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Via
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Mu
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Pro
vincia
l de
Jae
n
Nuria López Pérez
Asunción Lozano Salm
erónC
omisariado
Nuria López Pérez
Diseño y m
aquetación
Dep. Legal: M
U-503-2015
ISBN: 978 - 84 - 942177-3-9
Edita: Look2print Managem
ent International S.L
Imprim
e: LOO
K2PRIN
T
Via
je al M
ar del N
orte
FRA
NC
ISCA
HO
RN
OS M
ATAD
irectora del Museo de Jaén
5
VIAJE AL MAR D
EL NO
RTE
Para mi cada exposición tem
poral en nuestro Museo
tiene algo especial. Por un tiempo nuestras salas se
llenan de novedades en lo creativo o en reflexiones acerca de lo histórico. M
e gusta especialmente la im
-plicación que artistas y equipos de investigación asu-m
en al utilizar nuestros espacios públicos, llenándolos de significado. N
uestro Museo se presenta ante la
comunidad m
ás cercana como una “casa com
ún”, un lugar que es apropiado por los organizadores para m
ostrar algo, a veces muy íntim
o, que quiere ser com
partido.
La exposición Viaje al m
ar de Norte es una m
uestra colectiva en la que el aglutinante form
al son los orí-genes de form
ación de las personas que componen
el grupo. La propuesta creativa se articula en torno al concepto de V
iaje. Com
o en cualquier viaje marítim
o existen puertos en los que parar para tom
ar energía y dejar el contenido acum
ulado a lo largo de una trayectoria. M
e gusta pensar en nuestro Museo com
o en un puerto donde atracan artistas y nos ofrecen im
ágenes de sus trabajos, de sus pensamientos.
Existen entre cada una de las obras llamadas a nues-
tros propios viajes, a nuestro discurrir por nuestros espacios propios. R
ecalamos en cada objeto, en cada
dibujo, en cada pintura, en aquella instalación, en cada fotografía, con una intención propia y las vivim
os. Ejer-citam
os la curiosidad por el mensaje que contienen,
nos deleitamos en cada logro, nos interesan peque-
ños detalles y sentimos que el M
useo, esa casa de la M
usas, ese lugar de tiempo detenido y ordenado, se
tambalea y abre su espacio abriéndose al A
rte Con-
temporáneo. Tenem
os la oportunidad de interrogar a la persona que nos presenta su propuesta. C
on es-tas acciones nuestro centro se renueva y avanza con las personas que hacen de su vida una propuesta de com
prender el mundo que nos rodea.
Quiero term
inar agradeciendo a cada una de las per-sonas que figuran en este catalogo y tam
bién a quie-nes nos habeis acom
pañado visitando, preguntando, criticando esta m
uestra de arte que se ha convertido en un regalo para los que buscam
os caminos propios
en lugares como el M
useo de Jaén, un sitio como
cualquier puerto con una fuerte vocación de provo-car encuentros.
5 artistas ocupan La casa Rosa, en el Puerto de San-
ta María durante una sola noche en junio de 2014.
Aunque no había nada prefijado para esta exposición
express y cada uno venía de un camino distinto, en
el lugar todo encaja perfectamente, nada está fuera
de lugar, se despierta un flujo de energía común. D
e este reencuentro, entre los artistas y su obra, que se produce en un m
omento y lugar concretos, hay m
ás testigos que se sum
an al movim
iento que inconscien-tem
ente se está generando, un baile en el que cada uno se hunde en sus em
ociones y todo se ajusta con una naturalidad acom
pasada; y sin pensarlo más de-
cidimos dejarnos llevar por este flujo y abordar un
proyecto común que se m
aterializará en una serie de exposiciones en distintos espacios. U
n proyecto en el que cada uno profundiza en sí m
ismo y a la vez se
diluye con el grupo.
La primera parada fue en el C
armen de la V
ictoria, en el A
lbaycín, con el apoyo de la Universidad de G
ra-nada. A
hora celebramos nuestra segunda propuesta
expositiva en el Museo de Jaén, que nos ha acogido
con los brazos abiertos, permitiéndonos disponer de
un magnífico puerto en el que em
prender nuestro Viaje al M
ar del Norte.
Nuria López
7
Jesús Cam
pra Madrid
Miguel C
armona A
stillero
Juan Ram
ón Carneros Pardo
María de H
aro Rivas
Marta de Lara Pasquín
Sergio García Sánchez
Mar G
iménez M
arín
Marisol G
onzález Miras
Ana del M
ar López Núñez
Nuria López Pérez
Asunción Lozano Salm
erón
Concha M
ayordomo Poyatos
Lola Moral R
uz
José Luis Ojeda N
avío
Pedro Osakar O
laiz
Manuel Torres C
antero
Luis Carlos Z
ambrano Valdivia
8
Museo de Jaén
9
Viaje al M
ar del Norte
Asunción Lozano y Pedro Osakar
“El hombre descubre el m
apa de su vida desde la barca en la que navega y únicam
ente en la medida en que el viaje se lo
hace visible. Pero nunca llega a verlo como conjunto, tan solo
como proceso.”
