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6 OCTUBRE DE 2014 LIBROS, CENSURA, APERTURA Fotografía: © CORTESÍA DE ROBERT DARNTON “¿Qué es la historia del libro?” Una revisión ROBERT DARNTON ARTÍCULO En su ensayo clásico de 1982, nuestro homenajeado planteó un modelo general sobre la manera en que los libros surgieron y se difundieron en la sociedad; en él veía la publicación como un circuito en el que se interrelacionan distintos actores, sujetos a la injerencia de agentes externos. Un cuarto de siglo después, en 2007, luego de numerosas discusiones y del surgimiento de incontables modelos nuevos, hizo una reevaluación de su ensayo; la ofrecemos aquí por primera vez en español www.elboomeran.com

Qué Es a Historia Del Libro Ensayo_darnton

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    Qu es la historia del libro? Una revisin

    R O B E R T D A R N T O N

    ARTCULO

    En su ensayo clsico de 1982, nuestro homenajeado plante un modelo general sobre la manera en que los libros surgieron y se difundieron en la sociedad; en l vea la publicacin como un circuito en el que se

    interrelacionan distintos actores, sujetos a la injerencia de agentes externos. Un cuarto de siglo despus, en 2007, luego de numerosas discusiones

    y del surgimiento de incontables modelos nuevos, hizo una reevaluacin de su ensayo; la ofrecemos aqu por primera vez en espaol

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    QU ES LA HISTORIA DEL LIBRO? UNA REVISIN

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    A l aceptar la invitacin a re-visar mi ensayo de 1982, What Is the History of Books?, me doy cuenta de que slo puedo llevar a cabo esta tarea en la pri-mera persona del singular, y por lo tanto debo discul-parme por consentir cier-tos detalles autobiogr -cos. Tambin me gustara hacer una aclaracin: hace veinticuatro aos, al proponer un modelo para el es-tudio de la historia del libro no era mi intencin decir a los historiadores cmo deban hacer su trabajo. Te-na la esperanza de que el modelo pudiera ser til en una forma heurstica y nunca pens en l como algo que pudiera compararse con los modelos preferidos por los economistas, del tipo en el que se presentan datos, se trabaja en ellos y se llega a una conclusin. (En mi opinin, en la historia no existen las conclu-siones.) En 1982 me pareca que la historia del libro sufra de lo que los bilogos llaman siparidad: los expertos realizaban estudios tan especializados que comenzaban a perder contacto entre ellos. Los ele-mentos esotricos de la historia del libro deban inte-grarse en una visin general que mostrara cmo las partes podan conectarse para formar un todo, o lo que yo describ como un circuito de comunicacin. An persiste la tendencia hacia la fragmentacin y la especializacin. Otra forma de hacerle frente podra ser instar a los historiadores del libro a confrontar tres interrogantes principales:

    Cmo surgen los libros? Cmo llegan a los lectores? Qu obtienen de ellos los lectores?

    No obstante, para responder estas preguntas es pre-cisa una estrategia conceptual que reconcilie los co-nocimientos especializados y que conciba el campo como un todo.

    Cuando re exiono acerca de mis propios intentos por esbozar una estrategia de este tipo me doy cuen-ta de que se trata de una reaccin ante la intuicin de problemas interconectados que me haba sorprendi-do mucho antes, cuando empec a trabajar en los ar-chivos de una editorial por primera vez. Mirar al pa-sado desde el presente tambin funciona como un recordatorio de que mi ensayo de 1982 no hace justi-cia a los avances de la historia del libro producidos durante el siguiente cuarto de siglo; ha sido reimpre-so y debatido lo su ciente como para hacer visibles sus de ciencias. De manera que no me propongo vol-verlo a escribir, pero s me gustara indicar cmo po-dra mejorar y relatar la experiencia en los archivos en los cuales se origin.

    Me zambull por primera vez en los documentos de la Socit Typographique de Neuchtel (stn) en 1965, y sin saberlo de inmediato, ya estaba estudiando la historia del libro. En aquel entonces el trmino no exista, aunque el innovador volumen de Henri-Jean Martin y Lucien Febvre, La aparicin del libro, haba estado disponible desde 1958. Fui a Neuchtel en bus-ca de algo ms: informacin acerca de Jacques-Pierre Brissot, el lder de los brissotinos o girondinos du-rante la Revolucin francesa, quien public la mayor parte de sus obras antes de 1789 con la stn. Empero, cuando empec a seguir el rastro de Brissot entre los documentos de su editor, descubr un tema que pare-ca ms importante que su biografa, a saber, el libro mismo y todos los hombres y mujeres que lo produ-can y distribuan bajo el Ancien Rgime.

    No es que me sintiera decepcionado por las 160 cartas que Brissot intercambi con la stn. Por el contrario, stas me proporcionaron la imagen ms vvida y detallada que he encontrado hasta la fecha de las relaciones entre un autor y su editor en el siglo xviii. Con el tiempo las publiqu todas en internet. Pero el expediente de Brissot pareca pequeo en comparacin con las otras 50 mil cartas en los archi-vos de la stn: cartas de autores, libreros, molineros, consignatarios, contrabandistas, conductores de ca-rretas, cajistas y tipgrafos; cartas garabateadas por iletrados tales que para entenderlas haba que pro-nunciarlas enfticamente en una lectura en voz alta; cartas que revelaban una verdadera comedia huma-na detrs de los libros.

