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Revistanudel 2012

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índiceíndice¡Oye, Sinatra! He is not coming to town 6Balas sobre Campus Martinus 8La Haya: Soledades de nochevieja 11Fin de año en Moscú 12Postal de Barcelona. Listo Calixto 14La cultura como escape 16Del palacio del pueblo al Metro 2033 18Color sobre Color 22Woodward Windows 24Ver para creer 26En la ribera del Paraná 28Sigur Rós son eternos 30Who the fuck is Frankie Walker 31The baby factory 32Vitas Brenner 34Back to the old school 36De qué color es el trapo bogotano 38Portishead 40Primaver Sound 2012 42Gael García Bernal, cercano 48¿Cuándo llega la alegría? 50Asquerosamente sucio 52Underexposure 54Samsara 56Searching for Sugarman 58[REC]3 60La sirena 62Me voy pa’ ELCO 64Blanca, no te he de olvidar 66La visita de Houellebecq 68Divertimentos 73

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editorialeditorial La primera idea de Núdel fue como un lugar �no y adecuado, nunca me imaginé que terminaría siendo chévere cambur. Como buen seudo-intelectual pensé en referencias literarias y la pantalla limpia, blanca o negra, nunca de colores vivos sino comedidos. Después pasó a ser un blog, la acer-tada observación de Juan Luis, Diego y Adolfo: mae, eso lo podemos hacer como un blog y ya. Me decepcioné, me dijeron que podíamos darle una estética diferente y nos pusimos a pensar qué podía ser más propio de la ciudad. Para un grupo de estudiantes de literatura, diseño o computación, nacidos y criados en el seno de la cultura de masas, la referencia común era evidente: Batman o Dick Tracy, nos fuimos por el más clásico por supuesto, ya Nolan nos había robado la idea del otro. Así, Núdel parece haber termi-nado como un lugar para hipsters o modernitos. Pero creo que hay para más.

El nudo de contradicciones que dio lugar a Núdel re�eja a las claras (término español), o eso nos gusta pensar, el carácter urbano que se quiere mostrar, aunque a veces hablamos de bandas campesinas. Como Rubén Darío viéndose desesperadamente las manos de indígena centroamericano para convertirlas en unas de príncipe europeo, los núdels tratamos de ver las cosas de nuestras propias ciudades para llevarlas a otras. No nos salió mal la vaina: desde Detroit hasta Bagdad, desde Bogotá hasta Moscú, pasando por Caracas, Buenos Aires y/o Barcelona, tenemos bandas, películas y libros de los que quizás no se sabía. Es cierto que algunos se van con autores cono-cidísimos como Houellebecq, pero también hay una peli desconocida en occidente porque es producto de una guerra injusta pero bien patrocinada, Underexposure. Del mismo modo pasamos de la simple reseña, nota casual o apreciación caprichosa, hasta la crítica especí�ca de una canción o un análisis paródico del tema del zombie, sin olvidar la crónica irónica que mira a Detroit, Caracas o Barcelona, con sospechas. Como si esto no fuera poco, se pueden conseguir las costumbres de diversas ciudades y el reclamo político, aunque esté �namente hilado en la reseña de productos culturales (ya me salió lo académico).

En conclusión, en Núdel hay espacio para todo y para todos. Lo que tiene en sus manos… ¿qué manos? Lo que el lector tiene en la pantalla de su computadora (u ordenador depende de dónde seas) es la compilación de los variados artículos que hemos venido publicando en este medio año de vida. Esperamos que disfruten del contenido, de la presentación, de las fotos y del tono aparentemente ligero que permea la revista. Sin más que decir (para aunque sea terminar con cierta formalidad), no tardo más esto y los dejo con nuestros articulistas. Suyísimo… ¿qué coño? A leer.

Víctor Alarcón

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Revista Núdel 2012Coordinación y edifción:

Víctor Alarcón

Diseño y diagramación:

Adolfo Roig

Primera edición: marzo de 2013

Revista Núdel

Barcelona, España

revistanudel.com

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Por Hanan H. Jasim @Shehrazade

No se olviden de votar

¡Oye, Sinatra!¡Oye, Sinatra!He is not coming to townHe is not coming to town

Ya es casi una norma que hay que reconocer: lo que sucede universalmente, sucede distinto en Bagdad. Gracias a la absurdez de las condiciones de vida, las sobre e infrahumanas, los iraquíes han sido siempre capaces de burlarse de lo común, lo establecido porque sí y lo universal, conformándose, pues, con “esto es lo que hay” pero al estilo de los “Amigos Invisibles”. Los Iraquíes –y hay que especi�car que estamos hablando de la gente que nace, trabaja y muere en y por Iraq, del pueblo y no de los políticos ni los periodistas ni de los intelectu-ales ni los huevones que están en la tele por haber inventado la escoba o el agua tibia– han sido los primeros en olvidarse de la invasión del 2003 con todas sus

causas y efectos porque había que buscar agua y comida y cerrar bien las puertas y las ventanas para que no entren las guerrillas sean quien sean ¡si eso fuera posible! Han sido los primeros en olvidar la muerte de Saddam Hussein y la de Bin Laden. También, son los primeros y los únicos a quienes no les importaba que los Estados Unidos tenga un presidente negro. Son los únicos que se las soplaba el calendario Maya porque para ellos, hoy en día, la vida termina donde empieza y eso tampoco importa.

Así que, como pueden imaginar, el nacimiento del niñito Jesús y el �n de año en Bagdad no son grandes

eventos y aun así lo han vivido de forma bastante original. Para los iraquíes la mañana del 25 de diciembre de 2012 ha sido una mañana más que hay que sufrir y olvidar. Todos se han despertado para recibir el regalo que les mandó nuestro querido Papa Noel. Insisto, se le mandó en vez de trajo; Papa Noel no se atreve a pisar Bagdad, sobre todo con un regalo tan inmenso: el peor dilu-vio en treinta años donde el agua llegó a un metro de altura en algunas zonas de la ciudad. Murieron cuatro personas, se bloquearon todas las calles y la vida volvió a colapsarse por un día más. Aparte del diluvio, dos personas murieron en la huelga de hambre realizada por los prisioneros en la cárcel del Taji en el norte de Bagdad. Un tercero, dicen los médicos, está a punto de unirse a ellos. Esta es la segunda huelga de hambre en la misma cárcel este año, la primera

fue en agosto. La huelga fue realizada por varias quejas, por ejemplo, algunos prisioneros no saben por qué están detenidos, otros se quejan por el constante retraso de sus juicios, otros se quejan por los maltratos psicológicos. Así que Papa Noel, como suele ser con los buenos, ha sido bien generoso con los iraquíes este año.

Y mientras esperando a que el agua se seque en las calles, algu-nos están pegados a las redes sociales publicando fotos y burlándose de la situación. Otros llegaron a la conclusión de que las elecciones son un chiste malo ante el agua que llena sus come-dores y estropea sus neveras y televisores. Otros todavía pen-sando en dónde van a meter esa agua que entró en sus casas. Pero a nadie se le ocurre pensar que el 2013 puede ir mejor.

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Ya es casi una norma que hay que reconocer: lo que sucede universalmente, sucede distinto en Bagdad. Gracias a la absurdez de las condiciones de vida, las sobre e infrahumanas, los iraquíes han sido siempre capaces de burlarse de lo común, lo establecido porque sí y lo universal, conformándose, pues, con “esto es lo que hay” pero al estilo de los “Amigos Invisibles”. Los Iraquíes –y hay que especi�car que estamos hablando de la gente que nace, trabaja y muere en y por Iraq, del pueblo y no de los políticos ni los periodistas ni de los intelectu-ales ni los huevones que están en la tele por haber inventado la escoba o el agua tibia– han sido los primeros en olvidarse de la invasión del 2003 con todas sus

causas y efectos porque había que buscar agua y comida y cerrar bien las puertas y las ventanas para que no entren las guerrillas sean quien sean ¡si eso fuera posible! Han sido los primeros en olvidar la muerte de Saddam Hussein y la de Bin Laden. También, son los primeros y los únicos a quienes no les importaba que los Estados Unidos tenga un presidente negro. Son los únicos que se las soplaba el calendario Maya porque para ellos, hoy en día, la vida termina donde empieza y eso tampoco importa.

Así que, como pueden imaginar, el nacimiento del niñito Jesús y el �n de año en Bagdad no son grandes

Aparte del diluvio, dos personas murieron. . .

eventos y aun así lo han vivido de forma bastante original. Para los iraquíes la mañana del 25 de diciembre de 2012 ha sido una mañana más que hay que sufrir y olvidar. Todos se han despertado para recibir el regalo que les mandó nuestro querido Papa Noel. Insisto, se le mandó en vez de trajo; Papa Noel no se atreve a pisar Bagdad, sobre todo con un regalo tan inmenso: el peor dilu-vio en treinta años donde el agua llegó a un metro de altura en algunas zonas de la ciudad. Murieron cuatro personas, se bloquearon todas las calles y la vida volvió a colapsarse por un día más. Aparte del diluvio, dos personas murieron en la huelga de hambre realizada por los prisioneros en la cárcel del Taji en el norte de Bagdad. Un tercero, dicen los médicos, está a punto de unirse a ellos. Esta es la segunda huelga de hambre en la misma cárcel este año, la primera

fue en agosto. La huelga fue realizada por varias quejas, por ejemplo, algunos prisioneros no saben por qué están detenidos, otros se quejan por el constante retraso de sus juicios, otros se quejan por los maltratos psicológicos. Así que Papa Noel, como suele ser con los buenos, ha sido bien generoso con los iraquíes este año.

Y mientras esperando a que el agua se seque en las calles, algu-nos están pegados a las redes sociales publicando fotos y burlándose de la situación. Otros llegaron a la conclusión de que las elecciones son un chiste malo ante el agua que llena sus come-dores y estropea sus neveras y televisores. Otros todavía pen-sando en dónde van a meter esa agua que entró en sus casas. Pero a nadie se le ocurre pensar que el 2013 puede ir mejor.

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Por rebeca Fernandez@rebeconia

BalassobreCampusMartinus

BalassobreCampusMartinus

Llega la víspera de la Noche Vieja y usted se prepara para celebrarlo a lo grande en la ciudad con peor fama de los Estados Unidos: Detroit, Michi-gan.

Alguna vez gran meca de la industria del automóvil y prim-era promotora de la clase media obrera de los años 50, Detroit es hoy una urbe fantasma llena de edi�cios abandonados, en cuyas calles se pasean altos ejecutivos, obreros industriales, artistas, y mendigos.

Antes de salir se asegura de que cuenta con el calzado y ropa apropiada para afrontar los cálidos -3 grados centígrados y la incesante nevada que lo acom-pañarán toda la noche. Agarra su pistola, se asegura de que esté cargada y la coloca en la funda que lleva entre el segundo y tercer abrigo.

No hay tradición más popular en

Detroit que recibir el año nuevo a balazo limpio. Usted, como todo un “michigander” -orgul-loso de su libertad y devoto de la segunda enmienda de la Con-stitución de Estados Unidos- está preparado para, a medianoche, caerse a tiros con el futuro.

Sale de su casa y se monta en su Camaro coupe 2SS color amarillo rally. Prende el equipo de sonido y sube el volúmen al disco reco-pilatorio de éxitos de Motown Records. Decide hacer el recor-rido panorámico hacia el centro de la ciudad, así que toma la avenida Woodward a la altura de la Milla 14. Acompañado por la voz de Aretha Franklin recorre los elegantes barrios de Birming-ham, Royal Oak, Madison Heights y Ferndale.

Al llegar a la milla 8 cambia el disco por uno de Eminem y con las líricas diabólicas del único rapero blanco de Detroit comienza el descenso a los círcu-los de miseria infernal que rodean el centro de la ciudad.

A lo mejor en Highland Park se tropieza con una Block Party, donde el reverendo bautista y el vendedor de crack de la parro-quia comparten una taza de cidra caliente mientras ven a sus

desde una torre de aluminio de la famosa D luminiscente que representa a la gran ciudad de Detroit.

3, 2, 1… Cae la letra y usted abraza a su pareja del momento y le da un beso prolongado.

En ese momento estallan los fuegos arti�ciales y se oye en la plaza el tema “Don’t stop belivin’” de Journey. Usted entona la letra como si se tratara del himno nacional:

Just a small town girl, livin' in a lonely world

She took the midnight train goin' anywhere

Just a city boy, born and raised in south Detroit

He took the midnight train goin' anywhere

Sí, usted, como el chico de la canción, también sueña con irse de esta ciudad. Una urbe violenta, que ofrece escasas oportunidades a quienes se resisten a abandonarla.

Soñar es fácil, pero mejor aún es quedarse y luchar por el rescate de la ciudad donde nació el sueño Americano. Es entonces cuando saca su pistola, da dos tiros al aire y recita:

Don't stop believin'

Hold on to the feelin'

¡Feliz Año Detroit!

portentosas vecinas conto-nearse al ritmo de la música de Rihanna.

Llega al centro de la ciudad, deja su vehículo en uno de los cientos de terrenos valdíos que sirven de estacionamiento público en ocasión de �esta y comienza a caminar en dirección a Campus Martinus, el único parque de la ciudad.

El frío le carcome los huesos así que se detiene en el Bar The Dirty Trick y pide una Badass Beer. Desde la barra puede observar la multitud que sube y baja por la avenida Woodward. Algunos pasaran su noche en el Resolution Ball, que todos los años se celebra en el Filmore Theatre, otros la pasarán escu-chando música R&B y riendo con los chistes del comediante Mike Epps en el teatro de al lado: The Fox.

Termina su cerveza y se lanza nuevamente a la calle. Al llegar a Campus Martinus busca el carro de comida de Joe Dag’s, donde un grupo de tragaldabas partici-pará en una competencia de comer albóndigas. La salsa napolitana que resbala de las mejillas del más glotón de los competidores le recuerda que aún no ha cenado, así que usted encamina sus pasos a Lafayette’s y engulle un Coney Dog junto a una ración de Chilli Cheese Fries.

Son las 11:30pm, así que el resto del tiempo lo dedica a conseguir a alguien con quien compartir el tradicional beso de medianoche. Supongamos que usted logra capturar la atención de algún ser humano gracias más a su físico y encantadora personalidad que al aliento a cebolla rallada que le dejó el Coney. Entonces, usted y su pareja de la noche proceden inmediatamente a acomodarse en un lugar de la plaza Compu-ware desde donde se pueda apreciar la caída cronometrada

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Llega la víspera de la Noche Vieja y usted se prepara para celebrarlo a lo grande en la ciudad con peor fama de los Estados Unidos: Detroit, Michi-gan.

Alguna vez gran meca de la industria del automóvil y prim-era promotora de la clase media obrera de los años 50, Detroit es hoy una urbe fantasma llena de edi�cios abandonados, en cuyas calles se pasean altos ejecutivos, obreros industriales, artistas, y mendigos.

Antes de salir se asegura de que cuenta con el calzado y ropa apropiada para afrontar los cálidos -3 grados centígrados y la incesante nevada que lo acom-pañarán toda la noche. Agarra su pistola, se asegura de que esté cargada y la coloca en la funda que lleva entre el segundo y tercer abrigo.

No hay tradición más popular en

Detroit que recibir el año nuevo a balazo limpio. Usted, como todo un “michigander” -orgul-loso de su libertad y devoto de la segunda enmienda de la Con-stitución de Estados Unidos- está preparado para, a medianoche, caerse a tiros con el futuro.

Sale de su casa y se monta en su Camaro coupe 2SS color amarillo rally. Prende el equipo de sonido y sube el volúmen al disco reco-pilatorio de éxitos de Motown Records. Decide hacer el recor-rido panorámico hacia el centro de la ciudad, así que toma la avenida Woodward a la altura de la Milla 14. Acompañado por la voz de Aretha Franklin recorre los elegantes barrios de Birming-ham, Royal Oak, Madison Heights y Ferndale.

Al llegar a la milla 8 cambia el disco por uno de Eminem y con las líricas diabólicas del único rapero blanco de Detroit comienza el descenso a los círcu-los de miseria infernal que rodean el centro de la ciudad.

A lo mejor en Highland Park se tropieza con una Block Party, donde el reverendo bautista y el vendedor de crack de la parro-quia comparten una taza de cidra caliente mientras ven a sus

desde una torre de aluminio de la famosa D luminiscente que representa a la gran ciudad de Detroit.

3, 2, 1… Cae la letra y usted abraza a su pareja del momento y le da un beso prolongado.

En ese momento estallan los fuegos arti�ciales y se oye en la plaza el tema “Don’t stop belivin’” de Journey. Usted entona la letra como si se tratara del himno nacional:

Just a small town girl, livin' in a lonely world

She took the midnight train goin' anywhere

Just a city boy, born and raised in south Detroit

He took the midnight train goin' anywhere

Sí, usted, como el chico de la canción, también sueña con irse de esta ciudad. Una urbe violenta, que ofrece escasas oportunidades a quienes se resisten a abandonarla.

Soñar es fácil, pero mejor aún es quedarse y luchar por el rescate de la ciudad donde nació el sueño Americano. Es entonces cuando saca su pistola, da dos tiros al aire y recita:

Don't stop believin'

Hold on to the feelin'

¡Feliz Año Detroit!

portentosas vecinas conto-nearse al ritmo de la música de Rihanna.

Llega al centro de la ciudad, deja su vehículo en uno de los cientos de terrenos valdíos que sirven de estacionamiento público en ocasión de �esta y comienza a caminar en dirección a Campus Martinus, el único parque de la ciudad.

El frío le carcome los huesos así que se detiene en el Bar The Dirty Trick y pide una Badass Beer. Desde la barra puede observar la multitud que sube y baja por la avenida Woodward. Algunos pasaran su noche en el Resolution Ball, que todos los años se celebra en el Filmore Theatre, otros la pasarán escu-chando música R&B y riendo con los chistes del comediante Mike Epps en el teatro de al lado: The Fox.

Termina su cerveza y se lanza nuevamente a la calle. Al llegar a Campus Martinus busca el carro de comida de Joe Dag’s, donde un grupo de tragaldabas partici-pará en una competencia de comer albóndigas. La salsa napolitana que resbala de las mejillas del más glotón de los competidores le recuerda que aún no ha cenado, así que usted encamina sus pasos a Lafayette’s y engulle un Coney Dog junto a una ración de Chilli Cheese Fries.

Son las 11:30pm, así que el resto del tiempo lo dedica a conseguir a alguien con quien compartir el tradicional beso de medianoche. Supongamos que usted logra capturar la atención de algún ser humano gracias más a su físico y encantadora personalidad que al aliento a cebolla rallada que le dejó el Coney. Entonces, usted y su pareja de la noche proceden inmediatamente a acomodarse en un lugar de la plaza Compu-ware desde donde se pueda apreciar la caída cronometrada

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Llega la víspera de la Noche Vieja y usted se prepara para celebrarlo a lo grande en la ciudad con peor fama de los Estados Unidos: Detroit, Michi-gan.

Alguna vez gran meca de la industria del automóvil y prim-era promotora de la clase media obrera de los años 50, Detroit es hoy una urbe fantasma llena de edi�cios abandonados, en cuyas calles se pasean altos ejecutivos, obreros industriales, artistas, y mendigos.

Antes de salir se asegura de que cuenta con el calzado y ropa apropiada para afrontar los cálidos -3 grados centígrados y la incesante nevada que lo acom-pañarán toda la noche. Agarra su pistola, se asegura de que esté cargada y la coloca en la funda que lleva entre el segundo y tercer abrigo.

No hay tradición más popular en

Detroit que recibir el año nuevo a balazo limpio. Usted, como todo un “michigander” -orgul-loso de su libertad y devoto de la segunda enmienda de la Con-stitución de Estados Unidos- está preparado para, a medianoche, caerse a tiros con el futuro.

Sale de su casa y se monta en su Camaro coupe 2SS color amarillo rally. Prende el equipo de sonido y sube el volúmen al disco reco-pilatorio de éxitos de Motown Records. Decide hacer el recor-rido panorámico hacia el centro de la ciudad, así que toma la avenida Woodward a la altura de la Milla 14. Acompañado por la voz de Aretha Franklin recorre los elegantes barrios de Birming-ham, Royal Oak, Madison Heights y Ferndale.

Al llegar a la milla 8 cambia el disco por uno de Eminem y con las líricas diabólicas del único rapero blanco de Detroit comienza el descenso a los círcu-los de miseria infernal que rodean el centro de la ciudad.

A lo mejor en Highland Park se tropieza con una Block Party, donde el reverendo bautista y el vendedor de crack de la parro-quia comparten una taza de cidra caliente mientras ven a sus

desde una torre de aluminio de la famosa D luminiscente que representa a la gran ciudad de Detroit.

3, 2, 1… Cae la letra y usted abraza a su pareja del momento y le da un beso prolongado.

En ese momento estallan los fuegos arti�ciales y se oye en la plaza el tema “Don’t stop belivin’” de Journey. Usted entona la letra como si se tratara del himno nacional:

Just a small town girl, livin' in a lonely world

She took the midnight train goin' anywhere

Just a city boy, born and raised in south Detroit

He took the midnight train goin' anywhere

Sí, usted, como el chico de la canción, también sueña con irse de esta ciudad. Una urbe violenta, que ofrece escasas oportunidades a quienes se resisten a abandonarla.

Soñar es fácil, pero mejor aún es quedarse y luchar por el rescate de la ciudad donde nació el sueño Americano. Es entonces cuando saca su pistola, da dos tiros al aire y recita:

Don't stop believin'

Hold on to the feelin'

¡Feliz Año Detroit!

portentosas vecinas conto-nearse al ritmo de la música de Rihanna.

Llega al centro de la ciudad, deja su vehículo en uno de los cientos de terrenos valdíos que sirven de estacionamiento público en ocasión de �esta y comienza a caminar en dirección a Campus Martinus, el único parque de la ciudad.

El frío le carcome los huesos así que se detiene en el Bar The Dirty Trick y pide una Badass Beer. Desde la barra puede observar la multitud que sube y baja por la avenida Woodward. Algunos pasaran su noche en el Resolution Ball, que todos los años se celebra en el Filmore Theatre, otros la pasarán escu-chando música R&B y riendo con los chistes del comediante Mike Epps en el teatro de al lado: The Fox.

Termina su cerveza y se lanza nuevamente a la calle. Al llegar a Campus Martinus busca el carro de comida de Joe Dag’s, donde un grupo de tragaldabas partici-pará en una competencia de comer albóndigas. La salsa napolitana que resbala de las mejillas del más glotón de los competidores le recuerda que aún no ha cenado, así que usted encamina sus pasos a Lafayette’s y engulle un Coney Dog junto a una ración de Chilli Cheese Fries.

Son las 11:30pm, así que el resto del tiempo lo dedica a conseguir a alguien con quien compartir el tradicional beso de medianoche. Supongamos que usted logra capturar la atención de algún ser humano gracias más a su físico y encantadora personalidad que al aliento a cebolla rallada que le dejó el Coney. Entonces, usted y su pareja de la noche proceden inmediatamente a acomodarse en un lugar de la plaza Compu-ware desde donde se pueda apreciar la caída cronometrada

Page 11: Revistanudel 2012

Llega la víspera de la Noche Vieja y usted se prepara para celebrarlo a lo grande en la ciudad con peor fama de los Estados Unidos: Detroit, Michi-gan.

Alguna vez gran meca de la industria del automóvil y prim-era promotora de la clase media obrera de los años 50, Detroit es hoy una urbe fantasma llena de edi�cios abandonados, en cuyas calles se pasean altos ejecutivos, obreros industriales, artistas, y mendigos.

Antes de salir se asegura de que cuenta con el calzado y ropa apropiada para afrontar los cálidos -3 grados centígrados y la incesante nevada que lo acom-pañarán toda la noche. Agarra su pistola, se asegura de que esté cargada y la coloca en la funda que lleva entre el segundo y tercer abrigo.

No hay tradición más popular en

Detroit que recibir el año nuevo a balazo limpio. Usted, como todo un “michigander” -orgul-loso de su libertad y devoto de la segunda enmienda de la Con-stitución de Estados Unidos- está preparado para, a medianoche, caerse a tiros con el futuro.

Sale de su casa y se monta en su Camaro coupe 2SS color amarillo rally. Prende el equipo de sonido y sube el volúmen al disco reco-pilatorio de éxitos de Motown Records. Decide hacer el recor-rido panorámico hacia el centro de la ciudad, así que toma la avenida Woodward a la altura de la Milla 14. Acompañado por la voz de Aretha Franklin recorre los elegantes barrios de Birming-ham, Royal Oak, Madison Heights y Ferndale.

Al llegar a la milla 8 cambia el disco por uno de Eminem y con las líricas diabólicas del único rapero blanco de Detroit comienza el descenso a los círcu-los de miseria infernal que rodean el centro de la ciudad.

A lo mejor en Highland Park se tropieza con una Block Party, donde el reverendo bautista y el vendedor de crack de la parro-quia comparten una taza de cidra caliente mientras ven a sus

desde una torre de aluminio de la famosa D luminiscente que representa a la gran ciudad de Detroit.

3, 2, 1… Cae la letra y usted abraza a su pareja del momento y le da un beso prolongado.

En ese momento estallan los fuegos arti�ciales y se oye en la plaza el tema “Don’t stop belivin’” de Journey. Usted entona la letra como si se tratara del himno nacional:

Just a small town girl, livin' in a lonely world

She took the midnight train goin' anywhere

Just a city boy, born and raised in south Detroit

He took the midnight train goin' anywhere

Sí, usted, como el chico de la canción, también sueña con irse de esta ciudad. Una urbe violenta, que ofrece escasas oportunidades a quienes se resisten a abandonarla.

Soñar es fácil, pero mejor aún es quedarse y luchar por el rescate de la ciudad donde nació el sueño Americano. Es entonces cuando saca su pistola, da dos tiros al aire y recita:

Don't stop believin'

Hold on to the feelin'

¡Feliz Año Detroit!

portentosas vecinas conto-nearse al ritmo de la música de Rihanna.

Llega al centro de la ciudad, deja su vehículo en uno de los cientos de terrenos valdíos que sirven de estacionamiento público en ocasión de �esta y comienza a caminar en dirección a Campus Martinus, el único parque de la ciudad.

El frío le carcome los huesos así que se detiene en el Bar The Dirty Trick y pide una Badass Beer. Desde la barra puede observar la multitud que sube y baja por la avenida Woodward. Algunos pasaran su noche en el Resolution Ball, que todos los años se celebra en el Filmore Theatre, otros la pasarán escu-chando música R&B y riendo con los chistes del comediante Mike Epps en el teatro de al lado: The Fox.

Termina su cerveza y se lanza nuevamente a la calle. Al llegar a Campus Martinus busca el carro de comida de Joe Dag’s, donde un grupo de tragaldabas partici-pará en una competencia de comer albóndigas. La salsa napolitana que resbala de las mejillas del más glotón de los competidores le recuerda que aún no ha cenado, así que usted encamina sus pasos a Lafayette’s y engulle un Coney Dog junto a una ración de Chilli Cheese Fries.

Son las 11:30pm, así que el resto del tiempo lo dedica a conseguir a alguien con quien compartir el tradicional beso de medianoche. Supongamos que usted logra capturar la atención de algún ser humano gracias más a su físico y encantadora personalidad que al aliento a cebolla rallada que le dejó el Coney. Entonces, usted y su pareja de la noche proceden inmediatamente a acomodarse en un lugar de la plaza Compu-ware desde donde se pueda apreciar la caída cronometrada

Por Hanan H. Jasim @Shehrazade

La Haya:La Haya:soledadesde Nocheviejasoledadesde Nochevieja

Toda ciudad tiene sus sombras. Un sabio alguna vez dijo que el sentido –aunque no haya sólo uno- de las cosas grandes está en los detalles más milimé-tricos, en lo casi invisible, en los lugares menos pisados o donde haya menos ojos contemplando. Por esa razón, considero que las deslumbrantes mega�estas de �n de año esconden en sus sombras varias realidades no visitadas que asignan nuevos sentidos a las grandes ciudades del mundo. La Haya no es ninguna excep-ción.Junto a sus fuegos arti�ciales que empiezan desde el mediodía, los saltos de alegría de sus ciudadanos borrachos, resulta que es un ritual quemar los árboles de navidad que decoraban las casas en las últimas dos semanas del año. Así, cada calle o cada barrio tenía ayer un enorme fuego rodeado con los y las jóvenes del barrio. También, es elemental tener enormes fuegos y grupos de borrachos en la playa a pesar de la lluvia y el frío. Una de las cosas curiosas que había en la �esta urbana era el autocar �estero, que se resume en que los jóvenes de las clases más humildes colaboran entre todos para alquilar un autocar con su propio cantante y micrófono. Este autocar lleva los jóvenes y su rumba durante la noche a varias ciudades hasta que les gane el cansancio, el sueño o la salida del sol cuando algu-nos saludan el año nuevo durmiendo mientras otros se echan un baño helado en el mar.Pero en otras casas de la misma ciudad, y hay que señalar que no son pocas, quedaba otra clase de �esta; quedaba la �esta de la nostalgia donde los holande-ses que inmigraron a La Haya hace años participaron en los fuegos arti�ciales sonriendo, recordando aquellos que viven en ciudades donde los fuegos no son arti�ciales y los petardos tienen otro nombre. Había familias ante las parabólicas buscando las �estas olvidadas en sus países de origen tratando de disimular la pena y unir las soledades con los conocidos para montarse una �esta con sonrisas de cortesía y canciones del pasado. Contando así un número más, asumiendo una arruga más y con�rmándose, pues, con el paso del tiempo. También se cuenta el caso de una señora que en medio de su euforia �estera se fue hasta el portal del Palacio de la Paz donde reside la Corte Internacional de Justicia para escupirle en la cara por haber pasado un año más con su cómico papel de man-tener la justicia internacional.Tenía razón aquel sabio, en las sombras de las ciudades existe la deslumbrante soledad de todos. Desde el aeropuerto, desde el autocar �estero, desde la playa, desde el fuego de los barrios rodeado por solteros y botellas de vodka, desde la mirada y las manos de los amigos en exilio, desde la saliva pegada al portal del palacio de la paz y desde las pocas letras que te llegan en un sms a las cuatro de la primera madrugada del año se ve el aliento agitado de las almas que corren buscando tu compañía.

Page 12: Revistanudel 2012

las �estas pasaron a celebrarse por duplicado como, por ejem-plo, el Año Nuevo Viejo. Por eso, a pesar de que en la actualidad el 13 de Enero es un día laborable más, la mayoría de rusos celebran otra vez el Fin de Año y aprovechan este día para reunirse con los amigos y la familia, comer, beber vodka y divertirse una vez más... a riesgo de ir al trabajo al día siguiente con una resaca monumental en el mejor de los casos.

Por laura morales http://nyuans.wordpress.com/

Fin de año en MoscúFin de año en Moscú

–Quiero ver el �n del año contigo– dice Galia a su prometido, Zhenia, en la famo-sísima película soviética “La ironía del destino o goce de su baño”. Esta película se retrans-mite desde el año de su estreno, hace ya cuatro lustros, cada día 1 de Enero en las televisiones de todos los países que formaban la URSS.

A pesar de que la caída del régi-men comunista queda ya lejos y que los rusos han recuperado su religiosidad, el Año Nuevo sigue siendo la celebración por exce-lencia, muy por encima de la Navidad ortodoxa, que se celebra el 7 de Enero.

El Año Nuevo es una ocasión especial para reunirse en casa con toda la familia y preparar una gran cena donde nunca puede faltar la ensalada “Olivier”: lo que conocemos en el mundo hispano como “ensaladilla rusa”. La noche del 31 de Diciembre el Papá Noel ruso, llamado “abuelo de hielo” y su ayudante, la “princ-esa de la nieve” llevan regalos a todos los niños de Rusia. Los mayores también intercambian regalos con sus seres queridos y es una noche ideal para pensar en el pasado, el presente y el futuro. Los rusos, un pueblo muy

sentimental y dado a la re�exión y la �losofía, aprovechan esta noche mágica para volver sus ojos al interior y pensar en sus más profundos deseos para el próximo año. Mientas oyen las doce campanadas de Fin de Año en la televisión, escriben ese deseo en un papelito, lo queman y beben las cenizas sumergidas en champán. El ritual debe �nalizarse antes de la última campanada para que se cumpla el deseo. Mucha gente se prepara y piensa el deseo que escribirán durante varios meses antes del Fin de Año. Después brindan, se felicitan los unos a otros, bailan, cantan, juegan y beben vodka durante toda la noche.

El día 1 de Enero se sufre una gran resaca nacional pero la �esta todavía no ha terminado... el día 13 de Enero es Fin de Año otra vez. En Rusia ha habido dos calendarios a lo largo de la histo-ria: actualmente usan el gregori-ano, como en toda Europa, pero antes de la Revolución usaban el calendario Juliano. Después del cambio de calendario muchas de

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Toda ciudad tiene sus sombras. Un sabio alguna vez dijo que el sentido –aunque no haya sólo uno- de las cosas grandes está en los detalles más milimé-tricos, en lo casi invisible, en los lugares menos pisados o donde haya menos ojos contemplando. Por esa razón, considero que las deslumbrantes mega�estas de �n de año esconden en sus sombras varias realidades no visitadas que asignan nuevos sentidos a las grandes ciudades del mundo. La Haya no es ninguna excep-ción.Junto a sus fuegos arti�ciales que empiezan desde el mediodía, los saltos de alegría de sus ciudadanos borrachos, resulta que es un ritual quemar los árboles de navidad que decoraban las casas en las últimas dos semanas del año. Así, cada calle o cada barrio tenía ayer un enorme fuego rodeado con los y las jóvenes del barrio. También, es elemental tener enormes fuegos y grupos de borrachos en la playa a pesar de la lluvia y el frío. Una de las cosas curiosas que había en la �esta urbana era el autocar �estero, que se resume en que los jóvenes de las clases más humildes colaboran entre todos para alquilar un autocar con su propio cantante y micrófono. Este autocar lleva los jóvenes y su rumba durante la noche a varias ciudades hasta que les gane el cansancio, el sueño o la salida del sol cuando algu-nos saludan el año nuevo durmiendo mientras otros se echan un baño helado en el mar.Pero en otras casas de la misma ciudad, y hay que señalar que no son pocas, quedaba otra clase de �esta; quedaba la �esta de la nostalgia donde los holande-ses que inmigraron a La Haya hace años participaron en los fuegos arti�ciales sonriendo, recordando aquellos que viven en ciudades donde los fuegos no son arti�ciales y los petardos tienen otro nombre. Había familias ante las parabólicas buscando las �estas olvidadas en sus países de origen tratando de disimular la pena y unir las soledades con los conocidos para montarse una �esta con sonrisas de cortesía y canciones del pasado. Contando así un número más, asumiendo una arruga más y con�rmándose, pues, con el paso del tiempo. También se cuenta el caso de una señora que en medio de su euforia �estera se fue hasta el portal del Palacio de la Paz donde reside la Corte Internacional de Justicia para escupirle en la cara por haber pasado un año más con su cómico papel de man-tener la justicia internacional.Tenía razón aquel sabio, en las sombras de las ciudades existe la deslumbrante soledad de todos. Desde el aeropuerto, desde el autocar �estero, desde la playa, desde el fuego de los barrios rodeado por solteros y botellas de vodka, desde la mirada y las manos de los amigos en exilio, desde la saliva pegada al portal del palacio de la paz y desde las pocas letras que te llegan en un sms a las cuatro de la primera madrugada del año se ve el aliento agitado de las almas que corren buscando tu compañía.

las �estas pasaron a celebrarse por duplicado como, por ejem-plo, el Año Nuevo Viejo. Por eso, a pesar de que en la actualidad el 13 de Enero es un día laborable más, la mayoría de rusos celebran otra vez el Fin de Año y aprovechan este día para reunirse con los amigos y la familia, comer, beber vodka y divertirse una vez más... a riesgo de ir al trabajo al día siguiente con una resaca monumental en el mejor de los casos.

–Quiero ver el �n del año contigo– dice Galia a su prometido, Zhenia, en la famo-sísima película soviética “La ironía del destino o goce de su baño”. Esta película se retrans-mite desde el año de su estreno, hace ya cuatro lustros, cada día 1 de Enero en las televisiones de todos los países que formaban la URSS.

A pesar de que la caída del régi-men comunista queda ya lejos y que los rusos han recuperado su religiosidad, el Año Nuevo sigue siendo la celebración por exce-lencia, muy por encima de la Navidad ortodoxa, que se celebra el 7 de Enero.

El Año Nuevo es una ocasión especial para reunirse en casa con toda la familia y preparar una gran cena donde nunca puede faltar la ensalada “Olivier”: lo que conocemos en el mundo hispano como “ensaladilla rusa”. La noche del 31 de Diciembre el Papá Noel ruso, llamado “abuelo de hielo” y su ayudante, la “princ-esa de la nieve” llevan regalos a todos los niños de Rusia. Los mayores también intercambian regalos con sus seres queridos y es una noche ideal para pensar en el pasado, el presente y el futuro. Los rusos, un pueblo muy

sentimental y dado a la re�exión y la �losofía, aprovechan esta noche mágica para volver sus ojos al interior y pensar en sus más profundos deseos para el próximo año. Mientas oyen las doce campanadas de Fin de Año en la televisión, escriben ese deseo en un papelito, lo queman y beben las cenizas sumergidas en champán. El ritual debe �nalizarse antes de la última campanada para que se cumpla el deseo. Mucha gente se prepara y piensa el deseo que escribirán durante varios meses antes del Fin de Año. Después brindan, se felicitan los unos a otros, bailan, cantan, juegan y beben vodka durante toda la noche.

El día 1 de Enero se sufre una gran resaca nacional pero la �esta todavía no ha terminado... el día 13 de Enero es Fin de Año otra vez. En Rusia ha habido dos calendarios a lo largo de la histo-ria: actualmente usan el gregori-ano, como en toda Europa, pero antes de la Revolución usaban el calendario Juliano. Después del cambio de calendario muchas de

Новым годом! ¡Feliz Año Nuevo!

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festival y tiene un par más rodando por internet. Mata tigres de camarógrafo para un crew alemán, obsesionado con las montañas de Monserrat y Tarragona.

El trabajo que hay es poco y mal pagado. Se estiman unos 5.000.000 de desem-pleados cobrando el paro. Pero esto en nada altera el sueño universal de la Barce-lona moderna: meca de la bohemia y el veraneo. Toda la gente joven del mundo quiere tocarle las nalgas a la ciudad.

Por la noche, salimos con una panda de sudacas. Vemos el clásico Barça-Real Madrid en un bar irlandés y terminamos en un antro llamado Flasta�. Ra�aella Carrà, Los Rodríguez, Celia Cruz. Se vale todo dentro de la pachanga.

Movemos los esqueletos un rato. Calixto apenas bate los brazos en plan títere. Le da culillo bailar. Intelectual que se respete, no anda por ahí rumbeando. La más loba del grupo se va traqueteando las nalgas hasta la barra. Le pide al selec-tor una canción de Rodrigo, el astro fallecido de la cumbia villera.

Si ponen Maná me voy, avisa Calixto, que no sabía cómo irse de una vez sin quedar como un sapo aburrido. Todos bailamos imitando al gordo Fher cuando suena «Clavado en un bar», y Calixto �nalmente marca la milla.

Tres meses después, una amiga en común me informa que le va bien a nues-tro querido Calixto en los calores de Cagua. Ahora prepara una película, y adelanta el papeleo para pedir recursos al Estado.

Por hensli rahn @HensliRahn

postal debarcelonapostal debarcelonalisto calixtolisto calixto

Calixto tiene serias dudas sobre volver a Venezuela. Su papá tiene una casa con matas de aguacate en Cagua. También tiene una novia de la edad de Calixto, y llama a su único hijo para hacerle coco durante los meses de invierno: Estoy en la playa comiendo pescado con un culo al lado, ¿y tú?

Es el año 2012 en Barcelona y naufraga-mos en la peor crisis monetaria desde la Guerra Civil de 1936. La Unión Euro-pea se desmorona a pedazos. Tras las bancarrotas de Grecia, Irlanda y Portu-gal, sigue la de España, que necesita un salvavidas de 100.000 millones de euros, para re�otar en sus deudas.

Lo que da caga de volver es quedarse pegado. Son el tipo de cosas que se barajan en el CPU de Calixto. Y agrega, en caraqueño silvestre: El coñazo de plata necesario para salir de Venezuela no se reúne de un día para otro.

Me recuenta sus hallazgos. Manu Chao en un callejón del Barrio Gótico. La película en que Javier Bardem es jíbaro de El Raval. La casa en la playa por Villa Olímpica, donde dices una contraseña y adentro hay cervezas y gente tocando jazz bebop.

Calixto estrenó su documental en un

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festival y tiene un par más rodando por internet. Mata tigres de camarógrafo para un crew alemán, obsesionado con las montañas de Monserrat y Tarragona.

El trabajo que hay es poco y mal pagado. Se estiman unos 5.000.000 de desem-pleados cobrando el paro. Pero esto en nada altera el sueño universal de la Barce-lona moderna: meca de la bohemia y el veraneo. Toda la gente joven del mundo quiere tocarle las nalgas a la ciudad.

Por la noche, salimos con una panda de sudacas. Vemos el clásico Barça-Real Madrid en un bar irlandés y terminamos en un antro llamado Flasta�. Ra�aella Carrà, Los Rodríguez, Celia Cruz. Se vale todo dentro de la pachanga.

Movemos los esqueletos un rato. Calixto apenas bate los brazos en plan títere. Le da culillo bailar. Intelectual que se respete, no anda por ahí rumbeando. La más loba del grupo se va traqueteando las nalgas hasta la barra. Le pide al selec-tor una canción de Rodrigo, el astro fallecido de la cumbia villera.

Si ponen Maná me voy, avisa Calixto, que no sabía cómo irse de una vez sin quedar como un sapo aburrido. Todos bailamos imitando al gordo Fher cuando suena «Clavado en un bar», y Calixto �nalmente marca la milla.

Tres meses después, una amiga en común me informa que le va bien a nues-tro querido Calixto en los calores de Cagua. Ahora prepara una película, y adelanta el papeleo para pedir recursos al Estado.

Calixto tiene serias dudas sobre volver a Venezuela. Su papá tiene una casa con matas de aguacate en Cagua. También tiene una novia de la edad de Calixto, y llama a su único hijo para hacerle coco durante los meses de invierno: Estoy en la playa comiendo pescado con un culo al lado, ¿y tú?

Es el año 2012 en Barcelona y naufraga-mos en la peor crisis monetaria desde la Guerra Civil de 1936. La Unión Euro-pea se desmorona a pedazos. Tras las bancarrotas de Grecia, Irlanda y Portu-gal, sigue la de España, que necesita un salvavidas de 100.000 millones de euros, para re�otar en sus deudas.

Lo que da caga de volver es quedarse pegado. Son el tipo de cosas que se barajan en el CPU de Calixto. Y agrega, en caraqueño silvestre: El coñazo de plata necesario para salir de Venezuela no se reúne de un día para otro.

Me recuenta sus hallazgos. Manu Chao en un callejón del Barrio Gótico. La película en que Javier Bardem es jíbaro de El Raval. La casa en la playa por Villa Olímpica, donde dices una contraseña y adentro hay cervezas y gente tocando jazz bebop.

Calixto estrenó su documental en un

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Por Ricardo Ramírez @maqroll30

la culturacomo escapela culturacomo escape

Internacional de la Poesía, el Festi-val Internacional de Teatro, los Festi-vales de Cine, conformaban la cotidianidad de nuestra ciudad. Caracas era un espacio que se despedía de Sabana Grande, pero todavía vivía en esta zona, en térmi-nos culturales. Su epicentro se encontraba en la zona de los Museos, entre las estaciones de Metro de Bellas Artes y Colegio de Ingenieros. Es decir, la vida cultural de la ciudad podía reunir a personas de todas partes de la ciudad, por

encontrarse en pleno centro de la misma.

Para mi generación, la cultura podía ser cotidiana: despedías diciembre y empezaban los Festivales de Cine. Luego, cerca de Semana Santa el de Teatro. Antes de las vacaciones, la Feria del Libro, y cerca, la Semana Internacional de la Poesía. Es decir, nuestra formación estaba en la ciudad, no fuera de ella.

Hoy en día soy profesor de Literatura en la Escuela de Letras, en donde estudié. He entendido que este espacio fue refugio (y sigue siéndolo) de mucha gente en una década que inauguraba algo que no queríamos ver: la violencia. El �n de un mundo y el comienzo de otro en un nuevo siglo.

Hoy en día la cultura es un espa-cio de escape, casi un grito, de una realidad que se hace cada

día más insoportable.

Pero también, aquellos que formamos parte de la gener-ación de los noventa, sabemos que esta ciudad no es tan vil como se pinta, que puede suavizarse, seducirse y hacer de ella un espacio de resistencia ante los avances de la barbarie colectiva.

La cultura, en Venezuela, pero especí�camente en Caracas, es resistencia: esa bisagra entre la cotidianidad y el escape de nosotros mismos. Entre un muchacho que busca ser guiado en sus lecturas y en su escritura, y el profesor que busca dar a sus alumnos un espacio en donde puedan respirar: en las páginas de un libro. Y que algún día, vean en ese libro, un re�ejo de la reali-dad que merece ser interpre-tada.

Cuando decidí estudiar Letras, no tenía todavía muy claro en qué consistía la carrera. Sé que necesitaba ordenar mis lecturas, acompañarlas con crite-rios que me guiaran, y hacer algo en términos profesionales en un área en la que me sentía compe-tente: la cultura. En algún momento de la carrera, me di cuenta de que en verdad buscaba respuestas. Respuestas en cuanto a mi escritura, mi poesía. Buscaba leer siendo guiado, más que formarme profesionalmente. Hacia el �nal de la carrera, por razones labo-rales, por supuesto, esto cambió, pero al principio no era así.

Vengo de una generación que se formó en los años noventa, es decir, en la última década del siglo XX. Esta década inauguró la caída del comunismo en Europa, el surgimiento de la Unión Euro-pea, del Neoliberalismo (en términos globales y regionales) y la debacle de un sistema político en nuestro país. Es decir, mi ado-lescencia ocurrió en tiempos de crisis, y en esos tiempos la capacidad creativa suele aumen-tar. Mi formación humana, artís-tica se dio en esta década, en donde el Rock en español alcanzó la gloria, la Semana

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Internacional de la Poesía, el Festi-val Internacional de Teatro, los Festi-vales de Cine, conformaban la cotidianidad de nuestra ciudad. Caracas era un espacio que se despedía de Sabana Grande, pero todavía vivía en esta zona, en térmi-nos culturales. Su epicentro se encontraba en la zona de los Museos, entre las estaciones de Metro de Bellas Artes y Colegio de Ingenieros. Es decir, la vida cultural de la ciudad podía reunir a personas de todas partes de la ciudad, por

encontrarse en pleno centro de la misma.

Para mi generación, la cultura podía ser cotidiana: despedías diciembre y empezaban los Festivales de Cine. Luego, cerca de Semana Santa el de Teatro. Antes de las vacaciones, la Feria del Libro, y cerca, la Semana Internacional de la Poesía. Es decir, nuestra formación estaba en la ciudad, no fuera de ella.

