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7/24/2019 Un Asunto de Fe
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UN ASUNTO DE FE
Por:AlbertoRuedaCapdevillaFebrero2015
En aquellos das, transcurra la calma en el pueblo de La Loja. Era fin de ao y
como es habitual las ferias forneas llenaban la plaza del pueblo con docenas de
carpas que ofrecan productos novedosos o piezas nuevas recin envejecidas. De
todas partes del pas estos personajes de oficio gitano y mercantil daban un aire de
frescura a una plaza ya abandonada en la soledad por su vejez, por esta razn
muchos de los pobladores de La Loja pedan inclusive a los vendedores que se
quedaran ms tiempo de lo permitido, hacindole promesas de traerles
compradores, todo con la motivacin de no ver nuevamente la plaza del pueblo
vaca. Algunos de ellos seguan su rumbo hacia poblaciones recnditas, incluso
ms lejanas que la misma Loja, asimismo varios de ellos permanecan all hasta las
pascuas.
Dionisio Ortega camina despacio mirando la feria desde el andn frente la plaza,
murmurando entre dientes l refunfua como desaprobando la presencia de la feria
esta feria siempre es un poco de lo mismo - y como yendo en contrava de su
conciencia, cruza la calle hasta el andn que da en frente y se imbuye en la plaza.
Ese da uno de los vendedores ofreca unas varitas de fragancias, segn l, tradas
del medio oriente y alardeaba asimismo de sus blsamos que eran elaborados con
productos de excelsa calidad. Dionisio siempre de mente curiosa, guardaba la
esperanza que dentro de alguna de las tiendas cierto da hallara algo que de verdad
le llegase a interesar -ciertamente esta vez no iba ser la ocasin- pensaba hacia sus
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adentros. Al otro costado dentro de una tienda harapienta que expela un olor a
pared pintada de cal recin humedecida, un vendedor con aspecto de sultn llam
la atencin de Dionisio, que al verlo no dudo en curiosear sus novedades de ese
ao. El seor con aspecto de sultn deca tener tiquetes en un transporte novedoso
para volar al que llamaban dirigible, con destino a la capital saliendo desde
Barlovento, que era la ciudad capital ms cercana a La Loja. Para Dionisio esto no
era de vital importancia, para l, los dirigibles eran sofismas para los refractarios de
las nuevas invenciones, adems a su concepto, los trenes lo podan llevar a donde
l necesitaba e igualmente, pensaba l, los dirigibles eran extremadamente
arriesgado para subirse en ellos. Todo lo haba ledo en una revista que haba trado
su to desde Barlovento, la revista se dedicaba a temas de las nuevas tecnologas
que para ese entonces era un tema poco conocido en latitudes lojanas. As como
el gusto de pasar rpido al lado de alguien para sentir su fragancia, su inters por
la astronoma tambin haba sido trasmitido a travs de su to que cada semestre le
traa la revista donde se escriban artculos profundos que para ese entonces le
dedicaban ms de la mitad de las hojas a explicar la composicin del cielo y la
vastedad del universo, y sin duda tambin de la posibilidad que alguna vez el ser
humano lograse salir de la tierra y desafiar sus miedos en el espacio.
Dionisio ya haba vivido veintiocho navidades, veintitrs que l recordaba y las
quince ltimas sin recibir regalos del nio Dios. Ya para ese entonces haba
descifrado los misterios de los regalos abandonados en vsperas de navidad y el
origen del fuerte viento que para aquellas pocas slo llegaban de manera
inoportuna trayendo con ellas el polen del norte y el polvillo del desierto. Despus
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de superar la desilusin por la quimera de sus hroes infantiles, vivi una
adolescencia promedio y aunque era un poco tmido sorte bien librado los altibajos
que trae ser un joven que se decepcionaba fcilmente. Cuando ya casi haba
superado alguno de sus traumas pre-adolescentes como el acn o despertar erecto
con necesidad de usar el bao, se da cuenta que a veces la vida no era justa, pero
que el investigar, leer y preguntar todo lo que duda, verdaderamente le daba sentido
a la vida. Es all cuando Dionisio toma la decisin de querer ser cientfico, sin duda
era un sueo con bastante osada, para ese entonces no estaba bien definida, si
quiera, la palabracientfico
en el diccionario.
Las brisas que por esa poca se posaban sobre La Loja, se llevaban consigo las
nubes que por largas pocas decoraban el cielo tropical, no obstante la crudeza del
sol era mermada por la baja temperatura de los vientos alisios, haciendo de esta
poca de los aos das de frescas y soleadas maanas y de ocasos estrellados
completamente despejados.
