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1 Texto publicado en: Aurora García Ballesteros & María Luis García Amaral -coordinadoras-, Un mundo de ciudades. Procesos de urbanización en México en tiempos de globalización. Barcelona: GeoForum, pp. 120-135. DIVIDE Y VENDERAS: PROMOCION INMOBILIARIA DEL BARRIO DE ARTESANOS DE GUADALAJARA, 1898-1908 1 Luis Felipe Cabrales Barajas Mercedes Arabela Chong Muñoz La liberación de la propiedad corporativa de suelo: preludio del capitalismo inmobiliario profesional El tránsito entre el siglo XIX y XX supuso para Guadalajara una etapa de mutaciones urbanas caracterizada por el cambio de escala en el crecimiento de la ciudad, la profesionalización del negocio inmobiliario y la construcción de unidades urbanas periféricas cohesionadas a partir de la clase social o la extranjería. No obstante que se trataba de una modernización excluyente, desde la óptica urbanística se abrían para la ciudad espacios de oportunidad después de una larga fase de inmovilidad del mercado de suelo. Tal postración se explica por el predominio de la propiedad corporativa hasta mediados del siglo XIX, situación que se revierte en tiempo record: fueron suficientes 18 años para privatizar poco más de dos tercios de la superficie urbana retenida en manos del clero y del ayuntamiento (López Moreno, 1996: 196). El fermento de los nuevos procesos fue la modificación de las relaciones de propiedad raíz, producto de las leyes de reforma publicadas el 25 de junio de 1856. La “Ley Lerdo” que dispuso la desamortización de los bienes eclesiásticos a escala nacional, política secularizadora que se sincronizó localmente con la “Ley Degollado”, promulgada el 12 de diciembre de 1855, encaminada a enajenar suelo ejidal y terrenos urbanos de propiedad municipal. Ambos instrumentos, estudiados por López Moreno (1996: 153-205) dan cuenta de la materialización urbana de la ideología liberal: un discurso que proclama la libre circulación de bienes raíces bajo el principio de universalidad pero que terminó favoreciendo la concentración de propiedad en pocas manos. Quedaron así cimentadas las bases para ensayar prácticas inmobiliarias modernas: amplia disponibilidad física y mercantil de suelo, asimilación de ideologías urbanas reformistas por parte de las elites locales, incipiente formación de una clase media terrateniente que despliega estrategias como la construcción de viviendas baratas destinadas al alquiler (casas mínimas seriadas o cuartos de vecindad).

Texto publicado en: Aurora García Ballesteros & María …148.202.18.157/sitios/catedrasnacionales/material/2010a/luis... · La oferta inmobiliaria reproduce la imagen de la pirámide

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Texto publicado en: Aurora García Ballesteros & María Luis García Amaral -coordinadoras-, Un mundo de ciudades. Procesos de urbanización en México en tiempos de globalización. Barcelona: GeoForum, pp. 120-135.

DIVIDE Y VENDERAS: PROMOCION INMOBILIARIA DEL BARRIO DE ARTESANOS DE GUADALAJARA, 1898-19081

Luis Felipe Cabrales Barajas Mercedes Arabela Chong Muñoz

La liberación de la propiedad corporativa de suelo: preludio del capitalismo inmobiliario profesional El tránsito entre el siglo XIX y XX supuso para Guadalajara una etapa de mutaciones urbanas caracterizada por el cambio de escala en el crecimiento de la ciudad, la profesionalización del negocio inmobiliario y la construcción de unidades urbanas periféricas cohesionadas a partir de la clase social o la extranjería. No obstante que se trataba de una modernización excluyente, desde la óptica urbanística se abrían para la ciudad espacios de oportunidad después de una larga fase de inmovilidad del mercado de suelo. Tal postración se explica por el predominio de la propiedad corporativa hasta mediados del siglo XIX, situación que se revierte en tiempo record: fueron suficientes 18 años para privatizar poco más de dos tercios de la superficie urbana retenida en manos del clero y del ayuntamiento (López Moreno, 1996: 196). El fermento de los nuevos procesos fue la modificación de las relaciones de propiedad raíz, producto de las leyes de reforma publicadas el 25 de junio de 1856. La “Ley Lerdo” que dispuso la desamortización de los bienes eclesiásticos a escala nacional, política secularizadora que se sincronizó localmente con la “Ley Degollado”, promulgada el 12 de diciembre de 1855, encaminada a enajenar suelo ejidal y terrenos urbanos de propiedad municipal. Ambos instrumentos, estudiados por López Moreno (1996: 153-205) dan cuenta de la materialización urbana de la ideología liberal: un discurso que proclama la libre circulación de bienes raíces bajo el principio de universalidad pero que terminó favoreciendo la concentración de propiedad en pocas manos. Quedaron así cimentadas las bases para ensayar prácticas inmobiliarias modernas: amplia disponibilidad física y mercantil de suelo, asimilación de ideologías urbanas reformistas por parte de las elites locales, incipiente formación de una clase media terrateniente que despliega estrategias como la construcción de viviendas baratas destinadas al alquiler (casas mínimas seriadas o cuartos de vecindad).

