Romero Luis Alberto, Historia Social Argentina

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    Carpeta de trabajo

    Historia SocialArgentina

    Luis Alberto Romero

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    Diseño original de maqueta: Hernán Morfese

    Procesamiento didáctico: Adriana Imperatore

    Primera edición: junio de 2002

    ISBN: 978-987-1782-64-2

    © Universidad Virtual de Quilmes, 2002

    Roque Sáenz Peña 352, (B1876BXD) Bernal, Buenos Aires

    Teléfono: (5411) 4365 7100 | http://www.virtual.unq.edu.ar

    La Universidad Virtual de Quilmes de la Universidad Nacional de

    Quilmes se reserva la facultad de disponer de esta obra, publicarla,

    traducirla, adaptarla o autorizar su traducción y reproducción en

    cualquier forma, total o parcialmente, por medios electrónicos o

    mecánicos, incluyendo fotocopias, grabación magnetofónica y

    cualquier sistema de almacenamiento de información. Por consi-guiente, nadie tiene facultad de ejercitar los derechos precitados sin

    permiso escrito del editor.

    Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723

    Impreso en Argentina

    Esta edición de 500 ejemplares se terminó de imprimir en el mes de junio de

    2002 en el Centro de Impresiones de la Universidad Nacional de Quilmes, Roque

    Sáenz Peña 352, Bernal, Argentina.

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    Lectura obligatoria

    Es la bibliografía imprescindible que acompaña el desarrollo de los conteni-dos. Se trata tanto de textos completos como de capítulos de libros, artícu-los y "papers" que los estudiantes deben leer, en lo posible, en el momentoen que se indica en la Carpeta.

    Actividades

    Se trata de una amplia gama de propuestas de producción de diferentes ti-pos. Incluye ejercicios, estudios de caso, investigaciones, encuestas, elabo-ración de cuadros, gráficos, resolución de guías de estudio, etc.

    Leer con atenciónSon afirmaciones, conceptos o definiciones destacadas y sustanciales queaportan claves para la comprensión del tema que se desarrolla.

    Para reflexionar

    Es una herramienta que propone al estudiante un diálogo con el material, a tra-vés de preguntas, planteamiento de problemas, confrontaciones del tema conla realidad, ejemplos o cuestionamientos que alienten la autorreflexión, etc.

    Lectura recomendada

    Es la bibliografía que no se considera obligatoria, pero a la cual el estudian-te puede recurrir para ampliar o profundizar algún tema o contenido.

    Pastilla

    Se utiliza como reemplazo de la nota al pie, para incorporar informacionesbreves, complementarias o aclaratorias de algún término o frase del texto

    principal. El subrayado indica los términos a propósito de los cuales se in-cluye esa información asociada en el margen.

    Íconos

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    Introducción........................................................................................111. La historia social: totalidad, dimensiones, coherencia........................112. Estructuras, procesos y actores........................................................123. El proceso social de la política democrática ......................................14Bibliografía ........................................................................................17

    Objetivos ............................................................................................19

    1. La democracia política en una sociedad nueva: la reforma

    electoral de 1912 ...............................................................................211.1. Democratización de la sociedad y democracia

    política en el mundo occidental durante el siglo XIX .......................211.1.1. Los principios democráticos en el mundo occidental ............211.1.2. El avance de la ciudadanía: conseguida o concedida............231.1.3. El caso argentino ...............................................................25

    1.2. La prosperidad económica ............................................................261.2.1. Antes de 1880 ..................................................................261.2.2. El Estado, las inversiones y la inmigración...........................261.2.3. Agricultura y ganadería .......................................................281.2.4. Derivaciones: ciudades, industria, economías regionales......30

    1.3. La nueva sociedad........................................................................311.3.1. Los chacareros ..................................................................311.3.2. Los trabajadores urbanos...................................................321.3.3. La aventura del ascenso.....................................................331.3.4. Viejas y nuevas clases altas...............................................331.3.5. Una sociedad abierta y móvil..............................................34

    1.4. El Estado y el gobierno ................................................................351.4.1. El proyecto de construir el Estado.......................................351.4.2. Avances y resistencias .......................................................361.4.3. El gobierno elector .............................................................36

    1.5. Enfrentar la protesta social ...........................................................371.5.1. La protesta rural ................................................................381.5.2. La protesta urbana.............................................................381.5.3. Enfrentar la cuestión social ................................................40

    1.6. La querella de la nacionalidad.......................................................411.6.1. El Estado construye la nacionalidad ....................................411.6.2. Definir la nacionalidad........................................................42

    1.7. La impugnación política y la reforma..............................................431.7.1. La revolución del Noventa...................................................431.7.2. La reforma política.............................................................441.7.3. El triunfo radical.................................................................48

    1.7.4. La nueva democracia: un balance...............................................48Referencias bibliográficas....................................................................49

    Índice

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    2. La democracia radical (1916-1930).................................................532.1. El arraigo de la democracia ...........................................................53

    2.1.1. La máquina y el caudillo.....................................................542.1.2. Los ciudadanos educados ..................................................572.1.3. Política, movilidad e integración ..........................................59

    2.2. La democracia en un mundo que cambia .......................................592.2.1. La Guerra y la economía triangular......................................602.2.2. La crisis social de la posguerra ..........................................622.2.3. La callada transformación de la sociedad y la cultura...........65

    2.3. La democracia radical ...................................................................682.3.1. El gobierno democrático del Estado.....................................692.3.2. La práctica de la democracia republicana ............................71

    2.4. Críticos de la democracia radical ...................................................75Referencias Bibliográficas ...................................................................79

    3. Entre golpes y fraude, 1930-1946 ...................................................81

    3.1. De Uriburu a Justo. El fracaso del corporativismo ...........................813.2. El justismo ...................................................................................93

    3.2.1. El estado y la economía .....................................................943.2.2. Oficialismo y oposición.......................................................973.2.3. La Iglesia y el Ejército ........................................................98

    3.3. El Frente Popular ........................................................................1013.3.1. Democracia o fascismo ....................................................1013.3.2. Los intelectuales..............................................................1023.3.3. Los trabajadores..............................................................1033.3.4. Las fuerzas políticas ........................................................1053.3.5. Los límites del Frente Popular...........................................106

    3.4. El Frente Nacional.......................................................................1083.4.1. Conservadores, nacionalistas y autoritarios .......................1083.4.2. La movilización católica....................................................1113.4.3. El Ejército, la Guerra y el neutralismo ................................1123.4.4. La sensibilidad nacionalista..............................................113

    3.5. Polarizaciones cambiantes: el advenimiento de Perón...................1153.5.1. El triunfo del Frente nacional ............................................1153.5.2. Perón cambia los componentes de la polarización..............1163.5.3. De octubre de 1945 a febrero de 1946.............................1183.5.4. Dos versiones de la democracia .......................................127

    Referencias bibliográficas..................................................................128

    4. El primer peronismo, 1946-1955....................................................1314.1. El Estado y la sociedad...............................................................131

    4.1.1. La economía: estatismo y distribución...............................1324.1.2. El Estado y los trabajadores .............................................1334.1.3. Los desheredados y las clases medias .............................1344.1.4. La Comunidad Organizada ................................................135

    4.2. Una sociedad nacional y de masas..............................................1384.2.1. La democratización de la sociedad....................................1384.2.2. Integración social y nacional .............................................141

    4.2.3. Un conflicto cultural .........................................................1424.3. El conflicto político......................................................................145

    4.3.1. El Partido y el Movimiento ................................................145

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    4.3.2. La unidad de mando y las instituciones republicanas .........1494.3.3. La “peronización” de la sociedad y de la política ...............1504.3.4. La oposición ....................................................................151

    4.4. Crisis y final ...............................................................................1534.4.1. La crisis económica .........................................................153

    4.4.2. La crisis política...............................................................1554.5. Un balance.................................................................................156Referencias Bibliográficas .................................................................157

    5. Pretorianismo militar y gobiernos constitucionales, 1955-1966......1595.1. La Revolución Libertadora, 1955-1958 ........................................159

    5.1.1. El nuevo rumbo de la economía........................................1605.1.2. Las implicaciones sociales ...............................................1635.1.3. La proscripción del peronismo ..........................................164

    5.2. Dos intentos constitucionales fallidos..........................................1675.2.1. Frondizi y La política del desarrollismo, 1958-1962............167

    5.2.2. La oposición a Frondizi .....................................................1695.2.3. La crisis, 1962-63............................................................1715.2.4. La experiencia de Illia y su anunciado final ........................175

    5.3. Sociedad y política......................................................................1805.3.1. Modernización de la sociedad...........................................1805.3.2. La política: el descrédito de la democracia ........................181

    Referencias Bibliográficas .................................................................184

    6. La movilización revolucionaria, 1966-1976....................................1876.1. El gobierno autoritario del general Onganía...................................187

    6.1.1. La dictadura ....................................................................1876.1.2. El tiempo económico........................................................194

    6.2. La oleada revolucionaria..............................................................1966.2.1. Mentalidad en revolución..................................................1966.2.2. La movilización ................................................................1996.2.3. Del movimiento social a la expresión política: las

    organizaciones armadas...................................................2016.3. La salida electoral ......................................................................210

    6.3.1. La hora de los negociadores.............................................2106.3.2. Las elecciones de marzo de 1973 ....................................2166.3.3. El país que recibió Perón ..................................................218

