Santa Cruz, Prensa y Modernización en América y Chile XIX Cronistas

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  • 647Estudios sobre el Mensaje PeriodsticoVol. 17 Nm. 2 (2011) 647-660

    ISSN: 1134-1629

    Prensa y modernizacin en Amrica Latina y Chileen la segunda mitad del siglo XIX:

    la crnica y los cronistas1

    Eduardo SANTA CRUZ ACHURRAUniversidad de [email protected]

    Recibido: 21/02/2011Aceptado: 19/09/2011

    ResumenEn las ltimas dcadas del siglo XIX se produce un cambio fundamental en las formas de hacer perio-dismo. El modelo informativo, como tendencia universal, dejaba atrs a la prensa doctrinaria, pre-dominante desde la Independencia, en Amrica Latina y Chile, asociado al nacimiento delmercadoinformativo y de los gneros periodsticos modernos. El naciente campo periodstico se relacion con elproceso de autonomizacin del campo intelectual en general, lo que provoc la presencia de un nuevotipo de escritor que encontr en la prensa y en la crnica un espacio de desarrollo, no exento de tensio-nes y complejidades. Se trata de describir y problematizar estos procesos como momentos fundantes yque determinaron la evolucin de la prensa latinoamericana y chilena hasta la actualidad.Palabras clave: Prensa Latinoamericana, historia de la prensa chilena, prensa liberal moderna, crnicaperiodstica.

    Press and modernization in Latin America and Chilein the second half of the XIX century: the chronicle and chronists

    AbstractDuring the last decades of ninth century there is a change in the way of making journalism. The infor-mation model, as a universal tendency, leaves behind the doctrinary press that was predominant sincethe independence in Chile and Latin Amrica, associated to the birth of the information market and themodern journalism genres. The rising journalism field was related with the automation of the intellectualfield in general, that generate the presence of a new kind of writer that found in the press as well as inthe chronicle a space of development, not exent of tensions and complexity. The objective is to describeand discuss this process as foundation moments that determined the evolution of the Chilean and lati-namerican press till now.Keywords: Latinamerican and Chilean Press, History-Liberal Modern, Chronicle

    1 Proyecto Fondo Nacional de Ciencia y Tecnologa N 1085029, Chile: Espacio pblico y sub-jetividad en Amrica Latina: Bello, Daro y Mart. El presente texto se inscribe al interior deuna investigacin ms amplia y de mayor alcance que se plante examinar dos dispositivosculturales propios del siglo XIX en Amrica Latina. En primer lugar, la dimensin proyectualo fundacional que caracteriza la obra de Andrs Bello y, en segundo lugar, las tensiones odesencuentros que, en relacin con el mundo moderno, caracteriza obras como los trabajosperiodsticos de Jos Mart, donde interesa ver el modo cmo la modernidad deja de ser pri-mariamente proyecto para devenir sobre todo experiencia. Forma parte constituyente dela descripcin de estos dos emplazamientos su anlisis en el interior de las transformacionesque vive la prensa en la poca y cmo se articulan ellas con el desarrollo del espacio pblico.En esta investigacin el autor de este artculo se desempe como coinvestigador.

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    http://dx.doi.org/10.5209/rev_ESMP.2011.v17.n2.38136

  • Referencia normalizada

    SANTA CRUZ ACHURRA, Eduardo (2011): Prensa y modernizacin en Amrica Latina y Chile en lasegunda mitad del siglo XIX: la crnica y los cronistas. Estudios sobre el mensaje periodstico. Vol. 17,nm. 2, pgs.: 647-660. Madrid, Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense.

    Sumario: 1. Introduccin. 2. El periodismo liberal moderno como tendencia universalista y moderni-zante. 3. Las transformaciones de la prensa chilena. 4. Gneros periodsticos y prensa liberal moderna.5. Conclusiones. 6. Referencias bibliogrficas.

    1. IntroduccinEn la segunda mitad del siglo XIX, la prensa latinoamericana vio aparecer las prime-ras manifestaciones de un nuevo modelo periodstico que desplaz a la prensa doc-trinaria predominante durante la mayor parte de la centuria, desde el procesoindependentista en adelante (SANTA CRUZ, 2009). Esta tendencia universal se mani-fest en la prensa de Amrica Latina, con mayor fuerza y prontitud en unos pasesque en otros, lo que estaba generalmente determinado por los particulares contextosde cada uno de ellos. Ello signific que la aparicin de la prensa informativa y de em-presa se expresara como una tendencia que se desarroll a lo largo de varias dcadasy, por tanto, el campo periodstico, por ella desarrollado, asumi, en general, un per-fil complejo y heterogneo donde confluyeron diversos modelos de prensa y en el quela prensa doctrinaria predominante se mantuvo presente incluso hasta principios delsiglo XX, en algunos lugares, mientras paulatinamente iba dejando su lugar a la prensaliberal informativa moderna.

