SALADINO SE APODERA DE JERUSALÉN (AÑO 1187)

FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

~ 1 ~

Francisco Suárez Salguero ha compuesto estos escritos esmerándose en ofrecer

la crónica cronológica que el lector podrá aprovechar y disfrutar. Lo ha hecho

valiéndose de cuantas fuentes que ha tenido a mano o por medio de la red in-

formática. Agradece las aportaciones a cuantas personas le documentaron a tra-

vés de cualquier medio, teniendo en cuenta que actúa como editor en el caso de

algún texto conseguido por las vías mencionadas. Y para no causar ningún per-

juicio, ni propio ni ajeno, queda prohibida la reproducción total o parcial de este

libro, así como su tratamiento o transmisión informática, no debiendo utilizarse

ni manipularse su contenido por ningún registro o medio que no sea legal, ni se

reproduzcan indebidamente dichos contenidos, ni por fotografía ni por fotocopia,

etc.

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A MODO DE PRÓLOGO

SOBRE SALADINO

No está de más empezar adentrándonos un poco en este personaje histórico, Saladino,

vencedor de los cruzados en Hattin, conquistador luego de Jerusalén, rendida a él.

Saladino, acorde con su época y al modo musulmán (sin que en principio lo fuera, ya

que era kurdo, nacido en Tikrit, actualmente Irak, el mismo lugar de nacimiento de Sa-

dam Husein), fue todo un caballero: culto, admirado a la vez que temido, que contó con

sus amigos y (en contra) con sus enemigos, con sus leales y con sus opuestos, con sus

luces y con sus sombras, con sus devaneos religiosos y sus creencias.., como todos los

personajes de la historia y como todo el mundo en general.

Efectivamente, en la biografía de Saladino pueden encontrarse páginas de episodios

negros o sombríos. No olvidemos que hizo penetrar el sunismo (contra el chiísmo is-

mailí) a sangre y fuego en Egipto, granjeándose así la enemistad mortal de los Asesinos

de Alamut (de ismailíes nazaríes).1 No olvidemos tampoco que muchos cruzados, al

menos 300, fueron decapitados sin piedad tras su victoria en los Cuernos de Hattin.

Tampoco podemos olvidar sus matanzas, atropellos y saqueos en sus correrías por los

territorios de Galilea entre los años 1183-1185, siendo particularmente violento cómo

arreció sobre monasterios, por ejemplo sobre el del Monte Tabor (donde hoy se halla la

basílica de la Transfiguración) y por los alrededores de Nazaret.

No obstante, la figura de Saladino ha estado históricamente bien tratada, siendo respe-

table y valorada incluso desde autores cristianos (un ejemplo al respecto es Dante) y du-

rante el Renacimiento.

Uno de los autores que trata sobre Saladino es Tyerman, en su obra Las Guerras de

Dios (2007, Barcelona, Crítica) donde Saladino aparece como militar pero más genial

sobre todo como político (negociador, diplomático…). Como militar hay que tener en

cuenta que perdió más batallas que ganó, si bien fue victorioso en sus combates más

destacados. Con gran sentido de la oportunidad, se dio cuenta (como veremos en su

1 Alamut era una de las principales fortalezas medievales que utilizó la secta ismailí de los nizaríes.

Dominaba un valle en el macizo montañoso de Elburz, cordillera al norte de Irán y al sur del mar Caspio,

teniendo cercana la ciudad de Qazvin. El significado del nombre (Alamut) es incierto, aunque la hipótesis

más extendida es que etimológicamente, por la altura, significa “Vista de águilas”.

La fortaleza de Alamut fue tomada en 1090 por ismailíes al mando de Hasan-i Sabbah (o Ibn Sabbah),

el mítico y legendario Viejo de la Montaña. Tras un conflicto con el centro de poder ismailí, el del ca-

lifato fatimí de El Cairo, los ismailíes de Irán se escindieron, siendo llamados desde entonces nizaríes.

Sus enemigos los llamarán despectivamente hashashin, “asesinos”, término que en castellano derivó en

asesino, porque, desde Alamut y otras fortificaciones, los nizaríes destacaron mucho por la práctica del

homicidio político, y de los atentados, hasta el punto de que a pesar de su escaso número aterrorizaron

durante siglos a los gobernantes de Irán y de Siria.

Alamut representó nuclearmente a toda una muy compacta red de fortalezas nizaríes, caracterizadas por

ser inexpugnables y fuertemente independientes en medio de territorios predominantemente suníes.

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momento, cuando la tercera cruzada) de cómo el rey Ricardo I de Inglaterra (Ricardo

Corazón de León), tendría que volverse a Inglaterra, así que Saladino contó con el

tiempo a su favor y lo hizo prolongar utilizándolo en sus negociaciones, no siempre con

acierto.

Saladino fue, en suma, un personaje líder y carismático muy característico de la Edad

Media. Fue un importante sultán con una historia muy interesante.

Otro libro (novela histórica) sobre Saladino nos viene de la mano de Tariq Alí: El

libro de Saladino (1998, Madrid, Alianza Editorial) donde se nos relatan los últimos

días de este sultán, cuando aún se desenvolvía como político y como militar. Fueron los

tiempos en los que Saladino (supuestamente, en la novela) encargó a un joven instruido,

Ibn Yaqub, poner por escrito su biografía, la crónica de su vida. El joven elegido para

encargarse de esta tarea no se limitará a cualquier tipo de transcripción o dictado sino

que procurará entrar en detalles sobre la vida y obra de Saladino, desde su infancia y

juventud, y en todos los aspectos de su vida personal, familiar, etc., sin ocultar nada, por

mucho que Saladino se hubiera opuesto a mantener de sí ciertas zonas ocultas o más

disimuladas.

Combinando una narración “externa”, la supuesta crónica de Ibn Yakub, y las cartas

que éste cruza con sus familiares, Tariq Alí añade a la historia de Saladino una narra-

ción “interna”, la del propio Yakub, enamorado sin posible ni prometedor futuro de una

cortesana. La vida de las mujeres en la corte de Saladino, uno de los aspectos menos co-

nocidos y menos presentes en las crónicas de la época, es otro de los asuntos que con-

tribuyen a hacer de El libro de Saladino una obra que puede resultar original e intere-

sante al lector. Al igual que en A la sombra del granado (1996, Madrid Edhasa) y tal

vez con una forma literaria más acabada, Tariq Alí vuelve a plantear un tema de gran

vigencia: el la intolerancia religiosa como origen de conflictos bélicos absurdos a los

que también en la actualidad asistimos.

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AÑO 1187

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BRAGANÇA (PORTUGAL)

El rey Sancho I de Portugal concedió fueros a la población norteña de Bragança, fron-

teriza con los territorios de Galicia y de león, empezando a levantarse allí muralla y cas-

tillo.

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IGLESIA ROMÁNICA DE SAN

MIGUEL DE BREAMO

Fue consagrada en este año la iglesia románica de San Miguel de Breamo, cercana a la

localidad gallega de Pontedeume.2

Planta de la iglesia

2 Provincia de La Coruña. En el contrafuerte izquierdo de la puerta principal de esta iglesia se encuentra

el año de su construcción: 1187. Se trata de una iglesia de estilo románico, con planta de cruz latina y áb-

sides semicirculares. La nave principal y la transversal se cubren con bóvedas de cañón y crucerías. En el

exterior destacan tres pequeñas puertas netamente románicas, estando la de la fachada principal enmar-

cada por dos contrafuertes y bajo un llamativo rosetón de once puntas. En el tímpano del lado norte po-

demos observar el dibujo en piedra de un trébol de cuatro hojas.

Su historia está envuelta en leyendas y cambios de poder, sin que consten presencias anteriores. Ya en

el siglo XIV la gestión de esta iglesia y su priorato correrá a cargo de los canónigos agustinos patrocina-

dos por nobles vinculados a la realeza. A finales del siglo XVIII desaparecerá el priorato. Esta iglesia si-

gue siendo lugar de romerías (en mayo y en septiembre).

A pesar de lo dicho, la leyenda más contada hace referencia a los once caballeros templarios que lle-

garon desde Tierra Santa para hacerse cargo de la custodia de esta iglesia. Cada uno de esos legendarios

caballeros estaría representado por una de las once puntas del rosetón estrellado de la fachada principal.

Se cuenta que en la primera Nochebuena de la recién consagrada iglesia el rosetón tuvo doce puntas, sien-

do una la correspondiente a un bebé recién nacido que había en su interior. Por la mañana, al no estar ya

el bebé, el rosetón estrellado volvió a tener sus habituales once puntas.

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Reino de castilla

Instigado por su esposa Leonor, el rey Alfonso VIII de Castilla transformó su parti-

cular palacio de verano cercano a Burgos en monasterio cisterciense femenino, llamán-

dolo de Santa María la Real de las Huelgas. La adaptación y las obras correspondientes

empezaron en junio.3 Las primeras monjas que empezaron a habitar en este lugar provi-

nieron del monasterio de Santa María de la Caridad de Tulebras.4 Iremos viendo el

desenvolverse histórico del mencionado monasterio real.5

3 Parece ser que trabajaron en dichas obras artistas y constructores almohades (enemigos del monarca al

menos en lo militar).

4 Monasterio y localidad de Navarra. A partir de 1199 pasará a considerarse Santa María de las Huelgas la

casa madre de los monasterios femeninos cistercienses de Castilla y León.

En cuanto al monasterio cisterciense femenino de Santa María de la Caridad de Tulebras, se sabe que su

fundación se remonta a 1147, siendo llamadas las monjas desde Francia por el rey García Ramírez (1134-

1150). Primero se instalaron en Tudela, pero a los pocos años, hacia 1156, se trasladaron al más solitario

lugar de Tulebras, a medio camino entre las localidades de Tudela (Navarra) y Tarazona (Zaragoza). Es

éste, por tanto, el primer monasterio femenino del Císter en España y la comunidad de monjas sigue ahí

de forma ininterrumpida desde la fecha de su fundación.

Ese enclave monástico se erigió en territorio fronterizo entre los reinos de Navarra, Aragón y Castilla.

Allí se dejó sentir esta circunstancia. Fue, en consecuencia, un monasterio sencillo, pobre, modesto, au-

téntico y, por lo mismo, espiritual, puro, carismático. Desde Tulebras se fueron sucediendo fecundamente

varias otras fundaciones por toda España, fundaciones tales como Perales (Palencia), en 1160, Gradefes

(León), en 1169, Cañas (La Rioja), en 1169), Vallbona de las Monjas (Lérida), en 1173, Las Huelgas

(Burgos), en 1187, Trasobares (Zaragoza) en 1188. La última fundación, en tiempos recientes, data de

1990, cuando un grupo de hermanas (reformadas trapenses desde 1957) partieron a Esmeraldas (Ecua-

dor), por petición episcopal de aquella diócesis. Sigue como floreciente monasterio, otro fruto o rama de

tan fecundo árbol.

5 La historia del monasterio de Las Huelgas, comienza en 1187 (con la Ilustrísima Señora Doña Misol

como abadesa, hasta 1190), cuando el rey Alfonso VIII y su esposa Leonor, con el fin de convertir este

lugar en Panteón de Reyes y digno retiro de gran número de mujeres pertenecientes a la más alta aristo-

cracia y a la realeza, consiguieron esta fundación, gracias al apoyo del Papa Clemente III y del abad Gui-

do de Citeaux. La iniciativa fue muy bien acogida y se convirtió pronto en una realidad.

Sin embargo, la idea de Alfonso VIII de hacer que este monasterio fuera casa madre o cabeza de todos

los otros monasterios o conventos femeninos cistercienses de Castilla y León, iba a traerle serios pro-

blemas y gran oposición por parte de los monasterios que ahora Las Huelgas pretendía poner bajo su

control, dado que habían sido fundados con anterioridad. Perales, Gradefes y Cañas fueron los que se

mostraron más reticentes con esta nueva fundación, así como para aceptar como cabeza rectora a este

monasterio recién fundado, teniendo en cuenta que todos debían prestar obediencia, como filiales que

eran, al monasterio de Tulebras, en Navarra, primer monasterio de monjas cistercienses españolas fun-

dado en 1157.

El conflicto será largo y complicado, pero al final el rey conseguirá su propósito y, en 1199, además de

solucionar el problema, este monasterio se incorporará a la Orden del Císter poniéndose bajo la jurisdic-

ción de la abadía de Citeaux. A partir de estos momentos, Las Huelgas constituirá una Congregación

compuesta por los monasterios de Torquemada, Gradefes, Carrizo, Perales, San Andrés de Arroyo, Cañas

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De otra parte, el rey Alfonso VIII de Castilla otorgó fueros: el 15 de mayo a las

riojanas Haro y Santo Domingo de la Calzada; y el 11 de julio a la villa cántabra de

Santander, con la intención de efectuar allí repoblación y nombrando señor del lugar al

abad del monasterio de San Emeterio, que se fundara en el siglo IX y mantiene su im-

portancia histórica.6

y Fuencaliente, a los que se unieron, con el tiempo, los de Vileña, Villamayor de los Montes, Renuncio,

Barría y Avia, siendo un total de doce abadías las afiliadas a este monasterio. Gozó, desde sus inicios, de

la protección de pontífices y soberanos, y en él, además de coronarse Alfonso XI y su hijo Enrique de

Trastámara, se armaron caballeros Fernando III, Alfonso XI, Pedro I y Juan II.

El deseo de convertirse en un auténtico panteón funerario, no sólo de reyes sino también de nobles,

pronto se haría realidad. Así, entre los sepulcros más destacados podemos señalar los del propio fundador

y de sus reinas consortes e infantes de sangre real. Mención especial merecen los sepulcros de Don San-

cho, hijo de Fernando III el Santo y arzobispo de Toledo; la tumba de Doña Blanca de Portugal y de Doña

Berenguela de Castilla, hija de los fundadores, así como el sepulcro de Don Fernando de la Cerda y de la

infanta Leonor.

Grandes fueron los privilegios y donaciones por parte de las más distinguidas instituciones civiles y

religiosas. A ello, debemos unir el extraordinario patrimonio económico que logró conseguir, llegando a

convertirse en un auténtico señorío material, además de jurídico, asentado sobre un fuero particular que

delegó en la abadesa el papel civil y criminal. Tampoco debemos olvidar la autonomía espiritual tan gran-

de que tuvo, y que sólo dependía del Papa, soslayando las atribuciones episcopales, de manera que, aun-

que como mujer no podía asumir las funciones de celebrar misa, confesar, ni predicar, sin embargo, era

ella, la muy poderosa abadesa, la que daba licencias como los mismos obispos. Estos derechos práctica-

mente conseguirían mantenerse hasta la segunda mitad del siglo XIX, siendo entonces suprimidos por el

Papa Pío IX, en 1873, mediante la bula “Quae diversa”, una bula que regularizaba la situación de los te-

rritorios exentos en España, sometiendo el monasterio y sus filiales a sus respectivos obispos ordinarios

del lugar.

Ni que decir tiene que el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas es digno de ser visitado de-

tenidamente y teniendo en cuenta las iniciativas que allí se emprenden.

6 Es la importancia de Taranco, en la comarca de las Merindades, al norte de la provincia de Burgos, des-

de el Valle de Mena.

Se considera que Castilla nació testimonialmente el 15 de septiembre del año 800 en el hoy desapare-

cido monasterio de San Emeterio de Taranco de Mena. Se documenta que este territorio era del dominio

de Alfonso I de Asturias (739-757) y dio en ser repoblado.

Puede leerse a Cardiñanos López-Quintana, A. (2002): Los orígenes de Castilla (una interpretación),

Burgos, Editorial La Olmeda.

San Emeterio (muerto martirialmente, decapitado, el 3 de marzo del año 298) fue acompañado en su

muerte por San Celedonio, patronos de Santander y de la riojana Calahorra, lugar en el que pudieron ha-

ber muerto). Ambos santos, probablemente hermanos, eran soldados, mártires en la persecución de Dio-

cleciano y/o Valeriano, en los siglos III-IV.

Fueron encarcelados en un lugar (de Calahorra) llamado hoy Casa Santa, siendo torturados y finalmente

decapitados en el arenal del río Cidacos, donde se levanta la actual catedral de Calahorra (extramuros de

la ciudad). Los relatos legendarios cuentan que las cabezas de los santos llegaron a la ciudad cántabra de

Santander a bordo de una barca de piedra y fueron custodiadas por una comunidad de monjes que allí

vivía. Ahora reposan en la actual catedral de Santander, construida sobre la antigua abadía de tiempos de

Alfonso II de Asturias (791-842). El resto de los cuerpos se veneran en la catedral de Calahorra y pro-

cesionan por las calles de esta ciudad todos los 3 de marzo, 15 de mayo y 31 de agosto.

~ 12 ~

Hubo celebración de Cortes de Castilla en la villa de San Esteban de Gormaz7 y el rey

castellano donó la villa de Paracuellos de la Vega8 al obispo de Cuenca.

9

Resulta que el rey Alfonso VIII de Castilla desea dejar claro que la localidad de Ca-

ñete,10

que dio por conquistada para sí Don Pedro Ruiz de Azagra (señor de Albarracín,

muerto en el pasado año), le pertenece a él como soberano de Castilla. Y en Uclés, a 9

de abril,11

firmó Alfonso VIII una carta documental por la que hace donación, para

siempre, del diezmo del portazgo y de las salinas del castillo del lugar a la diócesis de

Cuenca.

El rey Alfonso VIII de Castilla y el rey Alfonso II de Aragón tuvieron que tratar, ne-

gociar y pactar más de un asunto a lo largo de este año 1187. Igualmente, en lo que a la

Corona de Aragón se refiere, hubo sus historias, entre condales, populares, familiares,

territoriales, comerciales, económicas, militares, etc., si bien no nos detenemos a contar-

las, pues se puede pasar sin tener que pararse en hacerlo.

En Toledo,12

murió el famoso y muy prolífico traductor italiano Gerardo de Cremona.

Tradujo unas 70 obras del árabe al griego y al latín. Tenía 73 años de edad.13

La escuela de traductores de Toledo, en pleno auge, está siendo muy prestigiosa,14

destacando figuras como las del ahora difunto Gerardo de Cremona, como lo fuera Juan

de Sevilla (muerto en 1180), Domingo Gundisalvo,15

etc.

7 Provincia de Soria.

8 Provincia de Cuenca.

9 Juan Yáñez (1183-1195), primer obispo de esta diócesis y hombre de toda confianza del rey castellano.

10

Provincia de Cuenca.

11

Provincia de Cuenca.

12

Probablemente.

13

Si nació, como se supone, en Cremona y en el año 1114. Aunque es incierta la fecha exacta de la llega-

da de Gerardo a Toledo, es muy probable que fuera con anterioridad al año 1144, rondando la edad de 30

años.

14

La Escuela de Traductores de Toledo (o Simplemente la Escuela de Toledo, verdadero centro de es-

tudios superiores), igual que otras escuelas por el estilo que pudieron existir en la época, mantenía a va-

rios asesores y especialistas en lingüística, traducción de idiomas, archiveros, buscadores de manuscritos

árabes, indagadores o investigadores científicos, matemáticos, astronómicos, médicos, etc. De hecho,

Gerardo de Cremona es famoso también por haber hecho una traducción errónea: en vez de traducir “nú-

meros inconmensurables”, tradujo “números irracionales”, siendo este error del todo difundido durante

la Edad Media y hasta el presente, quedando plasmada así en matemáticas la denominación de los nú-

meros irracionales.

En matemáticas, un número irracional es un número que no puede ser expresado como una fracción

m/n, donde m y n sin enteros y n es diferente de cero. Es cualquier número real que no es racional.

