Principe de La Ciudad - Keith Herber

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    World of Darkness- Mundo de Tinieblas:

    PRINCIPE DE LA CIUDADKeith Herber

    (Grupo: "Vampiro". Novela suelta)Traduccin: Manuel de los Reyes

    _____ 1 _____1849: LA FIEBRE DEL ORO

    El abrasador sol de California azotaba al hombre de color que seencontraba de pie en lo alto de un polvoriento promontorio,contemplando el amplio ro American que discurra a sus pies. Rileylevant su maltrecho sombrero y se enjug la frente con un pauelode color rojo, revelando una mata de cabello negro veteado de gris.Era ancho de hombros, grueso y poderoso su cuello. Su ropa se vea

    sucia y cubierta de polvo; su sombrero de ala ancha, de color deante, estaba manchado de sudor. Un revlver adornaba su caderaizquierda; un cuchillo de hoja ancha colgaba sobre la derecha. En lazurda sostena una escopeta.

    Estaba de pie junto a una mula atada a una carreta. En stahaba una enorme caja de madera de ms de dos metros de largo,uno de ancho y medio de profundidad. La caja, construida de slidoroble, estaba atada con cuidado y minuciosidad a la plataforma de lacarreta. Riley haba cargado con ella desde Tejas a California,

    cruzando desiertos y montaas en un viaje que haba durado meses.Esta noche llegara a su destino: la ciudad de San Francisco.Cerca de la ribera se vean cientos de hombres afanados,

    levantando nubes de polvo, yendo de un lado para otro en medio delos atestados muelles, construidos apresuradamente, y el fuerte demadera llamado Nueva Helvecia que se ergua en las laderas. Loshombres se daban prisa en descargar las barcas, trocando y

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    vendiendo mulas, equipo y vveres a la muchedumbre.Algunos iban vestidos con ropas de trabajo; otros con chalecos

    a la moda y corbatas de fantasa; an haba quienes se cubran conatuendos extranjeros. Los hombres se alejaban del fuerte en todasdirecciones, a solas y en grupo, ro arriba, hacia las estribacionesprximas del este y las montaas del otro lado, todos en busca de lomismo: el oro que se haba descubierto en los lechos fluviales y losremansos del recin adquirido territorio americano.

    Chasque la lengua sutilmente para animar a caminar a la mula,guindola por la suave pendiente hacia la orilla del ro. Mantuvo lamirada al frente mientras se acercaba a los muelles, enfrentndose ala oleada de humanidad que se alejaba de la ribera, evitando lasmiradas de los extranjeros blancos que lo rodeaban. Pero soloalgunos repararon en l, y ninguno dijo nada: la mayora de ellos

    estaban demasiado ocupados con sus propios planes o tenandemasiado miedo del negro bien armado que caminaba consemblante impertrrito. Algunos se preguntaron qu enserestransportara consigo.

    AI llegar a la orilla, abord al primer barquero que vio, un jovenque montaba guardia junto a un esquife sin pintar, de tres metros ymedio de eslora y tosca manufactura. El muchacho, larguirucho yrubiacho, no aparentaba tener ms de diecisis aos.

    --Me hara falta ir ro abajo --dijo Riley--. Cunto es?

    El chaval se frot la barbilla, cubierta de pelusa, mientrasescrutaba a su cliente. El pasaje remunerado de regreso a la costaera algo infrecuente, y no tena claro cunto deba pedir. Losbuscadores de oro estaban dispuestos a pagar casi lo que fuera contal de remontar el ro. Los escasos exploradores que se habanenriquecido y pretendan volver a San Francisco tambin disponande dinero para dar y tomar. Pero este hombre no tena pinta deexplorador.

    --Usted solo? --pregunt el muchacho al desconocido.--Tambin llevo algo de equipaje --dijo Riley, sealando la

    pesada caja afianzada encima de la carreta--. Quiero llegar a SanFrancisco... esta noche.

    --Diez dlares por usted, cinco por la caja --declar el joven, alcabo.

    El precio consigui que Riley entornara los ojos. La tarifa nodebera haber ascendido a ms de una dcima parte de ese dinero.Pero estando all plantado pudo escuchar cmo alguien pagaba

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    hasta tres dlares por una pala y otros dos por una manta.--Puede vender la carreta y la mula por ms que eso --sugiri el

    muchacho, con la esperanza de persuadir a su cliente--. Obtendr losuficiente para costearse el pasaje, y an le sobrar algo.

    --Est bien. --Riley se quit el sombrero y se enjug el sudor quele empapaba la frente; la temperatura segua subiendo--. Cundonos marchamos?

    --Cuanto antes mejor. Me gustara salir del ro antes de queanochezca, a ser posible. Los bandidos se agolpan en las orillas porla noche, a la espera de capturar alguna barca que se dirija a laciudad de San Francisco. Pero si llegamos a la baha antes delcrepsculo no tendremos ningn problema. --Cerraron el trato con unapretn de manos--. Bienvenido a bordo. Me llamo Davey Foster.

    Riley vendi enseguida la mula y la carreta, tal y como

    prometiera Davey, pero antes de permitir que se las llevara el nuevopropietario tena que descargar la caja. Baj la portezuela posteriorde la vagoneta y comenz a deslizar el pesado embalaje por laplataforma. Davey se acerc a echarle una mano, sujetando el otroextremo de la caja mientras sta sala de la carreta. Solt un gruidoal comprobar cunto pesaba la caja y le flaquearon las rodillas.

    --Jess, caballero! Qu lleva ah dentro? Piedras?Riley, que caminaba de espaldas con cuidado por la drsena,

    sonri a Davey pero guard silencio. El joven le segua dando

    tumbos, con los brazos en tensin. Riley cargaba con su parte delpeso con facilidad, sin dar muestras de estar esforzndose.El esquife de Davey tena el fondo plano y la proa cuadrada,

    puesto que haba sido construido expresamente para navegar por elro tranquilo y poco profundo que serpenteaba por el valle central deCalifornia. Depositaron la caja en el bote, con tiento. Riley arroj supetate y el resto de sus escasas pertenencias detrs de l, antes deimitar a Davey y subir a bordo. Mientras el chaval soltaba lasamarras, Riley asegur la caja con cuerdas. Cuando se hubieronapartado del muelle, Davey hizo uso de la prtiga para impulsar la

    barca hacia el centro del ro. La lnguida corriente comenz allevarlos hacia el sudoeste, hacia la costa del Pacfico y la nuevaciudad de San Francisco. Riley, por fin cerca del trmino de su largoviaje, se pregunt qu encontrara all.

    Estaba prximo el final del verano --la estacin seca-- y elcaudal del ro era escaso, por lo que se vean numerosos bancos dearena coronados de barro.

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    --El ro est bajo en esta poca del ao --explic Davey, queahora estaba sentado en el centro del bote. Los msculos de su carase tensaban a cada tirn de los chirriantes remos--. La temporada delluvias no empieza hasta noviembre por estos lares.

    Riley estaba sentado en la popa, en silencio, con la escopetaentre los pies. Contemplaba las orillas del amplio ro conformediscurran --un paisaje fugaz de tonos ocres, cubierto de rastrojossecos y algunos robles-- una tierra cultivable como no la haba enTejas. El suelo era frtil y estim que se podra cosechar lo que sepropusiera uno: fruta, trigo, algodn, lo que fuera. Y, si el clima eratan propicio como le haban contado, un granjero poda recoger susfrutos durante todo el ao, recolectando una cosecha tras otra de lafrtil tierra.

    --Viene de alguna parte del sur? --pregunt Davey a su

    silencioso pasajero. Le sonaba el acento.--S. De Tejas.--Usted solo?Riley vacil, antes de responder:--S.--Y qu le trae por aqu? --Era evidente que aquel hombre no

    haba venido a buscar oro.--Me ha surgido un negocio en San Francisco --respondi

    Riley--. Con un socio.--Lo mejor que se le poda haber ocurrido

    --celebr Davey,remando con constancia--. Son los hombres de negocios los que se

    enriquecen... no los buscadores.Riley dedic una sonrisa al muchacho.--Parece que a ti te va de perlas --brome--. A diez dlares el

    viaje ro abajo.Davey esboz una sonrisa nerviosa, observando de soslayo la

    escopeta que descansaba a los pies de Riley. Y si al hombre se leocurra matarlo ah en el ro? No haba pensado en eso cuandoacept el encargo. Su pasajero pareca nervioso, aprensivo. Se

    pregunt qu contendra la caja.--Oye --dijo Riley, sintiendo la preocupacin del muchacho. Se

    levant de su asiento--. Djame probar con los remos.Cambiaron sus puestos; Davey ocupaba ahora el banco de

    popa, al lado de la escopeta, mientras Riley remaba.La conversacin fue volvindose ms distendida y, transcurrida

    una hora, ambos charlaban animadamente. Riley habl a Davey de

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    su largo viaje desde Tejas a travs del Paso Donner mientras Daveyrelat a Riley todo lo que saba acerca de la fiebre del oro y lafloreciente ciudad costera de San Francisco.

    --A qu te dedicabas en Tejas? --pregunt Davey ms tarde,cuando el sol descenda despacio sobre las colinas del oeste. Elmuchacho volva a ocupar el banco de los remos y Riley habarecuperado su asiento en la popa.

    --Era granjero. Tena una familia.--Dnde estn ahora? --inquiri Davey, con inocencia--. Los

    has dejado en casa?--Estn muertos --respondi Riley, con voz seca. Su semblante

    se ensombreci.--Oh. --Al reparar en la expresin de su pasajero, el muchacho

    se abstuvo de formular ms preguntas.

    * * *

    Se encontraban a escasos kilmetros de la baha de SanFrancisco y a menos de una hora del crepsculo cuando los viajerosdivisaron una densa columna de humo negro que se elevaba desdealgn lugar ro abajo. Su fuente quedaba oculta tras las empinadascolinas redondeadas que ahora rodeaban el ro.

    --Un vapor--dijo el muchacho, mirando por encima del hombro--.

    Tenemos que hacernos a un lado.Los empresarios ya haban botado barcos de vapor alrededordel Horn, con la esperanza de sacar provecho de la enorme afluenciade gente que recorra el ro arriba y abajo, entre los yacimientos deoro y la costa.

    Davey comenz a virar el esquife hacia la orilla ms alejada, asu derecha. El ro era muy ancho y poco profundo, y el muchacho sehaba atenido al centro, donde el canal era ms caudaloso, lejos delos bancos de arena y los diques ribereos.

    --Tenemos que hacer sitio... y rpido --dijo Davey, que ahora

    remaba con ms ahnco que antes--. Como hay tan poca agua, irnjusto por el centro del ro.

    Ya podan or el vapor, el traqueteo de su motor, el chapoteopropiciado por la enorme rueda de paletas que adornaba su popa.Davey so esforzaba por virar a estribor, por quitarse de en medio,pero en ese momento apareci de repente el vapor al doblar unrecodo, resoplando, abalanzndose sobre ellos, con los motores

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    atronando al tiempo que su nica chimenea, muy alta, expulsabapenachos de humo negro y las grandes paletas de popa levantabanespuma en las aguas. El barco hizo sonar su silbato. En cuestin desegundos, la enorme embarcacin estara encima de ellos.