    2. El periodismo liberal moderno como tendencia universalista y modernizadoraEn EE.UU., primero, ya desde los aos 30 haban aparecido peridicos como TheSun (1833) de Benjamin Day o el Morning Herald (1835) de James Gordon Bennettque introdujeron la idea de informacin sobre hechos espectaculares o novedosos porsobre la difusin de doctrinas o los anlisis ideolgicos: fue el Herald quien introdujosistemticamente la crnica directa, el embrin del reportaje en los diarios (VZ-QUEZ MONTALBN, 1985:162). Poco tiempo despus el fenmeno comenz a mani-festarse en Europa, donde Inglaterra haba desarrollado ya desde elsiglo XVIII, untipo de prensa informativa dirigida hacia un mercado en expansin, por oposicin ala prensa generalmente controlada por los estados que haba prevalecido en la Europacontinental durante la primera mitad del siglo XIX: as es como entre 1830 y 1860se renen los elementos de una transformacin completa de la prensa peridica. Losperidicos ya no estn reservados a una clase poca numerosa de lectores censatarios;quieren dirigirse a todos los que saben leer y el nmero de estos se va agrandando[] El anuncio ya constituye un recurso precioso, aunque todava no alcanza todo sudesarrollo. El peridico a diez cntimos, a un centavo, a un penique anuncia una pocanueva (WEILL, 1994: 152-153).

    A la creciente configuracin de un pblico lector masivo se uni un conjunto de in-novaciones tecnolgicas que se sucedieron unas a otras, tales como la imprenta avapor, el telgrafo, los cables submarinos, la linotipia y, a finales de siglo, el telfonoy el uso de la electricidad, los que ligados a los nuevos medios de transporte como la

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  • navegacin a vapor y el ferrocarril, crearon las condiciones para que emergiera unanueva forma de hacer periodismo dedicada ahora a recoger las noticias, aumentar elnmero de pginas, hacer frente a las mayores tiradas. No se limit a estas transfor-maciones materiales; fue necesario adaptar la prensa a las necesidades y a los gustosdel pblico (WEILL, 1994: 173).

    En Francia e Inglaterra aparecieron las agencias de noticias (Havas y Reuter, res-pectivamente), las que en 1882 comenzaron a transmitir noticias a pases latinoame-ricanos. Por otra parte, comenz el uso de la ilustracin y la fotografa y tambinapareci paulatina, pero crecientemente el aviso publicitario, el que, en un sistema deprensa de mercado, constituye el mecanismo fundamental para la permanencia y xitodel negocio. Cabe agregar que esta transformacin de la prensa dice estrecha relacincon las transformaciones econmicas, sociales, polticas y culturales queconfigura-ban una nueva etapa de la modernizacin capitalista, ya que se trata de una condicinpoltica e ideolgica, slo posible al consolidarse una hegemona: solo cuando el em-presario de prensa demostr que necesitaba cierta independencia para garantizar su ne-gocio, y que esa independencia no le enfrentaba necesariamente a un estado y a unorden con los que se senta identificado, se consum la victoria de la teora liberal dela comunicacin. Se consuma en el momento en que ya no es un factor de cambio his-trico, sino de consolidacin del estado burgus (VZQUEZ MONTALBN, 1985:159).

    En Amrica Latina, uno de los casos ms significativos en el surgimiento de estenuevo tipo de peridicos es el de La Nacin, de Buenos Aires, propiedad de BartolomMitre desde 1870, cuando adquiri la anterior La Nacin Argentina, que haba sidofundada en 1862. Mitre reestructur al medio como sociedad annima y este desdesus inicios cont con una red de corresponsales propios y de agencias en todo el pasy en el exterior. Su planta de personal super las 4.000 personas. Mitre tambin sepreocup de dotar al diario con modernas imprentas, que le permitieron lanzar tiradasmuy voluminosas para la poca (BARRERA, 2004:158). El caso argentino, en todocaso, no se redujo al diario citado. Por el contrario, ms bien ste fue posible graciasa la consolidacin de una cierta estabilidad institucional, no exenta de conflictos yturbulencias claro est, y sobre todo de la creciente hegemona liberal, desde la cadade Rosas, lo que facilit, entre otras condiciones, el crecimientodel campo periods-tico. Al respecto, hacia 1872 ya existan 26 imprentas y 94 peridicos en Buenos Aires(LVAREZ y MARTNEZ, 1992).

    Al otro del Ro de la Plata, en Uruguay, ocurri algo similar. Hacia 1886 haba,segn los mismos autores, 21 diarios y 40 publicaciones peridicas, con unos 30.000ejemplares de tirada y el caudillo liberal Jos Battle y Ordoez fund ese mismo ao,El Da, que si bien fue clausurado el ao siguiente, reaparecido en 1889: convertidoen un prototipo de diario de masas: supresin del sistema de suscriptores (caracters-tico de la prensa de elite), reduccin drstica del precio del ejemplar [] En 1899, Bat-tle decidi eliminar su carcter poltico abriendo sus pginas a todo tipo decolaboraciones. Simultneamente cambi su imagen al ser confeccionado en unanueva rotativa, nica en su gnero en el pas (LVAREZ y MARTNEZ, 1992: 160).