Dado que en la práctica de medir la longitud de un segmento de recta sólo puede producir como resul-

tado un número fraccionario, en un inicio, los griegos identificaron los números con las longitudes de los

segmentos de recta. Al identificar del modo mencionado, surge la necesidad de considerar una clase de

números más amplia que la de los números fraccionarios. Se atribuye a Pitágoras de Samos (580-500 a.

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Sobresale, de entre las traducciones de Gerardo de Cremona, del árabe al latín, la de la

obra Kitab al-Medjisti, el Almagesto de Ptolomeo,16

un texto que, con su historia y tra-

ducciones, se encontraba en Toledo desde mucho tiempo atrás. Gerardo lo tradujo en

1175.17

Otras destacadas traducciones de Gerardo de Cremona fueron las siguientes:

El Hisab al-Yabr wa’l-Mukabala (Compendio de cálculo por reintegración y compa-

ración) de Al-Jwarizmi (o Al-Juarismi).18

Obras de Aristóteles: Meteorologica, De caelo et mundo, Physica, Analytica Poste-

riora.

Las Tablas toledanas (astronómicas).19

El Qunun de Ibn Sina20

y Kitab al-tibb al Mansuri.21

Una compilación médica de Yahya ibn Sarafyun (célebre médico sirio, y cristiano, lla-

mado Serapión, del siglo IX).

de C.) y su escuela el descubrimiento de la existencia de segmentos de recta inconmensurables con res-

pecto a un segmento que se toma como unidad en un sistema de medición. Así pues, existen segmentos de

recta cuya longitud medida en este sistema no es un número fraccionario.

Por ejemplo, en un cuadrado, la diagonal de éste es inconmensurable con respecto a sus lados. Este he-

cho ocasionó una convulsión en el mundo científico antiguo. Provocó una ruptura entre la geometría y la

aritmética de aquella época, ya que esta última, por entonces, se sustentaba en la teoría de la proporcio-

nalidad, la cual sólo se aplica a magnitudes conmensurables.

Intentaron salvar el obstáculo distinguiendo entre el concepto de número y el de longitud de un seg-

mento de recta, y tomaron estos últimos como elementos básicos para sus cálculos. De tal modo, a los

segmentos inconmensurables con respecto a la unidad tomada como patrón de medida les asignaron un

nuevo tipo de magnitud: los números irracionales, los cuales por largo tiempo no se reconocieron como

verdaderos números.

15

Muere en 1190.

16

Tratado astronómico del siglo II que contiene el catálogo estelar más completo de la Antigüedad, am-

pliamente utilizado por los árabes y por todo el ámbito mediterráneo, así como en el medieval occidente

europeo. En este tratado se describen el sistema geocéntrico y el aparente movimiento estelar y planetario.

17

La traducción de Gerardo de Cremona hizo que esta obra se introdujera definitivamente en la tradición

científica del occidente europeo. Gerardo no pudo traducir muchos de los términos técnicos e incluso

retuvo el nombre árabe de Abrachir para Hiparco de Nicea (autor del primer catálogo de estrellas, en el

siglo II a. de C.). Dado que Europa conoció este trabajo a través de los árabes, muchos de los nombres

clásicos de las estrellas provienen de los nombres árabes registrados en esta obra, si bien con numerosas

alteraciones.

18

El primer libro de álgebra de la historia. Al-Juarismi vivió aproximadamente entre los años 780-850.

19

Más tarde, desarrollándolas el rey Alfonso X el Sabio, en 1272, serán conocidas también como Tablas

alfonsíes.

20

El Canon de Medicina de Avicena (muerto en 1037).

21

Una Enciclopedia de Medicina.

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REINO DE LEÓN

El rey Fernando II de León contrajo matrimonio por tercera vez en este año 1187, en

esta ocasión, como era de esperar, con Urraca López de Haro, con quien el monarca es-

taba en relación desde 1182, cuando ya pasó un tiempo desde que enviudó el rey, en

1180,22

de su segunda esposa, Teresa Fernández de Traba.

El rey Fernando tiene ahora 50 años de edad y Urraca 27.23

Ella es hija de Lope Díaz I

de Haro (muerto en 1170, miembro de este linaje de la Casa de Haro, señor de Vizcaya

y Nájera) y de la condesa Aldonza.24

Con ocasión de su boda, el rey Fernando II donó a

su esposa Urraca López de Haro los castillos de Aguilar y Monteagudo.25

Al rey Fernando le embargó también en este año 1187 la pena de ver morir a su pe-

queño hijo homónimo, el infante Fernando, de 9 años de edad, quien le había nacido de

su segunda esposa, la reina Teresa Fernández de Traba.26

El infante Fernando recibió sepultura en el Panteón de Reyes de San Isidoro de León,

donde también reposaba su difunda madre la reina Teresa Fernández de Traba.27

22

El 6 de febrero.

23

Si nació, como se supone, en 1160.

24

Probablemente hija del conde galaico-leonés Rodrigo Vélaz y Urraca Álvarez.

25

Urraca y sus hermanos fueron recibiendo favores, posesiones y privilegios por parte del monarca

leonés. En 1186, su hermano García López fue nombrado alférez del rey, y en 1187, Diego López, otro

hermano, obtuvo la tenencia de la Extremadura leonesa (sobre este territorio puede verse Epílogo I).

Coincidiendo con su matrimonio en mayo de 1187, el rey dono a su nueva esposa los señoríos sorianos de

Aguilar de Montuenga y Monteagudo de las Vicarías. Pocos meses después de su matrimonio, que duró

unos nueve meses, Urraca, que sabía que se acercaba el final de la vida del monarca, querrá que acceda al

trono su único hijo superviviente, Sancho Fernández, nacido en 1186, sobreponiéndolo al primogénito del

monarca, el infante Alfonso (ya mismo futuro Alfonso IX), hijo de la primera esposa del monarca, Urraca

de Portugal. Para lograr su propósito (intentarlo), Urraca López de Haro va a enarbolar o sostendrá que el

nacimiento del infante Alfonso fue ilegítimo, ya que el matrimonio de sus padres había sido anulado de-

bido a los lazos de sangre o parentesco existentes entre ambos cónyuges. El rey Fernando desterrará en-

tonces a su hijo primogénito, lo que supondrá de momento un triunfo para su madrastra, que se esforzó en

que su hijo Sancho heredase el trono a la muerte de su padre, aunque dicha pretensión, como se verá, ob-

tuvo pocos apoyos, incluso entre sus parientes, debido a la excesiva minoría de edad del infante “pre-

tendiente”. Urraca López de Haro también se enfrentará a los Traba, defensores de los derechos del in-

fante Alfonso, que se había criado con ellos. Igualmente se enfrentará ella a los Lara, hijos de Teresa

Fernández de Traba, la segunda esposa del rey Fernando. Ya iremos viendo el desenvolverse de los he-

chos.

26

Este infante, Fernando, nació (año 1178) siendo hijo natural, cuando sus padres aún no se habían casa-

do, si bien, al casarse enseguida, legitimaron el nacimiento. Los abuelos del difunto infante Fernando

fueron: Alfonso VII el Emperador y Berenguela de Barcelona (paternos) y los condes Fernando Pérez de

Traba y Teresa de León, hija de Alfonso VI (maternos).

~ 15 ~

EMIRATO ANDALUSÍ

DE MAYURQA

Contamos cómo van la cosas en el emirato andalusí de Mayurqa,28

remontándonos a

presentar un poco de historia hasta estos momentos de 1187.

Desde el año 1014, las islas Baleares29

habían formado parte de la taifa o emirato de

Denia, hasta que, en 1076, el emir reyezuelo Alí Iqbal al-Dawla fue derrotado por Al-

Muqtadir, el rey de la taifa de Zaragoza, quedando la taifa de Denia anexionada o engu-

llida por la de Zaragoza. Las islas Baleares, desgajadas de la Denia derrotada, fueron

gobernadas a partir de entonces por el valí Abd Allah al-Murtada ibn Aglab, que se pro-

clamó emir en 1087 (hace un siglo).

El emir Abd Allah al-Murtada ibn Aglab (1076-1093) fue sucedido por Mubassir, has-

ta que en el año 1114 se produjo la cruzada o razia pisano-catalana contra Mayurqa.

Durante el asalto murió Mubassir, siendo sucedido, por poco tiempo, por Abu-l-Rabí

Sulayman. Aquellos atacantes no permanecieron luego de manera prolongada en Ba-

27

En el sepulcro de piedra bajo el que yace el difunto infante se esculpió este epitafio en latín: HIC

REQUIESCIT FAMULUS DEI FERNANDUS, FERNANDI REGIS FILIUS, QUI OBIIT ERA MCCXXV.

Como observa Ricardo del Arco y Garay, “La inscripción prueba que este Fernando fue hijo natural,

habido en Dª Teresa antes de casarse con ella, pues le llama simplemente siervo de Dios, hijo del rey, y

no infante”.

Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), el Panteón de Reyes de San Isidoro de León quedó

convertido en establo y los cadáveres allí sepultados fueron extraídos de sus sepulcros por los soldados

franceses y amontonados en un rincón, y después recogidos por los canónigos de la Colegiata y llevados a

la iglesia de Santa Marina de León. Durante el estudio llevado a cabo en 1997 de las tumbas del Panteón

de Reyes de San Isidoro de León se constató que el cadáver del infante Fernando se hallaba incorrupto,

característica que comparte con el de la infanta Sancha Raimúndez (también sepultada allí, muerta en

1159, hija de la reina Urraca I de León y hermana de Alfonso VII).

Puede recurrirse, por ejemplo, a la siguiente bibliografía: Arco y Garay, R. del (1954): Sepulcros de la

Casa Real de Castilla, Madrid, Instituto Jerónimo Zurita, Consejo Superior de Investigaciones Cien-

tíficas; Elorza J. C. y otros (ed.) (1990): El Panteón Real de las Huelgas de Burgos. Los enterramientos

de los reyes de León y de Castilla, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Bienestar Social

(ed.), Evergráficas; Vinayo González, A. (1998): Real Colegiata de San Isidoro: Historia, Arte y Vida,

León, Edilesa.

28

O taifa de Mallorca (Baleares), que tuvo sus períodos diversos: primera taifa, desde que se desmembró

del califato de Córdoba la taifa de Denia y se impusieron los almorávides (años 1076-1115); segunda tai-

fa, desde que siendo Mallorca el último de los reductos almorávides de Al-Ándalus fue sometida por los

almohades (años 1158-1203); tercera taifa, desde la batalla de las Navas de Tolosa (y la derrota almo-

hade) hasta la conquista de Mallorca por parte del rey Jaime I de Aragón, el Conquistador (años 1212-

1229).

29

Mayorqa, Minurqa, Yabissa y Faramantira, según la denominación musulmana de la época.

~ 16 ~

leares, de modo que vinieron a ocupar las islas los almorávides. Mayurqa formó parte

desde entonces del Imperio Almorávide, lo que la caracterizó como segunda taifa.

Efectivamente, a partir de 1158, Mayurqa fue el refugio de los últimos almorávides

andalusíes, siendo gobernada dinásticamente por los conocidos Banu Ganiya.30

Las Islas Baleares, hasta estos momentos, y remontándonos en el tiempo, fueron pa-

sando por períodos diversos a lo largo de su dilatada historia, si bien nos detenemos en

los tiempos pasados más inmediatos y en el presente. Gobiernan los Banu Ganiya.

30

Siendo el último de ellos Abd Allah ibn Ishaq ibn Ganiya, derrotado por el califa almohade Muham-

mad al-Nasis (1198-1213) en 1203.

~ 17 ~

CUERNOS DE HATTIN

(DESFILADERO AL OESTE

DEL MAR DE GALILEA,

REINO DE JERUSALÉN)

El 4 de julio es fecha que marca la significativa derrota de las tropas o ejércitos de los

cruzados a manos del sultán Saladino colapsando el reino de Jerusalén en los Cuernos

de Hattin, un desfiladero al oeste del mar de Galilea.31

Entre los cruzados hubo un pe-

queño contingente de caballeros de la española Orden de Santa María del Monte Gau-

dio.32

Más tarde, el 2 de octubre, Saladino conquistó Jerusalén, habiendo sufrido asedio

la ciudad desde el 20 de septiembre.

El ejército cruzado lo formaron principalmente caballeros templarios y hospitalarios a

las órdenes del Guido de Lusignan actuando como rey de Jerusalén33

y de Reinaldo de

Châtillon.34

31

Cerca de Tiberíades o Tiberias. Los Cuernos de Hattin es como se llama al monte de la Baja Galilea

cercano a la Planicie de Hattin y al monte Arbel. Se trata de un volcán apagado, con dos picos que ase-

mejan cuernos y ofrecen una buena visión geográfica y paisajística.

32

La Orden de Santa María del Monte Gaudio de Jerusalén (o sencillamente de Montegaudio) tuvo su

origen fundacional en el reino de Aragón, concretamente en el castillo de Alfambra (Teruel), en 1174, por

iniciativa del conde Rodrigo Álvarez de Sarriá, gracias al consentimiento y buen parecer del rey aragonés

Alfonso II. La Orden ya había sido aprobada por bula del Papa Alejandro III en 1173, pero carecía de po-

sesiones, hasta que le fue concedido el castillo de Alfambra, que se convirtió en su sede maestral. Su

símbolo fue la cruz ensanchada o patada roja y muy similar a la no medieval de la Orden de Malta.

La Orden de Montegaudio, que evolucionó en diferentes denominaciones y ramas u orientaciones, fue

de gran importancia en el siglo XII, estando muy presente en ámbitos internacionales y en la misma Je-

rusalén como sede. Gozando del apoyo de los monarcas aragoneses, en la Orden quedará absorbida la del

Hospital del Santo Redentor, con sede situada en Teruel, unión o fusión que originó la conocida como

Orden de Alfambra, la cual, en 1196, será absorbida por la Orden del Temple, debido sobre todo al influjo

en este sentido de la Casa Condal de Barcelona. No obstante, algunos caballeros de Alfambra, no estando

acordes con fundirse en el Temple, marcharon a Extremadura y fundaron allí la encomienda de Mon-

fragüe incluida en la Orden de Calatrava.

Cuando desaparezca la Orden del Temple, en el siglo XIV, prevalecerá aún la Orden Hospitalaria o de

Malta, destacando aún su gran maestre Juan Fernández de Heredia, comendador de Alfambra.

Pues bien, en la batalla de los Cuernos de Hattin, los caballeros de Montegaudio también fueron derro-

tados y los que sobrevivieron acabaron integrados en la Orden del Temple, si bien algunos regresaron a su

castillo de Alfambra.

33

Consorte de la reina Sibila.

~ 18 ~

Reparemos en los antecedentes de esta batalla. El 1 de mayo de este 1187, Saladino

había causado total destrozo a las tropas de Gérard de Ridefort, el gran maestre tem-

plario,35

en la batalla de Seforia.36

34

Tanto Guido como Reinaldo fueron hechos prisioneros en la batalla. El cronista Imad al-Din, secreta-

rio en su día de Nur al-Din y luego también de Saladino, refiere lo que ocurrió a continuación (siendo

Reinaldo llamado Arnat en las crónicas árabes):

Salah al-Din invitó al rey a sentarse a su lado y, cuando entró Arnat, lo instaló cerca de su rey

y le recordó sus fechorías: “¡Cuántas veces has jurado y luego has violado tus juramentos,

cuántas veces has firmado acuerdos que no has respetado!”. Arnat le mandó contestar al intér-

prete: “Todos los reyes se han comportado siempre así. No he hecho nada más de lo que hacen

ellos”. Mientras tanto, Guido jadeaba de sed, cabeceaba como si estuviera borracho y su rostro

traslucía un gran temor. Salah al-Din le dirigió palabras tranquilizadoras y mandó que le tra-

jeran agua helada, que le ofreció. El rey bebió y luego le tendió el resto a Arnat que apagó la

sed a su vez. El sultán le dijo entonces a Guido: “No me has pedido permiso antes de darle de

beber. No estoy obligado, por tanto, a concederle la gracia. Tras haber pronunciado estas pala-

bras, el sultán salió, montó a caballo y luego se alejó, dejando a los cautivos presa del terror.

Supervisó el regreso de las tropas y después volvió a su tienda. Una vez allí, mandó traer a

Arnat, avanzó hacia él con el sable en la mano y lo golpeó entre el cuello y el omóplato. Cuando

Arnat cayó al suelo, le cortaron la cabeza y luego arrastraron su cuerpo por los pies ante el rey,

que se echó a temblar. Al verlo tan impresionado, el sultán le dijo con tono tranquilizador:

“Este hombre sólo ha muerto por su maldad y su perfidia”.

Al rey Guido se le perdonó la vida. Estuvo prisionero en Damasco durante un tiempo, y luego se le dejó

en libertad.

35

Gérard (o Girard) de Ridefort fue el gran maestre templario desde que sucediera a Arnaldo de Torroja

en 1184. Segundón de un noble flamenco, no espera conseguir fortuna en su país, por lo cual se unió a la

segunda cruzada en 1146, a fin de perseguir el logro de algún señorío feudal. Raimundo III de Trípoli, re-

gente de Jerusalén, le prometió un rico y ventajoso matrimonio con su vasalla Lucía de Botrun, pero lue-

go cambiaron las cosas y dicha vasalla fue dada a un rico comerciante pisano que ofrecía o prometía mu-

cho más. Gérard de Ridefort no pudo digerir bien aquello, por lo cual se convirtió en total enemigo de

Raimundo III, aliándose a su vez con el enemigo de éste, Guido de Lusignan, además de ingresar en la

Orden del Temple, alcanzando el grado de senescal en 1183 y de gran maestre en 1184. Luego, tras la

muerte sucesiva de Balduino IV en 1185 y de Balduino V en 1186, Ridefort arrebató o inclinó decidida-

mente la corona del reino de Jerusalén contra Raimundo III y a favor de Guido de Lusignan.

Ridefort impulsó también temerarias campañas contra Saladino, lo que supuso que por ambas partes se

perdieran contingentes y muchas vidas humanas, como ocurrió en la batalla de Seforia. Nos ocuparemos

de Ridefort, violento e insensato, a su muerte en 1189.

36

Cuando era evidente que Saladino deseaba la conquista de Jerusalén. Astuto, inteligente, diplomático y

estratega, Saladino firmó cuantas treguas y pactos tuvo a bien con distintos bandos de señores cristianos y

caballeros cruzados, valiéndose también de las desavenencias y desacuerdos entre Raimundo III de

Trípoli y Guido de Lusignan, ofreciendo Saladino la protección sobre Galilea, sacando así provecho de

las luchas intestinas que proliferaban en el reino de Jerusalén.

De esa manera, Raimundo III intentó que Isabel fuera la reina de Jerusalén en vez de su hermanastra

Sibila. Pero Joscelino III de Courtenay, conde de Edesa, tras alejar a Raimundo III –de quien había obte-

nido la regencia–, consiguió reunir a los barones y lograr el apoyo de Gérard de Ridefort, Reinaldo de

Châtillon y otros nobles.

A principios de 1187, el caballero Reinaldo de Châtillon atacó una caravana de mercaderes que iba de

El Cairo a Damasco y que tenía derecho al libre paso, aunque excesivamente armada. Hay que decir que

~ 19 ~

Después de Seforia, Saladino había seguido su ruta para sitiar Tiberíades, a fin de

atraer a las tropas cristianas y así enfrentarlas en un terreno que le fuera favorable.

