6
Revolución y secularización Revolution and Secularization JULIÁN SAUQUILLO Universidad Autónoma de Madrid RESUMEN. Esta sección monográfica de Isegoria sobre «Revolución y secularización» surge de la perplejidad que, durante el siglo XIX y el ini- cio del siglo XX, algunos clásicos de la teoría política contemporánea mostraron ante las re- voluciones burguesas y la supuesta consecución del mundo moderno exento de elementos mági- cos y religiosos. El tema de reflexión se propo- ne bajo la suposición de la pervivencia plurise- cular de estos elementos irracionales más allá de todas las revoluciones científicas y materiali- zaciones ilustradas. Cabe que la especialización y mecanización del mundo moderno no hayan supuesto, como en un principio temieron de Max Weber a Theodor Adorno y Max Horkhei- mer, la desaparición de todos los elementos ar- canos, mágicos e inexplicables. En los últimos años, se produjo otra revisión de los presupues- tos modernos de las dos grandes revoluciones a partir de autores clásicos que repensaron la re- volución moderna. No sólo el pensamiento conservador representado por Carl Schmitt, o el reaccionario personificado por Joseph de Mais- tre y Louis-Ambroise de Bonald, sino también autores identificados con la modernidad, como Hans Blumenberg o Jacob Taubes, han plantea- do qué supone de continuidad o de ruptura la Modernidad respecto del Antiguo Régimen. Palabras clave: Revolución, secularización, modernidad, teoría política ABSTRACT. During the 19 th century and the be- ginning of 20 th , some classical authors of con- temporary political theory wondered if the modern world was going to be exempt from magic and religious ways such the bourgeois revolutions were supposed to get. This paper about «Revolution and Secularization» deals with that kind of perplexity and assumes the plurisecular survival of these irrational aspects beyond every scientific revolution and materi- alist products of Enlightenment. Neither spe- cialized nor mechanized world implied the extinction of mystery or magical and inexpli- cable phenomena, as Max Weber, Theodor Adorno and Max Horkheimer had suggested. In recent years, another review of modern as- sumptions was carried out by some classic authors who rethought the modern revolu- tion. Not only the conservative work of Carl Schmitt, or reactionary thinking of Joseph de Maistre and Louis-Ambroise de Bonald, but also those authors which support Modernity, as Hans Blumenberg or Jacob Taubes, have raised the continuity or break of Modernity from Old Regime. Key words: Revolution, Secularization, mo- dernity, political theory. ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 39, julio-diciembre, 2008, 13-18 ISSN: 1130-2097 [Recibido: Dic. 08 / Aceptado: Dic. 08] 13 A Jorge Leboreiro Amaro, in memoriam. El pasado siglo se cerró con dudas acerca de si la modernidad se había ultima- do y se abría una época diversa apenas alumbrada y marcada por el predominio

Revolucion y Secular i Zac i On

Embed Size (px)

Citation preview

  • Revolucin y secularizacinRevolution and Secularization

    JULIN SAUQUILLOUniversidad Autnoma de Madrid

    RESUMEN. Esta seccin monogrfica de Isegoriasobre Revolucin y secularizacin surge dela perplejidad que, durante el siglo XIX y el ini-cio del siglo XX, algunos clsicos de la teorapoltica contempornea mostraron ante las re-voluciones burguesas y la supuesta consecucindel mundo moderno exento de elementos mgi-cos y religiosos. El tema de reflexin se propo-ne bajo la suposicin de la pervivencia plurise-cular de estos elementos irracionales ms allde todas las revoluciones cientficas y materiali-zaciones ilustradas. Cabe que la especializaciny mecanizacin del mundo moderno no hayansupuesto, como en un principio temieron deMax Weber a Theodor Adorno y Max Horkhei-mer, la desaparicin de todos los elementos ar-canos, mgicos e inexplicables. En los ltimosaos, se produjo otra revisin de los presupues-tos modernos de las dos grandes revoluciones apartir de autores clsicos que repensaron la re-volucin moderna. No slo el pensamientoconservador representado por Carl Schmitt, o elreaccionario personificado por Joseph de Mais-tre y Louis-Ambroise de Bonald, sino tambinautores identificados con la modernidad, comoHans Blumenberg o Jacob Taubes, han plantea-do qu supone de continuidad o de ruptura laModernidad respecto del Antiguo Rgimen.

