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Temas de historia argentina y americana 15

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Temasde historia argentina

y americana

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Temasde historia argentina

y americana

15

Julio-Diciembre de 2009

Pontifi cia Universidad Católica ArgentinaFacultad de Filosofía y LetrasINSTITUTO DE HISTORIA ARGENTINA

Y AMERICANA

CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES

ARGENTINA

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Ilustración de tapa: Chacareros, óleo de Antonio Berni (1935).

Corrección de textos: PROF. LORENA CLARA CASAIS

Traducción: PROF. MARÍA SOL RUBIO GARCÍA

Facultad de Filosofía y Letras. Departamento de HistoriaInstituto de Historia Argentina y AmericanaAlicia M. de Justo 1500Edifi cio San Alberto MagnoC1107AFD Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentinawww.uca.edu.ar/temasE-mail: revista [email protected]

Hecho el depósito que prevé la Ley 11.723Impreso en la Argentina© 2009 UCAISSN 1666-8146

Temas de Historia Argentina y Americana se encuentra indizada en el catálogo LATINDEX

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Sumario

INVESTIGACIONES

MACARENA BERGARECHE, El ser vasco en un país lejano. Identidad e integración. La Vasconia (1893-1914) .......................................................... 15

JOSEFINA ELIZALDE, La participación política de los intelectuales durante la transición democrática: el Grupo Esmeralda y el presidente Alfonsín ... 53

BEATRIZ FIGALLO, De Jiménez de Asúa a Perón. Sus exilios como componentes de la política exterior hispano-argentina .............................. 89

ROSARIO GÜENAGA, Actividades de las autoridades argentinas y la em-bajada española sobre los anarquistas antes de la Ley de Residencia ......115

JULIO M. LUQUI LAGLEYZE, Fray Servando de Mier y su Sermón Guadalupano en 1794. La búsqueda de una justifi cación teológica a la independencia de América ......................................................................137

LEANDRO MORGENFELD, La oposición argentina a la organización panamericana impulsada por Estados Unidos (Segunda Conferencia, México, 1901-1902) ......................................................................................159

SUSANA PÉREZ, Proyecto de investigación arqueológica: la organización de la tecnología lítica en la Quebrada de La Cueva (Departamento de Humahuaca, provincia de Jujuy) ................................................................ 195

DANIELLE PY, El impacto de la Primera Invasión Inglesa a la Ciudad de Buenos Aires en 1806, en la política del virrey José Fernando de Abascal y Sousa para el virreinato del Perú ..........................................213

SANTIAGO JAVIER SÁNCHEZ, Nacionalidad e inmigración en el pensamiento de Estanislao Zeballos (1883-1912) ................................... 223

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12 SUMARIO

RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

EMILIO OCAMPO, De la Doctrina Monroe al Destino Manifi esto. Alvear en Estados Unidos (1835-1852) (Sebastián Matías Roa) ..............................261

ENEIDA MARÍA MERCANTE SELA, Modos de ser, modos de ver: viajantes europeus e escravos da africanos no Rio de Janeiro (1808-1850) (Martín Pedro González) ............................................................................ 262

EZEQUIEL GALLO, Vida, libertad, propiedad. Refl exiones sobre el libera-lismo clásico y la historia (Rogelio Paredes) .............................................. 264

LAURA MALOSETTI COSTA Y MARCELA GENÉ (COMPS.), Impresiones porteñas. Imagen y palabra en la historia cultural de Buenos Aires (Belén Boetto) ............................................................................................. 266

LÍA QUARLERI, Rebelión y guerra en las fronteras del Plata: guaraníes, jesuitas e imperios coloniales (Rogelio Paredes) ...................................... 269

RAANAN REIN, Árabes y judíos en Iberoamérica. Similitudes, diferencias y tensiones (María Victoria Carsen) ........................................................... 272

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INVESTIGACIONES

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El ser vasco en un país lejano.Identidad e integración. La Vasconia

(1893-1914)

MACARENA BERGARECHEUniversidad Nacional de Tres de Febrero

Instituto Superior del Profesorado Sagrado Corazó[email protected]

RESUMEN

La ciudad de Buenos Aires se modifi có cualitativa y cuantitativamente desde mediados del siglo XIX debido al ingreso de inmigrantes expulsados por la transformación económica europea. Estos hombres y mujeres, para poder incorporarse y adaptarse a la ciudad ensayaron todo tipo de respues-tas asociativas y de esa manera pudieron satisfacer necesidades específi cas. Los vascos, como cualquier otra comunidad, decidieron fortalecer el vínculo étnico, reforzar su identidad y permitir una integración más rápida y menos traumática; para ello desarrollaron actividades diversas y editaron diarios y revistas. La Vasconia, fue una de sus publicaciones periódicas que les permitió revalorizar su cultura, historia y tradición. Gracias a ella pudieron perpetuarse en el tiempo.

PALABRAS CLAVES

Inmigrantes – vascos – identidad – integración – La Vasconia

ABSTRACT

The city of Buenos Aires was modifi ed qualitatively and quantitatively from the mid XIX century due to the arrival of immigrants expelled by the European economic transformation. These men and women tried out all type of associate responses in order to incorporate and adapt themselves to the city, and through those experiences they made possible to satisfy their

TEMAS DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA, XV (JULIO-DICIEMBRE DE 2009) pp. 15-51.

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16 MACARENA BERGARECHE

specifi c needs. The Basque, like any other community, decided to strengthen the ethnic bond, reinforce their identity and enable a faster and less traumatic integration. And in order to accomplish that they developed different activi-ties and published newspapers and magazines. La Vasconia was one of their periodical publications which allowed them to revalue their culture, history and tradition. Thanks to it, they were able to perpetuate their traditions and culture in time.

KEY WORDS

Inmigrants – basque – identity – integration – La Vasconia

INTRODUCCIÓN

Desde mediados del siglo XIX ingresaron al Río de la Plata inmigrantes provenientes de Europa, expulsados por la transformación económica que se desarrollaba desde hacía algunos años. Esta población sin trabajo y con nece-sidad de conseguirlo obtuvo condiciones favorables en la región. Desde hacía tiempo se habían propiciado estrategias de estímulo con el objeto de “promover el bienestar general y asegurar los benefi cios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”1.

Gracias al incentivo estatal y a las redes familiares, miles de inmigran-tes llegaron con el objetivo, en su gran mayoría, de obtener condiciones de vida y de trabajo dignas2. El proyecto de la elite gobernante pretendía que

1 Preámbulo de la Constitución Argentina. Puede observarse el objetivo declarado que “El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes”. Primera Parte. Capítulo I Declaraciones, Derechos y Garantías. Art. 25.

2 OSCAR ÁLVAREZ GILA, “La formación de la colectividad vasca en el Río de la Plata (siglo XIX)”, Revista de Estudios Migratorios Latinoamericanos, Nº 30, Buenos Aires, Centro Es-tudios Migratorios Latinoamericanos, 10 de agosto de 1995. RUTH FREUNDLICH DE SEEFELD, “La integración social de extranjeros en Buenos Aires: según sus pautas matrimoniales: ¿pluralis-mo cultural o crisol de razas? (1860-1923)”, Cuadernos de Historia Regional. Argentina, 1996. NORA SIEGRIST DE GENTILE, “Proyección y presencia de la emigración vasca contemporánea en Argentina. Miles de nombres de sus protagonistas en archivos bonaerenses: 1882-1927”, Euskaldunak Munduan. Vascos en el Mundo, Tomo II, San Sebastián, Gobierno Vasco, Centro de Publicaciones del Gobierno Vasco, 2001.

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17EL SER VASCO EN UN PAÍS LEJANO

el asentamiento se realizara en las zonas rurales, pero ante la escasa posi-bilidad de acceso a la propiedad y a las herramientas de trabajo, algunos se asentaron y enfrentaron las graves difi cultades, otros regresaron a su tierra, mientras que un importante número se quedó en las orillas de las grandes ciudades3.

Buenos Aires, de este modo, modifi có cuantitativa y cualitativamente su estructura demográfi ca. Se había convertido en una ciudad dinámica, centro de actividades comerciales de importación y exportación; heterogénea, donde costumbres y culturas se entrecruzaron y rompieron los cuadros tradicionales de la antigua ciudad criolla4. La gran mayoría de los inmigrantes provenía de Italia y España, aunque también el aluvión se nutrió de recién llegados procedentes de diferentes regiones de Europa, Asia y Latinoamérica. Así, la

3 FERNANDO DEVOTO, Historia de la inmigración en la Argentina, Buenos Aires, Sud-americana, 2003. MARCELINO IRIANI; “Indios e inmigrantes, ¿actores de un mismo drama? La movilidad de españoles, franceses y vascos desde el puerto hasta Tandil”, Revista Anuario del IEHS “Prof. Juan C. Grosso” Nº 12, Tandil, UNCPBA, 1996. MARCELINO IRIANI, “Aporte vasco en la conformación del espacio bonaerense, Argentina (1840-1920). Una especie de balance”, Boletín Americanista, Universidad de Barcelona, año XXXVIII, Nº 48, 1998. MARCELINO IRIANI, “¿Buscar trabajo o buscar un trabajo? Los vascos en la provincia de Buenos Aires en el siglo XIX”. En ALEJANDRO FERNÁNDEZ y JOSÉ MOYA, La inmigración española en la Argentina, Buenos Aires, Biblos, 1999. EDUARDO MIGUEZ, “La movilidad social de nativos e inmigrantes en la frontera bonaerense en el siglo XIX: datos, problemas, perspectivas”, Buenos Aires, Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos, Año 8, Nº 24, 1993. JOSÉ LUIS MOYA, “La ‘fi ebre’ de la emigración: el proceso de difusión en el éxodo transatlántico español 1850-1930” en FERNÁNDEZ y MOYA, op. cit. EZEQUIEL GALLO, “Política y sociedad en Argentina, 1870-1916” en JOHN LYNCH; ROBERTO CORTÉS CONDE; EZEQUIEL GALLO; DAVID ROCK, JUAN CARLOS TORRE y LILIANA DE RIZ, Historia de la Argentina, Barcelona, Crítica, 2001.

4 JOSÉ LUIS ROMERO, Buenos Aires, historia de cuatro siglos: Desde la ciudad burguesa (1880-1930) hasta la ciudad de masas (1930-2000), Buenos Aires, Altamira, 2000, pp. 9-10; RICARDO, FALCÓN, “Los trabajadores y el mundo del trabajo” en MARTA BONAUDO, Liberalismo, Estado y orden burgués (1852-1880), Colección Nueva Historia Argentina, Tomo IV, Sudame-ricana, Buenos Aires, 1999. HILDA SÁBATO, “La vida pública en Buenos Aires” en BONAUDO, op. cit. LILIA ANA BERTONI, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fi nes del siglo XIX, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001; OSCAR ÁLVAREZ GILA y JOSÉ MARÍA TAPIZ FERNÁNDEZ, “Cinco siglos de presencia vasca en América (1492-1997)”, Revista Iberoamericana, Vol. XIX, Nº 2, Buenos Aires, Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos, 2º semestre 1997, p. 19. FERNÁNDEZ y MOYA, op. cit., p. 258; JOSÉ LUIS MORENO, Historia de la familia en el Río de la Plata, Buenos Aires, Sudame-ricana, 2004.

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18 MACARENA BERGARECHE

población del país se incrementó entre 1869 y 1914 en un 431,64%5. Para esta fecha, el 57% de ellos optó por vivir en centros urbanos6.

Este alud inmigratorio produjo confl ictos sociales, difi cultades de adapta-ción y exclusión social. Fue muy difícil la convivencia7. Ante la desprotección social y política en la que se encontraban buscaron respuestas asociativas, que los impulsaron a consumar diversos mecanismos de acercamiento y de ayuda mutua para satisfacer necesidades específi cas, reforzar sus lazos de solidaridad y sobrellevar el desarraigo de una manera menos traumática8. Con el tiempo, constituyeron asociaciones mutuales, de benefi cencia, deportivas, educativas y de difusión cultural donde fortalecieron el vínculo étnico9. La prensa se convirtió también, en un mecanismo de transmisión cultural.

El país se nutrió así de hombres y mujeres que provenían de otras regiones que ayudaron a diseñar una nueva sociabilidad en la ciudad de Buenos Aires10.

5 En 1869 se registra una población de 1.830.214, mientras que en 1914 crece a 7.900.000 habitantes. DEVOTO, op. cit. FERNÁNDEZ y MOYA, op. cit. M. BEGOÑA CAVA MESA, LUIS FERNANDO CONTRERAS y FRANCISCO JAVIER PÉREZ, Sociedad “Laurak Bat” de Buenos Aires. Vitoria – Gas-téis, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, 1992. IRIANI, “El aporte vasco…”, cit. OSCAR ÁLVAREZ GILA, “Emigración a América desde un municipio guipozcoano, según las licencias de emigración: Ordizia, 1840-1862”, En Estudios Migratorios Latinoamericanos. Año 8, Nº 24, Buenos Aires, Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos, 1993.

6 DEVOTO, op. cit., p. 264. 7 La discriminación era denunciada a través de la prensa. Desde las columnas de El

diario Español, Nova Galicia, El despertar gallego, La patria degli italiani, Al Italiano, los inmigrantes reclamaban un mejor trato. Un ejemplo extremo de esta xenofobia fue la matanza de Tandil, ver JOHN LYNCH, Masacre en las pampas. La matanza de inmigrantes en Tandil, 1872, Buenos Aires, Emecé, 2001. GALLO, op. cit.

8 Sobre asociacionismos y sus funciones ver SÁBATO, op. cit., FREUNDLICH DE SEEFELD, op. cit., DEVOTO, op. cit.; IRIANI, “¿Buscar trabajo…?”, op. cit. SAMUEL BAILY, “Las sociedades de ayuda mutua y el desarrollo de una comunidad italiana en Buenos Aires 1858-1918”, En Desa-rrollo Económico, Nº 84, Buenos Aires, enero – marzo de 1982. RONALD ESCOBEDO MANSILLA y ANA DE ZABALA BEASCOECHEA (editores), Emigración y redes sociales de los vascos en América, País Vasco, Servicio Editorial, 1996.

9 ÁLVAREZ GILA y TAPIZ FERNÁNDEZ, op. cit; M. BEGOÑA, CAVA MESA, “El asociacionismo Vasco en Argentina. Política cultural”, en Emigración y redes sociales de los vascos en Amé-rica, Vitoria-Gasteiz, Universidad del País Vasco, 1996. JOSEFINA CUESTA, “De la memoria a la Historia”, en ALICIA ALTED (coord.). Entre el pasado y el presente. Historia y memoria, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1996. ESCOBEDO MANSILLA y ZABALA BEASCOECHEA, op. cit.

10 FERNANDO DEVOTO y EDUARDO MIGUEZ (comp.), Asociacionismo, trabajo e identidad. Los italianos en una perspectiva comparada, Buenos Aires, Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos (CEMLA), 1992. JOSÉ LUIS MOYA, Primos y extranjeros: la inmigración española en Buenos Aires, 1850-1930, Buenos Aires, Emecé, 2004; MARÍA JORGELINA CAVIGLIA y DANIEL VILLAR, Inmigración vasca en Argentina. Veta a América, Departamento de Cultura

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19EL SER VASCO EN UN PAÍS LEJANO

Los problemas que todos estos grupos afrontaron fueron diversos y cada uno estableció respuestas de variadas características.

Este trabajo tiene como objeto analizar las estrategias que frente a algunos de estos problemas ensayó un grupo particular, la comunidad vasca en la ciudad de Buenos Aires, ligada estrechamente con las colectividades españolas y fran-cesas y que a partir del tercer cuarto de siglo intentará diferenciarse de éstas por difi cultades irremediables en la península. No existen datos sobre la cantidad de vascos ingresados al puerto de Buenos Aires. Lo cierto es que, mantuvieron una entrada constante a lo largo de los siglos desde la conquista11.

Los vascos realizaron todo tipo de actividades con el fi n de proyectarse y resguardar su memoria e identidad. Así, hacia fi nes del siglo XIX, elabora-ron diferentes alternativas de expresión cultural en el marco de asociaciones propias. Los trabajos de investigación realizados analizan las características y los fi nes de estos centros, describiendo las actividades sociales, benéfi cas, culturales, de asilo, educativas, deportivas y periodísticas, donde desarrollaron un sentido de pertenencia y de comunidad asociativa12.

La Vasconia fue una de las publicaciones periódicas nacida en el seno de este grupo, que trascendió el siglo XIX hasta los primeros años de la década de 1940. La revista ha sido objeto de estudios e investigación. El trabajo de

del Gobierno Vasco, Eusko Jaurlaritzako Cultura Saila, 1994; para ingleses, A. GRAHAM YOO-LL, La colonia olvidada. Tres siglos de presencia británica en la Argentina, Buenos Aires, Emecé, 2000; para irlandeses, JUAN CARLOS KOROL e HILDA SÁBATO, Cómo fue la inmigración irlandesa a la Argentina, Buenos Aires, Plus Ultra, 1981; para portugueses, M. BORGES, “Los portugueses de Buenos Aires a mediados del siglo XIX: una aproximación sociodemográfi ca”, Estudios Migratorios Latinoamericanos, Nº 12, Buenos Aires, Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos, 1989; para franceses, HERNÁN OTERO, “Redes sociales primarias, movilidad espacial e inserción social de los inmigrantes en la Argentina. Los franceses de Tandil: 1850-1914”, En Estudios Migratorios Latinoamericanos, Nº 28, Buenos Aires, Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos, 1994; para daneses, JUAN FUGL, Memorias de Juan Fugl: vida de un pionero danés durante 30 años en Tandil, Argentina: 1844-1875, Buenos Aires, Alice Larsen de Rabal, 1986; para vascos, Nora SIEGRIST DE GENTILE, op. cit.

11 WILLIAM DOUGLASS y GLORIA TOTORICAGUENA, “Identidades complementarias. La socia-bilidad y la identidad vascas en la Argentina entre el pasado y el presente”, en FERNÁNDEZ Y MOYA, op. cit.; JOSÉ RUFO DE URIARTE, Los Baskos en la Nación Argentina 1816-1916, Buenos Aires, La Baskonia, 1996.

12 Para conocer sobre producción cultural en el marco del asociacionismo vasco ver OSCAR ÁLVAREZ GILA y MARCELINO IRIANI, “Euskal Echea. Un intento étnico para preservar lo distinto”, Universidad del País Vasco UNICEN, 2005. ÁLVAREZ GILA y TAPIZ FERNÁNDEZ, “Cinco siglos…”, cit. p. 20; ARRONDO CÉSAR, “La nación vasca. Origen y evolución política”; Conferencias junio y julio de 2007; Universidad Nacional de La Plata; M. BEGOÑA, CAVA MESA, op. cit.; MIKEL EZKERRO, Historia del Laurak Bat de Buenos Aires, Colección Urazandi, Tomo 9, Vitoria-Gasteiz, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, 2003.

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20 MACARENA BERGARECHE

Ángeles de Dios Altuna, el más completo de ellos, se propone dar a conocer los orígenes de la revista, rescata su historia y detalla cada apartado, investiga sobre la vida de algunos vascos sobresalientes y rastrea en cada fascículo da-tos sobre ellos13. El Gobierno Vasco concretó su digitalización, con el objeto de concentrar y no perder este material historiográfi co. Con esta ventaja se decidió analizar La Vasconia y describir cómo se resignifi có la memoria y la identidad, cómo los mecanismos de revalorización de su cultura, historia y tradición, permitieron dotar a los vascos de una herramienta más, a fi n de poder incorporarse a la sociedad porteña y argentina como un grupo compacto desde lo identitario.

Del análisis y el estudio se pudieron apreciar dualidades y tensiones en donde el repliegue y la apertura fueron los confl ictos clave detectados, lo cual cambió la mirada del trabajo, que se proponía inicialmente estudiar la identidad a través de la publicación, hacia una lectura de la revista como catalizadora de los confl ictos, un puente donde a través de la narratividad de dos idiomas, el castellano y el euskera, se resuelve la tensión del repliegue y la apertura mencionados.

La tensión estaba agitada por el debate dentro del mismo grupo, entre mantener la especifi cidad étnica por un lado y la integración con el resto de la sociedad argentina por el otro. Las respuestas ensayadas ante este confl ic-to fueron diferenciadas para el ámbito rural y el urbano. Mientras que en el campo se produciría una pronunciada apertura a la sociabilidad14, en la ciudad, ante el alud multicultural los vascos se nuclearon en asociaciones de corte en-dógeno y al mismo tiempo utilizaron La Vasconia como expresión de apertura al país que los cobijaba.

El tiempo estudiado abarca desde 1893, año de su lanzamiento y 1914, cuando el gran confl icto europeo, la primera guerra mundial, detuvo momen-táneamente el fl ujo de inmigrantes al país. La etapa coincide además, con el proceso de construcción de la identidad argentina, llevada a cabo desde el Estado15. En estos primeros años, la revista presenta problemáticas que son necesarias para observar el proceso de integración, es decir las características que los defi nen como pueblo trabajador, la historia de sus antepasados, las tradiciones, la profunda religiosidad de sus hombres y mujeres, la sobriedad de sus costumbres, la prosperidad de su tierra, rescatándose aquellos valores y virtudes que se privilegiaron para reforzar esa identidad vascongada, entre otros temas.

13 ÁNGELES DIOS DE ALTUNA, “La Baskonia. Revista Ilustrada (1893-1943)”, 2006.14 IRIANI, “Aporte vasco…” cit. 15 BERTONI, op. cit., ROMERO, op. cit.

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21EL SER VASCO EN UN PAÍS LEJANO

En el trabajo se encuentran dos secciones. La primera describe la inmigra-ción vascongada en particular, el fortalecimiento de la memoria y la identidad a través de la asociación, y la revista como transmisora de cultura y vehículo de integración. Se analizan los motivos que los obligaron a partir y cómo a su llegada debieron lentamente adaptarse a las nuevas formas de vida y trabajo, describiendo cómo una revista nacida en el seno de la comunidad vascongada se convirtió en un instrumento de transmisión cultural a la vez que permitió vehiculizar la integración de los vascos en la sociedad argentina informando sobre el progreso de éstos en ambas orillas del Atlántico. La segunda parte es específi ca sobre la identidad en La Vasconia; los símbolos y mecanismos de identifi cación del ser vasco; los relatos, las tradiciones y formas culturales que se preservaron a través de la revista. Es decir, los engranajes que utilizaron para reforzar y estimular el sentir del ser vasco desde la publicación, abriendo un nuevo espacio de análisis en la historia de la inmigración en nuestro país.

El objetivo del trabajo es analizar si a través de ella reafi rmaron su iden-tidad cultural o propiciaron su disolución en el crisol de razas. Si tuvieron un espíritu aislacionista para reforzarse internamente; o bien, si trabajaron en temas vascos para que la sociedad argentina los conociera y la integración fuera menos traumática. Analizar estos interrogantes e investigar la revista permitirá descubrir los mecanismos que se usaron en el proyecto de homoge-neización social y cultural.

1. PRIMERA PARTE

1.1 La inmigración vasca

El país vasco, Euskal Herria, es una región de Europa sur occidental, situada a ambos lados de la frontera franco española en los Pirineos. Ocupa siete provincias, tres en la zona francesa conocidas como Labort, Baja Navarra y Sola o región de Iparralde; y cuatro en el sur en la zona española, Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra o la región de Hegoalde.

Durante el siglo XIX se produjeron cambios que modifi caron la econo-mía de la región; algunas zonas se dedicaron a la actividad industrial, como Vizcaya; mientras que otras regiones mantuvieron la economía agro pastoril, siendo el caserío, la base para asegurar la supervivencia familiar. Ésta era la casa rural del país vasco, una unidad de explotación agrícola-ganadera y la vivienda, propiamente dicha; en general se encontraba alejada de los centros urbanos. Su superfi cie variaba según la región pero podía promediarse entre 4 y 5 hectáreas.

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22 MACARENA BERGARECHE

Debido a esta limitación de espacio, la herencia se transmitía a uno solo de los hijos; cualquiera de ellos podía obtenerla, incluso las mujeres tenían este derecho. De este modo, los otros hijos debían buscar alternativas laborales: trabajar para su hermano, entrar a la milicia, al clero o emigrar al otro lado del Atlántico. Fue de las zonas rurales de donde provino el mayor caudal de aporte migratorio. El sistema castellano mientras tanto, provocaba el excesivo fraccionamiento de la propiedad (a partes iguales, salvo un tercio de mejora) impulsando a muchos a vender su parte y así fi nanciar su viaje a América16.

En las corrientes migratorias, usualmente, el motivo económico es uno de los fundamentales. En este caso, la emigración fue parte del proceso de la modernización capitalista, donde se produjeron modifi caciones trascenden-tales, como por ejemplo la transición de la agricultura de subsistencia hacia la comercial, la revolución demográfi ca, la industrial y la de los transportes. Esta modernización provocó la expulsión de mano de obra agraria, la cual se orientó al sector manufacturero o emigró, ocasionando la transformación de la economía regional y mundial17.

Existieron, también, motivos políticos que indujeron la emigración. En 1839 y en 1876 se produjeron las guerras carlistas que estimularon el aleja-miento de muchos vascos de su región18. Al fi nalizar la primera guerra en 1839, se fi rmó el tratado de Vergara, por el cual se respetaba buena parte del marco foral vasco, aunque signifi caba una derrota para este pueblo.

Los Fueros eran un sistema de leyes, privilegios y costumbres que regían las relaciones entre el pueblo vasco y las monarquías de España y Francia dic-tados por el Etxejaun o jefe de familia. Era un conjunto de leyes que servían para regular la vida política, económica y administrativa de Euskal Herria. No eran escritas y desde la antigüedad habían regulado el uso de las aguas comunes, bosques y tierras. Cuando España y Francia intervinieron en el país Vasco, estas leyes viejas pasaron a ser escritas, provocando el sometimiento

16 ÁLVAREZ GILA y TAPIZ FERNÁNDEZ, op. cit., p. 18. CAVA MESA, CONTRERAS y PÉREZ, op. cit., pp.17-18.

17 FERNÁNDEZ y MOYA, op. cit., p. 19; RICARDO FALCÓN, “Los trabajadores y el mundo del trabajo” en BONAUDO, op. cit., p. 493. ÁLVAREZ GILA y TAPIZ FERNÁNDEZ, op. cit., p. 17.

18 Las guerras carlistas o guerras civiles fueron confl ictos sucesorios de la corona española, que tuvieron una importante repercusión en Euskadi. La primera se produjo entre 1833-39; y la segunda entre 1872-1876. Al fi nalizar esta etapa se abolieron los fueros de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Para ampliar ver ÁLVAREZ GILA y TAPIZ FERNÁNDEZ, op. cit.; ARRONDO, op. cit.; MARY VINCENT y R. A. STRADLING, España y Portugal. Historia de la cultura de la península Ibérica, Vol. II, Folio, Barcelona, 1995; CARLOS LARRINAGA; “Guerras Carlistas e inmigración” en www.juandegaray.org.ar.

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de la identidad de esta nación ya que signifi caron restricciones a los fueros originarios19.

Sucesivamente desde 1789, durante la Revolución Francesa, hasta 1876 con la Proclama de Somorrostro se puso fi n al acuerdo y la abolición de los Fueros, lo que generó oposición en la comunidad vasca, ya que desde ese momento se instituyó la prestación del servicio militar obligatorio a la corona española incluso en tiempo de paz20. Esta sujeción dio origen al partido nacio-nalista, cuyo líder sería Sabino Arana.

La sociedad vasca se quebró. Era un pueblo concientizado políticamente, lo que estimuló que un gran número de combatientes y dirigentes emprendie-ran el exilio por desacuerdo político; mientras que otros por miedo a la guerra o resentidos por los abusos siguieron el mismo camino. Fue América y espe-cialmente la región del Río de la Plata, quien los recibió. La revolución en los transportes aceleró los movimientos poblacionales y la Argentina se hallaba a la vanguardia de esta revolución.

Esta región les permitió ofrecerse como mano de obra y expandirse la-boral y económicamente. Al llegar se ocuparon de todo tipo de tareas, espe-cialmente las vinculadas con el comercio, la agricultura y la ganadería. Desde mediados del siglo XIX, las condiciones para la recepción de inmigrantes en la región del Río de la Plata fueron óptimas.

El primer censo argentino realizado en 1869 demostró que la inmigración española fue la segunda en importancia numérica respecto de la italiana, aun-que su advenimiento marcó un ritmo más lento respecto de ésta21. Entre 1871 y 1914 entraron al país 5.917.259 personas, de las cuales 2.722.384 retornaron a sus países de origen y 3.194.875 se radicaron defi nitivamente22.

Sobre la cantidad de vascos que ingresaron al puerto de Buenos Aires no existen datos específi cos, ya que lo hacían con pasaporte español o francés. Los padrones europeos tampoco aportan mucho más, porque sólo indican la última residencia y el puerto de partida; a esta difi cultad se agrega el hecho

19 En La Baskonia, 10 de noviembre de 1903, Año XI, Nº 364, 46. Ver ÁLVAREZ GILA y TAPIZ FERNÁNDEZ, op. cit., p. 236; ARRONDO, op. cit.

20 Antes de la abolición había servicio de armas que era obligatorio en tiempo de guerra, mientras que posteriormente a 1876 se impone el servicio incluso en tiempo de paz.

21 Para conocer estadísticas sobre el ingreso de inmigrantes ver DEVOTO, op. cit.; GALLO, op. cit.; BAILY; op. cit; FERNANDO DEVOTO, Políticas migratorias argentinas y fl ujo de población europea, 1876-1925; Buenos Aires, Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos, Nº 4, 1996. DEVOTO y MIGUEZ, op. cit.; FERNÁNDEZ y MOYA, cit.; MOYA, “La ‘fi ebre’…”, cit.; MOYA, Primos y extranjeros… op. cit.

22 GALLO, op. cit., pp. 92-93; Cfr. ROMERO, op. cit., p. 9.

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comprobado de la existencia de inmigración clandestina que partía desde otros puntos sin que sus egresos quedaran registrados adecuadamente23.

Entre 1840 y 1862, período conocido como “inmigración temprana”, los vascos eligieron el Río de la Plata como lugar para emigrar, representando el 68,8% del total de egresos, de los cuales un 52% escogía como destino Buenos Aires y un 16,8% la ciudad de Montevideo24. Lhande, Douglass y Bilbao esti-man que entre 1832 y 1907, ingresaron al puerto de Buenos Aires unas cien mil personas, pero estos datos no pueden ser confi rmados por fuentes censales25.

Por los problemas políticos internos en la Península los vascos comenzaron a diferenciarse de la comunidad española26. Alejandro Fernández describe el incremento inmigratorio proveniente de la Península Ibérica27.

Cantidad de españoles

Años Ingresos

1857-867 14.200

1868-877 45.600

1878-887 58.600

1888-897 183.000

Como puede observarse durante la década de 1870, los ingresos aumenta-ron a un ritmo más acelerado, debido a las transformaciones internas produci-

23 ÁLVAREZ GILA, “La formación…”, cit., p. 305.24 OSCAR ÁLVAREZ GILA, “Emigración a América desde un municipio guipozcoano, según

las licencias de emigración: Ordizia, 1840-1862”, en Estudios Migratorios Latinoamericanos. Año 8, Nº 24, Buenos Aires, Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos, 1993; p. 271.

25 ÁLVAREZ GILA, “La formación…”, cit., p. 305. Douglass y Jon Bilbao en su libro Ame-rikanuak. Basques in the New World (1975), cifraban 200.000 vascos que partieron a América entre 1850 y 1930. La Argentina según sus estimaciones llevó un 50% del total de esa inmigra-ción, coincidiendo con las dadas por Pierre Lhande, que rondaba las 100.000 personas.

26 Cuando hacen su ingreso al puerto de Buenos Aires, algunos comienzan a diferenciarse de los españoles. A la pregunta sobre su origen responden: “Vascos”, en MARCELINO IRIANI, “Los vascos y la inmigración temprana en la provincia de Buenos Aires. Su inserción en la estructura productiva, 1840-1880”, Buenos Aires, Centro de Estudios Migratorios Latinoa-mericanos, año 7, Nº 20, 1992.

27 ALEJANDRO FERNÁNDEZ, “El mutualismo español en un barrio de Buenos Aires: San José de Flores (1890-1900)”, en DEVOTO Y MIGUEZ, op. cit., p. 137.

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das en la Península. Los primeros en llegar fueron de la región del país Vasco, Cataluña y Madrid, donde el proceso de urbanización fue más acelerado28.

El censo de 1869, detectó unos 34.000 españoles que no representaban el 2% del total de los habitantes del país y el 16% de los extranjeros29. Para el segundo censo nacional de 1895, registraban 199.000 que equivalían al 5% de la población total y al 20% de los extranjeros30. Argentina recibió entre 1857 y 1914, 4.600.000 inmigrantes, constituyendo en 1895 el 25,5% de la población total31. “En la provincia de Buenos Aires, en 1869, de cada mil habitantes 801 eran argentinos y 199 extranjeros; (…). Entre los extranjeros, cada mil habi-tantes los españoles sumaban 45,8 y los franceses 43,3”32.

Desde épocas tempranas los vascos se asentaron en el Río de la Plata, y su número se incrementó desde mediados de 1840, como puede observarse en los siguientes cuadros33.

Años de residencia Nº de vascos Arribados en

0 a 56 a 1011 a 15

16 ó más

16780799

1850/551845/501840/45

antes de 1840

Población vasca en cuatro partidos de la provincia de Buenos Aires, 1869

Partido Españoles Franceses Total T. ptdo. Porc. (1) Vascos Porc. (2)Barracas S. 1.189 1.023 2.212 8.003 27,63 1.372 62,00Chascomús 703 860 1.563 9.637 16,21 920 58,86Tandil 253 218 471 4.870 9,67 266 56,47Lobería 97 79 176 2.901 6,06 101 57,38Totales 2.242 2.180 4.422 25.411 2.659

Porc. (1): refi ere al porcentaje de españoles y franceses sobre el total de habitantes del partido. Porc. (2): refi ere al porcentaje de vascos sobre el total de españoles y franceses.

28 FALCÓN, op. cit., p. 493. 29 FALCÓN, ibidem, p. 490; FERNÁNDEZ, ibidem, p. 137.30 FERNÁNDEZ, ibidem, p. 137. Cfr. FALCÓN, ibidem, p. 489. Para ver datos más completos

sobre el aumento poblacional ver FREUNDLICH DE SEEFELD, op. cit., pp. 206-207, donde la autora realiza un cuadro comparativo con los datos de los censos nacionales de 1869-1887-1895-1909-1904-1936.

31 DEVOTO, Historia de la inmigración… cit., pp. 48-49.32 IRIANI, “Los vascos y…” cit., p. 107. Para ampliar ver GALLO, op. cit., pp. 92-103.33 IRIANI, Ibidem, p. 111.

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26 MACARENA BERGARECHE

Puede inferirse que desde 1857 existió una considerable corriente inmi-gratoria vasca hacia la Argentina que representaba un importante número dentro de las comunidades nacionales españolas y francesas. Desde la revista La Vasconia se estima que hacia 1899 había más de 80.000 vascos en la re-pública34. Muchos llegaban a través de redes familiares o de paisanaje con un trabajo asegurado, por eso a la hora de emigrar preferían el Río de la Plata, ya que era una región con amplias alternativas laborales. Además se aseguraban estar cerca de algún pariente o compatriota y de ese modo hacer más fácil la integración al nuevo medio35.

Buenos Aires alteró su estructura demográfi ca en menos de cincuenta años y el aporte cultural modifi có las pautas de conducta de sus habitantes. El siguiente cuadro describe la cantidad de nativos respecto de los inmigrantes; en 1869 los argentinos representaban un 50,7%, mientras que un 49,3% eran extranjeros; y cuarenta y cinco años más tarde, en 1914, los números se invier-ten representando un 49,4% y un 50,6% respectivamente.

Grupos nacionales en la ciudad de Buenos Aires, 1869-1914, según censos nacionales y municipales36

1869 % 1887 % 1895 % 1904 % 1909 % 1914 %

Argentinos en Capital 88.315 47,1 75.062 17,3 150.376 22,6 320.589 33,7 547.879 44,4 638.550 40,5

Total de argentinos (incluye na-cidos de todo el país)

94.968 50,7 204.774 47,2 318.361 47,9 523.041 55,1 670.513 54,4 779.519 49,4

ExtranjerosItalianos 44.233 23,6 138.166 31,8 181.693 27,3 228.556 24 277.041 22,4 312.267 19,8Españoles 14.609 7,8 39.562 9,1 80.352 12,1 105.206 11 174.291 14.1 306.850 19,4Franceses 14.180 7,5 20.031 4,6 33.185 4,9 27.574 1,8 25.751 2 27.923 1,7Ingleses 33.174 1,6 4.160 0.9 6.838 1 5.400 0,5 7.113 0,5 9.195 0,5Alemanes 2.070 1,1 3.900 0,8 5.297 0,8 5.169 0,5 7.444 0,6 10.942 0,6Austriacos 544 0,2 2.127 0,4 3.057 0,4 3.385 0,3 4.429 0,3 7.572 0,4

Total de extranjeros 108.810 41,8 207.946 47,6 310.422 46,5 375.290 38,1 496.069 39,9 674.749 42,4

34 En La Vasconia, 20 de noviembre de 1899, Año VII, Nº 221, p. 55.35 ÁLVAREZ GILA y TAPIZ FERNÁNDEZ, op. cit.; FREUNDLICH DE SEEFELD, op. cit.; MIGUEZ,

op. cit.36 Guy Bourdé en FREUNDLICH DE SEEFELD, op. cit., p. 206.

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Los vascos en Buenos Aires se establecieron en la zona sur, en Barracas al norte (hoy Avellaneda) y Constitución. Este espacio urbano era muy diferente de la realidad que se afrontaba en la campaña, ya que debían enfrentar un mosaico cultural que profundizaba las diferencias. Estos barrios eran el paso obligado hacia la campaña, según datos que aporta Marcelino Iriani basados en Cédulas Censales de 1855, sobre una población de 3.848 habitantes en el barrio de Barracas: 944 eran españoles y franceses, de los cuales 357 eran vascos, representando sobre las comunidades de origen un 37,81% y sobre la población total de la zona un 9,27%37. Estas cifras permiten determinar el importante aporte inmigratorio de esta comunidad a esta zona en particular y al Río de la Plata en general.

1.2 El fortalecimiento de la memoria y la identidad a través de la asociación

Los vascos se vincularon socialmente a través de diferentes tipos de aso-ciaciones. En ellas se desarrollaban y difundían modernas prácticas sociales y políticas. Estos espacios promovidos desde círculos inmigrantes conformaban un tejido conectivo, donde se satisfacían necesidades concretas y se construían lazos de pertenencia y solidaridad imprescindibles para los que carecían de vínculos en la nueva tierra38.

Durante el siglo XVIII formaron parte de cofradías, las cuales se reunían con el objeto de defensa de los intereses espirituales, morales y materiales de la nación. En ellas, los vascos demostraron su presencia colectiva. Reforzaron su espíritu asociativo estimulando el carácter religioso, el trabajo por el bien común y la caridad. Eran instituciones de apoyo socio económico mutuo y de autoafi rmación cultural en la sociedad criolla39.

En cambio, en el siglo XIX, hasta 1876, se integraban en asociaciones nacionales francesas y españolas como las sociedades de socorros mutuos, “más que a hipotéticos deseos del mantenimiento de su identidad cultural o étnica”40. Después de esa fecha, los sucesos políticos acaecidos en la penínsu-la provocaron que ese sentimiento se modifi cara, por eso se separaron de las

37 IRIANI, “Los vascos…”, cit., p. 107. 38 Ver asociacionismos y sus funciones en SÁBATO, op. cit., pp. 163-216. 39 ÁLVAREZ GILA y TAPIZ FERNÁNDEZ, op. cit., p. 20; ARRONDO, op. cit.; CAVA MESA, op. cit.;

los autores hacen referencia a los antecedentes históricos del asociacionismo americano, en particular a la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País que comenzó a funcionar en la década de 1770, apareciendo en varios países del continente. También hubo otros espacios de sociabilidad como las fondas o las romerías, lugar de encuentro y de recreación.

40 ÁLVAREZ GILA, “La formación…”, cit., p. 306.

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otras comunidades y se profundizaron las diferencias41. Así se estimularon los lazos identitarios reforzándolos a través de distintos mecanismos de aso-ciación, porque “la memoria herida se ve obligada a confrontarse siempre con pérdidas”42. Se estimuló el recuerdo, la añoranza al terruño y el orgullo de ser vasco. Defender y preservar la cultura patria, la lengua y las costumbres ante los cambios operados en la Península fue esencial.

Los juegos, las fondas, las misas, los festejos patronales, las romerías y todos sus espacios de socialización, constituyeron un lazo de unión que per-mitió a los vascos, a su llegada a la ciudad, fortalecer el vínculo étnico. La religión también constituyó un fuerte nexo de comunión con sus compatriotas. Se enviaron sacerdotes y capellanes y se organizaron celebraciones en lengua vasca. La ayuda paternal del sacerdote evitaba que se abandonara la fe de sus mayores43. Las asociaciones y las publicaciones se abocaron a la tarea de re-forzar sus lazos identitarios, resignifi cando su memoria y proyectándose como grupo homogéneo en un territorio lejano y culturalmente distinto del suyo.

La asociación más emblemática, el Laurak Bat, se fundó en Buenos Ai-res en 1877, y articuló a la comunidad en reuniones y fi estas que permitieron proyectar los rasgos propios de su etnicidad44. Hacia fi nes del siglo XIX, en su intención de estimular la solidaridad y reafi rmar su identidad, un grupo de vascos reunidos en él junto con autoridades del Centro Vasco Francés y del Centro Navarro decidieron fundar el Euskal Echea, una institución modelo que nucleaba en ella a orfanatos, asilos y años más tarde un colegio45. La institución sería el vehículo para difundir las bases de la modalidad euskara

41 Las provincias vascas, dependientes de las coronas española y francesa, fueron el escenario de luchas desde la revolución francesa, las guerras napoleónicas, la primera guerra carlista (1833-1839) y la segunda en 1876. Las leyes que legalizaban su autonomía, los Fueros, fueron abolidos por el centralismo español en ese año.

42 PAUL RICOEUR, La memoria, la historia, el olvido, México, Fondo de Cultura Econó-mica, 2004, p. 109.

43 Ver ÁLVAREZ GILA y TAPIZ FERNÁNDEZ, op. cit., p. 13. En La Vasconia, en la sección “Notas Locales” se anuncia con regularidad la llegada de algún sacerdote o festejo que se realizaban en las iglesias de la ciudad.

44 El Laurak Bat es un centro cultural fundado en la ciudad de Buenos Aires el 13 de marzo de 1877. El objetivo de su fundación fue afi rmar la unidad de los cuatro territorios históricos: Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya, es decir que tenían un declarado objetivo: divulgar la difícil situación política y protestar contra la ley española del 21 de julio de 1876 la cual eliminaba los Fueros vascos imponiendo la unidad constitucional a la monarquía española. El término Laurak Bat signifi ca “las cuatro en una” (las cuatro provincias vascas ubicadas en territorio español). Decisión fi rme de diferenciarse de las 3 provincias vascas que habían quedado del lado francés. Para ampliar tema ver CAVA MESA, CONTRERAS y PÉREZ, op. cit. y EZKERRO, op. cit.

45 La Vasconia, 10 de diciembre de 1899, Año VII, Nº 223, pp. 78-80.

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y para consolidar los vínculos de sangre; educar a los jóvenes, fortalecer las costumbres, la tradición y su cultura. “Destinados a reavivar y robustecer entre los vascongados que hemos afl uido y afl uyen a esta tierra, los hermosos sentimientos de solidaridad (…) se encarga de ayudar al vascongado necesi-tado (…) de educar al huérfano (…) con el cumplimiento del propio deber que la reciprocidad impone en todas las costumbres a todo vascongado”46. Cada espacio creado proponía mantener los rasgos propios de la etnicidad y a la vez vincularse con la sociedad nacional.

Euskal Echea, templo de fraternal unión, de baskos argentinos. (…) En la Argentina tierra, tu pabellón se alzó, y cual ombú en las pampas, sus plantas asentó. Bajo tu sombra grata, su dulce asilo halló, el desvalido huérfano, que en llanto te invocó. Euskal Echea, extiende sus raíces, del Plata en la nación. (…) Retoño fl oreciente de baskongada unión47.

En este fragmento del himno institucional se observa la gratitud dispensa-da a la patria argentina que los acogió y donde pudieron mantener y preservar sus costumbres, respetando las de la nueva región. Este ideario se encolumna dentro de los objetivos de fortalecer la identidad e incorporarse a la comunidad argentina con un proyecto educativo a fi n de fortalecer los lazos de integración en la República.

En todos estos espacios, la memoria colectiva se caracterizó por ser “un mecanismo dual de recepción y transmisión, que se repite alternativamente al futuro”48. Este proceso de construcción o resignifi cación de la memoria se apoyó y se consolidó en el uso de medios de difusión gráfi cos, como por ejemplo la edición de diarios y revistas, publicados en la ciudad de Buenos Aires desde la década de 1870.

Todo pueblo intenta preservar su identidad a lo largo del tiempo man-teniendo viva la memoria, conociendo su pasado histórico, la creencia en su destino, el respeto por la individualidad cultural y el sentido de solidaridad comunitaria49. Características que la comunidad euskera trabajó en todas las actividades que propició: educativas, deportivas, de ayuda mutua, entre otras.

46 La Vasconia, 20 de noviembre de 1899, Año VII, Nº 221, pp. 55-56.47 El himno fue realizado por un compositor basko, Nicolás de Tolosa. La Baskonia, 20

de diciembre de 1914, Año XXII, Nº 764, p. 119.48 CUESTA, op. cit., p. 61.49 PAOLO ROSSI, El pasado, la memoria, el olvido, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003, p.

28.

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1.3 La Vasconia, transmisora de cultura y vehículo de integración

En 1893, un grupo de hombres provenientes del Centro Laurak Bat de Buenos Aires decidió editar una revista para reforzar la unidad etno cultural y contribuir a la integración en su segunda patria.

La publicación ofi ciaría de nexo entre los inmigrantes recién llegados para que continuasen informados sobre los acontecimientos peninsulares y sobre su historia, lengua, geografía y costumbres. La revista apareció en la ciudad de Buenos Aires el 10 de octubre de 189350. El objetivo de la edición quedó expresado en su primer fascículo:

Con el respeto por bandera, la cultura por norma y la modestia por condición, venimos como simples obreros de la idea propalada, a colaborar con la ilus-trada prensa de la república, a la cual enviamos respetuosamente nuestro más sincero y cordial saludo.Nace a la publicidad dedicada a la noble raza euskara y su descendencia en el continente americano, sus esfuerzos serán siempre tendentes a seguir mere-ciendo como hasta aquí la estimación que nuestra laboriosa colonia profesa a la República Argentina, nuestra segunda patria51.

En la actualidad puede consultársela en bibliotecas particulares o de cen-tros vascos, como el Laurak Bat o Vasco Francés de Buenos Aires. El Gobierno Vasco, a través de su Servicio Central de Publicaciones Eusko Jaurlaritzaren Argitalpen Zerbitzu Nagusla logró digitalizarla de manera casi completa. La publicación se hallaba dispersa en diferentes bibliotecas del mundo y privadas. La digitalización de La Vasconia forma parte de una colección denominada Urazandi (Allende los mares) que recoge información de los principales cen-tros vascos del mundo basada en testimonios de primera mano de aquellos que emigraron. Fue presentada en 2003, en el marco del 3º Congreso Mundial de Colectividades Vascas y constituye una obra de quince tomos.

Los directores, propietarios y fundadores de la revista, José Rufo de Uriarte Inchausti52 y Francisco de Gradmontagne y Otaegui53, realizaron una

50 La revista empezó a editarse en 1893 hasta 1943, cuando deja de publicarse. Hoy puede encontrarse encuadernada en 39 volúmenes de 576 páginas cada uno y también digitalizadas en dos DVD, en la colección Urazandi.

51 La Vasconia, 10 de octubre de 1893, Año I, Nº 1,4. 52 Había nacido en Bermeo el 26 de agosto de 1867, hijo de Faustino de Uriarte Echeve-

rría, también nativo de Bermeo, y de Paula de Inchausti Apráiz, natural de Busturia. 53 Escritor y periodista. Natural de Barbarillo de los Herreros, Burgos, donde nació en

1866. Su padre, nacido en Banca, Baja Navarra, y su madre era natural de Cegama, Guipúzcoa. Radicado en Argentina entre 1886 y 1902. Falleció en Donostia, el 1 de junio de 1936.

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importante labor periodística en la Argentina. Pretendieron con ella, que el vascongado mantuviera un vínculo con la tierra y estuviese informado sobre las cuestiones culturales, idiomáticas, políticas y económicas. Para ellos, la revista tendría el doble carácter de euskaro-americano y sus columnas estarían a disposición de todos aquellos que quisieran emitir sus ideas.

Aparecía cada diez días, tres veces por mes, y se accedía por suscripción trimestral. En 1910 el valor por trimestre era de $2 para la Capital Federal, $2,40 para las provincias y para el exterior 1,20 pesos oro54. Un semestre cos-taba $3,50 y un año $6,50. El valor de la encuadernación de 35 fascículos era de $2,50, por cada tomo55. Mientras que la revista Caras y Caretas, que era un semanario, publicado desde el 8 de octubre de 1898, costaba 0,25 centavos y desde el Nº 13 bajó a 0,20 centavos56. En 1912 un obrero, ofi cial fundidor de la ciudad de Buenos Aires cobraba entre $4 a 4,5. Si trabajaba 25 días al mes cobraba $112,5 aproximadamente. La suscripción al diario era de $1,20 y el kilo de pan de primera calidad costaba $0,28, y de segunda calidad $ 0,20, el cual era consumido por las familias humildes; las papas costaban $0,20, los porotos $ 0,4557 o un vaso de leche en el local de la Martona en 1908, se paga-ba 0,10 centavos58. Estos valores permiten determinar el monto aproximado de los salarios y los costos de los productos de primera necesidad, y qué público podía consumir diarios, revistas o semanarios del momento.

En marzo de 1910, el Directorio de La Vasconia dio a conocer numerosas quejas por parte de suscriptores del interior enojados porque la publicación no llegaba a sus domicilios, y anuncian: “si por una parte nos halaga que el honorable gremio de los carteros tenga en tan alta estima nuestra modesta

54 En La Baskonia, 10 de octubre de 1907, Año XV, Nº 505, propaganda sin paginación. La Baskonia, 30 de diciembre de 1909, Año XVII, Nº 585, p. 149.

55 Es posible observar cómo la dirección de la revista, en cada fascículo de “Notas Loca-les” solicita a los suscriptores se cumplan con los plazos estipulados, especialmente a la gente del interior, aduciendo la difi cultad de continuar con la emisión de la revista. Para más datos ver DIOS DE ALTUNA, op. cit.

56 Un número suelto 0,20 centavos y fuera de la Capital 0,25 centavos, mientras que en la edición de lujo los costos aumentaban de 0,40 a 0,50 centavos respectivamente para la ciudad y fuera de ella. Caras y Caretas, 25 de junio de 1904, Año VII, Nº 299, contratapa.

57 JOSÉ PANETTIERI, Los trabajadores, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1982; pp. 65-78. A modo ilustrativo es interesante comparar con los sueldos de algunos fun-cionarios públicos y los gastos que se realizaban. La Baskonia, 10 de noviembre de 1909, Año XVII, Nº 580, p. 64. Pueden compararse también con los precios de algunos productos agrícolas, en La Baskonia, 30 de mayo de 1910, Año XVII, Nº 600, p. 383.

58 EDUARDO VÁZQUEZ, “El mostrador, confesionario del barrio”, en EDUARDO CASTRILLÓN, 100 años de vida cotidiana. Diario íntimo de un país, Buenos Aires, La Nación, 2000, p. 171.

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publicación hasta el punto de quedarse con ella (…), por eso nos dirigimos al Director General de Correos ofreciéndole remitir gratuitamente La Baskonia a todos los carteros que la soliciten”59. Esto permite determinar que la revista era leída por un público amplio conformado por la comunidad vascongada y también por aquellos que no pertenecían a ella.

La Vasconia posibilitó a la colectividad, no sólo que estrechase vínculos en la ciudad de Buenos Aires sino que se extendiera al país, a América y luego rápidamente al resto del mundo, ya que tuvo una amplia recepción en diferen-tes países americanos como por ejemplo Uruguay, Bolivia, Chile, Venezuela, México, Paraguay, Cuba y los Estados Unidos, y llegó también a Europa, especialmente a España60.

En la publicación colaboraron personajes de renombre de la literatura, la historia, el periodismo y el arte, entre los que cabe destacar Miguel de Una-muno, Rubén Darío, el doctor Pío Baroja, Arturo Campion, Martín Malharro, Ricardo Rojas, Leopoldo Lugones, José Ingenieros, Enrique de Gandía, Mi-guel Cané, Guido Spano, Paul Groussac, Joaquín V. González, Ramón y Cajal, entre muchos otros61.

La revista trabajó desde diferentes ángulos informativos, por un lado te-mas específi cos del país vasco y por otro de la Argentina, aunque regularmente pueden encontrarse notas vinculadas con otras regiones del espacio americano. Se abordó gran variedad de cuestiones referidas a temas políticos, la difusión de sus leyes, fueros y la situación internacional; temas culturales donde los relatos costumbristas, los mitos y las leyendas, el uso del idioma, los poemas y las narraciones ocupaban un lugar especial.

Se describen las regiones geográfi cas, se detallan las características dis-tintivas de las provincias vascongadas, las particularidades de cada ciudad, los rasgos del campo, las montañas, el mar, los ríos. Se estimula a través de estos relatos el recuerdo del terruño y, por otro lado, las descripciones detalladas permitían a los que habían nacido en otras tierras o los que hacía mucho se habían alejado, conocer las modernas ciudades que se consolidaban en el país vasco. Acompañan las descripciones, ilustraciones, fotos y pinturas.

Se tratan temas económicos, donde se analizan aspectos relacionados con el comercio, la industria, la agricultura y la ganadería de ambas regiones. Se publican avisos comerciales con el objeto de dar a conocer el desarrollo

59 La Baskonia, 20 de marzo de 1910, Año XVII, Nº 593, p. 272.60 La Vasconia, 10 de octubre de 1894, Año II, Nº 37, p. 6. La Baskonia, 10 de octubre de

1908, Año XVI, Nº 541, p. 2.61 La lista de colaboradores es amplia y variada, ya que hubo prestigiosos autores y artis-

tas que trabajaron en la publicación. Para ampliar ver DE DIOS ALTUNA, op. cit.

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económico y social de Euskal Herria y del Río de la Plata. Desde 1902, se anuncian con mayor frecuencia nuevas secciones referidas a estos temas. Existía una sección de carácter social, donde se mencionaban compromisos, matrimonios, bautismos, defunciones, fi estas, graduaciones, arribos, las zonas de asentamiento y búsqueda de familiares y amigos.

En las últimas páginas puede observarse una sección denominada “Notas de Euskaria” y “Notas Locales”, en la cual se brindaba amplia información sobre los sucesos acontecidos en las provincias. Cada uno de los fascículos contenía al fi nal tres o cuatro carillas con estas noticias. El objeto de esta in-formación fue dar a conocer la situación y el progreso de los vascos de ambas orillas del Atlántico.

Las biografías ocupaban un lugar central de la revista y estaban destina-das a rescatar la memoria de los vascos cuyos antecedentes eran ejemplo de valor, heroísmo y esfuerzo62. Versaban sobre hombres y mujeres que habían hecho historia: escritores, políticos, historiadores, marinos, médicos, arqui-tectos, ingenieros, ganaderos, pintores, músicos, religiosos, intelectuales de trascendencia, entre otros. La “Sección Americana” describía la vida de ciertos protagonistas del continente. Cada una de las biografías se hallaba ilustrada.

Hubo espacio para la divulgación de la literatura, la música, la ópera; la interpretación de ciertos instrumentos, coros, canciones, partituras y todo tipo de expresión cultural. Hay que mencionar especialmente la calidad de las ilus-traciones, las fotografías de paisajes, de personajes, de esculturas; pinturas de Martín Malharro y de otros grandes pintores vascos. Se publicaban, además, caricaturas que ilustraban algunas obras literarias.

Hacia el 1900 aparece la sección “Comercial” y de “Agricultura”, hacién-dose continuas las emisiones de estos apartados desde fi nes de 1902 y 1903 y adquiriendo un notable peso en el cuerpo de la revista. Allí se describen los procesos productivos; la difusión de nuevas técnicas y maquinarias, el desarrollo de los frigorífi cos o de la industria láctea63, como así también las difi cultades que debían enfrentar en la campaña agricultores y ganaderos.

62 DE DIOS ALTUNA, op. cit., p. 11. 63 Se publica una interesante nota referida a la “Unión Argentina”, primera fábrica de

manteca en el país. En ella se describe todo el proceso productivo, la cantidad de personal que ocupa, de dónde extraen la materia prima, las maquinarias que poseen, los números de produc-ción y la distribución a nivel nacional e internacional de sus productos. La nota se encuentra ilustrada con fotografías de la planta fabril. En La Baskonia, 10 de noviembre de 1903, Año XI, Nº 364, pp. 50-53. Para el desarrollo de las industrias lecheras y de las iniciativas económicas de esta comunidad en el Río de la Plata ver “El vasco y sus iniciativas”, en La Vasconia, 30 de septiembre y 10 de octubre de 1902, Nº 364 y 365. Otro interesante artículo refi ere a la empresa La Martona, de Vicente L. Casares, donde se explica el proceso productivo, el mantenimiento,

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Las biografías dejan de ocupar el lugar central, aunque continúan editándose. Cambia la gráfi ca y los contenidos que se abordan. Para 1913, varía su formato y como lo expresa la Dirección, el motivo es adoptar el modelo de las revis-tas más modernas que se publicaban en los principales centros de la cultura, agregando más material literario y gráfi co. Se le da a la Sección “Correo de la Baskonia” y a la de “Agricultura y Ganadería”, otra compaginación para que cuando se terminara el volumen del año quedase encuadernada, dando prioridad al texto y las ilustraciones64.

Con cada nuevo año de edición, desde 1893, se agradecía a través de un editorial a todo el público lector de la revista, cuyo objetivo era “unir a nues-tros paisanos aislados en estas llanuras inmensas, manteniendo vivo el recuer-do de la patria y elevando su valer moral para que reverenciando la nobleza de su origen fueran dignos de su raza”65.

Las difi cultades políticas e ideológicas que se vivían en las provincias vascongadas desde mediados de la década de 1870 comenzaron a dividir tam-bién a los vascos que se encontraban en la diáspora y en la misma península. En 1890, Sabino Arana, promotor del partido nacionalista vasco, comenzó a exponer sus ideas por Europa, estableciendo una contienda política entre partidos66. En Buenos Aires y ante la imposibilidad de coincidir en los ideales políticos y de compartir espacios se fundó en 1895 el Centro Vasco Francés y el Vasco Navarro, fragmentándose los centros de la ciudad67.

Las asociaciones formadas antes de la eliminación de los Fueros no te-nían un perfi l político entre sus objetivos. Después de 1876, para los grupos nacionalistas el concepto de asociación iba más allá de los fi nes recreativos, benéfi cos o asistenciales. Fue a partir de este momento, cuando surgió la ne-cesidad de preservar y defender la cultura patria, la lengua y las costumbres. Priorizaban la idea de que aquellos vascos que se encontraban lejos de su tierra, fomentaran y acrecentaran su conciencia de nación68.

la distribución y la venta a través de sus 43 sucursales. La nota se encuentra ilustrada con fotografías. La Baskonia, 10 de abril de 1904, Año: XI, Nº 379, pp. 303-304.

64 La Baskonia, 10 de septiembre de 1913, Año XXI, Nº 721, p. 2.65 La Baskonia, 10 de septiembre de 1908, Año XVI, Nº 541, p. 2.66 La Vasconia, 30 de septiembre de 1898, Año V, Nº 180, p. 417. La Vasconia, 20 de

agosto de 1902, Año IX, Nº 320, p. 382. ARRONDO, op. cit.; para el tema del nacimiento y desarrollo del nacionalismo, EZKERRO, op. cit., pp. 75-94. El autor refi ere a la repercusión del nacionalismo vasco en Buenos Aires.

67 FERNÁNDEZ Y MOYA, op. cit., p. 260; DOUGLASS Y TOTORICAGUENA, op. cit., pp. 259-260; EZKERRO, op. cit.; CAVA MESA, op. cit.

68 ÁLVAREZ GILA y TAPIZ FERNÁNDEZ, op. cit., p. 5.

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Los grupos nacionalistas estaban convencidos de que este asociacionismo produciría en la comunidad un aliento en la preservación y resignifi cación de su propia identidad. Consecuente con esto se animan las reuniones periódi-cas, las romerías, las fi estas patronales, el deporte, entre otros espacios. El fraccionamiento político se hizo sentir también en la revista, que sufrió las consecuencias de este debate y estableció posiciones ideológicas encontradas. En 1901 se dio a conocer la renuncia de uno de sus principales colaboradores y director fundador, don Francisco de Grandmontagne, quien sentenciaba:

Dos tendencias dividen actualmente al espíritu vascongado: el aislamiento y la expansión de la raza. Están en el primer grupo los tradicionalistas y radicales; y en el segundo los escritores modernos de nuestro país, eminentes pensadores que proclaman la renovación del espíritu vasco y su difusión infl uyente. En medio de estas dos tendencias, sería mi acción, como codirector de la revista, exclusivamente personal, y es posible que no interpretara las aspiraciones del momento. Por esto he creído oportuno retirarme, a fi n de no estorbar con mi pensamiento propio la mejor orientación de la revista69.

Expresa que el lector no notará su ausencia ya que continuará como co-laborador en la edición de las biografías, fi rmadas bajo el seudónimo de Luis Jaizquibel, y la dirección quedará en las manos de su compañero, José Uriarte. Mientras tanto, hacia 1901, Grandmontagne adquiría prestigio intelectual y reconocimiento en la prensa de la nación70. Los desacuerdos aumentaban entre ambos, referidos en especial a los acontecimientos de la guerra de Cuba y al discurso pronunciado por Unamuno, en Bilbao, el 26 de agosto de 190171.

Luego de 1898 se produjo un renacimiento nacionalista en el país vasco y Cataluña. Bilbao mostraba su crecimiento industrial y económico. Fue en ese momento cuando Unamuno planteó que la lengua vasca no podría adaptarse al progreso y afi rmó “eres un pueblo que te vas. La lengua que hablas, pueblo vasco, ese euskera desaparece contigo, apresúrate a darle muerte y enterrarle

69 La Vasconia, 10 de octubre de 1901, Año IX, Nº 289, p. 6.70 Trabajó para el periódico La Nación, fue redactor jefe del diario La Prensa. Autor de

numerosas piezas literarias como Teodoro Foronda, evoluciones de la sociedad argentina (1897); La Maldonada (1897); Vivos, tilingos y locos lindos (1901); Los emigrantes prósperos (1933); entre muchas otras obras. En esta revista, en la cual fi rmaba con el seudónimo de Luis de Jaizquibel, enfrentaba su españolismo al marcado sentimiento nacionalista de Uriarte. Abandonó la República Argentina en 1902 para radicarse nuevamente en Donostia, donde se desempeñó como periodista de los diarios El Sol y El Pueblo, y actuó como corresponsal de La Prensa bonaerense.

71 Para guerra de Cuba, ver La Vasconia, 10 de julio de 1898, Año V, Nº 172, p. 330.

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con honra y habla en español”72. A pesar de esto, con la prensa argentina in-tentaba suavizar su postura73.

Las diferencias entre Uriarte, defensor y promotor de la cultura vasca, de orientación nacionalista y Grandmontagne, de perfi l centralista, pueden observarse en una carta redactada por éste último a Unamuno, donde explica las diferencias personales y políticas que los distancian y que hacen imposible la convivencia personal y profesional entre los dos directores74. La realidad demostró que sólo trabajaría en dos fascículos más en la revista.

Se publicaron con frecuencia artículos que evidenciaban la oposición a la centralización política dando fundamentos teóricos e históricos para tal negati-va, ya que “produce el predominio exagerado de la capital sobre la provincia, y anula el particularismo que es una de las fuerzas más poderosas para el progreso de la humanidad”75, invalida la identidad nacional y promueve la decadencia de los pueblos. Afi rma que el proceso de centralización provoca la muerte acelerada de los regionalismos y lo ejemplifi ca utilizando ejemplos históricos contem-poráneos como el de Bohemia, Austria, Hungría y donde el mantenimiento y fortalecimiento de su tradición, lengua y costumbres fueron esenciales para el sostenimiento de su cultura76. A través de esta controversia, se estimularon en la revista algunos de los objetivos propuestos en 1893 y se dio a conocer un debate ideológico que impulsó con fuerza y vigor a La Vasconia.

2. SEGUNDA PARTE

2.1 La identidad en la revista

Los vascos presentaban una realidad diferente de la de otros inmigrantes. En el siglo XIX no venían huyendo del hambre, sino que se hallaban limitados por el régimen de la herencia y la escasez de tierras, hechos que sumados a

72 EZKERRO, op. cit., p. 63. Unamuno llegó a ser considerado persona non grata en su tierra natal, por esta afi rmación del euskera, al que consideraba incapaz para funcionar en el mundo moderno; era crítico con todo lo vasco y especialmente con el incipiente nacionalismo. Ver también PEDRO ARES, Gradmontagne. El escritor vasco español que se inició en la Pampa a fi nes del siglo XIX, Buenos Aires, Mainz, 2004, p. 153.

73 DOUGLASS Y TOTORICAGUENA, op. cit., p. 262. Para ampliar ver La Vasconia, 10 de julio de 1898, Año V, Nº 172; La Vasconia, 30 de septiembre de 1901, Año VIII, Nº 288. También puede leerse el descargo del Sr. Juan S. Jaca. En La Vasconia, 10 de octubre de 1901, Año IX, Nº 289, pp. 7-9.

74 ARES, op. cit., pp. 152-153.75 La Vasconia, 10 de noviembre de 1900, Año VIII, Nº 256, p. 45.76 La Vasconia, 20 de enero de 1902, Año IX, Nº 299, p. 129.

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las guerras y el servicio militar obligatorio, provocaron que estos segundones “presentaran una clara tendencia al desarraigo (…); se asimilaran rápidamente y sin traumas, (…) eran como una especie de ‘envase no retornable’ y por lo tanto propensos a acelerar la pérdida de la identidad”77.

Frente a este problema reforzaron sus lazos identitarios especialmente en las grandes urbes. Es por esto que desde ese momento, aparece una re-signifi cación de la conciencia étnica y se establecen nuevos mecanismos de acercamiento identitario, llegando a conformar una “microsociedad vasca (…) cohesionada frente a intereses ajenos, unida por lazos en los que se mezclaban componentes familiares, sociales, económicos y de paisanaje”78.

Vislumbraron asimismo, que para resguardar su cultura y proyectarse de-bían aceptar su pasado, porque sin tener conciencia de sus orígenes no podrían establecerse en ningún sitio79. Es por esto que en la revista se enuncia que:

La lejanía acrecienta en ellos la pasión por todo lo que les pertenece, su geo-grafía, su historia, sus costumbres, su infancia misma, recordando a aquellos que los ayudaron a convertirse en hombres honrados, trabajadores y probos, con cuyos méritos nos hemos conquistado en todo este hemisferio el cariño y el respeto de propios y extraños80.

Se proponen no dejar en el olvido a sus antecesores porque “la inmi-gración vascongada sumamente apreciada en estos países por sus virtudes y condiciones caballerescas, ha sido fecunda en hombres importantes, que han colaborado ventajosamente en nuestra organización política y social”81. Era necesario rescatarlos del olvido: la revista se convirtió en el ámbito propicio para albergar a cada uno. Hubo un intento por parte de los que la publicaron de pasar de la memoria a la historiografía, es decir que, “cuando la memoria se archiva, es posible la materialización del recuerdo”82, y ese fue el primer objetivo, que su historia y tradición no quedasen guardadas en la memoria individual, sino que fueran propiedad del imaginario colectivo, para poder así perdurar a través del tiempo.

Los rasgos que identifi can una nación son los elementos comunes y básicos que los hacen distintos respecto de otros. Entre éstos, hallamos los

77 ÁLVAREZ GILA e IRIANI, op. cit., p. 1.78 ÁLVAREZ GILA y TAPIZ FERNÁNDEZ, op. cit., p. 13.79 ROSSI, op. cit., p. 28.80 La Vasconia, 10 de octubre de 1893, Año I, Nº 1, p. 4.81 La Vasconia, 10 de octubre de 1893, Año I, Nº 1, p. 5.82 RICOEUR, op. cit., p. 191.

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factores físicos, el territorio, la geografía; las características étnicas y las par-ticularidades culturales, la religión, la lengua y la historia. Si analizamos cada una de estas particularidades y hacemos referencia a los condicionamientos geográfi cos, podemos enunciar que el espacio vital de cada ser humano es inherente y esencial en el recuerdo, ya que es muy difícil desprenderse de él a pesar del paso del tiempo. En la revista, la descripción de las regiones es un recurso muy usado. El objeto es que a través de la rememoración no se pier-dan los recuerdos; y que además los hijos de los vascos nacidos en América, a través del relato, puedan conocerlos.

Es particularmente elocuente y preciso el recuerdo de haber vivido en tal casa de tal ciudad o el de haber viajado a tal parte del mundo; teje, a la vez, una memoria íntima y una memoria compartida entre próximos: en estos recuer-dos tipo, el espacio corporal está vinculado de modo inmediato al espacio del entorno, fragmento de tierra habitable, con sus caminos, más o menos transi-tables, sus obstáculos superables de diversas maneras83.

Con el título de “Recuerdos de…”, en cada fascículo se hace referencia a las pintorescas ciudades y pueblos de Euskadi. Se rememora el paisaje y las características propias de cada espacio; se trasmiten, a través de la narración, las sensaciones, los perfumes y los colores de las regiones. Se describen las características geográfi cas de los lugares que conformaron la identidad de este pueblo. El caserío, las montañas, el suelo, las ciudades, los caminos, los ríos y las regiones, entre otros, tienen un apartado privilegiado de descripción. Ejem-plo de ello es el caserío: núcleo de la familia rural, ubicado entre las montañas, surcado por ríos, es también la unidad de producción. Por naturaleza propia de este pueblo, es el lugar donde

se conserva el espíritu baskongado, de la independencia y religiosidad profun-da; es como la escuela donde se cultiva con entusiasmo y alegría la hermosa lengua de Aitor, es donde se conserva vivísimo el amor y la fe de nuestras tra-diciones, fueros y costumbres baskongados; donde se adquiere un acendrado cariño al trabajo; donde se ve un retrato fi el de la sencillez del pueblo euskaro; donde sus habitantes, humildes como la violeta, practicaban lo poco que por desgracia nos queda de tradicional y de baskongado; es, en fi n, un recuerdo, un cuadro, un esbozo, de lo mucho hermoso que hemos tenido y que tan a pasos de gigante se nos marcha o lo dejamos que marche, sin que haya un dique ni un freno, que se oponga y lo conserve. Mil veces bendito ese bendito caserío,

83 RICOEUR, op. cit., pp. 191-192.

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que tan fi elmente representa las bellezas, hermosuras y encantos del noble solar baskongado84.

Dentro de la casa familiar, el hogar cumple la función de unir y enlazar a cada uno de sus integrantes. Alrededor de él, durante las temporadas inver-nales, el abuelo cuenta historias y relatos fantásticos, donde el grupo familiar conoce sobre las tradiciones y costumbres de antaño85.

Las características del relieve condicionaron el espíritu vincular de los vascos. Si bien se adecuaron a las costumbres de la geografía pampeana, incorporaron actitudes nativas, infundiéndoles sus propias particularidades. En su tierra natal el vasco fue agricultor y marino, en las pampas pastor, co-merciante, peón o puestero. Por su habilidad de adecuarse a cualquier tipo de trabajo fue solicitado por los estancieros para las labores propias del campo, por considerárselo “constante en el trabajo, fuerte, cuidadoso y honrado”86.

Los vascos se caracterizaban por ser leales y fi rmes con la palabra emplea-da; por ello, muchos llegaron a tener responsabilidades al frente de campos que no les pertenecían. Así pasarán de ser simples puesteros o peones a capataces de estancia y poco a poco a adquirir sus propias tierras87. El vasco buscará, como hicieron con él, proteger bajo su cuidado y su trabajo a otros paisanos recién venidos, brindándoles las mismas posibilidades que a él se le tendieron. Se pueden observar referencias constantes a lo saludables que son, a su valentía y su impulso por iniciar nuevos proyectos; les gusta la independencia, lo que les permite ser más aptos para el trabajo88. La rápida adaptación a estos espacios geográfi cos les permitió incorporarse y desarrollar sus actividades productivas en el Río de la Plata.

2.2 Símbolos y mecanismos de identifi cación del ser vasco

La revista utiliza varios recursos para resaltar las características de la identidad de la mujer y varón vascos. Uno de estos mecanismos está presente en casi toda la publicación y es la biografía. A través de ella se intenta dar cuenta sobre la vida de aquellos que contribuyeron al alma euskara desde su lugar en la vida política, las leyes, la literatura, la medicina, la ciencia, la

84 La Baskonia, 20 de septiembre de 1913, Año XXI, Nº 722, p. 21.85 La Vasconia, 30 de septiembre de 1902, Año IX, Nº 324, p. 431. Para características de

la familia ver La Vasconia, 10 de junio de 1895, Año II, Nº 61, pp. 303-304.86 La Vasconia, 20 de octubre de 1894, Año II, Nº 41, p. 62.87 La Vasconia, 20 de enero de 1894, Año I, Nº 11, p. 131. 88 La Baskonia, 28 de febrero de 1903, Año X, Nº 339, p. 180. Baudrillart en La Vasconia,

30 de octubre de 1894, Año I, Nº 3, p. 34.

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música y la pintura. Biografías que se narraban para que en el futuro se cono-ciera su legado. Cada uno de los biografi ados fue elegido para dar sentido a la identidad y las características que agruparían a todos los vascos.

Desde su primer ejemplar, las biografías aparecen publicadas en la mayo-ría de los fascículos, aunque se reduce su uso hacia 1901. Más tarde se incor-poran nuevas secciones denominadas “Los vascos en América o Americana” y “Siluetas”, donde también se describe vida y obras de algunos representantes de este pueblo. Tal vez el alejamiento de Grandmontagne tuvo que ver con esta decisión de ir relegando las biografías a un lugar secundario respecto de la centralidad de años anteriores. La gran mayoría de ellas estaban realizadas por él, quien fi rmaba bajo el seudónimo de Luis Jaizquivel. Martín Malharro tam-bién biografi ó a algunos artistas89. Grandmontagne en varias oportunidades a través de correspondencia con Unamuno, planteó que sus primeros trabajos de investigación fueron desordenados, confusos, exentos de sencillez, pero que le sirvieron para poder realizar sus primeros ensayos literarios90.

A través de este relato biográfi co, era propósito explícito hacer conocer que su grupo étnico había contribuido “al culto de su independencia, la recti-tud de proceder y la energía de acción formando con tan buenas cualidades, hombres, que al correr del tiempo, la historia registraría en sus páginas”91. Utilizar este recurso les era necesario porque a través de él, revalorizaban la impronta vertida por estos hombres que no quedarían ignorados y sería una herramienta para que las generaciones futuras conocieran la historia de sus antepasados; asimismo era el vehículo para transferir esas características a todos los vascos a fi n de que pudiesen identifi carse.

Además del recurso biográfi co La Vasconia se propone referirse a la particularidad de ser una raza que no se ha mezclado con ninguna otra en la Península92. Describen su origen ancestral en los turaníes y se diferencian respecto de lo étnico y complexión psíquica, que los hace diferentes93.

Donde quiera que encuentres un vascongado, sea cual fuere su condición so-cial, encuentras un hombre independiente, capaz de bastarse a si mismo, y por consiguiente capaz de discurrir con cabeza propia. Ese vascongado es honrado,

89 La Baskonia, 10 de abril de 1904, Año XI, Nº 379, pp. 303-304.90 ARES, op. cit., p. 84.91 La Vasconia, 20 de octubre de 1901, Año IX, Nº 289, p. 21.92 Categorías vinculadas con el término raza se encuentran hoy en desuso, utilizándose

otras expresiones y conceptos para signifi car la etnicidad, la diferencia. Cuando usamos este tér-mino lo hacemos en virtud de las fuentes existentes y respetando las categorías de la época.

93 La Vasconia, 20 de marzo de 1895, Año II, Nº 53, p. 203. Para el tema del origen de la raza ver La Vasconia, 10 de octubre de 1898, Año VI, Nº 181, p. 11.

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inteligente y es fuerte (…) ese valor individual, esa confi anza en sí mismo es el sello que ha distinguido a la euskara de todas las demás razas; y esas condi-ciones son las que la mantendrán fuerte, sana y compacta en el porvenir. (…) Es el genio de su raza, de esa raza más antigua que la historia94.

En varias oportunidades se aborda el tema del “Espíritu de raza”, como algo distintivo que los hace diferentes a otras culturas, enunciando que “el hombre conserva todas las cualidades ingénitas de la familia étnica a la que pertenece. (…) Es indudable que (…) sobreviven (…) aquellos rasgos caracte-rísticos que imprimen su sello peculiar a cada raza”95. A muchos intelectuales del momento les preocupa este tema, ya que

en el roce continuo de la convivencia con hombres de diferentes proceden-cias, se pierden prontamente aquellas cualidades que se apartan de a poco de las comunes a todos los seres humanos (…), en el necesario trabajo de acercamiento y fusión de las voluntades (…). Pero de este fondo uniforme (…), se destacan las líneas matrices del carácter de cada pueblo que les da su fi sonomía especial y ordena imperativamente los actos cardinales de la vida individual y colectiva96.

Justifi can el mantenimiento de su propia etnicidad porque estuvieron re-cluidos durante siglos entre los Pirineos, teniendo poco contacto con el resto del mundo, y afi rman que fueron los progresos modernos los que barrieron con las fronteras naturales y crearon nuevos modos de relaciones humanas, haciendo casi imposible mantener el aislamiento, y en consecuencia formando parte de la amalgama mundial.

Los textos exaltan el virtuosismo vasco, el esfuerzo, la inteligencia y la perseverancia de la raza, características que eran necesarias dar a conocer para que la nación argentina aceptara sin renuencias a este grupo étnico. Porque se caracterizaban por ser un pueblo “batallador por la libertad, el derecho y la democracia”97, muchos hombres de esta ascendencia habían ocupado puestos de importancia en el gobierno de esta nación y de América.

Otros símbolos que los vascos anuncian como diferenciadores y que ca-racterizan exteriormente a una familia baskongada son el solar, el apellido y el escudo de armas.

94 La Vasconia, 20 de enero de 1895, Año II, Nº 47, p. 130.95 La Baskonia, 28 de febrero de 1903, Año X, Nº 339, p. 178.96 La Baskonia, 28 de febrero de 1903, Año X, Nº 339, p. 178.97 La Vasconia, 10 de octubre de 1894, Año II, Nº 37, p. 6.

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El solar no es, ni ha sido ordinariamente en los pasados tiempos, una torre rodeada de fosos y coronada de almenas. Es una casería cercada de hereda-des, en que alternan las cosechas de maíz y trigo en proporción armónica a las necesidades de la labranza, de modo que forman un mundo agrícolamente indivisible cuya transmisión integra a las generaciones sucesivas y se perpetúa por la costumbre inveterada de las donaciones matrimoniales98.

La importancia de las tierras que posee cada casa expone la categoría de ésta, infi riéndose su mayor o menor antigüedad. Enorgullece a cualquier segundón decir que es hijo de la casa de… El apellido refi ere la denominación del solar y describe la situación toponímic99. Mientras que el apellido corres-ponde al solar, el escudo de armas describe el apellido, es decir es su repro-ducción gráfi ca. Fueron usados desde los siglos XI y XII, como una forma de identifi cación100. Cada familia tiene uno que lo identifi ca y en la revista apare-cía un apartado semanal donde se detallaba cada escudo por orden alfabético y se especifi caba su signifi cado.

Otro mecanismo de autorreferencialidad es la autoridad política, expresada a través de los Fueros o leyes. Éstos constituyeron un objeto de lucha perma-nente en tránsito de recuperación desde 1876, cuando les fueron quitados por el centralismo español: “los Fueros son las leyes propias, de los pueblos libres, con libertades originarias creadas libremente y con soberana potestad por ellos mismos, para sí mismos, sin ingerencia de ningún poder extraño”101.

Se expresa en algunos artículos de la revista que el país vasco ha prospe-rado a lo largo del tiempo por su “completa sumisión a las instituciones funda-mentales de la humanidad (…) desde tiempo inmemorial (…), conservan todo su vigor y producen sus naturales efectos”102. Se enuncia que son la autoridad a las leyes del pueblo, al Decálogo, a las del padre y el respeto a los preceptos religiosos los que establecen la armonía entre la ley espiritual y temporal.

Se plantea que la paz natural de este pueblo, proviene de su remota “su-perioridad moral e institucional”103; además se enuncia que esta hegemonía proviene de su naturaleza agraria y de la necesidad imperiosa por subsistir

98 La Baskonia, 10 de septiembre de 1913, Año XXI, Nº 721, p. 4.99 Ejemplo: Aizpegoena: La parte más alta de la peña, La Vasconia, 30 de octubre de 1894,

Año II, Nº 30, p. 37; Artolaguirre: tablas de encina en lugar descampado, La Vasconia, 28 de febrero de 1895, Año II, Nº 51, p. 179; Gamboa: campo; Gándara: lo más alto de la casa, La Vasconia, 20 de octubre de 1896, Año IV, Nº 110 p. 26.

100 La Baskonia, 20 de septiembre de 1913, Año XXI, Nº 722, p. 20. 101 La Baskonia, 10 de noviembre de 1903, Año XI, Nº 364, p. 46.102 La Vasconia, 30 de septiembre de 1901, Año VIII, Nº 288, p. 428.103 Ibídem. Refi eren esta afi rmación Plutarco y Strabón.

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en un áspero clima. “No poseen los grandes recursos que permiten a otras razas prósperas entregarse a la holgazanería, madre de los vicios sensuales” y afi rman que no “disponen del tiempo que reclama el cultivo de las ciencias, de las letras y de las artes liberales; por consiguiente, se ven libres del orgullo que a menudo tienen los afi cionados a los estudios intelectuales que les incita a sublevarse al Decálogo y la autoridad paternal104.