Echive, la esposa de Raimundo de Trípoli, parapetada en la ciudadela, llamó en su so-

corro al rey de Jerusalén, Guido de Lusignan, y a su esposo, quien se encontraba en

Seforia. El mensajero no tuvo ninguna dificultad en franquear las líneas enemigas,

porque Saladino no deseaba más que una cosa: que los francos estuvieran al corriente de

lo que se preparaba.

Durante el consejo, reunido por orden del rey, Raimundo de Trípoli se inclinó por de-

jar caer Tiberíades, a pesar de que su mujer estuviera expuesta en la ciudadela. Había

adivinado perfectamente el juego de Saladino. El rey y los barones estuvieron de

acuerdo con él. Esperarían que Saladino fuera hacia ellos. Pero Gérard de Ridefort que-

ría borrar su fracaso de Seforia y se aprovechó de la debilidad del rey para convencerlo

de atacar. El día 3, al alba, el rey de Jerusalén hizo levantar el campamento y, a pesar de

la intervención de los barones, el ejército se dirigió hacia Tiberíades.

Sus fuerzas incluían inicialmente 2.000 caballeros montados, 4.000 turcopolos (arque-

ros a caballo equipados a la turca)37

y 32.000 infantes, pero a lo largo de toda la marcha

Reinaldo de Châtillon, antiguo príncipe de Antioquía y actual señor de Transjordania, era quien más osa-

ba, de varias maneras, en atacar a Saladino, haciéndole la guerra del corso en el mar Rojo y poniendo en

duda que Saladino fuera, como se decía, el Protector de los Santos Lugares musulmanes. Saladino no

tardó en exigir la devolución de los bienes contenidos en la caravana y la liberación de los prisioneros.

Reinaldo se negó y se obstinó en la negativa incluso cuando intervino Guido de Lusignan para que se

efectuase la devolución. Saladino movilizó entonces a sus tropas de Siria, juró la muerte de Reinaldo y se

puso en camino el 17 de marzo de 1187, asolando de paso las regiones que atravesó, como Galilea.

Saladino obtuvo la autorización de Raimundo de Trípoli para atravesar Galilea. Al mismo tiempo, el 30

de abril de 1187, una delegación de reconciliación enviada por el rey de Jerusalén fue al encuentro de

Raimundo de Trípoli para negociar. Dicha delegación estaba formada por el arzobispo Joscio de Tiro,

Balián de Ibelín (señor de Ramala), Reinaldo de Sidón, Gérard de Ridefort (maestre del Temple) y Roger

de Moulins (maestre de los Hospitalarios). Ambas fuerzas se encontraron cerca de Seforia en un momento

en que sólo estaban presentes los dos maestres (de los Templarios y Hospitalarios).

Pese a los consejos de Roger de Moulins y de los que había dado Raimundo de Trípoli, que sugerían

refugiarse en una fortaleza –el segundo había recibido de Saladino garantías de que durante su incursión

por la Baja Galilea no atacaría las fortalezas donde se hubiesen refugiado los habitantes–, Gérard de Ri-

defort cabalgó hasta Nazaret, convocó a todos los templarios que encontró, y con 150 hombres, 90 de

ellos templarios, incluidos el mariscal del Temple y el maestre del Hospital, se lanzó al choque contra la

caballería enemiga que en total sumaba la cantidad de 7.000 hombres. El desastre fue evidente, y cuando

Balián, que se había separado del grupo para visitar Samaria, alcanzó el lugar de la batalla no halló más

que cuerpos decapitados. Sólo Ridefort y otros dos caballeros lograron salvarse, aunque, eso sí, infrin-

giendo los templarios fuertes bajas a los sarracenos.

Consecuentemente, Raimundo de Trípoli, al ver pasar bajo los muros de su ciudad, Tiberíades, a las

tropas de Saladino con las cabezas de los cristianos en las puntas de sus lanzas, hizo de inmediato las

paces con Guido de Lusignan. Roto el pacto con Raimundo de Trípoli, Saladino puso sitio a Tiberíades,

de la que tomó la ciudad baja mientras Eschiva, esposa de Raimundo de Trípoli –ya que éste se había

unido al ejército que estaba reclutando Guido de Lusignan–, se atrincheraba en la ciudadela. El intento de

los cristianos de recuperar Tiberíades fue lo que dio lugar a la batalla de Hattin, el 4 de julio de 1187,

como estamos contando.

37

Eran guerreros locales convertidos al cristianismo o mercenarios, usados como caballería ligera a fin de

proteger al ejército cruzado de los ataques de los exploradores musulmanes. Tras la batalla, Saladino los

hizo ejecutar por considerarlos traidores. Al inicio de la marcha, los turcopolos eran unos 4.000, pero

~ 20 ~

fueron acosados por 6.500 jinetes ligeros sarracenos que les infligieron muchas bajas

mediante ataques sorpresas, escaramuzas y emboscadas, particularmente en los turcopo-

los. A esto se les unieron las inclemencias ambientales y deserciones, debilitando aún

más a la fuerza cristiana. Durante la marcha, como queda dicho, también se les unieron

unidades de caballeros cruzados de diversas órdenes monásticas militares.

Comenzaron las acciones en medio de un calor sofocante y la retaguardia se veía

continuamente acosada por los arqueros montados de Saladino; los caballeros marcha-

ban a pie, ya que habían muerto sus caballos. Guido de Lusignan se dio cuenta de su

error y estuvo de acuerdo con Raimundo de Trípoli en dar un rodeo por el pueblo de

Hattin, donde había un pozo de agua. Pero Saladino no se dejó embaucar por la manio-

bra y mandó a sus tropas para que les cortaran el camino. El rey decidió entonces esta-

blecer un campamento para pasar la noche en esta meseta. Agotadas las reservas de

agua, los hombres optaron por dormir con todos sus atavíos, por miedo a verse sorpren-

didos en su sueño por los enemigos. A algunos cientos de metros percibían las risas y

los cantos de los musulmanes, a quienes no faltaba nada.

A la mañana siguiente, el ejército reanudó su marcha: tenían que alcanzar el pozo de

agua. Las tres columnas se desplegaron entre dos colinas (volcánicas), los llamados

Cuernos de Hattin. Los musulmanes les seguían acosando y los cuerpos de batalla se se-

pararon. El rey tomó entonces una posición estratégica, al pie de los Cuernos. Pero las

tropas de Saladino prendieron fuego a las hierbas secas, asfixiando y ahogando a los

francos o cruzados con el humo abundante.

Y fue arreciando poco a poco la batalla. Se veía venir. Saladino se tomó su tiempo.

Prosiguió sus ataques de acoso y no parecía tener prisa por lanzarse al asalto final. Para

el rey latino de Jerusalén, no había más que una salida para abrir la vía hacia Hattin:

atravesar la barrera enemiga. Ordenó a Raimundo de Trípoli cargar con sus caballeros.

Taqi al-Din, sobrino de Saladino, al mando de esa barrera, dividió entonces sus tropas

para abrir el paso, pero lo cerró inmediatamente después. Las tropas cristianas no habían

podido seguir y Raimundo de Trípoli se encontró solo. Al verse incapaces de ir en

ayuda de su camarada, los cristianos se dirigieron a Tiro.

Los infantes habían escalado la colina norte de los Cuernos, pero se encontraron entre

un precipicio y las tropas musulmanas. Muchos de ellos murieron arrojados al vacío y

otros se rindieron. Mientras, la caballería de Saladino había cargado contra los cris-

tianos, que se refugiaban en el Cuerno sur. Saladino escogió ese momento para lanzar el

asalto final. Los caballeros consiguieron esporádicamente arrollar las líneas musulma-

nas, pero se vieron rechazados. Saladino lanzó el último asalto para apoderarse de la

tienda roja del rey, donde se encontró la sagrada reliquia de la Vera Cruz, la que no im-

pidió que, en la noche del 4 de julio, todo hubiera acabado. La sagrada reliquia fue ya

botín de guerra de Saladino. Guido de Lusignan, lo mismo que Reinaldo de Châtillon,

fue hecho prisionero, siendo Reinaldo el peor enemigo de Saladino. En su propia tienda

durante ésta fueron constantemente acosados por la vanguardia musulmana. Finalmente sus unidades fue-

ron destruidas en escaramuzas y emboscadas, dejando unos cuantos supervivientes. Los turcopolos solían

actuar como caballería ligera protegiendo al grueso del ejército cristiano del hostigamiento de los jinetes

sarracenos.

~ 21 ~

y tal y como Saladino había prometido, con sus propias manos, le cortó la cabeza, sin

hacer valer el habitual canje de rescate o económico de este prisionero. Saladino jus-

tificó la ejecución por las masacres y asaltos que había cometido Reinaldo, más de una

vez, contra la población y las caravanas, tanto de cristianos como de musulmanes, en

una de las cuales, según se cuenta, viajaba una hermana de Saladino, lo que motivó que

éste jurase que a Reinaldo le mataría con sus propias manos.38

Vista de Hattin en la actualidad

38

Ver Epílogo II.

~ 22 ~

~ 23 ~

Gustavo Doré. Batalla de Hattin

~ 24 ~

Muertos también en este año 1187 –y ahora nos lo contamos– fueron Balduino de

Ibelín, conocido igualmente como Balduino de Ramala, y Raimundo III de Trípoli.

Balduino de Ibelín fue hijo de Barisán de Ibelín,39

siendo hermanos suyos Hugo y Ba-

lián de Ibelín.

Cuando murió su hermano Hugo, el castillo de Ibelín pasó a él, pero se mantuvo como

señor de Ramla (o Ramala) y cedió Ibelín a Balián, su hermano menor. Ambos herma-

nos apoyaron a Raimundo III de Trípoli y se opusieron a Miles de Plancy en lo referente

a la regencia a favor del joven rey Balduino IV (el Leproso) de Jerusalén en 1174.

También estuvieron ambos hermanos en la batalla de Montsigard (año 1177). En la

batalla del fuerte o vado de Jacob (año 1179), Balduino fue hecho prisionero por los

musulmanes. Manuel I de Bizancio pagó el rescate por su liberación, en 1180, tras la

cual, ya habiendo muerto el emperador, visitó Constantinopla.

En 1183, apoyó a Raimundo III de Trípoli contra Guido de Lusignan, el “forzado”

marido de la reina Sibila de Jerusalén y regente de Balduino V. Balduino de Ibelín es-

tuvo entre los barones que aconsejaron a Guido la coronación de Balduino V en 1183,

mientras aún vivía Balduino IV. Fue su intento, entre otros que se portaron de la misma

manera, para impedir que reinara Guido de Lusignan. Así fue como reinó Balduino V

siendo un chiquillo poco saludable en 1185, muriendo en 1186. Raimundo III de Trípoli

se decantó por que reinara en Jerusalén Hunfredo IV de Torón, casado con Isabel de

Jerusalén (hija de Amalarico I y de María Comneno), pero Hunfredo no aceptó y se unió

a Guido. Balduino de Ibelín se negó a jurar lealtad a Guido y se exilió a Antioquía.

Se cuenta que una de las razones por las que Balduino de Ibelín rechazaba a Guido era

porque, en 1180, quiso casarse con Sibila. Pasó que por entonces prevaleció la familia

Lusignan como más importante que la familia Ibelín. El caso ha sido que Balduino de

Ibelín no acudió en ayuda de Guido frente a Saladino, muriendo en su retiro o exilio

autoimpuesto, en este año 1187.

De su matrimonio y descendencia señalamos lo que sigue:

Estuvo casado con Riquilda, hija de Gramand I, señor de Bethsan (en el valle del Jor-

dán, al sur del mar de Galilea), y fueron sus hijos: Tomás,40

Eschiva41

y Estefanía.

39

Barisán de Ibelín es el ancestro del linaje. Su nombre también se pronunciaba como Balián y se le co-

noce como Balián el Viejo. Probablemente fue originario del norte de Italia, aunque nada se sabe de él

hasta tarde, avanzado el siglo XII, actuando en el reino de Jerusalén.

En 1141 fue nombrado señor del nuevo castillo de Ibelín, localizado en el condado de Jaffa, entre esta

ciudad y el fuerte de Ascalón. En 1148 heredó el señorío de Ramla o Ramala, por casarse con Helvis, hija

de Balduino de Ramla. Por entonces participó Barisán en el concilio de Acre, habiendo llegado la se-

gunda cruzada, y se decidió el ataque a Damasco.

Con su esposa Helvis, Barisán fue padre de Hugo, Balduino, Barisán, Hermengarda y Estefanía. El jo-

ven Barisán se hizo conocido como Balián, o Balián el Joven. Barisán (el Viejo) murió en 1150 e Ibelín

fue heredado por Hugo. Helvis se casó después con el guardián Manasses de Jerusalén.

En la película El reino de los cielos (2005), Barisán, interpretado por Liam Neeson, se llama Godofre-

do…

40

Muerto en 1188.

41

Muerta en 1196, casada con Amalarico II de Jerusalén (1197-1205).

~ 25 ~

Separado de Riquilda en 1174, contrajo nuevo matrimonio, en 1175, con Isabel Goth-

man, que falleció en 1177, sin descendencia. Y en la década siguiente estuvo casado con

María, hija del condestable Renier de Trípoli.

En cuanto al conde Raimundo III de Trípoli, figura de gran interés e importancia, al

que ya nos hemos venido refiriendo anteriormente, recordemos que fue el sucesor de su

padre en el condado, después de que éste, Raimundo II, fuera asesinado, en 1152.42

En sus campañas contra los musulmanes fue hecho prisionero por Nur al-Din en 1164,

siendo liberado en 1172.43

Cuando en 1174 subió al trono de Jerusalén el rey Balduino

IV, siendo menor, reclamó y consiguió Raimundo con éxito la regencia como el primer

pariente masculino más próximo del joven monarca aquejado además de lepra. La re-

gencia acabó cuando Balduino IV alcanzó la mayoría de edad, en 1177, si bien siguió

Raimundo participando e influyendo acertadamente en los asuntos del reino.44

Pero Raimundo tuvo rivalidad en su contra, consiguiendo sus enemigos que el mo-

narca lo exiliara durante dos años, entre 1180 y 1182. Vinieron tiempos en los que, es-

tando para morir Balduino IV, se acrecentaba la peligrosa amenaza de Saladino sobre el

reino de Jerusalén; y Raimundo volvió a ser designado regente, a comienzos de 1184,

en atención al muy joven sobrino del monarca, coronado en 1183, que reinaría al morir

el tío (marzo de 1185), no por mucho tiempo, como Balduino V, muerto en el verano de

1186.

Aunque se había pensado una solución a su sucesión de manera que intervinieran en la

misma las correspondientes y pertinentes fuerzas o instituciones europeas (Santa Sede,

reinos de Francia e Inglaterra, Sacro Imperio), el caso fue que se impuso finalmente la

sucesión de Sibila, madre del monarca difunto, y Guido de Lusignan, resultando este

asunto, como el matrimonial de Sibila, muy confuso y forzado, violándose las condicio-

42

Raimundo III de Trípoli sucedió a su padre, Raimundo II, muerto a manos de los hashshashin (asesi-

nos, los nizaríes, secta violenta chií ismailí) y a Hodierna de Trípoli, su madre y regente hasta su mayoría

de edad.

En 1160, el emperador bizantino Manuel I Comneno buscaba una esposa en los reinos cruzados. Las

dos candidatas fueron Melisenda (hermana de Raimundo) y María de Antioquía (o de Poitiers). Al prin-

cipio, el emperador Manuel estuvo decidido por la primera, pero acabó eligiendo a María y casándose con

ella. Raimundo III de Trípoli, ofendido al respecto, respondió con un ataque pirata sobre la isla bizantina

de Chipre.

43

En 1164, Raimundo III de Trípoli y Bohemundo III de Antioquía intentaron liberar Harim (o Harem, en

Siria) de un asedio de Nur al-Din, pero fueron derrotados y Raimundo, junto con otros, fue capturado y

llevado preso a Alepo, donde permaneció hasta 1173, actuando como regente de su condado el rey

Amalarico I de Jerusalén.

44

Raimundo fue regente del reino de Jerusalén tras la muerte del rey Amalarico I en 1174, siendo

Balduino IV el sucesor, aún niño y enfermo de lepra. Raimundo era el pariente masculino más próximo al

monarca (primo hermano de Amalarico I, padre del rey).

Raimundo III de Trípoli se casó con Eschiva de Bures, princesa de Galilea y viuda de Gualterio de Ti-

beríades, lo que le proporcionó un gran poder en la zona norte del reino. Como regente nombró canciller,

en 1174, al cronista Guillermo de Tiro, arzobispo de Tiro (siéndolo a partir de 1175).

~ 26 ~

nes de la regencia.45

Lo que sí podemos valorar en tan delicados momentos fue la capa-

cidad de Raimundo III de Trípoli, e incluso también la de Saladino, para concluir nego-

ciaciones de tregua pacífica y de buenas relaciones en cuatro años, tregua que final-

mente no resultó posible de llevar a efecto.

Como Raimundo se negó a reconocer como rey a Guido de Lusignan, acabó retirán-

dose a Tiberíades, un bastión o señorío de su esposa Eschiva de Bures, princesa de Ga-

lilea.46

El principado de Galilea, desde su centro en Tiberíades, es el que ha resultado

tomado por Saladino en julio de este año 1187, en la batalla de los Cuernos de Hattin.

Anteriormente a la mencionada batalla, cuando Saladino reanudó la guerra contra el

reino de Jerusalén, entre Saladino y Raimundo como que se mantenía la tregua de paz,

pero finalmente la frustraron del todo algunos seguidores, fanáticos incondicionales de

Guido masacrando a algunos musulmanes con salvoconducto de Raimundo en Galilea,

lo que llevó a Raimundo, en un intento de arreglar las cosas o de reencauzar la situación

a reconciliarse con Guido. Raimundo se vio abocado a luchar él también contra Sala-

dino en la batalla de los Cuernos de Hattin, resultando herido en la misma, siendo de los

pocos que logró escapar. Se retiró a Trípoli y allí murió poco después.

45

Raimundo tuvo mucha relevancia en medio de los bandos y luchas intestinas del reino hierosolimitano.

Dos eran los partidos: los barones, que vivían de las rentas de sus tierras, y los nuevos cruzados, que bus-

caban el botín de guerra. Formaban, respectivamente, el partido de los barones (o de los nobles) y el par-

tido cortesano. El primero era partidario de las relaciones pacíficas y el comercio que mantuviesen sus

ingresos. En el partido cortesano, que era otra cosa, se encontraba Inés de Courtenay, así como muchos

recién llegados al reino, o netamente cruzados como Reinaldo de Châtillon y Guido de Lusignan.

Como tataranieto de Raimundo IV de Toulouse, Raimundo III de Trípoli formaba parte de las familias

establecidas en el reino desde la primera cruzada. Prefería estar en buenas relaciones con los musulmanes,

y a menudo tenía conflictos con los nuevos cruzados o con las órdenes militares que buscaban, más que

otra cosa, la lucha contra el Islam.

En 1180, Inés de Courtenay y Balduino IV apoyaron el matrimonio de Guido de Lusignan con Sibila,

hermana del rey, a pesar de la oposición de Raimundo. Guido pasó a ser el regente en 1182. Cuando éste

cayó en desgracia ante Balduino, Raimundo volvió a ser regente. En 1183, Raimundo y la Haute

Cour lograron cambiar la sucesión a favor de Balduino V, hijo de Sibila y de su primer marido, Guillermo

de Montferrato (muerto en 1177), saltándose las pretensiones de Sibila y Guido. Pero tras las muertes de

Balduino IV (año 1185) y Balduino V (año 1186), el reino pasó a Sibila, aunque para ello tuvo que di-

vorciarse de Guido (para después de acceder al trono volver a casarse con él).

