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TRIGÉSIMO NOVENO NÚMERO | JUNIO 2016 ASÍ VIVIMOS ASÍ GRITAMOS OXXXIXO

Trigésimo noveno número

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Así Vivimos y Así Gritamos es una revista de literatura, opinión y filosofía, de tirada mensual nacida en Marzo de 2013. Podéis acercaros a nosotros mediante nuestra página de Facebook: https://www.facebook.com/revistasigritamos/ o a través de nuestra página web: https://revistaasigritamos.blogspot.com.es/. En nuestro correo: [email protected] estaremos encantados de recibir cualquier cosa que queráis dirigirnos, vuestra opinión, vuestras sensaciones, si ha subido el nivel del mar, si vuestro carro de la compra se subleva..., cualquier cosa.

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TRIGÉSIMO NOVENO NÚMERO | JUNIO 2016

ASÍ VIVIMOS

ASÍ GRITAMOS

OXXXIXO

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Revista: Así Vivimos y Así Gritamos

Autores: Carlos Esteban González, Eduardo Gutiérrez Gutiérrez, Ernesto Rodríguez Vicente, Oliver

Marcos Fernández y Federico Esteban Rodríguez.

Junio del 2016 Nº 39 Edición: Carlos Esteban González Portada: Carlos Esteban González. Sin título. Collage; ceras de colores, pinturas de madera y lápiz sobre folio.

Encuéntranos en nuestra página web: www.revistaasigritamos.blogspot.com.es Desde ella también puedes

descargarte tu ejemplar. Para cualquier tipo de acercamiento, o si quieres pasar a formar parte de nuestra revista

como colaborador, estaremos esperándote en nuestra cuenta de correo: [email protected]. La

distribución de esta revista se realiza de forma gratuita a través de estos dos medios de contacto. De igual manera nos podéis encontrar en nuestra nueva página de Facebook https://www.facebook.com/revistasigritamos.

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Índice: _

Arenga al voto…………….…………..………………………………………............................................ 4

Digresiones de izquierdas……………..….…………………………...….....…................................... 9

La realización……..………………………………..…………………………............................................ 12

El deseo enamorado y cuatro poemas dedicados......................................................... 13

La hija de la tarde………………...…………………………………………………………………………………… 17

Secciones _

Música............................................................................................................................ 19

Nota del Editor _ El despertar de una noche convulsa que comenzaba con la indudable certeza de

que nadie es capaz de dormir con este calor; la certeza que hace aguas en el sudor que

acumulaba el hoyuelo que la piel da lugar justo encima del final de la espina dorsal; la

tranquilidad de ocultar la ropa dispersa de abrigo en el desván celoso de la niñez; el hastío

manchado del rencor a uno mismo por la falta de predicción, sentido al subir la escalera

metálica que se despliega abriendo el hueco que el desván al ayer deja adivinar; el calor

que vuelve tan sólo para recordarnos a todos que nadie le dice cuando marchar, cuando

volver para derribar.

Constantes que se repiten en el verano, que siempre había sido la felicidad cubierta

con el manto etéreo que presentan las estaciones, que se aparece ahora como otro giro

más. La vida se asemeja a una rueda en la que sólo aquellos que alguna vez la vieron

parada pueden adivinar los radios gemelos. El trabajo, al igual que su ausencia, marca el

devenir del tiempo. Segundos que se agolpan en la espalda del que da la vuelta y todo lo

ignora, que gritan e insultan golpeando la puerta exigiendo ser escuchados, tomados uno

a uno; que exigen que la vida se postre ante ellos. Pero el hacer y el descanso se confunden

entre sí hasta tal punto que su agente se convierte en espectador, olvidando cuál de las

dos actividades daba sentido a su vida.

Treintaynueve nada más. Que disculpe la vida esta crónica que aún grita.

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ARENGA AL VOTO por Carlos Esteban González

Sí, les animo a ir a votar, como les podría animar a ir al teatro o a un buen concierto

o a un colorido recital de poesía. Muy bien, dirán ustedes. Muchos incluso pensarán, yo

igualmente iba a ir a votar. Para ellos ofrezco material para la reflexión, siempre útil.

Pero, ¿qué hay para aquellos que no quieren ir a votar? Para mí esa es una sensación

conocida. Como muchos sabrán, y otros descubren ahora, soy muy joven. Me sobran

dedos en una mano para contar las veces que he tenido la oportunidad de ejercer mi

derecho al voto. Sin embargo, la política me atrae desde antes de que pudiera participar

en ella.

