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341 LA INTERIORIDAD AGUSTINIANA: CAMINO DE FELICIDAD Vivimos en un mundo donde las prisas y la velocidad nos aprisionan de tal mane- ra que imposibilitan el encuentro sereno y profundo con uno mismo. Esta reali- dad de vértigo erosiona poco a poco nuestra existencia descentrándonos de lo real- mente importante. Aunque sólo sea por salud física y mental necesitamos parar de los quehaceres cotidianos para reflexionar sobre nuestra vida y su sentido. San Agus- tín ofrece un camino que él mismo transitó: el camino de la interioridad. Este camino le llevó a encontrar la verdad en el hombre interior, a descubrir a Dios y encontrar sentido y felicidad en Él, para finalmente, abrirse a los demás y com- partir con ellos el tesoro escondido en su corazón. MIGUEL ÁNGEL ÁLVAREZ MIÑAMBRES, OSA 1. INTRODUCCIÓN Adentrarse en el pensamiento de san Agustín es como adentrarse en el océano, donde no ves la otra orilla por más que agudices la vista. La ampli- tud de su pensamiento, de su obra y de sus experiencias, supone un incen- tivo y una ayuda en nuestro propio camino. La experiencia de san Agustín es rica y puede por un lado, hacer más creativa nuestra propia vida y por otro, iluminarla en medio de las circunstancias particulares que nos toca o toque vivir. Digo puede, porque la respuesta a esta experiencia depende de nosotros, de nuestra actitud activa y dinámica ante su experiencia. Miguel Ángel Álvarez Miñambres es agustino, licenciado en Teología Dog- mática-Fundamental y en Estudios Eclesiásticos. RELIGIÓN Y CULTURA, LVII (2011), 341-364

Valor de La Interioridad2

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Reflexión para una pedagogía de la interioridad. Educación interior

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LA INTERIORIDAD AGUSTINIANA: CAMINO DE FELICIDAD

Vivimos en un mundo donde las prisas y la velocidad nos aprisionan de tal mane-ra que imposibilitan el encuentro sereno y profundo con uno mismo. Esta reali-dad de vértigo erosiona poco a poco nuestra existencia descentrándonos de lo real-mente importante. Aunque sólo sea por salud física y mental necesitamos parar delos quehaceres cotidianos para reflexionar sobre nuestra vida y su sentido. San Agus-tín ofrece un camino que él mismo transitó: el camino de la interioridad. Estecamino le llevó a encontrar la verdad en el hombre interior, a descubrir a Dios yencontrar sentido y felicidad en Él, para finalmente, abrirse a los demás y com-partir con ellos el tesoro escondido en su corazón.

MIGUEL ÁNGEL ÁLVAREZ MIÑAMBRES, OSA•

1. INTRODUCCIÓN

Adentrarse en el pensamiento de san Agustín es como adentrarse en elocéano, donde no ves la otra orilla por más que agudices la vista. La ampli-tud de su pensamiento, de su obra y de sus experiencias, supone un incen-tivo y una ayuda en nuestro propio camino. La experiencia de san Agustínes rica y puede por un lado, hacer más creativa nuestra propia vida y porotro, iluminarla en medio de las circunstancias particulares que nos toca otoque vivir. Digo puede, porque la respuesta a esta experiencia depende denosotros, de nuestra actitud activa y dinámica ante su experiencia.

• Miguel Ángel Álvarez Miñambres es agustino, licenciado en Teología Dog-mática-Fundamental y en Estudios Eclesiásticos.

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1 Hay muchos estudiosos de san Agustín que lo han considerado como el hom-bre “experto en sí mismo”. Esta experiencia es fruto de un largo recorrido que lelleva a descubrirse primero delante de sí mismo y desde ese abismo interior dar elsalto hacia Dios. Por esta experiencia profunda del hombre en san Agustín (queparte de sí mismo) le capacita para ser testigo y maestro para nosotros hoy.

2 La palabra confesión no está referida exclusivamente a los pecados (confesiónde los pecados) sino que implica una realidad mayor. En el sermón 67 san Agus-tín analiza las distintas formas de confesión, sin una referencia exclusiva a los peca-dos: «Cuando se nos leía el santo evangelio hemos oído que se alborozó el SeñorJesús en el Espíritu Santo, y dijo: Te confieso, Padre Señor del cielo y de la tierra,por haber velado estas cosas a los sabios y discretos del mundo y descubrírselas alos pequeñuelos. Si lo hasta aquí dicho por el Señor lo ponderamos ahora con res-peto y diligencia, con devoción sobre todo, hallaremos en primer lugar cómo lapalabra confesión que leemos en la Escritura no siempre ha de entenderse la vozdel pecador, o confesión de los pecados» (Serm. 67,1). La confesión también indi-ca alabanza (confesamos a Dios cuando loamos a Dios). Ahora bien, en este ser-món 67, vemos la continuidad procesual entre la confesión de los pecados (acu-sación personal) y la confesión de Dios (alabanza a Dios): «…el acusarte a ti redun-da en alabanza de Él» (Serm. 67,2). En esta misma dirección camina el comenta-rio que realiza al Salmo 144, donde toda la creación alaba (confiesa a Dios), inclu-so aquellos seres que no tienen voz para confesarlo: «Este concatenamiento de lacriatura, esta ordenadísima hermosura, que asciende de lo inferior a lo superior ydesciende de lo supremo a lo ínfimo, jamás interrumpida, pero acomodada a ladisparidad de los seres, toda ella alaba a Dios. ¿Por qué toda ella alaba a Dios? Por-que cuando tú la contemplas y adviertes su hermosura, alabas a Dios por ella»(Enarrationes in psalmos 144,13). Podríamos citar numerosos ejemplos (sobre todoen los sermones y las Enarraciones a los salmos) donde descubrimos el sentido pro-fundo del término confesión. Un concepto que implica encuentro, intimidad,relación. Abarca todo ese proceso interior del hombre que va desde el conoci-miento personal y el descubrimiento de lo que uno es hasta dar el salto (trans-cender) a Dios (como Verdad Fontal y última), donde se encuentra la plenitud dela vida del hombre.

Han sido muchos lo que a través de la interioridad, de la búsquedade la felicidad desde el interior del hombre han encontrado la verdad,pero sin ninguna duda ha sido san Agustín el ejemplo y el que mejor hadescrito el camino que desde la interioridad le llevó a descubrir la ver-dad 1. El libro donde plasma su vivencia es Las Confesiones. Precisamen-te a través de la palabra confesión 2, san Agustín muestra el significado de

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3 Si la fe no se asienta en razones válidas para creer, abocaríamos a un subje-tivismo, fideísmo o voluntarismo. Son necesarios para la fe motivos suficiente-mente válidos para hacer razonable la adhesión a Dios. Al menos para creer deuna manera digna y humana. «El que cree, si quiere ser coherente con las exigen-cias más profundas que lleva en su interior, tiene que creer de una manera dignadel hombre. Su acto de fe, para usar una expresión corriente, tiene que ser inte-lectualmente honesto y moralmente responsable» (ARDUSO, F., Aprender a creer.Las razones de la fe cristiana, Santander 2000, p. 10).

