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Se",inarios de Filosofla N2 1. 1988 UNAMUNO: ¿ VOCACION DE FILOLOGO? Antonio Arbea Uno de los libros de Unamuno de cuya lectura más he disfru- tado es su autobiografía Recuerdos de niñez y de mocedad, que, como su título lo indica, cubre el primer perlodo de su vida, hasta los quince o dieciséis años, es decir, hasta su ingreso a la Facultad de Letras de Madrid en 1880. Al comienzo de esta autobiografía, relata Unamuno el recuerdo de familia más antiguo que conservaba. Por lo a propósito que aquí resulta para introducir nuestro asunto, vaya aquí el pasaje pertinente:

UNAMUNO: ¿ VOCACION DE FILOLOGO?

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Se",inarios de Filosofla N2 1. 1988

UNAMUNO: ¿ VOCACION DE FILOLOGO?

Antonio Arbea

Uno de los libros de Unamuno de cuya lectura más he disfru­tado es su autobiografía Recuerdos de niñez y de mocedad, que, como su título lo indica, cubre el primer perlodo de su vida, hasta los quince o dieciséis años, es decir, hasta su ingreso a la Facultad de Letras de Madrid en 1880. Al comienzo de esta autobiografía, relata Unamuno el recuerdo de familia más antiguo que conservaba. Por lo a propósito que aquí resulta para introducir nuestro asunto, vaya aquí el pasaje pertinente:

50 ANfONIO ARBEA: UNAMUNO: ¿ VOCAClON DE FILOLOGO?

Murió mi padre en 1870, antes de haber yo cumplido los seis años. Apenas me acuerdo de él y no sé si la imagen que de su figura conservo no se debe a sus retratos que animaban las paredes de mi casa. Le recuerdo, sin embargo, en un momento preciso, aflorando su borrosa memoria de las nieblas de mi pa­sado. Era la sala en casa un lugar casi sagrado, a donde no po­díamos entrar siempre que se nos antojara, los niños; era un lu­gar donde había sofá, butacas y bola de espejo en que se veía uno chiquitito, cabezudo y grotesco. Un día en que mi padre conversaba en francés con un francés, me colé yo a la sala, y de no recordarle si no en aquel momento, sentado en su butaca, frente a M. Legorgeu, hablando con él en un idioma para mí misterioso, deduzco cuán honda debió [de] ser en mí la revela­ción del misterio del lenguaje. ¡Luego los hombres pueden en­tenderse de otro modo que como nos entendemos nosotros! Ya desde antes de mis seis años me hería la atención el misterio del lenguaje; ¡vocación de fLlólogo!l El propósito de este trabajo será justamente examinar esta faceta

de la personalidad de Unamuno: la de filólogo. Filólogo, por cierto, en el sentido amplio -pero al mismo tiempo exigente- que el propio Unamuno le da al término en el paso citado; esto es: persona cuya a­tención es herida por el misterio del lenguaje. No es ésta, claro está, una definición muy precisa ni ortodoja de filólogo, pero tiene sí el mérito de excluir del gremio a quienes, aun trabajando profesio­nalmente en asuntos lingüísticos, no experimentan asombro alguno frente a ese admirable producto del espíritu: el lenguaje humano.

De la temprana sensibilidad de Unamuno frente al lenguaje nos habla también la evocación que hace del comienzo de su primer curso de latín en el Instituto de Vizcaya, el año escolar 1875-1876, cuando apenas contaba con once años:

A los pocos días de clase [nuestro profesor] sacó cierta mañana de bajo el levitón un cartel con las desinencias de las declinacio­nes, y fue grande mi emoción al verlo. Allí estaba la puerta de la antigüedad y la clave del misterio, en aquello del nominativo a, genitivo ae, etc2•

Uno podría pensar que en estos recuerdos de niñez hay algo de proyección de adulto, y es posible que en parte así sea; sin embargo, desde el momento mismo en que Unamuno pudo elegir entre diversas opciones de escolaridad y así determinarse vocacionalmente, lo cierto es que no sólo jamás excluyó de sus planes las asignaturas de carácter lingüístico, sino que aprovechó con avidez las ocasiones que se le

1 Recuerdos de niilez y de mocedad (13s. Aires: Espasa-Calpe Ar-gentina. Col. Austral N° 323. 1942 1

) . pp . 9-10 . 2 Recuerdos de niilez y de mocedad. ed. cit.. p . 81.

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presentaron para ampliar y profundizar sus conocimientos en esta materia.

Su interés por las lenguas

A los dieciséis años se trasladó a Madrid para dar comienzo a sus estudios superiores, y durante ese período le dio una gran impor­tancia al aprendizaje de lenguas. Mejoró entonces su latín, inicián­dose a la paren griego clásico, hebreo, sánscrito y árabe. Por esos años, además, recibió en el Ateneo sus primeras lecciones de alemán. Con el tiempo, llegaría a conocer, en mayor o menor grado, diecisiete lenguas además del español; a saber: vascuence, gallego, catalán, ma­llorquín, francés, italiano, portugués, danés, sueco, inglés, griego moderno y las seis antes mencionadas. Ciertamente no pretendió ha­blar estas lenguas -me refiero a las modernas, por supuesto-, si bien con algunas lo consiguió cumplidamente. Unas las aprendió por ra­zones propiamente lingüísticas; otras, para llegar a conocer en su pro­pio idioma ciertas obras importantes para él. El estudio del danés, por ejemplo, lo emprendió para leer a Kierkegaard. Es cierto que muchas de esas obras extranjeras que le interesaba conocer no estaban entonces traducidas todavía al español, y por tanto no había otro ca­mino de acceso a ellas que el directo a sus originales; pero no fue esta circunstancia lo que lo empujó a darse tan enorme trabajo, sino la ma­durada convicción de que las traducciones eran inevitablemente imperfectas. Así lo dice en un ensayo escrito a los 38 años:

Desafío a cualquiera a que traduzca a Hegel o a Schleiermacher en castellano correcto y limpio, sin desfigurar el pensamiento traducido ni matar su matiz propio; a que traduzca algo más que el seco esquematismo de sus doctrinas. En realidad, nada hay perfectamente traducible, y esto lo sabemos bastante bien los que profesamos la enseñanza de alguna lengua. Apenas hay en dos lenguas diversas dos vocablos sinónimos, sobre todo si se refieren a términos abstractos, que tengan ni igual extensión ni igual comprensión: sus respectivos contenidos se expresan bien por dos círculos secantes entre sí, que teniendo campo común, conservan sendas secciones peculiares. Las lenguas son en to­do rigor intraducibles [ ... )3

3 "Contra el purismo" (1903), en Ensayos 1 (Madrid: Aguilar, 1958 4 ), p. 413. En esto, por lo demás, se afirma Unamuno para propiciar una sana y abierta conducta neologista, dejando de lado seudopurismos infecundos. A su juicio. entre las lenguas cabe un fructuoso comercio en el que pueden enriquecerse económicamente mediante la importación. Acerca de este punto, puede verse su en-

52 ANfONIO ARBEA: UNAMUNO: ¿ VOCACION DE FILOLOGO?

Unamuno alude aquí a una ley semántica que la lingüística, al menos desde Humboldt en adelante, considera indiscutible, y que fue uno de los tantos frutos espontáneos de las investigaciones antropoló­gico-lingüísticas en civilizaciones apartadas y muy distantes de las in­doeuropeas. La regularidad que esta ley consigna es, para decirlo en una palabra, la de la inconmesurabilidad semántica entre las lenguas, y podría ilustrarse, por ejemplo, del siguiente modo:

"verdad"

"Verdad" se dice pravda en ruso, y tÍ).,¡fetla en griego. Pravda, sin embargo, no sólo significa "verdad", sino también "jus­ticia", y no como significaciones alternativas, sino siempre si­multáneas: "verdad-justicia". En pravda, pues, se manifiesta una concepción ético-religiosa de la verdad; ésta es considerada como un ideal al que se aspira. Para los griegos, en cambio, Ct).,1jeEla, es el estado de no ocultamiento, de patencia, de des-ve/amiento de la reali­dad. La verdad, en este caso, tiene más bien un carácter racional, no ético; es meta de la razón, no ideal del espíritu. En consecuencia, si alguien traduce a).,7ieEla al ruso por pravda -y parece que no hay otra alternativa-, la palabra griega se carga con sentidos extraños a ella, perdiendo a la vez también algunos propios.