Al inicio, no era para mí más que aquello que en ocasiones motivaba a los adultos,

les hacía hablar, juntarse, enfrentarse. Los diferentes partidos asemejaban su popularidad

con aquella que encuentran los equipos de fútbol entre sus hinchas. Ser de no sé quién

conllevó para mí un enorme y estructurado prejuicio, que había significado para quienes

no eran de no sé quién un montón de cosas por lo general negativas. Si siguiéramos mi

temprano juicio, esta aparente semejanza podría llevarnos al error de pensar que, como

puede ocurrir con los hinchas, los partidos políticos también son algo ajeno a quien los

sigue. Un argumento recurrente de aquellos que no disfrutan del fútbol es señalar que el

equipo al que idolatra no le da de comer, cuando algún entusiasta de este deporte se les

aparece como molesto o violento. Dicho así puede parecer un argumento trivial, pues, es

una verdad ampliamente conocida, pero, esconde una cierta complejidad. Cuando alguien

realiza esa afirmación busca expresar al otro que comprende su afición por su equipo,

aunque no la comparta, pero que no comprende que, por ejemplo, ponga en peligro su

integridad física o afectiva por ella. Cree hablarle desde la voz de la razón y confía en

recordarle aquello que necesita para recuperar la cordura: que ni su vida depende del

equipo, ni el equipo depende de que le dedique su vida. Pero, aunque podamos coincidir

en que lo que hagan o no hagan los partidos políticos repercute en nuestra vida de una

forma que nunca estará al alcance de ningún equipo de fútbol –alejemos de nosotros, así,

un futuro surrealista-, ¿es esto lo que piensa el grueso de los votantes españoles?

Creía que era una conciencia ya superada, pero aún hoy podemos escuchar a quién

ante una injusticia de magnitud social, en la que diferentes decisiones políticas participan

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como variables principales, trata de alcanzar a comprender el porqué de tal suceder y se

contesta diciéndose: eso es política. Sin concentrarnos en analizar casos concretos, parece

que lo que motiva esta afirmación es la idea de que los intereses políticos son diferentes

de los intereses que podamos tener nosotros. Y no sólo diferentes, como pueden serlo

nuestros intereses y los de nuestro vecino o los de nuestros amigos, sino también opacos,

desconocidos. Desde esta perspectiva, si uno observa el panorama político actual, puede

parecerle que descubre, por ejemplo, que estos últimos meses de gobierno en funciones,

así como la repetición de las elecciones este próximo domingo, se deben sólo a los

problemas derivados de los enfrentamientos entre los intereses de los diferentes partidos

políticos política. Pero, ¿qué quiere decir esto? Quiere decir que el inmovilismo de la

mayoría de los partidos frente al hecho de que, como se dice, no tengamos gobierno, no

se debe sólo a la dificultad del cambio político que vive este país, o que representa un eco

de la situación política nacional, sino que más bien radica sólo en los intereses privados

de los partidos. Entonces, comprendemos que el hecho de que no tengamos gobierno se

debe a la no resolución de un conflicto de intereses privados y pertenecientes a esa esfera

ocupada por los partidos políticos; la política en sí. ¿Qué son, desde esta perspectiva, los

intereses políticos? Nada más, al parecer, que los intereses de los partidos. Así, como nos

dicen en este nuevo tiempo de campaña, no se puso fin a este largo hiato con un «gobierno

de cambio» por el ego de éste, por las demandas del otro, por las líneas rojas, etc.

Si nos sumergimos aún más en esta postura, la política se nos aparece meramente

como una interminable lucha de egos en la que los damnificados suelen ser aquellos que

están al margen: los ciudadanos. Los niños de la rosa no jugaron con los niños de la

berenjena porque estos últimos dijeron que querían ser capitanes del patio y que su prima,

la que muerde, fuera la princesa de su casa; los niños del babi azul se enfadaron con todos

los demás, que les ignoraban chillando y correteando burlonamente, porque la profesora

les había elegido como encargados de la clase; los niños de la clase de la naranja no podían

entender por qué todos los niños de las demás clases se pasaban el día enfurruñados,

alejándose unos de los otros, cuando podían volver todos juntos a la escuela y seguir

estudiando; nadie recuerda lo que les sucedió a los niños de las clases de apoyo, incluso,

algunos aún se sorprenden al descubrirlos por ahí sentados comiendo arena, y se

preguntan dónde han estado estos niños todo el tiempo. Este ejemplo es una reducción al

absurdo, pero pensar así nos lleva a la conclusión de que qué más da lo que hagamos

nosotros, meros ciudadanos, si esto de la política no nos llega, son cosas suyas; si esto de

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la política tampoco cambia nada, todos los políticos son iguales; si a estos de la política

no les importamos, mas que cuando nos cruzamos en su camino.