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Se superaron de esa manera las mediaciones de la etapa previa: la iglesia no puede acaparar tierra, el Estado se desprende de la propia y facilita el negocio de particulares. Faltaba generar confianza política y consolidar una burguesía empresarial que profesionalizara el negocio inmobiliario, inducir un mercado consumidor de nuevos productos residenciales y difundir estilos de vida importados: el Porfiriato ofreció las condiciones propicias mediante los principios de orden, paz y progreso. De esta manera, el germen de las reformas de 1855-56 fructifica localmente como negocio inmobiliario en 1898 con las primeras promociones gestionadas por agentes privados2. Desde entonces proliferan colonias residenciales que rompen con el ciclo de vida urbano precedente. Hasta finales del siglo XIX la ciudad de Guadalajara reflejó un paisaje urbano heredero de la ciudad virreinal novohispana que daría paso al concepto de “colonia” término que alude a nociones modernizadoras guiadas por el higienismo y la búsqueda de espacios socialmente prestigiosos y funcionalmente homogéneos: solo admitirían el uso habitacional. La nueva oferta comenzó con las colonias Francesa y Americana, con superficies de 10 hectáreas y 13,8 hectáreas respectivamente, dirigidas a la clientela de altos ingresos. En conjunto, ambos espacios constituyeron lo equivalente al 2,5 % de la superficie total de la ciudad que era de aproximadamente 958 hectáreas en el año 19003. El espacio a estrenar podría alojar a 2.500 habitantes, apelando a la densidad media tradicional. Nada más alejado de la realidad: las nuevas colonias fraguarían su identidad a través de un modelo de baja densidad edificatoria lograda por la vía de construir lujosos chalets enclavados sobre espacios verdes. Dicha morfología facilitaba el acceso a generosas superficies urbanizadas: en la Colonia Francesa el lote promedio cubría 832 m2, mientras que en la Colonia Americana alcanzaban los 2.311 m2 (López Moreno, 1996: 255). Así se gestaron insólitos paisajes urbanos que llevaban la marca de las comunidades locales de origen extranjero más influyentes y que incorporaban preceptos europeos, tales como el plan parisino de Jorge Eugenio Haussmann y algunas normas aplicadas por Ildefonso Cerdà en el Ensanche de Barcelona. El anuncio estaba dado: la ciudad organizaría su expansión física guiada de la mano de promotores privados que impusieron esquemas urbanos reformistas. No obstante, la estratificación social pronto se vería reflejada en la apertura de nuevo tejido urbano. En 1903 entró en escena la tercera promoción inmobiliaria tapatía cuya principal originalidad fue la búsqueda del nicho popular de mercado: la Colonia Artesanos, misma que contraviene el esquema conceptual de sus predecesoras, al grado que una vez avanzado el proceso reutiliza el apelativo de barrio, más acorde a su composición social y mezcla de usos del suelo. El negocio inmobiliario durante el Porfiriato fue tan próspero que entre 1898 y 1908, la ciudad incorporó 13 unidades urbanas: en conjunto ofertaron 434,7 hectáreas (López Moreno 1996:220). Esto supondría que en una década la ciudad añadió un volumen de suelo edificable equivalente al 45 % de lo producido en tres siglos y medio. Una comparación todavía más sorprendente la aporta el número de solares puestos en el mercado: 8.011, cifra notable al conocer el dato que según el censo de 1900, Guadalajara contaba con 10.788 casas.

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Sin duda se trata del episodio más expansivo en la historia de la ciudad hasta aquel momento, lo que apuntala la idea del Porfiriato como período clave en la formación del capitalismo inmobiliario en la capital de Jalisco. El manejo superficial de las cifras sobre el tamaño de la oferta puede ocultar procesos que acompañan la contundencia del fenómeno y su propia velocidad: se trata de la consolidación de un esquema mercantilizador de suelo que impone un reacomodo espacial de los diferentes estratos sociales al tiempo que produjo nuevos paisajes residenciales. De acuerdo con López Moreno (1996:220), de las 13 promociones incubadas durante el Porfiriato cinco corresponden al estrato residencial alto (Colonias Francesa, Americana, Reforma, West End y Seattle), dos al estrato residencial medio (Moderna y Donato Guerra), uno al popular-medio (Villaseñor, después conocida como Santa Teresita) y cinco dirigidas a las clases populares (Artesanos, Hidalgo, Oblatos, Los Huertos y Geo-Ham). La oferta inmobiliaria reproduce la imagen de la pirámide social: el predominio de las clases populares, una clase media incipiente y la burguesía que representa una proporción minoritaria del tejido social pero que acapara el acceso a las innovaciones y al consumo suntuario, del que indudablemente el suelo urbano de calidad empezará a formar parte y contribuiría cada vez más en el cambio de escala de la segregación sociourbana. Este planteamiento pone a prueba la posibilidad de indagar acerca de las relaciones espacio-sociedad y de reflexionar sobre la estructura de clases. Más que dar luz para dimensionar la estratificación social, la lectura urbana a escala fina puede contribuir a definir algunos de sus atributos cualitativos y a detectar las dinámicas de su organización espacial. Desde el momento en que la producción de suelo y vivienda se convierte en un prolífico negocio, se puede considerar como una actividad económica emergente que genera ganancias y repercute en afianzar contrastes sociales por el desigual acceso a esos bienes. Desde la cumbre del poder político se llegó a afirmar que el régimen había favorecido la formación de clase media. En 1907 el presidente Porfirio Díaz aseguraba al periodista norteamericano James Creelman que “antiguamente no teníamos clase media en México, porque la mentalidad de la gente y sus energías estaban absortas en la política y la guerra…no había seguridad ni para vidas ni para propiedades. Una clase media no podía surgir bajo tales condiciones”. Krauze corrobora la existencia de clase media ya en el año de 1908 y afirma que ésta fue producto de la reforma juarista y la dictadura liberal de Díaz (1994:296). Al estudiar el tema de la propiedad en Guadalajara, Brandis y Mas documentan para 1889 el predominio abrumador de inquilinos: el 80% de las familias residían en régimen de alquiler (2003:32), lo que ofrecía un caldo de cultivo adecuado para estimular un mercado ávido de nuevos productos. Es lógico suponer que la producción y circulación de bienes inmobiliarios contribuyó a alimentar a una clase media que acumuló capitales en razón de su activismo como promotores de suelo urbano, constructores y casatenientes rentistas. Por el lado de la demanda inauguró la posibilidad de elegir espacios en los nuevos frentes de urbanización para colocar capitales y de esa manera forjar patrimonios particulares. El estudio detallado de las promociones y la propiedad inmueble puede contribuir a entender la formación de clases desde un enfoque dinámico y a documentar la

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configuración de paisajes urbanos: en definitiva a lograr un mejor conocimiento de la ciudad de la época y de la sociedad que le daba vida. La futura colonia Artesanos: las articulaciones entre el paisaje, la propiedad y la promoción inmobiliaria El predio en que se emplazaría el Barrio de Artesanos se revalora cuando adquiere una posición intersticial. El 2 de noviembre de 1896 se inauguró al norte de la ciudad, junto a la antigua garita, una pieza urbana que refrendaba el significado limítrofe del lugar: el Panteón Municipal, primer cementerio civil de la ciudad, colindante a su vez con Mezquitán, pueblo de origen indígena y hábitat rural que paulatinamente fortaleció su integración física y funcional con Guadalajara (Plano 1)

Plano 1: Alzado de sección central de la fachada del Panteón Municipal, 1896.

Entre el nuevo camposanto y el borde de la ciudad consolidada -representado por los barrios de El Santuario y Jesús-, quedó atrapado un polígono cuadrilongo constituido por tres parcelas diferenciadas que formaron parte del suelo municipal y que una vez privatizadas y agrupadas bajo la lógica inmobiliaria cubrieron una superficie de 21,80 hectáreas (Plano 2). El estamento popular del futuro barrio resultó de la combinación de varios factores: el sitio cargaría el contagio de su vecindad fúnebre y la proximidad con el pueblo de Mezquitán que ostentaba la condición de ser el más pobre de la ciudad (Curley, 2000:89). El suelo a urbanizar estaba seccionado diagonalmente por el remate de una barranca que cercaba el norte de la ciudad. Dicha depresión topográfica, consignada en la cartografía de la época como “Barranca de Alonzo” o “Barranca de Belén” afectaba dentro del predio que nos ocupa un tramo longitudinal de aproximadamente 500 metros. Su profundidad máxima alcanzaba los siete metros, por ejemplo en el punto central de una sección de 49,50 metros de ancho que era necesario salvar gracias a un puente que daba continuidad a la calle Mezquitán y permitía la conectividad entre el pueblo del mismo nombre y Guadalajara (Catastro 1916, manzana 155).

