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8 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 66 - Segundo Semestre 2001 • Bogotá, D.C. - Colombia Primera pregunta ¿Identidad o identidades culturales en el Caribe? ANDRÉS BANSART Frente al bloque monolítico de un pensamiento que se quiere único, en un espacio de vientos, mares e islas considerado como un patio sin importancia de la geopolítica mundial, florece una multitud de culturas cuyos gérmenes vienen del planeta entero y cuyas semillas se van esparciendo más allá de los océanos. 8

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www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 66 - Segundo Semestre 2001 • Bogotá, D.C. - Colombia

Primera pregunta

¿Identidado identidadesculturalesen el Caribe?

ANDRÉS BANSART

Frente al bloque monolítico de un pensamientoque se quiere único, en un espacio de vientos,mares e islas considerado como un patio sinimportancia de la geopolítica mundial, floreceuna multitud de culturas cuyos gérmenesvienen del planeta entero y cuyas semillas sevan esparciendo más allá de los océanos.

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Hablar de la cultura en el Caribe es mencionar

raíces cortadas, genocidios de indígenas, trata

de esclavos, viajes y exilios, relaciones entre

dominadores y dominados, antagonismos y divisiones,

pero también multiplicaciones, encuentros y mestizajes.

Si se quiere hablar aquí de identidad cultural, es

necesario poner el término en plural, porque no exis-

te una sola identidad en la región, sino un tejido de

identidades que se fueron diseñando durante varios

siglos, que se van moldeando ahora y que seguirán

definiéndose en el futuro como una identidad singu-

lar y plural a la vez, múltiple y multiplicadora.

Las raíces cortadas

Hubo África, las tribus divididas por los traficantes de

esclavos, las aldeas incendiadas, las columnas de cau-

tivos mezcladas que caminaban hacia la costa, el

encerramiento en la isla de Gorée, las lenguas dife-

rentes entre los prisioneros atontados, enfurecidos o

desesperados, los gritos en lenguas diferentes que se

rompían contra las rocas peor que las olas en las tem-

pestades; luego, la travesía en aquellos veleros maldi-

tos, aquel océano más infinito que la muerte, aquellos

marineros implacables, aquel agua salada en las lla-

gas abiertas del cuerpo y del alma, aquellas islas, aquel

desembarco, aquellos otros negros que hablaban idio-

mas diferentes, aquel mercado negrero, aquellos hom-

bres blancos que inspeccionaban cada pieza del ga-

nado humano deshumanizado, aquel viaje a través de

la isla, aquella plantación, aquellos cañaverales…

Hubo la India, Pondichery en el golfo de Bengala,

las opulentas compañías extranjeras, la pobreza, las

promesas de un trabajo seguro allá en islas lejanas y

desconocidas, la promesa de un regreso que no se

realizaría nunca, las promesas hechas en un idioma

desconocido, escritas en una lengua incomprensible,

el puerto, las despedidas, los meses de barco, las náu-

seas, las enfermedades, la muerte y, para los sobrevi-

vientes, aquella isla, aquella plantación, aquellos ca-

ñaverales…

Hubo Europa (Francia, Inglaterra, España, Suecia,

Holanda), los puertos (Nantes, Cádiz, Rotterdam, Bur-

deos, Amberes), los muelles llenos de gente, los cam-

pesinos embarcados como soldados que no sabían

adónde iban, los marineros embriagados de aventu-

ras, los oficiales que deseaban ascender, los misione-

ros que querían convertir a los salvajes, los aventure-

ros que iban a ganar fortunas; zarparon los barcos hacia

el oro, la desesperación o la muerte, hacia el azúcar,

el sol y los cañaverales…

Hubo Siria, Turquía, China… Hubo el catolicismo,

el protestantismo, el islam y los dioses africanos… Atra-

vesaron el océano miles de barcos, millones de perso-

nas, cinco siglos, ideas, esperanzas e imágenes. Se

fueron a la deriva entre el mar océano y el mar verde

de los cañaverales…

Desarraigos

Algunos tenían llagas, otros escondían cicatrices, to-

dos añoraban tierras perdidas, recuerdos cada vez más

confusos, rostros. Sollozaban, llo-

raban o se quedaban mudos mi-

rando los siglos de miseria de

aquellos cañaverales que venían

hacia ellos como una inmensa

marea verde.

Unos pocos –blancos y láti-

gos– se regocijaban de su poder

y miraban con orgullo estos ca-

ñaverales. Pero el amo no sabía

todavía que iba a ser esclavo de

la esclavitud.

Todos se encontraron con las

raíces cortadas, con un allá y un

acá, un ahora sin fin y un más allá

de dioses lejanos o mudos, de demonios y vientos.

Cada cierto tiempo, el mar océano se llenaba de

amenazas y el cielo se oscurecía, la tierra temblaba y

los huracanes devastaban las casas y las plantaciones.