Francisco de Gradmontagne observó que “en la Argentina, ser vasco o hijo de vasco implica algo así como un racial título honorífi co”105. Coinciden varios autores en afi rmar que las características que este individuo se forjó en la Argentina referían a su integridad, su fortaleza física, su espíritu laborioso y confi able, lo que les permitía convertirse en trabajadores honestos, respon-sables y ahorradores industriosos. Decir vasco equivalía a la plena seguridad de cumplimiento de lo convenido verbalmente106. Muchas generaciones poste-riores se benefi ciaron con estas distinciones. Esto no debe interpretarse como “una instrumentalización contemporánea de la identidad vasca sino, más bien, como una responsabilidad que se siente hacia los antepasados y los descen-dientes en el sentido de ‘guardar la fama de los vascos’ de manera colectiva”107. En La Vasconia a través de sus artículos se los caracteriza así:

El vasco es probo, generoso, ahorrativo y trabajador, atiende a su familia, es hospitalario; la criminalidad tiene una muy baja tasa a la estadística en esta raza; de la tierra vascongada siempre han venido hombres sanos, fuertes, in-teligentes, laboriosos, aptos para encarar cualquier tipo de trabajo. En suma, podemos decir que el vasco es el mejor o uno de los mejores pobladores que recibe la República Argentina108.

Estos valores que se trasmitieron a lo largo de los siglos fueron los que permitieron que el pueblo se mantuviese unido y fortalecido. Los pobladores de las montañas son “consecuentes (…), sencillos, alegres, amantes de la fami-lia, apegados al rústico caserío y a la heredad que tantos sacrifi cios les cuesta cultivar, y sobre todo han hecho de la hospitalidad una ley para ellos sagrada, ejerciéndola con amabilidad y desinterés”109.

104 La Vasconia, 30 de septiembre de 1901, Año VIII, Nº 288, p. 429.105 ARES, op. cit., p. 78.106 DOUGLASS Y TOTORICAGUENA, op. cit., pp. 263-264. 107 DOUGLASS Y TOTORICAGUENA, op. cit., p. 264.108 La Vasconia, 10 de octubre de 1893, Año I, Nº 1, p. 9.109 La Vasconia, 30 de noviembre de 1894, Año II, Nº 42, p. 72.

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2.3 Relatos narrados, tradiciones contadas, identidades preservadas

A través de los poemas, cuentos y narraciones, se dejan traslucir las cos-tumbres de antaño, que recuerdan la vida en la tierra de origen. En la revista se pueden observar gran cantidad de recursos usados para recrear estas tra-diciones, muchas de las cuales se encuentran ilustradas. Las características y los ritos realizados antes y durante las bodas, la preparación para las fi estas, los juegos de la niñez, que se han transformado con el paso del tiempo y que es necesario rememorar porque “han desaparecido de la nueva y agitada vida de la juventud actual110.

Se observan en la revista apartados llamados “Recuerdos de…”, donde se recrean las memorias, las remembranzas del pasado de cada vasco en su tierra. En ningún momento se deja de agradecer a esta región por la acogida que han tenido, pero no dejan de reforzar a través del relato lo que signifi can sus recuerdos.

No habrá uno que no recuerde con cariño las noches que pasó en su querida tierra, al lado de aquel hogar sano y sincero, las heladas noches de gabón y de gabón-zar, pero llenas de calor y entusiasmo, llenas de vida y sentimentalismo, y en un ambiente de verdad, sin egoísmo de acumulamiento monetario, tan arraigado por acá111.

Este fragmento denuncia una particularidad característica de las formas de vida de las grandes ciudades viciadas de cosmopolitismo, identifi cadas con la aceleración en la forma de vida y con prácticas de consumo arraigadas. El recuerdo del tiempo pasado, en su propia tierra, propone a los vascos una toma de conciencia de mantener viva la esencia del pueblo vasco, caracterizado so-bre todo por estar conformado por mujeres y hombres apegados a la tradición, trabajadores industriosos y por la sencillez de sus costumbres.

Otro de los elementos distintivos de este grupo étnico es el euskera, su lengua. El vascuence es compartido por los siete territorios, hablado con di-

110 En varios artículos se describen los juegos practicados por los niños, a pesar de que “la piqueta demoledora del tiempo va transformando rápidamente las antiguas costumbres”, losa de bastos, apulletan, lapur, canicas, perracha, chekaketan, mech, entre otras; también se mencionan las que no se practicaban más. La Vasconia, 10 de noviembre de 1900, Año VIII, Nº 256, pp. 43-44. Sobre bodas ver La Vasconia, 20 de marzo de 1895, Año II, Nº 53, pp. 204-205.

111 La Baskonia, 30 de diciembre de 1914, Año XXII, Nº 765, p. 133. El término Gabón refi ere a las fi estas navideñas, también en La Baskonia, 20 de diciembre de 1914, Año XXII, Nº 764, p. 113.

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ferencias dialectales. Se hablaba en el caserío, más tarde se lo trasladará a las universidades y a la literatura. Funcionaba como símbolo de autorreferenciali-dad, que los identifi caba y les sirvió como vehículo de costumbres, tradiciones, mitos, leyendas y fue medio de transmisión del derecho consuetudinario112.

Dentro de la sociedad vascongada sólo los sectores más altos hablaban el castellano. Durante mucho tiempo el euskera fue prohibido y castigado pero se mantuvo fuerte en el interior de las provincias. Arturo Campion afi rmó que el idioma se retiraba a las cumbres para morir más cerca del cielo113. La lengua originaria sólo era usada en la tierra; más del 90% de esta población rural desconocía el castellano que sólo se aprendía en la enseñanza básica, a la cual el campesino no había tenido acceso.

Existieron varios motivos para preservar las costumbres y la lengua de los vascos, que cobraron vigor después que se profundizara el confl icto en España. El centralismo español ahondó las diferencias. Prohibió enseñar el euskera en las escuelas y obligó a aprender el castellano. El vascuence generaba difi cul-tad para su dominio y buena expresión, lo que provocaba que cada vez fuese menos utilizado. A pesar de todo existieron varios autores que intentaron preservarlo desde diferentes ámbitos:

Nada más justo que un pueblo conserve inviolables sus costumbres, recuerden sus legendarias tradiciones y amen profundamente su idioma; en ello estriba precisamente el orgullo nacional, sin el cual no sería posible que poseyeran historia, ni tuviesen por lo tanto generaciones venideras en donde inspirarse para realizar esos hechos que engrandecen a las colectividades114.

Algunos intelectuales pretendieron reformar la ortografía vascongada, pero esos cambios cayeron en el vacío y nunca pudieron concretarse. Plantea-ban la necesidad de empezar por pequeños cambios: “empecemos por cual-quier cosa, por la ortografía, por insignifi cante que sea, para proceder en orden natural, de lo menos a lo más”115, confi rmaban que su “raza multi-milenaria, se siente joven, animada de ardores y actividades de una eterna adolescencia y quiere, con razón, ser tenida en cuenta, se resiste a ser descalifi cada y borrada de los cuadros de los vivos”116. Consideraban necesario “detener los progresos

112 URIARTE, op. cit., p. 43. ENRIQUE ARAMBURU, “La lengua vasca” en www.juandegaray.org.ar.

113 ARRONDO, op. cit., p. 7.114 La Vasconia, 10 de diciembre de 1893, Año I, Nº 7, p. 77. Inchausti, el autor del artículo

recomienda la instalación de cátedras de euskera en diferentes provincias y capitales. 115 Ibidem.116 La Baskonia, 20 de enero de 1903, Año X, Nº 335, p. 127.

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de la descomposición que opera en nuestro organismo étnico. Organizaron para ello diferentes mecanismos para la reconstrucción del idioma y de esta manera indirecta, reforzar sus lazos identitarios117. Querían poner fi n a la ola de violencia y terminar por la vía de la razón, porque eran sabedores de que esta es la mejor arma.

Después de la eliminación de los Fueros en 1876, se intentó reforzar todo lo que signifi cara tomar contacto con los orígenes; profundizar la etnicidad, la lengua, la historia y las costumbres. Por este motivo aparecieron periódicos, revistas, publicaron libros, organizaron asociaciones, establecieron editoriales, cátedras, recogieron leyendas y costumbres populares, multiplicaron las clases de euskera en diferentes organizaciones, ya que “mientras un pueblo conserve su idioma, posee el martillo que quebrantará sus cadenas, la llave de su liber-tad”118. Mantener y estimular su uso los diferenciaría de otras naciones.

En La Vasconia siempre hubo intención de fomentar el idioma y se publi-caron vocabularios, poemas, canciones y análisis específi cos de la lengua para estimular a los lectores a no olvidar el idioma de origen. Aparece en 1901, una denuncia por la cual el Boletín Ofi cial español recomendaba prohibir el uso del vascuence en las escuelas de la Península y pedía utilizar solamente la lengua española. La circular provocó irritación dentro de la comunidad navarra. Se denunciaba que esta decisión:

Es atentatoria al espíritu del país, porque éste quiere que se conserve su lengua y que aumente el número de los habitantes que la conozcan (…) es atentatoria, a la conveniencia material de Navarra, porque la mejor manera de que los ciudadanos conserven gran amor a su patria, es conservando la lengua de su raza119.

Se comunica a los lectores que se realizó un congreso en Hendaya, para tratar la unifi cación de las reglas ortográfi cas del vascuence a efectos de no uti-lizar cualquier ortografía. A partir de este congreso, realizado en 1901, quedó conformada la “Federación Literaria de los vascos”, cuyo objeto sería “cuidar del estudio, conservación y propagación de la lengua”120. El congreso se reali-zaría una vez por año, alternando sus sedes entre Hendaya y Fuenterrabia.

117 Para ampliar especifi caciones en cuanto a la ortografía ver La Baskonia, 20 de enero de 1903, Año X, Nº 335, p. 127.

118 Koldobika, Elizalde’tarr: “El idioma basko” en URIARTE, op. cit., p. 43. El texto hace una referencia al origen del idioma. Es un trabajo interesante que intenta rescatar la originali-dad del euskera y cómo mantuvo su independencia lingüística a lo largo del tiempo.

119 La Vasconia, 10 de octubre de 1901, Año IX, Nº 289, pp. 12-13.120 La Vasconia, 20 de octubre de 1901, Año IX, Nº 290, p. 19.

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Para 1914 se publica un artículo en la revista donde se expresa la urgente necesidad de crear una Academia que tuviese la misión de velar por la pureza del idioma, conciliar las diferencias fonéticas trasmitidas de generación en generación y eliminar los barbarismos, provocados por el contacto cotidiano con Francia y España. Es por esto que se considera imprescindible la creación de una institución que brinde una técnica, con profesores competentes y que además se difunda la literatura euskérica121. “Porque el lenguaje es el taller donde se elabora el pensamiento y al mismo tiempo el molde en que se vacía; es el único lazo que a pesar de las diferencias de origen, de carácter, de leyes y de pasiones une a los individuos constituyendo los pueblos”122. Sólo a través de la lengua un pueblo se recorta de otro y a la vez se mantiene unido.

Durante el siglo XIX, los primeros inmigrantes llegados al Río de la Plata fueron de la región de Iparralde, zona norte, y todos hablaban diferentes for-mas dialectales: laboréanos, benabarros y zuberotarras; más tarde se acercaron los de Hegoalde, zona sur, que sumaron nuevos vascoparlantes de Vizcaya, Guipúzcoa, Navarra y Álava. Estos vascos, que desconocían en su gran mayo-ría el castellano, se ubicaron en pueblos aislados donde convergía la mayoría de ellos y donde sería más fl uida la comunicación entre compatriotas123.

En la ciudad de Buenos Aires, que no quedó ajena a estos cambios im-plementados desde la Península, también se realizaron estrategias para el for-talecimiento y autoafi rmación de la lengua vasca, se instituyeron cátedras en los centros, se dictó euskera en las instituciones educativas de la comunidad, y la revista misma hizo su aporte desde sus columnas. A pesar del proyecto del Estado argentino de homogeneizar a los inmigrantes en la cultura nacional (Ley 1420) que incluía enseñar y fomentar el uso de la lengua castellana como vehículo de común unión entre nativos y extranjeros, los vascos permitieron que sus hijos se insertasen en este proyecto pero a la vez indujeron el mante-nimiento de su propia lengua y la revista fue una herramienta importante.

La Vasconia acompañó todos los intentos de cambio que se implementa-ron desde el país vasco. En 1903 se decidió cambiar la ortografía castellana por la euskera, siendo desde ese momento La Baskonia y no La Vasconia. Los editores enuncian que “la nueva forma es más estética que la usual (…) se sabe que el uso es un tirano despiadado que no atiende a razones”124; arguyen que se empleó esa forma hasta ese momento por acomodarse al uso establecido. Esto constituye una señal de apoyo a los intentos de cambio que se venían

121 La Baskonia, 30 de septiembre de 1914, Año XXI, Nº 756, p. 564.122 La Baskonia, 20 de octubre de 1904, Año XII, Nº 401, p. 70.123 ÁLVAREZ GILA; “La formación…”, cit., pp. 223-224.124 La Vasconia, 10 de enero de 1903, Año X, Nº 334, p. 115. Ver URIARTE, op. cit., p. 48.

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estimulando desde el país vasco en cuanto al mantenimiento de los usos tra-dicionales del idioma.

Es por esto que en la revista pueden leerse algunas piezas literarias y poemas escritos en euskera para permitir desde la publicación ese contacto legítimo con la lengua de origen. Su uso es poco frecuente, sin embargo, y se da prioridad a la escritura en castellano, lo cual confi rma su intención de permitir a aquellos que no conocían el idioma conocer de igual manera sus tradiciones, su historia y su cultura en general.

Lo cierto es que en Buenos Aires, en la revista como también en el Euskal Echea se confi rma la intención de preservar las propias costumbres y encolumnarse dentro del proyecto de nación que se iba fortaleciendo. La revista pretende un doble movimiento: mantener la identidad integrándose a la Argentina.

CONCLUSIÓN

En las sociedades afectadas por las migraciones masivas, la pertenencia cultural a su comunidad de origen resulta difi cultosa de mantener, ya que la diversidad y el cosmopolitismo provocan la fragmentación y la homogenei-zación en una nueva. La mayoría de los hombres y mujeres en situación de desarraigo tienen la urgente necesidad de estrechar vínculos que refuercen sus lazos identitarios porque “sin memoria el sujeto se pierde, vive únicamente el momento, pierde sus capacidades conceptuales y cognitivas. Su mundo estalla en pedazos y su identidad se desvanece”125.

Entre las comunidades inmigrantes, el temor a la pérdida de la identidad las aglutina en causas comunes, como revalorizar el papel de sus tradiciones y costumbres y así conformarse como grupo homogéneo. Es por esto que en la necesidad de organizar la memoria y resignifi car la identidad entre los compa-triotas, las distintas comunidades desarrollaron en la ciudad de Buenos Aires todo tipo de actividades, desde deportivas, de benefi cencia, culturales, educati-vas, hasta la publicación de revistas y diarios con la intención de proyectarse.

Las condiciones que estimularon a algunos vascos a abandonar su tierra fueron distintas de las de otros pueblos. Esta circunstancia diferencial los hacía más vulnerables que otros ante el alud multicultural al que se enfrentaban y en consecuencia propensos a perder más rápido su identidad. Es por esto que también se unieron en asociaciones de diverso tipo y entendieron, al igual que otros inmigrantes, que en esos espacios de convivencia la acción colectiva

125 JÖEL CANDAU, Antropología de la memoria, Buenos Aires, Nueva Visión, 2002, p. 5. CUESTA, op. cit., p. 59.

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estimulaba el crecimiento personal, social y cultural de sus miembros, favo-reciendo la concreción de la comunidad como grupo identitario individual y homogéneo.

Esta generación de vascos pretendía que no se perdiera en el tiempo el quehacer de sus antepasados porque “la identidad personal es una identidad temporal”126. Estaban convencidos de que la memoria se debilitaba por falta de apoyo externo. De este modo, todas las actividades emprendidas tuvieron como fi n mantener la esencia del espíritu euskaro en la ciudad.

El objetivo de integrarse como comunidad manteniendo su identidad, les permitió ser reconocidos como grupo identitario individual. La sociedad argentina los valoró como honrados, perseverantes e industriosos. La tensión entre repliegue y apertura fue constante, como lo revelan los esfuerzos reali-zados por la comunidad vasca para adaptarse a las costumbres y a la cultura argentina, y al mismo tiempo para mantener su identidad.

Los vascos en la Argentina trabajaron en la transmisión de su historia y cultura, para que las generaciones que los sucedieran pudiesen conocer su tradición con un sentido propio, particular y distintivo. “Un pueblo ‘olvida’ cuando la generación poseedora del pasado no lo transmite a la siguiente o cuando ésta rechaza lo que recibió o cesa de transmitirlo (…) un pueblo jamás puede ‘olvidar’ lo que antes no recibió”127.

Como se afi rmó, La Vasconia se editó con el fi n de difundir la unidad etno cultural, preservar, perpetuar la memoria y resignifi car la identidad, a la vez que permitió integrarse a la comunidad receptora sin perder sus valores culturales, que se reforzaron en la edición de cada fascículo. Sirvió de nexo entre los recién llegados para que estuviesen informados sobre el acontecer en la Península y colaborar con la prensa de la nación argentina, por eso tuvo el doble carácter de euskaro americano.

Gracias a ella se fortaleció el vínculo étnico. La revista utilizó para este fi n todo tipo de recursos literarios, desde descripciones geográfi cas, culturales e históricas hasta el uso de las biografías, imágenes, cuadros, grabados, ilus-traciones y fotografías. Todos estos recursos permitieron a los hijos confi rmar desde lo visual y lo narrativo lo descrito por sus padres y así revivir la tradición, activar y reforzar la memoria de aquellas tierras que le dieron su esencia.

Al editarla, la comunidad vasca se propuso que la revista se convirtiera en una herramienta del recuerdo y la memoria. A tal punto que se transformó en una publicación que brindaba todo tipo de información: política, social,

126 RICOEUR, op. cit., p. 138.127 JOSEF YERUSALMI y N. LORAUX, Usos del olvido, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003,

pp. 17-18.

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cultural, artística y económica, siendo una fuente de consulta de primer nivel para todos aquellos que buscaban información diversa sobre este pueblo.

La Vasconia fortalece la idea de unir a todos los vascos que se encuentran aislados en las zonas rurales y mantener vivo el recuerdo de su patria, y al mismo tiempo ser una herramienta de apertura con la sociedad nativa para ser integrados. A tal fi n en sus columnas se presenta al pueblo vasco como trabajador, respetuoso de la historia de sus antepasados, de las tradiciones que los defi nen, profundamente religiosos, sobrios en sus costumbres; los vascos rescatan los valores y virtudes de aquellos que los antecedieron y dejaron asentado el prestigio de ser un pueblo caracterizado por su honradez, sencillez y virtuosismo, defensores de la libertad y del derecho.

La Vasconia se escribía en dos idiomas: el castellano y el euskera. Expre-só así, a través del juego del lenguaje, su historia y sus costumbres, para que éstas no quedasen en el olvido, en el anonimato: “mediante la recitación, el relato se inscribe en una comunidad, la agrupa. Sólo mediante la escritura se abre el relato al público”128. Privilegiaron el castellano, lo usaron como puen-te, como herramienta de común unión y apertura para homogeneizarse en el nuevo escenario. Aunque preservaron también el euskera, su lengua original, que lo daban a publicidad periódicamente para que fuese leído y escuchado por el público en general.

La revista impuso en primer lugar toda una revalorización del sentido de su propia tierra, de sus costumbres y de su cultura en general. En segundo lugar, cubrió el espacio que la recitación había ocupado en la transmisión de generación en generación. De este modo, desde su primer fascículo la tradición se aseguraba la pervivencia en el tiempo.

La Vasconia resguardó ese espacio de consolidación de lo propio ante el cosmopolitismo que enfrentaban, porque al leerla a sus hijos los padres re-forzaban los lazos de pertenencia con su comunidad de origen, ilustrándolos con su historia y tradición, informándolos sobre la actualidad de su tierra; y por otro lado, las generaciones jóvenes observaban los lugares, los espacios, conocían a través del juego de la imagen y la palabra los usos, las costumbres y tradiciones practicadas por el pueblo de sus padres.

La avalancha cultural a la que debían hacer frente los puso en la encru-cijada de mantenerse aislados o integrarse. La primera opción era difícil de sostener, por ello decidieron integrase con sus características étnicas y cultura-les fortalecidas desde las actividades realizadas por la comunidad, y la revista

128 PAUL RICOEUR, “La función narrativa y la experiencia de la narratividad”, en Historia y narratividad, Barcelona, Paidós, 1999; p. 194.

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fue uno de estos mecanismos duales de preservación identitaria y de apertura, gracias a la cual pudieron reafi rmar sus esencia cultural.

El emprendimiento realizado por Uriarte y Grandmontagne provocó un acercamiento entre los integrantes de la comunidad fortaleciendo, defendiendo y promoviendo su cultura, conjugando sentimientos de pertenencia a su pueblo y ofreciendo noticias políticas y económicas, brindando además a sus lectores un abanico variado de temas culturales. La Vasconia es una fuente de consulta privilegiada y constituye una pieza literaria e historiográfi ca imprescindible para comprender la actividad de los vascos en la ciudad, y el esfuerzo de su gobierno por preservarla a través de su digitalización refuerza el objetivo pri-mero que se propusieron Uriarte y Grandmontagne a fi nes del siglo XIX.

Todos los pueblos a través de la historia establecieron variados mecanis-mos para preservar su cultura, memoria e identidad. Realizaron para ello acti-vidades de diferentes órdenes, que sólo pudieron ser perpetuadas por la acción conjunta, protegidas por el accionar colectivo. Es por esto que revalorizar los esfuerzos del pasado ayuda a continuarlos en el tiempo.

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La participación política de los intelectuales durante la transición democrática:

el Grupo Esmeralda y el presidente Alfonsín*

JOSEFINA ELIZALDEUniversidad Católica Argentina

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RESUMEN

El presente artículo tiene por objeto analizar las relaciones que se estable-cieron entre un grupo de intelectuales de izquierda y el presidente radical Raúl Alfonsín durante la transición democrática en la Argentina. Se describirán en primer lugar los desplazamientos teóricos de la izquierda intelectual marcados por el exilio mexicano; en segundo lugar, las características del campo cultural en la transición democrática en los ochenta, centrándose en la producción de los intelectuales vinculados con la revista Punto de Vista y el Club de Cultura Socialista y, por último, los vínculos que se establecieron entre el presidente Alfonsín y los intelectuales de la izquierda renovada, analizando los dilemas ético-políticos que debieron enfrentar. La construcción de sentido en torno a un personaje político, en el que los intelectuales veían la posibilidad de que se convirtiera en un moderno líder socialdemócrata, es la hipótesis a partir de la cual intenta explicarse la vinculación, siguiendo las teorías de Pierre Bourdieu.

PALABRAS CLAVE

Intelectuales – Alfonsín – Transición – Democracia.

ABSTRACT

This article analyses the relationship established between a group of left-ist intellectuals and the radical president Raul Alfonsín during the democratic

* El siguiente artículo se basa en mi Tesis de Maestría en Ciencia Política y Sociología aprobada en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en julio de 2009. No hubiera sido posible sin la colaboración de mi director, Alejandro Blanco.

TEMAS DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA, XV (JULIO-DICIEMBRE DE 2009) pp. 53-87.

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transition in Argentina. We will describe fi rstly the theoretical displacements of the intellectual left marked by the Mexican exile, and then the characteris-tics of the cultural fi eld in the democratic transition in the eighties, focusing in the production of the intellectuals linked to the review Punto de Vista and the Club of Socialist Culture. Finally, we will analyse the relationship between president Alfonsín and the intellectuals of this renewed left, focusing on the ethical and political dilemmas that they had to face. The construction of mean-ing about a political character, where the intellectuals saw the possibility of becoming a modern socialdemocratic leader, is the hypothesis of the study following the theories of Pierre Bourdieu.

KEY WORDS

Intellectuals – Alfonsín – Transition – Democracy.

INTRODUCCIÓN

En las elecciones del 30 de octubre de 1983, el candidato del Partido Ra-dical, Raúl R. Alfonsín, derrotaba al peronismo luego de una peleada campaña electoral en donde un peronismo que no lograba superar sus luchas internas, se enfrentó al destacado liderazgo del dirigente radical y a la renovación que había logrado, tanto en su mensaje como en las prácticas políticas internas del partido. Es cierto que su fi gura se había ido fortaleciendo desde los años del Proceso cuando, frente a la descomposición del poder castrense y el fracaso de la guerra de Malvinas, logró rescatar la política en torno a un proyecto democrático, al mismo tiempo que, en la población, crecía un fuerte rechazo al autoritarismo. Las tensiones entre “ruptura y continuidad”1 marcaron las características propias de la transición argentina de 1982-1983, en la que los políticos reunidos en la Multipartidaria, no ejercieron presión para lograr la rápida salida de los militares sino más bien pretendieron que ésta fuera ma-nejada por los funcionarios del régimen. Es así como la transición argentina, que permitió ser califi cada como “sui generis”– ya que, si bien “no hubo una caída del antiguo régimen” tampoco “es el producto de una negociación clara o de una pautada autodisolución del autoritarismo”2–, se presentó como una

1 G. O’DONNELL, P. SCHMITTER y L. WHITEHEAD (comps.), Transiciones desde un gobierno autoritario, Buenos Aires, Editorial Paidós, 1989.

2 JOSÉ NUN, JUAN CARLOS PORTANTIERO (comps.), Ensayos sobre la transición democrática en la Argentina, Buenos Aires, Puntosur, 1987, p. 261.

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transición negociada con un gobierno al borde del colapso y una población civil que lo repudiaba, no sólo ya por la derrota militar, sino por el tema de la represión ilegal, claramente instalado desde 1981.

Esto da cuenta del lugar privilegiado en el que se encontraba Raúl Alfon-sín, no solamente por su negativa a apoyar la ocupación militar de Malvinas, sino también por su crítica al terrorismo de Estado y las violaciones a los de-rechos humanos a través de su pertenencia a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Esto le permitió proponer una ruptura que fue el sustento político-moral de la construcción del nuevo estado de derecho3. La ruptura era doble, por un lado con el pasado que se pretendía dejar atrás y por otro con los actores de ese pasado en el momento presente.

Los cambios no se dieron exclusivamente en el ámbito de lo político, sino también en lo social y cultural. En este último, se produjo una redefi nición de las relaciones entre cultura y política que implicaba una relectura del proceso de los sesenta y setenta caracterizado por la hegemonía de la izquierda. Du-rante esta época, sectores de la izquierda intelectual y del peronismo aposta-ron por el cambio revolucionario de la sociedad siguiendo la infl uencia de la Revolución Cubana, que los llevó a alejarse de su práctica específi ca y que, de la mano del modelo de intelectual comprometido, contribuyeron al proceso de politización de la cultura. Ya en los ochenta, ante la derrota de sus proyectos y ante la caída de expectativas puestas sobre la revolución, resurgió la idea de la política, que llevó a su vez a un replanteo de las relaciones entre el intelec-tual y la política. La discusión en torno al rol de los intelectuales va a ser uno de los temas que se instalará en el campo intelectual, en donde se discutieron también las tradiciones ideológicas y entraron en crisis los paradigmas que habían movilizado a esos mismos intelectuales en las décadas anteriores4.

En un clima de revalorización republicana, surgieron nuevos espacios de debate en cuyo centro se instaló el tema de la democracia. Y al tiempo que los partidos políticos se renovaban y los discursos invitaban a sostenerla, los intelectuales y militantes regresaban del exilio y se abría la posibilidad de expresar las opiniones políticas. Es así como “la palabra inunda y da sentido a un espacio que insiste en presentarse como común a todos, y el discurso se convierte en un género cultural y principal de la política de la democracia”5.

3 GERARDO ABOY CARLÉS, “Parque Norte o la doble ruptura alfonsinista”, en NOVARO, MARCOS Y PALERMO VICENTE (comps.), La historia reciente. Argentina en democracia, Buenos Aires, Edhasa, 2004, p. 38.

4 ROXANA PATIÑO, “Intelectuales en transición. Las revistas culturales argentinas (1981-1987)”, en Cuadernos de Recienvenido/4 en: Web: http: //www.ffl ch. usp. br.

5 CECILIA LESGART, Usos de la transición a la democracia. Ensayo, ciencia y política en la década del ‘80, Rosario, Homo Sapiens Ediciones, 2003, p. 206.

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Como dice Lesgart, el vocabulario se exaltaba frente a la acción y la demo-cracia como consigna política proponía una idea sobre sí misma que iba más allá de la defi nición de funcionamiento de las instituciones. Los caminos de los intelectuales que la revalorizaron fueron divergentes; por un lado, estaban los que se dedicaron a tareas académicas y, por el otro, los que colaboraron con políticos de distintas tendencias tanto en la elaboración de discursos como realizando tareas de asesoramiento a ministros y funcionarios.

EL CAMPO CULTURAL EN LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA Y LA NUEVA MIRADA SOBRE LA DEMOCRACIA DE LA IZQUIERDA INTELECTUAL

La derrota de las tendencias de la izquierda revolucionaria a fi nes de los años setenta coincidió con el fi nal de la hegemonía del socialismo revoluciona-rio a nivel internacional y la revisión de las ideas marxistas que habían avalado la lucha armada. Allí los intelectuales buscaron nuevas claves que implicaron el abandono del concepto de lucha de clases, del rol central de la clase obrera como sujeto del cambio histórico y también de la idea de revolución como úni-co medio de pasaje al socialismo. Toda esta serie de refl exiones fue realizada, en el caso argentino, por un grupo de intelectuales de la “nueva izquierda”, exiliado en México desde fi nes de los setenta, en los catorce números del periódico Controversia. Para el análisis de la realidad argentina. La revista se publicó entre 1979 y 1981, estuvo dirigida por Jorge Tula y en su Consejo de Redacción estaban Sergio Bufano, José M. Aricó, Nicolás Casullo, Oscar Terán y Juan Carlos Portantiero, entre otros. El tema central de la publicación fue el análisis de la derrota sufrida por los sectores populares, que implicaba también una autocrítica y una revisión de los supuestos intelectuales que los habían llevado a ella. En la consiguiente revalorización de la democracia, a la que llevó esa refl exión, el referente principal fue Antonio Gramsci, que fue útil no solamente por el papel que les otorga a los intelectuales, que permite dejar de lado el modelo de intelectual antagonista del poder por otro en el que puede participar en los asuntos de Estado, sino también por la construcción de la idea de democracia como reforma intelectual y moral6.

Los pasajes teóricos operados por este grupo de la izquierda intelectual dejarían su impronta en la Argentina de los ochenta con el retorno de estos intelectuales del exilio. Los debates en el interior del campo daban cuenta de los enfrentamientos entre los que se habían quedado y los que se habían ido, pero también de la nueva postura que debían tomar los intelectuales ante los

6 LESGART, op. cit., p. 160.

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nuevos escenarios que se les planteaban. El periodismo cultural y literario refl eja los debates y polémicas que se instalaron en la Argentina, y que se concretaron entre 1984 y 1987, en “un conjunto de revistas que conforman el entramado de la disidencia cultural al régimen: Punto de Vista, Nova Arte (1978-1980), Brecha, El Ornitorrinco (1977-1987), El Porteño (1982-1992), entre las principales”7.

La revista Punto de Vista, que comenzó a publicarse en 1978, es central para la comprensión de este proceso ya que, no sólo continuó con la revisión de los paradigmas del marxismo y del nacionalismo populista, sino también por el rol principal que ocupó en el campo intelectual desarticulado por la dictadura y porque se constituyó en un punto de referencia insoslayable tanto en el ámbito nacional como en el extranjero8. La revista, cuyo grupo fundador estaba compuesto por los críticos literarios Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano y María Teresa Gramuglio, el escritor Ricardo Piglia y el psicólogo e historiador Hugo Vezzetti, nació en contacto con una red de publicaciones internaciona-les a pesar de que comenzó circulando de manera restringida y sus autores fi rmaban con seudónimos9. En 1981, con la publicación del primer editorial y la constitución de un Consejo de Redacción10, se inició una nueva etapa, pa-ralela al afl ojamiento de la censura, que permitió la posibilidad de explicitar su horizonte ideológico cultural, heredero de Contorno, y en la cual encaraba su proyecto de revisar la cultura argentina. De allí en adelante, desarrolló dos operaciones: en primer lugar, la de puesta al día de la crítica en la que avan-zaba hacia nuevos paradigmas, para lo cual introdujo tanto al pensamiento inglés a través de los críticos Raymond Williams y Richard Hoggart por la izquierda, como también el pensamiento norteamericano, el de la escuela de Frankfurt o el del sociólogo francés Pierre Bourdieu; en segundo lugar, una redefi nición de las líneas de la tradición literaria argentina por la cual realizó un proceso de relectura de la literatura argentina que va desde Sarmiento a Contorno, pasando por Borges y la revista Sur.11.

7 PATIÑO, op. cit., p. 8.8 MARIANO PLOTKIN y RICARDO GONZÁLEZ LEANDRI, “El regreso de la democracia y la

consolidación de nuevas élites intelectuales. El caso de Punto de Vista: Revista de Cultura. Buenos Aires (1978-1985)”, en MARIANO PLOTKIN y RICARDO GONZÁLEZ LEANDRI, Localismo y globalización. Aportes para una historia de los intelectuales en Iberoamérica, Madrid, Con-sejo Superior de Investigaciones Científi cas, Instituto de Historia, 2000, pp. 218 y ss.

9 Ibidem, p. 222.10 En el N° 12 de julio-octubre de 1981, por primera vez se publica una Declaración de

Principios y se constituye un Consejo de Redacción compuesto por Carlos Altamirano, María Teresa Gramuglio, Ricardo Piglia, Beatriz Sarlo y Hugo Vezzetti.

11 PATIÑO, op. cit., p. 14.

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Durante la transición a la democracia, la revista, que aumentó su tamaño y mejoró su calidad de edición, comenzó a ocuparse de temas centrales para los intelectuales de la época, vinculados con la búsqueda del nuevo lugar del intelectual que la revisión de los presupuestos ideológicos de la izquierda de-mandaba. Punto de Vista asumió esa tarea y la organizó a través de artículos de tipo histórico, en los que Sarlo y Altamirano especialmente, buscaban en el pasado las claves de las posiciones del momento revisando los postulados ideo-lógicos de la cultura de izquierda desde los años cincuenta hasta los ochenta, destacando la visión dogmática y dicotómica de los procesos político sociales, lo que implicaba una profunda autocrítica12.

La vuelta del exilio y las coincidencias teóricas permitieron que los in-telectuales del grupo de Controversia comenzaran a colaborar en Punto de Vista y que Juan Carlos Portantiero y José Aricó pasaran a formar parte de su Consejo de Redacción. Esto se manifestó en la revista ya que otra temática central de la transición democrática como fue la organización de un orden democrático y la relación entre la democracia y el socialismo fue abordada por Juan Carlos Portantiero13, José Nun y Emilio de Ipola durante 1984. En el contexto de la crisis de los modelos dominantes de la organización social, estos intelectuales dejaron de lado las visiones deterministas sobre la acción social y recuperaron la idea de orden a la que separaban de su asociación con los proyectos conservadores, ya que consideraban que al ser “el resultado de la acción colectiva en un determinado estado de relación de fuerzas que es de por sí cambiante, éste no puede juzgarse a priori sino sólo en relación con las formas concretas que éste asuma”14. Esta nueva mirada permitía recolocar a la democracia como una forma de orden en las sociedades contemporáneas, además de abrir la posibilidad del disenso. Portantiero analizaba el tema esta-bleciendo una diferencia entre la “democracia formal” y la “democracia real”, afi rmaba que la democracia es también necesariamente “formal” e introducía la idea de hegemonía pluralista, a partir de Gramsci, “que ve en el consenso una realización que no disuelve las diferencias, que reconoce la legitimidad

12 Ibidem, p. 14.13 Juan Carlos Portantiero regresó a Buenos Aires del exilio mexicano en 1983. En 1985

ingresó como investigador del Conicet y concursó la cátedra de Teoría Sociológica en la ca-rrera de Sociología de la UBA, en la que fue profesor titular durante varios años. Fue decano de la misma facultad entre 1990 y 1998 de donde llegó a ser profesor emérito. Cfr.: HORACIO TARCUS, Diccionario biográfi co de la izquierda argentina, Buenos Aires, Emecé Editores, 2007, pp. 520-523.

14 MICAELA BALDÓN, “Intelectuales, sociología y democracia. La perspectiva democrática de Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ipola durante los años ochenta”, V Jornadas de Socio-logía, Universidad Nacional de La Plata, diciembre de 2008, p. 7.

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de los disensos y que articula la posibilidad de procesarlos”15. Y si bien la democracia no es identifi cable con el Estado liberal, lo que quedaba claro es que el socialismo no podría prescindir de elementos culturales y políticos del liberalismo16.

José Nun, por su parte, criticaba el reduccionismo de clase retomando así debates internos del marxismo, estableciendo que “la rebelión del coro” no sig-nifi caba el fi n del proletariado como sujeto revolucionario sino “el fracaso del discurso heroico sobre la clase obrera”. La recuperación de ese “mundo de la vida cotidiana de los oprimidos”, debía verse como “una decisión estratégica, a la que se liga estrechamente cualquier posibilidad de construir una genuina democracia socialista”17. También abordaba el autor la relación entre el socia-lismo y la democracia señalando que una moderna democracia socialista debía incluir formas representativas en la que se debía tratar de “democratizar los sistemas de autoridad en todas las áreas de la vida”. Ahora bien, los sectores de izquierda que habían revalorizado el gobierno representativo se enfrentaban a la opción de aceptarlo y dejar el socialismo para después18. Sin embargo, Nun consideraba que “entre el gobierno representativo y el socialismo no hay incompatibilidad ni de práctica ni de principio” ya que implican niveles de acción diferentes y la búsqueda de establecer un gobierno representativo en la política nacional “de ninguna manera excluye la lucha simultánea por la democratización de los sistemas de autoridad en la familia, en el lugar de trabajo, en el barrio o en el sindicato”19, en un llamado a desarrollar formas de participación autónoma en cada nivel.

Portantiero y De Ipola establecían, además, una distinción entre las reglas normativas y las reglas constitutivas de la acción política, a su vez irreduc-tibles, y el reconocimiento como regla constitutiva “del derecho legítimo a la existencia de una pluralidad de reglas normativas específi cas”. Rescataban también la idea de “pacto democrático” que implicaba un compromiso que, respetando la especifi cidad de los movimientos sociales “delimite un marco global compartido dentro del cual los confl ictos puedan desenvolverse sin desembocar en la anarquía y las diferencias coexistan sin disolverse”. El pacto, que permitía apartarse tanto de la identifi cación de la política con la guerra como con el rito, aparecía como

15 JUAN CARLOS PORTANTIERO, “Socialismo y democracia: una relación difícil”, Punto de Vista, N° 20, mayo de 1984, pp. 4 y 5.

16 Ibidem, p. 5.17 JOSÉ NUN, “La rebelión del coro”, Punto de Vista, N° 20, mayo de 1984, p. 11.18 JOSÉ NUN, “Democracia y socialismo”, Punto de Vista, N° 22, mayo de 1984, p. 2619 Ibidem, p. 26.

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(…) el único esquema de referencia que permite reconciliar la existencia de una pluralidad, potencialmente confl ictiva, de sujetos sociales, con un princi-pio ordenador que intermedie en las oposiciones sin anularlas y haga valer los requerimientos de cooperación necesarios para la convivencia social20.

No bastaba con que el pacto existiese sino que era necesario que los su-jetos sociales lo asumiesen como propio, asumiendo también la necesidad de proyectarse más allá de sus particularismos. En la instrumentación del pacto hay una dimensión ética que supone reconocer al otro en su diferencia pero también

(…) rehusarse a aceptar ninguna instancia (llámese clase, vanguardia, partido, etc.) ni como absoluta, ni como central, ni como depositaria de ‘misión histó-rica’ alguna; que supone, en fi n, que si algo como la verdad existe en el campo de la política (…) (ella) se manifi esta allí bajo las formas de desplazamiento, la alternancia, de las respuestas fragmentarias, de las síntesis provisorias –válidas en tanto se asuman como provisorias21.

La convergencia de estos dos grupos con coincidencias teóricas y políticas se manifestó en la creación del Club de Cultura Socialista que nació en julio de 1984. El “grupo fundador” estaba constituido por José Aricó, principal pro-motor del proyecto, Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, Juan Carlos Portantiero, María Teresa Gramuglio, Sergio Bufano, Marcelo Cavarozzi, Alberto Díaz, Rafael Filipelli, Ricardo Graciano, Arnaldo Jáuregui, Domingo Maio, Ricardo Nudelman, José Nun, Osvaldo Pedroso, Sergio Rodríguez, Hilda Sábato, Jorge Sarquís, Jorge Tula, Oscar Terán, Hugo Vezzetti y Emilio de Ipola22. Se cons-tituyeron como Club para separarse del formato de asociación académica o de partido político, a la vez que asumían en su ideario y estilo de funcionamiento los valores de democracia, pluralismo, tratamiento argumentado de las disi-dencias y respeto a las minorías, valores recobrados por la sociedad argentina en el retorno del Estado de Derecho23. No se unieron, sin embargo, al club de intelectuales peronistas dado el fracaso del intento realizado en Controversia de acercar al peronismo de izquierda y al marxismo24, y a la falta de actuali-

20 EMILIO DE IPOLA; JUAN CARLOS PORTANTIERO, “Crisis social y pacto democrático”, Punto de Vista, N° 21, agosto de 1984, p. 19.

21 Ibidem, p. 20.22 Club de Cultura Socialista, “Breve Historia”, en www.clubsocialista.com.ar.23 Club de Cultura Socialista, “Declaración de principios”, cit., p. 1.24 RAÚL BURGOS, Los gramscianos argentinos: cultura y política en la experiencia de

Pasado y Presente, Buenos Aires, Siglo XXI Editores de Argentina, 2004, p. 288.

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zación de las temáticas que, dentro del peronismo recién comenzarán luego de la derrota de 1983 con la renovación intelectual que se organizará en torno de la revista Unidos25.

Ahora bien, el Club no surgía exclusivamente con la idea de intervenir en el debate teórico de la renovación del pensamiento de izquierda, sino también con la idea de intervenir activamente en la vida política y cultural del país. Esto permitió que miembros del Club de Cultura Socialista se acercaran al Partido Radical y al presidente Alfonsín específi camente y que el Club como institución apoyara la propuesta alfonsinista. En esta primera “época de oro” del Club, en medio de un intenso debate, las ideas producidas nutrían a la Unión Cívica Radical y su brazo universitario, Franja Morada, a pesar de no tener una relación orgánica establecida26. A pesar de los problemas que surgirán posteriormente, por el rechazo a la política de los derechos humanos implementada por el gobierno, la postura ofi cialista del Club continuará apo-yando el alfonsinismo, frente al rechazo de otros intelectuales.

LA VINCULACIÓN ENTRE ALFONSÍN Y LOS GRUPOS INTELECTUALES

La voluntad de corte con el pasado que Alfonsín había planteado en su campaña electoral se manifestó a poco de asumir la presidencia. Los desafíos de su mandato abarcaban una amplia agenda que iba desde la democratización de las instituciones, la lucha contra el hambre, la modernización del Estado y de la educación, la reforma de la Constitución, la democratización de las Fuerzas Armadas y de los sindicatos, hasta la modernización de la econo-mía. Sin embargo, la conformación del gabinete daba cuenta también de las relaciones que había establecido Alfonsín antes de llegar al poder ya que, si bien algunos miembros del gabinete pertenecían al partido como Raúl Borrás, Antonio Tróccoli o el ministro de Economía, Bernardo Grisnpun, otros, como el de Relaciones Exteriores, Dante Caputo o el de Educación, Jorge Sábato, no eran miembros históricos del partido sino que eran miembros del Centro de Investigaciones sobre el Estado y la Administración (CISEA)27. Cabe destacar

25 Revista que comienza a publicarse en mayo de 1983 bajo la dirección de Carlos Alva-rez. Véase MARÍA TERESA BRACHETTA, “Refundar el peronismo. La revista Unidos y el debate ideológico en la transición democrática”, Tesis de Maestría, FLACSO, Mendoza, 2005.

26 BURGOS, op. cit., p. 336.27 El CISEA parte de una escisión que se produjo en 1974 cuando el instituto se indepen-

diza del Di Tella y se constituye en una asociación civil independiente. El núcleo básico de investigadores estaba compuesto por Dante Caputo, Jorge Federico Sábato, Jorge Roulet, Jorge Schvarzer, Jorge Luis Albertoni y Enrique I. Groisman. El centro contaba además con equipos específi cos de investigación como el PEHESA en el que colaboraban historiadores como Luis

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que la voluntad del presidente de vincularse con intelectuales extrapartidarios data de principios de los años ochenta, luego de asistir a un seminario en San José de Costa Rica sobre el futuro de la democracia28.

La vinculación entre Alfonsín y el CISEA, uno de los centros que surgie-ron en la Argentina en el marco de la constitución de una nueva elite intelec-tual-estatal en la década del sesenta y resultado del proceso de modernización e internacionalización de las ciencias sociales29, se estableció a partir de uno de los miembros del grupo, Jorge Roulet, radical y amigo personal del futuro presidente, que a principios de los años ochenta, acercó a Alfonsín al centro. Interesado por los temas de estudio y las publicaciones del grupo, el político radical comenzó a reunirse con ellos y la relación se desarrolló hasta tal punto, que llegaron a realizar un almuerzo semanal en el restaurante El Globo. Allí, donde Alfonsín y los intelectuales del CISEA discutían temas de actualidad política, algunos de ellos tenían un papel más relevante, como era el caso de Caputo, Sábato o Roulet. A medida que avanzaba la apertura del proceso polí-tico, comenzaron a ver en Alfonsín condiciones para ser candidato, a pesar de que la mayoría de ellos no tenía vinculaciones directas con el partido radical. Una vez comenzada la campaña presidencial y a partir de las conversaciones mencionadas, Caputo y Sábato principalmente, redactaron los discursos para Alfonsín. Varias de las consignas de la campaña salieron de las reuniones con el grupo así como también el libro La cuestión argentina, elaborado en el CISEA, o los discursos que presentaba en los seminarios internacionales a los que comenzaba a ser invitado. Por otra parte, le aportaban lecturas que el futuro presidente posteriormente utilizaría en sus discursos. Dante Caputo y Jorge Sábato se afi liaron al radicalismo durante la campaña y estarían muy cerca del nuevo presidente30. Alfonsín creó con Roulet el Centro de Participa-ción Política, durante la campaña, que sirvió como espacio para la formación de equipos y discusión de ideas31.

Alberto Romero, Hilda Sábato o Leandro Gutiérrez y el Grupo de Estudios Agropecuarios en el que colaboraban Martín Piñeiro y Felipe Solá. El centro, que era plural políticamente y pu-blicaba El Bimestre Político y Económico, revista bimestral que comenzó a publicarse durante el Proceso, realizaba trabajos de consultoría para organismos nacionales e internacionales. Se fi nanciaba con el aporte de distintas fundaciones extranjeras.

28 CRISTINA BASOMBRÍO, “Los intelectuales del grupo Esmeralda y Alfonsín”, Tesis de Licenciatura de la Universidad de Tres de Febrero, inédita, 2000, p. 1.

29 MARIANO PLOTKIN y FEDERICO NEIBURG, “Elites estatales, elites intelectuales y ciencias sociales en la Argentina de los años 60. El Instituto Torcuato di Tella y la Nueva Economía”, en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, volumen 14, N° 1, 2003.

30 Entrevista con Enrique Groisman, agosto de 2008. 31 BASOMBRÍO, op. cit., p. 2.

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Del grupo originario del CISEA salieron entonces dos ministros, Caputo, que ocupó la cartera de Relaciones Exteriores y Sábato, que ocupó la de Edu-cación, ya avanzado el gobierno radical. Pero no eran los únicos miembros del grupo que se incorporaron al nuevo gobierno. Jorge Roulet fue nombrado Secretario de la Función Pública y Enrique Groisman, subsecretario. Oscar Ozlak, perteneciente al CEDES, ocupaba la otra subsecretaría de la Función Pública. Como consecuencia de ello, la mitad del equipo del CISEA pasó a formar parte del gobierno.

Con su gabinete ya conformado, el presidente decidió hacer frente a la cuestión que daría el tono a la primavera democrática que fue el juzgamiento de las violaciones a los derechos humanos, por la que se buscaba realizar un juicio ejemplifi cador que satisfi ciera la demanda de justicia de la sociedad. Durante la campaña electoral, el entonces candidato radical ya había seña-lado que el camino elegido era la condena de los principales actores por la responsabilidad de mando, aplicando el esquema de los tres niveles de res-ponsabilidad que separaba a los que habían dado órdenes, a los que las habían cumplido y a los que se habían excedido en el cumplimiento32. En este tema, detrás de las decisiones de Alfonsín, se encontraba un grupo de asesores téc-nicos y jurídicos que comenzaron a tener una gran infl uencia con los jueces de la Corte y la Cámara Federal33, dirigido por fi guras extrapartidarias como Carlos Nino34, jurista doctorado en Oxford, y Jaime Malamud Goti, además de los ministros involucrados en la cuestión militar como Raúl Borrás, Horacio Jaunarena, Antonio Tróccoli y Raúl Alconada Aramburu, de los que surgió la idea de reformar el Código Militar. Las concepciones sobre cómo implementar las medidas variaban dentro del mismo equipo desde una perspectiva “juridi-cista” que planteaba la necesidad de cumplir con la teoría de los tres niveles de responsabilidad hasta una “autodepuradora”, que proponía que fueran las propias Fuerzas Armadas las que condenaran los excesos cometidos por sus pares. Esta última fue la elegida porque implicaba menores costos políticos al presidente al evitar o limitar la participación de la Justicia Civil.

Cinco días después de asumir el gobierno, Alfonsín envió al Congreso un proyecto que declaraba nula la ley de autoamnistía decretada por el gobierno

32 Para ver el tema desde la perspectiva de uno de sus actores principales véase: RAÚL RICARDO ALFONSÍN, Memoria política: transición a la democracia y derechos humanos, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2009.

33 MARCOS NOVARO, Historia de la Argentina contemporánea: de Perón a Kirchner, Bue-nos Aires, Edhasa, 2006, pp. 156-158.

34 Sobre la relación entre Alfonsín y Nino cfr.: CRISTINA BASOMBRÍO, “Intelectuales y poder: la infl uencia de Carlos Nino en la presidencia de Alfonsín” en Temas de Historia Ar-gentina y Americana, N° 12, Buenos Aires, UCA, Enero-Junio de 2008.

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militar y dictó dos decretos sobre la necesidad de juzgar a los ex comandantes por un lado y los jefes montoneros y del ERP por otro35. Ese mismo día creó la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (CONADEP) con el objetivo de esclarecer los hechos vinculados con la desaparición de las personas. Ernes-to Sábato fue nombrado presidente de la Comisión36 que durante nueve meses relevó miles de casos de desaparición, tortura y ejecuciones, realizó viajes al interior del país y el exterior para recabar información y pudo presentar en septiembre de 1984 un informe fi nal conocido como Nunca Más, entregado a Alfonsín en la Casa Rosada, y que fue utilizado por la fi scalía en la acusación contra los ex comandantes.

Luego de que el tema pasara a la justicia civil se realizaron los Juicios a las Juntas, en los que fueron fi scales Julio César Strassera y Luis Moreno Ocampo, en audiencias orales y públicas entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985. Allí se analizaron alrededor de tres mil casos y cuando el 9 de diciem-bre se dictó la sentencia se produciría un hecho sin precedente en la historia que generaría un profundo malestar en las Fuerzas Armadas. El presidente optó por no intervenir en el accionar judicial mientras apoyaba las realizacio-nes de la CONADEP. Debido a su política de derechos humanos, Alfonsín se impuso como un líder indiscutido en la materia a nivel internacional, aunque eso no impediría que se le abrieran varios frentes a nivel interior.

Sin embargo, el tema militar y el económico seguirían preocupando al presidente, que decidió realizar una renovación de elencos a principios de 1985. En el área militar, los generales Pianta y Fernández Torres fueron re-emplazados por Ríos Ereñú en la Jefatura del Ejército. En el área económica, luego del fracaso de su política reactivadora, el ministro de Economía Bernar-do Grinspun y su equipo37 fueron reemplazados en febrero de 1985 por Juan Vital Sourrouille, secretario de Planeamiento38, en un proceso de alejamiento de una política de expansión de la economía por la vía del consumo para

35 Cfr. Decretos 157/83 y 158/83.36 Los integrantes de la CONADEP fueron elegidos por el Poder Ejecutivo que nombró a

10 personas a las que se sumaban tres representantes del Congreso. Los miembros eran Ernesto Sábato (escritor), René Favaloro (cardiocirujano), Jaime de Nevares (sacerdote católico), Mars-hall T. Meyer (rabino judío), Ricardo Colombres (jurista), Hilario Fernández Long (ingeniero), Carlos Gattinoni (obispo metodista), Gregorio Klimovsky (fi lósofo), Magdalena Ruiz Guiñazú (periodista), Eduardo Rabossi y los diputados Santiago M. López, Hugo D. Pucili y Horacio Huarte. Los cargos se desempeñaron ad honorem.

37 Entre ellos se encontraban Roque Carranza, Alfredo Concepción, Leopoldo Portnoy, René Ortuño, Aldo Ferrer, a los que se sumaban los más jóvenes Mario Broderson, Norberto Betania, Lucio Reca, Juan Becerra.

38 MARIANA HEREDIA, “La demarcación de la frontera entre economía y política en demo-cracia. Actores y controversias en torno de la política económica de Alfonsín”, en ALFREDO

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priorizar ante todo la lucha contra la infl ación39. Los nuevos funcionarios de Sourrouille eran un grupo de economistas poco conocidos40, con formación universitaria en el extranjero y trabajos de docencia e investigación en el CE-DES o el IDES, y con un marcado perfi l técnico que despertaba suspicacias dentro de los grupos de la Coordinadora por su acercamiento a la derecha y porque “la prosapia radical de la mayoría de ellos era, en el mejor de los casos, cuestionable”41. Para ellos, el nombramiento de extrapartidarios junto con “Sourrouille se inscribía en un proceso de ‘desradicalización’ del gobierno, del cual Brodersohn, Caputo, López y Tomasini eran también fi eles exponentes”42. El cambio de política económica que sería implementado por el nuevo equipo comenzó a vislumbrarse cuando en abril de 1985 el presidente anunciaba desde la Casa Rosada la “economía de guerra” y toda una nueva serie de cuestiones vinculadas con la economía se incluían entre los signifi cados de la democra-cia. Este momento es un punto de infl exión claro en donde el presidente iba a recurrir a otros recursos para consolidar su poder y hacer frente a los desafíos que se le presentaban.

EL SURGIMIENTO DEL GRUPO ESMERALDA

Los desafíos crecientes a los que se enfrentaba el presidente llevaron a la mayor aproximación entre el campo cultural y el campo político en el período de la transición democrática y que se manifestó en la vinculación de un núcleo de intelectuales, agrupados bajo el nombre de “Grupo Esmeralda” y Alfonsín. La formación del grupo se inscribía en la voluntad de éste último de relacio-narse con intelectuales sin importarle su relación con el partido radical y en la renovación de elencos gubernamentales producida desde fi nes de 1984. El surgimiento del grupo como tal se debió a las acciones de Meyer Goodbar, sociólogo de la Universidad de Buenos Aires y asesor de empresarios, que se había acercado a Alfonsín durante la campaña electoral gracias a Roulet. Luego de que el candidato radical le solicitara que constituyera un grupo que

PUCCIARELLI (coord.), Los años de Alfonsín. ¿El poder de la democracia o la democracia del poder?, Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2006, p. 168.

39 Para ver las políticas económicas de los dos ministros, Cfr.: PABLO GERCHUNOFF; LUCAS LLACH, El ciclo de la ilusión y el desencanto, Un siglo de políticas económicas argentinas, Buenos Aires, Ariel, 2005.

40 Algunos de los economistas procedían del peronismo como Roberto Lavagna, Pablo Gerchunoff, Roberto Frenkel y José Luis Machinea.

41 MARCELO CAVAROZZI, Autoritarismo y democracia (1955-1996). La transición del Estado al mercado en la Argentina, 2ª edición, Buenos Aires, Ariel, 1997, p. 105.

42 HEREDIA, op. cit., p. 176.

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lo “ayudara a pensar”, Goodbar viajó a París y se contactó con gente que había hecho la campaña presidencial de Mitterrand43. Goodbar, luego interventor de ATC y asesor de Alfonsín, tenía inicialmente la idea de formar un equipo que hiciera de soporte de la unidad presidencial. Compañero de luchas estudian-tiles de Emilio de Ipola y Eliseo Verón pretendía darle a Alfonsín asesores de lujo y, para ello, convocó a un grupo de personas que comenzarían a reunirse a fi nes de 1984 y durante 1985 en una ofi cina alquilada en la calle Esmeralda.

Para ello contactó, junto con el psicoanalista Eduardo Issaharoff, un pequeño equipo de análisis de discurso coordinado por Margarita Graziano, venida del exilio venezolano en donde había realizado una maestría en se-miótica, y al que se incorporó Daniel Lutsky, un sociólogo al que Goodbar había conocido en París. Gabriel Kessler y Claudia Hilb, ambos sociólogos se incorporarían en 1985. El objetivo era hacer un seguimiento de la imagen y el discurso presidencial y de los discursos que circulaban en el país, teniendo en cuenta que no existía en el ámbito estatal nada parecido a esta organización. Para ello realizaban encuestas de tipo cualitativo, ayudados por la empresa IPSA, cuyos informes eran enviados a presidencia. Por otra parte, elaboraban trabajos escritos con los resultados de sus análisis, en donde también incluían encuestas hechas por organismos públicos o pedidas por el Ejecutivo a orga-nismos privados, que presentaban a Alfonsín en Olivos. El trabajo de medios y opinión pública intentaba aportar al presidente una mirada crítica e indepen-diente sobre su gestión44.

Goodbar e Issaharoff formaron otro grupo con el objetivo de elaborar ideas para el discurso presidencial, con la intención de “aggiornar” la vieja tra-dición radical y darle a Alfonsín bases un poco más sólidas para las tareas que debería emprender. El modelo que los inspiraba era el de los “speechwriters” americanos de Roosevelt o los grupos de discurso franceses que colaboraban con el presidente Mitterrand. Para este segundo grupo Issaharoff contactó a Fabián Bosoer, un estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad del Salvador, a Pablo Giussani, periodista exiliado en Italia durante el Proceso, que había conocido a Alfonsín en Roma y que retornó en 198445, y a Pedro Pasturensi, editorialista de Clarín que venía también del exilio en Italia. En 1986 Pasturensi contactó a Sergio Bufano, también periodista vuelto del exilio mexicano y vinculado con el grupo de Controversia. A lo largo de 1984 y 1985 se incorporaron también Hugo Rapoport, historiador, Marcelo Cosin, publi-cista, Damián Tabarosky, que estudiaba Letras y las hijas de Goodbar, Eva y

43 BASOMBRÍO, op. cit., p. 5.44 Entrevista con Fabián Bosoer, agosto de 2007.45 Giussani se retira del grupo en 1986.

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Laura, estudiantes de Ciencias de la Educación y Sociología46. Más tarde se incorporó al grupo Carlos Soukiasian, estudiante de Ciencias Políticas.

El grupo era, en sus orígenes, semi-secreto y dependía directamente de la “unidad presidencia” y el dinero para su sostenimiento provenía de fondos reservados. El conocimiento público de su existencia se debió a noticias que aparecieron en medios de la época como El Informador público, un semanario dirigido por el español Jesús Iglesias Rouco que comenzó a editarse a media-dos de los ochenta, Ámbito Financiero o la revista Humor. Allí comenzaron a preguntarse acerca de quiénes eran los que estaban detrás de los discursos de Alfonsín y sus ideas nuevas. Esto creó un mito en torno al grupo que se mantuvo a lo largo del gobierno del presidente y que sus organizadores no se ocuparon de aclarar. Parte del mito en torno al grupo está vinculado a quiénes eran los intelectuales que colaboraban con el proyecto alfonsinista, de los cuales los que más se destacaron fueron Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ipola47. Algunos de ellos han expuesto las razones de su participación como es el caso de De Ipola:

Un empresario amigo, Meyer Goodbar, nos llamó a mí y a Portantiero para ver si queríamos colaborar en la elaboración de los discursos de Alfonsín. Yo pensaba que había que apoyar el proyecto de Alfonsín, en la medida en que me parecía un proyecto profundamente democrático, pero sabía que eso podía fallar48.

Por su parte, Portantiero describirá más tarde el proceso de acercamiento al proyecto, dando cuenta también del camino recorrido, de la siguiente manera:

Muchos de quienes componen mi generación descubrieron a partir del proceso iniciado en 1983, conmovidos por el rezo laico del Preámbulo, el valor de la democracia y del Estado de derecho que hasta entonces habíamos despreciado en nombre de otros ideales, sin advertir que no tenían por qué ser mutuamen-

46 BASOMBRÍO, op. cit., p. 6.47 Portantiero y de Ipola se conocieron en 1961 cuando de Ipola, alumno de Filosofía,

desertó de la Federación Juvenil Comunista. Se cruzaron nuevamente en Pasado y Presente en 1963 y desde fi nes de 1964 dejaron de verse por diez años en los que de Ipola estudió en París. En 1974, cuando Portantiero se incorpora a FLACSO de Buenos Aires comenzó su amistad gracias al contacto diario. Dos años después se volvieron a encontrar en México en donde colaboraron en la creación del Grupo de Discusión Socialista. Ya de vuelta en Buenos Aires se vincularon con el presidente Alfonsín. Para una descripción de su relación cfr: “Palabras de Emilio de Ipola”, en el nombramiento de Juan Carlos Portantiero como Doctor Honoris Causa de FLACSO, Buenos Aires, 5 de septiembre de 2006.

48 Entrevista a Emilio de Ipola en: JAVIER TRÍMBOLI, La izquierda en la Argentina, Manan-tial, Buenos Aires, 1998, p. 154.

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te excluyentes. Fuimos hijos de la violencia y de la ilegalidad argentinas; en ellas nos nutrimos y a ellas servimos hasta que el horror de la dictadura y del terrorismo de Estado, las prisiones, las muertes y los exilios nos mostraron defi nitivamente el largo rostro cruel de nuestra historia y la necesidad de articular las viejas banderas sociales con los nuevos aires que a ellas podía proporcionarles la democracia49.

Pero además de Emilio de Ipola, Juan Carlos Portantiero, otros intelectua-les estaban cerca del gobierno como Eliseo Verón y Francisco Delich, que era funcionario ya que participaba en el gobierno como rector de la Universidad de Buenos Aires y luego de la de Córdoba. Además colaboraban con el gobierno intelectuales del CISEA, del CEDES o del IDES aportando funcionarios en distintos cargos como se mencionó anteriormente. En el caso del sociólogo Juan Carlos Torre, compañero y amigo de de Ipola y Portantiero, pero que había llegado a Alfonsín por Adolfo Canitrot, colaboraba tanto en el equipo de Sourrouille como asesorando a los miembros del Grupo Esmeralda en cuestiones económicas50.

Las reuniones del Grupo Esmeralda se organizaban en torno a agendas elaboradas por el propio Alfonsín en colaboración con Goodbar e Issaharoff y la importancia del grupo radicó en el hecho de que fue el que estuvo detrás de la elaboración del nuevo uso del concepto de democracia y la renovación de la cultura política de la sociedad surgida de la dictadura militar, principales temas tratados en las conversaciones. Alfonsín que “estaba a la búsqueda de dadores de sentido”, percibía que si no contaba con un discurso sólido no iba a poder luchar las batallas que pretendía emprender y buscó precisamente en este grupo la refl exión sobre los cambios que debían realizarse tratando de unir las tareas de gobierno con el análisis a largo plazo. Se había conformado así un grupo en donde los intelectuales eran bases de referencia pero que no estaba conformado exclusivamente por ellos, sino que ellos tributaban a un equipo. En este sentido cabe destacar el rol crucial que en el grupo tenían los periodistas, como Giussani o Bufano, en su rol de mediadores entre la ciudadanía y el centro del poder político. Giussani51, por su parte, desde su columna de La Razón, daba cuenta de los vaivenes de la política de la época,

49 PORTANTIERO, J. C., “Prólogo”, en ALFONSÍN, op. cit., p. 15.50 Entrevista con Juan Carlos Torre, febrero de 2009 y cfr.: JUAN CARLOS TORRE, “El pe-

ronismo no se somete a los valores”, La Nación, 28 de mayo de 2005.51 Giussani desde los 26 años se dedicó al periodismo luego de estudiar Filosofía en la

Universidad de Buenos Aires. En los sesenta fue director de la revista Che. Posteriormente fue secretario de redacción del diario Noticias, y columnista del anterior diario de Timerman, La Opinión. Volvió al país en 1984 luego de ocho años de exilio y retomó su trabajo periodístico

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las divisiones del peronismo, las diferentes impresiones sobre el Juicio a las Juntas pero también realizaba una defensa del gobierno y del presidente al que estaba estrechamente vinculado.

El grupo se fue consolidando y ya avanzado el año 1985, comenzaron a tener reuniones quincenales con Alfonsín en la residencia de Olivos. Dentro del grupo de discurso había dos subgrupos, los redactores de los discursos que trabajaban directamente con Alfonsín y su vocero José Ignacio López, y los ideólogos que se sumaban según el tema a tratar. Además de la agenda que se había organizado para la reunión, se discutían las cuestiones que iba imponiendo la coyuntura, se preparaban discursos como los de apertura de sesiones del Congreso para los cuales acudían los ministros con sus informes, se elaboraba el discurso de la cena anual con los militares y, en ocasiones especiales, como cuando se trabajaba sobre la elaboración del discurso de ba-lance de gestión, llegaban a ir dos veces por semana. A las reuniones asistían Goodbar, Graziano y el equipo de discurso y se daban opiniones sobre cómo abordar ciertos temas, además de discutir lecturas propias de la época como Rawls, Macpherson o Nino en torno a los temas de la transición democrática, la convergencia, la reforma constitucional y la idea de que la democracia no era solamente el gobierno democrático ya que Alfonsín tenía la percepción de que había que construir una discusión que no estaba dada52. Como relatan los entrevistados, Alfonsín mostraba una postura muy humilde frente a los intelectuales, a “los que sabían”, y como antes había hecho con el grupo del CISEA, les pedía resúmenes de libros, que el equipo asesor luego enviaba53, pero era también un agudo corrector de los discursos elaborados por ellos54.

De estas conversaciones surgieron los principales discursos de Alfonsín como el de abril de 1985, en donde convocó para defender la democracia y anunció la economía de guerra, el famoso de Parque Norte de diciembre de 1985 o el de Semana Santa anterior al acuerdo, entre tantos otros. El discurso alfonsinista introdujo cambios respecto del anterior ya que por primera vez la idea de que la Argentina “‘alcanzará su glorioso destino cuando se eliminen los obstáculos que traban su crecimiento’ estuvo casi ausente del discurso presidencial entre 1983 y 1989, y ningún sector en particular fue designado como culpable de la decadencia argentina”55. El presidente transmitía la idea

en el diario La Razón. En 1984 publicó su libro Montoneros. La soberbia armada, que inau-guró el debate acerca de la historia recientemente transcurrida.

52 Entrevista con Fabián Bosoer, agosto de 2007.53 Entrevista con Sergio Bufano, julio de 2008.54 Entrevista con Carlos Soukiasian, febrero de 2006.55 VÍCTOR ARMONY, “El país que nos merecemos: mitos identitarios en el discurso político

argentino”, deSignis, Revista de la Federación Latinoamericana de Semiótica, N° 2, 2002, pp. 319-330.

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de que el país era una construcción colectiva rompiendo con el pensamiento mágico que animaba los discursos tanto de peronistas como de antiperonistas, y enfatizando la idea de construcción de una empresa común, en lugar de la de un futuro providencial56. El concepto principal era el de democracia, asociado a conceptos como fuerza movilizadora, libertad, rectitud de procedimientos, ética, moralidad administrativa, sufragio, previsibilidad, reconciliación y se oponía a otros como inmoralidad pública o autoritarismo y en el diagnóstico de la situación, planteaba que la salida del régimen autoritario había dejado secuelas tanto culturales, como políticas, sociales y económicas, pero esta-blecía la prioridad de restauración de las dos primeras57. Es entonces que, con una mirada donde lo político prevalecía sobre lo económico, se focalizaba en la gobernabilidad y en la erradicación del autoritarismo de la cultura y las instituciones, y se privilegiaban los temas “institucionales, de cultura política, las reglas del juego y la vigencia de los derechos humanos. Se rota de la cen-tralidad del Estado a la centralidad del régimen democrático”58. En el marco de las teorías de la transición propias de los años ochenta, la mirada se corre del Estado al análisis del régimen político, lo que condujo a priorizar estra-tegias de tipo institucional o a la transformación de la cultura política. Es así como en el discurso político de Alfonsín, realizado por el Grupo Esmeralda, las virtudes de la democracia tenían una fuerza argumentativa propia y las posibilidades de reforma y cambio de una cultura política que la democracia podía generar parecían ilimitadas.

Es interesante destacar las limitaciones del discurso presidencial que, a propósito de Parque Norte, fueron señaladas por los propios colaboradores del presidente. La prioridad dada a los temas de cultura política, la mirada culturalista y la posterior práctica gubernamental pusieron de manifi esto el límite intrínseco del proyecto:

el optimismo ante los impulsos morales, la sobreestimación de la presencia de un ‘sujeto democrático’ mayoritario en nuestra sociedad, la vacilación en distinguir, más allá de lo genérico, a los enemigos puntuales de la propuesta democrática, los grupos de poder económico, militar, clerical y cultural que socavaron siempre la tarea emprendida con grandes ilusiones desde diciembre de 198359.

56 Ibidem, p. 7.57 MARÍA SUSANA BONETTO, “La construcción de la democracia en los discursos presiden-

ciales. Argentina (1983-1999)”, pp. 6 y ss. 58 Ibidem, p. 6.59 J. C. PORTANTIERO; E. DE IPOLA, “Luces y sombras de un discurso trascendente”, La

Ciudad Futura, N° 25/26, octubre de 1990/enero de 1991, p. 8.

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Fue por ello que, entre las trabas impuestas por aquellos y los propios problemas del ofi cialismo, la propuesta global de reconstrucción democrática desde una plataforma de ‘centro izquierda’ separada tanto del ‘anacronismo populista’ como del ‘conservadurismo bárbaro’, presente en varios discursos del presidente y especialmente en el de Parque Norte, no logró imponerse en la sociedad. Portantiero y de Ipola concluían años después en la difi cultad de poner en marcha una política de reformas cuando no existe una coalición de fuerzas dispuestas a llevarlas a cabo.

El discurso alfonsinista era impugnado también desde la Renovación Peronista, que, luego de las elecciones de noviembre, se posicionó en un lugar central en la política nacional60. Antonio Cafi ero, Carlos Grosso y Carlos Me-nem exhibieron un temario modernizado para enfrentarse con el radicalismo alfonsinista intentando a la vez preservar su identidad, por lo cual el lenguaje de la Renovación articulará tópicos nuevos, provenientes del temario instituido por el alfonsinismo, y los tópicos del bagaje nacional-popular peronista61.

Además de las críticas de los opositores, el otro aspecto confl ictivo para los intelectuales que colaboraban con el presidente, era la relación con el partido radical. Los miembros del grupo no tenían relación con el partido, provenían todos ellos de la izquierda, en algunos casos de una izquierda comprometida con la lucha armada, y de un pasado profundamente antidemocrático. El des-cubrimiento de la democracia, el triunfo del radicalismo y de un presidente amplio que convocaba a gente de diferente extracción política los entusiasmó para colaborar con el gobierno en un intento de “otorgarle sentidos a la difícil construcción de la democracia en la Argentina” expresando una “inquietud de izquierda democrática”62, pero eso no implicaba vincularse con el partido. La relación del grupo con el partido era nula e incluso, ante los discursos elabora-dos, los radicales planteaban que no sabían cómo implementar las ideas reve-lando una distancia que difi cultaría el accionar del primer mandatario. En este sentido, se podría afi rmar que la convergencia entre los intelectuales y Alfonsín en la necesidad de modernizar el partido radical, no permeó al partido63. Los miembros del Grupo Esmeralda, como antes los del CISEA vieron a Alfonsín como una persona que trascendía al partido y era un garante de democracia ca-paz de llevar a cabo un proceso de transformación pero, a pesar de la debilidad por la gente de ideas que él tenía y la incorporación de extrapartidarios a los que daba mucha libertad, el presidente no logró renovar el partido.

60 CARLOS ALTAMIRANO, “‘La lucha por la idea’: el proyecto de la renovación peronista”, en MARCOS NOVARO y VICENTE PALERMO (comps.), La historia…, cit., p. 64.

61 Ibidem, p. 65.62 J. C. PORTANTIERO, E. DE IPOLA, “Luces…”, cit., p. 9.63 Entrevista con Juan Carlos Torre, febrero de 2009.

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LOS DILEMAS DE LOS INTELECTUALES FRENTE A LOS PROBLEMAS POLÍTICOS

Mientras tanto y a pesar de las críticas, el año 1985 terminaba bien para el gobierno, que había vencido holgadamente al peronismo en las elecciones par-lamentarias de noviembre, incluso en algunos de sus reductos tradicionales64. Las elecciones, junto con el Plan Austral, reforzaron el prestigio de Alfonsín, lo que redundó no sólo en el régimen político sino también en el partido.

Sin embargo, los obstáculos, las difi cultades y los “enemigos” comenza-ron a verse más claramente a medida que avanzaba el año 1986, demostrando que “subsistían en pie los grandes sectores corporativos que tradicionalmente habían limitado la acción del poder político”65. Este año comenzó con el de-bate parlamentario sobre la deuda externa en donde la Renovación Peronista de la mano de Cafi ero fue la encargada de enfrentar al gobierno. Las críticas giraban en torno a la idea de que con la democracia y las libertades civiles no era sufi ciente, sino que debía complementarse con la justicia social; y que el alfonsinismo, carente de proyecto, se limitaba a administrar la crisis. Comen-zaba aquí el ocaso de la “primavera democrática” y el avance de la Renovación fue uno de sus principales responsables.

En abril, luego de un discurso convocando a la fundación de una “Se-gunda República”, el gobierno puso en marcha un programa de cambios ins-titucionales entre los que se incluían la reforma de la Constitución, la reforma del Estado y el traslado de la Capital a Viedma en el marco de una política de descentralización. Una institución creada con este espíritu, el Consejo para la Consolidación de la Democracia, estudiaba el tema de la reforma constitucio-nal y proponía el cambio del régimen de gobierno a un sistema semi-parlamen-tario, el acortamiento del período presidencial o reformas al Poder Judicial. Al mismo tiempo, trabajaba con sus colaboradores más cercanos en el intento de “cooptar a un sector del peronismo para conformar un ‘Tercer Movimiento Histórico’ que, presumiblemente, consolidaría el predominio electoral del ra-dicalismo”66. Pero ni la oposición en el Congreso, ni los sindicatos, la Iglesia o los empresarios parecían dispuestos a establecer los consensos básicos para respaldar las reformas.

Sin embargo, y a pesar de la creciente oposición, los intelectuales afi nes al gobierno continuaron apoyando su labor desde una nueva publicación

64 Para ver una crónica casi diaria del año 1985 comentada por uno de los colaboradores de Alfonsín ver: PABLO GIUSSANI, Los días de Alfonsín, Buenos Aires, Legasa, 1986.

65 JOSÉ LUIS ROMERO, Breve historia de la Argentina, Buenos Aires, FCE, 1996, p. 194.66 CAVAROZZI, op. cit., p. 107.

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aparecida en agosto de 1986: La Ciudad Futura. El nuevo proyecto edito-rial, surgido del Club de Cultura Socialista, contaba con José Aricó, Juan Carlos Portantiero y Jorge Tula como directores, y en el Consejo Editorial y la Redacción aparecían nombres vinculados tanto al exilio mexicano como al grupo de la revista Punto de Vista67. En su primer número explicaban su proyecto editorial: “aspiraba a ser un terreno crítico de confrontación de las distintas voces que animan un proyecto de reconstitución de la sociedad argentina sobre bases democráticas y socialistas”. Pero si bien esto impli-caba una presencia cultural de izquierda agregaban que ello requería de un profundo cuestionamiento de la tradición y de los instrumentos de análisis. Este espíritu de autocrítica en una época en que el ideal socialista y la cul-tura de izquierda estaban en crisis lo consideran fundamental para salvar al socialismo como proyecto y movimiento68.

Por otra parte, establecían claramente como un adversario a la izquierda tradicional por su incapacidad para reconocer los procesos de cambio, además de todos los grupos que se oponían a la Argentina que había comenzado a cambiar en 1983. En un intento de defi nición de su lugar en la política argen-tina, agregaban: “no somos alfonsinistas, ni radicales, ni socialdemócratas. Somos simplemente socialistas que tenemos una convicción compartida” y terminaban el texto uniendo el ideal socialista al ideal democrático, una de las ideas rectoras del grupo, ya que el socialismo no signifi caba la liquidación de la democracia sino su plena realización. Por eso “sólo en un contexto de-mocrático puede expandirse un movimiento social de izquierda que impulse la transformación y gravite en la vida nacional”69.

La agenda de la revista coincidía en varios puntos con la que pretendía instalar el presidente radical, a pesar de que los temas propios de intelectuales de una izquierda renovada también estaban presentes. Se discutían entonces los cambios internos del socialismo, el nuevo rol de los intelectuales y el pasaje “de la revolución a la democracia” además de los principales temas de 1986. Desde sus páginas se defendía, por ejemplo, la existencia de una república laica ante el debate en torno al tema del divorcio vincular, o las ideas del Con-greso Pedagógico que comenzaron a ser analizadas con un artículo de Adriana

67 Estaban en la Redacción: Sergio Bufano, Jorge Dotti, Ricardo Ibarlucía, Héctor Leis y Osvaldo Pedroso. En el Consejo Editorial: Carlos Altamirano, Emilio de Ipola, Rafael Filipelli, Julio Godio, Oscar González, Jorge Kors, Carlos Kreimer, Jorge Liernur, Marcelo Lozada, Ri-cardo Nudelman, José Nun, Juan Pablo Renzi, Sergio Rodríguez, Daniel Samailovich, Beatriz Sarlo, Oscar Terán y Hugo Vezzetti.

68 La Ciudad Futura, N° 1, agosto de 1986, p. 3.69 La Ciudad Futura, N° 1, op. cit., p. 3.

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Puiggrós sobre el Congreso Pedagógico del siglo XIX, con el que iniciaron además un debate sobre el tema que continuará en los otros números70.

Los cambios institucionales propuestos por el presidente a principios de ese año fueron analizados en un suplemento especial titulado “¿Una segunda República?” donde Portantiero estudiaba la Reforma Constitucional destacan-do el tema propuesto por el presidente de la reforma del Estado, que instalaba importantes temas en el debate, como el de

(…) fortalecer el poder de las provincias, de los municipios, de los entes au-tárquicos y, en general, de facilitar mecanismos que faciliten la participación directa de la sociedad en las decisiones que la afectan. Se habla también de que la democracia debe ser un ejercicio de la vida cotidiana. (…) De la participa-ción de la población en el control de la administración. De la modernización de la justicia y el establecimiento del juicio oral en el orden nacional. Por fi n, de la necesidad de una reforma de la parte orgánica de la Constitución del 53, tendiente a combinar elementos del régimen presidencialista con elementos de los sistemas parlamentarios, para que el congreso tenga una ingerencia mucho mayor en los asuntos del estado71.

Más allá de remarcar la importancia de estas reformas para la vida políti-ca argentina y de que los temas pertenecían a la tradición programática de la izquierda, Portantiero insistía en la defensa de un modelo democrático similar al propuesto en el discurso de Parque Norte. Frente a los reclamos opositores sobre el carácter formal de los avances realizados, el autor coincidía en que el régimen se hallaba necesitado de ampliación en donde los mecanismos indirectos de la democracia representativa se complementaran con otros más participativos. Pero la ampliación de la participación ciudadana no era una tarea simple ya que “la democracia en Argentina es mucho más una cuestión de creación (…) que de reinstalación. Forzosamente se plantea entonces el tema de la construcción de bases para un nuevo orden político”72. Portantiero consideraba que no se podía lograr la reforma democrática del Estado, o sea, el aumento de la ingerencia de la sociedad en la trama pública, sin una reforma constitucional. Y si bien la reforma democrática suponía varias dimensiones que incluían la cultura política argentina, el autor destacaba la importancia de lo institucional, donde las reformas deberían ir desde la descentralización

70 ADRIANA PUIGGRÓS, “El Congreso Pedagógico de 1882. Educación, modernización y democracia”, La Ciudad Futura, N° 1, agosto de 1986, p. 8.

71 JUAN CARLOS PORTANTIERO, “Una Constitución para la democracia”, La Ciudad Futura, N° 1, agosto de 1986, p. 17.

72 Ibidem, p. 17.

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de los recursos del poder hasta la reforma de instituciones como las Fuerzas Armadas, pero en donde el carácter del Parlamento resultaba decisivo. En este aspecto, proponía combinar aspectos del presidencialismo con un fortaleci-miento del papel del Parlamento introduciendo la fi gura del Primer Ministro, junto con la introducción de mecanismos como el referéndum, el plebiscito o la iniciativa popular para dar la posibilidad a una participación más directa de la población. Así es como estaría planteada la transición del autoritarismo a la democracia para los socialistas.