Ezra Pound
Lebrero Stals (1) nos recuerda que en el arte y en los dem
ás ámbitos de la vida, recorrem
os un camino
del que no somos conscientes en su totalidad. Sólo
reconocemos lo que está ante nosotros o lo que
podemos recorrer con la m
irada o recordar con la m
emoria. Para el proyecto “Viaje al M
ar del Norte”,
hemos planteado un recorrido a través de sugeren-
cias de itinerarios, derivas en torno a la idea de viaje, que puede y debe atender al proyecto y al lenguaje personal de cada uno de los participantes, com
o un devenir de ideas y de cam
bios continuos. En el viaje, siguiendo a Stals, abordam
os el territorio desconoci-do, cruzam
os un límite que nosotros m
ismos hem
os levantado con lo propio, y así, vam
os descubriendo lo ajeno, algo que sólo im
aginamos, o sencillam
ente sentim
os como incógnito.
El proyecto de exposición en el Museo de Jaén, plan-
tea varias posibilidades de actuación: viajes físicos que proponen partir de lo cotidiano para abarcar lo des-conocido, viajes purificadores de descubrim
iento de lo extraño para indagar en los viajes interiores, viajes al subconsciente, o por qué no, a la sinrazón, una vez com
probada la incapacidad de la mism
a razón para solucionar y abarcar los problem
as de la existencia. Y
todo ello desde el arte, con la consecuente tarea de
salirse de sí, con la intención de generar un viaje de ida y vuelta de nosotros m
ismos hacia los otros, de lo
que sentimos com
o propio, hacia lo que extrañamos
como lo ajeno.
Marcel Broodthaers, en su obra: U
n viaje al mar del
norte, rodó un símil de película, una im
itación cine-m
atográfica de un texto escrito. Filmó fragm
entos de una m
arina pintada junto con fotografías de barcos de vela y paisajes m
arinos. Parece una falsa película, que sin em
bargo tiene una línea de tiempo que re-
corre toda la obra. Es la filmación del proceso de lec-
tura de un libro en donde el espectador contempla,
sin intervenir, el paso de la páginas. Marcel Broothaers
nunca salió del estudio y conformó con las partes,
otra idea distinta que cobró cuerpo, precisamente
por desmem
brar la reproducción de otra forma re-
ferencial, que aspiraba a reproducir otra realidad. Los viajes del artista tuvieron lugar en la m
esa de trabajo. Es tam
bién, la potencia textual del título de la obra, y que tom
amos prestado para este proyecto, la que es
capaz de evocar y crear una imagen que va m
ucho m
ás allá, de lo que cada uno de nosotros podemos
imaginar.
10
justifi
cació
n a
lguna, s
u a
rrojo
se n
utre
de la
atra
cció
n y
la
emoción al contem
plar el abismo, lo que no deja de ser
otra manera im
portante de explorarlo…” (3)
Sabemos que el m
ovimiento siem
pre entraña un cierto riesgo. El viaje expone al viajero de espíritu abierto y rom
ántico a una situación de fragilidad. Existe una m
itología del terror al límite. M
aupassant, en su literatura fantástica nos m
uestra como el viajero
busca romper la tram
a de la realidad cotidiana, quebrar la norm
alidad y afrontar el choque emocional con la
ventaja del que sabe que va a volver, transformando
la angustia frente a lo desconocido, en fuente de en-riquecim
iento. El arte se nos muestra entonces com
o lugar para el viaje, en donde no existe una dirección única y donde se reivindica la idea de cruce de cam
i-nos. Lebrero Stals (4) nos recuerda cóm
o el mar y el
desierto pueden servirnos de metáforas a la creación
El proyecto Viaje al Mar del N
orte, propone a los artis-tas construir relatos a partir de un denom
inador co-m
ún, desde el recurso a las geografías mentales que
cada uno de ellos ha acumulado en la m
emoria y la
experiencia individual. Se propone como actitud ge-
neral sumergirse, com
o diría Vila M
atas (2), en el arte de cam
inar
por
la cuerd
a floja
, imaginándonos com
o equilibristas y acróbatas que flirtean con el abism
o, apenas atreviéndonos a bordearlo. En el fondo de los recuerdos se buscan historias que perm
itan avanzar paso a paso sobre ese precipicio im
aginario, asumien-
do el riesgo emocional de asom
arse al vacio, investi-gando y desafiando lím
ites que nos empujen un poco
más allá, para encontrar un absoluto que sustituya a la
nada. El funambulista subido en la cuerda floja, actúa
como un icono del proyecto Viaje al M
ar del Nor-
te. Una im
agen que expresa bien el sentido que se quiere dar a los trabajos. “El funam
bulista no necesita
Mapam
undi, 1500. Juan de la Cosa. Pergamino pintado. 93 x 183 cm
.