Los das en la Loja pasaban como bajaba el agua de la quebrada, llenos todos los
das de lo mismo y perpetuados en la eternidad sin que nadie se percatara que ya
eran ms de ciento cincuenta aos desde su fundacin. Una tarde Dionisio pasa a
visitar a Pedro Juan, su hermano mayor, con quien llevaba una estrecha relacin
porque adems de ser su hermano era su mejor amigo. Dionisio le menciona a
Pedro Juan sus sueos premonitorios que ha tenido durante esa ltima semana,
segn l ha tenido varias visiones del fin de los tiempos. Pedro Juan un poco
incrdulo pero intrigado le pide ms detalles a su hermano sobre estas visiones que
haba tenido estado.
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Ya entrada la tarde, Pedro Juan le pide a su hermano que se quede con l para
cenar, pero antes le pide el favor de acompaarlo donde el mdico yerbatero de La
Loja para que le recomendara algo para su dolor de cabeza frecuente. Dice l, que
todos los das a las 6:45 pm le inicia un dolor en la cabeza, y describe como un
plpito, as como cuando de nio atrapaba un lobito escapado, y pareca que se le
iba a salir el corazn por el pecho. Describa Pedro Juan con tanto detalle que ese
dolor lo senta detrs de los ojos y se extenda hasta las 7:15 pm.
Dedicaron los 45 minutos de la caminata para poder actualizarse el uno del otro de
los ltimos detalles de sus vidas y de las de sus respectivos vecinos. Y as bien
haban llegado hasta el pequeo puesto de hierbas y menjurjes.
Eran las 7:00 pm pasadas y Pedro Juan estaba a mitad de su dolor diario de cabeza,
la llegada donde el mdico yerbatero haba acelerado las pulsaciones del dolor para
ese entonces. Luego de una serie de pcimas y recomendaciones por parte del
mdico, Dionisio y Pedro Juan estn ah hasta las 7:35 pasado el meridiano.
Era una noche extraamente nublada y definitivamente fra para la temperatura
promedio en La Loja. Para Dionisio, la extraez de la luna lo intimidaba y lo haca
sentir vigilado, pensaba hacia sus adentros que estaba ms iluminada de lo normal
y se cuestionaba si tendra que ver con los sueos que haba estado teniendo. Ech
un vistazo hacia el cielo estrellado pero sin ms nada que varios cmulos de nubes
tapando la luna y estrellas al otro costado del cielo, volvi su mirada a su hermano
quien le preguntaba si lo acompaara a cenar. Una coccin de papas acompaaba
las carnes de una cabra cocinada en lea que Pedro Juan haba sacrificado haca
dos das y haba conservado en sales minerales.
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Ms tarde durante esa noche Dionisio quiso salir a caminar por el pueblo y llegar a
la feria que, segn l, a lo mejor encontraba algo que lo hiciera olvidarse de su
mente perturbada por las premoniciones.
En la feria, los visitantes comentaban lo extrao de la claridad de esa noche y se
preguntaban si a lo mejor un sbito eclipse de sol haba tomado desprevenida a La
Loja y a todos sus incautos habitantes. Dionisio tan incrdulo como su to y a su
vez curioso ms que un gato no prest atencin a los comentarios de los pobladores
pero segua extraado por la rareza de la luminosidad.
-Dionisio!- Desde la calle de enfrente, grit su madre, doa Bernarda Ros
conocida en la Loja por su carcter fuerte y su incontrolable amor por los perros.
Tanto fue, que Dionisio fue criado por sus vecinas ms que por su madre, -
afortunadamente- deca l, porque no hubiera querido ser criado como un pequeo
can. En todo caso Dionisio, quien vena de un largo linaje familiar de nombres
Dionisio era el cuarto en su posicin generacional, de ah su nombre.
-Hijo te espero en la casa que ya est haciendo fro y la gente anda all en el
zaperoco armado por el asunto de la luna- Exclamaba Bernarda. A ese punto
Dionisio no estaba seguro si irse con su madre, debido a que Pedro Juan le haba
pedido durante la cena que esa noche se quedara en la casa porque necesitaba
que lo ayudara a llevar en la maana del otro da unos bultos al mercado de Arroyo
de Piedra, a unos treinta y cinco minutos en lomo de mula. Le cont a su madre lo
planeado para la maana del da siguiente y la despidi con un beso en la mejilla,
recordndole que se fuera por la plaza para que no se perdiera.
