Tratado Del Espiritu Santo

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    F r a y

    J u a n

    d e

    S a n

    J u a n

    d e L u z

    T r a t a

    d o

    d e l

    E s p

    r i t u

    S a n t o

    Tratado del Espritu Santo

    Fray Juan de San Juan de Luz

    Fray Juan naci a mediados del siglo XV en lavilla de San Juan de Luz (Lohitzune). En 1488 era

    prior del monasterio de S an Isidro de Dueas (Palencia) y posteriormente fue elegido Prior Generalde la Observancia Vallisoletana. Posteriormente fueencargado de reformar el monasterio de Montserrat,en donde permaneci desde su llegada en 1497 encompaa de su condiscpulo fray Garca de Cisneros,y en cuyos brazos debi morir en 1499. El Tratadoque ahora publicamos fue escrito en estos ltimosaos.

    Fray Juan de San Juan de Luz fue un msticoterico-prctico de excepcional vala que alcanzlas ms altas cimas de la contemplacin experimentando aquellos fenmenos msticos extraordinarios que acompaan a los altos grados de la es

    piritualidad. El autor no intenta hacer una exposicinde la fe catlica acerca de la tercera persona de laTrinidad, ni desarrollar un tratado completo de

    neumatologa . Se limita a mostrar aquella parte que explica las repetidas visitas delEspritu Santo al alma adornada con la Gracia. Por tanto, no trata de la inhabitacincomn a todos los fieles que estn en gracia de Dios, sino de aquella presenciaespecial, extraordinaria, con que el Divino Parclito suele regalar a las almas msticas.

    En suma, en este Tratado contemplativo, fray Juan ensea cmo ha de prepararseel alma para recibir estas visitas extraordinarias del Espritu Santo mediante la ascesis,la purificacin de los sentidos y del corazn, el deseo de interiorizacin, la oracinafectiva y de recogimiento, etc. hasta que por obra de la Gracia acontezca "el rapto,que se realiza cuando el alma anajenada de los sentidos y por eso sin saber si esten el cuerpo o fuera del cuerpo, es arrebatada hasta las visiones y secretos de Dios,donde ve y oye cosas maravillosas, de las cuales no es lcito al hombre hablar".

    ***

    El P. Ernesto Zaragoza Pascual, autor del Estudio Introductorio y de la traduccindel Tratado, naci en Sant Feliu de Guxols (Gerona) en 1944. Curs estudios en lasFacultades de Barcelona y del Norte de Espaa (Burgos) donde se doctor en TeologaEspiritual con la calificacin summa cum laude . Es sacerdote oblato benedictino delmonasterio de Silos. Discpulo de los profesores Melquades Andrs, EvangelistaVilanova y Miquel Batllori, ha publicado en seis volmenes la historia de los

    benedictinos de la Congregacin Observante de Valladolid (1390-1880) y la historiade la Congregacin Claustral Tarraconense i Cesaraugustana (1215-1835) y hacolaborado en distintas revistas de su especialidad. Es acadmico correspondientede la Real Academia de la Historia, de la Real Academia de Bones Lletres deBarcelona y de la de San Rosendo de Galicia y asimismo, prroco del Castell-PlatjadAro.

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    TRATADO DEL ESPIRITU SANTOdel Venerable fray Juan de San Juan de Luz

    Introduccin, versin y notas deErnesto Zaragoza Pascual

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    INDICE

    Estudio IntroductorioI.- El Autor 11II.- El cdice del tratado 15III.- Anlisis del contenido 16IV.- Fuentes 29V.- El estilo 31VI.- La doctrina 32VI.- Esta edicin 36

    TRATADO DEL ESPIRITU SANTO Breve prlogo al opsculo 39 Cap. I - De la visita invisible del Espirtu Santo

    a nuestra alma 41Cap. II - De la preparacin previa del alma para

    recibir al Espritu Santo 45Cap. III - De la digna recepcin que hemos de

    hacer al Espritu Santo cuando viene a nuestra alma 53

    Cap. IV - De cierto conocimiento de la llegada delEspritu Santo 59Cap. V - Del cuidado y solicitud que hemos de

    tener para que el Espritu Santo no se aparte de nosotros 77Cap. VI - Qu hemos de hacer cuando carecemos de los

    consuelos del Espritu Santo 81

    Notas 86

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    ESTUDIO INTRODUCTORIO

    I.- EL AUTOR

    El benedictino Dom H. Plenkers, en una de sus visitas a Es- paa en busca de materiales para sus trabajos, encontr en laReal Biblioteca del Monasterio del Escorial un cdice de prin-cipios del siglo XVI, intitulado Liber caeremoniarum, proce-dente del monasterio de Montserrat (Barcelona), el cual, a mo-do de apndice tena un opsculo espiritual intitulado: Tracta-tus de Spiritu Sancto, escrito en latn. El erudito benedictinodio a conocer este cdice en 1900 en la Revue Bndictine 1.

    Este Tratado del Espritu Santo no es el manuscrito autgra-fo -que se ha perdido-, sino una copia hecha en los primerosaos del siglo XVI. El copista lo atribuye al religioso varnJuan de San Juan, de la Orden de San Benito2. Veamos en primer lugar quin es este Juan de San Juan, autor del tratado.Por el ttulo de la obra sabemos que era benedictino, porque elcopista -que sin duda fue el que puso el ttulo del tratado- nosdice que era de la Orden de San Benito, y con esta expresin,tpica de los monjes observantes de la Congregacin de SanBenito de Valladolid, nos da a conocer indirectamente que elautor perteneca a la citada Congregacin.

    Tratemos ahora de identificar al autor. Tres son los monjesvallisoletanos del siglo XV y principios del XVI que aparecencon el nombre de Juan de San Juan. Fray Juan de San Juan deBurgos, prior del monasterio de Valladolid, gran amante de lasoledad y del retiro3, el Venerable fray Juan de San Juan deLuz, tambin prior del monasterio de Valladolid, varn virtuo-so, reformador y gran contemplativo4, y fray Juan de San Juan,monje de Montserrat5. Dado que el tratado fue escrito en Mont-serrat -pues slo en este cdice montserratino se nos ha conser-vado-, hay que suponer que el autor tena algn vnculo con

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    aquel monasterio. Fray Juan de San Juan de Burgos muri en1485 y no tuvo relacin alguna con Montserrat, pues este mo-

    nasterio no acept la Observancia Vallisoletana hasta 1493. Por tanto, hay que destacar a este monje como autor del tratado. No puede ser tampoco el montserratense fray Juan de San Juan,que tom el hbito en 1502 y muri en 1517 15186, puesaparte de ser el tratado obra de finales del siglo XV, el copistacalifica al autor de la obra de religiosus vir lo cual significaque por entonces ya haba muerto. Queda pues solamente frayJuan de San Juan de Luz, que es sin duda alguna el autor deltratado, porque slo en l se dan las coordenadas precisas paraatribuirle la obra. Primero, porque, en esta poca no hay otrosmonjes en toda la Congregacin de Valladolid, fuera de los yanombrados, que lleven el nombre de Juan de San Juan. Segun-do, porque elTratado del Espritu Santo siempre se le ha atri- buido7. Tercero, porque tuvo relacin directa y prolongada conel monasterio de Montserrat, pues no slo reform dicho mo-nasterio en 14938, sino que, una vez acabado el tiempo de go- bierno como Prior General de la Observancia Vallisoletana, en14979, se retir a este monasterio donde pas los ltimos aosde su vida y muri. Cuarto, porque el calificativo de varnreligioso le conviene en gran manera, pues toda la tradicin benedictino-vallisoletana le ha dado siempre el ttulo de Vene-rable, y segn una antigua tradicin montserratina, en su lecho

    de muerte mereci que Nuestra Seora se le apareciera y conso-lara, en premio del amor filial que siempre le haba profesado y por haber reformado el monasterio de Montserrat10.

    Por tanto, hay que concluir que el autor delTratado del Es- pritu Santo del manuscrito escurialense es el Venerable frayJuan de San Juan de Luz, Prior General de la Observancia Va-llisoletana y reformador del monasterio de Montserrat, varnverdaderamente contemplativo y de profunda vida interior, aquien Dios regal con gracias msticas extraordinarias.

    Este insigne varn naci a mediados del siglo XV en la villade San Juan de Luz (Lohitzune), en la antigua Navarra Baja,hoy en territorio francs. Nada sabemos de su familia y estudi-os, aunque -segn se desprende del tratado que escribi-, debi

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    recibir una slida formacin a tenor de los mtodos escolsticosde la poca y sali muy aventajado en el conocimiento del latn

    clsico y en la teologa de santo Toms de Aquino. La primeranoticia que tenemos de l, es la de su ingreso en el monasteriode San Benito de Valladolid poco despus de 1474. En 1488era prior del monasterio de San Isidro de Dueas (Palencia) y el24 de septiembre del mismo ao fue elegido prior del monaste-rio de Valladolid, cargo que comportaba tambin el de Prior General de la Observancia Vallisoletana11.

    En el Captulo General de 1489, celebrado en Valladolid,redact, junto con los ancianos del monasterio, fray Martnde Villafalcn, fray Garca de Cisneros, fray Diego de la Villa yfray Isidoro de Len, las primeras Constituciones para los mo-nasterios de la Observancia12. En 1492 celebr de nuevo Cap-tulo General en Valladolid y en 1493, a peticin de los ReyesCatlicos (que el 19 de marzo del mismo ao haban alcanzado

    del papa Alejandro VI una bula de reforma), reform el monas-terio de Montserrat. Lleg a este monasterio el 28 de junio de1493, acompaado de catorce monjes ms, de D. Francisco deRosella y otros testigos -entre ellos D. Diego de Rojas y San-doval, Marqus de Denia y su hijo D. Bernardo, Conde deLerma-, y tom posesin del monasterio de manos del subeje-cutor de la bula de reforma, D. Bartolom de Valladolid, can-nigo de Granada13.

    El 3 de julio del mismo ao reuni a la comunidad y usandodel derecho que le confera el cargo de Prior General, eligi para prior del monasterio por dos aos -tal como era costum- bre-, a fray Garca de Cisneros, hombre de una profunda vidainterior, que por sucesivas reelecciones gobernara el cenobiohasta su muerte, en 151014.

    Fray Juan permaneci unos tres meses en Montserrat con elfin de presidir por s mismo la implantacin de la observanciaregular y guiar a fray Garca de Cisneros en los primeros ydifciles pasos del gobierno de tan renombrado santuario. Du-rante estos meses fray Juan hizo una capitulacin con los ermi-taos de la montaa15 y dio a los monjes la Constitucin del

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    enerramiento de los monges deste monasterio de Nuestra Se-ora de Monserrate16, en la que les sealaba la parte de mon-

    taa que podan recorrer sin quebrantar el voto perpetuo declausura, peculiar de los benedictinos vallisoletanos.A primeros de octubre regres a Castilla y en 1494 reform

    los monasterios de San Martn Pinario de Santiago de Compos-tela, San Salvador de Lrez, San Vicente del Pino de Monfortede Lemos y San Esteban de Ribas de Sil17. El 6 de enero de1497 celebr Captulo General en Valladolid donde se determi-

    n pedir al papa Alejandro VI la transformacin de la Obser-vancia en Congregacin, cosa que concedi el pontfice el 2 dediciembre del mismo ao18.