11
como lugares donde con m
ás claridad se evidencian la infinita gam
a de direcciones que el tiempo y el es-
pacio ofrecen al viajero que no quiere someterse a
una carta de ruta y hace camino al andar.
El trazado del límite queda supeditado a la separación
de los ámbitos de lo que puede ser pensado y lo que
puede ser conocido. Se define límite, según Eugenio
Trias como “la frontera de todo cuanto puede ser expe-
rimentado, la línea irrebasable que circunscribe el cerco
de lo que puede ser conocido, comprendido o dicho” (5).
Así el viaje es capaz de situarnos en el lím
ite, lugar desde donde se rescatan experiencias válidas para el auto reconocim
iento. No hay que olvidar que, gracias
a esta experiencia, esos límites o fronteras, estarían
en una situación de constante desbordamiento por la
ampliación del “territorio explorado”.
Pero a día de hoy, el factor sorpresa ha perdido inten-sidad. Poseem
os un conocimiento previo al viaje. Lo
extraño y peligroso ya no es tal. Situaciones de re-co-nocim
iento se suceden en la experiencia del viajero. A
l buen salvaje ya no le quedan lugares de ensueño. C
ualquier enfrentamiento a lo desconocido, ha sido
previamente estructurado, clasificado, acotado, defini-
do, y estudiado según unos parámetros que la cultura
de la civilización previamente ha determ
inado. La dis-ponibilidad total de lo otro, nos lleva a la percepción de una seguridad infinita, im
pensable hace muy poco
tiempo. La escena representada del viaje, se situaría
en un estado de constante repetición, si no tuviéra-m
os en cuenta la transgresión de límites geográficos
u otros y la diferencia que denotan. Ni así sucederían
las constantes idas y vueltas que se repiten día a día,
lo cotidiano de alejarnos y acercarnos de lo nuestro a lo externo m
ás habitual. No es así, por la capacidad
del pensamiento de interceptar nuevos tonos y nue-
vos énfasis, nuevos giros, nuevas verdades que al fin producen sensación y efecto de m
ovimiento y de su-
cesión, de un estado a otro, efecto lógico del carácter transitorio del viaje.
Com
o creadores, el arte siempre puede ser un viaje
a lo desconocido. Asum
ir la idea de viaje, es contar con el im
previsto, con el riesgo a vincular ese des-plazam
iento como el enriquecim
iento personal. Urge
mantener la capacidad de asom
bro y duda, así como
la capacidad de emocionarse, que es origen y m
otor del arte. El viaje es en definitiva la posibilidad de de-sear, com
o un intento por crear una tensión entre el espacio que habitas y un espacio eventual que se proyecta en tu m
ente y en tu sensibilidad. Grazie-
lla Magnerini se refirió al Síndrom
e de Stendhal. Una
afección propia del sujeto viajero. Víctim
a de este sín-drom
e, Stendhal sucumbe al im
pacto psíquico de la contem
plación de tanta belleza artística en su visita a la Basílica de la Santa C
ruz en Florencia, es entonces cuando pierde la serenidad ante el desbordam
iento interior de la cultura.
El proyecto expositivo que presentamos en el M
u-seo de Jaén, surge de repensar la idea de viaje com
o tal, supone adem
ás estar atento a esas otras muchas
opciones vitales en las que siempre aparece el enri-
quecimiento para el conocim
iento o la pasión que enlaza lo intersubjetivo, lo em
ocional y los deseos. Conocim
iento y pasión, son entonces dos ejes funda-m
entales para abordar y entender la experiencia del
12
viaje, frente a la idea del terror al límite, donde lo ajeno
no adquiere valor de peligro, sino que es motor para
elaborar una interpretación de lo desconocido. El via-jero hace suyos los parám
etros relativos tanto a la reflexión teórica com
o a la práctica artística, convir-tiéndolos en eje por el que discurre todo pensam
ien-to. El viaje es un adecuarse a un com
portamiento, a
un sistema de pensam
iento y de acción que consume
tiempos y espacios, propios o ajenos.
