Sesión 2, Hobsbawm Eric - Historia Del Siglo XX

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    El siguiente material se reproduce con fines estrictamente acadmicos y espara uso exclusivo de los estudiantes de la Facultad de Humanidades, de laUniversidad Icesi, de acuerdo con el Artculo 32 de la Ley 23 de 1982. Y conel Artculo 22 de la Decisin 351 de la Comisin del Acuerdo de Cartagena.

    ARTCULO 32:

    Es permitido utilizar obras literarias o artsticas o parte de ellas, a ttulo de

    ilustracin en obras destinadas a la enseanza, por medio de publicaciones,emisiones o radiodifusiones o grabaciones sonoras o visuales, dentro de loslmites justificados por el fin propuesto o comunicar con propsito deenseanza la obra radiodifundida para fines escolares educativos,universitarios y de formacin personal sin fines de lucro, con la obligacin demencionar el nombre del autor y el ttulo de las as utilizadas.

    Artculo 22 de la Decisin 351 de la Comisin del Acuerdo Cartagena.

    ARTCULO 22:

    Sin prejuicio de lo dispuesto en el Captulo V y en el Artculo anterior, serlcito realizar, sin la autorizacin del autor y sin el pago de remuneracinalguna, los siguientes actos:

    b) Reproducir por medio reprogrficos para la enseanza o para larealizacin de exmenes en instituciones educativas, en la medida justificadapor el fin que se persiga, artculos lcitamente publicados en peridicos ocolecciones peridicas, o breves extractos de obras lcitamente publicadas, acondicin que tal utilizacin se haga conforme a los usos honrados y que lamisma no sea objeto de venta o transaccin a ttulo oneroso, ni tenga directao indirectamente fines de lucro;....

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    Todos los derechos reservados.Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin escrita de los titulares del cop)right, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de esiobra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamientinformtico.

    Ttulo original:EXTREMES. THE SHORT TWENTIETH CENTURY 1914-1991Michael Joseph Ltd, LondresEsta traduccin se publica por acuerdo con Pantheon Books, una divisin de RandonHouse, Inc.

    Traduccin castellana de JUAN FAC, JORDI AINAUD y CARME CASTELLS

    Tapa de la primera edicin espaola: Enre SatuRediseo de tapa: SERGIO KERNIlustracin: Fernand Lger,Los constructores (1950)

    1994: E. J. Hobsbawm 1998 de la traduccin castellana para Espaa y Amrica:

    CRTICA (Grijalbo Mondadori, S.A.), Av. Belgrano 1256,(1093) Buenos Aires - Argentina

    Primera edicin argentina: septiembre de 1998

    Primera reimpresin: noviembre de 1998 Segunda

    reimpresin: diciembre de 1998 Tercera

    reimpresin: mayo de 1999

    ISBN 987-9317-03-3Hecho el depsito que previene la ley 11.723Impreso en la Argentina1999 - Imprenta de los Buenos Ayres S.A.I, y C. Carlos Berg 3449 (1437) Buenos Aires.

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    DOCE PERSONAS REFLEXIONAN SOBRE EL SIGLO XX

    Isaiah Berlin (filsofo, Gran Bretaa): He vivido durante la mayor parte delsiglo xx sin haber experimentado debo decirlo sufrimientos personales.Lo recuerdo como el siglo ms terrible de la historia occidental.

    Julio Caro Baroja (antroplogo, Espaa): Existe una marcada contradiccinentre la trayectoria vital individual la niez, la juventud y la vejez hanpasado serenamente y sin grandes sobresaltos y los hechos acaecidos en elsiglo xx ... los terribles acontecimientos que ha vivido la humanidad.

    Primo Levi (escritor, Italia): Los que sobrevivimos a los campos de concen-

    tracin no somos verdaderos testigos. Esta es una idea incmoda que gra-dualmente me he visto obligado a aceptar al leer lo que han escrito otrossupervivientes, incluido yo mismo, cuando releo mis escritos al cabo dealgunos aos. Nosotros, los supervivientes, no somos slo una minorapequea sino tambin anmala. Formamos parte de aquellos que, gracias a laprevaricacin, la habilidad o la suerte, no llegamos a tocar fondo. Quienes lohicieron y vieron el rostro de la Gorgona, no regresaron, o regresaron sinpalabras.

    Rene Dumont(agrnomo, ecologista, Francia): Es simplemente un siglo dematanzas y de guerras.

    Rita Levi Montalcini (premio Nobel, cientfica, Italia): Pese a todo, en estesiglo se han registrado revoluciones positivas ... la aparicin del cuarto esta-do y la promocin de la mujer tras varios siglos de represin.

    William Golding (premio Nobel, escritor, Gran Bretaa): No puedo dejar depensar que ha sido el siglo ms violento en la historia humana.

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    Ernst Gombrich (historiador del arte, Gran Bretaa): La principal caracte-rstica del siglo xx es la terrible multiplicacin de la poblacin mundial. Esuna catstrofe, un desastre y no sabemos cmo atajarla.

    Yehudi Menuhin (msico, Gran Bretaa): Si tuviera que resumir el siglo xx,dira que despert las mayores esperanzas que haya concebido nunca lahumanidad y destruy todas las ilusiones e ideales.

    Severo Ochoa (premio Nobel, cientfico, Espaa): El rasgo esencial es elprogreso de la ciencia, que ha sido realmente extraordinario ... Esto es lo quecaracteriza a nuestro siglo.

    Raymond Firth (antroplogo, Gran Bretaa): Desde el punto de vista tecno-lgico, destaco el desarrollo de la electrnica entre los acontecimientos mssignificativos del siglo xx; desde el punto de vista de las ideas, el cambio deuna visin de las cosas relativamente racional y cientfica a una visin noracional y menos cientfica.

    Leo Valiani (historiador, Italia): Nuestro siglo demuestra que el triunfo delos ideales de la justicia y la igualdad siempre es efmero, pero tambinque, si conseguimos preservar la libertad, siempre es posible comenzar denuevo ... Es necesario conservar la esperanza incluso en las situaciones msdesesperadas.