    A mediados de 1497 acab fray Juan su trienio de gobierno-habiendo sido Prior General por espacio de tres trienios conse-cutivos 1488-1497-, y enamorado de la montaa de Montserratquiso acabar all sus das en compaa de su condiscpulo yamigo fray Garca de Cisneros, en cuyos brazos debi morir el26 de febrero de 149919.

    Hombre de nimo esforzado, no se arredr ante las dificul-tades que le salieron al pas en la reforma de los monasterios.Fue varn de visin amplia, de actividad intensa, de piedadslida y profunda, y -a juzgar por suTratado del Espritu San-to- , lleg a las ms altas cimas de la contemplacin, experimen-tando en s mismo toda la serie de fenmenos msticos extraor-dinarios que de ordinario acompaan a estos altos grados de lavida mstica, cosa que se deja transparentar en su obra -a pesar de su inters por permanecer en el anonimato-, traicionadoinconscientemente por su propia experiencia.

    Conociendo la fecha de su retiro a Montserrat; que fue sinduda a mediados de 1497, podemos deducir fcilmente la fechade composicin del tratado, que debi redactar poco despus desu llegada al monasterio y antes de su muerte en 1499.

    En su retiro de Montserrat, libre ya de las obligaciones delcargo de Prior General, pudo dedicarse a componer esteTrata-do20 que va dirigido a cierta soror in Christo, que era sin duda

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    una religiosa, porque en el captulo III al hablar de los benefi-cios recibidos de Dios, dice: cmo nos cre, redimi, nos

    llam primero a la fe, despus a la religin21

    .

    Seguramente estareligiosa era una monja benedictina. Lo que no sabemos de qumonasterio, aunque sospechamos sera de alguno de los dosque haba en Barcelona, a saber: San Pedro de las Puellas y SanAntn y Santa Clara. Posiblemente esta monja le habra pedidole escribiera algo sobre la obra santificadora llevada a cabo por el Espritu Santo en el alma, en 1497, al pasar por Barcelona,con destino a su retiro de Montserrat, pues en el prlogo diceque le enva el tratado despus de una larga espera, lo cualestara de acuerdo con nuestra hiptesis, porque entre la peti-cin y la recepcin del opsculo habran pasado unos dos aos.De lo que no cabe duda es de que la monja en cuestin era una persona culta, pues el autor escribi su obra en latn, lo que nohubiera hecho si la monja a quien va dirigida el tratado hubieraignorado dicha lengua22.

    Al parecer, despus de la muerte de fray Juan, los monjes deMontserrat debieron encontrar la obra -o una copia que el autor se habra reservado-, y la pusieron en el citado cdice del Esco-rial para que no se perdiera esta perla de espiritualidad.

    II.- EL CODICE DEL TRATADO

    El cdice del Tratado del Espritu Santo, como hemos dichoya, se encuentra en la Real Biblioteca del monasterio del Esco-rial, con la signatura Q. III. 3. Es un volumen que contienediversas cosas; se halla en muy buen estado de conservacin yconsta de 106 folios de vitela. Su tamao es 225 x 175 mm yest escrito en letra gtica minscula muy limpia, toda de unamisma mano hasta el folio XCIr y de diversas manos y foliadocon cifras rabes hasta el final23. Todas las iniciales son de co-lor azul y rojo alternando, y la rbricas van en rojo.

    El cdice fue escrito en Montserrat para uso del propio mo-nasterio. Ms tarde pas a la biblioteca particular del CondeDuque de Olivares y finalmente a la Real Biblioteca del monas-

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    terio del Escorial donde se conserva en la actualidad24. El nci- pit del volumen, en el folio Ir, dice: In dei nomine incipit tabu-

    la in libro ceremoniarum huius monasterii beate marie de mon-teserrato y contiene las ceremonias, usos y costumbres deCongregacin de Valladolid, con las variantes propias del mo-nasterio de Montserrat y otros opsculos espirituales y legisla-tivos25. Entre estos se encuentra elTratado del Espritu Santo ,cuyo ttulo completo es: Tractatus de Spiritu Sancto a religio-so viro Joanne de sancto Joanne, ordinis sancti Benedicti, com- positus, eis qui secundum interiorem hominem non signiter curant incedere haut modicum utilis. Este ttulo es obra delamanuense que puso tambin las palabras Prefatiuncula inlibellum y al final Explicitus est tractatus de Spiritu Sancto.Deo gratias.

    La copia del tratado que poseemos -que dicho sea de paso,es la nica que ha llegado hasta nosotros-, fue escrita por una

    misma mano hacia 1510 y ocupa los folios XCIr-102v, que,excepto el folio XCIr, van enumerados en cifras rabes puestasmucho despus. El texto est escrito muy ntida y correctamen-te, con muy pocas enmiendas.

    III.- ANALISIS DEL CONTENIDO

    El tratado es fundamentalmente mstico, porque versa sobrela vida espiritual bajo el rgimen casi habitual de los dones delEspritu Santo, aunque contiene tambin mucha teologa dog-mtica y moral. El fin que se propone el autor, no es hacer untratado completo de neumatologa, sino slo desarrollar una parte de sta, a saber, las repetidas visitas del Espritu Santo alalma justificada y adornada con la gracia santificante. El ejem- plo que pone de Pentecosts (Cap. III) indica claramente quequiere tratar de los efectos extraordinarios, aunque siempreinternos, de la mstica presencia del Espritu Santo en el alma.De hecho as es, pero el opsculo trata tambin de otros aspec-tos dogmticos, morales y ascticos que sirven de base a lo queva a exponer. En esto sigue el sistema de los Santos Padres, que barajaban todos los aspectos que les parecan oportunos para

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    alcanzar sus fines. Ante todo, el autor ha querido -y logrado-que su obra fuera eminentemente didctica; ello se refleja a lo

    largo de todo el tratado donde se advierte constantemente unafn de claridad y sistematizacin, al mismo tiempo que la profusin de divisiones y subdivisiones nos revela al autor co-mo consumado maestro en los procedimientos del mtodo es-colstico.

    En el breve prlogo que precede al opsculo, el autor diceque no ha podido escribir antes este tratado debido a sus mu-

    chas ocupaciones. Ahora sin embargo, libre de ellas y despusde haber ledo algunos libros sobre el tema, ha compuesto esteopsculo y se lo enva a su destinataria, indicndole que si no puede hacer cuanto en l se dice, no se entristezca por ello, sinoque haga buenamente lo que pueda.

    En el captulo primero hace una exposicin dogmtica sobrela inhabitacin de la Trinidad en el alma. El autor recuerda,ante todo, la unidad y trinidad de Dios y cmo en las accionesad extra siempre concurren las tres divinas personas, aunquelas obras se atribuyan a la persona a la cual ms se asemejan.Asimismo seala cinco clases de presencia de Dios en las cria-turas, a saber: por esencia, por potencia y por presencia; por laimpresin de su imagen; por la fe; por la gracia santificante, y por un nuevo espiritual efecto que Dios se digna obrar en algu-

    nas almas a quien ms ama. Asegurando que cada vez que sen-timos una inenarrable alegra, un consuelo espiritual o una ilus-tracin de la mente, hemos de creer que ha venido a nosotros denuevo una de las tres divinas personas; esto nos proporciona unaumento de gracia santificante, como sucedi cuando fue en-viado el Espritu Santo sobre los apstoles el da de Pentecos-ts. De esta venida del Espritu Santo a travs de un nuevo yespiritual efecto, es de la que el autor se propone hablar en estetratado.

    En el captulo segundo trata de cmo ha de prepararse elalma para que el Espritu Santo se digne visitarla, pues estedulce husped, no suele visitarla si no la halla dignamente pre- parada, supuestas siempre la justificacin y la gracia santifican-

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    te. Pues as como Dios no infunde el alma en el cuerpo hastaque ste no est bien dispuesto26, as tampoco el Espritu Santo

    infunde su gracia en los que no estn preparados para recibirla.Y as como el alma abandona al cuerpo que no se alimenta, astambin el alma pierde la gracia de la cual vive, si no se ejercitaen obras de caridad y devocin, que son su alimento. Y como laamistad se enfra si le falta el trato frecuente, que es el que lamantiene, as tampoco la amistad con Dios no puede durar si elalma no se dedica a la prctica de las buenas obras y a la ora-cin. Dios, en verdad, desea visitar al alma, pero no lo hace si lave remisa en prepararse para su visita.

    Pero el Espritu Santo no visita sino a las almas que estn engracia; las que estn en pecado mortal nunca reciben los con-suelos del Espritu Santo, y si acaso reciben algunos consuelos,stos proceden del maligno, que se transforma en ngel de luz yles hace creer que estn en gracia, cuando en realidad no lo

    estn. Para evitar este engao es necesario prevenirse con lasocho maneras con que los Apstoles se prepararon para la ve-nida del Espritu Santo el da de Pentecosts, a saber: Pureza dealma; huir de las ocasiones de pecado; evitar el pecado carnal por leve que sea; procurar la soledad del corazn; tener paz conDios, consigo mismo y con el prjimo; ser frugal en el comer y beber; estar pacificado interiormente, y orar fervorosa y fre-cuentemente.

    El que procure prepararse de estas ocho maneras, no slo sever libre de los engaos del demonio, sino que merecer ser frecuentemente recreado de delicias celestiales. Sin embargo, esnecesario advertir que a menudo el Espritu Santo no espera aque se hayan hecho estas ocho preparaciones, sino que a vecesviene al alma despus de una o dos, y hasta de ninguna, porqueobra segn le place y mira ms la buena voluntad que las obrasmismas; con todo, de ordinario, no se digna visitar nuestra almasi no estamos convenientemente preparados.

    De estas ocho preparaciones segn el esquema clsico de lastres vas, la 1, 2 y 3 corresponden a la va purgativa, la 4, 5 y6 a la iluminativa y la 7 y 8 a la unitiva.

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    En el captulo tercero trata de las distintas modalidades conque el Espritu Santo acostumbra a visitar a las almas y advierte

    que, segn sea el modo que venga, as se le ha de recibir. Elalma acostumbrada a recibir con frecuencia las visitas y con-suelos del Espritu Santo est siempre preparada y vigilante para que cuando venga de improviso, como suele acontecer amenudo, pueda recibirle en seguida. El alma que goza con fre-cuencia de la visita del Espritu Santo conserva siempre algodel calor de aquel Amor Divino y por ello rpidamente vuelve aencenderse al ser visitada de nuevo; no as la que no es visitadacon tanta frecuencia o por su negligencia deja perder el calor divino, pues si el Espritu Santo llama a la puerta del alma ysta no le abre al momento por no estar preparada, se marcha yno vuelve con facilidad.