Martí Peran (6) recuerda que hasta un pasado rela-
tivamente cercano, conocer el m
undo representaba no solo re-conocer la diferencia específica de cada cosa sino tam
bién, como natural extensión de ello,
ser capaz de colocar cada cosa en su sitio. El espíritu m
oderno conoce el mundo en la m
edida que define y ubica cada uno de sus ingredientes; pero esto es posible en la m
edida que el propio sujeto esta quieto; es decir, dispone de antem
ano de un lugar estable desde donde articular esa com
prensión de las cosas. Si revisam
os el fenómeno del viaje, nos vem
os en la necesidad de referirnos antes al concepto de em
-plazam
iento que nos sugiere Stals (7), como el lugar
desde donde se observa la realidad y desde donde se caracteriza la experiencia del conocim
iento. Este entorno proporciona al individuo la posibilidad de pertenencia y de identificación con un lugar. C
uenta V
ila-Matas (8) a propósito de Kafka que, en su vida,
apenas se alejó del radio de la Ciudad V
ieja de Praga. U
na vez, al asomarse desde su ventana hacia la plaza
principal en el barrio de la Salut, dijo: “Allí estaba mi
cole
gio
, en a
quel e
difi
cio
que m
ira h
acia
nosotro
s e
stá
la
Univers
idad y
más a
llá a
la iz
quie
rda m
i oficin
a –
dib
ujó
un circulo con el dedo y agregó-: ahí se encuentra toda
mi vida”. El em
plazamiento com
o concepto que afec-ta al arte tiene que ver con la experiencia artística de cada autor y creador y por lo tanto tam
bién al lugar y la posición desde donde se genera una proyección personal. U
n lugar en donde establecer arraigos en palabras de M
artí Peran (9), cosmogonías desde don-
de favorecer un punto de vista frente al mundo, esta-
ble y sereno bajo el sueño de disponer de un modo
feliz de estar en el mundo, que al m
ismo tiem
po no deje de lado su deseo por entender el m
undo.
Viaje al m
ar del norte ha requerido por nuestra par-te revisar nuestros arraigos, los em
plazamientos des-
de los que nos asomam
os al mundo, ha requerido
revisar también la idea de m
apa, volver al territorio habitualm
ente representado cuestionando la manera
en que éste ha sido representado. Porque a veces, el m
undo nos ofrece lugares asombrosos, algunos es-
tán convenientemente docum
entados en los mapas,
otros no. Con este espíritu, los prim
eros cartógrafos, en su afán conquistador, se propusieron a proyectar racionalm
ente la descripción de los territorios, sus orografías, bordes y fronteras. Podem
os a día de hoy, por tanto, constatar la existencia certera de los luga-res, la veracidad de los datos ofrecidos a través de los m
apas, y todo aquellos que fue marcado sobre
un papel. En el fondo, todo surge de la necesidad de tener localizados los lugares. Para ello los cartó-grafos se propusieron trazar retículas y posicionar los territorios en relación a unos puntos cardinales. Frente a eso, ¿quien, en su sano juicio, pondría en-tonces en duda la propia realidad? D
el mism
o modo
… ¿quien pondría bajo sospecha la eficacia de esas
representaciones del mundo?. Ya se adelantó Borges
13
al referirse al mayor logro de perfección en el arte de
la cartografía, solamente alcanzado por un Im
perio im
aginario donde, para trazar el mapa de su territo-
rio, fue necesario uno de igual tamaño y coincidencia.
Pero nosotros sabemos que el rigor y la exactitud, a
veces no son buenas armas para advertir la auten-
tica aventura, la del conocimiento y la de la propia
experiencia.
Nuestro objetivo desde un prim
er mom
ento no fue m
arcar objetivamente el m
undo, sino ubicar espacios intensificados previam
ente por nuestra propia expe-riencia. N
os hemos propuesto para esta exposición,
alejarnos de esa disciplina objetiva que marca lím
ites a los territorios, y por el contrario hem
os apelado a los afectos, aquellos que hacen posible la expan-sión paulatina de los lim
ites de lo conocido hacia lo inabarcable. H
emos m
antenido una lógica del viaje com
o reto especulando siempre desde lo im
aginario. M
arcamos un centro, un punto de partida del que,
de forma colectiva, el espacio se expande a su alre-
dedor.
El viajero, sensorialmente inm
erso en un espacio fí-sico, codifica una im
agen del mundo que sobrepasa
lo percibido por medio de sus sentidos, de tal for-
ma, que el viaje se nos aparece m
ás relacionado con el pensam
iento que con el cuerpo. Com
o exigencia en el viajero, está su m
ediación intelectual en todo proceso de inm
ersión en otros territorios. Adqui-
riendo placer en la marcha al globalizar, el conjunto
de emplazam
ientos discontinuos que construyen su m
emoria. U
na mem
oria entresacada de un espacio discontinuo, m
arcado por fronteras que delimitan
espacios privados - espacios públicos, espacios de la percepción - de la im
aginación, espacios cultura-les - espacios funcionales, espacios fam
iliares - espa-cios sociales, etc. M
emoria que se construye por las
ideas o los espacios significados y cualificados. El viaje form
ula un desplazamiento que posibilita pensar lo
propio, facilita un re-descubrimiento, un re-definirse,
un re-conocimiento al fin.
