95
Sinfonía agridulce Manuel Reyes González 1 Sinfonía agridulce de Manuel Reyes González Junio 2010

Sinfonía agridulce

Embed Size (px)

DESCRIPTION

La vida te puede cambiar en un abrir y cerrar de ojo. Un accidente. Una noticia inesperada. Todos somos presa de designios superiores.

Citation preview

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    1

    Sinfona agridulce de

    Manuel Reyes Gonzlez

    Junio 2010

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    2

    Sinfona agridulce

    La puerta automtica de la entrada principal de una de las torres de Kio se abri al

    paso de tres hombres. Salieron sonriendo y pletricos. Con una alegra que les costaba

    contener. Una vez fuera rompieron a rer y a darse palmetazos en la espalda como si

    pertenecieran a un equipo de futbol y acabasen de ganar la Champions.

    --Lo conseguimos exclam el ms bajito de los tres. Mientras golpeaba la espalda del

    ms alto de los tres.

    --S. S. Lo conseguimos! Esto es la hostia! An no me lo puedo creer respondi el

    mediano abrazando a sus compaeros.

    --Somos unos mquinas respondi el alto y ech a correr seguido de los compaeros

    que pronto lo alcanzaron y se abalanzaron sobre l haciendo una pia.

    Los tres hombres formaban parte del departamento de fusiones y adquisiciones de

    un prestigioso banco internacional de negocios. Llevaban trabajando desde ms de un

    ao en las dificultosas negociaciones de fusin de dos empresas del sector energtico, y

    finalmente, los directivos de ambas empresas haban plasmado su firma al contrato de

    fusin. La operacin cifrada en varios miles de millones de euros les proporcionara a los

    tres hombres una suculenta comisin pactada desde hace tiempo con sus superiores, y

    sin duda, el impulso definitiva para sus prometedoras carreras.

    El ms alto de ellos, Fernando Ferrer, era el responsable econmico del grupo y el

    artfice en gran medida de haber conseguido plasmar la firma de ambas empresas en el

    contrato de fusin. Sus compaeros, Carlos de Miguel y Ricardo Ramos, ambos

    abogados de profesin, haban asesorado todos los aspectos legales del negocio. Ahora

    saltaban y se abrazaban dando rienda suelta a su euforia desatada despus de muchos

    meses de duro y agotador trabajo.

    Cuando llegaron al parking los tres subieron al Jaguar XF de Fernando y pusieron

    rumbo al Hotel Ritz donde haban quedado para cenar con los directivos de las

    compaas fusionadas. Era el broche final y merecido a un negocio de tanto peso. En el

    Hotel, Fernando, Ricardo y Carlos se refrescaron un poco mientras esperaban las cpulas

    directivas de ambas empresas y a sus propios jefes que no queran faltar a la cita.

    A Fernando y sus compaeros, les dio tiempo para llamar a sus parejas y contarle

    la buena noticia e indicarles que no llegaran hasta tarde a casa. A las nueve y media de

    la noche el restaurante del Ritz empez a recibir a los directivos de las compaas en liza.

    Fue una cena formal, pero distendida. La presin de los ltimos meses haba

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    3

    desaparecido y el mximo responsable del banco de negocio y jefe de Fernando

    desarroll un estupendo papel de anfitrin de la velada.

    Cerca de la una de la maana la velada se dio por concluida y Fernando junto a sus dos

    compaeros de fatiga en toda la negociacin decidieron tomar la penltima copa a solas

    para festejar adecuadamente el cierre de la operacin. Decidieron visitar una renombrada

    discoteca en el centro de Madrid y aguantaron all hasta las dos y media de la

    madrugada. Fue entonces cuando Fernando decidi que era hora de dar por concluido el

    da y su festejo. Se despidi de sus amigos que trataron sin mucha conviccin disuadirle

    la idea de marchar a casa. Fernando estaba cansado, tena unas cuantas copas de ms y

    la compaa de las dos seoritas que llevaban desde un rato pegadas a sus dos amigos

    no le agradaba mucho. Todo lo contrario que a sus dos amigos. Es por ello que no les

    caus excesiva tristeza que su amigo y jefe los dejara con las mozas a solas.

    Al salir a la calle el aire fresco golpe los pulmones de Fernando y le produjo un

    sentimiento de profundo alivio. Eso, junto a que por fin oa otra cosa que no la msica

    machacona de la discoteca, le proporcion la sensacin de haber perdido unas horas

    valiosas de su vida en aquel antro. La temperatura en Madrid a estas alturas del mes de

    Junio era sumamente agradable. Fernando emprendi la marcha en direccin a la Gran

    Va donde le sera ms fcil encontrar un taxi que lo llevara a casa. Ni se le pas por la

    cabeza coger el vehiculo que estaba bien aparcado en un subterrneo pblico. Mientras

    caminaba repasaba en su mente lo especial que estaba siendo aquel ao para su carrera

    profesional. Despus de esta operacin seguro que en el banco le ofreceran la direccin

    de alguna filial en el extranjero, o quin sabe, igual le ascendan a jefe de operaciones

    internacionales.

    Las calles de Madrid estaban desiertas. Slo se cruz con un par de chavales que,

    como l, salan de un antro para buscar otro, o enfilar el camino para casa. Al llegar a la

    Gran Va se notaba algo ms de ambiente y eso que ya daban las tres de la madrugada.

    Fernando decidi caminar en direccin a la Puerta de Alcal pegado a los coches

    aparcados para poder ver la luz verde de algn Taxi que pudiera salir al paso. An le

    zumbaban los odos de la msica house que le haba martirizado casi dos horas. Lleg a

    la salida del Metro Gran Va y an no haba ni rastro de un taxi. Empez a sentirse

    fatigado. El da, la cena y el alcohol a estas horas de la madrugada empezaban a pasar

    factura. Fernando no acostumbraba a beber alcohol. Decidi sentarse un rato en un

    banco cerca de la estacin de Metro y vigilar desde all el paso de los vehculos. Pero al

    acercarse al banco por la parte posterior no pudo ver que un mendigo estaba echado en

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    4

    el banco. Cuando repar en ello quiso dar media vuelta y seguir Gran Va abajo, pero una

    voz lo retuvo.

    --Ehh, colega! Quieres sentarte? No duermo le llam la voz agradable del

    mendigo a unos cuantos pasos de distancia. El hombre vesta un pantaln de trekking

    marrn descolorido, una camisa kaki y calzaba unos tenis muy gastados. Su aspecto con

    barba descuidada y los pelos lamiosos y revueltos daban la imagen de miseria que

    muchos indigentes expuestos a la calle suelen transmitir. Pero Fernando qued atrapado

    por unos ojos profundamente azules que le sonrean y le hacan sitio en el banco. Sin

    pensarlo Fernando se acerc y se dej caer con gusto en el banco municipal.

    --Estas cansado! eh, colega? Ha sido un da duro verdad? No tendrs un pitillo

    para m?pregunto el indigente.

    Fernando lo mir de reojo. Incmodo de verse sentado a la vera de aquel pobre

    desgraciado que tena que gorronear un cigarrillo, mientras l vesta un traje de mil euros,

    calzaba zapatos de marca y presuma de una cuenta corriente de seis cifras, sin contar

    con la comisin de la operacin del da anterior.

    Fernando se acord de la cena y ech mano al bolsillo de su chaqueta. Haba

    guardado el puro que le ofrecieron despus de la cena ya que l no fumaba. Se lo entreg

    al indigente, que al verlo solt un silbido de admiracin y lo restreg por sus orificios

    nasales para absorber el aroma del habano.

    --Vaya colega! Yo saba que hoy era mi da de la suerte. Siempre los 26 de Junio

    son mis das de la suerte. No falla exclam el hombre sin dejar de oler el puro.

    -- Ayer fue mi da de la suerte respondi Fernando.

    --Qu bien! Tu suerte! cual fue? Qu te paso de bueno, amigo? Si se puede

    saber. No quiero ser indiscreto pregunt cortsmente el indigente.

    Fernando se le qued mirando con una mezcla de asombro e incredulidad. Aquel

    hombre tena un dominio de la lengua y unos modales que no eran corrientes. Al menos,

    no era tal como Fernando se imaginaba a un indigente. El hombre se inclin para buscar

    un encendedor dentro de una vieja mochila deportiva que guardaba a sus pies . Y cuando

    lo encontr encendi el habano calentando primero la punta con la llama antes de chupar

    el humo.

    --Caramba! Cuanto tiempo llevaba sin saborear un autentico habano! Ya no

    recordaba lo rico que estn. T no fumas verdad? Pero no me has contestado. O no te

    apetece hablar de ello? pregunt de nuevo el hombre fijando sus enormes ojos azules

    en Fernando.

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    5

    --Ayer consegu cerrar una operacin de fusin en la que llevaba trabajando ms

    de un ao respondi Fernando, sin querer dar muchos detalles pensando que aquel

    pobre hombre no entendera nada de lo que ayer haba ocurrido.

    --Bueno. Que estupendo! As que eres un tiburn de las finanzas. Ayudas a que

    dos empresas se unan para hacerse ms poderosas mientras consiguen echar a un

    montn de gente para reducir costos y darle a si ms beneficios a lo accionistas y

    sobretodo a sus altos directivos. Bueno espero que al menos hayas sacado una buena

    tajada de la operacin concluy el indigente mientras relama el puro y chupaba el

    intenso aroma soltando bocanadas de humo blanco por la boca.

    Fernando qued perplejo ante la contestacin de sntesis de aquel mendigo.

    --Ya veo que te gusta leer los peridicos de color salmn y ests muy enterado del

    trabajo financiero contest Fernando sin saber si sentirse molesto por el comentario de

    aquel desconocido.

    --Hombre, espero que no te molestes. No he querido ofenderte, ni despreciar tu

    trabajo. Yo he trabajado aos para una entidad financiera y s como funcionan estas

    operaciones coment el hombre entusiasmado con el habano.

    --Vaya, y dnde trabajabas? Si no es indiscreto indag Fernando que

    empezaba a sentir verdadero inters por aquel hombre.

    --Fui director de operaciones de Lehmann Brothers en Londres. Luego me

    trasladaron a Madrid, y bueno sigo aqu. No es una noche perfecta? exclam el

    hombre intentando cambiar de asunto.

    Fernando se debata en su interior por preguntarle que le haba llevado a la

    indigencia pero refreno su impulso. No quera ofender a aquel hombre que disfrutaba de

    su puro con una dignidad que mereca todo su respeto. As que cambi su pregunta

    acordndose del comentario del indigente que le haba hecho poco antes.

    --Y dime, por qu el da 26 de Junio es tu da de la suerte?

    --Ah, amigo! Veo que eres un lince. No se te escapan detalles. Debes ser muy

    bueno en tu trabajo. S. Tienes que ser bueno. Vers! El da 26 de Junio es el

    cumpleaos de mi hijo. Y siempre, cada ao el da 26 de Junio me suele pasar algo

    bueno asegur el hombre con la mirada perdida entre el humo del habano.

    Fernando lo mir perplejo. Y su curiosidad no haca ms que crecer con cada

    comentario del indigente.

    --Entonces, vers a tu hijo hoy?pregunt tmidamente Fernando, esperando

    cualquier cosa menos la respuesta del hombre.