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Plano 2 Borde urbano en el norte de Guadalajara, 1896

Recorte del Plano General de Guadalajara de 1896 elaborado por el Ing. Agustín Bancalari. Al sur del nuevo Panteón se ubica el predio que acogería a la Colonia Artesanos. En su interior destaca el contorno de la Barranca de Belén y al oriente del terreno la línea del tranvía que conectaba con la comunidad de Mezquitán. En el vértice nororiental se representa la garita de Mezquitán, elemento que determinó el carácter fronterizo del sector y la posición externa de aquel pueblo. La conjunción de ingredientes naturales y significados simbólicos del territorio generó un paisaje rústico que no podía pretender su conversión en colonia de elite como la Francesa y la Americana. Seguramente los promotores entendieron bien el contexto y ensayaron una estrategia encaminada a ofrecer suelo a las clases populares para lo cual adoptaron un ingenioso esquema de parcelación. Francisco González Franco y Victoriano Orozco se encargaron de animar el proyecto, para lo cual formaron una asociación “en participación” toda vez que figuraron como dueños en común del predio. González desarrolló un papel protagónico en las labores de gestión burocrática, diseño del plano del barrio y promoción-comercialización del suelo, mientras que Orozco fungía como socio capitalista. Este último se presenta en la documentación legal como agricultor y siempre ocupó una posición subordinada. Es probable que sus principales intereses no estuvieran puestos en dicho negocio: su motivación posiblemente fue la de aprovechar la oportunidad de capitalizar en el corto plazo los dividendos que

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aportaría el negocio pero no tenía anhelos de convertirse en corredor inmobiliario como suponemos que si ocurría con González Franco. La asociación fue protocolizada el 5 de mayo de 1903, misma que decidieron rescindir el 14 de marzo de 19054. De tal forma, Francisco González Franco, que había ostentado la figura de director y administrador de la asociación durante un par de años queda como empresario único. Se trata de un personaje con un perfil profesional que probablemente le facilitó un buen manejo de las relaciones con la gente encumbrada del poder político. Durante la administración del Presidente Municipal, Ing. José S. Schiaffino (1901-1903), González Franco se desempeñó como Regidor5 y entre 1903 y 1906 fue Comisionado de Obras Públicas (Castillo, 2005:433). Su saber técnico se constata en el “Directorio de Ingenieros en Guadalajara, 1902”, publicado en el Boletín de la Escuela Libre de Ingenieros, donde Francisco González Franco -que ostentaba el título de agrimensor e hidromensor-, aparece en el listado de profesionales especializados en “levantamiento de planos” (De la Torre, 2000:226). El diseño urbano que proyectó para la colonia Artesanos encierra un particular interés. Contiene un trazo vanguardista en la planta de las manzanas que se articula con una propuesta social y mercantil consistente en generar espacios para una clientela que no era precisamente la de mayor solvencia económica. El más remoto antecedente del plano se registra el 10 de noviembre de 1899, cuando González Franco, en calidad de propietario de “un terreno situado al norte de la ciudad”, solicita “dividir en la forma y términos marcados en el plano que acompaño”. Argumenta que el ornato público de la ciudad se beneficiaría con esa división, por lo que pide autorización “para proceder a la apertura de las calles en el sentido que marca el plano expresado”6. El 14 de noviembre, sólo cuatro días después de realizada la petición, el ayuntamiento emite una respuesta favorable aunque condicionada a “la inspección y vigilancia de la Comisión de Obras Publicas”7. En aquel momento González Franco no explicita la intención de comercializar suelo como tampoco existen referencias al nombre “Artesanos” sino a la “Colonia Nueva”, posiblemente como un nombre genérico o provisional. Por lo visto se trataba de un adelanto de la primera fase del proceso de urbanización. La historia fundacional del nuevo espacio se centra en 1903, una vez constituida la asociación González Franco-Orozco, lo que permitió iniciar la venta de suelo. Los promotores publican en “El Express Universal” un anuncio encabezado con la leyenda Nueva Colonia de Artesanos. Prometía “Buen clima. Buena agua” y abría la posibilidad de comprar “lotes de todos tamaños y precios pagaderos con pequeños abonos cada mes” (El Express Universal, 10 de noviembre de 1903). La inserción periodística denota el propósito de adherirse a la inercia inmobiliaria que arrancó con las promociones burguesas cinco años antes. En realidad el único denominador común que ofrecía la Artesanos era el uso del apelativo “colonia”, quizá como un gancho publicitario pero la propia leyenda permite intuir que se trataba de un producto lo suficientemente flexible para aceptar a diversos estratos aunque siempre cargados hacia los escalones medios y bajos de la pirámide social. La determinación del segmento de mercado no dependió del precio unitario del suelo sino en gran medida del diseño urbano elaborado por Francisco González Franco, es decir, no existe una relación unívoca entre precio del suelo y clase

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social. El plano definitivo que contiene la división parcelaria presenta varias singularidades. Conformado por 24 manzanas, presenta en 18 de ellas un espacio central8, que también tiende a ser cuadrado, conocido coloquialmente como “corazón de manzana”. Una vez hecho el trazo, la superficie comprendida entre el frente de calle y el corazón de manzana constituyó bordes que se dividieron en pequeños lotes seriados (Plano 3).

Plano 3

Fragmento del plano de la Colonia Artesanos, 1903

Plano de la Colonia de Artesanos de 1903 elaborado por el Ing. González Franco. El diseño urbano del Barrio: corazones de manzana rodeados por lotes seriados. La manzana 148 fue planeada para alojar a la iglesia y a la plaza, lo que marcaría la centralidad acentuada por el encuentro de los chaflanes en las cuatro manzanas. Dadas las imperfecciones del cuadriculado de las manzanas y sus variaciones en cuanto a tamaño, los lotes manifiestan superficies e incluso formas diversas, aunque puede identificarse como prototipo la parcela de 10 metros de frente por 20 de fondo. Esto facultaba la potencial entrada de la clientela popular ya que el lote medio equivalía al 24 % de superficie si se compara con la Colonia Francesa o al 8,6 % en relación con la Colonia Americana. Conviene insistir en que el determinante de la configuración social del barrio fue el diseño urbano y el tamaño de los solares antes que el precio del suelo, mismo que suele funcionar como mecanismo de selección social. Al analizar los contrastes de precio entre las colonias Americana, Francesa y Artesanos, López Moreno (1996:246) corrobora que la banda diferencial de precios no era muy ancha, e incluso hay momentos en que los valores de la Francesa llegan a ser menores que en la Artesanos. Por ejemplo, para el año 1903, el valor medio tasado por metro