Yo no creo que ésta sea la realidad y supongo que muchos de los que «iban a votar

igual» coincidan conmigo, pero ¿qué pensáis quienes no pensáis en ir a votar? Os he oído

multitud de argumentos, desde «son todos iguales» hasta el más actual e icónico «ninguno

de ellos me representa». No pretendo dudar de la validez o de la racionalidad de vuestra

forma de pensar, simplemente trato de hacer notar que esa interminable variedad de

argumentos desemboca en el común y sencillo «yo no voy a votar». Quizá, a lo sumo,

quienes no alejen de sí toda política, sino a todo partido, consideren acudir a su mesa

electoral y votar en blanco, demostrando que desean ejercer su derecho a voto y a

participar en el reparto de escaños, pero utilizando su voz para indicar que no se

encuentran representados por ninguna de las fuerzas políticas que tienen a su alcance.

Pero estos últimos parecen siempre tener en estima tanto lo político como su participación

en la política, por lo tanto, para ellos no dirijo esta breve arenga.

Aquellos que pensáis que la política es algo completamente ajeno a vosotros he

de deciros que creo que tenéis razón y que, a la vez, no la tenéis. ¿Cómo es posible esta

superposición de situaciones tan excluyentes? El hecho parece ser que, debido como

sucede el mundo, tenéis la posibilidad de tener razón, incluso, frente al hecho de que no

la tenéis. Todos nosotros hemos nacido bajo un marco constitucional, debido al cual, se

nos ha considerado en el mismo momento de nuestro alumbramiento ciudadanos del

Estado Español. ¿Qué quiere decir esto? Reduciendo mucho el ámbito de nuestra

respuesta, quiere decir que todos nosotros somos miembros de la comunidad política que

constituye el Estado Español. Esto implica, como ya sabrán, una serie de derechos y de

deberes. Sin embargo, compartiendo las voces más contrarias, uno bien podría pensar que

como los derechos no pueden reclamarse efectivamente, es decir, no son más que papel

mojado, es el propio Estado quien rompe el acuerdo establecido con la ciudadanía, por lo

que la responsabilidad que conllevan los deberes queda disuelta. Incluso, en estos meses

en los que el gobierno en funciones se comprendía como ausencia de gobierno, muchos

han reído con disfrazada resignación las bromas acerca de que estamos mejor sin «ellos»;

este «ellos» al que los niños de la berenjena han colocado el cartel de «casta», ese

«unidos» que refiere a un «nosotros» en manifiesta diferencia. Pero, aunque

consideráramos legítima tal situación, el hecho es que la política no remite

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exclusivamente a lo que acontece en y entre los diferentes partidos políticos, sino más

bien a todo lo que acontece en la vida pública.

El espacio de la vida pública en la actualidad parece abarcar o, más bien, recoger

todo espacio humano imaginable. Esto quiere decir, entre otras cosas, que «escapar» del

espacio público, es decir, alcanzar algún lugar en el que estemos completamente fuera del

espacio público, parece algo impracticable. No busco aburrirles con largas disertaciones

que apoyen esta afirmación, pero sí creo conveniente compartir con ustedes un argumento

que siempre ha llamado mi atención. Uno puede pensar, por ejemplo, que como el espacio

público aparece entre los humanos, si me voy allá donde no disfrute de su compañía habré

salido con éxito de él. Sin embargo, como una vez con mucha lucidez me indicaron, ese

uno que escapa nació en una situación en la que gozaba de la compañía de los otros y esa

condición dibujó su identidad de tal manera que él mismo la construyo en relación a los

otros, por lo que los otros suponen algo indivisible de él. En definitiva, si uno se va al

desierto, se lleva a los otros con él.

El espacio público se organiza a través de la política, es decir, aquellos entre los

que aparece este espacio se organizan en él a través de la política. Cualquiera con algo de

memoria histórica sabrá que las formas de organización políticas han sido muy variadas

y que todas ellas, sin excepción, han comenzado sobre las formas inmediatamente

anteriores y han servido hasta que otras nuevas las han superado. Sea como fuere, ahora

en este país vivimos en una monarquía parlamentaria. Hemos de comprender que, tal

como suceden las cosas, la mayor parte de nuestra vida ocurre en el espacio público y

que, en la manera en que todo aquello con lo que tenemos contacto nos condiciona, cómo

suceda este espacio influye en cómo sucede nuestra vida. Por ello, no tomar parte de una

forma activa en el espacio público implica delegar en los otros el poder de establecer y

decidir cómo será una de las mayores condiciones de nuestras vidas. Es decir, al no tomar

parte activamente en el espacio público delego parte de mi poder de decidir sobre mi

propia vida en los otros. Además de este hecho, hemos de considerar que tal como surge

el sistema democrático, una de las fuerzas que con mayor presencia condiciona el espacio

público, el gobierno, se constituye mediante un proceso electoral y en clave

representativa. Si no ejerzo mi derecho al voto, lo que hago es delegar en otros mi

responsabilidad de configurar el espacio público. Si no lo ejerzo, no sólo no puedo decidir

en quien prefiero delegar el gobierno político de la comunidad a la que pertenezco, sino

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que además pierdo poder sobre mi propia vida. Por ello, creo que cuando uno dice que no

va a votar porque ni su vida le importa a los de «arriba», ni los de «arriba» le importan a

él, olvida que lo que hace es perder voluntariamente poder sobre su propia vida.

