Romero - Sociedad Democrática y Política Democrática en La Argentina

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Romero - Sociedad Democrática y Política Democrática en La Argentina

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    UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMES Rector Daniel Gomez

    Vicerrector Jorge Flores

    Sociedad democrtica y poltica democrtica en la Argentina del siglo ll

    Luis Alberto Romero

    Universidad Nacional deQuilmes Ediciones

  • CAPTULO VII LA DICTADURA MILITAR. 1976-1983

    En este captulo se explicarn las principales caractersticas de la poltica de la dictadura miiitar, autodenominada Proceso de Reorganizacin Nacional, entre 1976 y 1983. En qu medida una dictadura que se caracteriz por extremar la represin hasta lmites inimaginables forma parte de un estu-dio sobre la poltica democrtica? Creo que interesa a este estudio en dos sentidos. Por una parte, como trararemos de mostrar, el Proceso (as lo de-nominaremos de ahora en ms) condens y extrem elementos que ya for-maban parte de la. tradic>n poltica argentina. Por otra, las caractersticas de ese Proceso determinaron la forma que tuvo la reconstruccin democr-tica posterior y, a la vez. los condicionamientos, muy fuertes, con que se encontraron luego los gobiernos elegidos democrticamente. En suma, el Proceso se conecta, hacia atrs y hacia delante, con la explicacin sobre la democracia.

    l. La represin

    El 24 de marzo de 1976 la Junta de Comandantes en Jefe depuso a la pre-sidenta Mara Estela Martnez de Pern, asumi ei poder y design Presi-dente al comandante del Ejrcito Jorge Rafael Videla. Posteriormente, un Estatuto de la Revolucin y un conjunto de Actas dieron forma a este go-bierno. que las Fuerzas Armadas asumieron institucionalmente. Videla pre-sidi el pas hasta marzo de 1981 y lo sucedi el general Roberto E. Viola, hasta fines de 198 l, cuando fue desplazado por el general Leopoldo E Gal-tieri. Por entonces, los conflictos internos entre las tres armas, y entre los propios jefes del Ejrcito, eran visibles. En abril de 1982 el gobierno deci-di invadir las Malvinas; apenas dos meses despus. las fuerzas argentinas debieron rendirse ante las tropas inglesas. En ese momento, el rgimen mi-litar comenz a desmoronarse. y empez la rpida transicin haca la de-mocracia. En lo que sigue analizaremos en conjunto esos seis aos de plena vgenc1a del Proceso.

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    El Estado clandestino

    Duranre las presidencias peroniscas (l 973-1976), la accin de los grupos guerrilleros fue enfremada por una organizacin dandescina, la Triple A, organizada y amparada desde el Minisceno de Bienescar Social a cargo de Jg~~Lp.~ Reg;i. Su care:;t consimq !'!n el asesinaw de mifances o dirigen-.J;es .e.inc;k;:;rn.:tles conspicuos,..y en el acaque .a. organiz!lciones de accvisras. P:.0r.0Era.parre, una.vez.que el ERP consolid 411, ~foc;;o" :n la zona de mon-Mi.cercani a Titc~;!l. las Fuerzas Afmac\s f~~Qn instruidas por el Poder lijlile1:1vopara aniquilar su accionar. 1

    b"aec:indel Ejrcico en Tucumn fue.eficaz; comenzaron a aplicar los ,rn,filodQ,QS,~f:;fHSi~~q y r9rf4p que ll(t;go dfsarrc:Jlar.fari ampliameme, y en P,Qf.Q..

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    El Manco

    1:as vctimas de esta operacin fueron, en primer lugar, quienes estaban o estuvieron directameme involucrados en las organizaciones armada5, Lue-go, quienes pertenecieron.a las organizaciones de superficie, como la Ju-ventud Peronista. A ellos se sumaron quienes militaron en distintos movimientos de tipo gremial, religiosovestudiantil; poltico, humanitario, o dicho ms globalmente, qienes de alguna manera pertenecieron a algn grupo contestatario o disidente, fuera o no partidario de ia accin armada. Al respecto, los represores no tuvieron lmites, ni siquiera cuando se trat de miembros del clero, y an de obispos. Finalmente, cay mucha otra gente, de la que se sospechaba que pudiera estar vinculada con alguien que estuvo vinculado con algo. Haba, pues, una zona donde la arbitrariedad y la incertidumbre acerca de las. taz'es era''grande.

    Probablemente esto furmaba parte de la estrategia de la operacin. En primer lugar,el objetivo de los represores fueron los que desaparecieron, pe-ro

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    dio notable de esa puja fue la renunca fol3.d.a de Viola a fines de 1981 y su remplazo por Galuen. En 1982, la decisin de invadir las Islas Malvinas tuvo mucho que ver con la pua merna enue el Ejrcito y la Marina, y dentro del Ejrcico, entre dos facciones de generales. La derrota -previsi-ble, por otra parte- desencaden el desmoronamiento del rgimen.

    2. La reorganizacin

    El.Jiili;o.ciamiemo de cualquier oposicin c[e[a ~o,ciedad fue la condicin pa-r'l,Slmprender lo que lPs j!!fes del Proceso consiq::aron una solucin radical y,,~kfiu.iYa.de los male~ .c,4: l;i &gemina .. Estt'! segundo aspecro del Proceso

    tID:Q,_~Qffi.Q .protagonista a Jos A. Marrnez de Hoz, ministro de Economa y RfWcipal funcionario civil durante los cinco aos de la presidencia de Vide-

    .la. Mannez de Hoz rena estrechas relaciones con los grandes bancos nter-,, il nacionales y el Fondo Monetario, y tambin con los sectores econnucos i ms fuertes del pas, e! denominado establishment. En cambio, suscit des-t\ confianza y hasta oposicin en una parre al menos de los jefes militares. Los ;'1 resultados de su gestin se correspondieron slo parcialmente con sus inten-'.\,ciones. Pero fueron la parre ms sustancial de la "herencia del Proceso".

    Diagnsco y mlucin del problema argrntinol 1

    El diagnstico de Marnez de Hoz y sus amigos del problema argemino no difiri demasiado dd que, unos pocos aos a[fs, haban hecho Pern y Gdbard. La solucin propuesta .. 1".n cambio, fue diametralmente distinta.

    En opinin del ministro, si la Argentina se encontr al borde de !a guerra civil fue porque la rradic10nal puja entre distintos intereses organi-zados de manera corporariva; acosrumbrados a tironear y negociar con el Estado, haba desbordado, alimentando un conflicto poltico ante el cual el Esrado era impQ[eme. Esa debilidad del Estado provena, paradjica-mente, de su propia fuerza, es decir de la alta capacidad desarrollada, qui-z desde 1930 en adeiame, para intervenir en la vida econmica. para regular el flujo de los ingresos y disrribuir estmulos, promociones. subsi-dios o prebendas de disrinco tpo. Con ellas este Estado, fuerte y dbil a la vez, engordaba a quienes competan para obtener una tajada mayor, y a menudo se ponan de acuerdo para presionado. Aunque incapaz de discipli-

    ti Vase Cavaroni, Marcdo (1983), pp. 36-59.

    S

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    tal qu obstaculizara el libre flujo de los factores y el funciommiento de las leyes del mercado . .Era, por cierto;. una f..rmula: su aplicacin requiri una dosis de intervencin estatal enorme. 12

    La apertura omercial signific reducir los aranceles protectores; se tra-taba de una decisin compleja, dada la diversidad del sistema arancelario, y siempre qued un margen para la negociacin sectorial. 13 Tan importan-te como eso fue la reduccin de distintos mecanismo de promocin, por la va de privilegios fiscales o subsidios, directos o indirectos, que constituan io principal del campo de colusin entre los intereses empresariales y el Es-tado. A diferencia de la anterior, estas medidas contribuan directamente a reducir el dficit.

    J,a apertura-financieraconsisti en la eliminacin de controles sobre el ejercicio de esa.actividad, y sobre, el.flujo de capitales desde y haca el exte-

    . rior. Tal control, precisamente, haba sido el fundamento de las polticas de intervencin econmica vigentes desde 1930. Esta medida liber a los ope-radores -se not en la proliferacin de instituciones financieras y bancos-y les permiti insertarse en el mercado mundial de capitales. En esos mo-mentos ste se expanda notablemente, debido a la circulacin de los fon-dos provenientes del aumento del precio del petrleo. Se trataba de una situacin de oferta fuerte, casi de presin para tomar prscamos y crditos.

    El Estado facilit estas operaciones -con una poltica de dudosa orto-doxia liberal- estableciendo para el peso una paridad alta, pese a la fuerte inflacin interna. El Estado, que contaba con el flujo fcil ele nuevos prs-tamos, asegur el mantenimiento de la paridad, y su mnima y gradual co-rreccin en un lapso prolongado, mediante una tabla de devaluacin. As, para los inversores extranjeros result muy atractivo colocar dlares en e! sis-tema financiero local, beneficiarse con altsimas tasas de inters, proptas de una economa inflacionaria, mient~as el Estado les aseguraba la recupera-cin de los dlares sin riesgo. Los ahorristas locales, por su parte, se vieron impulsados a entrar en ese juego financiero para evitar la desvalorizacin de

    _L d ' [4 sus auorros, y aun e sus mgresos mensuales. As, en los famosos a.fios de la "plata dulce", se vivi en una suerte de

    12 Vase Gerchunoff, Pablo y Llach, Lucas (1998), pp. 333-381. 13 Por otra pane, tales reducciones deban equilibrarse con las necesidades de re-

    caudacin fiscal. 14 En esos aos, la casi tocalidad del dinero del pas estaba colocado en plazos fijos

    a 30 das; su renovacin dependa de la confianza en el mantenimiento de este mecanis-mo, garanti7.ado principalmente par el ministro de Economa. La amenaza del desastre que provocara su renuncia fue una de las razones princpales de su larga permanencia.