El progreso que supuso la revolución industrial para la experiencia m
oderna del viajero, obligó a revisar el concepto de ideología, identificada com
o conciencia de pertenencia a un lugar cultural, social, psicológico, m
aterial o geográfico. Nuestro locus, en el que nos
situamos y desde el que nos m
antenemos en cons-
tante enfrentamiento con el territorio que nos es ex-
terior, por defecto o diferencia de los caracteres que
Septentrionalium Terrarum
Descriptio, 1595.
Gerard M
ercator & Jodocus H
ondius, Atlas, 1606. 38.1 x 40.6 cm.
14
posee, genera la conciencia de “ser diferente a”, nos im
pone la necesidad antropológica y cognitiva de re-lacionarnos con “lo otro”. Se favorece así una noción de identidad y de alm
acenamiento, pero tam
bién de vecindad y de relación. Salir de un espacio propio, de pertenencia, a un espacio exterior desconocido, es lo que definiría el concepto de viaje. V
iaje como cam
bio de situación, un desplazam
iento, desde un espacio cualificado, espiritualm
ente definido, hacia otro.
Siempre tenem
os la necesidad de reconocernos en el otro, la im
posibilidad de establecer la diferencia re-sultaría contraproducente, nos negaría la posibilidad de conocim
iento. Una cultura, com
o señala Hölderlin,
solo alcanzaría la plenitud si es capaz de ponerse en “contradicción”, de extrañarse con su propia identi-dad para fecundarse con su ajenidad. El viaje com
o experiencia estética nos em
puja a percepciones que van m
ás allá de nuestra realidad habitual. En la expe-riencia del viaje reconstruim
os y recomponem
os las distintas dinám
icas en que se compone nuestra exis-
tencia. Son experiencias fragmentarias, subterráneas,
incomunicables pero cuyo poder puede ser m
ayor que cualquiera otra surgida de la razón instrum
ental. En resum
en, el viaje amplía la experiencia y la m
odifi-ca por su cuestionam
iento. Com
o experiencia para el arte es fundam
ental ya que presupone una distancia y un m
irar desde fuera, lo propio, además de recon-
quistar nuevos espacios para la reflexión. Produce com
o consecuencias efectos de reivindicación de lo propio, relectura de lo global, am
pliación de las mane-
ras y modos que nos son inherentes.
Optam
os, no obstante, por una preponderancia por lo esquivo, por las direcciones desplazadas, por las
situaciones desestabilizadas, por transgredir en defi-nitiva, todo viaje establecido, am
pliando las gamas y
especificando los matices. La aventura está al alcance
de todos, basta con superar el miedo a lo descono-
cido y adentrarse en el viaje independiente y alter-nativo, fuera de los circuitos organizados. D
el viaje quedan los recuerdos, las experiencias y las aventuras, y si adem
ás nos situamos frente a las ondulaciones
azules y el mar de fondo, sólo entonces se pueden
convocar ensoñaciones, añoranzas y recuerdos de todos los posibles itinerarios. Podem
os entender así, según ciertas teorías, cóm
o el universo no es uno, sino m
uchos, cómo no tiene principio ni final, tan solo
infinitas repeticiones. Según esto, todo ocurriría varias veces al m
ismo tiem
po en infinitas burbujas fractales, del m
ismo m
odo que nuestras existencias se repiten en la estela de los viajeros m
íticos.
1. Lebrero Stals, José: Tierra de Nadie. Sevilla: Pabellón de Anda-
lucía en Expo 92. 1992.
2. Vila Matas, Enrique: Exploradores del abism
o. Barcelona: Edi-torial Anagram
a. 2009
3. Op. cit
4. Op. cit
5. Trias, Eugenio: La lógica del límite. Barcelona: D
estino, 1991.
6. Martí Peran: m
ira como se m
ueven. 4 ideas sobre movilidad.
Fundación Telefónica, 2005.
7. Op. cit
8. Op. cit
9. Op. cit
15
16
ocupando el Museo
17
18
Jesús Cam
pra Madrid
JORG
E LUIS BO
RGES. “Las ruinas circulares”.
“El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo
prometieron algunos signos. Prim
ero (al cabo de una larga sequía) una rem
ota nube en un cerro, liviana com
o un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los leopardos; luego las hum
aredas que herrumbraron el m
etal de las noches; después la fuga pánica de las bestias. Porque se repi-tió lo acontecido hace m
uchos siglos. Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el m
ago vio cernirse con-tra los m
uros el incendio concéntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego com
prendió que la m
uerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. C
aminó contra los jirones de fuego.
Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo
inundaron sin calor y sin combustión. C
on alivio, con hum
illación, con terror, comprendió que él tam
bién era una apariencia, que otro estaba soñándolo”.
