Suriano - Las Practicas Políticas del anarquismo Argentino

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SURIANO Juan Las Practicas Polticas del anarquismo Argentino------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------El presente artculo se propone explicar y analizar la relacin entre la accin y la movilizacin anarquista y el sistema poltico formal, teniendo en cuenta la sancin del sufragio universal 1912. La hiptesis central del trabajo sostiene que la automarginacin anarquista de la lucha formal contribuyo en gran medida a marcar la rpida decadencia del anarquismo argentino.En las ltimas dcadas del siglo XIX Argentina se convirti en un pas moderno, debido a su integracin plena al mercado mundial como productor de bienes primarios. Una de las principales transformaciones se verifico en el mundo urbano donde se conformo una sociedad compleja, moderna y esencialmente distinta a la gran aldea que aun deban rememorar, seguramente con nostalgia los mayores. En esta sociedad nueva, cosmopolita y fuertemente estratificada emergieron nuevos actores sociales. Uno de ellos, los trabajadores, a diferencia de los sectores populares de la sociedad criolla tradicional relacionados a las elites por lazos de deferencia y paternalismo, recortaron en el espacio pblico, orientados por sus vanguardias, formas discursivas y prcticas polticas, sociales y culturales que les eran propias.El Anarquismo, conjuntamente al socialismo, participo activamente de este proceso y contribuyo de manera notable a impulsar y otorgar una identidad al espacio pblico transitado por los trabajadores a travs de la edicin de peridicos, revistas y folletos as como de la conformacin de un circuito poltico y cultural que combinaba conferencias, fiestas, reuniones, mtines, representaciones teatrales escuelas y bibliotecas. Desde estos lugares los anarquistas generaron sus prcticas discursivas y polticas con el objeto de atraer a los trabajadores y alejarlos de la influencia de la iglesia, la escuela pblica o la prensa burguesa.Pero donde el anarquismo demostr una mayor resistencia a integrarse y una mayor voluntad y conviccin de plantear una prctica alternativa fue en el terreno especficamente poltico, pues rechazaron abierta y frontalmente el sistema representativo parlamentario y electoral. Esta postura era una consecuencia de la negacin de la nocin de Estado. A l impugnarlo se oponan cerradamente no solo a su existencia sino a las prcticas polticas electorales que e sustentaban y, de esta forma, se autoexcluyeron de un sistema que, aunque restrictivo y fraudulento, comenzaba a convertir lenta pero indefectiblemente a los habitantes en ciudadanos. Contra las nociones de ciudadana, representacin y participacin poltica el anarquismo, presionado por la urgencia revolucionaria que le era caracterstica, postulaba otras formas ms espontaneas de hacer poltica como la huelga general y, en menor medida, la propaganda por el hecho que, a su juicio, habran de modificar la sociedad actual y eliminar las desigualdades a partir de la desaparicin de las clases sociales y el Estado que las sustentaba.La produccin historiogrfica sobre el anarquismo argentino se ha reiterado en ciertos supuestos sobre la afinidad entre la ideologa libertaria y el movimiento obrero, dando por obvias la relacin entre apoliticismo anarquista e indiferencia de los trabajadores ante el sistema poltico. Esta forma de mirar la historia simplifico el anlisis del proceso de identificacin entre las vanguardias polticas y los trabajadores, en tanto no se han preocupado por desentraar los motivos que impulsaban la impugnacin libertaria de las prcticas polticas representativas as como tampoco las dificultades inherentes a esta concepcin. Asi, de concluyeron ciertos problemas que, puestos en la superficie, tal vez contribuyan a comprender mejor el proceso de conformacin de los actores polticos en la etapa formativa de la Argentina moderna. Este artculo intenta abordar estas cuestiones, analizando la concepcin sustentada por los anarquistas argentinos durante los tres primeros lustros del siglo, a cerca de la poltica electoral representativa y sobre los mtodos de accin directa como la huelga general o las nociones sobre el uso de la violencia como tctica poltica.1. LOS SENTIDOS DE LA POLITICA.Qu representaba la poltica para el anarquismo?Un redactor de el Rebelde la defina como el arte de engaar e inicuamente a las masas populares, a aquellos que todo lo producen y que en cambio de su produccin, solo reciben las migajas de la masa de sus explotadores. Consecuentemente, los hombres de sano criterio no deban avalar las iniquidades de la poltica que era asociada directamente a los intereses de los sectores dominantes, alimentados por la ignorancia del pueblo. La poltica se interpretaba como la representacin artificial de una comedia intil e innecesaria, violatoria del principio de la igualdad existente en el orden natural y de la evolucin cientfica. Los anarquistas se autodefinan como vanguardia del progreso y representantes del legtimos de los sectores de los sectores del populares sobre bases rigurosamente cientficas, en defensa del gran principio de la igualdad. La poltica no ha sido nunca, no ser jams otra cosa que el convencionalismo de los partidos basado en la mentira mientras nuestro ideal arranca de la ciencia. La visin libertaria de la poltica no puede ser desligada de un fuerte componente racional, que explicaba la realidad y los fenmenos sociales a travs del anlisis de la razn y la transformacin de los mismos mediante la accin humana guiada por el ideal libertario.Para los anarquistas, la fe en la ciencia y la razn reemplazaba a la fe revelada y metafsica de la religin, proporcionando el basamento necesario para las transformaciones sociales que llevara a la humanidad a organizarse cientficamente y eliminar a la autoridad en el plano poltico y al poder de la iglesia en el mbito religioso. La organizacin de la sociedad sobre bases cientficas, al hallarse subordinada a la razn, deba alcanzar tambin la armona y la justicia imperantes en la naturaleza. En estas circunstancias, la explotacin del hombre por el hombre dejara lugar a la administracin cientfica de las cosas y a la liberacin del individuo. As, las decisiones polticas deberan estar subordinadas a los dictados de la ciencia, ms concretamente de la sociologa que explicaba el comportamiento y la evolucin histrica de la sociedad.El anlisis racional y cientfico del funcionamiento de la sociedad delineaba una concepcin muy general y vaga de la poltica. En trminos ms concretos, entendan el concepto poltica como sinnimos de sinnimos de sistema poltico burgus, representativo de los intereses sociales de una clase o grupo en beneficio propio y en perjuicio del pueblo. Pero es importante destacar una diferencia: no renegaban de la accin poltica sino de las prcticas polticas representativas como el parlamentarismo y el electoralismo que la sostenan. El anarquismo era fundamentalmente antipoltico y antilegalitario pero sus prcticas eran en