento lingüístico variable, y en él se tienen en cuenta, entre otros, factores como la clase social, la educación, la edad, el sexo o la etnia.
Por lo que respecta a la clase social y la educación, se ha visto en algunos estudios sobre dialectos que, entre quienes abandonan el sistema educativo a una edad temprana, hay una mayor tendencia a usar formas lingüísticas que son relativamente poco frecuentes en el habla de quienes sí continúan la educación escolar. Parece ser un hecho probado que una persona que ha pasado por la escuela y la universidad tiende a mostrar unos rasgos de habla muy relacionados con el tiempo que ha debido
2 En contraposición a los dialectos regionales, concernientes a las variedades geográficas.
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dedicar al trabajo con la lengua escrita. El comentario, tan habitual, de que tal profesor “habla como un libro” es probablemente la constatación de una forma extrema de esta influencia.
Las clases sociales también “suenan” diferentes. Un estudio muy conocido de Labov (1972) combinaba elementos del lugar de trabajo y el estatus socioeconómico para examinar las diferencias de pronunciación existentes en los vendedores de tres grandes almacenes de Nueva York: Saks (de clase alta), Macy´s (de clase media) y Klein’s (de clase baja). Labov dirigía a los vendedores preguntas que les forzaban a emplear la expresión fourth floor («cuarta planta»). Estaba interesado en la pronun-‐ciación del sonido [r] tras vocales. Y encontró un patrón regular: a clase socio-‐económica más alta, más aparecía el sonido [r] (four floor), y a más baja, menos (fouah flooah). Por tanto, la diferencia en la pronunciación de una única consonante podía ser un indicativo de la clase social del hablante. Otros ejemplos. En todo el mundo de habla inglesa, un indicio seguro de que se pertenece a la clase baja y de que se ha tenido poca educación, es la aparición de [n] y no [ŋ] al final de palabras como walking [«andando»] o going («yendo»). Es español, como es sabido, hay hablantes seseantes, ceceantes y distinguidores. Es decir, hay quienes pronuncian caso y cazo como [káso] (dicho sea de paso, la mayor parte de los hablantes de español pronuncian de este modo); son seseantes. Los hay que pronuncian caso y cazo como [káθo]; son ceceantes. Y los hay, por fin, que distinguen los sonidos [s] y [θ] en la pronunciación: [káso] frente a [káθo]; son distinguidores. Aunque estas alternativas en las pronun-‐ciación de los fonemas /s/ y /θ/ responden a reajustes históricos del sistema fonoló-‐gico del español y son científicamente explicables, se asocian sin embargo a la clase social y la educación de los hablantes: la forma más prestigiosa (académica) de pronunciar es la distinción de ambos fonemas; la forma seseante es neutra: es la más extendida y abarcadora. La forma ceceante, en cambio, lleva el estigma de pertenencia a clases bajas y poco educadas, hasta el extremo de que las personas ceceantes llegan a ser objeto de burlas e incluso culpadas en algunos contextos educativos de tener un “vicio” en la pronunciación.
Incluso dentro de grupos pertenecientes a una misma clase social podemos hallar diferencias que parecen estar relacionadas con factores como la edad o el sexo de los hablantes. A menudo, muchos hablantes jóvenes que viven en determinadas regiones, al ver los resultados de un estudio sobre dialectos de su zona (normalmente realizados con informantes mayores), aducen que los términos que en ellos figuran quizá los usen sus abuelos, pero no ellos. La variación, por lo que respecta a la edad, es más notable de abuelos a nietos. Los abuelos pueden usar todavía términos como ungüento, auto o jícara, y seguramente no sabrán qué es un programa, qué es estar pasado o cuándo algo mola. Tampoco utilizarán expresiones como ¡Qué guay!, ir maqueado o estar flipado. La variación con respecto al sexo del hablante ha sido objeto de investi-‐gaciones más reciente. Una conclusión general a la que han llegado los estudios dialectales es que las mujeres tienden a utilizar más formas de prestigio que los hombres de una misma extracción social. Es decir, en diversos estudios sobre la variación lingüística relacionada con el sexo se ha demostrado que variantes inglesas como I done it («lo hice»), it growed («creció») y he ain´t («él no es») son más frecuentes en al habla de los hombres, mientras que I did , it grew y he isn´t lo son en el de las mujeres. En algunas culturas hay diferencias mucho más marcadas en el habla de hombres y mujeres. En algunas lenguas indias norteamericanas, como la de los Gros