    --Mi hijo! el hombre tom aire antes de seguir con su explicacin.

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    6

    --Mi hijo muri hace cuatro aos! exclam clavando su mirada suplicante en la

    de Fernando.

    Haba en su mirada una intensa mezcla de dolor indecible, tristeza, y tanta culpa

    acumulada, que Fernando no pudo resistir su mirada. Arrepentido, Fernando perdi su

    mirada entre el humo y las estrellas del cielo de Madrid y slo se le oy decir:

    --Mierda, lo siento.

    --No tienes que disculparte, amigo. Que mi hijo est muerto no es culpa tuya. Y no deja

    de ser verdad que el da de su cumpleaos a mi me pasan cosas buenas, como la de

    estar charlando con una persona agradable que me regala un autntico habano de lujo

    respondi el hombre intentando hacer que su voz pareciera la misma de antes, pero sin

    conseguirlo del todo.

    Fernando estaba tan abrumado qu no saba que decir pero tampoco se senta con

    nimo para levantarse y dejar aquel hombre all solo.

    --Puedo hacer algo por ti?se le ocurri preguntar.

    --Algo ms de lo que ya ests haciendo? pregunt el hombre con asombro

    verdadero.

    --No te entiendo. Si no he hecho nada, salvo darte un puro.contest Fernando.

    --Pero, hombre! te parece poco? Cuando te llam para sentarte en el banco no

    me rechazaste. Te puedo asegurar que esto nunca nadie lo ha hecho conmigo. Siempre

    que la gente me ve suelen dar un rodeo. A un indigente nadie lo quiere ver. T, en

    cambio, te has sentado conmigo. Me has escuchado, porque has preguntado cosas de las

    que te he hablado. Llevo sin tener un conversacin con alguien, pues, la verdad, ya ni lo

    recuerdo. Ya te dije, es mi da de la suerte, y te estoy muy agradecido concluy el

    hombre.

    --S. Pero puedo hacer algo ms? Necesitas algo? Quieres dinero para poder

    salir adelante? insisti Fernando.

    --Amigo, te lo agradezco de veras. S que tienes un buen corazn. Pero creo que

    no entiendes mi situacin. Yo no necesito nada, pues lo que tengo y lo que soy es lo que

    he elegido ser. No necesito dinero. Tengo para comer. Ahora empieza el verano y en la

    calle se duerme bien. Cuando me siento sucio s dnde puedo ducharme. Vivo as

    porque lo he decidido as. Podra vivir como t, claro. Pero la vida que yo llevaba antes,

    ahora para m no tiene sentido. A veces echo de menos las comodidades, no te lo voy a

    negar. Un puro como ste. El sonido de mi Porsche 911 Carrera. Una partida de golf.

    Pero luego pienso lo que me cost mantener todas aquellas cosas, que no dejan de ser

    cosas, y me siento feliz de no depender de ellas para vivir. Si le puedo llamar vida a mi

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    7

    existencia. Slo lamento no haberme dado cuenta antes de lo que realmente era

    importante en la vida. No me d cuenta hasta que lo haba perdido todo la voz del

    hombre se haba convertido en un susurro al final y sus normes ojos azules se llenaron de

    lgrimas que terminaron desbordando los prpados y corriendo por sus mejillas.

    Fernando lo miraba de reojo demasiado compungido como para poder responder

    nada.

    --Vaya! Ahora adems te estoy amargando tu gran noche con mis oeras

    sentimentales exclam el indigente mientras se secaba las mejillas con la manga de la

    camisa.

    --Nada de eso! respondi Fernando decidido.

    Si te sirve de algo que te escuche, pues para eso hoy es tu da de la suerte no?

    El indigente le brind una mirada de agradecimiento con una sonrisa que dej

    entrever unos descuidados dientes amarillos.

    --Cmo te llamas?le pregunt el hombre.

    --Me llamo Fernando Ferrercontest sin vacilar.

    --Fernando Ferrer! D. Fernando Ferrer, eres un to con mucha clase. Eres el nico

    hombre con el que me he cruzado desde que decid vivir en la calle que se ha presentado

    ante mi con su nombre y apellido asegur el hombre con alegra no fingida.

    --Yo me llamo, Maximiliano de Liambres. Pero los pocos amigos que tena, me

    llamaban Maxi. Ahora ya no me quedan amigos. Pero, bueno, hoy es mi da de la suerte,

    y no es para ponerse melanclico exclam alegre Maxi.

    --Maxi, no conoces un bar por aqu donde podamos tomar una copa? Me esta

    entrando una sed terrible. Y tengo ganas de charlar un rato ms.pregunt Fernando.

    --Lo dices en serio? Quieres tomar una copa conmigo? Con Maxi el mendigo?

    --Que s, to! Qu pasa? Conoces algn sitio? afirm Fernando.

    --Eres la ostia Fernando! Conozco varios sitios, pero mucho me temo que no me

    dejaran entrar con estas pintas.respondi Maxi.

    --Bueno probemos suerte. Recuerda

    --S. S. Es mi da de la suerte ri Maxi.

    Los dos hombres se pusieron en marcha caminando por la calle de Hortaleza hasta

    que encontraron un bar de copas. Fernando se quito la chaqueta de Zegna y se la plant

    a Maxi. ste era un par de centmetros ms bajo que Fernando que meda 1,80, pero la

    chaqueta no le quedaba ridcula. Ambos entraron en el bar y la gente en la barra no

    repar en ellos. Fernando pidi una cerveza y Maxi una copa de whisky de malta con

    hielo. Una vez servidas y pagadas las copas se adentraron en el local y buscaron el

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    8

    rincn ms alejado de la msica, aunque por la hora que era ya el local no tena la msica

    muy alta. El pblico que frecuentaba aquel local superaba la treintena. Varias parejas,

    algn grupo de mujeres alrededor de las cuales revoloteaba un nutrido elenco de galanes

    maduros buscando su oportunidad.

    --Estas, o estabas casado, Maxi? pregunt Fernando.

    Maxi lo mir por encima de su copa de whisky.

    --Mi mujer no soport vivir cerca de m despus de la muerte de nuestro hijo. Con

    la muerte de Arturo, muri tambin, lo poco que quedaba de nuestro matrimonio

    respondi Maxi.

    Fernando asinti comprensivo mientras beba de su cerveza a grandes sorbos. Se

    haba quitado la corbata y su camisa blanca la llevaba abierta hasta el pecho.

    --Cuntame de ti, Fernando. Eres feliz?

    La pregunta desarmo por completo a Fernando. Tras meditar en ello mir a Maxi y

    le sonri.

    --Feliz? Estoy divorciado. Mi primera mujer no resista mis frecuentes ausencias, y

    menos mis infidelidades. Tengo dos hijas de las que no s mucho, la verdad. Vivo con

    una chica bella que es una trabajo-adicta como yo. Por tanto, de momento nos llevamos

    bien. Y bueno, espero comprarme el Porsche con la comisin que me he ganado en esta

    operacin. Imagino que eso me har feliz. No crees?disert Fernando.

    --Oh, sin duda! Un Porsche te puede hacer feliz una buena temporada sonri

    Maxi complaciente.

    --Cmo muri Arturo, Maxi?pregunt Fernando, arriesgando pisar un terreno

    doloroso para su nuevo amigo.

    --Muri de una sobredosis. Tena veinte aos.contest Maxi con la mirada puesta

    en el fondo del vaso de whisky.

    --Sabes, Fernando? Necesito otra copa! Lo jodido de todo es que yo ni siquiera

    me haba enterado del problema que tena mi hijo. Estaba tan ocupado con mi trabajo,

    mis cosas, que no me enter de lo que estaba pasando a mi alrededor.

    Fernando bebi de su cerveza mientras observaba en silencio las agitadas miradas

    de Maxi al recordar los momentos ms tristes de su vida. Le hizo una seal a una

    camarera y al poco apareci con una segunda copa de Malta escocs.

    --Mi mujer nunca me perdon. Aunque creo qu, como yo, nunca ha dejado de

    culparse a s misma. Ambos soportamos y tenemos que vivir con nuestra culpabilidad.

    Ella al poco tiempo se fue a vivir con su actual marido. Ya se conocan de antes. Ya me

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    9

    entiendes? Maxi dio un generoso trago a su segunda copa y Fernando apur su

    cerveza.

    Maxi sigui vertiendo su recuerdos sobre Fernando como si una fuerza oculta le

    guiar a abrirse esa noche a aquel desconocido.

    --Ambos dejamos que en nuestras vidas no hubiese espacio para Arturo. Yo con mi

    trabajo, ngela con sus amistades y sus romances. Mi hijo se refugi en sus amistades y

    lamentablemente, no fueron amistades buenas. Yo intentaba comprar su cario con

    dinero en vez de brindarle mi tiempo. Mi conciencia la intentaba tranquilizar colmando sus

    caprichos. Arturo tena de todo. Manejaba el dinero que quera. Tena todo, menos la

    atencin de sus padres. Se refugi en las drogas. Joder! Termin matndole

    comprendes? susurr Maxi desgarrado por el dolor.

    Fernando esquiv la mirada suplicante de Maxi, temiendo que aquella mirada

    fuese como un espejo para su propia vida. Maxi apur la copa de whisky de un tirn y el

    calor del alcohol que le quemaba la garganta le devolvi de nuevo la serenidad.

    --Mi hijo naci un da como hoy. No lo v nacer porque naci por cesarea. Y

    tampoco lo v morir, porque estaba en Nueva York cerrando una importante operacin

    financiera que me iba a dar una comisin con la cual pretenda comprar un Porsche para

    Arturo.

    Las lgrimas corrieron por las mejillas de Maxi y Fernando no se atreva a mirarlo

    porque sus propios ojos estaban llenos de lgrimas. Al cabo de unos minutos Maxi se

    levant del silln y se coloc de pie ante Fernando.

    --Es hora de buscar cobijo, amigo. Quiero estar preparado para mi da de la suerte

    qu, de momento, ha empezado muy bien, gracias a ti, amigo.

    Maxi sali del local seguido por Fernando que an segua compungido por la

    confesin del indigente.

    --Quieres quedarte en mi casa esta noche? Yo estoy solo. Mi chica est de viaje

    de negocios en Barcelona hasta maana. Igual te apetece un bao e iniciar tu da de la

    suerte en una cama. Quizs algo diferente a los das que disfrutas ahora. Qu me

    dices?

    --Me caes bien, Fernando. Pero no se debe abusar de la hospitalidad de los

    amigos. Maana tendrs que salir temprano y a m me gusta despertar un poco ms

    tarde

    --Bromeas? He cerrado el negocio de mi vida. Maana es mi da libre.replic

    Fernando.

    Maxi lo mir con sus intensos ojos azules, escudriando el interior de Fernando.

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    10

    --Bueno, te advierto que ronco como un oso con sinusitis

    --No pienso ofrecerte mi cama. Tendrs que dormir en la cama de invitados. Claro,

    que si te da miedo dormir a solas, lo entiendo brome Fernando.

    --Me has convencido. Necesito una ducha y una cama de vez en cuando para

    recordar algunos placeres que me pierdo. Me caes bien, Fernando Ferrer, aceptare tu

    hospitalidad.