esencia polticas en tanto estaban dirigidas a conquistar el poder. Un poder anhelado no para ejercerlo en el sentido moderno del trmino, sino para destruir a quien lo controlaba, esto es, el Estado e imponer un orden diferente. Para ellos el Estado violaba la naturaleza de la sociedad en tanto implicaba mandato y autoridad y significaba que una entidad, individual o colectiva, estuviera en posesin del gobierno y otra entidad, colectiva, se viera obligada a la obediencia al ser gobernada y, por lo tanto, oprimida. Mandato y obediencia eran percibidos como sinnimos de falta de libertad y desigualdad social desnudando la naturaleza profunda del carcter del Estado as como la falsedad de la poltica que era su poder.Adems, se anatematizaba a la poltica en tanto acto de delegacin por el cual los individuos encomendaban sus necesidades y reivindicaciones en otros individuos. En este acto de representacin poltica, el representado perda su libertad poltica pues su representante adquira una autoridad y un poder autnomo al actuar en su lugar y sustituir su voluntad propia: Votar es abdicar. El hombre que va a depositar su voto en las urnas entrega su voluntad y todos sus derechos al que ha elegido.Entrega en manos del que ha elegido lo que debiera conservar con celoso empeo. Para el pensamiento libertario, el problema de la delegacin poltica estaba vinculado al concepto de ciudadana originado a partir de la revolucin francesa, segn el cual se convirti al individuo en ciudadano, desnaturalizndolo (el hombre es anterior al ciudadano) y legalizando el privilegio (ciudadano connota privilegio poltico), convirtiendo la representacin poltica en una ficcin legal o, como sostena Proudhon, una ilusin de representacin Universal. Desde este punto de vista la libertad deba ser absolutamente indelegable.En otro plano, distinto era el tema de las representaciones no polticas como el caso de las asociaciones gremiales o las federaciones obreras u otras formas de actividades precisas (grupos antimilitaristas, organizaciones de derechos sociales). En estos mbitos se aceptaba la representacin solo en puntos precisos, con mandatos expresos, y aun as los delegados o representantes deban renovar sus mandatos cada vez que los representados se lo exigieran. As, sera solo una representacin directa y temporal en situaciones concretas. Entonces, el nudo problemtico se hallaba en la representacin poltica y, ms especficamente, en el sistema electoral que, para el anarquismo, atraa a las masas y las distraa del camino revolucionario. En 1900 se publico en Buenos Aires una carta abierta de Malatesta desde Londres donde explicaba con suma claridad su oposicin al parlamentarismo y a los mtodos afines de lucha. Su negativa se deba no solo al espejismo democrtico que la poltica generaba en el pueblo y por el acostumbramiento a esperar la libertad y el bienestar del gobierno, sino, fundamentalmente, porque la aceptacin de aquel sistema, implica la lgica y psicolgicamente el reconocimiento del principio del gobierno, de las leyes, de la autoridad, que son el antagonismo completo de la libertad y el progreso. A veces, en un plano menos abstracto, la impugnacin de la poltica se deslizaba por el terreno de la irona y no sin la sutileza asimilaban la idea de la poltica con la de farsa. Pensaban que las distintas fracciones polticas integrantes de la llamada opinin pblica, convivan en paz durante buena parte del periodo inter eleccionario para enfrentarse encarnizadamente ante la proximidad del acto electoral. Finalizando el comicio se retornaba la convivencia mientras tanto, el siempre apaleado de estas bodas(el pueblo), inclina humildemente la frente, esperando que los seores candidatos triunfantes le obsequien con las migajas y las prebendas ofrecidas en aras de la patria y en bien del pueblo. La farsa. La eterna farsa! Versin tributaria de la farsa, la poltica tambin poda ser percibida como una puesta en escena teatral, imagen bastante difundida en los cenculos libertarios:un partido tiene mucho de teatral. Puede decirse que el pas es la escena, el jefe, el empresario, el pueblo el pblico, los sucesos las representaciones y los polticos los cmicos. Entre estos ltimos se encontraban actores para todos los roles: jefes, prohombres, candidatos, figurones y empleados. La popularidad de los polticos era fluctuante como la de los actores y si una mala actuacin bajaba a estos de cartel, ocurra lo mismo con una mala maniobra de los polticos. La analoga se extenda tambin a sus reapariciones pues ambos podan reciclar sus roles teatral poltico en otros mbitos-escenarios. Y para poder concretar la comedia poltica era necesario poltica era necesario la presencia de un pueblo-publico que, al modo de las comparsas, siguieran acrticamente a los polticos-actores y con sus votos los convirtieran en estatuas al final de sus carreras. En esta metamorfosis de ciudadano a estatua, pasando por una serie de transformaciones, (el poltico) suele purificar sus vicios redimindolos con virtudes cvicas y mientras la evolucin de la vida fisiolgica va desgastando el organismo en el transcurso del tiempo, la evolucin de la vida sociolgica suele ir agigantando la personalidad moral dentro de la vida pblica, de manera que, al revs del vicio,que consume el cuerpo donde se arraiga, la pasin poltica dilata el alma que agita y puede hacer de un egosta ambicioso un altruista abnegado. Otra lnea de argumentacin crtica se refera al socialismo. Ante la idea marxista de que el sufragio no daba poder pero otorgaba derecho a gobernar y a partir de all a iniciar la destruccin de la sociedad, los anarquistas postulaban que el derecho electoral era el derecho a renunciar a los propios derechos y acostumbraba al pueblo a no combatir, a descuidar sus intereses y a entregarse a las ambiciones de la burguesa en el poder. Adems, al socialismo Argentino le reprochaban aspirar solo al parlamento y sostenan que, una vez all, los candidatos populares terminaran aburguesados y absorbidos por el sistema. Para Gilimon el problema era otro y lo haba planeado ya en 1898: Qu ocurrira ante una situacin hipottica donde el socialismo tuviera mayora parlamentaria y quisiera abolir la propiedad privada? Permitira el rgimen burgus su propia destruccin? No, manifestaba Gilimn, es un sublime absurdo de los marxistas de hoy pues le pareca imposible destruir al rgimen burgus mediante la accin poltica parlamentaria. Durante el mismo ao y en igual sentido el peridico libertario LAvvenire se preguntaba sorprendido porque el socialismo pretenda participar de un sistema electoral fraudulento, perverso y restrictivo. Para ellos, la adhesin socialista a la va legalitaria en Europa era ms atendible pues La illusione del rispetto alle formi legali puo ingannare, pero en Argentina talli esperanza e simplicemente puerile mientras la poltica fuera casi un hecho de fuerza. Adems, aunque en Europa se generaba la ilusin del respeto a las formas legales al permitir la participacin masiva de los trabajadores en los procesos electorales, nada se haba