    --Mierda! --exclam Davey, ponindose de pie con dificultad altiempo que sacaba un remo de su asidero--. Coge un remo, Riley.Deprisa!

    El vapor continuaba avanzando hacia ellos, hendiendo las aguascon su amplia proa. Tendran que mantenerse a distancia por suspropios medios.

    --Aqu! Aqu! Barco a la vista! --grit Davey, ondeando con elremo en el aire, intentando llamar la atencin del piloto del barco devapor.

    Pero el ocupante de la cabina que coronaba la cubierta no les

    presto atencin. No estaba dispuesto a arriesgarse a encallar sunave tan solo para esquivar a dos personas en una barcucha. Laspequeas embarcaciones tendran que aprender a tener cuidado conlos vapores. Volvi a hacer sonar el silbato: un bramido largo ylastimero.

    --Estate atento! --instruy Davey a Riley cuando el enormebarco se cerna sobre ellos--. Intenta empujar!

    La cortante quilla pas a escasos metros de ellos, su estelaba las regalas del bote, y entonces hizo su aparicin el inmenso

    casco de madera, una muralla acutica que amenazaba condesplomarse sobre ellos y aplastarlos. Clavaron en ella sus remos,intentando impulsarse lejos, pero en ese momento el barco de vaporgolpe la popa del esquife, girndolo en redondo, consiguiendo queRiley perdiera el equilibrio y estuviera a punto de caer por la borda.

    --Aguanta! --grit Davey cuando la quilla de la barca gir hastachocar con el vapor y la pequea embarcacin se vio cubierta porotra ola--. Tenemos que alejarnos de la rueda!

    Las enormes paletas rodantes de la rueda atronaban cada vezms cerca mientras los dos pugnaban por apartar el esquife de su

    camino. Si llegaran a ser engullidos por las aspas, quedaranreducidos a trocitos.

    Mientras Riley recuperaba la verticalidad, Davey empujabadesesperadamente con su remo contra el casco del vapor,intentando alejar el esquife; pero la succin del barco era demasiadofuerte. Mientras tanto, una multitud de curiosos pasajeros--aspirantes a mineros-- se haba reunido en las barandillas y

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    observaba con inters el drama que se desarrollaba a sus pies.--Cuidado! --exclam Davey cuando la rueda de paletas se

    abalanz sobre la parte frontal del esquife, reduciendo a astillas suproa cuadrada. Estuvo a punto de conseguir que el bote volcaraantes de liberarlo y lanzarlo lejos, dando vueltas.

    La estela del vapor transport el esquife hasta un banco dearena, donde encall, dejando a sus dos ocupantes a diez metros dela orilla, con la cubierta medio anegada de agua e inmovilizados.

    --Cabrones! --despotric Davey contra el barco de vapormientras este segua adelante y doblaba el recodo, sin aminorar lamarcha--. Mierda! --exclam, dirigindose ahora a Riley--. Ha estadocerca, eso seguro.

    --Est bien la barca? --quiso saber Riley. Ya haba comenzadoa comprobar las ataduras que sujetaban la caja empapada de agua,

    comprobando que siguiera firmemente amarrada.--Eso parece --anunci el muchacho, despus de evaluar los

    daos.A pesar de la proa astillada y algunas brechas practicadas en el

    casco, pareca que el esquife siguiera en condiciones de navegar.Siempre y cuando achicaran un poco, Davey estimaba que podranllegar a San Francisco sanos y salvos.

    --Eso s, cuando vuelva a la ciudad voy a tener que llevarla areparar--aadi.

    El sol se zambulla ahora tras la lnea de colinas de poniente yDavey comenzaba a impacientarse por salir de aquella zona. Nodejaba de escrutar las sombras que empezaban a poblar las orillas,en busca de seales de bandidos.

    --Vamos a achicar el agua y a sacarla de aqu --dijo, asiendo unrado caldero de cuero y aliviando la carga de agua del bote--. Noconviene que nos entretengamos.

    Riley dej su escopeta encima de la caja para que se secara yse uni al muchacho, obligado a utilizar su sombrero manchado desudor a modo de cubo.

    La barca se encontraba casi medio vaca de agua cuandoreson un disparo en la orilla y una bala se hundi en el ro, junto a laembarcacin.

    Davey se irgui y escrut la ribera.--Pero qu de... --comenz; entonces rugi otra escopeta y el

    joven se cay al ro de espaldas. Se produjo una tormenta dedisparos; las balas se incrustaron en el bote, proyectando una lluvia

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    de astillas. Riley se apresur a cubrirse detrs de la enorme caja,escudndose de los atacantes invisibles de la orilla. Cuando divis aDavey flotando inerte en el agua cerca de la barca, lo sac del rocon una mano y lo deposit en el fondo empantanado de laembarcacin.

    --Salid! --grit alguien desde la orilla.--Rendos --inst alguien ms.Con cuidado, Riley extendi el brazo y recogi la escopeta que

    dejara en lo alto de la caja, lo que provoc otra erupcin de disparos.--Rendos! --volvi a exclamar alguien.

    Atrapado detrs de la caja e incapaz de responder a losdisparos con garantas, Riley saba que no podra resistir muchotiempo. Los bandidos de la ribera no tardaran en desplegarse yatraparlo en medio de un fuego cruzado. Entorn los ojos para

    contemplar la puesta de sol tras la hilera de colinas. Ya casi habaanochecido. Su protegido deba de estar a punto de despertarse.Desenfund su pesado cuchillo y, sostenindolo por la hoja, golpeel costado de la caja.

    --Despierta! --sise--. Ya es hora de levantarse. El sol casi seha ocultado.

    A continuacin empez a serrarlas cuerdas que sujetaban lacaja, cortndolas una a una mientras los pistoleros de la orilla losometan a un fuego sostenido.

    --Vamos. Rendos

    --exigieron

    --. Os prometemos que podris irossin sufrir dao.

    Riley saba que estaban mintiendo.--Ya casi es la hora --volvi a susurrar dirigindose a la caja,

    observando de soslayo la puesta de sol, comprobando su posicin.Se agit algo dentro del embalaje. Riley se sinti aliviado.

    Los disparos cesaron por un momento y el silencio se aduedel crepsculo. Con tiento, Riley rept hacia delante, asomndose auna esquina de la caja en un intento por atisbar a sus atacantes. Vioa tres hombres situados detrs de un rbol cado en la orilla. Uno de

    ellos lo divis y dispar su pistola contra l. La bala sali rebotadacontra el lateral de la caja al tiempo que Riley volva a cobijarse.

    Ya haba anochecido. Riley murmur para la caja:--Son tres. A tu derecha, detrs de un rbol muerto en la orilla.Ms movimientos en el interior de la caja: algo breg con la

    tapa. Las tablas se rompieron y los clavos se liberaron cuando seastill la cubierta, reducida a pedazos. Un hombre alto y enjuto se

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    encumbr sobre los trozos de madera, apartndolos al tiempo que sepona de pie. Riley aprovech la distraccin de los bandidos paradisparar contra ellos al amparo de la caja. Hiri a uno; el hombrecay al tiempo que los otros dos atacantes se disponan a devolver elfuego. Antes de que pudieran siquiera apretar el gatillo, eldesconocido salt de la barca y vade el ro en direccin a ellos, conel agua hasta las rodillas. Mientras corra, desenvain un sable decaballera que penda sobre su cadera y lo blandi por encima de sucabeza.

    Los bandidos abrieron fuego contra l, y aunque estabanseguros de que lo haban alcanzado con sus disparos, el hombre noaminor el paso.

    Sin tiempo para recargar, los asaltantes dieron media vueltapara salir huyendo, pero el desconocido ya se haba abalanzado

    sobre ellos. Uno de los bandidos desenfund su revlver del cinto,pero el extrao lo golpe con la espada, amputando la mano queempuaba el arma a la altura de la mueca. Otra poderosa estocadacercen la garganta del hombre, silenciando sus gritos al tiempo quese desplomaba, casi decapitado.

    El segundo hombre atac al espadachn con su escopetadescargada, destrozndole la culata de madera en la espalda. Eldesconocido apenas s torci el gesto. Gir en redondo y oblig albandido a soltar su arma inservible de un revs, dejndolo indefenso.

    Comprendiendo que no haba escapatoria posible, el bandido se dejcaer de rodillas, con las manos enlazadas en actitud suplicante, perola espada cay de nuevo antes de que pudiera pronunciar palabra. Elforajido se desplom de bruces en la hierba, muerto.

    El sombro desconocido limpi la sangre de su espada con lacamisa del cadver, antes de envainarla. La voz de Riley lo llamdesde la oscuridad del ro.

    --Ests bien, Vannevar?--S. Estoy bien. --Las dos heridas de bala que haba sufrido

    eran dolorosas, y tena el hombro muy magullado a causa del asalto

    del bandido, pero los daos no revestan gravedad y sanarandeprisa.

    --Aqu tenemos un herido --inform Riley al resguardo de lacreciente oscuridad--. Sigue con vida, pero necesita atencin mdica.

    --Voy enseguida.Vannevar se arrodill junto al bandido casi decapitado, se

    agazap sobre la herida practicada y lami la sangre caliente que

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    manaba de la garganta abierta.

    * * *

    El hombre que responda al nombre de Vannevar Thomasregres a la barca encallada minutos despus, dejando los cuerposde los bandidos ocultos bajo la maraa de races de un roble que seinclinaba sobre la ribera. Les haba arrebatado las armas, que ahorallevaba hacia el bote, junto a una pequea cantidad de monedas enperfecto estado y varias bolsitas de polvo de oro que los bandoleroshaban robado sin duda a vctimas anteriores.

    Vannevar Thomas era alto --meda casi un metro ochenta--,delgado y bien proporcionado. Llevaba el largo cabello castaorecogido con una cinta en una coleta corta que le caa sobre el cuello

    de la camisa. Conservaba su atractivo pese a haber cumplido loscuarenta y cinco, aunque las delgadas lneas que ribeteaban susojos y las comisuras de sus labios traicionaban su edad. El color desus ojos era castao oscuro, casi negro, y su nariz semejaba el picode un halcn. A despecho de su palidez, su piel exhiba un ciertotono rubicundo debido a la desleda cantidad de sangre indiaamericana que corra por las venas de su aristocrtica familiavirginiana. Su atuendo, en tanto que rado y sucio debido a losmeses de viaje que haban transcurrido desde que saliera de Tejas,

    era de buena calidad. Se conduca con la cabeza alta y los hombrosrectos. Su porte era el de un hombre de buena familia.--Es grave? --pregunt Vannevar mientras vadeaba hasta

    alcanzar el costado del bote. Tras subir el botn a bordo, se iz porencima de la borda, chorreando agua.

    --Le han dado en el hombro --dijo Riley, de rodillas junto aljoven, examinando la herida--. No es demasiado grave, nada msque un par de perdigones, pero tiene que verlo un mdico. --Elmuchacho tena el omoplato fracturado. La herida sangrabaininterrumpidamente, tiendo de rojo el agua del fondo de la barca.

    --En tal caso, pongmonos en marcha --conmin Vannevar,inclinndose para achicar el resto del agua que inundaba el bote.