    -- Mira all viene un Taxi.Fernando sali al encuentro y el taxista par a su altura.

    Ambos hombres se sentaron en el fondo del vehculo. Fernando, fiel a su costumbre

    abroch su cinturn. Fernando le indic al taxista su direccin en una de las numerosas

    urbanizaciones en Boadilla del Monte. El taxi sali a buscar la M40 en direccin a la

    carretera de Extremadura para circunvalar Madrid por el nudo sur y llegar lo ms rpido

    posible a su destino.

    El vehculo era un utilitario ya pasado de kilmetros con los amortiguadores

    gastados y una tapicera que haba sufrido lo suyo. El taxista, un joven inmigrante, apret

    el acelerador por la M40 ya que tena ganas de terminar pronto su jornada. Fernando mir

    su reloj de pulsera que indicaba ya casi las cuatro de la maana pasada. Desde que

    subieron al taxi ambos hombres no haban cruzado palabra. Cada uno procesando sus

    propios recuerdos y sus vidas. En la radio sonaba msica de reguetn. Fernando la

    detestaba.

    Cuando llevaban ms de un cuarto de hora de viaje Fernando le pidi al taxista por

    favor que cambiara de msica. El taxista accedi a cambiar la emisora de mala gana. En

    la nueva emisora de radio sonaron los primeros acordes de la sinfona agridulce de The

    Verve. En ese momento pas lo que nunca habra imaginado y todo sucedi en un abrir

    y cerrar de ojos.

    En el corto alcance del haz de luz que iluminaba el vehiculo sobre la calzada

    apareci de repente un bulto en medio de la autopista. Lo ms resaltante que se pudo

    vislumbrar fue el brillo de un casco de motorista. El taxista dio un grito y consigui

    esquivar en el ltimo momento aquel cuerpo tirado en medio de la carretera. Pero la

    maniobra fue tan brusca que las suspensiones del vehculo no resistieron. El taxista

    perdi el control y el coche por unos interminables segundos levant dos de sus ruedas.

    El siguiente bulto sobre la carretera ya casi en el arcn de la autopista era la moto del

    motorista accidentado. El taxi impact con las ruedas que an tocaban el asfalto la rueda

    trasera de la moto. El vehculo dio un salto y termin tumbado sobre su costado derecho,

    justo en una recta de la autova que no dispona de guardarales. El vehculo sali

    despedido fuera de la carretera a ms de 120 km/h, adentrndose cuneta abajo dando

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    11

    volteretas hasta empotrarse contra el muro de hormign de una estacin de bombeo que

    quedaba a ms de cien metros del lugar de donde salio el vehculo de la carretera.

    ***

    Cuando Fernando volvi en si, no saba muy bien dnde estaba. Slo saba que

    estaba colgado del cinturn cabeza abajo. Con un esfuerzo inmenso consigui echar

    mano al cierre del cinturn y liberar el mecanismo. El peso de su cuerpo cedi y cay

    sobre su cabeza. Entonces descubri que el taxi haba terminado parado apoyado sobre

    el techo. Despus de aguantar unos instantes el intenso dolor que sufra en su pecho,

    cuello y cabeza consigui abrir los ojos y aliviar su postura enroscada para poder

    extender sus piernas. A su izquierda, reconoci en la penumbra del da que iniciaba su

    amanecer la ventana lateral del coche. El golpe haba hecho aicos las lunas y Fernando

    decidi arrastrarse a travs de la ventana haca el exterior. La maniobra le llev una

    eternidad pero consigui sacar su atltico cuerpo del vehculo. Qued exhausto por el

    esfuerzo y termin tumbado en medio de un campo de labranza.

    Jadeante y extenuado inici la exploracin de su cuerpo para ver si tena alguna herida

    grave. En la cabeza, un enorme bulto indicaba un severo golpe. Se toc la herida y not

    la sangre seca que haba formado un costra dura. Poda mover los brazos, las manos, las

    piernas y su cabeza obedeca las rdenes de giro. Slo su pecho dola con cada

    aspiracin. El cinturn le haba salvado la vida pero haba dejado sus secuelas.

    Cunto tiempo habra pasado desde el golpe?, pens Fernando. Tena la sangre

    coagulada en las heridas. Eso le indicaba que llevaba un buen rato inconsciente. Fue

    entonces cuando se acord de Maxi.

    Dnde estara? Volvi a mirar en el interior del taxi, pero ni rastro de su amigo o el

    taxista. Consigui ponerse de pie con mucho esfuerzo y tambalendose, medio

    encorvado, se dispuso a buscar a su amigo. El lado derecho del vehiculo haba quedado

    empotrado en el muro de hormign de una especie de casetilla que Fernando no poda

    identificar. Pero su amigo no estaba cerca del vehculo. Decidi buscarlo siguiendo el

    rastro de la huella que el vehculo haba dejado en el campo. Metro a metro fue

    recorriendo el siniestro camino del vehculo accidentado desde que se sali de la autova.

    Cuanto ms caminaba, ms fatiga le entraba, y ms difcil se le haca caminar,

    pero su mente slo pensaba en encontrar a Maxi. Decidi sentarse un momento para

    descansar un instante y oy un dbil gemido a pocos metros de l. Sigui a gatas por el

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    12

    barro del campo en direccin al gemido que cada vez se haca ms audible y a unos diez

    metros encontr a su amigo.

    Maxi gema de dolor como si su cuerpo estuviese roto por dentro. La respiracin le

    iba acelerada. De la comisura de los labios y de sus orejas asomaba un hilo de sangre.

    Los ojos los tena desencajados y fijos puestos en el cielo que a cada instante clareaba

    ms. Fernando se acerc a l y los ojos de Maxi, aquellos intensos ojos azules se

    iluminaron al verlo. Una sonrisa furtiva asom en sus labios ensangrentados. Fernando le

    cogi la mano, y Maxi solt un grito ahogado de dolor, pero sus ojos agradecieron el

    gesto de su amigo. Con un esfuerzo inhumano la lengua de Maxi comenz a articular

    unos sonidos. Fernando se inclin y acerc su oreja a la boca de Maxi.

    --Fernando suspir Maxi.

    --Hoy es el cumple de mi hijo. Hoy es mi da de la suerte y la voz de Maximiliano

    de Liambres se extingui para siempre.

    ***

    Lo primero que Fernando percibi de forma consciente fue el olor a desinfectante.

    Su impulso de abrir los prpados para ver dnde se encontraba no tuvo xito pues

    pareca como que sus ojos no respondan a los impulsos de su cerebro. Fernando

    empez a concentrarse en sus dems sentidos y stos respondieron mejor que sus ojos.

    Pronto not como los pies respondan a sus ordenes y percibi el tacto de unas sabanas

    speras que le mantenan tapado. Los dedos de su mano derecha palparon parte de su

    pierna. La otra mano descansaba sobre su pecho. Al mover sta sinti un intenso dolor en

    sus costillas que le dejaron sin respiracin. Anul de su cerebro cualquier intento de

    movimiento para evitar que ese dolor punzante volviera a atormentarlo. Fue entonces

    cuando su mente capt por medio de sus sentidos que llevaba los ojos vendados.

    Comenz a hacerse una composicin del lugar. Sin duda debera estar en un hospital. El

    olor particular de los hospitales siempre le haba desagradado.

    De pronto, un torrente de emociones invadi su mente y su cuerpo se estremeci

    apareciendo de nuevo el dolor de las costillas pero no pudo reprimir la emocin y los

    espasmos. La imagen de Maxi en sus brazos, en medio del campo de sembrado golpeo

    su corazn. Y en su odo sonaban sus ultimas palabras: Hoy es mi da de la suerte.

    Despus slo recordaba sus propios gritos de auxilio entre sollozos meciendo en

    sus brazos el cuerpo inerte de aquel hombre. Grit y llor hasta que perdi el

    conocimiento. No haba vuelto en s hasta ahora en la cama del hospital.

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    13

    Qu haba pasado desde entonces? Cunto tiempo llevaba ya atado a la cama?

    En su mente se agolpaban infinidad de preguntas. Pero sobre todo, una pregunta segua

    llegando a su mente como las olas del mar que rompen en una playa solitaria. Era la

    pregunta del hombre de los ojos azules: Eres feliz? Fernando, eres feliz?

    l haba compartido con aquel hombre una parte de su da de la suerte. La muerte

    le lleg en aquella fatdica noche en la que se conocieron, y aquello pareci ser su

    particular suerte. La muerte puso fin a una vida de tormento, una vida que sufra minuto a

    minuto la culpa por la muerte de su hijo. Mientras Fernando analizaba y comprenda el

    desenlace en la vida de Maxi, su propia vida empezaba a tambalearse ante l. Todo lo

    que haba estado persiguiendo, ahora, le pareca vaci y carente de valor. Acaso era

    feliz?

    ***

    Fernando despert al or una puerta abrirse. El olor a desinfectante del hospital se

    mezcl con un dulce aroma a perfume de mujer. Sin duda, su novia Marta acababa de

    entrar en la habitacin. Conoca muy bien aquella densa fragancia que usaba Marta.

    Luego oy el claque de sus tacones de aguja. La mujer se acerc a la cama y toc su

    brazo derecho con cario.

    Fernando estuvo a punto de hablar para hacer notar que estaba despierto, cuando

    la puerta volvi a abrirse y otras personas invadieron la sala. Una voz de hombre saludo

    amablemente a su pareja.

    --Buenas tardes, Srta. Sols.--

    --Buenas tardes, Doctor. Sigue sedado?

    --Hemos comenzado a reducir paulatinamente la dosis. Es posible que pronto

    comience a despertar respondi la voz segura del mdico.

    Unas manos que no eran ni de Marta, ni del mdico, comenzaron a trastear entre

    las sbana y pronto comprendi que una enfermera estaba colocando un termmetro

    bajo sus axilas.

    --Cundo le quitarn las vendas de los ojos?pregunt Marta.

    --En cuanto despierte el oftalmlogo revisar los ojos para ver si no han quedado

    secuelas de los impactos de cristal que recibi con el golpe explic el mdico.

    --Y las pruebas neurolgicas? pero el mdico no le dejo acabar la pregunta.

    --Sra. Sols, las pruebas son buenas, como le coment esta maana.

    Aparentemente su cerebro no parece estar daado. El golpe, o los golpes, que ha sufrido

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    14

    en la cabeza no han provocado una rotura del crneo. Pero ha sufrido un grave

    traumatismo. No es grave, le aseguro. Pero aun no viendo en los escneres daos

    cerebrales no podemos descartarlos. El accidente ha sido muy aparatoso. Piense que los

    otros ocupantes del vehiculo murieron all mismo. Su novio fue encontrado en estado de

    shock junto a uno de los muertos. Aun descartando daos cerebrales piense en el trauma

    emocional que ha sufrido su novio. No podemos saber cmo la mente puede reaccionar a

    una experiencia tan traumtica. Slo podemos esperar y ver cmo evoluciona con el

    tiempo nuestro paciente. Todo lo dems, las costillas rotas, las magulladuras es cuestin

    de tiempo y rehabilitacin. Eso no reviste la mayor importancia aunque todo es muy

    doloroso, se lo aseguro concluy el mdico, que comenz a tomarle el pulso a

    Fernando y explorar su tensin.