Hoy en día soy profesor de Literatura en la Escuela de Letras, en donde estudié. He entendido que este espacio fue refugio (y sigue siéndolo) de mucha gente en una década que inauguraba algo que no queríamos ver: la violencia. El �n de un mundo y el comienzo de otro en un nuevo siglo.

Hoy en día la cultura es un espa-cio de escape, casi un grito, de una realidad que se hace cada

día más insoportable.

Pero también, aquellos que formamos parte de la gener-ación de los noventa, sabemos que esta ciudad no es tan vil como se pinta, que puede suavizarse, seducirse y hacer de ella un espacio de resistencia ante los avances de la barbarie colectiva.

La cultura, en Venezuela, pero especí�camente en Caracas, es resistencia: esa bisagra entre la cotidianidad y el escape de nosotros mismos. Entre un muchacho que busca ser guiado en sus lecturas y en su escritura, y el profesor que busca dar a sus alumnos un espacio en donde puedan respirar: en las páginas de un libro. Y que algún día, vean en ese libro, un re�ejo de la reali-dad que merece ser interpre-tada.

Cuando decidí estudiar Letras, no tenía todavía muy claro en qué consistía la carrera. Sé que necesitaba ordenar mis lecturas, acompañarlas con crite-rios que me guiaran, y hacer algo en términos profesionales en un área en la que me sentía compe-tente: la cultura. En algún momento de la carrera, me di cuenta de que en verdad buscaba respuestas. Respuestas en cuanto a mi escritura, mi poesía. Buscaba leer siendo guiado, más que formarme profesionalmente. Hacia el �nal de la carrera, por razones labo-rales, por supuesto, esto cambió, pero al principio no era así.

Vengo de una generación que se formó en los años noventa, es decir, en la última década del siglo XX. Esta década inauguró la caída del comunismo en Europa, el surgimiento de la Unión Euro-pea, del Neoliberalismo (en términos globales y regionales) y la debacle de un sistema político en nuestro país. Es decir, mi ado-lescencia ocurrió en tiempos de crisis, y en esos tiempos la capacidad creativa suele aumen-tar. Mi formación humana, artís-tica se dio en esta década, en donde el Rock en español alcanzó la gloria, la Semana

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Por laura moraleshttp://nyuans.wordpress.com/

Del palaciodel puebloal Metro

2033

Del palaciodel puebloal Metro

2033

El metro de Moscú (Московский метрополитен) fue inaugurado el año 1935 con solo dos líneas – la roja y la verde. Hoy, con 305,5 kilómetros de vías y 12 líneas, el metro de Moscú es el tercero del mundo después de los de Nueva York y Londres. Y tras Seúl y Tokio es el que más pasajeros transporta a diario.

Este enorme monstruo no deja de crecer. El ayuntamiento de Moscú ha cambiado recientemente el mapa del metro dentro de los vagones para mostrar a los pasajeros las nuevas estaciones que ya se han empezado a construir.

Cuando se empezaron las obras de construc-ción del metro en 1931, Stalin a�rmó que debía ser el Palacio del Pueblo. En la época soviética, todas las personas eran iguales, pero algunos eran más parecidos que otros. En este caso, no era de extrañar que desde el principio corrieran rumores sobre otro Metro paralelo al Palacio del Pueblo.

Siempre han existido leyendas sobre un Moscú subterráneo independiente del Moscú visible. En esta ciudad doble del subsuelo hay muchos ríos y riachuelos canalizados, pasadizos subterráneos que conectaban palacios o incluso las diversas torres del Kremlin y permitían cruzar el río Moscova. Y todo esto no es leyenda, es histo-ria. Los diggers, una tribu que apareció durante la época soviética, tenían la inten-ción de explorar y reivindicar el Moscú subterráneo. Este grupo pretendía resta-blecer estos pasadizos teóricamente aban-donados o inutilizados y hacer visitas turísti-cas a través de ellos e incluso instalar un restaurante.

Por supuesto, en plena época espiacionista, sus intentos fueron vanos. Mientras, el poder soviético usaba los túneles y subterráneos de Moscú para sus propios intereses.

Se rumorea que debajo del antiguo edi�cio

de la KGB (hoy la Duma, sede central del Gobierno), en la plaza Lubianka, existe un amplio subterráneo donde en la época soviética tenían lugar las torturas. Es curioso notar que, precisamente, donde se unen las estaciones de metro Lubianka (línea roja) y Kuznetsky Most (línea violeta) sería un lugar ideal para conectar también la línea azul, que no tiene ninguna conexión con la violeta. Sin embargo, la línea azul no puede detenerse ahí. Ni siquiera hoy. Debería traspasar el misterioso y espeluznante subterráneo de la KGB. O lo que quiera que haya ahí debajo.

Ya en los primeros años de la época sovié-tica creció el rumor de que otros túneles secretos conectaban las líneas de metro o�ciales. Y, de hecho, los servicios de inteli-gencia estadounidenses documentaron que Stalin había comenzado a construir una línea paralela a la del metro o�cial. Este metro se conoce con el nombre de “Metro-2” (D6 en el código de la KGB) y fue terminado en los años 60. La extensión y el itinerario son todavía hoy un secreto de estado. Algunas suposiciones indican que la primera estación del Metro-2 está situada justo debajo del Kremlin y que se accede a ella desde un ascensor ubicado en él. El Metro-2, además, constaría de cuatro líneas que superan a las del Metro del Pueblo para conectar el Kremlin con cuatro puntos políticamente estratégicos fuera de Moscú.

La leyenda del Metro-2 no es una idea tan descabellada: se sabe –y no es leyenda– que Stalin tenía una línea “secreta”, una desviación de la línea azul, que le llevaba desde el Kremlin hasta su dacha (casa de campo) en Kuntsevo. Este secreto dejó de serlo cuando la línea personal de Stalin fue incorporada a la red urbana: así se creó la línea azul claro, que corre paralela a la azul oscuro.

Durante la Segunda Guerra Mundial esta-

ciones como Chistye Prudi se convirtieron en refugio antiaéreo para la población. En algunas de sus majestuosas salas y pasillos miles de perso-nas del Partido Comunista llevaban a cabo sus reuniones.

Cualquier pasajero atento es capaz de detectar en todas las estaciones de metro varias puertas y escaleras misteriosas. Probablemente detrás de esas puertas se encuentren algunas herramientas de seguridad o manten-imiento. El pasajero corriente no puede saberlo a ciencia cierta. Estas puer-tas secretas hacen volar nuestra fantasía y alimentan las leyendas del metro.

Estas historias sobre el mundo subterráneo han calado tanto en la población de Moscú que incluso han sido recogidas en el Best Seller de ciencia �cción, Metro 2033 de Dmitry Glukhovsky. La novela está ambien-tada en el Moscú del año 2033 donde ha habido una catástrofe nuclear y los únicos supervivientes son las personas que en aquel momento viajaban en metro o los que llegaron a tiempo hasta los pasadizos subter-ráneos. En la super�cie hay un Moscú destruido lleno de mutantes y de criaturas peligrosas y la vida se desarrolla en las estaciones, convertidas en ciudades-estado. Solamente los hombres más valientes, los Stalkers, pueden ir al exterior para recoger alguna información importante. Y, sobre todo, deben tener mucho cuidado de no mirar a las estrellas en las puntas de las torres del Kremlin o serían hipnotizados por su brillo y no volverían más a los pasadizos del metro.

El protagonista de la novela, el joven Artyom, debe viajar de ciudad en ciudad a través de los túneles (donde ya no hay trenes) para lograr su misión. Cada estación está gobernada por un régimen diferente desde nazis a comunistas pasando por religiosos sectarios; otras se dedican simplemente al comercio; algunas sufren las consecuencias de la radi-ación... Y, por supuesto, en todas ellas intentan detener al héroe e impedir el éxito de su misión. Además, los misteriosos seres que viven ahí arriba, intentan alcanzar el mundo de ahí abajo.

La novela alcanzó tanta popularidad que lanzaron un videojuego basado en ella, una segunda parte de la novela, llamada Metro 2034 y parece ser que una productora hollywoodiense compró los derechos para la película, que se estrenará en 2013.

Pero si te das un paseo por alguno de los kioscos de Moscú, es posible ver que el universo de Metro 2033 no tiene �n: la red bestsellerista metropoli-tana, a imagen de la red metropolitana misma, no deja de crecer. Y Gluk-hovsky se ha convertido en el creador de un género que numerosos autores han seguido. La mayoría de las historias de otros autores recrean las aventuras de diferentes Stalkers, los exploradores del mundo exterior. Estas historias, sin embargo, no se limitan a la ciudad de Moscú. Autores de toda Rusia han imaginado que la catástrofe nuclear ha arrasado todo el

país y los habitantes de sus ciudades (San Petersburgo, Rostov, Novosibirsk, Ekaterim-burgo, Kaliningrado...) se ocultan también en el mundo subterrá-neo. Las vías del Metro 2033 siguen creciendo y han empezado a conectar también a autores de diferentes países: es el movimiento conocido como Universe of Metro 2033. La radi-ación y la vida bajo tierra han llegado ya a numerosas ciudades de Italia y de Inglaterra y ame-naza con extenderse a otras ciudades Europeas. ¿Llegará también a vuestra ciudad?

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El metro de Moscú (Московский метрополитен) fue inaugurado el año 1935 con solo dos líneas – la roja y la verde. Hoy, con 305,5 kilómetros de vías y 12 líneas, el metro de Moscú es el tercero del mundo después de los de Nueva York y Londres. Y tras Seúl y Tokio es el que más pasajeros transporta a diario.

Este enorme monstruo no deja de crecer. El ayuntamiento de Moscú ha cambiado recientemente el mapa del metro dentro de los vagones para mostrar a los pasajeros las nuevas estaciones que ya se han empezado a construir.

Cuando se empezaron las obras de construc-ción del metro en 1931, Stalin a�rmó que debía ser el Palacio del Pueblo. En la época soviética, todas las personas eran iguales, pero algunos eran más parecidos que otros. En este caso, no era de extrañar que desde el principio corrieran rumores sobre otro Metro paralelo al Palacio del Pueblo.

Siempre han existido leyendas sobre un Moscú subterráneo independiente del Moscú visible. En esta ciudad doble del subsuelo hay muchos ríos y riachuelos canalizados, pasadizos subterráneos que conectaban palacios o incluso las diversas torres del Kremlin y permitían cruzar el río Moscova. Y todo esto no es leyenda, es histo-ria. Los diggers, una tribu que apareció durante la época soviética, tenían la inten-ción de explorar y reivindicar el Moscú subterráneo. Este grupo pretendía resta-blecer estos pasadizos teóricamente aban-donados o inutilizados y hacer visitas turísti-cas a través de ellos e incluso instalar un restaurante.

Por supuesto, en plena época espiacionista, sus intentos fueron vanos. Mientras, el poder soviético usaba los túneles y subterráneos de Moscú para sus propios intereses.

Se rumorea que debajo del antiguo edi�cio

de la KGB (hoy la Duma, sede central del Gobierno), en la plaza Lubianka, existe un amplio subterráneo donde en la época soviética tenían lugar las torturas. Es curioso notar que, precisamente, donde se unen las estaciones de metro Lubianka (línea roja) y Kuznetsky Most (línea violeta) sería un lugar ideal para conectar también la línea azul, que no tiene ninguna conexión con la violeta. Sin embargo, la línea azul no puede detenerse ahí. Ni siquiera hoy. Debería traspasar el misterioso y espeluznante subterráneo de la KGB. O lo que quiera que haya ahí debajo.

Ya en los primeros años de la época sovié-tica creció el rumor de que otros túneles secretos conectaban las líneas de metro o�ciales. Y, de hecho, los servicios de inteli-gencia estadounidenses documentaron que Stalin había comenzado a construir una línea paralela a la del metro o�cial. Este metro se conoce con el nombre de “Metro-2” (D6 en el código de la KGB) y fue terminado en los años 60. La extensión y el itinerario son todavía hoy un secreto de estado. Algunas suposiciones indican que la primera estación del Metro-2 está situada justo debajo del Kremlin y que se accede a ella desde un ascensor ubicado en él. El Metro-2, además, constaría de cuatro líneas que superan a las del Metro del Pueblo para conectar el Kremlin con cuatro puntos políticamente estratégicos fuera de Moscú.

La leyenda del Metro-2 no es una idea tan descabellada: se sabe –y no es leyenda– que Stalin tenía una línea “secreta”, una desviación de la línea azul, que le llevaba desde el Kremlin hasta su dacha (casa de campo) en Kuntsevo. Este secreto dejó de serlo cuando la línea personal de Stalin fue incorporada a la red urbana: así se creó la línea azul claro, que corre paralela a la azul oscuro.

Durante la Segunda Guerra Mundial esta-

ciones como Chistye Prudi se convirtieron en refugio antiaéreo para la población. En algunas de sus majestuosas salas y pasillos miles de perso-nas del Partido Comunista llevaban a cabo sus reuniones.

Cualquier pasajero atento es capaz de detectar en todas las estaciones de metro varias puertas y escaleras misteriosas. Probablemente detrás de esas puertas se encuentren algunas herramientas de seguridad o manten-imiento. El pasajero corriente no puede saberlo a ciencia cierta. Estas puer-tas secretas hacen volar nuestra fantasía y alimentan las leyendas del metro.

Estas historias sobre el mundo subterráneo han calado tanto en la población de Moscú que incluso han sido recogidas en el Best Seller de ciencia �cción, Metro 2033 de Dmitry Glukhovsky. La novela está ambien-tada en el Moscú del año 2033 donde ha habido una catástrofe nuclear y los únicos supervivientes son las personas que en aquel momento viajaban en metro o los que llegaron a tiempo hasta los pasadizos subter-ráneos. En la super�cie hay un Moscú destruido lleno de mutantes y de criaturas peligrosas y la vida se desarrolla en las estaciones, convertidas en ciudades-estado. Solamente los hombres más valientes, los Stalkers, pueden ir al exterior para recoger alguna información importante. Y, sobre todo, deben tener mucho cuidado de no mirar a las estrellas en las puntas de las torres del Kremlin o serían hipnotizados por su brillo y no volverían más a los pasadizos del metro.

El protagonista de la novela, el joven Artyom, debe viajar de ciudad en ciudad a través de los túneles (donde ya no hay trenes) para lograr su misión. Cada estación está gobernada por un régimen diferente desde nazis a comunistas pasando por religiosos sectarios; otras se dedican simplemente al comercio; algunas sufren las consecuencias de la radi-ación... Y, por supuesto, en todas ellas intentan detener al héroe e impedir el éxito de su misión. Además, los misteriosos seres que viven ahí arriba, intentan alcanzar el mundo de ahí abajo.

La novela alcanzó tanta popularidad que lanzaron un videojuego basado en ella, una segunda parte de la novela, llamada Metro 2034 y parece ser que una productora hollywoodiense compró los derechos para la película, que se estrenará en 2013.

Pero si te das un paseo por alguno de los kioscos de Moscú, es posible ver que el universo de Metro 2033 no tiene �n: la red bestsellerista metropoli-tana, a imagen de la red metropolitana misma, no deja de crecer. Y Gluk-hovsky se ha convertido en el creador de un género que numerosos autores han seguido. La mayoría de las historias de otros autores recrean las aventuras de diferentes Stalkers, los exploradores del mundo exterior. Estas historias, sin embargo, no se limitan a la ciudad de Moscú. Autores de toda Rusia han imaginado que la catástrofe nuclear ha arrasado todo el

país y los habitantes de sus ciudades (San Petersburgo, Rostov, Novosibirsk, Ekaterim-burgo, Kaliningrado...) se ocultan también en el mundo subterrá-neo. Las vías del Metro 2033 siguen creciendo y han empezado a conectar también a autores de diferentes países: es el movimiento conocido como Universe of Metro 2033. La radi-ación y la vida bajo tierra han llegado ya a numerosas ciudades de Italia y de Inglaterra y ame-naza con extenderse a otras ciudades Europeas. ¿Llegará también a vuestra ciudad?

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El metro de Moscú (Московский метрополитен) fue inaugurado el año 1935 con solo dos líneas – la roja y la verde. Hoy, con 305,5 kilómetros de vías y 12 líneas, el metro de Moscú es el tercero del mundo después de los de Nueva York y Londres. Y tras Seúl y Tokio es el que más pasajeros transporta a diario.

Este enorme monstruo no deja de crecer. El ayuntamiento de Moscú ha cambiado recientemente el mapa del metro dentro de los vagones para mostrar a los pasajeros las nuevas estaciones que ya se han empezado a construir.

Cuando se empezaron las obras de construc-ción del metro en 1931, Stalin a�rmó que debía ser el Palacio del Pueblo. En la época soviética, todas las personas eran iguales, pero algunos eran más parecidos que otros. En este caso, no era de extrañar que desde el principio corrieran rumores sobre otro Metro paralelo al Palacio del Pueblo.

Siempre han existido leyendas sobre un Moscú subterráneo independiente del Moscú visible. En esta ciudad doble del subsuelo hay muchos ríos y riachuelos canalizados, pasadizos subterráneos que conectaban palacios o incluso las diversas torres del Kremlin y permitían cruzar el río Moscova. Y todo esto no es leyenda, es histo-ria. Los diggers, una tribu que apareció durante la época soviética, tenían la inten-ción de explorar y reivindicar el Moscú subterráneo. Este grupo pretendía resta-blecer estos pasadizos teóricamente aban-donados o inutilizados y hacer visitas turísti-cas a través de ellos e incluso instalar un restaurante.

Por supuesto, en plena época espiacionista, sus intentos fueron vanos. Mientras, el poder soviético usaba los túneles y subterráneos de Moscú para sus propios intereses.

Se rumorea que debajo del antiguo edi�cio

de la KGB (hoy la Duma, sede central del Gobierno), en la plaza Lubianka, existe un amplio subterráneo donde en la época soviética tenían lugar las torturas. Es curioso notar que, precisamente, donde se unen las estaciones de metro Lubianka (línea roja) y Kuznetsky Most (línea violeta) sería un lugar ideal para conectar también la línea azul, que no tiene ninguna conexión con la violeta. Sin embargo, la línea azul no puede detenerse ahí. Ni siquiera hoy. Debería traspasar el misterioso y espeluznante subterráneo de la KGB. O lo que quiera que haya ahí debajo.

Ya en los primeros años de la época sovié-tica creció el rumor de que otros túneles secretos conectaban las líneas de metro o�ciales. Y, de hecho, los servicios de inteli-gencia estadounidenses documentaron que Stalin había comenzado a construir una línea paralela a la del metro o�cial. Este metro se conoce con el nombre de “Metro-2” (D6 en el código de la KGB) y fue terminado en los años 60. La extensión y el itinerario son todavía hoy un secreto de estado. Algunas suposiciones indican que la primera estación del Metro-2 está situada justo debajo del Kremlin y que se accede a ella desde un ascensor ubicado en él. El Metro-2, además, constaría de cuatro líneas que superan a las del Metro del Pueblo para conectar el Kremlin con cuatro puntos políticamente estratégicos fuera de Moscú.

La leyenda del Metro-2 no es una idea tan descabellada: se sabe –y no es leyenda– que Stalin tenía una línea “secreta”, una desviación de la línea azul, que le llevaba desde el Kremlin hasta su dacha (casa de campo) en Kuntsevo. Este secreto dejó de serlo cuando la línea personal de Stalin fue incorporada a la red urbana: así se creó la línea azul claro, que corre paralela a la azul oscuro.

Durante la Segunda Guerra Mundial esta-

ciones como Chistye Prudi se convirtieron en refugio antiaéreo para la población. En algunas de sus majestuosas salas y pasillos miles de perso-nas del Partido Comunista llevaban a cabo sus reuniones.

Cualquier pasajero atento es capaz de detectar en todas las estaciones de metro varias puertas y escaleras misteriosas. Probablemente detrás de esas puertas se encuentren algunas herramientas de seguridad o manten-imiento. El pasajero corriente no puede saberlo a ciencia cierta. Estas puer-tas secretas hacen volar nuestra fantasía y alimentan las leyendas del metro.

Estas historias sobre el mundo subterráneo han calado tanto en la población de Moscú que incluso han sido recogidas en el Best Seller de ciencia �cción, Metro 2033 de Dmitry Glukhovsky. La novela está ambien-tada en el Moscú del año 2033 donde ha habido una catástrofe nuclear y los únicos supervivientes son las personas que en aquel momento viajaban en metro o los que llegaron a tiempo hasta los pasadizos subter-ráneos. En la super�cie hay un Moscú destruido lleno de mutantes y de criaturas peligrosas y la vida se desarrolla en las estaciones, convertidas en ciudades-estado. Solamente los hombres más valientes, los Stalkers, pueden ir al exterior para recoger alguna información importante. Y, sobre todo, deben tener mucho cuidado de no mirar a las estrellas en las puntas de las torres del Kremlin o serían hipnotizados por su brillo y no volverían más a los pasadizos del metro.

El protagonista de la novela, el joven Artyom, debe viajar de ciudad en ciudad a través de los túneles (donde ya no hay trenes) para lograr su misión. Cada estación está gobernada por un régimen diferente desde nazis a comunistas pasando por religiosos sectarios; otras se dedican simplemente al comercio; algunas sufren las consecuencias de la radi-ación... Y, por supuesto, en todas ellas intentan detener al héroe e impedir el éxito de su misión. Además, los misteriosos seres que viven ahí arriba, intentan alcanzar el mundo de ahí abajo.

La novela alcanzó tanta popularidad que lanzaron un videojuego basado en ella, una segunda parte de la novela, llamada Metro 2034 y parece ser que una productora hollywoodiense compró los derechos para la película, que se estrenará en 2013.

Pero si te das un paseo por alguno de los kioscos de Moscú, es posible ver que el universo de Metro 2033 no tiene �n: la red bestsellerista metropoli-tana, a imagen de la red metropolitana misma, no deja de crecer. Y Gluk-hovsky se ha convertido en el creador de un género que numerosos autores han seguido. La mayoría de las historias de otros autores recrean las aventuras de diferentes Stalkers, los exploradores del mundo exterior. Estas historias, sin embargo, no se limitan a la ciudad de Moscú. Autores de toda Rusia han imaginado que la catástrofe nuclear ha arrasado todo el

país y los habitantes de sus ciudades (San Petersburgo, Rostov, Novosibirsk, Ekaterim-burgo, Kaliningrado...) se ocultan también en el mundo subterrá-neo. Las vías del Metro 2033 siguen creciendo y han empezado a conectar también a autores de diferentes países: es el movimiento conocido como Universe of Metro 2033. La radi-ación y la vida bajo tierra han llegado ya a numerosas ciudades de Italia y de Inglaterra y ame-naza con extenderse a otras ciudades Europeas. ¿Llegará también a vuestra ciudad?

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El metro de Moscú (Московский метрополитен) fue inaugurado el año 1935 con solo dos líneas – la roja y la verde. Hoy, con 305,5 kilómetros de vías y 12 líneas, el metro de Moscú es el tercero del mundo después de los de Nueva York y Londres. Y tras Seúl y Tokio es el que más pasajeros transporta a diario.

Este enorme monstruo no deja de crecer. El ayuntamiento de Moscú ha cambiado recientemente el mapa del metro dentro de los vagones para mostrar a los pasajeros las nuevas estaciones que ya se han empezado a construir.

Cuando se empezaron las obras de construc-ción del metro en 1931, Stalin a�rmó que debía ser el Palacio del Pueblo. En la época soviética, todas las personas eran iguales, pero algunos eran más parecidos que otros. En este caso, no era de extrañar que desde el principio corrieran rumores sobre otro Metro paralelo al Palacio del Pueblo.

Siempre han existido leyendas sobre un Moscú subterráneo independiente del Moscú visible. En esta ciudad doble del subsuelo hay muchos ríos y riachuelos canalizados, pasadizos subterráneos que conectaban palacios o incluso las diversas torres del Kremlin y permitían cruzar el río Moscova. Y todo esto no es leyenda, es histo-ria. Los diggers, una tribu que apareció durante la época soviética, tenían la inten-ción de explorar y reivindicar el Moscú subterráneo. Este grupo pretendía resta-blecer estos pasadizos teóricamente aban-donados o inutilizados y hacer visitas turísti-cas a través de ellos e incluso instalar un restaurante.

Por supuesto, en plena época espiacionista, sus intentos fueron vanos. Mientras, el poder soviético usaba los túneles y subterráneos de Moscú para sus propios intereses.

Se rumorea que debajo del antiguo edi�cio

de la KGB (hoy la Duma, sede central del Gobierno), en la plaza Lubianka, existe un amplio subterráneo donde en la época soviética tenían lugar las torturas. Es curioso notar que, precisamente, donde se unen las estaciones de metro Lubianka (línea roja) y Kuznetsky Most (línea violeta) sería un lugar ideal para conectar también la línea azul, que no tiene ninguna conexión con la violeta. Sin embargo, la línea azul no puede detenerse ahí. Ni siquiera hoy. Debería traspasar el misterioso y espeluznante subterráneo de la KGB. O lo que quiera que haya ahí debajo.

Ya en los primeros años de la época sovié-tica creció el rumor de que otros túneles secretos conectaban las líneas de metro o�ciales. Y, de hecho, los servicios de inteli-gencia estadounidenses documentaron que Stalin había comenzado a construir una línea paralela a la del metro o�cial. Este metro se conoce con el nombre de “Metro-2” (D6 en el código de la KGB) y fue terminado en los años 60. La extensión y el itinerario son todavía hoy un secreto de estado. Algunas suposiciones indican que la primera estación del Metro-2 está situada justo debajo del Kremlin y que se accede a ella desde un ascensor ubicado en él. El Metro-2, además, constaría de cuatro líneas que superan a las del Metro del Pueblo para conectar el Kremlin con cuatro puntos políticamente estratégicos fuera de Moscú.

La leyenda del Metro-2 no es una idea tan descabellada: se sabe –y no es leyenda– que Stalin tenía una línea “secreta”, una desviación de la línea azul, que le llevaba desde el Kremlin hasta su dacha (casa de campo) en Kuntsevo. Este secreto dejó de serlo cuando la línea personal de Stalin fue incorporada a la red urbana: así se creó la línea azul claro, que corre paralela a la azul oscuro.

Durante la Segunda Guerra Mundial esta-

ciones como Chistye Prudi se convirtieron en refugio antiaéreo para la población. En algunas de sus majestuosas salas y pasillos miles de perso-nas del Partido Comunista llevaban a cabo sus reuniones.

Cualquier pasajero atento es capaz de detectar en todas las estaciones de metro varias puertas y escaleras misteriosas. Probablemente detrás de esas puertas se encuentren algunas herramientas de seguridad o manten-imiento. El pasajero corriente no puede saberlo a ciencia cierta. Estas puer-tas secretas hacen volar nuestra fantasía y alimentan las leyendas del metro.

Estas historias sobre el mundo subterráneo han calado tanto en la población de Moscú que incluso han sido recogidas en el Best Seller de ciencia �cción, Metro 2033 de Dmitry Glukhovsky. La novela está ambien-tada en el Moscú del año 2033 donde ha habido una catástrofe nuclear y los únicos supervivientes son las personas que en aquel momento viajaban en metro o los que llegaron a tiempo hasta los pasadizos subter-ráneos. En la super�cie hay un Moscú destruido lleno de mutantes y de criaturas peligrosas y la vida se desarrolla en las estaciones, convertidas en ciudades-estado. Solamente los hombres más valientes, los Stalkers, pueden ir al exterior para recoger alguna información importante. Y, sobre todo, deben tener mucho cuidado de no mirar a las estrellas en las puntas de las torres del Kremlin o serían hipnotizados por su brillo y no volverían más a los pasadizos del metro.

El protagonista de la novela, el joven Artyom, debe viajar de ciudad en ciudad a través de los túneles (donde ya no hay trenes) para lograr su misión. Cada estación está gobernada por un régimen diferente desde nazis a comunistas pasando por religiosos sectarios; otras se dedican simplemente al comercio; algunas sufren las consecuencias de la radi-ación... Y, por supuesto, en todas ellas intentan detener al héroe e impedir el éxito de su misión. Además, los misteriosos seres que viven ahí arriba, intentan alcanzar el mundo de ahí abajo.

La novela alcanzó tanta popularidad que lanzaron un videojuego basado en ella, una segunda parte de la novela, llamada Metro 2034 y parece ser que una productora hollywoodiense compró los derechos para la película, que se estrenará en 2013.

Pero si te das un paseo por alguno de los kioscos de Moscú, es posible ver que el universo de Metro 2033 no tiene �n: la red bestsellerista metropoli-tana, a imagen de la red metropolitana misma, no deja de crecer. Y Gluk-hovsky se ha convertido en el creador de un género que numerosos autores han seguido. La mayoría de las historias de otros autores recrean las aventuras de diferentes Stalkers, los exploradores del mundo exterior. Estas historias, sin embargo, no se limitan a la ciudad de Moscú. Autores de toda Rusia han imaginado que la catástrofe nuclear ha arrasado todo el

país y los habitantes de sus ciudades (San Petersburgo, Rostov, Novosibirsk, Ekaterim-burgo, Kaliningrado...) se ocultan también en el mundo subterrá-neo. Las vías del Metro 2033 siguen creciendo y han empezado a conectar también a autores de diferentes países: es el movimiento conocido como Universe of Metro 2033. La radi-ación y la vida bajo tierra han llegado ya a numerosas ciudades de Italia y de Inglaterra y ame-naza con extenderse a otras ciudades Europeas. ¿Llegará también a vuestra ciudad?

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Por joel bracho Ghersi @JoelBrachoG

color sobre colorcolor sobre color Color sobre color es el nombre de la muestra presen-tada por estos días en la Galería Ascaso en Caracas, en la que se reúnen unas cuarenta obras de la última etapa de la producción artística de Jesús Soto. Las obras de Soto pueden encontrarse fácilmente en museos, galerías y espacios públicos alrededor del mundo. Sin embargo, la exposición que nos ocupa se diferencia de otras muchas del artista por el particular criterio de selección de las piezas que la componen.

La curaduría estuvo en manos de Isabelle Soto, hija del artista, y Tomás Musset, jefe del taller de restauración de la Fundación Jesús Soto y colaborador del propio Soto durante muchos años. Entre los dos y a partir de la observación y estudio de la obra

entonces inédito.

El asunto es que Soto, además de artista, es un investigador. Su obra plantea y resuelve proble-mas, para luego avanzar a una siguiente etapa, una búsqueda diferente o una nueva familia de obras. A lo largo de su produc-ción, Soto trabajó de diversas maneras con la luz y la vibración, manteniendo el color en un segundo plano. Pareciera que al �nal de su obra, cuando ya había dado respuesta a sus principales inquietudes, decide entonces explorar con profusión el mundo del color.

Pero hay algo más que parece marcar esta exposición. El título “Color sobre color” nos recuerda al blanco sobre blanco de Malevitch, fundamental para Soto desde el inicio de su inda-gación pictórica. Para Soto el Cuadrado blanco sobre fondo blanco fue una revelación:

alguien había pintado la luz sobre la luz. Y en muchas obras de la muestra se repite el esquema de Malevitch: estructura de color sobre fondo del mismo color. En algunas piezas hasta la trama de líneas de fondo que identi�ca la obra de Soto aparece por primera vez en colores, y sobre ella, en el mismo color, �otan los cuadrados de una ambivalencia o las caligrafías de una escritura. Es luz sobre luz, pero luz modulada, coloreada.

Esta muestra presenta una nueva faceta de la obra de Soto, se aleja de lo más conocido del artista y propicia nuevas mira-das. La Fundación Jesús Soto se ha propuesto llevar la exposición a otras salas y otros públicos. Ojalá así sea.

Caracas, septiembre de 2012reciente del maestro, seleccionaron obras de los últimos años de su producción en las que destaca el énfasis en el uso del color. Esto es una novedad y es precisamente lo que distingue la muestra “Color sobre color”.

Soto no es un colorista. A diferencia de Carlos Cruz-Diez, cuya obra gira alrededor del color, Soto trabaja mayoritariamente con el blanco y el negro, con apenas algunos elemen-tos de colores, usualmente en azul cobalto y amarillo. Pero en su última producción el color aparece en forma abundante: Ambivalencias, Volúmenes virtuales e incluso Escrituras con un colorido hasta

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Color sobre color es el nombre de la muestra presen-tada por estos días en la Galería Ascaso en Caracas, en la que se reúnen unas cuarenta obras de la última etapa de la producción artística de Jesús Soto. Las obras de Soto pueden encontrarse fácilmente en museos, galerías y espacios públicos alrededor del mundo. Sin embargo, la exposición que nos ocupa se diferencia de otras muchas del artista por el particular criterio de selección de las piezas que la componen.

La curaduría estuvo en manos de Isabelle Soto, hija del artista, y Tomás Musset, jefe del taller de restauración de la Fundación Jesús Soto y colaborador del propio Soto durante muchos años. Entre los dos y a partir de la observación y estudio de la obra

Fotografías cortesía de Isabelle Soto y Reinaldo Armas.

entonces inédito.

El asunto es que Soto, además de artista, es un investigador. Su obra plantea y resuelve proble-mas, para luego avanzar a una siguiente etapa, una búsqueda diferente o una nueva familia de obras. A lo largo de su produc-ción, Soto trabajó de diversas maneras con la luz y la vibración, manteniendo el color en un segundo plano. Pareciera que al �nal de su obra, cuando ya había dado respuesta a sus principales inquietudes, decide entonces explorar con profusión el mundo del color.

Pero hay algo más que parece marcar esta exposición. El título “Color sobre color” nos recuerda al blanco sobre blanco de Malevitch, fundamental para Soto desde el inicio de su inda-gación pictórica. Para Soto el Cuadrado blanco sobre fondo blanco fue una revelación:

alguien había pintado la luz sobre la luz. Y en muchas obras de la muestra se repite el esquema de Malevitch: estructura de color sobre fondo del mismo color. En algunas piezas hasta la trama de líneas de fondo que identi�ca la obra de Soto aparece por primera vez en colores, y sobre ella, en el mismo color, �otan los cuadrados de una ambivalencia o las caligrafías de una escritura. Es luz sobre luz, pero luz modulada, coloreada.

Esta muestra presenta una nueva faceta de la obra de Soto, se aleja de lo más conocido del artista y propicia nuevas mira-das. La Fundación Jesús Soto se ha propuesto llevar la exposición a otras salas y otros públicos. Ojalá así sea.

Caracas, septiembre de 2012reciente del maestro, seleccionaron obras de los últimos años de su producción en las que destaca el énfasis en el uso del color. Esto es una novedad y es precisamente lo que distingue la muestra “Color sobre color”.

Soto no es un colorista. A diferencia de Carlos Cruz-Diez, cuya obra gira alrededor del color, Soto trabaja mayoritariamente con el blanco y el negro, con apenas algunos elemen-tos de colores, usualmente en azul cobalto y amarillo. Pero en su última producción el color aparece en forma abundante: Ambivalencias, Volúmenes virtuales e incluso Escrituras con un colorido hasta

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Por rebeca fernández @rebeconia

Woodward WindowsWoodward Windowsel arte urbano toma las vitrinas de Detroitel arte urbano toma las vitrinas de Detroit

Cansados de escuchar reportajes sobre la decadencia de su ciudad, un colectivo de artistas ha decidido tomar los espacios vacíos de una de las principales avenidas de Detroit para convertir-los en una gran galería callejera. El proyecto llamado Woodward Win-dows comenzó hace un año y tiene por objeto reactivar las zonas abandonadas de esta urbe para convertirlas en polo de atracción para artistas e innovadores.

Hasta la fecha, el grupo Street Culture Mash (SCM Studios) y la galería 323 East Gallerie han insta-lado 12 piezas de arte urbano en siete vitrinas de locales clausura-dos. La muestra incluye no sólo trabajos de creadores de Detroit, sino también de artistas oriundos de otras grandes urbes americanas como Nueva York y San Francisco. En total, son 20 los talentos que

participan en este proyecto.

Quien recorra la avenida Wood-ward por estos días conseguirá: un wild grati del legendario FEL300FT, una medusa africana del caricaturista Tristan Eaton, stencil grati de Avone; así como varios collage de fotografías del Tederloin Project.

Quizá la obra más llamativa de la muestra es la interpretación satírica de unas cajas de cereal del neoy-orquino Ron English. La pieza incluye pósters con versiones maquiavélicas del tucán Sam de Fruit Loops, el Tigre Tony de Frosted Flakes y los duendes de Rice Crisp-ies; que nos invitan a ingerir azúcar y grasa de forma desmedida.

Mike Han, fundador de SCM Studios, explica que el proyecto busca crear una ciudad atractiva para creadores, residentes y comer-

ciantes. “No hay ningún lugar más excitante que Detroit, es una ciudad que me ha cautivado desde siempre. La energía, la emoción de este lugar y la oportunidad de hacer algo como esto es emocion-ante. Estamos seguros que Detroit se convertirá en una capital para el arte,” dice en una entrevista dada en Abril a un noticiero local.

La idea de Han ha caído muy bien al gobierno local, que ve en Wood-ward Windows una solución a corto plazo para el gran problema de infraestructura abandonada que desde hace años afecta a la ciudad. Según cálculos de la Alcaldía del condado de Wayne un tercio de los

400 mil kilómetros cuadrados construidos que conforman Detroit se encuentran ociosos. Tan sólo en el centro de la ciudad se han contado al menos 50 edi�cios abandonados, muchos de ellos joyas de la arquitectura de prin-cipios del siglo veinte, que requieren de una fuerte inversión para poder ser re-habitados.

Mientras la economía de la capital del automóvil mejora, Han y su grupo podrán disponer de estos espacios para demostrar que, si bien Detroit es una ciudad fantasma, poco a poco está siendo repoblada por las criaturas imagi-nadas por sus artistas.

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Cansados de escuchar reportajes sobre la decadencia de su ciudad, un colectivo de artistas ha decidido tomar los espacios vacíos de una de las principales avenidas de Detroit para convertir-los en una gran galería callejera. El proyecto llamado Woodward Win-dows comenzó hace un año y tiene por objeto reactivar las zonas abandonadas de esta urbe para convertirlas en polo de atracción para artistas e innovadores.

Hasta la fecha, el grupo Street Culture Mash (SCM Studios) y la galería 323 East Gallerie han insta-lado 12 piezas de arte urbano en siete vitrinas de locales clausura-dos. La muestra incluye no sólo trabajos de creadores de Detroit, sino también de artistas oriundos de otras grandes urbes americanas como Nueva York y San Francisco. En total, son 20 los talentos que

participan en este proyecto.

Quien recorra la avenida Wood-ward por estos días conseguirá: un wild grati del legendario FEL300FT, una medusa africana del caricaturista Tristan Eaton, stencil grati de Avone; así como varios collage de fotografías del Tederloin Project.

Quizá la obra más llamativa de la muestra es la interpretación satírica de unas cajas de cereal del neoy-orquino Ron English. La pieza incluye pósters con versiones maquiavélicas del tucán Sam de Fruit Loops, el Tigre Tony de Frosted Flakes y los duendes de Rice Crisp-ies; que nos invitan a ingerir azúcar y grasa de forma desmedida.

Mike Han, fundador de SCM Studios, explica que el proyecto busca crear una ciudad atractiva para creadores, residentes y comer-

ciantes. “No hay ningún lugar más excitante que Detroit, es una ciudad que me ha cautivado desde siempre. La energía, la emoción de este lugar y la oportunidad de hacer algo como esto es emocion-ante. Estamos seguros que Detroit se convertirá en una capital para el arte,” dice en una entrevista dada en Abril a un noticiero local.

La idea de Han ha caído muy bien al gobierno local, que ve en Wood-ward Windows una solución a corto plazo para el gran problema de infraestructura abandonada que desde hace años afecta a la ciudad. Según cálculos de la Alcaldía del condado de Wayne un tercio de los

400 mil kilómetros cuadrados construidos que conforman Detroit se encuentran ociosos. Tan sólo en el centro de la ciudad se han contado al menos 50 edi�cios abandonados, muchos de ellos joyas de la arquitectura de prin-cipios del siglo veinte, que requieren de una fuerte inversión para poder ser re-habitados.

Mientras la economía de la capital del automóvil mejora, Han y su grupo podrán disponer de estos espacios para demostrar que, si bien Detroit es una ciudad fantasma, poco a poco está siendo repoblada por las criaturas imagi-nadas por sus artistas.

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Por Ana Karina Da Silva @NakaSalamaia

ver para creerver para creer

no le caerían mal a nadie. La lámpara de varias toneladas que cuelga sobre el público no puede ser uno de los atractivos con los que se venda una obra de teatro tan renombrada. Vi los reviews en yelp.com y reseñas de varios periódicos, incluyendo el New York Times y en todos imperan los comentarios a modo de “favores recibidos” sobre el vestuario, esce-nografía y voces de los actores. Una obra que se mantenga en Broadway por más de treinta años no puede

ser alabada únicamente por su forma. El sustento de cualquier pieza teatral es su guión, y lamentablemente no pude retenerlo por tratarse de una ópera. Al �nalizar el espectáculo quedé con el amargo sabor de que me dejé llevar por la corri-ente. Las actuaciones de Cristine y el Fantasma son creíbles pero no pude conmoverme solo por peinados y registros agudos.

Saliendo del teatro, vi las caras de los turistas. Satisfechos o no, pagaron un estimado de 60 a 200 dólares por lo que acababan de ver. Estuvo muy bonito todo, sí, tararearon una canción que llevan años queriendo oír. ¿Hasta qué punto una obra se mantiene por el orgullo de emocionados viajeros que llegan a casa diciendo que vieron la Estatua de la Libertad y un clásico de Broadway? Sin menospreciar a quienes tenemos un mínimo de criterio para el arte, la corriente (mainstream) nos hace ver cosas que no siempre son buenas, y cuando las conocemos nos damos cuenta de que son chis-pas de cultura pop que debemos saber esquivar. Existen otras muchas cosas que ver y no sé si ésta sea más trascendental que pararse al lado de un gran monu-mento sin saber por qué.

Para ser francos, elegí el Fantasma de la Ópera con el criterio de tener la mejor opción para disfrutar en pleno de una obra en Broadway, ya que no estamos hablando de una película ni de un teatrico que queda en la esquina. Son tres horas de inversion de neuronas y bolsillo.

Con tickets de 60$ en la quinta �la de atrás para adelante, entré al Majestic convencida de que luego de largas conversaciones, había tomado la mejor desición. No cotufas, ni cerveza, pero sí un asiento incómodo con la mirada hacia un teatro tan majestuoso como clásico. Rimbombante y obsoleto fueron mis primeros pensamientos al transcurrir los primeros momentos de la obra, pero como dicen nuestras madres y gentes de buenas costumbres, no hay que hacer prejuicios antes de tiempo.

Quince minutos fueron su�cientes para saber lo que vendría. Un montaje asombroso llenó de magia todo el escenario, pero como turista que habla inglés fue imposible compren-der una frase completa de la famosa ópera. Entiendo que estamos hablando de un clásico, pero unos subtítulos en inglés

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no le caerían mal a nadie. La lámpara de varias toneladas que cuelga sobre el público no puede ser uno de los atractivos con los que se venda una obra de teatro tan renombrada. Vi los reviews en yelp.com y reseñas de varios periódicos, incluyendo el New York Times y en todos imperan los comentarios a modo de “favores recibidos” sobre el vestuario, esce-nografía y voces de los actores. Una obra que se mantenga en Broadway por más de treinta años no puede

ser alabada únicamente por su forma. El sustento de cualquier pieza teatral es su guión, y lamentablemente no pude retenerlo por tratarse de una ópera. Al �nalizar el espectáculo quedé con el amargo sabor de que me dejé llevar por la corri-ente. Las actuaciones de Cristine y el Fantasma son creíbles pero no pude conmoverme solo por peinados y registros agudos.

Saliendo del teatro, vi las caras de los turistas. Satisfechos o no, pagaron un estimado de 60 a 200 dólares por lo que acababan de ver. Estuvo muy bonito todo, sí, tararearon una canción que llevan años queriendo oír. ¿Hasta qué punto una obra se mantiene por el orgullo de emocionados viajeros que llegan a casa diciendo que vieron la Estatua de la Libertad y un clásico de Broadway? Sin menospreciar a quienes tenemos un mínimo de criterio para el arte, la corriente (mainstream) nos hace ver cosas que no siempre son buenas, y cuando las conocemos nos damos cuenta de que son chis-pas de cultura pop que debemos saber esquivar. Existen otras muchas cosas que ver y no sé si ésta sea más trascendental que pararse al lado de un gran monu-mento sin saber por qué.

Para ser francos, elegí el Fantasma de la Ópera con el criterio de tener la mejor opción para disfrutar en pleno de una obra en Broadway, ya que no estamos hablando de una película ni de un teatrico que queda en la esquina. Son tres horas de inversion de neuronas y bolsillo.

Con tickets de 60$ en la quinta �la de atrás para adelante, entré al Majestic convencida de que luego de largas conversaciones, había tomado la mejor desición. No cotufas, ni cerveza, pero sí un asiento incómodo con la mirada hacia un teatro tan majestuoso como clásico. Rimbombante y obsoleto fueron mis primeros pensamientos al transcurrir los primeros momentos de la obra, pero como dicen nuestras madres y gentes de buenas costumbres, no hay que hacer prejuicios antes de tiempo.

Quince minutos fueron su�cientes para saber lo que vendría. Un montaje asombroso llenó de magia todo el escenario, pero como turista que habla inglés fue imposible compren-der una frase completa de la famosa ópera. Entiendo que estamos hablando de un clásico, pero unos subtítulos en inglés

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se encuentran –además de las excepciones mencionadas– los locales Daddy Rocks, Desesper-anza, Los Daylight, Los Delfín, Los Hermanos Karamazov, Nacho y el Robot, Operativo Exposición Total, Sistema de Sonido Descontrol, The Numbers One Riders y Transformador. La mayoría de ellos porta el estilo tecno-post punk y sus derivados.

El año pasado Soy Mutante ha recibido un subsidio de la provincia que le ha permitido ampliar su presupuesto para difundir y promocionar el sello fuera de las fronteras nacionales (en Estados Unidos y en Alema-nia, concretamente). Y aprovechando el "cash �ow" los mutantes también invirtieron en equipos de grabación para comenzar a poblar el estudio con herramientas que les permi-tan producir audios de mejor calidad.

Gracias a la ayuda recibida, Soy Mutante ha conseguido editar casi once discos en doce meses y ha organizado nuevos circuitos de difusión. El sello ha crecido en varios aspectos. Dice Nacho: "el primer disco de Daddy Rocks lo grabamos en mi casa en una sola noche. Esta vez ya estamos insta-lados en un estudio y tuvimos que encontrar una nueva forma de trabajo”. Entre las cosas que cambian, la casa rosarina (típica construcción de pasillo de las que abundan en la ciudad) se ha transformado en la mansión mutante. Allí se han grabado en el mes de abril las sesiones mutantes, videos autoproduci-

dos que pueden verse a través del canal youtube.