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    euforia financiera. Todo el mundo obtena por su dinero altos beneficios nominales, que apenas encubran, en el mejor de los casos, el manteni-miento de sll valor real. A la ve7., como ocurre habitualmente en los pfoce-sos inflacionarios, se fue produciendo una fuerte transferencia de ir.gresos entre sectores, disimulada momentneamente por esta economa imagina-ria. Como en el caso de las "cadenas de la felicidad", el primer traspi de-sencadena el derrumbe. En 1980 cay el primero de los bancos crecidos durante la euforia, el Banco de Intercambio Regional, y de ah en ms la crisis avanz. En marzo de 1981, con el relevo del ministro Martnez de Hoz, la crisis avanz mucho, y termm de profundizarse cuando cambi la coyuntura internacional y se cort el flujo fcil de dlares del exterior. 15 Haba llegado la hora de hacer las cuentas y de enterarse quines eran los ganadores y quines los perdedores .

    Ganadores y perdedores

    Digamos en primer lugar que la propuesta de Martnez de Hoz slo se con-cret parcialmeme, debido a la resistencia que encontr en las facciones militares opuestas al presidente Videla, su principal sostn. La resistencia fue muy fuerte; Jorge Schvar7.er ha explicado cmo lo principal de la ac-cin del mtnistro eswvo dedicado a asegurar su permanencia, pues los cambios propuestos requeran sobre todo de continuidad. Atar la estabili-dad del delicado sistema financiero a su permanencia, y a la confianza que era capaz de suscttar, fue una de sus armas; de hecho. su salida aceler el derrumbe (que de todos modos, en algn momento habra de producirse). Pero adems, permaneci porque negoci e hizo concesiones a otras opi-niones y otros intereses. I6

    La propuesta de achicar el Estado no era demasiado popular htre las Fuerzas Armadas. Como.,hemos visto, su crecimiento estuvo asociado, des-deJa dcada de 1920, con las \deiS de fftquay segmidti:d nacional. Mu-ch;s empresas estatales deban ser conservadas porque provean de elementos bstcos para la defensa; tal concepto poda extenderse a muchas cosas. A eso se-.surn nn inters ms concreto: las empresas estarales tuvie-rqn. aclministradores. militares, que empe7.aron a aproveGhar los beneficios

    l5 En 1982 Mxico, que como la Argentina y orros muchos pases se haba endeu-dado considerablemente, estableci una morarona unilateral, que derrumb la confian-za internacional en los llamados nmercados emergen res",

    LG \f a'e Schvarzer, Jorge ( l 996). pp. 87-106.

  • 2.14 .LUIS 'Al'.BliRT.ll., iliruw.IT.iend0 , -cicil:o ca:racrersrico de la larga primera parte del siglo XX. !La :sIDoieclad lfue icad.a w:ez menos democrtica y mvil. La puja corporativa se mes01wili e.ra. faw.0ir .de'l mis fuerte: el grupo concentrado de empresarios .q,w.e apmvech .C:lililf [a coyunmra inrernacional como la debilidad del Es-:taclo, paira crecer :a su costa. El poder sindical dej de ser una alternativa :impo:r.ca'flre, salvo en el secror de los trabajadores estatales. El Esrado fue '8{f0 gran derroado. Perdi atributos y margen para actuar, y luego de 19:82, comenz a cargar con una deuda externa que creci indefinidamen-te por la acumulacin de intereses; la bancarrota slo poda evitarse con nuevos prstamos, y quienes tenan que decidirlos -los grandes bancos y el FMI- pusieron condiciones que aseguraran el futuro cumplimiento de las obligaciones. Mien.JpsJ;i;.socedad: se:empobreca y polarizaba, el Esca.do empezabaaser maniaca.do.

    3. El lugar del Proceso en la tradicin poltica argentina

    Llegado a ese punto, conviene preguntarse hasta dnde las conductas del Proceso, que posteriormente seran juzgadas aberrantes, reprodujeron -sin duda de una manera inmensamente ampliada- rasgos caractersticos de la culrnra poltica, acuados a lo largo del sglo XX. Esro nos permitir hacer una recapirnlacin sobre algunos de los punros principales de este curso, y

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    a la vez sentar las bases para explicar cules fueron las novedades de la cons-truccin democrtica posterior a 1983.

    Antes de 1976, la democracia argentina conoci dos grandes experien-cias, la radical de 1916 a 1930 y la peronisca, de 1946 a 1955, separadas por un interludio fraudulento. La fe democrtica comenz a derrumbarse en 1955 y lleg a su punto ms bajo en 1966; posteriormente, las excep-cionales elecciones de 1973 forman parte de otra historia, en la que d com-ponente democrtico se subsume en una experiencia revolucionaria.

    Afo largo de estos afios, la prctica democrtica fue decantando en al-gunas carctetstkas quetittedarort fijadas. En primer lugar, fue poco repu-.blicana. Yrigoyen y Peron fueron ptesiden:tS fuertes, : con un amplio respaldo plebiscitario; pero suaccinresult poco respetuosa de las normas republicamls. Yrigoyen practic un gobierno de excepcin, apel a las fa-cultades presidenciales para resolver coyunturas extraordinarias e ignor al Congreso, donde a su vez cosech odios enconados de la oposicin. Pern fue ms lejos. y desde el poder pulveriz las instituciones republicanas, re-movi a los jueces, ignor al Congreso, y sobre todo enrrelaz las insttu-ciones partidarias con las estatales, al extremo de que, en cada nvel, el jefe del Movimiento era la mxima autoridad estatal. A este ejercicio ilimitado de la autoridad presidencial se agreg una descalificacin ele la norma juri-dica, que poda ser violada si eso haca al bienestar del pueblo: la democra-cia "formal" no deba obstaculizar a ia "real".

    En el mismo sentido, riO:esfros grandes hiovimienws democrticos fue-ron escasamente pluralisra,s .. Radicales y peronstas idenrificaron su movi-m.ie.n~() y,ss ideasconios.intereses delaNacinnLa "causa" del radicalismo, o el "movimiento nacional" del peronismo eran considerados la expresin de la Nacin y la herramienta de su regeneracin, frente a su sistemtica desna-turalizacin por obra del "'antipueblo" o la "antipatria": el "rgimen falaz y descredo" o la "oligarqua". Ambos movimientos, .raigalmente democrti-cos, tendieron a desconocer o a negar al adversario, a excluirlo de los deba-tes y del escenario poltico. Ambos le dieron a la confrontacin poltica un tono definidamente fuccioso y transformaron a sus adversa.ros en enemigos, prestos a devolver lo recibido con la misma moneda. '

    Esto explica muchas de las caractersticas del perodo fraudulento, en-tre 1930 y 1946, y sobre todo las del perodo posterior a la deposicin de Pern en 1955. Paradjicamente, quienes en 1955 se reivindicaban como los restauradores de la democracia terminaron por destruir sus otrora vigo-rosas races, arraigadas en el imaginario social. En 1956 la violencia y la muerte entraron en la confi:ontacin poltica con los fusilamientos de ju-nio que siguieron al alzamiento peronsta. ~ero sobre todo, lo que corroy

    SOCIEDAD DEMOCRTICA Y POLTICA DEMOCRTICA EN LA ARGENTINA 217

    la fe democrtica,-el conjunto de convicciones compartidas que es asiento indispensable de cualquier sistema poltico democrtico, fue la proscrip-cin del peronismo, :vigente hasta 1966, fecha en que la suerte fue coi;npar-tida por el conjunto de los partidos polcicos. '

    La proscripcin -que contra la intencin de los proscriptores: robus-teci y galvaniz a un peronismo decadente, y fortaleci su definicin obrera- quit toda ctedibilidad a la restauracin democrtica. Qu legiti-midad p;d.an tener los representantes elegidos en esas condiciones? Las ne-gociaciones de los conflictos sociales se desarrollaron en otros escenarios, donde los grandes actores corporativos -sindicatos, militares, empresanos, Iglesia- se movan con comodidad, mientras los polticos hablaban al va-co desde el parlamento, o los presidentes se empeaban en vano en hacer cumplir sus rdenes.

    As, las fuerzas democrtica, herederas de una tradicin autoritaria, poco republicana y poco pluralista, fueron agotando las reservas de fe de-mocrtica. Naturalmente, no fueron los nicos responsables: el otro gran protagonista de la decadencia democrtica fueron las Fuerzas Armadas. En su avance hacia el centro del poder, estuvieron impulsadas y respaldadas por. quienes, desde 1919, descrean de la democracia y aspiraban a un go-bierno con autoridad pero sin plebiscito. Pero en su marcha, las Fuerzas Ar-madas fueron desarrollando sus propios criterios institucionales sobre el poder y la regulacin de la conflictividad. Lo sorprendente es que, en rea-lidad, se trar de un desarrollo. slo un poco modificado, de las tradicio-nes que haba acuado la democracia.