    6.4. Los gobiernos peronistas ............................................................2196.4.1. ¿Una experiencia democrática?.........................................2196.4.2. Las negociaciones corporativas ........................................2206.4.3. El conflicto interno del peronismo .....................................2266.4.4. El final.............................................................................228

    Referencias bibliográficas..................................................................228

    7. La dictadura militar, 1976-1983 ....................................................2317.1. La Represión..............................................................................231

    7.1.1. El Estado clandestino.......................................................2327.1.2. El blanco .........................................................................233

    7.1.3. la corrupción del Estado...................................................2397.2. La reorganización........................................................................240

    7.2.1. Diagnóstico y solución del problema argentino...................240

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    7.2.2. La fórmula.......................................................................2417.2.3. Ganadores y perdedores...................................................242

    7.3. El lugar del Proceso en la tradición política argentina....................2447.4. La sociedad ante el proceso .......................................................248

    7.4.1. El fin del silencio .............................................................248

    7.4.2. La Guerra de Malvinas y la movilización de la sociedad......252Referencias Bibliográficas .................................................................256

    8. La experiencia democrática, 1983-1989........................................2578.1. La construcción de la democracia................................................2578.2. La democracia en obra: Alfonsín..................................................263

    8.2.1. La civilidad: su fuerza y sus límites...................................2648.2.2. La economía: postergar el problema .................................2738.2.3. La transformación del peronismo ......................................2758.2.4. La crisis de 1989 ............................................................276

    8.3. La democracia en obra: Menem...................................................277

    8.3.1. Caudillismo reformista......................................................2778.3.2. La reforma y sus límites...................................................2818.3.3. Nuevo estilo político y formación de una alianza

    opositora.........................................................................2838.4. La democracia en la nueva Argentina...........................................285Referencias bibliográficas..................................................................288

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    Universidad Virtual de Quilmes

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    A diferencia de otros países latinoamericanos, la Argentina se caracterizóen el siglo XX por el carácter democrático de su sociedad, en la que lamovilidad ha sido la norma antes que la excepción. Por otra parte, haexperimentado grandes dificultades para constituir un sistema políticodemocrático y republicano, un proceso en el que se han experimentadoavances y retrocesos, alternándose gobiernos civiles y militares. En lasúltimas dos décadas aproximadamente, de manera que quizá resulteparadójica, se ha consolidado la democracia republicana, en un contexto deempobrecimiento generalizado y de polarización social. Este curso de

    Historia Social de la Argentina contemporánea se estructura alrededor deesta cuestión: cuál ha sido el desempeño de las formas políticasdemocráticas, en relación con los aspectos democráticos de la sociedadargentina.

    A través de este problema nos proponemos examinar el proceso de lasociedad argentina del siglo XX “largo” (esto es, desde 1880), y observarcon más detalle una de sus dimensiones fundamentales: la política; a ellacorresponde principalmente, pero no de manera exclusiva, el proceso socialde construcción de la democracia. Es necesario, pues, plantear en primerlugar qué entendemos por “historia social”, y luego cuáles han de ser lasdimensiones específicas del análisis de la política democrática.

    1. La historia social: totalidad, dimensiones,coherencia

    La expresión “historia social”, que se ha usado en sentidos diversos, sirveaquí para caracterizar, antes que un campo temático particular, unaperspectiva de análisis, Se subraya, en primer lugar, la dimensión detotalidad del pasado histórico: toda experiencia humana es en principiorelevante y de interés para el conocimiento histórico, y no hay campo en

    ella –por más trivial que parezca- sobre el que el historiador no puedaplantear un problema, una pregunta. Tal reconocimiento llevainmediatamente a otro: la complejidad de la realidad histórica. Paraconocerla, es necesaria una primera etapa de índole analítica en la que sedistingan sus distintas dimensiones, las problemáticas específicas de cadauna de ellas, así como las herramientas y conceptos históricos adecuadospara considerarlas.

    Se partirá entonces de una clasificación, una taxonomía. Es necesarioaclarar que en el campo de la investigación histórica no existe unataxonomía única, ni tampoco es posible distinguir de manera tajante

    sectores de la realidad, que permanentemente se superponen. Sinembargo, para entendernos, es útil mencionar una clasificación que nosservirá como guía en este curso.

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    Introducción

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    Conviene distinguir, por una parte, la dimensión socioeconómica de larealidad, vinculada con la organización social de los procesos deproducción e intercambio, la distribución de los beneficios, las cuestionesdel crecimiento y, finalmente, las relaciones básicas de la sociedad. Apartir de estas relaciones básicas se puede explorar el campo de lo social:

    los actores sociales y sus formas de vinculación e interacción, losconflictos, en sus diversas formas y manifestaciones, los mecanismo deregulación y control. Por otra parte, el campo de lo político incluye enprimer lugar lo que tiene que ver con el Estado y la organización jurídica einstitucional de la sociedad; luego, las políticas desarrolladas desde elEstado para dirigir la sociedad, consideradas en relación con los actoressociales y con los beneficiados y afectados. Finalmente, la política misma,que incluye las formas de competencia por el poder, los marcosinstitucionales e ideológicos de la disputa, los actores de la vida política ylas formas de la competencia. Aquí se inscribe, más específicamente, lacuestión de la democracia. Por último, la dimensión de lo mental, tanto en

    lo referido a las ideas sistemáticas, a las ideologías, como al campo másvasto y flexible de las “mentalidades” o los “imaginarios colectivos”.

    Digámoslo una vez más: estas son distinciones analíticas dentrode un proceso social único, donde cada uno de estos aspectosexiste siempre asociado con otro. No hay economía sin institu-ciones políticas que la regulen, sin ideas acerca de ella –porejemplo, “el mercado” corresponde plenamente al campo de lasideas sistemáticas y de los imaginarios colectivos-, así como sin

    actores sociales en concurrencia y actores políticos operando.No hay ideas o cultura que existan sin una base material –la in-dustria editorial, por ejemplo-, o un universo de receptores, in-merso en una trama de relaciones sociales. En rigor, la parteprincipal del análisis histórico comienza luego de la distincióntaxonómica, cuando se trata de buscar y explicar las correlacio-nes, las articulaciones, las determinaciones, que nunca operanen un sentido solamente, ni vienen nunca de una sola de esasdimensiones analíticas. En ese sentido, puede decirse que el his-toriador social busca la coherencia de una realidad compleja.

    2. Estructuras, procesos y actores

    La reconstrucción del historiador apunta a la totalidad –que como tal, es unaaspiración nunca realizada completamente- y observa su movimiento, losfactores que llevan a su transformación, en juego con los que sustentan suestabilidad; dicho de otro modo: las continuidades y las rupturas.

    Para esto ha sido decisiva la noción de estructura, el gran aporte de lasociología clásica, de Marx, Weber o Durkheim. Al adoptarla, la cienciahistórica superó la etapa del simple establecimiento lineal y cronológico delos hechos. La estructura ayuda a aprehender en una única perspectivatodas las dimensiones de la realidad, y a descubrir sus articulacionesprincipales, sus relaciones determinantes. Al incorporar esta miradaestructural la historia se convirtió en ciencia social.

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    Una variante de esta mirada estructural, el “estructuralismo”, ha tenidoamplio desarrollo entre las ciencias sociales –particularmente laantropología y la lingüística-, pero resulta poco adecuado para laperspectiva del historiador. No se trata de establecer un juicio de valor sinodel reconocimiento de diferentes perspectivas y distintos problemas que

    cada ciencia quiere explicar. El estructuralismo –en realidad una familia decorrientes interpretativas- suele privilegiar en la estructura los mecanismosque llevan a su reproducción: por ejemplo, cómo una sociedad formanuevas camadas de individuos adecuados para desempeñar las funcionesde sus predecesores. En esa misma línea, las grandes estructuras sonpresentadas de modo tal que parecen imponerse a los actores, que en unaversión extrema son considerados meros portadores de esas relacionesestructurales.

    Los historiadores, en cambio, estudian estructuras en movi-miento, es decir procesos . La pregunta del historiador apunta aexplicar cómo se constituyen esas estructuras, y de qué mane-ra, en el momento mismo en que han madurado comienzan adesestructurarse, para ser remplazadas por otras. Ello lo llevaa examinar las tensiones y contradicciones, antes que los me-canismos funcionales. Sobre todo, conduce a considerar a lossujetos sociales  no sólo como portadores de estructuras sinocomo actores actuantes, que están siempre modificándolas,aún en el mínimo acto de reproducirlas.

    De ahí que una herramienta central del análisis histórico sea laidentificación de los sujetos de los procesos históricos, o para decirlo deuna manera sencilla, los sujetos de las oraciones que escriben loshistoriadores, aquellos que años atrás solían reconocerse en el análisissintáctico preguntando “¿quién es el que?”. No hay un repertorio único desujetos sociales disponible para los historiadores: estos dependerán deltipo de problema que se está analizando, y su construcción es parte deltrabajo de investigación. Cuando se trata de procesos de larga duración,relacionados con las estructuras básicas de la sociedad, es útil referirse aactores que en realidad son grandes categorías sociales: los capitalistas,

    los campesinos, la burguesía. No “actúan” sino de manera figurada.Cuando se trata de examinar procesos sociales concretos, es necesarioprobar que los sujetos a los que se hace referencia poseen la suficienteidentidad y unidad de criterios como para afirmar que actúan, que sonsujetos posibles de verbos de acción. En ese sentido, siguiendo el análisisde E.P. Thompson sobre la clase obrera inglesa entre 1760 y 1830, nobasta con que haya fábricas y obreros para que exista la “clase obrera”;ésta surge como fruto de un complejo proceso de construcción de suidentidad –con y contra otros- en el que importan los ámbitos reales osimbólicos de interacción, los mensajes ideológicos, las tradicionesculturales, la acción de mediadores, las experiencias compartidas. Ensuma, todo lo que apunta a la conformación de un “nosotros”, quepresupone un “ellos”.