El 24 de marzo de este año la discográ�ca Soy Mutante ha organizado el Festival Mutante. En el evento se ha llevado a cabo la presentación de los discos de tres bandas del catálogo: los Ready Made, Daddy Rocks y Transformador. La nota de color han sido los invitados foráneos, los austríacos Valina, un grupo post hardcore que ha sido producido por Steve Albini (productor de los Pixies y de Nirvana). Y más tarde, dice Nacho "pasamos música y hay �esta". La entrada se paga sola.

Rosario es ribereña. Y el río se presta de excusa –sobre todo en verano– para continuar la �esta en los galpones olvidados del puerto local. La describe el escri-tor catalán Antoni Marti en su diario de viaje L'erosió: “La remor del riu domina la nit, com la veu –el crit– d’una erosió implac-able”.

El qué:

Soy mutante es un sello disquero orientado al indie, post punk, new wave y géneros a�nes. Apu-esta a la difusión de maquetas y grabaciones caseras de mediana �delidad.

El quién:

Soy Mutante es la discográ�ca de Ignacio Molinos (Nacho Espu-mado)

El dónde:

Rosario, Argentina.

Por constanza Abeillé

En la riberadel ParanáEn la riberadel Paraná

Hijos del placer,soldados delglamour

Hijos del placer,soldados delglamour

Desde su creación en el año 2007 los mutantes llegaron a producir más de dieciocho álbumes. Todos ellos llevan la �rma de Nacho Espu-mado, integrante del conjunto local Matilda, productor musical y princi-pal �gura de Soy Mutante. “Happi-ness is positive cash �ow” dice la camiseta de Espumado, una ironía si se tiene en cuenta el modus oper-andi de su discográ�ca.

El catálogo del netlabel está com-puesto por bandas y solistas emer-gentes en su mayoría de la ciudad de Rosario (a excepción de El mal, Campos Cosméticos y Ale Siniestro). Entre los artistas del sello

Soy Mutante: el Netlabel argentino que busca su lugar en el circuito internacional de la música independiente.

Maquetas y grabaciones caseras de mediana �delidad. Soy Mutante apuesta por el DIY y la política del copyleft. Y así el sello virtual fundado por Ignacio Molinos (Nacho Espumado) crece cada día más. Los mutantes buscan difundir los grupos de su catálogo apo-stando por las ventajas que ofre-cen las redes sociales para músi-cos y los servidores de descargas gratuitas.

No exageramos si decimos que Rosario es la "Manchester argen-tina". Como en la ciudad de la Factory Records y del club Mad-chester, Rosario cuenta desde siempre con un potente circuito alternativo. Este es el caso, por ejemplo, del sello –y ahora tam-bién colectivo cultural– Planeta X que hace más de 15 años lanzó el disco 001 de su catálogo, y en diciembre de 2011 ha llegado a la edición 090. Planeta X fue en todo este tiempo escuela y ejem-plo de muchos otros grupos y emprendimientos editoriales rosarinos. De Planeta X han salido, entre otros, los gestores de Soy Mutante.

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se encuentran –además de las excepciones mencionadas– los locales Daddy Rocks, Desesper-anza, Los Daylight, Los Delfín, Los Hermanos Karamazov, Nacho y el Robot, Operativo Exposición Total, Sistema de Sonido Descontrol, The Numbers One Riders y Transformador. La mayoría de ellos porta el estilo tecno-post punk y sus derivados.

El año pasado Soy Mutante ha recibido un subsidio de la provincia que le ha permitido ampliar su presupuesto para difundir y promocionar el sello fuera de las fronteras nacionales (en Estados Unidos y en Alema-nia, concretamente). Y aprovechando el "cash �ow" los mutantes también invirtieron en equipos de grabación para comenzar a poblar el estudio con herramientas que les permi-tan producir audios de mejor calidad.

Gracias a la ayuda recibida, Soy Mutante ha conseguido editar casi once discos en doce meses y ha organizado nuevos circuitos de difusión. El sello ha crecido en varios aspectos. Dice Nacho: "el primer disco de Daddy Rocks lo grabamos en mi casa en una sola noche. Esta vez ya estamos insta-lados en un estudio y tuvimos que encontrar una nueva forma de trabajo”. Entre las cosas que cambian, la casa rosarina (típica construcción de pasillo de las que abundan en la ciudad) se ha transformado en la mansión mutante. Allí se han grabado en el mes de abril las sesiones mutantes, videos autoproduci-

dos que pueden verse a través del canal youtube.

El 24 de marzo de este año la discográ�ca Soy Mutante ha organizado el Festival Mutante. En el evento se ha llevado a cabo la presentación de los discos de tres bandas del catálogo: los Ready Made, Daddy Rocks y Transformador. La nota de color han sido los invitados foráneos, los austríacos Valina, un grupo post hardcore que ha sido producido por Steve Albini (productor de los Pixies y de Nirvana). Y más tarde, dice Nacho "pasamos música y hay �esta". La entrada se paga sola.

Rosario es ribereña. Y el río se presta de excusa –sobre todo en verano– para continuar la �esta en los galpones olvidados del puerto local. La describe el escri-tor catalán Antoni Marti en su diario de viaje L'erosió: “La remor del riu domina la nit, com la veu –el crit– d’una erosió implac-able”.

El qué:

Soy mutante es un sello disquero orientado al indie, post punk, new wave y géneros a�nes. Apu-esta a la difusión de maquetas y grabaciones caseras de mediana �delidad.

El quién:

Soy Mutante es la discográ�ca de Ignacio Molinos (Nacho Espu-mado)

El dónde:

Rosario, Argentina.

Desde su creación en el año 2007 los mutantes llegaron a producir más de dieciocho álbumes. Todos ellos llevan la �rma de Nacho Espu-mado, integrante del conjunto local Matilda, productor musical y princi-pal �gura de Soy Mutante. “Happi-ness is positive cash �ow” dice la camiseta de Espumado, una ironía si se tiene en cuenta el modus oper-andi de su discográ�ca.

El catálogo del netlabel está com-puesto por bandas y solistas emer-gentes en su mayoría de la ciudad de Rosario (a excepción de El mal, Campos Cosméticos y Ale Siniestro). Entre los artistas del sello

Soy Mutante: el Netlabel argentino que busca su lugar en el circuito internacional de la música independiente.

Maquetas y grabaciones caseras de mediana �delidad. Soy Mutante apuesta por el DIY y la política del copyleft. Y así el sello virtual fundado por Ignacio Molinos (Nacho Espumado) crece cada día más. Los mutantes buscan difundir los grupos de su catálogo apo-stando por las ventajas que ofre-cen las redes sociales para músi-cos y los servidores de descargas gratuitas.

No exageramos si decimos que Rosario es la "Manchester argen-tina". Como en la ciudad de la Factory Records y del club Mad-chester, Rosario cuenta desde siempre con un potente circuito alternativo. Este es el caso, por ejemplo, del sello –y ahora tam-bién colectivo cultural– Planeta X que hace más de 15 años lanzó el disco 001 de su catálogo, y en diciembre de 2011 ha llegado a la edición 090. Planeta X fue en todo este tiempo escuela y ejem-plo de muchos otros grupos y emprendimientos editoriales rosarinos. De Planeta X han salido, entre otros, los gestores de Soy Mutante.

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Es difícil hablar de un nuevo disco de Sigur Rós, lo es para mí, quizás porque creo que los islandeses son uno de los mejores grupos musicales de los últimos quince años, porque han creado un estilo propio y reconoci-ble en todos sus trabajos, a pesar de que cada uno tiene una personalidad diferente, algo que lo hace especial por sí mismo. El grupo se sabe situado en una posición privilegiada en la que disfrutan de gran libertad y aten-ción.

Esto no ha hecho que se duerman en los laureles, que repitan fórmulas ni que quieran complacer a un público que los idolatra. Se lo toman con calma, no en vano han tardado cuatro años en grabar algo nuevo (sin contar el disco en directo Inni (2011)). Hubiera sido muy fácil volver a hacer un Með suð í eyrum við spilum endalaust (2008) o un Takk (2005), sus dos discos más accesibles y luminosos, a este sonido siguió Go (2010) el primer trabajo en solitario de Jonsi, su vocalista (puede, eso sí y sin que sirva de reproche, que el tema "Ekki Mukk" se acerque al sonido de la gran obra maestra ( ) (2002)). Lo de Sigur Rós va por otra parte, el suyo es otro camino y, como en la portada del álbum (un barco levitando sobre un mar en calma), parece que quieran hacer que su sonido pierda contacto con la tierra –las percusiones sincopadas, las guitarras rock y los ri�s de bajo expansivos (un resquicio de todo eso queda en "Varúð")– para adentrarse en las nubes, en lo ambiental, en lo incorpóreo. Este giro hacia lo etéreo lo marca también una recta �nal instrumental y unas canciones cuyo modelo de estructura es la falta de esta.

¿Post Rock? ¿Ambiental? Da igual es Sigur Rós.

por señor malhaje

sigur rós son eternossigur rós son eternosSigur Rós Valtari (EMI, 2012)Sigur Rós Valtari (EMI, 2012)

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Un día de enero del 2004 armó las maletas y se fue a probar suerte en nuevos destinos. Y el que se va una vez está siempre yéndose, reinven-tándose. “Cuando empecé mi primer proyecto con La Forma éramos un minidisco, mi guitarra y yo”. Hoy, una década después, Franco De Bonis sigue siendo él y un ir y venir de músi-cos que lo acompañan en los directos. “Estar siempre de viaje te obliga a crear nuevas alianzas”, comenta Frankie, “y de esos encuentros con otros músicos y otras músicas nace la necesidad de reescribir una y otra vez mis canciones. Con el tiempo fui creando versiones de mí mismo”.

De su paso por Electrisixties nace el seudónimo Frankie Walker, señalando su admiración por el autor de “The Old Man’s Back Again”. “Descubrí a Scott Walker a través de Bowie. Con La Forma tocábamos ‘Night�ight’. Desde ese momento me dediqué a investi-gar un poco la discografía y me di cuenta de que la veta corner iba conmigo”. Aunque no nos diga nada, nosotros sabemos que alguna paren-tela tiene también con ese otro “Frankie” conocido como “La Voz".

Desde su llegada a Barcelona en el 2010, Frankie ha estado trabajando en nuevas canciones y en una propuesta musical cercana al chamber pop de

The Divine Comedy y Belle and Sebastian. "Vuelven los 90 y esta es la parte que a mí me toca recordar, con la que me siento más cómodo componiendo". Frankie tiene un gusto especial por el terciopelo y los climas barrocos pero viene de la escuela del rock: "hacemos chamber gamberro, por eso los chamberros. Me encantaría tocar algún día con una orquesta pero por ahora seguimos siendo solo seis tíos con ganas de hacer un poco de ruido”.

¿Quién es Frankie Walker?

Compositor y productor de La Forma y La Forma del Espacio Exterior

Productor y guitarra de Persap-lush

Guitarra de Electrisixties

Guitarra de The Canary Sect

Por Constanza Abeillé

who the fuckis frankiewalkerwho the fuckis frankiewalker

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Por Javier Ignacio Alarcón @nacho_2109

the baby factorythe baby factory “Nos propusimos hacer sentir mucho con muy poco”, con esta a�rmación Bárbara Combel-las, cantante de The Baby Factory, resume lo que en mi opinión es el espíritu de la banda. Porque este dúo caraqueño, desde un pequeño rincón de la ciudad, ha ido construyendo un estilo personal caracterizado por una expresividad muy rica que es sostenida por formas musicales simples y directas que le otorgan autenticidad a su música.

Más allá, hay dos grandes puntos que de�nen la música de The Baby Factory. Por un lado, como asevera Baldomero Verdú, guitar-rista y cantante de la banda, se centran en la expresividad. No es más que una reformulación de la a�rmación de Bárbara: sus canciones buscan manifestar de manera abierta y honesta los sentimientos de los compositores. En otras palabras, el material para sus piezas lo consiguen en el caos interior que habitan.

El segundo punto que de�ne la esencia de la banda es el con�icto. O, más que el con�icto, la ambigüedad. Esto se hace tangi-ble en el nombre de la banda: un eufemismo que señala al sexo desde una perspectiva, quizás, un tanto inocente. Esta ambigüedad adquiere fuerza cuando consid-eramos que los dos integrantes de

The Baby Factory son pareja. Así, el nombre que bautiza a la agru-pación resume de manera clara lo que el guitarrista considera de su música: “el equilibrio entre armonías y melodías alegres con letras muy bonitas en contra-posición con la otra cara del proyecto. Letras sugerentes, con una carga sexual y liberal muy pronunciada, acompañadas de ri�s de guitarras muy rockeros y ritmos de baterías bastante contundentes”.

Debo confesar que sólo los he escuchado tocar en vivo como un dúo, sin ningún acompañamiento además de la guitarra (aunque sé que el proyecto no se limita a este formato, como he podido apreciar

en videos publicados en Youtube). Desde este punto de vista, trataré de trasmitir mis impresiones de la música de The Baby Factory.

Baldomero tiene un estilo particu-lar de tocar la guitarra: mezclando el rasgado y los arpegios en una interpretación que realza los bajos al mismo tiempo que las armonías. El resultado es un sonido sólido, grueso y rítmico que sirve de base para la melodía. Sobre este terreno que construye la guitarra aparecen las voces, que se mueven en un rango relativamente grave y que no realizan grandes piruetas melódi-cas. Sin embargo, aprovechan sus dos voces, una masculina y otra femenina, para producir armonías dulces e interesantes. Siempre �eles a su estilo folk/rock.

Sus secuencias armónicas y sus frases de guitarra no se caracteri-zan por la complejidad, sino por su “contundencia”, para usar la expresión de Baldomero. Sus progresiones de acordes, en otras palabras, suelen ser simples y, en ocasiones, repetitivos. Esto no debe leerse como una carencia, pues permite que sea la melodía la que te guíe a través de la canción. Además, que las progresiones, a veces, se repitan, no signi�ca que no existan cambios marcados dentro de la estructura armónica de las canciones.

En resumen, la mayor virtud de The Baby Factory consiste en su expre-sividad, la cual logran con melodías dulces y pegajosas y progresiones armónicas interesantes y contundentes. Son �eles a su concepción estética, tanto de la

música en general, como a la visión que tienen de su proyecto.

Bárbara y Baldomero han estado tocando desde 2011 y, en poco más de un año, han conseguido abrirse un espacio en la movida caraqueña. En ese tiempo han tocado en distin-tos establecimientos de la ciudad y ya están grabando un disco, bajo la producción de Alejandro Urdaneta y Adrián Pierral. Más importante, han creado un estilo personal que apenas empieza a mostrar su potencialidad.

A �nales de este año la banda se mudará a Holanda, donde ya están programando toques en Amstere-dan e Inglaterra. Su intención es, en palabras de Bárbara: “continuar con el proyecto de The Baby Factory. Queremos trabajar y vivir de la música”. Más allá, me atrevo a decir que lo mejor de The Baby Factory es que ha abierto un pequeño espacio dentro del terreno musical que ha explorado y sólo ellos nos podrán mostrar qué han encontrado y encontrarán ahí.

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“Nos propusimos hacer sentir mucho con muy poco”, con esta a�rmación Bárbara Combel-las, cantante de The Baby Factory, resume lo que en mi opinión es el espíritu de la banda. Porque este dúo caraqueño, desde un pequeño rincón de la ciudad, ha ido construyendo un estilo personal caracterizado por una expresividad muy rica que es sostenida por formas musicales simples y directas que le otorgan autenticidad a su música.

Más allá, hay dos grandes puntos que de�nen la música de The Baby Factory. Por un lado, como asevera Baldomero Verdú, guitar-rista y cantante de la banda, se centran en la expresividad. No es más que una reformulación de la a�rmación de Bárbara: sus canciones buscan manifestar de manera abierta y honesta los sentimientos de los compositores. En otras palabras, el material para sus piezas lo consiguen en el caos interior que habitan.

El segundo punto que de�ne la esencia de la banda es el con�icto. O, más que el con�icto, la ambigüedad. Esto se hace tangi-ble en el nombre de la banda: un eufemismo que señala al sexo desde una perspectiva, quizás, un tanto inocente. Esta ambigüedad adquiere fuerza cuando consid-eramos que los dos integrantes de

The Baby Factory son pareja. Así, el nombre que bautiza a la agru-pación resume de manera clara lo que el guitarrista considera de su música: “el equilibrio entre armonías y melodías alegres con letras muy bonitas en contra-posición con la otra cara del proyecto. Letras sugerentes, con una carga sexual y liberal muy pronunciada, acompañadas de ri�s de guitarras muy rockeros y ritmos de baterías bastante contundentes”.

Debo confesar que sólo los he escuchado tocar en vivo como un dúo, sin ningún acompañamiento además de la guitarra (aunque sé que el proyecto no se limita a este formato, como he podido apreciar

en videos publicados en Youtube). Desde este punto de vista, trataré de trasmitir mis impresiones de la música de The Baby Factory.

Baldomero tiene un estilo particu-lar de tocar la guitarra: mezclando el rasgado y los arpegios en una interpretación que realza los bajos al mismo tiempo que las armonías. El resultado es un sonido sólido, grueso y rítmico que sirve de base para la melodía. Sobre este terreno que construye la guitarra aparecen las voces, que se mueven en un rango relativamente grave y que no realizan grandes piruetas melódi-cas. Sin embargo, aprovechan sus dos voces, una masculina y otra femenina, para producir armonías dulces e interesantes. Siempre �eles a su estilo folk/rock.

Sus secuencias armónicas y sus frases de guitarra no se caracteri-zan por la complejidad, sino por su “contundencia”, para usar la expresión de Baldomero. Sus progresiones de acordes, en otras palabras, suelen ser simples y, en ocasiones, repetitivos. Esto no debe leerse como una carencia, pues permite que sea la melodía la que te guíe a través de la canción. Además, que las progresiones, a veces, se repitan, no signi�ca que no existan cambios marcados dentro de la estructura armónica de las canciones.

En resumen, la mayor virtud de The Baby Factory consiste en su expre-sividad, la cual logran con melodías dulces y pegajosas y progresiones armónicas interesantes y contundentes. Son �eles a su concepción estética, tanto de la

música en general, como a la visión que tienen de su proyecto.

Bárbara y Baldomero han estado tocando desde 2011 y, en poco más de un año, han conseguido abrirse un espacio en la movida caraqueña. En ese tiempo han tocado en distin-tos establecimientos de la ciudad y ya están grabando un disco, bajo la producción de Alejandro Urdaneta y Adrián Pierral. Más importante, han creado un estilo personal que apenas empieza a mostrar su potencialidad.

A �nales de este año la banda se mudará a Holanda, donde ya están programando toques en Amstere-dan e Inglaterra. Su intención es, en palabras de Bárbara: “continuar con el proyecto de The Baby Factory. Queremos trabajar y vivir de la música”. Más allá, me atrevo a decir que lo mejor de The Baby Factory es que ha abierto un pequeño espacio dentro del terreno musical que ha explorado y sólo ellos nos podrán mostrar qué han encontrado y encontrarán ahí.

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dio la oportunidad de escuchar algunas canciones colgadas en YouTube.

Semanas después, visité a mi tío. José Luis Morenza lo sabe todo sobre música. Es una exag-eración, claro. Pero hasta ahora no ha existido un evento que reboque esta hipérbole. Aquella tarde de domingo, me ayudó a descargar 22 temas de Vytas Brenner.

Estuve escuchando esas 22 canciones por meses. Todas las noches se disponía para mí el playlist de Brenner de la manera en que un místico paga una promesa. Maracas, arpas, cuat-ros, militantes a ultranza del joropo, se fusionaban en una alianza perfecta con sintetiza-dores y otros instrumentos elec-trónicos. Diplomacia en alta �delidad.

De esta unión se originaba un sonido que invitaba a acercarse más a la música venezolana. Es de algún modo escuchar cómo late Venezuela. Los acordes de Brenner se potencian con una a�nación turística. Si se escucha “Morrocoy”, uno se teletrans-porta a los cayos. Si se escucha “Caracas para locos”, es imposi-ble no imaginarse aplastado por una muchedumbre en el Metro.

A �nales de agosto organicé una �esta tributo a mi amiga Ana Lucía de Bastos, que se regre-saba para Barcelona por esas fechas. Ella partió de casa el sábado por la mañana. Algunos continuamos hasta el domingo.

A la noche siguiente, me quedé dormido con la Macbook sobre mis rodillas. Había pulsado sin querer la opción de repetición in�nita del iTunes. Por largas horas estuvo sonando “Agua clara” como una tonada del �n de los tiempos. Alcanzó a repro-ducirse unas setenta veces. Mis oídos se han acostumbrado tanto a ella que cuando la escu-cho realizo viajes metafísicos de cuatro minutos a la playa.

Después de este evento, re�ex-ioné sobre las pocas canciones que tenía de este artista. Temí que por llegar a exprimirlo tanto me arriesgaba a obstinarme de él.

Volví a Google. El buscador que meses atrás me había com-pletado los datos que Allueva adelantaba en su libro, ahora me triplicaba el número de canciones. Así descubrí el blog Quemazon Prog Record Venezuela. Una especie de oasis digital que promueve el rock y el jazz venezolanos que no se consiguen en ninguna parte.

Así fue que logré reunir 60 temas de Vytas Brenner. Aún no dejo de escucharlo.

Una antología ideada por mí sería la siguiente: 15 partes por millón, La restinga, Agua clara, Frailejón, Danza con pájaros, Techos rojos 1/ Techos rojos 2, Ana Karina Rote, Ofrenda, San Agustín, Orinokia, Canchunchu Florido, Morrocoy, Gavilán, Ganado, Sentado en una piedra.

por mario morenza @Mariomorenza

vytas brennervytas brenner Conocer a Vytas Brenner, escuchar y conocer su música, ha sido para mí un rito anacrónico, además de una actividad vincu-lada al placer y a la tranquilidad nocturna.

Supe de Vytas Brenner leyendo Crónicas del rock fabricado acá (http://quemazonprogrecords.blogspot.com/) de Félix Allueva. Investigaba para escribir un ensayo sobre la in�uencia del rock en la literatura venezolana. En el capítulo dedicado a los setenta-ochenta, Allueva cali�ca la música de Brenner como inno-vadora. Lo retrata como un adelantado a su época.

(En este punto debo aclarar que tengo una debilidad inusitada por ese adjetivo. Cada vez que leo o escucho a alguien sosteniendo que cierto libro, película o disco es innovador, me pongo alerta. Como si se me fuera la vida en ello, busco com-probar qué tan innovador es. En este caso, Allueva, además de tener razón, me llevó a lo que hoy es para mí el músico venezolano que no sólo se adelantó a los ochenta, sino al siglo XXI.)

Esa misma noche de Semana Santa supe que Vytas Brenner había muerto seis años atrás en Salzburgo, Austria. Google me dio la respuesta. Y también me

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dio la oportunidad de escuchar algunas canciones colgadas en YouTube.

Semanas después, visité a mi tío. José Luis Morenza lo sabe todo sobre música. Es una exag-eración, claro. Pero hasta ahora no ha existido un evento que reboque esta hipérbole. Aquella tarde de domingo, me ayudó a descargar 22 temas de Vytas Brenner.

Estuve escuchando esas 22 canciones por meses. Todas las noches se disponía para mí el playlist de Brenner de la manera en que un místico paga una promesa. Maracas, arpas, cuat-ros, militantes a ultranza del joropo, se fusionaban en una alianza perfecta con sintetiza-dores y otros instrumentos elec-trónicos. Diplomacia en alta �delidad.

De esta unión se originaba un sonido que invitaba a acercarse más a la música venezolana. Es de algún modo escuchar cómo late Venezuela. Los acordes de Brenner se potencian con una a�nación turística. Si se escucha “Morrocoy”, uno se teletrans-porta a los cayos. Si se escucha “Caracas para locos”, es imposi-ble no imaginarse aplastado por una muchedumbre en el Metro.

A �nales de agosto organicé una �esta tributo a mi amiga Ana Lucía de Bastos, que se regre-saba para Barcelona por esas fechas. Ella partió de casa el sábado por la mañana. Algunos continuamos hasta el domingo.

A la noche siguiente, me quedé dormido con la Macbook sobre mis rodillas. Había pulsado sin querer la opción de repetición in�nita del iTunes. Por largas horas estuvo sonando “Agua clara” como una tonada del �n de los tiempos. Alcanzó a repro-ducirse unas setenta veces. Mis oídos se han acostumbrado tanto a ella que cuando la escu-cho realizo viajes metafísicos de cuatro minutos a la playa.

Después de este evento, re�ex-ioné sobre las pocas canciones que tenía de este artista. Temí que por llegar a exprimirlo tanto me arriesgaba a obstinarme de él.

Volví a Google. El buscador que meses atrás me había com-pletado los datos que Allueva adelantaba en su libro, ahora me triplicaba el número de canciones. Así descubrí el blog Quemazon Prog Record Venezuela. Una especie de oasis digital que promueve el rock y el jazz venezolanos que no se consiguen en ninguna parte.

Así fue que logré reunir 60 temas de Vytas Brenner. Aún no dejo de escucharlo.

Una antología ideada por mí sería la siguiente: 15 partes por millón, La restinga, Agua clara, Frailejón, Danza con pájaros, Techos rojos 1/ Techos rojos 2, Ana Karina Rote, Ofrenda, San Agustín, Orinokia, Canchunchu Florido, Morrocoy, Gavilán, Ganado, Sentado en una piedra.

Conocer a Vytas Brenner, escuchar y conocer su música, ha sido para mí un rito anacrónico, además de una actividad vincu-lada al placer y a la tranquilidad nocturna.

Supe de Vytas Brenner leyendo Crónicas del rock fabricado acá (http://quemazonprogrecords.blogspot.com/) de Félix Allueva. Investigaba para escribir un ensayo sobre la in�uencia del rock en la literatura venezolana. En el capítulo dedicado a los setenta-ochenta, Allueva cali�ca la música de Brenner como inno-vadora. Lo retrata como un adelantado a su época.

(En este punto debo aclarar que tengo una debilidad inusitada por ese adjetivo. Cada vez que leo o escucho a alguien sosteniendo que cierto libro, película o disco es innovador, me pongo alerta. Como si se me fuera la vida en ello, busco com-probar qué tan innovador es. En este caso, Allueva, además de tener razón, me llevó a lo que hoy es para mí el músico venezolano que no sólo se adelantó a los ochenta, sino al siglo XXI.)

Esa misma noche de Semana Santa supe que Vytas Brenner había muerto seis años atrás en Salzburgo, Austria. Google me dio la respuesta. Y también me

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por constanza abeillé

Back tothe oldschool:

el revival60 de

electrisixties

Back tothe oldschool:

el revival60 de

electrisixties

En la primera década del 2000 el rock desarrolló una tendencia global de cultos retro y revisitas a la historia del género. Autorreferencialidad y diálogo con el pasado: el correr del tiempo hizo del rock un gran closet de estilos listos para usar. Dentro de este contexto la ciudad de Buenos Aires organizó también su versión de la movida, y hacia el 2007 un grupo de adeptos a los soni-dos 50s y 60s comenzaron a promocionar sus propios lugares de encuentro para hablar de especi�cidades del género y bailar al compás del beat de antaño. Entre copas e intercam-bios de discos nació, a mediados del 2008, Electrisixties.

En su departamento porteño de Ceballos y Alsina Mr. Beatpunk y Babyface ensayaban los primeros acordes de la banda. Hoy, desde otro domicilio y cuatro años después, los chicos vuelven a hablar con el mismo entu-siasmo de la propuesta: “no es un homenaje y mucho menos una parodia, es la forma de hacer canciones que nos gusta y nos sale. Tratamos de ser consecuentes con lo que hacemos y por eso llevamos a su mayor expresión la representación del estilo y de la época”.

En el 2010 Electrisixties grabó su primer LP de producción independiente titulado Get Ready To Beat! El disco contiene siete canciones propias y algunas versiones de los Yardbirds, los Searchers y Dave Clark Five. "Grabamos el disco en vivo en estudio en solo 8 horas", comenta Beatpunk. Todas las canciones, incluso las de su autoría, están cantadas en inglés: "podemos decir que es el idioma que más se amolda fonéticamente al desarrollo lírico-poético y no es un detalle menor sino una parte esencial para repre-sentar �elmente el concepto musical de las bandas beat garage de los 60s".

Y aunque los Electrisixties no hayan conse-guido aun su propio tea blend (todo llega a su tiempo), un par de colegas británicos los

convocaron en el 2011 para participar del compilado No Way Out producido por el sello inglés Dead By Mono: "realmente nos produjo mucha satisfacción ya que la edición y difusión de este material nos llevó a tocar en el Blast O� Fest, festival que se organiza todos los años en la ciudad de Nottingham". El viaje a las Islas motivó también la visita a España para presentar Get Ready To Beat! y el videoclip de “A Simple Goodbye”.

En el 2011 los chicos grabaron un segundo disco de estudio en el estudio King de Pablo Hadida: Beatween Melodies. Desde el título mismo Electrisixties hace notar su búsqueda incesante de un sonido característico. La variedad de melodías, texturas y ritmos es una constante en cada canción, fruto del trabajo conjunto de la banda y su desarrollo estilístico y musical: "I Want You Out of My Mind", "Lets Shake" y "I love you now" son algunas de las composiciones propias del grupo en este disco. “Tenemos una relación de admiración y fascinación con la época, tanto en las canciones, en la estética, en el sonido, en la forma de grabar y de componer. La raíz del R&B y R&R de los 50s también se hace notar cada día más en las nuevas composiciones".

Page 37: Revistanudel 2012

En la primera década del 2000 el rock desarrolló una tendencia global de cultos retro y revisitas a la historia del género. Autorreferencialidad y diálogo con el pasado: el correr del tiempo hizo del rock un gran closet de estilos listos para usar. Dentro de este contexto la ciudad de Buenos Aires organizó también su versión de la movida, y hacia el 2007 un grupo de adeptos a los soni-dos 50s y 60s comenzaron a promocionar sus propios lugares de encuentro para hablar de especi�cidades del género y bailar al compás del beat de antaño. Entre copas e intercam-bios de discos nació, a mediados del 2008, Electrisixties.

En su departamento porteño de Ceballos y Alsina Mr. Beatpunk y Babyface ensayaban los primeros acordes de la banda. Hoy, desde otro domicilio y cuatro años después, los chicos vuelven a hablar con el mismo entu-siasmo de la propuesta: “no es un homenaje y mucho menos una parodia, es la forma de hacer canciones que nos gusta y nos sale. Tratamos de ser consecuentes con lo que hacemos y por eso llevamos a su mayor expresión la representación del estilo y de la época”.

En el 2010 Electrisixties grabó su primer LP de producción independiente titulado Get Ready To Beat! El disco contiene siete canciones propias y algunas versiones de los Yardbirds, los Searchers y Dave Clark Five. "Grabamos el disco en vivo en estudio en solo 8 horas", comenta Beatpunk. Todas las canciones, incluso las de su autoría, están cantadas en inglés: "podemos decir que es el idioma que más se amolda fonéticamente al desarrollo lírico-poético y no es un detalle menor sino una parte esencial para repre-sentar �elmente el concepto musical de las bandas beat garage de los 60s".

Y aunque los Electrisixties no hayan conse-guido aun su propio tea blend (todo llega a su tiempo), un par de colegas británicos los

convocaron en el 2011 para participar del compilado No Way Out producido por el sello inglés Dead By Mono: "realmente nos produjo mucha satisfacción ya que la edición y difusión de este material nos llevó a tocar en el Blast O� Fest, festival que se organiza todos los años en la ciudad de Nottingham". El viaje a las Islas motivó también la visita a España para presentar Get Ready To Beat! y el videoclip de “A Simple Goodbye”.

En el 2011 los chicos grabaron un segundo disco de estudio en el estudio King de Pablo Hadida: Beatween Melodies. Desde el título mismo Electrisixties hace notar su búsqueda incesante de un sonido característico. La variedad de melodías, texturas y ritmos es una constante en cada canción, fruto del trabajo conjunto de la banda y su desarrollo estilístico y musical: "I Want You Out of My Mind", "Lets Shake" y "I love you now" son algunas de las composiciones propias del grupo en este disco. “Tenemos una relación de admiración y fascinación con la época, tanto en las canciones, en la estética, en el sonido, en la forma de grabar y de componer. La raíz del R&B y R&R de los 50s también se hace notar cada día más en las nuevas composiciones".

El per�l

Banda de Beat Garage 60s

Los integrantes

Sr. Beatpunk (batería)

Babyface (voz y bajo)

Frankie Walker (guitarra y voz, 2008-2010)

Dirty Ernie (guitarra y coros, 2010-actualidad)

Willy Mu� (guitarra y coros)

Los discos

Get Ready To Beat! (2010)

Beatween Melodies (2011)

No Way Out! (Comp.) (2011)

Lo que se viene

Horas de encierro en el estu-dio para producir nuestro tercer disco.

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En la primera década del 2000 el rock desarrolló una tendencia global de cultos retro y revisitas a la historia del género. Autorreferencialidad y diálogo con el pasado: el correr del tiempo hizo del rock un gran closet de estilos listos para usar. Dentro de este contexto la ciudad de Buenos Aires organizó también su versión de la movida, y hacia el 2007 un grupo de adeptos a los soni-dos 50s y 60s comenzaron a promocionar sus propios lugares de encuentro para hablar de especi�cidades del género y bailar al compás del beat de antaño. Entre copas e intercam-bios de discos nació, a mediados del 2008, Electrisixties.

En su departamento porteño de Ceballos y Alsina Mr. Beatpunk y Babyface ensayaban los primeros acordes de la banda. Hoy, desde otro domicilio y cuatro años después, los chicos vuelven a hablar con el mismo entu-siasmo de la propuesta: “no es un homenaje y mucho menos una parodia, es la forma de hacer canciones que nos gusta y nos sale. Tratamos de ser consecuentes con lo que hacemos y por eso llevamos a su mayor expresión la representación del estilo y de la época”.

En el 2010 Electrisixties grabó su primer LP de producción independiente titulado Get Ready To Beat! El disco contiene siete canciones propias y algunas versiones de los Yardbirds, los Searchers y Dave Clark Five. "Grabamos el disco en vivo en estudio en solo 8 horas", comenta Beatpunk. Todas las canciones, incluso las de su autoría, están cantadas en inglés: "podemos decir que es el idioma que más se amolda fonéticamente al desarrollo lírico-poético y no es un detalle menor sino una parte esencial para repre-sentar �elmente el concepto musical de las bandas beat garage de los 60s".

Y aunque los Electrisixties no hayan conse-guido aun su propio tea blend (todo llega a su tiempo), un par de colegas británicos los

convocaron en el 2011 para participar del compilado No Way Out producido por el sello inglés Dead By Mono: "realmente nos produjo mucha satisfacción ya que la edición y difusión de este material nos llevó a tocar en el Blast O� Fest, festival que se organiza todos los años en la ciudad de Nottingham". El viaje a las Islas motivó también la visita a España para presentar Get Ready To Beat! y el videoclip de “A Simple Goodbye”.

En el 2011 los chicos grabaron un segundo disco de estudio en el estudio King de Pablo Hadida: Beatween Melodies. Desde el título mismo Electrisixties hace notar su búsqueda incesante de un sonido característico. La variedad de melodías, texturas y ritmos es una constante en cada canción, fruto del trabajo conjunto de la banda y su desarrollo estilístico y musical: "I Want You Out of My Mind", "Lets Shake" y "I love you now" son algunas de las composiciones propias del grupo en este disco. “Tenemos una relación de admiración y fascinación con la época, tanto en las canciones, en la estética, en el sonido, en la forma de grabar y de componer. La raíz del R&B y R&R de los 50s también se hace notar cada día más en las nuevas composiciones".

por V. Albe

De qué color es eltrapo bogotanoDe qué color es eltrapo bogotano

Eso mismo permite ese ¿break?, suerte de puente o montuno en medio de “La señora cocina”, sacán-donos del pop-rock más trillado para dejar que Camilo Ríos en las congas y José Santa en la percusión hagan de las suyas. Allí es donde está lo bueno y lo que tendrían que explotar.

No quiero decir que no lo estén haciendo. Insisto, la agrupación no es otra más de pop latino. No es sólo que las canciones estén mon-tadas y suenen redonditas, sin inter-

Si lo oyes por encima el grupo Trapos parece otra ban-dita de pop-rock latino, de esas que sobran en Latinoamérica, aparecen y desaparecen haci-endo un poquito de bulla.

Esto lo digo después de escucha-rlos desde mi computadora, separado de Bogotá por varios kilómetros. No sé cuál es la trayectoria del grupo porque no vivo en esa ciudad, no sé cómo es su recepción entre los bogota-nos, no sé quiénes son los músi-cos (al menos no los conozco en persona). Pero si repetimos “Madame Candela” o “Paranoia”, si la escuchamos una segunda vez, la vaina cambia.

La voz del cantante, Juan Agudelo Rojas, no es excep-cional (todo hay que decirlo) pero tiene presencia y está bien templada, es decir, cuando se monta se hace escuchar. La base del trío que da el toque rock –guitarra, bajo y batería; Sergio Daniel Rojas, Diego Santa y Rafa Hernández, respectivamente– está muy bien cuadrada y le da piso al resto de la banda para irse un poco en improvisaciones como un teclado, Rodian Rojas, medio salsero en una canción como “Paranoia”, que parecía ir destinada a la clasi�cación rock.

rupciones ni notas mal metidas. También es que tienen tumbao. Cosa que les ayuda mucho porque cobra mayor fuerza en piezas cortas que te contagian con facilidad y te llevan por sus tres minutos sin interrupciones, sin perderte y sin dejar que evites el ritmo.

No creo que sean la mejor banda del año, tampoco creo que estén revolucionando un estilo ni devastándonos con su inno-vación. Sin embargo tienen algo que se debe valorar en todo músico: la capacidad de abrir y cerrar una canción sin que se caiga –cosa que algunos de los autodenominados “experimen-tales” o “revolucionarios” no tienen. Además de esto me parece que Trapos tiene la posi-bilidad de hacer algo más.

Si siguen trabajando como siento que vienen haciéndolo, es bastante seguro que consigan un lugar solvente en la escena musical colombiana y, quién sabe, en la latinoamericana. Pero si arriesgaran un poquito más, si dejan que Camilo y José suelten más la percusión, o que Rodian se explaye en el piano, tal vez se convertirían en otra cosa, no sólo pop-rock, no sólo música latina, sino una vuelta más en la música de fusiones.

Page 39: Revistanudel 2012

En la primera década del 2000 el rock desarrolló una tendencia global de cultos retro y revisitas a la historia del género. Autorreferencialidad y diálogo con el pasado: el correr del tiempo hizo del rock un gran closet de estilos listos para usar. Dentro de este contexto la ciudad de Buenos Aires organizó también su versión de la movida, y hacia el 2007 un grupo de adeptos a los soni-dos 50s y 60s comenzaron a promocionar sus propios lugares de encuentro para hablar de especi�cidades del género y bailar al compás del beat de antaño. Entre copas e intercam-bios de discos nació, a mediados del 2008, Electrisixties.

En su departamento porteño de Ceballos y Alsina Mr. Beatpunk y Babyface ensayaban los primeros acordes de la banda. Hoy, desde otro domicilio y cuatro años después, los chicos vuelven a hablar con el mismo entu-siasmo de la propuesta: “no es un homenaje y mucho menos una parodia, es la forma de hacer canciones que nos gusta y nos sale. Tratamos de ser consecuentes con lo que hacemos y por eso llevamos a su mayor expresión la representación del estilo y de la época”.

En el 2010 Electrisixties grabó su primer LP de producción independiente titulado Get Ready To Beat! El disco contiene siete canciones propias y algunas versiones de los Yardbirds, los Searchers y Dave Clark Five. "Grabamos el disco en vivo en estudio en solo 8 horas", comenta Beatpunk. Todas las canciones, incluso las de su autoría, están cantadas en inglés: "podemos decir que es el idioma que más se amolda fonéticamente al desarrollo lírico-poético y no es un detalle menor sino una parte esencial para repre-sentar �elmente el concepto musical de las bandas beat garage de los 60s".

Y aunque los Electrisixties no hayan conse-guido aun su propio tea blend (todo llega a su tiempo), un par de colegas británicos los

convocaron en el 2011 para participar del compilado No Way Out producido por el sello inglés Dead By Mono: "realmente nos produjo mucha satisfacción ya que la edición y difusión de este material nos llevó a tocar en el Blast O� Fest, festival que se organiza todos los años en la ciudad de Nottingham". El viaje a las Islas motivó también la visita a España para presentar Get Ready To Beat! y el videoclip de “A Simple Goodbye”.

En el 2011 los chicos grabaron un segundo disco de estudio en el estudio King de Pablo Hadida: Beatween Melodies. Desde el título mismo Electrisixties hace notar su búsqueda incesante de un sonido característico. La variedad de melodías, texturas y ritmos es una constante en cada canción, fruto del trabajo conjunto de la banda y su desarrollo estilístico y musical: "I Want You Out of My Mind", "Lets Shake" y "I love you now" son algunas de las composiciones propias del grupo en este disco. “Tenemos una relación de admiración y fascinación con la época, tanto en las canciones, en la estética, en el sonido, en la forma de grabar y de componer. La raíz del R&B y R&R de los 50s también se hace notar cada día más en las nuevas composiciones".

Eso mismo permite ese ¿break?, suerte de puente o montuno en medio de “La señora cocina”, sacán-donos del pop-rock más trillado para dejar que Camilo Ríos en las congas y José Santa en la percusión hagan de las suyas. Allí es donde está lo bueno y lo que tendrían que explotar.

No quiero decir que no lo estén haciendo. Insisto, la agrupación no es otra más de pop latino. No es sólo que las canciones estén mon-tadas y suenen redonditas, sin inter-

Si lo oyes por encima el grupo Trapos parece otra ban-dita de pop-rock latino, de esas que sobran en Latinoamérica, aparecen y desaparecen haci-endo un poquito de bulla.

Esto lo digo después de escucha-rlos desde mi computadora, separado de Bogotá por varios kilómetros. No sé cuál es la trayectoria del grupo porque no vivo en esa ciudad, no sé cómo es su recepción entre los bogota-nos, no sé quiénes son los músi-cos (al menos no los conozco en persona). Pero si repetimos “Madame Candela” o “Paranoia”, si la escuchamos una segunda vez, la vaina cambia.

La voz del cantante, Juan Agudelo Rojas, no es excep-cional (todo hay que decirlo) pero tiene presencia y está bien templada, es decir, cuando se monta se hace escuchar. La base del trío que da el toque rock –guitarra, bajo y batería; Sergio Daniel Rojas, Diego Santa y Rafa Hernández, respectivamente– está muy bien cuadrada y le da piso al resto de la banda para irse un poco en improvisaciones como un teclado, Rodian Rojas, medio salsero en una canción como “Paranoia”, que parecía ir destinada a la clasi�cación rock.

rupciones ni notas mal metidas. También es que tienen tumbao. Cosa que les ayuda mucho porque cobra mayor fuerza en piezas cortas que te contagian con facilidad y te llevan por sus tres minutos sin interrupciones, sin perderte y sin dejar que evites el ritmo.

No creo que sean la mejor banda del año, tampoco creo que estén revolucionando un estilo ni devastándonos con su inno-vación. Sin embargo tienen algo que se debe valorar en todo músico: la capacidad de abrir y cerrar una canción sin que se caiga –cosa que algunos de los autodenominados “experimen-tales” o “revolucionarios” no tienen. Además de esto me parece que Trapos tiene la posi-bilidad de hacer algo más.

Si siguen trabajando como siento que vienen haciéndolo, es bastante seguro que consigan un lugar solvente en la escena musical colombiana y, quién sabe, en la latinoamericana. Pero si arriesgaran un poquito más, si dejan que Camilo y José suelten más la percusión, o que Rodian se explaye en el piano, tal vez se convertirían en otra cosa, no sólo pop-rock, no sólo música latina, sino una vuelta más en la música de fusiones.

Page 40: Revistanudel 2012

por señor malhaje

portisheadportishead(+ King Creosote & Jon Hopkins+ Thought Forms + Cuchillo)(+ King Creosote & Jon Hopkins+ Thought Forms + Cuchillo)

22 de junio de 2012

Poble Espanyol, Barcelona

Ya una hora antes de la apertura de puertas, una cola de unos veinte metros esperaba para entrar al recinto del Poble Espan-yol. No era para menos, se esperaba uno de los mejores conciertos del año, una cita espe-cial (y doble) con uno de los grupos más legendarios de los noventa, Portishead, que además había sido protagonistas de un resurgimiento inaudito con el que fue su primer disco de estudio después de once años: Third (2008). La actuación de los de Bristol venía aderezada con la organización de un minifestival compuesto con grupos y artistas escogidos por los cabeza de cartel.

Casi a las siete abrieron los barce-loneses Cuchillo, en formato trío (más un saxofonista en los dos últimos temas), se tuvieron que enfrentar con un sol que les pegaba de frente, el calor y una audiencia escasa y en gran parte gran parte extranjera (y por lo tanto no conocedora de su música). Fue una actuación corta, marcada por lo ambiental, oscuro y los desarrollos largos.

Después apareció el también trío Thought Forms. Bastante desconocidos, los ingleses ofreci-

eron una interesante mezcla entre shoegaze y doom. Comenzando con un juego de voces envueltas en efectos y mezcladas con sencillas líneas de teclado (no sé qué instru-mento era el que tocaba la chica, una especie de �auta), pronto entraron las guitarras y la batería demoledora. Mucha distorsión y un toque épico que convencieron. Una pena que fuera tan breve.

Los último teloneros fueron King Creosote & Jon Hopkins, un dúo folk escocés. Sólo guitarra acústica y piano (también apuntes de harmo-nio). En mi opinión fue un poco desafortunado que aparecieran después de Thought Forms, el concierto fue demasiado calmado y

monocorde. Las canciones eran bonitas, pero supuso una bajada de intensidad que se sumó a la impa-ciencia por ver a los cabeza de cartel.

A las diez de la noche, puntual-mente, aparecieron Portishead en un escenario poblado de minicá-maras que registraban ángulos diversos de la actuación. El trío se acompañó de otros tres músicos que ayudaron a que ningún matiz o detalle se perdiera al pasar las canciones al directo. Porque mucha gente puede sospechar que este es un grupo de estudio, frío, distante, todas esas cosas que se dicen, pero después de verles en vivo uno tiene que deshacerse de�nitivamente de esas ideas. Comenzaron con "Silence" y un sonido algo desorde-nado, quizás falto de volumen, un problema que no tardó en resolv-erse. El concierto se centró princi-palmente en su último disco, que tocaron casi entero, con miradas a su época de los noventa, momento en que se hicieron mundialmente reconocidos. A pesar de la diferen-cia estilística entre Third y los dos discos anteriores, en directo supi-eron dar un sonido homogéneo y coherente a esas canciones, que estaban separadas por más de una década. Destacaron el hit "Glory Box" y "Wandering Star", esta última tocada de forma reducida, con Beth Gibbons sentada y con su voz solo acompañada por una guitarra eléc-trica arpegiada y un bajo. Justo después de este momento intimista vino "Machine Gun", single oscuro y casi apocalíptico (de ahí las imágenes que acom-pañaron a la actuación en la panta-

lla del fondo) que terminó con esa línea de sintetizador mágica mien-tras la cantante se volvía a un amanecer naranja. Terminaron con la increíble "Threads" con gritos incluidos y un público rendido. En los bises volvieron con "Roads" y "We Carry On", momento que Gibbons aprovechó para bajar del escenario para darse un baño de multitudes mientras la banda subía más y más de intensidad.