    Las Fuerzas Armadas, como institucin, ciertamente no crean en ple-biscitos ni en plazas adamantes, pero compartan.la idea de un poder fuer-te, .no limitado por ningn sistema de balances y contrapesos-.Tambin estaban convencidas de ser los custodios de las esenGias.nacionales, corrom-pidas por los polticos. Nacidas con la patria, las Fuerzas Armadas eran la expresin ms prstina de la identidad nacional. Ala largo de la dcada de l 930, la Iglesia catlica agreg un mocivo ms-a este- disGursm.-el 0c:rtalcis-rno era.la.-es

  • :LUIS ALIH3R'F0 ROMERO

    .. !En ;suma, 1n0 wdo fue culpa,& :l0s ;mifares ,1'lii dUos engendraron -cu-: dos .nuesffos ,demonios: la mala prcirn .dem0crrica enferm la cultura ,polfca argemina. Este coruexm es ndi~p,LUn enemigo, que..Sin.eza;al

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    4. La sociedad ante el Proceso

    El fin del silencio

    ~~o. rea~cio~ la sociedad argentina durante los aos del Proceso? AJ pnm::1p10 s1lenc10s~mente, con una actitud en la que no es fcil deslindar el miedo de ~~. p~1~~ a~eptacin de lo que estaba ocurriendo. Hubo mu-0hos ~ue':m1grron y otfosqti se refugiaron en.el exilio interior,"e inclu-so ammaron recoletos mbitos de disidenci; espedalmente ert el campo

    cultural.~-~:r::.~~~~i~~c~~::l:~s.~.eptaron el ~iscurso oficial, no slo por-.que ~ra masivamente reproCl.uc1do pof:los:'medros de comrticacrt de ma-

    sa~:,.smo~ porque;

  • 212'1' LU!S 1\l1BER'f0.ROM~!UD:

    Ea: eruemu11 di!. Malvina&1r & w.ovilZiwion de la sociecul

    [snai ~ciipiio:llllue: l!l!lOVfrir.i;iJD11J consei:Ewfu. uno de los demenrns de llai

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    les y artsticos -desde los teatrales a los de msica- y los festivales de rock se convirtieron en manifestaciones polticas implcitas. Haba jvenes que se reunan en enormes manifestaciones a Lujn, mientras en las universi-dades se reconstituan los centros estudiantiles. Err las fbricas reaparecarr las comisiones por planta y la CGT organizaba sucesivos paros, para recla-mar por un objetivo muy propio de los dirigentes -la "normalizacin" de los sindicaros- que asociaban con el reclamo ms general contra los milita-res. 25 Las Organizaeiones de Derechos Humanos, a su ve:z., integraban es-tas demandas parciales en un comn reclamo por la vida.

    De una manera similar a lo ocurrido luego de 1969, este conjunto de reivindicaciones, reclamos y expectativas parciales se sumaba, impulsado por una lgica de ia agregacin. Otra vez, la realidad pareca transparente, estaba claro donde estaba el pueblo, que empezaba a ser denominado "la gente", que ern buena, y el pequeo grupo de los malos, los enemigos del pueblo. Sin la virulencia de 1973, y sin la violencia, otra vez la esperanza renaca en la sociedad. Sobre esa renacida fe colectiva, que se asentaba en el rechazo del rgimen militar, se reconstruy la democracia.

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    CAP TVLO VI ll LA EXPERIENCLA DEMOCRTICA, 1983-1999

    A parcir de la derroca de Malvinas, y al calor de una fuerce movilizacin de la sociedad, comenz el proceso de construccin de la democracia, corona-do con la eleccin de aucoridades constitucionales a fines de 1983. Desde esa fecha y hasta 1999 se desarrollan en paralelo dos procesos. Uno es el de la poltica democrtica, es decir la participacin ciudadana, los partidos, las auroridades y las nscicuciones. El otro es el de las transformaciones de la economa, el Estado y la sociedad; esca historia es en realidad la segunda parte del proceso iniciado en 1976.

    En este cap(tulo se mostrarn estas evoluciones, a la luz de una doble pregunca: en qu medida las circunstancias de la economa, el Esrado y la sociedad afectan las instituciones democrrcas, y hasta dnde estas inscit-ciones pueden modificar los datos de aquel proceso.

    l. La construccin de la democracia

    La derrota de Malvinas desat una fuerte crisis dentro del gobierno mili-tar, que empez a resolverse con el relevo del presidente Galtieri, y su reem-plazo por el general Bignone. ste de inmediato anunci un prximo llamado a elecciones, finalmence establecido para octubre de l 983. En ese iapso los militares intentaron negociar con los partdos polticos y asegu-rarse de que no habra investigaciones sobre las violaciones a los derechos humanos y otras acciones ilcitas de esos aos. Estas negociaciones final-mence fracasaron.

    La crisis del rgimen y la expecraciva de las elecciones gener un gran inters sobre las cuestiones polticas. Se tracaba de prcticas y normas olvi-dadas: en realidad, varias generaciones de ciudadanos no las haban cono-cido nunca, de modo que la sociedad realiz una suerte de curso acelerado de instruccin cvica.

    Ese incers se manifest apenas los partidos comenzaron su campaa de reafiliacin. El xito fue notable: cientos de miles de ciudadanos se afi-

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    liaron a los partidos cradicionales -la UCR, el jusrcialismo- y a algunas fuerzas nuevas, como el Partido Intransigente, que reuni a militantes de distintas agrupaciones de izquierda. Pese a que los grandes dirigentes tradi-cionales permanecieron por un tiempo al frente de los partidos, la renova-cin fue importante y pronto fue visible la formacin de una camada de dirigentes jvenes, en muchos casos provenientes de la militancia estudian-til, con una preparacin terica y discursiva mucho mayor que la de los vie-jos dirigentes. Tambin fue notable el acercamiento de acadmicos y universitarios a la poltica. Desempearon un papel algo distinto del de sus predecesores, los intelectuales: en la nueva situacin se trataba, sobre todo, de aportar a ios polticos un conocimiento tcnico especializado.

    Esta transformacin fue ms notable en el Justcialismo (nombre tcni-co del peronismo), que hasta entonces haba sido reacio a tener una estruc-tura partidaria y haba preferido la organizacin ms laxa del movimiento. En ella, los grupos corporativos organizados, y muy particularmente los sin-dicatos, podan desempearse simultneamente en el campo gremial y en el poltico, donde hacan valer su organizacin y sus recursos financieros. Es-ta siwacin, caracterstica del peronismo desde 1955, se revirti con la afi-liacin masiva, la formacin de una estructura de base territorial a partir ele las unidades bsicas (nombre de los comits dentro del peronismo) y la constitucin de un elenco de dirigentes ajeno al sindicalismo. Las dos for-mas de organizacin convivieron durante un tiempo. y hasta se enfrentaron. De momento, los grandes dirigentes sindicales, como el mernlrgico Loren-zo Miguel, conservaron una posicin importante, pero gradualmente las nuevas estructuras partidarias arrinconaron a las antiguas.

    Lo ms notable de la transformacin del peronismo es que empez a abandonar la idea de ser la representacin autntica y nica del pueblo. Es-to fue comn a todos los que participaron en esta construccin de la de-mocracia, tan diferente en este aspecto de todas las.experiencias anteriores. Cada fuerza poltica se consider a s misma como una parte de un todo que contena elementos diferentes. La diferencia y la pluralidad se convir-tieron en valores, y la relacin entre las distintas partes fue concebida en trminos de dilogo, de discusin racional y argumemativa, de colerancia y, en general, de pluralismo. Se ha sealado, inclusive, que esta tolerancia result excesiva: por evitar la confrontacin se eludieron o postergaron las cuestiones que dividan, y por mamener la unidad y el consenso muchos ternas fundamentales quedaron fuera del debate.

    Sobre todo, ia prctica poltica se impregn de contenidos ncos. Se convino en que haba un conjunto ele valores indiscutidos, amenores a cualquier postura poltica, y que los fines deban evaluarse en relacin con

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    los medios requeridos para lograrlos. En el extremo, en ningn caso un fin justificaba el empleo de medios que vulneraran los derechos humanos. Ha-ba en esto una reaccin vigorosa comra las prcticas represivas del Pro,ceso, cuyos horrores se iban descubriendo da a da. Pero adems, la accin de las organ1zac1ones de defensa de los Derechos Humanos. y muy especial-mente Madres de Plaza de Mayo, mostraron con el ejemplo la importan-cia ele estos valores y su enorme capacidad de movilizacin ciudadana.

    En este sentido, la experiencia que se inici en 1983 es indita en la historia poltica de la Argentina contempornea. Por primera vez. los con-tenidos especficamente democrticos de la poltica, ligados con la sobera-na del pueblo, se combinaban con los proveniemes ele la tradicin liberal: el valor absoluto de los derechos humanos, su garanta frente a eventuales abusos del poder, la conviccin de que ese poder deba ser controlado y ba-lanceado de acuerdo con la preceptiva republicana. Como ocurra por en-tonces en las sociedades democrticas de Occidente, democracia y libera-lismo se conjugaban.