    --Maana por la maana, despus de que pase visita el equipo mdico que lo

    intervino le podrn dar un parte mdico ms detallado y espero que hoy a lo largo de la

    tarde comience a despertar. Intente descansar un poco que ya lleva muchas horas aqu

    sin apartarse de su lado, y no le podr ayudar en nada si usted tambin cae enferma

    advirti el mdico.

    Luego oy de nuevo abrirse la puerta, y el mdico y la enfermera salieron

    despidindose de Marta. Marta acarici sus mejillas que ya presentaba barba de varios

    das. Fernando se debata entre el impulso de hablar o permanecer en silencio, pero de

    nuevo su dilema se resolvi porque unos golpes en la puerta anunciaban una nueva

    visita.

    --Hola, Marta. Podemos entrar?son la tmida voz de una jovencita que

    Fernando reconoci de inmediato. Era su hija Mara que haca poco haba cumplido los

    diecisis aos.

    --Hola, Marta.son una nueva voz detrs de la de Mara. Era la voz de su hija

    pequea Laila de trece aos.

    --Hola, guapas. Entrad, entrad. El mdico acaba de estar aqu hace un

    momentito.

    Fernando pudo or cmo las mujeres se saludan con besos y abrazos. Todos sus

    sentidos estaban completamente despiertos y atentos a todo lo que poda percibir, pero

    un extrao impulso le hizo permanecer inmvil y fingir que segua en un profundo sueo.

    --Sigue inconsciente?oy preguntar a Mara.

    --Bueno, los mdicos le estn reduciendo los sedantes para que pronto

    despierte.contesto Marta con la voz tranquila y dulce. Fernando casi poda percibir

    cmo las tres se juntaban para consolarse mutuamente.

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    15

    --Ser el mismo de antes? Digo, se pondr completamente bueno? pregunt

    Laila con voz insegura.

    --Pues claro, Laila. Se pondr bien en poco tiempo, ya vers. Por qu piensas

    que no ser el mismo? oy indagar a Marta. Fernando agudiz su odo al mximo.

    --O hablar a mam con Carlos, cuando lleg del hospital la noche del accidente.

    --Laila, ya te lo he explicad --la quiso interrumpir Mara.

    --S. Pero quiero que Marta me lo explique, ella quiere a pap ahora ms que

    mam espet Laila.

    --No enfadaros medi Marta entre las hermanas.

    Mira, Laila. Yo no s lo que tu madre le contara a Carlos. Pero lo que le pudo

    contar era la informacin que los mdicos nos dieron el da del accidente. Las primeras

    informaciones no eran buenas. El accidente fue muy grave y los mdicos siempre te

    cuentan lo peor. Es normal. Es su trabajo. Pero han pasado dos das y tu pap cada vez

    reacciona mejor a las pruebas que le han hecho. As que hoy mismo el parte mdico es

    muy diferente al del primer da. Nias, vuestro pap se repondr por completo asegur

    firmemente convencida Marta.

    Hasta Fernando se sinti reconfortado. Estuvo tentado de dejar de fingir pero de

    nuevo se abri la puerta.

    --Hombre, mis nias estn aqu reson la voz de su padre en la habitacin.

    --Abuelo! exclamaron ambas jovencitas abalanzndose sobre l.

    --Hola. Marta. Cmo sigue el gandul de mi hijo? An sigue dormido?

    --Me temo que s, Fernando. Pero los mdicos han bajado ya la dosis de

    sedante.

    Su padre y Marta se llevaban muy bien. Aunque llevarse mal con su padre era

    harto difcil. Era un adorable y jovial chico mayor de setenta aos. Su padre haba

    enviudado haca seis aos, pero despus de recuperarse de la prdida de su amada

    esposa haba sabido rehacer su vida y enfrentar su vejez en solitario volcndose en hacer

    la vida agradable a sus seres queridos.

    Mantena una envidiable relacin con su ex nuera, a la que adoraba, y sus nietas

    eran perdidamente adictas a su abuelo. En la lista de los hombres ms adorados de

    ambas chicas su abuelo apareca en primer lugar, antes que famosos galanes de la

    pantalla grande, y por supuesto, antes que su padre. Fernando pens en su padre y se

    dio de bruces con la pregunta de Maxi. A su padre no se le tena que preguntar si era

    feliz.

    ***

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    16

    Durante el tiempo que dur la visita de sus familiares Fernando volvi a ser presa

    de los sedantes y se qued dormido de nuevo. Cuando volvi a despertar oy los

    ronquidos de su padre que dorma en la butaca al lado de su cama. Olfate el ambiente

    intentando percibir el aroma del perfume de Marta pero apenas pudo distinguirlo flotando

    en la habitacin. Pens en sus hijas y el poco tiempo que pasaba con ellas. Pero no slo

    pasaba poco tiempo con ellas. Apenas pasaba tiempo con ninguna de las personas a las

    que amaba. La mayor parte de su tiempo lo pasaba en la oficina o de viaje entre Charlotte

    en EEUU, Londres y Madrid. Este ltimo ao desde que se iniciaron los contactos en la

    operacin de fusin de sus clientes, haba llegado a trabajar una media de diez y doce

    horas al da sin incluir las horas de viaje. Su padre haba almorzado ms veces con Marta

    que l mismo, y ni contar las horas que haba pasado con las nias.

    Ahora todo su esfuerzo, por fin, haba dado fruto. La operacin se haba cerrado

    con xito. Y ahora qu? Por supuesto se llevara una comisin mnima de doscientos mil

    euros. Se comprara el Porsche soado. Se gastara el resto en caprichos para su familia.

    Su cach profesional subira y el banco le aumentara su categora y sueldo. Seguro que

    s. Quin sabe?, igual le daran la direccin de alguna filial en algn lugar del mundo. Sin

    duda, estaba ms cerca que nunca de llegar a la cumbre de su vida profesional. Y

    despus qu?

    Ahora yaca en la cama de un hospital y haba escapado a la muerte por los pelos.

    El mismo da que todos sus anhelos profesionales se haban hecho realidad, la muerte

    haba llamado a su puerta dejando su tarjeta de visita inconfundible.

    Fernando pens que la vida le brindaba una nueva oportunidad. Eres feliz?, son

    la voz de Maxi en su mente. Pero qu es ser feliz? Acaso no era feliz en su trabajo?

    Sus compaeros ms cercanos lo admiraban. La mayora lo envidiaba. Las mujeres se

    rendan a sus pies. Era el prototipo del hombre de xito y adems era atractivo, alto, con

    una fsico atltico y unos ojos verdes que impactaban. No era su vida una vida feliz?

    Qu ms se le puede pedir a la vida? Tena un trabajo admirable, una hermosa novia

    que lo adoraba, unas hijas lindas y an le quedaba su padre que tanto veneraba. Si tena

    todo, por qu se senta tan vaco?, por qu no poda definir su vida como una vida

    feliz?, se preguntaba Fernando a s mismo.

    En medio de sus tortuosos pensamientos la puerta se volvi abrir. Una persona

    entr y se le acerc sin hacer ruido. Sinti las hbiles manos de una enfermera colocarle

    el termmetro. Pero al encender la luz de la cama su padre despert y se levant

    estirando las piernas.

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    17

    --Buenos das. Lo siento, Fernando.Te he despertado! se disculp la enfermera.

    --No te disculpes. Soy un viejo chocho que me quedo frito a la primera de cambio.

    Menuda ayuda para el enfermo.

    --No eres un viejo chocho, Fernando. Ya le gustara a mas de un jovencito estar

    como t

    --Jovencita, no estars ligando conmigo a las seis de la madrugada? no?

    brome su padre.

    --Los hombres de verdad no se suelen fijar en una treintaera separada.

    coquete la enfermera.

    --Clara, Clara. No despiertes al depredador de mujeres que llevo dentro de m

    --En serio. Tendra opciones de despertar esa fiera en ti? Cre que te tomar la

    palabra algn da

    --Tiene fiebre? porque a m me est subiendo con tus comentarios, Clara

    pregunt Fernando siguiendo el coqueteo, mientras la enfermera lea el termmetro.

    --No. Nada de nada. Desde ayer no ha vuelto a tener fiebre tu hijo. Creo que pronto

    lo tendrs de nuevo en plena forma asegur la enfermera.

    --Ojal, tengas razn. Pero me preocupa el golpe de su cabeza. Ayer fui a ver

    cmo qued el taxi. No te puedes imaginar lo destrozado que est. Es un autntico

    milagro. Y un regalo de mi Dios que me lo haya conservado con vida. Sabes que el

    taxista y otro viajero murieron en el accidente?

    La enfermera se acerc a su padre. La voz de la mujer se oa desde el mismo lado

    que la de su padre.

    --S, lo s. Debi ser terrible. Pero tu hijo est muy en forma. Es un chico fuerte y

    no tiene daado ningn rgano vital. Su cerebro no tiene seal de ningn dao. Yo creo

    que es ms el dao emocional o psquico que pueda presentar que otra cosa, y eso

    tambin se puede tratar, si no tiempo al tiempo afirm Clara.

    --Te refieres con daos emocionales y psquicos a que le haya cogido pnico a

    los taxis, o cosas por el estilo? pregunt Fernando interesado pero sin fingir que el tema

    superaba su comprensin.

    --Bueno, eso puede ser un sntoma. Es posible que desarroll algn tipo de fobia

    pero, tambin, puede caer en una depresin existencialista, o, sencillamente, puede sufrir

    una amnesia temporal transitoria. La mente puede reaccionar con un autntico bloqueo

    ante situaciones de estrs agudo, o traumas como el vivido por tu hijo disert Clara.

    --Oye, cmo es que sabes tanto de estas cosas? Me has aclarado ms cosas que

    todos los mdicos con los que he hablado en los ltimos dos das

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    18

    Clara solt una ligera risa y respondi.

    - Estoy en cuarto de psicologa, estoy estudiando a distancia. Si te digo la verdad,

    estoy deseando que se despierte tu hijo para ver cmo evoluciona.

    --Vaya con la Clara, eres una mujer llena de sorpresas piropeo Fernando padre.

    --S. Eso deca tambin mi ex marido, pero la sorprendida fui yo cuando me lo

    encontr con la vecina en mi propia cama

    --Sin duda, un to que no te mereca certific su padre.

    --Bueno, gracias. Debo seguir mi ronda. Intenta descansar otro rato. Hasta las ocho

    de la maana no os molestamos ms

    Fernando oy para su sorpresa como Clara se despidi de su padre con dos

    sonoros besos.

    ***

    Cuando Fernando despert, percibi la habitacin llena de gente. Not cmo unas

    manos empezaron a deshacer el ventaje de sus ojos, mientras oa como otras personas

    hablaban de su historial mdico. Cuando terminaron de retirarle las vendas una voz se

    dirigi a l:

    --Buenos das, Fernando era la voz de Marta que tomndolo de la mano

    procuraba despertarlo.

    No pudo por ms que sentir cierto miedo escnico al sentirse rodeado de gente

    que, sin duda, le observaban ahora con curiosidad.