Como lo señala Unamuno, esto ocurre especialmente con térmi­nos que designan abstracciones. En estos casos, en efecto, no existe en el plano óntico una "cosa" significada, que se pueda ver ni señalar; esto es, no cabe el recurso a la situación no lingüística como elemento de referencia. No se puede hablar aquí de una realidad que, si­guiendo con nuestro ejemplo, el griego y el ruso verbalizan a su mo­do, destacando cada uno un particular aspecto de ella. Palabras como verdad y tantas otras son más bien como las de la poesía, que crean su propia realidad, que no son signos sino de sí mismas. Sólo en la

sayo "Sobre la lengua española" (1901), en Ensayos 1, ed. cit., pp. 321-332 .

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inexperiencia de la vida íntima del lenguaje puede apoyarse la opinión de que tales términos son traducibles sin más.

Finalmente, pues, por el camino este de desconfiar por principio de las traducciones y de querer tener experiencias de primera mano con los textos, llegaría U namuno a transformarse él mismo, parado­jalmente, en un prolífico traductor. Ya a los veinte años había publi­cado traducciones al español de algunas obras inglesas; lo mismo ha­ría luego con otras italianas, catalanas, alemanas, griegas y latinas. Y es que, a pesar de su convicción de que las traducciones eran necesa­riamente sólo aproximaciones, consideraba que en este terreno podía también hacerse labor útil y hasta necesaria, En cierta ocasión ex­presó que de los clásicos griegos y latinos había algunas traducciones "muy buenas en las lenguas modernas, incluso en castellano"4 , y que no había que exagerar esto de la infidelidad de las traducciones. Y en otra oportunidad hasta llegó a decir que el Quijote, traducido al inglés, ganaba, pues mostraba matices que en español quedaban veladosS•

El vascuence

Pero donde Unamuno muestra ya claramente sus intereses filo­lógicos es en la elección del tema de su tesis doctoral, leída en junio de 1884, poco antes de cumplir los veinte años, y que obtuvo, por su­puesto, la calificación de "sobresaliente"6. En su tesis doctoral, como asimismo en una serie de artículos que publica en los años si­guientes, Unamuno quiere proponer una dirección distinta para los estudios sobre la raza y la lengua vascas, estudios que hasta ese mo­mento --en su opinión- estaban orientados más ideológica que cientí­ficamente. Así lo dice en un trabajo aparecido en 1893:

Nuestros euscaristas Larramendi, Erro, Astarloa, Moguel, etc., se proponían a priori demostrar las excelencias del vascuence, su remota antigüedad, su universalidad en España en tiempos lejanos, la pureza inmaculada de su léxico, y sus trabajos llevan el carácter de todos los de tesis, en que se empieza por sentar una proposición more scholastico y se va luego en busca de pruebas con que apoyarla, en vez de recoger datos y ordenarlos

4 "La cuesti6n del latín" (1907), en Obras Completas VI (Madrid: Afrodisio Aguado, 1958), p. 742 . 5 Ce. "¡Ramplonería'" (1905), en Ensayos l. ed. cit., p . 690. 6 "Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca" (1884), en Obras completas VI. ed. cit., pp. 89-142. Es ésta la primera publicaci6n de la tesis doctoral de Unamuno; para ella se utiliz6 el manuscrito que él mismo conservaba entre sus pa ­peles, pues su redacci6n final se considera ya definitivamente per­dida.

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para que ellos mismos obren unos sobre otros y nos den, como vivas resultantes, conclusiones7•

En muchos de sus escritos acerca del lenguaje, Unamuno se preocupa de insistir en esta línea de sello positivista, formulando de­claraciones de principio respecto a los métodos que deben presidir la labor del estudioso. Pero es sobre todo en sus trabajos iniciales donde, deslumbrado por las posibilidades que abría la joven ciencia filológica, se muestra más entusiasta y radical en sus opiniones. En la conducta seudocientífica de quienes hasta entonces habían escrito acerca del vascuence, Unamuno veía la herencia nociva de la antigua gramática general, tan especulativa como poco científicas. Así se ex­presa sobre el particular a los veintiún años:

En época en que se pretendía ajustar los hechos a las ideas, y no éstas a aquéllos, y en que la ciencia ejercitaba más el ingenio sutil que el severo análisis, nació y creció como en rico terreno abonado la llamada gramática general, concepción estrecha e in­fecunda, cuando no insoportable centón de vanos cabildeos que de todo tenían menos de generales. Hoy que la corriente expe­rimentalista lleva la ciencia Dios sabrá a dónde, crece y arraiga la filología, hija y heredera de la vieja gramática general; se acu­mulan hechos, y de ellos se deja deducir la ley. Estoy fir­memente convencido [de] que nadie explicará un hecho mientras él no se deje explicar, [de] que el papel de hombre de ciencia debe ser más pasivo que activo, refrenar la imaginación y aguzar el análisis. Precisa recoger cuantos más hechos sean posibles, que de ellos irá saliendo poquito a poco la ley. [ ... ] Entonces se decía que tal cosa debía ser de otro modo que como era por­que no [se] ajustaba al tipo ideal, y 10 cierto es que las cosas son

7 Citado por Manuel Oareía Blanco en su "Prólogo" al tomo VI de las Obras Complelas de Unamuno, ed. cit., p . 23. Este excelente estudio de Oareía Blanco lleva como apéndice (pp . 77/-82) la más completa bibliografía que he encontrado acerca de la obra lingüística de Unamuno. Entre 105 estudios que de ese elenco me fue posible consultar, El ideario lingü(slico de Miguel de Unamuno, de Fernando Huarte M., me ha parecido el mejor. 8 Por "gramática general" se entiende una línea de trabajo lin­güístico que postula una gramática de validez para todas las lenguas. De aHí lo de "general". Esta dirección -más que gramatical. ló­gico-gramatical- tuvo mucha fuerza desde mediados del siglo XVII hasta casi mediados del XIX. El surgimiento de la gramática comparada y de la lingüística diacrónica, líneas de trabajo ya pro­piamente científicas, apoyadas en la fonética, puso fin a las especu­laciones precientíficas de la gramática general.