    Historia Social Argentina

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    Estas construcciones identitarias son transitorias, se arman y desarman, se recrean o se reconstituyen, y todo ello no cons-tituye un supuesto a priori sino que debe ser explicado. Final-mente, cada tipo de proceso requiere individualizar un tipode actor determinado: lo que vale para los procesos sociales

    con seguridad no funciona para los políticos, aunque segura-mente, alguna relación existe entre ellos.

    3. El proceso social de la política democrática

    Examinemos ahora ese aspecto de la dimensión política que es la políticademocrática. En el mundo occidental, ésta tiene una fecha precisa denacimiento: la Revolución francesa de 1789, aunque como en todos losnacimientos, los insumos son anteriores, y el individuo maduro puedediferir bastante de la criatura. En todo caso, la democracia es un productocomplejo, en el que aparecen en juego todas las dimensiones de larealidad histórica. Eso explica la cantidad de sentidos que se han idoacumulando en esa palabra.

    En primer lugar, el sentido más general es ideológico y  valorativo: la voluntad popular es la única fuente delegitimidad política.

    En el contexto de 1789, reemplaza a otro criterio igualmente general: elderecho divino de los reyes. Como criterio, la “expresión de la voluntadpopular” es categórico, y desde entonces no se ha formulado otro capaz desustituirlo. A la vez, es muy genérico: todas las formas políticas concretas–hasta las más detestables- terminan enmarcándose en él.

     Veamos sus términos. “Popular” y “pueblo” remiten a definiciones diversas, desde“el pueblo de la nación argentina” de nuestra Constitución hasta “el pueblo ale-mán” de Hitler, o “el pueblo miserable y humillado” de los anarquistas. “Voluntad”,

    aplicada a “pueblo”, remite a su vez a las distintas maneras como ese “pueblo”puede expresarse: una asamblea, una elección, un líder carismático. Finalmente,los modos de operar y los límites de esa “voluntad” son susceptibles de distintas in-terpretaciones, sobre todo si, de acuerdo con la fundante tradición de Rousseau, seconsidera que dicha voluntad es, además, una manifestación unívoca de la Razón.Frases comunes como “este es el verdadero pueblo” o “el pueblo nunca se equivo-ca” recogen estas ideas en el sentido común.

    En un segundo sentido, la democracia suele referirse a reglas

    institucionales para el buen funcionamiento del gobierno, ex-presadas en los textos constitucionales.

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    Universidad Virtual de Quilmes

    La polisemia, o acu-mulación de sentidos,es característica de todas laspalabras importantes o larga-mente usadas. Para los historia-dores, es de suma utilidad reali-zar una investigación sobreesos sentidos sucesivos y acu-mulados. A la vez, es imperiosoacordar sobre el sentido que encada texto se le da a la palabra.

    Un análisis ejemplar de esta “ar-queología” de las palabras lorealiza Raymond Williams enPalabras clave .

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    La tradición republicana las relaciona con el poder: división de poderes,periodicidad de funciones, publicidad de los actos de gobierno, y otras,mientras que la tradición liberal se centra en los derechos naturales de losindividuos, que deben ser protegidos de las tendencias naturalmenteavasallantes del poder. Estas tradiciones concurrentes son anteriores a la

    Revolución francesa y la democracia, y muchos pensaron que había unacontradicción profunda entre ellas, y que la libertad era incompatible con lademocracia. Desde otra perspectiva, las corrientes populistas orevolucionarias del siglo XX llegaron a una conclusión parecida. Esa tensiónse manifestó de manera extrema en el período entre las dos GuerrasMundiales, pero desde entonces ha habido una tendencia a la fusión entreambas tradiciones.

    En tercer lugar, la democracia se refiere a los criterios y pro-cedimientos para designar autoridades y hacer efectivo elprincipio de la voluntad popular. Las formas prácticas en queesto se realizó son variadísimas.

     Al respecto cabe una aclaración: cada uno puede considerar que algunas de esasformas no pertenecen plenamente a la democracia; aquí se señala otra cosa: losprotagonistas se creían incluidos en esta tradición que, como un historiador puede ver, es cambiante.

    La Revolución francesa prestigió la variante que proviene de Rousseauacerca de las bondades de la democracia directa; valoraró la accióndecisiva del “pueblo” (esto es los manifestantes de París) en las jornadasdecisivas o en las deliberaciones de las secciones. Luego de la Revoluciónfrancesa predominó el criterio representativo.

    Según este criterio, la soberanía del pueblo es trasladada a losrepresentantes electos, que la tienen plenamente mientras dura sumandato. En el siglo XX se populariza otra forma de representación,cuando se afirma que un dirigente político, un líder , encarna los interesesdel pueblo, más allá de los mecanismos formales de representación. Eneste caso la legitimación puede ser meramente discursiva –alguien afirma

    ser tal representante- o basarse en otros mecanismos, como por ejemplouna multitud aclamando a alguien en una plaza. La realización de unplebiscito, donde se ratifica lo actuado por un dirigente, se acerca a estaforma, que por ello suele llamarse plebiscitaria. Esta variante de lademocracia ha tenido gran importancia en nuestra historia política

    Esto nos introduce a un cuarto problema, alrededor del actoelectoral para designar autoridades. En el momento de la re-presentación es cuando el “pueblo”, un principio abstracto,

    adquiere forma política e institucional.

    Historia Social Argentina

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    Valga un par de ejem-plos cercanos. La polí-

    tica estudiantil universitariaconserva muchos elementos,prácticas y valores de la demo-cracia directa revolucionaria.Por otra parte, nuestra Constitu-ción afirma, de manera algo po-lémica, que “el pueblo no deli-bera ni gobierna sino por mediode sus representantes”; en1853 parecen oírse aún los ecosde la cultura política revolucio-naria.

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    Aunque todas las formas conocidas en la época democrática giran en tornode la noción de pueblo como un conjunto de individuos iguales,indeterminados y equivalentes, suelen filtrarse otros criterios, que arraiganen las formas colectivas de organización de la sociedad. En las sociedadestradicionales, suelen emerger la dimensión estamentaria, por ejemplo

    cuando se califica el sufragio según los impuestos que se pagan; en lasmodernas surge la dimensión corporativa, como cuando se habla derepresentantes obreros. Si no están presentes en la ley, pueden apareceren la normativa sobre el sufragio, o en la práctica electoral; allí, lasdistinciones sociales, negadas en la legislación, pueden reaparecer. Contraesto se montó, precisamente, el dispositivo de la ley Sáenz Peña. Por eso,el examen de las elecciones permite examinar la relación entre ladimensión institucional de la democracia y la dimensión social.

    Esa relación se manifiesta también cuando se examina, no yael proceso electoral de designación de representantes sino ellargo período entre elecciones, en el que sin embargo las opi-niones o voliciones de la sociedad continúan manifestándosepolíticamente.

    Un actor cubre plenamente ambas instancias: el partido político llamadomoderno, una creación de fines del siglo XIX. Se caracteriza por la afiliaciónformal, la red de comités, la elección democrática de autoridades, conmandatos de la base a la cima, la carta orgánica, el programa, y además

    un conjunto de elementos simbólicos identitarios. Los partidos son unacreación moderna de la democracia. Desde 1870, a medida que se amplíala representación política, el partido de masas ya caracterizado aparececomo la forma más eficaz.

    Hasta entonces, los “partidos” tenían mala fama. En Rousseau, tan influyente en todala cultura democrática a través de la Revolución francesa, no sólo se descalifica la re-presentación; también se considera que un partido es una facción espuria, que de-fiende un interés particular y no ayuda a la constitución del bien común. Durante laRevolución francesa se aceptaron, con desconfianza, los clubes, como el de los jaco-

    binos, y durante la Restauración los partidos fueron prohibidos en Francia y otrosmuchos países, pues se los consideraba ámbitos de la subversión. Durante ese perío-do existieron los “partidos de notables”, es decir los agrupamientos no formales delos representantes electos, que formaban núcleos de opinión más o menos estables.También había partidos de opinión, organizados principalmente por los periódicos.

    La quinta cuestión está relacionada con la anterior. Los intereses dedistintos sectores de la sociedad –derivados de la condición de susmiembros o de sus ideas- suelen expresarse a través de asociacionesconformadas para defenderlos de distintas maneras, incluyendo la

    participación política: hay así ligas agrarias, clubes industriales oasociaciones en defensa de la templanza, que confrontan públicamente,principalmente por medio de la prensa.

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    Ese ámbito de debate –en el que se opina en defensa de uninterés específico pero a la vez en nombre de un interés másgeneral- constituye un escenario de la política complementa-rio del político representativo, con el que tiene muchas inte-racciones.