    Asegura que el Espritu Santo viene al alma de tres manerasy por este orden: Como seor terrible, como dulce amigo y

    comoamado esposo.Viene como seor terrible cuando el alma se llena de temor,lo que sucede cuando su divina luz mueve nuestra mente a laconsideracin de los profundos juicios de Dios y de su inflexi- ble justicia. Entonces nuestra actitud ha de ser mantenernos enla presencia de Dios con suma reverencia, pues el Espritu San-to quiere someternos a su dominio; humillarnos dentro de noso-

    tros mismos y no gloriarnos de ninguna obra buena, ni tampocode haber recibido gracia alguna de Dios; no despreciar ni juzgar a nadie por pecador que sea; tener nuestro nimo preparado para obedecer los mandatos divinos; hacer lo que es grato aDios y evitar toda falta y negligencia en el cumplimiento de suvoluntad.

    Cuando el Espritu Santo nos visita comodulce amigo , en-tonces toda el alma se llena de inmenso gozo y alegra, y estosucede cuando con su luz ilustra nuestra mente para que consi-deremos las grandes misericordias, beneficios y dones que lascriaturas todas han recibido de Dios, y las perfecciones divinas.Y considerando todas estas cosas, el alma habla familiarmentecon el Seor y esto la llena de inmensa alegra y consuelo, rea-

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    firma su fe, esperanza y caridad y le da nimo para que pidacon ms confianza, pues siendo l amigo ntimo no teme ser

    desoda, por eso se limita a exponer sus necesidades sin pedir nada, porque tiene la completa seguridad de alcanzarlo.Cuando el Espritu Santo viene al alma de esta manera, ella

    no debe hacer otra cosa que reconocer humildemente los bene-ficios del Seor, tenerlos en gran aprecio, considerarse indignadel ms pequeo de ellos, y dar gracias continuamente al Seor por tantas mercedes.

    Cuando el Espritu Santo viene comoesposo amado y so- bremanera deseado, el alma se une a l hacindose un mismoespritu con l, por la fuerza del amor, como se une un hierro aotro hierro por el fuego. Entonces el alma es tocada en lo ms profundo de ella misma y se inflama en el amor divino, que-dando suspendida en las realidades celestiales y ajena a todo loterreno. Estando as, se transforma en su Amado y es entoncescuando el Amado y ella intercambian admirables palabras deamor; entonces arden los deseos, los afectos se inflaman y elEsposo le da a conocer misterios ocultos de Dios con el lengua- je propio del amor, que nadie conoce ni puede hablar fuera delalma que ha llegado a ser esposa del Espritu Santo. Al llegar aqu, exclama fray Juan: Dichosa el alma que ha sido halladadigna de gozar de esta visita del Espritu Santo!

    El alma a quien el Divino Espritu regala con esta sublimevisita ha de esforzarse ms y ms para progresar en el amor yevitar que cualquier otro amor se infiltre en ella. Todos sus pensamientos y deseos han de estar suspensos en las cosascelestiales, de tal manera que nada quiera pensar ni desear queno sea su Esposo, y ha de vigilar noche y da para que cuandovenga el Seor y llame a la puerta de su corazn la halle envela, le abra prontamente y no encuentre en ella nada que ledesagrade.

    Estas tres visitas extraordinarias del Espritu Santo corres- ponden a cada una de las tres etapas en que el autor parecedividir la vida mstica a semejanza de la asctica. Y correspon-den a los grados de oracin de quietud, unin, desposorio y

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    matrimonio espiritual con los fenmenos concomitantes a cadauno de ellos.

    Los tres grados que el autor seala para la vida mstica sontres aspectos de la purificacin pasiva que culminan en el ma-trimonio espiritual, la mxima experiencia mstica posible eneste mundo. Las tres visitas del Espritu Santo (como, seor , comoamigo y comoesposo ) son, la primera y la segunda, puri-ficaciones pasivas del espritu, la primera de las cuales funda elalma en la humildad y en el temor, hacindola dcil a las inspi-

    raciones y mandatos divinos y la segunda robustece las virtudesteologales. La tercera, es ya la consumacin de la vida mstica,mediante la ayuda de los dones del Espritu Santo. Aqu ponetodas las condiciones que los peritos exigen para este alto gra-do, a saber: que el alma se une con Dios por el amor divino,queda suspendida en lo celestial por el rapto, se transforma todaen Dios y todos los sentidos espirituales quedan colmados de

    delicias celestiales. Lo que hablan el Esposo y la esposa, elidioma que emplean y lo que pasa entre los dos es algo tanmaravilloso e inefable que slo puede conocerlo el alma que hallegado a ser esposa del Espritu Santo. Esta es la pgina mshermosa de todo el tratado y la que demuestra bien a las clarasel conocimiento experimental que el autor tena de cuanto vaexplicando. Sin embargo, lo que dice aqu debe ser completadocon lo que dir en el captulo IV sobre los dones y frutos delEspritu Santo y los misterios, que no son otra cosa que losfenmenos extraordinarios que acaecen en el alma debidos a la presencia y los dones del Espritu Santo27. En el captulo cuartoel autor da a conocer las seales por las cuales podremos reco-nocer la presencia del Espritu Santo en nosotros. En la primera parte del captulo trata de las apropiaciones de las tres divinas personas y de las visitas del Hijo y del Espritu Santo, sealan-do la diferencia que hay entre las del primero y las del segundo. No podemos reconocer la presencia del Espritu Santo en noso-tros por los sentidos externos, porque es espritu, ni por el en-tendimiento, que no conoce las cosas espirituales en su esencia,sino por sus efectos. Del mismo modo que conocemos que elalma est en el cuerpo porque ste se mueve, ve, oye y siente, o

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    que uno tiene determinada virtud porque vemos que la practica,as tambin conoceremos que el Espritu Santo est en nosotros

    por los efectos que produce en nuestra alma.Y as como al Padre se le apropia la creacin, al Hijo la re-

    dencin y al Espritu Santo la conservacin de todo lo creado,as en lo espiritual se le apropia al Espritu Santo la justifica-cin. Pero para que el justificado mantenga y aumente la graciarecibida, debe ejercitarla mediante las buenas obras, pues lagracia o caridad si est ociosa no puede mantenerse por mucho

    tiempo, igual que el fuego, que si no se le echa combustible, seapaga pronto. Tambin en el amor pasa algo semejante, pues elque deja de obrar el bien, deja de amar. Por eso, si uno se aplicaa las buenas obras es indicio cierto de que tiene consigo al Esp-ritu Santo.

    El Padre, despus de la creacin ha dejado de crear, no as elHijo y el Espritu Santo que nunca cesan en las operaciones quese les apropian. Lo mismo sucede en el alma, el Padre la creade una vez para siempre, pero quien la ilumina es el Hijo yquien la enciende en el amor es el Espritu Santo, porque lainteligencia se apropia al Hijo y el amor al Espritu Santo.

    La visita de estas dos ltimas personas puede ser visible oinvisible. Visible fue la venida del Espritu Santo sobre Jess enel Jordn y sobre los Apstoles el da de Pentecosts, pero estaclase de visita no es frecuente, por ello el autor se cie a tratar nicamente de la visitainvisibledel Espritu Santo, la cual slo puede conocerse por los efectos que obra en el alma. De estamanera es enviado el Espritu Santo cada vez que uno sale del pecado mortal y recibe la gracia santificante, o cada vez questa se aumenta, lo que ocurre, por ejemplo, cuando el alma seinflama sbitamente en el amor de Dios y del prjimo. El Hijo,que es luz de luz, dirige nuestras buenas acciones, y el EsprituSanto, que es amor, nos da el fervor necesario para llevarlas acabo. Cuando alcanzamos algn conocimiento nuevo de lascosas espirituales, ya sea por la lectura, la predicacin, la exhor-tacin, la contemplacin o la inspiracin interior, acompaadode un acrecentamiento del amor, entonces es que el Hijo ha

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    venido a nosotros, pero si el dicho conocimiento no viene a-compaado del amor, es seal que proviene del conocimiento

    natural o que nos ha sido dado por un ngel o por el demonio, pero no por el Hijo, porque ste nunca ilumina nuestro enten-dimiento sin encender al mismo tiempo la voluntad en el amor.

    Cuando nuestro corazn se inflama en el deseo de las cosascelestiales o se llena de una inusitada alegra o queda suspensoen la contemplacin de Dios, entonces es que ha venido a noso-tros el Espritu Santo, mas si los consuelos son terrenos o carna-

    les, seal es que no provienen del Divino Espritu, sino delmaligno.Puede suceder a veces que uno conozca la voluntad de Dios,

    pero no tenga el fervor necesario para cumplirla o encuentre pesadas y sin gusto las cosas espirituales y no halle en ellasconsuelo alguno, sino fastidio. Cuando esto sucede es que faltala asistencia del Espritu Santo, y en este caso es necesario ro-gar al mismo Espritu para que nos encienda en su amor. Aveces, sucede lo contrario, no falta la buena voluntad para obrar el bien, pero se desconoce cundo y cmo obrarlo, lo que susci-ta dudas y retraso en el cumplimiento de la voluntad de Dios.En este caso es que el Hijo no se digna disipar las tinieblas denuestra ignorancia porque no nos halla dignos de ello. Cuandoesto sucede, lejos de dejarnos turbar por una excesiva tristeza,

    debemos fortalecernos ms y ms en la fe y la confianza y pedir al Seor con humildad y devocin lo que necesitamos.He aqu descrita la operacin del Hijo en el alma, que es i-

    lustrar el entendimiento, y la del Espritu Santo que es mover lavoluntad. Segn el autor, el entendimiento y la voluntad, losdos son necesarios conjuntamente para poder obrar el bien, pues ni slo el conocimiento de lo que hay que hacer ni sola lavoluntad para llevarlo a cabo bastan para que nuestras obrassean meritorias, sino que es necesario que los dos acten a untiempo, y cuando as pasa seal cierta es que tenemos en noso-tros el Espritu Santo. Este, cuando se digna visitar al alma,nunca viene con las manos vacas, sino que trae consigo susdones, que son innumerables, aunque los principales son siete,

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    que segn el orden de su valor, de menos a ms, son: Temor deDios, piedad, ciencia, fortaleza, consejo, entendimiento y sabi-

    dura.El Espritu Santo otorga al alma estos dones para que se en-

    galane con ellos y agrade al Esposo. Ellos la fortalecen contralos siete pecados capitales, a saber: el temor contra la soberbia,la piedad contra la envidia, la ciencia contra la ira, la fortalezacontra la aceda, el consejo contra la avaricia, la inteligenciacontra la gula y la sabidura contra la lujuria.