    Por su lado, en Brasil es posible consignar dos experiencias en la direccin sea-lada. Por una parte, O Estado de Sao Paulo, fundado en 1875 y Jornal do Commer-

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  • cio, de Ro de Janeiro, peridico fundado en 1827 por el francs Pierre Plancher. En1890, asumi la direccin el periodista brasileo Jos Carlos Rodrguez que lo dotde una moderna organizacin y maquinaria (BARRERA, 2004:163)

    Un caso particular lo constituy Mxico, debido a la presencia y la accin de la dic-tadura de Porfirio Daz. Uno de los peridicos ms importantes del perodo fue ElSiglo XIX, entendido como el primer intento de hacer un diario moderno, contandopara ello con una rotativa importada de Estados Unidos y desplegando una organiza-cin interna muy avanzada para la poca (LVAREZ y MARTNEZ, 1992: 86). Dichomedio que reivindicaba una actitud crtica ante cualquier tipo de gobierno, segn losmismos autores, no pudo resistir los embates y restricciones de la dictadura de Daz,sobre todo a partir de 1885. Sin embargo, lo distintivo del caso mexicano es que la dic-tadura promovi por su lado la aparicin de diarios modernos. Por ello, los autorescitados afirman que la novedad de este perodo fue la concepcin de la prensa comoun negocio, la bsqueda de una mayor difusin y mejor distribucin y el descenso delos costes gracias a la introduccin de innovaciones tecnolgicas. Surgieron los ca-ractersticos diarios de a centavo, entre los que fue pionero El Monitor del Pueblo,publicado entre 1885 y 1893 (LVAREZ y MARTNEZ, 1992:121). Junto al anterior, sedebe mencionar a El Imparcial, editado desde 1896 por Rafael Reyes Espnola, quienutiliz las primeras linotipias y rotativas que llegaron a Mxico y obtuvo un gran xito.Lo peculiar es que todas estas experiencias tuvieron respaldo econmico y poltico dela dictadura de Daz, la gestin del gobierno fue determinante en la evolucin de estetipo de periodismo. En 1888 subvencionaba tres peridicos de la capital [] y ade-ms sostena al menos 27 peridicos en el resto de los estados (LVAREZ y MARTNEZ,1992: 121).

    Otro caso a destacar es el de El Comercio, de Lima, fundado en 1839, el que ha-bra sido concebido desde un principio como un negocio y como tal se explot []Por otro lado, los propietarios tuvieron negocios paralelos y eso permiti que el pe-ridico sobreviviera a acontecimientos y cambios polticos (LVAREZ y MARTNEZ,1992: 140). Sin embargo, dichos autores llaman la atencin al hecho de que el des-arrollo y la difusin del periodismo peruano se circunscriba fundamentalmente a lacapital, la que de todas formas era vista por algunos como una ciudad de lectores (AGUIRRE, 2004: 276). Distinta fue la situacin en otros lugares de la regin donde laaparicin del periodismo liberal moderno haba de esperar hasta la llegada del sigloXX. En Bolivia, por ejemplo, hasta finales de siglo, la prensa fue medio de expresinde facciones y caudillos (LVAREZ y MARTNEZ, 1992: 147).

    Contradictorio resulta ser el panorama que ofrece la evolucin de la prensa en Co-lombia. Por su lado, LVAREZ y MARTNEZ sealan que, ya en 1855, los hermanosEcheverra confeccionaron el primer peridico de gran formato en el pas, El Tiempo.Su intencin era producir un medio de expresin poltica y un rgano literario y de in-formacin miscelnea al estilo de los grandes modelos europeos (LVAREZ y MAR-TNEZ, 1992: 135). Dicho medio se public hasta 1872. No obstante, otros estudiosms bien ponen de relieve lo insuficiente del desarrollo del campo en la segunda mitaddel siglo XIX. As, Eduardo POSADA (2004: 187) afirma que los colombianos tendranque esperar hasta el siglo XX para experimentar una prensa de masas. Si bien reco-

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  • noce el xito de El Diario de Cundinamarca, lo atribuye al apoyo financiero de los go-biernos de la poca, agregando que en las circunstancias de pobreza de la Colombiadecimonnica, los altos costos de produccin, las dificultades de circulacin por losproblemas de transporte y la escasez de lectores parecen obvias explicaciones para lalenta modernizacin del periodismo (POSADA, 2004:191). De todos modos, ya haciala ltima dcada del siglo se constata en Colombia la aparicin de nuevos medios endistintas ciudades del pas, tales como La Consigna (Medelln), La Voz de Antioquia(Medelln), El Impulso (Bucaramanga), La Repblica (Bucaramanga), El Trabajo (Po-payn), etc. Los de mayor permanencia fueron Las Noticias, desde 1884 a 1890 y ElCorreo Nacional, que lleg a ocupar el primer puesto de la prensa nacional e inicila costumbre de publicar entrevistas (LVAREZ y MARTNEZ, 1992: 137).