    Colocaron a Davey en lo que quedaba de la caja, lejos del aguaque segua filtrndose por las brechas practicadas en el casco delesquife. Los dos hombres achicaron tanta agua como les fue posible,antes de que Vannevar saliera del bote y empezara a empujar paraliberarlo, mientras Riley coga los remos. Cuando hubieron escapado

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    del banco de arena, Vannevar se aup por encima de la popa yocup el estrecho banco.

    --Cunto nos falta para llegar a San Francisco? --pregunt,mientras se quitaba las altas botas negras y tiraba por la borda elagua que se haba metido en ellas.

    --El chaval dijo que otra media hora hasta la baha --informRiley, mientras remaba con ahnco--. Y otra media hora hasta SanFrancisco.

    La oscuridad ya casi era completa; solo una fraccin de lunacreciente arrojaba algo de plida luz. Siguieron la corriente ro abajoen direccin a la costa, turnndose para remar y achicar el agua. Yacasi haban llegado a su destino.

    _____ 2 _____ANTAO: VIDAS DISTINTAS

    El vampiro Vannevar y el ghoulRiley haban acudido a la CostaOeste siguiendo rdenes de sus superiores. Se haba descubiertooro en el recin adquirido territorio de California, asunto queinteresaba en gran medida al antiguo tejano al que obedeca

    Vannevar. La gente acuda a esa zona procedente de todos loslugares del mundo, y la que antes fuese la diminuta aldea de YerbaBuena --ahora bautizada San Francisco-- pareca destinada adesempear un papel crucial en el futuro del pas. La baha sobre laque se ergua la ciudad era tal vez la ms grande del mundo: segura,protegida, y lo bastante espaciosa como para dar cabida a las flotascombinadas del mundo entero. Los antiguos de Vannevar opinabanque la ciudad se convertira algn da en un puerto importante, y queproporcionara una va de acceso al Pacfico y a las orillas del otrolado.

    Vannevar Thomas haba nacido en Alejandra, Virginia, en 1732,primognito de una familia de cultivadores de tabaco y criadores decaballos. Educado y refinado, pareca el perfecto heredero de lafortuna familiar. Pero en 1776 se march del hogar paterno paraunirse a la causa revolucionaria americana.

    Jinete avezado, fue nombrado capitn de caballera y sedistingui en varias campaas antes de recibir el ascenso al rango

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    de mayor. Pocas semanas despus de su promocin, mientrascabalgaba de noche inmerso en un frondoso bosque camino de sucuartel, fue vctima de los Conservadores.

    Se encontraba montando su caballo al galope a travs delbosque iluminado por la luna cuando, de repente, surgi ante l unafigura misteriosa. El hombre levant la mano como si pretendieraprohibirle el paso, pero Vannevar espole a su caballo, nadadispuesto a detenerse por culpa de un desconocido en plena nochecuando se encontraba cumpliendo con un encargo de relevanciamilitar. Pero entonces el hombre realiz una serie de extraos gestoscon la mano y el caballo de Vannevar se encabrit inesperadamente,relinchando de terror, arrojando al jinete de la silla. Vannevar seestrell contra el duro suelo del bosque, donde se golpe la cabeza yperdi el conocimiento.

    * * *

    Al despertar, se encontr tendido en el sucio suelo de unacaverna rocosa. En lo alto de una piedra oblonga haba una velasolitaria que proyectaba una tenue luz amarilla, revelando paredesde caliza veteadas de agua. El aire, cargado de humedad, estabaviciado e imbuido de un penetrante olor a musgo. Junto a la piedra yla vela se vea, en cuclillas, al hombre que le haba salido al paso en

    el bosque.Iba vestido con ropas oscuras, de civil, con un abrigo,pantalones de montar y zapatos con hebilla. Llevaba la camisa sucia,las medias rasgadas; tena una de ellas enrollada alrededor deltobillo, floja, rota la liga. El hombre observaba impvido el lentodespertar de Vannevar, a la espera.

    Vannevar reconoci el rostro del desconocido, o al menos pensque as era. El hombre era idntico a Quincy Cullen, el to de uno delos vecinos de su familia, los Cullen. Pero Vannevar saba queQuincy Cullen haba fallecido haca unos veinte aos, poco despus

    de llegar al pas para vivir con sus primos americanos. Vannevarhaba asistido al funeral. Aunque en su da haba entablado amistadcon los Cullen, la relacin de Vannevar con sus vecinos se habadeteriorado a lo largo de los aos por culpa del debate sobre losderechos de los colonos, que se tornaba ms acalorado conformepasaban los aos. Los Cullen eran Conservadores leales,detractores de las opiniones revolucionarias que defendan Vannevar

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    y la mayora de su familia.--Quin eres? --pregunt Vannevar al desconocido.--Ya lo sabes, Vannevar--respondi el misterioso hombre--. No

    creo que te hayas olvidado tan fcilmente del "viejo to Quincy",verdad? --Su tono burln resultaba conocido a Vannevar.

    --Quincy Cullen muri hace aos. T no puedes ser l.El hombre se ri: un graznido sombro, glido y escalofriante.

    Sonri para revelar una hilera de largos dientes amarillos rodeadosde encas plidas y contrechas.

    No caba ninguna duda, pens Vannevar. Era Quincy Cullen, enefecto, pero qu estaba haciendo aqu? Por qu no estabamuerto? Se acord del entierro y del atad cerrado. Lo cierto era queno haba llegado a ver el cuerpo del anciano. Puede, pens, que elhombre no hubiera muerto, sino que hubiera perdido la cabeza, y

    que la familia Cullen, impulsada por la vergenza, lo hubieraencerrado y hubiera amaado un funeral de mentira para desviar lassospechas. Nadie haba abierto el fretro, record Vannevar. Sesupona que el viejo Cullen haba muerto tras caerse de un caballo, yque el cadver haba sufrido horribles mutilaciones al ser arrastradopor el bosque.

    --No mor --inform Quincy, como si pudiera leerle la mente--.Oh, no --aadi--. El viejo Quincy no piensa morirse as como as. Telo garantizo.

    Vannevar, convencido ya de la identidad del anciano, seconvenci de la demencia de ste. Saba que los cultivos de losCullen haban sido arrasados por la guerra en ms de una ocasin, ycorra el rumor de que muchos miembros de la familia haban sidoasesinados o capturados por el ejrcito continental. De algunamanera, el viejo Quincy deba de haber conseguido escapar de sucautiverio y vagaba ahora por los alrededores, confuso y desvalido.

    --Soy lo que algunos llaman un "no-muerto" --prosigui Quincy--.Un depredador, un carroero, azote de los inocentes. --Su vozcobraba mpetu a medida que hablaba, sus ojos adoptaron un

    extrao fulgor a la feble luz de la vela--. Hay quienes me llamanvampyr.

    Vannevar no reconoca la palabra, pero su terror se intensificcuando Quincy le explic lo que significaba: cmo acechaba en lanoche, asesinando a seres humanos para beberse su sangre.Tambin le dijo que ahora l era otro vampiro, un bebedor de sangreinmortal, otro integrante de la legin de los no-muertos.

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    --Te he elegido para que me ayudes, joven Vannevar. La guerraha hecho de la existencia algo precario y necesito un amigo.

    Vannevar termin de convencerse de que el hombre estabadesquiciado.

    --Puedo ayudarte --asegur a Quincy--. Pero tenemos que irnosde aqu enseguida. --An deba entregar su importante mensaje en elcuartel general. Pugn por incorporarse, con el cuerpo dolorido. Sesenta dbil, mareado, y se pregunt durante cunto tiempo habraestado inconsciente.

    Quincy se qued sentado, observando cmo se pona de pieVannevar.

    --Adelante, vete. Lo vers con tus propios ojos. --Quincy indicun recodo en la cueva a escasos metros de distancia, donde podaapreciarse una luz griscea que provena del exterior. Resultaba

    imposible saber si amaneca o anocheca--. Pero luego no me digasque no te lo advert.

    Quincy permaneci sentado en su roca, viendo cmo Vannevarse tambaleaba en direccin a la entrada de la cueva, apoyndose enlas hmedas paredes de piedra.

    Cuando Vannevar hubo llegado al recodo y vio la abertura antes, profiri un alarido de dolor. El plido sol de la maana le quemabalos ojos y calcinaba su piel, obligndolo a regresar al interior. Quincysegua sentado, esperndolo.

    --Ves?

    --El anciano ensay una sonrisa maliciosa, solt unarisita apagada cuando Vannevar se desplom sobre el fro y duro

    suelo de la cueva, para sentarse con la espalda contra la pared--.Ser mejor que te mantengas apartado de la luz del sol de ahora enadelante, ya te lo he dicho. Si quieres sobrevivir a esta guerra... siquieres sobrevivir, punto... t y yo tendremos que colaborar.

    En vida, Vannevar haba sentido tan slo una simpatamoderada por el anciano Cullen, Conservador de lnea dura quehaba amasado su fortuna con el comercio de esclavos. En muerte,el viejo le pareca repulsivo. Pero no tard en descubrir que era

    incapaz de negarse a las exigencias de aquel al que ahora llamaba"seor".

    --Ests vinculado a m --le explic Quincy--. Y hars lo que tepida.

    Quincy no se haba conformado con convertir a Vannevar en unvampiro, sino que le haba arrebatado su voluntad. Tras drenar lasangre de Vannevar, matndolo, Quincy lo haba revivido con una

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    transfusin de sangre procedente de sus propias venas. Si estohubiera sido todo, Vannevar se habra despertado siendo vampiro,pero libre. Mas Quincy se haba aprovechado de la debilitadacondicin de Vannevar para nutrirlo dos veces ms con su propiasangre, estableciendo de ese modo un vnculo permanente queconverta a Vannevar en el esclavo a la fuerza de Quincy.

    --Eres mi chiquillo --le dijo Quincy--. Somos uno solo.Y era verdad. Daba igual lo que le pidiera Cullen, Vannevar se

    apresuraba a obedecer. Se habra suicidado, si Quincy no le hubieraprohibido valerse de esa escapatoria.

    * * *

    Dos das ms tarde, despus de que Vannevar hubiera

    recuperado las fuerzas, el do abandon la cueva al caer la noche.Emprendieron rumbo al oeste, lejos de los estragos de la guerra, enbusca de territorios ms pacficos en los que estuvieran a salvo. Trasla dispersin de la familia Cullen, Quincy no tena a nadie que loprotegiera durante las horas del da, cuando yaca indefenso yvulnerable. Su plan consista en adentrarse en territorio virgen, lejosdel impredecible conflicto.

    Durante el da se refugiaban en cuevas y caadasresguardadas, viajaban de noche, evitando las carreteras y las zonas

    pobladas, alimentndose de mapaches y ardillas. Cuando hubierondejado Virginia a sus espaldas, continuaron hacia el sur hasta llegaral territorio casi inexplorado que ms tarde se llamara Tennessee.Conforme se adentraban en las montaas, encontraban cada vezmenos hombres blancos. Al fin llegaron a unas tierras que seencontraban fuera de los lmites de todos salvo los tramperos msosados. Mientras dur su largo viaje, Vannevar haba obedecidosolcito a su seor, haciendo todo lo que ste le peda que hiciera,puesto que no era capaz de reunir la fuerza de voluntad necesariapara oponerse. Su existencia se haba convertido en un sueo

    tambaleante y tenebroso del que no lograba despertar.Al fin descubrieron una cueva sita en una elevada pared rocosa

    desde la que se dominaba un ro sinuoso que atravesaba unfrondoso valle. Cullen esperaba que sta les sirviera de refugiopermanente. Pero algunos das ms tarde se despertaron paraencontrarse con que una pequea banda de indios Cherokee habanacampado a orillas del ro. Vannevar pens que sera una estupidez

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    molestarlos, mas Quincy, tras semanas de alimentarse de animalespequeos, ansiaba darse un festn de sangre humana.