46

El principado de Galilea, desde 1099, cuando la primera cruzada, fue uno de los cuatro señoríos del

reino cruzado de Jerusalén, siendo un principado que se centró en torno a Tiberíades, a orillas del lago o

mar de Galilea, contando con amplios territorios vasallos por toda Galilea y la antigua Fenicia (el actual

Líbano). El principado de Galilea contó entre sus vasallos con los señoríos de Beirut, Nazaret y Haifa, se-

ñoríos que contaban también a su vez con sus propios vasallos. Curiosamente, la independiente ciudad de

Sidón, se hallaba en medio del principado de Galilea.

~ 27 ~

~ 28 ~

Jerusalén

Después de un verano ardiente vino un otoño caliente en Tierra Santa, que dan ganas

de llamarla más bien Tierra Disputada o de alguna otra manera, buscando una nomina-

ción neutra… ¿Cómo podríamos llamarla o habría que llamarla?47

El caso fue que tras su victoria sobre el ejército de los cruzados en la batalla de Hattin,

el 4 de julio, Saladino se dispuso con sus hombres para la conquista de Jerusalén. El

asedio musulmán sobre la ciudad se inició el 20 de septiembre y Jerusalén fue tomada

por Saladino el 2 de octubre, siendo de gran repercusión internacional y estratégica esta

conquista.48

Se fue pasando del caos en la zona, un caos tanto cristiano como musul-

mán, a un triunfo musulmán, a costa de un enorme colapso cristiano en estos reinos lati-

nos de cruzados derrotados.

En Tiro,49

Balián de Ibelín, señor de Ramla o Ramala y Nablus, uno de los pocos no-

bles cristianos de rango considerable que pudo ponerse a salvo de la derrota de Hattin,

había pedido a Saladino poder pasar con seguridad a Jerusalén para poder recuperar a su

mujer, María Comneno,50

y a su familia. Saladino le concedió el permiso, a condición

de que Balián, con juramento, no tomara las armas en contra suya y no permaneciera en

Jerusalén durante más de un día. Sin embargo, cuando Balián llegó a la ciudad, el pa-

triarca Heraclio, la reina Sibila y el pueblo en general vinieron a pedirle que se hiciera

cargo de defenderlos. Heraclio, “por el bien de la cristiandad”, le instó particularmen-

te a permanecer en la resistencia de la ciudad frente a Saladino. El patriarca le ofreció

con vehemencia librarle de lo prometido y jurado a Saladino, de modo que Balián, final-

mente, tras parlamentar sobre condiciones, pros y contras, pareceres, etc., aceptó que-

darse.

47

Ver Epílogo III.

48

Por ejemplo, el 29 de octubre, en la Santa Sede, el Papa, a la sazón Gregorio VIII, decidió que habría

de emprenderse una tercera cruzada y llegó a convocarla, tal como enseguida iremos contando.

49

Tiro giró bajo la influencia y poder de Bizancio desde finales del siglo IV hasta que en el año 638 la

ocuparon los árabes. En 1098 cayó en poder de los turcos selyúcidas, pasando luego a ser de los cruzados

entre los años 1124-1291. Desde los tiempos de la primera cruzada, concretamente desde 1124, Tiro fue

una de las ciudades más importantes del reino de Jerusalén. Formó parte del dominio real, aunque tam-

bién había colonias comerciales autónomas de mercaderes italianos. La ciudad fue también importante se-

de arzobispal, dependiente del patriarcado latino de Jerusalén. Nos suena como destacado el arzobispo

cronista Guillermo de Tiro (muerto en 1185). Tras la conquista de Jerusalén por Saladino en 1187, la ca-

pital del reino se trasladó a Acre pero los rituales de coronación se mantuvieron en Tiro.

50

Viuda del rey Amalarico I de Jerusalén (madre de Isabel de Jerusalén, reina reconocida entre los años

1192-1205) y, desde 1177, esposa de Balián de Ibelín.

~ 29 ~

Balián51

mandó una delegación a comunicar su decisión a Saladino, que se hallaba en

Ascalón.52

Saladino mostró su disposición para una rendición negociada de Jerusalén, lo

cual, de momento, rechazó la delegación. Sin embargo, Saladino dispuso una escolta pa-

ra acompañar a María, sus hijos y toda la familia de Balián a Trípoli.

Balián encontró muy calamitosa la situación en Jerusalén. La ciudad estaba llena de

refugiados que huían de las conquistas de Saladino. Tales refugiados se incrementaban a

diario. Sin embargo, los que escaseaban eran los caballeros y los guerreros; había poco

más de una docena, catorce como mucho, de modo que decidió armar caballeros a se-

senta más, cogidos de entre las filas de los escuderos o los que se formaban al respecto

y entre los burgueses. Se temieron lo peor. Hubo de hacerse el acopio del dinero a buen

recaudo y prepararse el almacenamiento de alimentos. Era inevitable que iban a ser si-

tiados. Saladino, por su parte, había reunido bajo su mando sus dos ejércitos, el sirio y

el egipcio. Y tras un breve e infructuoso asedio a Tiro, deseando mucho más Jerusalén,

el sultán se apostó a las afueras de esta ciudad el 20 de septiembre.

Se emprendieron negociaciones entre Saladino y Balián, siendo mediador Yusuf Batit,

uno de los clérigos de la ortodoxia oriental, realmente molesto como tantos otros con la

represora y fanática preeminencia latina, que se suponía más libre si Jerusalén volvía a

ser de preeminencia musulmana.

Ciertamente, no quería Saladino inútil derramamiento de sangre en la toma o rendi-

ción de la ciudad, pero dentro de la misma resistían y se negaban a abandonar la lucha

por rendición. Decían preferir una Jerusalén destruida en combate a muerte antes que

verla entregada pacíficamente. Y así comenzó y se mantuvo el asedio.

El ejército de Saladino se enfrentó atacando por la Torre de David (junto a la Puerta

de Jaffa) y por la Puerta de Damasco. Sus arqueros hostigaban continuamente las mura-

llas con sus flechas. Las máquinas de asedio se arrastraron hasta las paredes, dándose

vaivenes y sucesivos empujes. Por días continuos, las alternaron las escaramuzas con

relativos resultados. El 26 de septiembre trasladó Saladino su campamento a otra parte

de la ciudad, en el Monte de los Olivos, donde no había puerta desde la que los cruzados

pudieran contraatacar. Las paredes fueron machacadas constantemente por máquinas de

asedio, catapultas, manganas o mangoneles, el famoso fuego griego, ballestas y proyec-

tiles de todo tipo. Una parte de la pared muralla estaba minada, y se derrumbó el 29 de

septiembre. Los cruzados no pudieron expulsar a las tropas de Saladino fuera de la bre-

cha, pero al mismo tiempo tampoco los musulmanes pudieron penetrar en la ciudad. Los

musulmanes eran mucho más numerosos que los cruzados, y como antes sólo había

unas cuantas docenas de hombres capaces de llevar armas y defender las murallas, no

51

Considerado por los musulmanes como verdadero soberano, como lo testimonian las crónicas de Ibn

al-Athir (1160-1233).

52

Ciudad portuaria que cedieron a Saladino Guido de Lusignan y Gérard de Ridefort por su liberación

tras haber sido apresados en la derrota de Hattin. No obstante, la ciudad fue tomada a sangre y fuego, lo

mismo que pasó también en Ramla o Ramala e Ibelín.

Una vez aseguradas las comunicaciones con el sultanato de Egipto –tal era la importancia estratégica de

Ascalón–, Saladino se dispuso a poner en estado de sitio a la Ciudad Santa de Jerusalén.

~ 30 ~

era posible encontrar más hombres incluso en el caso de la promesa de una enorme tasa.

Los civiles desesperaban horrorizados, pues no esperaban sino ser masacrados.53

La Torre o Ciudadela de David y la estatua de Saladino en su proximidad

53

De acuerdo con un pasaje posiblemente escrito por Ernoul, un escudero de Balián, en la continuación

de la crónica de Guillermo de Tiro, los clérigos organizaron una procesión descalzos alrededor de las

murallas, como habían hecho los clérigos durante la primera cruzada, en 1099, marchando fuera de los

muros. En el Monte Calvario, las mujeres cortaron el cabello de sus hijos (sobre todo de sus hijas, para

que no fueran violadas), después de la inmersión profunda del mentón en cuencos de agua fría. Estas

penitencias tenían también por objeto alejar la ira de Dios fuera de la ciudad, pero “Nuestro Señor no se

dignó a escuchar las oraciones o el ruido que se hizo en la ciudad. Porque el hedor de adulterio, la re-

pugnante extravagancia y el pecado contra la naturaleza, no dejaron alzar las oraciones hasta Dios”.

~ 31 ~

A finales de septiembre, Balián cabalgó con una embajada a reunirse con el sultán,

ofreciendo la entrega de la ciudad a la que se habían negado inicialmente. Saladino no

aceptaría esto, una capitulación, al ver que, a medida que hablaba, sus hombres esca-

laban las paredes y plantaban sus banderas. Pronto, sin embargo, los cruzados cesaron

en su lucha. Saladino aceptó por fin, y los dos estaban de acuerdo en que la ciudad se

entregaría a Saladino pacíficamente.54

El sultán permitió un rescate de veinte besan-

tes55

para los hombres, diez para las mujeres, y cinco para los niños; pero los que no

podían pagar se vendieron como esclavos. Balián argumentó en vano que había muchas

más personas que no podían pagar, ya que quizás había hasta 20.000 refugiados sin na-

da de otras partes del reino.

Entrando en Jerusalén, se decidió que 7.000 pobres en la ciudad podrían ser rescatados

con dinero procedente de la tesorería que el rey Enrique II de Inglaterra había enviado y

juntado allí, bajo custodia de los caballeros hospitalarios. Era un dinero destinado para

ser usado por el rey Enrique en una peregrinación o cruzada penitencial por el asesinato

martirial que se perpetró en la persona de Tomás Becket, arzobispo de Canterbury;56

pero el rey nunca hizo tal peregrinación y su tesoro ya se había utilizado para pagar a

mercenarios que lucharon en la batalla de los Cuernos de Hattin.

Balián se reunió de nuevo con Saladino para regatear y bajar el rescate a diez besantes

por hombre, cinco por mujer y uno por niño. Balián argumentó que la cantidad era aún

demasiado grande, y Saladino propuso un rescate de 100.000 besantes en total para to-

dos los habitantes. Balián pensó que esto era imposible, y Saladino hizo la propuesta de

que un rescate de 7.000 personas no sería inferior a 50.000 besantes. Finalmente se de-

cidió que Saladino liberaría a los 7.000 por 30.000 besantes. Y se permitió que dos mu-

jeres o diez niños pudieran ocupar el lugar de un hombre por el mismo precio. De todos

modos, fue mejor pagar así que con la vida y para nada.

Balián entregó las llaves de la Torre de David, la emblemática Ciudadela de Jerusalén,

el 2 de octubre. Se anunció que todos los habitantes tenían aproximadamente un mes pa-

ra pagar su rescate, si podían, o no mucho después. Saladino fue generoso y liberó a al-

gunos de los que fueron forzados a la esclavitud; Safadin, su hermano, hizo lo mismo, y

54

El sitio y la rendición de Jerusalén constituyen es el momento culminante o final que se trama en la pe-

lícula El reino de los cielos, dirigida y producida por Ridley Scott (año 2005), resultando ser tal vez la

parte más realmente histórica de la película, sobre la base de una serie de fuentes primarias, aunque con

mucha imaginación material añadida. Ver Epílogo IV.

55

El besante fue una antigua moneda bizantina (creada por el emperador Constantino I el Grande, en el

siglo IV) de oro o plata que también tuvo curso entre los musulmanes y en gran parte de Europa Occi-

dental. En sus orígenes fue el solidus (sólido). Posteriormente, por deformación de la palabra Bizance

(Bizancio), acabaría denominándose besante. Constantino la creó como moneda estabilizadora de la eco-

nomía imperial romana (tras la prolongada crisis monetaria de los siglos III y IV). Su representación he-

ráldica es el bezante, voz que se utiliza en su sentido numismático tal como se registra en textos españoles

desde el siglo XIII. Fue moneda vigente y frecuente durante 600 años, el auténtico dólar de la Edad Me-

dia. Entre los siglos XIII y XIV, se usaban los besantes de Malta, los de Valencia y el besante de los cru-

zados de San Juan de Acre.

56

29 de diciembre de 1170.

~ 32 ~

Balián y Heraclio, el patriarca, pagaron la libertad de muchos otros con su propio di-

nero. Se ofrecieron como rehenes para el resto de los ciudadanos (por lo menos varios

miles) cuyos rescates no se habían pagado, pero Saladino se negó.

Saladino permitió una marcha ordenada de Jerusalén e impidió el tipo de masacre que

se había producido cuando los cruzados tomaron la ciudad en 1099. Los habitantes res-

catados marcharon lejos en tres columnas; fueron los templarios y los hospitalarios los

que llevaron las dos primeras, mientras Balián y el patriarca Heraclio llevaron la tercera.

Le fue permitido a Balián reunirse con su esposa y familia en Trípoli. Se le permitió a

Heraclio evacuar y llevarse varios tesoros y relicarios de las iglesias, hecho que escan-

dalizó al cronista musulmán Imad al-Din,57

a pesar de que el patriarca ya había contri-

buido debidamente y con creces a los rescates.

Algunos de los refugiados se dirigieron primero a Trípoli, donde se les negó la entrada

y fueron despojados de las posesiones que habían tomado consigo en Jerusalén. Muchos

de ellos fueron luego a Antioquía, Cilicia y a repartirse por diversos lugares de Bizan-

cio. Otros refugiados marcharon a Egipto, desde donde permitiéndoseles embarcar en

buques italianos, partieron hacia Europa.

Saladino consintió las peregrinaciones cristianas a Jerusalén, y permitió que la iglesia

basílica del Santo Sepulcro se mantuviera en manos de los cristianos. Para dar por bien

establecidas las construcciones que reclamaban los musulmanes en Jerusalén, en mu-

chos de los lugares sagrados islámicos58

se organizaron ritos de purificación con agua

de rosas y se recurrió a las correspondientes abluciones. Saladino siguió sus conquistas

de varios castillos de los cruzados (como Belvoir, Kerak y Montreal), pues toda una red

de fortificaciones,59

resguardaban la seguridad del reino de Jerusalén ahora en poder de

Saladino, el cual, por segunda vez, volvió a sitiar de nuevo la importante ciudad de Tiro.

Mientras tanto se sucedían los hechos, tal como venimos contando, fueron llegando a

Europa las noticias del desastre o derrota que se sufrió en Hattin y de cómo por rendi-

57

Secretario, en su día, de Nur al-Din y luego de Saladino, también su biógrafo y cronista de sus hechos.

Fue un erudito y sabio en la retórica y dejó una antología muy útil de la poesía árabe a la que se suman

sus numerosos trabajos de historia. Muere en 1201.

58

Incluido el de la muy importante mezquita de Al-Aqsa. La tradición musulmana establece que el pro-

feta Mahoma subió al cielo desde la explanada de esta mezquita en el año 621.

Después de edificarse la Cúpula de la Roca (año 690), la mezquita de Al-Aqsa se fue construyendo por

la dinastía de los Omeyas y tuvo su acabose en el año 710. Hay pruebas concluyentes que confirman có-

mo la mezquita fue construida sobre las ruinas originales del Templo de Salomón. La estructura fue des-

truida debido a sucesivos terremotos, y reconstruida al menos cinco veces. La última gran reconstrucción

antigua fue en 1035.

La de Al-Aqsa es la mezquita musulmana más grande y grandiosa de Jerusalén; puede albergar a 5.000

personas dentro y alrededor de la mezquita. Está construida siguiendo unos característicos patrones de es-

tilos arquitectónicos. En tiempos del reino cruzado de Jerusalén, la mezquita se usó como palacio y fue

conocida como el Templo de Salomón. Parte del muro exterior que rodea a la mezquita es el conocido

Muro de las Lamentaciones, venerado por los judíos por ser los restos de la muralla exterior que protegía

el Templo de Salomón, siendo éste a veces un “punto caliente” o tenso entre judíos y musulmanes.

59

Actualmente lugares de gran interés arqueológico.

~ 33 ~

ción había caído Jerusalén en manos de Saladino. El arzobispo Joscio de Tiro60

se en-

cargó de difundir dichas noticias, al igual que hicieron peregrinos y viajeros que regre-

saban o deambulaban por diversos lugares. Consecuencia inmediata de todo ello, entre

otras cosas, fue que el Papa Gregorio VIII emitió la bula Audita tremendi,61

el 29 de oc-

tubre, planteando la convocatoria de la tercera cruzada,62

sin que él se hubiera enterado

aún de la caída de Jerusalén en manos de Saladino el 2 de octubre.63

Lo cierto fue que quedó zanjada o concluida la fracasada segunda cruzada. Fue tal la

derrota sufrida por los cruzados ya en la batalla de Hattin que casi todos sus combatien-

tes murieron, entre ellos, previamente, Roger de Moulins, gran maestre de la Orden de

los Hospitalarios,64

igual que también pereció, ya en Hattin, el custodio de la Vera Cruz.

60

Muere en 1202.

61

Audita tremendi severitate judicii, quod super terram Jerusalem divina manus exercuit... (Oyendo el

terrible y severo juicio con que ha sido golpeada la tierra de Jerusalén por la mano divina…).

62

Al igual que la bula Quantum praedecesores, por la que el Papa Eugenio III (1145-1153) convocaba a

la segunda cruzada (a 1 de diciembre de 1145), también la Audita tremendi, ofrecía a los participantes

cruzados indulgencia plenaria.

De todos modos, la tercera cruzada no se pondrá en marcha hasta el año 1189, y se organizará con tres

contingentes: el inglés (dirigido ya por el rey Ricardo I Corazón de León, hijo y sucesor de Enrique II), el

francés (dirigido por el rey Felipe II Augusto) y el germano imperial (dirigido por Federico I Barbarroja).

63

Fue clamoroso el reclamo a reconquistar los Santos Lugares, cuya pérdida interpretaba el Papa como

castigo divino por los pecados de los cristianos de Europa. Los reyes Enrique II de Inglaterra y Felipe II

Augusto de Francia, peleándose entre sí, pactaron una tregua y dejaron de pelearse, pues contra quien ha-

bía que pelear ahora era contra Saladino. Los mencionados reyes, que evidentemente sufragaban o finan-

ciaban sus guerras con los impuestos cargados a los súbditos, ahora promovieron el impuesto de cruzada,

un impuesto al que llamaron “el diezmo de Saladino”. Fue constante y persistente la presión fiscal de los

reinos europeos para financiar sus guerras y concretamente las cruzadas. El impuesto conocido como

“diezmo de Saladino” consistía en que los ciudadanos que no participasen activamente en la contienda

contra el infiel debían pagar un décimo de sus ingresos y de sus bienes muebles. Los ciudadanos o súb-

ditos se hartaron de subvencionar guerras, y en Francia el impuesto tuvo que ser eliminado, aunque en

tierras inglesas llegó a recaudarse una fortuna o cantidad imprecisa pero muy elevada. Como puede verse,

eso de que los gobernantes suban los impuestos no es nada nuevo sino de siempre.

En Gran Bretaña, Balduino de Exeter, arzobispo de Canterbury, viajó a Gales, donde convenció a 3.000

guerreros para que tomaran la cruz de cruzados y se decidieran a ponerse en marcha siguiendo el Iti-

nerario del cambro-normando Giraldus Cambrensis (1146-1223).