    Finalmente, cabe mencionar el caso de Venezuela donde predominaron hasta fi-nales del siglo peridicos doctrinarios y polticos, era habitual que se multiplicaranen vsperas de elecciones y casi desaparecieran cuando se hacan incmodos al poder.Predominaban las largas disquisiciones doctrinales y los panegricos o crticas a laspersonalidades pblicas (LVAREZ y MARTNEZ, 1992:127). No obstante, en las dosltimas dcadas del siglo XIX aparecieron una serie de revistas especializadas tem-ticamente. Entre ellas, es posible mencionar a La Caricatura editada en 1886 y decorte satrico-humorstica; El Cojo Ilustrado, editada en 1892 de corte modernista ypositivista; Cosmpolis, editada en 1893 y cuyo contenido era de carcter esttico yartstico promoviendo las ltimas tendencias en el campo; Gaceta Mdica, editada en1893 y centrada en contenidos relacionados con la Medicina, todas ellas publicadasen Caracas, aunque tambin hubo otras en diversas ciudades, como El Zulia Ilustrado,de Maracaibo, de 1888. En ese marco, la que adquiri posteriormente mayor reso-nancia fue la Revista Venezolana, fundada por Jos Mart, aunque su negativa a hacerpropaganda gubernamental determin su suspensin y la salida de Mart (LVAREZy MARTNEZ, 1992: 130).

    3. Las transformaciones de la prensa chilenaEn el caso de la prensa chilena, el nuevo marco legislativo instalado a partir de la Leyde Imprenta promulgada en 1872 cre las condiciones de legitimidad institucional ne-cesarias para que paulatinamente se instalaran proyectos periodsticos que apuntabanhacia la idea de una prensa de empresa. En estas dcadas finales del siglo XIX co-mienza a configurarse el aludido periodismo liberal moderno, que tiene como expre-sin orgnica la empresa periodstica, ya que cada da gana ms terreno lainformacin sobre los comentarios y las polmicas de carcter meramente doctrina-rio (VALDEBENITO, 1956:69).

    La modernizacin en el mbito de las comunicaciones tiene como un componenteimportante lo que llamamos la diversificacin de medios. Ello expresa la articulacinde dos fenmenos interconectados y que se retroalimentan mutuamente: el desarrollode las tecnologas comunicacionales que van permitiendo masificar reproductivamenteel uso de variados cdigos y formatos y el desarrollo creciente de pblicos con algngrado de especializacin en sus demandas e intereses culturales. En nuestro pas el pri-mer paso en esa direccin se dio en la segunda mitad del XIX, no slo por el aumento

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  • en el nmero de diarios y revistas a lo largo de todo el territorio, sino -ms importante-en su carcter. Es el perodo adems en que se va consolidando el lugar de El Ferro-carril, como principal diario capitalino y nacional. Es posible encontrar desde me-diados de la dcada de los 60 en adelante, prensa literaria, satrica, embrionariamenteinformativa y comercial, prensa ms o menos vocera de los grupos polticos, etc.

    Junto a ello, se va configurando lo que hemos llamado una esfera pblica ple-beya, constituyndose con la aparicin de la prensa obrera y de artesanos, ligada ala construccin y posicionamiento de nuevas identidades y actores sociales y de susorganizaciones. Publicaciones como El Duende (1845) y El Pueblo (1846) del tip-grafo Santiago Ramos, pueden ser citadas ...como una de las primeras voces signifi-cativas, aunque todava marginales y poco consistentes, del bajo pueblo urbano(OSSANDN, 1998: 42). Asimismo, es posible mencionar las experiencias de El Pre-cursor (1882) y La Razn (1884-1885), pero tambin cabe agregar a la Lira y Poesapopular, si bien no reductible al mbito de la prensa, aunque cumpliera funciones in-formativas y articulara lo oral y lo escrito, como adecuacin a las caractersticas de supblico (URIBE, 1973).

    Se tratara, entonces, de una prensa que va tomando lentamente una cierta con-ciencia de si y de su capacidad de construir, vehicular y difundir sentidos, en defini-tiva de lograr autonomizarse, en alguna medida, del poder poltico, cuestin que haciafines del diecinueve es un proceso central en la constitucin de un campo intelectualplenamente moderno. Hay que agregar el caso de la llamada prensa mercantil, orien-tada fundamentalmente a la informacin econmica. De esta ltima surgi el nico pe-ridico de la poca que trascendi hasta la actualidad: El Mercurio de Valparaso.Fundado el 12 de Septiembre de 1827, tuvo una especie de antecesor en El TelgrafoMercantil y Poltico, que circul entre 1826 y 1827, fundado por Pedro Flix Vicua.El Mercurio de Valparaso logr consolidar un nivel de venta que otros peridicos dela poca nunca lograron. Instalado al centro de la actividad econmica de lo que erael puerto ms importante del Pacfico Sur, circulaba por toda su costa: El nico deesos peridicos que haba podido subsistir sin la subvencin gubernativa, era El Mer-curio de Valparaso, que tena gran circulacin en toda la costa del Pacfico, con mu-chos avisos y que era, adems, entonces el ms noticioso y el mejor servido de todoslos rganos de la prensa chilena (BARROS ARANA, 2003: 174). En la misma direc-cin, agrega el citado autor que era el diario ms acreditado y de mayor circulacin.