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la interioridad, como el lugar de la intimidad del hombre donde se reve-la la verdad y encuentra la felicidad.

Hoy en día el tema de la interioridad se ha convertido en moda, nosólo en el ámbito religioso sino también en el común de la sociedad.Otra cosa es lo que realmente se entienda por interioridad, ya que lasconfusiones en la terminología son abundantes. El objeto de este estu-dio no es abordar de manera exhaustiva la interioridad, sino presentarel camino interior que vivió san Agustín de manera accesible y con unlenguaje lo más inteligible posible. Por ello a partir de las próximas pági-nas serán abundantes los textos de san Agustín, porque más que hablaryo pretendo que hable el mismo san Agustín desde su experiencia y pen-samiento.

2. DEL PROPIO CONOCIMIENTO AL CONOCIMIENTO DE DIOS

Las palabras de san Pedro a estar «dispuestos siempre a dar razón devuestra esperanza a todo el que os pida una explicación» (1ª Pe 3, 15-16) suponen una invitación a no refugiarse en la fe como bastión últi-mo del cristiano. La fe no puede ser el único refugio del seguidor deJesucristo, sino que ésta tiene que ser alimentada de manera recíproca ycomplementaria con la razón. De lo contrario reduciríamos la fe al ámbi-to privado, como un conjunto de creencias tan razonables como cual-quier ideología 3.

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4 Al recorrer la Historia de la Iglesia, desde sus inicios hasta hoy, podemosobservar que el tema de la fe es central y a la vez conflictivo. Para una comunidadcristiana es central el asentar las bases, el contenido de lo que cree. De esta mane-ra las primeras comunidades cristianas van trazando los contenidos de la fe (laespecificidad de la fe cristiana) en medio de un mundo en muchos casos hostil(recordemos las persecuciones a las que fueron sometidos muchos cristianos ennombre de su fe y no sólo en los inicios de la Iglesia sino hoy mismo en muchospaíses de nuestro desarrollado mundo, las burlas de gran parte de la cultura, lassospechas y la indiferencia hacia los cristianos, el rechazo del cristianismo por ide-ologías sesgadas y autoritarias, etc.). Las dificultades del creyente no pertenecenexclusivamente a nuestro hoy. La historia con su sabiduría nos habla de los cons-tantes vaivenes sufridos por la fe. Si bien hoy podemos encontrar problemas diver-sos en el ámbito de la fe a los que tuvieron nuestros antepasados, también hemosde buscar soluciones nuevas a las circunstancias concretas que hoy vivimos. Enesta línea nos argüía el Vaticano II a actuar. Por un lado se exige un análisis diná-mico de las nuevas situaciones: «La humanidad pasa así de una concepción másbien estática de la realidad a otra más dinámica y evolutiva, de donde surge unnuevo conjunto de problemas que exige nuevos análisis y nuevas síntesis» (GS5); por otro lado, se exigen respuestas a la problemática concreta de nuestra épo-ca y soluciones nuevas, ya que los nuevos problemas exigen nuevas soluciones yno parches del pasado: «Bajo la luz de Cristo, imagen de Dios invisible, primo-génito de toda la creación, el Concilio habla a todos para esclarecer el misterio delhombre y para cooperar en el hallazgo de soluciones que respondan a los prin-cipales problemas de nuestra época» (GS 10). Finalmente, hemos de añadir quetales soluciones han de ser ante todo humanas.

5 Apología=dar razón. Recordamos en este sentido a los primeros Padres grie-gos que a través de la apología dieron razón de la fe frente al nuevo mundo exte-rior y cultural. Las constantes acusaciones a los cristianos desde sectores cultospretendían minar y erradicar un emergente cristianismo en el que veían una mez-cla de fanatismo y superstición (Cf. CELSO, Discurso verdadero). Ante estos insul-tos contestan los Padres Apologetas a través de un discurso fundamentado y razo-nable. Por un lado, supieron transmitir que la fe no suponía ningún peligro parael Estado, sino más bien bienestar; por otro, son los que ponen las bases de unaauténtica ciencia de Dios. Presento esta realidad porque puede ser, salvando lasdistancias y sin pretensión de generalizar, muy próxima y cercana a nosotros. Ante

Los cuestionamientos actuales que se hacen a la fe, así como la mar-ginación a la que está sometida, tienen que ser un acicate a cada creyentey no un motivo para la queja o el sentimiento de inferioridad ante losdemás 4. Hay que buscar y presentar el logos 5 en donde se asienta la fe.

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los continuos latigazos infringidos a la comunidad cristiana y a su fe, lo que hacenestos autores no es refugiarse o aislarse de manera autárquica, sino que salen a dia-logar y exponer los fundamentos de su fe con seriedad y rigor.

6 En. In ps. 79,2.7 «Os pregunto a vosotros: ¿De quién está distante el que está en todas par-

tes? ¿De quiénes pensáis sino de los que yacen en su desemejanza, destruyendo ensí mismos la imagen de Dios? Hechos desemejantes se alejaron de Él; vuelvanreformados. ¿Y cómo dice nos reformaremos? ¿Cuándo volveremos al molde?Comenzad por la confesión; sigan las buenas obras» (En. in ps. 146,14).

8 «Cuando seguías la cadena, no la sentías; planeaste la fuga, y advertiste queestabas atado; quisiste huir, y comenzaste a ser arrastrado» (Serm. 26,9).

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La fe no puede sustraerse a la razón. Y sin ninguna duda, este logos tie-ne mucho que ver con la interioridad del hombre. En las grandes cues-tiones que afectan al hombre se hace necesario un replanteamiento des-de dentro, sin olvidar lo de fuera. Algunos teólogos han puesto de mani-fiesto cómo los hombres ante la crisis de fe que se vive lo que hacen esmirar el edificio por fuera para retocarlo aquí y allá, pero no son capa-ces de mirar en el sótano las vigas del mismo y comprobar su funda-mento, resistencia y fuerza. Este pensamiento ya está presente en sanAgustín cuando afirma la necesidad de preocuparse por la raíz de nues-tra vida y no tanto por las ramas. Teniendo sana la raíz, todo el árbol seencontrará sano 6.

En este apartado queremos poner de manifiesto el optimismo que exis-te en san Agustín en cuanto a las posibilidades del conocimiento huma-no de Dios. Estas posibilidades que sólo existen en el hombre son las quele impulsan a buscar y conocer a Dios sin descanso. En esa búsqueda sanAgustín se encuentra con dificultades que le llevan a concluir que es másfácil llegar a conocer a Dios que probar su existencia. No obstante encon-tramos impedimentos en el hombre, tanto condicionamientos de la razónhumana como de las pasiones viles que hay en el mismo y que emborro-nan el conocimiento de Dios. Sólo desde una purificación interior es capazde llegar a Dios o lo que es lo mismo sólo dejando aflorar lo que es, ima-gen y semejanza de Dios, será capaz de llegar a Él 7.

Los tres pasos necesarios para conocer a Dios serán: primero, haceruna catarsis del corazón (eliminar todo aquello que nos ata y aliena) 8;

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9 «Por la carne se resbala el hombre. Nuestra Eva interior es nuestra carne»(En. in ps. 48,6).