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Ventre y los Koasati, se han documentado pronunciaciones muy diferentes de algunas palabras. Es más: cuando los primeros europeos encontraron vocabularios diferen-‐ciados para hombres y mujeres entre los indios caribeños, lo que dijeron es que cada sexo utilizaba una lengua diferente. Lo que encontraron fue, de hecho, una versión extrema de la variación de acuerdo con el sexo del hablante. En las lenguas contemporáneas también pueden encontrarse diferencias en el habla de mujeres y hombres. En conversaciones entre miembros del mismo sexo, las mujeres, por lo general, suelen hablar más de sus sentimientos que los hombres. Éstos parecen preferir temas no tan personales, como el deporte y las noticias. Los hombres tienden a responder a una expresión de sentimientos o problemas dando consejos sobre las posibles soluciones, mientras que las mujeres prefieren comentar experiencias personales que se parecen o que conectan con las de otras mujeres. Hay un patrón, atestiguado en contextos sociales anglosajones americanos, de mujeres que cooperan y buscan conectar con otras personas mediante el lenguaje, mientras que los hombres son más competitivos y están interesados en el poder que tiene el lenguaje. En conversaciones mixtas, el número de hombres que interrumpen a una mujer es sustancialmente mayor que a la inversa. Se dice que las mujeres utilizan más expresiones de conexión, expresiones como los rodeos (un tipo de, un poco…), y las muletillas (¿no crees?, ¿te parece?...), cuando expresan una opinión: Bueno, eh, yo creo que el golf es un tipo de deporte un poco aburrido, ¿no crees?
Por otra parte, se han llevado a cabo notables esfuerzos por cambiar el voca-‐bulario como parte de un intento de eliminar la referencia al sexo en términos generales. Por ejemplo, hoy en día se prefiere, en inglés, hablar de spokesperson («portavoz») y de mailcarrier («cartero/-‐a»), en vez de hacerlo con spokesman y mailman, ya que la voz man hace referencia a “hombre”. Esto ocasiona algún problema en ciertos casos. En una oración como Bring a friend if ____ can come («Tráete un/a amigo/a si ____ puede venir»), no se sabe muy bien qué pronombre usar en el hueco: ¿he («él»), she («ella»), s/he («el/ella») o incluso, como proponen algunos, they («él y ella»3)? En español esta situación equivaldría más o menos a algo así como lo siguiente: Tráete a un amigo o amiga si él o ella puede venir o Tráete a una persona amiga si ella puede venir.
Resulta evidente que algunas diferencias en el habla se deben a razones de carácter étnico. De manera muy obvia, el habla de los inmigrantes recién llegados y a menudo la de sus hijos contienen rasgos que los identifican. En algunas zonas, en las que persiste una fuerte lealtad a la lengua materna del grupo, muchas de las características de ésta se traspasan a la nueva lengua. El habla de muchos americanos de origen africano, conocida técnicamente como Black English Vernacular (BEV) («Vernáculo inglés negro»), es un dialecto social muy extendido que a menudo se impone incluso a diferencias regionales. Cuando dentro de una comunidad social un grupo sufre algún tipo de marginación, como la discriminación o la segregación que a lo largo de la historia han experimentado los afroamericanos, entonces los rasgos diferenciales que definen un dialecto social se acentúan. Desde un punto de vista social, se añade el problema de que la variedad lingüística resultante puede ser estigmatizada como un “mal hablar”. Un ejemplo es la frecuente ausencia de la cópula
3 El pronombre de tercera persona de plural inglés no hace referencia al sexo de los referentes, por lo que puede emplearse su pluralidad para aludir en este caso, y a un mismo tiempo, a un referente masculino y otro femenino.