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cuadrado para la Colonia Francesa es de $ 0,28, mientras que para la Americana se sitúa en $ 0,42 y la Artesanos en $ 0,32. Atomizar la propiedad respetando en la medida de lo posible el tamaño y el formato de las manzanas que la trama ortogonal había reproducido desde la fundación de Guadalajara en 1542, demandó una apuesta arriesgada que consistió precisamente en reservar grandes parcelas internas, casi desvinculadas de la calle. La entrada a los corazones de manzana se resolvía, según el plano original, mediante un corredor diagonal con arranque en esquina, aunque en la mayoría de los casos el acceso sería a través de un lote estándar situado a la mitad de la cuadra. Pero ¿cuál fue la lógica comercial que inspiró la existencia de los corazones de manzana? ¿fue un resultado inevitable del trazo de los pequeños lotes? ¿cómo se resolvería la relación forma-función?. Viene al caso referir las similitudes con el Ensanche de Barcelona que había diseñado Ildefonso Cerdà en 1859. Si bien el ejemplo de Guadalajara resulta técnicamente modesto e incluso desde el punto de vista social es decididamente popular9, son llamativos los paralelismos formales: centros de manzana, presencia de chaflanes10 y para colmo el nombre de la iglesia que haría las veces de centro simbólico: al igual que la capital catalana, en Guadalajara se dedica a La Sagrada Familia11. No obstante, una comparación más atenta permite corroborar que las analogías resultan superficiales pero ello no cancela la posibilidad de que el diseño del plano de la Colonia Artesanos haya sido influido, al menos gráficamente por los principios de Cerdà. El influjo internacional ejercido por el urbanismo catalán no necesariamente era monopolizado por la ciudad de México. La capital, ciudad con mayor grado de madurez intelectual y urbanística, tampoco tendría por que ser paso obligado para la importación de las ideas venidas del extranjero, más aún en sitios como Guadalajara donde florecía la enseñanza de la ingeniería12 y se canjeaban revistas científicas principalmente europeas: francesas, españolas, italianas y portuguesas (De la Torre: 2000: 158). Fernández (2002: 214) refiere que producto de un viaje a Europa, Don Justo Sierra Méndez elogió el ensanche de Barcelona. Incluso se diseñó en 1894 una trama similar para la ciudad de México por parte de Salvador Malo, agente inmobiliario quien por cierto dedica el proyecto “al ciudadano presidente de la República, General Porfirio Díaz”. El plano de referencia, del que desgraciadamente no se conoce un texto que lo respalde, guarda evidentes analogías con el esquema del Ensanche de Cerdà si se atiende a la escala general, no obstante el del Barrio de Artesanos quizá comparte mayores semejanzas si se observa la escala parcelaria, pero además tiene a su favor el haberse materializado, lo que no ocurrió con el de la ciudad de México. El primer hecho a destacar en la comparación Guadalajara-Barcelona es la escala y los alcances de cada intervención: el proyecto del Ensanche tenía un sólido respaldo científico y en cierto modo, antes que levantar un barrio pretendía la refundación de la ciudad (Busquets, 2004:131). La iniciativa de Cerdà comprendió 880 hectáreas, es decir, 40 veces mayor que la Colonia Artesanos. Es necesario señalar que Barcelona estaba inmersa en pleno proceso de industrialización al grado de convertirse en la “fábrica de España” durante el siglo XIX.

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Por otro lado respondía históricamente al modelo mediterráneo de ciudad compacta, donde prima la edificación en altura y de lo cual se derivaban elevadas densidades demográficas: la ciudad intramuros, es decir, previa al Ensanche alojaba en 1859 a más de 150.000 personas, lo que se traducía en una densidad de 850 habitantes por hectárea (Busquets, 2004:122) y de ahí las tensiones sociales y problemas de sanidad. Ildefonso Cerdà procuró apegarse a postulados higienistas que aconsejaban destinar el 50 % del suelo a jardines, y la solución técnica fue precisamente el patio de manzana con lo que se lograría un tejido urbano esponjado aun manteniendo estructuras compactas, que en algunos casos tendrían edificios por los cuatro costados y en otros solamente por dos. El urbanista catalán determinó la secuencia “manzana de 113 metros – calle de 20 metros de ancho”13, aunque existían vialidades de mayor jerarquía, las intermedias de 30 metros y las vías principales: la Avenida Diagonal, Las Cortes Catalanas y Meridiana con 50 metros de ancho. Las manzanas regulares resultaron en una superficie de 12.432 m2 y una organización interna de parcelas de 400 m2. En la Colonia Artesanos los trazos cuadriculados son imperfectos: un análisis planimétrico permite determinar, si el caso fuera identificar la manzana regular, que ésta es de 88 metros por lado y una superficie de 7.800 m2, equivalente al 63 % del suelo consumido por la manzana barcelonesa. En lo que se refiere a la estructura viaria, la Colonia Artesanos cuenta con un sistema de calles con anchuras de entre siete y diez metros -incluidas aceras- , producto de la proyección natural de las vías colindantes. En orden jerárquico superior se trazó de oriente a poniente la calle Jesús García y de sur a norte la calle Cruz Verde, ambas con una anchura que oscila entre 16 y 18 metros con lo cual se configuró un sistema perpendicular de interconexión con los espacios vecinos. La amplitud de Cruz Verde respondió a la lógica funcional y fachadista de la futura iglesia de La Sagrada Familia, gracias a lo cual amplió su perspectiva. A pesar de la poca flexibilidad que ofrecía el modelo de damero, el plano callejero es el ingrediente que contribuye a dar un toque diferenciador a la Colonia Artesanos. En su tramo histórico la Calle Cruz Verde mantiene un ancho de 10,64 metros y al llegar a la intersección con la calle Ventanitas aumenta su holgura a 17,68 metros: es la bienvenida al barrio que se corona con el perfil del templo de La Sagrada Familia14 (Fotografía 1).