Sin embargo hay que señalar que las miradas de los intelectuales que colaboraban con La Ciudad Futura o el Club de Cultura Socialista no eran uniformes, y ya desde el primer número de la revista se pueden observar opi-niones críticas sobre el presidente y su acción de gobierno. Un claro ejemplo de esto es el artículo de Beatriz Sarlo unas páginas más adelante al de Portan-tiero. La autora distinguía dos perfi les del Dr. Alfonsín, el del candidato que en su campaña electoral tenía un discurso cauto, tradicional y previsible, y el del presidente que cambiaba su discurso por “intervenciones más locuaces sobre el presente y el futuro institucional argentino. Pasábamos de una era de escasez de mensajes o de mensajes repetidos, a la era de la abundancia y, en consecuencia, del consumo simbólico acelerado”73. Y si bien aceptaba la convocatoria del presidente para fundar una segunda República, le formulaba una serie de preguntas que marcan el tono crítico de su lectura:

¿Sobre qué nuevo bloque social y político tiene el Dr. Alfonsín pensado asentar la segunda (República)? Parece un gesto, más que un acto fundacional, la invi-tación a esta nueva República, cuando es evidente que los restos de la anterior conservan infl uencia, capacidad de respuesta y de amenaza. ¿En este proceso de fundación las Fuerzas Armadas serán consideradas como lo único eterno? ¿Podemos pensar una República futura sin Fuerzas Armadas? La reforma económica es parte central de cualquier proyecto con vocación originaria: ¿una segunda República arrojada al debate sin sus bases, sin el diseño econó-mico-social que permita abrir el círculo de discusiones, reformas, confl ictos y acuerdos que avalarían un pacto fundador?74

Estos comentarios remiten a las críticas que se le habían realizado al discurso de Parque Norte por no medir el alcance de los posibles enemigos al proyecto. Sarlo agregaba que antes de hablar de reforma política el presidente debería comenzar por reformar su propio partido ya que “el actual estilo de

73 BEATRIZ SARLO, “Perfi les de un presidente”, La Ciudad Futura, N° 1, agosto de 1986, p. 36.

74 Ibidem, p. 36.

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‘aparato’ y máquina de poder en algunas de sus ramas no parecía montar el mejor escenario para la reforma de los partidos que estaría en la base de una reforma de las costumbres políticas”75. El voluntarismo del presidente se ponía de manifi esto ante la propuesta de incluir un primer ministro o de cambiar la Capital Federal a Viedma, que la llevaban a preguntarse por la causa de “este exceso de propuestas generales que van desalojándose unas a otras” y que la sociedad no termina de asimilar. Concluía Sarlo diciendo:

Decíamos al principio que la abundancia de sentidos es propia de la democra-cia. Ello no signifi ca, sin embargo, que el presidente deba considerarse como único responsable de alimentar esa abundancia. (…) Una insalvable superfi cia-lidad acecha las propuestas del Ejecutivo que no tiene medios para difundirlas ni siquiera en las fi las de su propio partido76.

Por su parte, Emilio de Ipola, otro de los miembros del Grupo Esmeralda, retomando conceptos desarrollados en Punto de Vista en 1984 en torno a las reglas normativas y constitutivas de la democracia, pero recuperando también debates internos de la izquierda de la época, afi rmaba que el consenso fun-dante de la democracia no podía ser unánime, sino uno que “sostuviera que la unifi cación de la sociedad sobre la base de un cuerpo de convicciones, valores y creencias por todos compartidos es algo inviable y, sobre todo, indeseable”. La incapacidad de la izquierda argentina de entender esto se debe al hecho de que “la izquierda democrática argentina no ha logrado articular productiva-mente a su tradicional cultura contestataria una (nueva) cultura del orden”77. El autor explicaba cómo la construcción y consolidación de un orden democrático no presentaba un carácter conservador sino que era

(…) la empresa que más profundos cambios requiere en la sociedad y en el sistema político argentinos. Desde la ampliación y modernización del sistema educativo hasta las reformas dirigidas a la democratización del Estado; desde la erosión de los hábitos autoritarios aún persistentes en nuestra cultura política hasta la incrementación sustantiva de la descentralización político-adminis-trativa y de la participación ciudadana (para) inventar la democracia al mismo tiempo que se la consolida78.

75 Ibidem, p. 36.76 Ibidem, p. 3677 EMILIO DE IPOLA, “Cultura, orden democrático y socialismo”, La Ciudad Futura, N° 1,

agosto de 1986, p. 34.78 Ibidem, p. 35.

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Este programa equivalía a un reto para los que asumían una perspectiva socialista tanto por hacer valer la crítica como por defender la tesis de una mayor equidad social como condición necesaria para la consolidación de la democracia.

El acompañamiento ideológico al gobierno y especialmente a su presi-dente era una nota constante en los primeros números de La Ciudad Futura, como podía observarse en sus editoriales. En el número 2 de octubre de 1986 se manifestaba en el editorial el apoyo al discurso televisivo del presidente en el que convocaba a una “convergencia democrática” y reivindicaba “la posibilidad de articulación de niveles de competencia leal y de niveles de búsqueda consensual”, discurso que tenía a su vez ecos de la pluma de de Ipola y Portantiero. En el editorial se realizaba también un llamado al diálogo entre sindicalismo y Estado, frente al paro general del 9 de octubre y el pato-terismo de los dirigentes sindicales que no ayudaba ni a la democracia ni a la clase trabajadora, porque al extremar “hasta la facciosidad su corporativismo innato, lo que hace es aislarlo del conjunto del pueblo”79. La contribución de la revista estará, decía el editorial, en la construcción de un gran debate sobre los temas fundamentales y el llamado a la reconciliación entre el sindicalismo y la democracia política80.

Y si esto implicaba por un lado reubicar el rol de los intelectuales socialis-tas y su intervención para que la discusión fuese más transparente e incluyese a más ciudadanos “volviendo menos opaco y enigmático el discurso económi-co del gobierno, hasta ahora más dirigido a una audiencia de banqueros que al pueblo”, también se abría al nivel de las decisiones o políticas particulares en donde se planteaba el desafío de diseñar propuestas para generar igualdad y participación81. Esto incluía la opinión de los intelectuales en los problemas de la coyuntura como eran el tema de la ley de defensa, que revisaba las relacio-nes entre las Fuerzas Armadas y la democracia82 o el ya mencionado problema sindical83 presentes en los diversos números de la revista.

79 “Convergencia política. Divergencia social”, La Ciudad Futura, N° 2, octubre de 1986, p. 2.

80 Ibidem, op. cit., p. 2.81 BEATRIZ SARLO, “Los intelectuales en los mil días de la democracia”, La Ciudad Futura,

N° 2, octubre de 1986, p. 5. 82 Ver “La ley de defensa” y ERNESTO LÓPEZ, “La ley de defensa: fuerzas armadas y de-

mocracia” en La Ciudad Futura, N° 2, octubre de 1986, pp. 4 y 10.83 Ver JULIO GODIO, “¿Unidad temporaria o formación de un bloque sindicalista peronista

estable?, La Ciudad Futura, N° 3, diciembre de 1986, p. 5.

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LOS DILEMAS DE LOS INTELECTUALES: EL PUNTO FINAL Y LA “DEMOCRACIA POSIBLE”

El año 1986 fue clave en lo referido a las relaciones con las Fuerzas Ar-madas y también mostró los dilemas de los intelectuales frente a las decisio-nes políticas del gobierno. El confl icto se había desatado en abril de ese año cuando estalló el escándalo por las “Instrucciones a los Fiscales Militares”, con las cuales el presidente buscaba acelerar los procesos judiciales y que fueron entregadas en secreto para evitar un posible desgaste sobre la fi gura presiden-cial y su gestión. Las instrucciones, que incluían entre sus puntos el principio de Obediencia Debida, se fi ltraron al periodismo mientras los miembros de la Cámara Federal porteña amenazaban con renunciar84. Alfonsín decidió en-tonces revisar la iniciativa y en su discurso a la Asamblea Legislativa del 1 de mayo anunció que daría nuevas instrucciones para procesar a los responsables de tomar las decisiones y los que conocían la ilicitud de las órdenes y habían cometido hechos aberrantes. El 16 de mayo las organizaciones de derechos humanos realizaron la “Marcha contra la Impunidad” para rechazar el doble discurso presidencial, apoyada por importantes miembros del partido y de la Coordinadora, como Jaroslavky, Nosiglia o Stubrin, poniendo de relieve los problemas internos del partido entre los dirigentes tradicionales y las nuevas generaciones que buscaban posicionarse políticamente. El ministro de Defensa, Germán López, renunció y Jaunarena, interpelado públicamente por este tema en julio, fue nombrado en su lugar. La repercusión política de la marcha fue importante, no sólo por la participación del ofi cialismo en contra de funcio-narios del gobierno, sino también por el masivo apoyo de la oposición política que contribuyó a poner en guardia a los militares.

Mientras en el Congreso se discutía una nueva ley de defensa el presidente decidió tomar medidas orientadas a controlar el malestar existente dentro de las Fuerzas Armadas y se comprometió personalmente en la fi nalización de las causas a los militares en actividad. Ante el fracaso de la iniciativa de obtener una solución judicial, encargó a Malamud Goti y Ricardo Entelman la prepa-ración de una opción legislativa que incluía el pase de las causas a la justicia federal. Esta iniciativa, que se conocerá como “Ley de Punto Final” implicaba

84 La Cámara Federal porteña estaba integrada por Carlos Arslanian, Jorge Torlasco y Jorge Valerga Araoz. Torlasco renunció dos días después del episodio y los otros dos aceptaron quedarse a cambio de rectifi caciones en el proyecto. Sobre la gestación de las “Instrucciones a los fi scales militares” ver VERBISTSKY, HORACIO, Civiles y militares, Buenos Aires, Ediciones Contrapunto, 1987, pp. 155 y ss; también puede consultarse ALFONSÍN, Memoria política…, cit., pp. 49 y ss.

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además que se fi jaría un plazo máximo de treinta días para la recepción de denuncias y de sesenta para los procesamientos, luego de los cuales, las cau-sas prescribirían y las personas involucradas en crímenes contra los derechos humanos no podrían ser juzgadas. El presidente y su equipo esperaron hasta la condena de Camps por la Cámara Federal el 2 de diciembre para que Alfonsín dijera su discurso por cadena nacional de radiodifusión el 5 de diciembre, en donde explicó que el proyecto buscaba la integración de las Fuerzas Armadas al Estado y la construcción de la unión nacional.

Las críticas provinieron de muchos sectores, pero el golpe más duro para el presidente fueron aquellas dirigidas por los miembros de la ex CONADEP, que publicaron un documento adverso. Sin embargo, la principal oposición provino del propio radicalismo y sus diputados, lo que llevó a Alfonsín a re-unirse con los legisladores para conseguir apoyo para la ley85. El rechazo de la Juventud Radical era particularmente duro y el presidente amenazó con su renuncia si no apoyaban el proyecto, que fue votado fi nalmente el 22 y 23 de diciembre en el Congreso86 y el 24 fue promulgado como ley. Sin embargo, pese a los ingentes esfuerzos del gobierno para lograr que se aprobara la ley y que entrara en vigencia durante el período de feria judicial, ella no evitó que se abriera una importante cantidad de causas, ya que los jueces de las Cámaras Federales del país suspendieron las ferias judiciales e iniciaron procesos a más de 300 ofi ciales de menor gradación.

El confl icto originado por la Ley de Punto Final puso de manifi esto los dilemas y las luchas internas en el campo intelectual, entre los que apoyaban el proyecto alfonsinista y los que lo reprobaban, y éstos se hicieron sentir en La Ciudad Futura. El tono del editorial del número 3, de diciembre de 1986 antes de la sanción de la ley, manifestaba los confl ictos que se presentaban a los intelectuales cercanos al gobierno. Allí se preguntaban:

¿Pero la verdad de las cosas es la misma cuando se la mira desde el vértice del poder que cuando se lo hace desde el seno de la sociedad? Existen lógicas distintas. Y también responsabilidades disímiles. Percepciones encontradas. Exigencias no siempre aceptables por quienes estamos alejados de las respon-sabilidades de gobierno87.

85 VERBITSKY, op. cit., p. 282.86 El proyecto tuvo muchos problemas para ser aprobado en la Cámara de Diputados

debido a las dudas de un importante número de diputados ofi cialistas, algunos de los cuales en el momento de votar explicaron que lo hacían por disciplina partidaria.

87 “El ‘Punto Final’, la política y la ética”, La Ciudad Futura, N° 3, diciembre de 1986, p. 4.

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El cuestionado proyecto por el cual se pretendía establecer plazos para el juzgamiento de los militares involucrados en los crímenes cometidos durante la dictadura era evaluado de una forma ambigua:

Inaceptable desde el punto de vista simple, implacable, maniqueo, ‘irresponsa-ble’ si se quiere, de la ética, el proyecto también es objetable desde considera-ciones políticas. Por lo que se refi ere al proyecto en sí y por el problema y las circunstancias que dan lugar al mismo. El proyecto es en sí mismo cuestiona-ble, pues su implementación no cumpliría con los fi nes de fortalecer la frágil democracia que transitamos. No obstante, no es fácil obtener un diagnóstico claro y consensual respecto de la necesidad y características de una salida po-lítica que establezca bases sólidas para la integración de las Fuerzas Armadas al orden constitucional y legal del país88.

El editorial, que intentaba compatibilizar la mirada de la sociedad y la del gobernante, abrió un debate en torno al tema. La nota de Héctor Leis en el mismo número criticaba la medida legal argumentando que la democracia no resultaba favorecida ni con el doble discurso del gobierno ni tampoco cuando no se hacía público el sentido fuerte de la medida. Leis explicaba que la anti-democrática medida anunciaba un futuro de incertidumbres ya que:

El mal llamado proyecto de ‘Punto Final’ intenta olvidar y perdonar los crí-menes cometidos por algunos de los miembros de las Fuerzas Armadas. Cabe preguntar entonces por la conveniencia y necesidad. (…) Lo que no se dice es que dicha medida se inscribe mejor en la lógica de la guerra que en la lógica de la moral. Esta última reclama una sola ley para todos los miembros de una comunidad. La primera, en cambio, reivindica una ley diferente para cada uno de los bandos enfrentados. En nuestro caso, esta medida representaría una demorada toma de partido a favor de la posición adoptada por las Fuerzas Ar-madas en la lucha contra la guerrilla. (…) Es imposible sustraer de la justicia (o mejor, del Poder Judicial) la consideración de tales delitos, so pena de dañar severamente a nuestra incipiente democracia89.

En el siguiente número de marzo de 1987, con la ley ya aprobada, el de-bate continuaba. Luego de un artículo de Julio Godio en donde planteaba que toda la sociedad debía hacerse cargo de lo acontecido90, de Ipola mostraba una

88 Ibidem, p. 4.89 Ibidem, p. 4.90 JULIO GODIO, “Lo que termina y lo que empieza”, La Ciudad Futura, N° 4, marzo de

1987, pp. 3 y 4.

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mirada más pragmática sobre el tema y criticaba, tanto el artículo de Leis del número anterior, como la solicitada “Sobre el ‘Punto Final’” de rechazo a la medida, presente en ese mismo número y fi rmada por intelectuales vinculados con el Club de Cultura Socialista y Punto de Vista91. De Ipola encontraba, por un lado, que la ley otorgaba privilegios jurídicos a miembros de las Fuerzas Armadas que delinquieron, lesionaba la independencia del Poder Judicial y llevaba a la conclusión de que la medida era una “agachada” frente a las pre-siones del poder militar pero, por otro lado, criticaba la falta de argumentos de Leis y rechazaba además la solicitada que “descontextualizaba” frases de los discursos presidenciales y la actitud de “los autores-fi rmantes” de la soli-citada, ya que ellos:

(…) saben bien que, más allá de las promesas incumplidas y de la majestad del derecho –que nadie niega– hay un problema que encarar y si es posible superar; que ese problema no es de fácil solución y que hasta hoy nunca pudo ser solucionado satisfactoriamente. Para que la integración nacional pueda erigirse sobre bases institucionales sólidas hay que afrontar y resolver el pro-blema de las Fuerzas Armadas. (…) Con este enfoque, quizá sea posible ser más comprensivo y menos olvidadizo respecto de la acción del gobierno en materia de derechos humanos92.

La cercana posición en la que se encontraba de Ipola de Alfonsín por su participación en el Grupo Esmeralda, le hacían, por un lado, rechazar la ley de Punto Final por ser un retroceso político que no resolvía el problema pero, por otro lado, “comprender” la acción del gobierno de la misma manera que el editorial del número anterior de la revista.

En el mes de abril de 1987 se desató la crisis militar cuando un jefe de Regimiento se negó a cumplir con la ley de Punto Final. Durante Semana Santa se acuartelaron varios regimientos a lo largo del país, aunque el más importante fue el de Campo de Mayo, con la pretensión de presionar al gobier-no. La movilización civil espontánea permaneció en las calles por varios días,

91 La solicitada estaba fi rmada por Carlos Altamirano, José Aricó, Ana María Bovo, María Calderari, Jorge Carvajal, Ema Cibotti, Isidoro Cheresky, Diana Chorne, Alberto Díaz, Jorge Dotti, Ricardo Forster, María Teresa Gramuglio, Ricardo Ibarlucía, Elizabeth Jelin, Juan Carlos Korol, Jorge Kors, Héctor Leis, Marcelo Lozada, Ricardo Nudelman, José Nun, María Matilde Ollier, Adriana Puiggrós, María Ester Rapalo, Juan Pablo Renzi, Nannina Rivarola, Sergio Rodríguez, Lidia Rossi, Hilda Sábato, Daniel Samoilovich, Norma Santoandre, María Inés Silberber, Guillermina Tiramonti, Jorge Tula y Hugo Vezzetti.

92 EMILIO DE IPOLA, “Composición tema punto fi nal”, La Ciudad Futura, Nº 4, marzo de 1987, p. 4.

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incluso cuando las fuerzas que debían reprimir a los rebeldes, que se dieron a conocer con el nombre de “carapintadas”, se negaron a hacerlo. La estrategia del presidente para enfrentar la rebelión combinaba “dos caminos diferentes pero complementarios: el aislamiento político y la represión militar del grupo amotinado, para inducir al resto a aceptar un nuevo marco de negociación”93.

Cuando el jueves 16 de abril Alfonsín pronunció el famoso discurso del Jueves Santo en el Congreso de la Nación, dirigido a lo que llamó un “verda-dero Cabildo abierto de la democracia argentina”, afuera del edifi cio se reunía una multitud de 300.000 personas. En el discurso, donde las ideas del Grupo Esmeralda, que lo había redactado, se mezclaban con las ya conocidas inter-venciones del presidente recitando el preámbulo de la Constitución Nacional, Alfonsín explicó cómo la defensa de la democracia y los principios de libertad y orden que la caracterizan estaban siendo jaqueados por un grupo de hombres que pretendían obligar al gobierno a convertir en materia de negociación su política y cómo él no iba a hacer concesiones ante ninguna presión94. Conti-nuaba explicando cómo se pretendía imponer al orden constitucional una le-gislación que iba a consagrar la impunidad de los condenados o procesados en las violaciones a los derechos humanos y agregaba que no aceptaría un intento extorsivo por una cuestión de ética y de conciencia democrática, porque

Entonces, aquí no hay nada que negociar, la democracia de los argentinos no se negocia.Se terminó para siempre el tiempo de los golpes, pero también se terminó el tiempo de las presiones, los pronunciamientos y los planteos. (…)No hay nada que negociar. Y mucho menos ante decisiones autónomas y legí-timas de la Justicia. Ningún ciudadano puede negociar con la Justicia ni con ningún otro poder del Estado sobre su situación procesal. (…)Ninguna institución del Estado, ningún partido político ni ninguna organiza-ción social están dispuestos a patrocinar la negociación de lo innegociable, la justicia tampoco se negocia95.

El discurso terminaba diciendo que se reafi rmarían en hechos concretos los criterios de responsabilidad sin explicar cuáles serían, dejando abierta la puerta a las concesiones posteriores.

93 ALFREDO RAÚL PUCCIARELLI, “La República no tiene Ejército. El poder gubernamental y la movilización popular durante el levantamiento militar de Semana Santa”, en PUCCIARELLI, op. cit., p. 122.

94 Raúl R. Alfonsín, discurso ante la Asamblea Legislativa, jueves 16 de abril de 1987, en LUCIANO PRIVITELLO y LUIS ALBERTO ROMERO, Grandes discursos de la Historia Argentina, Buenos Aires, Aguilar, 2000, p. 421.

95 RAÚL R. ALFONSÍN, discurso ante la Asamblea Legislativa, cit., p. 421.

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Pero tanto las negociaciones del gobierno como la reacción corporativa de los militares fueron generando reacciones populares espontáneas que dejaban entrever que si el gobierno no lograba resolver el confl icto y los amotinados no se rendían el problema podría llegar a la resistencia civil96. Alfonsín fi nalmente se reunió con los rebeldes, y a su vuelta dijo unas palabras, con un marcado tono desmovilizador, a pesar del apoyo que le había brindado la movilización popular, que quedarían grabadas en la memoria de todos los argentinos, no solamente por el comienzo poco feliz con la frase “Felices Pascuas”, sino por el elogio del desempeño en Malvinas de los amotinados además de la disculpa sobre las decisiones que los llevaron a provocar la crisis institucional.

Pocos días después era enviada al Parlamento la Ley de Obediencia Debi-da que permitiría una amnistía encubierta, tal como había sido reclamada por los militares. El proyecto, que fue rápidamente aprobado, permitía exculpar a la mayoría de los ofi ciales que habían participado en la represión con la presun-ción de que actuaron bajo órdenes, lo que los eximía del castigo. El confl icto de Semana Santa marcaría el punto culminante de la ambigua estrategia guber-namental por controlar el problema militar y provocaría no solamente la caída en la imagen del presidente y del gobierno, como se vería más adelante en las legislativas de septiembre, donde el ofi cialismo fue derrotado por el peronis-mo, sino que el cambio de política referido al tema de los derechos humanos tampoco calmaría los ánimos de los militares carapintadas que continuarían sus reclamos con dos nuevos levantamientos que terminaron por acentuar la debilidad del gobierno, que no lograba controlar a la corporación.

La situación en la que se encontraban los miembros del Grupo Esmeralda también era compleja, como revela el análisis de los discursos antes citados. No necesariamente lo que ellos escribieran, ni los discursos que Alfonsín pronunciara, podían evitar modifi car las decisiones políticas de un presidente que se veía forzado a tomar medidas con las que, en muchos casos, no coinci-dían. Pero la extrema cercanía en la que se encontraban les permitía también “comprender” los motivos de estas decisiones y, a pesar de participar en las movilizaciones o fi rmar las solicitadas contrarias a Punto Final, como señala un entrevistado, “se entendía también la difícil situación en la que él estaba. Lo llamaban de todo el mundo para decirle que termine con los juicios, que le iban a hacer un golpe (…) y uno entendía”97.

96 PUCCIARELLI, op. cit., p. 130.97 Entrevista con Sergio Bufano, julio de 2008.

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El número de La Ciudad Futura de junio de 1987 incluye un editorial titulado “La democracia amenazada por la revancha”, una nota que refl exio-naba sobre la coyuntura política, dos solicitadas en defensa de la democracia y diversos artículos sobre la cuestión militar. A pesar de que hay secciones destinadas a la cuestión sindical, la universitaria o la política internacional, el tema del ataque a la democracia por parte de las Fuerzas Armadas era central en la revista. Explicaban cómo los argentinos tuvieron que ver nuevamente las tapas de las revistas pobladas “con imágenes de botas, de gorras milita-res, de uniformes verdeolivas” y la discusión se concentró en vocablos como pronunciamientos, presiones castrenses y cadena de mandos, y “espectro de golpe de estado o de la guerra civil… estremeció a una comunidad que no logra sacudirse de los rezagos de una historia recurrente”98. La pregunta se-gún los editores era en dónde estaba el límite de lo negociable y hasta cuándo el juego de concesiones y exigencias se fi suraba en desmedro de la fortaleza democrática invocada. Era de la resolución de ese confl icto de lo que depen-día la continuidad de la transición a la democracia que estaba mostrando sus debilidades y confl ictos.

El tema de cómo insertar a las Fuerzas Armadas en la sociedad y los he-chos acontecidos son interpretados por colaboradores de la revista de manera diferente. Marcelo Lozada planteaba el empecinamiento en el error por parte de las Fuerzas Armadas99 pero Beatriz Sarlo analizaba el tema de otra mane-ra. Sarlo describía la actitud de los militares que no permitían que los civiles avanzaran sobre su corporación para juzgar su accionar durante la última dictadura y que se cerraban sobre su visión del pasado. Esta visión corporativa daba cuenta de la gran separación entre la corporación militar y el avance de los valores democráticos que se manifestaron en el confl icto de Semana Santa. La división era clara:

Los militares no quieren saber. No quieren que se sepa. La victoria da todos los derechos y legitima, retrospectivamente, todos los avatares de combate. Hay que aprobar a libro cerrado. Quizás, las presiones de los militares exaccionen del poder civil una disposición acorde con este principio de olvido. Pero hay otras zonas que ya no pueden controlar: los diarios del juicio a los comandan-tes existen; existe el informe de la CONADEP, el programa y el libro Nunca más; perdura la memoria de los que fueron torturados y asesinados, de los chicos secuestrados. (…) Esta historia, que el triunfo no clausura, va a seguir

98 “La democracia amenazada por la revancha”, La Ciudad Futura, N° 5, Buenos Aires, junio de 1987, p. 2

99 Ver: “¿Una historia que recién empieza?”; MARCELO LOZADA, “El lugar de la justicia”, La Ciudad Futura, N° 5, cit., pp. 3 y ss.

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siendo escrita. Es muy probable que se dé vuelta la página como los militares exigen. Si, en lo inmediato, obtienen la intangibilidad de su pasado, de todos modos ese pasado seguirá siendo una cuestión abierta100.

Esta separación que planteaba, se debía a que había sectores de la Argen-tina que no estaban dispuestos a olvidarse del pasado. Al exigir “un bill de impunidad”, los militares demostraban su incapacidad para el cambio ya que amenazaban con el uso de la fuerza, y si el gobierno y la sociedad no les daban lo que pedían ellos serían los responsables de la ruptura del orden político, que era considerado algo secundario respecto del orden y la cohesión militar. Con este razonamiento “se confi rma la visión fundadora y fundante de todo orden que los militares, impertérritos, tienen de sí mismos”. La escisión entre la cor-poración militar que no había cambiado y la sociedad que había cambiado hacía plantear a los militares de nuevo una opción bélica, o una opción binaria. Y el gobierno, “lanzó una propuesta porque considera que el poder militar no puede ser vencido con la movilización de las energías sociales que apoyaron la demo-cracia en los sucesos de abril” aunque esto no frenase la voracidad militar101.

Lo que queda al descubierto es que a pesar de la importancia del repudio golpista por parte de la población civil que se decidió a defender la causa de la democracia, esa misma democracia de ninguna manera estaba consolidada en la Argentina y que el poder político era débil. Y aquí, intelectuales que habían simpatizado con políticas del gobierno no podían más que sentirse decepcionados o desalentados frente al rumbo de los acontecimientos. En La Ciudad Futura se observa principalmente a través de sus editoriales aquella ambigüedad ya mencionada entre el dilema de la ética y el pragmatismo de “no dejar de lado el análisis de la realidad tal cual ella se manifi esta”102, espe-cialmente luego del nuevo levantamiento militar de febrero de 1988. Esto lleva a los directores a una justifi cación de la Obediencia Debida:

(…) en medio de la delicada guerra de posiciones que el poder civil libra frente a los militares, la reciente crisis avaló de hecho –no de derecho ni moralmen-te– la necesidad de que hubiera un instrumento como la discutible Ley de Obediencia Debida. De no ser así, no nos engañemos, se hubiera reeditado el curso de Semana Santa103.

100 BEATRIZ SARLO, “Y ellos avanzan”, La Ciudad Futura, N° 5, Buenos Aires, junio de 1987, p. 5.

101 Ibidem, p. 6.102 “Los militares ante la sociedad”, La Ciudad Futura, N° 10, Buenos Aires, abril de

1988, p. 2103 Ibidem, p. 2.

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86 JOSEFINA ELIZALDE

Sin explicaciones, en el siguiente número el Consejo Editorial fue reem-plazado por un Consejo Asesor en el que los miembros vinculados con el sec-tor de Punto de Vista o con una mirada crítica hacia la postura de la dirección ya no estaban presentes. Se retiraron Carlos Altamirano, Jorge Liernur, José Nun, Beatriz Sarlo y Hugo Vezzetti y no se observaron debates en torno a las posturas alfonsinistas de allí en adelante. Estas disidencias se harían patentes también en el Club de Cultura Socialista en donde la postura proalfonsinista de algunos de sus miembros llevaría a la ruptura de la unión inicial.

A pesar de la caída en la imagen presidencial, de su mal desempeño en las elecciones de 1987 y del desencanto general que se produjo en la población ante la abdicación de los principios que lo habían llevado al poder y el retro-ceso frente a las presiones de la corporación militar, el acompañamiento por parte de los miembros del Grupo Esmeralda a Alfonsín continuó hasta el fi nal de su mandato. La lealtad hacia el presidente de los que integraron el grupo, que habiendo estado con él cuando se encontraba en el apogeo de su poder, no pueden retirarse cuando su estrella parecía apagarse, da la nota de la estrecha relación que habían establecido con Alfonsín. Sin embargo, las apuestas ya no eran las mismas y el tema de cómo enfrentar la coyuntura dominaba las conversaciones del grupo con el presidente.

Culminaba allí una etapa de la gestión alfonsinista, y con la disolución de la promesa se disolvía el bloque político prodemocrático que había acompaña-do al presidente desde el principio de su gestión. El discurso ético fue abando-nado por el pragmatismo político. Estos episodios marcaban el comienzo de un nuevo período, caracterizado por el desencanto y la falta de credibilidad de la población, y un deterioro institucional que llevaría a la deslegitimación de la representación democrática que no es claro que estuviese en el origen del nuevo ciclo democrático, pero que defi nitivamente se consolidaría luego de la debilidad exhibida por el gobierno de Alfonsín para hacer frente a la corporación militar.

CONCLUSIÓN

En la compleja evolución de la relación entre intelectuales y política desde los años sesenta en la Argentina se despliegan distintos modelos de intelectua-les que van desde aquellos que realizan una mirada exclusivamente teórica de la política, pasando por otros para los cuales el compromiso con ella implicaba la toma de las armas, hasta el caso de los que se incorporaron al Estado para satisfacer las demandas de la burocracia estatal en el marco del proceso de modernización de las ciencias sociales.

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87LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA DE LOS INTELECTUALES

Entre la intelectualidad de izquierda la idea de que la revolución era un hecho inminente marcó las acciones y las apuestas de muchos que eligieron apoyar la voluntad de transformación revolucionaria de la sociedad, infl uyendo profundamente en la producción cultural y abriendo además un amplio debate sobre la identidad del intelectual. La muerte, el exilio y la desilusión con la evolución de la democracia real del orden socialista, marcaron los pasajes de intelectuales comprometidos con la revolución al descubrimiento de la democracia como el único sistema en el que, en defi nitiva, se respetaban las libertades individuales. Esto implicó rupturas con concepciones teóricas de-fendidas durante los años sesenta y setenta y la apertura a una concepción de la política en donde la democracia era el sustento básico para la construcción de diferentes proyectos políticos como el socialista. Pero este pasaje implica-ba también una recuperación de la palabra y la escritura como único medio válido para expresarse, lo que produjo la revalorización del rol específi co del intelectual como productor de sentido sobre el mundo social.

Este es particularmente el recorrido realizado por los intelectuales y pe-riodistas que se vincularon con el presidente Alfonsín en el primer gobierno de la transición a la democracia en la Argentina. El presente artículo intentó, por un lado, describir la evolución intelectual de este grupo vinculado con la nueva izquierda argentina durante los años sesenta y setenta y, por otro lado, dar cuenta de la producción que es consecuencia de ella durante la transición democrática, pero también mostrar cómo estos pasajes permitieron a los in-telectuales colocarse frente a la política en un lugar totalmente nuevo en el que trataron de conciliar las lógicas del campo político y el campo intelectual, buscando la “construcción de sentido” en torno a un personaje político a través de la redacción de sus discursos.

Se puede ver a través de lo expuesto que el Grupo Esmeralda ocupó un lugar especial en relación con otros grupos que se vincularon con la política y sus aportes tienen que ver con la construcción de la democracia política desde lo discursivo. Pero estos intelectuales y periodistas, que vieron en el presidente Alfonsín la persona indicada a través de la cual se podrían lograr cambios en la Argentina, desarrollaron un vínculo ambivalente con el presidente, que permi-te, sin caer en una mirada normativa sobre la función del intelectual, realizar una refl exión acerca de si el compromiso con el proyecto alfonsinista no les hizo perder una mirada crítica que permitiera mostrar al mandatario las conse-cuencias de sus acciones. Es en este sentido también que pueden comprenderse los debates que se generaron dentro del campo intelectual por el apoyo de los intelectuales al presidente a propósito de Punto Final y Obediencia Debida, y cómo la distancia preserva el punto de vista del grupo crítico.

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De Jiménez de Asúa a Perón.Sus exilios como componentes

de la política exterior hispano-argentina

BEATRIZ FIGALLOUCA-CONICET/IDEHESIbeatrizfi [email protected]

RESUMEN

El compromiso vital de Jiménez de Asúa con sus ideas y con la España republicana, lanzará al eminente jurista al exilio en la Argentina, donde su prestigio intelectual le permitirá retomar su vida académica. Al encarnar la oposición legal en el exterior contra el solidifi cado régimen franquista, colo-cará su protagonismo en una situación cercana al poder desestabilizador del exilio en España del mismo Perón. La política exterior de la Argentina y de España, por diferentes vías de intervención, pero sin defi niciones drásticas, procurará infl uir indirectamente para neutralizar a ambos.

PALABRAS CLAVE

Exilio – Jiménez de Asúa – Perón – Argentina – franquismo

ABSTRACT

Jiménez de Asúa’s commitment with his ideas and with the Spanish Republic, throw him to the exile in Argentina, where his intellectual prestige allowed him to recapture his academic life. As representative of the opposi-tion to Franco’s regime outside Spain, his situation became similar to the one Peron faced in Spain. The foreign policy of Argentina and Spain, through different ways but without taking drastic defi nitions, tried use its infl uence to neutralize both.

KEY WORDS

Exile – Jiménez de Asúa – Perón – Argentine – franquism

TEMAS DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA, XV (JULIO-DICIEMBRE DE 2009) pp. 89-114.

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INTRODUCCIÓN

El 12 de agosto de 1939 llegaba Luis Jiménez de Asúa a la Argentina. En la mitad de su vida, aquel jurista, catedrático y político madrileño, “se había hecho una fi gura nacional”1.

Los duros enfrentamientos protagonizados contra la dictadura de Miguel Primo de Rivera habían presentado al catedrático de Derecho Penal de la Universidad Central de Madrid como un intelectual poco dócil con el auto-ritarismo e incapaz de aceptar abusos de poder. Así había sido deportado a las islas Chafarinas y suspendido de su empleo y sueldo, bajo la acusación de protagonizar una campaña de descrédito contra la España primorriverista en sus viajes a Hispanoamérica y por quejarse del trato dispensado al eminente Miguel de Unamuno2.

No sólo era capaz de pronunciar vibrantes discursos y arengas opositoras al régimen, sino de manifestar opiniones consideradas atentatorias del orden social, como la conferencia que diera en 1928 en la Universidad de Murcia sobre la maternidad responsable3, tema sobre el que publicará en Madrid su trabajo precursor, Libertad de amor y derecho a morir: ensayos de un crimi-nalista sobre eugenesia, eutanasia y endocrinología. Dentro de los ámbitos universitarios, en un clima de exaltación contestataria, ante cada desafío pú-blico del profesor, numerosos estudiantes le manifestaban un ruidoso y activo respaldo4.

Con el advenimiento de la II República, Jiménez de Asúa ingresó en el Partido Socialista Obrero Español, sacrifi cando su independencia para participar de la construcción institucional, es que “por mis ideas, he sido so-cialista siempre”5. Elegido diputado a las Cortes Constituyentes, presidió la comisión parlamentaria encargada de elaborar la constitución. Allí intervino en la discusión de lo que juzgaba de su competencia y lo que lo afectaba como socialista, como catedrático y como penalista: los puntos fundamentales del

1 JOSÉ MARÍA NAHARRO-CALDERÓN, “Luis Jiménez de Asúa en el exilio”, en J. M. NAHARRO-CALDERÓN (coord.), El exilio de las Españas de 1939 en las Américas. ¿Adónde fue la canción?, Barcelona, Anthropos, 1991, p. 111.

2 Ver RAMÓN LÓPEZ M., Ideología y Educación en la dictadura de Primo de Rivera. Tomo II. Institutos y Universidades, Valencia, Universitat de València, 1995, p. 214; JAUME CLARET MIRANDA, La repressió franquista a la Universitat Espanyola, Barcelona, Tesi doctoral, 2004, p. 205.

3 FRANCISCO CAUDET, Las cenizas del Fénix: la cultura española en los años 30, Madrid, Ediciones de la Torre, 1993, p. 69.

4 MARÍA FERNANDA MANCEBO, La Universidad de Valencia: de la monarquía a la repúbli-ca, 1919-1939, Valencia, Universitat de València, 1994, p. 86.

5 El Sol, Madrid, 17 de julio de 1931.

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nuevo Estado. Aunque dijera en su discurso de la sesión de las Cortes del 27 de agosto de 1931 que “nadie, ninguno de nosotros, puede blasonar de ser él solo creador de la Carta Política”, ésta sería considerada su hechura6. Junto con un sector muy importante de los diputados, Jiménez de Asúa se reconocía miembro de la Masonería española, que ya en la legalidad, pasaba por días de esplendor e infl uencia en la política. La aprobación de los artículos que declaraban la separación de la Iglesia y el Estado, el divorcio, la escuela laica, fueron atribuidos por la prensa católica a la intervención masónica.

Su discípula Victoria Kent lo impulsaría para dirigir el Instituto de Estu-dios Penales, participando también en la redacción del Código Penal de 1932, para asumir como vicepresidente de las Cortes salidas de las elecciones de febrero de 1936. En un clima de violencia y desestabilización que preanun-ciaba la intervención salvadora del Ejército, tras unos graves incidentes que tuvieron lugar en la Facultad de Derecho de la calle San Bernardo entre grupos de estudiantes que atacaban el separatismo y la masonería y donde se señalaba habían participado “los ayudantes del catedrático D. Luis Jiménez de Asúa, señores Lafuente y Ayala, el primero de los cuales empuñaba una pistola y el segundo, una navaja”,7 el 12 de marzo el diputado socialista fue objeto de un atentado tras el que se sindicó a los falangistas,8 y que terminó con la muerte del policía de custodia.

A poco de iniciada la guerra civil, con el Madrid sitiado, Jiménez de Asúa fue designado para ocupar el cargo de encargado de negocios en la legación republicana en Praga. Se consignaba que el nombramiento se había realizado, en mérito a ser “uno de los intelectuales más preeminentes de la Nación”,9 y debido a que el gobierno checoeslovaco era “la única alianza de la República Española en la Europa Central”10 –y donde al decir de Sáez Capel, compró gran parte de las armas necesarias para la guerra11. Desde allí, se trasladará a

6 Ver ENRIQUE DÍAZ-ARANDA, “El extraordinario Luis Jiménez de Asúa”, en Los maestros del exilio español en la Facultad de Derecho, México, UNAM, 2003, p. 189 y ss.

7 ABC, Madrid, 18 de enero de 1936.8 En MANUEL J. PELÁEZ (editor y coordinador), Diccionario crítico de juristas españoles,

portugueses y latinoamericanos (hispánicos, brasileños, quebequenses y restantes francófonos (hasta 2005). Vol. I (A-L), Zaragoza, 2005, p. 434, señala “fue objeto de un atentado por parte de algunos alumnos –falangistas– ‘suspensos’ el curso anterior”.

9 Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de España (AMAEE), Expediente Personal: P-313/22.525, Madrid, 3 de octubre de 1936, de R. de Ureña a Legación de Checos-lovaquia en esta Capital.

10 MANUEL J. PELÁEZ (editor y coordinador), Diccionario crítico de juristas españoles, cit., p. 435.

11 JOSÉ SÁEZ CAPEL, “Luis Jiménez de Asúa, profesor de profesores”, en www.ciencias-penales.net, consultado el 15 de marzo de 2009, p. 7.

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Ginebra para integrar la delegación española que asesoraba al ministro Julio Álvarez del Vayo con ocasión de los tensos debates que tuvieron lugar en el Consejo de la Sociedad de Naciones sobre la evacuación de asilados en enero de 193712 y luego para representar a España en la conferencia para represión internacional del terrorismo, que comenzó el 1 de noviembre. Mientras, su hermano médico y catedrático, Felipe, era designado como encargado de ne-gocios de la embajada española en Buenos Aires.

RUMBO AL REFUGIO ARGENTINO

El derrumbe de la República Española encontró a Jiménez de Asúa en Francia. En París se le había ofrecido una cátedra, pero observa la crisis euro-pea y teme lo peor del III Reich, de Hitler y del nazismo. La odisea de muchos dirigentes republicanos atenazados allí entre la larga mano del franquismo y la expansión por Europa de un Nuevo Orden totalitario, explica la voluntad de encontrar refugio en Hispanoamérica13. La Argentina, país que venía fre-cuentando a través de sucesivas estancias de trabajo que habían comenzado en 1923 con invitaciones de la Universidad de Buenos Aires y de la Institución Cultural Española, se ofrecía como un destino posible.

Naharro-Calderón, que frecuentó a Jiménez de Asúa en Buenos Aires, afi rma que a pesar de su renombre bien ganado, sus colegas argentinos, el ex decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales Juan P. Ramos y Jorge Eduardo Coll, profesor de Derecho Procesal y Penal y ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública del presidente Roberto Ortiz, que en 1923 se ha-bían disputado el honor de presentarlo en los ámbitos universitarios porteños, no manifestaron mayor interés por facilitar el viaje, y fue la embajada argen-tina en París la que le proporcionó el visado, a instancias del anterior canciller y también colega Carlos Saavedra Lamas. Por su parte, César Arrondo relata que: “escrutado el legajo del profesor en la universidad platense, encontrare-mos una primera nota que el Decano de la Facultad de Derecho envía a París donde le comunica que con fecha 28 de abril el Consejo Académico de la Fa-

12 JAVIER RUBIO, Asilos y canjes durante la guerra civil española. Aspectos humanitarios de una contienda fratricida, Barcelona, Editorial Planeta, 1979, p. 59.

13 Sobre el exilio intelectual republicano en la Argentina, ver: EMILIA DE ZULETA, Españo-les en la Argentina. El exilio literario de 1936, Buenos Aires, Ediciones Atril, 1999; JOSEFINA CUESTA BUSTILLO, “Exilio de Científi cos Españoles en Argentina (1939-2000), aproximación”, en JULIÁN CHAVES PALACIOS (coord.), Política científi ca y exilio en la España de Franco, Bada-joz, Universidad de Extremadura, 2002; LAURENT BONARDI, “Les intellectuels espagnols exilés dans l’Argentine peroniste”, HAOL, Nº 5, otoño, 2004. También el número 473-474, nov.-dic. 1989 de Cuadernos Hispanoamericanos.

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cultad de Derecho, a moción del consejero Dr. José Peco, resolvió invitarlo a dar un ciclo de conferencias”14. Fechada la carta el 15 de mayo de 1939, el 26 Jiménez de Asúa acepta la invitación de la Universidad Nacional de La Plata. Peco hará más, declinando su cargo de director del Instituto de Derecho Penal en el colega español, para que éste alcanzara unos ingresos dignos.

Jiménez de Asúa es así convocado para dictar una serie de conferencias en La Plata, que comenzó abordando “La Ley Penal y su interpretación” el 25 de agosto de 1939, y concluyó el 15 de septiembre. Con el propósito de costear su salario se implementó una partida por “Intercambio Universitario” del presupuesto de $150 por cada una de las conferencias. Mientras el Consejo Académico de la Facultad resolvió designarlo “profesor especial”, a cargo de los Seminarios de Derecho Penal.

Sin embargo, un núcleo de alumnos de la Facultad platense, que habían resistido la conformación de un comité estudiantil de ayuda a la España “leal” por manifestarse solidarios con los principios de gobierno del generalísimo Francisco Franco, negaron “jerarquía moral al señor Jiménez de Asúa para dictar conferencias, en las que se iba necesariamente a volver sobre cuestiones de índole política, ajenas a la fi nalidad universitaria”. Aquellos estudiantes se opusieron a su nombramiento como profesor extraordinario de la casa, solicitando a la representación diplomática española “datos concretos sobre las actividades desarrolladas en el período pre y post-revolucionario por el Dr. Luis Jiménez de Asúa con el propósito de hacerlas valer si las gestiones aludidas prosperan y en defensa de íntimas convicciones ideológicas y doctri-narias que no dudamos comparte en un todo el señor Ministro”15. Y aunque el encargado de negocios Francisco de Amat se mostró reacio a intervenir directamente, era sí partidario de suministrar argumentos para endurecer la ruidosa protesta iniciada por los estudiantes, como por ejemplo extractos y publicaciones de diarios de Madrid de antes de la guerra con discursos pronun-ciados por Jiménez de Asúa en los “mítines socialistas en los que explicaba y disculpaba los asaltos a los bancos y en los que dijo que la pena de muerte sólo era efi caz aplicada en grandes hecatombes y casos por el estilo”. Amat solicitó así al Palacio Santa Cruz informaciones para obstaculizar el nombramiento del exiliado republicano: “sería de mucho interés se enviase a la Embajada

14 Ver CÉSAR ARRONDO, “Un docente que llegó del exilio a la Universidad Nacional de La Plata al servicio del Derecho, la Democracia y la Libertad”, en JOSÉ ÁNGEL ASCUNCE ARRIETA, MÓNICA JATO, MARÍA LUISA SAN MIGUEL (coords.), Exilio y Universidad (1936-1955): presencias y realidades, Vol. 1, San Sebastián, Saturraran, 2008.

15 AMAEE, R. 1577/33, La Plata, septiembre 22 de 1939, de Presidente y Secretario del Partido de Acción Universitaria de la Facultad de Derecho. s/c: calle 48, Nº 558 – La Plata – F. C. S. a ministro de España en la Argentina, Juan Pablo de Lojendio.

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todo este material periodístico con la mayor urgencia, pues ahora empieza el verano aquí y habría tiempo de sobra para preparar bien las cosas para evitar sorpresas antes de empezar el próximo curso”16.

No obstante, los antecedentes de Jiménez de Asúa eran brillantes y sus vinculaciones, importantes. Era miembro honorario de la Sociedad de Medi-cina Legal de Buenos Aires, de la Sociedad Argentina de Criminología y de la Sociedad Científi ca Argentina, así como contaba con admiradores dentro del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y de la del Litoral. Por esos mismos días, pronunciaba en la Universidad de Tucumán una conferencia titulada: “Las teorías de Norberto Bobbio sobre la analogía en la lógica del Derecho y en el Derecho Penal”, trabando relación, junto con otros exiliados españoles, con el refugiado antifascista italiano Renato Treves, que había sido nombrado allí titular de la cátedra de Sociología.

La indiscutible trayectoria académica fue motivo sufi ciente para que en la reunión del 22 de mayo de 1940 del Consejo Superior de la Universidad de La Plata lo designaran en la categoría de “Profesor Extraordinario de Derecho Penal”. La Facultad de Derecho lo nombraría director del Instituto de Crimi-nología, y luego del Instituto de Altos Estudios Jurídicos.

Con base en la Argentina y dedicado a la investigación y la enseñanza del Derecho, Jiménez de Asúa comenzaba un período de su vida caracterizado por su involucramiento institucional con la sociedad de acogida, por el cultivo de su vocación discipularia –como gustaba referir a la obligación moral de los profesores de formar discípulos–, por sus constantes viajes y por su activa lealtad a la República Española. En 1940 viaja a Chile y Perú para dictar cur-sos en distintas universidades, y también participa como conferenciante junto con Rafael Alberti, Jacinto Grau, Augusto Barcia, Ángel Ossorio y Gallardo, dentro del ciclo “España 1931”, organizado por el Centro Republicano Español de Buenos Aires. En 1942 es invitado por el ministro de Relaciones Exterio-res de Cuba, doctor Agustín Martínez, también renombrado jurista, para dar conferencias en La Habana. De allí irá a México por seis semanas y en febrero de 1943 se traslada a EE.UU.17. En todos los destinos era obsequiado por ca-tedráticos españoles exiliados y por las colonias republicanas.

Tras el golpe militar de junio de 1943 en la Argentina, Jiménez de Asúa renuncia a su cargo de profesor en La Plata, en solidaridad con Peco y otros colegas que abandonan la docencia. En 1944 viaja a Quito, y da clases allí y en Guayaquil, con las que subsiste. Invitado por la Casa de Cultura Ecuatoriana y

16 AMAEE, 1577/33, 30 de diciembre de 1939, de encargado de negocios Francisco de Amat a ministro.

17 La Prensa, Buenos Aires, 21 de noviembre de 1942.

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por la Universidad Central lleva a cabo un ciclo de conferencias sobre Derecho Penal, que son retransmitidas por radio, y el 27 de diciembre es invitado a un almuerzo por el presidente de la República18. Ese año conoce en un viaje a La Habana a Mercedes de Briel y el maduro profesor se enamora, para, una vez más, rehacer su vida –aunque sólo en 1964 obtendrá sentencia de divorcio de su primera esposa, María Guadalupe Ramírez Rubio, y contraerá entonces nuevas nupcias con la mujer que habrá de acompañarlo hasta el fi n de sus días. Sin abandonar Buenos Aires, dedica tiempo libre y recursos para continuar el entretenimiento de toda su vida, compartido con su hermano Felipe: la reco-lección de insectos sudamericanos, luego donados al Museo de Entomología, en la Ciudad Universitaria de Madrid.

Entre enero y mayo de 1945 dicta nada menos que cuarenta y seis confe-rencias en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela, con cuyo contenido compondrá su libro La ley y el delito. Y en los años siguientes publicará en la Argentina los primeros volúmenes del Tratado de Dogmática penal19.

Afi ncando en su sólido prestigio en los medios universitarios, Jiménez de Asúa llevaba una vida más retirada y menos espectacular que sus colegas Ossorio y Gallardo, ex embajador español, y Augusto Barcia, ex ministro republicano, quienes se movían entre los grupos intelectuales argentinos afran-cesados y los círculos sociales más encumbrados. Por lo demás, la derrota de los totalitarismos en Europa revalorizaría a aquellos profesores y profesionales cultos e inteligentes que difundían teorías que en nada desentonaban con los postulados de la Constitución argentina20.

Pero el régimen franquista no lo olvidaba. Su embajada solicitaba a la Cancillería argentina que se abstuviera de brindar recepción ofi cial a Diego Martínez Barrios y José Miaja, presidente que fue el primero de las últimas Cortes españolas, y general, el segundo, de las fuerzas defensoras de Madrid, que llegaban a Buenos Aires en abril de 1944 para conmemorar un aniversario republicano: “el Gobierno Español no podría considerar como acto amistoso que el Poder Ejecutivo y ese Gobierno recibieran a los mencionados señores en honor a unos títulos desprovistos hoy de valor alguno y no reconocidos por el Gobierno de España al que aun tratan de combatir con los escasos medios a

18 AMAEE, R. 1579/2, Quito, 1 de diciembre de 1944, de ministro de España a ministro de Asuntos Exteriores.

19 REGULO MARTÍNEZ, Republicanos en el exilio, Barcelona, Editorial Personas, 1976, p. 56.

20 AMAEE, R. 1577/33, Buenos Aires, 6 de noviembre de 1945, reservada Nº 683, de conde de Bulnes, embajador, a ministro.

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su alcance”21. La Dirección General de Seguridad había acusado a Jiménez de Asúa el 12 de junio de 1940, de “perseguidor de los estudiantes de derechas”; otra agencia informante añadía días más tarde: “Según referencias es persona de ideas de extrema izquierda, afi liado al Partido Socialista por el que fue di-putado, corruptor y envenenador de las ideas de la juventud universitaria y uno de los principales responsables de las desdichas y desgracias que ha padecido España”. El 17 de julio de 1940, el Colegio de Abogados de Madrid señalaba:

Ardiente defensor de la causa marxista; colaborador constante de los gobier-nos del Frente Popular con los que ha desempeñado altos cargos públicos… defensor de todo lo que signifi cara desorden y alteración de los obreros rojos y socialistas. Huyó a Valencia, se le supone en el extranjero. Ha sido expulsado de esta Corporación por su evidente desafección a la misma.

En enero de 1944, el Tribunal de Responsabilidades Políticas, falló en Madrid condenándolo a sanciones económicas que signifi caban el pago de ocho millones de pesetas, lo que comprendía la totalidad de sus bienes, extra-ñamiento durante el plazo de quince años, proponiendo al gobierno la pérdida de nacionalidad española22.

ENTRE EL DERECHO Y LA POLÍTICA, LA VIGILANCIA FRANQUISTA

México brindó las facilidades para que la España derrotada por los nacio-nales pudiera reconstruir en su territorio sus instituciones, con la reunión de las Cortes, la promesa constitucional de Martínez Barrios como presidente de la República y la formación del gobierno de José Giral. Allí Jiménez de Asúa será nombrado ministro sin cartera, no representando al Partido Socialista, sino a título personal. Para entonces, ha retomado sus cargos y cátedras en la Universidad Nacional de La Plata y ha solicitado una prórroga en su licencia, al haberse aplazado la apertura de aquellas Cortes.

En octubre de 1945, a su paso por Lima rumbo a México, Jiménez de Asúa junto con otros republicanos transterrados, se muestra optimista acerca de la labor que pensaba realizar el Gobierno en el exilio, confi ando que recibirían el apoyo de los países latinoamericanos. No se les escapaba que la representación

21 AMAEE, 1577/33, Buenos Aires, 24 de marzo de 1944, de embajada de España en Buenos Aires a ministro.

22 LUIS ENRIQUE OTERO CARVAJAL, “La depuración de la Facultad de Derecho”, en LUIS EN-RIQUE OTERO CARVAJAL (dir.), MIRTA NÚÑEZ DÍAZ-BALART, GUTMARO GÓMEZ BRAVO, JOSÉ MARÍA LÓPEZ SÁNCHEZ, RAFAEL SIMÓN ARCE, La destrucción de la ciencia en España. Depuración universitaria en el franquismo, UCM-Editorial Complutense, Madrid, 2006, p. 133.

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lograda era imperfecta, pero la expectativa de un cercano regreso a España se alimentó con la condena explícita del régimen franquista en febrero de 1946 en la primera Asamblea de las Naciones Unidas. En cuanto a los reconocimientos diplomáticos, sólo se obtuvieron los de los gobiernos de México, Guatemala, Panamá y Venezuela23.

Tras compatibilizar política con enseñanza universitaria por Centroaméri-ca, Jiménez de Asúa regresa a la Argentina, para encontrarse con el peronismo en el gobierno. Nuevamente, muchos de sus colegas han sido desplazados de sus cátedras, y por solidaridad, él también se aparta de la universidad, dedi-cándose a dar clases por Hispanoamérica, y a escribir y publicar en editoriales jurídicas de Buenos Aires. No obstante, aún en esos días, altos funcionarios del peronismo honrarían la amistad con el jurista. Declarado admirador de la heterodoxa fi gura de José Ortega y Gasset, el ministro de Relaciones Exterio-res entre 1951 y 1955, Jerónimo Remorino, quien “fraternalmente” le había ayudado antes encargándole colaboraciones para la editorial La Ley,24 reque-riría ahora de sus servicios. Con escándalo consignaba el secretario privado de Franco, respecto del canciller argentino, “tiene como secretario trabajando a sueldo a Jiménez de Asúa, de fi liación masónica y que tanto contribuyó a la política sectaria de la segunda república española”25.

En febrero de 1952, Jiménez de Asúa llega a México, invitado a pro-nunciar unas conferencias en la Universidad Autónoma. Durante su estancia está en permanente contacto con Félix Gordón Ordás, Álvaro de Albornoz, Lluís Nicolau d’Olwer, y demás miembros del gobierno español en el exilio. Su protagonismo motiva la vigilancia por la diplomacia franquista, cuyos funcionarios en Centroamérica son solicitados de enviar informes sobre sus desplazamientos y su accionar. En marzo llegan noticias a Madrid de que la Universidad de La Habana lo piensa investir Doctor Honoris Causa. El minis-tro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo ordena visitar con urgencia a algunos personajes afectos al régimen franquista, como el doctor José Ro-dríguez Capota, decano de la Facultad de Farmacia y José Agustín Martínez, presidente del Instituto Cultural Español, para procurar aplazar todo lo posible la investidura. Pero las gestiones llevadas a cabo por el encargado de negocios topan con el hecho de que la Universidad era en esos días el principal foco de oposición a Fulgencio Batista, quien no quería realizar un atropello del fuero universitario. No obstante, solicitó al gobierno de Cuba que convenciera a Jiménez de Asúa del peligro de expulsión del país consecuente a una acción

23 JOSÉ MARÍA NAHARRO-CALDERÓN, op. cit., p. 94. 24 JOSÉ SÁEZ CAPEL, op. cit., p. 7. 25 FRANCISCO FRANCO SALGADO-ARAUJO, Mis conversaciones privadas con Franco, Bar-

celona, Editorial Planeta, 1976, p. 27.

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política destacada26. Religiosos se pusieron también en acción, para seguir obrando a fi n de que el acto, califi cado de inoportuno e impopular, no se ce-lebrara. Se insiste ante los diferentes decanos, para infl uir sobre el Consejo Universitario que debía aprobar la investidura, bajo la presidencia del rector. Sin embargo, el 24 de julio la Universidad de La Habana invistió en solemne ceremonia del grado de Doctor Honoris Causa al penalista español.

Alejado temporariamente del Centro Republicano, por discrepancias con su dirigencia,27 Jiménez de Asúa viaja a Casablanca, París, Estocolmo y Lon-dres para asistir a reuniones académicas. Tras la caída de Perón vuelve a las cátedras argentinas y en 1955 es nombrado director del Instituto de Ciencia Penal y Criminología de la Universidad del Litoral, y más tarde del de Derecho Penal y Criminología en la Universidad de Buenos Aires, para pasar a dirigir la Revista de Derecho Penal y Criminología. Desde entonces, mantiene una estrecha relación con las organizaciones estudiantiles reformistas de la Ar-gentina, destacando entre sus seguidores Guillermo Estévez Boero, quien tras haber liderado masivas movilizaciones estudiantiles en defensa de la educación laica, llegaría a ser presidente de la Federación Universitaria Argentina (FUA), y luego diputado nacional por el Partido Socialista Popular. Cuando en marzo de 1959, Jiménez de Asúa pasó por Panamá invitado por su Universidad para pronunciar dos conferencias sobre criminología, se alojó en la residencia de la doctora Ángela Romero Vega, embajadora de la Argentina, designada por el presidente Arturo Frondizi, por ser antigua discípula y amiga personal28. Jiménez de Asúa viajaba con pasaporte argentino, continuando su viaje a México para donde llevaba pasaporte diplomático, expedido por el gobierno republicano en el exilio29.

Al cumplir 70 años, con la adhesión de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales, un grupo de estudiantes le rindió un homenaje en una gran aula de la Facultad de Derecho. Como recuerda uno de los organizadores del acto, Enrique Bacigalupo, del Movimiento Universitario Reformista y di-sertante junto el presidente del Centro de Estudiantes, Alberto Ciria, y Mario

26 AMAEE, R. 3596/89, Madrid, 3 de abril de 1952, Resumen para el ministro.27 DORA SCHWARZSTEIN, Entre Franco y Perón. Memoria e identidad del exilio republicano

español en Argentina, Barcelona, Crítica, 2001, p. 194. 28 Nacida en la provincia de Córdoba, la Dra. Romero Vera residió desde muy niña en

España, y estudió Derecho en Zaragoza y en Madrid. Durante la guerra civil regresó a la Argentina y revalidó su título en la Universidad Nacional del Litoral, donde se reencontró con su maestro Jiménez de Asúa.

29 AMAEE, R. 5509/7, Panamá, 18 de marzo de 1959, de encargado de negocios Javier Mateos a ministro de Asuntos Exteriores.

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Hernández, de la agrupación Reformista de Derecho, Jiménez de Asúa, en la Argentina, había hecho escuela30.

Exilado el ex presidente Juan Domingo Perón en España a partir de enero de 1960, por entonces y después de años de desencuentros por las discusiones que motivaran las deudas pendientes desde el protocolo Perón-Franco, la Ar-gentina y España mejoraban ostensiblemente unas vinculaciones deterioradas por más de una década31. Todo ello demandaba un equilibrio que ambos go-biernos estaban dispuestos a encarar.

Si bien la diplomacia franquista procuraba liberar las relaciones con Hispanoamérica de la obsesión política que había difi cultado un abierto en-tendimiento, sobre todo en los planos económicos y fi nanciero, el accionar de la oposición no sería descuidado. Así, Jiménez de Asúa seguirá siendo objeto predilecto de vigilancia. El embajador de España en Chile llevó adelante una serie de gestiones frente a la Universidad de Chile, ante el canciller Germán Vergara y el ministro del Interior, Sotero del Río, para hacerles ver la conduc-ta ilícita del exilado en relación con el Reglamento de Extranjería, pidiendo que fuese invitado a encuadrarse dentro de él o a abandonar el país, siendo el objetivo perseguido, al menos, controlarlo32. Igualmente se reaccionó cuando en enero de 1961 se reunió en el paraninfo de la Universidad de la República del Uruguay, la II Conferencia Sudamericana pro amnistía de presos y exilia-dos políticos de España y Portugal, a la que asistieron numerosos delegados, parlamentarios, políticos de organizaciones estatales, sindicales, culturales, de la mayoría de los países del continente. Con la participación destacada de Rafael Alberti y Eduardo Ortega y Gasset, la embajada de España en el Uru-guay lideró una “ofensiva de prensa contra la conferencia”, especialmente a través de las columnas de El Debate, denunciando el carácter comunista del encuentro, y cuyo contenido había sido fi jado entre el consejero Eduardo V. Haedo, el director del periódico y funcionarios diplomáticos españoles33. En diciembre 1962 Jiménez de Asúa visitó Lima, respondiendo a la invitación que

30 ENRIQUE BACIGALUPO, “El exilio de Jiménez de Asúa”, en Cuadernos “Luis Jiménez de Asúa” 23, Madrid, Editorial Dykinson, 2005, p. XII.

31 Hemos abordado estos temas en diferentes trabajos, desde: BEATRIZ J. FIGALLO, El Pro-tocolo Perón-Franco. Relaciones hispano-argentinas. 1942-1952, Buenos Aires, Corregidor, 1992; “El destierro de Perón en la España franquista”, Temas de historia argentina y ame-ricana, Nº 7, julio-diciembre de 2005; “Estrategias políticas y económicas de la tecnocracia franquista en la Argentina. 1959-1973”, Investigaciones y Ensayos Nº 56, enero-diciembre 2006/2007.

32 AMAEE, R. 5980/12, Santiago, 14 de enero de 1960, de ministro en Chile a ministro de Asuntos Exteriores.

33 AMAEE, R. 6566/6, Montevideo, 30 de enero de 1961, de embajada a ministro.

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le fue cursada por la Universidad Mayor de San Marcos para pronunciar unas conferencias sobre Derecho Penal. También allí, el representante español di-rigió al Ministerio de Relaciones Exteriores, una nota en donde solicitó poner fi n en el acto a cualquier actividad que pudiera crear una enojosa situación entre ambos gobiernos.

ENTRE PERÓN Y JIMÉNEZ DE ASÚA

En enero de 1962 muere Martínez Barrios y Jiménez de Asúa, que era vicepresidente de las Cortes en funciones de presidente desde 1945, debe ocupar la presidencia de la República en el exilio. Así lo hace, encargando de formar gobierno a su compañero de destierro, Claudio Sánchez Albornoz34. De no haber ocupado él la presidencia, vacantes las presidencias segunda y tercera, le hubiera correspondido a la dirigente comunista Dolores Ibarruri, representando así la política del exilio que denunciaba la ilegitimidad del régimen franquista35.

En la mañana del 24 de febrero el director de Asuntos Políticos de Cen-tro y Sudamérica del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, recibió la visita del consejero de la embajada argentina en Madrid, que había sido con-vocado para señalarle la posición ofi cial con respecto a la noticia difundida por la agencia UPI y publicada en la prensa de Buenos Aires, en torno a una posible protesta del gobierno de la Argentina por las actividades políticas que venía desarrollando el general Perón en España. Aunque la anunciada queja fue desmentida, la embajada argentina esperaba ser informada de todo lo relacionado con Perón. La respuesta española fue que los dirigentes sindi-cales o políticos que lo visitaban procedían siempre de Buenos Aires y que por lo tanto, no le sería difícil al gobierno argentino controlar de antemano la efectiva salida del país. En la reunión, en cambio, se reclamó por la actividad de los separatistas vascos, conceptuadas como ataques a la unidad nacional de España y a la integridad de su territorio. Aquel malestar coincidía con rumores sobre un empeoramiento de las relaciones económicas entre ambos gobiernos, tras el derrocamiento del presidente Arturo Frondizi, por lo que el gobierno español creyó “conveniente el facilitar durante algunos días in-formes a la embajada en Madrid sobre las personas que últimamente hayan

34 JOSÉ MARÍA NAHARRO-CALDERÓN, op. cit., p. 118. 35 MILAGROSA ROMERO SAMPER, La oposición durante el franquismo/3. El exilio republica-

no, Madrid, Ediciones Encuentro, 2005, p. 315; XAVIER FLORES, “El Gobierno de la República en el exilio. Crónica de un imposible retorno”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contemporánea, 14, 2001, p. 344.

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visitado al general Perón”36. Se aludió también a las informaciones publica-das en la prensa argentina sobre la constitución del nuevo gobierno español en el exilio y las declaraciones de Jiménez de Asúa y de Sánchez Albornoz, subrayando la condición de ambos, de profesores de la universidad argentina. Entonces dos circunstancias coincidieron para ligar los exilios de Perón y de Jiménez de Asúa: por un lado, el triunfo peronista en las elecciones de mar-zo, con contingentes que respondían al huésped madrileño del franquismo, y por el otro, la elección de la respetada fi gura con resonancias internacionales del jurista republicano, socialista y masón, refugiado en la Argentina, para encarnar la oposición legal al régimen del Caudillo. Ello tendría innegables repercusiones de política exterior en ambos países.

En paralelo, el consejero de la embajada española en Buenos Aires, Mu-ñoz Seca, fue convocado por el nuevo subsecretario de Relaciones Exteriores, García Álvarez de Toledo. En un principio pareció que dicha convocatoria era con el fi n de presentar la protesta al gobierno español por las actividades políticas del general Perón en España. Sin embargo, el funcionario se limitó a solicitar el conocimiento que tenían los diplomáticos españoles sobre un posible viaje del general Perón a Egipto.

Muñoz Seca tenía instrucciones de no enturbiar las relaciones entre los dos países, sin embargo también sacó a colación las declaraciones hechas a la prensa por Luis Jiménez de Asúa y los proyectos anunciados por Claudio Sánchez Albornoz, reiterando la circunstancia de que ambos exiliados espa-ñoles eran catedráticos de la Universidad de Buenos Aires y “percibían sus emolumentos del presupuesto nacional argentino”37. El subsecretario no hizo ningún comentario.

Crecientemente, a los intentos de los gobiernos argentinos por frenar las actividades partidarias y de intervención en la política local que ejecutaba Juan Perón desde Madrid, las autoridades españolas contestaban demostrando los movimientos que realizaban Jiménez de Asúa y otros personajes de la Repú-blica en el Río de la Plata. O por lo menos así se informaba tanto en círculos diplomáticos españoles como en fuentes ofi ciales argentinas38. También, arre-ciaban los rumores sobre la solicitud de extradición desde España de Perón, pedidos que se robustecían al compás de la crisis argentina, y que aunque pú-blicamente estaban encaminados a que el exilado ex presidente respondiera por

36 AMAEE, R. 6833/18, Madrid, 24 de febrero de 1962, Reservada, de Centro y Suda-mérica, nota para el ministro.

37 AMAEE, R. 6833/18, Buenos Aires, 26 de febrero de 1962, de Emilio Beladiez, encar-gado de negocios a. i. a ministro.

38 AMAEE, R. 7251/35, Ofi cina de Información Diplomática, UPI 5.00 h., Buenos Aires, 27. IV.63.

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sus causas de traición a la patria y asociación ilícita, por estupro, por incendio y destrucción de templos y archivos históricos y por la quema de la bandera argentina el 11 de junio de 195539, más tenían como objetivo amedrentarlo.

Desde Buenos Aires se tuvo noticias de que el embajador argentino en Madrid, teniente general Julio Lagos –retirado en 1958 y nombrado por el gobierno de José María Guido en la sede diplomática argentina desde mayo de 1962–, había solicitado a su Cancillería la realización de gestiones para im-pedir la permanencia de Jiménez de Asúa en la Universidad de Buenos Aires. Esto, según habría dicho Lagos, “facilitaría” la aplicación de restricciones a Juan Perón por parte del gobierno de Franco, contralor necesario para que no se empañaran las relaciones entre los dos países40.

Mientras, en enero de 1963, la cúpula de exiliados españoles se mostró interesada en utilizar los frecuentes viajes de Jiménez de Asúa para conseguir alguna declaración del gobierno de México en el sentido de que las “relaciones con el Gobierno del General Franco no serán establecidas”. La declaración, aunque realizada por un funcionario de segunda línea de la Procuraduría de Justicia, el licenciado Raúl Carrancá y Rivas, y no por el presidente ni por su canciller, tuvo lugar durante una de las conferencias de Jiménez de Asúa, en términos claros: “México no puede reconocer ni reconocerá jamás la dictadura de Franco”.

EMBATE UNIVERSITARIO

Aquel año, el embajador español en la Argentina, José María Alfaro Po-lanco, antiguo director del diario Arriba, que fuera subsecretario de Prensa y Propaganda del Ministerio de la Gobernación a las órdenes de Serrano Suñer,41 llevó adelante con especial interés y la máxima reserva una gestión encamina-da a estorbar el accionar del presidente de la República Española en el exilio. Falangista de la primera hora, durante sus estudios de Derecho en Madrid fre-cuentó a José Antonio Primo de Rivera, y mientras Jiménez de Asúa represen-taba internacionalmente a la República, Alfaro salvó su vida refugiándose en la sede madrileña de la embajada de Chile, para luego huir a la zona nacional42.

39 El País, Montevideo, 18 de febrero de 1963. 40 AMAEE, R. 7306/33, Buenos Aires, 5 de marzo de 1963, de embajador Alfaro a mi-

nistro. 41 MIGUEL ARGAYA ROCA, Historia de los falangistas en el franquismo. 19 de abril 1937-1

de abril 1977, Madrid, Plataforma, 2003, p. 132. 42 Ibidem.

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El día 13 de marzo el Consejo Directivo de la Facultad de Derecho y Cien-cias Sociales de la Universidad de Buenos Aires acordó no renovar el contrato de Luis Jiménez de Asúa, que desde hacía cinco años regenteaba la cátedra de Derecho Penal. El 6 la Comisión de Enseñanza del Consejo Directivo ha-bía emitido un dictamen recomendando la renovación del contrato, por otros dos años –que vencía el 16 de abril siguiente–, pero a la hora de la votación no se lograron los dos tercios necesarios para su aprobación. Para volcar la decisión del Consejo en contra de Jiménez de Asúa, fueron importantes los argumentos de los consejeros Dr. Juan Arnaldo Gregorini, representante de los graduados, y Alberto Padilla, perteneciente al claustro de profesores. Gre-gorini dijo que moralmente era necesario no renovar el contrato debido, sobre todo, a su militancia comunizante y a su “admiración” por el régimen de Fidel Castro. En el plano docente, la oposición se basaba en que, según Gregorini, Jiménez de Asúa impartía “una enseñanza dogmática y excesivamente teórica, alejada de la realidad penal argentina”. En el aspecto político, el impugnador recalcó: “La persona propuesta se titula presidente en funciones del gobierno español en el exilio. Ello ha originado graves problemas diplomáticos con el gobierno de España, problemas de difícil solución, sobre todo con respecto al asilo político que en España goza el ex mandatario depuesto en la revolución de 1955”. A su vez, el doctor Padilla dejó constancia de que su abstención se debía sólo a que Jiménez de Asúa era actualmente jefe del gobierno español en el exilio. “Yo no sé –dijo textualmente Padilla– si la Facultad puede producir un contrato con un jefe de gobierno extranjero en exilio”. Mientras, el profesor Guaglianone propuso consultar con la Cancillería antes de decidir, pero su moción fue rechazada.

La prórroga del contrato del maestro fue impedida en esa circunstancia debido a que dos consejeros se pronunciaron por la negativa (Gregorini y Ra-ybaud), cinco se abstuvieron (Padilla, Rezzónico, Castro Tornow, Aguinaga y Etchebarne) y tan sólo cinco votaron afi rmativamente (Díez, Ray, Guagliano-ne, Luqui, Videla Escalada y Binstein).

Tres años antes, al realizarse en Buenos Aires el congreso internacional de Derecho Penal (precisamente con la presidencia de Jiménez de Asúa), el representante de Bélgica, Paul Cornille, penalista católico y secretario de Jus-ticia de ese país, dijo, al comentar su presencia en la universidad argentina: “Toda Europa os envidia por tenerlo entre vosotros”. Se recordaba incluso que el profesor Quintana Ripolles, titular de la cátedra de Derecho Penal de la Universidad de Madrid y miembro del Tribunal Superior del Estado Español, que concurrió al congreso, confraternizó con él. Ambos llegaron a efectuar

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juntos un paseo en yate, en el cual Quintana Ripolles señaló “que la ciencia no podía ser subalternizada por motivos políticos”43.

En la sesión celebrada el 20 de marzo por el Consejo Directivo, presidida por su decano y convocada para estudiar el candente problema, se acordó volverlo a la Comisión de Enseñanza para que fuera ella la que dictaminara. En espera de la resolución fi nal la embajada española “está dedicando una especial atención a este asunto, llevándolo con la máxima energía y al mismo tiempo con la mayor discreción posible”44.

La reacción de los elementos estudiantiles no se hizo esperar y el Centro de Estudiantes de Derecho y Ciencias Sociales de la FUBA dio a conocer una declaración:

Las razones que fundan la grave medida de no prorrogar el contrato del profe-sor Jiménez de Asúa carecen de toda seriedad y constituyen, como es obvio, un atentado a la cultura argentina. Importa destacar que algunos consejeros sostuvieron la necesidad de consultar la conveniencia de la contratación con el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, por el temor que les imponía la contratación del presidente de la república española en el exilio. Desde luego, esa es una posición pusilánime que destruye la base de la autonomía universitaria. El doctor Luis Jiménez de Asúa es en la actualidad uno de los más importantes juristas de habla hispana y en un país como el nuestro, donde el reconocimiento hacia los nuestros no ha sido todo lo que debiera, Jiménez de Asúa ha recibido hasta hace poco ese reconocimiento. Hoy, cuando sólo le resta un poco más de un año de prestación de servicios para acogerse a la jubilación, se le abandona, en una actitud agraviante e infame.

Dos días después, un grupo de funcionarios judiciales y graduados, en su mayoría alumnos o ex-alumnos de Jiménez de Asúa, volvió a la carga y “con el fi n de informar debidamente a la opinión pública de lo sucedido”, enviaron una nota a la prensa, en la que, después de referirse al prestigio del profesor – “considerado como uno de los penalistas más grandes del mundo”– y alabar extensamente su “férrea personalidad moral y científi ca”, expresaban su pro-pósito de solicitar una revisión de la votación. Las autoridades del movimiento universitario reformista de Derecho, que resultó derrotado en las últimas elec-ciones, se apresuraron también a pronunciarse en favor de Jiménez de Asúa, difundiendo una solicitada por la que pedían un nuevo “pronunciamiento de los tres claustros para obtener la revisión de la actitud del Consejo Directivo

43 Primera Plana, Buenos Aires, 26 de marzo de 1963. “El caso Jiménez de Asúa: Cuan-do la política pugna contra la ciencia”.

44 AMAEE, R. 7251/35, Buenos Aires, 21 de marzo de 1963, de Alfaro a ministro.

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de la Facultad de Derecho, con la que no sólo agravia a una de las fi guras más relevantes del Derecho Penal, sino también de toda la cultura argentina”. Y afi rmaba: “la motivación de este hecho argumentada en el sentido de que el nombrado carecía de idoneidad para el cargo y además de que su permanencia en la Facultad podría signifi car un acto de entorpecimiento en las relaciones entre nuestro país y España, pone en peligro el prestigio cultural no sólo de nuestra Facultad sino del país entero”.

El doctor Juan Arnaldo Gregorini, “hablando en representación de la ma-yoría de los graduados y con el fi n de aclarar los graves errores de apreciación que las notas publicadas contienen”, defendió la posición adoptada en una extensa carta enviada a la prensa. Argumentaba que los cargos que formuló contra Jiménez de Asúa para impugnar la renovación de su contrato habían sido los siguientes:

A) incitar públicamente a la violencia y la rebelión contra una nación amiga: España, siendo profesor contratado de la Facultad de Derecho y Ciencias So-ciales de la Universidad de Buenos Aires, recogiendo unas virulentas declara-ciones de Jiménez de Asúa contra el régimen español, publicadas en el diario La Razón de Buenos Aires el 13 de agosto de 1961; B) promover o patrocinar actos políticos dentro de la Facultad de Derecho en violación de expresas disposiciones del Estatuto universitario, mencionando el acto del “supuesto homenaje a España” del día 19 de octubre de 1962, durante el cual amigos políticos de Jiménez de Asúa hirieron de varios disparos a cuatro estudiantes nacionalistas; C) la injustifi cada intervención del doctor Jiménez de Asúa con motivo de la designación, como profesor adjunto, del doctor De Angelis Roca, al que hizo falsas imputaciones en abierta contradicción con certifi cados e in-formes del propio Jiménez de Asúa, producidos anteriormente; y D) su pública posición pro-castrista, en contra de los intereses del país donde se refugiara, durante la crisis del Caribe de octubre del año pasado45.

El representante de los egresados leyó unos párrafos de Libertad de amar y derecho de morir para sostener que el profesor suscribía teorías contra-rias al derecho de familia y a la moral, y señaló, asimismo, que Jiménez de Asúa actuaba en partidos de la extrema izquierda como el Socialista Obrero Español, que a la República Española en el exilio sólo la reconocían los paí-ses comunistas y México, que utilizaba como colaboradores elementos de izquierda, que en abril de 1933 militó en la Asociación de Amigos de Rusia, que sostenía inmoralidades en sus escritos, que en junio de 1954 (tiempo de

45 AMAEE, R. 7251/35, Buenos Aires, 21 de marzo de 1963, de Alfaro a ministro.

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Perón) pudo ir con permiso a Uruguay cuando nadie más pudo ir. Afi rmó, a manera de conclusión, que sus antecedentes marxistas y su posición castrista eran incompatibles con la función docente de la Universidad. Todos esos mo-tivos atentaban contra la “integridad moral y rectitud cívica y universitaria” que el Estatuto universitario requería para poder desempeñarse como profesor, carencia de condiciones que no podía “compensarse por méritos intelectuales”. El 21 apareció una nueva nota en la prensa remitida por la Asociación de Egre-sados de la Facultad de Derecho y fi rmada por su presidente y secretario, en la que se acusaba a Jiménez de Asúa de profesar “pública y notoria ideología marxista”.

Como veinte años antes, la representación diplomática española participa-ba de la embestida contra el exiliado: “elementos adictos al Consejo Universi-tario me han solicitado datos concretos sobre la actuación del Sr. Jiménez de Asúa en la guerra española y como ‘presidente de la República Española en el exilio’. Ruego a V.E. me remita aquellos datos que se puedan recoger sobre el particular con la posible urgencia, ya que en las próximas semanas se decidirá por el Consejo Universitario sobre este problema”46.

Una encuesta realizada entonces por Primera Plana en distintos ambien-tes universitarios confi guraba este panorama. Se acordaba, en general, que durante la sesión del Consejo se esgrimió malévolamente un dato inexacto: Jiménez de Asúa no era el jefe del gobierno español en el exilio, sino vicepre-sidente primero de las Cortes, en funciones por vacancia de la presidencia de la República en el exilio.

Profesores de Derecho Penal, reconocidamente anticomunistas y militan-tes en partidos políticos democráticos, como el doctor Omar Lima Quintana, del conservadurismo, consideraron que Jiménez de Asúa no impartía una en-señanza “marxista o comunizante” y rechazaban la acusación de que hubiera promovido perturbaciones políticas dentro de la Facultad. “Su objetividad es tal –dijo uno de los consultados– que en su Tratado de Derecho Penal no ex-cluye a la consideración del lector la teoría penal nazi, a pesar de que Jiménez de Asúa ha sido ferviente enemigo del nazi-fascismo”. Ningún sector, ni aún el propio doctor Gregorini –según lo declaraba a Primera Plana– ponía en duda la calidad científi ca de Jiménez de Asúa.

Dos semanas más tarde los partidarios de que Jiménez de Asúa siguiera dictando cátedra en Buenos Aires lograron que entrara a consideración un nuevo proyecto, no ya de prórroga del contrato anterior sino de nueva con-tratación, también por dos años. Aunque se descontaba que el despacho de la Comisión de Enseñanza sería favorable, se ignoraba si las arduas gestiones que

46 AMAEE, R. 7251/35, Buenos Aires, 10 de abril de 1963, de Alfaro a ministro.

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se estaban llevando a cabo posibilitarían que algunos consejeros pasaran de la abstención al voto afi rmativo. Infl uyentes docentes conservadores trataban de convencer a la mayoritaria representación estudiantil en el Consejo de la Facultad (Movimiento Universitario del Centro) para que apoyara la contra-tación de Jiménez de Asúa. Los argumentos principales eran que el comunis-mo obtendría enormes ventajas si Jiménez de Asúa fuera rechazado, ya que convertiría ese rechazo en bandera de agitación, demostrándose, también, la inconveniencia de que los estudiantes participasen tanto en la designación de profesores. Simultáneamente, profesores, como Sebastián Soler y José Peco, que ahora mantenían divergencias con Jiménez de Asúa, se sumaron a la opi-nión que avalaba su contratación, suscribiendo, incluso, un documento reco-mendándolo. El mismo decano de Derecho, Marco Aurelio Risolía, esperaba que la polémica se mantuviera dentro de la mayor corrección47.