    Llegamos a la sexta y última cuestión. Ya se trate de elecciones, partidoso asociaciones civiles, lo político se tiñe fácilmente de una dimensiónsocial, y todo conduce a preguntarse por las relaciones entre estas dosgrandes esferas. Más arriba hemos señalado los límites que tienen losintentos de establecer una correlación directa entre grandes actoressociales, que se identifican en los procesos de larga duración, y losactores políticos. Como en el ejemplo citado anteriormente, es importantepreguntarse cuáles son los procesos reales que llevan a un conjunto depersonas a conformar una identidad política: dónde se reúnen, qué leen o

    discuten, si se trata de grupos de base local, o bien qué otrosprocedimientos pueden servir para construir identidades en grandesconjuntos sociales. Esta es una pregunta pertinente para el caso de lapolítica democrática de masas, que tiene que ver, sobre todo, concuestiones ideológicas, simbólicas o discursivas –tales las bases de unaidentidad política- y con cuestiones de organización o maquinaria política.

    Por otra parte, cabe preguntarse sobre las características rela-cionadas, homólogas o contradictorias, de los procesos socia-

    les y los políticos. Precisamente sobre una de ellas –la rela-ción entre la democratización de las relaciones sociales y lademocracia política- girará este curso.

    Bibliografía

    ObligatoriaDUBY, GEORGES, (1977) “Las sociedades medievales. Una aproximación de

    conjunto”, en Hombres y estructuras de la Edad Media, Siglo XXI, Madrid.THOMPSON, EDWARD P. (1977), “Prefacio” de La formación histórica de la clase

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     sociedad. Nueva Visión, Buenos Aires.HOBSBAWM, ERIC J. (1998) “¿Ha progresado la historia”, en Sobre la historia,

    Crítica, Barcelona.

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    1. Introducir a los estudiantes en la problemática de la historia social y, enparticular, en una de sus dimensiones, la historia política.

    2. Presentar un panorama del desarrollo de la sociedad argentina en elsiglo XX “largo”.

    3. Plantear los problemas relacionados con la cuestión de la construcciónde la democracia en la Argentina, considerados desde una perspectivahistórica. Y, a la vez, con las preguntas que se plantean desde elpresente.

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    Objetivos

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    La democracia política en una sociedadnueva: la reforma electoral de 1912

    Objetivos

    1. Encuadrar el proceso de la reforma electoral de 1912 en el contexto dela democratización política del mundo occidental antes de la PrimeraGuerra Mundial.

    2. Caracterizar las transformaciones de la sociedad, la economía, la políticay la cultura en la Argentina entre 1880 y 1912.

    3. Explicar las distintas raíces de la reforma electoral de 1912.

    1.1. Democratización de la sociedad y democraciapolítica en el mundo occidental durante el siglo XIX

    En 1912, la ley Sáenz Peña estableció en la Argentina el sufragio universalmasculino, secreto y obligatorio, por padrón militar. Esa reforma, que cam-

    biaba sustancialmente las reglas del juego político y fundaba la moderna de-mocracia, fue la culminación de un rápido y profundo proceso de transforma-ción de la sociedad, su economía, sus ideas, y también sus prácticaspolíticas. La relación entre los cambios de la sociedad y las prácticas políti-cas democráticas a lo largo del siglo XX ha de ser el eje de nuestro curso.Pero los cambios políticos –tanto o más que otros- están en relación directacon los procesos políticos e ideológicos más generales del mundo occiden-tal, y en especial los de los grandes estados europeos. Por ello parece con-veniente encuadrar estas transformaciones políticas en dicho contexto.

    1.1.1. Los principios democráticos en el mundo occidental

    Pese a que las historias de sus sociedades son tan distintas, en la Argenti-na se llega a la instauración del sufragio universal masculino obligatorio ca-si al mismo tiempo que en los principales estados europeos donde, desdela década de 1870, los procesos de ampliación electoral avanzaron de ma-nera sostenida. Esta ampliación es hija y heredera de los grandes cambios

     jurídicos e institucionales que, desde fines del siglo XVIII, fundaron el capita-lismo y la sociedad burguesa. Se trata del principio de la igualdad ante laley, que terminó con el criterio del privilegio propio del “Antiguo Régimen”, elprincipio de legitimidad fundado en la voluntad popular, y la equivalencia en-

    tre individualidad y derecho político, sintetizada en la fórmula “un hombre,un voto”.

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    Desde los orígenes de la democracia moderna, se asoció el ejercicio de los dere-chos políticos con la existencia de individuos racionales y autónomos. De acuerdocon las creencias de la época, se consideraba “natural” excluir a los locos, por noser racionales, a los monjes, por haber hecho renuncia a su autonomía, a los “sir-

     vientes” (una categoría muy amplia, que incluía quizá la tercera parte de los varo-nes adultos), por carecer de esa autonomía, ya que dependían de sus patrones, y alas mujeres, que por vivir en el ámbito doméstico también carecían de autonomía.Sobre esa “naturalidad”, que se modificó lentamente a lo largo de los siglos XIX y  XX, véase el capítulo “El individuo autónomo” en Pierre Rosanvallon, La consagra- ción del ciudadano .

    Alexis de Tocqueville caracterizó otra consecuencia de los procesos revolu-cionarios iniciados por la Revolución francesa: el deseo de la igualdad so-cial, esa pasión democratizadora que arrasó con las diferencias y privilegios

    propias de las sociedades de Antiguo Régimen y que él encontraba más ate-nuado y con menos pasión en la sociedad norteamericana, que no conocióel feudalismo. Para Tocqueville, esa pasión democrática impedía que la de-mocracia política conviviera armónicamente con los principios liberales, quese fundaban en los derechos del individuo y la limitación del poder del Esta-do. Era corriente por entonces pensar en “masas sedientas de sangre”, y enlos peligros que acarrearía extender efectivamente los derechos políticos.

    ❘❚❚ “De todos los efectos políticos que produce la igualdad de condiciones, el

    amor a la independencia es el primero que hiere la imaginación, y el que más

    terror infunde a los espíritus tímidos. No puede decirse que no hay razón para

    esto, porque la anarquía es más horrorosa en los pueblos democráticos que en

    cualquiera otra parte. Como los ciudadanos no tienen ninguna acción sobre

    los otros, en el mismo instante en que falta el poder nacional que los contiene

    a todos en su lugar, parece que el desorden debe llegar a su colmo y que, se-

    parándose cada ciudadano, el cuerpo social va a reducirse a polvo de repente.

    ... En efecto, la igualdad produce dos tendencias: la primera conduce directa-

    mente a los hombres a la independencia, y puede de repente impelerlos a la

    anarquía; la otra los lleva por un camino más largo, pero más seguro, hacia la

    esclavitud” ❚❚❘

    Por otra parte, más allá de Francia o Inglaterra, en vastos sectores de Euro-pa la sociedad tradicional cambió muy lentamente a lo largo del siglo XIX, ylos criterios de distinción, fundados en el privilegio de los señores y la de-ferencia de los campesinos no se modificaron mayormente, de modo quelas apelaciones políticas basadas en la igualdad y la ciudadanía no suscita-ban mayor entusiasmo. Por una y otra causa –combinadas de diferente ma-nera según los momentos y los lugares- la participación política de los po-tenciales ciudadanos avanzó muy lentamente, aun cuando los estados,casi sin excepciones, tuvieron que asumir formalmente el nuevo criterio y

    establecer regímenes constitucionales, con sus respectivas cámaras legis-lativas.

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    Buena parte de la fami-lia de Tocqueville pere-ció en la guillotina durante el Te-rror, de modo que debemos veren Tocqueville no sólo al inteli-gente analista sino al testigoparticipante, que expresa las ex-pectativas que en las elites so-ciales generó, durante toda laprimera mitad del siglo XIX, laRevolución francesa y sus pro-mesas democráticas.

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    1.1.2. El avance de la ciudadanía: conseguida o concedida

    Esta situación se modificó en la segunda mitad del siglo XIX, de manera len-ta al principio, y acelerada hacia el fin de la centuria y vísperas de la Prime-ra Guerra Mundial. Concurrieron a esto muchos factores. La urbanización,

    sumada al desarrollo industrial, movilizaron las masas campesinas, las sa-caron de su medio tradicional y las pusieron en contacto con las nuevas for-mas de vida y las nuevas ideas. Los sistemas de escolarización masiva,adoptados por la mayoría de los estados que se proponían modernizar sussociedades, generaron vastos contingentes de alfabetos lectores, y a la vezde ciudadanos que conocían sus derechos civiles y políticos y estaban encondiciones de reclamar por ellos; es cierto que lo hacían de manera másmoderada, con menos explosiones de furia ciega, pero su acción resultabamás eficaz debido a que conocían las reglas del juego, la forma de funciona-miento del sistema político. Sobre todo, estaban convencidos de la legitimi-dad de sus demandas.

    HOBSBAWM, ERIC J. (1990), “La política de la democracia”, en:La era del Imperio (1875-1914) . Labor Universitaria, Barcelona.

    Muchos autores subrayan la acción disciplinadora de la escuela, y suponen que esadisciplina destruye una rebeldía natural y positiva. Pero toda realidad social tienesiempre dos dimensiones, y todo conflicto tiene dos actores. Aquí se subraya que,

    además de disciplinar, la escuela moviliza y genera demandas. Por otra parte, laeducación pública básica y masiva fue parte esencial del programa de los republi-canos y demócratas. Pierre Rosanvallon, en la obra citada, explica la importanciadel programa educativo, que acaba con las dudas, como las expresadas por Toc-queville, acerca de la capacidad de los votantes.