    En todo caso, el diario ms importante de la poca fue El Ferrocarril (OSSANDNy SANTA CRUZ, 2001: 44-77), donde vemos aparecer un intento de posicionamiento enla sociedad, a partir de tomar una cierta distancia con el acontecer poltico inmediatoy ms bien concentrado en generar debates sobre temas y problemas relacionados conla construccin de un pas moderno. En ese sentido, despunta efectivamente, en em-brin todava, un tipo de prensa distinto, que se coloca a medio camino entre el Es-tado y una opinin pblica interesada en formar, ya no tribuna simplemente para lapropagacin de un ideario que tiene su origen en otro lugar de la sociedad. En esesentido en El Ferrocarril encontramos ciertos atributos que caracterizaran la emer-gencia hacia 1860 de una prensa raciocinante (OSSANDN, 1998), en la cual es po-sible distinguir tres elementos constitutivos en lo medular: en primer trmino,

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  • instalndose en un espacio social que es a la vez origen y destino, que proviene de laseparacin entre la esfera estatal y la sociedad, reconociendo su lugar en el desarro-llo autnomo de esta ltima. En esa direccin, haba que hacer algo ms que distri-buir cultura al modo de los peridicos iluministas. Era preciso ahora opinar, aldecir del mismo autor. Una segunda cuestin dice relacin con la distancia que setoma de la prensa doctrinaria y polmica, predominante en la primera mitad del sigloXIX. Ms que ser tribuna y barricada, el diario postula como su misin promover ladiscusin. Finalmente, un tercer elemento dice relacin con la razn (o la l-gica, segn palabras del diario). Se tratara de instalar un dispositivo en que la razny la lgica son consideradas como operaciones que a travs del raciocinio y argu-mentacin, pueden llegar a ciertas conclusiones.

    Un caso distinto, pero igualmente significativo para ilustrar la tendencia que se es-taba imponiendo lo constituy el de La Tarde. Se trat de un vespertino que comenza aparecer el 1 de Enero de 1897, fundado por los hermanos Galo y Alfredo Irarrza-val Zaartu, y al decir de SILVA CASTRO (1958: 315): Era su intencin hacer un nuevotipo de periodismo, en que la ligereza de la redaccin y la gracia de la forma pudierancombinarse con altivas campaas de orden poltico. Segn el testimonio de uno desus redactores, La Tarde era: ...nuevo como estilo, sin remitidos ni editoriales de le-vita y sombrero de ocho luces y, en cambio, lleno de artculos, crnicas, reportajes e ins-tantneas, giles, livianos e informaciones en que los personajes aparecan tal cual, esdecir, vivos, hablando, charlando [] La Tarde era, pues, una atrevida innovacin que,a pesar de lo limitado de sus recursos vena a transformar el periodismo de que habasido modelo o patrn el ahuesado Ferrocarril (RODRGUEZ MENDOZA, 1955: 68).

    Otro caso especial es el de La Epoca, (1881-1892). Como seala OSSANDN (1998:105) en su obra citada: es uno de los diarios que mejor cristaliza los elementos ca-ractersticos de la prensa moderna: rgano privado (propiedad del empresario Agus-tn Edwards Ross), independiente del mbito poltico estatal, interesado en mantenervnculos con el gobierno [], con la sociedad civil y con las demandas de distinta na-turaleza que provienen de esta esfera y de contribuir a la ampliacin de un espacio p-blico, libre, mediador, informadoraciocinante.

    Este peridico fue donde mejor se concentr y se expres la llamada sensibilidadmodernista. Su propio local se constituy en uno de los lugares fsicos donde se reu-nan un grupo de jvenes literatos e intelectuales encabezados, nada menos que porRubn Daro. Sin embargo, los casos anteriores ms bien constituyeron experiencias h-bridas que quedaron a medio camino, sin instalarse plenamente a la cabeza de la ten-dencia modernizante. La culminacin del proceso est en la fundacin de El Mercurio,de Santiago, el 1 de Junio de 1900: ...Las innovaciones tcnicas introducidas porAgustn Edwards, que dieron al pblico la impresin de que por primera vez lea un dia-rio que fuera capaz de romper viejos moldes, fueron uno de los secretos de su xito.Equipado con mquinas modernas, enriquecidas sus pginas con amplios servicios deinformaciones nacionales y del extranjero y con las colaboraciones de las mejores plu-mas, pronto se convirti en el principal diario del pas (VALDEBENITO, 1956: 71).

    La aparicin de este diario, ya con caractersticas plenas de empresa periodstica,signific una completa reestructuracin de la prensa nacional. Por un lado, surgieron

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  • otros diarios competidores en la misma perspectiva, como es el caso de El Diario Ilus-trado, que introdujo el uso del fotograbado, permitiendo por primera vez la publica-cin cotidiana de fotografas y la desaparicin progresiva de la mayor parte de laantigua prensa capitalina. Lo que ocurri es que al comenzar el siglo XX se consolidtambin la existencia de un mercado informativo, con sus exigencias de competitivi-dad, lo cual signific que: Econmicamente ya no eran posibles los diarios pobres.El slo subsistir implicaba la necesidad de un fuerte respaldo monetario o capital-di-nero o bien (y vena a ser idntico) circulacin y avisaje, ste y aquella ntimamenterelacionados (VIAL CORREA, 1986: 276).