64

Roger de Moulins fue Gran Maestre de los Caballeros Hospitalarios desde el año 1177, cuando sucedió

a Jobert de Siria. Su legado al frente de los hospitalarios es positivo, habiendo contribuido a extender y

afianzar la Orden Hospitalaria por Europa. Le sucedió William Borrel.

Podemos recordar o considerar que entre los hospitalarios y los templarios hubo gran rivalidad, hasta

que el Papa Alejandro III (1159-1181) pudo convencer a Roger de Moulins acerca de las paces más con-

venientes entre ambas órdenes. Se logró la paz en 1179 y hubo ya mejores relaciones.

Roger de Moulins murió totalmente comprometido con la causa y política del reino de Jerusalén. Se

opuso a Reinaldo de Châtillon y a Guido de Lusignan. Murió, de lanza en el pecho, peleando contra las

tropas de Saladino en Seforia, cerca de Nazaret, el 1 de mayo de este 1187, previamente a la batalla de

Hattin.

~ 34 ~

Muy sentida entre los cristianos fue igualmente la muerte del caballero hospitalario,

siciliano, Nicasio de Burgio o Nicasio Camuto.65

Decapitado por el mismo Saladino

murió Reinaldo de Châtillon, a quien se podría culpar principalmente de todo el desastre

sufrido. Otros fueron apresados, tales como el mismo rey Guido de Lusignan66

o Gérard

de Ridefort, gran maestre de la Orden del Temple.

A Saladino hay que valorarlo como hombre con gran sentido de la justicia, alguien

que valora el arrojo, la valentía y la nobleza humana aunque todo ello provenga de ene-

migos. Igualmente desprecia todo lo contrario. Fue por eso por lo que se comporta tan

distintamente con Reinaldo de Châtillon y, de otra parte, con Balián de Ibelín.

Reconsideremos aquel momento en el que Balián llegó a Jerusalén. Los que allí es-

taban, reconociéndole su valor y nobleza, le rogaron que se ocupara de su defensa. Ba-

lián se sintió obligado a ello, a pesar de su juramente a Saladino sobre rendirle la ciu-

dad. Envió una carta a Saladino pidiéndole que le dispensase del cumplimiento del voto

dado. Saladino, dejándose llevar por su magnanimidad, le eximió de cumplir el jura-

mento e incluso envió una escolta a su mujer y a sus hijos para que se dirigieran a Trí-

poli, último bastión cristiano gracias a los acuerdos y pactos amistosos entre Saladino y

el conde Raimundo III.

65

San Nicasio Camuto o de Burgio, muerto en la batalla de Hattin, el 4 de julio de 1187. En el santoral,

como mártir cruzado, de la Orden Hospitalaria, se celebra el 1 de julio.

Nació probablemente en Palermo y era nieto del musulmán Hammud (o Kamut o Achmed), emir de

Agrigento, y de una cristiana. Cuando el conde Roger I de Sicilia conquistó Agrigento en 1086, Hammud

se retiró al castillo de Enna (Castrogiovanni). En 1088, el emir y todos sus familiares se hicieron cris-

tianos, siendo bautizados en Sciacca por el obispo Gerlando de Agrigento, siendo padrino el mismo conde

Roger I. El que había sido emir, Hammud, pasó a llamarse Roger Camut. El 4 de julio de 1088, el conde

Roger le dio el castillo de Burgio y sus tierras. El hijo de Roger Camut, Roberto de Burgio, se casó con

Aldegonda, noble normanda de la familia Altavilla, y tuvieron cuatro hijos, el cuarto de los cuales fue el

santo Nicasio.

Nicasio y su hermano Fernando entraron en la Orden Hospitalaria de Caballeros de San Juan de Jeru-

salén. En 1185, Nicasio se embarcó para Trapani y en dirección a Tierra Santa con el gran maestre Roger

de Moulins. Una vez en Jerusalén, trabajó en el hospital de su orden atendiendo a los peregrinos y cui-

dando a los enfermos. Cuando Saladino invadió el reino de Jerusalén, al igual que muchos otros caballe-

ros hospitalarios, murió también Nicasio Camuto de Burgio y su hermano Fernando. Ambos fueron deca-

pitados después de haber sido apresados.

Según se cuenta, el arzobispo Joscio de Tiro, habiendo ido a Palermo, en 1187, llevó la noticia de la

muerte martirial de los hermanos Nicasio y Fernando. El rey Guillermo II de Sicilia (1166-1189) guardó y

ordenó luto por ellos, siendo sobre todo Nicasio el que empezó a ser venerado como mártir y santo. En

1625, atribuyéndosele el final milagroso de la desatada epidemia de peste en Caccamo, no lejos de Pa-

lermo, esta localidad designó a San Nicasio como su Santo Patrono.

66

Liberado cuando cedió a Saladino la ciudad de Ascalón.

~ 35 ~

Roger de Moulins

~ 36 ~

San Nicasio Camuto

(Parroquia SS. Annunziata, Caccamo, provincia siciliana de Palermo, Italia)

~ 37 ~

FERRARA Y PISA (ITALIA)

El 19 de octubre, en Ferrara (Italia), estando militarmente ocupados los Estados Ponti-

ficios por los germanos, murió el Papa Urbano III (Uberto Crivelli), siendo el año se-

gundo de su pontificado y teniendo 67 años de edad.67

Había sido hecho cardenal en 1182 y destinado a Milán como arzobispo en 1185, año

en el que murió el Papa Lucio III, su predecesor, el 25 de noviembre, en Verona. Desde

entonces, el pontificado del Papa Urbano III siguió afectado por el mismo conflicto de

enfrentamiento imperial con Federico I Barbarroja que caracterizó el de sus predeceso-

res (recordemos que lo que ocurría, básicamente, era que el emperador sentía como he-

rida sin cicatrizar su derrota, y humillación, de 1176, en la batalla de Legnano, Lom-

bardía). El emperador no se resignaba a perder influencia sobre Italia.

Federico I se propuso acceder al control del ya sólido reino normando de Sicilia, con-

certando para el 4 de enero de 1186 el matrimonio de su hijo Enrique68

con la princesa

Constanza, heredera de la corona siciliana al no tener descendencia su sobrino y rey

Guillermo II de Sicilia. Pasó que, con este matrimonio, la Santa Sede se debilitaba polí-

ticamente, perdiendo el apoyo del vasallaje que le suponía el reino de Sicilia, pasando

ahora a la órbita imperial germánica. Así, los Estados Pontificios se ven amenazados en

adelante tanto por el norte como por el sur, siendo de una y otra parte dominio imperial.

Estando las cosas de esa manera, Urbano III rompió sus relaciones con Federico I

Barbarroja y se negó al deseo de éste de ver coronado, antes de morir, a su hijo Enrique

como emperador, si bien, como ya dijimos en su momento, la ceremonia de coronación

se realizó por el poderoso patriarca de Aquilea como oficiante.

Fue una ofensa para el Papa, el cual excomulgó al patriarca y a los obispos concele-

brantes. Luego nombró arzobispo de Tréveris al candidato vetado por el emperador y

éste, en respuesta, hizo que su hijo Enrique ocupara los Estados Pontificios. El Papa

amenazó al emperador con la excomunión, pero finalmente ante la falta de apoyo de los

obispos alemanes se vio obligado a ceder en la reunión mantenida en Gelnhausen.69

Esta derrota moral junto con la noticia de la derrota sufrida en la batalla de Hattin (y

eso sin haberse enterado del todo aún el Papa de la caída de Jerusalén) afectaron seria-

mente la salud de Urbano III llegándole su muerte. Recibió sepultura en la catedral de

Ferrara.

El elegido como nuevo Papa, Alberto di Morra,70

tomó el nombre de Gregorio VIII.

Era de Benevento (Campania) y sobradamente octogenario.71

Había ejercido la docencia

67

Si nació, como se supone, en 1120, en Cuggiono, localidad de la Germania Imperial, en la Lombardía,

actualmente provincia de Milán.

68

Su sucesor, el futuro Enrique VI (1191-1197).

69

Hoy en día capital del distrito alemán de Meno-Kinzig, en el estado federal de Hesse.

70

Hijo del noble Sartorius de Morra.

~ 38 ~

de derecho canónico en Bolonia. Su pontificado no duró ni tres meses, pero puede ser

significativamente histórico –como ya antes hemos notificado– por haber convocado a

la tercera cruzada hacia Tierra Santa mediante la bula Audita tremendi. Murió en Pisa el

17 de diciembre de este mismo año 1187. Preparando la flota que habría de transportar

las tropas cristianas a Tierra Santa, se desplazó a Pisa, pensando en armonizar o paci-

ficar las relaciones entre pisanos y genoveses. Fue en Pisa donde le sobrevino la muerte,

siendo muy débil y delicada su salud.

Este Papa era cardenal desde que le nombrara el Papa Adriano IV (1154-1159) y fue

canciller del Papa Alejandro III (1159-1181) en el concilio que se celebró en Avran-

ches72

(año 1172), donde resultó absuelto el rey Enrique II de Inglaterra respecto a la

acusación de haber asesinado al Santo Tomás Becket, arzobispo de Canterbury.

A Gregorio VIII le sucede como Papa, desde el 19 de diciembre, el cardenal Paolo

Scolari de Palestrina, romano, el cual escogió el nombre de Clemente III.73

Su elección

tuvo lugar en Pisa, ciudad en la que seguía preparándose la reconquista de Jerusalén, el

serio intento de arrebatársela a Saladino.

En cuanto romano, teniendo en buena disposición a sus conciudadanos paisanos, no

tardó el nuevo Papa en poner los medios para volver a Roma, sede de la que sus obispos

habían sido exiliados o habían tenido que irse desde 1153, cuando la ciudad se constitu-

yó en comuna o municipio libre bajo el gobierno de Arnaldo de Brescia.74

De hecho, se

llegó al acuerdo municipal de que el Papa regresara a Roma en 1188 y eligiera al go-

bernador de la ciudad, a cambio de reconocer la autoridad del Senado Romano y, en vía

de entendimiento, el pueblo elija civilmente a sus magistrados.

Tras este éxito, Clemente III dirige su atención a la reconquista de Jerusalén proce-

diendo a organizar la tercera cruzada, cosa que ya corresponde a 1188 y a los años si-

guientes. Lo iremos viendo.

71

Monje benedictino desde muy joven en Montecassino (Italia) y luego cisterciense en Laon (Francia).

72

En el noroeste de Francia, la Baja Normandía.

73

Su pontificado abarcará hasta 1191. Podemos recordar que ya hubo un antipapa Clemente III, muerto

en el año 1100. El antipapa Clemente III hizo oposición a Gregorio VII.

74

Muerto en la hoguera en 1155.

~ 39 ~

El Papa Urbano III

Los Papas Gregorio VIII y Clemente III

~ 40 ~

PRINCIPADO RUSO DE

HÁLYCH O GALITZIA

El 1 de octubre murió Yaroslav Osmomisl, príncipe de Hálych o Galitzia,75

represen-

tante y descendiente de una destacada dinastía.76

Tenía 52 años de edad. Reinó desde

1153 (34 años). Recibió sepultura en Hálych,77

catedral de la Asunción de la Virgen

María.

Era hijo de Volodímirko Volodarovich (muerto en 1152) y de una hija78

del rey Colo-

mán de Hungría (muerto en 1116). Fue buen aliado de los húngaros y polacos contra los

agresivos príncipes de Kiev sobre sus dominios. Fueron dificultosas sus relaciones con

los reinos y los territorios vecinos, así como también internamente y respecto a sus mis-

mos familiares, también por ser azarosa y compleja su vida sentimental o amorosa.79

Se

enamoró de una mujer de Hálych llamada Anastasia y la hizo su concubina tras repudiar

a su esposa Olga, hija del gran príncipe de Kiev Yuri Dolgoruki,80

en 1172. Los podero-

sos boyardos (nobles terratenientes) de Hálych, que se resistían a aceptar a Anastasia

como su reina, instigaron a una revuelta popular, que terminó con Anastasia quemada

en la hoguera. Yaroslav se vio obligado a seguir con el juramento de vivir con Olga en

paz, pero al siguiente año la expulsó a su ciudad nativa, Súzdal, con su hijo Vladímirko.

Legó el trono a un hijo de Anastasia (Oleg, también conocido popularmente como Nas-

tasich), mientras que su hijo legítimo Vladímirko se quedó con el pequeño principado

de Peremyshl. Poco después el hijo ilegítimo fue asesinado y Vladímirko se apoderó de

todo el principado de Hálych.

75

Actualmente en el oeste de Ucrania.

76

El sobrenombre Osmomisl significa (en ucraniano, o más bien en antiguo eslavo oriental) “Ochomen-

tes”, reconociéndosele gran sabiduría y el dominio a la perfección de ocho idiomas extranjeros.

77

Ciudad histórica a orillas del río Dniéster, al oeste de Ucrania. Es la ciudad que dio nombre a la región

de Galitzia (Galicia Ucraniana) y capital del principado de Hálych-Volynia hasta el siglo XIV.

78

De nombre desconocido.

79

Existe un legendario Cantar de las huestes de Ígor (de Ígor Sviatoslávich, casado con Eufrosina, hija

de Yaroslav Osmomisl) que relata muchos aspectos referentes a Yaroslav Osmomisl, su familia, etc.

Con su esposa Olga Yúrievna de Súzdal (muerta en 1189), hija del gran príncipe de Kiev Yuri Dolgo-

ruki, tuvo cuatro hijos: Vladímir (o Vladimírko), Eufrosina, Vyachesleva y otra hija (de nombre desco-

nocido, casada en 1167 con el rey Esteban III de Hungría y repudiada por éste en 1168).

De su concubina Anastasia tuvo a su hijo bastardo Oleg o Nastasich, cuya muerte será por envenena-

miento. 80

El que se considera históricamente que fue el fundador de Moscú, en 1147.

~ 41 ~

EPÍLOGO I

LAS EXTREMADURAS HISTÓRICAS DE ESPAÑA

Se conoció como Extremadura castellana o Extremaduras de Castilla a las tierras

conquistadas por los castellanos durante los siglos XI y XII, tierras que aproximada-

mente se extendían por la franja territorial entre los ríos Duero y Tajo, por donde hoy se

encuentran al menos en parte las provincias de Cuenca, Soria, Burgos, Guadalajara, Se-

govia, Madrid, Valladolid, Salamanca, Ávila, Cáceres, Toledo y Badajoz.

~ 42 ~

Los conceptos Extremo, Estremo, Estremadura, Extremadura y similares comienzan a

aparecer en el siglo XII, en principio para referirse a la Extremadura leonesa, que ocu-

paría básicamente lo que actualmente es la provincia de Salamanca, salvo unos cin-

cuenta municipios de la parte este, y de la antigua Vía o Ruta de la Plata hacia el oeste

de la actual Comunidad Autónoma de Extremadura. Todo ello se refiere mediante el tér-

mino latino Extremis Dorii, es decir, es decir, Los extremos del Duero, para denotar a

las tierras conquistadas traspasando dicho río. También se significa con la mencionada

etimología la región portuguesa de Estremadura, igualmente situada al sur del Duero.

Sin embargo, Martínez Díez81

rebate este origen etimológico del término Extremadu-

ra y lo considera un artificioso cultismo de finales del siglo XII que latiniza así un vo-

cablo vulgar, y defiende el origen de Extrematura o Extremadura como el nombre abs-

tracto derivado de extremo añadiendo el sufijo dura, al igual que cortadura, andadura y

otros términos por el estilo. En este sentido, el citado autor, en base al detallado análisis

de la documentación y crónicas medievales disponibles, sostiene que la palabra extremo

se utilizó para designar las tierras fronterizas o los límites del reino de Castilla ya desde

el siglo IX, como se muestra en la primera aparición en la Crónica Albeldense (año

893), aunque fue más frecuente la aparición de este término durante el siglo XI y los

tres primeros cuartos del siglo XII, refiriéndose siempre a los territorios fronterizos de

Castilla. A finales del siglo XII, en el año 1181, aparece por primera vez la expre-

sión Extremis Dorii en un diploma del monasterio de San Martín de Castañeda (Za-

mora), pero no se conoce hasta la fecha ningún documento anterior en el que se haya

denominado a la Extremadura castellana como Los extremos del Duero.

La Extremadura castellana incluía 40 comunidades de villa y tierra, las vicarías de

Serón y Monteagudo (obispado de Osma, Soria) y las villas episcopales de Osma, Sego-

via y Ávila, así como también los obispados de Sigüenza y Plasencia, al sur del monta-

ñoso Sistema Central.

La Extremadura castellana empezó a tener un reconocimiento jurídico con el esta-

blecimiento de las comunidades de villa y tierra como organización política desde el

siglo IX. Así, se establecieron tierras comunadas que incluían a distintas aldeas alrede-

dor de una villa mayor y que se subdividían, a su vez, en seis sexmas u ocho ochavos.

Estas tierras podían ser, según su dueño, de realengo (si es del rey), de abadengo (si es

de un abad o de un obispo), de solariego (si es de un noble u orden militar) o de behetría

(si son los propios habitantes del lugar quienes eligen al señor).

Tras la organización de la región en comunidades de villa y tierra y con el estableci-

miento del reino de Toledo por los cristianos a finales del siglo XI, sus límites queda-

rían, más o menos, bien definidos, lindando al norte con el reino de Castilla, al oeste

con la Extremadura leonesa, al este con el reino de Aragón y al sur propiamente con el

reino de Toledo.82

81

Martínez Díez, G. (1983): Las comunidades de villa y tierra de la Extremadura castellana: estudio

histórico-geográfico, Madrid, Ed. Nacional.

82

Puede leerse, por ejemplo, Martínez Díez, G. (1981): Génesis histórica de las provincias españolas,

Madrid, Ed. Nacional; (1983): op. cit.; García de Cortázar, J. A. (1985): Organización social del espacio

~ 43 ~

Todo esto tuvo y tiene su historia. La primera repoblación de la cuenca del Duero (en

tiempos islámicos) se realizó entre los años 850 y 975, partiendo de la base cantábrica

del baluarte defensivo creado por Alfonso I de Asturias (739-757) y siguiendo una pauta

organizativa uniforme, tanto en la zona leonesa como en la castellana.

Aplicando la tradición jurídica romana, todas las tierras abandonadas (y lo son enton-

ces todas las de la meseta) pasan a ser propiedad del rey, integrándose en su patrimonio,

que no distingue entre la Corona (institución cívica o pública) y el Rey (persona privada

y patrimonial). Así, el rey se convierte en propietario de todas las nuevas tierras que se

van a repoblar durante los siglos IX y X.

Ese carácter de realengo, donde el rey es el señor feudal inicial, no se va a mantener

durante mucho tiempo, pues muy pronto el rey va a hacer cesión de algunas porciones a

favor de magnates e infanzones que dirigen o colaboran en las tareas de repoblación, y

también de entidades eclesiásticas, como monasterios, iglesias y catedrales. Las caracte-

rísticas de estos dominios serán de importancia relativamente escasa, por dos razones

principalmente:

1º.- De una manera cuantitativa, porque ninguno de estos señoríos llega a competir, ni

de lejos, con la extensión del realengo.

2º.- Por el carácter disperso de estos señoríos, pues no formaban un todo continuo y

compacto, sino que estaban diseminados en docenas de pueblos separados por varias de-

cenas de kilómetros.

Conviviendo con esta estructura político-administrativa, en manos eminentemente del

rey, los magnates y la Iglesia, existía otra propiedad inferior, que recaía sobre las mis-

mas tierras, en manos de los cultivadores, hombres libres en su inmensa mayoría, que

disfrutaban del derecho de transmisión en vida, en muerte, de venta, de donación, etc.