    En el mismo sentido operaron los sindicatos, que organizaron a los obrerosindustriales y les enseñaron formas eficaces de acción, entre las cuáles secontaba la presencia política por medio del sufragio. Finalmente, los esta-dos nacionales debieron reclamar la solidaridad activa de sus miembros

    –“el pueblo”, en forma genérica- movilizándolos con la bandera del naciona-lismo, lo que también contribuyó a incorporarlos a la política.

    En suma, este conjunto de procesos crearon masas de ciuda-danos que demandaban por sus derechos políticos, que que-rían conseguirlos.

    Por otra parte, en el mundo moderno, urbano e industrial se desarrollaron

    nuevas formas de conflictividad social, y en especial la que enfrentó a losempresarios con las masas obreras. Las huelgas, con su secuela de re-presión, manifestaciones, muertos y heridos, crecieron y se hicieron más

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    intensas. Distintos grupos de activistas encauzaron esa acción agitativa.Uno muy exitoso fue el de los anarquistas, que renegó simultáneamentede los patrones y del estado, y rechazó participar en los nuevas sistemaspolíticos fundados en el sufragio. Su acción fue considerada una amenazapara el orden público –especialmente en el caso de los terroristas- y tam-

    bién para el orden social. Los llamados “sindicalistas” eran menos violen-tos, pero descreían tanto como los anarquistas de elecciones, partidos ydemocracia y cifraban sus esperanzas en la acción de los sindicatos. Elcaso de los socialistas es más complejo, pues estaban convencidos de laimportancia de la organización política de la clase obrera, y de las posibi-lidades que ofrecía la democracia para preparar una futura sociedad socia-lista. Los partidos social demócratas concurrían a elecciones, y llegaron aser una fuerza poderosa, sobre todo en Alemania, aunque en el seno delos socialistas siempre se discutió sobre las bondades de la política de-mocrática, y del peligro de disolver en ella el potencial revolucionario delos trabajadores.

    Consideradas en conjunto, las distintas alternativas ofrecidas a las ma-sas obreras constituían una fuente de conflictividad social. Muchos estadis-tas hicieron sus cuentas y llegaron a la conclusión de que las políticas con-ciliadoras eran preferibles a las de enfrentamiento. Comenzarontímidamente los ensayos de políticas sociales estatales, pero la preferidafue la apertura democrática, la incorporación de ciudadanos al ejercicio delos derechos cívicos. Primó la necesidad de los estados de legitimarse y ac-tivar el consenso en torno de los gobiernos. Pero también fue importanteotro razonamiento: los conflictos sociales se procesan mejor cuando la ne-gociación tiene lugar dentro de marcos institucionales. Los parlamentoseran uno de ellos, y probablemente uno de los más adecuados. Era buenoque allí hubiera diputados que defendieran los intereses de los obreros. Mo-vidos por esa manera de pensar, los estados concedieron los derechos polí-ticos, y hasta se adelantaron a hacerlo, anticipándose incluso a las deman-das efectivas de los ciudadanos.

    De modo que la ampliación del sufragio masculino estuvo im-pulsada por dos fuerzas concurrentes pero de naturaleza dis-tinta: el reclamo de quienes querían conseguir esos derechos,arrancárselos al poder, y la decisión, quizá maquiavélica, qui-

    zás iluminista, de las elites gobernantes de conceder la ciuda-danía, reformar los sistemas políticos para aumentar su inclu-sividad, e incluso empujar a los remisos hacia la ciudadanía.Por una y otra vía, la política empezó a funcionar de maneradiferente, y pronto sus protagonistas fueron los partidos polí-ticos de masas, llamados “modernos”.

    Ciudadanía conseguida o concedida. Sobre esos dos parámetros se desa-rrollaron los distintos casos nacionales, cada uno con su especificidad, re-ferida a las peculiaridades de su sociedad y a la singularidad de su tradi-ción política. No fueron procesos simétricos. En un extremo, en Inglaterrael electorado se amplió de manera gradual y muy controlada, pero a lo lar-go del siglo XIX la participación política fue muy intensa e incluyó también

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    En el Partido Socialde-mócrata alemán, el

    más importante de los partidossocialistas, hubo una importan-te discusión, protagonizada porKarl Kautsky y Eduard Berns-tein. Para Kautsky, el PSD debíaconcentrar sus esfuerzos en laclase obrera, y prepararla parael futuro e inevitable derrumbedel capitalismo. Para Bernstein,el PSD debía esforzarse en ga-nar las elecciones –puesto queestaba compitiendo en ellas-, yampliar su base, estableciendo

    alianzas con otros sectores po-pulares. Posteriormente, RosaLuxemburg sostuvo que el PSDdebía dedicarse activamente agenerar las condiciones para larevolución. Además de lascuestiones de táctica o estrate-gia, había en juego diferentes in-terpretaciones del futuro del ca-pitalismo.

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    a quienes no votaban. En el otro extremo, en España en 1890 se estable-ció el sufragio universal, mucho antes de que hubiera una mayoría de ciu-dadanos dispuesta a ejercer sus derechos, de modo que las eleccioneseran verdaderas ficciones, en las que el gobierno de turno diseñaba a prio-ri el resultado electoral.

    1.1.3. El caso argentino

    Este largo excursus viene a cuento de formular esa preguntapara el caso argentino. En 1912 hubo una ampliación masivade la ciudadanía. ¿Fue conseguida o concedida?

    Para los historiadores, contestar la pregunta requiere apartar la densamaraña de interpretaciones acumuladas por los actores de la políticademocrática, que tienden a narrar su pasado en términos heroicos. Ennuestro caso, la versión inicialmente elaborada por el radicalismo se ro-busteció con la relectura hecha por el peronismo, que en ese aspecto sepresentó como heredero de la gesta radical. Según ellas, las “clasesmedias” reclamaron participar en la política, y lo hicieron a través del ra-dicalismo.

    Despojada de sus elementos míticos, la pregunta nos llevará aexaminar el caso de una sociedad tan profundamente renova-da en las décadas finales del siglo XIX que fácilmente puede

    ser considerada como una sociedad “nueva”. A la vez, se veráel caso de un país que se adapta de manera eficaz al mercadomundial y experimenta un crecimiento notable. Impulsadapor los firmes vientos de la prosperidad, la sociedad renovadafue abierta y móvil y ofreció oportunidades con liberalidadaunque –bueno es recordarlo- en los procesos de movilidadsocial se suele percibir más fácilmente el éxito que el fracaso, y casi con seguridad hubo tanto de uno como de otro. Socie-dad móvil y de oportunidades, fue también una sociedad de-mocrática, en el sentido que Tocqueville daba al término: sal- vo en su parte superior, donde se conformó una “oligarquía”,las diferencias sociales no cristalizaron, no se transformaronen estamentos, no se asociaron con prelaciones y deferencias,como en cambio fue frecuente en la mayoría de las socieda-des latinoamericanas. Fue una sociedad conflictiva, como sue-len serlo las sociedades dinámicas, pero en ella abundaron loshabitantes y escasearon los ciudadanos; dato significativo, so-lo una porción ínfima de los inmigrantes se naturalizó. Sinembargo, la democratización política, que se materializa conla reforma electoral de 1912, fue la consecuencia final de sumodernización. Esto es lo que se analizará en las secciones si-

    guientes.

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    1.2. La prosperidad económica

    1.2.1. Antes de 1880

    La transformación social de fines de siglo, que permite hablar de “una socie-

    dad nueva”, se fundó en un espectacular crecimiento económico. Desde me-diados de siglo, la región pampeana del flamante estado argentino se bene-fició con su estrecho contacto con las dinámicas economías capitalistas,por entonces en plena expansión. La revolución de los transportes –los fe-rrocarriles y los buques de vapor- estrechó los contactos comerciales y la Ar-gentina se fue construyendo un lugar en el mercado mundial, adecuándosea sus posibilidades y requerimientos. De mediados de siglo data la llamada“revolución del lanar”: la expansión de la cría de la oveja en las tierras de laprovincia de Buenos Aires hasta entonces ocupadas por el vacuno criollo,destinado a producir cueros y carne salada. La producción de lana atrajo in-migrantes, en su mayoría vascos e irlandeses, intensificó las actividadesproductivas y pobló los campos, donde empezó a circular el Ferrocarril delOeste y crecieron los nuevos pueblos y pequeñas ciudades. La exportaciónde lana multiplicó el comercio exterior y posibilitó expandir las importacio-nes, con las que se renovó la vida urbana y se afianzaron los hábitos de con-sumo propios de los grandes centros europeos. Simultáneamente, en la pro-vincia de Santa Fe, escasamente poblada y con gran disponibilidad detierras, el gobierno provincial lanzó un experimento de colonización dirigida:se trajeron inmigrantes, agricultores calificados de Suiza o el norte de Italia,a los que se concedieron tierras en propiedad. El ensayo tropezó con innu-merables dificultades pero finalmente arraigó. Fue el primer paso de la “re-

    volución del trigo”.

    1.2.2. El Estado, las inversiones y la inmigración

    Hasta 1880, estos ensayos renovadores tropezaron con una serie de limita-ciones que, de una u otra manera, derivaban de la escasa consistencia delEstado, por entonces en plena organización. Nos referiremos a esto ense-guida. Por ahora simplemente recordemos que los malones indígenas eranuna realidad habitual tanto en el sur de Buenos Aires como en el norte deSanta Fe. Luego de 1880, la consolidación del Estado facilitó considerable-mente la expansión de las fuerzas productivas, que se produjo en el sentido

    y al ritmo de los impulsos provenientes de las economías europeas.