19
20
Miguel C
armona A
stillero
Una constante en m
i obra es la representación de es-pacios deshum
anizados donde se transmiten estadios
reflexivos, mundos particulares o universos interiores
que rebosan soledad y generan estructuras íntimas.
Me adentro desde las em
ociones y desde una visión introspectiva que m
arca el estado de las personas. R
ecreo atmósferas con cierto carácter escenográfico,
en el que la luz proyectada, los reflejos, la sombra o
la geometría particular funcionan com
o recurso fre-cuente para subrayar dicha soledad.
Aquí com
ienza nuestro viaje, nos presentamos com
o individuos reflexivos que viajan a ningún sitio, a nin-guna parte, sim
plemente pasean por estos espacios y
se acomodan, solos... V
iajan desde el estatismo , con
la mirada perdida, donde los lugares viajados se hacen
mágicos ya que son vistos con la perspectiva apropia-
da, particular, serena.
Sentarse para volar a ninguna parte nos ayuda a per-cibir nuestra otra realidad, la que dejam
os atrás en el día a día, ver que nos m
otiva y recordar lo realmente
nos hace felices.
Viajar a ningún sitio es tan apasionante com
o ir al me-
jor de los lugares, puedes alcanzar la felicidad, y vivir tus deseos desde la profunda paz y serenidad que da la autoreflexión.
En esta obra, se representa un lugar y espacio dise-ñado para partir físicam
ente hacia otros lugares, pero paradojas de la vida, desde el aeropuerto de C
iu-dad R
eal jamás parten aviones, sim
plemente nuestros
sueños, y en este caso en particular, con destino hacia el M
ar del Norte.
21
22
Juan Ram
ón Carneros Pardo
Viajar allá donde nos dejen. D
esde el mar inventado
de la infancia. Viajar hacia nosotros m
ismos. R
omper
las barreras que reflejan lo que hay fuera. Mantener-
nos a flote, como niños queriendo escapar de un fu-
turo incierto. Jugar hasta caer rendidos. Viajar, siem
pre, allá donde podam
os.
23
24
Maria de H
aro Rivas
“A m
itad de la carrera de la vida me encontré en una
lóbrega e intrincada selva, por haberme separado del
camino recto.
¡Cuán difícil m
e sería pintar la aspereza de aquel sitio, cuya sola idea renueva m
is temores!. Era m
ás triste que la m
uerte.”
DAN
TE ALIGH
IERI. “La divina comedia”
25
26
Marta de Lara Pasquín
“Y de igual m
anera, la efímera obra de esta visión, las
altas torres que las nubes tocan, los palacios espléndi-dos, los tem
plos solemnes, el inm
enso globo, y todo lo que en él habita, se disolverá; y tal com
o ocurre en esta vana ficción desaparecerán sin dejar hum
o ni estela. Estam
os hechos de la mism
a materia que los
sueños y nuestra pequeña vida cierra su círculo con un sueño”. W
ILLIAM SH
AKESPEARE . Acto IV . La tempestad.
27
28
Sergio García Sánchez
29
30
Mar G
iménez M
arín
En el trayecto, apoyada en el vano de la ventana, en-torna la m
irada.
Carrusel de im
ágenes fugaces, espacios donde no se perm
anece, acumulación de instantes que dan form
a nuestro pensam
iento.
Y ese constante em
peño de atrapar lo táctil e ilu-sorio.
Y sopla el viento, sin cuerpo.
31
32
Marisol G
onzález Miras
BOR
EAL
...”Del suelo brotó Yggdrasilll, el gran fresno, cuyas po-
derosas ramas separaban los cielos de la tierra y cuyo
tronco constituía el eje del universo. Nadie podría narrar
su grandeza. Sus raíces se hincan en las profundidades, m
ás a
llá d
e la
s ra
íces d
e la
s m
onta
ñas, y
sus p
ere
nnes
hojas atrapan las estrellas fugaces según pasan”.
Yggdrasil es, en la mitología nórdica, árbol gigante en
el que está el mundo.
Boreal* evoca el recuerdo de un viaje a Noruega en
busca de la Aurora, un viaje hacia el N
orte con la ilusión y el ansia de contem
plar el cielo plagado de luces, colores y brillos, no im
portaba el frío.
Ilusionados e ilusos, en sueño quedó.
De vuelta al Sur llevábam
os en nuestra mem
oria una tierra sem
brada de mitos y leyendas, de glaciares,
fiordos, exuberantes paisajes, gélidas aguas, gélidos vientos, el sol de m
edianoche y cálidas gentes. El sue-ño no cum
plido persiste, a la espera de que un día se haga realidad.
*Boreal proviene de la palabra griega “boreas”, que significa N
orte.
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Ana del M
ar López Núñez
“Cam
inas de cara al viento tratando de avanzar a lo largo de la acera, pero a pesar de tus esfuerzos por llegar a donde te diriges, no logras m
overte”.