SEMINARIOS DE FILOSOAA NO 1, 1988 55

como son, que la ciencia estudia lo que es, y que el debe ser no tiene sentido más que en la práctica moral de la vida9•

En sus escritos posteriores irá apareciendo cada vez más ate­nuada esta confianza casi absoluta en las posibilidades del método in­ductivo, confianza que -justificadamente- más de una reserva puede suscitar en quienes cultivan alguna ciencia. Aquello de que "el papel del hombre de ciencia debe ser más pasivo que activo", resulta bas­tante discutible hoy en día. Pero será el propio Unamuno, como digo, quien se encargará de matizar, en trabajos posteriores, una aflT­mación tan rotunda como ésta. Con todo, ni siquiera en esta etapa juvenil, tan apegada a la ciencia positiva, el escrúpulo minucioso por lo particular fue obstáculo para la audacia de su especulación teórica. Lo destacable, en cualquier caso, es que ya tempranamenteUnamuno muestra una conciencia lúcida sobre un problema tan delicado y deci­sivo -y siempre actual- de las disciplinas filológicas, como es el de la necesidad de un riguroso método que garantice el rango científico de las investigaciones y refrene los desbordes de la imaginación.

En los años que siguen a la redacción de su tesis doctoral, espe­cíficamente entre los veinte y veinticinco años, Unamuno publica una serie de once artículos de variada extensión dedicados también al vas­cuence10• El hecho de que éstos sean prácticamente los únicos es­critos suyos que conservamos de ese período tan poco documentado de su vida, parece ser un claro indicador del rumbo de sus intereses por entonces. Todo en esos años hacía pensar que el estudio del vascuence iba a constituir la línea central definitiva de su actividad futura. Y quizás así habría sido, de no mediar hechos durante mucho tiempo ignorados y que sólo en 1957 sacó a luz Manuel Llano Goros­tiza; en particular, el de que a los veinticuatro años, en 1888, Una­muno postuló a la Cátedra de vascuence creada por la Diputación de Vizcaya, y que, a pesar de ser él el candidato más meritorio, el con­curso se resolvió en favor de otro postulantell . Por qué Unamuno fue aventajado en este concurso, fue también señalado por Manuel

9 "Del elemento alienígena en el idioma vasco" (1886), en Obras completas VI, ed. cit., p. 144. Por primera vez desde 1893 se ree­dita este importante artículo de Unamuno . 10 Estos artículos se hallan recogidos, en orden cronológico, en Obras completas VI, ed. cit., pp. 143-249. 11 La divulgación de estos hechos la hizo Manuel Llano Oorostiza en una serie de cUlltro artículos titulada "Azcue, Unamuno, Arana Ooiri y el vascuence", aparecida en El Correo Español - El Pueblo Vasco, los días 6, 8, 9 Y 10 de enero de 1957. Azcue y Arana Ooiri fueron dos de los cuatro coopositores de Unamuno en el concurso, y el primero de ellos fue quien lo ganó. Afortunadamente Manuel Oareía Blanco -en su "Prólogo" al tomo VI de las Obras completas de Unamuno, ed. cit., pp. 24 a 29- ha brindado difusión a estos ar­tículos de Manuel Llano . De allí obtuve yo la información .

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Llano: "De don Miguel diremos que lo perdió su afán de originalidad. Los diputados provinciales no podían votar por quien ya en 1885 ha­bía proclamado la muerte del vascuence:'12. Pero para entender bien esta historia es preciso recordar algunas cosas.

Efectivamente Unamuno había pronosticado la muerte del vas­cuence, y lo había hecho incluso antes de la fecha señalada por Ma­nuel Llano. Ya en su tesis doctoral -que fuera leída en 1884, como quedó dicho más arriba-, había aflrmado:

Es el pueblo vasco un pueblo que se va, [ ... ] pero que se va, no a anonadarse, sino a asimilarse, a perderse como el arroyo en las grandes corrientes del anchuroso río13•

Y un par de años después, en uno de los mencionados artículos juveniles sobre el vascuence, expresaba más explícitamente:

El vascuence se va porque no puede resistir el choque, porque lucha desesperadamente por la existencia contra un idioma más fuerte; más fuerte por sus condiciones externas y más fuerte por su interna organización. [ ... ] El día que el idioma se haya ido el pueblo agonizará; pero nada muere, todo se transforma, todo cobra nueva vida, y aunque el hombre maduro suspire a las ve­ces por la niñez, la niñez no vuelve. Las cosas son como son y deben ser como son. [ ... ] Los latinos nos sacaron de la barba­rie, ellos nos han civilizado, ellos nos arrastran consigo a fun­dimos en la gran familia latina, hija del pueblo más grande, más robusto y más fecundo. [ ... ] Yo quiero mucho a mi pueblo vasco; pero hace mucho tiempo que dejé los entusiasmos ro­mánticos14•

Unamuno amaba su lengua vasca, y su amor era buen amor, fundado en verdades, no como el de aquellos que, creyendo favore­cerla, le mentían con augurios de grandeza. De cuánto la quiso, hay huella numerosa en sus escritos. Pero -las cosas en su lugar- los hechos mostraban que el vascuense moría, y los patrióticos esfuerzos de algunos por mantener y difundir su uso le parecían "algo así como 19s últimos cuidados que se prodigan al tísico para alargar su vida"ls. El, al menos, no consideraba legítimo hacer de la ciencia un arma de combate para aspiraciones regionalistas. Esas eran puerilidades na­cionalistas, nada más.

12 Citado por don Manuel Garda Blanco en "Prólogo" al tomo VI de las Obras Completas de Unamuno, ed. cit., p . 28. 13 "Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca" (1884), en Obras Completas VI, ed. cit., p. 91. 14 . ' ~ Del elemento alienígena en el idioma vasco" (1886), en Obras Completas VI, ed. cit., p. 167. 15 "El diccionario vascongado de Novia de Salcedo" (1887), en Obras Completas, ed. cit., p. 228.

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Que hasta entonces el vascuence hubiera resistido al roce con otras lenguas, no desmentía -pensaba UnamunolL el hecho de que se estaba muriendo. Su sobrevivencia era producto, por una parte, de su muy sui generis estructura -la que lo hacía considerablemente refractario a las lenguas con que entraba en contacto-, y por otra, del apartamiento geográfico de la comunidad que lo hablaba -hecho que reducía el número y la intensidad de tales contactos-o Si al pueblo vasco no le hubiese llegado la hora de entrar en la historia, de "dejar los pechos de la naturaleza por los encantos de la civilización"17, bien podría haber seguido indefinidamente con su lengua, ya que "todo idioma es el mejor para el pueblo que lo habla"18. Pero se acababa ya para los vascos su "historia callada, hacia adentro, fuera del tablado de los pueblos teatrales"19.

Unamuno había observado que en la lengua vasca ocurría un fenómeno muy interesante: las palabras que designaban los diferentes colores, animales, árboles y plantas, eran todas voces indígenas; pero las palabras que significaban justamente "color","animal","árbol" y "planta", eran de origen latino: c%ria, animalia, arbolia, p/antia. A juicio de Unamuno, esta pobreza de léxico originariamente vasco para expresar conceptos, revelaba que el vascuence era la lengua de un pueblo de escasa cultura, porque "la cultura de un pueblo se mide, más que por el número de objetos que conoce, por el grado de abs­tracción a que llega en sus ideas"20. Fue, por tanto, solamente al es­tablecer contacto con los latinos -señala U namuno-, cuando el pue­blo vasco se hizo de tales conceptos. Y lo temprano que debió de iniciarse este flujo nutricio, puede apreciarse en la palabra que designa

. precisamente la idea más universal de todas: gauza 'cosa', adopción de la voz latina causa antes de monoptongarse en cosa ..