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(formas del verbo “ser”) en el BEV, como en las expresiones: They mine («Ellos míos») o They crazy («Ellos/-‐as locos/-‐as»). El inglés estándar exige que utilice la forma verbal are («son») en esas expresiones. Sin embargo, muchos otros dialectos del inglés no utilizan la cópula en estructuras así, y un número muy elevado de lenguas (por ejemplo, el árabe o el ruso) tampoco la usan en expresiones equivalentes. El BEV, a este respecto, no puede ser considerado un “mal hablar”, o no más de lo que pueda ser el árabe o el ruso. Como dialecto, simplemente tiene rasgos que son diferentes del inglés estándar. Otro aspecto del BEV que ha sido criticado, a veces por educadores, es la utilización de construcciones con doble negación: He don´t know nothing («Él no sabe nada») en vez de la versión estándar He doesn´t know anything, o I ain´t afraid of no ghosts («No tengo miedo de ningún fantasma») en vez de I’m not afraid of any ghosts. Normalmente la crítica se basa en que estas estructuras son ilógicas. Si lo son, entonces también el español, en el que es habitual el uso de la doble y triple negación (No le digas nunca nada a nadie), y el inglés antiguo, que también usaba la doble negación (Ic naht singan ne cube «Yo no sabía cómo cantar nada»), deberían ser lenguas ilógicas. En realidad, lejos de serlo, este tipo de estructura es una forma muy efectiva de destacar las partes negativas de un enunciado. Es una característica dialectal presente en un dialecto social del inglés y a veces también en otros dialectos, pero no en el inglés estándar.
Hay en el habla de cada individuo una combinación de aspectos relativos a todos los factores considerados (clase social, educación, edad, sexo y etnia) causantes de la variación dialectal. Se suele usar el término idiolecto para hacer referencia a este dialecto personal de cada hablante de una lengua. Hay otros factores, como la calidad de la voz y el estado físico, que contribuyen a caracterizar de modo más preciso el habla de una persona concreta, pero muchos de los factores sociales que acabamos de describir son los que de hecho determinan la conformación de su idiolecto. Desde la perspectiva del estudio social del lenguaje, las personas somos, en gran medida, lo que decimos.
Todos los factores sociales que hemos estado examinando están relacionados con la variación según el usuario de la lengua. Otra causa de la variación en el habla de una persona se debe a la situación de uso. Según este nuevo factor, el habla muestra un estilo en cada ocasión, desde el muy formal hasta el muy relajado. Cuando alguien va a una entrevista para conseguir un trabajo normalmente le dice a la persona encargada de recibir algo así como lo siguiente: Perdone, ¿está la directora en la oficina? Tengo una cita. Pero si la encargada y la directora le resultan cercanas y de confianza, la persona que habla podría elaborar un mensaje mucho más coloquial y comprometido: ¡Eh! ¿Está esa marmota todavía durmiendo? Habíamos quedado para charlar.
Este tipo de variación tiene en algunas lenguas un uso más acusado que en otras. En japonés, por ejemplo, se usan términos diferentes para dirigirse a la persona con la que se está hablando dependiendo de la deferencia o respeto que se le deba tener. El español, como el francés, el alemán o el italiano, por ejemplo, dispone de dos pronombres, tú y usted, que delimitan diferencias de este tipo, y que en inglés se corresponden con una sola forma, you.
Podemos encontrar, asimismo, diferencias de estilo en la lengua escrita. Son buenos ejemplos de tales diferencias son las cartas comerciales (La presente es para informarle de que…) frente las dirigidas a personas amigas (Te escribo para decirte que…). No obstante, se puede decir que, por lo general, la forma de un mensaje escrito
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mostrará un estilo más formal que su equivalente oral. Si alguien en un autobús ve a otra persona comiendo, bebiendo y escuchando ruidosamente la radio, puede decirle que lo que hace no está permitido y que, si desea hacerlo, debería esperar a estar fuera del autobús. Pero si esa persona decide señalarle a la persona infractora el cartel en el que de forma más formal se expresa lo mismo, ésta leería: La Compañía Municipal de Transportes comunica a sus usuarios que según la ordenanza G5.25 queda totalmente prohibido realizar a bordo de este autobús las actividades siguientes: comer, beber y accionar aparatos electrónicos. En este mensaje advertimos rasgos propios del uso del lenguaje en situaciones formales: estructuración sintáctica compleja, léxico especializado, expresiones que difícilmente se dan en la lengua hablada (totalmente prohibido, las siguientes actividades, aparatos electrónicos).