    La fe en las potencialidades de esta construccin democrtica se robus-tec1 debido a la experiencia de los ltimos actos de la represin por parte del gobierno militar -un par de secuestros y asesinatos notorios- y tambin por la accin, ms modesta, de la polica frente a la creciente movilizacin ciudadana. La CGT y los sindicatos aportaron mucha gente a los actos ca-llejeros, pero la mayora de quienes partctparon en las movilizaciones y marchas por la democracia, que se sucedieron en todo ese largo ao, fue-ron stmplemente ciudadanos. Su presencia en las calles recordaba vaga-mente las ornadas de 1973 o 197 4; pero a diferencia de aqullas, no haba nmguna Intencin de "ocupar espacios", ni mucho menos de dirimtr pujas internas. Tenan el carcter alegre, pacfico y confiado de los ciudadanos que haban puesro sus ilusiones en la democracia.

    A la movilizacin contra el rgimen militar sigui, sin solucin de con-tinuidad, la confrontacin electora!. El justicialismo present una frmula integrada por dos polticos tradicionales; por detrs de ellos aparecieron fi-guras como la de Hermnio Iglesias, candidato a gobernador de Buenos Ai-res. representativas del peronismo ms tradicional y folclrico. La campaa de Luder tuvo como eje una consigna de 1973. "dependencia o liberacin", cuyo senndo ya se haba obdado. 1

    En la Unin Cvica Radical emergi la candidatura de Ral Alfonsn. Su propuesta armonizaba exactamente con la sensibilidad ele la hora: vi-

    1 Se hiw famoso un biooper del canclidaco a vicepresidence Bind: "La opcin es hoy la dependenc1;i " la liberaC11in, y nomcros ciegnnos la depcn

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    gencia de la Consmcn, juco a los milicares responsables de delirns, modernizacin de la sociedad y e! Esrndo. Todo ello habra de lograrse con la democracia, presem:i.da como b panacea. Alfonsn compler su discurso denunciando el "pacro mifar- sindical" que gesraban los Jefes peroniscas. 1 Con ese bagae se impuso en las eleccwnes con relaciva comodidad: por primera vez en su hismna de medio siglo. los peroniscas eran derrot:idos en una eleccin general.-'

    En suma, emre 1982 y 1983 se consciruy una ilusin democrcica. Con ella, elecciones mediame, se crea llegar a la cierra promerida, sin es-fuerzos y sm couflicrns. Quedaba por ddame un l:irgo trabajo instiruco-nal, de reconstruccin del Escado republicano y de las nsricuc10nes democrcicas. Difcilmeme se hubiera avanzado sin la consEicucin de ese capiral de confianza 1nc1aL A la vez, quedaba abierto un problema: qu pa-sara cuando esa ilusn, y las demandas y ex:pecracivas que haba generado -que [[ascendan ampliarnenct: lo especficamence poluco- se confronca-ran con las condiciones de la realidad. Esra confromacin consticuye lo cemral de la democracia en obra, que analizaremos enseguida.

    2. La democracia en obra: Alfonsn

    El primer gobierno del m1evo ciclo dernocrcico comenz con enormes ex-peccarivas. Infinidad de redamos, de ndole diversa, se haban acumulado durance los llamados "aos de plomo", y los reclamames, convencidos de que la democracia era la panacea, esperaban ver codos ellos resueltos, de in-mediam. Emre ellos, nacuralmeme, los de ndole econmica.

    El enmsiasmo en que se bas la reconsruccin democrrica ocult la magnimd de los problemas que deba enfremar el nuevo gobierno. La cri-sis econmica, que se desencaden con el derrumbe financiero imernacio-nal de 1982, segua sm resolverse. La deuda externa operaba como un lmite ramo para la economa como para la capacidad de decisin del Es-tado, afectada tambin por la polrica de desmamelamiemo, de modo que el insrrumenrn mismo con el cual el nuevo gobierno debera instrumentar sus polticas esraba deceriorado.

    Por otra parce, la unanimidad democrcca apenas oculraba el poder que conservaban los rradicionales acrores corporativos, que haban dado un

    2 V:ase el discurso de Ral Alfons(n dd 1 O de diciembre de 1983, "Consmuir la unin rracional". en De Pnvi,dlio, Luc1a110 y Romero, Lus Alberto (eds.) (2000).

    3 V:ase Tom:, Juan Carlos {l 995), pp. l 77-18 l.

    SOCIEDAD DEMOCRTICA Y POLfTICA DEMOCRTICA EN LA ARGENTINA 231

    paso atrs, sin desaparecer: las Fuerzas Armadas, los nuevos grupos econ-micos concentrados y tambin los sindicales y hasta la Iglesia. Todos ellos [enan buenosvnculos con el peronismo pero escasa comunicacin con el panido radical.4

    La civilidad: su fuerza y sus lmites

    La base de apoyo del presidente Alfonsn era, naturalmeme, la UCR. Aun-que haba comenzado a transformarse, conservaba mucho de su amiguo es-cilo, y ciertamente careca de la fuerza necesaria para encabezar un proceso de rransformacin poltica y social. Pero adems, Alfonsn comaba con un amplio apoyo en la civilidad, convertida, al menos transitoriamente, en ac-tor poltico. Se crataba de la gente, una frmula que remplazaba a ocra des-gastada: el pueblo. En otros trminos, distintos sectores de la sociedad que, ms all de sus preferencias polricas, se movilizaban para reclamar del Es-tado distmas decisiones polcicas -aunque iigadas a sus reivindicaciones es-pecficas, no eran consideradas amagnicas- y rambin para apoyar al gobierno en la tarea de reconstruir la democracia. Era un movimiemo he-terogneo, unido por el repudio al Proceso, por la reivindicacin de! bien comn y de los valores cicos y solidarios: en suma, el legcmo heredero de ia reconscruccin democrtica.

    Fue notable la capacidad de Ral Alfonsn, primero como candidato y luego como Presidente, para unir y tensar ese movimiento, desracar lo que tenan en comn y relegar las diferencias. Cada vez que la reconstruccin democrtica pareci amenazada, los convoc y recibi su adhesn. Es po-sibie reconocer en esto los elementos de una situacin plebiscitaria: el pue-blo unido, en la plaza, aclamando al lder. Hasta es posible que Alfonsn haya especulado con esa alrernativa, en su convocatoria a la constitucin del Tercer Movimienro Hisrrco, al que concurriran. "con sus banderas", radicales, peronistas, socialisas o demoprogresstas.5 Pero a diferencia de otras situaciones plebiscitarias, propias de la amigua radic1n democrti-ca, la relacin se caracteriz, anres que por la apelacin sentimental, por el plameo de cuesriones programticas, de alternativas que deban ser discu-

    4 Parrandero, Juan Carlos (1984), pp. 145-184 (ei re:cro de Porcanriero fue escri-' en 1982 y ac(Ualizado en 1984).

    5 La propuesta fue duramenre resisrida en las filas de ia UCR.

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    tidas en trminos racionales, ya fuera en el registro de la campaa electoral o en el ms imelectual del Discurso de Parque Norte.6

    Sobre esa base, A1fonsn consigui sus xitos ms importantes. En pri-mer lugar, el juicio a los miembros de las Jumas Militares y a los principa-les jefes de las organizaciones armadas. En el caso de los militares, el criterio fue separar -por una parte- la institucin, y -por otra- quienes ocasional-mente fueron los responsables de su conduccin y de los crmenes que el in-forme de la CONADEP haba establecido con precisin. Fall su primera apuesta: que las propias Fuerzas Armadas juzgaran a sus miembros crimina-les; tuvo xito la segunda: la Cmara Federal los juzg y conden.7 De in-mediato se discuti si se haba juzgado a todos los responsables; a la vez, con posterioridad los condenados fueron indultados. Nada de eso cambi ese re-sultado trascendeme, con pocos precedentes o consecuentes: el juicio de los responsables de crmenes cometidos desde el Estado y en nombre de l.

    Otros logros contaron con el respaldo de la civilidad: la aprobacin de la ley de divorcio vincular, que enfrem al gobierno con los sectores tradi-cionales de la Iglesia, todava muy fuertes y se firm el acuerdo con Chile por el Canal de Beagle. 8 En general, fue estimada toda la poltica exterior del gobierno, pues la Argemina recuper el prestigio perdido con la Guerra de Malvinas, y exhibi una posicin independiente frente a Estados Undos.9

    En cambio, ese apoyo de la civiiidad fue insuficiente a la hora de en-frentarse con los grandes poderes corporativos. El primero fue el sindical: una ley que imentaba modificar los procedimientos de eleccin de autori-

    6 El discurso que Alfonsn pronunci6 ante los dirigentes de la UCR en Parque Nor-te ("Una Argenrina moderna, participativa y solidaria", 1 de diciembre de 1985) -en el momento del xira del Plan Austral- contiepe sus ideas generales sobre la transforma-cn de la sociedad, el Estado y la poltica. V bse De Privicellio, Luciano y Romero, Lus Alberra (eds.) (2000).

    7 Vase el "Alegara final del juicio a las Junras Militares" (18 de septiembre de 1985) del fiscal Julio Srrassera, quien acus a los ex Comandantes. As termina su ale-gara: "Seores jueces: quiero renunciar expresamenre a coda precensi6n de originalidad para cerrar esca requisiraria. Quiero utilizar una frase que no me pt;rtenece, porque per-tenece ya a codo el pueblo argentino. Seores jueces: NUNCA MAS". De Prvicdlio, Luciano y Romero, Luis Alberto (cds.) (2000).

    8 Al momenra de tratarse su rarificaci6n por el Senado, se realiz un plebiscito no vinculante, en el que el "S" obtuvo amplia mayora; pese a eso, la aprobacin en el Senado se logr6 por escaso margen, debido al voto adverso de buena parte de los justicaliscas.