Por los días de aquellas embestidas, mientras la Argentina vivía en un clima de notable agitación política, el jurista se hallaba en Venezuela. Así que a su regreso, mientras el presidente Guido dirigía un patético mensaje al país por la cadena de radiotelevisión nacional pidiendo la concordia de la nación, concurrió a recibirlo al aeropuerto de Ezeiza un nutrido grupo de políticos y colegas –así como dirigentes juveniles–, destacando entre ellos Alfredo L. Palacios, Ambrosio L. Gioja, Guillermo Ahumada, Carlos Alberto Erro, Francisco Bonnet y Gonzalo Lozada. Estaban presentes también los doctores Fernández Gianotti, profesor de Derecho Social de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, y Frías Caballero, una comisión del Centro de Derecho y Ciencias Sociales, y miembros del Movimiento Universitario Reformista de Derecho48. Convertido en un hecho político, la noticia fue retransmitida por televisión y tuvo gran difusión en la prensa. Horas después, en la madrugada del 2 de abril se iniciaba un alzamiento sedicioso, liderado por la Marina y protagonizado por elementos de su Infantería. Las radios ocupadas por los sublevados dieron a conocer un comunicado, de tendencia nacionalista, fi rma-do por el teniente general retirado Benjamín Menéndez, que se denominaba comandante en jefe de las fuerzas revolucionarias. “La partida la tiene ganada el gobierno y si no el gobierno, al menos el campo azul que representa el ge-neral Onganía y Campo de Mayo”49, afi rmaba el embajador español, de aquel enfrentamiento de colorados y legalistas. Saldado con víctimas, detención de altos jefes navales y militares, “en el Uruguay se han asilado dos contral-

47 Primera Plana, Buenos Aires, 26 de marzo de 1963. 48 Noticias Gráfi cas, Buenos Aires, 31 de marzo de 1963.49 AMAEE, R. 7226/14, Buenos Aires, 3 de abril de 1963, de Alfaro a ministro.

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mirantes y varios capitanes de navío, que habían tenido activa participación en la rebelión. En las embajadas hispanoamericanas de Buenos Aires se han presentado también gran número de ofi ciales, principalmente del Ejército, participantes de la rebelión, solicitando el asilo político”50.

Tras hablar en el acto de conmemoración de un nuevo aniversario del ad-venimiento de la II República Española, en los que Jiménez de Asúa admitió la imposibilidad de reunir a las Cortes tanto en la Argentina como en México, y en el caso de que fuera posible en Madrid, “iría para celebrar una sesión en que resignaría la presidencia”51, el gobierno español envió el 20 de abril a la Canci-llería argentina una nota reclamando por las actividades políticas del exilado.

Coincidentemente, se produjo una serie de atentados contra instituciones españolas en la Argentina: ataques con armas contra la Ofi cina Cultural de la Embajada de España, la Ofi cina Española de Turismo y el Club Español, de Buenos Aires. Otros incidentes que incluían bombas de alquitrán y pintadas en ciudades del interior del país, eran la reacción por las noticias que daban cuenta del fusilamiento del dirigente comunista Julián Grimau, motivo de gran repulsa internacional y repercusión popular incluso en España. Un tribunal militar lo había encontrado culpable de crímenes ocurridos en Barcelona durante la guerra civil.

Finalmente, el Consejo Directivo de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires votó la renovación por dos años más del contrato a Jiménez de Asúa por 11 votos contra 5. El contrato era por 700.000 pesos al año, lo que venía a ser más o menos 5.000 dólares anuales. En palabras de Bacigalupo, “la propuesta formal de rectifi cación fue presentada por el catedrático de Derecho Constitucional D. Alberto Padilla”52.

El 29 de junio, el Consejo Superior Universitario, presidido por el rector Julio H. G. Olivera, aprobó la resolución, por 16 votos contra 2, por la cual se autorizaba a la Facultad de Derecho a contratar al profesor español de Dere-cho Penal Jiménez de Asúa, a partir del 25 de abril último y “en condiciones equivalentes a la de titular con dedicación exclusiva”. Conforme con la deci-sión originaria del Consejo Directivo de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, el contrato incluiría una cláusula –que debía ser aceptada en todas sus partes por el interesado–, según la cual “quedará disuelto sin indemniza-

50 AMAEE, R. 7226/14, Buenos Aires, 10 de abril de 1963, de Alfaro a ministro51 Cit. en NIDIA TAGLIABUE, “El exilio español en Argentina: la labor de Francisco Ayala,

Luis Jiménez de Asúa y Lorenzo Luzuriaga”, en JOSÉ LUIS ABELLÁN y ANTONIO MONCLÚS (co-ords.), El pensamiento español contemporáneo y la idea de América. II. El pensamiento en el exilio, Barcelona, Anthropos, 1989, p. 499.

52 ENRIQUE BACIGALUPO, “El exilio de Jiménez de Asúa”, en cit., p. XII.

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ción para ninguna de las partes, en caso de que el profesor contratado ejerciera una función política efectiva en cualquiera de los órganos de un gobierno en el exilio no reconocido por la República Argentina”. Jiménez de Asúa declaró que aclararía con el decano de la Facultad cuál era el alcance de esa limitación que se había incluido, aunque afi rmó que su futura actitud sería indicada por el hecho de que por sobre todas las cosas él era español. “Respecto al Partido Socialista Obrero Español soy socialista. Aun cuando fui presidente del par-tido, hoy soy simple afi liado”.

La embajada española se sentía satisfecha, pues, valiéndose de elementos nacionalistas, probablemente cercanos a la agrupación Tacuara, “culminan las laboriosas gestiones que, como ya he informado en varias ocasiones a V.E., hemos venido efectuando con todo interés y con la máxima reserva para solucionar este delicado asunto”53. Para los diplomáticos españoles, después de la batalla que se le había planteado dentro del ámbito universitario, donde se había considerado al abrigo de cualquier ataque o desventura, la moral de Jiménez de Asúa sufrió un duro golpe.

DE LA ILUSIÓN AL DESENCANTO

El 19 de agosto una delegación del gobierno republicano en el exilio visitó al presidente electo de la Argentina, Dr. Arturo Humberto Illia, en su residencia del Hotel Savoy. Encabezaba el grupo Jiménez de Asúa, como presidente de las Cortes de aquel gobierno, junto con el historiador Claudio Sánchez Albornoz, titular del Consejo de Ministros, y Nicanor Fernández, integrante del gobier-no. Entonces, Jiménez de Asúa dijo a los periodistas que habían concurrido a saludar al doctor Illia “en nombre del medio millón de españoles en el exilio”. La Razón de Buenos Aires, que se había distinguido por sus ataques al régimen franquista y en cuya redacción trabajaban numerosos exiliados españoles, traía una crónica detallada de la entrevista. Acompañaba a la delegación el doctor Ernesto Sanmartino, expresión de la simpatía que no pocos sectores de la Unión Cívica Radical manifestaban por los republicanos españoles.

La reacción de la embajada española no se hizo esperar, y se presentó una queja ante las nuevas autoridades, quienes ubicaron la recepción de la repre-sentación del gobierno español en el exilio dentro de la euforia del triunfo que propició un alud de entrevistas. Trayendo a colación la mutua colaboración de los dos países, que implicaba el control del núcleo de exiliados republicanos en compensación de una cierta vigilancia del asilado general Perón, los an-

53 AMAEE, R. 7305/3, Buenos Aires, 1 de julio de 1963, reservado, de Alfaro a ministro.

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tiguos amigos del radicalismo no se mostraron muy dispuestos a ir más allá. Según se pudo saber por informantes del Gobierno, Jiménez de Asúa insistió sin éxito para ver si lograba alguna presencia en cualquiera de los actos de la transmisión del mando de Illia. Por ello había decidido que dado su condición de profesor, se justifi caba su ausencia pronunciando alguna disertación en el interior del país. En Río Cuarto dio un par de conferencias sobre temas de su especialidad, y por la coincidencia con el 12 de Octubre, fue invitado a pro-nunciar unas palabras sobre la signifi cación del día. La embajada española se regodeaba porque Jiménez de Asúa no se había mostrado muy partidario del decreto del presidente Yrigoyen, lo que había producido desagrado frente a un auditorio devotamente yrigoyenista54.

SIN VUELTA

El 18 de noviembre de 1964, para asistir al acto de toma de posesión del nuevo presidente Gustavo Díaz Ordaz, llegó Luis Jiménez de Asúa a México. En el aeropuerto fue recibido por el jefe de ceremonial de la Secretaría de Re-laciones Exteriores y por un grupo de veinticinco o treinta exiliados políticos españoles. Dijo a los periodistas que había tenido que hacer el vuelo desde Roma vía Montreal, debido a que su esposa, que le acompañaba en el viaje, era de origen cubano y por ello, “se les prohibió cruzar el suelo estadounidense”. Alabó las recientes declaraciones de Díaz Ordaz descalifi cando al régimen español y afi rmó que los exilados españoles verían con gran satisfacción el nombramiento del licenciado Adolfo López Mateos, anterior primer manda-tario mexicano, como secretario general de las Naciones Unidas “en el que haría un buen papel mediador entre las naciones de Oriente y Occidente y en el que mostraría su experiencia y saber en cuestiones de política internacional”. Abordó a su gusto el tema de la situación interior de España, “que a pesar de lo que digan las voces interesadas, está cada día peor para el régimen franquista”. “Este régimen no tiene ningún futuro, pues ya está acabado –añadió– y si per-manece en pie es porque ninguna máquina se para de inmediato al aplicársele el freno”. Con fecha 27 Jiménez de Asúa impuso, en un acto celebrado en la sede de la “Embajada Republicana”, las insignias de la republicana “Orden de la Liberación de España” al ministro de Marina, almirante Zermeño Araico, al subsecretario, almirante Oliverio F. Orozco y a otros personajes de la mis-ma Secretaría. En otra ceremonia, que tuvo lugar en la “Escuela República Española” condecoró con la misma orden a Manuel Aragonés, secretario de la

54 AMAEE, R. 7251/35, Buenos Aires, 30 de octubre de 1963, de Alfaro a ministro.

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“Embajada española” y a Alfonzo Gorostiza, por su contribución a las obras de ese centro de enseñanza, que fue donado al Departamento de Educación por los refugiados55. Para los resistentes exiliados republicanos españoles, obtener garantías de que México no variaría su respaldo a su gobierno en el exilio y su política para con el régimen franquista parecía ser el objetivo que motivó su larga estancia de tres meses.

El 19 de diciembre Jiménez de Asúa publicó en el periódico El Día, de México, una carta abierta refutando el discurso que pocos días antes había pronunciado el representante de los Estados Unidos, Adlai Stevenson, durante la Asamblea General de las Naciones Unidas, carta que también fue enviada a todos los jefes de misiones extranjeras en la ONU. Los pasajes más duros eran de recriminación y principismo contra quien opinaba sobre la España reciente con cierta liviandad:

…nuestra guerra, la que nos impusieron unos rebeldes a los que hubiéramos re-ducido fácilmente si no hubieran contado con la ayuda de los totalitarios –que ensayaron en España las armas con que matarían poco después a millones de europeos y americanos– y sin la lamentable complicidad por omisión de las democracias, puede ser tildada de todo, menos de vergonzosa. Lo vergonzo-so, señor Stevenson, es que el representante de una de las mayores potencias mundiales de hoy, que pretende ser paladín de los pueblos libres, se retrate, sonriente, dando la mano a Muñoz Grandes56, y que por los mismos días en que fue fusilado Grimau, contra cuya ejecución impetraron incluso altos prelados de la Iglesia, dijera usted, en la feria de Sevilla que el gobierno de Franco era uno de los mejores que España ha tenido.57

En diciembre de 1964 se produce la “operación retorno” de Perón, que terminó sin demasiadas complicaciones para España. No obstante, se estaba a la expectativa sobre la decisión que habría de tomar el ministro de Relacio-nes Exteriores sobre el exiliado. Desde el Palacio Santa Cruz, el director de Centro y Suramérica Pedro Salvador de Vicente escribía a la embajada en Buenos Aires:

55 AMAEE, R. 7540/42, México, D. F., 29 de noviembre de 1964, representante de a. i. de España Enrique Mahou.

56 Ministro secretario General del Movimiento, jefe de las Milicias Falangistas, coman-dante de la División Azul, unidad de voluntarios españoles en el frente oriental durante la Segunda Guerra Mundial, sería recibido por Hitler en septiembre de 1941 en su cuartel general de Rastenburg, para ser luego condecorado por su accionar en batalla.

57 En AMAEE, R. 7831/14.

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como imagino que ahora las autoridades argentinas se sentirán en deuda hacia nosotros, quizá no estaría fuera de lugar el que sin darle carácter ofi cial, sino solamente como comentario personal tuyo, aludieses en alguna de tus conver-saciones con los colegas de ese ministerio a la indudable actividad política que representa la presencia de Jiménez de Asúa en México, titulándose presidente de la República Española, e incluso, reclamando, según hemos sabido, su pre-cedencia frente al propio vicepresidente de la Argentina. Lo extravagante de su postura y la absoluta falta de peligrosidad de los exiliados españoles no debe disminuir la fuerza de nuestra argumentación frente a esas autoridades. Como recordaras Jiménez de Asúa prometió no intervenir en política y a ese precio consiguió la renovación de su contrato como catedrático de universidad58.

En Buenos Aires, el embajador Alfaro tuvo ocasión de cambiar unas palabras con el subsecretario de Relaciones Exteriores, Vásquez, y le pre-guntó por las andanzas de Jiménez de Asúa en México ya “que nos interesan mucho”59, en particular de su carta abierta a las Naciones Unidas, “le hice observar la fi rma, en que se titula “presidente de las cortes españolas en funciones de presidente de la República”, y de la conferencia que había dado en México sobre “España y los derechos humanos”60, a la que había asistido el mismo embajador argentino en México, Silvano Santander. Alfaro no ocultaba el disgusto de su gobierno, pues además se lo había distinguido con atenciones personales, invitándolo a las recepciones ofrecidas en la sede diplomática argentina.

En verdad, en México, Jiménez de Asúa se explayaba contra el régimen franquista. A fi n de 1965, durante una estancia para participar de una reunión de penalistas iberoamericanos donde se estudiaría un proyecto de Código Pe-nal tipo para todos los países del subcontinente, señaló a la prensa que España era “un país bajo ocupación”, afi rmando que los republicanos “volverán a tomar el poder en España y que en Asturias, el País Vasco y Cataluña existen focos de resistencia armada que luchan por la liberación”61.

Si la efectividad de la prédica de los exiliados no hacía mella en el plan de desarrollo material que por entonces la España franquista desplegaba,

58 AMAEE, R. 7616/4, Madrid, 19 de diciembre de 1964, de Pedro Salvador a Pedro de Churruca, marqués de Espinador, embajada de España, Buenos Aires.

59 AMAEE, Madrid, 21 de enero de 1965, de Pedro Salvador a Gabriel Martínez de Mata, representante en España, México.

60 AMAEE, Buenos Aires, 15 de enero de 1965, de Alfaro a Pedro Salvador de Vicente. 61 AMAEE, México, 4 de noviembre de 1965, del representante de España a ministro de

Asuntos Exteriores.

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que implicaba desde la mejora de la distribución de la renta nacional hasta la incorporación al mercado Común Europeo62, la situación argentina era cada vez más apurada, en medio de huelgas y resistencia social, mientras cobraban fuerza los rumores de golpe de Estado. Crecía también la expectativa por un nuevo intento de Perón de regresar a la Argentina, “este señor está jugando una partida muy complicada, engañando a unos y a otros y teniendo a todos en suspenso y en la inquietud”.

Si el gobierno argentino comprendía que hospedarlo a Perón implicaba una manifestación de gratitud hacia quien les había tendido la mano cuando todos le daban la espalda, los funcionarios franquistas observaban que a su vez “la Argentina se había mostrado también muy acogedora para los políticos exiliados y que, aún cuando algunos de ellos son todavía ahora perseguidos por su país de origen, creándole al gobierno argentino no pocos problemas, los españoles viven aquí, o donde gustan, sin que nuestro gobierno haya intentado jamás darles caza ni perseguirles”63.

EL FIN

Luego del golpe militar de 1966, tras la presión sufrida por profesores “retrógrados para destituirle”64, fracasada por la acción de los estudiantes y de los docentes amigos, con la vigencia del decreto-ley 16.912 que suprimió la autonomía universitaria, prohibiendo la actividad política en las facultades y anulando el gobierno tripartito, Jiménez de Asúa, aún en plena actividad, se aleja de la Universidad65. El ambiente no le era ya propicio; en un discurso transmitido por cadena nacional de radiotelevisión, el ministro del Interior, Enrique Martínez Paz, señaló que en 1958 las universidades nacionales “fue-ron estructuradas con un criterio marxista, convirtiéndose así en instrumentos de grupos extremistas que las apartaban de su misión fundamental”66.

En junio de 1969, al cumplir 80 años fue nuevamente agasajado, corres-pondiéndole a su amigo Claudio Sánchez Albornoz ofrecer la demostración.

62 Crónica de un año de España (18 de julio 1962-18 de julio 1963), Madrid, Documentos Informativos-Servicio Informativo Español, 1963.

63 AMAEE, Buenos Aires, 14 de enero de 1966, de Alfaro al ministro Fernando María Castiella.

64 JOSÉ MARÍA NAHARRO-CALDERÓN, p. 11465 Según refi ere JOSÉ SÁEZ CAPEL, en “Luis Jiménez de Asúa, profesor de profesores”,

cit., p. 8, enseñó entonces en el Instituto de Estudios Jurídicos Superiores de la Asociación de Abogados de Buenos Aires.

66 AMAEE, R. 8311/41, Buenos Aires, 9 de septiembre de 1966, de José María Alfaro a ministro.

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Ambos llevaban treinta años de exiliados. Dijo Jiménez de Asúa: “soy opti-mista. Creo que España ha de liberarse y espero verlo”67.

Como “un gran sabio que había adquirido, con su incansable actividad en el ámbito de la ciencia penal, estima y reconocimiento universales”68, Ji-ménez de Asúa fallecía el 16 de noviembre de 1970, en Buenos Aires, y fue velado en el Centro Republicano Español. Mientras, Perón, el otro exiliado que impensadamente había contrabalanceado desde España parte importante de su experiencia vital de refugio político, se preparaba para reintegrarse a la política de la Argentina.

67 La Prensa, Buenos Aires, 21 de junio de 1969. 68 HEINZ MATTES, Luis Jiménez de Asúa. Vida y Obra, Buenos Aires, Ediciones Depalma,

1977, p. 11.

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Actividades de las autoridades argentinas y la embajada española sobre los anarquistas

antes de la Ley de Residencia

ROSARIO GÜENAGACONICET

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RESUMEN

El presente trabajo investiga la actuación de la Embajada de España con respecto a la entrada a la Argentina de inmigrantes con antecedentes anarquis-tas durante fi nes del siglo XIX y los primeros dos años del siglo XX. Registra además el interés por seguir los movimientos de dichos inmigrantes en el país. Se destaca el rol de la documentación diplomática, mediante la cual la Embaja-da española se mantenía en permanente contacto con el gobierno central, con las autoridades argentinas y con los consulados del interior para intercambiar información. A través de las fuentes se puede observar la labor de “inteligencia ideológica” que se realizó y el detallado conocimiento que se tenía sobre los anarquistas, sus vías de traslado hacia nuestro país, sus profesiones, paraderos, domicilios, relaciones, y las minuciosas descripciones físicas de los sospecha-dos. En esta política se nota la coparticipación entre la Embajada de España y las instituciones argentinas para desligarse de elementos que denominaban “no deseados”. También se consideran las relaciones entre el anarquismo ar-gentino y el español, así como la importancia de la prensa revolucionaria, aun sobre la misma España. La vigilancia que ejercía la Embajada española sobre los inmigrantes, el control sobre los anarquistas españoles en la Argentina y la infl uencia de éstos sobre los sucesos de la Península demuestran a las claras la preocupación del gobierno hispano en la cuestión.

PALABRAS CLAVE

Argentina – anarquistas – Embajada de España

TEMAS DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA, XV (JULIO-DICIEMBRE DE 2009) pp. 115-136.

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ABSTRACT

The present paper studies the role of the Spanish Embassy in Argentina concerning the entry of immigrants with anarchistic tendencies during the late 19th century and the fi rst two years of the 20th century. It also examines the Embassy’s interest in keeping track of their wanderings in the country. The study provides diplomatic documentation where the Spanish Embassy is shown to have been in permanent contact with its consulates in Argentina in order to exchange information with them, as well as with the central gov-ernment and the Argentine authorities. A task best described as “ideological intelligence” emerges from documentation sources that reveal the Embassy’s thorough knowledge of the anarchists and their ways of transportation into the country, their trades and occupations, their whereabouts, their relationships, the conditions in which they lived and very detailed physical descriptions of those considered suspects. This policy confi rms the joint participation between the Spanish Embassy and Argentine institutions in the effort to rid themselves of those elements deemed “undesirable”. Other ties between the Argentine and Spanish anarchist movements are also considered, and the importance of the revolutionary press is analyzed, even in its far-reaching effects on Spain itself. The Embassy’s surveillance activities over these immigrants and its attempts to control the Spanish anarchists in Argentina, who were involved in events that had repercussions in Spain, offer clear evidence of the Spanish Government’s concern regarding the issue of anarchism.

KEYWORDS

Argentina – anarchists – Spanish Embassy

EL ANARQUISMO EN ESPAÑA

Para entender el nacimiento y desarrollo del anarquismo en la Argentina es necesario tener una visión, aunque sea breve, del nacimiento y desarrollo del anarquismo en España, junto con el proceso de inmigración española a nuestro país.

Durante la segunda mitad del siglo XIX la Península Ibérica estuvo convulsionada por difi cultades políticas en sus sectores de poder. Además, su economía era predominantemente rural y con escaso desarrollo industrial, a excepción de dos núcleos fuertemente productivos: Cataluña, con su impor-tante manufactura textil, y los Países Vascos, con el hierro y la siderurgia. En

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este contexto, los sectores obreros y campesinos, víctimas empobrecidas de una sociedad sumamente desigual, comenzaron a organizarse. Después de que en 1864 se constituyera la Asociación Internacional de los Trabajadores, o “Primera Internacional”, los sectores obreros europeos adoptaron ideologías revolucionarias y se trabaron en una fuerte lucha ideológica con las estructuras gubernamentales vigentes. Marcadas diferencias sociales (sobre todo en los países preindustriales), sistemas socioeconómicos obsoletos y grupos capita-listas que explotaban a la mano de obra fueron la combinación que propició el rápido crecimiento de las posiciones más radicales. Distintas posturas sobre la ideología y la acción que debían adoptar los movimientos obreros llevaron a Marx y Bakunin a un enfrentamiento que más tarde terminaría con la ex-pulsión de este último en el Congreso de La Haya, en 1872.

En España, sin embargo, la ideología bakuninista no desaparecía, sino que cobraba fuerza. En 1868 Bakunin mismo envió a Giuseppe Fanelli a España con el objetivo de instalar el anarquismo en los sectores trabajadores. Estos sectores, castigados por erróneas políticas gubernamentales, económicas y sociales que los marginaban, estaban relegados a una constante opresión frente a un sistema anacrónico que privilegiaba a grupos reducidos. En este contexto, los sectores obreros consideraban que la acción más radicalizada y directa sobre las instituciones que los sometían era la opción más oportuna.

Los trabajadores españoles al adscribirse, tras el triunfo de la Revolución de 1868 [movimiento que produce la caída del reinado de Isabel II], a la Asocia-ción Internacional de Trabajadores (AIT), lo hicieron divididos en dos grupos, cada uno de ellos seguido de una de las fracciones en que la misma AIT estaba dividida: la proclive a planeamientos anarquistas, liderada por Bakunin, y la favorable a los postulados socialistas encabezada por Marx. La dualidad, en España, supondría para los años de 1870 a 1914 algo más que disputas por diferencias teóricas y tendría unas consecuencias prácticas que no se dieron en ningún otro lugar de Europa al conseguir las asociaciones de tendencia anarquista formar una organización de masas y además, superior en número a los socialistas1.

En 1868 la incipiente organización obrera se vio favorecida cuando el gobierno reconoció el derecho de asociación, que encauzó legalmente el nacimiento del movimiento proletariado en España. Ya por entonces habían surgido fuertes tensiones entre el capital y el trabajo, sobre todo en los cen-tros industriales de Cataluña y en la región rural de Andalucía. El permiso

1 ANTONIO MIGUEL BERNAL, ANTONIO PAREJO, La España liberal (1868-1913), Economía, Madrid, Ed. Síntesis, 2001, p. 34.

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de asociación quedó anulado en 1871 cuando el gobierno de Sagasti declaró la inconstitucionalidad de la Internacional en España, posiblemente infl uen-ciado por los hechos violentos de la Comuna de París. En 1881, sin embargo, se fl exibilizaron los derechos de reunión y asociación, y en 1887 se aprobó la Ley de Asociaciones.

A partir de allí se produjo en la Península una rápida expansión del anar-quismo, que llegó a superar ampliamente a los grupos marxistas. Entre fi nes de la década del sesenta y principios de la del setenta se conformaron comités anarquistas que intensifi caron su postura, cada vez con más fuerza, a través del acrecentamiento de afi liaciones, actos, discursos y apariciones en la prensa revolucionaria. En un primer momento los comités se organizaban en Madrid y Barcelona, pero rápidamente se propagaron por toda España, donde el anar-quismo encontró uno de los campos más propicios de Europa. El anarquismo en España conformó un amplio movimiento que se afi anzó velozmente, cu-briendo el territorio de Norte a Sur.

Ya a principios de la década del setenta comenzaron a aparecer movimien-tos de agitación que llegaron a tener características terroristas. La respuesta del gobierno ante la aparición de hechos violentos fue la clausura de los lugares de reunión, la detención de sus miembros, la suspensión de las publicaciones y una represión sangrienta.

APARICIÓN DEL ANARQUISMO EN LA ARGENTINA

La aparición del anarquismo en España y la Argentina se produjo en el último tercio del siglo XIX, pero con ritmos diferentes.

Aunque el anarquismo fue una corriente de pensamiento con infl uencia en varios países europeos, fue en España donde se desarrolló con especial fuerza, de manera rápida y sólida desde 1868, y donde desplegó durante más de sesenta años una actividad tan intensa que constituyó un serio peligro para el régimen político.

El anarquismo argentino, en cambio, tuvo un lento desarrollo hasta principios del siglo XX, y mantuvo una estrecha dependencia respecto del movimiento español2. La infl uencia del anarquismo español en la Argentina es indudable y ha sido largamente estudiada.

2 IAACOV OVED, “Infl uencia del anarquismo español sobre la formación del anarquismo argentino”, en Movimiento Obrero en América Latina, Estudios Interdisciplinarios de Amé-rica Latina y el Caribe, Vol. 2 – Nº 1, enero-junio 1991, Universidad de Tel Aviv, Facultad de Humanidades Lester y Sally Entin, Escuela de Historia, Instituto de Historia y Cultura de América Latina, 1991, pp. 1-2.

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119ACTIVIDADES DE LAS AUTORIDADES ARGENTINAS Y LA EMBAJADA ESPAÑOLA

En Buenos Aires, el anarquismo se limitaba a los grupos de inmigrantes españoles, italianos y franceses que transmitían su admiración por Mijaíl Bakunin. El apoyo de estos grupos de inmigrantes fue en gran medida lo que determinó que los anarquistas se impusieran en su constante lucha con los socialistas.

De España, la ideología revolucionaria de corte bakuninista llegó de la mano de trabajadores emigrados, dirigentes, publicistas y activistas persegui-dos en su tierra natal. La participación de inmigrantes activistas, intelectuales españoles vinculados con el periodismo y otros exiliados también estuvo estrechamente relacionada con el surgimiento de la prensa anarquista en la Argentina.

De Italia provenía la otra corriente importante de posturas contestatarias, bajo la forma de una inmigración numéricamente superior a la española. La actividad italiana se vio fortalecida por la presencia en la Argentina de Errico Malatesta entre 1885 y 1889, y de Pietro Gori en la década del noventa. La infl uencia italiana tuvo una importante actuación en la organización y accionar del movimiento obrero anarquista argentino.

De Francia también llegaron instigadores de las nuevas ideas. Algunos de ellos habían participado de la revolución parisina de 1848, como es el caso de Alexis Peyret.

Estos inmigrantes españoles, italianos y franceses, simpatizantes de la Internacional y específi camente de Mijaíl Bakunin, “totalizaban varios cen-tenares de adictos en Buenos Aires. Puede decirse que hasta los comienzos del siglo XX, el anarquismo argentino se desarrolló a la zaga del de España y estaba sujeto a la infl uencia de los militantes y las ideas originadas en la Península”3. Cabe aclarar que no todos los revolucionarios de España siguie-ron desarrollando sus actividades en nuestro territorio; varios abandonaron la acción política y se dedicaron a vivir como el resto de los trabajadores inmigrantes.

Las nuevas orientaciones ideológicas lograban un impacto diverso, y se expresaban a través de medios de prensa de corta vida, con un tiraje escaso y alternado, que evidenciaban la instalación de fi losofías divergentes:

En la década de 1870 se forman más de cien sociedades de socorros mutuos, así como organizaciones gremiales de un carácter más combativo, “socieda-des de resistencia” de albañiles, panaderos, una nueva sociedad de tipógrafos (1871), obreros de la construcción y talabarteros (1875) […] En 1872 aparecen los periódicos Anales de la Sociedad Tipográfi ca Bonaerense y El Obrero

3 IAACOV OVED, op. cit.

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Tipográfi co. En 1877 aparecen El Unionista, “periódico semanal, órgano de la clase obrera” vinculado con la comunidad negra, y en 1879 El Cosmopolita, de la Sociedad de Dependientes. Como dice Falcón, “una parte importante de la literatura obrera del período que va desde 1877 hasta mediados de la década de los ochenta refl eja una tendencia genéricamente socialista o social republicana, pero en todo caso premarxista y prebakuninista”.Las sociedades de resistencia comienzan a utilizar la abstención del trabajo, la huelga, como arma de lucha en la década de 1870. Se ha señalado en 1871 huelgas de serenos, peones de estancia, aguateros y planchadoras en Rosario y huelgas de tipógrafos en Buenos Aires en 1871 y 1874; esta última afectó a los trabajadores de los diarios4.

La aparición de estas organizaciones todavía no había llegado a cambiar la vida porteña y argentina en general. El clima de prosperidad y quietud era sufi cientemente estable como para tranquilizar a los grupos de poder.

PRIMERAS ACCIONES DE LAS EMBAJADAS EUROPEAS

Las representaciones extranjeras europeas, en cambio, no pensaban lo mismo que la oligarquía argentina, y empezaron a preocuparse seriamente por la aparición del Internacionalismo y la posible instalación de asociaciones anarquistas en nuestro país.

En la década de 1870, en pleno conocimiento de la situación crítica en sus respectivos países y al tanto de la virulencia anarquista, las representaciones extranjeras sabían lo que podía ocurrir si las nuevas ideologías empezaban a hacer temblar las estructuras de poder. A partir de esos años, la política diplomática extranjera comenzó a participar de la vigilancia sobre la activi-dad anarquista, trabajando conjuntamente con el gobierno argentino en estas cuestiones.

En efecto, los gobiernos de España, Italia y Francia, que veían cómo crecían las agrupaciones revolucionarias dentro de sus territorios, no podían permanecer indiferentes, no sólo en su política interna sino también en la externa, dado que eran países con importantes procesos emigratorios hacia América, especialmente hacia nuestra nación. El temor que produjo en el gobierno español el crecimiento y accionar del anarquismo se extendió a sus embajadas, particularmente aquellas situadas en países que empezaban a re-cibir gran cantidad de extranjeros, como la Argentina.

4 GONZALO ZARAGOZA, Anarquismo argentino (1876-1902), Madrid, Ediciones De La Torre, 1996, p. 68.

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121ACTIVIDADES DE LAS AUTORIDADES ARGENTINAS Y LA EMBAJADA ESPAÑOLA

Ante la importancia que iba cobrando el anarquismo en Europa, el Eje-cutivo de España actuó con rapidez sobre sus representaciones. En mayo de 1872, el representante español, por orden de su gobierno, tuvo una entrevista con José Carlos Tejedor, en esos momentos ministro de Relaciones Exteriores argentino, para saber si su gobierno quería participar con los europeos en una acción conjunta contra las asociaciones revolucionarias5. Como las nuevas ideas surgidas en los sectores obreros todavía no representaban un problema en la Argentina, el ministro prefi rió no incluir a nuestro país en cuestiones que sólo incumbían a Europa. Su respuesta negativa, que no satisfi zo al delegado español, fue inmediatamente retransmitida al ministro de Estado español. Era evidente que los movimientos anarquistas aun no habían cobrado fuerza en la Argentina y que ni el gobierno ni la sociedad tradicional local habían tomado conciencia del impacto que tendría el movimiento anarquista en nuestro país. Parecía que nada iba a perturbar la política interna.

Pocos años después, a principios de 1875, el ministro de Relaciones Exteriores argentino6 decidió rever la situación y llamó a los embajadores de Francia, Italia y España. También había sido invitado el de Inglaterra, quien se excusó por razones de salud, aunque ya había enviado al Ministerio argentino importantes documentos acerca de la cuestión.

Fue entonces que las autoridades locales comenzaron a preocuparse, aunque todavía muy tibiamente, por la posible aparición del anarquismo en el país. En la reunión, el funcionario argentino expresó que el motivo de la convocatoria era, en primer lugar, solicitar a los embajadores que le aportasen detalles sobre todo lo relacionado con la Asociación Internacional de los Tra-bajadores; en segundo lugar, que le confi rmaran si ya se habían constituido comités en sus países, y que en lo posible le facilitaran copia de los estatutos de estos movimientos. Sin embargo, lo que podían aportar era muy poco, dado que según los embajadores todavía era demasiado prematuro. Ante el pedido de informes, tanto el Embajador de Francia como el de Italia señalaron que, aunque estaban seguros de que en sus respectivos países ya existían comités secretos, no podían informarle aun al gobierno argentino ni de su organización ni de sus reglamentos.

5 El embajador español escribe: “ […] tuve una entrevista con el doctor José Carlos Teje-dor que entonces era ministro de Relaciones Exteriores para ver si este gobierno quería tomar parte de la legítima cruzada emprendida por los de Europa contra esta tenebrosa y perjudicial Asociación”, Informe del Embajador de España en Argentina al Primer Secretario de Estado de España, Buenos Aires, 3 –III – 1875, Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid, España, 2314.

6 En esa fecha Pedro A. Pardo ocupaba el cargo en forma interina (12 de octubre de 1874 – 2 de agosto de 1875).

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El representante español, en cambio, tenía más para añadir, según consta en su despacho al Secretario de Estado de España. Evidentemente molesto por la respuesta que le había dado el Dr. Tejedor tres años antes, aprovechó la oportunidad para echársela en cara al nuevo ministro argentino, al cual le comunicó lo ocurrido: cumpliendo las órdenes que se le habían impartido desde España, se había reunido en mayo de 1872 con el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, invitándolo a formar parte de “la legítima cruzada” formada por los gobiernos de Europa contra las asociaciones revolucionarias. Ni el representante de España ni el de Italia perdieron la oportunidad de expre-sarle al funcionario su molestia porque en dos ocasiones el gobierno argentino les había demostrado escasa voluntad de tratar estas cuestiones.

Otros representantes europeos también reprocharon al ministro la falta de interés que demostraba el gobierno argentino sobre una cuestión que ellos consideraban peligrosa, y criticaron su desidia ante las repetidas advertencias. El representante de Italia, por ejemplo, señaló que: “[…] poco antes de que este gobierno denunciara el Tratado de Extradiciones con su país solicitó la entrega de algunos incendiarios italianos que se hallaban en esta capital, sin que sus gestiones obtuviesen ningún resultado satisfactorio”7. Señaló con toda claridad que:

[…] no sería nada difícil que aquellos italianos a cuyas extradiciones no se prestó este gobierno, hubieran estado o sido los principales instigadores en los incendios cometidos en esta ciudad el 28 de febrero último en el Colegio de San Salvador8.

7 Informe del Embajador de España en Argentina al Primer Secretario de Estado de España, Buenos Aires, 3 – III – 1875, Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, Madrid, 2314.

8 Informe del Embajador de España en Argentina al Primer Secretario de Estado de Es-paña, Buenos Aires, 3 –III – 1875, Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, Madrid, 2314. Es indudable que los representantes extranjeros estaban preocupados por los actos terroristas. Por el contrario, José María Rosa ve las cosas desde un punto de vista local y pone el acento en las rivalidades y las luchas internas de nuestro país. El historiador con-sidera que el ataque al Colegio del Salvador fue un acto realizado por la juventud mitrista de la Capital Federal contra un clero mayoritariamente autonomista. Mitre tenía el apoyo de la masonería (él mismo era un antiguo masón) y estaba enfrentado con Avellaneda, activo católi-co. Los jóvenes del recién formado Club Universitario hicieron una manifestación de protesta contra el arzobispo el domingo 28 de febrero. Algunos exaltados atacaron la Curia y otros el Colegio del Salvador. Ante estos hechos la sociedad porteña reaccionó escandalizada e incluso se habló de “hordas de incendiarios” que repetían los sangrientos sucesos de la Comuna de París. Mientras que los estudiantes eran liberados “por falta de méritos”, la mirada se dirigió hacia unos artesanos extranjeros que publicaban el periódico El Trabajador. Cuando se los detuvo se descubrió que algunos habían sido afi liados a la Asociación Internacional y aunque

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Los representantes extranjeros insistían en atribuir los ataques contra los jesuitas a alguna de las sociedades secretas que con el nombre de masones y carbonarios existían en la Capital Federal,9 especialmente en la Boca. Pero el gobierno argentino no tenía todavía una postura defi nida frente a la nueva ideología que empezaba a desarrollarse (el anarquismo en la Argentina recién tendría fuerza a partir de la década del noventa), y no estaba preparado para afrontar las consecuencias. Aunque los embajadores señalaron la conveniencia de desembarazarse por medio de la extradición de los extranjeros considerados peligrosos, el ministro, que buscaba interiorizarse de la cuestión a través de ellos, no se atrevió a adquirir un compromiso ofi cial con respecto a la elabora-ción de nuevos Tratados de Extradición, sobre todo porque no podía compro-meter con sus actos a su sucesor, que en breve se haría cargo del Ministerio.

El extenso despacho agrega que el verdadero propósito de la reunión, según se sinceró posteriormente el ministro, era que le facilitaran una lista de los inmigrantes que pertenecieran a la Asociación Internacional y que ya estuvieran en territorio argentino. El ministro pensaba que el embajador de Francia debía haber recibido alguna lista de los individuos que habían formado parte del movimiento de la Comuna en París; el de Italia, de los Carbonarios; y el de España, de los Cantonalistas de Cartagena.

Aunque todavía ninguno de ellos tenía en sus manos esa información, se comprometieron a pedirla a sus respectivos gobiernos, conjuntamente con todos los detalles que hubiere sobre la cuestión, para luego entregársela in-mediatamente al argentino. Hasta ese momento, sólo la diplomacia europea había mostrado su preocupación y alarma sobre ciertos acontecimientos ocu-

la acusación de que habían sido los autores de los hechos no tuvo pruebas sufi cientes, para los periódicos y la opinión pública se convirtieron en los responsables del ataque. Los medios de prensa reaccionaron en forma alarmista y los titulares anunciaron “La Internacional en Buenos Aires”. Cf. JOSÉ MARÍA ROSA, Historia Argentina, Tomo VII, Buenos Aires, Editorial Juan Carlos Granda, 1969, pp. 328-329.

9 La versión que da Gonzalo Zaragoza con respecto al atentado a El Salvador es la si-guiente: “La iglesia de San Ignacio había sido entregada por el obispo de Buenos Aires a los jesuitas, y el gobierno aceptó la cesión. Este hecho sirvió de pretexto a una manifestación an-ticlerical, organizada por diversas asociaciones liberales y masónicas el 28 de febrero de 1875, y encabezada por Romero Jiménez, director de El Correo Español. Después de apasionados discursos en el teatro de Variedades los manifestantes prenden fuego a la iglesia y a la escuela de ‘El Salvador’ en pleno centro de la ciudad. La prensa acusa del incendio a ‘los socialistas franceses’ y cree que ver en ese hecho ecos de la terrible Comuna de París, de la Internacional o de las sociedades secretas italianas. El Petróleo, periódico satírico que se denomina “órgano de las últimas capas sociales y de las primeras blusas comunistas”, indica que “el incendiario, que para nosotros era un tipo exótico, exclusivamente europeo y esencialmente socialista, ha aparecido en toda la desnudez de su fealdad”. GONZALO ZARAGOZA, Anarquismo argentino (1876-1902), cit., pp. 68-69.

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rridos después de la aparición de la Internacional. Las autoridades argentinas, por indiferencia o falta de previsión, aun no habían tomado conciencia de la importancia del planteo político-ideológico de las embajadas. El Ministro de Relaciones Exteriores les dijo a los representantes extranjeros en forma pri-vada que, en verdad, las autoridades nacionales y sobre todo las provinciales tenían responsabilidad en el incumplimiento de sus obligaciones, como lo evi-denciaba el hecho de que no se hubieran tomado precauciones para prevenir los desórdenes que podían surgir de la manifestación anarquista organizada en el Teatro de Variedades. Más aun, era tal el desconocimiento de las autoridades argentinas sobre las incipientes tendencias ideológicas del movimiento obrero que, una vez concedido el permiso para realizar aquel acto, el gobernador y sus ministros se habían ido al campo.

Cuando estaba por concluir la reunión, los representantes extranjeros se comprometieron ante el ministro a que sus respectivos gobiernos, que repu-diaban las ideas de la Internacional, perseguirían en cada uno de sus países a los grupos revolucionarios, impedirían las reuniones de los comités y darían al gobierno argentino la información necesaria sobre los movimientos de estos grupos.

El informe del embajador español mantenía un tono fuertemente conser-vador y drásticamente opositor a las nuevas ideas surgidas de la Internacional. Su actitud coincidía con la postura que se había instalado en España con la Restauración y el nombramiento de Cánovas como Primer Ministro, quien formó su primer gabinete el 30 de diciembre de 1874. La represión en España fue contundente:

A partir de ahí sus iniciativas fueron rápidas y furiosas. La burocracia, el estamento judicial, el cuerpo de ofi ciales, los gobiernos locales y las universi-dades fueron objeto de una purga brutal; los cursos escolares y universitarios fueron inspeccionados para comprobar su ortodoxia religiosa y política; los republicanos y socialistas padecieron una represión más violenta que nunca […] se impusieron trabas aún mayores a la prensa; se prohibieron los mitines de la oposición y se ordenó a las nuevas autoridades locales que restauraran el respeto a la propiedad y la jerarquía10.

La aparición del pensamiento revolucionario y en especial del anarquismo conmovió fuertemente a los regímenes existentes en la Europa del siglo XIX. Las nuevas ideas no sólo resultaban una amenaza para las estructuras vigentes,

10 CHARLES J. ESDAILE y JAVIER TUSELL, “Época contemporánea – 1808-2004”, en Historia de España, dirigida por JOHN LYNCH, Barcelona, Crítica, 2007, p. 150.

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sino que los métodos violentos mediante los cuales estos grupos las llevaban a cabo creaban una sensación de inseguridad constante y creciente, al tiempo que atemorizaban cada vez más a las clases medias y altas.

La ideología del embajador español encajaba perfectamente con una con-ducta conservadora. Su política incluía acuerdos con otras representaciones extranjeras y una amplia colaboración con el gobierno argentino para tratar de controlar la presencia y acción de los grupos revolucionarios. Sus palabras, al fi nal del informe de 1875, defi nen de manera clara su postura política:

Considerada esta Asociación como terrible, perjudicial y poderosa por el rá-pido desarrollo que ha adquirido y por su índole disolvente y anárquica, tanto nuestro gobierno como el de las demás naciones civilizadas, están interesadas en aniquilarlas, por cuantos medios estén a su alcance11.

Después de lo que le había prometido al ministro de Relaciones Exterio-res, el embajador de España en la Argentina se sintió en el deber de prestar su colaboración a nuestro gobierno, y por lo tanto solicitó autorización del Minis-terio de Estado de España para actuar en apoyo del argentino en esta materia. Este apoyo se mantuvo hasta el siglo XX de manera más que fl uida y puso en evidencia la relación existente entre la Embajada española y el gobierno argentino en cuanto al control ideológico de la inmigración.

Ruego a V.E. que si en su alta ilustración, juzga que es digno de ser tomado en consideración el ofrecimiento que hicimos a este Señor Ministro de Relacio-nes, en virtud de la seguridad que nos dio de que este gobierno perseguirá a los miembros de dichas asociaciones se sirva digno que se me remita copia de los antecedentes que existan en ese territorio de su digno cargo acerca de la misma a fi n de que yo se las pueda facilitar tan pronto como esté en mi poder12.

Aunque en ese momento el gobierno argentino no tomó ninguna medida efectiva (pues sólo se dedicó a buscar información), a fi nes del siglo XIX algunos políticos argentinos comenzaron a alarmarse por los actos de los anarquistas. El senador Miguel Cané, que había presenciado en persona los

11 Informe del embajador de España en Argentina al Primer Secretario de Estado de España, Buenos Aires, 3 – III – 1875, Archivo General de la Administración Civil del Estado, Alcalá de Henares, España, 2314.

12 Informe del embajador de España en Argentina al Primer Secretario de Estado de España, Buenos Aires, 3 – III – 1875, Archivo General de la Administración Civil del Estado, Alcalá de Henares, España, 2314.

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hechos violentos cometidos en Europa por los agitadores en la década del noventa, temía que tales conductas se repitieran en la Argentina a causa de la entrada de inmigrantes anarquistas. Por lo tanto, en 1899 propuso una ley contra los denominados “extranjeros indeseables”. Sin embargo, como la oli-garquía argentina todavía no tomaba conciencia de los cambios ideológicos y políticos que se estaban produciendo, ese año no se trató el proyecto de Cané. Recién sería considerado y aprobado por el Congreso en noviembre de 1902, en un contexto de caos debido a una sucesión de huelgas, manifestaciones y agravamiento de la tensión social. La ley resultante se conoce como “Ley de Residencia” y constituye el marco legal bajo el cual luego se producirían las deportaciones de extranjeros acusados de violar la seguridad y la tranquilidad social del país.

EL CONTROL Y LA VIGILANCIA DE LA EMBAJADA ESPAÑOLA Y LAS AUTORIDADES ARGENTINAS

Diversos documentos de la Embajada de España fechados en 1901 de-muestran que, aun antes de que la Ley de Residencia se aprobara y entrara en vigencia, había actividades de vigilancia sobre los grupos anarquistas re-sidentes en la Argentina. Evidentemente, la Representación española tenía un minucioso conocimiento de los miembros de los grupos agitadores, con una precisión sorprendente. El trabajo de “inteligencia” que hacía la Legación en este campo registraba tres actores: la Embajada española misma, el gobierno central de Madrid y las autoridades y fuerzas de seguridad argentinas.

La correspondencia entre las tres partes revela el fi no entretejido que se organizó para identifi car a los anarquistas residentes en el país. De acuerdo con la Real Orden Nº 8 del 15 de enero de 1901, el Ministerio de Estado en Madrid le pidió al embajador español en Buenos Aires que remitiera la mayor cantidad posible de información sobre un grupo de inmigrantes considerados anarquistas:

De Real Orden, comunicada por el Señor Ministro de Estado tengo la honra de remitir a V.E. las adjuntas fi liaciones de anarquistas residentes en esa Repú-blica a fi n de que acerca de ellos se sirva transmitir a este Ministerio cuantas noticias y datos estime que puedan interesar, acompañándolas a ser posible, de las fotografías de los individuos de referencia13.

13 Comunicado del Subsecretario del Ministerio de Estado al embajador de España en Argentina, Madrid, 15 – I – 1901, Archivo General de la Administración Civil del Estado, Alcalá de Henares, España, 9089.

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La orden incluía la identifi cación de grupos de anarquistas residentes en Buenos Aires y en distintas localidades del país. El nivel de detalle evidencia el conocimiento pormenorizado que se tenía sobre algunos de ellos. A manera de ejemplo, estos son los datos sobre algunas ciudades:

Buenos Aires: Logia anarquista, se reúne donde puede. Cabezas principales o hermanos libertadores: Angelo Ferraría, italiano, alto, rubio, buena presencia, licorero; Enrique Varela, español, cervecero, estatura regular, bigote negro, pelo id, algo ñato, tiene una señal de un lado de la cara como de corte; Manuel Reimontes, español, alto, delgado, bigote castaño, color pálido, cerrajero; Monsieur Ferdiñan, francés, empleado del ferrocarril del Sud, alto, grueso, barba negra y bigote, habla bien el español y escribe con fogosidad y regular corrección. Hay como ochenta más pero estos son los principales.Pergamino: Pueblo de la misma provincia. Logia, calle del general Dorrego, casa de Manuel Iglesias (alias “El Pelado”) le falta todo el pelo, español de Cambados, viste mal, es dueño del restaurant “El submarino Peral”; Luis Pujol, español, bajito, muy decente en su conversación, licorero, barba y pelo entre cano; Framwiche, austriaco, regular estatura, grueso, vista torcida, repartidor de licores; hay otros muchos italianos cuyos nombres son desconocidos pero entre ellos sobresale uno casi del tipo de Isidoro Seguesso, que hace de orador cuando las reuniones socialistas que acostumbra a verifi car; Adrián Patroni, que es el que hace giras por toda la república.San Nicolás de los Arroyos: Logia, calle de San Nación, cigarrería Ylla y Hermanos, españoles de Barcelona; Juan Honor, catalán, pintor, alto, rubio, buena presencia, tiene otro hermano casi lo mismo, sólo que es un poco más bajo; Domingo Santiné, italiano, fondero, estatura regular, bigote rubio, también fue herrero; Clemente Gatti, italiano, alto, grueso, bigote castaño, farmacéutico; Brígida de Gatti, italiana, viste elegante, muy ilustrada, estos dos tuvieron botica en el Pergamino, calle de la Merced esquina Constitución. Hay un francés pintor, el mejor artista de fama de San Nicolás, muy peligroso pero se ignora el nombre.Rosario: Doctor Arana, viejo, buena presencia, de gran ilustración, da en su casa grandes conferencias socialistas; León Descourt boulevar santafecino 162, alto, fl aco, de vista rara, un tipo que revela un no sé qué de desconocido bigote, ebanista, trabaja en el taller de vía permanente del ferrocarril Central, es natu-ral del Tirol según él dice; José González, grueso, regular estatura, paraguayo, carpintero; Bernardo Parga, almacenero, bajo, grueso, español, bigote rubio. Hay más de 2.000 socios y entre ellos más de cien peligrosos como Enrique, el hojalatero del taller del ferrocarril Central y Yuseppi Garibaldi.Mendoza: Se ignora el punto de reunión, organizador es cura Marceo, alto, buen mozo, milanés; José Paussée, español, peón de botica, bajo de estatura, lampiño, vista torcida; Sebastián Bellagamba, alto, rubio, buena presencia,

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albañil, tiene dos hermanos, Nicolás y Juan del mismo ofi cio y todos tres anar-quistas, genoveses; José Bayo, alto, grueso, bigote negro, carpintero, también genovés. Hay muchos otros14.

La Embajada envió a los cónsules de Mendoza y Rosario el ofi cio pro-cedente de Madrid donde se solicitaba que remitieran toda información que pudieran agregar y que ejercieran cierta vigilancia sobre los anarquistas in-dividualizados. Por consiguiente, durante 1901 se realizó un intercambio de correspondencia entre la Embajada y los consulados de las ciudades de Men-doza y Rosario. Desde esta última se informó que los anarquistas incluidos en la lista ya no residían allí y que se les había perdido el rastro. La respuesta agregaba un comentario importante que introduce al tercer actor de la polí-tica de persecución de anarquistas: las autoridades policiales argentinas, que comenzaron a actuar conjuntamente con las diplomáticas. En diciembre, el cónsul de Rosario comunicó a la Embajada española:

He celebrado varias entrevistas con el Jefe Político de este departamento y el de la Sección de Pesquisas, con los cuales he llegado a una inteligencia al objeto de que tengan al corriente a ese Consulado de los traslados y vicisitudes de los más caracterizados anarquistas, de igual modo que cualquier noticia que pueda interesar15.

A continuación agregaba una pequeña lista de los principales activistas de la ciudad, en la que se destacaban los nombres de un grupo que se reunía en una casa o sociedad llamada “Casa del Pueblo”. Pero la violencia ya estaba instalada. En una huelga que había ocurrido hacía poco tiempo, el Jefe Político de Rosario se presentó ante la manifestación con el objeto de conjurarla, pero resultó asesinado, lo que aumentó el sistema de vigilancia sobre los anarquis-tas. El Consulado de Rosario consideraba que ese servicio era defi ciente, pues no conocían mucho a los integrantes, no tenían fotografías y estaban mal organizados. Por otro lado, el Viceconsulado de Mendoza también se compro-metió a establecer vigilancia sobre los sospechosos y entregar a la Legación española la información obtenida; agregó que todavía no podía satisfacer el pedido, pero que estaba reuniendo algunos datos. En una nota del 3 de enero

14 Comunicado Reservado del Subsecretario del Ministerio de Estado al embajador de España en Argentina, Madrid, 15 – I – 1901, Archivo General de la Administración Civil del Estado, Alcalá de Henares, España, 9089.

15 Nota del Consulado de España de Rosario de Santa Fe al embajador de España en Ar-gentina, Rosario de Santa Fe, 18 – 12 – 1901, Archivo General de la Administración Civil del Estado, Alcalá de Henares, España, 9091.

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de 1902, el Consulado de Rosario agregó otra lista de activistas divididos en dos categorías: una con los individuos conocidos como los “más exaltados” y una segunda que agrupaba a “otros que son dignos de tener en cuenta”. Una particularidad de los intercambios entre las distintas autoridades era que los datos estaban registrados con códigos numéricos.

El interés de la diplomacia hispana por vigilar la actividad de los anar-quistas en el país se extendió a todos los viceconsulados del país. Incluía pe-didos de información discreta y colaboración también a los Jefes de Policía de las distintas localidades. Las notas enviadas al interior del país se contestaban con listas, a veces breves, de los principales dirigentes y las direcciones de las diversas logias existentes en cada lugar. En muchos casos la identifi cación de los grupos se hacía con la colaboración de la policía local. A su vez, la infor-mación recogida era remitida al Ministerio de Estado en Madrid. El Vicecon-sulado de San Nicolás, por ejemplo, envió los datos que había podido recoger, tales como calle y número de la logia16 que funcionaba en esa localidad, con una breve nómina de sus afi liados, y los detalles físicos, personales y laborales pertinentes. Agregaba al embajador la siguiente aclaración:

Desde el primer momento de haber recibido la comunicación pedí al Señor Co-misario de policía en ésta su cooperación para poder dar la nómina y fi liación completa, no pudiendo dar otra, por el momento que la que acompaño17.

Mientras tanto, la policía había realizado su propio trabajo y comunicaba al encargado de la Legación de España en Buenos Aires y al agente consular de España en San Nicolás una nueva lista de individuos residentes en San Nicolás a los cuales califi caban de anarquistas. Aunque no habían podido establecer con seguridad su fi liación, indicaban que dadas las averiguaciones pertenecían a una misma sociedad “con la apariencia de socialistas”, a excep-ción de tres hombres que manifi estamente habían confesado tener ideas anar-quistas. Lo interesante de estas actividades de “inteligencia” montadas entre las autoridades españolas y la policía es que no se acusaba a los sospechosos de haber cometido delito alguno o de haber violada la ley, particularmente porque aun la Ley de Residencia no estaba aprobada.

16 “Logia” es la denominación que se le da en algunos documentos a los núcleos anar-quistas. En este caso, el Vicecónsul de San Nicolás habla de la “Logia Lincoln 81”.

17 Informe del Viceconsulado de España en San Nicolás al Encargado de Negocios de España en Buenos Aires y copia enviada al Ministerio de Estado de España, San Nicolás, 18 – II – 1902, Archivo General de la Administración Civil del Estado, Alcalá de Henares, España, 9091.

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Dado el interés de la Embajada de España por recabar toda la información posible sobre estos grupos, se estableció una fl uida relación con la policía de la Provincia de Buenos Aires. El 21 de febrero de 1902 el encargado de la Le-gación de España en Buenos Aires recibió un informe de la Jefatura de Policía de la provincia con una lista de los anarquistas y socialistas residentes en San Nicolás. Sin embargo, no todas las representaciones consulares respondían con la misma urgencia: los retrasos de Mendoza, por ejemplo, obligaron a la Embajada a exigirle la información con la mayor premura posible.

VINCULACIONES ENTRE EL ANARQUISMO EN LA ARGENTINA Y EN ESPAÑA

Evidentemente ya se había instalado en la Argentina el miedo al estable-cimiento de las ideologías revolucionarias, tanto socialistas como anarquistas, que crecían particularmente a través de la inmigración. Si bien las nuevas ideas se hallaban presentes entre hombres de distintas nacionalidades, tenían más fuerza entre españoles e italianos. Fueron los españoles quienes parecen haber iniciado el movimiento y los que tenían mayor número de adeptos. Lo que distinguía a los anarquistas españoles es que entre ellos había una esti-mable cantidad de intelectuales, particularmente escritores y periodistas. La vinculación entre la prensa anarquista de los españoles en la Argentina con la prensa anarquista de España, así como la repetición de artículos españoles en los periódicos argentinos y la colaboración de periodistas de España en los órganos de nuestro país, eran cosa corriente. En un artículo muy interesante, Iaacov Oved18 describe la situación en 1889:

[…] tres anarquistas españoles llegados a Buenos Aires, que se radicaron en el suburbio de Almagro, quisieron entablar contacto con otros anarquistas de la ciudad y celebrar con ellos una reunión. Acordaron insertar un llamado en el semanario El Productor, de Barcelona, periódico que tenía difusión bonae-rense, para la fecha determinada, como para coordinar la reunión inicial de ese grupo. El anuncio logró su meta y otros tres compañeros contestaron al llamado. Los seis se lanzaron a una labor propagandística intensiva. Según M. Reguera, triplicaron sus fi las. […] Esos seis compañeros formaron el núcleo de un nuevo grupo anarquista denominado “los Desheredados”. Los miembros de “Los Desheredados” publicaron el periódico El Perseguido19.

Los pedidos de identifi cación y control no se limitaban a individuos, sino que también abarcaban publicaciones de la prensa anarquista, y sobre todo

18 IAACOV OVED, op. cit.19 IAACOV OVED, Ibidem.

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apuntaban a los posibles lazos que relacionaran a los activistas españoles en la Argentina con los hechos violentos que ocurrían en España20. La Embajada no sólo quería obtener la mayor cantidad posible de datos sobre los nombres, di-recciones y actividades de los anarquistas residentes en la Argentina, sino que también sospechaba de las relaciones existentes entre estos y los de España.

Es por eso que con fecha 3 de marzo de 1902 el Ministerio de Estado le escribió al encargado de Negocios de España en Buenos Aires para reclamar información sobre un hombre de apellido Lafarga. De su nota se desprende que ya conocía la fi liación de este anarquista español, su dirección en Buenos Aires y sus funciones como director de La Protesta Humana. El Estado es-pañol estimaba que era uno de los individuos encargados de promover desde el extranjero la huelga general que vivía España. Al embajador se le solicitó que adquiriera todas las noticias necesarias acerca del mencionado Lafarga y vigilara sus manejos en todo lo relacionado con lo que preocupaba al gobierno español; la información que recabara tenía que ser transmitida con la mayor frecuencia y rapidez posible al Ministerio. Esta orden no era una indicación administrativa común, sino un mandato de más peso: “De Real Orden, comu-nicada por el Señor Ministro de Estado, lo digo a V. S. para su conocimiento llamando su atención acerca de la importancia de la gestión que se le enco-mienda”21.

La Embajada española se dirigió rápidamente al Jefe de Policía de la Ca-pital Federal en los siguientes términos:

Señor Jefe de Policía de la Capital:Con carácter confi dencial y reservado tengo la honra de dirigirme a Ud. su-plicándole en nombre de mi gobierno se digne disponer se adquieran noticias seguras y se establezca una efi caz vigilancia sobre un individuo llamado Lafarga (P) residente en esta capital calle Moreno Nº 1663 donde desempeña las funciones de Director del Semanario Anarquista “La Protesta Humana” como uno de los sectarios de esa comunión encargado de promover desde el extranjero la huelga general en España, vigilancia que importa a mi nación sea todo lo efi caz posible a fi n de conocer sus manejos en cuanto puedan tener relación con el propósito mencionado. Ruego muy encarecidamente a Ud. no sólo que disponga la vigilancia del expresado individuo, sino que se digne

20 En 1902 se declaró una huelga general en Barcelona, siguiendo las directrices del Comité Anarquista de Londres. La violencia que se desató hizo que se proclamara el estado de guerra.

21 Despacho del Ministerio de Estado de España al Encargado de Negocios de España en Buenos Aires, Madrid, 3 – III – 1902, Archivo General de la Administración Civil del Estado, Alcalá de Henares, España, 9091.

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trasmitirme con la posible brevedad las noticias y datos que vaya adquiriendo porque es el deseo de mi gobierno que a mi vez le comunique sin tardanza las que se me facilita con el fi n de adjuntar en su vista las disposiciones prove-nientes del caso22.

Los vínculos entre los grupos de anarquistas peninsulares y los grupos de españoles en la Argentina eran evidentes, pero lo más grave para el gobierno español era que los españoles residentes en nuestro país hubieran participado en los hechos que habían ocurrido en la Península.

Así como se podía esperar que los escritos anarquistas españoles circu-laran en la Argentina, las frecuentes idas y venidas de ideólogos, activistas y periodistas anarquistas españoles que huían de España y retornaban a su país, a veces al poco tiempo, tampoco les impedía enviar artículos a la prensa anarquista argentina. Desde 1890 se vio un notable incremento de este tipo de publicaciones, según señala Iaacov Oved, “con un alcance superior al de Bar-celona”. Aunque estas publicaciones duraban poco, representaban las ideas de los grupos anarquistas23. El Perseguido, en cambio, duró varios años, dirigido y elaborado por una mayoría de españoles emigrados.

Dicho periódico abordaba sobre todo los problemas teóricos que preocupaban entonces al anarquismo español. Se autodenominaba “periódico comunista anárquico” y atacaba sin rodeos a los partidarios de la “estructura organizati-va” que se habían trasladado de España a la Argentina. El Perseguido sobre-salía por sus posiciones aprobatorias del terror personal, que se había desatado en España en los años ‘9024.

De las publicaciones de la época, la que ejerció mayor infl uencia fue La Protesta Humana. Fundada en 1897, era similar a las que circulaban en España. Su director, como ya se ha dicho, no era otro que Gregorio Inglán Lafarga: carpintero de profesión, dirigió el periódico desde 1897 hasta 1902.

22 Carta enviada desde la Embajada de España en Argentina al Jefe de Policía de la Ca-pital, Buenos Aires, 26 – III – 1902, Archivo General de la Administración Civil del Estado, Alcalá de Henares, España, 9091.

23 Como la actividad de los asalariados estaba marcada por la infl uencia de diversas líneas ideológicas, los socialistas también tuvieron sus medios de difusión. Propiciaron la creación de la Federación de Trabajadores de la República Argentina (1891), que llegó a publicar El Obrero, pero la organización tuvo escasa vida debido al crecimiento del anarquismo. En 1894 apareció La Vanguardia, que se convirtió en el órgano de la línea socialista. Cf. MARIO RAPOPORT, Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003), Buenos Aires, Emecé, 2008, pp. 62-63.

24 IAACOV OVED, op. cit.

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133ACTIVIDADES DE LAS AUTORIDADES ARGENTINAS Y LA EMBAJADA ESPAÑOLA

La Protesta Humana contaba con la colaboración de varios periodistas anar-quistas españoles desde España, y transcribía notas de otros medios de prensa de la Península.

Uno de los colaboradores de este diario fue Antonio Pellicer Paraire, un importante activista que en 1891 llegó a la Argentina, procedente de Barcelo-na. Pellicer Paraire se había visto obligado a emigrar de distintos países hasta que fi nalmente arribó a la Argentina, donde se radicó. Aunque era tipógrafo de profesión (ofi cio que desempeñó en España y en la Argentina), se volcó al periodismo y a dar conferencias en círculos anarquistas. En 1900 publicó en La Protesta Humana, bajo el seudónimo de “Pellico”, varios artículos sobre la organización obrera donde destacaba la importancia de la participación de los sindicatos obreros. Pellico es un referente del anarco-sindicalismo que se había introducido en la Argentina a través de la inmigración: no sólo era un periodista, sino también un sólido agitador.

La ideología anarco-sindicalismo dará a través de Pellico una respuesta global a estos interrogantes aunque algunos años después sus ideas sean revisadas por los foristas. Las ideas de Pellico estaban destinadas a golpear tanto a los “anti-organizadores” que todavía mantenían cierta infl uencia en los círculos anarquistas, como a los “doctrinarios” que se negaban a hacer concesiones ideológicas aun al precio de quedarse solos.El punto de partida de Pellico es que los explotados para derrotar a los explo-tadores requieren una organización y fuerza capaz de combatir y vencer a la organización y fuerza de las clases opresoras25.

En 1897, como señala Julio Godio, se produjo un movimiento de desocu-pados a raíz de un breve período de recesión económica que continuó hasta 1899. Las principales áreas afectadas fueron las zonas cerealeras y el puerto de Buenos Aires, aunque algunos pueblos del interior también sufrieron sus efectos. En Buenos Aires disminuyó el consumo en las ramas artesanales y entre trabajadores de distintos ramos. Sumado al aumento en el número de inmigrantes que desembarcaban en el puerto de Buenos Aires, este escenario agravó el exceso de mano de obra desocupada.

Fueron los anarquistas los primeros que, por sensibilidad extrema con las ca-pas más explotadas y pauperizadas, valoraron las posibilidades movilizadoras que se habían generado en la Capital Federal. Ya a mediados de julio de 1897,

25 JULIO GODIO, Historia del movimiento obrero argentino, Tomo I, Buenos Aires, Ed. El Corregidor, 2000, pp. 125-126.

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134 ROSARIO GÜENAGA

mientras La Vanguardia permanecía al margen de una situación que se iba tor-nando explosiva, La Protesta Humana publica un artículo sobre esta cuestión y que puede ser considerado el primer manifi esto de lucha26.

Hasta 1900 la Argentina no había tomado conciencia de los problemas sociales que se estaban desatando, aunque ya se vislumbraban difi cultades sociales entre los obreros. El país todavía no había sufrido confl ictos lo su-fi cientemente graves como para que se viera alterada la tranquilidad de las afi anzadas estructuras de la oligarquía porteña dominante. Tampoco estaba amenazada la seguridad de los gobiernos, pero ya desde los inicios del siglo XX la situación cambió cuando comenzaron a aparecer problemas entre el poder económico-político y el proletariado, conformado en gran parte por inmigrantes españoles e italianos.

Las relaciones entre la Embajada y la policía argentina se volvieron cada vez más estrechas. Un dato signifi cativo es que, a menudo, era la Embajada española misma la que informaba a la policía local y la que aportaba las listas. En octubre de 1902, la Representación española envió al Jefe de Policía de la Capital una copia del informe que había recibido del Departamento de Estado español sobre algunos anarquistas españoles residentes en el país, y ofreció co-municar los nombres que posteriormente pudieran agregarse. A su vez, solicitó a la policía que le entregara los antecedentes que tuviera sobre los individuos considerados peligrosos, para remitirlos al gobierno español.

Durante 1902 la Argentina vivió momentos difíciles. Se produjeron va-rias huelgas parciales y disturbios respaldados por sociedades obreras. Poco a poco, los gremios comenzaron a realizar paros agravados por hechos vio-lentos. Ante los desórdenes existentes, el gobierno argentino trató de apagar las protestas a través de negociaciones y concesiones. Lejos de resolverse, las tensiones sociales no se detuvieron, sino que por el contrario aumentaron. A fi nes de noviembre de 1902, el embajador español envió al ministro de Estado de su país un extenso y detallado informe sobre la grave situación social que estaba pasando la Argentina. Desde el inicio del despacho, el embajador hacía responsables de las huelgas y agitaciones sociales a los activistas que actuaban dentro de los sectores obreros. El siguiente comentario es ilustrativo:

Como si no fuera bastante la excitación siempre latente entre el elemento obrero, alimentada sin cesar por los muchos agitadores que aquí residen, pre-conizadores de la acción constante en su lucha contra el capital han llegado de Europa, especialmente de Italia, propagandistas activos que tratan de compeler

26 JULIO GODIO, op. cit., p. 121.

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135ACTIVIDADES DE LAS AUTORIDADES ARGENTINAS Y LA EMBAJADA ESPAÑOLA

a estas masas compuestas de núcleos tan heterogéneos, a la resistencia contra sus patrones, y entre ellos el Diputado socialista italiano Rondani, que ha dado conferencias públicas en las principales ciudades de la República, recomendan-do en sus prédicas la lucha más tenaz para la consecución de sus ideales27.

La gravedad de la situación condujo al gobierno argentino a utilizar las fuerzas del Ejército y de la Marina de guerra, y declaró el estado de sitio. Fue entonces que el Congreso, el 22 de noviembre de 1902, aprobó la Ley de Resi-dencia28, que permitía la expulsión del país de todo extranjero considerado “pe-ligroso” y prohibía la entrada de aquellos de quienes se sospechara que fueran de la misma condición. Una vez promulgada, la ley se aplicó inmediatamente: ya el 1 de diciembre de ese mismo año la Policía de la Capital comunicaba al encargado de Negocios de la Legación de España que el día anterior habían sido expulsados y embarcados en el vapor María Cristina un grupo de espa-ñoles acusados de “ser perturbadores del orden público”. A fi nes de diciembre de 1902 ya se habían deportado sesenta españoles. Muchos lograron ocultarse, otros se alejaron o se fueron. Lafarga, por su parte, abandonó defi nitivamente la actividad política.

CONCLUSIONES

En el presente estudio se ha intentado mostrar, mediante el análisis de la correspondencia de la Embajada de España en la Argentina, la preocupación que manifestaba la Representación en cuanto a la entrada, actuación y expul-sión de anarquistas españoles. La documentación pone de manifi esto el pro-ceso de seguimiento e inteligencia sobre los sospechosos. En muchos casos se conocían sus direcciones, datos personales, familiares y actuaciones políticas. Más aun, de algunos se sabía de qué puerto de España habían partido y cuál había sido su trayectoria hasta llegar a la Argentina. La información recabada era enviada al gobierno de España y en nuestro país la Embajada mantenía una estrecha relación con las autoridades policiales y las de migración.

El control ideológico, sobre todo después de la Ley de Residencia 4.144, dictada el 22 de noviembre de 1902, y posteriormente la Ley de Defensa Social 7.029, del 28 de junio de 1910, se extiende más allá de los dos primeros años

27 Despacho del Embajador de España en Buenos Aires al Ministro de Estado de España, Buenos Aires, 26 – IX – 1902, Archivo General de la Administración Civil del Estado, Alcalá de Henares, España, 9091.

28 Ley de Residencia, Número 4.144, Diario de Sesiones, Cámara de Senadores, Congreso Nacional, República Argentina, 22 – IX – 1902.

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del siglo XX abarcados por este trabajo. Existen numerosos testimonios de la vigilancia ejercida durante la mayor parte del siglo por la Embajada española sobre anarquistas, republicanos y opositores políticos. Esto indica que el cuer-po diplomático ejerció siempre una política de “inteligencia y vigilancia” sobre la inmigración que, transmitida a su gobierno central, no dejaba librada al azar la conducta e ideología de los expatriados o refugiados españoles radicados en la Argentina.

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Fray Servando de Mier y su Sermón Guadalupano de 1794.

La búsqueda de una justifi cación teológica a la independencia de América

JULIO M. LUQUI LAGLEYZEUniversidad Católica Argentina

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RESUMEN

Fray Servando Teresa de Mier, de la orden de Santo Domingo, fue uno de los tantos religiosos criollos comprometidos con la independencia. En este trabajo se toma el famoso sermón que predicara en la Colegiata de Guadalupe en el año 1794, en el cual buscó explicar y justifi car una mítica proto-evange-lización de México, anterior a la llegada de los españoles, con el fi n velado de quitarle a España uno de los títulos de dominio sobre América, el de Evange-lizadora, en busca de una justifi cación teológica a la Emancipación.

PALABRAS CLAVES

Independencia de América – México – Evangelización – Virgen de Gua-dalupe – Mitos indígenas

ABSTRACT

Fray Servando Teresa de Mier, a Dominic Friar, was one of the creole priest devoted to the Independence ideals. The work explains his statement of 1794, about the Holy Virgin’s Miracle of Guadalupe, when he tried to explain a mitical pre-evangelization of México –before the Spanish conquest– in order to confront Spain on one of its dominion rights over America –the religious one– searching a “teological justifi cation for the Independence movements.

TEMAS DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA, XV (JULIO-DICIEMBRE DE 2009) pp. 137-158.

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KEY WORDS

American Independence – México – Evangelization – Virgen de Guada-lupe – native mythology

INTRODUCCIÓN

La guerra por la independencia de la América española, no se luchó sólo en los campos de batalla, sino también en el terreno de las ideas políticas y hasta en el ámbito eclesiástico y religioso. En efecto, mientras la alta jerarquía de la Iglesia Católica de América, en su gran mayoría de origen español, se promulgaba por la causa del Rey, apoyándose para ello en una parcial inter-pretación de las bulas y breves pontifi cios que aparecían como condenatorios de los movimientos libertarios americanos; el clero llano y la casi totalidad de los sacerdotes de origen criollo se volcaron por la idea de la independencia absoluta. Sacerdotes y generales patriotas coexistieron en México, tales como Miguel Hidalgo, el iniciador del proceso independentista, o su continuador, José María Morelos.

Si bien estos fueron los casos más extremos de sacerdotes comprometidos con el ideal libertario, no fueron los únicos ni mucho menos los primeros. Ya en el siglo XVIII encontramos a precursores de la independencia, no sólo entre los jesuitas expulsados de sus misiones y en conexión directa con los conspi-radores por la independencia, como fue el caso del padre Vizcardo y Guzmán y su relación con el Precursor Francisco de Miranda; sino otros, más jóvenes y ardorosos, como el presbítero Manuel J. Anchoris, secretario del arzobispo de Lima y conspirador por la independencia, que armó una sociedad conspi-rativa al resguardo del propio Palacio Arzobispal limeño, donde organizaba reuniones de conspiradores; o el fraile Dominico Fray Servando Teresa de Mier, quien desde joven se halló comprometido con la causa de la indepen-dencia y abocado, desde el campo religioso y hasta teológico se podría decir, a quitarle a España los títulos de dominio sobre América que ésta detentaba. Este dominico es el tema del presente trabajo, y en especial en relación con un famoso sermón que predicara en la Colegiata de Guadalupe en el año del Señor de 1794, en el cual buscó explicar y justifi car la proto-evangelización de México, con anterioridad a la llegada de los españoles, lo que se convertiría en un medio para justifi car la idea de la independencia.

EL PERSONAJE Y SU ÉPOCA

José Servando de Mier Noriega y Guerra, luego fray Servando Teresa, nació en la ciudad de Monterrey, Nuevo Reino de León en el Virreinato de

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139FRAY SERVANDO DE MIER Y SU SERMÓN GUADALUPANO EN 1794

Nueva España, el 18 de octubre de 1763. Su familia era noble y entre sus miembros contaba con un gobernador de la Provincia, siendo además sobrino del Presidente del Tribunal de la Inquisición, Mier y Campillo. Por su madre Fray Servando decía descender del último emperador mexicano Moctezuma. Era por lo tanto un perfecto miembro de la nobleza criolla que consideraba a los funcionarios españoles del siglo XVIII como usurpadores de sus derechos; los derechos de los “hijos de los conquistadores”.

A los 16 años, en 1780, ingresó en la Orden de Santo Domingo, en el Con-vento de México, y pasó enseguida al Colegio de Porta Coeli, donde estudió Filosofía y Teología; obtuvo su doctorado a los 27 años. Vuelto al Convento rápidamente toma fama como un distinguido predicador y orador sacro.

El 8 de noviembre de 1794 predica en las honras fúnebres de Hernán Cortés, lo que le trae gran aplauso y fama. Pero es el 12 de diciembre de ese mismo año cuando pronuncia, frente a las autoridades civiles y religiosas de México, en la Colegiata de Guadalupe su famoso sermón, en el que si bien no ponía en duda la veracidad de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, in-tenta darles una nueva interpretación, la que al ser excesiva en sus novedades, no fue del agrado de las autoridades coloniales, ni podía serlo, como veremos. Ello motiva un sonado escándalo y le vale una condena inquisitorial y el ser desterrado a España, abriéndosele un proceso eclesiástico, que implicó la suspensión de la licencia para predicar. Así, el 2 de enero de 1795, comienza su accidentado paso por varias cárceles y encierros, al ser confi nado a prisión en su celda del Convento de Santo Domingo. Al mes siguiente el texto de su sermón fue condenado por un tribunal eclesiástico; condena que fue confi rma-da en marzo de ese mismo año por la sentencia del arzobispo de México. La condena eclesiástica, cabe destacar, no fue por negar el carácter sobrenatural de la aparición y milagro guadalupano, cosa que Fray Servando no hizo como se verá; sino por apartarse de la tradición “canónica” establecida y aceptada, sobre las ocurrencias y la ubicación en el tiempo del milagro.

La pena impuesta al padre Mier fue de dos años de reclusión en el Convento de Nuestra Señora de las Caldas en el Obispado de Santander y privándole per-petuamente de toda enseñanza religiosa pública. Camino a España es recluido primero en el castillo de San Juan de Ulúa en Veracruz, hasta que en junio de 1795 se embarca para Cádiz, a donde llega a fi nes de julio. Allí se le recluye en el Convento de Santo Domingo, para luego pasar al preestablecido de Santander.

Su paso por los conventos y las reclusiones es accidentado, ya que se fuga en varias oportunidades; primero estará preso en Santander y luego, al ser trasladado a Madrid huye para ser fi nalmente descubierto y enviado nue-vamente a la cárcel, en Burgos, de donde también se escapa. Finalmente en 1797 se fuga con destino a Francia; donde luego de varias contingencias, en

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140 JULIO M. LUQUI LAGLEYZE

1801 se halla en Bayona donde mantiene disputas teológicas con los rabinos de la sinagoga de esa ciudad y logra aparentemente, convertir a dos de ellos al catolicismo romano.

Finalmente llega a París, y allí decide abandonar la Orden Dominica y se-cularizarse. Allí conoce a Simón Rodríguez, que fuera el maestro de Bolívar, y juntos abren una academia de castellano. De París resuelve ir a Roma para ob-tener el breve de secularización, lo que logra en 1803, y tras ello decide volver a España creyendo estar libre ya de culpa y cargo. Pero al pisar la Península es aprehendido y se le recluye en un convento de Sevilla, del que fi nalmente se fuga, otra vez, y toma el camino de Portugal vía Cádiz.

Desde fi nes de 1805 vive en Portugal y en 1807 recibe el nombramiento de prelado doméstico de Su Santidad en premio, se señala, por haber conver-tido al catolicismo a dos de los rabinos de Bayona. La invasión Napoleónica a Portugal y España lo encuentra en Lisboa, donde socorre a los presos españo-les en manos de los franceses; luego marcha a Cataluña y se incorpora como capellán a un regimiento español. En esas funciones de capellán pasa a Cádiz, en donde toma contacto con la sociedad secreta de conspiradores americanos fundada por el argentino Alvear, entre otros, y llamada “Sociedad de Caba-lleros Racionales” hacia 1811.

De Cádiz viaja a Londres, en compañía de otros conspiradores y, según sus propias palabras, para propagar la idea de la independencia de Anahuac (México) y de la América. En Londres conoce a varios de los conspiradores mirandistas y en 1813 concluye y publica su Historia de la Revolución de Nueva España, bajo el seudónimo de José Guerra.

En Londres y tras la caída de Napoleón y el regreso al trono de los Borbo-nes, en Francia y España, conoce a muchos liberales refugiados, en especial al antiguo guerrillero y caudillo español Francisco Javier Mina, a quien convence de luchar contra el rey de España en una expedición a México. La expedición de Mina zarpa de Liverpool el 15 de mayo de 1816 y tras pasar por Estados Unidos donde se organiza, intenta el 21 de abril de 1817 un desembarco en el Soto la Marina. La expedición es un fracaso ya que luego de un mes de ins-talados en tierra son derrotados por los realistas mexicanos, y encarcelados todos, entre ellos el padre Mier.

Fray Servando es recluido en la prisión de San Carlos primero y luego es enviado a las cárceles de la Inquisición en México, donde se le sigue un pro-ceso por conspirador y “hereje francmasón”, como se decía entonces, proceso en el cual se revelan varios aspectos sumamente interesantes de su vida y su afi liación, en el Cádiz de las Cortes, a las sociedades secretas de conspiradores americanos por la independencia, misma logia donde había conocido a otros

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141FRAY SERVANDO DE MIER Y SU SERMÓN GUADALUPANO EN 1794

patriotas americanos, como José de San Martín, Carlos de Alvear, Ramón Anchoris, y otros.

A mediados de 1820, cuando la Revolución Liberal triunfa en España y es abolida la Inquisición, Fray Servando, quizá para sacarle de en medio, es trasladado primero a la Cárcel de Corte en México y luego se decide su de-portación a España, para lo cual es llevado a La Habana, desde donde logra huir para dirigirse a Filadelfi a en los Estados Unidos, y de allí tratar de volver a México en los momentos previos a la consumación de la independencia.

Pero es detenido nuevamente en las costas mexicanas y encerrado en la fortaleza de San Juan de Ulúa, que aún está en poder de los realistas y de la que sólo sale por las quejas y gestiones que realizan los miembros del Congreso Mexicano; los que además lo han elegido diputado por la provincia de Nuevo León. Como prontamente se muestra enemigo del absolutismo del nuevo emperador Agustín I, Iturbide, es encarcelado con otros diputados en el Convento de Santo Domingo, en la Ciudad de México; el que no puede retener-lo y del que se fuga por una sublevación de militares contra Iturbide, quienes lo liberan, siendo ésta la séptima y última vez que escapa de una prisión.

La postura de Fray Servando es clara, es liberal, republicano y partidario de la absoluta independencia de México –Anahuac, como él llama a la nación mexicana–. En el congreso reafi rma sus ideas de independencia, explica y fundamenta, o quizás reinterpreta a la luz de veinte años de luchas por la independencia, los contenidos, los motivos y las consecuencias de su famoso sermón y reafi rma su creencia, fuertemente nacionalista, de la evangelización pre-española por el apóstol “santo Tomás-Quetzalcoatl” y la presciencia de Dios por los antiguos habitantes del Anahuac.