    --Ya va siendo hora de que aprendas --dijo a Vannevar.Atacaron el campamento esa noche, entrando a hurtadillas en

    las chozas de varas y bebiendo solo un poco de una o dos vctimas,satisfaciendo as su innegable sed al tiempo que dejaban a susvctimas prcticamente ilesas. Vannevar se mostr renuente a bebersangre humana al principio, pero Quincy le oblig a hacerlo, y prontodescubri el hondo e incomparable placer que supona alimentarsede alguien de su propia especie.

    Quincy perdi el control la noche siguiente y dej a su vctimaindia convertida en un cadver plido sin una gota de sangre en lasvenas. A fin de evitar sospechas, cargaron con el cuerpo hasta laorilla y lo arrojaron al ro, donde vieron cmo la corriente se

    apresuraba a llevrselo. A la maana siguiente, los indios sequedaron perplejos ante la desaparicin de uno de los miembros desu banda, pero no tenan ni idea de lo que poda haber ocurrido.

    La noche siguiente, pese a que Vannevar le suplic que secontuviera, Quincy volvi a matar, dos veces en esta ocasin.Volvieron a valerse del ro para desembarazarse de los cuerpos peroluego, de nuevo en la cueva, Vannevar descubri que Quincy sehaba trado algo del campamento indio. Ante la atnita mirada deVannevar, Quincy desenvolvi un diminuto beb que haba raptado

    tras encontrarlo junto a su madre dormida. Se acerc el infante, quesollozaba quedamente, a la boca y ense los colmillos. Vannevar segir, pero no pudo evitar or el crujido cuando las fauces de Quincyse cerraron en torno a la garganta del beb, como tampoco pudoevitar or los gritos de la criatura, sbitamente entrecortados.

    Quincy arroj el pequeo cadver a un lado, sin miramientos,cuando hubo terminado. Despuntaba el alba y los dos vampiros seretiraron a sus rincones separados dentro de la cueva. El amanecerencontr a Vannevar despierto, con el alma atormentada ycompungida.

    La banda de indios se despert a la maana siguiente con losgritos de la madre afligida, la cual, al abrir los ojos, haba descubiertola ausencia de su beb. Tambin haban desaparecido otros dosmiembros de la tribu. Ms tarde, cuando se encontr uno de loscuerpos exanges ro abajo, enredado en las races de un rbol, loscherokees supieron que haban tropezado con un lugar asolado porlos malos espritus. Mientras la mayora de los indios se apresuraba

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    a desmontar el campamento, una pequea cuadrilla de guerreros,despus de haberse pintado con smbolos de proteccin que soloconocan sus hombres sabios, ascendi el despeadero quegobernaba el ro y sigui el rastro casi invisible que haban dejado losdos vampiros.

    Vannevar se despert sobresaltado cuando el primero demuchos tomahawks se enterr en el pecho de Quincy, que seguadormido. Se apresur a incorporarse cuando los rugidos de rabia ydolor de Quincy resonaron por toda la cueva. Impulsado por elVnculo de Sangre que compartan, estaba dispuesto a sacrificar supropia vida con tal de salvar a su seor. Cuando se hubo puesto depie, no obstante, las mortferas armas encontraron su blanco,hendieron el corazn de Quincy, lo decapitaron y lo destruyeron.

    La irresistible compulsin de sacrificarse por el bien de Quincy

    abandon a Vannevar de repente. Con la cabeza despejada porprimera vez desde su fatdico encuentro con el viejo Conservador, lonico en lo que pensaba era en su propia supervivencia, en escaparde la cueva y de los enloquecidos cherokees que haban acudidopara ejecutarlo.

    Vannevar se abri paso entre los guerreros que pretendanimpedirle la salida y sali corriendo de la cueva para sumergirse enla luz solar. Su piel comenz a ampollarse y ennegrecerse deinmediato. Aullando de dolor y terror, busc la sombra del bosque,

    con los vengativos indios pisndole los talones. Sorte rboles aciegas, fue de una caada a otra, evitando los ocasionales clarosdonde el sol dorado consegua alcanzar el lecho del bosque, y al finconsigui dejar atrs a sus perseguidores.

    Libre ya de la influencia de Quincy, Vannevar emprendi elcamino de regreso hacia el este. Hubieron de transcurrir das de viajeantes de que llegara a los primeros asentamientos dispersos a lolargo de la frontera, y tard semanas en divisar las familiaresciudades y granjas de su Virginia natal.

    A medida que se acercaba a casa, sus esperanzas y

    expectativas aumentaban mas, una vez estuvo de nuevo enAlejandra, vacil a la hora de proclamar su regreso. Obligado allevar la existencia de un depredador nocturno, cmo iba aexplicarle a su familia lo que le haba sucedido? Cmo sera posibleque le aceptaran?

    Entr en la ciudad al anochecer y se dirigi al desiertoayuntamiento. Cuando se hubo colado en su interior, encontr la lista

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    de fallecimientos clavada en la pared. En ella vio muchos nombresque reconoca, incluido el suyo propio. Vannevar apareca comomuerto en acto de servicio, se le crea aprehendido por los britnicosy fusilado por espa. Haban comunicado su fallecimiento a la familia.

    Supo en ese momento que nunca podra retomar su vidaanterior. An cuando su familia lo aceptara, llegara el da en que seconvirtiera en otro Quincy? Dio la espalda a Alejandra esa mismanoche, dejando atrs su pasado y su hogar, para siempre.

    Durante las dcadas siguientes, Vannevar se atuvo a los bordesde la Amrica en continua expansin, estableciendo residenciastemporales en ciudades florecientes a medida que stas brotaban enlas fronteras, mudndose cuando le pareca que su existenciapudiera correr peligro. Se alimentaba regularmente de sangrehumana, aunque rara vez mataba. En contadas ocasiones juzgaba a

    su vctima demasiado corrupta o criminal como para sobrevivir a unencuentro nocturno, en una calle oscura, con un Vannevar vestido denegro. A lo largo de todos aquellos aos de solitario vagabundeo,Vannevar no se encontr jams con otro de su especie.

    En el ao 1832 haba llegado a Tejas, siguiendo la estela de losmiles de colonos americanos que haban sido invitados por elgobierno mejicano para establecer su residencia en aquel antiguoterritorio norteo espaol, ahora despoblado. Fue en la pequeaciudad de San Joaqun que Vannevar conoci a Samuel Travis, el

    vampiro que se convertira en el contacto ms importante queestableciera jams.Merodeaba por las lindes de la plaza de San Joaqun cuando

    repar en un hombre alto y desmadejado que se aproximaba a lcruzando la plaza embaldosada. Vannevar estaba inmerso en lassombras, invisible para la mayora, pero resultaba evidente que elhombre lo haba divisado. Pens en huir, pero opt por mantenerseen su sitio, decidindose a esperar a que se le acercara eldesconocido.

    Cuando hubo llegado ante l, el hombre le ofreci la mano y

    pregunt:--Es usted nuevo en la zona?Vannevar dud por un momento, antes de salir de las sombras.--Vengo del este. --Acept la mano que le tendiera el

    desconocido y la estrech--. Me llamo Thomas, de Alejandra,Virginia.

    --Samuel Travis, oriundo de Carolina del Norte --se present el

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    forastero; su acento sureo era culto y aristcrata--. Qu le trae porestos parajes, seor?

    Vannevar no respondi enseguida. Aparte del desquiciadoQuincy, nunca haba conocido a otro de su especie. Asuma quetodos los vampiros eran tan fros y crueles como lo haba sidoQuincy, pero el rostro de Travis, surcado de arrugas, pareca msamable. A ojos de Vannevar, pareca casi humano.

    --No tiene nada que temer--le dijo al fin Travis, percatndose dela renuencia de Vannevar--. Est usted entre amigos.

    Travis invit a Vannevar a su refugio, una habitacin segura enla parte trasera de una hacienda de adobe que daba a la plaza.Vannevar se temi que estuvieran tendindole una trampa, pero laoportunidad de conocer y conversar con alguien --aunque fuera conotro vampiro-- constitua una tentacin irresistible.

    Travis era un hombre culto que, al igual que Vannevar, sabaleer el griego y el latn, amn de, gracias a diversos viajes porEuropa, otra media docena de idiomas modernos. Vannevar semostr precavido en un principio, pero este vampiro ms antiguo segan su confianza en cuestin de un par de horas; reconoca en lpor instinto a una criatura ms sabia y poderosa que l mismo.

    Travis adopt a Vannevar bajo su tutela, estableciendo unrefugio para l en una pequea ciudad a escasos kilmetros de SanJoaqun.

    Quincy haba dejado a Vannevar tristemente mal preparado parasu nueva vida, y Travis se propuso que Vannevar aprendiera muchasde las cosas que le hara falta saber en el futuro.

    Y present a Vannevar a otros Vstagos. Muchos vampirosamericanos habitaban el territorio, todos unidos bajo el liderato deSam Travis. Vannevar aprendi que formaban parte de una sociedadsecreta de vampiros llamada la Camarilla. La Camarilla, una antiguaorganizacin de Vstagos que se haba formado haca siglos enrespuesta a los abusos de la Inquisicin, regulaba las actividades delos vampiros en todo el mundo, estableciendo cdigos de conducta

    que permitan que la raza de los vampiros sobreviviera y prosperara,invisible y desconocida, en medio del mundo de los humanos.

    --No fue fcil conseguirlo --le explic Travis a Vannevar unanoche en la parte posterior de la hacienda--. Se tuvieron que dejar aun lado muchos rencores a fin de lograr esta cooperacin. E inclusohoy en da muchos de los miembros ms poderosos conspiran unoscontra otros en una interminable lucha por el poder y el control.

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    El mundo de los mortales saba muy poco acerca de laexistencia de los vampiros, le cont Travis, pero pocas cosastranspiraban en el mundo de los humanos sin que estuvierainfluenciada en uno u otro modo por la secreta Camarilla. Laorganizacin manipulaba sutilmente los hilos de gobiernos eindustrias, movindolos a su antojo, instigando y controlando un grannmero de acontecimientos relevantes para la historia de lahumanidad. Travis afirmaba que la Revolucin Americana era elresultado de una escisin entre ciertas facciones americanas yeuropeas de la Camarilla.

    --Pero hay otros vampiros que existen al margen de nosotros, yque amenazan nuestra causa --le confi Travis--. Estoy hablando delSabbat.

    El Sabbat era una secta de vampiros tenebrosa y sangrienta

    que, pese a ser mucho ms pequea que la Camarilla, se opona alos objetivos de esta en casi todos los frentes. Travis le advirti quepronto se desencadenara una guerra entre las fuerzas de laCamarilla en Amrica y el gobierno de Mjico, influenciado por elSabbat.