    El tipo ms emocionante de historia en 1965 era conocido como historia desde abajo. Fue un inten-to por recuperar la experiencia de la gente comn especialmente aquella en los estratos inferiores

    y por ver el pasado desde su perspectiva. Estas per-sonas nunca haban llegado a los libros de historia, con excepcin de las masas sin rostro convocadas para producir revoluciones o morir de hambre en puntos selectos de la narrativa. Como estudiante de posgrado en Oxford simpatizaba con este tipo de his-toria, pero nunca haba intentado escribirla. Los ar-chivos de Neuchtel abrieron la posibilidad de hacer por los hombres y mujeres desconocidos en el mundo de los libros del siglo xviii lo que E. P. Thompson, Ri-chard Cobb, Georges Lefebvre y George Rud haban hecho por los trabajadores, los campesinos y los sans-culottes. Incluso la historia intelectual, pens, podra estudiarse desde abajo. Los autores de Grub Street merecan tanta consideracin como los lso-fos famosos. Esta perspectiva me sigue pareciendo vlida, aunque tambin creo que el pasado debe ser estudiado desde arriba, desde los mrgenes a los cos-tados, desde todos los ngulos posibles. De esa ma-nera, podra ser posible crear lo que los historiado-res de los Annales solan llamar histoire totale. Pero hacia 1965 yo no haba absorbido mucho de la histo-ria de los Annales. Me encontr con ella por primera vez durante la dcada de 1960, a travs del contacto con Pierre Goubert y Franois Furet. En 1972 me hice amigo de dos historiadores del libro relaciona-dos con los Annales, Daniel Roche y Roger Chartier, y desde entonces he trabajado con ellos; pero eso vino despus. El libro sali primero y llegu a conocerlo a

    travs de los archivos de Neuchtel, aunque no era lo que yo haba estado buscando y result ser muy dife-rente de todo lo que haba esperado.

    Por supuesto, haba visto montones de libros del siglo xviii, pero nunca los haba tomado en serio como objetos; estudiaba los textos plasmados en sus pginas sin hacer preguntas sobre el propio mate-rial. Una vez que me zambull en los archivos de la stn surgieron todo tipo de preguntas, en particular sobre el papel. Para mi sorpresa, el papel ocupaba una gran parte de la correspondencia de los editores, mucho ms amplia que las fuentes de los tipos y las prensas. (A pesar de su carcter anacrnico utilizar el trmino editor, en lugar de librero o libraire-imprimeur.) La razn se hizo evidente cuando re-constru los costos de produccin de los libros de cuentas de la stn. El papel constitua 50 por ciento de los costos de produccin de un octavo ordinario en una tirada tpica de un millar de ejemplares, y 75 por ciento de los costos de la Encyclopdie.

    Las cartas de los propios molineros abrieron otra perspectiva. En ellas abundan las conversaciones so-bre el estado del clima: El clima se est tornando malicioso; Maldigo el clima. Por qu? Porque si llova mucho el agua se enlodaba y arruinaba las co-sas (agua mezclada con trapos viejos molidos) que conformaban el papel. Si no llova lo suciente la rueda hidrulica no girara de forma adecuada. Ms an, el mal clima proporcionaba una excusa para de-jar de suministrar a tiempo los lotes de papel. Resul-ta que los impresores a menudo encargaban lotes es-peciales, o campaas, como ellos las llamaban, cuando aceptaban trabajos importantes. Fijaban su programa de produccin y en ocasiones la contra-

    tacin y despido de los trabajadores de acuerdo con las fechas de entrega especicadas por los contratos con los proveedores de papel. Los contratos reque-ran negociaciones intensas, no slo en relacin con los tiempos, sino tambin en lo que se refera al pre-cio, la calidad y el peso de las resmas. Las condicio-nes eran diferentes en ciudades como Lyon y Pars, donde se dispona de grandes cantidades de papel gracias a intermediarios especializados (marchands papetiers). Pero los impresores suizos tenan que ob-tener sus suministros de molineros esparcidos por todas partes en el este de Francia y el oeste de Suiza, un rea vasta en la que se utilizaban tres medidas di-ferentes de peso y distintos tipos de moneda. Ade-ms, puesto que la moneda era cada vez ms escasa, los impresores de vez en cuando tenan que pagar con barricas de vino u otras materias primas. El valor de los ttulos de crdito variaba segn la abili-dad de quien los rmara y podan ser objeto de co-mercio a diferentes precios, o ser cobrados en su fe-cha de vencimiento, por lo general a travs de nego-ciaciones en las cuatro ferias anuales de Lyon. Los impresores trataban de deshacerse de ttulos de crdito menores con los molineros, y ellos a su vez optaban por no incluir sus mejores trapos en las co-sas destinadas a los impresores. As, la caza de gan-gas en ambos lados se convirti en amenazas de vi-rar los negocios hacia proveedores o clientes ms complacientes.

    Desde un molinero con dos cubas en una ladera del Macizo del Jura hasta un cambista en los tumul-tos de Lyon, la topografa humana era extraordina-riamente compleja y provea un amplio margen para el fraude. Los molineros a menudo estafaban al me-ter hojas de ms en sus resmas. Por qu hojas de ms? Lo mismo me pregunt, pero las quejas de la stn revelaron la respuesta: al diluir sus cosas los molineros producan hojas de menor calidad, por lo que tenan que utilizar ms de 500 hojas en sus res-mas con el n de llegar al peso acordado. Por tanto, los impresores pesaban las resmas recibidas, conta-ban las hojas que stas incluan y mandaban cartas llenas de quejas y solicitudes de reembolsos. Los mo-lineros respondan en tono de orgullo herido e indig-nacin, o, cuando eran descubiertos, con excusas, siendo la principal el clima, pero tambin otras cir-cunstancias especiales como Mi cubero estaba bo-rracho. La nocin del papel como un producto bajo negociacin continua los contratos para las cam-paas se negociaban antes de la entrega y despus de sta volvan a ser objeto de negociacin me tom completamente por sorpresa y, hasta donde s, nun-ca ha sido reconocida por los bibligrafos e historia-dores de la impresin.