Conseguir este poder no es algo sencillo. Votar como quien apoya a su equipo de

fútbol en Facebook, clicando un me encanta en la foto-encuesta, porque es el símbolo

elegido para su equipo, responde a una servidumbre diferente: la servidumbre a los

medios, a los partidos, o a cualquier cosa externa a uno mismo que le ha inducido a votar

de ese modo. Para conseguir ese poder sobre uno mismo es necesario que el acto de votar

sea un acto libre, es decir, un acto que no esté determinado nada más que por uno mismo,

del que uno pueda sentirse responsable y en el que uno pueda reconocerse. Por ello,

considero que es necesario comprender qué significa un voto, qué representan las

opciones que están a nuestro alcance y qué relación hay entre ambas cosas.

Ya saben que para votar es necesario acudir a su colegio electoral con el D.N.I.,

después de haber comprobado la corrección de su inclusión en el censo y que, si desean

no realizar un voto nulo, han de seguir las instrucciones, votando con el sobre blanco para

constituir el congreso y con el sepia para constituir el senado. Pero mucho me temo que

este no es más que el primer paso. Les insto a que comprueben, si no lo han hecho ya,

cuál es el programa de cada partido y a que se formen una opinión propia acerca de cada

uno y del panorama político actual. Todo ello no tiene como objetivo que cada uno de

ustedes esté en posición de optar al congreso, ni mucho menos, sino, más bien, que estén

en posición de poder elegir por sí mismos entre las opciones con las que todos contamos.

Luego, por ejemplo, pueden consultar qué hace cada cámara, cuáles son sus retos y qué

papel tiene cada una en el escenario político en el que nos encontramos. Este ejercicio

aparece como conveniente en todo momento de la vida adulta de cualquier ciudadano.

No sé si habré hecho un buen papel, o si éste papel es ahora necesario. Pero sí creo

que deberían ejercer su derecho al voto y comenzar a creer en el hecho de que cuando

hablamos de política hablamos de la organización de las formas en las que sucede el

espacio público y que, dada la pertenencia de todos a tal espacio, si uno quiere ser dueño

de sí no puede obviar la influencia de lo público en su vida.

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DIGRESIONES DE IZQUIERDAS por Eduardo Gutiérrez Gutiérrez

De la izquierda y la juventud.

No hay compromiso más puro que el que brota de la relación entre la izquierda y la

juventud. Izquierda como idea y proyecto de cambio y juventud como agente realizador

de esa idea.

Ser joven es ser revolucionario: la revolución comparece como línea de falla producida

en el choque entre dos generaciones. Hay formas objetivas que sirven para el progreso

vital de las fuerzas subjetivas de una generación que la generación siguiente hereda y que

no le sirve para la expresión de sus fuerzas productivas. La revolución acontece como

negación de lo heredado y construcción de un nuevo legado; la revolución siempre

significa un dar la espalda a los que nos precedieron sin negar su labor para con la

humanidad, sino asumiendo que aquello que nos cedieron no nos vale ahora.

La izquierda es el deseo de cambio; la juventud, su actitud: la izquierda en estado de

realizado. La izquierda cristaliza en el espíritu del pueblo cuando la colectividad, en

estado de autoconsciencia, expresa su ser joven, que es un ser revolucionario. Hay

revolución, de nuevo, cuando la juventud se confirma como estrato rector del destino de

la época histórica o de la comunidad en una época concreta. Consiste por tanto en la

superación de las formas caducas para la manifestación externa de la energía vital, que

siempre supone una transgresión de límites -siempre quiere más, ser-más-. Esta

superación radica en la propia vida como momento de conformación de su ser vida: la

vida se desarrolla superándose a sí misma. La juventud es portadora de la energía vital

libre de forma, expresándose a sí misma desde sí misma.

En este sentido la izquierda supone la consciencia de esta superación, cuya aplicación

práctica se realiza como continua trascendencia.

La juventud es apoderamiento de vida. Y la izquierda, estrategia para su

desenvolvimiento histórico.

Del ser de izquierdas.