    Las fuerzas del Sabbat haban ganado posiciones muy prontoen el Nuevo Mundo, siguiendo la estela de la Inquisicin espaola.La secta se haba establecido en Mjico y en partes de Suramrica yCentroamrica. Travis le dijo a Vannevar que, en esos momentos, la

    Camarilla intentaba incitar una revuelta entre los tjanos--tantonorteamericanos como mejicanos-- para que se enfrentaran a las

    autoridades de Mjico, declararan su independencia y obligaran algobierno mejicano a salir de la zona. Otras partes del territoriomejicano, incluida California, seran absorbidas a su vez en eltranscurso del conflicto. Ni el gobierno estadounidense ni el mejicanoestaban al corriente de las fuerzas secretas que forjaban susdestinos.

    --Exactamente quines integran el Sabbat? --preguntVannevar a Travis.

    --El grueso del grupo consiste en dos clanes de vampirosrebeldes, los Tzimisce y los Lasombra, adems de muchos otrosatrados a las filas de los descontentos e insatisfechos.

    El Sabbat era todo lo que tema Vannevar que pudiera ser unvampiro: asesinos implacables y depredadores que se creansuperiores a cualquier otro animal. Si dependiera de ellos,convertiran a los humanos en esclavos y los someteran a un

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    rgimen sangriento. La Camarilla, aunque se concentraba en lasupervivencia de la Estirpe, aspiraba a un mundo de pacficacoexistencia con la raza humana, un mundo en el que su presencianunca corriera peligro de ser revelada. Siete clanes principalestrazaban el destino de la Camarilla. Vannevar aprendi queperteneca al clan Ventrue, una de las potencias ms veteranasdentro de la organizacin.

    En el transcurso de los pocos meses que se haban sucedidodesde que conociera a Travis, Vannevar lleg a confiar en l entodos los aspectos. Tanto era as que no vacil a la hora deofrecerse voluntario para contribuir a los esfuerzos de la Camarilla enTejas. Tras jurar lealtad tanto a Travis como a la Camarilla, Vannevarse sum a las fuerzas secretas que ya haban comenzado a sembrarlas semillas de la revolucin en el territorio mejicano.

    Corra el ao 1836, despus de que el lamo hubiera cado yhubiese sido recuperado, cuando Vannevar conoci a Riley y le salvla vida. Riley, cultivador de algodn en Tejas, era hijo de esclavosque haban huido de Georgia y haba crecido siendo un hombre libre.La familia de Riley, al verse atrapada en medio de una guerra que noiba con ellos, consigui sobrevivir al avance del ejrcito mejicanoprimero, y a su retirada, ms tarde. Pero cuando llegaron los tjanos,la familia fue vctima de una banda de blancos que, ofendidos ante laidea de que un negro pudiera poseer tierras, no dej escapar la

    oportunidad de arrasar la granja. Dispararon a la familia, prendieronfuego a los edificios y colgaron a Riley de un rbol, atado de pies ymanos, con la punta de los dedos de los pies rozando apenas elsuelo, abandonndolo para que se estrangulara lentamente mientrasel sol se pona en el oeste.

    Vannevar lleg a las ruinas media hora ms tarde. Traslevantarse con el crepsculo, haba seguido a la avanzadilla tejanaen una operacin de limpieza destinada a destruir a cualquiervampiro del Sabbat rezagado tras la apresurada retirada de losmejicanos. A Vannevar no le sorprendi ver los escombros en llamas

    --haba sido testigo de mucha destruccin en las ltimas semanas--,pero cuando divis la silueta del ahorcado que se recortaba contra elfirmamento del anochecer, se apresur a llegar hasta l.

    Cuando hubo alcanzado al hombre inconsciente, cort la soga ylo deposit en el suelo con delicadeza. El hombre todava respiraba,aunque con dificultad. Vannevar le palp la garganta en busca deheridas y descubri que tena la traquea aplastada. No vivira mucho

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    ms. Sus labios ya comenzaban a adoptar un azul ciantico.Haba presenciado muchas muertes a lo largo de las ltimas

    semanas: soldados abatidos a disparos o por cualquier otro medio,abandonados en los mrgenes de los caminos para que sus cuerposabotargados sirvieran de alimento a las guilas. l mismo haballegado a alimentarse en ocasiones de los recin fallecidos cuandono haba conseguido encontrar otra fuente de sustento. Pero elhombre que se mora ahora ante sus ojos despertaba en l unacompasin que crea perdida haca mucho. Si lo alimentaba con susangre antinatural, sobrevivira, sus devastadoras heridas sanaranrpidamente bajo la influencia de la vigorosa sangre del vampiro.Con ayuda de un cuchillo, Vannevar se abri una de las venas delbrazo y, cuando man el espeso fluido rojo, acerc la boca delhombre inconsciente a la herida.

    Riley se haba recuperado de sus heridas en cuestin de das;para cuando ambos se hubieron puesto en marcha, ya se habaganado la guerra en favor de la independencia de Tejas. Regresarona la guarida de Vannevar, empezaron a trabajar juntos y pronto sevolvieron inseparables. Riley, imbuido ahora de parte de la fuerza yel vigor de la sangre vamprica de Vannevar, no se haba convertidoen un autntico vampiro sino en lo que se llamaba "ghoul": unacriatura vinculada a la sangre que gozaba de aptitudes antinaturales,pero que no estaba obligada a dormir durante el da, ni necesitaba

    ingerir la sangre de los vivos para nutrirse. La ocasional necesidadde sustento del ghoul se satisfaca con la sangre extrada de laspropias venas del vampiro.

    A lo largo de los aos siguientes, Riley se convirti en los ojos yodos de Vannevar durante el da, protegindolo mientras dorma. Acambio, Vannevar extendi a Riley su proteccin e influencia. Losque cometan la temeridad de amenazar o insultar a Riley aprendanenseguida que la retribucin era rpida, y llegaba por la nochecuando Vannevar visitaba a los agresores en sus hogares y lescomunicaba sus deseos. Pocos se atrevan a meterse con Riley una

    segunda vez.Al llegar la primavera de 1849, despus de que Tejas llevara

    ms de tres aos anexionada a los Estados Unidos, Travis invit aVannevar a reunirse con l en la ciudad de San Antonio. Vannevaraccedi a acudir y, acompaado de Riley, lleg a la hacienda deadobe de Travis algunos das ms tarde, prxima la medianoche. Eledificio era imponente y estaba guarnecido por rales de hierro

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    forjado. Un par de lmparas de aceite montadas a cada lado de lapuerta principal, de resistente madera, iluminaban la entrada.

    Travis sali a recibir a la pareja y los invit a entrar. Travis, comomiembro de un clan de vampiros conocido como los Toreador,siempre apareca impecablemente vestido. Ataviado con un traje decuero de ante flexible, de excelente manufactura, con botas altas detacn de exquisito cuero labrado, era la viva imagen del rancherotejano adinerado.

    Tras cumplir con los protocolos del recibimiento, Travis los invita sentarse a la mesa. Encendi uno de sus pequeos puros negros,sus favoritos, y pas directamente a mayores.

    --Hace varios meses que no tenemos noticias de McNaughton--dijo, frunciendo el ceo. Exhal un pequeo aro de humo azul--.Sospechamos que haya muerto.

    Brendan McNaughton, escocs y miembro del grupo de Tejas,haba sido enviado al norte de California haca algunos aos, justodespus de que el territorio hubiera cado en manos de losamericanos invasores en junio de 1846. Este emplazamiento norteode territorio mejicano, escasamente poblado, haba sido conquistadosin necesidad de disparar ni una sola vez. McNaughton lleg a lazona en el verano de 1847 y encontr poco que informar conrespecto a la diminuta y somnolienta aldea de Yerba Buena, al bordede la baha de San Francisco. A principios de 1848, no obstante, los

    rumores de que se haba encontrado oro en las colinas y lasmontaas comenzaron a llegar a la costa. Estos rumores no tardaronen verse confirmados y, hacia finales de ao, la noticia de laexistencia de una enorme veta de oro se haba propagado por todoel pas, desencadenando un xodo de miles y ms miles debuscadores. Fue entonces cuando se dej de saber de McNaughton.

    --Tenemos que actuar deprisa --les dijo Travis--. Es fundamentalque la Camarilla consiga el control de la zona, y pronto. Es mucho loque est en juego.

    Vannevar asinti, a sabiendas de que iban a encomendarle la

    misin.--San Francisco es un hervidero --continu Travis--. Antes haba

    cerca de un centenar de personas viviendo all. Ahora habr entretres y seis mil, segn a quin hagas caso. Casi todos los barcosatracan y salen de la baha de la ciudad, y los mineros se agolpan allpara gastar su oro.

    Vannevar asinti para indicar su aquiescencia.

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    --Ya se han enviado otros representantes de la Camarilla.Quiero que nosotros seamos los primeros en llegar.

    --Podemos partir pasado maana --dijo Vannevar. Sesobreentenda que Riley ira con l.

    --Est bien --sonri Travis.Y as haba comenzado su viaje.

    _____ 3 _____1849: UNA CIUDAD EN EXPANSIN

    El viaje tocaba ahora a su fin. El ro desemboc en la ampliaextensin de la baha nortea donde Vannevar y Riley viraron hacia

    el sur, guiando su bote inundado en direccin a la ciudad de SanFrancisco. Unos quince kilmetros ms adelante, rodearon un brazode tierra y divisaron su destino.

    Pese a encontrarse a kilmetros de distancia, podan ver lasluces de la ciudad encendidas por toda la orilla, refulgiendotenuemente en medio de la fina niebla que envolva la baha. Inclusoa esa distancia resultaban audibles los sonidos de los hombres quetrabajaban en los muelles, los martillos que repicaban y la msicaque emanaba de los salones. A sabiendas de que estaban a un paso

    de San Francisco, Vannevar anticipaba con anhelo su llegada. Habasido un viaje largo y plagado de peligros. Riley comparta suansiedad, pero tambin estaba nervioso. Tejas, su hogar, quedabamuy lejos.

    Transcurri otra hora antes de que llegaran a la ensenadaalrededor de la que se alzaba gran parte de la ciudad. Vieron largosmuelles de madera que se extendan desde la orilla, invitndoles aatracar, pero encontraron su ruta parcialmente bloqueada por unautntico bosque de barcos, oscuro y silencioso, que haban echadoel ancla frente a la baha.

    Haba arribado al puerto una nave tras otra en los ltimosmeses, tan solo para ser abandonadas por sus tripulaciones y aveces incluso por sus capitanes, ansiosos todos ellos por hacerfortuna en los yacimientos de oro. Abandonadas en el puerto conpocas esperanzas de alquilar una tripulacin que las sacara de all,estas embarcaciones desamparadas eran remolcadas lejos de losmuelles y ancladas en las afueras de la baha para que se pudrieran.

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    Casi un centenar de estos barcos aguardaban ahora ociosas.Tras abrirse paso en medio de los cascos flotantes, alrededor de

    cadenas y cuerdas de anclas, Vannevar y Riley llegaron al fin a unode los muelles de madera --al ms largo de la docena aproximadaque albergaba la ensenada-- y guiaron el esquife con cautela hastaun amarradero, donde aseguraron la embarcacin junto a ungrasiento y maloliente ballenero de Nueva Inglaterra. Aseguraron elesquife antes de ascender por la escalerilla hasta la parte alta delmuelle, donde fueron recibidos por un vigilante con una linterna.