10 «Pero está adentro su Dios, espiritualmente adentro y espiritualmente en loalto. Ni el alma llega a ponerse en contacto con Él si no se trasciende a sí misma»(En. in ps. 130, S 2,12); «Vuela por encima de lo corpóreo y abraza el ser del alma;trasciende el alma y gusta a Dios» (In Io. Ev. XX, 11).

11 De v. relig. 39,72.12 Soliloquios 17, 2, 1. Otro texto que ilustra esta realidad: «Dios, que eres

siempre el mismo, conózcame a mí, conózcate a ti» (Sol. II, 1,1).13 Cf. In Io. Ev. 63,1; De Trin. 9, 1,1. He ampliado la cita de san Agustín refi-

riéndola también a la búsqueda del mismo hombre. En este sentido san Agustíntiene muchas citas: «El precio del amor eres tú mismo. Búscate, pues, y encuén-trate. Y tras encontrarte, date a ti mismo» (Serm. 34,7).

segundo, purificar el lenguaje carnal que usamos 9; finalmente trans-cender, dar el salto de las cosas materiales a Dios 10. «In teipsum redi [...],transcende et teipsum» 11 (entra dentro de ti mismo [...], para transcen-derte a ti mismo). En san Agustín el paso necesario para el conocimientode Dios se encuentra en el paso hacia el propio conocimiento: «Que meconozca y te conoceré» 12.

3. ¿QUIÉN SOY YO? O LA INQUIETUD POR CONOCERSE

Desde pequeños, especialmente en nuestros años en la escuela y enla universidad, tenemos la oportunidad de conocer y aprender muchascosas. Pero siempre nos queda la asignatura pendiente, a la que gene-ralmente no se presta atención, la de conocernos personalmente. Y sinembargo, del grado de conocimiento que tengamos de nosotros mismosdependerá en gran medida nuestra existencia y nuestra realización comopersonas felices y satisfechas consigo mismas.

Conocerse es una tarea que implica toda la vida que no se puede redu-cir a momentos puntuales. Decía san Agustín refiriéndose a esta dimen-sión que tenemos que estar dispuestos a buscar continuamente: buscapara encontrar y para encontrarte y encuentra y encuéntrate para seguirbuscando y buscándote 13. Sólo desde esta disposición abierta y atenta a

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14 Muchos de los problemas actuales de los hombres, personales y de relación,ocurren por no ser nosotros mismos. La cantidad de corazas que nos colocamosencima impiden que el otro nos vea tal y como somos. Tal vez con ello buscamosprotegernos ante los demás, tener una almena de defensa en nuestras vidas, aho-ra bien, el resultado es el contrario. Sólo una relación vivida en entrega, compro-miso, apertura, comunicación sin caretas nos permite ser libres, conocer y cono-cernos. La racanería, el esconder lo que somos sólo nos conduce a la pobreza per-sonal, al vacío existencial y a la soledad de vida, entre otras consecuencias.

15 Desde que el hombre es hombre la pregunta ha estado presente en el cora-zón del mismo. El salmista preguntaba a Dios: «¿Qué es el hombre para que teacuerdes de él, el ser humano para darle poder?» (Sal 8,5). De la respuesta que

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nosotros mismos podemos seguir creciendo, madurando y superandolas pruebas de la vida.

Lo cierto es que nuestra sociedad y el ritmo que nos ha impuesto nopotencia ni favorece este conocimiento personal. Al mismo tiempo labúsqueda de la propia identidad puede verse alterada y falseada por losestereotipos sociales: la necesidad de modelos o personas con las queidentificarse. Y aquí nos jugamos mucho, ya que se decide si queremosdejar salir lo que nosotros somos en realidad o anularlo o difuminarlocon máscaras y caretas que nos disfrazan lo que somos realmente. Para-fraseando la duda de Hamlet, no se trata de ser o no ser, sino de ser ono ser nosotros mismos 14. Esta es la cuestión.

La pregunta ¿qué es el hombre?, y más concretamente ¿quién soy yo?(pregunta que tiene que ver con el sentido de la vida), es un interroganteque responde a la búsqueda profunda de nuestra propia identidad. Soncuestiones que podemos contestar de una manera más o menos pro-funda y más o menos rica o que también podemos acallar la misma pre-gunta. No obstante, todos sabemos que están ahí y que exigen una res-puesta. La respuesta a esa pregunta indica la propia búsqueda de senti-do, de identidad, y al mismo tiempo la inquietud e insatisfacción quehay en todo corazón de algo más, de un plus.

Esta pregunta la han formulado muchas personas a lo largo de lahistoria, desde que el hombre existe, desde la antigüedad hasta nues-tros tiempos contemporáneos 15. El hombre como misterio y para-

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demos a la pregunta depende el sentido que damos a la vida. Es más, la respues-ta a esta pregunta va constituir el modo de presentarse ante el mundo, ante losdemás, ante nosotros mismos, la manera de enfocar las circunstancias de la vida,etc. Así se han dado a lo largo de la historia distintas visiones o enfoques del hom-bre, nacidos de las distintas respuestas a la pregunta por el hombre: el pesimismo,el optimismo, el nihilismo, el sinsentido, el absurdo, la valoración de las magní-ficas posibilidades del mismo, considerarlo una máquina, etc., etc.

16 Cf. COLZANI, G., Antropología teológica. El hombre: paradoja y misterio, Sala-manca 2001.

17 En. in ps. 41,13.18 BONHOEFFER, D., Resistencia y sumisión, Salamanca 1983, pp. 243-244.

doja 16. La pregunta sin respuesta definida ni definitiva: «Si abismoes profundidad, ¿no creemos que es un abismo el corazón del hom-bre? ¿Hay algo más profundo que este abismo? ¿Quién es capaz decomprender lo que lleva dentro, lo que puede dentro, lo que hacedentro, lo que maquina dentro, lo que quiere dentro?» 17.

Según los grandes estudiosos de la persona, es una pregunta que sur-ge cuando el hombre pierde su seguridades en el mundo, sus certezas,esas que creía tener bien asentadas, cuando poco a poco percibe la sole-dad en la que se encuentra y su situación de estar o sentirse perdido. Enel siglo pasado, un teólogo protestante, desde un campo de concentra-ción escribía el siguiente poema, titulado ¿quién soy yo?, que puede ilus-trar la pregunta por el hombre:

«¿Quién soy yo? me preguntan con frecuencia (...)¿Soy realmente lo que otros hombres dicen de mío soy solamente lo que yo mismo de mí conozco?¿Quién soy yo? ¿Éste o el otro?¿Soy una persona hoy y otra mañana?¿Soy ambas a un tiempo, un hipócrita ante otrosy ante mí mismo un cobarde despreciable?¿O es que aún hay algo en mí comparable a un ejército derrotadoque, desordenado, huye de la victoria ya alcanzada?¿Quién soy yo? Se burlan de mí estas solitarias preguntas mías.Pero, quienquiera que sea, tú sabes, oh Dios, que soy tuyo» 18.