    Por ltimo, El Mercurio, de Santiago, fue decisivo en la consolidacin definitivadel proceso a travs del cual la produccin del discurso informativo dirigido a con-formar y orientar la discusin pblica, qued entregada a un profesional especfico,funcionario de la empresa periodstica. Junto a estos profesionales, la prensa liberalmoderna cont con la colaboracin de los ms importantes exponentes de la literaturae intelectualidad nacionales, muchos de ellos de origen provinciano y, en general, delos sectores medios ilustrados emergentes. La estructura formal del diario, el uso deespecficas tcnicas y gneros en la produccin discursiva apuntaran a instalar unacuasi ontologa profesional. As, el periodista sera concebido como un simple tes-tigo de la historia. La informacin deba ser escrita en forma breve, precisa y es-cueta, sin adjetivos ni opiniones. Es el propio carcter de este periodismo de nuevo tipoy sus tcnicas consiguientes lo que asegurara su neutralidad: ...Esta nueva modali-dad demostr que las noticias podan hablar por si mismas, sin el comentario y la in-terpretacin del cronista (CHARNLEY, 1971: 229).

    Con ello, a nivel de los gneros se consolida lo ya dicho, en cuanto al predominiode aquellos que garantizan la subordinacin de sujetos individuales de enunciacin porotros que surgen de moldes escriturales desde donde se expresa el peridico en tantoactor social y/o poltico. Junto a los procesos ya mencionados acerca de la diversifi-cacin del carcter y tipo de los peridicos y diarios, primero, de toda la prensa escritay de los medios de comunicacin en general, despus, por un lado y de la configura-cin de pblicos diversos y especializados, vinculados a espacios urbanos y circuitosculturales ampliados y nuevos, por otro, cabe detenerse en otro plano de transforma-ciones, estrictamente relacionado con las prcticas y rutinas propias de la lgica pro-fesional del periodismo.

    4. Gneros periodsticos y prensa liberal modernaDesarrollados al calor y como producto de la transformacin que vive la prensa occi-dental desde mediados del siglo XIX, los gneros -entendidos como herederos de losgneros literarios- satisfacen en la actividad periodstica una necesidad inmediata y ur-gente, cual es la de facilitar el trabajo colectivo, todo lo cual est a la base del surgi-miento de un profesional determinado, diestro en el manejo de tcnicas de selecciny produccin de informaciones. El formato aparece no slo como instrumento espe-cfico de construccin textual estandarizada, sino tambin, entre otras funciones, comomecanismo impulsor de la divisin del trabajo intelectual dentro del diario y la espe-cializacin profesional. La empresa periodstica, como estructura productiva moderna,

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  • requera de los gneros como moldes bsicos, totalmente impersonalizados, en loscuales volcar la materia prima: los hechos convertidos en acontecimientos y stos ennoticias (RODRIGO ALSINA, 1992).

    Lo cierto en el caso de la prensa moderna es que el gnero vino a satisfacer una ne-cesidad estrictamente productiva. Si el negocio es vender informacin cualificadacomo noticia, la rapidez y la inmediatez productiva deban adecuarse al carcter ef-mero y voltil del producto. La plena consolidacin de los gneros periodsticos, ascomo el desarrollo de una estructura colectiva de produccin de noticias debi serproducto de un paulatino proceso que, en el caso de nuestro pas, es posible advertirya desde mediados del siglo XIX en una dinmica compleja de relaciones entre elcampo literario y el periodstico propiamente tal en formacin.

    En ese marco, emerge un gnero particular, por as decirlo a medio camino entrelo literario y lo periodstico, terreno hbrido que le permita a los literatos aceptar lacondicin de asalariados de las nacientes empresas periodsticas, a travs del llamadoproceso de autonoma-delegacin (CATALN, 1985). Si bien, el autor se refiere par-ticularmente a las relaciones entre las hegemonas sociales y el campo literario, estambin posible usarlo para entender cmo solucionar la paradoja entre la posicin ide-olgica del peridico o revista y la distancia neutral frente a los hechos en que la na-ciente empresa periodstica coloca al periodista o cronista. Para CATALN, la relativaautonomizacin de la literatura (y el periodismo, agregamos) encuentra su correlatoen la reformulacin de los vnculos hegemnicos del sistema cultural dominante conlos productores literarios, a travs de lo que llama delegacin, en efecto, porque sibien en ella el nuevo estamento de escritores pasa a asumir la produccin misma delos bienes literarios, los grupos socialmente hegemnicos se reservan o implementanmecanismos que permiten controlar en algn grado el sentido de esa produccin (CA-TALN, 1985: 73).