conseguido. Cul era el ejemplo? Acaso Alemania? Precisamente, razonaban este pas con sus innumerables diputados y sus millones de electores populares no haban podido evitar la sancin de una legislacin represiva, reaccionaria y antiobrera. Ante este contundente ejemplo, la solitaria presencia del socialista Palacios en el Congreso argentino era, para ellos un despropsito y una concesin a la burguesa ms que un logro de los trabajadores. Tambin haba quienes, dentro del movimiento libertario, pensaban que el socialismo no era ingenuo y actuaba de mala fe. No atacaban al Estado porque crean en l y perseguan el avieso objetivo de restar fuerzas a la accin revolucionaria; he aqu su nico fin. No de otra manera se explica el hecho de hacer luchar a los incautos trabajadores que les siguen, en un terreno tan estril que ha llegado a inspirar recelos a los mismos interesados en proclamar su bondad. Esta condena al partido socialista se basaba en la suposicin de que los socialistas toleraban la corrupcin poltica y eran plenamente consientes de la imposibilidad de obtener reformas de fondo en el sistema capitalista. En sntesis, acusaban al socialismo de poseer la certeza del carcter ilusorio de las prcticas de los derechos del ciudadano, pues siempre estaran limitadas a las conveniencias de los poderosos. Pero, y a los ojos libertarios aqu estaba el nudo de la maldad socialista, a pesar de ser conscientes de estos problemas los socialistas no desesperan por tan poca cosa, volvern a llamar a las puertas del poder, visitaran al ministro, suplicaran al presidente, pagaran cafs a los porteros de las oficinas pblicas y por fin un dio u otro tendrn un diputado que ir a ocupar su puesto entre los ladrones patrios.Otra lnea de ataque a la participacin electoral del socialismo sugera, con cierto infantilismo y negando la posibilidad de mejoramiento gradual, que aunque aprobaran leyes favorables a los trabajadores y al pueblo en general, esas leyes no podrn evitar la explotacin en el trabajo, las enfermedades producto de la mala alimentacin y el hacinamiento o la persecucin policial. Tampoco la accin poltica podra concretar las reivindicaciones econmicas de los trabajadores, pues tenda a afianzar al capital en contraposicin a los intereses propios de los obreros. Asimismo, no conceban la posibilidad de mejoras paulatinas como consecuencia de la accin parlamentaria. Ante cada eleccin aparecan en los medios libertarios artculos denostando al sistema electoral. El principal blanco de ataque era el Socialismo pues se diriga al mismo auditorio reacio a participar electoralmente, no tanto por la influencia anarquista cuanto por la apata y el desinters que despertaba un sistema restringido y la falta de hbitos democrticos, no solo en los sectores populares nativos sino tambin en los extranjeros. Pero a pesar de la apata popular hacia el parlamentarismo, los anarquistas perciban en las tcticas socialistas un rival de cuidado en tanto los partidos polticos progresistas eran doblemente peligrosos: tanto ms temibles cuanto ms cuentan en su seno con hombres de positivo valor. Las crticas se repetan y carecan de matices como reflejo de sus anlisis mecnicos de la sociedad. En 1906 atacaron a la plataforma electoral del Partido Socialista que reclamaba la abolicin de los impuestos indirectos, la democratizacin del ejrcito o la separacin del Estado y la Iglesia. Desde la ptica libertaria, las reformas legales eran intiles pues solo implicaban cambios en las formas de explotar al pueblo Para que separar al Estado de la Iglesia o democratizar al Ejrcito si para ellos eran instituciones superfluas destinadas a desaparecer? La crtica pretenda negar la posibilidad de efectuar cualquier tipo de reformas legales, pero tambin el gradualismo del Partido Socialista que solo lograra reformas parciales sin afectar al Estado en su estructura ms profunda.A diferencia de los aos anteriores en 1906, prestaron ms atencin a las elecciones. En sus peridicos se publicaron una cantidad poco habitual de artculos criticando al sistema electoral y llamando a los trabajadores de Buenos Aires a no votar. El mayor inters se deba a la eleccin, dos aos atrs, de Alfredo Palacios, el primer diputado socialista y al aumento de la participacin electoral. Pero estas cifras seguan siendo escasas en relacin a la poblacin portea y sin embargo para el anarquismo este no era un problema central. Les preocupaba el acto electoral en s y, curiosamente, no se detenan a analizar la falta de participacin electoral en los comicios o la restriccin impuesta por el sistema. No les importaba la cantidad de votos sino la actitud asumida por aquellos sectores populares que votaban. Por qu vota el pueblo? Se preguntaba indignado un dirigente crata, para responder no hay iniciativas, no hay nada en ese pueblo embrutecido que va a votar creyendo ejercer un derecho sacrosanto. La denuncia se deslizaba hacia la crtica del clientelismo ejercitado por los caudillos polticos, quienes conseguan los votos otorgando favores y complacencias. Esto es dinero, cerveza, caa, empleos. Estas declaraciones terminaban, generalmente, con encendidos llamamientos a la abstencin electoral o a la huelga de electores como solan denominar a la abstencin activa.Ahora bien, preocupados centralmente por la accin y organizacin del movimiento obrero, el tema electoral no fue ms all de este tipo de proclamas.Y la eleccin de Palacios puede haber provocado inquietud de las filas anarquistas, la falta de resultados positivos por parte del socialismo as como la cada de electores entre 1906 y 1910 aquietaron las aguas libertarias. Resulta interesante la lectura anarquista de estos dos hechos. Ante los escasos votos obtenidos por el socialismo en 1908 y la autojustificacion del partido orientada a culpar al fraude y a la venalidad del sistema electoral, los anarquistas reaccionaron con marcada irona sosteniendo que el socialismo no tena derecho a protestar cuando ellos mismos haban aceptado el rgimen electoral vigente. El mismo Palacios, afirmaban, haba sido elegido en 1904 por el barrio de la Boca gracias a una alianza con uno de los partidos del rgimen vigente (se refiere al partido Republicano)y, a la vez, los socialistas haban apoyado la candidatura de un senador de ese partido. La crtica al electoralismo socialista se intensifico y se endureci en el transcurso de la primera dcada del siglo.De esta forma, el espacio de sociabilidad poltica que socialistas y anarquistas haban construido conjuntamente diez aos atrs, se fragmentaba y divida cada vez mas como producto del ahondamiento de los diferentes puntos de vista ante el sistema poltico electoral y, ms grave an, el tipo de sociedad anhelada. Con rencor el anarquismo juzgara a los socialistas. Son hbridos, son la lepra poltica. Ciudadanos, no votis por ellos. En 1910 votaron en la ciudad de Buenos Aires 7000 sufragantes menos en 1906 y el anarquismo vivi esta situacin como una victoria propia. La fuga de votos atribuida a los partidos polticos participantes del acto comicial y, con oportunismo, atribuan