Así como el vascuence carecía de palabras propias para expresar conceptos generales -observaba Unamuno-, su léxico originario era también pobre en voces que designan objetos espirituales o suprasen­sibles. Del latín provenían, por ejemplo, los términos bertute 'vir­tud', izpiritu 'espíritu', dembora 'tiempo', borontade 'voluntad', anima 'alma'. Ya este propósito hace Unamuno una consideración en la que muestra no sólo su perspicacia filológica, sino también la índole idealista de sus preocupaciones lingüísticas:

16 cr. "Más sobre el vascuence" (1886), en Obras Completas VI, ed. cit., p. 175. 17 "El espíritu de la raza vasca" (1887), en Obras Completas VI, ed. cit., p. 203. 18 "Más sobre el vascuence" (1886), en Obras Completas VI, ed. cit., p. 176. 19 Recuerdos de nifiez y de mocedad, ed. cit., p. 149. 20 "Del elemento alienígena en el idioma vasco" (1886), en Obras completas VI, ed. cit., p. 155.

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No deja de chocar que el nombre con que el vascuence llama al cuerpo, gorputz, derive del latín corpus, pero esto se explica. Toda idea presupone su. contraria; no puede tenerse idea de lo finito como tal sin tenerla de lo infinito; la ley primordial del conocer es la idea de la oposición y la semejanza; así es que la idea de cuerpo se concibe como opuesta a la de alma, y donde no existe ésta no existe aquélla [ ... )21. Todo conocimiento, en efecto, y por consiguiente toda designa­

ción lingüística, se establece sobre la base de la distinción, de la opo­sición. En otras palabras, un objeto se perfila gnoseológicamente -y en esta medida puede ser nombrado-, no en virtud de sus rasgos mismos, sino en yirtud de la distinción entre sus rasgos y los de los demás objetos. Esta es una idea recurrente en la obra de Unamuno: la de que se conoce por diferencia. Así también, "el hombre no re­flexiona en lo propio sino al ponerlo en parangón con lo ajeno"22. Aunque en ninguno -que yo sepa- de sus escritos lo señala, es muy posible que esta noción cobrara cuerpo en él precisamente durante sus años de Universidad en Madrid, alejado recién, y por primera vez, de su tierra natal. Desde allí, a la distancia, pudo ver mejor a su pueblo vasco, pudo reflexionar en él con más hondura, pudo distinguirlo mejor.

Pero -volviendo al tema- la pobreza de léxico no es, a fin de cuentas, causa de muerte para las lenguas: es sólo un defecto que ellas remedian con el sencillo expediente de la importación. Así lo había hecho el vascuence, tomando del latín lo que para su salud necesitaba. Pero si bien los idiomas están siempre abiertos a la importación de palabras extranjeras, no son ellos igualmente permeables en sus nive­les morfológico y sintáctico, en su gramática. La compleja morfo­sintaxis del vascuence era sí una valla insalvable para que se convir­tiera en lengua de comercio cultural. Aunque se luchara por conse­guirlo, inevitablemente iba a caer vencido --estimaba Unamuno­frente a idiomas de estructura más sencilla y de funcionamiento más económico.

Hacía ya bastante tiempo que Unamuno había prácticamente abandonado su preocupación por el vascuence, cuando vol vió, no sin espectacularidad, al espinoso tema de la agonía de muerte de esta len­gua. Fue en el famoso discurso que pronunció en Bilbao con ocasión de los Juegos Florales celebrados en 1901. Así exhortaba a sus pai­sanos:

No temáis perder la personalidad étnica; no fructifica la simiente sino reviviendo en tierra. Un pueblo que en otro se vierte, se

21 Ibídem. 22 "La enseñanza del latín en España" (1894), en Ensayos 1, ed .

. cit., p. 143.

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agranda; no muere, resucita. Dad vuestro oro sin importaros el cuño. A la gran aleación española primero, a la humana des­pués, llevaremos nuestro metal [ ... ] Las murallas chinescas, materiales o espirituales, totales o parciales, son de pueblos que han perdido la fe en sí mismos. La mejor lengua es la propia, como es la mejor piel la que con uno se ha hecho; pero hay para muchos pueblos, como para otros organismos, épocas de muda. En ella estamos. En el milenario eusquera no cabe el pen­samiento moderno; Bilbao, hablando vascuence, es un contra­sentido [ ... ] Tenemos que olvidarlo e irrumpir en el castellano, contribuyendo a hacer de él, como de núcleo germinal, el espa­ñolo hispanoamericano, sin admitir monopolios casticistas, que no es un idioma feudo de heredad. Le llevaremos nuestra pe­culiar manera de decir, algo elíptica, cortante, angulosa y seca; algo hemos de aportar al castizo decir castellano [ ... ] Nuestra alma es más grande ya que su vestido secular; el vascuence nos viene ya estrecho; y como su material y tejido no se prestan a ensancharse, rompámosle. Hay, además, una ley de economía, y es que nos cuesta menos esfuerzo aprender el castellano que transfonnar el vascuence, que es un instrumento sobrado com­plicado y muy lejos de la sencillez y sobriedad de medios de los idiomas analíticos. [ ... ] Y no digáis que no será nuestro pen­samiento verdaderamente nuestro, si en lengua que no sea la nuestra lo expresamos. Apropiémonosle, y nuestro, a la vez que de ellos, será el castellano y más comunicable pensar23•

Sabemos de las consecuencias que este discurso acarreó: en el teatro de Bilbao hubo hasta escenas de pugilato. "lA Salamanca, a Salamanca!", le gritaban algunos a Unamuno, quien debió interrumpir cinco veces la lectura de su discurso. Acerca de estos desaforados nacionalistas vascos, Ramiro de Maeztu diría luego, en la prensa, que tenían "estrecho su estómago intelectual, acostumbrado a recibir papi­lla, y que por eso rechazaron el discurso, alimento sobrado fuerte para sus facultades digestivas"2A.

No fue, pues, al parecer, "su afán de originalidad" --como afu­mara Miguel Llano Gorostiza- lo que perdió a Unamuno en su con­curso a la Cátedra de vascuence. Quizás algo de eso hubo; pero en lo concerniente a sus opiniones sobre el vascuence, lo cierto es que tenía

23 "Discurso en los Juegos Florales celebrados en Bilbao el día 26 de agosto de 1901 " , en Obras Completas VI, ed. cit., pp. 332-336. 24 El artículo de Rodrigo de Maeztu en desagravio de Unamuno fue publicado en El Imparcial de Madrid el 30 de agosto de 1901,. cuatr.o días después del polémico discurso. Su texto completo ha SIdo cn­teriosamente incorporado al tomo VI de las Obras Completas de Unamuno, ed. cit., pp. 344-347, a continuación del discurso.

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toda la razón. Lo que más bien perdió a Unamuno, además de su absoluta falta de cautela y su honradez intelectual a ultranza, fue la inepcia de los jurados, que no fueron capaces de entender su sana y justa doctrina filológica.

En una carta fechada muy poco después de esta fallida postula­ción, escribía Unamuno a Pedro de Mugica, filólogo amigo suyo, también vasco, residente en Berlín:

Hay aquí en Bilbao una vasta asociación de aplanamiento que hace la guerra cruel a quien no canta a coro en este charco de ra­nas2S•

No 10 dice, pero es casi seguro que en ese momento estaba pen­sando precisamente en quienes, con su veredicto, 10 marginaron de la Cátedra de vascuence. Por esta fecha, pues -a juzgar por la índole de sus escritos inmediatamente posteriores-, declina sensiblemente su interés por la lengua vasca, y lo que prometía ser su definitiva espe­cialización, no será en adelante sino materia de preocupación ocasio­nal.