Cada cierto tiempo, el mar océano se llenaba de

velas enemigas o buques de guerra. Soldados, corsa-

rios o filibusteros asaltaban la isla, quemaban, mata-

ban, pillaban y se iban. O se quedaban, y la isla cam-

biaba de bandera, leyes e idioma. Pero los esclavos

seguían siendo esclavos, tenían que aprender aque-

llos idiomas extraños, parecían idiotas con sus verbos

mal conjugados y el miedo que siempre brillaba en

sus ojos.

Hubo Siria, Turquía,China… Hubo el catoli-cismo, el protestantismo,el Islam y los diosesafricanos… Atravesaronel océano miles de barcos,millones de personas,cinco siglos, ideas,esperanzas e imágenes.Se fueron a la derivaentre el mar océanoy el mar verde de loscañaverales…

Aquí,en medio del mar,retozando en las aguas con mis Antillas desnudas,yo te saludo, Trópico.Saludo deportivo,primaveral,que se me escapa del pulmón saladoa través de estas islas escandalosas hijas tuyas.

NICOLÁS GUILLÉN, Palabras en el Trópico

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Cada cierto tiempo, el océano se llenaba de bar-

cos negreros y miles de africanos seguían desembar-

cando con otros idiomas, nuevos dioses y siempre las

mismas preguntas entre el mar y las plantaciones.

Cada cierto tiempo, el horizonte se llenaba de ve-

leros, cruceros y transatlánticos, se llenaban los puer-

tos y desembarcaban gentes nuevas, ideas nuevas, ecos

de revoluciones lejanas, de guerras lejanas, de espe-

ranzas lejanas.

Los trasplantes

Raíces cortadas, tierra quemada, vientos.

Sin embargo, iba brotando la vida en las profundi-

dades de los gestos y la memoria. Migajas de frases,

cantos o imágenes quedaban disper-

sas en las profundidades de aquellos

seres divididos por los siglos y el su-

frimiento.

Semillas.

Digo lo que dijeron quienes oye-

ron a alguien…, algo, frases, fábulas,

cuentos, proverbios. Sentían ritmos

en su cuerpo. Músicas. Se elevó un

canto. Otro canto. Nunca habían de-

jado de cantar entre llantos, dioses y

recuerdos vagos.

África dormía en lo más profun-

do de su fe y de sus cuerpos. Ecos

lejanos de Siria, China, Líbano,

Benín, Bretaña, Asturias, Cataluña,

Holanda, Nigeria, Suecia… Lejanos

y dispersos…

Muchas palabras habían atravesado el océano y

se encontraban dispersas entre gritos, cantos y rezos.

Los dioses habían cruzado el océano escondidos en

los barcos negreros con signos cosmológicos y cifras

clandestinas. Los secretos estaban muy bien guarda-

dos. La noche protegía cuidadosamente los gestos es-

condidos en la inmensidad de los cañaverales.

Los peores tratos nunca habían logrado callar las

voces o los murmullos. Cualquier ocasión había sido

propicia para las rebeliones indígenas o africanas en

las islas del Caribe. Centenares de cañaverales fue-

ron quemados. Y los esclavos se convirtieron en cima-

rrones dentro de selvas que podían ser algo pareci-

das a los bosques de sus ancestros.

En el suelo quemado, las raíces parecían ramas

muertas o alambres retorcidos. Sin embargo, de las

cenizas, de los cuerpos podridos, de las semillas es-

parcidas, empezó a renacer una vida. De las voces

muertas quedaban palabras vivas, de las lágrimas que-

daban lluvias, de las cenizas quedaba sangre,,,,, y empe-

zaron a nacer vidas nuevas.

En las islas, las cocineras africanas encontraron plan-

tas similares a las de sus tierras de origen. Las primeras

esclavas negras habían observado las habilidades culi-

narias de las indígenas. La mujer y la tierra, el ser huma-

no y su ambiente, las miradas y las manos, yuca, guaya-

ba, palabras de parchitas, gestos indígenas y africanos

amasaban el paisaje y dibujaban el futuro.

Los mestizajes

Las damas blancas confiaban a las nodrizas negras el

cuidado de sus hijos. Éstas criaban a los pequeños blan-

cos con gestos africanos. Les cantaban suavemente

canciones de cuna que venían desde más allá de sus

propias memorias. Los mecían con los mismos gestos

de sus abuelas y tatarabuelas. Mecían y criaban a los

niños negros, mulatos y blancos, con la misma dulzura

y las mismas canciones.

Las damas blancas de las haciendas iban a veces

a las cocinas para transmitir órdenes a las cocineras y

explicarles recetas europeas que éstas acomodaban

entonces a los frutos de la isla.

Las mujeres indias, palestinas o chinas cocinaban

para su familia. Mucho tiempo después de la llegada

de sus padres o sus abuelos (varios siglos pasaron an-

tes de acercarse mutuamente), invitaron a algunas ve-

cinas o vecinos para probar aquellos alimentos desco-

nocidos. Trajeron el colombo y otros ingredientes de

sus países de origen. Algunas abrieron taguaras o res-

taurantes. Y surgieron, en la isla, gustos nuevos, una

gastronomía mestiza con infinitos matices de paisajes

caribeños y tierras lejanas.