a la magnitud de la abstencin al buen sentido que iba imponindose entre los ciudadanos por la prdica efectiva de los anarquistas: Los aspirantes al comedero poltico, los agentes electoraleros, los que creen alcanzar la emancipacin desde las urnas han fracasado otra vez, los anarquistas debemos apuntarnos otro triunfo.Hacia 1910 la mayora del movimiento libertario comparta, por supuesto infundadamente, cierto optimismo generalizado sobre el fracaso del sistema poltico electoral argentino. Obligado por una rgida postura doctrinaria negadora del Estado, no se otorgo ningn tipo de concesiones al rgimen poltico y social de la poca. Un sistema poltico excluyente, una sociedad que incorpora pero tambin exclua y una inmensa heterogeneidad tnica y cultural brindaron un filn que el anarquismo aprovechara bien al comienzo del siglo aplicando el principio poltico libertario por excelencia: la accin directa. Esta supona la lucha inmediata de las fuerzas en pugna con la meta revolucionaria de destruir al Estado e imponer una sociedad mas justa y libre. Mediante una estrategia poltica se proponan alcanzar la justicia sin las mediaciones del sistema poltico legalitario y parlamentario, sin la participacin de las instituciones estatales y aprovechando el consuelo logrado en el movimiento obrero organizado. La accin directa englobaba varias tcticas que muchas veces se confundan e iban unidas, pero otras se repelan. Estas tcticas remiten a tres formas diferentes: 1. La accin propagandista, destinada a captar a los trabajadores a travs de la difusin de la prensa escrita y la creacin de una red de crculos o centros, desde donde se emita un mensaje poltico y cultural que pretenda ser alternativo. 2. La accin violenta o la propaganda por el hecho (sabotaje, terrorismo) y 3. La huelga general revolucionaria, habitualmente pacifica pero con perspectivas de derivar en una insurreccin general, de la cual los hechos de violencia eran inherentes a la misma.

2. LA PROPAGANDA POR EL HECHO: EL ANARQUISMO Y LOS LMITES DE LA VIOLENCIA.La accin violenta no tuvo en Argentina ni el peso ni la adhesin militante como ocurriera en la ltima dcada del siglo XIX en Europa y, particularmente, en Francia. Y aunque una retorica violenta se haya destacado en la produccin discursiva del anarquismo local, su prctica poltica estuvo muy distanciada del terrorismo. La emergencia de una percepcin tan negativa del anarquismo, adems de haber sido autoalimentada por los artificios retricos mencionados, se debe a la mirada crispada de las elites cruzada no solo por el impacto de los atentados europeos sino tambin por los fuertes prejuicios instalados en el clima de ideas de la poca, a raz de la influencia de la criminologa lombrosiana que involucraba el anarquismo con una patologa fsica-psquica herederitaria predispuesta al crimen y a cualquier tipo de accin violenta.Si bien las primeras tendencias individualistas existentes en el pas se mostraron proclives a reivindicar los actos terroristas, ello ocurri solamente en el plano discursivo. Ms all de cierto temor de los grupos dominantes abonados provocativamente por la retorica estridente de algunos sectores anarco individualistas, no se registraron durante esos aos actos terroristas o acciones de un nivel de violencia alarmante. No obstante, el tema se discuti con intensidad entre los anarquistas y aun cuando hubo una tendencia general a justificar la violencia como una consecuencia no querida de los malos sociales, existieron algunos grupos pequeos y de corta vida, que desde un marcado ultraindividualismo defendan a la violencia como herramienta revolucionaria casi desde un punto de vista esencialista y nietzscheano : anarqua significa destruccin de cualquier autoridad, por mnima que sea; entonces si esto quiere decir anarqua, anarqua quiere decir destruccin. As, a partir de esta definicin la violencia era importante en s misma y, a la vez, benfica para la propaganda pues, alarga las esferas de la propaganda y hace brotar en el proletariado la semilla revolucionaria. Esta violencia deba desembocar en la destruccin de la vieja sociedad burguesa y arriba de los escombros humeantes de los palacios y la sangre de los cadveres burgueses se implantara la anarqua.En el mismo peridico se publico una replica que marcaria la tnica dominante sobre la concepcin de la violencia en el anarquismo local. En primer lugar, se afirmaba que anarqua y comunismo de ninguna manera eran sinnimo de destruccin. En una ambigua y paradigmtica justificacin de la violencia, se sostena que no era la anarqua quien armaba el brazo del rebelde sino in la justicia social. La violencia no era el resultado de la irracionalidad sino de un momento de exaltacin:no es el razonamiento de las barbaridades del pueblo quien arma la revolucin, sino directamente esas barbaridades.La hegemona alcanzada a comienzos del siglo por la tendencia organizadora alejo, aun ms, al anarquismo local de la propaganda por el hecho y del terrorismo. Sin embargo, a despecho de esta lnea no violenta, se produjeron algunos hechos aislados como los fallidos atentados a los presidentes Quintana y Figueroa Alcorta en 1905 y 1908 respectivamente o al atentado frustrado de Enrique Nido cuando, a fines de 1909, intento asesinar al cnsul espaol en Rosario en un acto de venganza por el fusilamiento de Francisco Ferrer en Espaa, de quien haba sido colaborador. Ese mismo ao se produjo el hecho ms resonante de todos que llevo a la muerte al jefe de polica Ramn L. Falcn a manos del joven emigrado ruso Simn Radowitzky. Estos atentados espordicos desnudaron los problemas del anarquismo para definir el tema de la violencia, aunque el comn denominador del movimiento libertario-individualista o colectivista-tenda a justificarla como producto de la injusticia social.Cuando el atentado personal iba dirigido contra cualquier representante de los rganos del poder (Estado, justicia, iglesia, propiedad o capital), era considerado un acto revolucionario aunque los efectos no fueran los esperados. Admito y aplaudosostena un columnistatodo acto de rebelda, toda violacin de las leyes coercitivas, conservadoras y prohibitivas, todo golpe, directo o indirecto, leal o traidor contra todas o cualquiera de las instituciones sociales y toda accin que, con carcter de protesta, sea un torpedo o una amenaza contra el actual orden social. Justificando su parecer criticaba la afirmacin socialista de que el atentado era el impulso de la miseria guiado por la ignorancia pues olvidaba que la burguesa, en su lucha contra el proletariado, utilizaba tanto la violencia como el robo: si el obrero reclamaba la parte de su salario robada por el patrn poda ser echado del trabajo con el aval de la autoridad. Nada es ms justo -entonces- en ese momento y aun despus, que el robado y agredido al mismo tiempo, se haga justicia gratuita, ya que la justicia legal no rige para l. As, el autor reivindicaba una normativa no escrita y no legal del trabajador por el cual se le confera el derecho de hacer justicia por mano propia. Su ejemplo era