    Esta contraposicin parece original del autor, el cual, sigui-endo la doctrina del Aquinate subraya la importancia de la do-cilidad a las inspiraciones del Espritu Santo, cuyos dones per-feccionan las virtudes, al fortalecerlas contra los pecados capi-tales, que como su nombre indica, son cabeza y origen de todoslos dems.

    Tambin el Espritu Santo otorga sus dones al alma para prepararla a recibir la inspiracin o instinto divino para que pueda obedecer sin tardanza y sin caer en el error, a todo lo quele inspire el Espritu Santo. Por la terminologa que usa aqu elautor se ve claramente que sigue la doctrina de santo Toms yconsidera los dones como hbitos, pues por ellos el alma recibeel instinto del Espritu Santo. Este nos ensea y ayuda a huir del mal y a obrar el bien por medio de las voces de la concien-cia -que segn el autor son instintos del Espritu Santo-. Paraobrar el bien se necesita mucha discrecin, ya que la virtud esten el justo medio. Para que nuestra alma se dirija en las virtudesy tenga en ellas el justo medio, se le dan los dones del EsprituSanto para que en todo lo que haga sea movida y dirigida por elmismo Divino Espritu y as su obrar sea ms perfecto que si sedirigiera por la sola luz de la razn.

    Otro de los motivos por los cuales el Espritu Santo concedeal alma sus dones es para que se una ms perfectamente conDios, hacindose un espritu con l, pero no de una manerahabitual, sino slo de vez en cuando. Es que el autor reserva lohabitual y permanente para la vida eterna en donde no hay yamutacin alguna.

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    A continuacin el autor explica en qu consisten todos y ca-da uno de los dones del Espritu Santo indicando cundo son

    verdaderos dones y cundo no. El temor, dice, puede ser servil,inicial y filial, pero slo es don del Espritu Santo cuando el quelo posee obedece a Dios no por temor al castigo ni por el deseodel premio, sino nicamente por amor de Dios y por agradarle.La piedad consiste en dar a Dios el culto y honor debidos, peroslo cuando honra a Dios por s mismo y al prjimo por Dios esdon del Espritu Santo.

    La ciencia tiene como fin distinguir lo que hay que creer ylo que no, lo bueno y lo malo, pero nicamente es don del Esp-ritu Santo cuando el alma conoce algo no por medios humanos,sino por instinto del mismo Espritu. La fortaleza es la pron-titud y firme propsito de emprender cosas difciles por Dios, pero slo para los que confan en el Seor no hay peligro nitrabajo ni desgracia que no acepten con gusto por Dios, y esta

    fortaleza es don del Espritu Santo.El consejo nos da cierta clarividencia en lo dudoso u oscuro,cuando no conocemos con certeza las circunstancias y mediosque hemos de usar para obrar el bien, pero slo cuando salimosde estas dudas por la inspiracin o ilustracin del Espritu San-to, es don del mismo Espritu. El don de inteligencia nos permi-te intuir lo sobrenatural y entender rectamente la Sagrada Escri-

    tura, pero slo cuando esto ocurre por medio de una luz sobre-natural superior a la de la fe es don del Espritu Santo. La sabi-dura en cambio nos hace gustar del inefable sabor de las cosasdivinas.

    El autor advierte que cada vez que el alma es justificada elEspritu Santo le concede sus siete dones, pero una vez justifi-cada, cuando la visita de nuevo no siempre se los otorga todos,sino que unas veces le da uno y otras otro o varios, indistinta-mente.

    Una vez que el Espritu Santo ha dado al alma estos donesque la purifican y engalanan para hacerla digna de tan granEsposo, es introducida en la celda del vino de las deliciascelestiales. Es que los dones son como las arras del matrimonio

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    espiritual, dadas en el desposorio mstico del alma con Dios.Segn el autor, cada grado de la vida mstica tiene sus dones

    caractersticos, as al primer grado le corresponden el temor, la piedad y la ciencia, al segundo la fortaleza y el consejo, y altercero el entendimiento y la sabidura.

    El Espritu Santo, deseando inflamar al alma en el fuego desu amor y colmarla de sus carismas, le abre la puerta de losmisterios escondidos en Dios que hasta entonces le erandesconocidos. Estos, que el autor llama misterios son algo

    ms que frutos del Espritu Santo. Son experiencias msticasinternas extraordinarias, a las cuales l llama: jbilo, suavidad,avidez, saciedad, embriaguez, tranquilidad, especulacin, inspi-racin, olor, gusto, abrazo y rapto. Son doce gracias extraordi-narias que invaden progresivamente al alma segn el grado dela vida mstica en que se encuentra. En realidad son grados dela contemplacin infusa. Al primer grado -la unin- correspon-

    deran el jbilo, la suavidad y la avidez; al segundo -el desposo-rio-, la saciedad, la ebriedad y la tranquilidad, y al tercero yltimo -el matrimonio espiritual-, los sentidos del alma: la es- peculacin, la inspiracin, el olor, el sabor, el abrazo y el rapto.

    El autor explica en qu consiste cada uno de estos miste-rios traslucindose en sus palabras la propia experiencia per-sonal, que inconscientemente aflora una y otra vez. El jbilo,

    dice, es una especie de fuego que sbitamente enciende al almaen el deseo del Amado; la suavidad es una dulzura que llena detal manera el alma que le impide dedicarse con gusto a los a-suntos mundanos; la avidez es un hambre y sed insaciables delo celestial, que no le dejan pensar ni desear nada fuera delAmado; la saciedad es el hasto de las cosas de este mundo, producido por la inefable alegra que encuentra el alma en lacontemplacin divina, que la sacia totalmente; la embriaguez esla santa locura e insensibilidad que mantiene al alma alegre enmedio de las pruebas y tribulaciones; la tranquilidad es la pazinmutable del alma que ha abandonado todos sus cuidados ensu Amado; la especulacin es la iluminacin de la mente que lacapacita para contemplar los misterios celestes; la inspiracines un hlito espiritual que abre los odos del alma para que

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    pueda or la voz de su Amado; el olor es el perfume de los ca-rismas del Esposo que enciende en ella el deseo de ver a su

    Amado; el gusto consiste en la pregustacin de los manjarescelestes; el abrazo se da entre el Esposo y la esposa, la cualrecibe el beso de su Esposo; el rapto es cuando el alma, enaje-nados los sentidos, es elevada a la contemplacin de los miste-rios divinos y a la audicin de palabras misteriosas que no eslcito al hombre volver a repetir.

    El captulo quinto trata de las cautelas que ha de tener el al-

    ma para conservar la presencia del Espritu Santo. Dice que loque impide la visita del Espritu Santo a nuestra alma es: el pecado, la propia fragilidad, la divagacin de los pensamientosy la intervencin innecesaria en asuntos temporales o bien lafalta de las virtudes que ms aprecia el Espritu Santo, que sonla mansedumbre y la humildad.

    El captulo sexto indica lo que hay que hacer cuando falta la presencia o consuelo del Espritu Santo, el cual substrae al almael fervor de la devocin para conservarla en la humildad, paraacrecentar sus mritos y preparacin, para evitar la ociosidadespiritual, para aumentar la devocin y el aprecio de su presen-cia y para evitar que desprecie a los que ve indevotos.

    En este captulo el autor se muestra como un consumadomaestro en la discrecin de espritus al igual que en el captulocuarto, donde seala cundo una virtud es don del EsprituSanto.

    Cuando el alma note la ausencia del Espritu Santo no debeentregarse a la tristeza ni inquietarse, sino humillarse. Tampocodebe dejar de practicar los ejercicios espirituales que acostum- braba ni la oracin, pues cuando menos piense, el Espritu Di-vino la colmar de sus consuelos. Y afirma que as como en elmatrimonio, el esposo gusta de estar a solas con su esposa y sila esposa habla con otro quiere conocer y or sus conversacio-nes; si est sola en algn lugar oculto quiere saber lo que hace;si la encuentra divirtindose con otro se ara sospechando algomalo; para comprobar si son ciertas sus sospechas finge irselejos, pero se queda al acecho y cuando ella menos piensa,

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    viene de improviso y si la encuentra adulterando con otro losmata a ambos. De la misma manera el Espritu Santo quiere al

    alma amante de la soledad y el silencio, que le d a conocer sus pensamientos y afectos; que se ocupe en obras buenas y guardelos sentidos externos; no ve con buenos ojos que se deleite de palabra ni de obra con otro y se aparta y simula irse lejos, fingi-endo que no la oye ni ve, lo que ocurre cuando le falta el fervor de la devocin y la alegra. Pero cuando esto sucede, el alma nodebe dejarse dominar por una excesiva tristeza, sino fortalecer ms y ms su fe y confianza, esperar el advenimiento del Espo-so y permanecer vigilante, para que cuando ste llegue de re- pente no halle en ella nada torpe, ni la encuentre ocupada enasuntos que no sean espirituales; y si la sorprende pecando conotro la mata, es decir, le quita la gracia santificante y todos susdones.

    Como puede verse, aqu el autor est relatando las purifica-

    ciones pasivas intermitentes que tienen por objeto purificar msy ms al alma de sus defectos e imperfecciones en vistas almatrimonio espiritual. Estas purificaciones constituyen la nochedel espritu, que es absolutamente indispensable para escalar lasms altas cumbres de la santidad, pues el alma no puede trans-formarse en el Amado hasta tanto no se purifique enteramentede todas sus miserias y flaquezas. Despus de estas dolorosas purificaciones, que por lo comn suelen ser largas, aunque conrespiros, el alma es admitida a la unin transformadora o ma-trimonio espiritual, que es la ms sublime meta que puede al-canzar en este mundo. Al llegar aqu, es confirmada en gracia yya no le queda otra cosa sino esperar la muerte para entrar en la plena y eterna visin y fruicin de Dios, en una unin total conl y para siempre.

    IV.- FUENTES

    La obra parece muy original, pues explcitamente slo citala Sagrada Escritura y a San Bernardo. Los dems autores yfuentes los cita de memoria, de manera que se hace sumamentedifcil su identificacin. No obstante vamos a indicar ahora

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    algunas de sus fuentes ms importantes, que luego en las notasdel texto sealaremos con ms detenimiento e individuacin.

    Ante todo, debemos advertir que el tratado tiene una marca-da tendencia antropocntrica que acenta el aspecto personal dela santidad, pero su doctrina no depende de la devotio moder-na y sus representantes, tales como Gerardo Groote, Toms deKempis, Gerardo Zutphen y Juan Mombaer, ni de las obrasautnticas o atribuidas a san Buenaventura, ni tampoco de JuanGersn, Hugo de Balma, Ubertino de Casale, Landulfo de Sa-

    jonia, el Cartujano, Nicols Kempf, Juan Nider, Juan Kastl yotros, cuyas obras conoca y posiblemente tena en Montserratfray Garca de Cisneros, que las usa en sus obras y por elloestaran tambin a disposicin de fray Juan de San Juan de Luz.El autor debi conocer sin duda estos autores, ya que en su obrase hallan indicios de que las haba ledo, aunque a decir verdad,no influyeron decisivamente en la composicin de su tratado,

    pues nada dice en l de la devotio a la humanidad de Cristo,tan querida y recomendada por los citados autores de la devo-tio moderna.