    Fernando abri tmidamente los ojos y la luz le cegaba la visin. Volvi a cerrarlos

    un rato y volvi a or la llamada de su novia. Fue entonces cuando decidi hacer lo que

    haba estado pensando desde que oy por la maana a la enfermera hablar de la

    amnesia temporal. Volvi a abrir los ojos y esta vez se esforz por mantenerlos abiertos y

    acostumbrarlos a la claridad de la habitacin. Mientras observaba tumbado desde la cama

    el escenario, intent poner una expresin lo ms perpleja posible.

    Delante de l y alrededor de la cama estaban, a su derecha, y empezando por el

    ms cercano, su novia Marta, luego, su padre, despus la enfermera Clara que no quera

    perderse el despertar del paciente. Luego reconoci a tres batas blancas, dos de ellas

    ocupadas por dos mujeres jvenes y un hombre cuarentn. Al mdico nada ms hablar lo

    identific como el hombre que el da anterior haba estado hablando con Marta.

    --Fernando. Me oyes? pregunt Marta emocionada de ver de nuevo los ojos de

    su pareja.

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    19

    Fernando la mir con la cara ms desconcertada que fue capaz de componer.

    Luego prob articular su voz con el esfuerzo de quien lleva aos sin ejercer sus cuerdas

    vocales.

    --Quin es usted? Y dnde estoy? pregunt fatigado.

    Marta lo mir desconcertada y luego mir al padre de Fernando y a los mdicos.

    stos intercambiaron preocupadas miradas y animaron al padre de Fernando a arrancar

    su intento.

    --Hola, hijo mo. Que alegra verte despierto de nuevo. Sabes quin soy?

    Fernando jug bien su papel, y devolvi a su padre una mirada entre triste y

    desesperada pero no volvi a abrir su boca. Cerr los ojos y volvi a esperar que sus

    reacciones tuviesen el efecto adecuado.

    El mdico que haba estado hablando con Marta el da anterior se acerc por su

    izquierda a l. Lo tom por la mueca para controlar su pulso, y Fernando se sugestion

    todo lo que pudo para que su pulso se elevara.

    --Hola. Soy el doctor lvarez. Recuerda Ud. por qu esta aqu en el hospital?

    pregunt con suavidad.

    --Me ha dado un infarto? pregunt Fernando.

    --No. Esta aqu porque hace tres das sufri un grave accidente de trfico. Lo

    recuerda?

    --No recuerdo. No recuerdo nada.contest Fernando con consternacin y voz

    nerviosa.

    Marta se acerc ms a l. No dejaba de apretar su mano.

    --Fernando, el taxi se sali de la carretera afirm Marta en un intento decidido de

    traerle a la memoria los ltimos das.

    --Me llamo Fernando? pregunt Fernando desarmando a Marta por completo y

    confirmando a los mdicos sus malos presagios.

    El mdico apart a Marta del lado de la cama para acercarse ms al paciente.

    --Doctor, no recuerdo nada de nada. No recuerdo mi nombre. No recuerdo ninguna

    de las caras que hay en esta sala. Doctor, no recuerdo mi cara. Tiene un espejo? No s

    quien soy termin casi gritando Fernando fingiendo histeria.

    Estaba tan metido en su papel que l mismo se lo crea. Mientras miraba

    desconcertado a su alrededor se encontr con la mirada sufriente de Marta. Aquella

    mirada estuvo a punto de derrumbarlo pero ya no poda dar marcha atrs. Sigui su

    actuacin dndole cada vez mayor dramatismo y realidad a su amnesia fingida. Fueron

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    20

    los primeros pasos de una larga aventura para querer cambiar su vida. Pero, tambin, los

    primeros pasos de una aventura basada en una miserable mentira.

    *****

    Fernando permaneci catorce das ms en el hospital. Durante esos das sus

    costillas rotas terminaron el lento proceso de curacin, as como las dems lesiones de

    tipo muscular y oseo. Pero lo que ms preocupaba a los mdicos era el aspecto

    neurolgico. Cada da le hacan pruebas y ms pruebas cerebrales. Finalmente los

    mdicos descartaron daos cerebrales fsicos y achacaron la amnesia al shock

    postraumtico.

    Fue entonces cuando una psiquiatra comenz a visitarlo para sesiones de terapia

    personal. Todos los familiares pasaron por charlas con la psiquiatra que les daba pautas

    para tratar a Fernando en este estado amnsico. Cada uno de ellos enfrent la situacin

    como pudo. Su padre, fiel a su inagotable optimismo, fue quien mejor enfrent la

    situacin. Cada da vena equipado con un nuevo lbum de fotos y le cont a Fernando

    toda su vida empezando desde su nacimiento. Fernando disfrut como nunca antes de la

    cercana de su padre. Y no pocas veces terminaron los dos abrazados entre sollozos al

    recordar situaciones de su infancia y, sobre todo, recuerdos inolvidables de su madre.

    Para su padre aquella situacin fue la excusa perfecta para traer a su memoria su

    vida y su adorada esposa. Fernando hijo revivi, por las historias de su padre, sus propios

    momentos felices junto a su madre. Era tal el grado de complicidad que lograron alcanzar

    padre e hijo que el hecho de la amnesia de Fernando termin perdiendo relevancia. A

    veces su padre preguntaba lo recuerdas?, pero ante la negativa de su hijo, solo

    responda, no te preocupes todo llegar y prosegua con sus recuerdos.

    Con Marta la situacin era diferente. Marta se senta incmoda. Ella slo le haca

    referencia a su pasado cuando estaba a solas con l. Cuando la mirada de Fernando la

    escudriaba le pareca estar ante un perfecto desconocido. Marta termin volviendo al

    trabajo al da siguiente de diagnosticarse la amnesia de Fernando y lo visitaba por las

    tardes cuando sala de la oficina, siempre que no estuviera de viaje de negocios.

    Las charlas que mantenan antes del accidente en las cuales ella se desahogaba

    de sus problemas en la oficina y Fernando le comentaba los suyos, ya no tenan sentido.

    Fernando no recordaba nada del trabajo. No saba en qu trabajaba ella, ni siquiera

    recordaba dnde trabajaba l. A los cuatro das de su estancia en el hospital lo visitaron

    Carlos y Ricardo, sus compaeros. Marta haba puesto mucha ilusin en aquel encuentro.

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    21

    Pens que la visita de sus dos ms estrechos colaboradores del ao pasado podra abrir

    algo de luz en su entenebrecida memoria. Pero la visita fue para Marta un fracaso

    completo. Fernando recibi a sus dos compaeros como si viera entrar por la puerta a

    dos vendedores de seguros. Los salud cortsmente y puso cara de ingenua curiosidad

    mirando a Marta para que les presentar aquellos dos hombres. Desde aquella visita

    Marta, visiblemente afectada, redujo an ms sus tiempos de visita.

    El da en el que anunciaron a Fernando el alta para el da siguiente, observ cmo

    Marta hablaba con su padre delante de la sala de fumadores. Marta estaba muy afectada

    por algo y su padre trataba de tranquilizarla y consolarla. Fernando intua cal era el

    motivo de la agitacin de Marta, pero francamente no le preocupaba mucho. Volvi a la

    habitacin donde la esperaban, como cada tarde, sus dos hijas.

    Su relacin con sus hijas haba cambiado radicalmente. Ellas al principio se

    sintieron muy inseguras. Pero la charla con la psiquiatra les cambi mucho la forma de

    enfrentar esta situacin. La doctora les haba comentado cmo funciona a veces la

    mente. La mente, les dijo, es, a veces, como un animal herido que se refugia para

    sentirse a salvo. Ellas comprendieron que su padre necesitaba el cario sincero de sus

    seres queridos para superar el trauma del accidente y que la memoria le volvera sola

    cuando el animal se sintiera seguro. As, casi todos los das las nias intentaban visitarlo

    o, al menos, llamarlo por telfono para contarle alguno de los recuerdos que ellas tenan

    con l y con su madre, por supuesto. Mientras ellas contaban sus vidas junto a l,

    Fernando intentaba ahondar en los sentimientos que ellas guardaban en su corazn

    acerca de aquellas situaciones.

    En ms de una ocasin Fernando no se reprimi las lgrimas con gran sorpresa

    para las nias. Aquellas lgrimas eran de profunda tristeza cuando Fernando descubra

    cuan poco saba de la vida de sus hijas, o mejor dicho, can poco se haba preocupado

    por sus vidas en los aos pasados. Para no ser descubierto achacaba sus lgrimas a la

    incapacidad que senta de recordar nada.

    Un da, para su sorpresa las nias vinieron acompaadas por su ex mujer. Su ex,

    se llamaba Ana Carrera y era una mujer de cuarenta aos. Ana era una mujer con

    aspecto de adolescente hippi. Era rubia oscura con una espesa y larga melena rizada que

    le daba un aire desenfadado. Vesta vaqueros y camiseta como una estudiante ms de la

    facultad. Su cara ovalada no presentaba apenas seales del paso del tiempo y slo se

    notaban algunas arrugas en la zona donde su cara se contraa con facilidad para dar paso

    a su contagiosa sonrisa. Por lo dems, luca un cuerpo bien formado que era la envidia de

    muchas profesoras y alumnas de la facultad.

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    22

    Fernando la salud al entrar, y tuv que hacer un esfuerzo para no parecer

    demasiado familiar con ella.

    --Pap . Hoy te hemos trado una sorpresa exclam la pequea Laila.

    --Mira quien hemos trado? se apresur a comentar Mara.

    Fernando miro de arriba abajo a su ex mujer, como quien hace un escaneo ptico.

    --Vaya! Quin es tu amiga, Mara? Es una joven muy hermosa asegur

    Fernando sin retirar la mirada de su ex mujer para observar cada detalle de su reaccin.

    Las nias soltaron una carcajada con el comentario, y Ana se sonrojo un poco, sin

    saber que decir. Fue la pequea quien puso fin al despiste.

    --Pap! Es mam certific Laila.

    Esta vez fue Fernando quien fingi estar aturdido.

    --Vaya. Pues, nias, ahora s por qu sois tan guapas. Los genes de vuestra

    mam fueron gracias a Dios mas poderosos que los mos

    --Algo ya han pillado de ti tambin no crees, Fernando? Mira sus ojos! No son

    marrones como los mos. Ambas los tienen verdes como los tuyos.

    --Entonces crees que casaremos a estas nias y que sacaremos algunos

    camellos por ellas, joven mam de mis hijas? brome Fernando.

    -- Bueno, quizs. Espero que slo se fijen en su fsico porque si se fijan en lo poco

    que hacen en casa y lo desordenadas que son, igual tenemos que poner nosotros los

    camellos sigui Ana la broma.

    --Mam! Ya vamos a empezar? se indign Mara.

    --Bueno, que tal si damos un paseo por los jardines? Hace una tarde estupenda y

    an no he salido. Me prometis devolverme a mi habitacin? No sea que me pierda en

    el camino

    --Veo que al menos tu humor no lo has olvidado del todo replic Ana.

    --Bueno, mi psiquiatra dice que sigo siendo la misma persona aunque el disco duro

    este daado.coment Fernando tocando su sien.

    Todos se pusieron en marcha y caminaron los largos pasillos hasta salir a los

    jardines del hospital. En el camino ambas nias se adelantaron unos metros para darles

    espacio a sus padres para hablar a solas.