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19 Conf. 3, 4,7.20 Más tarde confesará su acercamiento soberbio a las Sagrada Escritura. Esta

soberbia le impidió leer, profundizar y encontrar la meta de su búsqueda: Dios.La buena literatura que había leído en otros autores, en la Escritura no la encon-tró. Le pareció un libro pueril. A este propósito podemos leer la misma Palabrade Dios en este sentido (sentido que luego hizo suyo san Agustín): «Bendito seas,Padre, Señor del cielo y tierra, porque, has escondido estas cosas a los sabios yentendidos y se las has revelado a la gente sencilla» (Mt 11, 25).

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Si analizamos la vida de san Agustín vemos que está marcada porun constante hacerse preguntas buscando respuesta a las mismas. Des-de los 14 años realizando estudios en Madaura (un pueblo cercano aTagaste, su lugar de nacimiento), comienza a vivir la inquietud y lapreocupación por todo lo que le rodea. Allí encuentra una ciudad quele ofrecerá una vida libertina que al mismo tiempo le decepciona pro-fundamente. Las expectativas y las desilusiones se entremezclan duran-te esta estancia. A los 16 años regresó a Tagaste ya que sus padres nopodían costear sus estudios. Un año pasó allí en ociosidad, saborean-do como dirá él más tarde un modelo cultural hipócrita que poten-ciaba las formas por encima de las personas y que conducía a vivir conuna doble moral.

Gracias a un amigo de la familia (Romaniano) pudo continuar susestudios en la gran urbe, Cartago. Alejado de su familia (especialmentede su madre) se embarca en una aventura donde se entremezclan el ansiade saber con la necesidad de amor. Saber y amar constituyen su aspira-ción fundamental, pero nada de lo que le rodeaba le dejaba satisfecho.A los 18 años lee el Hortensio de Cicerón, libro que le produjo una fuer-te sacudida interna: «Aquel libro mudó en mi disposición y hacia ti,Señor, mudó mis preces, e hizo otros mis deseos y anhelos» 19.

Esta sed de conocimiento, de sabiduría en medio de una búsqueda con-fusa y pendulante, posibilita que san Agustín se acerque a las SagradasEscrituras, pero se le caen de las manos. Buscaba nutrir su proyecto inte-lectual iniciado con la lectura del Hortensio pero queda decepcionado 20.La necesidad de seguridades hace que se acoja a la secta de los manique-os: «No me faltaron nieblas que desconcertaron mi navegación, y largotiempo, lo confieso, he contemplado caer al océano estrellas que me lle-

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21 De b. vita 1,4.22 ALICI, L., Introducción a la filosofía de san Agustín, en El pensamiento de San

Agustín para el hombre de hoy. La filosofía agustiniana, vol. I, José Oroz Reta - JoséA. Galindo Rodrido (dirs.), Valencia 1998, p. 114.

23 Conf. 1, 1,1.24 Precisamente porque el hombre es imagen y semejanza de Dios, es capaz de

Dios, capaz de conocer a Dios y de relacionarse con Él. Gracias a este estar Diosen el hombre, éste puede participar de Dios cosa que sería imposible sin esta ima-gen y semejanza de Dios (Cf. De Trin. 14, 8,11). A través de la imagen de Dios

vaban al error» 21. La muerte del amigo, que había recibido el bautismo,y del cual se quiere burlar san Agustín cuando su amigo se recuperamomentáneamente de unas fiebres, le conducen a otro mar de preguntas.

La ciudad de Cartago le queda estrecha y marcha a Roma. De Romava a Milán como profesor oficial de retórica, aunque desorientado ide-ológicamente e inmerso en una mentalidad muy materialista. Incluso sullegada a Milán viene precedida por cierta rendición personal de encon-trar la verdad. Tal vez, un poco desesperado de una búsqueda sin frutos.En Milán, gracias a la comunidad cristiana (inteligente y viva) y a la lec-tura de los platónicos recuperará las fuerzas para seguir buscando. Laconquista de la verdad no será el fruto de un esfuerzo abstracto intelec-tualista, sino la manifestación de una presencia personal y cercana.

Con el bautismo en la cuaresma del año 387 (33 años), «se cierra elperíodo del laico intelectual, ambicioso e inquieto, dividido entre unproyecto de vida que hoy podría calificarse de burgués –centrado en laafirmación de sí, en la búsqueda de gratificación, en el acomodamientofamiliar–, y altos ideales de investigación según un modelo comunita-rio de vida dedicada a la reflexión. Se abre una nueva fase en que la ver-dad encontrada no apaga la sed de la búsqueda sino que la orienta…» 22.

San Agustín vive la experiencia de la inquietud del corazón, y así loconfirma en el inicio de su libro de las Confesiones: «Nos hiciste Señorpara ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» 23. Enesta frase tan celebrada de san Agustín encontramos el punto de infle-xión de todo su pensamiento. Dios que ha creado al hombre a su ima-gen y semejanza ha puesto en su corazón el deseo profundo e innato defelicidad 24. Una felicidad no pasajera, limitada y caduca sino un ansia

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impresa en el corazón del hombre, éste se descubre a sí mismo (su vocación últi-ma) y puede dar el salto hacia el mismo Dios desde la interioridad. En el hombreinterior percibimos a Dios a través de la imagen que tenemos de Él en nosotros.

25 De b. vita 2,11; Conf. 4, 12,18; 10, 22,32; C. Faustum 20,5; En. in ps. 32,2, 2,16. El punto desde el cual aborda la felicidad es su experiencia de conversión.Frente a las escuelas eudomonistas anteriores (epicúreos y estoicos) donde lo huma-no queda marginado, san Agustín propone a Cristo como Verdad que abre al hom-bre a la auténtica felicidad. La felicidad del hombre es don y no conquista, esAlguien y no algo. La felicidad está en su Persona y no en cosas. El amor va a serel quicio de la búsqueda humana de Dios. Es el amor el que nos mueve a ser, aconocer y a amar: “Y si por amor te adhieres a Él, será feliz” (De Trin. 8, 3,5). Elhombre está llamado a vivir la plenitud del amor que existe en la Trinidad. Esavivencia es la fuente de la felicidad del hombre. Encontramos un desarrollo másamplio en la obra de BROTÓNS TENA, E. J., Felicidad y Trinidad. A la luz del DeTrinitate de San Agustín, Salamanca 2003.

26 De Trin. 15, 2,2.27 Conf. 2, 10,18.

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de felicidad eterna, infinita y que no acabe. Esta felicidad inmortal yeterna se encuentra en Dios 25. Esta inquietud es la que le mantiene entensión, la que le impele a caminar sin descanso, la que le hace estarsiempre en búsqueda. Búsqueda de verdad y felicidad, aquello que pue-de sólo puede saciar la inquietud de su corazón. Él mismo dirá: «Hayque buscar la verdad con empeño para que su encuentro produzca mayorsatisfacción. Y hay que disfrutarla sin hastío para seguir buscándola connuevo afán» 26.

Es precisamente esta inquietud por conocerse y por descubrir lo quees, lo que realmente late en su corazón, la que desde bien joven le impul-sa a lanzarse hacia un inconformismo y rebeldía fuera de lo normal,manifestando una fuerte actitud crítica hacia todo lo que le rodea. Élmismo describe su situación expresándose así: «Yo me alejé de ti y andu-ve errante, Dios mío, muy fuera del camino de la estabilidad allá en miadolescencia y llegué a ser para mí una región de esterilidad» 27. San Agus-tín manifiesta la fragmentación interior que vivía, la rotura profundaque desgarraba todo su ser y al mismo tiempo la falta de sentido, de unporqué que orientase su vida, con esa preciosa imagen de la región de laesterilidad. Es incapaz de producir vida, porque está interiormente seco.