Angiolillo quien, al asesinar al ministro espaol Cnovas, hacia justicia en nombre de los trabajadores reprimidos en Espaa o de aquellos cados en la guerra cubana. O, como justificaba Flix Basterra, Bresci al asesinar a Humberto I vengaba las represiones sufridas por el pueblo italiano de Npoles en 1893 y de Toscana y Miln cinco aos ms tarde. Pues bien, por esto Bresci ha hecho lo que hizo y es lo que fue: justicia de mrtires. Dos aos ms tarde, aprobara el crimen del presidente norteamericano Mc Kinley desde una perspectiva fatalista: si los obreros deban aceptar obligadamente el poder de los trust capitalistas, era tambin fatal y necesario aceptar las consecuencias de ello y Czolgosz (el asesino de Mc Kinley) era una de esas consecuencias. Con la impaciencia caracterstica de la urgencia revolucionaria que recorra las filas libertarias, Basterra aplauda el crimen: Hizo bien, que diablos! Cualquiera podra hacer lo mismo y lo har cuando se convenza que para l no guarda nada bueno un mundo lleno de cosas malasnosotros creemos que una ley econmica (se refiere a la trustificacion de la economa) se puede desviar mucho mejor que una ley biolgica.As, el atentado es casi revolucionario; el ltimo esfuerzo de los vencidos en la lucha por la vida. Y aunque el atentado fuera un acto de furia individual no dejaba de tener cierta racionalidad desde la lgica libertaria pues era una accin justiciera en ltima instancia. Al descreer de la viabilidad de los mecanismos de justicia para los sectores populares, pues las sociedades estaban sometidas a formas de gobierno autoritarias, recurrir, en casos extremos a la justicia individual y violenta se converta en una respuesta natural y lgica. El hecho violento, es pues, una consecuencia del estado mismo que impera en la sociedad y no producto de doctrinas determinadas. De acuerdo a esta mirada, las injusticias sociales, las desigualdades y la prepotencia jurdica o policial hacan germinar, inevitablemente, el odio a las instituciones gobernantes y a sus representantes, fueran estos ministros, presidentes o jefes de polica.Aunque los anarquistas se sentan incmodos a la hora de justificar tericamente el terrorismo, lo consideraban una herramienta inorgnica eficaz para la propaganda revolucionaria. No sin cierto oportunismo populista podan llegar a declarar el asesinato del mandatario es siempre grato al pueblo. Por eso, no debe sorprender la solidaridad del movimiento libertario con Radowitzky. La Protesta titulo el atentado con un elocuente la ejecucin del verdugo y el miedo del tirano. En el mismo sentido, la FORA expresaba su respaldo al hermano vengador y, sin dejar de resaltar , que la Federacin no impulsaba colectivamente actos de naturaleza violenta, no poda dejar de justificar la accin individual desesperada de quien vea con impotencia como el responsable de la matanza del primero de mayo de 1909 se mantena impunemente en su cargo. Y aun cuando Radowitzky se convirti en un smbolo y en una reivindicacin permanente de los grupos cratas, su accin no fue imitada.La aprobacin generalizada del atentado, especialmente por parte de figuras notables como Basterra, Gilimon o Ghiraldo, otorgaban una unanimidad de criterios engaosos pues, seguramente, ninguno de ellos hubiera impulsado un acto de esa naturaleza. A pesar de la justificacin terica sustentada en criterios morales basados en la idea de justicia individual, el anarquismo argentino tena la firme conviccin de la inutilidad de la violencia individual y, de hecho solo fue utilizada excepcionalmente. Pero en cambio, consideraba indispensable la utilizacin de la violencia colectiva para cambiar la sociedad. No existe una sola transformacin en el mundo que no sea debido a la fuerza, sostenan entendiendo la violencia desde su costado ms racional. En un largo artculo publicado en la Protesta, el incansable Eduardo Gilimon se afanaba en explicar que no deba confundirse anarqua y violencia como a menudo intentaba hacerse desde los crculos vinculados al poder. Insista en la carencia de principios violentos en el ideal anarquista, aunque el ideal es una cosa y los medios que para llegar a l tenemos inevitablemente que emplear, son otros, pues la utilizacin de la violencia no era un hecho voluntario sino una imposicin de la propia organizacin social del capitalismo, coercitiva y represora por excelencia. Esta interpretacin del uso de la violencia se hallaba muy cercana a la de Malatesta, un pensador y propagandista que, adems de haber habitado cuatro aos en el pas, fue muy transitado por el movimiento libertario local. Malatesta reflexiono a menudo sobre estos temas debido a los frecuentes atentados ocurridos en Europa. Sostena, la violencia solo es justificable cuando resulta necesaria para defenderse as mismo y a los dems contra la violencia. Donde cesa la necesidad, comienza el delito. Y, para tomar aun mayor distancia, afirmaba que los anarquistas se distinguan de los dems pues sentan horror por la violencia y el deseo y el propsito de eliminar la violencia. Sin embargo, como la burguesa no cedera pacficamente sus privilegios pues el Estado y el Capital mantenan el poder por la fuerza, la revolucin debe ser necesariamente violenta, aunque la violencia sea por s misma un mal. Al eliminar el poder del Capitalismo, impuesto coercitivamente, se acabara con la violencia de la vida social y las relaciones sociales estaran fundadas sobre la base de la libertad de los individuos, sin la presencia ni la necesidad de las fuerzas represivas. Ante los actos terroristas Malatesta manifiesta la misma ambigedad del anarquismo argentino. Los juzgaba como actos desesperados poco tiles pero provocados por la injusticia. Lo importante es no confundir el hecho con las intenciones y al condenar el hecho malo, no omitir el hacer justicia a las buenas intenciones. La adhesin al uso de mtodos de violencia colectiva era todo un problema. La dolorosa experiencia de la Comuna parisina haba demostrado los lmites de las insurrecciones populares sin una organizacin coherente y racional. Con plena conciencia de esos lmites se expresaba:no hay que forzarse ilusiones. Hoy es poco menos que imposible combatir a las fuerzas armadas con las armas. Las grandes vas trazadas en las ciudades y el perfeccionamiento de los armamentos, unidos a la imposibilidad de poseerlos en que se halla la clase trabajadora, son otras tantas razones que nos obligan a buscar un nuevo sistema de lucha, y este es la huelga general. La relacin entre movimientos de masas y la utilizacin de la violencia racional obsesionaba a no pocos dirigentes libertarios. En ese sentido, algunos sostenan la inutilidad de las huelgas pacificas mientras los empresarios siguieran controlando los medios de produccin y los trabajadores agotaran sus reservas y volvieran al trabajo en peores condiciones que antes del conflicto y con sus dirigentes aislados del movimiento. Para muchos, los trabajadores deban encarar sus huelgas armados para imponer sus reclamos, aunque eran conscientes de las dificultades en articular esta propuesta.