    --Hay que pagar una tarifa para amarrar aqu en Long Wharf,saben --dijo el hombre, desafiando a los dos.

    --No es nuestra barca --respondi Vannevar, sereno--. Y hay unmuchacho herido a bordo. Unos bandidos le han disparado. Nosotrossolo somos pasajeros de pago.

    El vigilante se asom al borde del muelle, sosteniendo sulinterna en alto para ver qu yaca en el bote de abajo.

    --Por mis tierras! --exclam--. Pero si es Davey Foster. Estmuy malherido? --pregunt a Vannevar.

    --La herida no es grave, pero necesita que lo vea un mdico.Tome. --Entreg al guardia una de las bolsas llenas de polvo de oroque haba arrebatado a los bandidos--. Ocpese de que cuiden de l.

    --Desde luego --respondi el vigilante--. S, seor. --Dicho locual, sali corriendo en busca de un mdico.

    Vannevar y Riley se alejaron del muelle y se encaminaron haciael norte, paseando por las drsenas, la seccin ms bulliciosa de laciudad. Aunque iban a dar las once de la noche, el puerto era unhervidero de actividad; se descargaban barcos a la luz de lmparasde aceite mientras malhablados carreteros cargaban las mercancasen vagonetas tiradas por caballos. El sonido de los martillos y lassierras despertaba ecos en la docena aproximada de calles que seextendan hacia el oeste desde las drsenas, mientras laconstruccin de nuevos hoteles, restaurantes y salones de baile nocesaba ni de da ni de noche. Oyeron algn que otro disparo, y

    pudieron observar que muchos de los habitantes exhiban sus armassin ningn pudor. La poblacin pareca ser completamentemasculina. Ninguno de ellos vio una sola mujer.

    Los salones eran tan comunes como cualquier otroestablecimiento, y en la mayora de ellos no caba ni un alfiler; lamsica de los pianos y las canciones entonadas a voz en grito sepropagaban hasta las calles. Aqu divisaron alguna mujer, en su

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    mayora muchachas de saln contratadas para entretener a losmineros. En la ciudad haba tambin algunas camareras empleadasen las docenas de restaurantes, o lavanderas que llegaban a cobrarhasta dos dlares por ocuparse de la camisa de un hombre. Laciudad al completo estaba orientada hacia los buscadores; abundabael polvo de oro y los precios llegaban a ser hasta diez veces mselevados que en el este. Incluso haba un letrero que anunciabahuevos frescos a un dlar la unidad.

    La poblacin, si bien predominantemente masculina, tambinera abigarrada. La noticia de la abundancia de oro se habapropagado rpidamente por todo el ocano Pacfico y, con el tiempo,llegara a todos los confines del globo. All donde miraran veanhombres ataviados con ropas exticas y oan el barboteo de idiomasextranjeros. Vieron alemanes, franceses, escoceses, suecos e

    ingleses; tramperos rusos con botas altas de piel; mejicanoscubiertos por amplios sombreros y ponchos; kanakas de los Maresdel Sur; chinos con tnicas que haban cruzado el Pacfico en barcosatestados; suramericanos procedentes de Chile, Per y la Argentina.Por todas partes haba multitudes, gritos, emocin y expectacindesatada.

    Mucha gente se vesta con sencillas ropas de trabajo, perohaba otros, ataviados con menor fortuna, que haban llegado aCalifornia llevando encima lo que tuvieran puesto al salir de casa.

    Vannevar se haba sentido preocupado por su aspecto y el de Riley,pero no tard en descubrir que un elegante aristcrata virginianoacompaado por un negro armado con una escopeta apenas sillamaba la atencin en este lugar casi salvaje. En cualquier caso,estaban sucios a causa del largo viaje que los haba llevado de unaparte a otra del pas, y las botas de Vannevar, todava empapadasdesde la batalla a orillas del ro, estaban cubiertas por una costra depolvo. Sus ropas, pese al chapuzn en el ro, estaban acartonadas yhedan tras meses de hacinamiento en la caja de madera en laplataforma de la carreta. Tambin Riley necesitaba darse un buen

    bao y dormir en una cama limpia. Tenan que encontrar un lugar enel que alojarse.

    Emprendieron rumbo al norte siguiendo el borde de la cala hastallegar a una calle llamada Pacfico, cerca de los lmites al norte delasentamiento. Aunque costara creerlo, esta zona pareca mspendenciera y anrquica que las secciones que haban atravesadocon anterioridad. Los salones se alineaban a ambos lados de la calle

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    y los hombres voceaban a pleno pulmn mientras las mujereschillaban y gritaban. Un enorme oso pardo encadenado junto a laentrada de uno de los establecimientos grua a los clientes queentraban y salan por la puerta principal.

    Giraron de nuevo hacia el sur, hasta pasar de nuevo por LongWharf, el lugar donde haban amarrado el bote. Espiaron a un grupode hombres que se haban reunido cerca del final del muelle. Habaun mdico atendiendo a Davey, que ahora yaca tumbado en unacamilla.

    --Procuraremos no perderlo de vista y asegurarnos de que salgacon bien de esta --coment Vannevar a Riley de pasada.

    --Es buen chaval --convino Riley. Saba que Vannevar seacordaba de los que le hacan algn favor.

    Un bloque ms al sur torcieron al oeste en una calzada cuyo

    letrero pintado a mano proclamaba "calle California". Al igual que elresto de la ciudad, la polvorienta calle estaba pavimentada conmaderos distribuidos de cualquier manera e iluminada por lmparasde aceite que colgaban de clavos en las fachadas de los edificios. Lacalle, de solo dos bloques de longitud, terminaba de golpe al pie deuna empinada colina casi yerma que se elevaba ms de cien metroshacia el firmamento nocturno. Cerca del final de la calle encontraronuna zona relativamente tranquila donde Riley crey divisar unalojamiento adecuado.

    --Qu tal ah?

    --pregunt, sealando un hotel de dos plantas yconsiderable tamao. Al igual que la mayora de los edificios, haba

    sido recin construido con secoyas indgenas taladas haca poco. Enun alarde de extravagante orgullo, el propietario haba aplicado unacapa de pintura amarilla al edificio, lo que lo distingua de susvecinos.

    Cruzaron la calle y pasaron al interior, con Vannevar al frente.Un recepcionista parco en cabello levant sus quevedos detrs delmostrador.

    --Queramos un par de habitaciones, por favor--dijo Vannevar,

    dirigindose al recepcionista--. Con bao.El hombre de detrs del mostrador vacil por un momento.--Ah... para usted y el caballero? --pregunt. El recepcionista

    lade la cabeza en direccin a Riley, observando a Vannevar conojos maliciosos por encima de sus lentes redondas. Esperaba notener que explicar a este forastero que la Casa Braxton era un hotelde calidad, un lugar vetado a la gente de color.

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    Vannevar sinti, ms que vio, cmo se tensaba Riley. Le indicque guardara silencio con un gesto.

    --Mi socio no supondr ningn problema --repuso Vannevar,lacnico pero seductor al mismo tiempo. Mir directamente a los ojosal recepcionista, sin parpadear.

    --Por supuesto, seor--contest el recepcionista, sbitamenteapaciguado y complaciente.

    --Va usted a registrarnos inmediatamente --aadi Vannevar,guiando un ojo a Riley.

    --Eso est hecho, seor--respondi el recepcionista,obediente--. Es un honor para la Casa Braxton contar con su amigo ycon usted como invitados.

    Gir el libro de registros para que Vannevar firmara y le entreguna pluma. Vannevar moj la punta en el tintero y firm por los dos,

    antes de pagar al hombre con monedas de oro tejanas que extrajode una gran bolsa que llevaba amarrada a la cintura. El recepcionistaentorn los ojos al ver la extica moneda, la sostuvo frente a la luz yla sopes en su mano. Por ltimo, despus de propinarle unmordisco para comprobar su autenticidad, la dej caer en la cajaregistradora y se volvi hacia sus clientes.

    --Gracias, seores. Esperamos que disfruten de una estanciaagradable en San Francisco.

    Vannevar le devolvi la sonrisa y sigui al botones escaleras

    arriba hacia sus habitaciones.A la noche siguiente, vigorizado, relajado y vestido con ropalimpia, Vannevar busc al propietario del hotel y, al cabo de unahora, haba comprado el lugar en su totalidad. Lo primero que hizoen calidad de nuevo propietario fue despedir al llorica que seocupaba de la recepcin.

    * * *

    El do dedic la semana siguiente a familiarizarse con la ciudad

    y recabar toda la informacin que les fue posible. Vannevar habacambiado de atuendo: pantalones de cuero de ante, camisa blancade cuello rgido y corbata de fantasa, todo ello rematado por unchaleco a la ltima de terciopelo negro. Llevaba sus nuevas botasnegras por dentro de los pantalones y haba dado en resguardarsecon una capa corta de las fras nieblas nocturnas que llegaban a laciudad procedentes del ocano Pacfico durante los meses de

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    verano. Riley iba vestido con una camisa de trabajo sin cuello,zapatos robustos y un par de rgidos pantalones azules de trabajo,de tela vaquera, que haba comprado a un sastre judo local queresponda al nombre de Levi Strauss. El sastre le haba garantizadoque los pantalones remachados duraban "para toda la vida",promesa que haba propiciado la sonrisa de Riley.

    El corazn de la ciudad envolva la Ensenada de Yerba Buena,la zona con mejor anclaje de la baha, consistente en nada ms queunas cuantas docenas de calles distribuidas en cuadrcula. Pero laciudad segua creciendo da a da y se trazaban y entablaban nuevascalles, y casi de la noche a la maana surgan nuevos almacenes,hoteles y salones. Vannevar, que ya se haba convencido de quepermaneceran ah por una temporada, empez a planear la mejormanera de invertir el dinero que haban trado consigo desde Tejas.

    San Francisco era una ciudad sin ley, creca tan deprisa que nogozaba de gobierno viable ni nada que se pareciera a una fuerzapolicial. Los asesinatos y las desapariciones estaban a la orden delda y, con decenas de miles de soadores buscadores de oropasando continuamente por la ciudad, era casi imposible estar alcorriente de todo lo que trascenda. Las disputas y los tiroteos eran elpan de cada da.

    Pero en ninguna otra parte se pareca tanto la violencia a unestilo de vida como en el distrito norte, al pie de una empinada colina

    rocosa de cien metros de altura. Esta zona, conocida comoSydneytown, estaba habitada por un numeroso contingente decriminales australianos exiliados que se haban abierto camino hastaSan Francisco ya fuera por medios legales o ilegales. La callePacfico constitua el corazn de Sydneytown, una franja conflictivaque discurra durante varios bloques desde las drsenas.

    Fue en esta zona donde Vannevar y Riley descubrieron laprimera evidencia de que al menos otro vampiro resida en la ciudad.Eran demasiadas las muertes acaecidas en el rea que exhiban lasinconfundibles seales de la sed vamprica, y Vannevar supuso que

    el misterioso vampiro probablemente estaba detrs de ladesaparicin de McNaughton. Vannevar y Riley ahondaron en suspesquisas, de incgnito, frecuentando los salones y las tascas de lacalle Pacfico una noche s y otra tambin, invitando a beber a losvecinos y conversando con ellos.