    9 Alfonsn viaj mucho, y fue muy apreciado por los gobiernos que lo asociaban con la democracia, un valor por entonces en alza en el mundo.

    SOCIEOi\0 DEMOCRATICA Y POLTICA DEMOCR.TlCA EN LA ARGENTINA 233

    dades en los gremios, la ley Mucci. fue rechazada por el Senado; el hecho ele que lo fuera por apenas un par ele votos no atenu la dureza de la de-rrota.10 De ah-en ms, el grernalismo enfrent sisternricameme al gobier-no. El secretario general de la CGT Sal Ubaldini, una figura con cari;ma, convoc sucesivamente a trece paros generales, reclamando al gob,ierno cambios en la poltica econmica. Los paros fi.1eron exitosos, y culminaron usualmente en grandes manifestaciones en la Plaza de Mayo. Ubaldini no tena una propuesta demasiado precisa. pero se haca cargo de todos los re-clamos insatisfechos: de alguna manera, peda cuentas por la ilusin. Ante la cuestin econmica, la civilidad estaba dividida.

    Ms rotundo fue el fracaso ante el poder militar, que no poda ate-nuarse con el argumento de la divisin ele la civilidad. Luego del juicio a las Juntas, hubo una gran cantidad de presentaciones judiciales contra mi-litares vinculados con la represin clandestina. Miencras los ex Comandan-tes estaban ya retirados del servicio, en este caso, se trataba de oficiales en actividad, de rango medio, y las Fuer1.as Armadas, que haban aceptado la condena ele los ex Comandantes, reaccionaron en forma corporativa en de-fensa de sus camaradas. 11

    En Semana Santa de 1987, un grupo de oficiales y suboficiales se atrincher en Campo de Mayo para oponerse a las citaciones judiciales; n-si.stieron en que no se trataba de un golpe de Estado, pero de hecho la au-toridad constitucional estaba cuestionada. As lo entendi la civilidad, que unnimemente sali a las calles y plazas de todo el pas en respaldo de las instituciones y sus representantes. Los mandos de las Fuerzas Armadas tambin afirmaron su acatamiento a las autoridades y su disposicin a so-meter a los 'sediciosos. Pero en rigor, no hubo un solo oficial dispuesto a realizar unatccin concreta para dominar al pequeo grupo atrincherado en Campo de Mayo. 12 El consenso democrtico dominaba el discurso; la civilidad _ocupaba la calle; las Fuerzas Armadas acataban, pero todo eso no

    10 Entre otras cosas, la ley pretendf:i que las minoras tuvieran representacin en la conducci6n sindical; esca posibilidad era juzgada escandalosa por los dirigentes gremiales.

    11 El gobierno haba propuesto originariamente un criterio: distinguir entre los responsables, los que haban cumplido 6rdenes y quienes se haban excedido. cometien-do acciones aberrantes. De acuerdo con ese criterio, hizo sancionar la ley de Punto Fi-nal que pona un pino a la presentacin de demandas judiciales; el efecto fue d contrario que el buscado: una avalancha de demandas tens a la corporacin militar.

    12 Los amotinados indudablemente concaban con el apoyo no declarado de am-plim sccrores de las Fuerzas Arm"das. y probablemence con la simpata de secrares sig-nificauvos de la sociedad, aunque no se atrevieran a decirlo.

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    fue suficiente. Finalmente, el presidente Alfonsn debi llegar a un acuer-do con los sublevados, que se tradujo poco despus en la ley de Obedien-cia Debida: los oficiales subordinados no eran responsables de acciones realizadas en el cumplir111emo de rdenes.

    La decisin, que de todos modos depba abierta algt111as puertas para continuar con las causas, no bast para calmar a la corporacin militar, de-cidida a lograr una "reivindicacin" por su actuacin en la "guerra" contra la subversin. 13 El problema sigui abierto, y a lo largo del gobierno de Al-fonsn se repitieron episodios parecidos al de Semana Sama. Indudablemen-te, el apoyo de la civilidad era nsuficieme a la hora de enfremar a !os grandes poderes corporavos, que haban retrocedido pero no desaparecido.

    La economa: postergar el problema14

    A fines de 1983. la economa argennna estaba escaneada: la 1nfhcn era alca, lo mismo que el dficit esrnDI. y la deuda excerna pesaba duramente, obligando a permanentes negociac10nes con los organismos imem

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    ele .la insolvencia. Por otra parre, para la deuda externa se trat de formar un "club ele deudores", una propuesta ciertamente muy digna, pero que ge-ner desconfianza en quienes deban renovar, mes a mes, los crditos que permitan no caer en la cesacin de pagos.

    En 1985, y con la economa al borde del descontrol, un nuevo equipo econmico encabezado por Juan Sourrouille, lanz el Plan Austral. Fue una propuesta innovadora y exitosa: se congelaron precios y salarios, se re-dujo la tasa de inters y se desindex la economa, con el objeco de frenar la inflacin; el Estado, por su parte, se comprometi a hacer su parte y no emirr moneda, para lo cual encar una reduccin de sus gastos. El plan m-vo xito sobre todo porque fue bien recibido y gener una amplia confian-za: los distintos sectores aceptaron la tregua y colaboraron en la poltica antinflacionaria. Lo ms exitoso del Austral es que no afeC[ directamente ningn inters. Nadie perdi.

    Sin duda, era una solucin parcial, y tambin una base excelente para encarar las reformas de fondo. El gobierno no lo hizo, quiz por las razo-nes antes sealadas: consider que no haba sustento poltico, por ejemplo, para reducir drsticamente el empleo pblico o privatizar empresas. 18 La solidaridad social que permiti en 1985 mantener controlada la inflacin empez a ceder en 1986: hubo reclamos exitosos por aumentos sa.lariaies y subas de precios. A fin de ao la inflacin se haba reinstalado.

    En 1987 el gobierno se decidi, finalmente. a encarar las polticas de reforma y ajuste. Pero careca de fuerza poloca. de modo que previamen-te decidi acordar con las dos grandes corporaciones: el grupo ms concen-trado de los empresarios y los dirigentes sindicales ocuparon puestos importantes en el gobierno. Fue, junto con el episodio de Semana Sanra, la seflal ms clara del fin del empujeseformista y ciudadano de 1983. 19 En esas condiciones se encar una profunda reforma impositiva, se plante una razonable privatizacin de las empresas de 1987, cuando ganaron varias gobernactones importantes. La Renovacin comple-t la norma.lizacin instimcional partidaria, adhiri plenamente a los prin-cipios democrticos, elimin los vestigios del "movimiento" y sobre todo la idea de representar. nica y unnimemente, al "pueblo", y acept jugar el uego del bipartidismo. Fue totalmente solidario con el rgimen democrti-co y acompa al gobierno en causas que iban ms a.ll de lo partidario, co-

    20 Un ca.so paradigmarico fi1c el encendido rechazo del por entonces senador Eduardo Mcnem al proyecro de pnva(!zar Aerolneas Argentnas, con argumentos del ms prisnno nacionalismo, que dos anos despus haba olvidado.

    21 Sus dirigentes eran 1\mo1110 Caficro, Carlos Grosso, Jos Manud de la Sota y Carlos Mcnem.

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    mo el pleb1scrn por el Beagle o la dc:fonsa msmucional en Semana Santa de l 987. Pero se diferenci del radicalismo al hacc:rse cargo de los reclamos so-ciales, cada vez ms fuertes a mcc.lida que: d gobierno fracasaba en las n1es-riones econmicas. Por enronces, b Renovacin Peronisu se opuso, en nombre de los intereses populares, a las propuestas de reforma del Esrado.

    lnmediatameme despus de la eleccin de 1987, comenz la disputa por la candidamra presidencial de 1989 emre Amono Cafiern, el ms des-tacado dingence de la Renovacin, y el nojano Carlos Menem, por enton-ces poco ms que un personaje pintoresco de una provincta menor. En la disputa, Menem demostr una singular capacidad para sumar a los din-gemes y grupos ms dispares: todos aquellos que, por una u otra razn, l-nan algn agravio con la conduccin de la Renovacin. En su campaa in-terna, y luego en la campaa presidencial que sigui casi sm incerrupcin, uriliz muchos de los recursos tradicionales del peronisrno, sumandos a ouos que recordaban las tcnicas ele los grupos evanglicos pencecosralis-tas. Pero mancuvo su coirrciderrcia con la Renovacin en un aspecro prm-cipal: el peromsmo era un pando, y '.lo la represen racin roca! del pueblo.

    La cnsis de 1989

    Las elecciones de 1987, el triunfo del perornsmo renovador y la evenrual candidatura de Antonio Cafiero hacan pensar, por efl(onces, en una elec-cin de 1989 en la que el pamdo opositor sucedera al partido de gobier-no, segn los cnones democrticos. El relevo se produo. en cambio, en medio de una siruacin catastrfica, a la que llev la combinacin de fac-rnres de fondo y ouos ms coyunturales.