La variación con respecto al uso en situaciones concretas también puede ser estudiada atendiendo al registro. Hay, por ejemplo, un registro religioso en el que esperamos encontrar expresiones que difícilmente veremos en otros contextos, como por ejemplo, En verdad os digo, temed a Dios y alabadle. En otro registro podemos encontrar oraciones como El juez tomará declaración a los testigos de la defensa. Y no es muy probable que este registro legal incorpore expresiones como La morfología de este dialecto contiene menos sufijos flexivos, que nos son más familiares y pertenecen al registro lingüístico.
Es obvio que una de las características clave de un registro es la utilización de un argot especial, es decir, de un vocabulario técnico asociado a una actividad o grupo concreto. En términos sociales, el argot ayuda a consolidar la identidad de aquellos que se consideran expertos en una materia y a excluir a los profanos.
Teniendo en cuenta todos los factores sociales que acabamos de considerar, deberíamos pensar que decir lo adecuado a la persona adecuada en el momento y situación adecuados es todo un logro social. Es una importante habilidad que han de ir adquiriendo quienes usan una lengua dada, junto a la gramática y la pronunciación de ésta. En algunas sociedades, sin embargo, la elección de formas lingüísticas apropiadas se hace relativamente más fácil debido a la diglosia. Este término describe una situación en la que coexisten dos variedades muy diferentes de lengua en una única comunidad de hablantes, y cada una tiene diferentes funciones sociales. Normalmente hay una variedad “elevada”, destinada a cuestiones formales y serias, y una “baja”, usada en la conversación y para otros usos menos formales. En muchos países de lengua árabe existe una especie de diglosia en la que la variedad elevada, o clásica, se utiliza en conferencias, habla religiosa y discursos políticos, mientras que la variedad baja es el dialecto local del árabe coloquial. En griego también existe una variedad elevada y otra baja (o demótica). En algunas situaciones, la variedad alta puede ser una lengua completamente diferente. Durante largos períodos de la historia de Europa occidental se dio una situación de diglosia con el latín como variedad alta y las lenguas locales, como el francés o el castellano, como variedades bajas.
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3.2 Lengua y cultura En algunas ocasiones se habla de muchos de los factores que dan lugar a la
variación lingüística en términos de diferencias culturales. No es raro encontrar características lingüísticas citadas como aspectos identificables de la “cultura de la clase trabajadora” o de la “cultura afroamericana”, por ejemplo. En muchos aspectos, esto es debido a la influencia del trabajo de los antropólogos, que tienden a tratar el lenguaje como un elemento entre otros, como las creencias, en la definición de cultura como “conocimiento social adquirido”. Dado el proceso de transmisión cultural por el que se adquieren las lenguas, tiene sentido recalcar el hecho de que la variación lingüística está ligada en gran medida a la existencia de culturas diferentes.
En el estudio de las culturas del mundo se ha llegado a aceptar el hecho de que los diferentes grupos no sólo tienen lenguas diferentes, sino que tienen diferentes visio-‐nes del mundo, que quedan reflejadas en las lenguas. Dicho de otra manera, los aztecas no sólo no tienen en su cultura la figura de Santa Claus, sino que tampoco tienen una palabra para ella. En el sentido de que las lenguas reflejan las culturas, ello es un dato importante que no debe ser pasado por alto cuando se estudian las variedades de una lengua o diferentes lenguas. No obstante, una reconocida teoría sobre la conexión entre la lengua y la cultura propone una relación bastante más determinista.
Según la teoría del determinismo lingüístico, si dos lenguas tienen una forma muy diferente de describir el mundo, el aprendizaje de una de ellas determinaría la forma de percibir el mundo. Es decir, la lengua propia nos da un sistema acabado para categorizar lo que percibimos. Una consecuencia de ello es que este sistema lleva a quienes lo han adquirido a percibir el mundo que les rodea a través únicamente de sus filtros categoriales. Dicho de otra forma, para la teoría del determinismo lingüístico, en su versión más radical, “la lengua determina el pensamiento”: sólo podemos pensar con las categorías que nuestra lengua nos proporciona para ello.
Un ejemplo muy citado (y discutido) relacionado con esta hipótesis se refiere al número de palabras que, según se dice, tienen los esquimales para representar la realidad que en español representamos con la palabra nieve. Cuando un hablante de español mira un escenario invernal, estaría “viendo” una única realidad llamada nieve, mientras que un esquimal, mirando lo mismo, “vería” entidades diferentes. Si esto es posible, se dice, es porque su lengua le permite categorizar de forma diferente a como se hace en español, aquello que ve. Volveremos a este ejemplo.