¿Por qué se habla de la superioridad moral de la izquierda? ¿La lucha por la igualdad, la

solidaridad, la justicia social o la libertad es sólo competencia de la izquierda? No lo creo.

Lo que es competencia de la izquierda es dotar a todos estos ideales de sentido universal

e inclusivo, dado que de por sí son palabras vacías, cáscaras de nuez que esperan a ser

conformadas y significadas. Ser de izquierdas no es luchar por la libertad, sino luchar por

una libertad despojada de intereses privados; es luchar por la igualdad y la justicia social

en España y también en Europa, en nuestro barrio y en las favelas brasileñas -coincido

con Sánchez cuando dice que ser de izquierdas es ser internacionalista-. Ser de izquierdas

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es tener pretensión de universalidad para todos aquellos valores que tan ruinmente otros,

no sé si son los de la derecha o los de una falsa izquierda, han explotado y mercantilizado

hasta el absurdo.

Ser de izquierdas es luchar el presente para el futuro y vuelto siempre hacia el pasado; ser

auténtico en tanto que proyectado hacia fuera, cuidándonos de cuanto y cuantos nos

rodean: estar en el mundo siendo-en-el-mundo -ser es siempre proyecto de ser-. Y es

también mirar hacia el pasado para encontrar allí errores y ejemplos, apoyos y

escarmientos. Es por ello que tiene tanto sentido hablar de que se 'es' de izquierdas: de

izquierdas se 'es' y no puede serse sin 'ser', sin cuidarse y sin proyectarse, sin pensar el

ser.

Del sujeto de la izquierda.

La izquierda es, lo hemos visto, internacionalista o universalista. La izquierda protege al

obrero en tanto que obrero, no en tanto que individuo: el sujeto de la izquierda es sujeto

colectivo. Es un sujeto colectivo que tradicionalmente se dio en llamar proletariado,

aunque con el acelerado desarrollo de los acontecimientos durante los dos últimos siglos

sería necesario para el devenir futuro de la izquierda -para sus planes de liberación, para

su revolución, para su propuesta política de cambio- redefinir el sujeto colectivo sobre el

que se funda su pensamiento.

Es el sujeto enajenado, que vive fuera de sí porque no crea para sí, que no posee nada y

necesita de todo, que trabaja para otros y que viviendo para trabajar -y no trabajando para

vivir- vive por otros y de otros, con la conciencia puesta en otros que no soy él y que

piensan por él. Es el sujeto oprimido por poderes que él mismo ha creado y se le han

impuesto: es sujeto trágico, pero no héroe trágico. Es sujeto trágico porque crea aquello

que le destruye, pero no héroe trágico porque es incapaz para la acción revolucionaria. El

sujeto colectivo necesita del pensamiento de izquierda para convertirse en sujeto

revolucionario.

A este respecto la izquierda cobra un papel fundamental para el desarrollo histórico en la

medida en que se hace necesaria su aparición para que el sujeto llamado a ser sujeto

revolucionario -de acuerdo con sus lamentables condiciones de vida- pero todavía

solamente proyecto de sujeto colectivo -y es que ni siquiera posee, sin un pensamiento de

izquierdas que le proporcione indicios de sus lamentables condiciones de vida, conciencia

de clase o de grupo oprimido- se confirme y actualice como tal.

La izquierda en tanto que pensamiento es la condición de posibilidad para la construcción

del sujeto revolucionario.

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De qué es la izquierda.

Lo acabamos de decir: pensamiento, idea de cambio; ideología si como Hannah Arendt

entendemos el concepto tal cual se nos presenta, esto es, como la lógica de una idea. Pero

a diferencia de lo que piensa Arendt sobre la ideología en términos generales, la izquierda

es pensamiento emancipado en tanto que pensamiento emancipador y pensamiento

subversivo, no en tanto que emancipado con respecto a la experiencia. La izquierda es

pensamiento emancipado y emancipador precisamente porque es pensamiento sobre y

con la experiencia: el pensamiento de izquierdas piensa la realidad para la transformación

de la realidad. La izquierda piensa la realidad -las condiciones efectivas de existencia del

ser humano en un contexto histórico concreto-, y pensar la izquierda es realizar el

pensamiento de izquierda, esto es, practicar la teoría. Y sólo pensando la izquierda,

realizando la teoría, se completa en proceso revolucionario de la izquierda; son necesarios

el pensamiento subversivo y la conciencia crítica, pero sólo como puntos de partida para

la verdadera tarea revolucionaria, que es la puesta en práctica de lo pensado. La izquierda

sin acción revolucionaria es pensamiento utópico -utópico porque revolucionario en

proyecto de ser, porque deber ser que debería ser lo que es pero todavía, todavía, no es-.