    Esto tambin pesa sobre el asunto de la recepcin del lector. Si usted lee los anuncios de libros en revis-tas del siglo xviii, le sorprender el nfasis en la ma-teria prima de la literatura: Impreso en el papel de mejor calidad de Angulema. Esa estrategia mercado-tcnica sera impensable hoy en da, cuando los lecto-res rara vez se dan cuenta de la calidad del papel con el que estn hechos los libros. En el siglo xviii a me-nudo se encontraban manchas resultado del escurri-miento de un bastidor mal sujetado o trozos de falda que no haban sido adecuadamente molidas. Las ob-servaciones en relacin con el papel aparecen muy a menudo en las cartas de los libreros e incluso de al-gunos lectores, aunque la stn rara vez escuch algo de parte de clientes espec cos que me lleva a pen-sar que en la Europa moderna temprana exista una peculiar conciencia del papel. sta debe haber muer-to en el siglo xix, con la llegada del papel fabricado con mquinas papeleras a partir de pulpa de madera. Sin embargo, en pocas anteriores la gente miraba el sustrato material de los libros, no slo su mensaje verbal. Los lectores discutan los grados de blancura, la textura y la elasticidad del papel; empleaban un rico vocabulario esttico para describir sus cualida-des, tanto como lo hacen hoy en da con el vino.

    Podra hablar sin parar sobre el papel, pero lo que quiero sealar se re ere a algo distinto: la compleji-dad intrnseca en las actividades cotidianas de los editores. Ellos habitaban un mundo que no podemos imaginar a menos que leamos sus archivos y estudie-mos su labor desde el interior. Su correspondencia los muestra sorteando las complejidades de los pro-blemas en muchos aspectos de su o cio. No podan concentrarse exclusivamente en un problema, pues cada elemento de su trabajo repercuta en los dems, y el funcionamiento simultneo de las partes deter-minaba el xito del conjunto. La tabulacin diaria o

    En pocas anteriores la gente miraba el sustrato material de los libros, no slo su mensaje verbal. Los lectores discutan los grados de blancura, la textura y la elasticidad del papel; empleaban un rico vocabulario esttico para describir sus cualidades, tanto como lo hacen hoy en da con el vino.

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    semanal de entradas en sus libros de contabilidad elaborados registros a partir de los cuales pude re-construir sus clculos con el n de comprender su razonamiento les recordaba que tenan que coor-dinar una amplia variedad de actividades relaciona-das entre s de manera que cuando las existencias se agotaran y las cuentas fueran saldadas pudieran re-tener una ganancia. Su patrn de comportamiento corresponde al diagrama, tan inadecuado como ste era, que present en What is the History of Books?

    Para enfatizar este punto me gustara mencionar otros aspectos de la edicin que me sorprendieron cuando estudi los archivos de la stn y que, en lo que a m concierne, no han sido asimilados en la historia del libro. Por ejemplo:

    Contrabando. Al mirarla a travs de las cartas de los contrabandistas, la historia del libro result ser muy diferente de la actividad frentica que yo haba ima-ginado. El contrabando era una de las principales in-dustrias en numerosos gremios, en particular en el de los textiles y el de los libros y estaba organiza-do de diferentes maneras. La variedad ms so sticada era conocida por el nombre de seguro. Los auto-nombrados aseguradores negociaban contratos con las editoriales, garantizndoles llevar libros ile-gales a entrepts [puestos de comercio] secretos ms all de la frontera francesa, en las montaas del Ma-cizo del Jura, por un porcentaje de su valor al por mayor. Si el envo era con scado por un escuadrn aduanal (empleados de la Ferme Gnrale, una cor-poracin externa de recaudacin de impuestos y no funcionarios del Estado), la aseguradora le reembol-sara el costo total al remitente. La aseguradora em-pleaba equipos de campesinos para hacer el trabajo real: cargaban los libros sobre sus espaldas en paque-tes de 27 kilos (o 22 kilos cuando los puertos de mon-taa estaban obstruidos por la nieve). Si eran captu-rados, podan ser marcados con las letras gal, de ga-lrien o galeote, y ser enviados a remar en las galeras de la prisin de Marsella durante nueve aos o ms.

    Distribucin y venta. Estas funciones tomaron mu-chas formas. Me impresion de forma particular la importancia de los representantes de ventas (com-mis voyageurs o agentes viajeros de los editores). Yo pensaba que no existan antes del siglo xix, pero des-cubr que haban tejido una intrincada red de cone-xiones en Francia bajo el Ancien Rgime, con la que realizaban todo tipo de tareas. Vendan libros, co-braban facturas, disponan envos e inspeccionaban todas las libreras a lo largo de sus rutas. Todas las editoriales importantes recurrieron a ellos. A menu-do sus caminos se cruzaron, se hospedaron en los mismos hoteles e intercambiaron secretos comer-ciales durante noches aderezadas con un pichet de vino y un pichn asado. Algo de la conversacin de su gremio aparece en sus cartas y diarios. Un represen-tante de ventas de la stn pas cinco meses a caballo, detenindose en casi todas las tiendas de libros en el sur y el centro de Francia. Al llegar a una tienda to-

    mara sus medidas y se hara una serie de preguntas prestablecidas en su diario: Cunto crdito se po-dra extender al librero? (Preguntar a los comercian-tes locales.) Cul era su carcter? (Con abilidad, la cualidad ms deseable, signi caba que se poda contar con que pagara sus cuentas a tiempo.) Era un hombre de familia? (Los solteros despertaban sospechas, pero los hombres casados no deban tener demasiados hijos, pues podan sumergirlos en deu-das.) Al volver a Neuchtel, el representante de ven-tas haba adquirido un conocimiento incomparable de las condiciones del comercio del libro. Sus infor-mes complementaban las cartas de recomendacin de los empresarios y aliados en el gremio que cada se-mana llegaban a la o cina de la editorial, los cuales, tomados en conjunto, proporcionaban informacin crucial para el ajuste de las estrategias de ventas a la compleja topografa humana del negocio editorial.