    Es cierto que en la obra de fray Juan de San Juan hay ciertosindicios del Alphabetum divini amoris 28, de un sermn de JuanGersn29, de Dionisio el Cartujano30 y de otros autores31. Parececonoci el tratado de fray Garca de Cisneros, an indito, inti-

    tulado Exercitatorio de la Vida Spiritual 32

    y seguramente usalgunas de sus fuentes. Sin embargo, comparando elTratadodel Espritu Santo con el Exercitatorio de Cisneros, a primeravista da la impresin de que la espiritualidad de entrambos esdiametralmente opuesta,. Sin embargo tienen muchas cosas encomn y ello no es de extraar, pues los autores fueron con-temporneos, hijos de un mismo monasterio de Valladolid y bebieron de una misma espiritualidad benedictino-vallisoletana.El deseo de interiorizacin, de oracin afectiva y de recogimi-ento; la ascesis preparatoria a la visita divina, la purificacin delos sentidos, el amor a la soledad, la pureza de corazn, la pre-sencia de Dios y la vigilancia (Cap. II) as como la orientacineminentemente prctica, la insistencia sobre la necesidad delesfuerzo personal y colaboracin a la accin divina en la propia

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    santificacin y algunas alusiones a los ejercicios espirituales enque debe ocuparse el alma en tiempos y horas determinados, y

    el mismo vocabulario asctico-mstico, tal como el llamar alhombre espiritual varn devoto, alma devota, etc., son losmismos en los dos autores, por tanto, su diversidad no es defondo sino de forma y de intencin.

    Con todo, nos hallamos ante un fenmeno muy significati-vo. Parece que el autor delTratado del Espritu Santo rechazalas obras de los autores de la devotio moderna y se refugia en

    la espiritualidad clsica, basada en la Sagrada Escritura, losSantos Padres y los autores ms conocidos de la espiritualidadmonstica. La posicin de fray Juan de San Juan de Luz y defray Garca de Cisneros, ms joven que aqul, seran distintasfrente a las nuevas corrientes de espiritualidad y por tanto, tam- bin su aceptacin y uso. Quiz a esta diferencia de gustos sedeba el que no se imprimiera elTratado del Espritu Santo ,

    cuando precisamente en Montserrat en 1500 se editaron lostratados asctico-msticos de Cisneros y de otros autores espiri-tuales.

    Las fuentes principales de que depende fray Juan de SanJuan de Luz, podemos agruparlas en cinco bloques distintos, asaber:

    a) Fuentes escriturarias . ElTratado del Espritu Santo tieneonce citas explcitas de la Sagrada Escritura, que son: Job 9, 11;30, 20; Sal 41, 3; Cant 1, 3; 2, 13-14. 16; 5, 2. 6; Jn 3, 8; 14, 23;2 Tm 2, 4. De hecho entre explcitas e implcitas hay alrededor de cincuenta.

    b) Fuentes patrsticas. Entre estas hay que enumerar en primer lugar los comentarios de la Sagrada Escritura que selean en el oficio divino, refectorio, colacin y cuaresma33, a losque hay que aadir las frmulas litrgicas de oracin, los escri-tos de san Agustn, san Juan Casiano y san Gregorio Magno,entre otros.

    c) Fuentes teolgicas . El autor sigue muy de cerca la doctri-na de santo Toms de Aquino, por quien siente una verdadera

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    predileccin y al que a veces cita textualmente, lo que no impi-de por otra parte, que cuando crea conveniente siga tambin las

    opiniones de los principales expositores tomistas, bonaventu-rianos y escotistas, pero no parece que consulte directamentesus obras. Ms bien da la impresin de que toma sus opinionesde alguna smula o compendio.

    d) Fuentes ascticas. En general el autor sigue la doctrina delos Santos Padres, pero no usa fuentes contemporneas fuera dealguna obra de Gersn, Dionisio el Cartujano y algunos ops-

    culos de la poca, los cuales por depender a su vez de otrosautores nos dejan en la perplejidad de no saber de quin lo to-m, en especial la contraposicin entre los vicios capitales y losdones del Espritu Santo, aunque muy bien esta parte podra ser original suya.

    e) Fuentes msticas. Entre otras, que el autor no cita explci-tamente, hay que enumerar muy especialmente las obras de sanBernardo de Claraval y de Ricardo de San Vctor, sobre todosus respectivos comentarios al Cantar de los Cantares34.

    V.- EL ESTILO

    Fray Juan de San Juan de Luz, al escribir esteTratado del Espritu Santo no tuvo en cuenta tanto la perfeccin estilsticacuanto que fuera claro e inteligible. A pesar de ello, el tratadoresult literariamente tan bien escrito, que supera con mucho elestilo escolstico, incluso en su latn, aun cuando est plagadode divisiones y subdivisiones, que si por una parte denotan unaslida formacin y un dominio perfecto del mtodo escolstico, por otra demuestran que el autor us este sistema con el fin dehacer ms clara su exposicin.

    El vocabulario esctico-mstico y teolgico-moral que em- plea el autor es el comn de su poca. La prosa es ntida y enalgunos pasajes sublime. Y como hemos dicho ya, a veces dejatraslucir su propia experiencia mstica personal, a travs decomparaciones o semejanzas que aduce para mejor ilustrar lo

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    accin santificadora en el alma. Tampoco propone ningnmtodo de oracin ni habla de diversos ejercicios espirituales,

    aunque conoce algunos, pues indica la necesidad de practicar-los en determinados tiempos y circunstancias, de acuerdo con laobediencia y a fin de evitar la ociosidad espiritual, resistir a lastentaciones y aumentar el fervor (Cap. VI). Pero de esta clasede ejercicios ya haban hablado los maestros antiguos. Sin em- bargo, el autor gusta como ellos del mtodo, e indica cmo hade actuar el alma al recibir las visitas del Espritu Santo (Cap.III) y al carecer de sus consuelos (Cap. VI).

    El autor conoce sin duda las tres vas tradicionales de la vidaespiritual, a saber: purgativa, iluminativa y unitiva, pero nohabla de ellas, dndolas por supuestas. Sin embargo por analo-ga con ellas asigna tres grados o etapas paralelas a la vida ms-tica, cuando habla de las tres clases de visitas del Espritu San-to, como seor, como amigo y como esposo. Conoce tambin

    las purificaciones activas y pasivas y los dones del EsprituSanto que corresponden a cada grado de la vida mstica y losfenmenos msticos internos concomitantes, que a fuer de ex-traordinarios los llama mysteria y que los reduce a doce, loscuales corresponden a los ltimos grados de la oracin infusahasta el matrimonio espiritual.

    A cada grado de la vida mstica le corresponden distintos

    temas de meditacin y actitudes peculiares. En el primer grado,las consideraciones son: Los inescrutables designios de Dios ysu justa justicia; en el segundo: Los beneficios y perfeccionesdivinas; y en el tercero y ltimo: La quietud laboriosa del amor y la suspensin de todo pensamiento y deseo en el Esposo(Cap. III).

    Por analoga con el organismo corporal, asigna al alma cin-co sentidos espirituales, los cuales en el matrimonio quedancolmados totalmente de la delicias celestiales. Conoce tambinlas etapas de la unin transformativa, desposorio y matrimonioespiritual, que explica maravillosamente, sirvindose del smildel matrimonio terreno. Y as como no son idnticas las relaci-ones entre amigos, prometidos y esposos, as tampoco lo son

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    las que tiene el alma con Dios en estas tres etapas de la vidaespiritual.

    Todo lo dicho hasta qu nos induce a creer que nos encon-tramos ante un mstico terico-prctico experimental de excep-cional vala y que por aadidura la obra que nos ha legado es la primera que se nos ha conservado de la espiritualidad benedic-tino-vallisoletana Lstima que el autor no nos haya dejado unaobra ms extensa y menos esquemtica! A pesar de ello, estetratado nos muestra su gran talla espiritual y su intensa vida

    mstica.Se ha dicho que el Espritu Santo, en Occidente, es el gran

    desconocido, porque al Padre le tenemos presente en nuestramente y en la creacin, el Hijo nos es muy familiar porque lerecordamos diariamente en la misa, en la lectura del evangelioy en nuestras iglesias en las que no faltan representaciones oimgenes suyas, pero al Espritu Santo, dulce husped del alma,que nos vivifica y santifica, lo olvidamos con facilidad y des-conocemos el papel principal que tiene en nuestra santificacin, pues estando como est en nosotros por la gracia santificante yla presencia de sus dones, qu poco sabemos de l y qu im- perfectamente hablamos de lo que obra en nosotros! Prueba deesto es que en Occidente hasta el siglo XV han sido muy pocoslos tratados que se ocupan de la obra silenciosa e ntima del

    Espritu Santo en el alma del justo. Los Santos Padres, especi-almente los griegos, haban escrito mucho sobre la tercera per-sona de la Santsima Trinidad, pero sus escritos eran de carcter dogmtico o apologtico, igual que muchos autores occidenta-les del medioevo, pero son poqusimas las obras que tratan dela inhabitacin y actuacin invisible del Espritu Santo en elalma. Sin embargo, lo que otros no pudieron o no se atrevierona hacer, lo hizo fray Juan de San Juan de Luz. Como fruto desus estudios, lecturas, reflexiones y de su experiencia personalnos dej este tratado mstico sobre el Espritu Santo, de influjoescolstico ciertamente, pero claro, sobrio, conciso, inteligible yslidamente fundado en la teologa y la tradicin de los santos,adems de elegantemente escrito. Segn P. U. Farr (o.c., p. 49)en Occidente, este tratado es el primero entre todos los ops-

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    culos asctico-msticos sobre el Espritu Santo que se escribie-ron antes del siglo XVI.

    El autor no intenta hacer una exposicin de la fe catlica a-cerca de la tercera persona de la Trinidad, sino decir algo deella relacionado con el orden moral y la santificacin personal,que siempre es fruto de la gracia y de la colaboracin humana.Fray Juan pretende ensear a la carsima hermana en Cristo aquien va dirigido el tratado, en qu consiste prcticamente lamisin de las tres divinas personas, en especial la del Espritu

    Santo, en orden a la propia santificacin, y los efectos maravi-llosos que la inhabitacin del mismo producen en el alma. Co-mo hemos dicho anteriormente, no pretende hablar de la inhabi-tacin comn a todos los fieles que estn en gracia de Dios,sino de aquella presencia especial, extraordinaria, con que elDivino Espritu suele regalar a las almas msticas. (Cap. I).

