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Post under Opinión Quod erat demostrandum Por Frank G. Rubio La libertad de opinión es una farsa a menos que se garance la información objeva y que no estén en discusión los hechos mismos Hannah Arendt

Quod erat demostrandum

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La descarada e inoportuna intervención de Obama en favor de la “revolución” democrática en Egipto y la consideración en círculos decisorios norteamericanos de la Hermandad Musulmana como una fuerza “moderada” y un interlocutor valido será, posiblemente, el mayor error estratégico, como lo han sido las guerras de Irak y Afganistán, de la política exterior de los Estados Unidos en los últimos años. El islamismo no es la solución sino parte inesquivable del problema

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Post under Opinión

Quod erat demostrandumPor Frank G. Rubio

La libertad de opinión es una farsa a menos que se garantice la información

objetiva y que no estén en discusión los hechos mismos

Hannah Arendt

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La descarada e inoportuna interven-ción de Obama en favor de la “revo-lución” democrática en Egipto y la consideración en círculos decisorios norteamericanos de la Hermandad Musulmana como una fuerza “mo-derada” y un interlocutor valido será, posiblemente, el mayor error estra-tégico, como lo han sido las guerras de Irak y Afganistán, de la política exterior de los Estados Unidos en los últimos años. El islamismo no es la solución sino parte inesquivable del problema.

Frank G. Rubio«El huevo de la serpiente»

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No escribí esto hace dos años en El Pulso como agorero sino como ente reflexivo y, por lo

tanto, no creyente: ni en las virtudes de la deformada rama del abrahamis-mo, del cual es representante tortice-ro el islamismo de los Hermanos Mu-sulmanes, ni en el “fundamentalismo democrático” de quienes hoy se ras-gan las vestiduras ante el golpe de es-tado que ha permitido a los egipcios liberarse, por ahora, del lamentable y sectario totalitarismo, fundado y financiado por fuentes exógenas, im-plantado tras los peculiares y manipu-lados sucesos de lo que ha sido dado en llamarse “primavera árabe”.

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Las reacciones ante el evento cuida-dosamente distorsionado por los me-dios de desinformación occidentales, como muy bien han señalado fuentes cercanas a la cúpula del iglesia copta, nos permiten circunscribir en una pri-mera aproximación su trascendencia. Pongamos dos ejemplos de rechazo contundente; haremos caso omiso del New York Times, hoja parroquial prestigiada de la fracción dominante de la élite norteamericana y del lo-bby israelí, claramente posicionada en minar al nuevo régimen.

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1 El Primer Ministro turco Erdogan ha acusado a Israel de estar detrás del golpe en Egipto, llegando a se-ñalar tener pruebas documentales de ello. Dada la trayectoria de este personaje vinculado a la Herman-dad Musulmana, por lazos nada tenues y a la peligrosa política de infusión del islamismo en su país, siguiendo mecánicas gramscianas, donde afronta movimientos ciuda-danos de revuelta similares a los del país africano, es de recibo exigirle mostrar estas pruebas que aduce o callar. Tiene sus días contados, aña-dimos, y su régimen muy posible-mente también.

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2 En cuanto al sucesor de Chávez, personaje de una medianía sin pre-cedentes, poco hay que comentar. Su torpeza e ignorancia hablan siem-pre en favor de aquello contra la que se posiciona. ¿Para cuando el derro-camiento de esta, muy perjudicial para el pueblo venezolano, fantasía populista auspiciada desde determi-nadas facciones del núcleo dirigen-te angloamericano, enmascarada de socialismo jesuítico con toques cosméticos castristas? ¿Habrá que esperar a la pronta, y muy deseable destrucción física del Vaticano, en el marco de la Tercera Guerra Mundial que ya ha comenzado?