    Franco Venturi (historiador, Italia): Los historiadores no pueden respondera esta cuestin. Para m, el siglo xx es slo el intento constantemente reno-vado de comprenderlo.

    (Agosti y Borgese, 1992, pp. 42, 210, 154, 76, 4, 8, 204, 2, 62, 80, 140 y 160).

    I

    El 28 de junio de 1992, el presidente francs Franois Mitterrand se des-plaz sbitamente, sin previo aviso y sin que nadie lo esperara, a Sarajevo,escenario central de una guerra en los Balcanes que en lo que quedaba de aose cobrara quizs 150.000 vidas. Su objetivo era hacer patente a la opininmundial la gravedad de la crisis de Bosnia. En verdad, la presencia de un es-tadista distinguido, anciano y visiblemente debilitado bajo los disparos de lasarmas de fuego y de la artillera fue muy comentada y despert una granadmiracin. Sin embargo, un aspecto de la visita de Mitterrand pas prctica-mente inadvertido, aunque tena una importancia fundamental: la fecha. Porqu haba elegido el presidente de Francia esa fecha para ir a Sarajevo? Por-que el 28 de junio era el aniversario del asesinato en Sarajevo, en 1914, delarchiduque Francisco Fernando de Austria-Hungra, que desencaden, pocas

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    semanas despus, el estallido de la primera guerra mundial. Para cualquiereuropeo instruido de la edad de Mitterrand, era evidente la conexin entre lafecha, el lugar y el recordatorio de una catstrofe histrica precipitada por unaequivocacin poltica y un error de clculo. La eleccin de una fecha simb-

    lica era tal vez la mejor forma de resaltar las posibles consecuencias de lacrisis de Bosnia. Sin embargo, slo algunos historiadores profesionales yalgunos ciudadanos de edad muy avanzada comprendieron la alusin. Lamemoria histrica ya no estaba viva.

    La destruccin del pasado, o ms bien de los mecanismos sociales quevinculan la experiencia contempornea del individuo con la de generacionesanteriores, es uno de los fenmenos ms caractersticos y extraos de las pos-trimeras del siglo xx. En su mayor parte, los jvenes, hombres y mujeres, deeste final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relacinorgnica alguna con el pasado del tiempo en el que viven. Esto otorga a loshistoriadores, cuya tarea consiste en recordar lo que otros olvidan, mayortrascendencia que la que han tenido nunca, en estos aos finales del segundomilenio. Pero por esa misma razn deben ser algo ms que simples cronistas,recordadores y compiladores, aunque esta sea tambin una funcin necesariade los historiadores. En 1989, todos los gobiernos, y especialmente todo elpersonal de los ministerios de Asuntos Exteriores, habran podido asistir conprovecho a un seminario sobre los acuerdos de paz posteriores a las dos gue-rras mundiales, que al parecer la mayor parte de ellos haban olvidado.

    Sin embargo, no es el objeto de este libro narrar los acontecimientos del

    perodo que constituye su tema de estudio el siglo xx corto, desde 1914 a1991, aunque nadie a quien un estudiante norteamericano inteligente lehaya preguntado si la expresin segunda guerra mundial significa quehubo una primera guerra mundial ignora que no puede darse por sentadoel conocimiento aun de los ms bsicos hechos de la centuria. Mi propsitoes comprender y explicar por qulos acontecimientos ocurrieron de esa for-ma y qu nexo existe entre ellos. Para cualquier persona de mi edad que havivido durante todo o la mayor parte del siglo xx, esta tarea tiene tambin,inevitablemente, una dimensin autobiogrfica, ya que hablamos y nos

    explayamos sobre nuestros recuerdos (y tambin los corregimos). Hablamoscomo hombres y mujeres de un tiempo y un lugar concretos, que han parti-cipado en su historia en formas diversas. Y hablamos, tambin, como actoresque han intervenido en sus dramas por insignificante que haya sido nues-tro papel, como observadores de nuestra poca y como individuos cuyasopiniones acerca del siglo han sido formadas por los que consideramos acon-tecimientos cruciales del mismo. Somos parte de este siglo, que es parte denosotros. No deberan olvidar este hecho aquellos lectores que pertenecen aotra poca, por ejemplo el alumno que ingresa en la universidad en el

    momento en que se escriben estas pginas, para quien incluso la guerra delVietnam forma parte de la prehistoria.Para los historiadores de mi edad y formacin, el pasado es indestructible,

    no slo porque pertenecemos a la generacin en que las calles y los lugares

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    pblicos tomaban el nombre de personas y acontecimientos de carcter pbli-co (la estacin Wilson en Praga antes de la guerra, la estacin de metro deStalingrado en Pars), en que an se firmaban tratados de paz y, por tanto,deban ser identificados (el tratado de Versalles) y en que los monumentos alos cados recordaban acontecimientos del pasado, sino tambin porque losacontecimientos pblicos forman parte del entramado de nuestras vidas. Noslo sirven como punto de referencia de nuestra vida privada, sino que handado forma a nuestra experiencia vital, tanto privada como pblica. Para elautor del presente libro, el 30 de enero de 1933 no es una fecha arbitraria enla que Hitler accedi al cargo de canciller de Alemania, sino una tarde deinvierno en Berln en que un joven de quince aos, acompaado de su herma-na pequea, recorra el camino que le conduca desde su escuela, en Wilmers-dorf, hacia su casa, en Halensee, y que en un punto cualquiera del trayectoley el titular de la noticia. Todava lo veo como en un sueo.