    Agentes literarios. En el sentido moderno, como re-presentantes de los autores, este tipo de agentes no exista. En el siglo xviii los autores por lo general re-ciban un pago en efectivo por su manuscrito o un determinado nmero de ejemplares impresos, si es que reciban algo. No existan las regalas ni los dere-chos de traduccin. Sin embargo, todos los editores importantes en lengua francesa ubicados fuera de Pa-rs necesitaban un representante que cuidara de sus intereses en el corazn de la industria editorial. Los agentes parisienses escriban informes peridicos acerca del estado de la industria editorial, las condi-ciones polticas, la reputacin de los autores y los l-timos libros que estaban creando alboroto entre los in ltrados profesionales. En algunos casos los infor-mes constituyen un comentario sobre la vida litera-ria y pueden leerse como fuentes para el desarrollo de una sociologa histrica de la literatura.

    Piratera. Francia estaba llena de editoriales que pi-rateaban todo lo que se venda bien dentro de sus fronteras. Aunque no puedo probarlo, me parece que ms de la mitad de los libros que circularon en la Francia prerrevolucionaria obras de ccin y de no ccin, pero no manuales profesionales, tratados re-ligiosos ni pliegos de cordel fueron pirateados. Sin embargo, la piratera difera sustancialmente de lo que es hoy. El concepto moderno de copyright no se ajustaba a las condiciones de publicacin en los ini-cios de la era moderna, excepto en Gran Bretaa des-pus de la ley de copyright de 1710. Fuera de ah, los derechos para copiar eran determinados mediante privilegios y se extendan slo dentro de la jurisdic-cin del soberano que los emita. A los ojos de los franceses los editores holandeses y suizos parecan piratas, pero en casa se les consideraba respetables hombres de negocios. Llevaban a cabo estudios de mercado, calculaban riesgos y bene cios con expe-riencia profesional y en ocasiones formaban alian-zas, que sellaban con tratados, con el n de vencer a los competidores en el mercado, a tiempo que com-partan costos y riesgos. Encontr varios contratos

    entre las socits typographiques de Lausana, Berna y Neuchtel, celebrados despus de intensas nego-ciaciones que obligaban a cada editor a imprimir una parte de los libros y proporcionar una cantidad co-rrespondiente de la inversin de capital. Tales em-presas conjuntas nos obligan a reconsiderar la renta-bilidad de la edicin moderna temprana y reevaluar la naturaleza de la piratera en s misma, pues rara vez se pretenda que los libros piratas fueran copias exactas de los originales: impresos en papel relativa-mente barato, despojados de sus ilustraciones, abre-viados y adaptados sin preocuparse por la integridad del texto, estaban destinados a los sectores ms am-plios y ms pobres del pblico lector.

    Intercambios. Las alianzas editoriales tambin to-maron la forma de acuerdos para intercambiar li-bros. Despus de imprimir una edicin de mil ejem-plares, un editor a menudo intercambiaba cien o ms de ellos con editoriales aliadas a cambio de un nme-ro equivalente de folios que l mismo seleccionaba de entre sus existencias. De este modo poda maxi-mizar la variedad de obras disponibles en su reserva general (livres dassortiment) y reducir al mnimo los riesgos involucrados en la difusin de sus productos principales (livres de fond). No obstante, los inter-cambios involucraban clculos complejos que com-prendan la calidad del papel, la densidad de la tipo-grafa y estimaciones de demanda. La destreza en el terreno de los intercambios poda determinar el xi-to de un editor.

    Demanda. Debido a la prevalencia del intercambio, los editores eran propensos a convertirse en mayo-ristas. Algunos grupos de editoriales aliadas tenan catlogos similares y todos se abalanzaban al merca-do con ediciones piratas cuando se corra la voz de un best seller potencial. A diferencia de los xitos de ventas de hoy enormes ediciones publicadas por una sola compaa los best sellers en el siglo xviii eran producidos simultneamente por muchas edi-toriales en ediciones pequeas. Un editor que llega-ba tarde al mercado o que calculaba mal la demanda de un libro comn de mediano xito poda sufrir fuertes prdidas. As, los productores tomaban me-didas elaboradas para sondear el mercado mediante sus representantes de ventas, sus agentes en Pars y, por encima de todo, su correspondencia comercial. Al construir una red de clientes ables e inteligentes entre los libreros, un editor reciba asesoramiento constante a travs de una corriente diaria de cartas de parte de mayoristas y minoristas dispersos en una amplia zona, y a veces en toda Europa. Estar al tanto de la llegada de las cartas, da a da y pueblo por pueblo, es observar el ir y venir de las exigencias literarias.

    Polticas. Sin embargo, la demanda no poda atender-se libremente porque todo tipo de obstculos polti-cos obstruan el camino. Un editor situado al otro lado de la frontera francesa tena que mantenerse in-

    El circuito de la comunicacin

    Conyuntura econmica

    y social

    ENCUADERNADORIMPRESORES

    TipgrafosPrensistas

    Bodegueros

    PROVEEDORESPapelTintaTipos

    Mano de obra

    LECTORESCompradores

    UsuariosClubes

    Bibliotecas

    AUTOR EDITORIAL

    Influencias intelectuales y publicidad

    Sanciones polticas y legales

    FLETADORESAgentes

    ContrabandistasEncargados de

    almacenes libres de impuestos

    Carreteros, etc.