La idea general que estamos exponiendo es parte de lo que se llama la hipótesis Sapir-‐Whorf. E. Sapir y B. L. Whorf defendieron, en los años treinta del siglo pasado, que la lengua de los indios americanos, por ejemplo, llevaba a estos hablantes a ver el mundo de forma diferente a quienes hablaban las lenguas europeas. Veamos un ejemplo de su argumentación. Whorf afirmaba que los indios hopi de Arizona perci-‐bían el mundo de forma diferente a como lo hacían otras tribus (por ejemplo, la tribu de los que hablaban inglés), porque su lengua los llevaba a hacerlo así. En la gramática del hopi hay una distinción entre “animado” e “inanimado”, y entre el conjunto de entidades categorizadas como “animado” se encuentran las nubes y las piedras. Whorf concluía que los indios hopi creen que las nubes y las piedras son entidades animadas (vivas) y que era su lengua lo que les llevaba a creerlo. El inglés, en cambio, no marca en su gramática que las nubes y las piedras sean animadas y, por tanto, quienes son
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hablantes de inglés no ven el mundo del mismo modo que los indios en cuestión. En palabras de Whorf, “diseccionamos la naturaleza de acuerdo con lo establecido por nuestras lenguas maternas”.
Como era de esperar, esta hipótesis ha suscitado diversas críticas. Sampson (1980), por ejemplo, esgrimió la siguiente: Imaginemos que una tribu tiene una lengua en la que las diferencias de sexo están marcadas gramaticalmente, es decir, que los términos utilizados para las hembras tienen una marca especial. Y encontramos, además, que esas “marcas de hembra” se dan en los términos puerta y piedra. Podríamos decir, entonces, que esa tribu cree que las puertas y las piedras son entidades hembras igual que las mujeres, por ejemplo. El problema de las conclusiones extraídas de estos ejemplos es que hay una confusión entre las categorías lingüísticas (“animado”, “femenino”) y las categorías biológicas (vivo, hembra). Es obvio que la mayor o menor correspondencia entre ambos tipos de categoría es frecuente en muchas lenguas, pero no tiene por qué haberla. Además, las categorías lingüísticas no nos fuerzan a ignorar las categorías biológicas. Aunque la lengua de los hopis dispone de unas categorías lingüísticas determinadas para “piedra”, ello no significa que un camionero hopi piense que ha matado a un ser vivo cuando pasa por encima de una piedra con su camión.
Volviendo a los esquimales y a la nieve: Sabemos que en español no se dispone de una gran cantidad de términos para los diferentes tipos de nieve. No obstante, llegado el caso, quienes hablan español pueden crear expresiones, manipulando los recursos de la lengua, para referirse a nieve húmeda, nieve en polvo, nieve de primavera, etc. Probablemente, la media de quienes hablan español tendrán una visión diferente de la entidad “nieve” que la media de quienes hablan una lengua esquimal, pero esto es consecuencia de las distintas experiencias que unas y otras personas han tenido en sus respectivos entornos culturales. Las lenguas que han aprendido reflejan estas diferencias culturales. En tuvalú (lengua hablada en algunas islas del Pacífico) hay muchas palabras para los distintos tipos de cocos. En otra cultura del Pacífico, la de Hawai, la lengua tradicional dispone de un buen número de palabras para representar los diferentes tipos de lluvia. Es decir, las lenguas reflejan los aspectos de la vida que resultan más sobresalientes a una comunidad dada.
La idea de que la lengua determina el pensamiento puede ser verdad en cierta medida si se acepta que esa determinación es limitada. Quienes hablan una lengua dada no heredan un conjunto fijado y cerrado de patrones lingüísticos, sino la capacidad de manipular esos patrones y crear otros para salir al paso de las diferentes necesidades que les plantearán sus experiencias y percepciones. Si pensamiento y percepción estuvieran totalmente determinados por la lengua, entonces el concepto de cambio lingüístico resultaría imposible. Si un joven hopi no tiene ninguna palabra en su lengua para el objeto conocido entre nosotros como ordenador, ¿dejaría por ello de percibir ese objeto?, ¿sería incapaz de pensar en él? Lo que hará el hopi cuando se encuentre con una entidad nueva en su experiencia será cambiar su lengua para acomodarse a la necesidad de referirse a tal entidad.
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