    Pero no slo en el caso de un historiador anciano el pasado es parte desu presente permanente. En efecto, en una gran parte del planeta, todos losque superan una cierta edad, sean cuales fueren sus circunstancias persona-les y su trayectoria vital, han pasado por las mismas experiencias crucialesque, hasta cierto punto, nos han marcado a todos de la misma forma. Elmundo que se desintegr a finales de los aos ochenta era aquel que habacobrado forma bajo el impacto de la revolucin rusa de 1917. Ese mundonos ha marcado a todos, por ejemplo, en la medida en que nos acostumbra-mos a concebir la economa industrial moderna en funcin de opuestos

    binarios, capitalismo y socialismo, como alternativas mutuamente ex-cluyentes. El segundo de esos trminos identificaba las economas orga-nizadas segn el modelo de la URSS y el primero designaba a todas lasdems. Debera quedar claro ahora que se trataba de un subterfugio arbitra-rio y hasta cierto punto artificial, que slo puede entenderse en un contextohistrico determinado. Y, sin embargo, aun ahora es difcil pensar, ni siquie-ra de forma retrospectiva, en otros principios de clasificacin ms realistasque aquellos que situaban en un mismo bloque a los Estados Unidos, Japn,Suecia, Brasil, la Repblica Federal de Alemania y Corea del Sur, as como

    a las economas y sistemas estatales de la regin sovitica que se derrumbal acabar los aos ochenta en el mismo conjunto que las del este y suresteasitico, que no compartieron ese destino.

    Una vez ms hay que decir que incluso el mundo que ha sobrevivido unavez concluida la revolucin de octubre es un mundo cuyas instituciones yprincipios bsicos cobraron forma por obra de quienes se alinearon en el ban-do de los vencedores en la segunda guerra mundial. Los elementos del bandoperdedor o vinculados a ellos no slo fueron silenciados, sino prcticamenteborrados de la historia y de la vida intelectual, salvo en su papel de enemi-go en el drama moral universal que enfrenta al bien con el mal. (Posible-mente, lo mismo les est ocurriendo a los perdedores de la guerra fra de lasegunda mitad del siglo, aunque no en el mismo grado ni durante tanto tiem-po.) Esta es una de las consecuencias negativas de vivir en un siglo de guerras

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    de religin, cuyo rasgo principal es la intolerancia. Incluso quienes anuncia-ban el pluralismo inherente a su ausencia de ideologa consideraban que elmundo no era lo suficientemente grande para permitir la coexistencia perma-nente con las religiones seculares rivales. Los enfrentamientos religiosos o

    ideolgicos, como los que se han sucedido ininterrumpidamente durante elpresente siglo, erigen barreras en el camino del historiador, cuya labor funda-mental no es juzgar sino comprender incluso lo que resulta ms difcil deaprehender. Pero lo que dificulta la comprensin no son slo nuestras apasio-nadas convicciones, sino la experiencia histrica que les ha dado forma.Aqullas son ms fciles de superar, pues no existe un tomo de verdad en latpica, pero errnea, expresin francesa tout comprendre c 'est tout pardonner(comprenderlo todo es perdonarlo todo). Comprender la poca nazi en la his-toria de Alemania y encajarla en su contexto histrico no significa perdonar elgenocidio. En cualquier caso, no parece probable que quien haya vividodurante este siglo extraordinario pueda abstenerse de expresar un juicio. Ladificultad estriba en comprender.

    II

    Cmo hay que explicar el siglo xx corto, es decir, los aos transcurridosdesde el estallido de la primera guerra mundial hasta el hundimiento de laURSS, que, como podemos apreciar retrospectivamente, constituyen un pero-

    do histrico coherente que acaba de concluir? Ignoramos qu ocurrir a con-tinuacin y cmo ser el tercer milenio, pero sabemos con certeza que serel siglo xx el que le habr dado forma. Sin embargo, es indudable que enlos aos finales de la dcada de 1980 y en los primeros de la de 1990 termi-n una poca de la historia del mundo para comenzar otra nueva. Esa es lainformacin esencial para los historiadores del siglo, pues aun cuando pue-den especular sobre el futuro a tenor de su comprensin del pasado, su tareano es la misma que la del que pronostica el resultado de las carreras de caba-llos. Las nicas carreras que debe describir y analizar son aquellas cuyo

    resultado de victoria o de derrota es conocido. De cualquier manera, elxito de los pronosticadores de los ltimos treinta o cuarenta aos, con inde-pendencia de sus aptitudes profesionales como profetas, ha sido tan especta-cularmente bajo que slo los gobiernos y los institutos de investigacin eco-nmica siguen confiando en ellos, o aparentan hacerlo. Es probable inclusoque su ndice de fracasos haya aumentado desde la segunda guerra mundial.

    En este libro, el siglo xx aparece estructurado como un trptico. A unapoca de catstrofes, que se extiende desde 1914 hasta el fin de la segundaguerra mundial, sigui un perodo de 25 o 30 aos de extraordinario creci-miento econmico y transformacin social, que probablemente transform

    la sociedad humana ms profundamente que cualquier otro perodo de dura-cin similar. Retrospectivamente puede ser considerado como una especiede edad de oro, y de hecho as fue calificado apenas concluido, a comienzos

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    de los aos setenta. La ltima parte del siglo fue una nueva era de descom-posicin, incertidumbre y crisis y, para vastas zonas del mundo como fri-ca, la ex Unin Sovitica y los antiguos pases socialistas de Europa, decatstrofes. Cuando el decenio de 1980 dio paso al de 1990, quienes refle-

    xionaban sobre el pasado y el futuro del siglo lo hacan desde una perspec-tiva fin de sicle cada vez ms sombra. Desde la posicin ventajosa de losaos noventa, puede concluirse que el siglo xx conoci una fugaz edad deoro, en el camino de una a otra crisis, hacia un futuro desconocido y pro-blemtico, pero no inevitablemente apocalptico. No obstante, como tal vezdeseen recordar los historiadores a quienes se embarcan en especulacionesmetafsicas sobre el fin de la historia, existe el futuro. La nica generali-zacin absolutamente segura sobre la historia es que perdurar en tanto encuanto exista la raza humana.

