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resumen schumpeter

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Page 1: resumen schumpeter

Principales contra-argumentos hacia la teoría clásica de democracia:

No hay tal bien común, en el cual todo el mundo pueda estar de acuerdo o pueda hacérsele estar de acuerdo en virtud de una argumentación racional. Esto se explica porque para los individuos y grupos, el bien común ha de significar necesariamente cosas diferentes, así como también nuestras concepciones de lo que deben ser la vida y la sociedad, están más allá de la mera lógica.

Aun cuando resultase aceptable para todos un bien común definido, esto no implicaría respuestas igualmente definidas para los problemas singulares. Discrepancia fundamental acerca de los mismos fines.

Como consecuencia de los 2 argumentos anteriores, el concepto particular de la voluntad general, adoptado por los utilitaristas (padres de la teoría clásica de la democracia), se desvanece en el aire. Pues este concepto presupone la existencia de un bien claramente determinado y discernible para todos.

En las democracias clásicas, ingenuamente la voluntad del pueblo derivaba de la voluntades individuales, y a no ser que existiese un centro, el bien común, hacia el cual graviten todas las voluntades individuales a largo plazo, no se obtendrá ese tipo de “voluntad general natural”

Tanto la existencia como la dignidad de este concepto, al no haber bien común, se desmoronan en el polvo.

Schumpeter al dejar de lado la teoría clásica, explica que la sociedad pierde la sanción racional, es decir, a fin de reclamar dignidad ética para las soluciones que se adopten es necesario entregarle una confianza ilimitada a las formas democráticas del gobierno, confianza que en principio tendría que ser independiente de la deseabilidad de los resultados.

Para que pudiéramos de VG, todo el mundo tendría que saber de un modo preciso lo que quiere defender. Esta precisión de las voliciones (Acto realizado por voluntad propia) tendría que estar fundada en la capacidad para observar e interpretar correctamente los hechos que son directamente accesibles a cada uno para que luego se pasara por el filtro critico individual, separando la información relevante de los hechos que no lo son, finalmente se tendría que llegar a una conclusión clara y rápida con un alto grado de eficiencia general que pudiera sostener sin notorio absurdo que la opinión de un ciudadano seria aproximadamente tan buena como la de cualquier otro.

Todo esto lo tendría que realizar el ciudadano medio por sí mismo e independientemente de la presión de grupos (ej.: partidos políticos) y de la propaganda. En mi opinión esto es casi imposible de realizar.

Aun cuando las opiniones y deseos de los ciudadanos individuales fuesen datos perfectamente definidos e independientes a elaborar por el proceso democrático, y aun cuando todo el mundo actuase respecto de ellos con racionalidad y rapidez ideales, no se seguiría necesariamente que las decisiones políticas producidas por ese proceso, partiendo de la materia prima de esas voliciones individuales, representase algo que, en un sentido convincente, pudiera ser denominado “voluntad del pueblo”. Es, pues, no solo concebible, sino

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muy probable que las decisiones políticas a que se llegue mediante ese proceso no concuerden con “lo que el pueblo quiere realmente”, sobre todo cuando las voluntades están muy divididas.

Centrándonos en el individuo, grosso modo, este comprende las cosas que conciernen directamente a él, a su familia, a sus negocios, a sus aficiones, a sus amigos y enemigos, a su municipio o barrio, sindicato o cualquier otro grupo social del cual sea un activo miembro, es decir, las cosas que están bajo su observación personal, las cosas que le son familiares, las cosas en las que pueda influir directamente o puede dirigir y por las que desarrolla una especie de responsabilidad representan los principales pilares de la personalidad humana, dejando claramente de lado el ideal de la voluntad general. La esfera privada predomina.

El debilitamiento del sentido de responsabilidad en los aspectos públicos y la falta de voliciones efectivas explican a su vez esta ignorancia del ciudadano corriente y la falta de juicio en cuestiones políticas.

Todo esto viene a poner de manifiesto que, sin la iniciativa que desarrolla la responsabilidad directa, persistirá la ignorancia política, aun cuando la sociedad disponga de la información más abundante y completa. El ciudadano normal desciende a un nivel inferior de prestación mental tan pronto penetra en el campo de la política.

La voluntad que observamos al analizar los procesos políticos no es ni con mucho una voluntad autentica, sino una voluntad fabricada por los distintos factores externos que impactan en el normal racionamiento personal. Somos tan sensibles a la influencia de la propaganda y de otro métodos de persuasión que a menudo parece que son los productores quienes dictan la voluntad, es cierto que de por medio hay alguna apelación a la razón, pero una simple afirmación repetida con frecuencia, tiene más peso que un argumento personal. Con frecuencia este artefacto es lo único que corresponde a la VG, siendo el producto y no la fuerza propulsora del proceso político.