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28 Serm. 69,4.29 «El campo de batalla era mi propio corazón. Y la lucha era de mí mismo

contra mí mismo» (Conf. 8, 11,27).

Ante esta situación personal que vive san Agustín podemos decir conDominique Lapierre en su obra La ciudad de la alegría, que solo cabentres opciones: huir, ser espectador o comprometerse.

1ª. Huir de uno mismo, de los demás, de Dios. Dejar que la vida teresbale o se consuma poco a poco por miedo o indiferencia. Agustín vaa aprender que huir de la verdad es huir de uno mismo. Esta huida noes un paso adelante sino un paso atrás, una forma de no enfrentarnos ala verdad y a todo lo que existe en nuestro corazón. Posteriormente,Agustín dirigiéndose a sus fieles, les va a instar a huir a Dios, a su pre-sencia: «¿Eliges huir de él y no a él? Encuentra adónde y huye. Y si nopuedes huir de él, porque está por doquier presente, huye a Dios deinmediato, pues está presente donde tú estás. Huye» 28.

2ª. Ser espectador. Son aquellos que se sientan y se cruzan de bra-zos viendo pasar la vida. Los espectadores no quieren participar de nadani en nada. Hay algunos que les invitan a dar el salto, pero prefierenseguir sentados en su sillón o mirar hacia otro lado.

3ª. Comprometerse. En primer lugar compromiso con la propia viday con lo que uno es 29. Y ello sin mirar al pasado de tal manera que nosquedemos en él, sino mirando hacia delante. Es un compromiso quearriesga por uno mismo y por los demás. En este compromiso no nosencontramos solos, ya que la fuerza de Dios nos ayuda para cumplir latarea. Precisamente ese Dios que se da y se compromete contigo, pidetu compromiso personal.

Las tres opciones existen a lo largo de nuestra vida, en multitud deopciones que debemos tomar, sobre todo en decisiones fundamentalesde nuestra vida. San Agustín las tuvo delante a lo largo de su caminar.Sé que a veces no es fácil elegir una o la otra, porque siempre hay con-dicionamientos o barreras en cada uno de nosotros que nos impiden lan-zarnos. Si queremos ser honestos con nuestra vida tenemos que enfren-tarnos a ella. No podemos esquivar la misteriosa pregunta que somos

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30 Ibíd., 5, 2,2.

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cada uno de nosotros, porque ella nos marca, nos configura y está pre-sente en cada esquina de nuestro camino.

Leyendo la vida y la obra de san Agustín nadie puede dudar de suesfuerzo por responder a la pregunta por el hombre: ¿quién soy yo? Escierto que esa búsqueda de respuesta no está exenta de equivocaciones,de caídas, de dudas, etc. Pero podemos decir que san Agustín siempreestuvo en la carrera, siempre quiso caminar, porque sólo está en la carre-ra el que da el primer paso y mira hacia delante con la esperanza de con-seguir llegar a la meta. Por ello, más tarde, Agustín dirá: «¿Dónde esta-ba yo cuando te buscaba? Tú estabas delante de mí, pero yo me habíaescapado de mí mismo. No me encontraba a mí mismo, ¿cómo iba aencontrarte a ti?» 30.

4. LA SUPERFICIALIDAD DE LA VIDA

Antes de entrar en este apartado hay que clarificar dos cuestiones:

La primera clarificación es lingüística, ya que el lenguaje nos empu-ja a ello. No pretendemos hablar de dos hombres en un solo hombre,hombre exterior, superficial, sin vida interior y hombre interior, pro-fundo, transcendente, etc. Aunque no es fácil no caer en un dualismoen el lenguaje que utilizamos, hemos de clarificar que siempre nos refe-rimos al único hombre, que somos cada uno de nosotros, en el queencontramos las dos dimensiones, interna y externa. Sin ninguna dudanos concebimos como unidad integral, como un todo, y no decimos,por ejemplo, mi hombre interior estudió mucho anoche y mi hombreexterior tiene frío. Decimos yo estudié mucho o yo tengo frío.

La segunda es terminológica. La interioridad no se opone a exterio-ridad, sino a superficialidad. Como dice el profesor Xavier Melloni:«Interioridad y superficialidad son opuestas en cuanto que correspon-den a dos disposiciones incompatibles ante Dios, ante el entorno y anteuno mismo: una vive de la cantidad, la otra, de la calidad; una de la com-

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31 Ibíd., 10, 8,15.

pulsividad, la otra de la gratuidad; una de la seguridad, la otra de la con-fianza; una de la inmediatez, la otra de los lentos procesos que se vangestando en la profundidad del corazón humano». La exterioridad de lapersona no se contrapone a la interioridad, sino que la complementa.El cultivo de la interioridad no debe hacernos olvidar todo aquello quenos rodea.

Vivimos en un mundo donde las prisas, la rapidez, lo vertiginoso, loscambios rápidos, la superficialidad parecen estar de moda. Incluso des-de los medios de comunicación se nos bombardea en este sentido, de talmanera, que pararse un poco a pensar sobre uno mismo, serenarse delos avatares de la vida, vivir con un poco de paz interior, etc., son men-sajes que no tienen cabida en el hoy, en nuestro presente o al menos noscuesta mucho el conseguirlos.

Y, sin embargo, el hombre necesita ese espacio interior en el que cre-cer, en el que mirarse. Ese ámbito interior en el que descubrirse comopersona, donde tomar el corazón en las manos y escuchar lo que hay enél. Hoy más que nunca se está volviendo a redescubrir y retomar el cami-no de la interioridad. Da la sensación de que el hombre se ha cansadode tanto vagar por fuera y quisiera volver al centro de su corazón, entrardentro de sí mismo para descubrirse y redescubrir lo que le rodea (igualque el caminante que después de un largo viaje, necesita el descanso tran-quilo de su hogar). San Agustín lo expresa así: «Los hombres salen ahacer turismo para admirar las crestas de los montes, el oleaje procelo-so de los mares, el fácil y copioso curso de los ríos, las revoluciones y losgiros de los astros. Y sin embargo, pasan de largo delante de sí mismos.No hacen turismo interior» 31.

Esta experiencia que muchos de nosotros experimentamos o hemosexperimentado es la misma que vivió san Agustín. Vivía deprisa pero sinsaborear lo que tenía entre manos. Corría de un lado a otro sin profun-dizar en las cosas. Había una fuerte fragmentación en su vida, hasta elpunto de llegar a decir: «He llegado a ser un problema para mí mismo» 32.