    El contenido de este libro se ha estructurado de acuerdo con los conceptosque se acaban de exponer. Comienza con la primera guerra mundial, que mar-c el derrumbe de la civilizacin (occidental) del siglo xix. Esa civilizacinera capitalista desde el punto de vista econmico, liberal en su estructura jur-dica y constitucional, burguesa por la imagen de su clase hegemnica carac-terstica y brillante por los adelantos alcanzados en el mbito de la ciencia, elconocimiento y la educacin, as como del progreso material y moral. Ade-ms, estaba profundamente convencida de la posicin central de Europa, cunade las revoluciones cientfica, artstica, poltica e industrial, cuya economahaba extendido su influencia sobre una gran parte del mundo, que sus ejrci-

    tos haban conquistado y subyugado, cuya poblacin haba crecido hastaconstituir una tercera parte de la raza humana (incluida la poderosa y crecientecorriente de emigrantes europeos y sus descendientes), y cuyos principalesestados constituan el sistema de la poltica mundial.1

    Los decenios transcurridos desde el comienzo de la primera guerra mun-dial hasta la conclusin de la segunda fueron una poca de catstrofes paraesta sociedad, que durante cuarenta aos sufri una serie de desastres sucesi-vos. Hubo momentos en que incluso los conservadores inteligentes nohabran apostado por su supervivencia. Sus cimientos fueron quebrantados

    por dos guerras mundiales, a las que siguieron dos oleadas de rebelin yrevolucin generalizadas, que situaron en el poder a un sistema que reclama-ba ser la alternativa, predestinada histricamente, a la sociedad burguesa ycapitalista, primero en una sexta parte de la superficie del mundo y, tras lasegunda guerra mundial, abarcaba a ms de una tercera parte de la poblacin

    1. He intentado describir y explicar el auge de esta civilizacin en una historia, en tresvolmenes, del siglo xix largo (desde la dcada de 1780 hasta 1914). y he intentado analizarlas razones de su hundimiento. En el presente libro se hace referencia a esos trabajos. The Ageof Revolution, I789-1H4H, The Age of Capital. 1848-1875 y The Age of Empire 1875-1914,cuando lo considero necesario. (Hay trad, cast.: Las revoluciones burguesas. Labor, Barcelona,1987", reeditada en 1991 por la misma editorial con el ttulo La era de la revolucin; La eradel capitalismo. Labor, Barcelona, 1989; La era del imperio. Labor. Barcelona, 1990; los tresttulos sern nuevamente editados por Crtica a partir de 1996.)

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    del planeta. Los grandes imperios coloniales que se haban formado antes ydurante la era del imperio se derrumbaron y quedaron reducidos a cenizas.La historia del imperialismo moderno, tan firme y tan seguro de s mismo a lamuerte de la reina Victoria de Gran Bretaa, no haba durado ms que el lapso

    de una vida humana (por ejemplo, la de Winston Churchill, 1874-1965).Pero no fueron esos los nicos males. En efecto, se desencaden una cri-sis econmica mundial de una profundidad sin precedentes que sacudiincluso los cimientos de las ms slidas economas capitalistas y que parecique podra poner fin a la economa mundial global, cuya creacin haba sidoun logro del capitalismo liberal del siglo xix. Incluso los Estados Unidos,que no haban sido afectados por la guerra y la revolucin, parecan al bordedel colapso. Mientras la economa se tambaleaba, las instituciones de lademocracia liberal desaparecieron prcticamente entre 1917 y 1942, exceptoen una pequea franja de Europa y en algunas partes de Amrica del Norte yde Australasia, como consecuencia del avance del fascismo y de sus movi-mientos y regmenes autoritarios satlites.

    Slo la alianza inslita y temporal del capitalismo liberal y el comu-nismo para hacer frente a ese desafo permiti salvar la democracia, pues lavictoria sobre la Alemania de Hitler fue esencialmente obra (no podra habersido de otro modo) del ejrcito rojo. Desde una multiplicidad de puntos devista, este perodo de alianza entre el capitalismo y el comunismo contra elfascismo fundamentalmente las dcadas de 1930 y 1940 es el momentodecisivo en la historia del siglo xx. En muchos sentidos es un proceso para-

    djico, pues durante la mayor parte del siglo excepto en el breve perodode antifascismo las relaciones entre el capitalismo y el comunismo secaracterizaron por un antagonismo irreconciliable. La victoria de la UninSovitica sobre Hitler fue el gran logro del rgimen instalado en aquel paspor la revolucin de octubre, como se desprende de la comparacin entre losresultados de la economa de la Rusia zarista en la primera guerra mundial yde la economa sovitica en la segunda (Gatrell y Harrison, 1993). Probable-mente, de no haberse producido esa victoria, el mundo occidental (excluidoslos Estados Unidos) no consistira en distintas modalidades de rgimen par-

    lamentario liberal sino en diversas variantes de rgimen autoritario y fascis-,ta. Una de las ironas que nos depara este extrao siglo es que el resultadoms perdurable de la revolucin de octubre, cuyo objetivo era acabar con elcapitalismo a escala planetaria, fuera el de haber salvado a su enemigo ac-rrimo, tanto en la guerra como en la paz, al proporcionarle el incentivo eltemor para reformarse desde dentro al terminar la segunda guerra mundialy al dar difusin al concepto de planificacin econmica, suministrando almismo tiempo algunos de los procedimientos necesarios para su reforma.

    Ahora bien, una vez que el capitalismo liberal haba conseguido sobrevi-

    vir a duras penas al triple reto de la Depresin, el fascismo y la guerra,pareca tener que hacer frente todava al avance global de la revolucin, cuyas mfuerzas podan agruparse en torno a la URSS, que haba emergido de lasegunda guerra mundial como una superpotencia.