    En las tres décadas y media hasta la Primera Guerra Mundialla Argentina fue uno de los países que más creció en el mun-do, donde consolidó un lugar propio y definido. Fue un cre-cimiento espectacular, que se inició en el agro pampeano y seproyectó a las ciudades, impulsando el desarrollo industrial, y a algunas regiones del interior tradicional, que en conjuntoparticipó de una manera mucho más limitada de los benefi-

    cios del crecimiento pampeano.

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    Sobre los cambios an-tes de 1880 puede ver-se los libros de Hilda Sabato yEzequiel Gallo citados en la bi-

    bliografía general.

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    tud del flujo migratorio y el crecimiento económico. Aprovechó la disponibili-dad de posibles migrantes, debido al secular crecimiento demográfico de Eu-ropa y a la crisis agraria de la zona meridional. A su vez, las mejoras en lanavegación abarataron sensiblemente los costos del traslado, al punto quemuchos venían cada año al país, para trabajar en la cosecha. La política in-

    migratoria fue un éxito, y la Argentina se convirtió en el segundo receptormundial, detrás –aunque lejos- de los Estados Unidos. El flujo se aceleró enla década de 1880; entraron por Buenos Aires unos 80.000 inmigrantes poraño, que se triplicaron desde 1887, cuando el presidente Juárez Celman, enuna apuesta arriesgada, hizo que el estado financiara los pasajes. La crisiseconómica de 1890 acabó con los pasajes subsidiados y se inició un perío-do de retracción, pero el flujo recobró su pujanza desde 1903 hasta 1914:en esos años llegaron a entrar hasta 300.000 inmigrantes por año.

    Los dos grupos nacionales más importantes fueron los italianos y losespañoles. Hacia 1910 los primeros representaban un 45% y los segundosun 35%; luego de 1905 aumentó la proporción de los españoles, que supe-

    raron en número a los italianos. En general creció la presencia de migran-tes de las zonas agrícolas más pobres: Galicia y Andalucía en España, Sici-lia, Calabria, Nápoles en Italia. Los otros grupos nacionales o étnicostenían una presencia numérica menor, aunque se hacían notar, por ejemplolos judíos o los llamados “turcos”. Se instalaron sobre todo en la llanurapampeana y en sus grandes ciudades, como Buenos Aires (que entre esosaños pasó de 180.000 a 1,6 millones de habitantes) o Rosario. En la déca-da de 1880, la mayor demanda de trabajadores se produjo en las grandesciudades, donde se construían los puertos, los ferrocarriles y los tranvías,las obras de salubridad, los edificios públicos y las grandes residencias pri-vadas. Luego de la crisis de 1890, las obras urbanas se retrajeron y mu-chos inmigrantes se dirigieron a las zonas rurales, donde protagonizaron la“revolución del trigo”.

    La mayoría de los inmigrantes eran varones jóvenes, en edadde trabajar, y lo hicieron duramente, adecuándose a las de-mandas del mercado. Estuvieron donde se los requería, dis-puestos a hacer lo que fuera necesario, y conformaron unaoferta de mano de obra flexible, adecuada para la expansión.

    Sobre este y los restantes aspectos de la economía, véase elsiguiente texto:GERCHUNOFF, P ABLO Y  LLACH, LUCAS (1998), “La generacióndel progreso (1880-1914)”, en: El ciclo de la ilusión y el desen- canto. Un siglo de políticas económicas argentinas . Ariel, Bue-nos Aires.

    1.2.3. Agricultura y ganadería

    Por entonces se había incrementado de manera notable la disponibilidad detierras aptas para la agricultura y la ganadería. La “conquista del Desierto”

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    resolvió el problema indígena en el sur y abrió una amplia extensión de tie-rras para la explotación, mientras que la construcción de los ferrocarriles,que recorrieron densamente la llanura pampeana, permitió acercar sus pro-ductos al mercado. El Estado se desprendió rápidamente de las tierras desu propiedad, entregándolas a bajo costo y en grandes extensiones a parti-

    culares, en muchos casos cercanos a los gobernantes por razones políticaso financieras. La consolidación de una clase terrateniente fue otra contribu-ción decisiva al rumbo que tomaba la economía. Esa cesión masiva de tie-rras no significó que se las apartara del mercado; por el contrario, la tierrase compró y vendió intensamente, y subió de valor, a cuenta de futuras ren-tabilidades. Ese incremento, en buena medida especulativo, alejó a los inmi-grantes de la propiedad de la tierra y clausuró el ensayo de colonización ini-ciado en el centro santafesino.

    En el sur de esa provincia, la construcción del ferrocarril a Córdoba incre-mentó el valor de las tierras del sur, y los propietarios prefirieron retener supropiedad y cederlas en arriendo; la propia empresa ferroviaria inició este

    camino con sus tierras. El procedimiento fue muy exitoso: miles de inmigran-tes se trasladaron a las tierras nuevas y en diez años se triplicó la superfi-cie sembrada. Pronto la Argentina comenzó a exportar trigo y a competir conlos Estados Unidos y Rusia. La explotación cerealera se consolidó cuandoalcanzó la provincia de Buenos Aires, donde el vacuno, refinado por el mes-tizaje, había desplazado al lanar hacia las tierras del sur patagónico. La exi-gencia por parte de los frigoríficos de carne más adecuada para el enfriadoo chilled, una técnica novedosa, obligó a los ganaderos a disponer de prade-ras alfalfadas. Así se consolidó la agricultura, a la vez que la ganadería, aso-ciada con los frigoríficos, se convirtió en un producto de gran importancia enlas exportaciones.

    Un procedimiento rápido y sobre todo poco costoso para el terrateniente, consistíaen arrendar parcelas a agricultores inmigrantes, que luego de acondicionarlas parala siembra y explotarlas con trigo o lino durante dos o tres años, la reintegrabansembrada con alfalfa. El terrateniente la usaba como pradera, y el chacarero inicia-ba un ciclo similar en otra tierra.

    En este proceso de acelerada expansión productiva, es significativa la seme-

     janza de las conductas empresariales de los terratenientes y los chacare-ros. Los terratenientes podían decidir cada año cuánta tierra dedicarían a laagricultura o a la ganadería, y prefirieron aquellas formas de explotación queno los fijaran firmemente a una de esas opciones. Por otra parte, dedicabanuna parte importante de su capital a inversiones urbanas –casas de alquiler,por ejemplo- o industriales, lo que aumentaba sus posibilidades de movili-dad. Los chacareros, para quienes la tierra era costosa, prefirieron utilizarlos recursos de que disponían para arrendar extensiones mayores de tierra,antes que comprar una pequeña parcela. Apostaban a lograr dos o tres co-sechas buenas, coincidentes con años de precios altos y obtener así el ca-pital que les permitiera establecerse adecuadamente, o bien volver enrique-cidos al país de origen.

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    En el libro El progreso argentino , de Roberto

    Cortés Conde, puede encontrar-se un minucioso estudio delmercado de tierras, que des-miente una opinión sólidamente

    arraigada en el sentido común yen bibliografía más tradicional;según ella, la “oligarquía terrate-niente” habría monopolizado elpoder de la tierra, por razones depoder y prestigio, e impedido elacceso a ella de los inmigrantes.

    Jorge Jinkis (1994)supo decir que no se

    trata de venerar la racionalidadpor sí misma. Escribe: “Quienesviven en este país no necesitan

    leer a Hegel para saber a quéatenerse en cuanto a la razón deEstado, o a la racionalidad delliberalismo económico”.

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    Terratenientes y chacareros tuvieron una gran flexibilidad pa-ra orientar su actividad según la coyuntura del mercado mun-dial, cambiante e ingobernable.

    1.2.4. Derivaciones: ciudades, industria, economías regionales

    En suma, la llanura pampeana dejó de ser el “desierto” para convertirse en“la pampa pródiga”. El volumen del comercio exterior argentino creció demanera sostenida. Los inversores extranjeros obtuvieron buenos beneficios,pero una parte significativa de ellos quedó en manos de los productores lo-cales, y circuló por otros espacios de la vida económica. Por muchos cami-nos se volcó en las ciudades: las residencias de los terratenientes, empeña-dos en construir un pequeño París en Buenos Aires, daban trabajo aalbañiles, artesanos y domésticos, mientras que en las obras públicas cons-truidas por el Estado o las empresas se empleaba una enorme cantidad detrabajadores a jornal. Todos ellos necesitaban que hubiera almaceneros, za-pateros, grandes tiendas, empleados públicos, y también fábricas que prove-yeran de buena parte de los productos de consumo cotidiano. El impulsoagrario estimuló vigorosamente la instalación de los frigoríficos y molinos, ola fabricación de instrumentos agrícolas. Pero también impulsó a la industriade alimentos, calzado y ropa, y a otras muchas en la que la disponibilidad lo-cal de materias primas, o el costo de transporte significaban importantesventajas comparativas.

    R OMERO, JOSÉ LUIS (2000), “La ciudad burguesa”, en R OMERO, JOSÉ LUIS Y  R OMERO, LUIS  ALBERTO (directores) (2000), Bue- nos Aires, historia de cuatro siglos . 2da ed. ampliada, Altamira,Buenos Aires.

    Contra una idea tradicional y sólidamente establecida en elsentido común, el primer y vigoroso tramo del desarrollo in-dustrial estuvo posibilitado por el crecimiento agropecuario.