La única obligación, respecto del primer propietario, era abonar el censo y cumplir las

obligaciones establecidas por la costumbre o por la carta de poblamiento, que no solía

referirse a las tierras cultivadas sino a un tanto por fuego (hogar).

De esta forma, conviven las siguientes soberanías territoriales:83

en la España medieval: la Corona de Castilla en los siglos VIII a XV, Barcelona, Ariel; Martínez Llo-

rente, F. J. (1990): Régimen jurídico de la Extremadura castellana medieval: las Comunidades de Villa y

Tierra (s. X-XIV), Valladolid, Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio

Editorial.

83

El marco en el que se desenvuelven, hasta el siglo XI, los territorios conformantes de la Merindad Ma-

yor de Castilla, siendo todos ellos repoblados con anterioridad al año 975.

Las merindades eran unas divisiones geográfico-administrativas que se dieron a finales del siglo XII en

los reinos de Castilla y de Navarra. El merino era el representante del rey en cada merindad.

La función de las merindades era la de ser un órgano administrativo intermedio entre el poder central y

las villas y señoríos. Al frente de una merindad se situaba el merino, con poderes administrativos y judi-

ciales sobre el territorio encomendado.

Actualmente, en la Comunidad Foral de Navarra se sigue manteniendo la merindad como división his-

tórica, aunque administrativamente fueron sustituidas por los partidos judiciales. Son de mencionar las

merindades de Pamplona, Sangüesa, Tudela, Olite y Estella.

~ 44 ~

El rey: Reúne todos los poderes políticos, judiciales y militares del reino.

Los condes: Delegados regios removibles, que gobiernan diversas comarcas del

reino.

Jueces o sayones: Quienes desde un castillo regían pequeños territorios, llama-

dos alfoces o suburbios.

- Siendo las aldeas: centros de población local, de entre cinco a veinte fa-

milias, cada una con su concejo. Estos centros de población no estaban

jerarquizados, ya que la organización no rebasaba los límites del concejo.

Las campañas de Almanzor, entre los años 976-1002, significaron o supusieron una

interrupción, más aún, un retroceso, en aquel proceso repoblador. Cuando después de

1010 hubiera desaparecido el peor peligro musulmán, los cristianos dirigirán sus es-

fuerzos a restaurar, material y demográficamente, los territorios situados al norte del

Duero conforme al anterior esquema institucional, el de las merindades.

Con todo, ya en la segunda mitad del siglo XI comienza la repoblación de las tierras al

sur del Duero. Especialmente después de la ocupación cristiana de Toledo (año 1085),

se hizo necesaria, con urgencia, la repoblación de los territorios entre el Duero y hacia

el sur del Sistema Central, estableciéndose comunidades de villa y tierra con condados,

alfoces y aldeas.

En todas y cada una de aquellas poblaciones que eran fruto de la repoblación se acep-

taba a cuantos quisieran repoblar, siempre que respetaran los fueros (fijar en ellas su do-

micilio, al menos un año, etc.), siendo por ello eximidos de tributos feudales, como la

mañería (relativa a las herencias y sucesiones),84

peajes, portazgos y montazgos. Cada

concejo tiene sus milicias, con las que los reinos mantuvieron sus fronteras durante los

ataques de almorávides y almohades; estas guerras y escaramuzas (cabalgadas) son una

fuente importante de ingresos para estas milicias y se halla estimulada en los fueros, por

el reconocimiento de una superior categoría social a estos caballeros villanos, concejiles

o populares que alternan la guerra con el pastoreo, formando tropas reconocidas por los

fueros.

La superioridad militar de estos pastores-guerreros sobre los campesinos sedentarios,

provocó una diferenciación social, al encomendarles no sólo la defensa permanente del

territorio, asignado a la villa, sino la protección del ganado comunal. Ser caballero, dis-

poner de un caballo, es una obligación para todos los que disponen de medios econó-

micos suficientes y es, al mismo tiempo un honor que lleva consigo la exención de de-

terminados impuestos. Riqueza y eficacia militar convierten a los caballeros villanos en

los personajes más influyentes de los concejos, que con el tiempo, se reservaran en

exclusiva el gobierno de la villa.

84

Derecho que tenían los reyes y señores de suceder en los bienes a los que morían sin sucesión legítima.

~ 45 ~

EPÍLOGO II

REINALDO DE CHÂTILLON

Reinaldo de Châtillon, caballero francés de la segunda cruzada (1147-1149), perma-

neció en Tierra Santa tras el fracaso de la misma, llegando a ser príncipe de Antioquía

por su matrimonio con la heredera del principado, Constanza. Acabó ejecutado por el

mismo Saladino, que le decapitó, tras la batalla de los Cuernos de Hattin, a primeros de

julio de 1187, teniendo 62 años de edad.85

Era hijo segundón de Enrique, señor de Châtillon, descendiente de una familia de la

nobleza mediana de Champaña, a la que también perteneció Eudes de Châtillon, quien

llegaría a ser el Papa Urbano II (1088-1099), predicador de la primera cruzada (1095-

1099).

Reinaldo de Châtillon se unió a la segunda cruzada, en 1147, con el afán de lograr for-

tuna. Cuando en 1149 entró al servicio de la princesa Constanza de Antioquía, que aca-

baba de enviudar de su primer marido, Raimundo de Poitiers, Reinaldo y Constanza

decidieron casaron en secreto, sin consultar con Balduino III de Jerusalén (1143-1162),

que era el soberano y señor feudal de Constanza, a quien había que solicitar permiso

para la boda, celebrándose ésta, secretamente, en 1153. Pero ni el rey Balduino ni Ai-

mery de Limoges, patriarca latino de Antioquía, vieron con buenos ojos el matrimonio

de Constanza con un hombre de linaje inferior. Sin embargo, por aquel matrimonio, se

convirtió Reinaldo en príncipe de Antioquía.86

En 1156, arguyendo Reinaldo que el emperador bizantino Manuel I Comneno (1143-

1180) no había cumplido su promesa de pagarle cierta cantidad de dinero, decidió como

represalia atacar la isla de Chipre. El patriarca latino de Antioquía se negó a sufragar los

gastos de la expedición. Reinaldo lo hizo torturar y después ordenó que se le desnudase,

se le cubriesen las heridas de miel y se le dejase al descubierto. Después de un día de

sufrir este tormento, atacado por bichitos, el patriarca aceptó financiar la expedición a

Chipre. Las fuerzas de Reinaldo devastaron la isla, saqueando y violando.

Como consecuencia, el emperador Manuel I Comneno emprendió la marcha hacia el

principado de Antioquía con intención de represaliar al principado. Enfrentado a una

fuerza muy superior, Reinaldo optó por humillarse: descalzo y andrajoso, suplicó públi-

camente el perdón del rey, postrándose ante él. En 1159 se le obligó a pagar tributo al

emperador como castigo por su ataque, y se comprometió a aceptar a un patriarca griego

en Antioquía. Cuando Manuel visitó Antioquía al año siguiente (1160) para encontrarse

allí con el rey Balduino III de Jerusalén, Reinaldo entró en la ciudad conduciendo de la

brida el caballo de Manuel, expresando así su sumisión al emperador.

85

Si nació en 1125, como se supone.

86

Reinaldo de Châtillon y Constanza de Antioquía tuvieron dos hijas: Inés (muerta en 1184, que se casó

con el que fue rey Bela III de Hungría, 1172-1196) y Juana (probablemente la segunda mujer del marqués

Bonifacio I de Montferrato).

~ 46 ~

Poco después, todavía en 1160, Reinaldo fue capturado por los musulmanes durante

una expedición de saqueo contra los campesinos sirios y armenios de Marash.87

Estuvo

confinado en Alepo (Siria) durante 17 años y sólo fue liberado de aquel cautiverio en

1176, cuando se pagó por él la extraordinaria suma de 120.000 dinares de oro.88

Ha-

biéndose endurecido allí su carácter y fortalecido su resentimiento. Reinaldo regresó de

su cautiverio más ambicioso y sediento de sangre que nunca. Puesto que su esposa,

Constanza, había muerto en 1163 y su hijastro (Bohemundo III) había heredado el prin-

cipado, contrajo matrimonio con otra viuda rica, Estefanía de Milly, viuda de Hunfredo

III de Torón y de Miles de Plancy, y heredera del señorío de Transjordania, incluyendo

los castillos de Kerak (o Al Karak) y Montreal (Shawbak), al sureste del mar Muerto.89

Estas mencionadas fortalezas controlaban la ruta de las caravanas entre Egipto y Da-

masco, y permitían el acceso al mar Rojo. Y Reinaldo de Châtillon se hizo famoso por

su crueldad, pues a menudo despeñaba a sus enemigos desde lo alto del castillo para que

se hicieran pedazos con las rocas que había al pie de la fortaleza. Por su matrimonio con

Estefanía, Reinaldo ejerció como señor su derecho marital y a todos los efectos sobre

Transjordania, utilizando su nueva y dominante posición para acosar y asaltar las cara-

vanas musulmanas, tanto en camino comercial como de peregrinación. En 1183 llegó

incluso a proferir amenazas de poder perpetrar un ataque a La Meca. Había pasado que,

en 1180, el rey Balduino IV de Jerusalén prometió a su hermanastra Isabel, aún niña (12

años), para matrimonio con el hijo de Estefanía, Hunfredo (de 17 años). La boda se

celebró en el castillo de Kerak, en 1183. La ceremonia y celebración vinieron a inte-

rrumpirse porque irrumpió allí el mismo Saladino, sitiando el lugar, furioso por el ame-

nazante plan de Reinaldo contra los musulmanes y contra La Meca. Según la Crónica de

87

La actual Kahramanmarash turca.

88

Diversos estados en el mundo, mayormente de lengua o cultura árabe, o que provienen de haber for-

mado parte del Imperio Otomano (1299-1923), utilizan el dinar como unidad monetaria, siendo “dinar”

una palabra de procedencia árabe y persa con significado de “dinero”, que a su vez proviene también del

latín “denario”, habiendo sido el “denario” unidad monetaria del Imperio Romano.

El dinar como moneda árabe islámica de oro se empezó a acuñar pronto, a finales del siglo VII, te-

niendo un peso que, según épocas o períodos, era de entre 3,85 y 4,25 gramos. Al principio imitó los mo-

delos bizantinos, pero no tardó en adquirir sus caracteres propios y bien definidos, hasta el punto de ser

moneda imitada fuera de los territorios califales.

89

Estefanía de Milly (se supone la fecha de su muerte allá por el año 1197) fue una persona importante e

influyente en el reino de Jerusalén (conocida también como Etienette y Etiennette). Se casó tres veces:

primero con Hunfredo III de Torón (en 1163, muerto en 1173), luego con Miles de Plancy (en 1173, ase-

sinado en 1174) y finalmente con Reinaldo de Châtillon (en 1176, decapitado en 1187).

Estefanía era la hija menor de Felipe de Milly, señor de Nablus, y de Isabel de Transjordania, hija y

heredera del señor Mauricio de Transjordania. Como se ve en su biografía, a través de sus diversos ma-

trimonios, varios de sus esposos se convirtieron en señores de Transjordania.

De Hunfredo III de Torón (en Líbano, una de las mejores fortificaciones de los cruzados) nacieron un

hijo (Hunfredo IV de Torón) y una hija (Isabel, que se casó con Rubén III de Armenia).

De Reinaldo de Châtillon nacieron también un hijo (Reinaldo, que murió joven) y una hija (Alix, que se

casó con el aristócrata italiano Azzo VI de Este).

~ 47 ~

Ernoul (o Erno),90

Estefanía envió mensajeros a Saladino recordándole la amistad que

compartían cuando había estado preso en Kerak muchos años antes, lo que es probable

que fuera una ficción o un evento mal recordado, ya que no se conoce que Saladino

hubiera sido rehén en Kerak. Saladino no levantó el asedio, pero decidió no atacar la

cámara de la boda de Hunfredo e Isabel. El asedio fue rápidamente levantado por el rey

Balduino. El cronista Guillermo de Tiro dice que Estefanía odiaba a María Comnena,

esposa de Amalarico I de Jerusalén (1162-1174) y madre de Isabel, que le había impe-

dido que contactara con su hija, en todo lo cual hubo mucho de cuestión política: Bal-

duino III había hecho los arreglos de aquel matrimonio para eliminar o alejar a la niña

de la influencia de la familia de su padrastro, los Ibelín, importante linaje vinculado al

castillo de Yavne (en Israel, cerca de la antigua e histórica Lamnia).

Reinaldo de Châtillon no cesó de hostigar a las caravanas ni de entorpecer las rutas de

peregrinación musulmanas, siendo esto lo que aprovechó (y hay quienes piensan que in-

centivo) Saladino para decidirse a invadir el reino de Jerusalén en 1187.

Reinaldo, como ya contábamos, fue muerto tras la batalla de Hattin, cuando también

Hunfredo IV fue hecho prisionero. Saladino decidió devolver a Hunfredo a Estefanía a

cambio de Kerak y Montreal, sin embargo, los castillos se negaron a rendirse, y Estefa-

nía envió obedientemente a su hijo ante Saladino, el cual dicen que se apiadó de Este-

fanía y dejó a Hunfredo en libertad. Pero el señorío de Transjordania y sus castillos

fueron a parar a manos de Saladino poco a poco y al poder de los musulmanes.

En noviembre de 1177, a la cabeza del ejército cruzado del reino de Jerusalén, recor-

demos que el rey Balduino IV (el Leproso) había derrotado a Saladino en la batalla de

Montgisard. El propio Saladino sólo pudo salvarse gracias a su guardia personal de ma-

melucos. En 1181, violando la tregua que se había firmado entre cristianos y musulma-

nes, Reinaldo de Châtillon se dedicaba bastante al asalto de caravanas árabes e islámicas

que pasaban por las cercanías de Kerak. Aunque Saladino exigió al rey de Jerusalén que

castigase a Reinaldo, Balduino IV se declaró impotente para controlar a tan cruel y dís-

colo vasallo. El resultado fue que se reemprendieron las hostilidades entre cruzados y

musulmanes. Y el mundo musulmán vivió su preocupante caos por culpa de Reinaldo

de Châtillon. Los hombres a su perverso mando llegaron a incendiar varios lugares en

las rutas y casi en las inmediaciones de Medina o La Meca. Incendiaron un barco de pe-

regrinos que se dirigían a Jedda (o Yeda), un puerto importantísimo, en Arabia. Todo el

mundo musulmán fue presa del horror. Incluso los príncipes de Alepo y de Mosul, que

habían solicitado ayuda franca, estaban avergonzados de tener aliados que hacían seme-

jantes ultrajes a la fe. El hermano de Saladino, Malik al-Adil, gobernador de Egipto en

su nombre, tomó las oportunas medidas con determinada decisión. Envió al almirante

90

Una conocida crónica de finales del siglo XII que principalmente se ocupa del declive y caída del reino

cruzado de Jerusalén. Parece ser que Ernoul, historiador y diplomático, era escudero del caballero Balian

de Ibelin. Parece ser también que participó en la batalla de los Cuernos de Hattin (en julio de 1187) y

ofrece un buen relato de la misma, sobre todo de cuanto ocurrió en la retaguardia del ejército cruzado.

Puede leerse al respecto a Edbury, P. W. (1996): La conquista de Jerusalén y la Tercera Cruzada:

Fuentes en Traducción, Farnham, Ashgate (incluye la traducción de Lyon Eracles durante años 1184-

1197); Morgan, M. R. (1973): La Crónica de Erno y las continuaciones de Guillermo de Tiro, Oxford,

Oxford University Press.

~ 48 ~

egipcio Husan ed-Din Lulu con una flota tripulada por marineros marroquíes en per-

secución de los francos en Siria. Lulu corrió primero al castillo de Graye y re-conquistó

Aila, de donde Reinaldo se había retirado, y después se enfrentó con la flota corsaria,

destruyéndola y haciendo prisioneros a casi todos los hombres que había a bordo. Al-

gunos de ellos fueron enviados a La Meca, para ser ceremoniosamente ejecutados en el

lugar del sacrificio, en Mina,91

durante la próxima peregrinación. Los prisioneros res-

tantes se los llevaron a El Cairo, donde todos fueron decapitados. Saladino juró solem-

nemente que Reinaldo no sería perdonado nunca por el ultraje cometido y, de ser ne-

cesario u oportuno, le mataría con sus propias manos. Fue lo que vino a suceder, como

ya contábamos.

91

Un lugar desértico situado a unos 5 kilómetros al este de la Ciudad Santa, La Meca, en Arabia. Se en-

cuentra en la carretera que une el centro de La Meca con el Monte Arafat, donde Mahoma pronunció su

discurso de despedida. Es lugar muy conocido por lo que allí se tiene durante la peregrinación islámica

llamada Hajj, recibiendo los peregrinos alojamiento y atención. En el valle de Mina está el lugar en el que

se realiza el ritual de la lapidación del diablo, lo que se hace en el último día de la Hajj.

~ 49 ~

EPÍLOGO III

TIERRA SANTA

La llamada Tierra Santa es el territorio geográfico que comprende aquellos sitios o lu-

gares que se recorren en las diversas etapas de la Historia de Salvación entendida como

el sucederse de episodios bíblicos que nos atañen o se nos ofrecen como existencial y

religiosamente paradigmáticos. Cabe decir que a la Historia de Salvación le corresponde

su Geografía de Salvación. De otra parte, el territorio correspondiente a Tierra Santa es

del todo referente a judíos, cristianos y musulmanes, con lugares específicamente signi-

ficativos o emblemáticos comunes o en particular para los mencionados credos y cul-

turas. Actualmente la población de cristianos en Tierra Santa representa solamente el 5

%, siendo una población sobre todo palestina.

Geográficamente hablando, podemos considerar que la bíblica Tierra Santa se extien-

de por lugares bastante amplios que se comprenden como sitios destacados en países

actuales.

En primer lugar, gran parte de la denominada Tierra Santa se corresponde con el ac-

tual estado de Israel en su totalidad.92

También se corresponden con Tierra Santa los territorios palestinos, especialmente

Cisjordania (Judea y Samaria).

En la actual Jordania se encuentran los antiguos territorios de las tribus hebreas de

Manasés, Gad y Rubén.

También son, en cierto modo, Tierra Santa, sitios egipcios, iraquíes (la antigua Cal-

dea, que fue la tierra de procedencia de Abraham), sirios, turcos, del oriente mediterrá-

neo, etc.

92

El moderno estado de Israel identifica sus raíces –y su más remota identidad– con la conocida como

Antigua Tierra de Israel (un concepto que resulta central para el judaísmo desde hace más de 3.000 años).

Después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la entonces Sociedad de Naciones aprobó el Man-

dato Británico de Palestina con la intención de que se creara un “hogar nacional para el pueblo judío”.

En 1947, las Naciones Unidas aprobaron la partición de Palestina en dos estados, uno judío y uno árabe.

El 14 de mayo de 1948 el estado de Israel declaró su independencia, lo cual fue seguido por la guerra

árabe-israelí de 1948 con los vecinos estados árabes, que se negaron a aceptar el plan de la ONU. Las su-

cesivas victorias en una serie de guerras posteriores confirmaron su independencia y ampliaron las fron-

teras del estado judío más allá de lo dispuesto en el Plan de Partición de las Naciones Unidas. Desde en-

tonces, Israel ha estado en conflicto con muchos de los países árabes vecinos, con varias guerras y déca-

das de violencia (que aún continúan). Desde su fundación, las fronteras de Israel e incluso el derecho a

existir del propio estado ha estado sujeto a controversias, especialmente entre sus vecinos árabes. Sin

embargo, Israel ha firmado tratados de paz con Egipto y Jordania, y se hacen continuos esfuerzos para al-

canzar acuerdo permanente con la Autoridad Nacional Palestina.