    Por otra parte, vista desde la reflexin y la prctica actuales de la prensa moderna,la crnica periodstica aparece como uno de los gneros ms difcilmente clasificable.Sin embargo, su vigencia (aunque relegada a planos secundarios por otros gneroscomo el informativo y el reportaje interpretativo) obliga a que diversos autores hayanintentado definirla (MARTN VIVALDI, 1993). Este autor asume como punto de partidauna cierta ambiguedad, que de alguna forma incorpora la maleabilidad del gnero, es-tableciendo que se trata de un gnero informativo, pero que es algo ms que pura in-formacin y algo ms que un reportaje interpretativo. Un elemento distintivo de lacrnica sera justamente la interpretacin o valoracin de los hechos que en ella se na-rran: ...El cronista, al relatar algo, nos da su versin del suceso; pone en su narracinun tinte personal. No es la cmara fotogrfica que reproduce un paisaje; es el pinceldel pintor que interpreta la naturaleza, prestndole un acusado matiz subjetivo (MAR-TN VIVALDI, 1993: 128).

    El otro elemento constituyente fundamental son los hechos, textualmente produ-cidos como noticia; sin ellos, la crnica dejara de ser periodstica. Martin Vivaldi enel texto antes citado agrega que no existe un estilo objetivo pre-determinado para lacrnica y que el cronista est libre de los modelos formales, cuestin justamente con-traria a la que ocurrira a lo largo del siglo XX con gneros como el prrafo informa-

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  • tivo (CHARNLEY, 1971) o el reportaje (SANTIBEZ, 1974), ambos sometidos a estric-tos cnones de produccin escritural, justamente en la bsqueda de la impersonalidaddel texto, asegurando que el sujeto de la enunciacin sea el diario como estructura.

    En el caso de la crnica periodstica la libertad estilstica tendra un slo lmitefundamental establecido por el carcter noticioso del hecho en torno al cual se es-cribe, ya que como vimos, all estara la clave especfica de su identidad, en tantoforma periodstica y no literaria. Este lmite, sin embargo, no se restringe al plano delcontenido, sino que se manifiesta con similar importancia en el plano expresivo, el cualdebe someterse a las exigencias comunicativas, a la presencia heterognea del lector,en sentido amplio. As, el estilo de la crnica ha de ser claro, sencillo, conciso; reve-lador de un contenido objetivo que se comunica a alguien. En ese marco, valen todoslos recursos estilsticos y retricos: comparacin, metfora, irona, paradoja e incluso,aunque mesuradamente, la hiprbole. La nica exigencia que fluye del marco es laclaridad comunicativa en funcin de un pblico determinado. En definitiva, toda cr-nica tiene un sentido y entraa una significacin: se escribe de algo y por algo o paraalgo; se cuenta un hecho significativo y se le da al relato un sentido estimativo-axio-lgico; se narra un suceso y se procura describir su valor.

    Dicho proceso se extendi por toda Amrica Latina y ha sido objeto de numero-sos estudios (ROTKER, 2005), lo que llev a Julio RAMOS (1989: 85) a afirmar acercade los literatos que incursionaron en los peridicos, usando la crnica como campopredilecto, que: Muchos de ellos provenientes de las nuevas clases medias, sin un ca-pital simblico (o efectivo) garantizado por filiacin oligrquica, los escritores fini-seculares [] que defendan la alternativa del mercado y la profesionalizacin, sesituaban en contra de la zona ms reaccionaria del campo, que manejaba an un con-cepto civil de la Literatura [] Por supuesto, tambin Mart, Gutirrez Njera, o luegoDaro, se distanciaran de la otra posicin clave en el campo finisecular: la literaturapropiamente industrial, que muchos literatos relacionaran con la emergencia de unnuevo tipo de periodista, escritor de noticias y folletines.

    En un comienzo este tipo de textos fue ms cercano al cuadro de costumbres in-gls o francs o a la chronique periodsticafrancesa, especialmente elfait divers, deLe Figaro, de Pars, segn afirma ROTKER (1992). Para el caso chileno, OSSANDN re-cuerda las que llama coloraciones locales de Jos Joaqun Vallejo (Jotabeche), Do-mingo Faustino Sarmiento o Vicente Prez Rosales. Hacia finales del siglo, contina,ya se encontraba constituido un corpus con peso literario y periodstico y una gene-racin de cronistas en actividad. Algo a destacar en ello es que buena parte de suscomponentes son cada vez ms periodistas que literatos. Entre esos nuevos profesio-nales de la informacin, en el caso chileno, OSSANDN destaca a los hermanos Arte-aga Alemparte, en especial Justo y aade que se trataba, en muchos casos, de jvenesque se haban incorporado a los peridicos y en su prctica profesional se haban con-vertido en cronistas; en algunos de ellos, como es el caso de Daz Garcs y Silva Vil-dsola, luego de algunos aos y desde el periodismo incursionaran en la literatura(MUNDY, 1996).