3. LA HUELGA GENERAL REVOLUCIONARIA

La huelga fue adoptada por el anarquismo al ser considerado el medio de lucha mas practico y revolucionario de la clase trabajadora. Esta tctica no involucraba solo a los obreros sino al pueblo en su conjunto. La huelga general consiste en suspender la produccin en todas las ramas del trabajo, durante los varios das que sern necesarios para destruir el valor del cambio y permitir a los proletarios la toma de posesin de las minas, de la tierra, las habitaciones, las maquinas, en una palabra de todo lo que contribuye a la produccin de la riqueza.La huelga deba ser revolucionaria pues no buscaba obtener reformas graduales y parciales, deba ser violenta porque los poderes constituidos no permitiran derrumbe pacifico de la autoridad del Estado. Los anarquistas pensaban que, en el transcurso del movimiento, desaparecera el respeto a la legalidad burguesa y sera posible poner en comn los instrumentos de produccin, expropiando la riqueza y la propiedad capitalista y comenzar as la prctica del comunismo anrquico. Al contrario del socialismo o el radicalismo en cualquiera de sus vertientes (jacobinismo, blanquismo, o republicanismo), todos aspirantes a apoderarse del Estado, los anarquistas proponan el derecho a vivir de todos los individuos y el reparto entre ellos de los medios de existencia, pues consideraban prioritario preocuparse de las necesidades del pueblo y solo en una etapa posterior establecer los deberes. Estas acciones no podran realizarse mediante decretos, sino nicamente a travs de la toma y posesin directa e inmediata de las reas vitales de la economa como los depsitos de alimentos, vestidos y la ocupacin de viviendas. Impugnando la consigna del derecho al trabajo de la Revolucin Francesa del 48, Kropotkin antepona el derecho al bienestar de los trabajadores: ellos reclaman por eso mismo su derecho a apoderarse de toda la riqueza social, de tomar las casas e instalarse en ellas segn la necesidad de cada familia; tomar los vveres acumulados y usar de ellos de manera a poder conocer el bienestar despus de haber conocido el exceso el hambre. Ellos proclaman su derecho a todas las riquezas, fruto del trabajo de las generaciones pasadas y presentes y hacen uso de ello de manera a conocer lo que son los elevados goces del arte y de la ciencia, demasiado tiempo monopolizados por los burgueses. Para llegar a esta situacin proponan detener (destruir si era necesario) las maquinas. Los grupos y sociedades obreras organizadas se ocuparan de controlar la toma y el funcionamiento de las fbricas as como organizar las nuevas formas de produccin. Pero el instrumento central a controlar era el ferrocarril. Solo se permita el transporte de vveres necesario para el mantenimiento de la poblacin y se efectuara un eficaz boicot destinado a impedir el transporte de las fuerzas de represin. Sin embargo, no apareca muy claro como haran los huelguistas para neutralizar el poder represivo del ejrcito y de las fuerzas policiales. En cambio, estaba resuelto que las mismas sociedades de resistencia evitaran la intromisin de los elementos polticos en un movimiento esencialmente antipolitico. La culminacin de la huelga general seria la toma de posesin de los municipios libres, federados libremente entre si y formando en su aglomeracin una federacin de verdad. La huelga general tambin debera actuar como elemento de arrastre de los sectores populares ms atrasados e ignorantes. El socialismo sostena la impracticabilidad de esta idea pues nunca lograra el apoyo total de la clase obrera. Los anarquistas respondan que, en efecto, la huelga general seria preparada y propagada por una minora consciente y avanzada. Una vez ms aparece con claridad cierto desdn por las masas: la mayora no tiene ningn valor real. La mayora no hace otra cosa que aceptar y sancionar los beneficios que le traen las minoras que forman la vanguardia del progreso. As, confiaban en el carcter motivador de la huelga general y en la futura participacin de los trabajadores.El anarquismo pareca tener resuelto, al menos en teora, el problema de la huelga general. Sin embargo no alcanzaba a definir el lugar de las huelgas reivindicativas. Muchos artculos pregonaban su inutilidad. Uno de los argumentos ms fuertes en ese sentido interpretaba a la huelga parcial como intil para el obrero pues la obtencin de ciertos beneficios temporales (aumentos de salarios, reduccin de jornada laboral) seria luego neutralizados por el libre juego de la competencia econmica. Otra objecin sostena que, en momentos de superproduccin, la huelga poda ser ms til a los empresarios que a los trabajadores ellos podan regular y bajar la produccin sin grandes prdidas. Otras veces este mtodo de lucha, especialmente cuando era muy prolongado, era percibido negativamente en tanto debilitada la organizacin obrera. En el plano discursivo no apareca una condena explcita (se hablaba de su inutilidad, poca efectividad, etc.) pero tampoco un estimulo. Con la excepcin de las huelgas especficamente solidarias, estos movimientos sostenan-no tienen sino una mnima influencia en la solucin de la cuestin social. Si la huelga es alguna vez til, no constituye ninguna solucin. Sin embargo, esta no era una posicin homognea en el seno del movimiento libertario. Otras voces proclamaban la conviccin sobre la importancia de la lucha econmica: nosotros somos los que creemos en la necesidad que tiene la clase trabajadora de exigir a la burguesa por medio de la lucha econmica todas las mejoras que pueda arrancarle . As se podra neutralizar la accin embaucadora del socialismo y, por otro lado, se converta a la accin gremial en educacin practica revolucionaria de los trabajadores que, de esta manera adquiran un habito de odio natural indestructible que no deja un minuto de paz y tranquilidad a sus tiranos y opresores. Para el rebelde la lucha econmica no era un fin en s mismo sino una herramienta tctica til para arribar a la revolucin, pero llama la atencin la interpretacin radicalmente opuesta a la realizada por La Protesta. En el plano de la prctica la postura de este ltimo diario fue difcil de sostener y los anarquistas, demostrando enorme versatilidad ante los principios doctrinarios, impulsaron y alentaron todo tipo de conflictos tanto en las reas del trabajo como fuera de ella. Y fue all donde tuvieron ms