    Es cierto que este crecimiento se concentró en la región pampeana. Esigualmente cierto que la construcción de los ferrocarriles, al poner en estre-cho contacto las economías regionales con los productos importados acele-ró la decadencia de muchas manufacturas regionales. Pero a la vez, por dis-tintos caminos una parte no despreciable de esos beneficios se volcó hacialas provincias del Interior. Los casos más notables son los de Tucumán yMendoza y el desarrollo de las industrias del azúcar y el vino, asociadas conla explotación de recursos agrícolas locales. En ambos casos, y sobre todoen el del azúcar, los costos locales de producción hacían difícil competir conlos productos importados, de modo que fue decisiva la reserva del mercado

    interno, y en particular el expansivo mercado litoral, mediante fuertes gravá-menes a la importación. A esta protección se sumó la instalación de lasvías férreas, en las que el Estado tuvo participación decisiva, y también la

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    política de apoyo crediticio a los empresarios azucareros. Es decir que, a tra-vés del Estado, una parte de los ingresos originados en la “pampa pródiga”se volcó hacia dos provincias que de manera espontánea no se beneficia-ban con las condiciones derivadas de la división internacional del trabajo.En otros casos esta derivación de fondos se hizo a través del presupuesto

    nacional, como veremos enseguida.

    1.En función de lo expuesto y de sus conocimientos previos,elabore una reflexión acerca de la relación entre las caracterís-ticas del crecimiento económico en el período y el posteriordesempeño de la economía argentina.

    1.3. La nueva sociedad

    El censo de población levantado en 1914, cuando comenzaba la PrimeraGuerra Mundial, revela los profundos efectos de la expansión económica. Lapoblación total cuadruplicaba largamente la de 1869 y duplicaba la de1895. El crecimiento se concentró especialmente en la zona moderna del Li-toral, y también en las ciudades: Buenos Aires, Rosario, La Plata. Pero ade-más, tres capitales provinciales -Córdoba, Santa Fe y Tucumán- ya rondabanlos 100.000 habitantes. Pese a que el impacto inicial se iba atenuado porla presencia de los hijos argentinos, los extranjeros seguían siendo una por-ción importante de la población, sobre todo en el Litoral: en Buenos Aires,

    uno de cada dos habitantes era extranjero.Según la clásica caracterización de José Luis Romero, fue una sociedad

    aluvial, constituida por sedimentación, en la que los extranjeros aparecíanen todas partes, aunque naturalmente no en la misma proporción. ¿Cómoles fue? Como con muchos otros problemas de la historia, existen versionescontrapuestas, parcialmente ciertas. Hay una leyenda rosa de la inmigra-ción, y otra negra. Puede suponerse que a los que se volvieron -alrededor dela mitad, a lo largo de todos los años- no les fue bien. ¿Que pasó con losque se quedaron?

    1.3.1. Los chacareros

    Pocos de ellos fueron al Interior, con la excepción de Mendoza, donde losatrajo la expansión del cultivo de la vid, aunque en muchas de esas provin-cias ya comenzaban a prosperar los comerciantes “turcos” (en realidad, si-rios o libaneses). En Tucumán, la producción azucarera se basó en la manode obra local. En el resto del Interior, proporcionalmente cada vez más despo-blado, no hubo en general grandes transformaciones, ni enriquecimientos nimovilidad, y la sociedad conservó hasta 1914 mucho de su aire tradicional.

    La mayoría fue al Litoral. Muchísimos se dirigieron al campo. La masa dechacareros arrendatarios cubrió toda la pampa y posibilitaron el gran creci-

    miento de la agricultura cerealera. El chacarero y su familia fueron protago-nistas de una sacrificada y azarosa empresa. Todo un año de esfuerzo podíaperderse por la sequía, la langosta o una caída de los misteriosos e impre-

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    Tal caracterizaciónaparece en su obra Las 

    ideas políticas en la Argentina ,publicada en 1946; se trata delprimer libro de historia argenti-na que colocó la cuestión de lainmigración en el centro de losproblemas de la sociedad ar-gentina contemporánea.

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    visibles precios internacionales. Asociados a los beneficios de los chacare-ros, pero sin participar de sus riesgos, estaban el terrateniente que arrenda-ba la tierra, y el bolichero local, que compraba la cosecha, le fiaba las provi-siones que necesitaba y le adelantaba el capital necesario, generalmentepor cuenta de alguna gran organización acopiadora. Estos chacareros venían

    dispuestos a prosperar en poco tiempo, a sacrificarse y arriesgarlo todo enuna apuesta muy fuerte: una buena cosecha, precios altos, ganancias im-portantes; por eso prefirieron vivir en rudimentarios e inhóspitos ranchos,sin las comodidades mínimas, sobre todo cuando al cabo de los tres añosde arriendo, muy probablemente dejaran la tierra y buscaran otro destino.Toda la familia trabajaba duramente, y se recurría en la menor medida posi-ble a los jornaleros, que eran muy caros; en cambio contrataban las moder-nas maquinarias segadoras y trilladoras.

    Los chacareros se jugaron al ascenso económico rápido, quealgunos lograron y muchos no. Lo que es seguro es que, unos y otros, contribuyeron a los gruesos beneficios de terratenien-tes y casas comerciales exportadoras.

    1.3.2. Los trabajadores urbanos

    Al principio, la mayoría de los inmigrantes fue a las grandes ciudades, dondeestaba la mayor demanda de empleo. Sus ocupaciones y condición laboraleran diversas: había jornaleros sin calificación, buscando cada día su concha-

    bo, en el puerto o el frigorífico; había artesanos calificados, vendedores ambu-lantes, sirvientes y también obreros de las primeras fábricas. Al principio vi-vían todos juntos. En Buenos Aires, estaban hacinados en los conventillos delcentro de la ciudad, próximos al puerto, donde muchos trabajaban. Compar-tían también las difíciles condiciones cotidianas: la mala vivienda, el costo delalquiler, los problemas sanitarios, la inestabilidad en los empleos y los bajossalarios, la enfermedad y la muerte, sobre todo entre los niños. Todo confor-maba un cuadro muy duro, del que muy pocos escapaban al principio, pero noes seguro que fuera más duro que la vida en la mísera aldea de origen.

    La sociedad popular de las grandes ciudades, esas “Babel”, como se lasllamaba frecuentemente, tenía a principios de siglo un aire magmático: todo

    estaba en formación. Los extranjeros eran además extraños entre sí. Lenta-mente, estos trabajadores extranjeros fueron conformando los primeros nú-cleos asociativos. Primero se juntaron los de la misma nacionalidad, quizálos del mismo pueblo, pues muchas veces habían venido al país llamadospor sus parientes o amigos. Surgieron así las asociaciones mutuales, tantoen las ciudades como en los pueblos de la “pampa pródiga”, para proteger-se en caso de enfermedad, o para asegurar a sus miembros un entierro dig-no. Luego surgieron las sociedades de resistencia, cuando empezaron aaparecer los problemas laborales. Otras veces, la integración se daba demanera más espontánea: el patio del conventillo servía de lugar de inter-

    cambio, y allí se mezclaban lenguas, danzas y costumbres. Así nacieron doshablas mixtas: el cocoliche y el lunfardo, y también el tango, una danza conalgo de fado, habanera y milonga. De esta manera, espontáneamente, fueorganizándose la nueva sociedad.

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    La discusión sobre la historia“negra” y “rosa” de los inmi-grantes y los trabajadores aprincipios de siglo ha girado so-bre dos cuestiones: las condi-ciones de vida de los chacare-ros y la de los obreros urbanos,y particularmente los problemasde vivienda y salud. Como enmuchos problemas dela historia, la perspec-tiva varía de acuerdocon el término de comparaciónque se elija.

    Los inmigrantes “ita-lianos” en realidadprovenían de Nápoles, el Pia-monte, Sicilia o cualquiera delas regiones de una Italia toda-vía mal integrada. El italiano es-taba poco difundido entre los in-migrantes, que hablaban en susdialectos, al punto que teníandificultades para entenderse en-tre ellos. Un dato significativo esque sacerdotes de origen italia-no, decían misa para italianosutilizando el castellano, únicalengua común entre ellos.

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    LOBATO, MIRTA Z AIDA (2000), “Los trabajadores en la ‘era delprogreso’”, en Mirta Zaida Lobato (dirección del tomo), El pro- greso, la modernización y sus límites (1880-1916) , tomo V de Juan Suriano (Director), Nueva historia argentina , Sudameri-cana, Buenos Aires.

    1.3.3. La aventura del ascenso

    Para quienes vivían en ella parecían abrirse dos caminos.Unos procuraban agruparse y desarrollar formas de solidari-dad y acción conjunta; algunos eran militantes gremiales opolíticos, y promovieron organizaciones de todo tipo. Otrosen cambio, impulsados por el afán de “hacer la América” y quizá volver ricos y respetables a la aldea de donde habían

    salido miserables, concentraron sus esfuerzos en la aventuradel ascenso individual, o más exactamente familiar. Eran ca-minos diferentes, pero no excluyentes.