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    la URSS en representacin del uno o del otro, se le atribuir probablementeun inters histrico ms limitado, comparable, en definitiva, al de las guerrasde religin de los siglos xvi y XVII o a las cruzadas. Sin duda, para quieneshan vivido durante una parte del siglo xx, se trata de acontecimientos de gran

    importancia, y as son tratados en este libro, que ha sido escrito por un autordel siglo xx y para lectores del siglo xx. Las revoluciones sociales, la guerrafra, la naturaleza, los lmites y los defectos fatales del socialismo realmenteexistente, as como su derrumbe, son analizados de forma pormenorizada.Sin embargo, es importante recordar que la repercusin ms importante yduradera de los regmenes inspirados por la revolucin de octubre fue la dehaber acelerado poderosamente la modernizacin de pases agrarios atrasados.Sus logros principales en este contexto coincidieron con la edad de oro delcapitalismo. No es este el lugar adecuado para examinar hasta qu punto lasestrategias opuestas para enterrar el mundo de nuestros antepasados fueronefectivas o se aplicaron conscientemente. Como veremos, hasta el inicio delos aos sesenta parecan dos fuerzas igualadas, afirmacin que puedeparecer ridicula a la luz del hundimiento del socialismo sovitico, aunque unprimer ministro britnico que conversaba con un presidente norteamericanovea todava a la URSS como un estado cuya boyante economa ... prontosuperar a la sociedad capitalista en la carrera por la riqueza material (Hor-ne, 1989, p. 303). Sin embargo, el aspecto que cabe destacar es que, en ladcada de 1980, la Bulgaria socialista y el Ecuador no socialista tenan mspuntos en comn que en 1939.

    Aunque el hundimiento del socialismo sovitico y sus consecuencias,trascendentales y an incalculables, pero bsicamente negativas fue elacontecimiento ms destacado en los decenios de crisis que siguieron a laedad de oro, seran estos unos decenios de crisis universal o mundial. La cri-sis afect a las diferentes partes del mundo en formas y grados distintos, peroafect a todas ellas, con independencia de sus configuraciones polticas,sociales y econmicas, porque la edad de oro haba creado, por primera vezen la historia, una economa mundial universal cada vez ms integrada cuyofuncionamiento trascenda las fronteras estatales y, por tanto, cada vez ms

    tambin, las fronteras de las ideologas estatales. Por consiguiente, resultarondebilitadas las ideas aceptadas de las instituciones de todos los regmenes ysistemas. Inicialmente, los problemas de los aos setenta se vieron slo comouna pausa temporal en el gran salto adelante de la economa mundial y lospases de todos los sistemas econmicos y polticos trataron de aplicar solu-ciones temporales. Pero gradualmente se hizo patente que haba comenzadoun perodo de dificultades duraderas y los pases capitalistas buscaron solu-ciones radicales, en muchos casos atenindose a los principios enunciadospor los telogos seculares del mercado libre sin restriccin alguna, que

    rechazaban las polticas que haban dado tan buenos resultados a la economamundial durante la edad de oro pero que ahora parecan no servir. Pero losdefensores a ultranza del laissezfaire no tuvieron ms xito que los dems.En el decenio de 1980 y los primeros aos del de 1990, el mundo capitalista

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    comenz de nuevo a tambalearse abrumado por los mismos problemas delperodo de entreguerras que la edad de oro pareca haber superado: el desem-pleo masivo, graves depresiones cclicas y el enfrentamiento cada vez msencarnizado entre los mendigos sin hogar y las clases acomodadas, entre los

    ingresos limitados del estado y un gasto pblico sin lmite. Los pases socia-listas, con unas economas dbiles y vulnerables, se vieron abocados a unaruptura tan radical, o ms, con el pasado y, ahora lo sabemos, al hundimiento.Ese hundimiento puede marcar el fin del siglo xx corto, de igual forma que laprimera guerra mundial seala su comienzo. En este punto se interrumpe micrnica histrica.

    Concluye como corresponde a cualquier libro escrito al comenzar ladcada de 1990 con una mirada hacia la oscuridad. El derrumbamiento deuna parte del mundo revel el malestar existente en el resto. Cuando los aosochenta dejaron paso a los noventa se hizo patente que la crisis mundial noera slo general en la esfera econmica, sino tambin en el mbito de la pol-tica. El colapso de los regmenes comunistas entre Istria y Vladivostok noslo dej tras de s una ingente zona dominada por la incertidumbre poltica,la inestabilidad, el caos y la guerra civil, sino que destruy el sistema inter-nacional que haba estabilizado las relaciones internacionales durante cua-renta aos y revel, al mismo tiempo, la precariedad de los sistemas polticosnacionales que se sustentaban en esa estabilidad. Las tensiones generadas porlos problemas econmicos socavaron los sistemas polticos de la democracialiberal, parlamentarios o presidencialistas, que tan bien haban funcionado en

    los pases capitalistas desarrollados desde la segunda guerra mundial. Perosocavaron tambin los sistemas polticos existentes en el tercer mundo. Lasmismas unidades polticas fundamentales, los estados-nacin territoriales,soberanos e independientes, incluso los ms antiguos y estables, resultarondesgarrados por las fuerzas de la economa supranacional o transnacionaly por las fuerzas infranacionales de las regiones y grupos tnicos secesio-nistas. Algunos de ellos tal es la irona de la historia reclamaron la con-dicin ya obsoleta e irreal de estados-nacin soberanos en miniatura.El futuro de la poltica era oscuro, pero su crisis al finalizar el siglo xx era

    patente.Ms evidente an que las incertidumbres de la economa y la polticamundial era la crisis social y moral, que reflejaba las convulsiones del pero-do posterior a 1950, que encontraron tambin amplia y confusa expresin enesos decenios de crisis. Era la crisis de las creencias y principios en los quese haba basado la sociedad desde que a comienzos del siglo xvm las mentesmodernas vencieran la clebre batalla que libraron con los antiguos, una cri-sis de los principios racionalistas y humanistas que compartan el capitalismoliberal y el comunismo y que haban hecho posible su breve pero decisiva

    alianza contra el fascismo que los rechazaba. Un observador alemn de talanteconservador, Michael Stiirmer, seal acertadamente en 1993 que lo queestaba en juego eran las creencias comunes del Este y el Oeste:

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    Existe un extrao paralelismo entre el Este y el Oeste. En el Este, la doc-trina del estado insista en que la humanidad era duea de su destino. Sinembargo, incluso nosotros creamos en una versin menos oficial y menosextrema de esa misma mxima: la humanidad progresaba por la senda que lallevara a ser duea de sus destinos. La aspiracin a la omnipotencia ha desa-parecido por completo en el Este, pero slo relativamente entre nosotros. Sinembargo, unos y otros hemos naufragado (Bergedorfer 98, p. 95).

    paradjicamente, una poca que slo poda vanagloriarse de haber beneficia-do a la humanidad por el enorme progreso material conseguido gracias a laciencia y a la tecnologa, contempl en sus momentos postreros cmo esoselementos eran rechazados en Occidente por una parte importante de la opi-nin pblica y por algunos que se decan pensadores.