    --Las nias me cuentan cada da cmo intentan hacerte recordar. Sigues sin

    recordar nada?

    --Nada en absoluto, Ana. Estoy construyendo mi vida en base a los recuerdos de

    mi padre, de mis hijas y de Marta. Aunque esos ltimos son un episodio muy corto y

    mucho me temo que ha llegado a su fin.concluy Fernando.

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    23

    Ana lo mir algo desconcertado, pero Fernando percibi un halo de satisfaccin que no le

    gust.

    --Por qu crees eso, Fernando? Para nadie es fcil enfrentar una situacin como

    la que estamos viviendo. Ten en cuenta que al faltarte la memoria aquello que habis

    vivido juntos es como si no hubiera pasado. En el fondo eres un extrao para ella

    --Yo lo entiendo. Pero t, por ejemplo, no te tomas las cosas as, no?pregunt

    Fernando.

    --Bueno, tampoco ests en mi vida como lo ests en la vida de ella. Ahora eres el

    padre de mis hijas y un conocido con el que mantengo una relacin respetuosa. Siento

    mucho por lo que ests pasando pero no tengo que convivir contigo y tu problema.

    Perdona si te suena algo cruel. Lo digo para que intentes comprender a tu novia

    respondi Ana.

    --Qu te cuentan las nias de mi? cambi Fernando el tema.

    --Bueno. Estn muy sorprendidas. Parece que estn descubriendo a otra

    persona respondi Ana y se par para escudriar su mirada.

    Fernando se puso nervioso, pero resisti la mirada.

    --Dicen, que las escuchas como nunca lo habas hecho. Dicen que lloras sin

    vergenza delante de ellas. Dicen que las abrazas y que las besas todo el tiempo. Y

    sabes lo que me ha dicho Laila? pregunt Ana algo compungida.

    --Dime

    --Me dijo que prefera que siguieras enfermo para que no vuelvas a ser como antes de

    nuevo se par Ana para escudriar su mirada.

    Los ojos de Fernando se llenaron de lgrimas y no se reprimi verterlas delante de

    su ex esposa. Aquello impact el alma de su ex mujer y, sin poder seguir hablando por la

    emocin, decidi tomarlo de la mano y apretarla mientras seguan los pasos de sus dos

    hijas por el jardn.

    ***

    El da de su alta en el hospital su padre estuvo all para acompaarlo hasta su

    casa. Durante el camino su padre intent convencerlo de nuevo para que se fuera a vivir

    con l unas semanas a la casa donde se haba criado en las Rozas. Pero Fernando no se

    dej convencer.

    --Estoy bien, pap. De lo contrario no me hubieran dejado salir

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    24

    Llegaron al apartamento donde resida Fernando con Marta en una de las nuevas

    urbanizaciones dormitorio en Boadilla del Monte. Nada ms entrar con su padre al

    apartamento capt que Marta haba dejado la casa. El apartamento estaba limpio. Todos

    los enseres de su novia haban desaparecido.

    --Recuerdas tu casa? pregunt su padre.

    --Te mentira si te dijera que s. Pero tenga la misma extraa sensacin que tuve

    contigo y con las nias. Aunque no poda recordar nada, s me resultabais muy familiar.

    Ahora tengo la impresin de que he estado aqu antes y que todo me es familiar, pero no

    recuerdo nada

    Fernando mir a su padre apesadumbrado.

    --Ella se ha ido, verdad pap?

    --Bueno. Ha preferido poner algo de distancia de momento para que no te sientas

    presionado coment Fernando padre intentando quitarle hierro al asunto.

    Fernando le brind una mirada decepcionada. Pero en el fondo se senta ms que

    aliviado.

    --Pap, sabes? No me suena nada extrao llamarte Papa. En estas ltimas dos

    semanas hemos hablado mucho, pero no me has dicho cmo era nuestra relacin antes

    del accidente indag Fernando.

    --Bueno, desde que te divorciaste te volcaste an ms en tu trabajo y eso no te

    dejaba tiempo para casi nada respondi su padre.

    --Es decir, que tena a toda la familia abandonada.

    --Bueno, digamos que no se te vea el pelo. Cuando no estabas en Charlotte,

    estabas en Londres. El ltimo ao fue espectacular. Ves esto?pregunt su padre

    sacando una Blackberry del bolsillo y mostrndosela.

    Fernando mir a su padre desconcertado. Le pareci el momento ideal para abrir

    una puerta a la esperanza sobre todo para su padre.

    --Pap, yo te la regal para tu cumpleaos, verdad? Te la regal para estar en contacto

    por correo electrnico

    Su padre lo mir boquiabierto y se abrazo a l de la emocin. Record las palabras

    de la psiquiatra y se sent con Fernando en el sof.

    --Cuntame exactamente lo que recuerdas de aquel da insisti su padre

    emocionado como un nio pequeo.

    Mientras Fernando contaba todo lo que le vino a la mente de aquel da, su padre

    golpeaba eufrico las palmas y lo abrazaba como si hubiese conseguido una gran

    hazaa.

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    25

    --Esto tenemos que celebrarlo. Qu te parece si salimos a comer juntos?

    pregunt su padre.

    --Pap, echo de menos a las nias. Crees que Ana nos dejara que nos acompaen?

    Su padre lo mir emocionado y sus ojos se le llenaron de lgrimas. Nunca haba

    odo de su hijo la necesidad de tener a sus hijas cerca. Fernando padre sac el mvil y

    marc la tecla dnde tena grabado el nmero de Ana.

    --Ana. Soy Fernando. Si ya estamos en casa. No, hija, no. Es testarudo como su

    madre. No consiente en venirse unas semanas conmigo. Pero pensbamos ir a almorzar

    ahora y nos gustara invitaros, o por lo menos a las nias si les apetece. De acuerdo,

    espero. Por supuesto, ser un placer. Pero como no va a querer! Est asintiendo

    entusiasmado con la cabeza. Estamos all en media hora. Hasta ahora y colg el

    telfono.

    --Las deja venir?

    --Pues claro, pero a ella le apetece acompaarnos. algn problema? pregunt

    Fernando padre, congratulndose en su interior de ver una ligera turbacin eufrica en la

    mirada de su hijo. El da no poda arrancar mejor.

    ***

    Fernando insisti en querer conducir su coche. Cuando se sent detrs del asiento

    de su flamante Jaguar XF record las palabras de Maxi; Un Porsche te hace feliz una

    temporada; an no haba pasado la temporada que le haca feliz el tacto de su Jaguar.

    --Te gusta, pap? --pregunt Fernando viendo cmo su padre observaba e

    investigaba los detalles del interior del vehculo.

    --Me encanta, hijo! Ya conoces mi debilidad por la pantera. Pero no saba que

    habas cambiado de coche. Yo recordaba el BMW. Pero est no llegaste a ensermelo

    contest su padre.

    --Pap, he sido un autentico capullo durante mucho tiempo. Me podrs perdonar

    algn da?

    --No creo que pueda. No tengo un hijo capullo, y no tengo nada que perdonarte.

    Eso s! Si quieres tranquilizar tu conciencia puedes dejarme conducir de vez en cuando

    esta maravilla --contest su padre con sorna.

    --Sabes una cosa, pap? No recuerdo nada o casi nada de mi vida antes del accidente,

    pero por lo que voy descubriendo de m mismo, no me gusto un pelo. Creo que he hecho

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    26

    dao a mucha gente que me quera mientras yo slo responda con indiferencia a todos,

    pensando slo en m mismo

    --Yo creo que ahora s que ests siendo un perfecto bobo. Te juzgas demasiado

    severo. Dios te ha dado otra oportunidad. Una nueva vida. Olvida el pasado y hazlo

    mejor. Si t lo crees conveniente, pero deja de auto flagelarte. Eso no te llevar a ninguna

    parte

    Fernando hijo mir de reojo a su padre con admiracin. Era la persona ms

    positiva que conoca.

    --Pap, sabes para lo que no necesito mi memoria?

    --A ver, cuntame

    --Para saber que te quiero, y que estoy muy orgulloso de ser tu hijo

    --Te has empeado en hacerme llorar, gandul? Anda, echa a andar este blido

    que nos esperan unas hermosas y hambrientas mujeres contest Fernando padre

    emocionado apretando el hombro de su hijo.

    Mientras el vehculo enfilaba el camino hacia su antigua casa, la casa de Ana y las

    nias, Fernando sigui la farsa preguntando a su padre el camino en cada interseccin.

    Pero Fernando hijo no dejaba de sentir la necesidad de profundizar en los sentimientos de

    su padre.

    --Pap, tu crees en Dios? Crees que hay alguien ah arriba que nos controla?

    --Vaya preguntita, hijo. Estas preguntas se te ocurren por el ambiente que nos

    envuelve, no? esquiv Fernando padre la pregunta.

    El hijo lo mir de reojo mientras conduca el vehiculo por la autova A6. Su padre ya

    haba cumplido los setenta aos pero sus ojos verdes seguan relucientes, llenos de vida

    y su mirada siempre desprenda un buen humor envidiable.

    --Hijo, yo no cre en un Dios que nos controla, cre en un Dios que nos ama.

    Recuerdas a tu madre? mir a la cara desconcertada de su hijo y rectific.

    Perdona. Empec mal. Tu madre unos aos antes de yo jubilarme conoci a una

    amiga en el gimnasio donde haca aerobic. Aquella amiga era cristiana. Tu madre algunas

    veces visit con aquella amiga su iglesia. Al poco tiempo ella enferm. Fue por ese

    tiempo que ella dio el paso de creer en Jesucristo y reconocerlo como su Salvador y

    Dios

    La mirada de su padre fue contestada por Fernando con cierto estupor. l conoca

    muy bien toda aquella historia pero nunca lleg a meditar en las circunstancias que

    rodearon la muerte de su madre. La espiritualidad de su madre, simplemente, no era tema

    para Fernando, pero que aquello fuese importante para su padre no dejaba de

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    27

    sorprenderle. Aunque pensndolo bien, con lo unido que sus padres haban estado

    cmo no podra afectar la espiritualidad de su mujer a su esposo? Fernando percibi con

    dolor en su corazn lo mucho que l mismo haba estado lejos del corazn de sus padres.

    --No recuerdas nada, verdad?pregunt su padre.

    Fernando por primera vez sinti vergenza de la farsa que estaba interpretando. l

    recordaba muy bien los ltimos momentos de su madre en el lecho de muerte. Durante

    aos, el recuerdo del rostro, tranquil y sereno, de su madre en los momentos previos de

    su muerte le dej completamente confuso. Pero siempre su rabia por la prdida haba

    estado por encima de cualquier otra consideracin. Esa rabia no dejaba de ser una

    expresin de su propio egosmo.

    --Sus ltimas palabras fueron, no estis tristes, voy con mi Seor. All estar

    mucho mejor. Yo nunca he olvidado esas palabras y comenc a buscar las razones de

    su fe. Tu madre no era una mujer tonta o ingenua. Ella era una mujer muy inteligente.

    Siempre me desconcert la paz con la que enfrento sus ltimos das. T no lo recuerdas,

    pero ella slo tena palabras de nimo para todos nosotros. Sobre todo, tu hermana, fue

    especialmente consolada por la profunda conviccin de que pronto estara junto a su

    Seor en el cielo.