La izquierda es conciencia subversiva de la realidad acompañada de pensamiento crítico,

y sólo cuando a esta representación de la realidad le sigue un programa para la acción

revolucionara la izquierda cumple su misión histórica: como vehículo de cambio. Y la

izquierda como vehículo de cambio es vehículo y expresión de la democracia, que no al

revés. Como dice Pablo Iglesias, "[a] quien se debe lealtad histórica no es a la izquierda,

sino a la democracia"; la izquierda es solamente una de las formas de expresión de un

deseo de cambio más profundo, de una visión radicalmente subversiva de la realidad que

es la democracia. La izquierda morirá, quizás, algún día, pero la democracia siempre

pervivirá; y allí donde haya democracia habrá posibilidad de cambio.

La izquierda es una forma de pensamiento que cuando se institucionaliza tiende a

cristalizarse y a perder su fuerza de cambio. La democracia, a diferencia de la izquierda,

es pensamiento que sólo en su institucionalización se vuelve efectivo. La izquierda tiene

la tarea de introducir el pensamiento democrático en las instituciones pero, una vez allí,

dejar paso a la democracia y morir como sistema de izquierdas. Si la izquierda no ha

triunfado verdaderamente o si ha fracasado en sus intentos de cambio es porque no ha

sabido leer correctamente su papel para la democratización de las instituciones, que es la

democratización del espacio público y, por ende, de la vida social y política. Un espacio

público democrático y democratizado sólo es posible a través de la izquierda como

vehículo de expresión capaz de propagar el pensamiento de cambio en las actuales

condiciones históricas.

Como señala Juan Carlos Monedero, la izquierda es un aire de familia al estilo

wittgensteniano: no hay personas de izquierdas, sino ideas, programas, acciones de

izquierdas. La persona de izquierdas, igual que la institución de izquierdas, consiste en

una cristalización de la izquierda en la que toda la fuerza y el sentido del pensamiento de

izquierdas han sido anulados.

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LA REALIZACIÓN por Zambo

Como nunca fui alto ni delgado todos los recreos me quedaba sin jugar al baloncesto. Yo

quería jugar al baloncesto. No me dejaban. Era negrito y eso tendría que haber bastado,

pensaba, pero me decían «los gorditos no juegan al basketball» (en aquel momento decir

basketball quedaba bien, hoy ya no). Entonces decidí que lo mío era el fútbol, todo estaba

de mi parte: también era argentino. Estaba destinado a ser el nuevo 10.

- Hola chicos ¿puedo jugar?

- Si cómo no.- al parecer el fútbol es un deporte más abierto – Chicos, ya tenemos

arquero.

Sonreí, pero luego me dijeron que yo era el arquero. Bueno, por hoy pasa. Mañana otra

vez que si podía jugar, al arco me volvieron a decir. Entonces deduje que por alguna razón

ajena a mi entendimiento yo tenía que ser el arquero. Después de unos días mi amigo

Chencho me dijo que yo era arquero porque estaba gordo y me entró como la vergüenza

y entendí qué significaba eso tan complejo que es tener complejos. No volví a jugar al

baloncesto ni al fútbol. Antes voy a adelgazar y a ponerme guapo, que todos los jugadores

de baloncesto y de fútbol son guapos. Me voy a correr le dije a mamá, y ¿por qué hijito?,

no sé mamá me voy a correr. Al día siguiente de correr me sentí como el día que me caí

de la bici, allá por el monte. Entonces me dije que lo mío son los estudios. Miré a los

chicos estudiosos, muy poquitos jugaban al fútbol o al baloncesto y eran malos y algunos

estaban gordos. No tenía dudas: voy a ser estudioso. Llegaron los exámenes y me salieron

mal, pero era estudioso, no sé qué me pasó. Mamá: cómo que qué te pasó, no estudiaste

un carajo, y me cacheteó. Yo: pero si ya no juego ni al fútbol ni al baloncesto y soy malo

y-y-y (me dolía el cachetazo y estaba como llorando) y casi no hablo con nadie. Mamá

dejó de decir cosas. Me pegó otra cachetada y se fue a hacer la comida. Con el dedo me

hizo que no. No comí espaguetis con albóndigas. Lloré, pero no comí. Y ¿qué le hago?,

pensé, ¿qué puedo ser? Mi amigo Chencho me dijo que no sabía. Qué es eso que llevas

en la mano, le pregunté, un pucho y que cómo funcionaba, chupás y soplás. Entonces me

dije que iba a ser chupador y soplador de puchos. Encontré algo que me gustaba y que

hacía bien, y además la gente me empezó a mirar distinto como si yo jugara bien al fútbol

o al baloncesto. Después me hice más grande y en clase de filosofía nos hablaban de la

realización, decían, de la realización personal. Al principio no entendí, pero después me

di cuenta de lo que era, levanté la mano y le dije a la profe, profe yo estoy realizado, ¿a

sí? ¿Cómo lo hiciste? Chupando y soplando puchos.