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Pero conozcamos qué es este “funda-mentalismo democrático” que tantos errores provoca y que acabará lesio-nando muy posiblemente de manera definitiva a la civilización occidental:El fundamentalismo democrático, y seguimos literalmente la definición de Symploké, es una ideología idea-lista que afirma que la democracia

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constituye el fundamento de la au-téntica sociedad política. Según el fundamentalismo democrático, hay una idea pura de democracia de la que las sociedades existentes son una realización más o menos per-fecta. Cualquier régimen político no democrático será considerado ilegítimo, e incluso perderá su con-dición de verdadera sociedad polí-tica. Esta ideología sostiene que en una democracia existe la “voluntad general” y que el pueblo es quien tiene el poder, sin perjuicio de que pueda delegarlo a sus representan-tes. El fundamentalismo democrá-tico, en cuanto idealismo político y

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jurídico, ignora que los estados sim-plemente existen y que, en rigor, no son susceptibles de ser legitimados, de la misma manera en que no se puede justificar normativamente la existencia del suelo a partir del derecho urbanístico. Es el Estado el que genera los mecanismos de legi-timación, no a la inversa. Además, el concepto de “voluntad general” apunta a una realidad inexistente, ya que la suma de voluntades nun-ca constituye otra voluntad. Por otra parte, es imposible que en una democracia el pueblo mande, ya que se trata de un régimen po-lítico como cualquier otro, donde

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una parte de la sociedad ejerce el poder sobre el resto; lo distintivo de la democracia consiste en que el pueblo (entendido ahora como “cuerpo electoral”, y no de forma sustancialista) se limita a seleccio-nar por medio de unas elecciones a los gobernantes.

Dice también mucho sobre el espí-ritu democrático de los derrocados partidarios del presidente Morsi, por cierto con nacionalidad norteameri-cana, su reacción ejemplar: pacífica y cívica en extremo basada esencial-mente en el incendio de edificios públicos y de iglesias cristianas, en

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el uso de francotiradores dialogan-tes y en el saqueo de museos. Tanto la apelación al martirologio, como el afeitado de barbas y la huida posterior, dan cuenta de la dimen-sión humana de estas “buenas gen-tes”, si utilizase el término alimañas sería más apropiado, apadrinadas por fuerzas foráneas con designios

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inconfesables pero marcadamente contrarios a la supervivencia de la nación egipcia. Y a los intereses y sensibilidades de una muy amplia mayoría, no electoral sino social y cultural, del país de las pirámides.Porque las cosas son más complejas de lo que quieren hacernos creer los fundamentalistas democráticos a quienes la geopolítica, la tradición histórica y cultural de los pueblos o nacio-

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nes o la misma lógica situacional trae totalmente al fresco.

Nos encontramos ante una religión política con sus

elementos básicos: creyentes adoctri-

nados y tartu-fos sacerdo-

tales.

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Tanto el Ejército como los Hermanos Musulmanes han incrementado su potencia mediante el enfrentamien-to, en gran medida consensuado en la sombra entre ambos a lo largo de las últimas décadas; tras la muerte de Nasser que no dudaba, como no dudan chinos y rusos hoy en tratar a los islamistas como lo que son: peligrosos criminales y enemigos del orden social, llegan Sadat y los penosos acuerdos de Camp David, elevados al empíreo por la propa-ganda occidental, que hicieron girar la política internacional en torno a las sórdidas vicisitudes de Oriente Medio, y del muy artificial conflic-

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to árabe-israelí. Aunque el país del Nilo ha obtenido apoyo norteameri-cano a raudales es bastante menor que el recibido por Israel, añadimos, pero en la misma línea e idéntica intencionalidad geopolítica. Hasta ahora.

Las elecciones que llevaron al po-der a los Hermanos Musulmanes consideradas “únicas en la historia” por la prensa occidental, la misma que nos está vendiendo “la crisis” y nos convenció de la necesidad de las guerras de Irak y Afganistán asu-miendo como realidades indubita-bles los atentados de falsa bandera

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y las mentiras asombrosas sobre las armas de destrucción masiva que las posibilitaron, son de muy dudosa condición. Es decir: fueron auténticos fraudes, infinitamente más alejados de un proceso electo-ral trasparente que las elecciones rusas donde los euro americanos, utilizando el repelente vandalismo de las Pussy Riots (entre otros recur-sos), trataron de derribar a Vladimir Putin deslegitimándole mediante una seudo revolución de color. Pero recurramos a algunos datos para apoyar nuestra aseveración:

Se votó en dos convocatorias (23/24

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de mayo y 16/17 de junio, 2012) Fue la segunda elección realizada en Egipto con más de un candida-to y la primera tras la denominada “revolución egipcia” del 2011. La participación en la primera entrega censal de voluntades, manipuladas y dispersas, fue del 46 por ciento. Oído al parche.