    Sin embargo, la crisis moral no era slo una crisis de los principios de la

    civilizacin moderna, sino tambin de las estructuras histricas de las rela-ciones humanas que la sociedad moderna haba heredado del pasado pre-industrial y precapitalista y que, ahora podemos concluirlo, haban permitidosu funcionamiento. No era una crisis de una forma concreta de organizar lassociedades, sino de todas las formas posibles. Los extraos llamamientos enpro de una sociedad civil y de la comunidad, sin otros rasgos de identi-dad, procedan de unas generaciones perdidas y a la deriva. Se dejaron or enun momento en que esas palabras, que haban perdido su significado tradi-cional, eran slo palabras hueras. Slo quedaba un camino para definir la

    identidad de grupo: definir a quienes no formaban parte del mismo.Para el poeta T. S. Eliot, esta es la forma en que termina el mundo: nocon una explosin, sino con un gemido. Al terminar el siglo xx corto seescucharon ambas cosas.

    III

    Qu paralelismo puede establecerse entre el mundo de 1914 y el de los

    aos noventa? ste cuenta con cinco o seis mil millones de seres humanos,aproximadamente tres veces ms que al comenzar la primera guerra mundial,a pesar de que en el curso del siglo xx se ha dado muerte o se ha dejadomorir a un nmero ms elevado de seres humanos que en ningn otro pero-do de la historia. Una estimacin reciente cifra el nmero de muertes regis-trado durante la centuria en 187 millones de personas (Brzezinski, 1993), loque equivale a ms del 10 por 100 de la poblacin total del mundo en 1900.La mayor parte de los habitantes que pueblan el mundo en el decenio de1990 son ms altos y de mayor peso que sus padres, estn mejor alimentadosy viven muchos ms aos, aunque las catstrofes de los aos ochenta ynoventa en frica, Amrica Latina y la ex Unin Sovitica hacen que estosea difcil de creer. El mundo es incomparablemente ms rico de lo que lo hasido nunca por lo que respecta a su capacidad de producir bienes y servicios

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    2 2 HISTORIA DEL SIGLO XXy por la infinita variedad de los mismos. De no haber sido as habra resulta-do imposible mantener una poblacin mundial varias veces ms numerosaque en cualquier otro perodo de la historia del mundo. Hasta el decenio de1980, la mayor parte de la gente viva mejor que sus padres y, en las econo-

    mas avanzadas, mejor de lo que nunca podran haber imaginado. Durantealgunas dcadas, a mediados del siglo, pareci incluso que se haba encon-trado la manera de distribuir entre los trabajadores de los pases ms ricos almenos una parte de tan enorme riqueza, con un cierto sentido de justicia,pero al terminar el siglo predomina de nuevo la desigualdad. sta se ha en-seoreado tambin de los antiguos pases socialistas, donde previamentereinaba una cierta igualdad en la pobreza. La humanidad es mucho ms ins-truida que en 1914. De hecho, probablemente por primera vez en la historiapuede darse el calificativo de alfabetizados, al menos en las estadsticas ofi-ciales, a la mayor parte de los seres humanos. Sin embargo, en los aos fina-

    les del siglo es mucho menos patente que en 1914 la trascendencia de eselogro, pues es enorme, y cada vez mayor, el abismo existente entre el mni-mo de competencia necesario para ser calificado oficialmente como alfabeti-zado (frecuentemente se traduce en un analfabetismo funcional) y el domi-nio de la lectura y la escritura que an se espera en niveles ms elevados deinstruccin.

    El mundo est dominado por una tecnologa revolucionaria que avanzasin cesar, basada en los progresos de la ciencia natural que, aunque ya se pre-vean en 1914, empezaron a alcanzarse mucho ms tarde. La consecuencia de

    mayor alcance de esos progresos ha sido, tal vez, la revolucin de los siste-mas de transporte y comunicaciones, que prcticamente han eliminado eltiempo y la distancia. El mundo se ha transformado de tal forma que cadada, cada hora y en todos los hogares la poblacin comn dispone de msinformacin y oportunidades de esparcimiento de la que disponan los empe-radores en 1914. Esa tecnologa hace posible que personas separadas porocanos y continentes puedan conversar con slo pulsar unos botones y haeliminado las ventajas culturales de la ciudad sobre el campo.

    Cmo explicar, pues, que el siglo no concluya en un clima de triunfo,por ese progreso extraordinario e inigualable, sino de desasosiego? Por qu,como se constata en la introduccin de este captulo, las reflexiones de tan-tas mentes brillantes acerca del siglo estn teidas de insatisfaccin y de des-confianza hacia el futuro? No es slo porque ha sido el siglo ms mortferode la historia a causa de la envergadura, la frecuencia y duracin de los con-flictos blicos que lo han asolado sin interrupcin (excepto durante un breveperodo en los aos veinte), sino tambin por las catstrofes humanas, sinparangn posible, que ha causado, desde las mayores hambrunas de la histo-ria hasta el genocidio sistemtico. A diferencia del siglo xix largo, quepareci y que fue un perodo de progreso material, intelectual y moral

    casi ininterrumpido, es decir, de mejora de las condiciones de la vida civili-zada, desde 1914 se ha registrado un marcado retroceso desde los niveles quese consideraban normales en los pases desarrollados y en las capas medias

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    de la poblacin y que se crea que se estaban difundiendo hacia las regionesms atrasadas y los segmentos menos ilustrados de la poblacin.