    Los problemas de fondo se hallaban en la economa y el Estado. La com-binacin de aka inflacin, deuda externa y dfirn fiscal crnico colocaban al Estado al borde de no poder mantener en funconamienro su maquinaria. La solucin inmediar.a, la emisin de moneda, era transitoria, pues licuaba los ingresos fiscales presentes y futuros. La solucin medi~ta era el ingreso de fondos del exterior, cada ve:z.. ms improbable, por la comraccin imemacio-nal y por la poca confianza que despertaba el Estado argemino. En septiem-bre de 1988 el gobierno lanz el "Plan Pnmavera", consistente en sustanC!a en encarar las transformaciones esrrucmrales y lograr, a cambio. financia-m1enco de corro plazo. Pero el bloqueo a esas transformaciones, realizado por e! peronismo canto en el Congreso como travs ele los sindicarns de empre-sas estatales, mostr que no era viable. El cuadro sombro se complet cuan-do ei Banco Mundial anunci que suspenda los crdi[Qs al gobierno. En

    SOCIEDAD DEMOCRTICA Y POLTICA DEMOCRTICA EN LA ARGENTINA 239

    suma, los probiemas econmicos llevaban a la parlisis gubemamemal_22 A esto se agreg la campaa realizada por el candidarn justicialisra

    Car!os Menem. Mientras el candidato oficial Eduardo Angeloz propo.na realizar ~n fuerte ~u~te en los gastos estatales -marcara con lpiz roj~ lo que pod1a ser supnm1do-, Menem adopt un estilo ms mesinico y pro-puso la "revolucin productiva" y el "salariazo", es decir, un programa muy adecuado para ganar votos pero que no generaba uanquilidad entre los ac-rores princtpales de la economa.

    Tres sucesos se agregaron en el verano de 1988/1989; aunque obedecie-ron a causas diferentes, todos mostraron la creceme incapacidad del gobier-no para gobernar. El primero, un nuevo levantamiento de los militares "carapmadas", encabezado en ia ocasin por su jefe natural, el coronel M. A. Seneldn, que concluy, como los anteriores en una indecisa transaccin. P?co despus ocurri un episodio muy confuso, en el que un grupo izquier-dma intent copar un cuartel militar en La Tablada y fue objeto de una du-

    -ta represin por parte de la polica y el Ejrcito.23 Finalmente, por una serie de factores climticos y tcnicos, hubo un gran dficit energtico, que obli-g a largos cortes en el suminisuo. Para culminar, a prnc1pos de febrero de 1989, freme a una corrida bancaria, el gobierno decidi una devaluacin.

    La devaluacin desencaden una fuerce inflacin que pronto entr en la categora de hiperinRacn, o "hper". En ese contexto, se vot el 14 de mayo de 1989, y el candidaco jusricialistaobmvo una cmoda victoria. La transmi-sin del mando estaba prevista para diciembre,24 un lapso demasiado prolon-gado dada la crisis, mxime cuando el presidente electo se neg a adelamar cul sera su programa de gobierno. Por entonces, la hiperinflacin haba li-c.uado la moneda y afectado la circulactn de mercancas, y se registraron va-nos casos de asaltos a supermercados y otros episodios de violencia, que parecan anunciar una profunda crisis social. Eso decidi al presidente Alfon-sn a adelantar la entrega del gobierno, que se realiz a principios de julio.

    Esca transmisin de mando es un episodio importante en la historia de este tramo de la democracia argentina. Como codo acontecimiento, lleva co~sigo distintos semidos y puede incluirse en diferentes lneas de explica-c10n. Por una parte, se traraba de la primera transmisin constitucional del mando desde 1928, y la primera vez desde 1916 en que un presidente era reemplazado por la va constitucional por un opositor. Esta connotacin

    22 Vase Palermo, Vicente y Novara, Marcos ( l 996), pp. 48-84. 23 La composicin del grupo militance que parricp. era variada, pero su jefe, En-

    rique Gomarn Merlo, haba sido uno de los dirgences histricos del ER!'. 24 Las decciones se haban amicipado para posibilitar una transicin ordenada.

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    positiva desapareca frente a la circunstancia de que, ms que rransmistn, haba habido un abandono del gobierno, una desercin, una declaracin ele impotencia frente a la crisis, en la que se manifestaba una suerte ele abismo.

    3. La democracia en obt:1: Menem

    Tal como se lo percibi en 1989. con la hiperinflacin la Argentina haba tocado fondo. Ante la amenaza de una crisis social infinita, llena ele violen-cia, el programa del ajuste y la reforma, en cualquiera de sus variantes, apa-reci como el nico viable. Slo que su aplicacin deba vencer infinidad ele resistencias provenientes de quienes, transitoria o definitivamente, re-sultaran perjudicados. De modo que su ejecucin requera una capacidad y fuerza poltica que el gobierno de Alfonsfn no haba tenido.25 Carlos Me-nem, que acababa de ser decro presidente, lo logr. Examinaremos ahora cmo se reuni la fuerza poltica necesaria, y a continuacin las caracters-ticas especficas del programa reformista, para considerar finalmente el proceso que lleva a la derrota del peronismo en 1999.

    Caudillismo refonnista

    Entre las ideas rransmitidas por Menem en su campaa electoral -el sala-riazo y la revolucin productiva- y sus primeras medidas de gobierno se produjo un giro de exactamenre 180 grados: el discurso de campaa, po-pulista y pletrico del folklore peronista, se transform en una versin del programa de ajuste y reforma, largar:nenre predicado por los organismos in-ternacionales y por el establishmendocal. No es fcil saber cundo se pro-dujo ese giro.26 Es ms .Ecil entender por qu.

    Sin duda, fue el espectculo de la desinregracin del poder poltico, y particularmente del presidencial, el que convenci a Menem de que, para reconstituirlo, no quedaba otra alternativa que plegarse a lo que era la ten-dencia dominante en el mundo capitalista, entre otras Cosas porque slo re-cuperando el control de las grandes variables de la economa el gobierno podra gobernar efectiv3.IIlente. Coincidieron en es.to dos circunstancias:

    25 Alfonsn dijo de su gobierno: "no supimos, no pudimos o no quisimos". L~ sn-tesis es excelenre e invita a reflexionar sobre la proporcitin de cada una de las variables.

    26 Es posible que, en medio de la campaa elccroral, los responsables de los gran-des intereses econmicos ya esruvieran al tanto de ese giro, y contribuyeran a costearla.

    SOCIEDAD DEMOCRTICA Y POLfTICA DEMOCRTICA EN LA ARGENTINA 241

    haba un nico programa disponible, y la hiperinflacin y la crisis social le daban a quien asumiera el gobierno y promeriera controlarla una libertad de accin inicial muy grande. El tono mesinico de la campaa elecro,tal, cuando prometa el salariazo, no vari: se anunci una difcil travesfadel desierto, al cabo de la cual se llegara a la rierra prometida.27 . . . El programa de aiuste y reforma, tal como se lo conoca por entonces, mdtca rumbo~ generales y deja la posibilidad de muchas variantes. Quie-nes han estudtado el tema sealaron dos aspectos concurrentes, que hacen a la manera especfica de apiicarlo. Para los dirigentes del establishment, Menem era un converso de lrima hora. Su origen peronista, su estiio co-mo gob;:rnador (lo _haba sido de La Rioja desde 1973), su campaa elec-toral, y hasra su esnlo personal no despenaban confianza auromtica. Por esto, Menem debi aplicar el programa del ajuste y reforma de modo es-tricro y ortodoxo, casi exagerado. Por otra parte, la necesidad de aprove-char la coyuntura inicial favorable, cuando quienes podan resistir no en-contraban cmo organizarse ni qu formulas alternanvas proponer, lo llev a aplicarlo de manera urgente, con poca prolijidad y acumulando altos cos-tos.28 Todo ello no amengu la contunder1ca del triunfo inicial, poltico y sobre todo discursivo: el neolibernlismo, en su versin ms esquemtica y sal-vaje, dej fuera del escenario a cualquier otro discurso, induyendo el de de-fensa de los inrereses populares, que habitualmente provena del peronismo.

    La ejecll;cin del proyecto reformista estuvo a cargo de un grupo estre-chamente ligado con Menem, cuyo funcionamiemo puede ser asimilado -en trminos rcnicos- con el de la "banda". 29 Haba un "jefe", que toma-ba bs grandes decisiones, sin ocuparse demasiado de los detalles de la ee-cuc1n; un crculo ulico, donde se sumaban algunos parientes y amigos ntimos, y un crculo mayor de soldados, o "fideles", encargados de admi-nistrar los disrntos espacios de poder. El grupo estaba unido por reglas de lealtad personal, y por un amplio sistema de dones y contradones, en el que era difcil disrngu1r dnde terminaba el patrimonio del Estado y comen-zaban los patrimonios personales. En este ncleo se concentraba lo que en trminos generales se ha llamado "voluntad de poder", es decir, la capaci-

    27 Sobre las disrntas formas de adopcin del programa de reformas estruccurales, vase Torre, Juan Carlos (1997), pp. 471-498.

    28 Un ejemplo de esto fue la pnvatizacin de ENTEL. la empresa telefnica del Es-tado, que deba necesariamente haber concluido el 8 de octubre de 1990.

    29 El trmino est usado en el sentido que !e dan los antroplogos e historiadores. A' fue. por ejemplo, el fonconamicnto de los grupos de guerreros germanos que se Ins-talaron en las provincias del lmperic, Romano.