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Para esos das, Dionisio marchaba melanclico por una pena de un amor fugaz que
haba tenido durante dos noches en las ferias de haca un ao, ya haban pasado
trescientos sesenta das, seis horas y cuarenta y ocho minutos desde ese momento
que la vio por ltima vez. Se preguntaba si dentro del tumulto de la gente tendra la
fortuna o la infortuna de toprsela nuevamente, pens en olvidarla por completo y
firme en su decisin intercambi una guitarra con un viejo gitano, y pregonaba que
a lo mejor aprendiendo a tocar, y as podra cantarle a la vida.
Entrada la noche, Dionisio con guitarra al lomo sabe que es hora de volver a la casa
de Pedro Juan. Ya habiendo dejado atrs las luces de la plaza se adentra al
sendero que lo llevara a la casa de su hermano, sin embargo para l segua estando
dentro del pueblo ya que la iluminacin continuaba en la misma intensidad como si
estuviera en la plaza misma. En ese preciso instante, Dionisio, echa un vistazo al
cielo que haca una hora nublado no dejaba ver la luna en su esplendor, para su
desconcierto las nubes guardaban la sorpresa de seis lunas que posaban sobre su
cielo, ya no tan negro por la luz que estas reflejaban.
Dionisio ante el suceso de las seis lunas, qued perplejo mirndolas a lo largo de
veintisiete minutos y tratando de entender el por qu suceda este fenmeno. De
vuelta donde Pedro Juan, Dionisio levanta a su hermano para ensearle lo que est
ocurriendo con las lunas de esa noche. Pedro Juan, luego de salir de la cocina
hasta lo que podra denominarse el pretil de su casa, levanta la mirada y anonadado
por las seis lunas, se viste, se lava la cara y toma su sombrero, que aunque no haya
sol para l es indispensable. una explicacin debe haber para este suceso
Dionisio, si no es de Dios es del Diablo pero de que hay una explicacin la hay! -
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deca efusivamente, a paso acelerado caminan murmurando y de reojo mirando las
lunas para llegar donde el padre de la iglesia a ver si l tendra alguna explicacin.
Para sorpresa de los dos, todo el pueblo estaba aglomerado en la plaza central, que
da justo en frente de la iglesia. Al llegar donde se aglomeraba la algaraba Pedro
Juan y Dionisio no hallaron ninguna respuesta, el pueblo entero estaba bajo la
misma inquietud y el sacerdote del pueblo mismo no daba fe a lo que vean sus
ojos. Era un caos completo, la mayora de la gente estaba reunida en grupos
pequeos y tomndose de las manos oraban al cielo para que no fuera un mal
presagio o alguna calamidad. Otros culpaban a las prostitutas de Doa Ana que
para esos das ya cumplan veinte aos en el pueblo, acusndolas que por ellas el
pueblo haba cado en desgracia. Y por otro lado estaba el grupo curioso que detrs
de Jos Clemente, quien para esos das haba trado un telescopio, bregando ver si
alcanzaban a ver algo raro en alguna de las seis lunas.
Ya haban pasado ms de setenta y cinco minutos desde que el cielo se haba
despejado dndole paso a las lunas y era tanta la confusin que ya a ese punto de
la noche no saban a ciencia cierta cul de las lunas era la que siempre haba
estado.
-Estamos a merced de lo que ocurra- decan Pedro Juan a Dionisio, en ese preciso
momento se sinti un fuerte estruendo a las afueras del pueblo, seguido a eso un
sonido ensordecedor, como mil trombones de cobre resonando al unsono que
terminaran de liquidar los nervios de la poblacin. El estruendo eran cientos de
rocas que caan del cielo, bolas de fuego incandescentes que destruan sin
compasin la poblacin de La Loja y sus alrededores. Preocupados por su madre
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y su hermano menor, Pedro Juan y Dionisio salen a la huida estrepitosa por el
camino que va hacia el sur oeste fuera del pueblo. Gente que viene en direccin
opuesta a ellos se estrellan y a un ritmo estrepitoso, ellos ansiosos por llegar rpido
van empujando nios y adultos sin medir fuerzas.
El cielo mismo despeda inmensos rayos de luz, en una escena un poco parecida a
la de un torrencial aguacero en medio de una tarde soleada. Luz que brotaba del
magma rocoso que caa sin piedad y a su vez arrasaba con la historia lojana. Fue
all cuando todo tuvo sentido, los sueos, el dolor de cabeza y las seis lunas. Desde
pequeo su madre siempre tuvo el don de ver todo a travs de los sueos pero
nunca dentro de la familia supieron a ciencia cierta cul de los hijos de doa
Bernarda habra de heredar dicho don.