    Para recibir esta visita extraordinaria del Espritu Santo, elalma debe estar siempre dignamente preparada, mediante laascesis personal, pues la va comn que utiliza el Espritu Santoes la de visitar solamente a las almas que estn preparadas pararecibirle. (Cap. II). No es pues de admirar que la que est siem- pre dispuesta para recibir al Espritu Santo le reciba con fre-cuencia, pero es necesario que el alma sepa cmo ha de recibir a tan Augusto Husped, pues no siempre la visita de la misma

    manera. (Cap. III).Cmo podr conocer el alma la visita del Espritu Santo, si

    ste es totalmente espiritual, lo mismo que su venida? Lo cono-cer por sus efectos, que son los dones y frutos del EsprituSanto, con los cuales el alma queda fortalecida, adornada ycolmada de delicias celestiales. (Cap. IV).

    Esta presencia divina con sus dones msticos es un preciosotesoro para el alma, por tanto, sta ha de vivir en continua vigi-lancia para no verse privada de tan gran don o hacerse indignade recibirlo de nuevo. (Cap. V).

    Finalmente el alma debe saber cmo se ha de comportar cuando se halla sin los consuelos del Espritu Santo y qu me-

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    dios ha de poner para merecer de nuevo ser visitada por sudivino Esposo.

    Esta es la sntesis delTratado del Espritu Santo . Su mritono est en las cosas nuevas que dice, que son pocas, sino enhaber escrito sobre lo que otros autores no se atrevieron, esdecir, a componer de manera sistemtica y sinttica todo untratado sobre la mstica operacin del Espritu Santo en el alma,no por especulaciones msticas, sino espigando en la SagradaEscritura, los Santos Padres y en la tradicin espiritual anterior,

    enriquecida por su propia experiencia personal.

    VI.- ESTA EDICIN

    Ya hemos dicho que elTratado del Espritu Santo pas des-apercibido hasta que en 1900 lo descubri el P. Plenkers. A partir de esta fecha aparece en casi todos los catlogos de obrasde benedictinos espaoles. En 1951 Dom P. Urseolo Farr,monje de Montserrat, hizo su tesis doctoral sobre este tratado yla defendi en la Universidad Catlica de Amrica en Washing-ton. La tesis, no muy extensa, que incluye la transcripcin delTratado del Espritu Santo , fue escrita en latn y luego publica-da por la misma Universidad por el sistema microcard.

    Aunque en Amrica las ediciones en microcard eran consi-deradas como impresiones de libros, de hecho, esta forma de publicacin slo era asequible a los estudiosos y a los que pose-an un aparato de lectura de microcard. Para evitar esta limita-cin y dar a conocer de manera asequible esta perla de la espiri-tualidad benedictina espaola, nosotros publicamos el textolatino, acompaado de su traduccin castellana, en laColeccin

    Espiritualidad Monstica. Fuentes y Estudios , n. 4, Zamora,

    Ed. Monte Casino, 1978. Habindose agotado, publicamos enSant Feliu de Guxols (Gerona) 1989, una segunda edicin demil ejemplares35, pero nicamente de la versin castellana revi-sada, en la que se procur la mxima fidelidad al texto, aun ariesgo de que las frases no resultaran tan fluidas, pues en untratado tan conciso y lleno de trminos teolgicos, ascticos y

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    msticos tcnicos, pensamos que no se puede sacrificar la exac-titud del vocabulario para obtener una traduccin literariamente

    perfecta. De todas maneras, intentamos hermanar las dos cosas:la precisin y el estilo. Esperamos haberlo conseguido.Agotada esta segunda edicin, ahora publicamos la tercera,

    revisada en su introduccin y notas, merced al inters del profe-sor Javier Alvarado, a quien damos las ms expresivas gracias,como se las darn sin duda los interesados en la espiritualidadneumtica y los deseosos de conocer los caminos del Espritu y

    de colaborar a la obra misteriosa de santificacin que este mis-mo Espritu lleva a cabo en el alma dcil a sus inspiraciones. Atodos ellos les deseamos que gocen frecuentemente de la pre-sencia y de los dones de tan Augusto Husped, y que experi-menten en su alma un nuevo Pentecosts, como lo estn expe-rimentando la Iglesia desde hace dcadas con el movimientocarismtico, que va dando sus frutos de renovacin espiritual en

    todo el mundo.

    Ernesto Zaragoza Pascual

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    TRATADO DEL ESPI RI TU SANTO ,COM PUESTO POR EL PIADOSO VARON

    JUAN D E SAN JUAN, DE LA ORDEN DE SAN BENI TO,M UY UTI L PARA AQUELLOS

    QUE PROCURAN CAM I NAR FERVOROSAM ENTE SEGUN EL H OM BRE I NTERI OR

    BREVE PROLOGO AL OPUSCULO

    Muy amada hermana en Cristo: Me pediste que te escribieraalgo sobre el Espritu Santo36, pero sometido como estoy alyugo de la obediencia que muchas veces no me deja hacer loque quisiera, e impedido por mis muchas ocupaciones no pudesatisfacer al punto tus deseos como hubiera querido. Ahora,aunque tarde, despus de tu larga espera he procurado cumplir y trasmitirte lo que me pediste, segn mis fuerzas, aunque nosegn tus anhelos. Una vez ledo el libro, esfurzate por llevar ala prctica lo que en l te digo y si no puedes cumplir todo loque te escribo, haz siquiera algo y no te inquietes con una exce-

    siva tristeza por no poder cumplirlo todo, pues no todos pode-mos hacerlo todo. As pues, sobre el Espritu Santo se meocurre por el momento tratar brevemente estos seis puntos:

    1. De la visita invisible del Espritu Santo a nuestra alma.2. De la preparacin previa del alma para recibir al Espri-

    tu Santo.

    3. De la digna recepcin que hemos de hacer al EsprituSanto cuando viene a nosotros.4. De cierto conocimiento que podemos tener de su veni-

    da.

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    5. De las debidas cautelas y solicitud que hemos de tener para que no se vaya.

    6. Y lo que hemos de hacer cuando carecemos de losconsuelos del Espritu Santo.

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    CAPITULO I

    De la visita invisible del Espritu Santo a nuestra alma.

    En cuanto al primer punto, debemos advertir que, segn

    confesamos con fe inquebrantable, en Dios hay tres Personas:La primera se llama Padre, la segunda Hijo, la tercera EsprituSanto. Y cada una de estas tres Personas son el Dios total y perfecto y todas a la vez el nico Dios37. Aunque todas las o- bras ad extra de esta defica Trinidad son indivisibles, de talmanera que nada puede hacer una persona sin las otras, sinembargo, como algunas obras de Dios tienen ms relacin conuna persona en particular, por eso se atribuyen a esta personacon la que tienen ms semejanza38.

    De modo que cuando decimos que alguna persona de estaaltsima Trinidad es enviada a nosotros, no hay que entenderlocomo si viniese ella sola sin las otras, sino que lo decimos por-que lo que entonces realiza Dios en el alma con su venida tienerelacin ms estrecha con esa persona que con las otras dos.

    Sentadas estas premisas, debemos notar que Dios est en lascriaturas de cinco maneras39.Primero, por esencia, potencia y presencia. Decimos que

    Dios est en las cosas creadas por esencia, en cuanto que todaslas mantiene y conserva para que no dejen de existir. De modoque Dios est ms ntimamente en las criaturas que ellas en smismas40; pues si Dios cesase de conservar sus criaturas, aun-que no fuese ms que por un instante, todas al momento volve-ran a la nada. Entendemos que Dios est en las criaturas por potencia, porque todas estn en su mano y en su dominio. Por lo mismo en cada cosa puede hacer lo que quiera, y no haynada que pueda resistir a su voluntad 41. Est Dios por presen-cia en sus criaturas porquetodo est descubierto y patente a los

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    ojos de su Divina Majestad, y ninguna criatura puede ocultarsede su presencia 42. Todo lo ve, todo lo conoce, todo lo penetra,

    lo mismo las palabras que los pensamientos por muy ocultosque estn. Este modo por el que Dios est en sus criaturas por esencia, potencia y presencia es muy general y comn a todo locreado, pero de esta manera Dios no viene de nuevo a ningunacriatura, ya que se encuentra invariablemente en cada una deellas, siempre y en todas partes.

    Segundo, Dios est tambin en las cosas por la impresin de su imagen o semejanza en ellas; pero de este modo slo se hallaen las criaturas racionales, o sea en los ngeles y en los hom- bres43, pues aun cuando Dios ha dejado impresas en todas lascriaturas la huella de su divinidad44, slo a las criaturas raciona-les ha ennoblecido con el sello de su imagen. De este modotampoco podemos decir que una Persona es enviada de nuevo, pues est indeleblemente impresa la imagen de Dios en el ngel

    y en el hombre45

    .Tercero, Dios est en las criaturas por la fe ; de este modoest en todos los fieles y en la santa Iglesia, que comenz aexistir desde el primer elegido y durar hasta el ltimo. En la feest la salvacin de los hombres y sin ella no hay camino desalvacin46. De donde se sigue, que cuantos se han salvado o sesalvarn, han alcanzado o alcanzarn la salvacin eterna en

    virtud de la fe. Aunque podemos decir con verdad que el Esp-ritu Santo es enviado de este modo a los corazones de los fieles,ya que nadie puede tener la verdadera fe en Cristo y confesar laverdad de esta misma fe sin un don del Espritu Santo47. Sinembargo nuestro propsito no es tratar ahora de este envo.

    Cuarto, Dios est en las criaturas por la gracia santificante.De esta manera slo est en los justos, y por esto cuando stosdejan de serlo, Dios les abandona; por lo cual siempre que unose esfuerza con el auxilio divino en levantarse de la muerte del pecado a la vida de la gracia, es enviado a su alma de modoinvisible el Espritu Santo, y no slo viene al alma el EsprituSanto sino que hemos de creer que vienen con l el Padre y elHijo. De ello nos da testimonio el Hijo cuando nos dice en el

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    evangelio de san Juan:Si alguno me ama, guardar mi pala-bra , lo que de ninguna manera puede hacerse sin el auxilio de

    la gracia, y mi Padre le amar y vendremos a l y haremosmorada en l 48, o sea todas las tres Personas. El hombre esthecho a imagen y semejanza de Dios, como aqu se declara; pues como se ha dicho, las tres Personas existen en la unidad dela divinidad: El Padre, el Hijo y el Espritu Santo, cada una deellas es el mismo Dios y las tres juntas un solo Dios. As tam- bin en nuestra alma hay tres potencias, a saber: Memoria,entendimiento y voluntad, y sin embargo la esencia del alma esuna sola. Por la memoria se asemeja al Padre, por la inteligen-cia al Hijo y por la voluntad al Espritu Santo49. Cuando el almatiene en s la gracia santificante, posee toda la defica Trinidad,que inhabita en ella, pues el Padre mora en la memoria, el Hijoen la inteligencia y el Espritu Santo en la voluntad. Pero tam- poco intento escribir aqu sobre esta venida del Espritu Santo,es decir la que se realiza por la gracia justificante, aun cuandosera muy agradable hablar de ella.