    Mientras su padre hablaba, Fernando reviva en su interior los dramticos das de

    la muerte de su madre. Especialmente recordaba la angustia de su hermana menor.

    --Bueno, para contestar tu pregunta, y no enrollarme ms, cre en ese Dios de tu

    madre. Cre que es el Dios al que quiero ver cuando me vaya de este mundo y cre que

    ver en el ms all a tu madre junto a l y estar con ella concluy Fernando padre.

    --Cmo lo descubriste, pap? Cmo llegaste a esa conviccin?indag el hijo.

    --Muy sencillo, hijo. Le hice caso a tu madre. Cog su Biblia y empec a leer y a

    buscarlo, y ah estaba presto a revelarme sus misterios dirigi su mirada a su hijo,

    esperando cualquier cosa menos la respuesta de su hijo.

    --Pap, algn da me contaras ms de ese Dios vuestro. Tengo muchas dudas.

    Pero, ahora, cuntame de mi hermana. Por qu no ha venido a visitarme? --pregunt

    Fernando, recordando claramente la inexistente relacin que tena con su hermana.

    Su padre lo mir con incredulidad.

    --Verdaderamente, no recuerdas nada, verdad hijo mi? Es sorprendente!

    --Cuntamelo todo pap. No me retengas nada por muy doloroso que seasuplic

    Fernando.

    --No te hablas con tu hermana desde que te separaste de tu mujer afirm

    Fernando padre.

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    28

    --Tu hermana y Ana son como dos hermanas. Ella super lo de tu madre slo con

    la ayuda de Ana. Prcticamente, viva con vosotros. Y entonces tu hermana descubri lo

    tuyo con su mejor amiga

    --Le fui infiel a Ana con su mejor amiga? pregunt ingenuo.

    --Aquello hundi a tu hermana. Se llev semanas carcomindose por dentro

    porque no soportaba el dao que le ibas hacer a Ana. Y tampoco quera contarle nada

    para no destruir tu matrimonio. Habl contigo y aunque le juraste que dejaras aquella

    aventura, Ana termin pillndote con ella, para desconsuelo de tu hermana y de tu mujer,

    claro. El dao que le hiciste a Ana, se lo trag ella como si se lo hicieras a ella misma.

    Aparte est su sentimiento de culpa por haberte presentado a la dscola de su amiga. En

    resumen, desde entonces vive en la ms absoluta desconfianza hacia el gnero

    masculino concluy su padre.

    Mientras su padre hablaba, Fernando no pudo evitar recordar todos aquellos

    momentos de dolor. Slo que entonces aquello no tena ninguna importancia para l. El

    sufrimiento de las personas ms allegadas a l no le conmovieron, y se refugi en su

    trabajo, aprovechando para romper toda relacin con su esposa, sus hijas y su hermana.

    Cuantos errores puede un hombre cometer en su vida?, y cuanto se le puede

    perdonar? Su hermana jams le perdonara. Pero en su corazn senta la imperiosa

    necesidad de pedirle perdn a su hermana menor.

    --Pap, cmo est Claudia? pregunt sin darse cuenta de su desliz.

    --Fernando! exclam su padre

    Repite eso, hijo.

    Fernando se dio cuenta de su desliz, pero ya era tarde. As que tuvo que abrir otra

    puerta ms de su memoria.

    --Claudia cmo est?repiti Fernando con naturalidad. Su padre se abalanz

    sobre su hijo para darle un abrazo eufrico y este casi pierde el control del Jaguar.

    ***

    Cuando llegaron a casa de Ana las nias ya lo esperaban en la puerta. La casa, un

    chalet adosado en una coqueta urbanizacin de Majadahonda era la casa que compr a

    los cinco aos de estar casado con Ana. En el acuerdo de divorci l no tuvo

    inconveniente en ceder la casa para que siguieran viviendo en ella sus hijas y su ex

    mujer. Ahora la ocupaba otro hombre y sin querer se atrap sintiendo como aquello le

    molestaba ms y ms. Nunca antes haba tenido esos sentimientos. Mientras besaba y

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    29

    abrazaba a sus hijas que lo saludan efusivamente, no dej de pensar en sus

    sentimientos. Y entonces apareci Ana en la puerta de la casa.

    Vesta un vestido ajustado de color naranja y tierra, con cinturn suelto sobre las

    caderas. Llevaba tacones no muy altos, pero an as, resaltaban sus piernas que eran

    visibles hasta por encima de las rodillas. Fernando qued impresionado mirndola. Su

    padre observaba toda la escena muy complacido.

    --Hijo, te has fijado lo guapa que est Ana?coment su padre para dejar

    constancia de lo que Fernando pensaba en ese momento.

    --Pap, como fui tan idiota de separarme de.intent decir Fernando, pero Ana

    ya se le haba acercado y con un alegre hola le plant dos besos en la cara. Luego hizo

    lo mismo con su padre al que, adems, le brindo un afectuoso abrazo.

    --Hoy es un da especial, nias. Tenemos muy buenas noticias para vosotras.

    anunci el abuelo cuando las nietas asomaron a la puerta para saludarlos.

    --Nosotros, tambin tenemos una noticias replic Mara que ya estaba sentada al

    volante y curioseaba el interior del Jaguar.

    --Y cal es esa noticia?pregunt Fernando padre.

    --Se refiere a que os queremos invitar a almorzar en casa, si no os importa. Las

    nias y yo estamos solas todo el fin de semana, y hemos pensado que sera ms familiar

    pasar el da en casa que salir fuera. No os importa?pregunt Ana sin apartar su

    mirada de la de su ex marido. Siempre le haban fascinado sus ojos verdes.

    Fernando segua siendo tan atractivo, o quizs ms an, que cuando ella se

    enamor perdidamente de l, ya hace tantos aos. Pero sin duda, este hombre ya no era

    el mismo que ella haba llegado a odiar tanto en los ltimos aos de su vida. Ahora esos

    enormes ojos brillaban con una luz diferente. Por qu la miraba tanto?Por qu no le

    poda resistir la mirada? Ana se atrap sintiendo un curioso reto en redescubrir de nuevo

    al hombre que tena delante.

    --Pap, cundo has comprado este coche? pregunto Laila, asomando la

    cabeza detrs del techo en el lado del copiloto.

    --La verdad, es que no lo recuerdo. Pero por los kilmetros que tiene no debe

    hacer mucho tiempo. Perdonad que no os lo ensear. Luego si queris damos una

    vuelta.

    --Podemos hacer una excursin esta tarde, como hacamos antes insisti Laila.

    --S. Eso sera guay aadi Mara.

    --Bueno, nias, recordad que vuestro padre ha salido hoy del hospital. Debe estar

    cansado quiso zanjar Ana la peticin de sus hijas.

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    30

    --Bueno, en el hospital no es que me haya matado a trabajar replic Fernando

    con una sonrisa cmplice a sus hijas.

    --Veo que aqu nadie salvo el abuelo tiene hambre.--

    ***

    El almuerzo fue de los momentos ms felices que Fernando haba vivido en aos:

    Estar rodeado de sus hijas, su padre y su encantadora ex mujer. Slo empaaba el

    cuadro el hecho de que ahora ya slo era su ex mujer.

    El padre de Fernando haba contado para regocijo de sus hijas cmo Fernando hijo

    haba recordado su telfono mvil y el da que se lo regal. Laila nada ms terminar de

    almorzar quiso repetir el invento y comenz a bajar de la habitacin todos los regalos que

    su padre le haba hecho en los ltimos tres aos. Pero Fernando, para decepcin de su

    pequea no pens oportuno desvelar ms parte de su amnesia. Fue entonces cuando su

    padre decidi revelar cmo su hijo se haba acordado del nombre de su hermana,

    Claudia. Esta revelacin s que interes y mucho a Ana. Claudia era para ella como su

    hermana, y saba lo mucho que ambos hermanos se haban distanciado desde su

    separacin.

    --Ana, tu sigues teniendo buena relacin con Claudia? Dime como esta ella?

    pregunt Fernando.

    --Bueno, cmo ya sabrs por tu padre ahora est de vacaciones en Austria con

    unas amigas. Yo pude hablar ayer con ella y por lo que me cuenta est muy bien, y

    disfrutando mucho de su viaje. Viajar es su pasin. contest Ana, mientras agrupaba

    los platos del almuerzo para retirarlos.

    --Cundo vuelve de Austria?

    --Tiene el vuelo de vuelta el jueves que viene. Yo he quedado en ir a buscarla a

    Barajas respondi Ana.

    --Crees que sera oportuno si te acompao? Tengo muchas ganas de verla. La

    verdad, es que no s muy bien por qu, pues no la recuerdo en absoluto. Slo s que es

    mi nica hermana y que est muy disgustada conmigo. Y con razn, por supuesto.

    Ana y Fernando padre intercambiaron una mirada de extraeza. Evidentemente,

    slo una mente sin recuerdos poda enfrentar con tanta ingenuidad una relacin tan

    daada como la de Fernando y su hermana Claudia.

    Fernando percibi que ambos estaban pensando lo mismo, pero su accidente era

    la oportunidad perfecta para recuperar su relacin con Claudia. An recordaba cmo sola

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    31

    vigilar y proteger a su hermana adolescente de todos aquellos chicos que intentaban

    acercarse a ella. Claudia haba sido siempre una belleza. Sin embargo, nunca se cruz en

    su camino el hombre que la consiguiera hacer feliz del todo. Llevaba desde haca cuatro

    aos sin cruzar palabra con su hermana, justo desde aquella fatdica aventura con la

    mejor amiga de Claudia. Ahora era el momento de aprovechar su amnesia para intentar

    acercarse a ella y pedirle perdn por el dao causado.

    --Pap, vamos de excursin? irrumpi Laila en el comedor.

    --Si tu madre esta de acuerdo, por mi, perfecto contest Fernando.

    --Dnde tienes pensado ir? pregunt Ana.

    --Podemos tomar un helado o caf, en El Escorial. Qu piensas?

    --Bueno, es sbado. No creo que nos pille mucho trfico si no volvemos muy

    tarde.

    --Oye, algn problema si el abuelo se escaquea y prefiere su siestecita. Ana, me

    das permiso para guardar tu casa a cambio de un trozo de sof para una cabezadita.

    negoci entre bromas su padre.

    --Tienes el sof y cuatro camas para elegir. Me prepar un poco y nos vamos de

    acuerdo?

    ***

    Las nias disfrutaron del paseo y de las excelencia del vehculo, mientras

    Fernando disfrutaba de la compaa de sus hijas y de la mujer que llevaba a su lado. Ana

    se haba cambiado de ropa y se haba colocado un vaporoso vestido de gasa con

    transparencias estampados beiges y marrones y debajo llevaba una camiseta de lycra de

    tirantas y escote en pico que realzaba sus pechos. Fernando tuvo que disimular para que

    no se le notara lo atractiva que le resultaba Ana.

    Llegaron al Escorial, como siempre, minado de turistas y buscaron una cafetera en

    el centro. Las nias tomaron un helado mientras Ana y Fernando prefirieron caf. Mara y

    Laila, pronto determinaron investigar un poco los alrededores y dejaron a solas a sus

    padres.