    Como este siglo nos ha enseado que los seres humanos pueden aprendera vivir bajo las condiciones ms brutales y tericamente intolerables, no es

    fcil calibrar el alcance del retorno (que lamentablemente se est produciendoa ritmo acelerado) hacia lo que nuestros antepasados del siglo xrx habrancalificado como niveles de barbarie. Hemos olvidado que el viejo revolucio-nario Federico Engels se sinti horrorizado ante la explosin de una bombacolocada por los republicanos irlandeses en Westminster Hall, porque comoex soldado sostena que ello supona luchar no slo contra los combatientessino tambin contra la poblacin civil. Hemos olvidado que los pogroms dela Rusia zarista, que horrorizaron a la opinin mundial y llevaron al otro ladodel Atlntico a millones de judos rusos entre 1881 y 1914, fueron episodioscasi insignificantes si se comparan con las matanzas actuales: los muertos secontaban por decenas y no por centenares ni por millones. Hemos olvidadoque una convencin internacional estipul en una ocasin que las hostilida-des en la guerra no podan comenzar sin una advertencia previa y explcitaen forma de una declaracin razonada de guerra o de un ultimtum con unadeclaracin condicional de guerra, pues, en efecto, cul fue la ltima gue-rra que comenz con una tal declaracin explcita o implcita? Cul fue laltima guerra que concluy con un tratado formal de paz negociado entre losestados beligerantes? En el siglo xx, las guerras se han librado, cada vezms, contra la economa y la infraestructura de los estados y contra la pobla-

    cin civil. Desde la primera guerra mundial ha habido muchas ms bajasciviles que militares en todos los pases beligerantes, con la excepcin de losEstados Unidos. Cuntos de nosotros recuerdan que en 1914 todo el mundoaceptaba que

    la guerra civilizada, segn afirman los manuales, debe limitarse, en la medidade lo posible, a la desmembracin de las fuerzas armadas del enemigo; de otraforma, la guerra continuara hasta que uno de los bandos fuera exterminado.Con buen sentido ... esta prctica se ha convertido en costumbre en las nacio-nes de Europa. (Encyclopedia Britannica, XI ed., 1911, voz guerra.)

    No pasamos por alto el hecho de que la tortura o incluso el asesinato han lle-gado a ser un elemento normal en el sistema de seguridad de los estadosmodernos, pero probablemente no apreciamos hasta qu punto eso constituyeuna flagrante interrupcin del largo perodo de evolucin jurdica positiva,desde la primera abolicin oficial de la tortura en un pas occidental, en ladcada de 1780, hasta 1914.

    Y sin embargo, a la hora de hacer un balance histrico, no puede compa-rarse el mundo de finales del siglo xx con el que exista a comienzos del

    perodo. Es un mundo cualitativamente distinto, al menos en tres aspectos.En primer lugar, no es ya eurocntrico. A lo largo del siglo se ha produ-

    cido la decadencia y la cada de Europa, que al comenzar el siglo era todava

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    el centro incuestionado del poder, la riqueza, la inteligencia y la civilizacinoccidental. Los europeos y sus descendientes han pasado de aproximada-mente 1/3 a 1/6, como mximo, de la humanidad. Son, por tanto, una mino-ra en disminucin que vive en unos pases con un nfimo, o nulo, ndice de

    reproduccin vegetativa y la mayor parte de los cuales con algunas nota-bles excepciones como la de los Estados Unidos (hasta el decenio de1990) se protegen de la presin de la inmigracin procedente de las zonasms pobres. Las industrias que Europa inici emigran a otros continentes ylos pases que en otro tiempo buscaban en Europa, al otro lado de los oca-nos, el punto de referencia, dirigen ahora su mirada hacia otras partes. Aus-tralia, Nueva Zelanda e incluso los Estados Unidos (pas biocenico) ven elfuturo en el Pacfico, si bien no es fcil decir qu significa eso exactamente.

    Las grandes potencias de 1914, todas ellas europeas, han desaparecido,como la URSS, heredera de la Rusia zarista, o han quedado reducidas a unamagnitud regional o provincial, tal vez con la excepcin de Alemania. Elmismo intento de crear una Comunidad Europea supranacional y de inven-tar un sentimiento de identidad europeo correspondiente a ese concepto, ensustitucin de las viejas lealtades a las naciones y estados histricos, demues-tra la profundidad del declive.

    Es acaso un cambio de autntica importancia, excepto para los histo-riadores polticos? Tal vez no, pues slo refleja alteraciones de escasa enver-gadura en la configuracin econmica, intelectual y cultural del mundo. Yaen 1914 los Estados Unidos eran la principal economa industrial y el princi-

    pal pionero, modelo y fuerza impulsora de la produccin y la cultura demasas que conquistara el mundo durante el siglo xx. Los Estados Unidos,pese a sus numerosas peculiaridades, son la prolongacin, en ultramar, deEuropa y se alinean junto al viejo continente para constituir la civilizacinoccidental. Sean cuales fueren sus perspectivas de futuro, lo que ven losEstados Unidos al dirigir la vista atrs en la dcada de 1990 es el siglo ame-ricano, una poca que ha contemplado su eclosin y su victoria. El conjun-to de los pases que protagonizaron la industrializacin del siglo xix siguesuponiendo, colectivamente, la mayor concentracin de riqueza y de poder

    econmico y cientfico-tecnolgico del mundo, y en el que la poblacin dis-fruta del ms elevado nivel de vida. En los aos finales del siglo eso com-pensa con creces la desindustrializacin y el desplazamiento de la produc-cin hacia otros continentes. Desde ese punto de vista, la impresin de unmundo eurocntrico u occidental en plena decadencia es superficial.