    Quinto, finalmente, Dios est en las criaturas por un efectonuevo y espiritual que Dios se digna obrar en algunas personasque le son muy amadas, concedindoles, v. gr.: una alegrainefable o un consuelo espiritual del corazn o una ilustracinextraordinaria de la mente o una elevacin inslita hacia lascosas divinas o algo semejante; y de este modo el Seor no estsino en aquellos a quienes antes ha justificado y principalmenteen las personas espirituales. As pues, cuantas veces experimen-tamos algo de lo que acabamos de exponer, otras tantas hemosde creer que ha venido a nosotros alguna de las tres divinasPersonas; no que antes, si estbamos en gracia, no habitase yaen nosotros, sino que ahora nos enriquece con los regalos de sugracia50. De este modo fue enviado el Espritu Santo sobre losApstoles el da de Pentecosts51, en los cuales sin duda yamoraba, pero como entonces les distribuy nuevos dones ycarismas, por eso creemos que les fue enviado de nuevo. Deesta clase de venida del Espritu Santo vamos a tratar aqu.

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    CAPITULO II

    De la preparacin previa del alma para recibir al EsprituSanto.

    En cuanto al segundo punto, hay que advertir que el EsprituParclito no visita52con sus celestiales consuelos sino a quienes procuran prepararse y hacerse dignos de su visita. Pues as co-mo nadie puede merecer con sus obras la primera gracia por laque somos justificados53 as tampoco puede merecer la primeravenida del Espritu Santo, porque ni el Espritu vivificante sin lagracia santificante, ni la gracia santificante sin el Esprituvivificante pueden morar en nuestro espritu. Adems, as comousando bien de la gracia recibida nos hacemos dignos de reci- birla con ms abundancia, y cuando alguno con la gracia reci- bida se aplica con ms empeo a las buenas obras, tanto mscopiosamente progresar en la misma gracia, y su recompensaser mayor en el futuro, as tambin de igual manera, si despusde recibirle con toda reverencia nos disponemos con toda dili-gencia, disfrutaremos con ms frecuencia de sus dulcsimas einefables delicias. Pero para que entendamos esto con ms cla-ridad, es muy necesario notar que nuestro Dios es la vida delhombre; es la vida del cuerpo por medio del alma que crea enl, y del alma por la gracia que infunde en ella y que le da lavida. Pues as como el alma da vida al cuerpo y retirndose elalma, el cuerpo muere y queda privado de todo sentido, astambin el alma vive por la gracia y si sta la abandona, al ins-

    tante muere54

    ; y as como el Seor no crea el alma hasta que elcuerpo no est convenientemente dispuesto y distribuido segnlas debidas formas de los miembros55, de igual manera si elalma no se prepara y se hace digna como conviene, el EsprituSanto no le infundir su gracia.

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    que en realidad no lo son. As obra este astuto enemigo paraengaar con sus artimaas a los incautos y hacerles creer que

    estn en gracia de Dios, cuando por el contrario son objeto desu ira57. Hay que temer mucho estas ilusiones porque estnllenas de peligros. Mas en cuanto a los consuelos interiores, elque quiera librarse de los lazos de Satans, se ha de fortalecer con las siguientes preparaciones:

    La primera esla pureza de alma y de conciencia . El almaest limpia cuando se encuentra inmune de toda fealdad o man-

    cha de pecado; y si se encuentra manchada con el pecado nodifiera salir de su mal estado y lavar sus manchas con lgrimasde amarga contricin y de verdadera penitencia, pues el autn-tico consuelo espiritual es un blsamo de gran precio y elEspritu Santo no lo derrama sino en recipientes bien limpios; yla conciencia se ha de considerar pura si en ella no hay remor-dimiento de algn pecado o deseo mortal, o algn pensamiento

    perverso; pues no slo los pecados de obra sino tambin los de pensamiento separan el alma de Dios, y el alma que est lejosde Dios no es capaz de recibir al Espritu Santo.

    La segunda preparacin consiste enhuir de todo aquelloque lleva al pecado o aumenta la inclinacin hacia l, pues elque espontneamente y sin necesidad se pone en peligro de pecar, aunque no tenga voluntad de pecar, no puede decirse en

    verdad que est inmune de pecado, ni se ha de creer que odialos pecados aquel que ama sus causas58. As pues, todo aquelque odia el pecado es necesario que se guarde de los lugaressospechosos, de las compaas, familiaridades y amistades perjudiciales; en una palabra, que est siempre muy alerta en laguarda de los sentidos, a saber: de los ojos, odos, lengua ytodos los dems. Los que as andan vigilantes, merecern gozar con frecuencia de los consuelos del Espritu Santo.

    La tercera preparacin ha de ser guardarse con gran cuidadode cualquiera atadura de los pecados carnales , de los deseos yapetitos terrenos y consuelos humanos, pues como el EsprituSanto es espritu puro, detesta toda carnalidad y no se dignavenir a aquellos que se dejan dominar por los deseos de la car-

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    ne, ni concede sus consuelos a los que se deleitan en los consu-elos terrenos, ni tampoco visita a los que se complacen en las

    visitas humanas. El amor de este mundo con todas sussatisfacciones, o mejor diga, desolaciones, se esfuerza por do-quier para entrar en nuestro corazn, llenar nuestra memoria de pensamientos vanos, engaar nuestro entendimiento con falsasopiniones, atraer nuestra voluntad con nocivos deleites, embo-tar nuestros sentidos con cosas agradables y cerrar as la puertade nuestro corazn a las cosas espirituales. Quien odia grande-mente el mal y desea ser saciado con las verdaderas delicias delEspritu Parclito no admite ningn consuelo carnal, mundanoni terreno, ms an, aleja de s todos los asuntos, conversacio-nes, vanidades y disoluciones de este siglo, y todo lo dems quesabe se opone a la venida del Espritu Santo. Al que as vigilasobre s mismo no es de admirar que el Espritu Santo se dignealegrarle con frecuencia y de modo inefable con su divina pre-sencia.

    La cuarta preparacin esla soledad 59. Siendo el EsprituSanto el esposo de las almas, as como el esposo no quierecohabitar con su esposa habiendo testigos, sino estando sola, dela misma manera el Espritu Santo no se digna visitar al almacon el gusto de su inefable dulzura si no la halla sola y libre dela vanidad de las ocupaciones exteriores60. Y esta soledad delcorazn debe ser primeramente en cuanto al afecto del amor, esdecir, que el corazn no admita otro amor fuera del divino, puesmenos ama a Dios quien con l y no por l ama alguna cosa61, pues dos amores contrarios entre s no pueden de ninguna ma-nera coexistir juntos en un mismo corazn. Esta soledad delcorazn debe ser tambin en cuanto al deseo, de modo que conel deseo de Dios no se mezcle otro deseo, pues el que deseamuchas cosas, desea menos cada una de ellas que aquel quedesea una sola; as pues, despreciando todo lo dems, el almadesee solamente a Dios.

    Sea igualmente esta soledad del corazn en cuanto a los pensamientos; pues slo pensamientos espirituales hemos derumiar en nuestra mente, si se ha de elevar a las cosas celestia-les. Cuando ocurra distraer nuestra mente con otras cosas, lo

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    que ser necesario mientras vivamos en este cuerpo mortal62,no dejemos de retraer con frecuencia nuestra mente a las cosas

    espirituales, no permitindole que se entretenga en las otras msde lo preciso. Tengamos tambin la soledad en la intencin delcorazn, de modo que en todos nuestros hechos o dichos bus-quemos con afn slo la gloria de Dios y no la nuestra, desean-do agradar slo a l y no a los hombres; as pues, ya comamos,ya durmamos o hagamos cualquier otra cosa, todo lo dirijamosa la gloria de Dios63 Por otra parte, es muy til para la soledadinterior la soledad exterior, esto es en cuanto a las personas, allugar y a la conversacin. En cuanto a las personas, se ha deevitar la compaa de los hombres, a no ser que haya una nece-sidad urgente; en cuanto al lugar, se han de elegir los lugaresapartados donde no se oiga, si es posible, ningn ruido, puesestos lugares secretos son propicios para la compuncin, laoracin y la contemplacin. En lo que se refiere a la conversa-cin, se ha de observar estrictamente la sobriedad en las pala- bras, pues el que fcilmente suelta la lengua para hablar decosas exteriores, se hace indigno de las delicias del habla inte-rior. Los que buscan la soledad, pues, segn los modos indica-dos, merecern disfrutar a menudo de las visitas del EsprituSanto, ms dulces que la miel y el panal64.

    La quinta preparacin es launin de la paz y concordia quese ha de tener primeramente con Dios, pues el alma se debeunir al Seor por la gracia y el amor, para formar un solo espri-tu con l, sin admitir ninguna mancha de pecado, pues el Espri-tu Santo slo aborrece venir a su enemigo, es decir, a la casadel espritu maligno, o sea, al corazn del pecador. Despus esnecesario que el alma est en paz consigo misma, es decir, quetodos sus afectos y sentidos exteriores estn sosegados y tran-quilos. Esta paz la ha de tener tambin con sus prjimos, pues anadie debemos odiar, sino tener para con todos un coraznamable y una caridad sincera.

    La sexta preparacin es frugalidad moderada en la comida, pues el que desee saciarse de los convites delicados de las deli-cias celestiales del Espritu Santo, no conviene que sea ni glo-tn ni dado al vino. En el comer puede fijarse esta medida: Se

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    ha de tomar tanta cantidad de comida y bebida que no se pierdael dominio de s mismo, ni se embote la claridad de la mente,

    sino que tanto antes como despus de la comida uno sea dueode s mismo, el espritu est dispuesto para la oracin y la men-te para la contemplacin65. El que haya recibido el don de unamayor abstinencia le ir mejor en este punto. Por mi parte creoque la verdadera y sobria medida en la comida es aquella que ni por la glotonera impida elevar la mente a las cosas espirituales,ni por el poco alimento sucumba en los trabajos que ha de ha-cer.

    La sptima preparacin escierta tranquilidad y descanso enla mente, que hace al hombre quieto, tranquilo y modesto inte-rior y exteriormente en los movimientos del cuerpo. Esta tran-quilidad engendra ciertamente una gran mansedumbre y humil-dad en todo, la cual tambin alcanza la perfeccin de la pacien-cia en todas las cosas, y de ella nace en el alma un gusto y una

    humildad espirituales que hacen que todo le sea bueno y agra-dable. Para el alma que est en este estado no hay lugar para latristeza ni la amargura y esto es indicio de que es templo en elque mora Dios. Esta alegra espiritual y esta suavidad internanadie las conoce sino el alma que las recibe66.