~ 50 ~

Este mapa de 1585 en xilografía muestra la Tierra Santa, según su apariencia en la vi-

da de Jesús, dividida en Galilea, Samaria y Judea. El mapa apareció en Itinerarium Sa-

crae Scripturae (Libro de viaje por la Sagrada Escritura), de Heinrich Bünting (1545-

1606). Bünting estudió teología en la Universidad de Wittenberg, en Alemania, y se

convirtió en un pastor protestante y teólogo, pero se retiró del ministerio después de las

controversias surgidas a raíz de algunas de sus enseñanzas. Itinerarium Sacrae Scrip-

turae fue un libro muy popular en su día. Ofrecía el resumen disponible más completo

de la geografía bíblica y describió la geografía de Tierra Santa al trazar los viajes de las

principales figuras del Antiguo y Nuevo Testamento.

Remontándonos ahora hacia la Edad Media, digamos que, allá por el siglo XI, las

tribus turcas selyúcidas que se hicieron islámicas se lanzaron a la conquista de Tierra

Santa, lográndolo con los nativos musulmanes que dificultaron o cerraron la llegada de

peregrinos cristianos a los lugares significativos para la fe.

Por lo inclemente y peligroso del peregrinar por tierra desde el Occidente europeo, las

peregrinaciones se fueron realizando por vía marítima. Fue en 1018 cuando el rey San

Esteban I de Hungría (1000-1038) proporcionó un paso seguro y protegido a los pere-

grinos por sus dominios territoriales. A partir de entonces, miles y miles de personas,

además de los varios ejércitos cruzados, cruzaron por Hungría o por amplios aledaños al

respecto, pasando por Constantinopla, hasta Tierra Santa.

~ 51 ~

El Papa Urbano II (1088-1099), a finales del siglo XI, sabiendo de la peligrosa situa-

ción en que se hallaba Tierra Santa o los Santos Lugares, sumamente enervado, mostró

su preocupación al constatar que dicha Tierra estaba en manos de los infieles y era muy

dificultada la visita de los fieles, llamó a guerra santa o cruzada, espiritual y efectiva-

mente, realizando dicha convocatoria en la ciudad francesa de Clermont (año 1095).

Enardecieron allí los corazones y ánimos de los caballeros convocados, entonando

aquel grito de “¡Dios lo quiere!” en respuesta al llamamiento del Papa. En poco tiempo

se organizó la marcha de la primera cruzada, con pobres y campesinos empuñando rús-

ticas y rudimentarias armas dirigiéndose a la conquista de Tierra Santa.

No era exactamente eso, ni mucho menos, lo que el Papa había ideado o propuesto,

pero tampoco, ni mucho menos, lo impidió. Así fue como acompañando a Pedro el Er-

mitaño (muerto en 1115) marcharon muchos en cruzada peregrinación (las dos cosas a

la vez) por rutas usuales o aventuradas, acabando muchos sumidos en las carencias, el

hambre, la desolación, el desengaños ante quienes iban a medrar, robar, hacerse de bo-

tín, etc., tanto por el camino como supuestamente en destino. Fue la conocida como

cruzada popular o de los pobres. Ante todo eso, el rey Colomán de Hungría (1095-1116)

se vio obligado a organizar sus ejércitos en defensa de sus territorios, teniendo en cuenta

que había que hacer dos cosas: dejar pasar a los peregrinos cruzados, pero contener y

retener a los invasores sin otra intención que la de robar y causar estragos. A muchos de

estos invasores los exterminaron y al resto de los cruzados los forzaron a retornar de

vuelta a sus lugares de procedencia, si no querían vagar sin rumbo. Quienes eran desta-

cados o nobles firmaron acuerdos que llegaron a presencia del soberano y prosiguieron

por donde quisieron comprometidos en no causar estragos ni caos.

La cruzada popular fue un desastre, pero pronto se formó la que sí pasó a llamarse

propiamente la primera cruzada (1096-1099), integrada por nobles y caballeros feuda-

les. Después de su travesía por Europa, ya en 1099 se dieron a las conquistas de An-

tioquía, Jerusalén, Acre (San Juan de Acre), Ascalón, Tiberíades, Edesa, Tiro y demás

ciudades situadas desde el sur de la actual Turquía hasta las tierras del Sinaí, confor-

mándose así una concatenada serie de estados que se conocieron como Tierras de Ul-

tramar configuradas como reinos cruzados o latinos de Oriente.

Después de la primera cruzada hubo siete más, pero ya menos exitosas que la primera.

Y no hay actualmente una tensión entre cristianos y musulmanes sino más bien, desta-

cadamente, entre judíos o israelíes y árabes o palestinos.

Desde el punto de vista cristiano sabemos que las comunidades que siguen a Jesús de

Nazaret (Jesucristo) tuvieron su origen en su vida y su ministerio en los lugares que

conforman Tierra Santa. Tras su muerte, notificada en clave pascual, de resurrección y

glorificación, la primitiva Iglesia Apostólica, desde Jerusalén y sus alrededores, fue

expandiéndose unida y audaz por todo el territorio del Imperio Romano, destacando en

aquellos primeros siglos que se reunieran los cristianos, principalmente sus obispos o en

comunión con ellos en concilios ecuménicos.

~ 52 ~

Jerusalén y aquellos sus alrededores fueron conquistados por los musulmanes en el si-

glo VII. Los cristianos seguían en comunión, aunque ya se habían diversificado un

tanto, sobre todo manifestándose la respectiva sensibilidad occidental, oriental, etc.,

propia de la Alta Edad Media, sin constituirse como sectas y compartiendo el uso nor-

malizado de los Santos Lugares para sus encuentros, sin desencuentros ni encontrona-

zos, sin cismas.

Fue ya en tiempos de las cruzadas, desde finales del siglo XI, cuando empezó a ha-

cerse o dejarse sentir en Tierra Santa una mayor presión y presencia (preeminencia o

praedominium) de la Cristiandad o Iglesia Latina Occidental, como expresiva de un eje

Roma-Jerusalén (y no tanto con preeminencia de Constantinopla o de los otros patriar-

cados griegos o de Oriente). Tierra Santa vino a ser ya una Tierra Disputada, por aquel

entonces entre Cristiandad Occidental contra Oriental y entre Cristiandad e Islam o

~ 53 ~

mundo musulmán. Y así fue, prácticamente sin tregua, hasta la declaración de Statu Quo

en 1852 teniendo en cuenta los diversos credos o confesiones presentes en el compartir

de los Santos Lugares, con historias, custodias, etc., que consideramos cuando viene a

qué o en los momentos oportunos de nuestro recorrido cronístico.

Aparte del patriarcado latino de Jerusalén, que después de las cruzadas (1099-1291)

vino a ser honorífico, hasta ser de nuevo título restablecido y sede propia en 1847, de

Tierra Santa se ocupó (y se sigue ocupando) la Orden Franciscana, ejerciendo la Cus-

todia de Tierra Santa. Entenderemos el por qué histórico al respecto cuando nos adentre-

mos en la vida misma de San Francisco de Asís (muerto en 1226) y en sus relaciones

con el mismo Saladino.

~ 54 ~

EPÍLOGO IV

BALIÁN DE IBELÍN

(NO ERA EL DE LA PELÍCULA EL REINO DE LOS CIELOS)

Siguiendo a Pablo J. Ginés, de quien se entresaca lo que sigue, obtenido de la indaga-

ción por internet, resulta ser que la película El reino de los cielos nos muestra una ideo-

logía soft y un remake de Gladiator (película del mismo director y productor, Ridley

Scott) pero sin un personaje tan creíble y con poca voluntad de entender la época.

Con el escritor de novela histórica (académico y diplomático francés) Jean-Christo-

phe Rufin (nacido en 1952),93

podemos decir que lo más peligroso del mundo no está

tanto en los fanatismos sino en el imperio de la ideología soft (e incluso propia de las

mayores bobadas). Resulta que hoy en día tenemos que la Historia es vigilada y redu-

cida a elementos folclóricos, estilo Parque Astérix (entre otros malos ejemplos) y asisti-

mos a un consenso blando por el que los derechos humanos han proliferado hasta el ab-

surdo. Pues esta es la ideología que sustenta –es un decir– la película El reino de los

cielos.

La historia empieza como Gladiator, pero allí tenía mucho más sentido. Al general ro-

mano Maximus le había traicionado el nuevo emperador, había asesinado a su mujer e

hijo y había arrasado sus tierras. Después desfallece y es llevado al desierto africano.

Con el tiempo recuperará las ganas de vivir a partir de una pasión primaria y compren-

sible: vengarse.

Pues bien, en El reino de los cielos, Balián es un herrero rural francés (de fondo, desa-

provechado, el magnífico castillo de Loarre en Huesca). Está trastornado porque su hijo

murió y por ello su mujer se suicidó. Aquí ya hay una diferencia: Maximus recibió un

golpe muy fuerte cuando asesinaron a su familia en la pacífica Hispania del siglo III,

pero perder un niño pequeño en la Francia medieval entra dentro de lo frecuente. ¿De

verdad es esto causa de suicidio para una joven madre del campo francés en el siglo

XII?

El tema es importante, porque todo se inicia con unos insensibles aldeanos y un clé-

rigo fanático que entierran a la suicida en un cruce de caminos después de cortarle la

cabeza. Tras esto, el cura rural va a pedir a Balián que se haga cruzado para expiar los

pecados de su mujer, aunque ella está –asegura el cura– en el infierno y sin cabeza o en

el infierno de cabeza (de donde nos podemos preguntar: ¿qué se puede expiar de la po-

bre mujer, si ya está en el infierno?). Vemos una constante en la película: la falta de vo-

luntad para entender la cultura que se retrata, una cultura en la que el sufrimiento es

frecuente, pero también la esperanza. El suicidio se veía como una deserción, el rechazo

del amor de Dios, de la esperanza y del futuro. Las comunidades medievales, que tienen

la muerte integrada en su vida cotidiana mediante ritos, oración y vivencia compartida,

93

Autor de El Abisinio, El Cerco de Ispahán, etc.

~ 55 ~

no pueden admitir el suicidio. Pero de ahí a regocijarse en el cura insensible hay dife-

rencia.

Balián, enfurecido, ataca y mata al cura. Es culpable y sabe que es culpable: eso le di-

ferencia de Maximus en Gladiator. Cuando le vienen a prender soldados del obispo, po-

dría haberse entregado, asumir su culpa y redimirla marchando a las cruzadas, que de

hecho es lo que ya estaba pensando hacer. En vez de eso, se entabla un combate absurdo

entre los soldados y los cruzados que han acogido a Balián. Vencerá y con el tiempo,

tras un naufragio, despertará en el desierto de Tierra Santa para iniciar su nueva vida...

como Máximus hacía al despertar en el desierto africano de Gladiator.

De hecho, toda la película, en tono violento, está llena de peleas absurdas desenca-

denadas por personajes de motivaciones poco claras. Los templarios, con Guy (o Guido)

de Lusignan a la cabeza, atacan una caravana musulmana, al parecer para enriquecerse;

luego causan una matanza de civiles para provocar la guerra. ¿Qué les mueve en reali-

dad? ¿El fanatismo religioso? Quizá, pero no queda claro en sus palabras, y mucho me-

nos en la psicología de Lusignan: para ser un fanático religioso hay que demostrar algo

de religiosidad sincera. ¿La simple voluntad de poder y riquezas? ¿Por qué entonces se

enfrentan tan directamente al poderosísimo Saladino, cuando es evidente que no tienen

fuerzas para ello? Que son fanáticos religiosos lo sabemos, porque se nos repite de con-

tinuo, pero ni lo vemos ni se comprende en la película.

Continuamente se repite el efecto que ya hemos visto en el cine de wéstern en el que

los indios son buenos y quieren la paz, pero los blancos son malos y de gatillo rápido.

En estas películas los protagonistas blancos intentan mantener la paz parlamentando con

los sabios ancianos indios, mientras los jóvenes bravos (indios o blancos) buscan la gue-

rra sin cesar. Esto, que se entiende en el wéstern americano, no es muy creíble en la era

de las cruzadas, cuando musulmanes y cristianos llevaban un siglo largo de guerra y paz

intermitente en Tierra Santa y habían establecido –como era lo habitual entonces– un

fuerte respeto por el rival y unas normas de comportamiento y diplomacia. Los medie-

vales –cristianos y musulmanes por igual– eran por lo general ante todo ceremoniosos y

protocolarios. Sin que eso impidiese la brutalidad o barbaridades de distinto tipo, oca-

sionales o habituales.

Tampoco las escenas militares satisfacen al espectador. La gran batalla de Hattin se

nos escamotea: vemos marchar al ejército con la reliquia de la Santa Vera Cruz –sin la

guardia de Jerusalén– y luego ya vemos los cuervos sobre los cadáveres y a los musul-

manes cortando y apilando cabezas. Tampoco en el Krak de los Caballeros hay una ver-

dadera batalla: Balián y unas docenas de sus caballeros cargan contra cientos de jinetes;

la cámara desde el cielo nos los muestra maniobrando no se sabe bien para qué y poco

después han sido todos vencidos. Al fondo, el castillo de Loarre otra vez, pero esta vez

hace de fortaleza templaria en Tierra Santa.

Y es que aunque continuamente aparecen masas increíbles de ejércitos (siempre sin

carros de suministro) e impresionantes bosques de lanzas y estandartes, sólo hay una ba-

talla auténtica: la del asalto a Jerusalén. Aquí sí vemos tres rondas de asalto a una ciu-

dad amurallada, catapultas y trebuchets, arietes bajo cubiertas de madera, magníficas to-

rres de asalto, aceite hirviendo, oleadas de flechas, todo a su ritmo, en su momento, se-

gún lo que captamos como el “arte de la guerra”, con un orden que da realismo a este

~ 56 ~

combate. Dejando aparte una escena espectacular pero poco creíble (torres de asedio ca-

yendo en dominó enganchadas por garfios de cruzados), el ataque a Jerusalén redime

buena parte de la película. Desde la Juana de Arco (1999) de Luc Besson, ningún asedio

medieval se había trabajado con tanto realismo (exceptuamos el impresionante asedio

de El Retorno del Rey, de El señor de los anillos, 2003, por sus elementos fantásticos y

siendo en este caso otro el género y otra la motivación).

El fallo principal de la película es su condescendencia sobre los medievales y su reli-

gión. Todos los curas y obispos son cobardes desequilibrados. Los personajes buenos

son aquellos que no se creen del todo su religión. Balián hace una arenga a los defenso-

res de Jerusalén que jamás habría hecho nadie del siglo XII, explicando que los Santos

Lugares no son tan santos, que da lo mismo que sean de los musulmanes que de los cris-

tianos... ¡y con eso quiere convencerles de que luchen frente a Saladino! Balián tiene

dudas sobre Dios, ha rezado en el Gólgota y no ha sentido que Él responda.

Un caballero de la Orden Hospitalaria le recomienda que no se preocupe de la fe, sino

de las obras, que lo que vale son las buenas acciones, lo cual no deja de ser una simple

predicación pelagiana. Balián quiere ser un caballero íntegro, pero se acuesta con una

mujer casada sin el menor remordimiento. Eso sí, no quiere que a su marido se le eje-

cute –¡aunque es culpable!– porque va contra su honor... como si el adulterio no fuese

contra el honor de un caballero.

Saladino y Balduino IV (el rey Leproso, con una máscara de elegante metal al estilo

Gladiator) son unos caballeros –lo cual es bastante histórico– porque no son muy cre-

yentes, o al menos no dan mucha importancia al tema... y esto ya no es tan histórico. La

idea de fondo, una y otra vez, es que no hay diferencia entre las religiones, que tener

convicciones religiosas fuertes es malo y que lleva a la guerra. Hay una caricatura de la

realidad medieval con predicadores en los caminos europeos proclamando “matar a un

infiel es el camino al cielo”. Nada que ver con el respeto a la religiosidad popular con

que se trataba a Maximus en Gladiator: una y otra vez, el general romano rezaba a sus

antepasados, ante figurillas de los lares de su linaje, esperando el reencuentro en el más

allá. Aquí, en cambio, el cristianismo no pasa de ser rito inútil y vacío...

Por último, cabe criticar la música: en los momentos “eclesiásticos” combina polifo-

nías del barroco, en la muerte de Balduino IV es casi bel canto, y no viene a cuento. Du-

rante el asedio suena un Ave María demasiado moderno y sin que haya habido ninguna

alusión a la Virgen en toda la película. En general, la música es anacrónica y desacer-

tada. En cuanto a la fotografía, no es luminosa ni en Francia ni en Tierra Santa: no ciega

el sol sino el polvo. Los interiores parecen un eterno atardecer melancólico, no necesa-

riamente elegante.

Está ideológica y sobradamente puesto de manifiesto que Ridley Scott es agnóstico,

tal como en sus declaraciones públicas enarboló en ocasiones. Scott supo enfatizar a ve-

ces que, aunque tiene dudas sobre los sistemas e instituciones religiosas, no tiene pro-

blemas con la fe en sí, siendo capaz de exponer insistentemente que Jesús de Nazaret

decía que el Reino de los Cielos está en o entre la gente (Lc 17, 21). En la perspectiva

católica, evidentemente sin contravenir el Evangelio, el Reino de los Cielos en la tierra

empieza en la Iglesia, correspondiéndose con los bautizados y con quienes se van trans-

formando en Cristo e identificándose con él. Pero puesto que, en la película, la Iglesia la

~ 57 ~

forman fanáticos y corruptos y los buenos cristianos son los que no tienen una relación

personal –ni institucional– con Dios sino sólo algunos individuos que “hacen cosas

buenas”, queda claro que al final todo se reduce a tener actitudes o sentimientos más o

menos caritativos.

Coincidiendo con Jean-Cristophe Rufin, hemos de hacer una desideologización de la

sociedad. Para hacer una historia sobre las cruzadas, iría bien alguien con capacidad de

creer que los medievales no eran tontos, ni crueles ni fanáticos, sino que estaban since-

ramente convencidos de que valía la pena el esfuerzo de peregrinar y luchar en Tierra

Santa frente a un Islam que llevaba siglos extendiéndose por la espada y que en apenas

unos siglos más ocuparía buena parte de Europa llegando hasta Viena.

Contemos, pues, la verdadera historia de Balián de Ibelín, empezando por decir que ni

era adúltero, ni procedía de Europa, ni estaba enamorado de Sibila, ni hacía discursos

laicos contra eclesiásticos…

Ridley Scott declaró en varias ocasiones que su película sobre la caída de Jerusalén, El

Reino de los Cielos, no pretende ser un documental histórico. Pero cuando uno repasa

un par de libros de Historia de las Cruzadas, asombra en especial lo que esta película ha

hecho con el personaje principal, Balián de Ibelín, interpretado en la película por Orlan-

do Bloom.

El film lo presenta como un hombre de orígenes humildes, soltero, que tiene un extra-

ño affaire amoroso con Sibila, la hermana del rey Balduino IV el Leproso. La realidad

es que conocemos mucho de este señor, que estaba muy felizmente casado y tuvo 4 hi-

jos. Hemos querido entender mejor a Balián y su vida, a la vez que comprobar qué ha

cambiado Ridley Scott, preguntándonos por qué.

Hacia el año 1175, ocupaba el trono del reino cristiano de Jerusalén el muy joven

Balduino IV el Leproso, cuando tenía 13 años de edad, asumiendo funciones de regente

el conde Raimundo III de Trípoli, pariente cercano.