    Palabras clave: Revolucin, secularizacin,modernidad, teora poltica

    ABSTRACT. During the 19th century and the be-ginning of 20th, some classical authors of con-temporary political theory wondered if themodern world was going to be exempt frommagic and religious ways such the bourgeoisrevolutions were supposed to get. This paperabout Revolution and Secularization dealswith that kind of perplexity and assumes theplurisecular survival of these irrational aspectsbeyond every scientific revolution and materi-alist products of Enlightenment. Neither spe-cialized nor mechanized world implied theextinction of mystery or magical and inexpli-cable phenomena, as Max Weber, TheodorAdorno and Max Horkheimer had suggested.In recent years, another review of modern as-sumptions was carried out by some classicauthors who rethought the modern revolu-tion. Not only the conservative work of CarlSchmitt, or reactionary thinking of Joseph deMaistre and Louis-Ambroise de Bonald, butalso those authors which support Modernity,as Hans Blumenberg or Jacob Taubes, haveraised the continuity or break of Modernityfrom Old Regime.

    Key words: Revolution, Secularization, mo-dernity, political theory.

    ISEGORA. Revista de Filosofa Moral y PolticaN. 39, julio-diciembre, 2008, 13-18

    ISSN: 1130-2097

    [Recibido: Dic. 08 / Aceptado: Dic. 08] 13

    A Jorge Leboreiro Amaro, in memoriam.

    El pasado siglo se cerr con dudas acerca de si la modernidad se haba ultima-do y se abra una poca diversa apenas alumbrada y marcada por el predominio

  • absoluto de la tecnologa y la ciencia, una comunidad de hablantes verstil yrpida sostenida por soportes virtuales y el fin de todos los metarrelatos que ha-ban articulado el proyecto ilustrado. O, por el contrario, la modernidad era unproyecto pendiente a la espera de ser profundizado hasta su consiguiente reali-zacin. Tales debates mostraban la perplejidad ms reciente por saber dndenos encontramos, qu caracteriza a nuestro tiempo ante el acontecimiento deuna Revolucin que seal el comienzo de una poca marcada por el impulsode la emancipacin, no slo respecto del poder de la religin, sino, incluso, deuna antropologa construida por las ciencias humanas como cientfica, a expen-sas de obviar su matriz poltica e institucional.

    En los ltimos aos, se produjo otra revisin de los presupuestos moder-nos de las dos grandes revoluciones a partir de autores clsicos que repensa-ron la revolucin moderna. No slo el pensamiento conservador representadopor Carl Schmitt o el reaccionario personificado por Joseph de Maistre yLouis-Ambroise de Bonald, sino autores identificados con la modernidadcomo Hans Blumenberg o Jacob Taubes han planteado qu supone de conti-nuidad o de ruptura la Modernidad respecto del Antiguo Rgimen. CarlSchmitt seal que la ruptura subrayada por el liberalismo formaba parte deuna estrategia retrica donde se resaltan los rasgos ms patticos de la socie-dad premoderna (estamentos, oscurantismo, absolutismo...) en beneficio de lailustracin moderna (desarrollo, libertades, ciencia, tcnica, progreso infini-to...). Pero tal estrategia forma parte, en su opinin, de la dialctica ami-go/enemigo como destino poltico en vez de ser la afirmacin de una tesiscontrastada histrica y filosficamente. Su pensamiento supone un confesadoretorno a teologas polticas que subrayan la pervivencia de categoras reli-giosas de nuestras instituciones modernas. En cambio, Blumenberg sostienela ilegitimidad del concepto de secularizacin cuando es utilizado para com-prender la Edad Moderna. La crtica de Blumenberg a Carl Schmitt se basa enque adolece de falta de criterio histrico cuando afirma una Edad Modernasecularizada. Para Blumenberg no existe relacin causal de dependencia de laEdad Moderna respecto a la Edad Media. Ya en el nominalismo se manifies-tan elementos de carcter religioso el absolutismo teolgico incognosci-ble que van a empujar al hombre a tener que asumir que se encuentra soloen el mundo. La discontinuidad se produce cuando el hombre se repliega so-bre s mismo y sabe que dispone nicamente de sus fuerzas. La Edad Moder-na es la poca de la autoafimacin humana. El hombre comprende por fin quedepende slo de s mismo. No hay realidad ontolgica o metafsica sobre laque el hombre moderno deba fundamentar su existencia. El hombre evolucio-na siempre en una vida histrica y sta es su nica sustancia.