    La segunda transformacin es ms significativa. Entre 1914 y el comien-zo del decenio de 1990, el mundo ha avanzado notablemente en el caminoque ha de convertirlo en una nica unidad operativa, lo que era imposible en1914. De hecho, en muchos aspectos, particularmente en las cuestiones eco-

    nmicas, el mundo es ahora la principal unidad operativa y las antiguas uni-dades, como las economas nacionales, definidas por la poltica de losestados territoriales, han quedado reducidas a la condicin de complicacionesde las actividades transnacionales. Tal vez, los observadores de mediados del

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    siglo xxi considerarn que el estadio alcanzado en 1990 en la construccinde la aldea global la expresin fue acuada en los aos sesenta (Mac-luhan, 1962) no es muy avanzado, pero lo cierto es que no slo se hantransformado ya algunas actividades econmicas y tcnicas, y el funciona-

    miento de la ciencia, sino tambin importantes aspectos de la vida privada,principalmente gracias a la inimaginable aceleracin de las comunicacionesy el transporte. Posiblemente, la caracterstica ms destacada de este perodofinal del siglo xx es la incapacidad de las instituciones pblicas y del com-portamiento colectivo de los seres humanos de estar a la altura de ese acele-rado proceso de mundializacin. Curiosamente, el comportamiento indivi-dual del ser humano ha tenido menos dificultades para adaptarse al mundo dela televisin por satlite, el correo electrnico, las vacaciones en las Seyche-lles y los trayectos transocenicos.

    La tercera transformacin, que es tambin la ms perturbadora en algu-nos aspectos, es la desintegracin de las antiguas pautas por las que se reganlas relaciones sociales entre los seres humanos y, con ella, la ruptura de losvnculos entre las generaciones, es decir, entre pasado y presente. Esto essobre todo evidente en los pases ms desarrollados del capitalismo occiden-tal, en los que han alcanzado una posicin preponderante los valores de unindividualismo asocial absoluto, tanto en la ideologa oficial como privada,aunque quienes los sustentan deploran con frecuencia sus consecuenciassociales. De cualquier forma, esas tendencias existen en todas partes, refor-zadas por la erosin de las sociedades y las religiones tradicionales y por la

    destruccin, o autodestruccin, de las sociedades del socialismo real.Una sociedad de esas caractersticas, constituida por un conjunto de indi-

    viduos egocntricos completamente desconectados entre s y que persiguentan slo su propia gratificacin (ya se le denomine beneficio, placer o de otraforma), estuvo siempre implcita en la teora de la economa capitalista. Des-de la era de las revoluciones, observadores de muy diverso ropaje ideolgicoanunciaron la desintegracin de los vnculos sociales vigentes y siguieroncon atencin el desarrollo de ese proceso. Es bien conocido el reconocimien-to que se hace en el Manifiesto Comunista del papel revolucionario del capi-

    talismo (la burguesa ... ha destruido de manera implacable los numerososlazos feudales que ligaban al hombre con sus "superiores naturales" y ya noqueda otro nexo de unin entre los hombres que el mero inters personal).Sin embargo, la nueva y revolucionaria sociedad capitalista no ha funciona-do plenamente segn esos parmetros.

    En la prctica, la nueva sociedad no ha destruido completamente toda laherencia del pasado, sino que la ha adaptado de forma selectiva. No puedeverse un enigma sociolgico en el hecho de que la sociedad burguesa aspi-rara a introducir un individualismo radical en la economa y ... a poner fin

    para conseguirlo a todas las relaciones sociales tradicionales (cuando fueranecesario), y que al mismo tiempo temiera el individualismo experimentalradical en la cultura (o en el mbito del comportamiento y la moralidad)(Daniel Bell, 1976, p. 18). La forma ms eficaz de construir una economa

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    industrial basada en la empresa privada era utilizar conceptos que nadatenan que ver con la lgica del libre mercado, por ejemplo, la tica protes-tante, la renuncia a la gratificacin inmediata, la tica del trabajo arduo y lasobligaciones para con la familia y la confianza en la misma, pero desde luego

    no el de la rebelin del individuo.Pero Marx y todos aquellos que profetizaron la desintegracin de los viejosvalores y relaciones sociales estaban en lo cierto. El capitalismo era una fuerzarevolucionaria permanente y continua. Lgicamente, acabara por desintegrarincluso aquellos aspectos del pasado precapitalista que le haba resultadoconveniente e incluso esencial conservar para su desarrollo. Terminarapor derribar al menos uno de los fundamentos en los que se sustentaba. Y estoes lo que est ocurriendo desde mediados del siglo. Bajo los efectos de laextraordinaria explosin econmica registrada durante la edad de oro y en losaos posteriores, con los consiguientes cambios sociales y culturales, larevolucin ms profunda ocurrida en la sociedad desde la Edad de Piedra,esos cimientos han comenzado a resquebrajarse. En las postrimeras de estacenturia ha sido posible, por primera vez, vislumbrar cmo puede ser unmundo en el que el pasado ha perdido su funcin, incluido el pasado en elpresente, en el que los viejos mapas que guiaban a los seres humanos,individual y colectivamente, por el trayecto de la vida ya no reproducen elpaisaje en el que nos desplazamos y el ocano por el que navegamos. . Unmundo en el que no slo no sabemos adonde nos dirigimos, sino tampocoadonde deberamos dirigirnos.

    Esta es la situacin a la que debe adaptarse una parte de la humanidad eneste fin de siglo y en el nuevo milenio. Sin embargo, es posible que paraentonces se aprecie con mayor claridad hacia dnde se dirige la humanidad.Podemos volver la mirada atrs para contemplar el camino que nos ha con-ducido hasta aqu, y eso es lo que yo he intentado hacer en este libro. Igno-ramos cules sern los elementos que darn forma al futuro, aunque no heresistido la tentacin de reflexionar sobre alguno de los problemas que dejapendientes el perodo que acaba de concluir. Confiemos en que el futuro nosdepare un mundo mejor, ms justo y ms viable. El viejo siglo no ha termi-

    nado bien.