    Haca casi una semana que estaban en San Francisco cuandoRiley estableci su primer contacto tangible. Vannevar se encontraba

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    en el saln Beef and Bear en la esquina de la calle Jackson conDupont cuando Riley dio con l. Vannevar se haba convertido en unvisitante asiduo del Beef and Bear, atrado por una camarera chilenade ojos negros a la que llamaban Doa. La muchacha, de pielolivcea, labios carnosos y cabello como ala de cuervo, viva en elcampamento chileno sito en la colina que gobernaba Sydneytown,donde comparta una casa con su anciano padre, Fernando.Vannevar haba flirteado con muchas mujeres a lo largo de los aos,pero encontraba a Doa particularmente atractiva. Haba sido criadaen el catolicismo y era tmida y casta, cualidades que l encontrabasugerentes.

    Riley interrumpi la conversacin entre Vannevar y la joven.--Qu has descubierto? --quiso saber Vannevar, impaciente.--Creo que he encontrado algo en el Saln de Donovan, al final

    de la calle Pacfico.El Saln de Donovan, regentado por uno de los australianos de

    Sydneytown, era un local de variedades en el que las muchachasentretenan a los clientes en la planta de arriba adems de en la pistade baile. Las chicas de Donovan, al contrario que las de la mayorade los salones, beban cerveza de verdad y no agua coloreada;Donovan se jactaba de que eso las volva ms "vivaces". El Saln deDonovan era uno de los caladeros favoritos de los Patos de Sydney,la banda australiana que tena aterrorizada y casi controlada por

    completo la parte norte de la ciudad.--All he conocido a un tipo llamado Burt --explic Riley--. Uno delos Patos. Es un autntico bocazas (por cierto, la tiene repleta dedientes cariados) que alardea de tener "contactos importantes" portoda esa parte de la ciudad. Finge ser humano pero me parece quees probable que se trate de un ghoul. En cualquier caso, empec atirar de la lengua a este palurdo, hasta llegar al quid de la cuestin,pero el tipo afirma que ni l ni "su jefe" saben nada de McNaughton.Me dice que hay un espaol que vive en alguna parte del sur de laciudad y que supuestamente est detrs de unas cuantas "muertes

    extraas". No le creo, pero hago como que s. Se marcha enseguiday yo le sigo, sin que se entere de que ando tras sus pasos. Entr enuna pensin a las afueras de Broadway. No me extraara que fuesela guarida de nuestro hombre.

    Vannevar asinti con la cabeza para indicar su conformidad.--Ensame el sitio.

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    * * *

    La pensin estaba situada en un callejn de tierra que discurraal sur de Broadway, una calzada de un solo bloque al final de la callePacfico que formaba parte del actual lmite al norte de la ciudad.Riley y Vannevar se encontraban en la calle, contemplando elcallejn.

    --Est ah arriba, me parece --dijo Riley, sealando la ventanade un segundo piso, iluminada por una luz amarilla--. Creo que esah donde vive su "jefe".

    --De acuerdo. Ir a investigar. Renete conmigo en el callejnde la parte de atrs del Beef and Bear, dentro de una hora.

    Riley asinti y se escabull, desapareciendo sin hacer ruido enla calle cubierta por la niebla.

    Cuando se hubo adentrado en el estrecho callejn, Vannevaralz la vista hacia la ventana tenuemente iluminada y vio unassombras que se movan detrs de las cortinas, cursis y sinalmidonar. La ventana estaba abierta y su agudo odo detect un parde voces que conversaban, aunque no consigui distinguir laspalabras. Se volvi hacia el edificio que se alzaba al otro lado delcallejn. Trepando por la pared podra colocarse a la par de laventana sin renunciar a mantenerse a una distancia prudencial.

    Tras descalzarse y dejar el sable en el suelo, se agarr a las

    toscas tablillas del edificio cercano y subi por la fachada con rapidezy seguridad. Se detuvo al alcanzar casi la misma altura que la de laventana del otro lado del callejn, aferrado a la pared igual que unalagartija, estirando el cuello para encarar la ventana. La capa negrale ayudaba a confundirse con las sombras y dificultaba que pudierandescubrirle.

    Vannevar vio a un hombre que supuso que sera Burt, sentadoen una deslucida silla de madera. Incluso a esa distancia pudodistinguir los dientes verdes y podridos del hombre. Burt departa conalguien que quedaba oculto a los ojos de Vannevar. La conversacin,

    no obstante, resultaba audible.--En serio, Choker, aqu pasa algo raro --deca Burt a su

    compaero invisible--. Primero va este forastero y aparece la semanapasada para comprar la Casa de Braxton as, sin ms. Encima tienea su servicio a un negro que se ha plantado esta noche dondeDonovan y ha empezado a hacer todo tipo de preguntas ridculas.Tambin lo he visto husmeando por las drsenas a principios de esta

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    semana.--Crees que es uno de los otros? --pregunt el misterioso

    hombre que atenda al nombre de Choker. Su acento era australiano;su voz, un gruido.

    --A lo mejor. Va por ah despilfarrando el dinero igual que aqueltipo, McNaughton.

    El hombre invisible se incorpor y cruz la estancia. Vannevar loentrevi gracias al resquicio que separaba las cortinas. Choker eraalto, fuerte y huesudo, un hombretn con la cara marcada por lascicatrices de la viruela. Hablaba con el ceo fruncido.

    --l no me preocupa. Delfonso no tardar en darse cuenta, ysupongo que luego se decantar hacia un lado o hacia el otro.

    Burt solt una risotada y Choker lo imit. El vampiro se apartde la ventana y volvi a perderse de vista.

    Vannevar se pregunt quin sera Delfonso. Tal vez otrovampiro?

    Permaneci a la escucha durante unos cuantos minutos msmientras Choker y el ghoul debatan acerca de sus planes de futuropara los Patos: robos, timos y extorsin. Al cabo, tras decidir que noconvena tentar a la suerte, baj de la pared y sali del vecindario.

    * * *

    Lleg un poco tarde al lugar de reunin detrs del Beef and Beary le sorprendi descubrir que Riley no haba acudido todava.Escogi un portal en la sombra y se dispuso a aguardarpacientemente su aparicin.

    El callejn sin salida estaba a oscuras y desierto, y Vannevar lohaba escogido debido a que constitua un emplazamiento aislado yapartado del centro de la ciudad. Los hilachos de brumacomenzaban a cernirse sobre la ciudad, impulsados por el vientodesde el ocano al oeste, reluciendo a la luz de la luna.

    No tard en escuchar el sonido de los cascos de un caballo que

    caminaba despacio por la calle que discurra detrs del callejn,cascos que repicaban en los listones de madera. Aguz el odo anteaquel sonido y oy cmo el caballo se detena, vacilaba, y acontinuacin se adentraba en el callejn donde aguardaba Vannevar.

    Este se peg ms al vano de la puerta, fundindose con lastinieblas, escrutando a travs de la niebla, intentando divisar alcaballo y al jinete que se acercaban. La negra cabeza del animal fue

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    lo primero que apareci, emergiendo de la bruma como un espectro,movindose arriba y abajo, orgulloso, adornada con una brida dedelicada confeccin decorada con plata. El hombre que lo montabasurgi a continuacin, vestido por entero de negro, con pantalonesajustados que se ensanchaban a la altura del tobillo y una chaquetillacortada a medida como las que solan utilizar los californiosmejicanos. Al igual que los adornos del animal, la ropa del hombreestaba imbricada de plata. Se tocaba con un sombrero negro de alaancha a juego con el conjunto.

    Era un hombre mayor, tal vez superara los cincuenta, de bigotenegro minuciosamente recortado y perilla puntiaguda. Tena la pielplida, casi luminiscente en la oscuridad. A un costado colgaba unpesado estoque con la empuadura de alambre de oro y la guardadelicadamente labrada.

    El hombre detuvo su caballo delante del umbral en el que seguareca Vannevar.

    --Buenas noches, seor--salud el jinete, mirando directamentea Vannevar.

    Su espaol era castellano puro, seco y preciso, distinto de laforma de hablar lenta y pesada de los mejicanos a los que se habaacostumbrado a escuchar Vannevar. Comprendiendo que cualquierintento por permanecer escondido era ftil, se apart de la puerta ysali al callejn, relativamente mejor iluminado.

    --Buenas tardes

    --contest Vannevar, mirando a los ojos aldesconocido.

    Ambos vampiros se evaluaron mutuamente; Vannevar sinti deinmediato el poder del extrao.

    --Bienvenido a San Francisco, amigo --dijo el hombre, pasandola pierna derecha por encima de la silla para echar pie a tierra conagilidad, donde sus afiladas espuelas tintinearon al chocar con elsuelo. Mientras examinaba a Vannevar de arriba abajo, el espaol,de menor estatura, daba vueltas a su alrededor, inspeccionndolocon detenimiento--. Americano, s? --inquiri el hombre. Sus pasos

    lo haban conducido detrs de Vannevar, donde este no poda verle.--S --respondi Vannevar, obligndose a mantenerse firme--.

    Me llamo Vannevar Thomas, y vengo de Tejas. --Mantuvo la miradaal frente, resistindose al impulso de dar la vuelta y encararse con elotro vampiro.

    --Ya vino otro americano por aqu --dijo el espaol, colocndosedelante de Vannevar una vez finalizada su inspeccin--. Pero ahora

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    me temo que se ha ido. --Ensay una sonrisa maliciosa.Vannevar tuvo el convencimiento de que se enfrentaba al

    asesino de McNaughton.--Dnde est Riley? --pregunt Vannevar, intuyendo que el

    espaol tena algo que ver con el hecho de que su amigo no hubieraacudido a la cita a la hora convenida.

    --Est a salvo, amigo. No temas. Tratamos bien a nuestrosinvitados. --Gui un ojo--. Aunque tengo que admitir que nos hadado guerra.

    Vannevar, movindose con cuidado para no delatarse, busc laempuadura de su espalda. El espaol se percat del movimiento.

    --Espadachn, eh? --Delfonso dio un repentino paso hacia atrsy desenvain el afilado estoque con un taido--. Quieres ponerme aprueba, eh? Por favor, desenfunde su espada, seor.

    Vannevar, a sabiendas de que no tena eleccin, extrajo el sablede su vaina. Aunque era el ms diestro de sus camaradas en elmanejo de la pesada arma corta, lo cierto era que nunca se hababatido de verdad en duelo con el filo. Su arma era la ms lenta ypesada, mientras que el extranjero blanda una espada ms ligerapensada para propinar estocadas.

    Ambos filos se tocaron, se saludaron, y a continuacin atac elespaol, proyectando una lluvia de borrosas embestidas y tajos queobligaron a Vannevar a retroceder, defendindose a duras penas. El

    espaol, aprovechando la ventaja que le confera la ligereza de suarma, oblig a Vannevar a ceder terreno, empujndolo implacablecontra la pared del edificio que se levantaba a su espalda. Cortada laretirada, Vannevar levant la espada tan solo para ver cmo saladespedida de su mano a causa de un potente golpazo del estoquedel espaol, que le dej la mueca entumecida y palpitando. Actoseguido, el espaol se puso serio, apoy la punta de su hoja en eltorso de Vannevar y le oblig a aplastarse contra la pared. Vannevarsaba que, si intentaba moverse, su oponente le traspasara elcorazn.