    Esta seccin monogrfica de Isegora sobre Revolucin y seculariza-cin surge de la perplejidad que algunos clsicos de la teora poltica con-tempornea, durante el siglo XIX y el inicio del siglo XX, mostraron ante lasrevoluciones burguesas y la supuesta consecucin del mundo moderno exen-

    14 ISEGORA, N. 39, julio-diciembre, 2008, 13-18, ISSN: 1130-2097

    Julin Sauquillo

  • to de elementos mgicos y religiosos. El tema de reflexin se propone bajo lasuposicin de la pervivencia plurisecular de estos elementos irracionales msall de todas las revoluciones cientficas y materializaciones ilustradas. Cabeque la especializacin y mecanizacin del mundo moderno no hayan supues-to, como en un principio temieron de Max Weber a Theodor Adorno y MaxHorkheimer, la desaparicin de todos los elementos arcanos, mgicos e inex-plicables. La Repblica de Weimar, todava bajo la influencia del contrailus-trado E.T.A. Hoffmann, muestra la pervivencia de un mundo mgico auspi-ciado por el hambre, la irrupcin de las fuerzas polticas ms deletreas y lainflacin en la Alemania que vivieron.

    Referirse hoy a la secularizacin no supone partir de la desaparicin delos rasgos y creencias religiosas de la sociedad antiguo-medieval, sino consi-derar que aquellas manifestaciones religiosas perviven mutadas en otros ritos,instituciones y actos sociales. La teora poltica clsica es causa y efecto deesta supervivencia de creencias y convicciones que no encuentran explica-cin en la razn. Muy pronto, Baruch Spinoza se opone a la visin superpues-ta del gobierno del pueblo judo como reino de Dios. Es necesario el Estado,como se requiere de la Biblia, porque pocos son los hombres que se rigen porla razn. A la autoridad suprema del Estado estn igualmente obligados loshombres racionales y los que se dejan llevar por la imaginacin y los afectosnegativos. Si hay discrepancia entre los mandatos racionales del hombre y laautoridad estatal, el hombre racional debe obedecer y se ve compensado porla obtencin de seguridad. Pero la defensa de la obligacin de todos de some-terse a la suprema autoridad democrtica no le impidi a Spinoza prevenirnosde los profetas democrticos. Supuso que la renuncia de los hombres a todosu derecho natural en el gobierno del pueblo judo converta a la palabra dellegislador en una palabra proftica y previno de la conversin de esta concep-cin teolgico-poltica en una teocracia. El carcter liberal del spinozismo ra-dica en suponer que, por muy absoluta que sea la obediencia debida al Estadosurgido del pacto, nunca los individuos realizan una transmisin total de susderechos individuales al Estado. En esta fisura, inexistente en el Estado he-breo o en la visin secularizada de la democracia, surge la libertad de pensa-miento como gran motivo del Tratado teolgico-poltico. Sin embargo, JeanJacques Rousseau, su gran admirador, no dud en concebir al legislador de-mocrtico como un profeta secular.

    Hay una concepcin del demos, desde Hobbes, que se forma a la manerade un cuerpo mstico que permite la diversidad de doctrinas en su senopero que responde a una unidad de llamada o convocatoria incuestionable. Alpoder que constituye al demos se le ha comparado con un Pantocrtor, omni-potente divinidad enmarcada en el primer tringulo de la gran potencia quetodo lo escruta. Su vstago divino el pueblo soberano tuvo diversos ca-racteres y protagonismos. De la apertura de la Repblica en Maquiavelo, de-fensor de las denuncias y querellas como elemento de revitalizacin del cuer-