xitos puesto que la huelga general revolucionaria no parece haber sido ms que una quimera. Pero, fue tambin en estos conflictos donde se producan unas tensiones entre las aspiraciones econmicas inmediatas de los sectores populares y la intencin transformadora de la sociedad sostenida por los militantes libertarios. All era donde apareca una y otra vez la visin de las masas incultas o del pueblo ignorante que actuaba como una poderosa barrera a sus ideales. Agnes Hller explica bien este tipo de desencuentros o desacuerdos cuando sostiene a menudo los jefes polticos estn obligados a llevar una lucha tenaz tambin contra la consciencia cotidiana de sus seguidores porque estos considera la solucin de sus cuestiones particulares como solucin general de sus causas.Estas tensiones se manifestaron claramente varias veces durante la primera dcada del siglo, especialmente en aquellos momentos que los grandes conflictos ( huelgas generales de 1902 y 1909, manifestacin del 1 de mayo de 1904 o la huelga de inquilinos de 1907) comenzaban su etapa de declinacin y los intereses de los sectores populares y las pretensiones de los militantes revolucionarios tomaban rumbos diferentes. En este sentido, el apoyo anarquista a las reivindicaciones inmediatas tenia por objeto, no la mejora gradual, sino empujar a las masas hacia un conflicto generalizado: el movimiento contra los alquileres debe asumir, para que obtenga resultado, carcter de insurreccin sostena el diario anarquista en 1907 durante la rebelin de los inquilinos porteos. Entusiasmados ante la extensin del conflicto llegaron a pensar que ese ambiente de malestar proletario puede trocarse en principio de revolucin social en tanto interpretaban que el movimiento expresaba la prdida del respeto a la sacralidad de la propiedad privada. Pero, en cuanto el conflicto cambio de rumbo tambin lo hizo la visin que los anarquistas tenan del pueblo. Y la consciencia popular de la falta de respeto a la propiedad privada, troco la imbecilidad de las masas que arran las banderas de las reivindicaciones y aceptan humildes y llorosos la imposicin de la autoridad.Ms all de estos divorcios circunstanciales deseo insistir en el arraigo logrado por los anarquistas entre los sectores populares porteos durante la primera dcada del siglo. De esa popularidad y representatividad hay suficientes testimonios. Sin embargo, tambin me interesa recalcar el carcter efmero del relativoxito del anarquismo y una de las claves para comprender la brevedad de la permanencia remite directamente a la propia concepcin de la poltica.

4. LA AMPLIACION DE LA REPRESENTACION POLITICA Y LOS LMITES DEL ANARQUISMO.

La ampliacin del rgimen electoral y la creciente participacin del Estado en la sociedad, marcaran importantes cambios difciles de superar por el movimiento libertario, encadenado a una concepcin negadora del Estado y de la participacin poltica que se adaptaba ms a las relaciones polticas y sociales del SigloXIX que del siglo XX. El anarquismo represento polticamente a un importante segmento de los trabajadores en algn momento del proceso de los cambios sociales en Argentina, que podramos fechar entre mediados de la poca del noventa y el Centenario de la Revolucin de mayo, con su fuerte carga simblica pero tambin por el tremendo peso por la represin desencadenada por el Estado sobre el anarquismo. La fecha es arbitraria y podra extenderse hasta 1912y, ms precisamente a 1916 e incluso hasta la semana trgica. Pero si se observa el tiempo ms largo transcurrido entre la organizacin del Estado nacional y, simultneamente, la incorporacin del pas al mercado mundial y la crisis del modelo agroexportador ocurrida a partir de los aos 30, el historiador percibe con nitidez las profundas transformaciones operada en la sociedad civil y en el Estado. Este proceso provoco, de alguna manera, que el movimiento libertario, cautivo de su propia doctrina, se convirtiera en un grupo polticamente marginal y minoritario entre los sectores populares a partir de ese momento.Casi podra sostenerse que la crisis del orden conservador fue la crisis poltica del movimiento libertario. Como si el anarquismo hubiera sido funcional a un rgimen restrictivo ocupando los espacios pblicos que aquel descuidaba. A partir de 1912 la ampliacin del sistema electoral convertira en ciudadanos a un buen sector de los trabajadores y, con ello, comenzaran a cambiar las formas de las demandas as como los estilos de interpelacin de los partidos polticos. Pues si bien es posible que el impacto provocado por la reformulacin del sistema poltico haya modificado paulatina y lentamente los hbitos polticos de los trabajadores, es totalmente seguro que los partidos polticos modificaron sus discursos y ampliaron su interpelacin en funcin del ensanchamiento de la base electoral. En ese sentido, el anarquismo no modifico su discurso y se mantuvo fiel a s mismo aunque el impacto de la ley de Senz Pea, as como el aumento del nmero de votantes a partir de 1912 y de la cantidad de representantes populares, conmovieron al anarquismo. Y tambin significo un duro golpe para quien, adems, haba salido debilitado de la desproporcionada represin del centenario. Como nunca, La Protesta presto atencin al problema lamentndose y criticando reiterada y machaconamente a los trabajadores por dejarse arrastrar a las urnas, ya sea por los radicales o por los socialistas. Uno de los lderes libertarios ms importantes confesaba, en 1913 su impotencia cuando afirmaba tantos anarquistas que somos en la Argentina y tan poca accin que desplegamos. Claro que el historiador puede preguntarse eran tantos? O solo era el recuerdo de un pasado reciente ms promisorio?Pero al margen del nmero de activistas, la sancin de la ley Senz Pea haba instalado un tema sin resolucin para el movimiento libertario y que sin ninguna duda, lo afectara en el futuro. Me refiero a la obligatoriedad del sufragio. Desde una concepcin que consideraba al voto como un acto de delegacin que afectaba la libertad individual, el hecho de hacerlo obligatorio era considerado como una verdadera afrenta al libre albedrio de los seres humanos: el voto obligatorio constituye un atentado contra la libertad individual, una afrenta para el pas que lo soporta. Esto es el colmo pretender que por la fuerza de los ciudadanos se acerquen a las urnas para elegir