En diciembre de 1823 pronuncia un elocuente discurso en el cual reco-mienda que México debiera ser gobernado como una república centralista. Tras la caída de Iturbide, fi nalmente en 1824 se fi rma la constitución mexicana, de la que es fi rmante, y el entonces presidente de México, el antiguo caudillo de los guerrilleros del Sur, el general Guadalupe Victoria (cuyo propio nom-bre alude a la victoria de la independencia por la intervención de la Virgen de Guadalupe, el viejo grito de guerra de las huestes del padre Hidalgo), lo lleva a vivir a su lado. Pero ya se halla muy enfermo, y en los años siguientes vive casi recluido.

En 1827, sintiendo ya próximo su fi nal y siguiendo los impulsos a veces teatrales que marcaron siempre su personalidad, invita a las autoridades mexicanas y a un grupo de sus amigos a la ceremonia en la que le imparten por última vez los santos óleos, y una ocasión que aprovecha para pronunciar un largo discurso autobiográfi co y justifi cativo. Pocos días más tarde, el 3 de

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diciembre de 1827, muere a los 64 años, y es sepultado con los honores de un funeral de Estado.

Su alma descansa, pero las peripecias de su cuerpo no terminan allí. En 1861 sus restos son exhumados, encontrándose que, al igual que otros 12 di-funtos, está convertido en momia por la acción de la sequedad del suelo. Al parecer un italiano coleccionista de cosas curiosas, compró entonces varias momias, y entre ellas debió ir la de Fray Servando, por lo que hoy día se des-conoce su paradero1.

LA LEYENDA DE SANTO TOMÁS – QUETZALCOATL Y EL SERMÓN GUADALUPANO DE 1794

Se ha señalado que el padre Mier se ha ganado los mejores títulos en el catálogo de los historiadores de México, con las seis cartas que escribiera en 1797 al cronista español Juan Bautista Muñoz –autor de la Disertación histó-rico-crítica sobre la historia de América, en 1794–, sobre la tradición de la aparición de la Virgen de Guadalupe2; pero si bien es cierto que en ello gana en todo en puridad de intención, no es menos cierto que pierde por lo que toca al valor de los resultados. “Porque –al decir de O’Gorman– entre toda la bibliografía histórica mexicana será difícil encontrar algo que en orden de disparates, extravagancias y absurdos pueda igualársele”3.

La tesis de Fray Servando “sostenida con un acaloramiento digno de mejor causa”, según el citado historiador, es que la imagen de la Virgen de Guadalupe venerada en su Colegiata de México, no tendría el origen que le atribuye la tradición aceptada de las apariciones; sino que se remontaría a una antigüedad mucho mayor, procediendo ni más ni menos, de una supuesta llegada a México en épocas apostólicas, del apóstol Santo Tomás, quien sería el mismísimo rey-sacerdote conocido como Quetzalcoatl por la mitología Teotihuacano-azteca; en tanto que la tilma (capa) del indio Juan Diego, donde

1 Sobre la vida de Fray Servando pueden consultarse varias obras, la última de ellas las de CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ MICHAEL, Vida de Fray Servando, México, Ediciones Era, 2006.

2 En esas cartas Fray Servando expone, por vez primera antes de 1822, lo que le aconteció en torno a su Sermón Guadalupano de 1794, la reacción adversa de las autoridades españolas, y las penas con que se le castigó, y expone, según su visión, los motivos reales por los que cree haber sido condenado. Cfr. E. DE LA TORRE VILLAR y R. NAVARRO DE ANDA, Testimonios Históricos Guadalupanos, México, Fondo de Cultura Económica, 1999.

3 Cfr. EDMUNDO O’ GORMAN, estudio preliminar a “Antología del pensamiento político americano, Fray Servando Teresa de Mier”. Con selección, notas y prólogo de Edmundo O’Gorman, Imprenta Universitaria México, 1945, p. XV de la introducción – semblanza.

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143FRAY SERVANDO DE MIER Y SU SERMÓN GUADALUPANO EN 1794

se halla estampada la imagen santa, no sería una simple tilma indígena, sino la propia capa que usó el apóstol.

Esta tesis no es original de Fray Servando; en verdad registra varios pre-decesores desde los tiempos de la conquista, en especial por “los doce” –los primeros doce frailes franciscanos, de tendencias milenaristas, que fueron a evangelizar México, pedidos por Cortés a Carlos I–; algunos de los cultores de esta teoría fueron ilustres y otros no tanto; pero integran una larga cadena en la historia religiosa de México haciendo, con la interpretación legendaria de Quetzalcoatl, el tejido que formó la conciencia nacional mexicana, al decir de Jacques Lafaye, en su ya consagrado trabajo4.

Entre los más ilustres de los que se interesaron por el origen de los indí-genas americanos, la pre-evangelización y la presciencia de Dios, se hallaron: Fray Toribio de Motolinía (uno de “los doce”, muerto en 1568); Fray Diego Durán; Fray Juan de Tovar; Fray Bernardino de Sahagún (1500-1590); Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700) y Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695). El propio Fray Servando la tomó de los escritos, charlas y discusiones con un apasionado de las antigüedades mexicanas, el licenciado Ignacio Borunda, autor de una “clave general de los jeroglífi cos americanos”.

Volviendo a nuestro tema, la opinión de O’Gorman sobre el “Sermón Gua-dalupano” es un tanto dura. Sin duda el sermón contiene muchas afi rmaciones que hoy a la luz de las investigaciones históricas y arqueológicas –y quizás aún entonces–, son rayanas en el disparate5; pero lo que en verdad hay de valioso en el sermón y los otros escritos del padre Mier al respecto, tiene que ver, creemos, con su intencionalidad fi nal, esto es la búsqueda de “pruebas” de una evangelización anterior a la de los españoles, para justifi car religiosa y hasta teológicamente los derechos de México a la independencia absoluta de la madre patria; al poner en duda los justos títulos de España fundados en la evangelización: “los criollos diremos que la religión que hay en América no la llevasteis los españoles, sino nosotros, pues fue con nuestros padres”6.

Al negar a España la primogenitura u originalidad de la evangelización, los títulos de aquella se mostraban irrevocablemente falsos y por tanto nada debían los mexicanos a los españoles, ni siquiera, o especialmente, no le debían el conocimiento de Dios ni de la Buena Nueva de la Redención. En el proceso

4 JACQUES LAFAYE: Quetzalcoatl y Guadalupe, la formación de la conciencia nacional mexicana, 4a edición, México, Fondo de Cultura Económica, 2002.

5 “Mier se inspiró en el escrito de un licenciado medio chifl ado llamado Borunda” llega a decir O’Gorman, quizá con algo de razón, pero reconoce que entre los cultores del tema está nada menos que Sigüenza y Góngora. Cfr. EDMUNDO O’GORMAN, op. cit., p. XV.

6 MIER, Historia de la Revolución de Nueva España, t. II, Londres, 1813, p. 285. Cit. por LAFAYE, op. cit., 189.

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144 JULIO M. LUQUI LAGLEYZE

que se le siguió por el Sermón, el padre Mier trató de justifi carse diciendo que no negó, sino que sólo trató de fundar “más antiguamente la tradición” de la Virgen de Guadalupe7.

Fray Servando –si seguimos lo planteado por O’Gorman en el estudio de su pensamiento político–, necesitaba fundamentar su tesis de independencia absoluta de Hispanoamérica, al mismo tiempo que destruir los supuestos títu-los en que España cimentaba su dominación colonial. En sus Cartas a Muñoz y en la Historia, emprende esta doble tarea: América es de los americanos porque

Hemos nacido en ella y ese es el derecho natural de los pueblos. La naturaleza está de lado de la emancipación. Así acontece siempre con los individuos de todas las especies, y los pueblos no forman excepción a esa regla general. La cuestión sobre la independencia de las colonias no es una cuestión de orden político, sino de orden natural8.

Este era el fundamento indestructible de la independencia absoluta, que los derechos que alegaba España para justifi car su dominación eran nulos: el haber sido descubridores sólo demostraba ignorancia sobre la porción mayor del mundo; y el haber llevado la cultura y la civilización al otro lado del Océano, así como la cesión que la Silla Apostólica hizo a favor de la Corona de Castilla, eran para Mier

un gigantesco edifi cio de falacias, mentiras y crímenes. Mucho menos puede invocarse como título para justifi car la opresión la predicación evangélica. España siempre ha carecido de título justo y si se concede que alguna vez lo tuvo, los excesos cometidos por los conquistadores y los colonos y la mala fe de los gobernantes lo ha invalidado9.

Al basar su Sermón en un hábil, aunque antojadizo, uso de las “eviden-cias” de los códices y antigüedades mexicanas, y atrasar en diez siglos la aparición de la Virgen de Guadalupe, sin negar la tradición milagrosa, retiraba el benefi cio a los españoles. De esta forma minaba el principal –sino el úni-co– fundamento jurídico de la conquista: la misión evangelizadora. En 1822 ante el congreso constituyente mexicano, se explicó nuevamente diciendo:

7 JAQUES LAFAYE, op. cit., p. 264. 8 Cfr. MIER, Manifi esto Apologético, citado por EDMUNDO O’GORMAN, op. cit., p. XX.

Según este autor, Mier estaba inspirado en las ideas del Abate de Pradt en su De las Colonias y de la Revolución actual de la América, Burdeos, 1817.

9 EDMUNDO O’GORMAN, op. cit., p. XXI.

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Los mexicanos en el año de 1794 me llenaron de imprecaciones, creyendo que en un sermón había negado la tradición de Nuestra Señora de Guadalupe. Los engañaron: tal no me había pasado por la imaginación: expresamente protesto que predicaba para defenderla y realzarla.Lo que yo prediqué fue, que la América, no más pecadora que el resto del mundo, entró también en el plan de la redención del género humano, y que habiendo Jesucristo mandado a sus apóstoles a anunciarla a toda criatura que estuviese bajo el cielo, en el mundo entero […] debió venir uno siquiera a la mitad del globo […] a la parte mayor del globo que es la que nosotros habi-tamos10.

EL SERMÓN GUADALUPANO Y EL ANÁLISIS DE SUS PROPOSICIONES

Fray Servando empieza atribuyendo al desaparecido Carlos III la inten-ción de conocer la verdadera historia de México:

Nuestro Católico Monarca el señor Don Carlos III, que en paz descanse, por su cédula de 22 de diciembre del año de 80 ordenó, a instancia de la Real Acade-mia de la Historia, se solicitasen sujetos peritos que averiguasen la verdadera [historia] de este reino. No la hay, pues, señor a pesar de los Torquemadas y Boturinis, porque debiendo aquélla deducirse de las tradiciones disfrazadas en fábulas alegóricas y jeroglífi cos nacionales, Torquemada, que recogió to-das aquéllas, copiadas de los primeros misioneros, las refi ere literalmente sin acertar a descifrarlas, como él mismo confi esa, y Boturini se engañó muchas veces con todo su exquisito museo de indianos caracteres11.

Ignorando a otros estudiosos como Motolinía o Sahagún y al propio Sigüenza y Góngora – a quien sí llama en su ayuda en el discurso de 1822–, Fray Servando concentra su análisis en Torquemada y Boturini. El primero Fray Juan de Torquemada, provincial de los franciscanos de Nueva España y autor de la Monarquía Indiana (1609, con varias reimpresiones posteriores), da un retrato de Quetzalcoatl diferente de los anteriores y posteriores cronis-tas, ya que le considera un demonio similar a las otras deidades indígenas; la

10 Discurso del Padre Mier al formular la protesta de Ley como diputado al primer con-greso constituyente, en EDMUNDO O’ GORMAN, op. cit., p. 51.

11 El sermón íntegro se halla publicado en: DE LA TORRE VILLAR, E. Y NAVARRO DE ANDA, R., Testimonios Históricos Guadalupanos, op. cit. México, FCE, 1999, p. 732. También se puede consultar en la Web en Nexos Virtual, Ed. Cal y Arena, los imprescindibles, www.nexos.com. mex/cya/fray-servando, junto a otros trabajos de Fray Servando respecto de la independencia de Nueva España.

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divinidad suprema de una religión pagana, que en nada se acerca a los otros que, viendo semejanzas de aspecto y de actitudes entre el “sacerdote-rey-dios” azteca y posibles evangelizadores europeos, lo asimilaron a éstos, ya fuese un misionero apostólico, el santo Tomás de Malipur del siglo VI, o un monje irlandés12. El segundo citado por Mier es el caballero Lorenzo Boturini, quien había escrito una “Historia General de la América Septentrional” y ya hacía referencia directa al apóstol santo Tomás como el Quetzalcoatl de los indígenas prehispánicos, al decir en su obra que poseía apuntes históricos de la predicación del glorioso apóstol santo Tomás en la América”13.

Fray Servando se ensaña un tanto con sus predecesores en el tema, dicien-do que ninguno entendió lo que estudiaba, incluso si se trata del padre Luis Becerra Tanco14, al que considera “el mejor intérprete de la lengua mexicana”, pero que no la entendió “por sus raíces y compuestos, no conoció su sentido todo fi gurado y parabólico, y así es fuerza que se engañara como les sucedió a los autores de gramáticas y diccionarios”. Volviendo a Boturini señala que “ni comprendió bien los monumentos que había recogido, ni acertara a descifrar los monumentos o piedras preciosas excavadas en el anterior virreinato”.

Por todo ello estima Fray Servando que las genuinas tradiciones de los indios sobre la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, tampoco se han entendido y su historia no está fi nalmente escrita y se halla llena de equivoca-ciones. Para desentrañar estos misterios propone, siguiendo a san Agustín en el libro 2 de su De doctrina christiana, estudiar profundamente las lenguas ya que, dice, contra “ignota signa propria magnum remedium est linguarum cognitio”.

Como fi el exponente de los ilustrados de su época y un espíritu vivaz, pro-pone entonces el estudio de la lengua mexicana, la que señala, siguiendo a Fray

12 Cfr. JACQUES LAFAYE, op. cit., pp. 239-241. Una muestra de lo que Torquemada opinaba de las deidades aztecas se puede leer en la antología y selección hecha por MIGUEL LEÓN-PORTILLA en De Teotihuacan a los aztecas, Capítulo V, pp. 518 y ss., “Donde se trata del dios Huitzilopochtli”, tomado de la “Monarquía Indiana”, México, UNAM, 1971.

13 Lorenzo Boturini Benaducci: Catálogo del Museo Indiano. Idea de una nueva historia general de la América septentrional, cit., por JACQUES LAFAYE, op. cit., pp. 258,259. Boturini tomaba estos “apuntes” de la obra de Fray Diego Duran “Historia de las Indias de Nueva España”cuyo capítulo LXXXIII (83) está dedicado a Quetzalcoatl. Cfr. MIGUEL LEÓN-PORTILLA, op. cit., pp. 502-509.

14 Luis Becerra Tanco (1602-1672), sacerdote y políglota, un verdadero sabio de su época, participó con sus investigaciones de la información canónica de 1666 sobre el milagro de la Virgen de Guadalupe. Fray Servando se apoyará en él varias veces a lo largo de su sermón, pese a criticarlo al principio. Cfr. L. BECERRA TANCO, “Origen milagroso del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe (1666)”, en E. DE LA TORRE VILLAR y R. NAVARRO DE ANDA, op. cit., 1999, p. 309.

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Alonso de Molina, “tiene secretos y misterios. Superior en sublimidad al idioma latino, tan abundante como el griego, abrevia como el hebreo en una palabra muchos conceptos, y su enérgico sentido es todo fi gurado y simbólico”.

Fray Servando no sabía al momento de su sermón, pues no se habían hecho los estudios pertinentes, que la fuente primaria del milagro guadalu-pano era la hoy llamada “Nican Mopohua”, obra que recibe nombre de las dos primeras palabras con las que inicia el texto escrito en lengua náhuatl que signifi can: “Aquí se narra…”. El texto es el relato de las apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego y la milagrosa imprimación de la Sagrada Imagen en su tilma. Hoy los investigadores están de acuerdo en que es obra del sabio indígena del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco: Don Antonio Va-leriano. Es una obra del siglo XVI, compuesta posiblemente hacia 1556, con características en el texto que confi rman la época, tales como la riqueza del lenguaje y recursos estilísticos.

Según los estudios publicados sobre el texto, algunos afi rman que el propio Valeriano lo habría recogido de labios de su protagonista, el indio san Juan Diego. Este trabajo, que se puede consultar íntegro en la página web de la Basílica de Guadalupe de México, sirvió de base, pero sin citarlo expresamen-te, a las informaciones inquisitoriales del siglo XVII sobre el milagro. Quien primero publicó el original náhuatl fue el capellán de la ermita, Fr. Luis Lasso de la Vega, en México, en 164915.

Nuestro fraile, pese a no saber lo antedicho se propone, según sus pala-bras, desenvolver y descifrar los jeroglífi cos y alegorías, logrando desentrañar la aparición de María Santísima de Guadalupe que considera hasta entonces equivocada y confundida en su interpretación por la ignorancia de la lengua. “Yo pretendo descubrirla hoy según el consejo del padre san Agustín en el libro ya citado a fuerza de examinar los frasismos e indagar la fuerza de las palabras en que están las tradiciones, y para este fi n aventuro estas cuatro proposiciones a la corrección de los sabios”. A renglón seguido lanza sus ideas a la feligresía, que resume en:

1. Primera proposición: La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe no está pintada en la tilma de Juan Diego, sino en la capa de Santo Tomás apóstol de este reino [México].

15 LUIS LASSO DE LA VEGA, “El gran acontecimiento con que se le apareció la Señora Reina del cielo Santa María, nuestra querida Madre de Guadalupe, aquí cerca de la Ciudad de México, en el lugar nombrado Tepeyácac”. México, 1649. En E. DE LA TORRE VILLAR Y NAVARRO DE ANDA, op. cit. El texto del Nican Mopohua está íntegro en la página ofi cial de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en la parte de estudios. Ver: www.virgendeguada-lupe.org. mx.

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2. Segunda proposición: Mil setecientos cincuenta años antes del presente [1794 es su presente], la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe ya era muy célebre y adorada por los indios ya cristianos, en la cima plana de esta sierra de Tenayuca donde la erigió templo y colocó Santo Tomás.3. Tercera proposición: Apóstatas los indios muy en breve de nuestra religión, maltrataron la imagen que seguramente no pudieron borrar, y Santo Tomás la escondió; hasta que diez años después de la conquista apareció la Reina de los Cielos a Juan Diego pidiendo templo, y le entregó la última vez su antigua ima-gen para que la llevara a presencia del Sr. Zumárraga [el Obispo de México].4. Cuarta proposición: La imagen de Nuestra Señora es pintura de los princi-pios del siglo primero de la Iglesia, pero así como su conservación su pincel es superior a toda humana industria, como que la misma Virgen María se estampó naturalmente en el lienzo viviendo en carne mortal.

La cuarta proposición es la principal y las otras tres son resultado de ésta, al decir del orador. Fray Servando admite directamente en el Sermón que todas las proposiciones son extrañas e inauditas, pero que las considera muy probables y tratará de demostrarlas o al menos si está equivocado, habrá excitado la desidia de sus paisanos para que probándole lo contrario, aclaren la verdad de esta historia. No obstante ello intentará exhibir algunas de sus pruebas “consultando a la brevedad y a la inteligencia de la mayor parte del auditorio que necesitaba anteriormente otros principios”.

Antes de comenzar a probar sus proposiciones –dice– debe “asentar quiénes son los indios mexicanos, cuándo y de dónde vinieron, si alguno de los apóstoles les predicó el Evangelio y cuál fue”. No pretende enredarse en interminables disputas, a las que considera vanas; pues los mismos monumen-tos indígenas se ocupan de demostrar lo que va a proponer. Empieza haciendo referencia a un “peñasco que está en el patio de nuestra universidad” –¿se trata del famoso Calendario Azteca?–16, el que según dice marca “la ruina de la antigua capital de los indios en el terremoto de la muerte de Jesucristo y la fundación de México cuatrocientos años después”17.

Las otras piedras desenterradas de la antigua Tenochtitlán y que se ha-llaban entonces al pie de la torre de la catedral, contendrían el “teomoxtli” o “libro de Dios”, por el que se sabría que los indios mexicanos eran la décima

16 En 1790 se produjo el hallazgo de tres monumentos prehispánicos en la Plaza Mayor, entre los que estaban la estatua de la diosa “Coatlicue” –madre de los dioses– y el “Calenda-rio Azteca”, desenterrados cuando se igualaba y empedraba el lugar. Hoy están en el Museo Nacional de Antropología de Ciudad de México.

17 Debe tenerse en cuenta que cuando habla de México se refi ere a la ciudad, no al país, que entonces era Nueva España, o Anahuac para Fray Servando.

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generación que trabajaba en la torre de Babel, y la decimotercera de Noé, que poblaron el nuevo mundo en los años bíblicos de 219018. Haciendo una rara mezcla de la proto-arqueología azteca, con los restos de huesos “antediluvia-nos” descubiertos en esos años, Fray Servando habla de “gigantes” que po-blaban el valle de México en la más remota antigüedad y que se extinguieron como había predicho Isaías en el momento mismo de la Pasión del Salvador. Así llega a santo Tomás, quien habría venido a predicar cinco años después de la muerte de Nuestro Señor; para lo cual vuelve a fundarse en el ya citado Boturini y en el calendario azteca, dando por sentado que el centro de este calendario señalaba el eclipse y terremoto que marcaban la muerte del Sal-vador.

Según Fray Servando, el licenciado Becerra Tanco –en sus investiga-ciones para la información de 1666–, había hallado en Tula una pintura y la tradición del apóstol hasta con el apelativo de “Mellizo” y “Gemelo” que le da el Evangelio (en realidad el propio nombre griego de Tomás alude a ello). En Oaxaca se hallaba la llamada Cruz de Santo Tomé, y citando a Torquemada, hace la comparación física entre Quetzalcoatl y santo Tomás. Según el mismo Torquemada, Quetzalcoatl era hombre blanco, crecido de cuerpo, frente ancha, ojos grandes, cabellos negros, barba grande y redonda y esta no es fi sonomía azteca sino “¡Es puntualmente la fi sonomía de santo Tomás!”, exclama.

Además, Quetzalcoatl

hacía penitencia, se levantaba a media noche, era castísimo, no admitía sacri-fi cios sangrientos de hombres ni animales sino sólo de pan, fl ores y perfumes, prohibía guerras y otros daños: ¡ésta es la ley de Jesucristo! Usaba vestiduras largas hasta los pies, y encima manta sembrada de cruces coloradas: ésta es la antigua vestidura de los patriarcas sucesores de los apóstoles en la Iglesia oriental.

Torquemada, prosigue Fray Servando, decía que

Quetzalcoatl sanaba a los enfermos, que enseñó a los indios a labrar plata y oro, esto es, los vasos y ornamentos sagrados, hasta que a los veinte años de su mansión en Tula un viejo llamado Titlacahua19 le dio una bebida que lo hizo llorar mucho amargamente y determinó marcharse. El santo, penetrado

18 Acá sigue la cronología bíblica que se hallaba en uso entonces entre los eruditos: se refi ere no a años antes de Cristo, sino a años desde la creación.

19 Nombre que Fray Servando traduce como “dueños de esclavos” en alusión a los que poseían esclavos para los sacrifi cios humanos. Según la mitología este personaje era el dios Tezcaltlipoca disfrazado para capturar o hacer emigrar a Quetzacoatl.

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de dolor, resolvió según el mandato de Jesucristo sacudir sobre esta tierra infructiva el polvo de sus sandalias… quemó las cosas que tenía fabricadas de plata y conchas, esto es, los vasos y vestiduras sagradas, para que no las profanaran, y escondió otras cosas preciosas en las sierras y barrancas de los ríos, esto es, a las imágenes del Señor de Chalma, de la Virgen de los Re-medios y otras que hay en el reino, milagrosas, de origen incógnito y que se han hallado en cuevas y sierras, y entre ellas Nuestra Señora de Guadalupe como después diré20.

Finalmente, según la tradición citada por el orador, Quetzalcoatl se fue a Cholula, y luego por mar hacia el Oriente “a predicar en las Indias orientales donde lo martirizaron”, dejando profetizado que una vez volverían otros se-mejantes a él, a dominarlos y enseñarles otra vez. Por los “suyos semejantes a él” se entendía hombres blancos, y “que eran suyos por la religión”. Éstos serían los españoles.

Que existía una profecía indígena sobre el arribo de hombres blancos y enviados de Quetzalcoatl no hay duda y que el año de su vuelta (Ce-Acatl: uno-caña) coincidió trágicamente con el 1519-20 en que aparecieron los pri-meros españoles en las costas de México, se halla documentado21. De hecho la primera reacción del emperador azteca Moctezuma fue la de llevarle a Cortés las vestiduras y atributos sacerdotales de Quetzalcoatl para que las vistiera. Cortés, avisado de las profecías, las aprovechó favorablemente al principio.

En muchas de las prácticas aztecas, los primeros evangelizadores y los extrañados cronistas –como lo registra Fray Servando– vieron restos de la predicación del apóstol en las ceremonias sagradas de los indios, las de la religión católica desfi guradas, quizás por acción de los demonios, como di-rían Fray Bernardino de Sahagún y Torquemada. Yendo más allá y usando de analogías idiomáticas y de la lingüística, muy en boga en la época de la Ilustración, el orador halla referencias a Jesucristo mismo en el nombre de

20 En verdad la tradición de la Virgen de los Remedios es muy distinta, como bien lo de-bería saber Fray Servando. Esta era una imagen que originariamente habían traído los conquis-tadores y a la que Cortés había colocado en el Templo Mayor de Tenochtitlán. Desaparecida en la huida de la “Noche triste” de 1520, apareció nuevamente a fi nes del siglo XVI. Nuestra Señora de los Remedios era la Virgen “española”, protectora de los españoles, y en la guerra de Independencia fue la “generala” de los realistas opuesta a la Guadalupe insurgente.

21 El año de la erección del Gran Templo de Huitzilopochtli en Tenochtitlán fue 1467 y era también “uno-caña”. En ese año, el señor de Tezcoco, Nezahualcoyotl, profetizó: “En un año como éste (Ce Acatl) se destruirá este templo que ahora se estrena, ¡¿quién se hallará presente, será mi hijo o mi nieto?! Cfr: LUIS MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, Motecuhzoma y Cuauhtemoc, los últimos emperadores aztecas, Madrid, Anaya Quinto Centenario, 1988, p. 37.

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Huitzilopochtli a quien traduce como “el señor de la espina en el costado”22; y a santo Tomás lo ve presente por todo el reino bajo diferentes nombres. Así en las aguas termales llamadas en mexicano tomatl traduce “agua de Tomás”, y en el topónimo “Tomatlan” entiende es “cercano al agua de To-más”.

Cierra esta parte de su Sermón diciendo que de este apóstol era la capa, y no la tilma de Juan Diego, en la que Nuestra Señora de Guadalupe está pintada. Pero inmediatamente hace la salvedad de que “nadie se equivoque pensando que yo niego las apariciones de María Santísima a Juan Bernardino y Juan Diego, antes creo fi rmísimamente que negarlas es una temeridad hija de la ignorancia y de la malignidad. Lo que yo constantemente niego es que María Santísima se pintase en la tilma de Juan Diego”.

La interpretación de Fray Servando del milagro, que asegura se basa en la tradición genuina es que quienes escribieron los informes de 1666 no dicen “que se formó la imagen de Nuestra Señora al desplegar la manta el indio en la presencia del señor obispo Zumárraga, sino que se vio entonces y no antes, y por estar ya fi gurada la imagen le mandó la Virgen al indio Juan Diego que no mostrase a persona alguna lo que llevaba antes que al señor Obispo”.

De tal forma la imagen no se habría pintado en presencia del obispo, sino que ya estaba allí. Todo ello según dice, se entiende comprendiendo la elegan-cia del idioma mexicano, volviendo así a lo que decía al empezar el Sermón acerca de los que no entendían las expresiones del náhuatl. Así la tradición debe interpretarse no en que Nuestra Señora se apareció y se estampó en la capa de Juan Diego sino que la imagen, que antes estaba escondida, se redes-cubrió.

En 1822 en su discurso al congreso constituyente vuelve sobre este tema del redescubrimiento y señala:

A consecuencia dije: que la Virgen Santísima no aguardó para ser nuestra Se-ñora y Madre a que pasaran mil seiscientos años, sino que lo fue desde que lo comenzó a ser de todos los cristianos. La misma Virgen en su primer recado, habló así a Juan Diego: Dirás al Obispo que te envía la Madre del verdadero Dios y que quiero que se me edifi que un templo en este lugar, desde donde muestre las antiguas entrañas de Madre, que yo conservo a la gente de tu lina-je. ¿Cuáles eran estas antiguas entrañas de Madre que conservaba al linaje de los indios, si se había estado mirándolos bajar a los infi ernos dieciséis siglos,

22 No está claro de dónde saca esta interpretación puesto que, en realidad el nombre del dios protector de los aztecas podía traducirse como “Hechicero-colibrí”, según lo recogido por Torquemada, Cfr. MIGUEL LEÓN-PORTILLA, op. cit., pp. 518-519.

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sin echarles una ojeada de compasión hasta que vinieron a degollarlos y escla-vizarlos apóstoles de cimitarra?”23

Volviendo al Sermón, pasa luego Fray Servando a hacer el estudio de la calidad de la tilma, para demostrar que no es tilma indígena sino la capa de santo Tomás por la forma de estar cosida y demás detalles. Sigue con el estu-dio lingüístico de los nombres de los dioses aztecas y, como ya había dejado sentado que Huitzilopochtli era el nombre deformado o atribuido a Nuestro Se-ñor Jesucristo, entendido como “el Señor de la espina en el costado”; entonces Coatlicue, la madre de Huitzilopochtli sería la visión alterada de la Santísima Virgen. Lo que sigue de este análisis es un intrincado estudio de simbologías y nombres aztecas, en los que halla simbolismos o referencias a la Virgen, los más de ellos rayanos en el ridículo y que no son tales, pero que le sirven, o al menos eso intenta, para probar que la capa del apóstol es donde está estampada la imagen de la Virgen de Guadalupe.

La segunda proposición, que pasa a analizar, es la de que la imagen de la Virgen era ya venerada antes de la llegada de los españoles y hacía entonces ya más de mil seiscientos años. Intenta en esta parte probar que santo Tomás estuvo en la sierra de Tenayuca, donde le había erigido un templo al que los indios cristianizados concurrían a celebrar y adorarla. La presencia del santo la “prueba” con el nombre que también daban a la sierra: Coatepec: “sierra del Mellizo” según él. Allí Santo Tomás habría levantado el templo y colocó la imagen de Nuestra Señora.

Como prueba arguye que los cronistas españoles, por ignorancia del idioma, confundieron las tradiciones de los indios. Los historiadores de la Nueva España señalan que en el lugar había un templo de la diosa “Teonanzin o Tonantzin”, de la que señalaron se traduce como “madre de los dioses y de todas las gentes”; diosa a la que hacían procesiones desde las partes más remotas del reino. Pero Fray Servando niega que al tiempo de la conquista hubiera tal templo, sino que éste existió, pero en tiempo de santo Tomás-Que-tzalcoatl, y fue destruido por los indios cuando apostataron del cristianismo. Sus restos dice se ven en la cima plana de la sierra de Tenayuca. Ese templo era el levantado por el santo a la Santísima. Virgen y traduce el nombre de “Teonanzin” no como madre de los dioses sino como “Teotenanzin”, lo que él dice signifi ca “la madre que está en la sierra es la madre del Señor”. Sigue con el estudio lingüístico atribuyendo otros nombres aztecas a la Virgen en refuerzo de su tesis.

23 O’GORMAN, op. cit., pp. 51-52. Discurso del Padre Mier al formular la protesta de Ley como diputado al primer congreso constituyente.

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Al apostatar los indios de lo enseñado por santo Tomás –sigue el orador en su Sermón–, maltrataron la imagen pero no la pudieron borrar, y santo Tomás-Quetzalcoatl antes de irse a Cholula la escondió; con esto fundamenta su tercera proposición. Fray Servando señala que cuando los indios volvieron a los sacrifi cios humanos, después de su apostasía, el santo “penetrado del más amargo dolor resolvió, según el mandato de Jesucristo, sacudir sobre esta tierra rebelde el polvo de sus sandalias”.

Finalmente llega a su cuarta proposición, que es “que la imagen de Nues-tra Señora es pintura de los principios del siglo primero de la Iglesia, aunque su pincel es superior a toda humana industria, como que la misma Virgen María viviendo en carne mortal se estampó naturalmente en el lienzo”.

Entre las razones que se le ocurren para probar que la imagen es del siglo primero de la Iglesia, encuentra letras de lo que llama “carácter sirio-caldeo, idioma nativo en que hablaban y escribían los apóstoles”. Los que compara con otros caracteres escritos en la que dice es la tumba de santo Tomás descubierta en la ermita donde oraba cerca de Malipur en las lejanas Indias orientales. Sigue con un análisis de las vestiduras de la imagen, que son tomadas por las manos del ángel que está debajo, e interpreta su forma como la de los rollos en los que en la antigüedad se escribían las sagradas escrituras.

En la parte fi nal de su Sermón intenta demostrar que no es pintura huma-na y señala las simbologías que hay en la imagen. Varias de las explicaciones o interpretaciones del simbolismo de la imagen que da Fray Servando son consideradas válidas hoy día, y pueden leerse en los libros y trabajos editados en red por la misma Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe24.

Sobre que no es pintura humana señala lo referido por pintores antiguos y modernos de su época, como también de los médicos sobre la milagrosa conservación de la tela, razones que son aludidas hoy día también; tales como que a los diez años posteriores a la conquista no había aquí sino indios y espa-ñoles; y ni unos ni otros pudieron pintar una imagen trazada de la manera en que está y con simbolismos que desconocían.

Por su postura, ademán y adorno la imagen signifi ca que es enteramente virgen. No está representada con niño porque representa la Encarnación, y por su altura y rostro no parece de más edad que 14 ó 15 años –según Fray Servando–, edad con que se apareció a Juan Diego, pues “el sencillo indio, arrodillado, jamás le contesta de madre sino: “Niña mía muy querida, reina y dueña mía”25.

24 Los trabajos y análisis pueden leerse además en la web, en www.virgendeguadalupe.org. mx.

25 Según los datos de la Basílica, la estatura de la Virgen en el ayate es de 143 centímetros y representa a una joven cuya edad aproximada es de 18 a 20 años. Cfr. www.virgendegua-dalupe.org. mx.

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El vientre abultado de la imagen lo ocupa el Verbo, lo que se confi rma con el cíngulo con que está ceñida y del cual sólo aparece sobre el vientre el nudo, “tlalpilli” en mexicano. Lo que da a entender que es la imagen de la Encarnación. Según los estudios e interpretaciones actuales, además, al llevar la Virgen el cabello suelto, es señal usada entre los aztecas de una mujer glorifi cada con un hijo en el vientre, lo que se confi rma con la forma aumentada del abdomen, donde se destaca una mayor prominencia vertical que trasversal, correspondiente a un embarazo casi en su última etapa. El cinto a que se hace referencia marca el embarazo de la Virgen y se localiza arriba del vientre. Cae en dos extremos trapezoidales, y en el mundo náhuatl este nudo representaba el fi n de un ciclo y el nacimiento de una nueva era. En la imagen simboliza que con Jesucristo se inicia una nueva era tanto para el viejo como para el nuevo mundo26.

Fray Servando señala que los pies de la imagen están calzados con san-dalia de oro como las que usaban emperatrices mexicanas y que pisa la Luna, la que está pintada “de color tierra oscura” y le da una interpretación indígena y cristiana a la vez. Pisa Nuestra Señora la Luna, que en mexicano es metztli, fi lo del maguey27. El color de tierra oscura para fray Servando recuerda el acontecimiento de la muerte de nuestro Salvador, ya que el color hace alusión al eclipse que se vio en ese instante. La Virgen mira a la izquierda de quien la mire, y tiene asido el manto sobre el brazo y va, como señala el Apocalipsis de San Juan: vestida del sol y calzada de la luna28.

Finaliza Fray Servando con la frase aplicada por la Santa Sede “non fecit taliter omni nationi”, (No hizo igual a ninguna otra Nación), al darle a la Vir-gen de Guadalupe a los americanos por norma y amparo.

La invocación fi nal es a la Virgen de Guadalupe en su templo, usando las atribuciones y nombres aztecas que le ha atribuido y “explicados” en el Ser-món. Muchos de estos nombres, como señalamos, están errados respecto de las interpretaciones actuales; y haciendo, además, alusión directa a la situación internacional existente entonces.

26 Ídem anteriores.27 Según la interpretación de la Basílica, las raíces de la palabra México en náhuatl son

“Metz-xic-co” que signifi can “en el centro de la Luna”. También es símbolo de fecundidad, na-cimiento, vida. Marca los ciclos de la fertilidad femenina y la terrestre. Cfr. idem anteriores.

28 La Virgen está rodeada de rayos dorados que le forman un halo luminoso o aura. El mensaje transmitido es, siempre según lo dicho en la página ofi cial de la Basílica, que ella es la Madre de la Luz, del Sol, del Niño Sol, del Dios verdadero, ella lo hace descender hacia el “centro de la Luna” (México, en náhuatl) para que allí nazca, alumbre y dé vida. Cfr. www.virgendeguadalupe.org. mx.

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Pero si la Señora nos ha dicho que para mostrarse en él Madre la más piadosa, nuestro amparo y refugio nos lo mandó fabricar, si baja presurosa a estas mon-tañas como en otro tiempo a las de Judea en solicitud de otro Juan precursor de nuestras dichas, si ruega, si insta, si promete, si lo busca por todas partes hecha centinela de amor en esta sierra, qué tenemos que hacer sino recurrir a ella sobre el seguro de su real palabra y con la mayor confi anza. Todos, Señora, clamamos a ti, única vida en que vivimos, apetecido alivio en nuestras triste-zas y fatigas, dulcísimo consuelo en nuestras penas, seguro asilo en nuestras esperanzas. Calmen, Señora, vuestros ruegos los severos rigores que han mere-cido nuestras culpas, especialmente ahora que los fi listeos de Francia insultan y atacan al pueblo de Dios. No permitas que triunfen ahora también, arca verdadera, como allá, por los pecados de los hijos de Helí, y quedes tú misma cautiva porque no te darán éstos cuartel como los otros fi listeos, ciégalos con polvo, terrible Teotenanzin29, para que no vean a los españoles y puedan allá restituirte tu antiguo culto como en esta sierra. Fidedigna Toncayoua30, no dejes más que estos esclavos del demonio nos sacrifi quen a su furia; fl orida Coyolxauhqui31, verdadera Coatlicue de Minyó32, desempeña el ser madre de los indianos desde el pie mismo de la cruz, su abuela, reina, nomencladora, su apóstola, fundadora de nuestra fe, norma y restituidora, conservadora hasta el fi n de los siglos. La paz sea contigo, María, extremadamente graciosa, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres porque tu hijo es el salvador de las almas, Jesucristo nuestro Señor, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

El Sermón que fue impreso contiene una nota fi nal que señala que éste contiene unos

29 “Madre de los dioses” o “Madre del Señor que está en la sierra”, según su interpreta-ción.

30 Según Torquemada, y lo toma Fray Servando en su Sermón: Tonacayoua era una diosa de los totonacas, que no admitía sacrifi cios sino de pan, fl ores y perfumes, y de la que esperaban los libertara de los sacrifi cios humanos a los que los sometían los aztecas. Fray Servando lo interpreta como “la que tiene al que encarna en lo nuestro o la madre del Verbo encarnado entre nosotros”.

31 Esto en el Sermón lo explica como “la que el Coyote (que según él es santo Tomás) adorna con fl ores”, o la señora de las fl ores, “de cuyo ejemplo vienen a los indios poner tantas fl ores a las imágenes”. Es también alusión al milagro de las fl ores en la tilma cuando la apa-rición ante el obispo.

32 Esta es la interpretación más extraña de todas pues traduce Coatlicue como “el vestido de la mujer es la capa del gemelo”, en alusión a santo Tomás, y lo toma como prueba irrefu-table de que “nuestra Señora está pintada en la capa del apóstol”. Minyó, lo explica como palabra otomí que signifi ca agua del coyote, símbolo de santo Tomás. Pero hoy se sabe que Coatlicue, que es la madre de Huitzilopochtli en la mitología azteca, quiere decir la de la falda de serpientes, y ello puede verse en la estatua azteca conservada, que es una mujer con cabezas y miembros de serpientes. Cfr MIGUEL LEON-PORTILLA, op. cit., pp. 518 y ss.

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ligeros apuntamientos los más perceptibles al vulgo. Sin embargo prueban, si se refl eja, que las alegorías son las historias de los indios como las de los orientales en que tanto se han afanado los más célebres autores. Debe también distinguirse el principal teorema de los resultados inferiores en fuerza, y por fi n se debe considerar el todo, pues la concordancia prueba la verdad así como la falsedad la variación, diciendo san Jerónimo ‘non est verum quod variat’.

Y cierra diciendo con algo de altanería: “Sobre todo, ¿en mi sistema qué argumento queda a los que niegan las apariciones y nuestra gloria? Hoc satis”. Se refi ere a la gloria de los mexicanos de contar con la Virgen de Guadalupe y haber sido evangelizados por el apóstol en tiempos evangélicos.

EL RESULTADO DE LA PREDICACIÓN DEL SERMÓN GUADALUPANO Y SU TRASCENDENCIA POSTERIOR

El mismo Fray Servando, en su discurso de 1822, cuenta que fue lo que siguió a la predicación del Sermón:

En acabando yo de predicar, los canónigos de Guadalupe me pidieron el ser-món para archivarlo como una pieza erudita que hacía honor a las Américas; pero los regidores de la ciudad me dijeron no lo diese porque se trataría de imprimirlo. Esto fue viernes, y ni entonces ni el sábado hubo escándalo o novedad alguna.

Pero fueron los “gachupines” –los peninsulares– quienes iniciaron las quejas, pues, según el predicador, ellos comenzaron a decir que les había intentado quitar la gloria de haber traído el Evangelio a Nueva España. Sin embargo, Fray Servando en su discurso de 1822 lo rebate diciendo: “como si esa gloria fuese suya y no nuestra, pues fue de nuestros padres: gloria fi liorum, patres forum”.

También le acusaron de que así arruinaba los derechos del rey de España en las Américas, que estaban fundados en la predicación del Evangelio; y re-bate “como si el Evangelio de paz y libertad pudiera ser título de dominio”. Al decir esto está afi rmando claramente cuál era y fue siempre su intención: ver-daderamente la de quitar a España el título de evangelizadora de las Indias.

Fray Servando en su discurso echa la culpa al arzobispo español de Méxi-co, Núñez de Haro, al decir que

el señor Haro, a quien Dios había permitido en su cólera pasase con el nom-bre de pastor a nuestra América, sin encomendarse a Dios ni al diablo, sin

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haberme oído ni héchome cargo alguno, envió orden a las iglesias para que los oradores del domingo infraoctava de Guadalupe, predicasen contra mí por haber negado la tradición.

Los procedimientos que siguieron fueron, según el fraile dominico acu-sado, conformes a la calumnia esparcida. Era su Provincial de Santo Domingo Fray Domingo Gandárias, español y enemigo jurado de los americanos, tanto como el mismo arzobispo, por lo que los dos convergieron en su contra y fue preso, aún en contra los privilegios de que gozaban los frailes regulares.

No se le permitió defenderse, dice, y se le quitaron tintero, papel, libros y toda comunicación. El arzobispo publicó fi nalmente un edicto, y fueron inútiles los intentos de Fray Servando de interponer un recurso ante la Real Audiencia.

Al día de haberse publicado el edicto se le intimó una sentencia “de diez años de destierro a la Península, reclusión todo ese tiempo en el convento de las Caldas, que está en un desierto, y perpetua inutilidad para toda enseñanza pública en cátedra, púlpito y confesionario”. La Inquisición –prosigue–, ese monstruo de las sartenes y las parrillas, no hubiera puesto mayor pena a un hereje convencido de tal”.

Se le confi scaron bienes, biblioteca y hasta las insignias de doctor. “No se ha visto un despojo más completo: libertad, honor y patria, bienes; todo se me quitó”. Exagera diciendo que en la Academia Real de Historia de Madrid se hizo leer hasta cinco veces esta sentencia porque no acababan de creer su exorbitancia: “pero no sólo era excesiva sino injusta por falta de trámites legales, y nula por la incompetencia del arzobispo, sobre un regular exento, a quien no se acusaba de herejía”.

En 1822 con más de veinte años de luchas por la independencia y algunos enfoques modifi cados, sin duda, Fray Servando afi rma que los dos procesos que le habían hecho los virreyes, eran a causa de que deseaba la libertad de su patria y que el patriotismo en él no era cosa nueva, y todo el ruido que motivó y la sentencia que dio el arzobispo, “no era más que el anti-americanismo de su delirio y rabia”33.

Según Fray Servando cuenta, exagerando algo la importancia del asunto original, que no pasó de ser interno y eclesiástico, él recurrió al rey, quien mandó se le oyera ante el Consejo de Indias, y se consultara a la Real Acade-mia de la Historia, “que era el cuerpo más sabio de la nación, y que examinó el asunto ocho meses, casi exclusivamente”.

33 Cfr: EDMUNDO O’GORMAN, op. cit., pp. 51-52. Discurso del Padre Mier al formular la protesta de Ley como diputado al primer congreso constituyente.

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Para cerrar su justifi cación dice el ex fraile dominico ante el congreso mexicano de 1822, que la respuesta fi nal fue que él no había negado la tra-dición de Guadalupe, ni había en su Sermón cosa alguna digna de censura o nota teológica y que

todo lo actuado en México era ilegal e injusto, y obra toda de la envidia y otras pasiones: que el arzobispo había excedido todas sus facultades, y su edicto era un libelo infamatorio desatinado y fanático, indignísimo de un prelado: que por lo tanto debía recogerse, el orador ser indemnizado, como pedía, en honor, pa-tria y bienes, y puesto bajo el escudo de las leyes contra sus perseguidores34.

Lo cierto es que, como se ha visto, pasó el tiempo referido en los encierros de los conventos de donde se escapaba y para sustraerse de la Inquisición debió ir de un lado hacia otro, hasta que fue pescado “in fraganti” en la invasión del caudillo Mina en 1817, donde tuvo fi nalmente que responder ante la In-quisición, pero esta vez por sedicioso, conspirador y miembro de sociedades secretas de americanos liberales.

Pero el Sermón guadalupano, que desde su encierro constituyó una de sus obsesiones, a tal grado de hacer referencia a él en cuanta oportunidad pudo, tenía sus raíces –concientes o inconscientes–, en la formación de una “Conciencia criolla anti-española” y sentaba las bases de la independencia ab-soluta. Por más que Fray Servando se justifi case en que sólo quería datar más antiguamente la tradición de la Virgen Guadalupana, el trasfondo del Sermón terminaba siendo político: si la conquista española y el posterior dominio de la corona de Castilla se había justifi cado en nombre de la evangelización; al acep-tarse la explicación “Servandina” de que muchos siglos antes de los conquista-dores, los indios ya habían sido cristianizados, los títulos de España quedaban sin legitimación moral, legal y espiritual. Se podía entonces ser mexicano e insurgente o independiente, sin por ello dejar de ser buen católico.

El Sermón era una muestra de lo que sucedía a fi nales del siglo XVIII en Nueva España y en buena medida en toda América: los criollos que por generaciones habían nacido en América, ya no toleraban la dominación de los “gachupines” y comenzaban a reivindicar aquello que los ayudaba a construir una nueva realidad criolla: la Tierra, la Historia común de trescientos años, y fi nalmente, la Religión y la Fe, todo aquello para lo cual ya no necesitaban a los españoles.

34 Ibidem anterior.

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La oposición argentina a la organización panamericana impulsada por Estados Unidos

(Segunda Conferencia, México, 1901-1902)

LEANDRO ARIEL MORGENFELDUBA-CONICET / IDEHESI

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RESUMEN

Este artículo analiza el enfrentamiento entre Argentina y Estados Unidos en la Segunda Conferencia Panamericana, realizada en México entre 1901-1902. Es parte de una investigación más general, que estudia las tensiones argentino-estadounidenses en el ámbito interamericano durante las distintas conferencias que se realizaron entre 1889 y 1955. Con amplia documentación inédita de las cancillerías argentina y estadounidense, se analiza un capítulo fundamental del proceso panamericano en el que se expresaban las distintas visiones sobre la integración continental. Como en la Primera Conferencia Panamericana, la delegación argentina puso todo su empeño en difi cultar en lo posible el avance de la organización impulsada por Estados Unidos.

PALABRAS CLAVE

Panamericanismo – Integración – Relaciones argentino-estadounidenses – Proteccionismo – Arbitraje

ABSTRACT

This article analyzes the confrontation between Argentina and the United States in the Second Pan-American Conference that took place in Mexico between 1901 and 1902. Is part of a more general study about the Argentine-American tensions during the different inter-american conferences between 1889 and 1955. Based on documents from the Argentine and the American Foreign Ministers that were not previously released, this work analyzes a fun-damental chapter of the Pan-American process in which the different visions

TEMAS DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA, XV (JULIO-DICIEMBRE DE 2009) pp. 159-193.

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about continental integration were discussed. As they did in the First Pan-American Conference, the Argentine delegation tried to prevent the progress of the organization driven by the United States.

KEY WORDS

Panamericanism – Integration – Argentine-American Relations – Protec-tionism – Arbitration

ANTECEDENTES DE LA CONVOCATORIA: LA ÚLTIMA DÉCADA DEL SIGLO XIX

En la década de 1880, cuando se concretó la Primera Conferencia Pana-mericana (Washington, 1889-1890), aún era muy exiguo el intercambio co-mercial entre Argentina y Estados Unidos, en parte debido al proteccionismo del país del Norte, que afectaba la entrada de algunos productos argentinos a ese codiciado mercado1. En la década siguiente aumentaron las relaciones comerciales y, durante la presidencia del demócrata Grover Cleveland, cuando disminuyeron las tarifas aduaneras sobre las lanas que Argentina exportaba a Estados Unidos, se produjo un comercio más equilibrado. Tras la vuelta de los republicanos a la Casa Blanca, bajo la presidencia de William McKinley, se impusieron nuevamente los sectores proteccionistas, aumentaron las tarifas y se resintió una vez más la relación bilateral, con las consabidas quejas de los exportadores argentinos. Desde la nueva asunción a la presidencia de Julio A. Roca, en 1898, las relaciones entre Estados Unidos y Argentina parecieron ser más cordiales por la actitud constructiva de los representantes diplomáticos en Buenos Aires y Washington –no casualmente William I. Buchanan y Martín García Merou fueron dos de las fi guras más destacadas en la Conferencia de México–. Buchanan llegó incluso a un acuerdo con el ministro de Relaciones Exteriores argentino, Amancio Alcorta, para disminuir recíprocamente ciertas tarifas aduaneras, con el fi n de aumentar el intercambio comercial bilateral. Justamente, durante este segundo gobierno de Roca, Argentina reingresó al Consejo Directivo de la Ofi cina Internacional de las Repúblicas Americanas, del cual se había retirado tras dejar de pagar las cuotas correspondientes, como forma de boicotear la organización panamericana impulsada por Estados

1 Cfr LEANDRO MORGENFELD, “David contra Goliat: Argentina frente a Estados Unidos en la Primera Conferencia Panamericana”, Revista Ágora Internacional, Año 4, Nº 8, abril 2009, pp. 4-11; CARLOS BULCOURF, “Voces de alerta contra la Conferencia Panamericana de 1889”, en Ciclos en la Historia, la Economía y la Sociedad, Buenos Aires, Año IX, Vol. 17, primer semestre, 1999.

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Unidos, desde 1889. Buchanan, representante estadounidense en la Argentina entre 1894 y 1899, había presionado al gobierno de Uriburu para que Argentina pagase lo que debía y pudiera volver a participar de la organización panameri-cana. Pero dichas presiones no tuvieron efecto sino hasta la asunción de Roca, que quiso reconstituir la relación diplomática con Estados Unidos y ordenó a Alcorta que reingresara al país a la organización y que moderara la crítica hacia el excesivo dominio estadounidense en su conducción.

La idea de convocar a una nueva conferencia panamericana fue lanzada por el presidente McKinley en su mensaje al Congreso estadounidense del 5 de diciembre de 1899. En febrero de 1900, una década después de la Primera Conferencia Panamericana, el Secretario de Estado norteamericano, John Hay, les propuso a los diplomáticos latinoamericanos acreditados en Estados Unidos convocar a una Segunda Conferencia2. El objetivo del gobierno estadounidense era aplacar el descontento generado en América Latina luego de la anexión de Filipinas, las Islas Guam y Puerto Rico por parte del coloso del Norte, tras la guerra contra España, y del establecimiento de un virtual “protectorado” en Cuba, cuya soberanía quedaría severamente limitada3. Roca anunció al Congreso argentino el 15 de agosto de 1900 que había aceptado la invitación de Estados Unidos a la conferencia. Sin embargo, ahí comenzó un debate en torno a la sede de dicha conferencia, ya que Argentina postuló a Buenos Aires como lugar para realizarla, enfrentando la iniciativa estadounidense de que la conferencia se realizara en la ciudad de México. La mayor parte de la clase dirigente argentina seguía siendo escéptica respecto del panamericanismo. Con reticencia, y en consonancia con la nueva orientación exterior más moderada de Roca –también había restablecido relaciones diplomáticas con el Vaticano–, el gobierno argentino aceptaba participar nuevamente en una conferencia que surgía de una iniciativa estadounidense.

Fue la Ofi cina Internacional de las Repúblicas Americanas, creada en la Primera Conferencia de Washington, la que preparó el programa y fi jó la Ciudad de México como lugar para la reunión. En junio se defi nió su sede. Todos los presentes siguieron la recomendación de Hay y votaron por la Ciudad de México, excepto Argentina y Perú, que lo hicieron por Buenos Aires. Este contrapunto podría operar como metáfora: Argentina seguía

2 Cfr. SAMUEL FLAGG BEMIS, La diplomacia de Estados Unidos en América Latina, Méxi-co, Fondo de Cultura Económica, 1944.

3 Cfr. LUIZ ALBERTO MONIZ BANDEIRA, La formación del imperio americano. De la guerra contra España a la guerra en Irak, Buenos Aires, Norma, 2007, pp. 43-51; ALONSO AGUILAR MONTEVERDE, El panamericanismo, de la Doctrina Monroe a la doctrina Johnson, México, Cuadernos Americanos, 1965, pp. 47-50.

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pretendiendo tener la iniciativa y contrariar a Estados Unidos como lo ha-bía hecho en la Conferencia de Washington, pero su capacidad de obstruir el avance panamericano iba menguando. Si algo debía ser destacado del programa votado, era la omisión de los temas que habían sido confl ictivos en la anterior conferencia: se excluyeron los planes de unión aduanera, la invocación a la reciprocidad comercial y la moneda común. Por eso, en el análisis de los puntos más salientes de la conferencia, incluiremos también las cuestiones que se pretendieron borrar, pero que de todas formas, a veces por iniciativa de los delegados argentinos, reaparecieron en las discusiones en la conferencia.

Junto a la Argentina, hubo también otro país que intentó poner trabas a la convocatoria: Chile. Pero, esta vez, no había una “acción conjunta” de estos dos países, como en los hechos se había dado en Washington, sino que ahora ambos confrontaron, utilizando el cónclave panamericano para posicionarse mejor en el confl icto bilateral4. El gobierno chileno, que estaba en fuerte disputa limítrofe y en plena carrera armamentista con Argentina5, temía nuevamente que se pusieran en cuestión los territorios conquistados en la Guerra del Pacífi co, que la asamblea tomara en cuenta los reclamos de Bolivia y Perú, e incluso que los confl ictos fronterizos con Argentina pu-dieran discutirse en la asamblea. Por eso el gobierno chileno quería limitar el programa de la conferencia, caracterizado en las reuniones previas como excesivamente “amplio” y “vago” en lo referido al arbitraje y a la corte de apelaciones. Chile exigió, en este sentido, un cambio en el programa, pero Argentina planteó que, si eso ocurría, se reservaba el derecho de no participar en la conferencia. Al principio, la Ofi cina Internacional pareció ceder a la presión chilena, temiendo el posible retiro del país del Sur. Pero esto generó una airada protesta argentina. Así lo expresaba el enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del gobierno argentino en Estados Unidos, García Merou, en carta enviada al ministro de Relaciones Exteriores el 15 de agosto de 1901:

4 Cfr. “La hostilidad argentino-chilena en la Conferencia de México de 1901-1902”, en: CARLOS ESCUDÉ y ANDRÉS CISNEROS, Historia general de las relaciones exteriores de la Repú-blica Argentina, Tomo VII, Buenos Aires, Centro Editor Latinoamericano, 2000.

5 Más allá de estas disputas, que como se verá a continuación condicionaron las dis-cusiones en la Conferencia de México, Argentina y Chile lograron, unos meses después de fi nalizada la Conferencia de México, un acuerdo por los confl ictos de límites. Los “pactos de Mayo”, fi rmados el 28 de mayo de 1902 en Santiago de Chile, contenían cuatro instrumentos principales: el acta preliminar, el tratado general de arbitraje, la convención sobre limitación de armamentos navales, y un acta solicitando al árbitro que fi jase los hitos demarcatorios sobre el terreno.

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163LA OPOSICIÓN ARGENTINA A LA ORGANIZACIÓN PANAMERICANA

Si persiste la fórmula de que el programa modifi cado será obligatorio para el Congreso, a menos que todos los miembros de esa asamblea decidan lo con-trario, conociendo lo difícil que es obtener unanimidad en esas materias, es obvio que nuestra representación se encontrará encerrada en los límites que ha querido trazar a la discusión el gobierno de Chile. Creo que en este caso, lo único que habría que hacer sería abstenerse de tomar parte en un cónclave que se inicia de una manera tan irregular6.

Finalmente, se llegó a un acuerdo para realizar algunas mínimas reformas al programa y lograr la participación de todas las delegaciones, incluyendo a la argentina y a la chilena, que habían amenazado con no participar. En esa misma carta enviada al ministro Alcorta, el representante argentino en Estados Unidos mostraba su escepticismo en relación con la futura conferencia:

… por lo demás nada práctico, ni serio ni ventajoso espero de los trabajos del futuro Congreso. La importancia que la reunión de esa Conferencia tiene para este país es grande porque ella satisface una exigencia de la política interna del partido republicano que quiere convencer a sus constituyentes y sostene-dores, que lo que persigue con la convocación del Congreso es la conquista del mercado Sud-Americano para los productos manufactureros de este país; al mismo tiempo que reafi rma ante el mundo el prestigio de la Doctrina Monroe, y muestra a la Europa que, como lo dijo el ex-Secretario de Estado Mr. Olney, la voluntad de los Estados Unidos es fi rme en el Continente que pretenden tomar en tutela. Dada la composición del Congreso y las tendencias del ele-mento mestizo que predominará en él, es de prever de antemano el acatamiento sumiso con que todas las indicaciones de este país serán aceptadas por los que desde ya aspiran a vivir bajo su férula protectora7.

Se expresan en esta carta algunas características de la diplomacia argenti-na que ya se habían manifestado en la anterior Conferencia de Washington: su oposición a los Estados Unidos, su reivindicación de Europa y su sentimiento de superioridad frente al resto de los pueblos latinoamericanos. En esta misiva, se destaca el “elemento mestizo” como “explicación” de la sumisión de las delegaciones latinoamericanas a Estados Unidos, lo cual refl eja las posiciones de parte de la clase dominante argentina, que anhelaba la civilización trans-plantada de Europa para morigerar la “barbarie autóctona”. La política hacia

6 MARTÍN GARCÍA MEROU al Ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina, 15 de agosto de 1901 (Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto –AMREC–, II Con-ferencia Panamericana, División Política, Folio 324).

7 Ibidem.

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otros países de la región estaba alejada de la concepción latinoamericanista y del ideario bolivariano que existía en el continente desde la etapa de las revo-luciones de la independencia8.

Estados Unidos, apenas días antes del inicio de la Conferencia de México, estaba conmocionado por el asesinato del presidente McKinley –seis meses atrás había asumido su segundo mandato consecutivo–, que murió poco des-pués de recibir el disparo de un anarquista, cuando atendía a la exposición panamericana de Buffalo. Fue reemplazado por el vicepresidente Theodore Roosevelt, quien, perfectamente conocedor de lo que había acontecido en Was-hington una década atrás, tomaría todas las precauciones para evitar el fracaso de esta segunda conferencia. En el contexto de una reticencia latinoamericana para con Estados Unidos luego de su intervención en la guerra contra España, Estados Unidos debía mejorar su imagen en la región, aventando las críticas por su intervencionismo. En las instrucciones de Roosevelt a su delegación, impartidas el 8 de octubre de 1901, planteaba lo inoportuno que sería que los delegados estadounidenses asumieran la organización de las discusiones y, en ese sentido, recomendaba:

Mucho cuidado debe ponerse para no herir las susceptibilidades de alguna de las Repúblicas, o inclinarse a favor de cualquiera de ellas, en las cuestiones que entre ellas existen. (…) Nada es más importante desde el punto de vista político que se haga entender que los Estados Unidos son amigos de todas las Repúblicas Latino-Americanas y no son enemigos de ninguna. Con este fi n será prudente no proponer nada radical, favorecer la libre expresión de miras entre los Delegados de todas las Potencias, y favorecer y sostener sólo aquellas

8 Existe una extensa bibliografía que caracteriza la política exterior argentina de este período, y en particular la relación con Estados Unidos y los demás países del continente americano. Véanse, entre otros, GUSTAVO FERRARI, Esquema de la política exterior argentina, Buenos Aires, Eudeba, 1981; LUIS SANTIAGO SANZ, “La historia diplomática”, en Historia ar-gentina contemporánea, 1862-1930, Buenos Aires, 1964; ISIDORO RUIZ MORENO, Historia de las relaciones exteriores argentinas, Buenos Aires, Perrot, 1961; HUGO RAÚL SALAS, Una política exterior argentina. Comercio exterior e ideas en sus orígenes y consolidación (1862-1914), Buenos Aires, 1987; DAVID SHEININ, Argentina and the United States. An alliance contained, Estados Unidos, University of Georgia Press, 2006; JOSEPH SMITH, The United States and Latin America. A history of American diplomacy, 1776-2000, New York, Routledge, 2005; JOSEPH A. TULCHIN, La Argentina y los Estados Unidos. Historia de una desconfi anza, Buenos Aires, Planeta, 1990; LUIS ET AL DALLANEGRA PEDRAZA, Los países del Atlántico Sur: geopolítica de la Cuenca del Plata, Buenos Aires, Pleamar, 1983; JUAN CARLOS PUIG, América Latina: Políticas Exteriores comparadas, Buenos Aires, CEL, 1984; ROBERTO ETCHEPAREBORDA, Historia de las relaciones internacionales argentinas, Buenos Aires, Pleamar, 1978; CARLOS BULCOURF, “El primer siglo de política exterior argentina y la política de no integración”, en Conceptos, Año 75, Nº 2, marzo/abril, 2000.

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medidas que tengan el peso de la aceptación general y que tiendan claramente a promover el bien común9.

En dichas instrucciones, se planteaba que siendo México el anfi trión, éste tenía que llevar la voz cantante, o el menos aparentarlo. Con el antecedente de la Primera Conferencia, en la cual la delegación argentina se las había ingeniado para obstaculizar todos los proyectos estadounidenses y exaltar el sentimiento “anti-yankee” de los representantes latinoamericanos, ahora se ponía especial cuidado en evitar la apariencia de hegemonía que podía hacer peligrar todo el proyecto panamericano10.

En Argentina, la actitud frente a esta nueva Conferencia Panamericana no parecía diferir demasiado de la anterior. La prensa nacional, en los meses previos, publicaba opiniones críticas contra la Conferencia y contra el afán hegemónico estadounidense. Incluso en el Congreso argentino se expresaron las voces opuestas a la participación argentina en la Conferencia, lo cual se tradujo en sendas discusiones en torno a los fondos a asignar, las instrucciones –que debían insistir en el arbitraje obligatorio, al contrario de la vez anterior– y la necesidad de evitar por todos los medios fastidiar a Europa. Ya antes de la conferencia, Argentina comenzaba a mostrar su afán de protagonismo.

CARACTERÍSTICAS DE LA CONFERENCIA

La Conferencia duró desde el 22 de octubre de 1901 hasta el 31 de enero de 1902. Participaron delegaciones de 19 países: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatema-la, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Domini-cana, Uruguay y Venezuela. Se sumaba República Dominicana, que no había participado de la Conferencia de Washington11. El único delegado de Brasil,

9 Instrucciones de Roosevelt a la delegación estadounidense a la Conferencia de México, 8 de octubre de 1901 [traducción al castellano de la propia delegación argentina] (AMREC, II Conferencia Panamericana, División Política, folios 225-236).

10 Esta táctica también se prolongaría en las siguientes conferencias, en particular en la Tercera (Río de Janeiro, 1906), en la que Brasil tuvo un rol protagónico, y en la Cuarta (Buenos Aires, 1910), en la que Argentina fue el gran protagonista, coincidentemente con las celebra-ciones más generales del primer centenario de la Revolución de Mayo.

11 Algunas obras que tratan los aspectos generales de esta Conferencia, en el marco del proceso general panamericano, son GORDON CONNEL-SMITH, The inter-American system, Oxford, Oxford University Press, 1966; JOSÉ JOAQUÍN CAICEDO CASTILLA, El panamericanismo, Buenos Aires, 1961; DELIA CHIANELLI, “Cien años de panamericanismo”, en Todo es Historia (Buenos Aires), Nº 270, diciembre 1989; FEDERICO G. GIL, Latin American –United States Re-

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José Hygnino Duarte Pereira, falleció el 18 de diciembre de 1901, con lo cual su país quedó sin representación en las últimas semanas de la Conferencia. Los delegados argentinos fueron Antonio Bermejo, profesor de Derecho In-ternacional de la Universidad de Buenos Aires; Martín García Merou, repre-sentante argentino en Estados Unidos; y Lorenzo Anadón, entonces decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, además de senador nacional. La delegación estadounidense estaba compuesta por el ex senador Henry G. Davis –jefe de la delegación–; William I. Buchanan, ex representante en la Argentina; Volney W. Roster, comerciante y miembro del Partido Republicano; Charles M. Pepper, periodista; y John Barret, futuro re-presentante estadounidense en Argentina y Panamá y futuro Director General de la Unión Panamericana12.

Esta vez, el programa de la Conferencia fue redactado por el Consejo Directivo de la Ofi cina Internacional de las Repúblicas Americanas13. No se aprobaron solamente recomendaciones, como en Washington, sino también convenciones, que para tener fuerza obligatoria requerían de la posterior ratifi cación de las naciones participantes. En el programa aprobado para la Conferencia se destacaban cinco ejes: la reconsideración de cualquier acuerdo alcanzado en la Primera Conferencia Panamericana, un plan de arbitraje, una corte internacional de reclamos, medidas tendientes a la promoción de las relaciones económicas entre las naciones americanas, y la reorganización de la Ofi cina Internacional de las Naciones Americanas.

En las instrucciones del presidente Roosevelt a su delegación se ponía especial énfasis en el fortalecimiento de las relaciones comerciales, para lo cual se requería:

… la facilidad del transporte de las mercancías, por medio de líneas de vapo-res, ferrocarriles, y el canal del istmo; la reciprocidad en las relaciones comer-ciales; la participación de todos en los negocios bancarios; y la creación de un cuerpo de agentes comerciales viajeros equipados debidamente para el comer-cio latino americano. No es imposible que en pos de un desenvolvimiento de

lations, New York, Harcourt Brace Jovanovich, 1971; MARK T. GILDERHUS, The second century. U. S.-Latin American relations since 1889, Wilmington, DE, Scholarly Resources, 2000; PHILIP LEONARD GREEN, Pan American progress, New York, Hasting House, 1942; ISMAEL MORENO PINO, Orígenes y evolución del sistema interamericano, México, SER, 1977.

12 Luego del traspié de Estados Unidos en la Conferencia de Washington, esta vez pusie-ron más cuidado en la selección de sus delegados y no es casual que un gran conocedor de la Argentina, como Buchanan, fuera parte de la delegación estadounidense.

13 International Bureau of the American Republics, Minutes of the Executive Committee, Washington, 1901, pp. 182-4, 199-210.

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este género venga la realización del pensamiento magnífi co de un ferrocarril intercontinental que una a los Estados Unidos con las localidades más remotas de la América del Sud. Todas estas empresas merecen ser estimuladas; pero el punto esencial a que deben dirigirse los esfuerzos de nuestra Delegación en la Conferencia habrá de ser el cultivo de un sentimiento de simpatía, y la remo-ción de todo espíritu de prevención que pueda existir contra nosotros, como pueblo, sembrando así la semilla de relaciones amistosas, de confi anza en los negocios, y de sentimientos permanentes de buena voluntad14.

Había un doble énfasis en las instrucciones a su delegación. Primero, que por todos los medios se intentara aplacar el sentimiento de repulsa que existía hacia el intervencionismo estadounidense ya descrito más arriba. Estados Unidos debía dejar que México presentara las principales iniciativas, para evitar que se coaligaran las delegaciones latinoamericanas, en torno a Chile o Argentina, y se repitiera el fracaso de la Conferencia de Washington. Segundo, el acento volvía a estar en la reciprocidad en las relaciones comerciales como la vía para abrir nuevos mercados. La diplomacia hacia América Latina debía centrarse en las necesidades de los exportadores estadounidenses.

En las instrucciones del gobierno argentino a sus delegados, se planteaba, en forma extremadamente sintética, que las materias del programa a discutirse en México no diferían en lo esencial de la Conferencia de Washington, por lo cual debían seguir la misma línea, incluyendo las conclusiones a que había llegado la delegación argentina en esa oportunidad, y que en caso de abor-darse temas nuevos, se pidieran instrucciones. Se planteaba que los delegados argentinos:

Tendrán presente en todo caso la necesidad de mantener y estrechar las relaciones de la Rep. Arg. con los Estados concurrentes a la Conferencia y especialmente con los Estados sud-americanos (…). Deben tener presente las variaciones que se han producido después de 1889 en la política de los Est. Us. del Norte y el acuerdo celebrado con estos por la Rep. Arg. que hasta ahora ha sido tomado en consideración, no obstante haberse prorrogado el plazo para su ratifi cación…15

En las escuetas instrucciones de Alcorta, se revela la esperanza que abri-gaba la diplomacia argentina en que prosperaran los acuerdos comerciales

14 Instrucciones de Roosevelt a la delegación estadounidense, doc. cit. 15 Instrucciones de Amancio Alcorta a los Delegados argentinos, impartidas el 5 de

septiembre de 1901 en Buenos Aires (AMREC, II Conferencia Panamericana, Legajo II, folio 418).

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bilaterales que aguardaban la ratifi cación del Congreso estadounidense. La delegación argentina fi rmó todos los Tratados, Convenciones, Resoluciones y Recomendaciones menos las referidas a la creación de una Comisión Ar-queológica Internacional, un Museo Comercial de Filadelfi a y una Policía Sanitaria. Sin embargo, ninguno de los Tratados y Convenciones suscritos por los delegados argentinos en la Conferencia fueron sometidos al Congreso de la Nación, lo cual no quitó que éste aprobara oportunamente la conducta de sus delegados16.

En la apertura de la Conferencia, y siguiendo la “tradición” inaugurada en Washington, Argentina intervendría para señalar sus primeras diferencias con Estados Unidos. Hubo una petición de la delegación de Ecuador, deplo-rando el asesinato de McKinley, citando una declaración del nuevo presidente Roosevelt, en la que éste indicaba que seguiría la política de su sucesor. Frente a esto, el delegado argentino Anadón sugirió que se quitara toda referencia al nuevo presidente de Estados Unidos, que estaba bien deplorar el asesinato anarquista, pero sin pronunciarse sobre la política del nuevo presidente estado-unidense. Esta moción de la Argentina logró la aprobación de la Conferencia. Al día siguiente, García Merou enunciaría un discurso sobre las tensas rela-ciones entre Colombia y Venezuela, pidiendo que la Conferencia expresara la necesidad de solucionar el diferendo limítrofe que enfrentaba a esos dos países latinoamericanos. La presentación del argentino se realizaba en nombre no sólo de su delegación, sino también de las de Bolivia, Brasil, Paraguay, Perú y Uruguay, lo cual mostraba, al igual que en la Primera Conferencia Panameri-cana, el afán de la Argentina de encolumnar a las demás naciones latinoame-ricanas, de mostrarse como un líder en la región. Para la delegación chilena, en cambio, esta propuesta argentina era una estrategia para pedir, luego, que se tratara la controversia entre Perú y Chile, lo cual sería poner nuevamente sobre la discusión los territorios que había adquirido en la Guerra del Pacífi co, y abriría la puerta para que la disputa limítrofe argentino-chilena fuera parte de los debates interamericanos, cuestión que venía tensando la Conferencia, como ya fue explicado, desde la redacción de su programa. La delegación del país trasandino intentó que la propuesta de incluir este tema fuera remitida a la comisión correspondiente, pero la resolución argentina fue fi nalmente apro-bada (tuvo 15 votos positivos, mientras que se abstuvieron Chile, Venezuela, Haití y Colombia).

Hubo acuerdo en nombrar al jefe de la delegación mexicana como presi-dente de la Conferencia, aunque antes existió una propuesta de Colombia de

16 Memorandum de la División Política del Ministerio de Relaciones Exteriores, fi rmado por el jefe de la División, el 13 de agosto de 1919 (AMREC, II Conferencia Panamericana).

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que la presidencia debía recaer en el jefe de la delegación estadounidense, Da-vis. Éste, cumpliendo el espíritu de las instrucciones de Roosevelt –de evitar hasta la apariencia de que Estados Unidos imponía su política en la naciente Unión Panamericana– no aceptó hacerse cargo del cónclave, pero aprovechó la ocasión para pronunciar un discurso en el que se expresaba la posición estadounidense:

… ochenta millones de habitantes de los Estados Unidos, un pueblo feliz, sin-cero, leal, independiente y amante de la libertad… les dicen a nuestros amigos del Sur que no deseamos nuevos territorios, pero que nos mantenemos fi rmes, tan fi rmes como los medos y los persas, en lo que se conoce como la doctrina Monroe, que signifi ca que vuestro territorio debe ser protegido… y vuestras libertades garantizadas por siempre17.

Con prudencia, reafi rmaba su política de “gendarme” protector del con-tinente frente a Europa. Si bien no se llegó a nombrar a Davis presidente de la conferencia, sí fueron nombrados “presidentes honorarios” Ignacio Marichal, ministro de Relaciones Exteriores del país anfi trión, y su par John Hay, con lo cual volvía a dársele un status formal privilegiado al encargado de la diplo-macia estadounidense.

El programa, como ya se explicó, fue mucho más limitado que en la conferencia anterior, con el objetivo de reducir al mínimo las controversias y los confl ictos y así, rehabilitar el débil sistema panamericano, luego de una década de estancamiento. El precio del “éxito”, entonces, fue una cuidada selección de los temas que serían abarcados y la decisión de dejar de lado los más confl ictivos. Hubo 18 comisiones de trabajo. Antes de que se iniciara el trabajo se produjeron otros dos desencuentros entre las delegaciones argen-tina y estadounidense. El primero giró en torno a la libertad de prensa en la Conferencia. Estados Unidos, México y Haití se expresaron en contra de la posibilidad de que los periodistas fueran admitidos en las sesiones plenarias de la Conferencia. Argentina, Bolivia y Perú propusieron, en cambio, que se dejara asistir a la prensa libremente, para que todos los debates fueran publica-dos en la prensa continental y mundial. Así lo relataba en su informe posterior Antonio Bermejo:

17 Citado por THOMAS F. MCGANN, Argentina, Estados Unidos y el sistema interame-ricano, 1880-1914, Buenos Aires, Eudeba, 1960, p. 307. Este autor presenta un ineludible estudio acerca de la relación argentino-estadounidense en las primeras cuatro conferencias panamericanas.

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Si es indudable que la presencia de una barra popular podría infl uir aunque no fuera más que por la acción del convencido fenómeno refl ejo de la simpatía, en perjuicio de la moderación y templanza con que deben tratarse, especialmente los asuntos que interesan a diversos Estados, no lo es menos, que ese inconve-niente quedaba salvado al no dejarse completamente libre el acceso al recinto, a lo que se agrega que, en nuestro caso, el secreto era una precaución inútil, por la naturaleza misma de los asuntos que la Conferencia estaba llamada á considerar. Por esto apoyamos la proposición de la Delegación Peruana, repeti-da por la de Chile, para que los representantes de la prensa fueran admitidos en el recinto de las deliberaciones, lo que fue resuelto por la Conferencia, contra el voto de las delegaciones de los Estados Unidos, de Haití y de México18.

Esto, que para Bermejo era un progreso respecto del congreso anterior, se podría explicar por la necesidad de que la voz argentina fuera directamente escuchada por la prensa internacional, y especialmente la europea, con quien los delegados argentinos parecían querer congraciarse. El segundo “roce” giró en torno a un informe que presentó la delegación argentina en noviembre, a poco de haberse iniciado la conferencia, en el que fustigaba contra el protec-cionismo estadounidense y lo sindicaba como causante de la difi cultad para estrechar las relaciones comerciales bilaterales, perjudicando especialmente a los exportadores argentinos, que eran las víctimas de esta discriminación. Este informe fue traducido también al inglés y leído por la delegación argentina durante la misma asamblea.

A continuación, se analizarán cuáles fueron los principales temas discu-tidos en la Conferencia.

2.1. Arbitraje

Uno de los ejes de discusión, nuevamente, giró en torno al arbitraje. Ya desde la redacción del programa hubo un enfrentamiento entre dos concep-ciones. Una que abogaba por el arbitraje amplio, obligatorio y retrospectivo, y otra que pugnaba porque fuera limitado, voluntario y sólo para controversias que se suscitaran en el futuro. Estados Unidos, Argentina y Chile fueron los tres protagonistas en los debates. El último, manteniendo su posición anterior, y los dos primeros, invirtiendo las posiciones que habían sustentado en la Primera Conferencia Panamericana. Luego de intensas discusiones, que se

18 ANTONIO BERMEJO, “Informe del Delegado de la República Argentina ante la Segunda Conferencia Internacional Americana reunida en México”, París, 15 de abril de 1902 (AMREC, II Conferencia Panamericana, Legajo III, Folios 115 a 151).

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desarrollarán a continuación, se fi rmaron dos tratados, uno en la Conferencia y otro por fuera de ella. El primero, que fue suscripto por la casi totalidad de los países participantes, adhería al arbitraje voluntario y limitado, de acuer-do con los principios establecidos en la Convención de la Haya aprobada en 189919. El segundo, adhería al arbitraje obligatorio y fue fi rmado, al margen de la Conferencia, por diez países.

Estados Unidos invirtió su posición anterior: de sostener el arbitraje obligatorio y retrospectivo en la Conferencia de Washington, pasó ahora a defender el arbitraje voluntario y limitado, de acuerdo con los principios que se habían acordado en la Convención de la Haya. A diferencia de 1890, ahora Estados Unidos desplegaba un intervencionismo en su “patio trasero”. Por esta razón, no querían que se aprobara un arbitraje más amplio, que pudiera limitar su política exterior expansionista. Además, la reciente oposición del Senado estadounidense a otro tratado de arbitraje obligatorio había convencido al gobierno estadounidense de la imposibilidad de que su Congreso adhiriera al principio que había sostenido Blaine una década atrás20.

Por otra parte, tanto Chile como Argentina pretendían utilizar la Confe-rencia para resolver los diferendos limítrofes a su favor. Chile tenía una po-sición “mixta”: sostenía que había que estipular el arbitraje “obligatorio para las cuestiones pecuniarias y de daños y perjuicios, y voluntario y facultativo para todo cuanto atañe a la soberanía y honra e integridad de las naciones…”.21 El objetivo de Chile, como ya se explicó a la hora de establecer el programa de la Conferencia, era evitar que se discutieran los territorios que había con-seguido tras la Guerra del Pacífi co22. Al igual que en Washington, volvía a oponerse al arbitraje compulsivo, y bregaba por el “arbitraje facultativo”, que se había aprobado en La Haya en 1899. Chile tenía oposición de varios países latinoamericanos, tal como lo expresa el delegado de su país, Joaquín Walker Martínez:

19 En la Primera Conferencia de La Haya, de los países americanos solamente participaron Estados Unidos y México. Ambos habían suscripto el acuerdo sobre arbitraje, aunque Estados Unidos lo había hecho con una salvedad, con el objetivo de quedar habilitado para continuar su política intervencionista en el Caribe.

20 Cfr. J. LLOYD MECHAM, The United States and Inter-American Security, 1889-1960, Austin, University of Texas Press, 1961, pp. 59-61.

21 Ministro chileno Carlos Morla Vicuña al Ministerio de Relaciones Exteriores, Washing-ton, 6-5-1901. en Archivo Nacional de Chile, Fondo del Ministerio de Relaciones Exteriores – T.969. Citado por DELIA OTERO, Integración Latinoamericana. Ciclos en la construcción de un proyecto fundacional, Córdoba, Alción Editora, 2007, p. 176.

22 Una obra ineludible sobre la actuación de Chile en esta Conferencia y su posición sobre el “arbitraje forzozo” es la de JOAQUÍN FERMANDOIS, Mundo y fi n de mundo: Chile en la política mundial, 1900-2004, Santiago de Chile, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2005.

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Nuestra situación no está mala, no obstante que no hemos encontrado el apo-yo que esperábamos. Guatemala nos es adversa; Paraguay hostil; Uruguay batiendo siempre contra nosotros; el Brasil representado por un viejo bastante torpe, que no es ni ha sido diplomático, levantando en todas partes su bandera del arbitraje obligatorio; Argentina, Perú y Bolivia unidos como una tabla para cruzarnos el camino donde y como pueden; Colombia con un delegado amigo y otro enemigo; Venezuela reservadísima. ¡Amigos francos sólo el Ecuador y las cuatro pequeñas repúblicas de Centro América!…23

La táctica chilena, entonces, pasó por convencer a Estados Unidos de que el arbitraje obligatorio lo ataría de manos en su política exterior imperialista, por lo cual debía rechazarlo. Así se lo transmitió el gobierno brasilero a su re-presentante en Buenos Aires, varios meses antes del inicio de la Conferencia:

Estados Unidos no sólo acepta por ahora la teoría chilena, sino que puede convertirla en una posición propia, porque el representante de Chile supo tocar el punto débil del interés norteamericano, sugiriendo que la aceptación del arbitraje ilimitado, podía afectar las ambiciones del imperialismo yankee, tan celoso como susceptible, en lo que se refi ere a las conquistas últimamente realizadas y cuya incorporación completa aún no es un hecho24.