    La octava preparacin es laoracin fervorosa y asidua , pues toda oracin debe ser fervorosa y estar exenta de tibieza y

    pereza. En efecto, el que desea alguna cosa, la pide ardiente eimportunamente:Todo el que pide recibe, el que busca halla yal que llama se le abrir 67. La oracin debe ser tambin atentay toda ella, si es posible, sin ninguna distraccin, y ademscontinua y perseverante68.

    Todo aquel que procure prepararse con estos ocho modos propuestos, no slo no recibir las inspiraciones de la serpienteinfernal como si fueran el blsamo de las divinas inspiraciones,sino que por el contrario merecer ser reanimado con el rocoabundante de las dulzuras celestiales, aunque a veces el EsprituSanto no espera a que se realicen en nosotros todos los modosde preparacin aqu descritos, sino que en alguna ocasin vienedespus de uno solo, otras veces despus de dos o tres, segn

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    quiere, pues atiende ms a la voluntad que a las obras; adems,es de una bondad tan grande, que algunas veces no desdea

    visitarnos aunque no estemos preparados, pero el camino msordinario es que nos preparemos con todo cuidado, haciendo loque est de nuestra parte69.

    Aqu tienes recordadas las ocho preparaciones que realiza-ron los Apstoles para recibir al Espritu Santo el da de Pente-costs, como se colige del libro de los Hechos de los Apsto-les70.

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    CAPITULO III

    De la digna recepcin que hemos de hacer al Espritu Santocuando viene a nuestra alma.

    El Espritu Santo acostumbra a venir al alma de muchasmaneras, y por tanto hay que recibirle segn como sea su veni-da71. El alma que est habituada a los consuelos y visitas delEspritu Santo ha de andar siempre alerta y preparada para quecuando venga de repente, como acostumbra, pueda recibirlelibremente. Pongamos por ejemplo: Si a unas velas recin apa-gadas pero humeantes, a una de ellas se le junta una vela en-cendida, en cuanto la toca y a veces antes de que la toque seenciende. Si en cambio est del todo apagada, sin echar humoni tener calor, al ser tocada por la vela encendida no arde derepente, sino que lentamente va calentndose, y despus deestar bien caliente entonces recibe la luz. De igual manera su-cede con el alma que frecuentemente acostumbra a inflamarseen el fuego del Espritu Santo, siempre queda en ella algncalor espiritual, como mecha humeante, para que cuando vengael fuego del amor divino pueda prender al instante. Pero el queno ha experimentado frecuentemente el fuego del Espritu San-to, o el que por su descuido ha perdido este calor divino no seinflama tan fcilmente72; porque el Espritu Santo viene de re- pente al alma, y si sta no le abre al punto la puerta de su cora-zn pasa de largo y no vuelve con facilidad73. Tenga, pues, elalma mucho cuidado en hacer en s misma las preparaciones

    arriba dichas, para que cuando venga el Espritu Santo y llamea su puerta74, le abra inmediatamente, sin ningn impedimento.Dicho esto, es bueno saber que el Espritu Santo viene al

    alma de tres maneras: Comoterrible seor , comodulce amigo y comoamadsimo esposo 75. Y de acuerdo con esta triple veni-da hay que recibirle.

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    Primero, el Espritu Santo acostumbra a venir al alma pri-meramente comoterrible seor , y cuando viene as nos senti-

    mos sacudidos de un gran temor y temblor. Esto acontececuando con su resplandor mueve nuestra inteligencia para con-templar el abismo profundsimo de los juicios divinos y la in-flexible rectitud y justicia de Dios; como cuando consideramoscmo unos de la cumbre de la perfeccin caen a lo profundo delos pecados; otros son sacados del antro de los pecados, otrosquieren levantarse y no pueden; otros ni pueden ni quieren.Igualmente nos sentimos turbados por un gran temor y temblor cuando consideramos la admirable y mltiple providencia deDios y su disposicin para con todas las criaturas; cmo al pasoque algunos buscndole nunca le encuentran; otros le encuen-tran despus de muchos trabajos; a algunos permite que le ha-llen fcilmente y finalmente a otros que no le buscan les sale alencuentro. Sentimos tambin temor y temblor cuando pensa-mos que nadie sabe si es o no del nmero de los predestinadoso si sus obras por buenas que parezcan, son agradables a Dios;cuando vemos nuestros pecados pasados y presentes, nuestrascontinuas negligencias, nuestra tibieza e indevocin, nuestramezquindad en el servicio de Dios, el abuso e ingratitud por losdones recibidos, la prdida del tiempo pasado sin producir frutoy la cuenta que hemos de dar al Seor de todas nuestras obras.Lo mismo experimentamos cuando revolvemos en nuestra

    mente la hora de la muerte, el ltimo y universal juicio, la pre-sentacin de todos los vivos y muertos ante el tribunal del Juez,donde si el justo a duras penas se salva, en qu pararn el impo y el pecador? 76, los tormentos del infierno y las penasdebidas a nuestros pecados. Igual nos pasa cuando contempla-mos nuestra fragilidad para vencer las tentaciones, nuestra pro- pensin a las cadas, la tardanza y dificultad para levantarnos, la

    dureza para el arrepentimiento, la tibieza para el bien obrar ylas veces que nos oponemos a la divina voluntad y a sus inspi-raciones77. Cuando consideramos en nuestra mente estas cosasy otras semejantes, nuestra alma se turba y se llena de grantemor.

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    se convierten a l de corazn, cun fcilmente perdona y conqu dulzura nos acaricia. Reflexionando interiormente sobre

    estas y otras cosas semejantes, el alma habla amigablementecon el Seor y por ello se llena de inmensa alegra y consuelo;la fe se hace ms firme, la esperanza ms robusta, la caridadms ardiente80, los deseos se avivan, el alma siente ms confi-anza para pedir muchas ms cosas al Seor como a un amigontimo, de quien no teme le sea negado cuanto pida. Unas vecesle expone slo sus propias necesidades, sin pedirle nada, cre-yendo que a un amigo fiel basta con manifestarle sus necesida-des y carencias, pues recordar los beneficios recibidos es asegu-rar los futuros, y nuestro Seor se le ofrece dulce y afable ydispuesto a escuchar sus oraciones.

    En esta venida del Espritu Santo el alma debe observar cua-tro cosas.

    A) La primera reconocer humildemente los dones divinos, pues el bienhechor exige ante todo que se haga memoria del beneficio recibido.

    B) La segunda es la estima y aprecio de estos beneficios, pues nada podemos pagar al Seor, ya que el menor de susdones es tanto ms precioso cuanto ms vil lo creemos.

    C) La tercera es la atenta consideracin de nuestra indigni-

    dad, ya que debemos considerarnos indignos de sus dones, y noslo de esos tan grandes, sino hasta del ms pequeo. Todosdebemos atribuirlos a la divina bondad y largueza y no a nues-tros mritos.

    D) La cuarta es una continua accin de gracias. Ninguna o-tra cosa quiere a cambio de sus dones sino que le seamos agra-decidos. De esta manera, segn lo expuesto, es como hemos de

    recibir al Espritu Santo cuando se digne venir a nosotros comoamigo ntimo.Tercero, el Espritu Santo viene al almacomo esposo amado

    y muy deseado 81; cuando viene as, el alma se le une de tal ma-nera que se hace un slo espritu con l por la fuerza del amor que es el que produce la unin. Y como por la fuerza del fuego

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    un hierro se une a otro hierro para formar una sola pieza82, assucede cuando el alma es tocada, ms an, toda inflamada en el

    fuego del divino amor, que de tal manera queda suspendida enlas cosas de arriba, que ya no queda abierta la puerta a las afec-ciones de lo de ac abajo, y de tal manera toda ella es transfor-mada en su Amado que no quiere pensar en cosa alguna, por-que con l posee todo lo deseable. Entonces la esposa es admi-tida a admirar aquella hermosura cuya belleza supera toda her-mosura, a or aquella armona cuya dulzura supera toda melo-da, a oler aquella fragancia cuya suavidad supera todos los blsamos, a disfrutar de aquellos abrazos en comparacin de loscuales, nada son todas las otras delicias y, finalmente, a comer y gustar aquellos manjares que sacian todo deseo. Entonces elAmado y la amada intercambian palabras admirables de amor.All arden los deseos y se inflaman los afectos. Entonces tienencoloquios -que descubren arcanos sublimes-, a los cuales nadiees admitido fuera del Esposo y la esposa, que se expresan en ellenguaje propio de su mutuo amor, y que nadie conoce ni hablasino el alma que ha llegado a ser esposa. Oh qu feliz es elalma que merece gustar de esta visita del Espritu Santo!83.

    Aquel a quien el Espritu Santo haya alegrado de esta mane-ra, lo que se digne hacer muchas veces con nosotros, no des-cuide hacer estas tres cosas:

    A) Procure adelantar ms y ms en el amor divino, y sobretodo evitar que su alma languidezca arrastrada por otros amo-res. Este era el deseo en que arda el Profeta cuando deca:Cundo podr ir a ver la faz de Dios? Como la cierva, herida por las mordeduras de la serpiente infernal,busca las fuentes deagua limpia, as suspira mi alma por ti, Dios mo, fuente viva 84.

    B) En segundo lugar, que levante todos sus deseos y pen-samientos hacia las cosas celestiales, despreciando las que estnsobre la tierra85, para que los deseos estn fijos donde se hallanlos verdaderos gozos. As pues, vivamos continuamente connuestro espritu all donde est nuestro tesoro preciossimo86, detal modo que nada pensemos ni deseemos fuera del Amado.

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    C) En tercer lugar, ha de estar siempre velando para que cu-ando venga el Seor y llame a la puerta de su corazn la en-

    cuentre en vela87

    , al instante le abra y quede libre la entrada, yno halle en el alma nada que pueda ofender los ojos del Amado.Es lo que deca la esposa en el Cantar de los Cantares: La voz de mi amado me llama. Me levantar para abrir a mi amado.

    Pero mi amado no estaba y se haba ido 88. Oh qu dolor tangrande la atormentaba porque se haba retardado un poco y elesposo no la haba hallado preparada! Por eso poco despusaade: Le busqu y no le halle, le llam y no me respondi 89, ycon razn, porque cuando el Amado la llam tard en abrir.

  • 7/30/2019 Tratado Del Espiritu Santo

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    CAPITULO IV

    De cierto conocimiento de la llegada del Espritu Santo.

    No es fcil conocer cundo viene a nosotros o mora en no-

    sotros el Espritu Santo, pues es un espritu pursimo que deningn modo puede ser visto ni odo. Nosotros por los sentidosslo conocemos las cosas visibles o corporales, y por ellas lle-gamos al conocimiento de las invisibles90, por eso no podemosconocer la venida o inhabitacin del Espritu Santo en nosotroscomo llegamos a conocer las cosas materiales, sino por otrocamino. Hay que advertir en efecto, que nosotros podemosconocer una cosa de dos maneras, a saber, o por los sentidos o por el entendimiento. Por los sentidos conocemos las cosasmateriales o corpreas, as, con los ojos vemos las cosas colo-readas, con los odos om