Morsi consiguió un 25, seguido por Ahmed Shafik con un 24; entre los otros tres candidatos se llevaron un 50 por ciento. ¿Alguien da menos?

En la siguiente convocatoria, para despejar incógnitas, participó un 52

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por ciento del cuerpo electoral. A Morsi se le adjudicaron un 51.7 de los votos y a su adversario 48.3.

Morsi no tenía al ser elegido siquie-ra el apoyo de uno de cada cuatro egipcios, dando por supuesto que las elecciones fueran transparen-tes y modélicas cosa que incita a la sonrisa. ¿Por qué habrán de serlo en un país que lleva 5.000 años sin hacer elecciones, ni falta que le han hecho? ¿Por que lo quieren Obama y los merluzos corruptos de la Unión Europea? Hablando en plata pero no como un platirrino, como el ex presi-dente Carter.

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No insistiré en la obvia distinción a considerar, con relación a cualquier régimen político, entre la legitimi-dad de origen y la legitimidad de ejercicio, siendo la segunda la más importante; como señala Meyssan en la Red Voltaire: entre los propósi-tos de Morsi estaba privatizar el ca-nal de Suez y participar en la guerra contra Siria. Un par de nimiedades

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antes las que hay que mantenerse pasivo, claro.

El ejército egipcio, que también tiene sus “líneas rojas”, no podía aceptar esto, y la nación tampoco. El apoyo al golpe ha sido masivo y su naturaleza ha sido nacionalista y afirmativa.

Ya ampliaremos en otras entregas con información geopolítica, no con anécdotas sentimentaloídes y polí-ticamente correctas fabricadas por los secuaces de Edward Bernays, so-bre el decurso de los acontecimien-tos en Egipto n

¿Y cómo iba a hacer frente Don Quijo-te a un pueblo que tiene a gala rebuz-nar? La manera de expresarse colecti-vamente un pueblo es un a modo de rebuzno, aunque cada uno de los que lo componen use del lenguaje articu-lado para sus menesteres individuales, pues sabido es cuán a menudo ocurre que al juntarse hombres racionales o semirracionales siquiera, formen un pueblo asno.

Miguel de Unamuno Vida de don Quijote y Sancho

Frank G. Rubio (Madrid, 1956) es el seudó-nimo de Francisco de Asís González Rubio, escritor e investigador español.

Frank G. Rubio ha escrito sobre el Diablo y diversos temas relacionados con lo Oculto. Obras suyas son: El Libro de Satán coescrito con Carlos Aguilar, El Libro del Destino, co-escrito con María José Pérez Dosío y El Con-tinente Perdido (The Lost Continent), una antología de escritos de Aleister Crowley. Actualmente prepara una nueva antología de textos de Crowley para la editorial Val-demar. También ha realizado la antología de relatos Trece para el Diablo. Las mil ca-ras del Príncipe de las Tinieblas (Valdemar, 2010). En el libro Cara y cruz de la maso-nería (Áltera, 2010), Frank defiende a la maltratada Orden con su ensayo “La vida en la luz”.

Ha colaborado en numerosos medios, entre otros: Generación XXI, Galaxia, revista MC, Prótesis, Ulises, Apuntes de la Sierra, Pause, Quatermass, Historia de Iberia Vieja y Más Allá de la Ciencia. Colabora asiduamente en el blog colectivo El butano popular, mien-tras mantiene su propio blog, dentro de Ge-neración XXI.

Su obra más personal es el trabajo coescrito con Enrique Freire: Protocolos para un Apo-calipsis dedicado a la denominada “Teoría de la Conspiración”. Reside en Madrid, y quizás eso le hace añorar haber nacido en otro planeta.