PAUL AU
STER: Diario de invierno. N
ueva York, 2012
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Nuria López Pérez
He decidido hacer este viaje hacia adentro, a través
de algunas imágenes que form
an parte de mi; pensa-
mientos, garabatos y dibujos de desahogo extraídos
de mis cuadernos de notas.
Ahora si..., ahora no..., las im
ágenes aparecen y des-aparecen; reflejos huidizos de m
i cabeza, a veces pre-sente y a veces perdida.
Sueños, miedos, deseos, obsesiones,..., im
ágenes que, en ocasiones se agolpan sin buscarlas ni quererlas, com
o balas machaconas e im
pertinentes, pero cuan-do las persigo no hay ni rastro de ellas.
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Asunción Lozano Salm
erón
Existe una meta, pero no un cam
ino. Lo que llama-
mos cam
ino son vacilaciones… el em
brollo mism
o del m
undo…
Elegimos, com
o actitud, asomarnos al vacío. Y
no hay duda de que conecta con una frase de Kafka: “fuera de aquí, tal es m
i meta”
… viaje alrededor de m
i cuarto… desde donde no
puede verse del mundo m
ás que un trozo de cielo incoloro en el m
arco de la ventana… de m
odo que el m
undo sigue ahí…
Había descubierto, un encanto sencillo -m
uy superior a los encantos del alpinism
o- el arte de caminar por
la cuerda floja. Pensé en lo lejos y en lo cerca al mis-
mo tiem
po…
De alguna form
a estaba como viviendo en las páginas
de un libro ya escrito… com
encé a vivir la vida que había im
aginado… protagonista, victim
a, argumento y
sujeto de una narración omnisciente…
Suele decirse que la literatura tiene una notable ventaja sobre lo que vivim
os. La de que uno puede volver atrás y corregir…
Qué habría pasado si nos
hubiéramos acercado de otra m
anera, si hubiésemos
hecho un gesto que no hicimos…
Pensamos en ha-
ber vivido lo que se vivió como si fuese un borrador,
algo que puede ser transformado…
Las islas parecieron, desde el primer m
omento, la le-
janía mism
a… El m
ar allí sube y llena las ensenadas y grietas que hay en las rocas, haciendo que las aguas rujan con un ruido terrorífico y salpicando a gran al-tura en los días de torm
enta.
… siem
pre he pensado que la sonrisa es la perfec-ción de la risa…
ENRIQ
UE VILA-M
ATAS: Exploradores del abismo
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40
Concha M
ayordomo Poyatos
El viejo sabía que se alejaría mucho de la costa y dejó
atrás el olor a tierra y entró remando en el lim
pio olor m
atinal del océano.
Decir el m
ar. Decir el m
ar. Decir el m
ar. Para que no todo lo que había en el gesto de aquel viejo se pier-da, porque quizás todavía un retazo de aquella m
agia vaga por el tiem
po, y algo podría reencontrarlo y de-tenerlo antes de que desaparezca para siem
pre.
Decir el m
ar. Porque es lo único que nos queda. Por-que frente a él los que no tenem
os cruces, ni viejos, ni m
agia, tenemos que tener algún tipo de arm
a, lo que sea para no m
orir en silencio, y basta.
¿Decir el m
ar? Sí. ¿Y tú has estado todo este tiem
po diciendo el m
ar? Sí.
Se había hecho mar adentro, llevado a toda velocidad
por mares desconocidos m
ucho más azúles que los
de Islandia.
Después el cam
ino ascendía de nuevo y volvían a ver el inm
enso horizonte y a sentir el aire vivificante de alta m
ar.
(…) hablaba de Islandia, de los pálidos veranos sin
noche, del sol oblicuo que no se pone nunca.
A bordo, en alta m
ar, el tiempo nunca se m
e hace largo.
(…) vio cóm
o se alejaba, una silueta recortada en el m
ar. Era él todavía aquella forma hum
ana de pie, negra sobre el azul ceniciento de las aguas, y luego ya vaga, perdida en esa lejanía donde los ojos que per-sisten en m
irar se enturbian y dejan de ver.
Unas grandes olas seguían llegando del oeste regular-
mente, una tras otra, sin pausa, sin tregua, renovando
su inútil esfuerzo, rompiendo sobre las m
ismas rocas,
estrellándose en los mism
os lugares para inundar las m
ismas playas. A
la larga, aquella sorda agitación de las aguas resultaba extraña com
parada con la serenidad del aire y del cielo. Era com
o si el lecho de los mares,
demasiado lleno, quisiera desbordarse e invadir las
playas.