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32 Ibíd., 10, 33,50.33 «Y cuándo desistía de llorar me aplastaba un enorme peso de miseria que

sólo tú podías aliviar. Yo sabía esto, pero ni quería ni podía; cuando pensaba enti no eras para mí algo firme y sólido, sino un vacío fantasma. Pero eso, fantasmaera, no tú y mi error era mi dios. Y cuando quería poner mi alma en mi dios, comoen un lugar de descanso, se me resbalaba en el vacío y de nuevo caía sobre mí. Erayo para mí mismo un lugar de desdicha en el cual no podía estar y del cual no mepodía evadir. ¿Cómo podía mi corazón huir de sí mismo y, a dónde iría yo que élno me siguiera? Y sin embargo, huí de mi patria, para que mis ojos lo buscaranmenos en lugares en que no estaban acostumbrados a verlo. Salí pues de Tagastey me fui a Cartago» (Conf. 4, 7,2).

34 En.in ps. 79,2.

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Consecuencia de esta fractura interior es el continuo cambio de lugar,de ciudad pensando que con ello iba a solucionar los problemas. Así sanAgustín se movía continuamente de un sitio a otro huyendo de sí mis-mo y sin afrontar de lleno la situación que vivía o al menos sin encon-trar el lugar desde el cual resolverla 33. Por ello más tarde dirá por pro-pia experiencia: «¿Te preocupa el que el árbol de tu vida tenga las ramaspodridas? No pierdas el tiempo: cuida bien de la raíz, y no tendrás queandarte por las ramas» 34.

Esta realidad también la vivimos nosotros en muchos momentos.Creemos que el problema se solucionará cuando nosotros cambiemosde lugar y sin embargo, el problema sigue con nosotros. Sólo afrontán-dolo con seriedad y con humildad seremos capaces de solucionarlo o deencararlo con valentía.

En la madurez de la vida de san Agustín va a enumerar algunas de lasconsecuencias de su andar por fuera o desde la superficialidad, bien frutode su experiencia personal, bien fruto de su conocimiento del hombre:

1ª. No disfrutar con plenitud de lo que nos rodea. El hombre ins-talado en lo externo pasa las hojas de la vida como las páginas de unlibro, pero sin pararse en ninguna de ellas, sin leer el contenido de lasmismas. Tampoco disfruta de las personas que le rodean, abocando arelaciones poco profundas y comprometidas.

2ª. Pobreza personal. «El espíritu desparramado recibe golpes innu-merables y anda reducido a la penuria de un mendicante. Aunque su

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35 De ord. 1,2,3.36 Conf. 3, 1,1.37 Sin ninguna duda esta es una de las cuestiones más actuales y vivas en nues-

tra sociedad: la falta de sentido que conduce al vacío existencial. Nuestra época,llamada por algunos época depresiva, ha puesto tanto el acento en lo individual, lonarcisista y en la necesidad de satisfacer por encima de todo el yo, que ha perdi-do de vista el sentido de transcendencia y la dimensión relacional de las personas.Incluso se habla de pluralidad de sentidos en la vida de las personas, enfocadospor el disfrute inmediato según el momento, lo que ha provocado una desorien-tación en la vida de las personas. No hay un criterio o principio rector que dirijala vida de las personas. Ante esta multitud de sentidos, uno de los síntomas quese han arraigado de manera drástica es el escepticismo, como estilo y respuestafrente a la vida. La duda se convierte en el baremo desde el cual mirar todo. Serompen, se eliminan las certezas adquiridas. Para finalmente, dejar a la personasin asideros fuertes a los que agarrarse y desde los que responder a las grandes cues-tiones de la vida.

38 De Trin. 11,5,9.

naturaleza le impulsa a la búsqueda de la verdad, la multitud le poneveto» 35. La ausencia de vida interior provoca la falta de valores y de com-promiso.

3ª. Vacío interior. Nos dice san Agustín que «andaba a la búsquedade un objeto de amor, porque estaba enamorado del amor… Interior-mente sentía hambre, por estar alejado del alimento interior, tú mismo,Dios mío. Pero esta hambre no me hacía hambrear. Me sentía desgana-do de alimentos incorruptibles, no por estar harto de ellos, sino porquecuanto más vacío me encontraba, mayor repugnancia sentía haciaellos» 36. Fruto de la pobreza personal es el vacío interior que llena desinsentido la misma vida. Este vacío incapacita para sentir las cosas lle-gando al absurdo de la vida 37.

4ª. Falta de libertad: esclavitud o alienación de la persona. Laexperiencia de san Agustín nos habla de este elemento tan esencial en lavida del hombre: la libertad. Nacido para la libertad y en libertad, lascosas materiales pueden llegar a esclavizarle. «Amar las cosas externas esalienarse (vivir de lo ajeno)» 38.

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39 Conf. 10,3,3.

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5ª. La última consecuencia es un peligro que amenaza nuestra vida:la curiosidad por lo ajeno nos hace olvidar lo propio: «Cuanto máscurioso se vuelve el hombre por conocer la vida ajena, tanto más desi-dioso se vuelve por enmendar la suya propia» 39. Esta tentación está muypresente hoy en día. La cantidad de programas o revistas del corazónque venden la vida de los demás. Y ¡cómo no! la cantidad de personasávidas de conocer los secretos e intimidades de los demás.

5. LA PROFUNDIDAD EN LA VIDA

En la actualidad son pocos los que dudan de la importancia de la inte-rioridad o al menos son muy pocas las tendencias que niegan en el hom-bre el espacio de una vida interior. Si hablamos de espacio lo tomamos enel sentido simbólico, como una realidad que expresa todo ese mundo inte-rior que existe en la persona y que forma parte de mi ser: donde se encuen-tran mis pensamientos, mis sentimientos, las convicciones profundas demi vida, donde forjo las motivaciones de mi vida, etc.

Incluso desde la psicología y las diversas escuelas de psicología estánde acuerdo en valorar y en poner de relieve la dimensión interior delhombre: por un lado una buena vida interior posibilita una buena saluden la persona humana que depende precisamente del grado de acepta-ción, del grado de conocimiento, del grado de conformidad y realiza-ción con lo que la persona es en lo más profundo de su ser (se suele decirque la persona actúa conforme a la idea que tiene de sí mismo o a la ideaque los demás tienen de él); por otro lado, una mala vida interior traeconsigo una serie de enfermedades, motivadas por la falta de vida inte-rior, como la falta de aceptación o la falta de integración de lo que sevive con lo que se es, etc.

San Agustín recorrió un largo camino que le llevó de fuera a aden-tro. Un camino no exento, ya lo hemos dicho, de dudas, de esfuerzo, dedolor y sufrimiento personal. Hemos de ser conscientes del camino, ami juicio honrado, que realizó san Agustín hasta llegar a la interioridad.

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40 De v. relig. 39,72.

Por un lado una búsqueda constante, sincera y sin descanso de la felici-dad, de la verdad y del amor; por otro, la negativa que encuentra a esabúsqueda en lo exterior, en las cosas. Dialoga con todo lo que le rodeaintentando encontrar la fuente de la felicidad, pero en nada exteriorencuentra la respuesta a sus inquietudes profundas.

Hay un texto que describe el camino seguido por san Agustín: «No sal-gas fuera de ti; retorna dentro de ti mismo. La verdad habita en el hom-bre interior. Y si ves que tu naturaleza sufre cambios constantes, vete másallá de ti mismo» 40. La invitación de san Agustín, realizada desde la pro-pia experiencia, es no lanzarse hacia fuera sin más, hacia las cosas exter-nas, olvidándose del corazón. Por ello para el descubrimiento de la verdaddebemos de entrar dentro de nosotros mismos. Allí dentro es donde des-cubre la verdad, la alegría, a Cristo mismo. San Agustín nos avisa de queel descuido y la improvisación son dos realidades que nos impiden volverhacia dentro. En muchos casos somos víctimas de ambas y nos cierran elpaso para el conocimiento de nosotros mismos.