    --Me encantan las nias. Ests haciendo un gran trabajo con ellas. Nunca te he

    dado las gracias por ello, verdad?pregunt Fernando.

    Ana lo miraba con cara de desconcierto.

    --Fernando, qu quieres que te diga? Todo esto es tan extrao, y desconcertante.

    Desde nuestra separacin has visto a las nias en contadas ocasiones. Y de esto hace ya

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    32

    cuatro aos. El ao pasado fue el primer ao que pasaron quince das contigo de

    vacaciones, y te tuve que obligar que te hicieras cargo de ellas porque yo ya tena planes

    inamovibles con Carlos. El ltimo ao, tu gran ao, con el negocio de tu vida a las

    puertas, viste a tus hijas en tres ocasiones. Quieres que te recuerde cuando?le espet

    Ana abrumada por unos sentimientos confusos y contradictorios.

    --S. Te lo ruego

    --Las vistes en Navidad, en la cena con tu padre, en el cumpleaos de tu padre y

    en el cumpleaos de Mara, porque el cumpleaos de Laila te pill en Londres. Por

    supuesto, que le mandaste un Ipod Touch por mensajero, y ella slo tena ojos para el

    regalo de su padre. Fernando realmente no s qu pasa en tu cabeza, pero me resulta

    tan extrao comprender tu repentino inters por tu familia. Qu te ha pasado? Me cuesta

    pensar que solo es tu amnesia concluy Ana, mientras notaba como Fernando estaba

    conmovido y cerca de las lagrimas al or las revelaciones de si mismo a travs de su ex

    mujer.

    --Me gustara tanto pensar que realmente el accidente te ha cambiado, pero me

    temo que cuando recuperes del todo tu memoria recuperars de nuevo tu antigua vida,

    una vida en la que nosotros no tenemos lugar, comprendes, Fernando?

    Fernando apart la mirada, incapaz de resistir la verdad que manaba de los ojos

    heridos de Ana. Ella siempre haba retratado su alma con slo una mirada. Nadie lo

    conoca mejor que aquella mujer con la que se cas haca dieciocho aos. Y nadie haba

    sufrido su infantil egosmo como aquella mujer que ahora lo miraba con una mezcla de

    esperanza y desengao.

    --Ana, estoy descubriendo al Fernando que t conocas poco a poco. Y te aseguro

    que no me gusta para nada ese tipo. S que te he hecho infeliz durante mucho tiempo. S

    que mi vida anterior ha sido una vida egosta, slo centrada en mis propios deleites y

    placeres. Reconozco que he maltratado a mucha gente y de forma especial a aquellos

    que ms me amaban. Espero poder restituir algo del dao hecho. Pero, no creas, que

    slo me mueve mi mala consciencia, Ana. Tengo la firme conviccin, por lo que voy

    descubriendo de m mismo, que mi vida antes del accidente, no era una vida feliz, y yo

    deseo ser feliz, Ana.concluy Fernando aguantando la emocin de ver a su ex esposa

    queriendo creer sus palabras.

    Ana se dispuso a contestarle, pero en ese momento son el telfono mvil de

    Fernando. Mir en la pantalla que rezaba llamada entrante Marta S.

    --Me disculpas?

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    33

    Ana asinti con la cabeza y Fernando sali de la cafetera para atender la llamada.

    Volvi a entrar a los dos minutos. Ana lo mir sin expectativa de que l le contase nada.

    --Era Marta. Se disculpa de no haberme recogido del hospital. Tiene que viajar

    maana a Barcelona para unos entrevistas muy importantes. Tena que hacer las maletas

    y trabajar en los informes. No volver hasta el jueves o viernes que viene. Creo que me

    he quedado sin novia. Se la trag el trabajo.brome Fernando, para mayor confusin de

    Ana, que lo vea exultante y contento con la noticia.

    --Fernando, pero Marta no viva contigo en Boadilla? Entindeme, no quiero

    meterme donde no me llaman.se disculp Ana.

    --Bueno, parece que antes del accidente vivamos juntos. Pero segn mi padre,

    ella ha tomado la decisin de poner algo de distancia entre nosotros para facilitar mi

    recuperacin. Qu buena chica! no? afirm Fernando incrdulo.

    --Bueno, parece que hasta te gusta la idea, lo cual celebro por ti.

    --Mira, Ana. No recuerdo aquella mujer. Cuando llegu a mi apartamento aquello

    era todo nuevo para m. Pensar que adems tendra a una desconocida todo el da cerca

    de m, tratando y anhelando que recuperase mi memoria, me creaba angustia slo

    pensarlo. Cuando mi padre me dijo que Marta haba decidido mudarse a su piso y poner

    cierta distancia para no presionarme me sent muy aliviado, y tambin, complacido con la

    delicadeza de esa chica.

    --Entiendo. Mira ya estn aqu nuestras mozas anunci Ana.

    --Bueno, cuantos chicos guapos habis visto por la calle? brome Fernando.

    --Na.., todos eran feos y nada ms que se fijaban en Mara respondi inocente

    Laila.

    --Anda, calla. T que sabes a quien miraban! zanj Mara.

    --Vaya, vaya. No os voy a poder dejar solas. Estis las tres demasiado can para

    tan pocos hombres pirope Fernando.

    --Mam, eso lo dice por ti. T te das cuenta? Est queriendo ligar contigo dijo Mara

    medio en broma y medio en serio, a tal punto, que Ana not como le subieron un poco los

    colores a la cara sin poder remediarlo.

    Fernando no dijo nada y slo le guio un ojo a las nias. Ana lo vio afirmar las

    palabras de su hija y se ruboriz aun ms.

    --Bueno, va siendo hora de volver a casa cort Ana la escena.

    --Pap, qu haremos esta noche? pregunt Laila, con la inocencia de sus trece

    aos.

    ***

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    34

    Cuando Fernando se despidi de sus hijas eran ya casi las doce de la noche. Al

    volver del Escorial haban decidido ir juntos al cine. El abuelo se haba desmarcado

    porque haba quedado con algunos amigos para una partida de mus en el club social de

    la urbanizacin donde viva. Ese fin de semana haban estrenado una pelcula romntica;

    La casa del lago y las nias deseaban verla. As que le dieron ese capricho. Todos

    salieron medio llorando del cine. Haban pasado un da fabuloso. Ana acompa a

    Fernando a la puerta.

    --Me lo he pasado muy bien hoy confes Ana.

    --Y yo, he disfrutado Iba a decir como nunca, pero no tengo recuerdos de

    referencia para contrastar. Pero conocindome como era, imagino que no habr vivido

    momentos como el de hoy con mis hijas y contigo desde hace muchos aos, verdad? --

    --Muchos aos, Fernando asegur Ana.

    --Puedo volver a verte? Digo, a solas. Podrs algn da almorzar conmigo? Me

    gustara saber muchas ms cosas de ti Bueno de nosotros En fin, que creo que me

    puedes ayudar a salir de mi pozo se atasc Fernando abrumado por la serena belleza

    de Ana que lo miraba con dulzura desde el rellano de la puerta.

    --La verdad, es que no s si quiero ayudarte a que vuelvas a ser el de antes --

    afirm Ana.

    --El Fernando de antes muri en el accidente, Ana. Yo slo quiero recordar todo

    para no repetir los errores y para poder expiar mis fechoras asegur Fernando.

    --Si es as, no te gustar recuperar tu memoria

    --Seguro que tienes razn. Pero no puedo quedarme as. Necesito recuperar mi

    vida, aunque no me guste. Slo podr cambiar si s quien soy. Si me quedo sin

    recuerdos, se perdern para siempre los buenos momentos que he vivido. Sospecho que

    alguna vez fuimos felices no? Alguna vez estuvimos enamorados. No quiero por nada

    del mundo perderme esos pocos momentos buenos --

    --Es tarde. Llmame al mvil. Podemos quedar algn da, esta semana. Carlos no

    vuelve hasta el mircoles, as que tendr algo ms de tiempo cort Ana la conversacin

    que estaba levantando una marea de emociones para la cual no estaba preparada.

    --De acuerdo. Te llamar, Ana. Que descanses se despidi Fernando y le dio

    dos besos en la mejilla que ella devolvi. Baj los tres peldaos del rellano de la entrada y

    cruz los pocos pasos de jardn delantero que tena el chalet.

    Antes de llegar a la puerta Ana pregunt: --Fernando, te acordars cmo llegar a

    casa?

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    35

    --Yo no. Pero confi que el GPS haya guardado bien la direccin de mi

    apartamento. Adis.--

    ***

    Al da siguiente su padre lleg con porras y la prensa dominical. Desayunaron

    juntos y decidieron qu hacer ese da. Fernando quera hacer dos cosas indispensables:

    Primero, volver al lugar del accidente, y segundo, quera identificar a la persona que

    conoci en un banco de la Gran Va.

    Realmente, no saba nada de aquel hombre que tanto haba cambiado su forma de

    ver la vida en las pocas horas que pasaron juntos hasta el fatdico accidente.

    A su padre le pareci buena idea. Siempre pensando que, poco a poco,

    confrontando su mente con los hechos del pasado traumtico, terminara por despejar la

    niebla de su memoria. Fernando dej que su padre condujera el Jaguar y pusieron rumbo

    hacia el centro de Madrid.

    --Pap, quiero que hagamos el recorrido desde el centro. Recuerdas dnde deca el

    informe policial que el taxi haba confirmado la carrera? pregunt el hijo.

    --Claro que lo recuerdo. El amnsico eres t, recuerdas? Yo slo estoy mayor brome

    su padre y continu;

    La carrera la inici en la calle Hortaleza una bocacalle de Gran Va --

    --Quieres que te programe el GPS? pregunt el hijo.

    --Me tomas el pelo? Yo he nacido en esta cuidad. Es posible que no me mueva

    bien en la periferia, pero el centro es mi hbitat.

    --Pap, qu deca el informe policial del hombre que muri junto a mi? pregunt

    Fernando hijo.

    --El informe del atestado deca que te haban encontrado en estado de shock con

    el cuerpo muerto de un varn desconocido en tus brazos. El informe recoga que t lo

    llamabas Maxi, pero el hombre no llevaba documentacin encima respondi su padre.

    --Pap, tengo que saber quin era ese hombre afirm el hijo.

    --Yo me lo he imaginado, y me he anticipado un poco. Recuerdas a Julio

    Mndez? Bueno, no importa. Julio vive en mi urbanizacin. l ha trabajado para la polica

    judicial. Ya est jubilado, pero su hija ha seguido sus pasos, es inspectora en el

    departamento de homicidios. Me ha dado su nmero de mvil y puedes llamarla cuando

    quieras. Ella te conoce, y le gustara verte --

  • Sinfona agridulce Manuel Reyes Gonzlez

    36

    Fernando hijo se qued callado por un rato. La idea de ver a Laura Mndez no le

    agradaba mucho. Laura fue una de sus muchas conquistas. Se haban criado en la misma

    urbanizacin. Haban ido al mismo instituto y haban permanecido en la misma pandilla

    durante aos. Fueron amantes antes de estar casados, y luego en contadas ocasiones

    revivieron sus momentos de pasin estando ya ambos casados. Menos mal que con la

    amnesia todo aquello se haba borrado para siempre. Fernando dispona de una perfecta

    excusa para no caer en tentaciones y