    El primer paso consistía quizás en abandonar la condición de asalariadoe instalarse por cuenta propia, en un pequeño negocio o taller, o simple-mente como trabajador independiente, por ejemplo plomero o vendedorambulante. Luego, estaba la casa propia, tal vez en uno de los nuevosbarrios de las ciudades. La instalación de los tranvías eléctricos, que co-menzó a principios de siglo, dio un gran impulso al loteo de quintas o te-

    rrenos baldíos, y muchos pudieron adquirir en “cómodas cuotas” el lotepropio. Lentamente, y con la ayuda de parientes y amigos, empezaron alevantar allí la vivienda que les permitiría salir del conventillo. Al principiobastaba con una única habitación, cocina, dormitorio y sala a la vez. Lue-go, era posible seguir ahorrando, completar la vivienda, quizás compraralgunos terrenos más y, sobre todo, dar una educación a los hijos, sin de-

     jar de trabajar. La educación era para todos el gran camino del ascenso yla integración: ella permitiría superar la barrera que el idioma ponía a losmayores y luego, quizá, acceder a un empleo público, o en la culminación,al título de doctor. Tal la aventura del ascenso, a través de la cual fuerondesgranándose del conglomerado inmigratorio y trabajador los nuevos

    sectores medios.

    1.3.4. Viejas y nuevas clases altas

    Aunque a principios de siglo esa capa intermedia ya tenía consistencia, unaclara brecha separaba a la nueva sociedad inmigratoria de las clases altas.Pese a la imagen que querían dar de sí mismas, también ellas eran partede la sociedad nueva y móvil. Es cierto que su núcleo fundamental proveníadel viejo patriciado criollo, aquel que se enorgullecía de haber hecho elpaís; pero siempre habían sido receptivas para con los extranjeros próspe-

    ros o educados, como el padre de Carlos Pellegrini, o más recientemente elbanquero Ernesto Tornquist. Para pertenecer a la alta sociedad, tampocoera indispensable tener riqueza antigua o “plata vieja”: entre ellos había

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    muchos advenedizos o “rastacueros”, como se decía entonces, e inclusivemuchos carecían de verdadera fortuna. Algunos se enriquecieron con me-dios dudosos, gracias a los favores del poder, y otros apenas podían con-servar la decencia.

    Las obras literarias registran estos cambios en las elites. Los nuevos ricos pueblanlas páginas de La Bolsa , novela de Julián Martel, y aparecen retratados en MauricioGómez Herrera, protagonista de la novela Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira , de Roberto J. Payró. Las viejas familias criollas venidas a menos, que ha-cían esfuerzos inauditos para conservar la decencia, están presentes en muchas delas estampas de “Fray Mocho” (José S. Álvarez).

    Viejas o nuevas, enriquecidas o empobrecidas, las clases altas se sintieronfundamentalmente criollas, algo así como las dueñas de casa, o mejor las

    dueñas del país donde los inmigrantes habían venido a trabajar. Frente a lamasa de extranjeros, y sobre todo frente a los que comenzaban a tener éxi-to en su aventura del ascenso, manifestaron una cierta voluntad de cerrar-se, subrayar sus antecedentes patricios y su uso correcto del idioma, ocu-parse de los apellidos y la prosapia. Quienes podían, agregaban a laprosapia la exhibición de un lujo ostentoso, que quizá sus modelos euro-peos consideraran vulgar y chabacano pero que resultaba útil para marcarlas diferencias. Más aún, ante las primeras señales del ascenso de “gringosplatudos”, reforzaron su decisión de cerrar su acceso a los círculos privile-giados, y también al poder político.

    Tales conflictos eran ajenos a las clases altas del Interior tradicional: fal-taba mucho tiempo para que los inmigrantes cuestionaran sus posiciones.Su problema era, más bien, cómo participar de la prosperidad del Litoral. Pa-ra la mayoría de los hijos pobres de familias decentes, la solución fue el em-pleo público, esa parte del presupuesto que el Estado volcó en provincias, através de oficinas, juzgados o colegios nacionales. Para algunos, la carrerapolítica fue el camino de una fortuna personal -tierras, negocios-, acuñadaen el próspero Litoral.

    1.3.5. Una sociedad abierta y móvil

     Así fue conformándose una sociedad singularmente abierta y móvil, en su realidad como, sobre todo, en su imagen, puesla memoria colectiva conservó el registro de los éxitos antesque el de los fracasos. Pero indudablemente fue una socie-dad de oportunidades, para el talento o la fortuna. Tambiénfue una sociedad escindida, y por partida doble. Por una par-te, entre un Litoral moderno y un Interior tradicional; esta es-cisión no generó conflictos graves, pero constituyó un rasgofuerte de la nueva nación. La segunda escisión separó a lasclases altas, que querían cerrarse en sus privilegios, y las

    nuevas fuerzas de la sociedad que, precisamente por su éxi-to, aspiraban a coronarlo alcanzando los lugares que aún seles vedaban.

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    1.4. El Estado y el gobierno

    1.4.1. El proyecto de construir el Estado

    Decíamos antes que un factor decisivo para esta vasta transformación ha-

    bía sido la consolidación del Estado. Su construcción formal, que se inicióen la década de 1850 y sobre todo después de 1862, estuvo limitada has-ta 1880 por varios problemas de importancia: el lento desarrollo de las ins-tituciones estatales; la falta de definición de las fronteras territoriales, tantocon otros estados soberanos como respecto de los aborígenes; la confron-tación con el Paraguay y –relacionado con ella- la falta de control efectivo so-bre los estados provinciales, que fueron sometidos gradualmente. La Cam-paña al Desierto de 1879 y la derrota del levantamiento porteño de 1880son hitos en la victoria militar del Estado sobre sus competidores.

    Luego de 1880 todo se aceleró y marchó en un mismo sentido: la definiciónde la soberanía territorial, la consolidación del orden jurídico y el asentamientode un gobierno que en su práctica acentuó y desarrolló el presidencialismo pro-pio de la Constitución, por ejemplo con un liberal uso de la facultad de interve-nir las provincias. Según ha señalado Natalio Botana, se trataba de la “repúbli-ca posible” imaginada por Alberdi (quien inspirado en la experiencia chilenahabía propuesto “una monarquía vestida de República” ). A la vez, se abríanamplios espacios, formales e informales, para la coparticipación en el poder delas elites políticas de las provincias, con cuyo acuerdo, en definitiva, gobernabael presidente. Con ello que el Estado tuviera una unidad de propósito.

    Ese propósito no constituía un “proyecto”, en el sentido de una planifica-ción deliberada, ni mucho menos fue obra de una “generación”, cerrada y

    definida. Pero ciertamente la obra de gobierno se apoyó en algunas ideasgenerales ampliamente compartidas por la elite dirigente, que formaban par-te del espíritu de la época y que, un poco abusivamente, han sido califica-das como “positivistas”: la tarea del gobierno era lograr el “progreso”, y es-te consistía en el crecimiento material, en un funcionamiento eficiente delas instituciones y en todo aquello que hacía a una convivencia civilizada. Unrasgo característico de esos años –que se perdió en parte hacia el fin del si-glo- fue el optimismo. Como afirmó el general Roca en 1880, una vez logra-da la “paz”, era la hora de la “administración”. El Estado debía acabar conel atraso y llevar el progreso. Para lograrlo, tenía que desarrollar sus institu-ciones, de modo de alcanzar con su acción hasta los rincones recónditos de

    la sociedad. La “larga mano” del Estado incluía la organización monetaria yfinanciera, la educación, la justicia, la salud pública o la defensa armada.Instituciones típicas de ese eficiente gobierno de la sociedad fueron los Tri-bunales de Justicia, el Departamento Nacional de Higiene, el Registro Civil,encargado de los nacimientos y defunciones y del matrimonio civil, el Conse-

     jo Nacional de Educación o el sistema de Servicio Militar Obligatorio.

    G ALLO, EZEQUIEL (2000), “La consolidación del Estado y la re-forma política”, en ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA,

    Nueva historia de la nación argentina , vol 4, La configura- ción de la república independiente (1810-c.1914). Planeta,Buenos Aires.

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    1.4.2. Avances y resistencias

    Había mucho de “obligatorio” en este progreso. Los niños debían ir a la es-cuela, los jóvenes debían hacer el servicio militar y los adultos tenían quevacunarse, y eventualmente abandonar sus viviendas, expulsados por la po-

    licía, si los médicos descubrían que en ellas anidaba la peste. Se tratabadel avance decidido del Estado sobre una sociedad que, como se dijo, esta-ba en proceso de organización, de modo que inicialmente las resistenciasfueron débiles. La más visible fue la de la Iglesia católica, que sin embargoera por entonces una institución relativamente débil, con escasa capacidadpara movilizar y galvanizar a los católicos, atraídos en buena medida por elproyecto progresista. El Estado avanzó sobre zonas que la Iglesia solía con-siderar propias, como el control de nacimientos, matrimonios y defunciones;se estableció el matrimonio civil pero no el divorcio vincular, ni tampoco laseparación de Iglesia y Estado, como ocurrió en Uruguay o Chile.

    En el caso de la educación pública, que fue laica, gratuita y obligatoria, el

    Estado compitió con las escuelas religiosas, pero sobre todo con las de co-lectividades extranjeras. Algunas de estas instituciones eran fuertes, en es-pecial las de los italianos, protegidas y promovidas por su gobierno. Uno desus propósitos era “educar italianamente”, conservar la lengua madre y latradición de la patria lejana. Lilia Ana Bertoni ha mostrado cómo, a los ojosde los gobernantes, no sólo estaban en juego los aspectos didácticos de laeducación sino otros relativos a la efectiva soberanía del Estado, en compe-tencia con otro Estado, el italiano. Para éste, el conjunto de connacionalesinstalados “all estero”, en el Pl