    VENDEDORES DE LIBROSMayoristasMinoristas

    Vendedores ambulantes

    Encuadernadores,etc.

    rbolesOvejasPapiro

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    formado sobre los cambios dentro de la Direction de la librairie y entre la polica y los inspectores de la in-dustria del libro en las ciudades de provincia; las con-diciones variaban enormemente de un lugar a otro y ao con ao. Las reglas del juego cambiaban sustan-cialmente a nivel nacional durante periodos crticos, como durante las presiones para in uir en los nuevos rglements de la librairie en 1777. Las disposiciones de los decretos de 1777 pueden estudiarse fcilmente a partir de sus textos impresos, pero es slo al leer la correspondencia de los libreros que podemos medir sus efectos. Me sorprendi descubrir que los edictos no transformaban las condiciones del comercio y que eran mucho menos e caces que una orden descono-cida, emitida por el ministro de Relaciones Exterio-res a los funcionarios de aduanas el 12 de junio de 1783. La orden exiga que todos los envos de provee-dores extranjeros, cualquiera que fuera su destino, pasaran por Pars y fueran inspeccionados por los o ciales del gremio de libreros parisinos y luego por el duro inspector parisino de la industria del libro. Por tanto, un cargamento que saliera de Ginebra ha-cia Lyon tena que dar un desastroso rodeo a Pars. De un plumazo, esta medida ech por tierra la mayor parte del comercio entre los libreros provinciales y los editores extranjeros. Las cartas de los distribui-dores provinciales demuestran que lo anterior pro-dujo una crisis que dur hasta la Revolucin, pero los historiadores de la industria del libro nunca lo nota-ron porque limitaban su investigacin a los docu-mentos impresos y a las fuentes administrativas.

    Podra citar muchos ms ejemplos de las sorpre-sas con las que me encontr mientras trabajaba en los archivos de la stn, y luego al comparar los resul-tados con el material disponible en las principales fuentes de Pars: la Coleccin Anisson-Duperron, los documentos de la Chambre syndicale de la Commu-naut des libraires et des imprimeurs de Paris, y los archivos de la Bastilla. Lo que ms me impresion fue que un editor tuviera que hacer malabarismos con varias pelotas mientras el piso bajo sus pies tam-bin se mova. Poda estar negociando los trmi-nos para nuevas campaas de papel, reclutando obre-ros para su imprenta, niquitando un contrato con una compaa de seguros en la frontera francesa, lanzando rdenes a un representante de ventas en lo ms profundo de Francia, modi cando su visin del mercado de acuerdo con la informacin de su agente en Pars, haciendo planes para piratear prometedo-ras obras nuevas, organizando intercambios con me-dia docena de editoriales aliadas, ajustando su in-ventario conforme al asesoramiento recibido de do-cenas de minoristas, y recortando su estrategia de negocios para satisfacer los caprichos de la poltica, no slo en Versalles, sino en otras partes de Europa, todo al mismo tiempo. Tambin deba tomar en cuenta muchos otros factores, como la posibilidad de adquirir manuscritos originales de manos de los propios autores (una empresa peligrosa, pues en oca-siones vendan varias veces el mismo trabajo bajo di-ferentes ttulos a dos o tres editores), la disponibili-

    dad de moneda en las ferias cuatrienales de Lyon, las fechas de vencimiento de los ttulos de crdito, las tasas cambiantes de los peajes por el Rin y el Rda-no, e incluso la fecha en que era probable que el Blti-co volviera a congelarse, lo que lo obligara a enviar por tierra sus cargamentos a San Petersburgo y Mos-c. Era justamente su habilidad para dominar la in-terrelacin de todos estos elementos lo que haca la diferencia entre el xito y el fracaso. Por lo tanto, cuando trat de imaginar el sistema como un todo, trat, tambin, de resaltar sus interconexiones, no slo desde el punto de vista de la editorial, sino tam-bin desde la forma en que afectaban el comporta-miento de cada elemento en el sistema. Mi esquema apenas hizo justicia a las complejidades, pero puso de mani esto la forma en que las partes estaban vin-culadas; considero que transmite algo de la naturale-za de la historia del libro como la experimentaron los hombres (y tambin muchas mujeres, como la veuve Desaint en Pars, la seora La Noue en Versalles, la veuve Charmet en Besanzn) que la hicieron posible.

    * * *

    Aquellas impresiones, registradas por primera vez en 1965, determinaron el carcter del modelo que yo des arrollara en 1982. A partir de entonces, de vez en cuando recibo un ejemplar de otro modelo que al-guien ha propuesto para sustituir el mo. La pila de diagramas ha alcanzado una altura impresionante, lo que sin duda es bueno, pues ayuda sobremanera a los investigadores en la produccin de cuadros esquem-ticos sobre su tema. En lugar de repasarlos todos, me gustara hablar de uno de los mejores, un modelo pro-puesto por Thomas R. Adams y Nicholas Barker en A New Model for the Study of the Book, publicado en un volumen editado por Nicholas Barker: A Potencie of Life: Books in Society (Londres, 1993).

    Adams y Barker basan su anlisis en lo que lla-man un documento bibliogr co, en lugar de un li-bro. Este enfoque deja espacio para impresos efme-ros, una consideracin importante, pues las impren-tas dependan en gran medida de pequeos trabajos y comisiones especiales. Sin embargo, en la prctica Adams y Barker se concentran en los libros y su pro-puesta para ampliar el alcance de mi diagrama lo vuelve ms adaptable a las condiciones que prevale-cieron despus de las primeras dcadas del siglo xix. Aunque pens que mi diagrama podra ser modi ca-do para adaptarse a periodos posteriores (nunca pre-tend que se aplicara a los libros anteriores a Guten-berg), en especial tena en mente la publicacin y el comercio de libros durante el periodo de estabilidad tecnolgica que se extendi desde 1500 hasta 1800, y de ah mi decisin de hacer hincapi en el papel de los encuadernadores, que eran especialmente im-portantes en una poca en que los editores solan vender sus libros en hojas sueltas o en juegos hilva-nados pero no cosidos.