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EL DESEO ENAMORADO Y CUATRO POEMAS DEDICADOS _

por Ernesto Rodríguez Vicente

Octavio Paz

Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado

el veneno del miedo... del miedo al cambio.

El deseo enamorado.

Bajo las luces de la ciudad, en los cruces de caminos, en las casas abandonadas,

en los soportales, en las paradas de autobús, en las montañas, en los escenarios, en el

mar, en las azoteas, en el desierto, entre la muchedumbre y hasta en el cementerio, el

deseo recorre las tácitas líneas del tiempo y con la vehemencia de un roedor, invade

infinitas esencias encerradas en distintos cuerpos. De su inabarcable expansión,

vanamente contenida por la imaginación de los hombres, se abren nuevas e inevitables

vías de crecimiento, cuyo desarrollo provoca funestas obstrucciones en el corazón

humano. Dichas obstrucciones son lo que conocemos como miedos o, digamos,

prejuicios, los cuales no necesariamente son un impedimento para el ejercicio de la vida.

Si bien es cierto que la vida está llena de cambios, generados por el deseo, y que aceptar

esos cambios tal y como son podría ser la forma ideal de vivir sin preocupaciones, pero

la verdad es que no podemos desechar el miedo porque sin su actuación podríamos llegar

a perder literalmente la cabeza.

Para explicar esto creo necesario describir cómo se realiza el acto de amar. Para

empezar hablemos de amar como construir, digamos el amor artificial. Amar en este

sentido conlleva sufrimiento, un sufrimiento producido en el pensamiento, ya que pensar

deliberadamente es tratar de saber qué y cómo amar, y esto no es una fácil tarea. Sufrimos

por el reflejo de lo que se ha construido o se va a construir, por tanto se puede sufrir por

el Otro en la medida que éste se refleja en nosotros. El hombre solo es feliz cuando ama,

no poder amar (construir) es ser infeliz, es decir, causa generalmente infelicidad. Amar la

infelicidad consiste en restringir la potencialidad hasta el punto de querer suicidarse; para

dejar de ser infeliz se destruye o se aleja del pensamiento un poder amar, construir (que

no sabemos o no queremos realizar), o se logra seguir amando el mismo objeto potencial

gracias al pensamiento. Cuando el deseo se enamora, el sujeto pierde su integridad para

convertirse a la del Otro: construye, sin tener nada más en cuenta, en función del objeto

de su deseo, que puede ser animado o inerte. El deseo busca el cambio y el miedo busca

mantenerse. Cuando el deseo se enamora, se pierde el miedo. Y cuando el miedo se

enamora, se pierde el deseo y se construye a partir del miedo: se construye para mantener.

Por ende, amar artificialmente consiste en construir para cambiar o para mantener, se sea

o no consciente de esa finalidad. Pero, según mi opinión, amar bien no es saber amar

artificialmente en todas las posibilidades, sino saber amar para mantener o para cambiar,

y también, saber elegir el sentido o la finalidad por la que se ama. El otro tipo de amor se

define por la sentencia amar es admirar, lo que yo llamo el amor natural. El amor natural

es independiente, cualquier cosa puede ser objeto de admiración; amar naturalmente solo

es prestar atención a algo concreto o abstracto, por ello, el amor natural es algo que se

realiza siempre y no puede generar sufrimiento, pues el sufrimiento es un objeto del amor

natural. Amar bien es, entonces, saber amar artificialmente aquello a lo que dedicamos

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una especial admiración. El enamoramiento es como el fanatismo, transforma el amor

natural en artificial, es decir, hace que admirar pase a ser construir, lo cual permite que

el miedo o el deseo se confundan y se pierdan el uno al otro, de esta manera es como el

hombre se vuelve incapaz de amar bien y en su corazón se producen las verdaderas

obstrucciones que debemos aprender a evitar.

Friedrich Hebbel

Cualquier cosa que el hombre gane debe pagarla cara,

aunque no sea más que con el miedo de perderla. Poemas dedicados.

I

No el amor edificado,

ni el ciego admirar impotente,

usurpador de humildes voluntades,

no a esa fe inclemente

que acaba en desierto profano,

no el amor edificado,

ni la ruina de sangre inmóvil.

En tus manos toma mejor

el cincel enamorado,

la pluma reflexiva,

y construye así el amor

sin sombra ni prisión

sobre la tumba de tu estado.