Estados Unidos, al igual que Chile, propuso que los países americanos se limitaran a adherir a lo resuelto en La Haya, en lo que a arbitraje respecta.

Argentina, en contraposición, pretendía que la Conferencia tuviera en cuenta las disputas existentes bajo el sistema del arbitraje. Junto a Perú, consideraban la Guerra del Pacífi co y a las anexiones chilenas de territorio boliviano y peruano, como una disputa pendiente. Y presionaron a la diplo-macia estadounidense. El encargado de negocios argentino en Washington fue instruido por García Merou, desde México, para que informara al Secretario de Estado, Hay, que la Conferencia resultaría un fracaso si Estados Unidos dejaba de utilizar su infl uencia legítima en pos del arbitraje obligatorio. Como puede apreciarse, se invertían las posiciones de la Conferencia de Washington, en la cual Estados Unidos había bregado porque el arbitraje fuera compulsivo y tuviera la forma de un tratado, mientras que Argentina había tratado con éxito de impedirlo, votándolo sólo como una recomendación. Lo primero que establecían las instrucciones del presidente Roosevelt a su delegación en

23 Joaquín Walker Martínez a Germán Riesco, México, 13/11/1901. Citado por OTERO, op. cit., p. 180.

24 Telegrama cifrado de Olyntho de Magalhaes a Ciro de Azevedo, Río de Janeiro, 21/05/1901. Citado por OTERO, op. cit., p. 176.

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cuanto al arbitraje, era contundente en este sentido: “Todo arbitraje deberá ser voluntario”25. Esto se refería tanto a las cuestiones de disputas limítrofes como a las reclamaciones pecuniarias, situación que será abordada en el apartado siguiente.

El tema del arbitraje fue sin dudas el más ríspido de la Conferencia, en parte por las disputas pendientes entre Chile y Perú. La comisión de arbitraje se integró con un miembro de cada delegación. En ella, la delegación mexica-na, anfi triona, presentó su plan de arbitraje, que planteaba que se refrendara lo resuelto en La Haya dos años atrás. Argentina, por su parte, retrucó que el litigio chileno-peruano debía ser arreglado por medio de un arbitraje compul-sivo. Estados Unidos, como ya se dijo, tenía instrucciones de evitar que el tema fuera abordado por la Conferencia y terminó apoyando la propuesta mexicana, que cumplía lo establecido en las instrucciones de Roosevelt:

[…] ha de tenerse muy presente que no es atribución de una Conferencia vo-luntaria la de imponer el empleo de estos medios para el ajuste de diferencias o discordias. Con respecto a las actuales cuestiones entre el Perú y Chile, nos será imposible, por lo tanto, apoyar ninguna opinión que conceda jurisdicción a la Conferencia para asumir las responsabilidades de una Junta arbitral, to-mando conocimiento de esas disputas, y dictando providencias para efectuar su arreglo26.

Sin embargo, más allá de la pretensión estadounidense, el tema se coló y complicó casi todas las discusiones de la Conferencia, hasta hacerla peligrar. Mientras que la delegación estadounidense había recibido expresas instruc-ciones del presidente Roosevelt para que apoyaran el arbitraje voluntario y el arreglo pacífi co de disputas, pero sin tomar posición en las controversias existentes –manteniendo una estricta neutralidad en las disputas entre países latinoamericanos–, la delegación argentina procuró que el arbitraje fuera real-mente efectivo, obligatorio27. Chile terminó apoyando el arbitraje obligatorio,

25 Instrucciones de Roosevelt a la delegación estadounidense, doc. cit.26 Ibidem.27 Según el informe ya citado del delegado Bermejo, “La Delegación de los Estados

Unidos de América, por su parte, propiciaba exclusivamente la adhesión a las Convenciones de La Haya, resistiendo toda otra solución y mucho más aún la fi rma de compromiso alguno que vinculara a su país, para el futuro, en un tratado de arbitraje obligatorio”. En este giro de la política exterior estadounidense, mucho tuvo que ver, como ya se señaló, la oposición del Senado a la aprobación de cualquier tratado que estableciera el carácter compulsivo del arbitraje, que consideraban la situación ideal, pero ilusoria e impracticable. Según el Reporte de los Delegados Estadounidenses a la Segunda Conferencia Panamericana, las instrucciones eran claras en este sentido. Buchanan prefería no insistir con el arbitraje obligatorio, también

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pero sólo para las disputas futuras, excluyendo expresamente las controversias en curso. En el informe que la delegación argentina había preparado para la Conferencia, se planteaba que éste era un punto capital, y se instaba a los de-más países a avanzar en la legislación sobre la cuestión:

¿Qué hizo la Primera Conferencia Pan-Americana para afi anzar la paz en América, punto principal de su programa, porque sin ella sería un tiempo lastimosamente perdido el que se empleara en deliberar sobre ferrocarriles, vías marítimas de comunicación, bancos, etc., puesto que sin paz no hay pro-ducción, ni por lo mismo desarrollo de intercambio comercial? Por iniciativa de las Delegaciones Argentina y Brasilera, la Conferencia Pan-Americana de Washington aprobó, casi por unanimidad, las bases de tres proyectos estrecha-mente relacionados, que fueron saludados con aplauso por todos los amigos de la justicia: 1. Una declaración en favor de la solución pacífi ca de las diferencias internacionales y las bases de un Tratado de Arbitraje obligatorio para todas las cuestiones actuales y futuras que no afectaren la independencia nacional; 2. La recomendación del mismo plan respecto a las naciones Europeas; 3. La eliminación del principio de conquista del Derecho Público Americano. ¿Qué hará la Segunda Conferencia Pan-Americana en el mismo sentido…?28

La exhortación argentina pareció haber tenido efecto positivo en cuanto a instalar el tema. Si bien no logró el apoyo para resolverlo en el marco de la Conferencia, al menos Argentina consiguió que otros nueve países, mediante un tratado fi rmado al margen, se obligaran a someterse al arbitraje en caso de no encontrarse una solución por la vía diplomática. En el artículo primero, este tratado decía:

Las Altas Partes Contratantes se obligan a someter a la decisión de árbitros todas las controversias que existen o lleguen a existir entre ellas, y que no puedan resolverse por la vía diplomática, siempre que a juicio exclusivo de alguna de las Naciones interesadas, dichas controversias no afecten ni la in-dependencia ni el honor nacionales29.

por la oposición de Chile, y por la necesidad de hacer prevalecer la unidad de criterios entre las naciones participantes de la Conferencia.

28 DELEGACIÓN ARGENTINA A LA II CONFERENCIA PANAMERICANA, “Informe que la Delegación de la República Argentina presenta a la Segunda Conferencia Panamericana”, 26 de noviembre de 1901 (AMREC, II Conferencia Panamericana, División Política, Legajo III, Folios 159 a 197).

29 Segunda Conferencia Internacional Americana, México 1901-1902. Recomendaciones, Resoluciones, Convenciones y Tratados, en DOTACIÓN CARNEGIE PARA LA PAZ INTERNACIONAL, Conferencias Internacionales Americanas 1889-1936. Recopilación de tratados, convenciones,

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Ésta fue la forma que encontraron los delegados argentinos para introducir el polémico arbitraje obligatorio, ahora tan resistido por Estados Unidos.

Existió, también, otro protocolo propuesto por Estados Unidos, que logró el compromiso de todos los países de adherir a la convención de La Haya de 1899, referido al arreglo pacífi co de los diferendos. Este protocolo fue fi rmado por fuera de la Conferencia, el 15 de enero, por los delegados de Argentina, Bolivia, Costa Rica, Estados Unidos, Perú, Colombia, Nicaragua, Paraguay, Santo Domingo, El Salvador, Uruguay, Guatemala, Haití, México y Honduras –Brasil no lo fi rmó porque, al haber fallecido su único delegado en la Confe-rencia, ya no tenía representación en ella–. Luego hubo diferendos con Chile y Ecuador, pero fi nalmente terminaron adhiriendo al último protocolo. Así, se llegó a una resolución intermedia: todos adhirieron al arbitraje voluntario de La Haya –tal como quería Estados Unidos–, pero también Argentina logró fi rmar un tratado de arbitraje obligatorio con las otras nueve naciones men-cionadas más arriba. Pepper, uno de los delegados estadounidenses, explicaba así la postura de su país:

La delegación de los Estados Unidos, sin apoyar ni admitir en forma alguna la teoría del arbitraje obligatorio, reconoció el perfecto derecho de aquellas nacio-nes que lo aceptan para entrar en los arreglos que consideren oportunos. En este asunto del arbitraje, los Estados Unidos estuvieron representados por William I. Buchanan, ex-ministro ante la República Argentina, cuyo conocimiento de los asuntos sud-americanos y del arbitraje práctico y teórico, inspiraba respeto y confi anza. Este respeto fue aumentando por la habilidad e imparcialidad con que él contribuyó a mantener y reconciliar los elementos antagónicos30.

Previamente a la resolución del confl icto entre las distintas posiciones, la delegación argentina utilizó todos los instrumentos disponibles para presionar a los demás países, y en particular a Estados Unidos. En carta al Ministerio de Relaciones Exteriores, los delegados argentinos llegaron a manifestar la intención de que las delegaciones argentinas en Berlín y Roma presionaran a la prensa de esos países para que se sugiriera la disolución de la Conferencia de México y que se ofreciera a Buenos Aires como futuro lugar de reunión:

recomendaciones, resoluciones y mociones adoptadas por las siete primeras conferencias internacionales americanas, Washington, 1938, p. 80. Este tratado fue fi rmado por México, Guatemala, Santo Domingo, El Salvador, Venezuela, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina. Sólo El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Perú y Uruguay fi nalmente depositaron su ratifi cación o su adhesión a dicho tratado.

30 CHARLES M. PEPPER, “La Convención Pan-Americana en México”, en The Evening Post, 28 de enero de 1902 (AMREC, II Conferencia Panamericana, División Política, Folio 97).

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Delegado del Uruguay ha manifestado hoy se conservaría neutral en el arbitraje y propuso que es necesario postergar las reuniones comisión arbitraje hasta el 19 noviembre acordado. En mi opinión una actitud defi nida delegados de los Estados Unidos decidirá el arbitraje. Convendrá procure Usted que se agite la prensa alemana, la prensa italiana sugiriendo la disolución Congreso de México como consecuencia el proyecto delegados de México. Deseamos su autorización ofrecer la ciudad de Buenos Aires para reunir próxima conferencia31.

El Ministerio de Relaciones Exteriores, a su vez, instruyó en ese sentido a sus representantes en Italia y Alemania. Envió ese día un telegrama a las delegaciones argentinas en Roma y Berlín:

Proposición delegados México en Congreso Pan Americano implica retroceso porque limita casos arbitraje proclamados Washington y La Haya. Conviene diarios combatan una proposición sugiriendo inutilidad congreso probable disolución como medio de infl uir en modifi cación de aquella32.

Pocos días después, cuando el tema aún no se había solucionado, los de-legados argentinos enviaron una carta informando del diferendo por el tema del arbitraje en la que pedían autorización para amenazar con abandonar el Congreso en caso de que México, el anfi trión y conductor de la Conferencia, cediera a las presiones de Chile y Estados Unidos:

Aunque los dos tratados sobre adhesión La Haya y otro arbitraje amplio obligatorio ha sido fi rmado 26 diciembre, delegados de Chile, con auxilio de Buchanan, han podido impedir hasta ahora que sea presentado Congreso de México. Según todos los informes, el gobierno Mexicano está para ceder a la presión, prefi riendo que el Congreso prescinda del arbitraje. Pensamos que si la violación de este compromiso sagrado se consumara no podríamos continuar asistiendo decorosamente al Congreso y pedimos anticipadamente autoriza-ción para retirarnos del Congreso presentando una exposición de los hechos. Entretanto, por 6 naciones, se ha hecho saber al Presidente del Congreso la abstención de concurrir a las sesiones mientras no se resuelva el incidente33.

31 Telegrama de Delegados argentinos al ministro de Relaciones Exteriores, México DF, 9 de noviembre de 1901 (AMREC, Legación Argentina en Estados Unidos, II Conferencia Panamericana. Washington, Legajo II, folio 573).

32 Telegrama del ministro de Relaciones Exteriores a Representantes argentinos en Roma y Berlín, Buenos Aires, 9 de noviembre de 1901 (AMREC, Legación Argentina en Estados Unidos, II Conferencia Panamericana. Washington, Legajo II, folio 576).

33 Telegrama de Delegados argentinos al ministro de Relaciones Exteriores, 7 de enero de 1902 (AMREC, Legación Argentina en Estados Unidos, II Conferencia Panamericana. Washington, Legajo III, folios 13 y 14).

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Esta presión, como ya fue dicho, fi nalmente surtió efecto, al menos en parte, ya que logró instalar el tema y lograr el apoyo de varios países. Sin embargo, Estados Unidos no cedió. John Hay, luego de sendos intercambios de opiniones con sus delegados, los instruyó, a lo largo de todo diciembre y enero, para evitar que se aprobara el arbitraje compulsivo que proponían Ar-gentina y otros países34.

Una vez más, la delegación argentina se ponía a la cabeza de un grupo considerable de países latinoamericanos y lograba imponer, al menos entre un número importante de países, una iniciativa suya, el arbitraje obligatorio, enfrentada en principio al mandato estadounidense y, en este caso, también a los intereses de su segundo “rival” de la Conferencia: Chile. De todas formas, como bien explica el experto venezolano Jesús María Yepes, en algún sentido había un retroceso frente a la recomendación, emanada en la Conferencia de Washington, de establecer el arbitraje general y permanente como principio para resolver los diferendos territoriales entre naciones americanas:

Desgraciadamente, la euforia de la Iera Conferencia habría de ser contrarresta-da por la defección que se produjo en la IIda Conferencia (México, 1901-1902), que marca un retroceso de la idea de arbitraje, tal como ha sido preconizada tradicionalmente por las naciones latino-americanas. Estas últimas, que no ha-bían sido invitadas a la Conferencia de la Paz de La Haya de 1899, resolvieron fi rmar, en México, un protocolo de adhesión a la convención sobre arbitraje facultativo, aprobado en la Conferencia de La Haya, cuyos principios serían considerados en lo porvenir como ‘parte integrante del Derecho Internacional americano’. Esta actitud incomprensible y retrógrada implicaba el abandono del arbitraje ‘general, permanente y obligatorio’ –es decir, el arbitraje boliva-riano– para contentarse con un arbitraje puramente ‘facultativo’. Las naciones americanas, olvidadizas de su tradición cuasi secular, mucho más avanzadas que la vieja Europa en materia de arbitraje, se adherían inconsultamente a las ideas europeas proclamadas en La Haya35.

Estados Unidos y Chile lograban, así, su cometido de evitar una adhesión continental a un arbitraje amplio y compulsivo, que en el primer caso podría haber difi cultado su creciente política intervencionista y expansionista, que con el “gran garrote” se extendía por América Central y el Caribe, y que en el segundo también podía condenar las anexiones de territorios bolivianos y

34 Cfr. Cartas confi denciales de John Hay al delegado Davis del 9 y el 12 de diciembre de 1901 (NARA, Department of State, Second Interamerican Conference).

35 JESÚS MARÍA YEPES, Del Congreso de Panamá a la Conferencia de Caracas, 1826-1954, Caracas, Gobierno de Venezuela, 1976, pp. 42-43.

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peruanos. Argentina, sin fuerza sufi ciente para impedir esta resolución, al menos logró que este tema fuera central en la Conferencia y fi rmar con otras nueve naciones un compromiso de someterse al arbitraje obligatorio.

2.2. Tratado sobre reclamaciones por daños y perjuicios pecuniarios y derechos de los extranjeros

Estados Unidos, si bien se oponía al arbitraje compulsivo para las cuestio-nes generales, sí planteaba que podía aplicarse a problemas más específi cos, como los derivados de las reclamaciones por daños y perjuicios monetarios36. Quería defender las propiedades y capitales de estadounidenses en las demás repúblicas americanas, pero no quería que un acuerdo demasiado amplio sobre el arbitraje referente a reclamaciones por deudas le “atara las manos” en caso de disponer una intervención militar si sus intereses (o los de sus ciudadanos en otros países) se vieran afectados. Por eso buscó enfrentar la defensa argen-tina del arbitraje compulsivo en caso de reclamaciones pecuniarias, a través de la Corte Permanente de La Haya, sin establecer un tope máximo para la suma de dinero demandado. La delegación estadounidense, por medio de Buchanan, planteó que sí debía fi jarse un límite y sostuvo esa propuesta contra el voto de Argentina, Bolivia, Haití y Santo Domingo.

Tanto Estados Unidos como México intentaron restringir la resolución a la adhesión de las naciones latinoamericanas a la Convención de Arbitraje de La Haya de 189937. Esta postura generó una gran oposición por parte de la delegación argentina, que estimó que esto sería inaceptable para los países latinoamericanos –muchos de los cuales temían que peligrara su soberanía, producto de las intervenciones estadounidenses justifi cadas en la defensa de los derechos de sus ciudadanos residentes en dichos países–, en tanto sólo Estados Unidos y México eran signatarios de la Convención de La Haya. Esto reavivó los resentimientos de delegados de otros países y el artículo debió ser modifi cado, eliminándose la referencia a la posición privilegiada de los dos países de América del Norte. El tratado fue fi rmado el 30 de enero de 1902 por todas las delegaciones presentes y posteriormente ratifi cado por Colom-bia, Costa Rica, el Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Perú. En su artículo primero establecía:

36 Cfr. Carta confi dencial de John Hay al delegado Barrett, 19 de diciembre de 1901 (NARA, Department of State, Second Interamerican Conference).

37 Cfr. Carta confi dencial de John Hay al delegado Davis y al embajador estadounidense en México, Clayton, 9 de diciembre de 1901 (NARA, Department of State, Second Interame-rican Conference).

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Las Altas Partes Contratantes se obligan a someter a arbitraje todas las recla-maciones por daños y perjuicios pecuniarios, que sean presentadas por sus ciudadanos respectivos y que no puedan resolverse amistosamente por la vía diplomática, siempre que dichas reclamaciones sean de sufi ciente importancia para ameritar los gastos de arbitraje38.

Los países fi rmantes convinieron en someter a la decisión de la Cor-te Permanente de Arbitraje, establecida en la Convención de La Haya, las controversias contempladas en el artículo primero. Se aclaró también, en el artículo tercero, que este tratado sólo sería obligatorio para los países que subscribieran la Convención para el arreglo pacífi co de los confl ictos interna-cionales, fi rmada en La Haya el 29 de julio de 1899, y para los que ratifi caran el Protocolo unánimemente adoptado por las repúblicas representadas en la Segunda Conferencia Panamericana, para la adhesión a las Convenciones de La Haya.

La comisión de Derecho Internacional se expidió sobre los derechos de los extranjeros, tema vinculado estrechamente con los reclamos por deudas, y aquí también hubo un choque entre las posiciones estadounidense y argen-tina:

En lo que se refi ere a los derechos de los extranjeros a la protección diplomá-tica de sus gobiernos, punto en el cual los Estados Unidos habían sufrido una derrota de 15 a 1 en 1890, los argentinos encabezaron una vez más el frente latinoamericano contra las intervenciones diplomáticas. En esta ocasión Bu-chanan y sus colaboradores se abstuvieron de discutir y votar39.

Argentina retomaba el planteo que unos años antes había esgrimido Calvo40.

38 DOTACIÓN CARNEGIE PARA LA PAZ INTERNACIONAL, op. cit., pp. 83-84.39 HAROLD PETERSON, La Argentina y los Estados Unidos, I. 1810-1914, Buenos Aires,

Hyspamérica, 1985, p. 183. 40 En 1896 se daría a conocer la posteriormente denominada “Doctrina Calvo”, que plan-

teaba la igualdad jurídica entre ciudadanos nacionales y extranjeros, evitando un privilegio de los grandes Estados, lo cual reforzaba el principio del derecho a la soberanía. Según Calvo, bajo ninguna circunstancia podía un residente extranjero en un país exigir la intervención de su país de origen en su favor. Ni siquiera la falta de justicia en su país de residencia podía justifi car la intervención extranjera. Muchos países latinoamericanos utilizaron esta cláusula en contratos contraídos con empresas extranjeras. Este principio fue muy resistido fuera de América Latina, particularmente en Estados Unidos. Cfr. DAVID DENT, The legacy of the Mon-roe Doctrine. A reference guide to U. S. involvement in Latin America and the Caribbean, Westport, Connecticut, Greenwood Press, 1999, p. 62.

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El vigoroso informe de esta comisión, encabezada por Bermejo, atacó las intervenciones diplomáticas de naciones en favor de sus ciudadanos y de la propiedad de sus ciudadanos en países extranjeros, reclamando la misma pro-tección judicial para nativos y extranjeros. Defendió la doctrina del ius soli, recalcando varias veces que Europa estaba tratando con naciones civilizadas en América. La delegación estadounidense anunció que se abstendría de discu-tir y de votar el informe. El convenio sobre los derechos de los extranjeros, que otorgaba a extranjeros y nativos igualdad ante la ley de los países signatarios, fue fi rmado por todas las naciones que estaban en la asamblea, con excepción de los Estados Unidos y Haití, que se abstuvieron de la votación, y Brasil y Venezuela, que se habían retirado de la Conferencia. Fue posteriormente ratifi cado por Bolivia, Colombia, Ecuador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador41.

Argentina lograba que la mayoría de los países ratifi caran el principio de que las controversias debían resolverse en los tribunales locales, respetando la soberanía de las repúblicas americanas. El artículo primero establecía que:

Los extranjeros gozan de todos los derechos civiles de que gozan los naciona-les, y deben hacer uso de ellos en el fondo, en la forma o procedimiento y en los recursos a que den lugar, absolutamente en los mismos términos que dichos nacionales, salvo lo que disponga la Constitución de cada país42.

En su artículo segundo, esta convención limitaba el derecho de los Esta-dos a intervenir para defender a sus ciudadanos residentes en otro país:

Los Estados no tienen ni reconocen a favor de los extranjeros otras obligacio-nes o responsabilidades que las que a favor de los nacionales se hallen esta-blecidas por su Constitución y por sus leyes. En consecuencia, los Estados no son responsables de los daños sufridos por los extranjeros por causa de actos de facciosos o de individuos particulares, y en general de los daños originados por casos fortuitos de cualquiera especie […]43.

En su artículo tercero, planteaba que si un extranjero pretendía realizar reclamaciones o quejas del orden civil, criminal o administrativo contra un Estado o sus nacionales, debía interponer su demanda ante tribunales com-petentes del país, y no podía realizar un reclamo por vía diplomática. Esta

41 MCGANN, op. cit., p. 318.42 DOTACIÓN CARNEGIE PARA LA PAZ INTERNACIONAL, op. cit., pp. 78-79.43 Ibidem.

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Convención, que Estados Unidos se abstuvo de fi rmar porque podía limitar su nueva política del “gran garrote” hacia América Latina, ratifi caba el prin-cipio de soberanía y limitaba la posibilidad de Estados Unidos de ejercer presión diplomática para defender los intereses de sus ciudadanos en otros países, situación que era considerada como “intervencionista” por parte de la mayoría de los países del hemisferio. Este tema preocupaba a muchos países latinoamericanos, y volvería a cobrar relevancia pocos meses después, con la intervención militar europea contra Venezuela por incumplimiento de pagos de su deuda externa, que Estados Unidos resolvió no repudiar, dejando de lado en esa oportunidad la “Doctrina Monroe”.

Así, al igual que en el primer tema del arbitraje, el resultado volvía a ser “mixto”. Estados Unidos, aún con salvedades, había logrado que todos los países adhirieran a la resolución de reclamaciones pecuniarias según lo establecido en La Haya, o sea una concepción “difusa” de la resolución de los diferendos en torno a las reclamaciones pecuniarias (en realidad la Corte Permanente de la Haya no era ni una corte ni era permanente). Por otra parte, Argentina había logrado aprobar, siguiendo los principios de la “Doctrina Cal-vo”, la igualdad de los derechos de nacionales y extranjeros, y el principio de la defensa de los tribunales locales para resolver las controversias pecuniarias. Claro que esta convención –que contradecía el espíritu de la convención de reclamaciones por deudas– no fue votada por Estados Unidos. Se repitió, en este punto, lo que había ocurrido en Washington. Argentina, junto al resto de los países latinoamericanos, en la defensa de la soberanía de los países más pequeños, y Estados Unidos, evitando ver limitado su autoproclamado derecho a intervenir en otros países si juzgaba que los derechos de sus ciudadanos no habían sido garantizados.

2.3. Banco Panamericano

Este tema volvía a ser planteado casi en los mismos términos que una década atrás. El 21 de enero de 1902 se fi rmó una recomendación para la creación de un banco panamericano, que estuviera establecido en un gran centro mercantil del continente, con sucursales en las principales ciudades americanas, para fomentar entre éstas sus relaciones mercantiles44. La comi-sión que trató este asunto recomendó que se estableciera un organismo con

44 Esta recomendación fue fi rmada por los delegados de Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay.

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estas características en Nueva York. Cuando se debatió sobre cómo fi nanciar esta institución, clave para el desarrollo de las relaciones económicas intera-mericanas, el delegado argentino que intervenía en la comisión planteó su opo-sición a los subsidios –a que los países subsidiaran la creación de este banco panamericano–, pero a la vez sostuvo que era fundamental el incremento de las relaciones crediticias entre Estados Unidos y América Latina, ya que los comerciantes del país del Norte reclamaban pagos en efectivo de sus expor-taciones a los países del Sur, con lo cual las operaciones comerciales debían hacerse con la mediación de las instituciones bancarias europeas. Además, García Merou culpaba al Senado estadounidense por el fracaso en la creación del banco panamericano, ya votado en la Conferencia de Washington, lo cual se relacionaba, según su argumentación, con la Tarifa McKinley, que había levantado una barrera al intercambio comercial continental. En vez de un ban-co, planteaba el delegado argentino, debían crearse varios bancos, o un banco con sucursales en las principales ciudades americanas. Así, luego de debatirse ampliamente el tema, la totalidad de las delegaciones presentes –exceptuando la chilena–, votaron por la creación de bancos en Nueva York, San Francisco, Nueva Orleáns, Chicago, Buenos Aires y otras grandes ciudades. Aquí Argen-tina parece haber “cedido” en su negativa inicial de fundar un banco, aunque al menos logró que tuviera sedes en distintas ciudades –y no sólo en Nueva York–, una de ellas en Buenos Aires45. Del informe previo presentado por la delegación argentina en la Conferencia, se desprendía la reticencia en cuanto a la necesidad de crear un banco panamericano:

La Conferencia de Washington recomendó a los Gobiernos en ella represen-tados, que otorgaran ‘concesiones favorables al desarrollo de operaciones bancarias inter-americanas, y muy especialmente las que fueran conducen-tes al establecimiento de un Banco Internacional americano, con facultad de establecer sucursales o agencias en los demás países representados en la Conferencia. En lo que respecta a las ‘concesiones favorables al desarrollo de operaciones bancarias inter-americanas’, la República Argentina no ha necesitado darlas, pues en su legislación no existe restricción alguna para la fundación y la marcha de bancos de depósitos, giros y descuentos. Al amparo de este régimen y como consecuencia del gran desarrollo del comercio de la República, se han establecido y funcionan en nuestro territorio numerosas y sólidas instituciones de crédito, que realizan transacciones bancarias directas con las principales ciudades del continente americano. La importancia de estas

45 Más allá de que se votó la creación de un banco interamericano con sedes en las prin-cipales capitales de América, esta iniciativa no se llevó fi nalmente a la práctica.

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transacciones irá aumentando naturalmente, a medida que se desarrollen el comercio y las comunicaciones con los demás países46.

El informe continuaba explicando cuán desarrollado estaba el sistema bancario argentino, con bancos nacionales y otros de capitales ingleses, alemanes, italianos y franceses, y la no necesidad de promover instituciones fi nancieras que no se vincularan con las relaciones económicas realmente existentes. Nuevamente, como en los dos temas anteriores, se veía la posición “pragmática” de la delegación argentina: imposibilitada de rechazar de plano el banco panamericano, al menos intentaba que su aprobación no signifi cara una concesión a Estados Unidos, una ratifi cación de su predominio económico y un avance del sistema fi nanciero del país del Norte en detrimento de su contra-parte, el sistema fi nanciero europeo, con amplio desarrollo en la Argentina.

2.4. Tratado sobre patentes de invención, dibujos y modelos industriales, y marcas de comercio y de fábrica

El 27 de enero se fi rmó un tratado sobre marcas y patentes. Los delegados fi rmantes acordaron prestar igual protección a las marcas y patentes de nacio-nales y extranjeros. Sin embargo, no fue fácil llegar a un acuerdo debido a la difi cultad para coordinar las diferentes leyes nacionales en una fórmula que las contemplara a todas. Argentina tuvo también una posición destacada en la comisión en la que se discutió este tratado, alegando que no era necesaria una convención sobre patentes dado que las leyes de los Estados americanos, y en particular la legislación argentina, concedían una amplia protección a las patentes tanto nacionales como extranjeras:

Quizá Bermejo estaba realmente tratando de evitar un acuerdo que pusiera en vigencia entre los Estados americanos la inscripción de las patentes y marcas, limitando así la necesidad de una inscripción nacional que, a pesar de algu-nas leyes sobre la materia, era una farsa en la Argentina. El tratado, fi rmado fi nalmente por todas las delegaciones, fuera de las de Brasil, Venezuela y los Estados Unidos, estipulaba la igualdad de los ciudadanos de uno de los Estados signatarios con los ciudadanos de los otros fi rmantes en esta materia47.

El informe argentino, en este punto, recordaba la recomendación de la Conferencia de Washington, en el sentido de que los países americanos adhi-

46 DELEGACIÓN ARGENTINA A LA II CONFERENCIA PANAMERICANA, op. cit., p. 39.47 MCGANN, op. cit., p. 320.

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rieran a los Tratados de Propiedad Literaria y Artística, sobre Patentes de In-vención y sobre Marcas de Comercio y de Fábrica, celebrados en el Congreso Sud-Americano de Montevideo (1888). Asimismo, aclaraba que el Congreso Nacional argentino había aprobado estos tratados el 11 de diciembre de 1894 y, además, que había dictado una nueva Ley sobre Marcas de Fábrica, que había sido promulgada el 23 de noviembre de 1900. Con esto, consideraba el informe, la Argentina ya había hecho todo lo necesario:

Estos antecedentes nos autorizan a aseverar que, tanto en el dominio de su de-recho interno, como en el del Derecho Internacional, la República Argentina ha completado su legislación positiva, extendiendo, por el Tratado de Montevideo, a favor de las Marcas de Comercio y de Fábrica, concedidas por los países sig-natarios, toda la protección y garantías, consagradas por las leyes nacionales en benefi cio de las marcas concedidas dentro de su propio territorio48.

Pese a la negativa argentina, se terminó fi rmando el tratado sobre marcas y patentes, necesario para los capitales estadounidenses que se extendían cada vez más en el continente.

2.5. Reorganización de la Ofi cina Internacional de las Repúblicas Americanas y nuevas conferencias

Todas las delegaciones acordaron reorganizar la Ofi cina Internacional de las Repúblicas Americanas, aceptando los cambios que se habían introducido a fi nes de la década pasada, que incluían el establecimiento de una junta de gobierno en vez del anterior Consejo Directivo –al que se acusaba de ser una virtual agencia del gobierno estadounidense–. De todas formas, el jefe de la nueva junta de gobierno sería el Secretario de Estado de Estados Unidos, aun-que ésta se conformaría con los diplomáticos latinoamericanos que estaban en Washington, con lo cual se aparentaba una mayor pluralidad. Sus funciones fueron extendidas, pasando a ser un secretariado permanente de la ahora de-nominada “Unión de Repúblicas Americanas”.

Pese a apoyar el relanzamiento de la Ofi cina Internacional, Argentina había mostrado, una vez más, el poco interés que tenía en impulsar cualquier iniciativa para concretar el sistema panamericano. La comisión prevista para organizar las futuras conferencias propuso que éstas se realizaran cada cinco años. El delegado argentino que era parte de esta comisión amenazó con no

48 DELEGACIÓN ARGENTINA A LA II CONFERENCIA PANAMERICANA, op. cit., p. 52.

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fi rmar el dictamen, indicando que no había justifi cación para hacer una reunión por lustro en vez de, por ejemplo, una cada ocho años. En estos pequeños de-talles se vislumbraba, una vez más, la actitud obstruccionista de la Argentina, que siempre que podía intentaba esmerilar al naciente sistema panamericano.

2.6. Transporte

Las delegaciones ratifi caron la necesidad de construir un ferrocarril pana-mericano, nombraron una nueva comisión y establecieron una fecha de reunión para 1903. Esto, en principio, no implicó un avance signifi cativo respecto de lo que ya se había acordado en la Conferencia de Washington. En el informe que la delegación argentina presentó en la Conferencia, no sólo se describían los avances que la construcción de líneas férreas había tenido en el país desde 1857, sino que también se advertía que el proyecto del ferrocarril panameri-cano, basado en los ferrocarriles nacionales existentes o en construcción, de ninguna manera debería socavar la soberanía nacional:

Por lo demás, nada habría que observar a las bases adoptadas en el mismo Congreso, si no fuera que la designada con el número XIV, según la cual ‘el ferrocarril deberá declararse perpetuamente neutral, a fi n de asegurar la liber-tad del tráfi co’, no puede ser sancionada si ha de dársele un alcance contrario a la soberanía del Estado. El derecho de propia conservación atribuye a cada nación la facultad de alta jurisdicción sobre los ferrocarriles que atraviesan su territorio, tanto en la paz como durante la guerra49.

Esta postura de Argentina respondía a su idea de que cualquier institución panamericana debía, ante todo, respetar las soberanías nacionales y las juris-dicciones de cada país. De todas formas, a pesar de ser ratifi cado el proyecto, volvería a correr la misma suerte que en la Primera Conferencia: su existencia no pasaría de los papeles.

2.7. Policía Sanitaria, Museo Comercial de Filadelfi a y Comisión Arqueológica Internacional

La Argentina no fi rmó la Resolución sobre Policía Sanitaria ni la Reco-mendación en favor del Museo Comercial de Filadelfi a. En el primer caso, porque establecía la convocatoria a una convención sanitaria que debía elegir,

49 DELEGACIÓN ARGENTINA A LA II CONFERENCIA PANAMERICANA, op. cit., p. 15.

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por mayoría de votos, un Comité Ejecutivo, compuesto por cinco miembros y presidido por el Cirujano General del servicio de hospitales de Marina de los Estados Unidos, constituyéndose una Ofi cina Permanente de Salubridad Internacional, en Washington. Según Bermejo, esto violaba la soberanía, en este caso sanitaria, de cada país:

A los inconvenientes de la multiplicación de los Congresos, se agregaba otro de mayor signifi cación: la creación de una nueva entidad del derecho de gentes, de una ofi cina sanitaria internacional, expuesta, en nuestro concepto, a trabar la soberanía de cada país en lo referente a la adopción de las medidas preventivas y represivas contra invasiones epidémicas50.

En relación con el Museo Comercial de Filadelfi a, la negativa argentina se debía a que supuestamente sería contradictorio con la Resolución sobre Fuentes de Producción y Estadística ya sancionada, por la cual la Conferencia había recomendado, en términos generales, el envío y renovación periódicos de los productos naturales e industriales de cada país a todas las exposiciones permanentes establecidas o que se crearan a tal fi n. Tampoco se fi rmó la Re-comendación sobre la creación de una Comisión Arqueológica Internacional. Estas tres negativas podrían responder a la estrategia argentina de evitar lo más posible la concreción de instituciones americanas, sobre todo aquellas que podían o bien violar su soberanía o bien colocar a los Estados Unidos en una posición superior a la de los demás países.

2.8. Lo que no se trató: unión aduanera, reciprocidad comercial y unión monetaria

En la Conferencia, se recomendó la convocatoria de un Congreso Aduane-ro, en la ciudad de Nueva York, en el plazo máximo de un año, con el objeto de avanzar en la unifi cación de las prácticas aduaneras. Este congreso aduanero serviría para lograr la simplifi cación de los derechos impuestos a los buques mercantes, para uniformar el cobro del impuesto a éstos, para obtener la re-glamentación similar de regulaciones de la actividad de los puertos en todos los países, la agilización de las cargas y descargas de los buques y la adopción de una nomenclatura marítima y administrativa para las aduanas, entre otros. Sin embargo, lo que hay que destacar es que en esta Segunda Conferencia se abandonó el viejo proyecto de constituir una unión aduanera, al estilo del Zollverein de la Primera Conferencia Panamericana.

50 BERMEJO, op. cit., pp. 68-69.

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Uno de los temas en los que no se avanzó fue justamente el de la reci-procidad comercial. Si bien la delegación argentina no consiguió ningún tra-tado al respecto, sí aprovechó la Conferencia para fustigar contra la política proteccionista estadounidense. Esto se produjo a través de la presentación argentina del ya citado informe especial a la Conferencia, que fue traducido al inglés y además leído en la asamblea por uno de los delegados argentinos. De este extenso informe, la sección V, dedicada especialmente a analizar el problema de la reciprocidad comercial, fue uno de los ejes de la intervención argentina en México. Lo primero que se hace en él es explicar la necesidad de los tratados de comercio:

El régimen de los tratados de comercio se ha impuesto, sobre todo, y con un carácter necesario, después que el proteccionismo ha conquistado el ascen-diente de los últimos tiempos. La elevación cada día mayor de los impuestos aduaneros haría imposible el intercambio comercial en la mayor parte de los casos, sin las mutuas concesiones de los tratados, que además de favorecer el consumo, aseguran al comercio y la industria contra las vicisitudes de la po-lítica económica. Por eso la cuestión de la reciprocidad comercial, que tantos debates suscitó en la primera Conferencia, despertará también la más viva atención de este Congreso. No se trata hoy de la unión aduanera o Zollverein Americano, que ya fue entonces reconocido impracticable, sino de estrechar más las relaciones comerciales entre los pueblos de nuestro continente. (…) La República Argentina ha considerado, por su parte, que sin perjuicio de extender sus relaciones comerciales con los otros pueblos americanos, debía continuar desenvolviendo el intercambio con las naciones del Viejo Mundo, que adquieren sus productos ganaderos y agrícolas y a cuyas comunicaciones debe la inmigración que está poblando su territorio, los capitales que susci-tan su actividad industrial, las ciencias y las artes que son también de origen europeo, como todas las formas de la civilización en aquel país. Por eso ha pactado nuevamente la cláusula de la nación más favorecida, con Francia en 1892 y con Italia en 189451.

En esta línea, reivindicaban la visión de Blaine en cuanto a la necesidad de concesiones comerciales para efectivizar la reciprocidad comercial:

Apenas terminada la Conferencia de Washington, Mr. Blaine acompañaba al Presidente Harrison la sanción referente a los convenios de reciprocidad co-mercial, por medio de un extenso Informe que no ha perdido su oportunidad

51 DELEGACIÓN ARGENTINA A LA II CONFERENCIA PANAMERICANA, op. cit., pp. 27-28. [El destacado es nuestro]

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en este momento. Empieza manifestando que los Delegados de la República Argentina y de Chile no se adhirieron a las recomendaciones comerciales, por-que ‘la actitud del Congreso norteamericano, en aquella época, no era la más a propósito para estimularlos a esperar concesiones que les fueran favorables, a cambio de las que sus gobiernos podrían ofrecer a los Estados Unidos’; agrega que, ‘habían ido con la esperanza de que el Gobierno y la Nación americanas deseaban hacer cualesquiera concesiones, que fuesen necesarias y posibles, para acrecentar el comercio entre los Estados Unidos y las dos naciones que ellos representaban’. (…) [Mr. Blaine] Se refi ere en seguida al proyecto de establecer altos derechos sobre los cueros, que venían fi gurando entre los artí-culos libres, así como a la proposición de aumentar los impuestos a las lanas, que representaban la única concesión norteamericana, a cambio de muchas exoneraciones argentinas52.

Finalmente, el informe hacía referencia a la convención fi rmada entre Al-corta y Buchanan el 10 de julio de 1899, que aún esperaba la consideración del Senado norteamericano, después de las dos prórrogas que se habían acordado para su ratifi cación. ¿Qué decían las principales cláusulas de esta convención? Que los Estados Unidos rebajarían el 20% los derechos a los azúcares, cueros secos o salados y lanas de la primera, segunda y tercera categoría. Como con-trapartida, la Argentina admitiría la entrada de nueve artículos (conservas, frutas, molinos de viento, entre otros) con una reducción del 50% sobre los derechos fi jados por la tarifa, y concedería a otros ocho artículos la reducción del 20%, entre otros benefi cios:

Desde luego saltan sin mucho examen, a la vista, las ventajas acordadas a la industria norteamericana, con una liberalidad de que en ningún otro arreglo comercial de nuestro país se ha dado ejemplo. Causan, así, gran extrañeza las noticias de que periódicamente se hace eco la prensa de los Estados Unidos, sobre las resistencias que encuentra este convenio y la seguridad de su rechazo; pero si el hecho se produce, no afectará sensiblemente al comercio argentino, que ignora todavía los benefi cios de esas reciprocidades sin correspondencia alguna hasta el presente53.

Así explicaba el propio Anadón la nueva política económica estadouni-dense:

Hay, sin embargo, otros motivos no menos poderosos para la gran reforma. El régimen de la protección aduanera, vigente desde 1866, ha producido al fi n en

52 DELEGACIÓN ARGENTINA A LA II CONFERENCIA PANAMERICANA, op. cit., pp. 29-30.53 DELEGACIÓN ARGENTINA A LA II CONFERENCIA PANAMERICANA, op. cit., p. 35.

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aquel medio los más imprevistos resultados. Hacía un cuarto de siglo que era la plataforma del partido republicano, constantemente en el gobierno; a favor del sistema había surgido un progreso industrial considerable, y este a su vez produjo la idea del Zollverein americano, que debía ser el gran asunto de la Primera Conferencia. No es necesario reproducir aquí la discusión de 1889, ni aún el argumento capital contra el proyecto: la imposibilidad de que los consu-midores hispano-americanos renunciasen a la fabricación europea, para buscar el artículo similar, de clase inferior y por más precio, en los mercados de la Unión. Diez años después, Señor Ministro, ya estaba lejos de ser el argumento victorioso. Por causas múltiples y dignas de un estudio prolijo, pero que no son de este lugar, la manufactura americana está invadiendo el Viejo Mundo54.

En defi nitiva, lo que planteaba la Argentina era un libre comercio más pleno y que Estados Unidos aplicara medidas para realmente lograr la re-ciprocidad comercial55. Rechazando el viejo proyecto estadounidense de la unión aduanera, aprovechaban la tribuna de la Conferencia para repudiar el proteccionismo estadounidense y su política comercial, que abogaba por el libre comercio, pero sin disminuir la protección a sus productores locales frente a las importaciones provenientes de América Latina. Estados Unidos, siguiendo su estrategia de evitar los temas confl ictivos, prefi rió hacer caso omiso a la cuestión.

También fue excluido, tanto del programa como de los debates, la cuestión de la unión monetaria, que había sido una de las propuestas principales de la delegación estadounidense en la Conferencia de Washington. Este tema no fue abordado en la Conferencia, entre otras razones porque ni siquiera había sido incluido en el programa, producto de la constatación, ya en 1890, de su inviabilidad.

CONCLUSIONES

En la Segunda Conferencia Panamericana, nuevamente se expresaban los distintos y a veces contrapuestos intereses que Estados Unidos y Europa tenían en América Latina, que se manifestaban especialmente en la intervención

54 LORENZO ANADÓN, “Informe confi dencial presentado por el Exmo. Señor Ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Luis M. Drago, con ocasión del Congreso de México y sobre cues-tiones de política americana, por el Dr. Lorenzo Anadon, delegado argentino a dicho Congre-so”, 6 de abril de 1903 (AMREC, II Conferencia Panamericana, Folios 234 a 281).

55 Sobre el proteccionismo estadounidense, es ineludible ALFRED E. ECKLES JR., Opening America’s market. U. S. foreign trade policy since 1776, The University of Nort Carolina Press, 1995.

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argentina, por la relación privilegiada que mantenía con el viejo continente. La prensa europea auguraba un nuevo fracaso: “La reunión de ese Congreso será aún más estéril en resultados que el anterior celebrado en Washington, fundándose en las desavenencias que han surgido respecto del programa y que parecían hacer dudosa hasta la misma existencia del Congreso”56. Asimismo, destacaban cuáles eran las intenciones de Estados Unidos para con el resto del continente: “No se ve más que la tentativa de infl uencia exclusiva en los destinos de los Estados americanos por parte de aquella potencia”57. Argentina volvió a desplegar una estrategia obstruccionista en esta Segunda Conferencia. Se analizaron, en este artículo, varios ejemplos de los debates al inicio de la Conferencia y los chispazos entre la delegación argentina y la del Norte. La delegación estadounidense, por el contrario, cambió su actitud para evitar que naufragara el sistema panamericano. Fueron mucho más moderados que en la Conferencia de Washington y trataron de evitar que los enfrentamientos, como el de Argentina y Chile, hicieran naufragar la unidad panamericana, que aún seguía siendo extremadamente endeble. Estados Unidos, con el objetivo de lograr cierta “armonía” entre las delegaciones participantes, propuso que se dejaran de lado las cuestiones que no habían prosperado en la conferencia anterior, a saber el proyecto de unión aduanera y el de moneda común, que ni siquiera fue considerado.

La posición argentina se expresaba claramente en el informe que la delegación argentina presentó en noviembre de 1901 a la Conferencia. Allí se planteaba que la única forma de avanzar en un panamericanismo real era abriendo los mercados y eliminando las trabas al libre comercio:

No es posible desconocer que las anteriores asambleas americanas, sin excluir las dos últimas, han obedecido a sentimientos vagos de comunidad histórica, de instituciones o de raza, que no han acertado a condensarse en una fórmula concreta. La unión continental ha venido siendo un ideal acariciado en las Américas por todos esos ingenios medio precursores, medio líricos, que sólo viven de la aspiración o del recuerdo; pero cuando los hombres públicos han querido intervenir, la aproximación comercial se ha convertido en trabas y persecuciones aduaneras, la inteligencia política ha sido reemplazada por las guerras perpetuas sobre territorios despoblados, y ni aun hemos podido establecer relaciones literarias, para que siquiera los pensadores y los artistas

56 Archivo Histórico General – Secretaría de Relaciones Exteriores de México, LE-137. Remitido de la legación mexicana en Berlín, 1 de octubre de 1901. Citado por CARLOS MARI-CHAL (coordinador), México y las Conferencias Panamericanas 1889-1938. Antecedentes de la globalización, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 2002, p. 55.

57 Ibidem.

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apresuren la hora de la decantada fraternidad. Para que el panamericanismo no sea, pues, una tesis discutida, para que no puedan ya resultar vanas las recomendaciones y profesiones de principios, es necesario descender alguna vez de la abstracción, acomodarse al espíritu de los tiempos nuevos, y trazar las grandes líneas de una política positiva que se inspire en la justicia, la igualdad, la integridad territorial y las relaciones comerciales, fundadas en la competencia abierta para todos58.

El delegado Anadón era todavía más contundente en su informe confi den-cial de 1903, que fue escrito en el nuevo contexto posterior a la intervención militar europea en Venezuela:

La doctrina de Monroe tiende a modifi carse en un sentido perjudicial para las repúblicas del Sud y Centro América. Sostenido como un principio fun-damental de la política norteamericana en ochenta años, y resistido también constantemente por las naciones europeas, el monroísmo, por su propia inde-fi nición, era como un seguro de la libertad del Continente. Pero ahora que va subiendo siempre la marea del socialismo, de la paz armada, de la producción pletórica, mientras los Estados Unidos se vuelven a su vez conquistadores, no habrá fuerza que impida las intervenciones europeas. Por eso no deben ser tomadas a la letra ciertas declaraciones con fi nes electorales que entre los políticos americanos son frecuentes. La solución probable es un acuerdo, por el cual los Estados Unidos asuman la autoridad de compeler a los demás Estados americanos, en caso de confl icto con Europa. En otros términos, la doctrina de Monroe sería reconocida a condición de transigir, como ya se hizo en Ve-nezuela. (…) Desde que a la infl uencia superior de los Estados Unidos están subordinadas fatalmente las naciones americanas, allá debe estar siempre la atención vigilante de nuestros estadistas59.

Y, aún siendo más elocuente, el delegado argentino directamente plantea-ba que el panamericanismo estaba destinado a desaparecer en breve tiempo:

Se ha comprobado una vez más que entre el Norte y el Sud no hay afi nidades: la geografía como los intereses nos dividen: aquellos pueblos serán siempre satélites de los Estados Unidos y estos propenderán forzosamente al viejo mundo. Además, si el pan-americanismo estaba destinado a ser una política, era porque llevaba implícita la idea de una gran federación. Pero fuera de que el crecimiento de un solo Estado ha hecho imposible toda forma federativa, el

58 Cfr. CARLOS A. SILVA, La política Internacional de la Nación Argentina, Buenos Aires, Ministerio del Interior, Subsecretaría de Informaciones, 1946, p. 781.

59 ANADÓN, op. cit., pp. 44-45.

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canal de Panamá dejará a las repúblicas centro-americanas una independencia nominal. (…) Si a pesar de todo y por causa de accidentes improbables, se convoca todavía a una tercera Conferencia, yo creo, Señor Ministro, que la Re-pública Argentina no debe asistir sin condiciones. Son muy buenos principios, pero en materia internacional ya no se puede abusar de ellos60.

Igual que en 1889-1890, aunque con otras formas, se repitió el tono de enfrentamiento de la delegación argentina para con Estados Unidos. En este caso, es cierto, Argentina tenía también, entre sus objetivos, confrontar con Chile, con quien mantenía, como se explicó, una disputa limítrofe y una carre-ra armamentista. De objetivos más modestos que la Primera Conferencia, esta Segunda Conferencia fue aparentemente menos controversial que su anteceso-ra, pero tan improductiva como la otra en cuanto a sus resultados concretos. Así lo sintetizaba Bermejo, en su informe posterior a la Conferencia:

En resumen, Señor Ministro, puede decirse que los dos Congresos Pan-Ame-ricanos, celebrados hasta ahora, el de Washington de 1889 y el de México en 1901, han respondido a un elevado pensamiento de Gobierno, en que se perseguía la realización de dos fi nes trascendentales para la América y para la gran nación que los convocara: de expansión comercial, en primer término, de vinculación política interamericana, subsidiariamente. Fue la política ini-ciada por el Diputado Clay, en 1818, continuada por el Presidente Monroe en 1823 y renovada en los últimos tiempos por el Ministro Blaine. Pero el honor de la iniciativa para reunir a los representantes de la América, con la idea de estrechar sus vínculos políticos y comerciales, uniformando los principios fundamentales de su legislación, sin prevenciones ni desconfi anzas antieuro-peas que serían un anacronismo, y ajena a todo propósito egoísta de absorción y exclusivismo, corresponde a la República Argentina, por su actitud en 1862, con motivo de la solicitada adhesión al Tratado Continental, y tuvo su primera manifestación efi ciente en el Congreso de Montevideo de 1888, promovido por las Repúblicas que desenvuelven fraternalmente sus destinos en las dos márgenes del Río de la Plata. La Delegación Argentina ante el primer Con-greso Pan-Americano, precisó los rumbos de esa política que puede llamarse humanitarista, por la universalidad de su tendencia y el móvil fraternal que la inspira. Con menos brillo, aunque con igual decisión, los Delegados al segundo Congreso, han procurado interpretar con toda fi delidad, la política tradicional del Gobierno Argentino, encaminando sus esfuerzos en el seno de la Conferencia de México y dentro de la doble órbita de acción marcada por el programa de la convocatoria, comercial y política, en el sentido: respecto a lo primero, de aumentar las escasas relaciones comerciales con las naciones

60 Ibidem.

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de América, sin perjuicio de seguir desenvolviendo el intercambio con las del viejo mundo, donde nuestro país coloca ventajosamente sus productos y recibe en cambio, con los productos de la Europa, su población y sus capitales, su ciencia y artes, elementos todos de su civilización y su progreso; y en cuanto a lo segundo, propendiendo al afi anzamiento de la paz y al predominio de la justicia entre todas las naciones de la tierra61.

Argentina volvió a ser un gran obstaculizador de los proyectos estado-unidenses y se preocupó por difi cultar la labor del país del Norte evitando, en lo posible, que avanzaran los proyectos concretos y criticando la política proteccionista estadounidense que afectaba a sus exportaciones y cuya revi-sión se encontraba bloqueada en el Senado estadounidense. Estados Unidos, sin embargo, había logrado lo que quería en las cuestiones principales. Tanto en el arbitraje como en las reclamaciones pecuniarias, consiguió, aún con concesiones, que los acuerdos se circunscribieran a lo votado en La Haya en 1899. El precio que pagó, claro, fue reducir el panamericanismo a una reali-dad mucho más modesta que la que había planteado Blaine en 1889-1890. Y, quizá lo más importante para el país del Norte fue que no se cuestionara su intervencionismo imperialista, incrementado luego de la guerra contra Espa-ña. Así, por ejemplo, no sólo no se cuestionó su anexión de Filipinas y Puerto Rico, sino tampoco su fl agrante intervención en Cuba. Incluso el delegado estadounidense Charles M. Pepper logró que se aprobara en la Conferencia una declaración que él había presentado, por la que se transmitía al futuro presidente de Cuba sus votos por el correcto desempeño de su misión y por la prosperidad de la nueva república, con lo cual América Latina convalidaba en los hechos la política semi-colonial de Estados Unidos en la isla, no haciendo mención alguna al derecho de los cubanos a gozar de una plena soberanía, luego de su independencia de España. La falta de una condena al intervencio-nismo estadounidense, que se profundizaría a partir del “Corolario Roosevelt” en los años siguientes, fue la omisión más signifi cativa de la Conferencia, y el mayor “éxito” de la diplomacia estadounidense. La delegación argentina, aún persistiendo en su oposición a las iniciativas estadounidenses, y logran-do modifi car algunas de ellas o introducir otras, no había sabido condensar el sentimiento de rechazo frente al intervencionismo estadounidense que se extendía cada vez más entre las sociedades latinoamericanas.

61 BERMEJO, op. cit., pp. 70-72.

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Proyecto de investigación arqueológica: La organización de la tecnología lítica

en la Quebrada de La Cueva (Departamento de Humahuaca,

provincia de Jujuy)

SUSANA PÉREZUCA - Instituto Nacional de Antropología

y Pensamiento [email protected]

RESUMEN

Se presenta el proyecto de investigación arqueológica en el área de la Quebrada de La Cueva (Departamento de Humahuaca, provincia de Jujuy). La aproximación se realiza desde la perspectiva de la organización de la tecnología lítica. En este marco, se describen brevemente los distintos sitios arqueológicos, se caracterizan algunas cuestiones teóricas y metodológicas de la investigación y se presentan los resultados preliminares alcanzados.

PALABRAS CLAVE

Investigación arqueológica – Tecnología lítica – Quebrada de La Cueva – Noroeste Argentino.

ABSTRACT

An archaeological research project in the Quebrada de La Cueva area (Humahuaca Department, Jujuy Province) is introduced. The approach is carried out from the lithic technology organization perspective. The different archaeological sites in the area are briefl y described and some theoretical and methodological questions linked to the research are outlined, together with the preliminary results of the analysis.

TEMAS DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA, XV (JULIO-DICIEMBRE DE 2009) pp. 195-212.

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KEY WORDS

Archaeological research – Lithic technology – Quebrada de La Cueva – Northwest Argentine.

INTRODUCCIÓN

La fi nalidad de este trabajo es presentar una breve descripción del pro-yecto de investigación en curso1, generado en el marco del proyecto general “Aportes al estudio del patrón de instalación humana prehispánica en la cuen-ca de la Quebrada de La Cueva (Departamento de Humahuaca, Jujuy)”.2 El objetivo del proyecto general es el estudio de los asentamientos prehispánicos en la región que conforma la cuenca de la Quebrada de La Cueva y la relación de la localización de los asentamientos humanos con las áreas de producción económica.

Las escasas investigaciones arqueológicas referidas a estudios líticos efectuadas en el área de la Quebrada de La Cueva, señalan la necesidad de realizar trabajos sistemáticos de relevamiento del área a fi n de identifi car los recursos líticos existentes, así como también del análisis de los materiales arqueológicos recuperados. El plan de trabajo en curso constituye un aporte muy importante al proyecto de investigación arqueológica que hasta 2008 dirigió la Dra. Basílico, así como también pretende cubrir el vacío de infor-mación en el área.

En este sentido, la Quebrada de La Cueva representa un área arqueológica que, por su posición geográfi ca y las evidencias arqueológicas disponibles, reviste una gran importancia en cuanto a las relaciones con otras regiones aledañas, Puna y Sector Valliserrano, que merecen ser consideradas.

EL ÁREA DE ESTUDIO Y LOS SITIOS ARQUEOLÓGICOS

El área de investigación es la Quebrada de La Cueva, Departamento de Humahuaca, localizada al noreste de la provincia de Jujuy. Por su situación geográfi ca y ambiental está incluida en la provincia geológica Cordillera

1 “La organización de la tecnología lítica en la Quebrada de La Cueva (Dpto. de Hu-mahuaca, Pcia. de Jujuy)”, incluido en el PROEA – Programa de Estudios Arqueológicos del Instituto de Historia Argentina y Americana, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Católica Argentina.

2 Por la lamentable pérdida de la Dra. Susana Basílico (creadora del proyecto general), éste sigue en curso bajo la coordinación ad-honorem de la Dra. Paola Ramundo.

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Oriental3. De recorrido norte-sur, se encuentra ubicada entre los 22º 35’ y 22º 57’ latitud sur y 65º 22’ longitud oeste, aproximadamente. Su valor promedio altitudinal se encuentra entre los 4.500 msnm en sus nacientes en la Sierra de Santa Victoria, y los 3.300 msnm en su confl uencia con el Río Grande4 (Figura 1).

La Quebrada de La Cueva constituye una cuenca tributaria de la Quebrada de Humahuaca y presenta, sobre ambas márgenes, gran cantidad de quebradas tributarias con cursos de aguas estacionales que le aportan el mayor caudal de agua, lo que origina vegas a lo largo de sus márgenes oriental y occidental, propicias para las prácticas agrícolas5.

En base a los límites naturales de la cuenca, la topografía y la vegetación, Basílico identifi có tres sectores de muestreo:

1. Sector inferior de la quebrada: desde la desembocadura del arroyo La Cueva en el río Grande hasta fi nalizar el Angosto de La Cueva (3.300 a 3.500 msnm). La confl uencia del arroyo La Cueva con el río Grande sucede a 3 km hacia el NO de la localidad de Iturbe (Hoja 2366-17-3 IGM).2. Sector medio de la quebrada: desde el Angosto de La Cueva hasta la quebra-da Vadito, inmediatamente al norte de Pueblo Viejo (3.550 m en el lecho del río hasta los 3.800 msnm sobre las márgenes oriental y occidental).3. Sector superior de la quebrada: desde la quebrada Vadito hasta las nacientes de la Quebrada de La Cueva (3.800 a 4.500 msnm).6

En el sector inferior de la quebrada, Basílico detectó áreas agrícolas sobre ambas márgenes de la quebrada, sin identifi car hasta el momento sitios habi-tacionales. En el sector medio de la quebrada es donde se encontró la mayoría de las evidencias arqueológicas. Se identifi caron diversos sitios habitacionales: Pukará de La Cueva, Pukará Morado y Pueblo Viejo de La Cueva, además de diversas áreas agrícolas en el cauce del río La Cueva y en las quebradas laterales de las vertientes occidental y oriental. Por último, los sitios habitacio-

3 JUAN CARLOS M. TURNER Y RICARDO MON, “Cordillera Oriental”, Academia Nacional de Ciencias, Segundo Simposio de Geología Regional Argentina, Tomo 1, 1976, Dirección General de Publicaciones, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 1979, pp. 57-94.

4 SUSANA BASÍLICO, “Pueblo Viejo de La Cueva (Dpto. de Humahuaca, Jujuy). Resultados de las excavaciones en un sector del asentamiento”, Cuadernos, Vol. 3, Facultad de Humanida-des y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy, 1992, pp. 108-127; Aportes al estudio del patrón de instalación humana prehispánica en la cuenca de la Quebrada de La Cueva (Departamento de Humahuaca, Jujuy), Proyecto de Investigación, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Católica Argentina, 2004 (manuscrito facilitado por la autora).

5 Aportes al estudio, cit.6 Ibidem, p. 2.

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nales identifi cados en el sector superior de la quebrada son: El Tala, Antigal de Coruncó y El Antigüito, además de áreas agrícolas sobre la ladera occidental de la Quebrada de La Cueva7.

De los sectores mencionados, los materiales líticos analizados hasta el momento provienen de los sitios El Antigüito y Pukará de La Cueva, ubicados en los sectores superior y medio, respectivamente.

El Antigüito, ubicado en la unión de la quebrada homónima con la de La Cueva, se encuentra emplazado sobre una terraza elevada y surcado por el arroyo Antigüito, el cual divide al sitio en dos sectores. Hasta el momento, se han realizado recolecciones de superfi cie, sondeos exploratorios y se levantó el plano de toda el área8. La evidencia arqueológica se compone, además del material lítico, de fragmentos cerámicos y mineral de cobre.

Por otro lado, el Pukará de La Cueva se encuentra ubicado en la confl uen-cia del arroyo Pukará con el de La Cueva. Se trata de un sitio que “en relación con algunas características arquitectónicas presenta modalidades constructivas incaicas”9. Se realizaron recolecciones de superfi cie y sondeos, además del relevamiento planimétrico del sitio. Se recuperó gran cantidad de fragmentos cerámicos, lítico, muestras de ocre, restos óseos de animal, mineral de cobre y material malacológico, éste último corresponde a cuentas de valva aún sin identifi car. Cabe consignar que se iniciaron las tareas de excavación arqueo-lógica en diversos recintos del Pukará10, y que los materiales recuperados se encuentran en proceso de análisis.

MARCO TEÓRICO-METODOLÓGICO

La organización tecnológica, entendida como la selección e integración de estrategias para la manufactura, uso, transporte y descarte de instrumentos y los materiales necesarios para la manufactura y mantenimiento11, acompañó el aumento en la complejidad de la organización de las sociedades con economías productoras de alimentos del Noroeste Argentino. Las estrategias de aprovisio-

7 Ibidem, pp. 3-6.8 Ibidem.9 Ibidem, “Relevamiento planimétrico del Pukará de La Cueva a través de un programa de

computación”, Los desarrollos regionales y sus territorios. Arqueología del NOA y del sur de Bolivia, Compilado por M. B. Cremonte. Universidad Nacional de Jujuy, 1998, pp. 245-255.

10 Bajo la dirección de la Dra. Basílico, campañas arqueológicas años 2006, 2007 y 2008.

11 MARGARET NELSON, “The study of technological organization”, en: Archaeological Method and Theory, Vol. 3, 1991, pp. 57-100. Edit. by Michael B. Schiffer, University of Arizona Press, Tucson.

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namiento de la materia prima, las técnicas de manufactura implementadas, el cambio en el diseño de los instrumentos y los modos de uso del instrumental, constituyen etapas cruciales para entender la organización y complejización de la tecnología, conformando la base para establecer las estrategias imple-mentadas por las sociedades.

La diversidad de instrumentos así como también la variabilidad en sus diseños constituye un indicador de cambio muy importante para analizar la organización tecnológica y su variabilidad funcional, la clave para interpretar las actividades llevadas a cabo por los diferentes grupos sociales. De este modo, el objetivo del estudio de la organización tecnológica es determinar qué estrategias o combinación de estrategias fueron usadas y cómo se refl ejan en el comportamiento y cambio cultural12.

La tecnología disponible es un elemento íntimamente ligado al funciona-miento de las estrategias implementadas por toda sociedad, esté o no directa-mente asociada con la producción de alimentos, y debe ser interpretada en un contexto integrado con las otras variables. Sus modos y tiempos de producción no son absolutamente independientes del sistema como tal. En este sentido, la tecnología lítica es uno de los elementos fundamentales a considerar para interpretar y explicar las estrategias adaptativas de los grupos culturales13.

En la década de 1970, a partir del trabajo de Binford14, el estudio de la tecnología desde una perspectiva organizativa fue defi nido y discutido por diversos autores15. De acuerdo con Binford, la organización tecnológica puede

12 PHILIP J. CARR, “Technological Organization and Prehistoric Hunter-Gatherer Mobility: Examination of the Hayes Site”, The Organization of North American Prehistoric Chipped Stone Tool Technologies, Edit. by P. J. Carr, International Monographs in Prehistory, Archaeo-logical Series 7, Ann Arbor, Michigan, 1994, pp. 35-44.

13 DANIEL ENZO OLIVERA, Tecnología y estrategias de adaptación en el Formativo (Agro-alfarero temprano) de la Puna Meridional Argentina. Un caso de estudio: Antofagasta de la Sierra (Pcia. de Catamarca, R. A.). Tesis Doctoral en Ciencias Naturales, Facultad de Ciencias Naturales, Universidad Nacional de La Plata. 1991, pp. 1-414 (manuscrito facilitado por el autor).

14 LEWIS R. BINFORD, “Stone Tools and Human Behavior”, Scientifi c American 220 (4), 1969, pp. 70-84; “Interassemblage Variability – the Mousterian and the ‘Functional’ Argu-ment”, The Explanation of Culture Change: Models in Prehistory, Edited by C. Renfrew, Dickmorth, London, 1973; “Organization and formation processes: Looking at curated tech-nologies”, Journal of Anthropological Research 35 (3), 1979, pp. 255-273; “Willow Smoke and Dogs’ Tails: Hunter-Gatherer Settlement Systems and Archaeological Site Formation”, American Antiquity 45 (1), 1980, pp. 4-20; entre otros.

15 WILLIAM JR. ANDREFSKY, “Raw-Material Availability and the Organization of Tech-nology”, American Antiquity 59 (1), 1994, pp. 21-34; DOUGLAS B. BAMFORTH, “Technological Effi ciency and Tool Curation”, American Antiquity 51 (1), 1986, pp. 38-50; C. BRITT BOUSMAN, “Hunter-Gatherer Adaptations, Economic Risk and Tool Design”, Lithic Technology, Vol. 18,

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ser entendida “in terms of strategies that are responsive to concrete situational variables”16. En términos generales, las estrategias implementadas son con-sideradas como un medio para resolver problemas, y “tools are not ends in themselves but are used by people as part of a larger strategy for coping with their social and physical environment”17.

Los conceptos de conservado y expeditivo (curation and expediency) constituyen las dos estrategias tecnológicas más utilizadas para explicar el producto material que resulta de la implementación de las herramientas. En general, fueron vinculados con sociedades de cazadores-recolectores, aunque algunos investigadores extendieron su aplicabilidad a sociedades con econo-mías productoras18. En los últimos años, en nuestro país se reavivó la discusión

N°1 y 2,1993, University of Tulsa, Oklahoma; ROBERT L. KELLY, “The three sides of a biface”, American Antiquity 53 (4), 1988, pp. 717-734; BRAD KOLDEHOFF, “The Cahokia Flake Tool In-dustry: Socioeconomic Implications for Late Prehistory in the Central Mississippi Valley”, The Organization of Core Technology, Edit. by Johnson J. K. and C. A. Morrow. Westview Press, Boulder and London, 1987, pp. 151-185; NELSON, op. cit.; PHILIP J. CARR, op. cit.; Ibidem, “The Organization of Technology: Impact and Potential”, Ibídem, pp. 1-8; GEORGE HAMLEY ODELL, “Economizing Behavior and the Concept of ‘Curation’, Stone Tools. Theoretical Insights into Human Prehistory, Edited by G. H. Odell. University of Tulsa, Oklahoma. Plenum Press, New York and London, 1996, pp. 51-80; ROBIN TORRENCE, “Tools as optimal solutions”, Time, Energy and Stone Tools, Edited by R. Torrence, Cambridg University Press, Cambridge, 1989, pp. 1-6; Ibidem, “Re-tooling: towards a behavioral theory of stone tools”, Ibidem, pp. 57-66.

16 BINFORD, Organization and formation processes, cit., p. 255.17 TORRENCE, Re-tooling, cit., p. 58.18 MARÍA GABRIELA CHAPARRO, “La organización de la tecnología lítica en sociedades

pastoriles prehistóricas (desde ca. 2000 AP) en la Quebrada de Inca Cueva: El caso de la Cueva 5 (Jujuy, Argentina)”, Arqueología, Vol. 11, Revista de la Sección Arqueología, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2001, pp. 9-47; VIRGINIA DELLINO, Puestos de Caza y Pastoreo de Altura: Uso y manejo de recursos líticos en la Quebrada de Real Grande 1. Provincia de Catamarca, Tesis de Licenciatura en Ciencias Antropológicas (orientación Arqueología), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1998 (manuscrito facilitado por la autora); ALEJANDRA M. ELÍAS, “Informali-dad: un acercamiento a la tecnología lítica de momentos tardíos a partir de las características de diseño de los instrumentos relevados en dos sitios de Antofagasta de la Sierra (Prov. Cata-marca, Argentina): La Alumbrera y Campo Cortaderas”, Hombre y Desierto. Una perspectiva cultural, N° 12, Universidad de Antofagasta, Chile, 2005, pp. 47-71; PATRICIA SUSANA ESCOLA, Tecnología lítica en sociedades agro-pastoriles tempranas, Tesis Doctoral, Facultad de Filoso-fía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2000 (manuscrito facilitado por la autora); Ibidem, “La expeditividad y el registro arqueológico”, Chungará (Arica), Vol. 36 suplemento especial, Revista de Antropología Chilena Arica, Chile, 2004, pp. 49-60; ROBERT J. JESKE, “Energetic Effi ciency and Lithic Technology: an Upper Mississippian Example”, American Antiquity 57 (3), Society for American Archarology, 1992, pp. 467-481; KOLDEHOFF, op. cit; C. A. MORROW, “Blades and Cobden Chert: A Technological Argument for Their Role as Markers of Regional Identifi cation During the Hopewell Period in Illinois”, The Organization of Core Technology,

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201PROYECTO DE INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA

de la operatividad y su aplicabilidad al registro arqueológico, de conceptos como el de organización tecnológica, conservación y expeditividad19.

La explicación del comportamiento relacionado con la selección de las estrategias implementadas fue atribuido a diversas variables y se basa en el aspecto de los costos involucrados en el uso efi ciente del tiempo, energía y recursos, como por ejemplo: disponibilidad de materia prima, localización de las fuentes de aprovisionamiento, estrés temporal, manufactura, transporte y movilidad, variando el énfasis puesto en cada variable.

Para establecer el papel que jugó la tecnología lítica dentro de las estrate-gias económicas de producción de alimentos, se propone abordar la discusión a partir del estudio del análisis de la evidencia lítica recuperada en la región bajo estudio, con especial énfasis de un instrumento muy particular que cumplió un papel vital en las sociedades agro-pastoriles: las palas y/o azadas líticas.

Las investigaciones inherentes a este tipo de instrumental son escasas en nuestro país. Sobre la funcionalidad asignada, las interpretaciones fueron diversas. En general, la discusión se basó en variables exclusivamente mor-fológicas20, aunque en los últimos años surgieron estudios enfocados hacia la

Edit. by Johnson J. K. and C. A. Morrow. Westview Press, Boulder and London, 1987, pp. 119-149; WILLIAM J. PARRY Y ROBERT L. KELLY, “Expedient Core Technology and Sedentism”, The Organization of Core Technology, Edit. by Johnson J. K. and C. A. Morrow. Westview Press, Boulder and London, 1987, pp. 285-304.

19 CRISTINA BAYON, PATRICIA ESCOLA Y NORA FLEGENHEIMER, “Organización tecnológica: usos y abusos de esta perspectiva”, Encuentros de Arqueología (Comentarios de mesas de trabajo), Arqueología, Vol. 5, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1995, pp. 179-186; “La expeditividad y su registro arqueológico: un tema olvidado”, VI Encuentros de Arqueología (Comentarios de mesas de trabajo). Arqueología, Vol. 11, ICA, FFyL, UBA, 2001, pp.61-270; ESCOLA, “La expeditividad y el registro arqueológico”, Chungará (Arica), Vol. 36 suplemento especial, Revista de Antro-pología Chilena, Arica, Chile, 2004, pp. 49-60.

20 ERIC BOMAN, Antigüedades de la región andina de la República Argentina y del desierto de Atacama, Tomo II, Impreso en Universidad Nacional de Jujuy, San Salvador de Jujuy, 1992 [1908] ; EDUARDO CASANOVA, “Tres ruinas indígenas en la Quebrada de La Cueva”, Anales del Museo Nacional de Historia Natural Bernardino Rivadavia, Vol. XXXVII, Buenos Aires, 1933, pp. 272-276; SALVADOR DEBENEDETTI Y EDUARDO CASANOVA, “Titiconte”, Publicaciones del Museo Antropológico y Etnográfi co de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, serie A III, Buenos Aires, 1935, pp. 7-35; R. E. LATCHAM, Arqueología de la Región Atacameña. Prensas de la Universidad de Chile, Santiago, Chile, 1938; FERNANDO MARQUEZ MIRANDA, “El ‘pucará’ del pie de la cuesta de Colanzulí”. Notas preliminares del Museo de La Plata, Vol. II, Buenos Aires, 1939, pp. 259-269; ERIC VON ROSEN, Popular account of archaeological research during the Swedish Chaco – Cordillera-Expedition, 1901-1902, Stockholm, 1924; entre otros.

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interpretación de los rastros de uso21. Sin embargo, un tema relegado y que ha señalado la necesidad de profundizar en la discusión, es el aspecto tecnológico involucrado en su manufactura.

Un buen punto de partida para entender y explicar la variabilidad de los conjuntos líticos es a partir de la determinación de la base regional de esos recursos líticos, a través del estudio de su estructura y de la identifi cación y caracterización de las fuentes de aprovisionamiento22.

A través de los análisis técnico-morfológico y morfológico-funcional de los instrumentos, es posible aproximarnos al rol que éstos cumplían para efec-tivizar las estrategias de economías productoras y la organización de dichas economías desde sociedades tempranas a aquellas más tardías. Además de proveer un importante aporte a la dimensión del análisis lítico en general.

OBJETIVOS PERSEGUIDOS

Dentro del marco teórico esbozado anteriormente, el presente proyecto de investigación está orientado a caracterizar determinados aspectos de la tecnología lítica como elemento relevante para abordar las estrategias imple-mentadas por grupos con economías productoras de alimentos, con especial énfasis en los instrumentos agrícolas tales como palas y/o azadas.

El objetivo general es establecer la relación de la tecnología lítica con el sistema económico de producción de alimentos a través del cambio tecno-lógico que acompañó a la complejización de las sociedades que poblaron la Quebrada de La Cueva, desde un punto de vista tecno-funcional y el rango de

21 JULIO C. AVALOS, “Modos de uso de implementos agrícolas de la Quebrada de Humahua-ca y Puna a través del análisis de huellas de desgaste”, Los desarrollos locales y sus territorios. Arqueología del NOA y sur de Bolivia, Universidad Nacional de Jujuy, 1998, pp. 285-303; MARCOS R. GASTALDI, Tecnología y sociedad: biografía e historia social de las palas del Oasis de Tebenquiche Chico, Tesis de Licenciatura en Arqueología, Escuela de Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca, 2001 (manuscrito facilitado por el autor); SUSANA PÉREZ, Experimentación y análisis de microdesgaste de “palas y/o azadas” líticas de Antofagasta de la Sierra (Catamarca), Tesis de Licenciatura en Ciencias Antropológicas (orientación Ar-queología), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2003 (manuscrito en poder de la autora); Ibidem, “Análisis de microdesgaste por uso de palas y/o azadas líticas de Antofagasta de la Sierra (Pcia. de Catamarca.) Aportes para su interpretación funcional”, Hombre y Desierto. Una Perspectiva Cultural, Vol. 12, Universidad de Antofagasta, Chile, 2005, pp. 23-46; HUGO YACOBACCIO, “Estudio Funcional de azadas líticas del NOA”, Arqueo-logía Contemporánea, Vol. I (1), 1983, pp. 3-19.

22 JONATHAN E. ERICSON, “Toward the analysis of lithic reduction systems”, Prehistoric Quarries and Lithic Production, Edit. L. E. Ericson y B. A. Purdy, Cambridge University Press, Cambridge, 1984, pp. 1-9.

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actividades llevadas a cabo. Así como también calibrar las dimensiones del cambio tanto temporal como espacial, y su signifi cancia dentro del contexto cultural.

El objetivo fi nal es la elaboración de un modelo tecnológico local, rela-cionando las ocupaciones en la región correspondiente a la Quebrada de La Cueva y el uso del espacio de los asentamientos en relación con las áreas de producción agrícola.

Como objetivos específi cos, se aborda el análisis de algunos aspectos relacionados con la ergología lítica en el área arqueológica de referencia, ya que la escasa información que se cuenta sobre el tema marca la necesidad de realizar estudios que brinden conocimiento sobre esta problemática.

Los conjuntos artefactuales líticos serán vistos desde la perspectiva de la organización tecnológica, con especial énfasis en la técnica de manufactura y la caracterización de los materiales. Se busca establecer el comportamiento vinculado con las estrategias de aprovisionamiento de la materia prima, el transporte, la manufactura, el eventual enmangue de los instrumentos, su uso y descarte.

De este modo, y a fi n de acercarnos al objetivo general, se propone un abordaje teórico-metodológico a través de los siguientes objetivos específi cos que pueden proveer información de relevancia: 1. establecer las estrategias implementadas para la adquisición, manufactura, uso y mantenimiento de los artefactos, 2. identifi cación de la base de recursos líticos de la región de la Quebrada de La Cueva, 3. análisis técnico-morfológico y morfológico-funcio-nal de la evidencia lítica recuperada en el contexto arqueológico proveniente de los sitios ubicados en la Quebrada de la Cueva, 4. analizar la diversidad de los conjuntos artefactuales líticos, 5. caracterización de los materiales, 6. estudio de la tecnología involucrada en la manufactura de los instrumentos, 7. identifi cación del área usada del instrumento, 8. determinación de la forma de utilización y 9. establecer las actividades desarrolladas.

METODOLOGÍA IMPLEMENTADA

En el campo

El trabajo de campo se focalizará, principalmente, en la evaluación de la base de recursos líticos de la región en estudio. Inicialmente, se realizará una revisión de la bibliografía geológica y arqueológica tendiente a lograr un panorama general y preliminar de la distribución espacial de recursos poten-ciales. Luego, los trabajos se orientarán a tareas de prospección del terreno a fi n del reconocimiento, localización y caracterización de los recursos líticos

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204 SUSANA PÉREZ

existentes, tanto de fuentes potenciales de aprovisionamiento como de sitios cantera y cantera-taller.

Cabe consignar que, siguiendo los lineamientos de Nami23 y Bellelli24, se considera ‘fuente potencial de aprovisionamiento’ a aquella fuente de materia prima donde existen rocas apropiadas para su utilización, aunque no se regis-tran evidencias arqueológicas que indiquen su explotación para la confección de instrumentos. Por otro lado, los términos ‘cantera’ y ‘cantera-taller’, se refi eren a fuentes donde se constata la extracción de materias primas y, en el caso de la cantera-taller, además existen evidencias de formatización de instrumentos.

Dentro de la caracterización de los recursos se tomarán en consideración aspectos tales como: forma en que la roca se presenta en la naturaleza, acce-sibilidad a las fuentes, distancia a las fuentes en relación con los sitios habita-cionales, características petrográfi cas de las materias primas, entre otros.

En el laboratorio

Se realizará un análisis técnico-morfológico y morfológico funcional de todos los materiales líticos (instrumentos, núcleos y desechos de talla) recupe-rados en contextos de excavaciones estratigráfi cas y sondeos y, de considerarse pertinente, de materiales provenientes de recolecciones superfi ciales.

El análisis técnico-morfológico se encarará siguiendo los lineamientos propuestos por Aschero25 y Pérez26 con las modifi caciones consensuadas por

23 HUGO G. NAMI, “El subsistema tecnológico de la confección de instrumentos líticos y la explotación de los recursos del ambiente: una nueva vía de aproximación”, Presentado en el 45º Congreso Internacional de Americanistas, Bogotá, 1985. Shincal 2, 1992, pp. 33-53.

24 CRISTINA BELLELLI, “Recursos minerales: su estrategia de aprovisionamiento en los Niveles Tempranos de Campo Moncada 2 (Valle de Piedra Parada, Río Chubut)”, Arqueología Contemporánea Argentina. Actualidad y Perspectivas, Edic. Búsqueda, Buenos Aires, 1988, pp. 147-176.

25 CARLOS A. ASCHERO, Ensayo para una clasifi cación morfológica de artefactos líticos aplicada a estudios tipológicos comparativos, Informe a CONICET, Buenos Aires, 1975; Ibidem, Apéndice A y B, Cátedra de Ergología y Tecnología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1983 (manuscritos facilitados por el autor).

26 PÉREZ, Experimentación y análisis de microdesgaste, cit.; “Aportes metodológicos para el análisis de palas y/o azadas líticas”, Mundo de Antes (en prensa), Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e Instituto M. Lillo, Universidad Nacional de Tucumán; “Palas y/o azadas líticas manufacturadas por lascado. Nuevo grupo tipológico (M3.33.00)”, Presentado en el Taller: “Morfología macroscópica en la clasifi cación de artefactos líticos: in-novaciones y perspectivas” (en prensa), Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e Instituto M. Lillo, Universidad Nacional de Tucumán; “Palas y/o azadas líticas ma-nufacturadas por lascado. Agregado/modifi cación de variables en las descripciones”, ibidem.

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205PROYECTO DE INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA

diversos investigadores especializados en la problemática de la tecnología lítica, en el I y II Taller “Morfología macroscópica en la clasifi cación de arte-factos líticos: innovaciones y perspectivas”27. Para el registro de variables o estados de atributos se utilizará una fi cha ad-hoc, basada en la fi cha técnico-morfológica ideada por Aschero28. Para el análisis se seguirán cuatro pasos: a) segmentación del conjunto, b) orientación, ilustración y segmentación descriptiva de los instrumentos, c) descripción técnico-morfológica y morfo-lógico-funcional y d) clasifi cación de subgrupos tipológicos.