    El mbito de la crnica se constituye en el perodo analizado, en un espacio deemergencia de un nuevo tipo de discurso y produccin intelectual, al decir de RAMOS

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  • (1989) con caractersticas de ...vitrina de la vida moderna. Ahora bien, en la direc-cin sealada es que cabe resaltar las crnicas de Jos Mart. La citada Susana ROT-KER hace notar que ms de la mitad de la obra del cubano se encuentra en peridicosy que entre 1880 y 1892 escribi ms de 400 crnicas reproducidas en diversos dia-rios latinoamericanos como La Nacin, de Buenos Aires; La Opinin Nacional, deCaracas; La Opinin Pblica, de Montevideo; La Repblica, de Tegucigalpa; El Par-tido Liberal, de Mxico y La Amrica, de Nueva York (1992). Por su parte, y aunquela autora no lo menciona, no es menor la presencia de crnicas martianas en la prensachilena. Una exhaustiva investigacin realizada al respecto consigna que Mart pu-blic un total de 70 artculos en la prensa chilena entre 1881 y 1895. De ellos, 44 apa-recieron en La Epoca; 15 en El Mercurio de Valparaso; 6 en La Libertad Electoral:4 en El Ferrocarril y uno en El Sur de Concepcin (BENTEZ, 1995).

    Si bien hay una serie de elementos que ubican a Mart cercano o al interior de losmodernistas, y donde la mayor parte de los estudios lo ha ubicado, tambin hay otrosno menos importantes que lo alejan. El impacto de la modernizacin capitalista desello oligarca que hemos mencionado al comienzo de este texto, gener efectivamentela sensacin de caos y vaco existencial, especialmente en ciertos sectores intelectua-les, muchas veces arrojados a subsistir en el incipiente mercado cultural. As, la bo-hemia de los cafs, los ateneos, las redacciones y las tertulias fueron el lugar deemergenciade grupos de literatos e intelectuales crticos frente a un mundo que pare-ca entregado al imperio del dinero en circulacin, ahora visto en forma descarnada.Sin embargo, como seala Jos Luis ROMERO (2001: 290) sus miembros estaban den-tro de algunas de las varias direcciones que apuntaban en el seno de las nuevas bur-guesas.

    A contrapelo de los trabajos citados de RAMOS, ROTKER y otros, Jos Luis ROMEROno valora en los modernistas ningn contenido crtico o rupturista al orden capitalistaque se estaba consolidando: el modernismo de los poetas -el mejicano Gutirrez N-jera, el cubano Julin del Casal, el uruguayo Julio Herrera y Reisig, el argentino Le-opoldo Lugones y sobre todo el nicaragense Rubn Daro- recoga y expresaba lasensibilidad de los exquisitos; pero de los poderosos exquisitos, a quienes seduca elmundo refinado del lujo y, a veces, el refinado lujo del poder. Ms que disconfor-mismo haba en l un rechazo de lavulgaridad, que se confunda fcilmente con elapresurado aristocratismo de las nuevas burguesas (ROMERO, 2001: 290).

    No nos parece casual que la cita no incluya a Mart compartiendo ese tipo de mo-dernismo de los poetas. Si hay algo que lo distingue de esos grupos es el compromisopoltico de Mart con la causa de la independencia nacional deCuba y con la perspec-tiva que abre de sentar las bases de un proyecto cultural e identitario para Amrica La-tina. En ese sentido, en Mart nos aparecen, al menos, tres facetas: el literato, elperiodista y el poltico, aquel que, mirando las convulsiones y crisis del contexto con-tradictorio que vivi Amrica Latina en el perodo, es capaz de colocar una mirada msall, pero a la vez desde la experiencia cotidiana de esos fenmenos, al sealar: Ass-tese como a una descentralizacin de la inteligencia. Ha entrado a ser lo bello domi-nio de todos.

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  • 5. ConclusionesEl proceso de modernizacin capitalista que se vive en las ltimas dcadas del sigloXIX en Amrica Latina y en Chile (ROMERO, 2001) provoc que la tendencia pro-funda de transformacin del quehacer periodstico se fuera paulatinamente impo-niendo. Lo anterior signific, entonces, una transicin entre un tipo de periodismo, msligado a la vocera y difusin de doctrinas como expresin de partidos o grupos pol-ticamente definidos, a otro, ms bien ligado a las exigencias de un mercado informa-tivo en creciente desarrollo y expresadas fundamentalmente bajo la forma de laampliacin del crculo de lectores y la captura de publicidad.

    Ello se expres en diversos planos. Junto a los procesos de diversificacin del ca-rcter y tipo de los peridicos y diarios, primero, de toda la prensa escrita y de losmedios de comunicacin en general, despus, por un lado y de la configuracin de p-blicos diversos y especializados, vinculados a espacios urbanos y circuitos culturalesampliados y nuevos, por otro, cabe recalcar otro plano de transformaciones, estricta-mente relacionado con las prcticas y rutinas propias de la lgica profesional del pe-riodismo. Nos referimos a la progresiva aparicin de los gneros periodsticos, comoforma de produccin textual especfica que requera de un profesional ad-hoc: el re-portero o periodista.

    De este modo, estaban creadas las condiciones necesarias para el desarrollo que laprensa latinoamericana y chilena vivi durante el siglo XX, con sus conflictos, ten-siones, grandezas y miserias, pero como dira el sentido comn de la profesin, eso yaes otra historia.

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