    --Te rindes? --pregunt el espaol.--Me rindo --respondi Vannevar, con cautela.El espaol baj su espada, hizo una reverencia, y se present:--Me llamo Diego don Delfonso. Me gustara saber quin sois

    vos, seor.--Soy un enviado.--Un enviado? De quin?

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    --De la Camarilla, por supuesto --dijo Vannevar, esperando queel espaol diera muestras de comprensin.

    Pero Delfonso frunci el ceo; era evidente que no locomprenda.

    --Y qu hara esta "Camarilla" si acabara con vos, como matal otro? Llevo viviendo aqu desde mil setecientos setenta y siete yeste lugar me pertenece. No pienso permitir que venga nadie aarrebatrmelo. No s a quin representis, pero me temo, seorThomas, que no habis demostrado ser ms digno que McNaughton.--Gui un ojo a Vannevar, que comenzaba a darse cuenta de queDelfonso saba muy poco o nada acerca de otros vampiros. Al igualque l mismo, haba sido abandonado a su suerte poco despus desu Abrazo y no tena ni idea de las potencias a las que pretendaplantar cara. Vannevar vio en Delfonso a un camarada marginado.

    Intent razonar con l.--Vendrn ms. Algunos ya se dirigen hacia aqu --explic

    Vannevar, esforzndose por hacerle entender.--En tal caso, me ver obligado a matarlos tambin --dijo

    Delfonso, altanero.--Son demasiados. Y demasiado poderosos. A la larga, caeris.Delfonso observ a Vannevar con recelo, reconociendo el dejo

    de verdad en las palabras del vampiro. Llevaba casi setenta y cincoaos viviendo aqu sin ser molestado, pero ahora, con el

    descubrimiento del oro, Delfonso saba que este somnoliento trozode costa nunca volvera a ser el mismo. Era inevitable que sesintieran atrados otros vampiros. Delfonso ya tena motivos paratemer el creciente poder de Choker Barnes.

    --Haras bien en seguir mi consejo y aliaros con nosotros --dijoVannevar--. Hay ms que de sobra para compartir, y creo que anhabr ms.

    Delfonso envain la espada.--Hace mucho tiempo que vivo aqu. Desde que vinieron los

    misioneros. Hace mucho que esto es mo, pero s que decs la

    verdad. Decidme, si accediera a aliarme con vuestra gente, quobtendra yo a cambio?

    --La cooperacin y los recursos de la Camarilla. Y, comoresidente original del territorio, podras optar al ttulo de prncipe. Yorespaldara vuestra propuesta, seor.

    Vannevar, que haba percibido la naturaleza honorable deDelfonso, pensaba que podra tener madera de prncipe. Al apoyar a

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    Delfonso desde el principio, esperaba ganarse su confianza, y gozarde cierta ventaja si el espaol consegua llegar al trono.

    --Sera prncipe? --pregunt Delfonso, intrigado por la idea.Haba nacido en el seno de la nobleza espaola pero, como hijotercero, no haba tenido derecho a heredar las propiedades de sufamilia. Haba llegado al Nuevo Mundo siendo todava humano, enbusca de su fortuna, con la esperanza de encontrar un reino para s.

    --S. Aunque vuestro gobierno no sera absoluto. Tendrais queresponder ante un consejo de antiguos. No se os permitiraemprender determinadas acciones sin su consentimiento yaprobacin.

    Delfonso sopes la propuesta durante unos momentos,interrogando a Vannevar acerca de los pormenores de la resolucin.No tardaron en llegar a un acuerdo, y convinieron reunirse la noche

    siguiente para discutir la propuesta con detenimiento. Vannevar sealegraba de haber evitado el sangriento conflicto que habraresultado si Delfonso se hubiera negado a atender a razones.

    Aunque sin duda el espaol habra perdido la guerra contra laCamarilla, siempre era preferible resolver las diferencias por mediospacficos. Adems, Vannevar haba conseguido ganarse la confianzadel espaol. Si Delfonso se sentara en el trono, Vannevar y su familiaobtendran pinges beneficios de la amistad que se haba forjado.

    Delfonso condujo a Vannevar hasta un almacn cercano, donde

    dos mejicanos atezados montaban guardia frente a un Rileymaniatado y amordazado. Una vez liberado, el ghoul descarg surabia sobre sus captores.

    --Si cualquiera de vosotros vuelve a ponerme las manos encima--prometi, tirando al suelo los rollos de cuerda que lo habanretenido--, os romper el cuello a los dos. Entendido?

    Los dos ghouls mejicanos de Delfonso se apartaron, cautelosos,del furibundo Riley.

    --Tranquilzate --le dijo Vannevar--. Me gustara presentarte anuestros nuevos amigos.

    _____ 4 _____1851: LOS VIGILANTES

    Vannevar supo ms tarde que Delfonso haba nacido en Espaa

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    y que haba llegado a las Amricas en calidad de conquistador comointegrante de la tripulacin de Hernn Corts. La historia del Abrazodel espaol, as como los primeros aos de su vida como vampiro,era algo que Delfonso mantena en secreto; es ms, su verdaderalnea de sangre era un misterio, desconocido su clan. En cualquiercaso, se trataba de un vampiro poderoso que, tras haber existido eneste lugar durante tanto tiempo, poda reclamar legtimamente laprimaca sobre los vampiros que haban llegado ms tarde a laciudad. Vannevar apoyaba la propuesta de Delfonso y contribuy aconvencer a los representantes de la Camarilla que acudieron conposterioridad para que acataran su liderazgo.

    Vannevar haba llegado a San Francisco en el momento exacto.Delfonso, hasta entonces el dueo indiscutible de toda la zona, habatenido problemas con los Patos de Sydney, una banda de humanos y

    Vstagos australianos comandados por un vampiro poderoso yespecialmente sdico conocido como Choker Barnes. Gngsteres,matones y asesinos, violaban y saqueaban los distritos del norte dela ciudad casi a su antojo. Durante algn tiempo haban limitado suspilleras a los vecindarios del norte, pero ahora comenzaban aaventurarse algo ms al sur. Por consiguiente, la alianza con losvampiros de la Camarilla beneficiaba a Delfonso.

    * * *

    Llegado el ao 1851, la poblacin de la ciudad haba crecido deforma espectacular hasta alcanzar la cifra de casi cuarenta milpersonas. Ya se vean ms mujeres en la urbe, e incluso algunosnios. El mercado de la propiedad estaba en auge y, en un intentopor conseguir tierras vendibles adicionales, se estaba rellenandoconstantemente la ensenada a orillas de las drsenas, a fuerza dearena, mercancas inservibles y los cascos de las embarcacionesabandonadas. Los puertos que en su da se extendieran inclusodoscientos cincuenta metros baha adentro eran ahora vas pblicas

    rodeadas de tierra seca, flanqueadas por almacenes y tiendas.Multitud de veleros haban sido engullidos por el proyecto derellenado y, abandonados en sus puntos de fondeo, servan ahora decomercios y restaurantes; incluso hubo uno que lleg a convertirsepor un breve espacio de tiempo en la crcel de la ciudad.

    El centro urbano segua concentrndose en el margen de lasdrsenas, pero las calles, los establecimientos y las viviendas se

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    haban extendido en todas direcciones e incluso comenzaban atrepar por algunas de las laderas ms empinadas de San Francisco.Se haban amasado numerosas fortunas y los vecinos msacaudalados de la ciudad haban empezado a construir en la cima dela escarpada Rincn Hill, al sur del paso principal de la calle Market.La colina, erizada ahora de mansiones, se haba convertido en elvecindario ms codiciado de San Francisco y provea a susresidentes de esplndidas vistas al puerto.

    Tambin a Vannevar le haban ido bien las cosas durante losltimos dos aos, puesto que haba invertido con acierto su capital,comprando terrenos y financiando en ocasiones proyectosespeciales de edificacin. Hubo una temporada en que contempl laidea de construir su propia mansin en lo alto de Rincn Hill, perosus esperanzas se desvanecieron cuando el vampiro que regentaba

    aquella parte de la ciudad, el primognito Brujah Snake Whitcomb,se neg a concederle el permiso. Decepcionado, Vannevar habacontinuado alojndose en la Casa Braxton, en el centro de la ciudad,escasos bloques al sur de Sydneytown. Se encontraba en plenocorazn de su dominio, encajado entre la parte lucrativa del centroque posea el clan Tremere al sur, y la violenta zona de Sydneytown,al norte. Adems de las tiendas, hoteles y edificios de oficinas de sudominio, controlaba una considerable porcin de la zona norte de lasdrsenas.

    Y segua vindose con Doa. Ambos intimaban cada vez mspese a las frecuentes objeciones de Fernando, el estricto padrecatlico de la muchacha. Haca mucho que Doa conoca el secretode Vannevar, pero Fernando segua sumido en la ignorancia. Aunas, Vannevar crea que el anciano albergaba sospechas sobre l.Haba pensado en Abrazar a Doa, convertirla en su igual, perohaba terminado por descartar la idea. No deseaba transmitirle lamaldicin. Nunca haba hablado del tema con ella.

    Una noche, Vannevar y Doa se citaron en los reservados de laparte de atrs de un elegante restaurante sito en la calle Washington.

    Vannevar era dueo del local y pagaba una bonita suma a Doa paraque lo regentara en su nombre.

    Pasaban las once de la noche y Vannevar acompa a Doa asu casa, paseando por la calle Dupont, una zona que ya comenzabaa ser conocida como el Enclave Chino. Los "Celestiales" --comoseguan llamando los peridicos a los chinos-- llevaban emigrando aSan Francisco en gran nmero desde que se descubriera oro. Si bien

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    eran muchos los que se aventuraban en los yacimientos de oro, otroshaban preferido quedarse en San Francisco. Las lavanderas chinaslavaban camisas al precio de un dlar la unidad, lo que haba dejadosin empleo a la mayora de las mujeres lavanderas, que cobraban eldoble por el mismo servicio. Las lavanderas estaban en auge enSan Francisco, donde la prolongada caresta de este tipo deservicios haba obligado a Vannevar, entre otros muchos hombres, aembarcar las prendas sucias rumbo a Hawai a fin de conseguir unlavado y almidonado decentes.

    Doa segua viviendo junto a los dems chilenos que poblabanlas estribaciones de la que ahora se llamaba Telegraph Hill,bautizada as por el alto semforo de madera que se haba erigido enlo alto de su achatada cima para anunciar la llegada de naves quearribaban a puerto. Su padre y ella residan en una casa grande que

    les haba construido Vannevar, cerca de la cima.--Te ha prohibido expresamente tu padre que me veas?

    --pregunt Vannevar mientras recorran las aceras elevadas demadera.

    --No. No creo que lo hiciera nunca.--Agradece el dinero extra, sin duda --dijo Vannevar, con un dejo

    de cinismo. Se ocupaba de que Doa y su padre recibieran unaayuda adicional con regularidad.

    --No es eso --protest la joven, sin conviccin--. Eso le dara

    igual. Es solo que nunca se atrevera a decirme lo que tengo quehacer.--Ni siquiera aunque temiera por la salvacin de tu alma?

    --inquiri Vannevar, con una sonrisa desprovista de humor.--Ni siquiera --se reafirm ella--. Cree en la libertad de eleccin