Una noche muy especial en la que todo el mundo volvió a casa con la sensación de haber visto algo increíble, a un grupo que es garantía de calidad e intensidad, de originalidad y saber hacer en el escenario. No pude ir al concierto del día siguiente, que prometía ser tan bueno como el primero, cosa que me dio pena, porque, aunque hubiera durado tres o cuatro horas, se me hubiera seguido haciendo corto. Inolvidable.

Page 41: Revistanudel 2012

22 de junio de 2012

Poble Espanyol, Barcelona

Ya una hora antes de la apertura de puertas, una cola de unos veinte metros esperaba para entrar al recinto del Poble Espan-yol. No era para menos, se esperaba uno de los mejores conciertos del año, una cita espe-cial (y doble) con uno de los grupos más legendarios de los noventa, Portishead, que además había sido protagonistas de un resurgimiento inaudito con el que fue su primer disco de estudio después de once años: Third (2008). La actuación de los de Bristol venía aderezada con la organización de un minifestival compuesto con grupos y artistas escogidos por los cabeza de cartel.

Casi a las siete abrieron los barce-loneses Cuchillo, en formato trío (más un saxofonista en los dos últimos temas), se tuvieron que enfrentar con un sol que les pegaba de frente, el calor y una audiencia escasa y en gran parte gran parte extranjera (y por lo tanto no conocedora de su música). Fue una actuación corta, marcada por lo ambiental, oscuro y los desarrollos largos.

Después apareció el también trío Thought Forms. Bastante desconocidos, los ingleses ofreci-

eron una interesante mezcla entre shoegaze y doom. Comenzando con un juego de voces envueltas en efectos y mezcladas con sencillas líneas de teclado (no sé qué instru-mento era el que tocaba la chica, una especie de �auta), pronto entraron las guitarras y la batería demoledora. Mucha distorsión y un toque épico que convencieron. Una pena que fuera tan breve.

Los último teloneros fueron King Creosote & Jon Hopkins, un dúo folk escocés. Sólo guitarra acústica y piano (también apuntes de harmo-nio). En mi opinión fue un poco desafortunado que aparecieran después de Thought Forms, el concierto fue demasiado calmado y

monocorde. Las canciones eran bonitas, pero supuso una bajada de intensidad que se sumó a la impa-ciencia por ver a los cabeza de cartel.

A las diez de la noche, puntual-mente, aparecieron Portishead en un escenario poblado de minicá-maras que registraban ángulos diversos de la actuación. El trío se acompañó de otros tres músicos que ayudaron a que ningún matiz o detalle se perdiera al pasar las canciones al directo. Porque mucha gente puede sospechar que este es un grupo de estudio, frío, distante, todas esas cosas que se dicen, pero después de verles en vivo uno tiene que deshacerse de�nitivamente de esas ideas. Comenzaron con "Silence" y un sonido algo desorde-nado, quizás falto de volumen, un problema que no tardó en resolv-erse. El concierto se centró princi-palmente en su último disco, que tocaron casi entero, con miradas a su época de los noventa, momento en que se hicieron mundialmente reconocidos. A pesar de la diferen-cia estilística entre Third y los dos discos anteriores, en directo supi-eron dar un sonido homogéneo y coherente a esas canciones, que estaban separadas por más de una década. Destacaron el hit "Glory Box" y "Wandering Star", esta última tocada de forma reducida, con Beth Gibbons sentada y con su voz solo acompañada por una guitarra eléc-trica arpegiada y un bajo. Justo después de este momento intimista vino "Machine Gun", single oscuro y casi apocalíptico (de ahí las imágenes que acom-pañaron a la actuación en la panta-

lla del fondo) que terminó con esa línea de sintetizador mágica mien-tras la cantante se volvía a un amanecer naranja. Terminaron con la increíble "Threads" con gritos incluidos y un público rendido. En los bises volvieron con "Roads" y "We Carry On", momento que Gibbons aprovechó para bajar del escenario para darse un baño de multitudes mientras la banda subía más y más de intensidad.

Una noche muy especial en la que todo el mundo volvió a casa con la sensación de haber visto algo increíble, a un grupo que es garantía de calidad e intensidad, de originalidad y saber hacer en el escenario. No pude ir al concierto del día siguiente, que prometía ser tan bueno como el primero, cosa que me dio pena, porque, aunque hubiera durado tres o cuatro horas, se me hubiera seguido haciendo corto. Inolvidable.

Page 42: Revistanudel 2012

por Señor Malhaje

San MiguelPrimavera Sound 2012

San MiguelPrimavera Sound 2012

Es imposible en una crónica personal de un festival como el Primavera Sound hacerse eco de todos los conciertos que hubo. Uno tiene que escoger, eso es sabido por todos, y al escoger se renuncia a actuaciones por las que tenías interés o te hubiera gustado ver, hay decisiones dolorosas, hay concier-tos que te pierdes y después te cuentan que estuvieron muy bien. El solapamiento es la gran prob-lemática de un festival de las dimen-siones de este. Dicho esto, tengo que avisar que no vi varios de los platos fuertes de este festival como Yo La Tengo (ya los vi en el Prima-vera de hace tres años), Franz Ferdi-nand (coincidían con Spiritualized y desde mi punto de vista no hay color) y The Cure (por la pereza que me daba la multitud que se preveía y las casi tres horas de actuación previstas).

A nivel de organización, el festival ha mejorado mucho con respecto al año pasado, donde errores informáticos y un confuso sistema de pago en las barras y tiendas de comida provocaron colas y protes-tas por parte de los asistentes. Por el contrario, este año las consumi-ciones se pagaban directamente con dinero y sin necesidad de com-prar tickets. También, durante toda la semana antes del festival, se insta-laron en el Palau de la Virreina unos

mostradores donde intercambiar las entradas por las pulseras y tarjetas que permitían el acceso al recinto del Fòrum, por lo que las aglomera-ciones en la entrada se redujeron considerablemente, así como en los puntos de venta de bebidas (más este año), donde no había que esperar demasiado para pedir. La zona de stands también se vio ampliada con una gran exposición de cartelería de conciertos hecha por artistas y diseñadores, ediciones numeradas, limitadas y serigra�adas generalmente hechas para las giras y actuaciones de grupos y músicos del festival.

Jueves 31

Dado que llegué tarde, el primer concierto que vi fue el de Lee Ranaldo, el mítico guitarrista de la banda Sonic Youth venía a presentar su último disco en solitario Between The Times And The Tides (2012). Se presentó con una banda de igual formación que su grupo de toda la vida (incluso tenía a Steve Shelley a la batería) y se concentró exclusiva-mente en su última referencia. Comenzó con "Waiting on a Dream", con un sonido impecable y con�anza en sus nuevas canciones, que recu-erdan a las que él mismo �rma en los discos de la juventud sónica, a los que hizo un pequeño guiño cuando

mucho más reducidos, pero eso no pareció importar cuando sonaron temas como "Refused And Fuckin' Dead", "Liberation Frequency" o el hit "New Noise", ya en los bises. Tam-bién ellos hicieron referencia a la actualidad económica y política, a�rmando que posiblemente sus canciones tenían más sentido ahora que cuando las escribieron. Fanfar-ronadas aparte, el discurso político fácil y un tanto paternalista y una duración quizás excesiva son las dos únicas (y pequeñas) pegas que puedo ponerle a este concierto.

Terminé el primer día con Spiritual-ized. Jason Pierce se subió al esce-nario con sus eternas gafas de sol (a pesar de ser las dos de la madru-gada) y vestido completamente de blanco. La banda, colocada en semi-círculo y él en uno de los extremos (lo que hacía que él le diera la espalda a parte del público), comenzó con "Hey Jane", primer tema de Sweet Heart, Sweet Light (2012), canción-montaña rusa con un inmenso crescendo al �nal. Y así se movieron, entre la electricidad y la calma, con momentos demasiado introspectivos, un concierto que necesitó un poco más de fuerza y una mala leche que apenas asomó en la �nal "Come Together", con las dos coristas gospel en su momento álgido, y con el (¿preparado?) arre-bato de rabia de Pierce, que tiró el ampli�cador al suelo y lanzó su guitarra contra él, saliendo acto seguido del escenario, algo que no pareció sorprender a la banda, que terminó imperturbable la canción y el concierto.

Viernes 1

El segundo día del festival también comenzó tarde para mí, vi de pasada a Milk Music, grupo que bebe directamente del rock americano de los noventa y ochenta (Dinosaur Jr., Hüsker Dü) y que dieron un conci-erto correcto y disfrutable.

Después me dispuse a ver al que, en mi opinión, es el mejor grupo nacional de la actualidad: Orthodox. El power trio sevillano tenía muchas cosas en contra: ser muy poco cono-cidos, un público reducido, un esce-nario secundario, la llegada del guitarrista a escasos minutos del comienzo de su actuación... Nada pareció afectarles. Aparecieron vesti-dos de penitente (la iconografía y estética de la imaginería y la cultura de la Semana Santa sevillana tiene un gran peso en su propuesta), túni-cas negras y capuchas, sogas al cuello (detalle no cofrade) y "La marcha de la Santa Sangre" (introducción de esa obra maestra absoluta que es Sentencia) sonando mientras se colocaban los instru-mentos. Era la tercera vez que veía al grupo, y si algo he sacado en claro con ellos es que siempre van a dar un concierto diferente. En esta ocasión tocaron un solo tema, o mejor dicho tres o cuatro temas enlazados, convertidos en uno solo. "El lamento del Cabrón" fue la guía de la actuación (ese ri� que se repitió al principio y al �nal), donde también destacó "Hani Ba'al", de su último trabajo Baal (2011). Portentoso.

Recuperarme de la actuación de Orthodox me llevó tiempo, un rato largo en el que no vi ningún conci-erto, hasta que volví al escenario Vice

Sábado 2

La última jornada del festival empezó para mí con la segunda mitad del concierto de Refree, uno de los artistas pop más inquietos y originales de España, con una banda que reinterpretaba los temas a su manera, no obstante es lo que el catalán acaba de hacer con Tots sants (2012), un recopilatorio en el que desmonta algunas de sus canciones. Terminó con la versión de "Gallo rojo" de Chico Sánchez Ferlosio, dedicada a «nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos».

En el escenario principal aparecía pocos minutos después Sharon Van Etten. La artista de Nueva Jersey presentaba Tamp (2012) con un sonido muy parecido al del disco. La banda acompañó a la perfección tanto en momentos sutiles como en los más desbocados, destacando el percusionista y la multi instrumen-tista que tocó teclados, guitarra, bajo e hizo coros. Fue un concierto correcto, con canciones buenas, pero lastrado por cierta frialdad y por algunos comentarios arro-gantes y desafortunados de la cantante («este es el lugar más feo en el que he estado jamás»).

Volví al escenario Ray Ban para ver a Lisabö presentar su reciente Anima-lia Lotsatuen Putzua (2011). Con dos de cada cosa (batería, bajo, guitarra, voz), abrieron con esa hostia en la cara que es "Oroimenik gabeko �lma". Oleadas de ruido, rabia y enfado secundadas por una base rítmica que no desfalleció en ningún momento. Los recitados en euskera aportaban un toque de desesperación a una música

ejecutada de forma soberbia. Una lástima que grupos así vean su visibi-lidad menoscabada por cuestiones tan absurdas como la lengua. Dejaron claro que son una banda con estilo propio y un directo impre-scindible.

Justo al terminar Lisabö salí corriendo al Auditori para ver a Bu�y Sainte-Marie. La canadiense de sangre india presentó ante un público reducido pero con gran interés por su concierto, con una banda pequeña pero muy e�ciente que se movía entre el country, el rock'n'roll y el folk. Lo que más sorprendió fue la inclusión de soni-dos pregrabados de cánticos y percusiones nativas americanas. Con gran humor, un mensaje ecologista fuerte y alusiones al trato de los nativos en las reservas en Estados Unidos y Canadá, la cantautora dem-ostró sentirse muy cómoda en el escenario, fue agradecida y tierna con la audiencia, que celebró la canción "Universal Soldier" e incluso "Up Where We Belong" (con la que ganó un Oscar por la película O�cial y caballero). Me resultó especial-mente entrañable el �nal, en el que los cuatro músicos se marcaron un baile indio mientras el público aplaudía de pie.

Justo después y en el mismo esce-nario, apareció Josh T. Pearson solo con su guitarra acústica. De negro riguroso, comenzó con "Sweetheart, I Ain't Your Christ", de su primer disco en solitario Last of the Country Gen-tlemen. Las canciones de Pearson son largas, se extienden en el tiempo, crecen en la repetición de los acordes, en los arpegios oníricos que

contó la historia de la canción "Xtina as I Knew Her" (mi favorita del álbum). Tam-bién tuvo su momento de apoyo al Occupy Movement. Terminó con "Thank You for Sending Me An Angel", versión de Talking Heads.

Después me quedé en el mismo escenario esperando al concierto de Mudhoney. Aunque no pude verlo entero, el grupo de Seattle dio un gran concierto, con mucha energía y ninguna concesión ni respiro a un público conocedor del reperto-rio al dedillo. La inevitable "Touch Me I'm Sick" fue la más celebrada y coreada. La banda creadora del grunge no decepcionó, ofreció una actuación directa y agresiva.

Antes de que terminaran me fui corriendo al escenario San Miguel para ver a Wilco. Sí, todo el mundo sabe que no están en su mejor momento, que sus discos nuevos no pueden compararse a Yankee Hotel Foxtrot o a A Ghost Is Born, pero siguen siendo uno de los grupos con mejor directo de la actualidad, una banda compen-etrada perfectamente que ofrece siempre un sonido espectacular, además de ser poseedoras de un cancionero imprescindible en la música norteamericana. Inter-calaron las canciones de su más reciente álbum, The Whole Love (2011), con algu-nos de sus clásicos, demasiados para incluirlos todos en un concierto de festival (necesariamente más corto de lo normal), de hecho, eché de menos "Via Chicago" y su oleada de ruido, aunque rescataron "How to Fight Loneliness", una sorpresa que los fans agradecieron. Otro guiño al público de Barcelona (del que Je� Tweedy dijo ser uno de sus favoritos) fue la canción "Jesus, Etc.", «Hace dos años tuvimos un problema técnico y cantamos esta canción juntos mientras se resolvía, cantadla conmigo de nuevo», el tema que improvisaron en acústico para sortear el apagón parcial del escenario volvió a sonar y ser coreado. Emocionante.

A Refused fui a verles sin apenas haberles escuchado, lo reconozco, aunque eso no les impidió convertirme en admirador instantáneo de su música. Con un sonido muy cercano a la perfección, una puesta en escena sencilla pero potente y un público ansioso, su concierto fue, en mi opinión, de los mejores del festival. Han pasado catorce años desde su último disco, The Shape of Punk to Come (1998), ellos mismos hicieron referencia a sus visitas anteriores a Barcelona ante públicos

para ver la mitad �nal de Liturgy. Con una puesta en escena entre sobria y sosa, dos guitarristas (dos siluetas negras sobre un fondo blanco parpadeante no apto para epilépticos) desplegaban ri�s repetitivos (esto no es necesariamente negativo) y oscuros sobre bases de batería programadas con puntuales apuntes vocales: gritos y desgarro blackmetaleros.

Después apareció esa apisonadora que es Napalm Death. Un concierto que a mí se me antojó un poco corto en el que no dieron casi ningún respiro (apenas para desear paz y amor a los asistentes en un torpe pero decente castellano) al público. Tengo que reconocer que me quedé a verlos un poco porque sí, por estar con un par de amigos, pero al �nal acabaron convenciéndome a base de energía y poten-cia, de una ejecución perfecta y de muchas tablas. ¿No tiene más mérito convencer que satisfacer a los fans de siempre?

De Mayhem solo vi el principio. Quería ver, por puro morbo, el montaje visual, las cabezas de cerco, las velas negras, la sangre y esas cosas. Es un grupo que es más conocido por su historia violenta y grotesca que por su música (no hay que olvidar que fueron uno de los fundadores del Black Metal). El público allí congregado no parecía tomarse la actuación demasiado en serio, como si estuvieran viendo un espectáculo circense cutre en vez de un concierto, gente que se acercó a este género de música extrema como turistas.

Tras semejante sobredosis de metal, me acerqué a ver a Codeine, otra de las muchas reuniones que proliferan este año, aunque quizás de las más dignas y de las que menos ruido ha hecho. Fue un concierto lento y denso, con ritmos pesados y oscuros, la sucia batería de Chris Brokaw (al bajo en la última canción) daba el perfecto contraste a lo minimalista y sencillo del bajo y la batería. Un concierto precioso y potente que quizás se vio lastrado por la hora y una lentitud a veces excesiva.

hace su mano derecha. Apenas tocó cuatro canciones (cinco contando "Country Dumb" en el bis), pero no fue una actuación corta, aunque se hiciera corta. Enfren-tarse a un concierto suyo puede ser una experiencia incluso extrema, un enfren-tamiento directo a la miseria humana, al desamor, a la tristeza. Sin paños calientes. El texano también se descubrió como poseedor de un sentido del humor a prueba de bombas, se llevó varios minutos contando chistes, haciendo bromas con el público y haciendo guiños a las mujeres presentes, de hecho sufrió un ataque de risa que le puso difícil volver a su papel de cantautor oscuro y perturbador. En mi opinión fue el mejor concierto del festival, una actuación que se quedará en el corazón de los presentes por mucho tiempo.

El contraste vino cuando vi a Shellac, la banda de Steve Albini, presente cada año en el Primavera Sound, nunca defrauda. Aún con Excellent Italian Greyhound (2007) como su disco más reciente, tiraron de intensidad y tablas para dar un gran concierto a un público eminentemente formado por fans. La gente sabía a lo que iba, y se fue satisfecha con ello. Destacó la larga versión de "End of Radio", con el adictivo ri� de bajo persistente mientras Albini soltaba su larga perorata en la que entraban tanto civilizaciones alienígenas como setas alucinógenas.

Mi último concierto fue el de God�esh. Con solo un bajo y una guitarra sobre el escenario (la batería estaba programada), no necesitaron de más para dar un dosis de metal y de industrial. No se detuvieron a dar un momento de descanso a un público no demasiado numeroso, potencia y más potencia fue lo que ofrecieron, nada más.

***

En resumidas cuentas, la última edición del Primavera Sound, polémica hasta cierto punto por la inclusión de grupos metaleros en su cartel, terminó con muy buenas sensaciones, buenos conciertos y una gran mejora organizativa. Y en cuanto a la polémica, solo decir que si por algo amamos a este festival es por su capacidad de traer cosas nuevas, impredecibles y que difícilmente podríamos ver en condiciones tan buenas.

Page 43: Revistanudel 2012

Es imposible en una crónica personal de un festival como el Primavera Sound hacerse eco de todos los conciertos que hubo. Uno tiene que escoger, eso es sabido por todos, y al escoger se renuncia a actuaciones por las que tenías interés o te hubiera gustado ver, hay decisiones dolorosas, hay concier-tos que te pierdes y después te cuentan que estuvieron muy bien. El solapamiento es la gran prob-lemática de un festival de las dimen-siones de este. Dicho esto, tengo que avisar que no vi varios de los platos fuertes de este festival como Yo La Tengo (ya los vi en el Prima-vera de hace tres años), Franz Ferdi-nand (coincidían con Spiritualized y desde mi punto de vista no hay color) y The Cure (por la pereza que me daba la multitud que se preveía y las casi tres horas de actuación previstas).

A nivel de organización, el festival ha mejorado mucho con respecto al año pasado, donde errores informáticos y un confuso sistema de pago en las barras y tiendas de comida provocaron colas y protes-tas por parte de los asistentes. Por el contrario, este año las consumi-ciones se pagaban directamente con dinero y sin necesidad de com-prar tickets. También, durante toda la semana antes del festival, se insta-laron en el Palau de la Virreina unos

mostradores donde intercambiar las entradas por las pulseras y tarjetas que permitían el acceso al recinto del Fòrum, por lo que las aglomera-ciones en la entrada se redujeron considerablemente, así como en los puntos de venta de bebidas (más este año), donde no había que esperar demasiado para pedir. La zona de stands también se vio ampliada con una gran exposición de cartelería de conciertos hecha por artistas y diseñadores, ediciones numeradas, limitadas y serigra�adas generalmente hechas para las giras y actuaciones de grupos y músicos del festival.

Jueves 31

Dado que llegué tarde, el primer concierto que vi fue el de Lee Ranaldo, el mítico guitarrista de la banda Sonic Youth venía a presentar su último disco en solitario Between The Times And The Tides (2012). Se presentó con una banda de igual formación que su grupo de toda la vida (incluso tenía a Steve Shelley a la batería) y se concentró exclusiva-mente en su última referencia. Comenzó con "Waiting on a Dream", con un sonido impecable y con�anza en sus nuevas canciones, que recu-erdan a las que él mismo �rma en los discos de la juventud sónica, a los que hizo un pequeño guiño cuando

mucho más reducidos, pero eso no pareció importar cuando sonaron temas como "Refused And Fuckin' Dead", "Liberation Frequency" o el hit "New Noise", ya en los bises. Tam-bién ellos hicieron referencia a la actualidad económica y política, a�rmando que posiblemente sus canciones tenían más sentido ahora que cuando las escribieron. Fanfar-ronadas aparte, el discurso político fácil y un tanto paternalista y una duración quizás excesiva son las dos únicas (y pequeñas) pegas que puedo ponerle a este concierto.

Terminé el primer día con Spiritual-ized. Jason Pierce se subió al esce-nario con sus eternas gafas de sol (a pesar de ser las dos de la madru-gada) y vestido completamente de blanco. La banda, colocada en semi-círculo y él en uno de los extremos (lo que hacía que él le diera la espalda a parte del público), comenzó con "Hey Jane", primer tema de Sweet Heart, Sweet Light (2012), canción-montaña rusa con un inmenso crescendo al �nal. Y así se movieron, entre la electricidad y la calma, con momentos demasiado introspectivos, un concierto que necesitó un poco más de fuerza y una mala leche que apenas asomó en la �nal "Come Together", con las dos coristas gospel en su momento álgido, y con el (¿preparado?) arre-bato de rabia de Pierce, que tiró el ampli�cador al suelo y lanzó su guitarra contra él, saliendo acto seguido del escenario, algo que no pareció sorprender a la banda, que terminó imperturbable la canción y el concierto.

Viernes 1

El segundo día del festival también comenzó tarde para mí, vi de pasada a Milk Music, grupo que bebe directamente del rock americano de los noventa y ochenta (Dinosaur Jr., Hüsker Dü) y que dieron un conci-erto correcto y disfrutable.

Después me dispuse a ver al que, en mi opinión, es el mejor grupo nacional de la actualidad: Orthodox. El power trio sevillano tenía muchas cosas en contra: ser muy poco cono-cidos, un público reducido, un esce-nario secundario, la llegada del guitarrista a escasos minutos del comienzo de su actuación... Nada pareció afectarles. Aparecieron vesti-dos de penitente (la iconografía y estética de la imaginería y la cultura de la Semana Santa sevillana tiene un gran peso en su propuesta), túni-cas negras y capuchas, sogas al cuello (detalle no cofrade) y "La marcha de la Santa Sangre" (introducción de esa obra maestra absoluta que es Sentencia) sonando mientras se colocaban los instru-mentos. Era la tercera vez que veía al grupo, y si algo he sacado en claro con ellos es que siempre van a dar un concierto diferente. En esta ocasión tocaron un solo tema, o mejor dicho tres o cuatro temas enlazados, convertidos en uno solo. "El lamento del Cabrón" fue la guía de la actuación (ese ri� que se repitió al principio y al �nal), donde también destacó "Hani Ba'al", de su último trabajo Baal (2011). Portentoso.

Recuperarme de la actuación de Orthodox me llevó tiempo, un rato largo en el que no vi ningún conci-erto, hasta que volví al escenario Vice

Sábado 2

La última jornada del festival empezó para mí con la segunda mitad del concierto de Refree, uno de los artistas pop más inquietos y originales de España, con una banda que reinterpretaba los temas a su manera, no obstante es lo que el catalán acaba de hacer con Tots sants (2012), un recopilatorio en el que desmonta algunas de sus canciones. Terminó con la versión de "Gallo rojo" de Chico Sánchez Ferlosio, dedicada a «nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos».

En el escenario principal aparecía pocos minutos después Sharon Van Etten. La artista de Nueva Jersey presentaba Tamp (2012) con un sonido muy parecido al del disco. La banda acompañó a la perfección tanto en momentos sutiles como en los más desbocados, destacando el percusionista y la multi instrumen-tista que tocó teclados, guitarra, bajo e hizo coros. Fue un concierto correcto, con canciones buenas, pero lastrado por cierta frialdad y por algunos comentarios arro-gantes y desafortunados de la cantante («este es el lugar más feo en el que he estado jamás»).

Volví al escenario Ray Ban para ver a Lisabö presentar su reciente Anima-lia Lotsatuen Putzua (2011). Con dos de cada cosa (batería, bajo, guitarra, voz), abrieron con esa hostia en la cara que es "Oroimenik gabeko �lma". Oleadas de ruido, rabia y enfado secundadas por una base rítmica que no desfalleció en ningún momento. Los recitados en euskera aportaban un toque de desesperación a una música

ejecutada de forma soberbia. Una lástima que grupos así vean su visibi-lidad menoscabada por cuestiones tan absurdas como la lengua. Dejaron claro que son una banda con estilo propio y un directo impre-scindible.

Justo al terminar Lisabö salí corriendo al Auditori para ver a Bu�y Sainte-Marie. La canadiense de sangre india presentó ante un público reducido pero con gran interés por su concierto, con una banda pequeña pero muy e�ciente que se movía entre el country, el rock'n'roll y el folk. Lo que más sorprendió fue la inclusión de soni-dos pregrabados de cánticos y percusiones nativas americanas. Con gran humor, un mensaje ecologista fuerte y alusiones al trato de los nativos en las reservas en Estados Unidos y Canadá, la cantautora dem-ostró sentirse muy cómoda en el escenario, fue agradecida y tierna con la audiencia, que celebró la canción "Universal Soldier" e incluso "Up Where We Belong" (con la que ganó un Oscar por la película O�cial y caballero). Me resultó especial-mente entrañable el �nal, en el que los cuatro músicos se marcaron un baile indio mientras el público aplaudía de pie.

Justo después y en el mismo esce-nario, apareció Josh T. Pearson solo con su guitarra acústica. De negro riguroso, comenzó con "Sweetheart, I Ain't Your Christ", de su primer disco en solitario Last of the Country Gen-tlemen. Las canciones de Pearson son largas, se extienden en el tiempo, crecen en la repetición de los acordes, en los arpegios oníricos que

contó la historia de la canción "Xtina as I Knew Her" (mi favorita del álbum). Tam-bién tuvo su momento de apoyo al Occupy Movement. Terminó con "Thank You for Sending Me An Angel", versión de Talking Heads.

Después me quedé en el mismo escenario esperando al concierto de Mudhoney. Aunque no pude verlo entero, el grupo de Seattle dio un gran concierto, con mucha energía y ninguna concesión ni respiro a un público conocedor del reperto-rio al dedillo. La inevitable "Touch Me I'm Sick" fue la más celebrada y coreada. La banda creadora del grunge no decepcionó, ofreció una actuación directa y agresiva.

Antes de que terminaran me fui corriendo al escenario San Miguel para ver a Wilco. Sí, todo el mundo sabe que no están en su mejor momento, que sus discos nuevos no pueden compararse a Yankee Hotel Foxtrot o a A Ghost Is Born, pero siguen siendo uno de los grupos con mejor directo de la actualidad, una banda compen-etrada perfectamente que ofrece siempre un sonido espectacular, además de ser poseedoras de un cancionero imprescindible en la música norteamericana. Inter-calaron las canciones de su más reciente álbum, The Whole Love (2011), con algu-nos de sus clásicos, demasiados para incluirlos todos en un concierto de festival (necesariamente más corto de lo normal), de hecho, eché de menos "Via Chicago" y su oleada de ruido, aunque rescataron "How to Fight Loneliness", una sorpresa que los fans agradecieron. Otro guiño al público de Barcelona (del que Je� Tweedy dijo ser uno de sus favoritos) fue la canción "Jesus, Etc.", «Hace dos años tuvimos un problema técnico y cantamos esta canción juntos mientras se resolvía, cantadla conmigo de nuevo», el tema que improvisaron en acústico para sortear el apagón parcial del escenario volvió a sonar y ser coreado. Emocionante.

A Refused fui a verles sin apenas haberles escuchado, lo reconozco, aunque eso no les impidió convertirme en admirador instantáneo de su música. Con un sonido muy cercano a la perfección, una puesta en escena sencilla pero potente y un público ansioso, su concierto fue, en mi opinión, de los mejores del festival. Han pasado catorce años desde su último disco, The Shape of Punk to Come (1998), ellos mismos hicieron referencia a sus visitas anteriores a Barcelona ante públicos

para ver la mitad �nal de Liturgy. Con una puesta en escena entre sobria y sosa, dos guitarristas (dos siluetas negras sobre un fondo blanco parpadeante no apto para epilépticos) desplegaban ri�s repetitivos (esto no es necesariamente negativo) y oscuros sobre bases de batería programadas con puntuales apuntes vocales: gritos y desgarro blackmetaleros.

Después apareció esa apisonadora que es Napalm Death. Un concierto que a mí se me antojó un poco corto en el que no dieron casi ningún respiro (apenas para desear paz y amor a los asistentes en un torpe pero decente castellano) al público. Tengo que reconocer que me quedé a verlos un poco porque sí, por estar con un par de amigos, pero al �nal acabaron convenciéndome a base de energía y poten-cia, de una ejecución perfecta y de muchas tablas. ¿No tiene más mérito convencer que satisfacer a los fans de siempre?

De Mayhem solo vi el principio. Quería ver, por puro morbo, el montaje visual, las cabezas de cerco, las velas negras, la sangre y esas cosas. Es un grupo que es más conocido por su historia violenta y grotesca que por su música (no hay que olvidar que fueron uno de los fundadores del Black Metal). El público allí congregado no parecía tomarse la actuación demasiado en serio, como si estuvieran viendo un espectáculo circense cutre en vez de un concierto, gente que se acercó a este género de música extrema como turistas.

Tras semejante sobredosis de metal, me acerqué a ver a Codeine, otra de las muchas reuniones que proliferan este año, aunque quizás de las más dignas y de las que menos ruido ha hecho. Fue un concierto lento y denso, con ritmos pesados y oscuros, la sucia batería de Chris Brokaw (al bajo en la última canción) daba el perfecto contraste a lo minimalista y sencillo del bajo y la batería. Un concierto precioso y potente que quizás se vio lastrado por la hora y una lentitud a veces excesiva.

hace su mano derecha. Apenas tocó cuatro canciones (cinco contando "Country Dumb" en el bis), pero no fue una actuación corta, aunque se hiciera corta. Enfren-tarse a un concierto suyo puede ser una experiencia incluso extrema, un enfren-tamiento directo a la miseria humana, al desamor, a la tristeza. Sin paños calientes. El texano también se descubrió como poseedor de un sentido del humor a prueba de bombas, se llevó varios minutos contando chistes, haciendo bromas con el público y haciendo guiños a las mujeres presentes, de hecho sufrió un ataque de risa que le puso difícil volver a su papel de cantautor oscuro y perturbador. En mi opinión fue el mejor concierto del festival, una actuación que se quedará en el corazón de los presentes por mucho tiempo.

El contraste vino cuando vi a Shellac, la banda de Steve Albini, presente cada año en el Primavera Sound, nunca defrauda. Aún con Excellent Italian Greyhound (2007) como su disco más reciente, tiraron de intensidad y tablas para dar un gran concierto a un público eminentemente formado por fans. La gente sabía a lo que iba, y se fue satisfecha con ello. Destacó la larga versión de "End of Radio", con el adictivo ri� de bajo persistente mientras Albini soltaba su larga perorata en la que entraban tanto civilizaciones alienígenas como setas alucinógenas.

Mi último concierto fue el de God�esh. Con solo un bajo y una guitarra sobre el escenario (la batería estaba programada), no necesitaron de más para dar un dosis de metal y de industrial. No se detuvieron a dar un momento de descanso a un público no demasiado numeroso, potencia y más potencia fue lo que ofrecieron, nada más.

***

En resumidas cuentas, la última edición del Primavera Sound, polémica hasta cierto punto por la inclusión de grupos metaleros en su cartel, terminó con muy buenas sensaciones, buenos conciertos y una gran mejora organizativa. Y en cuanto a la polémica, solo decir que si por algo amamos a este festival es por su capacidad de traer cosas nuevas, impredecibles y que difícilmente podríamos ver en condiciones tan buenas.

Page 44: Revistanudel 2012

Es imposible en una crónica personal de un festival como el Primavera Sound hacerse eco de todos los conciertos que hubo. Uno tiene que escoger, eso es sabido por todos, y al escoger se renuncia a actuaciones por las que tenías interés o te hubiera gustado ver, hay decisiones dolorosas, hay concier-tos que te pierdes y después te cuentan que estuvieron muy bien. El solapamiento es la gran prob-lemática de un festival de las dimen-siones de este. Dicho esto, tengo que avisar que no vi varios de los platos fuertes de este festival como Yo La Tengo (ya los vi en el Prima-vera de hace tres años), Franz Ferdi-nand (coincidían con Spiritualized y desde mi punto de vista no hay color) y The Cure (por la pereza que me daba la multitud que se preveía y las casi tres horas de actuación previstas).

A nivel de organización, el festival ha mejorado mucho con respecto al año pasado, donde errores informáticos y un confuso sistema de pago en las barras y tiendas de comida provocaron colas y protes-tas por parte de los asistentes. Por el contrario, este año las consumi-ciones se pagaban directamente con dinero y sin necesidad de com-prar tickets. También, durante toda la semana antes del festival, se insta-laron en el Palau de la Virreina unos

mostradores donde intercambiar las entradas por las pulseras y tarjetas que permitían el acceso al recinto del Fòrum, por lo que las aglomera-ciones en la entrada se redujeron considerablemente, así como en los puntos de venta de bebidas (más este año), donde no había que esperar demasiado para pedir. La zona de stands también se vio ampliada con una gran exposición de cartelería de conciertos hecha por artistas y diseñadores, ediciones numeradas, limitadas y serigra�adas generalmente hechas para las giras y actuaciones de grupos y músicos del festival.

Jueves 31

Dado que llegué tarde, el primer concierto que vi fue el de Lee Ranaldo, el mítico guitarrista de la banda Sonic Youth venía a presentar su último disco en solitario Between The Times And The Tides (2012). Se presentó con una banda de igual formación que su grupo de toda la vida (incluso tenía a Steve Shelley a la batería) y se concentró exclusiva-mente en su última referencia. Comenzó con "Waiting on a Dream", con un sonido impecable y con�anza en sus nuevas canciones, que recu-erdan a las que él mismo �rma en los discos de la juventud sónica, a los que hizo un pequeño guiño cuando

mucho más reducidos, pero eso no pareció importar cuando sonaron temas como "Refused And Fuckin' Dead", "Liberation Frequency" o el hit "New Noise", ya en los bises. Tam-bién ellos hicieron referencia a la actualidad económica y política, a�rmando que posiblemente sus canciones tenían más sentido ahora que cuando las escribieron. Fanfar-ronadas aparte, el discurso político fácil y un tanto paternalista y una duración quizás excesiva son las dos únicas (y pequeñas) pegas que puedo ponerle a este concierto.

Terminé el primer día con Spiritual-ized. Jason Pierce se subió al esce-nario con sus eternas gafas de sol (a pesar de ser las dos de la madru-gada) y vestido completamente de blanco. La banda, colocada en semi-círculo y él en uno de los extremos (lo que hacía que él le diera la espalda a parte del público), comenzó con "Hey Jane", primer tema de Sweet Heart, Sweet Light (2012), canción-montaña rusa con un inmenso crescendo al �nal. Y así se movieron, entre la electricidad y la calma, con momentos demasiado introspectivos, un concierto que necesitó un poco más de fuerza y una mala leche que apenas asomó en la �nal "Come Together", con las dos coristas gospel en su momento álgido, y con el (¿preparado?) arre-bato de rabia de Pierce, que tiró el ampli�cador al suelo y lanzó su guitarra contra él, saliendo acto seguido del escenario, algo que no pareció sorprender a la banda, que terminó imperturbable la canción y el concierto.

Viernes 1

El segundo día del festival también comenzó tarde para mí, vi de pasada a Milk Music, grupo que bebe directamente del rock americano de los noventa y ochenta (Dinosaur Jr., Hüsker Dü) y que dieron un conci-erto correcto y disfrutable.

Después me dispuse a ver al que, en mi opinión, es el mejor grupo nacional de la actualidad: Orthodox. El power trio sevillano tenía muchas cosas en contra: ser muy poco cono-cidos, un público reducido, un esce-nario secundario, la llegada del guitarrista a escasos minutos del comienzo de su actuación... Nada pareció afectarles. Aparecieron vesti-dos de penitente (la iconografía y estética de la imaginería y la cultura de la Semana Santa sevillana tiene un gran peso en su propuesta), túni-cas negras y capuchas, sogas al cuello (detalle no cofrade) y "La marcha de la Santa Sangre" (introducción de esa obra maestra absoluta que es Sentencia) sonando mientras se colocaban los instru-mentos. Era la tercera vez que veía al grupo, y si algo he sacado en claro con ellos es que siempre van a dar un concierto diferente. En esta ocasión tocaron un solo tema, o mejor dicho tres o cuatro temas enlazados, convertidos en uno solo. "El lamento del Cabrón" fue la guía de la actuación (ese ri� que se repitió al principio y al �nal), donde también destacó "Hani Ba'al", de su último trabajo Baal (2011). Portentoso.

Recuperarme de la actuación de Orthodox me llevó tiempo, un rato largo en el que no vi ningún conci-erto, hasta que volví al escenario Vice

Sábado 2

La última jornada del festival empezó para mí con la segunda mitad del concierto de Refree, uno de los artistas pop más inquietos y originales de España, con una banda que reinterpretaba los temas a su manera, no obstante es lo que el catalán acaba de hacer con Tots sants (2012), un recopilatorio en el que desmonta algunas de sus canciones. Terminó con la versión de "Gallo rojo" de Chico Sánchez Ferlosio, dedicada a «nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos».

En el escenario principal aparecía pocos minutos después Sharon Van Etten. La artista de Nueva Jersey presentaba Tamp (2012) con un sonido muy parecido al del disco. La banda acompañó a la perfección tanto en momentos sutiles como en los más desbocados, destacando el percusionista y la multi instrumen-tista que tocó teclados, guitarra, bajo e hizo coros. Fue un concierto correcto, con canciones buenas, pero lastrado por cierta frialdad y por algunos comentarios arro-gantes y desafortunados de la cantante («este es el lugar más feo en el que he estado jamás»).

Volví al escenario Ray Ban para ver a Lisabö presentar su reciente Anima-lia Lotsatuen Putzua (2011). Con dos de cada cosa (batería, bajo, guitarra, voz), abrieron con esa hostia en la cara que es "Oroimenik gabeko �lma". Oleadas de ruido, rabia y enfado secundadas por una base rítmica que no desfalleció en ningún momento. Los recitados en euskera aportaban un toque de desesperación a una música

ejecutada de forma soberbia. Una lástima que grupos así vean su visibi-lidad menoscabada por cuestiones tan absurdas como la lengua. Dejaron claro que son una banda con estilo propio y un directo impre-scindible.

Justo al terminar Lisabö salí corriendo al Auditori para ver a Bu�y Sainte-Marie. La canadiense de sangre india presentó ante un público reducido pero con gran interés por su concierto, con una banda pequeña pero muy e�ciente que se movía entre el country, el rock'n'roll y el folk. Lo que más sorprendió fue la inclusión de soni-dos pregrabados de cánticos y percusiones nativas americanas. Con gran humor, un mensaje ecologista fuerte y alusiones al trato de los nativos en las reservas en Estados Unidos y Canadá, la cantautora dem-ostró sentirse muy cómoda en el escenario, fue agradecida y tierna con la audiencia, que celebró la canción "Universal Soldier" e incluso "Up Where We Belong" (con la que ganó un Oscar por la película O�cial y caballero). Me resultó especial-mente entrañable el �nal, en el que los cuatro músicos se marcaron un baile indio mientras el público aplaudía de pie.

Justo después y en el mismo esce-nario, apareció Josh T. Pearson solo con su guitarra acústica. De negro riguroso, comenzó con "Sweetheart, I Ain't Your Christ", de su primer disco en solitario Last of the Country Gen-tlemen. Las canciones de Pearson son largas, se extienden en el tiempo, crecen en la repetición de los acordes, en los arpegios oníricos que

contó la historia de la canción "Xtina as I Knew Her" (mi favorita del álbum). Tam-bién tuvo su momento de apoyo al Occupy Movement. Terminó con "Thank You for Sending Me An Angel", versión de Talking Heads.

Después me quedé en el mismo escenario esperando al concierto de Mudhoney. Aunque no pude verlo entero, el grupo de Seattle dio un gran concierto, con mucha energía y ninguna concesión ni respiro a un público conocedor del reperto-rio al dedillo. La inevitable "Touch Me I'm Sick" fue la más celebrada y coreada. La banda creadora del grunge no decepcionó, ofreció una actuación directa y agresiva.

Antes de que terminaran me fui corriendo al escenario San Miguel para ver a Wilco. Sí, todo el mundo sabe que no están en su mejor momento, que sus discos nuevos no pueden compararse a Yankee Hotel Foxtrot o a A Ghost Is Born, pero siguen siendo uno de los grupos con mejor directo de la actualidad, una banda compen-etrada perfectamente que ofrece siempre un sonido espectacular, además de ser poseedoras de un cancionero imprescindible en la música norteamericana. Inter-calaron las canciones de su más reciente álbum, The Whole Love (2011), con algu-nos de sus clásicos, demasiados para incluirlos todos en un concierto de festival (necesariamente más corto de lo normal), de hecho, eché de menos "Via Chicago" y su oleada de ruido, aunque rescataron "How to Fight Loneliness", una sorpresa que los fans agradecieron. Otro guiño al público de Barcelona (del que Je� Tweedy dijo ser uno de sus favoritos) fue la canción "Jesus, Etc.", «Hace dos años tuvimos un problema técnico y cantamos esta canción juntos mientras se resolvía, cantadla conmigo de nuevo», el tema que improvisaron en acústico para sortear el apagón parcial del escenario volvió a sonar y ser coreado. Emocionante.

A Refused fui a verles sin apenas haberles escuchado, lo reconozco, aunque eso no les impidió convertirme en admirador instantáneo de su música. Con un sonido muy cercano a la perfección, una puesta en escena sencilla pero potente y un público ansioso, su concierto fue, en mi opinión, de los mejores del festival. Han pasado catorce años desde su último disco, The Shape of Punk to Come (1998), ellos mismos hicieron referencia a sus visitas anteriores a Barcelona ante públicos

para ver la mitad �nal de Liturgy. Con una puesta en escena entre sobria y sosa, dos guitarristas (dos siluetas negras sobre un fondo blanco parpadeante no apto para epilépticos) desplegaban ri�s repetitivos (esto no es necesariamente negativo) y oscuros sobre bases de batería programadas con puntuales apuntes vocales: gritos y desgarro blackmetaleros.

Después apareció esa apisonadora que es Napalm Death. Un concierto que a mí se me antojó un poco corto en el que no dieron casi ningún respiro (apenas para desear paz y amor a los asistentes en un torpe pero decente castellano) al público. Tengo que reconocer que me quedé a verlos un poco porque sí, por estar con un par de amigos, pero al �nal acabaron convenciéndome a base de energía y poten-cia, de una ejecución perfecta y de muchas tablas. ¿No tiene más mérito convencer que satisfacer a los fans de siempre?

De Mayhem solo vi el principio. Quería ver, por puro morbo, el montaje visual, las cabezas de cerco, las velas negras, la sangre y esas cosas. Es un grupo que es más conocido por su historia violenta y grotesca que por su música (no hay que olvidar que fueron uno de los fundadores del Black Metal). El público allí congregado no parecía tomarse la actuación demasiado en serio, como si estuvieran viendo un espectáculo circense cutre en vez de un concierto, gente que se acercó a este género de música extrema como turistas.

Tras semejante sobredosis de metal, me acerqué a ver a Codeine, otra de las muchas reuniones que proliferan este año, aunque quizás de las más dignas y de las que menos ruido ha hecho. Fue un concierto lento y denso, con ritmos pesados y oscuros, la sucia batería de Chris Brokaw (al bajo en la última canción) daba el perfecto contraste a lo minimalista y sencillo del bajo y la batería. Un concierto precioso y potente que quizás se vio lastrado por la hora y una lentitud a veces excesiva.

hace su mano derecha. Apenas tocó cuatro canciones (cinco contando "Country Dumb" en el bis), pero no fue una actuación corta, aunque se hiciera corta. Enfren-tarse a un concierto suyo puede ser una experiencia incluso extrema, un enfren-tamiento directo a la miseria humana, al desamor, a la tristeza. Sin paños calientes. El texano también se descubrió como poseedor de un sentido del humor a prueba de bombas, se llevó varios minutos contando chistes, haciendo bromas con el público y haciendo guiños a las mujeres presentes, de hecho sufrió un ataque de risa que le puso difícil volver a su papel de cantautor oscuro y perturbador. En mi opinión fue el mejor concierto del festival, una actuación que se quedará en el corazón de los presentes por mucho tiempo.

El contraste vino cuando vi a Shellac, la banda de Steve Albini, presente cada año en el Primavera Sound, nunca defrauda. Aún con Excellent Italian Greyhound (2007) como su disco más reciente, tiraron de intensidad y tablas para dar un gran concierto a un público eminentemente formado por fans. La gente sabía a lo que iba, y se fue satisfecha con ello. Destacó la larga versión de "End of Radio", con el adictivo ri� de bajo persistente mientras Albini soltaba su larga perorata en la que entraban tanto civilizaciones alienígenas como setas alucinógenas.

Mi último concierto fue el de God�esh. Con solo un bajo y una guitarra sobre el escenario (la batería estaba programada), no necesitaron de más para dar un dosis de metal y de industrial. No se detuvieron a dar un momento de descanso a un público no demasiado numeroso, potencia y más potencia fue lo que ofrecieron, nada más.

***

En resumidas cuentas, la última edición del Primavera Sound, polémica hasta cierto punto por la inclusión de grupos metaleros en su cartel, terminó con muy buenas sensaciones, buenos conciertos y una gran mejora organizativa. Y en cuanto a la polémica, solo decir que si por algo amamos a este festival es por su capacidad de traer cosas nuevas, impredecibles y que difícilmente podríamos ver en condiciones tan buenas.