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Fotografía 1: Vista actual de la calle Cruz Verde y la iglesia de La Sagrada Familia. Al descubrir los corazones de manzana, López Moreno anticipó la idea de su probable carácter público o semipúblico “como talleres o como lugares abiertos para acoger pequeñas unidades productivas de diversa índole” (2001:136). Una vez analizado el proceso de compra-venta de solares esa posibilidad se debilita, por no decir que se descarta puesto que el suelo estaba sujeto a los mismos mecanismos de libre mercado que los pequeños lotes típicos. Quizá por eso el anuncio de prensa refiere la oferta de lotes de “todos tamaños”. De ahí la docilidad del patrón de comercialización, donde bien pudo aplicarse la consigna “al cliente lo que pida” o la metáfora “divide y venderás” que a todas luces resultó cierta. Ello da cuenta de un esquema que se reduce a vender suelo pero no a producir ciudad bajo un modelo prefigurado como se pretendía en las colonias Francesa y Americana o con la sofisticación planificadora del Ensanche de Barcelona. A lo más que se llegó fue a reservar suelo para alojar a la futura iglesia y plaza en la manzana 148, aunque no queda clara su donación al patrimonio público, por lo menos en esa fecha. En el segundo apartado del acta constitutiva de la Asociación se señala que “El señor González formará el plano de la colonia con división de calles, manzanas y lotes, pudiendo reservar algunos de éstos para edificar mercado, iglesia o algún otro edificio para la colonia”15. La colonia Artesanos adquiere tonos populares al grado de autoaceptarse como barrio, situación que legitimaba la mezcla de usos de suelo. Pero no solo eso: si

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bien la oferta de pequeñas parcelas atrajo a ciudadanos con pequeña capacidad de compra, también se concretó la obtención de suelo por parte de pequeños capitalistas, tal como intentaremos demostrarlo adelante. Los principios de mercado inducidos a través del diseño urbano de las primeras colonias de Guadalajara probaron su eficacia para contribuir a estratificar socialmente el consumo de suelo: los pobres no podían comprar lotes en las colonias burguesas ya que las grandes superficies ofertadas los hacían inalcanzables a sus capacidades económicas, además de que no eran sujetos de crédito. El sentido inverso si era posible: personas con probada capacidad económica podían comprar en el futuro barrio popular, bien fuera con un afán especulativo o incluso se produjeron casos en que personas con perfil clasemediero levantaron fincas que sin llegar a ser ostentosas, por sus arquitecturas pretenciosas introdujeron diversidad al paisaje residencial. De ahí que a la mezcla de usos deba agregarse la mixtura social, ingredientes con los que años mas tarde se forjaría la personalidad del barrio. Para desentrañar el origen identitario del lugar, además de estudiar el plano es necesario abordar las causas que llevaron a bautizarlo con el apelativo Artesanos. A falta de fuentes que permitan documentar el hecho como decisión personal de González Franco, resulta pertinente especular sobre el tema. Durante el siglo XIX el artesanado mexicano sufre un doble embate: primero la política fiscal y arancelaria encaminada a la apertura de mercados a lo que luego se sumó el estímulo industrializador por la vía de compra de maquinarias modernas, proceso fomentado por el Estado y que afectó principalmente al ramo textil. El embrión inicial fue la fundación en 1830 del Banco de Avío: “impulsado por Lucas Alamán, fue el primer banco de fomento que se creó en el México independiente y pretendía reunir un fondo de un millón de pesos con la intención de ayudar a particulares en la compra de maquinaria e impulsar la industrialización del país” (Illades, 2001: 55). Diversos estudios de Illades (2001) documentan las mutaciones propias de la ideología liberal: de un artesanado gremial se transita a un artesanado libre, lo que lleva implícito cambios como la incorporación del trabajo asalariado y la disociación entre casa y taller, que a su vez suponía nuevas formas de organizar el espacio y administrar el tiempo. Estas novedades fueron percibidas por los artesanos como una amenaza a sus intereses, de ahí que surgieran en diversas ciudades del país movimientos asociativos a través de agrupaciones, genéricamente conocidas como “mutualidades” que intentan reivindicar el papel de la clase trabajadora, por ejemplo la Sociedad Patriótica para el Fomento de las Artes constituída en Puebla en el año de 1827, la Sociedad de Artesanos de Guadalajara en 1850 y la Sociedad Particular de Socorros Mutuos de la ciudad de México en 1853. Tal caldo de cultivo propició la fundación del Gran Círculo de Obreros de México en el año de 1872. Así se forjó una representación positiva y dignificadora de los trabajadores y dentro de ese término genérico los artesanos urbanos ocupaban una posición privilegiada. El marketing de las primeras promociones inmobiliarias del país refleja la estrategia de utilizar apelativos asociados a la extranjería (Colonias Francesa y

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Americana), pero también estamentos profesionales. La primera colonia de la ciudad de México, creada en 1858 recibió el nombre de Arquitectos. Su promotor Francisco Somera tuvo la idea de “formar una colonia campestre para los arquitectos y estudiantes de arquitectura de la Academia de San Carlos” (Morales, 1978: 212). Por su parte el empresario Rafael Martínez de la Torre había creado, también en la ciudad de México la colonia Guerrero, explícitamente dirigida a obreros y artesanos, inaugurada el 5 de mayo de 1874, el mismo día que se estrenó con un gran baile el salón del Gran Circulo de Obreros (Morales, 1978a: 33). Con estos antecedentes es comprensible la elección del nombre de Artesanos, vocablo que reafirmaba una conciencia de clase pero antes que eso funcionaba como inductor de un imaginario colectivo encaminado a buscar clientes que se identificaran con dicho concepto. La venta de suelo en la Colonia Artesanos entre 1903 y 1908: sincronía entre oferta y demanda El horizonte temporal para reconstruir el comportamiento de la demanda abarca de 1903 a 190816, periodo para el cual documentamos la celebración de 407 operaciones de compraventa, es decir el 50,18 % de los 811 lotes disponibles. En términos de superficie significa la venta de 97.701,13 m2 de los 187.333,75 m2 de suelo vendible, lo que equivale al 52,15 %. El primer registro corresponde al lote 1 de la manzana 73-74 comprado el 18 de junio de 1903 por Margarita Temblador a un costo de $ 100,00. Se trata de un terreno con línea de fachada de 23,50 metros hacia la calle Ventanitas y 32 metros de fondo, lo que significa un costo de $ 0,13 por m2. El análisis de los datos permite clasificar a la clientela en dos categorías: los “medianos compradores” como llamamos a las personas que adquirieron más de 1.000 m2, independientemente del número de lotes. Ninguno rebasó el tope de 6.400 m2, de ahí la razón para no abrir la categoría de “grandes compradores”17. Los “pequeños compradores” adquirieron suelo por debajo del umbral señalado, la mayoría guiados por el valor de uso, es decir, la motivación fue edificar una vivienda para ocuparla (Cuadro 1).

Cuadro 1 Tipología de compradores, Colonia Artesanos, 1903-1908

No. de compradores

Lotes comprados

Superficie comprada (m2)

Superficie promedio por comprador (m2)

Medianos (compraron más de 1.000 m2)

15 100,5 34.739 2.316

Pequeños (compraron menos de 1.000 m2)

224 306,5 62.962 281

Total 239 407 97.701 409 Fuente: Elaboración propia con información recabada en el Archivo del Registro Público de la Propiedad del Estado de Jalisco. Sección Instrumentos Públicos.