    ISEGORA, N. 39, julio-diciembre, 2008, 13-18, ISSN: 1130-2097 15

    Revolucin y Secularizacin

  • po poltico, a Hobbes y Rousseau, hubo un repliegue de la doctrina polticahacia una cada vez mayor unidad de la voluntad poltica, tambin de la demo-crtica. Se dio un firme deseo de cumplimiento de un monismo en el mundopoltico moderno que no es sino una inversin o cambio de sentido del sobe-ranismo real de Jean Bodin. Las ideas rousseaunianas pervivieron en los de-bates polticos de la Asamblea Nacional francesa y reprodujeron una indivisi-bilidad teolgica del poder. No es extrao que Alexis de Tocqueville serefiriera a la Unin de Estados norteamericana como una ficcin en la quees necesario creer para que guarde su funcin constitucional cohesionadora.Quizs quepa entender en este contexto la tesis fuerte incluso provocati-va de Michel Foucault expuesta en la gubernamentalidad: de la razn deEstado al liberalismo hubo siempre una administracin de intensidad del mis-mo poder pastoral. El mundo literario y poltico de Quevedo guarda la ima-gen ms excepcional de la pastoral barroca al alabar al Gobierno de Cristocomo el fundamental ejemplo de gobierno de los reyes en Poltica de Dios,Gobierno de Cristo.

    Si observamos la tesis de Foucault histricamente, es necesario subrayarque las luchas por la intensidad de esta direccin del cuerpo poltico no fueronirrelevantes y quizs en su concrecin se jugaron nada menos que las posibili-dades reales del liberalismo y del nacionalsocialismo. La sofstica catlica deCarl Schmitt se ocup de desacreditar al pluralismo de la Asamblea Nacionalfrancesa y de esconder una firme metafsica politeista tras la viva tradicin par-lamentaria inglesa. No es lo mismo defender la identidad absoluta de toda opi-nin poltica en la unidad de opuestos de la Iglesia, como quiso Carl Schmitt,que reconocer el carcter ejemplar de la tradicin parlamentaria inglesa por ha-ber propiciado histricamente el debate de contrarios polticos democrticos,como postul Max Weber con escasa fortuna en la poltica real. Carl Schmittdefendi la representacin autntica del Papa (y del Fhrer) para desacreditarla representacin griscea del parlamentarismo revolucionario francs.

    Sera engaoso suponer que la defensa del traslado de contenidos religio-sos a la modernidad se sustenta en posiciones estrictamente conservadoras.mile Durkheim, en la III Repblica francesa, no slo defendi la reposicinde las corporaciones profesionales, sino la actividad de un Estado imperiumque ejerciera la fuerza sin atadura de las leyes de los hombres dentro de unaconcepcin estatal animista. Todo estaba justificado en aras de remontar elfraccionamiento de la sociedad como comunidad unida por el re-ligare social.Su teologa poltica se funda en una restitucin de las formas primitivas de lavida religiosa en las sociedades desarrolladas por desintegradas. Los propiosderechos humanos son concebidos como formas de conciencia colectiva queeliminan la disolucin propia de las conciencias individuales. La seculariza-cin afecta a este progresista paradigmtico.

    Por otra parte, el carcter irracional y la necesidad de fe secular que re-quieren instituciones tan centrales, para nosotros, como la representacin po-

    16 ISEGORA, N. 39, julio-diciembre, 2008, 13-18, ISSN: 1130-2097

    Julin Sauquillo

  • ltica, parecen obvios. La representacin poltica diseada en las dos grandesrevoluciones se basa en una confianza poltica en nuestros representantes quesolicita alguna suerte de creencia ms o menos fuerte. Desde luego, suponerque la base de la representacin es la ficcin de vnculo estable entre repre-sentantes y representados no implica dejar de ser demcrata, ya que una fic-cin no es un engao as lo afirma Hans Kelsen como instigan los ene-migos de la democracia de todos los tiempos. Que la representacin sea unaficcin til significa, en cambio, ser consciente de que la audiencia y adhe-sin polticas a nuestros representantes requiere de carisma y no slo de laconsecucin de unos objetivos especficos. De nuevo la secularizacin apare-ce ante nosotros: el carisma es una propiedad que languidece y cuyo manteni-miento requiere hacer constantes milagros, ya sea ganar elecciones, obtenervictorias o curar enfermos graves o desahuciados.