    En lugar de las seis etapas de mi diagrama, Adams y Baker distinguen cinco eventos: publicacin, pro-

    duccin, distribucin, recepcin y supervivencia. Al hacerlo, desplazan la atencin de las personas que hacen, distribuyen y leen los libros al libro mismo y a los procesos que atraviesa en las diferentes etapas de su ciclo de vida. Ellos ven mi nfasis en las personas como un sntoma de mi enfoque general, un enfoque que se deriva de la historia social y no de la bibliogra-fa y que est orientado hacia la historia de la comu-nicacin en lugar de hacia la historia de las bibliote-cas, donde a menudo los libros encuentran su ltimo lugar de descanso. Sus puntos me parecen vlidos. No obstante, me es imposible desarrollar entusias-mo por un tipo de historia que haya sido despojada de los seres humanos y es por ello que, para entender la historia del libro, an insisto en la importancia de estudiar las actividades de la gente relacionada con el mbito. Al examinar los puntos ms sutiles en el argumento de Adams y Baker me doy cuenta de que ellos hacen lo mismo. Por ejemplo, tienen la inten-cin de que el primer cuadro en su diagrama repre-sente la decisin de publicar, una decisin que, si bien es tomada por la gente, determina la creacin del libro como objeto fsico. Al mismo tiempo, mini-mizan el papel de los autores. Yo enfatic la autora en el primero de mis cuadros con la intencin de abrir la historia del libro a lo que Pierre Bourdieu describi como el campo literario (champ littrai-re), esto es, un conjunto de relaciones determinadas por lneas de fuerza, y regidas por las reglas del juego aceptadas por los jugadores.

    El ltimo cuadro en el diagrama Adams-Baker, supervivencia, representa una mejora signi cativa a mi propio diagrama. Yo haba dejado espacio a las bibliotecas, pero no tuve en cuenta la reelaboracin de los textos a travs de nuevas ediciones, traduccio-nes y los contextos cambiantes tanto de la lectura como de la literatura en general. Adams y Baker lo-gran dejar clara su idea al citar el ejemplo de El pro-greso del peregrino, que apareci por primera vez como un pliego de cordel, ms tarde se public en ediciones de lujo, y nalmente tom su lugar en el ca-non de los clsicos como un libro en rstica de bajo costo ledo por estudiantes de todo el mundo. El es-tudio de Peter Burke de El cortesano, de Castiglione, es un ejemplo ms de una excelente historia del libro que es difcil acomodar en mi diagrama. Puesto que trat de imaginar las etapas interrelacionadas en el ciclo de vida de una edicin, no hice justicia a fen-menos como la preservacin y evolucin de los libros en la historia a largo plazo. Sin embargo, me pregun-to si un diagrama de ujo puede capturar las meta-morfosis de los textos a medida que pasan a travs de ediciones sucesivas, traducciones, abreviaciones y compilaciones. Al concentrarse en una sola edicin, mi esquema al menos tena la ventaja de rastrear los pasos de un proceso concreto, uno que conectaba a los autores con los lectores a travs de una serie de etapas claramente vinculadas.

    Por ltimo, en la historia del libro debo reconocer la existencia de campos que desafan la urgencia de dibujar diagramas. Islandia contaba ya con una im-

    La coyuntura socioeconmica completa

    Publicacin

    Produccin

    DistribucinRecepcin

    Supervivencia

    INFLUENCIAS INTELECTUALES

    COMPORTAMIENTO Y GUSTO SOCIAL

    INFLUENCIAS POLTICAS, LEGALES

    Y RELIGIOSAS

    PRESIN COMERCIAL

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    LIBROS, CENSURA, APERTURA

    prenta cerca de un siglo antes de que los Padres Pere-grinos desembarcaran en Plymouth Rock; sin em-bargo, no imprima ms que liturgias y otras obras eclesisticas requeridas por los obispos en Sklholt y Hlar. La impresin secular no comenz sino hasta 1773, e incluso entonces se limitaba a un pequeo ta-ller en Hrappsey. (Recurro aqu al trabajo de histo-riadores del libro islandeses como Sigurur Gyl Magnsson y David Olafsson.) Islandia nunca tuvo libreras entre el siglo xvi y mediados del xix; tam-poco tuvo escuelas. Sin embargo, hacia nales del si-glo xviii la poblacin haba sido alfabetizada casi por completo. Las familias en granjas dispersas sobre un rea enorme enseaban a leer a sus propios hijos los islandeses leen mucho, especialmente durante los largos meses de invierno . Adems de las obras religiosas, su material de lectura consista principal-mente en las sagas nrdicas, copiadas y vueltas a co-piar durante muchas generaciones en miles de libros manuscritos que hoy forman las principales colec-ciones de archivos de Islandia. Por lo tanto, Islandia es ejemplo de una sociedad que contradice mi diagra-ma. Por tres siglos y medio tuvo una poblacin alta-mente alfabetizada afecta a la lectura de libros, sin embargo, prcticamente no tena imprentas, libre-ras, bibliotecas, ni escuelas. Una anomala? Tal vez, pero la experiencia de los islandeses puede decirnos algo acerca de la naturaleza de la cultura literaria en toda Escandinavia, e incluso en otras partes del mundo, especialmente en zonas rurales remotas don-de las culturas orales y escribas se reforzaban entre s ms all del alcance de la palabra impresa.