Page 45: Revistanudel 2012

Es imposible en una crónica personal de un festival como el Primavera Sound hacerse eco de todos los conciertos que hubo. Uno tiene que escoger, eso es sabido por todos, y al escoger se renuncia a actuaciones por las que tenías interés o te hubiera gustado ver, hay decisiones dolorosas, hay concier-tos que te pierdes y después te cuentan que estuvieron muy bien. El solapamiento es la gran prob-lemática de un festival de las dimen-siones de este. Dicho esto, tengo que avisar que no vi varios de los platos fuertes de este festival como Yo La Tengo (ya los vi en el Prima-vera de hace tres años), Franz Ferdi-nand (coincidían con Spiritualized y desde mi punto de vista no hay color) y The Cure (por la pereza que me daba la multitud que se preveía y las casi tres horas de actuación previstas).

A nivel de organización, el festival ha mejorado mucho con respecto al año pasado, donde errores informáticos y un confuso sistema de pago en las barras y tiendas de comida provocaron colas y protes-tas por parte de los asistentes. Por el contrario, este año las consumi-ciones se pagaban directamente con dinero y sin necesidad de com-prar tickets. También, durante toda la semana antes del festival, se insta-laron en el Palau de la Virreina unos

mostradores donde intercambiar las entradas por las pulseras y tarjetas que permitían el acceso al recinto del Fòrum, por lo que las aglomera-ciones en la entrada se redujeron considerablemente, así como en los puntos de venta de bebidas (más este año), donde no había que esperar demasiado para pedir. La zona de stands también se vio ampliada con una gran exposición de cartelería de conciertos hecha por artistas y diseñadores, ediciones numeradas, limitadas y serigra�adas generalmente hechas para las giras y actuaciones de grupos y músicos del festival.

Jueves 31

Dado que llegué tarde, el primer concierto que vi fue el de Lee Ranaldo, el mítico guitarrista de la banda Sonic Youth venía a presentar su último disco en solitario Between The Times And The Tides (2012). Se presentó con una banda de igual formación que su grupo de toda la vida (incluso tenía a Steve Shelley a la batería) y se concentró exclusiva-mente en su última referencia. Comenzó con "Waiting on a Dream", con un sonido impecable y con�anza en sus nuevas canciones, que recu-erdan a las que él mismo �rma en los discos de la juventud sónica, a los que hizo un pequeño guiño cuando

mucho más reducidos, pero eso no pareció importar cuando sonaron temas como "Refused And Fuckin' Dead", "Liberation Frequency" o el hit "New Noise", ya en los bises. Tam-bién ellos hicieron referencia a la actualidad económica y política, a�rmando que posiblemente sus canciones tenían más sentido ahora que cuando las escribieron. Fanfar-ronadas aparte, el discurso político fácil y un tanto paternalista y una duración quizás excesiva son las dos únicas (y pequeñas) pegas que puedo ponerle a este concierto.

Terminé el primer día con Spiritual-ized. Jason Pierce se subió al esce-nario con sus eternas gafas de sol (a pesar de ser las dos de la madru-gada) y vestido completamente de blanco. La banda, colocada en semi-círculo y él en uno de los extremos (lo que hacía que él le diera la espalda a parte del público), comenzó con "Hey Jane", primer tema de Sweet Heart, Sweet Light (2012), canción-montaña rusa con un inmenso crescendo al �nal. Y así se movieron, entre la electricidad y la calma, con momentos demasiado introspectivos, un concierto que necesitó un poco más de fuerza y una mala leche que apenas asomó en la �nal "Come Together", con las dos coristas gospel en su momento álgido, y con el (¿preparado?) arre-bato de rabia de Pierce, que tiró el ampli�cador al suelo y lanzó su guitarra contra él, saliendo acto seguido del escenario, algo que no pareció sorprender a la banda, que terminó imperturbable la canción y el concierto.

Viernes 1

El segundo día del festival también comenzó tarde para mí, vi de pasada a Milk Music, grupo que bebe directamente del rock americano de los noventa y ochenta (Dinosaur Jr., Hüsker Dü) y que dieron un conci-erto correcto y disfrutable.

Después me dispuse a ver al que, en mi opinión, es el mejor grupo nacional de la actualidad: Orthodox. El power trio sevillano tenía muchas cosas en contra: ser muy poco cono-cidos, un público reducido, un esce-nario secundario, la llegada del guitarrista a escasos minutos del comienzo de su actuación... Nada pareció afectarles. Aparecieron vesti-dos de penitente (la iconografía y estética de la imaginería y la cultura de la Semana Santa sevillana tiene un gran peso en su propuesta), túni-cas negras y capuchas, sogas al cuello (detalle no cofrade) y "La marcha de la Santa Sangre" (introducción de esa obra maestra absoluta que es Sentencia) sonando mientras se colocaban los instru-mentos. Era la tercera vez que veía al grupo, y si algo he sacado en claro con ellos es que siempre van a dar un concierto diferente. En esta ocasión tocaron un solo tema, o mejor dicho tres o cuatro temas enlazados, convertidos en uno solo. "El lamento del Cabrón" fue la guía de la actuación (ese ri� que se repitió al principio y al �nal), donde también destacó "Hani Ba'al", de su último trabajo Baal (2011). Portentoso.

Recuperarme de la actuación de Orthodox me llevó tiempo, un rato largo en el que no vi ningún conci-erto, hasta que volví al escenario Vice

Sábado 2

La última jornada del festival empezó para mí con la segunda mitad del concierto de Refree, uno de los artistas pop más inquietos y originales de España, con una banda que reinterpretaba los temas a su manera, no obstante es lo que el catalán acaba de hacer con Tots sants (2012), un recopilatorio en el que desmonta algunas de sus canciones. Terminó con la versión de "Gallo rojo" de Chico Sánchez Ferlosio, dedicada a «nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos».

En el escenario principal aparecía pocos minutos después Sharon Van Etten. La artista de Nueva Jersey presentaba Tamp (2012) con un sonido muy parecido al del disco. La banda acompañó a la perfección tanto en momentos sutiles como en los más desbocados, destacando el percusionista y la multi instrumen-tista que tocó teclados, guitarra, bajo e hizo coros. Fue un concierto correcto, con canciones buenas, pero lastrado por cierta frialdad y por algunos comentarios arro-gantes y desafortunados de la cantante («este es el lugar más feo en el que he estado jamás»).

Volví al escenario Ray Ban para ver a Lisabö presentar su reciente Anima-lia Lotsatuen Putzua (2011). Con dos de cada cosa (batería, bajo, guitarra, voz), abrieron con esa hostia en la cara que es "Oroimenik gabeko �lma". Oleadas de ruido, rabia y enfado secundadas por una base rítmica que no desfalleció en ningún momento. Los recitados en euskera aportaban un toque de desesperación a una música

ejecutada de forma soberbia. Una lástima que grupos así vean su visibi-lidad menoscabada por cuestiones tan absurdas como la lengua. Dejaron claro que son una banda con estilo propio y un directo impre-scindible.

Justo al terminar Lisabö salí corriendo al Auditori para ver a Bu�y Sainte-Marie. La canadiense de sangre india presentó ante un público reducido pero con gran interés por su concierto, con una banda pequeña pero muy e�ciente que se movía entre el country, el rock'n'roll y el folk. Lo que más sorprendió fue la inclusión de soni-dos pregrabados de cánticos y percusiones nativas americanas. Con gran humor, un mensaje ecologista fuerte y alusiones al trato de los nativos en las reservas en Estados Unidos y Canadá, la cantautora dem-ostró sentirse muy cómoda en el escenario, fue agradecida y tierna con la audiencia, que celebró la canción "Universal Soldier" e incluso "Up Where We Belong" (con la que ganó un Oscar por la película O�cial y caballero). Me resultó especial-mente entrañable el �nal, en el que los cuatro músicos se marcaron un baile indio mientras el público aplaudía de pie.

Justo después y en el mismo esce-nario, apareció Josh T. Pearson solo con su guitarra acústica. De negro riguroso, comenzó con "Sweetheart, I Ain't Your Christ", de su primer disco en solitario Last of the Country Gen-tlemen. Las canciones de Pearson son largas, se extienden en el tiempo, crecen en la repetición de los acordes, en los arpegios oníricos que

contó la historia de la canción "Xtina as I Knew Her" (mi favorita del álbum). Tam-bién tuvo su momento de apoyo al Occupy Movement. Terminó con "Thank You for Sending Me An Angel", versión de Talking Heads.

Después me quedé en el mismo escenario esperando al concierto de Mudhoney. Aunque no pude verlo entero, el grupo de Seattle dio un gran concierto, con mucha energía y ninguna concesión ni respiro a un público conocedor del reperto-rio al dedillo. La inevitable "Touch Me I'm Sick" fue la más celebrada y coreada. La banda creadora del grunge no decepcionó, ofreció una actuación directa y agresiva.

Antes de que terminaran me fui corriendo al escenario San Miguel para ver a Wilco. Sí, todo el mundo sabe que no están en su mejor momento, que sus discos nuevos no pueden compararse a Yankee Hotel Foxtrot o a A Ghost Is Born, pero siguen siendo uno de los grupos con mejor directo de la actualidad, una banda compen-etrada perfectamente que ofrece siempre un sonido espectacular, además de ser poseedoras de un cancionero imprescindible en la música norteamericana. Inter-calaron las canciones de su más reciente álbum, The Whole Love (2011), con algu-nos de sus clásicos, demasiados para incluirlos todos en un concierto de festival (necesariamente más corto de lo normal), de hecho, eché de menos "Via Chicago" y su oleada de ruido, aunque rescataron "How to Fight Loneliness", una sorpresa que los fans agradecieron. Otro guiño al público de Barcelona (del que Je� Tweedy dijo ser uno de sus favoritos) fue la canción "Jesus, Etc.", «Hace dos años tuvimos un problema técnico y cantamos esta canción juntos mientras se resolvía, cantadla conmigo de nuevo», el tema que improvisaron en acústico para sortear el apagón parcial del escenario volvió a sonar y ser coreado. Emocionante.

A Refused fui a verles sin apenas haberles escuchado, lo reconozco, aunque eso no les impidió convertirme en admirador instantáneo de su música. Con un sonido muy cercano a la perfección, una puesta en escena sencilla pero potente y un público ansioso, su concierto fue, en mi opinión, de los mejores del festival. Han pasado catorce años desde su último disco, The Shape of Punk to Come (1998), ellos mismos hicieron referencia a sus visitas anteriores a Barcelona ante públicos

para ver la mitad �nal de Liturgy. Con una puesta en escena entre sobria y sosa, dos guitarristas (dos siluetas negras sobre un fondo blanco parpadeante no apto para epilépticos) desplegaban ri�s repetitivos (esto no es necesariamente negativo) y oscuros sobre bases de batería programadas con puntuales apuntes vocales: gritos y desgarro blackmetaleros.

Después apareció esa apisonadora que es Napalm Death. Un concierto que a mí se me antojó un poco corto en el que no dieron casi ningún respiro (apenas para desear paz y amor a los asistentes en un torpe pero decente castellano) al público. Tengo que reconocer que me quedé a verlos un poco porque sí, por estar con un par de amigos, pero al �nal acabaron convenciéndome a base de energía y poten-cia, de una ejecución perfecta y de muchas tablas. ¿No tiene más mérito convencer que satisfacer a los fans de siempre?

De Mayhem solo vi el principio. Quería ver, por puro morbo, el montaje visual, las cabezas de cerco, las velas negras, la sangre y esas cosas. Es un grupo que es más conocido por su historia violenta y grotesca que por su música (no hay que olvidar que fueron uno de los fundadores del Black Metal). El público allí congregado no parecía tomarse la actuación demasiado en serio, como si estuvieran viendo un espectáculo circense cutre en vez de un concierto, gente que se acercó a este género de música extrema como turistas.

Tras semejante sobredosis de metal, me acerqué a ver a Codeine, otra de las muchas reuniones que proliferan este año, aunque quizás de las más dignas y de las que menos ruido ha hecho. Fue un concierto lento y denso, con ritmos pesados y oscuros, la sucia batería de Chris Brokaw (al bajo en la última canción) daba el perfecto contraste a lo minimalista y sencillo del bajo y la batería. Un concierto precioso y potente que quizás se vio lastrado por la hora y una lentitud a veces excesiva.

hace su mano derecha. Apenas tocó cuatro canciones (cinco contando "Country Dumb" en el bis), pero no fue una actuación corta, aunque se hiciera corta. Enfren-tarse a un concierto suyo puede ser una experiencia incluso extrema, un enfren-tamiento directo a la miseria humana, al desamor, a la tristeza. Sin paños calientes. El texano también se descubrió como poseedor de un sentido del humor a prueba de bombas, se llevó varios minutos contando chistes, haciendo bromas con el público y haciendo guiños a las mujeres presentes, de hecho sufrió un ataque de risa que le puso difícil volver a su papel de cantautor oscuro y perturbador. En mi opinión fue el mejor concierto del festival, una actuación que se quedará en el corazón de los presentes por mucho tiempo.

El contraste vino cuando vi a Shellac, la banda de Steve Albini, presente cada año en el Primavera Sound, nunca defrauda. Aún con Excellent Italian Greyhound (2007) como su disco más reciente, tiraron de intensidad y tablas para dar un gran concierto a un público eminentemente formado por fans. La gente sabía a lo que iba, y se fue satisfecha con ello. Destacó la larga versión de "End of Radio", con el adictivo ri� de bajo persistente mientras Albini soltaba su larga perorata en la que entraban tanto civilizaciones alienígenas como setas alucinógenas.

Mi último concierto fue el de God�esh. Con solo un bajo y una guitarra sobre el escenario (la batería estaba programada), no necesitaron de más para dar un dosis de metal y de industrial. No se detuvieron a dar un momento de descanso a un público no demasiado numeroso, potencia y más potencia fue lo que ofrecieron, nada más.

***

En resumidas cuentas, la última edición del Primavera Sound, polémica hasta cierto punto por la inclusión de grupos metaleros en su cartel, terminó con muy buenas sensaciones, buenos conciertos y una gran mejora organizativa. Y en cuanto a la polémica, solo decir que si por algo amamos a este festival es por su capacidad de traer cosas nuevas, impredecibles y que difícilmente podríamos ver en condiciones tan buenas.

Page 46: Revistanudel 2012

Es imposible en una crónica personal de un festival como el Primavera Sound hacerse eco de todos los conciertos que hubo. Uno tiene que escoger, eso es sabido por todos, y al escoger se renuncia a actuaciones por las que tenías interés o te hubiera gustado ver, hay decisiones dolorosas, hay concier-tos que te pierdes y después te cuentan que estuvieron muy bien. El solapamiento es la gran prob-lemática de un festival de las dimen-siones de este. Dicho esto, tengo que avisar que no vi varios de los platos fuertes de este festival como Yo La Tengo (ya los vi en el Prima-vera de hace tres años), Franz Ferdi-nand (coincidían con Spiritualized y desde mi punto de vista no hay color) y The Cure (por la pereza que me daba la multitud que se preveía y las casi tres horas de actuación previstas).

A nivel de organización, el festival ha mejorado mucho con respecto al año pasado, donde errores informáticos y un confuso sistema de pago en las barras y tiendas de comida provocaron colas y protes-tas por parte de los asistentes. Por el contrario, este año las consumi-ciones se pagaban directamente con dinero y sin necesidad de com-prar tickets. También, durante toda la semana antes del festival, se insta-laron en el Palau de la Virreina unos

mostradores donde intercambiar las entradas por las pulseras y tarjetas que permitían el acceso al recinto del Fòrum, por lo que las aglomera-ciones en la entrada se redujeron considerablemente, así como en los puntos de venta de bebidas (más este año), donde no había que esperar demasiado para pedir. La zona de stands también se vio ampliada con una gran exposición de cartelería de conciertos hecha por artistas y diseñadores, ediciones numeradas, limitadas y serigra�adas generalmente hechas para las giras y actuaciones de grupos y músicos del festival.

Jueves 31

Dado que llegué tarde, el primer concierto que vi fue el de Lee Ranaldo, el mítico guitarrista de la banda Sonic Youth venía a presentar su último disco en solitario Between The Times And The Tides (2012). Se presentó con una banda de igual formación que su grupo de toda la vida (incluso tenía a Steve Shelley a la batería) y se concentró exclusiva-mente en su última referencia. Comenzó con "Waiting on a Dream", con un sonido impecable y con�anza en sus nuevas canciones, que recu-erdan a las que él mismo �rma en los discos de la juventud sónica, a los que hizo un pequeño guiño cuando

mucho más reducidos, pero eso no pareció importar cuando sonaron temas como "Refused And Fuckin' Dead", "Liberation Frequency" o el hit "New Noise", ya en los bises. Tam-bién ellos hicieron referencia a la actualidad económica y política, a�rmando que posiblemente sus canciones tenían más sentido ahora que cuando las escribieron. Fanfar-ronadas aparte, el discurso político fácil y un tanto paternalista y una duración quizás excesiva son las dos únicas (y pequeñas) pegas que puedo ponerle a este concierto.

Terminé el primer día con Spiritual-ized. Jason Pierce se subió al esce-nario con sus eternas gafas de sol (a pesar de ser las dos de la madru-gada) y vestido completamente de blanco. La banda, colocada en semi-círculo y él en uno de los extremos (lo que hacía que él le diera la espalda a parte del público), comenzó con "Hey Jane", primer tema de Sweet Heart, Sweet Light (2012), canción-montaña rusa con un inmenso crescendo al �nal. Y así se movieron, entre la electricidad y la calma, con momentos demasiado introspectivos, un concierto que necesitó un poco más de fuerza y una mala leche que apenas asomó en la �nal "Come Together", con las dos coristas gospel en su momento álgido, y con el (¿preparado?) arre-bato de rabia de Pierce, que tiró el ampli�cador al suelo y lanzó su guitarra contra él, saliendo acto seguido del escenario, algo que no pareció sorprender a la banda, que terminó imperturbable la canción y el concierto.

Viernes 1

El segundo día del festival también comenzó tarde para mí, vi de pasada a Milk Music, grupo que bebe directamente del rock americano de los noventa y ochenta (Dinosaur Jr., Hüsker Dü) y que dieron un conci-erto correcto y disfrutable.

Después me dispuse a ver al que, en mi opinión, es el mejor grupo nacional de la actualidad: Orthodox. El power trio sevillano tenía muchas cosas en contra: ser muy poco cono-cidos, un público reducido, un esce-nario secundario, la llegada del guitarrista a escasos minutos del comienzo de su actuación... Nada pareció afectarles. Aparecieron vesti-dos de penitente (la iconografía y estética de la imaginería y la cultura de la Semana Santa sevillana tiene un gran peso en su propuesta), túni-cas negras y capuchas, sogas al cuello (detalle no cofrade) y "La marcha de la Santa Sangre" (introducción de esa obra maestra absoluta que es Sentencia) sonando mientras se colocaban los instru-mentos. Era la tercera vez que veía al grupo, y si algo he sacado en claro con ellos es que siempre van a dar un concierto diferente. En esta ocasión tocaron un solo tema, o mejor dicho tres o cuatro temas enlazados, convertidos en uno solo. "El lamento del Cabrón" fue la guía de la actuación (ese ri� que se repitió al principio y al �nal), donde también destacó "Hani Ba'al", de su último trabajo Baal (2011). Portentoso.

Recuperarme de la actuación de Orthodox me llevó tiempo, un rato largo en el que no vi ningún conci-erto, hasta que volví al escenario Vice

Sábado 2

La última jornada del festival empezó para mí con la segunda mitad del concierto de Refree, uno de los artistas pop más inquietos y originales de España, con una banda que reinterpretaba los temas a su manera, no obstante es lo que el catalán acaba de hacer con Tots sants (2012), un recopilatorio en el que desmonta algunas de sus canciones. Terminó con la versión de "Gallo rojo" de Chico Sánchez Ferlosio, dedicada a «nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos».

En el escenario principal aparecía pocos minutos después Sharon Van Etten. La artista de Nueva Jersey presentaba Tamp (2012) con un sonido muy parecido al del disco. La banda acompañó a la perfección tanto en momentos sutiles como en los más desbocados, destacando el percusionista y la multi instrumen-tista que tocó teclados, guitarra, bajo e hizo coros. Fue un concierto correcto, con canciones buenas, pero lastrado por cierta frialdad y por algunos comentarios arro-gantes y desafortunados de la cantante («este es el lugar más feo en el que he estado jamás»).

Volví al escenario Ray Ban para ver a Lisabö presentar su reciente Anima-lia Lotsatuen Putzua (2011). Con dos de cada cosa (batería, bajo, guitarra, voz), abrieron con esa hostia en la cara que es "Oroimenik gabeko �lma". Oleadas de ruido, rabia y enfado secundadas por una base rítmica que no desfalleció en ningún momento. Los recitados en euskera aportaban un toque de desesperación a una música

ejecutada de forma soberbia. Una lástima que grupos así vean su visibi-lidad menoscabada por cuestiones tan absurdas como la lengua. Dejaron claro que son una banda con estilo propio y un directo impre-scindible.

Justo al terminar Lisabö salí corriendo al Auditori para ver a Bu�y Sainte-Marie. La canadiense de sangre india presentó ante un público reducido pero con gran interés por su concierto, con una banda pequeña pero muy e�ciente que se movía entre el country, el rock'n'roll y el folk. Lo que más sorprendió fue la inclusión de soni-dos pregrabados de cánticos y percusiones nativas americanas. Con gran humor, un mensaje ecologista fuerte y alusiones al trato de los nativos en las reservas en Estados Unidos y Canadá, la cantautora dem-ostró sentirse muy cómoda en el escenario, fue agradecida y tierna con la audiencia, que celebró la canción "Universal Soldier" e incluso "Up Where We Belong" (con la que ganó un Oscar por la película O�cial y caballero). Me resultó especial-mente entrañable el �nal, en el que los cuatro músicos se marcaron un baile indio mientras el público aplaudía de pie.

Justo después y en el mismo esce-nario, apareció Josh T. Pearson solo con su guitarra acústica. De negro riguroso, comenzó con "Sweetheart, I Ain't Your Christ", de su primer disco en solitario Last of the Country Gen-tlemen. Las canciones de Pearson son largas, se extienden en el tiempo, crecen en la repetición de los acordes, en los arpegios oníricos que

contó la historia de la canción "Xtina as I Knew Her" (mi favorita del álbum). Tam-bién tuvo su momento de apoyo al Occupy Movement. Terminó con "Thank You for Sending Me An Angel", versión de Talking Heads.

Después me quedé en el mismo escenario esperando al concierto de Mudhoney. Aunque no pude verlo entero, el grupo de Seattle dio un gran concierto, con mucha energía y ninguna concesión ni respiro a un público conocedor del reperto-rio al dedillo. La inevitable "Touch Me I'm Sick" fue la más celebrada y coreada. La banda creadora del grunge no decepcionó, ofreció una actuación directa y agresiva.

Antes de que terminaran me fui corriendo al escenario San Miguel para ver a Wilco. Sí, todo el mundo sabe que no están en su mejor momento, que sus discos nuevos no pueden compararse a Yankee Hotel Foxtrot o a A Ghost Is Born, pero siguen siendo uno de los grupos con mejor directo de la actualidad, una banda compen-etrada perfectamente que ofrece siempre un sonido espectacular, además de ser poseedoras de un cancionero imprescindible en la música norteamericana. Inter-calaron las canciones de su más reciente álbum, The Whole Love (2011), con algu-nos de sus clásicos, demasiados para incluirlos todos en un concierto de festival (necesariamente más corto de lo normal), de hecho, eché de menos "Via Chicago" y su oleada de ruido, aunque rescataron "How to Fight Loneliness", una sorpresa que los fans agradecieron. Otro guiño al público de Barcelona (del que Je� Tweedy dijo ser uno de sus favoritos) fue la canción "Jesus, Etc.", «Hace dos años tuvimos un problema técnico y cantamos esta canción juntos mientras se resolvía, cantadla conmigo de nuevo», el tema que improvisaron en acústico para sortear el apagón parcial del escenario volvió a sonar y ser coreado. Emocionante.

A Refused fui a verles sin apenas haberles escuchado, lo reconozco, aunque eso no les impidió convertirme en admirador instantáneo de su música. Con un sonido muy cercano a la perfección, una puesta en escena sencilla pero potente y un público ansioso, su concierto fue, en mi opinión, de los mejores del festival. Han pasado catorce años desde su último disco, The Shape of Punk to Come (1998), ellos mismos hicieron referencia a sus visitas anteriores a Barcelona ante públicos

para ver la mitad �nal de Liturgy. Con una puesta en escena entre sobria y sosa, dos guitarristas (dos siluetas negras sobre un fondo blanco parpadeante no apto para epilépticos) desplegaban ri�s repetitivos (esto no es necesariamente negativo) y oscuros sobre bases de batería programadas con puntuales apuntes vocales: gritos y desgarro blackmetaleros.

Después apareció esa apisonadora que es Napalm Death. Un concierto que a mí se me antojó un poco corto en el que no dieron casi ningún respiro (apenas para desear paz y amor a los asistentes en un torpe pero decente castellano) al público. Tengo que reconocer que me quedé a verlos un poco porque sí, por estar con un par de amigos, pero al �nal acabaron convenciéndome a base de energía y poten-cia, de una ejecución perfecta y de muchas tablas. ¿No tiene más mérito convencer que satisfacer a los fans de siempre?

De Mayhem solo vi el principio. Quería ver, por puro morbo, el montaje visual, las cabezas de cerco, las velas negras, la sangre y esas cosas. Es un grupo que es más conocido por su historia violenta y grotesca que por su música (no hay que olvidar que fueron uno de los fundadores del Black Metal). El público allí congregado no parecía tomarse la actuación demasiado en serio, como si estuvieran viendo un espectáculo circense cutre en vez de un concierto, gente que se acercó a este género de música extrema como turistas.

Tras semejante sobredosis de metal, me acerqué a ver a Codeine, otra de las muchas reuniones que proliferan este año, aunque quizás de las más dignas y de las que menos ruido ha hecho. Fue un concierto lento y denso, con ritmos pesados y oscuros, la sucia batería de Chris Brokaw (al bajo en la última canción) daba el perfecto contraste a lo minimalista y sencillo del bajo y la batería. Un concierto precioso y potente que quizás se vio lastrado por la hora y una lentitud a veces excesiva.

hace su mano derecha. Apenas tocó cuatro canciones (cinco contando "Country Dumb" en el bis), pero no fue una actuación corta, aunque se hiciera corta. Enfren-tarse a un concierto suyo puede ser una experiencia incluso extrema, un enfren-tamiento directo a la miseria humana, al desamor, a la tristeza. Sin paños calientes. El texano también se descubrió como poseedor de un sentido del humor a prueba de bombas, se llevó varios minutos contando chistes, haciendo bromas con el público y haciendo guiños a las mujeres presentes, de hecho sufrió un ataque de risa que le puso difícil volver a su papel de cantautor oscuro y perturbador. En mi opinión fue el mejor concierto del festival, una actuación que se quedará en el corazón de los presentes por mucho tiempo.

El contraste vino cuando vi a Shellac, la banda de Steve Albini, presente cada año en el Primavera Sound, nunca defrauda. Aún con Excellent Italian Greyhound (2007) como su disco más reciente, tiraron de intensidad y tablas para dar un gran concierto a un público eminentemente formado por fans. La gente sabía a lo que iba, y se fue satisfecha con ello. Destacó la larga versión de "End of Radio", con el adictivo ri� de bajo persistente mientras Albini soltaba su larga perorata en la que entraban tanto civilizaciones alienígenas como setas alucinógenas.

Mi último concierto fue el de God�esh. Con solo un bajo y una guitarra sobre el escenario (la batería estaba programada), no necesitaron de más para dar un dosis de metal y de industrial. No se detuvieron a dar un momento de descanso a un público no demasiado numeroso, potencia y más potencia fue lo que ofrecieron, nada más.

***

En resumidas cuentas, la última edición del Primavera Sound, polémica hasta cierto punto por la inclusión de grupos metaleros en su cartel, terminó con muy buenas sensaciones, buenos conciertos y una gran mejora organizativa. Y en cuanto a la polémica, solo decir que si por algo amamos a este festival es por su capacidad de traer cosas nuevas, impredecibles y que difícilmente podríamos ver en condiciones tan buenas.

Page 47: Revistanudel 2012

Es imposible en una crónica personal de un festival como el Primavera Sound hacerse eco de todos los conciertos que hubo. Uno tiene que escoger, eso es sabido por todos, y al escoger se renuncia a actuaciones por las que tenías interés o te hubiera gustado ver, hay decisiones dolorosas, hay concier-tos que te pierdes y después te cuentan que estuvieron muy bien. El solapamiento es la gran prob-lemática de un festival de las dimen-siones de este. Dicho esto, tengo que avisar que no vi varios de los platos fuertes de este festival como Yo La Tengo (ya los vi en el Prima-vera de hace tres años), Franz Ferdi-nand (coincidían con Spiritualized y desde mi punto de vista no hay color) y The Cure (por la pereza que me daba la multitud que se preveía y las casi tres horas de actuación previstas).

A nivel de organización, el festival ha mejorado mucho con respecto al año pasado, donde errores informáticos y un confuso sistema de pago en las barras y tiendas de comida provocaron colas y protes-tas por parte de los asistentes. Por el contrario, este año las consumi-ciones se pagaban directamente con dinero y sin necesidad de com-prar tickets. También, durante toda la semana antes del festival, se insta-laron en el Palau de la Virreina unos

mostradores donde intercambiar las entradas por las pulseras y tarjetas que permitían el acceso al recinto del Fòrum, por lo que las aglomera-ciones en la entrada se redujeron considerablemente, así como en los puntos de venta de bebidas (más este año), donde no había que esperar demasiado para pedir. La zona de stands también se vio ampliada con una gran exposición de cartelería de conciertos hecha por artistas y diseñadores, ediciones numeradas, limitadas y serigra�adas generalmente hechas para las giras y actuaciones de grupos y músicos del festival.

Jueves 31

Dado que llegué tarde, el primer concierto que vi fue el de Lee Ranaldo, el mítico guitarrista de la banda Sonic Youth venía a presentar su último disco en solitario Between The Times And The Tides (2012). Se presentó con una banda de igual formación que su grupo de toda la vida (incluso tenía a Steve Shelley a la batería) y se concentró exclusiva-mente en su última referencia. Comenzó con "Waiting on a Dream", con un sonido impecable y con�anza en sus nuevas canciones, que recu-erdan a las que él mismo �rma en los discos de la juventud sónica, a los que hizo un pequeño guiño cuando

mucho más reducidos, pero eso no pareció importar cuando sonaron temas como "Refused And Fuckin' Dead", "Liberation Frequency" o el hit "New Noise", ya en los bises. Tam-bién ellos hicieron referencia a la actualidad económica y política, a�rmando que posiblemente sus canciones tenían más sentido ahora que cuando las escribieron. Fanfar-ronadas aparte, el discurso político fácil y un tanto paternalista y una duración quizás excesiva son las dos únicas (y pequeñas) pegas que puedo ponerle a este concierto.

Terminé el primer día con Spiritual-ized. Jason Pierce se subió al esce-nario con sus eternas gafas de sol (a pesar de ser las dos de la madru-gada) y vestido completamente de blanco. La banda, colocada en semi-círculo y él en uno de los extremos (lo que hacía que él le diera la espalda a parte del público), comenzó con "Hey Jane", primer tema de Sweet Heart, Sweet Light (2012), canción-montaña rusa con un inmenso crescendo al �nal. Y así se movieron, entre la electricidad y la calma, con momentos demasiado introspectivos, un concierto que necesitó un poco más de fuerza y una mala leche que apenas asomó en la �nal "Come Together", con las dos coristas gospel en su momento álgido, y con el (¿preparado?) arre-bato de rabia de Pierce, que tiró el ampli�cador al suelo y lanzó su guitarra contra él, saliendo acto seguido del escenario, algo que no pareció sorprender a la banda, que terminó imperturbable la canción y el concierto.

Viernes 1

El segundo día del festival también comenzó tarde para mí, vi de pasada a Milk Music, grupo que bebe directamente del rock americano de los noventa y ochenta (Dinosaur Jr., Hüsker Dü) y que dieron un conci-erto correcto y disfrutable.

Después me dispuse a ver al que, en mi opinión, es el mejor grupo nacional de la actualidad: Orthodox. El power trio sevillano tenía muchas cosas en contra: ser muy poco cono-cidos, un público reducido, un esce-nario secundario, la llegada del guitarrista a escasos minutos del comienzo de su actuación... Nada pareció afectarles. Aparecieron vesti-dos de penitente (la iconografía y estética de la imaginería y la cultura de la Semana Santa sevillana tiene un gran peso en su propuesta), túni-cas negras y capuchas, sogas al cuello (detalle no cofrade) y "La marcha de la Santa Sangre" (introducción de esa obra maestra absoluta que es Sentencia) sonando mientras se colocaban los instru-mentos. Era la tercera vez que veía al grupo, y si algo he sacado en claro con ellos es que siempre van a dar un concierto diferente. En esta ocasión tocaron un solo tema, o mejor dicho tres o cuatro temas enlazados, convertidos en uno solo. "El lamento del Cabrón" fue la guía de la actuación (ese ri� que se repitió al principio y al �nal), donde también destacó "Hani Ba'al", de su último trabajo Baal (2011). Portentoso.

Recuperarme de la actuación de Orthodox me llevó tiempo, un rato largo en el que no vi ningún conci-erto, hasta que volví al escenario Vice

Sábado 2

La última jornada del festival empezó para mí con la segunda mitad del concierto de Refree, uno de los artistas pop más inquietos y originales de España, con una banda que reinterpretaba los temas a su manera, no obstante es lo que el catalán acaba de hacer con Tots sants (2012), un recopilatorio en el que desmonta algunas de sus canciones. Terminó con la versión de "Gallo rojo" de Chico Sánchez Ferlosio, dedicada a «nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos».

En el escenario principal aparecía pocos minutos después Sharon Van Etten. La artista de Nueva Jersey presentaba Tamp (2012) con un sonido muy parecido al del disco. La banda acompañó a la perfección tanto en momentos sutiles como en los más desbocados, destacando el percusionista y la multi instrumen-tista que tocó teclados, guitarra, bajo e hizo coros. Fue un concierto correcto, con canciones buenas, pero lastrado por cierta frialdad y por algunos comentarios arro-gantes y desafortunados de la cantante («este es el lugar más feo en el que he estado jamás»).

Volví al escenario Ray Ban para ver a Lisabö presentar su reciente Anima-lia Lotsatuen Putzua (2011). Con dos de cada cosa (batería, bajo, guitarra, voz), abrieron con esa hostia en la cara que es "Oroimenik gabeko �lma". Oleadas de ruido, rabia y enfado secundadas por una base rítmica que no desfalleció en ningún momento. Los recitados en euskera aportaban un toque de desesperación a una música

ejecutada de forma soberbia. Una lástima que grupos así vean su visibi-lidad menoscabada por cuestiones tan absurdas como la lengua. Dejaron claro que son una banda con estilo propio y un directo impre-scindible.

Justo al terminar Lisabö salí corriendo al Auditori para ver a Bu�y Sainte-Marie. La canadiense de sangre india presentó ante un público reducido pero con gran interés por su concierto, con una banda pequeña pero muy e�ciente que se movía entre el country, el rock'n'roll y el folk. Lo que más sorprendió fue la inclusión de soni-dos pregrabados de cánticos y percusiones nativas americanas. Con gran humor, un mensaje ecologista fuerte y alusiones al trato de los nativos en las reservas en Estados Unidos y Canadá, la cantautora dem-ostró sentirse muy cómoda en el escenario, fue agradecida y tierna con la audiencia, que celebró la canción "Universal Soldier" e incluso "Up Where We Belong" (con la que ganó un Oscar por la película O�cial y caballero). Me resultó especial-mente entrañable el �nal, en el que los cuatro músicos se marcaron un baile indio mientras el público aplaudía de pie.

Justo después y en el mismo esce-nario, apareció Josh T. Pearson solo con su guitarra acústica. De negro riguroso, comenzó con "Sweetheart, I Ain't Your Christ", de su primer disco en solitario Last of the Country Gen-tlemen. Las canciones de Pearson son largas, se extienden en el tiempo, crecen en la repetición de los acordes, en los arpegios oníricos que

contó la historia de la canción "Xtina as I Knew Her" (mi favorita del álbum). Tam-bién tuvo su momento de apoyo al Occupy Movement. Terminó con "Thank You for Sending Me An Angel", versión de Talking Heads.

Después me quedé en el mismo escenario esperando al concierto de Mudhoney. Aunque no pude verlo entero, el grupo de Seattle dio un gran concierto, con mucha energía y ninguna concesión ni respiro a un público conocedor del reperto-rio al dedillo. La inevitable "Touch Me I'm Sick" fue la más celebrada y coreada. La banda creadora del grunge no decepcionó, ofreció una actuación directa y agresiva.

Antes de que terminaran me fui corriendo al escenario San Miguel para ver a Wilco. Sí, todo el mundo sabe que no están en su mejor momento, que sus discos nuevos no pueden compararse a Yankee Hotel Foxtrot o a A Ghost Is Born, pero siguen siendo uno de los grupos con mejor directo de la actualidad, una banda compen-etrada perfectamente que ofrece siempre un sonido espectacular, además de ser poseedoras de un cancionero imprescindible en la música norteamericana. Inter-calaron las canciones de su más reciente álbum, The Whole Love (2011), con algu-nos de sus clásicos, demasiados para incluirlos todos en un concierto de festival (necesariamente más corto de lo normal), de hecho, eché de menos "Via Chicago" y su oleada de ruido, aunque rescataron "How to Fight Loneliness", una sorpresa que los fans agradecieron. Otro guiño al público de Barcelona (del que Je� Tweedy dijo ser uno de sus favoritos) fue la canción "Jesus, Etc.", «Hace dos años tuvimos un problema técnico y cantamos esta canción juntos mientras se resolvía, cantadla conmigo de nuevo», el tema que improvisaron en acústico para sortear el apagón parcial del escenario volvió a sonar y ser coreado. Emocionante.

A Refused fui a verles sin apenas haberles escuchado, lo reconozco, aunque eso no les impidió convertirme en admirador instantáneo de su música. Con un sonido muy cercano a la perfección, una puesta en escena sencilla pero potente y un público ansioso, su concierto fue, en mi opinión, de los mejores del festival. Han pasado catorce años desde su último disco, The Shape of Punk to Come (1998), ellos mismos hicieron referencia a sus visitas anteriores a Barcelona ante públicos

para ver la mitad �nal de Liturgy. Con una puesta en escena entre sobria y sosa, dos guitarristas (dos siluetas negras sobre un fondo blanco parpadeante no apto para epilépticos) desplegaban ri�s repetitivos (esto no es necesariamente negativo) y oscuros sobre bases de batería programadas con puntuales apuntes vocales: gritos y desgarro blackmetaleros.

Después apareció esa apisonadora que es Napalm Death. Un concierto que a mí se me antojó un poco corto en el que no dieron casi ningún respiro (apenas para desear paz y amor a los asistentes en un torpe pero decente castellano) al público. Tengo que reconocer que me quedé a verlos un poco porque sí, por estar con un par de amigos, pero al �nal acabaron convenciéndome a base de energía y poten-cia, de una ejecución perfecta y de muchas tablas. ¿No tiene más mérito convencer que satisfacer a los fans de siempre?

De Mayhem solo vi el principio. Quería ver, por puro morbo, el montaje visual, las cabezas de cerco, las velas negras, la sangre y esas cosas. Es un grupo que es más conocido por su historia violenta y grotesca que por su música (no hay que olvidar que fueron uno de los fundadores del Black Metal). El público allí congregado no parecía tomarse la actuación demasiado en serio, como si estuvieran viendo un espectáculo circense cutre en vez de un concierto, gente que se acercó a este género de música extrema como turistas.

Tras semejante sobredosis de metal, me acerqué a ver a Codeine, otra de las muchas reuniones que proliferan este año, aunque quizás de las más dignas y de las que menos ruido ha hecho. Fue un concierto lento y denso, con ritmos pesados y oscuros, la sucia batería de Chris Brokaw (al bajo en la última canción) daba el perfecto contraste a lo minimalista y sencillo del bajo y la batería. Un concierto precioso y potente que quizás se vio lastrado por la hora y una lentitud a veces excesiva.

hace su mano derecha. Apenas tocó cuatro canciones (cinco contando "Country Dumb" en el bis), pero no fue una actuación corta, aunque se hiciera corta. Enfren-tarse a un concierto suyo puede ser una experiencia incluso extrema, un enfren-tamiento directo a la miseria humana, al desamor, a la tristeza. Sin paños calientes. El texano también se descubrió como poseedor de un sentido del humor a prueba de bombas, se llevó varios minutos contando chistes, haciendo bromas con el público y haciendo guiños a las mujeres presentes, de hecho sufrió un ataque de risa que le puso difícil volver a su papel de cantautor oscuro y perturbador. En mi opinión fue el mejor concierto del festival, una actuación que se quedará en el corazón de los presentes por mucho tiempo.

El contraste vino cuando vi a Shellac, la banda de Steve Albini, presente cada año en el Primavera Sound, nunca defrauda. Aún con Excellent Italian Greyhound (2007) como su disco más reciente, tiraron de intensidad y tablas para dar un gran concierto a un público eminentemente formado por fans. La gente sabía a lo que iba, y se fue satisfecha con ello. Destacó la larga versión de "End of Radio", con el adictivo ri� de bajo persistente mientras Albini soltaba su larga perorata en la que entraban tanto civilizaciones alienígenas como setas alucinógenas.

Mi último concierto fue el de God�esh. Con solo un bajo y una guitarra sobre el escenario (la batería estaba programada), no necesitaron de más para dar un dosis de metal y de industrial. No se detuvieron a dar un momento de descanso a un público no demasiado numeroso, potencia y más potencia fue lo que ofrecieron, nada más.

***

En resumidas cuentas, la última edición del Primavera Sound, polémica hasta cierto punto por la inclusión de grupos metaleros en su cartel, terminó con muy buenas sensaciones, buenos conciertos y una gran mejora organizativa. Y en cuanto a la polémica, solo decir que si por algo amamos a este festival es por su capacidad de traer cosas nuevas, impredecibles y que difícilmente podríamos ver en condiciones tan buenas.

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por Marianna Salvioli numerosasvecesporelmismositio.wordpress.com

Gael García bernal,cercanoGael García bernal,cercano

Alfonso Cuarón, Walter Salles, Pedro Almodóvar y Fernando Mireilles, entre otros, quizás parezca invero-símil la aseveración anterior. Sin embargo, habiendo estado allí, certi�co su sinceridad. Según el actor, el cine le permite disfrazarse, ser distinto y escapar de la rutina, así como conocer otras culturas, países y personas. De allí que no solo tenga una responsabilidad consigo mismo, sino también con el espectador: “Una pieza de arte (una película, por ejemplo) no podrá satisfacer las expectativas de todos, pero te permite hacer cuestionami-entos que se proyectan en el

Del 1 al 11 de agosto se celebró en Locarno el 65º Festi-val de Cine, con el actor Gael García Bernal como artista hom-enajeado con el Excellence Award Moët & Chandon. Previo a la presentación de su última película, No, de Pablo Larraín, hubo un encuentro público con periodistas y demás interesados. Yo pertenezco al segundo grupo.

Mi mayor satisfacción al asistir a este evento fue escuchar a una persona sumamente humilde, animada y agradecida. El actor mexicano lleva ya doce años en el panorama cinematográ�co internacional desde el estreno de Amores Perros, de Alejandro González Iñárritu, en el 2000. Sobre esta experiencia, García Bernal confesó: “(A pesar de pert-enecer a una familia que trabaja en este medio), nunca consideré posible que me dedicaría a hacer películas en México y otros países. El director me vio en una obra de teatro, me dio el guión, me pareció que era genial, pero entonces yo no sabía nada de cine, así que no tenía cómo com-parar. (La película) tuvo vida propia y cambió las vidas de todos los involucrados”.

Tomando en cuenta que el joven ha trabajado también con

público”. Dicha responsabilidad lo ha motivado a escoger pelícu-las que traten de temas sociales. El �lm No “es interesante porque plantea una re�exión sobre la democracia (…) La libertad es un poco atemorizante porque tienes que hacerte responsable de tus propias decisiones (…) De alguna manera es una situación alegre y deprimente a la vez”. La película cuenta la historia de René Saavedra, un hijo de exili-ados chilenos que lleva a cabo la campaña “Chile, la alegría ya viene”, con la cual derrotaron a Augusto Pinochet en el Referén-dum de 1988. Pienso comentarla próximamente; por ahora puedo adelantar que es muy buena, aunque difícil de ver, sobre todo si eres suizo y nunca has vivido una experiencia similar.

Gael García Bernal confesó tam-bién por qué pre�ere trabajar en su idioma nativo: “Es una gran ventaja ser mexicano, hablar español y poder trabajar en muchos países. En inglés me siento un poco más restringido. Como actores, jugamos con la lengua. En Español mi conexión es inmediata. Sin embargo, en inglés siempre hallas una manera”. Más jocosamente aseg-uró: “Hacer una película es como un matrimonio, pero sin sus ben-e�cios. Tienes que llegar a conocer a la persona, embor-racharse juntos, el Director te seduce”.

Finalmente, ante la pregunta de si trabajaría en Bollywood, respondió animado: “¡Claro!”.

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Alfonso Cuarón, Walter Salles, Pedro Almodóvar y Fernando Mireilles, entre otros, quizás parezca invero-símil la aseveración anterior. Sin embargo, habiendo estado allí, certi�co su sinceridad. Según el actor, el cine le permite disfrazarse, ser distinto y escapar de la rutina, así como conocer otras culturas, países y personas. De allí que no solo tenga una responsabilidad consigo mismo, sino también con el espectador: “Una pieza de arte (una película, por ejemplo) no podrá satisfacer las expectativas de todos, pero te permite hacer cuestionami-entos que se proyectan en el

Del 1 al 11 de agosto se celebró en Locarno el 65º Festi-val de Cine, con el actor Gael García Bernal como artista hom-enajeado con el Excellence Award Moët & Chandon. Previo a la presentación de su última película, No, de Pablo Larraín, hubo un encuentro público con periodistas y demás interesados. Yo pertenezco al segundo grupo.

Mi mayor satisfacción al asistir a este evento fue escuchar a una persona sumamente humilde, animada y agradecida. El actor mexicano lleva ya doce años en el panorama cinematográ�co internacional desde el estreno de Amores Perros, de Alejandro González Iñárritu, en el 2000. Sobre esta experiencia, García Bernal confesó: “(A pesar de pert-enecer a una familia que trabaja en este medio), nunca consideré posible que me dedicaría a hacer películas en México y otros países. El director me vio en una obra de teatro, me dio el guión, me pareció que era genial, pero entonces yo no sabía nada de cine, así que no tenía cómo com-parar. (La película) tuvo vida propia y cambió las vidas de todos los involucrados”.

Tomando en cuenta que el joven ha trabajado también con

público”. Dicha responsabilidad lo ha motivado a escoger pelícu-las que traten de temas sociales. El �lm No “es interesante porque plantea una re�exión sobre la democracia (…) La libertad es un poco atemorizante porque tienes que hacerte responsable de tus propias decisiones (…) De alguna manera es una situación alegre y deprimente a la vez”. La película cuenta la historia de René Saavedra, un hijo de exili-ados chilenos que lleva a cabo la campaña “Chile, la alegría ya viene”, con la cual derrotaron a Augusto Pinochet en el Referén-dum de 1988. Pienso comentarla próximamente; por ahora puedo adelantar que es muy buena, aunque difícil de ver, sobre todo si eres suizo y nunca has vivido una experiencia similar.