Para la descripción técnico-morfológica y morfológico-funcional se toma-rán en consideración las siguientes variables de interés: a) forma general del cuerpo y pedúnculo, b) características técnicas generales, c) características del contorno y caras, d) descripción de las fracturas principales y e) segmentación descriptiva. Los criterios utilizados para la clasifi cación diferencial de los subgrupos tipológicos se basarán en la segmentación descriptiva.

En el caso de los desechos se tendrán en cuenta atributos tales como: es-tado (entero o fragmentado), materia prima, dimensiones absolutas y relativas, formas base, tipo de talón y atributos asociados a éste. Para los instrumentos, además de los atributos antes mencionados, se tendrán en cuenta: grupo y subgrupo tipológico, serie técnica, cantidad de fi los, situación de los lascados, forma de los lascados, espesores, ángulos medidos, entre otros.

El estudio de la materia prima utilizada en la manufactura del conjunto artefactual lítico se basará en el análisis geológico y petrográfi co de los mate-riales recuperados. Los análisis tendientes a la caracterización de las materias primas, su estructura, composición y disponibilidad en la región de estudio ayudarán a entender las estrategias tecnológicas implementadas, así como también la variabilidad de los conjuntos líticos. Con ello, se pretende generar una importante fuente de información en lo que se refi ere a la organización tecnológica y la tecnología lítica en general.

RESULTADOS PRELIMINARES

Análisis de los conjuntos artefactuales líticos

La muestra total analizada hasta el momento es de 155 ítems, enteros y fragmentados, provenientes de los sitios El Antigüito y Pukará de La Cueva.

27 Organizado por el Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e Instituto M. Lillo, Universidad Nacional de Tucumán, llevado a cabo en Horco Molle, Tucu-mán, 2004 y 2005, respectivamente.

28 ASCHERO, Ensayo para una clasifi cación, 1983, cit.

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Al primero de ellos corresponden 17 artefactos, 1 núcleo, 32 desechos de talla y 9 ecofactos. Mientras que al sitio Pukará de La Cueva corresponden 21 artefactos, 2 núcleos, 56 desechos de talla y 17 ecofactos. Si tomamos en consideración el total de artefactos y núcleos, en ambos sitios prevalecen los artefactos formatizados con el 72,22% en El Antigüito y 73,91% en el Pukará de La Cueva.

Los grupos tipológicos representados incluyen: cuchillo de fi lo retoca-do, puntas de proyectil, artefactos de formatización sumaria, fragmentos no diferenciados de fi lo o borde formatizado, fragmentos no diferenciados de artefactos formatizados, palas y/o azadas, cuentas, percutores, artefactos de molienda (manos), litos no diferenciados modifi cados por uso, núcleos y desechos de talla. Los ecofactos comprenden vestigios minerales de rocas, de las cuales algunas fueron registradas en los conjuntos artefactuales presentes en la Quebrada de La Cueva.

Las materias primas identifi cadas comprenden arenisca, basalto (varieda-des 1 y 2), cuarcita, cuarzo lechoso, malaquita, obsidiana (variedades 1, 2 y 3), sílice, toba volcánica y materias primas aún no determinadas. En principio, en este nivel de análisis se registraron variedades en algunas de ellas que difi eren en cuanto al color y al tipo de grano, esta última propiedad podría incidir en la calidad para la talla.

Los resultados preliminares de los análisis efectuados en la evidencia lítica de ambos sitios, permiten observar ciertas tendencias en las muestras analizadas que aportan información interesante para estudios posteriores en cuanto a las estrategias de aprovechamiento de los recursos disponibles29.

Existe una tendencia al uso diferencial de materias primas. Los resultados indican que obsidianas y sílices fueron las más utilizadas. Además, fue posible identifi car variabilidad en las cuarcitas, obsidianas y basaltos, así como también en otras materias primas aún no determinadas cuyas formas base son lajas, lo cual podría estar relacionado con fuentes de aprovisionamiento diferentes.

En relación con la reserva de corteza, se registró un bajo porcentaje en todos los grupos tipológicos. En ambos sitios los grupos tipológicos de per-cutores, palas y/o azadas, manos y núcleos son los que prevalecen, lo que se relaciona con las características de los artefactos. La ausencia de reserva de corteza observada en los demás grupos tipológicos recuperados, incluidos los desechos de talla, podría estar indicando que gran parte de los materiales ingresó en un estado avanzado de reducción.

29 PÉREZ, “Análisis preliminar de conjuntos artefactuales líticos de la Quebrada de La Cueva (Departamento de Humahuaca, provincia de Jujuy)”, VI Congreso Argentino de Ameri-canistas Año 2008, Tomo 2, Sociedad Argentina de Americanistas, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2009, pp. 307-329.

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207PROYECTO DE INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA

Por el contrario, el estado de fragmentación es muy alto en todos los gru-pos tipológicos recuperados en ambos sitios, lo que se condice con el hecho de que se trata en su mayoría de recolecciones superfi ciales, razón por la cual no se pueden realizar por el momento inferencias al respecto.

El análisis de artefactos formatizados muestra diversidad de grupos tipo-lógicos y variabilidad interna en algunos de ellos, como por ejemplo, en las puntas de proyectil y en las denominadas palas y/o azadas. La variabilidad se observa en la materia prima utilizada y en ciertas características técnico-morfológicas presentes en los subgrupos tipológicos.

Aunque resulte prematuro en este nivel de análisis, es interesante ofrecer un panorama general referido a los modos de acción posibles de los artefactos según las funciones primarias determinadas por Aschero30. Asimismo, se tomó en consideración las posibles acciones identifi cadas por Babot31 en los artefactos de molienda, y Pérez32 en los artefactos utilizados para el laboreo de la tierra, como es el caso de las palas y/o azadas.

Sobre un total de 37 artefactos, el modo de acción ‘punzar y cortar’ resul-tó el más representado (37,84%) con las puntas de proyectil (14), le siguen en abundancia, con el 35,14%, un conjunto de artefactos (13) con características morfológicas variadas que no permiten inferir su función primaria. También están representadas, aunque en menores proporciones, las acciones efectuadas con artefactos para ‘cavar/puntear’ (4 palas y/o azadas – 10,81%), ‘golpear/per-cutir’ (3 percutores – 8,11%), ‘moler, triturar, pulverizar’ (2 manos – 5,40%) y ‘cortar’ (1 cuchillo – 2,70%).

Cabe consignar que dentro de las funciones primarias de los artefactos, no se tabularon las cuentas. En este sentido, éstas corresponderían a ‘piezas ornamentales’ y no se refi eren al modo de acción utilizado para realizar una actividad específi ca, como es el caso de lo descrito anteriormente.

Base regional de recursos líticos

A fi n de acercarnos al conocimiento de la base regional de recursos líticos en el área de la Quebrada de La Cueva, se planteó un esquema de trabajo que

30 ASCHERO, Ensayo para una clasifi cación, 1983, cit.31 MARÍA DEL PILAR BABOT, Tecnología y utilización de artefactos de molienda en el

Noroeste Prehispánico, Tesis Doctoral, Facultad de Ciencias Naturales e Instituto M. Lillo, Universidad Nacional de Tucumán, 2004, p. 89 (manuscrito facilitado por la autora).

32 PÉREZ, Experimentación y análisis de microdesgaste, cit.; “Experimentación de uso con palas y/o azadas líticas”, Intersecciones en Antropología, Vol. 5, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Pcia. de Buenos Aires, Olavarría, Buenos Aires, 2004, pp. 105-117.

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208 SUSANA PÉREZ

contemplara diversas etapas de obtención y procesamiento de información, proveniente del análisis de la bibliografía arqueológica y geológica disponible del área de estudio33.

Los trabajos de campo están enfocados a la localización e identifi cación de las fuentes de abastecimiento, a la caracterización de la forma en que se presentan en la naturaleza, a la accesibilidad y a la distancia en relación con los sitios arqueológicos.

En base a la información geológica y litológica édita34 incluyendo el uso de cartas topográfi cas (escala 1:50.000)35, fotografías aéreas (escala 1:50.000)36 e imágenes satelitales37, se confeccionaron mapas generales (escala 1:40.000) y areales (escala 1:10.000), se seleccionaron los espacios a analizar y fueron georeferenciados.

En el primer trabajo de campo38 se registraron los espacios circundantes a los sitios Pukará de La Cueva, Pukará Morado y Pueblo Viejo de La Cueva, así como también el correspondiente a la Quebrada del Arroyo Pukará. En cada uno de los espacios se realizó una prospección exploratoria a fi n del re-conocimiento e identifi cación de fuentes de aprovisionamiento potenciales, a partir de la observación de las materias primas que reunían las características apropiadas para la confección de artefactos.

A partir del uso de Sistemas de Información Geográfi ca (SIG), se en-cuentran en proceso de elaboración mapas temáticos para conocer la oferta de recursos líticos y evaluar su relación con los sitios arqueológicos.

33 Ibidem, “Distribución, disponibilidad y accesibilidad de materias primas líticas en la Quebrada de La Cueva (Dpto. de Humahuaca, Pcia. de Jujuy)” y “Metodología aplicada para el estudio de la base regional de recursos líticos en el área de la Quebrada de La Cueva (Dpto. de Humahuaca, Pcia. de Jujuy)” (manuscritos en poder de la autora).

34 DANIEL RUBIOLO, “Hoja Geológica 2366-II/2166-IV La Quiaca (Pcias. de Jujuy y Salta) (1:250.000)”, Programa Nacional de Cartas Geológicas de la República Argentina, Boletín Nº 246, SEGEMAR, Instituto de Geología y Recursos Minerales y Dirección de Geología Regional, Buenos Aires, 2003,113 pp.; TURNER Y MON, op. cit.; CÉSAR R. VILELA, “Algunos rasgos particulares de la geología de Iruya (Salta – Jujuy) (Mapa Geológico de la Región de Iruya)”, Revista de la Asociación Geológica Argentina, Tomo XV, Nº 3-4, Edit. Coni, Buenos Aires, 1960, pp. 119-144.

35 IGM, Carta Topográfi ca de la República Argentina (1:50.000) Hoja 2366-17-3 Iturbe, Jujuy-Salta, Instituto Geográfi co Militar, 1938.

36 Fotografías aéreas 2365-110a, 2365-110-14, 2365-10-17, 2365-110-20 t 2365-111-38 (1:50.000), Dirección Nacional de Minería y Geología, Buenos Aires.

37 Google Earth 2008, Dmapas, digitalGlobe, Europa Technologies (de consulta gratuita en la web).

38 Llevado a cabo en octubre de 2008.

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209PROYECTO DE INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA

Como resultado de las tareas de prospección se localizaron e identifi caron cuatro fuentes de aprovisionamiento de materia prima39, tres primarias y una secundaria40. “Las primeras son aquellas en que la roca se presenta en su lugar de origen, ya sea en forma de fi lón, escoria, etc. Las segundas son aquellas en que las rocas se presentan transportadas desde sus fuentes primarias a otro lugar, ya sea cercano o lejano, por acción de agentes naturales: transporte de ríos, acción glaciaria, etc.”.41

Una vez localizada la fuente de materia prima, se realizaron transectas en dirección norte-sur y este-oeste, a fi n de la identifi cación del área de dispersión de materiales en la fuente y la concentración de materiales que evidencien ac-tividades de extracción y procesamiento de los recursos líticos existentes. En este nivel de análisis, la clasifi cación de las materias primas líticas se realizó a nivel macroscópico.

Fuente 1: ‘El Morado’

Se encuentra ubicada en la ladera este del cerro Morado. Se trata de una fuente primaria de cuarcita, roca metamórfi ca cuya forma de presentación es en afl oramientos consolidados con guijarros incrustados. El área de dispersión de los guijarros es de 17.000m2 aproximadamente.

En base a las evidencias registradas, en principio fue clasifi cada como Sitio ‘cantera’, aunque con un análisis detallado de los materiales arqueoló-gicos presentes en el sitio, no se descarta la posibilidad de que se trate de una ‘cantera-taller’. Se pudo identifi car una concentración de materiales de 50m2 aproximadamente.

Fuente 2: ‘La Cueva 1’

Se encuentra ubicada frente a la ladera oeste del cerro donde está empla-zado el sitio Pukará de La Cueva. Se trata de una fuente primaria de cuarcita, roca metamórfi ca cuya forma de presentación es en afl oramientos consolidados con guijarros incrustados. El área de dispersión es de 18.000m2 aproximada-mente.

La evidencia arqueológica registrada permite clasifi carla como un Sitio ‘cantera’. Se pudo identifi car dos concentraciones de 300m2 y 800 m2, aproxi-

39 PÉREZ, Distribución, Disponibilidad y Accesibilidad, cit.40 Sensu NAMI, op. cit., p. 42.41 Ibidem, p. 42.

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madamente cada una. Al igual que con la fuente anterior, no se descarta la posibilidad de que se trate de un sitio ‘cantera-taller’, lo cual se analizará des-pués de realizarse un muestreo sistemático a partir de transectas.

Fuente 3: ‘La Cueva 2’

Se encuentra ubicada en la ladera sur del cerro donde está emplazado el sitio Pukará de La Cueva. Se trata de una fuente primaria de materia prima aún no identifi cada y de probable utilización en la manufactura de artefactos agrícolas y de molienda. En principio, se trataría de una roca sedimentaria cuya forma de presentación es en afl oramientos de bloques y lajas de diferentes tamaños y grosores. El área de dispersión es de 1.500m2 aproximadamente.

No se registró evidencia de extracción de la roca. Fue clasifi cada como ‘ fuente potencial de aprovisionamiento lítico’.

Fuente 4: ‘La Cueva 3’

Se encuentra ubicada en la ladera sur del cerro donde está emplazado el sitio Pukará de La Cueva. Se trata de una fuente secundaria presumiblemente de calcedonia. La forma de presentación es en bloques sueltos de concreción con calcedonia incrustada. Se identifi caron dos bloques aislados, no regis-trándose evidencia de extracción. Fue clasifi cada como ‘ fuente potencial de aprovisionamiento lítico’.

Otras materias primas registradas

Durante el relevamiento del área circundante a los sitios Pukará de La Cueva y Pukará Morado, se registró la presencia de nódulos de cuarzo con dis-tribución aislada. Presumiblemente se trata de fuentes secundarias42, aunque su presencia aislada no permite asegurarlo por el momento. Se trata de frag-mentos de guijarros de cuarzo blanco lechoso y blanco traslúcido, recolectados en la Fuente 1 (El Morado), en la Fuente 2 (La Cueva 1) y en diferentes laderas del cerro donde se encuentra emplazado el sitio Pukará de La Cueva.

Cabe consignar que en todas las fuentes identifi cadas se realizó un regis-tro fotográfi co y de posicionamiento por GPS (Global Position System), así como también del tipo de evidencia presente. La información recogida fue do-cumentada en fi chas ad-hoc. Además, se recolectaron muestras de las diversas

42 Sensu NAMI, op. cit.

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211PROYECTO DE INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA

materias primas y las distintas variedades en que se presentan, tanto en color como en el tamaño del grano, a fi n de su análisis en el laboratorio.

Inicialmente, es posible sostener que la cuenca del río La Cueva posee depósitos primarios y secundarios distribuidos en las inmediaciones de los sitios en estudio y explotados en algún grado. En efecto, las observaciones preliminares han permitido distinguir el abastecimiento de materias primas en dos de las cuatro fuentes de aprovisionamiento localizadas. De acuerdo con la gran cantidad de desechos, la presencia de percutores, núcleos y algunas pe-queñas concentraciones de lascas muy pequeñas y microlascas, considero que las actividades que se realizaron en las Fuentes 1 y 2 estaban relacionadas con las primeras etapas de producción lítica, es decir, testeo o ‘prueba’ de calidad de la materia prima a fi n de realizar una selección de ésta, descortezamiento primario (evidenciada por la presencia de lascas primarias y secundarias) y la extracción de formas base.

Los resultados incluidos en este trabajo son de carácter preliminar y por el momento no permiten discutir aspectos relacionados con la organización de la tecnología lítica. En este sentido, los análisis en laboratorio tendientes a la caracterización de los materiales y los futuros trabajos de campo orientados a la prospección sistemática de las fuentes, proveerán información que permitirá una mayor especifi cación para su clasifi cación.

AGRADECIMIENTOS

Un recuerdo a la Dra. Susana Basílico, directora del Programa de Estudios Arqueológicos, además del agradecimiento por su invitación a participar en el Proyecto Arqueológico Quebrada de La Cueva. Esta investigación contó con el fi nanciamiento de la Pontifi cia Universidad Católica Argentina (subsidio Acta CD Nº6 del 27-03-08) y de la Universidad de Buenos Aires (UBACYT, subsidio F 404, 2008-2010).

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REFERENCIAS DE LAS FIGURAS

Figura 1. Área de estudio con la ubicación

de los sitios arqueológicos principales.

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El impacto de la Primera Invasión Inglesa a la Ciudad de Buenos Aires en 1806,

en la política del virrey José Fernando de Abascal y Sousa para el Virreinato del Perú

DANIELLE PYUniversidad del Salvador

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Si las tristísimas circunstancias de la América del Sur, atacada unas veces por enemigos exteriores y conmovida otras en varios puntos interiormente, me han presentado un campo inmenso para practicar grandes servicios, auxiliando los unos, sujetando los otros, y manteniendo por último su territorio en la tranquilidad (…)1.

RESUMEN

José Fernando de Abascal y Sousa recibió la noticia de la invasión inglesa de 1806 a Buenos Aires, en el inicio de su administración como virrey del Virreinato del Perú. A partir de esta primera misiva enviada por el virrey Rafael de Sobre Monte, comenzó un intercambio epistolar entre las dos autoridades sobre dicho acontecimiento, a partir del cual se fueron perfi lando las preocupaciones, cuida-dos y políticas iniciales de defensa aplicadas por Abascal a su jurisdicción.

PALABRAS CLAVES

Primera Invasión Inglesa a Buenos Aires – José Fernando de Abascal y Sousa – Política de defensa del Virreinato del Perú – Rafael de Sobre Monte.

1 JOSÉ FERNANDO DE ABASCAL, Memorias de Gobierno de José Fernando de Abascal y Sousa virrey del Perú 1806-1816, tomo I, prólogo de Vicente Rodríguez Casado y José Antonio Calderón Quijano, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano Americano, 1944, p. 2 (se actualiza la grafía). TEMAS DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA, XV (JULIO-DICIEMBRE DE 2009) pp. 213-221.

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214 DANIELLE PY

ABSTRACT

Jose Fernando de Abascal y Sousa received word of the 1806 British inva-sion of Buenos Aires at the beginning of his term as viceroy of the viceroyalty of Peru. This fi rst missive sent by Viceroy Rafael de Sobre Monte developed into an epistolary exchange between both authorities about such event, which gave way to the worries, cautionary measures, and initial defense policies ap-plied by Abascal in his jurisdiction.

KEY WORDS

First British invasion of Buenos Aires – Jose Fernando de Abascal y Sousa – Defense Policy of the Viceroyalty of Peru – Rafael de Sobre Monte

A comienzos del siglo XIX el territorio español en América fue mar-cado por dos sucesos singulares que caracterizaron y defi nieron la historia hispanoamericana de la primera mitad del siglo. Por un lado, en la costa del Atlántico sur, las invasiones inglesas a la capital del Virreinato del Río de la Plata que sacudieron la política regional y, por otro, en la costa del Pacífi co la llegada del asturiano José Fernando de Abascal y Sousa, nombrado virrey del Virreinato del Perú.

La noticia de la ocupación británica de la ciudad de Buenos Aires en ju-nio de 1806 llegó al Virreinato del Perú a comienzos de la administración del virrey Abascal, quien explayó en sus cartas al virrey Rafael de Sobre Monte sus inquietudes por dicho acaecimiento, buscando el modo más efi ciente de ayudar a la jurisdicción vecina, desde planes estratégicos sobre cómo recon-quistar la ciudad hasta al envío de materiales bélicos. Este hecho, a su vez, tuvo una repercusión importante en los comienzos de la administración de Abascal, quien estableció como medidas prioritarias enterarse del estado de las fortifi caciones de la capital limeña y adyacencias y su posterior adecuación para un hipotético ataque a la costa del Pacífi co.

1. EL INTERCAMBIO EPISTOLAR ENTRE EL VIRREY ABASCAL Y EL VIRREY SOBRE MONTE

Arrebatado mi celo con tan sensible noticia, contesté a estos avisos, ofrecien-do a todos, y a cada uno en particular de los jefes que me comunicaron, y les

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215EL IMPACTO DE LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA

manifesté mi mejor disposición para auxiliarlos en sus respectivos distritos a pesar de la distancia, con cuanto necesitasen y se hallase al alcance de mis facultades2.

El 25 de junio de 1806 la fl ota inglesa compuesta por diez unidades3 comandada por los militares británicos William Carr Beresford y Home Popham desembarcó en Quilmes, ciudad situada a orillas del Río de la Plata. El 27 de julio, después de un intento de defensa fallido de las autoridades virreinales rioplatenses, las tropas ingresaron a la ciudad y Buenos Aires capituló. En el mismo día el virrey Rafael de Sobre Monte se trasladó al in-terior, momento a partir del cual se comunicó con los demás representantes de la corona en el continente. El 14 de julio Córdoba fue declarada la capital transitoria del virreinato del Río de la Plata y el 16 de ese mismo mes el vi-rrey notifi có a las demás autoridades la caída de Buenos Aires, su retirada a la provincia y solicitó a la autoridad de Chile y al virrey del Perú auxilio en cuanto al contingente de armas4. A partir de esta correspondencia comenzó la relación epistolar entre los virreyes del Perú y del Río de la Plata sobre la ocupación.

José Fernando de Abascal asumió el cargo de virrey del Perú en agosto de 1806 y pronto recibió la noticia de la invasión a Buenos Aires. En su primera correspondencia a Sobre Monte, fechada el 15 de agosto, dice esperar que las autoridades sureñas enfrenten a los enemigos hasta obligarles a regresar a sus barcos, le ofrece los auxilios necesarios y toda su disposición5 a pesar de la larga distancia. Abascal, a su vez, señala que la noticia le sorprendió6, probablemente por la prontitud del hecho más que por el suceso en sí, pues en su viaje hacia Lima había visitado la región del Plata y ya en esa oportunidad había manifestado a las autoridades locales su preocupación por el inefi caz y precario sistema de defensa en las ciudades de Montevideo y Buenos Aires, y la necesidad de reformarlo, conforme sus palabras:

2 Ibidem, p. 450 (se actualiza la grafía).3 JOSÉ TORRE REVELLO, El Marqués de Sobre Monte, Buenos Aires, Peuser 1946, p. 97.4 El virrey del Río de la Plata al virrey de Lima, 16-VII-1806, Archivo, General de la

Nación (AGN) – Legajo Virreinato del Alto Perú, 1791– 1809.5 El virrey José Fernando de Abascal al virrey de las provincias del Río de la Plata,

15-VII-1806, Archivo General de la Nación (AGN) – Legajo Virreinato del Alto Perú, 1791-1809.

6 “(…) entonces me sorprendió la noticia de haberse apoderado de la capital de Buenos Aires el general Carr Berresford con el corto número de mil quinientos de tropas inglesas” J. F. ABASCAL, op. cit., p. 450 (se actualiza la grafía).

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216 DANIELLE PY

(…) me indujo a persuadir (…) como así mismo al virrey de Buenos Aires a mi paso por aquél distrito, la necesidad de aumentar sus fuerzas, reparar las fortifi caciones de la primera; despejar el recinto exterior hasta el alcance de cañón de punto blanco cuando menos, de la multitud de casas, que se habían permitido fabricar en él; elevar y poner terraplenes a las cortinas de ambos portones; profundizarle un foso y resguardar cada una con su revellín y un puente levadizo, con otras prevenciones de urgentísima necesidad para la de-fensa (…) los sucesos ratifi caron el concepto que tenía formado acerca de que la América debería ser el teatro de la guerra (…)7.

Abascal especifi có sus inquietudes en la misiva del 22 de agosto, en la cual consideró muy graves los sucesos de la caída de Buenos Aires y la retira-da de Sobre Monte a un punto tan distante del ocupado por los enemigos. Su-girió al virrey su idea estratégica de reunir las fuerzas de Mendoza, Tucumán, Salta, Paraguay, Santiago del Estero, Santa Fe y Corrientes y que marchara hacia los enemigos hasta obligarles a reembarcar así como le solicitó una ac-titud enérgica sobre los hechos8. Sobre Monte en agosto notifi có a Abascal la recuperación de Buenos Aires, por las fuerzas dirigidas por el capitán de Fra-gata Santiago de Liniers, el día doce del mismo cuando los británicos fueron enfrentados, derrotados y Buenos Aires reconquistada9 después de cuarenta y seis días de ocupación. Abascal se pronunció, aún sin haber recibido la no-ticia de la reconquista, el día 12 de septiembre en una extensa carta en la cual expresó sus planes de ir al Virreinato del Río de la Plata, para estar él mismo al frente de los sucesos cuando la estación de invierno permitiera su cruce de los Andes a través de Chile, agregando que si no fuera posible alejarse del virreinato peruano mandaría a un ofi cial de competencia y de su confi anza10. Abascal convocó una reunión con la Junta de Guerra en Lima para discutir sus planes de ir al Río de la Plata. Mientras la Junta dirimía, Abascal insistió en su propósito y escribió a Sobre Monte comunicándole sus planes11.

7 J. F. ABASCAL, op. cit., pp. 334, 336.8 El virrey José Fernando de Abascal al Señor Marqués de Sobre Monte, 22-VIII-1806,

Archivo General de la Nación (AGN) – Legajo Virreinato del Alto Perú, 1791– 1809.9 El virrey del Río de la Plata al virrey del Perú, 22-VIII-1806, Archivo General de la

Nación (AGN) – Legajo Virreinato del Alto Perú, 1791-1809. 10 El virrey José Fernando de Abascal al Señor Marqués de Sobre Monte, 12-IX-1806,

Archivo General de la Nación (AGN) – Legajo Virreinato del Alto Perú, 1791-1809. 11 J. F. ABASCAL, op. cit., p. 452. El virrey Abascal no hizo el viaje y envió en su lugar al

ofi cial Joaquín de la Pezuela.

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217EL IMPACTO DE LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA

Sobre Monte contestó la carta de Sobre Monte del 22 de agosto, respon-diendo que no era necesaria la presencia de Abascal en su jurisdicción pero que sí necesitaba armas de fuego, escasas en su virreinato, pues una gran cantidad de buques bloqueaban el puerto induciendo a que las autoridades supusiesen un nuevo ataque al territorio12. Abascal le comentó el hecho y se mostró preocu-pado por la incertidumbre de las verdaderas necesidades en el sur, añadiendo que cuando ya había invertido más de cincuenta mil pesos en gastos de la ex-pedición de auxilio13, recibió la noticia de la recuperación de la capital, la cual contestó y felicitó a Sobre Monte por la reconquista, el 27 de septiembre14.

La toma de Buenos Aires demostró la debilidad del sistema defensivo en el virreinato y conllevó en consecuencia a una nueva situación política en la región. Luego de la recuperación de la ciudad, el Cabildo Abierto se reunió para plantear el problema de la soberanía y determinó la designación de Santiago de Liniers como gobernador interino político y militar, excluyendo del mando al Marqués de Sobre Monte quien, desde Montevideo, comunicó su delicada situación política a las demás autoridades en América. Abascal consideró imprudente la actitud del Cabildo porteño ya que solamente el rey podría disminuir sus facultades15 e interpretó el acontecimiento político en Buenos Aires, después de la primera invasión inglesa, cuando el poder fue sustituido por “(…) un cuerpo meramente político, como la Real Audiencia”16, como pretencioso, pues aunque la petición fue afi rmar la victoria obtenida sobre los ingleses, el verdadero propósito fue la deposición del virrey Sobre Monte17.

El episodio de la ocupación de Buenos Aires en 1806 confi rmó las inquie-tudes de José Fernando de Abascal en cuanto al endeble sistema de defensa del orbe colonial español. La posterior relación epistolar entre los dos virreyes sobre el hecho certifi có sus preocupaciones por el grave acontecimiento y por la situación de la jurisdicción vecina. Sus cartas demuestran su voluntad en

12 Sobre Monte a Abascal sin fecha, Archivo General de la Nación (AGN), Legajo Virrei-nato del Alto Perú, 1791-1809.

13 J. F. ABASCAL, op. cit., p. 454.14 El virrey Fernando de Abascal al virrey Marqués de Sobre Monte, 27-IX-1806, Archivo

General de la Nación (AGN), Legajo Virreinato del Alto Perú, 1791-1809.15 El virrey Sobre Monte al virrey del Lima, 22-X-1806, Archivo General de la Nación

(AGN), Legajo Virreinato del Alto Perú, 1791-1809.16 J. F. ABASCAL, op. cit., p. 465.17 J. F. ABASCAL, op. cit., p. 466.

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218 DANIELLE PY

encontrar, a pesar de la distancia, el modo más efi ciente y rápido para resta-blecer el orden en la capital de Buenos Aires.

2. IMPACTO INMEDIATO DE LA INVASIÓN EN LA POLÍTICA APLICADA POR EL VIRREY ABASCAL EN EL VIRREINATO DEL PERÚ

El Virrey desde su ingreso en Lima se ocupó empeñosamente en prepararse para resistir a los ingleses que con razón calculaba hiciesen alguna incursión por el Pacífi co fi ados en su preponderancia marítima. Envió pólvora y otros pertrechos a Chile, Panamá y varios puntos más. Reconoció las fortalezas del Callao y las costas inmediatas a la capital. Acordó y puso mano a todas las mejoras que pedían las fortifi caciones, sin olvidar las murallas de Lima que se hallaban en deplorable estado18.

La llegada de la noticia de la incursión inglesa en la ciudad de Buenos Aires corroboró la idea que Abascal sostenía acerca de América como nuevo e inminente escenario de guerra. Al asumir el cargo en el Virreinato del Perú su prioridad fue recorrer y tomar conocimiento de la situación de las fortifi ca-ciones de la costa pacífi ca y reformar a la brevedad dichas instalaciones.

La primera de ellas fue la muralla de Lima construida en 1685 y total-mente renovada a comienzos del gobierno de Abascal. El trabajo de repara-ción duró cuatro meses, presenciados constantemente por el virrey. Entre las reformas emprendidas fueron reparadas las brechas y parapetos, ensanchado el paso de las cortinas de un baluarte a otro, formados terraplenes en la caras y fl ancos de cada uno de éstos para el uso de mediana artillería. Además se construyeron plataformas y rampas para el acceso de la artillería y tropas, así como puentes y alcantarillas. En la parte exterior se quitaron elementos arrojados por la muralla que, en algunos parajes, servían de rampa de acceso a los que estaban afuera de la muralla19. El único problema especifi cado por Abascal para la renovación de la fortifi cación limeña fue el fi nanciero, ya que necesitaron de grandes gastos. Sin embargo, el Cabildo, Tribunales y particu-lares participaron del presupuesto de las obras “(…) gustosos y con entusiasmo patriótico (…)”20. Abascal encontró en la capital un frágil y muy deteriorado al-

18 MANUEL DE MENDIBURU, Diccionario Histórico Bibliográfi ca del Perú, Tomo I, Imprenta Francisco Solís, 1874 (versión digitalizada), p. 3.

19 J. F. ABASCAL, op. cit., pp. 336, 337, 338. 20 Ibidem, p. 337.

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219EL IMPACTO DE LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA

macén de repuesto de pólvora, municiones y pertrechos de artillería, lo cual lo llevó a reformar dicho almacén y a construir otros en las golas de los baluartes a través de los cuales proporcionó la distancia necesaria para la seguridad del material almacenado, de modo que pudiesen surtir con rapidez las municiones desde cualquiera de los posibles puntos de invasión21.

Hacia el año de 1806, el edifi cio en Lima destinado a la fábrica de pólvora estaba en la mitad de las obras debido a su destrucción por un incendio en años anteriores. La urgencia del producto fi rmada por el inspector de artillería hizo que inmediatamente Abascal adelantase los requisitos que asegurasen al erario para el término de la reconstrucción de la planta22. La obra fue concluida en diez meses y, a partir de esta fábrica, fue enviada pólvora a todos los dominios españoles demandantes del producto en el continente y en la península.

El puerto del virreinato peruano, ubicado en el Callao, fue uno de los principales puntos de atención del virrey. Se renovaron los Castillos del Ca-llao, se construyeron puentes levadizos en todas las puertas de entrada de la fortaleza y se realizó un foso de seis metros y setenta centímetros23 de ancho y tres de profundidad con muro, contraescarpa, parapeto. Asimismo se ordenó la construcción de un almacén para armas y artillería, así como obras exteriores para mejorar los muros y dar altura a los fosos. De gran importancia fue la construcción de un aljibe donde se podía almacenar agua para abastecer a dos mil hombres por cuatro meses. De acuerdo con Abascal:

Aunque con esta obra se difi cultaba lo bastante un golpe de mano, distaba mucho de las que la plaza necesitaba y así luego que los ingleses fueron desalojados de este continente por la defensa de Buenos Aires y reconquista de Montevideo, dispuse en recalce sólido de diez pies de elevación y dos de cimiento a todo el recinto (…)24.

Construyó también acueductos desde la caja de agua del muelle a fi n de abastecer agua a los buques e hizo construir otro para víveres debajo del terra-plén. En el recorrido por la costa cercana a Lima, inspeccionó los fuertes de San Miguel y San Rafael, acerca de los cuales no vio la necesidad de realizar

21 Ibidem, p. 338.22 Ibidem, pp. 358, 359.23 Lo equivalente a ocho varas – unidad de medida longitud española que equivale a

0,8382 metros. 24 J. F. ABASCAL, op. cit., p. 341 (se actualiza la grafía).

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220 DANIELLE PY

reformas pues por su ubicación ya ayudaban en lo necesario para la defensa de la plaza de Callao.

Joaquín de la Pezuela, virrey posterior al gobierno de Abascal, comentó en sus Memorias de Gobierno el estado en que encontró la fortifi cación de Callao:

Fui a revisar la Plaza del Callao, su guarnición, artillería, almacenes, pertre-chos, prisioneros, presidiarios detenidos en ella por incidentes y otros delitos, y la encontré en el estado siguiente: (…). La Plaza se hallaba en buen estado de servicio y bien cuidadas sus murallas, rampas, almacenes y artillería, provista ésta y sufi ciente número de moniciones; concluidas las dos cisternas para agua en caso de un sitio; tres bóvedas acabadas y la cuarta en la mitad de su altura, fabricadas por disposición de mi antecesor en el terraplén de la cortina real, y fi nalmente, se hallaba todo en una buena disposición25.

Finalizadas las obras en la capital y en la región del puerto, Abascal re-corrió las demás regiones costeras de la jurisdicción. En la costa sur empezó por el cerro de Chorrillos, en el pequeño puerto llamado de Achira, local que Abascal consideró propicio para un desembarco enemigo, de modo tal que or-denó la colocación de dos baterías cada una con dos cañones hacia el mar. En la costa norte, en el puerto de Lancón, zona considerada riesgosa por Abascal, le pareció conveniente difi cultar el acceso de esta región a la capital en caso de un desembarco enemigo, preparando un plan de defensa con minuciosas reglas y detalles estratégicos por si hubiera un intento de ingreso al Perú desde Ancón u otro punto más cercano al Callao.

Abascal informó a su predecesor acerca de la situación en la cual encontró la marina en el año de 1806. Ésta estaba constituida por: una fragata de guerra, dos corbetas, un bergantín, tres cañoneras armadas, dos cañoneras nuevas recién construidas, y las primeras providencias con referencia al tema fueron frutos de los hechos en el Virreinato del Río de la Plata en que dice:

“(…) aumentándose después el cuidado de la pérdida de Buenos Aires y Mon-tevideo que hacía prudente el recelo de que se destacasen desde estos puntos mayores fuerzas que las que hasta entonces habían pasado a esta mar di orden

25 JOAQUÍN DE LA PEZUELA, Memorias de Gobierno, prólogo de Guillermo Lohmann Vi-llena y Vicente Rodríguez Casado, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano Americanos, 1947, pp. 77-78.

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221EL IMPACTO DE LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA

para reparar y reemplazar el casco y pertrechos de la Astrea deteriorados por la última campaña y combates haciéndola navegar a Valparaíso con auxilios para el reino de Chile y el de Buenos Aires (…)”26.

El conjunto de las obras realizadas en el Virreinato del Perú por el virrey Abascal – la reforma y remodelación de la muralla de la capital, de los alma-cenes de armas, la reconstrucción de la fábrica de pólvora, los cambios en el puerto de Callao y la fortifi cación Real Felipe, así como los planos estratégicos detallados para una posible invasión por puntos riesgosos de la costa norte fueron destacadas por el propio virrey en sus Memorias de Gobierno, dejan-do claro el lugar prioritario que ocupó el tema defensivo desde que asumió el puesto.

CONCLUSIONES

El inicio del gobierno del virrey Abascal estuvo fuertemente marcado por los sucesos políticos militares acaecidos en el Río de la Plata hacia 1806. Por un lado, y a través del intercambio epistolar con las autoridades rioplatenses, se ha comprobado su preocupación tanto por la ocupación en sí como por el traslado de su par Rafael de Sobre Monte a un punto alejado de la capital in-vadida, al tiempo que sugiere estrategias de ataque para recuperar la ciudad, envía materiales bélicos, dinero y propone, incluso, hasta la posibilidad de concurrir personalmente a Buenos Aires.

Por otro, y por medio de sus memorias personales y las del virrey que le sucedió, se ha verifi cado el impacto de la invasión inglesa a la capital riopla-tense en su propia jurisdicción virreinal a través de las obras por él emprendi-das. Obras fundamentales para la defensa en la costa pacífi ca peruana como el mejoramiento de las murallas de Lima, del puerto y de la Fortaleza del Callao, la introducción de artillería en la costa central, la fi nalización de la construc-ción de la fábrica de pólvora, la descripción de un plan de defensa para una supuesta invasión por la costa norte y el reparo de barcos de la marina.

26 J. F. ABASCAL, op. cit., pp. 381-382 (se actualiza la grafía).

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Nacionalidad e inmigración en el pensamiento de Estanislao Zeballos

(1883-1912)

SANTIAGO JAVIER SÁNCHEZUniversidad Nacional de Rosario – CONICET

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RESUMEN

Estanislao Zeballos (1854-1923), fue un prominente periodista, abogado y político argentino que publicó una serie de artículos y libros sobre varios temas relevantes: los indios araucanos, las colonias agrícolas de la provincia de Santa Fe, la cuestión del ius sanguinis-ius solis, y el impacto de la inmigración europea en la Argentina. Como otros hombres públicos contemporáneos de su país, Zeballos creía en el proyecto de una nueva nación construida por los inmigrantes. Sin embargo, sus preocupaciones giraron también en torno a los problemas que suponía una sociedad multicultural y los intentos por recons-truir un sentido de identidad nacional.

PALABRAS CLAVE

Zeballos – Argentina – Inmigración – Identidad nacional

ABSTRACT

Estanislao Zeballos (1854-1923), was a prominent Argentine journalist, lawyer and politician. He published a series of books and articles about many relevant subjects: the Araucanian indian, the agricultural colonies in the province of Santa Fe, the ius sanguinis-ius solis question, and the impact of European immigration in Argentina. Together with many other contemporary public men of his country, Zeballos believed in the possibility of constituting a new nation upon immigrants. However, he was also concerned about the problems related to a multicultural society and helped rebuilding a sense of national identity.

TEMAS DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA, XV (JULIO-DICIEMBRE DE 2009) pp. 223-258.

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224 SANTIAGO SÁNCHEZ

KEY WORDS

Zeballos – Argentina – Immigration – National identity

Pero muchos hijos del país vacilan aún, bien por ignorancia, bien por rutina o temor a las innovaciones, resistiéndose a aquella transformación. Además, ¿no aseguró un célebre sabio alemán, el famoso Burmeister –llevado a la Ar-gentina para que estudiase el porvenir agrícola– que el trigo no prosperaría jamás en la pampa?

JULES HURET, De Buenos Aires al Gran Chaco, 1911.

UNA FIGURA RELEVANTE

En este artículo analizaremos algunos aspectos de la obra de Estanislao Zeballos, intelectual de prominente actuación nacido en Rosario en 1854 y fallecido en Liverpool en 1923. Educado en el Colegio Nacional de Buenos Aires entre los años 1866 y 1872, egresó como abogado por la Universidad de esta misma ciudad en 1874, en la que se radicó y alcanzó proyección nacional, por vía del periodismo y la política. Durante su más temprana juventud fue asesor del general Roca y el principal ideólogo de la Campaña del Desierto, que legitimó a través de sus libros y artículos. Puede considerárselo, sin am-bages, un intelectual orgánico del régimen oligárquico, además de uno de sus dirigentes. En diferentes oportunidades fue elegido diputado nacional y se desempeñó como ministro de Relaciones Exteriores. Su relación con Rosario se mantuvo a la distancia, desde Buenos Aires, a cuya burguesía se integró, identifi cándose con los valores y tradiciones de ésta. La “porteñización” de Zeballos, por así llamarla, corrió pareja además con su fervoroso hispanismo, su defensa de la “raza” nativa, del orden social y de una identidad nacional de base hispanocriolla.

Como uno de los intelectuales más destacados de la Generación del Ochenta, apoyó decididamente el proyecto liberal nacional basado en la inmi-gración europea y la colonización agrícola. El ejemplo de su provincia natal fue resaltado como paradigmático en sus escritos, en particular en su libro de viajes de 1883, La región del trigo, en el que elogió el universo de pequeños propietarios de la “pampa gringa” de Santa Fe. Sin embargo, en discursos y textos posteriores se percibe un cambio de posición en lo atinente a la fi gura del inmigrante y a los nuevos problemas que la joven y multicultural sociedad argentina comenzó a afrontar. Su proyecto de Ley de Extranjeros de 1883, su propuesta de vincular al inmigrante con la propiedad de la tierra y con la naturalización, su preocupación en relación con la educación pública y la poco

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225NACIONALIDAD E INMIGRACIÓN EN EL PENSAMIENTO DE ESTANISLAO ZEBALLOS

efi caz “argentinización” que se procuraba implementar a través de ella, sus refl exiones acerca de la contradicción ius sanguinis – ius solis, y sus estudios sobre los símbolos patrios son algunas de las facetas de su pensamiento que procuraremos explicar en estas páginas.

LA REGIÓN DEL TRIGO

El 25 de septiembre de 1864 los campos cercanos a la posta santafesina de Arequito sufrían una agitación extraordinaria:

[…] los peones corrían en sus mejores caballos recogiendo las haciendas vacunas, para encerrarlas en las grandes ensenadas, las tropillas y manadas llegaban a los corrales de faena, y los ganados que no podían ser así reunidos por su alejamiento, eran espantados por jinetes destacados ex profeso hacia los fondos solitarios de estos campos, que caían al distrito de la Cañada de Gómez […] y el cañón, tronando de hora en hora en las soledades lejanas de la línea de Frontera, daba a las tropas y a las comarcas habitadas la nueva imagen de-soladora, que convertía a las azoteas en plazas de guerra, donde se mezclaban los sollozos doloridos de las mujeres y de los niños al estrépito de las armas y a los preparativos del combate1.

Estas escenas de pánico, tan comunes en la campaña rioplatense durante el siglo XIX, eran presenciadas por un niño de diez años, quien, ya adulto, las seguiría rememorando de esta forma, casi dos décadas después:

A la madrugada siguiente, cuando las estrellas brillaban todavía en el azul oscuro de un hermoso cielo austral, oíamos en la estancia el tropel lejano de las cabalgatas indígenas esparcidas en los campos; y a la tarde, después de un día de zozobra, de llantos, de cautiverio y de matanza, los indios desaparecían con un inmenso botín, en la línea en que cae el cielo para envolver la tierra2.

El niño que presenciara estos sucesos era Estanislao Zeballos, natural de la ciudad de Rosario, quien no volvería a visitar los campos de Arequito sino hasta 1878, catorce años más tarde. Durante este lapso, el niño devendría ado-lescente, obtendría una beca para estudiar en el Colegio Nacional de Buenos Aires y se recibiría de abogado a los veinte años, también en la capital, en la

1 ESTANISLAO ZEBALLOS, La región del trigo, Madrid, Hyspamérica, 1984 (1ª edición 1883), p. 23.

2 ZEBALLOS, La región del trigo, cit., p. 24.

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226 SANTIAGO SÁNCHEZ

que se radicaría. Paralelamente, haría sus primeras armas en el periodismo, como redactor del diario La Prensa3. ¿Qué había acontecido, en tanto, en aquel rincón de la provincia de Santa Fe?

En 1878, a los catorce años, volví a la (Colonia) Candelaria y no vagaron los ojos en aquel solitario desierto que durante mis primeros años crucé cien veces, cuando la población apenas asomaba tímidamente concentrándose en fortines, y los araucanos recorrían los campos y no era posible alejarse a cien metros de la trinchera sin peligro de vida. […] El trabajo constante y transfor-mador muestra su huella civilizadora por todas partes y son sus espléndidos monumentos la población centuplicada, las casas, las arboledas, las plantacio-nes y los trigales, lindando los unos con los otros hasta perderse de vista4.

Vale aclarar que la colonia La Candelaria es la actual ciudad de Casilda, situada a unos cincuenta kilómetros al oeste de Rosario. En 1881, cuando fue inaugurado el Ferrocarril Oeste Santafesino, La Candelaria y otras colonias próximas quedaron comunicadas con el puerto de Rosario.

¿Pero cuáles habían sido los agentes de este cambio tan radical? Sin duda alguna, el ferrocarril y la inmigración, alentados por el proyecto de la Gene-ración del Ochenta. Estanislao Zeballos fue uno de los miembros más activos de este grupo, como intelectual y como funcionario del régimen oligárquico. En 1878 publicó La conquista de quince mil leguas, un extenso informe pre-vio a la Campaña del Desierto de 1879, dedicado, muy signifi cativamente, al general Julio Argentino Roca. Fue éste el primero de una serie de libros sobre la cuestión indígena. Viaje al país de los Araucanos (1881), La dinastía de los Piedra (1884), Painé y la dinastía de los Zorros (1886), Relmu, reina de los Pinares (1888), son obras en las que se entremezclan la descripción geográfi ca y la crónica novelada, y que, además de analizar el rol desempeñado por los indios durante el siglo XIX, procuran legitimar la Conquista del Desierto.

Entre estas obras de juventud se cuenta también La región del trigo (1883), producto, en parte, de un viaje realizado a las colonias agrícolas del sur

3 Los datos biográfi cos sobre Estanislao Zeballos los hemos obtenido de los escasos textos dedicados a su vida y a su obra, a saber: RODOLFO RIVAROLA, “Elogio del Dr. Don Esta-nislao Severo Zeballos en ocasión de su fallecimiento”. Oración leída en el Instituto Popular de Conferencias, en sesión solemne de homenaje, el 5 de noviembre de 1923, publicado en Revista de Derecho, Historia y Letras, Año 1923 (último número); VÍCTOR PESENTI, “Estanislao S. Ze-ballos”, en La Capital, 12 de octubre de 1934 (folleto); PÍO PANDOLFO, Semblanzas santafesinas. Estanislao S. Zeballos-Floriano Zapata-Domingo G. Silva, s/e, Santa Fe, 1947.

4 ZEBALLOS, La región del trigo, cit., pp. 25-26.

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y del centro de Santa Fe, y en la que Zeballos, por entonces diputado nacional, expuso algunas de sus ideas en relación con esta provincia y con el país.

En sus consideraciones más generales, Estanislao Zeballos marcaba una clara divisoria entre la etapa previa al ferrocarril y lo que vino después. Tras una época de estragos y de anarquía provocados por las guerras civiles, el fe-rrocarril habría signifi cado “una nueva alborada”, esto es, la inauguración de una era signada por la fortuna. Hasta entonces, entre el interior y el Litoral, se había extendido el “Desierto”, escenario de la “Barbarie”, en donde los indios impedían la realización de cualquier proyecto nacional, por lo que el tendido de rieles habría sido la primera “avanzadilla” de la “civilización”5.

Sin embargo, y si nos atenemos al relato de Estanislao Zeballos, las con-secuencias iniciales habían resultado perjudiciales para al menos una parte de la población criolla. Zeballos citaba el ejemplo de una vecina de Rosario, Doña Eulogia Llanos, perjudicada económicamente por la inauguración del Ferro-carril Central Argentino, entre su ciudad y Córdoba, cuyas obras habían sido inauguradas por el presidente Mitre en 18636. A uno de sus nietos le confi sca-ron parte de su estancia, por hallarse sobre la línea de las vías proyectadas, y otro, que poseía una tropa de carretas, no pudo competir con el nuevo medio de transporte y quedó en la ruina.

Doña Eulogia corporizaba, según Zeballos, el espíritu tradicional de la Colonia, y el odio y la resistencia de las gentes más simples a los “agentes del progreso” y a los “gringos”. En Santa Fe, como en ninguna otra región del país, se estaba librando, justamente, una batalla entre este espíritu primitivo y el progreso. Rosario, desarrollada durante el período de la Confederación Argentina (1852-1861), era producto directo de esta situación.

La provincia de Santa Fe, en la visión de Estanislao Zeballos, era “tierra nueva”, en la que el progreso se iba imponiendo, de manera gradual y pacífi ca. Superadas las resistencias iniciales, todos, incluso Doña Eulogia, terminarían reconociendo los benefi cios de la nueva coyuntura:

La Unifi cación Nacional por la incorporación de Buenos Aires, que Doña Eulogia había anatemizado en 1862 con acento sacerdotal, era ahora para ella la causa efi ciente de los grandes adelantos de la Patria, que habían proporcio-nado a su familia el bienestar y la abundancia. Esperaba la muerte, sentada en la cuja de sus antepasados, con la calma de una persona que ha alcanzado en la vida la suma felicidad7.

5 Ibidem, p. 13.6 En 1866, las vías llegaban a Bell Ville, en 1867 a Villa María y en 1870 a Córdoba.7 Ibidem, pp. 19-20.

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La transformación de esta mujer había sido completa, tal como lo había sido la de la región. En lugar de los indios, colonos de diversos orígenes –no sólo extranjeros, sino también criollos– poblaban y trabajaban ahora los cam-pos. Alentados por las seguridades otorgadas por el gobierno a la vida y a la propiedad, estos colonos gozaban de una existencia aparentemente próspera y sana, muy superior a la de las ciudades populosas. En un discurso pronunciado en La Candelaria, Estanislao Zeballos elogió la riqueza material y moral de los colonos:

Os hablo en estos términos después de mirar lo que no creía haber contem-plado. He salido de vuestra ciudad abatida y paralizada y puedo aseguraros lo que no todos sabéis: que si están pobres y tristes nuestras ciudades, están sonrientes y ricas vuestras fecundas campañas8.

Al menos, esto es lo que consideraba Estanislao Zeballos, quien, llevado por su entusiasmo, llegaba a negar la existencia misma de miseria, vicios y delitos en la campaña santafesina:

Las seguridades ofrecidas a la propiedad y a la vida son completas y relativa-mente mayores que en las ciudades populosas, pues, en las colonias no hay, ni podrían existir ladrones, ebrios, pendencieros, vagos y toda la ralea de los barrios húmedos y podridos de las metrópolis modernas9.

Para Zeballos, la vida en las colonias santafesinas ofrecía a los recién llegados todas las posibilidades de trabajo y de ascenso social, producto del propio esfuerzo honesto y sostenido. Siguiendo esta lógica, el contraste entre el ayer y el hoy es permanente en los textos del rosarino. Por un lado, el pasado primitivo, pobre y violento de la etapa criolla e indígena. Por el otro, la pros-peridad, la seguridad y el progreso de la nueva era, regida por el ferrocarril, la inmigración europea y la agricultura extensiva. Pero esta transformación era perceptible también en los mismos extranjeros:

Mirad al colono en el muelle, pobre, desvalido, conducido hasta allí después de haber sido desembarcado a expensas del Gobierno, sin relaciones, sin ca-pital, sin rumbos ciertos, ignorante de la geografía argentina y de la lengua castellana, lleno de las zozobras y de las palpitaciones que agitan al corazón en el momento supremo en que el hombre se para frente a frente de su destino

8 Ibidem, p. 35.9 Ibidem, pp. 25-26.

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para abordar las soluciones del porvenir. […] Venid ahora conmigo a ver a este mismo inmigrante en el primer grado de su transformación social. ¡Helo aquí! Sale a recibirme en su hogar, porque tiene ya un hogar. Su espontaneidad y la expresión de alegría sincera de su semblante tostado y percudido, dicen con verdad el bienestar de su alma. ¡Cuán hermoso es el contraste! ¡Oídlo!10

En La región del trigo abundan los pasajes como éste, en donde la cele-bración del progreso alcanza cimas de tan exultante optimismo que no hay lugar alguno para la crítica ni para el desánimo. Por cierto, ya habían quedado atrás los difíciles años de las primeras colonias, signados por la lucha contra un medio ambiente hostil y desconocido. Es que la ignorancia de las verda-deras posibilidades de explotación agrícola de la pampa era tan grande a me-diados del siglo XIX, que se llegó a creer que en ella era imposible el cultivo del trigo. Esto era lo que afi rmaba el científi co alemán Carlos Burmeister, de profi cua labor en su país y en la Argentina, y del que Zeballos fue, en su juven-tud, secretario y discípulo. Esta suposición errónea llevó a fundar las primeras colonias al norte de la capital provincial, en tierras que Burmeister y compañía consideraban propicias para el desarrollo de cereales. Los primeros intentos en ese sentido fueron calamitosos, y sólo por una gradual metodología de ensayo y de error fue conociéndose y aprovechándose mejor el suelo11.

Hacia 1880, el ferrocarril había resuelto el crucial problema del transporte. Ahora las cosechas podían ser colocadas en los mercados de ultramar, y ya no era necesario que las colonias estuviesen cerca del río, como al principio. La inmigración europea, por otra parte, era ahora masiva, y el otro grave proble-ma, el de la falta de mano de obra, comenzaba a resolverse. Aún así, la dispo-nibilidad y baratura de las tierras era tan amplia, que los contratos de arriendo resultaban, por lo general, muy convenientes para los colonos. En el término de unos pocos años, los arrendatarios se convertían en propietarios12.

Para esta época las tierras santafesinas, especialmente las del sur, habían empezado a rendir sus frutos. Pero a medida que el espacio rural fuera ocu-pándose y explotándose, el precio de la tierra subiría paulatinamente. Algunas malas cosechas, sumadas a la caída periódica de los precios internacionales o a diversas calamidades ecológicas, como las lluvias excesivas, el granizo, las sequías y las mangas de langostas, complicarían el panorama idílico descrito por el diputado Zeballos. Hacia 1895 el acceso a la propiedad para los nuevos

10 Ibidem, pp. 32-33.11 EZEQUIEL GALLO, La pampa gringa: la colonización agrícola en Santa Fe. 1870-1895,

Buenos Aires, Edhsa, 2004, pp. 21-2212 Ibidem, pp. 82-83.

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colonos estaría prácticamente vedado, y los arriendos no sólo se generalizarían sino que sus condiciones ya no serían tan blandas13.

Pero regresemos a 1883 y a la “región del trigo”. Huelga decir que en este período la idea de nación argentina y de patria en Estanislao Zeballos, como en otros pensadores liberales de la Generación del Ochenta, no se fundaba en la veneración del pasado criollo, sino, por el contrario, se encontraba ligada a un proyecto de país. La nacionalidad no estaba arraigada en el ayer, sino en el futuro, y la “ley de progreso” era considerada natural, e irresistible. En este punto, Zeballos se acercaba a Alberdi y a Saint Simon. También en sintonía con las ideas de Alberdi, las sociedades, en la visión de Zeballos, son equipa-rables a organismos, y los gobiernos a medicamentos. De esta suerte, la in-fl uencia del poder estatal sobre la sociedad respectiva resultaría muy limitada, ya que ésta marcharía con impulso propio:

La Medicina no tiene el poder de crear. Preguntadle cómo podría reconstruir los organismos devorados por la tisis y os señalará su impotencia el pavoroso hueco de los sepulcros, como única solución; pero la Medicina es un comple-mento de la Naturaleza, porque los medicamentos estimulan las fuerzas del paciente, guían y fortifi can las evoluciones conservadoras de la organización humana.En el sentido de estos efectos la acción de los gobiernos se parece a los medi-camentos. Colocad a Thiers al frente de los indios de Pincén y hará una admi-nistración oscura. Entregadle en cambio el timón de un gran pueblo y lo veréis comenzar por la Redención de la Francia para hacerla triunfar moralmente de sus vencedores, en medio de la admiración universal14.

Este pasaje, como otros análogos, expresa un fuerte evolucionismo bio-logista y racista. En sus obras sobre la cuestión indígena Zeballos expresó un patente desprecio hacia las razas “inferiores”, y bregó por la creación de una nueva y vigorosa “raza argentina”, producto, fundamentalmente, de la cruza entre los inmigrantes europeos, pero también del aporte de la sangre criolla, y de la infl uencia saludable de nuestro medio natural. Mas lo que nos interesa aquí resaltar es que en La región del trigo, el progreso, siempre benéfi co, se impone sin traumas, a resultas de un proceso natural y paulatino, que no puede ni debe frenarse:

¡Pues bien! Estos efectos son cuestión de vitalidad de los organismos sociales. Hagan o no los gobiernos por la prosperidad del Estado, la sociedad avanzará

13 Ibidem, pp. 82-83.14 ZEBALLOS, La región del trigo, cit., p. 31.

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siempre de una manera, si se quiere imperceptible para todos, palpable al cabo de los años, con tal que alimente en sus entrañas el febril hervidero de la Industria, que crea la riqueza y erige las bases de todo engrandecimiento público15.

En este pasaje de Zeballos resuenan ecos de lo que se ha dado en llamar “darwinismo social”. La poderosa infl uencia del pensamiento de Charles Darwin rebasó las fronteras de la biología, impregnando otras áreas del conocimiento. Herbert Spencer fue el que mejor expresó este pensamiento de lógica evolu-cionista, muy en consonancia con el positivismo y con la fe en la ciencia y en el progreso que reinaban sin tasas en el siglo XIX más tardío. En 1857, veintiséis años antes de La región del trigo, Spencer afi rmaba que “la ley del progreso orgánico” era “la ley de todo progreso”, y que “la ley de la evolución de lo sencillo a lo complejo, a través de sucesivas diferenciaciones, tiene vigor tanto en el desarrollo de la tierra o el desarrollo de la sociedad, el gobierno, las manufacturas, el comercio, el lenguaje, la literatura, la ciencia, el arte”16.

La región del trigo se asienta sobre esta creencia inconmovible. Inexo-rablemente, animadas por su propio impulso, las sociedades avanzarían solas hacia su mejoramiento material y moral. Es ésta también la idea alberdiana de que la guerra sería vencida por la paz fundada en la libertad absoluta del comercio y del progreso, fuerzas irresistibles que acabarían uniendo y armo-nizando el mundo. Los textos juveniles de Zeballos, precisamente, trasuntan este sueño, o más bien, esta utopía liberal.

Siguiendo esta misma lógica, prevalecía por entonces la idea de que era más conveniente la colonización impulsada por empresarios privados. La ex-periencia, por otra parte, parecía darles la razón a Zeballos y a otros hombres públicos que atacaban la iniciativa estatal, ya que ésta, en la mayoría de los casos, había resultado costosa e inefi ciente. En 1895 se contaban, sobre un total de trescientas sesenta colonias, sólo quince de carácter gubernamental17.

Un segundo sistema, más exitoso, era el de las llamadas “colonias ofi -ciales”. Si bien sólo doce eran los establecimientos de este tipo, sumaban una superfi cie total de 200.000 hectáreas y entre ellos fi guraban algunas de las colonias más importantes, como Esperanza, San Carlos y La Candelaria. El término “ofi cial” puede inducir a error, ya que en realidad se trataba de empresarios controlados por el Estado. Éstos establecían una “casa central de administración”, de la que dependían los colonos. En los otros casos, en

15 Ibidem, p. 35.16 HERBERT SPENCER, Progress: its Law and Cause, citado por BOTANA, cit., p. 238.17 GALLO, op. cit., pp. 57-58.

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cambio, prevaleció un sistema exclusivamente privado, con mínima interven-ción estatal. Un empresario compraba la tierra pública, la loteaba y la vendía al mejor postor18.

LA REPÚBLICA ARGENTINA Y LOS INMIGRANTES

Los últimos capítulos de La región del trigo están dedicados a los inmi-grantes. Partiendo de la base de que “todos los problemas argentinos están subordinados al problema de la población”19, y de que la prosperidad del país no se lograría sin el aporte de los extranjeros, Zeballos analizó los datos esta-dísticos disponibles acerca del arribo y la instalación de los inmigrantes en el período 1857-1882, y las erráticas políticas gubernamentales al respecto.

A pesar de que el grueso de la emigración europea se dirigía a los Estados Unidos, la Argentina, en opinión de Zeballos, era por entonces el país que me-jores garantías jurídicas ofrecía al extranjero, quien prácticamente se hallaba en pie de igualdad frente al nativo:

No existe país sobre la tierra donde los extranjeros gocen de mayor amparo, de estímulos más positivos y de privilegios más atrayentes y completos que en la República Argentina.Conservan desde luego su nacionalidad y su religión, al amparo de una consti-tución adelantadísima, que ofrece sus derechos y garantías a todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino.Gozan de la libertad de trabajo y de industria, de navegación y de comercio, de petición a las autoridades, de tránsito en el territorio nacional, de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa, de enseñar y aprender y de asociarse con propósitos útiles, coronando el cuadro de estos derechos el de propiedad, sin trabas ni condiciones (Artículo 4 de la Constitución).La igualdad ante la ley es un hecho para todos los habitantes, no solamente en la distribución del impuesto, sino en el uso y el goce de todos los derechos civiles20.

En lo tocante al respeto por las particularidades de los extranjeros la República Argentina había tomado algunas medidas en ese sentido, que Zeba-llos no dejaba de mencionar: la libre navegación de los ríos, el afi anzamiento de las relaciones pacífi cas y de comercio con las potencias, y la erección de

18 Ibidem, p. 58.19 ZEBALLOS, La región del trigo, cit., p. 179.20 Ibidem, p. 170.

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monumentos en homenaje a diferentes personalidades tales como Mazzini, Garibaldi, Crevaux –explorador francés– y Amadeé Jacques, sabio de esta misma nacionalidad que vivió en la Argentina.

Estanislao Zeballos, además de mencionar las ventajas institucionales de la Argentina sobre Europa, hacía lo propio con aquellas ofrecidas por la natu-raleza, tales como la amplia variedad de climas, que permitía la radicación de europeos de todas las regiones del Viejo Continente, la fertilidad del suelo, y los vastos y aún vírgenes territorios. Sin embargo, no dejaba de señalar –y de hacer especial hincapié– en la desidia mostrada por los gobiernos argentinos en relación con la política inmigratoria.

Dos tipos de inmigración distinguía Zeballos, una espontánea y de alta calidad, y otra artifi cial, esto es, propiciada por los gobiernos, y de carácter masivo y pernicioso. La primera es la que habría prevalecido en las colonias agrícolas de Santa Fe. Zeballos defendía el ideal de un inmigrante de clase media, con capital propio, con herramientas y conocimientos prácticos, que reeditase, en estas tierras, la exitosa fi gura del farmer norteamericano:

La cifra anual de inmigrantes es baja, pero su calidad es superior. ¿Quién lo dice?Lo dice claramente el número limitado de asilados en términos de que en algunos años es poco menos que nulo.¡Inmigración buena, vigorosa, con recursos propios o colocación asegurada previamente, que viene directamente a la tarea y que por eso no necesita la protección pupilar del Estado!Apenas se acentúa la atracción ofi cial, la calidad de la inmigración desmerece sensiblemente.Aumenta el número de asilados de una manera extraordinaria, acusando con claridad el aumento de la inmigración indigente que carece de recursos, de relaciones, de rumbos fi jos y acaso de salud y de voluntad para el trabajo21.

Las críticas de Estanislao Zeballos apuntaban tanto a los inefi caces agen-tes de inmigración en Europa, una gravosa carga fi nanciera para el gobierno argentino, como al excesivo costo que implicaba asilar a los extranjeros a su llegada al país. Las masas de inmigrantes así reclutados terminaron, según Zeballos, generando serios inconvenientes, ya que entre ellos abundaban “los ancianos, inválidos, viciosos, incorregibles y holgazanes”, como asimismo los “criminales”22. Entre estos inmigrantes, radicalmente diferentes de los

21 Ibidem, p. 194.22 Ibidem, p. 201.

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“espontáneos”, el inconformismo y la rebeldía estarían siempre latentes. Ésta sería la inconveniente inmigración “artifi cial”.

En consecuencia, el gobierno nacional debería promover la inmigración de clase media, y reemplazar a los agentes en Europa por un cuerpo consular acti-vo y de prestigio, hasta entonces inexistente, que además de hacer propaganda difundiera información precisa acerca de la Argentina y facilitase el arribo de los extranjeros, con medidas tales como la venta de tierras a bajo precio, de igual manera a como se hiciera en los Estados Unidos, México y Brasil.

Estanislao Zeballos no dejaba de resaltar la importancia de una propa-ganda atinada en el exterior para atraer la emigración de las clases medias europeas, que en sus países de origen estaban estancadas y sin posibilidades de progresar:

Moveránse entonces hacia el Río de la Plata grandes masas de convencidos, con pequeños capitales; y veremos llegar no solamente al infeliz indigente, que apenas puede pagar su pasaje, sino a las clases burguesas, que leen mucho, que, conociéndonos por la propaganda caracterizada que proyectamos, realizarán sus capitales eternamente esclavos del interés del tres por ciento, para llegar a un país donde todo les asegura que ganarán veinticinco por ciento y donde pocos años de labor y sobriedad, bastan para hacer de un peón deudor del patrón, un millonario feliz. […] El burgués europeo ocupa una cumbre inter-media entre la cima principal de la montaña y las llanuras. Puede descender a las últimas, pero jamás trepar a las primeras.La emigración a los Estados Unidos ha abierto a esas clases de Europa vastos y risueños horizontes, llevándolas a las alturas sociales y políticas más codi-ciadas.Nuestro país es un teatro más virgen todavía y por lo mismo más accesible y fácil23.

La región del trigo cuenta como apéndice el proyecto de Ley de Extranje-ros presentado por Zeballos en la Cámara de Diputados en ese mismo año de 1883, y nunca aprobado. El análisis de sus principales artículos nos permitirá comprender mejor el pensamiento del rosarino en relación con la cuestión inmigratoria.

EL PROYECTO DE LEY DE EXTRANJEROS DE 1883

Ya en los primeros considerandos de su proyecto, Estanislao Zeballos señalaba, con cuatro años de anticipación a los grandes debates sobre el tema

23 Ibidem, pp. 214-215.

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–que veremos más adelante– la necesidad de legislar sobre la naturalización. El propósito es claro: vincular íntimamente al inmigrante con su nueva tierra:

Necesario es ya vincular al extranjero con lazos más poderosos que los de suyo fuertes que le brindamos. Para mí ha llegado el momento de legislar sobre su naturalización24.

Para ello, Zeballos proponía la creación de un “Departamento Nacional de Inmigración, Colonización y Agricultura”, dependiente del Ministerio del Interior. Éste se subdividiría en siete secciones: de Inmigración, de Colonias, de Tierras Públicas, de Agricultura, de Naturalización, de Contabilidad, de Estadística y de Publicidad. Cada una de ellas desempeñaría funciones es-pecífi cas, tendientes todas, en una múltiple coordinación, a alentar el tipo de inmigración más sana y adecuada para el país. Esto es, inmigración “natural, espontánea”, cuyas condiciones, en la visión de Zeballos, bastaba con favorecer –sin forzar– y no la inmigración subvencionada por el Estado, la “artifi cial”, aquella masiva y perniciosa para el progreso del país.

En ese sentido, y dentro del mismo proyecto, Zeballos se encargó de dejar bien defi nido el concepto de inmigrante, del cual estarían excluidos los mayores de cincuenta años:

Artículo 24. Repútase inmigrante para los efectos de esta ley a todo extranjero que se traslada a la República Argentina, con el objeto de fi jar su residencia en ella, por más o menos tiempo, para continuar su industria, ofi cio, profesión o modo de vivir, cuya edad sea menos de cincuenta años y acredite la moralidad de su conducta. Los extranjeros que se hallen fuera de estas condiciones y los argentinos que lleguen al país procedentes del Exterior, serán considerados pasajeros25.

La noción de “extranjero”, como señala Fernando Devoto26, es defi nida en realidad por el Estado moderno, quien distingue entre aquellos que pueden gozar de determinados derechos y quienes están excluidos de ellos. Por otra parte, extranjero no equivale necesariamente a inmigrante. Las personas que se desplazaban de un país a otro no fueron rotuladas en la Argentina sólo como extranjeros e inmigrantes, sino también como pasajeros, viajeros y

24 Ibidem, p. 273.25 Ibidem, p. 282.26 FERNANDO DEVOTO, Historia de la inmigración en la Argentina, Buenos Aires, Editorial

Sudamericana, 2004, p. 21.

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exilados. Este último término, incluso, gozó en la Argentina decimonónica de un cierto prestigio, muy superior al de los simples inmigrantes, quienes eran considerados como un grupo más bien subalterno. Las simpatías entre los republicanos italianos como Garibaldi y la liberal elite criolla son un buen ejemplo de esta tendencia.

Los inmigrantes como tales empezaron a ser mejor defi nidos y visualiza-dos alrededor de 1880. Dice Devoto:

Para el período de la inmigración de masas de europeos, desde las últimas décadas del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, la cuestión de defi nir qué es un inmigrante parece a primera vista bastante sencilla. Se trataría de los europeos más o menos pobres, campesinos, varones, mayoritariamente analfabetos, que arribaban a nuestro país para ‘hacer la América’, en su propia perspectiva, y para poblar el desierto, en la perspectiva de las elites argenti-nas. Cuanto mayor fuese esa capacidad de trabajo, principal virtud que se les asignaba, mayor sería también su valor27.

La ley de 1876 –entonces vigente– fi jaba la edad tope de los inmigrantes en sesenta años. Zeballos justifi có su postura de 1883 en el hecho de que a esa edad, los hombres ya no eran “aptos” para afrontar “las más duras faenas corporales”. En ese caso, ya no podían resultar útiles para el país. Zeballos se oponía al traslado de “población improductiva y parásita, que ha trasladado el pauperismo europeo a los Estados Unidos”28. En la misma línea, no debería permitirse la entrada a gente con algún tipo de discapacidad como así tampoco a aquellas personas dedicadas a la delincuencia o a la mendicidad. Tampoco los enfermos tendrían cabida. Zeballos era consecuente con un pensamiento higienista muy difundido en la época, y que abarcaba no sólo la selección fí-sica de los recién arribados sino también la organización del espacio urbano. El aislamiento de los focos infecciosos en los “extramuros” de las ciudades era habitual a fi nes del siglo XIX: en los suburbios estaban las cárceles, los asilos de ancianos, mendigos y huérfanos, y los hospitales. En Zeballos, esta concepción higienista se expresa también en el contraste, sistemáticamente marcado en sus textos, entre las ciudades populosas y viciosas, y las colonias sanas, pacífi cas y prósperas.

Las personas incluidas dentro de la categoría de inmigrantes podrían go-zar, según Zeballos, de una serie de derechos, a saber: el ser desembarcados con su familia y equipaje, el ser alojados y mantenidos temporalmente, el ser colocados por la Ofi cina correspondiente en su profesión, y el ser trasladados

27 DEVOTO, Historia de la inmigración en la Argentina, cit., p. 21.28 ZEBALLOS, La región del trigo, cit., p. 282.

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a cualquier punto del país, todo esto a expensas del erario nacional. Téngase en cuenta –y vale recordarlo– que este inmigrante debería ser una persona laboral y moralmente idónea, que habría llegado aquí por sus propios medios, con el fi n de llevar adelante un proyecto personal y familiar sustentable.

En otros apartados del proyecto, se trata la cuestión de la salud, el confort y la seguridad de los buques de inmigrantes, que deberían estar garantizados. Asimismo, se establece la responsabilidad del capitán de cada embarcación, quien debería ocuparse de no transportar enfermos, ancianos y otros indivi-duos reputados inútiles para el trabajo. En cuanto a las enfermedades, debería tenerse mucho cuidado con aquellas susceptibles de contagio. Para garantizar esta situación, se crearía la fi gura del “Juri Protector de Inmigrantes”, elegido de entre los mayores contribuyentes extranjeros de Capital y de las grandes ciudades, al estilo norteamericano. Como complemento a ésta y a otras medi-das, se construirían asilos –temporales– para inmigrantes.

La Sección de Colonización, por su parte, tendría como metas la promo-ción de la colonización, la exploración y reconocimiento de nuevas tierras a explotar, la inspección periódica de las colonias ya existentes, el informe estadístico que diera cuenta acabada de su funcionamiento, y la crucial tarea de velar por los contratos suscriptos por los colonos, por las deudas contraídas por éstos, y por el control de fondos y gastos de las colonias.

Otra propuesta era la división política, en territorios nacionales, de es-pacios geográfi cos recientemente arrebatados a los indios de la pampa, de la Patagonia, y del Chaco. Así, en el sur, se delimitarían las secciones marítimas de Santa Cruz, Deseado, Chubut, Balcheta, Andina y Entre Ríos Austral, esto es, la franja comprendida entre los ríos Negro y Colorado. En cuanto al Norte, Zeballos estaba de acuerdo con la creación –fi nalmente concretada– de los territorios nacionales de Misiones y Chaco29.

En estas regiones “vírgenes”, las colonias deberían planifi carse siguien-do el modelo santafesino, es decir, trazando caminos anchos y cuadras, con espacios para plaza principal y edifi cios públicos. En lo posible, deberían ser enajenadas aquellas tierras públicas cercanas a las vías de comunicación y a otras colonias que ya estuvieran funcionando30.

Una de las tareas del Departamento Nacional de Inmigración, Coloniza-ción y Agricultura consistiría en organizar racionalmente el tipo de explotación según el terreno disponible. Mediante el estudio minucioso y sistemático, el Departamento dictaminaría qué áreas podrían destinarse a la ganadería, cuáles a la agricultura y cuáles al asiento de pueblos y colonias, como asimismo las reservas debidas a la presencia de minas, manantiales y salinas. Teniendo en

29 Ibidem, pp. 297-298.30 Ibidem, p. 299.

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cuenta la forma caótica y sufrida con que los primeros colonos establecidos en Santa Fe debieron, por ensayo y error, ir descubriendo las mejores posibilida-des de explotación agropecuaria, la propuesta de Estanislao Zeballos, si bien demasiado tardía para las regiones ya en explotación, pretendía una previsión más ordenada para los nuevos espacios a ocupar.

La mensura de estas tierras debería ser exacta, y la información acerca de su ubicación y características, absolutamente objetiva, sin trampas de ninguna especie. Los extranjeros deberían poder saber, incluso antes de arribar a la Argentina, cuáles eran las tierras disponibles y en qué condiciones se halla-ban. Zeballos soñaba con una red de idóneos agentes consulares argentinos en Europa a los cuales pudiesen dirigirse, con toda confi anza, los emigrantes. La tierra podría incluso ser adquirida allí, en el exterior. Los precios bajos y en algunos casos la cesión gratuita, ofi ciarían de alicientes a los potenciales colonos.

El proyecto de Ley de Extranjeros pretendía combatir, además, el latifun-dio y la especulación. Sólo podría comprar tierras el que se comprometiera a trabajarlas, en extensiones que no superasen las 40.000 hectáreas. Por otra parte, y a este punto nos interesaba llegar, “en todos los casos”, Zeballos pro-ponía que sólo pudiesen escriturar tierras aquellos extranjeros que ya hubiesen obtenido la ciudadanía argentina o que se comprometieran a obtenerla en un plazo no mayor de cinco años. Este sistema, lo aclaraba el mismo Zeballos, estaba copiado del estadounidense, que había sido un éxito31.

Cabe destacar que ya en 1853, en su texto Estado de las repúblicas sud-americanas a mediados de siglo, Sarmiento había expresado su admiración hacia los Estados Unidos y su sociedad igualitaria de pequeños propietarios rurales. También él había pretendido una ley de colonización de inspiración norteamericana para la Argentina. Sarmiento confi aba en el efecto civilizador de la agricultura, de la vida municipal y de la escuela asociadas en un mismo espacio democrático.

Consecuente con su visión de lo que fue la colonización en Santa Fe y con sus principios económicos liberales, Zeballos no estaba a favor, tampoco en este caso, de las colonias de tipo estatal, pero como excepción, pensaba que deberían instalarse algunas en territorios demasiado apartados, en los cuales el capital privado difícilmente se arriesgase. Complementando esto, Zeballos recomendaba la cesión gratuita de tierras a familias, tanto extranjeras como indígenas, en las zonas de frontera. Similar caso debería darse con aquellos militares que combatieron en las expediciones de conquista o en las “guerras nacionales”.

31 Ibidem, p. 306.

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239NACIONALIDAD E INMIGRACIÓN EN EL PENSAMIENTO DE ESTANISLAO ZEBALLOS

Estanislao Zeballos proponía que la Sección de Agricultura tuviese como misión el estudio pormenorizado de los adelantos y noticias útiles al desarrollo de la agricultura, investigando, experimentando y difundiendo periódicamente los resultados. La Sección de Naturalización, por su parte, debería posibilitar una ágil tramitación de la naturalización de los extranjeros en todo el país. De esta manera, sería mucho más fácil para un inmigrante adquirir la ciudadanía argentina, sin necesidad de papeleríos engorrosos y de eventuales viajes a la Capital.

Finalmente, la Sección de Estadística y Publicidad, manejaría todas las ci-fras concernientes a estas operaciones: las colonias, la naturalización, la inmi-gración. La publicación de un Boletín permitiría publicitar estos movimientos, científi camente tratados y registrados para favorecer su mejor conocimiento y control. Así, por ejemplo, el inmigrante sería estudiado según su nombre y apellido, sexo, edad, estado civil, religión, profesión, grado de instrucción, defectos físicos, capital y efectos, lugar de destino de la República, puerto y país de procedencia, etcétera32.

Este proyecto, como advertimos al comienzo, no sería nunca aprobado. En 1912, Estanislao Zeballos, elegido nuevamente diputado por la Capital Federal, insistiría con un proyecto similar para la radicación de colonos extranjeros en tierras de regadío. También en este caso, como en 1883, cosecharía numerosas adhesiones de sus colegas pero no lograría su propósito.

LA NACIONALIDAD Y SUS SÍMBOLOS

Cuatro años después de la redacción y publicación de La región del trigo, en 1887, advertimos un quiebre en el pensamiento de Zeballos. El ahora dipu-tado por Santa Fe33, pronunció un enérgico discurso en el Congreso Nacional sintetizando, con palabras contundentes, el problema más grave que aquejaba por entonces al país: la masiva inmigración europea y la conexa cuestión de la nacionalidad, o más bien, de las nacionalidades. Decía Zeballos:

Dentro de poco nos veremos convertidos como Montevideo en una ciudad sin rasgos […] nosotros vamos a ser el centro obligado a donde convergerán qui-nientos mil viajeros anualmente; nos hallaremos un día transformados en una Nación que no tendrá lengua, ni tradición, ni carácter, ni bandera […] puesto que los extranjeros no tienen una patria aquí, se consagran al culto de la patria

32 Ibidem, pp. 321-329.33 Entre 1880 y 1884 Zeballos fue diputado por Capital Federal, siendo elegido, este último

año, como representante de su provincia natal.

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ausente. Recórrase la ciudad de Buenos Aires y se verá en todas partes bande-ras extranjeras, en los edifi cios; las sociedades, llenas de retratos e insignias extranjeras, las escuelas subvencionadas por gobiernos europeos, enseñando idioma extranjero; en una palabra, en todas partes palpitando el sentimiento de la patria ausente, porque no encendemos en las masas el sentimiento de la patria presente34.

Poco tiempo atrás, hacia 1880, la República Argentina se había converti-do, inmediatamente después de los Estados Unidos, en el principal destino de los inmigrantes europeos, esto, teniendo en cuenta las cifras absolutas. Dice Devoto:

Entre 1881 y 1914, algo más de 4.200.000 personas arribaron a la Argenti-na. De entre ellos, los italianos eran alrededor de 2.000.000; los españoles, 1.400.000; los franceses, 170.000, los rusos, 160.000 […] La Argentina recibió en este período […] un aluvión inmigratorio inferior al de los Estados Unidos, pero superior al de Canadá y Brasil35.

En términos relativos, en tanto, el porcentaje de los extranjeros en re-lación con la población total ya era el más alto del mundo. A los derechos y garantías de la Constitución de 1853, que prácticamente igualaban a los de los ciudadanos nativos, los extranjeros sumaban ahora, a su favor, la situación de crecimiento económico y de movilidad social del país. La crisis de 1890, con el cimbronazo que sufriría la economía nacional en su conjunto y el brusco estancamiento del fl ujo migratorio, aún no era siquiera avizorada. Las preocu-paciones de los hombres públicos como Zeballos eran de otro orden. Como miembros de la tradicional elite criolla, comenzaban a experimentar, con progresiva alarma, los efectos no deseados de sus propias ideas y proyectos puestos en ejecución.

La inmigración europea había sido considerada imprescindible para pa-liar la endémica falta de mano de obra y para sustituir a la población criolla e indígena, cuyos hábitos pastoriles y arcaicos no parecían cuadrar con el proyecto de una nación capitalista y moderna. Ésta era la idea fi rme que ya en 1845 defendiera Alberdi, y que seguiría defendiendo hasta su muerte en 1884. El tucumano sostenía que la civilización europea debía trasplantarse en

34 Congreso Nacional, Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, 21 de octubre de 1887, citado por LILIA ANA BERTONI, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fi nes del siglo XIX, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001, pp. 25 y 39.

35 DEVOTO, Historia de la inmigración en la Argentina, cit., p. 247.

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la América del Sur tal como se hace con el gajo de un árbol para que crezca en otra tierra. En esto había consistido, básicamente, la conquista y colonización españolas: en arraigar aquí la cultura peninsular. Ahora, ésta debía ser enri-quecida con gajos de otras culturas superiores, que convirtiesen a la Argentina y a los restantes países sudamericanos en un auténtico vergel:

Cada europeo que viene nos trae más civilización en sus hábitos, que luego comunica en estos países, que el mejor libro de fi losofía. Se comprende mal la perfección que no se ve, toca y palpa. El más instructivo catecismo es un hombre laborioso.¿Queremos plantar en América la libertad inglesa, la cultura francesa? Traiga-mos pedazos vivos de ellas en los hábitos de sus habitantes, y radiquémoslos aquí.¿Queremos que los hábitos de orden y de industria prevalezcan en nuestra América? Llenémosla de gente que posea hondamente esos hábitos. Ellos son pegajosos: al lado del industrial europeo, pronto se forma el industrial ameri-cano. La planta de la civilización difícilmente se propaga por semilla.Es como la viña, que prende y cunde de gajo.La actual población es una rama trasplantada de la Península española. Para que el huerto se complete, plantemos a su lado árboles de otros países, que den frutos más sabrosos y variados.He aquí el modo como la América, hoy desierta, debe ser un mundo opulento alguna vez36.