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Entre los 15 medianos compradores, destaca José Vaqué, quien se hizo de 6.383 m2. El patrón de localización de sus adquisiciones delata la tendencia al acaparamiento en seis manzanas contiguas (la 73-74, 87, 137, 140, 141 y 142), y a su vez se percibe el afán de apropiarse de lotes que forman pequeñas agrupaciones seriadas (Plano 4). En las manzanas referidas se ubican 25,518 de las 33,5 parcelas adquiridas y en particular destaca la tendencia a concentrar en la calle Sarcófago, entre la calle de Quinta y la de Puebla, donde se emplazan 21,5 de esos lotes. Esto bien pudo estar motivado por la proximidad con la manzana 148 que en plano original proyectaba la iglesia y una pequeña plaza y por tanto se infería la futura centralidad que preludiaba la generación de plusvalía (cuadro 2).

Plano 4 José Vaqué, compra de lotes, 1903 – 1908

73 72

7174

87

137138

56143142

141140139

144145146147

148149

155154153

152151150

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CALLE DE VENTANITAS

CALLE DEL SARCOFAGO

CALLE DE BUENAVISTA

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UIA

Barrancade Belén

56-A

Nota: en la nomenclatura actual la calle Montenegro corresponde a Jesús García, Buenavista a Arista, Sarcófago a Eulogio Parra, Ventanitas a Francisco Zarco y Quinta a Juan N. Cumplido. La calle Moro despareció con la apertura de la Av. Federalismo en la década de 1970.

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En relación con la barranca que disectaba el terreno, casi todas las propiedades de Vaqué se ubican en el sector suroriente que gozó de la preferencia de los primeros clientes en función de su colindancia con el tejido urbano consolidado. Esta porción se oponía al vértice nororiente, menos cotizado dado su alejamiento y su colindancia con el cementerio de Mezquitán. José Vaqué se ostentaba como comerciante, oficio que seguramente llevó al terreno inmobiliario, al especular con las propiedades adquiridas19. En lo que atañe a los “pequeños compradores”, los oficios manifestados en los protocolos de compraventa permiten caracterizar a la clientela popular o clasemediera: de un total de 168 casos consignados, 53 eran comerciantes (el 31,5 %), 39 manifestaron ser artesanos (23 %), 17 trabajaban como albañiles (10 %) 10 se desempeñaban como jornaleros (6 %) y 9 afirmaron ser empleados (5 %). A pesar de no contar con el registro completo de los oficios y de que se utilizan términos genéricos, queda bien reflejado un perfil donde predominan los comerciantes, categoría de gran arraigo en la vida económica de Guadalajara y por otro lado destaca el propio termino “artesano” que 39 compradores de suelo utilizaron para autodefinir su actividad (Cuadro 3).

Cuadro 2 Medianos compradores, Colonia Artesanos, 1903-1908

Propietario Superficie Lotes José Vaqué 6.383 33,5 Luciano Julián Alfonso Guillot 5.078 13 Bernabé Coronado 3.154 7 Cesáreo Beltrán 2.855 4 Enrique y Alfonso García 2.520 6 Benito Meza 2.314 2 Dr. Joaquín Baeza Alzaga 2.229 3 Isidro Luna 1.572 4 Fermín Amescua 1.525 1 Tomás Romero 1.405 8 Pbro. Ignacio Lazcano 1.319 4 Julia Godínez 1.295 6 Isidro Navarro 1.090 4 Arcadio Alatorre 1.000 4 Teodulo López 1.000 1 Total 34.739 100,5 Fuente: Elaboración propia con información recabada en el Archivo del Registro Público de la Propiedad del Estado de Jalisco. Sección Instrumentos Públicos.

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El carácter de pequeños compradores se refuerza al verificar que el universo de 224 personas identificadas, adquirió 306,5 lotes que corresponden a 62.962 m2. El 2 % compró medio lote, el 69 % de los clientes adquirió un lote, mientras que 18 % se hizo de dos. El restante 11 % realizó compras de entre tres y cinco lotes, tal como se señaló antes, sin superar 1.000 m2 (Cuadro 4).

Cuadro 3 Oficios de los compradores de lotes,

Colonia Artesanos, 1903-1908 Comerciante 53

Artesano 39 Albañil 17

Jornalero 10 Empleado 9

Pintor 4 Labrador 4 Cargador 4 Industrial 3

Sastre 3 Presbítero 2 Curtidor 2

Mecánico 2 Abogado 2

Maestro de obras 2 Varios* 12 Total 168

* Se incluyen los oficios de gendarme, zapatero, sirviente, médico, electricista, filarmónico, horticultor, profesora, carrero, carrocero, fotógrafo y militar, uno en cada caso. Fuente: Elaboración propia a partir de información recabada en el Archivo del Registro Público de la Propiedad del Estado de Jalisco. Sección Instrumentos Públicos.

Cuadro 4 Pequeños compradores, Colonia Artesanos, 1903-1908

Total Compradores 224 Total número de lotes 306,5 Total superficie comprada 62.962,2 m2 Compraron medio lote 4 2% Compraron 1 lote 156 69% Compraron 1,5 lote 8 3,5% Compraron 2 lotes 41 18% Compraron 3 lotes 10 4,5% Compraron 3,5 lotes 1 0,5% Compraron 4 lotes 4 2% Compraron 5 lotes 1 0,5% Fuente: Archivo del Registro Público de la Propiedad. Estado de Jalisco. Sección de Instrumentos Públicos.

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En lo que respecta al ritmo general de ventas destaca el auge observado en 1904, 1905 y 1906, años en los que se vendieron 105, 79,9 y 94 lotes respectivamente, lo que equivale al 68,5% del total de ventas del periodo analizado (Gráfico 1). Es probable que 1903 haya servido como periodo de prueba, tanto para los oferentes como para los compradores ya que sólo tenemos identificados 20 registros de compraventa, aunque hay que considerar que el proceso inició en el mes de junio. Durante los años 1907 y 1908 las ventas fueron de 65 y 43,5 lotes, respectivamente. La información disponible no permite conocer las causas del declive. Una hipótesis apunta a la competencia desatada por la ampliación de la oferta en la ciudad que se verifica precisamente durante esos dos años20.

Gráfico 1

RITMO DE VENTA DE LOTESCOLONIA ARTESANOS, 1903 - 1908

Fuente: Elaboracion propia a partir de informacion recabada en el Archivo del Registro Publico de la Propiedad del Estado de Jalisco. Seccion Instrumentos Publicos .