Gael García Bernal confesó tam-bién por qué pre�ere trabajar en su idioma nativo: “Es una gran ventaja ser mexicano, hablar español y poder trabajar en muchos países. En inglés me siento un poco más restringido. Como actores, jugamos con la lengua. En Español mi conexión es inmediata. Sin embargo, en inglés siempre hallas una manera”. Más jocosamente aseg-uró: “Hacer una película es como un matrimonio, pero sin sus ben-e�cios. Tienes que llegar a conocer a la persona, embor-racharse juntos, el Director te seduce”.

Finalmente, ante la pregunta de si trabajaría en Bollywood, respondió animado: “¡Claro!”.

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Augusto Pinochet. Durante la rueda de prensa que tuve opor-tunidad de presenciar, García Bernal aseguró que desconoc Saavedra)rsonaje de un a y había esta alternativa de escoger la libretades ultado de ía esta parte de la historia y había sido la transformación de su personaje (René Saavedra) desde la apatía hasta la suma responsabilidad lo que lo había convencido de participar. La película “es intere-sante porque plantea una re�ex-ión sobre la democracia (…) La libertad es un poco atemori-zante porque tienes que hacerte responsable de tus propias deci-siones (…) De alguna manera es una situación alegre y depri-mente a la vez”, aseguró. Por su parte, Pedro Peirano, guionista del �lm, a�rmó a la prensa que la campaña había sido exitosa gracias al ingenio de quienes trabajaron en ella: “Mostrar que te puedes burlar del verdugo, que pese al miedo aún hay frescura. Le dieron con�anza a la gente, le mostraron el absurdo de una dictadura”.

Para recalcar la veracidad del hecho histórico, el director escogió trabajar con imágenes reales, además de un soporte visual U-matic ¾, de uso frecuente en los años 80. La intención era mantener el lenguaje visual (textura y colores) entre las escenas reales y las �ccionales. De esta manera, alcanza su objetivo de fusionar ambos contenidos y recrearlos de manera documental.

Si bien la decisión me parece

acertada, el público suizo con el cual vi la película durante el Festival de Cine de Locarno respondió con escepticismo e, incluso, aburrimiento. La cinta es magní�ca, pero se dirige, si no a los chilenos, a los latinoamerica-nos. Debo decirlo: no hay difer-encia alguna entre el Chile de �nales de los 80 y la Venezuela de hoy en día. No hay diferencia ni entre los discursos políticos de entonces y los de ahora, como tampoco entre los visuales –propagandísticos. La trama de No es la realidad de un conti-nente en un período que se hace interminable, por lo que solo los latinoamericanos presentes durante la proyección nos senti-mos sumamente identi�cados con los sentimientos re�ejados en la película.

Este es, a mi parecer, el gran inconveniente de No para lograr un Oscar. Siendo una película de manufactura excepcional, no logra ser universal. Un Oscar para Mejor Película Extranjera, de alguna manera u otra (y a pesar de la popularidad del actor mexi-cano en estos eventos), no solo re�eja al país de origen del �lm, sino también a todo el que no sea estadounidense. El mismo García Bernal aseguró que Holly-wood piensa en Cine y “Cine extranjero”.

Sin embargo, si la sensación de que No es la historia de la Venezuela actual en pantalla, espero poder compartir alguna vez la sensación de “alegría”, motivo de la campaña contra Pinochet.

por marianna salvioli numerosasvecesporelmismositio.wordpress.com

¿cuándo llegala alegría?¿cuándo llegala alegría?

Leo que No, de Pablo Larraín, representará a Chile para optar al Oscar como Mejor PelEstoy medianamente de acuerdo con la Oscar como Mejor Película Extranjera. "Esto rea�rma el buen momento por el que está pasando el cine chileno, no solamente postulando a premios importantes de festi-vales internacionales, como en este caso, sino también respecto del público. Hemos logrado revertir la cifra que venía decay-endo desde el año 2003", apuntó el Ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke (sic).

Estoy medianamente de acuerdo con esta decisión. El �lm es exce-lente en todos los aspectos técnicos y cuenta con la actuación estelar de Gael García Bernal, quien también ha desar-rollado una importante carrera en EE.UU. Sin embargo, se trata de una película con una tensión muy diluida, sobre todo tomando en cuenta que conoc-emos de antemano el resultado de la trama.

No trata la historia de los publi-cistas que llevaron a cabo las promociones televisivas durante el plebiscito de 1988 y que derrotó por la vía democrática a

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Augusto Pinochet. Durante la rueda de prensa que tuve opor-tunidad de presenciar, García Bernal aseguró que desconoc Saavedra)rsonaje de un a y había esta alternativa de escoger la libretades ultado de ía esta parte de la historia y había sido la transformación de su personaje (René Saavedra) desde la apatía hasta la suma responsabilidad lo que lo había convencido de participar. La película “es intere-sante porque plantea una re�ex-ión sobre la democracia (…) La libertad es un poco atemori-zante porque tienes que hacerte responsable de tus propias deci-siones (…) De alguna manera es una situación alegre y depri-mente a la vez”, aseguró. Por su parte, Pedro Peirano, guionista del �lm, a�rmó a la prensa que la campaña había sido exitosa gracias al ingenio de quienes trabajaron en ella: “Mostrar que te puedes burlar del verdugo, que pese al miedo aún hay frescura. Le dieron con�anza a la gente, le mostraron el absurdo de una dictadura”.

Para recalcar la veracidad del hecho histórico, el director escogió trabajar con imágenes reales, además de un soporte visual U-matic ¾, de uso frecuente en los años 80. La intención era mantener el lenguaje visual (textura y colores) entre las escenas reales y las �ccionales. De esta manera, alcanza su objetivo de fusionar ambos contenidos y recrearlos de manera documental.

Si bien la decisión me parece

acertada, el público suizo con el cual vi la película durante el Festival de Cine de Locarno respondió con escepticismo e, incluso, aburrimiento. La cinta es magní�ca, pero se dirige, si no a los chilenos, a los latinoamerica-nos. Debo decirlo: no hay difer-encia alguna entre el Chile de �nales de los 80 y la Venezuela de hoy en día. No hay diferencia ni entre los discursos políticos de entonces y los de ahora, como tampoco entre los visuales –propagandísticos. La trama de No es la realidad de un conti-nente en un período que se hace interminable, por lo que solo los latinoamericanos presentes durante la proyección nos senti-mos sumamente identi�cados con los sentimientos re�ejados en la película.

Este es, a mi parecer, el gran inconveniente de No para lograr un Oscar. Siendo una película de manufactura excepcional, no logra ser universal. Un Oscar para Mejor Película Extranjera, de alguna manera u otra (y a pesar de la popularidad del actor mexi-cano en estos eventos), no solo re�eja al país de origen del �lm, sino también a todo el que no sea estadounidense. El mismo García Bernal aseguró que Holly-wood piensa en Cine y “Cine extranjero”.

Sin embargo, si la sensación de que No es la historia de la Venezuela actual en pantalla, espero poder compartir alguna vez la sensación de “alegría”, motivo de la campaña contra Pinochet.

Leo que No, de Pablo Larraín, representará a Chile para optar al Oscar como Mejor PelEstoy medianamente de acuerdo con la Oscar como Mejor Película Extranjera. "Esto rea�rma el buen momento por el que está pasando el cine chileno, no solamente postulando a premios importantes de festi-vales internacionales, como en este caso, sino también respecto del público. Hemos logrado revertir la cifra que venía decay-endo desde el año 2003", apuntó el Ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke (sic).

Estoy medianamente de acuerdo con esta decisión. El �lm es exce-lente en todos los aspectos técnicos y cuenta con la actuación estelar de Gael García Bernal, quien también ha desar-rollado una importante carrera en EE.UU. Sin embargo, se trata de una película con una tensión muy diluida, sobre todo tomando en cuenta que conoc-emos de antemano el resultado de la trama.

No trata la historia de los publi-cistas que llevaron a cabo las promociones televisivas durante el plebiscito de 1988 y que derrotó por la vía democrática a

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hace rata-¡BUM! en 1971. Una simple pesquisa ambientada en el San Francisco post-hippie, se trans-forma en una visión fantas-magórica. El callejón malo de la supervivencia multi étnica. Caldo de chinos, negros, hispanos, italianos, etc. Todas las ciudades, la ciudad. El viejo Siegel nunca volv-ería a �lmar algo tan innegable.

Desde su estreno, la película fue tildada de loa fascista. Un volver a la mano dura del Tío Sam: viva la Amé-rica blanca armada, hurra… Si hay un punto �ácido en la �cción, es precisamente la escena donde Harry se las ve con un magistrado en su despacho de caoba. Al verse cuestionado, el héroe revira criti-cando al sistema “democrático”. Le parece inaudito que un criminal como Escorpio tenga los mismos privilegios legales que cualquiera. Harry pre�ere ejecutar en el acto, tomar la justicia en sus manos, como el sicario del bien que es. Pero es un desperdicio moralizar una �cción tan chi�ada desde una dimensión “justa” (jo jo).

La extraordinaria fuerza y precisión de sus imágenes sigue siendo un hechizo al día de hoy. Combinación de excesos, sablazos gore y pepas de humor regadas por aquí y por allá. Tufo a serie B. La estética rotunda, los diálogos rimbomban-tes y el villano más insólito sobre la faz de los años 70. Poster ícono: Clint Eastwood alza un Magnum .44 que dobla el tamaño de su cabeza. Un justiciero hoy día no podría saltar por ahí con mallas y una espada endeble. Tendría que ser un tipo asquerosamente sucio, como las calles de nuestras ciudades.

5 vainas chéveres

1. Harry y Chico patrullando la noche de Frisco.

2. El refrán de su propia cosecha que usa Harry antes de disparar a quemarropa.

3. La escena de Escorpio en la licor-ería.

4. La expresión sin expresión de Harry y sus lentes de sol.

5. La banda sonora funky, cortesía del funky Lalo Schifrin.

Por Hensli Rahn @HensliRahn

AsquerosamentesucioAsquerosamentesucio

Unas letras chillonas dicen Dirty Harry y el resto es historia. El inspector Harry Calla-han, a.k.a. El Sucio, es capaz de lo que sea para imponer su ley. Por más que sus superiores lo llamen a botón, él solo hace las cosas a su modo.

Una hermosa rubia �ota en una piscina, asesinada de un tiro en la espalda. Al dar con el punto donde el francotirador hizo de las suyas, Harry descubre una nota amenazante. El asesino Escorpio exige plata o seguirá matando a mansalva. Harry termina apersonándose en un parque sin refuerzos, con un maletín lleno de efectivo. Y lo que empieza como un proced-imiento común, se vuelve un frenético baño de violencia.

Dirty Harry es lo que llaman los gringos un vigilante cop �lm. Género tradición donde un tombo o ex tombo se ve en la necesidad de aniquilar el mal de su pueblo. Billy Jack, El Vengador Anónimo, Mad Max entran en el saco, por nombrar algunas emblemáticas.

Después de dos décadas y media haciendo películas de todo género, el director Don Siegel

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hace rata-¡BUM! en 1971. Una simple pesquisa ambientada en el San Francisco post-hippie, se trans-forma en una visión fantas-magórica. El callejón malo de la supervivencia multi étnica. Caldo de chinos, negros, hispanos, italianos, etc. Todas las ciudades, la ciudad. El viejo Siegel nunca volv-ería a �lmar algo tan innegable.

Desde su estreno, la película fue tildada de loa fascista. Un volver a la mano dura del Tío Sam: viva la Amé-rica blanca armada, hurra… Si hay un punto �ácido en la �cción, es precisamente la escena donde Harry se las ve con un magistrado en su despacho de caoba. Al verse cuestionado, el héroe revira criti-cando al sistema “democrático”. Le parece inaudito que un criminal como Escorpio tenga los mismos privilegios legales que cualquiera. Harry pre�ere ejecutar en el acto, tomar la justicia en sus manos, como el sicario del bien que es. Pero es un desperdicio moralizar una �cción tan chi�ada desde una dimensión “justa” (jo jo).

La extraordinaria fuerza y precisión de sus imágenes sigue siendo un hechizo al día de hoy. Combinación de excesos, sablazos gore y pepas de humor regadas por aquí y por allá. Tufo a serie B. La estética rotunda, los diálogos rimbomban-tes y el villano más insólito sobre la faz de los años 70. Poster ícono: Clint Eastwood alza un Magnum .44 que dobla el tamaño de su cabeza. Un justiciero hoy día no podría saltar por ahí con mallas y una espada endeble. Tendría que ser un tipo asquerosamente sucio, como las calles de nuestras ciudades.

5 vainas chéveres

1. Harry y Chico patrullando la noche de Frisco.

2. El refrán de su propia cosecha que usa Harry antes de disparar a quemarropa.

3. La escena de Escorpio en la licor-ería.

4. La expresión sin expresión de Harry y sus lentes de sol.

5. La banda sonora funky, cortesía del funky Lalo Schifrin.

Unas letras chillonas dicen Dirty Harry y el resto es historia. El inspector Harry Calla-han, a.k.a. El Sucio, es capaz de lo que sea para imponer su ley. Por más que sus superiores lo llamen a botón, él solo hace las cosas a su modo.

Una hermosa rubia �ota en una piscina, asesinada de un tiro en la espalda. Al dar con el punto donde el francotirador hizo de las suyas, Harry descubre una nota amenazante. El asesino Escorpio exige plata o seguirá matando a mansalva. Harry termina apersonándose en un parque sin refuerzos, con un maletín lleno de efectivo. Y lo que empieza como un proced-imiento común, se vuelve un frenético baño de violencia.

Dirty Harry es lo que llaman los gringos un vigilante cop �lm. Género tradición donde un tombo o ex tombo se ve en la necesidad de aniquilar el mal de su pueblo. Billy Jack, El Vengador Anónimo, Mad Max entran en el saco, por nombrar algunas emblemáticas.

Después de dos décadas y media haciendo películas de todo género, el director Don Siegel

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Oday creía que por �n conseguirá rodar uno de los guiones acumula-dos en pilas en su dormitorio hasta que descubre que la cinta está caducada como todo lo que existía entonces en aquella ciudad, salvo los tanques, los apaches y los nuevos soldados que habitaron las calles y el cielo.

De allá viene la idea y el título de la docu�cción que narra la diaria ansiedad de un cineasta que no logra hacer cine y que una vez se le presenta una posibilidad se aborta al instante. Así, pues, la historia de Hassan –el cineasta– se entrelaza con la historia del rodaje, con la de su guión, con la de su amigo que muere de leucemia, la de aquella mujer que pierde a sus hijos en la guerra, la del loco del barrio que salva la vida de un soldado iraquí huido de su muerte y que ya no sabe con y contra quién luchaba y para qué, la de su esposa. Pero sobre todo se entrelaza con la histo-ria de Bagdad cuyo horizonte se convirtió en una trinchera y una tumba a la vez.

El dolor, la nostalgia, la frustración y la pérdida son el escenario en el que se mueven los personajes de esta obra y el resto de los fantasmas que vivían o todavía viven en Bagdad. Underexposure trata de simbolizar la destrucción, la fracción y la inutilidad que se veía en todo después de abril 2003 junto a las vidas y los sueños que se fueron perdiendo entre un régimen dictatorial y el terror y el caos que trajeron los invasores.

Underexposure participó en once festivales de cine árabe e internac-

ional entre ellos Rotterdam Inter-national Film Festival, Munich Film Festival, Alexandria International Film Festival, la mostra de Valencia y otros más. Consiguió, así, Best Film Award en Singapore Interna-tional Film Festival en 2005, Golden Hawk Award en Arab Film Festival (Holanda, 2005) y Best Script Award en Wahran Interna-tional Film Festival (Argelia, 2007).

Hay que reconocer, pues, el esfuerzo del autor Oday Rasheed y el director de fotografía Ziad Turkey que convirtieron la cinta caducada en el relato que describe con poesía en imágenes la ciudad que se despierta y se duerme en el olvido.

Por Hanan H. Jasim @Shehrazade

Underexposure:La cinta y la ciudadUnderexposure:La cinta y la ciudad

¿Cómo sería una ciudad unas semanas después de haber sido bombardeada? En realidad, esa no es la pregunta o más bien la respuesta en este caso es irrel-evante. Lo que de verdad impor-taría es saber cómo escribir esa misma ciudad más allá de la simple palabra ‘muerte’.

El autor de la película Underex-posure –o según el título en árabe, inadecuado, inválido o inapropiado– logró hacer la pregunta adecuada en su prim-era obra cinematográ�ca y la que coincide en ser la número cien en la historia del cine iraquí. También, es la primera escrita, producida y estrenada después de la invasión norteamericana a Irak y la caída de régimen baathista que gobernó durante treinta y cinco años. Por último, tiene el mérito de ser la primera en romper el silencio de más de una década de coma cinematográ�co.

En abril del 2003, unos días después de dicha invasión, Oday Rasheed –director de Underex-posure– consigue comprar una cinta virgen de los saqueadores que robaron todo lo que pert-enecía al estado derrotado. Con todo su entusiasmo e ilusión

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Oday creía que por �n conseguirá rodar uno de los guiones acumula-dos en pilas en su dormitorio hasta que descubre que la cinta está caducada como todo lo que existía entonces en aquella ciudad, salvo los tanques, los apaches y los nuevos soldados que habitaron las calles y el cielo.

De allá viene la idea y el título de la docu�cción que narra la diaria ansiedad de un cineasta que no logra hacer cine y que una vez se le presenta una posibilidad se aborta al instante. Así, pues, la historia de Hassan –el cineasta– se entrelaza con la historia del rodaje, con la de su guión, con la de su amigo que muere de leucemia, la de aquella mujer que pierde a sus hijos en la guerra, la del loco del barrio que salva la vida de un soldado iraquí huido de su muerte y que ya no sabe con y contra quién luchaba y para qué, la de su esposa. Pero sobre todo se entrelaza con la histo-ria de Bagdad cuyo horizonte se convirtió en una trinchera y una tumba a la vez.

El dolor, la nostalgia, la frustración y la pérdida son el escenario en el que se mueven los personajes de esta obra y el resto de los fantasmas que vivían o todavía viven en Bagdad. Underexposure trata de simbolizar la destrucción, la fracción y la inutilidad que se veía en todo después de abril 2003 junto a las vidas y los sueños que se fueron perdiendo entre un régimen dictatorial y el terror y el caos que trajeron los invasores.

Underexposure participó en once festivales de cine árabe e internac-

ional entre ellos Rotterdam Inter-national Film Festival, Munich Film Festival, Alexandria International Film Festival, la mostra de Valencia y otros más. Consiguió, así, Best Film Award en Singapore Interna-tional Film Festival en 2005, Golden Hawk Award en Arab Film Festival (Holanda, 2005) y Best Script Award en Wahran Interna-tional Film Festival (Argelia, 2007).

Hay que reconocer, pues, el esfuerzo del autor Oday Rasheed y el director de fotografía Ziad Turkey que convirtieron la cinta caducada en el relato que describe con poesía en imágenes la ciudad que se despierta y se duerme en el olvido.

¿Cómo sería una ciudad unas semanas después de haber sido bombardeada? En realidad, esa no es la pregunta o más bien la respuesta en este caso es irrel-evante. Lo que de verdad impor-taría es saber cómo escribir esa misma ciudad más allá de la simple palabra ‘muerte’.

El autor de la película Underex-posure –o según el título en árabe, inadecuado, inválido o inapropiado– logró hacer la pregunta adecuada en su prim-era obra cinematográ�ca y la que coincide en ser la número cien en la historia del cine iraquí. También, es la primera escrita, producida y estrenada después de la invasión norteamericana a Irak y la caída de régimen baathista que gobernó durante treinta y cinco años. Por último, tiene el mérito de ser la primera en romper el silencio de más de una década de coma cinematográ�co.

En abril del 2003, unos días después de dicha invasión, Oday Rasheed –director de Underex-posure– consigue comprar una cinta virgen de los saqueadores que robaron todo lo que pert-enecía al estado derrotado. Con todo su entusiasmo e ilusión

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budista, en donde un grupo de monjes dibuja un Mandala con arena de colores. La imagen que vemos es una ilustración del Sam-sara, palabra que en sanscrito denomina al interminable ciclo de vida, muerte y renacimiento provo-cado por el karma.

Desde allí, Fricke nos lanza en un viaje alrededor del mundo en el que descubrimos, no solo las cosa que nos unen como especie, sino también las que nos atan al ritmo del planeta.

El orden en que el cineasta intro-duce las imágenes parece estar determinado por la similitud o contraste que existe entre las esce-nas que nos presentan. Así pues, de un plumazo, pasamos de la soledad de las calles arrasadas de Nueva Orleans a la que se vive en la ciudad de Petra; de un gran escenario, donde un grupo de transvestidos baila seductoramente, a un almacén lleno de muñecas in�a-bles; de un patio donde unos Kara-tecas practican sus katas a uno donde el cuerpo de baile de una prisión en Filipinas ensaya su última coreografía.

Las emociones que transmiten cada una de estas imágenes son reforza-das mediante una magistral partitura musical que combina melodías antiguas con el ensorde-cedor ruido de las urbes modernas.

Samsara es al mismo tiempo una película de aventuras, una comedia, un drama y un romance, pero por encima de todas estas cosas es una película que nos invita a meditar sobre los misterios que rodean nuestro paso por la Tierra.

No obstante, a diferencia de cintas como The Tree of Life (2011) de Terrance Malik o The Hitch Hiker’s Guide to the Galaxy (2005) de Garth Jennings, Samsara no ofrece respuesta alguna a las incógnitas existenciales que plantea. En mi opinión esa es una de las mejores cualidades que tiene esta cinta, pues permite a cada miembro de la audiencia asimilar de forma única las imágenes y sonidos de los que son testigos.

En de�nitiva, este documental es una excelente opción no solo para los amantes de los documentales, la buena música y la fotografía, sino sobre todo para aquellos que aún tienen la capacidad de asom-brarse y sobrecogerse ante las maravillas que nos ofrece el Reino de los Humanos mientras estemos atrapados en el Samsara.

Por Rebeca Fernández @Rebeconia

samsara:un viaje al interminable ciclode vida, muerte y renacimiento

samsara:un viaje al interminable ciclode vida, muerte y renacimiento

–Fui a ver Samsara ayer

–¿Qué tal?

–Son dos horas de puras imágenes, estilo National Geo-graphic, acompañadas de música.

–¡Ay, qué aburrido suena eso!

Palabras más palabras menos, esa fue la conversación que tuve con un conocido después de ver el documental Samsara (2011) del realizador estadounidense Ron Fricke.

Debo confesar que el comen-tario me cayó algo pesado. Si en este mundo de bombardeo audiovisual la idea de una película sin diálogo es descar-tada inmediatamente como algo “aburrido”, entonces ¿qué espa-cios quedan para expresiones artísticas aún más sutiles como la danza o la poesía?

Samsara es un documental hermoso. En 102 minutos resume un periplo de cinco años, durante el cual Fricke y su equipo se dieron a la tarea de �lmar lugares, gentes y costum-bres en más de 25 países.

El recorrido empieza y concluye en el mismo lugar: un templo

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budista, en donde un grupo de monjes dibuja un Mandala con arena de colores. La imagen que vemos es una ilustración del Sam-sara, palabra que en sanscrito denomina al interminable ciclo de vida, muerte y renacimiento provo-cado por el karma.

Desde allí, Fricke nos lanza en un viaje alrededor del mundo en el que descubrimos, no solo las cosa que nos unen como especie, sino también las que nos atan al ritmo del planeta.

El orden en que el cineasta intro-duce las imágenes parece estar determinado por la similitud o contraste que existe entre las esce-nas que nos presentan. Así pues, de un plumazo, pasamos de la soledad de las calles arrasadas de Nueva Orleans a la que se vive en la ciudad de Petra; de un gran escenario, donde un grupo de transvestidos baila seductoramente, a un almacén lleno de muñecas in�a-bles; de un patio donde unos Kara-tecas practican sus katas a uno donde el cuerpo de baile de una prisión en Filipinas ensaya su última coreografía.

Las emociones que transmiten cada una de estas imágenes son reforza-das mediante una magistral partitura musical que combina melodías antiguas con el ensorde-cedor ruido de las urbes modernas.

Samsara es al mismo tiempo una película de aventuras, una comedia, un drama y un romance, pero por encima de todas estas cosas es una película que nos invita a meditar sobre los misterios que rodean nuestro paso por la Tierra.

No obstante, a diferencia de cintas como The Tree of Life (2011) de Terrance Malik o The Hitch Hiker’s Guide to the Galaxy (2005) de Garth Jennings, Samsara no ofrece respuesta alguna a las incógnitas existenciales que plantea. En mi opinión esa es una de las mejores cualidades que tiene esta cinta, pues permite a cada miembro de la audiencia asimilar de forma única las imágenes y sonidos de los que son testigos.

En de�nitiva, este documental es una excelente opción no solo para los amantes de los documentales, la buena música y la fotografía, sino sobre todo para aquellos que aún tienen la capacidad de asom-brarse y sobrecogerse ante las maravillas que nos ofrece el Reino de los Humanos mientras estemos atrapados en el Samsara.

–Fui a ver Samsara ayer

–¿Qué tal?

–Son dos horas de puras imágenes, estilo National Geo-graphic, acompañadas de música.

–¡Ay, qué aburrido suena eso!

Palabras más palabras menos, esa fue la conversación que tuve con un conocido después de ver el documental Samsara (2011) del realizador estadounidense Ron Fricke.

Debo confesar que el comen-tario me cayó algo pesado. Si en este mundo de bombardeo audiovisual la idea de una película sin diálogo es descar-tada inmediatamente como algo “aburrido”, entonces ¿qué espa-cios quedan para expresiones artísticas aún más sutiles como la danza o la poesía?

Samsara es un documental hermoso. En 102 minutos resume un periplo de cinco años, durante el cual Fricke y su equipo se dieron a la tarea de �lmar lugares, gentes y costum-bres en más de 25 países.

El recorrido empieza y concluye en el mismo lugar: un templo

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enrevesada vida de este músico, la cual en parte es novela de detectives y en parte es una épica romántica moderna.

No, el problema es que temo que si les cuento más, corro el riesgo de arruinarles una maravillosa experiencia. Searching for Sugar-man es una gran historia, pero su éxito es resultado directo de un sorprendente �nal.

Por ello, les pido disculpas y les animo a que se conformen con los siguientes datos:

Desde su estreno en Junio pasado, este documental ha ganado el premio de la audien-cia en siete festivales cinematográ�cos, entre ellos Sundance, Nueva York, y Moscú. La cinta también ha recibido los elogios de la gran mayoría de la crítica especializada. Les reto a que busquen una reseña poco favorable. No la conseguirán.

Searching for Sugarman narra una historia que sólo podría tener lugar en una era pre-Internet. Sin embargo, esa misma historia es un ejemplo del efecto transformador que tienen diversos medios de comuni-cación en el desarrollo de acon-tecimientos históricos hoy en día.

Searching for Sugarman es tam-bién una historia de múltiples David y Goliath. En una esquina tenemos a Rodríguez contra la industria musical, en otra a los habitantes de Detroit contra el capitalismo Americano, en otra a los jóvenes sudafricanos blancos

contra el Apartheid.

Ver Searching for Sugarman inculcará en usted, además del deseo irresistible de escuchar en un loop in�nito la discografía completa de Rodríguez, unas renovadas esperanzas en la capacidad para el bien que tenemos los seres humanos.

Es por ello que para cerrar esta pequeña reseña comparto con ustedes la opinión del crítico estadounidense Roger Ebert sobre esta cinta: “Tengo la esper-anza de que pueda ver esta película. Usted se lo merece”.

por rebeca Fernández @rebeconia

searching forsugarmansearching forsugarman

Qué difícil se me ha hecho escribir esta crítica sobre el documental Searching for Sugarman.

El problema no es que la cinta sea mala o aburrida. Al contrario, es uno de los mejores documen-tales que he visto en mi vida, una historia increíble que a la vez está fundada en la más cruda realidad:

En el que sería su último conci-erto, Rodríguez, harto de la fatui-dad de sus seguidores, decidió pegarse un tiro en la cabeza. En Sudáfrica, dos de sus fanáticos deciden investigar qué le pasó realmente a este misterioso trovador estadounidense cuya música empujó a los jóvenes blancos sudafricanos a unirse al movimiento Anti-Apartheid.

Como verán la historia suena interesante. Una misteriosa leyenda del rock, cuyo compro-miso inquebrantable con sus principios lo lleva a cometer el más alto de los sacri�cios. Rodríguez, ¿loco o santo?

Tampoco se trata de que la trama sea complicada. Su director, un productor de televisión sueco llamado Malik Bendjelloul, hace un trabajo impecable al contar la

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enrevesada vida de este músico, la cual en parte es novela de detectives y en parte es una épica romántica moderna.

No, el problema es que temo que si les cuento más, corro el riesgo de arruinarles una maravillosa experiencia. Searching for Sugar-man es una gran historia, pero su éxito es resultado directo de un sorprendente �nal.

Por ello, les pido disculpas y les animo a que se conformen con los siguientes datos:

Desde su estreno en Junio pasado, este documental ha ganado el premio de la audien-cia en siete festivales cinematográ�cos, entre ellos Sundance, Nueva York, y Moscú. La cinta también ha recibido los elogios de la gran mayoría de la crítica especializada. Les reto a que busquen una reseña poco favorable. No la conseguirán.

Searching for Sugarman narra una historia que sólo podría tener lugar en una era pre-Internet. Sin embargo, esa misma historia es un ejemplo del efecto transformador que tienen diversos medios de comuni-cación en el desarrollo de acon-tecimientos históricos hoy en día.

Searching for Sugarman es tam-bién una historia de múltiples David y Goliath. En una esquina tenemos a Rodríguez contra la industria musical, en otra a los habitantes de Detroit contra el capitalismo Americano, en otra a los jóvenes sudafricanos blancos

contra el Apartheid.

Ver Searching for Sugarman inculcará en usted, además del deseo irresistible de escuchar en un loop in�nito la discografía completa de Rodríguez, unas renovadas esperanzas en la capacidad para el bien que tenemos los seres humanos.

Es por ello que para cerrar esta pequeña reseña comparto con ustedes la opinión del crítico estadounidense Roger Ebert sobre esta cinta: “Tengo la esper-anza de que pueda ver esta película. Usted se lo merece”.

Qué difícil se me ha hecho escribir esta crítica sobre el documental Searching for Sugarman.

El problema no es que la cinta sea mala o aburrida. Al contrario, es uno de los mejores documen-tales que he visto en mi vida, una historia increíble que a la vez está fundada en la más cruda realidad:

En el que sería su último conci-erto, Rodríguez, harto de la fatui-dad de sus seguidores, decidió pegarse un tiro en la cabeza. En Sudáfrica, dos de sus fanáticos deciden investigar qué le pasó realmente a este misterioso trovador estadounidense cuya música empujó a los jóvenes blancos sudafricanos a unirse al movimiento Anti-Apartheid.

Como verán la historia suena interesante. Una misteriosa leyenda del rock, cuyo compro-miso inquebrantable con sus principios lo lleva a cometer el más alto de los sacri�cios. Rodríguez, ¿loco o santo?

Tampoco se trata de que la trama sea complicada. Su director, un productor de televisión sueco llamado Malik Bendjelloul, hace un trabajo impecable al contar la

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�lmada de manera tradicional. Este detalle tan sutil, el pasar de la primera a la tercera persona, si se me permite la expresión, marca un giro en la narrativa de la película y, también, en su tono.

Ya Shaun of the dead (2004) y Zombieland (2009) demostraron que el género zombie se presta fácilmente para la comedia. Para empezar porque es un género que siempre se mueve en el límite de lo risible y cruzar esa frontera nos permite explorar una dimensión distinta de este tipo de películas. Paco Plaza asume esta tarea y en [REC]3 construye una comedia gore con cierto tono tarantinesco que se aprovecha de todos los elemen-tos cursis y ridículos propios del género al que contribuyo hace algunos años de una manera tan magistral con las dos primeras entregas de la serie.

En cuanto a la historia, el director no rompe ninguna de las reglas que se formulan en las dos películas anteriores. Es el mismo universo, con los mismos elementos. Hasta aparece la niña Medeiros, punto central de la historia que se nos había contado y que se sigue contando en la tercera entrega.

Siempre he creído que la tarea de un director consiste, no en crear historias, sino en contarlas. En este sentido, Paco Plaza toma una historia típica del cine zombi y la construye a su manera: crea un nuevo mundo dentro del universo de [REC] gracias a una nueva maquinaria narrativa. Es

una película distinta a sus ante-cesoras pero incuestionable-mente parte de la serie: expande la historia y la hace más intere-sante al ampliarla, no sólo desde la perspectiva de lo que se cuenta, sino también del cómo se cuenta.

por javier ignacio alarcón@nacho_2109

una excepción:[REC]3una excepción:[REC]3

Solemos medir la calidad de una secuela por la capacidad que tiene de continuar la película que la antecedió. En otras palabras, una segunda parte es buena en tanto que iguala o mejora la primera parte de la serie, si mantiene la coher-encia. Y, es evidente, si consigue producir el mismo efecto en el espectador. [REC]3 (2012) es una excepción a esta regla.

En esta última entrega, Paco Plaza abandona toda la maqui-naria narrativa que construyó de una manera tan efectiva junto a Jaume Balagueró en [REC] (2007) y [REC]2 (2009). Esto, sin duda, puede decepcionar a los espectadores que la vean esper-ando encontrarse con una continuación que respete el estilo y el género de sus antece-soras.

Los primeros minutos del �lm nos parecen anunciar una secuela que, al igual que la segunda parte, continuaría lo que se hizo en la primera. El director, sin embargo, en una de las escenas iniciales, nos da a entender de manera clara que se pasa de la cámara en mano, al estilo de falso documental propio de la serie, a una película

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�lmada de manera tradicional. Este detalle tan sutil, el pasar de la primera a la tercera persona, si se me permite la expresión, marca un giro en la narrativa de la película y, también, en su tono.

Ya Shaun of the dead (2004) y Zombieland (2009) demostraron que el género zombie se presta fácilmente para la comedia. Para empezar porque es un género que siempre se mueve en el límite de lo risible y cruzar esa frontera nos permite explorar una dimensión distinta de este tipo de películas. Paco Plaza asume esta tarea y en [REC]3 construye una comedia gore con cierto tono tarantinesco que se aprovecha de todos los elemen-tos cursis y ridículos propios del género al que contribuyo hace algunos años de una manera tan magistral con las dos primeras entregas de la serie.

En cuanto a la historia, el director no rompe ninguna de las reglas que se formulan en las dos películas anteriores. Es el mismo universo, con los mismos elementos. Hasta aparece la niña Medeiros, punto central de la historia que se nos había contado y que se sigue contando en la tercera entrega.

Siempre he creído que la tarea de un director consiste, no en crear historias, sino en contarlas. En este sentido, Paco Plaza toma una historia típica del cine zombi y la construye a su manera: crea un nuevo mundo dentro del universo de [REC] gracias a una nueva maquinaria narrativa. Es

una película distinta a sus ante-cesoras pero incuestionable-mente parte de la serie: expande la historia y la hace más intere-sante al ampliarla, no sólo desde la perspectiva de lo que se cuenta, sino también del cómo se cuenta.

Solemos medir la calidad de una secuela por la capacidad que tiene de continuar la película que la antecedió. En otras palabras, una segunda parte es buena en tanto que iguala o mejora la primera parte de la serie, si mantiene la coher-encia. Y, es evidente, si consigue producir el mismo efecto en el espectador. [REC]3 (2012) es una excepción a esta regla.

En esta última entrega, Paco Plaza abandona toda la maqui-naria narrativa que construyó de una manera tan efectiva junto a Jaume Balagueró en [REC] (2007) y [REC]2 (2009). Esto, sin duda, puede decepcionar a los espectadores que la vean esper-ando encontrarse con una continuación que respete el estilo y el género de sus antece-soras.

Los primeros minutos del �lm nos parecen anunciar una secuela que, al igual que la segunda parte, continuaría lo que se hizo en la primera. El director, sin embargo, en una de las escenas iniciales, nos da a entender de manera clara que se pasa de la cámara en mano, al estilo de falso documental propio de la serie, a una película

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ieza a gustarle Alisa.

• Pero su padre le ordena casarse con la princesa del reino vecino que, casualmente, era la chica que estaba a su lado tras la tormenta.   En la película, él tiene una relación más o menos estable con la “bruja” de las uñas largas.

• La Sirenita muere tras la boda con el corazón roto.  En la película, Alisa...

La película pertenece al género del realismo mágico, muy popular en otros países europeos, especial-mente en Francia, pero no muy común en el cine ruso. La película recibió excelentes críticas –llegaron a compararla con Amélie– y numer-osos premios, entre ellos un premio en el festival de Sundance y también en el Festival de cine de Berlín.

La mayor parte de la película se desarrolla en Moscú, a excepción de la infancia y adolescencia de Alisa, cuando ella vive en el mar. En la película podemos obtener una perspectiva general de algunos lugares de Moscú. En su mayoría, estos lugares no son emblemáticos o especialmente reconocibles. Para mí, la visión más característica del Moscú de La Sirena es cuando vemos el exterior de la casa de Alisa: un gran bloque de pisos igual a muchos otros, en una gran avenida y con un gigantesco cartel publicitario.

Por supuesto no se trata de la típica visión turística del centro de Moscú, pero también hay imágenes céntricas. Cuando Alisa y Sasha se encuentran por primera vez, tenemos una visión nocturna del río Moscova, de sus puentes y del trá�co. Pero esta tampoco es una de las perspectivas más famosas.

Para aquellos que nunca han estado y vivido en Moscú es casi imposible reconocerlo en la película porque, además, algunos de los escenarios están muy europeizados. Por ejem-plo, no tenemos una visión de grandes avenidas sino que las calles céntricas parecen ser pequeñas y sin apenas coches, como si estuvié-ramos en algún pequeño barrio parisino. Sasha y sus amigos se encuentran en una pequeña cafetería, donde toman café y cuya decoración en madera recuerda también a una boulangerie al más puro estilo de París. Y la misma casa de Sasha parece un apartamento neoyorkino.

Es posible que un Moscú así exista: con pequeñas calles sin circulación, con cafeterías estilo francés y con apartamentos extremadamente lujosos. Sin embargo, este Moscú no es el más característico y mucho menos el más accesible.

En líneas generales, el Moscú de La Sirena podría ser Nueva York, Tokio, Buenos Aires, Madrid o cualquier metrópolis del mundo. En un pano-rama tan difuso, una de las cosas que más gracia me hizo de la película fue reconocer la entrada al lujoso apartamento de Sasha y darme cuenta de que yo trabajo ahí: es un característico edi�cio de ladrillo rojo como muchos otros de los que podemos ver a orillas del Moscova. Se trata de una antigua fábrica del siglo XIX convertida en un complejo de o�cinas moderno (en realidad no es un bloque de apartamentos), justo delante de la fábrica de chocolate Krasny Oktyabr (Octubre rojo) y del mismo estilo y época.

por laura moraleshttp://nyuans.wordpress.com/

La sirenaLa sirena

Después de una larga semana de trabajo, el viernes por la noche preparé una cena consistente y me apalanqué en el sofá bastante satisfe-cha. Pero no del todo. Faltaba algo para la digestión... ¿y qué mejor que ver una película?   Ver una película rusa. Y moderna. Bueno, en realidad rusa rusa no es: la directora de la película, Anna Melikian, nació en la capital de Armenia (Erevan) cuando pertenecía a la Unión Soviética. Pero estudió en Moscú, trabaja en Moscú y la película fue rodada y ambientada en Moscú.

La película, titulada  La sirena (Rusalka) con el subtítulo  Un viejo tema, una nueva mirada,  está protagonizada por la actriz Maria Shalaeva que interpreta el papel de Alisa Titova. Podemos decir que la historia de Alisa es la historia del cuento de La sirenita de Andersen en una versión moderna y urbana.

Vamos a recordar el cuento de Andersen y a analizar los parecidos entre la película moderna y el cuento:

• La Sirenita vive en un reino debajo del mar.  Alisa, la Sirena de la película, fue concebida debajo del mar y vivió hasta la adolescencia en un pueblo costero.

• Pero cuando cumple los 15 años puede subir a ver la super�cie. Pero después se mudan a Moscú.

• Una vez ahí, se desata una enorme

tormenta y un joven y atractivo mari-nero cae desde su barco.  Ya en Moscú, Alisa salva a un chico que se tira desde un puente al río Moscova.

• La Sirenita nada hacia él y lo rescata cuando estaba a punto de morir ahogado. Alisa también.

• Ella ve que es un joven muy atractivo y se enamora de él.  Alisa también.

• Pero lo deja en la orilla y vuelve al fondo del mar antes de que él despi-erte. Cuando el marinero despierta, otra chica que pasaba por ahí está a su lado. Él no sabe de la existencia de la Sirenita y piensa haber sido rescatado por esta otra muchacha.  Alisa lo lleva a su casa, pero a la mañana siguiente él no recuerda nada de lo sucedido y no sabe quién es ella.

• Pero la Sirenita está enamorada de él y va a ver a una bruja del mar para pedirle ayuda.  Alisa pide ayuda a una chica con uñas de bruja. Ella le da un consejo para conseguir el amor de Sasha. Ninguna de las dos se da cuenta pero ambas están enamoradas del mismo chico.

• La bruja le da una poción gracias a la que le saldrán piernas y podrá bailar mejor que ninguna otra chica.   El sueño de Alisa era ser bailarina, pero nunca lo consiguió.

• Pero, a cambio, perderá su voz y nunca podrá regresar al mar. Si al amanecer del siguiente día consigue un verdadero beso de amor, ella se convertirá en humana para siempre. En caso contrario, ella morirá. Al mari-nero, que era en realidad un príncipe, le gusta mucho la Sirena. En la película hay también un momento en que parece que a Sasha también emp-

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ieza a gustarle Alisa.

• Pero su padre le ordena casarse con la princesa del reino vecino que, casualmente, era la chica que estaba a su lado tras la tormenta.   En la película, él tiene una relación más o menos estable con la “bruja” de las uñas largas.

• La Sirenita muere tras la boda con el corazón roto.  En la película, Alisa...

La película pertenece al género del realismo mágico, muy popular en otros países europeos, especial-mente en Francia, pero no muy común en el cine ruso. La película recibió excelentes críticas –llegaron a compararla con Amélie– y numer-osos premios, entre ellos un premio en el festival de Sundance y también en el Festival de cine de Berlín.

La mayor parte de la película se desarrolla en Moscú, a excepción de la infancia y adolescencia de Alisa, cuando ella vive en el mar. En la película podemos obtener una perspectiva general de algunos lugares de Moscú. En su mayoría, estos lugares no son emblemáticos o especialmente reconocibles. Para mí, la visión más característica del Moscú de La Sirena es cuando vemos el exterior de la casa de Alisa: un gran bloque de pisos igual a muchos otros, en una gran avenida y con un gigantesco cartel publicitario.

Por supuesto no se trata de la típica visión turística del centro de Moscú, pero también hay imágenes céntricas. Cuando Alisa y Sasha se encuentran por primera vez, tenemos una visión nocturna del río Moscova, de sus puentes y del trá�co. Pero esta tampoco es una de las perspectivas más famosas.

Para aquellos que nunca han estado y vivido en Moscú es casi imposible reconocerlo en la película porque, además, algunos de los escenarios están muy europeizados. Por ejem-plo, no tenemos una visión de grandes avenidas sino que las calles céntricas parecen ser pequeñas y sin apenas coches, como si estuvié-ramos en algún pequeño barrio parisino. Sasha y sus amigos se encuentran en una pequeña cafetería, donde toman café y cuya decoración en madera recuerda también a una boulangerie al más puro estilo de París. Y la misma casa de Sasha parece un apartamento neoyorkino.

Es posible que un Moscú así exista: con pequeñas calles sin circulación, con cafeterías estilo francés y con apartamentos extremadamente lujosos. Sin embargo, este Moscú no es el más característico y mucho menos el más accesible.

En líneas generales, el Moscú de La Sirena podría ser Nueva York, Tokio, Buenos Aires, Madrid o cualquier metrópolis del mundo. En un pano-rama tan difuso, una de las cosas que más gracia me hizo de la película fue reconocer la entrada al lujoso apartamento de Sasha y darme cuenta de que yo trabajo ahí: es un característico edi�cio de ladrillo rojo como muchos otros de los que podemos ver a orillas del Moscova. Se trata de una antigua fábrica del siglo XIX convertida en un complejo de o�cinas moderno (en realidad no es un bloque de apartamentos), justo delante de la fábrica de chocolate Krasny Oktyabr (Octubre rojo) y del mismo estilo y época.

Después de una larga semana de trabajo, el viernes por la noche preparé una cena consistente y me apalanqué en el sofá bastante satisfe-cha. Pero no del todo. Faltaba algo para la digestión... ¿y qué mejor que ver una película?   Ver una película rusa. Y moderna. Bueno, en realidad rusa rusa no es: la directora de la película, Anna Melikian, nació en la capital de Armenia (Erevan) cuando pertenecía a la Unión Soviética. Pero estudió en Moscú, trabaja en Moscú y la película fue rodada y ambientada en Moscú.

La película, titulada  La sirena (Rusalka) con el subtítulo  Un viejo tema, una nueva mirada,  está protagonizada por la actriz Maria Shalaeva que interpreta el papel de Alisa Titova. Podemos decir que la historia de Alisa es la historia del cuento de La sirenita de Andersen en una versión moderna y urbana.

Vamos a recordar el cuento de Andersen y a analizar los parecidos entre la película moderna y el cuento:

• La Sirenita vive en un reino debajo del mar.  Alisa, la Sirena de la película, fue concebida debajo del mar y vivió hasta la adolescencia en un pueblo costero.

• Pero cuando cumple los 15 años puede subir a ver la super�cie. Pero después se mudan a Moscú.

• Una vez ahí, se desata una enorme

tormenta y un joven y atractivo mari-nero cae desde su barco.  Ya en Moscú, Alisa salva a un chico que se tira desde un puente al río Moscova.

• La Sirenita nada hacia él y lo rescata cuando estaba a punto de morir ahogado. Alisa también.

• Ella ve que es un joven muy atractivo y se enamora de él.  Alisa también.

• Pero lo deja en la orilla y vuelve al fondo del mar antes de que él despi-erte. Cuando el marinero despierta, otra chica que pasaba por ahí está a su lado. Él no sabe de la existencia de la Sirenita y piensa haber sido rescatado por esta otra muchacha.  Alisa lo lleva a su casa, pero a la mañana siguiente él no recuerda nada de lo sucedido y no sabe quién es ella.

• Pero la Sirenita está enamorada de él y va a ver a una bruja del mar para pedirle ayuda.  Alisa pide ayuda a una chica con uñas de bruja. Ella le da un consejo para conseguir el amor de Sasha. Ninguna de las dos se da cuenta pero ambas están enamoradas del mismo chico.