No es del caso exponer aquí -ni tampoco estaría yo en condi­ciones de hacerlo- el curso y los resultados específicos de sus inves­tigaciones en torno al vascuence. Lo que sí es de interés destacar, sin embargo, es la rectitud de orientación que siempre las infonnó, y para ello cualquiera de sus trabajos sobre el tema resulta apropiado, pues casi parece que Unamuno se hubiera propuesto en yllos, más que hacer filología, enseñar cómo hay que hacerla. Esta es, por lo demás, una consideración también pertinente al conjunto de su obra lingüística: su carácter fragmentario y asistemático desaparece, en efecto, si se la considera desde este ángulo, y toda ella asoma en­tonces como una extensa, matizada y muy orgánica lección metodoló­gica, a propósito de la cual se allegan materias y problemas varios.

Preocupación constante suya fue situar el problema del origen y evolución del vascuence en un plano estrictamente científico, incorpo­rando a sus investigaciones las últimas conquistas de la lingüística europea, particulamlente de la alemana. El relieve que le concedió a la fonética, por ejemplo, representó uno de los primeros aportes mo­dernos que se hicieron en España en el campo de las disciplinas del lenguaje. Ya a los veinte años, en su tesis doctoral, afirmaba:

Nunca insistiré bastante en la importancia del estudio fonético [ ... ] Es trabajo que si se le funda sobre bases seguras, puede

25 Carta a Pedro de Mugica, Bilbao, 6 de mayo de 1890, en Cartas in¿ditas de Miguel de Unamuno . Recopilación y prólogo de Sergio Ferndndez Larra(n (Madrid: Ediciones Rodas, 1972 2), p. 85. Estas cartas se editaron por primera vez en 1965 (Santiago de Chile : Em ­presa Editora Zig -Zag), y constituyen un documento esencial para comprender con propiedad la dimensión filológica de la personalidad

. de Unamuno.

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conducirnos a precisos resultados. Yo tengo reunidos abun­dantes materiales, y aun determinadas importantes leyes fonéti­cas [ ... ] El estudio de las variaciones dialectales es de una im­portancia que salta a la vista y no necesito encarecerla. No hay acaso medio más seguro de llegar a la unidad primitiva y ho­mogénea del organismo lingüístico que la reducción a sistema de las variaciones dialectales, aunque es trabajo que presenta gran­des trabas26•

Este estudio científico de la lengua vasca era, para Unamuno, el único camino que podía llevar a la solución del problema del origen del pueblo vasco. A falta de una literatura y un folklore propios, a nada sino al idioma se podía acudir para hurgar en el oscuro pasado de los vascos. La lingüística no era para Unamuno una meta, sino un método; su importancia residía en ser un medio para alcanzar cono­cimientos mas radicales, incluido el de nuestro propio espíritu. Su tesis doctoral, en este sentido, es más un trabajo de etnolingüística que de lingüística. No le importaba proponer una clasificación del vas­cuence, ni menos límitarse a describirlo; su objetivo no era tanto la lengua vasca, cuanto el pueblo que la hablaba. Pero sabía que para llegar a la médula de éste había que pasar por aquélla, había que exa­minarla con la mayor atención.

Doble lección, pues, y no poco provechosa para nuestro tiempo: de un lado, la necesidad de trabajar con rigor y método, y del otro, la importancia de aspirar a una ciencia del lenguaje que no se agote en la mera descripción, advertencia más que pertinente para quienes hoy, deslumbrados por las fáciles tendencias formalistas, creen poder dar cabal cuenta del lenguaje por el estrecho canúno de un estructuralismo penúltimo.

Pluralidad de atención

Bastante azarosa fue la determinación de la carrera académica de Unamuno. Luego de su frustrada postulación a la Cátedra de vas­cuence, habría de ser igualmente aventajado en las que hiciera a una de sicología, lógica y ética, y, más tarde, a otra de metafísica. Algunos años más tarde escribiría a este propósito:

Dado mi criterio de entonces en la materia, y dado, sobre todo, mi independencia de juicio, que ya por aquella época era mi

26 "Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca" (1884), en Obras Completas VI. ed. cit., p. 120.

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dote ~spiritual, fracasé, y no pude sino fracasar, en ambas opo­sicionesZ1•

Aprovechando entonces su afición a las lenguas, concursa luego a dos cátedras de latín, pero de nuevo fracasa28• Veintiséis años tenía a la fecha. Decide entonces presentarse a un concurso llamado para proveer la Cátedra de griego en la Universidad de Salamanca. Esta vez está decidido a ganarlo, y para lograrlo se prepara durante largos meses. Así se lo cuenta en carta 'l- su amigo Mugica:

Mis estudios filológicos se limitan por ahora al griego clásico, a cuyo estudio dedico unas cinco horas diarias porque estoy pen­diente hace tiempo de unas oposiciones a lengua griega 29.

No deja de ser sorprendente, sin embargo, enterarse de los pro­pósitos que le confiesa al propio Mugica seis meses más tarde, en los momentos mismos en que estaba rindiendo las pruebas de aquel con­curso:

Si saco plaza, verá usted cómo, una vez seguro y en carrera, me dedico a la filología castellana30•

Bien podría decirse, pues, que Unamuno se hizo un lugar en el griego, tal como pudo habérselo hecho en otra parte. Dos pasajes de su epistolario a Mugica lo confinnan fehacientemente:

Estudio griego no por el griego, [sino] para ganar una cátedra31 •

Puesto a elegir, hubiese elegido sicología, economía política o lingüística hispano-latina, las tres ramas que más me atraen, sin que deje de atraenne lo demás. Usted conoce mi horror a la especialización32•

Desde el comienzo de su labor en la Cátedra de griego de la Universidad de Salamanca, Unamuno se siente fuertemente solicitado -si no distraído- por sus variados intereses, y su dedicación al griego aparece siempre marcada con el sello de una fidelidad más o menos forzada. Buenas intenciones lo animan inicialmente, luego de ser de­signado para el cargo:

27 "Sobre la erudición y la crítica" (1905), en Ensayos 1, ed. cit., p. 722. 28 Ce. ibidem, y también Carla a Mugica, Bilbao, 6 de mayo de 1890, en Cartas inéditas de Miguel de Unamuno, ed. cit., p. 85. 29 Carta a Mugica, Bilbao, 6 de noviembre de 1890, en Cartas inéditas de Miguel de Unamuno, ed. cit., p. 119. 30 Carla a Mugica, Madrid, 28 de mayo de 1891, en Cartas inédi-tas de M iguel de Unamuno, ed. ci t., p. 133. 31 Carta a Mugica, Bilbao, sin fecha (hacia fines de 1890), en Cartas inéditas de Miguel de Unamuno, ed. cit., p. 117. 32 Carta a Mugica, Salamanca, 5 de noviembre de 1898, en Cartas inéditas de Miguel de Unamuno, ed. cit., p. 248.

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Además de mis trabajos para esta obra [se refiere a su novela Paz en la guerra], traduzco griego, pues deseo, ya que ofi­cialmente debo enseñarlo, hacerlo a conciencia 33.