Diez minutos despus de haber salido de la plaza, entran a casa de doa Bernarda,
para sorpresa de ellos escuchan un ruido en su interior, al mismo tiempo que la
gente segua corriendo en los senderos de la parte exterior. Bernarda y Jos Luis
yacan sin vida, como si no se hubieran enterado de lo sucedido, el techo de la casa
haba colapsado y no pudieron sobrevivir. Dionisio no poda con su alma del dolor
y a sus adentros, a manera de consuelo pens que a lo mejor era mejor irse que
quedarse. En ese instante entraba Pedro Juan y as abrazndose con Dionisio, que
cortos de palabras se lamentaban en medio de los hechos que no tenan cabida a
lo racional.
Dentro del desconsuelo, los hermanos toman los cuerpos inertes de su madre y su
hermano y en medio de la tragedia cavan las pequeas tumbas donde yaceran por
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siempre, los cuerpos de Bernarda y Jos Luis. Las rocas calientes seguan cayendo
del cielo, que pareca estar lleno de la misma ira divina del creador.
Luego de haber sepultado a su madre y hermano, Pedro Juan y Dionisio se postran
a orar en medio de la calamidad, si algo no les haba faltado en el hogar era la fe
cristiano-catlica que hacan parte de las costumbres familiares. Pasada ms de
una hora de haber comenzado a caerse el cielo, finalmente cesan los estruendos y
como si se tratase de un chiste de mal gusto, sintieron una paz absoluta y un
regocijo que ni ellos mismos podan explicar. Fue en ese preciso momento que un
manto de luz desciende sobre ellos, y con este, un ser alado que a pocas penas se
logra identificar debido a la intensa y claridad que emanaba.
El ngel les comunic que haba llegado el momento de partir para sus familiares y
que por ningn motivo deban desfallecer, por el contrario ellos haban sido
escogidos entre muchos para ser ellos los encargados de redimir al mundo y con
ste, todas sus calamidades. El ngel unge de luz a los hermanos y haba dejado
claro que - slo a las personas puras de corazn podran transmitir esta energa
divina para combatir los demonios del fin les suspir el ngel.
A una especie de trance, los hermanos Pedro Juan y Dionisio haban atribuido lo
que acababa de suceder, y as incrdulos aun decidieron retornar a La Loja. Fue
momentos despus de haber comenzado a caminar que se dieron cuenta de la
intensidad del Sol, y con esta un brillo an ms resplandeciente. Sentan al astro
rey como una fuente de energa que en medio de la calamidad los empoderaba y
para mayor sorpresa podan levitar por encima del suelo a su antojo. Slo haban
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pasado quince minutos para maniobrar bien su cuerpo a travs de los aires
silvestres.
Esta batalla se extendera por un tiempo indeterminado, donde los demonios
vendran a tomar lugar en esta lucha celestial y donde los humanos haban quedado
a su merced. Fue por esto que legiones de ngeles haban decidido reclutar, como
a Dionisio y Pedro Juan, personas que acompaaran a la humanidad. Los seres
como yo venimos del sol, siempre hemos estado ah observndolos, y como ves,
ellos quienes los invaden hoy, vienen de la luna, de all el porqu de las seis lunas,
esta fue su seal parala intrusin en la tierra.- les explicaban a los hermanos.
Ya un poco ms al tanto de la situacin, los hermanos Pedro Juan y Dionisio, unidos
a la legin angelical libran una batalla que sera corta, sin embargo, esta
insurreccin malfica durara ms de sesenta y cinco noches de destruccin y
muerte para que finalmente la tierra fuera librada de este mal.
Pasaran dos noches de tiniebla y oscuridad para los sobrevivientes, y as en medio
de la zozobra se alzaran las campanas para la llegada del nuevo reino y con este
una nueva generacin de humanos dignos de habitar los campos reverdecidos y
lagunas de vida, al igual de un rey sol inmortal que brillaba, esta vez con ms fuerza
reclamando su hegemona. Pedro Juan y Dionisio, haban hecho mritos para
ganarse la divinidad, asimismo lo pensaban ellos, con la sorpresa hasta ese
momento y caer en cuenta que haban dejado de ser mortales cuando sus cuerpos
sucumbieron ante la lluvia de rocas haca dos meses atrs.
FIN