• La bruja le da una poción gracias a la que le saldrán piernas y podrá bailar mejor que ninguna otra chica.   El sueño de Alisa era ser bailarina, pero nunca lo consiguió.

• Pero, a cambio, perderá su voz y nunca podrá regresar al mar. Si al amanecer del siguiente día consigue un verdadero beso de amor, ella se convertirá en humana para siempre. En caso contrario, ella morirá. Al mari-nero, que era en realidad un príncipe, le gusta mucho la Sirena. En la película hay también un momento en que parece que a Sasha también emp-

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sumamente breve. Al salir estaba buscando a José (un viejo amigo) cuando me encontré con su majestad Er conde del Guácharo, un personaje tan inverosímil en la realidad como en sus presenta-ciones, fue así como este comedi-ante y ex candidato presidencial me dijo: “¿Me estás buscando a mí o al baño?” Después de risas por todo el pasillo y una breve conver-sación, me fui a la otra sala para ver varios cortos.

Entre los cortometrajes el que más me sorprendió fue Aida, de Evans Briceño, era el simple día de una mujer muy anciana e irritable quien es cuidada por su paciente hijo; las actuaciones… maravillo-sas, y la sencillez del escenario, formidable (bien justi�caron el premio Corto de �cción). Como no podía estar en varias salas del cine a la vez, me perdí un sinfín de proyecciones, es por eso que no entendía la broma en tono árabe de “banadería, con b grande” que hacían algunas personas, hasta que conocí al actor y al productor del cortometraje Todos quieren ser venezolanos por el cual se fundó el chiste y con el que ganaron el Desafío ELCO

Veinte años viviendo en Caracas enseñan cualquier forma de mov-erse en el caos citadino, eso me ayudó (junto con mi buena amiga Gaby) a conseguir el museo Dimitri Dem después de apenas una semana en Anzoátegui. La clau-sura tuvo largometrajes estrellas, como el caso de Memorias de un soldado (película basada en la obra del legendario escritor venezolano Caupolicán Ovalles),

Brecha en el silencio sorprendió con cinco premios (más mi sorpresa particular al reconocer al director como un asiduo cliente en la librería donde alguna vez trabajé). Un título llamativo y muy comentado fue el que se llevó el reglón de Producción Regional: Pipí mil pupú dos lucas, el nombre seguramente viene por el anuncio de un baño de carretera en algún pueblo del país, donde los carteles tiene el precio a pagar según la necesidad a cubrir. El mismo reglón tuvo una mención especial que fue otorgada a El juego �nal, largometraje que pertenece al cine comunitario, el director (a quien previamente conocí como compañero en una película) me dijo: “Lo que me llevó a hacer este �lme fue la necesidad de contar una historia real. De una manera u otra busco enmendar algunos errores a través del mensaje en esta película”.

La mezcla de géneros en todos los metrajes presentados me record-aron el sabor de un buen coctel, desde cine penitenciario (Cárcel o in�erno) hasta animación (El robo de las aes); desde universitario (Cerdos) hasta regionales (Momento de felicidad) están mostrando a Venezuela con un cine que se redescubre a sí mismo, detrás de un nuevo lente, reno-vado y sin miedo a explorar nuevas fórmulas de abordaje. Con esta vitalidad cinematográ�ca regresé a Caracas, a escribir una pequeña crónica sobre mi nuevo placer culposo: el nuevo cine venezolano.

por susan ovalle rubio@sus_o

me voy pa’ elcome voy pa’ elco

Facebook, nieto virtual de la chismosa de la cuadra, muestra siempre un menú de información, que versa entre la actual situación sentimental del vecino hasta un a�che de cinematografía a realizarse en el país. Fue así como chismo-seando (actividad que consiste en mirar lo que no es asunto propio), me enteré del Festival de cine Entre Largos y Cortos Oriente 2012; se realizaría entre el 10 y 14 de septiembre, en el oriente de Venezuela y constaba de una serie de talleres, ponencias y muestras de cine.

Al leer el cronograma pensé: “Ok, quiero ir… ahora ¿cómo llego con sueldo de estudiante universitaria mantenida?” Rota la alcancía, sacado los tres centavos de una vieja “cuenta de ahorros”, un par de contactos y disposición a dormir en donde sea me encaminaron a la primera parte de la odisea… salir de Caracas. Ya hospedada en Puerto Píritu me percaté de dos cosas: la primera, aunque todos pronuncian la ciudad como una palabra esdrújula y en Google salga como tal, jamás vi esa tilde en ninguna valla o letrero; la segunda: tenía unos 40 km hasta Puerto la Cruz que debía cruzar de ida y regreso diariamente hasta el �nal del ELCO.

Llegar tarde, gracias al trá�co, a la ponencia que más me interesaba me hizo sentir en casa. Ésta giraba en torno a los géneros del guión, tema que más me interesó al ver la diversidad del cronograma que iba desde taller de actuación hasta de dirección de arte, lamentablemente llegué retrasada y la ponente fue

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sumamente breve. Al salir estaba buscando a José (un viejo amigo) cuando me encontré con su majestad Er conde del Guácharo, un personaje tan inverosímil en la realidad como en sus presenta-ciones, fue así como este comedi-ante y ex candidato presidencial me dijo: “¿Me estás buscando a mí o al baño?” Después de risas por todo el pasillo y una breve conver-sación, me fui a la otra sala para ver varios cortos.

Entre los cortometrajes el que más me sorprendió fue Aida, de Evans Briceño, era el simple día de una mujer muy anciana e irritable quien es cuidada por su paciente hijo; las actuaciones… maravillo-sas, y la sencillez del escenario, formidable (bien justi�caron el premio Corto de �cción). Como no podía estar en varias salas del cine a la vez, me perdí un sinfín de proyecciones, es por eso que no entendía la broma en tono árabe de “banadería, con b grande” que hacían algunas personas, hasta que conocí al actor y al productor del cortometraje Todos quieren ser venezolanos por el cual se fundó el chiste y con el que ganaron el Desafío ELCO

Veinte años viviendo en Caracas enseñan cualquier forma de mov-erse en el caos citadino, eso me ayudó (junto con mi buena amiga Gaby) a conseguir el museo Dimitri Dem después de apenas una semana en Anzoátegui. La clau-sura tuvo largometrajes estrellas, como el caso de Memorias de un soldado (película basada en la obra del legendario escritor venezolano Caupolicán Ovalles),

Brecha en el silencio sorprendió con cinco premios (más mi sorpresa particular al reconocer al director como un asiduo cliente en la librería donde alguna vez trabajé). Un título llamativo y muy comentado fue el que se llevó el reglón de Producción Regional: Pipí mil pupú dos lucas, el nombre seguramente viene por el anuncio de un baño de carretera en algún pueblo del país, donde los carteles tiene el precio a pagar según la necesidad a cubrir. El mismo reglón tuvo una mención especial que fue otorgada a El juego �nal, largometraje que pertenece al cine comunitario, el director (a quien previamente conocí como compañero en una película) me dijo: “Lo que me llevó a hacer este �lme fue la necesidad de contar una historia real. De una manera u otra busco enmendar algunos errores a través del mensaje en esta película”.

La mezcla de géneros en todos los metrajes presentados me record-aron el sabor de un buen coctel, desde cine penitenciario (Cárcel o in�erno) hasta animación (El robo de las aes); desde universitario (Cerdos) hasta regionales (Momento de felicidad) están mostrando a Venezuela con un cine que se redescubre a sí mismo, detrás de un nuevo lente, reno-vado y sin miedo a explorar nuevas fórmulas de abordaje. Con esta vitalidad cinematográ�ca regresé a Caracas, a escribir una pequeña crónica sobre mi nuevo placer culposo: el nuevo cine venezolano.

Facebook, nieto virtual de la chismosa de la cuadra, muestra siempre un menú de información, que versa entre la actual situación sentimental del vecino hasta un a�che de cinematografía a realizarse en el país. Fue así como chismo-seando (actividad que consiste en mirar lo que no es asunto propio), me enteré del Festival de cine Entre Largos y Cortos Oriente 2012; se realizaría entre el 10 y 14 de septiembre, en el oriente de Venezuela y constaba de una serie de talleres, ponencias y muestras de cine.

Al leer el cronograma pensé: “Ok, quiero ir… ahora ¿cómo llego con sueldo de estudiante universitaria mantenida?” Rota la alcancía, sacado los tres centavos de una vieja “cuenta de ahorros”, un par de contactos y disposición a dormir en donde sea me encaminaron a la primera parte de la odisea… salir de Caracas. Ya hospedada en Puerto Píritu me percaté de dos cosas: la primera, aunque todos pronuncian la ciudad como una palabra esdrújula y en Google salga como tal, jamás vi esa tilde en ninguna valla o letrero; la segunda: tenía unos 40 km hasta Puerto la Cruz que debía cruzar de ida y regreso diariamente hasta el �nal del ELCO.

Llegar tarde, gracias al trá�co, a la ponencia que más me interesaba me hizo sentir en casa. Ésta giraba en torno a los géneros del guión, tema que más me interesó al ver la diversidad del cronograma que iba desde taller de actuación hasta de dirección de arte, lamentablemente llegué retrasada y la ponente fue

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de Blanca desaparece. Ella se pierde en el pasado para mantenerse anclada a una realidad que le hace ascos. Una persona que no puede comunicarse es alguien que aunque existe no es nadie.

Entre las calles que componen su memoria, Blanca nos presenta a su disfun-cional familia, a sus más íntimas amigas, a su único amante, a su esposo, hijo e hija, a la �gura castrante de su madre, a la relación amor-resentimiento con su abuela, a sus muchos hermanos, a sus cuñadas, a su ser real que si no fuera por estar circunscrito a sus pensamientos, no aparecería del todo.

La autora privilegia también ciertas historias sobre la Comisión de la Verdad; especí�camente, los recuerdos de los familiares de las víctimas o de los llama-dos desaparecidos, quienes para los primeros se han convertido en rasgos formativos de carácter.

Lo más interesante, a mi parecer, son las personalidades de las mujeres –pro-tagonistas principales en las obras de la autora–, quienes a pesar de encon-trarse disímiles se entrelazan, cómplices. Sus relaciones interpersonales de cara a los hombres son polarmente opuestas en base al rol socio-cultural que les ha tocado, como resultado de un juego de lotería.

Otra ruptura cultural e ideológica se pinta con un hilo �no desde la primera página y se extiende a punto de haber proporcionado quizá el mejor monólogo de la pieza entera, que transcribo abajo para ustedes.

“Las mujeres de mi especie saben entornar los ojos y les quedó el hábito ancestral de mirar por sobre el hombro. (…) Estas mujeres son más sarcásti-cas de lo que sus hombres imaginan y más despiadadas de lo que sus hijos creen. (…) En las mujeres como yo, Gringo, el alma es menos escurridiza. Nos atrincheramos en nuestras creencias; éstas nos cubren, protectoras, y la fe es nuestro gran escudo, nuestra aliada. Las mujeres de mi especie invocan el nombre de Dios. Y no lo hacen en vano.”

Rescato, por sobre todo, la humanidad de Marcela para con sus personajes. Ellos no son justi�cados o santi�cados. Todos ellos, llenos de defectos y “nor-malidades” son �eles réplicas a cualquier Blanca, Gringo, Victoria o Sofía que está por ahí, aún en nuestros tiempos modernos, y en teoría, más permisivos. Me encanta ver que las cualidades de los personajes se asientan en sus actos y no en el ideal romántico de este.

por katherine r. vásquez tarazona @kvtarazona

Blanca,no te he de olvidarBlanca,no te he de olvidar

Ha quedado establecido que Marcela Serrano es un refer-ente en la literatura Latinoameri-cana. En mi caso, no fue hasta el año pasado que leí su célebre El albergue de las mujeres tristes. Una historia sobre un grupo de mujeres que, despechadas o hartas del resultado del querer, terminan asiladas en medio de la nada en una búsqueda por su consciente interior. He de reconocer que aquél no me pare-ció un texto maduro, muy proba-blemente, a causa de la diferencia en edad entre las protagonistas y la propia.

Fue por ese sabor a media naranja (y media mandarina) que decidí hacer mía una copia de Para que no me olvides en la última feria de libro en Lima. Tenía, pues, que de�nir mis sentimientos por la autora. Fue entonces que me senté en un café del famoso barrio de Mira�o-

res y me dispuse a saborear aquellas páginas en la profunda soledad de la multitud.

Esta novela, escrita en 1993, es fascinante en lo más profundo de su narrativa, y quizás no tanto a causa de ella. Me explico: El libro está repleto de oraciones cortas; empero, vaivenes emocionales se sublevan entre ellas. Me rindo extasiada a su estilo en este libro. Creo que era la única forma posi-ble de describir lo que atraviesa la mente de Blanca, protagonista central del manuscrito.

Blanca, una señora –chilena– de clase alta, quien, a través de la labor social que realiza, conoce de cerca los pesares de la clase opuesta. A esa Blanca, llena de contrastes y preguntas irresuel-tas, se le detiene el tiempo a causa de un coágulo que, luego del coma, la lleva a la afasia.

En ese momento, la humanidad

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de Blanca desaparece. Ella se pierde en el pasado para mantenerse anclada a una realidad que le hace ascos. Una persona que no puede comunicarse es alguien que aunque existe no es nadie.

Entre las calles que componen su memoria, Blanca nos presenta a su disfun-cional familia, a sus más íntimas amigas, a su único amante, a su esposo, hijo e hija, a la �gura castrante de su madre, a la relación amor-resentimiento con su abuela, a sus muchos hermanos, a sus cuñadas, a su ser real que si no fuera por estar circunscrito a sus pensamientos, no aparecería del todo.

La autora privilegia también ciertas historias sobre la Comisión de la Verdad; especí�camente, los recuerdos de los familiares de las víctimas o de los llama-dos desaparecidos, quienes para los primeros se han convertido en rasgos formativos de carácter.

Lo más interesante, a mi parecer, son las personalidades de las mujeres –pro-tagonistas principales en las obras de la autora–, quienes a pesar de encon-trarse disímiles se entrelazan, cómplices. Sus relaciones interpersonales de cara a los hombres son polarmente opuestas en base al rol socio-cultural que les ha tocado, como resultado de un juego de lotería.

Otra ruptura cultural e ideológica se pinta con un hilo �no desde la primera página y se extiende a punto de haber proporcionado quizá el mejor monólogo de la pieza entera, que transcribo abajo para ustedes.

“Las mujeres de mi especie saben entornar los ojos y les quedó el hábito ancestral de mirar por sobre el hombro. (…) Estas mujeres son más sarcásti-cas de lo que sus hombres imaginan y más despiadadas de lo que sus hijos creen. (…) En las mujeres como yo, Gringo, el alma es menos escurridiza. Nos atrincheramos en nuestras creencias; éstas nos cubren, protectoras, y la fe es nuestro gran escudo, nuestra aliada. Las mujeres de mi especie invocan el nombre de Dios. Y no lo hacen en vano.”

Rescato, por sobre todo, la humanidad de Marcela para con sus personajes. Ellos no son justi�cados o santi�cados. Todos ellos, llenos de defectos y “nor-malidades” son �eles réplicas a cualquier Blanca, Gringo, Victoria o Sofía que está por ahí, aún en nuestros tiempos modernos, y en teoría, más permisivos. Me encanta ver que las cualidades de los personajes se asientan en sus actos y no en el ideal romántico de este.

Ha quedado establecido que Marcela Serrano es un refer-ente en la literatura Latinoameri-cana. En mi caso, no fue hasta el año pasado que leí su célebre El albergue de las mujeres tristes. Una historia sobre un grupo de mujeres que, despechadas o hartas del resultado del querer, terminan asiladas en medio de la nada en una búsqueda por su consciente interior. He de reconocer que aquél no me pare-ció un texto maduro, muy proba-blemente, a causa de la diferencia en edad entre las protagonistas y la propia.

Fue por ese sabor a media naranja (y media mandarina) que decidí hacer mía una copia de Para que no me olvides en la última feria de libro en Lima. Tenía, pues, que de�nir mis sentimientos por la autora. Fue entonces que me senté en un café del famoso barrio de Mira�o-

res y me dispuse a saborear aquellas páginas en la profunda soledad de la multitud.

Esta novela, escrita en 1993, es fascinante en lo más profundo de su narrativa, y quizás no tanto a causa de ella. Me explico: El libro está repleto de oraciones cortas; empero, vaivenes emocionales se sublevan entre ellas. Me rindo extasiada a su estilo en este libro. Creo que era la única forma posi-ble de describir lo que atraviesa la mente de Blanca, protagonista central del manuscrito.

Blanca, una señora –chilena– de clase alta, quien, a través de la labor social que realiza, conoce de cerca los pesares de la clase opuesta. A esa Blanca, llena de contrastes y preguntas irresuel-tas, se le detiene el tiempo a causa de un coágulo que, luego del coma, la lleva a la afasia.

En ese momento, la humanidad

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La visita de HouellebecqLa visita de Houellebecq

imagen del libro con la que tenía en vivo, parecían dos personas.

Empecé a hacer la cola. Mientras tanto traían unas cajas llenas de libros que iban colocando en la mesa. Libros del autor, por supuesto, en francés y en castellano. La presentación vendría con sesión de autógrafos y todo. Llegó Ana y pasamos al auditorio. Nos sentamos y empezamos a escuchar la lectura de poemas, prim-ero en francés de boca del poeta y luego en castellano, siguiendo la traducción de Anagrama. El amplio escenario se redujo a una esquina donde había tres sillas, una mesa, un atril y un par de micrófonos, como si el vacío desap-rovechado quisiera simbolizar la abulia de los personajes de Houellebecq. Esta puesta en escena se mostró problemática cada vez que se cruzaban, con di�cul-tades, el poeta francés y su traductor según fueran a leer la versión original o la traducción de los poemas.

El escritor de El mundo como supermercado mostró coherencia entre la propu-esta narrativa, que yo ya conocía, y la poética, en la que se mezclaba re�exiones sobre el sentido, o la falta de sentido, de la vida con circunstancias cotidianas como la visita a un centro comercial. Me gustó ver cómo se combina la visión del mundo en la poesía y en la narrativa tratando de dar una coherencia en dos géneros distintos. En todo momento se percibe lo que me parece suponer la hipótesis del autor: nuestra vida no es más que transacciones económicas. Del mismo modo puede venderse una lámpara, una obra de arte o el tiempo con una pareja hermosa y cariñosa. Si bien cambia el monto a pagar o el modo a pagar, esto no varía en esencia y como el dinero no es más que la expresión simbólica de un valor mercantil, pues todo se simpli�ca.

A pesar de mostrar una propuesta más o menos homogénea en esos géneros, Houellebecq re�ere, y se constata al leer su trabajo, que para él una cosa es escri-bir poesía y otra, muy distinta, narrativa. La poesía es mucho más caótica mien-tras que en el mundo narrativo se necesita un orden, normalmente dado por los giros o cambios en la historia. La poesía suele escribirla por la madrugada, cuando todavía está medio dormido y al despertarse más se dedica a la narra-tiva. En la poesía intenta no pensar, la razón calla, mientras que en la narrativa trata de orientar un mundo �cticio.

A pesar de esto, sin importar en qué género se sumerja, el lector encontrará una escritura mesurada y casi sin ímpetus, tratando de ofrecer una imagen como quien expone una explicación sencilla. Todo para re�ejar cómo nuestra socie-dad contemporánea reduce la vida a valores monetarios. Houellebecq, sin lugar a dudas, nos obliga a confrontar las ideas sobre occidente que teníamos antes de empezar a leer.

Al �nal salimos, como corresponde. No dejó de parecerme irónico que se colo-caran los libros para ser vendidos y �rmados por el autor. La cola era bastante larga y esperé mientras Ana la hacía para conseguir el autógrafo en su ejemplar de Poesía. Como en una banda de mercado los compradores pasaban después de pagar el libro para dar su nombre a una mujer que, a su vez, se lo daba al escritor francés para que �rmara sin confusiones.

Me pregunté si estarían vendiendo El mundo como supermercado

como si se hubiese recostado mucho tiempo en un mismo sitio y ninguna mano (ni siquiera la de él) hubiera tenido la bondad de devolver los pelos a su sitio –mov-imientos ágiles, en �n, que contrastaban con el cuerpo que estaba viendo. (Abrí el libro para revisar el año del nacimiento y leí que tiene apenas 54 años).

Cuando se posó frente al micró-fono para leer el primer poema vi sus pantalones acordeonados y pensé que había algo en su pres-encia que me recordaba a un sacerdote. Un tímido sacerdote atormentado con el Misterio, perdido en una misión perdida. Esta sensación se fue pasando mientras lo oía recitar, echarse relajado en la silla, fumar cigarril-los previamente mal liados y declamar sin posturas versos sobre su vacío interior. Para enton-ces se me apareció como un esmir-riado tenista que le pega con fuerza a la pelota de la insatisfac-ción y del sufrimiento que el mundo, según nos dice, le ha ido lanzado sin piedad. Un tenista que mueve la mandíbula como un anciano de 80 años antes de romperle el servicio a la realidad.

"La sociedad en la que vivís tiene como �n destruiros.” Escribe en el libro Sobrevivir, al cual, vale desta-car, no considera que esté com-puesto de poemas, sino más bien por una especie de “cartas de San Pablo” o de prescripciones. Con-

tinúa diciendo: “Otro tanto se puede decir de vosotros respecto a ella. El arma que empleará es la indiferencia. Vosotros no podéis permitiros adoptar la misma actitud. ¡Pasad al ataque! Toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus heridas. ¡Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte!”. (27,2012)

Y allí estaba él, encarnando sus palabras, en medio del ataque, armado con sus textos, metiendo la llaga en su propia herida para obligar-nos a todos a sentir. De frente al micró-fono, habiendo colocado a su lado una mochila de estudiante, sucia y usada, de donde sacó sus libros, llenos de marcas y post-its. Claro que esta imagen lo revelaba también como un adolescente, le daba a todo el esce-nario rimbombante francés una remi-niscencia a recital colegial. Algo muy genuino en todo esto chocaba con el ambiente prefabricado, pero también, ante mis ojos, lo hacía quedar más y más desprotegido.

Comenzó leyendo un poema en prosa, de la tercera parte de El sentido de la lucha del que copio una parte:

“Las golondrinas alzan el vuelo, rozan las mareas, y se elevan en espiral en la tibieza de la atmósfera. No hablan con los humanos, porque los humanos se quedan pegados a la Tierra.

Las golondrinas no son libres. Están condicionadas por la repetición de sus órbitas geométricas. Modi�can ligera-mente el ángulo de incidencia de sus alas para describir espirales cada vez más abiertas con respecto al plano de la super�cie terrestre. En resumen, no hay ninguna enseñanza que extraer de las golondrinas.”

era que también coquetea con el humor. Y esto mismo creyó quien lo entrevistaba, pero Houellebecq a�rmó que, más bien, buscaba acer-carse al burlesque; una suerte de ridiculización de la voz poética. Pero, repitió, la rima le permite sobre todo penetrar en lo irracional, hacer callar al pensamiento y, con ello, hallar, re-descubrir, las palabras poéticas dentro del lenguaje: la poesía como algo encontrado, no creado.

Todo esto lo posiciona como un heredero de los románticos, cosa que a�rma en varios de sus poemas. Eso sí, un romántico muy particular: uno con los ojos que permitieron a Sartre escribir La náusea; un tataranieto de Schopenhauer preso en una socie-dad liberal y en una época de la que continuamente desdice, pero en la que muy a su pesar –o no– se ha convertido en una suerte de ícono. Y no podría ser para menos, porque, de muchos modos, también la encarna.

lado bpor v. albe

El miércoles 19 de septiembre fui al Institut Français para ver la presentación del libro Poesías, de Michel Houellebecq.

Llegué demasiado temprano y pude ver al autor en la entrada, sentado junto a las puertas de cristal, frente a los periodistas de los cuales estaba separado por una mesa. Houelle-becq, me pareció, respondía con hastío y desgano. Cuando lo vi pensé: la foto que aparece en El mapa y el territorio le hace bien, parece menos deprimido, menos acabado. De hecho no relacioné de inmediato la

lado apor ana lucía de bastos @analuciadbh

El 19 de septiembre de este año Michel Houellebecq visitó Barcelona para promocionar la publicación de su libro Poesía, el cual condensa toda su obra poé-tica. La edición, bilingüe, es de Anagrama y reúne en un sólo tomo sus cuatro títulos: Sobrevivir, El sentido de la lucha, La búsqueda de la felicidad y Renacimiento. Para la present-ación del libro el Instituto Francés prestó una de sus salas de espec-táculos y así, algunos como yo, armados de traducción simul-tánea, pudimos ver y escuchar al autor en vivo.

Había buscado fotos y datos de su vida cuando leí El mapa y el terri-torio pero al tenerlo ahí enfrente quedé sorprendida: no tanto por la delgadez extrema, la piel atiran-tada y grasosa a la vez o los ojos hundidos, sino por la sensación de estar viendo a alguien muy viejo o muy enfermo. Frágil, pensé, hay algo en él muy frágil: como un pájaro mojado en medio de una autopista. Houellebecq entró a la sala y subió (saltó) a la tarima con movimientos rápidos, pantalón beige y camisa amarilla –todo arrugado– zapatos marrones, pelo despeinado –un pelo �no y duro al mismo tiempo, esponjado, gris, levantado en la parte de atrás,

los poemas, y por lo tanto, al propio trabajo poético de Houelle-becq. Se descubre en ellos un lado lúdico, un regreso a la canción y en especial, al inconsciente, al que nos dijo recurre preferentemente: para escribir poesía pre�ere no pensar. Incluso levantarse de madrugada, con un ritmo interior derivado del sueño, que es normalmente en su caso la caden-cia del alejandrino, y deja caer, empujado por ese río rimado, las palabras. Copio la primera estrofa de otro de los poemas que leyó, el cual, creo, tiene un tono mucho más fatalista en español que en su original francés rimado. Es del libro La búsqueda de felicidad :

Mundo Exterior

Hay algo muerto en el fondo de mí,

Una vaga necrosis una ausencia de alegría,

Transporto conmigo una parcela de invierno,

En mitad de París vivo como en el desierto.

Monde Extérieur

Il y a quelque chose de mort au fond de moi,

Une vague nécrose una abscense de joie

Je transporte avec moi une parcelle d´hiver,

Au milieu de Paris je vis comme au désert.

Al expresar estos sentimientos en rima –en pleno siglo XXI cuando no nos esperamos la rima– pareci-

El traductor, en su turno al micró-fono, le añadió con su entonación cierta solemnidad que Houellebecq no le daba. Pensé entonces que, sin embargo, las palabras de sus poemas eran tan lúcidas que lograban trans-mitir toda su fuerza y calidad. Pero luego sabría que esto era cierto únicamente para los poemas que no eran rimados. Luego de leer el poemario y comparar el original en francés con la traducción en español me pareció aún más importante la conversación/entrevista que man-tuvo Houellebecq al �nal de la lectura. El autor hizo un gran énfasis en la forma, en aquello que de�ne en el libro Sobrevivir como “articu-lación”:

“Si no conseguís articular vuestro sufrimiento en una estructura bien de�nida, estáis jodidos. (…) Creed en la estructura. Creed también en la métrica antigua. La versi�cación es una poderosa herramienta de liberación de la vida interior.“

Muchos de sus poemas están articu-lados con versos rimados y estruc-turados, en general, por alejandrinos. La musicalidad que le otorgan estos rasgos sí se pierde totalmente con la traducción. Si leemos sus poemas únicamente en español parecen muchas veces herméticos en sus imágenes, cuando esta oscuridad se debe a la obligatoriedad de la rima. Es decir, esta condición empuja al poeta a escoger la palabra adecuada no ya entre todo el universo léxico sino únicamente en el limitado número de palabras que terminen con cierta sílaba. Hay una búsqueda mucho más auditiva que cognitiva y esta razón le da otro tono y sentido a

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imagen del libro con la que tenía en vivo, parecían dos personas.

Empecé a hacer la cola. Mientras tanto traían unas cajas llenas de libros que iban colocando en la mesa. Libros del autor, por supuesto, en francés y en castellano. La presentación vendría con sesión de autógrafos y todo. Llegó Ana y pasamos al auditorio. Nos sentamos y empezamos a escuchar la lectura de poemas, prim-ero en francés de boca del poeta y luego en castellano, siguiendo la traducción de Anagrama. El amplio escenario se redujo a una esquina donde había tres sillas, una mesa, un atril y un par de micrófonos, como si el vacío desap-rovechado quisiera simbolizar la abulia de los personajes de Houellebecq. Esta puesta en escena se mostró problemática cada vez que se cruzaban, con di�cul-tades, el poeta francés y su traductor según fueran a leer la versión original o la traducción de los poemas.

El escritor de El mundo como supermercado mostró coherencia entre la propu-esta narrativa, que yo ya conocía, y la poética, en la que se mezclaba re�exiones sobre el sentido, o la falta de sentido, de la vida con circunstancias cotidianas como la visita a un centro comercial. Me gustó ver cómo se combina la visión del mundo en la poesía y en la narrativa tratando de dar una coherencia en dos géneros distintos. En todo momento se percibe lo que me parece suponer la hipótesis del autor: nuestra vida no es más que transacciones económicas. Del mismo modo puede venderse una lámpara, una obra de arte o el tiempo con una pareja hermosa y cariñosa. Si bien cambia el monto a pagar o el modo a pagar, esto no varía en esencia y como el dinero no es más que la expresión simbólica de un valor mercantil, pues todo se simpli�ca.

A pesar de mostrar una propuesta más o menos homogénea en esos géneros, Houellebecq re�ere, y se constata al leer su trabajo, que para él una cosa es escri-bir poesía y otra, muy distinta, narrativa. La poesía es mucho más caótica mien-tras que en el mundo narrativo se necesita un orden, normalmente dado por los giros o cambios en la historia. La poesía suele escribirla por la madrugada, cuando todavía está medio dormido y al despertarse más se dedica a la narra-tiva. En la poesía intenta no pensar, la razón calla, mientras que en la narrativa trata de orientar un mundo �cticio.

A pesar de esto, sin importar en qué género se sumerja, el lector encontrará una escritura mesurada y casi sin ímpetus, tratando de ofrecer una imagen como quien expone una explicación sencilla. Todo para re�ejar cómo nuestra socie-dad contemporánea reduce la vida a valores monetarios. Houellebecq, sin lugar a dudas, nos obliga a confrontar las ideas sobre occidente que teníamos antes de empezar a leer.

Al �nal salimos, como corresponde. No dejó de parecerme irónico que se colo-caran los libros para ser vendidos y �rmados por el autor. La cola era bastante larga y esperé mientras Ana la hacía para conseguir el autógrafo en su ejemplar de Poesía. Como en una banda de mercado los compradores pasaban después de pagar el libro para dar su nombre a una mujer que, a su vez, se lo daba al escritor francés para que �rmara sin confusiones.

Me pregunté si estarían vendiendo El mundo como supermercado

como si se hubiese recostado mucho tiempo en un mismo sitio y ninguna mano (ni siquiera la de él) hubiera tenido la bondad de devolver los pelos a su sitio –mov-imientos ágiles, en �n, que contrastaban con el cuerpo que estaba viendo. (Abrí el libro para revisar el año del nacimiento y leí que tiene apenas 54 años).

Cuando se posó frente al micró-fono para leer el primer poema vi sus pantalones acordeonados y pensé que había algo en su pres-encia que me recordaba a un sacerdote. Un tímido sacerdote atormentado con el Misterio, perdido en una misión perdida. Esta sensación se fue pasando mientras lo oía recitar, echarse relajado en la silla, fumar cigarril-los previamente mal liados y declamar sin posturas versos sobre su vacío interior. Para enton-ces se me apareció como un esmir-riado tenista que le pega con fuerza a la pelota de la insatisfac-ción y del sufrimiento que el mundo, según nos dice, le ha ido lanzado sin piedad. Un tenista que mueve la mandíbula como un anciano de 80 años antes de romperle el servicio a la realidad.

"La sociedad en la que vivís tiene como �n destruiros.” Escribe en el libro Sobrevivir, al cual, vale desta-car, no considera que esté com-puesto de poemas, sino más bien por una especie de “cartas de San Pablo” o de prescripciones. Con-

tinúa diciendo: “Otro tanto se puede decir de vosotros respecto a ella. El arma que empleará es la indiferencia. Vosotros no podéis permitiros adoptar la misma actitud. ¡Pasad al ataque! Toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus heridas. ¡Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte!”. (27,2012)

Y allí estaba él, encarnando sus palabras, en medio del ataque, armado con sus textos, metiendo la llaga en su propia herida para obligar-nos a todos a sentir. De frente al micró-fono, habiendo colocado a su lado una mochila de estudiante, sucia y usada, de donde sacó sus libros, llenos de marcas y post-its. Claro que esta imagen lo revelaba también como un adolescente, le daba a todo el esce-nario rimbombante francés una remi-niscencia a recital colegial. Algo muy genuino en todo esto chocaba con el ambiente prefabricado, pero también, ante mis ojos, lo hacía quedar más y más desprotegido.

Comenzó leyendo un poema en prosa, de la tercera parte de El sentido de la lucha del que copio una parte:

“Las golondrinas alzan el vuelo, rozan las mareas, y se elevan en espiral en la tibieza de la atmósfera. No hablan con los humanos, porque los humanos se quedan pegados a la Tierra.

Las golondrinas no son libres. Están condicionadas por la repetición de sus órbitas geométricas. Modi�can ligera-mente el ángulo de incidencia de sus alas para describir espirales cada vez más abiertas con respecto al plano de la super�cie terrestre. En resumen, no hay ninguna enseñanza que extraer de las golondrinas.”

era que también coquetea con el humor. Y esto mismo creyó quien lo entrevistaba, pero Houellebecq a�rmó que, más bien, buscaba acer-carse al burlesque; una suerte de ridiculización de la voz poética. Pero, repitió, la rima le permite sobre todo penetrar en lo irracional, hacer callar al pensamiento y, con ello, hallar, re-descubrir, las palabras poéticas dentro del lenguaje: la poesía como algo encontrado, no creado.

Todo esto lo posiciona como un heredero de los románticos, cosa que a�rma en varios de sus poemas. Eso sí, un romántico muy particular: uno con los ojos que permitieron a Sartre escribir La náusea; un tataranieto de Schopenhauer preso en una socie-dad liberal y en una época de la que continuamente desdice, pero en la que muy a su pesar –o no– se ha convertido en una suerte de ícono. Y no podría ser para menos, porque, de muchos modos, también la encarna.

lado bpor v. albe

El miércoles 19 de septiembre fui al Institut Français para ver la presentación del libro Poesías, de Michel Houellebecq.

Llegué demasiado temprano y pude ver al autor en la entrada, sentado junto a las puertas de cristal, frente a los periodistas de los cuales estaba separado por una mesa. Houelle-becq, me pareció, respondía con hastío y desgano. Cuando lo vi pensé: la foto que aparece en El mapa y el territorio le hace bien, parece menos deprimido, menos acabado. De hecho no relacioné de inmediato la

lado apor ana lucía de bastos @analuciadbh

El 19 de septiembre de este año Michel Houellebecq visitó Barcelona para promocionar la publicación de su libro Poesía, el cual condensa toda su obra poé-tica. La edición, bilingüe, es de Anagrama y reúne en un sólo tomo sus cuatro títulos: Sobrevivir, El sentido de la lucha, La búsqueda de la felicidad y Renacimiento. Para la present-ación del libro el Instituto Francés prestó una de sus salas de espec-táculos y así, algunos como yo, armados de traducción simul-tánea, pudimos ver y escuchar al autor en vivo.

Había buscado fotos y datos de su vida cuando leí El mapa y el terri-torio pero al tenerlo ahí enfrente quedé sorprendida: no tanto por la delgadez extrema, la piel atiran-tada y grasosa a la vez o los ojos hundidos, sino por la sensación de estar viendo a alguien muy viejo o muy enfermo. Frágil, pensé, hay algo en él muy frágil: como un pájaro mojado en medio de una autopista. Houellebecq entró a la sala y subió (saltó) a la tarima con movimientos rápidos, pantalón beige y camisa amarilla –todo arrugado– zapatos marrones, pelo despeinado –un pelo �no y duro al mismo tiempo, esponjado, gris, levantado en la parte de atrás,

los poemas, y por lo tanto, al propio trabajo poético de Houelle-becq. Se descubre en ellos un lado lúdico, un regreso a la canción y en especial, al inconsciente, al que nos dijo recurre preferentemente: para escribir poesía pre�ere no pensar. Incluso levantarse de madrugada, con un ritmo interior derivado del sueño, que es normalmente en su caso la caden-cia del alejandrino, y deja caer, empujado por ese río rimado, las palabras. Copio la primera estrofa de otro de los poemas que leyó, el cual, creo, tiene un tono mucho más fatalista en español que en su original francés rimado. Es del libro La búsqueda de felicidad :

Mundo Exterior

Hay algo muerto en el fondo de mí,

Una vaga necrosis una ausencia de alegría,

Transporto conmigo una parcela de invierno,

En mitad de París vivo como en el desierto.

Monde Extérieur

Il y a quelque chose de mort au fond de moi,

Une vague nécrose una abscense de joie

Je transporte avec moi une parcelle d´hiver,

Au milieu de Paris je vis comme au désert.

Al expresar estos sentimientos en rima –en pleno siglo XXI cuando no nos esperamos la rima– pareci-

El traductor, en su turno al micró-fono, le añadió con su entonación cierta solemnidad que Houellebecq no le daba. Pensé entonces que, sin embargo, las palabras de sus poemas eran tan lúcidas que lograban trans-mitir toda su fuerza y calidad. Pero luego sabría que esto era cierto únicamente para los poemas que no eran rimados. Luego de leer el poemario y comparar el original en francés con la traducción en español me pareció aún más importante la conversación/entrevista que man-tuvo Houellebecq al �nal de la lectura. El autor hizo un gran énfasis en la forma, en aquello que de�ne en el libro Sobrevivir como “articu-lación”:

“Si no conseguís articular vuestro sufrimiento en una estructura bien de�nida, estáis jodidos. (…) Creed en la estructura. Creed también en la métrica antigua. La versi�cación es una poderosa herramienta de liberación de la vida interior.“

Muchos de sus poemas están articu-lados con versos rimados y estruc-turados, en general, por alejandrinos. La musicalidad que le otorgan estos rasgos sí se pierde totalmente con la traducción. Si leemos sus poemas únicamente en español parecen muchas veces herméticos en sus imágenes, cuando esta oscuridad se debe a la obligatoriedad de la rima. Es decir, esta condición empuja al poeta a escoger la palabra adecuada no ya entre todo el universo léxico sino únicamente en el limitado número de palabras que terminen con cierta sílaba. Hay una búsqueda mucho más auditiva que cognitiva y esta razón le da otro tono y sentido a

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imagen del libro con la que tenía en vivo, parecían dos personas.

Empecé a hacer la cola. Mientras tanto traían unas cajas llenas de libros que iban colocando en la mesa. Libros del autor, por supuesto, en francés y en castellano. La presentación vendría con sesión de autógrafos y todo. Llegó Ana y pasamos al auditorio. Nos sentamos y empezamos a escuchar la lectura de poemas, prim-ero en francés de boca del poeta y luego en castellano, siguiendo la traducción de Anagrama. El amplio escenario se redujo a una esquina donde había tres sillas, una mesa, un atril y un par de micrófonos, como si el vacío desap-rovechado quisiera simbolizar la abulia de los personajes de Houellebecq. Esta puesta en escena se mostró problemática cada vez que se cruzaban, con di�cul-tades, el poeta francés y su traductor según fueran a leer la versión original o la traducción de los poemas.

El escritor de El mundo como supermercado mostró coherencia entre la propu-esta narrativa, que yo ya conocía, y la poética, en la que se mezclaba re�exiones sobre el sentido, o la falta de sentido, de la vida con circunstancias cotidianas como la visita a un centro comercial. Me gustó ver cómo se combina la visión del mundo en la poesía y en la narrativa tratando de dar una coherencia en dos géneros distintos. En todo momento se percibe lo que me parece suponer la hipótesis del autor: nuestra vida no es más que transacciones económicas. Del mismo modo puede venderse una lámpara, una obra de arte o el tiempo con una pareja hermosa y cariñosa. Si bien cambia el monto a pagar o el modo a pagar, esto no varía en esencia y como el dinero no es más que la expresión simbólica de un valor mercantil, pues todo se simpli�ca.

A pesar de mostrar una propuesta más o menos homogénea en esos géneros, Houellebecq re�ere, y se constata al leer su trabajo, que para él una cosa es escri-bir poesía y otra, muy distinta, narrativa. La poesía es mucho más caótica mien-tras que en el mundo narrativo se necesita un orden, normalmente dado por los giros o cambios en la historia. La poesía suele escribirla por la madrugada, cuando todavía está medio dormido y al despertarse más se dedica a la narra-tiva. En la poesía intenta no pensar, la razón calla, mientras que en la narrativa trata de orientar un mundo �cticio.

A pesar de esto, sin importar en qué género se sumerja, el lector encontrará una escritura mesurada y casi sin ímpetus, tratando de ofrecer una imagen como quien expone una explicación sencilla. Todo para re�ejar cómo nuestra socie-dad contemporánea reduce la vida a valores monetarios. Houellebecq, sin lugar a dudas, nos obliga a confrontar las ideas sobre occidente que teníamos antes de empezar a leer.

Al �nal salimos, como corresponde. No dejó de parecerme irónico que se colo-caran los libros para ser vendidos y �rmados por el autor. La cola era bastante larga y esperé mientras Ana la hacía para conseguir el autógrafo en su ejemplar de Poesía. Como en una banda de mercado los compradores pasaban después de pagar el libro para dar su nombre a una mujer que, a su vez, se lo daba al escritor francés para que �rmara sin confusiones.

Me pregunté si estarían vendiendo El mundo como supermercado

como si se hubiese recostado mucho tiempo en un mismo sitio y ninguna mano (ni siquiera la de él) hubiera tenido la bondad de devolver los pelos a su sitio –mov-imientos ágiles, en �n, que contrastaban con el cuerpo que estaba viendo. (Abrí el libro para revisar el año del nacimiento y leí que tiene apenas 54 años).

Cuando se posó frente al micró-fono para leer el primer poema vi sus pantalones acordeonados y pensé que había algo en su pres-encia que me recordaba a un sacerdote. Un tímido sacerdote atormentado con el Misterio, perdido en una misión perdida. Esta sensación se fue pasando mientras lo oía recitar, echarse relajado en la silla, fumar cigarril-los previamente mal liados y declamar sin posturas versos sobre su vacío interior. Para enton-ces se me apareció como un esmir-riado tenista que le pega con fuerza a la pelota de la insatisfac-ción y del sufrimiento que el mundo, según nos dice, le ha ido lanzado sin piedad. Un tenista que mueve la mandíbula como un anciano de 80 años antes de romperle el servicio a la realidad.

"La sociedad en la que vivís tiene como �n destruiros.” Escribe en el libro Sobrevivir, al cual, vale desta-car, no considera que esté com-puesto de poemas, sino más bien por una especie de “cartas de San Pablo” o de prescripciones. Con-

tinúa diciendo: “Otro tanto se puede decir de vosotros respecto a ella. El arma que empleará es la indiferencia. Vosotros no podéis permitiros adoptar la misma actitud. ¡Pasad al ataque! Toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus heridas. ¡Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte!”. (27,2012)

Y allí estaba él, encarnando sus palabras, en medio del ataque, armado con sus textos, metiendo la llaga en su propia herida para obligar-nos a todos a sentir. De frente al micró-fono, habiendo colocado a su lado una mochila de estudiante, sucia y usada, de donde sacó sus libros, llenos de marcas y post-its. Claro que esta imagen lo revelaba también como un adolescente, le daba a todo el esce-nario rimbombante francés una remi-niscencia a recital colegial. Algo muy genuino en todo esto chocaba con el ambiente prefabricado, pero también, ante mis ojos, lo hacía quedar más y más desprotegido.

Comenzó leyendo un poema en prosa, de la tercera parte de El sentido de la lucha del que copio una parte:

“Las golondrinas alzan el vuelo, rozan las mareas, y se elevan en espiral en la tibieza de la atmósfera. No hablan con los humanos, porque los humanos se quedan pegados a la Tierra.

Las golondrinas no son libres. Están condicionadas por la repetición de sus órbitas geométricas. Modi�can ligera-mente el ángulo de incidencia de sus alas para describir espirales cada vez más abiertas con respecto al plano de la super�cie terrestre. En resumen, no hay ninguna enseñanza que extraer de las golondrinas.”

era que también coquetea con el humor. Y esto mismo creyó quien lo entrevistaba, pero Houellebecq a�rmó que, más bien, buscaba acer-carse al burlesque; una suerte de ridiculización de la voz poética. Pero, repitió, la rima le permite sobre todo penetrar en lo irracional, hacer callar al pensamiento y, con ello, hallar, re-descubrir, las palabras poéticas dentro del lenguaje: la poesía como algo encontrado, no creado.

Todo esto lo posiciona como un heredero de los románticos, cosa que a�rma en varios de sus poemas. Eso sí, un romántico muy particular: uno con los ojos que permitieron a Sartre escribir La náusea; un tataranieto de Schopenhauer preso en una socie-dad liberal y en una época de la que continuamente desdice, pero en la que muy a su pesar –o no– se ha convertido en una suerte de ícono. Y no podría ser para menos, porque, de muchos modos, también la encarna.

lado bpor v. albe

El miércoles 19 de septiembre fui al Institut Français para ver la presentación del libro Poesías, de Michel Houellebecq.

Llegué demasiado temprano y pude ver al autor en la entrada, sentado junto a las puertas de cristal, frente a los periodistas de los cuales estaba separado por una mesa. Houelle-becq, me pareció, respondía con hastío y desgano. Cuando lo vi pensé: la foto que aparece en El mapa y el territorio le hace bien, parece menos deprimido, menos acabado. De hecho no relacioné de inmediato la

lado apor ana lucía de bastos @analuciadbh

El 19 de septiembre de este año Michel Houellebecq visitó Barcelona para promocionar la publicación de su libro Poesía, el cual condensa toda su obra poé-tica. La edición, bilingüe, es de Anagrama y reúne en un sólo tomo sus cuatro títulos: Sobrevivir, El sentido de la lucha, La búsqueda de la felicidad y Renacimiento. Para la present-ación del libro el Instituto Francés prestó una de sus salas de espec-táculos y así, algunos como yo, armados de traducción simul-tánea, pudimos ver y escuchar al autor en vivo.