Pero apenas dos semanas después debe reconocer ya sus pri-meros desvíos:

Estoy metido de hoz (hocico) Y coz en 10 de la guerra, y no sólo tengo abandonados mis estudios romanistas, sino también los helénicos, que, dado mi cargo oficial, es más grave34•

Declaraciones que hará años más tarde sugieren una posible causa de este desapego; a saber, el hecho de que él, cristiano, jamás fue tocado a fondo por el helenismo pagano:

Llevo nueve años explicando lengua y literatura griegas, apenas se hace en mi clase más que traducir, y cada año nuevos textos [ ... ], y casi nunca hago referencias a 10 helénico ni acudo a Pan o a Afrodite. Acaso consista en que a mí la Naturaleza me pa­rece cristiana y no pagana3S•

La situación no cambiaría con el tiempo. En plena madurez ya, así escribe sobre este punto en uno de sus ensayos:

Llevo ya veinticuatro años en trato con los antiguos genios de Grecia, oyendo la voz de su sabiduría; llevo más de veinte ex­plicándolos en la cátedra. Me aquietan, me serenan, me apaci­guan; cada vez creo comprenderlos mejor, pero no me satisfa­cen36•

Eso explica la mezquina presencia de 10 griego en su obra. A pesar de que profesor de griego fue el cargo de toda su vida, ninguno de entre sus innumerables ensayos se propuso como objetivo central la consideración de un tema de cultura clásica. Aparte de una no muy entusiasta simpatía por Homero y Platón37, 10 cierto es que en sus es­critos nada hay que se parezca a pasión por la antigüedad grecolatina.

33 Carta a Mugica, Bilbao, 27 de julio de 1891, en Cartas inédi -tas de Miguel de Unamuno, ed. cit., p. 136. 34 Carta a Mugica, Bilbao, 12 de agosto de 1891, en Cartas inéditas de Miguel de Unamuno, ed. cit., p. 137 . 35 Citado por B. G. Candamo en "Unamuno en sus cartas . Antolo­gía epistolar comentada", trabajo que sirve de introducci6n al tomo III de los Ensayos de Unamuno (Madrid: Aguilar, 1951'), p . 36. In­fortunadamente los fragmentos recogidos por Candamo traen s6lo una muy general mención de fecha para todos -1900 a 1905- y ninguna de destinatario. 36 "La Grecia de Carrillo", en Ensayos II, ed. cit., p. 1051. 37 Sobre el particular, entre otros textos, puede verse Recuerdos de niñez y de mocedad, ed. cit., pp. 126-127, Y "La Grecia de Carri-110", en Ensayos lI, ed . cit., p. 1046 . Revelador de esta preferen­cia es el encargo de sendos bustos -del poeta y del fil6sofo grie­gos- hechos a Alemania; cf. Carta a Mugica, Salamanca, sin fecha (¿hacia fines de 1891 ?), en Cartas illéditas de Miguel de Unamuno, ed. cit., pp. 143-144.

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Pero si azarosa fue, como hemos visto, la determinación del griego como espacio cultural en que Unamuno tomó residencia profe­sional, no puede igualmente decirse que por casualidad la haya to­mado en el ámbito más general de la filología. La verdad es que su vocación de filólogo -lato sensu - fue tan temprana como sostenida. Gustaba de las referencias al valor etimológico de los témlinos, y sus observaciones en esta materia no eran menciones pegadizas o alardes de erudición, sino instancias de su discurso estrechamente imbricadas con el resto, en íntima colaboración con la materia de que trataba. Hurgando en la historia de las palabras, sabía encontrar el rastro toda­vía fresco del espíritu humano; con infrecuente perspicacial sab{a leer en la tierra de aluvión que es la lengua, memoria viva del hombre; las palabras le hablaban a él más que a otros. Amó el verbo también en el apogeo de la poesía, donde incursionó con pasión. Traductor de oficio, además, abrió con generosa autoridad las puertas del español a otras lenguas y valoró sin remilgos el aporte enriquecedor del neolo­gismo. En su serio amor por la palabra, en fin, supo también con ella jugar. No fue, pues, filólogo por casualidad.

La lengua española

En el año 1903, rector ya -desde 1900- de la Universidad de Salamanca, ve Unamuno por fin realizada una larga aspiración suya, cual fue la de servir una cátedra en que se estudiara el proceso de for­mación de la lengua española. Desde sus primeros escritos había ve­nido insistiendo en el contrasentido de que en las universidades espa­ñolas existieran cursos de latín, griego, hebreo, árabe, sánscrito y francés, y sin embargo faltara uno de historia del castellano. Mien­tras así se dieron académicamente las cosas, Unamuno propugnó que, a falta de una cátedra ad hoc , este vacío fuese llenado por los cursos de latín, los que debían enderezarse más hacia el conocimiento cientí­fico de la génesis de nuestra propia lengua, que hacia el casi nunca bien logrado objetivo de leer a los clásicos latinos. Pero en 1898, y como parte de una reforma educacional más amplia, se crearon cáte­dras de lingüística comparada de latín y castellano. En una carta de entonces, le comunica así a Mugica sus propósitos al respecto:

Pienso quedarme aquí [en Salamanca] con esa cátedra, sin per­juicio de acudir a las oposiciones de Madrid [ ... ] Por fin acabaré en una cátedra acomodada a mis aficiones38•

La cátedra de Madrid quedaría finalmente en manos de Ramón Menéndez Pidal, y Unamuno ocuparía la de Salamanca. Ya partir de

38 Carta a Mugica, Salamanca, 5 de noviembre de 1898, en Cartas inéditas de Miguel de Unamuno , ed. cit., p. 248.

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entonces, comenzaría entre ellos una larga amistad y un fructuoso in­tercambio de infomlación y pareceres.

Por esos años -en 1904, exactamente- Menéndez Pidal pu­blicó su Manual de gramática histórica española, texto del que Una­muno se serviría desde un comienzo en su nueva cátedra. Curso tras curso, fue don Miguel registrando, en los márgenes de su ejemplar, las observaciones que su lectura le iba mereciendo. Años más tarde, en 1925, con ocasión de una miscelánea que se preparaba en home­naje a Menéndez Pidal, Unamuno entregó como colaboración un breve trabajo que precisamente reunía esas observaciones al Manual de gramática histórica. Esas "Notas marginales" -así, con toda propiedad, tituló su artículo-, aunque a primera vista parecen una obra de circunstancia, en verdad recogen el fruto maduro de un largo período de reflexión -veintidós años de docencia-, y constituyen, por tanto, un decantado documento de la doctrina filológica de Una­muno.

Estas notas -c-señala al inicio del artículo- apenas se refieren a fenómenos estrictamente fonéticos, o diré más bien, básicos de la lengua. La fisiología o física de la lengua, su gramática, en un sentido etimológico restringido -de gramma, letra- , me ha interesado siempre mucho menos que su historia propiamente dicha, que su pneumática -de pneuma, espíritu-o Que aquí, como en otro campo, la letra mata y el espíritu vivifica. No son, en efecto, los fenómenos específicamente fonéticos [ ... ] los que dan vida al lenguaje. La vida es historia y la historia espíritu, porque es finalidad. Los hechos propiamente históri­cos son teleológicos, son finalistas. Y la lingüística es más una ciencia histórica que no física, y menos matemática39•

Al recoger estas notas, Unamuno tiene el propósito de mostrar una cierta divergencia respecto de Menéndez Pidal en la valoración de los factores que fundan la vida del lenguaje . Una serie de cambios lingüísticos que don Ramón consideraba hechos meramente fonéticos, son aquí interpretados por Unamuno como fenómenos motivados es­piritualmente. Es el caso, por ejemplo, del verbo entregar, del latín integrare -que, en rigor, debió dar entegrar -, donde, para explicar el adelantamiento de la r interior, mientras Menéndez Pidal veía una metátesis sencilla40, Unamuno ve más bien un producto analógico, una adaptación orgánica a la serie de palabras formadas con el prefijo

39 "Notas marginales" (1925), en Obras completas VI , ed. cit., p. 1023 . 40 Cf. Ramón Menéndez Pidal, Manual de Gramática hist6rica es­pañola (Madrid: Espasa-Calpe, 1962 11 ), párrafos 64 y 67, 2 . Es interesante lo que en la advertencia preliminar a la sexta edición de su Manual señala Menéndez Pidal : " He utilizado [ . . . ] las Notas mar­ginales [ . . . ] por el rector de Salamanca M. de Unamuno".