Con Raimundo de regente, se creaba un bloque de señores que miraban a su alrededor,

a los pequeños estados cristianos de Tierra Santa (Trípoli, Antioquía, Edesa, Jerusalén)

rodeados de un océano islámico y pensaban cómo mantenerlos, cómo sobrevivir me-

diante fórmulas de coexistencia con los musulmanes, que se unificaban peligrosamente

bajo el mando de Saladino. Así pensaban los barones nativos, los que habían nacido ya

en Tierra Santa, herederos de los conquistadores de la primera cruzada. También en esta

línea estaba la Orden de los Caballeros Hospitalarios.

En una estrategia distinta, buscando la lucha armada contra los musulmanes, estaban,

con los templarios, las distintas oleadas de señores recién llegados de Europa buscando

fortuna o fama, más guerreros que peregrinos.

Muy a menudo el odio y la rivalidad entre señores de ambas tendencias se remontaban

a ofensas y agravios personales previos. Por ejemplo, Raimundo de Trípoli había pro-

metido a un caballero flamenco llamado Gérard de Ridefort (luego gran maestre tem-

plario) que lo casaría con la primera rica heredera adecuada que hubiese en su condado.

Pero cuando se presentó la ocasión –una joven llamada Lucía que acababa de heredar el

señorío de Botrun– Raimundo la casó con un rico señor italiano, mercader de Pisa, olvi-

dándose de Gérard. El caballero flamenco, despechado y ofendido, entró en la Orden del

Temple, donde llegó a ser gran maestre, y desde su posición alentó o a los opositores de

~ 58 ~

Raimundo, lo que sería causa de muchos males futuros. Rencores como éstos se multi-

plicaban en la nobleza de ambas tendencias.

Quien sí estaba felizmente casado era Balián de Ibelín. No era un noble preeminente o

“de primera fila” (era el tercer hijo de Balián el Viejo, señor de Ibelín, y de Helvis, de

la Casa de Ramla o Ramala), pero su esposa sí lo era, pues se trataba nada menos que de

María Comnena, viuda de Amalarico I, rey de Jerusalén al que sucedió el joven Bal-

duino IV el Leproso, de modo que María Comnena era madrastra de Balduino, hijo de

Amalarico I y de Inés de Courtenay.

Resultaba que Balián y su esposa María militaban en el bando más “conciliador”, el

que buscaba evitar guerras innecesarias y siempre lamentables. Vivían básicamente de

la ciudad de Nablus, que pertenecía a María. Como vemos, pues, el Balián de la película

de Ridley Scott está muy lejos del verdaderamente histórico.

Otro Ibelin importante era Balduino de Ibelín, hermano de Balián, dueño y señor de

Ramala. Los hermanos Ibelín eran representantes de esta nobleza nativa interesada en

mantener la paz con los musulmanes dentro de lo posible. En 1179, en una batalla con-

tra las tropas de Saladino, Balduino de Ibelín había caído prisionero. Los musulmanes

pedían por el hermano de Balián un rescate de rey, 150.000 denarios (o besantes), ya

que lo consideraban un importantísimo jefe. Al final lo liberaron a cambio de 1.000 pri-

sioneros musulmanes... y la promesa de pagar una gran cantidad de dinero.

Por ese entonces, el joven y leproso rey Balduino IV de Jerusalén buscaba aliados

cristianos y no lograba conseguirlos, mientras pactaba treguas con Saladino. Una baza

del rey era la de ofrecer la mano de su hermana Sibila. Esta es la mujer que Ridley Scott

pone como protagonista femenino en su película.

Sibila estuvo un tiempo enamorada de Balduino de Ibelín, e incluso le escribió cartas

de amor a su prisión musulmana, pero cuando a él lo liberaron ella le trató con frialdad

alegando que no podría casarse mientras él debiera tanto dinero a los musulmanes (co-

mo podemos recordar). Balduino de Ibelín fue a Constantinopla, contó sus desgracias al

emperador Manuel I, y éste, generoso, pagó la deuda.

Cuando Balduino de Ibelín volvió contento a Palestina, en primavera de 1180, se en-

contró con que Sibila ya había anunciado su intención de casarse con otro hombre: Guy

(o Guido) de Lusignan, un alocado muchacho, más estrafalario que serio en noble-

za, francés recién llegado de Europa, que contaba con algunos apoyos en la corte de Je-

rusalén, como su hermano, un buen luchador que tenía el cargo de condestable, y sobre

todo Inés de Courtenay, la madre del rey leproso.

El joven rey leproso y la nobleza local estaban espantados por el hecho de que un ad-

venedizo de tal calado, recién llegado y poco convincente, se casara con la hermana del

rey enfermo, pero finalmente así fue: se casaron, en Pascua de 1180; y Guido de Lu-

signan (el “malo” de la película de Ridley Scott) recibió los condados de Jaffa y As-

calón. Como rival de los Ibelín, Guy se apuntó al bando de los “halcones” liderados por

Reinaldo de Châtillon, el clan de los Courtenay (también con Inés, la madre del rey) y

los templarios. Este lobby fue quien ese mismo año consiguió colocar como patriarca

latino de Jerusalén a Heraclio, un hombre joven y apuesto, a todas luces indigno, poco

letrado y conocido por sus amantes cuando ya era arzobispo de Cesarea. Inés, la madre

del rey, también muy dada a los amoríos, lo tomó como amante. Este Heraclio siempre

~ 59 ~

se esforzó por mover sus piezas en Roma –y también las piezas de sus aliados– frente al

resto de la indignada Iglesia de Tierra Santa.

En el año 1184, justo antes de morir el rey leproso, hay alborotos y batallas en las

fronteras. Hay una paz armada. La película recoge algunos de aquellos alborotos y re-

vueltas belicosas, provocaciones del sector belicoso. Pero no afectan al día a día de co-

merciantes y labradores.

Hay escritos del viajero y redactor andalusí Ibn Yubayr (1145-1217), que visita Da-

masco en ese año 1184, y muestra su sorpresa al ver que a pesar de la guerra las cara-

vanas van y vienen sin problemas de El Cairo a Damasco cruzando el territorio de los

que los árabes llaman “los frany” (los francos, y por extensión los cristianos lati-

nos):“Los cristianos cobran a los musulmanes una tasa que se cobra sin abusos. Los

comerciantes cristianos pagan, a su vez, derechos por sus mercancías cuando cruzan el

territorio de los musulmanes. Se entienden a la perfección y se respeta la equidad. Los

guerreros se ocupan de la guerra pero el pueblo permanece en paz”.

Este era el estado de cosas que Saladino intentaba mantener. Cuando muere, en 1185,

el rey leproso, con 25 años de edad, pasa el trono de Jerusalén a su sobrino Balduino V,

un niño de corta edad, y vuelve de nuevo la regencia a Raimundo III, conde de Trípoli,

que enseguida pacta una tregua de cuatro años con Saladino. Pero al año siguiente, en

1186 muere el pequeño rey.

Muchas cosas cambiaron entonces y esos cambios se aprecian también en la película,

pero ni Balián de Ibelín está solo ni es un joven recién llegado, ni se acuesta apasiona-

damente con Sibila, ni ésta ha sido injustamente casada a la fuerza.

Cuando muere el rey niño, los dos bandos se mueven. Por un lado están los barones

nativos: Gualterio de Cesarea, Reinaldo de Sidón, Raimundo III conde de Trípoli, los

hermanos Ibelín, la reina María y su hija Isabel con su esposo Hunfredo de Torón, de la

familia del belicoso Reinaldo de Châtillon, etc. El único aliado más destacado de Ibelín

es el de los caballeros hospitalarios.

Por el otro bando están los Lusignan con la reina Sibila, la Iglesia controlada por He-

raclio, el nuevo gran maestre del Temple (que no es Reinaldo de Châtillón, como parece

en la película, sino Gérard de Ridefort, aquel joven flamenco despechado), y el pueblo

de Jerusalén, que odia a Guy de Lusignan pero apoya a su esposa Sibila. Con estos apo-

yos, el patriarca corona a Sibila... y ésta, por su cuenta, toma otra corona y la ciñe sobre

la cabeza de su esposo Guy.

El bando de los barones nativos estaba dispuesto a rebelarse y postular por el joven

Hunfredo..., pero éste, aterrado, sin ganas de ser rey, se fuga de Nablus (el territorio de

Balián y de su esposa la reina María), acude a donde Sibila y se entrega al bando de

Jerusalén. Esto hunde la resistencia de los barones nativos: Raimundo III se retira a su

condado de Trípoli, Balduino de Ibelín se marcha a servir a Bohemundo III de Antio-

quía y los demás, realmente de mala gana, aceptan a Guy o Guido de Lusignan como

rey de Jerusalén.

Y llega o se desata la guerra. Como recoge la película (excepto en que Guy no estaba

presente), Reinaldo de Châtillon ataca a una caravana musulmana, mata a todos los sol-

dados y esclaviza y encierra a todos los civiles. Los musulmanes piden la libertad de los

prisioneros y una gran indemnización. Guy no puede controlar a Reinaldo, que es quien

~ 60 ~

le mantiene en el trono, y se niega a pagar. Por lo tanto, llega la guerra con Saladino,

evidentemente irritado.

Los cristianos de otros estados o territorios, por muy vasallos que sean, no quieren

meterse en una guerra absurda y provocada por un descontrolado. Bohemundo III de

Antioquía renueva la paz con Saladino. Raimundo III, desde Trípoli, concierta con el

sultán musulmán una tregua para su condado y para el principado de Galilea (que per-

tenece a su esposa aunque es tributario feudal de Jerusalén). Guy y los suyos se enfu-

recen contra Raimundo III, y quieren atacarlo, pero nuestro Balián de Ibelin intenta evi-

tar la guerra civil y consigue que el rey Guido le haga formar parte de una embajada pa-

ra negociar con Raimundo.

Por esta embajada sabemos que Balián era un hombre religioso –no menos que la

media de su época, al contrario de como nos lo presenta la película–, porque los cro-

nistas recogen que, recordando que era víspera de San Felipe y Santiago (2 de mayo),

desvió su camino hacia Trípoli para pasar la noche en casa del obispo de Sebastea (la

antigua Samaria), con quien charló toda la noche y con quien celebró misa al alba.

Su embajada no llega a tiempo: mientras iba a Trípoli, un destacamento de 7.000 jine-

tes de caballería mameluca –que tenía permiso de Raimundo III para atravesar Galilea–

ha destruido una expedición templaria en tierras galileas, desencadenando definitiva-

mente la guerra. Templarios y hospitalarios se movilizan apresuradamente (los segun-

dos a regañadientes y empujados por los primeros) y son derrotados en otra masacre.

Raimundo, que se siente culpable de que haya sucedido en su territorio, usa a Balián pa-

ra reconciliarse con el rey Guy y volver a unir filas con Jerusalén.

Días después, llegará la desastrosa batalla de los Cuernos de Hattin, provocada por

impulso del gran maestre templario Gérard, en la que las fuerzas cristianas fueron derro-

tadas abriendo el camino de Saladino hacia Jerusalén. Allí, en la derrota de Hattin, cap-

turaron los musulmanes la sagrada reliquia de la Vera Cruz, que llevaba como custodio

el obispo de Acre (el cobarde y frívolo patriarca Heraclio no había querido sumarse a la

batalla) y, con la reliquia y su portador, a casi toda la nobleza contendiente. Contraria-

mente a lo que dice la película, Balián estuvo allí dirigiendo la retaguardia, lucho vale-

rosamente y con Reinaldo de Sidón y Raimundo de Trípoli fue de los pocos que pudo

escapar, cada uno por su lado.

La película es bastante fiel al recoger el encuentro de Saladino con el rey Guy y con

Reinaldo de Châtillon: efectivamente Saladino ofrece agua fresca al rey, y según la hos-

pitalidad oriental quien ofrece de beber a un huésped ya no puede hacerle daño. Éste,

Guy, ofrece agua a Reinaldo, pero Saladino hace matar a Reinaldo de Châtillon: “La

perfidia de ese hombre y su insolencia han ido demasiado lejos”, dijo Saladino; y éste

ofreció también de beber a todos los caballeros templarios y hospitalarios, excepto al

gran maestre Gérard. A éste lo pondrá en libertad después de usarlo para ordenar a los

templarios que le entreguen Gaza.

En la película –situándonos en Jerusalén– vemos a Balián pronunciando una arenga

“laica” para defender la ciudad. Es una intrusión del siglo XXI que no encaja para nada

con el siglo XII. Lo que en cambio sabemos es que Saladino convocó delegados de Je-

rusalén para negociar las condiciones de la rendición, pero éstos se negaron a cualquier

trato. No pensaban entregar la ciudad donde su Dios (Jesucristo) había muerto por ellos.

~ 61 ~

Era cuestión de principios religiosos. La escena transcurrió (históricamente) durante un

eclipse de sol y habría quedado bonita en la película.

Sucede entonces otra escena digna de ser filmada pero que a Ridley Scott no le pega

con su guión ni su personaje. Tras la derrota de Hattin, Balián se había refugiado en Ti-

ro con muchos más guerreros que huían. Se entera de que su mujer, la reina María, y sus

hijos están asediados en Jerusalén. Entonces pide permiso a Saladino para entrar en la

ciudad sin armas, jurando que no luchará, y llevarse a su familia. Saladino, siempre cor-

tés, se lo permite. Pero una vez dentro, los ciudadanos piden a Balián que se quede y los

dirija en la defensa. Balián se ve moralmente obligado a quedarse y escribe a Saladino

explicándole, apenado, que no puede cumplir su juramento de no luchar. El magnánimo

Saladino le dispensa de su juramento e incluso envía una escolta que acompañe a la

reina María, sus hijos, séquito y todos sus bienes hasta Tiro. Dicen los cronistas que

Saladino lloró al ver pasar a los niños y jóvenes sobrinos e hijos de Balián, herederos en

el destierro de una nobleza en declive.

Como recoge la película, en la ciudad sólo había dos caballeros (o un número muy es-

caso de ellos), así que Balián armó caballero a todo muchacho mayor de 16 años nacido

de familia noble (repetimos, de familia noble, no a cualquier plebeyo como dice el film)

y también a 30 miembros de la burguesía. Reunió tanto dinero como pudo, incluso la

plata del tejado o techo del Santo Sepulcro, y entregó armas a cualquiera que pudiera es-

grimirlas. Resistieron durante diez días y, como recoge la película, en el último combate

se mantuvieron firmes en una enorme brecha ya irreparable en las murallas.

Finalmente, el mismo Balián acude al campamento de Saladino a negociar la rendi-

ción. Saladino al principio no quiere hablar de rendición: él ya dio esa oportunidad, y

ahora sólo piensa en entrar a sangre y fuego. Mientras hablan, la batalla continua, y los

cristianos rechazan una vez más a los asaltantes.

Balián negocia entonces con firmeza: sí, la ciudad ya casi ha caído, pero si no se ofre-

cen condiciones dignas de rendición los defensores, desesperados, destruirán los edifi-

cios sagrados musulmanes y degollarán a todos los prisioneros islámicos. Saladino en-

tonces acepta condiciones: liberará a todo hombre que pague 10 besantes, 5 por mujer y

uno por niño. Es muy caro para los 20.000 pobres de la ciudad y Balián regatea: Sala-

dino está dispuesto a dejar libres a los 20.000 por 100.000 besantes. Balián sabe que na-

die podrá reunir tanto dinero. Consigue que se liberen a 7.000 ciudadanos por 30.000

besantes. La guarnición entonces, siguiendo a Balián, depone las armas: es el viernes 2

de octubre de 1187.

Y cuanto sigue fue lo que pasó tras la conquista de Jerusalén por Saladino. Los musul-

manes entraron en la ciudad con orden y sin pillaje, al contrario que los francos o pri-

meros cruzados habían hecho 88 años antes. Patrullas especiales impedían cualquier

ultraje a los cristianos. Balián consiguió reunir los 30.000 besantes, en parte tras una du-

ra presión a las órdenes militares, especialmente con un dinero que el rey Enrique II de

Inglaterra había hecho llegar a los Hospitalarios de Jerusalén como penitencia por el

asesinato de Santo Tomás Beckett. Los cronistas musulmanes recogen la vergüenza de

ver al indigno patriarca Heraclio pagando sus 10 besantes y saliendo de la ciudad con

carros llenos de riquezas, sin pagar nada por los pobres esclavizados.

~ 62 ~

Dos hileras abandonaban la ciudad: los liberados hacia la costa, aún en manos cris-

tianas. Los esclavos para ser vendidos y repartidos. Un hermano de Saladino, Al-Adil,

viendo el espectáculo, le pide al vencedor 1.000 (mil) esclavos de regalo. Éste se los en-

trega, y el entusiasta Al-Adil los libera inmediatamente como gesto de magnanimidad.

El patriarca Heraclio lo ve y pide que le entreguen unos esclavos, que él los pondrá en

libertad: se le conceden 700, que libera, y así salva algo su conciencia. Balián consigue

hacer que le regalen 500 y los libera. Saladino mismo, en racha generosa y entusiasta,

libera él mismo a todas las ancianas y ancianos. También da donativos a viudas y huér-

fanos y libera algunos esposos cautivos conmovido por las lágrimas de damas francas

que ya han pagado su rescate.

Como se ve en la película, los cristianos no pueden marchar hasta que se desmonta la

cruz de la Cúpula de la Roca y se eliminan los signos del culto cristiano. En la mezquita

de Al-Aqsa se quita todo vestigio de sus anteriores ocupantes, los templarios. Ambos

edificios, rociados con agua de rosas, son dedicados al culto islámico.

Los refugiados abandonan lentamente la ciudad en tres grupos, uno dirigido por los

templarios, otro por los hospitalarios y otro por Balián y el patriarca. En Tiro, atestada,

sólo aceptan combatientes. En Trípoli, también llena, les cierran las puertas. Sólo en

Antioquía, y de mala gana, les dejan entrar.

En la película vemos a Sibila, con su cabello rasurado como una penitente, aliviando a

los heridos del asedio. Según Ernoul, un cronista de la casa de Ibelín, al que ya nos fui-

mos refiriendo y que fue testigo de la mayoría de los hechos expuestos, Sibila dejó Je-

rusalén justo antes del asedio y se dirigió a Nablus, la sede que había sido de Balián.

Otras fuentes dicen que sí estuvo en el asedio y que después fue a Nablus sólo en un

viaje rápido. Saladino liberó al rey Guy en marzo (o en julio, depende de la fuente) de

1188 y se le unió Sibila.

A los cristianos sólo les quedan los puertos de Tiro, Trípoli, Antioquía y tres forta-

lezas aisladas, pero la caída de Jerusalén ha causado sensación en Europa y decenas de

miles de peregrinos armados desembarcan continuamente en Tiro. Aunque Guy prome-

tió a Saladino no volver a luchar contra él, sin embargo tomó las armas una vez más y

atacó el puerto de Acre (San Juan de Acre). Será una batalla larga, a la que llegarán en

una nueva cruzada Ricardo I Corazón de León, rey de Inglaterra, y Felipe II Augusto,

rey de Francia. En esa tercera cruzada participará una vez más Balián de Ibelín. Y será

entonces cuando muera Sibila.

Tras la victoria de Acre, ya en 1191, Guy o Guido de Lusignan será nombrado por las

nuevas potencias cruzadas rey de Chipre, destinándolo a una especie de honroso exilio.

Su dinastía, la del último rey de Jerusalén, reinará allí durante cuatro siglos. Guido no

era un buen estratega ni un gran caballero, y se dejaba llevar a desastres y aventuras por

cualquiera que le hablase con suficiente entusiasmo, pero encaja mal con el personaje

que han hecho de él en El reino de los cielos, y desde luego no fue desnudado y colo-

cado en un burro como se ve en la película.

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