    No hay razn para pensar en una discontinuidad fuerte entre el mundo an-terior y posterior a las grandes revoluciones modernas, sino ms bien lneasde continuidad. La aparicin indita de los ciudadanos, imposibilitada por elpredominio premoderno de los cuerpos intermedios, requiri de una revolu-cin contra los poderes personales, fueran los gremios o el rey. La elimina-cin de las estructuras feudales que permiti la aparicin de la individualidades la gran aportacin de la revolucin en el mundo europeo. Alexis de Toc-queville y Max Weber, grandes nostlgicos de los elementos mgicos y anti-guos, vueltos hacia la modernidad con fascinacin y temor caractersticos dela mirada del modernismo, no auspiciaron una visin de la Revolucin comodiscontinuidad entre dos mundos. Tocqueville supuso que la centralizacinadministrativa era la obra premoderna que hereda la revolucin. La adminis-tracin unificada es creacin emprendida por Luis XIV y el Tercer Estado sualbacea moderno. Los elementos personales que la revolucin quiso eliminardel poder reaparecen con el bonapartismo fin o culminacin de la revolu-cin? y la restauracin monrquica como una corriente personalista sote-rrada nunca desaparecida. En una lnea semejante, la tesis de Max Weber esque hubo golpes de mano en la revolucin y no transformaciones decisivas.

    A hombros de gigantes, con ms dudas que certezas, en este nmero secuenta con excelentes conocedores de este tema monogrfico que no preten-dieron nunca ofrecer certidumbres sino abrir preguntas y seguir la polmica.Deben destacarse aqu sus nombres y reconocerlos como compaeros muyqueridos: Fernando Savater, Yves Charles Zarka, Gaetano Rametta, AntonioRivera Garca, Juan Manuel Ros, Jos Bellido, Antonio Rincn Nez,Alfonso Galindo Hervs, Fernando Bayn, scar Guardiola-Rivera, RocoOrsi, Ricardo Gutirrez Aguilar, Isabel Garca Adnez, Jos Luis Lpez deLizaga y Rafael Herranz. Algunos realizaron magnficos comentarios de li-bros con gran gentileza. Interrumpieron as quehaceres de gran madurez paraleer al otro y darles ms a conocer y sacarles de la vorgine bibliogrfica. Enesta parte monogrfica hay tanto penetrantes estudios como magistrales rese-

    ISEGORA, N. 39, julio-diciembre, 2008, 13-18, ISSN: 1130-2097 17

    Revolucin y Secularizacin

  • as. Valga decir que Walter Benjamn, nada menos, no dej nunca de comen-tar los libros de sus contemporneos en los peridicos. A todos ellos hay queagradecer su colaboracin con este nmero de Isegora dedicado al tema queles propuse hace tiempo sobre Revolucin y secularizacin. Algunos sonviejos amigos con los que me cruc en circunstancias tan ricas como sta que,creo, no hemos desaprovechado nada. Con otros, comienzo una travesa queespero sea larga.

    No puedo olvidar un momento a quien nos dej en esta navegacin. AJorge Leboreiro Amaro, siempre en mi recuerdo, le llegu a proponer los la-berintos bblicos que Melville recorri con su Ahab en Moby Dick como mo-tivo para este monogrfico. Moby Dick es tanto una aventura marina con laperseverancia fatal del mal blanco subrayado por Borges como un trata-do erudito sobre el Leviatn, obsesin tambin de Hobbes y Schmitt. Ade-ms, Melville ide un Benito Cereno, personaje en el que Carl Schmitt sesinti transfigurado. El escritor norteamericano era tambin consciente de loshombres, soldados, que la revolucin norteamericana haba olvidado. Jorgedeja excelentes pginas inditas sobre Joseph Conrad y Herman Melville,pero no pudo ser. Jorge, nosotros no hicimos la revolucin pero no te voy aolvidar. Le vamos a echar de menos. Tras tan grave prdida, slo nos queda lalectura.

    18 ISEGORA, N. 39, julio-diciembre, 2008, 13-18, ISSN: 1130-2097

    Julin Sauquillo