66 ANrONIOARBEA: UNAMUNO: ¿VOCACIONDEFll..OLOGO?

entre- ; es decir, un hecho lleno de intención, no meramente mecá­nico:

Los casos de metátesis rara vez me parecen de origen fonético. El que el pueblo diga calredal, por catedral, ha de deberse a catre -aunque el catre y la catedral no tengan, que yo sepa, nada de común-, como el haber dicho entregar de integrare se debe al prefijo entre. La gente dice dentrlfico, por dentifrico, y ello se debe, sin duda, a los terminados en -fico (benéfico, prolfjico, magnlfico, etc.), y luego echaron la r al diente41 •

No se le escapaba a Unamuno que estas explicaciones analógi­cas de algunos cambios fonéticos difícilmente pueden, por la índole misma del fenómeno de la analogía, apoyarse documentalmente; pero para él la filología no debía limitarse estrictamente a lo seguro y pro­bado:

Respecto a esto [ ... ] de la analogía conceptual, hay que decir que cuando uno propone una explicación analógica de una va­riedad fonética, se le suele pedir documentación o p<;>r lo menos justificación. Y la justificación no es fácil dársela a los que ca­rezcan de imaginación. No es un problema de lógica, sino de estética. Y así, un poeta avezado a inventar metáforas nuevas y a buscar [rimas] consonantes, y un autor cómico que cultiva el retruécano y el juego de palabras, descubrirán mejor el camino que el pueblo, poeta y autor cómico a su vez, siguió para crear un término fuera de la lógica, que no un investigador pobre de sentido estético, de inventiva artística, por mucha documenta­ción muerta que posea [ ... ] Ya sé yo que el camino que gusto de preferencia recorrer es más aventurado e hipotético, pero se presta mejor a la índole de mi ingenio, retuso a las reglas físicas y lógicas y propenso a excepciones históricas y estéticas. Es cuestión de método, y el imaginativo es método. Compongo · versos, mejores o peores; hago poemas, hiño y amaso mi propia lengua española -he inventado algunas palabras- y rebusco las creaciones libres del pueblo en el campo del lenguaje por los mismos caminos por donde voy a mis creaciones propias. Y es porque creo, además, que una buena parte de los vocablos po­pulares son, en su origen, de creación individual, que los forjó, poética o artísticamente, un individuo [ ... ] Y aquí estriba la ra­zón de mi herejía filológica, de las restricciones que pongo a las explicaciones foneticistas42•

41 "Notas marginales" (1925), en Obras completas VI, ed. cit., p. 1026. En cuanto a la forma dentr{fico. creo que muy probablemente influye analógicamente en ella tambi~n la voz dentro. 42 "Notas marginales" (1925). en Obras completas VI, ed. cit., pp. 1025-1030.

SEMINARIOS DE FILOSOFIA N° 1, 1988 67

Aquello de que también "el imaginativo es método", podría ha­cer quizás arrugar el ceño a un filólogo conservador; pero en este punto bien puede traerse en respaldo de Unamuno la voz autorizada del propio Menéndez Pidal, quien, haciendo en 1951 algunos recuer­dos de su largo trato con don Miguel, lamenta que éste jamás cum­pliera su tan anuciado proyecto de escribir una Historia de la lengua castellana43, porque "hubiera dicho mucho y bueno, a pesar de su espíritu imaginativo, rebelde a todo método riguroso"44. En este breve juicio quedan muy bien resumidas las afinidades y diferencias que había entre ellos: si de un lado los separaba el estilo de trabajo, del otro los unía la intención. También Menéndez Pidal consideraba que los cambios lingüísticos eran algo más que el producto del mero juego interno del sistema de la lengua, y abogó siempre por una concepción del lenguaje más compleja y humana que la que ofrecen, por ejemplo, algunos epígonos del estructuralismo.

Estas "Notas marginales" al Manual de Menéndez Pidal recogen una anécdota que, por lo bien que revela el certero instinto filológico de Unamuno, vale la pena reproducir aquí:

Recuerdo que al ir a subir una vez a PeñaIara con unos amigos, uno de éstos preguntó dónde estaban los mochales, y al pre­guntarle yo q lié eran éstos me dijo: "Pues no lo sé, y le juro a usted, don Miguel, que es la primera vez que sale de mi boca esa palabra, que no me recuerdo haberla oído nunca y que no sé de dónde la he sacado". Y le dije: "Pues yo, sí. Usted quiso decir morrales o mochilas, y le salió mochales "45.

Éstos eran los hechos de lengua que más atraían la atención de Unamuno: aquellos en que se aprecia fresco y reciente el rastro del espíritu del hombre. Su olfato era particularmente sensible frente a los fenómenos de esta clase; casi da la impresión de que estaba per­manentemente al acecho de ellos, siempre alerta para saltar sobre su presa.

43 A la diligencia de Manuel García Blanco debemos que este tra­tado, aunque inconcluso, haya salido del reducto inaccesible en que se encontraba : su manuscrito autógrafo . Esta Vida del romance cas -tellano. /listoria de la lengua española. Ensayo de biologla lin-gülstica. Introducción a la filologla -título cuádruple que su autor le diera- viene recogida entre las páginas 961 y 1014 del tomo VI de las Obras completas de Unamuno , edición citada . 44 Ramón Menéndez Pidal, " Recuerdos referentes a Unamuno " (1951) , en Cuadernos de la Cátedra Miguel de Unamuno, 1I (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Salamanca, 1951). p . 8 .. 45 "Notas marginales " (1925), en Obras completas VI, ed. Cit . , p . 1027 .

68 ANTONIO ARBEA: UNAMUNO: ¿ VOCACION DE Fll..OLOGO?

El llamado de la Esfinge

La vocación filológica de Unamuno se manifestó en su espontá­nea y pennanente preocupación por el idioma, en su aguzada sensibi­lidad frente al fenómeno del lenguaje, en su constante asombro frente al misterioso empalme de la palabra con el espíritu. Pero su genuina vocación, en rigor, no fue la filología, para cuyo cultivo le sobraba el genio, pero le faltaba paciencia. Su afición por los asuntos lingüísti­cos se enmarcaba más en una suerte de divagación ensayística, que en los cauces estrictos de las disciplinas del lenguaje, que tenían ya muy bien definidos sus métodos y objetivos.