Cosiendo redes de:
ERNEST H
EMIN
GW
AY; El Viejo y el Mar, U
SA 1952
ALESSAN
DRO
BARIC
CO
; Oceano M
are
, Milá
n, 1
993
PIER LOTI; Pescador de Islandia, 1886
41
42
Lola Moral R
uz
“Tenía
m
i padre
una pequeña hacie
nda en el
conda-
do de Nottingham
y era yo el tercero de cinco hijos. Cuando tu
ve c
ato
rce a
ños, m
e m
andó a
l cole
gio
Em
a-nuel d
e C
am
brid
ge, d
onde re
sid
í tres a
ños y
me d
ediq
ué
concienzudamente a m
is estudios. Pero, aún cuando mi
asignación era muy exigua, los gastos del pupilaje eran
demasiado elevados para una fortuna m
enguada y me
colocaron de aprendiz con don Santiago Bates, eminen-
te m
édic
o lo
ndin
ense c
on q
uie
n p
erm
anecí c
uatro
años.
Y como m
i padre me enviara alguna que otra vez pe-
queñas c
antid
ades d
e d
inero
, las e
mple
é e
n a
pre
nder e
l
arte
de navegar
y otra
s ra
mas de la
M
ate
mátic
a que
son útiles a quien intenta viajar, pues siempre creí que
alguna vez ese sería mi destino”.
JON
ATHAN
SWIFT: Los viajes de G
ulliver.
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44
José Luis Ojeda N
avío
Un sueño, un paraíso, una frontera, un deseo.
Miradas cautivadoras de indefensas criaturas, luchas
por el poder, escarceos amorosos, juegos entre las
olas.
Un frío abrasador, tem
pestades de leyenda, la fría luz. C
ansancio, emociones a flor de piel, recuerdos de se-
res queridos.
La naturaleza en todo su esplendor, con toda su crueldad, con toda su belleza.
Aún m
uchas noches, en mis ratos de soledad, conti-
núo viajando al mar del N
orte.
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Pedro Osakar O
laiz
… en el escaparate de la ferretería Varela luce una es-
calera nueva de madera que m
e ha llamado la aten-
ción y no he podido evitar, entrar y después de ver otros m
odelos, comprarla. M
edirá 120 cm aproxim
a-dam
ente y la madera de haya con la que está cons-
truida, a pesar de ser densa y dura, la hace liviana.
Los cinco peldaños son, junto con los travesaños principales, las piezas m
ás grandes. Están encolados y atornillados con piezas m
ás pequeñas que le dan a la estructura una gran robustez. Es una escalera de tijera m
uy estable con una solución constructiva muy
similar a la que se encuentra en las casas tradicio-
nales. Las piezas horizontales y verticales se cruzan con algunas en diagonal para conseguir tensar y hacer rígidas las form
as.
La escalera está pensada para que no ocupe mucho
espacio. Se puede plegar y guardar en un espacio re-ducido. V
ista así, comunica una im
agen muy potente
ya que la lógica constructiva, puesta al servicio de su funcionalidad, se ve com
plejizada por la capacidad de su estructura para encajar sim
étricamente am
bos lados de la escalera. Es difícil, a sim
ple vista, dilucidar que función cum
plen cada una de las piezas y a que lado de la escalera se corresponden.
Por otra parte, la apariencia general de la escalera es la de una piel continua y m
ate, donde las vetas de la m
adera son pequeñas y tienen un color ocre claro, m
uy uniforme…
La réplica dentro de la vitrina y el cuadro Nord, per-
tenecen al mism
o orden de la representación… y
es sin embargo la escalera, el artefacto, en todo su
carácter funcional, desprovisto de todo dispositivo expositivo, lo que nos com
unica todo su poder real.
EL POD
ER D
E LOS O
BJETOS
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Manuel Torres C
antero
Detalles, texturas,…
, pequeñas porciones de espa-cio/tiem
po que, con frecuencia, pasan desapercibidas, pueden sugerirnos un am
biente, un lugar inventado o un viaje im
aginario….V
iajamos al M
ar del Norte.
…ahora son olas…
…ahora son m
ares helados…
…ahora son m
ares en calma…
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Luis Carlos Z
ambrano Valdivia
“Nadaban ante m
í, en el libre elemento, hundiéndose y
subiendo, en juego y en batalla, peces de muchas for-
mas, especies y colores, que el lenguaje no puede pintar,
y nunca ha visto el marinero
: desde e
l atro
z L
evia
tán a
menudos m
illones que pueblan cada ola:
en in
mensas m
anadas ig
ual q
ue is
las fl
ota
nte
s, p
or m
is-terioso instinto llevados por la yerm
a región donde no hay sendas, aunque por todos lados resistiendo el asalto de enem
igos voraces, ballenas, tiburones, monstruos, que
en boca o frente se arman de espada o sierra, cuernos,
garras ganchudas”.
MO
NTG
OM
ERY, “El mundo antes del D
iluvio”.
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