    El ejemplo de Islandia sugiere la importancia de aventurarse fuera de la ruta marcada que conecta grandes centros como Leipzig, Pars, msterdam, Londres, Filadel a y Nueva York. Y sin importar lo que pensemos de los islandeses, hay que admitir que los diagramas no tienen otro propsito que el de a -nar la comprensin de las relaciones complejas. Pue-de ser que exista un lmite para la utilidad de un de-bate sobre la forma de colocar cajas en diferentes posiciones, colocarles las etiquetas apropiadas y aco-modarlas con las echas apuntando en una direc-cin u otra. Cuando re exiono sobre cmo podra haber mejorado mi ensayo, pienso menos en mi dia-grama que en la necesidad de tener en cuenta los im-presionantes avances logrados en la historia del li-bro desde 1982. En lugar de intentar estudiarlos to-dos, me gustara concentrarme en cuatro e indicar cmo han in uido en mi propia investigacin.

    En primer lugar, debo mencionar la reorientacin de la bibliografa forjada por D. F. McKenzie, un ami-go que me ense mucho, no slo a travs de sus es-critos, sino tambin mediante nuestra colaboracin en un seminario en Oxford. McKenzie no rechaz las tcnicas de anlisis bibliogr co desarrolladas hace un siglo por Greg, McKerrow y otros maestros de la disciplina, sino que las us para abrir un nuevo campo de investigacin, al que llam la sociologa de los textos. Sociologa sonaba como una declara-cin de guerra para algunos de los bibligrafos que haban escuchado o ledo las conferencias Panizzi, impartidas por McKenzie en 1985. Sin embargo, l lo emple en un esfuerzo por extender el riguroso an-lisis bibliogr co a las preguntas sobre las formas en las que los textos resuenan a travs del orden social y de las pocas. En uno de sus estudios ms in uyen-tes, mostr cmo el carcter de las obras de Congre-ve se haba transformado: de incompleto y concupis-cente de la edicin en cuarto de nales del siglo xvii, a clsico seorial en la edicin en octavo de 1710. Aunque en esencia los textos haban permanecido iguales, su signi cado haba sido modi cado por el diseo de las pginas, las nuevas formas de presen-tar las escenas y la articulacin tipogr ca de todas las partes. John Barnard ha incorporado la interpre-tacin de McKenzie en un amplio recuento de la emergencia de un canon literario a travs de las edi-ciones de Shakespeare, Dryden, Congreve y Pope. El libro, en toda su materialidad, aparece por lo tanto como un elemento crucial en el desarrollo de la cul-tura literaria de la Inglaterra augusta y, ms all de la literatura, como un ingrediente en la sociedad de consumo y el ethos de la cortesa que caracterizaba la vida de la clase media en la Gran Bretaa del siglo xviii. En una serie similar de estudios, Peter Blay-ney ha ampliado la bibliografa a la historia sociocul-tural de la Inglaterra isabelina. Si tuviera que volver a escribir mi ensayo, tratara de hacer justicia a esta rica variedad de erudicin.

    Una segunda variante que me gustara destacar por lo general es conocida con el nombre de paratex-tualidad. sta ha mantenido ocupados a los bibli-grafos por generaciones y, ms recientemente, ha lla-mado la atencin de los tericos de la literatura, al mismo tiempo que se ha vuelto cada vez ms impor-tante en el estudio textual concreto. Despus de va-gar a travs de este tipo de literatura, descubr que prestaba mucha ms atencin a la forma en que las portadillas, los frontispicios, los prlogos, las notas al pie, las ilustraciones y los apndices funcionaban en la mente del lector. En los libros del siglo xviii aparecen notas burlescas por todas partes. Una de mis favoritas dice simplemente: La mitad de este artculo es verdad. Corresponde al lector descubrir a qu mitad se re ere. Recursos como se invitan al lector a jugar un juego, resolver un rompecabezas o descifrar un acertijo. He quedado fascinado con las romans clef, un gnero muy popular en el siglo xviii. Para darles sentido es necesario leer en dos ni-veles, yendo y viniendo entre la narrativa, que puede ser perfectamente banal, y la clave, que hace que la historia cobre vida a travs de aplicaciones (un tr-mino fundamental para la polica parisina) en la ac-tualidad poltica o asuntos sociales. La historia de la lectura ahora parece mucho ms compleja de lo que yo haba imaginado en un principio. De los muchos tipos de lectura que se desarrollaron en la Europa moderna, uno que a mi parecer merece atencin es-pecial es la lectura como un juego. Podemos encon-trarla en todas partes: en libelos, novelas y reseas literarias, las cuales constantemente invitan al lec-tor a penetrar en los secretos ocultos entre lneas o detrs del texto.