4,548.8

24,352.84

20,969.89

22,584.95

13,788

11,458

20

10579.5 94

6543.5

1903 1904 1905 1906 1907 19080

5,000

10,000

15,000

20,000

25,000

30,000

Superf icieLotes

En promedio se vendió un lote cada 4,5 días durante el período comprendido entre el 18 de junio de 1903 y el 7 de septiembre de 1908. La elección de las propiedades y la formación de precios del suelo observa una dinámica interna que permite constatar el significado de la presencia del cementerio de Mezquitán y la Barranca de Belén. El sector suroriental gozó de mayor preferencia durante el período analizado, al tiempo que manifiesta concentración de lotes caros -más de 30 centavos por m2-, particularmente en las manzanas 56 y 144, ambas vinculadas con la calle de Mezquitán y por tanto mejor comunicadas a través del tranvía y más próximas al tejido urbano consolidado. En contraparte, las seis manzanas con frente al cementerio reflejan ventas exiguas. Para la comprensión del comportamiento de las operaciones de venta y la formación de precios de suelo debe tomarse en consideración el efecto de

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distorsión provocado por la barranca21: se rehuye comprar en sitios topográficamente deprimidos, y cuando ello ocurre el suelo resulta más barato -menos de 20 centavos por m2-, tal como se muestra en la manzana 142 (Plano 5). En cambio, la manzana 145, al contagiarse de la cotización experimentada por la manzana 144 resulta parcialmente demandada. En cuanto al destino que seguirían los corazones de manzana, la fase de ventas analizada permite validar la certeza de su plena inserción en el libre mercado y por tanto se desechan posibles intentos de generar espacios públicos o semipúblicos. Acorde al patrón generalizado de ventas, los corazones ubicados en el sector suroriental son los que tuvieron una demanda más temprana. Durante las décadas posteriores se levantarían sobre ellos diversos tipos de viviendas como casas de vecindad o pequeños edificios de departamentos, mientras que otros servirían a usos terciarios, desde talleres de servicio automotriz hasta restaurantes, e incluso actualmente se presentan secciones baldías. Es difícil realizar una valoración global de los resultados de la promoción inmobiliaria sin tener datos precisos sobre las tasas de ganancia obtenidas -y sin conocer la evolución posterior a 1908-, sin embargo el buen ritmo de ventas invita a pensar que la estrategia ideada por González Franco tuvo resultados comercialmente positivos mediante la captación de pequeños ahorradores que encontraron un producto que se adaptaba a su solvencia y posiblemente también a su noción de ciudad. López Moreno destaca que el 100 % de las operaciones fueron realizadas de contado (1996:254), hecho que refuerza la sintonía entre oferta y demanda.

Plano 5 Precios del suelo. Lotes vendidos en el periodo 1903-1908

CA

L LE

DE

MU

NG

UIA CALLE DE MONTENEGRO

CALLE DE BUENAVISTA

CALLE DEL SARCOFAGO

CALLE DE VENTANITAS

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150 151152

153 154155

149 148147 146 145

144

139140 141

142 14356

138 137

87

74 71

7273

0.04 - 0.190.20 - 0.240.25 - 0.290.30 - 2.27

Barranca de Belén

Rangos de precios (pesos)

Fuente: elaboración propia a partir de información del Archivo del Registro Público de la Propiedad del Estado de Jalisco. Sección de Instrumentos Públicos.

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Conclusiones Las evidencias presentadas permiten inferir que la estrategia de atomizar el suelo en pequeñas parcelas fue clave para el aparente éxito en la promoción inmobiliaria de la Colonia Artesanos. El diseño urbano tuvo un papel más relevante que el precio del suelo para definir la formación social resultante. El acierto fue abrir una oferta formal para un nicho de mercado amplio y no tanto para la población de alta solvencia económica puesto que dicho segmento ya contaba con opciones en las colonias Francesa y Americana. Se trata, por tanto, de un notable antecedente en la formación capitalista de nichos de mercado popular. La concordancia entre la oferta y la demanda permitió la construcción social de un barrio obrero semejante a los que previamente existían en la ciudad. La novedad consistió en probar un esquema de mercado capitalista a una nueva escala: el estrenar suelo “planificado” en espacios amplios, así como la puesta en práctica de saberes técnicos y mecanismos de gestión que aportarían experiencias para el futuro desarrollo urbano y generarían un singular paisaje urbano (plano 6). La diversidad de prácticas desplegadas por los agentes inmobiliarios durante el Porfiriato contribuyó a trazar el modelo urbano que posteriormente seguiría Guadalajara. Se trata de una etapa efervescente en la que el negocio del suelo adquiere una creciente importancia como escenario de acumulación de capital y forma parte de un complejo proceso de reterritorialización de las relaciones de propiedad una vez superada la fase del corporativismo que mantuvo vigencia hasta mediados del siglo XIX. Tal proceso constituye el primer gran impulso hacia la configuración de una ciudad de propietarios -en lugar de una ciudad de inquilinos-: la nueva estructura de propiedad que se va forjando quizá no atempera notablemente las desigualdades sociales pero si contribuye a redistribuir el suelo como uno de los ingredientes patrimoniales más valorados. No obstante es necesario tomar en cuenta que el Estado no estaba preparado para regular el crecimiento urbano, la solución de las necesidades de infraestructuras y equipamientos dependía en buena medida del voluntarismo de los promotores, lo cual acentuaba las desigualdades en la producción de ciudad. Los instrumentos se restringían a reglamentos de aspectos puntuales -por ejemplo el alineamiento de las aceras- y a labores de inspección municipal por parte de funcionarios de obras públicas. Los estudios sobre la morfología urbana e historia de la propiedad en Guadalajara son escasos: se trata de una línea de investigación subvalorada, no obstante que se cuenta con ricos acervos documentales y fuentes cartográficas que pueden alimentar la búsqueda de nuevos conocimientos desde una perspectiva dinámica que considere los vínculos entre el espacio urbano y los sujetos históricos que sobre él han desplegado sus valores y relaciones de poder. Si una ciudad ignora la labor de sus artífices materiales, su historia estará sesgada o incompleta. El análisis de las promociones inmobiliarias a escala fina puede dar luz sobre la diversidad de paisajes urbanos y también ayuda a entender tensiones sociales y conflictos ambientales históricamente construidos.

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Plano 6

Representación isométrica del paisaje urbano en 1906

Recorte del Plano Guadalajara a principios del siglo, elaborado probablemente por Grant Higley, en 1906. Borde urbano en el norte de Guadalajara. El paisaje del barrio de Artesanos exhibe con nitidez la morfología definida por los corazones de manzana. Creemos que la localización de las casas dibujadas no es rigurosa pero aún así se perciben las diferencias de densidad entre los sectores norponiente y suroriente. En las manzanas que anteceden al cementerio la barraca está representada, aunque su longitud se minimiza. Bibliografía AGUIRRE, Carlos (1978). “La promoción de un fraccionamiento: Santo Tomás”, en Alejandra Moreno Toscano -coordinadora- Ciudad de México. Ensayo de construcción de una historia. México, D.F.: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Colección Científica, No. 61, pp. 217-224. BRANDIS, Dolores y Rafael Mas (2003). “Propiedad inmobiliaria y morfología urbana: Guadalajara en los inicios del Siglo XX”. En: Geocalli, Cuadernos de Geografía, No. 8. Universidad de Guadalajara, pp. 13-67. BUSQUETS, Joan (2004). Barcelona. La construcción urbanística de la ciudad compacta. Barcelona: Ediciones del Serbal, 471 p.