El reiterado llamado que Unamuno hace al rigor, al respeto por los hechos, a saber esperar que los datos se ordenen solos y den a luz la ley en parto no urgido, no es en el fondo sino una exhortación a sí mismo, la autodirigida advertencia de quien se sabía dominado por un vigoroso instinto metafísico, una tendencia quizás excesiva a las generalizaciones46• '

Hay en Unamuno, en efecto, una marcada ambivalencia entre rigor científico e imaginación, y su trato con el lenguaje ofrece esa misma doble faz. Muchas veces le aconsejaron concentrar sus facul­tades y entregarse a producir una obra definitiva, sustentadora de su nombre. Lo tentaba a ratos la idea, y en más de una ocasión mani­festó su propósito de trabajar en una obra de envergadura47; pero al final lo venció siempre su natural. Él mismo, en una de sus cartas, se encarga de caracterizar el estilo de trabajo que más le acomodaba:

Siembro según marcho, a voleo y al azar de mi marcha [ ... ] Ese -modo de hacer algo suelto, lírico, sin encadenamiento recio y firme, es lo que mejor me cuadra48•

En el fondo, Unamuno no aspiraba a hacerse el crédito de filó­logo, ni le atraía pasar por sabio; prudentemente, sin embargo, reco­nocía el valor de tener una especialidad dentro de la generalidad49• Y además de su genuino-aprecio por la ciencia, sentía hacia ella una viva atracción, a pesar de que nunca recibió de su cultivo la satisfacción

46 cr. carla a Mugica, Salamanca, 5 de abril de 1892, en Carlas inédilas de Miguel de Unamuno, ed. cit., p. 152. 47 Cf. carta a Mugica, Bilbao, 29 de abril de 1890, en Carlas inédilas de Miguel de Unamuno, ed. cit., p . 82. 48 Citado por B. G. Candamo en "Unamuno en sus cartas. Anto­logía epistolar comentada", en Unamuno, Ensayos 11, ed. cit., pp. 43-44. 49 CL carta a Mugica, Salamanca, 23 de enero de 1900, en Carlas inéditas de Miguel de Unamuno, ed. cit., p. 269.

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que buscaba: satisfacción metafísica. Pero no tenía el suficiente aguante como para pasarse la vida entera en los ceñidos dominios de la investigación cienúfica. Su perseverancia era máxima en la perse­cución de la verdad, pero la ciencia iba demasiado lento para su ur­gencia. Por eso la tomaba sólo como una distracción, como un nar­cótico para ahogar los dolores de su ansia de eternidad, sin poner ja­más en ella todo su corazónso.

Cuando joven, especialmente, esperó mucho de la ciencia; no sólo la seguridad de un mundo estable, sino la respuesta misma al enigma de la vida. Había entonces en él una suerte de fetichismo de la fórmula, el que lo habría de acompañar, transfigurado, toda la vida, y que a mi juicio constituye una decisiva clave hermenéutica de su obra en general, incluida la filológica. A los catorce años, cuando cursaba su cuarto año de bachillerato, tomó contacto con la obra del filósofo catalán Balmes, cuyas "fórmulas matemáticas" lo sedujeron, según confesará más tarde:

Tomaba yo entonces por comprensión del fenómeno lo que era exactitud de fórmula, sin comprender todavía que es locura querer encerrar en ecuaciones la infinita complejidad del mundo vivoS! . Simpatizó siempre, sin embargo, con el "[ ... ] gigantesco es­

fuerzo de Hegel, el último titán, para escalar el cielo [ .. . ] ¡Qué her­moso fue aquel trabajo hercúleo por encerrar el mundo todo en fór­mulas vivas, por escribir el álgebra del Universo! "52

En sus trabajos sobre cuestiones de lenguaje suele estar también presente esta intención de trascendencia, de ir siempre plus ultra, de llegar -si es posible- hasta la fórmula. No iba con él escribir catá­logos more tudesco -a la alemana-, donde los hechos eran me­ramente enumerados; por el contrario, siempre buscaba en la materia de los datos un principio ordenador; los grados unitarios de la realidad eran incansablemente urgidos por él para que, concertándose, habla­ran. En no ser, pues, un mero acopiador de noticias, y en su persis­tente esfuerzo por saltar de lo fenoménico a lo categorial, es donde ra­dica su efectivo sentido científico. Los frecuentes comentarios bi­bliográficos que hace en sus cartas a Mugica testimonian su decidida preferencia por los libros que poseen precisamente esa virtud. Frente a una obra irreprochable en su información, pero sin ideas, sin inten­ción, prefería una que, aunque plagada de errores, tuviera alma y vi­gor teórico:

50 Cf. carta a Miguel Gayarre, Salamanca, 27 de sctiembre de 1900, cn Cartas inéditas de Miguel de Unamuno, ed. cit.. p. 273. 51 Recuerdos de niflez y de mocedad, cd. cit.. p . 106 . 52 "La tradición eterna" (1895) (primero de los cinco ensayos agrupados bajo el título "En torno al casticismo"). en Ensayos 1, ed. cit.. p . 33.

70 ANfONlO ARBEA: UNAMUNO: ¿ VOCACION DE Fll...OLOGO?

Lo que me importa son buenos tratados [ ... ] que me permitan ordenar el caudal de datos. ¡Nada de amontonamientos! Or­den, orden, ordens3• Una insaciable avidez de la ley se observa en sus escritos filoló­

gicos, y cuando da con ella, muchas veces sigue urgando más allá, buscando la ley de la ley por los caminos de la filosofía. Y así fue como, en definitiva, terminó superando los lindes -para él estrechos­de la lingUística. Lo confiesa en una carta escrita a los 35 años:

La lingüística, como toda ciencia, no es para mí más que un medio. Tras la ciencia está la filosofía, la ciencia general, la biología en su sentido más latoS4•

Ciencia que no tendiera a filosofía, no merecía su atención. La lingüística debía estudiar su objeto en solidaridad y colaboración con las demás ciencias, y, por así decirlo, con un ojo puesto permanen­temente en el fin común de todas ellas: la compresión de la vida en general. Un mérito muy principal de sus escritos lingüísticos reside justamente en el hecho de que constituyen, casi sin excepción, una muestra ejemplar de un modo de hacer lingüística que no consiente solución de continuidad entre trabajo pormenorizado, puntual, de mi­croscopio, y el otro, el teórico, el trascendente, el imaginativo, el poético, el que busca las esencias operantes.

Recordando la fascinación que suscitó en él su primer curso de sicología cuando muchacho, escribiría más tarde:

Me llamaba, ya de muy mozo, la Esfinge, en cuyos brazos es­pero morirss• La Esfinge, la que propone enigmas a los hombres, era la voz

que llamaba a Unamuno; su vocación era llamamiento a resolver el enigma de los enigmas, el asombroso misterio del espíritu humano. Por eso es que su sed de conocimientos no se saciaba con las primeras respuestas, por eso es que el predio de la lingüística resultó al fin de­masiado estrecho para la envergadura de sus alas.

Coda: su magisterio permanente

Unamuno, en suma, se ocupó de los problemas lingUísticos con el mismo estilo que lo caracterizó en todo; esto es: cordialmente y transitando en un tenso ir y venir entre los problemas menudos y los esenciales. Porque su comprensión fue honda, es que supo remitir

53 Carta a Mugica, Salamanca,13 de febrero de 1899, en Cartas inéditas de Miguel de Unamuno, ed. cit., p. 259. 54 . Carta a Mugica, Salamanca, 6 de febrero de 1899, en Cartas inéditas de Miguel de Unamuno, ed. cit., p. 257. 55 Recuerdos de nillez y de mocedad, ed. cit., p. 98.

SEMINARIOS DE FILOSOAA NQ 1, 1988 71

siempre a ámbitos de una mayor significación humana los pequeños hechos de la vida de la lengua.

Su magisterio tiene la permanencia que él hubiera querido alcanzar para sí, pues con sorprendente vigencia y oportunidad nos alerta, aún hoy, contra el riesgo de perdernos en averiguaciones infe­cundas, y nos empuja a henchir nuestro trabajo de aliento filosófico.