a individuos que maana sern sus opresores. La Ley Senz Pea ampliaba el marco de participacin poltica de los sectores populares potenciando la actividad del socialismo y, consecuentemente, recortaba y reduca los espacios de accin poltica a los anarquistas. A pesar de los cambios acaecidos en la estructura poltica los libertarios seguan sosteniendo con orgullo solo el anarquismo se mantiene puro dentro de las fuerzas en lucha. Su bandera jams ha sido arriada As, en 1916 ni las formas de movilizacin ni la propuesta (abstencin electoral activa o la huelga general de electores) parecan ser muy diferentes a las de 1902 o 1906.El anarquismo, descartaba la forma de hacer poltica electoral masiva con los mismos argumentos usados exactamente una dcada atrs. Esta situacin habra de crearle no pocos problemas. Y no solo aquellos derivados de las viejas formas de interpelacin sino una importante cantidad de divisiones, cuestionamientos internos y la consecuente fuga de activistas desde el propio campo hacia grupos polticos de diversa ndole. De esta sangra la porcin menor se oriento hacia el radicalismo. Distinto parece ser el caso de un partido poltico de tintes ms progresistas, aunque paradjicamente mas estatizantes, como el batllismo uruguayo. El gobierno de Batlle y Ordoez no solo modernizo al Uruguay, tambin lidero un proceso de democratizacin poltica y social, novedoso por lo temprano y por lo indito de una experiencia de este tipo en Sur Amrica. Permisivo con el sindicalismo, vencedor de los caudillos rurales y fuertemente anticlerical, su accin poltica tent a no pocos anarquistas seducidos por la personalidad del presidente uruguayo y tambin por la tolerancia de Batlle hacia los deportados que, procedentes de Argentina, reclamaban y desarrollaban su actividad en las costas uruguayas. Frecuentemente los deportados a Europa terminaban en Montevideo donde gozaban de una libertad manifiestamente superior a la de Buenos Aires, incluso cuando La Protesta fue clausurada durante el centenario, en 1910, editaron algunos nmeros desde Montevideo. Precisamente, en 1912 un grupo de militantes libertarios deportados de Argentina provoco una de las ms sonadas rupturas dentro del movimiento. Entre ellos se encontraba destacados militantes como Adrian Zamboni, Virginia Bolten (sin duda la militante femenina ms importante del anarquismo en esos tiempos), E. Clerici, Francisco Berri y Adrian Troitio entre otros. Todos ellos acreditaban ms de una dcada de la militancia y representaban al tronco histrico del anarquismo argentino habiendo participado, algunos, activamente en la creacin y posterior consolidacin de LA FORA, otros en la redaccin de LA PROTESTA y todos de las actividades propagandsticas cotidianas. El grupo, mas tarde identificado como anarco Batllismo, se radico en Uruguay donde se desarrollo una importante accin propagandstica y publico su propio rgano de prensa, La Idea Libre desde el cual brindaron su apoyo crtico a la labor de Batlle y Ordoez. Simultneamente (marzo de 1912) se produjo otra disidencia liderada por Santiago Locascio y Bautista Fueyo (librero, importador y editor de buena parte de los textos ledos por los anarquistas en el pas). Ambos, al igual que los anteriores haban sido militantes de reconocida trayectoria e integrantes del tronco histrico aunque en ese momento no activaran orgnicamente. Este grupo, sacudido por la inminente sancin de la Ley Senz Pea, se propona conformar un partido obrero para participar de las elecciones generales. Si bien esta intencin no llego a concretarse, sirvi para demostrar la insatisfaccin de algunos anarquistas que, sin abandonar su profesin de fe, exigan algunos cambios en las prcticas polticas. Particularmente interesante es la crtica de Locascio al atacar la imagen que mas gustaba exponer el anarquismo, esto es, el herosmo revolucionario individual a ultranza. Pensaba que la tradicin revolucionaria no poda seguirse ciegamente, y dando muestras de una dosis de pragmatismo infrecuente en sus camaradas, sostena la necesidad de seleccionar las tradiciones ms convenientes a la lucha del presente. E iba ms lejos, transcurrida la primera dcada del sigloXX no se poda pensar en los mismos trminos de Bakunin y pretender transformar la sociedad capitalista en revolucionaria de un plumazo. Y el ejemplo ms acabado de estos cambios se evidenciaba en un Estado cada vez ms fuerte en contra de las predicciones libertarias. Era una crtica a la urgencia revolucionaria y a la persistencia de tcticas anacrnicas: en vez de obstinarse en querer perpetuar una tctica sin ningn resultado prctico, lo que debe hacerse es pensar en otra ms adecuada a la poca y ms en consonancia con los hechos del momento histrico. Por tcticas anacrnicas se refera a la huelga general como herramienta poltica central pues, desde una concepcin positivista, pensaba que los cambios serian lentos y prolongados.Aos ms tarde, impactado por la revolucin sovitica, escribira con un deliberado tono crtico hacia sus ex compaeros:muchos de ustedes parece que viven fuera de la rbita de la realidad.El anarquismo no es simple retorica despiadada y accin catastrficaEl anarquismo es una fraccin del socialismo.El autor consideraba importante la accin de un partido que fuera la amalgama del anarquismo y el comunismo. Pero esta simbiosis, que denominaba Maximalismo, no tuvo demasiado predicamento en la prctica, puesto que el primer entusiasmo de los anarquistas por la revolucin sovitica se enfri en cuanto comprendieron el peso del Estado en la nueva sociedad revolucionaria.No importa cual haya sido el destino de cada una de estas discordancias y fracturas, interesa si la dispersin que debe haber provocado dentro del movimiento libertario y la explicacin dada por Abad de Santilln se parece ms a una justificacin acrtica de las debilidades cratas. Sostena: la aureola que rodeaba al anarquismo haba atrado a numerosos elementos que haban comprendido insuficientemente las ideas y que eran candidatos propicios a todas las desviaciones; adems, sin el contralor de un movimiento alerta siempre, las truculencias mas estrambticas aparecan en las filas del anarquismo y era preciso fijar una orientacin solida. Esa orientacin solida que en la dcada anterior haban llevado adelante militantes como Gilimn ahora seria tarea de otros, pero en un movimiento poltico de retirada.