20

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Notas 1 Los autores agradecemos al Dr. Eduardo López Moreno habernos contagiado el interés por profundizar en el estudio de la historia urbana del barrio de Artesanos y por facilitarnos información que permitió alimentar esta investigación. También nuestro reconocimiento a Jesús Castillo Martínez quien realizó el acopio de los registros de compra-venta en el Archivo Histórico de Jalisco y al Laboratorio de Nuevas Tecnologías del Departamento de Geografía de la Universidad de Guadalajara por su asesoría para elaborar los planos 3 y 4. 2 En la ciudad de México existen ejemplos de creación de fraccionamientos en forma inmediata a la promulgación de las Leyes de Reforma. Morales ha estudiado entre otros, el caso de la Colonia de los Arquitectos, la primera en la ciudad de México -y posiblemente del país-, promovida por Francisco Somera en 1858. No obstante se trata de una coyuntura en la que posiblemente el ciclo de vida de la ciudad no presentaba condiciones de demanda real en el extrarradio urbano: “buena parte de los compradores habían adquirido los lotes para construir una casa de campo o simplemente como una inversión que en cualquier momento transferían a otra persona. Son pocos los casos de compradores que realmente se van a vivir a la colonia” (Morales, 1978: 213). En otras ciudades del país el desarrollo de fraccionamientos es tardío si se compara con la ciudad de México y aún con Guadalajara. Por ejemplo en Puebla donde “parece no haber existido un proceso de creación de fraccionamientos y colonias a finales del porfiriato” (Contreras, 1992: 340). 3 Guadalajara contaba con 101.208 habitantes en el año 1900. 4 Archivo de Instrumentos Públicos del Estado, Notario Manuel F. Chávez, Vol. 29, No. 131, 5 de mayo de 1903 y No. 97, 14 de marzo de 1905, respectivamente. 5 El 4 de septiembre de 1901 formó parte de la comisión municipal que recibió las obras para el abastecimiento de agua en San Andrés, acto en el que participó el Gobernador del Estado, General Luis C. Curiel (Gobierno Supremo…1903: 499-502). 6 Archivo General Municipal de Obras Públicas, Expediente 16, ramo Obras Públicas, 10 de noviembre de 1899. 7 Archivo General Municipal de Obras Públicas, Expediente 16, ramo Obras Públicas, 14 de noviembre de 1899. 8 En sentido estricto se pueden contabilizar 21 casos ya que en las manzanas 145, 137 y 138 tal espacio se presentaba subdividido en dos partes iguales. 9 El carácter popular del barrio se refleja en modestas casas unifamiliares generalmente de una planta. En el caso de Barcelona, Ildefonso Cerdà planteó un barrio interclasista y observa crecimiento en altura. 10 Los chaflanes del barrio de Artesanos tienen una longitud de dos a tres metros, mientras que los de Barcelona llegan a 20. 11 No existe certeza de que el proyecto original haya contemplado dedicar la iglesia a la Sagrada Familia. El antecedente fue una construcción rudimentaria que empezó a funcionar en 1910, conocida como “Capilla del llanito”. La edificación de la iglesia actual comenzó en 1948 bajo la

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promoción del sacerdote Trinidad Mora, e intervinieron los ingenieros Luis Ugarte y José Luis Amezcua. La monumental obra fue concluida en 1958 (entrevista realizada el 17 de julio de 2006 al señor cura Juan Manuel Ramírez Rubio en la notaria de la iglesia). 12 El estudio de De La Torre (2000) documenta el desarrollo de la profesión en diversos estados del país. En el caso de Guadalajara un antecedente importante es el Instituto de Ciencias creado en 1827, aunque el periodo más fecundo fue entre 1873 y 1883 (2000: 111). Francisco González Franco se tituló precisamente durante este lapso. 13 Cerdà adoptó el prototipo de manzana de 113 metros a partir del cálculo de una densidad de 43 habitantes por edificio para lo cual consideró planta baja y dos pisos y edificación por dos lados de la manzana (Corominas, 1999: 217). Además de analizar las necesidades y condiciones locales, Cerdà realizó un estudio comparativo de diversas ciudades con planos reticulares, entre las que destacó la influencia que ejerció la trama urbana de Buenos Aires, con manzanas de 116 metros. 14 El impacto visual de la iglesia hubiera sido mayor si se hubiera respetado el trazo observado en el plano de González Franco, donde aparece proyectada con fachada en posición de chaflán mirando hacia el ángulo sureste, tal como se observa en el Plano 3. 15 Archivo de Instrumentos Públicos del Estado, Notario Manuel F. Chávez, Vol. 29, No. 131, 5 de mayo de 1903. 16 El análisis de las operaciones realizadas entre 1903 y 1908 resultó suficiente para descubrir la formación de precios y las preferencias espaciales al interior de la colonia. Continuar la búsqueda probablemente implicaría un costo más elevado que los beneficios que reportaría, sin embargo permitiría documentar nuevos eslabones del proceso, por ejemplo la reventa de lotes. 17 Esto no excluye la posibilidad de que entre nuestro universo existieran personas que en forma simultánea a sus operaciones en el barrio de Artesanos hubieran comprado suelo en otras colonias o barrios de la ciudad. 18 La compra de “medias parcelas” fue una práctica común, hecho que refuerza aún más el carácter flexible de la promoción. 19 El cotejo de las propiedades de Vaqué con respecto al Catastro de 1916 permite corroborar que para entonces ya se había desprendido de los lotes adquiridos entre 1904 y 1907. 20 Según la base de datos aportada por López Moreno (1996: 220), en tal periodo se añadieron a la oferta cinco promociones que en conjunto ofrecían 2.454 parcelas, de las cuales 1.288 estaban dirigidas a estratos populares. Esto en la colonia Las Huertas (504 lotes) y Geo-Ham (784 lotes). 21 El contorno de la barranca utilizado para el análisis procede del Catastro de 1916. Se eligió dicha versión debido a su escala, 1: 4000 en el plano índice y 1:300 en la cartografía parcelaria, por lo que ofrece mayor precisión si se compara con planos generales, por ejemplo el del Plano 2 incluido en este artículo.