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    dad de concemrar rndas las acciones para conseguirlo y para conservarlo.3 En otro crculo se ubicaron quienes deban eecucar tcrncameme el pro-

    grama de ajuste y reforma, al amparo del poder del grupo gobc:rname. Du-rante el primer ao, .Mc:nem apost a ubicar all a represemames directos de los grandes grupos econrncos, cuya aquiescencia deba lograr. As, se suce-dieron dos ministros de: Economa provememes del gru1 0 Bunge y Born. Pe-ro las cosas no funcionaron, en parce por la dific 'cad de los grandes empresarios de hacer cunftwr sus intereses m1gulares eo una poltica comn. Luego, Menem confi la cunducc1o econmica a Erman Gonzlez, un os-curo conrador roano de su confianza, capaz

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    la necesidad del voto de dos tercios de los Diputados y de los Senadores pa-ra habilitar la reforma, lo que le permita a la oposicin radical bloquearla. Menem y su grupo ejercieron todo tipo de presiones sobre los radicales. En noviembre de 1993, sorpresivamente, Alfonsn, jefe natural de la UCR, acor-d con Menem la reforma constitucional en el llamado "Pacto de Olivos". Segn el acuerdo, adems de la clusula de reeleccin se estableceran otras reformas, propuestas en diversas ocasiones por ia UCR, para mejorar la ns-titucionalidad; enrre ellas la creacin del Consejo de la Magistratura, para designar a los jueces, y la creacin del cargo de jefe de Gabnete.35

    Las presiones que el menemismo ejerci sobre los radicales amenazaron con ejercer la "voluntad poltica" empleando recursos que salieran del mar-co constitucional, como un plebiscito vinculante o una interpretacin sm-gular de la Corte Suprema acerca de cmo deba entenderse la clusula de los dos tercios. A eso se agreg la presin personal sobre algunos legislado-res y gobernadores radicales para que se plegaran a la propuesta reformista.

    Las razones del acuerdo de Alfonsn con Menem -que arrastr a todo su partido, de buen o mal grado- no son claras; es posible que lo atemori-zara la posibilidad de que Menem rompiera el orden constituc10nal, y ad-virtiera que en ese momento no haba una fuerza poltica o de opinin capaz de contenerlo.

    La Constitucin se reform. En 1995 Menem gan la reeleccin por am-plio margen (super el 50% de los sufragios) y fue reelecto, por cuatro aos. Durante ese segundo mandam, el enorme poder que haba acumulado co-menz a deteriorarse. En parte porque muy rpidamente comenzaron las ma-niobras de quienes aspiraban a sucederlo en 1999, como veremos despus. Pero hubo simultneamente una creciente resistencia social, de parte de todos los afectados por las reformas, sobre t9do cuando las medidas tomadas para hacerlas soportables -meros paliativor comenzaron a perder efecto. Luego de 1996 esas protestas comenzaron a agregarse y a buscar un punto de oposit1n en comn. Por otra parte, realizados los primeros cambios, y a la hora de en-carar las llamadas "reformas de segunda generacin", de las que se hablar ms adelame, el programa reformista comenz a chocar con resistencias que hasta entonces haban estado ausentes, sobre todo dentro mismo del justicialismo.16 La fuerte jefatura de Menem decay en sus ltimos cuatro aos. Esto se sum a las dificulrades que el cambio de la coyuntura internacional provoc en la economa, lo que nos lleva a la cuestin de la reforma y el ajuste.

    35 Sobre la reforma constitucional. vase De Riz, Liliana (! 995). 36 Las ms caractersticas fueron las de los gobernadores, reacios a aplicar en sus

    provincias los criterios de auste fiscal.

    SOCIEDAD DEMOCRTICA Y POLTICA DEMOCRTICA EN LA ARGENTINA 245

    La refonna y sus lmiteJ37

    Menem y sus hombres emprendieron con decisin el camino de la/refor-ma y el ajuste que, en trminos del Presidente, consistira en "ciruga ma-yor sin anestesia". En los dos primeros aos hubo ms voluntad de demos-trar adhest1~n a los principios de la ortodoxia econmica que eficacia en las acciones. Como ya se seal, los ministros de Economa cambiaron varias veces, hubo una segunda hiperinflacin38 y algunos grandes escndalos, en los que se denunci la corrupctn del crculo gobernante. Con la llegada al ministerio de Economa de Domingo Cavallo, a principios de 1991. se en-contr el rumbo buscado. Cuatro fueron las lneas principales del progra-ma de ajuste y reforma: las privatizaciones, la convertibilidad, la reduccin del dficit y la apertura econmica.

    Respecto de las privatizaciones, el Estado puso en venta prcticamen-te todas sus empresas.39 La clave estaba en la aceptacin, como parre sus-tancial del pago, de bonos de la deuda externa, cotizados a su valor nominal. 40 En las primeras prvatizac1ones se ofreci a los adquirentes ven-tajas excepcionales: empresas sin pasivos. posibilidad de aumentar las tan-fas, .mercados cautivos y escasas regulaciones estatales. Desde 1991. bao la co_nduccin ele Cavallo, se mejoraron las condiciones: ms regulacin y control estatal. y tambin part1c1pacn en la privatizacin de los trabaja-dores o los sindicatos, que recibieron parte de las acciones. As se vendie-ron ENTEL, Aerolneas Argenunas, Gas del Estado, ias empresas elctricas, los ferrocarriles, y finalmente la pieza ms valiosa: YPF.

    Desde el punto de vista fiscal, se logr suprimir el fuerte dficit corrien-te que arrastraban y la obtencin de una cantidad importante ele dinero l-quido. La estabilidad monetaria y el equilibrio fiscal se consolidaron con el rgimen de Convertibilidad. Por una ley del Congreso, el Estado se com-prometi a cambiar un peso (nueva unidad monetaria) por un dlar, y pa-

    3? Vase Palermo, Vicente ( l 999). pp. 159-270. 38 Mientras la hiperinlactn de 1989 fue permanenremcme recordada. como ejem-

    plo de la ineficacia del gobierno de Alfonsn y de la anrigua polfric econmica, y como cal se incorpor a la memoria colecnva, la de l 990 rara vcr. fue mencionada o recordada.

    39 En las licitaciones se fomenc la constitucin de grupos mixtos, en las que con-curran un gran banco internacional. una empresa nternaconai especializada en el ma-neo ccnco de la empresa adqu1mb. y un grupo empresario local que .e hada cargo del maneo econmico.

    IO De ese modo, los bancos incernctonaics podan comprar crulos de la deuda a su bajlrnno valor de mercado y colocarlos como parte de pago. Por esa va, se alivi con-s1derablemenre la presin de lns acrcedore~.

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    ra asegurar la paridad S obligaba a no emmr nuva moneda. El Esado S acaba as las manos y renunciaba a uno de lus principales nsrumenws de polnca econmica: puesw que no poda I!lltir. deba disponer de recursos genuinos. No es seguro que con esco slo d Estado se: hubiera tornado con-fiable, pero smmltneamenre se produjo una fuerte afluencia de capitales externos, debido en pane a la confianza que esta poltica lograba y en parce a Lina s1ruacin tranmona: en el mundo haba dlares disponibles, que bus-caban colocacin, y la Argentina pareca un mercado razonablemente segu-ro. Esta afluencia, jumo con lo obtenido por las privatizaciones, permiti salvar la brecha fiscal. Ninguno c.l los

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    Nuevo estilo poltico y fonnacin de una alianza opositora

    Luego del gran triunfo electoral de 1995 el poder del presidente Menem y su grupo comenz a deteriorarse.45 Influy la coyuntura internacional y el progresivo agotamiento del financiamienm externo, que haba mantenido el unterior ciclo de prosperidad. Renunci el ministro Cavallo, y desde en-tonces el gobierno perdi la iniciativa en materia de reformas, acosado por la resistencia de los sectores golpeados -entre ellos los jubilados y los do-centes- y de grupos del peronismo -egisladores. gobernadores- con los que Menem haba debido acordar. para asegurar su reeleccin. El lanza-miento precoz de la competencia por la candidatura en 1999. y la tenaz re-sistencia de Menem a aceptar que no habra una nueva reeleccin, agregaron otro elemento de debilidad al gobierno. En ese contexto la opo-sicin, ampliamente derrotada en 1995, comenz a reaparecer.

    Por entonces se hicieron manifiestos os profundos cambios en la for-ma de la competencia democrtica, y particularmeme eo los partidos. A la luz de un cierto ideal de la competencia cvica, la poltica se haba deterio-rado: haba demasiada gente que viva de ella. que haba hecho de la polti-ca una profesin; poda decirse que los ideales, los programas, las deas, el servic~o pblico y la virtud haban retrocedido frente a una prctica ms uti-litaria y pragmtica. Hay mucho de cierto, pero en este caso, y en muchos otros, conviene recordar que las cosas malas, as como las buenas, no estn todas juntas en un mismo lugar. Visto desde otra perspectiva, la Argentina vena teniendo, desde 1983, elecciones prolijas, bsicamente correctas -las excepciones son anecdticas-, y fertemente competitivas. Las elecciones no volvieron a tener el dramatismo de las de 1973 o 1983, cuando pareca que el destino de la sociedad se jugaba en una votacin. Los resultados va-riaron de una a otra ve:z., y los electores adheridos acrfricamente a un color polfrico se fueron reduciendo. En cada caso, la eleccin fe decidida por un contingente numeroso de electores que, en cada caso, pesaba los pro y los contra, buscaba expresar algo con su voto, y generalmente lo lograba.