Había buscado fotos y datos de su vida cuando leí El mapa y el terri-torio pero al tenerlo ahí enfrente quedé sorprendida: no tanto por la delgadez extrema, la piel atiran-tada y grasosa a la vez o los ojos hundidos, sino por la sensación de estar viendo a alguien muy viejo o muy enfermo. Frágil, pensé, hay algo en él muy frágil: como un pájaro mojado en medio de una autopista. Houellebecq entró a la sala y subió (saltó) a la tarima con movimientos rápidos, pantalón beige y camisa amarilla –todo arrugado– zapatos marrones, pelo despeinado –un pelo �no y duro al mismo tiempo, esponjado, gris, levantado en la parte de atrás,

los poemas, y por lo tanto, al propio trabajo poético de Houelle-becq. Se descubre en ellos un lado lúdico, un regreso a la canción y en especial, al inconsciente, al que nos dijo recurre preferentemente: para escribir poesía pre�ere no pensar. Incluso levantarse de madrugada, con un ritmo interior derivado del sueño, que es normalmente en su caso la caden-cia del alejandrino, y deja caer, empujado por ese río rimado, las palabras. Copio la primera estrofa de otro de los poemas que leyó, el cual, creo, tiene un tono mucho más fatalista en español que en su original francés rimado. Es del libro La búsqueda de felicidad :

Mundo Exterior

Hay algo muerto en el fondo de mí,

Una vaga necrosis una ausencia de alegría,

Transporto conmigo una parcela de invierno,

En mitad de París vivo como en el desierto.

Monde Extérieur

Il y a quelque chose de mort au fond de moi,

Une vague nécrose una abscense de joie

Je transporte avec moi une parcelle d´hiver,

Au milieu de Paris je vis comme au désert.

Al expresar estos sentimientos en rima –en pleno siglo XXI cuando no nos esperamos la rima– pareci-

El traductor, en su turno al micró-fono, le añadió con su entonación cierta solemnidad que Houellebecq no le daba. Pensé entonces que, sin embargo, las palabras de sus poemas eran tan lúcidas que lograban trans-mitir toda su fuerza y calidad. Pero luego sabría que esto era cierto únicamente para los poemas que no eran rimados. Luego de leer el poemario y comparar el original en francés con la traducción en español me pareció aún más importante la conversación/entrevista que man-tuvo Houellebecq al �nal de la lectura. El autor hizo un gran énfasis en la forma, en aquello que de�ne en el libro Sobrevivir como “articu-lación”:

“Si no conseguís articular vuestro sufrimiento en una estructura bien de�nida, estáis jodidos. (…) Creed en la estructura. Creed también en la métrica antigua. La versi�cación es una poderosa herramienta de liberación de la vida interior.“

Muchos de sus poemas están articu-lados con versos rimados y estruc-turados, en general, por alejandrinos. La musicalidad que le otorgan estos rasgos sí se pierde totalmente con la traducción. Si leemos sus poemas únicamente en español parecen muchas veces herméticos en sus imágenes, cuando esta oscuridad se debe a la obligatoriedad de la rima. Es decir, esta condición empuja al poeta a escoger la palabra adecuada no ya entre todo el universo léxico sino únicamente en el limitado número de palabras que terminen con cierta sílaba. Hay una búsqueda mucho más auditiva que cognitiva y esta razón le da otro tono y sentido a

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imagen del libro con la que tenía en vivo, parecían dos personas.

Empecé a hacer la cola. Mientras tanto traían unas cajas llenas de libros que iban colocando en la mesa. Libros del autor, por supuesto, en francés y en castellano. La presentación vendría con sesión de autógrafos y todo. Llegó Ana y pasamos al auditorio. Nos sentamos y empezamos a escuchar la lectura de poemas, prim-ero en francés de boca del poeta y luego en castellano, siguiendo la traducción de Anagrama. El amplio escenario se redujo a una esquina donde había tres sillas, una mesa, un atril y un par de micrófonos, como si el vacío desap-rovechado quisiera simbolizar la abulia de los personajes de Houellebecq. Esta puesta en escena se mostró problemática cada vez que se cruzaban, con di�cul-tades, el poeta francés y su traductor según fueran a leer la versión original o la traducción de los poemas.

El escritor de El mundo como supermercado mostró coherencia entre la propu-esta narrativa, que yo ya conocía, y la poética, en la que se mezclaba re�exiones sobre el sentido, o la falta de sentido, de la vida con circunstancias cotidianas como la visita a un centro comercial. Me gustó ver cómo se combina la visión del mundo en la poesía y en la narrativa tratando de dar una coherencia en dos géneros distintos. En todo momento se percibe lo que me parece suponer la hipótesis del autor: nuestra vida no es más que transacciones económicas. Del mismo modo puede venderse una lámpara, una obra de arte o el tiempo con una pareja hermosa y cariñosa. Si bien cambia el monto a pagar o el modo a pagar, esto no varía en esencia y como el dinero no es más que la expresión simbólica de un valor mercantil, pues todo se simpli�ca.

A pesar de mostrar una propuesta más o menos homogénea en esos géneros, Houellebecq re�ere, y se constata al leer su trabajo, que para él una cosa es escri-bir poesía y otra, muy distinta, narrativa. La poesía es mucho más caótica mien-tras que en el mundo narrativo se necesita un orden, normalmente dado por los giros o cambios en la historia. La poesía suele escribirla por la madrugada, cuando todavía está medio dormido y al despertarse más se dedica a la narra-tiva. En la poesía intenta no pensar, la razón calla, mientras que en la narrativa trata de orientar un mundo �cticio.

A pesar de esto, sin importar en qué género se sumerja, el lector encontrará una escritura mesurada y casi sin ímpetus, tratando de ofrecer una imagen como quien expone una explicación sencilla. Todo para re�ejar cómo nuestra socie-dad contemporánea reduce la vida a valores monetarios. Houellebecq, sin lugar a dudas, nos obliga a confrontar las ideas sobre occidente que teníamos antes de empezar a leer.

Al �nal salimos, como corresponde. No dejó de parecerme irónico que se colo-caran los libros para ser vendidos y �rmados por el autor. La cola era bastante larga y esperé mientras Ana la hacía para conseguir el autógrafo en su ejemplar de Poesía. Como en una banda de mercado los compradores pasaban después de pagar el libro para dar su nombre a una mujer que, a su vez, se lo daba al escritor francés para que �rmara sin confusiones.

Me pregunté si estarían vendiendo El mundo como supermercado

como si se hubiese recostado mucho tiempo en un mismo sitio y ninguna mano (ni siquiera la de él) hubiera tenido la bondad de devolver los pelos a su sitio –mov-imientos ágiles, en �n, que contrastaban con el cuerpo que estaba viendo. (Abrí el libro para revisar el año del nacimiento y leí que tiene apenas 54 años).

Cuando se posó frente al micró-fono para leer el primer poema vi sus pantalones acordeonados y pensé que había algo en su pres-encia que me recordaba a un sacerdote. Un tímido sacerdote atormentado con el Misterio, perdido en una misión perdida. Esta sensación se fue pasando mientras lo oía recitar, echarse relajado en la silla, fumar cigarril-los previamente mal liados y declamar sin posturas versos sobre su vacío interior. Para enton-ces se me apareció como un esmir-riado tenista que le pega con fuerza a la pelota de la insatisfac-ción y del sufrimiento que el mundo, según nos dice, le ha ido lanzado sin piedad. Un tenista que mueve la mandíbula como un anciano de 80 años antes de romperle el servicio a la realidad.

"La sociedad en la que vivís tiene como �n destruiros.” Escribe en el libro Sobrevivir, al cual, vale desta-car, no considera que esté com-puesto de poemas, sino más bien por una especie de “cartas de San Pablo” o de prescripciones. Con-

tinúa diciendo: “Otro tanto se puede decir de vosotros respecto a ella. El arma que empleará es la indiferencia. Vosotros no podéis permitiros adoptar la misma actitud. ¡Pasad al ataque! Toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus heridas. ¡Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte!”. (27,2012)

Y allí estaba él, encarnando sus palabras, en medio del ataque, armado con sus textos, metiendo la llaga en su propia herida para obligar-nos a todos a sentir. De frente al micró-fono, habiendo colocado a su lado una mochila de estudiante, sucia y usada, de donde sacó sus libros, llenos de marcas y post-its. Claro que esta imagen lo revelaba también como un adolescente, le daba a todo el esce-nario rimbombante francés una remi-niscencia a recital colegial. Algo muy genuino en todo esto chocaba con el ambiente prefabricado, pero también, ante mis ojos, lo hacía quedar más y más desprotegido.

Comenzó leyendo un poema en prosa, de la tercera parte de El sentido de la lucha del que copio una parte:

“Las golondrinas alzan el vuelo, rozan las mareas, y se elevan en espiral en la tibieza de la atmósfera. No hablan con los humanos, porque los humanos se quedan pegados a la Tierra.

Las golondrinas no son libres. Están condicionadas por la repetición de sus órbitas geométricas. Modi�can ligera-mente el ángulo de incidencia de sus alas para describir espirales cada vez más abiertas con respecto al plano de la super�cie terrestre. En resumen, no hay ninguna enseñanza que extraer de las golondrinas.”

era que también coquetea con el humor. Y esto mismo creyó quien lo entrevistaba, pero Houellebecq a�rmó que, más bien, buscaba acer-carse al burlesque; una suerte de ridiculización de la voz poética. Pero, repitió, la rima le permite sobre todo penetrar en lo irracional, hacer callar al pensamiento y, con ello, hallar, re-descubrir, las palabras poéticas dentro del lenguaje: la poesía como algo encontrado, no creado.

Todo esto lo posiciona como un heredero de los románticos, cosa que a�rma en varios de sus poemas. Eso sí, un romántico muy particular: uno con los ojos que permitieron a Sartre escribir La náusea; un tataranieto de Schopenhauer preso en una socie-dad liberal y en una época de la que continuamente desdice, pero en la que muy a su pesar –o no– se ha convertido en una suerte de ícono. Y no podría ser para menos, porque, de muchos modos, también la encarna.

lado bpor v. albe

El miércoles 19 de septiembre fui al Institut Français para ver la presentación del libro Poesías, de Michel Houellebecq.

Llegué demasiado temprano y pude ver al autor en la entrada, sentado junto a las puertas de cristal, frente a los periodistas de los cuales estaba separado por una mesa. Houelle-becq, me pareció, respondía con hastío y desgano. Cuando lo vi pensé: la foto que aparece en El mapa y el territorio le hace bien, parece menos deprimido, menos acabado. De hecho no relacioné de inmediato la

lado apor ana lucía de bastos @analuciadbh

El 19 de septiembre de este año Michel Houellebecq visitó Barcelona para promocionar la publicación de su libro Poesía, el cual condensa toda su obra poé-tica. La edición, bilingüe, es de Anagrama y reúne en un sólo tomo sus cuatro títulos: Sobrevivir, El sentido de la lucha, La búsqueda de la felicidad y Renacimiento. Para la present-ación del libro el Instituto Francés prestó una de sus salas de espec-táculos y así, algunos como yo, armados de traducción simul-tánea, pudimos ver y escuchar al autor en vivo.

Había buscado fotos y datos de su vida cuando leí El mapa y el terri-torio pero al tenerlo ahí enfrente quedé sorprendida: no tanto por la delgadez extrema, la piel atiran-tada y grasosa a la vez o los ojos hundidos, sino por la sensación de estar viendo a alguien muy viejo o muy enfermo. Frágil, pensé, hay algo en él muy frágil: como un pájaro mojado en medio de una autopista. Houellebecq entró a la sala y subió (saltó) a la tarima con movimientos rápidos, pantalón beige y camisa amarilla –todo arrugado– zapatos marrones, pelo despeinado –un pelo �no y duro al mismo tiempo, esponjado, gris, levantado en la parte de atrás,

los poemas, y por lo tanto, al propio trabajo poético de Houelle-becq. Se descubre en ellos un lado lúdico, un regreso a la canción y en especial, al inconsciente, al que nos dijo recurre preferentemente: para escribir poesía pre�ere no pensar. Incluso levantarse de madrugada, con un ritmo interior derivado del sueño, que es normalmente en su caso la caden-cia del alejandrino, y deja caer, empujado por ese río rimado, las palabras. Copio la primera estrofa de otro de los poemas que leyó, el cual, creo, tiene un tono mucho más fatalista en español que en su original francés rimado. Es del libro La búsqueda de felicidad :

Mundo Exterior

Hay algo muerto en el fondo de mí,

Una vaga necrosis una ausencia de alegría,

Transporto conmigo una parcela de invierno,

En mitad de París vivo como en el desierto.

Monde Extérieur

Il y a quelque chose de mort au fond de moi,

Une vague nécrose una abscense de joie

Je transporte avec moi une parcelle d´hiver,

Au milieu de Paris je vis comme au désert.

Al expresar estos sentimientos en rima –en pleno siglo XXI cuando no nos esperamos la rima– pareci-

El traductor, en su turno al micró-fono, le añadió con su entonación cierta solemnidad que Houellebecq no le daba. Pensé entonces que, sin embargo, las palabras de sus poemas eran tan lúcidas que lograban trans-mitir toda su fuerza y calidad. Pero luego sabría que esto era cierto únicamente para los poemas que no eran rimados. Luego de leer el poemario y comparar el original en francés con la traducción en español me pareció aún más importante la conversación/entrevista que man-tuvo Houellebecq al �nal de la lectura. El autor hizo un gran énfasis en la forma, en aquello que de�ne en el libro Sobrevivir como “articu-lación”:

“Si no conseguís articular vuestro sufrimiento en una estructura bien de�nida, estáis jodidos. (…) Creed en la estructura. Creed también en la métrica antigua. La versi�cación es una poderosa herramienta de liberación de la vida interior.“

Muchos de sus poemas están articu-lados con versos rimados y estruc-turados, en general, por alejandrinos. La musicalidad que le otorgan estos rasgos sí se pierde totalmente con la traducción. Si leemos sus poemas únicamente en español parecen muchas veces herméticos en sus imágenes, cuando esta oscuridad se debe a la obligatoriedad de la rima. Es decir, esta condición empuja al poeta a escoger la palabra adecuada no ya entre todo el universo léxico sino únicamente en el limitado número de palabras que terminen con cierta sílaba. Hay una búsqueda mucho más auditiva que cognitiva y esta razón le da otro tono y sentido a

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David Roas acaba de publi-car su último libro en Lima, Perú. Sus Intuiciones y delirios recogen un puñado de microcuentos que ofre-cen un vistazo relajado a viejos temas y plantan cara a la corriente cada vez más seria de la literatura.

Frente a un sistema editorial en castellano que bene�cia las largas novelas serias y rigurosas, Roas nos trae, auspiciado por la editorial Micrópolis, un libro que no llega a las sesenta páginas. Sin embargo, en ellas el lector puede echar un vistazo a lo que parece ser un barómetro general de la escritura del barcelonés. Si tomamos en cuenta que reúne cuentos escritos desde 1996 hasta el 2012.

Además, este título tiene un elemento que lo distancia de los otros de Roas que he leído (Horrores cotidianos y Distorsiones). Antes que ser una mirada indagatoria e incisiva de la realidad, los cuentos brevísimos que ahora comento echan una mirada despreocupada a la vida. Todo esto acompañado de lo que, para quienes lo conocemos, son sus autores preferidos: Monter-roso, Borges, por referir los más evidentes. Así no hay que ser muy erudito para entender que en “(La inevitable sección sobre) El dinosau-rio”, se está jugando con la famosa línea del narrador guatemalteco. Un ejemplo memorable: “Cuando despertó, el cobrador de la luz

todavía estaba allí”. Pero quizás una de las variaciones más desta-cable es en la que Roas juega con su Dios tutelar, Jorge Luis Borges: “Cuando despertó se encontró dentro de un relato de un dino-saurio que despertaba ante un espejo que le devolvía la imagen de un tigre adormilado.”

Aunque parecen pedir un lector atento, estos relatos no necesitan un académico para ser compren-didos; muy al contrario, toman una visión que percibe la vida como algo curioso y extravagante, pero sólo para reírse de ella. Si bien vale la pena que quien abra el libro conozca algunos refer-entes, nunca dejará de compartir la sonrisa extrañada de quien observa la idiosincrasia de un limeño que, justo después de salvarse por “pocos milímetros” de ser atropellado, sin ninguna preo-cupación dice: “Uf, casi me convi-erto en estadística”, sigamos

leyendo.

El minicuento nos permite recordar que muchas páginas no signi�can mucha calidad, al contrario, por favor sea breve. Además, al tener que buscar un giro extraño, nos obliga a ver la vida con menos peso, como el giro irónico que es. En su misma brevedad, en esa exigencia al ingenio, el minicuento nos detiene y nos permite sonreírnos y recordar que al �nal todos tenemos el mismo �nal, que nuestros días se van que-mando sin sentido, dando vueltas entre los mismos monstruos tontos que nos asaltan al �nal de las esqui-nas para dejarnos irremediable-mente vivos. Pero yo no me extend-eré más, no seré el pesado, más bien, le dejaré la palabra a David en su brevísima de�nición de la vida: “La vida es un negocio absurdo, como el de aquel tipo que a medida que fabricaba cerillas se dedicaba a encenderlas para comprobar si funcionaban.”

imagen del libro con la que tenía en vivo, parecían dos personas.

Empecé a hacer la cola. Mientras tanto traían unas cajas llenas de libros que iban colocando en la mesa. Libros del autor, por supuesto, en francés y en castellano. La presentación vendría con sesión de autógrafos y todo. Llegó Ana y pasamos al auditorio. Nos sentamos y empezamos a escuchar la lectura de poemas, prim-ero en francés de boca del poeta y luego en castellano, siguiendo la traducción de Anagrama. El amplio escenario se redujo a una esquina donde había tres sillas, una mesa, un atril y un par de micrófonos, como si el vacío desap-rovechado quisiera simbolizar la abulia de los personajes de Houellebecq. Esta puesta en escena se mostró problemática cada vez que se cruzaban, con di�cul-tades, el poeta francés y su traductor según fueran a leer la versión original o la traducción de los poemas.

El escritor de El mundo como supermercado mostró coherencia entre la propu-esta narrativa, que yo ya conocía, y la poética, en la que se mezclaba re�exiones sobre el sentido, o la falta de sentido, de la vida con circunstancias cotidianas como la visita a un centro comercial. Me gustó ver cómo se combina la visión del mundo en la poesía y en la narrativa tratando de dar una coherencia en dos géneros distintos. En todo momento se percibe lo que me parece suponer la hipótesis del autor: nuestra vida no es más que transacciones económicas. Del mismo modo puede venderse una lámpara, una obra de arte o el tiempo con una pareja hermosa y cariñosa. Si bien cambia el monto a pagar o el modo a pagar, esto no varía en esencia y como el dinero no es más que la expresión simbólica de un valor mercantil, pues todo se simpli�ca.

A pesar de mostrar una propuesta más o menos homogénea en esos géneros, Houellebecq re�ere, y se constata al leer su trabajo, que para él una cosa es escri-bir poesía y otra, muy distinta, narrativa. La poesía es mucho más caótica mien-tras que en el mundo narrativo se necesita un orden, normalmente dado por los giros o cambios en la historia. La poesía suele escribirla por la madrugada, cuando todavía está medio dormido y al despertarse más se dedica a la narra-tiva. En la poesía intenta no pensar, la razón calla, mientras que en la narrativa trata de orientar un mundo �cticio.

A pesar de esto, sin importar en qué género se sumerja, el lector encontrará una escritura mesurada y casi sin ímpetus, tratando de ofrecer una imagen como quien expone una explicación sencilla. Todo para re�ejar cómo nuestra socie-dad contemporánea reduce la vida a valores monetarios. Houellebecq, sin lugar a dudas, nos obliga a confrontar las ideas sobre occidente que teníamos antes de empezar a leer.

Al �nal salimos, como corresponde. No dejó de parecerme irónico que se colo-caran los libros para ser vendidos y �rmados por el autor. La cola era bastante larga y esperé mientras Ana la hacía para conseguir el autógrafo en su ejemplar de Poesía. Como en una banda de mercado los compradores pasaban después de pagar el libro para dar su nombre a una mujer que, a su vez, se lo daba al escritor francés para que �rmara sin confusiones.

Me pregunté si estarían vendiendo El mundo como supermercado

como si se hubiese recostado mucho tiempo en un mismo sitio y ninguna mano (ni siquiera la de él) hubiera tenido la bondad de devolver los pelos a su sitio –mov-imientos ágiles, en �n, que contrastaban con el cuerpo que estaba viendo. (Abrí el libro para revisar el año del nacimiento y leí que tiene apenas 54 años).

Cuando se posó frente al micró-fono para leer el primer poema vi sus pantalones acordeonados y pensé que había algo en su pres-encia que me recordaba a un sacerdote. Un tímido sacerdote atormentado con el Misterio, perdido en una misión perdida. Esta sensación se fue pasando mientras lo oía recitar, echarse relajado en la silla, fumar cigarril-los previamente mal liados y declamar sin posturas versos sobre su vacío interior. Para enton-ces se me apareció como un esmir-riado tenista que le pega con fuerza a la pelota de la insatisfac-ción y del sufrimiento que el mundo, según nos dice, le ha ido lanzado sin piedad. Un tenista que mueve la mandíbula como un anciano de 80 años antes de romperle el servicio a la realidad.

"La sociedad en la que vivís tiene como �n destruiros.” Escribe en el libro Sobrevivir, al cual, vale desta-car, no considera que esté com-puesto de poemas, sino más bien por una especie de “cartas de San Pablo” o de prescripciones. Con-

tinúa diciendo: “Otro tanto se puede decir de vosotros respecto a ella. El arma que empleará es la indiferencia. Vosotros no podéis permitiros adoptar la misma actitud. ¡Pasad al ataque! Toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus heridas. ¡Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte!”. (27,2012)

Y allí estaba él, encarnando sus palabras, en medio del ataque, armado con sus textos, metiendo la llaga en su propia herida para obligar-nos a todos a sentir. De frente al micró-fono, habiendo colocado a su lado una mochila de estudiante, sucia y usada, de donde sacó sus libros, llenos de marcas y post-its. Claro que esta imagen lo revelaba también como un adolescente, le daba a todo el esce-nario rimbombante francés una remi-niscencia a recital colegial. Algo muy genuino en todo esto chocaba con el ambiente prefabricado, pero también, ante mis ojos, lo hacía quedar más y más desprotegido.

Comenzó leyendo un poema en prosa, de la tercera parte de El sentido de la lucha del que copio una parte:

“Las golondrinas alzan el vuelo, rozan las mareas, y se elevan en espiral en la tibieza de la atmósfera. No hablan con los humanos, porque los humanos se quedan pegados a la Tierra.

Las golondrinas no son libres. Están condicionadas por la repetición de sus órbitas geométricas. Modi�can ligera-mente el ángulo de incidencia de sus alas para describir espirales cada vez más abiertas con respecto al plano de la super�cie terrestre. En resumen, no hay ninguna enseñanza que extraer de las golondrinas.”

era que también coquetea con el humor. Y esto mismo creyó quien lo entrevistaba, pero Houellebecq a�rmó que, más bien, buscaba acer-carse al burlesque; una suerte de ridiculización de la voz poética. Pero, repitió, la rima le permite sobre todo penetrar en lo irracional, hacer callar al pensamiento y, con ello, hallar, re-descubrir, las palabras poéticas dentro del lenguaje: la poesía como algo encontrado, no creado.

Todo esto lo posiciona como un heredero de los románticos, cosa que a�rma en varios de sus poemas. Eso sí, un romántico muy particular: uno con los ojos que permitieron a Sartre escribir La náusea; un tataranieto de Schopenhauer preso en una socie-dad liberal y en una época de la que continuamente desdice, pero en la que muy a su pesar –o no– se ha convertido en una suerte de ícono. Y no podría ser para menos, porque, de muchos modos, también la encarna.

lado bpor v. albe

El miércoles 19 de septiembre fui al Institut Français para ver la presentación del libro Poesías, de Michel Houellebecq.

Llegué demasiado temprano y pude ver al autor en la entrada, sentado junto a las puertas de cristal, frente a los periodistas de los cuales estaba separado por una mesa. Houelle-becq, me pareció, respondía con hastío y desgano. Cuando lo vi pensé: la foto que aparece en El mapa y el territorio le hace bien, parece menos deprimido, menos acabado. De hecho no relacioné de inmediato la

lado apor ana lucía de bastos @analuciadbh

El 19 de septiembre de este año Michel Houellebecq visitó Barcelona para promocionar la publicación de su libro Poesía, el cual condensa toda su obra poé-tica. La edición, bilingüe, es de Anagrama y reúne en un sólo tomo sus cuatro títulos: Sobrevivir, El sentido de la lucha, La búsqueda de la felicidad y Renacimiento. Para la present-ación del libro el Instituto Francés prestó una de sus salas de espec-táculos y así, algunos como yo, armados de traducción simul-tánea, pudimos ver y escuchar al autor en vivo.

Había buscado fotos y datos de su vida cuando leí El mapa y el terri-torio pero al tenerlo ahí enfrente quedé sorprendida: no tanto por la delgadez extrema, la piel atiran-tada y grasosa a la vez o los ojos hundidos, sino por la sensación de estar viendo a alguien muy viejo o muy enfermo. Frágil, pensé, hay algo en él muy frágil: como un pájaro mojado en medio de una autopista. Houellebecq entró a la sala y subió (saltó) a la tarima con movimientos rápidos, pantalón beige y camisa amarilla –todo arrugado– zapatos marrones, pelo despeinado –un pelo �no y duro al mismo tiempo, esponjado, gris, levantado en la parte de atrás,

los poemas, y por lo tanto, al propio trabajo poético de Houelle-becq. Se descubre en ellos un lado lúdico, un regreso a la canción y en especial, al inconsciente, al que nos dijo recurre preferentemente: para escribir poesía pre�ere no pensar. Incluso levantarse de madrugada, con un ritmo interior derivado del sueño, que es normalmente en su caso la caden-cia del alejandrino, y deja caer, empujado por ese río rimado, las palabras. Copio la primera estrofa de otro de los poemas que leyó, el cual, creo, tiene un tono mucho más fatalista en español que en su original francés rimado. Es del libro La búsqueda de felicidad :

Mundo Exterior

Hay algo muerto en el fondo de mí,

Una vaga necrosis una ausencia de alegría,

Transporto conmigo una parcela de invierno,

En mitad de París vivo como en el desierto.

Monde Extérieur

Il y a quelque chose de mort au fond de moi,

Une vague nécrose una abscense de joie

Je transporte avec moi une parcelle d´hiver,

Au milieu de Paris je vis comme au désert.

Al expresar estos sentimientos en rima –en pleno siglo XXI cuando no nos esperamos la rima– pareci-

El traductor, en su turno al micró-fono, le añadió con su entonación cierta solemnidad que Houellebecq no le daba. Pensé entonces que, sin embargo, las palabras de sus poemas eran tan lúcidas que lograban trans-mitir toda su fuerza y calidad. Pero luego sabría que esto era cierto únicamente para los poemas que no eran rimados. Luego de leer el poemario y comparar el original en francés con la traducción en español me pareció aún más importante la conversación/entrevista que man-tuvo Houellebecq al �nal de la lectura. El autor hizo un gran énfasis en la forma, en aquello que de�ne en el libro Sobrevivir como “articu-lación”:

“Si no conseguís articular vuestro sufrimiento en una estructura bien de�nida, estáis jodidos. (…) Creed en la estructura. Creed también en la métrica antigua. La versi�cación es una poderosa herramienta de liberación de la vida interior.“

Muchos de sus poemas están articu-lados con versos rimados y estruc-turados, en general, por alejandrinos. La musicalidad que le otorgan estos rasgos sí se pierde totalmente con la traducción. Si leemos sus poemas únicamente en español parecen muchas veces herméticos en sus imágenes, cuando esta oscuridad se debe a la obligatoriedad de la rima. Es decir, esta condición empuja al poeta a escoger la palabra adecuada no ya entre todo el universo léxico sino únicamente en el limitado número de palabras que terminen con cierta sílaba. Hay una búsqueda mucho más auditiva que cognitiva y esta razón le da otro tono y sentido a

Page 73: Revistanudel 2012

David Roas acaba de publi-car su último libro en Lima, Perú. Sus Intuiciones y delirios recogen un puñado de microcuentos que ofre-cen un vistazo relajado a viejos temas y plantan cara a la corriente cada vez más seria de la literatura.

Frente a un sistema editorial en castellano que bene�cia las largas novelas serias y rigurosas, Roas nos trae, auspiciado por la editorial Micrópolis, un libro que no llega a las sesenta páginas. Sin embargo, en ellas el lector puede echar un vistazo a lo que parece ser un barómetro general de la escritura del barcelonés. Si tomamos en cuenta que reúne cuentos escritos desde 1996 hasta el 2012.

Además, este título tiene un elemento que lo distancia de los otros de Roas que he leído (Horrores cotidianos y Distorsiones). Antes que ser una mirada indagatoria e incisiva de la realidad, los cuentos brevísimos que ahora comento echan una mirada despreocupada a la vida. Todo esto acompañado de lo que, para quienes lo conocemos, son sus autores preferidos: Monter-roso, Borges, por referir los más evidentes. Así no hay que ser muy erudito para entender que en “(La inevitable sección sobre) El dinosau-rio”, se está jugando con la famosa línea del narrador guatemalteco. Un ejemplo memorable: “Cuando despertó, el cobrador de la luz

todavía estaba allí”. Pero quizás una de las variaciones más desta-cable es en la que Roas juega con su Dios tutelar, Jorge Luis Borges: “Cuando despertó se encontró dentro de un relato de un dino-saurio que despertaba ante un espejo que le devolvía la imagen de un tigre adormilado.”

Aunque parecen pedir un lector atento, estos relatos no necesitan un académico para ser compren-didos; muy al contrario, toman una visión que percibe la vida como algo curioso y extravagante, pero sólo para reírse de ella. Si bien vale la pena que quien abra el libro conozca algunos refer-entes, nunca dejará de compartir la sonrisa extrañada de quien observa la idiosincrasia de un limeño que, justo después de salvarse por “pocos milímetros” de ser atropellado, sin ninguna preo-cupación dice: “Uf, casi me convi-erto en estadística”, sigamos

por v. albe

divertimentosdivertimentos

leyendo.

El minicuento nos permite recordar que muchas páginas no signi�can mucha calidad, al contrario, por favor sea breve. Además, al tener que buscar un giro extraño, nos obliga a ver la vida con menos peso, como el giro irónico que es. En su misma brevedad, en esa exigencia al ingenio, el minicuento nos detiene y nos permite sonreírnos y recordar que al �nal todos tenemos el mismo �nal, que nuestros días se van que-mando sin sentido, dando vueltas entre los mismos monstruos tontos que nos asaltan al �nal de las esqui-nas para dejarnos irremediable-mente vivos. Pero yo no me extend-eré más, no seré el pesado, más bien, le dejaré la palabra a David en su brevísima de�nición de la vida: “La vida es un negocio absurdo, como el de aquel tipo que a medida que fabricaba cerillas se dedicaba a encenderlas para comprobar si funcionaban.”

imagen del libro con la que tenía en vivo, parecían dos personas.

Empecé a hacer la cola. Mientras tanto traían unas cajas llenas de libros que iban colocando en la mesa. Libros del autor, por supuesto, en francés y en castellano. La presentación vendría con sesión de autógrafos y todo. Llegó Ana y pasamos al auditorio. Nos sentamos y empezamos a escuchar la lectura de poemas, prim-ero en francés de boca del poeta y luego en castellano, siguiendo la traducción de Anagrama. El amplio escenario se redujo a una esquina donde había tres sillas, una mesa, un atril y un par de micrófonos, como si el vacío desap-rovechado quisiera simbolizar la abulia de los personajes de Houellebecq. Esta puesta en escena se mostró problemática cada vez que se cruzaban, con di�cul-tades, el poeta francés y su traductor según fueran a leer la versión original o la traducción de los poemas.

El escritor de El mundo como supermercado mostró coherencia entre la propu-esta narrativa, que yo ya conocía, y la poética, en la que se mezclaba re�exiones sobre el sentido, o la falta de sentido, de la vida con circunstancias cotidianas como la visita a un centro comercial. Me gustó ver cómo se combina la visión del mundo en la poesía y en la narrativa tratando de dar una coherencia en dos géneros distintos. En todo momento se percibe lo que me parece suponer la hipótesis del autor: nuestra vida no es más que transacciones económicas. Del mismo modo puede venderse una lámpara, una obra de arte o el tiempo con una pareja hermosa y cariñosa. Si bien cambia el monto a pagar o el modo a pagar, esto no varía en esencia y como el dinero no es más que la expresión simbólica de un valor mercantil, pues todo se simpli�ca.

A pesar de mostrar una propuesta más o menos homogénea en esos géneros, Houellebecq re�ere, y se constata al leer su trabajo, que para él una cosa es escri-bir poesía y otra, muy distinta, narrativa. La poesía es mucho más caótica mien-tras que en el mundo narrativo se necesita un orden, normalmente dado por los giros o cambios en la historia. La poesía suele escribirla por la madrugada, cuando todavía está medio dormido y al despertarse más se dedica a la narra-tiva. En la poesía intenta no pensar, la razón calla, mientras que en la narrativa trata de orientar un mundo �cticio.

A pesar de esto, sin importar en qué género se sumerja, el lector encontrará una escritura mesurada y casi sin ímpetus, tratando de ofrecer una imagen como quien expone una explicación sencilla. Todo para re�ejar cómo nuestra socie-dad contemporánea reduce la vida a valores monetarios. Houellebecq, sin lugar a dudas, nos obliga a confrontar las ideas sobre occidente que teníamos antes de empezar a leer.

Al �nal salimos, como corresponde. No dejó de parecerme irónico que se colo-caran los libros para ser vendidos y �rmados por el autor. La cola era bastante larga y esperé mientras Ana la hacía para conseguir el autógrafo en su ejemplar de Poesía. Como en una banda de mercado los compradores pasaban después de pagar el libro para dar su nombre a una mujer que, a su vez, se lo daba al escritor francés para que �rmara sin confusiones.

Me pregunté si estarían vendiendo El mundo como supermercado

como si se hubiese recostado mucho tiempo en un mismo sitio y ninguna mano (ni siquiera la de él) hubiera tenido la bondad de devolver los pelos a su sitio –mov-imientos ágiles, en �n, que contrastaban con el cuerpo que estaba viendo. (Abrí el libro para revisar el año del nacimiento y leí que tiene apenas 54 años).

Cuando se posó frente al micró-fono para leer el primer poema vi sus pantalones acordeonados y pensé que había algo en su pres-encia que me recordaba a un sacerdote. Un tímido sacerdote atormentado con el Misterio, perdido en una misión perdida. Esta sensación se fue pasando mientras lo oía recitar, echarse relajado en la silla, fumar cigarril-los previamente mal liados y declamar sin posturas versos sobre su vacío interior. Para enton-ces se me apareció como un esmir-riado tenista que le pega con fuerza a la pelota de la insatisfac-ción y del sufrimiento que el mundo, según nos dice, le ha ido lanzado sin piedad. Un tenista que mueve la mandíbula como un anciano de 80 años antes de romperle el servicio a la realidad.

"La sociedad en la que vivís tiene como �n destruiros.” Escribe en el libro Sobrevivir, al cual, vale desta-car, no considera que esté com-puesto de poemas, sino más bien por una especie de “cartas de San Pablo” o de prescripciones. Con-

tinúa diciendo: “Otro tanto se puede decir de vosotros respecto a ella. El arma que empleará es la indiferencia. Vosotros no podéis permitiros adoptar la misma actitud. ¡Pasad al ataque! Toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus heridas. ¡Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte!”. (27,2012)

Y allí estaba él, encarnando sus palabras, en medio del ataque, armado con sus textos, metiendo la llaga en su propia herida para obligar-nos a todos a sentir. De frente al micró-fono, habiendo colocado a su lado una mochila de estudiante, sucia y usada, de donde sacó sus libros, llenos de marcas y post-its. Claro que esta imagen lo revelaba también como un adolescente, le daba a todo el esce-nario rimbombante francés una remi-niscencia a recital colegial. Algo muy genuino en todo esto chocaba con el ambiente prefabricado, pero también, ante mis ojos, lo hacía quedar más y más desprotegido.

Comenzó leyendo un poema en prosa, de la tercera parte de El sentido de la lucha del que copio una parte:

“Las golondrinas alzan el vuelo, rozan las mareas, y se elevan en espiral en la tibieza de la atmósfera. No hablan con los humanos, porque los humanos se quedan pegados a la Tierra.

Las golondrinas no son libres. Están condicionadas por la repetición de sus órbitas geométricas. Modi�can ligera-mente el ángulo de incidencia de sus alas para describir espirales cada vez más abiertas con respecto al plano de la super�cie terrestre. En resumen, no hay ninguna enseñanza que extraer de las golondrinas.”

era que también coquetea con el humor. Y esto mismo creyó quien lo entrevistaba, pero Houellebecq a�rmó que, más bien, buscaba acer-carse al burlesque; una suerte de ridiculización de la voz poética. Pero, repitió, la rima le permite sobre todo penetrar en lo irracional, hacer callar al pensamiento y, con ello, hallar, re-descubrir, las palabras poéticas dentro del lenguaje: la poesía como algo encontrado, no creado.

Todo esto lo posiciona como un heredero de los románticos, cosa que a�rma en varios de sus poemas. Eso sí, un romántico muy particular: uno con los ojos que permitieron a Sartre escribir La náusea; un tataranieto de Schopenhauer preso en una socie-dad liberal y en una época de la que continuamente desdice, pero en la que muy a su pesar –o no– se ha convertido en una suerte de ícono. Y no podría ser para menos, porque, de muchos modos, también la encarna.

lado bpor v. albe

El miércoles 19 de septiembre fui al Institut Français para ver la presentación del libro Poesías, de Michel Houellebecq.

Llegué demasiado temprano y pude ver al autor en la entrada, sentado junto a las puertas de cristal, frente a los periodistas de los cuales estaba separado por una mesa. Houelle-becq, me pareció, respondía con hastío y desgano. Cuando lo vi pensé: la foto que aparece en El mapa y el territorio le hace bien, parece menos deprimido, menos acabado. De hecho no relacioné de inmediato la

lado apor ana lucía de bastos @analuciadbh

El 19 de septiembre de este año Michel Houellebecq visitó Barcelona para promocionar la publicación de su libro Poesía, el cual condensa toda su obra poé-tica. La edición, bilingüe, es de Anagrama y reúne en un sólo tomo sus cuatro títulos: Sobrevivir, El sentido de la lucha, La búsqueda de la felicidad y Renacimiento. Para la present-ación del libro el Instituto Francés prestó una de sus salas de espec-táculos y así, algunos como yo, armados de traducción simul-tánea, pudimos ver y escuchar al autor en vivo.

Había buscado fotos y datos de su vida cuando leí El mapa y el terri-torio pero al tenerlo ahí enfrente quedé sorprendida: no tanto por la delgadez extrema, la piel atiran-tada y grasosa a la vez o los ojos hundidos, sino por la sensación de estar viendo a alguien muy viejo o muy enfermo. Frágil, pensé, hay algo en él muy frágil: como un pájaro mojado en medio de una autopista. Houellebecq entró a la sala y subió (saltó) a la tarima con movimientos rápidos, pantalón beige y camisa amarilla –todo arrugado– zapatos marrones, pelo despeinado –un pelo �no y duro al mismo tiempo, esponjado, gris, levantado en la parte de atrás,

los poemas, y por lo tanto, al propio trabajo poético de Houelle-becq. Se descubre en ellos un lado lúdico, un regreso a la canción y en especial, al inconsciente, al que nos dijo recurre preferentemente: para escribir poesía pre�ere no pensar. Incluso levantarse de madrugada, con un ritmo interior derivado del sueño, que es normalmente en su caso la caden-cia del alejandrino, y deja caer, empujado por ese río rimado, las palabras. Copio la primera estrofa de otro de los poemas que leyó, el cual, creo, tiene un tono mucho más fatalista en español que en su original francés rimado. Es del libro La búsqueda de felicidad :

Mundo Exterior

Hay algo muerto en el fondo de mí,

Una vaga necrosis una ausencia de alegría,

Transporto conmigo una parcela de invierno,

En mitad de París vivo como en el desierto.

Monde Extérieur

Il y a quelque chose de mort au fond de moi,

Une vague nécrose una abscense de joie

Je transporte avec moi une parcelle d´hiver,

Au milieu de Paris je vis comme au désert.

Al expresar estos sentimientos en rima –en pleno siglo XXI cuando no nos esperamos la rima– pareci-

El traductor, en su turno al micró-fono, le añadió con su entonación cierta solemnidad que Houellebecq no le daba. Pensé entonces que, sin embargo, las palabras de sus poemas eran tan lúcidas que lograban trans-mitir toda su fuerza y calidad. Pero luego sabría que esto era cierto únicamente para los poemas que no eran rimados. Luego de leer el poemario y comparar el original en francés con la traducción en español me pareció aún más importante la conversación/entrevista que man-tuvo Houellebecq al �nal de la lectura. El autor hizo un gran énfasis en la forma, en aquello que de�ne en el libro Sobrevivir como “articu-lación”:

“Si no conseguís articular vuestro sufrimiento en una estructura bien de�nida, estáis jodidos. (…) Creed en la estructura. Creed también en la métrica antigua. La versi�cación es una poderosa herramienta de liberación de la vida interior.“

Muchos de sus poemas están articu-lados con versos rimados y estruc-turados, en general, por alejandrinos. La musicalidad que le otorgan estos rasgos sí se pierde totalmente con la traducción. Si leemos sus poemas únicamente en español parecen muchas veces herméticos en sus imágenes, cuando esta oscuridad se debe a la obligatoriedad de la rima. Es decir, esta condición empuja al poeta a escoger la palabra adecuada no ya entre todo el universo léxico sino únicamente en el limitado número de palabras que terminen con cierta sílaba. Hay una búsqueda mucho más auditiva que cognitiva y esta razón le da otro tono y sentido a

Page 74: Revistanudel 2012

David Roas acaba de publi-car su último libro en Lima, Perú. Sus Intuiciones y delirios recogen un puñado de microcuentos que ofre-cen un vistazo relajado a viejos temas y plantan cara a la corriente cada vez más seria de la literatura.

Frente a un sistema editorial en castellano que bene�cia las largas novelas serias y rigurosas, Roas nos trae, auspiciado por la editorial Micrópolis, un libro que no llega a las sesenta páginas. Sin embargo, en ellas el lector puede echar un vistazo a lo que parece ser un barómetro general de la escritura del barcelonés. Si tomamos en cuenta que reúne cuentos escritos desde 1996 hasta el 2012.

Además, este título tiene un elemento que lo distancia de los otros de Roas que he leído (Horrores cotidianos y Distorsiones). Antes que ser una mirada indagatoria e incisiva de la realidad, los cuentos brevísimos que ahora comento echan una mirada despreocupada a la vida. Todo esto acompañado de lo que, para quienes lo conocemos, son sus autores preferidos: Monter-roso, Borges, por referir los más evidentes. Así no hay que ser muy erudito para entender que en “(La inevitable sección sobre) El dinosau-rio”, se está jugando con la famosa línea del narrador guatemalteco. Un ejemplo memorable: “Cuando despertó, el cobrador de la luz

todavía estaba allí”. Pero quizás una de las variaciones más desta-cable es en la que Roas juega con su Dios tutelar, Jorge Luis Borges: “Cuando despertó se encontró dentro de un relato de un dino-saurio que despertaba ante un espejo que le devolvía la imagen de un tigre adormilado.”

Aunque parecen pedir un lector atento, estos relatos no necesitan un académico para ser compren-didos; muy al contrario, toman una visión que percibe la vida como algo curioso y extravagante, pero sólo para reírse de ella. Si bien vale la pena que quien abra el libro conozca algunos refer-entes, nunca dejará de compartir la sonrisa extrañada de quien observa la idiosincrasia de un limeño que, justo después de salvarse por “pocos milímetros” de ser atropellado, sin ninguna preo-cupación dice: “Uf, casi me convi-erto en estadística”, sigamos

leyendo.

El minicuento nos permite recordar que muchas páginas no signi�can mucha calidad, al contrario, por favor sea breve. Además, al tener que buscar un giro extraño, nos obliga a ver la vida con menos peso, como el giro irónico que es. En su misma brevedad, en esa exigencia al ingenio, el minicuento nos detiene y nos permite sonreírnos y recordar que al �nal todos tenemos el mismo �nal, que nuestros días se van que-mando sin sentido, dando vueltas entre los mismos monstruos tontos que nos asaltan al �nal de las esqui-nas para dejarnos irremediable-mente vivos. Pero yo no me extend-eré más, no seré el pesado, más bien, le dejaré la palabra a David en su brevísima de�nición de la vida: “La vida es un negocio absurdo, como el de aquel tipo que a medida que fabricaba cerillas se dedicaba a encenderlas para comprobar si funcionaban.”

Page 75: Revistanudel 2012

David Roas acaba de publi-car su último libro en Lima, Perú. Sus Intuiciones y delirios recogen un puñado de microcuentos que ofre-cen un vistazo relajado a viejos temas y plantan cara a la corriente cada vez más seria de la literatura.

Frente a un sistema editorial en castellano que bene�cia las largas novelas serias y rigurosas, Roas nos trae, auspiciado por la editorial Micrópolis, un libro que no llega a las sesenta páginas. Sin embargo, en ellas el lector puede echar un vistazo a lo que parece ser un barómetro general de la escritura del barcelonés. Si tomamos en cuenta que reúne cuentos escritos desde 1996 hasta el 2012.

Además, este título tiene un elemento que lo distancia de los otros de Roas que he leído (Horrores cotidianos y Distorsiones). Antes que ser una mirada indagatoria e incisiva de la realidad, los cuentos brevísimos que ahora comento echan una mirada despreocupada a la vida. Todo esto acompañado de lo que, para quienes lo conocemos, son sus autores preferidos: Monter-roso, Borges, por referir los más evidentes. Así no hay que ser muy erudito para entender que en “(La inevitable sección sobre) El dinosau-rio”, se está jugando con la famosa línea del narrador guatemalteco. Un ejemplo memorable: “Cuando despertó, el cobrador de la luz

todavía estaba allí”. Pero quizás una de las variaciones más desta-cable es en la que Roas juega con su Dios tutelar, Jorge Luis Borges: “Cuando despertó se encontró dentro de un relato de un dino-saurio que despertaba ante un espejo que le devolvía la imagen de un tigre adormilado.”

Aunque parecen pedir un lector atento, estos relatos no necesitan un académico para ser compren-didos; muy al contrario, toman una visión que percibe la vida como algo curioso y extravagante, pero sólo para reírse de ella. Si bien vale la pena que quien abra el libro conozca algunos refer-entes, nunca dejará de compartir la sonrisa extrañada de quien observa la idiosincrasia de un limeño que, justo después de salvarse por “pocos milímetros” de ser atropellado, sin ninguna preo-cupación dice: “Uf, casi me convi-erto en estadística”, sigamos

leyendo.

El minicuento nos permite recordar que muchas páginas no signi�can mucha calidad, al contrario, por favor sea breve. Además, al tener que buscar un giro extraño, nos obliga a ver la vida con menos peso, como el giro irónico que es. En su misma brevedad, en esa exigencia al ingenio, el minicuento nos detiene y nos permite sonreírnos y recordar que al �nal todos tenemos el mismo �nal, que nuestros días se van que-mando sin sentido, dando vueltas entre los mismos monstruos tontos que nos asaltan al �nal de las esqui-nas para dejarnos irremediable-mente vivos. Pero yo no me extend-eré más, no seré el pesado, más bien, le dejaré la palabra a David en su brevísima de�nición de la vida: “La vida es un negocio absurdo, como el de aquel tipo que a medida que fabricaba cerillas se dedicaba a encenderlas para comprobar si funcionaban.”