II

Tiembla en la bahía la esperanza

deslizando sus pies sobre la memoria,

recuerdas distante el tiempo de hastío

y el velo virginal de la mariposa.

-¿A qué esperas?- pregunta una culebra,

y en silencio tu lengua se reseca,

lames tus heridas, mas las heridas te queman,

miras hacia el suelo y la serpiente te contesta:

-Mis ojos huelen tus lágrimas,

mi nariz contempla un suspiro

que se escapa de tus venas,

mi oído acaricia el latido

que en tu pecho arrecia

y mi lengua escucha al rocío

que va humedeciendo tu lengua.

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Entonces tus ojos se empañan

de joviales y perfumadas lágrimas,

tu nariz expira el recuerdo

ensangrentado entre renacientes cenizas,

tus orejas redirigen el viento

como las caracolas el pulso violentado

y tu lengua al fin despierta

responde en nombre del olvido:

-Probé la eternidad

y me perdí en la noche,

mas hoy el sueño se ha roto

y en mi pecho luce otro

en el que ya no me puedo perder.

III

Burla imaginaria

A un mohicano impertinente

Pálida la luz del día

bordando en tus ojos

un absurdo inocente,

boca más que cuerpo,

sapo de inútil lengua,

chivo de blandos cuernos,

y en la nunca la cola

de un jabato caprichoso.

Astuto, mas impaciente,

lobo de un solo diente,

lento gorrión amante

de un pájaro mudo

con presta lengua de espuma,

mezquino galán,

mas gentil comediante.

16

IV

Si pudiera acabar

con esta inagotable insuficiencia,

¿qué sería de mí?

¿Se desplomaría el cielo de la incertidumbre

bajo mis pies? ¿Podría, entonces, escuchar

cómo respiran las estrellas

o perdería, tal vez, el juicio,

el imperfecto vehículo de la voluntad?

Sería, pues, puro ímpetu,

cegada ansiedad,

sombra vana

en un mar de sombras,

nada eterna, piedra fría,

un inconsciente absoluto

también llamado Dios.

Mas si fuera Dios

qué sería de mí,

dime tú si perder

lo que un día ganamos

merece la pena.

17

LA HIJA DE LA TARDE por Ollie de Ninfo Embarazada quedó la tarde.

Sola vio encendérsele la vida en su regazo descolorido.

Como la piedra

Si sol escondido, gris espera

Llanto contenido,

Llanto.

Una sensación de peligro.

Llaman a sus pies las hojas sueltas

A la vieja que cruza la acequia

Y sonríe como una niña

Cantándole al cántaro para la partera.

Mientras, Ésta, a la puerta de la ca, espera,

Recordándole al viento el trato:

Que si ella trae la vida

A su paso a de dejarla intacta.

Solamente sola, la atardecida queda,

Va preñadísima de agua,

Y sus vástagos ya crecidos

Están escuchando la atmosfera, palpable y aromática,

Que se dilata toda para la tormenta.

Y el pálido se torna trueno,

Y el fuego interno

Deja resonar el alma del cuerno, claro,

Y la apariencia es aniquilamiento.

18

Suma el padre su sueño, y clama a la lluvia

(Que es en el cielo naciendo su hija)

La milenaria llamada del tempo al caer:

Tic,tic,tic,tictictictic….

Millones de trocitos, de ella.

Do en la rama el caracol

Conoce la sonata, y la entona con su concha en fa de plata,

Menor, la sorpresa mientras crece y crece el clamor.

¡Crece, y crece su voz, y el coro de gotas!

Llora

¡Llora! La vida.

La brisa suspira.

Llora, abundante, la recogida del alma,

En tres, si el uno a la otra, y la otra a la una se calman,

Ya sola no queda la Tarde, si no acompañada

De la vieja, la partera, el padre y la niña, Noche

Que sabe cantarle a la última primavera.

Y al caracol, le toco ser,

El padrino.

19

MÚSICA _

The Great Gig in the Sky – Pink Floyd

“Lo único que puedo reprocharle al kaos es esa odiosa manía suya de

suceder siempre tan a prisa.”

Synphonia Nº7 en Mi Mayor – Bruckner, A. Claudio Abbado (Dir.)

“No llego al final, me corro con el Adaggio.”

Manifiesto – Nach

"Sólo me instruyo en lo cierto,

como que la ciencia demuestra que Dios ha muerto,

cierto como el fuego abierto en Gaza y Cisjordania,

cierto como ver mi fe moviendo tu montaña."

Time is running out – Muse

"you will squeeze the life out of me

bury it

I won´t let you bury it

I won´t let you smother it

I won´t let you murder it"

Mr. Sandman – The Chordettes

“Mr. Sandman, bring me a dream.”