Por otro lado, ir hacia nosotros mismos, tener un espacio de interiori-zación es aprender a amar. La vida interior se entiende desde el amor. Asípor ejemplo se expresa el premio Nobel de Literatura 2006, Orhan Pamuk:«El amor… te dirige a un objetivo, te aparta de todas las cosas de la viday,… por fin acaba por llevarte al secreto del mundo» 41. En esta mismalínea san Agustín habla del amor como fuente de conocimiento y el quete impulsa a conocer más lo amado 42. La fuerza del amor es lo que te lan-za a conocer más y mejor lo conocido. En toda relación humana de amores necesaria la entrega, el darse sin reservas. Esto sólo es posible cuando sees libre, cuando hay imposiciones, ataduras, reservas, se diluye el amor.Sin embargo, la libertad se alcanza cuando nos conocemos y sabemos loque realmente entregamos. Sin la interiorización no hay conocimientopropio y, por ende, no hay posibilidad de libertad, de desarrollo de la pro-pia personalidad, de entrega, ni de relación de amor.

A este propósito escribe el teólogo J. Moltmann: «El que quiere lle-nar su vacío interior ayudando a los demás, lo único que hace es ampliar

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41 PAMUK, O., La vida nueva, Madrid 2006, p. 100.42 «Sólo se ama lo que se conoce. Pero la misma fuerza del amor obliga a cono-

cer más y mejor lo conocido» (In Io. Ev. 96,4).43 MOLTMANN, J., El Espíritu de la Vida. Una pneumatología integral, Sala-

manca 1998, p. 220.44 Cf. Serm., 301, 4,3.45 Cf. Ibíd., 142,10.46 Para otros muchos este camino sólo les ha conducido a la negación de Dios

y a la afirmación del sinsentido de la vida.

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su propio vacío… porque el hombre influye en los demás mucho menoscon sus palabras y acciones que con su existencia y modo de ser, perono lo quiere reconocer. Solamente quien se ha encontrado a sí mismopuede entregarse a los demás. De otro modo, ¿qué podría dar? Sólo cuan-do se acepta a sí mismo puede aceptar a los demás sin dominarlos» 43.

También la interioridad nos descubre nuestro verdadero rostro comohombres. Nos presenta quiénes somos en nuestra debilidad, limitación ycaducidad. La interioridad es un encuentro profundo con la fragilidad denuestra vida, pero no vista como una tragedia que hunda nuestra vida sinocomo esperanza de anhelar y poseer lo que nos falta. Pero precisamente eneste proceso de conocerse, aceptarse y amarse se encuentra el camino hacianuestra propia armonía. Así san Agustín admitirá insistentemente que elreconocimiento de nuestra ignorancia es camino de inteligencia 44 y el acep-tar nuestra imperfección nos conduce a lograr la perfección 45.

El conocimiento que vamos teniendo de nosotros mismos adquiridoen la interioridad nos va diciendo quiénes somos, no tanto en las imá-genes aparentes de cada uno (lo que otros piensan o nosotros pensamos)sino en lo que realmente me configura. Voy tomando conciencia de loque hay dentro de mí: carencias, deseos, sentimientos, ímpetus, convic-ciones, motivaciones, etc. Y todo ello apunta a una verdad más esencialde mi ser que da valor a todo lo demás: mi realidad caduca, limitada,vacía, etc. En san Agustín, en el fondo de ese abismo, de esa interiori-dad se encuentra Dios, y él mismo encontró y se encontró con Dios 46.

La meta de todo el camino agustiniano es Dios. El proceso de inte-rioridad agustiniano conduce a descubrir el amor creador de Dios per-sonalmente; pero también al descubrimiento de la irrepetibilidad del

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47 Retr. 1,8,3.48 In Io. Ev.. 18,10.49 «No hay felicidad donde no hay amor» (De div. quaest. 83,25).50 Serm., 128, 2,4.51 «La búsqueda de Dios es la búsqueda de la felicidad. Y el encuentro con

Dios es la felicidad misma» (De mor. eccl. cat. 11,18).

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hombre. En este hombre, imagen de Dios, se muestra la belleza de Diosde manera excelsa. Al mismo tiempo este proceso de interioridad nosdesvela el amor concreto de Dios por cada uno de nosotros. De estamanera alejarse o apartarse de Dios es caminar hacia la nada.

«El hombre debe reencontrar primero su propia identidad para que,haciendo de ella un trampolín, pueda dar el salto y elevarse hasta Dios» 47.En el hombre interior, san Agustín descubre la imagen y semejanza de Diosque todos llevamos dentro, y desde ella se eleva a Dios. «Regresa, primero,a tu corazón, tú que andas desterrado y errabundo. ¿No te conoces a ti mis-mo y quieres conocer a tu Creador? Regresa, repito, a tu corazón. Y exa-mina qué sientes acerca de Dios allí dentro donde tú mismo eres su ima-gen» 48. La experiencia de san Agustín le ha llevado del conocimiento exter-no al conocimiento interno y de éste al conocimiento de Dios en quien haencontrado la felicidad y el amor auténticos 49. En un Dios en quien hasentido y experimentado el amor y la misericordia, a pesar de su miseria ydebilidad. La meta de todo el camino agustiniano aboca en Dios comoamor del hombre. «Si quieres amar a Dios, déjale habitar en ti. Déjale queél se ame en ti. Deja que él te motive, y te inflame, y te ilumine, y te elevepara que puedas amarle» 50. San Agustín no encontró la auténtica felicidaden cosas externas y materiales (prestigio, fama, dinero, etc.), porque expe-rimentó la temporalidad y fragilidad de todas estas realidades, sino que laencontró en Dios como amor que inunda todo el ser 51.

6. LA VERDADERA INTERIORIDAD NO CIERRA EN SÍ MISMO

SINO QUE SE ABRE A LOS DEMÁS

La interioridad en san Agustín no constituye un círculo cerrado quese agota en sí mismo. Más bien todo lo contrario. Regresar a uno mis-

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52 Cf. De Trin. 8-15.53 «En cuanto orden, el amor representa el principio que mueve todas las cosas

hacia una meta, articula en la unidad lo múltiple y en lo múltiple especifica la uni-dad» (BODEI, R., Ordo amoris. Conflitti terreni e felicità celeste, Bolonia 1991, p. 98).

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mo, al hombre interior, significa dar un paso hacia todo hombre, es decir,ponerse al servicio de los demás hombres y compartir lo vivido y des-cubierto en la intimidad, compartir a Dios. En el pensamiento de sanAgustín es impensable dar un paso hacia dentro y olvidarse de las nece-sidades de los demás.

El descubrimiento de la verdad dentro de la persona implica com-partirla con todos aquellos que nos rodean y éste compartir es una res-ponsabilidad. Precisamente porque el hombre es un ser asentado en símismo (vida interior) es capaz de salir de sí mismo, capaz de entrega, derelación, de escucha, de acogimiento, de amor. El hombre interior es unser comprometido con los demás hombres.