    El concepto de intertextualidad alberga otro ele-mento importante para comprender la forma en que los libros se relacionan con el mundo que los rodea. En trminos tan abstractos estas palabras pueden sonar excesivamente pretenciosas, no obstante tan-to la paratextualidad como la intertextualidad co-munican una preocupacin comn por la forma en que elementos al parecer ajenos ya sean internos, como la tipografa, o externos, como prstamos de otros textos dan forma al signi cado de un libro. Los historiadores del pensamiento poltico han es-tudiado durante mucho tiempo los tratados de Ma-quiavelo, Hobbes y Locke como parte de un debate vigente sealado por otros tratados. Cada obra, se-gn lo ven ellos, pertenece a un discurso colectivo y no puede entenderse de manera aislada. Al estudiar los libelos del siglo xviii no dej de encontrarme con pasajes que pensaba que haba ledo en alguna otra parte, y cuando localizaba sus fuentes me sorpren-da al ver esparcidas en libros, folletos y chroniques scandaleuses periodsticas las mismas ancdotas re-latadas con casi las mismas palabras. Se trataba de un caso de plagio colectivo? La palabra ya exista hace dos siglos, pero plagio difcilmente describe la prctica de los escritores que garabateaban en Grub Street. Aquellos autores tomaban pasajes de las obras de los dems, aadan material recogido en ca-fs y teatros, lo agitaban bien y servan el resultado como algo nuevo. Best sellers como La Vie prive de Louis XV y Anecdotes sur Madame la comtesse du Ba-rry contienen las mismas ancdotas extradas de una gran variedad de fuentes iguales. En los siglos xvii y xviii, a diferencia de hoy, ancdota signi caba historia secreta. El trmino, proveniente de Proco-pio de Cesarea y otros escritores de la antigua Grecia y Roma, haca referencia a los incidentes ocultos de la vida privada de personas pblicas, cosas que real-mente haban sucedido, aunque podran haber sido distorsionadas en la narracin, y que, por tanto, po-nan de mani esto las insu ciencias en las versiones o ciales de los acontecimientos. Las ancdotas con-formaban los elementos bsicos en todo tipo de pu-blicaciones clandestinas y podan ser inventadas en un sinfn de combinaciones. He llegado a pensar en los libros difamatorios como subproductos creados a partir de fragmentos preexistentes de informacin disponibles para cualquier escritor de poca monta necesitado de ganar algo de dinero, lo mismo que para cualquier agente poltico con miras al asesinato de alguna reputacin. Los libelos eran improvisados a partir de material esparcido en los sistemas de in-formacin del Ancien Rgime. Para entenderlos es crucial estudiar el sistema en s, es decir, concen-trarse en las combinaciones intertextuales ms que en el libro como una unidad autosu ciente.

    Por ltimo, me gustara hacer hincapi en la im-portancia de la historia comparada. A menudo se

    predica ms de lo que se practica, pero algunos his-toriadores Roger Chartier y Peter Burke, por ejem-plo han demostrado el valor de seguir las huellas de los libros a travs de las fronteras lingsticas y polticas. En mi propia investigacin, desde 1982 he tratado de comparar la censura tal como se practic en tres regmenes autoritarios durante tres siglos: en la Francia borbnica, la India colonial y la Alema-nia Oriental comunista. Las comparaciones demues-tran que la censura no era una cosa en s que pudiera ser monitoreada como una partcula radiactiva en una corriente de sangre, sino ms bien un compo-nente en los sistemas sociopolticos, cada uno de los cuales operaba de acuerdo con sus propios principios caractersticos. Un macroanlisis de la edicin y el comercio de libros en toda la Europa del siglo xviii podra arrojar resultados ms reveladores. Alema-nia e Italia se prestan a la comparacin, pues ambas estaban fragmentadas en pequeas unidades polti-cas, mientras que una literatura nacional inundaba un mercado nico a gran escala. La oposicin entre Frncfort y Leipzig llev a la modernizacin del co-mercio en Alemania; esto implic el cambio de un sistema dominado por el intercambio de libros (Tauschhandel, favorecido en Frncfort) a uno esti-mulado por los pagos en efectivo (Barhandel, practi-cado cada vez ms en Leipzig), y dio como resultado la victoria de los editores en Leipzig y Berln, que pa-gaban adelantos signi cativos a los autores impor-tantes, en particular a Goethe. Quiz Miln comenz a eclipsar a Venecia de la misma manera. La Ilustra-cin italiana sin duda se extendi a partir de fortalezas ubicadas en el norte, al igual que los lsofos se reu-nieron en torno a Il Caff , en Miln. Francia e Ingla-terra ofrecen posibilidades de anlisis comparativo incluso ms fructferas. La Stationers Company mo-nopoliz el comercio en Londres de una manera si-milar a como lo hizo la Communaut des Libraires et desImprimeurs en Pars; cada oligarqua sofocaba la publicacin en las provincias, y en cada caso las pro-vincias tomaban venganza al formar alianzas con proveedores extranjeros. Edimburgo, Glasgow y Du-bln inundaron Inglaterra con ediciones piratas eco-nmicas, al igual que msterdam, Bruselas y Gine-bra conquistaron el mercado en Francia. Por supues-to que las condiciones polticas eran diferentes: los ingleses disfrutaban de algo cercano a la libertad de prensa, a pesar del efecto represivo de la accin pe-nal por difamacin sediciosa; mientras que la censu-ra previa a la publicacin y la polica del libro inhi-bieron el comercio francs, a pesar de la apertura de vacos legales como los permissions tacites (permiso para publicar libros sin la aprobacin o cial de un censor). Acaso las condiciones econmicas fueron ms importantes que las reglas formales impuestas por las autoridades polticas? Me inclino a pensar que s. Adems, las reglas del juego comenzaron a cambiar al mismo tiempo en ambos pases. El caso de Donaldson contra Beckett en 1774 liber el mer-cado ingls de una manera similar a la de los decre-tos franceses sobre el comercio de libros de 1777. Las incursiones de piratas austriacos en el mercado ale-mn podran ser comparadas con los ataques de ex-tranjeros escoceses e irlandeses al comercio de In-glaterra, y de holandeses y suizos al de Francia. Me-diante la combinacin de este tipo de comparaciones con un estudio de la evolucin del copyright en toda Europa podra ser posible desarrollar una visin ge-neral de las tendencias en la historia del libro a gran escala.

    Otros historiadores del libro podran proponer otras agendas para la investigacin futura. Los pre-sentes comentarios son necesariamente idiosincr-ticos y egocntricos, pues sa era la naturaleza de la tarea: reevaluar un artculo que escrib en 1982. Por necesidad este ejercicio me ha llevado de nuevo a 1965; no obstante, espero que tambin pueda ayudar a centrar la atencin en las oportunidades que se presentarn despus de 2007.W

    Traduccin de Dennis Pea.

    Artculo de libre acceso en el repositorio DASH de la Universidad de Harvard.

    QU ES LA HISTORIA DEL LIBRO? UNA REVISIN

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