Los idiomas se cruzaron entre palabras indígenas,

expresiones africanas, gramáticas europeas acuchilla-

das, términos sacados de la naturaleza caribeña, de

árboles, piedras y volcanes, vocablos árabes e indios,

Los idiomas se cruzaronentre palabras indígenas,

expresiones africanas,gramáticas europeas

acuchilladas, términossacados de la naturaleza

caribeña, de árboles,piedras y volcanes,

vocablos árabes e indios,imágenes de cañas, zafras

e ingenios, recuerdos decimarronajes, palenquesy rancheadores, sonidos

de lambíes desde unacolina hacia otras.

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imágenes de cañas, zafras e ingenios, recuerdos de

cimarronajes, palenques y rancheadores, sonidos de

lambíes desde una colina hacia otras, códigos de mam-

bises e independencias, palabras de barcos y migra-

ciones, de isla en isla, palabras inglesas en un francés

reinventado, palabras suecas abandonadas en la pla-

ya de una isla, palabras españolas y portuguesas, idio-

mas mestizos, creole, papiamento, jamaicano, de isla

en isla, de islas a costas infinitas de Colombia, Guyana,

Surinam, Cayena, Venezuela, México, Belice, Hondu-

ras, palabras de mercancías y contrabando, idiomas

secretos de vudú y santería, rezos de mezquitas e igle-

sias, de tejidos, comidas y encuentros.

De raíces múltiples a múltiples florecimientos

La identidad cultural se define cuando un YO colecti-

vo mira hacia el OTRO, cuando el YO colectivo se siente

observado por el OTRO, cuando él se está mirando in-

terpretando la mirada del OTRO.

En el Caribe, ya no existe la relación binaria: YO y

el OTRO. Todos los actos identitarios se conjugan en

plural.

El YO es plural. En sus genes, su piel, su ambiente

natural, sus gestos, su voz, sus palabras, su comida, se

cruzan muchos YO y muchos OTROS, muchos aquí y

muchos allá.

El OTRO también es plural.

Los procesos de definición son trans-identitarios.

Las múltiples raíces se mezclan tanto en un mismo ser

(individual o colectivo) que hablar del YO y el OTRO no

es posible. Todo es multiplicación (y la división ya lle-

ga a ser imposible).

Esto no suprime la preocupación por la identidad.

Al contrario, la reflexión es permanente y no está exen-

ta de sufrimiento porque despierta permanentemente,

dentro del ser, los fantasmas de muchísimos dolores físi-

cos y morales, las relaciones entre amos y esclavos, en-

tre negros y blancos, entre los recién llegados y los vie-

jos criollos, entre quienes hablan idiomas diferentes,

entre quienes rezan a dioses diferentes, entre quienes

comen diferente, hablan diferente, caminan diferente.

Las identidades caribeñas van cambiando, se van

haciendo, van cambiando de una isla a otra, o de un

lugar a otro de una misma isla. Las migraciones intraca-

ribeñas continúan; también continúan (con medios

tecnológicos cada vez más sofisticados) los movimien-

tos migratorios (físicos y mentales) entre los habitantes

de la zona y las metrópolis, antiguas metrópolis o paí-

ses de origen. El YO plural va cambiando y también el

OTRO multifacético. Los aviones, el correo electrónico

y toda la informática acercan y, al mismo tiempo, ge-

neran la necesidad de definir, redefinir o reforzar las

identidades.

Sin embargo, se podría hablar de una identidad

cultural caribeña (muy dinámica) cuando la región se

va definiendo con respecto a otras regiones de las

Américas o del mundo. El YO, entonces, es el Caribe.

¿Cómo definir este Caribe? ¿como archipiélago

mediterráneo en las Américas? ¿como el archipiélago

con las costas étnicamente parecidas a las de Colom-

bia o Venezuela? o ¿como el “Gran Caribe”, la gran

cuenca de este mar mediterráneo?

¿Cómo se sitúa este Caribe en las dinámicas ac-

tuales de la mundialización o la globalización?

Mejor no responder aquí a estas preguntas para

dejar a cada caribeño, a cada ser individual o colecti-

vo, contestarlas (o “ir respondiendo”) desde sus YO y

sus OTROS, desde sus ayer y sus ahora, también desde

sus proyectos de desarrollo.

Una sola respuesta podría plantearse como un acto

de fe: frente al pensamiento que se quiere único, fren-

te a una potencia económica que quisiera ser un gran

holding planetario, frente a una fuerza político-militar

que decidiría imponerse al resto del planeta, el Cari-

be rico de sus identidades múltiples seguirá siendo

una respuesta cimarrona y una esperanza de diversi-

dades, imaginaciones y reflorecimientos.

ANDRÉS BANSART,profesor titular de la Universidad Simón Bolívar,

Caracas. Actualmente es docente en la Universidadde Tours, Francia. Es autor de numerosos libros

sobre El Caribe.

Mapa de la ruta colombinarealizada por Mauricio Obregón

y Samuel E. Morison en 1963.