    La manera de hacerlo no era la clsica: lo normal fe votar una propues-ra que se expresaba en la figura de un candidato, asociado a algunas frases con-tundentes y definitorias, y a gestos dentificatorios. Ciert:amente es un mecanismo menos racional y deliberado que el voto por un programa, pero no deja por ello de ser una deccin, una preferencia y una opinin. En ese sentido evolucionaron los partidos poUticos. La figura del milicante o activis-ta, que animaba los actos partidarios, pegaba carteles o pintaba paredes dej

    45 Vase Novar, Marcos (1999), pp. 63-158.

    SOCIEDAD DEMOCRTICA Y POLfTICA DEMOCRTICA EN LA ARGENTINA 249

    paso a profesionales especializados. cuya tarea fue construir, a partir de una persona de carne y hueso, la imagen ele un candiclato.46 Esa imagen era fruto ele una manufactura profesional, pero necesanamente deba tomar en cuenta aquellos factores por los cuales el elector habra de preferir a uno sobriotro. Por este camino se fue conformando una nueva manera de representacin.

    Para lograr la identificacin entre votantes y candidatos, resultaron ca-da vez menos eficaces los mecanismos tradicionales: el programa, el discur-so ele ideas, la gran concentracin pblica. En su lugar, se desarroll la "caravana": un candidato recorre un extenso trayecto, saluda o abraza a sus partidarios y establece una comunicacin personal pero no discursiva. Por otra parte, esa caravana aparece en los programas de noticias en televisin, y all logra su mayor efecm; por eso. en muchos casos bastaba con que ei su-ceso real fuera apenas una escenificacin, con pblico contratado. El otro gran instrumento fue la misma televisin: el spot con la imagen y la consig-na, o la participacin personal en los programas corrientes, donde el candi-dato haca figura de ciudadano comn. Uno y otro recurso eran costosos, y adems de capacidad tcntca se necesitaba mucho dinero, de modo que el financiamiento de las campaas se convini en una cuestin crucial.

    Una seal importante de esos cambios fue la aparicin y crecimiento ele una tercera ferza electoral que, segn se consider entonces, rompa la bipolaridad entre peronismo y radicalismo. En su ocasin, el Partido In-transigente primero y la Unin de Centro Democrtico, de Alsogaray, des-pus. aparecieron rompiendo esa polaridad, pero terminaron reabsorbidos en los grandes partidos tradicionales. En 1993 un grupo de peronistas que disendan con la propuesta de tvlenem fueron la base para la constitucin del Frente Grande, al que se sumaron distintos grupos de centroizquierda. Esta agrupacin creci inicialmente capitalizando muchos tradicionales votames de la UCR, disconformes con el Pacto de Olivos, y obtuvo excelen-tes resulrados en la eleccin de convencionales constituyentes de 1994. De hecho esta fuerza, unida a un desprendimiento del peronismo, fue el prin-cipal competdor de Menem en 1995. El Frepaso -tal su nueva denomina-cin- conform una alianza con la UCR, que tambin haba comenzado a repuntar electoralmente. y obtuvieron resultados excelentes en las eleccio-nes de diputados de 1997.

    La nueva ferza se constituy principalmente para derrotar al mene-mismo, y en general al peronismo. Organizaron su discurso y su programa en lo que apareca como el punro ms dbil de la administracin de Me-nem: sin discutir el fondo de las transformaciones realizadas, se seal el

    46 Quevedo, Luis Alberro ( 1997), pp. 53-76.

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    modo deficieme de llevar addame el programa, y pan[culanneme la enor-me corrupcin que babia generado. Un dam caraccerimco fue el cuidado l1ue sus candidams pusieron para cranquilinr a los elecrnres acerca del man-cenimienco ele la convenibilidad, columna vercebral

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    organizar la sociedad civil y arbitrar en los conf!icros. La eficacia en el cumpli-miento de estas funciones poda compensar deficiencias en cuanto a su origen democrtico, ya se tratara de los gobiernos fraudulentos de la dcada de 1930 o de las distintas dictadur;is militares. La intervencin creciente del Estado alent la organizacin corporativa de los intereses de la sociedad, y su accin directa sobre el Estado, compitiendo con otros o pujando por una parte ma-yor en los beneficios y prebendas que ste generaba y distribua. Por esta va, el Estado fue a la vcr. fuerte, porque haca mucho, y dbil, porque su capaci-dad de decisin estuvo condicionada de manera creciente.

    Este panorama global de la Argentina antes de 1976 permite apreciar por contraste los cambios del ltimo cuarto de siglo, y particularmente de la ltima dcada.

    Desde 1983, la Argentina tiene una democracia poltica que funciona eficientemente, sobre la base del pluralismo y de criterios ticos acerca de los medios y los fines. Hubo una cuota inicial muy fuerte de confianza ciu-dadana. En casi veinte aos se ha ido desgastando pero an alcanza para mantener una vida poltica democrtica regular, con partidos que funcio-nan, elecciones peridicas y gobernantes legtimos. En lo que hace espec-ficamente a ella, los mayores problemas son la apada ciudadana -el entu-siasmo de 1983 no cuaj en una prctica permanente y rutinana-, la formacin de una lite poltica excesivameme cerrada y profesionalizada y un avance de las atribuciones presidenciales en desmedro del equilibrio de poderes propio de las instituciones republicanas. Pero vista en conjunto. y en s misma, la democracia funciona bien, infinitamente mejor que en nin-gn otro momento de la historia polrica argentina.

    Los cambios en la economa son notables. Si se lo compara con la eta-pa anterior a 1914, el pas ha perd.do sus ventajas comparativas en cual-quier rubro de la produccin: en un mercado mundial globalizado. la Argentina no produce nada particularmente mejor que nadie. Si se la com-para con cualquier perodo posterior a 1930. se han eliminado protecco-nes Y estmlos destinados a alentar el desarrollo productivo local. La economa est abierta, sin regulaciones y somecida a ~na competencia im-posible de soportar, debido a la poltica monetaria y la' sobrevaluacin del peso; los sectores que se han reestructurado y aumentaron su eficiencia tie-nen escasa significacin en el total de la economa. Por otra parte, se ha acumulado una deuda externa inconmensurable, de modo que en conjun-to el pas est empobrecido y endeudado, y es extremadamente vulnerable a las agitaciones de la economa internacional.

    En la sociedad eso se manifiesta en trminos de desempleo y empobre-cimiento generalizado, con excepcin de un sector, de tamao no despre-

    SOCIEDAD DEMOCRTICA Y POLfTIC1\ DEMOCRTICA EN LA ARGENTINll 253

    ciable, que se ha enriquecido considerablemente. As. al empobrecimiento se suma la polanzacin social y hasta la segmentacin, pues en rigor hay dos argentinas. Un aspecto notable es el crecimiento espectacular del nun-do de la pobreza. El otro, el deterioro de los sectores medios y la casi extin-cin de los canales de movilidad y ascenso que haban sido caractersticos de la Argentina. En suma. poco queda de i; sociedad democrtica de las primeras dcadas. Con ella, se ha deteriorado el slido mundo asocativo y participativo, que enlazaba la sociedad con la administracin; en cambio, predominan las formas desesperadas de la protesta.

    El Estado ha sido desmantelado sistemticamente. El gran logro de las polticas econmicas de la ltima dcada del siglo ha sido atarle las manos y privarlo de una de las herramientas estatales ms importantes: la poltica monetaria; con ello ni siquiera logr equilibrar su presupuesto. Por otra parte, las privatizaciones hicieron desaparecer a la vez las empresas estata-les y la capacidad del Estado de controlar y regular servicios esenciales. De otros servicios, ha ido desertando gradualmente: la educacin, ia salud. Ca-rente de herramientas, su escasa capacidad de accin est adems condicio-nada por el endeudamiento, los acreedores y los golpes de mercado. En su miseria, todava sigue siendo vctima del pillaje, al que se ha sumado un sector considerable de los dirigentes polticos.

    La Argentina es muy distinta, y mucho peor, de lo que era en 1976. Sin embargo, es ahora cuando la democracia de partidos -una asignatura que estaba pendiente en nuestra historia poltica- funciona relativamente bien. Se trata de una situacin paradjica, que estimula la formulacin de varias preguntas.

    Hasta que punto los electos representan a los electores? No es una cuestin de respuesta simple, pues todos los sistemas represen-

    tativos se basan en mediaciones y en construcciones artificiosas. Pero tambin se basan en vnculos o nexos entre el grupo de especialistas en poltica y el res-to ele la sociedad, que se construye a travs de las asociaciones, los grupos que expresan mereses parttculares, el debate pblico, la prensa. b. reciente evo-lucin de la democracia en la Argentina muestra que, en este aspecto, respec-to de 1983 no se ha avanzado. En cambio, se han desarrollado ampliamente las tcnicas de construccin ele las elecciones y sus resultados.

    Qu es lo que gobierna quien gana las elecciones? El instrumento que obtiene, luego del triunfo electoral, est deteriora-

    do, no responde. La cap:ictdad de decisin del Estado se ha reducido con-siderablemente. Quizs all se encuentre una de las razones de la estabilidad democrtica, o al menos. de b falta ele dramatismo de las elecciones.

    Qu base de con fiam.a socaJ sustenta la actual experiencia democrtica?

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    Sabemos que sca fue amplia e11 l 98:3, pero es perfeCEameme claro que se va desgasando, y hasca puede decirse que aceleraclamence, sobre todo porque no puede sustemarse en b dicic:ncta de los admimslradores demu-cr