La tarea de aquel que ha encontrado a Dios, al Amor, es comunicar-lo a los demás. Quiere hacer viva, cercana y accesible su experiencia, sinimposiciones ni violencias, sino invitando a recorrer ese camino que aotro(s) ha conducido a la felicidad.

¿Dónde asienta Agustín el carácter comunicativo de la interioridad,de lo descubierto en el hombre interior? El punto de apoyo se encuen-tra en la Trinidad. En ella se muestra la comunicación por excelencia.Sabemos que la Trinidad es relación, comunión, pero también comuni-cación plena entre las personas divinas. Esa comunicación se ha hechoextensible en la creación y especialmente en la creación del hombre. Lavida interior del hombre es imagen de la Trinidad 52. Precisamente por-que la interioridad agustiniana no es la interioridad neoplatónica de Plo-tino (encerrada en sí misma) sino la que es guiada y sostenida por la Tri-nidad posibilita este continuo salir de sí mismo, este transcendimientocontinuo hacia Dios y de Dios hacia los demás hombres.

En la Trinidad ad intra se vive un desbordamiento de amor. El amoren su plenitud, completo y total. De este amor completo hacia dentronace el amor de Dios hacia fuera, hacia las criaturas. Gracias al amor pri-mero de Dios podemos amarle y amar a nuestros hermanos 53. Es el Dios

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54 Cf. De Trin. 1, 8,18.55 De civ. Dei 22, 30,5.56 En. in ps. 76,9.

Trinidad, Amor pleno el que nos capacita para amar. Precisamente cuan-to más se conoce el hombre a sí mismo, mejor conoce cuál es el objetofinal de su vida y de su amor. En nuestro origen (imagen de Dios) encon-tramos también nuestro propio destino (Dios mismo) 54. Como pode-mos observar en su pensamiento se unen la protología y la escatología,el principio del hombre y su final, la creaturidad y la vocación del hom-bre. El fin último del hombre está en participar de la vida trinitaria. Cre-ado a imagen de la Trinidad es llamado a participar del ser trinitario ensu plenitud: «Dies septimus nos ipsi erimus» 55, dirá san Agustín. Elauténtico día de la creación no es el primero sino el último. El día enque el hombre descanse y repose en su Creador, uno y trino.

7. CONCLUSIÓN

Al final de nuestra reflexión podemos extraer varias conclusiones delo expuesto hasta ahora. A lo largo de la lectura es muy probable quehayamos podido ir entresacando algunas. Personalmente creo que laspalabras de Agustín son siempre actuales y resuenan en cada uno denosotros si prestamos el suficiente oído a las mismas. No obstante, qui-siera presentar de manera sintética aquellas más relevantes acompaña-das con textos del mismo santo:

La primera conclusión que podemos extraer es que negarnos a la inte-rioridad es negarnos a conocer y descubrir en profundidad lo que somos.Sin la interioridad nuestra vida se hace raquítica. Caminar hacia el hom-bre interior es fortalecernos para responder mejor ante las situaciones dela vida y encontrar un sentido a lo que somos y hacemos. «¡Cuántasriquezas atesora el hombre en su interior! Pero ¿de qué le sirven si no sesondea e investiga?» 56.

En segundo lugar la vida interior nos humaniza: saca lo que somos.En un caso para potenciarlo (lo positivo), en otro, para trabajarlo/eli-

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57 Ibíd., 63,9.58 De Trin. 9,8,13.

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minarlo (lo negativo). Entrar dentro de uno mismo es avanzar hacia laimagen de Dios en nosotros. Esta vía nos humaniza, porque nos con-duce a vivir al Hombre por excelencia: Cristo. «O destruyes el pecadoen ti o el pecado acabará destruyéndote a ti. No trates, empero, de des-truirlo como destruyes lo que está fuera de ti. Entra dentro en ti mis-mo: Ahí tienes que luchar. Una parte de ti mismo busca a Dios. La otraestá encadenada al mundo. Y ambas luchan entre sí. Únete, pues, a Diosy unifícate en ti mismo. Lucha sin descanso hasta que logres conquistaresa parte de ti que se resiste a Dios» 57.

La tercera conclusión es que la vida interior (una vida profunda deinterioridad) nos ayuda a disfrutar de los demás y a compartir con ellosdesde un compromiso serio y desde un amor auténtico. Amamos a nues-tro hermano por Dios, buscando su propio bien, último y pleno. Cono-cernos personalmente es saber lo que podemos dar a los demás. Es la vidala que influye en los demás y no tanto las obras o actividades que desem-peñemos. Esta vida se forja en la interioridad de la persona y busca quetambién el otro saboree el amor de Dios. «Y no es que no haya de amar-se a la criatura, pero si el amor va referido al creador no será concupis-cencia, sino caridad. Es concupiscencia cuando se ama a la criatura porla criatura. En este caso, no sólo no ayuda sino que corrompe al que segoza en ella. Al ser criatura igual o inferior a nosotros, de la inferior cabeusar para Dios, de la igual se ha de disfrutar en Dios. Así como no debesgozarte en ti mismo sino en el que te creó, lo mismo has de practicar conaquél a quien amas como te amas a ti. Gocemos pues de nosotros y delos hermanos pero en el Señor, no osemos quedarnos nunca en nosotrosmismos ni relajar nuestros deseos en los bienes inferiores» 58.

En cuarto lugar, la interioridad en Agustín implica un triple movi-miento: hacia dentro (uno mismo), hacia lo alto (Dios) y hacia fuera(los demás). Ya hemos visto por su vida y pensamiento la invitación aentrar dentro de uno mismo (no con un afán intelectivo) sino vital yexistencial de descubrirnos en nuestra naturaleza y de ahí transcender-se a Dios como fuente, desarrollo y culmen de nuestra vida y felicidad.

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59 Serm. 330,3.60 Conf. 7, 10, 16.

Sin embargo, este descubrimiento interior y desde el hombre interior esapertura a los demás, compartir con los otros. «Regrésate a ti mismo,pero no te quedes en ti mismo. Regresa, primero, a tu interior, abando-nando el destierro de las cosas externas, y devuélvete, luego, al que tehizo a ti y a ellas» 59.

Finalmente, el motor de todo este movimiento no es otro que el amorcomunicado por Dios que se comunica a los hombres. La forma de rela-cionarse Dios con el hombre es en el amor, porque Dios es amor y estaes la forma natural de relación entre las personas divinas. El amor deDios por el hombre mueve a este a buscar y precisamente esta búsque-da se orienta en pos de nuestro amor. «Avisado por aquellas lecturas aregresar a mí mismo, guiado por ti entré en mi intimidad y pude, por-que te hiciste mi ayudante (Sal 29 [30], 11). Entré y con el ojo de mialma, cualquiera sea él, sobre ese mismo ojo de mi alma, sobre mi men-te, vi una luz inmutable, no esta ordinaria y visible a toda carne, […];mas porque ella me hizo, estaba encima, y yo debajo, por ser hechurasuya. Quien conoce la verdad, la conoce, y quien la conoce, conoce laeternidad. El amor oblativo la conoce» 60.

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