Alberdi creía en la “educación por las cosas”, esto es, aquella transmitida por vía del ejemplo concreto y material. A diferencia de Sarmiento, que otor-gaba a la educación pública un rol clave, su visión era mucho más pragmática: “El más instructivo catecismo es un hombre industrioso”. Pero la evolución del fenómeno inmigratorio llevaría a muchos pensadores liberales, como Zeballos, a adoptar posturas más “sarmientinas”.

Es que, paradójicamente, los inmigrantes comenzaban a ser percibidos como una amenaza. El número de los recién arribados era tan abrumador y su heterogeneidad tan variopinta, que la población nativa veía cada vez más limi-tado su accionar. La identidad nacional de la República, en anárquico proceso de construcción, parecía correr el riesgo de disgregarse o de corromperse, a menos que el mismo Estado argentino interviniese de un modo mucho más directo y sistemático de lo que había hecho hasta entonces. ¿Pero de qué modo lo haría? ¿Cuáles serían los mecanismos para homogeneizar las disímiles con-

36 JUAN BAUTISTA ALBERDI, Acción de la Europa en América. Notas de un español america-no a propósito de la intervención anglo-francesa en el Plata, citado por BOTANA, cit., p. 296.

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ciencias individuales y colectivas, y para contener los desbordes sociales que ya estaban despuntando?

El primer paso fue el diagnóstico de la situación, a cargo de los inte-lectuales del régimen, entre ellos Zeballos. Más tarde se perfeccionarían los instrumentos legales e institucionales, como la educación pública, el servicio militar obligatorio y el sufragio masculino universal. Según la opinión de Da-vid Viñas, que también suscribimos, Estanislao Zeballos encarnó como ningún otro las fi guras paradigmáticas del “joven provinciano en la gran urbe” y del “gentleman-escritor”, esto es “el representante de la generación del 80 más obstinadamente metódico en tanto heredero y continuador del proyecto liberal durante el momento culminante de la república conservadora”37. Su condición de asesor de Roca y de principal ideólogo de la Campaña del Desierto, así lo demuestran.

No obstante ello, Zeballos comenzó a desarrollar posturas cada vez más divergentes en relación con las políticas del gobierno nacional. Ya en 1883 había sido propuesto como candidato a gobernador de su provincia por el opositor Partido Constitucional, pero la hábil muñeca política de Roca llevó a que el joven candidato perdiera el apoyo de sus mismos partidarios.

Es que la condición de intelectual terminaría prevaleciendo por sobre la de político y funcionario. Estanislao Zeballos fue, ante todo, un publicista del régimen, y no tanto uno de sus personeros. Los períodos en que desempeñó cargos públicos fueron tan reducidos como tormentosos. A través de sus dis-cursos y de sus textos, el rosarino cuestionó siempre, de alguna manera, el sta-tu quo, lo fustigó casi como un opositor y propuso diversas rectifi caciones.

En ese mismo año 1887, Zeballos, como presidente de la Cámara de Diputados y del Consejo del XI Distrito de Buenos Aires, alertó sobre la indi-ferencia cívica observada en las escuelas. Pese a la ley 1420, sancionada tres años atrás, que establecía la obligatoriedad de la escuela primaria, el sistema educativo público no sólo no se había extendido lo sufi ciente y carecía de in-fraestructura adecuada, sino que no había logrado insufl ar en los alumnos un sentimiento y una conciencia nacionales. La escuela argentina se hallaba en desventaja frente a la escuela subvencionada por las colectividades extranjeras, aunque esta situación comenzaba, muy lentamente, a corregirse. La cantidad de alumnos que no hablaba el español o lo hablaba incorrectamente era consi-derable aún. Llevaría varios años ampliar la matrícula escolar y consolidar la infl uencia del Estado sobre todo el sistema educativo.

En otro orden, la necesidad de lograr la primacía en los espacios rituales y celebratorios comenzó a ser cada vez más acuciante. Es que en las grandes

37 DAVID VIÑAS, Indios, Ejército y frontera, Buenos Aires, Santiago Arcos Editor, 2003 (1ª edición 1982), p. 227.

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ciudades de la llanura pampeana, como Rosario y Buenos Aires, las banderas, las celebraciones patrióticas y las estatuas de los extranjeros se habían tornado demasiado abundantes y protagónicas. En ese sentido, la reforma del CNE (Consejo Nacional de Educación), que comenzó en ese mismo 1887, propició la compleja tarea de enseñar la historia patria, construir museos y escuelas, ritualizar los actos escolares, erigir monumentos y difundir los símbolos pa-trios. En 1889, Estanislao Zeballos fue uno de los miembros de la comisión pro creación de un museo histórico junto a Bartolomé Mitre, Julio Argentino Roca, Ramón Cárcano y Adolfo P. Carranza, entre otros. Los objetos del pa-sado, entronizados ahora en una suerte de templo patriótico, se convertirían en reliquias, puentes emocionales de unión con una historia legendaria que principiaba a escribirse. Que necesitaba, imperiosamente, escribirse38.

Ya en 1884 el presidente Roca había emitido un decreto prohibiendo el uso indiscriminado de pabellones extranjeros, y otorgando la preeminencia a los colores argentinos. El mismo Zeballos lo cita en un trabajo suyo sobre el escudo nacional:

Artículo 3º. Queda prohibido enarbolar en tierra los pabellones de otros Esta-dos, con excepción de las casas de sus Agentes Diplomáticos y Consulares.Artículo 4º. En el ornato de fachadas de edifi cios o de locales preparados para festejos públicos, podrán usar indistintamente los colores de todas las bande-ras, y en los trofeos que se formen la Argentina ocupará siempre el centro39.

En este texto, que es del año 1900, y que fue publicado en la Revista de Derecho, Historia y Letras, fundada por Zeballos en 1898, éste se abocó a rastrear los orígenes del escudo, creado por la Asamblea de 1813. El paso del tiempo y la desidia de funcionarios y artesanos, habían ido adulterando el carácter original de aquel símbolo patrio, lo habían corrompido:

Los atributos nacionales corren de tal manera alterados por eliminación de caracteres o por adiciones y variantes arbitrarias y a las veces ridículas, que aún las personas instruidas se preguntan a menudo: ¿cuál es el verdadero escudo nacional?40.

38 BERTONI, cit., pp. 102-106.39 ESTANISLAO ZEBALLOS, “El escudo y los colores nacionales”, Revista de Derecho, His-

toria y Letras, Buenos Aires, tomo VII, 1900, p. 276.40 ZEBALLOS, cit., “El escudo”, p. 269.

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La obsesión de Zeballos era la de rescatar la pureza de los “emblemas sa-grados de la Patria”41, trastocados por la “fantasía” de artesanos, arquitectos y albañiles, muchos de ellos extranjeros, para así no sólo responder a la pregunta específi ca (“¿cuál es el verdadero escudo nacional?”), sino a otro interrogante más general y complejo: ¿cuál es la verdadera nacionalidad? Una parte sustan-cial de la obra de Zeballos, que procuraremos analizar, tiene como objetivo, precisamente, intentar responder a esta crucial inquietud.

NACIONALIDAD Y NATURALIZACIÓN

Por lo pronto, el cosmopolitismo y la desnacionalización crecientes cons-tituían, para muchos intelectuales, los dos problemas más graves del país. Es así que, en el pasaje del siglo XIX al XX, comenzó a preocupar el problema de la naturalización de los extranjeros, vinculado íntimamente con el de su asimi-lación y a los fundamentos mismos del sistema electoral entonces vigente.

Dos posturas se defi nieron en estos años: una, propiciando la naturaliza-ción automática y compulsiva de los extranjeros, y otra, más excluyente, que pretendía mantener las cosas como estaban. Los defensores de la primera, entre los que se contaba Zeballos, eran seguidores del modelo norteamerica-no y pensaban que el hecho de obligarlos a adoptar la ciudadanía argentina, llevaría a una participación y a una integración de los inmigrantes. Al mismo tiempo, consideraban que esta medida estimularía a las masas mayoritaria-mente indiferentes, en materia cívica, de los criollos. Una sana competencia surgiría entonces, y los extranjeros y los nativos terminarían convergiendo en un proyecto común.

En la otra vereda, quienes se oponían a este proyecto eran aquellos que temían que los extranjeros terminasen por dominar la escena política, desplazando del poder a los nacidos en el país, particularmente a los que componían la elite tradicional. Domingo Faustino Sarmiento era uno de los que se inscribía en esta posición. Si bien el sanjuanino estaba a favor de que los extranjeros se nacionalizaran, la adopción de la nueva ciudadanía debía ser fruto, para él, de un acto voluntario, consciente y responsable. Por eso es que en 1887 abandonó rápidamente el Comité Patriótico Pro-Naturalización Automática de los Extranjeros, integrado por Zeballos, Adolfo Saldías, Roque Sáenz Peña, Torcuato de Alvear y los inmigrantes Joaquín Crespo y Jacobo Peuser, entre otros42.

41 Ibidem, p. 269.42 BERTONI, cit., p. 124.

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Esta preocupación era reciente en Zeballos. En 1882, un proyecto pre-sentado por el diputado Nicolás Calvo, en el que se pretendía reservar los empleos públicos a los ciudadanos argentinos, nativos o naturalizados, había encontrado la oposición del rosarino, quien objetó su inconstitucionalidad. No sucedería lo mismo cinco años después, cuando el mismo diputado presenta-ra un proyecto similar, en el que se privaba de la jubilación a los empleados públicos extranjeros que no se hubiesen nacionalizado. En este caso, Zeballos apoyó decididamente la iniciativa, desestimando su supuesto carácter incons-titucional y justifi cándola como incentivo para propiciar la naturalización:

Se argumentaba alguna vez que esta decisión sería repugnante a la Constitu-ción, que ha garantido al extranjero la libertad de adquirir la propiedad.Pero como no es un principio obligatorio, como es simplemente un ofrecimien-to que hace a todos los que quieran servir a gozar del benefi cio que acordamos, a condición que acepten la nacionalidad argentina, es un procedimiento per-fectamente aplicable, dentro del orden de la Constitución43.

En verdad, no se trataba de una cuestión puramente ideológica y legal. Lo que había ocurrido era que en pocos años, el optimismo exultante, la fe en el progreso inexorable de la nación y la ingenua creencia en una feliz armonía entre inmigrantes y criollos, tan claramente trasuntados en La región del trigo, habían desaparecido casi por completo. La presencia amenazante de cientos de miles de desheredados del Viejo Mundo, que nada tenían que ver con el paradigma del inmigrante pionero y emprendedor de Alberdi y de Sarmiento, había opacado el idealismo y el entusiasmo del joven diputado.

Por otra parte, los extranjeros, de por sí, eran reticentes a convertirse en ciudadanos argentinos, pese a las facilidades ofertadas por la legislación en vigencia. En muchos casos –como el de los italianos– la adopción de una nueva ciudadanía implicaba la pérdida de la de origen. Esta situación no podía ser admitida por casi ningún inmigrante. Era muy difícil que un extranjero renunciase gratuitamente a la protección –siquiera simbólica– de su nación. El importante rol tutelar desempeñado en esta época por los consulados y emba-jadas así lo expresa. Además, y tal como señala Lilia Ana Bertoni44, la década de 1880 fue la del imperialismo europeo más exacerbado. La competencia

43 Congreso Nacional, Diario de Sesiones, Año 1887, p. 426, citado por MARÍA GABRIELA MICHELETTI, “Estanislao Zeballos y los incentivos para la naturalización de extranjeros. Perfi l de un legislador que buscó comunicar identidad”. Separata de Temas de Historia Argentina y Americana, Nº 5, Julio-Diciembre 2004, Pontifi cia Universidad Católica Argentina. Facultad de Filosofía y Letras, Centro de Historia Argentina y Americana.

44 BERTONI, cit., p. 30.

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entre las metrópolis del Viejo Mundo resultó feroz. Los territorios de Asia y África fueron repartidos entre Gran Bretaña, Francia, Alemania y en menor medida Portugal, Bélgica, España e Italia. Esta última inició su penetración en Etiopía, mientras sus políticos e intelectuales debatían intensamente acerca de las “colonias artifi ciales” y las “colonias espontáneas”.

El primer tipo de asentamientos sería resultado de la acción militar y de la ocupación plena y deliberada de territorios no europeos. Si la radicación de colonos italianos era fi rme, si constituían familias y se desarrollaban econó-micamente, si tenían hijos en el nuevo suelo, éstos serían tan italianos como sus padres. De allí a la preponderancia demográfi ca y a la imposición de la soberanía de la metrópoli habría sólo un paso.

Pero esta situación, según creían muchos observadores contemporáneos, podía darse de forma pacífi ca. En la Argentina, la colectividad italiana era la más numerosa de todas, y en la década de 1880 se hallaba en el clímax de su expansión45. Ciertos distritos podían ser defi nidos cabalmente como “italia-nos”. En los departamentos Castellanos y San Martín, en la provincia de Santa Fe, había más ciudadanos italianos que argentinos, mientras que en los de Ca-seros, Belgrano y Rosario los nativos apenas pasaban el 50%. Sin embargo, no hay que olvidar que muchos de estos nativos eran hijos de padres extranjeros, y que su identidad nacional no siempre era “argentina”46.

Edmondo D’Amicis, escritor italiano que visitó Rosario y la región en estos años, se sorprendía de encontrar las mismas escenas y las mismas cos-tumbres que en su patria47. Un observador francés decía que la provincia de Santa Fe era “la plus belle colonie de l’Italie, colonie sans drapeau, mais pros-père”48. Una colonia sin bandera, la más bella de Italia, situada en el corazón de la pampa, y por añadidura próspera, sólo podía, por entonces, atizar los sueños expansionistas de muchos italianos, y horrorizar a los criollos.

El aislamiento de las colonias santafesinas propiciaba aún más este fenó-meno y difi cultaba la posibilidad de control y de asimilación por parte de los Estados provincial y nacional. De hecho, la historia de estos núcleos poblacio-nales y agrícolas es tumultuosa, y no exenta de violencias y rebeldías contra los poderes legalmente constituidos del país. La visión idílica de Estanislao Zeballos en 1883 constituye, creemos, apenas una secuencia de un fi lm mucho

45 Para mayor información sobre la colectividad italiana en nuestro país, ver FERNANDO DEVOTO, Historia de los italianos en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2006.

46 GALLO, op. cit., p. 204.47 EDMONDO D’AMICIS, In America, Roma, 1897, p. 60, citado por GALLO, op. cit., p. 236.48 R. GONNARD, 1906, L’Emigration Européenne au XIX siècle, París, s/f., citado en GALLO,

op. cit., p. 205.

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más prolongado, en donde podemos encontrar también escenas de agresividad y descontento.

La resistencia de los colonos a una educación argentina para sus hijos, las fi guras aborrecidas de los jueces de paz, por lo general impuestos por el gobierno santafesino, y la participación en las revoluciones de 1890 y 1893 así lo demuestran. En este último sentido, la convergencia de los colonos con los radicales no tuvo una razón ideológica, sino coyuntural y estratégica49. La reforma de la constitución provincial en 1890 privó a los residentes extranje-ros del derecho al voto en las elecciones municipales. Este hecho, que recién volvería a modifi carse en 1900, se entiende en un contexto más amplio. En el momento en que la inmigración comenzaba a percibirse como una amenaza y que se procuraba reforzar la identidad “argentina”, las restricciones electorales a los colonos eran previsibles. El grupo dominante en la provincia, de raigam-bre criolla, veía con malos ojos el activo accionar político y comunitario de los extranjeros en sus colonias.

En 1883, el diputado Zeballos había recorrido estos mismos asentamien-tos, sin preocuparse en absoluto por esta situación. Es más, en su libro de viaje había expresado la satisfacción de ver a los hijos argentinos de los colonos sin confl ictos con su identidad nacional. Es lo que sucedía en Esperanza, la más antigua y próspera de las colonias:

Todo acusa en la Esperanza vida propia industrial, mercantil y política; y si el viajero es como yo, argentino de buena ley, se encanta en el sentimiento patriótico, en el noble y justo amor a nuestra tierra de que hacen orgullosa ostentación los colonos.Aufran, el juez de paz, me presentaba engreído a sus dos hijos, robustos mo-cetones de diez y ocho y veinte años y el mayor elogio que les dirigió para recomendármelos fue éste:-Son argentinos, señor, y han formado con las armas cuando el gobierno los ha precisado…Y en efecto, en un confl icto reciente la Esperanza había movilizado dos bata-llones de seiscientos mozos jóvenes y apuestos, hijos de los viejos colonos.Los hijos de suizos, alemanes, franceses o italianos que predominan en la colonia y generalmente de madres argentinas, hablan las lenguas de sus pa-dres y el castellano; y como tipos fi sonómicos ostentan los rasgos vigorosos de los bretones, con todas sus virtudes para la tarea agrícola y para la vida social50.

49 Para ampliar más este tópico consultar EZEQUIEL GALLO, Colonos en armas. Las revo-luciones radicales en la provincia de Santa Fe (1893), Buenos Aires, Instituto Torcuato Di Tella, 1977.

50 ZEBALLOS, La región del trigo, cit., pp. 148-149.

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El contraste de este pasaje con el enérgico discurso de 1887 alertando sobre los pabellones extranjeros y la falta de conciencia nacional es manifi esto. Por otra parte, nada hace aquí prever lo que sucedería una década más tarde, en 1893, cuando en ocasión de la segunda revolución radical de ese año, cien-tos de milicianos “suizos”, hijos de europeos nacidos en el país, ocupasen mi-litarmente la capital provincial e hiciesen ondear sus banderas helvéticas, ante la indignada mirada de los criollos, particularmente de aquellos que estaban en el gobierno. En ese 1893, la reacción xenófoba del gobierno santafesino y de la prensa sería tan furiosa como inédita. Algunos incidentes aislados en distritos rurales, que acabarían con colonos heridos e incluso muertos por pobladores criollos, marcarían un quiebre hondo y violento en aquel optimismo inicial de Zeballos y de otros muchos al alborear la década de 1880.

La idea de fundar una colonia italiana en el Plata era, en realidad, invia-ble. La misma heterogeneidad de los inmigrantes peninsulares, cuyas diferen-cias regionales e idiomáticas eran muy pronunciadas, difi cultaba la unión de la colectividad, cuya identidad nacional italiana en el exterior no dejaba de ser una construcción artifi cial, un proyecto utópico. Por otra parte, al iniciarse el siglo XX, el fl ujo migratorio italiano descendería considerablemente, aunque seguiría siendo importante, y crecería en mayor medida la inmigración espa-ñola, que en la nueva centuria sería la más numerosa de todas. Los españoles serían mejor recibidos, teniendo en cuenta la comunidad de lengua, historia, cultura y religión. Finalmente, el proceso de argentinización llevado adelante a través de la escuela pública, el servicio militar obligatorio y la ampliación del sistema electoral, amén del fi n del período de inmigración de masas, en 1914, y del nacimiento de miles de nuevos argentinos, atenuarían el problema del extranjero. El “crisol de razas” principiaría entonces a ser un hecho.

Pero en el período que ahora tratamos la situación era muy diferente, y la idea de una Argentina homogénea, bien cohesionado y defi nida, también era utópica. La naturalización de los extranjeros, la necesidad de insufl ar en ellos y en sus hijos una conciencia nacional argentina, y el análisis jurídico y cul-tural del concepto de ciudadanía, constituirían constantes en el pensamiento de Zeballos, desde 1887 hasta su muerte en 1923. En los siguientes apartados, nos abocaremos a tratar estas temáticas, que en su mayor parte fueron desa-rrolladas en la Revista de Derecho, Historia y Letras.

EDUCACIÓN POPULAR

Como señaláramos más arriba, la educación pública era, en la concep-ción de muchos hombres de la Generación del Ochenta, la herramienta más

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importante para homogeneizar la nueva sociedad. El 10 de diciembre de 1900, en ocasión del Congreso Pedagógico, Estanislao Zeballos fue elegido por el Consejo de Educación de Córdoba para representarlo. En su discurso, luego reproducido en su Revista de Derecho, Historia y Letras, Zeballos recalcaba el momento crucial en que se había reunido el Congreso:

El Congreso se reúne en un momento histórico de la evolución argentina, en el momento en que todas las tendencias e ideales morales, políticos y sociales, es-tán empeñados en la lucha para apoderarse del espíritu público y dirigirlo51.

Por entonces, Julio Argentino Roca promediaba su segunda presidencia y si bien el tema de la naturalización de los extranjeros había desaparecido de los grandes debates públicos, la cuestión de la inmigración y de la identidad nacional argentina seguía en el tapete, agravada por tensiones sociales que llevarían, poco tiempo después, a la promulgación de la draconiana Ley de Residencia. El movimiento obrero, vinculado íntimamente con la presencia masiva de extranjeros, puesto que muchos de sus militantes no habían nacido en la Argentina, ya constituía otra amenaza seria para los intereses de la elite criolla. Por otra parte, la composición del fl ujo migratorio había variado. Aho-ra, además de los españoles y de los italianos, fi guraba un importante número de inmigrantes “exóticos”, no deseados. Esto es, “turcos” (sirio-libaneses) y judíos, la mayoría de origen ruso.

No sorprende, entonces, que Zeballos considerara el problema de la edu-cación como el más acuciante de todos, y sin embargo el más descuidado:

De modo que en la actualidad no hay en la República Argentina un asunto más trascendental, pero desgraciadamente voy a hacer una afi rmación defi nitiva, con la convicción profunda que tengo al respecto y en la forma terminante con que acostumbro hacer todas las afi rmaciones cuando estoy convencido de su verdad: desgraciadamente, repito, en nuestro país el pueblo y los poderes públicos apenas acuerdan a estas trascendentalísimas cuestiones una impor-tancia secundaria52.

La existencia de un sistema educativo bien sustentado, de amplio alcance y efi caz en sus propósitos, tanto pedagógicos como morales, resultaba vital para que la acosada nación argentina sobreviviese. O al menos, así lo veía Zeballos,

51 ESTANISLAO ZEBALLOS, “Escuelas populares”, Revista de Derecho, Historia y Letras, Buenos Aires, tomo IX, 1901, p. 110.

52 ZEBALLOS, “Escuelas populares”, cit., p. 111.

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temeroso de que esta sociedad en proceso de formación se alejase de los ideales fundacionales de la Revolución de Mayo de 1810, y adoptase un carácter extra-ño, producto de la caótica y viciosa infl uencia de las masas de inmigrantes:

Por eso corremos el peligro de que esta sociedad en embrión se sienta arrastra-da por una dirección vigorosa, de sorpresa, que lejos de responder a los ideales de Mayo, nos lleve a una resultante que no cuadre a nuestras tendencias, ni a nuestros anhelos y que ocasione, cualquier día, perturbaciones profundas a la manera como sorprenden las grandes crisis sociales a los pueblos descui-dados53.

El rosarino, como otros hombres de su generación y de su clase social, se mostraba profundamente preocupado por el orden. Un orden que parecía cada vez más inseguro, asentado sobre una base inestable y potencialmente explosiva. Si no se procedía con celeridad y conciencia, las tensiones podrían estallar de un modo irrefrenable. De allí la necesidad de “dirigir” el espíritu público, de domeñarlo, según lo que marcaban “nuestras tendencias y nuestros anhelos”. La educación debía responder, en suma, a una tradición defi nida, uniforme, que no podía ser otra que la de la propia Constitución Nacional. En la afi rmación de los principios de la Carta Magna, modelo de liberalismo, vislumbraba Zeballos una esperanza de regeneración:

La lucha por dirigir la educación, que representa grandes sumas de poder, de riqueza y de infl uencia, actuando persistentemente sobre el espíritu público argentino, debe tener su principio y su fi n en los orígenes y en las tendencias de nuestra constitución54.

En esta “lucha por dirigir la educación”, las colectividades extranjeras habían contado con una poderosa infl uencia hasta la década de 1880. Luego, gradualmente, habían cedido su lugar a la educación pública. Pero la hege-monía en el campo de la educación seguía sin estar defi nida en la Argentina del novecientos. La educación carecía aún de un alcance verdaderamente “nacional”. De este logro dependía la posibilidad de uniformar cultural y po-líticamente al país. Estanislao Zeballos insistía en este punto:

No hay sino un medio de defender de cualquier peligro a nuestra nacionalidad, en el pasado y en el porvenir, del punto de vista educacional: el de declarar

53 Ibidem, p. 111.54 Ibidem, p. 111.

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que los ideales de la educación correspondan al Estado, prestigiando el sistema que dirige el Consejo Nacional con sus delegaciones federales en el resto de la República, combinadas con los consejos de las provincias. Éste es el sistema de educación de la carta fundamental. ¡Él ofrece amplias seducciones para todos los anhelos y creencias, porque a todos los comprende y a todos asegura los benefi cios de las garantías y libertades declamadas! […] Es el único sistema que dará homogeneidad al sentimiento nacional y que habilita para ejercitar los derechos acordados por nuestra constitución, en un ambiente de fundadora libertad de pensamiento y de acción, para todos los hombres y para todas las creencias, acordando a cada uno su legítimo lugar. Es la vía para alcanzar el equilibrio de las infl uencias e intereses contradictorios al amparo de la direc-ción uniforme de los destinos de nuestra nacionalidad55.

Era el Estado nacional el que debía asumir el protagonismo e imponer su infl ujo por sobre todas las voluntades dispersas y las fuerzas centrífugas que seguían operando en el país. Voluntades y fuerzas que procuraban com-petir con una educación patriótica que era expresión genuina de ese Estado nacional y de ese proyecto liberal que parecía estar naufragando. Es por ello que, aunque pretendiera regresar a las fuentes y reafi rmar los principios de la Constitución Nacional, Estanislao Zeballos reconocía límites “a la libertad de pensamiento y de enseñanza”. Es lo que se observa en el siguiente fragmento, tomado de otro discurso pronunciado en la inauguración del nuevo Consejo Nacional Escolar del Distrito Norte de la Capital, en la escuela Sarmiento, el 31 de mayo de 1900:

[…] en la misma capital de la República, en este distrito central, se agitan y desarrollan diversos y antagónicos ideales educativos. Advertiríamos que mientras el uno cultiva la sencillez igualitaria de nuestro sistema político, preparando los niños para la vida de ciudadanos libres, el otro fomenta las preocupaciones de clases, la anarquía social y la subordinación del ciudadano a infl uencias y a disciplinas que enfrían el sentimiento patriótico y lo desvían de los ideales democráticos. Estas tendencias, abusos de la libertad de enseñar, subsisten porque la Nación carece de un ideal defi nido y de una acción resuelta en materia de educación. La libertad de pensamiento y de enseñanza recono-cen un límite: el culto patriótico, cuya Biblia es la constitución federal56.

La alusión de Estanislao Zeballos no estaba dirigida a las escuelas de los extranjeros ni a aquellas sostenidas por la Iglesia, sino a los centros anarquis-

55 Ibidem, p. 112.56 ESTANISLAO ZEBALLOS, “Discursos escolares”, Revista de Derecho, Historia y Letras, ,

tomo XI, Buenos Aires, 1901, pp. 289-299.

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tas que por entonces fl orecían en Buenos Aires, en Rosario y en otras ciuda-des. Las escuelas libertarias no podían sino colisionar con la escuela pública argentina, desde el momento en que no reconocían el ideal patriótico como sustentador sino que, por el contrario, lo combatían y refutaban desde sus mismos fundamentos. El pensamiento anarquista rechazaba la existencia de toda organización estatal y/o jerárquica, basada en el poder y en la autoridad. En ese sentido, se encontraba en las antípodas de la ideología liberal y del régimen oligárquico por entonces imperante.

De todos modos, está claro que la cuestión del Estado-Nación y de las identidades colectivas en la Argentina de fi nes del siglo XIX y principios del XX, como en toda América Latina y en Europa, era tan importante para sus promotores como para sus detractores. En Estanislao Zeballos fue más que una preocupación. Muchos años de su vida fueron dedicados por el publicista rosa-rino al estudio sistemático del tema. Es lo que se evidencia en sus numerosos artículos y discursos, y en su monumental obra en francés La nationalité au point de vue de la legislation comparée et du Droit Privé Humain, publicada en cinco tomos en París, entre 1914 y 1919.

Estos textos son el fruto de la experiencia docente de Zeballos en la Uni-versidad de Buenos Aires, como titular de la cátedra de Derecho Internacional Privado, de su gestión como canciller en los períodos 1889-1890, 1891-1892, 1905-1908, de diversas misiones diplomáticas de las que fue encargado por el gobierno nacional, de su labor de conferenciante y periodista, y como miembro del Tribunal Internacional de La Haya57.

IUS SANGUINIS VERSUS IUS SOLIS

El 2 de abril de 1902, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, Estanislao Zeballos inauguró con una clase magistral el Curso de Derecho Internacional Privado. Al iniciar su alocución, el abogado rosari-no se preguntó acerca de los límites de la ley en cada Estado-Nación y en el mundo:

[…] ¿está limitada la actividad jurídica del Hombre a la Patria o tiene por teatro el Mundo? […] Al cumplir la edad de la ley, o simplemente, al adquirir el desarrollo material que os habilita para pensar y para preocuparos por vo-

57 Para saber más sobre las tres gestiones de Estanislao Zeballos como canciller y su pensamiento en relación con la política internacional ver ROBERTO ETCHEPAREBORDA, Zeballos y la política exterior argentina, Buenos Aires, Pleamar, 1982.

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sotros mismos de las relaciones jurídicas, ¿no os hallaréis en el seno de otra soberanía, sometidos a extraño régimen político y, por consiguiente, a una distinta legislación privada58?

Ésta era, precisamente, la situación de quien abandonaba su país de ori-gen y se afi ncaba en otro. Para Zeballos, dos problemas básicos aquejaban al inmigrante: en primer lugar, la situación de su ciudadanía, y en segundo lugar, las implicancias jurídicas que sufría su vida privada al cambiar de país y de legislación. Ejemplos de este último hecho podían encontrarse en el tema de la mayoría de edad y en el matrimonio, con su posible secuela de concubinato, hijos ilegítimos, y difi cultades con la herencia.

Es por ello que sería necesaria la presencia de un “derecho internacional”. Sin embargo, no por esto las naciones dejarían de ser necesarias, pese a su espinosa viabilidad y a los inevitables confl ictos entre ellas:

Cualquiera sea el fundamento político de la nacionalidad que se admita, cua-lesquiera que hayan sido las transformaciones que el principio nacional sufrie-ra desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, es lógico convenir en esta verdad: que las naciones han sido organizadas por una necesidad suprema del bienestar y de la felicidad del Hombre, para asegurar su vida, su propiedad y sus derechos, por medio de leyes y de autoridades protectoras; así como es difícil gobernar territorios tan extensos cual los del Brasil, y ha sido penoso organizar y gobernar la República Argentina, mientras vivían sus miembros malamente comunicados a largas distancias los unos de los otros, del mismo modo sería imposible gobernar la Humanidad […] desde un solo punto, bajo principios idénticos y sin tener en cuenta las aspiraciones materiales de cada región59.

Pero a estas razones de orden pragmático, Zeballos añadía otras más complejas. Según el rosarino, la génesis de las nacionalidades en Europa se encontraba en la lengua, en la religión, en la geografía, en el clima, esto es, en elementos que la mentalidad moderna rechazaba:

El espíritu moderno debe ser contrario al concepto de la soberanía derivada de la comunidad de sangre, de lenguas, de religión, etc.; la presencia del tipo evo-lutivo de las naciones modernas, los Estados Unidos de América y la República Argentina, donde se confunden todas las razas, todas las lenguas, todas las

58 ESTANISLAO ZEBALLOS, “Conferencia inaugural del Curso de Derecho Privado”, Revista de Derecho, Historia y Letras, tomo XIII, Buenos Aires, 1902, p. 438.

59 ZEBALLOS, “Conferencia inaugural”, cit., pp. 442-443.

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religiones, todos los antecedentes políticos, jurídicos, sociales y económicos para rectifi car la política europea de siete siglos, que trabajaba nacionalidades más artifi cial y militarmente, que de una manera natural y científi ca60.

Nos encontramos frente al nudo del pensamiento de Zeballos. La concep-ción aquí esbozada es la de un nacionalismo de cuño liberal y constitucionalis-ta, el mismo que inspirara a otros hombres de la Generación del Ochenta. Muy diferente sería la postura de los nacionalistas teluristas. Éstos sí apelarían a la comunidad de lengua, a la historia y al “espíritu” de la tierra criolla. Estanislao Zeballos, en cambio, distinguía un nacionalismo moderno, el de los Estados Unidos y el de la República Argentina, de tipo democrático, en el que el indivi-duo sería más importante que el Estado, el cual habría sido concebido para que aquel se desarrollase plenamente. Esta nueva doctrina nacionalista americana se estaría imponiendo, según Zeballos, en el mundo entero. El futuro de la Humanidad estaría inscripto en ella y no en la europea tradicional.

Para Zeballos, ambas concepciones se rechazaban, eran mutuamente ex-cluyentes. Es lo que sucedía en países jóvenes como la Argentina, que recibía cientos de miles de inmigrantes provenientes de la vieja Europa. Dos tipos de derechos se enfrentaban aquí: el americano o del ius solis (derecho del suelo), y el europeo ius sanguinis (derecho de sangre). Mientras el primero proclamaba la plena soberanía territorial del Estado nacional dentro de sus fronteras, el segundo la cuestionaba en sus mismos fundamentos. De esta forma, para el gobierno argentino, los hijos de inmigrantes nacidos en el país eran ciudadanos argentinos, en pie de igualdad con los criollos. Para los gobiernos europeos, en tanto, estos argentinos de origen italiano, español, francés, alemán, etc., eran ciudadanos de la misma nación que sus padres:

[…] el derecho europeo, por sus órganos alemanes, franceses, italianos, etc., sostiene que el derecho privado nacional sigue y gobierna a las personas, en cualquier país de la tierra en que se encuentren. De esa suerte pretenden los poderes y los autores europeos, que los hijos de sus connacionales, nacidos en el exterior, no sean extranjeros; es decir y por vía de ejemplo, que los hijos de los alemanes, italianos, ingleses, franceses, españoles, etc., nacidos en la República Argentina, no son argentinos […] sino alemanes, ingleses, france-ses, españoles, en virtud del derecho artifi cial de las conveniencias políticas, económicas y militares de las potencias61.

60 Ibidem, p. 443.61 Ibidem, p. 446.

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Esto es lo que sucedía, como vimos con anterioridad, con los hijos de italianos. En plena época de expansión imperialista, el derecho “artifi cial” ata-cado por Zeballos, era reivindicado peligrosamente por las potencias del Viejo Mundo. Esta pretensión sólo podía generar trastornos en un país nuevo como la Argentina, cuyo Estado nacional aún tenía severas difi cultades para imponer su jurisdicción y su ideología sobre su propio territorio y su propia población.

En ese sentido, Estanislao Zeballos no dejaba de ponderar la Constitución y la legislación argentinas, más justas y democráticas, en su visión, por ser “modernas”. Esto es, más avanzadas y “científi cas”, en contraposición a las vetustas leyes europeas. En un país como la Argentina, el inmigrante europeo encontraba todas las ventajas y protecciones imaginables. Por el contrario, un ciudadano argentino que viajase a Europa podría verse envuelto en una situa-ción legal muy comprometida. Sus derechos de ciudadano de una república soberana y democrática podrían verse cercenados.

Una década después de la inauguración de la cátedra de Derecho Inter-nacional Privado –cuya titularidad ejercería hasta su muerte, en 1923–, Esta-nislao Zeballos seguía insistiendo con el mismo punto:

No necesito buscar en la ciencia, ni en los libros, ejemplos que ilustren estos gravísimos problemas jurídicos: los encuentro en el aula. No pocos, acaso la mayoría de los que me hacéis el honor de escucharme, sois hijos de extranjeros, sois ciudadanos argentinos y habéis servido dignamente a nuestra bandera en la respectiva conscripción; pero si fuerais a Europa tendríais la decepción de saber en la tierra de vuestros progenitores que sois considerados ciudadanos suyos; que vuestros nombres están inscriptos aquí en los consulados, que estos han enviado copias de sus registros en que estuvieron domiciliados vuestros padres en Europa, antes de emigrar, están también vuestros nombres regis-trados en los cuadros de un ejército, que el día de una movilización general, exigirá vuestra presencia o pasará a los cuarteles generales este padrón de ignominia: ¡el joven don Fulano de Tal nacido en la República Argentina, desertor de su bandera62!

El problema, para Estanislao Zeballos, seguía siendo muy serio en 1912, ya que revelaba la debilidad del Estado argentino y el carácter aún incompleto de su organización política e institucional. Por otra parte, la población aún debía ser unifi cada y defi nida convenientemente. Habían pasado veinticinco

62 ESTANISLAO ZEBALLOS, “La nacionalidad”, discurso inaugural del curso intensivo sobre la materia en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, 5 de abril de 1912, en Revista de Derecho, Historia y Letras, Año XIII, tomo XXXIX, 1912, Buenos Aires, pp. 296-297.

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años desde los apasionados debates sobre la naturalización de los extranjeros, en 1887, y la situación seguía siendo básicamente la misma:

Este curso interesa por consiguiente a los hombres de Estado de la República Argentina, que no han completado su organización nacional, porque después de haber obtenido la independencia, de haber asegurado la libertad contra la dictadura y sancionado y promulgado las constituciones, federal y provincia-les, queda todavía en pie el gran problema substancial de la homogeneidad y defi nición de la población, sin que nos hayamos preocupado de sus soluciones sino por movimientos parciales y espasmódicos63.

Esta problemática no tocaba sólo a los nuevos argentinos, sino también a sus padres extranjeros, cuya situación no dejaba de ser incierta, aún con mu-chos años de radicación en el país. Una vez más, Estanislao Zeballos abogaba por su naturalización. Defi nitivamente afi ncados en la Argentina, con hijos argentinos, no podían gozar de ningún tipo de ciudadanía. Vale decir, ya no eran ciudadanos auténticos de su patria de origen, pero tampoco podían ser miembros plenos de su patria de adopción:

¡Son fuerzas fl otantes, como esos asteroides cósmicos que se parten en la atmósfera terrestre y no son fecundos, ni para la luz, ni para el equilibrio universal! No tienen acción cívica para contribuir al progreso de su patria de origen […] ni la tienen para infl uir en el gobierno y adelanto de esta patria de sus predilecciones64.

Esta postura de Zeballos era radicalmente diferente de la de Alberdi, quien defendía el ius sanguinis. Alberdi creía que el mantenimiento de la nacionalidad original de los inmigrantes, para ellos y para sus hijos, alentaría su arraigo en América. El proyecto alberdiano concebía un país heterogéneo, cohesionado sólo por el libre concurso de la industria, el comercio y la agricul-tura. Era la pragmática “educación por las cosas” la que iría conformando la nación argentina, que en un primer momento sólo contaría con un porcentaje mínimo de ciudadanos. Para los extranjeros, en tanto, los derechos sólo serían de orden civil, no políticos:

Imponer la ciudadanía al hijo del extranjero nacido en el país es obligar al padre a reemigrar para evitar le despedacen la familia, o para que sus hijos

63 ZEBALLOS, “La nacionalidad”, cit., pp. 299-300.64 Ibidem, p. 300.

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no pierdan la ventaja de una nacionalidad importante y prestigiosa. Es obligar al hijo mismo a emigrar al país de su extracción para salvar esas ventajas y escapar de ser soldado en países que nunca están en paz. […] Cuando se piensa que los hijos de los colonos europeos, que hoy cultivan los campos de Santa Fe y Entre Ríos, tendrán que dejar el arado dentro de diez años para tomar el fusil y hacer campañas presidenciales, como otros tantos provinciales argentinos, la esperanza en el porvenir del país pierde su base más poderosa65.

En el pensamiento de Zeballos, por su parte, convergen concepciones encontradas de Sarmiento y de Alberdi, como ésta de la nacionalidad y la ciu-dadanía. Sarmiento, a diferencia de Alberdi y muy cerca de Zeballos, estaba a favor de una población de nativos y de extranjeros homogeneizados, de alguna forma, en el ejercicio de los mismos derechos políticos.

Para Estanislao Zeballos, los recientes festejos del Centenario de 1910 habían tenido un carácter efímero. En cambio, la naturalización de los extran-jeros, de lograrse, implicaría una transformación profunda y permanente de las estructuras políticas del país y el inicio de una etapa mucho más madura y constructiva:

[…] en la República Argentina no existen organizaciones políticas de partidos permanentes, sino individualismos que pretenden dirigir la opinión pública, para los cuales sería el golpe defi nitivo la incorporación de cientos de miles de electores califi cados de nacionalidades extranjeras en su origen.Todos los recursos […] han sido agotados para despertar el espíritu público argentino en materia electoral. […] La naturalización de los extranjeros pro-ducirá un sentimiento refl ejo. ¡Entonces los argentinos por amor propio no les cederán la urna e irán a disputársela con voto!66

Resulta signifi cativo que en ese mismo 1912, mientras Zeballos pronun-ciaba este discurso, comenzara a regir la reforma electoral propiciada por el presidente Roque Sáenz Peña. En marzo de 1912 se realizaron en la provincia de Santa Fe las primeras elecciones argentinas bajo el imperio de la ley Sáenz Peña. Si bien el voto no fue aún secreto, sí fue obligatorio y se utilizaron padrones confeccionados sobre la base de los padrones militares. Los con-servadores y la Liga del Sur fueron derrotados por la Unión Cívica Radical, convirtiéndose Manuel Menchaca en el nuevo gobernador de Santa Fe, y Ricardo Caballero en vicegobernador. Días más tarde, en abril, se celebraron

65 JUAN BAUTISTA ALBERDI, La diplomacia de Buenos Aires y los intereses americanos y eu-ropeos en el Plata (1864), Obras Completas, Tomo VI, citado por BOTANA, op. cit., pp. 348-349.

66 ESTANISLAO ZEBALLOS, “La nacionalidad”, cit., pp. 301-302.

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elecciones para diputados nacionales en todo el país, y en varios distritos volvió a triunfar la UCR.

La extensión del sufragio masculino universal, secreto y obligatorio, no sólo depuraría las prácticas fraudulentas hasta entonces dominantes, sino que llevaría a una forzosa ampliación de la participación política de las masas. Los hijos de los extranjeros, nacidos en la Argentina y ciudadanos de ésta, se verían ahora obligados a votar. Cabe señalar, sin embargo, que la nueva ley era aún muy excluyente, ya que seguía negando el voto a las mujeres y porque dejaba afuera a cientos de miles de extranjeros residentes en el país. Por el contrario, la propuesta de Zeballos –sustancialmente la misma de 1887– era mucho más democrática, en tanto y en cuanto abarcaba a la gran mayoría de los varones mayores de dieciocho años.

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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

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261RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

EMILIO OCAMPO, De la Doctrina Monroe al Destino Manifi esto. Alvear en Estados Unidos (1835-1852), Buenos Aires, Claridad, 2009.

Emilio Ocampo nos presenta en esta oportunidad una obra basada en documentos ofi ciales en los que el general Carlos de Alvear fundó su visión sobre las transformaciones políticas y sociales en los Estados Unidos de las primeras décadas del siglo XIX.

A partir de 1838 una serie de incidentes iniciados en Texas difundieron la doctrina del Destino Manifi esto, centrada en la misión salvífi ca que al país le fuera encomendada por Dios, como garante en el concierto de las naciones de libertad y justicia, aun cuando ello signifi cara “apropiarse por la fuerza del territorio de una nación vecina”.

Carlos de Alvear, como embajador de la Confederación Argentina y has-ta su fallecimiento en 1852, fue testigo presencial de la guerra desatada con México. Su larga estadía y sus relaciones con los miembros más destacados de la sociedad y de la política le permitieron conocer en profundidad aquella situación, refl ejada en la correspondencia ofi cial que el embajador argentino mantuvo con el gobierno de Rosas.

En el prólogo el autor señala el doble interés que lo mueve a realizar la obra: por un lado su compromiso con la fi gura de Alvear y por otro la his-toria y la política exterior de los Estados Unidos, afi rmando que existe una conexión entre los gobiernos de James Polk durante la guerra contra México y de George W. Bush durante la invasión a Irak tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Los primeros capítulos están dedicados a la fi gura política de Alvear desde su llegada al Río de la Plata en 1812, su infl uencia en el Directorio y las decisiones de Estado, su participación en las guerras de la Independencia y contra el Imperio del Brasil, la relación que tuvo con Juan Manuel de Rosas y los principales acontecimientos políticos de Estados Unidos y sus relaciones con las demás potencias.

El desarrollo de estos capítulos puede distraer al lector del eje de la obra, que de acuerdo con el título se centra en el período 1835-1852.

En los títulos siguientes y ya centrándose en el tema de referencia, Ocam-po destaca la visión de Alvear sobre la sociedad norteamericana, que tras la anexión de Texas y la guerra con México ha dejado de ser “aquella antigua patria de Washington compuesta por ciudadanos sensibles y modestos” que respetaban los derechos ajenos tanto como los propios y se ganaban la admi-ración del extranjero, por la práctica de todas las virtudes sociales; convirtién-dose en un imperio expansionista y agresivo.

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262 RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

Se describen los avatares de la política mexicana y la intervención de po-tencias extranjeras como Francia y Gran Bretaña, que ante el vacío de poder en el país azteca buscaron sacar provecho de la situación. En otro plano, se observa el hábil accionar de los norteamericanos, que valiéndose del Destino Manifi esto lograron la anexión de grandes extensiones territoriales, como los actuales estados de California, Nuevo México, Arizona, partes de Utah, Okl-ahoma, Wyoming y Colorado.

Si bien se detectan en sus páginas algunas imprecisiones y anacronismos, cabe destacar que es un trabajo sólido y bien escrito, su lectura resulta entrete-nida y además tiene la virtud de acercarse al público no especializado.

SEBASTIÁN MATÍAS ROA

ENEIDA MARIA MERCADANTE SELA; Modos de ser, modos de ver: viajantes euro-peus e escravos africanos no Rio de Janeiro (1808-1850), Campinas, Editora da UNICAMP, 2008.

Tras un prolongado silencio en el campo de las Ciencias Sociales, los re-latos de viaje parecen haberse convertido, en las últimas décadas, en un tópico de análisis histórico harto explorado. Así, la revitalización de los estudios so-bre viajes y viajeros –especialmente europeos–1, y sus formas de ver, clasifi car y relacionarse con esos “otros” que encontraban en sus travesías, ha llevado a una proliferación de estudios históricos relacionados con las diversas aristas que se desprenden de este problemático “encuentro”. El trabajo de Eneida Sela, doctora en Historia por la Unicamp, se ubica dentro de esta amplia bibliogra-fía centrada en el estudio de viajes, pero con ciertas particularidades que le brindan atisbos de originalidad a su investigación.

En este sentido, la primera de las cuestiones interesantes a ser resaltadas reside, precisamente, en el objetivo de la autora. Lejos de centrarse en recons-

1 Desde la década del ochenta que los estudios de viajes atlánticos han despertado el interés de numerosos investigadores. En los últimos años, los trabajos de Linebaugh y Rediker (Linebaugh, Peter y Rediker, Marcus (2005). La Hidra de la Revolución. Marineros, esclavos y campesinos en la historia oculta del Atlántico. Crítica, Barcelona, 2005, y también Rediker, M. Between the devil and the deep blue sea : merchant seamen, pirates, and the Anglo-American maritime world, 1770-1750, Cambridge University Press, Cambridge, 1993), trajeron nuevas hipótesis y formas de encarar este tipo de estudios. Curiosamente, en el ámbito latinoamerica-no recién en los últimos años han cobrado nuevos ímpetus, especialmente en Brasil, a partir de los trabajos de Miriam Lifschitz Moreira Leite, Ilka Boaventura, Paulo Miceli, Karen Lisboa Ana Belluzzo y Robert Slenes, entre otros.

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truir viajes individuales, analizar las condiciones de vida de los esclavos que habitaban Río de Janeiro o el público que recibía esos relatos europeos, la autora busca entender los paradigmas científi cos y estéticos que estructuraban la mirada de esos viajeros en torno a la experiencia de la esclavitud. Así, su análisis buscará identifi car las ideas, concepciones, intenciones, criterios y ca-tegorías detrás de los textos producidos por una serie de pintores, naturalistas, científi cos y soldados –y un larguísimo etcétera de profesiones– que visitaron Río de Janeiro entre 1808 y 1850, período en el que la ciudad fue uno de los ejes fundamentales del comercio atlántico de esclavos.

El libro se estructura en cuatro capítulos. El primero está centrado en de-linear un panorama del escenario intelectual europeo de fi nes del siglo XVIII y principios del XIX, haciendo especial hincapié en las novedades científi cas y estéticas del período, que constituirán el bagaje a partir del cual los viajeros realizarán sus producciones escritas. Asimismo, se estudia el contexto social en que circulan estos textos e imágenes iconográfi cas, relacionando esos discursos con los resultados de las grandes expediciones naturalistas de fi nes del siglo XVIII, y haciendo un análisis pormenorizado de la Enciclopedia de Viajes escrita por Jacques Grasset de Saint-Sauveur en 1776.

Para Sela, en este período asistimos a la consolidación de un paradigma analítico centrado en un método esencialmente empírico de acercarse a las poblaciones negras esclavas, y que tiene en la fi gura del “viajante fi losófi co” –y sus producciones tanto escritas como iconográfi cas– una forma privilegiada de aproximarse a esos “otros” para clasifi carlos. Estos viajes estaban fi nancia-dos por academias de ciencia y museos de historia natural, consolidándose así como centros de transmisión de saberes.

El segundo capítulo del libro analiza los lugares comunes tratados por los viajantes y que, más allá de las diferentes profesiones e intenciones de cada uno, dan cuenta de la existencia de una convergencia temática en torno a una descripción literaria y pictórica esencialmente “pintoresca”. Así, partiendo de las concepciones previas de los europeos, la autora analiza los tópicos repeti-dos entre cada viajero, tales como la importancia dada al paisaje, la observa-ción directa, los trabajos realizados por los esclavos, y sus costumbres y vida cotidiana. Así, “(...) além da realidade observada, esos autores compartilhavam do testemunho e os paradigmas ali envolvidos” (p. 194).

Los últimos dos capítulos presentan una temática estrechamente rela-cionada. El tercer capítulo explora los diversos signifi cados otorgados a los “negros africanos” presentes en las imágenes y textos, principalmente a partir de las descripciones de sus cuerpos, tatuajes, fi sonomías, lenguajes, cantos, danzas y rituales. Así, el origen africano de las poblaciones esclavas terminaba determinando una gama de características físicas y sociales atribuidas por los

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viajantes europeos: el color oscuro de sus pieles era considerado feo, mientras que las formas de sus cuerpos eran comparadas con los ideales apolíneos de belleza. Siguiendo con esta línea de análisis, la autora examina en el cuarto capítulo las descripciones europeas sobre las “razas”, “tribus” y “naciones” africanas presentes en Río de Janeiro, buscando problematizar las divisiones taxonómicas realizadas por los observadores extranjeros y los topos asignados a las poblaciones africanas.

En conclusión, el libro de Eneida Sela constituye un interesante enfoque de la literatura e iconografía producida por los viajeros europeos que visitaron la ciudad de Río de Janeiro de inicios del siglo XIX, ya que busca reconstruir el universo de combates, convergencias y signifi cados que determinaban las prácticas discursivas de los europeos. Sin embargo, muchas veces la autora cae en una mera reproducción de los documentos utilizados, dejando las ins-tancias analíticas en un segundo plano, lo que –en ocasiones– empobrece un poco el análisis. De todas maneras, la perspectiva adoptada y la capacidad de la autora logran sortear esos obstáculos, lo que resulta en un libro interesante y de lectura amena.

MARTÍN PEDRO GONZÁLEZ

EZEQUIEL GALLO, Vida, libertad, propiedad. Refl exiones sobre el liberalismo clásico y la historia, Caseros, Universidad Nacional de Tres de Febrero, 2008, 244 páginas.

Ezequiel Gallo aborda en Vida, libertad, propiedad. Refl exiones sobre el liberalismo clásico y la historia una tarea en la que los lectores de sus ya clásicos libros La pampa gringa y Colonos en armas lo conocían menos: la del sagaz y atento lector de los autores y las obras que fundaron la tradición liberal.

Las razones que se le impusieron al autor para llevar adelante esta em-presa las expone al inicio del primer capítulo de su libro. Gallo señala allí que la recurrencia permanente a ciertos estereotipos sobre el liberalismo y sus características han terminado por desfi gurar muchos de sus elementos y trai-cionar los verdaderos propósitos de su programa original. “Uno de los rasgos menos estimulantes de los tiempos que corren –indica– es la distorsión que han sufrido algunas palabras que antes tenían signifi cados bastante precisos”. Los quince ensayos reunidos en este libro, escritos y publicados en momentos y lugares distintos procuran, desde la perspectiva de su autor, devolver nitidez a esos vocablos.

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El libro se divide en tres partes: la primera, “El liberalismo clásico”, está destinada a textos de índole más bien general sobre las fuentes del pensamien-to liberal, sus principales exponentes y algunas de sus ideas más signifi cativas y vigorosas. La segunda parte, “El liberalismo argentino”, se orienta a descri-bir los logros y límites del proyecto liberal en Argentina. En la tercera parte, “La historia” se aportan algunas apreciaciones historiográfi cas sobre el pasado nacional, su estudio y su valoración reciente.

Las páginas que Gallo dedica a explicar las concepciones morales, socia-les y económicas de David Hume, Adam Smith y Adam Ferguson, en los ca-pítulos 2 y 3, pueden fi gurar tal vez entre las más sintéticas y didácticas que se han escrito en nuestro medio. Despojando a estos autores, exponentes notables de la llamada Escuela Escocesa, de los abundantes corolarios y comentarios que ellos mismos u otros lectores han interpuesto a partir de sus ideas princi-pales, el autor vuelve sobre el interrogante principal que movió a estos pensa-dores a formular algunos de sus juicios más sugerentes y productivos: “¿cómo fue posible que ese ser frágil e imperfecto que es el hombre fuera capaz de crear riqueza y abandonar el atraso y la pobreza a la que parece condenado?”. La investigación dominante durante el siglo XVIII, el desentrañamiento de una “naturaleza humana”, de sus alcances y posibilidades personales y so-ciales, que tanto ocupó a estos autores, sigue dando sus frutos, piensa Gallo, cuando se adoptan ciertos criterios más o menos fi rmes sobre la evolución de las sociedades humanas y se trata de bosquejar algunos rasgos previsibles del comportamiento social de sus individuos.

La exploración de estos autores clásicos le permite a Gallo adentrarse en temas básicamente relacionados con ellos, pero más puntuales y derivados de los anteriores. La preocupación de Friedrich von Hayek sobre el acceso social al conocimiento científi co y sus eventuales aplicaciones concretas para su empleo y desarrollo en una sociedad más igualitaria; las armonías, confl ictos y rupturas entre liberalismo y nacionalismo (más vinculados entre sí en los inicios del siglo XIX, en relaciones cada vez más catastrófi cas a lo largo del siglo XX, abiertamente apartados a comienzos del XXI); y los logros alcan-zados con mayor o menor efi cacia por las sociedades modernas que eligieron al liberalismo como paradigma de sus comportamientos políticos y sociales son los temas que se abordan en los capítulos 4, 5, 6 y 7 y que presentan y permiten una visión más concreta y polémica de la doctrina liberal clásica abordada en los primeros capítulos.

La segunda parte del libro reúne, como se dijo, los textos que trazan un balance sobre el desempeño del pensamiento y la práctica del liberalismo en Argentina. El capítulo 8 hace una muy breve pero muy efi caz reseña de las ideas liberales en Alberdi, en Mitre, en Alem y de manera algo más compleja

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y matizada, en Sarmiento y en Roca, señalando las difi cultades de continuar identifi cando esa infl uencia después del Centenario. En buena medida, y como extensión de este tema, el capítulo siguiente plantea las cuestiones del libera-lismo, del federalismo y del centralismo en Alberdi y Alem, a lo largo de una década, la de 1880, atravesada por la polémica de la federalización de Buenos Aires y la disyuntiva de enfrentarse con un Estado central henchido con las rentas y recursos de su provincia más rica o de seguir soportando un poder provincial cuyos grandes recursos amenazaron desde el comienzo el equilibrio de una república federal. En el capítulo 10, Gallo se aparta del análisis de esta etapa fundacional y comenta críticamente los vínculos entre el liberalismo y el peronismo de comienzos de la década de 1990.

Los ensayos historiográfi cos que se agrupan en la tercera parte del libro guardan una relación más distante pero todavía visible con el tema central del libro. En el capítulo 11 el autor procura trazar los perfi les de una encuesta sobre la siempre debatida cuestión de la utilidad de la historia, en una detalla-da revisión que convoca a autores que van desde Karl Popper a Isaiah Berlin, cuestión que se continúa con notable criterio en el capítulo 12, dedicado a analizar el papel de lo inevitable y lo accidental en la historia. El cariz teórico predominante en estos dos ensayos se ve reemplazado por otro, más decidi-damente metodológico, en los tres capítulos siguientes, consagrados a la po-sibilidad de aplicación del método comparativo en los trayectos históricos de Argentina y Australia durante el siglo XIX, a las perspectivas que las refl exio-nes de Hayek abrirían al análisis histórico y a los debates surgidos en el campo de la historiografía sobre continuidad y cambio de las posiciones teóricas y prácticas metodológicas de fi nes del siglo XX y comienzos del XXI.

Por su diversidad de temáticas y, paradójicamente, por su visible cohesión teórica y refl exiva, Vida, libertad, propiedad. Refl exiones sobre el liberalismo clásico y la historia expone vivencias, refl exiones y posiciones del autor útiles para descubrir el matiz conceptual y renovar la polémica política y fi losófi ca entre los autores y los lectores de la producción historiográfi ca actual.

ROGELIO C. PAREDES

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LAURA MALOSETTI COSTA y MARCELA GENÉ (COMPS.), Impresiones porteñas. Imagen y palabra en la historia cultural de Buenos Aires, Buenos Aires, Edhasa, 2007.

Bien sabido es que la vida moderna se desarrolla en la pantalla; pero ¿qué lugar ocupó la imagen en la cultura argentina desde principios del siglo XIX hasta mediados del siglo XX? Precisamente a este interrogante busca dar respuesta Imágenes porteñas.

Todo historiador del libro o de la literatura comprende que la imagen for-ma parte del objeto que estudia, pero por lo general este aspecto permanece al margen de su investigación. En el presente libro esta relación se invierte y las imágenes se convierten en los complejos vehículos de sentido que siempre han sido, entendidas ya no como fuentes de segundo orden sino como otro modo de producción de signifi cado a partir de prácticas de apropiación diferenciadas.

Desde una perspectiva novedosa, que reconoce sus deudas para con los estudios visuales norteamericanos y la historia cultural francesa entre otros, Impresiones porteñas se propone como un aporte a los debates sobre la ima-gen impresa y su especifi cidad como artefacto cultural. Reúne un conjunto de investigaciones sobre las relaciones entre palabra e imagen en la historia de la prensa ilustrada de Buenos Aires, partiendo de la hipótesis de que la cultura visual es un lugar específi co de interacción social, de construcción de identidades y confl ictos.

El libro se organiza en tres partes, cada una de ellas compuesta por tres capítulos agrupados según los temas y problemas que tratan. En la primera sección, “Imagen y apariencia: el cuerpo como representación social, política e intelectual”, se abordan distintas lecturas simbólicas de la representación de los cuerpos. El primer capítulo: “Fragatas de alto bordo. Los peinetones de Ba-cle por las calles de Buenos Aires” a cargo de Marcelo Marino, indaga acerca de la capacidad que tuvo el peinetón –un artefacto de moda entre otros– para encarnar algunas de las tensiones políticas y formas de sociabilidad que se fueron gestando en la primera mitad del siglo XIX; la popularidad y los extra-vagantes diseños y tamaños que adquirieron hacia la década de 1830 permite al autor sugerir al peinetón como una representación de los nuevos espacios simbólicos conquistados por la mujer. En el segundo capítulo: “La imagen del artista. La construcción del artista profesional a través de la prensa ilustrada”, Isabel Baldasarre se consagra al análisis de un grupo de fotografías de artis-tas, aparecidas en revistas culturales de fi nes del siglo XIX hasta las primeras décadas del XX; nacidas de un doble juego entre el fotógrafo y el retratado, ponen en acto varios de los clichés asociados con lo que un personaje dedi-cado al cultivo de las artes debía ser, ocupando por ello un lugar central en el

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proceso de formalización de la práctica artística. Ya en “Bellezas argentinas y femmes de lettres. Representaciones de la mujer en la revista ilustrada Plus Ultra (1916-1930)” Julia Ariza analiza las diversas representaciones de mujeres aparecidas en dicha publicación; caracterizadas como damas de la benefi cencia y como madres dedicadas pero también como frívolas y modernas consumi-doras de moda, palabra e imagen se conjugan en Plus Ultra para arrojar un modelo contradictorio.

“Tecnologías de reproducción de la imagen: ilustraciones, grabados y fotografías” lleva por nombre la segunda parte; en ella Sandra Szir, Verónica Tell y Silvia Dolinko incorporan estas innovaciones como variable principal de análisis. El primer capítulo, “Entre el arte y la cultura masiva. Las ilustraciones de la fi cción literaria en Caras y Caretas (1898-1908)”, aborda la ilustración de textos de fi cción en la revista y las condiciones técnicas que posibilitaron la convivencia entre imagen y palabra. La relación entre ellas establecida (de re-ferencia, contrapunto y visualización imaginaria) y el encuentro entre escritor y dibujante que la acompaña, coadyuvan a un tipo de lectura transformada y enriquecida que Sandra Szir se ocupa de explorar. En un enfoque similar y a partir del análisis de La Ilustración Argentina y Caras y Caretas, Verónica Tell indaga acerca de la reproducción de fotografías mediante el procedimiento de fotomecánica con el propósito de analizar los distintos modos de apropiación del material visual en “Reproducción fotográfi ca e impresión fotomecánica: materialidad y apropiación de imágenes a fi nes del siglo XIX”; la particular articulación entre el discurso y el lugar efectivo de las representaciones le permite a la autora recuperar la valoración que los propios editores hacen de los recursos técnicos. Sobre la problemática del grabado artístico difundido en publicaciones periódicas refl exiona el tercer capítulo: “Grabados originales multiplicados en libros y revistas”; la expansión del universo de imágenes hizo necesaria la formulación de la noción de grabado original cuya progresiva instalación, efectuada entre 1916 y 1943, busca ilustrar Silvia Dolinko.

La última sección: “Imagen impresa y política: del anarquismo al antifas-cismo” agrupa tres capítulos que versan sobre la intencionalidad política de las imágenes impresas publicadas en periódicos y revistas de la época. Laura Malosetti Costa e Isabel Plante abordan el caso de dos publicaciones (El Sol a cargo de la primera y Martín Fierro a cargo de la segunda) que señalan la radicalización de su editor y su creciente compromiso con el anarquismo en “Imagen, cultura y anarquismo en Buenos Aires. Las primeras publicaciones ilustradas de Alberto Ghiraldo: de El Sol a Martín Fierro”. En el segundo ca-pítulo, “Miradas nómades. Emigrantes y exiliados en la construcción de imá-genes para la gráfi ca antifascista (1936-1939)”, Diana Wechsler indaga en las representaciones gráfi cas de la Guerra Civil Española publicadas en Argentina,

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269RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

con la intención de reconstruir una memoria del confl icto fuera de su escena-rio y recuperar así los legados intelectuales del exilio. En un enfoque similar, Marcela Gené desarrolla “Impresos bajo fuego. Caricaturas e ilustraciones en la prensa antifascista porteña (1940-1941)”. Allí recorre la vasta producción de caricaturas difundidas en los numerosos periódicos aparecidos en nuestro país durante el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, promovidos por organizaciones antifascistas; logra así desentrañar las redes que articularon, también en la gráfi ca, la Internacional del espíritu.

En los textos que integran este volumen hay un tratamiento exhaustivo de la iconografía en relación con la política, la moda, las construcciones de género y de clase pero también se ha prestado especial atención a las variables materiales de difusión.

Impresiones porteñas tiene el mérito, en gran parte atribuible a la pericia de sus organizadoras, de ser una historia de la cultura porteña –desde princi-pio del siglo XIX hasta mediados del siglo XX– variada, sin ser ecléctica, e interesante sin ser extravagante.

Se nos presenta como el desarrollo coherente de una idea, un proyecto común de investigación hábilmente dirigido y ejecutado: de ahí su feliz resul-tado. Aunque el libro carece de una conclusión global su intención es clara: contribuir a una reconsideración del peso y la signifi cación de las imágenes en la historia social y cultural argentina.

BELÉN BOETTO

LÍA QUARLERI, Rebelión y guerra en las fronteras del Plata: guaraníes, je-suitas e imperios coloniales, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2009, 384 pp.

La historiografía argentina de fi nales del siglo XIX y mediados del XX, más interesada por los aspectos relacionados con la confi guración territorial, prestó mayor atención al papel de la Compañía de Jesús en la ocupación y control de la cuenca del Plata frente a los avances de la expansión portuguesa encabezados por los bandeirantes paulistas. Hacia fi nales del siglo pasado, ese interés se desplazó más bien hacia los aspectos productivos y sociales que la vida misionera introdujo en un mundo económico colonial periférico, poco poblado y escasamente desarrollado. En Rebelión y guerra en las fronteras del Plata Lía Quarleri recrea la empresa jesuítica que, combinando evangelización y confl icto militar, tuvo un papel preponderante en la futura conformación económica, cultural y política del espacio rioplatense, pero incorpora como

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aspecto central de su análisis las relaciones culturales entre jesuitas, indíge-nas y colonos desde una perspectiva en la que tiende a prevalecer el análisis antropológico.

Como es sabido, entre 1609 y 1767 la Compañía de Jesús jugaría en el Río de la Plata un papel dinamizador que involucraría tanto el plano material como el ideológico, el político como el diplomático. Décadas atrás, en un estudio memorable, Alberto Armani analizó el proyecto misionero de los jesuitas, que despertó la curiosidad, la admiración y la censura de los contemporáneos, como el resultado feliz de una profunda interacción entre los predicadores, fundadores y administradores de los pueblos jesuíticos y las necesidades y ex-pectativas de las poblaciones indígenas que se integraron a él. Quarleri vuelve sobre esta prometedora línea de análisis, poniendo su mirada, sobre todo, en las sociedades nativas y en su experiencia de la colonización española, desde la fundación de Asunción hasta la derrota de los pueblos misioneros en las Guerras Guaraníticas de 1754-1756.

Formada en el campo de la Antropología, Quarleri procura aportar una mirada alternativa y complementaria a la de la historia política y económico social y explorar desde allí un período menos frecuentado por los historiadores de los últimos años. En este trayecto, la autora destina la introducción a des-cribir el largo proceso de conformación de la cultura guaraní desde la migra-ción de los cultivadores amazónicos hasta su establecimiento a lo largo de las avenidas fl uviales de la Mesopotamia argentina, imponiéndose gradualmente al mosaico étnico local e impulsando un expansivo proceso de desarrollo de la agricultura incipiente que marginó a las sociedades cazadoras recolectoras pre-existentes. La hostilidad entre la etnia guaraní y los otros grupos de la región resultaría clave para comprender su posterior papel en la estrategia española de conquista y colonización, iniciada ya con los primeros viajes de exploración, pero consolidada después del establecimiento de la primera Buenos Aires, en 1536, y de Asunción, en 1537.

La rápida consolidación de una colonia española en Asunción dependió, explica Quarleri en el capítulo primero, del muy temprano desarrollo de des-iguales alianzas entre los colonos españoles y los nativos guaraníes. Aunque abrumados por la superioridad tecnológica, organizativa y militar de los recién llegados, la sociedad guaraní, proveedora de alimentos, de mujeres y de trabajo, se vio benefi ciada con el protectorado del invasor ante adversarios étnicos con los cuales sostenía prolongados duelos por el control de tierras y recursos. Si bien esa alianza desigual se mantuvo en una tensión permanente entre colaboración y sujeción –que los españoles trataban de imponer, desde su lógica de conquista– lo cierto es que la posición guaraní resultó benefi ciada

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271RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

indirectamente en el escenario de fuerzas productivas y culturales en el cual las distintas etnias se disputaban la región.

La aparición en escena de los padres jesuitas sobre este trasfondo de alian-za e imposición no vino sino a desarrollar o a perfeccionar esas estrategias ya existentes. Los misioneros laboraron, entonces, un suelo fértil para los víncu-los de intercambio cultural con los nativos. Esta situación interesaba tanto a la Compañía de Jesús como a la propia monarquía española, que mantenía en la región su propia compulsa con las aspiraciones expansionistas de la corona portuguesa y de sus colonos brasileños. En el capítulo segundo Quarleri ex-plica cómo, en esa frontera abierta entre ambos dominios coloniales por donde se deslizaban las bandeiras paulistas en busca de indígenas esclavos para las plantaciones costeras, los jesuitas reconstruyeron una efi caz alianza con las sociedades guaraníes, víctimas escogidas de la captura y tráfi co de hombres de los colonos portugueses.

Los pueblos jesuitas de los guaraníes, su fi rme organización y su próspera economía entraron a jugar, entonces, un papel cada vez más gravitante tanto en la esfera regional como internacional: sin embargo, explica Quarleri, su base seguía siendo la relativa armonía de intereses y objetivos entre misioneros e indios. Fue esa alianza la que derrotó exitosamente en el plano militar los intentos de expansión luso-brasileña de las primeras décadas del siglo XVII. En los capítulos siguientes, la autora explica hasta qué punto esa situación fue afectada y conmovida gradualmente por factores cada vez más decisivos pero ajenos para sus protagonistas directos. Las presiones comerciales y las compli-caciones diplomáticas de Portugal –aliado de Gran Bretaña desde comienzos del siglo XVIII– se iban imponiendo a una claudicante corona española, y como resultado de ellas, las cortes de Lisboa y de Madrid arreglaron sus dis-putas fronterizas con total prescindencia de los intereses locales de misioneros y de indios. El tratado de límites que fi rmaron en 1750, por el cual el monarca español cedía al portugués una porción de tierras y pueblos jesuíticos, desen-cadenó lo impensable: una guerra que, entre 1754 y 1756, llevó a los indígenas de las misiones a enfrentar a las dos coronas peninsulares para defender sus territorios, poblaciones y recursos.

En este proceso, al que la autora dedica los cuatro capítulos centrales del libro, su mirada antropológica le permite, además de narrar las previsi-bles alternativas políticas y militares, ampliar su abordaje con el ingrediente renovador de los aspectos socio-culturales y económicos involucrados en la alianza entre jesuitas y guaraníes, que llevó a estos últimos a embarcarse en una guerra desigual contra los dos ejércitos peninsulares que trataban de im-ponerles los designios de sus metrópolis. En la coyuntura, los jesuitas fueron considerados los causantes solapados de esta guerra inaudita, pero Quarleri

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272 MACARENA BERGARECHE

interpreta detalladamente las múltiples causas de esta persistente alianza de nativos y misioneros.

Otros aspectos renuevan la interpretación de estos episodios: su desas-troso efecto en los pueblos misioneros, la vigencia y la crisis de alianzas y resistencias entre grupos étnicos, y las dañinas y perdurables consecuencias de la guerra sobre la vida económica y cultural de las poblaciones guaraníes, duramente sujetadas por la alianza hispano-portuguesa. Rebelión y guerra presenta así una llamativa relectura de una etapa histórica en la que escenarios coloniales y diplomacias imperiales parecen asentarse, ante todo, en intensas relaciones de intercambio culturales y competencia étnica.

ROGELIO C. PAREDES

RAANAN REIN, Árabes y judíos en Iberoamérica. Similitudes, diferencias y tensiones, Sevilla, Fundación Tres Culturas del Mediterráneo, 2008, 460 pp.

A menudo hemos escuchado hablar de “rusos”, “polacos” y “turcos” en referencia a judíos o árabes. La explicación histórica de este estereotipo tan frecuente, es brindada por Margalit Bejarano, investigadora y docente del Instituto Avraham Harman de Judaísmo Contemporáneo y de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Este trabajo, más otros dieciséis que estudian las repre-sentaciones de inmigrantes de origen semita en Iberoamérica, han sido compi-lados gracias a la coordinación de Raanan Rein, reconocido latinoamericanista de la Universidad de Tel Aviv.

El lector de Árabes y judíos en Iberoamérica. Similitudes, diferencias y tensiones podrá apreciar la multiplicidad de enfoques de una obra colectiva que abarca variados espacios geográfi cos de inmigración reciente (Argentina, Brasil, Cuba, México). Una mirada al índice de este libro bastará para reco-nocer en los autores, destacados nombres en las áreas de Historia, Sociología, Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales; todos ellos especializados en las realidades latinoamericanas o del Cercano Oriente.

La Fundación Tres Culturas agrega este título a su Colección Ánfora con el manifi esto intento de promocionar el diálogo entre diferentes pueblos, y lo logra. Se reunieron, en esta ocasión, aportes de claro corte científi co que pre-sentan la problemática de la inmigración y sus repercusiones sobre el espacio receptor de nueva población con un criterio plural, tanto en el origen nacional de los pueblos estudiados como en el enfoque elegido para hacerlo.

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273EL SER VASCO EN UN PAÍS LEJANO

A lo largo del libro se analizan las circunstancias que enfrentaron judíos, árabes, marroquíes, sirios, libaneses y palestinos. Se podrá comprobar que ya desde el momento en que elegimos determinado nombre para clasifi car a estos inmigrantes lo estamos haciendo en respuesta a tradiciones culturales propias, donde se privilegian criterios étnicos, religiosos, geográfi cos o his-tóricos. El modo de identifi car a cada uno de ellos a lo largo de su historia en el Nuevo Mundo puede decirnos tanto del objeto de estudio como de quien lo elaborara.

Respecto de los diversos enfoques, algunos autores privilegiaron el uso de imágenes populares y prejuicios (Jeffrey Lesser), datos históricos que permiten conocer las estrategias de adaptación (Margalit Bejarano, Diana Epstein, Mau-ricio Dimant, Denise Jardim), publicaciones como Caras y Caretas e Israel, ambas de origen argentino (Emmanuel Taub, Raanan Rein, Mollie Lewis), lazos y tensiones entre diferentes comunidades y regiones geográfi cas (Adria-na Brodsky, Maritza Corrales Capestany, Carlos Martínez Assad, Beatriz Gurevich), identidad de los grupos inmigrantes (Leonardo Senkman, Susana Brauner, Anita Brumer, Judit Bokser Liwerant), y productos de la industria cinematográfi ca y televisiva (Tzvi Tal, Florinda F. Goldberg).

Este libro se propone enriquecer el estudio de los movimientos migrato-rios que, según afi rma Raanan Rein, había desatendido a judíos y árabes. En esta tarea, los textos reunidos ayudan a expandir la pluralización de la cultura nacional de varios países a otras minorías étnicas. También apunta a modifi car la noción de que la vivencia en el continente americano fue “una pesadilla constante a lo largo del siglo XX”, un mito surgido en la vasta literatura exis-tente sobre el antisemitismo en esta región del mundo. El lector será testigo de las diversas formas de discriminación que sufrieron tanto judíos como árabes pero en igual medida conocerá los benefi cios que unos y otros disfrutaron con el progreso económico posterior a 1900.

Árabes y judíos en Iberoamérica es una obra de valor historiográfi co que brinda nuevas refl exiones al campo de los estudios étnicos con novedosos aportes en cuestiones vinculadas con árabes musulmanes y judíos sefardíes. Pero también explica mucho del mundo actual, marcado todavía por confl ictos políticos en Medio Oriente. Para dar sólo un ejemplo, uno de los últimos ar-tículos incluidos en este volumen analiza una telenovela brasileña llamada El Clon que fue emitida por primera vez a pocas semanas del atentado ocurrido en septiembre de 2001 en Estados Unidos.

El impacto de este hecho en la vida real, afectó el modo en que árabes y/o musulmanes y el público en general reaccionaron ante la historia de fi cción. Un producto que originalmente estaba destinado al entretenimiento, desencadenó un debate ideológico global. Su propuesta no oponía cristianismo a Islam sino

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274 MACARENA BERGARECHE

la sociedad liberal y laica (Brasil) contra una sociedad tradicionalista y reli-giosa (Marruecos) pero su mensaje fundamental era la tolerancia y aceptación de las diferencias. Sin embargo, lo imprevisto (el atentado terrorista) modifi có las formas de recepción de lo programado (la telenovela).

La obra aquí comentada carece de conclusión o artículo fi nal que agrupe las ideas centrales surgidas de las hipótesis de trabajo. Quizás esta ausencia se deba a que el libro es producto de un simposio, y por lo tanto, compila trabajos independientes. Sí cuenta con una Introducción a cargo del coordinador, un marco teórico presentado por el primer colaborador, y vasto aparato erudito compuesto por obras bibliográfi cas consultadas, archivos y entrevistas. Árabes y judíos, de ágil lectura, es un completo estudio del pasado y el presente que une pueblos y culturas de Oriente y Occidente.

MARÍA VICTORIA CARSEN

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POLÍTICA EDITORIAL

Temas de Historia Argentina y Americana es la publicación periódica del Ins-tituto de Historia Argentina y Americana (Departamento de Historia, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Católica Argentina). Se considerarán para su publicación trabajos originales relacionados con la historia argentina y ameri-cana. Esta revista se publica con una frecuencia semestral. Las colaboraciones se reciben para el primer número (Enero–Junio) hasta el 15 de Marzo, y para el segundo número (Julio-Diciembre) hasta el 30 de Agosto de cada año.

NORMAS SOBRE LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES PARA LAS PUBLICACIONES DEL INSTITUTO DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRASPONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA

1. EXTENSIÓN

La extensión máxima del trabajo –incluido el aparato erudito- es de al-rededor de 96.000 caracteres con espacios incluidos. El artículo debe ser pre-sentado con la tipografía Times New Roman, tamaño 12, con interlineado de 1,5. El margen superior e inferior debe medir 2,5 cm. y el derecho e izquierdo debe ser de 3 cm.

2. SUBTÍTULOS Y CITAS EN EL TEXTO

Los subtítulos serán en VERSALITA.Las citas, si son breves, se incluyen entrecomilladas; si pasan de las tres

líneas, se las separa del cuerpo del texto (en Times New Roman, tamaño 10, interlineado 1,5) y se las destaca mediante una sangría de cinco espacios, sin poner comillas.

3. APARATO ERUDITO

3.1 CITAS BIBLIOGRÁFICAS

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276 NORMAS SOBRE LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES

a. De libros

Autor (en VERSALITA); título (en bastardilla); edición, desde la segunda en ade-lante; tomo o volumen si la obra comprende más de uno; lugar, editor y año de edición; número de página o de las páginas extremas.

RICARDO LEVENE, Investigaciones acerca de la historia económica del Virreinato del Plata, 2º edición, t.2, Buenos Aires, El Ateneo, 1952, pp.114-116.

b. De artículos

Autor (VERSALITA); título del artículo (entrecomillado); título de la revista o diario (o en bastardilla); número del volumen, año y otras subdivisiones si las hubiese; lugar, editor y año efectivo de edición, número de página (s).

JULIO CÉSAR GONZÁLEZ, “La misión Guido-Luzuriaga a Guayaquil (1820)”, Boletín del Instituto de Historia Argentina “Doctor Emilio Ravignani”, 2º se-rie, t.13, año 13, nº 22-23, 1970, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 1971, p. 10.

c. Cita segunda y sucesivas de una misma obra

Después de la primera cita, solo se pone el apellido del autor, seguido de op.cit. y del número de página. Si se cita consecutivamente la misma obra, se consig-na Ibidem, seguido del número de página. Si la obra tiene más de un volumen, se consigna también el número de éste.

CARBIA, op.cit., p. 41.

LEVENE, op.cit., t.23, p.120.Ibidem, p. 124.

Si se cita más de una obra del mismo autor, se conservan las primeras palabras del título para individualizarla.

LEVENE, Investigaciones, cit., t. 1, p. 24. LEVENE, Historia del Derecho, cit, t. 1, p.99.

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277NORMAS SOBRE LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES

Si hay dos autores del mismo apellido se conserva el nombre de pila.

RICARDO LEVENE, op.cit, p. 29.GUSTAVO GABRIEL LEVENE, op.cit, p.66.

En el caso de los artículos, se procede de la misma manera.

GONZÁLEZ, op.cit., p.11.

Si hay citadas otras obras del mismo autor, se agrega parcialmente el título.

GONZÁLEZ, “La misión Guido” cit., p. 11.

3.2 CITAS DE DOCUMENTOS

a. Inéditos

Tipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; repositorio y sig-natura topográfi ca.

Francisco de Paula Sanz al virrey Loreto, Buenos Aires, 23-VIII-1788, Archivo General de la Nación IX-45-6-6.

b. Editados

Tipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; autor (en VERSALITA); título (bastardilla); edición, de la 2ª. en adelante; tomo o volumen si es más de uno; lugar, editor y año de edición; número de página.

El deán Funes a Daniel Florencio O`Leary, Buenos Aires, 16-X-1824, en BIBLIOTECA NACIONAL, Archivo del doctor Gregorio Funes, t. 3, Buenos Aires, 1949, pp. 304-305.

b. Cita segunda y sucesivas de un mismo documento

Se ponen los apellidos del autor y del destinatario y se conserva íntegra la fecha; en caso de ser un documento editado se agrega la página.

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278 NORMAS SOBRE LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES

Sanz a Loreto, 23-VIII-1788 cit.Funes a O`Leary, 16-X-1824 cit., p.304.

4.1 ABSTRACT Y PALABRAS CLAVE

Todos los trabajos deberán hallarse acompañados de un resumen en castella-no y de un abstract en inglés, de no más de diez líneas cada uno, en que se formule con precisión la síntesis del artículo, y de cinco “palabras claves” en ambos idiomas, que permitan su utilización informática.

Nota: el no cumplimiento de las normas arriba expresadas implicará la devolución del artículo remitido para su publicación.

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